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EL LIDERAZGO DE LOS PRESIDENTES DEL GOBIERNO DE ESPAÑA, desde Adolfo Suárez a J.L.Rodríguez Zapatero Alejandro Muñoz González Experto en Liderazgo y Comunicación Curso 2011-2012 Universidad de Málaga

Trabajo Fin de Experto

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Page 1: Trabajo Fin de Experto

EL LIDERAZGO DE LOS

PRESIDENTES DEL

GOBIERNO DE ESPAÑA, desde Adolfo Suárez a

J.L.Rodríguez Zapatero

Alejandro Muñoz González

Experto en Liderazgo y Comunicación

Curso 2011-2012

Universidad de Málaga

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2

ÍNDICE

Introducción: ¿para qué el liderazgo?..................................................................3

Una aproximación al liderazgo político……………………………………………...6

La presidencialización del sistema político español……………………………...11

Adolfo Suárez y el liderazgo innovador en la transición…………………………12

Leopoldo Calvo-Sotelo, la autoridad y no el liderazgo…………………………..17

Felipe González y el liderazgo carismático……………………………………….18

El liderazgo de José María Aznar hacia el centro político………………………25

El liderazgo de José Luís Rodríguez Zapatero y su condicionamiento por la

crisis económica……………………………………………………………………..32

Recapitulación……………………………………………………………………….36

Liderazgo para la regeneración democrática…………………………………….37

Bibliografía……………………………………………………………………………39

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3

INTRODUCCIÓN: ¿PARA QUÉ EL LIDERAZGO?

En la descripción de la batalla de Austerlizt que hace Tolstoi en Guerra y Paz,

nos muestra como el joven soldado Nikolai Rostov ve pasar a caballo con su

sequito al príncipe Bagratión, rumbo al pueblo de Schöngraben desde donde

avanza el enemigo. El novelista ruso afirma que ni el príncipe, ni sus

acompañantes, ni los oficiales saben lo que pasa en la batalla, ni dónde pasa,

ni por qué pasa; pero su llegada infunde ánimos a la tropa. El coraje y la

serenidad, la mera presencia del jefe crea la ilusión de la que él mismo es la

primera víctima: la ilusión de que lo que esta sucediendo en la batalla responde

a su habilidad, a sus planes, a su autoridad. La historia que luego se escriba

sobre la batalla achacará a él el éxito o el fracaso, la victoria o la derrota,

olvidando a los humildes soldados, que hacen lo que hacen, se disparan, se

hieren, se matan, avanzan, retroceden…1

Isaiah Berlin en su pequeño ensayo El erizo y la zorra, en el cuál realiza un

análisis sobre la filosofía de la historia que expone Tolstoi en Guerra y Paz, me

proporciona el que sin duda debe ser uno de los más ingeniosos veredictos

sobre el liderazgo. Aunque la palabra liderazgo no se usa ni una sola vez en

todo el ensayo y aunque Berlin desde luego no pensaba ni remotamente en

esa cuestión al ponerse a divagar sobre el genio ruso, esta pieza a dos manos

entre Tolstoi y Berlin nos plantea una pregunta retadora para todo aquel que

pretenda dedicarse al estudio del liderazgo. ¿Hasta qué punto la voluntad de

una única persona puede determinar el acontecer?, ¿hasta dónde llega la

influencia del líder en la historia?, ¿para qué el liderazgo? Tolstoi lo tiene claro,

en mitad de las furibundas invectivas que dedica a los estrategas alemanes e

italianos, al alto mando imperial, a los reformadores rusos con Speranski a la

cabeza y al propio Napoleón, late el convencimiento de que esos grandes

hombres no son más que seres humanos corrientes, lo suficientemente

ignorantes y vanos para asumir la responsabilidad de la vida de la sociedad.

Tales individuos prefieren cargar con la culpa de todas las crueldades,

injusticias y desastres que se justifican en su nombre, a reconocer su

insignificancia e impotencia en la corriente cósmica, que sigue su curso sin

respetar la voluntad ni los ideales de dichos individuos2. La historia no tiene

protagonistas, sólo el pueblo ruso, que lucha por sobrevivir, inconsciente del

papel que juega en el escenario del mundo es más útil a la causa de la

salvación que todos los oficiales que creían jugar un papel fundamental en el

desarrollo de los acontecimientos. Entonces, el liderazgo es real o una simple

entelequia, una constante “falacia de atribución” en la que sólo parece que el

líder, y no las circunstancias o la organización (como verdaderamente ocurre)

garantiza el funcionamiento o resultado de la empresa.

1 I. BERLIN (1998), El erizo y la zorra, Muchnik Editores, Barcelona. Pág.58.

2 Guerra y Paz, Epílogo, 1ª parte, capítulo 2 cit. por Ibíd. pág.71.

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4

Para el Tolstoi de Berlin los líderes son construcciones de las circunstancias,

productos de las fuerzas históricas que no entendían y sobre las que no tenían

ningún control. Su veredicto sobre la clásica “teoría del gran hombre” no deja

lugar a dudas, es imposible que un individuo determine el curso de los sucesos

históricos. Entonces, la historia hubiera sido la misma sin el genio militar de

Napoleón, sin la tenacidad de Churchill o sin el magnetismo de Kennedy.

Hubiera sido la Transición española igual sin figuras como la de Adolfo Suárez

o Felipe González. Otro archienemigo de la historia de los héroes y defensor

acérrimo de las fuerzas sociales, económicas y culturales dominantes, como

Marx afirma que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su

libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas

circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido

legadas por el pasado.”3 Es cierto que Churchill no hubiera pronunciado los

discursos de animo a la resistencia al pueblo británico que pronunció si la

Luftwaffe no hubiera bombardeado Londres, y no hubiera sido reconocido

como uno de los más tenaces luchadores contra el nazismo si este no hubiera

amenazado al Reino Unido y que no sería uno de los héroes salvadores de la

libertad y la democracia si esta no hubiera estado en peligro. Del mismo modo

Suárez no sería hoy el hombre que capitaneo el camino a la democracia

española si este camino hubiera sido recorrido por otros antes que él. Dice

Karéiev, un crítico de Tolstoi, que son los hombres los que crean las formas

sociales y que esas formas afectan a quienes han nacido en ellas, la voluntad

individual no es omnipotente, pero tampoco es impotente, los grandes hombres

no son tan importantes como ellos mismos y los historiadores creen, pero

tampoco son sombras. Los individuos tienen objetivos sociales y, algunos de

ellos voluntades firmes; esos son los individuos que suelen transformar la vida

de las comunidades4. Esos son los líderes, aquellos que siendo conscientes del

momento que viven toman la decisión de intervenir, de no conformarse y de

modificar la realidad para hacer de ella algo mejor; aquellos que tienen una

visión que son capaces de transmitir al resto de su comunidad y que a través

de ella movilizan los recursos necesarios para llevarla a cabo.

Cuando Tolstoi escribe Guerra y Paz quiere poner de manifiesto la

desconexión existente entre la historia que se escribe y que se estudia y la vida

real de las personas, cuando ridiculiza a los líderes de las guerras

napoleónicas afirma que no se dan cuenta de nada de lo que pasa en realidad,

mientras que son los campesinos rusos, los soldados y los habitantes de

Moscú los que, inconscientemente, guiados por su propia intuición, salvan a

Rusia. Quizás se pueda vislumbrar aquí una propuesta normativa sobre el

liderazgo, sólo aquel basado en una visión comunicada y asumida por la

comunidad tendrá el suficiente contenido para ser un liderazgo que transforme

la vida de las comunidades, el resto de liderazgo estará vacío de contenido. En

3 MARX (1985) El 18 Brumario de Luís Bonaparte, Sarpe, D.L., Madrid. Pág.9.

4 I. BERLIN (1998), El erizo y la zorra, Muchnik Editores, Barcelona. Pág.79.

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5

mi análisis sobre el liderazgo de los presidentes de Gobierno de España voy a

intentar demostrar esto, como un liderazgo eficaz estará siempre basado en la

comunicación y en la participación.

Por tanto, no es mi intención abarcar todos los aspectos del liderazgo en cada

uno de los presidentes del Gobierno, más bien pretendo una caracterización

del liderazgo político ejercido por los presidentes del Gobierno en España que

nos permita identificar en pocos rasgos cada uno de ellos, situarlos en el

momento histórico en que ejerció ese liderazgo y entender como se ejerce el

liderazgo en una sociedad democrática. Así procederé primero acotando el

concepto de liderazgo político y asumiendo unas pautas de análisis del mismo.

Luego señalaré una nota del sistema político español que hace del liderazgo

político una variable importante, la presidencialización. Seguidamente pasaré al

análisis del liderazgo de los presidentes tras el cuál propondré una conclusión

en la que abordo un liderazgo para la regeneración democrática.

Page 6: Trabajo Fin de Experto

6

UNA APROXIMACIÓN AL LIDERAZGO POLÍTICO

El liderazgo es un concepto difícil de definir, por la amplia gama de actividades

humanas a las que se aplica y por su significado siempre polémico. Según

Natera Peral5 el estudio del liderazgo tiene un carácter multidimensional y una

indeterminación terminológica que coloca al analista en una situación

particularmente incómoda. Este carácter multidimensional ha posibilitado que

los estudios sobre liderazgo sean abordados por las más diversas disciplinas,

desde la psicología, la antropología, la teoría de las organizaciones, hasta los

estudios empresariales y de gestión, pasando por la sociología o la ciencia

política.

Sin embargo; esto no quiere decir que siempre haya sido abordado con todo el

acierto necesario, ni contemplado desde todas sus dimensiones. Sin ir más

lejos, el liderazgo no ha sido, entre los estudiosos de la ciencia política, un

tema de preferente investigación hasta hace relativamente poco. En el marco

del Estado de Derecho el fenómeno del liderazgo era un hecho irrelevante, se

tenía la creencia, sino el prejuicio y la ceguera, de que en este modelo de

estados lo que priman son las leyes y no las personas, en contraposición a otro

tipo de estados que se organizaban de forma no democrática. Esto no deja de

ser paradójico por cuanto las leyes son hechas por personas en torno a un

proceso de influencias y competencias donde desde los tiempos de las

revoluciones liberales, o incluso mucho antes, juegan un papel fundamental los

líderes y el liderazgo. Aun siendo así, las teorías clásicas de la democracia,

que se formulan contra los gobiernos absolutistas, dejan de lado la cuestión del

liderazgo, esto provoca que desde sus comienzos los estudios en torno a la

democracia se acercaran más al análisis de las instituciones y los

procedimientos que a los líderes6. En esta línea la ciencia política se ha

centrado en los actores colectivos del sistema político (partidos, sindicatos,

grupos de presión…), y hasta fechas recientes no ha empezado a interesarse

por la cuestión del liderazgo.

5 Antonio NATERA PERAL es una de los principales investigadores que se ha dedicado a

estudiar sobre temas de liderazgo político en España. Aquí recurrimos a NATERA PERAL (2001) El liderazgo político en la sociedad democrática, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid. 6 Ibíd. pág.18. En este sentido, NATERA insiste en que las teorías democráticas se han

centrado en el autogobierno y en el principio de la soberanía popular antes que en el liderazgo, y cita a JUSTEL (1992) que afirma que “tanto por motivos políticos como por motivos doctrinales, morales o incluso emocionales los filósofos y los teóricos de la democracia se han opuesto a la teoría del liderazgo. En este aspecto, ha prevalecido el criterio de Locke y se ha minimizado en términos teóricos la necesidad del liderazgo político. Sin embargo, a medida que se han abierto paso las llamadas teorías empíricas de la democracia, más atentas a describir o explicar las democracias liberales realmente existentes que ha polemizar en términos prescriptivos el nunca bien definido «ideal democrático», el liderazgo como tal, así como el papel que desempeña tanto en el ejercicio del poder como en los procesos electorales y de comunicación política, ha ido tomando nuevo relieve en la investigación.” Esto ha provocado que el liderazgo quede sin una formulación normativa que explique cómo debería ser un buen liderazgo, hasta casi nuestros días.

