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INTRODUCCIÓN
“Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos […].
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia
o violan nuestro sentido común. Ojalá podamos merecer que nos llamen locos. [...]”
Eduardo Galeano (2010)
Ésta tesis versa sobre la historia de la estructura agraria de Huehuetla, Puebla
relacionada con el café. Seguir los pasos de esta mercancía, es palpar los efectos
regionales de la formación del estado moderno y las luchas desplegadas por indígenas
totonacos contra procesos de intervención y control vertical, tangibles sobre todo en las
disputas con caciques de la zona. En muchos sentidos, esos indígenas pueden verse como
sujetos que emergen en configuraciones históricas de poder (Roseberry 1995).
Por consiguiente, a través de la producción de café, mediante la observación de
las relaciones sociales que vinculan entre sí a pequeños productores, acaparadores,
burócratas, técnicos, comerciantes, arrieros, intenté hacer una etnografía del estado.
Dentro de esas relaciones, privilegié no sólo mirar los procesos y prácticas de
instituciones estatales y sus transformaciones a lo largo del tiempo encaminadas a
movilizar y controlar fuerza de trabajo, sino también ver las formas de resistencia
cotidiana o de rebelión indígena que han existido en el municipio. Busqué entonces
observar al estado en espacios autónomos, al considerar que dicha paradoja envolvió el
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anhelo de gente de la zona por evadir la lógica de dominación estatal. Mirar esto como
una experiencia, llena de sus propias contradicciones, enriqueció mi mirada de la
expansión de producción de café, fundamentalmente como una relación antagónica entre
pequeños productores y una clase beneficiada por la expropiación de la ganancia
generada por esta mercancía.
Huehuetla es un municipio ubicado en la Sierra Nororiental de Puebla que limita
con municipios de Veracruz. Tiene 11 localidades y una junta auxiliar. Según datos de la
Dirección de Desarrollo Rural, el cafetal más alto está a 1, 167 msnm, donde se cosecha
un café de altura, de alta calidad. El cafetal al nivel más bajo está sobre los 428 msnm,
donde el café es considerado como de mala calidad. Debido al acaparamiento, ambos
cafés se combinan, produciendo una mezcla llamada Prima lavado. En general, Huehuetla
está ya en una zona baja, donde las temperaturas son muy altas en primavera y verano,
pero las lluvias son también abundantes a partir del verano y hasta los meses de octubre y
diciembre.
Aunque el café fue introducido a estas tierras desde finales del siglo XIX, es sobre
todo a partir de 1940 que comienza a desplazar otros cultivos de subsistencia como el
maíz, o de mercado como la caña. En 1970 este desplazamiento se incrementa y es aún
más considerable por la intervención del estado en su producción y comercialización.
Finalmente, sobre todo a partir de los noventa, el café fue uno de los primeros cultivos en
entrar a una economía de libre mercado. Actualmente, se trata en México del principal
producto agrícola de exportación y la superficie sembrada de café ocupa el quinto lugar
después del maíz, trigo, sorgo y frijol (Bartra 2002:2).
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Hay un punto de vista el cual privilegio: es el de los pequeños productores,
indígenas, a lo largo de la historia de la producción de café en la zona. Su visión, no es
únicamente la de cafetaleros, se trata de personas que en esta historia han sido arrieros,
catequistas, técnicos de café y presidentes indígenas. Sus testimonios, hacen que la
historia y estructura agraria, dentro de diversos periodos sea compleja y cambiante. No
obstante, en todas las narraciones, las relaciones de poder son una constante, marcan los
términos en los que las cuestiones relacionadas a la tierra, el trabajo y el café fueron
constantemente disputadas, frecuentemente en términos violentos y arbitrarios.
Huehuetla es un municipio que, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática (INEGI 2010), tiene 15,689 habitantes. Los
resultados del Diagnóstico Municipal para la Comercialización de Café y Pimienta, que
elaboró la Dirección de Desarrollo Rural del municipio, afirman que hay 1,593
productores de café. Los predios en general tienen ¼, ½ o 1 hectárea. Se trata también de
un municipio considerado, según criterios oficiales, como de Alta Marginación, categoría
que determina mucha de la política pública y el uso de recursos federales para el mismo.
