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Tres grandes pintores españoles delEscorial: El Greco, Ribera y Murillo,
presentes en Vitoria
Jesús ARRÓNIZ, OSBMonasterio de Estíbaliz .Álava
I. Introducción.
II. El Greco.
2.1. Obra de El Greco.
III. José de Ribera, llamado «El Españoleto».
3.1. Las tres obras de Ribera en Vitoria.3.1.1. San Pedro.3.1.2. San Pablo.3.1.3. Cristo Crucificado.
IV. Bartolomé Esteban Murillo.
V. La obra de Vitoria.
VI. Bibliografía.
I. INTRODUCCIÓN
Quiero hablar de las obras de estos tres grandes pintores del Es-corial porque, por hallarse en Vitoria, capital de provincia, serán, se-guramente, poco conocidas.
Hay pintores de la época de la construcción del Escorial que tra-bajaron en el mismo monasterio, como El Greco, y otros cuyos cua-dros se pintaron lejos de él, pero que han merecido se trasladaran pa-ra figurar en diversas estancias del Panteón Real más importante deEspaña. A estos últimos pertenecen Ribera y Murillo.
En el Museo Diocesano de Vitoria se halla un «Greco» y tres «Ri-beras; el «Murillo» tiene su historia propia, de la cual trataremos alfinal de este trabajo.
No hay que desdeñar y pasar por alto los pequeños museos pro-vinciales porque, al visitarlos, a veces uno se encuentra con gratassorpresas, como me ocurrió en Cuenca al recorrer el Museo Catedra-licio o Diocesano: me topé con un «Greco».
Sigamos el ejemplo del director de la National Galery de Lon-dres: cuando se enteró de que había tres «Riberas» en Vitoria le faltótiempo para venir a verlos.
A lo largo de esta exposición voy a servirme ampliamente de la«Pequeña Enciclopedia Herders», publicada en Barcelona por losaños 1955-1960; también voy a echar mano de los trabajos de DiegoANGULO IÑIGUEZ en Ars Hispaniae, vol. XV, y de José CAMÓN AZ-
NAR en Summa Artis, vol. XXIV.
Pienso que más que ser original importa ser objetivo y real, si-guiendo a los maestros que han acertado a profundizar en el conoci-miento de los grandes artistas, pero sin apropiarnos sus juicios.
He seguido esta norma, sobre todo, en las introducciones a lostres grandes pintores. A mí me ha correspondido el estudio y des-
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cripción de las obras, aunque la expresión y el contenido hayan re-sultado un poco pobres. Aquí os ofrezco la impresión que me ha pro-ducido la contemplación directa de estas pinturas.
II. EL GRECO
El Greco, Domenikos Theotokopoulos, pintor griego, nació en laisla de Creta en 1541 y murio en Toledo en 1614. Educado en la tra-dición bizantina de su patria nativa, se formó en la escuela venecia-na, después en Roma y pasó a Espanta hacia 1575.
Como dice Camón Aznar en la Summa Artis, sus figuras de alar-gadas proporciones y esbeltas actitudes parecen deformadas por unimpulso interior; sus colores agudamente contrastados llamean fos-forescentes sobre oscuros fondos, tempestuosos paisajes o cielosdesgarrados. El Greco es él mas profundo intérprete del misticismocatólico español del siglo xvi. Sus temas principales son los miste-rios de la religión o el ardiente abandono de los santos. Su senti-miento religioso se hermana, no obstante, con una aguda observa-ción de la realidad, como en el «Entierro del Conde de Orgaz» y el«Expolio», ambos en Toledo, o en los retratos de personajes contem-poráneos. El Greco ha ejercido grande influencia sobre el arte mo-derno durante el siglo xx.
Este gran pintor estuvo olvidado en el pasado; sin embargo, hoyse le clasifica entre los primeros de la pintura mundial.
Su pintura, como ninguna otra, plasma los arrebatos del espíritu,habla un lenguaje místico. La materia, en sus manos y en el alma deEl Greco, es dócil a todos los anhelos. Para El Greco cuenta más elcolor que el dibujo.