Page 7: Trabajo Fin de Experto

7

No obstante, el liderazgo político es uno de los fenómenos más genuinos del

comportamiento político y social, y así ha sido reconocido por todos los

expertos. En la actualidad se han dado grandes pasos y ahora se contempla al

liderazgo político no como algo ajeno o contrario a la democracia, sino como

una realidad palpable y necesaria en nuestros sistemas que precisa de una

especial atención y estudio. Así, podemos afirmar que se ha llegado a un

consenso en mitad de la multiplicidad de estudios y propuestas sobre el

liderazgo político. Se han identificado una serie de elementos constantes que

coinciden en reconocer al liderazgo como un proceso, que trae aparejada la

influencia, que se desarrolla dentro o sobre un grupo y que va encaminado a

una meta. Además se pueden fijar tres significados diferentes de liderazgo: 1)

como un rasgo o cualidad de una persona, 2) como atributo posicional o

situacional y 3) como categoría de comportamiento. A su vez, estos tres

significados han inspirado a diferentes enfoques, el enfoque de los rasgo

personales, el enfoque conductista y el enfoque situacional contingente. Por

último, el enfoque del nuevo liderazgo, que se centra en la relación del líder y

los seguidores y que pone el énfasis en el concepto de visión7.

Vamos a observar muy brevemente cada uno de los enfoques. El enfoque de

los rasgos personales observa el liderazgo como un conjunto de cualidades,

supuestamente innatas, de determinados individuos. En este enfoque el

liderazgo se entiende como el resultado de la habilidad para persuadir y dirigir

hombres, y se esfuerza por aislar aquellas características individuales que

distinguirían a los líderes de los que no lo son. Fracasó en esta tarea ya que la

lista de rasgos podría ser muy variada y extensa. El enfoque de la conducta se

centra en la delimitación de prácticas concretas de liderazgo, se entendió que

ya que la clave no estaba en lo que son los líderes, quizás estuviera en lo que

hacen. En este enfoque el liderazgo puede ser entendido como un sistema de

conducta requerido por y para el funcionamiento de un grupo. En el enfoque

situacional-contingente se entiende que individuos con diferentes perfiles

personales pueden comportarse como líderes en función de una situación

particular. Se trataría de la influencia interpersonal que se da en una

determinada situación y que se oriente a la consecución de unos objetivos. Por

último, el enfoque de nuevo liderazgo parte de una visión multidisciplinar y se

basa en el concepto de visión. La esencia del liderazgo reside en la capacidad

del líder para definir, articular y comunicar eficazmente una visión en el seno de

una organización. Para Natera el enfoque del nuevo liderazgo ha estimulado la

aparición de temas como el papel del líder en la motivación y en la creación de

compromisos, o en la visión de la transformación de los valores que integran la

cultura organizativa, así como la intuición, el carisma, la persuasión o la

credibilidad. Estos enfoques no se han sucedido el uno al otro como si de una

secuencia se tratará, cada uno de ellos ha recogido cosas del anterior, es

7 S. DELGADO (2004), Sobre el concepto y el estudio del liderazgo político, Psicología Política,

nº29, 2004.

Page 8: Trabajo Fin de Experto

8

interesante integrar los distintos modelos para hallar uno que de cuenta de

todas las dimensiones del fenómeno.

En lo que a liderazgo político se refiere parece preciso destacar la diferencia

que lo distingue de conceptos próximos como la autoridad y la élite política, con

el objetivo de evitar confusiones y de avanzar en la clarificación del término. El

liderazgo se entiende como una realidad personal que no deriva

exclusivamente de la posición que ocupa un individuo en una determinada

institución y del poder que esa posición le otorgue, sino de su propia capacidad

y cualidades para responder en sus interacciones con un determinado

escenario político. Esto no significa que un líder precise de autoridad para

serlo, lo que significa es que el hecho de tener autoridad no es constitutivo de

tener liderazgo, como afirmó Burns, eminente estudioso de la cuestión, “no

todos los que tienen autoridad son líderes, pero todos los líderes tienen

autoridad.”8 Tampoco debemos confundir el liderazgo político con la élite

política, mientras la élite se caracteriza por la concentración de dominio, por el

poder de un grupo, el liderazgo supone la existencia de un proceso de muy

especial significación y notoriedad en la personalización de la política.

Hecha esta diferenciación detengámonos ahora en las funciones que atribuye

Natera a los líderes políticos9. La primera es la función de impulso político, de

dirección de las actividades de una comunidad política, contiene dos

componentes esenciales, el diagnostico y la determinación de la acción y la

movilización de apoyos. La segunda es la comunicación, un líder tiene que

persuadir y para ello es vital comunicar de forma eficiente, los medios de

comunicación han reforzado esta función y ha contribuido a la personalización

del poder haciendo de la relación entre líder y seguidores una relación

mediatizada. En tercer lugar esta la agregación de demandas e intereses

colectivos, en este sentido se observa a los líderes como agentes

simplificadores que reducen la complejidad del sistema político, encarnando y

simplificando la representación de demandas e intereses. Por último, la función

de legitimación, su carácter de impulsores políticos y de agregadores de

demandas y su capacidad comunicativa los convierten en un elemento

legitimador de su propia autoridad dentro del sistema político. Muchos líderes

son capaces de personalizar identidades colectivas y por ello se convierten en

referentes simbólicos para los ciudadanos.

En nuestra tarea de aproximación al concepto de liderazgo político hemos visto

ya los enfoques a través de los cuales se ha abordado la materia y acabamos

de señalar las funciones del liderazgo político. Ahora vamos a detenernos en la

tipología de los estilos de liderazgo. En mitad de la indeterminación del

concepto de liderazgo es comprensible que no exista una tipología definitiva,

8 BURNS (1978: 11) cit. por NATERA (2001) El liderazgo político en la sociedad democrática, Centro

de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid. Pág.53. 9 Ibíd. pág. 61 y ss.

Page 9: Trabajo Fin de Experto

9

entre la multitud que existe nosotros recogemos aquí dos de las más clásicas,

la de Burns y la de Bondel. Burns define dos tipos de liderazgo, el transaccional

y el de recomposición. El liderazgo transaccional se basa en el intercambio

entre líder y seguidores de una ventaja por otra, el líder proporciona ciertos

bienes a cambio de votos, dinero o algún tipo de apoyo por parte de los

seguidores, se establece una relación meramente instrumental. En cambio, el

liderazgo de recomposición surge en momentos de cambio político y se

fundamenta en la identificación y compromiso entre líder y seguidores para

alcanzar un objetivo común. Este tipo de líder apelará a grandes ideales y

valores para movilizar a sus seguidores10. Obviamente no necesariamente

existirán líderes totalmente transaccionales o totalmente de recomposición,

según las circunstancias un mismo líder podrá establecer una relación u otra

con sus seguidores.

Por otro lado Blondel distingue dos dimensiones de liderazgo dependiendo del

impacto que tengan en el sistema político. La extensión o el alcance del

liderazgo, se refiere a la mayor o menor amplitud de los ámbitos de dominio

político, se habla de tres tipos de alcance, el grande, el moderado y el

especializado. En el alcance grande estaríamos hablando de un líder que

consigue influenciar globalmente el sistema político, un jefe de gobierno o de

oposición, en el moderado se trata de alguien que influye sobre políticas

concretas, y el especializado reduce su influencia a un ámbito muy concreto. La

otra dimensión es la profundidad o intensidad del liderazgo, se refiere al grado

de producción de efectos deseados, al cumplimiento de los objetivos y del

programa. Se distinguen otros tres tipos dependiendo de la capacidad de

cambio, mínimo, moderado o profundo11. Combinando estas dos dimensiones

Blondel elabora una tabla de tipologías de líderes políticos.

Tipología del liderazgo (Blondel)

DELGADO (2004)

10

Ibíd. pág.123 y 124. 11

S. DELGADO (2004), Sobre el concepto y el estudio del liderazgo político, Psicología Política,

nº29, 2004.

Page 10: Trabajo Fin de Experto

10

Una vez hemos realizado una somera observación a las distintas propuestas

de enfoques, de funciones y de tipologías que existen del liderazgo, tenemos

una visión del cuerpo sobre el cual se apoya la investigación sobre el liderazgo

político. Entonces se hace preciso una clarificación sobre el esquema para el

análisis sobre el liderazgo político de los presidentes del Gobierno de España

que vamos a seguir nosotros. Dada la multitud de posturas y enfoques lo más

acertado es intentar integrar distintos conceptos y orientaciones a las que antes

hacíamos referencia. Nos vamos a centrar en la trayectoria vital, en como los

rasgos personales ayudan en la construcción del liderazgo, como influye el

entorno y la situación para el ejercicio del liderazgo político, en como el líder

aprovecha este entorno para recoger las demandas de sus seguidores y

formular con ellas un proyecto y como se produce la legitimación del liderazgo.

El centrarnos en la trayectoria personal nos permite abordar cómo una

situación histórica determinada influye en la construcción de un liderazgo, ya

que todos actuamos bajo unas determinadas circunstancias el liderazgo

tampoco se puede sustraer del entorno que le rodea, de este modo la

capacidad del líder para interpretar el signo de su tiempo y para ser capaz de

entender el momento en el vive y el liderazgo que precisa ese momento, en

definitiva saber aprovechar la oportunidad histórica es algo vital en el liderazgo

político. También nos permite ahondar en los rasgos personales, en gran

medida estos serán los que hagan que el líder desarrolle sus funciones de una

forma o de otra y que forje un estilo de liderazgo de una manera o de la

contraria. A través del pensamiento, del proyecto, de los objetivos, de la

agenda que se trace, el líder transmitirá una visión a sus seguidores, con esta

movilizará apoyos y recursos para llevarla a cabo. Observando cuál es esa

visión, cómo se transmite y cómo se lleva a cabo podremos entender cómo se

ejerce el liderazgo, en definitiva qué y cómo se hace. Esto otorgará al líder una

legitimidad y le hará influir en los que le van a suceder dejando una herencia,

una influencia que va más allá del ejercicio del propio liderazgo y de cuyo éxito

dependerá también este.

Page 11: Trabajo Fin de Experto

11

LA PRESIDENCIALIZACIÓN DEL SISTEMA POLÍTICO ESPAÑOL

Antes de pasar al análisis del liderazgo de los presidentes del Gobierno se

hace necesario introducir una última nota preliminar que nos ayude a entender

porque es tan importante la figura del presidente del Gobierno. Esto que podría

parecer evidente no lo es tanto, de hecho ha sido la práctica política, con su

configuración del sistema de partidos, con el equilibrio de fuerzas entre las

distintas instituciones y organismos y con las relaciones que se han

configurado entre Presidente, Gobierno y ciudadanos, a través de los medios

de comunicación, la que ha acabado situando en el centro del sistema político

a la figura del presidente del Gobierno.

La Constitución del 78 concentra en el presiente las funciones de creación y

cese del Gobierno, de control en las deliberaciones del ejecutivo y dirección en

sus políticas, de disolución de las cámaras o de proposición de una cuestión de

confianza. El presidente es quien crea el Gobierno y quien divide y elige a los

ministros, el Gobierno esta condicionado al presidente y supeditado a él, ya

que de él vienen sus nombramientos o sus ceses. El presidente es quien

confecciona el orden del día, quien coordina y dirige la acción del Gobierno. Es

una situación muy parecida a la de los sistemas presidencialistas, en cuyo

ejecutivo sólo el presidente esta legitimado por voto popular y es quien

decide12. En España el presidente es elegido por el Congreso de los Diputados;

pero la práctica política de elegir al jefe de la mayoría parlamentaria que viene

coincidiendo con el dirigente del aparato político del partido hace que en la

práctica el ciudadano vote al candidato del partido a la presidencia del

Gobierno. En realidad tal figura no existe formalmente en el sistema político

español, es el Rey quien, tras la consulta con los dirigentes de los diferentes

partidos con representación en la Cámara, propone al Congreso un candidato a

la presidencia.

Por tanto, desde el punto de vista de las dinámicas y las prácticas políticas el

sistema español se hace presidencialista. La persona e imagen del presidente

del Gobierno como líder del ejecutivo y al mismo tiempo, salvo pocas

excepciones, del partido mayoritario, hace que se acapare en torno suya la

atención de los medios de comunicación. En las campañas electorales se

muestra también esta tendencia personalista de la política española, con

omnipresencia del rostro del líder del partido en los carteles electorales. Un

sistema bipartidista agudiza esta tendencia, en los debates electorales o en los

debates parlamentarios, sobre todo en el del estado de la Nación, donde las

encuestas posteriores siempre preguntan por el ganador del debate. Todo esto

hace del presidente el máximo líder político del país13.

