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Número 66 Enero 2009 ¿Una nueva Epifanía?

¿Una nueva Epifanía? · alma de los Reyes Magos era el deseo de rendir culto de adoración a Aquél que había nacido. El significado de la inspiración del Espíritu Santo, lle-vándolos

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Número 66 Enero 2009

¿Una nueva Epifanía?

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Frente al Rey, los reyes buenos y el rey malo

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

“H

10 Heraldos del Evangelio · Enero 2009

a EvangElio A

Comentario aL eVangeLio — domingo de La ePifanía deL Señor

No existen razones profanas ni mundanas en el largo viaje que emprendieron los Magos. Y la confianza que mostraron, impregnada de valentía, ante un tirano con mala fama como Herodes, resulta conmovedora. Sin duda los sustentaba una especial moción del Espíritu Santo.

abiendo nacido Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, unos Magos procedentes del Orien-

te llegaron a Jerusalén, diciendo: ‘¿Dónde es-tá el rey de los judíos que acaba de nacer? Por-que hemos visto su estrella en el Oriente y ve-nimos a adorarle’. Al oír esto el rey Herodes se sobresaltó, y con él toda Jerusalén. Y reunien-do a todos los príncipes de los sacerdotes y escri-bas del pueblo, les preguntó dónde había de na-cer el Mesías. Ellos contestaron: ‘En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la me-nor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti saldrá un jefe que regirá a mi pueblo Israel [Miq 5, 2]. Entonces Herodes, llamando en se-

Vitrales de la Catedral de Saint-Gatien de Tours (Francia) (en esta y en las próximas páginas)

Sérgio Hollmann

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Frente al Rey, los reyes buenos y el rey malo

Enero 2009 · Heraldos del Evangelio 11

a EvangElio A

Comentario aL eVangeLio — domingo de La ePifanía deL Señor

I – NavIdad y EpIfaNía

La fiesta de la Epifanía —también llamada Teofanía por los griegos, es decir, manifestación de Dios— ya era celebrada en Oriente antes del siglo IV. Es una de las conmemoraciones cristianas más antiguas, tanto como la Resurrección de Nuestro Señor.

No debemos olvidar que la Encar-nación del Verbo se hizo efectiva des-pués de la Anunciación del Ángel; pero hasta entonces, María, Isabel, José y probablemente Zacarías eran los únicos conocedores del gran mis-

terio realizado por el Espíritu Santo. El resto de la humanidad no se per-cató de lo que sucedía en el período de gestación del Hijo de Dios huma-nado. La Revelación de los Profetas estaba cubierta bajo cierto misterio, que sólo se despejó tras el testimonio de los Apóstoles.

La liturgia del tiempo de Adviento

En las cuatro semanas de Advien-to, la liturgia nos recuerda las profe-cías sobre los principales hechos re-lacionados con las graduales y suce-

sivas manifestaciones del Salvador y de la Buena Nueva traída a la Tierra. Con mucho énfasis se subraya el tex-to de Isaías: “Una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y le llamará Emma-nuel, ‘Dios con nosotros’” (Is 7,14). Era evidente que el Mesías pertene-cería al noble linaje de David: “Y bro-tará un rama del tronco de Jesé y reto-ñará de sus raíces un vástago, sobre el que reposará el espíritu del Señor, es-píritu de consejo y de fortaleza, espíri-tu de entendimiento y de temor del Se-ñor” (Is 11, 1-2).

creto a los Magos, averiguó de ellos con exacti-tud el tiempo de la aparición de la estrella. Y en-viándolos a Belén, les dijo: ‘Id e informaos con diligencia acerca del niño y, cuando lo encon-tréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo’. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en cami-no, y la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lu-gar donde estaba el niño.Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adora-ron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron presen-tes de oro, incienso y mirra. Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” (Mt 2, 1-12).

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12 Heraldos del Evangelio · Enero 2009

La liturgia va in crescendo, hasta dejar en claro que viene en camino el Salvador de las naciones; por eso ruega que la tierra lo haga germinar: “Rorate cæli desuper et nubes pluant iustum, aperiatur terra et germinet sal-vatorem et iustitia oriatur simul!” — “Que los cielos derramen el rocío de las alturas, que las nubes destilen la justicia. Ábrase la tierra y produzca el fruto de la salvación, y germine a la vez la justicia” (Is 45,8).

Por fin, nace el Redentor como un simple bebé. Sin embargo, quien fue-ra iluminado por un don del Espíritu Santo, discerniría en el adorable pe-queño los resplandores de su fulgu-rante divinidad. No se trataba de un ser puramente humano; aquella na-turaleza se unía a la propia Divinidad en la hipóstasis de la Segunda Perso-na de la Santísima Trinidad. Ahí esta-ba el Hombre-Dios.

