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Viaje al mundo de la conducta criminal.
JESÚS VACA-CORTÉS.
BASADO EN EL TRABAJO DE:
ROMERO, E. , LUENGO, M. A. Y GÓMEZ-FRAGUELA, J. A. (2000),
«FACTORES PSICOSOCIALES Y DELINCUENCIA:
UN ESTUDIO DE EFECTOS RECÍPROCOS»,
ESCRITOS DE PSICOLOGÍA, 4, 78-91.
A lo largo de la historia, la explicación y estudio
de comportamientos criminales ha sido
objeto de disciplinas como Sociología,
Antropología, Filosofía, Economía, Biología o
Psicología.
A partir de 1920, el auge de la Sociología manda a un segundo plano explicaciones que contemplaban
determinantes endógenos.
Los factores internos fueron objeto de
rechazo; gracias a los excesos del atavismo
lombrosiano, el temor a reduccionismos
biologicistas y la sospecha de
posturas discriminatorias.
Hoy sabemos que los factores
individuales actúan siempre en
interacción con un contexto social
Se abren paso modelos transaccionales que revelan una
complejidad de procesos recíprocos entre lo individual y lo
social.
Aportaciones de la Psicología
Criminológica.
Un campo en plena expansión.
Para la perspectiva «institucionalista» o «legalista», el objeto de estudio criminal debe ser el delito y los
sujetos de la investigación deben ser aquellos individuos que han sido procesados y convictos en
el sistema legal.
Una perspectiva «realista»
incluye como objeto de estudio a individuos que han cometido conductas
delictivas, independientemente de que estén detenidos o
cumplan un proceso legal.
Este punto de vista enfatiza que sólo una pequeña proporción de sujetos que cometen delitos llegan a ser aprehendidos y que los sujetos que llegan al final del
proceso pueden ser muy poco representativos del total de individuos que violaron la ley.
También adquieren importancia conductas que, sin ser estrictamente delictivas, son transgresiones de normas sociales
y/o causan daño a los demás.
La conducta criminal es una fracción de una categoría más amplia de comportamientos que
violan normas, legales o no.
Por ello se prefiere como objeto de estudio a la «conducta antisocial», por ejemplo,
conductas agresivas y muchos comportamientos disruptivos
que no son propiamente «delictivos».
Conductas «antisociales» con manifestaciones semejantes a la delincuencia, son buenas predictoras de las carreras
criminales, permiten desentrañar los orígenes de la delincuencia, avanzar hacia su prevención.
Dentro de ciertas clasificaciones (DSM, CIE), se denomina «trastorno
de conducta» (o «trastorno disocial»); etiqueta que designa patrones de conducta antisocial
infanto-juvenil severos y persistentes que producen un deterioro
significativo del funcionamiento social del individuo.
DETERMINANTES PSICOSOCIALES DE LA CRIMINALIDAD:
INFLUENCIA DE LOS CONTEXTOS DE SOCIALIZACIÓN (AMBIENTE FAMILIAR)
A la familia se le asigna un papel fundamental en la configuración de actitudes, valores y estilos de vida.
La Teoría del Control Social propone que el
apego a la familia desempeña un papel
esencial para «contener»tendencias
transgresoras.
Estudios se ocuparon de factores como el número de hijos o la ausencia de alguno de los padres, con el tiempo, el interés fue decayendo, dado que el efecto de la estructura parecía estar
mediado por aspectos más dinámicos del funcionamiento familiar.
Un mayor número de hijos incluye una menor supervisión parental y/o a través de un efecto de «contagio» de hermanos mayores sobre los menores.
Muchas investigaciones prestaron más atención a las variables funcionales relativas a las interacciones que en
el medio familiar.
Por ejemplo: conflicto entre los padres, falta de cohesión, de confianza; de implicación afectiva
entre padres e hijos, violencia familiar.
Estilos de crianza. La falta de supervisión
sobre las actividades de los hijos, una disciplina punitiva, permisiva o
demasiado tolerante son factores predictores de
delincuencia.
Un estilo «con autoridad», que combine apoyo afectivo y control
normativo, promueve desarrollo del autocontrol y la competencia social.
Los estilos rígidos y punitivos;
o caracterizados por permisividad o indiferencia provocan conductas
agresivas y antinormativas.
