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Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año X, núm. 37, julio-septiembre de 2017 Universidad Autónoma de Baja California Yolanda Sánchez Ogás semblanza de vida

Yolanda Sánchez Ogás semblanza de vida

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Page 1: Yolanda Sánchez Ogás semblanza de vida

Revista de historia regional de Mexicali y su valleAño X, núm. 37, julio-septiembre de 2017

Universidad Autónomade Baja California

Yolanda Sánchez Ogássemblanza de vida

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1952. Panga para cruzar el Río Colorado a la altura del poblado del kilómetro 49. El automóvil es un Chevrolet de 1950.

1954. Puente de pontones sobre el Río Colorado para cruzar hacia San Luis Río Colorado, Sonora. El automóvil es un Dodge de 1946.

Río Colorado

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ÍndiceEditorial 3Sergio Noriega Verdugo

Los confines de la municipalidad. Exploración y cazaen el lindero este de Mexicali. Historia ambiental 4Alberto Tapia Landeros

1936: un año de cambios en la historia bajacaliforniana 10Gabriel Trujillo Muñoz

El rancho del abuelo 1948-1956 16Rubén Castro Bojórquez

La Azteca, una americana poco conocida 24Miguel Esteban Valenzuela Robles

¿Desde cuándo se empezó a perder la vía pública en Mexicali? 30Carlos Reyes Moreno

Una foto. Una historia 34Sergio Noriega Verdugo

Compuertas Sharp. Sus funciones e importancia para los dos valles 36Jimmy Griffi n

Alberto G. Yáñez. Pionero del valle de Mexicali 43Francisco José Cisneros Yáñez

Yolanda Sánchez Ogás 49Lorenzo Hurtado Valenzuela

Dejamos huella. Crónicas del viejo Mexicali 58Roberto Amaro Pedroza

Escuela Cuauhtémoc: Vida y memoria de Mexicali: 1916-2004 60Austreberto Silva

Libros, reseñas, comentarios 63Sergio Noriega Verdugo

Foto de portada: Yolanda Sánchez Ogás en la misión de San Miguel Arcángel de la Frontera. 2014. En la actualidad es la más destacada historiadora sobre el municipio de Mexicali y el estado de Baja California. La Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C., desde su creación en el 2003, la nombró presidenta honoraria vitalicia, por sus aportaciones al estudio y difusión a la historia local.

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Sociedad de Historia“Centenario de Mexicali” A. C.

Ángel Juárez EstradaP

Jorge Núñez VerdugoV

Alfonso Herrera MorenoS

Marco Antonio Buruel BeltránT

P Yolanda Sánchez Ogás

El RíoEl Río es una publicación trimestral de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C. en coedición con la Universidad Autónoma de Baja California para la divulgación histórica regional sobre el municipio de Mexicali, Baja California, México. Los artículos son responsabilidad única de sus autores. Tiraje 1 200 ejemplares.

INFORMACIÓN GENERALLa Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C. sesiona en la Sala Junta de Gobierno del Centro de Estudios Sobre

la Universidad de la UABC, ubicado en la planta baja del edificio de Investigación y Posgrado en bulevar Benito Juárez.Teléfonos: (686) 566 9592 y (686) 841 2076. Correo electrónico: [email protected]

Las fotografías utilizadas en la elaboración de esta revista pertenecen a las colecciones de: Archivo Histórico del Estado de Baja California • Archivo Histórico del Municipio de Mexicali • Instituto de

Investigaciones Culturales UABC Museo • Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU-UABC) • Instituto Municipal de Investigación y Planeación Urbana de Mexicali (IMIP)• Colecciones particulares de Marcos Buruel, Rubén Castro Bojórquez,

Javier Galván, Jimmy Griffin, Beatriz Limón, Carlos Reyes, Yolanda Sánchez Ogás,Gerardo Sánchez, Austreberto Silva, Martín Tamayo, Esteban Valenzuela y de los articulistas.

Esta revista se distribuye gratuitamente. Si desea obtener un ejemplar, puede solicitarlo en las oficinas del CESU-UABC

o con cualquier miembro de la Sociedad.

Revista El RíoD : Rubén Castro BojórquezC : Rubén Castro Bojórquez, Lorenzo Hurtado Valenzuela, Miguel Esteban Valenzuela Robles, Carlos Reyes Moreno, Miguel Ángel Lino Olvera, Luz Mercedes López Barrera, María Isabel Verdugo Fimbres, Yolanda Sánchez Ogás, Jorge Núñez Verdugo y Jimmy Griffi n.C : Catalina Rojas MonzónD : Esmeralda Tapia PeraltaA : Lydia Coronel YáñezR : Luz Mercedes López BarreraA : María Concepción Ortiz AguilarElaborada en -

Universidad Autónomade Baja California

Dr. Juan Manuel Ocegueda HernándezR

Dr. Alfonso Vega LópezS

Dr. Ángel Norzagaray NorzagarayV C M

Dr. Alfredo Félix Buenrostro Ceballos CESU-UABC

Directorio

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F!e!j!u!p!s!j!b!mF!e!j!u!p!s!j!b!m

Sergio Noriega Verdugo

Estado libre y soberano

La frase “estado libre y soberano” se ha utilizado para caracterizar la naturaleza política de Baja California desde su inicio como entidad federativa de nuestra nación. Para ello podemos considerar cuando menos dos instancias. La primera en orden

cronológico es el 16 de enero de 1952, cuando se da a conocer el estado a través del Diario Oficial de la Federación. El segundo es cuando se promulga la constitución del estado, el 16 de agosto de 1953. Antes de ser estado, nuestra entidad llevaba por nombre Territorio Norte de Baja California. Pero no solo era el nombre lo que diferenciaba aquella entidad con la actual, la relación con el gobierno federal era distinta.

Cabe decir que el concepto de “estado libre y soberano” no es privativo de Baja California, pues según el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, fede-ral, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior […]”.

Los entonces territorios de Baja California Norte, Baja California Sur y Quintana Roo eran administrados como si fueran dependencias del propio gobierno del centro. Sus gobernadores eran designados por el presidente del país, por lo que no concursaban partidos políticos dentro de la entidad para elegir al candidato ganador, como lo hacen ahora. El presidente era capaz no solo de designar a los gobernadores, sino de removerlos también. Los impuestos y el gasto público lo determinaba el poder ejecutivo de la nación.

Los territorios federales no contaban con una constitución propia, con leyes más acordes a las necesidades de sus respectivas regiones. Durante el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés (1946-1952), Baja California se creó en una legislatura constituyente, compuesta de siete personas radicadas en diferentes lugares de la entidad, que trabajaron juntas principal-mente en Mexicali. En un periodo breve de tres meses y diez días, los legisladores regionales, bajo la asesoría o supervisión de un representante de la Secretaría de Gobernación, redactaron la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Baja California.

Salvo en casos contenciosos, la constitución del estado hoy en día no provoca mucho interés entre los ciudadanos de la entidad y aun de sus historiadores. La frase “estado libre y sobe-rano”, de estar en lo cierto, debiera hacernos un pueblo comprometido y responsable. Com-prometido porque ser libres implica escoger el rumbo. Soberano porque implica que nuestra entidad goza de autoridad suprema. Por lo tanto, ser un estado libre y soberano habla o debe hablar de la voluntad de nuestro pueblo. Aquí cabe considerar una idea que expresó Octavio Paz en su libro El Laberinto de la soledad: “Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”.

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Los confines de la municipalidad.

Exploración y caza en el lindero

este de MexicaliHistoria ambiental

Alberto Tapia Landeros*

* Investigador ambiental independiente.

En pleno siglo XXI, muchos bajacalifornianos desconocemos los linderos municipales del estado. Pocos sabemos en dónde termina un territorio

municipal y empieza el vecino, pues no hay marcas ni cercos que lo indiquen. Los exploradores constantemente los traspasamos cuando acudimos a desiertos, costas y montañas por diferentes motivos: políticos, comerciales, investigativos, fotográficos y en este caso, tras la fauna cinegética. En mi caso exploramos el lindero oeste del municipio de Mexicali, B.C., en busca de venados.

Decir que cazamos venados en el municipio mexicalense puede desconcertar a quienes desconocen la historia am-biental del delta del Río Colorado, hoy transformado en una zona agropecuaria salpicada de ranchos, pueblos y hasta nuevas ciudades. ¡Aquí no hay venados ¡dirán algunos, con justa razón, si vemos el valle plano cuadriculado por miles de parcelas agrícolas y pecuarias. Pero hubo un tiempo en que el delta estaba poblado por bosques de palo fierro, mez-quite, sauces y álamos (Tapia: 2016).

Este artículo pretende dejar constancia en la historia ambiental y cinegética, que en nuestra búsqueda encontra-mos algunos sitios con venado bura en el lindero oeste del municipio cachanilla, colindante con los municipios de Te-cate en el norte, y de Ensenada en el sur.

Si bien estos lugares pertenecen a sierra de Juárez, por estar en su parte más baja, corresponden botánicamen-te al desierto de San Felipe o desierto del Colorado, lejos de los bosques de pino piñonero y huata que caracterizan a esta cordillera bajacaliforniana. Indudablemente que otros grupos de cazadores encontraron también nichos de

hábitat para esta especie de ciervo dentro del municipio aludido. Aquí me concretaré a narrar tres expediciones en las que exploramos, rifle en mano, este lindero oeste y que culminaron con el éxito: cobrar un venado bura macho en el municipio cachanilla.

AntecedentesEn número 31 de esta revista, en el artículo “Gansos sobre el Colorado” cito referencias bibliográficas sobre la caza de venado en 1827 en la ribera de este río limítrofe de dos países y tres estados. Con la apertura de tierras y canales de irrigación nacieron las ciudades hermanas Mexicali-Caléxico, que comparten las mismas raíces coloniales y toponímicas, asentamientos que no solo atrajeron a agricultores y ganaderos, también vinieron otros personajes como jugadores apostadores, artistas, músicos, cocineros, comerciantes y entre otros muchos, cazadores.

Edward William Funcke (1867-1934), capitán de navío retirado, se avecindó en Caléxico, California, para dedicarse profesionalmente a la cacería, quizá el primer profesional de la cultura cinegética en la historia del delta del siglo XX. Pero no cazó en el Valle Imperial como podríamos suponer, sino en los municipios de Mexicali y Ensenada, Baja Cali-fornia. Lo mismo cazaba para vender carne silvestre, que guiaba a cazadores deportivos de su país, así como a colec-tores de piezas para museos.

Con permiso del coronel Esteban Cantú, gobernador del Territorio Norte de Baja California, cazó también be-rrendo y borrego cimarrón. Sus expediciones de caza lo llevaron hacia el sur de San Felipe, B. C., internándose en territorio del municipio de Ensenada, B. C.

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A mediados del siglo XX, el grupo de cazadores al que perteneció mi padre (véase el artículo citado del número 31 de esta revista), comentaban que al cazar aves acuáti-cas en las riberas del Río Colorado, veían huellas de vena-do, una raza rieña desaparecida que perteneció a la especie Odocoileus hemionus, el venado bura.

Pero mi generación, la nacida cuando finalizaba la segunda guerra mundial, ya no alcanzó a conocer a estos ciervos rieños tan conocidos para los cucapá. Entonces buscamos al venado en las sierras bajacalifornianas o en el desierto sonorense.

En los años de 1950, las mejores tierras para siembra o pastoreo ya estaban repartidas, gracias al movimiento agra-rio multicitado y analizado por historiadores miembros de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A. C., cuyo órgano de difusión es esta revista. Pero en el fragmentado paisaje poligonal de ejidos dotados, quedaron algunos hue-cos que campesinos reclamaron después del reparto agrario que abarcó principalmente de 1937 a 1938. Uno de esos hue-cos fue la escarpa oriente de sierra de Juárez.

El ganadero Loreto Molina invitó a varios amigos, entre ellos a mi padre, a formar un ejido en esta accidentada pendiente serrana. El señor Molina me dijo que él era ca-paz de criar ganado en este pedregal, donde nadie más lo hacía. Con el tiempo se dio cuenta de que en esa pendiente pedregosa también se criaban venados y borregos cima-rrones. A invitación de él y otros ejidatarios, acudimos a buscar al venado bura y lo encontramos en varias ocasio-nes en el ejido Cordillera Molina.

El Diario Oficial de la Federación consigna que fue el 16 de octubre de 1973 que el gobierno federal dotó de más de 294 mil hectáreas de tierras malas, arenosas y pedregosas, al ejido Cordillera Molina para la crianza de ganado. Esto significa toda la escarpa oriente de sierra de Juárez desde el ejido Jamau hasta el poblado de La Rumorosa.

De ese tamaño fue el hueco que Loreto Molina y 79 so-cios más encontraron de terrenos nacionales sin haber sido declarados ejidos durante el movimiento agrario ya mencio-nado. Creemos que esto fue posible porque la dotación ejidal original tuvo en la mira solamente a tierras cultivables.

La exploración y cazaDesde los años que pude manejar el jeep 1955 de mi padre, exploramos y conocimos los cañones y oasis de la vertiente este de Juárez, como Palmas de Cantú, El Carrizo, y el

Cañón de Guadalupe. Pero no fue hasta 1977 que adquirí un pick up Dodge de doble tracción que nos aventuramos a explorar el resto de los cañones hacia el sur, como La Mora, Santa Isabel, El Palomar y El Mano. Este último tomó su nombre de un gambusino apodado de tal manera, que vivió y murió en el lugar en forma misteriosa. Y en El Mano el señor Loreto Molina se estableció para criar ganado, a pesar de las condiciones adversas del agostadero.

Al inicio de 1980, ya habíamos explorado a pie los caño-nes aledaños al “rancho de debajo” de los Molina, incluida la cabaña de piedra de El Mano, abandonada en la escarpa en virtud de que en ella “espantaban”. El “rancho de arri-ba”, también de los Molina, estaba enclavado en el bosque de pino piñonero y huata, ya en el municipio de Ensenada, B. C. Entonces Loreto nos mandó a cazar a caballo acompañados de sus hijos Jorge y Fernando. La estrategia funcionó, y en enero de 1980 cacé un venado sobreviviente de varias batallas y que andaba solo quizá por haber sido derrotado. Uno más fuerte y vencedor le quebró su cuerno izquierdo. Lo llama-mos “el cuerno mocho”. Por la falta de la o las horquetas del asta izquierda, no sumó puntuación importante y no entró a la historia cinegética consignada en el registro de astas que hicimos en la década de 1990 (Tapia, 2006: 97-124).

El venado cuerno mocho al pie de la sierra y el rifle Husqvarna 7 x 57 milímetros que utilicé. Atrás el altiplano de

cordillera Molina donde se ubica el campo vaquero Ventanitas, en el lindero entre los municipios de Ensenada y Mexicali. Foto Armando

Tapia Landeros.

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Era evidente que con el caballo cubriríamos más terre-no, y el auxilio de los Molina para manejar las monturas y su conocimiento del área nos resultaron valiosos, no solo como monturas y bestias de carga, también como guías de cazadores. El siguiente testimonio da fe de esto. La escarpa oriente de Juárez es sumamente empinada, muy difícil de caminar a pie y peligroso hacerlo a caballo. Entonces los Molina nos montaron en mulas, el animal más seguro para transitar pendientes pedregosas. Ade-más, lo hacíamos por rudimentarias veredas casi invisi-bles que esos vaqueros utilizaban para bajar el ganado que se les trepara tan alto.

Una ocasión que montados alcan-zamos la altitud de los primeros pi-ñoneros, una mula fue la estrella de la cacería. Esta vez le tocó a Armando, mi hermano y compañero inseparable de aventuras, incluso hoy en día. Al ir subiendo lentamente una pendiente, la mula que montaba Armando “ore-jeó”, como dicen los vaqueros cuando el animal voltea a ver algo que llamó su atención. Mi hermano, sabedor de esta conducta, puso sus ojos en el fon-do de un arroyo muy pedregoso y vio entre el monte a un venado que los observaba. Inmediatamente desmon-tó y apuntó su Winchester modelo 70 Featherweight en calibre .308 y dispa-ró. El ciervo de seis puntas colapsó. Si hubiese disparado montado, quizá esa mula lo hubiera lanzado por los aires y en ese terreno podría haber sido de lamentables consecuencias.

El 5 de diciembre de 1970 la Comi-sión Nacional de las Zonas Áridas (Co-naza) fue creada por decreto presiden-cial. Seis años después fue nombrado delegado el señor Eliseo Araujo Mon-taño en Baja California, y al ser com-padre de Molina y miembro del ejido, mandó construir un camino para unir los ranchos de arriba y de abajo. A ese camino lo llamamos “La cuesta desco-nocida” (Tapia, 2015).

Esto debido a su construcción reciente, pero al pertene-cer Araujo y nosotros al mismo Club de Caza; Tiro y Pesca El Venado, A. C., y mi padre por ser amigo de Molina, tu-vimos acceso hasta que Xicoténcatl Leyva Mortera llegó a gobernador de Baja California en 1983 y Araujo cerró este camino para mantener la zona cinegética exclusivamente para su patrón, ya que él fue nombrado gerente de la Comi-sión Estatal de Servicios Públicos de Mexicali.

Enseguida la narrativa del último venado que cazamos antes del cierre de “la cuesta desconocida”.

Las letras mayúsculas A, B, y C, señalan los sitios en donde cazamos venado bura durante la segunda mitad del siglo XX. Mapa de Google intervenido por el autor, que muestra el lindero

oeste del municipio de Mexicali, B. C.

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Descripción de la práctica culturalEn lugar de hacer la descripción académica de un acecho, cito la crónica que escribí hace 37 años inmediatamente después de la aventura: Partimos de la casa de abajo en dos vehículos, hasta que alcanzamos la zona de piñonero, y al doblar una esquina de piedra quedó ante nosotros el basto paredón de 1 500 metros sobre el nivel del mar en su cima, y 900 metros a la altura en que nos encontrábamos.

Le pedí a José María Chema Mendoza que detuviera su pick up para admirar la escarpa, como a tres kilómetros de nosotros. Apenas iluminaba sus detalles el nuevo sol, cuando nos bajamos a tomar sólidas posiciones entre las piedras heladas, e iniciar una larga sesión de gemeleo. En-tonces lancé un reto: “¿Y si alguien saca un venado, qué? (sacar significa “encontrar” con los binoculares) Modesto Gastélum (†), sin quitar sus ojos de los Bushnell 10 x 50 contestó: “Ese le hace la cacería y si mata, los demás le ayudamos a cargarlo”. Todos aceptaron el trato.

Entonces localicé dos bultos que se movían lentamente a la mitad del paredón. “Por ejemplo”, dije: “Allá están dos becerros. Véanlos para que se imaginen cómo se verían dos venados a esta distancia”. Algunos escépticos no creen que un gemelero con experiencia y buenos binóculos pueda ver animales a esas distancias. Seguí escudriñando los rin-cones de la falda y volví a enfocar los becerros, que ya no vi tan becerros. Forzando la vista todo lo que pude empecé a notarles color y forma de venado.

Le dije a mi hermano: “Mandi, los becerros parecen ve-nados. Están abajo del “chorreadero” blanco, junto a un tronco caído, en el clarito que tiene dos pinos a la dere-cha”. “Ya los vi, y parecen dos machos”, contestó Arman-do. Entonces empezamos a dar señas y pistas para que el resto de nosotros los viera también. Al final, solamente los binoculares de 8 x 30, 10 x 50 y los 16 x 50 del Mandi, pu-dieron distinguirlos. Los de seis y siete poderes no fueron suficientes a esa distancia.

“Cuando menos han de ser de ocho puntas”, comenté mientras le echaba una mirada al profundo barranco que nos separaba de ellos. ¿No te gustaría otro diez puntas? Dijo Armando sin dejar de ver a los ciervos. “Ahorita que les dio el sol, el de la izquierda levantó la cabeza contra el fondo oscuro del pino y le vi dos horquetas del lado derecho. Si tiene “guardaojos” (las puntas que crecen en la base de los cuernos) cuando menos es de 9 o 10 puntas.

Con astas subdesarrolladas de seis picos este venado bura ya era adulto, pero no trofeo. Foto del autor.

De izquierda a derecha, Funcke y su cliente Garrett S. Miller del National Museum con un venado bura cazado 40 millas al sur de Caléxico, circa 1913-1915. Foto: Sociedad Histórica de San Diego,

California.

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Los binoculares Pentax de 16 poderes podían percibir me-jor los detalles.

Modesto sugirió que Armando y yo los cazáramos y él, Ubaldo Espinoza y Chema tratarían de llegarles por otro flanco para interceptar la huida. Mi padre se quedaría en el camino vigilando y coordinando a los dos grupos, que en el momento de bajar al fondo del barranco, perderían contac-to visual entre sí. Empezamos a subir y perdimos de vista a los venados, así como a los compañeros que intentaban cubrir su eventual huida. Estaríamos ya a unos 800 metros de los ciervos, cuando nos topamos con un hato de reses que no habíamos visto desde arriba. Nos quedamos viéndonos unos a otros por un momento, y entonces las vacas corrie-ron, afortunadamente, hacia abajo, pues de lo contrario, hubieran espantado a los astados.

Después de una pausa esperando las consecuencias de la tropelada, continuamos subiendo lentamente. De repente

el aire frío que me había dado en la cara durante toda la mañana cesó, y empezó a subir una brisa templada a favor de los animales que acechábamos. Inmediatamente deja-mos la ruta directa y tomamos hacia la izquierda, para evitar que nos olieran, apartándonos aún más del grupo de compañeros.

Seguimos con las manos sudorosas hasta alcanzar la altitud que supuestamente tenían los venados, si aún es-taban ahí. Para confirmarlo vimos a mi padre, que al no hacernos ninguna seña, significaba seguir adelante con el plan de acecho. Pensé en quitarnos las botas para caminar más silenciosamente, pero espinas y piedras filosas me hi-cieron desistir. Dando un paso a la vez, eligiendo perfecta-mente donde pisar para no hacer ruido, de pronto tuvimos frente a nosotros el tronco caído y los dos pinos al final del claro, en donde supuestamente estaban los trofeos busca-dos, ¡quizá hasta dormidos!

De izquierda a derecha, Ubaldo Espinosa, Armando, Modesto Gastélum y Chema Mendoza con el venado gemeleado desde tres kilómetros de distancia. Foto del autor.

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Con sumo cuidado metimos cartucho en las recáma-ras y entramos al “clarito” que vimos desde abajo, pero aquí tenía unos 75 metros de ancho. Cada paso bien firme, con el rifle casi encarado esperando disparar en cualquier instante. Llegamos hasta 50 metros del tronco y nada. El terreno quebrado y el escaso zacate alto podían estar ocultando a los venados echados a escasos metros de noso-tros. Paramos, sin hablarnos desde hacía más de una hora, buscando entre el pasto las puntas de sus astas alrededor de nosotros. Este clímax no puede ser descrito cabalmente con palabras. La adrenalina que fluye por las venas hay que vivirla para entenderla.

¡Dios mío, me dije, que no hayan escapado! Con la cara pálida, los ojos desorbitados y la boca seca y abierta, Ar-mando me veía y se encogía de hombros. Antes que deci-diéramos qué hacer, ¡el suelo explotó! Sin saber ni recor-dar de dónde salió, un venado se materializó 30 metros frente a nosotros, botando, sorteando sobre sus cuatro extremidades hacia el filo del claro. Casi instintivamente disparamos al unísono, como se dispara a corta distancia, al bulto. Antes de que pudiésemos conjeturar qué había pasado, un segundo venado siguió al primero. Cerrojea-mos, me encaré el rifle de nuevo, y apenas cuatro o cinco segundos después del primer disparo, vi en el telescopio el trasero del ciervo saltando al barranco al tiempo que disparaba. Sus patas giraron en el aire, señal que había sido tocado.

Hasta entonces hablé: ¿Qué pasó?, pregunté a mi her-mano, que no había disparado el segundo tiro. No montó cartucho, contestó, refiriéndose a que el viejo Springfield 30-06 no había metido cartucho en la recámara al accio-nar el cerrojo. Corrimos hacia el barranco, él a la derecha y yo a la izquierda por donde maromeó el venado. Al aso-marme lo vi pataleando en la pendiente. ¡Aquí está uno!, grité. El Mandi no respondió y detecté movimiento hacia abajo. Ruido de piedras me llevaron a investigar y me encontré a Chema, Ubaldo y Modesto con las caras largas y jadeantes.

¿No bajó por aquí el venado?, pregunté. Todos negaron con la cabeza pues no tenían aliento para hablar y me volví hacia El Mandi. Lo encontré sentado pero en posición de disparar, viendo hacia el fondo del barranco. ¿Nada? Inqui-rí. Ni ruido siquiera, dijo con tono de decepción. Pues allá tenemos a uno, le dije, y el rostro se le compuso.

Con la entrada del 7 x 57 debajo de la oreja izquierda y la salida en la cara derecha, entre ojo y nariz nos reunimos los cinco en el ciervo. Si la bala hubiera sido de un 30-06, 270 o cualquiera de los “magnums”, el trofeo se hubiera arrui-nado. Con armas de baja potencia aprovechábamos más carne. Nos sentamos a admirarlo. Era un buen ejemplar de cola prieta bajacaliforniano, de nueve puntas. ¿Y el otro? Preguntaron los compañeros, como exigiendo que hubiése-mos abatido a los dos.

El Mandi y yo agachamos la cabeza e iniciamos el ritual de eviscerar al animal, y repartir la carga como acordamos. Después supe que alguno de ellos comentó que mi hermano y yo no éramos tan buenos cazadores como se decía, pues en caso de serlo hubiéramos cobrado ambos trofeos. Efecti-vamente, si hubiésemos cobrado a ambos, habría sido una cacería perfecta. Este trofeo midió 108 ¼ puntos B y C1 y quedó en el lugar 39 del registro (Tapia, 2006).