Epifanía: público reconocimiento de la divinidad del Niño Jesús

Si en la Navidad, por así decir, Dios se manifiesta como Hombre, en la Epifanía ese Hombre se revela co-

mo Dios. Así, en estas dos fiestas Dios quiso que el gran misterio de la En-carnación quedara al descubierto con todo su brillo, frente a judíos y genti-les, dado su carácter universal. Occi-dente celebraba desde un principio la Navidad el 25 de diciembre, y Oriente la Epifanía el 6 de enero. Fue la igle-

otro lado, todavía quedan vestigios de la antigua tradición oriental que incluía en la Epifanía, además de la Adoración de los Reyes, el milagro de las Bodas de Caná y el Bautismo del Señor en el Jordán. Hoy nuestra liturgia ya no ce-lebra las Bodas de Caná, y el Bautismo del Señor es festejado el día domingo entre el 9 y el 13 de enero.

En síntesis, podemos afirmar que la Epifanía, es decir, la manifesta-ción del Verbo Encarnado, no puede ser considerada separadamente de la adoración que le tributaron los Reyes de Oriente. La escena implica un re-conocimiento público a la Divinidad del Niño Jesús unida a su humanidad.

La virtud de la Religión

La adoración, según enseña el Doctor Angélico, “tiene por objeto la reverencia de aquel a quien se adora”. Se trata de una virtud especial llama-da religión, a la cual “le corresponde el testimoniar reverencia a Dios”. 1

Para entenderlo mejor, basta de-cir que la religión se basa en quién es Dios y quién somos nosotros; en lo que Él nos ha dado y lo que debemos re-tribuirle. Dios es el Ser por esencia, la Perfección, el Bien, la Verdad y la Be-lleza, además, absoluto e infinito; no-sotros, en cambio, somos criaturas con-tingentes, dependientes; lo hemos reci-bido todo de Dios, y nuestra existencia requiere su sustento a cada instante.

Bien decía el R.P. Antonio Royo Marín, OP., que si Dios, por absur-do, adormeciera un instante, todas las criaturas volverían a la nada; a lo que el Prof. Plinio Corrêa de Olivei-ra añadió: “Y en su Omnipotencia, Él lo recrearía todo nuevamente, na-da más despertase”.

Por tanto, el ser de toda y cualquier criatura es otorgado por Dios, al igual que todos los dones más variados que haya en el orden universal. Por ende, en la línea de los dones no existe nada que no recibamos de Dios. Somos los eternos deudores del Creador. Bajo este punto de vista, hasta la más excel-sa de todas las criaturas, María Santí-

No se trataba de un ser puramente humano; aquella

naturaleza se unía a la propia

Divinidad

sia de Antioquía, en tiempos de San Juan Crisóstomo, la que pasó a cele-brar ambas fechas. La segunda festi-vidad sólo comenzaría a ser celebrada en Occidente a partir del siglo V.

En nuestra actual fase histórica, la liturgia conmemora la Adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús. Por

La Epifanía no puede ser considerada separadamente de la adoración que le tributaron los Reyes de Oriente. La escena implica un

reconocimiento público a la divinidad del Niño Jesús

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sima, lo es también, y Ella supo reco-nocerlo en su cántico frente a su pri-ma Santa Isabel: “Mi alma glorifica al Señor […] porque ha mirado la humil-dad de su sierva” (Lc 1, 46.48).

La virtud de religión es la esencia de la adoración que se concentra en re-conocer estas dos realidades: quién es Dios, cuáles son sus derechos y bene-ficios; quiénes somos nosotros, nues-tra indigencia, nuestra nulidad. Por eso “la religión es la principal entre las virtudes morales” —explica Sto. Tomás de Aquino— porque “es la que más se acerca al fin, pues realiza todo lo que di-recta e inmediatamente atañe al honor de Dios. Por lo tanto, la religión sobresa-le entre las demás virtudes morales”. 2

Invitación para ser agradecidos con Dios

Lo que movía profundamente el alma de los Reyes Magos era el deseo de rendir culto de adoración a Aquél que había nacido. El significado de la inspiración del Espíritu Santo, lle-vándolos a Belén, se cifra en el llama-do universal dirigido a todas las na-ciones a su salvación y participación en los bienes de la Redención.

