Upload
others
View
12
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
1
Un desarrollo materialista de algunas
contribuciones recientes a la teoría del
trabajo del valor1
Andrew Brown
Resumen: El artículo ofrece una interpretación y afirmación novedosas de los
argumentos iniciales de El Capital, respondiendo a la cuestión fundamental, pero
descuidada, de por qué el trabajo es la sustancia del valor. Los argumentos de Marx
requieren que se entrelacen dos hilos filosóficos, a menudo separados en la
literatura sobre el valor. El argumento de que el valor es el "contenido" intrínseco
que hace que las mercancías sean intercambiables emplea el hilo del realismo. El
argumento de que el trabajo abstracto es la "sustancia social" emergente del valor
emplea el hilo de la dialéctica. Esta interpretación desarrolla la filosofía materialista
y dialéctica de E.V. Ilyenkov y profundiza en el enfoque de la teoría del valor
iniciado por Ben Fine.
1. Introducción
Laibman identifica lo que denomina un "silencio sintomático" del discurso
marxista respecto a una pregunta "básica" y "urgente": "¿Por qué el trabajo
es la fuente y la sustancia del valor?". (Laibman, 1999, pp. 71-2). Tal vez el
ejemplo más claro de ese "silencio" sea el descuido general de los argumentos
iniciales de El Capital, donde se introduce realmente la "sustancia del valor".
Ha habido muchas objeciones a los argumentos iniciales de Marx -desde
Böhm-Bawerk (1984) hasta el presente- y el clima intelectual ha cambiado
drásticamente desde la época en que Marx escribió, cuando la teoría valor-
trabajo era todavía bien conocida, pero ha habido muy pocos intentos de
proceder cuidadosamente a través de cada etapa del argumento de Marx,
buscando explicar, ampliar y justificar su introducción y desarrollo inicial del
1 Brown, A. (2008). A materialist development of some recent contributions to the labour theory of value. Cambridge Journal of Economics, 32(1), 125-146. Traducido al español por Iván Salazar.
2
'valor' (Arthur, 2002, pp. 92-3). Dos excepciones recientes a este descuido
general sirven para indicar los problemas que este descuido ha creado.
Kliman (2000) y Moseley (2005) se preocupan directamente por interpretar
los argumentos iniciales de Marx, pero no los justifican positivamente.
Kliman argumenta, en efecto, que es necesario corregir las interpretaciones
erróneas, a menudo someras, de los argumentos de apertura de Marx que se
encuentran en la literatura, antes de una justificación más estridente de estos
argumentos. Moseley se preocupa por refutar las "reconstrucciones" teóricas
de la teoría de Marx sobre la "forma del valor", que generalmente restan
importancia a los argumentos iniciales de Marx y, en algunos casos,
prescinden por completo del trabajo abstracto como sustancia del valor.
El objetivo de este trabajo es explicar y justificar los argumentos iniciales de
El Capital de Marx, respondiendo así a la "urgente" pregunta sobre el origen
y la sustancia del valor que plantea Laibman (demostrando así que no es
"incontestable", contra Mohun, 2002, p. 204). Para ello, se entrelazarán dos
hilos filosóficos. El primer hilo es el del realismo. El argumento de Marx de
que la intercambiabilidad se posee en virtud del valor intrínseco de la
mercancía desarrolla el principio realista general de que los poderes se poseen
en virtud de estructuras o naturalezas intrínsecas. El segundo hilo conductor
es el de la dialéctica. Marx desarrolla dialécticamente el concepto inicial de
valor a través de la identificación del valor como un "congealment"2 de la
sustancia emergente y "puramente social" del trabajo abstracto. Según este
hilo, los argumentos iniciales de Marx no son, como parece sugerir Mohun,
meras "afirmaciones" (ibíd.). Por el contrario, los argumentos de Marx se
desarrollan según las relaciones internas del objeto de estudio. Ninguno de
estos dos hilos es nuevo en la literatura sobre la teoría del valor. El hilo realista
es desarrollado más claramente por el "realismo crítico" (Ehrbar, 2002;
Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002). El de la dialéctica se
desarrolla con mayor claridad en la "dialéctica sistemática" (Arthur, 2002;
Reuten y Williams, 1989; Smith, 1990). Pero estos dos hilos no se han
entretejido previamente de la manera en que se hace en este trabajo; de hecho,
su relación es discutida (Brown, Fleetwood y Roberts, 2002). En
2 Congelación/congestión/coagulación. Nota del traductor.
3
consecuencia, una explicación y una justificación claras de los argumentos
iniciales de El Capital han seguido siendo esquivas.
En otros lugares se ha argumentado que la filosofía materialista y dialéctica
de Ilyenkov (1977, 1982) incorpora ideas clave tanto del realismo crítico
como de la dialéctica sistemática (Brown, 2002A, 2002B; Brown, Fleetwood
y Roberts, 2002). Al basarse en la dialéctica materialista de Ilyenkov, este
documento se dará cuenta del potencial de las ideas clave del realismo y de la
dialéctica para la teoría del valor.3 La nueva explicación y justificación del
trabajo como sustancia del valor tiene el potencial de extenderse en muchas
direcciones diferentes. Una de las direcciones que sugiere este documento es
la de una "profundización" del enfoque de la teoría del valor de Marx iniciado
por Ben Fine (por ejemplo, Fine, Lapavitsas y Saad-Filho, 2004; Fine y Saad-
Filho, 2004; Saad-Filho, 2002). Como tal, el documento puede ayudar a
clarificar y potencialmente refinar significativamente la riqueza de las
contribuciones concretas basadas en el enfoque de Fine, enfatizando la
vitalidad contemporánea de la teoría del valor-trabajo de Marx.4 El
documento está estructurado de la siguiente manera. Los argumentos iniciales
de Marx en El Capital, Vol. 1, capítulo 1, se considerarán sucesivamente: la
elección de la mercancía como punto de partida (sección 2); el argumento de
que el valor se expresa mediante el valor de cambio (sección 3); la
identificación del trabajo como constituyente del valor (sección 4); la
3 La profunda contribución del filósofo ruso E. V. Ilyenkov (1977, 1982) a la filosofía marxista, denominada "dialéctica materialista", desarrolla el concepto fundacional de "trabajo" como parte de una solución original al problema de la relación entre el pensamiento y el ser (Jones, 1998). Ilyenkov desarrolla el concepto a través del compromiso con la teoría del valor de Marx. Bakhurst (1991) ofrece una introducción general; Oittinen (2000) y el simposio sobre Ilyenkov en Studies in East European Thought (2005), vol. 57, nºs 3 y 4, son útiles. Pilling (1980, pp. 198-9), Mavroudeas (1990) y Saad-Filho (2002) detallan la importancia de la dialéctica materialista para la teoría del valor. El impacto de Ilyenkov en el pensamiento occidental se ha extendido recientemente más allá de la teoría del valor. Su énfasis en la importancia social de la actividad laboral le convierte en una inspiración cada vez más destacada para la "teoría de la actividad cultural e histórica", una teoría que florece en disciplinas como los estudios de comunicación y la psicología social (Engeström, 1987; Engeström, Miettienen y Punamaeki, 1999; Jones, 2000). Este artículo se basa en la interpretación de Ilyenkov en Brown (2002A, 2002B), una interpretación que coincide ampliamente con la de Jones (1998). 4 Aunque Marx nunca utiliza la expresión "teoría del valor-trabajo", tiene una larga historia dentro de la literatura (Fleetwood, 2002, p. 83) y es, según el argumento que se expone a continuación, apropiada.
4
calificación de que se trata de un trabajo "abstracto", "puramente social" y
"congealed" (sección 5); y el necesario desarrollo de la "forma de valor"
(sección 6) se pondrán de manifiesto y se afirmarán, recurriendo a los hilos
filosóficos mencionados. La última sección concluirá.
2. El punto de partida del El Capital de Marx
El punto de partida de Marx en El Capital es la mercancía como forma
elemental de la riqueza capitalista:
La riqueza de las sociedades en las que prevalece el modo de
producción capitalista aparece como "una inmensa acumulación de
mercancías"; la mercancía individual aparece como su forma elemental.
Nuestra investigación comienza, pues, con el análisis de la mercancía.
(Marx, 1976, p. 125)
Algunas características metodológicas del punto de partida de Marx pueden
expresarse en términos de realismo crítico. El punto de partida típicamente
recomendado por el realismo crítico tiene dos aspectos, uno de contraste y
otro de regularidad espontánea (Lawson, 2003, pp. 79-109). Ambos aspectos
se ejemplifican en el punto de partida de Marx. Marx comienza observando
un punto de contraste entre la sociedad capitalista y otras sociedades. Dentro
del modo de producción capitalista, en contraste con todos los demás modos,
los productos están disponibles predominantemente (y de forma regular) en
el mercado como mercancías. Partiendo de este punto de contraste inicial,
Marx pretende en El Capital desvelar el contraste esencial entre el capitalismo
y otras formas sociales.
El punto de partida de Marx de la mercancía tiene una dimensión adicional
a la del contraste, una dimensión que va más allá del realismo crítico y
requiere la consideración de la dialéctica. Según el Prefacio de El Capital de
Marx, la mercancía es la "forma celular" de la economía capitalista, haciendo
así que la economía capitalista sea análoga a un organismo (Marx, 1976, p.
90). Los argumentos iniciales de Marx en El Capital comienzan con un análisis
5
que descubre el "contenido" interno de la mercancía, un contenido que es
análogo a la estructura interna de la célula. Marx sigue trazando el "desarrollo"
de la mercancía implícito en su contenido. El descubrimiento científico
moderno del genoma hace más preciso que la ciencia de la época de Marx el
papel de la estructura interna de la célula en el desarrollo orgánico, con lo
que, según el argumento que se expone a continuación, la analogía célula-
forma es aún más pertinente. La dialéctica "sistemática" y "materialista"
ofrece la siguiente elaboración del significado de esta analogía, en particular
de la noción clave de que el desarrollo está implícito en el contenido interno
de la mercancía.
La estructura interna de la célula de un organismo desarrollado contiene
aspectos, como el genoma, presentes en la fase embrionaria del organismo.
Análogamente, el contenido interno de la mercancía contiene aspectos
presentes en los inicios históricos del capitalismo. Por lo tanto, en un aspecto,
la noción de que el desarrollo está "implícito" en el contenido interno de la
mercancía es análoga a la noción de que el desarrollo de un organismo está
"implícito" en el embrión. El desarrollo "implícito" de la mercancía está, en
este sentido, relacionado con el desarrollo histórico real del capitalismo.
Además de esta vertiente histórica, hay otra vertiente sistémica en la noción
de desarrollo "implícito". La mercancía con la que comienza Marx es el
elemento más simple de la autorreproducción y el autodesarrollo del
capitalismo. En consecuencia, rastrear el desarrollo "implícito" en el
contenido interno de la mercancía es un proceso de comprensión de las
interrelaciones del sistema económico contemporáneo (es decir, de la
mercancía, el valor, el dinero, el capital y sus desarrollos posteriores). Es un
proceso que ordena, en el pensamiento, las estructuras sociales definitorias
del capitalismo en términos de sus relaciones sistémicas, su funcionamiento
para constituir un todo que se autorreproduce y se desarrolla. Estas dos
vertientes del método, la histórica y la sistémica, o la diacrónica y la
sincrónica, han provocado tensiones y debates en la literatura filosófica y
metodológica. La dialéctica "sistemática", como su nombre indica, hace
hincapié en el aspecto sistémico del método de Marx, mientras que la
dialéctica "materialista" sintetiza el sistema y la historia (véase el debate entre
Smith, 2000, y Fine, Lapavitsas y Milonakis, 2000).
