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Yo, robot Isaac Asimov

Yo, robot

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Autor: Isaac Asimov.

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  • Yo, robot

    Isaac Asimov

  • Ttulo original:I, robot

  • Los robots de Isaac Asimov son mquinas capaces de llevar a cabomuy diversas tareas, y aunque carecen de libre albedro, se planteana menudo a s mismos problemas de "conducta humana", ensituaciones que seran recreadas ms tarde por muy distintosautores. (Vase "El alma del robot", de B. J. Bayley). Pero estascuestiones se resuelven en "Yo, robot" en el mbito de las tres leyesfundamentales de la robtica, concebidas por el mismo Asimov, yque no dejan de proponer extraordinarias paradojas, que a vecespueden explicarse por errores de funcionamiento y otras por lacreciente complejidad de los "programas". Estas paradojas no sonslo ingeniosos ejercicios intelectuales sino y adems una fascinanteindagacin sobre la situacin del hombre actual en el universotecnolgico y en relacin con la experiencia del tiempo y la historia.

    Isaac Asimov naci en 1920 en la Unin Sovitica, y es doctor enbioqumica. Algunas de sus obras de ficcin ms importantesaparecieron en las revistas populares del gnero en la dcada de loscuarenta.

  • Traduccin de

    Manuel Bosch Barrett

    Primera edicin: marzo de 1975

    Novena reimpresin: junio 1984

    Coleccin Nebulae N.o 1

    Edhasa/Ciencia Ficcin

    Edhasa, 1975

    Avda. Diagonal, 519-521

    Barcelona 29

    Impreso por Romany /Valls

    Verdaguer, 1 Capellades

    (Barcelona)

    I.S.B.N.: 84-350-0121-0

    Depsito legal: B. 21.134-1984

  • Las tres leyes robticas

    1. Un robot no debe daar a un ser humano o, por su inaccin,dejar que un ser humano sufra dao.2. Un robot debe obedecer las rde nes que le son dadas por unser hu mano, excepto cuando estas rdenes estn en oposicincon la primera Ley.3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde estaprotec cin no est en conflicto con la primera o segunda Leyes.

    Manual de Robtica 1 edicin, ao 2058

  • Introduccin

    He revisado mis notas y no me gustan. He pasado tres das en losU.S. Robots y lo mismo hubiera podido pasarlos en casa con laEnciclopedia Telrica. Susan Calvin haba nacido en 1982, dicen, por lo cual tendr ahorasetenta y cinco aos. Esto lo sabe todo el mundo. Con bastanteaproximacin, la "U.S. Robots & Mechanical Men Inc." tiene tambinsetenta y cinco aos, ya que fue el ao del nacimiento de la doctoraCalvin cuando Lawrence Robertson sent las bases de lo que tenaque llegar a ser la ms extraa y gigantesca industria en la historia delhombre. Bien, esto lo sabe tambin todo el mundo. A la edad de veinte aos, Susan Calvin form parte de la comisininvestigadora psicomatemtica ante la cual el Dr. Alfred Lanning, de laU.S. Robots, present el primer robot mvil equipado con voz. Era unrobot grande, basto, sin la menor belleza, que ola a aceite demquina y destinado a las proyectadas minas de Mercurio. Peropoda hablar y razonar. Susan no dijo nada en aquella ocasin; no tom tampoco parte enlas apasionadas polmicas que siguieron.Era una muchacha fra, sencilla e incolora, que se defenda contra unmundo que le desagradaba con una expresin de mscara y unahipertrofia del intelecto. Pero mientras observaba y escuchaba, sentala tensin de un fro entusiasmo. Se gradu en la Universidad de Columbia en el ao 2003, y empeza dedicarse a la Ciberntica. Todo lo que se haba hecho durante la segunda mitad del sigloveinte en materia de "mquinas calculadoras" haba sido anulado porRobertson y sus cerebros positnicos. Las millas de cables yfotoclulas haban dado paso al globo esponjoso de platino-iridio deltamao aproximado de un cerebro humano. Aprendi a calcular los par metros necesarios para establecer las

  • posibles variantes del "cerebro positnico"; a construir "cerebros"sobre el papel, de una clase en que las respuestas a estmulosdeterminados podan producirse muy aproximadamente. En 2008, se doctor en Filosofa e ingres en la U.S. Robots como"robopsicloga", convirtindose en la primera gran practicante de estanueva ciencia. Lawrence Robertson era todava presidente de lacorporacin; Alfred Lanning haba sido nombrado director deinvestigaciones. Durante quince aos vio cmo cambiaba la direccin del progresohumano, y avanzaba vertiginosamente. Ahora se retiraba... hasta donde poda. Por lo menos, permita que lapuerta de su despacho ostentase el nombre de otra persona. Esto, sencillamente, fue lo que supe. Tena una larga lista de suspublicaciones, de las patentes a su nombre; conoca los detallescronolgicos de sus promociones, en una pala bra, tena su "vida"profesional con todo detalle. Pero todo esto no era lo que yo quera. Necesitaba algo ms para mis artculos con destino a la PrensaInterplanetaria. Mucho ms. Y as se lo dije. --Doctora Calvin -le dije tan amablemente como pude-, segn laopinin general, la U.S. Robots y usted son equivalentes. Su retiradapondr fin a una Era que... --Quiere usted el punto de vista del inters humano? -dijo sinsonrer

    No creo que nunca sonriese. Pero sus ojos eran penetrantes, aunqueno agresivos. Sent que su mirada me atravesaba y sala por eloccipucio y supe que era para ella de una transparencia inusitada; quetodo el mundo lo era. --Exacto -dije. --El inters humano... de los robots? Esto es una contradiccin. --No, doctora, de usted. --Tambin me han llamado robot.Con seguridad le habr n dicho a usted que no soy humana. Me lo haban dicho, en efecto, pero no ganaba nada con confesarlo. Se levant de la silla. No era alta y pareca fr gil. La segu hasta laventana y nos asomamos a ella.

  • Las oficinas y talleres de la U.S. Robots formaban una pequeaciudad, espaciosa y bien planeada.Todo era achatado como una fotografa area. --Cuando vine aqu por primera vez -dijo- viva en una pequeahabitacin, all a la derecha, donde est hoy el retn de bomberos.Fue derribada antes de que usted naciese. Comparta la habitacincon tres personas. Tena media mesa. Construamos nuestros robotsen un solo edificio.Produccin... tres a la semana. Ahora fjese. --Cincuenta aos -aventur-, es mucho tiempo. --No cuando una mira hacia atr s.Una se pregunta cmo han pasado tan aprisa. Volvi a su mesa y se sent. No necesitaba expresin alguna en surostro para parecer triste. --Qu edad tiene usted? -quiso saber. --Treinta y dos aos -respond. --Entonces, no puede recordar los tiempos en que no haba robots.La humanidad tena que enfrentarse con el universo sola, sin amigos.Ahora tiene seres que la ayudan; seres ms fuertes que ella, mstiles, ms fieles, y de una devocin absoluta.Ha pensado usted en ello bajo este aspecto? --Temo que no. Puedo citar sus palabras? --S. Para usted, un robotes un robot. Mecnica y metal; electricidad y positones. Mente yhierro! Obra humana! Si es necesario, destruida por el hombre. Perono ha trabajado usted en ellos, de manera que no los conoce. Sonms limpios, ms educados que nosotros. Trat de halagarla, de adularla hbilmente. --Quisiramos saber algo de lo que pueda usted contarnos, saber suopinin sobre los robots. La Prensa Interplanetaria abarca todo elSistema Solar. Unos tres billones de lectores, doctora Calvin. Tienenque saber lo que pueda usted decirnos sobre los robots. No tena necesidad de insistir. No me oy, pero se diriga al lugarindicado. --Deben haberlo sabido desde el principio. Vendamos robots parauso terrestre... antes de mis tiempos, incluso. Desde luego, eranrobots que no podan hablar. Despus se hicieron ms humanos, yempez la oposicin.

  • Los sindicatos obreros, como es natural, se opusieron a lacompetencia que hacan los robots al trabajo humano, y variossectores de la opinin religiosa hicieron sus objeciones inspiradas enla supersticin. Todo aquello fue intil y ridculo. Y, sin embargo, asera. Yo iba tomando notas de lo que deca en mi registrador de bolsillo,tratando de que no observase el movimiento de mi mano. Practicandoun poco se puede llegar a hacer detalladas anotaciones sin sacar elchisme del bolsillo. --Tomemos el caso de Robbie -dijo-. No lo conoc. Fue desguazadoel ao anterior a mi entrada en la compaa...; era muy atrasado. Perovi a la muchacha en el museo. Se detuvo, pero no dijo nada. Dej que sus ojos se humedeciesen ysu imaginacin viajase. Tena que recorrer mucho tiempo. --O hablar de ello ms tarde, y, cuando nos llamaban blasfemos ycreadores de demonios, siempre me acordaba de l. Robbie era unrobot sin vocalizacin. No poda hablar. Fue fabricado y vendido en1996. Eran das anteriores a la extrema especializacin, de maneraque fue vendido como niera... --Cmo qu? --Como niera...

  • 1Robbie

    --Noventa y ocho... noventa y nueve... cien! -Gloria retir su mrbidoantebrazo de delante de los ojos y permaneci un momentoparpadeando al sol. Despus, tratando de mirar en todas direccionesa la vez, avanz cautelosamente algunos pasos, apartndose del rbolcontra el que se apoyaba. Estir el cuello, estudiando las posibilidades de unos matorrales quehaba a la derecha y se alej unos pasos para tener mejor punto devista

    La calma era absoluta, a excepcin del zumbido de los insectos y elgorjear de algn p jaro que afrontaba el sol de medioda. --Apostara a que se ha metido en casa, y le he dicho mil veces queesto no es leal -se quej. Avanzando los labios con un mohn y arrugando el entrecejo, sedirigi decididamente hacia el edificio de dos pisos del otro lado delcamino. Demasiado tarde oy un crujido detr s de ella, seguido del claro"clump-clump" de los pies metlicos de Robbie. Se volvi rpidamente para ver a su triunfante compaero salir de su escondrijo yech a correr hacia el rbol a toda velocidad. Gloria chill, desalentada. --Espera, Robbie! Esto no es leal, Robbie! Prometiste no salirhasta que te hubiese encontrado! -Sus diminutos pies no podanseguir las gigantescas zancadas de Robbie. Entonces, a tres metrosde la meta, el paso de Robbie se redujo a un mero arrastrarse yGloria, haciendo un esfuerzo final por alcanzarlo, ech a correrjadeante y lleg a tocar la corteza del rbol la primera. Orgullosa, se volvi hacia el leal Robbie y con la ms baja ingratitud,le recompens su sacrificio mofndose de su incapacidad para

  • correr. --Robbie no puede correr! -gritaba con toda la fuerza de su voz deocho aos-. Lo gano cada da! Lo gano cada da! -cantaban laspalabras con un ritmo infantil. Robbie no contest, desde luego...con palabras. Ech a correr, esquivando a Gloria cuando la niaestaba a punto de alcanzarlo, oblig ndola a describir crculos que ibanestrech ndose, con los brazos extendidos azotando el aire. --Robbie... estte quieto! -gritaba. Y su risa sala estridente,acompaando las palabras. Hasta que Robbie se volvi sbitamente y la agarr, hacindole darvueltas en el aire, de manera que durante un momento para ella eluniverso fue un vaco azulado y los verdes rboles que se elevaban delsuelo hacia la bveda celeste. Y despus se encontr de nuevosobre la hierba, al lado de la pierna de Robbie y agarrada todava a unduro dedo de metal. Al poco rato recobr la respiracin. Trat intilmente de arreglar sualborotado cabello con un gesto de vaga imitacin de su madre y mirsi su vestido se haba desgarrado. Golpe con la mano la espalda de Robbie. --Mal muchacho! Malo, malo! Te pegar! Y Robbie se inclinaba, cubrindose el rostro con las manos, demanera que ella tuvo que aadir: --No, no, Robbie! No te pegar!Pero ahora me toca a m esconderme, porque tienes las piernas mslargas y me prometiste no correr hasta que te encontrase. Robbie asinti con la cabeza -pequeo paraleleppedo de bordes yngulos redondeados, sujeto a otro paraleleppedo ms grande, queserva de torso, por medio de un corto cuello flexible- yobedientemente se puso de cara al rbol. Una delgada pelcula demetal baj sobre sus ojos relucientes y del interior de su cuerpo saliun acompasado tic-tac. --Y ahora no mires, ni te saltes ningn nmero -le advirti Gloria,mientras corra a esconderse. Con invariable regularidad fueron transcurriendo los segundos, y alllegar a cien se levantaron los p rpados y los ojos colorados deRobbie inspeccionaron los alrededores. Al instante se fijaron en untrozo de tela de color que sala de detr s de una roca. Avanz algunospasos y se convenci de que era Gloria.

