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1 UNIDAD 5. LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL (1789-1833) Introducción En 1808, la entrada en España de las tropas napoleónicas y el alzamiento contra ellas supusieron la irrupción de las clases medias y populares en la política. Comenzaba la Edad Contemporánea de España. Las palabras nación, patria, liberalismo, guerrilla…, expresaron el entusiasmo por un nuevo marco político. A la guerra, finalizada en 1814, siguió la restauración del absolutismo, que quiso borrar la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Sin embargo, se sucedieron los intentos de restaurar por la fuerza la Constitución de 1812. El pronunciamiento Riego triunfó en 1820 y dio paso al trienio liberal, en el que el liberalismo se dividió entre moderados y exaltados. En 1823, un ejército francés permitió a Fernando VII restaurar el absolutismo. A la represión, el exilio y el atraso económico y cultural, se sumó el problema sucesorio, dando lugar al nacimiento de un movimiento ultraconservador: el carlismo. 1.- LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA EL REINADO DE CARLOS IV Carlos IV sucedió a su padre en 1788. Al año siguiente estalló la Revolución Francesa y ello complicó mucho al reinado. Entre otras cosas, impedir la entrada en España de las ideas revolucionarias era imposible, y Francia, además, venía siendo nuestro aliado a lo largo del siglo. Al principio del reinado gobernó con ministros del reinado anterior (conde de Floridablanca y conde de Aranda), pero pronto fueron eliminados para dar acceso al favorito de la corte, Manuel Godoy. Gracias al desmedido apoyo de la reina María Luisa de Parma, Godoy pasó de oficial de palacio (Guardia de Corps) a Teniente General y a Grande de España, y se convirtió en el valido todopoderoso, en el hombre más poderoso del país. Su largo gobierno, entre 1792 y 1808, terminó creando tensiones hasta dentro de la misma familia real. Godoy decidió dar un giro a la política exterior española y pasar a la alianza con Francia. Se consideró que persistían las razones por las que se firmaron los Pactos de Familia con los borbones franceses, pero este cambio suponía estar en guerra contra Inglaterra. Como resultado de los compromisos firmados con Francia, España: ¨ Declaró la guerra a Portugal (aliada de Inglaterra). Conocida con el nombre de Guerra de las Naranjas (1801), el enfrentamiento finalizó con el triunfo español, pasando a España la plaza portuguesa de Olivenza (Badajoz). ¨ Participó en una nueva contienda entre Francia e Inglaterra. Napoleón decidió hacer uso de las fuerzas navales de España para, unidas a las francesas, realizar su gran sueño de invasión de Inglaterra. El plan fracasó al inclinarse la balanza a favor de Inglaterra con la victoria de su escuadra en la Batalla de Trafalgar (1805), frente al almirante inglés Nelson.

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Page 1: UNIDAD 5. LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA ......A la guerra, finalizada en 1814, siguió la restauración del absolutismo, que quiso borrar la obra legislativa de las Cortes

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UNIDAD 5. LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL (1789-1833) Introducción En 1808, la entrada en España de las tropas napoleónicas y el alzamiento contra ellas supusieron la irrupción de las clases medias y populares en la política. Comenzaba la Edad Contemporánea de España. Las palabras nación, patria, liberalismo, guerrilla…, expresaron el entusiasmo por un nuevo marco político. A la guerra, finalizada en 1814, siguió la restauración del absolutismo, que quiso borrar la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Sin embargo, se sucedieron los intentos de restaurar por la fuerza la Constitución de 1812. El pronunciamiento Riego triunfó en 1820 y dio paso al trienio liberal, en el que el liberalismo se dividió entre moderados y exaltados. En 1823, un ejército francés permitió a Fernando VII restaurar el absolutismo. A la represión, el exilio y el atraso económico y cultural, se sumó el problema sucesorio, dando lugar al nacimiento de un movimiento ultraconservador: el carlismo.

