Vernaz. Tiempos de Colonia

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    PA42.2080 C O R R E G I D O R

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    CELIA E. VERNAZ

    TIEMPOS DEC O L O N I A2aEdicin2004

    Q C RREGID R

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    Ve rnaz, CeliaTiempos de colonia.-160 p . ; 20x14 cm.ISBN 950-05-1531-81.Ens ayo Argenti iioCDD A864

    V. ed.Buenos

    I. Titulo

    Aires Corregidor 2004.

    D iseno de tapa:P.P.

    **l** Battis

    To dos los derechos reservados Ediciones Corregidor, 2004Rodriguez P ena 452 (C1020A DJ) Bs. As.Web site: www.corregidor.come-mail: [email protected] ec ho el deposito que m arca la ley 11.723I.S.B.N.: 950-05-1531-8Im pres o en B uenos A ires - ArgentinaKstc l ib ro no pu cd c scr rcp rod uci do to ta l m parc ia lm cnte en n ingun a fo rma n i po rn i n g u n m e d i o o p r o c c d i m i c n t o , s e a r e p r o g r f c o , f o t o c o p i a , m i c r o f i l m a c i n ,mimegrafo o cualqu icr o t ro s i s tcma mecnico , fo tocju imico , e lect ron ico , in format ico ,m a g n t i c o , c l e c t r o p t i c o , e t c . C u a l c j u i c r r e p r o d u c c i o n s i n e l p c r m i s o p r e v i o p o rescri to de la edi torial viola derechos reservados, es i legal y const i tuye un del i to .

    http://www.corregidor.com/mailto:[email protected]:[email protected]://www.corregidor.com/
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    No saber lo que ha ocurrido antes denosotros es como seguir siendo ninos.

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    terrenos inundab les, se trasladan a campos sobre el ro Uruguayentre el arroyo de la Lche y el Perucho Verna.El agrimensor Carlos Sourigues marca inmediatamente lasconcesiones y el Dr. Alejo Peyret, nom brado administrador, pro-cede a la distribucin de los grupos, dndose como fecha de fondation, el 2 de julio de 1857.El ncleo de inmigrantes, formado en su mayoria por suizosfranceses y alemanes, saboyanos y piamonteses, comienza a cre-cer con la llegada de parientes y amigos llamados a travs de lar-gas cartas donde les hablan del suelo benigno y las buenas cose-chas,sin ocultar los problemas a que estn expuestos. Las casasson hechas con piedras, ladrillos y madera del lugar. La labran-za se desarrolla con gran entusiasmo, y aunque los comienzosllevan la marca de tiem pos duros, luchan y se afincan formandouna Colonia p rospra, protegida por Urquiza, quien les da pronto un puerto, fundando la Villa de Colon el 12 de abril de 1863.Todas las costumbres europeas son trasplantadas al nuevomedio, aunque deben aceptar modalidades del pais adoptado.Las construcciones son realizadas con sotano, altillo y techo ados aguas por si la nieve era intensa. Solo una vez se produjo elfenmeno en la region. La alimentacin, basada en leche, hari-na y carne de cerdo, tiene sus antcdentes en el lugar de origenpues las tareas para obtener los productos se han hecho en lamisma forma. Los utensilios son trados de sus hogares y si algofalta lo fabrican con sus propias manos. Las vestimentas, lasfiestas, los hbitos, las creencias religiosas, tienen continuidadsegn el estilo de vida de cada uno. El idioma, especialmente elpatois, se lo sigue hablando durante muchos anos, si bien algu-nos incorporan poco a poco el espanol, empleado en la education de los hijos, ya que la ensenanza oficial se imparte en estalengua.

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    Los colonos son conservadores en sus gustos e inclinaciones,junto con sus hijos, quienes acostumbran a respetar seriamentelas modalidades patemas y sus prcticas en el trabajo. El aradosimple conducido por los mayores sigue en uso sin variantes enmanos de sus descendientes. Los modismos que han caracteri-zado al inmigrante son heredados, casi calcados por quienescontinan su linea sangunea imprimiendo el sello particular decada familia.Estas observaciones se aplican perfectamente durante el primer siglo de existencia de la Colonia ya que todo se ha conser-vado con apenas a lgunas modificaciones. Es la poca en que loscambios no se operan sino a fuerza de anos, la vida se desliza apaso lento, sin apresuram ientos, como si nunca fuera pensado elllegar. El ayer es tan igual al hoy que el mirar hacia a trs se pier-de en el pozo de un tiempo casi ilimitado. Hasta hace solo unos

    anos se ha visto todavfa al carro playero con su carga en el pueblo, las voiantas y los sulkys alrededor de la iglesia, los vende-dores de puerta en puerta con canastos en cada brazo llenos delproducto de la tierra, el linyera recorriendo caminos, el lecherorepartiendo la lche con el litro en cada casa, el carnicero 11e-vando el corte a domicilio, el relojero ambulante, la tienda enuna jardinera. No hace mucho se ha detectado algun abuelogringo sentado bajo una enramada hilvanando pensamientos ysonando an con aquel bagaje de ilusiones por las cuales ha cru-zado los mares, pero en su rostro severo, casi de piedra, nada seadivina ni trasunta de ese misterio al que uno quisiera penetrarpara poder comprender. Tambin es fcil encontrar aquel semblante antiguo de mujer, con el delantal sobre sus largas faldas,zuecos y mdias de lana, una panoleta en la espalda y un foularden la cabeza enmarcando sus arrugas como surcos trazados apunzn. Tampoco se sabe que desfila por su mente cuando en un

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    cansado atardecer pierde su mirada en el espacio buscando unaestrella a la sombra de un rayo de sol.Pero son pocos los que hoy pueden mirar sus rafces y pene-trar en ellas para apreciar el rbol al que pertenece su rama. Lavida moderna no da tiempo ni para reflexionar que el ser huma-no ha nacido ayer en camino hacia el manana. ^,Qu ayer si yano se lee, la television avasalla las horas, se corre todos los diastras algo que no se alcanza nunca , y la ag itation se convierte ensosiego que tampoco permite ver con claridad el futuro? Se viveen el cambio con apuro, por rutas asfaltadas y comunicados conel mundo al instante, verdaderas maravillas de fines del sigloXX pertenecientes al progreso que se acepta y se aplaude por serfrutos del ingenio del hombre. Pero ello no implica olvidar lastradiciones que han cimentado la actual sociedad e ignorar elproceso evolutivo de la humanidad con sus aportes positivus.Esa cruz que senala un nombre en el cementerio recuerda aaquel que ha hecho la amelga primera, debatindose con las llu-vias, la langosta, las heladas, triunfando al final en su empeno;o aquella otra con un epitafio tan significativo como la del anterior, pues la sem illa esparcida era el Evangelio, reposando ahoraal lado de la madr que criando docenas de hijos hacia tiempopara empunar la mancera, mas tantas tareas de la casa. ^Acaso

    esta en vano esa lista que descansa ya porque han pasado, bieno mal, por el mismo sendero que hoy recorre otra generationque le sucede? Victor Hugo se levantara de su tumba para gri-tar: "Ciel, oublier les morts ".En el silencio del Museo duerme su eternidad el arado demadera hecho con dos ramas de rbol y una estaca afilada paratrazar el surco, la azada para cubrir las semillas, la tahona paramoler el grano, la prensa para la uva, el tonel para el vino. Muycerca esta el vestido de la abuela, el reloj marcando las horas, loszuecos que tantas am elgas han recorrido, mas la taza, el plato, la

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    cuchara. Hace menos de cincuenta anos, todo se ha usado den-tro del quehacer diario; se podria decir que casi no tienen edadtodavfa. ^Como no recordar aquellos testimonios de la vida deantes que van quedando aprisionados en el corazn de las per-sonas, ya que todos, al final de la carrera, reproducen con ternu-ra la infancia desarrollada en la casa paterna, jugando en laparva, o en el carro, o tomando mate cocido en la chacra?Esperar la agonfa para revivir los suenos de ninos, es cuestin decriterios.Esa atmsfera lejana del trabajo, la siembra, la cosecha, lasfiestas, participando juntos trs generaciones en la gestacin dela que hoy se esta viviendo, es el basamento de nuestras actitu-des,nuestros hbitos, nuestras normas ticas, pes a losextravfos, desviaciones y falta de memoria de muchos. Aunque crucenms seguido los aviones, suene el telfono y funcione la com-putadora, hay en el fondo un sentimiento de amor y rescate haciael pasado, aquel que no puede lograr un archivo ni una bibliote-ca: las experiencias vividas junto a los que se han ido.El placer de recordar, escribiendo, es la razn de los capftu-los siguientes.

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    EL SURCO

    Tierra negra en la loma. Ya es tiempo de arar. En varios atar-deceres se ha hablado de ello preparando en la mente una pos-tura de trabajo asentada a fuerza de pensarlo, como un prem-bulo que sintetiza los hechos. El eco avanza hasta el confn,empujado por los preparativos de un rito que indudablemente esmilenario y se perptua en la bsqueda permanente del pan. Enmiradas tendidas y plenas de sabiduria se cobija la distanciahasta el alambrado abrazando la extension en plenitud. La ideava tomando forma definida con cierta emocin que se contiene.Si, hay que arar.La madrugada, sombreada todavia por el ruedo de la noche,empieza a romper sus vestiduras con el misterio encantado delas primeras claridades matinales. Aromas de pastos humedeci-dos se unen al relincho del zaino que con una mansedumbrecasera presiente el movimiento que anticipa el trabajo. Al acari-ciarle la crin, baja la cabeza resignado y a la vez satisfecho desaber, si es que los animales pueden, que es util e imprescindi-ble tirando ese hierro que el hombre ha ideado para rasgar lasuperficie donde se pisa. Equino y arado conforman la unidadperfecta para la obra. Ellos son colocados en exacta geometriacalculada por instinto y sapiencia heredada; detenidos un instante junto al limite de la chacra, el minute es suficiente para el

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    credo legendario del labriego, porque su pensamiento es un rezoy su silencio, otra plegaria hilvanada a travs de largos anos.Quinientos mtros al frente y en linea recta: no sea que elvecino encuentre una curva en el trazo y use este error comosaludo hasta la prxima arada. El instante de la partida estaenvuelto en un halo indescifrable en que el dominio juega abier-tamente en la situation. El aire fresco llega muy profundo. Esbueno. Las manceras parecen inclinadas, encorvadas, sumisas,como si hablaran de alguna confidencia surgida por tantas expe-riencias vividas. En la superficie brufiida de la reja hay un refle-jo metlico que se apaga . Se pierde el lucero en la campina besa-da tiernamente por la aurora quien, extendiendo sus dedos rosa-dos en los Ultimos suspiros de la noche, da el nacimiento de lamanana.Y entonces se oye intensam ente un jvamos , que resuena contono grave. Se mueve el zaino. Pareciera ensayar un paso olvi-dado sobre las tablas, pero el ritmo entra pronto en la cadenciade los astros, y avanza con fuerza. jEst arando El metal pntra en la tierra haciendo un tajo derecho. Bendito sea el surcoque aqu empieza para llegar hasta la siembra. Caen los terronesen vuelta salomnica desgranndose en parte con polvo olorosoque se esparce apenas. Una lombriz sorprendida se retuerce enmil contorsiones buscando una forma de sobrevivir al filo ocu-rrente que rozara su lunga figura. Se asemeja al trapecista de uncirco que lucha por ofr los aplausos, pero es nico en la escena,y se adormece en el sueno sin esperanzas. La caida mortal seproduce junto a un semillero desparramado por el corte de lostallos yacentes ante el paso fatal. Todo sucede tan rpido que lavision se escapa del alcance humano.