Aunque los Profetas habían predi-cho la universalidad de esa vocación, los judíos la consideraban un privile-gio exclusivo del pueblo elegido. Es curioso notar cómo el propio Cristo en su vida pública, pese a elogiar la fe del centurión romano —“En verdad os digo que en ninguno de Israel he encon-trado una fe tan grande” (Mt 8,10)—, afirma no haber sido enviado por el Padre sino a cuidar las “ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24). Es de-cir, no quiso llamar directamente a la gentilidad; esa tarea estaba reservada a los Apóstoles, en especial a San Pa-blo. Pero, con décadas de antelación, los Santos Reyes simbolizaron junto a la cuna del Salvador su gran deseo de redimirnos también a nosotros, los gentiles, de acuerdo a las palabras de la Oración del Día: “Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una

estrella”; y más claramente en el Pre-facio: “Hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación”.

Si Dios llamó a los Reyes Magos mediante la estrella, a nosotros nos llama a través de su Iglesia, con su predicación, doctrina, gobierno y li-

II – BEléN, los Magos y HErodEs

“Habiendo nacido Jesús en Be-lén de Judá en los días del rey Herodes, unos Magos proce-dentes del Oriente llegaron a Jerusalén”.

Como dijo San Pablo: “De haberla conocido [la misteriosa sabiduría di-vina], no hubieran crucificado al Se-ñor de la gloria” (1 Cor 2,8). No esta-ba en los designios de Dios manifes-tar el nacimiento del Niño Jesús ante toda la humanidad, porque eso pro-bablemente impediría la Redención. Por otro lado, si su venida al mundo estuviera acompañada con signos ful-gurantes y grandiosos, los méritos de la fe quedarían anulados.

El nacimiento, señal previa de la segunda y plena manifestación

Por éstos y otros motivos, Santo To-más de Aquino explica: “Pertenece al or-den de la sabiduría que los dones de Dios y los secretos de ella no lleguen igualmen-te a todos, sino inmediatamente a algu-nos, y que por medio de éstos se deriven a

La Epifanía nos anima a agradecer al Señor, a implorar la gracia de su luz celestial para que nos guíe siempre y en todo lugar

turgia. Por ende, la Epifanía es la fiesta que nos anima a agradecer al Señor, a implorar la gracia de su luz celestial para que nos guíe siempre y en todo lugar, a recibir con fe y vivir con amor todos los dones concedidos por la Santa Iglesia (cfr. Oración des-pués de la Comunión).

Si Dios llamó a los Reyes Magos mediante la estrella, a nosotros nos llama a través de su Iglesia, con

su predicación, doctrina, gobierno y liturgia

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Malicia de Herodes

H

14 Heraldos del Evangelio · Enero 2009

los demás. Por lo cual, y respecto al mis-terio de la resurrección se dice (Hch 10, 40-41) que Dios quiso que Cristo resu-citado ‘se manifestase no a todo el pue-blo, sino a los testigos que Dios había de-terminado de antemano’. Por esta razón, también debió observarse esto con rela-ción al nacimiento del mismo, para que Cristo no se manifestase a todos, sino a algunos, por los cuales pudiera llegar al conocimiento de los demás”. 3

Varias razones hicieron que la Pro-videncia Divina eligiera primero a los judíos, y sólo después a los paganos, para manifestar el nacimiento de Je-sús. Claro está que Dios, guardando un aprecio especial por el principio de jerarquía, iba a preferir iniciar su gran obra por el pueblo elegido. Ese pormenor lleva al mismo Doctor An-gélico a discurrir a continuación:

“La manifestación del nacimiento de Cristo fue una señal previa de la plena manifestación, que debía tener lugar des-pués; y así como en la segunda manifes-

tación se anunció primeramente la gra-cia de Cristo por el mismo Cristo y por los apóstoles a los judíos y después a los gen-tiles, así llegaron a Cristo primeramente los pastores, que eran las primicias de los judíos, como los más cercanos; y después

bajado del cielo” (Jn 6,41). Por eso, los comentaristas hacen una aproxi-mación entre el significado del nom-bre Belén —“casa del pan”— y la ins-titución del Sacramento de la Eu-caristía, Pan de los Ángeles. Existía otra Belén más al norte, en la tierra de Zabulón, lo que hace especificar al evangelista la tribu de Judá.

El rey Herodes no pertenecía real-mente a la raza de los judíos, pues era idumeo. Llegó al trono gracias al apoyo romano, puesto que los judíos se le oponían al tratarse de un extran-jero. Fue muy hábil, restaurando con esmero el Templo de Jerusalén, in-tentando así que olvidaran sus oríge-nes; pero la perpetuación de su fama se debió a las grandes manchas de sus costumbres disolutas y su crueldad.

