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Revista Derecho del Estado N8, junio 2000 GERARDO PISARELLO Vindicación de Thomas Paine Poor Tom Paine! There he lies: Nobody laughs and nobody cries. Where he has gone or how he fares Nobody knows and nobody cares. Canción popular del siglo XIX Espíritu rebelde e inconformista, poseedor de un estilo ajeno a la erudición académica y a las destrezas del político profesional, y capaz por eso mismo de apelar a amplios sectores populares, Thomas Paine fue sin duda uno de los pensadores más leídos e influyentes de la segunda mitad del siglo XVIII. A pesar de ello, su figura ha perma- necido, al menos en el ámbito de los estu- dios políticos y constitucionales iberoame- ricanos, relegada a un oscuro segundo plano 1 . Fuera de algunas menciones biográficas aisladas, las referencias a Paine no suelen ir más allá de su identificación como el contradictor de Edmund Burke en las críticas que este último dirigió a la Revolución francesa. Esto solo bastaría para justificar un estudio más detenido sobre este olvidado activista inglés. Sin embargo, los contornos a la vez fascinantes y trágicos de su vida pública y privada, así como sus sorprendentes intuiciones intelectuales, ofrecen poderosas razones adicionales para la profundización. Radical implacable frente al inmovilismo con- servador, moderado frente a las desvia- ciones fanáticas de la revolución, en el pensamiento de Paine confluyen y se mezclan, con notable anticipación y ori- ginalidad, algunos de los más ricos elementos del pensamiento liberal, del democrático y del socialista. Acaso por todo eso, en una época caracterizada por la deserción intelectual y la desconfianza en las apuestas emancipadoras y de progreso para la humanidad, una vuelta a Paine bien pueda constituir una fuente de reju- venecimiento para el inconcluso proyecto moderno e ilustrado, en torno a cuyas agotadas energías se aglutina hoy una parte importante de la reacción escéptica y conservadora del fin de siglo. CRÓNICA DE UN LIBERTARIO Thomas Paine 2 nació en Inglaterra, en la pequeña ciudad de Thetford, Norkfolk, en 1737. No se sabe demasiado de los detalles de la primera etapa de su vida, en la que, sin embargo, se forjaría la base psicológica de su posterior actuación

Vindicación de Thomas Paine · 2015-07-01 · GERARDO PISARELLO Vindicación de Thomas Paine Poor Tom Paine! There he lies: Nobody laughs and nobody cries. Where he has gone or how

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Revista Derecho del Estado N… 8, junio 2000

GERARDO PISARELLO

Vindicación de Thomas Paine

Poor Tom Paine! There he lies:Nobody laughs and nobody cries.Where he has gone or how he faresNobody knows and nobody cares.

Canción popular del siglo XIX

Espíritu rebelde e inconformista, poseedorde un estilo ajeno a la erudición académicay a las destrezas del político profesional,y capaz por eso mismo de apelar a ampliossectores populares, Thomas Paine fue sinduda uno de los pensadores más leídos einfluyentes de la segunda mitad del sigloXVIII. A pesar de ello, su figura ha perma-necido, al menos en el ámbito de los estu-dios políticos y constitucionales iberoame-ricanos, relegada a un oscuro segundoplano1. Fuera de algunas mencionesbiográficas aisladas, las referencias a Paineno suelen ir más allá de su identificacióncomo el contradictor de Edmund Burkeen las críticas que este último dirigió a laRevolución francesa. Esto solo bastaríapara justificar un estudio más detenidosobre este olvidado activista inglés. Sinembargo, los contornos a la vez fascinantesy trágicos de su vida pública y privada, asícomo sus sorprendentes intuiciones

intelectuales, ofrecen poderosas razonesadicionales para la profundización. Radicalimplacable frente al inmovilismo con-servador, moderado frente a las desvia-ciones fanáticas de la revolución, en elpensamiento de Paine confluyen y semezclan, con notable anticipación y ori-ginalidad, algunos de los más ricoselementos del pensamiento liberal, deldemocrático y del socialista. Acaso portodo eso, en una época caracterizada porla deserción intelectual y la desconfianzaen las apuestas emancipadoras y de progresopara la humanidad, una vuelta a Painebien pueda constituir una fuente de reju-venecimiento para el inconcluso proyectomoderno e ilustrado, en torno a cuyasagotadas energías se aglutina hoy unaparte importante de la reacción escépticay conservadora del fin de siglo.

CRÓNICA DE UN LIBERTARIO

Thomas Paine2 nació en Inglaterra, en lapequeña ciudad de Thetford, Norkfolk,en 1737. No se sabe demasiado de losdetalles de la primera etapa de su vida, enla que, sin embargo, se forjaría la basepsicológica de su posterior actuación

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pública. Su padre fue un modesto cuáquero,fabricante de corsés. La educación formalde Paine fue bastante restringida. Abandonóla escuela a los trece años. Su familia seopuso incluso a que estudiara el latín, porlos vínculos de esta lengua con el papado.Por influencia de un maestro, se aventuróen un barco pirata, que estuvo a punto denaufragar. A su regreso, obtuvo un puestoen las aduanas de Lincolnshire, que perdióal poco tiempo. Sus apuestas en el mundode los negocios acabaron invariablementeen estrepitosos fracasos. Insistió con laventa de corsés, abrió un pequeño comerciode tabaco, pero nada resultó. También suvida sentimental arrastró el sino del infor-tunio. Su primera mujer murió al pocotiempo de casados y su segundo matrimoniose malogró en seguida, sin hijos y sumergidoen una dura crisis económica. Por aquellosaños de juventud, ganó fama su afición ala bebida.

Sobre ese trasfondo, Paine completó surudimentaria educación con lecturasprivadas y asistencia a clubes de debatesen los que se familiarizó con la física deNewton y, en general, con los principioscientíficos, políticos y religiosos de la Euro-pa ilustrada. Durante un tiempo breve, fuemaestro de escuela en Londres. En 1768,ingresó como oficial de aduanas en Lewes,Sussex. Allí comenzó su carrera de agitadorpolítico y produjo el primer escrito del quese tenga conocimiento, The Case of theOfficers of the Excise (1772), denunciandocómo el aumento del coste de vida per-judicaba a los sectores de menores recursos.«Los ricos –escribió– cómodos y prósperos,pueden pensar que he pintado un escenariono natural, pero si descendieran a las re-giones de la necesidad, al círculo polar dela pobreza, se encontrarían con que susopiniones cambian con el clima»3. A pesarde su reputada elocuencia, Paine no pudo

evitar el asedio de acreedores que susfracasos comerciales comenzaron a generar.Para evitar la prisión por deudas, incluso,se vio forzado a vender sus bienes. Acosadapor las desventuras, su vida podría simple-mente haberse apagado en el olvido. EnLondres, sin embargo, conoció a BenjamínFranklin, cuyos experimentos con laelectricidad despertaron su interés y a quienimpresionó por la agudeza de sus comen-tarios. Franklin vio en Paine un futuroprometedor y lo entusiasmó para que emi-grara a norteamérica con una recomendaciónsuya. De ese modo, una extraña mezcla decausas y azares salvó a Paine para la historiay le permitió renacer en la revoluciónindependentista, sin lo cual, como sostieneHobsbawm, «sólo se le hubiese recordadoen alguna rara tesis doctoral»4.

En 1774, con treinta y siete años, Painellegó a Filadelfia, Pennsylvania. En unprimer momento, abrigó la intención defundar una escuela para niñas. Sin embargo,acabó, con la ayuda de Franklin, trabajandocomo editor del Pennsylvania Magazine.Desde sus páginas, la pluma de Paine instalóen la opinión pública una serie de preocupa-ciones hasta entonces casi ignoradas: lacondena de la esclavitud, el rechazo de lapolítica británica en la India, la defensa delos derechos de la mujer o la crítica deprácticas aceptadas como el duelo o lacrueldad con los animales5. Paralelamente,la situación social y política de las coloniasfue derivando hacia un creciente enfrenta-miento con Inglaterra. Frente a una ampliamayoría de posiciones críticas pero norupturistas, como la del propio Washington,Paine publicó en 1776 Common Sense, uncontundente alegato en favor de la inde-pendencia. Inmediatamente, el libro seconvirtió en un impresionante éxito dedifusión y resultó una influencia decisivaen el ánimo independentista de los colonos6.

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A pesar de que el propio Paine había pagadolos costos de la primera edición, decidiódonar los derechos de autor a la causarevolucionaria. Muy cercano a Jefferson,impulsó la incorporación de una cláusulacontra la esclavitud en la Declaración dela Independencia, de 1776, que fue retiradatras las objeciones de algunos estadostraficantes de esclavos. En el mismo año,se incorporó al ejército revolucionario ycomenzó a redactar una serie de panfletosreunidos bajo el título de The Crisis, enlos que alentaba a los norteamericanos ala lucha, combinando el estilo incendiariocon la progresiva articulación de una teoríacontra el despotismo. Su fulguranteincorporación al proceso independentistale permitió pasar de ser un pobre artesanoinglés a un intelectual ampliamente re-conocido7. En poco tiempo, sirvió comosecretario del Comité de RelacionesExteriores del Congreso y fue figura claveen la redacción de la Constitución dePennsylvania de 1776, considerada comouno de los textos, desde el punto de vistademocrático, más radicales de la época8.

Poco a poco, sin embargo, la revolucióncomenzó a adoptar un giro conservador. Lossectores más aristocráticos vinculados a losPadres Fundadores comenzaron a observarcon recelo los reclamos igualitarios de lospequeños propietarios que se habían en-deudado fuertemente como producto de lacrisis desatada por la guerra9. Concebidacomo prevención frente a un posible asalto“populista” a la propiedad, la Constituciónde 1787 se convirtió en buena medida enun artificio elitista dirigido a liquidar lasexperiencias de democracia radical que anivel local habían comenzado a desarrollarsedesde los tiempos de la colonia y que sehabían prolongado con la aprobación, en1777, de los artículos de la Confederación(que no entraron en vigor sino hasta 1781)10.

Aunque Paine apoyó las propuestas fede-ralistas de centralización, por creerlasconvenientes para consolidar el procesogeneral de ruptura, poco a poco fue distan-ciándose de la arena pública para dedicarsea sus proyectos personales favoritos: eldiseño de un puente de hierro de un soloarco y la experimentación con un tipo develas que no echaban humo11.

Precisamente, con el objeto de promo-cionar sus inventos y a la propia Revolución,Paine viajó a Francia e Inglaterra. Pero sudestino estaba lejos de la ciencia o la diplo-macia. A los disparos de Lexington sesucedieron los estruendos de la Bastilla, quele impresionaron fuertemente. En su visitaa Inglaterra, trabó amistad con Burke, quienen 1775, contra opiniones conservadorasmás recalcitrantes, había pronunciado enel Parlamento un discurso de conciliacióncon las colonias y veía en Paine a un sim-pático exponente de aquella rebeldía. Sinembargo, en 1790 Burke publicó susReflexions on the Revolution in France,criticando la “violencia plebeya” y lossupuestos racionalistas y universalistas delos hechos de París, en nombre de lasabiduría del pasado, la tradición y lasllamadas British Liberties, celosamentecustodiadas por la clase de los notablesingleses. Esta acusación provocó unaenérgica reacción de Paine, quien dedicóThe Rights of Man a la defensa de laRevolución y de los principios de un consti-tucionalismo republicano y democrático,en oposición a los elementos hereditariosy aristocráticos del sistema inglés. Al igualque Common Sense, la nueva obra de Painetuvo un fuerte impacto en distintas orga-nizaciones políticas inglesas. La Society forConstitutional Information de Londres latomó como bandera y Paine volvió a cederlos derechos de autor, esta vez en favor dela causa reformista en Inglaterra12. La

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reacción gubernamental no se hizo esperar.Al poco tiempo, Paine fue acusado desedición por el gobierno inglés. Enseptiembre de 1792, antes de que sepronunciara su condena, consiguió huir aFrancia, donde, en reconocimiento a sutrayectoria, se le había concedido la ciu-dadanía. Al poco tiempo de su partida,apareció en Inglaterra Letter Addressed tothe Addressers, un escrito breve en el querespondía a sus detractores y abandonabasu posición moderada sobre el sistemabritánico, pronunciándose abiertamente afavor de una convención constitucionaldemocrática que aboliese la monarquía.

