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BELINDA RAMOS MuÑoz* UlEFORMISMO y triunfo radical en Argentina (1912-1930) Ü< nacionalidad española, <s esprcialisca <n !<mas lacinoam<ricanos, sobre los qu< curnca con diversas invescigaciones, y anículos y rnsayos publicados, enne los que se rncuenuan los más rrcirnres: "La hudga de Dolores" y "Las cacrgorías <n Ciencias Sociales". Licenciada rn Cirncias Polícicas y Sociología, <n la rama dr Ciencia Polícica y de la Adminimación, con la Especialidad de Estudios Iberoamericanos, por la Universidad Complucense dr Madrid (UCM), 1996. Diplomada en Estudios Avanzados <n el programa "Economía, Polícica y Socirdad dr América Lacina", impanido por el depanamenco dr Sociología 11, Universidad del País Vasco (UPV /EH U), 1999. En la ac!Ulllidad se halla <n el lnscimco de Estudios lnreremicos (IDEI-USAC), rn calidad de investigadora visicance, para la realización de su cesis doccoral sobrr las cuesciones émicas y nacionales rn Guatemala. 192 E J' T U D O S INTRODUCCIÓN Á parcir de 1912, año en el que se aprueban las reformas electorales impulsadas por Sáenz Peña, se dan algunos cambios sustanciales en el sistema político argentino. Estas transformaciones, que llevarían al triunfo radical en las elecciones presidenciales celebradas en 1916, están relacionadas con los acontecimientos políticos que se desarrollan cuando menos a panir de la década de los noventa del pasado siglo, así como debido a una serie de procesos sociales y económicos acontecidas desde entonces. Sin restarle importancia a estos segundos factores y teniendo en cuenta que son los actores sociales y económicos los grandes impulsores de las transformaciones históricas, a lo largo de este ensayo se le presta más atención al engranaje de la mecánica política, en el que son los mismos actores sociales y políticos los que renuevan algunas piezas mientras que se mantienen otras. El sistema político reformado a parcir de las Leyes Electorales supone un avance en la construcción de la democracia política de este país que lo asemeja en cierta medida a las democracias occidentales más avanzadas de la época. Este avance se hace a través de una inclusión doble: por un lado la oposición al régimen es integrada a la competencia política, por otro se da una significativa ampliación al sufragio incorporando sectores y clases anees no representadas.

UlEFORMISMO triunfo radical en Argentina (1912-1930)iihaa.usac.edu.gt/archivohemerografico/wp-content/... · 2017-11-16 · En este sentido seguimos a Jonarhan Harrlyn y Arturo Valenzuela1

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BELINDA RAMOS MuÑoz*

UlEFORMISMO y

triunfo radical en Argentina (1912-1930)

• Ü< nacionalidad española, <s esprcialisca <n !<mas lacinoam<ricanos, sobre los qu< curnca con diversas invescigaciones, y anículos y rnsayos publicados, enne los que se rncuenuan los más rrcirnres: "La hudga de Dolores" y "Las cacrgorías <n Ciencias Sociales". Licenciada rn Cirncias Polícicas y Sociología, <n la rama dr Ciencia Polícica y de la Adminimación, con la Especialidad de Estudios Iberoamericanos, por la Universidad Complucense dr Madrid (UCM), 1996. Diplomada en Estudios Avanzados <n el programa "Economía, Polícica y Socirdad dr América Lacina", impanido por el depanamenco dr Sociología 11, Universidad del País Vasco (UPV /EH U), 1999. En la ac!Ulllidad se halla <n el lnscimco de Estudios lnreremicos (IDEI-USAC), rn calidad de investigadora visicance, para la realización de su cesis doccoral sobrr las cuesciones émicas y nacionales rn Guatemala.

192 • E J' T U D O S

INTRODUCCIÓN

Á parcir de 1912, año en el que se aprueban

las reformas electorales impulsadas por Sáenz Peña,

se dan algunos cambios sustanciales en el sistema

político argentino. Estas transformaciones, que

llevarían al triunfo radical en las elecciones

presidenciales celebradas en 1916, están

relacionadas con los acontecimientos políticos que

se desarrollan cuando menos a panir de la década

de los noventa del pasado siglo, así como debido

a una serie de procesos sociales y económicos

acontecidas desde entonces. Sin restarle

importancia a estos segundos factores y teniendo

en cuenta que son los actores sociales y económicos

los grandes impulsores de las transformaciones

históricas, a lo largo de este ensayo se le presta

más atención al engranaje de la mecánica política,

en el que son los mismos actores sociales y políticos

los que renuevan algunas piezas mientras que se

mantienen otras.