1.- LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA EL REINADO DE CARLOS IV Carlos IV sucedió a su padre en 1788. Al año siguiente estalló la Revolución Francesa y ello complicó mucho al reinado. Entre otras cosas, impedir la entrada en España de las ideas revolucionarias era imposible, y Francia, además, venía siendo nuestro aliado a lo largo del siglo. Al principio del reinado gobernó con ministros del reinado anterior (conde de Floridablanca y conde de Aranda), pero pronto fueron eliminados para dar acceso al favorito de la corte, Manuel Godoy. Gracias al desmedido apoyo de la reina María Luisa de Parma, Godoy pasó de oficial de palacio (Guardia de Corps) a Teniente General y a Grande de España, y se convirtió en el valido todopoderoso, en el hombre más poderoso del país. Su largo gobierno, entre 1792 y 1808, terminó creando tensiones hasta dentro de la misma familia real. Godoy decidió dar un giro a la política exterior española y pasar a la alianza con Francia. Se consideró que persistían las razones por las que se firmaron los Pactos de Familia con los borbones franceses, pero este cambio suponía estar en guerra contra Inglaterra. Como resultado de los compromisos firmados con Francia, España:

¨ Declaró la guerra a Portugal (aliada de Inglaterra). Conocida con el nombre de Guerra de las Naranjas (1801), el enfrentamiento finalizó con el triunfo español, pasando a España la plaza portuguesa de Olivenza (Badajoz).

¨ Participó en una nueva contienda entre Francia e Inglaterra. Napoleón decidió hacer uso de las

fuerzas navales de España para, unidas a las francesas, realizar su gran sueño de invasión de Inglaterra. El plan fracasó al inclinarse la balanza a favor de Inglaterra con la victoria de su escuadra en la Batalla de Trafalgar (1805), frente al almirante inglés Nelson.

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Napoleón, no obstante, prosiguió en lucha con Inglaterra y decidió aplicar el llamado bloqueo continental (1806) por el que se prohibía el comercio del continente europeo con Inglaterra. Se pretendía provocar la ruina de la industria inglesa, la crisis social y, con ello, la rendición final. Para ocupar Portugal, fiel a la alianza inglesa, Napoleón firmó con España el tratado de Fontainebleau (1807), por el que se autorizaba al ejército francés a atravesar España camino de Portugal. En pocos días, las tropas francesas acabaron con la resistencia portuguesa y tomaron Lisboa. A esas alturas la figura de Godoy era abiertamente criticada en los medios influyentes del país. La derrota naval de Trafalgar, que había desbaratado el poder marítimo español y la crisis económica, concretada en el enorme déficit del Estado y en la drástica disminución del comercio con América, avivaron la oposición de la nobleza, desairada por el favor real a un "advenedizo" como Godoy, y del clero, asustado ante una tímida propuesta de desamortización de bienes eclesiásticos. Este descontento cristalizó en la formación de un grupo de oposición en torno al Príncipe de Asturias (partido

antigodoyista), el futuro Fernando VII, que rápidamente se puso a trabajar para acabar con el gobierno de Godoy y, por qué no, del rey que le había nombrado. La conspiración fue descubierta y se inició el llamado proceso de El Escorial, en el que Fernando, para obtener el perdón de su padre, denunció a todos sus cómplices. En el juicio, todos fueron declarados inocentes, lo que revela los importantes apoyos con los que contaba la conspiración.