Las figuras de El Greco se alargan incesantemente, impelidas porla inspiración. Muchas de sus cabezas tienen forma de flechas.
La genialidad de El Greco permite que la expresión íntima de susfiguras se adapten a sus desproporciones. Ella deriva de la materiacon que El Greco trabaja, ausente de la naturaleza y sin gravedadesni densidades.
Ningún pintor, fuera de El Greco, ha imaginado unos lienzos máscoherentes y estilísticamente trabados. Sus formas quedan abstractase ilimitadas. Pueden lanzarse en vuelo al infinito, porque su materia
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es dúctil a todos los anhelos. La pasión mística brota descoyuntandola armonía.
El Greco no maneja la luz con un criterio realista. No arranca deun solo centro, como ocurre en la naturaleza. Camón Aznar afirmaen su concienzudo estudio sobre El Greco: «Es evidente que El Gre-co no hubiera alcanzado la plenitud de su genialidad sin su venida aEspaña».
El misticismo español exaltó e hizo más febriles sus visiones ylas rodeo del ambiente que exigían sus enloquecidas criaturas. Hayque tener en cuenta que El Greco coincide temporalmente con lascreaciones de los grandes místicos españoles de la segunda mitad delsiglo XVI: Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y San Juan de la Cruz(1542-1591). No sabemos si esos influjos fueron directos y provoca-dos por la lectura de estos maestros, pero sí se puede asegurar que suanhelo, sus éxtasis, hasta cromáticos, coinciden con las delicias mís-ticas de los escritores españoles.
Se puede decir que el mejor comentario a las pinturas de El Gre-co se encuentra en la lectura de las obras de Santa Teresa y San Juande la Cruz. Y que sólo en clave católica es posible comprender el ín-timo sentido de su arte.
Las experiencias que nos describen los místicos se hallan tambiénplasmadas en las figuras del cercenes.
En El Greco no encontramos esas referencias naturalistas tan pe-culiares del arte italiano y flamenco de su tiempo.
El Greco no pudo tener discípulos porque sus formas derivan desu fusión personal con la divinidad.
2.1. Obra de El Greco
San Francisco meditando de Rodillas. Está firmado.
Pintado en Toledo hacia 1586-1592.
Óleo sobre lienzo.
144x 104 cm
Es propiedad de la Diputación de Álava, pero está cedido al Mu-seo Diocesano de Vitoria.
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El fondo de la pintura es tenebroso. Sólo en la parte alta, a la de-recha, hay un claro muy amortiguado, y a la izquierda aparece unaplanta medianamente iluminada.
Sobre un fondo muy oscuro se destaca la figura entrañable de SanFrancisco. Toda la imagen del santo está iluminada con una luz sor-prendente, maravillosa, sobre todo, en la capa que lo cubre. Tiene lasmanos cruzadas sobre el pecho. Francisco está vestido con túnica co-lor ceniza, sujeta con un cordón, y encima lleva una sobreveste delmismo color que el hábito. Las manos destilan dulzura espiritual.Son manos delicadísimas, bellísimas. La cabeza es fina. La faz delsanto representa un hombre demacrado por la penitencia. Su rostrodenota el fuego interior del amor a Cristo sufriente que lo devora.San Francisco está arrodillado y en profunda oración. Una peña, quele sirve de mesa, muestra un crucifijo, una calavera y un libro de de-voción.
Aunque la obra no acuse, hasta el extremo, las características delpintor, dentro de la sobriedad de técnica del cretense, en seguida secae en la cuenta de que es una de las buenas obras de El Greco.
Al contemplarla, cuesta separarse de ella.
El maravilloso cuadro de «El martirio de San Mauricio y compa-ñeros» del Escorial gana en audacia en la distribución de masa y co-lorido al «San Francisco meditando de rodillas» de Vitoria, pero éstees superior en profundidad psicológica y delicadeza de factura. En élaflora un alma inocente, pura y ardiente.
III. JOSÉ DE RIBERA, LLAMADO «EL ESPAÑOLETO»
Nació en Játiva (Valencia) hacia 1590 y murió en Nápoles (Italia)en 1652.