Sobre este particular, pondera Teodoro de Mopsuéstia:

“El patriarca Jacob ya había distingui-do este momento con exactitud al decir: ‘No desaparecerá el jefe de Judá ni el guía de sus miembros hasta que llegue aquel a quien está reservado’ (Gn 49, 10). Ma-teo puso estos datos para evidenciar por medio de ellos que todo estaba ocurrien-

vinieron los Magos de lejanos países, ‘los cuales fueron las primicias de las nacio-nes’, como dice San Agustín”.4

Consideraciones y profecías

En cuanto a la referencia a la ciu-dad de Belén de Judá en este artícu-lo, debemos considerar la afirmación hecha por el propio Salvador, déca-das más tarde: “Yo soy el pan que ha

Los malvados, cuando quieren

producir un daño muy grave

contra alguien, se muestran con él

humildes y amigos

erodes maquina su muer-te [del Mesías] con mali-cia de dolo. El hombre ma-

lo es capaz de entender las cosas de Dios, pero no puede realizarlas, dado que la inteligencia del hombre ha si-do creada por Dios, pero el obrar de-pende de la voluntad.

Herodes sí que vio el gran fervor de los Magos hacia Cristo; y como no podía lograr su complicidad para dar muerte al futuro rey ni con zalamerías que los doblegaran, ni con amenazas que los atemorizaran, ni con dinero que los corrompiera, se le ocurrió en-gañarlos. De ningún modo podía se-ducirlos con halagos para que traicio-naran a Aquel por el cual habían rea-lizado un viaje tan fatigoso. Tampoco podían tener tanto miedo como para entregar a Cristo, ellos que no tenían ningún interés ni en Herodes ni en el César, pues habían entrado en su rei-no anunciando a otro rey. Ni podían

ambicionar nada más que a Cristo los que le traían dones preciosos de una tierra lejana.

Y cuando vio que no podía conse-guir otra cosa, se puso a prometer de-voción cuando ya afilaba la espada, y pintaba con color de humildad la per-versidad de su corazón. Ése es el mo-do de proceder de todos los malvados: cuando quieren producir un daño muy grave contra alguien sin que se vea, se muestran con él humildes y amigos.

(ANÓNIMO – Obra incompleta sobre el Evangelio de

Mateo, 2, PG 56, 640-641)

Sér

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“Herodes ordena la masacre de los inocentes” - Basílica de

St. Denis - París

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do de acuerdo a las palabras proféticas. Por un lado, el profeta había dicho que saldría de Belén (Mq 5,2), y por otro, el hecho de que esto ocurriera en los días de Herodes cumplía además la predic-ción de Jacob. Reinó sobre ellos prime-ro la estirpe de David, de la tribu de Ju-dá, hermano de Leví, pero la descenden-cia venía de la estirpe de Judá, que se ha-bía mezclado con la tribu levítica, espe-cialmente con sumos sacerdotes, y te-nían prerrogativas reales. Luego, después de que los hermanos Aristóbulo e Hirca-no entraran en pugna y lucharan por el poder, recayó finalmente la dignidad real en Herodes, que no era judío de raza al ser hijo de Antípatro Idumeo. Fue enton-ces, en el tiempo de este reinado, cuando apareció Cristo el Señor, acabados ya los reyes y gobernantes del pueblo judío”. 5

Mateo calla otros detalles acerca de los Magos; por eso la multiplicidad de las conjeturas y la no poca divergencia entre los autores. No obstante, pode-mos afirmar que el nombre Magos no debe ser entendido con las connotacio-nes de nuestro tiempo. En aquella épo-ca significaba personas de cierto pode-río y que se distinguían especialmente en los conocimientos científicos, sobre todo astronómicos. Además, la tradi-ción los presenta como reyes. También es la tradición que deja constancia so-bre su número, tres, que fueron bauti-zados más tarde por santo Tomás Após-tol y, tiempo después, martirizados. Las reliquias de los Reyes Magos fueron veneradas recientemente por un Papa. Nuestro Pontífice felizmente reinan-te, Benedicto XVI, visitó la catedral de Colonia para rezar frente a ellas el 18 de agosto de 2005, con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud.

Sobre su país de origen —Caldea, Arabia o Persia— sólo hay hipótesis, como también sobre el momento de su llegada a Jerusalén y Belén, lo que parece haber ocurrido después de la Presentación del Niño Jesús.

Lo que todos admiten como cier-to es que, siendo universal el ámbito de la Redención, debía ser anuncia-da a todos. 6

III – los rEyEs frENtE a HErodEs

“…diciendo: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y veni-mos a adorarle’”.

