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Una aproximación a la incertidumbre y la teoría de la acción en Keynes, Dewey y Schutz
Ariel Zagarese
Introducción
La obra de Schutz aborda una serie de problemáticas sociales desde un punto de vista bastante
particular. Por el lado de la filosofía, su enfoque está íntimamente relacionado con la fenomenología
de Husserl. Por otra parte, tuvo una gran influencia por parte de los filósofos pragmatistas
norteamericanos. En el plano de la teoría social, sus reflexiones abordan autores como Weber, hasta
la psicología social de Mead, pasando por la escuela austríaca de economía. Sus intereses, por
consiguiente, son de lo más amplios. Hay, sin embargo, algunos hitos que se destacan: las
problemáticas metodológicas, las cuestiones relativas a la acción racional, el comportamiento social
en situaciones típicas y de incertidumbre, problemas vinculados con la distribución social del
conocimiento, entre otros.
Si bien hay una gran cantidad de textos del autor en los que aborda estas diversas cuestiones, no es
fácil encontrar un desarrollo sistemático de su pensamiento. Esto puede deberse a la cantidad de
material póstumo que dejó, a las vicisitudes de su vida, como también a la propia perspectiva del
autor –posiblemente reacia a ser sistematizada.
Schutz es un pensador intrigante tanto por los avatares que tuvo su vida personal como académica,
y por las influencias diversas que tiene su pensamiento desde disciplinas y perspectivas
heterogéneas. Como se ha mencionado, es evidente la herencia que Schutz recibe como
fenomenólogo de Husserl. Esta perspectiva filosófica parece ser un aspecto fundamental de su
pensamiento por lo temprano en que es adquirido y por la permanencia que tiene en sus trabajos y
escritos. A su vez, al migrar a EEUU, Schutz fue expuesto a la reciente filosofía pragmatista, de la
mano de James, Dewey y Mead principalmente.
Si bien Schutz le rinde tributo a ambas “vertientes filosóficas” de su pensamiento, muchas veces
parece sugerir que las enseñanzas de Husserl no sólo fueron pioneras en cuanto a la perspectiva
que abrió, sino que su postura es más firme o fundamentada que la de los autores pragmatistas, ya
que estos últimos pecarían de algún tipo de naturalismo. Sin embargo, no es raro encontrar citas
aprobatorias de Schutz hacia estos autores; y, por otro lado, sí resulta muy difícil encontrar críticas
explícitas. De manera que como hipótesis se podría pensar que la perspectiva fenomenológica
“husserliana” de Schutz es compatible con la literatura pragmatista norteamericana.
Un primer hilo conductor estará dedicado, entonces, a bosquejar los trazos gruesos del
pensamiento de Schutz en torno a las temáticas mencionadas. La intención del trabajo, sin embargo,
no radica en una exégesis rigurosa de su postura –ya que adoptando una posición pragmatista, tal
tarea se muestra como un ejercicio escolástico y estéril en el mejor de los casos-, sino más bien en
un “comentario elaborado”.
En segundo lugar, se intentará delimitar las implicancias metodológicas de la postura del autor para
las ciencias sociales, y puntualmente para la economía. Para ello contrapondremos la perspectiva
de Schutz con las sugerencias de Keynes en cuanto a metodología y ontología de las ciencias sociales.
Esto podría parecer aventurado ya que la herencia económica que menciona esporádicamente
Schutz tiene un espíritu austriaco –una escuela de economía contrapuesta en buena medida a las
ideas de Keynes.
Hay sin embargo más que afinidades ideológicas entre los autores que se abordan aquí. Como se
sabe, tanto la perspectiva de Schutz, como la de Dewey, como la de Keynes son posiciones de
centro-izquierda. No son revolucionarios en ningún caso, pero sí claramente personas interesadas
por el cambio y la justicia social. Los tres están pensando en cambios graduales de la sociedad
capitalista. Sus perspectivas no sólo comparten una ideología política y social, sino que en cierta
medida hay por detrás una metafísica con “aires de familiaridad” entre ellos.
Finalmente, en línea con lo anterior, en la medida en que resulte oportuno, se resaltaran los puntos
de contacto que tiene Schutz con las ideas de los pragmatistas norteamericanos. De manera que los
puntos de contacto y las diferencias serán mencionados en la medida en que sea oportuno. Para
darle cohesión a la postura aquí expuesta, siempre nos referiremos a la fenomenología en la versión
de Schutz, y al pragmatismo de Dewey. Evitaremos, a su vez, el uso reiterado de citas para reducir
el volumen del escrito y facilitar su lectura, dando por sentado que las posiciones aquí desarrolladas
se encuentran fácilmente accesibles en los textos mencionados.
