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UNIDAD 13 Referencia y ontología: nombres y designación rígida Índice esquemático INTRODUCCION LOS NOMBRES Y EL NOMBRAR APRIORICIDAD Y NECESIDAD LA TEORIA CAUSAL DE LA REFERENCIA Durante muchos años, con pocas excepciones, la concepción fregeana de la doble función semiótica fue un supuesto asumido en filosofía del lenguaje. Se admitía que toda expresión lingüística, simple o compleja, tenía dos dimensiones, la de la referencia, que la ligaba a la realidad expresada o designada, y la del sentido, unida a la forma en que tal realidad era aludida o reconocida, a sus propiedades epistémicamente relevantes. Pero ese supuesto admitido comenzó a ser considerado de una forma más crítica a partir de finales de los años 60 y comienzos de los 70. De hecho, la teoría de G. Frege había encontrado dificultades en el caso de categorías como la de los nombres propios, en las que se había visto forzada a postular tesis artificiosas, como la de que el sentido del nombre propio fuera una propiedad variable y dependiente de la capacidad asociativa del hablante. Ni B. Russell ni L. Wittgenstein se habían resignado a la

Unidad 13: Referencia y ontología

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Page 1: Unidad 13: Referencia y ontología

UNIDAD 13

Referencia y ontología: nombres y designación rígida

Índice esquemático

INTRODUCCION

LOS NOMBRES Y EL NOMBRAR

APRIORICIDAD Y NECESIDAD

LA TEORIA CAUSAL DE LA REFERENCIA

Durante muchos años, con pocas excepciones, la concepción fregeana de la doble

función semiótica fue un supuesto asumido en filosofía del lenguaje. Se admitía que

toda expresión lingüística, simple o compleja, tenía dos dimensiones, la de la

referencia, que la ligaba a la realidad expresada o designada, y la del sentido, unida

a la forma en que tal realidad era aludida o reconocida, a sus propiedades

epistémicamente relevantes. Pero ese supuesto admitido comenzó a ser

considerado de una forma más crítica a partir de finales de los años 60 y comienzos

de los 70. De hecho, la teoría de G. Frege había encontrado dificultades en el caso

de categorías como la de los nombres propios, en las que se había visto forzada a

postular tesis artificiosas, como la de que el sentido del nombre propio fuera una

propiedad variable y dependiente de la capacidad asociativa del hablante. Ni B.

Russell ni L. Wittgenstein se habían resignado a la solución fregeana y habían

propuesto las propias. B. Russell había negado que los nombres propios fueran una

categoría lógica, reduciéndolos a descripciones abreviadas de carácter implícito. L.

Wittgenstein había rechazado de plano que los nombres tuvieran sentido,

asegurándoles una función puramente referencial, a semejanza de lo que, antes de

Frege, había propugnado J. S. Mill.

Page 2: Unidad 13: Referencia y ontología

La obra de S. Kripke pretende, al igual que la de L. Wittgenstein en el Tractatus,

retornar a la tesis de J. S. Mill, pero en el contexto de una teoría de la referencia

más elaborada y argumentada. De una teoría de la referencia cuya orientación es

más filosófica que lingüística, pues está menos dirigida a la explicación de hechos

lingüísticos que a la extracción de argumentos o tesis de carácter metafísico. En

este sentido, la obra de S. Kripke es una ilustración adecuada de un cierto modo de

hacer filosofía que se ha impuesto en buena parte de países occidentales,

fundamentalmente los anglosajones. Se parte de consideraciones semánticas, como

las que tienen que ver con las relaciones entre el lenguaje y la realidad, y

posteriormente se aplican los resultados obtenidos al ataque o defensa de ciertas

tesis filosóficas tradicionales de carácter epistemológico u ontológico. Así, la obra

de Kripke en el campo de la filosofía del lenguaje se encuentra ligada a la

reconsideración crítica de un conjunto de problemas tradicionales en filosofía, que

van desde las dicotomías kantianas (analítico/sintético; a priori l a posteriori) hasta

la doctrina del esencialismo o la del dualismo cartesiano (no existe identidad entre

la mente y el cuerpo). De ahí la atención que ha recibido y el interés que ha

despertado, constituyendo una referencia obligada en cualquier panorama

adecuado de la filosofía contemporánea.

No obstante, la exposición de sus tesis filosóficas principales, aun no ignorando la

trascendencia de sus consecuencias, se desarrollará en el ámbito propiamente

lingüístico. Esto quiere decir que va a insistir propiamente en la teoría de la

referencia propuesta por Kripke para diferentes categorías lingüísticas, centrándose

más en las argumentaciones que la sostienen como tal teoría que en los

razonamientos que pretenden concluir tesis no propiamente lingüísticas.

LOS NOMBRES Y EL NOMBRAR

La teoría de Frege sobre la referencia de los nombres propios y las descripciones

(los términos singulares) afirmaba que tal referencia era una relación indirecta. No

Page 3: Unidad 13: Referencia y ontología

se trataba de una relación inmediata entre el lenguaje y la realidad, sino de una

relación triádica en que también intervenía el concepto, entendido en su sentido

objetivo o intersubjetivo. La función del sentido era, de acuerdo con esta teoría, la

de «iIuminar parcialmente» la referencia, esto es, la de permitir la localización de la

referencia a través de la captación de alguna de sus propiedades. Sin el sentido, tal

localización era difícilmente concebible, puesto que el sentido constituía el

elemento cognitivo necesario de la determinación referencial. Toda expresión

referencial se encontraba ligada o asociada a un sentido, modo de presentación o

representación lingüística de la realidad.