Ribera vivió en Nápoles sobre todo. Aunó en monumentalesobras pictóricas el fervor religioso y el realismo. Maestro del claro-oscuro en cuadros de martirios y visiones.
Ribera ocupa un lugar muy destacado en la evolución artística deEspaña; gran dibujante y dominador de los efectos de la luz, forma ycolor, es uno de los más grandes pintores del Barroco.
Todos los rasgos que se atribuyen al arte español se encuentranpotenciados en Ribera.
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En la técnica de Ribera hay una indudable filiación italiana que lahace derivar del Caravaggio, pero sobre una primera formación es-pañola.
Los pintores de la escuela napolitana adoptan y adaptan el claro-oscuro de Ribera a las teorías de la belleza.
Dice Camón Aznar: «A cualquiera que recorra las viejas iglesiasy catedrales españolas le sorprenderá la gran cantidad de apostoladosy de temas de martirio, todas ellas obras autenticas o copias de obrasde Ribera. Éste fue muy popular en su tiempo y aún después».
Ribera aprendió de Francisco Ribalta (1555-1628) la grandiosi-dad y varonil dignidad de las formas, que constituye el fondo másoriginal y preciado del pintor que comentamos.
La obra maestra de Ribera, y la más importante de todas las pin-turas marianas del siglo xvii, es la «Inmaculada», que ocupa el cen-tro del retablo de la Madres Agustinas de Salamanca.
Ribera es uno de los grandes pintores espolones del siglo xvii,sólo cede ante la figura excepcional de Velázquez (1599-1660).
La base del arte de Ribera se encuentra en un dibujo sólido, demaestría insuperable.
Ribera se formó y produjo su obra más importante en Roma yNápoles, sin anular su primera etapa de influencia valenciana.
3.1. Las tres obras de Ribera en Vitoria
Los cuadros de San Pedro y San Pablo, que hasta hace pocos añosse guardaban en la Sala de Sesiones de la Diputación Foral de Álava,en Vitoria, hoy están en el Museo Diocesano de Arte Sagrado, insta-lado en la girola de Catedral Nueva; son obras de solemne prestanciay de robusto humanismo.
Diego Angulo dice... «son excepcionales los (personajes) de cuer-po entero, y, entre éstos, han de citarse en destacado lugar la pareja deSan Pedro y San Pablo del Museo de Vitoria. San Pablo envuelto ensu amplio manto y apoyando la diestra en la gran espada, es una de lasfiguras más elegantes y distinguidas creadas por Ribera».
Este mismo Museo Diocesano posee también un magnífico«Cristo clavado en la Cruz (de Ribera), que flexiona su cuerpo en
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blanda anatomía y trenza sus pies para que la patética espiral se con-sume».
La ciudad de Vitoria debe a Don Pedro de Oreitia y Vergara laexistencia en ella de los tres magníficos lienzos de Ribera.
Don Pedro era miembro del Consejo de guerra, Gobernador deHacienda, Presidente de la Casa y Real Audiencia de la Contrataciónde Indias y Contador Mayor de Hacienda durante el reinado de Feli-pe IV. Al mismo tiempo, era bienhechor del convento dominico deSanto Domingo (hoy desaparecido) de Vitoria, donde dispuso su en-terramiento en la capilla mayor, junto a las gradas del presbiterio, yal que donó, poco antes de su muerte, acaecida el 25 de noviembrede 1694, 10.000 ducados y las tres pinturas de San Pedro, San Pabloy el Crucificado, obras características de José de Ribera. Nueve ariosdespués de la exclaustración de 1835, el jefe polftico de la Provincia,Don Miguel Rodríguez Ferrer, decretó instalar en el Palacio de la Di-putación los tres cuadros de Ribera en cuestión. También se reunie-ron en el mismo Palacio las mejores pinturas de otros conventos de-samortizados de la Provincia.
3.1.1. San Pedro
Firmado por José de Ribera.
Pintado en Nápoles en 1637.
Óleo sobre lienzo.
205x 112 cm.