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LA CAIDA DE LA MONARQUÍA Durante el invierno y las primeras semanas de la primavera de 1808, los soldados franceses continuaron atravesando los Pirineos. Seguro de su fuerza, Napoleón nombró lugarteniente imperial de España al mariscal Murat, que se dirigió con sus tropas hacia Madrid. Muy pronto se hizo evidente para todos que la entrada consentida de las tropas napoleónicas se había convertido en una ocupación del país. Consciente finalmente de este hecho, Godoy tramó la huida de la familia real hacia Andalucía, y la Corte se desplaza a Aranjuez, con el propósito de embarcar hacia sus posesiones en América, como lo había hecho la Casa Real portuguesa. Los preparativos del viaje provocaron la indignación popular y Carlos IV tuvo que anunciar que el viaje no se llevaría a efecto. La muchedumbre culpó de la situación a Godoy que ostentaba el título de príncipe de la Paz. El conde de Montijo contrató a agitadores que se pusieron a la cabeza de la multitud amotinada y saquearon el palacio de Godoy, arrojando sus pertenencias por los balcones y quemándolas. Entre el 17 y el 19 de marzo de 1808 estalló un motín popular organizado por la facción de la Corte partidaria del Príncipe de Asturias. El Motín de Aranjuez precipitó la caída de Godoy y, lo que fue más importante aún, obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo, que pasó a reinar con el título de Fernando VII. La elevación al trono de Fernando VII agravó la crisis de la monarquía española. Esto favoreció los planes de Napoleón que logró atraer a la familia real a la localidad francesa de Bayona , entre los días 21 de abril y 10 de mayo de 1808. Allí, Napoleón obtuvo las abdicaciones de los monarcas, Carlos IV y Fernando VII, renunciando a sus derechos a la corona española. Napoleón decidió entonces entregar el reino de España a su hermano José I Bonaparte. Tratando de atraerse a la opinión ilustrada, el nuevo monarca José I publicó el Estatuto de Bayona, una carta otorgada que concedía algunos derechos más allá del absolutismo. Ante la evidencia de la invasión francesa, el descontento popular acabó por estallar: el 2 de mayo de 1808 se iniciaba una insurrección en Madrid abortada por la represión de las tropas napoleónicas. Los días siguientes los levantamientos antifranceses se extienden por todo el país. Comenzaba la Guerra de la Independencia (1808-1814).

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2.- LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808 – 1814) LOS ENFRENTAMIENTOS MILITARES Las abdicaciones de Bayona y la insurrección contra José I significaron una situación de "vacío de poder" que desencadenó la quiebra de la monarquía del Antiguo Régimen en España. Para hacer frente al invasor, se constituyen Juntas Provinciales, que asumen la soberanía en nombre del rey ausente. En septiembre 1808, las Juntas Provinciales se coordinaron y se constituyó la Junta Central Suprema. Pese a que gran parte de los miembros de estas juntas eran conservadores y partidarios del Antiguo Régimen, la situación bélica obligó a tomar medidas revolucionarias como la convocatoria de Cortes en 1810. Tras el levantamiento general contra los invasores, las tropas españolas consiguieron algún triunfo como la victoria de Bailén en julio de 1808. Para poner fin a la insurrección, el propio Napoleón, al frente de 250.000 hombres, vino en otoño a la península ocupando la mayor parte del país, excepto las zonas periféricas y montañosas donde se inició la "guerra de guerrillas" contra el ejército francés. Durante seis años, se enfrentaron el ejército francés, con el apoyo de los "afrancesados", y la guerrilla española, formada por antiguos militares españoles y campesinos, ayudados por el ejército británico enviado a la península. 1812 fue el año decisivo. El ejército del general inglés Wellington, con el apoyo de españoles y portugueses, infringió sucesivas derrotas a los franceses (Arapiles, San Marcial…). Tras la catástrofe de Rusia, un Napoleón completamente debilitado devolvió la corona a Fernando VII por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813) y las tropas francesas abandonaron el país. La cruenta Guerra de la Independencia tocaba a su fin, aunque el rey no regresaría a España hasta marzo de 1814. Los efectos fueron desastrosos para España. Se calcula que hubo medio millón de muertos, cifra considerable para un país que contaba, en 1808, con unos once millones de habitantes. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San Sebastián quedaron arrasadas; en otras se destruyeron edificios y monumentos artísticos; una parte importante de las obras artísticas fueron robadas por los franceses. El comercio colonial cayó en picado. El anterior ritmo de crecimiento industrial se perdió, con máquinas y manufacturas destruidas. El campo quedó arrasado, con pérdida de cosechas y cabezas de ganado. Además, la Hacienda Pública quedó todavía más arruinada. Por último, la guerra alentó el proceso de independencia de la América española.