    El trazo marcado se alarga estirado en lontananza mientrasun mundo extrano se descubre adentro. Cada hormiguero hasido herido en sus entranas desesperndose los heroicos habi-18

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    tantes hasta la inevitable confusion. La tosca m ulita huye espan-tada por la conmocion de la que es parte; el nido de teros ha sidodestrozado y los pichones intentan refugiarse en el hueco mascercano. Pero enrgica y gil en sus movimientos, como insul-tando con reproches paganos el atentado de molestar su reposo,la culebra salta y salta rabiosa tratando de ocultarse en un ngu-lo oportuno; pareciera dispuesta a no perdonar jams el desafodel hombre.Un curioso pjaro llega de cualquier parte, porque no se sabede dnde, con grandes alas y un largo pico, y otros le siguenencantados con tanto sustento surgido de repente. Todos reco-rren entre saltos y cortos vuelos esa raya negra que se ha forma-do en la madrugada sorpresivamente: da la impresion de que setermina de servir un gran banquet dentro de la naturaleza dadi-

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    vosa. La vida se agita ahf como en los suburbios de las fbricasen hora de sa lida: teros, palom as, horneros, devoran hasta el har-tazgo, pero un perro que corre por los quinientos mtros recintrazados buscando a su dueno, produce la dispersion de las avesque se alejan como pequenos planeadores de combate que hande volver.Esto recin comienza. Si cada surco contara su historia a tra-vs de los dfas y de los anos, el amor a la tierra sria mas grande y el misterio de amarla, una mistica oration.

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    Un dia cualquiera. La chacra duerme la siesta con el vientrerepleto en su carga de maiz maduro. Las hojas caen desmayadasjunto a la cana que apenas la sostiene, sin retener en sus formassiquiera el rastro de su esbeltez matizada de verde en etapa defloracin. En lo alto ha quedado un penacho cabizbajo, petrifi-cado sobre un contorno similar a aquellos estandartes de cultu-ras milenarias que hoy reposan en los museos, muertos. Cadaplanta muestra un ropaje desgarrado, terminado, sin vida en sucolor, cubriendo pudorosamente a sus espigas cuyos granosvigorosos y apretados en bizantina contextura se ocultan connatural sabidura. Alguna enredadera ha osado treparse con rapi-dez gozando de tan magnffico pedestal para sus dbiles tallos,permitiendo imaginr un effmero dominio sobre esa parte de latierra.El cuadro que se observa desde la rstica tranquera buscan-do sus limites, se ha escapado de una galera impresionista an-nima pero universal. Acercando la lente a una realidad palpitante surge un silogismo que impera inexorablemente marcado porel tiempo: hay que juntar el mafz. No se puede esperar mucho.Cada recolector lleva una boisa o saco con una correa calza-da en el hombro que le permite el libre movimiento de lasmanos. Seguir una amelga es la mejor forma de realizar conmtodo este trabajo. Las primeras espigas desprendidas, envuel-

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    tas en su chala plisada como por un fino modisto, sugieren cre-aciones imaginativas alentadoras: el granero repleto, alimentopara todo el ano, tal vez algunos pesos. Se avanza rpido, y alllenarse el saco se forman montones equidistantes que luegosern transportados en carros hasta el galpn.Casi no se habla en la tarea, pues cada uno se concentra en lamecnica del movimiento acompasado, siguiendo un ritmoadmirable que va devorando las horas sin sentirlas. De vez encuando se rompe el silencio apoyado en esa cana que se quiebracon una queja seca y tajante, o tambin, con el grito sorpresivocuando es una vibora la que esta enroscada en la planta disimu-lando su existencia con una coloracin similar a la naturaleza.No falta el nido de tero o de perdiz con sus huevos o pichonespara dar calidez de vida en la chacra, mientras la liebre, con sal-tos equilibristas de circo improvisado emprende la huida delata-da por los ladridos de un perro que la persigue euforico.La cosecha es abundante. Mirando el trayecto recorrido y laspilas extendidas a lo largo, se mide el futuro. El carro aparecepara hacer el transporte. Gruesos maderos enmarcan la caja ase-gurando que nada se pierda en el camino, se lo llena hasta eltope, y azuzando a la tordilla que mas quiere corner que tirar, elcarrero se acomoda en ese mullido asiento en lo alto de la carga,toma ndo la direccin de la casa. El cuesta arriba se hace pesado,pero revoleando por el aire el arreador de tientos que ha sido ter-minado en la ultima lluvia aprovechando que habfa barro paraotro trabajo, los caballos van tirando bien.Bajo techo se deposita toda la cosecha pues enseguidaempieza la otra tarea, o sea, deschalar la espiga. Los vecinos seacercan contentos porque seguro que la ocupacin sera una fiesta. En efecto, alrededor de la gran pila se van ubicando las per-sonas sentadas en cajones, cueros, troncos u otros asientosimprovisados. Un clavo puesto en la punta de un marlo o made-

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    ra es suficiente para desprender las farfollas, desnudar el mafzarremangando sus vestiduras y quebrar luego todo por la base.Hacia un lado se arroja la chala y hacia el otro, la espiga; cadauno trata de impresionar por la rapidez de la obra, pero siemprealguien prefiere el chiste o el cuento, pues la risa es parte delesfuerzo, hacindose clbre el clasico animador de la reunion.Adems, los pasteles o empana das ya estn preparados, y con uncanasto de mimbre, se distribuye todo el contenido aceptado congusto. El vino circula en jarro pero a veces, la cana cae mejor.Es lindo cuando la deschala sigue de noche con la luz de laluna que se filtra sigilosa por entre la enramada o los ventanalesabiertos a proposito para ver quin llega, aprovechando lassombras de la hora. Este ultimo invitado, no por el dueno decasa sino por las circunstancias dadas, se acepta sin rodeos:viene mejor empilchado, botas lustradas, rastra reluciente,panuelo bianco al cuello y el sombrero de alas anchas de salir.Huele a agua florida al entrar. Ata su caballo en sitio visible, casien el portn, para lucir el freno con tapujos de plata y los estri-bos tan brillantes como un espejo, igual que el pelo del animalque ha sido cepillado durante la tarde. Todo se deduce al verlo.Con un saludo cordial se incorpora al grupo, pero su mirada feli-na recorre enseguida de un vistazo para detenerse en algunamoza que venia buscando. Simula deschalar con elegancia; elmozo indudablemente esta en otra cosa: esa corriente fluida delajuven tud que busca la dama para llevarla al altar. La duena decasa lo atiende enseguida pues ha caido bien, y como al descui-do, e inconsciente a sabiendas, l se va colocando al lado de laelegida a quien se le cae la espiga, tropieza con todo y transfigura su rostro porque algo palpita en el fondo de su corazn. Lagente disimula pero nadie se pierde ni el minimo detalle. Elromance es un hecho con perfume de jazmin.

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    . 7 ^ '

    Mientras, el mafz forma un cuerpo piramidal con radiantecolor que despus habr que moler. El fuelle de un acordenabre nuevos caminos a seguir con una emocin especial vividacon intensidad.Todo ha sido una fiesta.

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    MATE COCIDO EN LA CHACRA

    Se acercan los dias de siembra. La tierra arada descansa encada vuelta de reja, pero los terrones estn llenos de raicillas quehay que extirpar para favorecer la germination de las semillas.Hace tiempo que se viene rastreando en todas direcciones paramejorar las posibilidades de rinde saludable: cuanto mas traba-jadas estn las amelgas seguro que se tendra mejor cosecha.Desde que aclara hasta el mediodfa, no se descansa, continuan-do enseguida despus de almorzar hasta el oscurecer. Esta primera etapa larga sufre una sola interruption en la misma chacrapara tomar el mate cocido.Aproximadamente hacia las trs de la tarde comienza su prepa ration. En una jarra blanca enlozada, con tapa y una sola asa,se coloca el brebaje ya azucarado con abundante lche. El canas-to es siempre el mismo: de mimbre y dos tapas, tiene capacidadpara lo justo. Junto al recipiente con el lfquido bien caliente seponen las galletas, medio pan casero, un queso, los tazones en lo-zados y los cubiertos, tapndose todo con un repasador."El mate cocido esta listo para Uevar", expresa la voz materna que todo vigila y provee. Los ninos corren felices para cum-plir con este rito diario, tem erosos de que los hagan quedar paraotra tarea menos grata. El viaje hasta la arada con la cargacomestible es una aventura inolvidable de la cual se disfrutacorao en el mejor de los paseos. Cada uno siente que lleva ahi

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    adentro la panacea de la vida, el nectar m aravilloso que calma lased en medio de la fatiga y permite un momento de esparci-miento entre el polvo que se levanta en marejadas espesas, per-dindose en las alturas hacia un infinito. Entonces, se piensa enel trayecto, a medida que se va acercando al lugar del trabajo,que hasta se es importante y esencial llevando estas comidas adestino para que la tierra produzca y las plantas florezcan cua-jando en los frutos esperados.La imaginacin infantil cra castillos hermosos en torno a laimportancia del mate cocido en la chacra, dandole formas fan-tsticas a la necesidad de parar la rastra para beber ese lfquidoque cada cual ha portado con solem nidad. En efecto, ante la pre-sencia del equipo se hace un alto en las actividades aprovechan-do el paso de una nube, y lo mas com n, de los mismos caballospara m erendar a su sombra. Estos parecen comprender las cosas,pues se quedan muy quietos en la espra sacudindose a veceslas crines o la cola para espantar una mosca en franca colabora-cin. Tambin descansan un poco aunque no reciban ellos elrefrigerio de agua fresca hasta terminar la jornada. Sentados enel suelo se hace un circulo con todos los prsentes, ya los quetrabajan como los ocasionales visitantes. Se destapa el canasto,se distribuyen las tazas y se sirve. Primero se hace un silencio,propio de quien esta saboreando o gustando el manjar masextraordinario y mejor servido que se pueda imaginr, aflorandoluego la risa, el dicho, el buen humor, que tan bien fortalece elesfuerzo fsico del dfa.Desaparecen los alimentos por doquier. Pero ese chorroverde lechoso que fluye de la jarra con aroma a yerba amiga ysencilla, se convierte en el fuerte de la reunion porque si sobraalgo intgra el segundo festin. Las miradas se concentran furti-vas en cada uno que extiende su mano sobre algunos de losimplementos calculando presurosos las porciones a dividir.