12

GARCÍA MORILLO (1996), La democracia en España, Madrid, Alianza, pág.126. 13

J.L. ÁLVAREZ Y E.M. PASCUAL (2002) Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio.

Page 12: Trabajo Fin de Experto

12

ADOLFO SUÁREZ Y EL LIDERAZGO INNOVADOR EN LA TRANSICIÓN

Adolfo Suárez es reconocido por todos, tanto expertos en la materia como

legos, como una pieza fundamental en la Transición española y como un

personaje principal en el éxito de la democratización de España. A pesar de

haber sido un personaje controvertido existe hoy un consenso en torno al

reconocimiento de lo que su figura representó para la historia de España y de

lo que sus años en el Gobierno aportaron al modelo de convivencia. El estudio

de su liderazgo es importante por lo que tiene de un liderazgo que se ejerce en

tiempos de crisis y de cambio.

En este sentido el profesor Linz ha catalogado el liderazgo de Adolfo Suárez,

junto al de otros líderes de la Transición como Felipe González, Manuel Fraga

o Santiago Carrillo, como innovador14. Se entiende que un líder posee un

liderazgo innovador cuando dirige con éxito los desafíos que plantean a una

sociedad un acontecimiento histórico concreto y cambios políticos o sociales

irreversibles, ganándose el apoyo de la sociedad, la aprobación del electorado

y la tolerancia de las principales instituciones. Este liderazgo pivota sobre la

toma de decisiones arriesgadas, impopulares y peligrosas; pero que son las

precisas para la consecución de los cambios que la sociedad y el momento

histórico requieren. Por consiguiente el liderazgo innovador puede ser costoso

en términos de pérdida de apoyo, ya que las arriesgadas decisiones pueden

conllevar una respuesta negativa y esto, como ha demostrado la experiencia,

acaba agotando al líder una vez que se percibe el éxito de sus reformas.

Este patrón se puede aplicar al liderazgo de Adolfo Suárez. La principal misión

que llevo a cabo Suárez fue la de conducir al país a través de la transición y de

la consolidación democrática, incluyendo entre las principales tareas la

redacción de la Constitución del 1978 y la negociación del Estado de las

Autonomías, las cuales fueron asumidas a través de ese liderazgo innovador.

De Suárez destaca como características de su liderazgo su gran popularidad y

simpatía, su capacidad para comunicarse a nivel personal y su habilidad para

funcionar en el centro del espectro político. Pero antes de profundizar más en

la caracterización de su liderazgo detengámonos en cómo se construyo el

mismo.

Suárez llegó al cargo de Presidente del Gobierno a través del intrincado

proceso que se heredaba del sistema franquista. Esto suponía ser designado

por el Rey a través de una terna presentada por el Consejo del Reino. De modo

que llega al cargo sin apoyo popular, con el único aval del Rey y de Fernández

Miranda (presidente del Consejo de las Cortes y del Consejo del Reino), más el

de algunos políticos de su confianza y que incluyo en su primer Gobierno. De

14

J.J LINZ (2001) El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia, en M.ALCANTARA y A.MARTÍNEZ (eds.) Política y Gobierno en España, Tirant lo Blanch, Valencia, págs.90 y 91.

Page 13: Trabajo Fin de Experto

13

este modo su nombramiento fue recibido con frialdad, sino con claro disgusto

por amplios sectores sociales. Suárez era percibido con un agente del régimen

franquista, tenía mala imagen entre los políticamente informados y entre los

medios de comunicación, y además era un perfecto desconocido para la

oposición15. Sin embargo; pronto pudo acabar con las suspicacias del principio

y a través de la Ley para la Reforma Política pudo entablar contacto con la

oposición y granjearse un amplio apoyo popular en las elecciones de 1977.

Debemos de entender que Suárez llega al puesto más importante sin ninguna

credencial entre las élites del agonizante régimen ni entre las de la oposición,

tampoco con ninguna clase de apoyo popular. Esto es importante porque

manifiesta muy a las claras primero, la astucia de su perfil político, que supo

ganarse la confianza de aquellos que venían de la oposición en poco tiempo, y

también la fiabilidad y compromiso con los que transmitía su proyecto político

de democratización de la vida política española.

Podemos hablar de Adolfo Suárez como un líder que no tiene una ideología

muy marcada, destaca por su capacidad de situarse en el centro político y de

no ser percibido como un político radical, a pesar de proceder del aparato del

Movimiento. Tiene una gran habilidad para la negociación, para replantear

temas y objetivos y para convencer a sus oponentes. Además demuestra una

gran capacidad para tomar decisiones arriesgadas y en momentos de crisis,

como fue la legalización del PCE o el restablecimiento de las instituciones

autonómicas de Cataluña. Esto es muy importante en un contexto histórico

como el de la Transición, extremadamente delicado e incierto. Suárez fue

consciente de la misión histórica que recaía sobre él, poner las bases de la

democracia. De este modo la transición a la democracia española se ha

convertido en una referencia histórica como experiencia de consenso que ha

influido sobre los que lo han sucedido16.

Todo ello le fue posible gracias a las cualidades de liderazgo que aporto al

cargo o que desarrolló con el tiempo. No pocas veces se ha referido cuán

diferente hubiera sido la Transición si en vez de nombrar a Suaréz se hubiera

optado por otros candidatos con más preparación y formación, con currículum

mucho más abultados; pero también con unos perfiles mucho más pétreos y

con unos caracteres más fuerte, como eran otros candidatos como Manuel

Fraga o José María Areilza, que habían desarrollado una brillante carrera

dentro del régimen y que simbolizaban la idea de reforma. En este sentido, se

puede decir, con perspectiva histórica, que la opción del Rey por un hombre de

perfil más bajo, que no había sido un estudiante brillante, que no había optado

a unas grandes oposiciones del Estado, proveniente de una familia de Ávila de

clase media-baja, fue arriesgada pero acertada. Suárez representaba a una

15

Ibíd. pág.92. 16

BALLART y RAMIÓ (2000), Ciencia de la Administración, ver el cap.III, Presidentes del Gobierno y liderazgo político, Tirant lo Blanch, Valencia, págs.137 y ss.

Page 14: Trabajo Fin de Experto

14

nueva generación de españoles, una nueva generación que pretendía superar

el pasado, y esta nueva generación no estaba encarnada de un modo tan

rotundo en los otros nombres que también se manejaban como posibles

presidentes. En torno a la cuestión de la elección de Suárez, se ha discutido

muy a menudo si llegaba al cargo con un programa determinado sobre lo que

iba a hacer o, al contrario, todas las iniciativas desplegadas se debieron a un

ejercicio de improvisación. Parece claro que Suárez tenía una serie de ideas

claras sobre qué hacer y cómo hacerlo; pero desde luego, las circunstancias le

obligaron a improvisar y a tomar decisiones que no tenía previstas. Demostró

sentido de adaptación y flexibilidad, lo que ayudo en sus negociaciones con la

oposición y en las concesiones que se debían de realizar a la misma para

poner en funcionamiento un sistema donde todos pudieran tener cabida.

En efecto Suárez contaba con algo que no tenían sus contrincantes, una

enorme capacidad de diálogo y de comunicación. Para el diálogo y la

negociación demostró un manejo singular de las distancias cortas, escuchando

y creando cierto ambiente de intimidad y cierto sentido de confianza. En el cara

a cara desplegaba al máximo su seducción, incluso con sus adversarios

políticos, testimonios de ello son Santiago Carrillo y Felipe González, en un

principio en una posición de gran desconfianza hacia un presidente educado en

el anterior régimen, que acabaron sucumbiendo a los «encantos» de Suárez17.

Además, una extraordinaria habilidad para comunicar le valió para explicar al

país, en simples palabras sus planes y compromisos, haciendo uso de la

televisión en unas pocas comparecencias muy bien preparadas, que le

ayudaron a conectar con el pueblo y a generar confianza en el proceso.

También poseía la habilidad de comprender los problemas más básicos y

traducirlos en soluciones concretas, paso a paso, sin revelar por adelantado o

comprometerse con las medidas a tomar sino dando un cierto sentido de

dirección y compromiso final18. Su sentido y manejo de los tiempos le permitió

mantenerse un paso por delante de las presiones de las diferentes partes

durante el proceso. Por último, le acompañó en esta tarea su gran sentido de la

responsabilidad y su compromiso con la misión histórica de democratizar

España sin generar una ruptura en la sociedad. Sin duda, en esto tuvo mucho

que ver un altísimo sentido ético del ejercicio de la política sin el cual hubiera

sido imposible convencer a nadie y el resto de cualidades de su liderazgo

habrían resultado inservibles.

Sin embargo; qué condujo entonces a la desintegración del liderazgo del Adolfo

Suárez, cuáles fueron las circunstancias que le llevaron a la dimisión en 1981.

Apuntábamos antes que el liderazgo innovador puede ser costoso y conduce al

agotamiento del líder, esto, que le ha ocurrido a la mayoría de los líderes

17

J.L. ÁLVAREZ Y E.M. PASCUAL (2002) Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. 18

J.J LINZ (2001) El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia, en M. ALCANTARA y A. MARTÍNEZ (eds.) Política y Gobierno en España, Tirant lo Blanch, Valencia, pág.74.

Page 15: Trabajo Fin de Experto

15

innovadores, como por ejemplo a De Gaulle, fue lo que le sucedió a Suárez.

Los esfuerzos y las exigencias del liderazgo desde 1976 a 1979 le produjeron

cierto agotamiento y aislamiento. Tuvo que tomar decisiones que,

ineludiblemente, incluso en la victoria, suponían desgaste de su crédito político,

tanto frente a la población en general como entre sus correligionarios19. Pero

no sólo esta es la causa del final de Suárez, esa erosión acaba resquebrajando

la frágil unidad de la UCD y provocando el descenso de popularidad entre los

electores. En efecto, el culpable de que Suárez no fuera capaz de obtener

rédito de sus éxitos fue que no pudo crear un partido fuerte y cohesionado,

estructura necesaria para el liderazgo político en España. La UCD nunca fue un

partido centralizado y controlado por el entorno del presidente, estaba

integrado por una serie de facciones, cada una con su líder particular, con su

propia identidad y que defendían contar con su propio electorado. Esto se

debió a la estructura sociológica que componía la UCD, una amalgama de

diferentes corrientes que contaban con líderes que provenían de altos puestos

en la Administración, en las universidades, en los grandes despachos de

abogados y en las empresas20. De modo que gozaban de cierta visibilidad e

independencia que dificultaba su control dentro del partido. Esto demuestra que

en una democracia parlamentaria se hace muy difícil, sino imposible, el

sostener un liderazgo sino viene apoyado por un liderazgo dentro de un partido

político.

Podemos afirmar, entonces, que el liderazgo de Adolfo Suárez fue esencial

para el éxito de la Transición. Su habilidad como gran negociador y

comunicador componían las cualidades necesarias para conducir un proceso

complejo que exigía estar dispuesto a asumir renuncias para lograr el objetivo

final. Claro que no se puede atribuir la obra histórica de la democratización de

España a un solo hombre, sin la colaboración del resto de los partidos y sus

líderes y sin el consenso de la gran mayoría de la sociedad española no habría

sido posible. Pero sí es cierto que la personalidad de Suárez y su sentido de la

oportunidad posibilitó un entendimiento con todas las fuerzas implicadas y un

contacto con el español medio, al cual Suárez supo transmitir su proyecto

gracias a su gran capacidad comunicativa. Por tanto, resaltar dos cualidades

del liderazgo de Suárez que contribuyeron a la consolidación de la democracia

y a que el proceso concluyera satisfactoriamente, su capacidad de negociación

y de comunicación. Por otra parte quedan los grandes momentos del líder, los

momentos de excepcionalidad y desesperanza, cuando no sólo concurrían las

cualidades del liderazgo sino también las de la persona que había adquirido un

compromiso ético, este es el Suárez que observamos en muchas ocasiones;

19

J.L. ÁLVAREZ Y E.M. PASCUAL (2002) Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. 20

J.J LINZ (2001) El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia, en M. ALCANTARA y A. MARTÍNEZ (eds.) Política y Gobierno en España, Tirant lo Blanch, Valencia, pág.93 y 94.

