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s u M A R 1 o Poemas de Esther de Cáceres-La Exégesis de Fe- derico Strauss por Alvaro Armando Vasseur-D bu- jo de R Cómez Cornet-La Desconocida de Sena, Cuento-Jules Supervielle-Disparate de Niza por Alfonso Reyes-El Hijo de Marcos Villari por Ri cardo Tudela-Nueva Humanización del Arte, por José Ramón Santeiro-Estampas de Maruja Mallo Canciones del Amor Indígena. por José Varallanos Unamuno por Ramón Cómez de la Serna-Poemas de M losz-Dibujos de Barradas-Es udio de Atalaya Cecilia Meirelles-EI Brasil y sus Poe as por Ce rardo Seguel-Poemas de Julio J. Casal-Exposi- ciones de la Wagneriana de Buenos A res-Libros Notas de Cipriano Santiago Vitureira, Leonidas de Vedia, Serafín Ortega, Saralegui y Ricardo Tudela.

Y A u~to r iz a d os - periodicas.edu.uyperiodicas.edu.uy/o/Alfar/pdfs/Alfar_67.pdf · jo de R Cómez Cornet-La Desconocida de Sena, Cuento-Jules Supervielle-Disparate de Niza por

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s u M A R 1 oPoemas de Esther de Cáceres-La Exégesis de Fe­

derico Strauss por Alvaro Armando Vasseur-D bu­

jo de R Cómez Cornet-La Desconocida de Sena,

Cuento-Jules Supervielle-Disparate de Niza por

Alfonso Reyes-El Hijo de Marcos Villari por Ri

cardo Tudela-Nueva Humanización del Arte, por

José Ramón Santeiro-Estampas de Maruja Mallo

Canciones del Amor Indígena. por José Varallanos

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Llegaré con una paz tTÍstP.El corazón ancho como la puerta del cielo.

Esther de CACERES. :Montevideo, .Junio 1930.

La dirección de esta revista no devuelve los originales ni sostiene correspon­

dencia acerca de ellos. publicando solamente trabajos rigurosamente inéditos.

J

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Al mar le daré mi pena ay!

EN EL ULTIMO DIA DE LA ESPERANZA

En el último día de la esperanzaEn la última mañana del cielo.Yo estaré extrañamente tranq{lilaSin que golpee mis sienes, vivaz,El miedo.

Se habrá dormido ya esta angustiaque hace que mis mejillas palidezcan.

Llegaré con UlIa paz tristeComo la del campo crespuscular,y la del mal' sin fiesta ele barcasy sin tormenta.

Llegaré con una paz tl'istr.El corazón ancho como.la puerta elel cielo.

Esther de CACERES. Montevideo, .Junio 1930.

lA L E YE N D A E VA N 6 É L I CA Y' E L G I GL o DE

DE UN PRÓXIMO LIBRO

L os MESíAS

LA EXEGESIS DE D. FEDERICO STRAUSS

La poderosa labor crítica de Strauss cyi­dencia que, lejos de remontarse a testimoniosde testigos oculares, o a gentes que tratarona sus autores, o cercanos a ]a época de lossucesos, las crónicas evangélicas nos dejan en­trever que el intervalo secular facilitó se lilfZ­

claran a las tradiciones, numerosos elementosficticios.

Su composición y dependencia mutuas laspresentan como escritos, copiados unos deotros, si bien inspirados en puntos de 'vistadiferentes. En vez de ser espejos fiel~s elelos hechos, reflejan las concepciones, tend0i.l­cias, y opiniones dominantes en la éPOC'l \.'11

que cada uno de ellos fué redactado.Cuando a los «milagros» que amenizan sus

páginas, son ritos interpretados literalmente.El milagro es un elemento extraño a la histo­ria. La idea de que todo milagro es un mitopermite eliminar tales elementos legendar·ios.El cristiano acepta los milagros de la historiajudaica y los de los primeros siglos del cris­tianismo. Pero considera fabulosos, esto es,míticos, los milagros de las mitologías cl;~ laIndia, Persia, Egipto y Grecia.

El judío admite los prodigios del antiguoTestamento y rechaza los del Nuevo. La cien­cia excéptica aplica a todas las religion2s elmismo criterio general: todos los milagTosson mitos, inclusive los de la Leyenda Evan­.gélica. Un don natural más o menos extra­ordinario de sugestionar, de exaltar, de curarmomentáneamente ciertas afecciones, puec~e

no tener más que una reacción accidental conel valor moral de un hombre. Puede faltalal mejor, y corresponder al menos digno deposeerlo; a lUl anormal. Se puede poseer po­der magnético y ser un simple iluminado co­mo ..:-\lejandro de Abonótic:l, Peregrino, oApolonio de Tiana.

En su primer estudio de la Vida de JesúsI; 72, Strauss ya observaba que las crónicasevangélicas son, en gran parte, ficciones poé­ticas.

La esperanza mesiánica fué suscitando laserie de mitos que constituyen la Leyenda.

Algunos creyentes, llegaron a persuadirseque las predicciones y las figlU'as del A,lti­gua Testamento se referían a un Jesús, Na­zareno. Como el primer libertador judío.lVIoisés, había realizado «milagros», el último,salvador debió también haberlos hecho. Elprofeta Isaías había predicho que en la eramesiánica, los ojos de los ciegos se abrirían,los oídos de los sordos oirían, el paralíticosaltaría, y los mudos tornarían a hablar SiJesús era el lVIesías debía necesariamente ha­ber realizado tales portentos.

A juicio de Strauss el evangelista prima- ,rio había entresacado de la teología hebraicala idea general del plan redentor, y la ima­gen del mesías expiatorio. Bruno Bauer ob­jetaba que la idea del mesías data de la fpo­ca del apostolado de Juan Bautista; que sólose delineó en los lustros en que se compil6 elprimer relato evangélico (1). Volkmar nd­mitía que antes de Jesús el pueblo judío es­peraba ser libertado del yugo extranjero porun enviado de Jahvoé, que llamaban el I\Te­sías, es decir, el rey consagrado del rein0 ce­leste (2).

Gfroerer distinguía en la fe de los contem­poráneos de Jesús cuatro tipos de mesías: elprimero modelado en las citas de los antiguosprofetas; el segundo, procedente del servidorde Dios, según el libro de Daniel; el teeeerocomo lUl reflejo de lVIoisés; el cuarto repre­sentando la figura mística del segundo Adáll 1La idea mesiánica era como un estanque ali­mentado por varios manantiales diferentes.De así, la posibilidad de diversas comhiEa­Clones.

En los Evangelios de lVIateo y de Illlcas,el relato del nacimiento, comienza con mIacita de lVIiqueas (V; I,); se inspira 0,11 dtipo de David. Estos Evangelios llaman aJesús, hijo del hombre; le hacen volver almundo en las nubes, como en la visión el el

(1) B. Ba1¿er: Crítica de la histori'l delos E. Sinópticos, I, 181; 391.

(2) V olkmar: Religión de Jesús, 112; LosApócrifos, Ir, 398.

libro apócrifo de Daniel. El autor de los IJe­chos Apostólicos, al recordar que la prome":iade enviar un profeta igual a :Moisés, se ha l\'a­lizado en Jesús, toma el tipo de Moisés, sinexcluir el de David ni el de Daniel. En :\ra­teo y en Lucas, para demostrar Jesús a losdiscípulos de Juan Bautista que él es el quedebía venir, les menciona los ciegos a qui'~lles

ha devuelto la vista. Sus palabras resumenel programa mesiánico concretado por Isaías,35, 5. En esta cita profética hallan :Mateo "j'

Lucas los «milagros» que el }Iesías deberárealizar. Volkmar reconoce que la biografíaevangélica de Jesús es una imitación de lashistorias de David, de Samuel, de :lVIoisés,y de los máximos profetas.

La concepción de Strauss no anula la 0ri­ginalidad de los primeros cronistas cristia­nos. Aunque estos imitan las grandes figmasdel Antiguo Testamento, expresan en sus mi­tos mesiánicos algunos sentimientos nuevos.Considera asim.ismo que ciertos episodios deorigen judaico muestran la influencia del no­vísimo espíritu cristiano. El Nuevo Testa­mento reproduce casi exclusivamente los ras­gos de bondad y de filantropía de la teadición de Moisés y de los Profetas. Olvida ,:asitodos los castigos milagrosos.

Concebida de esta guisa la form;ación delos' mitos evangélicos concuerda con lo quesabemos acerca del origen de otras Religio­nes. La leyenda la expresa por primera vezun individuo; mas para arraigar, necesita ha­llar a su alrededor muchos espíritus predis­puestos a creer en ella; de suerte que él f'S elórgano creador de la convicción general. Laleyenda que relata, es la expresión poé~:ca

que el nuevo ideal religioso, social, asume,para ser comprendido y asimilado por elpueblo. El fondo y la forma se confunden,se identifican. La ficción acaba por trocar.::een una verdad sentimental, en una realidadimaginaria. ¿ Cómo es posible que ficcÍtmesmíticas se conviertan, andando el tiempo, enhechos milagrosos? De varios modos. TJo.fantasía oriental es feclU1da en mitos mara­villosos que en la sucesión de las general'io­nes Se han ido convirtiendo en creencia;; po­pulares. Sendas figuras retóricas, metáforasde sentido genuinamente moral, parábolas \'s­pirituales han sido intérpretes literalmente,han perdido su sentido simbólico, así, trm:s­formándose en acciones, en historias nalis­taso Un ejemplo de estas metamorfosis poé-

ticas lo tenemos en el episodio de Lázaro. Bnel cronista Lucas, Lázaro es el personaje deuna parábola. La tradición y luego l~l 4. 0

Evangelio transforman dicha parábola en nnmilagro realizado por Jesús.

Esta metamorfosis paulatina puede s'.~r

obra espontánea de la fantasía apologética, oser una ficción premeditada, dependient0 delideal resurreccionista que el cronista encar­na en Jesús. Otro mito análogo, es el «mila­gro» del agua convertida en vino en las bo­das de Ganá; que según la excepción (~e laescuela liberal simbolizaría el agua del !:lau­tismo trocada en el vino de la salvación porla fe en Jesús; un símbolo cultural materia­lizado en «milagro» gastronómico.

Strauss denomina mito a las ficciones pen­sadas de un individuo, desde que dichas üc­ciones se truecan en creencias, y como talesse incorporan a la leyenda dorada de una Ta­

za, o de un partido religioso. Mito es }'uestoda narración no histórica, en la cual unacomwlÍdad religiosa reconoce U1l elemento desu fe.

Strauss admitía la historicidad de .Te:;ús,cuya actuación evangélica había, a su j!1Í­

cio, hecho nacer entre sus discípulos la /e ensu resurrección. Más tarde, la exaltaciónmesianica fué tranformando al errante maes­tro galileo en «el hijo de David», en el «Hijode Dios», en el Verbo encarnado, continuan­do el proceso endiosador hasta ver en él lasegunda persona de la Trinidad.

Según ya hemos notado el programa 'le Jos«nlÍlagros» que debe realizar el salvador, ele1':11 pueblo, Strauss lo halla en Isaías, 35, 5:«Entonces los ojos de los ciegos se abrirán,los oídos de los sordos se desembotaran; elcojo saltará como un ciervo, y la lengua <1e1mudo hará oir gritos de alegría».

En su origen este párafo quería expres?.l'los diversos transportes de júbilo que '~:s:pf'­

rimentarían los israelitas desterrados, al reci­bir la noticia de que podían regresar a supatria. Pasadas varias generaciones, el pá­rrafo perdió su sentido primitivo, y fué con­vertido en una profecía, alusiva a la próxi­ma era mesianica. Las metáforas del pro­feta, entendidas literalmente acabaron porsignificar los hechos milagrosos que obraríael :Mesías.

Este programa aparece un tanto moelifi­cado en la respuesta que Jesús da a los d.is­cípulos de Juan Bautista (Mateo, 11, 5):

«Los ciegos ven, los tullidos andan, los lepro­sos son limpiados, los sordos oyen, los muer­tos reviven». Como Eliseo ha curado un ~~­

prosa, y Elías ha reanimado un exánime, .Je­sús no puede ser menos: le harán pues lim­piar leprosos y resucitar exánimes

Dos elementos -uno ideal, otro real- eon­curren, en sentir de Strauss, a la formadónde la leyenda de los milagros. En Isaím; f)lsentido de las curaciones es moral; en Elhsy Elii:;eo tiene uaza de ser real. Análoga­mente, en la respuesta que lVIateo atri1J'lyea Jesús, la intención de las curas debía en­tenderse en sentido moral e ideal, como 'efec­tos de la predicación de la buena nueva a lospobres. lIIás tarde la leyenda los convierteen milagros materiales, y los cronistas sinóp­ticos los entendieron así.

Todos los ciegos llaman a Jesús Idüjo deDavid», por lo cual Volkmar, II, 125, ha que­rido ver en ello una alusión simbólica a la ce­guera de los judíos cristianos, obstinacloé; enno ver en Jesús más que al hijo de David,hasta que él les abre los ojos del espí:r·itu.A:llálogamente, en el camino de Damasco(Hechos, 26, 18) dice a Pablo que lo que loenviaba para abril' los ojos a los gentiles y

pasarlos ele las tinieblas a la luz. En LFC(!s.

Simeón llama a Jesús «la luz que debe ilu­minar a las naciones», frase esta que Isaías(V 2, 6) aplica a J ahoyé. Sin embargo, ,:nl\Iateo lo propio que en Marco, el sentido delmilagro no es simbólico sino realista. .-"-.Jn­has suponen que realmente Jesús realizó mi"lagos materiales. Ya en la época de esto" 121'0­

nistas la leyenda había materializado los ac­tos espiritnales atribuidos al Salvador.

El 4.° Evangelista le hace decir: «He ve­nido a este mundo para el juicio, afia dcque los que no ven puedan ver; y los que v(~n

queden ciegos.»

Los fariseos le preguntan: 6Acaso nosotcossomos ciegos? .Jesús responde, que si lo fue­ran, si se reconocieran ciegos, podría alabó 1'­

seles; pero no sintiéndose ciegos, carecían ·lela facultad de corregirse. El ciego nato (perecobra el sentido de la vista y luego la vistadel espíritu, representa los hombres que ya­cen en la obscuridad, pero tienen la facuHady el anhelo de la luz. Los judíos repl'eSentm1a los que se substraen a la luz, y se obstinanen las tinieblas, o sea en el «pecado».

Así.. en el 4.° Evangelio, el milagro es Si1,1­bólico al par que realista; no distingue entre

el significado moral, y el hecho. Tiende si\'m­pre a espiritualizar el milagro, a darle 1m

valor simbólico. Es decir, que en el pensa­miento del Evangelista estos episodios sonreales y a la vez simbólicos.

El 4.° Evangelista no refiere ninguna cu­ra de poseidos, enfermedad de moda en elpaís, donde se desarrolla la leyenda. Ewald(1) sostiene que entre el cap. V y el VI debióexistir un trozo evangélico desaparecido en elque debía referirse la Cansa de algún «posei­do».

Koestlin (Origen de los Evangelios Sinópti­cos, 241) hace notar que la creencia en la 1lO­

sesión demoniaca y en el poder de Jesús sob}'elos «espíritus malvados» es una creencia gr­

nninamente j l1día, y judea cristiana; poresta razón Pablo no cuenta ya el poder deexpulsar los demonios entre los dones conce­didos por el Espíritu Santo (Epístola adCorintios, 12; 10, 28,) ; Ll1cas y el autor cl~

Los Hechos A.ZJostólicos reconocen aún jm­

portancia a esta variedad de, curas: Bretsche­neider hace constar que en el siglo II los exor­cismos eran tan comunes que sólo conservanalgún prestigio entre el prolectariado. El 4.°Evangelista no podía presentarlos a los grie­gos cultos como pruebas de la naturaleza su­perior de Jesús. Los demonios y los esor­cismas ya no son presentables en buena so­ciedacl Pertenecen al dominio de los jugla­res y de los charlatanes, según refiere Lucia­

no (Strauss II, 155).

En Mateo y en Marco, Jesús evita ir a Sa­maria, y recomienda a los doce discípulos !nürde las ciudades samaritanas y del trato conlos paganos. En Lucas, Jesús se pone en e:m­tacto repetidas veces con los samaritanos, yhasta los encomia en sus discursos. En Ma­teo, la vida pública de Jesús tiene su centroen Galilea; Lllcas la divide entre Galilea y elviaje a J erusalem, que se realiza atravesandoel territorio de Samaria. Al mostrar a Jesúsafable con los samaritanos, que los jncllosdesdeñaban como a paganos, Lucas panerecombatir los prejuicios judea - cristianos (1esu tiempo, contra los gentiles. Nótanse en éltendencias antigalileas y antijudaicas 111.1ese acentuarán en el 4.° Evangelio. En el dis­curso del Monte, Lucas transforma los pobresde espíritu en pobres; a los que tienen ham­bre y sed de justicia en simples famélicos. Lu-

(1) Ewald; El 4.° Evangelio, 1; 25, nota.

pasa por ser uno de los discípulos de latr:aCllClon paulista, amiga de la conversión eJe

gentiles.