  • Lentamente, mantenindose entre Gloria y el rbol-meta, avanzhacia el escondrijo, y, cuando Gloria estuvo plenamente a la vista y nopudo dudar de haber sido descubierta, tendi un brazo hacia ella, y segolpe con el otro la pierna, produciendo un ruido metlico. Gloriasali, contrariada. --Has mirado! -exclam con neta deslealtad-. Adems, estoycansada de jugar al escondite. Quiero que me lleves a paseo. Pero Robbie estaba ofendido de la injusta acusacin, y, sentndosecautelosamente, movi la cabeza contrariado de un lado a otro. Gloria cambi de tono, adoptando una gentil zalamera. --Vamos, Robbie, no lo he dicho en serio, que mirases. Llvame apaseo. Pero Robbie no era tan fcil de conquistar. Mir fijamente al cielo ysigui moviendo negativamente la cabeza, obstinado. --Por favor, Robbie, llvame a paseo! -Rode su cuello con susrosados brazos y estrech su presa. Despus cambiandorepentinamente de humor, se apart de l-. Si no me das un paseo,voy a llorar. -Y su rostro hizo una mueca, dispuesta a cumplir suamenaza. El endurecido Robbie no hizo caso de la terrible posibilidad, y siguimoviendo la cabeza por tercera vez.Gloria consider necesario jugar su ltima carta. --Si no me llevas -exclam amenazadora- no te contar mshistorias.Ni una ms! Ante este ultimtum, Robbie se rindi sin condiciones y moviafirmativamente la cabeza, haciendo resonar su cuello de metal.Levant cuidadosamente a la chiquilla y la sent en sus anchoshombros. Las amenazadoras l grimas de Gloria se secaron en el acto y seech a rer con deleite. La piel metlica de Robbie, mantenida a unatemperatura constante gracias a las resistencias interiores, era suavey agradable, y el ruido metlico que ella produca al golpear el cuerpocon sus tacones daba mayor encanto a la situacin. --Eres un caza del aire, Robbie, eres un gran caza de plata del aire.Tiende los brazos. Tienes que tenderlos, Robbie, si quieres ser uncaza del aire!

  • Ante aquella lgica irrefutable los brazos de Robbie se convirtieronen alas, que cogan las corrientes de aire, y fue un caza areo. Gloria se agarraba a la cabeza del robot, inclin ndose hacia laderecha.Entonces dot a la nave de un motor que haca "Brrrr", y de armasque producan sonidos onomatopyicos de disparos. Daba caza a lospiratas y las bateras de la nave entraban en accin. --Hemos matado a otro! Dos ms!... -gritaba-. Ms aprisa, hombre!Nos quedamos sin municiones! Apuntaba por encima de su hombro con indomable valor, y Robbieera una achatada nave del espacio que zumbaba a travs de labveda celeste con la mxima aceleracin. Cruz corriendo el campo hacia la alta hierba, y se detuvo con unarapidez que arranc un grito a su sonrojada amazona y la dej caersuavemente sobre la blanda alfombra verde. Gloria se rea y jadeaba,lanzando intermitentes exclamaciones. --Oh, qu bueno!... Robbie esper a que recobrase la respiracin y entonces le tirsuavemente de un mechn de pelo. --Quieres algo? -dijo Gloria con una expresin de inocencia en losojos, que no consigui engaar ni por un instante a su voluminosa"niera".Robbie le tir del pelo con ms fuerza. --Ah, ya s!... Quieres una historia. Robbie asinti r pidamente. --Cu l? Robbie describi un semicrculo en el aire con un dedo. --"Otra vez"? -protest la chiquilla-. Te he explicado la Cenicienta unmilln de veces. No ests cansado de ella? Es para nios! Bien,bien -aadi, viendo a Robbie describir otro semicrculo. Gloria reflexion, evoc en su memoria el recuerdo del cuento (consus modificaciones propias, que eran varias) y empez: --Ests apunto? Bien, pues haba una vez una bella muchacha que se llamabaElla. Y tena una cruel madrastra y dos hermanastras muy feas y muymalas y... Gloria haba llegado al momento crtico del cuento: "Dabamedianoche en el reloj y sus andrajos se convertan..."; y Robbieescuchaba atentamente, con los ojos ardientes, cuando vino la

  • interrupcin. --Gloria! Era la voz aguda de una mujer que haba llamado no una, sino variasveces; y tena el tono nervioso de aquel a quien la ansiedad convierteen impaciencia. --Mam me llama -dijo Gloria, contrariada-. Ser mejor que me lleves a casa, Robbie. Robbie obedeci apresuradamente, porque saba que ms valacumplir las rdenes de Mrs. Weston sin la menor vacilacin. El padrede Gloria estaba raramente en casa durante el da, a excepcin de losdomingos -hoy, por ejemplo-, y cuando esto ocurra, se mostraba elhombre ms afable y comprensivo. La madre de Gloria, en cambio,era una fuente de sinsabores para Robbie, que senta siempre eldeseo de alejarse de su presencia.Mrs. Weston los vio en el momento en que aparecan por encima delos altos tallos de la vegetacin, y volvi a entrar en la casa aesperarlos. --Te he llamado hasta quedarme ronca, Gloria -dijo severamente-.Dnde estabas? --Estaba con Robbie -balbuci Gloria-. Le estabacontando la Cenicienta y he olvidado que era hora de comer. --Pues es una l stima que Robbie lo haya olvidado tambin. -Y comosi de repente recordase la presencia del robot, se volvi r pidamentehacia l-. Puedes marcharte, Robbie. No te necesita ya. Y no vuelvashasta que te llame -aadi secamente. Robbie dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo al or a Gloriasalir en su defensa. --Espera, mam! Tienes que dejar que se quede: No he acabadode contarle la Cenicienta. Le he prometido contarle la Cenicienta y nohe terminado. --Gloria! --De verdad, mam. Se estar tan quieto que no te dar s siquieracuenta de que est aqu. Puede sentarse en la silla del rincn, y nodir ni una palabra...; bueno, no har nada, quiero decir. Verdad,Robbie? Robbie, as interpelado, movi de arriba abajo su pesadacabeza. --Gloria, si no dejas esto inmediatamente, no ver s a Robbie en unasemana. La chiquilla baj los ojos.

  • --Bueno..., pero la Cenicienta es su cuento favorito y no lo habaterminado... Y le gusta tanto! El robot sali de la habitacin con paso vacilante y Gloria ahog unsollozo. George Weston se encontraba a gusto... Tena la inveteradacostumbre de pasar las tardes de los domingos a gusto. Una buenadigestin de la sabrosa comida; una vieja y muelle "chaise longue"para tumbarse; un nmero del "Times"; las zapatillas en los pies, eltorso sin camisa...Cmo poda uno no encontrarse a gusto? No experiment ningnplacer, por lo tanto, cuando vio entrar a su esposa. Despus de diezaos de matrimonio era todava lo suficientemente estpido paraseguir enamorado de ella, y tena siempre mucho gusto en verla; perolas tardes de los domingos eran sagradas y su concepto de laverdadera comodidad era poder pasar tres o cuatro horas solo. Porconsiguiente, concentr su atencin en las ltimas noticias de laexpedicin Lefebre-Yoshida a Marte (tena que salir de la Base Luna ypoda incluso tener xito) y fingi no verla. Mrs. Weston esper pacientemente dos minutos, despus,impaciente, dos ms, y finalmente rompi el silencio. --George... --Ejem? --He dicho George! Quieres dejar este peridico ymirarme? El peridico cay al suelo, crujiendo, y George volvi elrostro contrariado hacia su mujer. --Qu ocurre, querida? --Ya sabes lo que ocurre. Es Gloria y estaterrible mquina. --Qu terrible mquina? --No finjas no saber de lo que hablo. Elrobot, al cual Gloria llama Robbie. No se aparta de ella ni un instante. --Y por qu quieres que se aparte?Es su deber... Y en todo caso, no es ninguna terrible mquina. Es elmejor robot que se puede comprar con dinero y estoy seguro de queme hace economizar medio ao de renta. Es ms inteligente quemuchos de mis empleados. Hizo ademn de volver a tomar el peridico, pero su mujer fue ms rpida que l y se lo arrebat. --Vas a escucharme, George. No quiero ver a mi hija confiada a unamquina, por inteligente que sea. No tiene alma y nadie sabe lo quees capaz de pensar. Una chiquilla no est hecha para ser guardada

  • por una "cosa" de metal. --Y cu ndo has tomado esta decisin? -pregunt Mr. Westonfrunciendo el ceo-. Ya lleva con Gloria dos aos y no he visto que tepreocupases hasta ahora. --Al principio era diferente. Era una novedad, me quit un peso deencima y era una cosa elegante. Pero ahora, no s... los vecinos... --Y qu tienen que ver los vecinos con esto? Mira, un robot esmuchsimo ms digno de confianza que una nodriza humana. Robbiefue construido en realidad con un solo propsito: ser el compaerode un chiquillo. Su "mentalidad" entera ha sido creada con estepropsito. Tiene forzosamente que querer y ser fiel a esta criatura. Esuna mquina, "hecha as". Es ms de lo que puede decirse de loshumanos. --Pero puede ocurrir algo.Puede... puede -Mrs. Weston tena unas ideas muy vagas delcontenido interior de un robot-, no s, si algo de dentro se estropeasey... No poda decidirse a completar su claro y espantoso pensamiento. --Tonteras... -neg Weston con un involuntario estremecimientonervioso-. Es completamente ridculo.Cuando compr a Robbie tuvimos una larga discusin acerca de laPrimera Regla Robtica. Ya sabes que un robot no puede daar a unser humano; que mucho antes de que algo pudiese alterar estaPrimera Regla, el robot quedara completamente inutilizado.Es una imposibilidad matemtica.Adems, dos veces al ao viene un ingeniero de la U.S. Robots ahacer una revisin completa del mecanismo.Hay menos probabilidades de que se estropee algo en Robbie, deque uno de nosotros se vuelva repentinamente loco;considerablemente menos. Adems, cmo se lo vas a quitar aGloria? Hizo una nueva e infructuosa tentativa de tomar el peridico ysu mujer lo arroj con rabia a la habitacin contigua. --Ah est la cosa, George. No quiere jugar con nadie ms. Hay poraqu docenas de nios y nias con quienes podra trabar amistad,pero no quiere. No quiere ni acercarse a ellos, a menos que yo laobligue. Es imposible que se cre as. Querr s que sea una nianormal, verdad? Querr s que sea capaz de ocupar su sitio en lasociedad... supongo.

