Zelazny, Roger - Tu, El Inmortal

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  • 8/14/2019 Zelazny, Roger - Tu, El Inmortal

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    Ttulo original: Ths Inmortal, publicado por Ace Books, Inc., New York, 1966Traduccin de L. Lpez

    1966, by Roger Zelazny 1977, Ediciones Martnez Roca, S. A.Avda. Jos Antonio, 774, 7.,,, Barcelona-13ISBN - 84-270-0426-5Depsito legal: B. 36.738-1977Impreso en Romany/Val1s, Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)Impreso en Espaa - Printed in SpainEscaneado por diaspar en 1998

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    Tu, El Inmortal

    Roger Zelazny

    -Eres un kallikanzaros -dijo ella, inesperadamente.

    Me volv del lado izquierdo y sonre en la oscuridad.

    -He dejado las pezuas y los cuernos en la Oficina.

    -Ya conoces la leyenda...

    -Se titula Nomiks.

    La busqu a tientas, la encontr.

    -Vas a destruir el mundo esta vez?

    Me ech a rer y la atraje hacia m.

    -Lo pensar. Si se es el nico medio de que desaparezca la Tierra...

    -Ya sabes que los nios nacidos aqu por Navidad tienen sangre dekallikanzaroi -me interrumpi ella-, y una vez me dijiste que tu cumpleaos...

    -Ya lo s!

    Me llamaba la atencin que estuviera bromeando slo a medias. Conociendoalgunas de las cosas con las que de vez en cuando se topa uno en los AntiguosLugares, los Lugares Calientes, casi no cuesta trabajo creer en mitos... Como lahistoria de esos duendecillos que se asemejan a Pan y se renen cada primaverapara pasarse diez das aserrando el rbol del Mundo, siendo dispersados en elltimo momento por el sonido de las campanas de Pascua. (Ding-dong, lascampanas; am-am, los dientes; clic-clac, las pezuas, etc.) Cassandra y yo nosolamos hablar de religin, poltica o folklore en la cama, pero..., habiendo yo na-cido en estos lugares, los recuerdos estn todava frescos en cierto modo.

    -Me hieres -dije, no muy en serio.

    -T tambin me haces dao...

    -Perdona.

    La solt de nuevo y me tom un pequeo respiro.

    Al cabo de un rato continu:

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    -Hace mucho, cuando no era mas que un muchacho, los dems chicos solanmeterse conmigo y me llamaban Konstantin Kallikanzaros. Al hacerme mayor yms feo, dejaron de molestarme. Por lo menos no me lo decan a la cara

    -Konstantin? Te llamabas as? Ya deca yo

    -Ahora mi nombre es Conrad, as que olvidalo.-Pero, es que me gusta. Prefiero llamarte Konstantin en vez de Conrad.

    -Si eso te hace feliz

    La luna asom su desolado rostro por el antepecho de mi ventana, burlndosede m. Al no poder alcanzar la luna, ni s~ quiera la ventana, mir hacia otra parte. Lanoche era fra; hmeda, neblinosa como lo es siempre aqu.

    -El Comisario de Artes, Monumentos y Archivos para el planeta Tierra no se hapropuesto, ni mucho menos, echar abajo el Arbol del Mundo -dije con ciertaaspereza.

    -Kallikanzaros, cario -se apresur ella a responder-, no he querido decir eso.Pero cada ao hay menos campanas, y no es siempre el deseo lo que cuenta. Dealguna manera, tengo el presentimiento de que t has de cambiar las cosas.Quiz...

    -Te equivocas, Cassandra...

    Y tengo miedo, fro tambin..

    Era maravillosa en la oscuridad, y la volv a tomar en mis brazos, como paraprotegerla de aquel roco y aquella niebla tan densa...

    Al tratar de reconstruir los acontecimientos de los ltimos seis meses, me doycuenta ahora de que, mientras nosotros levantbamos muros de pasin en torno anuestro octubre y la isla de Os, la Tierra haba cado ya en manos de aquellos pode-res aniquiladores de todos los Octubres. Dirigidas desde dentro y fuera, las fuerzasde la destruccin definitiva avanzaban ya, a paso de ganso, entre las ruinas. ~.Implacables, sin rostro, con los brazos en alto. Cort Myshtigo aterriz en Port-au-Prince tras un viaje en el Autobs Solar Nueve, que le trajo desde Titn junto contodo un cargamento de camisas y zapatos, ropa interior, calcetines, vinos variados,medicinas y las ltimas grabaciones de la civilizacin. Hombre rico e influyente, ese

    periodista galctico. Hasta dnde llegaba su riqueza, tardaramos muchas semanasen descubrirlo; hasta qu punto era influyente, me enter slo hace cinco das.

    Paseando entre los abandonados, olivares, abrindonos camino por entre lasruinas de un castillo franco, o mezclando nuestras huellas con el rastro jeroglfico delas gaviotas, all, en la arena hmeda de las playas de Kos, matbamos el tiempomientras esperbamos un rescate que no poda llegar, que nunca, en realidad,debiramos haber esperado.

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    El cabello de Cassandra es brillante y posee el color de los olivos de Katamara.Sus manos son suaves, sus dedos cortos, delicadamente ensamblados. Tiene losojos muy negros. Slo es unos diez centmetros ms pequea que yo, lo queconfiere una gracia especial a su figura, teniendo en cuenta que yo paso del metroochenta y cinco. Claro est que cualquier mujer resulta agraciada, distinguida yhermosa caminando a mi lado, puesto que yo no soy nada de eso: mi mejilla

    izquierda era por entonces un mapa de Africa pintado a todo color, por culpa deaquellas fungosidades que atrap al contacto con una lona mohosa cuando volvade desenterrar a Guggenheim para el viaje a Nueva York. Mi pelo se detiene a undedo de las cejas, y mis ojos son desiguales (cuando quiero intimidar a laspersonas, les clavo la mirada utilizando el ojo derecho, azul y fro, reservando elotro, de color castao, para las miradas francas y honradas). Adems llevo unabota reforzada, debido a mi pierna derecha, ms corta que su compaera.

    Verdad es que Cassandra no necesita de contrastes. Es hermosa.

    La encontr por casualidad, la persegu desesperadamente, me cas con ella ala fuerza (esto ltimo fue idea suya). En realidad, no era se mi propsito, ni

    siquiera aquel da cuando atraqu mi caique en el puerto y la vi all, tendida al solcomo una sirena junto al pltano de Hipcrates, y decid que la deseaba. Loskallikanzaroi nunca fuimos el tipo ideal para fundar familias. Comet un error, unavez mas.

    Era aqulla una maana clara. Inicibamos nuestro tercer mes de vida encomn. Era tambin mi ltimo da en Kos... debido a una llamada recibida la tardeanterior. Todo rezumaba an la humedad de la lluvia nocturna, y nos hallbamossentados en el patio, bebiendo caf turco y comiendo naranjas. El da comenzaba ainfiltrarse por el mundo. Soplaba una brisa intermitente, hmeda, que nos pona lacarne de gallina bajo la negra armadura del suter y disipaba el vapor de las tazasde caf.

    -Rodos dactylos Aurora... -dijo ella, sealando.

    -S -asent-, es cierto que sus dedos son de color de y bellos.

    -Disfrutmoslo.

    -S. Disculpa.

    Terminamos el caf y seguimos all, fumando.

    -Estoy fastidiado -dije.

    -Lo s-replic ella-, no te lo tomes tan a pecho.

    -No puedo evitarlo. Tengo que irme y dejarte, y eso es que me fastidia.

    -Slo sern unas pocas semanas. T mismo lo has dicho. Luego volvers.

    -Eso espero. Pero si la cosa se alarga enviar por ti. Lo es que no s por dndeandar.

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    -Quin es Cort Myshtigo? -

    -Un actor vegano, periodista Hombre importante. Quiere escribir sobre lo que haquedado de la Tierra, y yo s lo que ensear. Yo, personalmente! Maldita sea!

    -Alguien que se toma diez meses de vacaciones para darse la vela no puede

    quejarse de exceso de trabajo.-Yo puedo... y lo hago. Mi cargo debera ser una sinecura

    -Por qu?

    -Principalmente porque yo lo dispuse as. Trabaj a conciencia durante veinteaos para hacer de Artes, Monumentos y chivos lo que es ahora, hasta el punto deque mis subordinados se bastaban ya para llevar por su cuenta casi todos losasuntos A partir de entonces me dediqu a darme la buena vida, viendo slo de vezen cuando para firmar algn papel y hacien lo que me daba la gana el resto deltiempo. Y ahora esto... Esta humillacin! Obligar a todo un Comisario a que

    acompae a un escritorzuelo de Vega en una gira para la que bastara cualquiergua de segunda fila! Ni que los veganos fueran dioses!

    -Un momento, por favor -interrumpi ella-. Has veinte aos? Diez aos?

    Tocado. Sent que se hunda algo bajo mis pies.

    -Ni siquiera llegas a los treinta. Me hund ms. Esper. Empec a recuperarme.

    -Mmmm... Bueno... Hay algo que... Ya sabes cmo soy, muy comunicativo...Algo de lo que no te he hablado nunca, s por qu... A propsito, qu edad tienest, Cassandra?

    -Veinte aos.

    -Oh! Bueno..., yo casi te los cuadruplico.

    -No comprendo.

    -Ni yo. Tampoco los mdicos. Parece que me detuve, o algo as, entre los veintey los treinta. Y aqu estoy! Creo que... Bueno, debe de tener algo que ver con mimetabolismo particular. Tiene alguna importancia para ti?

    -No lo s... Si, creo que s.

    -No te importa mi cojera, ni mi aspecto salvaje, ni siquiera mi cara. Por quhabra de importarte mi edad? A efectos prcticos, soy joven.

    -S, pero no es lo mismo -replic ella en un tono que no admita discusin-.Qu pasara si nunca te hicieras viejo?

    Me mord los labios.

    -Tarde o temprano tendr que envejecer.

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    -Y si ocurre tarde? No quiero hacerme ms vieja que t.

    -Vivirs hasta los ciento cincuenta aos. Ya conoces los tratamientos S-S. Lostendrs.

    -Pero no me mantendrn joven... como t.

    -En realidad no tengo nada de joven. Nac ya viejo.

    Tampoco esto dio resultado. Se ech a llorar.

    -Nos quedan an muchos aos por delante. Quin sabe lo que puede pasarentre tanto?

    Con esto slo consegu que arreciara su llanto.

    Siempre fui un impulsivo. De ordinario, razonar no se me da del todo mal, perosuelo hacerlo despus de hablar..., con lo que echo a perder toda posibilidad deconversacin sobre bases slidas.

    sta es una de las razones por las que dispongo de un personal competente,una buena radio y libertad para hacer lo que quiero la mayor parte del tiempo.

    Pero siempre hay cosas que no pueden delegarse. As pues, continu:

    -Mira, tambin hay algo de Sustancia Caliente dentro de ti. Yo tard cuarentaaos en darme cuenta de que no tena realmente esa edad. Quiz t ests en elmismo caso. Al fin y al cabo, somos prcticamente vecinos...

    -Sabes de otros casos como el tuyo?

    -Pues...-No, no sabes.

    -No. No se.

    Recuerdo que en aquel momento tuve deseos de retroceder en el tiempo y estaran a bordo de mi embarcacin. No la grande, sino aquel viejo armatoste, elGolden Vanitie, todava anclado en el puerto. Recuerdo tambin que dese estarentrando' de nuevo y verla all, magnfica, como antes, por vez primera. Empezarlotodo otra vez, y decrselo todo desde el principio> o bien remontarme al punto departida y callarme de una vez para siempre lo de mi edad.