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    Mientras tanto, los minutos corren con la extension de la eterni-dad para los observadores impacientes que esperan con fingidodesgano, el final del agape para poder disfrutar del mismo.Enfonces, uno se sustrae un m omento para detenerse a pensar enla magnanimidad de las pequenas cosas que embelesan elespfritu por su simpleza y que se graban muy hondo en lo profundodel ser, desfilando por la mente los trozos inmortales de Hesfodoen su exaltacin y reconocimiento de los trabajos del campo, asicomo tantas glogas y rimas diversas de todos los tiempos ins-piradas en la profundidad de este amor.Las divagaciones se dilatan observando el entorno sorpresi-vo del cuadro ya que otros tambin estn gozando desde las altu-ras de una posible apetencia. Dos garzas blancas y lnguidasrevolotean especulando migajas, traduciendo en cada aleteo laperspicacia del descubrimiento. M as inocente, saltando entre losterrones desgranados, tratan de acercarse unas palomas grisase-as, entusiasmadas y atentas a los movimientos de la gente. Depronto, acomodndose los chambergos de alas retorcidas y esti-rando los cuerpos como gimnastas avezados, los hombres de larastra balbucean un susurro a cada caballo que escucha asintien-do en su fidelidad instintiva, retomando la tarea interrumpidacon brios renovados.

    jOh el placer de los dioses en la mesa en que tantas mitolo-gias han descripto este instante del mundanal v ivir Com opolluelos escapados de su recinto, las m anos transportadoras delcanasto se prenden del queso sobrante, del pan y de la galleta enactitud de extasiarse hasta el placer. Tal vez las aves rapaces nolo hagan con la voraginidad y delicia reflejadas en expresionestan puras como en el caso dado, pero sin dudas se esta frente ala felicidad sin limites de poder participar de la fiesta junto amedia taza compartida de mate cocido mas dulce y casi frio queha quedado en el fondo de la jarra.

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    Satisfechos, casi un poco mas crecidos y maduros, elloscubren el canasto guardando antes lo poco que ha quedado. Elregreso es lento como en el cuesta arriba mas agudo, pero otrosueno miiy simple se ha cumplido, sellando emociones y etapaspara la posteridad.

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    LA SIEGA

    Se ha visto crecer el lino verde y grcil con la misma manse-dumbre de los que viven para dar: plantas lozanas, inclinadas aveces en piadosa reverencia hacia la tierra que les gest el ser,tan esbeltas y erguidas en su bsqueda vertical elevndose endesafio amistoso, casi soberbias. Observadas con la transparen-cia de un mediodia, cuando la calma se distiende en lontananza,esa inmensa patena verdosa impone el respeto y amor de lossagrarios. Se asemeja a esos mares con tonalidades cambiantessegn la hora que reciben los rayos solares, pero siempre en elfondo, el color esmeralda que incita a sonar con la magia y eltesoro de la creacin.Hasta que un dia, casi sorpresivamente, son gasas celestesextendidas en esa inmensidad con lev movimiento ondulanteque le dan sus flores, las cuales bordan en su superficie un finoencaje. Sencilla cada una, pero en el conjunto, forman un granespejo de inexplicables destellos que se introducen en la atmos-fera produciendo en la distancia un efecto sensible al espritu,capaz de inspirar las mejores rimas a las plumas vidas de a lien-to . Sin dudas, los linares en flor constituyen un escenario especial en la faz agricola, no solo por su belleza sino por cuantopromete cada planta.En efecto, la tercera etapa deslumbrante del proceso evoluti-vo esta dada por el lino maduro, ya agonizante, algo asf como

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    una solution de cobre y oro derramada en extensiones quimri-cas por la cual se tiembla si lo azota la lluvia, se llora si se des-ploma granizo y se dan gracias si el buen tiempo acompanahasta cuando entra la mquina segadora en la chacra, comen-zando el perfodo de la siega.Toda la gente esta en action desde muy temprano. Hay quesegar, pues el grano esta a punto en su madurez. Durante variosdfas los preparativos han ocupado todas las horas: las cuchillas,la saranda, las horquillas, los carros, los trineos. Se reflexionapor doquier sobre menudencias como por la razon de vivir, siesa nube que se roza con el horizonte es un giron enternecido oes la furia del mal, si las ruedas estn bien engrasadas, si el filohar un buen corte, si el rinde, si la parva, si la trilla...Un grueso tronco de arbol cafdo sirve de asiento mientras seespra que el teln de la escena se abra por el juego de las cir-cunstancias. Se acercan los vecinos que han percibido el trabajoa travs del cerco con sonrisas que afloran debajo de aludos paji-llas hechos por las abuelas; traen cada uno su horquilla que plan-tan en el suelo con aires de invencibles mientras sujetan uncaballo que se ha puesto algo inquieto. De pronto, encabezandoel movimiento con la solemnidad de las estatuarias en las pro-cesiones clbres, cuatro caballos se introducen tirando la segadora que funciona tan perfecta y magnifica como un juguete deprecision. Orillea el sembrado sulfilando el corte sin cometererrores. El tallo, sacrificado en serio holocausto, se desliza porla saranda sin tregua llegando al borde de la explanada, cae a tie-rra, se levanta el rastrillo con sus enormes tentculos aprisio-nando la carga y con fuerza, arrastra la paja. Los horquillerossolicitas acuden para formar el montn adelantndose a los trineos que recorren en su bsqueda.El colono, diestro en el trabajo, maneja cada cosa maravi-llndose l mismo por su obra, que en silencio de aprobacin, se

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    rubrica con una sonrisa permanente banada por las sales de susudor. En cada com pas de espra se desliza la ancdota y el chis-te oportuno. No existe el cansancio ni el lamento que ensom-brece el quehacer de estos das de siega, pues en toda la comar-ca se vive de fiesta por el acon tecimiento. Alguien saluda e invita con refresco (agua, limon y azucar) servido en un jarro demedio litro, bebido por cada uno como el mejor de los nctares.Entretanto, se escucha aquella referencia al pasado, cuando losnombres formaban cuadrillas cortando la planta con la hoz yocupando mas tiempo en la tarea, mientras el grupo de mujerescon largos vestidos, delantal y la cabeza bien cubierta para evi-tar los rayos del sol, manejaban la horquilla con destreza; elgrano era pisado y sometido al viento. Ahora, la mquina cons-tituye un avance notable por la rapidez y ahorro de energahumana, pes a que algunos continuan en sus formas primitivas.

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    Observando el recorrido de la segadora, se ve que va y vienepor la chacra marcando paralelas y dejando tras de si el corteimpecable que la gente recoge y transporta para luego emparvar.Los baqueanossejactan de saber comenzar la base con las leyesuniversales de la geometria que la experiencia individual les fijainexorablemente sin equivocarse jamas, recibiendo el halago enel dfa de la trilla como el mejor homenaje que otro expertopuede hacer.Terminada la faena, ha quedado solo el rastrojo en testimo-nio de la siega, una parva y el sueno realizado del hombre quebendice los frutos de la tierra, con su corazon agradecido. Juntoa los anos y a los siglos, una frase virgi liana florece en cadaamanecer: jQu dichosos los hombres de los campos, si cono-ciesen su felicidad

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    LA PARVA

    Asom ada a la ventana del cuarto se ve la parva en cuanto unose despierta. Ese monticulo de paja dorada y extrana forma inde-finida, ejerce una atraccin tan poderosa que es imposible sus-traer la magia de su figura imponente. Tan rpido la haba hechoel horquillero que solo queda el recuerdo del mismo alla en laaltura, modelando la superficie con la prolijidad de los artistas.En su entorno hay un mutismo y un silencio cargado de his-toria. Ano tras ano ella emerge despus de la cosecha llevandoen su seno el germen de una vida util pero corta, traspasando elinvierno inslito y Ueno de sorpresas: lluvias, rfagas, temporales, heladas o sequias. Ante un panorama muy diverso debesatisfacer cualquier alternativa, pues ha sido hecha para eso,algo as como dar solucin exacta durante todo el tiempo.Observada con un sesgo de tibieza y carino se adentra muyhondo, como aquella estampa querida de la cual la abuela rela-taba cosas m aravillosas extrafdas de cuentos fantasticos y reaiesa la vez. Pues, ^qu es lo que sucede junto a la parva? Su silue-ta esbelta y desafiante irradia un mensaje de seguridad existen-cial y muchos son los que nutren el cuerpo a su expensa . La massatisfecha y agradecida es la "overa", una vaca bonachona que

    espra y espra ese manjar que se le brinda todos los dias y quelo transforma en la lche apetecida. Nunca un animal se transfigura en su apariencia en forma tan significativa como en este33

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    instante anterior a la ingestion. Sus mugidos traducen un rarolenguaje, un estado especial de comunicacin solidaria con losseres humanos. El brazado medido de paja se le da con algo derespeto y mucho de admiracin.Pero aquel mulo de Rocinante merece todos los calificati-vos de asombro que existen para los animales. Hermoso y arrogan te, maldito y querido, porfiado y sumiso, se abusa de la con-fianza, y con una gambeteada espectacular, siempre estacom iendo ah con avidez. Le ha abierto un boquete por el costa-do como un fornculo incurable, pues escondido en el mismo loagranda, carcomindolo sin piedad. Se burla hbilmente de todavigilancia. Rodeado de gallinas batarazas, una paloma torcaz seposa con gracia en sus ancas y otros pjaros revolotean entorno.Ni relincha para evitar que lo descubran.A la hora de la siesta todo es calma en el lugar hasta que apa-recen los vecinitos a desafiar el trapecio, o el cono, o la pirmi-de.Cada uno ve en este monum ento de paja el gigante con quienquiere medirse en un momento feliz de la vida. jOh ninez quejuega todava con las parvas jCunta transparencia en los sen-tidos, que lfmpida el aim a El que llega primero a la cima divisa boquiabierto el horizonte dilatado, las colinas, los rboles, elpueblo y sus campanarios. Aire de titanes compartido, puesotros se suman en la escala. El gozo es inmenso como si tuvie-ran el cielo entre las manos, y el universo, el sol, las nubes y lasestrellas, todo es propiedad indiscutible de cada uno. Alla arribase sienten colosos. La parva, impasible en su arrogancia einmensa en su amor derramado abiertamente, nuclea con tole-rancia generosa las pasiones, los apetitos, las risas, las emocio-nes.

