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EDGAR GUERRERO VÍA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Con Juan Pablo II, el Papa de la Divina Misericordia

Viacrucis de la Misericordia

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Con el Papa Juan Pablo II, el Papa de la Divina Misericordia.

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Page 1: Viacrucis de la Misericordia

Edgar guErrEro

VÍA CRUCIS DE LA MISERICORDIA

Con Juan Pablo II,

el Papa de la Divina Misericordia

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CAMINO DE LA CRUZ, EL Guy Gilbert, 1a. reimpr.

CAMINO DE LA CRUZ SEGÚN EL EVANGELIO DE SAN LUCAS Jean-Yves Garneau, 1a. reimpr.

CAMINO REAL DE LA CRUZ, EL Fulton J. Sheen, 1a. ed.

ESTACIONES DEL VÍA CRUCIS San Alfonso María de Ligorio, 1a. ed.

MEDITACIONES PARA EL VÍA CRUCIS Joseph Ratzinger, 1a. ed.

NUEVO VÍA CRUCIS Alfredo Pouilly, 6a. reimpr.

NUEVO VÍA CRUCIS DE LA FAMILIA Gilberto Gillini - M. Zattoni, 1a. ed.

TRAS LAS HUELLAS DE JESUCRISTO Gianfranco Ravasi, 1a. ed.

VÍA CRUCIS Juan Pablo II, 1a. ed.

VÍA CRUCIS, CAMINO DE FE Juan Pablo II, 1a. ed.

VÍA CRUCIS, CAMINO HACIA LA PASCUA Jean-Yves Garneau, 1a. reimpr.

VÍA CRUCIS CON EL PAPA JUAN PABLO II, 1a. reimpr.

VÍA CRUCIS CON LOS NIÑOS Favio Marín, 1a. reimpr.

VÍA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Edgar Guerrero, 1a. ed.

VÍA CRUCIS DE LA XX JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD, 1a. ed.

VÍA CRUCIS EN EL COLISEO André Louf, 1a. ed.

VÍA CRUCIS PARA EL PUEBLO, 1a. ed.

VÍA CRUCIS PARA LAS MADRES J. Katherine Reilly, 1a. reimpr.

VÍA CRUCIS PARA UNA HUMANIDAD HERIDA Jeffrey Mickler, 1a. ed.

VÍA CRUCIS PARA ADOLESCENTES Gary Egeberg, 1a. ed.

VÍA CRUCIS: QUINCE PASOS PARA LLEGAR A LA VIDA Hugo Cisneros, 4a. ed.

Serie Vía Crucis

Colección

Vida Nueva

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IntRODUCCIón

Puesto que, fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de espe-ranza para el hombre, cada ser humano hoy está llamado a exclamar con santa Faustina: Jesús, confío en ti. Así se expresa la confianza en el amor om-nipotente de Dios, de quien tenemos particular necesidad en nuestro tiem-po, dado que nos sentimos perdidos ante las múltiples manifestaciones del mal. Es preciso que la invocación de la misericordia de Dios brote de lo más íntimo de los corazones llenos de sufrimiento, de temor e incertidumbre, pero, al mismo tiempo, en busca de una fuente infalible de esperanza: “Tu misericordia, oh Dios, no tiene límites, y es infinito el tesoro de tu bondad...” (Oración después del himno “Te Deum”) y “oh Dios, que manifiestas especial-mente tu poder con el perdón y la misericordia...”.

Puesto que cada hombre, independientemente de su cultura y su condición social, en cada momento de su vida es confrontado por múltiples formas de sufrimiento, ponemos a disposición el Vía crucis de la Misericordia, como la herencia más preciada que nos dejó el papa Juan Pablo II, que muy segura-mente será recordado como el “Papa de la Divina Misericordia”.

Cada una de las estaciones consta de la acostumbrada invocación, que en este caso hace mención al contenido de la misma con la debida súplica a la misericordia, luego viene un texto bíblico tomado del Evangelio, que per-mite contemplar la escena de la pasión, posteriormente una breve reflexión tomada de los escritos de Juan Pablo II y su respectiva oración.

Animador: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. R/. Amén.