6
No es el propósito de este trabajo revisar los matices de ese debate
metodológico abstracto. Sólo el éxito y la persuasión de los argumentos
teóricos de Marx pueden justificar en última instancia el método y el punto
de partida elegido. Para el argumento de este trabajo basta con subrayar que
la analogía de la forma celular expresa la dimensión sistémica e histórica que
unifica los innumerables aspectos del capitalismo. Brown, Slater y Spencer
(2002) sostienen que un enfoque inspirado en el realismo crítico corre el
riesgo de no comprender adecuadamente el capitalismo como un todo que
se reproduce y desarrolla por sí mismo, ya que el realismo crítico tiende a
descuidar una dimensión unificadora y, por ejemplo, no se ha ocupado de las
cuestiones antes mencionadas que plantea la analogía célula-forma. También
se ha argumentado en otros lugares que el "realismo crítico dialéctico" de
Bhaskar (1993) cristaliza el descuido de una dimensión unificadora en una
"dialéctica" que privilegia la diferencia sobre la unidad (Brown, 1999, 2002B;
Roberts, 2001). Sin embargo, una vez que se reconoce una dimensión
unificadora recurriendo a la dialéctica, entonces los recientes desarrollos
dentro del método realista crítico pueden ser efectivamente empleados para
afirmar las etapas iniciales del argumento de Marx, como se mostrará a
continuación.
3. La existencia de la “tercera cosa”
El análisis inicial de Marx revela, de conformidad con la economía política
clásica, que la mercancía tiene dos elementos o lados básicos: valor de uso y
valor de cambio. El valor de uso es una característica del producto en todas
las sociedades (Marx, 1976, pp. 125-6). Como tal, no puede conducir la
investigación hacia el contenido interno de la forma celular específica del
capitalismo. En consecuencia, Marx se centra en el valor de cambio de la
mercancía. En primer lugar, Marx considera el valor de cambio de un tipo de
mercancía en términos de otro tipo, tomado al azar. Observa que, en general,
la relación de cambio de dos tipos de mercancías cualesquiera cambia
continuamente con el tiempo y el lugar. Dado que las dos mercancías no
parecen cambiar por sí mismas, las circunstancias externas, como los
caprichos y las circunstancias contingentes de los propietarios individuales de
7
las mercancías, parecen ser suficientes para explicar la variación de su valor
de cambio. Como dice Marx:
El valor de cambio aparece en primer lugar como la relación
cuantitativa, la proporción, en la que los valores de uso de una clase se
intercambian por valores de uso de otra clase. Esta relación cambia
constantemente con el tiempo y el lugar. Por lo tanto, el valor de
cambio aparece como algo accidental y puramente relativo, y en
consecuencia un valor intrínseco, es decir, un valor de cambio que está
inseparablemente conectado con la mercancía, inherente a ella, parece
una contradicción en los términos. (Marx, 1976, p. 126)
Estas son exactamente las consideraciones que han llevado a muchos
autores, desde Samuel Bailey hasta Joseph Schumpeter (véase Furner, 2004 y
Kliman, 2000), a concluir que no tiene por qué haber ninguna tercera cosa,
ningún contenido interno, intrínseco a la mercancía y que conecte
inseparablemente la mercancía con un valor de cambio. Sin embargo, esta
conclusión contradice el análisis inicial según el cual el valor de cambio es un
aspecto intrínseco de la mercancía. En vista de la aparente contradicción,
Marx resuelve "considerar el asunto más de cerca" (ibíd., p. 126).
Marx pasa a considerar la relación de intercambio no sólo de dos tipos de
mercancías, sino de todo tipo en la economía:
Una mercancía determinada, un cuarto de trigo, por ejemplo, se
intercambia por x bota-polaca, y seda o z oro, etc. En definitiva, se
intercambia por otras mercancías en las más diversas proporciones.
Por lo tanto, el trigo tiene muchos valores de cambio en lugar de uno.
Pero x betún, y seda o z oro, etc., representan cada uno el valor de
cambio de un cuarto de trigo. Por tanto, x betún, y seda, z oro, etc.,
deben ser, como valores de cambio, mutuamente sustituibles o de
idéntica magnitud. De esto se deduce, en primer lugar, que los valores
de cambio válidos de una mercancía concreta expresan algo igual, y en
8
segundo lugar, que el valor de cambio no puede ser otra cosa que el
modo de expresión, la "forma de apariencia", de un contenido
distinguible de ella. (Marx, 1976, p. 127)
Las dos conclusiones de Marx, que (i) los valores de cambio expresan algo
igual y (ii) el valor de cambio es la forma de apariencia de un contenido
distinguible de él, se explicarán y afirmarán a continuación, basándose en el
realismo crítico y la dialéctica materialista.
3.1 Los valores de cambio expresan algo igual
Para ampliar el argumento inicial de Marx sobre dos mercancías
cualesquiera, consideremos la relación de intercambio entre tres tipos de
mercancías cualesquiera. Al igual que en el caso de dos mercancías, hay, en
general, un cambio continuo de las proporciones de intercambio de
cualesquiera tres tipos de mercancías con el tiempo y el lugar. Por lo tanto,
cualquier patrón de proporciones de intercambio es, cuando se consideran
sólo tres tipos de mercancías, como cuando se consideran sólo dos tipos,
racionalmente atribuible a las circunstancias externas, no a algún supuesto
"valor intrínseco" de las mercancías. Sin embargo, consideremos ahora, con
Marx, todos los tipos de mercancías en todo el sistema económico. Sobre la
base de la consideración de sólo dos o tres tipos de mercancías, hay una clara
expectativa en cuanto a lo que se observará: las mercancías en todo el sistema
deben, en su conjunto, mostrar un conjunto de proporciones de intercambio
que cambian continuamente y al azar con el tiempo y el lugar. Esta
expectativa se basa en la apariencia, dentro del caso de dos o tres mercancías,
de que la relación de intercambio se debe enteramente a contingencias que
son externas a la naturaleza de los diferentes tipos de mercancías. Por
supuesto, cualquiera que observe un gran número de mercancías, y tenga tal
expectativa, se sorprenderá mucho.
De hecho, a través del flujo anárquico de los precios diarios del mercado
surge un patrón claro una vez que se adopta una perspectiva de todo el
sistema. Aunque, por supuesto, están sujetas a cambios, las relaciones de
intercambio medias de los numerosos tipos de mercancías en el conjunto del
9
sistema económico son estables a lo largo del tiempo en relación con el flujo
puramente aleatorio esperado. La expectativa de una completa aleatoriedad,
basada en la consideración de sólo dos o tres tipos de mercancías, se
demuestra falsa. Ya no es plausible atribuir los valores de cambio únicamente
a circunstancias externas, como los caprichos de los propietarios de las
mercancías, porque las posibilidades de que tales contingencias externas
conduzcan al patrón observado en todo el sistema son insignificantes. Esta
estabilidad relativa de las relaciones de intercambio es un ejemplo de lo que
el realismo crítico denomina "demiregularidad" (Lawson, 2003, pp. 79-109).
Indica que una mercancía tiene el "poder" intrínseco de ser intercambiable
en proporciones definidas. Según el realismo crítico y la dialéctica
materialista, los poderes no surgen por sí solos, sino que se poseen en virtud
de estructuras o naturalezas intrínsecas.5 Por lo tanto, debe haber algo
intrínseco a la mercancía en virtud de lo cual tiene este poder. Debe haber,
en términos de Marx, un "contenido" interno de la mercancía llamado
"valor". Este contenido, aún por descubrir, debe ser común a todas las
mercancías y es ese "algo igual" expresado por sus valores de cambio.
Los temas de la expectativa y la sorpresa son cruciales para este argumento.
Estos temas están en el centro del desarrollo detallado de Lawson (2003, pp.
79-109) de un método inspirado en el realismo crítico. Lawson sostiene que
las sorpresas relevantes se producen cuando hay buenas razones para creer
que dos objetos o contextos son lo suficientemente similares como para
generar resultados similares. Pone el ejemplo de que el Reino Unido y
Alemania son lo suficientemente similares como para justificar la expectativa
de que deberían tener registros de productividad similares. Si los resultados
relevantes (por ejemplo, los registros de productividad del Reino Unido y
Alemania) no son similares, esto puede estimular la investigación de las causas
del sorprendente contraste. El argumento de una "tercera cosa" intrínseca a
las mercancías desarrollado anteriormente es una curiosa especie de la forma
5 La conexión entre el realismo crítico y el materialismo ha sido objeto de una profunda controversia (por ejemplo, véase el debate entre Hartwig, 2001, y Creaven, 2001). En el punto de vista dialéctico adoptado en este trabajo, el materialismo no abraza la teoría reduccionista de la identidad de la mente etiquetada como "materialismo" dentro de la filosofía dominante (véase Bhaskar, 1989, pp. 97-101). Más bien, la dialéctica materialista coincide con el realismo crítico en que las estructuras o naturalezas intrínsecas (i) se combinan para constituir las cosas y (ii) dan lugar a los poderes emergentes de las cosas (Brown, 2002B; Creaven, 2000).
10
general de argumento detallada por Lawson. Dentro de esta curiosa especie,
las expectativas iniciales no se basan en una supuesta similitud. Por el
contrario, se basan en la consideración abstracta de dos mercancías que
parecen ser diferentes. La relación de intercambio fluctuante de estas dos
mercancías parece confirmar que no hay nada que compartan y que pueda
explicar su relación de intercambio. En lugar de suponer que hay objetos
similares que se espera que den lugar a resultados similares, se supone que
hay una disimilitud entre las distintas clases de mercancías. Por lo tanto, se
espera que las circunstancias contingentes sean las únicas responsables del
intercambio, de modo que las proporciones de éste sean aleatorias. Esta
expectativa se contradice sorprendentemente al considerar todos los tipos de
mercancías, en lugar de sólo dos o tres.
El argumento puede explicarse en términos de la noción realista crítica de
la "condición extrínseca para el cierre" (Bhaskar, 1978; Lawson, 1997;
Mearman, 2006). Se trata simplemente de la condición de que las influencias
externas no oscurezcan el funcionamiento de un poder determinado. Cuando
se consideran sólo dos tipos de mercancías, las influencias externas en las
relaciones de intercambio, como la personalidad y las circunstancias del
propietario individual de la mercancía, o las fuerzas cotidianas del mercado
(excedentes, cuellos de botella, etc.) no son constantes. La "condición externa
de cierre" no se cumple y, por tanto, las fluctuaciones de las relaciones de
intercambio pueden explicarse fácilmente por estas múltiples circunstancias
externas fluctuantes. Sin embargo, mientras que con sólo dos o tres tipos de
mercancías cualquier pauta que surja puede atribuirse a los caprichos de las
circunstancias externas, con todos los tipos de mercancías de la economía tal
atribución ya no es plausible. Las posibilidades de que surja una pauta
sistemática debida exclusivamente a las circunstancias externas son
prácticamente insignificantes. En este caso de muchas mercancías, la
condición extrínseca para el cierre se cumple efectivamente. Se cumple, no
manteniendo constantes o a raya las influencias externas, sino explotando la
aleatoriedad de las influencias externas: en muchos casos, se sabe que las
influencias aleatorias no conducen a ningún patrón. Esta forma de cumplir la
condición extrínseca para el cierre se puede encontrar también en el ejemplo
de Lawson (2003, pp. 86-91) sobre el cultivo de plantas. Las diferencias en la
altura que crece cualquier planta individual de una parcela, en comparación
11
con una planta individual de otro cultivo, pueden atribuirse a factores
externos aleatorios. Sin embargo, las diferencias constantes en la altura media
de los cultivos entre dos grandes parcelas no pueden atribuirse a factores
aleatorios, ya que dichos factores se anulan al promediar un gran número de
ellos. En su lugar, cualquier diferencia media puede atribuirse a algún poder
que tenga una fuerza diferente en las dos parcelas, "brillando así a través" del
flujo de circunstancias: por ejemplo, el poder de un fertilizante aplicado a una
parcela pero no a la otra.