El sistema político reformado a parcir

de las Leyes Electorales supone un avance en la

construcción de la democracia política de este

país que lo asemeja en cierta medida a las

democracias occidentales más avanzadas de la

época. Este avance se hace a través de una

inclusión doble: por un lado la oposición al

régimen es integrada a la competencia política,

por otro se da una significativa ampliación al

sufragio incorporando sectores y clases anees no

representadas.

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En este sentido seguimos a Jonarhan

Harrlyn y Arturo Valenzuela1 cuando hablan de

las tres dimensiones críticas de la Democracia

Política. La primera de escas dimensiones se refiere

a lo que R. Dahl (1971) ha denominado la

"competencia":

En una democracia el gobierno lo

constituyen los líderes que compiten con

éxito por el voto de la ciudadanía en

elecciones que se celebran con regularidad.

La esencia de la competencia es la

aceptación de la legitimidad de la oposición

política; el derecho a enfrentarse a quienes

se encuentran en el poder y sustituirlos en

los puestos principales de la autoridad

política. La competencia requiere que el

estado proteja la libertad de expresión y de

asociación y que se celebren elecciones

regulares, libres y limpias por medio de las

cuales la voluntad de la ciudadanía se

traduzcan en opciones de liderazgo. De

importancia viral para la competencia

política es que se creen y consoliden sistemas

de partidos en los cuales la interacción de

éstos siga una pauta previsible a la vez que

su fuerza electoral permanece dentro de

unos parámetros estables. Los partidos

defienden unos programas o ideologías

distintos, patrocinan a los aspirantes a

cargos electivos y sirven de vínculos

1mporrances entre la sociedad civil y el

Estado.

La segunda dimensión critica de la

democracia política a la que hacen referencia los

autores es el constitucionalismo:

[. .. } e/ respeto a orden constitucional que

encarnan unos documentos o prácticas

constitucionales.

Por último hace referencia a la inclusividad

o la panicipación:

A medida que las democracias evolucionan, las

disposiciones constitucionales referentes a la

ciudadanía se amplían para dar cabida a

proporciones mayores de la población

adulta[. . .}.

La democratización del sistema

político argentino a través de esta doble inclusión

-competencia, ciudadanía- supuso, en

términos de M. Weber (1922), un paso más desde

la legitimidad tradicional a la legitimidad legal o

racional. Sin embargo, este proceso no fue lineal

-y quedaría interrumpido en 1930 por los

militares-, sino que se conservaron muchas de

las características del sistema político precedente,

entre éstas los viejos vicios empleados para la

consecución y mantenimiento del poder, y ligada

a ésta las limitaciones impuestas a la competencia,

en gran pane por un ejercicio abusivo del poder

que deviene en gran medida de las disposiciones

constitucionales.

Como se verá en la exposición que sigue

las transformaciones al sistema político argentino

vendrán por la vía del reformismo oligárquico

debido a la necesidad de las antiguas elites

E J T Ll D o s • 193

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predominantes de perpetuarse en el poder, así

como de mantener los postulados positivistas de

"orden y progreso" que largamente habían sido

cuestionados canco por la oposición ilegal como

por el fraccionalismo interno. No obstante, el

reformismo oligárquico no logró articular un

movimiento nacional que se asemejara ni a la

oposición radical, ahora legalizada, ni al

auconomismo, ahora más que desintegrado. En

Argentina no se formó, como los precursores del

reformismo habí¡n esperado, un sistema de

partidos estable a través del cual los diferentes

intereses se dirimieran por la vía institucional, y

cuando esta oposición se dio dentro de las

instituciones, es el caso del Congreso, el poder

del Presidente de nuevo había quedado fonalecido,

como en el régimen oligárquico, por legitimidad

que le daban tanto las mismas disposiciones,

especialmente aquellas que se refieren a la

intervención federal y las intrínsecas a su cargo

(presidencialismo fuerte), como la derivada de la

ampliación de la ciudadanía (base de legitimidad).

