Transformaciones en El Imaginario Social Del Modelo de Bienestar. Hacia Una Nueva Identidad Moral

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    RESUMEN

    El recurso a la identidad en sus mltiples significados es uno de los resortes tericos y polticosms utilizados. Sin embargo, muestra insuficiencias importantes para explicar, analizar yproponer nuevas prcticas sociales de solidaridad. Los cambios en el modelo de bienestar paraser explicados y analizados necesitan de un enfoque ms valorativo. Una visin que sea capazde recrear los marcos de sentido que sustentan las actividades y polticas sociales. Para saberquines somos y cmo queremos ser es necesario escudriar en nuestra identidad moral desdelas fisuras y carencias que muestra la realidad. Fisuras que slo se podrn convertir enposibilidades desde la narracin de relatos de sentido que abran y soporten nuestras prcticas.

    Palabras clave:

    Identidad moral, relatos de sentido, imaginario social, participacin, cooperacin como bene-ficio mutuo, razn instrumental.

    ABSTRACT

    The identity in its different meanings is used as a theoretical and political resource. Neverthelessit shows important insufficiencies to be explained and analyzed, and to propose new social

    Sebastin Mora Rosado

    Critas [email protected]

    Sumario

    1. La identidad como problema.

    2. Imaginarios sociales. 3. El imaginario social de nuestro modelo de bienestar.

    4. Las fisuras del imaginario del bienestar. Hacia una nueva identidad moral.

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    practices of solidarity. The changes in the welfare state need a valuable approach to be explainedand to be analyzed; a view able to recreate the frameworks senses that sustain the activities andsocial policies. In order to know who we are and how we want, is necessary to pay attention inour moral identity from the fissures and deficiencies that the reality shows. Fissures that onlywill be able to be turned into possibilities, from the narration of sense stories that open andsupport our practices.

    Key words:

    Moral identity, stories of sense, social imaginary, participation, cooperation as mutual benefit,

    instrumental reason.

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    Asomarse a los procesos sociales siempre es un reto y una invitacin pro-vocadora para pensarnos como personas y sociedad. El mundo nunca ha pa-rado de mudar adaptndose a innumerables circunstancias y creando nuevasposibilidades de vida. Quiz lo que nosotros estamos viviendo no es ms que

    un momento denso de cambios en los diversos rdenes. Otras personas pien-san que no slo estamos en un periodo de cambios, aunque estos sean pro-fundos, sino que soportamos una verdadera metamorfosis social. No slo seestn produciendo transformaciones, aunque las cataloguemos de profundas eintensas, sino que lo que est cambiando son los supuestos fundamentales enlos que se ha basado la cultura occidental en la ltima centuria. No estamos enun espacio de mutaciones agudas, sino que vivimos una poca de mudanzaradical. Optemos por un escenario revolucionario u otro ms atemperado, elhecho inconcuso es la debilidad y agotamiento de las formas de entendernos ycomprendernos en la actualidad. Los discursos de las innumerables discipli-nas acadmicas, los ingentes estudios y valoraciones de las circunstancias so-

    ciales y econmicas, los grandes relatos de las diversas confesiones religiosasno parecen darnos una imagen adecuada de lo que somos y de quines quere-mos ser.

    Una de las maneras que ms profusamente estamos utilizando para tratarde comprendernos y analizar los procesos de cambios es desde la identidad.Los cambios en la identidad reflejarn con una transparencia suficiente losprocesos variables en nuestras sociedades. El discurso de la identidad perso-nal, colectiva, corporativa o poltica es un campo de juego comn en nuestrosdas. Sin embargo, al mismo tiempo, es un campo de juego complejo, repletode disensos y que nos dejan con una cierta perplejidad. No es cometido de estareflexin abordar el complicado instrumental analtico de las diversas discipli-nas para encauzar el estudio de las identidades, ni valorar sus supuestas insu-ficiencias o capacidades para explicar los procesos de cambio social. S quepretendo afirmar a modo de tesis blanda, en primer lugar, que en lneas ge-nerales la identidad, o el planteamiento que hacemos de ella, se muestra limi-tada para dar cuenta real de lo que somos y para saber a qu atenernos en elfuturo. En segundo lugar, creo que para abordar la pregunta radical sobrequines somos o quin soy (interrogantes de la identidad) resulta ms pro-ductivo rastrear el imaginario social en el que vivimos. Otear ese humus mo-

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    ral que nos permite tener un repertorio de acciones que nos identifican y sig-nifican de forma descriptiva y prescriptiva. Atendiendo especialmente a loscambios e insuficiencias que nos dan cuenta del proceso dinmico en que con-siste la vivencia y la convivencia. Por ltimo, y es la base de lo que pretendeeste artculo, es en la frontera donde la identidad queda ms definida(W. Kawanah). En las situaciones de injusticia, vulnerabilidad y exclusin so-cial, en las fronteras de nuestra manera de organizarnos y convivir mostramosde manera ms clara nuestro ethos ms profundo. Por ello, partiendo delimaginario social de la modernidad occidental que ha legitimado en nuestrosEstados los diversos sistemas de bienestar pretendo entresacar algunos cam-

    bios y transformaciones que se van produciendo en el imaginario social de lamodernidad con respecto a la procura del bienestar social.