En Francia, por su lado, Paine habíaestablecido vínculos con el círculo de losgirondinos, facción moderada de larevolución. Hacia 1791, de hecho, habíafundado, con Condorcet y Chastellet, unasociedad republicana, cuando otros, incluidoel propio Robespierre, mantenían un cons-picuo silencio. En octubre de 1792 fuedesignado por la Convención miembro delComité encargado de aprobar una nuevaConstitución. Sin embargo, el nuevoproyecto, de gran audacia democrática,nunca se alcanzó a discutir. En realidad, apartir de 1791 los conflictos internos y laguerra de Francia con otras naciones habíancomenzado a distorsionar la lógica de-mocrática de la revolución. Por entonces,Paine se opuso a una propuesta de Dantonde instaurar un sistema de elección de juecesabierto a todos los ciudadanos sin ningunaexigencia de conocimientos jurídicos opreparación técnica13. Esta crítica y susrelaciones con los girondinos comenzarona granjearle la desconfianza de los revo-lucionarios jacobinos. En una carta al propioDanton, Paine se quejaría de la pérdida derumbo moral de la revolución. Sin embargo,las diferencias se consolidarían con el juicioa Luis XVI. Contra la opinión del ala

jacobina, se opuso a la pena de muerte ypropuso en su lugar el encarcelamiento yposterior destierro de Luis XVI a EstadosUnidos. Con la intensificación de las purgas,Paine fue enviado a la prisión de Luxem-burgo, donde permaneció durante casi unaño. La Convención trató de justificarsealegando que, aunque Paine había sido «elapóstol de la libertad», «su genio no habíaentendido lo que había regenerado aFrancia», colaborando con los «falsosamigos» de la revolución y contradiciendode ese modo «los admirables principios delos apreciados trabajos de este autor repu-blicano». A pesar de su encarcelamiento,Paine no renunció a sus convicciones revo-lucionarias. En prisión, un agudo procesofebril diezmó su salud. Sólo el azar o elolvido explican que haya escapado a laejecución. En 1794, la caída de Robespierreselló el caminó para su liberación, que seprodujo gracias a la intervención delembajador norteamericano en Francia,James Monroe.

En cualquier caso, el fin de los jacobinosarrastró a la Revolución a una fase dedegradación que culminaría con el ascensode Bonaparte como Primer Cónsul ennoviembre de 1799 y la disolución delDirectorio. Atrapado entre la pasado inme-diato del terror revolucionario y un futuromarcado por el retroceso reaccionario, elentusiasmo de Paine por la causa francesacomenzó a remitir. En 1795 fue readmitidoen la Convención y publicó su Dissertationon the First Principles of Government,criticando duramente el voto censitarioconsagrado en el nuevo texto constitucionaly reafirmándose en la defensa de los prin-cipios republicanos, representativos ydemocráticos. También por aquellos añosdio los toques finales a The Age of Reason,un ácido alegato laico contra el clericalismoy las iglesias institucionalizadas en general.

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Hacia 1796, sin embargo, mientras lossectores religiosos atacaban con furia elsupuesto “ateísmo” hacia el que habíaderivado la obra de Paine, éste fundaba enFrancia la secta de los Teofilantropistas(amantes de Dios y los hombres) de clarainspiración deísta. Un año después, en 1797,aparecía a su vez el ensayo Agrarian Justice,en el que Paine completaba y profundizabauna novedosa política de derechos socialesque ya había avanzado en la segunda partede The Rights of Man.

En poco tiempo, sin embargo, el nuevoescenario conservador fue ganando terrenoy socavando el entusiasmo inicial de Paine.Ya en tiempos de Napoleón declaró, no sinánimo de polémica, que la guerra sólo podíafinalizar si Francia invadía Inglaterra yobligaba al rey Jorge a preparar sus maletasrumbo a Hannover. Estas afirmacionesendulzaron los oídos de Bonaparte, quienintentó cortejar a Paine asegurándole quedormía con The Rights of Man bajo laalmohada. Sin embargo, Paine no tardódemasiado en mostrar sus recelos, acusandoa Bonaparte de excesivamente sanguinarioy de ser «el más completo charlatán quejamás haya existido»14.

Animado por la elección de Jefferson ydesilusionado ya con las perspectivas deexpansión de la revolución en Europa, Paineemprendió su regreso a los Estados Unidosen 1802. No obstante, le llevó poco tiempoconstatar el retroceso político que desdeel punto de vista democrático también habíaexperimentado el país del norte. La obrade Paine, especialmente la vinculada acuestiones religiosas, constituía ahora elcaballo de batalla de los sectores fede-ralistas, convertidos en partido político, ensus invectivas contra Jefferson. La fama yla gloria de antaño cedieron entonces alprogresivo aislamiento político y al empo-brecimiento económico. Sin embargo, Paine

no cejó en utilizar el periodismo comotrinchera contra los embates conservadores.En 1803 escribió una serie de artículosreunidos bajo el título Thomas Paine to theCitizens of the United States. Allí insistióen sus ataques a los federalistas y al pau-latino proceso de concentración de poderen manos del ejecutivo, al punto de calificaral último gobierno de Washington y al deAdams como “reinos del terror”15. En 1805,apareció lo que puede considerarse su últimoensayo político: To the Citizens of Pennsyl-vania on the Proposal for Calling aConvention.

Relegado, hostigado y censurado en lostres países por cuya libertad había luchado,Paine murió una mañana de junio de 1809.Hasta el último momento de su agonía, ungrupo de clérigos lo persiguió e intentóinfructuosamente arrancarle una frase dearrepentimiento o de conversión religiosa.Contra su última voluntad, le fue negadoel entierro en campo cuáquero. A su funeral,que transcurrió en su granja de NewRochelle, sólo asistieron, significativa-mente, una asistenta con su hijo y unadispersa procesión de negros, irlandesesebrios y algún pastor cuáquero. Añosdespués, William Cobett, convertido alradicalismo painiano, decidió desenterrarsu cuerpo para devolverlo a Inglaterra yconstruir allí un mausoleo en su honor. Loshuesos de Paine llegaron a Liverpool, yquizás a Londres, lo cual no se sabe a cienciacierta, ya que la desdicha que marcó su vidaquiso que Cobett los perdiera en el camino16.Las desafortunadas circunstancias de estedesenlace no impidieron que los principiosdefendidos por Paine continuaran reco-giendo extendidas adhesiones y enconadaoposición en las generaciones subsiguientes.En el presente ensayo se intentará demostrar,a casi dos siglos de su muerte, la pertinazvigencia de los puntos de vista de Paine y

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su capacidad para echar luz sobre más deuna de las polémicas que ocupan a la teoríapolítico-constitucional contemporánea.

RACIONALISMO E IGUALDAD

Una primera cuestión que llama la atenciónen el pensamiento de Paine es su defensadel racionalismo y las implicaciones igua-litarias de este postulado. Surgido delpueblo llano, Paine postuló un cierto opti-mismo antropológico, en parte de origenreligioso17. La conciencia humana y larazón, ambas heredadas de Dios, erangarantía suficiente de que las verdadesfundamentales podían resultar accesiblesa cualquiera sin necesidad de interme-diarios, sólo con examinar cuidadosamenteel mundo y valiéndose de la propia ex-periencia.

Esta posición, que suponía el traslado ala política del rechazo a las jerarquías tancomún en los cuáqueros, explica las dife-rencias entre Paine y Burke, quien por elcontrario provenía de la tradición pesimistainglesa ya anticipada por Hobbes. Así,mientras Burke pensaba que las desi-gualdades naturales eran el producto detradiciones históricas portadoras de uninnata sabiduría, Paine se situó en las antí-podas del pactismo conservador, defen-diendo la preeminencia de las generacionesvivas sobre las muertas y la necesidad deque el contrato social se revalidara cons-tantemente, ya que no constituía sino unacreación continua de las sociedades his-tóricas y de los hombres que configuran elEstado en un momento dado. Ese credoigualitario, que en Paine acabó por con-vertirse en una peculiar combinación delpragmatismo empirista inglés y de la tra-dición racional abstracta francesa, veníaacompañado de dos lógicos corolarios:

a) Conforme al primero de ellos, todaslas personas, sin exclusión y por el solohecho de serlo, gozaban de las facultadesde acceso a las principales verdades moralesy políticas. Diferenciándose en esto de lamayoría de los pensadores de su época,Paine llevó sus convicciones universalistashasta la últimas consecuencias, pronun-ciándose a favor de los derechos de diversoscolectivos abiertamente marginados: losindios, los negros, las mujeres, los gruposeconómicamente vulnerables.

No es por eso de extrañar que Paine hayasido reputado como uno de los primerosabolicionistas, postura que tempranamenteexpuso en su artículo “African Slavery inAmerica”, aparecido en 1775 en el Poscriptto the Pennsylvania Journal and the WeeklyAdvertiser. Allí, Paine abogaba con vehe-mencia no sólo por la dignidad de losesclavos sino por su derecho de acceso ala propiedad, al producto de su trabajo eincluso a ayudas materiales concretas. Lapublicación de este artículo se tradujo altiempo en la creación de la primera sociedadnorteamericana contra la esclavitud. Mástarde, Paine insistiría en su causa abo-licionista no sólo a través de la frustradapropuesta, ya mencionada, de incorporaruna cláusula contra la esclavitud en laDeclaración de la Independencia de 1776,sino además, en la elaboración e impulsodel Act of Pennsylvania de 1780, que seconvirtió en la primera legislación eman-cipatoria para los negros en los EstadosUnidos.

Con base en idénticas convicciones igua-litarias, Paine fue además un adelantadodefensor de los de los derechos de la mujer.Hacia 1775, también en el PennsylvaniaMagazine, escribió su “Plea for Women’sRights”, denunciando cómo las leyes roba-ban a la mujer «su libertad y su voluntad»,manteniéndola, «rodeada por todas partes

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de jueces que son a un tiempo sus tiranosy seductores»18. En Francia, por otro lado,mantuvo una relación estrecha e influyó enMary Wollstonecraft, quien en 1790 publicóA Vindication of the Rigths of Man, enrespuesta a las críticas de Burke, y más tardeA Vindication of the Rights of Woman, obraprecursora del movimiento feminista en laque, entre otras cuestiones, se rebatían lossupuestos misóginos de los escritos deRousseau19.

b) De acuerdo al segundo de los coro-larios, muy vinculado al anterior, la demo-cracia se convertía, contra toda forma deelitismo epistemológico, en el proce-dimiento más satisfactorio para alcanzar losprincipios políticos y morales básicos. Deese modo, la política, los asuntos públicos,dejaban de ser un saber técnico, sólo alalcance de ricos ilustrados, para convertirseen una experiencia accesible al «sentidocomún» de cualquiera20. «Cuando losasuntos del pueblo se ponen en discusión–escribió Paine en The Rights of Man– yel juicio del hombre es independiente, nodecidirá mal, a menos que lo haga dema-siado deprisa»21.

Esta posición, a su vez, operaba comoprevención frente a toda forma de abso-lutismo o vanguardismo, religioso o político.Así, contra el dogmatismo de las Iglesiasy sus textos intocables, Paine defendió lalibertad de conciencia, la no intromisióndel clero en las cuestiones públicas y lacomprensión racional e igualitaria, sinintermediarios, de la Creación y de losvínculos espirituales con otros hombres. Alabsolutismo monárquico y al poder here-ditario en general, opuso a su vez elrepublicanismo democrático. Institucionescomo la Cámara de los Lores o la monarquía,dijo, eran «tan absurdas como un mate-mático hereditario o un sabio hereditario,tan ridículas como un poeta oficial

hereditario»22. Incluso contra las implica-ciones autoritarias del vanguardismo revo-lucionario, encarnado por los jacobinos,defendió la paciente y efectiva asunción porlas mayorías de sus propios intereses yluchas, a través del mutuo convencimientoy del debate social, rechazando los atajosimpuestos autoritariamente por minorías depolíticos profesionales supuestamenteiluminadas23.

Racionalismo, convencimiento, discusiónsocial igualitaria y derecho a la discrepancia;democratización, en fin, de la política, enten-dida como control y participación de todosen las cuestiones públicas, donde el papeldel ciudadano no puede ser nunca expro-piado por el de los técnico o los expertos.Proposiciones todas mantenidas por Paineen pleno siglo XVIII, y absolutamente actualesen una época en la que, en nombre de la“gobernabilidad” y la necesidad de reducirla “sobrecarga” de “demandas sociales”,un conservadurismo de nuevo cuño havenido postulando, en la más moderada desus versiones, una progresiva “elitización”de la representación política24 y, en las másextremas, un descarnado desplazamientode los ámbitos de toma de decisionescolectivas desde sedes más o menos repre-sentativas hacia agencias “técnicas” e“independientes”, libres de cualquier tipode control social relevante y, por eso, im-permeables a criterios vinculados al “sentidocomún” ciudadano25.