Page 16: Trabajo Fin de Experto

16

pero que donde mejor lo vemos, paradójicamente, es en el ocaso de su

presidencia, enfrentándose a los asaltantes del Congreso de los Diputados la

noche del 23 de febrero.

Por tanto, todo nos lleva a catalogar a Adolfo Suárez como un líder innovador,

que en los momentos de cambio supo interpretar las demandas de la

ciudadanía y conscientemente afronto el momento de incertidumbre como una

oportunidad para consolidar las bases del sistema democrático, asumiendo por

ello un alto precio en su propia figura política. Muchas veces se ha identificado

el liderazgo innovador con el carismático, no es ese el caso de Suárez21. No

existió una personalización ni un control de la organización, la UCD nunca fue

un partido fuerte. Tampoco existió una identificación con el líder, ni de este

mismo con el proyecto, sino más bien un respeto a la dignidad del propio cargo

del Presidente, más a nivel institucional que otra cosa. Lo que sí se produjo,

como ya hemos dicho, fue una confianza en los momentos de mayor tensión

por parte de los españoles hacia el que era el Presidente, esto se debe a la

capacidad de empatía y comunicación de Suárez con los ciudadanos.

La figura de Adolfo Suárez desmiente la identificación de un liderazgo

innovador con otro carismático, o, lo que es lo mismo, la del carisma con el

cambio político. Lo que no niega que un liderazgo carismático sea útil a la hora

de llevar a cabo un cambio político. La distinción entre un liderazgo innovador y

otro carismático se manifiesta al abordar la figura de Felipe González, que

analizaremos a continuación y que sí tuvo un liderazgo carismático muy fuerte,

si lo comparamos con el de Suárez.

21

El profesor Linz afirma que “la experiencia española muestra que el liderazgo innovador no tiene por qué ser un liderazgo carismático” Ibíd. pág.97. Sin embargo; otros han apuntado en la dirección contraria. S. Delgado (2009) vincula el liderazgo carismático y el innovador en su artículo sobre el liderazgo de Felipe González, afirmando que “todo líder transformacional es carismático” (ver pág.265) en Saúl VARGAS (coord.) Liderazgo, políticas públicas y cambio organizacional, Universidad Quintana Roo, México D.F. También Álvarez y Pascual (2002) han entendido el liderazgo de Suárez como carismático, en Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. Nosotros seguimos aquí la tesis del profesor Linz.

Page 17: Trabajo Fin de Experto

17

LEOPOLDO CALVO-SOTELO, LA AUTORIDAD Y NO EL LIDERAZGO

Al abordar el caso de Calvo-Sotelo se nos planteaba incluso la cuestión de si

era apropiado incluirlo en este trabajo. Se trata de un perfil tecnocrático carente

a todas luces de un liderazgo claro, llegó al Gobierno sin unas elecciones

previas, tras la dimisión de Suárez en enero de 1981 y con el apoyo de los

diputados de la UCD. Inició su breve estancia en el Gobierno tras la intentona

golpista del 23-F, el mismo momento en que se votaba su investidura. Apenas

permaneció en el Gobierno durante diecisiete meses, en ellos destaca la firma

de adhesión al Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el juicio a los responsables

del intento de golpe de Estado.

Calvo-Sotelo llegó al Gobierno carente de un capital político que pudiera

esgrimir y que le ayudará a liderar un proyecto de Gobierno. Se planteó su

investidura como una solución a la dimisión de Suárez, pero no pudo consolidar

una posición de liderazgo en el partido, no controlaba a los órganos de la UCD,

de la que ni siquiera era el máximo responsable orgánico, mientras que estos,

divididos en diferentes facciones, discutían sobre la idoneidad de mantener a

Calvo-Sotelo como cabeza de lista para las siguientes elecciones. Como

consecuencia de esto tampoco consiguió liderar el país, a pesar del voto de

confianza que le habían dado tras la intentona golpista. La personalidad del

propio Clavo-Sotelo tampoco le ayudó a construir su liderazgo, encarnaba, casi

hasta el extremo, el paradigma de hombre reflexivo, de político intelectualizado,

poco dado a intensidades afectivas22. Para Linz es un ejemplo de alguien que

no se convirtió en un auténtico líder, a pesar de tomar decisiones importantes

para España y de ocupar el más alto puesto político de la nación23.

22

J.L. ÁLVAREZ Y E.M. PASCUAL (2002) Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. 23

J.J LINZ (2001) El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia, en M. ALCANTARA y A. MARTÍNEZ (eds.) Política y Gobierno en España, Tirant lo Blanch, Valencia, pág.71.

Page 18: Trabajo Fin de Experto

18

FELIPE GONZÁLEZ Y EL LIDERAZGO CARISMÁTICO

La figura de Felipe González es la que quizás contiene un liderazgo más

evidente y más fuerte, es también el liderazgo que más éxitos ha cosechado.

Felipe González se convirtió en los últimos años de los ochenta en un político

con un enorme apoyo popular, al cual dieron su confianza una amplísima

mayoría de españoles, que se tradujo en dos mayorías absolutas consecutivas

del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Además, Felipe González fue un

auténtico icono del socialismo español, su partido lo reconoció como líder

indiscutible, incluso después de su derrota electoral. Sin controversia alguna (a

diferencia de lo que ocurre con Adolfo Suárez) todos los estudiosos del tema

han coincidido en catalogar el liderazgo de Felipe González como carismático.

Tanto es así, que muy pronto se empezó a denominar las formas

marcadamente carismáticas del liderazgo del líder del PSOE y Presidente del

Gobierno, como felipismo, poniendo de manifiesto los claros tintes

personalistas que llegó a tener el ejercicio del poder por parte del andaluz.

Si ya de por si es complicado conceptualizar el liderazgo, si le añadimos la idea

de carisma aun se hace más ardua la tarea. A menudo se ha usado el término

carisma de manera indiscriminada, lo que ha provocado que el concepto caiga

en la ambigüedad y que no se aplique con la precisión que sería conveniente.

En su formulación de los tipos ideales de dominación fue Max Weber el primero

en clarificar la cuestión del carisma. Lo define como “una cualidad de una

personalidad individual en virtud de la cual se considera extraordinario y tratado

como investido de fuerzas y cualidades sobrehumanas, sobrenaturales o

excepcionales.” La legitimidad carismática se basaría en “la devoción hacia la

santidad específica, heroísmo, o carácter ejemplar de un individuo y las pautas

normativas u orden revelado u ordenado por él.” Atendiendo a esta definición

es fácil comprobar como en muchos casos aplicamos el término carismático

desacertadamente. Según Natera Peral para hablar de liderazgo carismático

debemos observar como el líder es contemplado como alguien «fuera de lo

normal» al que se le atribuyen cualidades extraordinarias, en el que se confía

ciegamente y al que se acata fielmente, se mantiene con él un fuerte

compromiso emocional, una especie de devoción o reverencia colectiva24.

Podemos atribuir esta caracterización al liderazgo de Felipe González, todo

parece indicar que sí, veámoslo detenidamente.

Ya desde muy joven Felipe González empezó a ser considerado como un líder

en el reducido grupo de amigos sevillanos que compartían afiliación en las filas

socialistas de la clandestinidad. Entre ellos se encontraban ya los que luego

serían destacadas figuras en la política española, como Alfonso Guerra, Rafael

Ecuredo o Guillermo Galeote, y todos ellos reconocieron a Felipe un liderazgo

24

A. NATERA PERAL (2001), El liderazgo político en la sociedad democrática, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid. Pág.130,131 y 132.

Page 19: Trabajo Fin de Experto

19

de forma espontánea, casi natural. Este grupo de jóvenes encabezado por

González comenzó a moverse por lo que entonces era el PSOE y comprendió

que para afrontar los últimos años del franquismo y estar preparado ante las

contingencias que surgieran tras la muerte del Caudillo se hacía necesaria una

reforma del partido que pasará por un mayor protagonismo de los socialistas

del interior. En aquel momento el socialismo español se encontraba dividido

entre los socialistas exiliados (del exterior), que con el veterano dirigente

Rodolfo Llopis, copaban los cuadros dirigentes del partido y marcaban sus

políticas, y los socialistas del interior, que tenían una nula capacidad de

decisión. Además, el PSOE, frente al Partido Comunista, era un partido con

muy poca fuerza y afiliación. González fue el primero en comprender que si se

quería jugar un papel en el final del régimen y en la instauración de la

democracia era urgente cambiar la estrategia del PSOE. La primera

oportunidad que tuvo un jovencísimo Felipe González de manifestar esta idea

fue en un Comité Nacional del Partido celebrado en Bayona el 14 de julio de

1967 y al que fueron invitados el núcleo de jóvenes sevillanos los cuáles

decidieron enviar a González como delegado. En este foro González tomo la

palabra y asombró a todos con su gran capacidad expositiva, resultó una

intervención contundente y convincente, que emocionó al auditorio. Desde ese

momento se produce una actividad constante de activismo político, desde el

despacho de abogados laboralistas donde trabajaba, para captar nuevos

militantes y para hacer realidad sus deseos de renovación del partido. En el XI

Congreso en el exilio en 1970 González tuvo una nueva oportunidad de

manifestar sus ideas solicitando un voto particular para defender la necesidad

de dotar de más poder a los socialistas del interior. Felipe González, aupado

por su pequeño grupo de compañeros, que ya lo reconocieron como líder, se

iba haciendo conocido entre los militantes del partido e iba ganando solidez

como gran orador y seductor de masas.

El siguiente éxito de González sería el que definitivamente le precipitara a

asumir la Secretaría General del PSOE. En 1972 tuvo lugar el XII Congreso sin

el consentimiento del entonces Secretario General Llopis. Con la ausencia de

Llopis González tomo la palabra ante el pleno y expuso con nitidez, fluidez y

altas cotas de seguridad personal las que, según su visión, debían ser las

principales líneas de actuación del partido. Se designo una nueva ejecutiva

colegiada; pero dos figuras salieron reforzadas, la del sindicalista vasco Nicolás

Redondo y la del propio Felipe González. Según Carmen García Bloise, una

destacada dirigente socialista del exterior, Felipe González le transmitió tres

cualidades que entendía necesarias para el ejercicio de liderazgo que

necesitaba el socialismo español: credibilidad, claridad y seducción. Se veía

que González se creía lo que decía, oírle era como empezar a creerle,

afirmaba, sus intervenciones tenían una gran carga de lógica, de tal forma que

quienes le atendían quedaban cautivados y no tenían por más que creer lo que

Page 20: Trabajo Fin de Experto

20

estaban escuchando25. Las cosas estaban ya servidas para que en 1974, en el

XIII Congreso celebrado en Suresnes, Felipe González se alzará con el

liderazgo del partido y triunfara el nuevo diseño del PSOE. Ya entonces su

liderazgo fue reconocido por los miembros del partido; pero era un desconocido

para la mayoría de los españoles. González heredaba un partido con escasa

militancia y con un muy bajo protagonismo entre los grupos de la oposición,

tuvo que usar todas sus capacidades de liderazgo para hacer del PSOE una

agrupación viable. Su imagen seductora, su capacidad argumentativa y sus

dotes para inspirar confianza contribuyeron a sumar nuevos militantes26. Por

otro lado, el magnetismo de su figura ayudo a la homogenización del sector del

socialismo español, gracias a que muchos partidos regionalistas se unieron y

federaron al PSOE renovado de González.

El 20 de noviembre de 1975 moría Franco y un nuevo escenario político

empezaba a plantearse. A pesar de las reticencias del principio, González

entablo una relación directa con el Presidente Suárez que permitió que el 18 de

febrero de 1976 el PSOE fuera legalizado. Por primera vez los españoles

podían ver al líder de los socialistas por televisión, la frescura de sus maneras,

su locuacidad en la conversación y su estética juvenil y desenfadada se coló en

los hogares de los españoles a través de la pantalla. Felipe ya sí comenzaba a

ser conocido. En junio de 1977 Suárez convoca elecciones, esta era la primera

prueba del sevillano para demostrar si todo lo que hasta ese momento se había

intuido se hacia realidad en las urnas, si realmente su liderazgo servía para

ganar elecciones. La campaña electoral socialista se vertebró alrededor de la

figura política y el liderazgo de Felipe González. Los resultados demostraron el

acierto de esta estrategia, en las primeras elecciones democráticas el PSOE

obtuvo 118 diputados convirtiéndose en el segundo grupo más votado y en la

primera fuerza de la oposición.