    En tanto en las alturas se discute el desliz acrobtico e ins-lito de los pequenos visitantes, por los costados se suman losdevoradores: algunos le taladran la cintura con grandes y ham-34

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    brientas bocanada s, otros por la base la perforan con hocicos queno comen, sino extrangulan. No falta quien, ya satisfecho, serefriega por un lado cepillando su pelaje reluciente mientras unagallincea, fina y elegante, cacarea airosa porque en un comodonido ha terminado de poner un huevo.Revolotea un tero muy cerca esperando que se desaloje tanconcurrido lugar, pero de pronto, el griterio propio de los ninosarrojndose como en tobogn desparrama la concurrencia ani-malesca mas espantada que conformista. Las alfombras mgicasde los cuentos orientales no pueden competir con este momentode la siesta: volando por el dclive de mullida paja dorada, losescaladores de la montana ruedan y ruedan, hasta quedarexhaustos en un grato cansancio. Sentados en el suelo, contem-plando extasiados el trayecto de la hazafa, un monato asado yun pedazo de pan conforman el manjar mas exquisito del banquet al pie de la parva.

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    Por detrs, ya se acercan otros roedores insaciables, y el ciclose repite sin variantes durante todas las tardes hasta que un dfa,despedazada, mutilada, deshecha, se adormece en el recuerdosin quejas ni lamentos para renacer como en el mito osirfacodespus de la prxima cosecha.

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    LA VUELTA D E LA TRILLA

    Atardecer de verano. Un diciembre mas, desplomado unpoco en el extreme del ano y otro canto cuajado de esperanzas.El aire estival trae olor a trigo maduro. Algo golpea en cadapecho sediento empujando la sangre, o mas bien, golpeando pordentro. El dolor tiene sabor a dulce. Todo es extrano y hasta elhorizonte refleja un espejismo en complicidad con el tiempo.Las distancias se vuelven infinitas y la vista no alcanza a ver elregreso lento de los que habian partido. Las horas se dilatanacercndose cautelosas hacia el confin.En silencio desfilan por la mente las espigas, las gavillas, lasparvas, hombres que sonaron con el polvo de las mquinas, elpan asegurado, las manos que descansan. Y en medio de tantasdivagaciones, joh, la vuelta de la trilla

    Alla vienen, como escapados de un friso mitolgico, recor-tando el cielo azul con siluetas borrosas. Los silbatos atraviesanla paz de los campos rasgando la existencia callada de los seresque esperan. Ellos anuncian a lo lejos a un cortejo cadencioso yordenado detrs de los negros hierros del motor cuyos vapores yhumareda se elevan como columnas retorcidas, doloridas, hastaperderse en las alturas. Y otras vienen, y se suceden sin treguapugnando por llegar.El monstruo ennegrecido que encabeza la caravana enciendela imagination con creaciones de otro universo: flaca y esculi-

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    da es su figura, pero una fuerza herclea se agiganta por dentro.Viene arrastrando la mquina trilladora: grcil y coqueta, pare-ce pavonearse ante tantas miradas atnitas. Se desliza con laserenidad de las reinas firmes en su trono, pues ella se ha gana-do la campana trillando en toda la Colonia. Tiene el donaire delvencedor con una aureola de laureles ya que en cada chacra eltrabajo cumplido la ha cubierto de bendiciones. Sus cilindros ypoleas entraron en el reposo acogedor del trmino de la faena.Parecieran guardar en secreto cunto han hecho, algo asi comola intimidad del bien, callando. De cada una de sus partes brotaun misterio conteniendo las formas y su esencia. Pero a su paso,todos descubren a su manera, un mensaje de amor que se anidaen el corazn. Se detiene. ^Quin no la toca y acaricia, dicien-do: volviste, mquina amada, mquina esperada? Por todo,j Gracias

    Mas, el cortejo continua. Sigue la casilla de madera sobregruesas ruedas ferrosas: despensa, cocina, botica, correo: noimporta que, pero en esa pequena y complta casa rodante setejen las trenzas de la campana. Ella es el refugio de todos cobi-jando suenos y realidades, centro de cortesfa y calidez en m ediodel trabajo duro, algo asf como el propio techo que se anora y sequiere.El carromato aguatero ha perdido el lustre, pero es tambinuna joya en el conjunto. Tirado por un tobeano manso se ase-meja a esos gualichos con forma de toneles abiertos por el lomo.Sentado en el borde va el paisano con sombrero de alas anchas,camisa arremangada, chirip y los pies al aire libre. Las alpar-gatas no aguantaron ida y vuelta. Pero en el rostro descubierto,lustroso por el sol abrasador del verano implacable, se dibuja laamplia sonrisa del hombre feliz que sabe gozar del trabajo ytransmitir su emotion.

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    Detrs vienen los carros cargueros con trs caballos cadauno. En el vacio de la caja se adivina el valor de su misin: dela tierra generosa va la carga a la trilla, y el grano embolsado, alos galpones. Los conductores, con amplios chambergos de pajay panuelo al cuello, acomodan el faon apretado con la faja queenvuelve su cintura. Pantalon de griseta, algunos, chirip otros,conforman la figura tipica del carrero de colonia, con la seriedaddel funcionario responsable de un puesto codiciado y un brilloespecial en su semblante. La ovacin de la muchedumbre loshace solemnes como los olfmpicos.Y la gente fluye de cualquier parte en esta procesin conrituales tradicionales que se renueva todos los anos como participes mudos de una ceremonia casi sagrada. Descienden de lasmaquinarias o de los carros; tambin llegan a pie con paso largoy seguro. Se adelantan, se acercan: uno dj la horquilla con airede victoria, otro desata el caballo, satisfecho. Se inclinan sobre

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    las Hantas, guardan su herramienta, arrojan su atado de ropas alsuelo y se sienten gozosos haciendo girar el sombrero de pajaentre sus dedos.jRegreso Alguien retuerce un mechn de su cabello dejandoentrever la medallita que lo acompano durante la ausencia, osacando de un bolsillo una fotografia se deleita previendo elencuentro cercano; brota la euforia y estalla la alegria. El asadoesta listo y el canasto con pasteles tam bin. Y como si no impor-tara mas que el trabajo cumplido, uno a uno van recibiendo lapaga gratificante coronando sus esfuerzos.jHan vuelto de la trilla Con el rostro transparente com o el delos ninos buenos, inician la dispersion en distintas direccionescon un aviso lacnico: el ano que viene vuelvo...El calor del verano ha consumido el tiempo de trilla y deregresos.

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    E N T O R N O ALOS ANIMALES

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    LAS GALLINAS

    La noche se consume irremediablemente en su existencia. Lahumanidad, calmada en sus suenos y ambiciones, espra aquellaclaridad matinal para volver al ritmo de todos los dias con unnuevo cm ulo de ansiedades y emociones. El silencio es todavfaun manto mullido y espeso que cubre la tierra adormecida conun calor de ternura y sosiego, tan dulce, como la oracin delamor que se reza hasta el fin sin cuentas ni medidas, cuando sor-presiva pero carinosamente, se oye el gallo, al amanecer, comoun llamado augusto y tan lejano que irrumpe en la somnolenciasin heridas ni magullos. Enfonces aflora aquella frase universalque se prende en ese momento en que uno despierta a las cosas:"Antes que cante me negars trs veces". Todo el ser se rsistea admitir que ya se ha cumplido el ciclo eterno que precede a laluz cuando de nuevo, y otra, otra vez se siente cantar al rey dela m adrugada para interrumpir el reposo y retornar a la actividadque agita al mundo.El pequeno universo de las aves, mas leales que los hombres,responde serenamente al toque de diana y comienza a sacudir elletargo en que se habla sumido desde la puesta de sol. Mediomiliar se encuentra diseminado en los mas insolites lugares paradormir: las ramas de la higuera estn tan repletas que se arqueanal punto de quebrarse, las mas audaces se han trepado a un para-so, otras se han acurrucado sobre un espinillo. Es increfble el

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    cuadro que prsenta ese habitculo en que ellas duermen sinproblemas. La luz de la luna y de las estrellas proyectan sussombras fantsticas siendo el firmamento su techo permanente,ya llueva, truene o caigan las heladas m as densas. Se am ontonanpara irradiarse mutuamente el caloryasi defenderse de las incle-mencias del tiempo. Pero sin dudas el espectculo mas sorpren-dente y gracioso al observarlas en ese dormitorio abierto a losvientos y a los astros es ver las que se han acomodado sobre uncarro al aire libre encontrado al azar. Una al lado de la otra en elmejor sentido de hermandad, han cubierto totalmente la lanza,las barandas y los tablones que unen las mismas. Soberbias yduenas de si, con a lgo de arrogancia y pleno dom inio de propie-dad, interpretan la creacion mas perfecta de los viajes quimri-cos en que la fantasia pntra en el mundo fabuloso de la majes-tuosidad alada. jSin pasaportes, listas para partir en transportepropioDe a poco, sin apresuram ientos pero no lerdas ni torpes, vanaceptando el llamado de atencion y se arrojan desde las alturasen vuelo rpido para com enzar la busqueda del alimento junto alrocfo que humedece las hierbas y oculta algn insecto eficientepara ingerir. El entusiasmo de los hallazgos las hace alejar por elcam po y entre las malezas que siempre esconden un grano o unalombriz, a los que devoran sin piedad. Solo unas pocas, masharaganas, rondan la casa pues saben que en cualquier momenta se har la solemne distribution del mafz.En efecto, cuando todavia la manana se halla enredada tier-namente entre sus gasas de nacimiento y apenas una claridad seesfuma en el levante, aparece la Dona en el patio grande, conuna lata de kerosene en la mano que golpea cual cotizada murgacarnavalesca con el consiguiente infortunio de los que duerm en,ya que por una extrana casualidad, ese golpeteo siempre es masfuerte cuando pasa junto a la ventana de los que se acostaron