La postulación de esta doble dimensión sentido/referencia estaba orientada hacia la

resolución de importantes problemas semánticos:

1) El problema de la identidad; sólo postulando un sentido para las expresiones

referenciales se puede explicar que los enunciados de identidad sean informativos,

esto es, sintéticos. Si la identidad 'a = b' se entendiera en una forma puramente

referencial, sería equivalente a 'a = a', enunciado analítico e informativamente

vacío. Los nombres 'a' y 'b', si el enunciado de identidad es verdadero, designan un

mismo objeto, pero lo designan de modo diferente, presentándolo lingüísticamente

mediante diferentes propiedades. Lo que el enunciado de identidad expresa,

aquello en que consiste la información que encierra, es que el objeto designado

mediante el nombre a (con la correspondiente propiedad ligada a ese nombre) es el

mismo objeto que designa el nombre b (igualmente con su sentido propio

incorporado). Por eso el enunciado de identidad no es vacuamente verdadero y

expresa una verdad fáctica: porque la afirmación de identidad se encuentra

mediada por el sentido conceptual de los nombres empleados.

2) El problema de la sustituibilidad; sólo postulando el sentido como dimensión

propiamente semántica se pueden explicar los fallos en la aplicación del principio

de sustituibilidad salva veritate. De acuerdo con este principio se puede sustituir, en

Page 4: Unidad 13: Referencia y ontología

cualquier contexto, un término por otro término, siempre que éste sea

correferencial con el primero, siempre que designe lo mismo que aquél. El principio

predice que tal sustitución no ha de afectar al valor de verdad del enunciado en que

se efectúa la sustitución, pues al ser el valor de verdad una función de la referencia

de los elementos componentes del enunciado, no ha de variar por tal maniobra

sustitutoria.

Sin embargo, ya Frege se había dado cuenta de que el principio de sustituibilidad

no es aplicable en cualquier contexto. En particular, él se fijó en los contextos

oracionales de actitud proposicional, en los contextos en que una oración

completiva está regida por un predicado que expresa una actitud epistémica por

parte de un hablante (por ejemplo, los predicados pensar, creer, afirmar, sospechar,

etc.). En un enunciado que ilustra un contexto así, como en

(1) Mi hijo creía que Barcelona era la capital de España

la expresión referencial 'la capital de España' no puede sustituirse por el nombre

correferencial 'Madrid', pues tal sustitución

(2) Mi hijo creía que Barcelona era Madrid

puede variar el valor de verdad de todo el enunciado (1) puede ser verdadera, pero

(2) falsa).

Otro tipo de contexto en que tampoco funciona siempre el principio de

sustituibilidad salva veritate es el modal, esto es, el contexto en que una oración se

encuentra en el alcance de un operador modal (como 'necesariamente',

'posiblemente', etc.). Por ejemplo, si se considera el enunciado

(3) Necesariamente 9 = 9

Page 5: Unidad 13: Referencia y ontología

no se puede sustituir, en la identidad 9 = 9, uno de los términos por una expresión

correferencial (por ejemplo, 'el número de los planetas del sistema solar') pues

entonces se obtiene

(4) Necesariamente 9 = el número de los planetas del sistema solar

que constituye un enunciado falso, pues enuncia un hecho contingente, que podría

ser de otro modo.

La solución de Frege, como es bien sabido (véase la Unidad 8), consistió en afirmar

que las expresiones referenciales, en tales tipos de contextos, no refieren a su

referencia habitual, sino a su sentido. De tal modo que, para preservar el valor de

verdad del enunciado tras la sustitución, es preciso que tal sustitución haya dejado

inalterado el sentido, es necesario que la expresión referencial por la que se

sustituye otra tenga el mismo sentido que ésta.

3) El problema de las expresiones referenciales vacías; sólo si se distingue entre

sentido y referencia se puede explicar que los enunciados que contienen

expresiones referenciales vacías sean informativos, aunque resulte controvertida la

cuestión de su valor de verdad. Puesto que el contenido informativo de un

enunciado no depende (sólo) de que sus componentes tengan referencia, sino de

que posean un sentido, los enunciados como

(5) Pegaso no existe

(6) Pegaso es un caballo alado

son interpretadas por los hablantes de una lengua como portadores de información

acerca de Pegaso. Si no se admite la distinción entre sentido y referencia, y el

hecho de que en (5) y (6) se habla del sentido de 'Pegaso', la interpretación de

estas oraciones caería en el absurdo.

Page 6: Unidad 13: Referencia y ontología

La capacidad para tratar de una forma plausiblemente adecuada todos estos

problemas semánticos es lo que convirtió a la teoría fregeana en una teoría

paradigmático en nuestro siglo, defendida en uno u otro sentido por filósofos del

lenguaje como R. Carnap, M. Dummet, J. Searle o P. F. Strawson. Frente a ella, la

teoría de la referencia propuesta por S. Kripke (y también por H. Putnam, v. la

siguiente Unidad) ha tenido que demostrar que puede proporcionar soluciones

igualmente adecuadas a estos rompecabezas semánticos, probando así que

constituye una alternativa seria a la teoría ortodoxa.

La teoría de la referencia propuesta por S. Kripke se encuentra formulada en su

obra Naming and Necessity (Kripke, 1980), que constituye una revisión y ampliación

de un conjunto de conferencias pronunciadas en la Universidad de Princeton en

1970 (publicadas en Kripke, 1972). En ella parte Kripke de la distinción hecha por K.