Stra11SS cree que Lucas conocía ya algunasEpístolas de Pablo, -las cuatro rila­

vore,;- y participaba de sus ideas universa­Su evangelio es la primera parte de

obra cuya continuación son los Hec7v)slos Apóstoles. Las investigaciones sobre

ol'igen y el contenido de estos Hechos rra­por Zeller (1854) han evidenciado

Lucas reconstruyó en el sentido de la !'c­cOJ!1cj.li~lci,ón entre los judeo - cristianos y lospablistas un escrito más arcaico en el que seglorificaba a la iiSlesia madre de Jerusalem

a los apóstoles que la dirigían. Su prop6­es igualar a Fablo con Pedro, y Santiago,

suprimir todo vestig'io de las hostilidades doc­recíprocas. En vez de rechaza l' la

antigua tradición judeo cristiana sobre J e­se concreta a adaptarla a las ideas de

Pablo o a contrabalanceadas con frag1nentosla doctrina de este apóstol.

En Lucas, desde la cuna Jesús es designadocomo la luz que debe iluminar a los gentiles,

fonria de Mesías paciente. 11, 23, 34. Elsistema de Lucas es complacer a entrambospartidos, suprimiendo las respectivas contra­dicciones.

No se atreve, como luego hará el 4.° Evan­a refundir la tradición; se concreta a

otra forma, mediante cortes y solchdu­ras sugeridas por su criterio paulista. Lasinvectivas judeo - cristianas que lVIateo descar­ga contra Pablo, Lucas las transforma en in­ventivas paulistas contra los judeo - cristia-

Así por ejemplo, en Mateo 7, 21, Jesúsexclama: «Todos los que me dicen Señor, Se­ñor ... me dirán en aquel día: Seiior, Seüor,

hemos profetizado en vuestro nombrl) y.n:¡111'~i1llU tantos milagros? Entonces yo les di­ré: No os he conocido nunca, apartaos de mí,los que hacéis la ilegalidad.» Este párrafoparece un ataque del cronista judeo - cristia­no a la escuela de Pablo, enemigo de la Leyjudaica. Lucas, contraataca en esta forma:«En aquel día los judíos harán valer que be­bieron y comieron en presencia de Jesús, que

. éste enseñó en sus calles. A pesar de esto éllos rechazará como gentes que practicabanno la ilegalidad sino la iniquidad. Y ~St2­

lIarán quejas ruidosas cuando vean venir (Yen-,.,tes de Oriente y de Occidente, del Norte ydel lVIediodía, para tomar asiento en la mc"a

de Abraham, Isaac y Jacob, en tanto enosquedarán tras las puertas».

Lucas trata de bienaventurados a los pobresy hambientos; como tales los hace heredl~ros

de la gloria futura; condena o los ricos, a losinjustos, de acuerdo con la doctrina de losebionistas, o esenios judea - cristianos. Estosinsistían en la oposición entre Satán, prícipedel mundo, 4, 6 Y Jesús, seiior del mundo ve­nidero; cuantos participaban de las YentUl"ilSde este mundo quedaban excluídos de la par­ticipación en el mundo celeste. La paráboladel rico y del pobre Lázaro 16-19, se h:3.saen esta oposición profética verdaderamenterevolucionaria. Mediante lUla adición ver·sicular, 27-30, Lucas, vuelve contra los judíosy su incredulidad, esta parábola del másfranco ebionismo. Strauss presume que Lu­cas escribió en Roma o en Asia :Menor. Suobjetivo es absorver en la unidad doctrinariade la Iglesia, las tendencias opuestas de Josjudeo cristianos y de los paulistas. De cua­lesquiera modo su Evangelio parece eser-itolejos de Palestina, y de los ambientes dondeimperaba la estrechez espiritual del Evange­lio judío.

Strauss creía descubrir en Mateo, bajo sumás antigua forma, la imagen de Jesús Le­gún la concebía la conciencia de los prime­ros cristianos. Creía que un siglo despuésaun circulaban en los lugares donde Jesússe había manifestado, hermosas reminiscen·cias de sus alocuciones y de sus sentencias.Ya no se sabía relacionadas con las circuns­tancias que las habían suscitado. El ret!'atode Jesús que nos traza Mateo pudo estar re­carg'ado con sentencias que no pronunció, yacciones que no realizó, de sucesos que noacaecieron. O pudieron ser presentados concambios de sentido y de criterio. Históri2:l­mente, sabemos qué espesa costra de prejui­cios judaicos impiden a los discípulos, ele­varse a una concepción depurada de la ~clea

elel lVIesías. Estos prejuicios se agravaroncon la desaparición del lVIaestro; se pUedeconjeturar que pesaron más particularmenteen la composición del primer evangelio.Tendríamos que quitar algunos reflejos ju·daicos provenientes del ambiente a cuyo Tra­vés lo entrevemos.

La tradición que inspira a lVlateo no 1~T'a

la misma, ni la que lo comprendía todo. Esacl;misible que ilos pl'imerOIS discípulos nohabían comprendido al lVIaestro; que la co-

munidad galilea no había podido elevarse asu altura. Por lo demás el carácter objetivode los Evangelios Sinópticos emana de quesus autores no intentaron fabricar su Cris­to. Lo tomaron ya delineado, en las creen­cias de la primitiva iglesia.

Los Evangelios quieren demostrar que .]e­sús el Na~n'eno es el Salvador esperado. Pe­ro como la idea que se hacían elel :Mesíasvaría de uno a otro cronista, y estas diferen­cias se acrecienta en el andar de los años, re­sulta que cada evang'elio expresa rases di­versas de la conciencia religiosa cristiana.NingLm Evangelio explica con más precisiónque lVJJateo la actitud de Jesús con resp~cto

de la Ley de Moisés y de las costumbres delas sectas judías. :Mateo ve en los actos deJesús el cumplimiento de los anuncios delAntiguo Testamento.' Esto es para él, laprueba de su mesianidad. En :Mateo, J e­sús aparece cargado de las cadenas del Ju­daísmo. :Mateo le hace decir que no vien8 adestruir la Ley, sino a cumplirla; de refor­mador 10 reduce a simple ejecutor. Los (lis­cursos, y una parte de los hechos que l'elata:Mateo provienen de manantiales más an~i­

guos. Hay repeticiones y contradiccion.:s.En sus instrucciones a los Doce Apóstoles,Jesús les prohibe buscar a los paganos y alos samaritanos, como en el sermón del ~Oll­

te les veda arrojar perlas a los cerdos. Enotro párrafo, por lo contrario amenaza concastigos a los judíos por su incredulidad, Ha­mando a los paganos a ocupar el lugar de losjudíos 8, 11; 11,4:3, y declara que volverá,antes que el Evangelio haya sido anuncia­do a todos los pueblos; acuerda además laadmisión de todos los creyentes, mediante elacto del bautismo. Análoga contradicción senota entre la leyenda del centurión de (][1­

farnaum S; 5, 10, Y la de la mujer Cananea,15, 21. Concede su socorro la centuriónque es un pagano, y a la mujer cananea co­mienza negándoselo, y sólo accede a título deexcepción.

Estas y otras contradicciones demuestranque hay en :Mateo vestigios de dos épocas yde dos grados del cristianismo primitivo.Hay máximas correspondientes a una épocay a un criterio que demuestran que alm era·difícil atraer a los paganos a la nueva fe enJesús; 'J' discursos y máximas de una épocaposterior, cuando ya Fablo ha hecho preva­lecer sus ideas, y la evangelización de los

gentiles pasa por un hecho conforme con losideales del maestro Galileo.

El proceso de composición de estos re­latos es el de las tradiciones árabes. Guan­do una tendencia o una iclea se im ponía a lamayoría, se admitía que Jesús debía haberdicho o realizado algo análogo en tal senti­do. Así se inventaban nuevas narraciones ynuevas máximas que, propagadas por la tra­dición oral, pasaban luego a los Evangelios.A cada progreso de la conciencia teológicase eliminaba lo envejecido, lo que escanda­lizaba, en concordancia con las exigenciassectarias nuevas. Así fueron elaborándósediscursos y sentimientos «evangélicos» hastala época en que se adoptaron los Evangeliosque llamamos Sinópticos: :l\Iario, :Mateo yLucas.

Ahora vamos a comentar lo que Straussconsidera la esencia de su doctrina evangé­lica. Siempre se ha minldo -dice- el Ser­món del JHonte, como la quintaesencia de ]adoctrina de Jesús. En lo que se llaman lasocho bienaventuranzas, lVlateo, 5; 3, 10, bri­llan las paradojas cristianas. Los bienaven­turados no son los ricos, los hartos, los rego­cijados; son Jos pobres, los afligidos, los ham­brientos, los que tienen sed. La esencia dela verdadera vida no radica en el poder, enla lucha" ni la reivindicación del derecho; esla dulzura, el espíritu de mansedumbre, lacapacidad de resignación en el sufrimiento.Es un nuevo mundo moral, una escala nuevade valores. Lo de fuerza es efímero; 10 dedentro es imperecedero, la paz interior, elalma purificada por la abnegación y el sa­crificio.

Lucas - 6; 20 ......:. solo habla de pobres;Mateo, de pobl'(~s de espíritu: Lucas, alude

a los que sufren hamlH'e y sed materiales;:Mateo, de los que padecen hambre y sed dejusticia. Lucas promete dichas celestes alos menesterosos galileos y amenaza con tor­mentos eternos a los felices, y a los pode­rosos.

Las revoluciones - en esto coinciden Stranssy Renan - son siempre las mismas: el evan­gelismo ha sido una gran revolución. Suprimer elemento son los pobres, los descon­tentos, no los satisfechos, ni los potentes.

Jesús promete a los desdichados de su pue­blo, a cuantos sufren, recompensas eternasen un reino por venir, inminente. A las pres-

obras, consideró en gran parte, legendario.Al atribuir a mala inteligencia de los cro­nistas evangélicos, los rasgos coléricos,. lasexplosiones de amenazas escatológicas, l¡asmezquindades sectarias, y las frecuentes con­tradicciones textuales, Strauss no parecepercatarse que el Jesús evangélico que él ad­mira, es tan místico como el Jesús de Schleier­macher, o el de Renán, o el Cristo, aún másmitológico de la teología católica tradicional.

En tanto en la primera parte de su sabiaexégesis, Strauss realiza una crítica cabal delos Evangelios, elemostrando que son agre­gados apócrifos. En la segunda parte,olvida sus propias premisas, y de tanto entanto se exalta con los aspectos ideales dela doctrina que espontáneamente, él identi­fica con el Jesús de Mateo, imagen solaz,que él nunca pudo arrancarse del corazón.

«Llegó Jesús a la unión con Dios -pro­sigue Strauss- por el desarrollo de su ge­nio sentimental.» Superando la antig'ua Leyy los profetas establece el perdón de los pe­cados sobre la base del arrepentimiento. Ma­teo 9; 2; Lucas 7, 47. (Esta idea pertenecea la tradición del profeta Juan Bautista) ;viola el reposo del sábado; (éste, antes de seringlés fué judío) si el bien del prójimo loexige; Marco 11, 27; opone la piedad ínti­ma a las prescripciones rituales y a los sacri­ficios; Mateo 15, 5; 18, 3; observa que loque contamina al hombre no es lo que entrasino lo que sale de su boca, combatiendoasí la cuestión de los alimentos puros e im­puros; declara adúltero todo divorcio queno fuere motivado por adulterio; justificala autorización al divorcio, otorgada en nom­bre de Moisés (Deuteronomio 24, 1), debidaal endurecimiento de corazón de los judíO:lantiguos. (~Iateo 5, 31; 19, :) j.

Strauss reconoce que algunas de estas de­claraciones contrastan con ciertos pasajesdel Sermón del Monte; con aquellos, dondese afirma que Jesús no ha venido a anularla Ley y los Profetas; no a destruir sino acumplir ha venido». Y cualesquiera qlledestruya la más tenue de las prescripcionesvendrá a ser el menor; pero si observa laley y enseña a obsenarla, será grande enel reino de los cielos.» (Mateo 5,17,19.).

Strauss observa que esta conclusión -sinduda interpretada por eopistas ultel'iores­hace totalmenteincomp¡'ensible el plan y la

actitud de Jesús (1; 251. Lo cual provienede qtee Stl'auss admite que tochs esas má-

cripciones de un talión riguroso, del amora los parientes, del oelio al enemigo, oponeel deber del perdón, elel amor a los enemi­gas; «para que seais hijos de vuestro Padreque está en los cielos, que hace salir el solpara buenos y malos, y llover sobre justos einjustos.» - ~Iateo, 5, 45.

No sólo condena el homicilio, el odio, lacólera; además del adulterio rechaza el de­seo impuro, prohibe el perjurio, y toela es­pecie ele juramentos. Exige no dejarse tur­bar por -la maldad de los hombres, triunfal'del mal con el bien. Difundir como bálsa­nlO precioso el amor universal, purificadoen la consciencia, imitar al Altísimo bienhe­chor que no hace distinción de personas nide conductas.

Tenemos el deber de tratar al prójimo co­mo a nosotros mismos, de no ser severoscon él e indulgentes con nosotros; de proce­der con él como quel'l'íamos que procediesecon nosotros - (Mateo 7, 12). Siendo loshombres hijos de Dios, son pues hermanosentre sí. Tal es el veraz principio básicodel evangelismo. En opinión de Strauss, Je­sús debió este espiritualismo a su educaciónbajo la Ley mosaica, lo propio que a su me­clitación constante de las enseñanzas de losProfetas (St. 1; 245, 250).

Strauss se pregunta cómo pudo alcanzarJesús está armonía superior. «Todos loscaracteres depurados por la lucha y las cri­sis violentas, como ser, Pablo, Agustín, Lu­tero, han conservado cicatrices indelebles.Su fisonomía guarda siempre algo de áspero,

soberbio. Nada parecido observa en Je­sús. Este se le aparece como una bella natu­raleza que no tiene más que seguir su pro­pia ley, afirmarse en su conciencia, sin nece­

de rectificarse ni de recomenzar Ul1<L

nueva. El espíritu y el corazón de Je­se formaron sin crisis violentas, por una

dü;cÍ][)lina voluntaria, rigurosa. En esto, Pa­no se parece a su maestro. Y los dos

grandes restauradores del cristianismo; Agus­tín en el mundo antiguo, y Lutero en el mo­derno, están más cerca de Pablo que de .Je-

.» (1,248).Strauss suele reprochar a Renán la com­

pI~lCellCJia con que, no obstante sus dudas exe­Renán admite la base anecdótica del

del 4.° Evangelio. También Strauss m·con frecuencia en análogos errores, al

como histórico el texto de los Sinóp­él mismp, en otras páginas de sus

ximas proceden realmen.te de Jesús, en vezde atribuirlas a los ambientes sectarios, cadavez más contemporizadores que organizaron-;" fueron modificando, las tradiciones Evan­gélicas.

Más adelante hace notar Strauss que losexégetas han supuesto que se hizo más deuna adulteración judea-cristiana de las pa­labras de Jesús; que se ha querido ver enlos que violan ciertos mandamientos y ense­ñan a violarlos, una alusión a Pablo que seapodaba el menor de los Apóstoles. (L Co­rintios, 15, 9). En este último caso, Straussadmite una interpretación practicada no en,Mateo, sino en la fuente de las Sentenciasdel SeíioJ' (1; 252).

Estos y otros equívocos emanan del erró­neo criterio de Strauss de atribuir a Jesúslas opiniones de los cronistas evangélicos, envez de ocuparse esencialmente de estos úl­timos, ya que para partido cristiano Jesússólo es un receptáculo ideal, en que viertensus opiniones sectarias. Pero Strauss pue­de sustraerse a la ilusión de creer que, altravés de los legendaristas y cronistas puedeencararse directamente con Jesús, como sicada evangelio fuera un disco impreso porla propia \~oz del «rabbi».

Así sus estudios críticos son largas recti­ficaciones de las incoherencias, de las con­tradicciones que los apologistas, a su juicio,atribuyen a Jesús. Lo bueno, lo puro, loexcelso de la doctrina, y de los episodios, pro­vienen directamente de éste; lo espúreo, lomezquino, son debidos a la ininteligencia y

a la miseria moral de aquéllos. La idea di­rectriz de Strauss es salvaguardar la pei'so­nalidad de Jesús.

Reimarus ha establecido qne el serviciodel Templo de Jerusalén exigía ]¡ nbiera enun recinto inmediato, animales diversos pa­ra los sacrificios, lo propio que debían haber-cambistas para que los peregrinos pudierantrocar las monedas usuales por la lll!:medasacra del 'l'emplo. De modo que, de serhistórica, sólo la escena de la purificacióndel Santuario, es decir, 'la expulsión de losmercaderes, habría bastado para justiJ'icarsu proceso de Jesús. Según observa Straussla escena y la frase: «han hecho de mi casade plegarias una cueva de ladrones», son lacombinación de dos reminiscencias proféti­·cas: una de Jeremías, 7, 11; quien dice que elTemplo de Jahové no debe convertirse encueva de ladrones; y otra de lsaías, 56, 7;

en la que el Templo es llamado Casa de Ple­garias. Según Strauss la oposición de Je­sús a los sacrificios sangrientos emanan de"la convicción de que la reconciliación conDios debía ser íntima, moral.