    1 LA IDENTIDAD COMO PROBLEMABauman(1) dice que la identidad, la palabra y el juego de moda, debe la

    atencin que atrae y las pasiones que despierta a que es un sucedneo de lacomunidad: de ese supuesto hogar natural o de ese crculo que se mantie-ne clido por fros que sean los vientos del exterior. Necesitamos ser comootros para poder encontrar ciertas seguridades en un mundo incierto y hos-

    til. Si la comunidad soada nos proporcionaba seguridad, proyecto compar-tido, significatividad social y redes de relacin, la identidad se presentacomo la promesa de resurreccin de ese nicho imaginado. Ahora bien, estesucedneo no tiene los contornos que ofreca lo que entendamos por comu-nidad. La identidad parece ofrecernos informacin y caracterologa de lo quesomos, pero no relatos de sentido de lo que queremos ser y de cmo quere-mos llegar a serlo. Por lo tanto, rompe con la historia y se hermana con la in-formacin coetnea destacando, por encima de otros elementos, la funciona-lidad de lo que somos o decimos ser. Resalta la momificacin de lo idnti-co (Barata-Moura) produciendo enclaves de vida que celebran el narcisismode la similitud. La identidad queda expresada mediante modelos de apa-

    riencia, consumo, actividades de ocio compartidas y atributos electivos paradiferenciarse de otras personas que tienen otros estilos de vida. Aunque mu-chas de sus expresiones se realicen en lugares pblicos es una exaltacin dela vida privada(2).

    Al romper con la temporalidad y enfocar sus preocupaciones a los datos y re-ferencias objetivadas de lo que somos, acaba constituyendo una subjetividad ca-

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    (1) BAUMAN, Z. Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Madrid: Siglo XXI, 2003, p. 22.

    (2) BELLAH, R. Hbitos del corazn. Madrid: Alianza, 1989, pp. 103-107.

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    tegrica frente a otras. En un mundo plural como el nuestro se necesitan multi-tud de identidades para dotar de entidad a la red de significados infinitos que nospresentan nuestras sociedades. O viceversa, cada nueva identidad reclama un so-porte de significados que le otorguen sostenibilidad en las sociedades. Uno de losfenmenos ms expresivos de nuestras sociedades son las llamadas nuevas iden-tidades, que son movimientos de autoafirmacin extensos e intensos que mues-tran esta constitucin paradjica de la identidad. La identidad se convierte en unhecho electivo, en muchas de sus formas, y permanecer viva hasta nuevo aviso,es decir, hasta que realicemos una nueva eleccin. Soy de un equipo de ftbol, deuna ideologa poltica, de una confesin religiosa hasta que elija ser de otro equi-

    po, de otra ideologa o de otra confesin. Las identidades son una posibilidad msen la carta men de nuestro repertorio de acciones. Como muy bien dice ManuelCruz, resulta francamente dudoso que la sealada proliferacin de identidades ala carta constituya la respuesta adecuada tanto a los peligros de la homogeneiza-cin como a cualesquiera otros, asimismo propio de nuestro tiempo. Antes bien alcontrario, se puede pensar que algo tienen estas nuevas construcciones de identi-dades ad hoc, construidas a la medida y de acuerdo con una determinada situa-cin, destinadas a promover y legitimar una determinada respuesta, pero incapa-ces y eso sera lo grave de hacer inteligible lo que ocurre y de colocar a losagentes ante su genuina responsabilidad (en cuanto agentes) (3).

    En muchos casos llegamos a entender la identidad como un concepto fun-

    cional cerrado y acabado. Podemos con mucha ms facilidad cambiar de iden-tidad que autocomprendernos desde una identidad abierta, relacional, en res-pectividad y movimiento. La esencia de la identidad no es una sustancia aca-

    bada e impenetrable descrita de una vez para siempre. La esencia de laidentidad es movimiento y dinamismo en la historia. La identidad identifica-tiva es siempre movimiento y unidad de mismo y de otro; comporta y trans-porta en su seno, desde su interior mismo, la diversidad y la negacin resol-vindose en la propia textura fluyente de aquello que se firma y afirma comosiendo un mismo, ello propio. La identidad verdadera, real, es siempre unaidentidad viva (aun cuando el ritmo del cambio que incorpora se explaya porperiodos muy dilatados), entrelazada de diferencias en dilogo, en tensin, en

    conflicto: es la forma, unificada, de una multiplicidad estructurada y movien-te(4). La negacin de esta viveza identitaria es uno de los mayores problemasde la actualidad. La identidad en muchas de sus expresiones se presenta comouna sustancia acabada y cerrada sobre s misma. La identidad se esencializaconvirtindose en una categora que nos define y nos divide, nos identificacomo miembros de la tribu y nos aleja de otros grupos impuros que consti-

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    (3) CRUZ, M.Hacerse cargo. Sobre responsabilidad e identidad personal. Barcelona: Paidos, 1999, p. 19.(4) BARATA-MOURA, J. En torno a la identidad. La comunidad como trabajo. ISEGORIA, n. 24 (2001) pp. 199-204.

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    tuimos como enemigos de nuestra esencia. En nuestros das, en el profuso dis-curso de la identidad, es comn adjetivarla como identidad asesina, vio-lenta, esencial, cerrada, fundamentalista, de resistencia

    Nuestra manera de ser ha de entenderse como identidad histricamenteconstruida, siempre inacabada y eternamente en movimiento. La identidad esparadjica porque es nuestra y de todos, es elegida y soportada y cobra susentido pleno al ser contada. Slo la historia tiene autoridad en el entero uni-verso para responder a este grito que sale de lo ms profundo de sus persona-jes, este nico grito de todos y cada uno de ellos: Quin soy?(5). En cada re-lato nace el sentido de la accin y cobra significado nuestra manera de ser y

    entendernos. No podemos comprendernos desde identidades cerradas que,manifestndose como sucedneas de la comunidad aorada, nos aslan y ale-jan de cualquier tipo de convivencia. Debemos comprender la identidad comoun proceso abierto, histrico y construido desde diversas esferas de pertenen-cia. La identidad no es algo que venga dado ad initio et ante saecula, sino que vadesplegndose y adquiriendo un sentido y un significado a lo largo de la vidade las personas y las comunidades.