EL CONSTITUCIONALISMODEMOCRÁTICO

Un segundo punto de interés en la obra dePaine tiene que ver con su concepción delconstitucionalismo y de las relaciones deéste con la forma de gobierno democrática.En ese sentido, la posición de Paine frente

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al Derecho y las instituciones políticasentronca más bien con el individualismometodológico de la escuela iusnaturalistaracional del siglo XVII, presente en Hobbesy Locke. De ese modo, el Derecho y el go-bierno aparecerán como artificios, comotécnicas cuya justificación depende delos intereses que protejan y de los sectoressociales que participen en su formación.Con base en esas premisas, pueden señalarseen Paine dos actitudes básicas con respectoa la idea de Constitución.

a) Por un lado, es conocida su oposicióna la Constitución consuetudinaria inglesaen nombre del racionalismo y del principiorepresentativo. Desde estos presupuestos,precisamente, criticó el apego historicistay tradicionalista de Burke a las institucionesbritánicas26. La Constitución, en su opinión,no podía concebirse como un producto into-cable, sedimento de costumbres inmemo-riales, ya que ello supondría sacrificar lasgeneraciones presentes a las pasadas27. Porlas mismas razones, desconfió de la juris-prudencia y de la defensa incondicional delos precedentes. Desde su punto de vista,la “razón artificial”, postulada por Coke yrecogida en los principios consuetudinariosdel common law, bien podría llegar a cons-tituir una reserva conservadora contra loscambios sociales y políticos28.

b) Por eso, y como consecuencia de losrazonamientos anteriores, Paine se pro-nunció a favor del mantenimiento de unpunto de vista externo a las institucionesque permitiera crear el Derecho a partir decero, sin injerencia de las normas histó-ricas29. «La era actual –sostuvo– mereceráa partir de ahora el nombre de Edad de laRazón, y la generación actual será para elfuturo el Adán del nuevo mundo»30. Paraesta comprensión utópica de la Constitución,la única forma de legitimidad constitucional

sería la democrática31. La Constitución nopodía ser nunca el acto de un gobierno sobreel pueblo, sino por el contrario, el del puebloconstituyendo una forma de gobierno. Másaún, sin legitimidad democrática no habríaConstitución, sino simple ejercicio arbitrariodel poder32. A partir de esta constatación,Paine extrae las siguientes conclusiones:

1) En primer lugar, la necesidad de unaConstitución escrita, donde se recojanexplícitamente los principios de igualesderechos para todos, rubricada además porel consenso de los ciudadanos33. EstaConstitución, no obstante, no podría pros-cribir el derecho de las generaciones futurasa autogobernarse, por lo que tendría queestar siempre abierta a posibles reformasy modificaciones34.

2) En segundo término, y como conse-cuencia de la afirmación anterior, la defensade la forma democrática y republicana degobierno frente los privilegios y jerarquíashereditarias. En este sentido, y a diferenciade otros autores, como Maquiavelo oMadison, Paine no opuso a la monarquíala república a secas, sino más bien la re-pública democrática. La democracia, comodefendió en 1795, suponía el sufragiouniversal y la proscripción de todo requisitode propiedad. Es cierto que, por cuestionesde división del trabajo y de extensiónterritorial, Paine identificaba este principiodemocrático principal, aunque no exclu-sivamente, con la democracia representativa.Sin embargo, introducía, de forma similara Rousseau en las Considérations sur leGouvernement de Pologne (1771), ciertassalvaguardas que impidiesen la degradacióndel principio democrático a manos delrepresentativo: la posibilidad de revocaciónde mandatos, las elecciones frecuentes ola proscripción de las reelecciones.

De este punto de vista, igualmente, sederivaba la primacía del poder legislativo

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sobre el ejecutivo, no sólo por su carácterde órgano representativo de la voluntadpopular, sino sobre todo por los riesgos quesuponía concentrar el poder en un soloindividuo. La teoría de la separación depoderes de Montesquieu estaba justificada,según Paine, en el contexto de un gobiernomonárquico, mas no en una repúblicademocrática. Por el contrario, en unademocracia representativa era el Parlamentoquien debía tener el protagonismo en laconducción de los asuntos del Estado. Porrazones pragmáticas incluso, y en buenaparte debido a su aversión por el elementoaristocrático que caracterizaba al Senado,Paine se pronunció a favor de un sistemade Cámara única, con controles internosque favorecieran un debate suficiente ytransparente35.

En todo caso, su defensa del parla-mentarismo no comportó nunca un pronun-ciamiento a favor del jacobinismo políticoo del absolutismo de las mayorías. Laruptura revolucionaria frente al sistemamonárquico no podía comportar una simplemudanza de despotismo bajo ropajes apa-rentemente más benignos. La idea de unpoder que se tornaba «bueno» por el solohecho de ser detentado por los propiospartidarios, repugnaba el talante liberal dePaine, quien era consciente, en la línea deMontesquieu, de que, «es una experienciaeterna que todo hombre que tiene podersiente la inclinación a abusar de él, yendohasta donde encuentra límites»36. Por eso,no dudó en afirmar que el hecho de queuna parte del gobierno fuera nombradamediante elección, «no suaviza el des-potismo, cuando las personas elegidasposeen después, como un Parlamento,poderes ilimitados»37. Precisamente, lagarantía de los derechos y del pluralismoexigían, para Paine, que «el propósito deuna Constitución [fuera] prevenir el

gobierno de un partido estableciendo unprincipio común que limite y controle elpoder y el impulso de partido, y que diga alos partidos: hasta aquí habrás de llegar yno más allá [ya que] en ausencia de unaConstitución, los hombres dependen entera-mente del partido; y, en lugar de gobernarel principio al partido, el partido gobiernaal principio»38.

Para evitar esta deformación sectaria dela Constitución, resultaba indispensable, porun lado, «no investir jamás a un individuocon poder extraordinario; porque, ademásde ser tentado a abusar de él, incitará a ladiscordia y a la lucha en la nación por elpoder»; y por otro, «jamás depositar el poderpor mucho tiempo en las manos de cualquiernúmero de individuos», ya que «las pre-suntas inconveniencias que acompañan alos frecuentes cambios se han de temermenos que el peligro que se deriva de unaprolongada continuidad»39.

Asimismo, la primacía del gobierno delas leyes sobre el de los hombres exigía, almenos, una escrupulosa transparencia ypublicidad de los actos de gobierno40, elestablecimiento de límites legales precisosa la actuación de la administración públicay la responsabilidad de los funcionarios delEstado. Todas estas prevenciones, sin em-bargo, no impidieron que Paine mantuviera,hasta último momento, la convicción de quesiempre sería preferible para una nación queun legislativo electo asumiera facultadesejecutivas a que un ejecutivo no electoejerciera facultades legislativas41. En unúltima instancia, la garantía final frente alos poderes no sería sino una garantía detipo social, consistente en que la propiaciudadanía tomara conciencia de que «losderechos no son regalos de un hombre aotro» y de que «una declaración de derechosno es una creación o donación de ellos».Por el contrario, «donde los derechos de

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los hombres son iguales, todos debenfinalmente ver la necesidad de proteger losderechos de los otros como la protecciónmás segura de los propios».42 Y en caso deque todos los derechos fueran suprimidos,sería el «derecho de rebelión [el que] sehace conveniente»43.

LA CUESTIÓN DE LOS DERECHOS

Otra de las cuestiones que llama poderosa-mente la atención en la obra de Paine es suforma de abordar la problemática de losderechos. En realidad, el lenguaje de losderechos había pasado a ocupar un papelcrucial en la filosofía política del sigloXVIII. Algunos pensadores liberales, comoLocke, insistieron en el carácter innego-ciable del derecho a la vida, la libertad yla propiedad; a cierta participación en elgobierno, especialmente en aquellasdecisiones que involucraran los derechosmencionados; e incluso a resistir el ejercicioarbitrario de la autoridad. Otros, comoHobbes, supeditaron la legitimidad delgobierno al respeto de ciertos derechosindisponibles como la paz o la vida. Y sien algunos casos estos derechos veníanreconocidos a todos, en muchos otros teníanun carácter restrictivo, que sólo alcanzabaa aquellos sujetos con medios indepen-dientes, es decir, a los propietarios44. Enese contexto, el gran atractivo (y los recelos)que en su época despertó la obra de Paine,fue que constituyó una de las primerasinvocaciones genuinamente universalistasde los derechos, que desbordaba el estrechomarco de las British Liberties45. Consorprendente precocidad para su tiempo,Paine propició la defensa de algunascategorías de derechos que tardarían siglosen consolidarse, y muchas de las cuales,huelga decirlo, permanecen todavía

ampliamente incumplidas: los derechosciviles clásicos de libertad de expresión,de conciencia y de culto; el derecho agarantías procesales y penales justas; elderecho de asociación y de participaciónpolítica; los derechos sociales; los derechosde colectivos marginados como las mujeres,los negros o los indios; el derecho deautodeterminación de los pueblos; elderecho a la paz, e incluso el derecho delos animales a no recibir tratos cruelesinnecesarios46. En todos los casos, se tratade una defensa articulada de formacompleja, no sin ciertos conflictos y con-tradicciones puntuales, pero concebidasobre todo en términos de indivisibilidade interdependencia. Es decir, que a partirde su propia trayectoria teórica y práctica,Paine dedujo que la protección de ciertosderechos resultaría evanescente sin lacorrelativa tutela de otros que, lejos decontradecirlos, comportaban el naturalcorrelato de su extensión universal a todaslas personas. Vale la pena analizar conmayor detenimiento algunos aspectos deesta cuestión.

Los derechos civiles: la libertad deexpresión y la libertad de conciencia

Desde sus primeras incursiones en la vidapolítica, Paine tuvo claro que la libertadde crítica debía ocupar un papel prota-gonista en cualquier estrategia dirigida aminimizar los espacios de poder y a maxi-mizar los espacios de libertad ciudadana.Por eso, convirtió en consigna central lalucha por la libertad de pensamiento y,sobre todo, con un sentido más pragmático,por la libertad de expresión. Para algunos,incluso, Paine puede considerarse elinventor del periodismo político con-temporáneo y un pionero en el conceptode flujo sin censura de las ideas. Su pluma

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se convirtió en un arma de alta eficaciacontra los poderes establecidos, lasmonarquías, la aristocracia, los dictadoresy las estructuras sociales represivas47. Nofue un pensador erudito o apegado a losargumentos de autoridad. Sin embargo, elhumor, el sarcasmo, la exageración, lasparadojas, los juegos de palabra, fuerondardos hirientes para sus adversarios yfuente de entusiasmo entre su vasto espectrode lectores48. La sencillez de sus orígenessociales y de su temperamento cuáquero,su concepción igualitaria de los hombres,el hecho de formar parte de aquellos paralos que escribió, permitieron a Paine llegarallí donde otros pensadores, quizá másfinos y originales, nunca habrían podidohaberlo hecho49.

Sin embargo, Paine fue consciente de losenormes obstáculos que la libertad deexpresión debería sortear para convertirseen un derecho efectivo:

En primer lugar, aquellos provenientesdel poder editorial, que obligan a distinguirla libertad de prensa de la simple libertadde empresa. «Si la l ibertad de prensa–advirtió Paine a un editor en Filadelfia–es determinada por el juicio del dueño deun periódico en detrimento del juicio delpueblo, quien al leer evaluará por sí mismo,entonces no se está sino ante una libertadcon pies de barro»50.

En segundo término, las reacciones contrala libertad de expresión que el poder generacuando siente vulnerado sus intereses. Así,cuando Paine publicó The Rights of Man,entre la aparición de la primera y la segundaparte, Burke respondió a la crecienteagitación radical con un escrito titulado AnAppeal from the New to the Old Whigs. Enel curso de su argumentación, sin con-descender a nombrar a su adversario, citabaunas diez páginas de la obra de Paine,añadiendo: «No trataré ni en mínimo grado

de refutarlas. Esto será probablemente hecho–si tales escritos merecen otra refutaciónque no sea la justicia criminal– por otrosque puedan pensar como el señor Burke».De ese modo, quedaba al desnudo el patéticoespectáculo de un lúcido pensador con-servador interrumpiendo un debate acercade la sociedad y el gobierno para invocar ala policía. Este llamado no tuvo respuestainmediata, pero al año, como se ha visto,fue emitida una Proclamación Real quedeclaraba a Paine culpable del delito desedición51. En todo caso, no es casual queuno de los últimos artículos de Paine llevasepor título «Libertad de prensa». Aparecidoen el American Citizen en octubre de 1806,es decir, pocos años antes de su muerte,cerraba el círculo de una vigoroso com-promiso por dar a la libertad de expresiónun sentido prometeico que la alejara de lasservidumbres palaciegas y la mantuvieraalerta a «las señales de la calle».

Otra causa primordial para Paine, quetambién le valió innumerables críticas y quepagó con un inapelable ostracismo político,fue la lucha por el laicismo y la libertad deconciencia. Su formación en un contextocuáquero, con su rechazo a las jerarquíasy a la idea de intermediarios entre Dios ylos hombres, se convirtió en terreno propiciopara una sostenida crítica a las iglesiasoficiales. A ello se sumó la influencia delespíritu ilustrado de la época, que intentabaexpurgar la superstición y las costumbresrepresivas de la vida privada de los hombres,así como la idea de un Estado confesionalencargado de imponer a los individuos unplan determinado de salvación52.

Así, la pugna de Paine en favor de latolerancia se tradujo paradójicamente enuna actitud decididamente beligerante contralas “Iglesias de Estado”. Desde premisasanticlericales pero no antireligiosas, denun-ció en duros términos la connivencia en

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ocasiones espuria entre poder temporal yreligioso, así como los estragos producidospor la Inquisición española o las perse-cuciones religiosas en Inglaterra53. En TheAge of Reason, a su vez, intentó refutar enpalabras sencillas la idea de que la Bibliafuese la palabra de Dios. Su objetivo, comobien se ha observado, no consistía en destruiro debilitar la religión, sino, al igual queotros como el propio Robespierre, enlimpiarla de superstición y colocarla enconsonancia con los avances de la razón yla ciencia en general. «La persecución–anotó– no ha sido nunca un rasgo originalde ninguna religión; pero es siempre unade las características más marcadas de todaslas religiones-ley, o religiones establecidaspor la ley. Suprimid la implantación de lasleyes y todas las religiones recuperarán subenignidad»54.