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LOS GRUPOS POLÍTICOS Al mismo tiempo que se desarrollaba una guerra de liberación contra el ejército francés, tuvo lugar un movimiento revolucionario paralelo: la llamada revolución burguesa. Algunos sectores (intelectuales,

burgueses, profesionales, algunos nobles) querían continuar el movimiento reformista iniciado en el siglo XVIII, que había sido frenado durante el reinado de Carlos IV. Así se formaron cuatro grupos políticos, cuyos métodos para lograr la reforma ideal diferían:

I. LOS AFRANCESADOS: se llamó afrancesados a quienes aceptaron la renuncia de Carlos IV y de Fernando VII, viendo en el régimen napoleónico la posibilidad de realizar la reforma. Los componentes de este grupo procedían de los ilustrados del siglo XVIII y pertenecían a las más altas capas de la sociedad. Se sentían atraídos por el prestigio de Napoleón porque había consolidado la revolución (burguesía) o porque había restaurado el orden (nobleza y clero). La inmensa mayoría del pueblo no estaba de acuerdo con esta actitud y los afrancesados fueron tachados de traidores. Su incómoda posición llevó a muchos (unos 12.000) a exiliarse después de la guerra.

II. LOS ABSOLUTISTAS: fueron un nutrido grupo de nobles y clérigos que no aceptaron la invasión

napoleónica pero tampoco la revolución burguesa que implicaba la aceptación de la nueva constitución de 1812. Defendían la religión católica a ultranza, la sociedad estamental y la monarquía absoluta, elementos definitorios del Antiguo Régimen. Combatieron junto con el resto de grupos contra los franceses pero, al terminar la guerra, animaban al rey a volver al absolutismo.

III. LOS LIBERALES: intelectuales y pertenecientes a la burguesía media, los liberales defendían los principios del liberalismo, que habían penetrado en España a comienzos del siglo XIX pese a la censura oficial. Coincidían con los afrancesados en proclamar necesidad de reformas sin revolución, pero no aceptaban las renuncias de Bayona y por tanto no admitían ni a Napoleón ni a José I. La guerra y el ambiente revolucionario y patriótico de Cádiz extendieron sus ideas, que se concretaron en la Constitución de 1812. Al volver el absolutismo, fueron perseguidos, y se exiliaron o se afiliaron a sociedades secretas.

De todas formas hay que constatar que el pueblo en general estaba más bien al margen de esta “alta política” y lo que pedía era la vuelta de Fernando “El Deseado”. Sin embargo, cuando volvió, anuló la obra de los liberales y el absolutismo fue restituido. A pesar de ello, las ideas de estos grupos políticos que surgen durante la Revolución Francesa van a constituir el embrión del abanico político decimonónico.

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3.- LAS CORTES DE CÁDIZ LA CONVOCATORIA A CORTES El avance del ejército francés había obligado a la Junta Suprema Central a trasladarse a Cádiz, ciudad de más fácil defensa y libre de la ocupación francesa, donde podía propagarse fácilmente las ideas de renovación de la política y la sociedad. Sin duda, las circunstancias eran favorables para proceder al cambio del sistema tradicional de gobierno. El desastroso reinado de Carlos IV y el gobierno omnipotente de Godoy justificaban, para unos, la necesidad de introducir reformas y suprimir abusos, manteniendo la autoridad absoluta del rey; para otros, más avanzados, suponía que había que efectuar cambios radicales en las instituciones y en la sociedad. En Cádiz se dieron cita personalidades de los más diversos puntos de España (incluyendo América). En aquellas Cortes estaban representados los diversos sectores de la España resistente a Napoleón: clérigos, abogados, políticos, militares, nobles, catedráticos y comerciantes debatieron fórmulas políticas para superar el antiguo régimen, que había resultado totalmente ineficaz. Los diputados fueron elegidos popularmente o designados por las autoridades locales, lo que significa que gozaban de respaldo popular o de prestigio entre las clases directoras. El 23 de septiembre de 1810, juraron en la iglesia Mayor de la Isla de León, pero después se trasladaron a Cádiz. Las reuniones tuvieron lugar en el teatro de la ciudad y después en la iglesia de San Felipe Neri hasta septiembre de 1813. El público pudo tomar parte en las deliberaciones, pero en pocos casos los diputados sufrieron interrupciones. Poco a poco el debate público se fue trasladando hacia la prensa hasta el anuncio de la proclamación de la Constitución.

