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Editorial RP ERIC
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Un descanso digno
“Estoy solo mijo, no tengo a nadie que me cuide. Mis hijos ya los crié y se fueron como
palomas a recorrer la vida, mis nietos me vienen a ver de vez en cuando, no hay nadie
que vele por mí, hay me gano unos centavos vigilando casas o aseando los patios de los
vecinos, hay me dan para la comidita”, dice con mucha nostalgia don José mientras
barría con una escoba de malva el patio de su vieja casa donde vive acompañado de un
perro.
Así como don José hay muchas personas mayores, hombres y mujeres maltratados por
el vaivén de la vida y terminan solos y abandonados. No tienen protección de sus hijos e
hijas, no hay nietos que le den la mano, y mucho menos del Estado.
Las personas adultas mayores merecen toda la atención y consideración de parte de
toda la sociedad, además por su experiencia acumulada y conocimientos adquiridos a lo
largo de su vida, deberían tener participación importante en la toma de decisiones sobre
los grandes temas del país. No hay derecho que después de una larga de vida de trabajo
y maltratos, tengan una vejez de desprecio y de abandono. Pero esa es la realidad de
nuestros abuelos y abuelas en el amargo paisaje hondureño.
En Honduras hay unas 700 mil personas de la tercera edad, de las cuales, sólo 70 mil
gozan de una pírrica pensión con la que no logran cubrir sus necesidades básicas, es más
bien una limosna y nunca un reconocimiento. Nuestros ancianos y ancianas sufren de
muchas enfermedades como la hipertensión, diabetes, artritis, Alzheimer, pero el mal
del que más sufren y que más les golpea su vida, es el abandono. En lugar de ser una
bendición, ser viejo en Honduras es una enfermedad a la que se trata con desprecio y
abandono.
En Honduras existe la Ley del Adulto Mayor que indica que los hondureños y
hondureñas que pasen de 60 años dispondrán de “descuentos” hasta de la mitad del
precio en las entradas para actividades recreativas. La Ley también dice que tienen un
25% de descuento en pasajes para transporte, descuentos especiales en servicios de
salud brindados en hospitales y en farmacias, entre otros reconocimientos.
El papel aguanta con todo. De lo dicho en la ley lo que nos queda en los hechos es una
población que, como don José, tiene que defenderse por su propia cuenta, aunque sea
arrastrando sus pies y con el pecho ahogado. Qué les queda a muchos de nuestros
viejos: exponerse a trabajos nocturnos, como vigilantes sin siquiera tener lentes para su
corta visión y sus piernas atrofiadas por la implacable artritis.
Los adultos mayores merecen un descanso digno por lo que en Honduras necesitamos
nuevas reglas del juego, nueva institucionalidad, y sin duda el asunto de nuestros
ancianos y ancianas ha de formar parte central de los contenidos en un nuevo pacto
social que inevitablemente deberá expresarse en una Asamblea Nacional Constituyente.
Nuestra palabra |02 Octubre 2010