LA DESINTEGRACIÓN DEL

AUTONOMISMO

Desde 1880 el sistema político

argentino se caracterizó por la negación de la

representación a la oposición al régimen en las

instituciones del Estado. La negación de la

competencia al partido dominante, PAN (Partido

Auconomisra Nacional), tuvo como consecuencia

194 E J T U D o s

en la década de los noventa del pasado siglo el

surgimiento de nuevos partidos políticos que anee

la indisponibilidad de espacios políticos e

institucionales abiertos optarían por opciones no

legales o semilegales de participación como vías

para la consecución del poder.

Las transformaciones derivadas de los

procesos de crecimiento económico y

modernización, junto al importante proceso de

inmigración que acontece -urbanización,

sindicalización, aparición de las clases medias.

etc.- tuvieron como resultado la ampliación de

las bases de los nuevos partidos opositores.

fundamentalmente de la UCR (Unión Cívica

Radical), creado en 1891 y dirigida por Hipóliro

Yrigoyen, y del Partido Socialista (1896).

produciéndose una democratización de los mismos

al defender intereses divergentes con las elites

políticas y sociales del país, cosa que no lograron

los partidos denominados conservadores por su

oposición al radicalismo.

Si un primer y duro golpe al sistema de

alianzas interoligárquicas puesco en práctica a

partir de la primera presidencia de J. A. Roca

(1880-1886) lo constituyó la deserción de

importantes líderes políticos del régimen en el 90

a raíz de la crisis de sucesión creada por e

presidente Juárez Celman, no menos importante

fue el fraccionalismo y las pugnas entre las elites

políticas provinciales que configuraban e·

autonomismo en la competencia por el poder.

sobre codo a partir del final la segunda presidencia

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de J. A. Roca {1898-1904) a la hora de

comprender la desintegración de la alianza

nacional y el triunfo de la oposición en las

elecciones presidenciales de 1916.

REFORMISMO OLIGÁRQUICO

Paradójicamente la reforma del sistema

político argentino que llevaría al triunfo radical

en 1916 vino de la mano del sector más progresista

de la clase gobernante con el fin de legitimar y

estabilizar su propia autoridad. El predominio

del orden oligárquico se encontraba amenazado

tanto por los radicales, que habían optado por la

abstención y la insurrección como armas para

conseguir el poder, que reclamaban la democracia

y la restauración de la Constitución, como por la

incipiente clase obrera, fundamentalmente de

Buenos Aires, que a partir de 1900 protagonizó

numerosas huelgas encabezadas por los

anarquistas, algunas de gran violencia. Las leyes

electorales de 1911 y 1912, que consagraron el

voto masculino universal, obligatorio y secreto, la

representación de las minorías en el Congreso

mediante la lista incompleta, y roda una serie de

mecanismos para acabar con el fraude como

fueron la creación de las Corres Electorales de

Jueces Electorales, la unificación de los registros

electorales con los registros militares, la elaboración

de los padrones por jueces electorales, normas

sobre la constitución de las mesas receptoras y

sobre el escrutinio, ere. respondió en gran parre a

esa amenaza a la estabilidad, y por ende al

crecimiento económico que se estaba produciendo

y la influencia de las clases dominantes. 2

La paradoja se entiende más si tenemos

en cuenta la trayectoria del radicalismo desde su

aparición. En lo sustancial el Partido Radical

(UCR) no se diferenció del resto de los panidos

ni en el contenido de sus propuestas ni en

postulados diferentes a los liberales dominantes

por aquellos entonces, sino que más bien éste

careció de un programa coherente -rasgo que

exaltaba su máximo líder, H . Yrigoyen-, por lo

menos hasta 1916. Más bien lo novedoso del

radicalismo fue la forma que adoptó para

enfrentarse al oficialismo excluyente, lo que a largo

plazo le benefició con el apoyo de los sectores

sociales en ascenso. Es más, cuando la oposición

al oficialismo optaba por presentarse a las

elecciones antes de 1912 ésta utilizaba idénticos

métodos a los de sus oponentes pero la

organización y la capacidad de movilización de

autonomismo siempre era mayor, de ahí que a la

oposición no le restó sino reclamar el respeto a la

Constitución y la vía institucional con elecciones

honestas con el fin de alcanzar cuotas de poder.