  • --Ests luchando contra las sombras, Grace. Imagnate que Robbiees un perro. He visto centenares de chiquillos que queran ms a superro que a su padre. --Un perro es diferente, George.Tenemos que librarnos de este terrible instrumento. Puedes volverloa vender a la compaa. Lo he preguntado y es posible. --Que lo has... "preguntado"? Mira, Grace, escucha, no nosapartemos de la cuestin. Vamos a conservar el robot hasta queGloria sea mayor, y no se hable ms de este enojoso asunto. Y con estas palabras, sali de la habitacin dando un bufido. Dos das despus, Mrs. Weston encontr a su marido en la puerta. --Tienes que escuchar una cosa, George. Hay mala voluntad por elpueblo. --Acerca de qu? -pregunt Mr.Weston entrando en el cuarto de bao y ahogando la posiblerespuesta con el ruido del agua. Mrs. Weston esper a que cesara.Despus dijo: --Acerca de Robbie. Weston avanz un paso con la toalla en la mano, el rostro colorado ycolrico. --Qu diablos ests diciendo? --La cosa se ha ido formando yformando... He tratado de cerrar los ojos y no verlo, pero no puedoms.Todo el pueblo considera a Robbie peligroso. No dejan acercarseaqu a los chiquillos. --Nosotros le confiamos "nuestra" hija. --La gente no razona, ante estas cosas. --Pues que se vayan al diablo! --Decir esto no resuelve el problema. Yo tengo que comprar all.Tengo que ver a los vecinos cada da. Y estos das es peor cuandose habla de robots. Nueva York acaba de dictar la orden prohibiendoque los robots salgan a la calle entre la puesta y la salida del sol. --Muy bien, pero no pueden impedirnos tener un robot en nuestracasa, Grace. Esto es una de tus campaas.La conozco. Pero la respuesta es la misma. No! Seguiremosteniendo a Robbie.

  • Y no obstante, quera a su mujer; y, lo que era peor an, su mujer losaba. George Weston, al fin y al cabo, no era ms que un hombre, elpobre!, y su mujer echaba mano de todos los artilugios que el sexoms torpe y escrupuloso ha aprendido, con razn e intilmente, atemer. Diez veces durante la semana que sigui, tuvo ocasin de gritar:"Robbie se queda... y se acab!", y cada vez lo deca con menosfuerza y acompaado de un gruido ms plaidero. Lleg finalmente el da en que Weston se acerc tmidamente a suhija y le propuso una sesin de visivoz en el pueblo. --Puede venir Robbie? --No, querida -dijo l estremecindose alsonido de su voz-, no admiten robots en el visivoz, pero podr scontrselo todo cuando volvamos a casa.-Dijo las ltimas palabras balbuceando y mir a lo lejos. Gloria regres del pueblo hirviendo de entusiasmo, porque el visivozera realmente un espectculo magnfico.Esper a que su padre metiese el coche a reaccin en el garajesubterr neo y dijo: --Espera que se lo cuente a Robbie, pap . Lehubiera gustado mucho.Especialmente cuando Francis Fran retroceda tan sigilosamente ytropez con uno de los Hombres-Leopardo y tuvo que huir. -Se ri denuevo-.Pap , hay verdaderamente hombres-leopardo en la Luna?--Probablemente, no -dijo Weston distrado-. Es slo fantasa. No poda entretenerse ya mucho con el coche. Tena que afrontar lasituacin. Gloria ech a correr por el csped. --Robbie! Robbie! De repente se detuvo al ver un magnfico perro de pastor que lamiraba con ojos dulces, moviendo la cola. --Oh, que perro ms bonito! -dijo Gloria subiendo los escalones delporche y acarici ndolo cautelosamente-. Es para m, pap ? --S, espara ti, Gloria -dijo su madre, que acababa de aparecer junto a ellos-.Es muy bonito, y muy bueno..

    Le gustan las nias. --Y sabe jugar? --Claro! Sabe hacer la mar de trucos. Quieres ver

  • algunos? --En seguida. Quiero que lo vea Robbie tambin."Robbie"!... -Se detuvo, vacilante, y frunci el ceo-

    Apostara a que se ha encerrado en su cuarto, enojado conmigoporque no le he llevado al visivoz. Tendr s que explicrselo, pap . Am quiz no me creera, pero si se lo dices t sabr que es verdad. Weston se mordi los labios. Mir a su mujer, pero ella apartaba lavista. Gloria dio r pidamente la vuelta y baj los escalones del stano altiempo que gritaba: --Robbie..., ven a ver lo que me han trado pap ymam! Me han comprado un perro, Robbie! Al cabo de un instante, haba regresado asustada. --Mam, Robbie no est en su habitacin. Dnde est? -No huborespuesta; George Weston tosi y se sinti repentinamenteinteresado por una nube que iba avanzando perezosamente por elcielo. La voz de Gloria estaba preada de l grimas-. Dnde estRobbie, mam? Mrs. Weston se sent y atrajo suavemente a su hijahacia ella. --No te importe, Gloria. Robbie se ha marchado, me parece. --Marchado?... Adnde? Adnde se ha marchado, mam?--Nadie lo sabe, hijita. Se ha marchado. Lo hemos buscado y buscadopor todas partes, pero no lo encontra mos. --Quieres decir que no va a volver nunca ms? -sus ojos seredondeaban por el horror. --Quiz lo encontraremos pronto.Seguiremos buscndolo. Y entretanto puedes jugar con el perrito.Mralo!Se llama "Rel mpago" y sabe... Pero Gloria tena los p rpados baados en l grimas. --No quiero el perro feo! Quiero a Robbie! Quiero que meencuentres a Robbie! Su desconsuelo era demasiado hondo para expresarlo conpalabras, y prorrumpi en un ruidoso llanto. Mrs. Weston pidi auxilio a su marido con la mirada, pero l seguabalanceando rtmicamente los pies y no apartaba su ardiente miradadel cielo, de manera que tuvo que inclinarse para consolar a su hija. --Por qu lloras, Gloria? Robbie no era ms que una mquina, una

  • mquina fea... No tena vida. --No era una mquina! -grit Gloria con fuego-. Era una personacomo t y como yo y adems era mi amigo.Quiero que vuelva! Oh, mam, quiero que vuelva...! La madre gimi, sintindose vencida, y dej a Gloria con su dolor. --Djala que llore a su gusto -le dijo a su marido-; el dolor de loschiquillos no es nunca duradero.Dentro de unos das habr olvidado que aquel espantoso robot hayaexistido. Pero el tiempo demostr que Mrs.Weston haba sido demasiado optimista. Desde luego, Gloria dej dellorar, pero dej de sonrer y cada da se mostraba ms triste ysilenciosa.Gradualmente, su actitud de pasiva infelicidad fue minando a Mrs.Weston y lo nico que la retena de ceder, era su incapacidad deconfesar la derrota a su marido. Hasta que una noche, entr en el "living", se sent y se cruz debrazos, desalentada. Su marido estir el cuello para verla por encimadel peridico. --Qu te pasa, Grace? --Es esta chiquilla, George. He tenido quedevolver el perro hoy. Gloria me dijo que no poda soportar verlo. Har que tenga unataque de nervios. Weston dej el peridico a un lado y un destello de esperanzaapareci en sus ojos. --Quiz ..., quiz tendramos que volver a pedir a Robbie. Es posible,sabes... Puedo hablar con... --No! -respondi ella secamente-.No quiero or hablar de l. No vamos a ceder tan fcilmente. Mi hija notiene que ser criada por un robot, aunque necesite aos paraquitrselo de la cabeza. Weston volvi a tomar el peridico con aire decepcionado. --Un ao as y tendr el cabello prematuramente gris. --No eres de gran ayuda, George -fue la glacial contestacin-. Loque Gloria necesita es un cambio de ambiente. Aqu no puede olvidara Robbie, desde luego. Cmo puede olvidarlo si cada rbol y cada

  • roca se lo recuerda? Es realmente la situacin ms tonta de que heodo hablar. Imagnate una criatura desfalleciendo por la prdida deun ro bot! --Bien, vamos al grano. Cu l es el cambio de ambiente queplaneas? --Vamos a llevarla a Nueva York. --En agosto! Oye, sabes lo que representa Nueva York en agosto?Es insoportable! --Hay millones que lo soportan. --No tienen un sitio como ste donde estar. Si no tuviesen quequedarse en Nueva York, no se quedaran. --Pues nosotros tendremos que quedarnos tambin. Vamos a saliren seguida, en cuanto hayamos hecho los preparativos. En NuevaYork, Gloria encontrar suficientes distracciones y suficientes amigospara hacerle olvidar esta mquina. --Oh, Dios mo!... -gru el infeliz marido-. Aquellos pavimentosabrasadores! --Tenemos que ir -fue la implacable respuesta-. Gloria ha perdidodos kilos este mes y la salud de mi hijita es ms importante para mque tu comodidad. --Es una l stima que no hayas pen sado en la salud de tu hijita antesde privarla de su querido robot -murmur l..., para s mismo.

    Gloria dio inmediatamente sntomas de mejora en cuanto oy hablardel inminente viaje a la ciudad. Hablaba poco de l, pero cuando lohaca era siempre con vivo entusiasmo. Comenz de nuevo a sonrery a comer con su precedente apetito. Mrs. Weston no caba en s de jbilo y no perda ocasin dedemostrar su triunfo sobre su todava escptico marido. --Lo ves, George? Ayuda a hacer el equipaje como un angelito ycharla como si no hubiese tenido un disgusto en su vida. Es lo que tedije, lo que necesitaba era fijar su inters en otra cosa. --Ejem!... -respondi el marido, escptico-. Esperemos que as sea. Los preliminares se hicieron r pidamente. Se tomaron lasdisposiciones para el alojamiento en la ciudad y un matrimonio quedencargado del cuidado de la casa de campo. Cuando finalmente llegel da de la marcha, Gloria haba vuelto a ser la misma de antes y ni lamenor alusin de Robbie pas por sus labios.

  • Con el mejor humor, la familia tom un taxigiro hasta el aeropuerto(Weston hubiera preferido ir en su autogiro, pero era slo un dosplazas y no haba sitio para el equipaje) y entraron en el avin queesperaba para salir. --Ven, Gloria, te he reservado un sitio al lado de la ventana para queveas el paisaje. Gloria ocup el sitio indicado, aplast su naricilla contra el gruesovidrio y mir con un inters que aument al comenzar a rugir losmotores

    Era demasiado pequea para asustarse cuando la tierra empez aalejarse a sus pies y sinti aumentar el doble de su peso. Slocuando la tierra hubo cambiado de aspecto y se convirti en una vastamanta de cuadros de colores, apart la nariz del vidrio y se volvihacia su madre. --Llegaremos pronto a la ciudad, mam? -pregunt rascndose lanariz helada y observando cmo se desvaneca la mancha opaca quesu aliento haba dejado en la ventana. --Dentro de media hora, hija ma.No ests contenta de que vayamos? -aadi con slo un leve tonode ansiedad en la voz-. No vas a ser muy feliz en la ciudad, con losedificios y la gente y tantas cosas que ver? Iremos al visivoz cada da,y al teatro, y al circo y a la playa, y... --S, mam -fue la respuesta sin entusiasmo de la chiquilla. La navepasaba en aquel momento sobre un mar de nubes y Gloria qued enel acto absorbida en la contemplacin de aquella masa que tena asus pies. Despus volvieron a encontrarse en medio de un cielo azuly se volvi hacia su madre con un sbito aire misterioso de secreto. --Ya s por qu vamos a la ciudad, mam. --S, hija ma? -dijo Mrs. Weston intrigada-. Y por qu? --No me lohas dicho porque queras darme una sorpresa, pero lo s.-Qued un momento sumida en la admiracin de su agudaperspicacia y des pus se ech a rer alegremente-.Vamos a Nueva York porque all podremos encontrar a Robbie, noes verdad? Con detectives. La suposicin pill a George Weston en el momento de beber unvaso de agua, con desastrosos resultados.

  • Hubo una especie de ronquido, un giser de agua y una tos dealguien que se ahoga. Cuando todo hubo terminado, ofreci elaspecto de una persona profundamente contrariada, tena el rostrocolorado y estaba mojado de pies a cabeza. Mrs. Weston mantuvo su compostura, pero cuando Gloria huborepetido su pregunta con el ansia redoblada en la voz, su mal humortriunf. --Quiz -repiti secamente-. Y ahora sintate y estte quieta, por elamor de Dios.