    Bonito sueo, pero... Qu diablos!, se acab ya la luna de miel.

    Esper hasta que hubo cesado de llorar, y de nuevo pude sentir sus ojos fijosen m. Esper un poco ms.

    -Qu tal te sientes? --le pregunt por fin.

    -Bastante bien; gracias.

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    Busqu su mano, que hall pasiva, y la sostuve en la ma> acercndola a mislabios.

    -Rodos dactylos -susurr. Y ella dijo:

    -Puede que sea una buena idea... que te vayas. Al menos por algn tiempo...

    Y la brisa disipadora del humo volvi a soplar, hmeda, ponindonos otra vez lacarne de gallina y haciendo temblar su mano. O la ma, no s cul de las dos. Lashojas temblaban tambin, y caan sobre nuestras cabezas.

    -No habrs exagerado tu edad? -pregunt ella-. Quizs un poquito?

    Su tono de voz sugera que lo ms prudente era asentir.

    -Si -repliqu, sinceramente.

    Ella me devolvi entonces la sonrisa, tranquilizada en cierto modo por mi tonocordial.

    Uf!

    All estbamos pues, sentados, cogidos de las manos y contemplando la aurora.A poco, sent que tarareaba algo en voz baja. Era una cancin triste, de variossiglos. Una balada. Contaba la historia de un joven luchador llamado Temocles, aquien nadie haba vencido jams. Lleg a considerarse a s mismo el mejor luchadordel mundo. Por fin, un da, subi a la cumbre de una montaa y proclam a grandesvoces su desafo. Demasiado cerca de los dioses! stos actuaron con rapidez: alda siguiente, un joven tullido irrumpi en el pueblo cabalgando sobre los lomoschapeados de un enorme perro salvaje. Ambos lucharon durante tres das y tresnoches, Temocles y el muchacho. Al cuarto da el joven le rompi la espalda,

    dejando a Temocles tendido en el campo de batalla. Su sangre, esparcida enderredor, hizo brotar al instante esa misteriosa flor -la sirige-fleur como la llamaEmmet-, esa flor vampiro, que crece sin races y se arrastra por las noches, ansiosade recobrar en la sangre de sus vctimas el espritu perdido de su campen. Pero elalma de Temocles no est ya en la Tierra. Por eso ella debe seguir reptando, sintregua, por siempre, en sempiterna bsqueda. Ms sencillo que los dramas deEsquilo, si, pero tambin nosotros ramos entonces ms sencillos que antao.Adems, tampoco las cosas sucedieron exactamente as.

    ~Por qu lloras? -me pregunt ella de repente.

    -Estoy pensando en la imagen del escudo de Aquiles -respond-, y en lo terrible

    que es ser un animal culto... Y no lloro! Son las gotas que caen de las hojas.

    -Har un poco ms de caf.

    Me puse a lavar las tazas mientras tanto y le dije que cuidase del Vanitiedurante mi ausencia, que lo mantuviera atracado en la caa y listo para zarpar sienviaba a buscarla. Contest que as lo hara.

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    El sol se haba elevado en el firmamento, y a poco llegaba hasta nosotros elsonido de un martilleo desde el taller del viejo Aldones, el fabricante de atades. Losciclaminos se despertaban y la brisa nos traa su fragancia a travs de los campos.Muy alto, por encima de nuestras cabezas, cual tenebroso presagio, un murcilago-araa pas volando hacia el continente. Sent deseos irrefrenables de empuar laculata de un treinta y seis, romper el silencio con el estruendo de mis disparos y

    verlo caer. Pero las nicas armas de fuego que tena se hallaban a bordo delVanitie, me limit, pues, a observar cmo se perda en el horizonte.

    -Dicen que de hecho no proceden de la Tierra -coment ella al verlo alejarse-,que los trajeron aqu desde Titn para zoos y cosas por el estilo.

    -As es.

    -Que lograron escaparse durante los Tres Das, volviendo a la vida salvaje, yaqu se han hecho ms grandes de lo que eran en su propio mundo.

    -S. Una vez yo vi uno de casi diez metros de envergadura.

    -En cierta ocasin, un viejo to mo me cont una historia que haba odo enAtenas -record ella-, a propsito de un hombre que mat a uno de ellos sin ningnarma. El animal se abalanz de repente sobre l cuando se encontraba de pie en elmuelle, en el Pireo, y se lo llev por los aires. Pero el hombre le rompi el cuello consus propias manos. Ambos cayeron en la baha, a unos treinta metros de la costa.El hombre sobrevivi.

    -Eso fue hace mucho tiempo -dije-, antes de que el Departamento iniciara sucampaa de exterminio. Entonces eran ms numerosos, y ms atrevidos. Ahorahuyen de las ciudades.

    -El hombre se llamaba Konstantin, si mal no recuerdo. Podras haber sido t?

    -Su apellido era Karaghiosis.

    -Eres t Karaghiosis?

    -Si te empeas en que lo sea. Por qu?

    -Porque despus ayud a fundar la Radpol Retornista en Atenas; y t tienesmanos muy fuertes...

    -Eres Retornista?

    -S. Y t?-Yo trabajo para el Departamento. No tengo opiniones Polticas.

    -Karaghiosis bombarde algunos lugares habitados.

    -Ya lo s.

    -No lo lamentas?

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    -No.

    -En realidad no s mucho de ti, no?

    -Puedes saber cuanto quieras. Pregunta. Soy bien sencillo... Ah viene miaerotaxi!

    -No oigo nada.

    -Ya lo oirs.

    Un momento despus llegaba, deslizndose por el cielo hacia Kos y aterrizandoen el espacio habilitado por m en un extremo del patio. Me levant y la ayudtambin a ella a ponerse en pie, mientras el ronroneo del aparato se apagabalentamente... Un aeromvil Radson: seis metros de cascarn, todo l brillo ytransparencia, con su base plana y morro achatado.

    -Ray algo que quieras llevarte? -pregunt ella.

    -Bien sabes qu, pero no puedo.

    El vehculo qued quieto y se abri por uno de sus lados. El piloto asom lacabeza, mirndonos con ojos bizcos.

    -No s por qu -dijo ella-, pero tengo la impresin de que vas a correr algnpeligro.

    -Lo dudo, Cassandra.

    -Adis, mi kallikanzaros.

    -Adis, Cassandra.Entr en el artefacto y ascend con l, susurrando una plegaria a Afrodita. All

    abajo, Cassandra me haca serias con la mano. Detrs, el sol trataba de apresarnosen su red de luz. El aparato aceler, dirigindose hacia el oeste. El lugar se presta auna transicin suave, pero no hay que hacer ninguna. Cuatro horas de viaje de Kosa Port-au-Prince, agua gris, estrellas plidas... y yo, furioso. Cuidado con lospuntos luminosos!

    El saln rebosaba de gente, una gran luna tropical brillaba como si estuviera a

    punto de reventar, y lo que me permita observar ambas cosas era el haber logrado,por fin, sacar a Ellen Emmet al balcn, dejando las puertas entreabiertas.

    -Ya has resucitado -me salud, esbozando una sonrisa-. Hace casi un ao quete fuiste, y ni siquiera he recibido una tarjeta de cumplido desde Ceiln.

    -Has estado enferma?

    -Poda haberlo estado.

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    Era pequea de estatura, y como todos los que odian la luz del da, tena unatez plida, tirando a cremosa. Me recordaba una compleja mueca automtica conel mecanismo defectuoso: una gracia fra, y cierta tendencia a propinar al prjimopatadas en la espinilla al menor descuido. Posea tambin grandes cantidades depelo castao rojizo, recogido en una especie de nudo gordiano que me causaba unaverdadera frustracin cuando intentaba deshacerlo mentalmente. Sus ojos mudaban

    de color, segn el capricho del dios a quien se hubiera encomendado aquel da... Yahe olvidado el que tenan en aquella ocasin, pero s recuerdo que en el fondo, muyen el fondo, eran siempre azules. No s lo que llevaba puesto entonces, peroconservo la imagen de un color marrn verdoso y una abundancia de tela que laenvolva casi por dos veces, dando a su figura la apariencia de un hierbajo informe:piadoso engao del modista, a menos que estuviera encinta de nuevo, cosa quedudo.

    -Bueno, que te repongas -dije-, si es que lo necesitas. No fui a Ceiln. Estuve enel Mediterrneo casi todo el tiempo.

    Dentro resonaron unos aplausos. Me alegr de no estar all. Los actores

    acababan de representar La mscara de Demetrio, de Graber, que ste habaescrito en pentmetros para honrar a nuestro husped vegano. La obra habadurado dos horas, y era mala. Phil tena cultura y buenos modales, adems de pocopelo, y se le daba bien su papel, pero el da que le descubrimos por vez primera susituacin econmica no era precisamente la que corresponde a un poeta laureado.De tanto en tanto le atacaba la fiebre de Rabindranath Tagore y Chris Isherwood, yse pona a escribir largos y horribles poemas pico-metafsicos, hablando mucho deIluminacin; tambin practicaba diariamente sus ejercicios respiratorios en la playa.Aparte de eso, en un ser humano bastante decente.

    Los aplausos cesaron, permitindome or el tintineo de l~ msica de thelinstra yel rumor de las conversaciones que se reanudaban.

    Ellen se recost en la barandilla.

    -Ultimamente he odo rumores de que te has casado.

    -Cierto -asent-, y en cierto modo tambin me han cazado. Por qu me hanpedido que regrese?

    -Pregntaselo a tu jefe.

    -Ya lo he hecho. Me dijo que voy a hacer de gua. Pero lo que quiero saber esexactamente por qu... La autntica razn. Cuanto ms pienso en ello ms raro me

    parece.-Por qu habra yo de saberlo?

    -T lo sabes todo.

    -Creo que me sobrestimas, querido... Cmo es ella?

    Me encog de hombros.

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    -Una sirena... tal vez. Por qu?

    Tambin ella se encogi de hombros.

    -Simple curiosidad. Qu dices a la gente cuando te preguntan cmo soy yo?

    -No les digo nada.-Me ofendes. Debo parecerme a algo, a menos que sea nica.

    -Eso es, eres nica.

    -Entonces, por qu no me llevaste contigo el ao pasado?

    -Porque a ti te gusta la gente y necesitas estar en una ciudad. Slo podras serfeliz aqu, en Port.

    -Pero es que aqu, en Port-au-Prince, no soy feliz.

    -Al menos no eres tan desgraciada como lo seras en cualquier otra parte deeste planeta.

    -Podramos haber probado -dijo, y se volvi de espaldas para contemplar lasluces del puerto que brillaban abajo, lejanas.

    -Sabes? -dijo al cabo de un rato. Eres tan endiabladamente feo que hastaresultas atractivo. En eso debe de estar tu secreto.

    Me par bruscamente, a slo unos centmetros de su hombro.

    -Sabes una cosa tambin? -prosigui en el mismo tono fro y desprovisto de

    emocin-. Eres una pesadilla que anda como un hombre.Dej caer mi mano y me re interiormente, ahogando la risa en mi pecho.

    -Ya lo s -dije-. Qu sueos tan agradables!

    Hice ademn de irme, pero me agarr de la manga.

    -Espera!

    Mir su mano, luego levant la vista y la mir a los ojos, para de nuevo fijarla ensu mano. Me solt.

    -Ya sabes que nunca digo la verdad -declar, y se ech a rer con aquella risaagria, tan suya-. Tambin he pensado en algo que debieras saber sobre este viaje.Donald Dos Santos est aqu, y creo que va con vosotros.

    Dos Santos? Eso es ridculo.

    -Ahora est en la biblioteca, con George y un rabe alto y grande.

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    Mir por detrs de ella hacia el puerto, contemplando cmo las sombras, al igualque mis pensamientos, se deslizaban lentas y lgubres por las oscuras callejuelas.