Cuando Marx, más adelante en el capítulo 1 de El Capital, pasa a considerar
el valor y el intercambio en detalle, confirma efectivamente la interpretación
desarrollada anteriormente. Sostiene que dentro de un solo intercambio de
mercancías parece que las circunstancias externas regulan la relación de
intercambio pero, al considerar una miríada de intercambios de mercancías,
"el trasfondo de esta apariencia accidental, esencialmente diferente de ella, y
que la determina, brilla inmediatamente... Queda claro que no es el
intercambio de mercancías el que regula la magnitud de sus valores, sino más
bien lo contrario, la magnitud del valor de las mercancías que regula la
proporción en que se intercambian" (Marx, 1976, p. 156). En términos del
argumento anterior, el valor "brilla" porque la condición externa de cierre se
cumple aproximadamente cuando se promedia sobre muchas mercancías. Es
notable que la frase "brilla a través" utilizada en (la traducción de Fowkes de)
El Capital para explicar las relaciones de intercambio relativamente estables
es exactamente la frase utilizada dentro del realismo crítico para explicar las
regularidades contrastivas en general (Lawson, 1997, p. 218). Dada la claridad
de esta interpretación, vale la pena subrayar que no se ha hecho en la literatura
realista crítica (compárese, por ejemplo, Ehrbar, 2005, pp. 40-50;
Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002). Dentro de la
literatura más amplia, Rubin (1982, p. 110) parece acercarse a esta
interpretación, pero no reconoce el argumento como un desarrollo particular
de un principio filosófico general relativo a los poderes, un fallo típico de la
literatura en general. Así, Rubin introduce la esfera de la producción social
dentro del argumento (ibíd.), mientras que esta esfera se introduce en un
argumento separado y posterior de Marx. Rubin es el principal inspirador de
ciertas "reconstrucciones" teóricas de la teoría del valor de Marx, y el
significado completo de la interpretación errónea de Rubin, que puede
12
parecer inocua en este momento, se discutirá más adelante en el curso de la
explicación de los argumentos posteriores de Marx (secciones 4, 5 y 6).
3.2 El valor de cambio es la ‘forma de apariencia’ de un contenido distinguible
Recordemos que la consideración de Marx de los valores de cambio en toda
la economía le lleva a concluir, no sólo que existe una "tercera cosa", sino
también que el valor de cambio es una "forma de apariencia" de esta tercera
cosa. A la luz del argumento anterior, la conclusión de Marx puede justificarse
como sigue. La consideración del intercambio en todo el sistema ha mostrado
que el "valor de cambio" no puede ser una referencia estrictamente precisa a
la tercera cosa que genera las relaciones de intercambio. Esto se debe a que,
aunque cualquier mercancía tiene un solo "valor", no tiene un solo "valor de
cambio". Tiene un valor de cambio de x naranjas, y un valor de cambio de y
manzanas, y un valor de cambio de z fanegas de maíz, etc. Es decir, tiene una
intercambiabilidad general en proporciones definidas, no un único valor de
cambio. Cualquier disminución en el tiempo de, por ejemplo, el valor de
cambio de la mercancía en naranjas (una disminución en x) acompañada de
un aumento en, por ejemplo, el valor de cambio de la mercancía en manzanas
(un aumento en y) hace que la intercambiabilidad general de la mercancía sea
cuantitativamente inconmensurable en el tiempo. Desde este punto de vista,
la referencia al "valor de cambio" como una única cantidad poseída por la
mercancía, comparable a través del tiempo, es un término erróneo. Sin
embargo, el argumento de Marx sobre la tercera cosa ofrece una perspectiva
diferente. A la luz del argumento de Marx, los diversos valores de cambio de
la mercancía manifiestan su valor aunque no son, estrictamente hablando,
idénticos a él. La referencia a "el" valor de cambio de la mercancía puede
entenderse, por tanto, como una referencia al "valor" que se hace en términos
de la forma en que el valor aparece en la vida cotidiana, aunque esta sea,
estrictamente hablando, una forma inexacta de referirse al "valor".6 Más
6 Furner (2004, pp. 95-7) sostiene que, en el discurso económico cotidiano, "valor de cambio" y "valor" pueden referirse simplemente a la cantidad media de dinero por la que se cambiará una mercancía, es decir, al precio medio de la mercancía. Sin embargo, Furner no tiene en cuenta las peculiaridades del dinero. Sin el concepto de "tercera cosa", el precio monetario de una mercancía es esencialmente un mero índice de la intercambiabilidad general de esa mercancía. La verdadera medida de la intercambiabilidad general de una mercancía es un vector que contiene
13
adelante, en el capítulo 1 de El Capital, Marx hace explícita esta línea de
razonamiento:
Cuando…. decíamos de manera habitual que una mercancía es a la vez
un valor de uso y un valor de cambio, esto era, estrictamente hablando,
erróneo. Una mercancía es un valor de uso u objeto de utilidad, y un
"valor". Aparece como la doble cosa que realmente es en cuanto su
valor posee su propia forma particular de manifestación, que es distinta
de su forma natural. Esta forma de manifestación es el valor de cambio,
y la mercancía nunca tiene esta forma cuando se la considera
aisladamente, sino sólo cuando está en... una relación de intercambio
con una segunda mercancía de otro tipo. Una vez que sabemos esto,
nuestra forma de hablar no hace ningún daño; sirve, más bien, como
una abreviación. (Marx, 1976, p. 152; véase también Kliman, 2000, pp.
100-2)
Sobre la base realista hasta ahora establecida, es posible dilucidar más la
compleja relación entre el valor y el valor de cambio. Lawson (2003, págs. 84-
7) subraya que los temas de la expectativa, la sorpresa y la causalidad, centrales
en el método de inspiración realista crítica que él elabora, y que se han
extraído anteriormente, son temas cotidianos. Una persona puede
sorprenderse al no encontrar las llaves de su coche en el bolsillo, basándose
en las expectativas formadas por la experiencia pasada, y buscará la causa de
este resultado sorprendente. Al encontrar las llaves, la persona se sorprenderá
de nuevo si el coche no arranca y buscará las causas de este fallo. Así, en la
vida cotidiana, se presume que una ruptura sorprendente con los resultados
esperados tiene alguna causa real detrás. Así, el argumento de la existencia del
valor sigue una forma que es omnipresente en la vida cotidiana. Cuando, en
la vida cotidiana, se hace referencia al "valor" como tal, o al "valor" de las
la cantidad de todas las demás mercancías por las que se intercambiará (x manzanas, y naranjas, z fanegas de maíz, etc.). Cualquier artículo por el que se intercambie (dinero o cualquier otro) es un índice de esta medida real. Por lo tanto, la referencia al dinero es bastante irrelevante para la cuestión que nos ocupa, en contra de Furner. La importancia del dinero sólo puede introducirse después de haber desenterrado el valor, la tercera cosa (véase el apartado 6).
14
cosas, las consideraciones anteriores sugieren claramente que el argumento
de la existencia del valor se reconoce implícita o tácitamente (Kliman, 2000,
pp. 101-2, y Arthur, 2002, p. 95, discuten esta presuposición tácita cotidiana
del valor, este último basándose en Hegel). Evidentemente, los individuos no
articulan explícitamente este argumento del valor, y pueden considerar
explícitamente que el "valor" es sólo una abreviatura de la cantidad por la que
se intercambia una mercancía, sin distinguir entre el "valor" y su forma de
aparición. Pero se sabe tácitamente que el valor existe. Por lo tanto, el "valor",
a diferencia del "valor de cambio", es el término cotidiano que se refiere con
precisión, aunque tácitamente, a la "tercera cosa". Lo que falta en la vida
cotidiana es el conocimiento de la identidad de la tercera cosa: se sabe
tácitamente que el valor existe, pero no qué es el valor. En esta etapa, Marx
todavía tiene que descubrir esta identidad, y por lo tanto no ha procedido
más allá del nivel del conocimiento tácito cotidiano. Marx mostrará con
mucho más detalle cómo el valor de cambio es la "forma de apariencia" del
valor en el curso de descubrir y dilucidar la identidad del valor.
4. Identificación de la tercera cosa
La identificación de Marx de la "tercera cosa" denominada "valor" procede
por un proceso de eliminación. En primer lugar, elimina cualquier aspecto
del valor de uso que proporcione la tercera cosa buscada. Al hacerlo, refuta
todas las teorías del valor basadas en la utilidad, como las que se basan en la
economía neoclásica. A continuación, argumenta que el hecho de ser
producto del trabajo es la única propiedad común que queda de las
mercancías como valores de cambio:
Como valores de uso, las mercancías se diferencian sobre todo en la
calidad, mientras que como valores de cambio sólo pueden
diferenciarse en la cantidad, y por lo tanto no contienen ni un átomo
de valor de uso... Si prescindimos del valor de uso de las mercancías,
sólo queda una propiedad, la de ser productos del trabajo. (Marx, 1976,
p. 128)
15
Llamar al hecho de ser producto del trabajo la única propiedad común de
las mercancías como valores de cambio plantea la objeción obvia de que se
pueden señalar otras propiedades comunes. ¿Qué pasa con la escasez, la
utilidad, el ser apropiado (Böhm-Bawerk, 1984, pp. 74-5), el simple hecho de
existir en el planeta, el estar bajo las estrellas (Kay, 1979, señala estos últimos
ejemplos aunque sólo sea para ridiculizarlos), etc.? Esta sección desarrollará
una refutación novedosa de tal objeción, y por lo tanto afirmará el argumento
de Marx. La literatura realista existente considera a Marx como una hipótesis
(hypothesising)(en términos realistas críticos, "retroducción") de la identidad
del valor, una hipótesis que debe ser juzgada en parte por su poder explicativo
(Bhaskar, 1989; Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002;
Marsden, 1998; Sayer, 1983). Sin embargo, tal interpretación (i) contradiría la
certeza casual de Marx de que "sólo queda una propiedad" (Kliman, 2000, p.
105); (ii) legitimaría la formulación de una "hipótesis" alternativa de, por
ejemplo, la teoría de la utilidad (en contra del argumento que se expone a
continuación); (iii) introduciría una hipótesis externa en el argumento en lugar
de desarrollarse dialécticamente, es decir, estrictamente según las relaciones
internamente necesarias del objeto. Al no poder encontrar una interpretación
alternativa satisfactoria del argumento de Marx, varios dialécticos
sistemáticos (por ejemplo, Arthur, 2002; Reuten, 1993; Reuten y Williams,
1989) aplican efectivamente, y de diferentes maneras respectivas, esta última
crítica (punto iii) a Marx. De este modo, desarrollan diferentes
"reconstrucciones" teóricas de la teoría del valor. En marcado contraste con
la literatura existente, la interpretación que sigue reivindicará el argumento de
Marx. En primer lugar, se establecerá una condición necesaria para la
identificación del valor; en segundo lugar, se demostrará que la refutación
materialista de Marx de la teoría de la utilidad surge de esta condición; y en
tercer lugar, se explicará la identificación de Marx del trabajo como la única
propiedad que queda después de la abstracción del valor de uso.