Para participar con alegría de este encuentro, pidamos perdón de nuestros pecados… (Después de un breve silencio) Yo confieso…

Oración inicial

Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, para que, siguiéndote en el camino de la cruz, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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I

Jesús en el Huerto de los Olivos

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P/. Por su tristeza y dolor.R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Marcos (14, 32-36)

Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: “Siéntense aquí, mientras yo hago oración”. Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quédense aquí y velen”. Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que si era posible pasara de Él aquella hora. Y de-cía: “¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”.

Reflexión

El dolor y el sufrimiento forman parte del misterio del hombre en la tierra. Es importante también saber leer el designio de Dios cuando el sufrimien-to llama a nuestra puerta. La “clave” de dicha lectura es la cruz de Cristo. El Verbo encarnado acogió nuestra debilidad, asumiéndola sobre sí en el misterio de la cruz. Desde entonces, el sufrimiento tiene una posibilidad de sentido, que lo hace singularmente valioso. Desde hace dos mil años, desde el día de la pasión, la cruz brilla como suprema manifestación del amor que Dios siente por nosotros. Quien sabe acogerla en su vida, ex-perimenta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma en fuente de esperanza y salvación.

Juan Pablo II

Homilía en la celebración del Jubileo de los Enfermos y de los Agentes Sanitarios

11 de febrero de 2000

Oración

Señor, tú que conoces nuestros padecimientos, te pedimos por quienes sufren en el lecho del dolor para que puedan volverse a poner en pie y reanudar su camino. Danos la fuerza del Espíritu, para llevar junto a ti la cruz de nuestra debilidad. A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas, nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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II

Jesús es traicionadopor Judas y arrestado

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P/. Por las infidelidades del hombre. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Marcos (14, 43-46)

Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdo-tes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: “Aquel a quien yo dé un beso, ése es, préndanlo y llévenlo con cautela”. Nada más llegar, se acerca a Él y le dice: “Rabbí”, y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron.

Reflexión

¿Qué es lo que hace al hombre inmundo? Es el rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amar. Es la soberbia que cree no tener necesidad de purificación alguna, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. Es la soberbia que no quiere confesar y reconocer que tenemos necesidad de purificación. En Judas vemos la naturaleza de este rechazo aún más cla-ramente. Él valora a Jesús conforme a las categorías del poder y del éxito. Para él sólo el poder y el éxito son realidades, el amor no cuenta. Y él es codicioso: el dinero es más importante que la comunión con Jesús, más importante que Dios y su amor. Y así se vuelve un mentiroso que hace el doble juego y rompe con la verdad; uno que vive en la mentira y pierde así el sentido de la verdad suprema y de Dios. Así él se endurece, se hace incapaz de la conversión, del retorno confiado del hijo pródigo y malgasta la vida destruida.

benedIcto XVI

El Papa desautoriza el “evangelio de Judas”

14 de abril de 2006

Oración

Señor Jesús, tú que conoces nuestras ambiciones, haz que nunca rechacemos tu amor infinito, que valoremos a cada ser humano y seamos testigos de tu verdad y de tu amor para el mundo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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III

Jesús es condenado por el Sanedrín

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P/. Por su injusta condena. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Marcos (14, 55-60)

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levan-tándose, dieron contra Él este falso testimonio: “Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no he-cho por hombres”. Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: “¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?”.

Reflexión

Jesús nos dice: “La verdad los hará libres” (Jn 8, 32). El hombre que miente, o el que no es sincero consigo mismo o con los demás, trata de defender sus propios intereses, busca una autojustificación y, en todo caso, es esclavo del parecer de los demás, no pretende dar gloria a Dios, sino su propia gloria (cf. Jn 5, 44). El hombre que ama la verdad no busca la aprobación de lo que hace, sino que desea sinceramente ajustar su conducta a la luz de Dios, di-ciendo la verdad, haciendo la verdad, siendo verdad. La fidelidad a la verdad es una actitud fundamental de la personalidad verdaderamente madura. El amor auténtico a la verdad implica amor a los demás: amarles tal como ellos son, reconocer la dignidad de cada persona a pesar de sus pecados y limita-ciones. Quien se aparta conscientemente de la verdad, rompe la coherencia de su propia unidad interior. Para el cristiano, la plenitud de la verdad es Cristo. Él es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6).