En general, no parece que Jesús hayatenido con respeto al culto judaíco, la acti­tud inofensiva que querrían significar losevangelistas. En el episodio de la lapida­ción de Esteban, los testigos calificados de«falsos» le imputan haber' dicho que Jesúsdestruirá el Templo y abolirá las COStUlIl­bres mosaicas, (Hechos, 6, 4). La destruc­ción del culto oficial implicaba el estable­cimiento de un culto menos brutal, ostento­so, mercantil, El furor de los judíos, segúnestalla contra Esteban, parece probar que esasfrases tendían a un objetivo real. Siendo así,los testigos no son «falsos». Sin duda Este­ban quiso significar que cuando el salva­dor volviera, aboliría el culto judaico queprecisamente se hacía entonces. Los judíoscomprendiendo el sentido de la frase heré­tica de Jesús habrían tenido sobrada razónen acusarle y condenarle. (Strauss 1; 257).El terror de este castigo impulsaría despuésa los discípulos a apartarse de la actitudpeligrosa en que se colocara el «rabbí», adar no pocos pasos atrás. Esteban parecehaber entendido las ideas de Jesús mejorque los apóstoles, al referirlas a la inmi­nente abolición del culto mosaico. De ahíque le infiera el mismo trágico fin que sumaestro. Los apóstoles se mantuvieron enuna actitud más farisea en relación al Cultoy a la Ley. Con este criterio acomodaticio,fué elaborada la Leyenda, de la que se eli­minaron todos los rasgos que podían revelarla posición más aYimzada de Jesús, exceptoalgunos vestig'ios, como la mención de los«falsos testigos». En este sentido antiritual,-la sentencia del 4.° Evangelio acerca de laadoración espiritual a Dios (4, 2:3), en elpoema apócrifo de la Samaritana- eSlada,en opinión de Strauss, más cerca de la ver­dadera religiosidad de Jesús, que la 114áximade 1\1ateo que afirma la invariable eternidadde la Ley mosaica. Cree Strauss que en estacircunstancia el autor del poema samaritanohabría adivinado mejor que los cronistas si­nópticos la intuición espiritualista que el ge­nio de Jesús descubriera un siglo antes enel corazón de pálestina (1; 258).

Alva,'o Armando Yassellr.

Desnudo R. Gómez Cornee

L A o E S e o N o e o A o E L S E N A

«Yo creí que lUlO quedaba en el fondo delrío, pero héme aquí subiendo», pensaba con­fusamente esta ahogada de diez y nueye añosque ayanzaba entre dos aguas.

Fué poco.después del Pont Alexandre quetUYO mucho miedo, cuando los penibles re­presentantes de la Policía Fluyial la golpea­ron en el hombro tratando en yano de engan­char sus yestidos.

Felizmente la noche se acercaba y no insis­tieron.

«Volyer a la Yida, -pensaba ella-o Tenerque exponerse ante esa gente en la camilla dealguna «morgue» sin podel; hacer el menormoyimiento de defensa ni de retroceso, ni si­quiera leyantar el dedo meñique. Sentirsemuerta y que nos acaricien la pierna. Y niuna mujer, ni una mujer entorno para secar­nos y hacer nuestro último arreglo».

Al fin, ya había dejado París; y corríaahora entre dos orillas adornadas de árbolesy praderas, tratando de inmoYilizarse duranteel día en algún repliegue del río para Yiajarsolamente por la noche, cuando la luna y lasestrellas son las únicas que Yienen a frotarseBn las escamas de los peces.

«Si pudiera alcanzar el mar, pensaba, ·~ho­

ra que no temo ni la ola más elevada». Ibasin saber que en su cara brillaba una sonrisatemblorosa más resistente que una sonrisa en

yida siempre a merced de lo que ocurriera.Alcanzar el mar, estas tres palahras la

acompañaban ahora por el río.Con los pies juntos, los brazos a lo largo

del cuerpo, molesta por el pliegue que forma­ba una de sus medias, por arriba de la l'ocli­lla, la garganta en busca alm de alguna fuer­za del lado de la yida desaparecida, ayanL'lbahumilde y flotando, sin conocer otro caminoque el del vi.ejo río de Francia, tributariode la Mancha, que pasando siempre los mis­mos meandros, iba ciegamente al mar.

En la travesía de una ciudad, «estaré en:Nlantes o en Rouen», pensaba ella, quedó de­tenida unos instantes por remolinos contra elarco de un puente, y sólo el paso de un remol­cador bien cerca removiendo el agua, le permi­tió proseguir su ruta,

Ya iba en su tercera noche en el agua. J a­más, jamás llegaré al mar.

-«Pero si Ud. ya está en él» - dijo muycerca un hombi'e que ella presentía muy altoy desnudo bajo sus pupilas cerradas, y quele prendió un lingote de plomo en el tobillo.Y le tomó la mano con tanta autoridad y per­suaClOn, que no hubiera resistido mns, si nohubiera sido otra cosa que una requeibmuerta.

«Fiémosnos en él, ya que nada puedo hacerpor mí misma».

y el cuerpo de la niña se bañaba en aguascad: vez mils profundas.

Cuando hubieron alcanzado las arenas (lueesperan debajo del mar, varios seres fosfo­Tecentes vinieron hacia ellos, pero el homi)re,que era el «Grand JHouillé», los apartó ,'onun gesto.

-«Tenga confianza en mí, dijo a la jovenahogada. El error, ve Ud., es querer respi­Tal' todavía. No se asuste tampoco si sienteque su corazón ya no late o sólo cuando seengaña. Y no tenga así los labios apretadoscomo si tuviera miedo de tragar agua. Yano tiene nada que temer, entiende Ud. '1 nada.Siente ya que le vuelven las fuerzas?»

-«Ah 1 voy a desmayarme otra vez!»

-«No, nunca más, Para habituarse pron-to, haga pasar ahora de una mano a la otrala arena fina que tiene a los pies. No haynecesidad de ir tan de prisa. Así, sí. No tal'·dará Ud. en recuperar su equilibrio.»

Volvía completamente su conciencia. Perode pronto tuvo mucho miedo. ¿Como eraposible que comprendiera al «Grand lVIouil1é»sin que pronunciara una sola palabra en to­da esta agua'? Pero su temor no perduró. Aca­baba de ver que el hombre desde su llegadaal fondo del mar, se expresaba por las fos­forecencias de su inmenso cuerpo. Tambiéulos brazos de ella, largos y desnudos, despe­clían a modo de respuestas pequeñas lucescomo luciérnagas. Y los «Ruisselants» a sualrededor no se hacían comprender de otromodo. Algunos peces muy llllninosos y g!3ne­ralmente inmóviles, llamados peces - antor­chas, illllninaban para ellos el abismo marino.

-«y ahora, ¿puedo saber de dónde vie11C

Ud '1» - preguntó el «Grand lVIouillé» que sele presentaba de perfil, como era costumbrede los «Ruisselants», cuando un hombre sedirigía a una niña.

-«Yo nada sé de mí, 1ll siquiera mi nom­bre.»

-«Entonces será "Ld. la Desconocida delSena. Puede "Ld. creer que nosotros tampocoestamos mejor informados con respectc) ~,

nosotros mismos. Siempre esperamos que unrecién llegado tenga algo que contarnos ...Sepa Ud. al menos que está aquí en una grancolonia francesa de «Ruisselants» y que enella no será Uc1. desgraciada.»

Ella parpadeaba, como cuando se está enextremo molestada por un exceso de luz. yel «Grand lVIouillé» hizo señas a todos lo;;;

peces ~lltorclws, menos a uno para que se re­tiraran.

Personas de todas las edades se acereahancuriosamente. Estaban desnudas.

-«¿ Tiene Ud. algún deseo que expresar?»- preguntó el «Grand l\Iouillé.

-«Quisiera conservar mi vestido.»-«Consérvelo. Nada más fácil.»y en los ojos, en los gestos lentos y corte­

ses de estos habitantes de las profundidadesse distinguía el deseo de agradar a la recirnvenida. '

El lingote de plomo sujeto a su pierna hmolestaba. Pensaba en deshacerse de él, ocuando menos aflojar el nudo, cuando no laviera nadie. El «Gran lVIouille» comprendiósu intención.

-«Sobre todo no vaya a tocar, eso, le su­plico; perdería Ud. el conocimiento y subiríaa la superficie siempre que consiguiera fran­quear la gran barrera de tiburones.

Entonces la niña se resig11ó, e imitando alos que la rodeaban comenzó a hacer el gestode apartar alg'as y peces. Habían muchos ymuy pequeñitos, muy curiosos que rodeabancontinuamente como moscas y mosquitos entorno a su cara y a su cuerpo hasta toca¡'la.

Uno o dos de los grandes peces domésticoso de g'uardia (muy raras veces tres) se uníana la persona de cada «Ruisselant» y presta­ban menudos servicios, como tener diversm:objetos en sus bocas y librar las espaldas dehierbas marinas que se adherían. Coníana la menor señal, y a veces, antes. A menudosu obsequiosidad fastidiaba. En sus ojos sedistinguía una admiración redonda y ~im­

plista que no obstante satisfacía. Y jamás "eles vió comer pececillos que estuvieran tam­bién de servicio.

«¿Por qué me hahré tirado al agua 7, pen­saba la recién venida. Ignoro si yo era alláarriba una mujer o una niña. l\Ii pobre ca­beza sólo está poblada de algas y conchas.i Qué cosa tan triste 1»

Viéndola tan apenada se acercó otra jovenque había naufragado dos años antes y a laque llamaban «La Natural»:

-«La estada en las prohmdidac1es, yt'rá"Ld., dijo ella, le c1ará una serenic1ad muygrande. Pero hay que dejar a la earrv eltiempo de reformarse, y volverse snfiá:nte­mente densa, para que el cuerpo no suba a lasuperficie. No desear comer y beber. Esasniñerías pasan rápidas. Y creo que cuanclomenos lo espere, verdaderas perlas le saldrán

de los ojos, lo que será el signo precursor desu aclimatación.»

-«6 Qué hacen aquí?» - pregutó la Des­conocida del Sena al cabo de un momento.

-«l\:files de cosas, nunca nos aburrimos, leaseguro. Se visita el fondo del mar para re­coger náufragos - los aislados, - aumentar

el poder de nuestra colonia. i Qué emocióncuando se descubre a uno que se creía con­denado a una soledad eterna en nuestra granprisión de cristal! i Cómo se agarra aJasplantas marinas! i Cómo se oculta! Cree ver'por doquier tiburones. Y luego de pronto v6a un hombre como él, que lo lleva en brazoshacia regiones en que no tendrá nada más quetemer.»

-«6 y vapores que naufragan, 6se ven amenudo?»

-«:Th!Iuy raras veces, de modo que es llues­tra mejor distracción. Ver en el fondo delmar todas esas cosas destinadas a la sup'2rfi­cie, todo lo que nos llega de arriba titubean­do en el agua, vajillas, valijas, cuerdas y has­ta cochecitos de niños. Es necesario ir a li­bertar a aquellos que quedan en las cabinas,sacándoles en seguida sus salvavidas. Vigo­roso «Ruisselants», con el hacha en mano, li­bertan a los náufragos, y oculta el hacha, osconsuelan lo mejor que pueden. Se reco­gen provisiones de toda· especie en depósitosque Ud. todavía no conoce y que se enCllen­tran abajo de nuestra tierra, la que está de­bajo del mar. Es que el ahorro es una cnali­dad muy viva, aún aquí.»

-«6 Pero si no hay necesidades?»-«Foco importa, es un verdadero V1ClO.

Hay que acumular las provisiones, tener másque los vecinos, y mucha gente buena, entreellos curas, pastores y rabinos del mar, se re­gocijan de lo que llaman un «lindo naufra­gio».

-«Vamos a poder ser felices, dicen ellos.y toman la palabra ante los náufragos reu­nidos:

-«Han tenido Uds. la suerte de caer aquíen plena civilización, en nuestra colonia de«Ruisselants fran<}ais» les dicen: Hubieranpodido muy bien caer en un desierto dehajodel Atlántico, donde merodean pueblos sal­',ajes, compuestos de antiguos piratas ... »

Avanzaba un hombre teniendo por la bri·.da un caballo. El animal resplandeciente1:11 poco oblícuo, lucía una majestad, unacortesía, una aceptación de la muerte, que€ran otras tantas maravillas. Y todas esas

burbujas de plata viva en tomo a su cuerpo!-«Tenemos muy pocos caballos, dijo «La

Natural». Es aquí un gran luj:J.Cerca de la Desconocida del Sena, el !lOm­

bre detuvo el animal que llevaba una silla eL,amazona.

-«De parte del «Grand JYIouillé», dijo.-«..'\.11! que me perdone, pero no me siento

aún bastante fuerte para montar.»y el hermoso caballo Se volvió con toda su

presencia y su grupa a la vez bella y delicadaen la que cien finos estremecimientos corríanbajo la piel con coqueteria.

-¿ «Es el «Grand JYIouillé» que mandaaquí'? preguntó la Desconocida del Sena queestaba bien persuadida de ello.»

-«Si, es el más fuerte de todos nosotrosy el que conoce mejor la región. Es tansólido que puede elevarse hasta la superfi­cie misma y permanecer algunos segundossin ser molestado. Es el único que tienetodavía noticias elel ,:01. de 1.:s estrelbs y delos hombres, pero no nos habla jamás deellos. Si, es de las personalidades descono­cidas en la tierra y que, debajo del mar, han<1dquirido un gran poder. No encontraráusted huellas en b historia tal como la en­seiian allá arriba del Almirante francés Ber­nard de la JYIicheletee ni de Pristine, su es­posa, ni de nuestro «Grand l\Iouillé», quien,ahogado como simple grumete a la edad dé12 años se encontró tan a gusto en el mediosubmarino que creció veinticinco centímetrosy se volvió un gigante de nuestra fauna,con el hermoso bigote que usted conoce, agre­gó riendo.»

La Desconocida del Sena no dejaba sus ro­pas, ni aun para dormir. Utilizaba la mo­jadur¿l y los pliegues que le daban una mi­lagrosa elegancia en medio de todas esas mu­jE'res despojadas. Los hombres hubieran que­rido tanto conocer la forma de su pecho. Se"cía que era delgada, pero como hay milmaneras de disimular hubieran querido sa­ber a qué atenerse.

La joven que deseaba hacerse perdonarsus ropas, vivía a]ú1l'tada, con una modestiademasiado ap:l1'ente, talvez, y pasaba sus díasrecogiendo conchitas para los niiios o paralos más humildes y mutilados de entre losahogados. Era siempre la primera en salu­dar y se excusaba a menudo, aun sill quehubiera lugar.

Todos los días el «Grand l\Iouillé» venía ahacerle una visita: permanecían ambos consus fosforecencias, como pedazos de la Vía

Láctea, castamente alargados uno junto alotro.

-«No debemos estar muy lejos de la costa,dijo ella un día. Si pudiera remontar elrío y oir algunos ruidos de la ciudad.»

-«Pobre niña, que mala memoria tiene,olvida usted que está muerta y que se expon­dría a ser encerrada allá arriba en una pri­sión mucho más estrecha! A los vivos no lesagrada que andemos errantes y castigan nues­tros paseos. Aquí es usted libre en la máshermosa de las muertes.»

-b «No piensa usted en las cosas de alláarriba'? A nú me yienen a menudo a la men­te, una a una, y sin' ninguna hilación, loque me hace desgraciada. En este momentoveo una mesa de roble, bien lustrada, perocompletamente sola. Desaparece y yeo venirel ojo de un conejo, ahora es la huella deuna pata de buey en la arena. Todo estoparece ayanzar en embajada y no me diceotra cosa como no sea su presencia. Cuandolas cosas me vienen de a dos, no son hechaspara andar juntas. Aquí, v-eo una cereza enel agua de un lago. bQué quiere usted queyo haga de esta alondra en una cama, deesta perdiz en el tubo de una gran lámparaque humea '?

No conozco nada tan desesperante comoestas cosas que no irán nunca de acuerdounas con otras. Y pensaba: «b y ustedmismo que está ahí, cerca mío, de perfil comoun guerrero tallado en un banco de hielo?»

y el «Grand lVlouillé» pensaba:-«Hay que tener más imaginación de la

que tengo para hacer creer a esta niña. quees feliz.»

y calló.Una después de otra, las madres rehusa­

ron dejar a sus hijas frecuentar a la Desco­nocida del Sena, a causa de ese traje, quelleyaba día y noche.

Una náufraga cuya razón estaba aún debi­litada hasta después de la muerte, y que nopodía hallar tranquilidad, decía:

-«Pero si está viva. Les digo que estaniña está viva. Si estuviera como nosotros,le sería indiferente no llevar sus ropas. Es­tos adornos no tienen nada que ver con losmuertos.»