4.1 Una condición necesaria para identificar el valor
De acuerdo con el principio filosófico subyacente del realismo crítico y de
la dialéctica materialista, y posiblemente de acuerdo con el conocimiento
16
tácito cotidiano (como se ha sugerido en la sección 3, más arriba), el patrón
de las relaciones de intercambio en todo el sistema no puede surgir sino como
efecto de algo intrínseco y característico de las mercancías que se denomina
"valor". Habiendo explicado cuidadosamente este argumento en la sección
anterior, es posible explicitar una condición necesaria para identificar el valor
que el argumento implica. Se trata de la condición de que no puede haber una
relación totalmente carente de pautas entre el valor y las relaciones de
intercambio reales que genera el valor. Por ejemplo, si la edad se considerara
un valor, las edades concretas de las respectivas mercancías deberían guardar
una relación con las relaciones de intercambio. Del mismo modo, si la altura
se considerara un valor, las alturas concretas de las respectivas mercancías
tendrían que mostrar alguna relación con las relaciones de intercambio. O
bien, si se considera que una combinación de propiedades de las mercancías
constituye un valor, éstas deben presentar un patrón colectivo con las
relaciones de intercambio. Este requisito mínimo para la identificación del
valor, derivado de los fundamentos realistas, no impone restricciones
estrictas a priori sobre la fuerza, la forma o la estabilidad de la relación real
entre los valores y las relaciones de intercambio. Es probable que la pauta
sólo sea "aproximada", más que estricta, debido a las siguientes
consideraciones realistas (i) la condición externa de cierre sólo se cumple
como una aproximación a través del promedio de un gran número de
mercancías (véase la sección 3); (ii) la estructura interna o la naturaleza del
valor puede no ser constante (en términos realistas críticos, la "condición
interna de cierre" puede no cumplirse); y (iii) no hay ninguna garantía para
especular por adelantado sobre la forma del patrón que genera el valor.
Aunque esta es sólo una condición necesaria, y no impone restricciones
estrictas a priori sobre el patrón real que debe existir, resulta suficiente para
rechazar cualquier teoría utilitaria del valor con el argumento que se expone
a continuación.
4.2 Rechazo del valor de uso como base del valor
Las propiedades comunes de las mercancías que son candidatas prima facie
a ser valor, como sugiere Böhm-Bawerk, son la utilidad, la escasez y la
apropiación. Estas propiedades se refieren a las relaciones en las que entra la
17
mercancía como valor de uso: las mercancías confieren utilidad a la gente
como valores de uso; una mercancía es escasa en la medida en que la gente la
quiere, pero no puede usarla (consumirla); las mercancías se apropian para su
uso (consumo). El materialismo reconoce que las propiedades materiales
naturales de un valor de uso limitan y facilitan la apropiación subjetiva y social
de sus usos (Ehrbar, 2005, pp. 17-36; Fine y Leopold, 1993; Marx, 1976, p.
126). Esto significa que es autocontradictorio proponer una noción de
utilidad "puramente subjetiva" o "puramente ideal", es decir, una noción de
utilidad que se abstraiga totalmente de las propiedades materiales necesarias
para el valor de uso. El argumento marginalista o neoclásico de que la
"utilidad" marginal relativa es igual al valor de cambio relativo es, por tanto,
criticable desde el punto de vista materialista. Si la utilidad (marginal o no) ha
de ser la tercera cosa, entonces su base material, las propiedades materiales
naturales necesarias para el valor de uso, deben tener una relación pautada
con las relaciones de intercambio. Sin embargo, la naturaleza puramente
subjetiva de la teoría de la utilidad surge esencialmente de la falta de tal
patrón, es decir: (i) las diversas propiedades materiales naturales que dan lugar
a la especificidad de los diferentes tipos de valor de uso no son comunes entre
esos tipos; (ii) las variaciones en esas pocas propiedades materiales que son
comunes a todas las mercancías como valores de uso -peso, altura, edad, etc.-
muestran de hecho una relación totalmente carente de patrones con las
relaciones de intercambio (nunca se ha propuesto una teoría del valor de
peso, altura o edad). En resumen, sólo hay diferentes tipos de intercambio de
valores de uso -muy pocos constituyentes materiales del valor de uso son
comunes a todos esos tipos y estos pocos constituyentes no tienen ninguna
relación con las relaciones de intercambio.
Marx expresa el argumento en los siguientes términos: "la relación de
intercambio de mercancías se caracteriza precisamente por su abstracción de
sus valores de uso" (Marx, 1976, p. 127). Es importante aclarar que la
"abstracción" a la que se refiere Marx no es la operación mental de centrarse
en aspectos de una cosa mientras se ignoran temporalmente otros. Más bien,
esta "abstracción" se refiere a las cualidades reales de la tercera cosa que se
busca. Las propiedades "determinables" del valor de uso (las propiedades que
pertenecen al valor de uso como tal) son una condición necesaria para las
relaciones de intercambio de las mercancías: para tener el poder de
18
intercambio general en proporciones definidas, un producto debe ser un
valor de uso. Esto es lo que hace que la teoría de la utilidad sea, a primera
vista, plausible. Sin embargo, las variaciones en el valor de uso de un tipo de
mercancías a otro no tienen una relación de patrón con las proporciones de
intercambio. Cualquiera que sea la tercera cosa, la potencia a la que da lugar
(la intercambiabilidad general de una mercancía en proporciones definidas)
no tiene ninguna relación con estas variaciones en las propiedades
"determinadas" del valor de uso. Así, la "abstracción completa" del valor de
uso a la que se refiere Marx es una abstracción "determinada", una
abstracción de toda variación específica del valor de uso, puesta de manifiesto
por las relaciones de intercambio de la mercancía. De este modo, es la
"tercera cosa" en virtud de la cual la mercancía es intercambiable en
proporciones definidas, y no la mente del teórico, que, por así decirlo,
"prescinde" del valor de uso.7 Por lo tanto, ninguna versión de la teoría de la
utilidad (marginal o no) puede cumplir la condición de identificar el valor
desarrollada en la sección 4.1. ¿Pero la abstracción del valor de uso no excluye
cualquier tercera cosa? Hay, según Marx, una propiedad restante.
4.3 Ser el producto del trabajo como única propiedad que queda de la mercancía
Habiendo descartado el valor de uso, por lo tanto la esfera del consumo,
Marx sigue la economía política clásica al pasar a la esfera de la producción,
afirmando que ser el producto del trabajo es la "única" propiedad que queda
de la mercancía después de la abstracción del valor de uso (ibíd., p. 128). La
afirmación de Marx hace dos afirmaciones controvertidas que se
reivindicarán más adelante: en primer lugar, que ser el producto del trabajo
es una propiedad intrínseca de la mercancía; en segundo lugar, que ésta es la
única propiedad que queda tras la abstracción del valor de uso.8 A
7 En la literatura se ha calificado de forma diversa como una abstracción "real", "actual", "material" o "práctica" (véase Murray, 2005, p. 71; Reuten y Williams, 1989, p. 64). Sin embargo, a diferencia de gran parte de la bibliografía, el énfasis que se hace aquí no está en el intercambio en sí, sino en la tercera cosa en virtud de la cual se produce el intercambio. 8 Obsérvese que la mercancía se introduce inicialmente como un producto del trabajo, abstrayéndose de los no productos, por lo que todas las mercancías consideradas son efectivamente productos del trabajo. Esta abstracción inicial de los no productos se deriva directamente del enfoque materialista en el modo de producción (aunque es un punto de
19
continuación se argumentará que estas dos afirmaciones controvertidas se
derivan de la comprensión del papel singularmente creativo del trabajo en el
proceso de producción, un papel sobre el que la dialéctica materialista elabora
con gran detalle (Ilyenkov, 1977). El hecho de ser producto del trabajo es una
propiedad intrínseca de un objeto producido porque es únicamente el trabajo
el que es productivamente creativo. El trabajo reúne todos los factores de
producción (incluido el propio trabajo) realizando creativamente el proceso
de producción y, por tanto, el producto. Por lo tanto, el producto encarna,
en la forma fija de sus características materiales particulares e individuales, la
forma fluida de la actividad laboral específica y creativa que lo produjo. Como
dice Marx, "lo que en el lado del trabajador aparecía en forma de malestar9
[Unruhe] aparece ahora, en el lado del producto, en forma de ser [Sein], como
una característica fija e inmóvil" (Marx, 1976, p. 287). Caracterizar el "ser
producto del trabajo" como una propiedad de la mercancía es, por tanto,
reconocer que la forma del producto refleja la forma activa del trabajo como
aspecto unificador y determinante del proceso de producción. La referencia
a la "encarnación" del trabajo no es una metáfora vaga, sino una
caracterización precisa del producto.10
Así, se reivindica la afirmación de Marx de que ser producto del trabajo es
una propiedad intrínseca del producto. Pero, ¿en qué sentido relevante
permanece el trabajo, y no cualquier otro insumo, tras la abstracción del valor
de uso? Un sentido en el que se puede decir que otros insumos, como las
materias primas, son propiedades intrínsecas del producto es en la medida en
controversia en la literatura, por ejemplo, Böhm-Bawerk, 1984, pp. 74-5). La explicación materialista de los artículos no producidos que adoptan la forma de mercancías se hace evidente en el curso de la explicación del valor de los artículos producidos. En resumen, el valor sólo aparece a través del dinero (véase la sección 6 más adelante) y el dinero puede intercambiarse por no productos (véase Murray, 2005). 9 Unrest 10 El relato transhistórico de la encarnación del trabajo que ofrece la dialéctica materialista contradice varios relatos de la literatura. Arthur (2002, p. 169) sostiene que el "lugar apropiado" para las "consideraciones metafísicas" relativas al trabajo debería limitarse únicamente al capitalismo. Más enérgicamente, Reuten (1993) sostiene que la noción transhistórica de la incorporación del trabajo es incorrecta o "anticuada". Kliman (2000, p. 107) también sostiene que la noción de "encarnación" de Marx no es transhistórica. Sin embargo, el relato transhistórico simplemente afirma que el trabajo es el único iniciador y organizador, el único "moldeador" creativo, de la producción social en cualquier sociedad: "El trabajo es el fuego vivo que da forma", como dice Marx (1973, p. 361).
20
que están físicamente presentes en el producto, aunque transformados por el
proceso de producción. Por ejemplo, la materia prima del cobre está presente,
transformada por el proceso de producción, en una tubería de cobre, y como
tal es una propiedad intrínseca de una tubería de cobre, que contribuye a sus
propiedades útiles. Sin embargo, los insumos que están físicamente presentes
en el producto, como el cobre, son constitutivos de su valor de uso. Como
ya se ha dicho, las propiedades materiales naturales que constituyen el valor
de uso no guardan ninguna relación con las relaciones de intercambio. Por lo
tanto, la abstracción del valor de uso en el intercambio es al mismo tiempo
una abstracción de todos los insumos que están físicamente presentes en el
producto a la manera del cobre. Consideremos otro sentido en el que un
insumo es una propiedad intrínseca del producto. Todos los productos
requieren intrínsecamente una cierta cantidad de lo que se denomina energía
"libre" o "disponible" para su producción (Farber, Costanza y Wilson, 2002,
p. 382). Aunque a veces se habla de una "teoría del valor-energía"
simplemente como un paso en la refutación de una teoría del valor-trabajo
(por ejemplo, Hodgson, 1981), a veces se propone seriamente, en particular
en el ámbito de la economía ecológica (Ayers, 2000; Farber, Costanza y
Wilson, 2002). Esta teoría se remonta a la doctrina fisiocrática de que la tierra
es la fuente de valor (Burkett, 2003). Sin embargo, según el argumento
realista, cualquier candidato a la condición de tercera cosa, el valor, debe ser
una propiedad intrínseca únicamente de la mercancía. Todas las cosas
materiales naturales se forman a través de procesos que requieren energía
disponible y, por lo tanto, el aporte de dicha energía natural per se no puede
ser la tercera cosa que genera relaciones de intercambio que son
características únicamente de las mercancías. El hecho de que la mercancía
requiera el gasto de una forma específica de energía humana denominada
"fuerza de trabajo", gastada en una forma social específica de actividad
laboral, es intrínseco únicamente a la mercancía, a diferencia de la necesidad
de energía per se.