Si el otro no escapó, está en los 31°48’N; 115°42’O, por si alguien busca sus cuernos blanqueados por el sol y roídos por las ardillas.

Arma en mano también se hace historia, se explora y se conoce profundamente la geografía y la biodiversidad.

ReferenciasTapia L. A. (2006). El venado bura que persiste. En Baja

California. Uso y abuso de su biodiversidad. Ciudad de México: Universidad Autónoma de Baja California/Mi-guel Ángel Porrúa.

——. (2015). El Reino de Calafia. Mexicali: Universidad Autónoma de Baja California.

——. (2016). La huella ecológica de la colonización del del-ta del Río Colorado. El Río, 34.

1 Boone and Crockett Club, la institución americana encargada de medir y

llevar registro de los trofeos de caza en este continente.

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1936: un año de cambios

en la historia bajacaliforniana

* Poeta, narrador y ensayista mexicalense. Desde 2011 es integrante de la Acade-mia Mexicana de la Lengua.

Gabriel Trujillo Muñoz*

Si retrocedemos hasta 1936, y vemos la situación social y política del Territorio Norte de la Baja California entonces, podemos contemplar el fin de una forma de

poder y el principio de otra de una manera tajante y definitiva. Por un lado, el régimen cardenista iba tomando control del país y estableciendo las bases para reformas de largo alcance, para cambios importantes en la forma de recuperar los espacios territoriales aún en manos de extranjeros. Por otro lado, muchos bajacalifornianos, especialmente los residentes de las zonas rurales, querían trabajar la tierra siguiendo los lineamientos de la Constitución de 1917, pero carecían de los recursos económicos para, mínimamente, rentar las parcelas al monopolio californiano de la Colorado River Land Company.

En la Baja California de ese momento, sólo la gente con dinero y que había sido considerada como “no problemá-tica” en cuestiones políticas o sociales (es decir: no perte-neciente a sindicatos de izquierda, asociaciones campesinas revolucionarias o de tendencias anarquistas a la Ricardo Flores Magón) se les daba la oportunidad de arrendar las tierras del valle de Mexicali. Entre ellos estaban funciona-rios públicos, políticos con conexiones con el monopolio de la Colorado, personas pudientes de la iniciativa privada lo-cal, comerciantes chinos y profesionistas japoneses.

La entidad era, a todas luces, una región que vivía fuera de los postulados del régimen de la revolución mexicana y, desde el interior del país, se le calificaba como un espacio autónomo, secuestrado por los intereses comerciales del tío Sam. Por lo que era muy fácil inferir, erróneamente, que los bajacalifornia-nos en su totalidad vivían conformes con tal estado de cosas.

Cierto: muchos bajacalifornianos, por intereses perso-nales, comerciales o ideológicos, estaban del lado de sus patrones, clientes o socios empresariales porque de ahí ve-nían sus ganancias, sus privilegios, su puesto en la sociedad. Banqueros, comerciantes, dueños de casinos, prestadores de servicios turísticos, agricultores que arrendaban tierras a la

Colorado eran el núcleo duro que apostaba por mantener las cosas como estaban, que impulsaban, en la política local, el mantenimiento de un estatu quo bajo la sombra de monopo-lios o compañías extranjeras.

Pero no todos los bajacalifornianos comulgaban con tal situación; 1936 fue el último año de una Baja California en tales condiciones. Ya desde las páginas del periódico El Te-colote, Alfonso Tovar decía que a 26 años de la revolución mexicana, los logros sociales de esta revolución seguían sin llegar a la entidad, por lo que les recordaba a los bajacalifor-nianos que para emanciparse de las condiciones indignantes que padecían era necesario sacrificarse más, pues “la medi-cina aplicada hace efectos que parece a veces empeorar al enfermo, pero no es más que una consecuencia del choque” previo a la recuperación de la sociedad. Pero sólo así los sec-tores menos favorecidos de la sociedad bajacaliforniana sal-drían más fortalecidos y, con ello, se pondría fin a los males sociales que la entidad padecía desde la época del porfiriato y que el régimen del coronel Cantú preservó como única vía de progreso admitida por la autoridad en turno.

Tovar reconoce, como pocos periodistas de su tiempo, que el general Lázaro Cárdenas ha “levantado al enfermo” en otras partes del país y que la repartición de la tierra debe hacerse realidad también en nuestra entidad. En un medio periodístico comprado por la Colorado River Land Com-pany, es importante notar la voz disidente de don Alfonso para exponer que lo que se veía como una calamidad, al menos desde la óptica conservadora de la frontera norte, podía ser fuente de progreso a futuro. Y Tovar no estaba equivocado al señalar que en la recuperación de las tierras y en la creación de los ejidos podría estar el porvenir pujan-te de un territorio como el de Baja California. Que en este experimento social se podía crear un nuevo paradigma de lo mexicano. Y 1936 fue el año en que se fraguó tal cambio.

Por otra parte, 1936 también fue un año en que podemos ver el comienzo de los esfuerzos por hacer de Baja California una entidad soberana. El 14 de abril de 1936, el Comité Pro-estado

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libre y soberano de Baja California, fundado en la ciudad de México por bajacalifornianos residentes en la capital del país, dio a conocer un manifiesto que circuló en diferentes medios de la entidad. Este comité estaba conformado por Guillermo Ca-ballero como presidente, Rafael Osuna como vicepresidente, Juan García Moyrón como secretario, Francisco Dueñas como tesorero y como vocales estaban José Olachea, Atanasio Carri-llo y Francisco Osuna. Su lema era “Por iguales derechos para la Baja California”. El manifiesto afirmaba que

Bien conocido es por todos los habitantes de la República y en

particular por los habitantes de la Baja California, el abandono

en que la ha tenido el gobierno federal. Podemos asegurar que

las conquistas revolucionarias no han llegado a aquella leja-

na península que sigue siendo una fuente de producción para

individuos ajenos a ella y cuya situación política les permite

explotar esa rica región.

Por conocer de cerca tal situación, los firmantes del do-

cumento exponían “la necesidad urgente de llevar a cabo un esfuerzo colectivo de todos los bajacalifornianos para lograr el mejoramiento de nuestra explotada tierra”, donde los go-bernantes enviados desde el centro del país “desconocen el medio donde van a actuar, lo que redunda en prejuicios y des-conocimiento del medio por sus más cercanos colaboradores, relegando a los nativos a los puestos de más íntima categoría en la administración pública” y dejando un resabio de discri-minación que muchos residentes no podían olvidar.

Según el manifiesto, estos gobernantes, casi todos de ori-gen castrense, y sus respectivos séquitos llegaban a Baja Ca-lifornia en plan de conquista y sólo venían a “sacar el mayor provecho económico posible, convirtiéndose en pequeños ti-ranuelos sin importarles el bienestar de la población. Prác-ticamente constituimos un pueblo de esclavos bajo la bota militar que al gobierno del centro le place enviar”.

Ante “esta situación desesperante”, los autores del mani-fiesto expresaban que “en consecuencia pues, creemos los sus-critos, nativos de la península, que la única forma de remediar el mal existente y hacer de la Baja California una región flo-reciente y rica, es iniciar una intensa campaña con el objeto de erigir en estado libre y soberano la península de Baja Ca-lifornia”. Para demostrar que ya estaban listos los territorios norte y sur de Baja California (los que hoy son nuestro estado y el estado de Baja California Sur) para demandar este cam-bio político, los firmantes del manifiesto alegaban que ya se cumplían los requisitos dados por la fracción II del Artículo 73 cconstitucional, donde decía que “el Congreso tiene facul-tad para erigir a los territorios en estados cuando tengan una población de ochenta mil habitantes y los elementos necesarios para proveer a su existencia”, ya que aseguraban que ambos rubros los cubrían entre los dos territorios, tanto en el número de pobladores como en los recursos económicos.

De esta forma, terminaba esta proclama, “la Baja Cali-fornia desea vivir una vida igual a la que viven las demás entidades de la república porque tiene derecho a ello; desea disfrutar del derecho de elegir a sus gobernantes” y por eso

1936. Licenciado Guillermo Caballero, miembro del Comité Pro-estado libre y soberano de Baja California, diputado en la segunda

legislatura del estado de Baja California,1959.

1936. Doctor Francisco Dueñas Montes. Miembro del Comité Pro-estado libre y soberano de Baja California, diputado constituyente

de Baja California en 1953.

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pedían el apoyo de todos los bajacalifornianos para lograr el “triunfo de nuestros desinteresados propósitos”. Era 1936 y este manifiesto señala la inquietud de un pequeño grupo por cambiar la situación política de la entidad. Lo que no sabían sus autores era que a esa idea le faltaban no buenos deseos sino una serie de duras realidades a tomarse en cuen-ta. Que una cosa era desear un estado libre peninsular y otra que las condiciones fueran propicias para lograrlo.

En 1936, un grupo de bajacalifornianos sacaron a la luz un manifiesto en pro de que la península de Baja California fue-ra, a la mayor brevedad posible, un estado libre y soberano. En mayo de 1936 este desplegado fue publicado en la revista Minerva. Pero junto a este, José Castanedo, director de Mi-nerva, editorializó sobre el tema de la creación del estado de Baja California con palabras críticas al propio manifiesto y con argumentos válidos que predicaban la prudencia antes que el arrebato para obtener semejante propósito.

Don José reconocía que el “Comité Pro Baja California, que ampara la idea del estado libre, merece todo nuestro respeto, estímulo y ayuda efectiva en su actividades”, pero que era me-jor, por el momento, “dedicar sus energías e inteligencia a pro-curar la resolución” de los problemas más apremiantes para la entidad antes de pensar en la creación de un estado.

Según Castanedo, un periodista que había militado po-cos años antes en el vasconcelismo y era un crítico de la in-dustria del vicio que dominaba la vida económica de Baja California, lo urgente era “poblar al Territorio Norte lo más densamente posible, comunicarlo con Sonora por medio del ferrocarril y de una carretera pavimentada, fomentarle la

industria, la pesquería, la agricultura y la explotación de minas”, promoviendo el progreso con impuestos menos gra-vosos para la población fronteriza.

En especial el director de Minerva pedía, antes de pensar en un estado que se rigiera a sí mismo, “educar a la pobla-ción y formarle un espíritu patrio más elevado que carez-ca de prejuicios sociales y políticos contemporáneos”. Para esto exigía que se le dotara “de escuelas de artes y oficios, preparatoria, normal y otras, como un instituto oceanográ-fico en el que se enseñe piscicultura y una escuela de agricul-tura práctica” para que se pudiera establecer un estado con profesionistas competentes, que resolvieran los problemas que aquejaban a esta región de México.

Don José afirmaba que tal logro “sólo lo haría un gobier-no de personas preparadas, idóneas y resueltas”, que tra-bajase “asidua, constantemente y con toda honradez, que sepa aprovechar la cooperación de la gente apta, capaz y de buena voluntad, que por fortuna la hay aquí entre los na-tivos y no nativos y de otros diversos lugares del país” que vinieran a dar su apoyo a este sueño colectivo.

Sin embargo, lo que Castanedo temía era que esta idea de establecer el estado de Baja California “sólo se vea y se trate a través de los intereses personalistas o de facción o en el palenque de las luchas futuristas de políticos ambiciosos, ignorantes y sedientos de bienestar y de riqueza”, por lo que “los problemas bajacalifornianos no solamente permanece-rán en pie y sin resolución, sino que se agrandarán con serio perjuicio para la Baja California y para la patria”.

1936. General Gabriel Gavira. Gobernador del Territorio Norte de la Baja California, del 19 de febrero hasta el 16 de agosto de 1936.

1937. General Rodolfo Sánchez Taboada, gobernador del Territorio Norte de la Baja California del 1 de marzo de 1937 al 1 de agosto de 1944 (siete años, cinco meses. El periodo más largo, ejercido por un

gobernador en Baja California).

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Por eso, aunque don José sentía que “Baja California se acerca a la mayoría de edad”, aún necesitaba “de políticos, de hombres de trabajo, de empresa y educadores que la pre-paren para llegar digna y ventajosamente a esta condición con bases bien fincadas”. De ahí que Castanedo concluía que aunque “algunos habrán de desesperarse y dirán que para que se realice todo esto faltan muchos años”, él creía lo contrario. Sólo faltaba la voluntad política y social para que se pudiera cumplir con semejante anhelo.

Lo que Castanedo no sabía es que en ese mismo año de 1936 el gobierno cardenista aprobaría la construcción del ferrocarril Sonora-Baja California y en 1937 se lanzaría a recuperar las tierras en manos de compañías extranjeras que dominaban la agricultura de la entidad. Serían los pri-meros pasos para la verdadera creación, 16 años después, del estado libre y soberano de Baja California.

Como puede verse, 1936 es un año parteaguas en la historia de nuestra entidad. Responde a un momento de cambios que en él dieron comienzo. Porque junto con la recuperación de las tierras del valle de Mexicali, que se daría a partir de 1937 y la creación de organizaciones para promover a Baja California como estado libre y soberano, hay un tercer factor que surge en este año: la construcción del ferrocarril Sonora-Baja Califor-nia, que unirá a nuestra península con el macizo continental.

El jueves 30 de abril de 1936, el general Gabriel Gavira, gobernador del entonces Territorio Norte de la Baja Califor-nia, regresó a la entidad después de haberse entrevistado con el presidente de la república, en la ciudad de México, para plantearle la forma de resolver los problemas más urgentes de Baja California. Y en una improvisada conferencia de prensa (Minerva, mayo 1936), el general Gavira daba a conocer que:

Se está estudiando la prolongación del ferrocarril que parte de

Estación Pascualitos, a catorce kilómetros de Mexicali, hasta

Punta Peñascos, delante de Puerto Isabel, sobre Sonora, para

dar salida al mar a los productos del Territorio; pero el costo de

la obra no se comprenderá sino hasta el presupuesto fiscal de

1937, ni su realización comenzará antes del próximo año.

Como una manifestación de confianza y alta distinción y

para facilitar el trabajo de mi gobierno, el señor presidente de

la república me ha dado jurisdicción sobre los problemas y de-

pendencias de las Secretarías de Estado que funcionan en el

Territorio Norte, para fiscalizarles sus actos y trabajos a fin

de coordinar estos para la mejor realización de la obra que me

propongo desarrollar en bien de la Baja California.

El 11 de julio de 1936 se comenzaron los primeros traba-jos topográficos y el 15 de julio se empezó el trazado inicial

1948. Mapa de la ruta final del ferrocarril Sonora-Baja California, de Mexicali, Baja California a Benjamín Hill, Sonora.

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Page 16: Yolanda Sánchez Ogás semblanza de vida

de una ruta a través del desierto para este nuevo ferrocarril. Un año más tarde, y ya siendo gobernador de Baja Cali-fornia el general Rodolfo Sánchez Taboada, un gobernante directamente relacionado con el cardenismo y con su po-lítica nacionalista y agrarista, éste tuvo un papel mucho más activo en la construcción del ferrocarril Sonora-Baja California. En una crónica de la ceremonia inaugural, ce-remonia que se llevó a cabo el 20 de marzo de 1937, José Castanedo (Minerva, abril 1937), su autor señala que este proyecto marca un hito en la historia peninsular:

El sábado 20 de marzo retropróximo más de quinientas perso-

nas de todas las clases sociales, invitadas por el Director de la

construcción, ingeniero Raúl Castro Padilla, tomaron en la esta-

ción de Mexicali el tren especial, compuesto de siete carros que

los condujo a “punta de fierro” en el lugar denominado Fuentes

Brotantes o estación Médanos, territorio del Estado de Sonora,

siete kilómetros al este del Río Colorado, a la entrada del ar-

diente y arenoso desierto de Altar, a donde llegó el convoy a las

once de la mañana, después de un feliz recorrido de más de 80

kilómetros, incluyendo los quince que tiene de ancho la cuenca

del Río Colorado, sobre la que hay dieciséis puentes de madera.

Sería prácticamente imposible consignar los nombres de los

asistentes, entre los que notamos la presencia de distinguidas

personalidades representativas de las fuerzas vivas del vecino

estado norteamericano de California, periodistas de los diarios

americanos, comisionados venidas ex profeso de Tijuana, En-

senada, San Luis, Sonora, y de diversos lugares del Territorio;

nutridas delegaciones del comercio, banca, industria, agricul-

tura, intelectualidad, empleados, obreros, comunidades agra-

rias, campesinos libres, sindicatos, etc., de la localidad, figu-

rando principalmente la prensa del Territorio en su totalidad y

las autoridades civiles y militares.

No quisimos dejar de anotar, sin embargo, en nuestro carnet

los siguientes nombres: Ulises Irigoyen, Director General de Fe-

rrocarriles, Tránsito y Tarifas de la Secretaría de Comunicacio-

nes, enviado especial del Ministro Mújica para asistir al acto; su

mamá, la respetable Sra. María de Jesús Irigoyen Vda. de Irigo-

yen, y sus hermanas Josefina y Andrea Irigoyen; Ing. Melquía-

des Angulo, Jefe del Departamento de Construcción y su esposa,

la Sra. María Luis G. de Angulo; Dr. José Palacios Macedo, exdi-

rector de la Facultad de Medicina y actual jefe de Servicio Médi-

co de los Ferrocarriles; Tte. Coronel Rodolfo Sánchez Taboada,

Gobernador del Territorio Norte; Antonio Hidalgo B., fundador

del diario El Universal y actual Jefe del Departamento de Trans-

portes de la citada Secretaría; Jorge Alarcón, Agente Gral. Del

Ferrocarril Sud-Pacifico de México; Joaquín Terrazas, cónsul de

México en Caléxico; Mr. Howard, Cónsul de E.U. en Mexicali.

1947. El Río Colorado desde las bases del puente en construcción para el ferrocarril Sonora-Baja California.

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Page 17: Yolanda Sánchez Ogás semblanza de vida

Sobresalía la bella y numerosa concurrencia femenina, des-

de distinguidas damas de ambos lados de la línea internacional

hasta sencillas y humildes campesinas que comentaban favora-

blemente y a su manera la importancia del nuevo ferrocarril.

Para dar realce a la fiesta —que tal puede llamarse—, asistió

la banda del 14º Batallón.

En correcta formación los trabajadores de la vía, capita-

neados por su mayordomo Juan Álvarez, recibieron a la con-

currencia al descender del tren. Eran unos doscientos hombres.

Álvarez dio la bienvenida al Sr. Irigoyen con palabras sencillas

pero altamente significativas y conmovedoras. La multitud se

dirigió al lugar que fuera hasta esa fecha “punta de fierro”, al

lado derecho de la cual habían levantado una especie de kiosco

construido con durmientes y con toldo de ramas de “cachani-

lla”, que sirvió de tribuna.

El reportero de la revista Minerva, dedicada a festejar acontecimientos relevantes de la entidad, reconoce que “es mucha la importancia de la región que atravesará el ferro-carril, pues a pesar de consistir la mayor parte en tierras y arenales desérticos, hay manera de poder convertir cier-tos lugares en centros de producción agrícola, irrigándolos por canales que tomarán agua del Río Colorado y el agua abundante que se encuentra en el subsuelo... centenares de familias de la Baja California y Sonora están pendien-tes del desarrollo de la línea férrea para trasladarse a los diversos lugares que recorrerán a fin de fundar nuevos cen-tros de población y fundar industrias, trabajar la agricul-tura, ganadería y minería, comercio y pesca”. Y de vuelta a la ceremonia, el reportero capta los entretelones históri-cos, lo mismo que la atmósfera del festejo, que dio inicio a partir de las once de la mañana en pleno desierto:

Por primera vez en aquellas soledades se escucharon las notas

de la música, siendo las de la “Marcha de Zacatecas”, nuestro

“segundo himno nacional”, las que vibraron hermosas irrum-

piendo en el ambiente del desierto. En seguida dio principio lo

que podríamos llamar el “acto oficial”.

El ingeniero Angulo sacando de un pequeño saco de lona

cuatro clavos y dos tornillos de vía, brillantes como si fueran

de platino, los entregó por mitad a la señora doña Ma. de Jesús

Irigoyen Vda. de Irigoyen, dama septuagenaria para quien la

edad no fue impedimento, y al Sr. José Castanedo, director de

esta Revista y corresponsal de La Opinión, quien en represen-

tación de la prensa ayudó a la señora a colocar las planchuelas,

los tornillos y clavos del primer riel, sobre el que se rompió la

reglamentaria botella de “champagne”.

Acto seguido los señores Irigoyen, Sánchez Taboada y los in-

genieros Castro Padilla y Angulo requirieron marros para hundir

los clavos en el primer durmiente, mientras las épicas notas de

nuestro “Himno Nacional” resonaban en la inmensidad como un

canto de esperanza coreado por la concurrencia, haciendo cris-

par nuestros nervios de entusiasmo y emoción inusitadas.

En el lapso de tiempo transcurrido entre el final de la “Mar-

cha de Zacatecas” y la iniciación del acto, produjeron bellos

discursos los señores Irigoyen, el Gobernador Taboada y los

citados ingenieros. También habló breves palabras la Srita.

Lolita Suárez, que vino comisionada por el Gobierno Federal

para estudiar los problemas de los trabajadores de la Baja Ca-

lifornia. Tanto esta linda damita como sus predecesores fueron

clamorosamente aplaudidos.

Apenas apagados los aplausos y últimas “dianas”, los tra-

bajadores comenzaron a clavar cientos de clavos, mientras la

concurrencia se dirigía a las “enramadas” hechas ex profeso,

donde fue servida una exquisita comida de pescado del Golfo,

tatemada, barbacoa de res, sopa de macarrones y arroz, cerve-

za, cognac y sodas.

Luego siguió un rato de música y bailes típicos mexicanos.

A las 3 de la tarde se inició el regreso a Mexicali, a donde

llegó el tren a las cinco.

Pocos meses después de haberse escuchado la “Marcha de Zacatecas” en medio de los arenales, el proyecto ferrocarrile-ro se vislumbraba como una serie de estaciones que, como un rosario de oasis, definirían la línea ferroviaria desde Mexicali, en Baja California, hasta Benjamín Hill, en Sonora, entre ellas estaban Mexicali, Pascualitos, Lobo, Alamitos, Cerro Prieto, Laguna, Delta, Pescaderos, Victoria, Río Colorado, Mezquital, Coahuila, Kilómetro 57, en el Territorio Norte de la Baja Cali-fornia. De ahí seguían Riito, El Doctor, Puerto Peñasco, Irigo-yen, Almejas, Sahuaro, Enchilayas, El Coyote, Los Sapos, Ca-borca, Pitiquito, La Verbena, La Pera, Trincheras, Ruiz Díaz, Benjamín Hill, en Sonora, tal y como quedaron establecidas a partir de 1948, cuando las obras terminaron.

Pero todo empezó, como hoy sabemos, en el año de 1936, cuando Lázaro Cárdenas era presidente de México y Baja California comenzó a ser vista, desde la ciudad de México, desde el centro mismo del poder presidencial, como un terri-torio a reconquistar, como un desafío a cumplir.

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El rancho del abuelo1948-1956

Rubén Castro Bojórquez*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.

Al inicio de la década de 1950, el poblado del kilómetro 57 se convirtió en el paseo más frecuente de las familias Castro Bojórquez y Espinoza

Bojórquez. Mi abuelo don Eulalio Bojórquez Gálvez “El general” fue contratado como administrador y mayordomo del rancho más grande que tuvo la Algodonera del Valle, propiedad del ingeniero Eugenio Elorduy, en la colonia Nuevo León del valle de Mexicali.

El rancho de poco más de 200 hectáreas, se ubicaba al norte del poblado de la estación del ferrocarril del kilóme-tro 57, conocido años después como colonia Coahuila y por otros como Colonias Nuevas.

En esos años muchas familias que radicaban en Mexicali eran agricultores, y tenían también casa en ranchos en los que sembraban. En el barrio de la calle C y avenida Lerdo, sección segunda, recuerdo a la familia Ruiz en el ejido Du-rango y la familia Partida en la colonia 10 del Cerro Prieto. También compañeros en la Secundaria Federal núm. 18 co-mentaban de los ranchos que cultivaban sus padres en el va-lle de Mexicali. Recuerdo a César Córdova, cuyo rancho fa-miliar se ubicaba en la colonia Carranza. También el padre de Lydia Trejo tenía el rancho mismo que hoy lo administra Dimas Trejo, esposo de la también compañera de secunda-ria Ofelia Castillo; Héctor y Norma Manríquez Brown (el rancho Brown fue el más grande y bello rancho del valle en los años de 1950, se ubicaba en la colonia Abasolo) y otros compañeros más.

Mi abuelo materno llegó a Mexicali en 1920 proceden-te de Los Mochis, Sinaloa, donde se dedicaba al cultivo de

caña de azúcar en un rancho de propiedad del ingenio azu-carero que provocó la creación de la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, en el año de 1903 (el mismo año que se fundó ofi-cialmente Mexicali).

En ese año se desempeñaba además como síndico munici-pal del ayuntamiento de Los Mochis; su posición económica era solvente, pero un problema político-económico provocó que tomara la decisión de emigrar hacia el valle de Mexicali, del cual ya se hablaba bastante en esa región.

Un buen día le avisa a su esposa, mi abuela materna Mer-cedes Apodaca, y a sus dos pequeñas hijas, Rosario de 6 años y Amada de 4 años (quienes posteriormente serían mi tía y mi madre) que abordarían el ferrocarril del Pacífico para viajar de Los Mochis, Sinaloa a Nogales, Arizona, y de esta ciudad, también en tren se desplazarían a Mexicali.