Una vez aprobada la Constitución en referéndum el 6 de diciembre de 1978 se

convocaron nuevas elecciones que arrojaron un resultado similar a las del 77.

Estos resultados hicieron que González se planteara la necesidad de imprimir

un nuevo cambio al PSOE, se hacía necesario ganar el centro del espectro

político y para ello debían de mostrar una imagen moderada, que no levantara

suspicacias y que aportara seguridad y fiabilidad. Se hacía necesario un

cambio ideológico, la renuncia del partido a los postulados marxistas. Y esto

fue lo que planteó González en el XXVIII Congreso ante la comisión de la

ponencia ideológica; sin embargo, los delegados votaron en contra de suprimir

el marxismo de los estatutos lo que provocó la renuncia de Felipe a la

Secretaría General por cuestiones de coherencia, “si hago política perdiendo

fuerza moral y razones morales, prefiero apagar, -afirmó- apagar porque yo no

25

S. DELGADO (2009) “Por el cambio”: el liderazgo carismático transformacional del presidente español Felipe González, en SAÚL VARGAS (coord.) Liderazgo, políticas públicas y cambio organizacional, Universidad Quintana Roo, México D.F. Pág.276. 26

Ibíd. pág.278.

Page 21: Trabajo Fin de Experto

21

estoy en la política por la política, sino por un impulso ético que me ha hecho

trabajar por este partido hoy y siempre.” Se generó entonces una situación de

vacío de poder que se resolvió con la constitución de una gestora y la

convocatoria de un congreso extraordinario. En este momento Felipe González

se lo jugó todo a una carta, posibilitó una situación de la que si salía victorioso

podría consolidar su liderazgo no sólo en el partido sino ante muchos

españoles. En los meses previos al congreso extraordinario se dedicó a

convencer a los militantes de la necesidad de suprimir el marxismo de los

estatutos. Finalmente triunfaron las tesis de Felipe, lo que implicaba el

reconocimiento absoluto de su liderazgo. De ahí a la victoria en las elecciones

de octubre de 1982 sólo había un paso.

Y ese paso fue el planteamiento de una moción de censura a Adolfo Suárez en

mayo de 1980. Para ese entonces la figura del presidente Suárez estaba muy

debilitada y aunque consiguió los apoyos de su grupo para superar la moción

supuso un duro golpe que le permitió a Felipe González desarrollar sus

propuestas y explicarlas a los ciudadanos, poner de manifiesto la debilidad del

Gobierno, que sufría las batallas internas en la UCD, una crisis económica y el

acoso constante del terrorismo, y presentarse a sí mismo como un líder no sólo

de su partido, sino de la nación entera. Esta fue otra apuesta arriesgada de la

que salió airoso, se sabía que la moción de censura no iba a prosperar y que

toda España iba a seguirla con gran interés a través de la retransmisión de la

sesión por televisión, el más mínimo fallo suponía un enorme riesgo para

González. Sin embargo; sus dotes comunicativas, su aplomo al defender sus

propuestas y criticar al Gobierno le convirtieron en el ganador del debate.

Supuso una gran puesta de largo para el nuevo líder nacional que fue

reconocido por primera vez como alguien con posibilidades reales de alcanzar

el poder, el riesgo asumido allanó el camino hacia la Moncloa.

La campaña electoral de octubre de 1982 volvió a estar centrada en la figura de

Felipe, pero esta vez presentándolo como un hombre de Estado, como un líder

nacional sólido y moderado, sin derivas radicales. Se apeló al cambio, a la

renovación generacional, a hacer funcionar España, a consolidar la

democracia. González se ahorró el adoptar un tono agresivo, se dedicó más

bien explicar sus propuestas y animar a los votantes con mensajes positivos.

La victoria del PSOE fue arrolladora, con diez millones de votos que se tradujo

en la mayoría absoluta en el Congreso, con 202 escaños. Por todos es

reconocido que el liderazgo de Felipe González fue fundamental para alcanzar

la victoria. Después de esta vendrían dos nuevas mayorías absolutas, en 1986

y en 1989, y una mayoría relativa en 1993, hasta 1996 en el que González fue

derrotado por el Partido Popular de José María Aznar. En total catorce años al

frente del Gobierno, con un liderazgo carismático que, a pesar de todo, se

mantuvo casi hasta el final.

Page 22: Trabajo Fin de Experto

22

Al llegar al Gobierno González siguió una línea moderada y pragmática de

actuación, basada en posiciones de centro-izquierda. Fue fiel a su electorado

de izquierdas con políticas como las de aumento del gasto público,

imposiciones tributarias a las rentas más altas y profundización en la

democracia. Pero también llevo a cabo una política económica centrada en el

crecimiento y en la modernización del aparato productivo y la lucha contra la

inflación, con un recorte de pensiones y una flexibilización del mercado de

trabajo. Esto provocó un enfrentamiento con los sindicatos, tradicionales

aliados del PSOE, incluida la UGT, que se tradujo en dos huelgas generales

(1988 y 1994). Pero la primera prueba a la que se enfrentó el liderazgo de

González fue en 1986 con el referéndum sobre la permanencia en la Alianza

Atlántica (OTAN). Durante la campaña electoral del 82 Felipe había usado

como baza para criticar al Gobierno la entrada en la OTAN, y había prometido

la convocatoria de un referéndum sobre la cuestión. Con la llegada al poder el

recién elegido presidente cambia de parecer y comprende las ventajas de la

pertenencia a este tratado defensivo. Así, el presidente se desdijo y asumió en

la convocatoria la defensa de la permanencia en la OTAN bajo unas

condiciones que se revelaron del todo irrelevantes. De nuevo el liderazgo

carismático de Felipe se ponía en juego, ahora tenía que convencer a los

ciudadanos de todo lo contrario de lo que antes había defendido. Según datos

del Centro de Investigaciones Sociológicas, en marzo de 1986, justo antes de

celebrar la consulta, el 71% de los encuestados se mostraban disconformes

con las explicaciones dadas por el Gobierno, no obstante, el 52% estimaba que

la decisión del presidente se basaba en el interés nacional27. Sólo un líder

carismático hubiera sido capaz de obrar semejante cambio, la mayoría de la

población no comprendía el cambio de postura; pero lo asumían y lo apoyaban

porque el líder lo hacía por el bien de todos. El referéndum demostró de forma

plebiscitaria la credibilidad y capacidad de liderazgo de la que gozaba

González.

La política exterior suponía un nuevo ámbito en el que desplegar sus dotes de

líder. Lo demostró con la adhesión a la Comunidades Europeas en 1986, con la

celebración de los Juegos Olímpicos en Barcelona y la Exposición Universal de

Sevilla en 1992, en el contexto del V Centenario, y sobre todo en el papel

jugado en Iberoamérica. Logró la modernización económica de España y la

adquisición de un mayor protagonismo internacional. Todo esto se vio

empañado a partir de 1990 cuando la prensa empezó a sacar a la luz varios

casos de corrupción que se habían producido bajo la Administración socialista,

y las sospechas de complicidad con los GAL en la guerra sucia contra ETA28.

Sin embargo; a pesar de estos casos, su popularidad y liderazgo casi no se

vieron afectados, desde luego no dentro del PSOE, entre los militantes seguía

27

Ibíd. pág.291 28

J.F. JIMÉNEZ DÍAZ (2009), El liderazgo político de Felipe González en contexto, Sociedad y Utopía. Revista de CC.SS., nº33, junio de 2009.

Page 23: Trabajo Fin de Experto

23

siendo contemplado como un líder carismático. En 1993 vuelve a ganar las

elecciones esta vez por mayoría simple, y en marzo de 1996 pierde por mucho

menos de lo que se había pronosticado, retirándose de la dirección del PSOE

en junio de 1997 y dejando un vacío de liderazgo y una crisis interna que no se

resolvió hasta la llegada de José Luís Rodríguez Zapatero.

Sólo alguien dotado de un liderazgo carismático podría haber salido indemne

del órdago presentado al partido con la dimisión al no aceptar su propuesta de

retirar los postulados marxistas de los estatutos, o de haber cambiado de

postura en torno a la cuestión de la permanencia en la OTAN, o haber resistido

las constantes noticias de corrupción y terrorismo de Estado sin caer en el

descrédito y la impopularidad. El liderazgo de Felipe González cuenta con

todos los ingredientes para ser considerado carismático, gozaba del apoyo

incontestable de la masa, se solapaba el cargo con la persona y cubría su

acción de Gobierno con tintes personalistas. La relación del partido con el líder

era de absoluta sumisión del primero, el control que ejercía González, a través

de su segundo, Alfonso Guerra, sobre el partido y sobre el Gobierno era

absoluta. El binomio González/Guerra demuestra lo importante que es para el

liderazgo rodearse de un equipo fuerte y cohesionado, formado por personas

de confianza en las que se pueda delegar. En este sentido, González era el

líder orientado a las personas, a los actos públicos, a convencer al auditorio.

Mientras Guerra se dedicaba a la estructuración y la organización del partido y

del propio Gobierno29.

No faltaron tampoco los que criticaron desde los comienzos la excesiva

personalización del mensaje que podía terminar desvirtuando el proyecto y

generando un culto a la personalidad indeseable; fenómeno que se terminaría

por conocer como felipismo30. En efecto, se corre el riesgo de una

personalización del liderazgo y el estrecho control de la organización, aunque

sirva al partido en el poder, debilita a largo plazo la dimensión democrática y

participativa, la renovación interna del liderazgo y una discusión abierta dentro

del partido de los problemas internos31. El clavario del PSOE hasta encontrar

repuesto a González demuestra esta circunstancia.

Por consiguiente, podemos caracterizar el liderazgo carismático de Felipe

González como un liderazgo longevo, tanto a la cabeza del partido como en el

Gobierno, derivado de su atractivo personal, de su competencia comunicativa,

de su credibilidad e identificación de los ciudadanos con su líder, ya que se

basa no tanto en las dotes particulares sino en el reconocimiento que la gente

29

J.L. ÁLVAREZ Y E.M. PASCUAL (2002) Las competencias de liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. 30

S. DELGADO (2009) “Por el cambio”: el liderazgo carismático transformacional del presidente español Felipe González, en SAÚL VARGAS (coord.) Liderazgo, políticas públicas y cambio organizacional, Universidad Quintana Roo, México D.F. Pág.281. 31

J.J LINZ (2001) El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia, en M. ALCANTARA y A. MARTÍNEZ (eds.) Política y Gobierno en España, Tirant lo Blanch, Valencia, pág.96.

Page 24: Trabajo Fin de Experto

24

haga de ellas. Como afirmaba la periodista Rosa Montero, cuando entrevistaba

al presidente se sentía atraída políticamente hacia él como «mosca a la miel».

González gozaba de un gran instinto de poder, de una gran intuición para

reconocer las demandas de la mayoría, gozaba flexibilidad y entereza que

demostraba con su pragmatismo político. Además en la construcción de su

liderazgo fue vital el control del PSOE, que se convirtió en un mero instrumento

en las manos del líder, lo que provocó que en la caída del líder este arrastrara

también al partido y que la sucesión de Felipe, como ya hemos dicho, se

convirtiera en una cuestión que fue difícil resolver32.

32

J.F. JIMÉNEZ DÍAZ (2009), El liderazgo político de Felipe González en contexto, Sociedad y Utopía. Revista de CC.SS., nº33, junio de 2009.