Según el Observatorio de Violencia Social y de Género de la Sierra Norte del
Estado de Puebla (2008), el 86.35% de la población habla totonaco. La población
totonaca se concentra en las localidades alrededor de la cabecera municipal, mientras que
en esta última los habitantes son mayoritariamente mestizos. Esto concuerda con la
propuesta de Aguirre Beltrán (1973), de analizar la dinámica de relaciones sociales de
poder entre un centro mestizo con poderes económicos y políticos y una periferia
indígena, e identificarla como una región de refugio. Esta se caracteriza por ubicarse en
una zona montañosa y de terrenos accidentados, lo que hace difícil el acceso. A estos
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lugares, históricamente han migrado poblaciones indígenas, refugiándose de estructuras
de dominación coloniales y nacionales, alejándose y reagrupándose lejos del control
estatal. Sin embargo, esta pretensión de lograr un distanciamiento espacial del control del
estado no ha podido dejar de mantener a los totonacos dentro de relaciones asimétricas de
poder, que se establecen entre la minoría mestiza y la mayoría indígena. De hecho,
mediante el café se ha desarrollado una de estas relaciones en Huehuetla.
Esta situación es semejante a la que se vive en el municipio de Cuetzalan, Puebla,
a dos horas de Huehuetla. Desde una de sus localidades, San Miguel Tzinacapan, en
donde yo he residido desde que nací, Huehuetla es conocido como un lugar
extremadamente caluroso y de terrenos mucho más accidentados que en Cuetzalan. Es
famosa la producción de panela en trapiches “tradicionales” (de madera). Incluso, durante
mi estancia ahí, algunas personas me pedían llevar unos cuantos kilos a San Miguel.
Llama también la atención que en las fiestas se coma en el piso y que los hombres bailen
huapangos [también famosos] con otros hombres y no necesariamente con mujeres.
Yo sabía de la historia de la Organización Independiente Totonaca (OIT) y del
bachillerato y la alternativa educativa que representa el Centro de Estudios Superiores
Indígenas Kgoyom (CESIK). Sin embargo, cuando escuché de su división entre los años
2007 y 2008, al igual que a otras personas, la idea del conflicto me hicieron también
cuestionarla, sobre todo por la efervescencia política y partidista que existe en el
municipio. Luego de haber estado en Huehuetla, me fue difícil encontrar una respuesta
“al conflicto”, más bien encontré un mayor número de complejidades que una simple
división faccional interna de carácter político o partidista.
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Durante los últimos años conocí de cerca la experiencia de la organización de
productores de café orgánico El Yalú, esto a partir de que se creó la Agencia de
Desarrollo Integral Stagman-Taselot (ADIST) pues mi padre comenzó a trabajar ahí
desde el 2007. La ADIST aglutinó a un grupo de técnicos, ingenieros y licenciados en
desarrollo rural. Me acerqué a los productores del Yalú directamente en el 2009, mientras
ellos visitaban la cooperativa Tosepan Titataniske en Cuetzalan, la cual cuenta con una
larga trayectoria en la comercialización de café orgánico. En ese lugar y en una reunión
mensual que tuvieron los socios en Huehuetla, realicé una pequeña etnografía como parte
de mi trabajo final de la clase de Antropología Rural.
Para ese momento no había conocido personalmente a los socios de la OIT. Sin
embargo, como mencioné anteriormente, se trataba para mí de un referente a nivel
regional y me interesaba seguir la historia de la abogada y asesora de la organización,
Griselda Tirado Evangelio, quien mantenía una amistad con mi familia y fue asesinada en
agosto del 2004.
Cuando me planteé el tema de la tesis sabía que parte fundamental de la historia
agraria de Huehuetla era la de la propia OIT. Sin embargo, lo que en ese momento me
llevó a Huehuetla fue el camino que estaban siguiendo los productores para comercializar
café orgánico, como un camino que se entreveraba con la historia regional del
capitalismo y el estado nacional.