Habiendo descartado otros candidatos, Marx considera evidente que el
contenido de trabajo de la mercancía, medido por el tiempo de trabajo, no se
abstrae en el intercambio. A este respecto, Marx se remite simplemente a las
conclusiones anteriores de la economía política clásica, en particular de
Ricardo. Según Marx (en la interpretación que se ofrece aquí), él y Ricardo
21
están de acuerdo, en líneas generales, en que la duración del tiempo de trabajo
que produce las mercancías no tiene una relación enteramente sin patrón con
las relaciones de intercambio de las mercancías. Hay, por supuesto, muchos
casos en los que las relaciones de intercambio de una mercancía parecen tener
poca relación con el tiempo de trabajo, por ejemplo, las antigüedades, los
recuerdos, la tierra cultivada, por no hablar de aquellas cosas que no
contienen tiempo de trabajo en absoluto (por ejemplo, la tierra no cultivada).
Además, en la mayoría de los casos parece haber otros factores que
determinan de forma independiente las relaciones de intercambio, aunque el
tiempo de trabajo necesario sea uno de ellos: por ejemplo, la tasa de beneficio
(que aparentemente refleja, entre otras cosas, el nivel de presión competitiva),
el tipo de interés y el tipo impositivo. Sin embargo, estas diversas diferencias
aparentes entre las magnitudes relativas del tiempo de trabajo y las relaciones
de intercambio palidecen en relación con la abstracción total, en el
intercambio, de todas las demás propiedades determinadas que son
características de la mercancía. En concreto, esto significa que no existe una
relación pautada entre las variaciones de las relaciones de cambio y cualquier
aspecto material del valor de uso, mientras que sí puede obtenerse una
relación de este tipo entre las relaciones de cambio y los tiempos de trabajo
necesarios, aunque evidentemente no se trata de una pauta estricta. Se ha
subrayado más arriba que el argumento realista y materialista sólo requiere
que haya alguna relación pautada entre las relaciones de cambio y cualquier
candidato propuesto para ser valor; no tiene que ser una pauta estricta. El
argumento ha demostrado que el tiempo de trabajo es el único candidato que
queda para tal relación y, por tanto, por eliminación, el contenido de trabajo
de la mercancía debe ser la "tercera cosa" buscada que constituye el valor.
Aunque Ricardo siempre se sintió atraído por la teoría del valor-trabajo, su
punto de vista metodológico formalista, a diferencia del de Marx, exigía algo
más que un mero patrón. Exigía algo así como una relación funcional estable
entre las dos cantidades relevantes, una pauta estricta, que se mantuviera
cuando todos los factores relevantes (incluida la igualdad de las tasas de
ganancia del capital) se combinaran de acuerdo con su apariencia inmediata.
La incapacidad de Ricardo para encontrar ese patrón estricto queda bien
expresada por la interpretación de Stigler (1958) de que Ricardo sólo ofrece
una "teoría del valor-trabajo del 93%". Por el contrario, en el volumen 3 de
22
El Capital, Marx sostiene que un patrón estricto se mantiene sólo en el
agregado (el valor agregado es igual al precio de producción agregado y la
plusvalía agregada es igual a la ganancia agregada) y sólo cuando se introducen
factores relevantes de manera diferente a su apariencia inmediata,
comprendiendo sus interconexiones dentro del sistema (Ilyenkov, 1982, pp.
223-54). Una interpretación única de estas igualdades agregadas (por lo tanto,
del "problema de la transformación"), en consonancia con este documento,
se desarrolla dentro del enfoque de la teoría del valor iniciado por Ben Fine
(por ejemplo, Fine, 1983; Fine, Lapavitsas y Saad-Filho, 2004; Saad-Filho,
2002). Fine (1983, p. 520) considera "asombroso" que las interpretaciones
predominantes del procedimiento de transformación de Marx sean tan
abrumadoramente erróneas. El abismo entre los presupuestos filosóficos de
Marx y los presupuestos positivistas (implícita o explícitamente) que
subyacen en gran parte de la erudición angloamericana, sobre todo dentro de
la disciplina económica, sirve para aliviar tal asombro. Sin embargo, estas
observaciones sobre el problema de la transformación son prematuras y no
se refieren estrictamente a los argumentos iniciales de Marx. En esta primera
etapa, Marx se ha limitado a señalar que el tiempo de trabajo necesario para
la producción es la única propiedad de las mercancías que podría tener una
relación pautada con las relaciones de cambio. Marx ha concluido, con
Ricardo, que las mercancías poseen relaciones de cambio en virtud del tiempo
de trabajo necesario para producirlas.
5. La sustancia del valor
Marx no se detiene entre el argumento elaborado en la sección 4, más arriba,
y el siguiente paso del argumento que se explicará a continuación. Nada más
afirmar que "si prescindimos del valor de uso de las mercancías, sólo queda
una propiedad, la de ser productos del trabajo", Marx añade una matización
vital: "Pero incluso el producto del trabajo ya se ha transformado en nuestras
manos" (Marx, 1976, p. 128). La transformación del producto del trabajo
sobre la que llama la atención la calificación de Marx se produce en la
abstracción del valor de uso que es inherente al intercambio de mercancías
(véase la sección 4.2). Según Marx, la abstracción del valor de uso implica la
abstracción de todos los aspectos "útiles" y "concretos" del trabajo encarnado
23
en los productos. Los productos del trabajo son, por tanto, "reducidos al
trabajo humano en abstracto". Continúa:
Veamos ahora el residuo de los productos del trabajo. No queda de
ellos más que la misma objetividad fantasmal; no son más que
cantidades coaguladas de trabajo humano homogéneo, es decir, de
fuerza de trabajo humana gastada sin tener en cuenta la forma de su
gasto... Como cristales de esta sustancia social, que es común a todos
ellos, son valores, valores de mercancías. (Marx, 1976, p. 128)
La terminología de Marx rara vez se destaca y explica en la literatura. Esto
es cierto, en general, tanto del realismo crítico (pero véase Ehrbar, 2005, pp.
76-83) como de la dialéctica sistemática (pero véase Arthur, 2002). Las
respectivas interpretaciones existentes hechas desde la perspectiva de estos
dos enfoques se centran generalmente en la caracterización posterior de Marx
del valor como "forma" de una relación social, una idea desarrollada dentro
de la teoría de la "forma valor" (véase Arthur, 2002, pp. 11-15). Aunque es
importante, el énfasis en la "forma" no ayuda a explicar fácilmente por qué
Marx debería llamar al valor a un "coagulado" de trabajo abstracto, una
"sustancia social", con una objetividad "fantasmal". Tales términos no
resuenan con el materialismo. Mediante un dramático desarrollo dialéctico
del propio materialismo, el argumento que sigue explicará y justificará la
caracterización de Marx de la sustancia del valor, como un desarrollo
dialéctico más allá de los alcances de la teoría ricardiana del valor. Esta
caracterización pone finalmente al descubierto el contenido interno de la
mercancía, la forma de célula económica del capitalismo, como se afirmará
en la explicación que sigue.
5.1 Desarrollo dialéctico más allá (es decir, sublación) de la
teoría ricardiana del valor
Ricardo reconocía que la mercancía tiene una propiedad cuantitativa
general, el tiempo de trabajo necesario para su producción, que tiene una
24
relación pautada con las relaciones de intercambio. Sin embargo, la refutación
materialista de la teoría de la utilidad (véase el apartado 4.2) subrayó que el
intercambio no tiene una relación determinada con el tamaño, la forma, el
peso, etc. de la mercancía. Esto significa que el intercambio no tiene una
relación determinada con el tamaño, la forma, la destreza, etc. del trabajo que
produce la mercancía. Por lo tanto, sólo la variación de la cantidad, y no de
la calidad del trabajo, tiene una relación pautada con las relaciones de
intercambio. La ausencia de una relación cualitativa tiene implicaciones
contraintuitivas para el argumento realista y materialista que se ha seguido
hasta ahora. Según el argumento materialista, la actividad o el
"funcionamiento" de un tipo estructural (por ejemplo, la estructura atómica,
o la estructura química o la estructura biológica, etc.) explican los poderes
generativos específicos de un objeto. Sin embargo, el poder de intercambio
de la mercancía en proporciones definidas se posee en virtud del trabajo en
abstracto, sin relación con ningún tipo específico de trabajo, y por lo tanto
sin relación con ningún tipo estructural específico. Por lo tanto, la
intercambiabilidad de una mercancía se debe a una cantidad pura dentro de
la mercancía que no tiene relación con el funcionamiento material de la
mercancía, ninguna relación con su estructura o sustancia material. En este
sentido, la intercambiabilidad en proporciones definidas se debe a una
presencia invisible, "fantasmagórica" o "fantasmal" dentro de la mercancía.11
Todo lo que queda de la materia de la mercancía -un resto vital- es una
cantidad pura, de base material.
¿Cómo debe caracterizarse esta cantidad pura de trabajo dentro de la
mercancía, que genera relaciones de intercambio (y por tanto constituye el
valor)? La conceptualización realizada por Ricardo y la economía política
clásica ya no es adecuada. Ricardo y la economía política clásica desarrollaron
una teoría del valor-trabajo "incorporado". Sin embargo, el trabajo dentro de
la mercancía que genera las relaciones de intercambio no puede ser encarnado
porque es una abstracción de todas las cualidades materiales, del cuerpo
material, de la mercancía, a pesar de estar situado en ese mismo cuerpo. En
lugar de estar "encarnado", el trabajo abstracto debe haberse "coagulado"
11 ‘No entra ni un átomo de materia en la objetividad de las mercancías como valores; en esto es lo directamente opuesto a la objetividad toscamente sensorial (sensuous) de las mercancías como objetos físicos’. (Marx, 1976, p. 138)
25
socialmente como valor. La noción de "congealment" (coagulado) registra
que el trabajo abstracto fijado dentro de la mercancía no requiere ningún tipo
específico de estructura material para subsistir como entidad causalmente
potente. El trabajo abstracto, como valor, genera relaciones de intercambio
dentro de cualquier cuerpo material, independientemente de las cualidades
específicas de ese cuerpo, y es en este sentido una sustancia causalmente
potente por derecho propio. Sin relación con la sustancia material natural de
la mercancía, pero con potencia causal cuando se congrega en ella, el trabajo
abstracto, como valor, debe haberse convertido en una sustancia social
emergente.12 La investigación de la mercancía debe, por tanto, pasar de la
concepción de la causalidad propia de una estructura material natural a la
concepción propia de una sustancia social peculiar. El término "emergente"
se atribuye normalmente a propiedades o poderes. Dichas facultades suelen
corresponder a estructuras materiales, no a una sustancia social no material.