Otro objetivo no menos explícito de la

democratización del sistema político por la vía de

la inclusión consistió en potenciar la creación de

un nuevo partido de ámbito nacional que

aglutinase a las fuerzas dispersas de liberales y

conservadores y que se le opusiera al avance del

radicalismo. Sin embargo, como señala C.

E J T U O 1 O S • 195

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Malamud,3 los conservadores fracasaron en sus

intentos de unidad y autodemocratización. Este

fracaso se debió a varios factores, entre los que se

encuentran el enfrentamiento entre Marcelino

Ugarte, gobernador de la provincia de Buenos

Aires, y Lisandro de la Torre, líder del Partido

Demócrata Progresista, con base en Sama Fe, así

como la existencia de numerosos políticos

presidenciables, o la actitud de los partidos

provinciales que deseaban mantener sus

estructuras locales.

196

La ley Sáenz Peña fue el pivote de la

reforma política. Para esos tiempos, el

cambio electoral que propuso Sáenz Peña,

que se había insinuado hacia 1902 en la ley

sancionada por iniciativa del Ministro del

Interior del presidente Roca, Joaquín V.

González, y aplicada en 1904 en una elección

nacional, significaba un intento ambicioso:

la modificación, por apertura

democratizadora, del sistema político entero

y de los comportamientos y hábitos de la

sociedad política. Según la prédica del

Presidente, siendo aún candidato, se trataba

de asegurar la libertad y la autenticidad del

sufragio, crear al ciudadano y confiar en él.

La reforma no terminaba allí: en rigor sugería

la formación de un nuevo sistema de

panidos. De la hegemonía o del predominio

oligárquico debía pasarse a la competición

permitida por el reconocimiento explícito de

la oposición legal [ ... ] había otra proposición

EJ°'T1; 1J () s

que Sáenz Peña no ocultó: el renacimiento

de un partido nacional orgánico que

compitiese efectivamente con el radicalismo

en ascenso. [ ... ] El sistema político cambió,

pero el cambio no se consolidó. [ ... ] Y el

sistema de partidos, que dependía en realidad

de la capacidad de la derecha conservadora

para constituirse en alternativa relevante de

un movimiento político en ascenso

incontenible, dado que el socialismo no lo

era en términos y espacios nacionales, no se

articuló como Sáenz Peña esperaba.'

La ley electoral no tuvo ninguno de los

efectos que sus precursores previeron: a la larga el

sindicalismo argentino seguiría siendo

independiente y no se ligaría al partido socialista

como era de esperar eras la decadencia de la

influencia anarquista ya desde 1902 {Ley de

Residencia), sino que se reorganizaría con la

creación de una nueva central obrera en 1915, la

FORA (Federación Obrera Regional Argentina).

Por ocro lado, las rivalidades y el fraccionalismo

dentro de las elites conservadoras -y de las elites

en general- se mantuvo a lo largo de todo el

periodo analizado, de tal forma que concurrirían

a las elecciones divididos. Por el contrario, los

radicales irían ensanchando su base electoral.

Los EFECTOS DE LA REfORMA

Como se ha señalado, las reformas

electorales no dieron lugar a la formación de un

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sistema de panidos fuerte y estable a través del

cual los conflictos sociales se dirimieran por la vía

institucional. Por el contrario el viejo oficialismo

fragmentado siguió atrincherado en sus posiciones

provinciales mientras que el radicalismo logró

articular su maquinaria política a nivel nacional

mediante la creación de comités,

fundamentalmente en las ciudades y en algunos

distritos cerealistas, así como redes clientelares muy

propias del autonomismo. En lo sustancial,

después de 1912 pocos cambios se darían en el

multiparcidismo argentino en el que seguiría

predominando un único panido, y los cambios

que se dieron dentro del sistema llegaron más de

la capacidad de los líderes panidistas de conseguir

alianzas con otras elites y facciones que de

conseguir una base electoral propia y amplia que

les diera una cierta continuidad.

El principal efecto de las reformas

electorales, y uno de los pocos, fue un considerable

aumento de la participación electoral mediante la

incorporación de los sectores medios y populares

-masculinos- al sistema político. La

participación se triplicó y cuadruplicó en los

comicios legislativos de 1912, 1913 y 1914, y

volvió a aumentar en los comicios presidenciales

de 1916. Mientras que en 191 O apenas un quinto

de la población masculina mayor a 18 años tenía

derecho al sufragio en 1912 más de dos tercios de

esta población podía votar.

