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7/29/2019 Walter Benjamin-libro Delos Pasajes http://slidepdf.com/reader/full/walter-benjamin-libro-delos-pasajes 1/12 El Estado en busca del ciudadano. Un ensayo sobre el proceso político mexicano contemporáneo > LOReNzO MeYeR Sentimiento de culpa/ Relatos de la imaginación y la realidad  > iCeNTe LeÑeRO Libro de los pasajes > aLTeR BeNJaMiN Las puertas del reino > HÉCTOR TOLedaNO La pandilla cósmica > seRGiO ONzÁLez OdRÍGuez Tokio Blues > HaRuKi MuRaKaMi de cualquier exégesis que me saque de mi perplejidad y me despoje de la sensación pasajera, casi mística, de que he podido atravesar esa supercie de palabras sin que importe entenderla de principio a n, pues por una especie de marometa conceptual la incomprensión acaba por constituir la parte esencial de la claridad. Suena enredado, lo sé; como una de esas fatigosas dialécticas en que dar en el blanco signica, por lo general, ganar a cambio de perder. Sin embargo, no veo de qué forma aproximarse salvo con paradojas a una obra que tiende a utilizarlas de asidero y de muro de contención. Ante sus acertijos –algunos de cuyos desenlaces se desentrañan, parece ser, gracias a un complejo y exhaustivo chero bibliográco– 2 no me queda más que oponer mi propio desconocimiento: al igual que el gato de la infancia de Deniz en el poema autobiográco “Verano de 1942”, yo también sé no saber, y por ahora, ya terminado  Erdera, recalco e, 1. Comienzo con una confesión: he practicado el culto a la obra de Gerardo Deniz –es decir, la he leído al sesgo de la lectura misma– de modo resueltamente clandestino, al margen de sus numerosos adeptos y al margen incluso, reivindico esta ignorancia. Sólo así puedo calcular su dimensión, hacerle un hueco para que ocupe el espacio que le corresponde, siempre a contrapelo, con el recurso elegante y melancólico de una ironía corrosiva que disuelve a la duda misma, por ingenua, la pobre. De lo contrario, tendría que ngir que si anduve a ciegas por esas páginas fue porque decidí, traviesa y vanidosamente, por un barroquismo muy personalizado, no encender la luz. A estas alturas, tal falacia equivaldría, moralina aparte, a una forma de usur- pación. Aunque sea por pura inercia, preero entonces adoptar el punto de vista de aquel gato: entre la ataraxia y la incredulidad por instinto. 2. “¿Quién manda a nadie leer a GD?”, reclama Deniz. El campo está minado desde un inicio. Las advertencias contra las trampas de la poesía aparecen con tal constancia a lo largo de su obra que uno se pregunta si no serán como curarse en salud: “Tengo conciencia de no escribir poemas auténticos sino, a lo sumo, parodias vergonzosas del género arduo y sutil, exquisito y multiforme, conocido como poesía.” Supongamos que es cierto: “eso” que hace Deniz no es poesía verdadera, sino una serie de “textos” que aluden al género mediante negaciones y diatribas contra sus ritos habituales, Gerardo Deniz Erdera México, Fondo de Cultura Económica, 2005, 727 pp POESÍA La era de Erdera > Gerardo Deniz 76Letras Libres marzo 2006 Erdera > eRaRdO deNiz • Paul Groussac. Un estratega intelectual > pauLa BRuNO Cartas cruzadas > aRNaLdO ORFiLa OCTaViO paz 1 El volumen reúne poemas de toda la obra de Gerardo Deniz:  Adrede (Joaquín Mortiz, 1970, y Conaculta, Lec- turas Mexicanas, 1998); Gatuperio (FCe, Letras Mexicanas, 1978, y Conaculta, Lecturas Mexicanas, 1988);  Enroque (FCe, Letras Mexicanas, 1986);  Picos pardos (Vuelta, 1987); Grosso modo (FCe, Letras Mexicanas, 1988);  Mundonuevos (El Tucán de Virginia, 1991); Amor y oxidente (Vuelta, 1991); Op. cit. (uaM, Margen de poesía, 1992); Ton y son (Cona- culta, 1996);  Letritus (Taller Ditoria, 1996); ... (Taller Di- toria-Museo Amparo-Fundación Amparo 2000); Cubiertos de una piel (Taller Ditoria, 2002); Semifusas (Taller Ditoria, 2004), y Cuatronarices (Ediciones Sin Nombre, 2005). Según mis pesquisas, “erdera” signica “lengua distinta de la vasca (a menudo referida al castellano)…” 2 “Fichas, chas, la mejor manera de poseer el mundo –el auténtico, el propio– al alcance de la mano. El mundo en- tero, el planeta íntegro...” (Visitas guiadas,  36 poemas comen- tados por su autor , México, Gatuperio Ediciones, 2000. Las citas en prosa que utilizo a lo largo de mi nota provienen de este libro imprescindible.)

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• El Estado en busca del ciudadano.Un ensayo sobre el proceso político mexicano contemporáneo > LOReNzO MeYeR 

• Sentimiento de culpa/ Relatos de la imaginación y la realidad 

 >  V iCeNTe LeÑeRO

• Libro de los pasajes > W aLTeR BeNJaMiN

• Las puertas del reino > HÉCTOR TOLedaNO

• La pandilla cósmica > seRGiO G ONzÁLez R OdRÍGuez

• Tokio Blues > HaRuKi MuRaKaMi

de cualquier exégesis que me saquede mi perplejidad y me despoje de lasensación pasajera, casi mística, de quehe podido atravesar esa supercie depalabras sin que importe entenderla deprincipio a n, pues por una especie demarometa conceptual la incomprensiónacaba por constituir la parte esencialde la claridad. Suena enredado, lo sé;como una de esas fatigosas dialécticasen que dar en el blanco signica, porlo general, ganar a cambio de perder.Sin embargo, no veo de qué formaaproximarse salvo con paradojas a unaobra que tiende a utilizarlas de asideroy de muro de contención. Ante susacertijos –algunos de cuyos desenlacesse desentrañan, parece ser, graciasa un complejo y exhaustivo cherobibliográco–2 no me queda más queoponer mi propio desconocimiento: aligual que el gato de la infancia de Denizen el poema autobiográco “Verano de1942”, yo también sé no saber, y porahora, ya terminado  Erdera, recalco e,

1.Comienzo con una confesión:

he practicado el culto a la obra deGerardo Deniz –es decir, la he leídoal sesgo de la lectura misma– de modoresueltamente clandestino, al margende sus numerosos adeptos y al margen

incluso, reivindico esta ignorancia.Sólo así puedo calcular su dimensión,hacerle un hueco para que ocupe elespacio que le corresponde, siemprea contrapelo, con el recurso elegante y melancólico de una ironía corrosiva quedisuelve a la duda misma, por ingenua,la pobre. De lo contrario, tendría quengir que si anduve a ciegas por esaspáginas fue porque decidí, traviesa y vanidosamente, por un barroquismomuy personalizado, no encender la luz.A estas alturas, tal falacia equivaldría,moralina aparte, a una forma de usur-pación. Aunque sea por pura inercia,preero entonces adoptar el punto devista de aquel gato: entre la ataraxia y la incredulidad por instinto.

2.“¿Quién manda a nadie leer a GD?”,reclama Deniz. El campo está minadodesde un inicio. Las advertencias contralas trampas de la poesía aparecen contal constancia a lo largo de su obraque uno se pregunta si no serán comocurarse en salud: “Tengo concienciade no escribir poemas auténticossino, a lo sumo, parodias vergonzosasdel género arduo y sutil, exquisito y multiforme, conocido como poesía.”Supongamos que es cierto: “eso” quehace Deniz no es poesía verdadera,sino una serie de “textos” que aludenal género mediante negaciones y diatribas contra sus ritos habituales,

Gerardo DenizErdera 1 

México,Fondo de CulturaEconómica,2005, 727 pp

POESÍA

La era de Erdera

> Gerardo Deniz

76Letras Libres marzo 2006

•Erdera > G eRaRdO deNiz

• Paul Groussac. Un estratega intelectual > pauLa BRuNO

•Cartas cruzadas >aRNaLdO ORFiLa Y OCTaViO paz

1 El volumen reúne poemas de toda la obra de GerardoDeniz:  Adrede (Joaquín Mortiz, 1970, y Conaculta, Lec-turas Mexicanas, 1998); Gatuperio (FCe, Letras Mexicanas,1978, y Conaculta, Lecturas Mexicanas, 1988);  Enroque (FCe, Letras Mexicanas, 1986);  Picos pardos (Vuelta, 1987);Grosso modo (FCe, Letras Mexicanas, 1988);  Mundonuevos (El Tucán de Virginia, 1991); Amor y oxidente (Vuelta, 1991);Op. cit. (uaM, Margen de poesía, 1992); Ton y son (Cona-culta, 1996);  Letritus (Taller Ditoria, 1996); ... (Taller Di-toria-Museo Amparo-Fundación Amparo 2000); Cubiertos

de una piel (Taller Ditoria, 2002); Semifusas (Taller Ditoria,2004), y  Cuatronarices (Ediciones Sin Nombre, 2005).Según mis pesquisas, “erdera” signica “lengua distintade la vasca (a menudo referida al castellano)…”

2 “Fichas, chas, la mejor manera de poseer el mundo –elauténtico, el propio– al alcance de la mano. El mundo en-tero, el planeta íntegro...” (Visitas guiadas, 36 poemas comen-

tados por su autor , México, Gatuperio Ediciones, 2000. Lascitas en prosa que utilizo a lo largo de mi nota provienende este libro imprescindible.)