LA OBRA LEGISLATIVA Además de elaborar la Constitución, los diputados gaditanos llevaron a cabo una importante labor legislativa. Destacan las siguientes disposiciones legales:

I. La abolición de los privilegios de la nobleza mediante la supresión de los señoríos jurisdiccionales y del mayorazgo.

II. La venta en pública subasta las tierras comunales de los municipios y la desamortización de las tierras de la Iglesia.

III. Supresión de los gremios, con libertad de producción y comercio. IV. Se elimina la censura y se establece la libertad de imprenta. V. Centralización administrativa, con un Gobierno y una Diputación en cada provincia.

VI. Abolición de la Inquisición que era un obstáculo para la libertad de pensamiento y el desarrollo de la ciencia.

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Las cortes de Cádiz representaron el deseo de crear una sociedad más justa que la del Antiguo Régimen, pasando de una monarquía absoluta a una monarquía constitucional y de una sociedad estamental a una sociedad de clases, con igualdad legal para los ciudadanos. Sin embargo, todos estos acuerdos beneficiaban solamente a la burguesía, por lo que la masa popular no hizo suya esta causa.

LA CONSTITUCIÓN DE 1812 La constitución se proclamó el 19 de marzo de 1812 (día de San José, de ahí el nombre de La Pepa, con el que se le

conoció popularmente). Todos los diputados la aceptaron y su primera lectura se hizo frente al palacio de la Regencia de Cádiz, bajo un retrato de Fernando VII. La Constitución de 1812 consta de un extenso prólogo (redactado por Agustín de Argüelles, abogado, político y

diplomático; también fue tutor luego de la reina Isabel II), con 10 títulos y 386 artículos. Se inspira en los principios liberales (soberanía nacional, división de poderes, igualdad ante la ley) de la constitución francesa de 1791, excepto en el tema religioso: la única religión aceptada por el Estado español era la católica. Esta solución permitió llegar a un acuerdo con los diputados absolutistas. Se determina la división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial:

¨ El poder ejecutivo: está en manos del rey, cuyos ministros tienen que responder ante las Cortes. ¨ El poder legislativo: reside en las Cortes unicamerales, que legislan conjuntamente con el Rey. El rey

no puede impedir que se celebren las Cortes ni suspenderlas (pero sí doble derecho de veto), no puede imponer impuestos ni conceder privilegios, y no puede conducir la política exterior sin ser supervisado por las Cortes.

¨ El poder judicial: reside en tribunales independientes, en los que no pueden intervenir las Cortes ni el Rey.

La constitución de 1812 reconoce derechos individuales como el de propiedad, la inviolabilidad del domicilio, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, la eliminación de la tortura y la limitación de un día como máximo al detenido antes de prestar declaración ante el juez. El sufragio es universal e indirecto en cuatro grados (vecinos, electores de parroquia, electores de partido y diputados) pero para ser diputado es necesario disponer de un determinado nivel de renta (elección censitaria). Además se establece un ejército permanente, cuyos efectivos, ordenanzas y dotación serán regulados por las Cortes, y junto a él se establece la Milicia nacional, organizada en provincias, con un doble objetivo: reforzar al ejército en caso de guerra y servir de cuerpo de defensa del estado Liberal. Depende directamente del rey y de las Cortes, no de la cadena del mando militar. En cuanto a la organización de la administración provincial y local, los regidores (alcaldes) serán elegidos por los vecinos y los jefes Políticos (precedentes de los Gobernadores civiles) los nombrará el gobierno central.