    -Un rabe alto y grande? -dije en seguida-. Con cicatrices en las manos yojos amarillos? Llamado Hasn?

    -S, eso es. Le conoces?-Hizo algn trabajo para m hace tiempo Confes.

    Sonre, aunque mi sangre estaba como un tmpano, pues no me gusta que lagente sepa lo que estoy pensando.

    -Sonres -dijo. En qu piensas?

    As es ella.

    -Pienso en que te tomas las cosas ms en serio de lo que yo crea.

    -Tonteras. Ya te he dicho muchas veces que soy una terrible mentirosa.Precisamente no hace ms que un segundo... Bueno, solo me refera a un incidentesin importancia dentro de toda una guerra. Y tienes razn al decir que soy menosdesgraciada aqu que en cualquier otra parte de la Tierra. Quiz pudieras hablar aGeorge, persuadirle a que acepte un trabajo en Taler o Bakab. Qu te parece, eh?

    -S -dije-, claro que s. Seguro. Nada ms fcil... despus de haberlo intentadot durante diez aos. A propsito, cmo ~ su coleccin de bichos, ltimamente?

    Esboz lo que podra parecerse a una sonrisa.

    -Aumentando -replic-, a pasos de gigante. Zumbando, y hormigueando

    tambin... Algunas de esas criaturas son radiactivas. Yo suelo decirle: George,por qu no te dedicas a ir por ah con mujeres en vez de pasar todo el tiempo conesas alimaas? Pero se limita a mover la cabeza y realmente no parece interesarleninguna otra cosa. Entonces le digo: George, un buen da uno de esos bichos tepicar y te dejar impotente, qu hars entonces? l me explica que eso nopuede suceder, y larga una conferencia sobre toxinas e insectos. Tal vez l sea msque un gran insecto, disfrazado. Y hasta creo que produce cierto placer sexualobservar a sus congneres revoloteando y zumbando alrededor de los recipientes.No s otra cosa..

    En aquel instante me volv y mir hacia el interior del porque su rostro habadejado de ser el que era de ordinario. Al escuchar su risa, un momento despus,

    gir de nuevo y puse la mano en el hombro, que apret con fuerza.

    -De acuerdo, ahora s ms de lo que sabia antes. Gracias por ello; Nosvolveremos a ver pronto.

    -Debo esperarte?

    -No. Buenas noches.

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    -Buenas noches, Conrad.

    Me alej.

    Cruzar un saln puede ser a veces tarea lenta y difcil: si lleno de gente, si esagente te conoce, si todos tienen un en la mano y si uno tiende a cojear, aunque slosea ligeramente.

    Todos estos requisitos se daban all, de modo que...

    Sin pensar en nada especial, fui abrindome paso a lo la de la pared, dando unrodeo de seis metros para evitar la humana y llegar hasta el grupo de damiselasque, como siempre mariposeaban en torno al viejo clibe. Careca de barbilla,tambin de labios, y apenas le quedaba pelo; la expresin una vez dio vida a la pielde su rostro pareca haberse concentrado exclusivamente en sus ojos oscuros. Enseguida se cruzaron nuestras miradas. Le en la suya una sonrisa burlona, presagio

    de inminente afrenta.-Phil -dije, acompaando mis palabras con un gesto de cabeza-, no todo el

    mundo es capaz de escribir una pantomima as. Haba odo decir que es un arte endecadencia, pero ahora s a qu atenerme.

    -Todava ests vivo -exclam, con una voz setenta aos ms joven que el restode su persona-, y otra vez te retrasas, como de costumbre.

    -Me humillo en la ms honda contricin -le respond~, pero me retuvieron encasa de un viejo amigo para celebrar el aniversario de una damita de siete aos.

    Lo cual era verdad, pero, ciertamente, nada tiene que ver con esta historia.

    -Todos tus amigos son viejos amigos, no es cierto? -pregunt, asestndomeun golpe bajo, y slo porque una vez, hace ya mucho tiempo, conoc a sus padres yles acompa al lado sur del Erecten para ensearles el Prtico de las Caritides ylo que lord Elgin haba hecho con el resto, llevando todo ese tiempo sobre misespaldas a su retoo de ojos claros y contndole historias que ya eran viejascuando el templo se construy.

    -Necesito tu ayuda -aad, ignorando la pulla y abrindome suavemente caminoentre el delicado y excitante frufr de las sedas femeninas-. Me va a llevar toda lanoche cruzar este saln para llegar hasta donde Sands anda cortejando alvegano..., perdn, seorita!, y no dispongo de todo ese tiempo... Disclpeme,

    seora! Te pido, pues, que intervengas por m.

    -Es usted Nomiks! -suspir una deliciosa criatura, clavando sus ojazos en mimaltrecha mejilla-. Siempre quise...

    Tom su mano y la apret contra mis labios, observando los destellos rosadosde su sortija.

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    -Una jugarreta del destino, eh? -dije, y le solt la mano-. Bueno, qu dices? -pregunt, dirigindome a Graber-. Llvame all en un tiempo mnimo con tus tpicosmodales cortesanos y esa conversacin fluida que nadie osar interrumpir. Deacuerdo? Vamos.

    Asinti enrgicamente con la cabeza.

    -Perdnenme, seoras. En seguida vuelvo.

    Iniciamos nuestro recorrido a travs del saln, usando de toda nuestradiplomacia para abrirnos paso entre los invitados. Altas y majestuosas, por encimade nosotros, las araas oscilaban y giraban centelleando como inmensos satlitesde hielo. La tilelijistra, una ingeniosa arpa elica, arrojaba al aire sus notasestridentes al igual que una lluvia de vidrios de colores. La gente hormigueaba y semova como algunos de los insectos de George Emmet. Nuestro mtodo paraatravesar sus enjambres consista en poner sucesivamente un pie frente al otro, sinpausa, y emitir nuestro propio sonido. Logramos as no aplastar a ningn insecto.

    La noche era calurosa. Los hombres vestan en su mayora ese uniforme negroy fofo que el protocolo impone tirnicamente al Cuerpo Oficial en este tipo derecepciones. Los que no lo llevaban no eran miembros del Cuerpo.

    Incmodos pese a su ligereza, los uniformes se recogen y estrechan por loscostados para dejar una pechera lisa en cuya parte superior, a la altura del pechoizquierdo y casi tocaba con el hombro, luce una insignia de la Tierra, de unos sietecentmetros de dimetro, toda ella de colores: verde, azul, gris y blanco. Ms abajofigura el escudo del departamento q corresponde al portador del traje, y el smbolode su rango. La parte derecha se reserva para el ms abigarrado montn chatarraque uno pueda imaginar con vistas a simular dignidad..., y en ello nadie le va a lazaga al ingeniossimo Instituto de Distinciones, Insignias, Oropeles, Tratamientos y

    Abolengos, (IDIOTA, para abreviar...), de 105 que su Director se siente pocoorgulloso. Al cabo de diez minutos, el cuello empieza parecer un torniquete; almenos el mo.

    Las seoras llevaban, o no, lo que les apeteca. Generalmente algo alegre, otemplado, con algn color suave (a menos que tambin pertenecieran a laOficialidad, en cuyo caso iban primorosamente empaquetadas en los consabidosuniformes negros, aunque en su versin ms tolerable de minifalda y mezclamenos adusta de colores), lo cual no dejar de tener sus ventajas, entre otras la depoder distinguir mejor quin es quin.

    -Me han dicho que est aqu Dos Santos -coment.

    -As es.

    -Por qu motivo?

    -En realidad no lo s, ni me importa.

    - Vaya, vaya! Qu se ha hecho de tu sentido poltico? El Departamento deCrtica Literaria sola alabarte por l.

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    -A mi edad el olor a muerto resulta cada vez ms insoportable.

    -Y Dos Santos huele?

    -Hiede, dira yo.

    -He odo que utiliza los servicios de un antiguo socio nuestro. -. (le cuando aquelasunto de Madagascar.

    Phil lade la cabeza y me lanz una mirada guasona.

    -Te enteras muy de prisa de las cosas. Claro, eres amigo de Ellen! S, Hasnest aqu. Ahora est arriba, con Don.

    -Qu clase de peso metafsico se supone que viene a aligerar?

    -Ya te he dicho antes que ni lo s ni me importa nada.

    -Tienes alguna idea?

    -Ninguna en especial.

    Llegamos a un claro del bosque e hice una pausa para servirme el brebaje deturno, contenido en una especie de perol colgante que nos haba venido siguiendopor encima, hasta que no pude resistir ya ms la tentacin y me decid a oprimir laperilla que penda en el extremo de su rabo. Al hacerlo, el artilugio se inclin yentreabri sus fauces, revelando los helados tesoros de su interior.

    Ah, qu bien! Quieres tomar algo, Phil?

    -Cre que tenias prisa.

    -La tengo, pero antes quiero observar un poco el panorama.

    Me volv hacia l, mirndole de soslayo, y le pas lo que peda. Luego,siguiendo la direccin de su mirada, me fij en el grupo de sillones instalados en elrincn nordeste del saln, a ambos lados de la enorme thelinstra. Tocaba elinstrumento una dama de cierta edad y ojos soadores. All estaba tambin eldirector terrestre Lord Sands, fumando su pipa...

    Digamos que la pipa es una de las facetas ms interesantes de la personalidadde Lord. Se trata de una autntica Meerschaum, y no quedan muchas en el mundo.En cuanto al resto de l, su funcin se parece a la de un anti-ordenador: se le pro-

    porcionan datos, cifras y estadsticas, todo ello cuidadosamente seleccionado, y lse encarga de traducirlo a basura. Ojos oscuros y sagaces, con los que hipnotiza asu interlocutor mientras retumba su voz lenta y grave; rara vez la acompaa degestos, y cuando lo hace son bien deliberados, como cuando corta ma- jestuosamente el aire con su mano derecha o propina golpecitos con su pipa aimaginarias seoras. Sienes plateadas y cabellos negros por arriba, pmulossalientes y una tez que hace juego con el olor de su traje (siempre que puede evitael clsico uniforme). Tiene tambin tendencia a echar hacia adelante la mandbula,an ms de lo que ya sobresale, tic que repite constantemente, como si con ello se

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    sintiera ms cmodo. Ostenta un cargo poltico, por obra y gracia del gobiernoterrestre de Taler, y se toma su trabajo muy en serio, hasta el punto de sufrirperidicos ataques de lcera que prueban su dedicacin. No es el hombre msinteligente de la Tierra, pero es mi jefe. Y tambin uno de los mejores amigos quetengo.

    Junto a l se sentaba Cort Myshtigo. Casi poda palparse el odio de Phil haciaeste personaje... Un odio que lo abarcaba todo, desde las plantas azuladas de suspies de seis dedos hasta el tope de sus cabellos, aristocrticamente teidos de rosay peinados en forma de franja que le recorra el crneo de sien a sien. Y no es quePhil le odiara por ser quien era, sino ms bien, estoy seguro, por tratarse delpariente disponible ms cercano-el nieto-de Tatram Yshtigo, que cuarenta aosatrs empez a demostrar que el ms insigne de los escritores vivientes en lenguainglesa era un vegano. El viejo an persiste su empeo, y creo que Phil jams se loha perdonado.

    Por el rabillo del ojo (el azul) vi a Ellen remontar la imponente y lujosa escalinatasituada en el lado opuesto del saln. Y por el rabillo del otro ojo vi tambin que Lorel

    miraba en mi direccin.-Ya me han descubierto -dije-, y ahora he de ir a presentar mis respetos al

    William Seabrook de Taler. Vienes conmigo?