Juan Pablo II

Carta encíclica Veritatis Splendor

8 de Junio de 1993

Oración

Señor Jesús, quienes se dicen representantes de Dios, te condenan. Ayúdanos, a ser siempre comprensivos con los demás; que nunca les juzguemos y menos aún les condenemos. No permitas que se introduzca en nuestro corazón la envidia. Que veamos a todos con tus mismos ojos y sepamos responder a tantas maravillas de tu amor. R/. Amén.

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IV

Jesús es negado por Pedro

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P/. Por su fidelidad amorosa.R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Marcos (14, 66-72)

Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: “También tú es-tabas con Jesús de Nazaret”. Pero él lo negó: “Ni sé ni entiendo qué dices”, y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: “Este es uno de ellos”. Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: “Ciertamente eres de ellos, pues además eres galileo”. Pero él se puso a echar imprecaciones y a jurar: “¡Yo no conozco a ese hombre de quien hablan!”. Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: “Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”. Y rompió a llorar.

Reflexión

Pedro había estado con Jesús desde el principio, desde ese encuentro junto al mar de Galilea, que había cambiado su vida. Y lo quería de verdad. Era un hombre sencillo y apasionado; entonces, ¿por qué niega a su maestro? Pedro, el impulsivo, el que sabe sacar la espada en un momento delicado, no sabe medir sus palabras y alardea de que nunca le abandonará: “Aunque todos te nieguen, yo no lo haré”. Pedro confía más en sí mismo que en el Señor, se apo-ya en sus propias fuerzas y, cuando fallan, se desmorona. Ha entrado en juego la soberbia, se ha fiado más de sí mismo que de la palabra de Jesús. Por eso, cuando llega la hora de la verdad, se deja llevar por el miedo a quedar mal ante los demás, por los respetos humanos, y surge la cobardía, el miedo y la traición.

Juan Pablo II

El Vía crucis según los relatos evangélicos, 1991

Oración

Señor, también, como Pedro, te negamos tantas veces… en lo importante y en lo simple. Cuando las cosas se hacen más difíciles, nos olvidamos de las promesas, de esos momentos en que prometimos no abandonarte nunca. Y porque conocemos nuestra debilidad, te pedimos, Señor, ser humildes en nuestras palabras y acciones: que cada día confiemos más en ti. R/. Amén.

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V

Jesús es juzgado por Pilato

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P/. Por el juicio inmerecido. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Lucas (23, 1-4.23-24)

Levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle di-ciendo: “Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que Él es Cristo Rey”. Pilato le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”. Él le respondió: “Sí, tú lo dices”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: “Ningún delito encuentro en este hombre”... Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.

Reflexión

Pero “los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11). Han creído que debía morir como seductor del pueblo. Ante el pretorio de Pilato han lanzado el grito injurioso: “Crucifícale, crucifícale” (Jn 19, 6). La cruz se ha convertido en la señal del rechazo del Hijo de Dios por parte de su pueblo elegido; la señal del rechazo de Dios por parte del mundo. Pero a la vez la misma cruz se ha convertido en la señal de la aceptación de Dios por parte del hombre, por parte de todo el Pueblo de Dios, por parte del mundo. Quien acoge a Dios en Cristo, lo acoge mediante la cruz. Quien ha acogido a Dios en Cristo, lo expresa mediante esta señal: en efecto, se persigna con la señal de la cruz en la frente, en la boca y en el pecho, para manifestar y profesar que en la cruz se encuentra de nuevo a sí mismo todo entero: alma y cuerpo, y que en esta señal abraza y estrecha a Cristo y su reino. Cuando en el centro del pretorio romano Cristo se ha pre-sentado a los ojos de la muchedumbre, Pilato lo ha mostrado diciendo: “Ahí tienen al hombre” (Jn 19, 5). Y la multitud responde: “Crucifícale”.

Juan Pablo II

Alocución del Santo Padre al final del Vía crucis Viernes Santo, 4 de abril de 1980

Oración

Señor, en ocasiones vemos claro lo que tenemos que hacer, pero nos preocupa tanto lo que piensan los demás que retrocedemos. Que sólo nos preocupe, Señor, acomodarnos a tu voluntad. Enséñanos a amar apasionadamente la verdad, porque la verdad siempre nos lleva a ti, que eres el Camino, la Verdad y la Vida. R/. Amén.