Fundamentos fenomenológicos de la teoría social (teoría social del conocimiento)
Un tema que Schutz aborda reiteradas veces es el relativo a la metodología de las ciencias sociales.
Esto lo desarrolla a lo largo de diversos textos, y en cada caso hace énfasis sobre algún aspecto
puntual. Pero como mencionábamos más arriba, no es fácil encontrar un abordaje sistemático.
Ensayaremos entonces una breve presentación de su postura metodológica, tratando de integrar
las diversas perspectivas desarrolladas por el autor.
En un texto llamado “Tiresias, Or Our Knowledge Of Future Events” Schutz aborda una serie de
problemáticas referidas a la manera en que actuamos a partir de nuestras anticipaciones.
Puntualmente, desarrolla el rol que tiene el acervo de conocimiento disponible en la formación de
nuestras anticipaciones de eventos futuros, y por otro lado, el interés que tienen los hombres en
tales anticipaciones.
La elecciones de este texto como referencia metodológica en Schutz tiene sentido porque aquí
expone una gran cantidad de detalles y consideraciones respecto a la metafísica que se encuentra
por detrás de sus análisis sociológicos. El punto más importante del texto de Tiresias está dedicado
a exponer los fundamentos para problematizar la forma en que los ciudadanos normales anticipan
y actúan a partir del sentido común que poseen. Como se verá más adelante, hay muchas afinidades
con la perspectiva keynesiana.
A la hora de exponer su posición Schutz procede primero contando un mito griego, que funciona
como metáfora; para luego comenzar su análisis propiamente dicho. El mito habla de una persona
–Tiresias- que perdió la visión “a cambio” de poder anticipar los eventos futuros. Justamente, es
esta anticipación de eventos futuros, y la forma que toman las anticipaciones en personas de carne
y hueso lo que motiva el breve ensayo de Schutz. Para poder aplicar el análisis del mito de Tiersias
a una situación cotidiana Schutz resume las tres diferencias más grandes entre ambas situaciones
(el vidente y el hombre del mundo de la vida).
En primer lugar, el hombre de todos los días interpreta su pasado, presente y futuro, en función del
acervo de conocimiento que tiene disponible. En segundo lugar, el hombre en su vida diaria está
interesado en aquello que anticipa, y por lo tanto las anticipaciones determinan sus planes,
proyectos y motivaciones. Finalmente, el mundo de la vida del hombre común es un entorno
socializado y compartido con los demás hombres desde un principio. Tomando esto en
consideración es posible presuponer que el conocimiento de los demás es congruente con el propio.
Esta congruencia es especialmente importante para anticipar “eventos sociales” futuros.
Como ha sido desarrollado por Schutz en “El ciudadano bien informado” y en otros ensayos, el
hombre en su vida cotidiana tiene siempre disponible un stock dado de conocimiento. Este
conocimiento se encuentra distribuido socialmente y por lo tanto no es homogéneo, pero presenta
una estructura determinada. Lo destacado de la situación en la que viven los hombres en la
modernidad, es para Schutz la convicción que tienen de que no es posible comprenderlo en su
totalidad: el corpus de conocimiento de que puede disponer un individuo, no presenta una
estructura unificada, sino que se trata más bien de una yuxtaposición de diversos sistemas o familias
de conocimiento que, en muchos casos, entre sí tampoco constituyen un todo coherente ni
compatible. Esto Schutz lo desarrolla a partir de la descripción que hace de la cotidianidad de una
persona y las distintas esferas de relevancia por las que discurre su experiencia.
Para explicar cómo se “distribuye el conocimiento” del adulto normal en la sociedad moderna
Schutz desarrolla tres tipos ideales de hombres. Claro está que se trata de arquetipos abstractos,
por lo cual no coincidirán plenamente con ningún ejemplar de hombre real de carne y hueso. A su
vez, una misma persona podría ser comprendida bajo los distintos tipos propuestos por Schutz
según la situación en que se encuentre. Lo esencial del planteo de Schutz es que brinda una
perspectiva interesante respecto a la modelización de la conducta de los hombres de acuerdo a la
situación en que se encuentran. Nuevamente este será un punto interesante a destacar cuando
desarrollemos la perspectiva keynesiana.