    Nueva York, en 1998, era para el visitante un paraso superior a loque haba sido siempre. Los padres de Gloria se dieron cuenta deello y sacaron el mejor partido posible. Por orden estricta de su mujer, Weston haba tomado lasdisposiciones necesarias para que sus negocios marchasen solospor algn tiempo, a fin de estar libre y poder dedicar el tiempo a loque l llamaba "salvar a Gloria del borde del abismo". Como eracostumbre en Weston, lo hizo de aquella forma precisa, minuciosa yeficiente que era propia de l. Antes de que hubiese transcurrido unmes, nada de lo que poda hacerse haba dejado de ser hecho. Gloria fue llevada al ltimo piso del Roosevelt Building, que medacasi un kilmetro de altura, y desde donde se gozaba del abigarradopanorama de los edificios que se extendan hasta los campos deLong Island y las tierras llanas de Nueva Jersey.Visitaron los jardines zoolgicos, donde Gloria contempl conemocionado temor un "verdadero len vivo" (con la consiguientedecepcin de ver que los guardianes lo alimentaban con trozos decarne cruda y no con seres humanos, como ella esperaba), y pidicon insistencia y de manera perentoria ver "la ballena". Los diversos museos contribuyeron tambin a llamar su atencin, ascomo parques, playas y el acuario. Llevaron a Gloria hasta medio curso del Hudson en un barcoespecialmente decorado, que evocaba el arcasmo de los aosveinte. Viaj por la estratosfera en una salida de exhibicin y vio elcielo ponerse de color de prpura, las estrellas destacar en elfirmamento y la Tierra nebulosa tomar bajo ellos el aspecto de unagran taza cncava. Una nave submarina de paredes transparentes lehizo visitar las aguas de Long Island y vio aquel mundo verde ytembloroso, y los monstruos marinos acercarse a ella y huir despus

  • atemorizados. En un terreno ms prosaico, Mrs.Weston la llev a los grandes almacenes, donde pudo soar denuevo a su antojo. En resumen, cuando el mes hubo casi transcurrido, los Westonestaban convencidos de haber hecho cuanto era humanamenteposible para quitarle de la cabeza al desaparecido Robbie, pero noestaban muy seguros de haberlo conseguido. El hecho cierto era que dondequiera que llevasen a Gloria,desplegaba el ms vivo inters por todos los robots que se le ponandelante. Por muy interesante que fuese el espectculo a que asista,por nuevo que fuese a sus ojos infantiles, su mirada se fijabaimplacablemente en cualquier parte donde viese un movimientometlico. La situacin alcanz su apogeo con el episodio del Museo deCiencia y de Industria. El Museo haba anunciado un "programainfantil" especial donde tenan que hacerse demostraciones de magiacientfica reducidas a la escala de la mentalidad infantil. Los Weston,desde luego, pusieron el espectculo en la lista de "indispensables". Los Weston estaban completamente absorbidos por losexperimentos de un potente electroimn cuando Mrs. Weston se diosbitamente cuenta de que Gloria no estaba con ellos. El p nico inicialse convirti en metdica decisin y con la ayuda de tres empleadosse comenz una minuciosa bsqueda. Gloria, por su parte, no era de esas chiquillas que rondan al azar.Para su edad, era inusitadamente decidida, saturada de idiosincrasiamaternal, a este respecto. En el tercer piso haba visto un gran cartelcon una flecha y la indicacin "Al Robot Parlante", y despus dehaberlo deletreado sola y observando que sus padres no parecandecididos a avanzar en aquella direccin, hizo lo que considerindicado. Esperando un momento de distraccin paterna, dio mediavuelta y sigui la flecha. El Robot Parlante era verdaderamente un "tour de force"; pero unartefacto totalmente intil, sin ms valor que el publicitario. Cada hora,un grupo de visitantes escoltados por un empleado se detenadelante del robot y haca preguntas al ingeniero encargado del robot,con discretos susurros. Las que el ingeniero juzgaba aptas para sercontestadas por los circuitos del robot, le eran transmitidas.

  • Era una tontera. Puede ser muy interesante saber que el cuadradode catorce es ciento noventa y seis, que la temperatura en estemomento es de 28> centgrados, que la presin del aire acusa750mm de mercurio, y que el peso atmico del sodio es 23, peropara esto, en realidad, no se necesita un robot. No se necesita, enespecial, una enorme masa inmvil de alambres y espirales queocupa veinticinco metros cuadrados. Pocos eran los que hacan una segunda experiencia, pero unachiquilla de unos diez aos estaba tranquilamente sentada en unbanco esperando la tercera exhibicin. Era la nica persona quehaba en la sala cuando Gloria entr, pero no la mir. Para ella, enaquel momento otro ser humano era un ejemplar completamentedespreciable. Consagraba su atencin a aquel objeto lleno de ruedasdentadas

    De momento, vacil con cierto desaliento. Aquello no se pareca aninguno de los robots que ella haba visto. Cautelosamente,vacilando, levant su dbil voz. --Por favor, Mr. Robot, perdone, es usted el Robot Parlante? Noestaba muy segura de ello, pero le pareca que un robot que hablabamereca toda clase de consideraciones

    (Por el delgado rostro de la muchacha de diez aos pas una miradade intensa concentracin. Sac un carnet de notas del bolsillo ycomenz a escribir r pidamente). Se oy un girar de mecanismos bien engrasados y una voz metlicalanz unas palabras que carecan de acento y entonacin. --Yo-soy-el-robot-parlante. Gloria lo mir contrariada. "Hablaba", pero el sonido vena de dentro.No haba rostro al cual hablar. --Puede usted ayudarme, Mr. robot? -dijo. El Robot Parlante estaba construido para contestar preguntas, peroslo las preguntas que se podan hacer. Confiado en su capacidad,sin embargo, respondi: --Puedo-ayudarle. --Gracias, Mr. Robot. Ha visto usted a Robbie?--Quin-es-Robbie? --Un robot, Mr. Robot, seor -se puso depuntillas-. Es as de alto, pero ms alto, y muy bueno. Tiene cabeza,sabe... Bueno, usted no tiene, pero l s.

  • --Un robot?... -pregunt el Robot Parlante un poco perplejo. --S, mster Robot. Un robot como usted, salvo que, naturalmente, nosabe hablar y que..., parece una persona de veras. --Un-robot-como-yo? --S, mster Robot. A lo cual el robot parlante slo contest con un ruido de engranajes yun sonido incoherente. Trat de ponerse lealmente a la altura de sumisin y se fundieron media docena de bobinas. Zumbaron algunasseales de alarma. (En aquel momento la muchacha de diez aos se march. Tenabastante para su primer artculo sobre "Aspectos Pr cticos delRobotismo". Era el primero de los varios que tena que escribir SusanCalvin sobre este tema). Gloria permaneca de pie con mal disimulada impaciencia,esperando la respuesta del robot, cuando oy un grito detr s de ella. --All est! -Y en el acto reconoci la voz de su madre-. Qu estshaciendo aqu, mala muchacha? -exclam, su ansiedadtransformndose en el acto en clera-. No sabes el miedo que hashecho pasar a pap y mam? Por qu te has escapado? El ingenierodel robot haba aparecido tambin, mes ndose los cabellos ypreguntando quin diablos haba estropeado la mquina. --Es que no saben ustedes leer? No saben que no tienen derechoa estar aqu sin ir acompaados? Gloria levant su ofendida voz. --He venido slo a ver el Robot Parlante, mam. Pens que quizsabra dnde estaba Robbie, puesto que los dos son robots. -Y alaparecer en su mente el recuerdo de Robbie, estall en unatempestad de l grimas-. Tengo que encontrar a Robbie, mam, tengoque encontrarlo! --Ah, Dios mo, esto es ms de lo que soy capaz de soportar!-exclam Mrs. Weston ahogando un grito-.Volvamos a casa, George! Aquella tarde, George se ausent durante algunas horas y a lamaana siguiente se acerc a su mujer en una actitudsospechosamente complaciente. --He tenido una idea, Grace. --Sobre qu? -pregunt ella con soberana indiferencia. --Sobre Gloria. --No vas a proponer devolverle el robot? --No, desde luego que no.

  • --Entonces, sigue. No tengo inconveniente en escucharte. Nada delo que hemos hecho parece haber servido de nada. --Muy bien. He aqu lo que he estado pensando. El gran mal deGloria es que piensa en Robbie como persona y no como mquina.Naturalmente, no puede olvidarlo. Ahora bien, si conseguimosconvencer a Gloria de que su Robbie no era ms que un amasijo deacero y cobre en forma de planchas y que el jugo de su vida no erams que hilos y electricidad, cu nto tiempo durara su anhelo? Es laforma psicolgica de ataque, si entiendes lo que quiero decir. --Y cmo pretendes conseguirlo? --Simplemente, dnde imaginasque fui, anoche? He persuadido a Robertson, de la U. S. Robots &MechanicMen Inc., que nos permita realizar maana una visitacompleta de sus talleres. Iremos los tres y una vez hayamosterminado la visita, Gloria estar convencida de que un robot no esuna cosa viva. Los ojos de Mrs. Weston haban ido agrand ndose progresivamente,delatando una sbita y profunda admiracin. --Pero.. George..., esto es una excelente idea! Los botones de la chaqueta de George Weston tiraron con fuerza. --Es de las que tengo yo... -dijo.

    Mster Struthers era un director general concienzudo y naturalmenteinclinado a ser un poco locuaz. Esta combinacin dio por resultadouna vi sita que fue totalmente, quiz con exceso, explicada en todassus fases.Sin embargo, Mrs. Weston no se aburra. Al contrario, ms de una vezse detuvo e insisti en que explicase detalladamente algo en unlenguaje suficientemente claro para que Gloria lo entendiese. Bajo lainfluencia de esta apreciacin de sus facultades narrativas, msterStruthers se sinti comunicativo y se extendi con mayor genialidadtodava, si cabe. Incluso George Weston demostraba una creciente impaciencia. --Perdneme, Struthers -dijo, interrumpiendo una conferencia sobrela clula fotoelctrica-; no tienen ustedes una seccin donde slo seemplee mano de obra robot? --Oh, s; s, desde luego! -dijosonriendo a Mrs. Weston-. Un crculo vicioso, en cierto modo; robotscreando robots. Desde luego, no hacemos una pr ctica general deello. En primer lugar, porque los sindicatos no nos lo permitiran. Pero

  • conseguimos poder utilizar algunos robots como mano de obra robot,nicamente como una especie de experimento cientfico

    Comprenda... -prosigui golpe ndose la palma de la mano con suslentes para dar paso a su argumentacin-, lo que los sindicatos nocomprenden -y lo dice un hombre que ha simpatizado siempre con laobra sindical en general- es que el advenimiento del robot, auncuando aportando al empezar alguna dislocacin en el trabajo, tendrinevitablemente que... --Si, Struthers -dijo Weston-, pero esta seccin de que habla usted,podemos verla? Debe de ser muy interesante, estoy seguro. --S, s, desde luego! -Mster Struthers se puso los lentes con unmovimiento convulsivo y solt una tosecita de desaliento. Sganme,por favor. Mientras siguieron un largo corredor y bajaron un tramo deescaleras, Struthers, precediendo a los dems, estuvo relativamentetranquilo. Despus, una vez hubieron entrado en una vasta habitacinintensamente iluminada donde reinaba el zumbido de una mecnicaactividad, se abrieron las compuertas y desbord el chorro de susexplicaciones. --Aqu lo tiene usted -dijo con el orgullo impreso en su voz-. Slorobots! Cinco hombres actan como inspectores y no tienen siquieraque estar en esta habitacin. En cinco aos, es decir, desde queinaguramos este sistema, no ha ocurrido un solo accidente. Desdeluego, los robots aqu reunidos son relativamente sencillos, pero... La voz del director general se haba convertido haca tiempo ya enun murmullo tranquilizador a los odos de Gloria. Toda aquella visita lepareca aburrida e intil, a pesar de que hubiese muchos robots a lavista.Ninguno de ellos era ni remotamente como Robbie, y loscontemplaba con manifiesto desdn. Vio que en aquella habitacin no haba ser viviente. Entonces susojos se fijaron en seis o siete robots que trabajaban activamente enuna mesa redonda en el centro de la sala, y se apartaron con unasorpresa de incredulidad. La sala era espaciosa. Gloria no poda verlobien, pero uno de los robots pareca... pareca... "era"! --Robbie! -El grito rasg el aire y uno de los robots se estremeci ydej caer la herramienta que manejaba