La inusual noción de sustancia "emergente" es un desarrollo conceptual
necesario para captar la peculiar ontología del valor. Este desarrollo dialéctico
del materialismo, la introducción de la noción de una "sustancia social
emergente", "coagulada" como valor, no fue soñada por la economía política
12 ‘Las mercancías poseen un carácter objetivo sólo en la medida en que son todas expresiones de una sustancia social idéntica, el trabajo humano,... su carácter objetivo como valores es, por tanto, puramente social" (Marx, 1976, pp. 138-9). Murray (1993, p. 49) sugiere que la discusión de Marx sobre la "sustancia" del valor implicada por la abstracción inherente al intercambio recuerda a propósito la famosa discusión de Descartes sobre la sustancia de la cera en las Meditaciones (Descartes, 1980, pp. 64-7). Sin embargo, la interpretación anterior subraya la importancia de la disanalogy entre la discusión de Descartes sobre la cera y la discusión de Marx sobre el valor de cambio. Para Descartes, "todos los fenómenos observados", incluyendo, por tanto, la cera, pueden ser "explicados por... el tamaño y la forma de las diversas partículas en las que ... [la materia] ... se divide" (Cottingham, 1995, p. 190). Por eso la "sustancia" de la cera no es, para Descartes, la "mente" sino la "materia". En contraste con la discusión de Descartes sobre la cera, Marx señala que el valor de cambio no puede explicarse por referencia a la materia natural y, por lo tanto, hay que invocar una nueva sustancia. La discusión de Marx es paralela a la de Descartes sobre el "pensamiento", más que sobre la cera (ibíd., p. 191; véase también Brown, 2002A, pp. 55-82, 2002B). Por supuesto, el paralelismo entre las dos discusiones no implica que cada una tenga la misma conclusión literal: el valor no es literalmente ideal, sino que es una objetividad "puramente social" y, por lo tanto, a diferencia de la "mente" cartesiana, el valor conserva una propiedad determinada y materialmente basada, a saber, una cantidad definida de tiempo de trabajo socialmente necesario.
26
clásica, aunque está implícita en la teoría del valor-trabajo que la economía
política clásica descubrió.13
Rubin (1982, p. 135) critica los aspectos de los argumentos iniciales de Marx
en los que el "trabajo abstracto" aparece como una abstracción general
(ahistórica), presente en todas las formas de sociedad, es decir, como trabajo
"fisiológico" (Marx, 1976, p. 134). Esta crítica ha servido de base para muchas
críticas posteriores de la teoría del valor de Marx sobre la "forma de valor".
Pero desde la perspectiva desarrollada anteriormente, es la naturaleza
abstracta y general del trabajo que constituye el valor lo que, irónicamente,
hace que el valor sea tan absolutamente peculiar y socialmente específico. En
una comprensión materialista y realista de la causalidad, los poderes se poseen
normalmente en virtud de estructuras materiales específicas, no en virtud de
abstracciones sin estructura. La identificación de la naturaleza abstracta y
general del trabajo dentro de la mercancía que genera las relaciones de
intercambio revela, por tanto, que el valor no es un objeto de estudio
ordinario. Este es el hallazgo crucial que conduce a la sublación dialéctica de
la teoría ricardiana del valor en una dirección completamente social e
históricamente específica. La identificación del trabajo abstracto como una
"sustancia social", "coagulada" (no simplemente encarnada) en la mercancía,
articula precisamente este desarrollo dialéctico. Posteriormente, y como
desarrollo de su introducción inicial, la categoría de "trabajo abstracto" puede
desarrollarse aún más de una manera socialmente específica, mostrando que
el trabajo abstracto no es en absoluto coterminal (coterminous) con el trabajo
fisiológico (Saad-Filho, 2002, pp. 54-70). Pero en la introducción inicial, lo
crucial es la abstracción del trabajo que genera las relaciones de intercambio,
lo que implica que el valor es una sustancia social coagulada. Mientras que el
trabajo se encarna en productos dentro de todos los modos de producción,
el trabajo abstracto se convierte en una sustancia social capaz de coagularse
13 Según el relato de Marx (1976, p. 173), Ricardo y otros economistas políticos clásicos reconocen que el tiempo de trabajo determina el valor, pero "a los economistas [políticos clásicos] no se les ocurre que una distinción puramente cuantitativa entre los tipos de trabajo presupone su unidad o igualdad cualitativa y, por tanto, su reducción al trabajo humano abstracto". En consecuencia, como subraya Marx en otro lugar, "Ricardo no examina... la característica peculiar del trabajo que crea el valor de cambio o se manifiesta en los valores de cambio—la naturaleza de este trabajo", es decir, su naturaleza como "sustancia" social que es abstracta y homogénea (Marx, 1989, p. 389).
27
como valor sólo dentro de la producción generalizada de mercancías. El
desarrollo de la especificidad social del trabajo abstracto debe esperar a que
se examine a fondo la sustancialidad emergente del trabajo abstracto.14
El desarrollo dialéctico del realismo y el materialismo necesario para
comprender la sustancia del valor significa que el valor no es simplemente
una estructura social similar a otras estructuras sociales (políticas, culturales,
jurídicas, etc.). El valor afecta causalmente a los individuos humanos no
como parte del lenguaje y la cultura, sino como generador de relaciones de
intercambio, una poderosa objetividad externa. El valor es una relación social
(como lo son las estructuras sociales en general en una concepción realista
crítica) pero es una relación social que se ha convertido en puramente
cuantitativa, desgarrada de todas las cualidades de los individuos y las cosas,
y sin embargo, a los ojos de los individuos humanos, objetivamente localizada
en el espacio, concretamente en la mercancía. La localización espacial del
valor distingue el valor de la concepción de Bhaskar (1989, p. 40) según la
cual la estructura social está "presente sólo en sus efectos" -es decir, en las
acciones humanas, los signos, los edificios, etc.- pero no está localizada
espacialmente como tal. La localización espacial del valor también contradice
la conocida alternativa al punto de vista de Bhaskar, según la cual las
estructuras sociales están constituidas por las prácticas sociales y, por lo tanto,
localizadas espacialmente (la alternativa considerada "confusión central" por
Archer, 1995). En contraste con esta visión, el valor no se localiza en los
individuos que llevan a cabo las prácticas sociales; por el contrario, se localiza
como una cantidad definida pero fantasmal de tiempo de trabajo coagulado
dentro del producto, constituyendo una poderosa objetividad, el valor-
mercancía, fuera de los individuos y que los afecta causalmente. En su estado
fluido (es decir, cuando todavía se encuentra dentro del trabajador activo en
14 Arthur (2002, pp. 153-74) subraya la especificidad social y la emergencia de la sustancia del valor de una manera diferente a la desarrollada anteriormente. Basándose en el realismo crítico dialéctico (Bhaskar, 1993), Arthur sostiene que el valor es la "presencia" emergente de una "ausencia". Como tal, el valor es una "nada determinada" (Arthur, 2002, p. 171), en contraste con la noción de valor de Marx como una cantidad determinada de trabajo abstracto. Sin embargo, la noción de valor como una "nada determinada" priva al valor, no sólo de una cualidad material determinada, sino también de una cantidad determinada y materialmente basada, por lo que se plantea la cuestión de cómo una sociedad basada en el valor podría reproducirse materialmente (la autorreproducción es el punto en cuestión en el enfoque dialéctico de Arthur de la teoría del valor).
28
el proceso de producción) el trabajo social abstracto crea valor, pero no es
más idéntico al valor que el trabajo concreto activo es idéntico al valor de
uso.15
El desenterramiento de la sustancia del valor revela la base elemental del
capitalismo como sistema de producción generalizada de mercancías. El
trabajo social es la base activa y creativa de cualquier forma de producción
social (véase el apartado 4.3). Sin embargo, al desprenderse de los propios
productores de mercancías (haciéndolos formalmente privados e
independientes), dentro de la producción generalizada de mercancías, la
socialidad del trabajo se reduce exteriormente a la cantidad de "valor" de las
mercancías, regulando las relaciones de intercambio. La división social del
trabajo sólo se sostiene porque el tiempo de trabajo socialmente necesario
para la producción de cada mercancía ha surgido como una sustancia social,
coagulada como valor, que confiere a las mercancías el poder de intercambio
en proporciones definidas. Al realizar este poder y regular las proporciones
de intercambio, las mercancías como valores imponen externamente las
relaciones sociales de trabajo a los productores de mercancías y, por lo tanto,
hacen posible evitar el colapso económico total, aunque esté plagado de crisis.
Por lo tanto, la mercancía como valor es, en efecto, el portador y transmisor
elemental de la información necesaria para establecer la autorreproducción
de un sistema de producción de mercancías generalizado. Como portadora y
transmisora de información, la mercancía como valor es análoga a la célula
de un organismo. La comprensión de la mercancía como "forma de célula
económica" específica de un sistema social orgánico está, por tanto, al alcance
de la mano.
6. La forma de valor
15 ‘La fuerza de trabajo humana en su estado fluido, o trabajo humano, crea valor, pero no es ella misma valor. Se convierte en valor en su estado coagulado’ (Marx, 1976, p. 142). La innovadora aplicación de Engelskirchen (de próxima aparición) del realismo científico contemporáneo a la teoría del valor de Marx pasa por alto esta importante faceta de la teoría de Marx. La sugerencia de Fleetwood (2002, p. 78) de que la ontología social realista crítica está "fetichizada" por las relaciones de valor podría interpretarse como una alusión a esta faceta.
29
Lo anterior plantea una pregunta obvia: ¿cómo puede tener efecto una
cantidad abstracta de trabajo, coagulada socialmente como valor de la
mercancía? El valor sólo puede hacerlo a través de las propias prácticas
sociales en las que influye (en este sentido, a diferencia de lo que ocurre con
la localización espacial, el valor concuerda con la concepción realista crítica
de la estructura social). Sin embargo, para influir en las prácticas sociales, el
valor debe convertirse en algo más que una mera presencia fantasmal,
también debe desarrollar una forma de apariencia. En términos hegelianos,
el valor, como trabajo abstracto coagulado, es una "esencia" que no puede
existir sin la mediación de la forma (Murray, 1993). Por lo tanto, habiendo
desenterrado la sustancia del valor, el resto de la primera parte de El Capital
traza el desarrollo y las consecuencias de la forma necesaria de la apariencia
del valor (Marx, 1976, pp. 138-234). Este desarrollo tiene aspectos históricos
y sistémicos (diacrónicos y sincrónicos), ambos esenciales según la dialéctica
materialista (Ilyenkov, 1982; Lapavitsas, 2005; Pilling, 1980). Sin embargo, el
espacio sólo permite discutir a continuación la conclusión sistémica clave de
Marx, esbozando, en términos sincrónicos, la finalización de la identificación
de la mercancía como la "forma-célula" del sistema económico capitalista.
6.1 Forma-valor y dinero
Marx sostiene que sólo porque las mercancías se intercambian
generalmente, y lo hacen a través del medio del dinero, se reconoce que
cualquier mercancía tiene valor. A través de la mediación del dinero en el
intercambio de mercancías, cada mercancía se expresa como cualitativamente
idéntica, variando sólo cuantitativamente, con cualquier otra mercancía. De
este modo, el dinero restablece firme y continuamente en la conciencia
cotidiana que todos los productos son o tienen "valor". La respuesta
cotidiana a la pregunta "¿cuánto vale una mercancía determinada?" o "¿cuál
es su valor?" se responde en términos de dinero. Como tal, el dinero no sólo
es un medio de intercambio, sino que es la única forma generalmente
reconocida y aceptada de apariencia de valor. Al hacer que el valor de las
mercancías sea evidente para los productores privados e independientes de
mercancías, es el dinero el que hace posible que el valor regule la producción
de mercancías. Sin su forma monetaria, el valor no podría influir en las
30
prácticas sociales y no podría haber un mecanismo social por el que el trabajo
que produce mercancías se distribuya en proporciones coherentes con la
reproducción social. Sin este mecanismo social, la producción generalizada
de mercancías no sería posible. La necesidad del dinero como forma de
aparición del valor es ignorada por Ricardo,16 por la economía política clásica
en general y, de hecho, por la corriente económica contemporánea
(Lapavitsas, 2005).