Los tres tipos a los que se refiere Schutz son: el experto, el hombre “de la calle”, y el “ciudadano
bien informado”. El conocimiento del experto es restringido y acotado a un campo particular, pero
en él el conocimiento es claro y distinto. El hombre de la calle posee un conocimiento aplicado, o
“know-how”, de muchas esferas distintas de la vida, si bien no coherentes entre sí. Aun así, este
tipo de conocimiento resulta ser suficientemente preciso para resolver sus diversos propósitos
prácticos inmediatos. Finalmente, el ciudadano bien informado es un homúnculo que se encuentra
a media distancia entre los dos arquetipos mencionados. El ciudadano bien informado posee
opiniones bien fundadas en esferas de su interés relativo, aunque no sean esferas de acción práctica
inmediata. Este arquetipo posee la capacidad de informarse de la mano de expertos y sacar sus
propias conclusiones a partir de discursos contrapuestos. La diferencia entre los tres tipos está dada
por el grado de predisposición que tiene cada uno a tomar cierto conocimiento como dado en lugar
de cuestionarlo. Es nuestro interés práctico o “a la mano” el que motiva nuestro pensamiento y que
estructura y define los problemas relevantes y las disposiciones para resolverlos.
Cabe destacar esta característica muy afín al pragmatismo que menciona Schutz referido al
conocimiento. Para Dewey, el conocimiento es un rasgo evolutivo que ha contribuido a la
supervivencia y adaptación de la humanidad: el conocimiento que se tiene de algo es práctico; es
decir, refiere a cómo operar o proceder en cierto contexto o ante determinado problema para
resolverlo. Justamente aquí hay una afinidad muy grande con el pensamiento de Schutz, ya que en
reiteradas ocasiones refiere el conocimiento a una práctica más o menos mediata de las personas.
En línea con lo anterior, Schutz discrimina entre cuatro zonas de relevancia según la proximidad o
inmediatez que tienen respecto a nuestros problemas prácticos: en primer lugar, el dominio
directamente observable y al “alcance de la mano” –intervenible directamente; luego, zonas no
inmediatamente modificables, pero relacionadas con el primer espacio; le siguen zonas que por el
momento no tienen relevancia para lo que nos proponemos hacer; y por último, zonas
completamente irrelevantes para nosotros –en las cuales no tenemos posibilidad de incidir sobre
sus resultados. Por ejemplo, si fuéramos un comerciante el precio de la mercadería sería la primera
zona, el precio del proveedor la segunda, el precio del mismo artículo en otro país sería la tercera,
y los salarios en otro país la cuarta.
De acuerdo a estas zonas de relevancia es posible hablar de distintos tipos de conocimiento que se
condicen con ellas. Hay un primer ámbito de conocimiento claro, distinto y consistente. Este ámbito
es “rodeado” por varias zonas con gradaciones de vaguedad, oscuridad y ambigüedad. Luego le
siguen zonas en las que simplemente tomamos las cosas como dadas, sin preguntarnos al respecto.
Finalmente hay zonas de completa ignorancia.
Esta jerarquía de zonas de relevancia y conocimiento Schutz la aborda como un “sistema dinámico”.
Con ello queremos decir que las categorías o su contenido cambian según el contexto. Nuevamente,
esta forma de considerar las cosas se muestra también afín a la perspectiva pragmatista: en ella
encontramos una metafísica procedural, en lugar del esencialista. Las categorías no son bolsas
estancas en las que se acomodan porciones del universo, sino que son más bien entidades que nos
ayudan a ordenar el mundo; pero este orden depende siempre de los propósitos o intenciones que
persigamos.
Justamente, para Schutz es el sistema de nuestros intereses prácticos y teóricos el que especifica en
cada momento no sólo qué aspectos del mundo son problemáticos y cuales pueden pasar sin ser
cuestionados, sino también con qué grado de precisión y claridad es necesario considerar los
distintos elementos del mundo para resolver un problema puntual. Este aspecto de su pensamiento
es quizás el que mayores afinidades presenta con el pragmatismo en la versión de Dewey. Hay, sin
embargo, ciertos matices, ya que en este último autor no hay una diferencia cualitativa entre los
problemas prácticos y teóricos, sino que ambos se describen como posiciones relativas en un
continuo de problemas prácticos. El énfasis en la relevancia de los problemas, y el hecho de que es
a partir de ellos que se estructuran las fronteras de las zonas de relevancia, es aun así, un aspecto
que ambos autores destacan muy fuertemente.
Otra idea del pensamiento de Dewey que es compartido por Schutz es la noción de que la
experiencia del mundo no se asemeja a un cúmulo de datos sensoriales desarticulados, sino que
desde un comienzo el mundo se estructura a partir de nuestra percepción de él. Los objetos no
poseen una autonomía o independencia absoluta que luego es zanjada por las relaciones que
establece entre ellos el sujeto; tampoco se perciben como aislados de un contexto. Tanto para
Dewey como para Schutz, la experiencia de los objetos es siempre como “objetos relacionados”. La
forma en que Schutz expresa esta idea es diciendo que nuestra experiencia se estructura a partir de
“tipos” y “relaciones típicas”. Esto está implícito ya en la forma en que describe Schutz el
conocimiento práctico del “hombre de la calle”.