  • Gloria estaba como loca de alegra.Metindose por debajo de la barandilla antes de que sus padrespudiesen impedirlo, salt al suelo, situado algunos palmos ms abajoy corri hacia Robbie, con los brazos abiertos y el cabello flotando. Y en aquel momento, las tres personas mayores vieron horrorizadas,al tiempo que quedaban paralizadas de espanto, lo que la chiquilla novio: un enorme tractor que avanzaba a ciegas, siguiendo el caminoque tena trazado. Weston necesit una fraccin de segundo para volver en s, peroaquella fraccin de segundo lo represent todo porque Gloria ya nopoda ser salvada, todo era claramente intil.Struthers hizo una r pida sea a los inspectores para que detuviesenel tractor, pero los inspectores no eran ms que seres humanos ynecesitaron tiempo para actuar. Slo fue Robbie quien actu r pidamente y con precisin. Devorando con sus piernas de metal el espacio que lo separaba desu amita, se lanz hacia ella viniendo de la direccin opuesta. Todoocurri en un instante. Extendiendo el brazo, Robbie agarr a Gloriasin moderar su marcha en lo ms mnimo y dej ndola, porconsiguiente, sin aire en los pulmones. Weston, sin comprender muybien lo que ocurra, sinti, ms que vio, a Robbie pasar por su ladocomo un alud y detenerse en seco. El tractor cort el camino dondehaba estado Gloria, medio segundo despus de que Robbie la huboarrastrado tres metros, y se detuvo con un chirrido metlico yprolongado. Gloria recobr el aliento, fue sometida a una serie de apasionadosabrazos y caricias por parte de sus padres y se volvi emocionadahacia Robbie. Para ella no haba ocurrido nada, salvo que habaencontrado a su amigo. Pero la expresin de Mrs. Weston haba pasado de la franca alegraa la de una sombra suspicacia. Se volvi hacia su marido, y, pese asu descompuesto y alterado aspecto, consigui adoptar una actitudformidable. --T..., has preparado esto, verdad...? George Weston se secabala abrasada frente con un pauelo. Su mano temblaba y sus labiosslo conseguan esbozar una sonrisa sumamente tenue. --Robbie no estaba construido para un trabajo de ingeniera o

  • construccin -prosigui Mrs. Weston siguiendo sus ideas-. No podaserles de ninguna utilidad. Lo has hecho colocar aqu a fin de queGloria pudiese encontrarlo. Ya lo sabes... --Pues, s... -dijo Weston-. Pero cmo iba a saber yo que elencuentro tena que ser tan violento? Y Robbie le ha salvado la vida;esto tienes que reconocerlo. No puedes volverlo a despedir! Grace Weston reflexion. Se volvi hacia Gloria y Robbie y loscontempl pensativa algn tiempo. Gloria haba pasado sus brazosalrededor del cuello del robot y hubiera asfixiado a cualquiera que nohubiese sido de metal, mientras murmuraba palabras sin sentido conun frenes casi histrico

    Los brazos de acero cromado de Robbie (capaces de convertir en unanillo una barra de acero de cinco centmetros de di metro) abrazabancariosamente a la chiquilla y sus ojos brillaban con un rojo intenso yprofundo

    --Bien -dijo Grace Weston, finalmente-. Por m puede quedarsehasta que se oxide!

    --Desde luego, no fue as -dijo Susan Calvin, encogindose dehombros-. Esto ocurra en 1998. En 2002 habamos inventado ya elrobot mvil-parlante que, naturalmente, dejaba a todos los modelosno parlantes anticuados, y que pareca ser el ltimo grito en lo tocantea elementos no-robot. Entre 2003 y 2007, la mayora de losgobiernos desterraron el uso del robot para todo propsito que nofuese la investigacin cientfica. --As que Gloria tuvo que abandonar a Robbie, al final? --As lotemo. Imagino, sin embargo, que debi de serle ms fcil a losquince aos que a los ocho. No obstante, fue una actitud estpida einnecesaria por parte de la humanidad

    U. S. Robots alcanz financieramente su nivel ms bajo en 2007, porlos tiempos en que yo ingres. Al principio, cre que mi empleo podaterminar sbitamente en cuestin de algunos meses, pero entoncesempezamos a desarrollar el mercado extraterrestre.

  • --Y as sigui usted trabajando, desde luego. --No del todo. Empezamos tratando de adaptar los modelos quetenamos a mano. Los primeros modelos parlantes, por ejemplo. Losenviamos a Mercurio para trabajar en las explotaciones mineras, perofracasaron. --Fracasaron? -pregunt yo con sorpresa-. Pero si las minas deMercurio rinden muchos millones de dlares! --Ahora, s, pero fue una segunda tentativa la que triunf. Si quiereusted saber algo de esto, le aconsejo que se entere de lo que leocurri a Gregory Powell. l y Michael Donovan resolvieron los casosms difciles entre los diez y veinte. Hace aos que no s nada deDonovan, pero Powell vive aqu, en Nueva York.Hoy es abuelo, una cosa a la cual es difcil acostumbrarse. Yo slopuedo recordarlo como un muchacho. Desde luego, yo era joventambin. Trat de seguirle tirando de la lengua. --Si quiere usted darme los hechos escuetos, doctora Calvin -dije-,puedo hacer que mster Powell me los complete ms tarde. (Y estofue exactamente lo que hice). Extendi sus finas manos sobre la mesa y permaneci contemplndolas. --Hay dos o tres casos sobre los que s alguna cosa... -dijo. --Empecemos por Mercurio -propuse

    --Bien; me parece que fue en 2051 cuando se organiz la segundaexpedicin a Mercurio. Era una expedicin exploratoria, financiada enparte por U. S. Robots y en parte por Solar Minerals. Consista en unnuevo tipo de robot, todava experimental; Gregory Powell; MichaelDonovan...

  • 2Sentido Giratorio

    Uno de los principios favoritos de Gregory Powell era que con laexcitacin no se gana nada; de manera que cuando Mike Donovanbaj las escaleras saltando hacia l, con el cabello rojo empapado desudor, Powell frunci el ceo. --Qu pasa? -dijo-. Te has roto una ua? --Ya!... -exclamDonovan febril-. Qu has estado haciendo aqu abajo todo el da?-Hizo una profunda aspiracin-: Speedy no ha regresado! Los ojos de Powell se agrandaron momentneamente y se detuvoen la escalera; despus reaccion y sigui subiendo. No pronunciuna palabra hasta llegar al rellano de arriba y entonces, dijo: --Hasmandado a buscar el selenio? --S. --Y cu nto tiempo lleva fuera? --Cinco horas ya. Silencio. Era una situacin endiablada. Llevaban exactamente docehoras en Mercurio y ya estaban metidos hasta las cejas en la mar decomplicaciones. Haca ya tiempo que Mercurio era el mundoendiablado del sistema, pero aquello resultaba algo excesivo, inclusopara un diablo. --Empieza por el principio y vamos a poner esto en claro -dijoPowell. Estaban en la sala de la radio, con el equipo ya ligeramenteanticuado, que nadie haba tocado durante los diez aos anteriores asu llegada.Incluso diez aos, tecnolgicamente hablando, tienen importancia.Comparemos a Speedy con el tipo de robots en boga por all el ao2005. Pero el avance en robtica de aquellos das era tremendo.Powell, contrariado, toc una superficie metlica todava reluciente. Elaspecto de abandono que reinaba en la estancia, e incluso en toda la

  • estacin, era infinitamente deprimente. Donovan debi de darsecuenta, porque empez: --He tratado de localizarlo por radio, pero hasido intil. La radio es inoperante en la cara solar de Mercurio, a msde tres kilmetros en todo caso. Este es uno de los motivos por loscuales pas is la primera expedicin. Y no podemos instalar el equipode ultraonda antes de algunas semanas... --Deja todo esto. Qu has conseguido? --He localizado la seal deun cuerpo inorganizado en la onda corta.No he conseguido ms que la posicin

    He seguido su rastro durante dos horas y he anotado los resultadosen el mapa. Llevaba en el bolsillo un cuadrado de pergamino, reliquia de lainfructuosa primera expedicin, y lo arroj sobre la mesa con rabia,extendindolo con la palma de la mano. Powell, con las manos sobreel pecho, lo observaba a distancia. El l piz de Donovan sealnerviosamente. --La cruz roja es el pozo de selenio. T mismo lo marcaste. --Cu l de ellos? -interrumpi Powell-. Mac-Dougal localiz tres antesde marcharse. --He mandado a Speedy al ms prximo, naturalmente. A veintiochokilmetros de aqu. Pero, qu diferencia hay? -aadi con la voztensa-.Aqu hay los puntos de l piz que marcaban la posicin de Speedy. Por primera vez el estudiado aplomo de Powell fall y tendi lasmanos hacia el mapa. --Lo dices en serio? Esto es imposible. --Pues as es -gru Donovan. Los diminutos puntos de l piz formaban un vago crculo alrededordela cruz roja del pozo de selenio. Y Powell se atus el bigote, infaliblesigno de ansiedad. --Durante las dos horas que lo he seguido -prosigui Donovan- diocuatro vueltas alrededor del pozo. Me parece que va a seguir assiempre.Te das cuenta de la situacin en que nos encontramos? Powelllevant un instante la vista pero no dijo nada. S, se daba muy biencuenta de la situacin en que estaban. Apareca tan clara como un

  • silogismo. La barrera de fotoclulas, nico obstculo que seinterpona entre el monstruoso sol de Mercurio y ellos, estabadestruida. Lo nico que poda salvarlos era el selenio. El nico quepoda conseguir el selenio era Speedy. Si Speedy no regresaba, nohaba selenio. Si no haba selenio, no haba barrera de fotoclulas.Si no haba barrera de fotoclulas..., sera la muerte, abrasadoslentamente de la forma ms desagradable posible. Donovan se sec con rabia la roja melena y en tono amargado dijo:--Vamos a ser el hazmerrer de todo el sistema, Greg. Cmo puedehaber ido todo tan mal, tan de repente? El famoso equipo de Powelly Donovan es mandado a Mercurio para informar sobre laconveniencia de abrir de nuevo el yacimiento minero de la Fase Solarcon tcnica moderna y robots y el primer da lo estropean todo! Untrabajo de mera rutina, adems...Jams sobreviviremos a esto. --Ni tendremos necesidad de sobrevivir, quiz -respondi Powell tranquilamente-. Si no hacemos algo pronto, sobrevivir, o incluso slovivir, estar fuera del caso. --No seas estpido! Si te gusta bromear con esto, a m, no. Ha sidocriminal mandarnos aqu con un solo robot. Y fue idea genial tuya,creer que podamos restablecer la barrera de fotoclulas solos. --Ahora no eres leal. Fue una decisin mutua y t lo sabes muy bien.Lo nico que necesibamos era un kilogramo de selenio, una PlacaInmovilizadora Dielectrdica y unas tres horas de tiempo; la cara solarest llena de pozos de selenio. El espectro-reflector de Mac-Dougaldescubri tres en cinco minutos. Qu diablos! No podamos esperarla prxima conjuncin! --Bien, y qu vamos a hacer? Powell, t tienes una idea. Lo s, sino la tuvieses no estaras tan tranquilo. No eres ms hroe que yo.Venga, sultala ya! --No podemos ir en busca de Speedy por la cara del sol, Mike. Niaun los nuevos insotrajes aguantan ms de veinte minutos de luzdirecta del sol

    Pero ya conoces el viejo refr n, "Manda un robot a buscar un robot".Mira Mike, quiz las cosas no estn tan mal. Abajo, en los subnivelestenemos seis robots que podemos utilizar si funcionan. "Si"funcionan.