Sin embargo, la necesidad de la forma monetaria del valor amenaza con
contradecir la comprensión anterior de la sustancia del valor. La necesidad
del dinero parece implicar que las mercancías individuales no son valores
antes de ser intercambiados (véase Arthur, 2002, pp. 11- 15). De ser así, el
valor de las mercancías no podría influir en el intercambio, contradiciendo el
argumento fundamental de que el valor regula las relaciones de intercambio,
una contradicción subrayada por los críticos de la teoría de la forma del valor
(Likitkijsomboon, 1995; Moseley, 2005; Saad-Filho, 2002, pp. 26-34). Para
superar la aparente contradicción es necesario distinguir entre las perspectivas
sistémica y local del valor (Brown, 2007). En primer lugar, hay que considerar
la perspectiva cotidiana y local de los propietarios de mercancías individuales
dentro de un sistema de producción de mercancías generalizado. La
necesidad de que el valor aparezca como dinero no requiere que ninguna
mercancía individual encontrada o poseída por un propietario individual de
mercancías sea realmente intercambiada. El hecho de que una mercancía
individual se intercambie o no es totalmente irrelevante para la cuestión de si
su propietario, y otros propietarios de mercancías, la reconocen como "valor"
antes de ofrecerla para su intercambio. Sin embargo, consideremos ahora una
perspectiva de todo el sistema. Es fundamental que, en el conjunto del
sistema, las mercancías en general se intercambien a través del dinero. Si no
lo hacen, el reconocimiento general por parte de los individuos de que los
productos son valores, y por lo tanto son mercancías, estará en peligro, y a
su debido tiempo la producción generalizada de mercancías se derrumbará.
16 ‘Ricardo no examina... la característica peculiar del trabajo que crea valor de cambio o se manifiesta en valores de cambio... Por lo tanto, no comprende la conexión de este trabajo con el dinero o que debe asumir la forma de dinero. De ahí que no comprenda en absoluto la relación entre la determinación del valor de cambio de la mercancía por el tiempo de trabajo y el hecho de que el desarrollo de las mercancías conduce necesariamente a la formación de dinero. De ahí su errónea teoría del dinero’. (Marx, 1989, pp. 389-90, énfasis omitido).
31
De hecho, en condiciones normales, el intercambio generalizado de
mercancías a través del dinero se produce continuamente y, por lo tanto,
cualquier mercancía individual es reconocida por los propietarios de
mercancías como siendo o teniendo valor, expresado en términos de dinero,
antes de ser vendida. De este modo, una sociedad de producción generalizada
de mercancías afirma que una mercancía individual es un valor una vez que
la mercancía ha sido producida por el trabajo socialmente necesario. El valor
de la mercancía individual es, por tanto, causalmente eficaz, afectando a las
acciones de los productores, independientemente de que este valor se realice
finalmente en el mercado (Saad-Filho, 2002, pp. 26-34).
Así pues, la distinción entre las perspectivas sistémica y local, combinada
con la concepción adecuada de la sustancia del valor (tal y como se ha
desarrollado en la sección 5, más arriba), permite articular la necesidad de la
forma monetaria del valor, al tiempo que se mantiene la prioridad del trabajo
abstracto como sustancia del valor. Desde una perspectiva local, el valor es,
en efecto, causalmente eficaz antes del intercambio, aunque, desde una
perspectiva de todo el sistema, el valor y el intercambio coexisten
simultáneamente. Sin embargo, sigue existiendo una cuestión cuantitativa
clave. El argumento hasta ahora sólo ha establecido que el trabajo abstracto
coagulado y socialmente necesario tiene una forma de apariencia, el precio
del dinero, que es causalmente eficaz antes de cualquier intercambio
individual. No se ha establecido cómo el tiempo de trabajo regula
cuantitativamente el precio (aplicando lo que Marx llama la "ley del valor").
Más bien, el argumento ha descubierto la base abstracta y cualitativa sobre la
que descansa la relación cuantitativa entre el tiempo de trabajo y el precio. Se
ha demostrado (en contra de la teoría ricardiana del valor) que la relación
entre el trabajo abstracto coagulado y el precio es una relación de mediación
entre dos polos opuestos pero inseparables: una esencia peculiar que es
abstracta y, por lo tanto, intrínsecamente invisible (no sensorial), en un polo,
y la forma concreta y sensual de aparición de esa esencia, en el otro. El sistema
en su conjunto debe desarrollar la mediación entre estos dos polos y, por lo
tanto, sólo desplegando gradualmente el autodesarrollo del capital, como
(entre otras cosas) una mediación compleja entre el trabajo abstracto
congelado (esencia del valor) y el precio (forma del valor), Marx puede
establecer los procesos sociales interrelacionados a través de los cuales la
32
magnitud del precio es regulada imperfectamente por la magnitud del tiempo
de trabajo congelado, procesos que incluyen la explotación (Brown, 2002A,
pp. 145-77), la formación de los precios de producción (Fine, 1983; Saad-
Filho, 2002) y las crisis (Fine, 1992).17 En esta primera fase, se pueden hacer
otras apreciaciones cualitativas cruciales, pero no cuantitativas. Las
limitaciones de espacio impiden que se analicen sólo brevemente las ideas
más importantes.
6.2 Fetichismo de la mercancía
El valor es un trabajo abstracto coagulado y puramente social en una cara
de la mercancía. Sin embargo, el valor tiene en realidad una forma de
apariencia como dinero. Esto da lugar a lo que Marx (1976, pp. 163-77)
identifica como el "fetichismo de las mercancías" (un rasgo muy discutido de
la teoría de Marx, pero que rara vez se capta adecuadamente en relación con
su articulación previa de la sustancia del valor). Dentro de la forma del dinero
se ha producido una perversidad por la que una cosa particular e individual,
un valor de uso, se ha convertido en la forma de apariencia de una sustancia
social coagulada que carece de toda particularidad e individualidad. El valor,
una abstracción social inherentemente no sensorial, adquiere perversamente
una forma sensorial en el dinero, que existe junto a las mercancías particulares
e individuales. En la experiencia y el discurso cotidianos, las delicadas
sutilezas metafísicas del valor expuestas anteriormente se pierden en favor de
la falsa impresión de que el dinero es el origen del valor o de que el material
natural de las mercancías genera sus relaciones de intercambio. El dinero
engaña a la gente en cuanto a dónde se encuentra el valor o qué es el valor,
por lo tanto en cuanto a cómo se organiza socialmente el trabajo, incluso
cuando el dinero da la forma necesaria de apariencia al valor. El dinero
17 El estudio científico de estos procesos es fundamental para la economía política, por lo que, según la concepción anterior, "la ciencia consiste precisamente en demostrar cómo se impone la ley del valor" (Marx, 1988). En contraste con la concepción anterior, Ricardo había descuidado la necesidad de mediación entre el tiempo de trabajo y el precio, y por lo tanto simplemente había tomado las categorías económicas como inmediatamente dadas, al tratar de mostrar su conformidad con el valor como tiempo de trabajo: "Es precisamente el error de Ricardo que en su primer capítulo, sobre el valor, se asumen como dadas toda clase de categorías a las que todavía hay que llegar, para demostrar su armonía con la ley del valor". (ibid.)
33
aparece como algo "mágico", universalmente intercambiable, las mercancías
parecen estar dotadas de valor por el dinero. El trabajo social no se reconoce
en absoluto en el valor, a pesar de que el valor no es, en esencia, más que
trabajo social coagulado, por lo que las relaciones sociales de trabajo
expresadas por las relaciones de intercambio de las mercancías no se
reconocen como tales. Así, la forma en que aparece el valor distorsiona la
verdad de su esencia social, distorsión que sólo se ve potenciada y
desarrollada por el dinero fiduciario. Por lo tanto, la teoría científica de la
sociedad no puede ser la misma que la visión de los individuos que se forman
en el día a día de la vida capitalista.
7. Conclusión
La teoría del valor-trabajo reconoce la existencia de una relación pautada
entre el tiempo de trabajo socialmente necesario y las relaciones de
intercambio, lo que hace que la autorreproducción y el autodesarrollo del
sistema capitalista sean potencialmente inteligibles y proporciona la base
abstracta ("forma célular") desde la que realizar este potencial. Ninguna
teoría, ya sea la teoría de la utilidad o un enfoque sraffiano, identifica ninguna
propiedad característica alternativa de la mercancía que tenga una relación
pautada con las relaciones de intercambio. Esta es la razón más abstracta por
la que el trabajo es la fuente y la sustancia del valor, respondiendo a la
pregunta "urgente" (Laibman, 1999, pp. 71-2) planteada en la introducción
de este documento. La separación entre dialéctica y realismo, común en la
literatura sobre el valor, ha servido para oscurecer el significado de esta
respuesta. La dialéctica, cuando se separa del realismo, es incapaz de validar
el principio realista con el que comienza Marx. A la inversa, el realismo,
cuando se separa de la dialéctica, es incapaz de validar el desarrollo dialéctico
del valor de Marx. Sobre la base de la dialéctica materialista de Ilyenkov, este
documento ha entretejido los hilos del realismo y la dialéctica para
comprender la introducción de Marx de la peculiar ontología social del valor.
Los argumentos clave pueden recapitularse como sigue.
En primer lugar, la estabilidad relativa de las relaciones de intercambio en
todo el sistema significa que debe haber una tercera cosa, una estructura o
34
naturaleza intrínseca de la mercancía, en virtud de la cual se posee la
intercambiabilidad en proporciones definidas. Los críticos que rechazan el
análisis realista o materialista de los "poderes causales" no pueden entender
este argumento. En segundo lugar, Marx sigue a Ricardo al identificar el
tiempo de trabajo necesario como la "tercera cosa", sobre la base de que es
la única propiedad característica de la mercancía que tiene una relación
pautada con las relaciones de intercambio. La identificación del trabajo como
la única tercera cosa posible, por estos motivos, no suele entenderse en la
literatura: por ejemplo, muchos intérpretes realistas consideran que Marx
ofrece una "hipótesis" de la teoría del valor-trabajo, que implícitamente (y
erróneamente) legitima las hipótesis alternativas de la tercera cosa. En tercer
lugar, Ricardo había pasado por alto la trascendental importancia causal y
social del hecho de que las relaciones de cambio no se deben a ningún tipo
específico de trabajo incorporado en la mercancía, sino al trabajo abstracto
acumulado en ella. En la abstracción de las cualidades materiales naturales,
del cuerpo natural, de la mercancía, el trabajo no se encarna, sino que se coagula
socialmente como la sustancia social emergente del valor. La encarnación del
trabajo se produce en todas las sociedades, mientras que la fusión del trabajo
abstracto es específica del capitalismo. La identificación del trabajo abstracto
como sustancia social emergente del valor es el germen del desarrollo
dialéctico de Marx más allá de (la sublación de) la teoría del valor-trabajo
ricardiana. En cuarto lugar, la teoría de la "forma del valor" es correcta al
subrayar que el valor debe adquirir una forma de apariencia en el dinero, pero
es incorrecta al argumentar que la forma del valor es anterior o sustituye al
trabajo abstracto como sustancia y medida del valor.
Los tres volúmenes de El Capital proceden inter alia a desvelar la forma real
de la relación pautada entre el tiempo de trabajo socialmente necesario y las
relaciones de cambio, dando cuenta también de las transformaciones en la
naturaleza y, por tanto, en la magnitud del trabajo abstracto (Saad-Filho,
2002, pp. 54-70). El enfoque general esbozado por Fine y Saad-Filho (2004),
Fine, Lapavitsas y Saad-Filho (2004) y Saad-Filho (2002), así como la gran
cantidad de estudios concretos sobre diversos temas de la teoría social
desarrollados por Fine, en particular, ofrecen amplios ejemplos de desarrollos
35
concretos en consonancia con los argumentos de este trabajo.18 Este trabajo
más concreto puede ser potencialmente perfeccionado de forma significativa
y hacerse más accesible, dados los argumentos tan abstractos en los que se ha
centrado este trabajo. Así pues, el presente documento se ofrece, en última
instancia, como una profundización filosófica, metodológica y teórica
abstracta de un conjunto amplio y distintivo de estudios sobre el capitalismo
contemporáneo.