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su “neocursilería”.3 Entonces, por unrigor tan arbitrario como su condena,el espacio de excepción que abre elentrecomillado tendría que extenderse,

según las anotaciones de mi entusiasmosubjetivo (y nada medular), a variosotros “poetas” predilectos: Rimbaud,Laforgue, Apollinaire, Vallejo, Eliot y,en especial, Pound, que han escrito acontracorriente de los usos y costumbresde la poesía –por ejemplo, la militanciapor un régimen perenne, hermoso desencillez– y han intentado desechar loslastres de una sensibilidad literaria quedicta escenarios de manera automática,con lirismo y vocabulario ya incluidos.Deniz en “Ignorancia”: “Cómo será quea mis / tíos y tías los poetas / les ocurre loque relatan / y viven para contarlo.”

Tomarse en serio tiene, a la larga,consecuencias hasta estéticas; no hacerlotambién. Con las advertencias se deslizala impresión de que se está jugando apostergar la perfección. “Al n y al cabo–se disculpa Deniz en “Tolerancia”– mipoesía no aborda grandes asuntos.”Sobreviene entonces un diluvio depoemas, o “no-poemas”, incomparables(el adjetivo no podría ser más preciso) y un escollo, pues son tantas las cortapisasque imponen el ingenio, la sorna y elautoescarnio –erigidos, extrañamente,en autoridades– que el simple elogiose convierte en un problema teórico:cómo se admira una obra sin soltar lasriendas de la inteligencia en su versiónmás socarrona, que a ratos descalicaa la lectura misma, sobre todo suembeleso, y que transformaría ensarcasmo cualquier homenaje; cómo sevence la fe subrepticia del escéptico. Talvez tomándole el pelo con la maestríade sus argumentos: al pie de la letra;desmintiéndolo con el bulto milagrosode sus propias creaciones. Y yo, al menos,con una certidumbre a posteriori: en milectura de Erdera –cuyas 727 páginas fuidevorando con avidez, como la tramaintrigante de una historia en clave queno termina de contarse– me topé conatributos fundamentales, al borde de

la pasión, del poema siempre en jaque,del sentimiento trágico, incluso de lasbromas: “Por mi parte / puedo escribirbonito, pero no me nace… / En breve,

no me da la gana” (“Copertino”).Las categorías son de doble lo:

sentimentalmente intelectuales y viceversa, aunque resulte forzado; laslecciones son múltiples, pero hay queaprenderlas con un guiño al dispositivoque las anula, casi a escondidas delautor: si Deniz supiera que en labalanza nal su poesía cobra un pesocompleto tendría que reestructurar suvía negativa. Sin embargo, ¿para qué?Hay una suerte de noche oscura en suascenso hacia aquella coherencia tanbrutal que se asemeja al caos: la purarealidad. Simularla cuesta lo mismo queuna revelación; al menos el esfuerzoya representa una purga de esos cotosde luminosidad que sólo hablan desí mismos, poema tras poema. Denizpisotea las luces habituales, no porquesean falsas (él aceptaría, sospecho, lostrucos con alarde de trucos) sino porquepretenden ser verdaderas a pesar de losdatos que demuestran que, junto a losmeros hechos, su destello empieza alucir trillado, primitivo.

Lo excepcional, no obstante, es queuna poesía tan llena de informaciónse metamorfosee en misterio; que loempecinadamente concreto se torneesotérico. La densidad es tal que unopuede confundirla con una retahíla demetáforas culteranas; las más arduasserían, claro, las fórmulas químicasque una y otra vez, entre versos, sacande quicio al poema (por no hablar dellector incauto): aun el lirismo moderadotiene prejuicios contra tanta exactitud.El dilema, por lo demás, no se resuelve:difícilmente conoce uno lo que conoceDeniz. El mundo –“la materia vil ono”, como la calica él– está por todaspartes en Erdera. ¿Por qué entonces dala impresión de ser recóndito, oscuro,íntimo? Como si fuera carne de otropoema. La respuesta es una dolorosaperogrullada: uno (o más bien, yo)nunca sabrá lo suciente para descifrarlos códigos. En consecuencia, el poderde los poemas se multiplica. “Vámonos

a equivocar de otras maneras”, sugiereDeniz en “Cultura”. Desentrañar lahermenéutica deniziana requeriríade reglas diferentes: por ejemplo,

averiguar por qué se fueron ocultandolas evidencias.

Pero no bastaría con eso: cualquierdenición o dilucidación de Denizse opone, casi por naturaleza, a lasiguiente.4  La lectura de  Erdera lodemuestra: hay de todo, incluyendo unorigen simbolista. El riesgo es caer enla hipérbole. Aun así lo corro: podríaasegurar que este volumen de poemaslúcidos, juguetones, conmovedores,eruditos, lexicológicos, amorosos,sexuales, procaces, “animaleros”, com-plejos, brillantes, chistosos, tristes,aleccionadores, cala tan hondo queconstituye un auténtico parteaguas: unantes y un después. Leerlo, releerlo,estropea el instructivo complaciente quenos permite hollar los mismos surcos,como si nada.

Déjalosperder la peluca, vilanos, en una

nube de simientes insignicantesy bonitas para mollejas crédulas;

qué es la experiencia, si nomaneras de conllevar la policía,

de hacer el té (la música,el arte –dijo el maestro Hilarión

Eslava– de combinar los sonidoscon el tiempo);

pero la red no puede al agua: loque suben los tornos con cautela

huele a pescado, hermano; seráliteratura. La lluvia, mientrastanto,

crepitación en hojas frescas antelas puertas del mundo,

anegando el asiento cálido aún dela hermosura

cuando esa vez, aquel apego, estosdestiempos, tendidos boca arriba,

ponen los ojos en blanco y sienten enel ombligo una pululación contenta

–es lluvia. ~[fragmento de “Épodo”]

- Tedi López MiLLs

3 Término de amplio espectro; Deniz lo emplea reitera-damente. Si comprendo bien, todo menos los gatos y elsentido común es susceptible de neocursilería.

4 “Ojo al parche –escribe Deniz–: no estoy dispuesto aque me tilden de papanatas antipoético. Yo también hagometáforas resplandecientes cuando me da la gana.”

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78Letras Libres marzo 2006

LibrOs

ENSAYO

El ancestro

Paula BrunoPaul Groussac. Un estratega intelectual Buenos Aires,Fondo de CulturaEconómica,2005, 259 pp.

Si la posteridad suele sercaprichosa y escritores famosísimos hanvisto su buen nombre arrastrado porel paso del tiempo, hay otros autorescondenados a penar eternamente enel purgatorio de los ancestros, comoocurre en el notable caso de PaulGroussac (Tolosa, Francia, 1848-BuenosAires, 1929). Ésta es la historia de uncultivado aventurero francés que en1866 desembarca en la Argentina y en esa tierra, que él juzga yerma,inventa o crea buena parte de laliteratura argentina, escribiendo, enun español que aspira a ser canónico,una bibliografía que abarca no sólola poesía, el cuento y la novela sino eltratado histórico, la crónica de viaje y labiografía de los prohombres de su nuevopaís, con el cual mantendrá una relaciónoscilante entre los celos amantísimos y la atribulada responsabilidad del padrede familia. Dada la hora de la extincióndel patriarca, los escritores argentinosempiezan a preguntarse si Groussac“durará”, es decir, que si la anomalíaun tanto extemporánea implícita enese fundador será sancionada porla fama póstuma. Entre los jóvenesescritores convocados a sincerarse enla cabecera del nado, aparece, a sustreinta años, Jorge Luis Borges, quien,antes que resolver el caso de Groussac,lo eleva a la categoría de misterio: desdeentonces todo gran escritor inventa asus ancestros.