Donnellan (1966) entre el uso referencial y el uso atributivo de una expresión

nominal. De acuerdo con Donnellan, las descripciones lingüísticas están sujetas a

una cierta ambigüedad de uso, de tal modo que no se puede saber, por simple

inspección de su estructura gramatical, cuál es la función semántica que cumplen.

Así, en la oración

(7) El hombre que está allí bebiendo cava está contento

es posible que la descripción 'el hombre que está allí bebiendo cava' no sea usada

por el hablante sino para indicar un determinado individuo del cual desea hacer

alguna afirmación y del cual cree, erróneamente, que está bebiendo cava. Es

posible que, en tal uso, el individuo referido no satisfaga la descripción utilizada por

el hablante, aunque tanto el hablante como el auditorio sean capaces de aislar el

referente en cuestión a través de esa referencia inadecuada. En estos casos, según

Donnellan, nos encontramos frente a un uso referencial de la descripción y, según

Kripke, ante un acto de referencia del hablante (Kripke, 1977): el hablante pretende

referirse a un determinado referente y lo logra, a pesar de utilizar expresiones

Page 7: Unidad 13: Referencia y ontología

semánticamente no adecuadas, mediante la expresión de sus intenciones y las

características del contexto en el cual efectúa tal intento (características que

pueden incluir falsas creencias compartidas con la audiencia).

De los usos referenciales de las descripciones definidas o de las referencias del

hablante hay que distinguir los usos propiamente atributivos o las referencias

semánticas. Según Donnellan, la distinción se establece del siguiente modo: «un

hablante que usa atributivamente una descripción definida en una afirmación

enuncia algo que es tal-y-cual. Un hablante que usa una descripción definida de

forma referencia¡ en una afirmación, por su parte, utiliza la descripción para

capacitar a su audiencia para identificar aquello de lo que está hablando y enuncia

algo de esa persona o cosa» (K. Donnellan, 1966). Es decir, en el uso atributivo de

la descripción definida es preciso que la propiedad que tal descripción lleva

aparejada se aplique al referente pues, si no, no se efectúa la referencia ni, a

fortiori, se predica nada de tal referente; la descripción determina una referencia en

virtud del significado de sus componentes, independientemente de las intenciones

de quien la usa y de rasgos contextuales (excepto si la descripción contiene

expresiones deícticas).

La distinción establecida por K. Donnellan para las descripciones definidas se aplica

igualmente, según Kripke, al caso de los nombres propios: «Dos hombres entrevén

a alguien que está a una cierta dístancia y piensan reconocer en él a Jones. '¿Qué

hace Jones?' 'Recogiendo las hojas.' Si el distante barrendero es en realidad Smith,

entonces en cierto sentido se están refiriendo a Smith, incluso aunque ambos usen

'Jones' como un nombre de 'Jones'. En el texto, hablo del 'referente' de un nombre

para indicar la cosa nombrada por el nombre, esto es, Jones, no Smith, incluso

aunque se pueda decir correctamente en ocasiones que un hablante usa el nombre

para referirse a alguien más» (Naming and necessity, pág. 25). De tal modo que la

teoría de Kripke pretende establecer afirmaciones, no sobre los referentes del

hablante, que Kripke piensa que es asunto de la pragmática, sino sobre las

Page 8: Unidad 13: Referencia y ontología

referencias semánticas, las que corresponden a las expresiones en virtud de las

convenciones semánticas vigentes en una lengua. Desde este punto de vista, saltan

inmediatamente a la vista los inconvenientes de la teoría fregeana sobre los

nombres propios: «En el caso de nombres propios genuinos, como 'Aristóteles',

pueden diferir las opiniones en cuanto a su sentido. Como tal, se puede sugerir por

ejemplo el discípulo de Platón y el maestro de Alejandro Magno. Quien admite tal

sentido interpretará el significado del enunciado 'Aristóteles nació en Estagira' de

forma diferente que aquél que interpreta el sentido de 'Aristóteles' como el

estagirita maestro de Alejandro Magno» (G. Frege, Estudios sobre semántica, pág.

51). El primero que viene a la mente es que, si una descripción forma parte del

sentido de un nombre propio, la oración que predica tal descripción de lo referido

por el nombre es una oración analítica, esto es, verdadera en virtud del significado.

Eso es lo que sucede con la oración mencionada por Frege, 'Aristóteles nació en

Estagira': para algunos hablantes será analítica y para otros no, dependiendo de

que asocien el sentido de 'Aristóteles' a la propiedad descrita por 'el filósofo

originario de Estagira'. Pero, de acuerdo con las más evidentes intuiciones

semánticas 'Aristóteles era originarío de Estagira' enuncia un hecho contingente, no

necesario, y por lo tanto resulta inadecuada calificarla corno oración analítica. En

principio, esa es la conexión existente entre la semántica de los nombres y la

noción de necesidad: si la descripción es parte de la especificación del significado

del nombre, queda determinada una cierta clase de oraciones analíticas y, según

reza la doctrina tradicional, esa misma clase de oraciones necesariamente

verdaderas.

La teoría de Frege de la referencia indirecta de los nombres propios fue matizada

por L. Wittgenstein en su obra Investigaciones filosófícas, en la que puso en duda

que el significado de un nombre propio quedara completamente contenido en una

sola descripción: «Considérese este ejemplo. Si uno dice «Moisés no existió» esto

puede querer decir diferentes cosas. Puede significar: los israelitas no tuvieron un

único líder cuando huyeron de Egipto, o: su líder no se llamaba 'Moisés', o: no pudo

Page 9: Unidad 13: Referencia y ontología

existir nadie que realizara todo lo que la Biblia dice de Moisés... Pero cuando hago

una afirmación sobre Moisés, ¿puedo sustituir en cada caso una de estas

descripciones por 'Moisés'? Quizás pueda decir: por 'Moisés' entiendo el hombre que

hizo lo que la Biblia cuenta de Moisés o, en cualquier caso, una buena parte de ello.