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    tarde porque fueron al baile. Son cosas que no se pueden evitar,pero el llam ado, indirectamente, es para reunir a las gallinas quese han dispersado en los alrededores, las cuales responden porinstinto y por costumbre. Pero a los estruendos mencionados seagrega otro incentivo mas poderoso: Brrr... Brrr... Brrr... queresuena en la serenidad de la atmosfera todavia adormecidacomo un clarinete de guerra con el enemigo en la puerta. Ahorasi: no solo han ofdo las especies avfcolas ms distantes que lle-gan entre saltos y vuelos medio corriendo y un poco volando,sino que no queda nadie de la familia sin despertarse. Es un ver-dadero reto a todo aqul que no ha osado ver las luces del albacon intenciones de trabajar.La concentration es realmente extraordinaria: en menos deun minuto la totalidad esta esperando el maz o trigo, el cual esarrojado al vacio a diestra y siniestra como quien desparramaagua para apagar un fuego, y con la misma velocidad es devo-rado impetuosamente. Este es el momento de analizar el con-junto: si la bataraza esta para comer, si la colorada tiene bien lacresta, si la blanca, la negra, la picaza, la gris, la pescuezo pela-do,la de rina, la clueca, e tc. etc. Todo el planteo se ejecuta mien-tras comen inconscientes de la cuenta que se esta sacando sobreellas. Cuando estn saciadas, comienzan a retirarse para escar-bar la tierra y agregar otros condimentos naturales a su menumatinal. Entonces, el patio ofrece otro panorama. Se han queda-do las patos quienes arrastran su pesado cuerpo hacia la lagunadespus de haberse llenado con el sobrante de los primeroscomensales, y recorriendo los ngulos con pasos de baile y cue-llo estirado como magnates en reception, los pavos casi nopisan de fruncidos y senoriales que son. Compungidos y altane-ros se pasean mostrando sus atuendos y bijouterie en abundan-cia, pues la naturaleza les ha sido prodiga. Su ga llardia obliga alobservador a rebelarse y tomar tambin una pose de superiori-

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    dad ante tanta osadfa. Sin embargo, cuando uno de ellos se davuelta y en su vanidad engreida, apoyndose en una extremidady doblando la otra como ensayando a los clsicos, despliega sucola con todo su esplendor y soberbia, luciendo en reflejos sucolorido extraordinario con tornasol, luces, sombras, arte ymagia, no queda mas que aceptar la belleza excepcional delpavo real y admirar extasiados tantos destellos juntos. Al rato,tambin se va en busca de una sombra o de algn gusano grati-ficante, de manera que el mundo animal concentrado en pos dela comida, se dispersa como por encanto.46

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    Durante el da solo se vigila que las latas de dulce de mem-brillo o batata, distribuidas en lugares equidistantes debajo delos rboles, tengan siempre agua, la cual se extrae de un pozo debalde; este desciende con una cuerda hasta una profundidad deveinte mtros, y una vez Ueno del liquido, se lo hace ascender amano a travs de una roldana. La hora de la siesta con calorintenso y atmosfera pesada, es la mas ingrata para llenar losbebederos.Tambin hay que poner atencion sobre el lugar donde caca-rean las gallinas despus de la postura, pues a veces se hacediffcil encontrarlo por la distancia o por lo escondido. En efecto, ala tarde la tarea esencial es recorrer los nidos con canastos parajuntar los huevos. Algunos son tarros viejos con un poco de pajacolgados en la horqueta de un tronco; otros estn en el suelojunto a una pared, pero la mayorfa hay que detectarlos entre lasmalezas o en lugares inslitos. Las nidadas mas clbres seencuentran debajo de las hojas de cardo que actan como protection, o bien, dentro del cilindro de la mquina trilladora. Enambos casos se debe recurrir a un cucharon adherido a una canapara poder extraerlos de semejante refugio. A veces hay que ape-lar a cestas muy grandes para recoger todo el producto, lim-pindose los manchados con jugo de limon a fin de no tenerinconvenientes en la venta.Cuando una gallina no ha salido del nido, seguro que estaclueca, es decir, en condiciones de incubar. Inmediatamente seeligen dos o trs docenas de huevos grandes, frescos y con galla-duras observadas a travs del sol; luego se los raya con un lpizcomo si fueran los meridianos del globo para que se distingan delos dems en su noble misin y se los colocan debajo de la futu-ra madr durante veintiun dias, no saliendo de su lugar mas quepor una necesidad. Pasado ese tiempo, casi en un mismo instante ,se rompen las cscaras por los pollitos que terminan de nacer,

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    y enseguida la gallina cluequea reuniendo a su prole a la quecuida amorosamente en el mas amplio sentido maternal. Comoel nacimiento de la pollada se hace a cam po, para contribuir a sucuidado se le acerca una latita con agua junto a mafz quebrado,todo lo cual es muy bien recibido por la encargada de la nuevafamilia que parece agradecer la cooperation; la mayoria de lasveces se arreglan totalmente solas, y aparecen a comer granoscuando ya los polluelos son bastante grandes, o por la manana,o en la segunda sesin de la tardecita en que se repiten los ecosya senalados.De manera que en este reino avfcola que se desarrolla entorno de la casa estn mezcladas todas las especies y edades, deahf que siempre hay un polio a punto para la mesa, especial-mente cuando sorprende alguna visita inesperada y a la quecorresponde un selecto menu.Las aves de corral, criadas con esos sistemas tan antiguoscomo simples, sobreviven en forma admirable a las crueldades

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    del tiempo, salvo cuando el granizo es demasiado intenso y lasaniquila con tantos azotes en la cabeza. No estn exentas de laspestes, siendo la viruela una de las mas drasticas por los estra-gos que produce. Muchas veces la mortandad es tan grande quees imposible enterrarlas a todas para evitar la contaminacin,dndose como nico tratamiento el azul de metileno dentro delagua, y la alimentation con cebollas. Pasadas las epidemias, sevuelve a la crianza de siempre con la ilusin permanente de unporvenir venturoso, alertando en cada manana el canto del galloque irrumpe con altivez el amanecer.

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    LAS SIESTAS DEL VERANO

    Sopla el viento norte cargado de polvo espeso y seco. Losrayos solares hieren como picanas y hacen inclinar las hojasentristecidas de los rboles en senal de derrota ante el poder fulminante del astro. La atmsfera se pone opaca y tornasolada porla suspension de partfculas, aplastante, hasta el extremo de fre-nar los impulsos detenidos ya por el excesivo calor. Plantas ycosas parecen parte de esas naturalezas muertas que algn pin-tor hizo clbres en su momento, aunque se siente el jadeo delperro que se desarma en su estiramiento corporeo mostrando lalengua sedienta, mientras una gallincea dj caer sus alas, des-esperada, agotada.El dia se ha partido por el plomazo de la siesta. Sin emba rgo,en tanto unos duermen y descansan, otros aprovechan estashoras especiales de pereza y desfallecimiento para ejecutar planes insolites al amparo del silencio y de las ausencias. En puntade pie, disimulando movimientos y conteniendo el aliento parano ser vistos, mas una senal para el observador canino, parte elgrupo en busca del lagarto. Se lo ha visto varias veces a estashoras solitarias, con su andar zigzagueante y melindroso, cabe-za alerta y coleteando con garbo y arrogancia, penetrar sigilosoen el nido que las gallinas hicieron bajo el cardo azul de hojasdclinantes como techo nrdico, y absorber el cctel de claras yyemas con el placer de los que han ganado una disputa. Pero al50

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    menor ruido, se escapa tan fugaz y sorpresivo que hasta impidepensar cules son sus artimanas y sus fuerzas mgicas de des-aparicin, creando a su alrededor un sentimiento de desazn ypequenez.La persecution se hace inevitable. Casi sin respirar ni pisar,el equipo de caza, se aproxima sigilosamente. Alla se divisa eselomo largo y brillante decorado con un arabesco grisceo-naca-rado,con la cabeza introducida dentro de una blanca cscara dis-frutando absorto y feliz de tan caro alimento. El deleite de sudigestion debe ser una verdadera medicina que tiene el poder deolvidar la vigilancia por un brevfsimo instante, aprovechadomagistralmente por el perro, el cual, parado en sus dos patas tra-seras con la boca riente y segura del zarpazo, y en su silenciocomplice y mortal, se lanza atrozmente sobre tan larga figuraque no alcanza la huida de salvation. Con los dientes clavadosen la cabeza, se revuelcan en lucha espectacular en un clarodejado por las malezas y aprovechado por el hroe de la refrie-ga- Los coletazos del saurio son certeros latigazos desfallecien-tes en intensidad en cuanto el contrincante aumenta su furia, sinlargar la prenda. No es necesario intervenir, pues de pronto seproduce un jueg o del ganador con largadas y nuevas arremetidasque forman parte de la carniceria, olfateando y busca ndo , por siel otro anda cerca. De vez en cuando lo vuelve a sacudir asegu-rndose que esa laxitud sea por muerte y no por simulacro.Como trofeo de la siesta, se cuelga el bicho de la rama de unrbol cuando esta dando las ultimas contorsiones de su cuerpo,hasta quedar totalmente distendido.

    Un silencio satisfactorio de aprobacin y complacenciasumerge a la pequena patrulla en el misterio del reino animal ysus destinos.51

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    Meditando, se Uega al vinedo, como segundo objetivo delplan. Son varias hectreas con hileras de alambre a las cualesestn prendidas las plantas de vid. El verde intenso contrasta conla tierra arada, caliente por la hora, pero limpia por el cuidadopermanente. Se asemeja a un bello jardin con aroma de uvamadura que espra transformarse en vino, ese jugo que desdesiglos ha elaborado el hombre para delicia del espiritu y fortification de su sangre. La tradition europea se ha perpetuado entrelos inmigrantes quienes poseen en general hermosfsimas exten-siones con esta p lanta tion exubrante. Los grandes ra ti mos pen-den apinados de sus ramas en ostentation de su vigor. Los gra-nos se apretujan entre si con una co loration pardo-negruzca conlevs tintes rojizos, protegidos por hojas lozanas de color fuertey vivo, tan hermosos y magnnimos que es necesario detenerseun instante para su contemplation.