La ruta descrita era más cara que la otra que conoce-mos: en barco del Puerto de Topolobampo a la Bomba, y de ahí en camión de redilas a Pascualitos, y después en ferrocarril a Mexicali.1

Los primeros años en Mexicali, el abuelo trabajó como celador en la aduana, pero en los años de 1940 logró regresar a trabajar en lo que era lo suyo: la agricultura, en los cam-pos de la Algodonera del Valle. Sus hijas habían contraído matrimonio: Amada en 1932 con Luis Castro López (mi pa-dre) y Rosario con Pioquinto Espinoza Burgueño, mis tíos. En el inicio de su trabajo como mayordomo del rancho de la

1 Esta ruta que fue utilizada por miles de inmigrantes de Baja California Sur,

Sinaloa, Sonora y otros estados, fue la que tomó mi abuela paterna Felícitas

López de Castro junto con sus hijos: Luis, mi padre y sus hermanos, Rosario,

Tula, Piedad y Prudencio mis futuros tíos, en el mismo año de 1920 para

trasladarse de Sinaloa (San José de Gracia) al valle de Mexicali.

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colonia Nuevo León, mi abuela Mercedes se quedó en Mexi-cali, en una casa anexa a la residencia de mis tíos Pioquinto y Rosario, misma que se ubicaba en la calle A, núm. 122, sección segunda. La familia Espinoza Bojórquez estaba conformada además por mis primos Raúl (1936), Pioquinto (1938), Edmundo Nere (1940) y Rosa María (1948). Con fre-cuencia visitábamos a mis primos y jugábamos Luis, Raúl, Pioquinto y yo, con jóvenes de ese barrio, béisbol en el lote de la esquina de calle A y avenida Madero (que por cierto todavía hoy en 2017 está baldío), nos completábamos en el juego con Matías Gómez (nieto del profesor Matías Gómez destacado maestro en los inicios de Mexicali, 1910 a 1930), con Ernesto Valenzuela hijo del dueño del taller Taval y otros más que se borraron de mi memoria.

El abuelo se encargó primero del rancho de la colonia Nue-vo León, de 1946 a 1953, y a partir de ese año hasta 1956 de otro rancho de la misma compañía Algodonera del Valle en la colonia Zacatecas al sur del poblado del kilómetro 57.

La travesía para llegar al kilómetro 57, primero fue por ferrocarril y posteriormente en automóvil cuando se cons-truyó la carretera pavimentada de El Faro al kilómetro 57.

El rancho de la colonia Nuevo LeónEn las vacaciones de verano de 1950 fue la primera vez que realizamos el viaje al rancho. Tomamos el tren en la estación del ferrocarril de Altamirano y el hoy bulevar López Mateos, y recorrimos en dos horas, aproximadamente, el trayecto donde el tren se detenía en cada estación a recoger y dejar

pasaje: Packard, Palaco, Pascualitos (donde compramos unas deliciosas enchiladas que vendían unos niños que subieron al tren a venderlas), Pescaderos, Delta, Km. 39, Km. 43 (hoy ciudad Guadalupe Victoria), el km. 49 donde el ferrocarril disminuía la velocidad para cruzar el puente sobre el Río Colorado que en esos años era muy caudaloso, luego seguía Mezquital y por último el Kilómetro 57; el ferrocarril seguía hacia Peñasco, pasando por Riito, El Doctor y otras estaciones más en el mero desierto de Sonora.

Una vez que bajamos del tren, caminamos una calle hacia el norte, que al final de ella se iniciaba un camino de brecha (luego supimos que era el camino a San Luis Río Colorado, Sonora) que lo recorrimos como tres kilómetros y en un puen-te sobre un canal que corría paralelo al camino, del lado iz-quierdo, pasamos a lo que era el casco del rancho.

La abuela Mercedes tenía unos pocos meses que se había cambiado de la ciudad al rancho, después de que le constru-yeron una casa nueva para vivir. Era una bella casa, grande, de adobe emplastado y pintada de blanco, y su distribución era un gran pasillo y por ambos lados había cuartos grandes que correspondían a tres recámaras, sala, comedor y una cocina grande que incluía un desayunador; en ella pasamos la mayor parte del tiempo durante las noches. El área donde se ubicaba la casa era como de una hectárea (100 x 100 me-tros) y se encontraba rodeada por campos sembrados de al-godón. A esa área se le llamaba el casco del rancho. Aparte de la casa, contenía un gallinero grande, cuarto de bombas, donde se encontraba la planta eléctrica que mi abuelo la

1953. De izquierda a derecha. Eduardo Ahumada Castillo, esposo de Olga

Castro Bojórquez con el abuelo Eulalio Bojórquez, en el rancho del kilómetro 57.

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prendía a las cinco de la mañana y la apagaba a las nueve de la noche. En el casco también existía un pozo de agua (noria), corrales para dos o tres vacas y dos o tres caballos. También un espacio para dos camiones grandes de redilas, dos o tres “racas” y un jeep que era el vehículo que usaba el abuelo y en el que aprendimos a manejar. El casco estaba rodeado de árboles, principalmente álamos y eucaliptos.

El viaje que más recuerdo, fue el verano de 1952 y lo rea-lizamos Luis, mi hermano mayor (15 años), Raúl, mi primo hermano mayor (17 años) Pioquinto, hermano de Raúl (14 años) y yo (12 años).

En el rancho nos levantaba el abuelo a las cinco de la ma-ñana, nos aseábamos, desayunábamos, desde luego un exce-lente desayuno que preparaba mi abuela Mercedes, a quien los Espinoza Bojórquez le llamaban mamá otra y nosotros los Castro Bojórquez mamá Bo. Al abuelo le llamábamos papá otro y papá Bo, respectivamente.

Regularmente, los desayunos consistían en papas con chorizo o huevos con chorizo, frijoles refritos, tortillas de harina, queso o requesón, leche bronca hervida o café.

1920. El abuelo Bojórquez con sus dos hijas: Rosario de ocho años y Amada de seis, recién llegados a Mexicali.

1940. El abuelo Bojórquez con el niño César Rubén Castro Bojórquez de ocho meses.

Al término del desayuno acompañábamos al abuelo a reco-rrer los campos sembrados, no recuerdo si era época de siem-bra, riego o desahije, pero en la época de pisca, a cada uno de nosotros nos entregaban un saco y a piscar. Recuerdo que un piscador normal levantaba entre 100 y 200 kilos por jornada, nosotros solo alcanzábamos a piscar entre 25 y 50 kilos.

El abuelo era un hombre robusto de casi 1.90 metros de estatura, siempre vestía de caqui y le apodaban el general (nunca peleó en la revolución). Era muy amable y extrover-tido les hablaba en yaqui a los trabajadores, algunos le con-testaban y otros no. Desde luego, él sabía solo unas cuantas expresiones en ese dialecto.

Al medio día regresábamos a la casa y nos aseábamos, comíamos otra excelente comida y a la siesta. Esta era obli-gatoria a pesar de nuestras protestas.

En la tarde jugábamos béisbol, montábamos a caballo o salíamos a cazar con rifles de municiones y resorteras. Lo

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más que llegamos a cazar fueron una que otra botella de cristal. A las ocho de la noche que oscurecía nos encerraban en la casa a jugar lotería u otro juego similar, y a las nueve de la noche se apagaba la planta eléctrica y a dormir, tuvié-ramos sueño o no.

Los sábados acompañábamos al abuelo a comprar la provisión2 al pueblo del kilómetro 57, en ese año de 1952 la población no llegaba a 1 000 habitantes. El poblado se desarrolló al norte y al sur de la vía del ferrocarril cuatro cuadras al norte y cuatro al sur. Años después supe que a

2 Provisión. Conjunto de mercancía para el hogar, comestible, de aseo y otros.

1931. Rosario de pie, a los19 años de edad,y Amada sentada, de 17 años.

1936. De pie, de izquierda a derecha: Amada Bojórquez de Castro, su esposo Luis Castro López, Gertrudiz (Tula) hermana de Luis,

Piedad, hermana de Luis y sentada la madre de Luis, Felícitas López viuda de Castro.

la sección norte a partir del primer callejón se le denominó poblado Luis B. Sánchez, en memoria de quien fue el inicia-dor del desarrollo del poblado; terminadas las vacaciones (julio-agosto) regresábamos a Mexicali. Dos o tres años pa-samos las vacaciones en el rancho.

Rancho Campo Uno de la colonia ZacatecasEn 1953 al abuelo lo cambiaron al rancho de la colonia Zacatecas, también propiedad del ingeniero Eugenio Elorduy. Para ese año ya se había construido la carretera de El Faro (sitio ubicado adelante de La Puerta sobre la carretera Mexicali-San Felipe) al kilómetro 57 recién construida en 1950 por el programa que financiaron los agricultores, quienes aportaron una cantidad de dinero por paca de algodón cosechada. Ese programa lo dirigió don Alfredo Araiza, destacado empresario mexicalense, y con ese fondo construyeron todas las carreteras vecinales

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del valle. La ya mencionada, así como la de Islas Agrarias-Nuevo León, Batáquez-Guadalupe Victoria y otras más que comunicó a toda la población del valle.

El primer viaje al rancho de la colonia Zacatecas del abue-lo lo hicimos en familia, mi padre nos llevó en su pick up Stu-debaker modelo 1950; a los niños nos tocó ir atrás. El viaje fue: saliendo de Mexicali tomamos la carretera a San Felipe, en El Faro dimos vuelta a la izquierda por la carretera El Faro-Km. 57. En el camino pasamos por el ejido Durango, colonia Carranza y vestigios del río Pescaderos, más adelante se encuentra la desviación hacia el poblado Guadalupe Vic-toria y luego el 49, en donde se encuentra el Río Colorado. En ocasiones pasábamos el automóvil en panga3 y en años posteriores se acondicionó el puente del ferrocarril para pasar sobre él, hasta que años después se construyó el puente es-pecial para vehículos. Pasando el Río Colorado se encuentra Mezquital y luego el kilómetro 57. Al llegar al poblado toma-mos una calle al sur por una brecha de tierra y como a siete kilómetros se encontraba el rancho Campo 1 de la colonia Za-catecas. A diferencia del rancho de Nuevo León, el Campo 1 era un pequeño poblado de no más de 100 habitantes.

Destacaba la Casa del Abuelo muy grande, de madera con grandes ventanas con mosquiteros en todas las venta-nas y puertas. La distribución de la casa: era una cocina integrada a un gran espacio para comedor y sala y tres o cuatro recámaras. Recuerdo que en ese verano de 1954 se hospedaba un médico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que realizaba su servicio so-cial en la misma casa, tenía un cuarto para consultorio y

3 Panga. Lanchón en plataforma de madera, adherida a un cable que se coloca-

ba de lado a lado del río. En la panga podían transportar cuatro vehículos y

la gente que venía en ellos. Cobraban una cuota.

cuando no tenía pacientes nos la pasábamos platicando. Él tendría 26 años y yo cumpliría 15 en ese año. Aparte de las rutinas similares que se desarrollaban en el rancho de la co-lonia Nuevo León, aquí en el campo uno jugaba todo el día béisbol. El Campo lo habitaban ocho o diez familias con hi-jos adolescentes, con los que armábamos equipos para rea-lizar juegos todos los días, en la mañana temprano y en la tarde ya tarde. En el medio día (de 11:00 a 18:00 horas) era imposible jugar por el calor y el sol. Pero además la abuela no me dejaba salir de la casa en esas horas.

En 1956 los abuelos decidieron regresar a radicar en la ciu-dad de Mexicali y con el dinero ahorrado instalaron una tienda de abarrotes en local propiedad de mi tía Toña, prima herma-na de mi madre, ubicado en Tapiceros 1280, colonia Industrial. A la tienda le pusieron el nombre de Mochicahui como el pue-blo en Sinaloa donde nació mi abuela materna.

En enero de 1956, cuatro compañeros de secundaria y yo, partimos a la ciudad de México a estudiar en el Instituto Politécnico Nacional. A mi regreso, en vacaciones (diciem-bre y enero de cada año), me pasaba todos los días de dos a cuatro horas diarias ayudándoles a mis abuelos en la tienda.

La vida en los ranchos fue diferente a lo que hacíamos aquí en Mexicali, y los recuerdos, esos sí están llenos de feli-cidad. El abuelo falleció en 1962 y la abuela en 1974. Al es-cribir estos recuerdos, los acontecimientos llegan en cascada y me hacen recordar el Mexicali de los años de 1950, llenos de sencillez e inocencia, de aquella ciudad y su valle que tantas satisfacciones nos han dado a muchos de nosotros.

La historia del Kilómetro 57La zona agrícola del kilómetro 57, lo que en la actualidad corresponde a la Delegación de Colonias Nuevas, son los

César Rubén Castro Bojórquez. 12 años.

Luis Castro Bojórquez.14 años.

Raúl Espinoza Bojórquez. 15 años.

Pioquinto Espinoza Bojórquez. 13 años.

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terrenos al sureste del delta del Río Colorado y fueron los últimos en abrirse al cultivo.

Hay que recordar que el área que comprendía el delta del Río Colorado y que hoy corresponde a los valles de Im-perial, Coachella y Yuma, en Estados Unidos, y Mexicali y San Luis Río Colorado, Sonora en México, fueron dedicados a la agricultura a partir de 1900; pero, a diferencia del Valle Imperial, que sus terrenos eran parejos con solo dos dife-rencias topográficas, los ríos Nuevo y Álamo; los valles de Mexicali y San Luis era un conjunto de ríos, arroyos, lagu-nas y todo tipo de accidentes topográficos que ocasionaron dificultades para ser sembrados y requirieron de bordos de defensa y mayores trabajos de nivelación.

El ingeniero Luis. B. Sánchez (1894-1970) originario de Parras, Coahuila, llegó a Baja California en 1936, aquí for-mó una cooperativa de poco más de 50 socios, todos ellos ve-nidos junto con él, de los estados de Nuevo León y Coahuila. A la cooperativa se le llamó Cooperativa de Agricultores en pequeño Nuevo León-Coahuila, y le rentaron a la Colorado River Land Company 5 000 hectáreas en aparcería.

Se asentaron en lo que hoy son las colonias Nuevo León y Coahuila en el sureste del valle de Mexicali. Realizaron los trabajos del desmonte, abrieron caminos y construyeron ca-nales para regar sus tierras con agua del Río Colorado. Ade-más proyectaron el poblado del Kilómetro 57 hoy conocido como ciudad Coahuila al sur de la vía de ferrocarril y Ciudad Luis B. Sánchez al norte de la vía del ferrocarril. En aquellos años no existía la actual línea divisoria entre Sonora y Baja California, la cual se estableció hasta septiembre de 1945.

En los inicios de los dos poblados solo había entre 10 y 15 casas de cada lado, una tienda de abarrotes y una panadería.

El cultivo preferente fue el algodón que se tenía que trans-portar a Mexicali, y no existían caminos, por lo que el inge-niero Luis B. Sánchez solicitó, tramitó y obtuvo el permiso para la construcción de una espuela del ferrocarril Mexica-li-Puerto Peñasco. La línea del ferrocarril en su tramo de Pascualitos a Médanos se construyó en el año de 1931, como parte del proyecto de hacer llegar el ferrocarril al golfo de California, a un puerto que se llamaría Puerto Otis.

El ferrocarril contribuyó al crecimiento del valle de Mexica-li: Primero el Inter-California que corría de Mexicali a Algodo-nes desde 1909, pasando por varias estaciones como: Packard, Palaco, Pascualitos, Pólvora, Sesbania, Hechicera, Vulcano, Tecolotes, Paredones, Cuervos y Algodones. En el inicio de la

1953. Carretera de El Faro al kilómetro 57,al fondo la sierra Cucapá.

1953. Autobús cruzando el Río Colorado por el puente del ferrocarril que se acondicionó para tal fin.

1953. Estación del ferrocarril en el kilómetro 57. Se observa la espuela para vagones de carga.

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década de 1930, el ferrocarril a Puerto Otis comprendía las estaciones: Pascualitos (km. 29), Pescaderos (km.39), Delta, Guadalupe Victoria (km. 43), Mezquital (km. 53), Estación Coahuila (km. 57), Riíto, y Médanos o el Doctor.

En 1937, se inició la construcción del ferrocarril Sono-ra-Baja California en el tramo: Médanos-Peñasco, se ter-minó en 1940, y comprendía las estaciones: Sánchez Islas, Torres Burciaga, López Collada, Gustavo Sotelo, y en 1948 se inauguró el ferrocarril completo de Mexicali a Benjamín Hill, pasando por las estaciones: Ulises Irigoyen, Almejas, Sahuaro, El Coyote, Caborca, Pitiquito y Trincheras, co-nectado con el ferrocarril Sud Pacífico que corría de Guada-lajara, Jalisco a Nogales, Sonora.

El ferrocarril Sonora-Baja California conectó por tierra a la Baja California con el macizo Continental y con las prin-cipales ciudades de México: Hermosillo, Culiacán, Mazatlán, Tepic y Guadalajara, entre otras. Pasarían diez años más para que la carretera Mexicali-Santa Ana se terminara y die-ra servicio por carretera también, a las principales ciudades de México. Los nombres de Poblado Coahuila y Luis B. Sán-chez fueron asignados: el primero por el propio ingeniero Luis B. Sánchez, originario de ese estado desde 1937 y el segundo por el gobernador del estado de Sonora, Ignacio Soto, quien por decreto le asignó el nombre de Luis B. Sánchez, Sonora, a la parte norte del poblado, en fecha posterior a la delimita-ción de los límites entre Sonora y Baja California. Es por esto que el poblado lleva dos nombres y está en dos estados. El límite exacto se encuentra en el callejón Sonora, 100 metros al norte de la vía del ferrocarril Sonora-Baja California.

El pequeño poblado y las áreas de cultivo aledañas fueron creciendo, y en particular la zona urbana se complementó con equipamiento urbano y negocios: escuela primaria “Es-tado 29”, cine “Martha”, gasolinera, correos, consultorio médico del doctor Alfredo García Padilla quien después de trabajar siete años en el Kilómetro 57 cambió su residencia a Mexicali. Fue presidente del Club de Leones A. C. y a él le correspondió obtener el terreno y construir la Cueva de los Leones ubicada en Jardines del Valle; tiendas de abarrotes, talleres mecánicos, restaurantes y en fin todo tipo de giros comerciales. Hasta una zona de tolerancia (zona roja o zum-bido) en la parte del estado de Sonora donde estaban permi-tidas, en Baja California no lo estaban.

Algunos vecinos de la Delegación de colonias nuevas que trascendieron y que también tuvieron negocios en

1952. Panga sobre el Río Colorado, para cruzar al kilómetro 57.

1952. Pisca de algodón. Unidad de pesaje y concentración.

1955. Mercado Dumas en el kilómetro 57.

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Mexicali fueron: Lamberto, Alonso y Antonio Esquer, Si-món Farah, Pancho Aguilar, Güero Ainsle, Pedro Argui-lez, Leopoldo Verdugo, también dos líderes magisteriales Roque Campuzano y Eulario Zavala. Destaca Eleuterio Duarte quien creó el rancho Duarte, uno de los ranchos más grandes y bellos de esa zona, localizado en lo que posteriormente se le llamó El “Indiviso”. Sobresale tam-bién, el licenciado e historiador Francisco Javier Chovy Palacios Flores quien escribió y editó el libro: La región del kilómetro 57 (la tierra que aferra) del cual se tomaron varias notas para esta reseña, así como el periodista y fotógrafo Sergio Haro.

En los orígenes del poblado, y por varios años, los habi-tantes se bañaban y aseaban en los canales ya que no exis-tía sistema de agua potable ni red de drenaje. Pocos años después, cuando se crean nuevamente los ayuntamientos (1953) se formó la Delegación de Colonias Nuevas, cuyos dirigentes trabajaron para urbanizar el poblado. De las pri-meras acciones que se realizaron fue la programación de re-gado de calles y callejones (la retículas de calles anchas y callejones estilo Estados Unidos de América) para que no se levantaran las polvaredas.

Cuando no había gasolineras, en los ranchos se contaba con tibores de 200 litros y una bomba manual para surtir gasolina a automóviles, camiones, tractores y todo tipo de maquinaria agrícola.

La práctica del deporte vino aparejada con el crecimien-to del poblado, béisbol y futbol. En este último deporte destacó el equipo “Oro del 57” que llegó a formar un buen equipo y participaba en la Liga Urbana de Mexicali jugan-do en el Campo Necaxa contra equipos como: San Pedro, Ferrocarril, Guadalajara y otros.

En el censo de 2010 contaba la zona con más de 10 000 habitantes. Se siembra: trigo, cártamo, alfalfa, ray-gras, ce-bada, algodón, sorgo, cítricos, espárragos y vid. Está con-formado por los módulos de riego números 21 y 22.

Actualmente, la región de los poblados relatados com-prende las colonias agrícolas: Zacatecas, Sonora Sur; las colo-nias urbanas: Lerma, Zaragoza, Solidaridad, Benito Juárez, Felipa Velásquez Vda. de Arellano, El Milagro, Héroes de la Patria, 4 de marzo, el Check núm. 2, y los ejidos: Oviedo Mota Indiviso, Cauces Federales, Sombrerete, Emiliano Za-pata, Nuevo Baja California, Plan de Ayala, Sombrerete 2, Roberto de la Madrid, Alfonso Garzón y Leona Vicario.

1935. Ingeniero Luis B. Sánchez.

1955. Ingeniero Luis B. Sánchez.

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La Azteca,

una americana poco conocidaMiguel Esteban Valenzuela Robles*

El confuso origenA partir de la promulgación de la Ley Seca en Estados Unidos de América (28 de octubre de 1919), los inversionistas de ese país buscaron en la frontera con Baja California, las nuevas oportunidades para los negocios vinculados a la venta de bebidas alcohólicas. Ello dio origen a la Aztec Brewing Company (ABC), y constituyó uno de los pilares de la producción cervecera en el Mexicali de década de los años de 1920. La delgada brecha entre el surgimiento de esta compañía y la Cervecería de Mexicali continúa siendo una incógnita, pese a los declarados escritos que dan por iniciada la segunda en julio de 1923, y la ABC hasta 1924. No obstante, atendiendo los sistemas constructivos (de obra e instalación de equipos), así como los procesos operativos en la producción de cerveza (primeras pruebas de molienda, cocimientos, fermentos, filtrados, embotellados y ajustes), la especulación sobre el inicio de ambas cerveceras permite apuntar hacia sorpresas en la comprensión de la historia de estas empresas. Por lo pronto se parte de la documentación oficial1 para establecer que, en el caso de la ABC, se oficializa su constitución en fecha 5 de septiembre de 1924; y de manera sorpresiva, se asevera que las operaciones de producción iniciaron el 1 de enero 1924.

Apegado a esto, se da por hecho que las operaciones de esta empresa debieron haberse iniciado desde mediados o inicios del año de 19232. Tomando en consideración la nece-

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.1 Cayetano Pérez Ruiz, inspector del Trabajo; a Reynaldo Cervantes Torres,

jefe del Departamento del Trabajo en la Secretaría de Industria, Comercio

y Trabajo. Acta del informe sobre visita extraordinaria a la Aztec Brewering

Company (Compañía Cervecera Azteca), 28 de julio de 1926.2 En el caso de la Cervecería de Mexicali se ha popularizado como fecha de fun-

dación el 4 de julio de 1923. No obstante, en un ejercicio de planeación y pro-

gramación de inversión, la empresa constituida en julio de 1923 pudo haber

iniciado operaciones comerciales hasta finales de ese año o al inicio de 1924.

sidad de constitución del capital inicial, la adquisición de los permisos oficiales, la ubicación del inmueble, la construc-ción del mismo, así como las pruebas para el arranque de las operaciones, surgen especulaciones acerca de las fechas de fundación tanto de la ABC como de la Cervecería de Mexica-li. Incluso sus modelos constructivos y el arreglo operativo seleccionado para la producción de cerveza, cuentan con un alto grado de similitud. Derivado de ello, el dato sobre las fechas de fundación a la fecha de inicio de operaciones, si-gue siendo una duda razonable que se presta a un objetivo acto de revisionismo histórico. El inicio de estas empresas marcó una línea histórica en la región, al ofertar empleos, nuevos oficios, inversión y, sobre todo, imagen a una ciudad que iniciaba la construcción de una identidad propia. En cierto grado las operaciones de la ABC dieron forma a nuevas ideas para comercializar y publicitar la cerveza en México, y a Mexicali le brindaron una naciente idea identitaria loca con la que se perfiló a lo largo de la era de la Prohibición: el Old Mexico.

Una azteca muy americanaCon el surgimiento de la Ley Seca en Estados Unidos las inversiones en la industria de bebidas alcohólicas en la frontera norte se incrementaron notablemente. Para nadie era desconocido que el negocio de la venta de alcohol era la mejor forma de incrementar capitales, por lo que numerosos inversionistas —principalmente norteamericanos— se organizaron para ello. La producción de bebidas alcohólicas ya era “oficio consumado” en Mexicali, donde la producción de aguardiente (principalmente) surtía los bares locales, asediados por turistas norteamericanos. En este escenario el intento de instalar una fábrica de cerveza lucía tentador. Ya desde 1919, atendiendo la inevitable promulgación de la Ley Seca, ejecutivos de la Pacific Brewing Company visitaron

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a las autoridades locales para el estudio y autorización de una planta cervecera3. Allí surgió el potencial de Mexicali como centro cervecero regional. La disponibilidad de agua, el clima estable, la topografía adecuada, pero, sobre todo, el servicio ferroviario, fueron atributos que hicieron del poblado, el sitio ideal para la inversión del giro cervecero.