Análisis del flujo de interacciones en familias de niños problemáticos
han encontrado frecuentes intercambios coercitivos entre padres e hijos, de forma que,
involuntariamente, la conducta antinormativa es reforzada: le
permite al niño lograr la atención de los padres, escapar de
situaciones que le resultan desfavorables o, a través del
«contraataque», conseguir que los padres desistan en su castigo
Un resultado bien establecido es el poder predictivo de la conducta antisocial de los padres sobre la
conducta antisocial de los hijos;
resultado encontrado en adultos como en adolescentes y en niños con trastorno de conducta.
Son múltiples los factores de riesgo derivados de la familia.
Factores que aparecen interrelacionados pero no se ha determinado todavía cuál es la contribución
específica de cada uno de ellos.
EXPERIENCIAS ESCOLARES.
Se ha investigado si el medio escolar (organización, filosofía educativa, funcionamiento) favorecen el desarrollo de
conductas antisociales.
Las escuelas difieren en sus tasas de conductas problemáticas, aunque entre características escolares y delincuencia es
necesario tener en cuenta las diferencias en el tipo de alumnos que reciben los colegios.
Estudios que controlaron las características previas del alumnado,
encontraron que altos niveles de delincuencia se relacionan con un estilo
disciplinario rígido y coercitivo, expectativas negativas de los profesores sobre los alumnos y «etiquetamiento»
de los jóvenes problemáticos.
Independientemente del clima escolar, se ha constatado una asociación significativa entre el
fracaso académico y la conducta delictiva.
Parece que el fracaso por ajustarse a un medio que tiene entre sus funciones la trasmisión de normas
socialmente consensuadas facilita el desarrollo de la delincuencia.
El grupo de «iguales»
o <<pares>> adquiere gran importancia
socializadora durante la adolescencia,
etapa en la que las cifras de delincuencia
alcanzan valores máximos.
GRUPO DE AMIGOS.
El individuo con actitudes
antisociales selecciona amigos con características semejantes a las
suyas; la implicación en el
grupo probablemente
consolida y refuerza las tendencias y
conductas previas.
FAMILIA, ESCUELA, AMIGOS: PERSPECTIVAS UNIFICADORAS.- Figura 16.1. (DOC-PDF)
La familia se concibe como una fuente primaria de influencia, que ejerce su efecto sobre las experiencias en la escuela y sobre el tipo de amigos
con los que se implica el sujeto.
Asimismo, las experiencias escolares influyen sobre la implicación con amigos antisociales; esta última será la influencia directa más intensa
sobre la conducta antisocial.
También se establecen efectos recíprocos: la implicación con amigos desviados, por ejemplo, contribuye a
desestabilizar el ambiente familiar y a menoscabar el rendimiento académico.
Se crean así espirales de efectos que contribuyen a acentuar las conductas delictivas.
VARIABLES DE PERSONALIDAD.
Muchas son las características de personalidad que se han estudiado como predictores de la conducta
criminal: por un lado, variables a las que se les atribuye un sustrato psicobiológico (temperamental)
y, por otro, variables de carácter sociocognitivo, vinculadas más al aprendizaje y la socialización.
Los delincuentes puntúan alto en impulsividad, (Evaluada a través de
autoinformes) y la “búsqueda de sensaciones”* son predictores de la
conducta antisocial.
(* Búsqueda de experiencias y sensaciones variadas, nuevas, complejas
e intensas y la disposición a asumir riesgos físicos, sociales, legales y financieros a fin de lograr tales
experiencias).
«Corrientes psicobiológicas».
Sin menospreciar la importancia de las influencias ambientales y las interacciones entre la genética y el ambiente, los estudios
genético-conductuales (de gemelos y de adopción) han mostrado que la conducta criminal está sujeta, en alguna
medida, a la heredabilidad biológica,.
Se han observado relaciones entre la conducta antisocial y factores biológicos de origen ambiental, no genético, tales como
accidentes y lesiones cerebrales, complicaciones perinatales, hipoglucemia, anomalías físicas menores, intoxicación por
plomo, etc.
Lo cual revela que lo biológico y lo ambiental no deben ser contemplados como antagónicos o por separado.
Muchos factores biológicos que afectan a la conducta antisocial y a otras disfunciones personales son prevenibles
a través de intervenciones ambientales.