    -Bueno, muy bien -contest Phil-. Sufrir es bueno par el alma.

    Nos acercamos al rincn y nos plantamos all, frente a la dos sillas, entre lamsica y el ruido, en la sede misma del poder. Lorel se incorpor lentamente y nosdio la mano. Myshtigo se puso tambin en pie, todava ms lentamente, y omiti esaludo. Nos mir fijamente con sus ojos de mbar, y su rostro permaneciinexpresivo mientras duraron las presentaciones'. Su amplia camisa, de color

    naranja, se inflaba y desinflaba ~ comps de su respiracin, sobre todo por el aireque continuamente parecan exhalar los dos orificios ubicados en la base d suancha caja torcica. Movi pausadamente la cabeza y repiti mi nombre. Luego sevolvi a Phil con algo remotamente parecido a una sonrisa.

    -Me permitira traducir su pantomima al ingls? -pregunt, en una voz quesonaba como un diapasn a punto de apagarse.

    Phil gir sobre sus talones y se alej sin decir palabra.

    Entonces, por un instante, llegu a creer que al vegano le ocurra algo, hastaque record que la risa de los suyos suena algo as como el balido de un chivo. No

    me gusta encontrarme con veganos, por eso suelo evitar sus lugares favoritos.-Sintate -me invit Lorel, y tuve la impresin de que se senta incmodo detrs

    de su pipa.

    Saqu una silla y la puse de cara a ellos.

    -Y bien?

    -Cort va a escribir un libro -dijo Lord.

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    -Ya estoy enterado.

    -Sobre la Tierra.

    Asent con la cabeza.

    -Ha expresado su deseo de que le sirvas de gua en un recorrido por algunos delos Antiguos Lugares...

    -Es un honor para m -dije con cierta frialdad-. Tambin tengo curiosidad porsaber qu le ha movido a seleccionarme como gua.

    -Y an ms curiosidad por lo que pueda saber de usted, no es as? -dijo elvegano.

    -S, es verdad -admit-, en un doscientos por ciento.

    Me ech para atrs y apur la bebida.

    -Empec por consultar el Registro Terrestre, los Vite-Stats, al concebir porprimera vez este proyecto... Slo buscaba informacin humana en general, y luego,al toparme con una ficha interesante, acud a los bancos de datos referentes alpersonal administrativo de la Tierra...

    -Ya veo -murmur.

    -A decir verdad, me impresion ms lo que no decan de usted que lo quedecan.

    Me encog de hombros.

    -Hay muchos vacos en su carrera. Incluso ahora, nadie sabe realmente lo quehace usted la mayor parte del tiempo... A propsito, cundo naci usted?

    -No lo s. Sucedi en una pequea aldea griega, y aquel ao no habacalendarios. Aunque fue el da de Navidad, segn me han dicho.

    -Segn los registros del personal terrestre, tiene usted setenta y siete aos. Ysegn los Vite-Stats debe de tener ciento once o ciento treinta.

    -Ment un poco con la edad para conseguir empleo. Eran tiempos de crisis.

    -As pues, una vez obtenido el perfil de Nomiks, que de por s es bastante

    caracterstico, puse a trabajar los ordenadores en busca de anlogos fsicos hastacero, coma, cero, cero, uno, utilizando todos sus bancos de datos. Incluso los yafuera de uso.

    -Hay quien se dedica a coleccionar monedas antiguas o a hacer maquetas decohetes.

    -Averig que usted poda haber sido tres o cuatro y hasta cinco personasdistintas, todas ellas de origen griego, y una verdaderamente singular. Pero, desde

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    luego, Konstantin Korones, uno de los de ms edad, naci hace treinta y cuatroarios. En Navidad. Un ojo azul y otro castao. Cojea de la pierna derecha. Conservael mismo cabello que tena a los veintitrs arios. Tambin coinciden la altura y losdatos de la escala de Bertillon.

    -Y las huellas dactilares? Y las estructuras de retina?

    -Eso no se inclua en la mayora de los registros antiguos, Se ve que eran msnegligentes en aquellos das. No lo s. Quizs eran menos estrictos en vigilar elacceso a los registros pblicos..

    -Se dar usted cuenta de que ahora mismo hay ms de cuatro millones depersonas en este planeta. Si nos remontamos en el pasado, tres o cuatro siglos, meatrevera a decir que no es difcil encontrar dobles y aun triples de mucha genteactual. Qu dice usted a esto?

    -Que slo le hace ms misterioso, eso es todo. Casi le convierte a usted en unespritu del lugar donde habita..., y, curiosamente, parece usted tan desolado como

    lo est el propio lugar. Cierto que nunca llegar a su edad, sea cual fuere, pero meinteresaba saber qu tipo de sensibilidades poda cultivar un ser humano en sucaso, es decir, con una longevidad como la suya. En especial teniendo en cuentaque es usted maestro en la historia y arte de su mundo. Por eso solicit sus servi-cios -concluy.

    -Y ahora que me ha visto... desolado, como dice, puedo volverme a casa?

    -Conrad! -me recrimin el hombre de la pipa.

    -No, seor Nomiks. Hay tambin otras consideraciones prcticas. Este es unmundo duro y difcil, y usted posee un elevado potencial de supervivencia. Lo quieroconmigo porque deseo sobrevivir.

    Una vez ms me encog de hombros.

    -Bueno, eso queda claro. Hay algo ms?

    Se ri entre dientes.

    -Me doy cuenta de que le resulto desagradable.

    -Qu diablos ha podido inspirarle esa idea? Slo por haber insultado a miamigo, hacerme preguntas impertinentes, requerir caprichosamente mis servicios...

    explotar a sus compatriotas, convertir su mundo en un burdel y demostrar elprovincianismo de los humanos en comparacin con una cultura galcticainfinitamente ms antigua...

    -No hablo de cuestiones de raza a raza, sino de cosas personales. Y repito lodicho: ha insultado usted a mi amigo, me ha hecho preguntas impertinentes y me haobligado a que le sirven sus caprichos.

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    -(Gangueo de chivo!) Respondo a las tres acusaciones! Es una afrenta a losespritus de Homero y Dante permitir que ese hombre cante para la raza humana.

    -De momento no hay nadie que lo haga mejor.

    -Entonces ms valdra pasarse sin nadie.

    -Ello no es motivo para tratarle de esa manera.

    -Yo creo que s lo es. De otro modo me habra callado... Segundo, tengoderecho a hacer las preguntas que juzgue oportunas, y es privilegio suyo respondero no a ellas segn su criterio, tal como lo ha hecho. Finalmente, nadie le haimpuesto a usted nada. Es usted un funcionario. Le han asignado una misin.Disctalo con su Departamento, no conmigo. Por aadidura, creo que carece ustedde datos suficientes para usar la palabra capricho tan libremente como lo hace -termin.

    Por la expresin de Lorel deduje que su lcera comentaba silenciosamente

    nuestra conversacin, mientras yo aada:-Entonces llame usted a su grosera, si quiere, buena fe..., o producto de otra

    cultura. Justifique su influencia con todas las argucias que se le ocurran, y diga todolo que le pase por la mente. Y tampoco se prive, por favor, de lanzarme a la carasus calumniosos juicios, para que pueda a mi vez juzgarle. Se porta usted como unGobernador General de las Colonias de Su Majestad -pronunci bien lasmaysculas-, y no me gusta. He ledo todos sus libros. Tambin los de su abuelo,por ejemplo su Lamento de una Tierra prostituta, y nunca ser usted lo que es l. Enl hay algo llamado compasin. En usted no. Todo cuanto siente acerca del viejoPhil lo es usted por partida doble... en mi libro.

    Con lo del abuelo deb poner el dedo en la haga, porque se acobard cuando lemir fijamente con mi ojo azul.

    -As que estamos en paz! -aad, eso o algo parecido, en vegano.

    Sands no habla el suficiente vegano como para entender lo que dije, peroinmediatamente se puso a hacer ruiditos conciliadores, mirando a un lado y a otropara asegurarse de que no nos oan.

    -Conrad, por favor, recobra tu actitud profesional y comprtate como debes. SrmShtigo, por qu no seguimos hablando de nuestro plan?

    Myshtigo sonri, con su sonrisa verdiazul.

    -Y minimizamos nuestras divergencias? De acuerdo.

    -Entonces vayamos a la biblioteca... Es un sitio ms tranquilo, y podemosutilizar el mapa luminoso.

    -Muy bien.

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    Me sent un poco ms animado al ponerme en pie con ellos, porque Don DosSantos estaba all arriba y odia a los veganos y porque dondequiera que est DosSantos siempre lo acompaa Diane, esa chica de la peluca roja que odia a todo elmundo George Emmet se encontraba tambin arriba, con Ellen. . George no seinmuta por nada, parece tener sangre de horchata delante de extraos (o deamigos, por lo que hace al caso). Quiz se le ocurriera tambin a Phil darse una

    vuelta por all algo ms tarde, y abrir el fuego contra Fort Sumter. Finalmente estabaHasn~. No habla mucho, se limita a sentarse y fuma su hierba con mirada perdida,de ojos opacos... Y si a uno le da por sentarse a su lado y aspirar un par debocanadas de s ponzoa, le importa ya un bledo lo que haya dicho a los vegano o aquien sea.

    Esperaba encontrar a Hasn con la memoria embotada vagando por algn lugarms o menos remoto de las nubes.

    Mis esperanzas se disiparon en cuanto entramos en la biblioteca. All estaba

    sentado, con la espalda bien erguida y bebiendo a sorbitos una limonada.A sus ochenta o noventa aos, o ms, aparentaba unos cuarenta, y hasta

    podra fingir que no pasaba de los treinta. Lo tratamientos Sprung-Samser habanrespondido magnficamente en l. No ocurre siempre as. Casi nunca, de hecho. Aalguno pacientes les someten a un proceso acelerado de descargas anifilcticas sinmotivo que lo justifique, y ni siquiera un chorro intracardaco de adrenalina es capazde regenciarlos. Otros, ~ mayora, se congelan en los cinco o seis decenios. Peroes cierto que unos pocos selectos llegan a rejuvenecer con el tratamiento. Ms omenos uno entre cien mil.

    Me pareci curioso que el destino hubiera elegido a Hasn para figurar en su

    galera de grandes trofeos, y de esa manera!Haban pasado ms de cincuenta aos desde el affaire de Madagascar, cuando

    Hasn fue empleado por la Radpol para su vendetta contra los taleritas. Le pag elgran K., descanse en paz!, en Atenas, despus de enviarle a dar buena cuenta dela Compaa Inmobiliaria Terrestre establecida por ellos all Y lo hizo, vaya silohizo! Con un aparatito nuclear. Plaf! Re novacin urbana instantnea. Por algo slounos pocos se permiten llamarle Hasn el Asesino; es el ltimo mercenario quequeda en la Tierra.

    Adems, dejando aparte a Phil (que no siempre ha sido el nico en blandirespadas sin filo ni pomo), Hasn se contaba entre los poqusimos que podan an

    recordar al viejo Karaghis. As que, barbilla al frente y hongos cutneos a babor,trat de enturbiar su mente de una primera mirada. Tal vez actuaban remotos ymisteriosos poderes, aunque lo dudo, o estaba ms achispado de lo que yo crea, locual era muy posible, o se haba olvidado de mi cara -cosa tambin posible, aunquenada probable- o, finalmente, ejerca su tica profesional o una baja astucia animal.(Poesa ambas. cosas en grado diverso, pero predominaba la zorrera.) El caso esque no se alter lo ms mnimo cuando nos presentaron.

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    -Hasn, mi guardaespaldas -dijo Dos Santos, luciendo como un flash la mejorde sus sonrisas mientras yo estrechaba la mano que en su da, por as decirlo, tuvoal mundo en un puo.