-«Cállese, ha perdido usted el espíritu,dijo» La Natural. t, «Cómo quiere usted queviya debajo del mar?»

-«Es verdad, que no se puede vivir de­bajo del mar, respondía tristemente la loca

como si recordara de pronto una lecciónapI'endida hacía mucho tiempo.»

-«Pero esto no la impedía repetir al cabode un momento.»

-«y yo les digo que está viva.»-«Quiere usted dejarnos tranquilas, con

sus locuras, replicaba la Natural. No se de­bía permitir que se dijel'an semejantes cosas.»

-«Pero un día la misma que había sidosiempre la mejor amiga de la Desconocida.se acercó a ella con lma cara que quería decir:«Yo tampoco te quiero»

-«Si, hija mía, dijo la Natural, hay queconformarse como los demás a nuestras cos­tumbres, los hombres sólo tienen ojos parausted.»

-«Jamás lo podría.»Entonces una mujer que ya le había hecho

varios reproches; elijo:-«Está demasiado contenta con singula­

rizarse así: No es más que una desvergon­zada.»

y yo les aseguro, que he sido madre deramilia en la tierra y que si tuviera a mihija conmigo, no titubearía en decirle: «Des­núdate me entiendes, desnúdate». Y tú tam­bién dijo a la Desconocida, a quien tuteabapara humillarla. (Era el peor de los insultosen el fondo del mar tutear a alguien). O bienten cuidado con esto, elijo amenazándola conun par de tijeras que acabó por tirar conrabia a los pies de la niña.

-b«Quiere usted irse'? dijo la Natural con­movida por tanta maldad.»

Cuando estuvo sola la Desconocida, ocultócomo pudo su dolor en el agua pesada y di­fícil.

«Acaso no será esto pensaba ella, lo quese llama en la tierra, enyidia.»

y viendo rodar tristemente pesadas perlasque empezaban a brotarle de los ojos:

«.:\.11! no jamás, yo no puedo, no quierohabituarme.»

y se puso a rasgar sus ropas con los dedos;r con las uñas con gestos desesperados.

De lejos las mujeres se alegraban de verladesnuda. Algunas avanzaban ya, para feli­citarla, y los hombres también se acercabancon aire burlón.

Pero ella huyó hacia regiones desiertas tande prisa como se lo permitía el lingote deplomo que arrastraba de su pierna derecha.

«:Muecas horribles de la vida, pensaba, de­jadme tranquila. Pero dejadme tranquila!t, Qué quieren que haga de llstedes»?

Cuando hubo dejado lejos trás si todos los

peces - antorchas y se encontró en medio dela noche profunda, cortó el hilo de aceroque la unía al fondo del mar con unas gran­des tijeras que había recogido antes de huir.

«:Morir al fin y del todo, pensaba eleván­dose en el agua.»

En la noche marina, sus propias fosfores­cE'neias se volvieron extraordinariamente lu­minosas, luego se apag'arcll para siempre.

Entonces su sonrisa de ;:rrante ahogada vol­vió a sus labios. Y sus peces favoritos notitubearon en escoltarla hasta morir ahoga­dos a medida que llegaban a aguas menosp·ofulldas.

Jules Superuielle.

París 1930.

o s p A R A T E o E N z A

UNA tarde, al llegar a Niza,el mar estaba verde - mar,y corría por todas partessin pensar en más.

Cantaban los vinos del Sury, de la .Jetée - Promenade,a cada retumbo de olasaltaba el vals.

Hicimos de modo que el tiempocolgara en la puerta su afán,y entró la noche en oro purov en cielo igual.

Hicimos más: sobre la playa,los cangrejos ele carnavalmedían la arena por cuartas,y la medida era cabal.

Hicimos más: tú estabas de codos,entregada al balcón del mar. .Hicimos lo que anhelan todos,sin pensar en más.

Alfonso Reyes. (Inédito ele 1921)

E L H J O D E MARCOS v L LAR I

He aquí que nos llega Bartolomé Soler,como debiera llegarnos siempre todo lo gran­de: en avión, por sobre las altas cumbres.

Ha trascendido la cordillera, avizor, electri­zado de emociones, buscando el sosiego deunos claros y familiares días mendocinos.El sosiego y algunos recuerdos.

y aquí le tenemos ya, cara a cara del pue­blo cuyano que un día contemplara los pri­meros ensueños de su cálida adolescencia, 1m

tanto nostálgico, saturado de todos los cli­mas y vientos del mundo, inquieto, febril ylleno de pujanzas alertas. Bartolomé SJ!erprosigue su cruzada, domestica los exc~pti­

cismas inevitables de la ruta trashumante y,siempre en marcha, empenacha sus gallar­días espirituales con nuevas esperanzas ynuevos impulsos por la obra que pide geJ'illi­nación, sangre, alma.. nacimiento ...

A.caso se pregunten muchos: bY quién esBartolomé Soler ~ Lógica la pregunta.. sobretodo en lVIendoza. Aquí nunca hay tiempopara enterarse de nada. Es tan gramb lasiesta espiritual en que vivimos, tenemos tan­tos desvelos vitivinícolas que nos roen, 110S

vapulean tanto los ajetreos políticos, liue,francamente, enterarse cómo se llama un es­critor español y qué obras han dado reli'3veinconfundible a su personalidad, es ocupa­ción imperdonable, reprobable y estéril en unhombre que se precie de vivir a talla con 10~j

imperativos categóricos del terruño.Mas pecadores somos, y he aquí que nos Ye­

mas forzados a reincidir en nuestras trans­gresiones. Debemos explicar quién es Bar­tolomé Soler. No por nosotros mismos, nopor el escritor que nos visita, no por la cul­tura de lVIendoza; sencillamente porque ya nopodemos curarnos de este malhadado viciode escribir. Estamos intoxicados del venenode los libros; necesitamos del latigazo diariode la lectura.. de la misma manera como elpobro morfinómano necesita el espolonazo dela droga para subsistir y aquietar sus angns­tias. Los libros son nuestra morfina. A '~llos

acudimos en el silencio de nuestros quebran­tos, a veces a hm'tadillas de nosotros mismos.

Un silencio, un quebranto y una droga quenos va enterrando poco a poco, como el pol­vo de las habitaciones clausuradas entieeralos objetos y las huellas de sus lejanos mora­

dores.Pero no perdamos a nuestro escritor. Bar­

tolomé Soler es un hombre que representaadmirablemente la raza a que pertenece. Na­ció en Cataluña, región de artistas, conquis­tadores y andariegos. Se inició en la vida deteatro, esa universidad literaria y humanapara quienes no tuvieron la suerte de cursaren las instituciones donde se oficializa y clo~

sifica la enseñanza. Del teatro, donde supoconquistar laureles y asentar su garra deespíritu creador, pegó un salto, no cabe otrapalabra, apoderándose de la atención de rl'í­ticos y lectores con su famosa novela «.\rar­cos Villarí». Hasta entonces nadie le sos­pechaba tanta capacidad de ascensión; qLli­zás se conocían sus dotes de ensayista; qui zás,también, algún íntimo infuía las grandes fa­cultades creadoras que fermentaban en subrioso temperamento. Pero nada más queeso. La sorpresa fué grande. «Marcos Villa­rí» irrumpió en las distraídas andanzas inte­lectuales de la madre patria, y Bartolomé So­ler, en pocos meses, se vió colocado, por obrade su talento, en un puesto de avanzada den­tro de las líneas de fuego de la literatUl'a es­pañola.

y aquí está el hijo de «Marcos Villnrb.Conforme sostiene el paradógico y deleitahJeMiguel de Unamuno, un personaje repre­sentativo crea al autor de sus días y vive convida más real y perdmabJe que su propio pa­dre. lVIás aún: no es padre sino hijo. Cer­vantes no engendró a Don Quijote, ni Goethea Fausto. Si el Manco de Lepanto tieu? vi­da y brilla en la historia del espíritu huma­no, es porque Don Quijote lo creó, le desen­tumeció los huesos del sueño eterno y.. romoa Lázaro, le dió la orden bíblica: «levá'1tatcy anda!» De igual modo, el elixir que bebióFausto y sus ansias quemantes de juventud,inmortalizaron al frío y sereno Goethe. Delpacto con el diablo surgió todo ese mundo 'me

hoy admiramos y que, por llamarlo de cual­quier manera, lo denominamos Goethe. Ellosfueron creados por sus propias creaciones.Son lo que Don Quijote y Fausto quieren

que sean.Por eso se encuentra entre nosotros el hi­

jo de «Marcos Villarí». El lo sabe y, comohombre de ancho ademán espil'itual, se cobijasilenciosamente en las preclaras nombradíasde su padre. «lVlarcos Villarí». vive sin r10·micilio ahora, porque desde que trascendieralos umbrales humanos no quiere residenciafija. Ha tomado a las naciones hispano - par­lantes por refugio de sus descansos, :l en to­das partes encuentra hogar, esparcimiento yregocijo hermanable. De tanto en tanto año­ra las campiñas catalanas, la tragedia 1.Hsa­da, todo ese mundo de dolor y dominio deldolor que constituye su representación ra­cial; pero mantiene su hurañez de catalán deestirpe, busca amplitudes por cuenta propia,y existen sospechas de que le asechan nuevosdramas y nuevas adversidades que superar.

«lVlarcos Villarí», como dijo no sé quién,se escapa del libro en que se le quiso en­cerrar. Es el hombre fuerte, doloroso y re­suelto que hay en cada catalán. Llegó almlmdo más real que la realidad viviente. Sufuerza humana se ve acrecentada por un pro­fundo contenido racial. Es el alma catalana,atrapada en toda la pureza de la vida ruralde Cataluña, y atrapada en el más gl'andiosoespectác1110 de desgarramiento. Ese pueblofuerte, creador y orgulloso como pocos, porobra del artista, desdobla todos los' maticesde su temperamento y deja comprender cuánpersonal, extraño y vigoroso es en sus empre­sas, adversidades y ragos de dignidad. El

catalán, donde quiera que se le coloque, esy será siempre catalán. Es un pueblo de epo­peya, personalísimo, altivo hasta la agresivi­dad, con grandes reservas de dinamismo crea­dor y profundamente dotado del sentido di­recto y sensual de la vida. <<J\Iarcos Villad»,no obstante estar sujeto a las redes de la obraliteraria que le sirve de whículo para sensi­bilizarse y llegar al alma de los hombres, re~

vela admirablemente el vigor de la raz~, suímpetu vital y los grandes atributos aplm:.a­dos. Es el símbolo del catalán que todo hijode aquella tierra, sabiéndolo o sin sabcli]o,lleva adentro en alglma forma.

Ahora su hijo ambula por América. Noquiere hablar de su padre. Desea pasar algoinadvertido, refugiado en no sé qué nostal­gia de raza, recogiendo emociones secretas pa­ra enhebrarlas algún día en la llama del vie­jo fervor. De andanza en andanza ha lle­gado hasta lVIendoza, esta tierra de Jos viñe­dos ubérimos, de las cumbres insuperables,del aire limpio y el sol generoso. Ha llegadohasta lVlendoza para traernos su silencio sem­brador, su palabra cálida, su depurada ::0'11­

prensión. Y ha llegado mirando desde arri­ba las cosas argentinas, nuestros paisajesopulentos, la tenacidad y el ahinco en plenavendimia de esfuerzos. Desde arriba, dandola distancia suaviza las asperezas y aristasde los hechos humanos; tal como debierancontemplarlos siempre los hombres para creeel corazón recobrara su señorío y el espí"itusu clara majestad.

Ricardo Tuclela.

Mendoza, 19;:0.

Verbena

NUEVA HUMANIZACION o E L

Maruja Mallo

ARTE

..

El momento espiritual que justificó conelevación de iniciativa, las letanías deshu­manizadoras, extendidas a toda exterioriza­ción del pensamiento humano, duró precisa­mente eso: un momento. Las tendencias des­humanizantes culminaban sobre todo en lasartes plásticas; por un instante animaron lascreaciones literarias más actuales. Así pudoOrtega y Gasset construir un título - teoría:«la deshumanización del arte». Construirun título - teoría, dando forma orgánica alo que estaba en el aire, con el aire mismo.Los productos literarios deshumanizados fue­ron abundantes: nutrieron toda una épocavanguardista, ultraista, futurista. En pin­tura se iniciaron con el cubismo.

La falsedad básica de una literatura asílograda iba a hacerla perecer. Perecer sinposible valor, luego. Tenía un valor sola­mente.

El valor de un modo actual. O de moda.

Hoy no pasan de documentos de lID momentoido las obras así producidas de la Oda. alBidet, de Giménez Caballero, a Signaria, deA. Espina, a los poemas de «Urbe», de Cé­sar ~L Arconada. Hasta los sentires de losrascacielos, desde las inspecciones indecisasde alcantarillas. Al momento de la deshu­manización literaria, sucede un período derevalorización humana. De nuevo, son in­corporados a la poesía -no hablo de la no­vela detenida en este aspecto- al teatro, losvalores humanos. Ni poco, ni demasiado hu­manos vanguardismo, freudismo - zolesco. Hu­manos simplemente.

Así en la lírica, Alberti, Salinas, Guillen;así el creaccionismo singular de Juan La­rrea; así Luis Cernuda, García Lorca. ComoGerardo de Diego, en parte de su obra. Comotodos los nuevos poetas.

Sin embargo, no es posible establecer unparalelismo absoluto de esta línea trazada.

Verbena

en lo literario con la que pudiéramos seüalaren pintura, refiriéndonos ya concretamentea ella. Es aquí, donde cabe destacar el casode l\Iaruja l\Iallo. Caso de singularidad gra­ta. El caso de l\Iaruja l\Iallo frente a lascosas notadas antes. Frente a las tenden­cias abstraccionistas, sintético constnlctiyas,en la pintura nueva, situar esta direcciónde l\IanIja l\Iallo. Dirección lle realisllloconstituidor; realismo libre de turbiedades.de preocupaciones ultra o subconsclelltes;sincero y depurador realismo. Descie ahoraes preciso distinguir, este realismo, tan de­purador y sintético como las tendencias li­neales y arquitectónicas, pero opuesto clia­gonalmente. Claramente opuesto y único,por ahora, este nuevo realismo de l\IarujalVIallo, hacia la anarquía más ordenada.

Interpretar como deshumanizadas las pri­meras estampas de l\Ianlja l\Iallo, no serí:::imposible. Sería fácil si pudiéramos pres­cindir de los motivos líricos -humanos ;"universales- que cuentan en tantas de ellas.El angel, en una composición realizada fuer·temente, de túnica audazmente urbial; todoel fondo de la «Ciclista.»; el pez de maderao las nubes no demasiado densas; la rosa

Maruja Mallo

rígida en la mano exangüe al pie del mani­quí; el cielo estrellado y lunar o el olvidadotren de las verbenas. De' estas r ei'benas

de l\Iaruja lVlallo.No creo en el tipicismo, de estas primeras

obras de lVlaruja lVIallo, si por típico ha deentenderse ahora lo típico español. (Ya Qui­roga Plá, pudo hacer antes de ahora se:ne­jante observación). Puedo afirmar esto noya de otras estampas, acerca de las cualesno es posible dudar, como en las Verbenas

mismas, de un valor maravillosamente, cla­ramente popular; universalmente popular yesto es lo mejor.

No importan para ello los indudables 12112­

'mentas andalucistas que pueden señalarseen estas Estampas de l\IanIja l\Iallo; ni si·quiera los españolistas aun, para afirmaresta calidad atípica de su obra, debilit.1dosy anulados como resultan en definitiva aqué­llos.

Pero la labor de lVIanIja l\Iallo se ha sepa­rado decididamente ya -y acertadamente­de este rumbo. A un orden de compo::i(:~}­

nes nutridas por figuras insustituibles, con::;­truídas con ellas, de colores radicales suce­den cuadros de tonos más que oscuros. Cua-

dros resultado de la verdadera y única ins­pección de alcantarillas, de suelos, realizadahasta ahora. Realizada por l\Iaruja Malloen sus últimos cuadros de Huellas. Cansamirar al cielo cuando se han apurado todosSl;;' secretos, cuando ya se adivina la rutade la luz. l\Iaruja Mallo, apuró el cielo consus secretos todos. Después, Maruja l\Ia llo,deja que otros los desentrañen anhelantesde facilidad. Ella vuelve los ojos a lo os­curo -no subconsciente, no freudiano- a«lo oscuro tranquilo, sin arcanos» realista enbusca de su secreto; su secreto en una hojadescarnada, en olvido; en el agua purísimade las cloacas. Maruja Mallo está dejandoahora en sus pinturas, la alegría inicial delos subsuelos, íntimos y difíciles.

Para sus dibujos guarda todos los colo­res aun: los dibujos que ilustran la «Pájara.pinta» de R. Alberti, por ejemplo. En losotros, de cine; en los de Buster o Hany

Langdon, acumula los fracasos radiantes detodos los objetos, desprendidos; de la rosao el sombrero unidos al viento, distante deHarry o de Stan Laurel. i Qué homenajetan níveo a Charlot en su «Qnimera»! j Quéelegía tiernísima, "Única posible, a l\Iabel Nor­mand, tiernísima también!

