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Una confusión experimental de nuestro mercado laboral. Félix Sánchez Para que haya gente con experiencia en el uso de herramientas de todo tipo, una tarea práctica, en alguna función concreta, en una peculiar actividad, en los quehaceres de un oficio, en los distintos métodos y técnicas aplicados en un sector o en aquellos procedimientos y contenidos específicos de cualquier organización, es imprescindible no requerir ni exigir tener experiencia para formar parte de un grupo de trabajo, porque estaríamos ignorando la esencia misma de la experiencia. El experto, el experimentado, el que sabe transmitir formas de hacer las cosas, el que sabe sugerir cómo ejecutar un trabajo, el que conoce la práctica gracias a la teoría, el que anima a la mejora de los resultados, el que dirige y gestiona rendimientos personales y profesionales, el que valora actitudes y aptitudes, el que atribuye sentimientos, sensaciones e impresiones según los esfuerzos, cualidades y capacidades de cualquier individuo, no puede ser el que exija años de experiencia a un demandante de empleo que se ofrezca como candidato a un puesto de trabajo. Su propia experiencia quedaría deslucida, sería incontrastable, denotaría indolencia profesional, regiría sus criterios desde lo teórico e ideal en lugar de sustentar sus exigencias en la práctica y la diligencia que se le asume. Si no es capaz de enseñar, instruir, educar, aleccionar, organizar, capacitar o cualificar a otro individuo que, la experiencia aleatoria de la vida, el azar o sea la explicación que fuere, tenga hábitos y vivencias acumuladas en una dimensión o ámbito distinto al del experto experimentado, no podríamos valorar ni reconocer sus conocimientos ni su nivel profesional. Todos aquellos conocimientos que se van adquiriendo gracias a la práctica, han sido posibles por la aceptación sin remisión de que no todo el mundo puede tener experiencia en todas las cosas de la vida, sin embargo los que tienen experiencia sí que pueden y deben reclutar a aquellos individuos sin el mismo nivel de práctica. Si hiciera falta tener experiencia en todas las actividades que hacen que podamos hablar de la vida, ésta no

Una confusión experimental

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Una confusión experimental de nuestro mercado laboral.

Félix Sánchez

Para que haya gente con experiencia en el uso de herramientas de todo tipo, una tarea práctica, en alguna función concreta, en una peculiar actividad, en los quehaceres de un oficio, en los distintos métodos y técnicas aplicados en un sector o en aquellos procedimientos y contenidos específicos de cualquier organización, es imprescindible no requerir ni exigir tener experiencia para formar parte de un grupo de trabajo, porque estaríamos ignorando la esencia misma de la experiencia. El experto, el experimentado, el que sabe transmitir formas de hacer las cosas, el que sabe sugerir cómo ejecutar un trabajo, el que conoce la práctica gracias a la teoría, el que anima a la mejora de los resultados, el que dirige y gestiona rendimientos personales y profesionales, el que valora actitudes y aptitudes, el que atribuye sentimientos, sensaciones e impresiones según los esfuerzos, cualidades y capacidades de cualquier individuo, no puede ser el que exija años de experiencia a un demandante de empleo que se ofrezca como candidato a un puesto de trabajo. Su propia experiencia quedaría deslucida, sería incontrastable, denotaría indolencia profesional, regiría sus criterios desde lo teórico e ideal en lugar de sustentar sus exigencias en la práctica y la diligencia que se le asume. Si no es capaz de enseñar, instruir, educar, aleccionar, organizar, capacitar o cualificar a otro individuo que, la experiencia aleatoria de la vida, el azar o sea la explicación que fuere, tenga hábitos y vivencias acumuladas en una dimensión o ámbito distinto al del experto experimentado, no podríamos valorar ni reconocer sus conocimientos ni su nivel profesional.

Todos aquellos conocimientos que se van adquiriendo gracias a la práctica, han sido posibles por la aceptación sin remisión de que no todo el mundo puede tener experiencia en todas las cosas de la vida, sin embargo los que tienen experiencia sí que pueden y deben reclutar a aquellos individuos sin el mismo nivel de práctica. Si hiciera falta tener experiencia en todas las actividades que hacen que podamos hablar de la vida, ésta no existiría. Por eso es posible todos aquellos fenómenos sociales que estructuran nuestra condición humana: las tradiciones, las costumbres, la transmisión cultural de valores, las formas de pensamiento y la socialización de los más recientes.

En este país hemos construido formas de exigir cosas que no tienen ningún sentido, no sé si producto de que el interés se impone constantemente a lo que conocemos como «poner interés», a que vivimos rodeados de algunas ideologías donde su todo vale les beneficiará a ellos, pero no a la inmensa mayoría de las personas que afrontan sus vidas desde la más absoluta normalidad.