    Todava conservaba su antigua fuerza.

    -Conrad Nomiks -dijo Hasn, bizqueando como si estuviera leyendo mi nombreen un pergamino.

    Puesto que ya conoca a todos los dems, me encamin presuroso a la silla loms lejana posible de Hasn, y casi todo el tiempo mantuve mi segunda bebida a laaltura de la cara, para mayor seguridad.

    Diane, la de la roja peluca, se hallaba cerca, de pie.

    -Buenos das, seor Nomiks.

    Baj el vaso.

    -Buenas noches, Diane.

    Alta, esbelta, casi toda ella de blanco, pareca un cirio al lado de Dos Santos. Sque lo que lleva es una peluca, porque alguna vez he visto cmo se corra haciaarriba, revelando parte de una interesante y fea cicatriz que de ordinario tapa con elflequillo. A menudo me he preguntado por el significado de esa cicatriz, cuandodesde mi embarcacin anclada contemplaba los fragmentos de constelaciones queasomaban entre las nubes, o mientras desenterraba maltrechas estatuas. Labiosprpura (tatuados, creo), que nunca he visto sonrer. Los msculos de su mandbulaparecen cuerdas en tensin, porque los dientes estn siempre apretados; y a fuerzade fruncir el entrecejo, ha quedado entre sus ojos la marca de una pequea v alrevs. Su barbilla es menuda, y la mantiene siempre muy empinada, quizs en sonde desafo. Apenas mueve la boca cuando habla en ese tono seco y cortante que lees tan caracterstico. En cuanto a su edad, es imposible de adivinar. Pasa de lostreinta, eso es todo.

    Ella y Don forman una pareja interesante. l es moreno locuaz, fumadorempedernido e incapaz de sentarse y permanecer quieto durante ms de dosminutos. Ella le lleva doce o trece centmetros de estatura, y es como una vela quearde sin parpadear. An no conozco del todo su historia. Creo que nunca llegar asaberla.

    Se acerc, quedndose de pie junto a mi silla mientras Lore presentaba Cort aDos Santos.

    -T... -dijo.

    -Yo... -contest.

    - as a dirigir la expedicin.

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    -Todo el mundo est al corriente de los detalles menos yo -dije-. Supongo queno ser pedirte demasiado que me pases, unas migajas de tu conocimiento delasunto.

    -Qu conocimiento y qu asunto? -fue su respuesta.

    -Hablas como Phil -dije.-No era mi intencin.

    -Pero lo has hecho. Por qu?

    -Por qu, qu?

    -Por qu t? Y Don? Por qu estis aqu, precisamente esta noche?

    Pas la lengua por el labio superior, apretndola despus con fuerza, comopara exprimir el zumo de unas uvas o evitar que se le escaparan las palabras.Luego dirigi la vista hacia Don, pero ste se hallaba demasiado lejos parapodernos or; en todo caso, miraba en otra direccin. Pareca estar muy ocupadosirvindole a Myshtigo una autntica Coca del recipiente areo. La frmula deesta bebida haba sido el hallazgo arqueolgico del siglo, segn los veganos. Seperdi durante los Tres Das, y haca slo una dcada, o algo as, que se haba re-cuperado. Claro que ya se conocan muchos brebajes similares, pero ninguno deellos se acomodaba al metabolismo de los veganos como el producto genuino. Lasegunda aportacin terrestre a la cultura galctica, la lleg a definir uno de los his-toriadores contemporneos. La primera, por supuesto, era un nuevo tipo deproblema social cuya aparicin los aburridos filsofos veganos haban estadoacechando durante generaciones.

    Diane volvi a mirarme.

    -No lo s todava -dijo-. Pregntaselo a Don.

    -Lo har.

    Y lo hice. Aunque ms tarde. No me llev ninguna desilusin, puesto que noesperaba nada.

    Sin embargo, mientras estaba all sentado tratando por todos los mediosposibles de or lo que decan, tuve de repente una interferencia paravisual, de sasque alguien me dio una vez a conocer corno realizacin pseudoteleptica dedeseos, o cosa parecida. Funciona as:

    Supongamos que quiero saber lo que se est tramando en alguna parte. Casitengo la suficiente informacin para adivinar de qu se trata. Y lo adivino. Slo queme viene como si lo estuviera viendo y oyendo por los ojos y odos de uno de los delgrupo. Propiamente no es telepata, no creo que lo sea, porque a Veces resultafalso. De todos modos, el fenmeno siempre parece real.

    El hecho es que en tales casos todo aparece muy claro menos la causa.

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    Lo cual explica por qu de repente. me encontraba de pie en medio del saln,miraba a Myshtigo, era Dos Santos, y estaba diciendo:

    -Le acompaar para velar por su seguridad. No como secretario de la Radpol,sino como simple ciudadano.

    -No he solicitado su proteccin -deca el vegano-, pero gracias de todas formas.Aceptar su ofrecimiento para evitar morir a manos de sus compatriotas -sonrea aldecir esto ltimo-, suponiendo que quisieran matarme durante mis viajes. Dudo quetengan esas intenciones, pero sera necio por mi parte rechazar la proteccin deDos Santos.

    -Obra usted concienzudamente -dijimos, inclinando ligeramente la cabeza.

    -Estoy seguro de ello -respondi Cort-. Dgame, por favor -y seal con la vistahacia Ellen, que en aquel momento terminaba alguna discusin con George y hacaademn de marcharse-, quin es ella?

    -Ellen Emmet, la esposa de George Emmet, director del Departamento deConservacin de la Naturaleza.

    -Cul es su precio?

    -No tengo idea de que haya mencionado alguno recientemente.

    -Bueno... Cul era antes?

    -Nunca lo ha tenido.

    -Todo tiene un precio en la Tierra.

    -Entonces supongo que deber usted averiguarlo por su cuenta.

    -Lo har -dijo.

    Nuestras mujeres siempre han atrado de manera curiosa los veranos. Uno destos me dijo en cierta ocasin que hacan sentirse zofilo. Lo cual esinteresante, pues una chica de vida alegre de las que salen con turistas en la Cted'Or me dijo tambin una vez, con soma, que ante los veganos se senta como unezoophiliste. No s qu tienen esos aires par excitar as a su respectiva fauna, debende hacer cosquillas algo por el estilo.

    -A propsito -continuamos-, sigue usted golpeando a su mujer ltimamente?

    -A cul de ellas? -pregunt Myshtigo.

    Borrn, y de vuelta a mi asiento.

    -Y t -deca en aquel momento George Emmet, dirigindose a m-, quopinas?

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    Le mir a la cara. Apenas llevaba all un instante. Rab surgido de repente y sehaba encaramado en el ancho brazo de mi butaca.

    -; Qu decas? Estaba cabeceando.

    -Te deca que hemos vencido al murcilago-araa. Y te preguntaba qu te

    parece.-Muy bien -respond-. Ahora cuntame cmo hemos vencido al murcilago-

    araa.

    Pero l rea. Es de esos tipos en los que la risa brota siempre como algoimprevisible. Uno lo ve por ah das y das con cara larga, y luego por cualquiercosilla se le dispara el resorte Cuando re emite sonidos entrecortados, como unbeb, impresin que an contribuye a reforzar su aspecto un tanto flccido y laescasez de su pelo. Esper. Ellen descargaba ahora sus iras. contra Lorel, y Diane,de espaldas, lea los ttulos de los libros, en los estantes.

    Por fin habl George.-He logrado sintetizar una nueva raza de sush -me susurr confidencialmente.

    -Ah, s? Magnfico! -Luego, con ms suavidad, me atrev a preguntarle-: Y,qu es eso de sush?

    -El slish es un parsito que procede de Bakab -explic-, como una garrapatagrande. Los mos tienen casi un centmetro de largo -aadi con orgullo-. Penetranmuy hondo en la carne y segregan una sustancia extremadamente venenosa.

    -Son mortales?

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    -Los mos s.

    -Me podras prestar uno? -le pregunt.

    --Para qu?

    -Para ponrselo a cierto individuo en la espalda. Pensndolo bien, prstame unpar de docenas. Tengo muchos amigos.

    -Mis ejemplares no sirven para personas, slo para murcilagos~araa. Sondiscriminativos. Las personas envenenaran a mis sushii. -Pronunci mis sush entono de absoluta posesin-. Su husped ha de tener un metabolismo basado en elcobre, ms que en el hierro, y se es el caso de los murcilagos~araa. Por esoquiero ir contigo en este viaje.

    -Lo que quieres es que te encuentre un murcilago-araa y lo sujete bienmientras le endilgas tus slishi. No es eso?

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    -Bueno, a decir verdad s que me gustara tener un par de esos animales enreserva... El mes pasado se me agotaron los disponibles, pero ahora estoy yaseguro de que los slishi surtirn efecto. Quiero proseguir hasta provocar laepidemia.

    -Qu epidemia?

    -Entre ellos, los murcilagos... Los slishi se multiplican con gran rapidez en elmedio terrestre cuando se les proporciona el husped adecuado, y se vuelven muycontagiosos si se escoge bien el momento ms apropiado del ao para suinoculacin. Yo haba pensado en la poca de celo de los murcilagos-araa quean pululan por el suroeste. Comenzar dentro de unas seis ti ocho semanas en lazona de California, en un antiguo lugar llamado Capistrano... En realidad no es yaun sitio tan caliente como antes. Tengo odo que vuestro viaje os llevar poraquellas tierras aproximadamente en esa poca. Cuando los murcilagos regresena Capistrano, quiero estar all esperndolos con los sush. Adems, tampoco mevendrn del todo mal unas vacaciones.

    -Ya... Has hablado de todo esto con Lorel?-S, v cree que es una buena idea. De hecho, desea encontrarse con nosotros

    all y tomar fotos. Quiz sea sta una de las pocas oportunidades que nos quedenpara verlos de cerca, oscureciendo el cielo con su vuelo, anidando entre las ruinasdel modo en que lo hacen, devorando jabales, depositando sus excrementosverdes en las calles... No es maravilloso?

    - Uf! Una especie de Halloween, eh? Y qu pasar con todos esos jabalessi acabamos con los murcilagos-araa?

    --Oh! Habr ms. Pero me figuro que los pumas les impedirn multiplicarse

    corno conejos australianos En todo caso, ms vale tener jabales que murclagos-araa, no crees?

    -Ni los unos ni los otros me entusiasman, pero ahora que lo dices, prefiero losjabales, desde luego. S, hombre, puede venirse con nosotros.

    -Gracias -dijo-, ya saba que poda contar con tu ayuda,

    -No hay de qu.

    En aquel momento Lord reclamaba nuestra atencin con sonidos guturales quepodan tomarse por disculpas. Se hallaba de pie junto a la gran mesa central, antela que descenda lentamente una pantalla de amplias dimensiones. Funcionaba POtransparencias superpuestas, por lo que nadie tuvo que cambiarse de sitio para noestorbar la proyeccin. Lord apret un botn y las luces de la sala se atenuaron.

    -Voy a proyectarles una serie de mapas -dijo~, si logro que este sincronizador... Ah! Ya est!

    En la pantalla aparecieron, en color, el norte de frica y l~ mayora de los piasesmediterrneos.

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    -Es ste el mapa que quera ver en primer lugar? -le pregunt a Myshtigo.

    -S, ste era... en definitiva -respondi el corpulento vegano, interrumpiendo sudiscreta conversacin con Ellen, a l~ que haba acorralado en el rincn de HistoriaFrancesa bajo un busto de Voltaire.

    Las luces disminuyeron an ms y Myshtigo se aproxim la mesa. Mir almapa, y luego a nadie en particular.