Los trabajos etnográficos alrededor de la producción de café orgánico, lo
ponderan como un proceso alternativo de organización y de consumo (Bartra 2002, 2003,
2004; Hernández y Poniatowska 2000), o bien estudian la promoción de lo étnico y la
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identidad indígena (Hernández y Nigh 1998) y sus contrastes con los rígidos procesos de
certificación y supervisión (Lyon 2006, 2009). Cerca de Huehuetla, ha llamado la
atención de investigadores de diferentes disciplinas sociales (Beaucage 2004; Morán
2005; Rappo 2006), la cooperativa Tosepan Titataniske, como un caso paradigmático en
la organización y producción de café orgánico para enfrentar la crisis de la cafeticultura.
En Huehuetla también la producción de café se ha estudiado desde la óptica de los
programas de desarrollo rural. Se ha analizado particularmente la pobreza, la
productividad del café y su calidad (Ayala et al. 2006). Así mismo, la experiencia de la
OIT ha sido documentada poniendo atención en la construcción de la autonomía indígena
(Smith 2004; Zambrano 2003), el asesinato de Griselda Tirado Evangelio (Lechuga 2006)
y recientemente el caso del funcionamiento del Juzgado Indígena (Maldonado y Terven
2008).
Quisiera mencionar, que a diferencia de lo que se ha estudiado sobre café
orgánico como resumí arriba, los productores del Yalú, no venden el café tostado y
molido en un empaque promocionando un producto “étnico” y amigable con la
naturaleza, pues aún no tienen todos los medios de producción requeridos para su
procesamiento. Hasta el momento, han vendido el café pergamino o seco a otros
intermediarios regionales que lo exportan a los mercados en países consumidores, donde
están los tostadores y molinos, manejados por un grupo de procesadores más elitistas,
catalogados como “conocedores del café”. Por lo tanto, lo que consideré relevante
analizar, es el proceso que productores y productoras de café han seguido para convertir
su cultivo en orgánico y comercializarlo, a través de una relación con diferentes
instituciones gubernamentales. La idea de una crisis en la cafeticultura queda descartada
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en el argumento que intento desarrollar. Considero que la vulnerabilidad de los
productores ha sido constante y estructural, no esporádica o característica de ciertos
momentos. Pienso también que el café orgánico sí ofrece mejorar, por ejemplo, el precio,
pero no representa un desafío a factores estructurales que condicionan y reproducen las
desigualdades de clase. Por último, intento fundamentar que los productores sí han
desafiado estructuras locales de dominación de manera abierta; es por eso que las
opciones de organización y comercialización de café que promueven las instituciones
gubernamentales recrean formas verticales y autoritarias de mando con el afán de evitar
cualquier posibilidad de reactivación de formas de trabajo y de hacer política basadas en
relaciones horizontales.
Si bien parecería que en Huehuetla hace apenas siete años que comienzan a
construirse estas alternativas de comercialización, cuando el café orgánico es una
construcción del capitalismo neoliberal, considero que la relación histórica del estado y
las luchas por la autonomía en Huehuetla, nos ofrecen un panorama más complejo y
dinámico. Sigo entonces una genealogía de las relaciones sociales y económicas entre el
estado y los productores de café que han desembocado en los últimos años en la
aspiración de un proyecto de comercialización de café orgánico. Esta genealogía
comienza a partir de que el café comenzó a desplazar a cultivos como la caña y el azúcar
sobre todo a partir de 1940. En 1970, con un carácter más interventor del estado, este
desplazamiento es más fuerte. Posteriormente, sigo la década de 1990 a 1999, cuando se
estableció el gobierno indígena en Huehuetla y desafió estructuras caciquiles fortalecidas
en los periodos anteriores. Finalizo con el desarrollo de un proyecto de comercialización
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de café orgánico que comienza alrededor del 2003, como una alternativa a la propagación
de plagas en los cafetales después de años de bajos precios de la mercancía.