    En nuestros das tenemos una doble tarea urgente y necesaria. Cmo resal-tar los derechos de pertenencia y cmo leerlos y vivirlos desde relatos de senti-do que nos constituyen y construyen? Cmo sostener los derechos de perte-

    nencia formales y categricos dentro de narraciones significativas que son parti-culares y contextualizadas? Las respuestas que estamos dando o se sitan en elpolo del universalismo formal que niega las posibilidades de contextos signi-ficativos para recrear los deberes y derechos. O bien respuestas contextualesque divinizan la particularidad y acaban cayendo en los problemas que hemosreferido al profuso uso de la identidad. Necesitamos construir valores compar-tidos, para poder decir que convivimos y no slo que coexistimos (6) en estemundo complejo y abierto. Como afirma Jos Antonio Marina, los derechosson extraordinarios. Cada uno de ellos es una prodigiosa trasgresin de las leyesde la gravedad. Nos mantienen en vuelo mientras los mantenemos en vuelo (7).Por ello necesitamos derechos compartidos de carcter universal, asociados a la

    pertenencia social, y por otro lado necesitamos historias y relatos de sentido quelos mantengan en vuelo, los sustenten y los reconstruyan cotidianamente. Losderechos no surgieron de la nada, sino que se fueron formulando desde diver-sas narraciones de lo humano y lo divino. Se fueron formalizando nacidos de in-numerables luchas e historias vividas en diferentes comunidades de sentido. Lamodernidad la hemos construido a travs de diversos relatos de sustraccin y al

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    (5) DINCSEN, I. ltimos cuentos. Barcelona: Bruguera, 1985, p. 31.(6) CORTINA, A. tica de la razn cordial. Educar en ciudadana en el Siglo XXI. Oviedo: Ediciones Nobel, 2007 p. 14.(7) MARINA, J. A. tica para nufragos. Barcelona: Anagrama, 1995, p. 104.

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    final los horizontes se fueron erosionando y consumiendo, hasta que slo quedla concepcin subyacente de nosotros mismos como individuos aislados. El dis-curso de la secularizacin, de la ciencia frente a los mitos, de la razn frente a lapasin ha erosionado las historias que recreaban y relataban quines somos ycmo queremos ser. Las narraciones que sustentan los derechos se han erosio-nado o se han esencializado huyendo de las comprensiones corrientes de laspersonas. Walzer desde su particular filosofa contextualista entiende que slodesde historias de moralidad densa (thick) es posible sostener una moralidad te-nue (thin)8. La moralidad tenue no es una moralidad de segunda divisin. Lamoralidad tenue representa ese mnimo compartido sin el cual es imposible la

    coexistencia. Ahora bien, la moralidad tenue, fruto de las diversas historias y di-nmicas sociales, surge y se alimenta de las moralidades densas sin las cuales esimposible hablar, en sentido estricto, de sociedad humana. La moralidad tenue,es decir, los derechos y deberes ampliamente compartidos, permite la universa-lidad e igualdad formal de los ciudadanos. La moralidad densa recrea, sostieney da vida a los derechos y deberes de las personas y comunidades. En la correc-ta articulacin entre densidad y moralidad tenue nos jugamos nuestra convi-vencia.

    Por ello, el discurso de la identidad es insuficiente. Las obligadas diserta-ciones de la identidad no dan razones para el futuro, no muestran posibles ar-ticulaciones para el tema de nuestra poca. Cmo podemos convivir siendo

    iguales y diferentes? La identidad la presentamos como una construccin ob-jetivada de algunos de nuestros atributos personales y sociales (identidad so-ciolgica y psicolgica) o la momificamos desde la exaltacin de la similitud(identidad electiva). La ltima versin, que es la ms conflictiva, es la queesencializa la identidad como verdadero sustituto de la comunidad aorada(identidad cerrada de resistencia). Sin duda, todas estas versiones debemosacometerlas, analizarlas y conocerlas en profundidad porque nos jugamos mu-cho en su conocimiento y funcionamiento. Pero creo que siguen necesitandode un abordaje ms valorativo y propositivo. Algo que podemos convenir enllamar identidad moral, que quiere poner el nfasis en por qu elegimos ypreferimos unos bienes y no otros. El recurso al imaginario social puede ayu-

    darnos en este recorrido.

    2 IMAGINARIOS SOCIALESCuando en 1545 Domingo de Soto escribe la Deliberacin de la causa

    de los pobres mostrando sus argumentos en contra de las ordenanzas he-

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    (8) WALZER, M. Moralidad en el mbito local e internacional. Madrid: Alianza Universidad, 1996, cap 1..

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    chas para el remedio de los verdaderos pobres, que entre otras cuestionesponan ciertas reglas a la mendicidad, y le contesta Juan de Robles argu-mentando a favor de ella, no se estaba produciendo slo una confrontacinintelectual y poltica. Cuando Domingo de Soto afirmaba que la virtud msexcelsa, para el socorro de los pobres, es la misericordia o cuando Juan deRobles le contestaba elevando a tan digna categora la justicia, estaban enconfrontacin dos horizontes valorativos, dos marcos de sentido que pro-ponan maneras diversas de estimar y ponderar la ayuda social. Las prcti-cas propuestas para afrontar la pobreza mostraban diferencias cualitativaspara elegir y apreciar unas prcticas frente a otras. Domingo de Soto eva-

    la la prctica de la misericordia como un bien superior porque la ponderadesde un marco valorativo que posee una idea del orden social, de sus pro-cesos y funcionamiento. La perfeccin del buen cristiano mediante la prc-tica de la misericordia ocupa un lugar central en su concepcin. Sin embar-go, Juan de Robles pondera la prctica de la justicia, y las concreciones einstitucionalizaciones correspondientes, como un bien superior porque seva imponiendo un nuevo horizonte de comprensin. La visin de la socie-dad, del trabajo humano y del comportamiento de las personas pobres vacambiando. Sin duda, Robles se mueve en un horizonte cristiano quemuestra diferencias valorativas y que va abrindose a una nueva manerade comprender el hecho de la pobreza(9). Ambos pensadores se van mo-