    Este encuentro es esperado con ansias para poder vivirlo enla soledad de la siesta y disfrutarlo hasta saciarse. Los primerosfrutos ingeridos lo acercan a un mundo de embriaguez maravi-llosa en que el gusto exquisito se mezcla con el sentido de laviveza, ya que uno se escapa de la prohibition de corner a esahora. Nada mejor que satisfacer el momento aprovechando unterrn que sirve de almohada, y a la sombra de una planta, recos-tarse como lo hacia Nron en sus orgias, devorando las uvasunas tras otras sin interruption.Pero un tallo se mueve o se estira. No importa: la position esdistinta y hace ver cosas inusua les. La glotonera sigue su curso.Otra vez la vista enceguecida por la tension del estomago se dis-trae en un gajo torcido que se endereza y vuelve a su lugar. Todoel ramaje esta tan cerca de la boca, que esta se surte sin descan-so y sin distinguir bien lo que sucede en esa marana vegetal,hasta que, en un roce involuntario, se deslizan los dedos de lamano sobre lo que parece un movimiento, y salta como en un

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    trampolfn el cuerpo enroscado, grcil y elstico de una culebraverdosa sin diferencia alguna con el color de la vid. Casi dosmtros largos se escabullen delante de los ojos atnitos obligan-do a callar estupefactos y con asombro, haciendo que uno serecoja sobre si mismo escapando del impacto producido por lafigura del reptil. Ni un grito ni un movimiento. Su presencia hadejado paralizada las fibras y el pensamiento. Solo uno observaque se aleja cada vez m as atravesando hileras y surcos, dando subrillo resplandeciente en las alturas, hasta desaparecer entre lasgrietas del suelo. Cuesta volver a la realidad pues el susto hahecho nido en las entranas, como garras que se aprietan confuerza provocando hasta dolor.Ya de pie y rumbo a casa en esa hora abrasadora de calorestival, sin fuerzas para cumplir con el resto de la aventura pla-neada, caben las preguntas sin respuestas por doquier. ^Por queestos bichos se arrastran por la tierra en radiante competenciacon el hombre, desafiando su intimidad y provocndolo con susastucias, mezclando una mansedumbre y pequenez disimuladacon su capacidad de hacer enmudecer al bravo, despertar lanecesidad de exterminio luchando cada vez que el encuentro seproduce? Y, sin embargo, estn en su derecho de existencia consus facetas de virtud enaltecidas por algn bilogo y unos cuan-tos admiradores de la fauna natural.Com o quiera que sea, su figura sorprende y obliga a reaccio-nar.

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    LA LANGOSTA

    En un dfa soleado de campo el verde de los rboles intensifi-ca sus gamas aterciopeladas en exaltacion sencilla de su belleza,las hierbas se mecen clidas, los sembrados confirman al labrie-go su promesa implicita en la simiente. Aqui y alla, alguna florresplandece en sus galas inmaculadas que la naturaleza cre consabio equilibrio. Haciendo abstraccin de las cosas comunes querodean al hombre, se es capaz de extasiarse ante el panoramaque se extiende a la vista con una cierta emocin extrana por loperecedero y por lo que se acaba antes de cumplir el ciclo.Las langostas se encargan de destruir como un azote inslitoe increfble. Se conocen sus maniobras. Las traen los vientossofocantes que soplan del norte cargados de una masa compacta y oscura que eclipsan el sol. Se adelantan algunas como losvigas de un ejrcito areo buscando condiciones para detenersey bajar, cumpliendo un servicio de inteligencia espectacular. Sila manga sigue, el alivio es indescriptible, aunque apena saberque otros sufrirn su presencia indeseable. Pero si el lugar les espropicio, se desploman sin piedad sobre los sembrados, los fru-tales, los rboles en general. Miles y miles de insectos con lar-gas pa tas, alas plateadas y un hambre m orboso devoran las hojasy los tallos con la velocidad de un rayo. Son tantas, que el pesohace crujir lastimosamente las ramas que se quiebran, unas trasotras, doloridas, indefensas, aguillotinadas por la plaga.

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    El hombre enmudece ante el desastre. Todo el esfuerzo y lasesperanzas depositados en ese vergel que sus manos prepararoncon teson, caen ante el acrfdio devastador. Se llora por dentro,hasta secarse el ultimo lagrimon resbalado lentamente sobre laheredad mutilada. Ese peral tan hermoso regado tantas veces, laquinta cuidada con esmero, el trigo que prometfa una cosechaexcepcional, todo arrasado sin lstima por la ferocidad de uninsecto. Hasta los postes del alambrado estn vestidos totalmen-te con el traje impermeable del extrano visitante brillando en lanoche de luna como monjes pnitentes, inmviles, solitarios,buscando al Crucificado. A muchas cosas se asemejan estasfiguras en sus raras formas recin creadas. El dolor es un taladroque pntra a la larga hasta lo mas hondo, perforando con gana s.Sin embargo, el paraso se ha salvado. No lo comen quiensabe por que causa. Bajo su sombra se hilvanan nuevas quime-ras y otros suenos van nutriendo el alma. Con sus ramas se lasazota hasta quedar uno exhausto. Es como empujar una gota deagua, pero al final, las langostas desovan y se van siguiendo alviento clido.Ha pasado la primer etapa de la tragedia, y todos saben quedespus viene otra bastante ingrata. Aquellas que han hundidosu vientre en la tierra depositando sus grmenes de procreacinson la causa de otra invasion inevitable: "la saltona". Esta naceun tanto despus por miliares y, en su evolucin hasta que crianlas alas para volar e irse hacia el norte, cometen estragos tangrandes como las otras, especialmente en los maizales, los cua-les parecen ser el manjar mas apetecido. La lucha comienza,entonces, con algo de mtodo e ingenio nacido a travs de losanos en que se soporta esta calamidad. Con chapas especialesprovistas por las autoridades, se forman barreras infranqueablesa las cuales ellas deben bordear hasta caer en un pozo, que cadatanto es hecho a propsito, para luego ser quemadas. Toda la

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    familia, chicos y grandes, mujeres, ancianos, con una boisa ocon una rama las hacen desplazar por los lugares mas apropia-dos tratando de salvar algo de lo plantado. Y he aquf que lasleyes naturales de la solidaridad en la comunidad campesina secumplen en forma prodigiosa creando lazos fortalecidos a travsdel tiempo por la defensa contra estas plagas. Pero no ha falta-do aquel paisano desesperado que queriendo salvar solo lo suyoha hecho salir las saltonas de su chacra en direction a la delvecino.j Aydel hom bre que asf procde Hasta el final de la his-toria su nombre se repite con desprecio y su paso en la Coloniaes como el de los malos vientos. Los hijos y los nietos recibenel relato en advertencia soberana: es mejor perder la cosecha,pero no un amigo.Las ancdotas mas curiosas, los hechos mas inslitos surgi-dos en la action contra un obstculo que la naturaleza ha pre-sentado al ser humano, se recuerdan en cada fogata para termi-nar con el acridio. Entonces, recin entonces, aquella congoja delos comienzos de la invasion de la langosta que se habi'a anida-do con fuerza en cada uno, hace reaccionar al individuo hacialos principios de buena vecindad, ayuda al prjimo y fortaleci-miento espiritual recitando en su interior, en silencio y callada-mente, sin tiempo y sin nombre:

    "Si ves destruido cuanto tu edificastey de nuevo comienzas la torre a levantar...tuya sera toda la tierra, tuyo sera todo el mundoHijo mo".

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    LA CREC IENTE Y LA TROPA

    El rastrojo esta a punto para salvar a la hacienda. Los animales se rebuscan muy fcil pues siempre asoma algn pasto verdepara certificar la esperanza dentro del calor agobiante del vera-no. El arroyo se desplaza al fondo contorneando el limite de lazona de pastaje, y en toda la costa afectada por la creciente queamontona troncos, ramas, camalotes, se va haciendo un tras-plante salvaje en el paisaje. Apenas se ve el ceibo usado de tram-polin por los banistas cuando la mansedumbre del agua convier-te el lugar en un aspecto magnffico. Entrelosjuncos azotados seha acurrucado un carpincho tan asustado y huidizo que ha per-dido el rumbo. Alguien lo olfatea con fiereza en un reto a duelosin igual que hace peligrar su existencia, mientras, un poco masalla, huye una nutria aprovechando la ausencia de ocasionalescazadores.En realidad, el da se ha quedado sin tiempo pues en esteparaje solitario la naturaleza ha multiplicado el espectculo a talpunto que entre el pastoreo de las vacas, las aguas impetuosas,el asadito entre dos piedras y el pedazo de pan casero para disi-mular el ham bre, las horas se han desgranado todas intensamen-te hasta el atardecer. Hay que pensar entonces, en volver.

    No es bueno que la noche juegue un chantaje con sus sombras complotadas, sus ruidos tenebrosos y esas voces misterio-sas que se oyen en soliloquios estrafalarios de los seres vivien-57

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    tes y de los que no existen mas que en la imagination.Marchando bien, en media hora la tropa esta en el corral, pero...ese arroyo y la canada, las cuatro bocas, y esos lamos, y lasespinas y los cercos del camino...Pareciera que el pensamiento se ha transmitido en la comar-ca prendindose como abrojos caprichosos y tercos llamando laatencin de los otros dos responsables de la tarea, pues la petisablanca sacude la cabeza a sintiendo francamente y el perro correinquieto em pezando a juntar los terneros que estn mas lejos. Aestos prim eras movimientos todo el mundo se ha alertado comu-nicndose instintivamente ya que la hora de la partida ha llega-do. Todos los dias hacen lo mismo; ese lenguaje mudo de lasbestias tiene la consistencia de un mandate que no se discute,sino que simplemente se cumple. Se van alineando poco a pocoy toman el camino del regreso por el arroyo al que hay que cru-zar.La creciente ha aumentado y la correntada es tan fuerte queel agua se ha vuelto una furia. Los animales que hacen punta sehan detenido en la orilla al mismo tiempo. Se asemejan al cuer-po de ingnieras que ante la catastrofe buscan el logaritmo delas consecuencias. Ese instante podrfa llamarse sublime pues ladecision no acepta el menor error. Ellos mueven la cabeza comoen sabia consulta, olfatean, escarban y se lanzan con la respon-sabilidad de los comandantes consagrados, asomando apenas latesta, nadando con fuerza y luchando denodadamente. Heroicos,sortean la corriente con gloria, mientras el reste observa conasombro. Pasado un instante de contemplation exhaustiva latotalidad se embarca en un cruce peligroso al extreme Cada unoadopta una posiein defensiva y audaz que les permite romperla barrera del obstculo. Los mugidos fuertes y prolongadosactuan de sostn: se contestan como en concierto improvisado ysin ensayo con tono m ayor que emociona y casi dsespra, pues