Esta multiplicidad renovadora es algo másque anotar a en torno a Maruja Mallo. Re­novadora y valerosa. Por la soledad y di­ficultad buscadas. Ya son éstas más auda­cias que las primeras estampas, tan audacesentonces. Hoy ya no lucen avances comoaquéllos. Algunos lo dudan aún. Otros em"piezan de nuevo a mirar al cielo pensando ono en Dios. Entre todos, l\Iaruja l\Ialloavanza sola. Sola, contra viento y mareacircundante. :lVIareo de suficiencias deshu­manizadas.

José Ramán8anteiro. l\Iadrid, Junio 1930.

Ciclista Maruja Mallo

p o fv!

TUYO QUEHACER POBLANO

A s

A Ildefonso Pereda Valdés.

Ya se abre el díacantarín ele arriel'osi por elebajo de la tonesalta, vuela, tu sombrero!Anoche hizo crecer la lunatu cantal': acelga con molle.

Te sales ele mis penas,laguna en boreleelel mes ele febrero!

Ya sé los cuentosque -..ienen ele tu memoria,negros, rosados,de los que murieronasesinados,del que se fué al cenoi llegó a la gloria,todos idos para siempreele la casa, fogón i alma!

Por uno de ellosse curvó más la hoz.

¿Lo sabes?Es que era segadOT.

G-abillero yode tus pequeños afanes:batea, huzo, lana, lavado!

También olor de queso fresco,trascendiendo quehacer,batanes que no descansanmascando trigopara la humita de paz!

CANCIONES DEL AMOR INDIGENA

A Pedro Leandro Ipuche.

Sencilla la tinajano al agua,al anoyo, aprisiona;más tu, muñeca,que come ríe i canta,llevas -muertas alga­a mi alma, presa!

...~noche lm ángeltocó a tu puertai la hma madurase cayó en tu agua.

El viento conocidoempujaba, afanoso,mi voz encendida,en que mi dolor,a pesar de la guitana,te iba, sin escalas!

Tú, seguro diamante,con otro te vistedentro del sueño,i por eso no salieronpara vermeni tus palabras.

Anoche lm ángeltocó a tu puertai la hma madurase cayó en tu aguai se ahogó para siempre!

POEMA BAJO EL SIGNO TUYO

Sube la sombra, con ella la tarde para caer,-ascensión de la raíz, en los racimos -Cmicos-Nunca habrán de saber los hombres de ese vino celeste,ni los que viven acariñados con las plmas,madres antiguas de fortaleza i paisajes.Solo los niños ven con ojos de agua pm'a,porque de ellos es el país que descubrimospor nuestra ternm'a.

¿ Te acuerdas del verdor del silencio?¿Qué son de los ríos cogidos para llevarnos a casa ~

:No es el eco del hierro, no es la fuerza,es el tiempo que penetra en todo!¿ Un tren que viene desde las tierras maduras ~

Es más que eso i un barco con los brazos abiertospor los biceps elel viento.

Por eso quiero que salgas en todo juego,como te sorprendió mi imagen,así, hermanita última de lo blanco,delantal de malvas como lleva esa ladera,ay, lado del sueño tuyo madm'aclo a mi amparo.Pues, soi el hombre del campo que empuja el sol cada mañana!

EL INSTANTE, PRISIONERO MIO

A Julio J. Casal.

Viento que esparces brilló,palmera jubilosa presente-inicial del bosque-,neblina mía, o tu flautapara labio primordialpon tu fibra, mejor,en la estrella tierna,ay alegría, alegría!

Luz, asáltame, giI'a, cae.Porque no llegarán,sin escalera, a mis ojos-agua crecida-lo lejano, cercano, nllilldo,en su afán encenclido.

Aquí inmensidad resumida,bajíos de amaneceres,corderos mieles, manadasde notas blancas musicales

Ingenieros celestes,en vano ubicais la rosa.

A.eroplano que se volviómariposa en atmósfera crema,volcán guardado en' pomos,i siempre un niño borrando:mar, luna, alegando sueño!

En vano siete colOTes,amais sobre aire difícil,sierpe aíu'ea, flecha pura,siempre en torno, retürno.

Sabrán reirse jovialesmuñecos de los basares!

.Anilina tónica, pascua.Se sabe de la muerte Slillla,de la clave del ángel

Es el instante caídoen redes de espejos.Ah! plisionero mío!

José VARALLANOS. Lima, 1929.

UNAMUNO, VENEGAS y LA COCOTOLOGIA

Yo ;ya he hablado en otra ocaSlOn de lacocotología o arte de fabricar con el papelpajaritas o cosa que lo valga. Cambó, es uncocotólogo en el que se acentúa más la afi­ción cuanto está más preocupado, y que dejacaídas a su alrededor cuando va al PaL'la­mento numerosas pajaritas, que él hace co­menzando por una regular y acabando poruna muy pequeña, en una escala descendente.

El Parlamento siempre ha sido una g11a­rida de la cocotología, y el general :MartlnezCampos tenía mucho antes que Cambó }acostumbre de hacer pajaritas, con un afáninterminable. Hasta los caramelos que ser­vían en el Parlamento eran caramelos de LaPajarita.

La cocotología es un arte de sagaeidad, desarcasmo, de cautela que da miedo. Cnlti­vado como la taquigrafía, a mil palabras porsegundo, es algo espantoso, aunque cultivadocomo sobremesa, mientras se piensa en ¡ tan­tas cosas vagas!, es algo inefable. j Oh, aqne­llas pajaritas que fraguaba Silverio Lanza,y en una de las que escribió el más delicadoverso a un niño español residente en la Ar­gentina, al hijo de :Más y Pi, aquel buen ami­go nuestro que naufragó!

UnamUllo es en la actualidad el papa blan­co y negro de la cocotología.

Según Unamuno, en los Apuntes ele coco­tología que publicó hace años como epílogode Amor y pecl{lgogía, la palabra cocotologíase compone de dos: cocotte, pajarita de pa­pel, y de la griega logía, de logos, tratado.La palabra francesa cocotte es una palabrainfantil, y que se aplica en su sentido pri­mitivo y recto a los pollos, y por exténsiéna todas las aves. En sentido traslaticio, alas pajaritas de papel y a las mozas de vidaalegI'e.

Después dice Unamlillo: «Acaso fuera me­Jor llamar a nuestra ciencia papyrornitho­logía, de las palabras griegas lJapyros, papel;ornithion, pajarita, y logia; pero le encuen­tro en este nombre graves inconvenientes».

1fás tarde, Unamuno empieza su estudioa partir del cuadrado primitivo del papel,«quc, salido del protoplasma papiráceo, es el

óvulo de donde la pajarita habrá de desen­volverse».

Va obteniendo Unamuno así la gástl'ulalJapirácea, la trapeza papyracea, y ya másavanzado, la pajarita con bolsillos.

Después Unamuno, de un modo arduo y

con el ademán de pintor en yeso, del profe­sor de Geometría, deduce que está compuestala pajarita de sesenta y cuatro triáng'ulosrectángulos isósceles. i Vamos, como paraque los niños no hagan ya más pajarita, silo saben! i Con lo antipático que son lostriángulos isósceles! ...

EIt ese libro, que Ullamuno dedicó en de­dicatoria expresa- «al lector», al que, despuésde todo, están declicados todos los libros,pero sin esa atención de Unamuno, se bifur­can las cosas, se complica todo, se agrava lamateria, como uno de esos discursos, por losque, agotando los turnos en contra, se llegaen las sesiones permanentes.

Es este libro un libro de antes de la supre­sión de los acentos en las preposiciones (luelo llevaban. Todas las aes están aún acen­tuadas, yeso hará que los anticuarios, quesaben de los estilos por algo así como porla supresión de los acentos, coloquen '3adaobra en su época.

Por eso, porque este libro es un libro unpoco anticuado, tenemos que ir a una cartade Ullamuno, del grande e inteligente 00CO­

tólogo, para tener idea de cómo evolucionala cocotología.

Acompañando esta carta, envía Unamunoa Venegas. unos dobladillados blancos queparecen explicar la nueva creación: «Comole prometí a usted en mi postal, amigo mío,adjunto va el cerdito, con cuatro períodosde su desarrollo, o sea desenvuelto em)) r'io­lógicamente. Ya sabrá usted que la orif:?'Í­nalidad primitiva de Cajal consistió en es­tudiar ¡la histología del cerebro en fetos.Como en mi postal le decía, me complace verei valor que da usted a este arte, que esverdadero arte cubista, y en el que no sirvequerer salirse de la lógica geométrica. Siuno se sale de ella, o se rompe el papel alplegarse, la obra no se tiene en pie..

_..

II

. y antes a otra cosa. Yo voy teniendo le­yenda y una leyenda absurda. Hay quienme diputa de medio loco, y soy el hombre.más cuerdo acaso de España. Y el primeroen saber reírme de aquello de que se ríen y·de los que se ríen. Que si me visto así ü

.asá ...Odio el uniforme colectivo; pero adopto

el uniforme individual para simbolizar queni de traje ni de nada cambio. Porque po­cos han cambiado menos que yo, y, a peSé'.r·de que los mentecatos dicen que me contra­digo -es la dialéctica-, llevo más de trein­ta años enseñando las mismas cosas... yluego de esto, de las pajaritas ... Le aseguroque es una de las cosas más serias que hago.y que más me ha servido para desarrollarel sentido de la forma. El cerdito que vaaquí lo he inventado yo, y en circunstancimextraordinarias. Verá usted. Entre un ami­~o mío, hoy catedrático y excelente cocotó­lago y yo, nos propusimos el problema deconstruir lID cuadrúpedo. Del pliegue fun­·{lamental sólo salen cuatro extremidades, que.sirven para lID ave -dos patas, pico y cola-;pero para el cuadrúpedo había que sacar.seis: cuatro patas, cabeza y cola.

:Mi amigo investigó empíricamente, atroz-. mente, rompiendo papeles, y no lo sacó. Yome acosté con ese cuidado, y en la cama, a·oscuras, bien arropado, de memoria (!!!) ,viendo, sí, con la vista interior, el papel y.pensando los pliegues de la obra. A la ma­ñana, al levantarme, cogí un papel, y ele lalHimera-ve;z; salió lo que usted ve; y le digo·con toda seriedad que eso supone mucha másimaginación y agudeza que escribir un poe­.llla y, sobre. todo, mucho más que prepararun discurso parlamentario para provocar una·crisis ministerial.

La gente no quiere concederle importan­ciaal instinto de la forma. En cambio, Gan­dí, cuando me vió hacer una mesita de 0sas·que usted llama impél'io -y que había in­ventado--, me dijo: «Usted es arquitecto»,.Y yo, con la modestia que me caracteriz::l, lerespondí: «¡ Claro que lo soy 1», y de vtrasventajas de este arte... Además, el quetiene hijos... (yo, ocho; el mayor, arqui­tecto ya), y luego aquello de que el que no.se haga como uno de estos niños no entraráen el reino de los cielos. .. Ni en ciertos do­minios del reino de la belleza.

Hay que saber jugar y hay que saber ha­·cer juguetes. Inventar un juguete es uno

de los mayores serVlClOS que se le puede ha­cer a la Humanidad».

Lnamuno continúa esta carta, que hay queextractar, diciendo que, si bien no quedaránmuchos políticos de hoy, «quién sabe si deaquí a doscientos, trescientos, o dos mil otres mil años se siga haciendo el cerdito yel avechucho, cuyo dibujo adjunto, de misúl'Clúiones o poemas, y los niños se deleiten yregocijen con ello».

«Arriba hablo de arte cubista -acaba sucarta Lnamuno--. Y éste lo es del vercla­dero cubo, no del otro. Le preguntaban a.uno en un examen: «¿ Cuántas caras tieneel cubo '1» Y contestó: «Cinco». «¿ Cinco?Fíjese usted bien». «Cinco». jlévanle unexaedro regular, de madera, sólido, y. le di­jeron: «j Véalo 1» «Esto tiene seis; ¡peroes dado, y no cubo 1» «¿ Cómo 1» «El cubotiene cinco caras, porque sino, ¿por dóndese le llenaría de agua '1 i Con la tapadera.tiene seis!» Y este nuestro arte es cubiata,y no dadaísta». .

Lnamuno parece que en esa Universidadde Salamanca, de que es catedrático, sóloenseña cocotología. :Wluchas veces se equi­voca de lección, y da una lección cocotoló­gica, en vez de emplearse en la enseñanza delgriego.

Venegas, el joven y distinguido escritor,es un buen discípulo, y, enterándose de quiénera ese catedrático cocotólogo, le envió unaminúscula pajarita inverosímil, diciéndole:«¿ A qué no es usted capaz de hacer una pa­jarita más pequeña que ésta?» Y al mismotiempo recibió su mismo billete de provoca­ción con una coletilla en que sólo ponía:«Sí, señor. Estas dos». Y bajo esas palabrasse llegaron las más pequeñas pajaritas ima­ginables.

¡ Si fuesen comestibles los productos de lacocotolog~a1 Pero la cocotología sólo es unarte especulativo, místico, verdadera ofren­da a la divinidad ociosa sobre nosotros, comoesas ofrendas de lIDas monedas de papel conque los chinos pagan a sus dioses las supues­tas cantidades que les deben ...

Lltimamente, Bagaria recibió una cartaque prueba cómo Unamuno está preocupadopor la' cocotología.

Como cosa curiosa, la reproduzco:«Señor D. Luis Bagaria.Apenas mis hijas vieron su liliputiense

pajarita, mi querido amigo, se dispusierona demostrarle de lo que son capaces unas

La mayormenor que

Unamunas. y ahí va su obra.de las pajaritas que le envió esla de usted.

i Qué felicidad, mi buen Bagaria, que aúnconservemos un rinconcito de niñez en elalma para embalsamarla! Aunque no sépor lo que a mí hace, si no es que voy acer­cándome a la segunda infancia, a la última,a la que precede al des - nacer. Hoy, al oí:en la mesa a mi hermana mentar a una Ni­colasa, la de Yergara, que frecuentaba en miniñez la casa de mis padres sentí un trágicoefecto. Me removió todo un pasado, pero,de esa Nicolasa, la de Vergara, sólo logréasir el nombre; no pude recordar más deella, ni su aspecto, ni sus dichos, ni sus he­chos. Era un pasado que se me desvanecíaen sueños, un dulce pasado. Y sentí que miyo de los doce años se me ha muerto y queme estoy muriendo cada día, que entierrohayal de ayer. Y mientras los mios-¿míos?- comían en torno de mí, yo ca­lIaba, sintiendo el ala invisible del Angel Ne­gro sobre mi cabeza.

j Quién sabe si acabaré no haciendo másque pajaritas de papel, y haciéndolas sincesar, y amontonándolas y acaparándoh.s 1

j Quién sabe si acabaré en millonario de pa­jaritas de papel!

Pero, dejemos desvaríos.Hay días en que creo que la España Yer­

dadera es la de las caricaturas de usted, queasí son los hombres. Y me dispongo a huir.¿A dónde? A país de las pajaritas.

¡ Qué bien lo pasaríamos, entre unos mon­tes, jugando como chiquillos! Pero soy unforzado de la cátedra y de la pluma. Y nosabe usted bien con qué íntima repugnanciahago traducir Platón en clase y con qué en­trañable irritación enristro la pluma! j Q1üénme diera poder encerrarme en una de aque­llas ermitas de Mallorca, frente al mal' deLulio, a escribir una obra sosegada, honda­mente trágica, cifra y compendio de la deses­peración resignada, y que fuese un quejidoque desgarrara a Dios el oído hasta dejarlesordo, si es que no lo está! Pero, por ahora,sólo me queda pensar en largarme.

Siga buscando bajo los hombres, no ya

los insectos, sino las pajaritas de papel, queno son otra cosa.

Le abraza, J11:g'uel de Unam¡mo».Y, siempre, el maestro Unamuno, hacc y

hace pajaritas.

Ultimamente, en el último viaje a l\:[adrid~

le he ido a ver. .

El maestro Unamuno sigue dobladilleando­y animando un pedazo de papel blanco mien­tras medita y habla. Conduce con lógica sus:ideas, mientras conversa, esa geometría delespacio a la que se dedica.

Son bandadas enteras de pajaritas las queha soltado Unamuno para que vuelen libresen los cielos intelectuales, salvando las cuar­tillas a su destino sobrecargado de tinta.

j HlUnano hacedor de pajaritas! Ya al­gl.mas de sus pajaritas han crecido y songayiotas de los mares.

En Madrid estos días el admir:Ro escritor,le decía 'yo, refiriéndome a su arte de ple­gar el papel:

-¿ Cómo es que no llega a fabricar unhombre?

-Un hombre, no -me replicó Unamu­nó-; pero el águila aquella ha evoluciona­do. .. Ahora hago un gran chimpancé ...

Y requiriendo el papel, Unamuno se pusoa hacer el animal prometido, comenzandopor esa geometría elemental en que la arm~­

zón del animal comienza por la estrella elemar primitiva.