    -Deseo visitar ciertos lugares clave que, por una u otra razn, son importantesen la historia de su mundo -dijo-. Me gustara empezar por Egipto, Grecia y Roma.Despus quisiera proseguir mi itinerario pasando rpidamente por Madrid, Pars yLondres. -Los mapas iban sucedindose mientras hablaba, aunque a ritmo mslento que su palabra-. A continuacin deseara ir a Berln, tocar Bruselas y, trashaber visitado San Petersburgo y Mosc, cruzar de nuevo el Atlntico y parar enBoston, Nueva York, D.C., Chicago -Lorel sudaba-, siguiendo luego hacia el sur,hasta Yucatn, y de all finalmente volver atrs al territorio de California.

    -En ese orden? -pregunt.-S, en ese orden -respondi l.

    -Qu pasa con la India y el Oriente Medio... o el Extremo Oriente, si vamos alcaso? -inquiri una voz que inmediata mente reconoc como la de Phil: habaentrado en la biblioteca con las luces ya casi apagadas.

    -Nada -dijo Myshtigo-, simplemente que hay mucho lodo y arena, y hacedemasiado calor. Adems, tampoco tienen nada que ver con lo que busco.

    -Y qu busca?

    -Un tema.

    Qu clase de tema?

    -Ya le enviar una copia firmada.

    -Gracias.

    -A su disposicin.

    -Cundo quiere partir? -le pregunt yo.

    Pasado maana -contest.-De acuerdo.

    -He mandado confeccionar para usted mapas detallados de las zonasespecficas. Lord me dice que ya han sido entregados en su despacho esta tarde.

    -De acuerdo otra vez. Pero hay algo que quizs haya podido escaprsele. Setrata de que todos los lugares citados por usted hasta ahora son continentales.

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    Nuestra cultura actual es mayormente insular, y por muy buenas razones. Durantelos Tres Das los continentes sufrieron una buena rociada, y muchos de los sitiosque usted ha nombrado tienden todava a estar algo calientes. Aunque sta no seala nica razn por la que se consideran poco seguros...

    -Su historia no me es del todo desconocida, y tampoco ignoro el peligro de las

    radiaciones -me interrumpi-. Asimismo, estoy al corriente de la variedad de nuevasformas de vida que pueblan los Antiguos Lugares. Todo eso me preocupa mo-deradamente, pero no me inquieta.

    Me encog de hombros en la penumbra.

    -Por m...

    -Bien -tom otro sorbo de Coca-. Por favor, Lord, ya puede encender la luz.

    -Muy bien, Srm.

    La habitacin se ilumin de nuevo.

    Mientras la pantalla ascenda hasta desaparecer en el techo, Myshtigo mepregunt:

    -Es cierto que conoce usted a varios mambos y houngans aqu, en Port-au-Prince?

    -S, desde luego -dije-. Por qu?

    Se acerc a mi.

    -Tengo entendido - prosigui en tono de conversacin-que el vud, o voudoin,

    ha sobrevivido y se ha conservado prcticamente intacto durante siglos.

    -Es posible -respond-. Yo no estaba aqu cuando empez, as que no puedodecrselo con certeza.

    -Tambin s que a sus adeptos no les agrada demasiado presencia deextraos...

    -Eso es cierto. Pero organizarn para usted una buena exhibicin si encuentrael hounfor adecuado y les deja caer algunos regalillos.

    -No, eso no me interesa. Lo que quiero es ver una autntica ceremonia. Si

    pudiera asistir con alguien que no fuera extrao a los participantes, quiz lograrapresenciar los ritos genuinos

    -Con qu propsito? Curiosidad morbosa por conocer costumbres brbaras?

    -No. Me atrae el estudio de las religiones comparadas.

    Examin su rostro con atencin, pero no pude sacar nada en limpio.

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    Haba pasado ya algn tiempo desde que visit por ltima vez a Mam Julie,Pap Joe o los dems, y el hounfour tampoco se encontraba muy lejos, peroignoraba cmo lo tomaran si me presentaba all con un vegano. Aunque antes, porsupuesto nunca me haban dicho nada por ir con alguien.

    -Bueno... -comenc.

    -Slo deseo observar -dijo Myshtigo-. Ser muy discreto. Apenas notarn queestoy all.

    Murmur algo entre dientes y por fin acced. Conoca muy bien a Mam Julie, yno vi que hubiera mucho mal en ir con .

    -De acuerdo -dije-. Le llevar a ver a uno de ellos. Est

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    All en el interior de la isla existan otros hounfors ms refinados, pero algocontagiados de comercialismo.

    La nave de Agu resplandeca de azul, naranja, verde, amarillo y azabache, yno pareca estar en muy buenas condiciones para echarse a la mar. DamballaWedo, carmes, retorca y enroscaba su fea figura casi a todo lo largo de la pared

    opuesta. Fuera, Pap Joe acariciaba rtmicamente unos grandes tambores, lostpicos rada, sentado a la derecha de la puerta por la que entramos... la nicapuerta. Varios santos cristianos escudriaban con expresin impenetrable elrevoltijo de luminosos corazones, gallos, cruces mortuorias, banderolas, machetes ycaminos enmaraados, que se aferraban a casi cada centmetro de los muros -congelados tras la hecatombe en el surrealismo de las anfotricas pinturas de Titn-, y no era posible decir si los santos aprobaban o no todo aquello: desde sus marcosdestartalados contemplaban el espectculo como desde ventanas abiertas a unmundo totalmente extrao

    Sobre el pequeo altar se vean numerosas botellas de bebidas alcohlicas,pequeas calabazas, vasos sagrados para los espritus de los loa, amuletos, pipas,

    banderas, fotos en relieve de personas desconocidas y, entre otras cosas, unpaquete de cigarrillos para Pap Legba.

    Precisamente una ceremonia estaba en curso cuando nos invit a pasar alinterior un joven hounsi llamado Luis. La habitacin tena unos ocho metros de largopor cinco de ancho, su techo era alto y el suelo estaba sucio. Los danzantes semovan en torno a un poste central, contonendose al ritmo de sus pasos lentos. Supiel era negra como el carbn y brillaba a la dbil luz de las viejas lmparas depetrleo. Al entrar nosotros, el poco espacio libre qued reducido al mnimo.

    Mam Julie me cogi de la mano y sonri. Me condujo a lugar detrs del altar ydijo:

    -Erzulie ha sido amable.

    Asent.

    -Ella te aprecia, Nomiks. Vives muchos aos, viajas mucho y regresas.

    -Siempre -dije.

    -Esa gente...?

    Seal hacia mis compaeros con un rpido movimiento sus ojos negros.

    -Son amigos. No molestarn...

    Se ech a rer cuando lo dije. Yo hice lo mismo.

    -Los mantendr apartados si nos permites quedarnos. E taremos en laoscuridad, a los lados de la habitacin. Si a dices que me los lleve, lo har. Veo quehabis bailado ya mucho, y vaciado muchas botellas...

    -Quedaos -dijo-. Ven por aqu alguna vez a charlar conmigo, de da.

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    -Lo har.

    Se alej de m, y los danzantes le hicieron sitio en su crculo. Era muycorpulenta, en contraste con su vocecita insignificante. Se mova como una enormemueca de caucho, no si garbo, marcando sus pasos al comps de la montonapercusin de los tambores de Pap Joe. A poco este sonido lo llen todo - mi

    cabeza, la tierra, el aire-, como tal vez los latidos de corazn de la ballena queantao devor a Jons. Observ a los danzantes, y tambin a quienes observabana los danzantes.

    Beb medio litro de ron intentando ponerme a tono con e ambiente, pero no lologr. Myshtigo segua ingiriendo Coca de una botella que haba trado consigo.Nadie not su aire deprimido, pero habamos llegado all bastante tarde y las cosasiban ya avanzadas, adondequiera que fuesen.

    Peluca Roja permaneca quieta en un rincn, contemplando el cuadro con unamezcla de miedo y desdn. Tena a su lado una botella, pero la ignoraba. Myshtigotena a su lado a Ellen e igualmente la ignoraba. Dos Santos se mantena junto a la

    puerta y vigilaba a todo el mundo..., incluso a m. Hasn, acurrucado contra lapared, fumaba una larguisima pipa terminada en una minscula cazoleta. Parecaestar en paz.

    Mam Julie, creo que era ella, empez a cantar. Pronto le hicieron eco otrasvoces:

    Papa Legba, ouvri bay!

    Papa Legba, Attibon Legba, ouvri bay pou pou pass!

    Papa Legba...

    Y as una vez y otra, y otra, y otra. Empez a entrarme el sueo. Ech otro tragode ron, pero me dio ms sed y segu bebiendo.

    Haba perdido ya la nocin del tiempo que llevbamos all, cuando de prontosucedi. Durante todo aquel rato los danzantes haban estado besando el poste,cantando, golpeando las calabazas y rocindose de lquidos diversos. Un par dehauns, en trance, gesticulaban y pronunciaban palabras incoherentes sobre unsuelo de harina pisoteada; el humo del tabaco impregnaba la atmsfera hasta

    hacerla casi irrespirable. Yo me haba recostado contra la pared, y creo que misojos haban llegado a cerrarse durante uno o dos minutos.

    El sonido parti de donde menos se esperaba.

    Hasn grit.

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    Fue como un largo gemido, que primero me sacudi hacia delante, parahacerme luego perder el equilibrio y lanzarme de nuevo contra la pared conbrusquedad.

    Los tam-tams prosiguieron impasibles su montono redoble. Cuando algunos delos danzantes se detuvieron para mirar hacia lugar de la inesperada interrupcin.

    Hasn se haba puesto en pie. Sus blancos dientes resaltaban en la oscuridad ysus ojos eran puntos de fuego; brillante de sudor, su rostro mostraba las sealesinequvocas de una extrema excitacin.

    Su barba era una punta de lanza presta a dispararse.

    Su capa, enganchada en algn adorno, en lo alto de la pared, se abra en dosnegras alas.

    Sus manos, con gesto lento e hipntico, intentaban estrangular a alguien que noexista.

    De su garganta salan sonidos roncos, como los de un animal salvaje.

    Continu apretando en el vaco.

    Por fin, con una risa ahogada, solt a su invisible presa y abri las manos.

    Casi inmediatamente surgi Dos Santos a su lado y se puso a hablarle, peroestaban en dos mundos diferentes.

    Uno de los danzantes murmur algo en son de queja. Otro se le uni..., y luegootros.

    Mam Julie abandon el crculo y vino hacia m, justo el instante en que Hasnvolva a reanudarlo todo, esta v con gestos an ms espectaculares.

    El tam-tam continu su lento y pesado retumbar.

    Pap Joe ni siquiera levant la vista.

    -Mal presagio -dijo Mam Julie-. Qu sabes de es hombre?

    -Muchas cosas -repuse, poniendo toda la fuerza de r voluntad en mantenerclara la cabeza.

    -Angelsou -dijo ella.-Qu?

    -Angelsou -repiti-. Es un dios tenebroso..., y temible. Tu amigo est posedopor Angelsou.

    -Explcate, por favor.

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    -Raramente viene a nuestro hozinlar. No lo queremos aqu. Sus posesos seconvierten en asesinos.

    -Lo que yo creo es que Hasn estaba probando alguna nueva mezcla para supipa, a base de ambrosa o algo semejante.

    -Angelsou -dijo ella otra vez-. Tu amigo matar a alguien porque Angelsou es undios de muerte y slo visita a los suyos

    -Mam Julie -le respond-. Claro que Hasn mata! si te metieras en la boca unapastilla de chicle por cada hombre a quien ha matado y trataras de mascarlo todo,pareceras una ardilla. Esa es su profesin, matar... Aunque dentro de los limites dela ley, generalmente. Puesto que el Cdigo Ducho tiene vigencia en el Continente,es all, sobre todo, donde hace SL trabajo. Alguna vez se ha rumoreado que notodos sus trabajos fueron legales, pero esto nunca ha podido probarse... Dime -conclu-. Es Angelsou el dios de los que matan, o el dio5 de los asesinos? Debehaber una diferencia entre ambas cosas no?