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4.- EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1814 – 1820) El tratado de Valençay el 11 de diciembre de 1813 devolvía el trono de España a Fernando VII y ponía fin a la guerra franco-española. El nuevo rey atravesó la frontera de los Pirineos el 22 de marzo de 1814. La situación política de España era muy diferente a la que había dejado seis años atrás. El resto de su reinado fue una pugna entre los dos modelos políticos enfrentados en su tiempo: el absolutismo y el liberalismo. Nada más llegar a España, Fernando VII encontró muchos apoyos para que gobernara como monarca absoluto, entre los cuales conviene destacar dos: el de una parte del ejército, dirigido por el general ultrarrealista Francisco Javier Elío, y el que le prestaron los diputados “serviles” de las Cortes ordinarias, los cuales, en el Manifiesto de los persas, demandaban al Rey la restauración del absolutismo. Se preparó el golpe de Estado y, mediante un decreto dado en Valencia a 4 de mayo de 1814, se restauraba el poder absoluto del monarca y se abolía toda la legislación de las Cortes de Cádiz (“como si no hubiesen pasado jamás tales actos”). A finales de mayo, Fernando VII, entraba en Madrid. Tras el golpe de Estado vino la represión política: fueron detenidos y juzgados liberales y afrancesados, acusados, respectivamente, de conspiración contra el rey y de traición. Otros muchos lograron abandonar antes el país, integrando el primer exilio de la España contemporánea; sus destinos fueron el Reino Unido y Francia. Pero la represión política no detuvo la acción de los sectores liberales. Se dedicaron a conspirar, y serán los pronunciamientos o golpes militares las herramientas más adecuadas para acabar con el absolutismo. Durante el periodo de 1814 a 1819 hubo varios, aunque todos fracasaron: En cuando a la labor de los gobiernos de Fernando VII hay que decir que fue desastrosa: la Hacienda estaba prácticamente en bancarrota, los pagos de los intereses de la deuda estatal no se cumplían y la guerra en América se llevaba los pocos ingresos de la Hacienda.

5.- EL TRIENIO LIBERAL (1820 – 1823)

El 1 de enero de 1820, el teniente coronel Rafael Riego al mando de un cuerpo de ejército se sublevó en Cabezas de San Juan contra el régimen absolutista de Fernando VII. Las tropas se hallaban allí esperando ser embarcadas hacia América para sofocar el movimiento independentista. El golpe triunfó gracias al apoyo de otras guarniciones (La Coruña, Barcelona, Asturias, etc.) y, sobre todo, a la irritación campesina por la situación económica. La primera medida política de las nuevas autoridades fue la reimplantación de la Constitución de Cádiz de 1812 con los principios que proclamaba, especialmente las libertades de expresión, de reunión y de asociación, lo que permitió la aparición de las sociedades patrióticas: grupos informales de liberales, que discutían libremente (generalmente en cafés y en otros lugares públicos) los problemas del país, y que representaron la base a partir de la cual iban a surgir los partidos políticos modernos.

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Una fuente de inestabilidad fue la actitud del Rey, que nombraba ministros absolutistas. vetaba leyes y desconfiaba de los ministros liberales. Al cabo de pocos meses, comenzó a pedir secretamente una intervención extranjera que le restaurara en su poder absoluto. A esta inestabilidad gubernamental se sumó la presión en la calle. De hecho, en 1822 se produjo la sublevación de la Guardia Real, sofocada gracias a las milicias urbanas armadas por los propios ayuntamientos. Las potencias europeas que formaban la Santa Alianza1, en su Congreso de Verona (octubre de 1822) decidieron intervenir, y se le encomendó a Francia la operación militar. Tras varios meses de preparativos y discusiones en la Asamblea francesa, el ejército francés (los llamados Cien Mil Hijos de San Luis), con el refuerzo de 35.000 voluntarios realistas, entró en España (abril de 1823) y recorrió sin apenas oposición la Península. En octubre liberaban al Rey en Cádiz devolviéndole su poder absoluto.