A pesar de los múltiples ataques y delas acusaciones de ateísmo que se dirigieronen su contra en Inglaterra y Estados Unidos,su posición fue siempre la de un deísta. Dehecho fue, como ya se ha indicado, uno delos fundadores de la Sociedad de Teofilan-tropistas, que existió en París durante ydespués de la Revolución francesa. «Creoen Dios y en nada más, y espero la felicidadmás allá de esta vida», decía en la primerapágina de The Age of Reason. Y agregabamás adelante: «Todas las institucionesnacionales de iglesias [...] no me parecenotra cosa que invenciones humanasestablecidas para aterrorizar y esclavizar ala humanidad, y monopolizar el poder y eldinero [...] Yo no creo en el credo profesadopor la Iglesia Judía, por la Iglesia Romana,por la Iglesia Turca, por la Iglesia Protes-tante, ni por ninguna Iglesia que conozca.Mi mente es mi propia Iglesia».

Su crítica, en ese sentido, no proveníadel sarcasmo penetrante e individualista queel pensamiento burgués utilizaría para

socavar el andamiaje irracional de la religiónen el antiguo régimen, sino más bien deun sentido igualitario y fraterno de la reli-giosidad. No era la de Paine la actitud deun Voltaire, de cuyo espíritu aristocráticopor otro lado carecía55. Por el contrario, susataques nacían de una concepción pro-fundamente humanista y horizontal de lareligión que, con las debidas distancias,recuerda en más de un punto a Spinoza.

Los derechos políticos. El derechoa la autodeterminación

Otra de las singularidades del pensamientode Paine en relación con la mayoría de lospensadores liberales de su tiempo, fue sudefensa del derecho de participaciónpolítica en general y de la autodetermina-ción de los pueblos en particular. Sinembargo, ocurre que si el movimiento porla libertad religiosa se encontraba bastanteavanzado, la idea de participación políticaestaba sometida a múltiples restricciones,y de hecho, sufriría un fuerte retrocesotras la debacle del proceso revolucionario56.Ya se ha mostrado sobradamente cómo lanoción de autogobierno desempeñó unpapel central en el diseño institucional dePaine. De hecho, su encendido rechazo alos poderes políticos hereditarios, a losórganos aristocráticos y a la limitacióncensitaria del voto, explica la reivindicaciónde Paine por parte de las primeras orga-nizaciones obreras que en su época, y a lolargo del siglo XIX, propugnaron la extensióndel sufragio.57

Sumado a ello, habría además que situara Paine como uno de los primeros pro-pulsores del derecho de autodeterminaciónde los pueblos58. En el contexto de su opo-sición frontal a la Inglaterra monárquica,fue una de las voces pioneras del movi-miento independentista norteamericano. Sin

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embargo, la autodeterminación no constituíaun derecho absoluto, sino más bieninstrumental. Es decir, no estaba pensadopara justificar demandas excluyentes,solipsistas o meramente localistas, sino porel contrario, tenía por objetivo extender «elcírculo civilizado» de la revolución demo-crática a todo el mundo y permitir así laimplantación internacional de los principiosdel constitucionalismo republicano59. Conesa convicción en mente, defendió, por unlado, el final de la política imperialistabritánica en Asia, la causa revolucionariaen Irlanda y la independencia de las coloniasespañolas. Por otro, sin embargo, apoyó lacentralización política y financiera de losEstados Unidos como una forma de con-solidar la revolución y garantizar la cohesiónsocial e institucional. Ello explica, porejemplo, su rechazo, en beneficio del Estadocentral, de las pretensiones de Virginia sobrealgunas tierras del oeste60.

Los derechos sociales

Si a través de su concepción de los derechosciviles y de los políticos Paine se presentacomo un republicano radical, es en susingular aproximación a las cuestionessociales donde con mayor claridad puedeobservarse la compleja combinación entrelos elementos liberales, democráticos ysocialistas de su visión del mundo. En másde una ocasión, Paine ha sido calificadocomo un liberal moderado que no fue másallá de los límites del horizonte burguésde su tiempo61. Sin embargo, una prematuraasimilación de su figura al individualismoliberal del siglo XVIII ofrecería, sin sombrade duda, una imagen distorsionada. Tantopor sus orígenes sociales como por suposterior experiencia vital, Paine no podíadejar de sentirse vinculado a la situaciónde marginación que padecían las clases

vulnerables de su tiempo. Es obvio que laidentidad de estos grupos no podía carac-terizarse como “proletaria”, un término quesólo tendría sentido en relación con la socie-dad industrial del siglo XIX. No obstante,no puede dejar de advertirse, tanto entrelos destinatarios inmediatos de la obra dePaine como entre los herederos de su legadohistórico, la masiva presencia de una seriede colectivos que, a pesar de su heteroge-neidad, se hallaban unidos por su comúnexclusión política y por la opresión quepadecían de manos de las aristocraciaseconómicas, políticas y religiosas.

Las aporías de un igualitarismo radical

Decididamente, Paine no fue un igualitaristaradical. En la segunda mitad del sigloXVIII, de hecho, vieron luz algunos trabajosserios propugnando una igualdad en lapropiedad en un sentido más audaz queaquel defendido por Paine. Entre ellos,los de Ogilvie (Essay on the Right of Pro-perty in land), William Hodgson (TheCommonwealth of Reason), ThomasSpence (The Real Rights of Man), WilliamGodwin (Enquiry Concerning PoliticalJustice), Charles Hall (Effects of Civi-lization on the People in European States)o el propio Babeuf. Muchos de ellos defen-dieron la estatalización de la tierra. Spence,incluso, reclamó a Paine que sólo «apuntaraa los reyes», y que no se manifestara afavor del colectivismo agrario62. En cual-quier caso, la historia quiso que ningunode estos autores tuviera el calado popularde Paine. Asimismo, a la luz de las distintasexperiencias igualitarias intentadas a lolargo de los siglos subsiguientes, las razonesque subyacen a la oposición de Paine a unigualitarismo radical no resultan en ningúncaso desdeñables:

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1) Un primer argumento tendría que vercon la relación entre igualdad y progresocientífico y económico. A lo largo de suvida, Paine se adhirió de manera entusiastaa los progresos físicos, químicos, artísticosy técnicos de su tiempo. Más aún, su fas-cinación por los adelantos ilustrados lellevaron pronto a impugnar el ascetismoque recubría a la concepción cuáquera delmundo. Esa percepción, igualmente, le llevóa pensar que la implantación de un igualita-rismo radical en sociedades pre-industrialesentrañaba el peligro de una regresión a unasociedad agraria de mera subsistencia.Reflexionando sobre los indios de Américadel Norte, por ejemplo, Paine reconocía que«el estado natural y primitivo» en el queéstos se encontraban no presentaba losgrados de pobreza y miseria de muchasciudades europeas. Sin embargo, tambiénera preciso tener en cuenta que, al mismotiempo, carecían de los avances que lacivilización entrañaba en materia de «agri-cultura, artes, ciencias e industria»63. Enese sentido, compartía la convicción de otrosliberales, como Adam Smith, de que laprosperidad económica podía, ulterior-mente, dar seguridad e independencia a «lossectores más bajos del pueblo»64. Paine, sinembargo, no creía, como se verá, en ningunamisteriosa “mano invisible” que produjeratal milagro. La tierra y los recursos naturales,animales y vegetales desde su punto de vista,habrían sido, en un estado natural, propiedadcomún de todos los habitantes del planeta.Por eso, las cuestiones de justicia no podíansacrificarse en nombre del progreso. Así,las desigualdades generadas por la “civiliza-ción” sólo estaban justificadas en la medidaen que trajeran para los grupos más vul-nerables mayores beneficios que aquellosde los que gozaban en el primitivo estadode naturaleza, lo que equivalía a sustraerde la propiedad existente una porción igual

en valor a la herencia natural que ésta hu-biera absorbido65. Es llamativa, como seha indicado, la similitud de este principiocon las posturas mantenidas en la filosofíapolítica contemporánea por un liberaligualitario como John Rawls. Precisamente,según el segundo principio de justiciaestablecido en A Theory of Justice (1971),sólo resultarían moralmente aceptablesaquellas desigualdades sociales quecontribuyan al mayor beneficio de los menosfavorecidos66.

2) Un segundo argumento estaría vin-culado a la relación entre igualdad y res-ponsabilidad moral. En todo momento,Paine vio la presencia de los privilegiosheredados y de las distintas formas deopresión social en la generación de lasdesigualdades económicas. Sin embargo,era consciente de que, a pesar de dichasconstricciones, los hombres siempre podían«hacer algo de lo que ya se había hecho deellos». Desde una perspectiva como la dePaine, un igualitarismo radical en la pro-piedad hubiera supuesto el desconocimientode aquellas diferencias que no eran productoya del privilegio o las constricciones ex-ternas como del ejercicio de la propialibertad o, para utilizar una terminologíaactual, de la elección de planes de vidadiversos. En otras palabras, aquellasinevitables diferencias derivadas de «laindustria, la superioridad de talentos, ladestreza en la administración, la extremafrugalidad, las oportunidades propicias oadversas», o del simple hecho de quesiempre habría algunos hombres que«aunque no menosprecian la riqueza, nose detendrán en la tarea o en los mediospara adquirirla, ni les preocupará más alláde sus necesidades o su independencia»67.

3) El tercer argumento, por último, estaríaligado a la relación entre igualdad y auto-ridad. Ya en Common Sense, Paine

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contrapuso la sociedad «producto de nues-tras necesidades», al gobierno «productode nuestra perversión»68. Y a pesar dealgunas vacilaciones en este punto, nuncalo abandonó la creencia de que «cuanto másperfecta es una civilización, menos lugardeja para el gobierno, porque ordena mejorsus asuntos y mejor se gobierna a símisma»69. Sin embargo, interpretar este tipode afirmaciones en clave de un rabiosoindividualismo, supondría negar nocionesbásicas en Paine como cooperación social,deuda social o mutua dependencia70. Másbien debe entenderse como una defensa deformas autoorganizadas y cooperativas desatisfacción de las necesidades socialesfrente a los riesgos burocráticos y auto-ritarios que podía entrañar una respuestaestatalista. Su experiencia con los gobiernosdel antiguo régimen y cierto espíritu ácratade extrañeza frente al poder le habíanenseñado que el Estado podía ser un instru-mento burocrático de opresión y unamáquina de guerra dirigida a beneficiar alas clases privilegiadas en detrimento delas más débiles71. Por ello, nunca albergóilusiones ingenuas acerca de las naciona-lizaciones o de la centralización estatal dela industria, el arte, o la propiedad de latierra. Por el contrario, aunque acabó pro-poniendo para su época una avanzadaversión de lo que sería el Estado social,nunca dejó de alertar, al igual que algunosliberales lúcidos como Tocqueville, contralos riesgos clientelistas y paternalistas delas burocracias institucionalizadas72.

La necesidad de la intervenciónpública. La propiedad como amenazaa los derechos

En cualquier caso, ninguna de las referidasprevenciones acercó a Paine al liberalismoconservador que, con Burke como uno de

sus exponentes fundadores, reaccionaríafrente al ascenso de las clases trabajadoras,atrincherándose en la defensa restrictivade las libertades de los ya propietarios.De hecho, mientras algunos autoresliberales contemplaron el derecho deasociación y la solidaridad entre gruposcomo una rémora del corporativismomedieval, Paine mantuvo una concepciónde la sociedad apoyada en la idea de mutuadependencia y en la indisoluble tensiónentre individualismo y sociabilidad73, dondela satisfacción de las necesidades no sepresentaba tanto como el producto deldespliegue de destrezas privadas, sino másbien como el aprovechamiento de adqui-siciones colectivas pertenecientes a todoslos miembros de la comunidad74. Ello lellevó a defender la permanente igualaciónen las oportunidades para todos losciudadanos y a considerar como objetivoprioritario la erradicación de la pobreza.Para que eso ocurriera, era evidente que lasola sociedad resultaba insuficiente. Si elEstado y el gobierno parecían superfluosy perjudiciales en estructuras sociales máso menos homogéneas y autosuficientes,en cambio resultaban imprescindibles enaquellas atravesadas por grandes desi-gualdades y miseria. Así, a diferencia deotros liberales, Paine advirtió cómo elEstado podía ser, no ya un enemigo, sinoun aliado de la sociedad en la garantía desus necesidades básicas.