Será hasta que William H. Strousse y sus socios se aven-tajan en el cometido y proponen la inversión de una plan-ta cervecera completa, en la que se permitiera desarrollar todo el proceso productivo completo: desde la molienda de la malta hasta el embotellado para su venta al cliente. Es muy posible que esta actividad empresarial de Strousse haya sido el modelo que seguiría después Miguel González para desarrollar su propia empresa cervecera. De cualquier modo el modelo empresarial de los inversionistas norteame-ricanos sentó sus bases en Mexicali, y con mucho éxito. La empresa se organizó y se equipó con la mejor técnica de esos años; sin embargo, llama la atención que la cervecería haya sido nombrada Aztec (azteca). La lógica podría apuntar a

3 “Says Mexico no place for U.S. breweries”, en Los Angeles Herald, number 210, 4 de julio de 1919, p. 2, col. 6. Recuperado de https://cdnc.ucr.edu/cgi-bin/cdnc?a=d&d=LAH19190704.2.228.

que, en su afán por complacer a las autoridades mexicanas, Strousse se decidió por el nombre debido a que ya existían, además de otras cervecerías de alcance regional, las cerve-cerías Cuauhtémoc y la Moctezuma (en Monterrey, N.L. y Orizaba, Veracruz, respectivamente). El apoyo que las au-toridades habrían brindado a la inversión cervecera dio ori-gen a numerosas empresas, pero solo las dos ya referidas, habrían de usar nombres prehispánicos como denominación comercial. Todo parece sugerir que el nombre de Aztec sería de muy buena aceptación para las autoridades mexicanas. Un poco para “aparentar su mexicanización”, esta inver-sión, totalmente extranjera, le añadió un tono nacional para sumarse al esfuerzo de que esta frontera se mexicani-zara lo antes posible. La intención no sirvió de mucho pues, finalmente, la Aztec se comercializó como la ABC beer, y con ello empezó a adquirir prestigio como un producto de cali-dad. De esta forma, sabor, precio, distribución y disponibili-dad; caracterizaron las operaciones de la ABC en el mercado.

La Aztec versus MexicaliYa en plena operación las dos empresas cerveceras mantuvieron importante competencia por los consumidores

1926. Edificio de la Cervecería Azteca. En la esquina de calle Pedro Moreno y bajada al puente Colorado, Mexicali, Baja California.

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de la región. Cada una de las empresas cerveceras se empeñaba en atraer mayor clientela, apostando a la exclusividad en los puntos de venta, y para lo cual desarrollaban campañas publicitarias atractivas. Sin embargo, sería la posición en el punto de venta su mejor estrategia para incrementar ventas; considerando además que se comercializaba exclusivamente para tomadores estadounidenses que huían de las restricciones de la Ley Seca impuesta en su país. En este escenario, desde un principio la ABC se vendía en barril y en botella, mientras que la Mexicali se vendía, primordialmente, en barriles. La operación de embotellado brindaba a la ABC un sentido de conveniencia y le permitía un mayor reconocimiento ante el consumidor. En su informe de inspección, Cayetano Pérez Ruiz observa este fenómeno y asevera: “es de suponerse que bien por un espíritu de raza, o por causas que no se pueden precisar, los touristas (sic) americanos, prefieren esta cerveza y de allí su gran desarrollo”. Hasta ese año de 1926, la preferencia hacia la ABC era evidente. En el informe emitido por este inspector se hace referencia de que las operaciones de la cervecera se han desarrollado (en tan solo tres años):

[…] con un resultado magnífico, debido a la gran derrama de

propaganda y anuncio (sic), que desarrolló desde un principio,

y aun cuando sus productos son considerados de menor calidad

que la Cervecería de Mexicali, S.A. […] y que por otra parte es

un medio de propaganda que le ha dado muy bueno resultados,

tiene su departamento de producción de hielo […]

En cuanto a las capacidades productivas, la ABC sostie-ne (en 1926) una capacidad de producción mayor que la Mexicali. Mientras que esta mantiene una producción4 de 48 barriles5 diarios, la ABC alcanzaba una producción diaria de 66 barriles. Todo el andamiaje productivo se sustentaba en que “la maquinaria que está usando […] corresponde a los últimos modelos de los Estado Unidos”. Como ejemplo de innovación el informe observa que esta empresa instaló un “ingenioso aparato para elevar la cebada a una altura de 55 pies para que caiga dentro del molino por medio de aire comprimido”. Sobresale que el inspector lo señala como “ingenioso aparato”, no le llama de modo oficial, ni técnico; lo que hace suponer que, verdaderamente, implicaba una innovación; ya que sustituyó el trabajo manual de subir los

4 Cayetano Pérez Ruiz, inspector del Trabajo, a Reynaldo Cervantes Torres, jefe del Departamento del Trabajo en la Secretaría de Industria Comercio y Trabajo. Acta del informe sobre visita extraordinaria a la Cervecería de Mexicali, S.A., 12 de julio de 1926.

5 La medida de 1 barril equivale a 32 galones. Cada barril promediaba el contenido de 64 botellas de 16 onza fl uidas (1 pinta) c/u. Antes de la promulgación de la Ley Seca, la botella de una pinta era el envase de mayor popularidad en Estados Unidos. El envase de 12 onzas conocido como “media” se popularizó con las marcas Mexi-cali y ABC, como forma de limitar el consumo y “evitar la embriaguez”.

1929. Al fondo el edificio de la Cervecería Azteca. A la derecha la Cantina Azteca. Expendio de Cerveza ABC.

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sacos, abrirlos y vaciarlos en la tolva del molino.En esos años el proceso de producción de cerveza se ba-

saba en el sistema de gravedad, consistente en una elevada torre donde inicia el proceso de molienda de la cebada que, por caída libre iba llegando a los distintos procesos para la elaboración de la cerveza. La molienda llegaba hasta la olla de cocimiento con capacidad de 15 mil litros (aproximada-mente 117 barriles), lo que habla de las capacidades de ela-boración con que se contaba en esta empresa. Tan solo en la molienda, el informe señala que en la ABC se molían 3 mil 400 libras de cebada maltera, mientras que en la Mexicali la molienda se remitía a tan sólo mil 148 libras. Este dato hace suponer que la olla de cocimiento original de la Mexicali, tuvo una capacidad aproximada de 5 mil litros; esto es un tercio de la capacidad de cocimiento en la ABC.

En observación a las capacidades de producción ha de tomarse en cuenta que el número de cocimientos variaría en las capacidades de las salas de fermentación, cuyo proceso es aproximadamente de 10 días; tiempo después del cual la cerveza pasa a un segundo filtrado para luego proceder a su embotellado o embarrilado. De esta manera las capacidades

de producción están directamente relacionadas con las ca-pacidades de las salas de fermentación. En la ABC estas se integraban por 24 tanques de reposo con capacidad de 113 barriles cada uno; lo que demuestra el enorme potencial de producción que operó.

Las capacidades comerciales de la AztecPara comprender las capacidades comerciales de la ABC en relación con la Mexicali, y el escenario del comercio de la cerveza en ese año, hay que puntualizar que ambas cerveceras competían en un mercado oligopólico, por lo que es de análisis el comentario que emitió el inspector Cayetano Pérez Ruiz en su informe:

Esta compañía (en referencia a la Cervecería de Mexicali) tiene

tres años de venir desarrollando sus trabajos y si bien no ha

extendido sus actividades con mayor eficacia, se debe única y

exclusivamente a la competencia que tiene con la Cervecería

Aztec Brewering Co. S.A., ya que su departamento técnico está

cubierto por hombres expertos y sus productos son considera-

dos como de primera calidad en la región.

1926. Empleados frente a un camión de reparto de la cervecería Azteca.

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Este tipo de argumentos ha de sustentarse sobre los cri-terios de evaluación que el inspector debió seguir. Esto es, dado que redacta un documento oficial que tiene validez para juicios y decisiones de trascendencia política y econó-mica, el inspector en turno no debe especular, ni emitir jui-cios subjetivos sobre los elementos que evalúa. Derivado de ello, los argumentos que manifiesta sobre la ABC describen a una empresa fuerte, o más fuerte que su competencia (es decir la Mexicali). En el ámbito comercial (lo señala en su informe) la ABC extiende su servicio hacia sus clientes (di-ríamos hoy en día, los puntos de venta) mediante el acon-dicionamiento “refrigeradoras de todos tamaños”, las que eran surtidas con hielo de forma gratuita. Debe tomarse en cuenta que los puntos de venta eran los numerosos casinos, casas de apuesta, bares, cantinas y hoteles que brindaban servicio en el Mexicali de la época de la Ley Seca. Para es-tos clientes el abasto de hielo, brindado por la ABC, repre-sentaba un apoyo importante para ofrecer a sus clientes la cerveza ABC fría y así, el consumidor prefiera esta marca por encima de la marca Mexicali. El abasto de hielo significó una de las mejores estrategias de la ABC, del que producía

dos mil libras diarias para reparto en los mejores puntos de venta en el mercado.

Esta estrategia de otorgar refrigeradoras se operaba me-diante un equipo de promoción constituido por el departamen-to de hielo y refrigeración, y por el departamento de construc-ciones. Este último estaba integrado por “expertos ebanistas” y hojalateros que “construyen por cuenta de la compañía re-frigeradoras de todos los tamaños, a costo tan reducido que le permite venderlas a los consumidores a un precio más bajo que el de plaza”. Se observa con este tipo de acciones que la ABC tuvo un verdadero sentido de dominio del mercado y que, en ningún momento mostró debilidad ante el surgimiento y desarrollo de la Mexicali. El empuje comercial implementado por la ABC impuso un modelo de espacios exclusivos, esto es, los puntos de venta donde sólo se expende cerveza ABC. Dicho modelo de negocios fue seguido por la Mexicali una vez que adquirió todos los activos de la ABC en 1933.

Sin embargo este empuje comercial no dejó una huella profunda en estética de la gráfica comercial de la época. Pocos son los letreros, anuncios, muestras de publicidad o artículos promocionales de la marca ABC que se conservan,

1926. Cartel publicitario de la cervecería Azteca.

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y poco fue el interés mostrado por la propia empresa para desarrollar una publicidad extensa con los medios de la épo-ca; tales como volantes, carteles, programas taurinos, etc. En este sentido el débil empuje promocional de la ABC era compensado por la estrategia de las refrigeradoras con hielo. Esta limitante promocional de la ABC fue aprovechada por la Mexicali, la que vio en la publicidad impresa (y masiva) una forma de enfrentar a la marca de su competencia. Hoy en día se conoce de la extensa labor promocional de la Mexicali y muy poco de esto con respecto a la ABC. En ello influyó la adquisición de ésta por parte de la Mexicali y que favoreció un reaprendizaje para que las estrategias de Miguel González adquirieran una nueva y contundente dirección de dominio comercial. Tan solo resguardada por coleccionistas particula-res, los ejercicios publicitarios de la ABC dan muestra de una interesante forma de comprender la visión americana sobre el México imaginario de principios del siglo XX, y de cómo se guio el imaginario hacia el Old Mexico.

Las lecciones de la AztecDel análisis del informe de inspección aquí referido, es posible establecer la fortaleza que la ABC tenía con respecto a la Mexicali. Pocas veces abordada, básicamente por la carencia de fuentes primarias, los pasajes de la Aztec Brewing Company dan cuenta de una importante etapa de la historia de la ciudad de Mexicali. Después que la ABC fuera adquirida por la Mexicali, compra realizada en 1933, el inmueble de la empresa se convirtió en almacén y centro de distribución de la Realizadora de Mexicali, S.A. El equipo de producción y el de embotellado se utilizó para ampliar las capacidades de la Mexicali. Podrá observarse que las intenciones de estos inversionistas eran positivas con respecto a la consolidación de sus operaciones. Esto significa que en sus inversiones, Strousse y sus socios querían desarrollar una empresa sólida, participativa en un mercado cautivo que, bien aprovechado, brindaría solidez comercial y, principalmente, financiera. El paso de los años demostró que las operaciones de la ABC sortearon competitivamente los retos que le imponía su oponente comercial (la Mexicali), logrando liderar los principales puntos de venta en las distintas poblaciones de la región, e imponiendo modelos comerciales que, tiempo después, constituyeron el ariete para la consolidación de la Mexicali.

Para su competencia, la ABC resultó una importante es-cuela de la que aprendió “modos y mañas” para posicionarse en el mercado; acciones que capitalizó cuando Strousse deci-dió la venta de todos sus activos en México para trasladar sus operaciones a San Diego, California. El comprador lógico fue Miguel González. No se sabe si el traslado de las operaciones de la ABC6 hacia San Diego fue una natural business decision, o fue producto de alguna presión de índole política para con-solidar una industria cervecera netamente nacional; reacción natural hacia un nacionalismo revolucionario en ciernes, que apuntaba hacia la animadversión (popular y oficial) hacia todo lo extranjero. En su momento ambas empresas com-pitieron en igualdad de circunstancias y marcaron algunos de los momentos históricos de mayor desarrollo comercial e industrial. En su desempeño coadyuvaron en la construcción y consolidación de una identidad local. A largo de la déca-da de los años de 1920, la ABC y la Mexicali, protagonizaron una dinámica comercial con la que se configuró el perfil para una ciudad que, contigua a Estados Unidos y alejada en la geografía de la identidad nacional, hizo de la producción de cerveza un factor de identidad, donde, paradójicamente, la Aztec nunca dejó de ser una americana en México.

BibliografíaPérez Ruiz, C. (12 de julio de 1926). Informe sobre visita

extraordinaria a la Cervecería de Mexicali, S.A. IIH De-partamento del Trabajo, caja 992, exp. 11/4

——. (28 de julio de 1926). Informe sobre visita realizada a la Cervecería Aztec Brewering Company. IIH Departa-mento del Trabajo, caja 992, exp. 11/7.

(s/a). (4 de julio de 1919). “Says Mexico no place for U.S. breweries”, en Los Angeles Herald, Number 210, p. 2, col. 6. Recuperado de https://cdnc.ucr.edu/cgi-bin/cdnc?a=-d&d=LAH19190704.2.228.

6 En el cierre de las operaciones de la ha de tomarse en cuenta que la libera-ción del mercado del alcohol en los Estados Unidos, brindó nuevas oportunida-des para la repatriación de inversiones en el giro. No obstante la operaba con normalidad y ya había superado la crisis provocada por un incendio que, en 1932, destruyó su torre de elaboración. La lógica para la reconstrucción pudo haber sido surtir el mercado de California desde Mexicali, aprovechando el tendido ferroviario ya existente. No obstante, se optó por la venta de todos los activos y trasladar las operaciones hacia San Diego.

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¿Desde cuándo se empezó a perder

la vía pública en Mexicali?Carlos Reyes Moreno*

Mexicali nació como una oportunidad de negocio inmobiliario por parte de inversionistas del Valle Imperial, al presentarse una creciente demanda

de trabajadores que aunque buscaban empleo en el lado estadounidense, su idea primordial era asentarse del lado mexicano, por las ventajas que esto representaba en ese tiempo, sobre todo por la posibilidad de hacer dinero a través de la venta de licor a los propios estadounidenses, ya que en el Valle Imperial esta acción estaba prácticamente prohibida.

El trazo del incipiente poblado se realiza con el solo fin de ofrecer lotes rústicos, para que los propios trabajadores fincaran sus viviendas. No había servicio de electricidad ni agua potable ni mucho menos, drenaje. El área fraccionada no presentaba áreas verdes ni espacios de reunión pública, solo una serie de lotes organizados sobre un entramado de calles y avenidas, eso sí muy amplias, con una zona de via-lidad pública de treinta metros de ancho. En su origen este trazo presentaba lotes y calles rectas, que fueron perdiendo su direccionalidad al momento que la compañía americana perdió fuerza en la región, ante los problemas financieros que le afectaron después las múltiples inundaciones que causo el desbordamiento del Río Colorado que a la postre llevaron a la quiebra a la propia compañía desarrolladora.

Años después, por facilidad técnica y legal, el primer crecimiento del poblado se dio hacia el oriente; del límite original que lo marcaba la calle Morelos, se extendió hacia la calle Oriente (hoy Pedro F. Pérez), dentro de este creci-miento se empezaron a tomar a Caléxico como modelo ur-bano de desarrollo, y no es que el primer trazo no lo haya

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.

sido, tomando en consideración que Charles Rockwood, el ingeniero que diseñó la vecina población americana había generado el primer plano de Mexicali, sino que en esta pri-mera expansión, se contempló el uso de callejones de servi-cio, por donde se ubicarían las instalaciones de los servicios públicos, agua drenaje y la postería eléctrica evitando con ello, la contaminación visual que causarían en las avenidas los cableados aéreos. Por otra parte, aunque se conservó el mismo ancho de vía pública, se le dio mayor proporción a las banquetas para tener la posibilidad de crear áreas verdes en las mismas.

En los años de 1920, con la creación de la segunda y tercera secciones (Pueblo Nuevo), se dio un paso decisivo en la trans-formación del incipiente poblado en una ciudad pequeña ca-pital del Distrito Norte de la Baja California. Calles anchas, y rectas, con amplias aceras, lotes de grandes dimensiones y con servicio consolidado de electricidad y agua potable, sobre todo en la segunda sección. El agresivo clima de la región y la accesibilidad al agua, conformaron la acción de contar con espacios arbolados que en el caso de la avenida Obregón se convirtió en un verdadero paseo cuyo remate final lo cons-tituía el edificio del moderno Palacio de Gobierno dispuesto sobre una amplia área verde que a su vez funcionaba como sitio de reunión de la sociedad de entonces.

Los años de 1950 y de 1960 fueron testigos de un creci-miento poblacional sin precedente en la región, debido al programa bracero con oportunidad de trabajo en el veci-no país, que atrajo miles de connacionales a Mexicali, y la consolidación de la conexión ferroviaria al resto de la na-ción. Estos sucesos dieron lugar a un número importante de nuevos desarrollos de vivienda económica como las colo-

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nias Loma Linda, Esperanza, Industrial, y residencial como la colonia Nueva. Todos ellos proveían calles amplias, aun cuando ya no del ancho de los primeros desarrollos, pero buscando tener aceras amplias con posibilidad de disponer vegetación protectora y callejones en donde se colocaran las instalaciones urbanas.

En los años de 1960 se empezaron a desarrollar progra-mas de planeación urbana tendientes a controlar y orien-tar el crecimiento de las ciudades del estado y dar mayor calidad a los espacios públicos; así surgieron el Programa Nacional Fronterizo (Pronaf) y el plano regulador de la ciudad de Mexicali. A partir de ese momento se empezó a desarrollar la normatividad y documentación de trabajo y participación ciudadana en temas de desarrollo urbano, hasta llegar al actual Programa de Desarrollo Urbano del Centro de Población de Mexicali 2015-2050, tendiente a lo-grar el cumplimiento de metas de mejoramiento más con-cretas en sectores definidos como el centro de la ciudad, el Centro Cívico y el río Nuevo así como en las principales vías de comunicación existentes. Por otra parte, lograr también el ordenamiento de los usos de suelo y determinación de su-perficies de reserva territorial para lograr un crecimiento de nuestra ciudad mejor organizado.

Con el incremento de la superficie de la mancha urbana, por razones de economía, se fueron sacrificando las dimen-

siones de las vialidades, y las banquetas se convirtieron en simples conductos de acceso a las viviendas, en donde los peatones tuvieron que compartir el espacio del andador con los postes de infraestructura y demás obstáculos que se iban presentando. Las calles se hicieron de nueve metros de an-cho y las aceras de metro y medio en el mejor de los casos, en otros de menos de un metro de ancho. Los lotes se fueron haciendo más pequeños y surgió un nuevo problema, no hay espacio para guardar el automóvil. La banqueta se convir-tió en acceso vial a la propiedad, o en muchos de los casos, en estacionamiento vehicular.

¿Cuándo perdimos la vida urbana de la ciudad? ¿cuándo las calles y avenidas de Mexicali se convirtieron en meros conductos utilitarios? Quizás cuando alguien acostumbrado al uso extensivo del automóvil, llegó a la conclusión de que la gente de esta ciudad no camina.

En la actualidad es un fenómeno común el que se rom-pan los cordones viales y se invadan los espacios de ban-queta como botín de propiedad, por parte de gente que no ve el interés general sino el beneficio propio, pese a que el propio reglamento de edificaciones lo prohíbe y hasta establece penas económicas por su incumplimiento. “Las vías públicas, son imprescriptibles e inalienables y única-mente por Decreto del Congreso del Estado en casos de-terminados y justificados podrán cesar estas limitaciones”

1904. Mexicali en sus inicios, calles y aceras sin pavimento pero con viviendas alineadas al parámetro de la avenida Reforma de ese entonces, en el tramo entre las actuales calles Melgar y Azueta.

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esto lo establece el Reglamento de la Ley de Edificaciones del estado de Baja California, en su artículo V-3 Régimen de las vías públicas.

Da tristeza el observar que modernos bulevares como el Lázaro Cárdenas, abierto a la circulación en los años de 1970, poseedor de ancho camellón provisto con abundante vegetación, se le haya sacrificado su área verde para facili-tar la continuidad del tránsito de la vialidad, la vegetación en el camellón central ya ha desaparecido en los trayectos de los pasos a desnivel, así también han convertido los espa-

cios de peaje temporal, en espacios de circulación adicional, transformando las banquetas en lugares de estacionamien-to. De acuerdo con este criterio, en Mexicali los automóviles ya no sufren desperfectos mecánicos y los carriles laterales no deben de existir porque no ocurren emergencias.

La utilización de las amplias banquetas como estaciona-mientos se ha extendido al centro de la ciudad, así como a la segunda sección y a los propios bulevares, donde cabe mencionar la anarquía visual y funcional de los espacios peatonales de la calzada Justo Sierra.

1930. Vista de los amplios espacios arbolados en la avenida Obregón a finales de los años de 1920. En esta época en la segunda secciónde la ciudad se empieza a definir un nuevo esquema urbano tratando de emular ejemplo de otras poblaciones mucho más desarrolladas

como la Ciudad de México con su paseo de la Reforma.

Mexicali hacia la modernidad en los años de 1970. Apunte en perspectiva del nuevo centro comercial Plaza Fiesta en el Centro Cívico.

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Es momento de reflexionar y de empezar a preguntarse qué tipo de ciudad se quiere. Por alguna razón, la influencia del Programa de Desarrollo Urbano del Centro de Población no ha tenido suficiente impacto en la sociedad, debiendo por el contrario ser más contundente en su aplicación, si en reali-dad se quiere un desarrollo urbano adecuado a las necesida-des propias de Mexicali. Las acciones de imagen urbana no se pueden limitar a quitar postes, anuncios y señalamientos en las calles, de los cuales también se ha promovido una mul-tiplicación extensiva, hasta las propias zonas verdes de los bulevares están saturadas de anuncios publicitarios.

Se admira la belleza de los espacios públicos de otras ciu-dades y en otros países, pero no se ve la pérdida de la propia o quizás no merecemos la ciudad que tenemos.

El espacio peatonal usado como estacionamiento. Las banquetas usadas como estacionamiento privado.

Se obstruye 100% el paso peatonal. ¿Y los peatones? ¡Que se bajen a las calles!

Automovilistas utilizan las banquetas como estacionamiento privado.

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Una foto.Una foto. Una historiaUna historiaSergio Noriega Verdugo

1957. Extraordinaria foto del General Lázaro Cárdenas y de su hijo Cuauhtémoc en Mexicali, data de 1957 con motivo de su visita para celebrar el vigésimo aniversario del Asalto a las Tierras. Aquí se encuentra rodeado de amistades y admiradores prominentes de la ciudad, en casa de don José T. Dávila, y a invitación de don Francisco J. Peralta, quién fuera compañero de armas del general. En la foto: Nachita

Peralta de Terrazas hija de Francisco Peralta Salgado y Manuelita Martínez, casada con Enrique Terrazas. Francisco Peralta Salgado nacido en Hermosillo, Sonora, militar durante la revolución, ganadero, inspector general de policía en Mexicali. Elsa Romero, María del

Carmen Peralta hija de Francisco Peralta Salgado y Manuela Martínez, se casó con Lamberto Fernández. Lázaro Cárdenas del Río nacido en Jiquilpan, Michoacán (1895-1970), realizador de la expropiación petrolera, promotor de la reforma agraria, presidente de México (1934-1940). Cristina Díaz de Rubio esposa del ingeniero Carlos Rubio Parra, presidente municipal de Mexicali, (1962-1965). Madre de Gustavo,

Alfredo Guillermo, Luis, Milton y Jorge Rubio. Catalina Saldamando de Verdugo esposa de don Leopoldo Verdugo y mamá de Rodrigo, Alma y Catita. Leopoldo Verdugo Quirós, nacido en Álamos, Sonora (1898-1965) jefe del resguardo aduanal en Mexicali, agricultor, senador de la

república (1954- 1958). Lilia Peralta de Dávila hija de Francisco Peralta Salgado y Manuelita Martínez y casada con José T. Dávila, anfitriona del evento. Panchita Quintanilla de Derbez esposa de Don Anselmo Derbez. Anselmo Derbez P. constructor, suegro de Francisco “Quico” Santana. Mario Valencia Gallego, hijo de Alfonso B. Valencia. Roberto Mazón Noriega nacido en Sonora, ingeniero agrónomo, diputado de

la legislatura local, presidente municipal de Mexicali (1959-1962). Lupita Guerrero de Mazón, casada con el ingeniero Roberto Mazón, mamá de Ricardo y Roberto. Alfonso B. Valencia, presidente municipal de Mexicali 1926, casado con María Gallego Lugo. Hilda Castelo Peralta

hija del general Castelo y Raquel Peralta, madre de Petunia. Eva Peralta de Básich, hija de Francisco Peralta Salgado y Manuela Martínez y

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casada con el ingeniero Antonio G. Basich. Irma Esquer de Elías, Cristina Durazo de Lozano, reina de cincuentenario de Mexicali, casada con Rodolfo Lozano Cabañas. Catita Verdugo de Schroeder, nacida aproximadamente en 1925, hija de don Leopoldo Verdugo y la señora Catalina Saldamando, casada con Jorge Schroeder, mamá de Jorge, Catalina “Reinita”, Leopoldo, Patricia, Claudia y Fernanda. Manuelita Peralta de Santana, nacida en Villa de Seris, Sonora aproximadamente en 1912, esposa de Eufrasio Santana Sandoval, mamá de Eufrasio, Francisco y Juan Santana Peralta. Eliuh Gutiérrez C., nacido en Pachuca Hidalgo, medico, titular de salubridad y asistencia en el gobierno de Braulio Maldonado. Jorge Schroeder de la Vega, nacido en Mazatlán, Sinaloa (1913-19), contador público por la Universidad del Sur de California, administrador de la aduana de Mexicali, presidente del Club Rotario y gobernador del Club de Leones. En la última fila José T. Dávila (de

espaldas) anfitrión de evento casado con Lilia Peralta Martínez. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, nacido en México, D.F. en 1934, ingeniero civil por la UNAM, senador y gobernador por Michoacán, candidato a la presidencia por el frente democrático nacional, fundador del PRD,

titular del gobierno del D.F. Alfonso Valencia Gallego hijo de Alfonso B. Valencia. Francisco Peralta Marín, hijo de Francisco Peralta Martínez y Delia Marín Capaceta. Francisco Esquer Peralta, Apodado el “Boyo”, Adriana Peralta de Esquer, hija de Francisco Peralta Salgado y

Manuela Martínez, casada con Francisco Esquer. Manuel Terrazas Peralta, hijo de Enrique Terrazas y de Ignacia Peralta. Norma Martínez De Terrazas. Eufrasio Santana Sandoval, nacido en Chiquilistlán, Jalisco (1892-1963), empresario, agricultor y ganadero, presidente municipal de Tecate (1954-1957). Rodolfo Lozano Cabañas, esposo de Cristina Durazo, Francisco Santana Peralta, nacido en Tecate, hijo de Eufrasio

Santana y Manuelita Peralta apodado “Quico”, secretario general de gobierno bajo el licenciado Milton Castellanos E. y presidente municipal de Mexicali en dos ocasiones 1977 y 1983.