Queda claro en este versículo el mo-tivo real y profundo del largo viaje que habían emprendido; nada de simple curiosidad, razones profanas ni mun-danas. Además demuestran una gran fe y no poca intrepidez, al formular una pregunta tan incisiva, máxime cuan-do Herodes podría interpretarla como

gan para venir a adorar al recién na-cido Rey de los judíos que han visto ‘su estrella en Oriente’. En forma muy acentuada se habla de la estrella preci-samente del Rey de los judíos.

“En el mundo de la astrología, los hombres se consideran regidos por los astros. Pero también en la antigüedad estaba difundida la creencia de que el nacimiento de los hombres principa-les iba precedido por un signo celeste. Hasta aparece reflejado en los escritos cuneiformes.

“Varias fueron las teorías propues-tas sobre la naturaleza de esta ‘estrella’ que vieron los Magos”. 7

Tampoco el Doctor Angélico de-jó de expresar su pensamiento respec-to de este trecho. Después de discu-rrir sobre las razones por las que Dios reveló su nacimiento a los judíos me-diante ángeles, y a los gentiles por se-ñales, cita a San Agustín: “los ángeles habitan los cielos y las estrellas los ador-nan”. 8 Y a partir de ahí analiza la es-trella en sí misma, mostrando que “no fue una de las estrellas celestes” sino un astro completamente sui generis. 9

Jerusalén quedó perturbada

“Al oír esto el rey Herodes se sobresaltó, y con él toda Jeru-salén.”

Se comprende fácilmente el temor de Herodes, dada su irrefrenable am-

Hipócrita, se hace pasar por piadoso

y suave para engañar la sencillez, candor e inocencia

de los Magos

Herodes sí que vio el gran fervor de los Magos hacia Cristo; y como no podía lograr su complicidad para dar

muerte al futuro rey, se le ocurrió engañarlos

una negación de su título y su poder, conquistados tras tantos esfuerzos.

La estrella que guiaba a los Magos

Sobre la estrella, comenta el R.P. Manuel de Tuya, OP: “Los Magos ale-

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bición, envidia y crueldad. Su esposa y sus tres hijos pudieron probar la vio-lencia de su pérfido e impetuoso tem-peramento, ya que fueron ejecutados por tiránica determinación suya, naci-da del miedo a ser destronado.

A un hombre con esa moral desor-denada y carácter tan malo, el anun-cio del surgimiento milagroso de un nuevo rey sólo podía causar pertur-bación; tanto más que “se había di-fundido entonces por todas las par-tes del imperio romano, y en Oriente más que en otra alguna, cierto presen-timiento, vago unas veces, más preciso otras, de una nueva era que iba a inau-gurarse para la humanidad”. 10

¿Y qué causaba el sobresalto de los habitantes de Jerusalén? Se les anun-ciaba el nacimiento de un Rey judío: ¿no era ésta una noticia alentadora? ¿No debían acompañar a los Magos para comprobar con alegría los he-chos? No sería de extrañar que a esas alturas, el pueblo se hubiera acomo-dado y tratara con relajada compla-cencia al tirano criminal. Quizás con-curriera a esa perturbación el temor a las represalias y venganzas, o incluso el amor propio herido, el orgullo piso-teado, el desprecio de una gracia, por-que esperaban un Mesías más esplen-doroso y, además, anunciado directa-mente a ellos, no a los extranjeros.

A tal propósito comenta San Juan Crisóstomo: “Porque seguían en la misma disposición que sus antepasa-dos, quienes, no obstante todos sus be-neficios, se habían apartado de Dios, y, gozando de soberana libertad, se acor-daban de las carnes de Egipto”. 11

Iniquidad fraudulenta de Herodes

“Y reuniendo a todos los prín-cipes de los sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías”.

Pérfido pero hábil, Herodes disi-mula su satánico proyecto de matar al Mesías y procura informarse sobre los designios de Dios, para impedir-los con eficacia. Con aires de hipócrita

“Ellos contestaron: ‘En Be-lén de Judá, pues así está es-crito por el profeta: Y tú, Be-lén, tierra de Judá, de nin-gún modo eres la menor entre las principales ciudades de Ju-dá, porque de ti saldrá un jefe que regirá a mi pueblo Israel [Miq 5, 2]’”.

Los doctores de la Ley no temen decirle a Herodes que, según Mi-queas, el Mesías debía nacer en la ciudad de Belén de Judá; pero su-primen de la profecía oficial la frase subsiguiente, que insinuaba clarísi-mamente el origen divino de Cristo: “Et egresus eius a temporibus antiquis, a diebus aeternitatis” — “Sus orígenes son de antaño, de días de muy remota antigüedad” (Mq 5,1). Tal vez por ma-licia, o por orgullo, o por un carácter reblandecido, no tenían fe suficiente para creer esa revelación. Esta pési-ma actitud llevó a que San Juan Cri-sóstomo los asociara a la culpa por la muerte de los Santos Inocentes, pues Herodes no se enfurecería al saber que se trataba de un Rey eterno, por tanto, no de un rival terrenal.