    -No para Angelsou -respondi ella.En aquel momento Dos Santos, tratando de acabar con l~ escena, cogi a

    Hasn fuertemente por las muecas. Intentaba separarle las manos, pero... Bueno,que alguien intente alguna vez doblar los barrotes de hierro de una celda o de unajaula de fieras, y se har una idea de la situacin.

    Cruc el recinto, como lo hicieron varios otros. Fue una buena decisin, porqueHasn finalmente se dio cuenta de que haba alguien delante de l y liber susmanos. A continuacin, con gesto rpido, sac de entre los pliegues de su capa uncuchillo largo y afilado.

    Si tena o no la intencin de plantrselo a Don o cualquier otro de nosotrosquedar para siempre en duda, pues en aquel mismo instante Myshtigo tapon subotella de Coca con el pulgar y asest con ella a Hasn un fuerte golpe detrs delodo. El rabe se desplom hacia delante y Don lo sujet, mientras yo le arrancabael estilete de entre los dedos y Myshtigo terminaba de beberse la Coca.

    -Una ceremonia interesante -observ el vegano-. Nunca hubiera sospechadoque este gigantn abrigaba sentimientos religiosos tan intensos.

    -Ello slo confirma que uno nunca puede estar seguro de nada, no cree?

    -As es. -Luego, sealando con un gesto a los presentes, aadi-: Todos ellosson pantestas, no?

    Lo negu con la cabeza.

    -Animistas primitivos -respond.

    -Qu diferencia hay?

    -Pues, por ponerle un ejemplo, esa botella que acaba usted de vaciar sercolocada sobre el altar, o pero, como lo llaman ellos, para servir de vaso sagrado a

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    Angelsou, dada la ntima relacin que hace un instante ha tenido con el dios. As escomo un animista ve ms o menos las cosas. Ahora bien, un pantesta se sentira,como es natural, un tanto molesto por la presencia en sus ceremonias de genteextraa y no invitada previamente, que viene a perturbaras y crear problemas comolo hemos hecho nosotros. Su impulso normal sera sacrificar los intrusos a AguWoyo, dios del mar, golpendoles a todos en la cabeza en una ceremonia

    semejante, y arrojarlos luego al agua desde el extremo del muelle. Por eso, confoen que no tendr que explicar a Mam Julie que todos esos que ahora nos estnmirando son verdaderos animistas. Disclpeme un momento.

    En realidad la cosa no era para tanto, pero quise asustarle un poco. Creo que loconsegu.

    Despus de presentar mis excusas y desear a todo el mundo buenas noches,cargu con Hasn. Estaba inconsciente y yo era el nico del grupo lo bastantegrande y fuerte para aguantar su peso sobre mis espaldas.

    Excepto por nosotros, la calle estaba enteramente desierta, Y en algn lugar,

    justo bajo el borde oriental del mundo, la gran nave de fuego de Agu ~Voyo hendalas olas del salpicando el cielo de sus colores favoritos.

    Dos Santos, que caminaba a mi lado, dijo:

    -Quiz tenias razn y hubiese sido mejor dejaros solos.

    No me tom la molestia de contestarle, pero Ellen, que por delante conMyshtigo, se detuvo y volvise hacia nosotros.

    -Tonteras -dijo-. Si no hubiramos venido, nos habamos perdido el maravillosoy dramtico monologo del cante de tiendas.

    Para entonces me haba acercado a ella lo suficiente, y dcimas de segundosus dos manos rodearon mi cuello, apret, pero se puso a hacer muecas horriblescon la diciendo..

    -Uuuh... Grrr... Aaah. Estoy poseda de Angelsou, preprate a morir!

    Y solt una carcajada.

    -Sultame la garganta o te tiro encima este rabe dije, comparando el naranjaoscuro de sus cabellos con el rosa del firmamento tras ella, y sonre-. Te aseguroque pesa suyo.

    Un instante antes de soltarme presion sobre m ~ quiz un poco ms de lacuenta para ser una broma. Liberndome definitivamente, volvi con Mystitjgo ysegu caminando como antes. En general las mujeres no suelen abofetearme,porque siempre les presento primero la otra mejilla del eccema, y se asustan: unpequeo apretn de cuello era pues, la nica alternativa, supongo.

    - Interesantsimo! -dijo Peluca Roja-. Me senta rara como si algo dentro de mbailara con ellos. Qu impresin tan extraa! Sobre todo no gustndome el baile;ni as, ni de ninguna otra manera.

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    blanco, las de otros muchos personajes de menor cuanta. La tuya, con todo,plantea un problema.

    -Cmo cul?

    -Tengo que estar actualizndola continuamente. T sigues y sigues, con el

    mayor descaro..., viviendo, haciendo cosa:-Te parece mal?

    -La mayora de las personas tienen la decencia de lo que sea durante mediosiglo y luego se quitan de la circulacin. Sus odas no presentan ningn problema.He armarios con ellas. Pero me temo que la tuya va a ser de ltimo minuto conalgn final discordante. No me gusta trabajar as. Prefiero disponer de un lapso devarios aos deliberar, evaluar la vida de una persona cuidadosamente prisas. Losque vivs vidas como romances me ponis en aprietos. Ms que una oda creo queme queris forzar a escribir epopeya, y estoy ya demasiado viejo para eso. A vecesquedo dormido en cualquier sitio.

    -Me parece que no eres justo -le dije-. Otros llegan bien a leer sus odas, y yoincluso me conformara con un de buenas quintillas.

    -Bueno, en todo caso tengo el presentimiento de que voy a tardar mucho enacabar la tuya -observ-. Tratar enviarte una copia a tiempo.

    - Oh! De dnde brota ese impulso generoso?

    -Quin puede identificar la fuente de una inspiracin?

    -Dmelo t.

    -Me vino de repente mientras meditaba. Trataba de componer un poema sobreel vegano, puro entrenamiento, por supuesto..., y me sorprend a m mismopensando: Pronto terminare el del griego.

    Tras un breve instante de silencio, prosigui:

    -Intenta representarte eso: t mismo como dos hombres, cada uno ms alto queel otro.

    -Podra hacerlo delante de un espejo, cargando mi peso alternativamente sobreuna pierna y otra. Puesto que tengo sta ms corta... Bien, ya me lo estoyrepresentando. Y

    -Nada. No abordas estas cosas como se debe.

    -Es una tradicin cultural contra la que nadie ha podido nunca inmunizarme.Como los nudos, los caballos... Gordin, Troya. Ya sabes. Somos taimados.

    Caminamos diez pasos ms en silencio.

    -Plumas o plomo? -le pregunt de repente.

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    -Cmo?

    -Es el acertijo de los kallikanzaroi. Elige una de las cosas.

    -Plumas?

    -Te has equivocado.Y si hubiera dicho plomo...?

    Aj... No vale. Slo tienes una oportunidad. La respuesta correcta es la que elkallikanzaros quiere que sea. Has perdido.

    -Eso suena un poco a arbitrario, no?

    -As somos los kallikanzaroi. Es un tipo griego, ms que oriental, de sutileza. Yno tan insondable. Porque a menudo tu vida depende de la respuesta, y en generalel kallikanzaros quiere que pierdas.

    -Y eso por qu?

    -Pregntaselo al prximo kallikanzaros que encuentres, si tienes ocasin. Songente ruin.

    Llegamos a la avenida que serva de acceso al hotel.

    -A qu se debe tu repentino inters por la Radpol otra vez? -me pregunt-.Hace ya mucho tiempo que te fuiste.

    -Me march cuando deba, y todo lo que me interesa es saber si ahora estresucitando... como en los viejos tiempos. Hasn viene primero en la lista porque

    siempre se le escapa algo, y quiero averiguar lo que hay detrs de todo esto.-Te preocupa que sepan tantas cosas de ti?

    -No. Podr ser algo incmodo, pero dudo que me inhabilite por completo.

    El Royal se ergua majestuoso ante nosotros cuando entramos. Nos dirigimosdirectamente a la suite. Mientras atravesbamos el alfombrado vestbulo, Phil, en unarranque de perspicacia observ:

    -Otra vez te estoy sirviendo de tapadera.

    --Ms o menos.

    -Bien. Te apuesto diez contra uno a que no sacas nada en limpio.

    -No me atrevera a aceptar. Probablemente tienes razn. Llam a la puerta demadera negra.

    - Hola! -dije cuando la abrieron.

    -Adelante, adelante.

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    Y as fue todo de fcil.

    Tard diez minutos en desviar la conversacin hacia ~ tema del Beduino y sudesgraciado incidente, porque Peluca Roja estaba all distrayndome. Me distraapor el mero hecho de estar all y ser distrada.

    -Buenos das -dijo.-Buenos das contest.

    -Algo nuevo en Artes?

    -No.

    -Monumentos?

    -No.

    -Archivos?

    -No.

    -Qu trabajo tan interesante el vuestro!

    -Oh! Unos cuantos romnticos del Departamento de informacin le han dadoexcesiva publicidad, idealizndolo hasta sacarlo de quicio. En realidad todo lo quehacemos es localiza: restaurar y preservar los documentos y cacharros que lahumanidad ha ido desparramando por la Tierra.

    -De modo que sois una especie de basureros culturales

    -Pues..,, s. Creo que sa es la expresin justa.-Bueno, y por qu?

    -Por qu, qu?

    -Por qu lo hacis?

    -Alguien ha de hacerlo. Puesto que es basura cultural, vale la pena recogerla.Yo conozco mi basura mejor que ningn otro en el mundo.

    -Me agrada tu dedicacin, y tambin tu modestia. Sor buenas cualidades.

    -Adems, tampoco haba mucha gente entre la que escoger cuando solicit elempleo... Y yo saba dnde encontrar mucha de esa basura.

    Me pas tina bebida, tom un sorbo y algo ms de la suya. y me pregunt:

    -De veras andan todava por ah?

    -Quienes?

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    Religiones v Divinidades, S. A. Los viejos dioses. Como Angelson Cre quetodos los dioses se haban ido de la Tierra.

    No no se han ido. El que muchos de ellos se nos parezcan no significa queacten como nosotros. Cuando el hombre se marcho, no les pidi que leacompaaran, y los dioses tienen tambin su pizca de orgullo. Por otro lado, quiz

    no tuvieron ms remedio que quedarse... Ya sabes.. Eso que llaman arianke, lafatalidad, el destino ineluctable. Nadie puede nada contra l.

    -Es como el progreso?

    -S. Y hablando de progreso, cmo va progresando Hasn? La ltima vez quele vi estaba bien estancado.

    -Ya se ha levantado y anda por ah. Con un buen chichn. Nada grave. Tiene lacabeza dura.

    Dnde est ahora?

    En el Saln de Juegos. Cruzando el vestbulo a mano izquierda.

    Creo que debo ir un momento a darle la enhorabuena. Me disculpas?

    ~Disculpado -dijo, asintiendo con la cabeza, y se fue a escuchar a Dos Santosque conversaba con Phil. Phil, naturalmente, se alegr de la distraccin.

    Nadie se fij en m al salir.

    El Saln de Juegos estaba al otro extremo del vestbulo. Al acercarme o comoun ruido seco: zas!, seguido de un silencio, y luego otra vez lo mismo: zas!

    Abr la puerta y ech una ojeada al interior.