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Compuertas Sharp

Sus funciones e importancia para los dos vallesJimmy Griffi n*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.

En 1900, la California Development Company (CD Company) inició el proyecto de construir un canal para conducir agua del Río Colorado a lo

que hoy conocemos como Valle Imperial de California, EUA. Para evitar altas dunas de arena al norte de la frontera, el canal tuvo que ingresar y atravesar la parte norte del valle de Mexicali. En México, la compañía CD operaba por medio de su filial, la Compañía de Terrenos y Aguas de la Baja California S. A., empresa que habían organizado en 1898 para cumplir con las leyes mexicanas. A esa empresa se le conocía como la Compañía de Agua o, simplemente, la Compañía.

Para controlar la cantidad de agua que entrara a este ca-nal desde el Río Colorado instalaron unas compuertas ad-yacentes al bordo del río, cerca de Los Algodones, pero al norte de la frontera; las nombraron Chaffey Gate (Compuer-tas Chaffey) en honor del ingeniero George Chaffey quien estaba encargado del proyecto.

Excavaron un canal corto para llevar agua del río a estas compuertas y del otro lado de ellas hicieron un ca-nal que llegó hasta la frontera, y después siguió por unos kilómetros al sur paralelo al río en territorio mexicano, hasta conectarse con el río Álamo, un viejo ramal, ya abandonado, del Río Colorado. La intención de Chaffey era utilizar este viejo cauce ya que acondicionar el Álamo satisfactoriamente sería menos costoso y más rápido que construir un canal nuevo. Había un declive natural entre el lugar donde tomaron el agua del Colorado y los valles imperial y Mexicali.

Chaffey había establecido su centro de operaciones cer-ca de la laguna Cameron, un gran charco en el lecho de lo que llamaron Río Nuevo, otro ramal del Colorado en que corría agua cuando el Colorado desbordaba y llenaba la llamada Laguna de los Volcanes. Chaffey logró obtener un terreno que él donó para la fundación del pueblo de Calé-xico. El Ing. Charles R. Rockwood, quien había sido presi-dente de la CD antes de que él pasara la batuta a Chaffey, ahora era el segundo en comando y se estableció en lo que sería Caléxico, donde entre otros muchos trabajos, realizó los planos para Caléxico, y más adelante para Mexicali.

Cuando Chaffey decidió salir de la California Develop-ment Company, en febrero de 1902, Anthony H. Heber fue electo presidente y Rockwood quedó como jefe ingeniero. Heber, personalmente, compró 187 hectáreas en suelo mexi-cano y Rockwood elaboró un plano para la ciudad de Mexi-cali, con el mismo tipo de trazo que había utilizado para Caléxico. Estos terrenos, ya lotificados, fueron puestos en venta, y el pueblo de Mexicali empezó a tomar forma.

El lecho viejo del río del Álamo cruzaba la frontera de México a California unos 10 kilómetros al este de donde estarían Caléxico y Mexicali, y más o menos a 80 kiló-metros de la compuerta Chaffey. El agua que corría por el canal del Álamo llegaba sin control desde que salía de la compuerta Chaffey, por lo que los ingenieros tuvieron que instalar unas compuertas para controlar y distribuir las aguas antes de que entraran a los terrenos que se pro-ponían regar. Decidieron poner estas compuertas como a un kilómetro al sur de la frontera en el lado mexica-no, unos dos metros sobre el nivel del mar. Pusieron el nombre Sharp’s Heading (Compuertas Sharp) porque los

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canales más adelante pasarían por los terrenos de un ga-nadero de apellido Sharp y para complacerlo le pusieron su nombre a esa importante obra.

El nombre en español, compuerta, que fue adoptado luego, cubría un complejo de puertas verticales monta-das en grupos, con distintos propósitos relacionados con la distribución del agua que llegaba en el canal del Álamo que ahí terminó.

Compuertas es un nombre sencillo para una construc-ción, grande, compleja, y vital que trataremos de describir lo más breve posible. Charles N. Perry, el ingeniero resi-dente, fue responsable para el diseño y la supervisión de la construcción. Los materiales fueron transportados 70 kiló-metros, aproximadamente, en carretas jaladas por mulas y caballos, desde la estación Flowing Wells (Actualmente, Niland) en la vía del ferrocarril Southern Pacific entre Los Ángeles, California y Yuma, Arizona.

Por lo que hemos podido saber, todo ese complejo no tenía ninguna base de concreto, sino que estaba soste-nida por pilotes de madera secoya clavada en el suelo. Solamente se cuenta con un fragmento del Plate XLIV Ilustración que está en la página 1266 del reporte del Ing.

Cory. Este fragmento nos indica que estos pilotes forma-ron parte de la estructura y estaban hechos en general de vigas de secoya de 8 x 8 pulgadas (20 x 20 cm) de sección por 12 pies (3. 66 m) de largo; clavados en el suelo deba-jo de toda la estructura de las compuertas, espaciados a menos de un metro entre sí.

Sobre los trabajos1. Se construyó una represa que atravesaba el canal del Álamo y que servía como final de ese canal. Esta represa, hecha de grandes vigas y otros elementos de madera Redwood [secoya], portaba diez puertas verticales de hierro, cada una con una manivela, tipo tornillo, con una rueda que, al dar vuelta, manualmente, hacía subir o bajar la puerta aumentando o disminuyendo así el flujo de agua por dicha puerta. Ajustando una o más de las diez puertas se podía mantener el flujo indicado según las circunstancias y necesidades de agua. Desconocemos las medidas de las puertas pero estimamos por las fotos y la altura de hombres en estas, que las puertas medían entre un metro de ancho por un metro veinte de alto. La represa debe de haber tenido un ancho de quince y veinte metros.

Represa al final del Canal Álamo y las 10 puertas originales del Canal Central Principal. 1905.

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El agua que salía de estas diez puertas entraba a un res-baladero construido con la misma madera, cayendo unos cinco metros, para entrar en un gran canal que nombraron Central Main Canal (Canal Central Principal) que correría primero al noroeste y después al norte por el centro apro-ximado de todo el Valle Imperial, entre los ríos Nuevo al oeste y el río Álamo al este proporcionaba agua de riego a los ranchos y a los pueblos en esa área. El agua en el Valle Imperial era escasa hasta que fue introducida desde el Río Colorado por medio de las Compuertas Sharp.

Antes de que el canal Central llegara a la frontera, insta-laron una compuerta que descargaba a un dren natural que numeraron 134, en el descargaron los excedentes de agua, del canal Central. Este dren 134 desembocaba en el río Nuevo.

2. Más adelante, en el cruce de la línea fronteriza, insta-laron otra compuerta en el lado izquierdo del Canal Central para surtir agua al más pequeño Border Canal (canal Fron-tera) que construyeron paralelo a la línea fronteriza para llevar agua a Caléxico y a Mexicali, y para regar los terrenos cercanos. La historia nos dice que cuando la primera agua llegó a Compuertas Sharp, en junio de 1901, el canal Fron-tera la llevó a los primeros terrenos que fueron regados en el Valle Imperial (Cory P-1267).

3. A la izquierda de las 10 puertas del canal Central; en el lado izquierdo del canal del Álamo, instalaron un grupo de 5 puertas. Estas puertas conducían y controlaban el agua al West Main Canal (Canal Principal del Oeste) un canal muy importante que corría por territorio mexicano desde las Compuertas Sharp hasta llegar casi al pie del cerro El Centinela. Ahí cruzaba la frontera llevando agua al lado oeste del Valle Imperial; con ella se regaba la mayoría de los terrenos que estaban al oeste del Río Nuevo.

En México este canal fue cada vez más importante para regar terrenos al oeste del Río Nuevo. Para cruzar el Río Nuevo con este canal, tuvieron que construir un acueducto que fue conocido como el “flum”. Este acueducto estaba lo-calizado cerca de donde actualmente la calzada Terán Terán se encuentra con el Río Nuevo. Más adelante del flum, en este canal, instalaron la represa-compuerta Wisteria que propor-cionaba agua al canal Wisteria y a otros canales menores, y era importante en el desarrollo de Pueblo Nuevo y de terre-nos agrícolas en el área en los dos lados de la frontera.

4. De regreso al tema de las Compuertas Sharp, en el bordo derecho del canal del Álamo instalaron otra com-puerta de madera secoya con 10 puertas verticales. Nom-brado Álamo Waste Gate en inglés, estas fueron las puertas

Plano rústico de las Compuertas Sharp y los canales mencionados en el texto.

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de desagüe del canal del Álamo. La función de estas puer-tas era mantener el nivel deseado en el canal del Álamo; al abrir o cerrar una o más puertas dejaba salir agua que caía al viejo lecho del río Álamo donde corría al otro lado de la frontera rumbo a la depresión Salton. Desde Compuertas Sharp hacia el norte, el río Álamo servía de drenaje para aguas sobrantes.1

Estas fueron todas las puertas localizadas directamente en el complejo Sharp; pero como a dos kilómetros y medio arriba de estas, en el lado derecho del canal del Álamo, se instalaron las compuertas Allison de donde salió el canal principal del este que llevaba agua a los terrenos del Valle Imperial que estaban al este del viejo lecho del río Álamo. Había otros canales de menor importancia que fueron usa-dos por un tiempo pero eventualmente eliminados cuando se consolidaron los sistemas de irrigación.

No tardaron en extender los canales mencionados por el Valle Imperial. Para el primero de enero de 1905 había aproximadamente 700 millas de canales en el Valle Impe-rial y otras 80 millas en México. Estaban llegando muchas familias que tomaron sus tierras, luego, construyeron cana-les en sus terrenos para regarlos y sembrarlos. Los pueblos de Caléxico, Heber, Imperial, Seeley, Brawley y Holtville estaban tomando forma y creciendo. Mexicali, al sur de la frontera, también.

Pero la compañía CD, que operaba en México por medio de su afiliada, La Compañía de Irrigación, responsable para la distribución del agua, enfrentaba un problema mayor. El canal que habían hecho para llevar agua del Río Colorado a la Compuerta Chaffey, y de ahí al canal del Álamo se había llenado de azolve (limo) al grado de que ya no podía condu-cir suficiente agua para las necesidades de la agricultura en el Valle Imperial y no había manera de quitar ese azolve.

Para el lector no familiar con el Río Colorado de aquellos años, tenemos que mencionar que las aguas del río traían enorme cantidad de limo y otros sólidos, y se precipitaba cuando la velocidad de la corriente de agua disminuía, que fue el caso en ese canal.

Al fin, el presidente de la CD, Heber y el jefe ingeniero Roc-kwood decidieron que la única manera de obtener agua para salvar las cosechas sería abrir una entrada temporal directa-

1 Como nota de interés les informamos que el Sr. W.F. Holt aprovechó estas

aguas cerca del pueblo de Holtville, para hacer girar un generador de electri-

cidad produciendo el primer servicio eléctrico en el Valle Imperial.

Fragmento de los planos para la construcción de las Compuertas Sharp. Se empleaba la madera secoya (Redwood en inglés), una madera muy resistente a la pudrición cuando es expuesta a la

humedad continua. En la parte inferior de la foto se puede notar los pilotes de 8 x 8 pulgadas de sección y 12 pies de largo. Estos pilotes fueron clavados en la tierra hasta el nivel deseado y las compuertas

construidas arriba de ellos.

Puertas del Canal Principal del Oeste. Esta foto es de las puertas de concreto instaladas en 1918-1919. No encontramos fotos de las

originales de 1902 que fueron hechas de madera secoya.

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mente al Río Álamo en terreno mexicano. La intención fue cerrar esta entrada tan pronto terminara la temporada de máximo uso de agua.

Rockwood había estudiado los récords en Yuma de los flujos del Río Colorado, e históricamente no había creci-das grandes en los meses en que él pensaba tener abierta la brecha, de modo que estaba relativamente tranquilo. Pero sí las hubo, y cuando trataron de cerrar la brecha llegaron otras crecidas inusitadas y no podían cerrarlas.

El flujo de las aguas amplió mucho el ancho y profundidad de la brecha y llegó el momento en que todo el flujo del Río Colorado abandonó su lecho de muchos años para meterse en el canal del Álamo. Habían empezado las inundaciones.

El único obstáculo entre el lecho del Río Colorado y el fondo de la depresión Salton fueron las Compuertas Sha-rp. Estas no fueron diseñadas para recibir una cantidad tan enorme de agua. Los operadores regularon las puertas del canal central para que pasara la máxima cantidad, lo mis-mo hicieron con las puertas de los canales del Principal del Oeste y del Canal Principal de Este, y sobre todo las diez

puertas de desagüe que daban al viejo lecho del río Álamo. Aun con estos conductos llevando al máximo posible sin

rebasar sus bordos no era suficiente, y el nivel en el canal del Álamo subía al grado que el bordo sur se desbordó en el área de los pantanos Beltrán y Garza, y de ahí fluía hacia el Río Nuevo, a la vez de inundar la mayoría del territorio mexicano, no montañoso, visible desde Mexicali. El rela-tivamente pequeño curso de Río Nuevo no podía llevar la mayoría del agua que se extendía por los llanos, principal-mente hacia al sur y al oeste.

El Río Colorado salió de su cauce en 1905, y volvió a él, el 10 de febrero de 1907. Durante todo ese tiempo, las Compuertas Sharp resistieron presiones hidráulicas supe-riores a su diseño. En el Valle Imperial siguieron regando muchos terrenos, los pueblos que no fueron afectados por las inundaciones siguieron recibiendo agua para uso do-méstico. No tenemos espacio para entrar en comentarios sobre las inundaciones pero podemos asegurarles que las Compuertas Sharp fueron la salvación del Valle Imperial y buena parte del delta mexicano.

Mapa de la zona de Compuertas en 1924 donde se aprecia las distintas compuertas y canales. Muy notable es el número de teléfonos [phone] que tenían en servicio para comunicarse entre los canales y compuertas.

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En 1914 construyeron otro canal para el Valle Imperial conocido como el East Highline Canal (Canal Alto del Este) que tenía 50 millas de largo y llegó hasta Niland llevando agua a unos 110 000 acres en el este del Valle Imperial. Este canal salió del lado norte del canal del Álamo en un lugar que llamaron, Lawrence Heading. Para entonces habían en-derezado el canal del Álamo con los cortes Carrillo y Castro, mejorando así el flujo. La esclusa2 Lawrence heading, esta-ba a unos 6 o 7 kilómetros arriba de las Compuertas Sharp, así podía mandar agua a aquel canal que regaba terrenos re-lativamente altos en el lado extremo este del Valle Imperial.

En 1918 y 1919, buena parte de la estructura de las Com-puertas Sharp, originalmente de madera secoya, fue reem-plazada con concreto reforzado. Debió de tratarse de un trabajo complicado porque tanto el Valle Imperial como el valle de Mexicali y las ciudades en los dos lados de la fron-tera, no podían estar sin el agua por más de dos o tres días

2 Una anotación en un mapa usa el término esclusa y creo que eso nos indica

que en el canal del Álamo instalaron una represa del tipo donde el agua pasa

por encima de dicha represa. Así mantenía el agua a un nivel alto constante-

mente para poder mandar el agua a ese nivel al Highline Canal.

máximo, de manera que tuvieron que hacer las nuevas com-puertas antes de eliminar las existentes.

No tenían la maquinaria moderna para revolver y bom-bear concreto que hoy podemos ver en operación en Mexi-cali cualquier día. Cuando mucho tenían unas mezcladoras primitivas y hombres con carretillas llevando la mezcla so-bre precarios tablones para vaciarla donde era necesario.

Existe evidencia del buen trabajo que hicieron en las es-tructuras que fueron de las compuertas que servían de re-presa del canal de Álamo a la vez de ser las puertas que controlaba el flujo al Canal Central Principal.3

Las compuertas que daban al Canal Principal del Oeste fueron reemplazadas con concreto, pero ya no existen más que en fotografías.

Por lo que toca a las diez puertas de desagüe que descar-gaban los excedentes al lecho del río Álamo, el Ing. M. J. Dowd (1956: 70) dice que el grupo de consultores recomen-dó que fueran reconstruidas con concreto, pero no hicieron caso y las nuevas fueron hechas de madera.

3 Ver la fotografía que acompaña este artículo o visite el sitio donde están estos

impresionantes remanentes.

Lo que queda de Compuertas Sharp. Esta es parte de la estructura de concreto construida en 1918-1919. Era la represa a final del Canal Álamo y las puertas (ausentes) que surtían agua al Canal Central Principal.

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Hace algunos años hubo intentos de destruir por com-pleto las compuertas; llenaron con tierra los alrededores y los canales, y destruyeron parte de las estructuras. Gracias a las protestas de la gente que sabían su valor histórico, lo-graron conservar lo que podemos ver ahora.

La Compañía empleaba un número considerable de hombres para operar los canales y las compuertas. Vivían por un tiempo en carpas, quizás tipo militar, con pisos y paredes de madera. Aparentemente, en Compuertas había un gerente, algunos trabajadores, que vigilaron y ajusta-ron las puertas, los cavadores que entregaban el agua a los agricultores en sus canales individuales; cadeneros y otros que hacían trabajos generales, y limpieza de basura, ramas, etcétera, que venía en el agua. Era tanto de ese ma-terial que fue necesario instalar cerca de las compuertas Allison, una especie de trampa para juntarlo y una grúa manual, pluma, le decían, para sacar la basura del canal y tirarla en un carro que corría sobre unos rieles y llevarla lejos del canal. Así reducían la cantidad que se enredaba en las compuertas donde causaba problemas.

La comunicación era muy importante para saber cuán-ta agua debían mandar por los canales principales. Quizás al principio tenían que mandar mensajeros a caballo o a lo mejor tenían telégrafo, no encontramos información sobre eso. Había unos pocos teléfonos en el Valle Imperial en 1902 pero no sabemos en qué fecha la CD y la Compañía de Irrigación los tenían. Un mapa, de 1924, en el libro Va-lle de Mexicali, El Agua y sus Hombres (p. 16), nos mues-tra la cantidad muy grande de teléfonos que tenían en los canales para esas fechas. La Imperial Irrigation District [IID] ya estaba en control del agua en el Valle Imperial y la Compañía de Irrigación era su filial.

No hay duda que las Compuertas Sharp fueron el ele-mento más importante en la distribución del agua al Valle Imperial desde el principio, junio 1901, hasta octubre de 1942 cuando el canal Todo Americano entró en servicio. En el valle de Mexicali y la ciudad de Mexicali fueron impor-tantes por algunos años más.

ReferenciasBlake, William Phillips & Cory, Harry Thomas (1915). The

Imperial Valley and the Salton Sink. San Francisco: New-begin

Dowd, M.J. (1956). IID, the first 40 years. Imperial Irriga-tion District.

Howe, Edgar F. & Hall, Wilbur Jay (1998). Story of the First Decade, in the Imperial Valley, California, 1910. Imperial County Historical Society.

Rubio Parra, Carlos A. (2007). A la vera del Colorado Remi-niscencias. Mexicali: UABC.

Sánchez Ramírez, Oscar y Sánchez López, Eduardo. (2009). Valle de Mexicali: El agua y sus Hombres. Mexicali: UABC.

Tout, Otis B. (1931). The First Thirty Years in Imperial Va-lley, California. Arts & Crafts Press, San Diego, California.

Woodbury, David O. (1941). Colorado Conquest. Nueva York: Dodd, Mead & Company.

Manivelas de control para las puertas de desagüe del canal del Álamo vista desde el canal. El agua que descargan cae al lecho del viejo río

Álamo, donde corre por el Valle Imperial hasta el Salton Sea.

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Alberto G. Yáñez

Pionero del valle de MexicaliFrancisco José Cisneros Yáñez*

En las décadas de 1910 a 1920, miles de inmigrantes de los estados de Sonora, Sinaloa y del territorio sur de la Baja California, llegaron a Mexicali en

busca de labrarse un futuro más prometedor.En el valle de Mexicali se dio inicio a una agricultura inten-

siva de la siembra de algodón. En 1912 se cultivaron 12 hec-táreas que produjeron 15 pacas; en 1920 se sembraron 50 000 hectáreas y la cosecha fue de 79 000 pacas de algodón.

Este incremento tan vertiginoso atrajo a connaciona-les de los estados mencionados, por lo que el municipio de Mexicali, ciudad y valle, aumentó su población de 1412 ha-bitantes en 1910 a 14 599 en 1921.1 Uno de esos inmigrantes fue el joven Alberto Yáñez Gutiérrez que arribó al valle de Mexicali en 1918.

Alberto Yáñez Gutiérrez nació en 1900, en plena sierra del estado de Sonora, en el pequeño poblado de Buenavista, 40 km al norte de Cd. Obregón, hoy cubierto por las aguas del Río Yaqui en la presa Álvaro Obregón (El Oviachic). Sus padres fueron Jesús Yáñez y María Gutiérrez. Para sus-tento de su familia, don Jesús cultivaba la tierra en el ran-cho de su propiedad en Buenavista.

En 1900, el ejército de Porfirio Díaz atacaba a los indí-genas yaquis que se defendían, en un afán del gobierno por colonizar sus tierras. Los indígenas fueron derrotados y de-portados a Yucatán. Años después regresarían; ellos decían, entre otras cosas: ¡lo que queremos es que los blancos y las tropas se vayan! Entre 1915 y 1917, los yaquis atacaban a americanos y a mexicanos dueños de tierras; en 1918 los ya-quis embistieron un tren matando a cinco agricultores, des-

* Colaborador invitado.1 Censos generales de habitantes de filo y 1921.

pués de eso siguieron haciendo incursiones hasta los años de 1920 (Dwyen, 2008: 25). Estos hechos serían corroborados por lo dicho por las hermanas de Alberto, que relataban que los yaquis en ocasiones atacaban al pueblo de Buenavista, armados de arcos y flechas y algunos con rifles, tal como en las películas de vaqueros. Por los hechos relacionados con los indígenas y porque don Jesús no quiso exponer a sus hijas e hijos, tuvo que emigrar a otro lugar.

Desde temprana edad, Alberto ayudaba a su padre en el cultivo de la tierra, manejando mulas y caballos que jala-ban el arado para hacer surcos; además, en su tiempo libre vendía aguas frescas y dulces. A su corta edad iniciaría una actitud emprendedora

La familia consistía además de los padres, de diez hijos e hijas: Dolores, Amparo, Joaquina, María, Serafina, Ana, Emilia, Herlinda, Ángel y Alberto. La familia Yáñez emi-graría hacía Baja California, posiblemente debido a la buena gestión del gobernador del Distrito Norte coronel Esteban Cantú (1915–1920), quien creó las bases para fomentar el de-sarrollo general de Mexicali y su valle, e inició el proceso de recuperar las tierras de la región en manos de terratenientes extranjeros. El primero en emigrar a Mexicali sería Ángel, y lo haría viajando por tren a través de Estados Unidos, en 1918; el segundo fue Alberto con solo 18 años. Para, final-mente, emigrar todo el resto de la familia en 1922.

Alberto empezó a trabajar en corrales, para después co-menzar a arrendar y cultivar tierras propiedad de la Colo-rado River Land Company; al principio ayudado por don Jesús, y después, él solo.

A los 28 años de edad, en julio de 1928, Alberto con-trajo matrimonio con Alejandrina Eyraud, originaria del

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ejido Nejí, municipio de Tecate, cercano a donde hoy se encuentra el Centro de Regeneración Social de El Hongo (Centro penitenciario). Él y Alejandrina procrearon a sus hijos Alberto y Lilia. Entre los hijos de Lilia se encuentra quien es reportera local, Alicia López Yáñez. Alberto, a pesar de su baja escolaridad (tercer año de primaria) tenía una inteligencia sobresaliente, con una clara inclinación hacia los negocios.