Cuando exploro el proyecto del café orgánico, me propongo explorar porqué no se
han alcanzado los beneficios económicos y ecológicos que se supone tiene esta forma de
producir y vender desde Huehuetla, pero sobre todo quisiera cuestionar los beneficios
mismos. En este sentido, establezco también que éstas bondades pertenecen a conceptos
sobre lo que lo natural y rural significan para los consumidores cosmopolitas de café
orgánico, mismos que son traducidos en un segmento de mercado especializado. Sin
embargo, no representan ni atienden las necesidades de los productores, quienes en un
contexto de violencia estructural, pero también de lucha y construcción de formas de
autogobierno, han buscado por sí mismos alternativas políticas y económicas a lo que
históricamente los ha subordinado. Considero igualmente relevante ubicar al estado en el
lugar que ocupa en un contexto global neoliberal, donde organismos internacionales
como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), juegan un
papel determinante en las políticas públicas del estado mexicano y sus términos de lo
legal, lo legible, lo gobernado y lo gobernable.
Además de la presente introducción, el trabajo se compone de los siguientes
capítulos. En primero delimito un marco teórico con el objetivo de contextualizar los
términos que establezco para hacer una etnografía del estado, siguiendo, por un lado, una
genealogía de las luchas campesinas, y por otro, las prácticas cotidianas de resistencia de
grupos de productores de café orgánico en el municipio de Huehuetla. Analizo las
particularidades de la economía y relaciones sociales alrededor de la cafeticultura y la
producción de mercancías, resaltando su carácter de explotación del trabajo. Finalmente,
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discuto el papel de la retórica de la sociedad civil dentro de las formas de gobernanza
particulares del neoliberalismo actual.
En el capítulo dos, titulado Formación histórica del estado y café, quiero dejar
sustentado uno de los argumentos centrales de la tesis, que es que el estado juega un
papel central en el espacio, la economía y la vida cotidiana de incluso “los lugares más
remotos”. Así mismo, esta acción del estado en la vida cotidiana es confrontada y
construida desde las decisiones de los actores. Quiero demostrar esto al observar dos
formas diferentes de estado, una posrevolucionaria y otra populista, y las relaciones
económicas y sociales alrededor de cada una de ellas en la producción de café. Intento
también delimitar aquí la estructura caciquil y sus mecanismos y prácticas de control
económico y político, pretendo seguir su permanencia y reproducción en ambos
momentos de la formación del estado.
En el tercer capítulo narro cómo han sido el nacimiento y vida de la OIT y el
gobierno indígena, el cual se logró cuando la organización ganó la presidencia municipal
durante tres periodos estableciendo una alianza con el Partido de la Revolución
Democrática (PRD). Ante un contexto permeado de violencia, miedo e inseguridad, la
OIT se apoyó en las comunidades eclesiales de base y la teología indígena para construir
un proyecto político y social autónomo que favoreciera a las localidades totonacas,
encabezando una lucha de clases con fuertes contenidos étnicos. Aquí considero que la
idea de autonomía implicó la construcción de una estructura de gobierno más horizontal
que la establecida por los caciques y el estado. Al mismo tiempo, el concepto de
autonomía puede ser cuestionado cuando es construido desde los marcos institucionales
establecidos por el estado [aunque históricamente negados] como la democracia electoral
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y los recursos públicos. En lugar de ver estas situaciones como cooptaciones o efectos de
las políticas públicas y reformas neoliberales, me propongo complejizar las relaciones
que tuvo la organización con instituciones y partidos políticos una vez que rompieron el
orden de mando local. Para ello, pongo énfasis en el hecho de que las personas en lucha
modificaron formas estatales de vida cotidiana como la violencia y subordinación del
pueblo totonaco y construyeron un sistema de autogobierno. Si bien intento no perder de
vista las negociaciones con partidos políticos e instituciones, me resulta indispensable
entonces visibilizar la violencia presente dentro del proceso “democrático” electoral y
durante los nueve años de gobierno indígena, como la prueba de una constante lucha y
conflicto entre el estado y la organización al frente del ayuntamiento municipal.
En el cuarto y último capítulo, sigo la experiencia de los productores de café
orgánico que formaron El Yalú, una organización que por medio de programas de
gubernamentalidad neoliberal, en un contexto de reducida intervención estatal y libre
comercio, establece como su objetivo comercializar café orgánico, encontrándose
paradójicamente con múltiples obstáculos establecidos por el gobierno y el mercado. Las
opciones de los productores en un contexto de “liberación económica” son limitadas por
estructuras oficiales, y a veces hasta obstaculizadas por decisiones más bien caprichosas
y arbitrarias propias de un sistema político donde el ejercicio del poder dominante es
naturalizado. Ante una situación nuevamente adversa, los productores se abren paso
buscando vías de comercialización donde se obtenga mejor precio, aunque no siempre
puedan vender el café ya certificado como orgánico al precio que vale. Quiero abordar en
este capítulo cómo las organizaciones de café son un espacio en el que la élite local de
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Huehuetla reconstruye formas verticales de ejercer su mando y autoridad e intenta
contener cualquier expresión de evasión de ese control que pudiera renacer.