Como correlato de esta idea, nuestras expectativas y anticipaciones de eventos futuros no refieren
a eventos de carácter singular, sino que van de la mano de cierta estructura de tipificaciones que el
sujeto posee. En segundo lugar, es el sistema de relevancias el que determina la forma en la cual se
estructura el acervo de conocimiento disponible y que divide las diversas zonas de claridad y
distinción. A su vez, es el sistema de relevancias el que determina los tipos bajo los cuales se
organizará el conocimiento disponible o “a la mano”.
La distribución social del conocimiento no tiene importancia en sí misma, sino que es relevante en
la medida en que lleva a unos hombres (o a cierto hombre en un contexto u otro) a actuar de una
manera y otros de otra. Schutz define acción como una conducta humana en proceso y orientada
por un proyecto preconcebido. Un problema de particular interés para él es cómo se llevan a cabo
estas anticipaciones que tienen por resultado una acción. Las proyecciones pueden definirse a su
vez como un fantaseo motivado por la intención de llevar a cabo un proyecto. Esta categoría de
fantasía es desarrollada más extensamente por Schutz en Don Quixote And The Problem Of Reality.
El problema que presenta Don Quijote, y que se muestra como analogía adecuada para el planteo
de Schutz es: ¿Cómo es posible que un individuo pueda interactuar socialmente si su sistema de
relevancias dista radicalmente del de sus interlocutores? Para situar al lector, Schutz desarrolla una
serie de episodios de la novela de Cervantes en los cuales sucesivamente Don Quijote es asaltado
por mundos de fantasía –tomaremos solamente los primeros dos. En el primer caso no hay
fricciones entre ambos mundos (el real y la fantasía) ya que no hay interlocutores con los cuales Don
Quijote deba interactuar o ponerse de acuerdo. En el segundo caso el problema es más complejo
porque intervienen diversos actores con “realidades distintas”. Dice Schutz: “For on this second
expedition Don Quixote is no longer alone. He has to establish a "sub-universe of discourse" with
the fellow-men with whom he shares a face-to-face relationship within the world of common
sense.”1
Se pregunta entonces si el hecho de que personas distintas interpretan el mundo de diversa manera
implica que “viven mundos distintos”; y si tal fuera el caso –como lo es en el ejemplo extremo de
Don Quijote-, cómo es posible que coordinen sus acciones. Dice Schutz: “Our relationship with the
social world is based upon the assumption that in spite of all individual variations the same objects
are experienced by our fellow-men in substantially the same way as by ourselves and vice versa,
and also that our and their schemes of interpretation show the same typical structure of
relevances.”2 Si bien cada uno de nosotros tendrá una experiencia del mundo única asociada a su
biografía y determinaciones espacio-temporales presentes, la interacción social es posible en la
medida en que los participantes asuman (implícita o explícitamente) que no hay diferencias entre
sus perspectivas.
Resumiendo. La acción es una conducta que está motivada por un proyecto. Este a su vez se
estructura en torno a un fantaseo, y este mundo de fantasía (anticipado) debe tener una estructura
de relevancias similar a (o compatible con) la que podría tener otro hombre con el cual se quiera
interactuar. Este va a ser el contexto típico del hombre ya que se encuentra inserto en un entorno
social; puntualmente en el caso de las acciones racionales con motivaciones económicas no puede
ser otro el escenario.
El acto cuyo desenlace es anticipado (como ya consumado) es el punto de partida de nuestras
proyecciones. Es necesario visualizar el estado de las cosas que serán llevadas a cabo en el futuro
antes de poder comenzar a proyectar la manera de llevarlo a cabo. Dice Schutz: “I have to visualize
1 Schutz, Alfred (1976) Collected Papers II, p. 142. 2 Schutz, Alfred (1976) Collected Papers II, p. 143.
the state of affairs to be brought about by my future action before I can draft the single steps of my
future acting from which that state of affairs will result.”3
Schutz y la economía
Curiosamente, Schutz menciona en varias ocasiones a la economía como una de las disciplinas
sociales más desarrolladas, y por lo tanto más idónea para realizar análisis de tipo metodológicos.