Page 25: Trabajo Fin de Experto

25

EL LIDERAZGO DE JOSÉ MARÍA AZNAR HACIA EL CENTRO POLÍTICO

Similarmente a lo que sucedió con Felipe González, los primeros tiempos de

Aznar se basan en la reconstrucción de su organización y en los esfuerzos por

modernizar y moderar al Partido Popular. El primer objetivo de José María

Aznar fue el de situar a su partido en el centro del espectro político para hacer

de él una opción viable de Gobierno, por eso el primer liderazgo que se

reconoce a Aznar es el que ejerció en el interior del propio PP y que le condujo

a agrupar el centro-derecha español y a convertirse en su líder. Es un proceso

similar al que vivió el PSOE en los primeros años de la Transición, en los que

Felipe González fue templando el radicalismo de izquierdas para cambiarlo por

principios más pragmáticos que le permitieran deshacer las reticencias de los

temerosos de un socialismo marxista y ganar el centro político. Esto fue vital

para el triunfo electoral del 82 y tuvo su cenit, como ya hemos visto, en el

órdago que Felipe le hizo a su partido dimitiendo al no ser aceptadas sus tesis

y con la celebración del Congreso extraordinario donde logró consumar la

renovación del socialismo que siempre había buscado. Tanto el proceso de

renovación en el PP como en el PSOE coinciden en conllevar un cambio

generacional en el interior del partido, en el PSOE de los socialistas del exterior

de Llopis por los jóvenes encabezados por González, y en el PP, los antiguos

líderes aliancistas con Fraga a la cabeza frente al círculo de jóvenes liberales

de Aznar. Por tanto, Aznar también tenía esa visión renovadora para su partido

como necesidad para convencer a la mayoría de los españoles; pero el estilo

en la dirección del proceso de cambio es muy distinto al de González. Muy

distinto por la diferencia del temperamento de los personajes y de las

circunstancias que lo rodearon. Mientras que el PSOE vivió un proceso de

cambio parejo al de la nación y que casi se puede decir que culminan a la par

con la victoria socialista, el PP de Aznar se renovó en mitad de las mayorías

socialistas, en un proceso que fue parejo al desgaste de los gobiernos de

González, con una intensa y contumaz oposición, y que estuvo pilotado por un

estilo de liderazgo muy diferente al de González, por una figura mucho menos

arrolladora que la de este, Aznar se basó, al principio, en buscar la unidad en

torno a unos objetivos y unas ideas, más que en torno a su propia persona.

Aunque los primeros gestos de moderación del partido son anteriores a Aznar,

no es hasta su llegada, en 1989, cuando se toma verdadera conciencia de la

necesidad de transformación. Aznar se propone entonces un cambio en el

ideario y en el discurso, y también una profunda remodelación en la

organización interna. El partido que recibe Aznar es el proveniente de Alianza

Popular, fundada por Fraga, anteriormente ministro en los Gobiernos de la

dictadura, que se había visto abocada hacia la derecha del arco parlamentario,

que había ocupado un espacio político de escasa fuerza electoral y con nulas

posibilidades de Gobierno hasta los comicios del 82 en el que se convierte en

la primera fuerza de la oposición (con 106 diputados) gracias al espacio que

Page 26: Trabajo Fin de Experto

26

deja en el centro-derecha la caída de la UCD. Ya en estos años AP busca

sumar fuerzas y se presenta a las elecciones en coalición con otros grupos

más centristas. Aunque en el 82 consigue un salto cualitativo en términos

electorales en las siguientes elecciones, en 1986, obtiene unos resultados

similares y se percibe un estancamiento, se entendía que existía un techo

electoral que no se podía superar. Así que no será hasta 1989 en el IX

Congreso cuando se produce una auténtica refundación, se pasa de Alianza

Popular a Partido Popular, la balanza se torna a favor de los sectores más

liberales, se nombra a Aznar secretario de organización, candidato a la

presidencia del Gobierno unos meses más tarde, y presidente del partido un

año más tarde.

José María Aznar, proveniente del cuerpo de inspectores de hacienda, había

ocupado diversos cargos políticos de segundo orden, como secretario general

de AP en La Rioja o como diputado por Ávila en la II y en la III Legislatura; no

sería hasta 1987 cuando alcanzaría un puesto relevante en el panorama

político español33. Fue elegido presidente de la Junta de Castilla y León con el

apoyo del Centro Democrático y Social (CDS). Esta victoria le situó en el punto

de mira de la dirección del partido y de todo el país, era de las pocas victorias

que conseguía AP. Ya desde entonces empezó a llamar la atención por su

juventud y por las nuevas ideas que representaba, se rodeaba de un grupo de

jóvenes liberales que le habían ayudado en su pugna por conseguir la

presidencia del partido en Castilla y León y que ahora ponían en práctica desde

el Gobierno autonómico una nueva política de centro reformista con un

marcado corte neoliberal. El propio Aznar reconocerá que fue en Castilla y

León donde inició su proyecto de renovación de la derecha española. Estos

éxitos le permitirán ser designado por el partido como candidato a la

presidencia del Gobierno en las elecciones de octubre de 1989, las urnas

mantendrán la mayoría absoluta del PSOE por muy poco, y los resultados del

recién refundado Partido Popular, si bien no fueron una victoria (25% de los

votos y 107 escaños) si le valieron a su nueva cara para validarse en el puesto,

ya que a pesar de todas las adversidades consiguió mantener un número de

votos aceptable. De este modo, en el X Congreso Nacional del PP se ratificó a

Aznar en la presidencia del partido. Este intento proyectar una imagen centrada

y menos ideologizada, de hecho el lema del Congreso fue “centrados con la

libertad”. Aznar lanzó un discurso tranquilizador dirigido a aquellos que veían

en el PP un peligro para el Estado de las autonomías y el marco de libertades,

cargado de mensajes en los que ofrecía a los españoles un proyecto de

libertad y con el que reivindicaba el centro. El nuevo liderazgo de Aznar

cohesionó a sectores derechistas tradicionales, democristianos y liberales en

33

Extraemos las notas biográficas del CIDOB, http://www.cidob.org/es/documentacion/biografias_lideres_politicos/europa/espana/jose_maria_aznar_lopez

Page 27: Trabajo Fin de Experto

27

torno a un proyecto común, dotándolos de un discurso pragmático en lo político

y liberal en lo económico, acercándose al resto de partidos europeos.

Desde entonces Aznar tenía claro cuales eran los objetivos, había que construir

un partido con un programa y una mentalidad de centro, basado en un nuevo

liderazgo. “Así como no teníamos que tener –afirma el propio Aznar- nadie a

nuestra derecha, tampoco debíamos tener a nadie entre nosotros y el PSOE

(…) había que integrar todo lo que era la expresión política del centro en el

Partido Popular”34. La consecución de este objetivo pasaba en gran medida por

una reorganización del partido. Frente a los constantes desordenes en AP,

Aznar pretendía un partido unido y compacto, para ello concentró la toma de

decisiones en sus manos y la responsabilidad en un único centro, las personas

de su equipo. Esta reforma interna culminó en el XI Congreso en 1993, en el

que el partido tomo un carácter presidencialista, con esto y con la extinción

definitiva del CDS de Suárez en las elecciones de 1991, Aznar había

conseguido aunar bajo su liderazgo al disperso centro-derecha español.

Todo esto fue acompañado de una progresión electoral constante, que con un

perseverante Aznar a la cabeza iba ganando poco a poco terreno al PSOE.

Tener paciencia y no caer en el desaliento eran las consignas de Aznar a los

suyos, tenía la visión de que el Gobierno caería en sus manos más tarde o más

temprano, dado los numerosos escándalos de corrupción que acuciaban a los

socialistas. En los debates parlamentarios Aznar se demostró como un líder

eficaz, capaz de transmitir mensajes claros y de acorralar a un hábil Felipe

González en el debate, mostrando un gran autocontrol, firmeza y agresividad

elevada. A pesar de conseguir un muy buen tono en la crítica a la hora de

presentar propuestas y explicar su programa político se mostró muy deficiente,

incapaz de ilusionar al público en la exposición de su propio proyecto. No

obstante, en su dilatada estancia en la oposición se mostró como un líder

constante, que optaba por políticas sostenibles en el tiempo, con gran

resistencia y tenacidad, lo que le granjeó el reconocimiento de sus compañeros

de partido y el de su electorado.

En estos momentos Aznar es contemplado como un personaje gris, que no

suscitaba reacciones desmedidas ni a favor ni en contra, se veía en él a

alguien introvertido, alejado de la algarabía propia de los actos de partido, sin

una gran puesta en escena y con un discurso escueto y monocorde. En este

desapasionamiento sus oponentes veían una falta de propuestas y contenidos;

sin embargo, esta falta aparente de carisma fue usada desde las filas

populares, que hicieron de la necesidad virtud presentando, en contraposición

a González, un líder que no necesitaba grandes aspavientos, serio y

concienzudo, con capacidad de gestión y de moralidad intachable. Esta imagen

34

AZNAR, 2004:69-70 cit. por ORRIOLS y LAVEZZOLO (2008), El liderazgo de Blair y Aznar hacia el centro político, Revista de Estudios Políticos, nº142, octubre-diciembre 2008.

Page 28: Trabajo Fin de Experto

28

acabaría calando entre un amplio sector de los electores que cansado de los

escándalos del final del felipismo, deseaba un clima político destensado que

realizará una gestión eficaz del país, sin grandes aventuras.

Así fue como Aznar alcanza la presidencia del Gobierno en marzo del 1996,

después de la decepción de las elecciones del 1993, en donde todos los

sondeos daban como favorito al PP, aunque al final fue el PSOE el que se alzó

con la victoria por mayoría simple. Aun así, la victoria popular no fue por amplía

mayoría, al contrario, ganó por la mínima lo que obligó a Aznar a desarrollar

unas aptitudes que ya había tenido que desplegar cuando llegó a la Junta de

Castilla y León tras el pacto con el CDS. Las negociaciones con los partidos

nacionalistas y regionalistas (CiU, PNV y CC) eran obligatorias si se quería

sacar adelante la investidura del presidente. En este sentido Aznar se esforzó

por rebajar el tono un tanto agrio de algunas declaraciones que se habían

hecho durante la campaña para facilitar un diálogo cómodo y armonioso con

los nacionalistas, él y su equipo se esforzaron en pilotar unos pactos de

Gobierno que le permitieron una mayoría estable durante toda la Legislatura.

Consciente o inconscientemente Aznar pudo desarrollar en esta primera etapa

de Gobierno ese nuevo liderazgo al que se refería, basado en el diálogo y el

compromiso con otros grupos, un liderazgo que podríamos denominar como de

baja intensidad, más tarde se podría intuir lo que tenía esto de convicción

personal o de conveniencia política.

Lo cierto es que el primer Gobierno de Aznar, que va de 1996 al 2000, es un

paradigma de negociación y de estabilidad gubernamental, merece la pena

detenerse en el análisis del liderazgo que Aznar desarrolla en este periodo. Al

contrario de la percepción que había tenido la opinión pública con respecto a la

capacidad negociadora de Aznar y su voluntad de crear consensos, se

demostró como un eficaz negociador capaz de renunciar a beneficios propios y

de alcanzar una lista de mínimos que podía compartir con CiU, PNV y Coalición

Canaria, para acordar unos pactos de gobernabilidad que fueran viables y

rentables para todas las partes. El proceso de negociación se hizo mediante

reuniones bilaterales de los grupos implicados, las primeras entrevistas entre

los líderes de los distintos grupos con el líder del PP dieron paso a entrevistas

entre los números dos de los diferentes equipos. Más tarde se buscaron la

aproximación de posturas en comisiones mixtas de expertos interpartidistas y

bilaterales, en estas reuniones participaron futuros ministros, diputados y

consejeros de los partidos presentes en la negociación. Aznar actuó

cautelosamente, buscando puntos de entendimiento en sus reuniones con los

líderes del resto de grupos e interviniendo cuando alguna cuestión provocaba

llegar al punto muerto en las negociaciones en alguna comisión. En concreto

las negociaciones más complicadas fueron las que se llevaron a cabo con los

catalanistas de CiU. Hasta en tres ocasiones hubieron de reunirse Aznar y

Pujol, presidente de la Generalitat en ese momento, para desbloquear la

Page 29: Trabajo Fin de Experto

29

situación, dirimir puntos de acuerdo entre los dos partidos y señalar la línea de

negociación a las comisiones mixtas. Parece que en estos momentos Aznar

hizo uso de su habilidad en las distancias cortas, como él mismo ha admitido

está más relajado en privado, de hecho ha obtenido muy buenos resultados en

entrevistas con grandes figuras como Blair o George W. Bush35, con el propio

Pujol no es de extrañar que procediera del mismo modo. No obstante, en

algunos momentos se percibió como CiU parecía marcar la pauta de las

negociaciones y condicionar la agenda política, lo que en principio

correspondía al candidato a la presidencia del Gobierno. Es difícil establecer

hasta que punto Aznar pudo en algún momento perder la iniciativa en las

negociaciones y ver debilitado su liderazgo en las mismas, lo que si es cierto es

que mostró una gran flexibilidad y capacidad de adaptación al panorama, frente

a la rigidez que algunos le habían achacado.