    viendo en las fronteras de dos mundos que se van complementando y con-frontando. El ethos clsico que enfatizaba la bsqueda de la perfeccin y lafelicidad (en el sentido clsico del trmino) va mostrando rendijas de debi-lidad y aparece con fuerza el ethos moderno que incorpora una cierta dosisde higiene social que trata de reducir al mximo los conflictos huma-nos(10). En Espaa estos cambios tardaron muchsimo en llegar y sufrieronmuchos vaivenes. De hecho, podemos afirmar que se mantuvo en lneasgenerales la visin de Domingo de Soto aunque se pusieran en prctica al-gunas medidas de la ordenanza hechas para el remedio de los verdaderospobres. Ms all del recorrido histrico o de su puesta en prctica real yefectiva, me interesa resaltar el enfoque. No me interesa el decurso histri-

    co-causal de los procesos de institucionalizacin de las medidas que se pu-sieron en prctica o las que se quedaron en el camino. Mi intencin es mos-trar que en este momento el cambio fundamental se estaba produciendo enel marco valorativo. Las prcticas sociales que se proponen abren posibili-dades de apropiacin nuevas que necesitan de historias y relatos de senti-do que las sustenten. Las nuevas posibilidades abren formas nuevas de au-

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    (9) MARAVALL, J.A. De la misericordia a la justicia social en la economa del trabajo: la obra de Fray Juan de Robles. MONEDA YCRDITO, n. 148, 1979.(10) Cfr. OSSOWSKA, M. Para una sociologa de la moral. Determinantes sociales de las ideas morales. Estella: Verbo Divino, 1974.

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    tointerpretacin y vehiculan ideas e identidades morales, muchas veces demanera conflictiva o paradjica. Los verdaderos cambios sociales aparecencuando se producen dinmicas sociales, polticas y econmicas especficas,y, a la vez, cuando se aprehenden de manera distinta. Es decir, cuando esoscambios se interpretan de manera cualitativamente diversa. Lo que se estmoviendo fundamentalmente es el marco valorativo que transparenta ydistingue unos bienes sobre otros, una estimativa moral sobre otras posi-

    bles maneras de ponderar. Esta dinmica silenciosa de cambio en la esti-mativa es la mejor manera de comprendernos como personas y sociedad.La vinculacin de dicha estimativa con la identidad personal y colectiva

    nos rotula un modo de comprendernos y expresarnos de carcter dinmico,histrico y prescriptivo, a la vez que descriptivo. Separado por una delga-da lnea aparece lo que somos y lo que deberamos ser.

    A este marco dinmico social y moral que nos permite valorar y ponde-rar unas prcticas sobre otras es lo que quiero denominar imaginario social.Estos no son una teora sobre lo que la gente piensa, es una formulacin depor qu las personas hacemos lo que hacemos. Los imaginarios sociales sonlas representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificacin(11). Elconcepto de imaginario presenta, siguiendo a Taylor(12), posibilidades muyinteresantes. Trata de acotar la forma en que las personas corrientes imagi-nan cmo funciona su entorno social y cmo debera funcionar, es decir,

    plantea una mirada descriptiva y prescriptiva. Analiza y valora al unsono.Por ello se convierte en el soporte de las acciones y las prcticas sociales algoque la mayora de las veces no se expresa en grandes teoras, sino que se sus-tenta sobre relatos, imgenes y experiencias compartidas. Por otro lado, elimaginario social es compartido por amplios grupos de personas en la so-ciedad. Por ello el imaginario social es una concepcin colectiva que hace po-sible las prcticas comunes y un sentimiento ampliamente compartido de le-gitimidad real y efectiva.

    El imaginario social representa los marcos valorativos en los que las perso-nas encontramos las posibilidades, las razones y las distinciones en el preferir.

    En cierta medida acota un espacio moral de relaciones entre bienes, valores yprincipios de manera inarticulada. No es una teora tica, sino que expresa elsustento de toda posibilidad de vida tica, de vida valiosa. Por ello esta clasede entendimiento es a un tiempo fctico y normativo; es decir, tenemos unaidea de cmo funcionan las cosas normalmente, que resulta inseparable de laidea que tenemos de cmo deben funcionar y del tipo de desviaciones que in-

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    (11) PINTOS, J. L. Los imaginarios sociales. La nueva construccin de la realidad social. Cuadernos Fe y Secularidad. Santander:Sal terrae, 1995, p. 8.(12) TAYLOR, C.Imaginarios sociales modernos. Barcelona: Paids, 2006, cap. 2.

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    validaran la prctica(13) y qu tipo de bienes y valores son los que debemoselegir. En la eleccin de estos bienes y valores, en los argumentos que los sus-tentan y en las prcticas que compartimos recreamos nuestra identidad moral.

    En estos imaginarios podemos observar y advertir los cambios lentos y si-gilosos que estn acaeciendo en nuestro modelo de bienestar. Cambios que sinduda se deben a procesos econmicos y polticos complejos, pero que se sus-tentan en procesos de legitimacin de ciertas prcticas y de deslegitimacin deotras. Vamos a analizar a grandes trazos el imaginario social que ha sustenta-do nuestro modelo de bienestar. Posteriormente abordaremos algunos escena-rios en los que est mostrando su insuficiencia.