Sin embargo, cuando se refiere a la economía, parece siempre estar pensando o bien en la literatura
económica neoclásica o en la austríaca –que, si bien tienen sus diferencias, suelen ser puestas una
al lado de la otra en presentaciones no especializadas. Otras corrientes de pensamiento económico
no suelen ser abordadas por el autor.
Un pensador que merece ser tomado en consideración seriamente si se simpatiza con las ideas de
Schutz es John M. Keynes. Si bien sus ideas son claramente reaccionarias a la tradición neoclásica, y
especialmente a la perspectiva austríaca, no hace falta forzar demasiado las cosas para presentar a
Keynes como un desarrollador de la metodología schutziana en economía o a Schutz como una
explicitación de la metodología implícita en el primero.
El nombre de Keynes y el keynesianismo resuena en cualquier discusión de café y en las noticias de
economía, la obra de Keynes es poco conocida, incluso entre los economistas; tal es el caso que la
escuela (post) keynesiana no suele figurar en las currículas universitarias. No sólo eso, sino que
como cualquier otro autor clásico, su nombre se ha bastardeado y actualmente es posible encontrar
personas o posiciones que se declaran keynesianas que no sólo se contradicen mutuamente, sino a
las propias ideas de Keynes.
Schutz y Keynes no sólo comparten un interés metodológico por las ciencias sociales, sino que a su
vez ambos fueron personas que se vieron involucradas de forma práctica con la economía y las
finanzas. Esto de alguna manera nos lleva a pensar que son estas experiencias prácticas las que
motivaron una postura metodológica cercana al realismo en ambos casos. No por nada post-
keynesianos como Sheila Dow, Tony Lawson, Jesper Jespersen, entre otros levantan la bandera
metodológica conocida como realismo crítico.
3 Schutz, Alfred (1976) Collected Papers II, p. 289.
A su vez, tanto las ideas de Keynes como las de Schutz, se ven influenciadas por teorías relativas al
conocimiento disponible. En ambos casos, el conocimiento juega una función central en su
pensamiento en la medida en que muchos tipos de conducta humana están subordinados a la
información disponible que tienen los hombres. Quizás sea momento, entonces, de desarrollar
brevemente la perspectiva económica y epistemológica keynesiana.
Teoría y metodología keynesiana
En general cuando oímos hablar de Keynes lo primero que resuenan son nociones como políticas
keynesianas, o estado de bienestar. También es frecuente escuchar posturas keynesianas afines a
ideas como “imperfección de mercados” y un “rol activo del Estado”. Claro que Keynes tiene que
ver con todo esto, pero aquí abordaremos específicamente los aspectos teóricos y metodológicos
de la obra de Keynes. Por otro lado, dentro de los que se definen como keynesianos hay posturas
diversas; muchas de las cuales no poseen mucho en común con la metodología keynesiana si se las
examina con atención. Por este motivo haremos hincapié sobre los aportes originales de Keynes, y
no sobre los comentarios de terceros o bibliografía secundaria.
Lo primero que deberíamos enfatizar de Keynes es que en términos teóricos produjo sin lugar a
dudas un cambio de paradigma en las ciencias económicas: a partir de su obra puede decirse que
surge la microeconomía y macroeconomía como disciplinas diferenciadas. Es un autor que estaba
embebido del paradigma dominante de su época; lo conocía a fondo, tanto la teoría como sus
aplicaciones prácticas, y se pronunció de forma muy crítica contra él.
En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero se refiere a esta escuela como “clásica”;
incluyendo en ella autores tan distantes como Ricardo, Mill, Walras, Marshall y Pigou. En dicha obra
Keynes critica fuertemente a la teoría económica de su época por no poder responder preguntas de
suma urgencia relativas al desempleo masivo que imperaba tras la crisis de 1929. Sin ánimos de
entrar en detalles técnicos, la postura de Keynes puede resumirse bajo la idea de que no existe algo
así como un “mercado de trabajo” tal como es descrito por la teoría “clásica”. Este “mercado de
trabajo” supondría oferentes y demandantes de trabajo que pudiesen interactuar entre sí de
manera de arribar a un “equilibrio” en el cual todos los que quisiesen trabajar podrían hacerlo a un
precio o salario X, y todos aquellos que quisieran contratar mano de obra podrían hacerlo en tales
proporciones. Esto supondría, para los “clásicos”, que los planes de oferentes y demandantes de
trabajo se articulasen de manera armoniosa. Esto, sin embargo, no puede darse por varios motivos;
Keynes ofrece un argumento empírico y un argumento teórico. En primer lugar si se quisiera hablar
de un mercado de trabajo, los involucrados deberían estar en condiciones de decidir vender su
fuerza de trabajo por un precio y tiempo determinados. Deberían estar en condiciones de negociar
una salario real W/p a cambio de una jornada de trabajo de X horas. Recuérdese que para la teoría
clásica, lo relevante en términos económicos no es el precio nominal de las mercancías, sino el
disfrute real de ellas; por lo tanto la relación entre esfuerzo del trabajo y disfrute de una canasta de
consumo B cuyo precio es p. Si no pueden incidir sobre esto, no tiene sentido hablar de un mercado
caracterizado por la oferta y la demanda. Este es el caso para Keynes. La razón que da para ello se
justifica en el hecho de que, para la economía como un todo, los precios están determinados en el
corto plazo por los costos de producción cuyo componente principal es el salario de los trabajadores
(W). Si los salarios nominales crecieran en determinada proporción, lo mismo ocurriría con los
precios de los productos de la economía como un todo, y por tanto el cociente entre el salario
nominal y la canasta que consumen los trabajadores (es decir, el salario real W/p) permanecería
inalterado. Esto probaría que en términos teóricos el conjunto de los trabajadores no están en
condiciones de determinar el salario real al cual están dispuestos a trabajar.