Pero, ¿cuánto? ¿He decidido cuánto ha de considerarse falso para que yo califique

mi proposición como falsa? ¿Tiene para mí el nombre 'Moisés' un uso fijo e

inequívoco en todos los casos posibles?» (Philosophical Investigations, 1953, & 79).

Como se puede advertir, Wittgenstein parece proponer que el significado del

nombre propio (que en esta obra se aproxima a los criterios de uso de la expresión

está dado por el conjunto de las descripciones con los que se puede identificar el

nombre, descripciones que forman una especie de racimo (cluster) o familia, en el

sentido de que están estructuralmente unidas por relaciones. Esta es la idea que

también propuso J. Searle (1958) manteniendo que el referente de un nombre debe

satisfacer todas o, al menos, la mayoría de las descripciones que constituyen su

significado. La teoría del racimo es pues la forma moderna que ha adoptado la

teoría de G. Frege, y la que ha recibido las críticas de S. Kripke y la de todos sus

partidarios de la teoría de la referencia directa (por ejemplo, en España, esta

polémica se ha producido entre los filósofos del lenguaje J. Hierro S. Pescador, 1978,

y A. García Suárez, 1973).

Según S. Kripke, es posible proponer la teoría del racimo en dos sentidos: a) como

una especificación del significado del nombre propio; la conjunción lógica de las

descripciones (o de una buena parte de ellas) equivaldría a ese significado, o b)

como una teoría acerca de cómo se fíja la referencia de un nombre propio, esto es,

como una hipótesis acerca de cómo se explica o aprende a utilizar dicho nombre

propio. Kripke tiene objeciones a ambas formas de entender tal teoría,

considerándola inadecuada tanto como teoría semántica de los nombres propios

como tesis sobre el modo en que se establece su referencia.

Page 10: Unidad 13: Referencia y ontología

La tesis que S. Kripke mantiene es que los nombres propios son designadores

rígidos, entendiendo por tales los términos que en cualquier mundo posible

designan el mismo objeto o individuo. Por mundo posible entiende, a su vez, de

forma intuitiva, una situación contrafáctica, esto es un conjunto de hechos o

estados de cosas que son diferentes del mundo real (aunque el mundo real es

también por supuesto, un mundo posible). Los mundos posibles, así caracterizados,

son el producto de estipulaciones puramente lógicas, que no tienen en principio en

cuenta las leyes de causalidad física o cualesquiera otras fuentes de 'necesidad'

fáctica. Por ejemplo, un mundo posible puede ser uno en el que no existan los

mismos individuos que en el mundo real, o uno en que los individuos que existen en

el mundo real tengan diferentes características de las que tienen. Así, para utilizar

el mismo ejemplo que Kripke propone, un mundo posible es uno en el que Nixon no

es presidente de los EEUU en 1970, un mundo en el que Nixon careciera de esa

propiedad. El individuo Nixon seguiría existiendo en ese mundo, seguiría siendo

Nixon, aunque no fuera cierto el enunciado 'Nixon fue presidente de los EEUU en

1970'. No podríamos referirnos a Nixon utilizando, en 1970, la expresión 'el

presidente de los EEUU', porque esa expresión designaría probablemente a otra

persona diferente de Nixon.

La diferencia entre las expresiones 'Nixon' y 'el presidente de los EEUU en 1970'

parece consistir en que, mientras que mediante la primera nos referiremos a Nixon

en cualquier situación imaginable (en que Nixon existe), no sucede lo mismo con la

segunda. Esa diferencia es la que Kripke destacó introduciendo la terminología

designador rígido/designador accidental o no rígido: «Una de las tesis intuitivas que

mantendré en estas charlas es la de que los nombres son designadores rígidos.

Ciertamente parecen satisfacer la prueba intuitiva mencionada anteriormente:

aunque alguien diferente del presidente de los EEUU en 1970 pudiera haber sido el

presidente de los EEUU en 1970 (por ejemplo, Humphrey podría haberío sido), nadie

sino Nixon podría haber sido Nixon. De la misma forma un designador designa

rígidamente un objeto determinado si designa al objeto dondequiera que el objeto

Page 11: Unidad 13: Referencia y ontología

exista... Por ejemplo, 'el presidente de los EEUU en 1970' designa a un hombre

determinado, Nixon, pero alguien más (por ejemplo, Humphrey) podía haber sido

presidente en 1970, y no haberlo sido Nixon; por eso ese designador no es rígido.

En estas lecciones argumentaré en forma intuitiva que los nombres propios son

designadores rígidos, porque aunque el hombre (Nixon) podía no haber sido el

Presidente, no es el caso de que pudiera no haber sido Nixon (aunque podría no

haberse llamado Nixon)» (Naming and necesíty, págs. 48-49).

La forma de la argumentación de Kripke, apelando a situaciones contrafácticas o

mundos posibles, suscita inmediatamente el problema de la identificación de los

individuos y objetos. En efecto, si las propiedades que sirven para identificar un

individuo en el mundo real no son aplicables en otra situación contrafáctica, ¿cómo

estamos seguros de que se trata del mismo individuo? Es preciso disponer de un

criterio que permita afirmar que el individuo Nixon, al cual nos referimos con el

nombre 'Nixon' en el mundo real, es el mismo individuo que, en otro mundo posible,

puede tener otro nombre, o puede ser identificado mediante propiedades de las que

carece en el mundo real. Esto es, si 'Nixon' es un designador que designa a Nixon

en cualquier situación imaginable es porque se dispone del modo de asegurar que

'Nixon' refiere al mismo individuo en todos esos mundos posibles,

independientemente de las descripciones que, en esos mundos, sean verdaderas

del individuo.