“Entonces Herodes, llaman-do en secreto a los Magos, ave-riguó de ellos con exactitud el

tiempo de la aparición de la es-trella”.

Llama la atención el adverbio se-cretamente. Según Flavio Josefo, fa-moso historiador de aquel tiempo, era muy común que Herodes se vis-tiera como un cualquiera y se inmis-cuyera entre la gente para sondear directamente lo que se pensaba sobre su reinado. 12 Era su astuta forma de proceder. Estando ya seguro en cuan-to a la ciudad donde habría nacido su enemigo Mesías, ahora quería conje-turar su edad aproximando la fecha de nacimiento del Niño con el día de la aparición de la estrella.

“Y enviándolos a Belén, les di-jo: ‘Id e informaos con diligen-cia acerca del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo’”.

Hipócrita, se hace pasar por pia-doso y suave para engañar la senci-llez, candor e inocencia de los Ma-gos. No sin fundamento, algunos au-tores denominan esa actitud como “iniquidad fraudulenta”.

Iv – dE JErusaléN a BEléN

“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que se de-tuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se lle-naron de una inmensa alegría”.

Dios siempre actuó así, recompen-sando a quienes son fieles a su gracia. Es conmovedora la confianza impreg-nada de valentía de esos Reyes Magos frente a un tirano con tan mala fama. No cabe duda que los sostenía una es-pecial moción del Espíritu Santo.

Reaparece la estrella

¿Habrán partido de noche o du-rante el día? Ir de Jerusalén a Be-lén tomaba dos horas de camino por un conocidísimo trayecto. Sin embar-go, unos cuantos autores defienden

No se puede hallar a Jesús sin María, y

menos aún a María sin Jesús

piedad reúne al Sanedrín. Su pregun-ta demuestra que todos estaban ente-rados de la posibilidad de que ese re-cién nacido pudiera muy bien ser el Mesías. De ahí también la maldad del Sanedrín y del pueblo mismo.

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No fue una estrella celestial

S

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la tesis de que este desplazamiento se efectuó de día. Pero, ¿cómo se expli-caría entonces la reaparición de la es-trella? Unos dicen que no hicieron fal-ta las sombras de la noche por tratarse de un cuerpo luminoso en regiones at-mosféricas más cercanas a los Magos; otros interpretan este pasaje como si la estrella sólo hubiera reaparecido a la entrada de Belén, ya que no había cómo equivocarse de camino.

Leyendo estos versículos con de-voción, se llega por momentos a par-ticipar en la alegría de los primeros peregrinos a los lugares santos.

La desaparición de la estrella ha-bía impuesto una prueba a su con-fianza; ahora reciben el premio de la

consolación. También surge una pre-gunta en esto. ¿Por qué la estrella se ocultó al llegar a Jerusalén y sólo rea-pareció en Belén? ¿Será que ya para entonces Jerusalén no era digna de una señal tan pública y evidente? ¿O al contrario, al esconderse, la estrella propició una mayor permanencia de los Magos en la ciudad, y con eso la autenticidad del suceso se hizo más patente para todos sus habitantes?

Lo adoraron inspirados por el Espíritu Santo

“Y entrando en la casa, vie-ron al niño con María, su ma-dre, y postrándose le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofre-

cieron presentes de oro, incien-so y mirra”.

Emociona esta descripción de Ma-teo: “vieron al niño con María, su ma-dre”. Palabras proféticas, inspiradas por el Espíritu Santo, para dejar cons-tancia a todos los siglos que no se pue-de hallar a Jesús sin María, y menos aún a María sin Jesús. La Historia ha comprobado —y lo hará aún más— que la devoción a la Madre conduce a la oración al Hijo, y viceversa.

Llama la atención la referencia de Mateo al lugar donde estaba el Niño: una casa, no una gruta. “Autores anti-

egún Crisóstomo, muchos in-dicios prueban que la estrella aparecida a los Magos no fue

una más de las estrellas del cielo.1º – Porque ninguna otra sigue es-

ta dirección, pues se dirigía de norte a sur; tal es la posición de Judá con relación a Persia, de donde vinieron los Magos.

2º – Por el tiempo, pues no só-lo apareció de noche sino también a pleno día; lo cual no es propio de la potestad de una estrella, ni siquiera de la luna.