Para escribir esta etnografía, hice un periodo de trabajo de campo, que comencé
los primeros días de mayo y concluí a finales de agosto del 2011. Realicé entrevistas
semi-estructradas a 32 personas de 9 de las 11 localidades de Huehuetla. De ellas, 17 son
socios del Yalú, 11 de la OIT y el resto fueron funcionarios públicos o ex-socios de la
OIT. Posteriormente, hubo 8 personas con las que realicé entrevistas a profundidad de
acuerdo a la confianza y disposición que tuvieron al principio, 5 de ellas pertenecen al
Yalú y 3 a la OIT. También asistí a 3 de los 7 diagnósticos sobre los problemas de la
cafeticultura que elaboró un agrónomo de la Asociación Mexicana Productiva del Café
(AMECAFE) en diferentes localidades de Huehetla y que se llevaron a cabo en todos los
estados productores del país. Estos consistían en un taller que duraba cuatro horas, una
práctica en campo con todos los asistentes y la visita a cinco cafetales para evaluar la
condición en la que se encuentran. Visité también a funcionarios de la Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y de la Dirección de Desarrollo Rural,
asistí a las asambleas mensuales y reuniones extraordinarias del Yalú. En este periodo
estuve presente también en al menos una de las dos reuniones que tenía la OIT a la
semana y participé en su taller y fiesta de su vigésimo segundo aniversario. También fui a
algunas reuniones de grupos productores de café orgánico del Yalú a las localidades de
Huehuetla y entrevisté también a ingenieros e ingenieras que realizan labores de
asistencia técnica a los mismos.
Durante el último mes de trabajo de campo, realicé la grabación de un video
documental que acompaña esta tesis. Para ese momento existía una relación más cercana
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con algunos productores del Yalú y con socios de la OIT. Con la cámara en mano visité
más cafetales que los que había conocido anteriormente, y pude profundizar en algunas
discusiones que ya habíamos tenido. Este video no es parte central de la tesis y mis
argumentos no quedan tan explícitos como en este texto, representa un intento mío por
utilizar el lenguaje audiovisual para de alguna manera devolver y mostrar en Huehuetla,
las experiencias y opiniones de personas que normalmente no se expresan públicamente.
Así pues, es un documental un tanto largo de 40 minutos y que privilegia la oralidad y la
experiencia de las personas que me ofrecieron sus testimonios y su amistad en Huehuetla,
más que mis propias conclusiones.
Me gustaría mencionar que aunque los testimonios para la tesis y para el video
son la línea principal de las historias aquí narradas, existen también grandes silencios. El
primero de ellos es el de comercializadores o acaparadores locales de café, mejor
conocidos como “coyotes” en las narraciones de la tesis. No me acerqué a ninguno de
ellos a plantearles la investigación o a hablar sobre café o la historia del municipio. Esto
con el propósito de evitar establecer alguna relación con ellos, pero sobre todo por la
intención de que la historia fuera narrada desde un lugar y posición dentro de la
jerárquica estructura social y agraria.
El segundo gran silencio que guarda esta tesis, y que considero una limitante, es el
de las mujeres. Hice cuestionarios semi-estructurados únicamente a cuatro mujeres, y una
de ellas me pidió no volver a verla porque no tenía tiempo y le incomodaba hablar en
español. Debido a que muchas mujeres son monolingües o les incomoda hablar en
español, fue difícil acercarme para hacer cuestionarios o entrevistas sin alguien que
tradujera. Este silencio es también palpable en estructuras consideradas más horizontales
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como el consejo de ancianos, el juzgado indígena o la mesa directiva de la OIT. Ahí
resalta la “experiencia” de los ancianos pero no es visible la sabiduría o vida de las
mujeres. Considero esta ausencia como una limitante, pues creo que las voces de mujeres
hubieran ilustrado particularidades de la lucha y de la violencia hacia indígenas o de las
formas cotidianas de resistencia.