    3 EL IMAGINARIO SOCIAL DE NUESTRO MODELO DE BIENESTARLos diferentes desarrollos y procesos de cambios en las prcticas del mun-

    do occidental han encontrado legitimidad y se han posibilitado desde marcosvalorativos especficos que conforman lo que hemos llamado imaginario so-cial(14). En este aparece una concepcin del espacio social como beneficio mu-tuo. La sociedad moderna se constituye como un pacto entre individuos quedesean beneficiarse mutuamente. La cooperacin social no se basa en nin-gn principio de solidaridad o altruismo, sino que est sustentada sobre el bene-

    ficio mutuo. Las personas buscamos obtener alguna ventaja en nuestro bienestary no se requiere, para con-existir en sociedad, ningn apego por la justicia encuanto tal, ni tampoco ningn respeto intrnseco y no instrumental por el biende los dems. Los beneficios que se espera obtener de est cooperacin perte-necen a la esfera de la seguridad y de la prosperidad. Se inscriben en el mbi-to econmico y en el de la defensa de la propia vida. El nico modo en que al-guien se priva a s mismo de su libertad para atarse a la sociedad civil es estaidea de obtener beneficios para mi prosperidad y seguridad.

    Si el orden moral premoderno se desarrollaba sobre un transfondo articu-lado entre el Cosmos, Dios y los principios morales y sociales, en la moderni-

    dad es el individuo el que queda como nico agente legtimo para establecerlos principios de sociabilidad que han de regir. La idea de una sociedad orde-nada basada en el beneficio mutuo, como nica finalidad, slo es posible lle-varla a cabo desde la voluntad de individuos libres, iguales e independien-tes (Locke). Son los individuos quienes someten su libertad a la sociedad bajola finalidad de beneficiarse. Libertad que puede quedar suspendida si desapa-

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    (13) Op.cit., p. 38.

    (14) Cfr. TAYLOR, C. Imaginarios sociales modernos. Barcelona: Paids, 2006; y Fuentes del Yo. La construccin de la identidad moderna.

    Barcelona: Paids, 1996. NUSSBAUM, M. Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusin. Barcelona: Paids, 2007.

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    rece en el horizonte la posibilidad del beneficio mutuo (especialmente en elcampo de la seguridad y prosperidad).

    El desarrollo del Estado de bienestar en cualquiera de sus versiones se haconfigurado y articulado desde estas premisas de fondo. Los diversos modelosde bienestar se han legitimado por estas ideas de beneficio mutuo, individualis-mo y desarrollo de las ideas fuerza de seguridad y prosperidad econmica. Lamxima legitimidad de los sistemas de bienestar no se argumenta desde la soli-daridad y la justicia social, sino en su capacidad de beneficiarnos a todos y deesa manera posibilitar la justicia social. Por ello la quiebra de legitimidad apare-ce en momentos en los que parece amenazada mi cuota de beneficio. O, mejor

    dicho, cuando entendemos que mis aportaciones son mayores que mis benefi-cios ponemos bajo sospecha la fundamentacin que nos hemos dado.

    Analizando la legitimidad del Estado de bienestar en Espaa, Gregorio Ro-drguez Cabrero(15) afirma que en el apoyo ciudadano al Estado de bienestar seobservan actitudes estables de aprobacin en cuanto a los fines aunque muycambiantes y complejas respecto a las formas de financiacin. Los grandesprogramas sociales de tipo universal sanidad por ejemplo tienen mayorapoyo que los programas especficos o categoriales. Sin duda, en los grandesprogramas sociales el beneficio mutuo es claro y evidente para todos los ciu-dadanos. Sin embargo, en los programas ms selectivos, qu beneficio obten-

    go yo? Si el marco valorativo y normativo se construye desde el beneficio mu-tuo, cmo legitimar el beneficio de los otros?

    Este imaginario es tan potente que incluso en las teoras que se han mos-trado como mecanismo de legitimacin de cierta idea de un Estado social nohan podido salir de esta apora moderna. Quiz sea la Teora de la Justiciade Rawls(16) el esfuerzo ms interesante de fundamentacin de una sociedadque tenga en cuenta los principios de equidad. Sin embargo, las ideas centra-les de su planteamiento siguen encerradas en este horizonte de la moderni-dad. Como muestra de manera brillante Marta Nussbaum (17), la teora rawlsia-na del contrato social sigue en el horizonte moderno de la cooperacin comobeneficio mutuo y de esta manera no es capaz de dar respuesta a los proble-

    mas sociales de la actualidad.

    Adems, y es un punto central, tras esta manera de comprendernos y or-ganizarnos ha prevalecido una racionalidad especfica. Un fuerte racionalismo

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    (15) RODRGUEZ CABRERO, G. (coord.). Las entidades voluntarias de accin social en Espaa. Madrid: Fundacin Foessa, 2003, pp. 59-62.(16) RAWLS, J. Teora de la justicia. Madrid: FCE, 1979; y El liberalismo poltico. Madrid: Crtica, 1996.

    (17) NUSSBAUM, M. Op. cit. Todo el libro trata de mostrar las insuficiencias del contractualismo para afrontar la injusticia y exclusin

    social. Un aspecto central es cmo proponer una alternativa para que personas y pueblos que quedan sistemticamente excluidos del

    dilogo sean incluidos.