La respuesta de Kripke a esta cuestión es una inversión del argumento: «Aquellos

que han argumentado que, para que la noción de designador rígido tenga sentido,

hemos de dar sentido previamente a los 'criterios de identificación transmundana'

han colocado justo el carro delante de los bueyes; precisamente porque nos

podemos referir (rígidamente) a Nixon, y estipular que estamos hablando de lo que

le podría haber sucedido (bajo ciertas circunstancias), es por lo que las

'identificaciones transmundanas' no son problemáticas en estos casos» (Naming

and necessity, pág. 49). Lo que Kripke arguye pues es que la misma forma de

hablar acerca de las situaciones contrafácticas supone ya la identificación

Page 12: Unidad 13: Referencia y ontología

transmundana: cuando hablamos de una cierta persona y de las cosas que le

podrían haber sucedido (y no le sucedieron) estamos hablando de una situación

(mundo posible) de la que forma parte esa misma persona y no otra, estamos

dando por supuesto que se trata del mismo individuo. Y la forma en que

expresamos tal supuesto es justamente la utilización de¡ nombre propio; el hecho

de que utilicemos el nombre propio es el que asegura (a efectos de la comunicación

interpersonal) que nos estamos refiriendo al mismo individuo. Es posible que, para

fijar la referencia de 'Nixon' en un mundo posible distinto del real, utilicemos una

descripción, pero la cuestión está en si eso es una definición del significado de

'Nixon' en ese mundo posible, si en algún sentido se puede considerar esa

descripción como sinónima de 'Nixon'. Kripke insiste una y otra vez en distinguir

entre definiciones cuya finalidad es fijar la referencia y definiciones cuyo fin es

proporcionar el significado: «Supóngase que la referencia de un nombre propio

viene dada por una descripción o racimo de descripciones. Si el nombre significa lo

mismo que esa descripción o racimo de descripciones, no será un designador rígido.

No designará necesariamente al mismo individuo en todos los mundos posibles, ya

que otro objeto pueden tener las propiedades en cuestión en otros mundos

posibles, a menos (por supuesto) que usemos propiedades esenciales en nuestra

descripción. Así, supóngase que decimos, 'Aristóteles es el hombre más destacado

de los que estudiaron con Platón'. Si lo utilizamos como una definición, el nombre

'Aristóteles' ha de significar 'el hombre más destacado de los que estudiaron con

Platón'. Ahora bien, por supuesto en otro mundo posible ese hombre puede no

haber estudiado con Platón y otro hombre haber sido Aristóteles. Si, por otro lado,

usamos la descripción sólo para fijar el referente, entonces ese hombre será el

referente de 'Aristóteles' en todos los mundos posibles. El único uso de la

descripción habrá sido el de localizar al hombre al que nos pretendemos referir.

Pero entonces, cuando contrafácticamente afirmamos 'supón que Aristóteles nunca

se dedicó a la filosofía', no es necesario que queramos decir Isupón que un hombre,

que estudió con Platón, y que enseñó a Alejandro Magno, y que escribió esta y

aquella obra, nunca se dedicó a la filosofía', lo cual puede parecer una

Page 13: Unidad 13: Referencia y ontología

contradicción. Lo único que es necesario que signifiquemos es: 'supón que ese

hombre nunca se dedicó a la filosofía´ (Naming and necessity, pág. 57).

En la teoría de Frege, el sentido ejerce ambas funciones. Por una parte, es el medio

por el que el hablante determina la referencia, aunque Frege reconoce que sólo la

'ilumina parcialmente'. Por otro, el sentido equivale al significado, en la medida en

que constituye el contenido conceptual ligado a la expresión. Esta ambigüedad,

conservada en las versiones de P. F. Strawson (1959) y J. R. Searle (1958), es la que

Kripke ataca. De las modificaciones propuestas por Strawson o Searle se sigue que

utilizar significativamente un nombre consiste en poder sustituirlo por la suma

lógica de sus propiedades (de las descripciones que las expresan). Esto, según

Kripke, entraña a su vez consecuencias inaceptables:

a) Todas las propiedades identificatorias de un objeto contribuyen exactamente

igual a esa identificación. Si el significado es la suma lógica de las propiedades,

cada una de las descripciones tiene el mismo valor lógico, no discriminando en la

importancia relativa que puedan tener esas propiedades en la identificación. Esta se

opone a las intuiciones semánticas normales puesto que, como hablantes,

consideramos que ciertas propiedades son más importantes o más frecuentemente

citadas que otras cuando identificamos a un individuo. Además, si se admite que

ciertas propiedades tienen más peso que otras en la identificación de un objeto, es

preciso disponer de un criterio para evaluar ese peso relativo, lo cual suscita a su

vez, aunque no necesariamente, el problema ontológico de las propiedades

esenciales.

b) Si el significado de un nombre está constituido por una suma lógica de

descripciones, quien utilice un nombre conocerá a priori la equivalencia entre el

nombre propio y cualquiera (o algunas) de las descripciones.

Page 14: Unidad 13: Referencia y ontología

c) El enunciado que afirma la equivalencia entre la disyunción lógica de las

propiedades y el nombre propio (el enunciado que define el significado del nombre)

expresará una verdad necesaria.