En realidad, es posible rastrear unatemprana intuición de Paine a este respectoen tiempos de la Revolución norteameri-cana. Allí, a pesar de sus fuertes discrepan-cias con las concepciones aristocratizantesde los grupos federalistas, coincidió conellos en la necesidad de un Estado fuerte–que no despilfarrador o sobredimen-sionado–, y de un sistema bancariocentralizado que permitieran afianzar las

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transformaciones políticas a la vez quefavorecer la difusión homogénea del créditonacional, el desarrollo equitativo de lasregiones, la solidaridad fiscal y, en suma,la cohesión social. Posteriormente, su expe-riencia en Europa lo confirmó en la ideade que los atentados contra los derechosde las personas podían provenir no sólo delos poderes públicos sino también de lospoderes privados, especialmente a travésde un uso opresivo de la propiedad. En esecontexto, Paine advirtió la tensión existenteentre el ideal republicano y la proliferaciónde mercados incontrolados75, capaces deengendrar lujos inadmisibles, violencia ycorrupción.

De esta suerte, Paine proyectó, con lujode detalles acerca de las posibilidades finan-cieras de su puesta en práctica, un minuciosoprograma social y asistencial que no sóloadivinó los rudimentos de los estados so-ciales actuales, sino que además anticipóalgunos de los elementos centrales que hoypueden explicar su crisis. Así, en el capítuloV de The Rights of Man, Paine propuso unode los primeros planes modernos dederechos sociales dirigidos a garantizar elacceso de los sectores más desfavorecidosal ejercicio real de las libertades públicas76.En su exposición contempló un sistema deasignaciones familiares y por embarazo,de pensiones a la vejez y a la viudedad, deayudas a la escolaridad y de extensión dela educación pública a zonas rurales77.Igualmente, y adelantándose a propuestascomo las de Ledru-Rollin o Louis Blanc,con sus talleres nacionales, reivindicó, conel objeto de absorber la población inmi-grante del campo y combatir las represivasleyes de mendicidad, la instrumentación deun programa de asignación de trabajopúblico, garantizando a sus destinatarioscondiciones dignas de alojamiento y ali-mentación78. En Agrarian Justice, por su

parte, fue incluso más allá, proponiendo lacreación de un fondo nacional con el cualpagar un ingreso incondicional a todapersona que hubiera cumplido los veintiúnaños, «en compensación por la pérdida desu herencia natural por la introducción delsistema de propiedad de la tierra», así comoun ingreso extra anual y permanente a todaslas personas a partir de los cincuenta años79.Dos puntos merecen especial atención enestas propuestas de Paine:

a) En primer lugar, la proposición de uningreso incondicional supone una intere-sante apuesta por el principio de universa-lidad en el reconocimiento de los derechossociales. Es decir, se estaría ante unosderechos que no se postulan como derechoscondicionados por las cualidades subjetivasde los individuos, sino que se conceden porigual a todas las personas por su solacondición de tales. De ese modo, no sólose colocaría a los derechos sociales a laaltura de los demás derechos humanos, esdecir, concebidos como derechos indis-ponibles y universales, sino que además seevitarían las implicaciones estigmatizadorasy discriminadoras en la atribución de dere-chos sólo a los necesitados (la culpabiliza-ción de la pobreza), al tiempo que sereducirían las posibilidades de su utilizaciónde forma clientelista por parte del go-bierno80. Así, no resulta extraño que frentea la crisis de legalidad que entrañan lasprestaciones selectivas que introduce elEstado social contemporáneo, así como asus derivaciones paternalistas y burocráticas,numerosos autores, tanto desde el Derechocomo desde la política, hayan encontradoen la propuesta de un ingreso incondicional,una posible vía para sanear y superar la crisisdel Estado social, sustrayendo a los derechossociales del ámbito de discrecionalidad delos poderes públicos y reconstruyendo asíel carácter general de la ley, aunque con

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un contenido ya no sólo formal, como enel Estado liberal, sino también material81.

b) Una segunda cuestión tiene que vercon la forma de financiación de este tipode derechos. Al finalizar la guerra de laindependencia norteamericana, surgió unaacalorada discusión acerca de los mediospara pagar sus costos. Las alternativas eranla emisión de deuda pública o el estable-cimiento de impuestos. En aquella coyun-tura, Paine se pronunció contra las salidasinflacionarias. Y es que de su propia expe-riencia como modesto oficial de aduanasen Inglaterra, sabía bien que el carácterdestacado de una inflación incontrolada eransus efectos redistributivos en favor de lossectores ricos y en detrimento de los máspobres. A pesar de las críticas que recibióen su momento, su visión fue más proféticade lo que él mismo pudo pensar82. La expe-riencia reciente de algunos Estados deBienestar en los países avanzados, así comode ciertos estados populistas en los perifé-ricos, ha revelado que el recurso indiscri-minado al endeudamiento público puedeser utilizado como una forma de repartirrecursos a los pobres sin tocar a los ricos,pero a largo plazo tiene efectos perniciososen los costes de la vida, lo que a su turnorepercute sobre los grupos más vulne-rables83.

Así las cosas, ¿cuáles serían las posiblesvías para financiar los derechos sin aumentarla deuda pública? Paine vislumbró funda-mentalmente dos. La primera, el desman-telamiento de la maquinaria de guerra y laeliminación de las oficinas públicas inútiles.Es decir, desmilitarizar y desburocratizarla economía como base para desmilitarizary desburocratizar el Estado y la sociedady satisfacer así los derechos de todos84. Lasegunda, el establecimiento de un sistemaimpositivo justo. En The Rights of Man,precisamente, Paine realizó un detallado

estudio del sistema impositivo inglés des-tinado a mostrar que la pobreza no era tantoun producto de escasez de recursos comode la inicua asignación y distribución deunas cargas fiscales que recaían sobre lossectores más desfavorecidos. En ese sentido,propuso la eliminación de algunos im-puestos que afectaban a los sectores deingresos más bajos y su remplazo por unsistema de impuestos progresivos, como elimpuesto sobre el lujo85, que permitierasufragar las políticas públicas. En AgrarianJustice, por su parte, proponía sufragar elingreso incondicional mediante un impuestoa la herencia, que permitiría «sustraer dela propiedad una parte igual al valor de laherencia natural que ha sido absorbida»86.

Estas alternativas son una ejemplo con-cluyente de que si el talante liberal y demo-crático de Paine le impedía propugnar unaigualdad material de resultados, su sensi-bilidad social en cambio lo convirtió en undecidido propulsor de la igualdad real deoportunidades, como medio para alcanzarla igualdad de poderes. «En un estado denaturaleza –apuntaba Paine– los hombresson iguales en derechos, pero no son igualesen poder; los débiles no pueden protegersecontra el fuerte». Siendo así, la función delEstado debía ser «la de llevar a cabo unaequiparación de poderes que será paralelay servirá de garantía a la igualdad de de-rechos»87. Todo ello, como es evidente,entraña una fuerte tensión entre derechosy propiedad. Con el fin de resolver eseconflicto, Paine procuró, si bien de formaun tanto confusa, distinguir la legitimidadde la propiedad adquirida por el propiotrabajo de aquella obtenida a través deprivilegios y de abusos. Su objetivo no erael de atacar la propiedad, sino por el con-trario, el de defenderla y protegerla. Sinembargo, a diferencia de otros liberales yde la mayoría de los conservadores, pensaba

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que «es un artificio creer que la propiedadpueda ser protegida bajo la garantía de unasociedad ofendida en sus derechos por lainfluencia de esa propiedad»88. Más aún,la utilización de los poderes derivados dela propiedad en menoscabo de los derechosde terceros constituía para Paine una formade violencia y, por ende, una razón para laintervención pública: «El que utiliza supropiedad económica o abusa de la in-fluencia que le confiere para desposeer orobar a otro su propiedad o sus derechos,usa su propiedad pecuniaria como el queemplea armas de fuego, y merece que se laquiten»89. En este sentido, el ideal de Paineparece acercarse al de Rousseau, esto es, aun sistema capaz de estimular la pro-liferación de pequeños propietarios indepen-dientes, de remover las desigualdadesextremas y de proscribir tanto la opulenciacomo la miseria90. No llama la atención porello que un conservador individualista comoThomas Malthus, advirtiera horrorizado asus lectores, en la edición de 1803 de suEnsayo sobre la población civil, que «lacirculación de Los derechos del hombre,de Thomas Paine, ha causado un gran dañoentre las clases bajas y medias de este país».

INTERNACIONALISMO Y PACIFISMO

Tal vez en razón de su permanente condi-ción de desclasado, de outsider condenadoa cargar con su extranjería a cada puntodel mundo en el que le tocó desempeñarse,Paine fue uno de los primeros militantes yteóricos del cosmopolitismo moderno.Como escribió Michelet en su Historia dela Revolución Francesa, tuvo «nada menosque tres patrias: Inglaterra, América yFrancia; pero en realidad sólo tenía una:los derechos humanos, la justicia». Par-ticipó, en efecto, en las dos revoluciones

más importantes de su tiempo y colaborócon todas aquellas causas inspiradas enlos principios que las guiaron. Desde laspáginas de Common Sense anunció la causade la independencia norteamericana como«la causa de la humanidad»91. En su Letterto the Abbé Raynal, a su vez, se lamentabade que «el círculo de la civilización»estuviera aún incompleto: «los mutuosdeseos han conducido a los individuos decada país hacia una suerte de sociedadnacional y allí el progreso de la civilizaciónse ha detenido»92. A partir de esa consta-tación, procuró llevar los valores de lalibertad a los más rincones más distantesdel planeta. Censuró enérgicamente elcolonialismo en Asia, Africa y América.Alegó en favor de que Inglaterra, «por sufelicidad doméstica» y «la paz en elmundo», no poseyera ni «un pie cuadradode tierra fuera de su propia isla». Apoyó alos revolucionarios irlandeses y protegióa Francisco Miranda, ideólogo de la inde-pendencia de América del Sur, de lasdesmedidas acusaciones jacobinas en sucontra. En el proyecto de Constitucióngirondina, que redactó junto a Condorcet,incluyó una cláusula que concedía laciudadanía francesa a todo hombre quehubiera residido un año en la república93.En noviembre de 1791, a su vez, en unareunión realizada en Londres para celebrarel aniversario de la Revolución inglesa de1688, propuso un memorable brindis «a lasalud de la Revolución mundial», con-virtiéndose así en una de las voces pionerasdel internacionalismo revolucionario94.

Es indudable que Paine no fue un pacifistaen sentido estricto. Frente a las tiranías dedistinto signo, justificó la resistencia ar-mada, y él mismo se alistó en el ejércitonorteamericano para hacer frente a las tropasde la monarquía inglesa. Sin embargo, tuvoperfecta conciencia de que las guerras entre

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naciones sólo se realizaban en beneficio delas distintas Cortes y sus aliados, y sólopodían prolongarse, como le recordó alministro inglés Shelburne, a expensas de«los campesinos, los pequeños comerciantesy los pobres necesitados de Inglaterra», cuyotrabajo mantiene «el ejército que está robán-dole a ellos y a nosotros»95. En función deesas observaciones, sin embargo, confió enque «las intrigas de las Cortes, que permitenconservar un sistema bélico, puedan pro-vocar la creación de una confederación denaciones para abolirlo»96. El propio Paine,por su parte, colaboró con esta causa pro-poniendo, como ya se ha visto, un desarmeprogresivo y generalizado de los estados.Y, de forma similar a Kant, consideró laasunción por parte de los gobiernos de losprincipios representativos y republicanoscomo condición indispensable para laconsecución de una paz cosmopolita. Paraconseguir ese objetivo, confió, con ánimoiluminista, en que el Derecho contaría a suvez con el apoyo de la ciencia –«partidariade ningún país, pero patrona benéfica detodos, [que] ha abierto libremente un templodonde todos pueden reunirse», y del co-mercio, «que alcanza a todo hombre y leda algo para pensar y algo para hacer»97.

POLÍTICA, ÉTICA Y COMPROMISO

Alcanzado este punto, es indudable quetoda semblanza de Paine que no dierasuficiente cuenta del modo en que concibiólas relaciones entre ética y política, asícomo de su testimonio vital en favor delos valores derivados de ese vínculo, apenasproyectaría una débil e incompleta sombrade su papel en la historia de los pensadorespolíticos modernos. Paine, no cabe duda,fue un revolucionario. En todo momentohizo suyas las reacciones indignadas de

quienes recurrían in extremis al derechode resistencia frente a gobiernos despóticos,a los que por su parte reputaba los prin-cipales responsables de la irrupción de laviolencia social98. Sin embargo, nada deello lo llevó a descuidar el problema delos medios y de la moral en la actuaciónpolítica. Una revolución democrática, ensu opinión, no comportaba el derecho aprolongar la crueldad ejercida por suspredecesores, al precio de acabar devo-rándose a sus propios hijos. «El principiomoral de las revoluciones –escribió– esinstruir, no destruir». Dicho en términosactuales, propició una concepción ago-nística mas no antagonista de la política,es decir, una concepción basada en la ideade disputa entre adversarios para otorgarleun sentido a la sociedad, antes que en la deenemigos protagonizando una guerra amuerte con el fin, simplemente, de imponera un bando en detrimento de los otros99.

