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¡Vamos a ver a papá!

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El día preferido de la protagonista de esta historia es el domingo, por la llamada telefónica de su papá. Hace más de un año que no lo ve, porque trabaja lejos, al otro lado del océano. Este domingo recibirá una noticia feliz, aunque no del todo… Una realidad frecuente que algunos ignoran, narrada en primera persona, que tiene que ver con el dolor por la ausencia, la ilusión del reencuentro y el vacío por lo que se deja atrás.

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Edición a cargo de María Cecilia Silva DíazDirección de arte y diseño: Irene Savino

XX edición, 20XX

© 2010 Lawrence Schimel, texto

© 2010 Alba Marina Rivera, ilustraciones

© 2010 Ediciones Ekaré

Todos los derechos reservados

Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro, Altamira Sur

Caracas 1060, Venezuela

C/ Sant Agustí 6, bajos. 08012 Barcelona, España

www.ekare.com

ISBN 978-84-937212-7-5

Impreso en XX por XX

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Ediciones Ekaré

Lawrence Schimel / Alba Marina Rivera

¡Vamos a ver a papá!

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Los domingos me despierto temprano,

aunque no tengo que ir a la escuela.

Hoy nos va a llamar papá. Nos llama todos

los domingos porque las llamadas son más

baratas. El domingo es mi día favorito.

No he visto a mi papá en un año, ocho meses,

y veintidós días. Lo sé porque cuento cada día

desde que él se fue a otro país a trabajar.

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Cuando llego a la escuela el lunes, se lo cuento

a Rocío, mi mejor amiga.

–¡Voy a ver a mi papá! Pero él no viene, nosotras

nos vamos a ir a vivir con él.

–¡Qué aventura! –dice Rocío–. Qué envidia

me das. ¿Por qué no me llevas en la maleta?

–y me guiña un ojo.

–Me gustaría –le contesto–, porque allá no co-

nozco a nadie. Además, seguro que no encuentro

una amiga como tú.

–Ya verás que te va a ir bien, y no te preocupes,

que yo te escribiré para que no me eches de

menos.

–Yo también te voy a escribir.

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Cuando todo está listo, la abuela se sienta

delante, al lado del padre de Rocío. Hablan sobre

cosas corrientes y sobre la gente que conocen

como si fuese un día cualquiera.

Yo estoy detrás, sentada entre mamá y Rocío,

y las tres nos pasamos el viaje calladas.

Cuando llegamos al aeropuerto, Rocío me da

la mano y no dice nada. ¡Es la mejor amiga

del mundo!

–Seremos siempre amigas –le digo, intentando

sonreír.

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