Pero ni b) ni, en particular, c), son verdaderas. Que el hablante utilice con sentido,

esto es, correctamente, un nombre propio no quiere decir habitualmente que

conozca ni siquiera la mayoría de las descripciones que pueden servir para

discriminar a su referente. Lo que suele suceder normalmente es que conozca

algunas que, típicamente, fijan la referencia de tal nombre. Es la equivalencia entre

esas cuantas descripciones y el nombre propio lo que puede ser considerado como

conocido a priori en el ídiolecto del hablante, esto es, en la parte de la lengua

natural que él conoce y maneja. Pero, en cualquier caso, aun admitiendo que

hablante conozca a priori la verdad de ciertos enunciados sobre un referente, lo que

no puede ser cierto es que tales enunciados expresen por fuerza hechos necesarios

acerca de tal referente. Considérese, por ejemplo, el enunciado

(8) Aristóteles es el maestro de Alejandro Magno

Es posible que tal enunciado sea analítico para un determinado ¡diolecto, esto es,

que no represente ninguna información para un hablante, dado su conocimiento de

ciertos hechos acerca de Aristóteles. Pero lo que es seguro es que (8) no enuncia

ningún hecho necesario acerca de Aristóteles: Aristóteles podría no haber sido

maestro de Alejandro Magno en un mundo posible diferente al real, podría no haber

sido filósofo, podría no haber sido discípulo de Platón, podría no haber existido.

APRIORICIDAD Y NECESIDAD

La filosofía tradicional (kantiana) tiende a establecer una conexión entre las

nociones epistemológicas (a priori y a posteriori) y las modales u ontológicas

Page 15: Unidad 13: Referencia y ontología

(necesidad y posibilidad) de la siguiente clase. Las verdades conocidas a priori, esto

es, independientemente de la experiencia, son verdades necesarias, mientras que

las verdades conocidas a posteriori, sobre la base de la experiencia, son las

verdades contingentes. De forma derivada se pueden calificar los enunciados cuya

verdad pertenece a una u otra clase: un enunciado es a priori si su verdad puede

establecerse sin acudir a la experiencia y a posteriori en caso contrario.

Generalmente los enunciados a priori se identificaron con los que expresan

verdades necesarias y los a posteriori con los que afirman hechos contingentes.

Pero, del mismo modo que Kant indicó la diferencia entre a priori y analítico, y a

posteriori y sintético, defendiendo la existencia de enunciados (verdades) sintéticas

a priori, Kripke mantiene, sobre la base de su teoría de su referencia, que existe

una diferencia entre lo a priori y lo necesario, y lo a posteriori y lo contingente.

En primer lugar, Kripke niega que las verdades a priori no puedan ser objeto de

conocimiento a posteriori: «Ellos (algunos filósofos) piensan que si algo pertenece al

reino del conocimiento a priori, no puede ser un objeto posible de conocimiento

empírico. Esto es un error sin más. Puede pertenecer algo al ámbito de tales

enunciados tal que pueda ser conocido a priori pero que, no obstante, sea conocido

por gente particular sobre la base de la experiencia. Un ejemplo de auténtico

sentido común: cualquiera que haya trabajado con un computador sabe que el

computador puede dar una respuesta a si tal o cual número es primo. Nadie ha

calculado o probado que el número es primo; pero la máquina ha dado la respuesta:

ese número es primo. Nosotros, pues, si creemos que el número es primo, lo

creemos sobre la base de nuestro conocimiento de las leyes de la física, la

construcción de la máquina, ete. No lo creemos pues sobre la base de evidencia a

priori. lo creemos sobre la base de evidencia a posteriori (si hay algo que sea a

posteriori). No obstante, podría ser conocido por alguien a priori, alguien que

hubiera hecho los cálculos necesarios. Por eso, 'poder ser conocido a priori' no

significa 'tener que ser conocido a priori» (Naming and necessity, pág. 35).

Page 16: Unidad 13: Referencia y ontología

Esto es precisamente lo que sucedería si se aceptara la teoría del racimo de

descripciones como significado del nombre propio. Ciertos enunciados como (8)

serían conocidos a priori para cierto número de hablantes, los que identifican el

significado de 'Aristóteles' con el de 'el maestro de Alejandro Magno' (entre otras

cosas). En cambio, para otros, (8) podría ser objeto de conocimiento a posteriori,

algo descubierto leyendo un libro de historia, por ejemplo. Al ser lo a priori y lo a

posteriori nociones epistemológicas, no hay nada en los hechos que los haga ser

conocidos de uno u otro modo.

No sucede lo mismo en el caso de la necesidad, que es una noción ontológica y, por

tanto, atañe a la naturaleza de los hechos mismos: «Nos preguntamos si algo podría

haber sido verdad, o podría haber sido falso. Bien, si algo es falso, obviamente no

es necesariamente verdadero. Si es verdadero, ¿podría haber sido de otro modo?

¿Es posible que, en lo que es pertinente, el mundo hubiera sido diferente de lo que

es? Si la respuesta es 'no', entonces este hecho sobre el mundo es contingente. En

sí mismo esto no tiene nada que ver con el conocimiento de nadie sobre nada.

Ciertamente es una tesis filosófica, y no una cuestión de equivalencia definicional

obvia, el que todo lo a prior¡ sea necesario o que todo lo necesario sea a priori»

(Naming and necessity, pág. 36). Kripke aduce, como ejemplo de hecho necesario

no conocido, el de la conjetura de Goldbach (todo número primo, mayor que 2, es la

suma de dos números primos). Si esta conjetura es falsa, lo es necesariamente, del

mismo modo que si es verdadera, por la naturaleza misma de la aritmética. Pero ni

una cosa ni otra han sido probadas, luego éste es un ejemplo de un hecho

necesario no conocido ni a priori ni a posteriori.