Mientras hablaba, su conyersación era eltrasunto de su «pajaritismo», era tambiénmuchas veces algo así como pajaritas, 1Jor­que las paradojas enteras y verdaderas sonverdaderas pájaras, algo tan artificial y ca­prichoso.

Unamuno infunde a esas pajaritas espíritupor como las tiene enfiladas entre los dosojos, bizqueando sobre ellas. Por fin las dael soplo final, y las regala.

Ya este' mono que acaba de hacer Lnamu­no es el eslabón entre el animal y el hombre.

¿Hará ya el hombre, cuando vuelva d~

nuevo a l\ladrid? ¿O es qué quizá clec,pre­cia al hombre y no quiere fabricar hombresde papel para no crear ingratitudes y trai­ciones?

Quizá se trata de un olímpico absentismoy él no haga eyolucionar la naturaleza elelas pajaritas de papel, para que ese mundo­sea un paraíso, siempre ingenuo e infantil.

No me lo ha dicho, pero Unamuna no quie­re crear el hombre; tiene miedo, noble miedodel hombre.

Ramón Gómez de la ,')el'na..

:F A N T A s M A

:Milosz.

Fantasma de los días de sol sobre Bagdad.

Luz de las alhajas de Schere2;ada,

«Astro de plata» de las viejas baladas,

~lediodía nublado de las flores enfermas,

Mece mi languidez encantada, ¡oh hUla!

Reina desolada de los reinos

Que no han existido nunca;

Misterioso verano

Que hace madm'ar el opio,

iViérteme tu ensueño deslumbrado, oh !lUla!

Confidente del insomnio de las estTellas,

Vapor de diamantes y de perlas del velo

.De tu sacerdote Heliogábalo,

Sol de primavera de los ópalos,

i Cúbreme con tu amor precioso, oh luna!

Campana blanca que doblas en el Tiempo

El toque a muerto de los años que el olvido arrastra, .

Espejo empañado de las novias diilUltas,

Lámpara de la Bella DUTmiente,

iOh tan sola, tan sola

En el mar sin riberas del recuerdo, oh luna!

MI TIOJOSE

ELREY

DI B U J O DE

L'ICODEJILOCA

BAR R A D A S

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D 1 B U J O D E B l\ R R l\ D l\ S

MI SOBRiNO

CAL1XTO

u J O

LVCODE ~'LOC.A

D E BAR R A DA S

La adoración de la niña de los Patos Barradas

R A F A E L B A R R A D A s

I~a exposición de ese clul(:¡~ héroe que fu6el urugua:.-o BalTilC\ac,. realizada en los salo­nes de la A. ,Yagneri,;n,l, ha sido un mila­groso deslumbramiellto p.:ra algrmos de nos­OtJ'Of.i que eultiy<:mos la religión de la pintul'<1.Pocas ,"cces hemos reeibiclo UJU sor])reS:1 üm

hondísima en nuestras peregrinaciones por lassendas del arte, como esta ele comunión euca-

l'Ística que nos infundieran algunas telas.}.'intadas bajo el influjo del insond(1)le mis·terio del mús cülá. Sorpresa auroral de pra­l undas resonancias, de una dulcedmnhre C¡UG

l'OS penetm en las fibras más íntimas de nues­tro ser. Sentimiento inefable que nos bañade: nueyas aguas como si nos bautizaran enlas ondas de un místico Jordán. i Y como n03

-sentimos estrechamente hermanos con esteartista que supo comunicarnos. su fe purísimacal desnudarse a sí mismo de toda vana re­tórica! i Y con qué fervor se lo agradece­

,mas!Barradas ha tenido su alucinado y pene­

trante biógrafo en el poeta Basso Maglio y

el glosador cristalino en su entrañable ami­go otro poeta, Julio J. Casal. Ellos lo handicho casi todo sobre la obra de este singu­larísimo artista. Pero una obra como éstade innumerables perfiles suscita siempre nue­"as sensaciones en distintas sensibilidades.:Ellas m,anan en un incesante fluir de abs­condita e inagotable fuente. Y cuántos no­vísimos descubrimientos hacemos, pues másse contemplan algunos cuadros de Barradas,más vamos descubriendo cosas translúcidas(!ue se escapan a las primeras miradas!

Sin embargo, hay algo que nos prodUJeuna ligerísima extrañeza en el Barradas desus postreros momentos. El hecho que hayarecurrido a los mitos del Cristianismo tanl1echos y rehechos durante algunos siglos poryarias generaciones, me;0r dicho, por multi­tudes de generaciones de artistas. Su obraanterior inquietísima, de constantes renoya­·ciones y búsquedas, casi no lo hacía sospe­char. Aun cuanc10 debió existir una prepa­raClOn subterránea, subconsciente en su in­cansable labor esquemática para estos momen­tos de iluminado. Lo místico, más hoy endía que nunca, cabe tanto en un paisaje comoen una naturaleza muerta. Ya que todos lospintores que hasta ahora vimos que intenta­ron el género religioso, erraron lamenta­blemente al servirnos una ritología calculaday de una espantosa frialdad: chirimbolosmuertos de una catolicismo caduco. i Y ahíe"tá el milagro de Barradas, y quien tampocoha de ser un bien apropiable para la ReligiónCatólica porque la rebasa y la desborda como1111 río demasiado ancho para ella!

Creemos que Barradas intuitivamente tuvoj'ahulosamente que remontarse hacia los pri­meros primitivos gótico& y quizás hasta los úl­timos bizantinos para expresar sus ansias deimortalidad. .. &Y cómo pudo ser primitivoa su vez en el más pro:undo sentido de estapalabra? Ultimamente se ha abusado tal vez,demasiado de este término que tan a menudo'se aplica alocadamente.

Primitivo, generalmente, es quien descu­bre y tantea el objeto como por primeravez en un goce infantil y candoroso de po­:sesión. Nos da una nueva versión del mun-

do que podrá desconcertarnos por ser taníntimamente suya, aunque no siempre de ca­lidad superior. Casi todos los niños lo sona su manera, aunque a veces, tenga poco im­portancia que lo sean. Barradas lo fué poruna súbita revelación de una fe purísima,sepultada bajo los rescoldos alUl vivos .y ver­des de su infancia. Volvía a descubrir en elremoto seno del recuerdo el gastado santo­ral cristiano. ,Recogimiento y exhaltación,tesoro inconmensurable de quienes supieronpermanecer orgullosamente humildes. Losaparentemente intrincados ritmos se enlazany entrelazan gozosamente dentro de la limi­cada libertad del ilnminado que es cllH':fio ab­soluto de su invisible organización. Estamos" cien leguas de distancia del cubismo y tam­"hién de Cezanne, aun cuando Barradas tu­yj era sus escarceos con esa escuela. De ésta,es totalmente opuesto como visión espiritual.Si aquella pudo ser un intento de abstrac­ción, lo de Barradas es una serena ternura(!ue hace fosforecer todo lo que toca. «PeroA.cloración cle los Reyes Magos y Pastores;Acloración cle la NiJ1a ele los Patosj 1JlaclrePerla.j La h1Lícla a Egipo, en fin, todos o casitodos los llamados cuadros religiosos 110 so11instantes de plena gracia que se repitan rnlas otras composiciones de Barradas. Y hayalgunos, de temas profanos, en que las hahi­tuales esquematizaciones, ya 110 son tan dóci­les ni tan amorosamente domeñadas. Se in­terrUlnpe la gozosa corriente de primitivismo.Estos dulcísimos y armoniosos monstruos ;'le

la infancia del artista uruguayo forman UD

capítulo aparte con su afanado tragín an-

terior ...Empero, existen paisajes hOllc1amentr. ~m

~estiyos, y figuras femeninas y varoniles (1r

una expresión imborrable. Estampas RomtÍ'¡'ticas y EstamZJones Nativos, siendo de distin·to carácter, son igualmente de un donairedecorativo profundamente personal. Siem­pre nos parece imprevisto y siempre nos sor­prende con sus insólitos hallazgos. Nos da laimpresión que basta un solo rasgo suyo, unasola mancha de color para relmir el ritmo y laarmonía de lo que deseaba evocar ante nos­otros. Si Barradas hubiese querido ser frí­voio, banal, no lo hubiera podido. Poseyó '~Il

una medida inusitada el sentido del decoradory del ilustrador. .t\1lí se movía con la ale­teante libertad de un mundo que fué cr(;"­do exclusivamente para él.

Era un verdadero tocado por la Gracia: elyuelo sesgado y matinal de la alondra qne

Paisaje de Hospitalet Barradas

en esta singular obra del artista uruguayo,errarían la puerta. Débese buscar en ella lavisión de un espíritu religioso que latió conla fé más pura, y aún más, en los últimosÍl,stantes de su terrenal vida.

i y esta emocionada ofrenda no es másque un pequeño atisbo en el arte de Barra­das que carece de precedentes hasta ahor,,­en las orillas del Plata!

bencle el ilzl1l e.·pncio con rancla y clesel1vuC'Í­tJ gracia. :'\os horrorizan las metáf(\ras ...¿Pero de qué otro moclo expresaríamos lo igno­to cle un clon misterioso

J;¡lTrnc1as fué también un héroe, porque cle;;­pojándose de todo lo más inmecliato, supo<: rder y consumirse, como un celestial cirio,en la pura, absorbente y devoradora pasiónpor el arte.

Si los beodos de vulgaridad viniesen pal'aapurar meros problemas o teoremas plásticos Atalaya, Buenos Aires, Junio 1930.

:Sagrada Familia Barradas

El Hombre de la Alpargata Barrada6:'

íE L B R A S L y s U S POETAS

e E e L A M E R E L L E S

EL TERRITORIO DE LAS INTENCIONES

Cualquier día, en nuestro espíritu, allla:nece la marea más alta, las olas con un folla­ge más nutrido: quiero decir que en nuestrospensamientos hay una sustancia que se des­borda y que, sin demora, busca una fisono­mía adecuada, para mostrarse, en el reinofrío de las cosas exteriores.

En esta etap) inicial de la Cre)ClOn artÍs­tica, hay una especie de vértice accidentadoen donde las imágenes acuden generosasofreciendo las formas y colores de sus ves­tuarios a fin de modelar en ellos el fluido vi­goroso que surge sin detenerse: formas detodos tamaños se apresuran ofreciéndose pa­Ta contener este licor íntimo que se desbordacomo provisto de alas. Pero He aquí un ac­

-cidente :

Hay creaciones que no pasan de esa forma­ción puramente imaginaria, realizan apenassu primera fase y sin que sepamos porqué,.queda su existencia retenida al reino de lasimágenes, al solitario reino de las intencio-nes. Otras creaciones, acaso más felices,

encuentran -siempre difícilmente- el puen­te que las conduce al contacto con los ojosajenos. Esas son las que generalmente con­templamos y que, con un criterio puramell­te estructural, llamamos comúnmente «obrasde arte». Veamos como, éste, no es sino unl)roducto incompleto de la infinita riquezasubjetiva de lo que ya llamamos el reino delas intenciones.

He aquí que a travez de ese recorrido hanido quedando siempre vestigios dispersos,primero; después, restos de imágenes que nocabían en la fórmula de expresión. Todas noeonsiguieron llegar intactas a las playas ex­teriores. Hay evidentemente un conflictoentre las imágenes interiores, producto deviYencüls individuales, y el espacio que los

vocablos proporcionan, la estrecha capaci­dad de las palabras. Gran parte del conte­nido se desborda; las imágenes se resisten aencarcelarse en expresiones de tinta y papel.Es por eso que pasado el instante de la nece­sidad inmediata de volcar nuestro contenidointerior, un poema propio nos aparece, gene­ralmente, como un vasto recinto de imúgenesmutiladas.

Fué necesaria la apanClOn de la psicologíamoderna sobre lo inconciente para que el co­nocimiento conquistase aquel vasto territo­rio desconocido, integrándolo al conjunto delos valores reales. Gran alegría es la de saberque aquellas mutilaciones dispersas no mue­ren, sino que permanecen en el camino, ates­tiguando un viaje, como si fueran las seña­les de su propio cuerpo que un viajero de­jase en el trayecto de su destino.

UNA VISITA AL INTERIOR

Podríamos decir que la naturaleza de aquelconflicto entre las imágenes interiores y lasformas de expresión, determina la naturale­za del poeta. Y no solo eso, sino que, agre­guemos también, que la capacidad de domi­nio, no desprovisto de cierto coraje, produceel fenómeno· de una visita hasta los limitesmás internos, en busca de las sutilezas quese deben llevar hacia la superficie. He ahí,acaso, fuera de toda escuela literaria, lo quedetermina la calidad del poeta.

Aquí en este Brasil, saturado de estímulosexteriores, acontece este fenómeno como unarealidad más que frecuente.

Por algunas de las infinitas razones deorden psíquico, hay poetas que se reducen acantar lo que por los sentidos superficialesreciben: un clima ardiente que parece casicerca del cielo, un amazonas con selvas an­tidiluvianas, los cipós hermanos de las se-

pientes o el caboclo oscilando entre dos co­lores. Describen el ambiente, lo pintan yalgunas veces hábilmente lo desdibujan.Otros, en cambio, van hasta las más ocultasregiones de ellos mismos y allí encuentrantambién montañas y ríos y habitantes y es­trellas numerosas, todas ellas con sus nochesy sus días respectivos. Tiene otro modo demirar hacia afuera: hasta en la narración lohacen pasando por el camino que vaya másal interior. Podría decirse que no necesitanabsorver nada más porque lo poseen todo,como si lo hubieran acum,ulado a través denmnerosas vidas sucesivas. Acaso no es limi­tar demasiado la extensión de una persona­lidad, diremos que Cecilia lVIeirelles se halladentro de este concepto, y su actitud poé­tica es la de una constante exploración delos más delicados accidentes anímicos:

«Nuestras preguntas y respuestas se recono­[cen

como los ojos dentro de los espejos»

«Hablamos desde dos extremos de la nochecomo de playas opuestas».

UBICACION DE UNA PERSONALIDAD

De entre las mujeres intelectuales del Bra­sil, dos ocupan los mejores lugares: CecilialVIeirelles y Gilka lVIachado. Dos tempera­mentos diferenciados en todos sus aspectos,imposibles de cualquier comparación que nosea errada. Si Gilka prefiere el significadode lfts palabras para su versos ardorosos, quele han hecho construirse una personaliebddestacada, en cambio, Cecilia se mantie:lesiempre a cierta distancia de los valores ob­jetivos, observándose hacia adentro, descu­briéndose sin descanso.

Para realizar su labor, Cecilia lVIeirelles re­nuncia a servirse de las palabras como con­ceptos o como expresiones fijas. Entonces lastoma P?r sus sentidos más inesperados, co­locándolas de modo que hablen más por la.ubicación en circunstancial dentro del poe­ma, que por cualquier otro método lógico,única forma de no renunciar a las infinitassutilezas del sentimiento. Así vemos, enton­ces, como aún de los espacios entre una y

otra palabra, brota un leve significado que no·podría permanecer en otra forma. Aquí,acaso, se verifica lo que ya nos decía PaulValery: la poesía es una oscilación entre elsentido y el sonido:«Yo necesito decir una palabra fulgurante»

«yo lwcesito del fuego derramado de los dia­[mantes».

<dIe he busc:::do en esta agua de mi memoriaque puebla todas las distancias de la vida».

Ya .en sus primeros libros «Nunca lVIais>>­(1923) Y «Baladas para EI-Rei» (1924) seve una capacidad imag'inativa que, escépticade los accidentes inmediatos, recurre a la re­nuncia y se sumerge en un m~llndo de símbo­los. Por otra parte, allí no le falta un mar­cado pensamiento oriental, propios de su cul­tura especializada así. Pero, capacidad des-

tinada a surgir, como era, no había de per­manecer quieta dando vueltas y más vueltas.como suele acontecer en este terreno; en elproceso de la formación constante de su per-­sonalidad adquirió el debido equilibrio para,no caer en la simple exploración de ideas COllsentido metafórico, donde otros se deslizanfácilmente, sino que, yendo hacia la poesíacreadora, siéntese notablemente favorecidapor un temperamento de gran riqueza emo­

tiva.

Su labor posterior a esos libros es numero­sa y aunque no ha sido publicada sino enforma dispersa, muestra la línea de las mo­dificaciones propias de un desarrollo natu­ral. En este sentido, nunca estuvo propia-­mente afiliada a escuelas o grupos determi­nados. Partió -como casi todos- del in­tento casi siempre inútil de enfrascar la poe­sía en el soneto, pasando por las ya mag11í­ficas realizaciones de sus libros publicados,por las escalas un poco indecisas de algunosinéditos, que no siempre dan el cuerpo en­tero de su personalidad, para llegar a su ac­tual fase, en que se destaca -sin que eshsea una afirmación audaz-- entre las cuatroo cinco mejores del continente. Como maes­tra el reflejo de su personalidad en la peda­gogía nos ha dado más de alguna novedadinteresante (Crianca, meu amor» 1924).