    Estaba solo. En aquel momento me daba la espalda, pero oy el ruido de lapuerta y se volvi rpidamente. Vesta un largo albornoz de color prpura y blandaun cuchillo en la mano derecha. Un enorme vendaje envolva la parte posterior desu cabeza.

    - Buenas tardes, Hasn.

    Tena a su lado una bandeja llena de cuchillos, y un blanco apareca colgado enla pared de enfrente con dos cuchillos clavados uno en el mismo centro y otro aunos veinte centmetros de distancia.

    Buenas tardes -respondi con lentitud Luego, despus de pensrselo unmomento, aadi-: Cmo ests?

    Oh bien. Precisamente venia a preguntarte lo mismo. Que tal va tu cabeza?

    -Me duele mucho, pero ya pasara.

    Cerr la puerta detrs de m.

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    -Debiste tener un mal sueo anoche, cuando estbamos all.

    -S. El seor Dos Santos dice que me pele con fantasmas. No recuerdo nada.

    -No estaras fumando eso que el doctor Emmet, el gordinfln, llama Cannabissaliva?

    -No, Karagee. Fumaba una strige-fleur que haba bebido sangre humana. Laencontr junto al Antiguo Lugar de Constantinopla y sequ sus ptalos con cuidado.Una vieja me dijo que me ayudaran a tener visin del futuro. Minti.

    -Y la sangre del vampiro incita a la violencia? Bien, eso es algo nuevo quemerece la pena archivar. A propsito, me acabas de llamar Karagee. Preferira queno lo hicieras. Mi nombre es Nomiks, Conrad Nomiks.

    -S, Karagee. Me sorprend al verte. Cre que habas muerto hace tiempo,cuando tu barco se estrell en la baha.

    -Karagee muri entonces. Espero que no hayas mencionado a nadie miparecido con l. Lo has hecho?

    -No. Ya sabes que no me gustan los chismes.

    -Es una buena costumbre.

    Cruc la habitacin, cog un cuchillo, lo sopes y lo al blanco, clavndolo a unosveinticinco centmetros a la chapa del centro.

    -Llevas mucho tiempo trabajando para el seor Dos Santos? -le pregunt.

    -Un mes, ms o menos -replic.

    A su vez arroj un cuchillo. Qued a unos dieciocho metros por debajo delblanco.

    -Eres su guardaespaldas, no?

    -S. Y tambin me ocupo del hombre azul.

    -Don dice que teme un atentado contra la vida de Myshtigo. Existe unaamenaza real, o es simple exceso de precaucin

    -Quiz las dos cosas, Karagee. No lo s. A m slo me por proteger.

    -Si yo te pagara ms, me diras a quin te han encargado matar?

    -Slo me han alquilado como guardaespaldas, pero ya que tampoco te lo dira sihubiera algo ms.

    -Ya lo supona. Vamos a recoger los cuchillos.

    Nos dirigimos a la diana y los desclavamos.

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    -Oye una cosa. Si por casualidad fuera yo... lo cual es posible -le suger-, porqu no lo arreglamos aqu mis entre nosotros? Tenemos cada uno dos cuchillos. Elque de esta habitacin dir que el otro le atac y que tuvo defenderse. No haytestigos. A los dos nos vieron bebidos de mal talante la noche pasada.

    -No, Karagee.

    -No qu? Quieres decir que no soy yo, o que no lo hara en ningn caso?

    -Podra decirte que no eres t, pero no sabras si estoy mintiendo o no.

    -Es cierto.

    -Tambin podra decir que no quiero resolverlo as.

    -Es verdad eso?

    -No afirmo ni niego nada. Pero, para darte la satisfaccin de una respuesta, tedir esto: si quisiera matarte no lo intentara con un cuchillo en la mano, ni tampocoluchara cuerpo a cuerpo contigo.

    Por qu?

    Porque hace muchos aos, cuando era nio, trabaj en el centro veraniego deKerch, sirviendo a las mesas de los veganos ricos que iban all de turistas. Entoncesno me conocas. Acababa de llegar de Pamir. T y tu amigo el poeta vinisteistambin a Kereh.

    -S, ahora me acuerdo... Los padres de Phil murieron aquel ao. Eran buenosamigos mos... y yo iba a llevar a Phil a la universidad. Pero haba un vegano que lehaba quitado su primera mujer y estaba con ella en Kerch. S, aquel actor o... No

    recuerdo su nombre.

    Thrilpai Ligo, el boxeador shajadpa, que pareca una montaa en un desierto...Un tipo alto, imponente. Boxeaba ~ estilo vegano, con los cest..., esas tiras decuero con las diez puntas de metal, que se enrollan en la mano. Y luchaba a palmasabiertas.

    -Ah, s, ya me acuerdo.

    -T nunca habas luchado as antes, pero peleaste con l por la chica. Vinomucha gente, veganos con sus compaeras terrestres, y yo tambin me qued allde pie, junto a una mesa, para veros. Al cabo de un minuto tu cabeza era ya un mar

    de sangre. El intentaba hacerla correr por tus ojos, pero t lograbas sacudrtela. Yotena quince aos y hasta entonces slo haba matado a tres hombres. Pens quemoriras porque ni siquiera le habas tocado. Y de repente tu mano derecha caysobre l como un martillo. Tan rpida! Le golpeaste en pleno centro de ese huesodoble que los azules tienen en el pecho, donde son ms duros que nosotros, y loaplastaste como un huevo. Yo nunca podra haber hecho tal cosa, estoy seguro; poreso me dan miedo tus manos y tus brazos Ms tarde o que habas partido en dosun murcilago-araa. No, Karagee, si quisiera matarte lo hara de lejos.

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    -Hace tanto tiempo de todo eso... No cre que nadie lo recordara.

    -Ganaste la chica.

    -S. Me he olvidado de su nombre.

    -Pero no se la devolviste al poeta. Te la quedaste para ti. Probablemente l teodia ahora por eso.

    ~Phil? La chica? Incluso he olvidado cmo era.

    -El no lo ha olvidado. Por eso creo que te odia. Muelo odio y lo olfateo hasta susfuentes. Le quitaste su primera mujer. Yo estaba all.

    -Fue idea de ella.

    -Adems, l se hace viejo y t sigues joven. Es triste, Karate, cuando un amigotiene razones para odiar a un amigo.

    --Si.

    -Ya s que no respondo a tus preguntas.

    -Es posible que te hayan alquilado para matar al vegano.

    -Tal vez.

    -Por qu?

    -Slo be dicho que es posible, no que sea un hecho.

    -Entonces voy a hacerte una pregunta ms, la ltima. Que, provecho seobtendra con la muerte del vegano? Su libro puede ser algo bueno y contribuir afomentar las relaciones amistosas entre Vega y la Tierra.

    -No s qu ventaja ni qu desventaja nos traera su muerte Karagee. Vamos alanzar mas cuchillos.

    As lo hicimos. Eleg la distancia y el ngulo apropiado de tiro, y mis doscuchillos fueron a parar al centro mismo del blanco. A su vez Hasn clav los dossuyos justo al lado de los mos. El ltimo rozo uno de ellos y ambas hojas llenaronare con el quejido metlico de sus vibraciones

    -Te dir una cosa -dije, mientras los recuperbamos para lanzarlos de nuevo-,soy el jefe de la expedicin y responsable por tanto ce la seguridad de susmiembros. Yo tambin velar por que no le pase nada al vegano.

    -Eso estar muy bien, Karagee. Necesita proteccin.

    Deposit los cuchillos en la bandeja y me dirig a la puerta

    -Ya lo sabes, salimos maana por la maana a las nueve Tendr dispuesto unconvoy de acromviles en la primera pista junto a los hangares del Departamento.

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    -Dc acuerdo. Buenas noches, Karagee.

    -Llmame Conrad.

    Hasn tena ya otro cuchillo en la mano y se dispona lanzarlo al blanco. Sal alpasillo, cerrando la puerta a mis espaldas. Mientras diriga mis pasos hacia el saln,

    o otro zas! y me son mucho ms cercano que los anteriores. Sus ecos m

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    Lord, George, Phil... y todo lo dems.

    Hasta puede que ello explique tambin por qu estoy yo

    All abajo, el ocano se extenda como una alfombra que iba desplegndose anuestro paso. Lo remplaz pronto el continente, de tonos ms opacos. Seguimos

    veloces nuestro rumbo hacia Nuevo Cairo.Tomamos tierra en las afueras de la ciudad. No existe de aterrizaje propiamente

    dicha, as que nos limitamos a los seis acromviles en un campo abierto y dejamosall guardia a George.

    El Viejo Cairo est todava caliente, pero Ja gente con que an se puede tratarvive casi toda ella en Nuevo Cairo cual favoreca los fines de nuestra expedicin.Myshtigo inters en ver la mezquita de Kait Bey, en la Ciudad de Muertos, quesobrevivi a los Tres Das. Me pidi, pues, que condujera all en mi Skimmer, y lasobrevolamos a baja altura describiendo lentos crculos mientras l la contempla sugusto y tomaba fotografas. En la misma lnea de monumentos, quiso ver tambin

    las pirmides, Luxor y Karnak, el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas.Hicimos bien en contemplar la mezquita desde el aire. Negras sombras se

    arremolinaban por debajo de nosotros, detenindose slo al tropezar con las rocascuyos fragmentos salan disparados en direccin a nuestra nave.

    -Qu es eso? -pregunt Myshtigo.

    -Materia caliente -respond-. Tienen algo de humano. Varan en tamao, forma ygrado de maldad.

    Unas cuantas vueltas ms le dejaron satisfecho, y regresamos a la base.

    De nuevo tomamos tierra bajo un sol deslumbrante, fijamos el aparato detrs delos otros y desembarcamos. Todo el grupo se puso en marcha, avanzando entreiguales proporciones arena y pavimento roto: dos ayudantes provisionales, y~,Myshtigo, Dos Santos con Peluca Roja, Ellen y Hasn. A ltima hora Ellen habadecidido acompaar a su marido en el viaje. C pos de caa de azcar, de altos yrutilantes tallos, bordeaban camino. Pronto quedaron atrs y aparecieron en sulugar primeras edificaciones urbanas, todava de poca altura. El camino era all msancho. De vez en cuando alguna que otra palmera arrojaba un poco de sombra.Dos nios levantaron por un momento sus ojazos oscuros para vernos pasar.Montaban guardia junto a una vaca de seis patas que, con aire cansino, haca giraruna noria sakeh, un poco como otras vacas lo hicieron siempre con otras noriassakCJ2 por estas tierras, slo que sta dejaba ms huellas de cascos.

    Mi sobrestante local, Ramss Smith, nos aguardaba en la hospedera: eracorpulento, y su cara bronceada pareca presa en una fina red de arrugas; tenatambin los tpicos ojos tristes, pero la risa fcil de su dueo los desmentaconstantemente.

    Nos sentamos a tomar una cerveza en el recibidor principal mientrasesperbamos la llegada de George. Guardas locales haban sido enviados arelevarle.

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    -El trabajo va adelante -me dijo Ramss.

    -Bien -dije, un tanto satisfecho de que a nadie se le ocurriera preguntarme qutrabajo era se. Quera darles una sorpresa.

    -Qu tal tu mujer y los chicos?

    -Estn bien -declar.

    -Y el nuevo?

    -Sobrevivio... y sin ningn defecto -dijo con orgullo-. Envi a mi mujer a Crcegapara que diera a luz all. sta es su foto.

    Fing que la examinaba detenidamente, poniendo de manifiesto mi admiracincon las consabidas exclamaciones.

    -A propsito de fotos -dije luego, necesitas equipo suplementario para filmar?

    -No, tenemos suficiente material. Todo va bien. Cundo quieres ver el trabajo?

    -En cu