Nunca hasta entonces la nueva democracia española se había sometido a un

proceso de formación de Gobierno tan largo y complejo. El método y la

duración de las negociaciones contribuyeron a la claridad del proceso, además

el fijar los acuerdos por escrito y dejar testimonio de los pactos alcanzados

ayudó en la definición de los proyectos conjuntos y del reparto de beneficios.

Todo ello contribuyo a la gobernabilidad del país, a la legitimidad, estabilidad y

eficiencia de la función ejecutiva, durante todo el periodo de la legislatura36. Los

llamados Pactos de Investidura y gobernabilidad posibilitaron la acción de

gobierno, Aznar cumplió todo su mandato agotando los cuatro años de

legislatura y gozó de uno de los gobiernos más estables de la democracia. El

objetivo de Aznar de mantenerse cuatro años se hizo realidad mediante la

colaboración permanente de los distintos grupos, y aunque hubo momentos de

desacuerdo y los grupos minoritarios votaron leyes en contra del Gobierno, se

consiguió llevar a cabo el programa además de mostrar al PP como un partido

dialogante y a Aznar como un líder conciliador que era capaz de una gestión

muy eficaz. Los buenos resultados en este periodo le aseguraron la victoria por

mayoría absoluta en el 2000 y posibilitaron la construcción definitiva de su

liderazgo.

La campaña electoral de marzo de 2000 se basó en los logros de los cuatros

años de Gobierno de Aznar, en “los hechos”, y en la perspectiva de que se

mantuviera el mismo rumbo. El discurso de Aznar giro en torno a lo mismo,

convenciendo a los electores de la conveniencia de asegurar un Gobierno del

Partido Popular que garantizaba la prosperidad y la estabilidad. El panorama

tanto político como económico favorecía a los objetivos del presidente, un clima

de apaciguamiento en lo político y de crecimiento en lo económico, refrendaban

la imagen de gran gestor que Aznar siempre había querido proyectar.

35

ÁLVAREZ y PASCUAL (2002) Las competencias de Liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002. 36

A. ROBLES EGEA (2004) Negociaciones, payoffs y estabilidad de los gobiernos de coalición, Revista de Estudios Políticos, nº126, octubre-diciembre 2004.

Page 30: Trabajo Fin de Experto

30

Respaldado por estas circunstancias Aznar se alzó con una mayoría absoluta

muy holgada lo que le permitió desarrollar una acción ejecutiva más volcada en

objetivos propios que en consensos o negociaciones. El nuevo Gobierno, libre

de toda atadura y con el control absoluto de las Cámaras, dejó de contar con

los grupos minoritarios e impregnó su acción de medidas que ahora parecían

objetivos personales del presidente. En concreto, en política exterior es donde

mejor se puede valorar esta circunstancia. Aznar potenció las relaciones con

EE.UU. y asumió las relaciones internacionales de España de un modo muy

personal, desarrollando su liderazgo en el exterior y asumiendo compromisos,

como el del apoyo a la guerra de Irak, que no fueron compartidos por la opinión

pública. Poco a poco se empezó a percibir una cierta desconexión entre el

presidente y la calle, fue adquiriendo una imagen distante, que parecía estar

por encima de la propia vida política española.

Esta deriva se observa en los sucesivos congresos del partido, en ellos la

figura de Aznar se fue sobredimensionando, adquiriendo un carácter

personalista y fomentando una unidad monolítica del líder con sus bases. En el

1999, el XIII Congreso fue usado por Aznar para hacer una demostración de

poder y adquirió tintes personalistas. Desde entonces entra en una fase de

“hiperliderazgo”, de un liderazgo atrofiado que le haría tomar decisiones muy

particulares y que le llevaron a generar controversias muy fuertes en la opinión

pública. La imagen de Aznar como líder centrado y destensado, alejado de lo

estrambótico y basado en la gestión eficiente se rompió y se le empezó a

percibir como alguien alejado de la realidad que vivía, instalado en la exaltación

personalista que le dispensaban sus seguidores. El XVI Congreso fue el del

anuncio definitivo del abandono de Aznar de la política, al reafirmarse en lo que

había anunciado en diversas ocasiones, que no se presentaría a la tercera

reelección. Se empezó a hablar entonces de quién sería el sucesor y Aznar se

sirvió de su enorme poder para nombrar a su propio candidato, Mariano Rajoy,

lo que generaría las críticas de la oposición y problemas a la hora de que el

propio Rajoy revindicara su liderazgo tras la inesperada derrota electoral en las

elecciones de 2004.

Se distinguen dos liderazgo de Aznar, el de la primera época, un liderazgo de

baja intensidad y pragmático, y el del segundo Gobierno, un liderazgo

sobredimensionado y muy personalista que se justifica en los éxitos en el

Gobierno, presentados como logros del líder de forma individual, desde

entonces ya no concitó apoyos desde la ideas o objetivos, sino desde su propia

persona rodeada de un aura casi mística. Esta evolución llama la atención y tal

vez no se haya estudiado suficientemente, Aznar era un ejemplo de directivo

que utiliza extensivamente el trabajo en equipo, con sus famosos “maitines”

con el núcleo central de sus colaboradores, que; sin embargo, evoluciona hasta

un liderazgo más individualista y concentrado en su persona. El político favorito

de la sociedad de principios del siglo XXI del que nos habla Tusell, de baja

Page 31: Trabajo Fin de Experto

31

intensidad, de carisma plano, políticamente correcto, isomórfico con sus

votantes y que el propio Tusell ejemplificó en José María Aznar37, se fue

difuminando a favor de una figura exaltada en el personalismo y con un

liderazgo atrofiado.

37

El País, 3 de agosto de 2001 cit. por ÁLVAREZ y PASCUAL (2002) Las competencias de Liderazgo de los presidentes de Gobierno de España, Revista de Estudios Políticos, nº116, abril-junio 2002.

Page 32: Trabajo Fin de Experto

32

EL LIDERAZGO DE JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ ZAPATERO Y SU

CONDICIONAMIENTO POR LA CRISIS ECONÓMICA

El liderazgo del último presidente en abandonar la Moncloa es sobre el que

más difícil resulta arrojar un análisis, por el poco tiempo de distancia que media

desde que dejara el cargo hasta ahora, consecuencia por la cual existe muy

poca bibliografía que realice un veredicto global sobre el liderazgo del

presidente Zapatero. Con el escaso material con el que contamos intentaremos

trazar sus líneas principales atendiendo a los tres tiempos en los que se

desarrolla este liderazgo, la etapa previa a la asunción de la máxima

responsabilidad en el Gobierno, desde los primeros años del político y el

periodo en oposición, la etapa de la primera legislatura, y el momento de la

segunda legislatura que coincide con un hecho que ha condicionado la vida

política del ex presidente y su liderazgo también, como es la reacción y

medidas asumidas durante la crisis económica.

Zapatero se afilió al PSOE en febrero de 197938, impulsado por el recuerdo de

su abuelo paterno, el capitán Lozano, fusilado al comienzo de la guerra civil por

permanecer fiel a la República, e impresionado por el discurso renovador de

Felipe González. Pocas semanas después se convertía en el secretario general

de las Juventudes Socialistas de León, la ciudad donde vivía y donde se había

criado. En 1982, poco después de la victoria electoral de los socialistas sería

elegido secretario de la agrupación local del PSOE en la misma ciudad,

desbancando al resto de candidatos, mayores que él y con más experiencia.

Desde entonces empezó a desarrollar una gran ambición y autoestima política,

que le hizo saltar al escaño en el Congreso de los diputados en 1986 por la

provincia de León, convirtiéndose en el diputado más joven en esa legislatura.

Un año después conseguiría ser elegido secretario general de la Federación

Socialista Leonesa gracias al pacto con las figuras fuertes del socialismo

leones y con las muchas facciones que se enzarzaban en constantes luchas

internas. En mitad de este ambiente de enfrentamiento permanente Zapatero

se supo situar como un moderador eficiente, sosegando los conflictos entre sus

compañeros, lo que le valió para promocionarse políticamente. De la época

leonesa destaca ya su gran habilidad para pactar, se valió de la crisis en la que

vivía constantemente inmerso el PSOE de León para mantenerse en el poder,

evitó en esta época presentarse para ningún cargo público local y así no

exponerse a una derrota que le desestabilizara y le impidiera alcanzar su

objetivo que no era otro que la política nacional.

En 1990 Zapatero entra a formar parte del Comité Federal del partido,

compaginaría este puesto con el de líder provincial en León y diputado. En

efecto el leonés responde al perfecto perfil de político profesional, que ha

38

JIMÉNEZ DÍAZ y COLLADO CAMPAÑA (2011) Contexto político y semblanza biográfica de José Luis Rodríguez Zapatero, Espacios Públicos, vol.14, nº31, mayo-agosto 2011, Universidad Autónoma de México.

Page 33: Trabajo Fin de Experto

33

hecho de la política una forma de vida y que no tiene otra actividad fuera de

ella. Tras la derrota electoral del 96 Zapatero consigue mantenerse al margen

de las disputas internas y se sitúa en una posición neutral, alcanza cierta

relevancia al ser el portavoz socialista en la comisión de Administraciones

Públicas del Congreso como replicador del ministro Rajoy. Tras las elecciones

del 2000, elegido de nuevo diputado, comienza a desplegar su capital político

acumulado durante largos años. Presentó, junto a otros diputados, la

plataforma “Nueva Vía” para conseguir un cambio de rumbo sin renunciar a los

postulados socialdemócratas, con el que se pretendía recuperar la confianza

de los ciudadanos, abrirse a una sociedad compleja y plural, reclamando un

debate de ideas en el seno del partido. En junio de ese mismo año presentó su

candidatura a la secretaría general del PSOE, y en el XXXV Congreso, para

sorpresa de toda la opinión pública, se alzó con la victoria por un escaso

margen con el presidente autonómico de Castilla-La Mancha y preferido por el

aparato del partido José Bono. El nuevo líder de la oposición no perdió tiempo

y diseñó una Comisión Ejecutiva Federal en la que no incluyó prácticamente a

ningún gran nombre y optó por rodearse de gente de su confianza, José

Blanco, Trinidad Jiménez, Jesús Caldera o Jordi Sevilla. Suponía una dirección

joven y sin hipotecas del pasado; pero desconocida e inexperta. Se producía

un relevo generacional similar al de Suresnes, Zapatero trabajaría desde

entonces por cerrar la crisis de liderazgo que arrastraba el PSOE desde la

salida de González y revindicarse como nuevo líder en una nueva época

basada en un nuevo proyecto.

Zapatero se esforzó por mostrar una acción opositora constructiva pero no por

ello débil, que transmitiera la idea de cambio y alternativa. En esta época no

fueron pocos, desde las propias filas socialistas, que pusieron en duda la

capacidad de liderazgo del leonés, teniendo que hacer frente a varios

momentos de crisis interna. La postura del Gobierno en la guerra de Irak y la

crisis del hundimiento del Prestige en las costas gallegas le permitieron

endurecer su oposición al Gobierno de Aznar. Definitivamente, y de forma

inesperada, se produjo la victoria electoral del PSOE en las elecciones de

marzo de 2004, marcadas por los atentados del 11-M, en las que Zapatero se

enfrentó al sucesor de Aznar, Mariano Rajoy. El vuelco electoral permitía a

Zapatero ser el primer candidato que conseguía la victoria de su partido

presentándose por primera vez. Su primer Gobierno estuvo marcado por un

ambiente político muy bronco, se produce el cumplimiento de la promesa

electoral de la retirada de las tropas de Irak, y además las negociaciones del

Gobierno con ETA marcan la agenda política y provocan no pocos

enfrentamientos entre Gobierno y oposición. Además se reformaron algunos

estatutos de autonomía y se abrió el debate sobre el modelo territorial. En los

nuevos comicios de 2008 y ahora sí con las encuestas a su favor, Zapatero

revalida su liderazgo con una mayoría simple.