  • Un destello de esperanza apareci sbitamente en los ojos deDonovan. --Quieres decir los seis robots de la primera expedicin? Estsseguro?Pueden ser mquinas subrobticas.Diez aos son muchos aos para los tipos de robots, ya lo sabes. --No importa,son robots. He pasado el da entre ellos y lo s. Tienencerebro positnico; primitivo, desde luego. Vamos abajo -dijometindose el mapa en el bolsillo. Los seis robots estaban en el ltimo subnivel, rodeados de cajas deembalaje de incierto contenido. Eran enormes, muy grandes, y apesar de que estaban sentados en el suelo con las piernas estiradas,sus cabezas se elevaban sus buenos dos metros en el aire. --Fjate en el tamao! -silb Donovan-. El torso debe de tener tresmetros de circunferencia. --Es porque estn dotados del viejo mecanismo Mcguffy. He miradosu interior; es la cosa ms complicada que has visto jams. --Los has cargado ya? --No, no tena ningn motivo para ello. Nocreo que tengan nada descompuesto. Incluso el diagrama est enbuen estado. Pueden hablar. Destornill la placa del pecho del ms cercano e insert en l laesfera de cinco centmetros de di metro que contena la diminutachispa de energa atmica que daba vida al robot. Era difcil fijarla,pero lo consigui, y volvi a atornillar laboriosamente la placa. Loscontroles de radio de modelos ms modernos no haban sido odoshaca diez aos. Despus repiti la operacin con los otros cinco. --No se mueven -dijo Donovan, inquieto. --No les hemos dado orden de que lo hagan -respondi Powellsucintamente

    Volvi al primero de la fila y lo golpe en el pecho-. T! Me oyes?La cabeza del monstruo se inclin respetuosamente, como lo hubierahecho un siervo, y sus ojos se fijaron en Powell. Despus, con unavoz dura, como un graznido, como la de un gramfono de la pocamedieval, articul: "S, seor". Powell mir a Donovan sin expresin. --Has odo? Son los tiempos de los primeros robots parlantes,

  • cuando pareca que los robots iban a ser desterrados de la Tierra.Los fabricantes luchaban e imbuyeron en ellos sanos instintos deesclavitud. --De poco les ha valido -murmur Donovan. --No, no les vali, pero lo intentaron. -Se volvi de nuevo hacia elrobot-. Levntate! El robot se incorpor lentamente y Donovan levant la cabeza conun leve silbido. --Puedes salir a la superficie? A la luz? -pregunt Powell. El lento cerebro del robot funcion pausadamente. --S, seor -dijo por fin. --Bien. Sabes lo que es un kilmetro? Otra reflexin y otra lentarespuesta. --S, seor. --Vamos a llevarte a la superficie y te indicaremos una direccin.Avanzar s veintiocho kilmetros y por alguna parte de aquella reginencontrar s otro robot, ms pequeo que t. Sigues entendiendo?--S, seor. --Encontrar s este robot y le ordenar s que regrese. Si no quiereregresar, tienes que traerlo a la fuerza. Donovan agarr la manga de Powell

    --Por qu no mandarlo directamente a buscar el selenio? --Porquequiero que Speedy regrese, idiota. Quiero averiguar qu le ocurre.Bien -aadi dirigindose al robot-, sgueme. El robot permaneci inmvil y su voz grazn: --Perdn, seor, perono puedo.Tienes que montar primero. -Con un fuerte golpe, junt sus manosentrelazando los dedos. Powell lo mir y se acarici el bigote. --Eh...! Ah! --Tenemos que montarlo? -dijo Donovan saltndole los ojos-.Como un caballo? --Me parece que sta es la intencin. Pero no spor qu. No veo...Ah, s! Ya te he dicho que en aquellos tiempos estaban luchando conla seguridad de los robots. Evidentemente, quisieron dar la sensacinde seguridad no permitindoles moverse sin llevar un cornacen los

  • hombros. Qu hacemos ahora? --Eso es lo que estoy pensando-murmur Donovan-. No podemos salir a la superficie, ni con robot nisin l. Por el pellejo de...! -Hizo chasquear los dedos-. Dame el mapa-dijo excitado-. No en balde he pasado dos horas estudi ndolo. Hayuna explotacin mineral! Por qu no utilizamos los tneles? Elyacimiento minero estaba marcado en el mapa por un crculo negro ylas delgadas lneas que salan de l, a la manera de una telaraa, eranlos t neles. Donovan estudi las explicaciones de lectura al pie de lap gina

    --Mira -dijo-, los pequeos puntos negros son aberturas que dan a lasuperficie y aqu hay uno que quiz no est a ms de cinco kilmetrosdel pozo de selenio. Aqu hay un nmero..., hubieran podido escribirms grande!... 13-A. Si los robots saben el camino hasta aqu... Powell hizo la pregunta y recibi un sordo "S, seor". --Ponte el insotraje -dijo, satisfecho. Era la primera vez que se ponan los insotrajes, lo cual requera mstiempo del que haban credo el da anterior a su llegada, y sintieronincomodados los movimientos de sus miembros. El insotraje era mucho ms voluminoso y feo que el traje del espacioreglamentario; pero considerablemente ms ligero porque no entrabametal alguno en su composicin. Compuestos de pl stico resistente alcalor y planchas de corcho qumicamente trata das, y equipados conun dispositivo desecador para mantener el aire seco, los insotrajespodan resistir el ardor del sol de Mercurio durante veinte minutos. Yquiz de cinco a diez ms, sin causar la muerte del ocupante. Y las manos del robot seguan formando estribo sin demostrar elms leve indicio de sorpresa ante la grotesca figura en que Powell sehaba convertido. La voz de Powell, enronquecida por la radio, grit:--Ests a punto de llevarnos a Salida 13-A? --S, seor. "Bien", pens Powell; "pueden carecer de radio control, pero, por lomenos, van equipados con radio receptor". --Monta en uno de los otros, Mike -le dijo a Donovan. Puso un pie en el improvisado estribo y mont. Encontr el asientocmodo; los hombros del robot haban sido evidentementemoldeados con este fin; haba una depresin en cada hombro, y dos"orejas" salientes cuyo objeto pareca claro. Powell se agarr a las "orejas" y sacudi la cabeza del robot. Su

  • montura se volvi pesadamente. "Gua, Macduff". Pero Powell no sesinti tranquilizado. Los gigantescos robots avanzaron lentamente con mecnicaprecisin y franquearon la puerta cuyo dintel apenas distaba un palmosobre su cabeza, de manera que los dos amigos tuvieron queencogerse r pidamente; siguieron un corredor en el cual los lentospasos resonaban rtmicamente y finalmente entraron en la compuertaneumtica

    El largo tnel sin aire que se extenda delante de ellos hasta llegar aformar un solo punto, evoc a Powell la exacta magnitud del esfuerzorealizado por la primera expedicin, con sus rudimentarios robots ysus elementales necesidades. Pudo ser un fracaso, pero su fracasofue bastante ms til que los xitos usuales del Sistema Solar. --Fjate en que estos tneles estn iluminados y su temperatura es lanormal de la Tierra. Probablemente ha sido as durante los diez aosque han permanecido desiertos. --Cmo es eso? --Energa barata; la ms barata del Sistema.Fuerza solar, comprendes?, y en la Cara Solar de Mercurio, la fuerzasolar es "algo". Por esto la estacin fue construida a la luz del sol enlugar de las sombras de la montaa. Es realmente un enormetransformador de energa. El calor es transformado en electricidad,luz, fuerza mecnica y lo que quieras; de manera que la energa essuministrada por un proceso simultneo, pues sirve tambin pararefrigerar la estacin. --Mira -dijo Donovan-. Todo esto es muy instructivo, pero, teimportara cambiar de tema? Ocurre que esta conversin de laenerga de que hablas es realizada principalmente por la barrera defotoclulas, y ste es para m un doloroso tema en este momento. Powell gru ligeramente y cuando Donovan rompi el subsiguientesilencio fue para abordar un tema totalmente distinto. --Escucha, Greg. Qu diablos debe ocurrirle a Speedy? No puedocomprenderlo. No es cosa fcil encogerse de hombros dentro de un insotraje, peroPowell lo intent. --No lo s, Mike. Ya sabes que est perfectamente adaptado a unambiente mercuriano. El calor no significa nada para l y estconstruido para poca gravedad y suelo accidentado. Est a prueba de

  • averas..., o por lo menos, debera estarlo. --Seor -dijo el robot-. Ya estamos. --Eh? -dijo Powell medio dormido-. Bien, salgamos; vamos a lasuperficie. Se encontraban en una pequea subestacin, vaca, sin aire, enruinas

    Donovan haba observado un agujero dentellado en la parte alta deuna de las paredes a la luz de su l mpara de bolsillo. --Un meteorito, supones? -haba preguntado. --Al diablo! -respondi Powell-.No importa, salgamos. Un imponente acantilado de negra roca bas ltica ocultaba la luz delsol y la profunda noche oscura de un mundo sin aire los envolva.Delante de ellos, la sombra se extenda y terminaba como en un filode navaja de un insoportable resplandor de luz blanca que reluca conmillares de cristales sobre el suelo de roca. --Pardiez! -susurr Donovan-.Esto parece nieve! -Y era as. Los ojos de Powell se fijaron en el dentellado resplandor deMercurio en el horizonte y parpade bajo su brillo cegador. --Esta debe de ser una zona extraordinaria -dijo-. La composicingeneral de Mercurio es baja y la mayora del suelo es de piedrapmez gris. Algo como la luna, comprendes?Bonito, no? Agradeca los filtros de luz de su placa de visin. Bello ono, mirar directamente el sol a travs del cristal los hubiera cegado enmenos de un minuto. Donovan mir el termmetro que llevaba en la mueca. --Rep mpanos, ochenta grados!...Qu temperatura! --Un poco alta, no crees? -dijo Powell despus de habercomprobado el suyo. --En Mercurio? Ests chiflado? --Mercurio en realidad no carecede atmsfera -explic Powell como distrado, ajustando losbinoculares a la placa de visin con los dedos torpes a causa de sutraje-. Hay una tenue exhalacin que se pega a la superficie, vapores

  • de elementos ms vol tiles y compuestos de un peso suficiente paraser retenidos por la gravedad de Mercurio: Selenio, yodo, mercurio,galio, potasio y xidos vol tiles. Los vapores se renen en lassombras y se condensan, creando calor

    Es una especie de alambique gigantesco. Si empleas tu l mparaencontrar s probablemente que toda esta parte del acantilado estcubierta de azufre en bruto o quiz roco de mercurio. --No importa. Nuestros trajes pueden soportar unos vulgares ochentagrados indefinidamente. Powell haba ajustado ya su dispositivo binocular, de manera quetena los ojos salientes como un caracol. --Ves algo? -pregunt Donovan observando intensamente. Powell no contest en el acto, y cuando lo hizo fue con ciertaansiedad. --En el horizonte hay un punto oscuro que podra ser el pozo deselenio. Est donde debe estar. Pero no veo a Speedy. Powell se ech adelante con un movimiento instintivo para mejorarsu visin, levantndose inestable sobre los hombros de su robot. Conlas piernas estiradas, forzando la vista, dijo: --Creo..., creo..., que s,definitivamente es l. Viene por aqu. Donovan mir hacia donde sealaba el dedo. No llevababinoculares, pero haba un punto que se mova, destacndose ennegro sobre el cegador brillo del suelo cristalino. --Lo veo! -grit-. Sigamos avanzando! Powell haba vuelto a sentarse sobre los hombros del robot y sumano enguantada golpe el gigantesco pecho

    --Adelante! -dijo. --Vamos all! -grit Donovan golpeando con sus talones como sillevara espuelas.