Finalmente, quiero mencionar que el título de este trabajo, alude al nombre que
Armando Bartra (2004) le da a su artículo La hora del café. Amargo y global. Este funge
como prólogo del libro Un café por la causa que compila Laura Waridel (2004) para
compartir la experiencia de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo
(UCIRI) en el comercio justo. Considero que estas dos palabras dicen mucho de lo que
quiero reflejar en este trabajo, una genealogía de historias amargas contenidas alrededor
de una mercancía del capitalismo. Sin embargo, en estas historias sigo también al estado
y las luchas emprendidas por indígenas totonacos más allá de las opciones que ofrece el
mercado para desafiar sus estructuras de mando frecuentemente violentas y excluyentes.
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CAPÍTULO 1
MARCO TEÓRICO
Productores de café en el mercado global
Retomo las propuestas de algunos autores para analizar el papel de los campesinos
organizados de Huehuetla como sujetos e iniciadores, no reactores, de procesos globales
(Roseberry 1989, 1992; Guha 1999). Para hacer esta aproximación, analizaré relaciones
de poder, a través de agencias, recursos y resistencias desde su configuración local
(Roseberry 2002).
En este sentido, la participación política de los campesinos en la construcción de
procesos globales no solamente ocurre mediante insurrecciones agrarias u organizaciones
de clase, sino a través de su experiencia cotidiana en relación con el estado (Roseberry
1997; Scott 1997). Por lo tanto, siguiendo el punto de vista de Guha (1999), las políticas
de los campesinos serán consideradas como espacios de construcción de subjetividades y
alternativas construidas por los mismos, y no como la manifestación esporádica de
reacciones a problemas aislados o a estructuras institucionales jerárquicas.
La historia y estructura agrarias del municipio de Huehuetla se han relacionado a
la formación del presente, marcado por la emergencia del así nombrado abstractamente
estado neoliberal. Este mismo trajo consigo políticas de ajuste estructural para países del
tercer mundo vinculadas a la liberación de los mercados; en México, esto modificó
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sustancialmente la política agraria y las políticas que afectan la producción de café, lo
cual tuvo impactos severos, como en muchas otras partes, en las localidades de
Huehuetla, Puebla. En el contexto rural, “la apuesta básica de las políticas de ajuste
estructural fue de remover la protección y el subsidio de los productores ineficientes, que
a largo plazo, producirá una distribución racional de los recursos nacionales” (Gledhill
1995:6).
Para entender este presente, propongo tomar como punto de partida las
transformaciones ocurridas por los procesos globalizantes y sus efectos locales. Por ello,
la propuesta de Roseberry (2002) de hacer un análisis del capitalismo histórica,
estructural y espacialmente me parece pertinente para el estudio de la producción de café
en Huehuetla. El autor arguye que se trata de un proceso global, dinámico y estructurado
de acuerdo a momentos históricos particulares, es decir, temporalmente cambiantes. De
igual manera, los procesos de acumulación capitalista tienen también estructuras e
instituciones sociales y políticas que tampoco son constantes en un periodo ni en un
espacio determinado. Por último, el capitalismo produce diferentes espacialidades
también cambiantes e interconectadas entre sí (Ferguson y Gupta 1992, 2002; Trouillot
2001); estas van desde estructuras globales hasta economías estatales, regionales y
locales, y en ellas existen jerarquías que organizan el espacio de acuerdo a una estructura
de acumulación específica, por ejemplo, la proliferación de establecimientos de consumo
de cafés gourmet en las ciudades y la diversificación de cafetales en contextos rurales.
Bajo el régimen neoliberal de libre mercado, podemos observar que el capital no se
mueve libremente a través de las fronteras sino selectivamente a través de mercados
privados y bajo el amparo de estados nacionales (Trouillot 2001).