Borges, sin garantizarle la posteri-

historiador, erudito, editor y crítico. Noes tarea menor gurar entre esa clase depioneros y de alguna forma Groussaces el Dr. Livingstone de la literatura

argentina.“El francés”, como lo llamaban

sus contemporáneos, fue ese hombrerepresentativo de la mutación, en elúltimo cuarto del siglo xix, entre la épicacainita cantada por Domingo FaustinoSarmiento y aquella otra, más europeaque Europa, que podría llamarse, conalguna exageración, “la Argentina deGroussac”. Es difícil discernir si fue elcosmopolitismo latente de la culturaargentina lo que permitió la insercióndel francés o si esa disposición se debióal influjo de Groussac. Tiempo después,convidado a la oración fúnebre, AlfonsoReyes recortó, en la gura de Groussac,la figura ejemplar para definir lasegunda naturaleza de tantos escritoreslatinoamericanos: el desarraigo, ese“descastamiento [que] es como unacaída, hijo ciego de la gravedad. Laconciliación de ambientes, el equilibriosuperior que asciende desde la pequeñaverdad de campanario hasta la verdaduniversal…” (Reyes, Obras completas, iV )

En el año de 1885, el de la muerte deVictor Hugo, Groussac se hace cargo dela dirección de la Biblioteca Nacionaly desde allí ejercerá, durante 44 años,como el conservador de la tradiciónliteraria rmemente establecida contralos entusiasmos que, provocados por lasnovedades del siglo, él juzga perniciosos.Nadie tenía mayor autoridad queGroussac para llamar a capítulo a RubénDarío contra la imitación servil deFrancia y prevenirlo, en particular, desu apetito por la fruta emponzoñada deVerlaine. Las curaciones que Groussacpropone para la lengua española,parapetado tras el estandarte de Sainte-Beuve y de la Revue Des Deux Mondes,acaban por concordar con los resultadosde la revolución modernista. No sinampararse previamente como críticodel aniquilosamiento y la rigidez desu lengua adoptiva, tocó a Groussacdefender la integridad del castellano(y pasar por casticista) contra aquellacomezón provocada por “el idioma de

dad a Groussac, al menos pospone lallegada al olvido de su maestro y loconvierte en metáfora de su propiodestino: uno y otro, ciegos, llegarán a

ser directores de la Biblioteca Nacionalen la calle México. Y por si faltase,entre las diez mil interpretacionesposibles de “Pierre Menard, autordel Quijote” al menos hay una, fa-mosamente divulgada por RicardoPiglia, que arma que Pierre Menardes un trasunto humorístico de PaulGroussac, autor de Une énigme littéraire. Le Don Quichotte d’Avellaneda (1903), librocuya falsa erudición no resistió la severacensura de don Marcelino MenéndezPelayo. A estas alturas Groussac, talcual aparece desde  Discusión (1932),bien podría ser un personaje de laobra de su discípulo: de hecho, en laúltima biografía de Borges, la rmadapor Edwin Williamson, no aparece enel índice onomástico el nombre delancestro franco-argentino.

¿Quién fue entonces Groussac? Lamonografía que Paula Bruno le dedicaabre varias puertas. La más transitablesería aquella que presenta a Groussac,el escritor latino-americano en laexacta acepción de la palabra, comoun hombre sufridamente enamoradode su hermosa creación, el Pigmaliónde la cultura argentina. De habersequedado en París, Groussac habría sidoapenas uno más de los cagatintas, mitadperiodistas literarios y mitad poetas,cuyos retratos trazó Guy de Maupassant.Una y otra vez, leemos en Paul Groussac.Un estratega intelectual , el francés intentórepartir equitativamente su lealtadentre sus dos patrias pero la frivolidadde París, esa eterna estación mundana,lo desengañaba, pues había ligado susuerte a lo incompleto, al destino porcumplirse de un mundo austral cuyabarbarie excitaba a los civilizadores.

Sin dejar de ser un literato desegundo orden, Groussac apostó ala ecacia de su olfato político y a lanobleza de sus empeños pedagógicos,atributos que le permitieron –enBuenos Aires y en Tucumán, provinciade la que se apaisanó– disfrutar de unagloria legítima como bibliotecario,

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los argentinos”.La severidad casi homicida con

la que despachaba de la BibliotecaNacional a los imberbes principiantes

que lo atosigaban con poemitas y novelones y la arrogante superioridadde europeo utilizada para criticar a lasguras criollas, hicieron de Groussacuna buena vara para templar el carácterliterario de los argentinos. Tras lasdifundidas frases lapidarias dirigidascontra Sarmiento (“la mitad de ungenio”) o contra Ricardo Rojas, poruna Historia de la literatura argentina quefue la “copiosa historia de lo que nuncaexistió”, el francés, como todos losverdaderos críticos literarios, al hacersetemer, lograba ser amado. Y cuandole llegó el turno a los modernistas y señaladamente a Leopoldo Lugonesde perderle el miedo a Groussac y degradarlo, es notorio que les temblóla mano por temor a la ingratitud y que dejaron al ancestro a la merced delos nietastros. Si algo se ha leído deGroussac, ya sea su amena biografía de Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires (1906) o la Crítica literaria (1923), dondeaparecen sus instructivos ensayos sobreel romanticismo francés o sobre elQuijote, uno justiprecia la admiraciónde Borges, cuya obra, tomando comoprecedente genealógico al francés,parece menos accidental y más propiadel cumplimiento de un programa.

 Paul Groussac. Un estratega intelectual ,de Paola Bruno, es una introducciónecaz y no tiene otro defecto notorio quepadecer de la ación de los académicospor las tesis preconcebidas en algúnceloso marco teórico: al nal no se sabecuál fue la “estrategia intelectual” deGroussac pero, por fortuna, no importasaberlo. Lo deseable será que, a la horade hacer la historia de la  aloglosia –ladecisión de un escritor de adoptar y apropiarse de una lengua distinta a lamaterna, según nos explica Bruno–, seguarde un sitio para Paul Groussac,espíritu cuya relativa modestia no leimpediría hacerle buena compañíay sabrosa conversación a Beckett y aNabokov. ~- CHRisTOpHeR dOMÍNGuez MiCHaeL

CORRESPONDENCIA

Crucero provechoso

 Arnaldo Orfilay Octavio PazCartas cruzadas México, SigloXXI, 2005.267 pp.

La correspondencia cruzadapor un lustro (1965-1970) entreArnaldo Orla y Octavio Paz es unrico testimonio que puede leersecomo instantánea de la época, registroeditorial, lluvia de ideas o literaturade combate. Para cuando se inicia elepistolario, Paz es quizás el escritormexicano más acreditado y activointernacionalmente y, aunque vivefuera del país, mantiene presencia en eldebate cultural doméstico. Orla, porsu parte, es un editor reconocido quedirige el Fondo de Cultura Económicay que, dentro de las posibilidades deuna empresa estatal, intenta promoveruna actividad crítica y moderna.Aunque pertenecen a promocionesanteriores (Orfila nació en 1897 y Paz en 1914), los dos simpatizan y tienen ascendiente en las nuevasgeneraciones que, a la sazón, aspirana romper atavismos y modernizar lacultura mexicana. En el lapso de estacorrespondencia, suceden cambiosdecisivos para sus protagonistas: en1965 Orla es despedido del Fondopor la publicación de un libro no gra-to para el régimen; mientras que, en1968, Paz renuncia a la embajada enla India en protesta por la represiónal movimiento estudiantil. Tras susrespectivas rupturas con el gobierno,ambos enfrentan un clima adverso:Orla, con la solidaridad de muchos,funda de inmediato la nueva editorialSiglo xxi, aunque, como lo denota la

correspondencia, suele ser amagado porsu condición de extranjero; mientrasque Paz, quien permanece fuera delpaís, es sujeto a un infructuoso y casi

cómico asedio por parte del gobierno.La difusión del epistolario adquie-

re mayor relevancia a la luz de estascircunstancias, pues aborda ante todolas peripecias editoriales de tres librospublicados por Siglo xxi,  Poesía enmovimiento (1966), Corriente alterna (1967)y  Posdata (1970), con los que Paz armasu influencia en la forja del canon dela poesía mexicana; se aanza comolector y portavoz de la modernidadestética y consolida su papel comocrítico de la vida pública. Aunquela correspondencia se restringe casiexclusivamente a asuntos profesionales,tiene una viveza surgida no tanto de lacercanía personal, como de los temasque se dirimen, particularmente eldebate en torno a Poesía en movimiento.Efectivamente, siendo todavía Orladirector del Fondo, se proyecta la ideade hacer una antología de la poesíamexicana, que se mantiene en Sigloxxi. Paz, tras ciertas dudas en aceptar,propone una deliberación colectiva(dos poetas maduros y dos jóvenes) y forma equipo con José Emilio Pacheco,Alí Chumacero y Homero Aridjis.La elaboración genera dicultadespoéticas, políticas y logísticas: Pazquiere hacer una especie de exigentemaniesto de la modernidad de la poesíamexicana, destacando sus aspectos deaventura y experimentación, Pachecoy Chumacero se inclinan por unaselección más amplia y tradicionalista,ncada en el decoro formal. Las dis-cusiones, agravadas por la lejanía y lasdifíciles comunicaciones, se vuelventensas; en algún momento Paz amenazacon retirarse, Pacheco y Chumacerotambién, Aridjis medio desaparece. Alnal, aunque la selección se parece másal proyecto de Paz, todos ceden un poco,la antología sale a la luz y, pese a queno parece satisfacer cabalmente a susautores, implica un giro signicativo,desgraciadamente todavía no superado,en la forma de leer y codicar la tradiciónpoética mexicana.