En el caso de la poesía de Cecilia lV1eire­lles, podemos decir que ha escogido el ca--

mino más largo de recorrer y más difícil devalorizar. No es el sonido ligero y a veces.monótono de un verso para recitaciones; eJel de los difíciles secretos de la poesía, el mis­mo, relativamente, de 8upervielle, de PaulEluard, Neruda, etc. Tampoco es la poesía desimples imágenes, objetivas que ya encontra­mos ablllldantemente y que a veces es hijade cierta maestría ejercitada, es la necesidadurgente de las más desconocidas combinacio­nes, aun de representaciones absolutamenteBn divorcio en la realidad objetiva; todo llllesfuerzo para conquistar un secreto nuevodesprovisto hasta de la lógica de la simplemetáfora, para así poder impregnar lo que lla­mamos palabras, a fin de elaborar una es­tructura, que si no siempre es adecuada a lo·que quiere decirse, por lo menos no destruyedemasiado la vibración sutil, que desea per­manecer como exponente de un viaje inte­.Tior:

«He huscado mi forma en los aspectos de las[olas,

para sentir el aroma de mi duración»

No negaremos que nuestra vida, en todo sutrayecto, no es sino una constante y prolon­gada interrogación; pregunta frente a todo.Y en especial frente a nosotros mismos. Nun­ca se termina de penetrar en las cosas. Hayaún en nuestros más avanzados dolores siem­pre un lugar que se refugia en los desco­nocido. El artista es quien se caracteriza

siempre por llevar permanentemente unapregunta que no consigue cosechar su res­puesta. Ya se ha dicho que la poesía másque creación es una ansiedad de descuhri­mientos.

El pensamiento ávido se sirve de la poesía,que no es sino una especie de retorno a 1:1magia primitiva, más elevada en cuanto anivel espiritual y más angustiosa por la falt:tde ilusión necesaria para reducirse a esa úni­ca manifestación de vida.

En algunos poetas se verifica esa pene­tración en la vida sutil por un simple ailhelode la poesía de sus viajes y de sus propiosdolores, y entonces puede llamarse Ra.ynerl\Iaría Rylke: puede también ser el hombre deen acecho de la justicia social, trabajadO' conel sentimiento más íntimo, y ese será Leoni­das Andreie,v en su «8achka Yegulew»; enotro caso puede ser un muchacho anhelosode encontrar sus propias vivencias en las al­mas ajenas y lo llamaremos Díaz Casanue­va. Y en el caso actual, puede ser Cecilial\Ieirelles, en quien se verifica, un caso elo­cuente de culto de la vida inteTior. Todos los

elementos circundantes no tienen sino elvalor de símbolos a los cuales las circunstan­cias encomiendan un papel transitorio en elverso: las estrellas 1}0 son propiamente es­trellas sino lo que sea necesario en ese ins­tante y así el universo todo. Una sola cosapermanece: Una mujer caminando por so­bre sí misma eternamente!

Oe/'Cl/'do Segllel.

Río de Janeiro, 1930.

p o E M A

Canto con la voz de los otros.

:Mi palabra nacida ele matices extraños.

y le digo a mi sombra:

Vamos por los caminos

para que nos despierte

un nuevo y claro impulso.

y siempre retornamos

más que mmca dormidos.

:Miedo

de que vibre el cristal.

Siempre nos da su mismo

tono de familiar paisaje.

~Julio J. Casal.

En la heroica actitud

de estar callados,

viven, el agua ciega

y el pájaro ya muerto.

No puedo desprenderme

del círculo de luces

que no es mío.

Ni un hueco

para trepar por él

hasta mi música.

:Mi música no es mía. Es la de todos.

Solo me queda lUl firme

resplandor de sueño.

:NIontevideo, 19:30.

E x p o s e o N 8 A R R A D A S

E N L A WAGNER A N A

En la bella sala de la Asociación vYagne­l'iana de Buenos Aires se inauguró el 22 deMayo la Exposición de telas de Rafael Ba­rradas, ornamentador de «Alfar» y uno delos pintores contemporáneos de más intensoy elevado lirismo.

Rafael Barradas, tiene a su cargo así, laPrimer Jornada Rioplatense de acercamientoartístico. Cerca de cuarenta son las telas,dibujos y estampas que lucen en la Expo­SlClOn. En estas colul1mas se ha estudiado,por españoles o por uruguayos, la labor plás­tica de Barradas y desde ellas mismas, conla seriedad que cabe, se continuará estudian­do a tan grande artista.

Pero de esta Primer Jornada queremoshacer una crónica, porque ella significa mu­cho en los dos mundos espirituales del Ríode la Plata, que el creador del maravilloso«Retrato de Pilar» o de «El porterito» haunido ahora para siempre.

Presidió nuestra delegación artística ell\Iinistro de Instrucción Pública doctor Al­berto Demicheli, acompañándolo Justino Za­vala l\1uniz, Vicente Basso lV1aglio, Jules Su­pervielle, Julio J. Casal y Juvenal Ortiz Sa­ralegui.

Todos estos escritores, por demás conoci­dos, fueron cordialmente recibidos por loscomponentes de la Asociación vYagneriana,entre los que se destacan los señores LópezBucharc1o, Grassi Díaz, pintor Alfredo Gut­tero, escuitor Falcini, etc., animadores delmovimiento argentino. .

L,l crítica recibió a Barradas como era deesperar, reafirmando los altos valores de sustelas. Nuestro público aficionado a las cosasde arte, ha tenido oportunidad de enterarsE'de ello, por las columnas de sus órganos pe­riodísticos.

Vicente Basso lV1aglio abrió el acto, en sin­téticas páginas que resumían su libro «Tra­gedia de la imagen», publicado en homenaje

a Barradas. La fuerza lírica de Basso, lainfinita pasión de sus palabras, dejaron hon­da huella en la Sala de la vVagneriana. Ynuestros hermanos, los artistas de la A.rgen­tina, se dieron cuenta de que iban a abril' elnuevo camino del acercamiento espiritual,nuestro gran pintor y nuestro poeta másprofundo.

y sobre la mesa formada para el almuerzocordial, las palabras del doctor Demicheli yde Zavala lV1uniz, así como la de los otroscomponentes de la deleghción, fueron recibi­das con la más cálida atención.

POI' la sala de la vYagneriana desfilaron lasmás prestigiosas figuras de la Argentinaartística. Recordamos haber visto a NorahBorges de Torre, Guillermo de Torre, Inten­dente Cantilo, Francisco Luis Bel'1lardez,Fernández Moreno, don Manuel Guiraldez,Manuel Galvez, escultores Tosto, Proieto,pintores Tapia, Basaldua, Berclías, .Ta­

cobo Fijman, Amado Villar, Jorge Luis 1301'­

Paz, Atalaya, José Pagano, Rojas Silveira,l\1éndez Calzada, l\1allea, Enrique Amorim,Erro, Amado Villa1', etc.

El catálogo de la Exposición publica unextenso trabajo de Julio .J. Casal en el quereafirman las virtudes plásticas de Barradas«que aleanzó a dar a sus cuadros la luz desu espíritu».

Pablo Rojas Paz, en el estudio que publi­cara sobre el salón expresa: «Lo que másimpresiona en la obra de Barradas son lasmanos que él supo pintar. Son manos gran­eles, llenas de humanidad, manos dramáticasde trabajo y de amistad, manos para unapelea o para una franca hienvenida. Sc que­da una contemplando esas manos que p:u'e­cen puestas a decic1ir un destino».

y hien. Nosotros agregamos que ellas es-­trecharon fuerte y noblemente cl alma de losartistas argentinos, dejando cumplida la pri­mer jornada de confraternidad rioplatense.

L B R o s

Jorge Luis Borges, conocido y autorizadoescritor de la veeina margen, ha querido,y logrado en parte, traducir al lenguaje poé­tico los sentimientos simples que el pasadoanecdótico -la historia del barrio, la crea­ción del cementerio, etc.- deja en los ojosnegligentes del poeta.

Veremos ahora por qué dijimos senti­mientos fáciles y pasado anecdótico ante losojos vagarosos del autor.

Frente a la historia, a un episodio dela historia, Borges siente despertar una mi­rada antigua en sí mismo y revive, como silos hubiera presenciado, algunos detalles quehacen más emotivos estos poemas.

«CUADERNO SAN l\L\RTIN»

Borges.

Jorge Luis talmente sencillos, la muerte de m} barriointenso. , ,(,No faltaron zaguanes y novias besadoras.Sólo faltó una cosa: la yel'eda de enfrente.»

En «Eleg'ía de los Portones» que creemoses la mejor poesía evocadora de este pequeñolibro, se destaca agudizado el sentimiento,porque el que escribe es un poeta y sientemovidas como en hondas de belleza las co­sas que los demás ven sin vibración alguna.«Esta es una elegía

que se acuerda de un largo resplandor aga­[chado

que los atardeceres dejan en los baldíos.

1 veredas de guapos en que flameaba el corte,y una frontera humosa de silbidos.

«Ulla cigarrería salnunó como una rosala nochecita nueva, zalamera y agreste».

Sucede con estos versos lo que con esasvdadas hogareñas, en que Jll~estros padresrelatan las peleas a facón en los arrabales,d apagarse las luces en las «acadrmias» oCl]guno que otro momento en que la emociónde los relatantes pequeña por lo simple,pero grande por lo vivida, se trasmitea nosotros, atraídos por el gusto hacialo pintoresco y realista de los detalles. Est·so mismo simple que sucedió hace poco enMontevideo, cuando una comparsa carnava­lesca hizo rodar un imperceptible temblor1'01' toda la ciudad, al evocar con cantos to-

Los carros de costado sentencioso.»

En Villa Ortúzar, que es un ejemplo másde este inclinarse hacia el pasado, hay, ade­más de lo pintoresco y de lo real, que yaconsignaiuos, otra emoción nueva, ya un pocomás sutil: la de la poesía de aquella vidabohemia de los arrabales; porque Villa Ortú­zar, aunque actual todavía, no es más queun resabio del pasado emotivo de que hablá­bamos:

«donde la luna está más sola,y el deseo varón es triste en la tarde.»

CI~pl'iano Santiayo Yituí'eií'a.

y que hubieras querido distraerte en ella como[en un sueño

en el que hay olvido del mundo, pero amis­[toso ...

Lector: Medida de Criollismo, este librode Cados Alberto Erro, claro y penetradorcomo un blanco esquife, no necesita para suvaloración de alegatos ni encarecimientos.«No cantes nada, no exaltes nada, no mezclesnada, define, cuenta, mide», era el relato deLa Bien Plantada. El libro que sometido aesa mensura sea capaz de devolver buen ren­dimiento, será obra de altos quilates, empre­sa que ha logrado su fin. Por eso hemosIJreferido, abandonando pruritos de ensalzalniento, abril' el libro y exponerlo, conversarcon el autor, interrogarlo sobre sus pensa­mientos, apagar las luces y mover el reflec­tor, para que el leyente -árbitro cabal­pueda decir la última palabra.

Esta conducta de clásica circunspección hade ser grata, sin duda, al hombre que contan limpia elegancia lo ha construído. Quien

Son cantos sobre lo más trágico en lo pin­toresco. Hay una dulzura de resignacionesy una comprensión humana muy tierna quehacen de este poeta el futuro cantor de loslugares de dolor y de humildad, donde sepuede ver al tiempo pasando descalzo, o sen­tir una mirada húmeda slL';pendida sobre nues­tras frentes febriles, sin que sepamos nuncasi es un beso o una lágrima ...

y para finalizar, agreguemos que Eorgespertenece a la escuela de Evaristo CarTiego,pero modernizado y personal en cuanto a lafineza y penetración de su numen. Porqueel COlllpás de sus alas no puede aquietarsepara contemplar fuera de sí lo objetivo olo pictórico. Sólo logrará estarse, como lasnaves, balanceando su velo frente a las in­mensiclades. .. o, mejor aún, como los cua­dros lnuuildes, inclinando su duda o su con­miseración, hacia la mesa vacía o hacia elzaguán sórdido donde se solidifica el frío delos niños y donde tiene más ecos el paso del~HTl'O fúnebre, como si hubieran roncas con­versaciones mutuas ...

escribió: «No es bueno exaltarse mucho. Laexaltación parece llevar en sí misma el sellode lo pasajero, su propio germen disolutivo.Nunca me ha parecido estar más cerca dela eternidad que al desarrollar el encadena­miento de un teorema geométrico o al hallar­me en la cálida claridad de un día de pri­mavera», no podrá menos que descubrirseante la promesa de aquella norma.

TEJJL4. DEL LIBRO

Estamos aquí en lina habitación que lapenumbra de este atardecer de Febrero vainvadiendo, Erro y yo conversando hace lar­go rato. iU cabo caemos en el asunto denuestra condición, en el problema de lo quesomos.

-6 Qué somos los argentinos, los riopla­tenses, y qué soy yo en medio de ellos '? Heahí lo que se va preguntando el lector a lolargo de su libro.

-En efecto. Pero es menester entender­se. l\Ii libro no indaga todo lo criollo, sino,únicamente, lo criollo universal. P'retendeser un trabajo filosófico y en la hora actualuniversalidad y filosofía son conceptos in­separables. A la pregunta is qué somos? nopuede d~n'se en América, hoy por hoy, unarespuesta universalm,ente válida. Las canlC­terísticas étnicas y psico16gicas de los paísesamericanos -dada su condición cosmopolita-son, hasta cierto punto, heterogéneas ycontradictorias. Lo que es exacto para A,descendiente de rusos, es falso para E, hijode españoles. Por eso he eliminado de milibro el tema de nuestras modalidades so­ciales y psicológicas y me limito a pregun­tar 6qué es cierto y único para un hombrepor el hecho de haber nacido en nuestrosuelo '? Por aquí y sólo por aquí, puede lle­garse a obtener un conocimiento de lo uni­versal. Este es mi tema.

-Acaso lamente Ud. no haber sido másexplícito sobre los límites de su intento enel prólogo de su libro. De haber colocado allílas ideas que expone en su artículo sobre elproblema de lo que somos, recientemente pu­blicado por «La Nación», es casi seguro quesu polémica con Ernesto Palacio no se hu­biera producido.

-De cualquier modo yo tengo que agra­decerle a Palacio su detenida atención, aun­que no haya reparado en el verdadero tópico

Caí'los ill-lVIEDIDA DEL CRIOLLISMO

berta E I'í'O.

de «:LVledida del Criollismo». Con la polémi­ca y el artículo a que Ud. alude quedó ésteperfectamente aclarado.

-SeSrLm se desprende de dicho artículo, elproblema de lo que somos, la dilucidación denuestras peculiaridades étnicas y psíquicas,será el tc,na de su próximo libro. ¡, Trabajaahora en este nuevo estudio?

-Sí. En efecto.- Entre tanto ¡, cómo resumiría Ud. esas

verdades nuestras universales?-En el artículo aludido he intentado sin­

tetizarlas con didáctica brevedad y que seráfácil complacerlo.

1.0 Ante todo, hemos nacido de una ma­nera excepcional: conscientemente. A losojos asombrados del Renacimiento el descu­brimiento de América reveló, de súbito, unvasto mundo conquistable. Sometido el in­dio, apenas pacificado el territorio, cuandollegaba a la madurez la primera generacióncon sangre europea nacida en nuestro suelo,estalló la revolución y consiguió la indepen­dencia. Naciones flamantes empezaban, y

por una conjunción extraordinariamente fe­liz de los acontecimientos, ningún ciudadanopodía ignorarlo.

Lentas, milenarias y confusas ar,'Tegacio­nes engendraron paulatinamente los pueblosde Europa, Asia y Alrica. Lo mismo que elhombre nacieron sin advertirlo.

2.° Como consecuencia de lo anterIor cadaciudadano de nuestro continente vive en con­ciencia de la juventud de su patria.

Otro caso UllICO. La juventud de los de­más países coincidió con una época de es­casa cultura y no ha de extrañar, entonces,que no contaran con una cronología histó­rica que las ubicara en el tiempo. Nosotrosheredamos una cultura y empezamos siendocultos. Aparecimos con dos mil años de re­tardo sobre los pueblos de Europa y así seexplica nuestra cultura precoz y nuestra

conciencia ele juventud.Advierta Ud. que no abro juicio sobre la

cuestión de saber si el ritmo vital de nueéi­tros individuos presenta rasgos de juventudo :lncianidad. Tampoco hablo de una ciyili­zación joven. En mi concepto somos uo.cio.nes casi recién nacidas, pero formamos par­te integrante de una civilización vieja: lacivilización de Europa. Nuestra cultura,nuestra civilización, no tienen la edad denuestras ciudades. :LVIi libro se limita a afir-

mar nuestra juventud como nttCIOn y callasobre los demás casos. Hasta el más Yiejoadvierte en América las modalidades priva­tivas de la juventud de las nac~ones: re­ciente establecimiento sobre el suelo, pasadobrevísimo, un vasto horizonte que desbrozar,ancho espacio para construir.

3.° Domine el pesimismo o el optimismo,.cualquiera sea la doctrina en boga, nuestrasnaciones, como todos los adolescentes, tienenque vivir inclinadas hacía el ponenir.