Por esas razones, defendió, frente al abateRaynal, la legitimidad de la Revoluciónnorteamericana, que no había manchado sufama con la sangre de la venganza, trans-formando la lucha por la defensa de losderechos en represalia de facción. Y tambiénpor esos motivos condenó la escaladaterrorista que copó la Revolución francesaa partir de 1791 y que contribuyó, junto aotros factores, a debilitar las posibilidadesde su expansión por el resto de Europa. Ensu Conflicto de las facultades, Kant expusocómo a pesar de que «acumule miseria ycrímenes espantosos», la revolución podíagenerar en muchos «espectadores», nocomprometidos con esa experiencia, «unasimpatía de aspiración que raya en elentusiasmo». Paine, que no fue un simpleespectador sino un protagonista compro-metido, rechazó en cambio esa supuesta«razón de estado revolucionaria» –triste-mente emulada en este siglo por las

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perversiones stalinistas y terroristas– cons-truida sobre la justificación ético-políticade las «manos sucias» y del uso «opor-tunista» del Derecho100. «Una avidez porcastigar –sostendría Paine– es siemprepeligrosa para la libertad. Ello conduce alos hombres a violentar, malinterpretar yabusar incluso de la mejor de las leyes.Aquel que asegura su propia libertad, debeproteger incluso a su enemigo de la opresión,porque, si viola ese deber, establece unprecedente que a él mismo llegará»101. Esteconvencimiento humanista, sumado, escierto, a razones de orden pragmático, lollevaron, tras apoyar el encarcelamiento deLuis XVI, a oponerse a su condena a muerte.Sin embargo, las virulentas reacciones delpartido de la Montaña en su contra –queacabarían con su envío a prisión– decep-cionaron profundamente sus expectativasacerca del destino de la revolución. Laausencia de controles éticos y políticos enel desarrollo del proceso francés le llevarona escribir a Danton, en 1793: «He perdidola esperanza de ver cumplido el granproyecto de la libertad europea. La causade mi desesperación no reside en la coaliciónde potencias extranjeras, ni en las intrigasde los aristócratas y sacerdotes, sino másbien en el descuido con que se han llevadolos asuntos de la Revolución»102.

A pesar de estas frustraciones, Painenunca traicionó la causa a la que inmolósu propia vida. Cuando Franklin dijo «dondeestá la libertad, allí está mi país», y Painele respondió «donde la libertad no está, allíestá el mío», distaba mucho de haberproferido una simple respuesta ingeniosa103.Con una coherencia inquebrantable, esteinquieto vástago de un humilde comerciantecomprometió el resto de sus días en unalucha que, a la vuelta de los siglos, le haotorgado un lugar emblemático en la historia

de los forjadores de los derechos humanos.En esa travesía, renunció a aquellos privi-legios que lo hubieran alejado de los sectoresa los que pretendía representar. Con lacosecha de sus éxitos editoriales pudo ha-berse procurado una vida sin sobresaltos,que le permitiera desarrollar su afición ala física y la mecánica. Sin embargo, fiel ala austeridad republicana que predicó contanto ardor, lo donó todo a las gestas quela tea de la revolución encendía en distintosrecodos del mundo. Y el precio que pagópor ello fue el que tributan quienes seenfrentan sin claudicaciones a los poderesestablecidos y convierten su crítica en algomás que una broma insolente. Prohibidopor el gobierno inglés, encarcelado por losjacobinos, desconocido por el país queayudó a crear y anatemizado por el funda-mentalismo religioso, acabó sus días bajoel asedio de la enfermedad y las penuriaseconómicas. Tras su muerte, sin embargo,su legado fue recogido con entusiasmo porel impulso democrático que alentó losmovimientos de 1848, de 1871 y de 1917.Y es que, como afirma Hobsbawm: «Painehabló por y para esos pobres que se apo-yaban en sí mismos. Su análisis no importatanto como su constante y firme devociónhacia ellos, expresada con esa “honda razóny energía” que Condorcet tanto admiró enél. Cuando hablaba de la felicidad humana,se refería al fin de la pobreza»104. Tal vezsea por eso, por el escandaloso incumpli-miento de ese objetivo y de aquellos vin-culados a la implantación efectiva de unconstitucionalismo social y democrático enlas postrimerías del siglo XX, por lo que sunombre continúa resonando con la mismafuerza con que irrumpió en el turbulentoescenario dieciochesco.

GERARDO PISARELLOUniversidad Nacional de Tucumán

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1. Los trabajos específicos sobre Paine en castellanoson llamativamente escasos. Sobre esta cuestión,han insistido R. SORIANO y E. BOCARDO, en su “EstudioPreliminar” a El sentido común y otros escritos,Madrid: Tecnos, 1990, pp. XLIV y XLV.

2. Son varias las biografías escritas sobre Paine.Siguen siendo básicas las de M. CONWAY. The lifeof Thomas Paine. New York, 1892; y la de A. O.ALDRIDGE. Man of Reason. The life of Thomas Paine.London: The Cresset Press, 1960. También existeuna biografía reciente de JOHN KEANE. Tom Paine:A Political Life. London, 1995. Un trabajo muy biendocumentado es el de G. GREGORY CLAEYS. ThomasPaine. Social and political thought. Boston: UnwinHyman, 1989. De las introducciones analíticas a susobras, pueden consultarse, entre otras: BRUCE

KUKLICK. “Introduction” a Political Writings.Cambridge University Press, 1989; HENRY COLLINS.“Introduction” a Rights of Man. Harmondsworth:Pelican Classics, 1979; o ISAAC KRAMNICK. “Editor´sIntroduction” a Common Sense. Harmondsworth:Peguin Books, 1976.

3. Vide GREGORY CLAEYS. Thomas Paine, Cit., p.22.

4. ERIC HOBSBAWM. “Thomas Paine”. En Traba-jadores. Estudios de historia de la clase obrera.Trad. de Ricardo Pochtar. Barcelona: Crítica, 1979,p. 13.

5. G. CLAEYS. Thomas Paine. Social and politicalthought, Cit., p. 22.

6. En los tres primeros meses de su publicación,Common Sense vendió unos ciento veinte milejemplares. En el primer año esta cifra alcanzó elmedio millón, un número impresionante si se tieneen cuenta que la población total del país rondabalos tres millones.

7. BRUCE KUKLICK. “Introduction”..., Cit., p. 8.8. Cfr., entre otros, R. GARGARELLA. La justicia

frente al gobierno, Barcelona: Ariel, 1996, pp. 82y ss. Vide, no obstante, las consideraciones, no deltodo coincidentes, de DANIEL LAZARE, “America theUndemocratic”. New Left Review, 232 (1998) pp.13 y ss.

9. Sobre el contexto político previo a las discusionesconstituyentes de 1787, vide, por ejemplo, R.GARGARELLA. Crisis de la representación política.México: Fontamara, 1997, pp. 13 y ss.

10. MICHAEL MANN. Las fuentes del poder social,tomo II. Trad. de Pepa Linares. Madrid: Alianza,1997, pp. 214 y 223.

11. B. KUKLICK. “Introduction”, Cit., p. 15.12. G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit., p. 26.

13. SIMONETTA SCANDELARI. Il pensiero politico diThomas Paine. Torino: Giappichelli Editore, 1989,p. 74; G. CLAEYS, Op. Cit., p. 28. Posiblemente losorígenes de esta posición de Paine deban rastrearseen su experiencia norteamericana. Cuando la Cons-titución de 1787 estableció los cimientos de lacentralización federal, Paine apoyó, contradiciendosus propias posiciones anteriores, la necesidad deun judicial fuerte al servicio de ese proyecto. Cfr.J. KEANE. Tom Paine..., Cit., pp. 126, 261, 353-4.

14. G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit., p. 33.15. S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., p. 97.16. ISAAC KRAMNICK. “Editor’s introduction”..., Cit.,

p. 37.17. Se trataba, en cualquier caso, de un optimismo

moderado, distante de cierto milenarismo basadoen la idea de perfectibilidad social e individual. «Novivimos en un mundo de ángeles –escribió Paine–El mundo de Satán no ha terminado y no podemosesperar ser defendidos mediante milagros». Sobreeste punto, Vide G. CLAEYS. Thomas Paine, socialand political..., Cit., p. 103.

18. I. KRAMNICK. “Editor’s Introduction”..., Cit.,p. 28. Las relaciones de Paine con las mujeres fueronbastante peculiares. Tras la muerte de su primeraesposa y el fracaso de su segundo matri-monio, nuncamás volvió a casarse, ni tuvo hijos. Pero siempredemostró una especial sensibilidad hacia el otro sexo.En Francia, fue cercano a Sophie, la mujer deCondorcet, quien tradujo parte de su obra al francésy con quien intercambió poemas inocentes. Aparente-mente, el resto de sus relaciones fueron másrománticas que carnales. Como curiosa excepcióna su deferencia con el mundo femenino, T. Rickmanrefiere una ocasión en la que, tras su regreso a losEstados Unidos, ya al final de sus años y cuandoera fuertemente atacado por sus posiciones laicas,Paine recibió la visita intempestiva de una mujerque se presentó como una mensajera que Dios leenviaba para advertirle que se arrepintiera o seríamaldecido. Abandonando su usual simpatía, Painerespondió que eso era imposible, ya que «con unmensaje tan impertinente [...] no habría enviado auna mujer tan tonta, vieja y fea». Citado por G.CLAEYS, Thomas Paine, Cit., p. 35.

19. M. WOLLESTONCRAFT. A Vindication of the Rightsof men. A Vindication of the Rights of woman. Ed.,Sylvana Tomaselli. Cambridge University Press,1995. En castellano, puede verse Vindicación de losderechos de la mujer, selección de Elisa Velasco,Trad. de Charo Ema y Mercedes Barat. Madrid:Debate, 1998.

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20. La posición de Paine no era en verdad original.Sin embargo, como apuntan R. SORIANO y E.BOCARDO, «las teorías acerca del origen, ejercicio yrevocabilidad del poder político, esgrimidas yconjugadas por las escuelas racionalistas de los siglosXVII y XVIII, alcanzan en él una definitiva construcciónjurídica». Cfr. «Estudio preliminar»..., Cit., p. X.

21. Los derechos del hombre. Trad. de J. A.Fontanilla. Buenos Aires: Aguilar, 1962, p. 257.

22. Hacia 1791, en una breve polémica epistolarcon Sieyès, Paine utilizaba términos todavía másduros para desacreditar al sistema monárquico: «enaras de mi compromiso con la humanidad; en razóndel ansia de honor y dignidad para la especie humana;por mor del disgusto que profeso al ver a hombresmaduros dirigidos por niños; en atención al horrorque me inspiran todos los males que la monarquíaha sembrado sobre la tierra, la miseria, las exacciones,las guerras, las masacres con que ha aplastado a lahumanidad, a todo ese infierno, en fin, de la monar-quía, yo he declarado la guerra». Vide E. SIEYÈS.Escritos y discursos de la revolución. Trad. de R.Maiz, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales,1990, p. 207.

23. «El peligro al que más expuesto se halla eléxito de las revoluciones –anotó en Los derechosdel hombre– es el de ser planteadas antes de quelos principios de que provienen y las ventajas quereportan hayan sido suficientemente vistos ycomprendidos» (Los derechos del hombre..., Cit.,p. 215). En 1795, a su vez, sostuvo que «Nunca seha de esperar en una revolución que todos los hombresvayan a cambiar su opinión al mismo tiempo [...]El tiempo y la razón deben cooperar entre sí para elestablecimiento final de cualquier principio, y, porconsiguiente, aquellos a quienes les pueda ocurrirser los primeros en convencerse no tienen el derechode perseguir a otros en quienes la convicción operamás lentamente». Vide Disertación sobre losprimeros principios del gobierno. En El sentidocomún y otros escritos, Cit., p. 96.

24. Vide por todos, G. SARTORI. “En defensa de larepresentación política”, Claves, Nº 91 (1999) pp.2 y ss. Desde premisas bastante simplistas, Sartoriadvierte contra los peligros que, frente a la actualcrisis de los sistemas representativos, supone la manía«directista» que propone ampliar los ámbitos departicipación directa de la ciudadanía en la resoluciónde sus asuntos. En un símil de inequívocasconnotaciones elitistas, Sartori afirma que talesalternativas, no ya desde el punto de vista de suviabilidad sino más bien del de su justificación,

equivaldrían a postular que ante un mal cirujano oun mal piloto, cada quien se operara a sí mismo oasumiera la conducción de un avión. Concebida lapolítica como una práctica de expertos, Sartoritermina sosteniendo, con significativas referenciasa Burke, que las soluciones deben buscarse no tantoen una ampliación de los ámbitos de decisiónciudadana como en un mejoramiento de la calidadtécnica de los propios representantes.

25. No es otro el espíritu que anima la crecientetransferencia de toma de decisiones de públicarepercusión hacia instituciones con escasa o nulalegitimidad ciudadana como bancos centrales,agencias de calificación de deuda, organismosfinancieros internacionales, etc.

26. De hecho, se ha sostenido que la polémica entreBurke y Paine guarda cierta semejanza con el debateentre historicismo y racionalismo que sostendrían,en el ámbito alemán, Savigny y Thibaut. Vide R.SORIANO y E. BOCARDO. “Estudio preliminar”..., Cit.,pp. XV y XVI.