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VI

Jesús es flageladoy coronado de espinas

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P/. Por su corona de espinas. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Mateo (27, 26-30)

Entonces, Pilato les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado. Entonces los soldados del procurador lle-varon consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de Él, le hacían burla diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!”; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.

Reflexión

Pilato busca contentar a los judíos y entrega a Jesús a sus soldados, que lo desnudan y lo atan a una columna. Comienzan los azotes sin asomo de piedad: uno tras otro, descargan sus golpes hasta quedar exhaustos. Se producen desgarrones, sufridos en un silencio que no sirve para con-moverlos. A la tortura terrible de los latigazos, se unen los ultrajes, llenos de frivolidad, de unos inconscientes. El Señor, Rey del cielo y de la tierra, se ve escarnecido con una corona de espinas, con un manto de púrpura. Y así es presentado por Pilato: “Aquí lo tienen, éste es el hombre”. Nos lo presenta como un desecho de los hombres y vemos en Él a nuestro Dueño, a nuestro Señor. Porque es el hijo de Dios que va a reinar con un reino sin ocaso.

Juan Pablo II

El Vía crucis

según los relatos evangélicos, 1991

Oración

Señor, varón de dolores ante el que volvemos el rostro, lleno de injurias, flagelado, ultrajado, escarnecido, coronado de espinas... ¡Cuánto amor hay que aprender ante tu cuerpo entregado para que nosotros tengamos vida! Ilumínanos para que nunca flagelemos a nadie, ni coronemos con espinas, ni nos burlemos de los débiles. Danos siempre un corazón compasivo y valiente para defender la causa de los pobres. R/. Amén.

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VII

Jesús carga con la cruz

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P/. Por su pesada cruz. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Juan (19, 16-17)

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

Reflexión

He aquí la cruz: he aquí el leño de la cruz (“ecce lignum crucis”). Es ella el signo del rechazo de Dios y el signo de su aceptación. Es ella el signo del vilipendio del hombre y el signo de su elevación. El signo de la victoria. Cristo dijo: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra (sobre la cruz), atrae-ré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Nuestros pensamientos se detienen junto a la cruz, cuyo misterio permanece y cuya realidad se repite en circunstan-cias siempre nuevas. Este rechazo de Dios por parte del hombre, por parte de los sistemas, que despojan al hombre de la dignidad que posee por Dios en Cristo, del amor que solamente el Espíritu de Dios puede difundir en los corazones, este rechazo -repito-, ¿quedará equilibrado por la acepta-ción, íntima y ferviente, de Dios que nos ha hablado en la cruz de Cristo?

Juan Pablo II

La cruz que redime al hombre.Meditaciones, Semana Santa

2 de abril de 2010

Oración

Señor, cómo nos cuesta tomar nuestra cruz de cada día. No permitas que le tengamos miedo a la cruz, a esa cruz del dolor, de la enfermedad, de las incomprensiones, de las derrotas. Que sepamos ver en ella la voluntad de Dios, porque la cruz, llevada con valentía es santificante, es redentora. Enséñanos, Señor, a amar la cruz, a abrazarnos a ella. R/. Amén.

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VIII

Jesús es ayudado por el cireneo

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P/. Por su angustiosa fatiga. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero

Evangelio según san Marcos (15, 20-21)

Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, a Si-món de Carene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara la cruz.

Reflexión

Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensi-vo de la dignidad de un hombre libre. Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús. En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: “Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al cireneo”. Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado apa-rece como alguien que, en cierto modo, “hace don” de la cruz. ¿Acaso no fue Él quien dijo: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí”? (Mt 10, 38). Simón recibe un don. Se ha hecho “digno” de Él. Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad.

Juan Pablo II

Vía crucis, 2000

Oración

Cristo, que has concedido a Simón de Cirene la dignidad de llevar tu cruz, acógenos también a nosotros bajo su peso, acoge a todos los hombres y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad. Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes están oprimidos por la cruz de la enfermedad, de la soledad, del hambre y de la injusticia. Haz que, llevando las cargas los unos de los otros, seamos testigos del Evangelio de la cruz y testigos de ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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IX

Jesús encuentraa las mujeres de Jerusalén

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P/. Por su compasión amorosa. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Lucas (23, 27-28)

Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamenta-ban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”.