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    no debe faltar ninguno. Esa es la consigna de cada trance comoeste. El agua enfurecida los arrastra, pero hay un sentido desupervivencia que los impulsa y agiganta en el esfuerzo de nadarhasta la otra costa. Los mas chicos se recuestan en los mas grandes; parecen ayudarse unos a otros. Sin embargo, jqu extranoUn novillito se zambulle varias veces como flaqueando. Algo leacontece sin dudas, pero responde a un fuerte ladrido del perroque se ha dado cuenta, y enfila de nuevo, com o todos. Si el siglolleva consigo tantos anos, esta escena se le parece por la torturade aprisionarlo totalmente en una hora.Por fin, pasaron. Se sacuden, se observan, y con breves baladas como preguntndose si nadie falta, inician la marcha por unsendero ya marcado, orlado de espinas, en busca del corral.Quedan para pasar los trs duenos ocasionales de la tropa. Lapetisa cabecea espantada porque el turno le ha llegado; sin dudadesconfia de esa corriente embravecida. Nron mira y miracomo implorando con su instinto canino una comunin de losjefes en ayuda de esta segunda parte de la odisea. El peligro esmucho, pero hay que completar el trabajo hasta el final, lo cuales motivo suficiente como para no demorar con cav ilaciones. Enlargas platicas paternas se ha ofdo una vez sobre este caso: cru-zar en diagonal. Ante las circunstancias, se indaga el lugar con-veniente tirando mentalmente la linea de paso, y jadelante Sesiente al universo flotando en derredor. Con el agua al cuello,asindose de la crin como nico punto fijo, flotando, uno sealeja y vuelve a encontrar la blanca silla cuya cabeza va allalejos tratando de llegar. Los azotes del liquido elemento pareceninsultos endiablados en un desquite por alguna cuenta a saldar.La eternidad del minuto se habla vuelto tenebrosa en medio deltrayecto cuando de pronto, todo el cuerpo emerge rpido en laotra costa, a salvo.

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    :* &Y, lentamente, se sigue la marcha, como todos los di'as:sesenta animales contados varias veces, uno a uno, y cinco anosde edad suficiente para saltar de la petisa, cerrar el portn delcorral con el trabajo cumplido, e ir a jugar.

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    ENCERRANDO

    El ganado esta disperso por el campo y hay que encerrar. Elcorral parece fuerte con los postes de nandubay muy cerca unosde otros y grueso alambre que los asegura ante los ariscos quesometen a prueba al mejor experto en construction. Se inspec-ciona hasta el mfnimo detalle pues ya se sabe que los imprevis-tos surgen de repente para entorpecer la tarea y atrasar el traba-jo . No queda ningn lado flojo, y la tranquera sujeta con cade-na, es capaz de aguantar al mas bravo de los novillos. Los lazos,bien sobados e impecables, guardan el secreto del manejo reser-vado para los diestros. Estando todo en orden, parten los jinetescon los caballos baqueanos y buenos aperos como para andarlguas. Los siguen los perros infaltables en las faenas camperasy tan eficaces en la bsqueda del anima l extraviado como si fue-ran especialistas conscientes de la materia.Reunir la tropa no siempre rsulta fcil porque el monte sepresta para el escondite. Sin embargo, a los gritos de los hom-bres y ladridos de los canes mezclados entre si, la hacienda se vajuntando como por instinto y comienza a seguir a los senuelosque hacen punta en la marcha hacia el corral. A una insinuationgutural pronunciada con buen acento gaucho, los mas rezagadosmiran con desconfianza como presintiendo un desaffo, pero trasun empaque tempestivo y clavar las pezunas en tierra plantn-dose con suficiencia, desarrollan luego el cuerpo recogido en s

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    mismo y comienzan la m archa acompasada no del todo conven-cidos. Un perro ha captado la disconformidad animalesca comosi interpretara el menor movimiento de oposicion a la orden deavanzada y, ponindose a un costado y al otro, o prendindosede la cola con sapiencia instintiva, en menos de un minuto loshace cabecear con pasividad y obediencia.El camino hacia el corral se realiza bajo un murmullo conciertos tonos salvajes mezclados con los de domesticacin pro-pios de los jinetes. Rsulta algo dificil la entrada al mismo porel amontonam iento que se produce en el portn, bastante angos-to para la cantidad. Algunos levantan la cabeza muy alto con suscuernos encorvados rasgando hasta el aire que respiran; otrosempujan apretujando a los mas chicos, quienes lanzan balidosdesesperados dentro del entrevero. No falta aquella vaca vieja,acostumbrada durante anos a los encierros, mirando de soslayoa los impertinentes que se lanzan contra su cuerpo, y, exhalandouna queja quivalente a la falta de respeto, sigue inmutable.Pero tambin esta el novillo que , aprovechando un descuido,da media vuelta por lo alto como un resorte encrespado y, cor-coveando con furia, encuentra la retaguardia libre, lanzndose ala carrera para desandar lo hecho . Ante el atrevimiento, dos pai-sanos se miran invitndose mutuamente a medirse con la bestiay probar sus habilidades para el caso. A todo galope persiguen alfugitivo, abrindose en abanico hasta plantarse adelante, y lohacen volver ponindose ambos a la par y afinndolo para queno escape. Entre esas murallas laterales y largos arreadores quese agitan por el lomo, el infeliz que ha osado escapar, entracomo un balazo por la puerta recibiendo como castigo un ferozlatigazo por los cuartos.Todos adentro, comienza la sesin mas divertida y placente-ra de los hombres. Hay que enlazar para marcar y castrar. Cadauno busca el suyo realizado con esos tientos trenzados con devo-

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    cin en los dias de lluvia y tan bien hechos que podran expo-nerse como maravilla artesanal, pero ellos los guardan celososde su obra, para ser usados en esta ocasin. Con el lazo en lamano adoptan una posicin especial para el manejo, marcadocon aplomo y agilidad. Varios intentos por el aire, algunos porla derecha y otros por la izquierda, y el aro formado en su extre-mo encaja en forma certera en el pescuezo del animal, el cual,asido por las astas o por la cola y pata trasera al mismo tiempo,en hbil volteada recibe enseguida el impacto del hierro calien-te o marca. Esta generalmente simboliza un distintivo delcampo. Inmediatamente se acerca otro grupo con un filo en lamano e inclinndose sobre los rganos reproductores procde aextirparlos de rafz con una maestria inigualable. Terminadasestas dos operaciones, el animal queda libre, algo dolorido, y sedesplaza sin rumbo fijo, derrotado, ensimismado, sin ganas decorcoveos o piruetas, aceptando el destino impuesto por sudueno.Uno tras otro van sufriendo por el mismo paso iguales pro-cesos ensayndose un principio de defensa, pero al final, denada les sirve pues el lazo es certero e implacab le. Entre ba lidosy gritos el movimiento del corral adquiere matices inslitos enque la fuerza y la destreza ocupan el primer piano, especial-mente cuando se produce la fuga inesperada del toro. Bravo y depocas vueltas, de pelo renegrido y brillante, adopta una posturade desaffo en el encierro, va y viene movindose incomodo yagresivo, a la vez que observa la escena midiendo posiciones yespeculando por minutos siempre encrestado y arrugando elcuero en anillos concntricos, pateando y soplando con furia. Depronto, en forma inexplicable y contra todas las leyes ffsicas delmovimiento, se arquea en el espacio como un felino rabiosofranqueando el cerco de nandubay en impecable salto olimpicoy cayendo en condiciones de iniciar una carrera enloquecida por

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    el campo circunda nte. Otra vez dos jinetes se consultan en mira-da picaresca y sin palab ras, pero ahora acuden a dos mansos queservirn de apoyo para hacer regresar al fugitivo. Parten al tro-tecito para reunirlos com o al descuido. En efecto, perdonando laacrobacia magistral de la huida, sin ltigos ni perros, vuelven lostrs actores cabizbajos y satisfechos de la hazana seguidos porlos maestros del arreo en reidera conversation.Ya se acerca el final. Los mirones comienzan a girar en tornoa una parrilla ubicada estratgicamente bajo un rbol frondoso,cerca del corral. Los tizones chisporrotean cuando el calor derri-te la grasa que cae sobre el rojo candente, y el olor a cam e asadaimprgna el ambiente en forma cada vez mas intensa, empezan-do a circular un jarro de vino tinto entre todos los asistentes.

    Enseguida se abren los portones formndose una doble filaen que los cuadrpedos se retiran presurosos por si acasoalguien se arrepiente y los vuelve a encerrar. Los troperos des-64

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    ensillan acariciando con visible agradecimiento a los participesinsustituibles de la Jornada que han permitido la concrecin deltrabajo, con verdadera complacencia campera.

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    HOGARENAS

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    ORO BLANCO

    Bien puede llamarse asi a la lche, alimente esencial en lavida del hombre por sus valores nutritivos, ya en la ninez comoen la edad adulta. Desde la fundacin de la Colonia los inmi-grantes se aferran a este sustento como al aire para respirar. Suobtencin es un capftulo en la historia del trabajo de campo.Las vacas, esas bestias tan queridas para la seguridad de laexistencia, duermen toda la noche en el corral grande, mientrasen otro mas pequefio, estn separados los terneros. De vez encuando se oye un balido de la madr a su cria pequefia, la cualresponde en senal de cercania. A veces retum ba un revuelo totalpor algn motivo muy especial, como cuando la jauria cruzaentre ellas rompiendo la intimidad del descanso, con el consi-guiente desorden que obliga una inspection rpida para detectarlos orfgenes de semejante agitation.La hora del ordene generalmente responde a las modalidadesde la casa, sobre todo cuando alcanza para vender una parte allechero, lo cual significa una entrada monetaria segura, aunqueescasa. Durante largos anos la madrugada ha sido el momentoapropiado para las cosas mas importantes, incluyendo la obtencin de este liquido tan apetecido. En efecto, bajo el techo deestrellas y sombras de la noche, las mujeres se acercan con lostachos que dejan en lugar seguro para no derramar ni una gotadel bianco elemento; llevan tambin un balde, un banquito de