Como he dicho antes, este cuadro es de la Diputación Foral deÁlava, pero está en depósito en el Museo Diocesano de Vitoria.
El fondo de la obra presenta un cielo azul parcialmente cubierto.San Pedro aparece de cuerpo entero, con las llaves simbólicas en lamano izquierda.
La cabeza está muy lograda. Muestra una calva bastante pronun-ciada y una barba entre cana y oscura.
Viste una túnica negra y sobre ella un manto color naranja.
Unas ligeras sandalias calzan sus pies.
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La figura de San Pedro denota la firmeza de ideas de un trabaja-dor del mar. Es seco, sobrio, dogmatizador. Su opción por Cristo hamarcado su vida.
3.1.2. San Pablo
Firmado.
Fechado en Nápoles en 1637.
205 x 112 cm.
Pertenece también a la Diputación de Álava.
La identidad de la fecha del cuadro con la del de San Pedro hacepensar que ambos pertenecían a algún apostolado que Ribera pintabapor aquellas fechas.
En este cuadro la figura de San Pablo se destaca como más bellay más brillante que la de San Pedro.
El fondo del cuadro es semejante al anterior.
San Pablo también está representado de cuerpo entero.
Un manto rojo cubre toda la persona de San Pablo. Apenas se vesu túnica gris oscura.
El apóstol se apoya en una gran espada, que sostiene con la manoderecha; en la izquierda tiene un libro, que también apenas se ve.Destaca la belleza del manto; pero, sobre todo, la faz de Pablo, consu mirada penetrante y su frente fuertemente iluminada.
San Pablo ostenta una cabeza bien poblada de pelo y una barbaabundante y bella por su negrura.
Todo el conjunto forma una obra soberbia de Ribera.
Los diversos cuadros de Ribera que se hallan o se hallaban en el re-cinto del Escorial: «San Jerónimo», «San Francisco de Asís», «SanAntonio de Padua», «Jacob guardando las ovejas de Laban», etc., sonexponentes de una gran fuerza interior y de monumentalidad.
Las tres obras del Museo de Vitoria se les asemejan mucho, sobretodo el «San Pablo» y el «Crucificado».
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3.1.3. Cristo Crucificado
De José de Ribera.
Firmado y pintado en Nápoles en 1643.
Óleo sobre lienzo.
292x 192 cm.
Pertenece a la Diputación Foral de Álava.
Sobre fondo oscuro, apenas se distingue el paisaje.
Jesús resalta mucho más con la luz que lo ilumina.
El mártir tiene los pies cruzados, apoyados en una peana.
Un paño de pureza de color gris, con cierto colorido rojizo, cubrediscretamente su desnudez.
El Señor está vivo todavía.
El color de la carne de Cristo tira un poco a rosado; resulta muynatural.
La faz presenta el aspecto de un color intenso pero contenido, re-primido. Demuestra una gran serenidad e inquebrantable fe y con-fianza en el Padre.
Una luz intensa ilumina todo el cuerpo de Cristo, de izquierda aderecha.
El físico de Jesús está muy bien trabajado, inspirado en el natural.
La pintura es admirable, llega al alma.
Es fácil, sea una de las mejores obras de Ribera, una de las máslogradas: su magnífico Cristo clavado en la Cruz.
Éste es el gran José de Ribera presente en Vitoria.
IV. BARTOLOME ESTEBAN MURILLO
Nació y murió en Sevilla (1618-1682).
La Pequeña Enciclopedia Universal; Herder define a Murillo co-mo el pintor que aportó a los temas sacros la ternura por ejemplo, re-presentando la «Infancia de Jesús y de San Juan Bautista», «La Sa-
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grada Familia del pajarito» y la ingenuidad franciscana, glorifica-ción de santos milagreros; aportó, también, entonaciones plateadas ydoradas y técnica vaporosa que culmina en sus célebres «Purísi-mas». El costumbrismo que aparece en algunas obras religiosas:«Adoración de los pastores» «San Diego de Alcalá dando de comer alos pobres» enlaza con el realismo de sus tipos populares: «Mucha-chos comiendo melón», pilluelos, mendigos y sus magníficos retra-tos. En éstos puso un emocionante verismo. Pinta cabezas de finosrasgos, de claras y fuertes expresiones.