La noción de necesidad, en este sentido ontológico, está ligada según Kripke a la de

mundo posible o situación contrafáctica. Es necesario aquello que es verdadero en

cualquier mundo posible, esto es, aquello que resulta inalterado sean cuales sean

las estipulaciones que hagamos acerca de la realidad. Contingente, en cambio, es

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aquello que puede estar sujeto a cambio estipulativo, que es concebible que se dé o

no se dé en una determinada situación.

Concebida así, no es difícil ver la conexión entre el funcionamiento semántico de los

nombres propios y la noción de necesidad. Si un nombre propio es un designador

rígido, refiere a un individuo en cualquier mundo posible (en que el individuo

exista). Si dos nombres propios refieren a un mismo individuo, la identidad entre

ellos es una identidad necesaria, puesto que no solamente designan al mismo

individuo en el mundo real, sino que lo designan en cualquier mundo posible. Esto

es lo que sucede en el ejemplo de Kripke: 'Héspero' y 'Fósforo' son dos nombres de

un mismo objeto, el planeta Venus. Designan a Venus en cualquier situación

imaginable (los utilizamos para referirnos a Venus sea cual sea la situación

contrafáctica que describamos), luego el enunciado

(9) Héspero es Fósforo

expresa un hecho necesario; el hecho no de que designamos a un mismo objeto con

diferentes nombres (no hay nada necesario en ello), sino de que el objeto que

designamos cuando utilizamos ambos nombres es el mismo: «Pero, usando los

nombres tal como los usamos ahora, podemos decir de antemano que, si Héspero y

Fósforo son uno y el mismo planeta, entonces en ningún otro mundo posible

pueden ser diferentes. Utilizamos 'Héspero' como el nombre de cierto cuerpo y

'Fósforo' como el nombre de cierto cuerpo. Los utilizamos como nombres de esos

cuerpos en todos los mundos posibles. Si, de hecho, son el mismo cuerpo, entonces

en cualquier otro mundo posible será verdad que Héspero es Fósforo. Por lo tanto,

dos cosas son verdad: en primer lugar, que no conocemos a priori que Héspero es

Fósforo, y no estamos en situación de hallar la respuesta a ello si no es

empíricamente. En segundo lugar, esto es así porque podríamos tener evidencia

cualitativamente indistinguible de la que tenemos y determinar la referencia de los

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dos nombres por las posiciones de dos planetas en el cielo, sin que los dos planetas

fueran el mismo» (Naming and necessíty, pág. 104).

La oración (9) enuncia pues un hecho necesario conocido a posteriori, no es una

definición de significado, ni la constatación de una sinonimia: constituye una

afirmación sobre el mundo real y la forma en que nos referimos a él. Su necesidad

se deriva de que, utilizando el lenguaje que utilizamos, no tenemos otro remedio

que referirnos a un mismo objeto mediante los nombres mencionados. Y nada

cambia si imaginamos mundos posibles en que los nombres 'Héspero' y 'Fósforo'

designen objetos diferentes: si existen los objetos a los que nos referimos con esos

nombres en el mundo real, no nos queda más remedio que utilizarlos para

designarlos en esa situación contrafáctica, y es de esos nombres de los que se

afirma que, cuando se unen para formar un enunciado de identidad, afirman una

verdad (de serlo) necesaria.

LA TEORIA CAUSAL DE LA REFERENCIA

Los argumentos de Kripke, y de otros que comparten su teoría de la referencia

directa (Donnellan, Putnam) se pueden dividir en tres grandes clases (Salmon,

1982): modales, epistemológicos y semánticos. Los tres tipos de argumentos están

dirigidos a mostrar que la teoría fregeana de la referencia indirecta tiene

consecuencias inaceptables y que ha de ser sustituida por otra.

Por ejemplo, la teoría ortodoxa (tal como la expone el filósofo L. Linsky, 1977)

mantiene que el sentido de un nombre es equivalente a una descripción y que

precisamente por ello refieren a lo mismo. Pero la teoría de la referencia directa

contrargumenta proponiendo casos en que un nombre refiere a un individuo sin que

sea necesario que lo haga la descripción presuntamente equivalente. Por ejemplo,

considérese el caso de 'Shakespeare' y la descripción 'el autor de Romeo y Julíeta' .

De acuerdo con la teoría ortodoxa, ambas expresiones tienen el mismo sentido y

refieren a lo mismo; pero supóngase que, por algún azar histórico, Shakespeare no

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hubiera escrito la obra mencionada (y la hubiera escrito Bacon en cambio). La

descripción no se le aplicaría al individuo Shakespeare, no sería verdadera de él y,

por lo tanto, no podría equivaler al sentido de 'Shakespeare' puesto que, de

acuerdo con la teoría de Frege, es éste el que determina la referencia.

El anterior es un argumento semántico, y es el tipo de argumento más directo en

favor de la teoría de la referencia directa. Otro tipo de argumento de la preferencia

de Kripke es el modal, que hace utilización de las nociones de necesidad y mundo

posible. Si la teoría ortodoxa fuera cierta y el sentido de un nombre propio

equivaliera al de una descripción, el enunciado de identidad correspondiente, por

ejemplo

(10) Shakespeare es el autor de Romeo y Julieta

expresaría un hecho necesario, sería verdad en cualquier mundo posible. Pero (10)

no es verdadero en cualquier mundo posible, pues es concebible una situación

contrafáctica en que 'el autor de Romeo y Julieta ' no exprese una propiedad del

individuo Shakespeare. Por lo tanto, ni (10) ni ninguna otra oración parecida pueden

constituir una definición del significado de 'Shakespeare'. Las únicas oraciones que

expresan hechos necesarios son las que afirman la identidad de referencia de dos

nombres propios, como la (9).