El matrimonio empezó a tener diferencias por lo que Alberto se separó de su esposa y cambió su residencia a la avenida Francisco I. Madero, núm. 979, entre calles A y B, acera norte. Llevó a vivir con él a sus padres, además de tres hermanas entre ellas: Herlinda, mi futura madre, y un her-mano. Algunos de sus vecinos en este domicilio fueron: don Carlos Blando, dueño de las radiodifusoras XEGE y XED; la Familia Wilhelmy, vecinos inmediatos; a tres lotes se encon-traba la embotelladora Pepsi Cola. Casi enfrente de la casa existía la tienda “La Esperanza”, propiedad del italiano don José Rizzo, donde se juntaban muchas tardes a jugar dominó y tomar una cerveza: el señor Ramírez propietario de la embotelladora Pepsi Cola, el profesor Antonio Ama-ya, director de la Secundaria 18, el señor Mario del Llano, subgerente de la embotelladora Pepsi Cola y otros, todos ellos, masones. En la misma cuadra de la tienda “La Espe-ranza”, en la esquina de calle A y avenida Madero, residía la familia de don José María Rodríguez Luján; esta residencia tenía cancha de tenis y alumbrado exterior, algo inusual en esos años. A la siguiente cuadra, al oriente, vivía la familia Esquer y a mitad de la cuadra, el exgobernador coronel Es-teban Cantú (hoy frente al hospital Almater) en humilde casa, era común verlo caminando por la banqueta solo.

El joven Alberto ocupó terrenos agrícolas en la colonia Cerro Prieto al sur de Mexicali, que habían sido de la Colora-do River Land Company, y ahí fundó el rancho “Tulicheck”, donde desmontó; sembró y cosechó la tierra por lo menos du-rante tres décadas, al principio usando la fuerza de los caba-llos y luego con tractores, cultivando algodón, trigo y alfalfa, y comercializando linaza. El 30 de enero de 1951 recibe la Declaratoria de Inafectabilidad de los predios agrícolas, pu-blicados en el Periódico Oficial, órgano del gobierno del Terri-torio Norte de Baja California, Núm. 3. Los años durante la segunda guerra mundial (1941-1945) y, poco después, fueron de intenso desarrollo agrícola para Mexicali y su valle por la necesidad que tuvo el pueblo de Estados Unidos de abasteci-

1967. Hijo y nieto de don Alberto Yáñez Gutiérrezen el Rancho Tulicheck.

1967. Niños jugando en el rancho Tuli Check.

1965. Don Alberto Yáñez G., con su nieto del mismo nombre.

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1948. Equipo de trabajo del ferrocarril Inter- California en las oficinas generales ubicas en avenida Madero frente al parque Héroes de Chapultepec. En la foto, de izquierda a derecha fila trasera: Carlos Cisneros esposo de la hermana menor de don Alberto: Herlinda, persona

no identificada (P. N.I.), señor Cooper, señor Rochín, P. N.I., señor Freeman, señor Joe Burdick (gerente), señor Chávez, señor Vargas Piñera y señor Bazua. En la fila de enfrente: señor Fontes y dos personas no identificadas.

miento de todo tipo de productos, por lo que los agricultores obtuvieron muy buenas ventas a muy buenos precios en sus cosechas, lo que les originó grandes ganancias.

Don Alberto almacenaba a granel grandes cantidades de trigo en su almacén que tenía contiguo a su domicilio, para enseguida empezar a venderlo, y de ello obtuvo muy buenas ganancias. La agricultura fue su principal actividad econó-mica por más de 35 años.

También llegó a tener ganado vacuno en su rancho del valle de Mexicali y, en mayor cantidad, en plena sierra en el ejido ganadero Nejí. Este terreno era ideal para engordar el ganado con forraje y tenía agua en abundancia en una pequeña laguna dentro de su rancho, además de una temperatura benigna.

En los años de 1960, don Alberto se convirtió en una per-sona muy apreciada por lo que el partido político más impor-tante de la ciudad de Mexicali le ofreció la candidatura para un cargo político de elección popular, pero él no aceptó.

Siempre de sombrero, era de naturaleza bromista, pero lo más importante fue que le gustaba ayudar a la gente. Dedi-caba horas a la lectura, principalmente sobre la revolución mexicana. Poseía una gran afición por el béisbol, durante las temporadas de la ligas Sunset y la Arizona-México, asistía regularmente a los juegos de los Águilas de Mexicali. Era fre-cuente que su sobrino Francisco J. Cisneros Yáñez hijo de su hermana Herlinda lo acompañara en múltiples ocasiones.

Por muchos años refaccionó a agricultores para que pu-dieran sembrar y cosechar trigo y algodón, también lo vi-sitaban rancheros americanos para hacer negocios con él, quien dominaba el inglés, lo que le permitía comunicarse.

Alrededor de 1960, don Alberto fundó la Distribuido-ra de Autos Rambler2. En un principio Antonio Avilés fungió como gerente. La agencia la ubicó en la nave que

2 Siempre modesto usaba un auto seminuevo de la línea económica de su em-

presa Distribuidora de Autos Rambler.

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1948. Equipo de trabajo del ferrocarril Inter-California. En la foto: sentado señor Freeman. De pie de izquierda a derecha: señor Fontes, persona no identificada, Carlos Cisneros, persona no identificada, señor Rochin, señor Chávez, dos personas no identificadas, señor Cooper,

señor Vargas Piñera, señor Joe Burdick (gerente) y señor Bazúa.

anteriormente la usaba como bodega a granel. En este nuevo negocio compitió con otras marcas por poco más de diez años, vendiendo carros a los habitantes de Mexi-cali y su valle.

Se caracterizó por proteger y ayudar a su familia. Entre otros apoyos becó los estudios en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey a su hijo Alberto Yáñez Eyraud y a sus sobrinos Reynaldo Antonio Rodrí-guez Yáñez y Francisco J. Cisneros Yáñez, estos últimos se graduaron de ingenieros mecánicos electricistas.

Don Alberto enfermó del corazón, a tal grado que tuvo que usar oxígeno permanentemente, esto afectó su desem-peño. Además, esos años coinciden con los precios bajos del algodón y trigo en el mercado nacional y mundial, así como de la intensa competencia de la marca de carros Rambler con otras marcas más conocidas. Estos factores juntos contribuyeron a la disminución de sus activos. En el mes de mayo de 1969, a los 69 años, desafortunadamente, don Alberto falleció, dejando un legado de laboriosidad, honestidad y filantropía.

Alberto G. Yáñez se ganó respeto de cientos de mexica-lenses que lo conocieron y tuvieron trato con él.

Alfonso Salazar Rovirosa en su libro Historia del estado de Baja California, pág. 338, escribe

En 1918 Alberto G Yáñez empieza a dedicarse a la Agricul-

tura en el valle de Mexicali abriendo cultivos al desierto, los

fertilizaba con substancias químicas modernas, las irrigó con

anchos canales y obtuvo las plantas de algodón más bellas y

valiosas. Fue uno de los importantes creadores de la actual

riqueza agrícola del valle de Mexicali y un sencillo filántropo

(Salazar, 1980).

Celso Aguirre Bernal en su libro Compendio histórico biográfico de Mexicali escribe “Alberto G Yáñez uno de los pioneros de la agricultura y caracterizado vecino de la Ciudad y Presidente de Distribuidora de Autos Rambler” (Aguirre, 1966: 520).

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1954. Gloria, esposa del hijo de don Alberto, en el rancho Tulicheck.

2015. Almacén de don Alberto ubicado en avenida Madero entre calles A y B, donde funcionó la distribuidora de autos Rambler. Hoy

convertido en restaurante.

1955. Grupo de amigos del autor, de la Secundaria 18, sobrino de don Alberto en la foto de izquierda a derecha: enfrente en cuclillas: Héctor Hernández y Francisco José Cisneros Yáñez, atrás de pie:

René Rodríguez, Manuel Chivis Eguía, Prudencio Barbas Rodríguez, Víctor Manuel Ruelas Cardiel y Jorge Cardoza.

1956. Calle República del Salvador entre calles 5 de febrero e Isabel La Católica en el centro de la Ciudad de México. Vista de la casa de

huéspedes donde vivió el autor del artículo.

Deseo dejar constancia por mi parte de los apoyos brin-dados a su familia y a mí en lo particular. Nunca dejo de apoyar a su hermana menor, Herlinda, mi madre quien contrajo matrimonio en 1937 con mi padre Carlos Cisne-ros, quien por muchos años laboró en la administración del ferrocarril Inter-California, cuyas oficinas generales estu-vieron ubicadas en la avenida Madero entre calles Azueta y Altamirano frente al Parque Héroes de Chapultepec.

Cuando niño y adolecente le acompañé en infinidad de ocasiones a los juegos de béisbol del equipo Águilas de

Mexicali que se celebraban en el parque Hidalgo y siempre me animaba a que practicara un deporte.

Cuando cursé la escuela secundaria en la 18, me inicié en el ciclismo y él me apoyó a realizarlo.

En esos años (1952-1955) solo practicábamos el ciclismo como deporte en la secundaria núm. 18 los hermanos Waldo y Héctor Hernández y yo; ellos llegaron a participar en va-rios eventos municipales y estatales.

Al término de mis estudios secundarios me inscribí en la Escuela Preparatoria del Estado, en septiembre de 1955,

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pero como mi aspiración era estudiar la carrera de ingeniero mecánico electricista, en enero de 1956 nos trasladamos a la Ciudad de México otros cuatro compañeros de secundaria y yo; ellos fueron: Daniel Gutiérrez Carrera, Rogelio Blanco Jester, Rubén Castro Bojórquez, Víctor Manuel Ruelas Car-diel y el que escribe este artículo.

Con el apoyo de nuestros padres viajamos en tren y en autobús de Mexicali a México, nos instalamos en una casa de huéspedes ubicada en República de Salvador Núm. 92 en el Centro Histórico de la Ciudad, y nos inscribimos en la Es-cuela Vocacional núm. 1 del Instituto Politécnico Nacional con la aspiración de estudiar la carrera de ingeniería.

Las clases iniciaron a mediados de enero de ese año de 1956, pero en marzo estalló una huelga estudiantil en todo el Politécnico, que duró más de dos meses; mi preocupación de que se presentara la posibilidad de perder el año escolar fue tal, que le escribí a mi tío Alberto para pedirle me ayudara a cambiarme de escuela, específicamente al Tec de Monterrey, lo que aceptó con gusto, diciéndome que me becaría por los dos años de preparatoria y cinco de profesional que durarían mis estudios. Yo cumplí con mi parte, estudiando hasta ter-minar mi carrera y después de siete años, en 1963 (dos de preparatoria y cinco de carrera), regresé a Mexicali titulado a ejercer mi profesión de ingeniero mecánico electricista.

Vale la pena comentar que también mis compañeros cul-minaron sus estudios en 1963: Daniel, Rubén y Víctor Ma-nuel de ingeniero arquitecto y Rogelio de ingeniero civil.

Por mi parte, a los pocos años de egresado, ingresé a la-borar en la Comisión Federal de Electricidad, en la cual per-manecí hasta mi jubilación.

A menos de seis años de haber culminado mi carrera pro-fesional mi tío Alberto falleció en el mes de mayo de 1969. Nunca dejó de animarme, estimularme y apoyarme, desde mi nacimiento hasta su partida. Este es un testimonio de mi eterna gratitud.

Aunque hayan pasado cerca de 50 años desde su falleci-miento a la fecha, es justo recordar a un hombre modesto que con sólo tercer año de primaria, aportó inteligencia, tra-bajo y creatividad al desarrollo agrícola del valle de Mexica-li, a su tierra y a sus hombres.

ReferenciasAguirre Bernal, Celso. (1966). Compendio histórico biográfi-

co de Mexicali. Edición del autor.Dwyen, John (2008). The Agrarian Dispute. Duke Univer-

sity Press. Salazar Rovirosa, Alfonso (1980). Historia del estado de Baja

California, Ediciones económicas, México.

1956. En la foto: De izquierda a derecha: Francisco José Cisneros Yáñez, Daniel Gutiérrez Carrera, Jaime Lozoya, Rubén Castro Bojórquez y persona no identificada, en una excursión en la Ciudad de México.

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Lorenzo Hurtado Valenzuela*Yolanda Sánchez Ogás

VALORES DE CASA

Yolanda Sánchez Ogás nació el 17 de julio de 1942

en el barrio Loma Linda de Mexicali, siendo sus padres Santiago Sánchez y Ramona Ogás, procedentes de Ana-heim, California. De 1948 a 1949 acudió al jardín de niños Rosaura Zapata. Cur-só la educación primaria, hasta segundo grado, en el turno vespertino de la escue-la Plan de Iguala de 1949 a 1951, concluyéndola en la Presidente Alemán en 1955. Pertenece a la generación 1955-1958 de la Secundaria Federal Número 18 hoy “18 de marzo de 1938”. Egresó de la Escuela Normal Fron-teriza en 1961, y este mismo año inició su actividad peda-gógica como maestra de educación primaria en la escuela primaria rural Xicoténcatl del Campo Uno del Shenk, en el valle de Mexicali.

El contacto con la gente del campo, que inmediatamente la recibió con los brazos abiertos, además de sus experiencias en el medio rural marcó, para siempre, su desarrollo como ser humano y como mentora. En sus charlas, Yolanda Sán-

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali, A. C.”

chez recuerda y comparte que afloraron en ella los sen-timientos de comprensión, respeto, admiración y cariño hacia los campesinos; dichas emociones la impulsaron a involucrarse y solidarizarse con las necesidades y pro-blemas de los habitantes, tanto del valle mexicalense, como de la sierra bajacali-forniana. Con su gestoría ha logrado importantes apoyos oficiales y particulares en beneficio del desarrollo so-cial, económico y cultural de las comunidades rurales de la región, como lo vere-mos más adelante.

Paralelamente a su des-empeño como profesora ru-

ral, Sánchez Ogás continuó superándose, profesionalmente, en la Escuela de Pedagogía de la UABC, y en 1965 obtuvo el título de profesora especializada en historia de educación media. Su primera experiencia, ya como docente de histo-ria, fue en la escuela secundaria Carlos A. Carrillo y en la Preparatoria Mexicali en las que impartió las materias de historia de México e historia universal. Con estas mismas asignaturas ingresó a dar clases en la Escuela Secundaria Técnica (ETIC) donde se desempeñó durante 20 años.

Reconocimiento otorgado por padres de alumnos participantes en el concurso de historia de Baja California en canal 3: “El que sabe más”.

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Gracias a su pasión por la historia regional, en 1979 el gobierno estatal le otorgó el nombramiento de guía de gru-pos en el museo “Hombre, Naturaleza y Cultura”. En 1982 fue invitada a participar, por primera vez, en el puerto de Ensenada en el Simposio Anual de Historia Regional, con la ponencia “El movimiento agrario en el valle de Mexicali”.

En sus andanzas por el campo, las costas y sierras de Baja California, le impactaron el estado de marginación y el abandono en que se encuentran las casi extintas co-munidades indígenas. Fue gracias al apoyo de la inves-tigadora e historiadora Anita Álvarez de Williams que la maestra Yolanda entra en contacto con la comunidad cucapá de El Mayor, asentada al sur del valle de Mexicali, en la ribera del río Hardy.

Poco a poco se entera de las carencias y problemas de la etnia a través de Juan García Aldama, de Pascuala Sáinz, y a la muerte de ellos mantiene una estrecha amistad con Inocencia González Sáinz, sobrina de Pascuala.

A partir de la creación, en 1985, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación Mexicali, realiza investigaciones y exposiciones sobre la historia del mo-vimiento agrarista en el valle de Mexicali (que culmina en 1937 con el llamado “Asalto a las Tierras”). Cultiva la amistad de los últimos sobrevivientes (sus viudas y des-cendientes) de este trascendental evento. Convencida de la importancia histórica de los citados hechos se empeña en divulgar el tema e involucra, tanto a los residentes del eji-do Michoacán de Ocampo, como a las autoridades compe-tentes, en la creación de un espacio exclusivo para honrar, la memoria de los campesinos que lucharon por su tierra.

Por fin consigue la cesión de la antigua escuela rural (1938) del poblado, para convertirla en el Museo Comuni-tario del Asalto a las Tierras, inaugurado el 24 de octubre de 1989, gracias al apoyo del Instituto de Cultura de Baja California, del Instituto de Antropología e Historia y, por supuesto, de la entusiasta colaboración de la gran mayo-ría de habitantes de la comunidad, como del comisariado del propio ejido e integrantes de otras poblaciones ve-cinas. El local es un gran ejemplo, en toda la región, de lo que puede hacerse con visión, trabajo y organización comunal; todo el año es visitado por muchos grupos de estudiantes de las escuelas de los alrededores y hasta de la ciudad, pero es el 27 de enero cuando se engalana con la afluencia de centenares de niños, jóvenes y adultos

1950. Casa donde nació Yolanda Sánchez, en Loma Linda.

1964. Rancho de la familia Márquez Marrón, Uno del Shenk.

1958. De izquierda a derecha, de pie: Águeda Unraga Hernández, Yolanda Sánchez Ogás, Olga Jaúregui López y Esthela Martínez. Sentadas: Elva Galván Ochoa, Evangelina Jaúregui López, Isabel

Martínez y Teresa Ramírez Kanagui.

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ávidos de conocer sobre la historia rural mexicalense. Es justo reconocer que gran parte del éxito de este proyecto se le debe al decidido apoyo de la profesora y licencia-da Bertha Chávez Villalobos, digna descendiente de una gran familia fundadora del ejido y que es, hasta la fecha, la encargada del museo.

Este tipo de recintos, que a la vez de preservar la memo-ria histórica y cultural de las comunidades rurales, cons-tituyen un magnífico instrumento pedagógico para las es-cuelas locales y vecinales.

Años más tarde, Yolanda Sánchez Ogás se propone y lo-gra con su entusiasmo, voluntad y experiencia adquirida, la fundación del Museo Comunitario de San Vicente, al sur de Ensenada. En 1991 crea, en la comunidad cucapá de El Mayor, el Museo Comunitario “Juan García Aldama”. Cinco años después, en 1995, el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de B.C. le otorga una beca destinada a la investi-gación y recopilación testimonial sobre la presencia de las etnias kumiai y cochimí. Tal apoyo lo aprovecha en sus via-jes a la sierra para estudiar el establecimiento de los rusos en el valle de Guadalupe; es en este hermoso paraje bajacali-forniano donde entra en contacto con la familia Kashirisky, don Gabriel y su esposa Martha Lidia, quienes la respaldan para establecer el Museo Comunitario del valle de Guadalu-pe y, a la vez, la nutren de información acerca de la llegada, en la primera década del siglo XX, de los “molokanos”—be-bedores de leche— a este fértil valle, procedentes de Rusia. Los testimonios orales de estos inmigrantes, además de las pláticas con los pocos indígenas que sobreviven en la región, motivaron a la profesora Sánchez Ogás para ampliar sus in-vestigaciones, y en el año 2014 publica: El Valle de Guadalu-pe. Lidia y Gabriel Kashirisky. Memorias.

La Confederación Nacional Campesina (CNC), en 1988, con motivo del 50 aniversario de su fundación, la invita a concursar, a nivel nacional, con un tema sobre los campesi-nos de B.C. Participó con su trabajo “El movimiento Agra-rio en Baja California”, y obtuvo el primer lugar. La obra fue publicada por el Instituto de Investigaciones Históricas sobre el Agrarismo.

Desde hace más de 25 años se ha dedicado a organizar e impartir cursos y talleres sobre la historia regional, es-tatal y nacional, dirigidos a niños, jóvenes, profesores en servicio y profesores jubilados. Cuando le es posible pro-curando, llevar a sus alumnos a los lugares históricos más

Recibe diploma al concluir estudios como profesora de historia de educación media en la escuela de Pedagogía en la UABC.

1958. Graduación de la Secundaria 18, en el Teatro al aire libre.

1965. De izquierda a derecha: Elva Cárdenas Pérez, Yolanda Sánchez Ogás, e inspector Emilio Miramontes Ordoñez. Cursos pedagógicos en

la escuela de Palaco.

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representativos de nuestro pasado. La mayor parte del año conduce grupos a conocer los vestigios de las estaciones del ferrocarril Inter California (El Pachuco) en el valle de Mexicali, hasta la presa Morelos; a las pinturas rupestres de la sierra de B. C., a conocer y convivir con los sobrevi-vientes de las originales etnias de nuestro estado. Organi-za recorridos a lo largo de la península, siguiendo la ruta de las misiones. Ha encabezado grupos a la mayoría de nuestros estados. Por su vocación de maestra de historia ha viajado a las principales ciudades de América, Europa, Asia y norte de África, enfocándose en los sitios que han sido cuna de las principales civilizaciones humanas.

Otra de sus facetas ha sido la práctica de los depor-tes. Desde su infancia se aficionó a la cultura física par-ticipando en torneos de softbol, atletismo, basquetbol, voleibol y otros deportes de conjunto. Por más de tres décadas ha practicado, destacadamente, el cachibol, in-tegrándose a la selección del ISSSTE para representar a la delegación local en los campeonatos nacionales celebra-dos anualmente en diferentes estados. Como aficionada a las caminatas y al ecoturismo, varios años realizó la travesía (tres días) anual, atravesando la península desde la costa del Pacífico hasta el golfo de California.

Por su incansable labor como mentora de muchas gene-raciones estudiantiles y como investigadora y difusora de nuestra historia regional, Yolanda Sánchez ha sido objeto de múltiples reconocimientos, tanto oficiales como de or-ganismos ciudadanos de Mexicali y de otras entidades de nuestro estado. En el año 2000 la Fundación Acevedo de Rosarito, B. C. la nombró Forjadora de Baja California, recibiendo la presea de manos del Lic. Conrado Acevedo González (recientemente fallecido), cronista de esa ciudad. Ese mismo año, por votación unánime, el cabildo mexica-lense la elige como Cronista de nuestra capital, cargo que a la fecha ejerce, dedicada, principalmente, a la zona valle del municipio.

Con motivo de los festejos conmemorativos del cente-nario de la fundación de Mexicali, en el año 2003, el XVII ayuntamiento, la UABC, la Canaco local, y el comité or-ganizador del Centenario promueven la impartición de un diplomado de historia de Mexicali, seleccionando a la maestra Sánchez Ogás como coordinadora e instructora del mismo. Se inscribieron 26 alumnos. Como comple-mento de las sesiones teóricas, la maestra organizó reco-rridos al valle, a la sierra, a Ensenada y a otros puntos de interés histórico. Fue tanta la motivación del grupo que

1966. Graduación de la escuela Xicoténcatl. De izquierda a derecha: Eduardo Romero Zúñiga, Irma Zúñiga López, Jorge Zúñiga López, Blanca, Juan Martínez, Magdalena Avilés, Yolanda Sánchez Ogás, Ofelia Romero Zúñiga, Enrique Albáñez Green, Víctor Martínez, Víctor Mena.

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al concluir el programa acordaron la creación de la Socie-dad de Historia “Centenario de Mexicali”, cuya primera sesión fue en enero de 2004, nombrando a la profesora Yolanda como presidenta honoraria vitalicia. Este orga-nismo, desde su fundación, sintió la necesidad de contar con un órgano de difusión de sus trabajos y es, en el pe-riodo de la directiva encabezada por el profesor Benja-mín Rentería Camino, cuando en marzo de 2008 aparece, por vez primera, la revista El Río, dirigida y diseñada por Rubén Castro Bojórquez cuya edición número 37 tiene usted en sus manos.

Siempre preocupada por el rescate y preservación del patrimonio histórico y cultural regional, se ha involucra-do, activamente, en la rehabilitación de sitios y vestigios de construcciones históricas de la ciudad, el valle y del estado, como: Los vestigios misionales, las estaciones del tren Inter-California, el arco de Rancho Hechicera, las primeras escuelas urbanas y rurales, el edificio de la Coo-perativa Progreso (1925); actualmente forma parte del

proyecto rehabilitador de la escuela primaria rural Xi-coténcatl (1923) en el Campo Uno del Shenk. Asimismo, sigue investigando y gestionando apoyos para el rescate y conservación del patrimonio cultural intangible de los indígenas bajacalifornianos (sus ritos, dialectos, danzas, costumbres, artesanía, etcétera). En marzo de 2017 pro-movió ante el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Mexicali (Imacum), un reconocimiento a la lideresa de los cucapá en El Mayor, Inocencia González Sáinz por su dedicación y esfuerzo en preservar y compartir las tradi-ciones (casi extintas) de sus ancestros.

Al entrevistar a la maestra nos relata: ¿Por qué me gusta la historia?Tengo bien claro que fueron mis profesores de primaria y secundaria quienes me inculcaron el interés por la historia y las manifestaciones culturales. Grabada en la memoria ha quedado, para siempre, la imagen de mi profesor de tercer año Eduardo López Vélez, bajo una ramada de tule,

2013. Equipo de cachibol. De izquierda a derech, de pie: Leticia Medina, Yolanda Sánchez Ogás, Sara Canchola, Esperanza Valdez, Socorro López, Lidia Cruz Córdova y Oralia García. Abajo: Emelia y Yadira Ahumada.