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80Letras Libres marzo 2006

LibrOs

Tras la conflictiva antología, larelación epistolar recupera el ritmorelajado y registra la realización denuevos proyectos. Por un lado, la

publicación en 1967 de Corriente alterna que, en sus ensayos misceláneos,muestra la atención omnívora de Paza la gestación de nuevos movimientosestéticos y sociales y que, en muchossentidos, resultan premonitorios delpapel que tendrán los jóvenes en el68. Por otro lado, los avatares (esbozoseditoriales, búsqueda de patrocinios)para el proyecto irrealizado en eseentonces de una revista de crítica y cultura (en la que se adivinan las futuras Plural y Vuelta), que encabezaría Paz y queaspiraba a ser un referente internacionaldel debate. Finalmente, tras el traumadel 68, la publicación en 1970 de Posdata,en donde Paz ofrece su interpretacióndel movimiento estudiantil y las raícesde la violencia. Las cartas muestran dosperles que se complementan: el escritorhiperactivo, curioso y perfeccionista, y el editor abierto, probo y valiente. Aundetrás de la estima pueden adivinarsediscrepancias, aunque triunfa la urba-nidad y el ánimo de ensanchar lasgeografías literarias y cultivar una zonafranca de la inteligencia.

Pese a que el tono de las cartas esdirecto y ameno, poco encontraránquienes se acercan a los epistolariosúnicamente para buscar el amarillismoo para lograr una intimidad pronta y sin esfuerzo con los escritores. Paraun autor como Paz, consciente de susitio en la historia cultural, el comercioepistolar no era un simple instrumentopara la confesión o el desahogo, sinouna prolongación de su personalidadpública y un laboratorio de ideas. Poreso, si bien en estas Cartas cruzadas hay apreciaciones picantes, juicios frontalesy abundante material para amenizar lastertulias (y muy hipócrita o desabridolector será quien no aprecie esa faceta),hay sobre todo ideas y muestras delcarácter, los proyectos y las inquietudesde dos interlocutores eminentes en unaépoca de convicciones y valores, quehoy se mira con inevitable nostalgia. ~

- aRMaNdO G ONzÁLez TORRes

POLÍTICA

Por un país de ciudadanos

Lorenzo MeyerEl Estado en busca del ciudadano. Un ensayo sobre el proceso polí- tico mexicano contemporáneo México, EditorialOcéano, 2005,199 pp.

Ni qué dudar que la incer-tidumbre es el signo más evidente enla actual coyuntura política mexicana,con miras a la consolidación de suendeble sistema democrático. A laposibilidad de una profundización enlos cambios institucionales que den piea la existencia de una ciudadanía plena,se oponen los vientos del retorno a unnisecular sistema antidemocrático y retrógrado. En el centro de la batallaque libran, de cara a la elecciónpresidencial de 2006, las posicionesde centro-derecha y centro-izquierdaque en su conjunto representan los tresmás grandes partidos políticos en elpaís, ningún otro tema signica tanostensiblemente el carácter que habráde adoptar la incipiente democraciamexicana como el del papel del ciu-dadano en la construcción de un nuevoorden institucional y político.

Entender el papel de la ciudadaníapolítica frente al Estado, a la luz de lastransformaciones que éste experimentódesde nales del siglo xix y a todo lolargo del siglo xx, ha sido en AméricaLatina una constante que encuentra enel rompimiento con el orden colonial losorígenes de una noción tan esencial comopolémica en el decurso de su historia.Lorenzo Meyer no parece preocuparseen  El Estado en busca del ciudadano, sumás reciente libro, por la polaridad queexiste entre el republicanismo clásico–y su concepción del ciudadano que

 justifica su pertenencia en cuanto

colabora con el espíritu del bienestarcomunitario– y la postural liberal –elindividuo como medida irreductible delos acontecimientos sociales– a la hora

de elaborar una lectura del momentoactual que vive la frágil democraciamexicana. Para Meyer se trata deentender que en México hace faltaconstruir, bajo esa difusa noción de laSociedad Civil que abordaron desdeLocke hasta Tocqueville, pasandopor Montesquieu y Rousseau, un“espacio para que esos átomos que sonlos individuos desarraigados de susviejas estructuras comunales puedanencontrar nuevas formas de unión,comunidades de interés a las cualesasirse para no naufragar en el mar dela anomia.”

Sin ser una obra que aborde ensu totalidad el amplísimo espectro deuna ciudadanía que supera por muchoel ámbito de lo electoral, si bien  El  Estado... es un libro que no indagaexhaustivamente sobre la naturalezade las exclusiones sociales en México–la no incorporación de las opinionesprovenientes de sectores socialesmarginados, de las mujeres en cuantodependientes, de los analfabetas y losindígenas– y tampoco se aproximacon detenimiento a las formas derepresentación política no basadasen prácticas electorales o partidistas,la obra en su conjunto es un recuentocertero de la real politik mexicana en losaños que han precedido y sucedidoa la alternancia presidencial en elpaís. El acercamiento de Meyer a lasimplicaciones de la representatividadciudadana en el actual proceso políticomexicano es, en ese sentido, si noun análisis puntual de la complejaconguración que ha adquirido en lasúltimas décadas la participación deamplias capas de la estructura social,sí una afortunada visión crítica delos límites a la universalización de laciudadanía en un escenario políticoincierto.

El riesgo de una “semidemocracia”mexicana –arma Meyer– es eviden-te ante la existencia de una franjaconsiderable de la población nacional

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que es aún aquiescente con lainmovilidad política; es probable debi-do a la conformación de esas verdaderasoligarquías en que han llegado a

convertirse los partidos políticos, y noes del todo lejano como consecuenciade un gobierno foxista que no ha sabidohallar la forma de arrinconar de una vezpor todas las posibilidades del retornoinmediato del pRi, con todo y su boatoantidemocrático, a la Presidencia dela República. El ejercicio de análisispolítico que en la obra se despliega entorno a la práctica de una democraciaconstituida –lo que puede entendersecomo tal, conforme a la concepciónque de ella se adopte– es, en suma y de manera compacta, una historiapara México de los obstáculos a laparticipación cívica, de los cacicazgos,de los sufragantes coaccionados, de lacompra de votos y de los fraudes en lalarga tradición autoritaria surgida en elperíodo posrevolucionario y muy lejosde ser concluida con la alternanciapolítica del año 2000.

De cara al futuro inmediato, esclaro que esa construcción del ediciodemocrático al que es deseable llegar demanera impostergable en el país suponela consolidación de mecanismos demovilización, de pedagogía ciudadanay de formación de la opinión pública;supone el respeto al principio de autono-míaque subyace en todo sistema políticoen el que los poderes coercitivos sonreducidos a su mínima expresión eimplica, también, la delimitación delas “fronteras de la libertad” por lasque es posible concebir con precisiónla clase de Estado democrático al cualse aspira.

Si en medio de esa incertidumbreposmoderna a la que alude Meyercomo el signo más notable del actualmomento histórico que viven casitodas las democracias del mundo, enMéxico se arriba a ese “imperio de laley” en el que la balanza del Estadose incline hacia los ciudadanos,habrá empezado a abordarse lo quela tradición democrática liberal no haplanteado sucientemente: la necesariaconciliación entre las exigencias de

una sociedad dispuesta al cambio y lasinstituciones estatales que se escudanen un inconcebible poder discrecional.Si mucho de ello ocurre a partir de

las elecciones de 2006 los mexicanoshabremos avistado con probabilidadalgún camino cierto hacia un ordengenuinamente democrático; si muchode ello se concreta, los ciudadanoshabremos empezado a salir al encuentrode ese Estado que, por mucho tiempo,hemos buscado. ~

- FRaNCisCO paYRó

CUENTO

 Vicente Leñero:la vida es misterioVicente LeñeroSentimiento de culpa/ Relatos de la imagina- ción y la realidad México, Plazay Janés, 2005,168 pp.