Murillo fue un gran dibujante.
Ante sus cuadros uno se siente bañado de una dulce paz, de unahumana y tierna comprensión de los misterios de la divinidad.
Su pincelada es tan jugosa como en los más grandes maestros.
El arte de Murillo es el que más ha llegado al pueblo. Su popula-ridad, su interpretación tan accesible y devota de la religión y su co-loración tan grata, divulgaron sus cuadros, y sus copias se han multi-plicado por todos los hogares de España.
Se ha dicho de Murillo que con la sabia unificación de idealismoy realismo se ha convertido en uno de los pintores más famosos detodos los tiempos.
Murillo, al copiar obras de Tiziano, Rubens y Van Dyck, mejorómucho su técnica del colorido.
Sus obras se acercan a las 480; y con las atribuidas, pasan delas 600.
Sin embargo, el número de sus temas es reducido. Pero en sus fi-guras se encarna su sentimentalidad con tal potencia, que precisa-mente en su repetición es como mejor expresa su espíritu. De estemodo tiene cerca de cuarenta «Inmaculadas», alrededor de treintaVirgíneas con el niño y unos veinte San Antonios. También pasan dequince sus San Josés. Dieciocho son los Crucificados. De San Félixde Cantalicio y de Santo Tomas de Villanueva se conocen, a lo me-nos, ocho versiones.
Las pinturas de Murillo rezuman las mejores virtudes de su tierraandaluza: bondad, simpatía desbordante, liberalidad, alegría.
Fue famosa su modestia, su humildad, su amable trato. Pareceque rechazó, por modestia, el nombramiento de pintor del rey.
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Su blanda condición, como dice Cuán, tuvo que luchar para abrir-se paso en el mundo de la pintura, «contra la fiereza de Juan ValdésLeal (1622-1690) y contra la envidia de Francisco Herrera el Mozo(1622-1685), émulos de su mérito y habilidad».
Según Palomino (1653-1726), en los mismos días de Murillo sedecía: «Hoy, fuera de España, se estima un cuadro de Murillo másque uno de Tiziano o de Van Dyck».
Además se sabe que pintó para Amberes y, quizá, una serie deobras para los capuchinos de Génova (Italia).
En el siglo xix se apreciaba tanto un Murillo como un Rafael.
Según parece, a fines del siglo xix los cuadros de Murillo en co-lecciones inglesas ascendían a 220.
V. LA OBRA DE VITORIA
Ha habido en Vitoria un «Murillo» por espacio de dos siglos, aun-que apenas era conocido del público vitoriano. La obra pertenecía ala familia Silva-Verastegui y la tenía en su casa de la capital. Haceunos meses, al tratar de venderlo a la Diputación Foral de Álava,para que no saliera de Álava y fuera patrimonio provincial, surgióuna encendida polémica dentro y fuera del Ente Provincial sobre laconveniencia o no de la adquisición. También los periodistas entra-ron en lid, dando sus opiniones en la prensa diaria. El caballo de ba-talla era el precio que se pedía por la obra.
Se trata de la pintura «El Cazador», del año 1664.
Hagamos un poco de historia del asunto:
En 1963, el crítico de arte Camón Aznar en la Summa artis,vol. XXV, pág. 582, 2. a edición, decía hablando del cuadro: «Comouna de sus obras maestras se debe mencionar el retrato de "El Caza-dor" de Murillo en la colección de la familia Silva-Verástegui de Vi-toria. Es una obra admirable, con un caballero apoyado en un arca-buz y un joven morralero a su lado atendiendo a los perros. El fondoes claro, de dorada luz y maravilloso claroscuro, que contrasta con laazul atmósfera del horizonte. Muestra tal dignidad y maestría, que sehabía atribuido a Velázquez». Es lo que dice Jovellanos (1744-1811): «Pasaría por cuadro de Velázquez, porque tiene todo lo buenodel gran maestro con quien Murillo estuvo algún tiempo».