El mapa político que se va a ir

conformando a partir de las reformas muestra un

claro predominio del radicalismo frente a otras

opciones políticas aniculadas. Así, mientras el

radicalismo logra un imponante apoyo de todos

los sectores sociales, elemento que en parte no

facilitará el buen desempeño de las

Administraciones radicales, y en muchas de las

provincias, los panidos ahora opositores sólo serán

apoyados en sectores muy concretos de la sociedad

y su influencia se limita a determinadas provincias

y distritos electorales. Si la base electoral del

autonomismo fue en lo sustancial rural, el

radicalismo, por el contrario, encontrará gran eco

en las ciudades, donde se ha ido concentrando

grandes contingentes de población y en donde se

encuentra gran pane de sus votantes de las clases

media y popular. El radicalismo tendrá también

gran poder en los distritos cerealistas del litoral

pampeano, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, y en

otras provincias de economía pujante en el interior

(Mendoza, Tucumán). El apoyo electoral del

oficialismo se localizaba en el interior y en las zonas

del litoral ganaderas, zona tradicional de

predominio autonomista, y en las que los radicales

contaban ahora también con imponantes apoyos

de algunos hacendados. Por su parte, los socialistas

recibían su apoyo básicamente en la ciudad de

Buenos Aires y en unas pocas ciudades más, siendo

su electorado obrero y también de clase media.

Los resultados electorales para las

elecciones celebradas antes de 1916 mostraron

gran paridad entre los partidos de extracción

oficialista y los radicales, con predominio de los

E J T U D o s 197

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conservadores sobre la UCR en los primeros

comicios después de las reformas. De hecho, el

rriunfo de Hipólito Yrigoyen sobre sus oponentes

en 1916 fue basrante ajusrado, y éste se debió en

gran parre a que la oposición al radicalismo se

presentó en las mismas dividida: por un lado los

sectores liberales presentaron la candidatura de L.

De La Torre, líder del Partido Demócrata

Progresista fundado en 1914 y heredero de la Liga

del Sur, por otro Marcelino U garre fue el candidato

propuesto por las oligarquías provinciales

conservadoras.

EL TRIUNFO RADICAL

En 1916 se celebran en Argentina las

primeras elecciones presidenciales con sufragio

universal masculino. La participación electoral

ascendió en corno al 63% de un coral de 1.188,904

hombres inscritos y habilitados para votar de la

cual casi la mitad favoreció al Partido Radical

(45.49% de los sufragios). El Parrido Socialista

consiguió el 8.88% de los votos, el Partido

Demócrata (POP) el 13.23% y los Conservadores

el 12.86%.5 Las elecciones mostraron el gran

apoyo que el radicalismo había ido adquiriendo

canto en los sectores populares, como en las clases

medias y de algunas elites del país, un apoyo sin

embargo ajustado. El apoyo interclasisca recibido

por el radicalismo, junto con las desavenencias con

el Congreso, especialmente con el Senado donde

los conservadores seguían manteniendo la

198 EJ'TUD () s

mayoría, marcaron en gran parce las líneas maestras

que la primera Administración yrigoyenisca iba a

desarrollar.

Unos de los principales objetivos de H.

Y rigoyen (1916-1922) después de alcanzar la

presidencia de la república fue el de consolidar la

maquinaria electoral de su parcido.6 Asimismo,

dentro de las clases obreras alentó los sectores

moderados del sindicalismo, especialmente

aquellos no ligados al Parrido Socialista que carecía

del apoyo de los sindicatos, satisfaciendo

demandas parciales, lo que le granjeó gran

popularidad al radicalismo en los primeros años

de gobierno. En el campo recogió, en las Leyes

de Arrendamiento, las exigencias de los

arrendatarios de la zona del cereal y apoyó a la

Federación Agraria Argentina. A la clase media la

cultivó, nunca mejor dicho, a través de la Reforma

Universitaria. Asimismo Yrigoyen logró atraerse

el apoyo de estamentos conservadores como la

Iglesia, y de algunos miembros de las elites

tradicionales, algunos de los cuales pasaron a

engrosar las filas de su gabinete. En la institución

militar el presidente se saleó los reglamentos de

promoción interna y favoreció los ascensos a sus

condicionales lo que favorecería las divisiones

dentro de las filas castrenses.