Polo sociocognitivo. «El papel del autoconcepto/autoestima:
interrogante no resuelto».
Una visión sostiene que la conducta criminal es una forma de compensar una
autoestima deteriorada;
Mediante comportamiento antisocial el individuo busca mostrar (y mostrarse) una valía personal que no ha logrado
interiorizar a través de su vida.
Sin embargo, Baumeister (1999) sostiene que lo que caracteriza a los antisociales (especialmente a los
violentos) no es una débil autoestima, sino más bien una autoestima hipertrofiada.
Los individuos antisociales ostentan una visión inflada, narcisista, de sí mismos; la conducta antisocial se dispara cuando otros cuestionan esa
imagen exageradamente positiva, de forma que el narcisismo se ve amenazado.
Desvinculación moral.
Los delincuentes son muy heterogéneos en sus niveles de razonamiento moral; un retraso en la maduración
moral sería característico sólo de ciertos subtipos, como los
psicopáticos.
En el proceso de «desvinculación» o «desenganche»
(disengagement) moral, (Albert Bandura) apela a mecanismos como la difusión de la responsabilidad, la comparación
con otros actos más brutales, la minimización de las consecuencias o la atribución de culpa a la víctima.
Así los delincuentes despliegan técnicas de «excusa» o
«justificación» («neutralización»):
Negación de la responsabilidad
(«Yo estaba borracho»),
Negación del daño
(«No es nada para alguien tan adinerado») o
Negación de la víctima
(«Se lo merecían; no son personas»).
«Habilidades interpersonales y empatía».Los delincuentes son heterogéneos en su competencia social;
muchos podrán beneficiarse de los programas de entrenamiento
en habilidades interpersonales; una modalidad de intervención ampliamente desarrollada con interesantes resultados.
La reacción emocional ante el sufrimiento de los demás parece vital en la determinación de la conducta prosocial o antisocial. Conocer los sentimientos de otras personas no necesariamente
inhibe de hacerles daño si a ese conocimiento le falta profundidad afectiva; una alta empatía cognitiva puede incluso
facilitar la acción criminal (por ejemplo, ayudaría a planificar crímenes más efectivos) si el sujeto no se ve «contagiado» por
el malestar de sus víctimas.
«Sistemas de valores».
Existen diferencias entre los valores de delincuentes y no
delincuentes: la conducta antisocial correlaciona positivamente con valores que implican bienestar
personal inmediato (placer, tiempo libre o sexo), y correlaciona
negativamente con valores de trascendencia social (justicia o
democracia) y con valores comúnmente transmitidos en la
socialización convencional
(familia o trabajo).
INTELIGENCIA y CRIMINALIDAD.No se ha determinado con claridad cuáles son los
mecanismos que explican la relación entre la inteligencia y la criminalidad.
Un bajo CI puede ser indicador de bajas habilidades de planificación y autocontrol; estos
implicaría un riesgo directo de conducta antisocial.
No obstante, el efecto puede ser indirecto, a través del fracaso escolar; un bajo CI predispone a un bajo rendimiento en la escuela; responsable de que el sujeto se desvincule de los
ambientes convencionales y acabe implicado en la delincuencia.
Un bajo CI puede ser característico sólo de algunos tipos de delincuentes, particularmente de aquellos con un comienzo
temprano y con disfunciones psicosociales severas.
INTEGRANDO FACTORES.
MODELO DE MOFFITT.
La delincuencia persistente tiene sus orígenes en los años preescolares, se engarzan factores personales y sociales, (efectos acumulativos). El ciclo comienza en la intersección entre un niño con temperamento difícil (impulsividad, déficit de autocontrol, desinhibición, irritabilidad, etc.)
y un ambiente familiar adverso. El temperamento «difícil» es el resultado de alteraciones neuropsicológicas, las cuales, a su vez, pueden resultar de complicaciones prenatales y
perinatales o de factores genéticos. La crianza de estos niños exige paciencia y consistencia por parte de los padres. Las conductas del niño evocan ira y malestar en los padres, aparecerán prácticas disciplinarias inapropiadas y se exacerbará el comportamiento problemático del
sujeto. En estos primeros años es cuando se produce el primer fracaso en el aprendizaje de las normas. A partir de ahí, se produce una cascada de eventos (efecto «bola de nieve»). El niño
accede al colegio mal equipado para asumir normas y aparece el fracaso escolar, de forma que la conducta antisocial se agudiza. Ésta, a su vez, dará lugar al rechazo por parte de iguales
convencionales y la implicación en grupos de amigos desviados, lo cual contribuye a agravar el problema. En la adolescencia, la conducta entrará en conflicto con las normas legales y esto
puede dar lugar a la institucionalización; además, el sujeto está en una posición desfavorable para incorporarse al mundo del trabajo, quizás se haya implicado en consumo de drogas, etc.