El tercer tipo de argumento, el epistemológico, tiene que ver con la forma en que se

aprende a qué refieren los nombres propios. Según la teoría de la referencia

indirecta se aprende a usar el nombre propio en conexión con las descripciones

pertinentes, de tal modo que tales descripciones constituyen los criterios necesarios

(y suficientes, en algunas versiones) para la aplicación de tal nombre. La

correspondiente oración de identidad nombre-descripción es portadora, para el

hablante en cuestión, de información a priori: el hablante puede determinar su

verdad por simple examen de los conceptos implicados.

Page 20: Unidad 13: Referencia y ontología

La versión que ofrece Kripke del modo en que se aprende a utilizar un nombre es

completamente diferente y, aunque él no le concede el rango de teoría, ha dado en

conocerse como teoría causal de la referencia. La crítica principal de tal teoría a la

teoría descripcionista es que ésta, en su explicación de cómo se aprende la

referencia, supone ya tal noción, esto es, que cuando afirma que la referencia de un

nombre se aprende a través de una propiedad de su referente, está suponiendo ya

que la descripción se refiere (y el que aprende el uso de¡ nombre propio lo sabe) a

un determinado individuo. De acuerdo con la teoría de Kripke, en cambio, la

referencia ha de ser un mecanismo aprendido, o transmitido, de una forma mucho

más elemental: «Alguien nace, digamos un niño; sus padres le ponen un cierto

nombre. Le hablan de él a sus amigos. Otras personas le conocen. En diversas

formas de intercambio lingüístico su nombre se difunde de uno a otro como si se

tratara de una cadena. Un hablante que se encuentre en el extremo de la cadena

que, por ejemplo, haya oído hablar de Richard Feynman en el mercado o en otro

sitio, se puede referir a Richard Feynman, aunque no pueda recordar a quién oyó

hablar por primera vez de Feynman o incluso si oyó hablar de él en absoluto. Sabe

que Feynman fue un famoso físico. Una cierta vía de comunicación que lleva en

última instancia al individuo mismo llega también al hablante. Así pues, se refiere a

Feynman incluso aunque no le puede identificar de forma unívoca» (Naming and

necessity, pág. 91).

La visión que ofrece Kripke es pues radicalmente distinta de la ofrecida por la teoría

tradicional. La utilización correcta, referencia¡, de un nombre propio no requiere

que se haya asimilado criterios de aplicación de ese nombre en virtud de

propiedades realmente poseídas por el objeto. Alguien se puede referir, en última

instancia, a un objeto sin saber nada de él. Aunque resulta difícil imaginar qué se

puede decir de algo cuyas propiedades se desconocen, siempre se podría afirmar,

por ejemplo, 'de Botswana no sé nada', sin saber si 'Botswana' es el nombre de una

ciudad, un individuo o una ecuación matemática. Lo único que se requiere es que

Page 21: Unidad 13: Referencia y ontología

tal nombre sea conocido como nombre propio, esto es, como nombre referente a

una realidad de forma independiente a su conocimiento. Este es un caso extremo,

pero ilustra, casi caricaturescamente, cómo un individuo puede encontrarse muy

alejado del momento o las circunstancias en que se impone un nombre. Es ese

momento el que se encuentra en el origen causal de la utilización del nombre y al

que, en último término, ha de retrotraerse la explicación de su uso: «Una

formulación tosca de una teoría puede ser la siguiente: tiene lugar un 'bautismo'

inicial. En este caso se puede nombrar al objeto por ostensión, o se puede fijar la

referencia del nombre mediante una descripción. Cuando el nombre 'pasa de

eslabón en eslabón', creo que el receptor de¡ nombre ha de tratar, cuando lo

aprende, de utilizarlo con la misma referencia que el individuo al cual se lo ha oído»

(Naming and necessíty, pág. 96).

El 'bautismo' inicial constituye pues el origen de una cadena causa¡ mediante la

cual se difunde el nombre. En cada uno de los eslabones de la cadena es posible

que se produzcan pequeños desajustes en cuanto a la transmisión de la referencia

original. Las descripciones, en cuanto instrumentos para fijar la referencia, tratan de

reducir el riesgo de desviaciones en el acto de la referencia pero, si se toman como

equivalentes de un nombre, pueden introducirlas. Así, 'el hombre de la esquina' es

una expresión que puedo emplear para establecer la referencia de 'Fulano', pero,

considerada como una descripción del significado de 'Fulano', esto es, como una

expresión correferencial suya, puede inducirme a error, porque en otra ocasión

puede ser empleada para referir a Mengano. Las descripciones son expresiones que

sirven como instrumentos auxiliares para fijar la referencia de un nombre, pero en

modo alguno son criterios necesarios (y suficientes) para su aplicación, ni requisitos

indispensables en su aprendizaje. Lo esencial del uso de los nombres, y lo que

explica que podamos usarlos correctamente, es la existencia de la cadena causal

que conduce a un acto originario de 'bautismo' o nominación.

En resumen, el núcleo de la teoría semántica de Kripke es la tesis de la rigidez de

los nombres propios y la concepción causal de su referencia. La necesidad de los

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enunciados de identidad entre nombres propios y su (posible) carácter

epistemológico de a posteriori son consecuencias directas de su teoría.