Al leer los textos de VicenteLeñero puede uno llegar a pensar en lavida como en una partida de ajedrez.Es tan ardua, apasionante, abierta y cerrada e intrincada como la disputasilenciosa de las blancas y las negras.Exige disciplina y a la vez imaginación:en la vida hay que ser escrupulosos en elempleo de cada método y en la ocasiónpropicia ser audaces, apostar por lasorpresa, descontrolar al otro sin perderni entusiasmo ni razón. La vida es unmisterio, como se lee en las páginas deeste libro, porque no sabemos cómoactuarán los demás, a qué caminosnos llevarán, qué nueva forma de laimprovisación nos forzarán a inventar.Es muy probable que no haya en nuestromedio un escritor que sepa disparar contanta precisión y limpieza el elementosorpresivo en sus relatos como lo haceVicente Leñero.

El autor ha reunido aquí textosde naturaleza diversa. “El día en queCarlos Salinas”, por ejemplo, se atienepuramente a los hechos, los cuales,

dispuestos tal como se sucedieron, sonbastantes para registrar las distanciasque median entre el poderoso y elmortal periodista y escritor. Digo“distancias” porque se trata de dosmedidas, según se vea: la del político queno puede concebir la independenciacrítica del otro, en este caso de JulioScherer y de Vicente Leñero, a quiennecesariamente mira desde arriba y conel creciente deseo de no mirarlo más; y la del periodista, alejado por naturalezadel caravaneo, el guaruraje, la lujosa y maloliente atmósfera que rodea a loscandidatos presidenciales, e interesadosólo en revisar los dichos y dar cuenta delos actos que pueden verse detrás de latenebra. “La ciudad en el centro” es talvez el texto en que con más nitidez puedehallarse al gran cronista de poderosoaliento que ha sido el autor desde suscomienzos. Se trata de páginas escritascon mantenido asombro y renovadacerteza en la tenaz, a veces milagrosavitalidad de la gran urbe, energía quenace y se multiplica quién sabe por quéy cómo en y desde el Zócalo, en susmercados, en los barrios adyacentesdonde los sueños se concentran enlos golpes enguantados a la pera enlos gimnasios, en los atavíos coloridosde pobladores ajenos a las búsquedasestéticas, en las viviendas coronadasde antenas, en el juego perpetuo delas sombras. En esta crónica VicenteLeñero ha conseguido casar el ritmode lo que su mirada percibe con el desu propia escritura. El resultado es másque afortunado.

La vida como partida de ajedrez. En“Sentimiento de culpa”, el relato abridor(para emplear un término beisbolero),una mujer que es escritora de buenéxito, madre presumiblemente solteray además guapa tiene que entregar yaun dictamen, negativo según todo loindica, a don Joaquín Díez-Canedo,inventor y dueño de la ilustre años haeditorial Joaquín Mortiz. Un alud decompromisos obliga a la dictaminadora

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ellos, Leñero (desde luego, para volvermás real el relato), va larvándose elsentimiento de la venganza. Arreolarechaza la invitación a enfrentar a

don Camilo (el implacable jugador)en nombre de la pureza ajedrecística:nada de apuestas. Eduardo Lizalde leentra al toro, sólo para salir bajo unacojiniza. Entonces a Leñero se le ocurreapelar a un gran jugador (que viéndolobien no tenía por qué contarse entrelos escritores) y da con el campeónmexicano. El desenlace del relato esun jaque mate fulminante.

Hay homenajes también en elconjunto. En “Flashbacks” el autorrecuerda a su padre, cálidamente y denuevo delante de los tableros. “Un tal

 Juan Rulfo” muestra al insuperableescritor mexicano en su centro que-bradizo, frágil, como si Rulfo se sintieramucho mejor, a salvo, entre sus recuerdos,sus seres amados y sus fantasmas, queen el inexplicable mundo del poder,sobre todo cuando percibe amenazascastrenses. Entre toda esta diversidad detonos y asuntos, descuella un texto quese deshace de la realidad para apegarsea la tradición literaria: “Dónde pusemis lentes”, un cuento divertido, muy bien armado y que a no pocos los haráextrañar al personaje que busca sus gafassin cesar. Destaco por último una notade aparición frecuente entre la nísimaingeniería de las obras de VicenteLeñero: la disposición, cumplida sinfalta felizmente, a la ternura, el registrode la soledad imbatible. Aparece ésta delmodo más ecaz (por vivo, por sincero)en “La ciudad en el centro”, encarnadaen la linda muchacha descubierta en laparte nal; se despliega sin la mínimaestridencia en la historia sorpresiva de“Stanley Ryan”, un viejo extranjero quese la pasa pidiendo ayuda hasta queencuentra la salvación gracias al castigo;está de nuevo en “No es falta de cariño”,un caso donde se pierde lo más valioso(la simplicidad de la vida, la libertaden n) en nombre de la convención,y en “Toque de sacricio”, cuento debeisbolistas en el que cada movimientode las piezas va llevando a los personajesa una situación límite, más allá de la

hermandad y del diamante. “Leyendoa Graham Greene” es un homenaje a lalectura como fuente de creación y uncanto al cariño fraterno maniesto entre

los terrores infantiles. ~- JuaN JOsÉ R eYes 

FILOSOFÍA

Los pasajes o el laberintode la vida cotidiana

“El fragmento es el materialmás noble de la creación barroca”,advirtió Walter Benjamin en el Origendel drama barroco alemán. Interpolar lominúsculo para que “los pequeñosparticulares momentos” descubran“el acontecimiento histórico total” fuela divisa con la que intentó hallar losorígenes del presente.

Imaginado primero como elproyecto de un texto que compartiríacon su amigo Franz Hessel, luegocomo idea central de un ensayo jamásescrito – Pasajes de París. Un cuento dehadas dialéctico– y más tarde comocontinuación de Calle de un solo sentido, ellibro de Los pasajes ( Das passagen - Werk),la insólita empresa intelectual, nuncaredactada, con la que Walter Benjaminpretendía trazar las coordenadas paracrear una filosofía material de lahistoria del siglo xix es quizá la obramás ambiciosa y audaz que acuñarapensador alguno en torno a la críticade la modernidad. Durante trece años,comprendidos entre 1927 y 1940 (añode su suicidio en Port Bou, a la sombrade la persecución nacionalsocialista),Benjamin acumuló los materiales

a aplazar hasta lo imposible el n delencargo. El día señalado, sin embargo,da al editor las cuartillas necesarias,luego de una lectura parcial y apresurada

del manuscrito. Un dictamen perfecto:todos los defectos que don Joaquínsabía que abundaban en la obra fueronseñalados puntualmente. El autordel original recibe la negativa contristeza pero sólo para sorprender ala escritora, a la que caza en un actopúblico para decirle que está felizporque Díez-Canedo le ha dicho quepublicará su libro. Aquí aparece lapartida perfecta: no hay duda de quealguien está mintiendo: o el novato oel editor. La dictaminadora entoncescae en cuenta de que ella misma noha dejado de hacerlo: el dictamen dicecosas ciertas pero deja de decir otras. Enel relato Leñero ha lanzado al mismotablero datos ciertos, indudables (lacaracterización del siempre caballerodon Joaquín, el trabajo de su sobrinoBernardo Giner en la editorial, inclusiveel cuadro de Vicente Rojo situado enlas ocinas de la colonia Roma) juntoa otros meramente posibles. Que lahistoria sea cierta o no, no importa grancosa; es probable que sí y hay muchopara pensar que no. Lo indudable esque el autor ha jugado sus piezas demanera maestra para que la razón y laimaginación del lector organicen supropia partida.

Algo semejante ocurre en “Piezatocada”, la historia de un misteriosoajedrecista que habría reinado en unamesa del café de la librería El Ágora dela ciudad de México de los setenta. AquíLeñero lleva su juego de imbricacioneshasta los extremos: presenta a unajedrecista avezadísimo del que sólo

 Juan Rulfo, su interlocutor en aquellalibrería, conocería una parte de supasado: su intervención en episodioscruentos de la revolución cubana, sucercanía al Che Guevara, los motivosde su salida de la isla. Sigiloso en losprimeros movimientos, el personajees implacable, voraz y soez ante susadversarios humillados. Cada partidaa cincuenta pesos. Uno tras otro deslanlos derrotados, mientras en uno de

 Walter BenjaminLibro de los pasajes Edición de RolfTiedemannTraductores:

Herrera Baquero,Isidro FernándezCastañeda,Luis Guerrero,FernandoMadrid, Akal,2005, 1,104 pp.,(Col. "VíaLáctea").