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    ha sustentando nuestra concepcin de persona y de orden social. Un buen ciu-dadano con capacidad de cooperar de manera estable para los fines de unabuena sociedad debe tener, entre otros atributos, un modelo de racionalidadespecfica. Esta idea que hunde sus races en la Grecia clsica y en el estoicis-mo viene a confundir personalidad con racionalidad. Kant elev a su ms altaconsideracin esta manera de pensar que posteriormente la hemos pervertidodesde diversos frentes. Una de las perversiones mayores ha sido reducir la ra-cionalidad a puro clculo de intereses. El individuo que se sienta a discutir susposibles beneficios con otros congneres lo hace desde la razn instrumentalque prioriza el clculo (coste-beneficio) sobre otras dimensiones de la raciona-

    lidad. Por ello una de las expresiones ms potentes de nuestro tiempo es eldiscurso utilitarista que trata de medir el mayor bien-para el mayor nmero-al menor coste. No es de extraar que gran parte de los sistemas de bienestarse hayan sustentado sobre la dinmica necesidad-recurso. Si aparece una ne-cesidad, la nica forma de solucionarla es aplicando un recurso. Para recono-cer qu recurso es el ms atinado necesitamos una plyade de expertos queplanifiquen, a modo de ingeniera social, el bien comn. Albert Borgman habladel paradigma del artefacto, segn el cual nos abstenemos cada vez ms delcompromiso manifiesto con nuestro medio y, por el contrario, pedimos y obte-nemos productos destinados a proporcionarnos un beneficio restringido.

    Adems, esta concepcin racionalista que confunde lo razonable con un

    modelo especfico de racionalidad ha conllevado la exclusin del dilogo ciu-dadano de personas y grupos que por motivos sociales, econmicos, biolgi-cos, culturales o religiosos defienden o poseen una racionalidad diversa. La ra-cionalidad acaba identificndose con un nivel social, un modelo cultural y unasupuesta normalidad que acaba excluyendo a personas y grupos de un po-sible dilogo. Existen sujetos particulares o colectivos que no tienen cabida enlas comunidades ideales de comunicacin, la pragmtica universal o las con-versaciones bajo el velo de la ignorancia que exigen personas con una igual-dad aproximada de capacidades (Rawls) para dotarse de principios de equi-dad. Dicha igualdad aproximada de capacidades, y la consiguiente exclusinde personas y grupos nocapaces, puede llevarnos a la conclusin de que las

    polticas sociales deben configurarse para los excluidos pero sin ellos.

    Recapitulando podemos observar que el imaginario del bienestar lo hemosconstruido desde unos marcos valorativos que han primado el concepto decooperacin como beneficio mutuo. Nuestra preciada libertad slo podr serentregada a la sociedad en la medida que beneficie a mis intereses. El modelode bienestar, muchas veces encubierto bajo grandes principios, no escapa de latirana de este escenario moral que no reconoce la gratuidad en el modelo decooperacin. Adems, la racionalidad instrumental nos presenta la realidad

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    social desde un prisma muy determinado que podemos denominar sociedadartefacto. La dinmica necesidad-recurso es el paradigma de bienestar quenos hemos concedido. Como dice Rafael Aliena, nos topamos con la dura ro-ca del bienestar como recurso(18) que empaa otras posibilidades y dimen-siones del bienestar. Otra consecuencia directa de este tipo de racionalidad semuestra en la tirana de la identidad que acaba rechazando y excluyendotodo lo que no est dentro del concepto. Desecha lo que no contenga la igual-dad aproximada de capacidades como alteridad peligrosa(19).

    Estas dimensiones estn en estos momentos en situacin de quiebra y con-flicto. La situacin que anteriormente mencionbamos entre Domingo de Soto

    y Juan de Robles en la que dos universos entraban en conflicto se est produ-ciendo en nuestro modelo de bienestar de manera silenciosa desde hace aos.La idea de beneficio mutuo es insuficiente para un mundo global, injusto ycon profundas asimetras. Aparecen voces y prcticas que argumentan y ejem-plifican que es ms tico un modelo de cooperacin basado en el compartirque en el beneficio mutuo. El concepto de racionalidad instrumental se ha res-quebrajado en la modernidad reflexiva y clama por otros discursos ms com-plejos y plurales. Y, por ltimo, la dignidad tica y el compromiso social debenconstruirse desde la participacin plural, amplia y abierta de las personas einstituciones implicadas. Vamos a recorrer sumariamente estas grietas del ima-ginario de la modernidad.

    4LAS FISURAS DEL IMAGINARIO DEL BIENESTAR.

    HACIA UNA NUEVA IDENTIDAD MORAL

    El proceso de cambio que nuestro imaginario est sufriendo es un cambioprofundo en nuestra identidad moral tal como la hemos acotado anteriormen-te. Vamos apreciando como insuficientes determinados valores y bienes quesoportaban nuestras prcticas y nos facilitaban una comprensin de quinesramos. Estas fisuras van emergiendo desde las insuficiencias anteriormentemencionadas abriendo la posibilidad de nuevas prcticas que configuren un

    nuevo retrato moral de lo que somos.

    En primer lugar encontramos que el modelo de cooperacin como benefi-cio mutuo es insuficiente en nuestro mundo. Hace algunos aos Inmanol Zu-

    bero(20) planteaba que las condiciones de la solidaridad haban cambiado en

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    (18) ALIENA, R. Los equilibrios del Tercer Sector. Una filosofa del pluralismo de funciones. En IV FORO TERCER SECTOR, FundacinLuis Vives, 2008.(19) MATE, R.La razn de los vencidos. Barcelona: Anthropos, 1991.(20) ZUBERO, I.Las nuevas condiciones de la solidaridad. Bilbao: Descle Brouwer, 1994.

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    nuestra poca. De un modelo de solidaridad de clase habamos pasado al cl-sico modelo del Estado de bienestar, al que, con Reyes Mate, llamaba solidari-dad por consenso. En nuestros das este modelo se presenta como insuficienteporque las nuevas condiciones de la solidaridad nos exige un modelo de so-lidaridad contra nuestros propios intereses. El modelo de beneficio mutuocomo contrato consensuado se rompe reclamando una solidaridad que tieneque apelar a una coalicin lo ms amplia posible de los fuertes con los dbiles,a pesar de ir en contra de sus propios intereses (Gorz).