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    trs patas y una manea. Cuando todo esta listo, cada una sueltaun ternero que primero hay que despertar y empujar hacia unporton para que busqu a la madre en el lugar correspondiente.Mas, como todas estn echadas, el problema se agudiza por laoscuridad reinante debido a que no se reconocen entre si, pro-ducindose una carrera espectacular saltando vallas detrs de lacria para poder loca lizarlo cuando llega a destino, con las consi-guientes caidas sobre esa masa informe desparramada sobre tie-rra, hasta que previo olfateo que avala la consanguinidad, selevanta perezosamente con su enorme peso y comienza el pro-ceso de alimentr al hijo. Entonces se colocan las maneas en lasextremidades traseras y, acercando el rstico asiento a ese ver-tedero de leche (ubre) con cuatro conductos o glndulas, se rea-liza el apoyo en forma regular, hasta que se inicia el ordene enchorros sincronizados llenando el recipiente en pocos minutoscon abundante espuma. Si el ternero se acerca se le da un empu-jn con la mano o con el pie para que no moleste, pero si insiste ,obliga a atarlo al poste mas cercano. Terminada la operacincon mas de treinta lcheras, alguna vez se ha visto todo el tra-bajo arrojado por la borda cuando en un tropezn, por falta deluz, se arroja el contenido del balde por el suelo con la consi-guiente desazn.Antes de que el sol d senales del dia, la tarea esta finalizadacon un jarro bebido en el mismo lugar de obtencion con saltari-nas burbujas y en sorbos espaciosos y bien saboreados, lo sufi-ciente como para dar lugar a la llegada del carro lechero quienlo hace siempre exactamente a la misma hora, con iguales rui-dos, el mismo caballo, e idntico saludo del alegre conductor.Mientras acondiciona los tachos no olvida el chiste, los refranes

    y los datos meteorolgicos que jams fallan: la helada sobre elbarro, el aro de la luna, la nube descolgada, el rocio, el canto delgallo, el celaje. Adems, que se casa la Juana, hay baile en la70

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    terraza, se escape la Maria, muri el almacenero, que el gobier-no, la politica, los impuestos, la gallina, el trigo...El lechero es el informative- mas complete de todas lasmafanas. Y se va cantando abrzado a la felicidad inocente delque no desea mas que eso: llevar el oro lcteo a cada casa yhablar un poco con la patrona, o con la hija, mejor.Con un balde que se guarde para la familia, alcanza. Lo primera que se hace es Uenar una cacerola enorme para que hierva,sacndole la nata para obtener rpidamente la manteca batida amano o con la batidora, siempre lista para el desayuno, siendonotable la poca cantidad de caf que se agrega dentro del bianco liquido para beber a la manana junto con polenta, dulce yqueso. Este ultimo se fabrica a su vez con una practica especialpor la misma persona a la que le sale realmente bien el alimente de toda hora. Para hacerlo, se cuaja la leche, ya con el producta comprado para ello, o bien, mas barato, con flor de cardoazul. Separado el suera y envuelto el reste en un lienzo, se loprensa dentro de un molde dejndolo luego reposar en la estan-terfa repleta, pues se hace todos los dias.El dulce es tambin una de las golosinas codiciadas y muynutritivas en la vida colonial. Como invariablemente las comi-das se realizan para un batalln pues la mesa tiene alrededor deveinte personas cotidianamente, el sabroso postre se lo hace enel recipiente mas grande que hay en la cocina. Mientras hiervecon azcar se lo va probando con una cuchara enfriada al vien-to hasta que est liste, se lo vuelca al envase definitivo, se ponela cacerola al alcance de los ninos quienes, con cubiertos o conlos dedos, eliminan el menor vestigio de tan rico menu.Si se tiene en cuenta que el arroz con leche es una de lasexquisiteces mas comunes, se deduce que aquel fluido obtenidoen la madrugada haciendo cabriolas entre los rumiantes para quese levanten y amamanten a sus hijos, es absorbido en los cuatro

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    momentos cumbres pues, para cenar, despus de una suculentaingestion, se toma como el mejor digestivo, el caf con leche.Sin embargo, el impacto m as grandioso de la utilidad de esteelemento esta en la crianza de los bbs. La madr, por ley natural,lo nutre con sus propios medios, pero el refuerzo se hace trsveces por dia dndole leche de vaca pura en una botella de unlitro cualquiera obtenida en el almacn (de vino, alcohol, gine-bra), provista de una larga tetina tosca y grosera, a la cual seprende la criatura con la avidez de gustar una verdadera deliciaque se espra con ansiedad. A veces el chico tiene cinco o seisanos y sigue pidiendo su querida mamadera antes de dormir.As se explica ese cuidado tan celoso de los animales quebrindan alimento todo el ano, y esa elocuencia que se hace concada vaca, especie de splica en la que se implora hasta el can-sancio por un litro mas cada dfa: "jBrinda la leche, vaquita mia,que el hijo espra tu calor que da vida, y la abuela es lo nicoque bebe en sus Ultimos dias El balde Ueno, Virgen M aria, porDios. . ."

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    EL PAN

    Dia del pan. Todo esta dispuesto en la cocina para la tareasolemne de convertir la harina blanca en el manjar mas precia-do que la humanidad conoce desde un principio, y a travs de lossiglos.En un rincn reposa una boisa todavia sin abrir trafda direc-tamente del molino; muy cerca, la gran batea de madera limpfsima; sobre el fogon se leva y se vuelca la levadura.El horno, esa inmensa bveda con apenas una puertecilla dehierro, dvora lefios tras lenos pues demora en calentarse. Lasbrasas chisporrotean formando los mas variados juegos de arti-ficios que pugnan por escapar, pero chocan irremediablementecon esas paredes negruzcas que forman una barrera impenetrable. Horas y horas, el espectculo del fuego se identifica conaquellas ceremonias religiosas que el paganismo inmortalizo atravs de las cofradias o en los cnticos de las sacerdotisas, ytodos se detienen un momento para m irar en silencio y absortos,con algn pensamiento indefinido, ese rojo caliente que har lacoccion en forma perfecta.Mientras se alimenta la hoguera interna con troncos amonto-nados en la puerta de la cocina, en otro ngulo comienza el ama-sijo dentro de la batea. Con las mangas arremangadas, un delan-tal y un panuelo en la cabeza, los brazos se hunden y vuelven ahundir en un ritmo constante y armonioso. Enseguida, la masa

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    reluciente responde a los impulsos y fuerza de los punos, yentonces el volumen aumenta gestando en su seno el fruto tanapreciado que la familia habra de consumir durante la semana.Cuando llega al borde del receptculo se impone el descansopues el engendro significa energas que deben volver a un justoequilibrio, debajo de un mantel. Si todo esta a punto, con unadestreza y habilidad consagrada por larga experiencia, cortandotrozos de masa se da forma a cada pan.Las manos los modelan como si fueran una obra de arte sur-gida con ingenio y dedicacin. Cada golpecito pule el contornocon una geometrfa particular pues si se buscara un nombre paraesa forma, tal vez no exista entre los vocablos uno adecuado conprecision. Mas exacto seria llamarle por las lineas purfsimas delamor, ya que al dejarlo en reposo, terminado y listo para hacersu entrada al calor del homo, la ultima mirada, no es mas queuna oracion. Pero hay una contradiction ancestral a esta actitudpues con la velocidad de un rayo y en maniobra casi macabra,una hoja filosa de acero los atraviesa partiendo su vientre en dos.La herida se abre y ambas mitades se acomodan definitivamen-te .Es un detalle necesario y correcte para una mejor coccin.Las brasas se han retirado del homo y un vaco calienterecuerda el drama medieval. Cumplida esta escena, la pala demadera va y viene con rapidez acomodando cada uno en lasuperficie semicircular que, con una temperatura muy elevada,se apresta a cumplir su mision.Cuando la docena esta ubicada con estrategia en el interiordel recinto, se cierra hermticam ente la boca del horno y toda lafamilia suspira con profundidad y satisfaction pues largas horasde trabajo han concretado el fruto codiciado.

    Unos lo suenan en sus delicias llevando a la chacra un trozoen el bolsillo, otros ya lo digieren junto a la lche recin hervi-da que rebalsa en la olla grande de la cocina; los mas ch icos, con74

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    la simpleza de esa infancia que goza en la sencillez de las cosas,piensan en el pedazo que pondrn bajo la almohada para comera m edia noche si se despiertan. El olor fresco de la hornada llegahasta la vecina, quien se debate para alimentr a sus trece hijos.Se acerca con humildad franciscana pidiendo prestado aunquesea una mitad, hasta que pueda amasar y devolverlo despus.Siempre se podia en esta admirable fraternidad humana.Y alguien, con rostro de m ujer y madr, se sienta en un ba ncoimprovisado pensando si doce panes alcanzarn para la semana

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    y si todos podrn comer de ellos como Dios manda, y alimenta-rn su cuerpo y el trabajo sera cumplido con eficacia para queen la mesa no faite nunca y haya paz y alegrfa en la casa. Conese pensamiento envuelve tiernamente a cada hijo, y lo abraza ylo mece en el aima, mientras en sus labios se dibuja un [GraciasPadre Nuestro que estas en los cielos, el pan de cada dia dnos-le hoy...

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    LANAS

    Las ovejas transitan despacio hacia el campo comiendoalgn pasto que rozan por el sendero y llevando a cuesta la m an-sedumbre universal que pintara Murillo. Una tras otra, formanlos eslabones de una cadena blanca y muy suave que se despla-za con la monotonia de la rutina, sin quejas ni proyectos diagra-mados con tiempo. Obedientes y sumisas, van, nomas, esqui-vando escollos y cabeceando un poco para marcar a compas lamarcha en busca de la hierba codiciada sin pretensiones mayo-res, con tal que sea alimento para el dia. La esquila las ha des-pojado de ese colchn mullido y rizado con que adornan susuperficie en un abrigo irreemplazable.Los vellones, obtenidos con una prolijidad impecable de lacual se hace gala, son embolsados y llevados al galpon paraescardar, colocndolos en grandes pilas que casi llegan hasta eltecho.Ya han sido clasificados en calidad, as que ahora se hacela discrimination de los bultos segun sea de primera, segunda otercera, teniendo tambin en cuenta el color, pues si bien prdomina la blanca, hay un buen lote de ovinos negros muy estima-dos por las artesanas que hacen mantas. El trabajo de las escar-dadoras es en realidad hecho para aquellas personas muy singu-lares que no ven el paso del tiempo, ni las horas ni los dias, y asu vez gozan de esa especial felicidad que les brinda una accinplena de serenos momentos repetidos casi inconscientemente y

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    sin despliegue intelectual. Por el contrario, el pensamiento diva-ga y se escapa en hechos fantasiosos cargados de Utopias, con elnacimiento