3º – Porque unas veces aparecía y otras se ocultaba; así, cuando entra-ron en Jerusalén se ocultó, y cuando abandonaron a Herodes, reapareció.

4º – Porque no tenía movimiento continuo: avanzaba cuando era pre-ciso que los Magos se movieran, y se detenía cuando era oportuno que lo hicieran, a la manera de la columna de nubes en el desierto.

5º – Porque indicó el parto de la Virgen no sólo desde lo alto, sino

descendiendo, como dice el Evan-gelio de Mateo: “La estrella que ha-bían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lu-gar donde estaba el Niño”. De donde se desprende que las palabras de los Magos, “vimos su estrella en Orien-te”, no deben entenderse como si hu-bieran visto en Oriente una estrella situada en tierra de Judá, sino que la vieron en el mismo Oriente y les pre-cedió hasta Judá, aunque haya quien considere dudosa esta opinión. Ade-más, no podría haber indicado clara-mente la casa si no estuviera próxi-ma a la tierra. Y, como dice también Crisóstomo, eso no parece propio de una estrella sino de “algún poder ra-cional”. “Parece, pues, que esta estrella era una virtud invisible transformada en la apariencia de una estrella”.

Por eso dicen algunos que así co-mo el Espíritu Santo descendió sobre el Señor al ser bautizado en figura de paloma, así se apareció a los Magos en figura de estrella. Otros dicen que

el ángel que se presentó ante los pas-tores con forma humana, se apare-ció a los Magos con forma de estre-lla. Sin embargo parece más probable que fue una estrella creada de nuevo, no en el cielo, sino en la atmósfera próxima a la tierra, y movida según la voluntad divina. Por esta razón dice el Papa San León (Sermón 31 sobre Epifanía): “A los Magos se les apareció en el Oriente la estrella de la nueva cla-ridad, la cual, más resplandeciente y más bella que las demás, atraía las mi-radas y ánimos de los que la contem-plaban, a fin de que inmediatamente se advirtiese que un signo tan extraordi-nario no existía sin motivo.”

(AQUINO, Santo Tomás de – Suma Teológica III, q.36, a.7 resp).

“Los Reyes Magos siguiendo la estrella” - Basílica de St. Denis, París S

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Un gran Rey se levantará en Occidente

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18 Heraldos del Evangelio · Enero 2009

guos como San Justino pensaron que, en efecto, ‘casa’ era un eufemismo por ‘gru-ta’. San Jerónimo, en cambio, habla va-rias veces de la gruta y no habla nunca del recuerdo ni de la presencia en ella de los Magos. No sería nada improbable que la expresión ‘casa’ de Mateo tenga su sentido real. Situada esta escena sobre año y medio de distancia del nacimien-to de Cristo, no es creíble que la Sagrada Família hubiese permanecido albergada en aquella gruta circunstancial; parece lo natural que hubiesen ocupado una mo-desta casa. El v. 22 sugiere además que se habían establecido en Belén”. 13

La adoración prestada por los Ma-gos comprueba una vez más la reali-dad de la acción del Espíritu Santo en sus almas, tal como lo afirma San-to Tomás de Aquino:

“Los Magos son ‘las primicias de las naciones’ de los que creen en Cristo, en los cuales apareció, como un cierto presagio, la fe y la devoción de las gen-tes, que venían a Cristo desde países le-janos. Y por esto, así como la devoción

y la fe de las gentes están sin error por la inspiración del Espíritu Santo, de la misma manera también debe creerse que los Magos inspirados por el Espíri-tu Santo tributaron sabiamente adora-ción a Cristo”. 14

En cuanto a los obsequios de los Magos, es un gesto que cumple la

l punto de partida de esta edad de oro, a la que debía presidir un poderoso y glo-

rioso personaje, sería Judá, según la opinión común. Ya hemos dicho con cuanta ansiedad esperaban los judíos al Mesías, precisamente en esta mis-ma época. Toda su literatura era me-siánica, como demuestran los abun-dantes libros apócrifos que sin cesar avivaban el fuego e intensificaban la esperanza.

Los hijos de Israel habían invadi-do la mayoría de las provincias del

Imperio y se entregaban en todos los sitios a un ardiente proselitismo, sin hacer misterio ni de su religión ni de su Mesías; gracias a ellos se habían originado y extendido aquellas espe-ranzas que a tantos espíritus tenían en suspenso. Las religiones paganas se descomponían y caían en ruinas. Los espíritus más elevados se afilia-ban en gran número al judaísmo por lazos más o menos estrechos.