    Si observamos las medidas que van apareciendo en el llamado modelo so-cial europeo(21), del cual formamos parte, nos topamos con conflictos y parado-

    jas recurrentes en su desarrollo. En el contexto de empleo y crecimiento, comolneas de fondo de la agenda renovada, cogen mucha fuerza conceptos y for-mas de proceder, que si bien no son nuevos, adquieren un protagonismo esen-cial. Conceptos como flexicurity o inclusin activa pueden ser dos espejos deeste nuevo horizonte que no deja de ser ambiguo y complejo. En un universoque est falleciendo aparecen conceptos, polticas y prcticas que muchas ve-ces no sabemos a qu responden. Por ejemplo, las polticas de activacin re-presentan un hito para las polticas sociales fundamental, pero no pueden serlas nicas medidas porque existe una poblacin con un alto grado de exclu-sin que puede quedar ms fracturada(22). Desde el horizonte de la cooperacincomo beneficio mutuo muchas veces parece penalizar a las personas ms ex-

    cluidas que no son empleables o tienen una empleabilidad muy vulnerableen pos de una sociedad en la que todos ganemos. Las fisuras emergen y dan lacara con polticas paradjicas que pueden defenderse desde la ayuda a los msdbiles o desde la cooperacin como beneficio mutuo que pregunta por micuota de beneficio. El modelo social necesita un desarrollo que profundice enlo mejor de su tradicin y descubra nuevas prcticas que deben necesaria-mente pasar por una nueva fundamentacin de su imaginario. Ahora bien,para sostener una solidaridad contra nuestros propios intereses son necesa-rios relatos de sentido, moralidades densas, que soporten y sustenten las prc-ticas emergentes y los bienes internos que ellas buscan. Modelos de vida bue-na que atestigen que es posible vivir de otra manera. La configuracin, forta-

    lecimiento y legitimidad de las polticas con las personas y pueblos msexcluidos slo sern posibles desde relatos de sentido que nos vinculen soli-dariamente. Desde los discursos de sustraccin de los horizontes de sentidoslo emergern polticas en las que los poderosos sigan sustentando sus pre-bendas.

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    (21) RODRGUEZ CABRERO, G. Actores institucionales y sociales en las polticas sociales. En captulo 5 del VI INFORME FOESSA. Ma-drid: Fundacin Foessa, 2008.(22) Un anlisis para el caso espaol en referencia a las rentas mnimas. En PREZ ERANSUS, B. Polticas de activacin y rentas m-nimas. Fundacin Foessa, 2005.

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    La segunda fisura germina del inadecuado paradigma de las necesidades.Segn este cualquier necesidad, como envs de la moneda, tiene un recursoque la soluciona. Esta doctrina es la variante autctona de toda una serie deasunciones: el bienestar es algo objetivo, intercambiable, mensurable, los pro-blemas sociales tienen solucin y esa solucin pasa normalmente por un re-curso; los amigos del bienestar deben alejar de s cualquier preocupacin ti-ca o social () Lo suyo es producir y distribuir bienestar(23). Este paradigmaolvida que los bienes sociales son plurales y diferenciados. Olvida que laspersonas tienen necesidades muy heterogneas y que los satisfactores sonmltiples. Olvida que los significados sociales son esenciales para poder dis-

    tribuir de manera adecuada y equitativa esos bienes. Olvida que la manera deproducir bienes sociales surge de modos plurales por agentes diferentes enlugares diversos. Olvida que las dimensiones significativas de la vida slopueden ser satisfechas desde la misma vida que las recrea y dinamiza. Olvi-da, por ltimo, que si pretendemos colonizar esferas significativas de la vidacon el paradigma del artefacto estamos cayendo en la tirana de la necesi-dad(24).

    Existen planteamientos muy interesantes que tratan de romper esta din-mica tirnica de la dura roca del bienestar basada en el modelo necesidad-recurso. Adems, del mencionado Rafael Aliena son muy sugerentes las refle-xiones que est llevando a cabo Fernando Vidal(25) desde la propuesta de pol-

    ticas de sentido que alberguen la totalidad de lo humano. Las polticas socialesno pueden oscurecer aspectos esenciales de la vida de las personas, de la vita-lidad de las sociedades y de los anhelos de las comunidades. La modernidadreflexiva no debemos leerla slo desde su aspecto cognitivo que ha sido el msdestacado(26), sino que debemos rescatar y hacer una hermenutica reconstruc-tiva sobre el significado comunitario y esttico de los procesos sociales. Laspersonas nos entroncamos no slo con discursos racionales, sino tambin conrelatos de sentido y de significatividad social (27).

    En ltimo lugar, quiero destacar una tercera fisura que expresa el cambioque estamos viviendo. Hace referencia a la exclusin de todos aquellos agen-

    tes que no posean una igualdad aproximada en capacidad. Sin duda es unaspecto que tiene una relevancia actual de primer orden. Las retricas del em-poderamiento de los agentes aparecen en las polticas europeas, en cualquier

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    (23) ALIENA, R. Op. cit., p. 25.(24) Walzer, M. Spheres of Justice: A defense of Pluralism and Equality. New York: Basic Books, 1983, cap. 1.(25) Fernando ha anunciado un estudio profundo que publicar prximamente en la Coleccin Foessa.(26) BECK, U. Risk Society. Towards a New Modernity. Londres: Sage, 1992. GIDDENS, A. Modernidad e identidad del yo. Barcelona: Ed.Pennsula, 1995.(27) LASH, S. La reflexividad y sus dobles: estructura, esttica y comunidad. En BECK, U.; GIDDENS, A., y LASH, S. Modernizacin re-flexiva. Poltica, tradicin y esttica en el orden social moderno. Madrid: Alianza, 1994.

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    programacin y planificacin de las administraciones pblicas y ocupan un lu-gar destacado en las agendas del Tercer Sector.