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En este contexto, “las relaciones de tipo espacial, histórico y temporal requieren
de un determinado mapeo de poderes y estructuras específicas en situaciones etnográficas
particulares” (Roseberry 1992:75). La producción de café ha sido cambiante de acuerdo a
diferentes momentos del capitalismo en su relación con la producción de mercancías, así
mismo establece relaciones sociales y espacios particulares en estructuras desiguales
entre los participantes en sus diferentes etapas como la siembra, cosecha, intercambio y
consumo.
El capitalismo neoliberal se expresa en formas particulares en determinados
contextos locales, no se trata de un proceso homogéneo ni total, sino frágil y contestado
(Roseberry 1992), aunque sí es posible identificar políticas que favorecen la construcción
de sujetos gobernables. Éstos son importantes en la medida en que se trabaja en facetas
propias de sus subjetividades individuales, para responsabilizar a las personas de sí
mismas.
Ejemplo de ello son la promoción de los derechos humanos, la ciudadanía y la
democracia, políticas que para Comaroff y Comaroff (2001), coinciden con nuevos y
viejos patrones de exclusión y control raciales y de género que en esta nueva era se han
revitalizado en el marco de la supuesta debilidad de la soberanía del estado-nación. Estas
y otras políticas de desarrollo para el tercer mundo, según Gledhill (2005:383), “son
hostiles a reclamos colectivos que apelan identidades indígenas o negras” y “desaprueban
los movimientos sociales que se basan en reclamos basados en la identidad como parte de
un programa más amplio para contestar al desarrollo capitalista, y como un refugio del
fortalecimiento del crecimiento de formas depredadoras de desarrollo capitalista en
América Latina”. En este sentido, la construcción de la diversidad tiende a desaprobar
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políticas de identidad basadas en proyectos comunitarios como potencialmente divisorios
y de exclusión que no reconcilian con principios de tolerancia y diversidad (Gledhill
2005:382).
Me parece relevante mencionar aquí la aportación que hace Hale (2004, 2005), al
seguir el término de “indio permitido” que propone Silvia Rivera, relacionándolo con lo
que él llama multiculturalismo neoliberal. En este sentido, arguye que más que conflictos
entre lo colectivo y lo individual, se trata de establecer límites a los espacios de
empoderamiento indígena. Así pues, “los derechos indígenas no pueden violar la
integridad del régimen productivo” (Hale 2004:18) vinculado a la economía global.
El éxito en la construcción de la diferencia en términos individualistas, aunque
limitados, funciona porque actuar por separado desafía a las formas de representación
popular anteriores al neoliberalismo, dominadas por redes clientelares y partidos políticos
(Gledhill 2005; Harvey 1998) asociados a un estado autoritario y centralizado. Sin
embargo, incluso en casos como la producción de café orgánico, donde por un lado, se
trata de un discurso ambientalista, y por otro, de un movimiento basado en la identidad
indígena, “esta visión está sustentada en la apropiación de la tierra y prácticas de
producción colectiva” (Gledhill 2005:388). Esto refleja un reto a la élite neoliberal de
definir el bien social en términos individualistas de consumo y trabajo y en aceptar la
fragilidad de las prácticas hegemónicas en la medida en que las categorías para gobernar
son desafiadas por los mismos sujetos. En este momento, como menciona Hale
(2004:18), los derechos indígenas o proyectos culturales son específicos y hacen
evidentes los límites.
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El discurso de la tolerancia basado en el respeto a la diversidad cultural ha
producido intelectuales cómodos que ignoran no inocentemente la polarización global y
las realidades sociales (Gledhill 2005), mismas que no sólo no han sido resueltas por el
sistema neoliberal sino que son pilares fundamentales de su reproducción. Comaroff y
Comarroff (2001) arguyen que el capitalismo neoliberal aparece con una serie de
contradicciones en las que por un lado incluye, mientras al mismo tiempo marginaliza;
por un lado, polariza las diferencias de clase y por otro desaparece la conciencia de clase;
le apuesta a la democracia y a la ley y al mismo tiempo desencadena violencia, crimen y
desorden. Estas contradicciones, dicen, son más visibles en sociedades posautoritarias (un
ejemplo paradigmático son los países de Europa del Este) que comenzaron en 1989 con
procesos de liberación económica y entraron a la arena global con desventajas
estructurales.
