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FILOSOFIA
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nmero 6 / ao 2 1
/// Aprender haciendo
/// Responder a las cuestiones nacionales
/// Logros por conviccin
/// Del sueo a la realidad
en
Di
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2
Nuevos espacios de aprendizaje Hacia una formacin integral
nmero 6 / ao 2 7
Qu entendemos por formacin integral?
Desde la antigedad hasta nues-
tros das el problema se ha pre-
sentado de diferentes modos. En
la Grecia clsica se la conceba como el
cultivo simultneo de las cualidades del
fsico y del espritu. Con el desarrollo
de la educacin humanista pas a en-
tenderse como la adquisicin de cuali-
dades para la convivencia ms all del
manejo de conocimientos especicos. Otras perspectivas la deinieron como la educacin que combinara el desarrollo
cognitivo con el sensible en el proceso
de crecimiento intelectual. En los desa-
rrollos pedaggicos gramscianos se en-
fatiza la integracin del trabajo manual
e intelectual, y se tom la cultura hege-
mnica alojada en el sentido comn de
las masas como material de trabajo para
su reeducacin. As, histricamente, la
cuestin se present de diferentes mo-
dos segn el problema que se pretenda
abordar.
Es decir que hay una dimensin ope-
rativa del concepto: se parte de una si-
tuacin no integrada que es necesario
superar. En el caso que nos ocupa, el
desarrollo de prcticas integrales en la
Universidad, est fundamentado en la
necesidad de superar la enseanza uni-
versitaria tradicional y profesionalista,
autoritaria, retrica y fragmentadora (de
las funciones universitarias, del conoci-
miento, del ser humano).
Basta con integrar la extensin al currculo para lograr una formacin integral?
No, aunque esto es necesario. A la vez
mbito y mtodo propicio para una en-
seanza renovada, la extensin puede
contribuir a un redimensionamiento
epistemolgico, pedaggico y tico de
las prcticas educativas. Pero esto no su-
ceder por inercia: habr que emprender
tambin una transformacin de los mto-
dos de enseanza.
De este modo cobra gran importancia
la formacin docente. Cuando la ense-
anza est encuadrada por un currculo,
un programa, y una serie de requisitos
burocrticos que determinan el pasaje
por un curso (control de asistencias, exa-
men, caliicacin), la funcin docente cuenta con una contencin que preexiste
al docente y diagrama su tarea. La ex-
tensin pone al docente a la intemperie
del encuadre curricular instituido, lejos
del resguardo del aula y de la seguridad
de los problemas retricos. Este movi-
miento desestabilizador es tambin una
oportunidad, siempre que la respuesta
no sea el desamparo terico e instrumen-
tal para operar en el nuevo escenario. Es
necesario concebir un nuevo encuadre
capaz de sostener el quehacer docente
en las dos dimensiones que presentan las
prcticas educativas integradas a la ex-
tensin: la dimensin de la intervencin
y la de la formacin de los estudiantes
(cada una con sus objetivos, requeri-
mientos y lgicas particulares).
En este sentido, hay un camino a recorrer
a partir de la bsqueda de nuevas sntesis
y articulaciones entre los paradigmas de
la extensin crtica (centrada en la inter-
vencin) y la enseanza activa (centrada
en la formacin). No obstante su nfasis
singular, ambas perspectivas guardan en
comn importantes coincidencias. Sin-
tetizando en extremo, algunas de ellas
son: a) los contenidos son tan impor-
tantes como las formas (el qu importa
tanto como el cmo), b) las relaciones de
poder-saber se reconiguran (el docente se descentra del lugar del saber omnipo-
tente y el estudiante del de la ignoran-
cia pasiva), c) tanto como los resultados
importan los procesos (progresividad
del tratamiento de los contenidos, pro-
mocin de una tica de la autonoma y
de la capacidad de relexin crtica), d) recuperacin de la unidad entre teora y
prctica (perspectiva prxica superadora
de la divisin artiicial consagrada por la enseanza tradicional).
La formacin integral requiere tambin
una transformacin de orden pedag-
gico, y el desarrollo de una estrategia
de formacin docente adecuada a los
nuevos desafos. No se parte de cero:
existen valiosas experiencias sobre las
cuales basarse (los encuentros de prc-
ticas educativas en comunidad del Pro-
grama APEX-Cerro, el desarrollo de la
enseanza activa en el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, la experiencia
del Ciclo Bsico de Facultad de Medi-
cina, entre otras).
Para qu futuro educamos? se preguntaba Reyna Reyes hace cuatro
dcadas.
Pregunta fundamental que debe plan-
tearse toda iniciativa educativa trans-
formadora. Cuando la interrogacin
sobre los ines desaparece, como en los usualmente tecnocratizados debates de
la actualidad, la educacin se limita a la
transmisin de contenidos y la aplicacin
de mtodos, favoreciendo su funcionali-
dad al orden socialmente instituido.
En ocasiones se responde a esta pre-
gunta partiendo de la necesidad de ac-
tualizar planes, contenidos y mtodos de
enseanza de acuerdo a los requerimien-
tos presentes de una sociedad que ha vi-
vido cambios, caracterizados en general,
por la teora social, como vertiginosos y
generadores de incertidumbre. As, son
frecuentes los alegatos sobre la necesi-
dad de cambios en la educacin para que
sta brinde una eicaz formacin para el mundo de hoy. Por cierto que la edu-
cacin no puede estar distanciada de su
tiempo y circunstancia, pero pensar sus
ines exclusivamente a partir de los re-querimientos de la sociedad presente
lleva a posiciones adaptativistas, solida-
rias con la perpetuacin del mundo tal
cual es, sus relaciones, sus desigualda-
des, sus mecanismos de reproduccin.
Si adems sostenemos que la caracte-
rstica de nuestro tiempo es la perma-
nente transformacin, entonces, como
airmaba Reyna Reyes, educar para el presente es educar para un pasado que
nunca volver.
Para pensar la renovacin de la ense-
anza es necesario comenzar por el fu-
turo: concebir las ideas que orientarn
una educacin dirigida a la superacin
de la sociedad presente. As ser posi-
ble dar sustento a una estrategia educa-
tiva transformadora, sta s concebida a
la luz de la comprensin del proceso his-
trico y el contexto presente en que bus-
car su realizacin. Imaginar el futuro e interpretar el pasado son operaciones ne-
cesarias para desmitiicar el presente, y transformarlo. Sin comprensin del pre-
sente, la educacin es abstracta e intil.
Sin utopa organizada, se vuelve una
prctica estril y reproductiva. Al inal de su segundo cupl, dispara La Moji-
gata: a qu te acostumbraste hoy?.
Tres
pre
gu
nta
s p
ara
la r
eno
vaci
n
de
la e
nse
a
nza Creemos que toda actitud reformista debe partir de una toma de con-
ciencia muy clara sobre la profundidad de la transformacin que debe
acometerse. Esa transformacin afecta todos los aspectos de la ense-
anza organizada. Es un cambio de objetivos, que alcanza tanto a los
contenidos, como a la organizacin y los procedimientos docentes. Jorge Errandonea
Por: Agustn Cano