27. Evidentemente, el rechazo de Paine al pasadose explica también por su filiación ilustrada a lasconcepciones progresistas de la historia. «La vanidady la presunción de gobernar más allá de la tumba–escribió–, es la más ridícula e insolente de todaslas tiranías. El hombre no tiene propiedad sobre elhombre ni tampoco una generación sobre lasgeneraciones venideras».

28. En torno a esta cuestión, se ha conjeturadoque es posible que Paine hubiera conocido lasposiciones afines de BENTHAM, A Fragment ofGovernment, o el propio BLACKSTONE, en sus célebresCommentaries on the Laws of England. Vide S.SCANDELLARI. Il pensiero politico..., Cit., p. 101.

29. R. SORIANO y E. BOCARDO. “Estudio pre-liminar”..., Cit., p. XVIII.

30. Citado por E. HOBSBAWM en “Thomas Paine”...,Cit., p. 11.

31. Sobre las relaciones entre Constitución y utopíaen el racionalismo moderno, vide el sugerente ensayode CARLOS DE CABO. “El elemento utópico, ingredientecultural del constitucionalismo” (Granada, 1999),amablemente cedido por su autor antes de la publica-ción.

32. «El uso continuo de la palabra Constituciónen el Parlamento inglés –escribió Paine– muestraque no hay ninguna, y que no es más que una formade gobierno sin Constitución, que se constituye a símisma con los poderes que le place». H. COLLINS.“Introduction”..., Cit., p. 33.

33. Se ha sugerido que la defensa por parte de Paine

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de una Constitución escrita que recogiera derechosexpresos de los ciudadanos es tributaria del pensa-miento constitucional de los Levellers ingleses,quienes, en el siglo XVII llegaron a elaborar unAgreement of the People que comportó el primerintento de introducir en Inglaterra una Constituciónescrita fundada en las premisas del contractualismodemocrático. Sobre el movimiento de los Levellers,Cfr., entre otros, N. MATTEUCCI. Organización delpoder y libertad. Historia del constitucionalismomoderno. Trad. de F. J. Ansuátegui Roig y M.Martínez Neira. Madrid: Trotta, 1998, pp. 104 y ss.Acerca de sus posibles influencias en Paine, S.SCANDELLARI. Il pensiero politico..., Cit., p. 108.

34. En opinión de Paine es la propia condiciónhumana, incapaz de erradicar la contradicción y dealcanzar por tanto la perfección, la que explica que«no podría establecerse ninguna Constitución cuyosdefectos no aparecieran con el correr del tiempo».Vide G. CLAEYS. Thomas Paine, social andpolitical..., Cit., p. 103. Sobre la paradójica tensiónentre permanencia constitucional hacia el futuro yautogobierno de las generaciones presentes, existenteen autores como Paine, Jefferson o los jacobinosfranceses, Vide STEPHEN HOLMES. “Precommitmentand the paradox of democracy”. En Constitutionalismand democracy, Jon Elster y Rune Slagstad, Eds.,N. York: Cambridge University Press, 1993, pp. 195y ss.

35. Así, en la ya mencionada Constitución dePennsylvania (1776), en cuya redacción tuvo Painedestacada participación, se incluían un legislativounicameral, un ejecutivo débil, la obligación de larotación en los cargos de gobierno, términos demandato cortos y la obligación de dividir la Cámaraen varias secciones con el objeto de una difusión ydiscusión pública de los proyectos legales. Vide R.GARGARELLA. La justicia frente al gobierno, Cit.,pp. 84, 124 y 125. Vide también, R. SORIANO y E.BOCARDO. “Estudio Preliminar”..., Cit., pp. XXXI yss.

36. Vide: Del Espíritu de las Leyes. Trad. deMercedes Blázquez y Pedro de Vega, Madrid:Tecnos, 1993, p. 106. De allí que Paine sostuvieracon acabada contundencia: «Los Capetos, los güelfos,los Robespièrres, los Marats, todos ellos seencuentran en la misma situación respecto a lacuestión del derecho. A nadie perteneceexclusivamente». Disertación sobre los primerosprincipios..., Cit., p. 74.

37. Los derechos del hombre, Cit., p. 261.38. Disertación sobre los primeros principios...,

Cit., p. 96.39. Ibid., p. 95.40. Los derechos del hombre, Cit., p. 248: «En el

sistema representativo, la razón de cada cosa tieneque aparecer públicamente».

41. Así, en el breve ensayo titulado Thomas Paine’sAnswer to four Questions on the Legislative andExecutive Powers, de 1791, Paine decía reputar «mássegura una nación en la que un cuerpo legislativoelecto poseyera facultades ejecutivas que aquellaen la que un ejecutivo no electo asumiera las legis-lativas». Vide S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit.,p. 78.

42. Disertación sobre los primeros principios...,Cit., p. 90.

43. Esta posición parece inspirarse en Locke, quienantes había sostenido que «allí donde el pueblotomado en su conjunto, o cualquier hombre enparticular, son privados de su derecho o están bajoel ejercicio de un poder ilegal y no tienen a quiénapelar en este mundo, les queda la opción de apelara los cielos si estiman que el caso es suficientementeimportante». Vide Segundo Tratado sobre elGobierno civil. Trad. de C. Mellizo, Madrid: Alianza,1990, apartado 168, p. 170. En cualquier caso, setrata de una influencia jamás asumida por Paine,quien, por el contrario, escribió que «nunca habíaleído a Locke o lo había tenido entre las manos»,ya que el suyo «es un trabajo especulativo, nopráctico, y su estilo es pesado y tedioso, como todoslos escritos de Locke lo son». Acerca de esta cuestión,Vide S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., p. 110.

44. El tema de la independencia está muy presenteen las proposiciones liberales del siglo XVIII. KANT,por ejemplo, proporcionó en cierto modo los funda-mentos de la igualdad material al sostener que todoslos hombres nacen iguales y libres, pero que no todosson independientes. La independencia, que en suopinión consistía en «no agradecer la propia exis-tencia y conservación al arbitrio de otro» representabala condición de la ciudadanía, lo que explicaba quese vieran privados de ella, por ejemplo, los niños,los trabajadores y las mujeres. La metafísica de lascostumbres. Trad. de A. Cortina y J. Conill. Madrid:Tecnos, 1989,. p. 143. Este tipo de consideracionestambién estuvo en Paine, pero las conclusiones queextrajo de ellas no fueron la del «individualismoposesivo» (MacPherson). Es decir, no se dirigierona negar la ciudadanía a los no independientes sino,por el contrario, a extender la independencia materiala quienes, por carecer de ella, no podían ejercerplenamente sus derechos de ciudadanos.

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45. G. CLAEYS. Thomas Paine. Social andpolitical..., Cit., p. 90.

46 Esta última clase de derechos, vinculada a lanoción –también abordada por Paine– de responsa-bilidad entre generaciones, podría considerarse unantecedente teórico de las posiciones que actualmentepropician una reformulación del imperativo cate-górico de Kant («actúa de manera que puedas quererque la máxima de tu acción se convierta en leygeneral») bajo la forma de un ‘imperativo de la res-ponsabilidad’ que manda minimizar el daño al restode las especies vivas y no poner en peligro las con-diciones para la supervivencia indefinida de lahumanidad sobre la tierra. Vide, por todos, J.RIECHMANN. “Etica y ecología: una cuestión deresponsabilidad (hacia la biosfera, los seres vivosque la habitan y las generaciones futuras de sereshumanos”. En Propuestas desde la izquierda, M.Monereo, Coord. Madrid: FIM, 1997, pp. 303 y ss.

47. En un curioso e interesante artículo, Jon Katzllega a calificar a Paine como el «padre moral deInternet», y rescata la potencialidad de su legadocomo intelectual y periodista crítico en la era de lascomunicaciones digitales. JON KATZ. “The Age ofPaine”. Wired (mayo 1995) [http:www.wired.com/wired/archive/3.05/paine.html], (visitada el día 2/05/99).

48. G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit., p. 104.49. En palabras de E. HOBSBAWM, el enorme éxito

de Paine como panfletista se debe a que «formabaparte de la gente para quien escribió: esos hombresartífices de sí mismos, que se habían educado a símismos y que sólo se apoyaban en sí mismos, queno estaban divididos aún entre patronos y asalariados.El hombre que fue sucesivamente aprendiz decorsetero, maestro, empleado subalterno, tabaquero,periodista y una persona ingeniosa que confiaba enpoder introducir sus invenciones mecánicas enInglaterra». “Thomas Paine”..., Cit., p. 13.

50. Citado por JON KATZ. “The Age of Paine”, Cit.,p. 2.

51. H. COLLINS. “Introduction”..., Cit., p. 36.52. En su juventud, en Inglaterra, Paine se había

formado de hecho en unos círculos en los que laciencia de Newton era considerada como unaalternativa avanzada frente a los residuos metafísicosy conservadores presentes en Descartes. Vide, alrespecto, R. SORIANO y E. BOCARDO. “EstudioPreliminar”..., Cit., p. XII.

53. «La llave de San Pedro y la del tesoro –escribió–llegaron a ser dos en una, y la multitud, engañadapor el prodigio, adoró el invento». Y, en expresión

similar, «de la unión entre la Iglesia y el Estado,nace un animal parecido a la mula, capaz únicamentede destruir y no de engendrar, y llamado Iglesiaestablecida por la ley». Los derechos del hombre,Cit., pp. 87 y 112.

54. Cfr. H. COLLINS. “Introduction”..., Cit., p. 40.55. S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., p. 51. El

propio Paine admitía esta diferencia: «Voltaire, queera, a un tiempo, el adulador y el satirizador deldespotismo, adoptó otro sistema. Su fuerte se hallabaprecisamente en exhibir y ridiculizar las supersti-ciones que el clericalismo y la política habíanentretejido con los gobiernos. No era por pureza deprincipios ni por amor a la humanidad (pues la sátiray la filantropía no suelen ir acordes) por lo que selanzaba a estos combates, sino por su extraordinariaaptitud para discernir lo absurdo bajo su verdaderaforma y su irresistible inclinación a exponerlo. Sinembargo, sus ataques eran tan formidables como sihubieran sido inspirados por la virtud; por eso, mereceel agradecimiento de la humanidad, más que suestimación». Los derechos del hombre, Cit., p. 121.

56. Cfr. R. SORIANO y E. BOCARDO. “EstudioPreliminar”, Cit, p. XXVII.

57. Baste con recordar que el movimiento cartista,en Inglaterra, mandó reimprimir sus obras, y quebuena parte de las ediciones posteriores fueronimpulsadas por pensadores socialistas e inclusocomunistas. Sobre el caso inglés, acaso el mássignificativo, sea el ya clásico de E. P. THOMPSON.The Making of the English Working Class.Harmondsworth: Penguin, 1968.

58. R. SORIANO y E. BOCARDO, Op. Cit., pp. XXIII yXXIV.

59. «La independencia de América –escribió–considerada simplemente como una separación deInglaterra, hubiese sido asunto de muy poca im-portancia si no hubiese ido acompañada de larevolución en los principios y en la práctica de losgobiernos». Los derechos del hombre, Cit., p. 212.

60. En 1782 y 1783, a través de seis cartas alProvidence Gazette, de Rhode Island, defendió, enplena Confederación, el derecho del gobiernonacional para cobrar impuestos sobre los estadosindividuales. En 1786, por su parte, argumentó afavor de la creación del Bank of America comoinstrumento de crédito y desarrollo nacional. VideB. KUKLICK. “Introduction”..., Cit., p. 15.

61. R. SORIANO y E. BOCARDO, por ejemplo, carac-terizan a Paine como «un pensador inscrito en lasfilas de la filosofía burguesa liberal». Más adelante,sin embargo, sostienen que Paine «no es [...] un

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y las presiones corporativas sobre el gobierno, sobretodo la de los abogados. En ese sentido, distinguíaentre las «leyes del legislativo», es decir, aquellasaprobadas por unos legisladores popularmenteelegidos a tales efectos, y las «leyes de los abogados»,caracterizadas como «una masa de opiniones ydecisiones, muchas de ellas contradictorias, que lascortes y los abogados han instituido ellos mismos...».Cfr. S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., pp. 99 y100.

72. En lo que algunos autores, como A. Borón,han interpretado como una crítica anticipada a lasirracionalidades del desarrollo del Estado bajo suforma de Welfare State, Tocqueville sostenía: “quieroimaginar bajo qué rasgos nuevos el despotismo podríadarse a conocer en el mundo; veo una multitudinnumerable de hombres iguales y semejantes, quegiran sin cesar sobre sí mismos para procurarseplaceres ruines y vulgares, con los que llenan sualma [...] Sobre éstos se eleva un poder inmenso ytutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces yvigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular,advertido y benigno”. TOCQUEVILLE. La democraciaen América. Trad. de Dolores Sánchez de Aleu.México: Fondo de Cultura Económica, 1978. p. 633.