    Los robots avanzaron con el golpeteo regular de sus piessilenciosos en el vaco, porque la tela metlica de los trajes notransmita ningn sonido, slo se perciba la rtmica vibracin delmecanismo interior. --Ms aprisa! -grit Donovan; pero el ritmo no cambi.

  • --Es intil -respondi Powell, tambin gritando-. Estos condenadoschismes no tienen ms que una velocidad. Crees acaso que estnequipados con flectores selectivos? Haban atravesado ya lassombras y la luz caa sobre ellos como una ducha lquida al rojoblanco. Donovan se encogi involuntariamente. --Arrea! Es imaginacin o siento calor? --Ya sentir s ms. Nopierdas de vista a Speedy -le respondi. El robot Spd-13 estaba lo suficientemente cerca para ser visto yacon todo detalle. Su gracioso y alargado cuerpo lanzaba cegadoresdestellos mientras avanzaba con fcil velocidad por el abrupto suelo.Su nombre era derivado de las iniciales, pero era apropiado, porquelos modelos Spd se contaban entre los robots ms velocesproducidos por la United States Robots & Mechanical Men Corp. --Eh, Speedy! -grit Donovan agitando la mano. --Speedy! -chill tambin Powell-. Ven aqu! La distancia entre los dos hombres y el errante robot fuereducindose momentneamente, ms por los esfuerzos que por ellento avance de las anticuadas monturas de Donovan y Powell

    Estaba lo suficientemente cerca para darse cuenta de que el pasode Speedy tena una especie de balanceo peculiar y, en el momentoen que Powell agitaba de nuevo la mano y mandaba el mximo deenerga a su emisor de radio, prepar ndose a lanzar un nuevo grito,Speedy levant la cabeza y los vio. Speedy se detuvo y permaneci un momento inmvil, balancendose leve mente como bajo el impulso de una ligera brisa. --Muy bien, Speedy! Ven aqu, muchacho! A lo cual la voz de robot de Speedy reson en los auriculares dePowell por primera vez. Pero lo que dijo fue incomprensible. Fueron slo unos sonidosinarticulados o quiz unas palabras incomprensibles. Girando sobresus talones, sali a toda velocidad en la direccin por donde habavenido, levantando en su furia fragmentos de polvo ardiente. Y susltimas palabras al huir fueron: "Crece una florecilla cerca del viejoroble", seguidas de un curioso sonido metlico que pudo ser elrobtico equivalente del hipo. --Oye, Greg... -dijo Donovan desfalleciendo-, es que est borrachoo qu? --Si no me lo hubieses dicho, no me hubiera dado cuenta

  • -respondi Powell amargamente-. Volvamos al acantilado

    Me estoy asando. Powell fue el primero en romper el angustioso silencio. --En primer lugar -dijo-, Speedy no est borracho en el sentidohumano de la palabra, porque es un robot y los robots no seemborrachan. Sin embargo, le pasa algo que es el equivalenterobtico de la borrachera. --Para m est borracho, y me parece que se figura que estamosjugando -insisti Donovan-. Y no hay tal.Es cuestin de vida, o una muerte espantosa. --Muy bien. No me des prisa. Un robot slo es un robot. Una vezhayamos averiguado qu le pasa, podremos arreglarlo y seguiradelante. --"Una vez"... -dijo Donovan tristemente. --Speedy est perfectamente adaptado al ambiente de Mercurio-prosigui Powell sin hacerle caso-. Pero esta regin esdefinitivamente anormal -aadi con un amplio movimiento del brazo-.Esta es la consecuencia.Ahora bien, de dnde vienen estos cristales? Pueden haber sidoformados por un lquido de enfriamiento muy lento; pero, de dndesacar s un l quido tan caliente que pueda enfriarse bajo el sol deMercurio? --Accin volcnica -insinu al instante Donovan. --De la boca de los inocentes...-murmur Powell con una extraa voz, antes de permanecer algunosminutos silenciosos-. Escucha, Mike -dijo finalmente-, qu le dijiste aSpeedy cuando lo mandaste en busca del selenio? Donovan quedsorprendido, inmvil

    --Pues..., no s. Le dije slo que fuese a por l. --S, ya lo s. Pero, cmo? Trata de recordar las palabras exactas. --Le dije..., eh... dije: "Speedy, necesitamos selenio. Puedesencontrarlo en tal y tal sitio. Ve a por l". Eso es todo. Qu msqueras que le dijera? --No indicaste ninguna urgencia en la orden,verdad? --Para qu? Era pura rutina. --Bien, es tarde ya -dijo Powell con un suspiro-, pero estamos en unbuen atolladero. -Haba desmontado de su robot y estaba sentado de

  • espaldas al acantilado. Donovan se reuni con l y se cogieron delbrazo. A distancia, la abrasadora luz del sol pareca querer jugar alescondite con ellos y, a su lado, de los dos gigantescos robots sloera visible el rojo oscuro de sus ojos fotoelctricos que los miraban,sin pestaear, inmviles e indiferentes. Indiferentes! Como todo lo de aquel ponzooso Mercurio, tangrande en peligros como pequeo de talla! La voz de Powell reson tensa en el receptor de radio de Donovan. --Ahora veamos, empecemos por las tres Reglas FundamentalesRobticas, las tres reglas que han penetrado ms profundamente enel cerebro positnico de los robots. -Sus enguantados dedos fueronmarcando los puntos en la oscuridad-. Tenemos: Primera."Un robot no debe daar a un ser humano, ni, por su inaccin, dejarque un ser humano sufra dao". --Exacto! --Segunda -continu Powell-. "Un robot debe obedecer las rdenesque le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas rdenesestn en oposicin con la Primera Ley". --Exacto! --Y la tercera: "Un robot debe proteger su propia existencia hastadonde esta proteccin no est en conflicto con la Primera y SegundaLeyes". --Exacto. Y ahora dnde estamos? --Exactamente en la explicacin.El conflicto entre las diferentes leyes se presenta ante los diferentespotenciales positnicos del cerebro.Vamos a suponer que un robot se encuentra en peligro y lo sabe. Elpotencial automtico que establece la Tercera Ley le obliga a dar lavuelta. Pero supongamos que t le "ordenas" correr este peligro. Eneste caso la Segunda Ley establece un contrapotencial ms alto que el anterior y el robot cumple la orden ariesgo de su existencia. --Bien, eso ya lo sabemos. Qu hay de ello? --Veamos el casoSpeedy. Speedy es uno de los ltimos modelos, alta menteespecializado y del coste de un barco de guerra. No es una cosa paraser destruida a tontas y a locas. --De manera que la Tercera ley ha sido reforzada como fueespecficamente mencionado, dicho sea de paso, en los folletos

  • sobre los modelos Spd, de forma que su alergia al peligro seainusitadamente alta. Al mismo tiempo, cuando lo mandaste en buscadel selenio le diste la orden distradamente y sin nfasis especial, demanera que el potencial de la Segunda Ley era sumamente dbil.Ahora bien, fjate; no hago ms que establecer los hechos. --Muy bien, sigue; me parece que ya lo tengo. --Ves cmo es la cosa, no? Hay alguna especie de peligro,centralizado en el pozo de selenio. Aumenta al aproximarse a l, y, auna cierta distancia de l, el potencial de la Tercera Ley,inusitadamente alto, compensa exactamente el potencial de laSegunda Ley, inusitadamente bajo. Donovan se puso de pie, excitado. --Y crea el equilibrio, ya lo veo.La Tercera Ley lo hace retroceder, y la Segunda Ley lo lleva adelante... --Y as describe un crculo alrededor del pozo de selenio,permaneciendo en el lugar donde los potenciales se equilibran. Ycomo no hagamos algo permanecer en este crculo para siemprejams, girando como un tiovivo. Y esto -aadi ms pensativo- es loque lo embriaga. En un equilibrio potencial la mitad de los senderospositnicos de su cerebro estn fuera de sitio. No soy especialista enrobots, pero me parece obvio. Probablemente habr perdido elcontrol de aquellas precisas partes de su mecanismo voluntario quepierde el ser humano ebrio. --Pero cu l es el peligro? Si supisemos de qu hua... --T lo has insinuado. Accin volcnica. En algn sitio, encima delpozo de selenio, hay una emanacin de gases de las entraas deMercurio.Oxido de azufre, xido de carbono...y monxido de carbono. Muchos..., y a esta temperatura... --El monxido de carbono ms hierro da el hierro carbonilo. --Y un robot -aadi Powell- es esencialmente hierro. No hay nadacomo la deduccin -aadi-. Hemos definido todo lo referente alproblema, menos la solucin. No podemos conseguir el selenionosotros mismos.Sigue estando demasiado lejos. No podemos mandar estosrobots-caballos porque no pueden ir solos y no pueden llevarnos losuficientemente aprisa para no perecer abrasados. Y no podemos

  • agarrar a Speedy, porque el imbcil cree que estamos jugando. --Si uno de nosotros fuese -dijo tmidamente Donovan- y regresaseasado siempre quedara el otro. --S -respondi Powell sarcsticamente-, sera un tierno sacrificio,salvo que una persona no estara en condiciones de dar rdenesantes de llegar al pozo y no creo que los robots regresasen alacantilado sin rdenes. Calclalo. Estamos a cuatro o cincokilmetros del pozo, digamos cuatro, el robot anda siete kilmetrospor hora y nosotros duraramos veinte minutos en nuestros trajes. Yno es slo el calor, recurdalo. La ra diacin solar, aqu, a partir delultravioleta es "veneno". --Ejem!... -murmur Donovan-.Nos faltaran diez minutos. --Como si fuese una eternidad. Y otra cosa: para que el potencial dela Tercera Ley haya detenido a Speedy donde lo ha detenido, tieneque haber una cantidad apreciable de monxido de carbono en laatmsfera, de vapor metlico, y, por consiguiente, una accincorrosiva apreciable. Lleva ya varias horas fuera; y, cmo sabemosque una articulacin de la rodilla, por ejemplo, no se saldr de su sitio,hacindolo caer? No es slo cuestin de pensar; tenemos quepensar "aprisa". Profundo, sombro, ttrico silencio...! Donovan lo rompi, tembl ndole la voz por el esfuerzo hecho paraocultar su emocin: --Puesto que no podemos incrementar elpotencial de la Segunda Ley d ndole nuevas rdenes, por qu noobrar en sentido contrario? Si incrementa mos el peligro,incrementamos el potencial de la Tercera Ley y lo traemos atr s. La placa de visin de Powell se haba vuelto hacia l con unapregunta muda. --Ver s -dijo la cautelosa explicacin-, lo nico que tenemos quehacer para sacarlo de su cauce es aumentar la concentracin demonxido de carbono por su vecindad. Bien, en la estacin tenemosun laboratorio analtico completo. --Naturalmente -asinti Powell-.Es una estacin minera. --Bien. Debe de haber kilogramos de cido ox lico para lasprecipitaciones del calcio. --Sagrado espacio! Mike, eres un genio!

  • --S, s... -reconoci Donovan modestamente-. Se trata slo derecordar que el cido ox lico, al calentarse, se descompone en bixidode carbono, agua y el buen viejo monxido de carbono. Qumica deprimer ao, ya sabes... Powell se haba puesto de pie y llam la atencin de uno de losmonstruosos robots. --Oye, sabes tirar cosas? --Seor...? --Es igual. -Powell maldijo eltorpe y lento cerebro del robot.Cogi del suelo un trozo de roca del tamao de un ladrillo-. Tomaesto -le dijo- y tralo al espacio ms all de la hendidura. Lo ves?--Est demasiado lejos, Greg -dijo Donovan, tocndole el hombro-.Hay casi un kilmetro. --Calla -respondi Powell-. Hay que contar con la gravedad deMercurio y que un brazo de acero lo lanza.Fjate, quieres...! Los ojos del robot estaban midiendo la distancia con una minuciosaprecisin estereoscpica. Su brazo se ajust solo al peso delproyectil y se ech atr s. En la oscuridad, los movimientos del roboteran invisibles, pero se oy el ruido silbante producido por ellanzamiento y segundos despus la piedra apareci, destacndoseen negro sobre la luz del sol. No haba resistencia del aire para frenarla, ni viento para apartarla de su camino, y cuando cay al suelolevant trozos de cristal en el preciso centro de la "mancha azul". Powell lanz un aullido de jbilo y exclam: --Vamos a buscar el cidoox lico, Mike. Mientras penetraban de nuevo en la arruinada subestacin quellevaba al tnel, Donovan dijo, con rabia: --Speedy no se ha movidode este lado del pozo de selenio desde que andamos detr s de l,te has fijado? --S. --Me parece que quiere jugar.Bien, pues jugaremos con l!