Page 34: Trabajo Fin de Experto

34

Es en este segundo mandato cuando se manifestará el gran reto para el

liderazgo de Zapatero, la crisis económica. A finales de 2007 se produjeron los

primeros síntomas de la crisis financiera internacional y algunos miembros de

la oposición empezaron a señalar el problema. Mientras el presidente evitó

hablar de crisis hasta finales de 2008, ya en septiembre de ese año la mala

situación se había hecho patente con la quiebra de Lehman Brothers, y en

octubre el Gobierno aprobó dos reales decretos con medidas políticas de

urgencia para hacer frente a la situación, se reúne con empresarios, sindicatos,

banqueros y líderes políticos para transmitir la estrategia a seguir. En estos

momentos Zapatero insistía en el carácter global del problema y mantenía un

discurso basado en el sostenimiento de los servicios sociales y en la confianza

en que el gasto público sería el estimulo necesario para superar la crisis. A

principios de 2009 se pone en marcha el Plan E para canalizar la inyección de

gasto público para fomentar el empleo y el consumo. En España el panorama

era preocupante, con la destrucción de miles de puestos de trabajo. A partir de

2010, debido a las presiones de la Unión Europea, EE.UU. y el FMI, el

Gobierno de Zapatero se concentra en la reducción del déficit lo cual le lleva a

impulsar un cuantioso recorte del gasto público. Esto provocará una huelga

general en septiembre de 2010, un Gobierno que se había distinguido por su

fomento de las políticas sociales y su buena relación con los sindicatos tenía

que afrontar una oposición directa de estos a sus medidas. En este complicado

contexto el liderazgo del leonés se va debilitando y a pesar de la remodelación

del Gobierno en octubre de 2010, no logra recuperar la confianza de la opinión

pública, no son pocos los que empiezan a reclamar un adelanto electoral. Los

resultados de las elecciones municipales de marzo de 2011 suponen un duro

golpe para el PSOE y Zapatero finalmente se decide por un adelanto electoral

a noviembre de 2011, en el que no concurrirá como candidato.

La manera de afrontar la crisis debilitó el liderazgo de Zapatero hasta hacerle

caer en el descrédito, a pesar de haber demostrado saber desenvolverse en

momentos de cambio político, el diagnostico desacertado al principio de la

crisis generó una creciente desconfianza en su capacidad como dirigente, la

mayoría de los ciudadanos (58%) calificaron su gestión como mala o muy

mala39. No supo comunicar los cambios necesarios en su política de gasto con

la cual había adquirido un compromiso, su cambio brusco en la postura contra

la crisis fue interpretado como una traición a los principios que él siempre había

defendido. Zapatero tuvo problemas para articular un discurso político sobre la

salida de la crisis, se perdió en una serie de medidas dispersas que, aunque

necesarias estaban descoordinadas y no consiguieron reducir la incertidumbre

y crear confianza. La salida de la crisis, como afirma Antón Costas, precisa de

una solución cooperativa que implique a empresarios, trabajadores y

administraciones, requiere de alguien que tome las decisiones, asuma la

responsabilidad y sepa coordinar a los actores, en definitiva la salida de la 39

Barómetro del CIS de octubre de 2010 en Ibíd.

Page 35: Trabajo Fin de Experto

35

crisis exige un liderazgo, un liderazgo político capaz de generar una solución

cooperativa que vaya más allá de medidas parciales y que haga emerger el

interés general. Sin embargo; el Gobierno de Zapatero al principio negó la

existencia de la crisis y mostró una complacencia exagerada en la inmunidad

de la economía española al virus de la misma. Después utilizó eufemismos,

como el definirla como un "periodo de especiales dificultades". Al final practicó

un hiperactivismo de medidas orientadas a proteger intereses de grupos

concretos, pero que no hacen emerger un interés general, no muestran cuál es

la "política" que hay detrás de esas políticas. Esto debilitó la confianza en el

liderazgo de Zapatero40.

José Luís Rodríguez Zapatero no ha sido un líder arrollador o transformador,

más bien ha sido un corredor de fondo de la política que se ha forjado en la

negociación y en la transacción. Desde sus primeros tiempos en puestos

orgánicos del PSOE de León se le adivina como un negociador que establecía

las relaciones con sus seguidores a través de incentivos selectivos o materiales

antes que ideológicos. De hecho, se trata de un líder convencido del socialismo

más por sentimientos personales que por un proyecto político rígido y

racionalizado. Su liderazgo ha sido conciliador, dialogante, y firme y

comprometido moralmente con ciertos valores, además se ha caracterizado por

ser un líder pragmático, responsable, frío y calculador en el ejercicio del poder

para algunos; pero que escucha a sus colaboradores. En su contra ha jugado

una dimensión internacional que nunca ha podido desarrollar y la crisis

económica que le hizo renunciar a su propio programa en un giro político que

no fue aceptado por los ciudadanos. Según Jiménez Díaz y Collado Campaña

se trata de un liderazgo ambivalente, el de un político profesional basado en la

negociación que estuvo condicionado por la incertidumbre económica41.

40

ANTÓN COSTAS, El País 7 de diciembre de 2008. 41

JIMÉNEZ DÍAZ y COLLADO CAMPAÑA (2011) Contexto político y semblanza biográfica de José Luis Rodríguez Zapatero, Espacios Públicos, vol.14, nº31, mayo-agosto 2011, Universidad Autónoma de México.

Page 36: Trabajo Fin de Experto

36

RECAPITULACIÓN

Parece que el escenario político español es una curiosa sucesión de políticos

carismáticos y burocráticos, de Suárez a Calvo-Sotelo, de González a Aznar,

de este a Zapatero, que aunque de carisma bajo ha intentado presentarse

como tal. Suárez a pesar de haber sido socializado en un ambiente

transaccional fue capaz de llevar adelante una gran obra transformadora,

aplicando en todo momento la negociación; pero con el claro objetivo de que

esta iba destinada a la democratización de España. González también pasa a

la historia como un líder modernizador, con un marcado perfil carismático; sin

embargo, cuando los tiempos reclamaron un liderazgo más burocrático no supo

adaptarse, su discurso renovador acabo perdiendo fuerza, también por la

incoherencia en la que le hicieron caer los casos de corrupción que le rodearon

en su ocaso. Aznar es un ejemplo claro de liderazgo burocrático y

transaccional, pero que aspira y reivindica un liderazgo transformacional y

carismático, sus excesos en el poder le hicieron perder su conexión con la

ciudadanía y dañaron su imagen de líder moderado y centrado. Zapatero no

pudo adaptar su liderazgo a la situación de grave crisis económica, por más

esfuerzos que hizo no logró transmitir su programa de reformas que se

percibían como una traición a lo que siempre había defendido el propio líder, al

final su liderazgo resultó ineficaz en un momento tan delicado y crítico como el

actual. Y en esas estamos, no son pocos los que reclaman un liderazgo

transformacional para hacer frente a los retos que se nos plantean, para

concluir hacemos una propuesta del liderazgo que valoramos necesario en

estos momentos.

Page 37: Trabajo Fin de Experto

37

LIDERAZGO PARA LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA

Sin ética no hay liderazgo. La ética es el corazón del liderazgo. (J. Ciulla)

Las encuestas de opinión realizadas periódicamente muestran una creciente

desconfianza de la población hacia los líderes y los partidos políticos, en

España desde finales de 2009 y principios de 2010 se percibe a la clase

política como el tercer problema del país. Esto se debe a un constante y

persistente problema de cercanía e identificación de los gobernantes y

representantes públicos con la ciudadanía. La política se ha ido devaluando ha

medida que avanzaba el siglo XX, por ejemplo, la época de los años sesenta y

setenta fueron importantes en el desenvolvimiento de nuevas ideologías

(ecologismo, pacifismo, feminismo…), cautivando a multitud de jóvenes, pero el

relativo fracaso de reclamaciones demasiado generales y utópicas provocó una

deriva de la política hacia posiciones utilitaristas y oportunistas, basadas en la

maximización de beneficios. Esto ha posibilitado que la democracia de nuestros

días sea presa fácil para la desafección, la desconfianza y el desinterés,

generando un sistema débil abocado a una espiral de cinismo. La calidad de la

democracia esta directamente relacionada con el liderazgo político, las

reflexiones que hemos ido haciendo ponen de manifiesto que los líderes juegan

un papel fundamental en la legitimación del sistema. Vanaclocha ha afirmado

que “el liderazgo político constituye en las democracias una importantísima

fuente de legitimación de sus estructuras de autoridad.”42 Es por esto que todo

aquel que pretenda andar el camino de la muy necesaria recuperación de la

confianza de los ciudadanos en el sistema democrático debe de empezar por la

construcción de un liderazgo democrático y de calidad. En este sentido Ballart y

Ramió han recordado que el liderazgo que no enajena ni desactiva a la

sociedad es visto como un motor de cambio, como un instrumento para inducir

a la acción colectiva, de movilización social para conseguir desarrollo

democrático y progreso social43.

Un liderazgo democrático supone la asunción de valores democráticos, debe

vincularse a una ética pública, al uso de la racionalidad en el debate y en la

aplicación de estrategias adecuadas, donde haya equilibrio entre los fines

deseados y los medios, además de un respeto escrupuloso a la ley, basado en

la responsabilidad y en la eficacia en la aplicación de las políticas públicas. Los

retos que plantea la sociedad actual en sus diferentes ámbitos, en el político

con la complejidad institucional, la desafección y desconfianza, o el deficiente

funcionamiento de los partidos, en lo económico, con una crisis profunda que

revierte en lo social, además de los retos globales… parece una tarea titánica

que sólo puede ser satisfecha desde un liderazgo eficaz que empiece por

42

S. DELGADO (2004) Sobre el concepto y el estudio del liderazgo político. Una propuesta de síntesis, Psicología política, nº29, noviembre 2004. 43

BALLART y RAMIÓ (2000), Ciencia de la Administración, Tirant lo Blanch, Valencia. Pág.138.

Page 38: Trabajo Fin de Experto

38

mitigar los problemas de desafección y legitimidad. Se hace necesario un

ejercicio de comunicación permanente, una nueva democracia requiere de

explicar a la ciudadanía las medidas adoptadas y hacer visibles los procesos

deliberativos. Los líderes deberían estar mejor preparados para resistir los

efectos corruptores del poder, deben de dotarse de una armadura de valores y

de moral44.

Nuestros tiempos demandan un liderazgo transformador; sin embargo, tanto

Zapatero antes como Rajoy ahora están absorbidos en su propia

supervivencia. Nunca en la España democrática ha habido tal desajuste entre

necesidades objetivas y liderazgo disponible, entre demandas de cambio y

renovación y oferta de personalidades dispuestas a canalizar las demandas. La

experiencia demuestra que aquellos presidentes que han contado con una

narración de futuro han impactado al país45. Se hace necesaria la recuperación

del relato, la capacidad de ilusionar, de cohesionar a través del discurso, y de

hacer un permanente ejercicio de comunicación entre líder y seguidores. La

figura del líder debe ser la que haga inteligible la vida democrática, como una

correa de transmisión que dote de sentido a las instituciones y a las políticas.

Para ello es vital volver a dotar al discurso político de valores y de ética, llenarlo

de contenido. Sólo a través de una fluida comunicación, de pedagogía, de

transmisión de ilusión y fe en lo que se hace y de un compromiso con el

mejoramiento de la vida de la comunidad a través de la ética se puede iluminar

nuestro sombrío sistema con la esperanza de un liderazgo renovador. La

recuperación de la política y la democracia como algún día se entendió, si se

quiere el surgimiento de una nueva épica que nos ayude a superar los retos del

presente y del futuro. Barber distinguía entre los líderes que “llegan a pie” y los

que llegan “a lomos de un caballo blanco”, y planteaba sus dudas en torno a los

últimos, desconfía de un liderazgo fuerte como un problema para la democracia

al reducir a los ciudadanos a meros observadores. Un líder que venga a pie,

procedente de la sociedad civil, que se pueda contraponer a la anquilosada

imagen del político actual y que pueda revindicar una nueva forma de hacer

política y una nueva forma de liderar.

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