6.- LA DÉCADA OMINOSA (1823 – 1833)

Se llama así al último período del reinado de Fernando VII, caracterizado por la represión contra los liberales. A partir de 1823 esta represión se tradujo especialmente en la depuración de los oficiales del ejército, jueces, funcionarios, etc., y de cuantos hubieran colaborado con el gobierno del Trienio Liberal, o simplemente fueran sospechosos de liberalismo. Fernando VII, en su Decreto de 1 de octubre declaró nula toda la legislación del Trienio. Las principales medidas adoptadas fueron:

¨ En el ejército se organizaron Comisiones Militares, que procesaron a quienes desempeñaron papeles importantes durante el Trienio.

¨ Las Juntas de Purificación, por su parte, fueron las encargadas de depurar a todos los funcionarios, empleados públicos y profesores de tendencia liberal. Su acción fue rigurosa, suspendiendo de sueldo a los sospechosos y emprendiendo una auténtica caza de brujas, que condenó a muerte, a la cárcel y a la expropiación a miles de personas que habían colaborado más o menos activamente con los gobiernos del Trienio.

¨ La Inquisición fue sustituida por las Juntas de Fe, encargadas de censurar las publicaciones para evitar la propaganda liberal.

La vuelta al absolutismo no fue, sin embargo, idéntica a la de 1814:

§ Se empezó por crear el Consejo de Ministros en noviembre de 1823. § Se emprendió una fuerte restricción de gastos y se introdujo un presupuesto para intentar controlar

la gestión de Hacienda. § Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales, contando incluso con

algunos ministros reformistas como Cea Bermúdez o López Ballesteros.

1 La Santa Alianza fue una unión de ejércitos entre las principales monarquías absolutistas (Prusia, Rusia y Austria) para acabar con cualquier brote liberal.

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Sin embargo, no se resolvió la desesperada situación económica por la que pasaba el país, agravada por la pérdida de las colonias y por el enorme déficit público. En líneas generales, el panorama económico empeoró debido a:

¨ En la agricultura, por la persistente caída de los precios, la vuelta de la Mesta, la renovada presión fiscal y la falta de mercados.

¨ En la industria, algunas medidas, como la Ley de Minas, intentaban impulsar la producción, pero en conjunto seguían faltando las bases para un despegue industrial: no había capitales. ni inversores, ni estabilidad política ni un sistema fiscal que animara a los empresarios a arriesgar su dinero. Sólo la industria textil catalana apunta en estos años un ligero crecimiento al reorientar sus exportaciones al mercado europeo y hacia el interior, iniciando un tímido avance hacia un mercado nacional.

Finalizando el reinado de Fernando VII se produjo en Francia la Revolución liberal-burguesa de 1830, que se extendió inmediatamente por varios países de Europa. Los ecos de esta oleada revolucionaria repercutieron también en España, donde reaparecieron algunos exiliados que creyeron hallarse en la coyuntura más favorable para la restauración del liberalismo. Algunos cabecillas fueron apresados en Andalucía y ejecutados posteriormente, entre los que cabe mencionar a José María Torrijos y Mariana Pineda.

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Conclusión La cuestión sucesoria domina la parte final del reinado. El 1830, después de un cuarto matrimonio, con María Cristina de Borbón, y ante la eventualidad de una descendencia femenina, el rey promulgó la Pragmática Sanción, marzo de 1830, que derogaba la Ley Sálica, con lo que privaba de sus derechos al infante don Carlos. En octubre nacía la heredera, la futura Isabel II. Durante el reinado de Isabel II se va a consolidar el sistema político liberal en España; los dos partidos liberales que lucharán por el poder serán los moderados (representantes de la alta burguesía) y los progresistas (representan a la baja burguesía y clases populares). Estos se sucederán en el poder; cuando gobiernen, cada uno redactará una Constitución a su medida. Fuera del sistema quedan los absolutistas (carlistas), que reclaman el trono para Carlos María Isidro y sus sucesores; debido a esto, España se verá envuelta en tres guerras civiles: las Guerras Carlistas.