    Pocas horas despus estaban de regreso con tres jarras de a litrode un producto qumico blanco y las caras largas. La barrera defotoclulas se estaba deteriorando ms r pidamente de lo quehubiera podido preverse. Los dos robots avanzaron en silencio por laparte soleada hacia Speedy, que estaba esperando. Al verlos, galopnuevamente hacia ellos.

  • --Aqu estamos otra vez... "Jeee!". He hecho la lista del piano y el organista. Es como el quebebe "pippermint" y te lo escupe a la cara. --Nosotros vamos a escupirte algo a la cara -murmur Donovan-.Cojea, Greg. --Ya me he fijado -respondi ste en voz baja-. El monxido lo atacar, si no nos damos prisa. Avanzaban cautelosamente, casi desliz ndose, para evitar poner enmovimiento el robot irracional. Powell estaba todava demasiado lejospara decirlo con seguridad, pero hubiera jurado que el perturbadocerebro de Speedy se dispona a echar a correr. --Vamos all! -jade-. Cuenta hasta tres. Uno!... Dos! Dos brazos de acero se echaron atr s simultneamente y agarrandolas dos jarras de cristal las lanzaron al aire describiendo dos arcosparalelos

    Brillaban como diamantes bajo el insostenible sol. Y en el espacio dedos segundos, se estrellaron en el suelo detr s de Speedy,desprendiendo el cido ox lico pulverizado. Bajo el potente calor del sol de Mercurio, Powell saba que hervacomo el agua de seltz. Speedy se volvi a mirarlos, despus se apart lentamente y fueganando velocidad. A los quince segundos corra directamente hacialos dos seres humanos. Powell no entendi las palabras de Speedy,pero le pareci entender que se referan a las profesiones de losherejes. Se volvi. --Al acantilado, Mike! Ha salido ya del surco y obedecer lasrdenes.Empieza a tener calor. Se dirigieron hacia las sombras al lento paso de sus monturas y slocuando hubieron entrado y sentido el agradable frescor que reinaba asu alrededor, Donovan se volvi: --"Greg"! Powell mir y refren un grito.Speedy avanzaba lentamente ahora..., muy lentamente..., y en"direccin opuesta". Volva atr s; volva a su surco; e iba ganandovelocidad. A travs de los binoculares pareca terriblemente cerca,pese a que estaba terriblemente fuera de su alcance.

  • --A l! -grit Donovan con furia, e hizo andar a su robot, pero Powelllo llam. --No lo alcanzar s, Mike, es intil. Por qu ver siempre las cosascinco segundos despus de que todo haya terminado? Mike, hemosperdido el tiempo. --Necesitamos ms cido ox lico -dijo framente Donovan-. Laconcentracin no era bastante fuerte. --Siete toneladas seran insuficientes y perderamos muchas horasprepar ndolas. No ves lo que ocurre, Mike? --No -respondi Donovancon franqueza. --Estbamos estableciendo meramente nuevos equilibrios. Cuandocreamos nuevo monxido e incrementamos el potencial de la TerceraLey, retrocede hasta que est de nuevo en equilibrio y cuando elmonxido desaparece, avanza y el equilibrio se restablece de nuevo. La voz de Powell tena un acento desalentado. --Es el viejo crculo vicioso.Podemos empujar la Tercera Ley y tirar de la Segunda Ley y noobtendremos nada; slo conseguimos cambiar su posicin oequilibrio.Tenamos que salirnos de las dos leyes. -Acerc su robot al deDonovan hasta que estuvieron uno frente al otro, vagas sombras en laoscuridad, y susurr-: Mike! --Es el final -aadi-. Me parece que lo mejor es que regresemos ala estacin, esperemos a que se derrumbe la barrera, estrechmonoslas manos, tomemos cianuro y acabemos como hombres. Solt una risa nerviosa. --Mike -repiti Powell con calor-, tenamos que haber alcanzado aSpeedy. --Lo s. --Mike... -dijo una vez ms, pero entonces Powell vacil antes decontinuar-: Siempre existe la Primera Ley. Pens en ella..., antes...,pero el caso es desesperado. Donovan levant la vista y su voz cobr vida. --"Estamos" desesperados... --Bien. De acuerdo con la Primera Ley, un robot no puede ver a unser humano en peligro por culpa de su inaccin. La Segunda y laTercera no pueden alzarse contra ella. "No pueden", Mike!

  • --Ni aun cuando el robot est medio lo... Bien, est borracho. Ya losabes. --Es el riesgo que hay que correr... --Qu piensas hacer? --Voy a salir y ver qu efecto produce la LeyPrimera. Si no rompe el equilibrio..., todo al diablo; lo mismo da ahoraque dentro de tres o cuatro das. --Escucha, Greg. Hay tambin reglas humanas de conducta queobservar. No vas a salir as tranquilamente. Imaginemos que es unalotera y dame a m tambin una oportunidad. --Muy bien. El primero que saque el cubo de catorce, va. -Y casiinmediatamente aadi-: Veintisiete, coma, cuarenta y cuatro! Donovan sinti que su robot se tam baleaba bajo un sbito empujndel de Powell y lo vio salir al sol. Donovan abri la boca para gritar,pero volvi a cerrarla. Desde luego, el muy granuja haba calculado elcubo de catorce por anticipado. Muy digno de l. El sol abrasaba ms que nunca y Powell senta un dolorenloquecedor en la espalda. Su imaginacin, probablemente, o quiz lafuerte irradiacin que comenzaba a atravesar incluso su insotraje. Speedy lo estaba contemplando sin decir una palabra, ni incoherenteni de bienvenida. Gracias a Dios!Pero no se atreva a acercarse demasiado. Estaba a unos trescientos metros de l cuando Speedy empez aretroceder, paso a paso, cautelosamente, y Powell se detuvo. Saltde los hombros del robot al suelo cristalino levantando algunosfragmentos. Prosigui a pie resbalando a cada paso, y la baja gravedadaumentaba sus dificultades. Las suelas de sus zapatos se pegabanpor efecto del calor.Dirigi una mirada atr s hacia el negro acantilado y se dio cuenta deque haba ido demasiado lejos para retroceder, solo, o con la ayudadel robot. Sin Speedy estaba perdido, y esta idea produca una granangustia en su pecho. Bastante lejos! Se detuvo. --Speedy! -llam-. Speedy! El esbelto robot moderno vacil, detuvo su retroceso un instante y loreanud. Powell trat de dar una nota plaidera a su voz y vio que el resultado

  • era nimio. --Speedy, tengo que regresar a la sombra o el sol terminarconmigo!Es cuestin de vida o muerte, Speedy, te necesito! Speedy avanz un paso adelante y se detuvo. Habl, pero al orloPowell lanz un gruido, porque lo que dijo fue: --Cuando estsechado despierto con un horrible dolor de cabeza y el reposo te estprohibido... Aqu call, y Powell esper algn tiempo antes de murmurar:--Iolanthe... Se estaba asando! Vio un movimiento con el rabillo del ojo y sevolvi r pidamente; entonces qued atnito, porque vio que elmonstruoso robot que le haba servido de montura, avanz hacia l,aunque nadie lo montaba. Iba diciendo: --Perdona, seor. No debomoverme sin llevar alguien encima, pero ests en peligro. Desde luego, el potencial de la Ley 1 ante todo! Pero no queraaquella antigualla, quera a Speedy.Se apart y con el frenes en la voz, orden: --Te ordeno que teapartes! "Te ordeno" que te detengas! Fue intil. Es imposible vencer el potencial de la Regla 1. El robotinsisti, estpidamente. --Ests en peligro, seor. Powell mir a su alrededor, desesperado. No vea ya claro. Sucerebro arda; la respiracin abrasaba sus pulmones; bajo sus piespareca aceite hirviendo. De nuevo grit: --Speedy! Me muero,maldito seas! Dnde ests? Te necesito! Segua retrocediendo en un ciego esfuerzo de huir del gigantescorobot, cuando sinti unos dedos de acero en sus brazos y una vozmetlica y humilde, como excus ndose, reson en sus odos. --Por el Sagrado Humo, seor, qu ests haciendo aqu! Y quehago "yo"..., estoy tan confuso...! --No importa!... -murmur Powell dbilmente-. Llvame alacantilado... pronto, pronto! Slo tuvo una ltima sensacin de que lo levantaban en volandas, deun r pido avance bajo un calor abrasador, y se desvaneci. Al despertar, vio a Donovan inclinado sobre l. --Cmo ests, Greg? --Bien -respondi Powell-. Dnde est

  • Speedy? --Aqu mismo. Lo he mandado a otro de los pozos deselenio, con orden de conseguir selenio a toda costa, esta vez. Lotrajo en cuarenta y dos minutos, tres segundos. Lo he controlado

    No ha terminado todava de excusarse por su fuga. Teme acercarse ati por miedo a lo que le dir s. --Tr emelo aqu -orden Powell-.No fue culpa suya. -Tendi una mano y agarr la garra metlica deSpeedy-. D. K. Speedy! -dijo. Y, dirigindose a Donovan, aadi-:Sabes una cosa, Mike? Estaba pensando... --Qu? --Pues... -Se frot el rostro; el aire era tan deliciosamentefresco...-, ya sabes que cuando lo hayamos arreglado todo aqu ySpeedy haya sido sometido a su Campo de Pruebas, nos van amandar a la prxima Estacin del Espacio... --No! --S! Por lo menos es lo que la vieja Calvin me dijo antes de quesalisemos y yo no contest nada porque quera luchar contra estaidea. --Luchar!... -grit Donovan-.Pero...! --Lo s. Ahora todo va bien. Doscientos setenta y tres gradoscentgrados bajo cero. no ser un placer? --Estacin del Espacio...-dijo Donovan-. All voy!

  • 3Razn

    Medio ao despus los dos amigos haban cambiado de manera depensar.La llamarada de un gigantesco sol haba dado paso a la suaveoscuridad del espacio, pero las variaciones externas significan pocoen la labor de comprobar las actuaciones de los robotsexperimentales. Cualquiera que sea el fondo de la cuestin, uno seencuentra frente a frente con un inescrutable cerebro positnico, quesegn los genios de la ciencia, tiene que obrar de esta u otra forma. Pero no es as. Powell y Donovan se dieron cuenta de ello antes dellevar en la Estacin dos semanas. Gregory Powell espaci sus palabras para dar nfasis a la frase. --Hace una semana Donovan y yo te pusimos en condiciones... -Suscejas se juntaron con un gesto de contrariedad y se retorci la puntadel bigote. En la cmara de la Estacin Solar 5 reinaba el silencio, a excepcindel suave zumbido del poderoso Haz Director en las bajas regiones. El robot Qt-1 permaneca sentado, inmvil. Las bruidas placas desu cuerpo relucan bajo las luxitas, y las clulas fotoelctricas queformaban sus ojos estaban fijas en el hombre de la Tierra, sentado alotro lado de la mesa. Powell refren un sbito ataque de nervios. Aquellos robots poseancerebros peculiares. Oh, las tres Leyes Robticas seguan en vigor!Tenan que seguir. Todo el personal de la U.S. Robots, desde elmismo Robertson hasta el nuevo barrendero insistiran en ella. Demanera que Qt-1 estaba a salvo! Y sin embargo..., los modelos Qteran los primeros de su especie y aqul era el primero de los Qt. Losclculos matemticos sobre el papel no siempre eran la proteccinms tranquilizadora contra los ges