El segundo argumento es de corte empírico. Supongamos, dice Keynes, que efectivamente los
trabajadores y empresarios se encontrasen en un punto de equilibrio del “mercado de trabajo”. En
tal caso, si hubiera presiones inflacionarias (como las había en los 30 y en la Argentina
contemporánea) los trabajadores deberían retirarse del mercado de trabajo. Esto por el simple
hecho de que al aumentar los precios, el salario real disminuye; con lo cual ya no deberían estar
dispuestos a trabajar la misma cantidad de horas. Sin embargo, lo cierto es que ocurre lo contrario.
Esto evidencia que el salario real y las horas de trabajo no guardan la relación típica de un mercado
competitivo y por lo tanto tal conceptualización sería incorrecta.
Este “botón de muestra” de la teoría keynesiana hace ya evidente el carácter de la obra de Keynes
en contraposición a la neoclásica. En primer lugar, en su argumentación no se recurre de forma
patológica a formalizaciones matematizadas; por otro lado no se construye un mundo imaginario
con agentes idealizados. En su lugar Keynes siempre comienza su análisis a partir de una forma más
inmediata de la experiencia económica. En tercer lugar, su planteo está inmediatamente vinculado
a un problema real y urgente de su época: el desempleo masivo y la recesión económica. Es decir,
en términos formales Keynes comparte con Schutz la idea de que la teoría resuelve problemas y que
las descripciones que se hagan de la conducta humana deben ser fieles a la experiencia que tienen
los individuos.
Este no es el lugar para largas exposiciones detalladas de la Teoría General, de manera que habiendo
pincelado rápidamente el tono de su perspectiva, pasaremos a indagar sobre un trabajo
marcadamente metodológico vinculado con los temas anteriores. Se trata de un artículo que publicó
Keynes el año siguiente (1937) a la edición de aquel libro. En este artículo Keynes trataba de poner
blanco sobre negro los aspectos metodológicos que lo diferenciaban del paradigma dominante.
Dichos aspectos tenían que ver con la conceptualización –algo difusa- que había hecho de las
expectativas, la incertidumbre, y con ello el rol que juega el dinero y el interés en nuestra economía.
La seria consideración de estos aspectos de la experiencia humana condujo a Keynes a construir sus
modelos económicos de forma radicalmente distinta a las vigentes en aquella época. Y claro, acorde
a esta nueva perspectiva, en la cual se evidenciaban dinámicas sociales distintas, aparece un nuevo
rol para el Estado –con un papel mucho más activo y regulador.
En su artículo de 1937, Keynes aborda dos puntos centrales para su teoría: las expectativas y la
incertidumbre. Como se ve, estas son temáticas que emparentan los abordajes de Schutz y Keynes.
Estos dos aspectos diferencian la teoría o modelo de Keynes tanto de la tradición (marginalista)
imperante en su época, como de prácticamente cualquier otra escuela de pensamiento económico.