Reflexión

“No lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”, son las palabras de Jesús a las mujeres, que lloraban mostrando compasión por el Condenado. Entonces era verdaderamente difícil entender el sentido de estas palabras. Contenían una profecía que pronto habría de cumplirse. Poco antes, Jesús había llorado por Jerusalén, anunciando la horrenda suerte que le iba a tocar. Ahora, Él parece remitirse a esa predicción: “Llo-ren por sus hijos…”. Lloren, porque ellos, precisamente ellos, serán tes-tigos y partícipes de la destrucción de Jerusalén, de esa Jerusalén que “no ha sabido reconocer el tiempo de la visita” (Lc 19, 44). Si, mientras segui-mos a Cristo en el camino de la cruz, se despierta en nuestros corazones la compasión por su sufrimiento, no podemos olvidar esta advertencia.

Juan Pablo II

Vía crucis, 2000

Oración

Señor, aun en medio de tus sufrimientos, te detuviste a consolar a las mujeres que lloraban. A menudo, cuando tenemos preocupaciones y problemas, nos cuesta abrir los ojos al sufrimiento de los demás. Te pedimos que envíes tu Espíritu de paciencia y amor a todos los que cuidan de los enfermos y agonizantes. Que cada uno de nosotros confiemos nuestras preocupaciones en tus manos y quedemos así siempre disponibles para ayudar a los demás en sus sufrimientos. R/. Amén.

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Jesús es crucificado

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P/. Por sus clavos punzantes. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Marcos (15, 24-26)

Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscrip-ción de la causa de su condena: “El Rey de los judíos”. Con Él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Reflexión

No se puede hablar de la cruz sin considerar el amor que Dios nos tiene, el he-cho de que Dios quiere colmarnos de sus bienes. Con la invitación “sígueme”, Jesús no sólo repite a sus discípulos: tómame como modelo, sino también: comparte mi vida y mis opciones, entrega como yo tu vida por amor a Dios y a los hermanos. Así, Cristo abre ante nosotros el “camino de la vida”, que, por desgracia, está constantemente amenazado por el “camino de la muerte”. El pecado es este camino que separa al hombre de Dios y del prójimo, causando división y minando desde dentro la sociedad. El “camino de la vida”, que imi-ta y renueva las actitudes de Jesús, es el camino de la fe y de la conversión; o sea, precisamente el camino de la cruz. Es el camino que lleva a confiar en Él y en su designio salvífico, a creer que Él murió para manifestar el amor de Dios a todo hombre; es el camino de salvación en medio de una sociedad a menudo fragmentaria, confusa y contradictoria; es el camino de la felicidad de seguir a Cristo hasta las últimas consecuencias, en las circunstancias a menudo dramá-ticas de la vida diaria; es el camino que no teme fracasos, dificultades, margi-nación y soledad, porque llena el corazón del hombre de la presencia de Jesús; es el camino de la paz, del dominio de sí, de la alegría profunda del corazón.

Juan Pablo II

Mensaje del Santo Padre para la XVII jornada mundial de la juventud

14 de Febrero de 2001

OraciónCristo elevado, Amor crucificado, llena nuestros corazones de tu amor, para que reconozcamos en tu cruz el signo de nuestra redención y, atraídos por tus heridas, vivamos y muramos contigo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. R/. Amén.

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XI

Jesús promete su reinoal buen ladrón

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P/. Por su perdón incondicional. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Lucas (23, 39-43)

Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”. Pero el otro le respondió diciendo: “¿Es que no te-mes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Reflexión

Allí está Jesús, colgado del madero, contado entre los malhechores. Estas dos vidas, que también se están apagando junto a Él, son el ejemplo de tantas existencias apartadas de Dios; apartadas incluso de los hombres, porque están ancladas en el egoísmo, en la desesperanza, en la falta de ideales nobles. A pesar de las propias limitaciones y errores, no podemos tener una visión pesimista y oscura de la propia vida. La misericordia y la gracia de Dios son más grandes que nuestros errores. La promesa de Cristo al buen ladrón es una invitación a luchar por amor hasta el último instante. No podemos tener miedo de acogernos al perdón de Dios.

conferencIa ePIscoPal de MéXIco

Vía crucis bíblico

8 de julio de 2008

Oración

Señor y Dios nuestro, que por mi amor agonizaste en la cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los moribundos, y por los méritos de tu sangre preciosa, aviva en nosotros un espíritu de fe, que no vacilemos ante las sugestiones del enemigo, y podamos alcanzar el premio de tu eterna compañía. R/. Amén.