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El retrato es de don Antonio Hurtado de Salcedo y Mendoza, pri-mer Marqués de Legarda, secretario de Estado de Felipe IV (1605-1665). Legarda es un pueblo pequeño con iglesia y torre románicas,a unos 15 kilómetros de Vitoria, hacia el noroeste de la Provincia.
En el ario 1956 se intentó venderlo a la Diputación de Álava porun millón de pesetas. La Diputación solo ofreció 400.000. De mo-mento no se hizo nada.
A fines del ario 2000, la familia lo ofreció nuevamente a la Cor-poración Provincial. Esta vez los dueños del cuadro pedían 500 mi-llones.
Como decía antes, hubo un acalorado debate en el seno de la Di-putación. El Diputado General estaba dispuesto a adquirir el cuadro,pero a los miembros de la oposición les parecía un precio excesivo.Decían éstos que estaría bien pagado con 200 ó 300 millones. Ade-más, se aducía que el cuadro estaba bastante deteriorado, con ras-tros de quemaduras, repintes y añadidos; por ejemplo, el criado ylos perros...
Javier Portua, responsable de conservación del departamento depintura barroca española, salía al paso de los comentarios diciendo:«La pintura es excepcional y su precio está muy ajustado».
Se da la circunstancia de que el gabinete técnico de restauración yconservación de El Prado es uno de los mejores de Europa.
También es muy favorable al cuadro la opinión de importantescríticos contemporáneos de arte, cómo Diego Angulo Iñiguez, JoséCamón Aznar, Marqués de Lozoya y otros. Además, las varias expo-siciones en la que ha figurado «El Cazador» avalan su importancia:Barcelona 1929, Madrid 1951, Madrid 1982; ambas en El Prado,Londres 1983, París 1987; nuevamente en Madrid 2000.
En el catálogo de la exposición, con motivo del 300 aniversariode la muerte de Murillo, se dice lo siguiente: «El retrato de Don An-tonio Hurtado de Salcedo es obra excepcional dentro de la produc-ción de Murillo y de la pintura española del siglo xvI, en la que no esfrecuente la representación del personaje como cazador». Y lo califi-ca como «uno de los más singulares de la pintura española».
Y en otro libro, titulado La caza en el arte español, exquisita-mente editado en Madrid en 1982, el retrato del que hablamos figuraen la portada, y en el comentario que se dedica a esta obra se dice
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que es: «Uno de los más bellos cuadros de caza que ha producido lapintura universal. Su autor es uno de los más insignes maestros detodos los tiempos y naciones. Retrata al Marqués de Legarda en acti-tud y traje de cazador, con el largo arcabuz en la mano, y el morrale-ro, y dos perros, uno de los cuales puede identificarse como un po-denco para la caza de pelo. Todo es equilibrado, casi podría decirseque perfecto en este lienzo, tan admirable como poco conocido delgran público. La composición del conjunto, la actitud y el encaje dela figura, los fondos y el color, es todo un acierto. Una verdadera jo-ya pictórica de la caza en el arte español».
Por todas estas razones hasta se pensó, como última tentativapara que el cuadro se quedara en Álava, hacer una consulta popular,para conocer la opinión de los ciudadanos alaveses sobre el tema.
También se ha discutido sobre el cuadro a través del periódico«El Correo Español», de Bilbao, en las ultimas semanas de 2000 yprimeras de 2001.
La polémica suscitada por parte de la oposición sobre el estado deconservación y tasación de «El Cazador» movió a la familia propie-taria a retirar su oferta de venta al Ejecutivo Foral.
Se asegura que «El Cazador» ha salido ya de Álava y que se hanpagado por él los 500 millones en litigio.
Parece ser que el Museo de El Prado era uno de los más interesa-dos en la adquisición del cuadro. Al final no sé qué habrá hecho.
Ésta es la triste historia de un «Murillo» que teníamos en Vitoriay que ya no tenemos.
A ver cuándo nos enteramos de su paradero y podemos contem-plarlo directamente.
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