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inéditos, también era una continuaciónde las metrópolis fundacionales delpasado. Las ciudades levantadas porlos modernos son también “topografías

míticas” movidas simultáneamente porla fascinación y el desencanto, máquinasque seducen con interminablespromesas frecuentemente incumplidas.Los territorios citadinos están unidospor un hilo civilizatorio que se proyectaen el tiempo, pero se distinguen enla sociedad burguesa por su estadosiempre provisional. Allí se encuentranlos tinglados de tránsito y realizacióndonde se entrecruzan amos y esclavos,formando con su vida la peripeciacotidiana que da contenido y dimensióna la existencia común, dejando a su pasouna profusa constelación de signos casisiempre imperceptibles para quien seencuentra inmerso en ellos.

Dentro del horizonte geográco ehistórico del París de la segunda mitaddel xix, Benjamin se propuso una delas mayores aventuras intelectuales dela modernidad: reconocer el ediciode la sociedad burguesa mediante cadauna de las partículas con que estabaconstruido. Toda sutileza, la máspequeña expresión de vida, se había desustraer de la abstracción para aspirara una construcción teórica conscientey coherente. En ese despliegueanalítico se encontraba el núcleo de lacivilización y su base material, así comola posibilidad de fundamentar –unavez reconstruida conscientemente esamaterialidad– la verdadera crítica deuna época. Se trata de una arqueologíaatípica que prescinde de la ruina, ose anticipa a ella, para entender y pregurar su desmoronamiento.

Los pasajes comerciales de la ciudadson el escaparate metafórico de un tiempoy una contundente señal de la apoteosisde una casta social y su ideología. Eneste universo dominado por la moda, elprotagonismo de la masa, el espectáculode la calle, la prensa, el surgimiento delas grandes vías de comunicación, eltedio (aspecto que Baudelaire convirtióen un tema central), el coleccionismo, laprostitución, el teatro de revista y la feciega en el futuro, no hay sino un enorme

de lo que más tarde sería un enormerompecabezas, objeto de infinitasespeculaciones, un mapa inconclusode los fenómenos sociales del mundo

moderno sobre el que Rolff Tiedemann,editor de la publicación, jó “algunasde las experiencias que se le impusieronen el curso de un trabajo de variosaños [...] con la esperanza de ayudar allector orientándole sumariamente enel laberinto que seguro le parecerá estelibro”.

Apuntes, notas referenciales, citas,comentarios diseminados escritos enpapeles de diferente tipo y formato,incluyendo algunas páginas de periódi-co, constituyen el bagaje documental deun proyecto cuyos registros oscilabanentre las ensoñaciones arquitectónicasde Haussmann y la publicidad, entre lagura del âneur y todo tipo de rarezasque formaban parte de un entramadoprácticamente invisible para quieneshasta entonces habían analizado eseuniverso social, Marx incluido (“No setrata de exponer la génesis económicade la cultura, sino la expresión dela economía en la cultura”). En eseterritorio encuentra Benjamin lossoportes elementales que deberíanprovocar “el despertar de un sueño”,el sueño hechizado del capitalismo,encarnado en la parafernalia seductoray voraz de la vida parisina, en asuntostan disímiles en apariencia comoproyectos urbanísticos, muebles,poemas, novelas, folletos, fachadas y,de forma decisiva, en la presencia de lacalle como consumación de una nuevay gigantesca escenografía.

La edición de  Los pasajes, por vezprimera en lengua castellana, no esun mero compendio de “brillantesaforismos e inquietantes fragmentos”,sino una extraordinaria red de pistas y testimonios que, no obstante su tramainacabada, revelan la clara aspiración porrenovar los instrumentos y los métodospara penetrar un ámbito profundamentefetichizado. La montaña de documentosque forma el libro pone frente a nosotrosla erudición y la fantasía desmesuradasde Benjamin, y nos deja ver en él aun pensador promiscuo que alterna

la losofía con la novela policíaca, lateología con el marxismo, la psicologíacon el urbanismo. Se trata de alguienque, sin vislumbrar contradicción

alguna, combina el mesianismo judaicocon la utopía. Él y Hassel tradujeron alalemán los tres primeros volúmenes de En busca del  tiempo  perdido. De esa novelaBenjamin desprende una lección axial,viva a lo largo del libro de  Los pasajes:aquélla relativa al hecho de que elpasado puede hacerse presente si el azarpone a nuestro alcance el objeto materialdonde quedó prisionero, puesto que elencuentro con el objeto libera al pasadoque quedó atrapado en él. Bajo estaluz, es posible armar que la improntade la literatura domina buena partedel horizonte teórico de la obra. Entrelas fuentes primarias de las que surgeel proyecto están  Le paysan de Paris deLouis Aragon; lo mismo que  Bouvard y Pécuchet , la también inconclusa obrade Flaubert, en la que el autor deseabaincluir un registro de los episodios másdescabellados y heterogéneos tomadosde la literatura y la historia de Franciapara ser leídos por sus dos personajesprotagónicos. No está de más decir queBenjamin convirtió esta obra inacabadaen su libro de cabecera.

A través de  Los pasajes se percibeel aura de la prosa baudeleriana, elceremonial luctuoso del barroco, larebelión romántica y el vértigo de lasvanguardias. Las ciudades son vastosdepósitos de historia que pueden serleídos como un libro si se cuenta conun código apropiado; son como sueñoscolectivos cuyo contenido latente sepuede descifrar; espacios simbólicos alos que Jung y los surrealistas se habíanasomado incipientemente. Los pasajesson cruceros no sólo de transeúntesy cosas, sino de pensamientos y voluntades con múltiples orígenes. Es

 justamente ahí, en este eclecticismo,donde Benjamin encuentra la vacunacontra las ortodoxias.

Tal como sucedía con Foustel deCoulanges en La ciudad antigua, es muy probable que Benjamin viera en París elemblema paradójico de un mundo que,si bien había dado lugar a fenómenos

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amasijo de fragmentos, objetos y asuntosdiversos que deberían ser articuladospor la teoría para desentrañar el fondouniversal-histórico de esa sociedad:

“Quien trate de acercarse a su propiopasado debe comportarse como unhombre que cava [...] Pues los estadosde las cosas son sólo almacenamientos,capas, que sólo después de la máscuidadosa exploración, entregan loque son los auténticos valores que seesconden en el interior de la tierra”, nosdice Benjamin en su Crónica de Berlín.

Esa forma de proceder nos permiteintuir una inclinación que hace único y especialmente corrosivo al pensamientobenjaminiano, ubicándolo en losmárgenes de marxismo de su época y también del posterior: la constataciónde que el materialismo histórico seencontraba en un callejón sin salida,falto de fundamentación teórica,alejado de la experiencia especíca eintransferible de los hombres y mujeresconcretos de una sociedad de la que sepreparaba su caída; una teoría abstracto-conceptual incapaz de recopilar losescombros de ese mundo y su cultura,un pensamiento absorto, ensimismadoen planteamientos cada vez menosconectados con la realidad.

Es probable, como se ha dicho, queen una publicación póstuma, las Tesisde filosofía de la historia, se encuentrenlos fundamentos del misterioso librode  Los pasajes , el alma de sus basesmetodológicas y el mejor sendero paraacceder con cabalidad a su lógica y a suparticular perspectiva de la trama social.En esas tesis Benjamin escribió: “Noexiste ningún documento de culturaque no lo sea al mismo tiempo de labarbarie”, sentencia que, como reparoy vaticinio, hace visibles los frágileslinderos de la condición humana.

“Perderse en la ciudad como per-derse en un bosque.” Las ciudadestambién son lugares inventados por lavoluntad y el deseo, por la escritura,por la multitud desconocida. En ellasel  Angelus Novus extiende sus alas y sobre un plano señala el umbral dellaberinto. ~

– seRGiO R aÚL aRROYO

NOVELA

El escenario como tramaHéctor ToledanoLas puertas del reino México, JoaquínMortiz, 2005,261pp.