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sin paredes, que fue como se inició la escuela Presidente Alemán, en la col. Cuauhtémoc; de él aprendí que para enseñar no importa el lugar, cuando existe verdadero interés, tanto del maestro como del alumno. Por la década de 1950 esta colonia empezaba a poblarse y el llamado dren 134 la dividía en zonas norte y sur; para los niños de esa época nos resultaba una emocionante aventura cruzar el improvisado puente de tablones que se mecían entre la maleza, basura, llantas y fétidos olores a drenajes y animales muertos. Más hacia el oriente se ubicaba el campo de aviación; el profe Eduardo nos acompañaba a admirar de cerquita el único avión que casi siempre estaba ahí, pero lo que más nos gustaba era que nos consiguiera permiso para jugar softbol en los campos del rústico aeropuerto. Diez años después, ya como maestra de historia, y recorriendo con mis alumnos lugares cercanos a Mexicali (el río Hardy, el volcán de Cerro Prieto, El Mayor, el canal Pacífico, etcétera) recordaba, con gratitud, al profe Eduardo porque me enseñó que en esas excursiones el maestro también refuerza sus conocimientos y aprende de sus alumnos.

Fue en cuarto grado, con la profesora Beatriz Rojo Her-mosillo cuando, por vez primera, sentí que me “atrapó” la historia. Esta querida maestra poseía una manera es-pecial para explicarnos nuestro pasado; lo hacía con tan-ta emoción que nos transportaba, imaginariamente, a la época de los sucesos; guiada por ella conocí a los mexicas, la conquista, la colonia, la independencia, las invasiones extranjeras, la revolución. Recuerdo que cuando, apa-sionadamente, nos relató la “Guerra de los pasteles” me hizo odiar a todos los franceses. Tal vez la maestra no era una historiadora, pero por sus cualidades pedagógicas yo aprendí a comprender y amar a México.

Mi maestro de sexto año, Jorge Charles Piña, fue quien me abrió las maravillosas ventanas hacia la historia uni-versal y, sobre todo, a las manifestaciones culturales: danza, pintura, música, artesanía, etc.; aunque su espe-cialidad eran los bailables a mí me transmitió el gusto y amor por todas las artes. Sus amenas e interesantes pláticas incitaron en mí el firme deseo de conocer el pa-trimonio cultural no solo de nuestro país, sino de todo el mundo. Al pasar el tiempo, cuando estoy ante alguna

2003. Yolanda Sánchez posa con el reconocimiento como cronista del valle, entregado por el presidente municipal Jaime Díaz,con motivo del Centenario de Mexicali. 14 de marzo.

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pintura rupestre, ante alguna olla de los pai pai, algún pectoral de chaquira de los cucapá, disfrutando del baile curi curi de los kumiai o allá lejos danzando y fumando la pipa de la paz con los indios algonkin de Canadá o en la ceremonia de la cacería de osos de los aborígenes del Círculo Polar Ártico, gozando la Guelaguetza de Oaxaca, admirando los ritos y ofrendas mortuorias michoacanas o disfrutando de alguna obra de María Rojo, siento que mi espíritu e intelecto se enriquecen y es cuando mi agra-decimiento eterno se remonta a esa semillita que en mí sembró el recordado profe Charles Piña.

Al enfatizar la trascendencia de algunos de mis profe-sores en mi vida, de ninguna manera es mi intención mi-nimizar la valiosa influencia del resto de mis profesores de primaria, como es el caso de quien me enseñó a leer y escribir: la profesora Celia Cota Valenzuela, para mí la maestra más bonita que tuve. Sin olvidar a Esperanza Ramos de López (EPD), bella persona y excelente pro-fesora. Huella perdurable me dejó la maestra de quinto año, Carmen Álvarez del Castillo, quien con su disciplina y ejemplo nos inculcó los hábitos de estudio, de orden y de higiene: todos los días nos pasaba revista, tipo militar,

desde la cabeza, cuello, manos, tirantes de la faldilla, cal-zado, que todo estuviera impecable. Nunca más la volví a ver. A ella le debo los buenos hábitos adquiridos y donde quiera que esté, estoy lista, ahorita, para revisión.

A más de seis décadas de haber concluido la primaria (1955) se magnifican en mi memoria el esfuerzo, vocación y nobleza de aquellos queridos profesores. Si destaco la la-bor de Eduardo, Beatriz y Charles Piña, es porque siento que han sido mi ejemplo para formarme como persona, profesora y mexicana, amante de la historia, de la cultura, del deporte y de la naturaleza.

Ya en secundaria la profesora Soledad (Cholita) Pulido Ramírez nos demostró que en su clase no había concesio-nes: ¡aprender o reprobar!, esto significaba leer y apren-derse desde el prólogo al epílogo la Historia Universal de González Blackaller.

En la Normal Fronteriza y en la Escuela de Pedagogía de la UABC tuve la suerte de tener como maestros, a Fer-nando Robledo Dávila, quien fue el creador de la Escue-la de Artes Plásticas del estado; amante de la pintura y profundo conocedor de la historia universal, nos inculcó, muy profesionalmente, con mucho afecto y paciencia el

Comunidad indígena San Antonia Necua. Grupo de profesores con la señora kumiai Herminia Domínguez Crooswhite.

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gusto por las bellas artes y la historia. En mi mente per-siste, como en una película, la manera en que nos contaba sobre el nazismo y la segunda guerra mundial. La profe-sora Evarista Morones me impartió la materia Historia de la Educación, basada en el texto, del mismo título, de Francisco Arroyo.

En la Normal, la profe Morones, era muy estricta y exigente, pero ya en Pedagogía se portaba más benigna y comprensiva, nos decía: Si ya están en la universidad es porque tienen verdadero interés.

De izquierda a derecha, sentados: Benjamín Rentería Camino, Aidé Grijalva, Yolanda Sánchez Ogás y Diana Guerrero . Simposio para determinar fecha de fundación de la colonia Progreso.

Comunidad cucapá con Inocencia González Sáinz.

2003. En la laguna Salada con Inocencia González Sáinz, reconociendo su terreno con motivo del concierto de Pavarotti.

A todos estos maestros los recuerdo con respeto, grati-tud y cariño, además de ser mi ejemplo, son los responsa-bles de mi afición por “SU MAJESTAD, LA HISTORIA” como dijo el francés Jules Michelet.

Es muy difícil enumerar la cantidad de artículos y colaboraciones que nuestra referida maestra ha publicado, tanto en la prensa escrita como en los medios audiovisuales, y más recientemente en las llamadas redes sociales. Esta es una relación de libros de su autoría publicados a la fecha:

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30 artículos en la revista El río de la SHCM A.C. Esta es solo una pequeña exposición de la labor que,

a lo largo de su vida, nuestra compañera y fundadora de esta Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C nos ha legado y, seguramente, continuará compartien-do con nosotros, por mucho tiempo más, sus enseñanzas. Por esos motivos la profesora Yolanda Sánchez Ogás es un VALOR DE CASA.

Agradezco la valiosa e incondicional colaboración del amigo y compañero de nuestra organización Marco Anto-nio Buruel Beltrán.

2010. Conferencia para celebrar el bicentenario de la Independencia. Guadalupe Victoria.

1958. De izquierda a derecha, de pie: Yolanda Sánchez Ogás, Águeda Uraga Hernández y Esthela Martínez. Sentadas: Olga Jaúregui

López, Teresa Kanagui, Evangelina Jaúregui López, Elva Galván Ochoa, Isabel Martínez. Parque Chapultepec.

2004. Yolanda Sánchez Ogás con Pascuala Sáinz Domínguez en la comunidad cucapá.

De tierras muy lejanas, los indígenas de Baja California. 1988.

El Movimiento Agrario en Baja California. 1988.Para seguir accionando. Historia de vida de Petra Pérez

vda. De Rentería. A la orilla del Río Colorado; los Cucapá. 2000.Mexicali tiene una Historia que contar. 2003.Manos nativas, artesanías indígenas de Baja California.

2005.El Valle de Guadalupe… Lidia y Gabriel Kashirisky. 2010.El Asalto a las Tierras, 75 años. 2012.Evocaciones. Dr. Ernesto Sánchez Valenzuela. 2017.

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Roberto Amaro Pedroza*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.

Dejamos huella. Crónicas del viejo Mexicali, de Aglae Margalli Dives, libro publicado en 2002 por el gobierno del estado, es una compilación

de testimonios que narran el Mexicali que vivieron, que rescata del olvido todas aquellas anécdotas y testimonios que de alguna forma son parte importante de nuestra memoria colectiva.

Francisco Javier Cañedo Rosas relata los inicios de la co-lonia Pueblo Nuevo, que constituyeron esta vieja colonia; se hacen comentarios de la relevancia de la radio, tanto en comerciales como de su contenido en ellas mismas.

En Mexicali: candente “polvopolis” se narra la época de las décadas de 1940 y 1950, el florecimiento de la agricul-tura en esta ciudad. Se habla de los periódicos existentes, así como de notas rojas que se tenían en esa época, relata la recepción que tuvo el cuerpo de Nicolás Zurdo Flores, a su llegada a Mexicali. Se hace un recuento de las tiendas existentes, así como el estado de las colonias del oriente de la ciudad, también de los grandes incendios de esa época, y de los cines que había.

José Castillo Rodríguez reseña sus impresiones cuando llega a esta ciudad, siendo pequeño. A través de un reco-rrido por la ciudad, destaca la presencia de los centros de diversión de la época. En primero amigos: Los bomberos;

Dejamos huella. Crónicas del viejo

Mexicali.

señala la convivencia de ellos, y el reconocimiento de la manzana del palacio municipal en la calle Reforma y Ley de Alfabetización, su convivencia en la escuela General Vi-cente Guerrero, así como su vida en Pueblo Nuevo. Descri-be como vivió el incendio de la Chinesca en 1946 (sic), (el incendio sucedió en 1945), así como el sonido característi-co de la bombera de Calexico, también comenta el incen-dio de la Maderería del Valle, en realidad este hecho fue un parteaguas, ya que fue el cambio de Valley Lamber Co. a Maderería del Valle.

Alba Rosa Castro comenta la historia de don Miguel Ángel Ramírez Domínguez, quien fue de los iniciadores de la colonia Industrial, así como la construcción de la escue-la General Miguel Alemán. Relata la llegada a Mexicali en 1923; su padre era músico y escribe sobre su experiencia en el ámbito de esa profesión por los años de 1930. Aquí se menciona a Don Fidencio Mendoza Hernández El Cieguito el cual procreó a grandes músicos, siendo el más conocido para nosotros Jacinto Chinto Mendoza, mencionándose los centros nocturnos de la época.

El apartado “La colonia Industrial y su escuela”, trata sobre los inicios de la colonia Industrial, así como de su escuela, en esta se menciona a maestros destacados que impartieron clases, entre ellos al Prof. Tomás Rodarte, que también fue un destacado deportista.

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Gilberto Monreal El Waca, se narra las vivencias de este personaje, así como de su familia, debo decir que en la pá-gina 89, en el último párrafo dice: “Don Alfredo se casó con Aurora España”; es un error, ya que don Alfredo Monreal se casó con Trinidad Vásquez y su hijo Alfredo Monreal Vás-quez, se casó con Aurora España. También existe aparente-mente un traspapeleo ya que en la paginas 90 a 92 se habla de don Ernesto González y después prosigue con la familia de Gilberto Waca Monreal.

Francisco González Pulido da testimonio de su llegada a la ciudad en 1926, comenta la década de 1930, a través de su trabajo en correos, habla de los sectores que tenía esta dependencia, y comenta sobre la aviación a partir de 1938.

Julieta Harris cuenta cómo llegó a Mexicali, esto es de-bido a un empleo que consiguió su esposo Nachito Quin-tero, como músico en El Tecolote, hace un relato de los músicos que en esa época, actuaron en Mexicali; así como la amistad con Luis Alcaraz, sus experiencias en la radio y su trágica muerte.

José Francisco Méndez hace un relato sobre un personaje urbano “El Monterrey”, posteriormente hace una descrip-ción del ambiente en que se rodeó en su infancia, así como de la ciudad, en los años de 1950 y 1960.

Juana Lucía Sánchez Rojas recuerda su vida, principal-mente alrededor de la calle Zuazua, localizada en el primer cuadro, y sobre Pueblo Nuevo en los años de 1930 y 1940, anécdotas de los años de 1950, cómo son los negocios esta-blecidos en esas épocas

Profesor Gilberto Ahumada Olguín reseña el recuento del paso por la docencia a partir de los años de 1930.

Rafael Uranga Amparán relata recuerdos de su vida.José Manuel Vargas Barreto describe a personajes que

él conoció, como Lupe Cabrera El Zarco, El Quito, Jimmy Beltrán, así como anécdotas de radio.

Este libro está basado en anécdotas, y esto representa que se puede tener algunas imprecisiones, aunado a un problema de revisión, como es el caso de la inundación de 1902, referida en el libro, siendo los año de 1905-1907, el periodo de las inun-daciones. En ese párrafo también se dice que los pobladores iniciales de Mexicali llegaron de poblados cercanos a Ensena-da y Tijuana como El Álamo y Real del Castillo. Asimismo, el personaje relata que Pueblo Nuevo debería considerarse como lugar de fundación de Mexicali, en realidad la colonia Pueblo Nuevo se fundó aproximadamente 18 años después, de la llegada de los primero pobladores a la zona del Río.

Existen datos que carecen de fuente, lo cual crea incerti-dumbre en la veracidad. El dato de extranjeros existentes en 1927 fue tomado del Compendio Histórico Biográfico de Mexicali por Celso Aguirre Bernal, pág. 296.

El incendio de la Chinesca fue en 1945 y no en 1946, como señala el texto, en cuanto al nombre de Mexicali, este fue puesto por el publicista de California Development Com-pany, Mr. L.M. Holt, también el nombre Imperial Valley es de su autoría, El coronel Agustín Sanginés como máxima autoridad en el Distrito dio su aprobación.

En la página 125 dice que Federico Martínez Manatou sus-tituye al señor Javier Ramírez como presidente municipal, de-biendo ser Joaquín Ramírez. En la página 144, hace referencia que el primer hospital del Seguro Social, era una casa grande y cuyos dueños eran los doctores Díaz Montes, y en realidad eran Díaz Ruiz Esparza; en la página 149 se hace referencia a la fuente futurista del fraccionamiento San Marcos, que proyectó el ingeniero Leopoldo Huitrón; en realidad esta fue planeada por el arquitecto Manuel Palacios, socio de Huitrón.

A pesar de las observaciones, el libro presenta una recrea-ción de las diferentes épocas de la ciudad de Mexicali, y este tipo de anécdotas, son el inicio de la investigación histórica de nuestras ciudades.

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El libro Escuela Cuauhtémoc: Vida y memoria de Mexicali 1916-2004 es una investigación histórica de Armando Rodríguez Rosales que se publicó en

noviembre de 2014, por el XVII Ayuntamiento de Mexicali presidido por el Sr. Jaime Rafael Díaz Ochoa, a través de la Dirección Municipal de Cultura, cuya directora era Margarita Mercado Medina. El cuidado editorial estuvo a cargo de Editorial Algibe, e impreso por Laredo Impresores, S. A., Mexicali, B. C., con un tiraje de 500 ejemplares de 229 páginas.

El libro se compone de tres partes: la primera, con nueve ca-pítulos, de los que se hacen breves transcripciones; la segunda parte engloba testimonios y entrevistas de los diversos actores que transitaron por esta centenaria institución, y la tercera agrupa fotografías de actividades y valiosos testimonios docu-mentales. Asimismo, se incluyen las fuentes consultadas.

Antecedentes históricos de la educación en Baja CaliforniaUn acierto del autor es el haber incluido el capítulo “Antecedentes históricos de la educación en Baja California”, cuya lectura refresca el conocimiento de los inicios de la educación en este olvidado jirón de nuestra península; lugar donde los dominicos fundaron su última misión, la de Santo Tomás de Aquino. Un valle en el que se erigió el poblado Santo Tomás, que a finales de 1851, fue cabecera del Partido Norte o de Fronteras (como también se le llamaba).

Los pobladores mestizos o criollos, a falta de una institución oficial

que fungiera como “escuela”, de 1821 a 1860 no dejaron de aten-

der, aunque en pequeña escala, la educación de sus hijos mediante

profesores particulares a domicilio y por medio de los sacerdotes

que les enseñaban a leer, escribir, contar, así como el catecismo.1

Sin embargo, la pobreza del medio y las difíciles comu-nicaciones con el centro, acaso más imposibles que difíciles,

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.1 Véase Alfredo E. Uruchurto. Apuntes históricos sobre a educación en el Dis-

trito Norte de la Baja California, 1821 1 1921.

influyeron decisivamente para que de todas esas disposi-ciones solo tuvieran efecto en beneficio del ramo escolar, el decreto del 6 de diciembre de 1842, por el que el presidente sustituto general Nicolás Bravo creó un arbitrio municipal en la Baja California, destinado exclusivamente al fomento de las escuelas de primeras letras y estableció a la vez, las Juntas de Instrucción Pública para cada municipalidad.

Con este arbitrio el Ayuntamiento de Santo Tomás no pudo sostener por sí mismo una escuela, pero sí pudo sub-vencionar la primera escuela particular que en dicha pobla-ción se fundó por aquel tiempo y a la cual se puede deno-minar la escuela fundadora de la instrucción en el Distrito Norte de Baja California.

Las escuelas de Schieroni y de RojoDe la escuela particular subvencionada de Santo Tomás no quedaron ningunos vestigios. En cambio, sí los hay, bastante ilustrativos, de la que nació en aquel mismo punto en 1869, a cargo del maestro Eliseo Schieroni que llegó en abril de ese año y que funcionó bajo su cargo directo, hasta marzo de 1873.

La escuela de Schieroni, en Santo Tomás, comprendía cinco clases o cursos que correspondían el mayor grupo a los alum-nos de la primera clase, y el menor a los de la quinta clase. Como esta escuela no contaba con más maestros que Schiero-ni, su modo de organización tuvo forzosamente que ser el mu-tuo o lancasteriano, que vino así a sustituir al individual usado hasta entonces. En la escuela de Santo Tomás se enseñaban lectura, escritura y gramática, aritmética y geografía, con una finalidad marcada hacia el comercio (véase pág. 13).

Austreberto Silva*

Escuela Cuauhtémoc: Vida y memoria

de Mexicali: 1916-2004

C Í R C U L O D E L E C T U R A

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En febrero de 1873, Eliseo Schieroni fue llamado por los ve-cinos de Real del Castillo, que desde 1871 ya era capital del Partido Norte constituidos en junta y por el jefe superior polí-tico, con el fin de que se hiciera cargo de la escuela que pensa-ban fundar. Aquí trabajó hasta fines de 1876, cuando cambió su residencia a Guaymas donde murió a mediados de 1877. Es considerado pionero de la enseñanza en Baja California y fun-dador de la primera biblioteca a la cual donó 412 volúmenes.

En 1881, tiene lugar un acontecimiento de importancia educacional: el 8 de agosto, el Lic. Manuel Clemente Rojo se hace cargo de la escuela de Santo Tomás que Eliseo Schie-roni había dejado en 1873. Amante de la educación, con vo-cación al magisterio y teniendo radicados sus intereses en Santo Tomás, acepta la invitación.

Con este hecho existieron dos escuelas importantes en el Partido: la de Santo Tomás, a cargo de Rojo y la de Real del Castillo a cargo de Schieroni, celosas ambas entre sí; pero en noble lid de trabajo por la preeminencia.

Este hombre benemérito, peruano de origen, había llegado al territorio el 16 de septiembre de 1867 y, desde luego, dio a conocer su espíritu protector de la instrucción, en cuyo fondo se escondía una inclinación al ejercicio del magisterio. Hizo los estudios de jurisprudencia y los revalidó en México el año de 1850. El Lic. Rojo murió el 20 de enero de1900, en Ensenada.

En Mexicali, hasta el año 1903 se menciona que las pri-meras maestras fueron Sara Muro de 16 años de edad y Mercedes Carrillo de 18. Sería hasta la gestión del coronel Esteban Cantú, jefe político del Distrito Norte y de don Francisco Montejano, presidente del primer Ayuntamiento de Mexicali, cuando se crea el magno edificio escolar desti-nado para recibir a la niñez mexicalense.

La construcción del edificio (1915-1920)La demanda educativa y el pujante desarrollo del municipio de Mexicali, fueron una gran oportunidad para que el presidente del primer Ayuntamiento de Mexicali, don Francisco L. Montejano y con el decidido apoyo el recién designado comandante militar y jefe político del Distrito Norte de Baja California, coronel Esteban Cantú Jiménez, iniciaran en 1915, la construcción de este edificio que albergaría a la escuela primaria Cuauhtémoc y más adelante a un pujante desarrollo de instituciones culturales.

En cuanto a las dimensiones y el tamaño del inmueble, creemos que Cantú impuso su autoridad sobre Montejano.

En términos formales, se aprecia un diseño arquitectónico de características sobrias, severas y sólidas, que caracteri-zan al estilo neoclásico. El coronel era un visionario y sus obras, la mayoría de las cuales todavía podemos admirar, eran pensadas a futuro. El Camino Nacional, su obra de mayor envergadura, y el Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC) son una prueba de los alcances de este hombre.

Justificación y fines específicos del edificio como centro educativoLos primeros años de la Escuela Cuauhtémoc, 1916-1930La escuela Cuauhtémoc en un principio solamente aceptó varones que ocuparon las aulas del primero al cuarto año. Dos años después se agregaron el quinto y sexto grados y de escuela “Elemental” pasaba automáticamente a escuela “Superior”. Posteriormente se cumplió lo de “Mixta”, cuando se aceptaron niñas pero en salones separados. El coronel Esteban Cantú comenzó a cambiar la fisonomía del Distrito Norte y Mexicali fue la población más beneficiada. El edificio de la Cuauhtémoc es la comprobación de este cambio.

“La inauguración de la escuela Cuauhtémoc fue todo un suceso en la joven población de Mexicali”. Eventos impor-tantes, celebraciones, desfiles, carnavales, bodas, bailes, etc.

El primer director de la escuela fue el recordado maes-tro Luis Vargas Piñera. El Dr. Francisco Dueñas Montes, menciona una larga relación de distinguidos maestros en la primera etapa de la Cuauhtémoc de 1916 a 1930.

En 1920, la Cuauhtémoc fue testigo mudo de los aconte-cimientos que desencadenaron la salida de Cantú del Dis-trito Norte.

El edificio de la escuela Cuauhtémoc como Normal, biblioteca, Instituto de Ciencias y Arte y UniversidadEn este apartado se comenta el juicio de jurisdicción voluntaria promovido por el H Ayuntamiento de Mexicali, Baja California, para comprobar la propiedad del edificio “Escuela Cuauhtémoc”. En 1950 se instala en el edificio de la escuela Cuauhtémoc, la Escuela Normal Urbana Fronteriza de Mexicali (más adelante, Benemérita) bajo la dirección del doctor y profesor Francisco Dueñas Montes. En noviembre de 1926, el gobernador del Distrito Norte Gral. Abelardo Rodríguez funda la Escuela Industrial de Mexicali a un costado de la Escuela Cuauhtémoc. También la biblioteca pública, inaugurada en 1925 por el gobernador

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Abelardo Rodríguez, fue trasladada de su local original a la Cuauhtémoc. Con el temblor del 27, la escuela sufrió daños importantes pero no irreversibles que fueron reparados. Y en años subsecuentes el edificio se ha acondicionado.

La segunda etapa: La saturación del edificio y el inicio de los turnos matutino y vespertinoEl edificio de la Cuauhtémoc se saturó con la creación del Instituto de Ciencias y Artes de Mexicali (ICAM) en 1953, (después, en 1956, se denomina: Instituto de Ciencias y Artes del Estado (ICAE) y su fundador también fue el Dr. Dueñas, con seis escuelas: de comercio; cultura y belleza; economía doméstica; corte y confección; música; enfermería y artes plásticas; todas en turnos vespertinos. Los preparatorianos también recibían clases en las tardes (en 1954 se fundó la escuela Preparatoria del Estado dirigida por el Lic. Rodolfo Sosa y Silva e inició sus labores en el edificio de la escuela Cuauhtémoc). La primaria Cuauhtémoc, hasta 1955, tenía un solo turno y debido a la demanda de espacios se creó el turno vespertino con su primera directora: Carmelita Rivera Almada. La maestra Socorro Soto de Muñoz era la directora del turno matutino. Bajo las gradas para la cancha de basquetbol, en el fondo del terreno trabajó la Escuela de Artes Plásticas, “José Clemente Orozco”.

En este capítulo (pág. 86), hay varias imprecisiones que es necesario aclarar: La Escuela de Enfermería inicia labo-res como parte del ICAE dentro de la Cuauhtémoc, por lo que ya tenía espacio antes de incorporarse a la UABC en 1959. La escuela de Pedagogía inicia en 1960, sus actividades con cuatro especialidades, en aulas de la Escuela Secundaria 18. La Escuela de Ciencias Sociales inicia sus actividades el 17 de septiembre de 1964 en el edificio núm. 361 de la calle B, junto a las oficinas centrales de la UABC.2

En septiembre de 1972, la más antigua escuela de Mexi-cali, la Cuauhtémoc, se cambió a su nuevo edificio en la Cal-zada Justo Sierra y Av. Pino Suárez, en la Colonia Nueva.

La Casa de la Cultura de Mexicali, 1974El convenio tripartita entre el gobierno del estado, el INBA y el Ayuntamiento de Mexicali celebrado el 15 de marzo de 1974, en la ciudad de México, reglamentaba el funcionamiento de la Casa de la Cultura de Mexicali. En este histórico convenio se asentaban las principales bases para la

2 El subrayado es de Austreberto Silva.

operación y las actividades que debería de realizar la Casa de la Cultura teniendo como sede la Escuela Cuauhtémoc.

En la pág. 96, se pueden leer los nombres del personal funda-dor de la Casa de la Cultura, encabezada por su Directora: Ma-ría Luisa González de Yarza y una extensa relación de artistas en todas sus ramas y escritores y personajes de gran relevancia que han dado brillo y prestigio a esta Casa de la Cultura.