Bibliografía
Archer, M. 1995. Realist Social Theory: the Morphogenetic Approach, Cambridge,
Cambridge University Press
Arthur, C. 2002. The New Dialectic and Marx’s Capital, Brill, Leiden
Ayers, R. U. 2000. ‘Resources, Scarcity, Growth and the Environment’,
Working Paper, INSEAD
Bakhurst, D. 1991. Consciousness and Revolution in Soviet Philosophy: from the
Bolsheviks to Ilyenkov, Cambridge, Cambridge University Press
Bhaskar, R. 1978 [1975]. A Realist Theory of Science, 2nd edn, Brighton,
Harvester Wheatsheaf
Bhaskar, R. 1989 [1979]. The Possibility of Naturalism, 2nd edn, Brighton,
Harvester Wheatsheaf
Bhaskar, R. 1993. Dialectic: the Pulse of Freedom, London, Verso
Böhm-Bawerk, E. von 1984 [1898]. Karl Marx and the Close of His System,
Philadelphia, Orion Editions
Brown, A. 1999. ‘Developing Realistic Methodology: How new dialectics
surpasses the critical realist method for social science’, Economics
Discussion Paper, no. 66, Middlesex University Business School
18 Fine (2003) ofrece una visión general de estos estudios, destacando que se desarrollan a partir de la teoría del valor-trabajo de Marx.
36
Brown, A. 2002A. ‘Critical Realism, Value and Capital’, PhD Thesis,
University of Middlesex
Brown, A. 2002B. Developing realistic philosophy: From critical realism to
materialist dialectics, pp. 168–86 en Brown, A., Fleetwood, S. and Roberts, J.
M. (eds), Critical Realism and Marxism, London, Routledge
Brown, A. 2007. Reorienting Critical Realism: A system-wide perspective
on the capitalist economy, Journal of Economic Methodology, forthcoming
Brown, A., Fleetwood, S. and Roberts, J. M. 2002. The marriage of critical
realism and Marxism: Happy, unhappy or on the rocks?, pp. 1–22 en Brown,
A., Fleetwood, S. and Roberts, J. M. (eds), Critical Realism and Marxism,
London, Routledge
Brown, A., Slater, G. and Spencer, D. A. 2002. Driven to abstraction: critical
realism and the search for the ‘inner connection’ of social phenomena,
Cambridge Journal of Economics, vol. 26, no. 6, 773–88
Burkett, P. 2003. The value problem in ecological economics: lessons from
the physiocrats and Marx, Organization & Environment, vol. 16, no. 2, 137–67
Cottingham, J. 1995. Entry on Rene´ Descartes, pp. 188–92 en Honderich,
T. (ed.), The Oxford Companion to Philosophy, Oxford, Oxford University Press
Creaven, S. 2000. Marxism and Realism: a Materialistic Application of Realism in
the Social Sciences, London and New York, Routledge
Creaven, S. 2001. Materialism, Agnosticism and God. Journal for the Theory of
Social Behaviour, vol. 31, no. 4, 419–49
Descartes, R. 1980 [1637 and 1641]. Discourse on Method and Meditations on
First Philosophy, Indianapolis, Hackett
Ehrbar, H. G. 2002. Critical realist arguments en Marx’s Capital, pp. 43–56
in Brown, A., Fleetwood, S. and Roberts, J. M. (eds), Critical Realism and
Marxism, London, Routledge
Ehrbar, H. G. 2005. Annotations to Karl Marx’s Capital, unpublished
monograph, available at http://www.econ.utah.edu/,ehrbar/akmc.htm [date
last accessed: 6 Jan 2006]
37
Engelskirchen, H. forthcoming. Why Is This Labor Value? Marx, Aristotle
and Critical Scientific Realism, en Pearce, G. R. F. and Frauley, J. (eds), Critical
Realism and the Social Sciences: Heterodox Elaborations, Toronto, University of
Toronto Press
Engeström, Y. 1987. Learning by Expanding: An Activity-Theoretical Approach
to Developmental Research, Helsinki, Orienta-Konsultit, available at
http://lchc.ucsd.edu/MCA/Paper/Engestrom/expanding/toc.htm [date
last accessed: 1 Sept 2006]
Engeström, Y., Miettienen, R. and Punamaeki, R. L. (eds) 1999. Perspectives
on Activity Theory, New York, Cambridge University Press
Farber, S. C., Costanza, R. and Wilson, M. A. 2002. Economic and
ecological concepts for valuing ecosystem services, Ecological Economics, vol.
41, no. 3, 375–92
Fine, B. 1983. A Dissenting Note on the Transformation Problem, Economy
& Society, vol. 12, no. 4, 520–5
Fine, B. 1992. On the Falling Rate of Profit, pp. 110–28 en Caravale, G. A.
(ed.), Marx and Modern Economic Analysis, Aldershot, Edward Elgar
Fine, B. 2003. Value theory and the study of contemporary capitalism: a
continuing commitment, pp. 3–22 en Westra, R. and Zuege, A. (eds), Value
and the World Economy Today, London, MacMillan
Fine, B. and Leopold, E. 1993. The World of Consumption, London, Routledge
Fine, B. and Saad-Filho, A. 2004 [1975]. Marx’s Capital, 4th edn, London,
Pluto Press
Fine, B., Lapavitsas, C. and Milonakis, D. 2000. Dialectics and crisis theory:
a response to Tony Smith, Historical Materialism, vol. 6, no. 1, 133–7
Fine, B., Lapavitsas, C. and Saad-Filho, A. 2004. Transforming the
transformation problem, Review of Radical Political Economics, vol. 36, no. 2, 3–
19
38
Fleetwood, S. 2002. What kind of theory is Marx’s labour theory of value?
A critical realist inquiry, pp. 57–87 en Brown, A., Fleetwood, S. and Roberts,
J. M. (eds), Critical Realism and Marxism, London, Routledge
Furner, J. 2004. Marx’s critique of Samual Bailey, Historical Materialism, vol.
12, no. 2, 89–110
Hartwig, M. 2001. Creaven, Marxism and Realism, Web Site for Critical
Realism Archive, available at
http://www.raggedclaws.com/criticalrealism/archive/mhartwig_cmr.html
Hodgson, G. 1981. Critique of Wright: 1. Labour and Profits, pp. 75–99 en
Steedman, I. and Sweezy, P. (eds), The Value Controversy, London, Verso
Ilyenkov, E. V. 1977 [1974]. Dialectical Logic: Essays on its Theory and History,
Moscow, Progress (translated into English by H. Campbell Creighton)
Ilyenkov, E. V. 1982 [1960]. The Dialectics of Abstract and Concrete in Marx’s
Capital, Moscow, Progress (translated into English by S. Syrovatkin)
Jones, P. E. 1998. ‘Tools, Symbols and Ideality in Ilyenkov’, paper presented
at the International Society for Cultural Research and Activity Theory,
Aarhus, Denmark, July
Jones, P. E. 2000. The ideal in cultural–historical activity theory: issues and
perspectives, pp. 257–89 en Chaiklin, S. (ed.), The Theory/Practice of Cultural-
Historical Psychology, Aarhus, Aarhus University Press
Kay, G. 1979. Why labour is the starting point of capital, pp. 46–66 en
Elson, D. (ed.), Value: The Representation of Labour in Capitalism, London, CSE
Books
Kliman, A. 2000. Marx’s concept of intrinsic value, Historical Materialism,
vol. 6, no. 1, 89–113
Laibman, D. 1999. Productive and unproductive labor: a comment, Review
of Radical Political Economics, vol. 31, no. 2, 6l–73
Lawson, T. 1997. Economics and Reality, London, Routledge
Lawson, T. 2003. Reorienting Economics, London, Routledge
39
Lapavitsas, C. 2005. The emergence of money in commodity exchange, or
money as nonopolist of the ability to buy, Review of Political Economy, vol. 17,
no. 4, 549–69
Likitkijsomboon, P. 1995. Marxian theories of value-form, Review of Radical
Political Economics, vol. 27, no. 2, 73–105
Marx, K. 1989 [1861–63]. Theories of Surplus Value (continuation), en Marx,
K. and Engels, F., Collected Works, Vol. 31, London, Lawrence and Wishart
Marx, K. 1973 [1858]. Grundrisse, Harmondsworth, Penguin
Marx, K. 1976 [1867]. Capital, Vol I, Harmondsworth, Penguin
Marx, K. 1988 [1868]. Letter to Kugelmann July 11, Collected Works, Vol.
43, London, Laurence and Wishart
Marsden, R. 1998. The unknown masterpiece: Marx’s model of capital,
Cambridge Journal of Economics, vol. 22, no. 3, 297–324
Mavroudeas, S. 1990. ‘Regulation Approach: A Critical Appraisal’, PhD
Thesis, Birkbeck College, University of London
Mearman, A. 2006. Critical realism in economics and open-systems
ontology: a critique, Review of Social Economy, vol. 64, no. 1, 47–75
Mohun, S. 2002. Productive and unproductive labor: a reply to Houston
and Laibman, Review of Radical Political Economics, vol. 34, no. 2, 203–20
Moseley, F. 2005. ‘Marx’s Theory of Value and Money: A critique of
Reuten’s ‘value-form’ interpretation of Part 1 of Volume 1 of Capital’,
working paper, Mount Holyoke College, available at
http://www.mtholyoke.edu/fmoseley/ [date last accessed: 6 April 2006]
Murray, P. 1993. The necessity of money: how Hegel helped Marx surpass
Ricardo’s theory of value, pp. 37–62 en Moseley, F. (ed.), Marx’s Method in
‘Capital’: a Re-examination, New Jersey, Humanities Press
Murray, P. 2005. The new giant’s staircase, Historical Materialism, vol. 13, no.
2, 61–83
Oittenen, V. (ed.) 2000. Evald Ilyenkov’s Philosophy Revisited, Helsinki,
Kikimora Publications
40
Pilling, G. 1980. Marx’s Capital: Philosophy and Political Economy, London,
Routledge and Kegan Paul
Reuten, G. 1993. The difficult labor of a theory of social value: metaphors
and systematic dialectics at the beginning of Marx’s ‘Capital’, pp. 89–114 en
Moseley, F. (ed), Marx’s Method in ‘Capital’: A Re-examination, New Jersey,
Humanities Press
Reuten, G. and Williams, M. 1989. Value-Form and the State, London,
Routledge
Roberts, J. M. 2001. Critical realism and the dialectic, British Journal of
Sociology, vol. 52, no. 4, 667–85
Rubin, I. I. 1982. Essays on Marx’s Theory of Value, Montre´al, Black Rose
Books
Saad-Filho, A. 2002. The Value of Marx, London, Routledge
Sayer, D. 1983 [1979]. Marx’s Method: Ideology, Science and Critique in ‘Capital’,
2nd edn, Brighton, Harvester Wheatsheaf
Smith, T. 1990. The Logic of Marx’s Capital, Albany, State University of New
York Press
Smith, T. 2000. A reply to Fine, Lapavitsas and Milonakis, Historical
Materialism, vol. 6, no. 1, 139–47
Stigler, G. J. 1958. Ricardo and the 93% labor theory of value, American
Economic Review, vol. 48, 357–67