4.° Despobladas, esqUivas, nuestras cam­pañas, contristan a quien no siente avanzar,sobre el paisaje desnudo, el pueblito, la vía,el cam:;ino, que crecen y se perfeccionan

paso a paso. El desánimo que bajo la suges­tión del contorno agreste gana las almas im­porta una verdadera claudicación si se pien­sa que indesmentiblemente transcurre unaaurora. Sobreponerse a él es un imperativo.

5.° El mundo exterior se aproxima en es­tos países en formación. Vea Ud. cómo. Du­rante la vida de un hombre, y por ahora de­sus contemporáneos, una aldea llega a serpueblo, un pueblo adquiere magnitudes deciudad. He aquí que mientras él iba cre­ciendo, el pueblo o la aldea se delataban ymudaban de aspecto. He aquí que la coro­nación de su vida coincide con el nataliciú­de una ciudad. De esta suerte el espectácu­lo urbano no representa una imposición delos otros sino un coronamiento paralelo b:..

nuestras fatigas. Hemos vivido idénticos.días y somos testigos de su historia. Pode·mos evocar, en cualquier instante, sn ínte­gro desarrollo. Estamos en su misma intimi­dad.

6. o La pequeñez de nuestra tradición, elliviano influjo del pretérito, nos conceden.especial autonomía. Estamos en singular ap­titud para dirigir nuestra marcha. Podemos.vivir con un margen de prec::mción y de se- .lección inalcanzable por quienes trabajan so­bre una estructura milenaria. Correlatiya­mente a ese dilatado imperio sobre los he­chos existe una Emoción de poderío, de 21um­bramiento. Nuestro ser de nación no ha cI'is­talizaclo. Cada lapso de tiempo impl:mtarien él una noyedad. Al porvenir van ligadas.aventuras posibles. Cada hombre que parti­cipa aquí en una empresa colectiva sabe que·hinca las espuelas en los flancos de una "idanaciente. Como el pobre, como el maestro,como el artista, se siente factor del recorrido

-vital de otro ser, pero de otro ser cuya vidatiene más alto valor que la nuestra, según-efectivamente ocurre con la patria.

-CRIOLLO ANTIGUO Y CRIOLLO .ACTUAL

-Sin embargo, la palabra criollo va tra­ilicionalmente adscrita a uil linaje de hombrescuyas modalidades por ningún lado reflejanesa juventud, ese amanecer de que L d. noshabla. Cuando decimos criollo, pensamos enun viejo zumbón, tipo Mansilla, tipo Eduardo\eVilde, gran sei'ior a pesar de ser un reciénvenido, pensamos en el gaucho con su lentol'itmo de hombre sin oriente.

-En efecto y yo he seilalado la contradic--óón. He advertido en ese viejo criollo de 1880una falta de lógica, una manera de compor­tarse radicalmente inversa a la que su medio,·a la que su situación natural le pedía, y lohe definido como un adulto precoz, comoul!

ser prematuramente 11bicado en 1m destino

estático. Las siguientes palabras más seila­Jan mi desacuerdo con la conducta vital delcriollo antiguo y tratan de diseilar el nuevocamino: «El criollo de hoy, que no quieracomo el antiguo convertirse en forastero de

sus pagos, tendrá que cultivar cualidades, encierto sentido opuestas a las de sus antece­sores. En vez de a la poesía doblegada delrancho y la tapera aspirará a lma belleza

·de imposición y supremacia. Reverenciarálas virtudes de la aventura, la fe y el ímpe­

tu. Hay una manera auténticamente criollade practicar el ímpetu, la aventura y la fe.La empresa de nuestra generación consisteen descubrir el ritmo criollo de esos grandes-lUotores» .

EL POETA_ QUE E8TAMOS ESPERA.NDO

nos Aires, tras la apariencia cosmopolita, surico caudal de criolledad antigua.

Ha llegado Silva Vadés, gran veedor decosas criollas. Pero mucho más aún: primerenuncio del poeta futuro, parcial encarna­ción de su ingenio, con los poemas JIombres

Rubios en mlCstros cam.pos, Cancha. A.legrí~(

del Campo nuevo, Versos a -¡¡.na Rubia, etc.Ha llegado Mallea. Nos ha traído la nue­

va objetivación en el relato, el lirismo de 11prosa reciente, la aproximación al cinemató­grafo, la abrigada atmósfera de los libros in­gleses. :LVIallea con su obra Cuentos para una

-inglesa desesperada que representa hoy, ennuestro medio, una novedad comparable a laque significó, en su tiempo, _Azul de RubénDarío.

Ha llegado Ricardo Qüiraldes a hacer luzen torno al enigma inquietante del gaucl10y filiarlo con precisión.

Han llegado algunos otros y están por lle­gar iT'l1chos más.

-6 Qué nos anuncia sobre ese poeta que es­ÜI]ll('S esperando?

-Ha de ser 1111 hombre raro en cuya emo­Ci{;11 no mande la costumbre ( la paz de emocicn:llse ante las cosas recientes y en desano·110, (1ue son las nuestras, y expresar la rew­nancia espiritual que despierta el vivir cons·cientemente un amanecer, a pesar de que elmagisterio de Europa nos ha educado en el['lilO' oso culto por las cosas antiguas y delas iuerzas que se necesitan para revj_~'ir 011

una nueva pasión cuando el hábito de otr'lnos retiene. En ésta como en cualquier pa­sión, como en la pasión por la mujer, comoen la pasión carnal. Sabrá cumplir aquelimperativo de que hablamos y sobreponersea la influencia depresiva del paisaje. Llegarápresto a partir, presto a vivir mil aventurassin historia. Será religioso y enérgico.

LETRAS CHILENAS - EL AGUA EN

SOMBRA, por Augusto Santélice.

En toda su labor, A_ugusto Santelices esun porta lírico, eminentemente introspecti­

''lo. Se interna en los laberintos elel recuerdoy nos pormenoriza sus angustias y sus gozos.No importa ello reincidencias en vencidOs ro­manticismos, ni apareja entroncamientos con

-Su libro se cierra con una imploración;abre paso en las páginas finales a una fuer­te esperanza. Ld. se queda aguardando aun poeta que ha de venir y que ha de venirpor la senda que allí le traza.

-Sí; pero algunos han llegado ya. Esa-esperanza está en parte clUnplida.

Ha llegado Borges. Borges, escritor deraza, que ha libertado nuestro estilo de laperiodisticidad en que cayó después del sim­bolismo, que trae la preocupación de una

·obm específica y llega a. descubrir en Bue-

Leonidas de Vecl,ia. La Plata, 1930.

esas quejosas filosofías que han lacrimeadodurante tanto poema subjetivista. CuandoSuntelices se plantea los eternos interrogan­tes de las cosas, hermana su sentir al de He­ráclito, y una SUClve resignaclOn imprinlf'acento propio a sus íntimas confesiones:

«Que ganas de no vivir. La vida es unasuma cuyo resultado será la nada. »

Antes nos había traducido así el perpetuofluir que proclamara el filósofo de Efeso:

«Nada vale en el mundo la alegría más levefuera de la delicia de la misma alegría.Todo muere o se aleja. Todo es frágil y breve;en el día en que naces, empieza tu agonía.»

Poc~,s expresiones se encontrarán del es­cepticismo fundamental más acabadas queaquel «soliloquio de un hombre gris», en elque la vieja tortura espiritual adquiere pro­porciones de tormento angustioso: la cerca­nía de la desesperación ante el insobol'llable

recuerdo:

«tú, llamarada trepando por mis brazos,

y yo sin poder arder,como una rama verde sofocada de humo.»

Es el lirismo remozador el que ha vestidode originalidad los torcedores eternos. Por­que Santelices ha aCOl'dado su lira con elpresente y nos ha dicho sus canciones car­gadas de densidad lírica, como poeta acu­ciado por la fiebre creadora. Entre el re­cuerdo y el subconciente halla la zona suge­ridora, la cantera poética, bien diferenciadadel arbitrario super-realismo, como su dudapersistente se distancia de los manidos me­tafísicos legados a los impersonales por Ama­

do Nervo.Importa decir que Santelices nos da su

propia intimidad, y no un reflejo o re­medo de ajenos desasosiegos. Esa diferen­ciación encuentra factor eficaz en los recur­sos poéticos de amplia modernidad. La lí­rica adquiere el desenfado imprescindiblerara la creación estética, sin caer en el pa­rad6gico encandenamiento de lo absurdo einasible. Ni descoyuntamllélltos ni malaba·rismos. Naturalmente que un poeta sUiJjeti­va, sabedor de su señorío sobre la expresión,,,,no padece las incitaciones hacia el desbordelírico que necesite de la plástica del verso ode la fácil musicalidad que despiste en elescamoteo de la médula poética. Ni aun

cuando 8antelices conserva su primitiva fi-··delidad a los cánones recibidos, se deslíe enarrebatos o desfigura su personalidad. Púe-omas como «La Canción del Viento en Pri­mavera» y «Yo no me opongo a nada» SOl1.

una muestra de lo que' puede hacer un es­píritu verazmente poético dentro de las liga­duras de la métrica. Esa producción lievala fecha de 1925 y marca una modalidad deprocedimien to, pero no radical distancia­miento de la signada en 1927. En los últi­mos poemas, Santelices se desprende de larima y otras exigencias retóricas y persiguela imag-en creadora y la libertad que le per­mita trasvasar su verídica intimidad. Lametáfora es, en sus manos, docilidad, y noescándalo para profanos. Y, más que la me­táfora, nos agradan los pormenores:

«lVIis ojos quedan mirándotemás allá de mí mismo.»

La imagen, mansa y servicial, no deslum­bra con insolencias:

«Yo, que en las mañanas era la yerbasorbiendo la gota de su nombre,o el fresco silencio estremecidopor su palabra buena como estar bajo un

[árbol. »

Las fechas anteriormente anotadas marcanel itinerario de Augusto Santelices, jovenpoeta chileno que nos ha brindado un ase­gurado tomo de poesías. Poesía, limpia poe­sía. Lirismo en tono de intimidad, bajo la,opresión de congojas espiritudles o de recuer­dos inalienables. «El agua en sombra», consus voces de iniciación y constatable gene-orosidad en la selección, es una grata presen­cia y esboza los perfiles de una personalidadque hemos de ver totalmente definida enpróximo libro.

Serafín Ortega.

::VIendoza (R. A.), 19:30.

«PEO"\. DE ESTRELLAS» por Ramón JL

Díaz.

La poesía del mar recibe ahora un nuevo·y firme poeta: Ramón ::VI. Díaz, porque toda«Proa ele Estrellas» anda sobre resplandoresmarinos. Poesía del mar, que quiere decirno poesía del paisaje, sino de la profundi­dad; no poesía del color sino del matiz.

Ramón 2\1. Díaz se nos presenta poderoso,en su nacimiento de poeta. Su libro nosdeja en el oído esa música del mar, movichpor vientos de fe, por conseguidos ritmos de

-esperanza.

«Proa de Estrellas es mi corazón»! -ex­clama, no para anclar sino para seguir; ytiene plantas puras para cruzar por los ca­minos aún no andados, hacia la imagen quehace al hombre divino.«Una estrella sonorase ha reflejado dentro de mi caja de arcilla»

Si buscáramos la definición del poeta no

encontraríamos voces más justas para e-xpresarla. Toda la vida del poeta es la vibra­ción de esa estrella, la expresión de esa luz(Qué viejo es esto!), que Ramón 2\1. Díazafanoso busca con nosotros. Por eso gritacon voz de marinero en alta mar:·«Hermano:

Hazte a la luz con el ancla.Antes que tu árbol se amustie!»

Todos estamos en camino y Ramón con suclaridad es de los primeros. En la llamade la intimidad más fervorosa están recogi­dos nuestros cantos. Yo siento que todo loexterior está muriendo en Díaz, que está nim­bado ele ternuras; siento que toda superficiees despojada de él, y brota su palabra de lomás hondo. Caminos de perfección, dijo elclásico; y el cantar del más joven de nues­tros poetas carga la verdad eterna del canto:«Se arrodillan las distanciasSonando a lejana voz;Canto mío, eres el puentePor donde ha pasado Dios.»

Llevar en el alma esa verdad ya es vencerlos límites del tiempo. El árbol, pues, nohabrá ele amustiarse nunca!

Juvenal Ortiz Saralcgui.

DANIEL DE LA VEGA, - 8ns Jiejorcs Poc-

mns.

Editado por Nascimento, con la eleganciay fino sentido editorial que sabe hacerlo este-editor, hemos recibido un nutrido volumende versos. Se titula «Sus mejores poemas»

lo firma el prestigioso poeta chileno Da­de la Vega. La colección ha sido hecln

talentoso escritor, poeta y crítico Ro­Fuentes -uno de los positivos

valores intelectuales del Chile nuevo-, y loprologa devotamente el más andariego, diná­mico y turbulento de los escritores del veci­país: hemos nombrado a Pedro Sienna.

¡ Daniel de la Vega! 1: Cómo no habla1' deesta vieja devoción de nuestra infancia? Porla sedosa escala de sus rimas nos e:,cara­mamo", en nuestras iniciales andanzc1s líri­cas, buscando más diafanidad p:1l'a la locuraque acababa ele nacernos. Alguna vez, tre­pados en los tapiales huraños de vidrios desu tristeza, nos pusimos a llorar, co:liunc1iell­do los planes y equivocando la mehmcolb.del poeta con nuestra melancolía irreal. Eranlágrimas de escenario, las nuestras; peropronto, llegados los infortunios verdaderos,supimos llorar en varonía y el dolor del poe­ta chileno Se humanizó en nuestra propÍclcarne.

Tiene una vasta labor en prosa, ta:nbién.Escritor de naderías, de las cosas cotidianasy vulgares. Para el ojo vulgar, se entiende.Sus glosas llevan siempre, en el <,rrastre emo­cional de sus sugerencias, la perspectiva yel contenido y la hondura que la perennedistracción urbana dispersa y substrae denuestra ternura. Sabe atrapar lo subsbn­tivo, livianizándolo para nutrirnos mejor.

Su personalidad, en la hoja implorante dela cuartilla eterna, desdobla incontables ma­tices literarios. Poeta, crítico, novelista, so­bresale espléndidamente en sus múltir ies ap­titudes. Sus versos trascienden 1m desga­rramiento hondo y envolvente, que atempe­ra la vocación del paisaje. Tiene por prin­cipal característica el ritmo sentimental, zig­zagueante y limpio. Es poesía que previenedel corazón y busca la ternura andariega.En sus poemns cruza algo de la rica vetaemocional de la raza chilena: esa emociónque encorva un poco la voluntad nacional y

le imprime un rictus de indolencia.

En cuanto a su prosa, clara, serena y ex­presiva. Daniel de la Vega posee el don cam­biante del estilo colorista; sobre todo de esecolor un poco despreciado del mundo coti­diano. Es un atento que acecha la vibra­ción del mundo que huye. Sus «instantá­neas» hablan profundamente de la diversi­dad del temperamento de este escritor. Pereso es escritor de amplias correrías univer­sales. Ya no existe tema, en el kaleidosco­pío gritador del noticiero mundial, que nohaya sido desflorado por su pluma. Sabe

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Siempre encontramos hombres que dicen... «Lapropaganda SObI¿ automóviles es toda igual. .. Se·guridad en el camino... fuerza incostrastable ...facilidad en la operación... Esto se lo he oido atodos. Yo espero un coche que salga de lo común.Todos los coches hacen lo mismo. ¿En qué que·damos, entonces?»

Pero pongámosle detrás del volante de un Hup­móbile Nuevo .. , Que vaya dentro y fuera del trá·fico. Silencio. Rapidez. Veinte años de constanteesfuerzo de la ingenieria!. .. El empieza a hablar.Escuchémosle.

«Um!»Una curva cerrada y una empinada cuesta. Y

cuando el acelerador se mueve hacia abajo unafracción de pulgada y lma especie de aliento pode·roso surge de la fuerza de las nuevas culatas delos cilindros de forma abovedada, él dice... ¡enla cumbre!

«B:en. bien!»Uí¡ largo camino arcilloso, áspero, pantanoso.

¿Disminuir la velocidad? De ninguna manera. Alcontrario, más rápido. Liviano como lma bailarinajavonesa, el Nuevo Hupmóbile flota sobre sus lar­gos y cómodos elásticos y suaves amortig11adores ...y él dice ...

«y ahora. ¿Cómo salimos de ésta?»

En un camino reeto. Es una üecha; no se des­liza, vuela sin esfuerzo alguno. Y de pronto unarepentina presión sobre los frenos steelhidráulicosy cuatro cubiertas se aferran al camino como lasgarras aterciopeladas de un gato gigantesco... Niun crugido. Ni un deslizamiento. Ni Ull choCluey él dice ...

«NO HAY QUTEN BATA ESTE RECORD!!!»

Las ventas del Hupmóbile se han acrecentado en1m 72 % en un solo año. La gran ma.yoría de esosnuevos propietarios son motoristas aguerridos, vir­tuosos del volante... ¿Qué ha suceclido?.. Dejeque el Nuevo Hupmóbile se lo diga directamentea Ud.... permitiéndole su maneja durante unahora.

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