La forma en la cual Keynes caracteriza a su homoeconomicus es radicalmente diferente de la
propuesta neoclásica, y bastante cercana a la que hace Schutz de los motores que conducen la
acción de los hombres. Para la escuela neoclásica, el hombre, en tanto agente económico, posee un
comportamiento racional (es decir, evalúa un universo de canastas de consumo y es capaz de
ordenarlas según sus preferencias –establecidas de antemano-; a su vez, se asume que conoce todo
lo relevante para sus propósitos, es decir que cuenta con información perfecta). Para Keynes, por el
contrario, como regla general –y siempre pensando en el plano económico- no tenemos la más
mínima idea de la repercusión de nuestros actos, salvo en el plano más inmediato. “actually,
however, we have, as a rule, only but the vaguest idea on any but the most direct consequenses of
our acts.”4. Por lo tanto, si el objetivo de la disciplina económica es estudiar la forma en la cual se
adquiere riqueza -y considerando que esto no ocurre de un día para otro, sino más bien en períodos
prolongados de tiempo- no es claro que el andamiaje marginalista sea el adecuado. Esto podría
4 Keynes, John M. (1937) p. 213.
resultar útil en el mejor de los casos si la economía permaneciera en un estado estacionario y estable
(sin fluctuaciones); pero en el sistema capitalista esto no ocurre.
Tomando en consideración la inestabilidad del sistema capitalista, y en relación con las expectativas
y la incertidumbre, Keynes desarrolla el rol que juegan dos aspectos de nuestra realidad económica
(el dinero y el interés). Para Keynes, la incertidumbre, no se refiere a algo que es conocido con
“cierto grado de probabilidad”: son cosas que simplemente no podemos saber, de la cual no hemos
tenido experiencia y de las cuales no se conocen distribuciones de probabilidad. Aún así, el hombre
económico no se queda paralizado, debe actuar de todas maneras. ¿Cómo lo hace? ¿Qué guía su
conducta? Hay tres “leyes psicológicas” que menciona rápidamente Keynes: en primer lugar,
consideramos que todo va a seguir igual a como es en el presente; en segundo lugar, se considera
que la relación de precios relativos “debe estar bien” (es decir, que sea adecuada, que refleje las
condiciones técnicas y sociales de producción, y la escases relativa de recursos); finalmente, como
el juicio de los hombres es limitado, se imita el comportamiento de los demás bajo la creencia de
que los demás posiblemente posean mejor información (esto luego puede devenir en juicios
convencionales).
Esta caracterización del agente económico tiene implicancias muy importantes para la teoría del
interés y el dinero. En un mundo fluctuante, en el cual no se sabe qué ocurrirá mañana, si uno quiere
estar resguardado –razona Keynes- debe tener dinero. Esto, porque ante una emergencia u
oportunidad, el dinero permitirá salir del paso. Este es el motivo por el cual las personas conservan
una proporción de su ingreso como “dinero en sus bolsillos” –atesoramiento- en lugar de invertirlo
productivamente. La tasa de interés, entonces, es caracterizada como el aliciente que tienen las
personas para desprenderse del dinero “en sus bolsillos”. Correspondientemente, a un inversor le
convendrá pagar determinada tasa de interés para fondear sus proyectos que “estima” tendrán una
ganancia abultada.
Como broche final, Keynes considera que es justamente la inversión que realizan los empresarios, o
el ahorro del sector privado, lo que constituye la brecha –mediada por lo que se conoce como
“multiplicador keynesiano”- entre el nivel de producción (y por lo tanto de ocupación) vigente y el
de “pleno empleo” –rara vez alcanzado. Pero nuevamente, la inversión está afectada por las
expectativas y la incertidumbre que tienen los empresarios respectos a los planes de inversión.
Como se ve, es fundamental remarcar que una teoría práctica –como dice Keynes- del futuro, que
tenga estas consideraciones presentes, tendrá ciertas características que la economía neoclásica
abstrae. Puntualmente, será susceptible a grandes cambios y fluctuaciones (los famosos ciclos
económicos) ocasionados por factores ajenos a las condiciones técnicas de producción o a una
“proporción a ahorrar” fija: el motivo son las expectativas y el conocimiento incierto de los
empresarios.
¿Schutz, Keynes, Dewey?
Como se ha visto, tanto en el pensamiento de Schutz como el de Dewey y Keynes, el conocimiento
juega un rol esencial en la conducta de las personas. Sin embargo, en su construcción del hombre
económico no hay una discriminación como la planteada por Schutz. En su lugar, se mencionan
simplemente tres “leyes” generales que valdrían para todos los casos. El desarrollo de este aspecto
podría ser una contribución interesante por parte de la fenomenología schutziana a la escuela post-
keynesiana de economía. En este sentido, podrían construirse tipos de agentes económicos que
permitieran comprender aspectos novedosos de las relaciones económicas. Un primer paso en ese
sentido podría estar asociado al horizonte temporal que enfrentan los hombres en sus proyectos o
planes. Un segundo atributo asociado al primero podría ser la consideración del nivel de información
que poseen aquellos sujetos que se embarcan en grandes emprendimientos económicos. Así, se
podría diferenciar a groso modo el comportamiento de los “empresarios” en el sentido
schumpeteriano, de los agentes especuladores que operan en la bolsa –un tema al cual Keynes le
dedicó bastante tiempo y energía.