El presentimiento de que habla-mos está formalmente atestiguado por varios de los grandes escritores de Roma, en particular por Virgilio (Eglog., 4, 4-52), Tácito (Hist., 5, 13)

y Suetonio (Vespas, 4), como tam-bién por el historiador judío Flavio Josefo (Bell. Jud., 6,5,4). Ya las anti-guas tablas astronómicas de Babilo-nia muestran vivo interés en Palesti-na. En ellas se pueden leer con bas-tante frecuencia predicciones ex-presadas en éstos términos: “Cuan-do tal o cual cosa suceda, se levanta-rá en el Occidente un gran rey, y con él comenzará una verdadera edad de oro”.

(FILLION, Louis-Claude — Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Madrid: Rialp, 2000, v.I, p. 7-8).

bre mi altar, y yo glorificaré la casa de mi gloria” (Is 60, 6-7).

“Al reconocerlo como rey, ofrecie-ron la primicia exquisita y preciosa del templo: el oro que guardaban. Por en-tender que era de naturaleza divina y celestial, ofrecieron incienso perfuma-do, forma de oración verdadera, ofre-cida como suave olor del Espíritu San-to. Y en reconocimiento de que su na-turaleza humana recibiría sepultura temporal, ofrecieron mirra”. 15

Volvieron por otro camino

“Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.

Dios jamás deja de proteger a quienes lo sirven con amor y fideli-dad. Si los Magos hubieran regresado con Herodes, ellos mismos podrían haber precedido a los Inocentes en la muerte.

A todos nosotros, Dios nos ha-ce regresar a la Patria “por otro ca-mino”, según lo enseña San Grego-

Dios jamás deja de proteger a

quienes lo sirven con amor y fidelidad

profecía de Isaías: “Todos vienen de Saba, trayendo oro e incienso, prego-nando las glorias del Señor. En ti se reunirán los ganados de Cedar; los carneros de Nabayot estarán a tu servi-cio. Subirán como víctimas gratas so-

Virgilio - Grabado de F. Huot

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Enero 2009 · Heraldos del Evangelio 19

rio Magno. Infelizmente, dejamos el Paraíso Terrenal tras el pecado de or-gullo de nuestros primeros padres; más aún, nos hemos apartado de él por apego a las cosas de este mundo y debido a nuestros propios pecados. Dios, como Padre bueno, nos ofrece el Paraíso Eterno; para entrar a él, sin embargo, se sigue el camino opuesto al del orgullo y la sensualidad. Es la vía del desprendimiento, la obedien-cia, la renuncia a nuestras pasiones. Dios nos ofrece un camino fácil y se-guro: “Ad Jesum per Mariam!” (¡A Je-sús por María!).

1 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica II-II, q. 84 a.1.

2 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica II-II, q. 81 a.6.

3 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica III, q. 36 a. 2c

4 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica III, q. 36 a. 3 ad I. La mención de San Agustín está en: Serm. 200, I: PL 38, 1028.

5 MOPSUÉSTIA, Teodoro de – Frag-mentos sobre el Ev. de Mateo, 6.

6 AQUINO, Santo Tomás de – Suma Teológica III, q. 36 a. 3c.

7 TUYA OP, P. Manuel de – Biblia Co-mentada. Madrid: BAC, 1964, v. II, p. 35.

8 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica III, q. 36, a. 5 resp.

9 Ver cuadro anexo: No fue una estre-lla celestial.

10 FILLION, Louis-Claude – Vida de Nuestro Señor Jesucristo. v. I. Ma-drid: Rialp, 2000. p. 7-8.

11 Homilías sobre el Evangelio de Ma-teo, 6, 4 : PG 57, 67-68.

12 Cf. Antigüedades de los judíos, 1. XV, c. 10, 4.

13 TUYA OP, P. Manuel de – Op. cit. p. 39.

14 AQUINO, Sto. Tomás de – Suma Teológica III, q. 36 a. 8.

15 ANÓNIMO – Obra incompleta sobre el Evangelio de Mateo, 2: PG 56, 642.

Dios, como Padre bueno, nos ofrece el Paraíso Eterno; para entrar a él nos ofrece un camino fácil y seguro: “Ad Jesum per Mariam!”

“Madonna della Stella”, por el Beato Angélico - Museo de San Marcos, Florencia

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F lor de las Vírgenes, muerte del pecado,única esperanza de

los infortunados;María nuestra guía, María nuestra luz,Estrella infalible;María fuente, María monte,María Rosa Mística;María verdadera flor, don inapreciable,que acercas el Cielo a la Tierra;María nuestra paz, María que en las tinieblas eres antorcha que ilumina.

(Canto gregoriano Flos Vírginum)

“Nuestra Señora de París” Casa de los Heraldos del

Evangelio en Toronto (Canadá)

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