73. En un sentido, quizá, similar al utilizado porKant cuando hablaba de la ungesellige Geselligkeit(la insociable socialidad) del hombre: «El que suinclinación a vivir en sociedad sea inseparable deuna hostilidad que amenaza constantemente condisolver esa sociedad [...] El hombre tiene unatendencia a socializarse, porque en tal estado sientemás su condición de hombre al experimentar eldesarrollo de sus disposiciones naturales. Pero tam-bién tiene una fuerte inclinación a individualizarse[aislarse] porque encuentra en sí mismo la insociablecualidad de doblegar todo a su mero capricho». KANT.Ideas para una historia universal en clave cos-mopolita. Trad. de C. Roldán Panadero y R.Rodríguez Aramayo. Madrid: Tecnos, pp. 8 y 9.

74. Los derechos del hombre, Cit., p. 218: «Ningúnhombre es capaz de subvenir sus nece-sidades sinayuda de la sociedad; y esas necesidades, al actuarsobre cada individuo, lo impelen en conjunto haciala sociedad, tan normalmente como la gravedad atraehacia su centro».

75. Sobre la tensión entre el republicanismo dePaine y una economía de libre mercado, vide S.SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., p. 73.

76. De hecho, el proyecto de Constitución girondinaen el que Paine había trabajado junto a Condorcet,se abría con una Declaración de Derechos cuyo

pensador simplemente burgués; tampoco un pensadorsocialista. Por eso algunos estudiosos han preferidollamarlo “un burgués radical”». “Estudio Prelimi-nar”..., Cit., pp. XXXVI y ss.

62. Sobre la crítica de izquierda al pensamientode Paine, vide G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit., pp.133 y ss. También H. COLLINS. “Introduction»..., Cit.,pp. 43 y ss.

63. Vide “Justicia Agraria”. En El sentido comúny otros escritos, Cit., pp. 101 y ss.: «La vida delindio es una continua vacación, comparada con ladel pobre en Europa. La civilización, por con-siguiente, o lo que así se llama, ha operado de dosmaneras, para hacer a una parte de la sociedad másrica y a la otra más miserable de lo que habría sidoel futuro de las dos en el estado natural».

64. ADAM SMITH. An Inquiry into the Nature andCauses of the Wealth of Nations. New York: ModernLibrary, 1937, p. 11. Citado por STEPHEN HOLMES,en The Anatomy of Antiliberalism. Massachusetts:Harvard University Press, 1993, p. 4. Los propiosMarx y Engels pusieron de manifiesto los efectoscontradictorios de la aparición de la burguesía.Criticaron duramente la miseria generada por susurgimiento pero a la vez realizaron un elocuenteelogio de los progresos que su actuación supuso entérminos «civilizatorios». Más aún, defendieron laidea de que el socialismo sólo resultaría posible allídonde las relaciones de producción hubiesenalcanzado su pleno desarrollo y advirtieron contralas ilusiones del «socialismo reaccionario» esa«mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordodel porvenir», que no era sino una forma de «dar alascetismo cristiano un barniz socialista». ElManifiesto comunista. Trad. de W. Roces. Madrid:Ayuso, 1977, pp. 47 y 48.

65. G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit., p. 201, quienprecisamente denomina a este requisito exigido porPaine «principio de progreso».

66. Sobre esta relación entre Paine y Rawls haninsistido también R. SORIANO Y E. BOCARDO. Cfr.“Estudio Preliminar”..., Cit., p. XXXVIII.

67. Disertación sobre los primeros principios...,Cit., p. 86.

68. El sentido común, Cit., p. 5.69. Los derechos del hombre, Cit., p. 220.70. Para una crítica de las acusaciones de «indi-

vidualismo» dirigidas a Paine, Vide G. CLAEYS.Thomas Paine..., Cit., pp. 91 y 96 y ss.

71. Por ejemplo, en su ensayo To the Citizens ofPennsylvania on the Proposal for Calling a Con-vention, Paine criticaba fuertemente el clientelismo

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primer artículo reconocía como derechos funda-mentales: «la libertad, la igualdad, la seguridad, lapropiedad, la protección social y la resistencia a laopresión». El propio Condorcet, por su parte, predicócon vehemencia en favor de la educación pública,los derechos de la mujer o de los esclavos negros.Víctima también de la radicalización jacobina, fueotra de las grandes figuras trágicas de la Revolución.Para una buena selección de sus escritos, VideCONDORCET. Bosquejo de un cuadro histórico de losprogresos del espíritu humano y otros textos. Trad.de Francisco González Aramburo. México: Fondode Cultura Económica, 1997.

77. Los derechos del hombre, Cit., pp. 329 y ss.78. Ibid., pp. 336 y ss.79. Justicia agraria, Cit., p. 107.80. Justicia Agraria, Cit., p. 108. Explicaba Paine:

«Se propone que los pagos, como ya se ha estipulado,se abonen a toda persona, ya sea rica o pobre. Esmucho mejor hacerlo así a fin de evitar distincionesenvidiosas. También es justo que sea así porque setrata de una herencia natural, que, como un derecho,le corresponde a todo hombre por encima de lapropiedad que haya podido adquirir o heredar dequienes la poseyeron. Si tales personas no deseanaceptarla, pueden aportarla al fondo común».

81. Vide por ejemplo, PHILIPPE VAN PARIJS. Refonderla solidarité. Paris: Cerf, 1996, pp. 17 y ss. VanParijs reconoce explícitamente la herencia de Painey propone su concepción de los derechos socialescomo un camino para superar los límites de losmodelos de asistencia social clásicos, basados ensu opinión, en Bismark y Beveridge. Una adhesiónal ingreso incondicional desde el punto de vistajurídico, aunque sin referencias a Paine, puede verseen L. FERRAJOLI. “De los derechos del ciudadano alos derechos de la persona”. En Derechos y garantías.La ley del más débil. Trad. de P. Andrés Ibánez yA. Greppi. Madrid: Trotta, pp. 111 y ss.

82. Cfr. H. COLLINS. “Introduction”, pp. 25 y ss.83. Como explica J. F. MARTÍN SECO, «es evidente

que resulta más sencillo practicar una políticaredistributiva y aceptar determinados derechossociales cuando se está en una economía enexpansión, ya que el cambio puede realizarse deforma menos traumática: lo que se da a unos no esnecesario quitárselo a otros. Pero ello, no significaque la justicia y la equidad deban quedar postergadasal crecimiento económico. Muchas veces, cuandose esgrime que no existen recursos para manteneral Estado social, lo que en realidad se está afirmandoes que no es viable sin reducir el confort de las clases

económicamente privilegiadas». J. F. MARTÍN SECO.La farsa neoliberal. Refutación de los liberales quese creen libertarios. Madrid: Temas de Hoy, pp. 78y 79.

84. Los derechos del hombre, Cit., pp. 365 y ss:«Si los hombres se permitieran pensar, como debenhacerlo los seres racionales, nada podría parecerlesmás ridículo y absurdo [...] que el estar derrochandopara construir navíos, llenarlos de hombres yarrastrarlos por el océano con el fin de comprobarcuál de ellos puede hundir al otro más rápidamente.La paz, que no cuesta nada, puede sostenerse conmuchas más ventajas que las que reporta cualquiervictoria con todos sus gastos. Pero esto, aunqueresponde al mejor interés de las naciones, no lo haceal de los gobiernos cortesanos, cuya política habituales maniobrar para conseguir impuestos, cargos ydestinos».

85. En todos los casos, Paine sostiene una nociónde lujo lo suficientemente amplia como para que elimpuesto sea en realidad un impuesto a las rentasmedias y altas. Así, sostiene que «una gran finca esun lujo siempre y en cualquier país, y como tal debeestar sujeta a impuestos». Y unas líneas después:«Admitiendo que una suma anual, mil libras, porejemplo, es necesaria para mantener a una familia,consecuentemente la posesión del segundo millarconstituye un lujo, el tercero más aún, y si seguimos,llegaremos por fin a una cantidad que no será injustocalificar de lujo ilegítimo». Vide: Los derechos delhombre, Cit., p. 343.

86. Justicia Agraria, Cit., p. 108. Una vez más, lapropuesta de Paine puede considerarse moderadaen relación con algunas proposiciones igualitaristasulteriores. Sin embargo, constituye una posiciónfuertemente transformadora si se tiene en cuenta,como afirma Martín Seco, que una lógica genuina-mente liberal, dirigida a combatir el privilegio, «ten-dría que cuestionar el derecho de herencia en general,al menos para mitigarlo con un fuerte impuesto desucesiones, el impuesto más odiado por losneoliberales, y que en nuestras sociedades ha quedadocondenado a tener un simple carácter testimonial».Vide: La farsa neoliberal, Cit., p. 118. Más radicalaún resulta la posición de Paine si se la coteja conun contexto en el que el Ministro de Finanzas deuno de los países más avanzados del planeta se havisto forzado a dimitir por proponer un ínfimoimpuesto sobre los movimientos financieros.

87. Disertación sobre los primeros principios...,Cit., p. 90.

88. Ibid., p. 87.

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89. Ibid., p. 83.90. «¿Queréis dar al Estado consistencia? –se

preguntaba Rousseau en un párrafo que podría habersido perfectamente suscrito por Paine– Acercad losgrados extremos cuanto sea posible; no permitáisni gentes opulentas ni pordioseros. Estos dos estados,inseparables por naturaleza, son igualmente funestospara el bien común; del uno salen los fautores de latiranía, y del otro los tiranos; siempre es entre ellosentre quienes se hace el tráfico de la libertad pública,el uno la compra y el otro la vende». El contratosocial. Madrid: Alianza, 1980, pp. 292 y 293.

91. El sentido común, Cit., p. 3. «¡Vosotros queamáis la humanidad –arengaba luego– ¡Vosotros queos atrevéis a oponeros no solamente a la tiranía sinoal tirano, adelantaos! Cada rincón del viejo mundoestá saturado por la opresión. La libertad ha sidoperseguida alrededor del globo. Asia y Africa yahace tiempo que la han expulsado. Europa laconsidera como una extraña e Inglaterra ya la harepudiado. ¡Recibid al fugitivo y preparad a tiempoun asilo para la humanidad!» (p. 44).

92. Citado por S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit.,p. 105.

93. O. DUHAMEL. Histoire constitutionnelle de laFrance, Paris: Seuil, 1995. p. 23

94. H. COLLINS. “Introduction”..., Cit., p. 35.95. Ibidem, p. 22.96. Los derechos del hombre, Cit., p. 196.97. S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., pp. 36 y

37. Obsérvese cómo Paine es consciente de los efectoscontradictorios de la propiedad y del mercado. Porun lado, piensa que, en condiciones de extremaopulencia y concentración, pueden operar como unaagresión a los derechos de los demás. Por otro lado,sin embargo, comparte la idea, ya adelantada porMontesquieu, de que el doux commerce podía seruna alternativa benigna a las guerras de aniquilacióny, por lo tanto, un factor impulsor de tolerancia ypaz. «El comercio –escribió Montesquieu– cura losprejuicios destructores. Es casi una regla generalque allí donde hay costumbres apacibles existe el

comercio y que allí donde hay comercio hay cos-tumbres apacibles». El Espíritu de las Leyes, Cit.,Libro XX, cap. I, p. 221. Esta concepción liberal delsiglo XVIII, que veía en el comercio un valorinstrumental al servicio de la paz y la tolerancia,alternativo a las agresiones bélicas y a la mutuaeliminación, ha sido defendida en el ya citado librode STEPHEN HOLMES. The anatomy of the antili-beralism, pp. 216 y ss. Para una análisis crítico deesta posición, vide también el excelente libro deALBERT O. HIRSCHMAN. Las pasiones y los intereses.Argumentos políticos a favor del capitalismo previosa su triunfo. Trad. Joan Solé. Barcelona: Península,1999.

98. «¿Acaso –interpelaba a Burke– cuando loshombres se sienten abrumados por la opresión dela tiranía y amenazados con el proyecto de nuevasopresiones, cabe esperar la calma de la filosofía ola inercia de la insensibilidad?». Y unas páginasdespués: «El efecto de estos crueles espectáculos[por los gobiernos despóticos de Francia e Inglaterra]exhibidos ante las multitudes, es el de destruir lasensibilidad y excitar la venganza; y al basarse enla idea falsa de gobernar por el terror, en lugar dehacerlo por la razón, se convierten en precedentes».Los derechos del hombre, Cit., pp. 67, 68 y 69.

99. Esta idea de un pluralismo agonístico, opuestotanto a la simple disputa entre intereses liberal comoal enfrentamiento amigo-enemigo propugnado porSchmitt, ha sido expuesta recientemente por CHANTAL

MOUFFE. El retorno de lo político, Trad. MarcoAurelio Galmarini. Barcelona: Paidós, 1999, pp. 11y ss.

100. Vide sobre este punto, L. FERRAJOLI. Derechoy Razón. Trad. P. Andrés Ibáñez et. al., Madrid:Trotta, 1997, p. 810.

101. Disertación sobre los primeros..., Cit., p. 96.102. Cfr. S. SCANDELLARI. Il pensiero..., Cit., pp.

89 y 90.103. Citado por G. CLAEYS. Thomas Paine..., Cit.,

p. 22.104. E. HOBSBAWM. “Thomas Paine”..., Cit., p. 14.