Incorporación de la Casa de la Cultura al ICBC en 1989 y su transferencia del estado al municipio en 1997Se incluye un cuadro con los nombres de los directores de la Casa de la Cultura de Mexicali, 1974-2004: María Luisa González de Yarza, 1974-1976; Ernesto Sánchez Valenzuela 1976-1977; Rebeca Vizcarra de Castro, 1977-1979; Lorenza Ramos de Vildósola, 1979-1989; Aída Escamilla de Guevara 1989; Patricia Pacho Ruiz, 1989-1991; Leticia Aguilar de Sánchez, 1991-1995; Consuelo Barreiro de Gómez, 1996-1997; Leticia Aguilar de Sánchez, 1997-1998; Elena de Alba Martín, coordinadora 1998-2000; Juana Mosqueda Loeza, coordinadora 2000-2003; Armando Rodríguez Rosales, coordinador 2003-2004.

Las partes segunda y tercera de este libro están integra-das con las vivencias de alumnos que se educaron en este icónico edificio que en una centuria no ha perdido su nom-bre de “Escuela Cuauhtémoc”. Celebramos su feliz destino al ser, desde el año de 1974, el asiento de la Casa de la Cul-tura y desde 1997: La Casa de la Cultura del municipio de Mexicali, B. C. convertida en el valioso semillero de artistas y escritores de Mexicali.

Bien por todas las generaciones egresadas de la escue-la Cuauhtémoc. Bien por todos los egresados de la diver-sas Instituciones que estuvieron en este edificio centenario. Bien por todos los egresados de la Casa de la Cultura: artis-tas y escritores que en este libro recuerdan sus vivencias.

Nota finalLa Escuela Preparatoria del Estado fundada en 1954, inicia en el edificio de la Cuauhtémoc. Al ingresar la tercera generación (1956-1959) con una inscripción de 128 alumnos, las demás instituciones existentes impidieron que siguiera funcionando en dicho lugar, por lo cual tuvo que ocupar un galerón en la Av. Madero 743, de septiembre de 1957 al 19 de noviembre de 1958, año en el que es incorporada a la UBAC, y en el que el gobernador Braulio Maldonado dona el edificio de la Escuela Cuauhtémoc a la UABC.

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Libros, reseñas, comentarios...

Sergio Noriega Verdugo*

Formación del estado de Baja Californiade Oscar Sánchez Ramírez

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario

de Mexicali”, A.C.

Oscar Sánchez Ramírez es ingeniero agrónomo de profesión e historiador

regional por vocación. Nació en el valle de Mexicali en 1928, egresó de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo en 1950, y de regreso se ocupó de la agricultura del valle. Tiene en su haber casi una decena de libros entre los cuales se encuentran: Crónica agrícola del valle de Mexicali, Mi viejo Río Colorado, El Padre Garcés, misionero mártir del Río Colorado, y en colaboración con otros: Los viajes del padre Eusebio Francisco Kino y El agua y sus hombres. Ha sido coordinador del Archivo Histórico de Mexicali, miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Cultural de Mexicali y su Valle, A. C. y de otras más.

En su libro Formación del estado de Baja California, publicado por Edi-torial Algíbe, en 2013, el ingeniero Sánchez se ocupa de documentar el desarrollo de Baja California, cul-

minando con la creación del estado 29 y de su primer gobierno consti-tucional, presidido por el licenciado Braulio Maldonado Sández. Este li-bro refleja el interés y el esfuerzo del autor por explicar de una manera sencilla y verídica cómo evolucionó la entidad desde el periodo misional hasta alcanzar la categoría política actual de estado federal, con su pro-pia constitución y sistema electoral.

Sin embargo, por diseño o por ac-cidente, la amplitud del relato his-tórico provoca confusión respecto al propósito general del libro. De acuer-do con el título del escrito, parece que su autor contó con dos opciones lógicas. Escribir sobre la historia ge-neral de Baja California, desde que aparecieron las primeras misiones en la segunda mitad del siglo XVIII, has-ta la elección y el desempeño del go-bierno de Braulio Maldonado (1952-1959). O, de escribir sobre el cambio del Territorio Norte de Baja Califor-nia al estado de Baja California. La primera es amplia y la segunda es más específica. Existe, desde luego, un traslape.

La diferenciación de estas dos opciones es importante si lo que

pretendemos es conocer el signifi-cado de los cambios. Por lo general, cuando se trata de un relato histó-rico que comprende muchos años, el escrito tiende a ser más informativo que explicativo. Los lectores sole-mos contar con menos información y podemos quedar satisfechos con el solo conocimiento de los hechos que se narran en orden cronológico. Pero si los hechos relatados son menores y se acercan a nuestras vivencias en-tonces queremos una versión expli-cativa de los hechos ocurridos.

En la introducción de Formación del estado de Baja California, en la página 9, el autor reconoce la exis-tencia de “numerosos libros de his-toria de Baja California […] a los que se viene a sumarse el que pre-sentamos ahora, a través del cual se ha procurado, hasta donde ha sido posible profundizar en los eventos

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ocurridos que se concatenaron para lograr la transformación del territo-rio en estado” (pág. 9). Aquí el autor destaca su empeño por explicar el cambio de territorio a estado, sobre los demás libros de historia, lo que sirve para diferenciarlo de los demás, así como de establecer el propósito principal de su obra.

Sin embargo, al final del mismo libro el autor menciona en su con-clusión, cuatro factores “decisivos” (pág. 217) que nada tienen que ver con el cambio de territorio a estado de la Federación.

La apertura al cultivo del valle de

Mexicali.

La proclamación en los Estados

Unidos de la Ley Volstead, que ocasio-

nó el desarrollo turístico de las ciudades

fronterizas, especialmente Tijuana.

El establecimiento de la industria

pesquera en Ensenada.

La comunicación de Baja California

con el macizo continental mediante el

Ferrocarril Sonora-Baja California.

Dado que estos factores no son los mismos que se relacionan con el cambio de categoría política de la entidad de territorio a estado, el lec-tor debe suponer que la investigación realizada por el autor corresponde a un propósito más amplio, mismo que involucra la historia completa de Baja California, desde sus principios en que fue poblada por inmigrantes. Por lo tanto, sus conclusiones pueden simplemente resumir los aspectos so-bresalientes de una larga historia.

Si este fuera el propósito general del libro, entonces debemos contem-plar que la cobertura específica del

cambio de territorio a estado es solo una de varias etapas de la historia regional que deben ser incluidas en un examen general sobre Baja Ca-lifornia. Y dado que dicha etapa re-presenta la última parte del libro, es entonces apropiado que el autor reali-ce una reflexión de toda la historia en conjunto y hasta ese acontecimiento, para dar por terminada su obra.

Sin embargo, este enfoque más amplio exime al autor de tener que evaluar el acontecimiento político específico y priva a sus lectores de conocer el significado histórico del cambio de status político de la con-versión de “territorio” a “estado” según cual quiera que sea el criterio del propio autor.

Esta disyuntiva desde luego provo-ca confusión entre los lectores, le resta claridad respecto a su propósito gene-ral y a la cohesión del documento.

Organización del libroFormación del estado de Baja California es un libro que consta de 251 páginas, con fotografías, mapas y cuadros o tablas estadísticas. En lugar de capítulos cuenta con 34 apartados, incluyendo: prólogo, introducción y bibliografía. Cabe destacar que el prólogo fue escrito por el exgobernador licenciado Milton Castellanos Everardo.

Es a partir del catorce apartado en la página 90 que comienza la expli-cación sobre el proceso político que llevó a la conversión del Territorio al Estado de Baja California. Dicho apartado inicia diciendo:

El licenciado Miguel Alemán Valdés

llegó a Baja California durante su

campaña presidencial realizada en

1946; en esa ocasión captó la inquie-

tud de los bajacalifornianos e hizo la

promesa de que si llegaba a la Presi-

dencia de la República gestionaría la

formación del estado (pág. 90).

También es a partir del mismo apartado catorce que el autor dedi-ca los siguientes nueve para detallar el cambio político, incluyendo sus protagonistas, es decir, el presidente Alemán(1946-1952), su sucesor, Adol-fo Ruiz Cortines (1952-1958), el go-bernador provisional Alfonso García González(1952-1953), los diputados constituyentes y los candidatos a go-bernador Braulio Maldonado Sández y Francisco Cañedo Lizárraga.

Los cinco apartados restantes, ex-cluyendo cinco apéndices del escrito al final del texto, corresponden a la toma de posesión de Braulio Maldonado Sández y de su actuación como titular del primer gobierno del estado.

El libro Formación del estado de Baja California constituye un relato histórico importante, pues no conoce-mos de otro que trate con mayor deta-lle el cambio de categoría política de territorio a estado. Sin embargo, cabe preguntarse qué hace que dicho cam-bio sea importante y deba analizarse.

Criterios de análisis Oscar Sánchez Ramírez no es el primer historiador regional que aprovecha un cambio de categoría política de Baja California para escribir un libro; Adalberto Walther Meade escribió uno titulado El Distrito Norte de Baja California, con motivo del cambio una vez terminado el Partido Norte de la

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Baja California en 1887. Ambos libros describen las condiciones del desarrollo de la entidad en sus tiempos respectivos.

El enfoque de los dos libros es de informar a los lectores de lo que ocu-rrió en la entidad antes y después del cambio de categoría política, sin pre-cisar si los hechos respondieron a una relación de causa y efecto. La parte principal de lo escrito se destina a mencionar los logros de gobierno y de las personas involucradas en orden cronológico. Particularmente, se hace mención de los gobiernos regionales y la labor realizada por sus gobernan-tes, y de sus principales conflictos. También se mencionan los aspectos relativos a la organización de los go-biernos regionales y del crecimiento económico y poblacional de la enti-dad. Además, debemos suponer que la mayor parte de la información con-signada responde a la información de archivos de gobierno encontrados por nuestros historiadores.

Por tanto, podemos caracterizar estos libros como esencialmente in-formativos, no interpretativos. Es decir, que no están escritos de una manera que apoyen a un solo argu-mento central o tesis, es decir, el tex-to no está organizado para efectos de convencer a los lectores de una inter-pretación específica, sustentada en un análisis previo a las conclusiones.

Relato sobre el cambio de territorio a estadoEn el libro que comentamos, el relato respecto a la creación del estado 29 inicia con la promesa de campaña de Miguel Alemán Valdez en 1946. Desafortunadamente, nuestro autor

no aporta más datos respecto al lugar y el contexto en que ocurrió. No parece muy convincente que una promesa de campaña, aun siendo como en este caso presidencial, se cumpla, por lo que es más probable que hubiera otras razones involucradas, de aspectos que desconocemos. Más adelante, en el libro se advierten los problemas relativos al tamaño de la población y de los ingresos públicos de Baja California, como requisitos constitucionales para efectos de la creación de un estado.

En seguida, el autor señala que el presidente Miguel Alemán designó a principios de su gestión a don Alber-to V. Aldrete, pujante empresario y exalcalde de Mexicali (1927). Diez me-ses después sustituyó a Aldrete con el Lic. Alfonso García González (1947), originario de Toluca, Estado de Mé-xico. No se dan razones relacionadas con el cambio de gobernantes, pero es presumible que el presidente Alemán, siendo abogado, haya preferido contar con alguien de su gremio y universidad (UNAM) con quien se pudiera entender mejor. Además, es bien conocido que el presidente Alemán incorporó muchos licenciados a su gabinete, dejando por un lado a militares que habían figura-do en sexenios anteriores. Tal vez más importante sea que el cambio también revele la preferencia del presidente Alemán de una persona cerca de él que una persona ampliamente identificada con Baja California, como en el caso de Aldrete, quien nació en Ensenada.

En el siguiente apartado se men-ciona la creación del Consejo Territo-rial del Comité pro Estado en 1948. Dicho organismo fue presidido por el Dr. Gustavo Aubanel Vallejo, Ju-

lio Dunn Legaspi, en calidad de vi-cepresidente, y Carlos M. Kennedy, como secretario. Ligado a este grupo señala el autor que “Previamente, se integraron comités locales en las poblaciones más importantes de la entidad” (pág. 96). Desafortunada-mente, no se menciona de quién fue la iniciativa, cómo se formó y si fue una instancia pública o privada. Solo nos dice el autor que dichos comités fueron importantes en la transfor-mación del territorio a estado. Po-demos suponer que estas instancias no surgieron espontáneamente, sino que fueron deliberadamente creadas por la autoridad pública.

Más claro resulta el impulso que le dio el gobierno de Alemán a Baja California, a través de la creación de obras públicas en la entidad. Se construyeron las carreteras de Mexi-cali a Tijuana, de Mexicali a San Luis, R. C., de Santa Rosa a Algo-dones y de Mexicali a San Felipe. No menos importante fue la termi-nación del ferrocarril Sonora-Baja California, el 7 de abril de 1948, que ligó a Baja California con el sistema ferroviario nacional y facilitó la in-migración procedente del interior del país. Fue también durante el sexenio que se construyó la presa Morelos so-bre el Río Colorado, que hizo posible el manejo del agua entre México y Estados Unidos de América.

Según nuestro autor, en 1951 el presidente Alemán lanzó una inicia-tiva de ley al Congreso para legislar el cambio de Territorio Norte de Baja California a estado. Después de modi-ficarse la Constitución (artículos 43 y 45) mediante la aprobación por parte de los representantes de todos los es-

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tados y territorios (senadores y dipu-tados), el presidente emitió otro de-creto en el que, a través del Congreso de la Unión facultó al ejecutivo fede-ral proponer al Senado un gobernador provisional del estado y sentó las ba-ses para la elección de diputados que habrían de conformar la legislatura constituyente en el nuevo estado. El presidente nombró como gobernador provisional al gobernador en funcio-nes: Alfonso García González.

De los 13 artículos mencionados en este último decreto, el 2º dice “La legislatura Constituyente estará com-puesta de siete diputados propieta-rios”. El 3º señala: “Tendrán derecho a voto todos los ciudadanos domi-ciliados en el territorio del estado y que tengan su credencial de elector”. El 4º dictamina que “Se crea la Co-misión Electoral de Baja California […]”. El 5º menciona que “sólo re-gistrará a aquellos partidos que de-muestren tener mil miembros por lo menos […]” El 6º sostiene que “La Legislatura Constituyente expedirá la Constitución del Estado, dentro de los seis meses siguientes a la fecha de su instalación […]”. El 8º dice “En-tre tanto se constituye el Poder Ju-dicial del Estado de acuerdo con lo que disponga la Constitución Local, la Administración de Justicia estará a cargo de un Tribunal Superior com-puesto de tres magistrados, y el nú-mero y categoría de los juzgados que funcionan actualmente”. El 13º hace posible continuar la discreción presi-dencial pues “Se faculta al ejecutivo federal, por conducto de la Secretaría de Gobernación, para dictar las nor-mas aclaratorias e interpretativas del presente Decreto” (págs.112-117).

Para efectos de la creación del con-greso constituyente se simuló una apertura democrática pero en verdad fue una selección confinada a los par-tidos existentes de los cuales el PRI debió ser dominante. El autor reco-noce la situación al decir:

Se inscribieron candidatos nombrados

por el Partido Revolucionario Institu-

cional, de Acción Nacional y la Federa-

ción de Partidos del Pueblo, únicos que

se registraron en el gobierno del estado,

pues aunque el decreto señalaba que

había la posibilidad de registrar nue-

vos partidos, ninguno se presentó, tal

vez porque el plazo para hacerlo fue de

siete días y en ese tiempo era imposible

formarlos aunque se tuviera esa inten-

ción (pág.125).

Los siete candidatos propietarios seleccionados por el PRI fueron elegi-dos el domingo 21 de marzo de 1953, cuyo presidente fue Adolfo Ruiz Cor-tines. Por Mexicali quedaron Cele-donio Apodaca Barrera, Francisco Dueñas Montes, y Aurelio Corrales Cuevas. Por Tecate, Alejandro Lama-drid Katchuck. Por Tijuana, Francis-co H. Ruiz y Miguel Calette Anaya. Y por Ensenada, Evaristo Bonifaz Gómez. De los siete, cuatro eran pro-fesionistas, tres licenciados en dere-cho y uno médico. Este último fue el único de los siete que nació en Baja California y se trata de Francisco Dueñas Montes, quien nació en Mexi-cali y tuvo una participación pública destacada a lo largo de su vida.

En su discurso de apertura de tra-bajos del Congreso Constituyente, el gobernador provisional exhortó a sus miembros “es de esperarse que

la Constitución del Estado de Baja California corresponderá a lo que teórica y técnicamente deben ser las leyes, sean de orden público o priva-do, resultantes de necesidades socia-les”. Al final de su discurso agregó: “con la única limitación de no violar los principios de la Constitución Po-lítica de los Estados Unidos Mexica-nos” (págs. 128-129).

De acuerdo con el decreto presi-dencial del 10 de noviembre de 1952, en su artículo 7º, los constituyentes quedaron comprometidos a elaborar la Constitución del Estado “dentro de los seis meses siguientes a la fecha de su instalación” (pág. 115). Según el autor, del 5 de mayo al 5 de octu-bre de 1952. En algún momento se acordó quien presidiera al grupo. La tarea debió ser difícil no solo por el límite del tiempo, sino por juntar a siete personas con experiencias y cri-terios diferentes y comprometerlas a formar un equipo capaz de formar consensos y llegar a acuerdos sobre la complejidad de la vida social de la entidad. El autor de nuestro libro señala algunas fricciones que ocu-rrieron, particularmente con un re-presentante de la Secretaría de Go-bernación, que no se nombra, “que periódicamente llegaba a Baja Ca-lifornia para supervisar los avances del trabajo” (pág. 141).

No obstante el límite de tiempo, la Constitución se terminó, según el constituyente Dr. Dueñas Montes el 15 de agosto, y según nuestro autor en tres meses y diez días. Es decir, se terminó antes del plazo concedi-do. Desconocemos qué motivo pudo tener el presidente para apresurar el proceso antes contemplado, solo que

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se esforzó para concluir el proceso dentro de su sexenio. Al concluir la redacción, Dueñas Montes apuntó: “El trabajo que se hizo, al final de cuentas, fue al gusto del represen-tante de la Secretaría de Goberna-ción” (pág. 142). Eso deja entrever una diferencia entre los legisladores y el representante de la menciona-da secretaría. El día siguiente el go-bernador provisional promulgó “la Constitución Política del Estado Li-bre y Soberano de Baja California”.

En su discurso de entrega de la nue-va constitución, el Lic. Evaristo Boni-faz Gómez explicó:

Hubiéramos querido poder rebasar

los clásicos lineamientos de la doctri-

na secular en materia constitucional;

hubiéramos querido cristalizar en fór-

mulas legales, todas las ideas que pal-

pitaron en el seno del Congreso para

hacer una obra que superara a otras

de su mismo género; pero, razones

de índole técnica nos lo impidieron y

tuvimos que ahogar nuestros propios

impulsos, tuvimos que sofocar la bu-

llente ansiedad creadora que campea-

ba en el Congreso, para no deformar

nuestra obra (pág. 242).

No hay lugar a duda que el papel realizado por el presidente Miguel Alemán fue crucial en la transforma-ción política de Baja California. El cambio político fue transcendente, pero falta una evaluación antes y después del acontecimiento. No hay un comparativo entre la vida políti-ca de la entidad cuando era todavía un territorio federal, a como quedó después, una vez que se convirtió en estado. En principio, un cambio

fue que los bajacalifornianos ya no tendrían que aceptar un gobernante designado por quien fuera presidente de México, sino que tendría que ser candidato de un partido político de la entidad y ganar la preferencia de la mayoría de votantes.

El cambio, desde luego, fue más allá que la elección del gobernador, porque un gobierno del estado con-taría con una constitución propia y legisladores locales que pudieran crear y modificar las leyes que la entidad requería, incluyendo aque-llas relativas al proceso judicial. Eso implicó la participación de un nú-mero mayor de bajacalifornianos en cuestión pública. Por lo que debemos suponer que la creación del estado significó no solo una mayor burocra-cia y gasto público, que dicho sea de paso, favoreció a Mexicali por ser la capital del estado.

Elección de gobernadorEl 17 de agosto de 1953, apenas dos días de haberse terminado los trabajos sobre la constitución del estado, el gobernador provisional convocó a elecciones para el 25 de octubre, para seleccionar al próximo gobernador y a siete diputados locales.

Con muy poco tiempo para selec-cionar los candidatos, “un grupo de viejos residentes priistas, principal-mente pertenecientes a la iniciativa privada, se organizaron y trasladaron a la ciudad de México para ofrecer su apoyo al general Abelardo L. Rodrí-guez […] ofrecimiento que él, en prin-cipio, aceptó” (pág. 147). Cabe recor-dar que el general Rodríguez ya había sido gobernador del Territorio Norte de Baja California (1923-1929), pre-

sidente de la república (1932-1934), y gobernador del estado de Sonora (1943-1949), quien destacó como go-bernante y empresario.

Después de entrevistarse con el presidente del PRI, el general Gabriel Leyva Velásquez, quien les dijo a los bajacalifornianos visitantes que lo consideraría, fueron llamados por el propio general Rodríguez. Y según la autobiografía de Milton Castella-nos Everardo (1994: 192):

[…] fueron informados por el pro-

pio general de que le había visitado el

presidente del partido, para llevar un

mensaje del presidente Ruiz Cortines,

mediante el cual comunicaba que los

sectores del PRI se habían inclinado

por la candidatura del licenciado Brau-

lio Maldonado, por lo que le pedía que

pospusiera sus deseos de ser candidato

para una mejor oportunidad.

Aparentemente, el comunicado del presidente Ruiz Cortines fue su-ficiente para disuadir cualquiera otra iniciativa que los bajacalifornianos pudieran tener en cuanto quién debía ser su futuro gobernador. Además, es difícil creer “que los sectores del PRI” estuvieran enterados de quién sería dicho candidato. Por otra par-te, es lógico suponer que no se siguió un protocolo especial por trátese de un nuevo estado, la decisión del pre-sidente no fue cuestionada y por tan-to la lucha por encontrar la persona idónea que contara con mayores sim-patías entre los ciudadanos de Baja California quedó sofocada.

Aun cuando la información pro-porcionada en el libro Formación del estado de Baja California sea creíble,

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para la mayoría de lectores no será sorpresiva. Pues no debe ser sorpresa la naturaleza autoritaria y centralis-ta del gobierno de entonces.

Para mejor dimensionar la situa-ción electoral, nuestro autor nos se-ñala los antecedentes del licenciado Braulio Maldonado diciendo que fue: “Delegado de Gobierno en Ensenada el año de 1946 y dos veces elegido Diputado Federal por el Territorio Norte de la Baja California […]” Además “había creado la Coalición Nacional Revolucionaria para apo-yar la campaña presidencial de don Adolfo Ruiz Cortines”. Y aun cuan-do “Era notable que Braulio Mal-donado no era aceptado por cierto sector de la población; en este caso los nativos y viejos residentes en el Territorio, a los que también él repu-diaba […]” (pág. 149).

Sin embargo, con el respaldo del PRI “[…] fue nombrado candidato oficial sin ningún problema. Empezó su campaña con mucho éxito por-que era bien aceptado por el sector de la población más desprotegida”. En seguida, nuestro autor cita al Lic. Milton Castellanos Everardo en uno de sus libros donde justificando a Maldonado dice: “era un hombre auténtico y por auténtico le llegaba

a las masas” (pág. 150). Desafortu-nadamente la característica de au-tenticidad ante las masas no lo hizo avanzar en el camino de la concordia de los bajacalifornianos.

Más importante para la formación del estado es la admisión de Maldona-do de cómo llegó a ser candidato para gobernar a Baja California y la “me-cánica” electoral que se siguió:

Fui seleccionado y designado previa-

mente por el señor Presidente de la

República, en aquel entonces mi dis-

tinguido amigo don Adolfo Ruiz Corti-

nes. Y todos los funcionarios, grandes

o pequeños, que ocupen (sic) puestos

de elección popular, así han sido desig-

nados en nuestro país desde 1928 a la

fecha (Maldonado, 1960: 13).

Si es así, y con el perdón del au-tor, el cambio de territorio a estado no le concedió a Baja California más independencia política del presiden-te, del Partido Norte, o del centro del país, tampoco lo hizo avanzar en la confianza de sus habitantes sobre el voto electoral, ni en la participación democrática de sus ciudadanos...

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Ferrocarril Sonora-Baja California

1942. Máquina de diésel del ferrocarril Sonora-Baja California que hacia el recorrido de Mexicali, B. C. a Puerto Peñasco, Sonora.

1942. Vagón de pasajeros del ferrocarril Sonora-Baja California que hacía el recorrido Mexicali, Baja California-Puerto Peñasco, Sonora.

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Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.

2016. Toma de protesta de la mesa directiva de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”. A. C. para el periodo de 2016. De izquierda a derecha: Marco Antonio Buruel Beltrán, tesorero, Genaro Sánchez Benavidez, vicepresidente, Alma Angelina de la Torre Vázquez, secretaria y Ángel Juárez

Estrada, presidente. Les tomó la protesta la maestra Yolanda Sánchez Ogás, presidenta honoraria vitalicia de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C. y cronista de Mexicali.

2017. Toma de protesta de la mesa directiva de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C. para el periodo de 2017. De izquierda a derecha: Marco Antonio Buruel Beltrán, tesorero, Alfonso Herrera Moreno, secretario, Ángel Juárez Estrada, presidente, Jorge Núñez Verdugo, vicepresidente. Les tomó la

protesta el arquitecto Rubén Castro Bojórquez expresidente de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A.C. y director de la revista El Río.