Lo más probable es que Schutz no haya tenido acceso al pensamiento de Keynes de primera mano.
Las ideas de Keynes tomaron mucho tiempo en instalarse a EEUU, y por otra parte, fueron
reinterpretadas al llegar. La postura neoclásica o austríaca de Schutz parece deberse más que nada
a sus orígenes académicos y a su biografía particular. Pero no parece haber nada particular en su
pensamiento que lo asocie directamente a estas escuelas. Por otro lado, la idea de un universo social
abierto, sugerido por la noción de incertidumbre en Keynes –y desarrollada por autores post-
keynesianos- se muestra como una noción extremadamente vinculante entre la teoría económica
de Keynes y la fenomenología schutziana.
Como desarrollamos más arriba y como se hace evidente ahora, la conceptualización de la
proyección que desarrolla Schutz está íntimamente relacionada con las ideas tanto de Dewey, como
de Keynes. Para Schutz proyectar, como cualquier anticipación de eventos futuros, lleva aparejado
un horizonte vacío de posibilidades que tomará cuerpo en la medida en que los hechos se vayan
desarrollando: en la medida en que se “vayan materializando los eventos anticipados”.
Por otra parte -y este es el aspecto realmente interesante a la hora de pensar en políticas
económicas- el proyecto una vez constituido modifica la estructura de relevancias y por lo tanto
nuestra percepción de la realidad. Esto nuevamente es una postura muy cercana a las ideas
desarrollistas o darwinianas que mantiene Dewey.
Por su parte, si bien los post-keynesianos no utilizan un marco teórico darwiniano, sí hacen
referencia continuamente a la ontología social de carácter abierto que sustenta sus presupuestos
metodológicos. Como dice Schutz, una vez que el proyecto es “puesto en marcha” “modifica el
objetivo perseguido y los actos que deben ser realizados”; el problema a ser resuelto impone los
intereses y selecciona lo que es relevante o pertinente en un momento dado para la consecución
del objetivo.
En el mismo sentido, para el análisis social y económico, es importante distinguir entre eventos que
ocurrirán al margen de nuestras interferencias, de aquellos que devienen a partir de nuestras
acciones. Así, los eventos futuros que son influenciados por nuestras acciones son concebidos como
proyecciones (o fantasías): son imaginados como si ya hubieran ocurrido. A la hora de
conceptualizar las expectativas o proyecciones, lo importante es comprender la forma en que son
experimentadas por los hombres habitualmente: no se diferencian en cuanto a la forma de una
apreciación en retrospectiva, sino que la situación es percibida como si ya hubiera ocurrido. A partir
de tal estado final se toman los recaudos necesarios para que tal situación llegue a ser. Sin embargo,
dice Schutz: “In, projecting, on the other hand, we know that what we anticipate carries along open
horizons. Once materialized, the state of affairs brought forth by our actions will necessarily have
quite other aspects than those projected.” Esto definitivamente debería resonar en los oídos de los
autores post-keynesianos ya que para Schutz, “What constitutes the decisive difference is the bare
fact that genuine hindsight does not leave anything open and undetermined. The past is irrevocable
and irretrievable. Foresight, as anticipated hindsight, depends on the stock of our knowledge at
hand before the event, and therefore leaves open what will be irrevocably fulfilled merely by the
occurrence of the anticipated event itself.”5
Como se ve, la idea de los horizontes abiertos en la previsibilidad es claramente un punto de
contacto fuerte tanto entre las ideas de Keynes, las de Dewey y Schutz. A su vez, la caracterización
5 Schutz, Alfred (1976) Collected Papers II, p. 293.
que hace Schutz del comportamiento de los hombres se ajusta perfectamente y refuerza el marco
teórico u ontológico de Keynes.
Una última cita de Schutz funcionará a manera de conclusión: “The intrusion of the transcendental
into this world of everyday life is either denied or dissimulated by common reason. But it shows its
invincible force in the experience of all of us that the world of everyday life with its things and
occurrences, its causal connections of natural laws, its social facts and institutions is just imposed
upon us, that we can understand and master it only to a very limited extent, that the future remains
open, undisclosed and unascertainable, and that our only hope and guidance is the belief that we
will come to terms with this world for all good and practical purposes if we behave as others behave,
if we take for granted what others believe beyond question. All this presupposes our faith that things
will continue to be what they have been so far and that what our experience of them has taught us
will also stand the test in the future”.6
6 Schutz, Alfred (1976) Collected Papers II, p. 157.
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