Si mediante una mezcla de populismo

y patronazgo H. Yrigoyen consiguió reducir en

parce la influencia de la oposición, las

desavenencias con el Congreso respecto a la

acrividad legislativa del ejecutivo y en corno a los

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presupuestos anuales y la disposición de fondos

públicos fue un factor relevante que erosionó canto

la popularidad del líder como la frágil alianza del

radicalismo. El mecanismo de la intervención

federal constituyó durante el primer gobierno de

H. Yrigoyen un arma reiteradamente empleada

para controlar las provincias y los gobiernos

desafectos -cal y como lo hiciesen los hombres

fuerces del autonomismo--- e intentar lograr de

esta manera la mayoría en el Congreso.7 Junco a

este reiterado empleo de la intervención federal,

la política de conciliación y represión de las

demandas de las organizaciones populares

-recuérdese la "Semana Trágica" de 1919 o la

campaña represiva del Ejército en la Pacagonia

durante los años 1921 y 1922- fueron dos

hechos cruciales que dañaron sumamente la

legitimidad de origen del primer gobierno radical.

LA DESINTEGRACIÓN DEL

RADICALISMO

El reforzamiento de la maquinaria u

organización partidista a través de un ejercicio del

poder más parecido a los viejos hábitos de régimen

oligárquico -intervenciones, clientelismo

político--- que a pautas modernas propias de una

democracia participativa instirucionalizada a parcir

de las reformas electorales de 1911 y 1912, al lado

de una oposición que sigue fragmentada condujo

al radicalismo a su segundo triunfo electoral en

las elecciones para la Presidencia de la República,

pese a las críticas canto de la oposición como a las

fricciones que ya se empezaban a cuajar dentro

del movimiento que ahora se había convertido en

el oficialismo.

La Administración de Marcelo T. De

Alvear (1922-1928) se caracterizó por intentar

minimizar los desajustes provocados por su

antecesor y entroncar con los principios del

constitucionalismo; esto a través de una política

financiera más ordenada que redujera los

desequilibrios presupuestarios, restableciendo el

control del Congreso sobre el Ejecutivo, campañas

contra la corrupción administrativa, abandono del

recurso reiterado de la intervención, etc. Esca

política potenció aún más el fraccionalismo dentro

de la alianza radicalisca de cal forma que en 1924

del partido se escindirá un grupo de radicales

denominados "anciyrigoyeniscas" por su oposición

al personalismo del anterior mandatario. Esca ala

del radicalismo, a pesar de estar apoyada en un

principio por el presidente Alvear, quedó reducida

a una coalición conservadora de agrupaciones

provinciales con base en Sanca Fe que pretendió

restarle poder a los "Y rigoyeniscas".

La política antipopular de Marcelo T.

De Alvear, el mal desempeño de la economía y la

división dentro del radicalismo no fueron freno

para que la UCR siguiese desplegando su

maquinaria partidista y consiguiera el triunfo en

las elecciones de 1928, en las que la popularidad

del viejo H. Yrigoyen se encontraba en su punto

más álgido gracias a la impresionante movilización

E J T ¡; D 1 O S 199

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popular que consiguieron sus seguidores. Pero

ahora las elites del país estaban más divididas que

nunca y el abrumador apoyo popular al

yrigoycnismo no fue suficiente para que d segundo

mandato del máximo líder del radicalismo ( 1928-

1934) terminara con buen fin y antes de lo

previsto.

CONCLUSIONES FINALES

La crisis del 29 y la intervención militar

de 1930 no son factores suficientes para explicar

el fracaso del radicalismo, fracaso en el sentido de

que si bien la legitimidad de los gobiernos radicales

tenía sus orígenes en la legalidad y en el pueblo

para gran parte de las elites políticas y sociales del

país, y especialmente para los militares, y también

al final del periodo para gran parte de los sectores

populares, el mal ejercicio del poder --d mal

gobierno-- cuestionaría esta legitimidad de

ongen.