Al hablar de la novela deciencia cción, Robert Silverberg decíaque la principal tarea de ese género era“crear mundos con cuidadoso detalle”.Me niego a pensar que el multipremiadoautor de  Dying Ins ide (1972) hayaignorado que en su definición sedescribía precisamente la labor de lacción en general, pero sobre todo dela novela, que permite un desarrollomayor del tema y de los personajesque el cuento corto. El cuento corto,como decía Silverberg, puede ofrecer“sólo una fugaz y vívida mirada almundo inventado”; pero en la novelaeste pionero de uno de los génerosmás vilipendiados veía “un receso delescenario” ante la obligación de ampliarla trama. Lo que Silverberg extrañabaen la novela era la primacía del entornoen que se ubicaba la trama. En Las puertasdel reino, de Héctor Toledano (DistritoFederal, 1962), hay una frescura similara la que hacía sentir la primera novelade Silverberg; un olor conocido, unaatmósfera extrañamente familiar quesin embargo enfrenta al lector con lainesperada violencia lograda sólo porlos siempre raros tours de force.

La suya no es una novela inserta enla ciencia cción, ni siquiera en géneroscercanos. Ubicada de modo apresuradopor la crítica en el cajón de las asíllamadas “novelas de anticipación”–etiqueta tautológica e innecesaria–,esta opera prima de Toledano hace de laingenuidad genérica –por inventar un

término–, es decir, de su separación dela genealogía temática de las novelasde ciencia cción y la fantasía, unacierto sorprendente. La premisa es

harto conocida: una megalópolis enruinas y una compleja historia de amoren la que sus personajes se encuentranperdidos, en búsqueda perpetua de supasado y su presente. En un momentoindeterminado del futuro, la ciudadde México yace inundada y destruida.Dos hombres mayores, quizá ancianos,Quicho y Aurelio, sobreviven en la“urdimbre”, la urbe que no es más queruinas que se asoman por la superciedel agua omnipresente. En una vueltaa sus orígenes, el dF es un laberintode canales donde todos los antiguospuntos de referencia se han perdido.Lo único que queda es la memoria: lanovela de Toledano traza un recorrido através de los flujos de conciencia de suspersonajes, ltrados por un narradoren tercera persona que, como insolentevoyeur , atestigua clínicamente pasado y presente, abriendo ventanas hacia untriángulo amoroso, al mismo tiemposecreto y pervasivo, acontecimiento delcual sólo queda una fotografía, borrosay maltratada, como la apariencia físicade estos sobrevivientes de una tragediaque no logran explicar. En el centro dela red que construye su utopía negativa,Toledano revela otra matriz tejida porpreocupaciones fundamentales: lacomputadora y el humano, la fotografíay la memoria, la vejez y la juventud, labúsqueda y el recorrido, la genealogíacomo acto de recuerdo a través delsalvamento de los restos y la ruina.

Disfrazada de historia de amor, Las puertas del reino es la fotografía móvil,literaria, de una situación distópica; lacuidadosa construcción de un mundoimaginado; la elaboración literaria de esoque todo autor se plantea ante el tecladoal momento de escribir una novela: qué  pasaría si. De algún modo, Toledanologra resolver el conflicto planteadopor Silverberg, que veía a la cienciacción peligrosamente seducida por elcuento corto y limitada ante las grandesexigencias de la novela. Stephen Kingpasó ocho años redactando The Stand 

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(1978), su incomprendida obra magnadonde presenta un país devastado porla plaga y una colección de personajesen busca de su historia y de su porvenir.

Como King, Toledano presenta, en supropia utopía negativa, una historiaque, se percibe, pasó pensando y escribiendo durante años. En  Las puertas del reino es la ciudad derruidala verdadera protagonista, y la trama,para decirlo con Silverberg, recede, y se vuelve una suerte de escenario. Lainédita madurez de esta primera novelase hace explícita en la manera en queel narrador se toma el tiempo paradescribir, lenta y pacientemente, unpaisaje incomprensible, sólo edicablea partir de símiles con referentesúnicamente imaginables. Esta ciudadde los Palacios de Hierro herrumbrosose inundados, es innegablementehermana del Londres bajo el aguade la también primera novela de J.G.Ballard (The Drowned World, 1962), perosin las pretensiones críticas, parabólicasy políticas del autor de la  Exhibición de atrocidades: se trata de una novela dondeel mundo imaginado es, precisamente,el punto nodal y protagónico, donde lascausas de la devastación no importan,sino el modo en que se sigue siendohumano en una ciudad en insoportablescircunstancias. ~

- eRNesTO pRieGO

NOVELA

La gente de Porlock Sergio GonzálezRodríguezLa pandilla cósmica México,

Sudamericana,2005. 226 pp.

Resulta extraño empezar lanota sobre un magníco libro con un

reclamo a la editorial que lo cobijó, peroeste caso lo amerita. Hay que decirlo deuna vez: además de ser muy lamentable,la ilustración elegida para la cubierta

de  La pandil la cósmica, cuarta novelade Sergio González Rodríguez (1950)–quinta si contamos  El plan Schreber ,nouvelle conceptual-conjetural según elpropio autor–, constituye una trampadiseñada para lectores incautos enbusca de literatura infantil y/o juvenil.Los responsables de Sudamericanadeben haber creído que al optar poruna portada frívola, caricaturesca,harían más atractivo al público unlibro que es todo menos cómico y trivialya que aborda, en pocas palabras, laviolencia y la impunidad que campeanen México como asuntos con un obviolón metafísico: estrategia creada porGonzález Rodríguez desde  La nocheoculta, su primera incursión novelísticaaparecida en 1990 y relanzada, juntocon El momento preciso y  Luna, Luna, en El triángulo imperfecto (Era, 2003). Contrarioa lo que sucede con la del autor, laestrategia de los editores fracasa porqueintenta dar gato por liebre al lectorpotencial, y de paso arruina –aunquesólo supercialmente– un libro quemerece una mejor fortuna. Lástima:corren tiempos en que las leyes de lamala mercadotecnia se imponen a lasde la buena literatura.

Y hasta aquí el reclamo. Apenastraspuesto el umbral de  La pandi llacósmica, título equívoco donde loshaya, González Rodríguez comienzaa desconcertar con la siguienteadvertencia: “La mitad de lo que estánarrado en estas páginas es verdad; laotra mitad, cción. Saber cuál es cuálatañe al lector o la lectora en turno, sibien esto suscita una pregunta no deltodo capciosa: ¿tiene una importanciasuprema la ficción expuesta comorealidad o, por el contrario, tal rangocorresponde a los hechos inscritos entanto cción?” Esta indicación inicialhalla un eco inquietante en un parde frases localizadas hacia el nal dela novela: “La cción es un excesode realidad. La fe en lo real tiende adesbordarse ante peripecias o signos

excesivos, y transforma lo existente enalgo irreal.” Surge entonces la duda:¿frente a qué estamos exactamente? Untérmino acuñado por el autor contribuye

a despejar el panorama: cción fáctica.O lo que es lo mismo: La pandilla cósmica es un anbio que se mueve entre latierra insegura de la cción y las aguasprocelosas –o más bien cenagosas– dela realidad, generando un desasosiegoacorde con la experiencia de vivir enel país en que vivimos, “el país de latenebra que une el poder y el crimen”.Fiel a su noción de la literatura como unacaja de resonancias donde convergendiversos fenómenos no sólo culturalessino sociales, González Rodríguezecha mano de un abanico de recursosnarrativos –la crónica y el reportaje,el documento pericial y el relato enprimera y tercera persona– para tratarde esclarecer(se) la curiosa red decircunstancias urdida en torno de unhecho verídico llamado “el Incidente”:el asalto con lujo de crueldad sufrido el15 de junio de 1999 a bordo de un taxien el DF, evento que el autor desechacomo fortuito y vincula con razón a lalabor periodística de varios años quederivaría en Huesos en el desierto (2002),valiosa investigación sobre la ola defeminicidios en Ciudad Juárez que serelanzará en una edición actualizada.

¿Casualidad o causalidad? Ése es elinterruptor secreto que pone en marchalos motores de La pandilla... Dividida enseis bloques (“Entrada”, “Versiones”,“Mujer de table-dance”, “Informe legalsobre una muerte”, “Breve epílogo paraun largo adiós” y “Coda”), cifra quedenota una voluntad digamos cabalísticasubrayada por múltiples alusiones a loesotérico, la novela constata la habilidadde González Rodríguez a la hora de“acomodar lo disperso”.