Cada vez se van restringiendo más las oportunidades para un funcionamiento socialmente adaptado, de forma que la conducta antisocial se hace persistente y difícil de tratar.
PERSONALIDAD PSICOPÁTICA: DESAFÍOS.
Basados en la personalidad se contempla a la psicopatía como una constelación de rasgos de carácter afectivo e interpersonal.
Un autor influyente ha sido Cleckley (1941), quien delinea 16 criterios para el diagnóstico de la psicopatía; entre ellos:
Egocentrismo, encanto superficial, falta de remordimientos, pobreza emocional e insensibilidad en las relaciones interpersonales
Desde otra perspectiva, los criterios conductuales priman sobre los personales a la
hora de identificar al psicópata.
Ganando aceptación hay una forma de evaluar y de conceptualizar la psicopatía en la que confluyen aspectos
personales como los conductuales: la aproximación de Hare, Hart y Harpur (1991).
Psychopathy Checklist-Revised (PCL-R-20).
La psicopatía, evaluada por el PCL-R, consta de dos factores:
Factor 1.-
Características afectivas e interpersonales (encanto superficial,
ausencia de remordimientos o manipulación),
Factor 2.-
Aspectos más conductuales, referidos a conductas desviadas; un estilo de vida inestable y antisocial
Desde la Teoría de Respuesta al Ítem (TRI), los ítems del Factor 1 son los más discriminativos y los que proporcionan más información
sobre el constructo.
Técnicas confirmatorias sugieren tres factores, y no dos.
El Factor 1 se secciona en dos: uno de ellos captaría los aspectos afectivos y otro los elementos interpersonales.
Nota: Cooke y Michie (1999) eliminan de sus análisis siete ítems del PCL-R, los que evalúan conducta antisocial (problemas tempranos
de conducta, delincuencia juvenil o versatilidad criminal), dado que los análisis realizados desde la TRI mostraron que añadían muy poca
información sobre el constructo.
Newman, Patterson y Kosson(1987) muestran que los psicópatas
no modulan sus respuestas de acuerdo con las contingencias
ambientales;
En estudios de laboratorio se ha visto que, cuando una respuesta ha sido recompensada, los psicópatas «perseveran» en ella, a pesar de que el contexto haya cambiado y ahora la
respuesta sea castigada
Estudios de neuroimagen encuentran evidencia de disfunciones en áreas prefrontales y desde la sociobiología se arguye que los psicópatas serían portadores de una «estrategia» particular de
supervivencia y reproducción, basada en el engaño, el oportunismo y la depredación.
Concluyendo:
Habitualmente los determinantes de la conducta criminal se presentan aislados, cuando en realidad un mismo factor puede tener diferente
efecto dependiendo de la coocurrencia o no de otros factores.
Ejemplo: El efecto de las disfunciones familiares es diferente dependiendo de la personalidad del joven; el conflicto familiar parece
no asociarse a la delincuencia cuando el sujeto tiene un temperamento inhibido, pero sí cuando el individuo es impulsivo y busca estimulación.
La explicación de la delincuencia es un terreno abonado por conocimientos diversos (Sociología,
Biología, etc.); sin embargo, a lo largo de la historia de la Criminología, la interdisciplinariedad ha sido
más un deseo o aspiración que realidad.
Ciencias que han construido sus propuestas sin prestar atención a sus vecinas, de forma que no sabemos mucho sobre cómo se
entrelazan factores de diversos niveles explicativos (por ejemplo, cómo se combinan los factores macrosociales con los
«filtros» cognitivos y con las disposiciones biológicas).
Asignatura pendientes para las ciencias interesadas en explicar la conducta criminal.
Ciencias llamadas a asumir un papel protagonista.
Creando espacios para el entendimiento;
la integración y la acción.
Gracias.-
@Kronosjvc