Una interpretación más ajustada de las

transformaciones que acontecen entre 1912 y

1930 en el sistema político argentino pasa

necesariamente, desde nuestro punto de vista, por

el análisis de las alianzas cambiantes y

enfrentamientos entre las elites del país, elites que

hay que tener en cuenta tienen su poder

económico y social y su influencia política en un

ámbito meramente local o provincial. Desde esta

interpretación los cambios que se producen a raíz

de las reformas electorales son poco significativos

200•EtfTUDIOS

en cuanto que si bien el sistema político argentino

se democratiza por la apenura del mismo tanto a

las nuevas clases económicamente hegemónicas

como a las clases medias y populares con d sufragio

universal masculino y a través de un mayor control

del proceso electoral, en lo sustancial el poder y la

autoridad de los líderes políticos se sigue ejerciendo

de forma tradicional.

Un recorrido por las elecciones para el

Congreso y Gobernadores nos mosuaría aún más

la inestabilidad del sistema político argentino y la

volatibilidad de la base electoral de las diferentes

alianzas. La adhesión del electorado dependió más

de la capacidad de organización y movilización

de los partidos políticos que de factores tales como

la elaboración de programas o las ideologías. Sólo

el Panido Radical mediante los comités logró esta

organización y movilización en el nivel nacional.

La utilización de mecanismos tales como la

intervención federal y el uso del clientelismo

político y militar -sin olvidar el fraude- hacen

que el radicalismo se parezca más al movimiento

autonomista que a un panido de masas moderno.

Al igual que ocurrió con el PAN la hegemonía de

la UCR y la autoridad del presidente se verá

cuestionada constantemente tanto por la oposición

fuera del partido como por aquella que se origina

dentro de él en gran parte por las restricciones

que se le ponen a la competencia en los espacios

institucionales.

Por otro lado hay que señalar la

dificultad para articular un proyecto político

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coherente liderado por las clases medias como el

que se propuso el radicalismo argentino en una

sociedad con continuos cambios y en la que el

universo de los intereses y de las ideas se

diversifica. La democratización del sistema

político en esta sociedad cambiante y al mismo

tiempo la continuidad o permanencia de

características propias de la antigua siruación

política -concentración del poder político en

manos del presidente y antagonismo entre la

oposición y el gobierno-8 como procesos

contradictorios y entre otros factores que he

intentado descifrar a lo largo de estas páginas

llevaron finalmente a la desintegración del mismo

sistema político.

NOTAS

1. Jonathan Hartlyn y Arturo Valenzucla, en "Hisroria de América Latina" vol. 12, p. 12 y ss., Lcslie Bethell, Ed. Critica, Barcelona, 1997.

2. David Rock: "Argentina, de la primera guerra mundial a la Revolución de 1930", p. 96 y ss.; en L. Bethell ed., "Historia de América Latina", vol. JO; Cambridge University Press; versión en castellano Ed. Crítica, Barcelona 1992.

3. Carlos Malamud: "Liberales y Conservadores: los partidospolíticosargentinos(l880-1916)"; UNED. l.U Ortega y Gassct E.1.A.L., vol. 8 -N° 1 ( 1997).

4. Carlos A. Florida y César A. García Bclsunce: "Historia política de Argentina Contemporánea (1880- 1983)". Alianza Editorial, Madrid, 1988; pp. 101 y ss.

5. Darío Cantón: "Materiales para el estudio de la Sociología Política en la Argentina; Buenos Aires,

lnsrituto Di Tclb, 1 %8, Vol. l. Los d"ros son sacados de la rcf. de Carlos A. Florida y César A. García Bclsunce, ídnn.

6. Tulio Halpcrin Donghi: "l lisroria dr Am,'rica L11ini:

Aliam.a Editorial, Madrid 19')0; pp. 340-341.

7.

8.

David Rock: "Argentina, de la primera guerra mundial a la Revolución de 1930", en "Hisroria de América Latina", vol. 1 O, L Bethell, ed., Ed. Crírica, Barcelona 1992. pp. 96-117. Esther del Campo: "Los partidos políticos y la política en Argenrina y Chile (1880-1930)"; en W.AA: "Partidos Políticos y Elecciones en América Latina y la Península Ibérica (1830-1930)", p. 53, vol. II. Ed. Carlos Malamud. Instituto Universitario Ortega y Gasset. Papeles de Trabajo; América Latina; febrero 1995.

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