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Jesús crucificado,la Madre y el Discípulo

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P/. Por su Madre sufriente. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Juan (19, 26-27)

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Reflexión

A los crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, María, que compartía sus íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el per-dón, asociándose a su súplica al Padre: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Se hace así partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad del Padre, que Jesús expresa en sus últimas palabras en la cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). En este supremo “sí” de María resplandece la esperanza confiada en el misterioso futuro, iniciado con la muerte de su Hijo crucificado. La esperanza de María al pie de la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos corazones: ante el sacrificio redentor, nace en María la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.

Juan Pablo II

Catequesis de los miércoles

2 de abril de 1997

Oración

Señor y Dios nuestro, que por amor agonizaste en la cruz y, olvidándote de tus tormentos, nos dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, haz que en su compañía acudamos siempre a ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan y, por los dolores de tu madre amantísima, aviva en nuestro corazón la esperanza de vivir siempre en tu presencia. R/. Amén.

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XIII

Jesús muere en la cruz

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P/. Por su muerte en la cruz. R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Lucas (23, 44-46)

Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad so-bre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto, expiró.

Reflexión

En el culmen de la pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en espe-cial a los que son la causa de su sufrimiento. Él sabe que el hombre, más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de amor: tiene necesidad de la misericordia que en este momento se derrama en el mundo. “Yo te asegu-ro: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43). Así responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su derecha: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino” (Lc 23, 42). La promesa de una nueva vida. Éste es el primer fruto de la pasión y de la inminente muerte de Cristo. Una palabra de esperanza para el hombre.

Juan Pablo II

Vía crucis, 2000

Oración

Señor, has abierto tus brazos en la cruz e invitas a todos a reconciliarse con Dios. En nuestro mundo hay mucha gente que sufre y que suspira por conocer la verdadera libertad y la paz. Te pedimos el Espíritu de libertad y de paz. Que cada uno de nosotros trabajemos por la libertad y la paz en nuestros corazones, en nuestras familias y en nuestro mundo. Por tantas veces que oprimimos a los demás o no trabajamos por su libertad, te pedimos que nos perdones y nos ayudes a cambiar. R/. Amén.

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XIV

Jesús es sepultado

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P/. Por su sepulcro bendito.R/. Ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Evangelio según san Juan (19, 41-42)

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, confor-me a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Reflexión

José de Arimatea y Nicodemo son ahora, en los momentos más difíci-les, cuando todos huyen, los que dan la cara. Se preocupan del cuerpo del Maestro, ofreciéndole lo único que pueden: un lugar para su reposo. El que nació sin nada, yace ahora en un sepulcro que no es suyo. Se ha despojado de todo, de su propia vida, para que nosotros vivamos la vida plena de los hijos de Dios. Es tiempo de espera, es la hora del silencio, de descubrir que nuestro lugar definitivo no es la tierra, sino que estamos hechos para el cielo. Y sentimos la esperanza de que Cristo resucitará, de que todo es posible si damos cauce a nuestro amor. Porque todo no acaba en la cruz. El Señor vence a la muerte. Va a resucitar glorioso y subir para siempre al cielo, a la derecha del Padre.

conferencIa ePIscoPal de MéXIco

Vía crucis bíblico

8 de julio de 2008

Oración

Señor, tú diste tu vida para que todos tengamos vida eterna. Muchas veces nos sentimos perdidos, indignos de tu misericordia. Te pedimos: envía tu Espíritu para renovar la fe de tu pueblo. Que cada uno de nosotros abramos nuestro corazón para recibir el don del amor de Dios, por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

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ORACIón PARA IMPLORAR FAVORES POR IntERCESIón DEL PAPA JUAn PABLO II

Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Igle-sia al papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto inclui-do en el número de tus santos.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

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Título ISBN Vía crucis de la misericordia 978-958-715-596-9

Autor 1a. edición, 2011 Edgar Guerrero Queda hecho el depósito legal según Ley 44 de 1993 y Decreto 460 de 1995

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