El segundo de los bloques, “Ver-siones”, se divide a su vez en cuatrosegmentos que, pese a contar con vocesnarrativas claramente diferenciadas,se intercalarán en un  ars combinator ia al modo de  Rayuela, cuyo arranque esparafraseado al inicio de “Breve epílogopara un largo adiós”: “¿Encontraríaal asesino?” El primer segmento de

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LibrOs

NOVELA

El magisterio del dolorHaruki MurakamiTokio Blues Barcelona,Tusquets,pp. 383

Existen muchas manerasdistintas de aplicar la taxonomía a la obrade un autor, todas igual de arbitrariasy subjetivas, de modo que cualquierapuede abandonarse a este vicio siniestrocon tal de que conozca bien el trabajo delescritor al que escrutina. Una vez dichoesto, me atreveré a establecer dos gruposen la narrativa de Haruki Murakami: elgrupo de las novelas ligeras que fluyenfácilmente como un vaso de agua antesde la comida (por ejemplo  Sputnik, mi amor y algunos cuentos de The ElephantVanishes), y el de las novelas densas eimprescindibles que se beben como unCutty Sark, una de esas noches en quela vida resulta insoportable, entre ellas La crónica del pájaro que da cuerda al mundo.Cada vez que aparece una novela deeste autor, me pregunto a cuál de losgrupos pertenece. Pues aunque todassus historias son únicas, no se recuerdan

“Versiones” comprende un diálogoentre dos interlocutores que no son másque el autor y su conciencia; diálogodurante el que el Incidente pasa por un

vasto tamiz en el que se entrecruzan lasteorías conspiratorias y los Hombres deNegro detectados por Jacques Bergier y asociados con las visitas extraterrestres,el contacto con los difuntos preconizadopor Nikola Tesla y la tradición herméticarepresentada por Mircea Eliade y JuliusEvola, los experimentos psiquiátricosperpetrados por guras como EwenCameron y José María R. Delgado y el Factor Krabbé –en honor a TimKrabbé–, “el acontecimiento exactoque une contingencias dispersas hastadesaar la ley de las probabilidades”.El segundo segmento es el perturbadorrelato en primera persona del periodistaSergio, que reere el asalto a bordode un taxi defeño y sus secuelas pa-vorosas (la pérdida de la memoria encorto, tipicada como Síndrome deKorsokoff, y la intervención quirúrgicade emergencia); el tercero implica lanarración –en primera persona– deLucrecio, alias el Inte o Inteligente,miembro de una banda de facinerosos

liderada por un ex policía judicial y dedicada “a todo, asalto a mano armada,robo de automóviles, protección,secuestro, drogas y hasta la fabricación

de muertitos por encargo”; el cuartoy último ofrece la historia en tercerapersona de María Luisa RodríguezPlasencia, Mary, joven que “bailaba y modelaba para ganarse la vida, peropara buscarse a sí misma también”, y que bajo el nombre de Mara protagoniza“Mujer de table-dance”: reportaje queen 1995 obtuvo el Premio Nacional dePeriodismo Cultural Fernando Benítezy que González Rodríguez, al igual queMartin Amis en Perro callejero, incorporacomo material novelístico.

Me he detenido en el segundobloque de  La pandilla cósmica no sólopor ser el más extenso sino para ilustrarla estimulante complejidad con queel autor suele construir sus tramas,tan lejos de los moldes literarios enboga en nuestro país y no obstantetan cerca de ese cúmulo de impulsossin duda diseminados que dene a lacultura contemporánea: “En un mundopromiscuo el signo de lo diferente sevuelve centrífugo: combate la idolatríade la pureza, de lo unilineal.” Lacontaminación de géneros planteadapor el libro se acentúa en los tresbloques nales, que acuden lo mismoa informes policiacos y judiciales quea la técnica periodística y al fulgorpoético para organizar, en la tónicadel James Ellroy de Mis rincones oscuros,una suerte de réquiem por Mary/Mara/ María Luisa, fallecida el 3 de noviembrede 1996 en un misterioso accidenteocurrido en la carretera Sabinas-Parás(Nuevo León), tras el que se insinúala sombra del narcotráco: “El mundoes una arquitectura de sucesos que nopueden acontecer y que, sin embargo,acontecen.” Y acontecen y estánrelacionados a pesar de la gente dePorlock: gura inspirada en el célebrevecino de ese pueblo del suroeste inglésque interrumpe la redacción de “KublaKhan” –el poema dictado a Coleridgedurante un sueño de opio– y queanuncia de algún modo a los Hombresde Negro, empeñados en impedir la

unión de contingencias dispersas y por ende el acceso a un conocimientoprofundo: “La gente de Porlock […]encarna más que una amenaza o una

maldición, es una pandilla cósmica quetransita de la realidad a la literatura. Y viceversa. Hay que saber contenerla.”La barrera de contención que GonzálezRodríguez erige con esta novela resultaecaz en términos tanto escrituralescomo existenciales, ya que, sí, “ayudaa combatir la barbarie. Y a resistir, aprevalecer contra la adversidad”. ~

– MauRiCiO MONTieL FiGueiRas

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7/29/2019 Walter Benjamin-libro Delos Pasajes

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de la misma manera.Las primeras páginas de Tokio

 Blues pueden resultar desconcertantes,sin embargo, ese tono en apariencia

gratuito, se vuelve comprensibleconforme descubrimos la historiade Toru Watanabé, estudiante de launiversidad, marcado por el suicidio deKizuki, su único amigo. Esa experienciaotorga al narrador una lucidez que lovuelve extremadamente vulnerable,como si hubiera sido proyectado aotra dimensión en la que percibe, conclaridad deslumbrante, el dolor propioy el ajeno. Los personajes de Tokio Blues son adolescentes fragiliza-dospor experiencias dolorosas, todos ellosse encuentran al nal de una etapa, elmomento en que deben decidir qué clasede vida habrán de llevar en el futuro. Seplantea entonces esta disyuntiva: viviruna vida –normal–, es decir, trabajaren una transnacional japonesa, construiruna familia y empeñar su vida en arasdel ascenso empresarial o encarnareternamente la gura deloutsider . Podríareprocharse a Murakami el hecho deser reiterativo con sus personajes y registros. El narrador de Tokio Blues,sobre todo, es increíblemente similaral de Al sur de la frontera al este del sol y alde Sputnik mi amor . Sin embargo, de lostres libros, éste es en el que el personajeprincipal está mejor apuntalado. Eltema de la muerte de los seres queridosy la fugacidad de la vida, que en las otrasnovelas sólo se insinúa, se despliegaaquí con una intensidad ensordecedoraque contagia el estado anímico dellector. Tokio Blues no solamente narra elpaso a la edad adulta, sino a la madurezque se adquiere cuando uno se enfrentade cerca con la muerte –ya sea de unhermano o de la pareja–, con la pérdiday la imposibilidad de permanecer.En esta novela, más que en ningunaotra, Murakami describe los eventoscotidianos –incluida la naturaleza–con una sensibilidad inusitada que loshace parecer excepcionales, y lo quelos vuelve así es la conciencia de suinminente desaparición.

Pero no sólo el narrador es muy logrado, también los personajes

femeninos son memorables. Gracias aellos, Watanabé descubre la ternura y lafraternidad, pero también la resistenciay la pasión por la vida. Midori, por

ejemplo, es una superviviente. ComoWatanabé, ha logrado sobrevivir alsufrimiento sin perder la frescura.

En esta novela, Haruki Murakamisugiere que no sólo es posible distraerseo resignarse al dolor de la existencia.Después de un largo periplo, Watanabéllega esta conclusión: Ni la verdad nila sinceridad, ni la fuerza, ni el cariñoson capaces de curar esta tristeza. Loúnico que puede hacerse es cruzar esedolor esperando aprender algo de él,aunque todo lo que uno haya aprendidono le sirva de nada la próxima vez quela tristeza lo visite de improvisto. Así,Watanabé decide aceptar el dolorcomo parte de la vida; optar por la vidacon todo lo que contiene, incluidos elsufrimiento y la muerte.

Tokio Blues nos enfrenta a emocionesy a lugares que la sociedad quisieraesconder a toda costa, como los velatoriosy los hospitales, los puentes dondeviven los mendigos. En esta novela sesubraya un tipo de belleza que nuncavemos en las revistas de moda o en loscomerciales: la belleza de la fragilidadhumana, de las cicatrices emocionales.Las mujeres de este libro son hermosaspor hipersensibles, inadaptadas y  freaks,y porque su historia las vuelve únicas.Se trata de un relato lacerante y a lavez de una vitalidad que sorprende,sin articios; una novela honesta comopocas. Al terminar la lectura, convienerepasar otra vez las páginas del inicio.La sensación entonces es totalmentedistinta y permite situar a Tokio Blues en el grupo al que pertence : el de loslibros que habría que leer cada vezque olvidamos cuáles son las cosasimportantes de la vida. Poco importa sies comercial, repetitivo o pop, Muraka-mi, nos conecta con los voltajes denuestra adolescencia, recorre el veloque oculta la intensidad del mundo,y nos convence una vez más de sugenio indiscutible. Sólo quedan dosopciones : odiarlo o agradecerlo. ~

– G uadaLupe NeTTeL