    Si observamos, por ejemplo, los cambios en las leyes de servicios socia-les de las diversas autonomas, la participacin ha ocupado un lugar desta-cado. La primera hornada de leyes slo contena alguna descripcin someray, sin embargo, en la segunda oleada la participacin aparece en un lugardestacado como nota especial de los cambios (28). Los principios rectores semantienen los de las primeras leyes, pero en las segundas aparecen nuevosprincipios dirigidos a enfatizar el protagonismo de la persona y la partici-pacin de la iniciativa privada. Todas las leyes, exceptuando una, incorpo-

    ran textos de derechos y deberes de las personas. Por ltimo, se aprecia unaampliacin de las competencias de los rganos representativos aunquemantengan su carcter consultivo. Incluso en el aspecto ms rgido y formaldel bienestar la participacin y empoderamiento de las personas no deja deser un punto nuclear.

    En el mundo de lo social atravesado por la indeterminacin e incertidum-bre y caracterizado por la disolucin de las marcas de certeza (Lefort) no esposible configurar respuestas adecuadas desde la exclusin de los participan-tes. En el mundo de lo social, la complejidad es el estado natural de la reali-dad, en la que cada momento crea nuevas indeterminaciones y abre y ampla

    probabilidades. Las soluciones estn en el mismo proceso y slo advienen atravs de la participacin y de la implicacin de los interlocutores (29). En elcampo de la intervencin social es necesario un cambio que otorgue protago-nismo a las personas que participan en los diversos programas y proyectosporque el despotismo tecnocrtico (todo para la persona usuaria pero sin lapersona usuaria) ha sido fuertemente cuestionado por la comunidad cientfica,tcnica institucional y ciudadana de referencia(30). Y en el mbito de la polticael empoderamiento de las personas excluidas es esencial para iluminar con-tornos de justicia e igualdad. Crece la conciencia de que no se debe legislarsin la participacin de los afectados en aquellas cuestiones que les afectan,porque aunque deban contar con el asesoramiento de los expertos, son ellos

    quienes mejor perciben los efectos de los sistemas poltico y econmico. Sonellos quienes conocen ms a fondo cules son sus intereses(31).

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    (28) GUILLN, E., y VIL, A.Los cambios legislativos recientes en materia de servicios sociales. En CASADO, D., y FANTOVA, F. (coor)Perfeccionamiento de los servicios sociales en Espaa. Madrid: Fundacin Foessa/Critas, 2007(29) GARCA ROCA, J. La navegacin y la fisonoma del naufragio. En KISNERMAN, N. (comp.).El aspecto moral de las profesiones so-ciales en tica Un discurso o una prctica social?Paids; 2001, p. 19.(30) FANTOVA, F. Sistemas pblicos de servicios sociales. Nuevos derechos, nuevas respuestas.CUADERNOS DEUSTO DE DERECHOSHUMANOSn. 49. Bilbao: Universidad de Deusto, 2008, p. 97.(31) CORTINA, A.tica de la razn cordial. Educar en ciudadana en el SigloXXI. Oviedo: Ediciones Nobel, 2007, p. 238.

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    Estamos invadidos por nuevos problemas e incertidumbres que nuestratradicin de pensamiento es incapaz de enfrentar con los caminos al uso. Ni laextensin ni la intensidad, aunque mbitos necesarios, son suficientes por smismas. Nuestro imaginario social est necesitado de nuevas prcticas que al-

    berguen historias densas que permitan vincularnos con los otros. Relatos quenos posibiliten luchar contra nuestros propios intereses desde la lgica del donque se desborda hacia la procura del otro. Narraciones que desde las fisurasdel imaginario social nos convoquen a un futuro ms humano y ms justo ge-nerando una nueva identidad moral ciudadana.

    Estoy convencido, que estamos en un momento de cambio importante y

    clave en nuestro imaginario social del bienestar social. Pero tambin debemosser conscientes de que el fin de una tradicin no significa de manera necesa-ria que los conceptos tradicionales hayan perdido su poder sobre la mente delos hombres; por el contrario a veces parece que ese poder se vuelve ms tir-nico a medida que la tradicin pierde su fuerza vital y la memoria de su co-mienzo se desvanece; incluso puede desvelar su plena fuerza coercitiva tanslo despus de que haya llegado su fin y los hombres ya ni siquiera se reve-len contra ella(32).

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    (32) ARENDT, H.Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexin poltica. Barcelona: Pennsula, 2003, p. 47.

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    RESUMEN

    La poblacin de Espaa ha evolucionado desde los aos ochenta hacia visiones ms simblicasy asumiendo imgenes derivadas de la organizacin del trabajo propias de las sociedadespostindustriales, fortalecidas estas por las desigualdades existentes en los dems mbitos de laactividad social. As, aunque algunas desigualdades han tendido a remitir parcialmente en elmbito familiar y poltico, su persistencia en ambos espacios y su aumento en el mbitoproductivo han fortalecido dichas imgenes en la sociedad espaola. La creciente intensidad deluso de la edad y el sexo como filtros en los procesos de seleccin a los puestos de trabajo, a losroles familiares dominantes y a la vida poltica ha consolidado la edad como el elemento de

    referencia principal para la identificacin y el sexo como otro elemento de referencia cada vezms importante. Mientras, remiten las identidades basadas en los estilos de vida, una vez quesu valor simblico de la clase social de pertenencia se redujo.

    Palabras clave:

    Estructura de desigualdad, edad, identidades societarias, estilos de vida.

    Juan Jos Villaln Ogyar

    Profesor Ayudante Doctor, [email protected]

    Sumario

    1. Tendencias de la estructura de desigualdad. 2. Transformaciones de los referentes de identificacin.

    3. El fortalecimiento de la referencia subjetiva a los estilos de vida. 4. Por qu la edad.

    5. Identidades societarias.

    Identidades societariasen sociedades excluyentes

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