En México, “el caso de las comunidades indígenas, más allá de una violencia
entre caciques o problemas como el alcoholismo, descansa un sistema de violencia
estructural, una pobreza impuesta por un sistema de clases que tiene una dimensión
específica étnica basada en nociones de distinción racial” (Gledhill 1995:12). Para Wolf
(2001) esto es reflejo del poder estructural, silencioso y cotidiano, y que no sólo es
impuesto desde las élites sino reproducido desde la vida diaria de los sujetos gobernados.
Cuando Agrawal (2005:220) propone una interpretación de la gubernamentalidad
de Foulcault, arguye que el poder “no sólo es la habilidad de forzar cierto tipo de
acciones, personas o resultados; se trata más bien de la posibilidad de producirlos”. Así
mismo, observa en la construcción de comunidades regulatorias para la explotación
forestal en Kumaon, India, nuevas formas de ejercer poder y regulación sobre los
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habitantes de las comunidades, no a través de métodos para forzarlos a cumplir sus
objetivos sino en convertirlos en aliados en la comercialización y conservación del medio
ambiente. Las instituciones gubernamentales deben redefinir las relaciones políticas,
reconfigurar negociaciones institucionales y transformar subjetividades ambientales para
convertir a hombres rebeldes en aliados para la conservación y el comercio (Agrawal
2005).
Entonces, la reconfiguración del estado y sus formas de gobernar de acuerdo a
procesos globales neoliberales, se insertan en comunidades con quienes tienen una
relación histórica. “Mientras estas nuevas relaciones sociales son parte de procesos
globales de acumulación de capital, se introducen en espacios locales con otras relaciones
más tempranas ‘no capitalistas’ o que representan la sedimentación de periodos
tempranos de acumulación de capital” (Roseberry 2002:64). Entonces, los intermediarios
del poder, burócratas y personal administrativo del pasado se han quedado ahí mismo o
se han hecho menos visibles para mantenerse en los altos niveles de autoridad. No existe
tal evaporación o retiro del estado sino una reconfiguración de sus políticas a través de
viejas y nuevas estructuras de poder.
Para finalizar con este análisis del capitalismo y los productores de café, es
necesario abordar la propuesta de Roseberry (1992) de que tampoco se trata de un
proceso unitario el de establecer medios para gobernar. Menciona que todo orden de
dominación no es total en cuanto excluye valores, significados y relaciones sociales
alternativas a las dominantes. Se trata de un poder y procesos hegemónicos frágiles
donde, como observaremos “la flexibilidad que el gobierno otorga a las localidades en su
toma de decisiones interna es prueba del reconocimiento por parte del estado de que no
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puede controlar todas las interacciones con la localidad” (Agrawal 2005). Así mismo, “el
crecimiento de intelectuales y políticos en programas para el tercer mundo nos habla
quizás más de una respuesta a la amenaza del crecimiento de una resistencia popular a la
globalización” (Gledhill 2005:384).
La producción de mercancías
En esta segunda parte pretendo analizar el caso particular del café como una mercancía
que en su proceso de producción, comercio y consumo esconde relaciones sociales de
acuerdo a momentos particulares en la historia del capitalismo. Principalmente tomaré la
propuesta de Sidney Mintz (1985) de hacer una antropología de la modernidad viendo la
historia de mercancías como el azúcar, té, chocolate y café, pero tomando este último en
un contexto neoliberal donde los productos orgánicos surgen como un producto
especializado y retóricamente no estandarizado. Relacionaré esa propuesta con las ideas
de Marx (1945) sobre la mercancía y su fetichización para esconder relaciones sociales
de sojuzgamiento, con Cook y Binford (1990) de analizar particularmente la producción
de mercancías en economías rurales y pobres, y con el concepto de una cultura de
mercancías (Cook 2004). Buscaré enmarcar estas perspectivas analíticas y conceptuales
con Roseberry (1996) en el análisis de los cafés especializados y la creación de mercados
para su consumo en Estados Unidos.
Mintz (1985) describe cómo bajo el régimen colonial la producción de azúcar
funcionaba dentro de sistemas triangulares en los siglos XVII y XVIII. En África se
vendían bienes para el consumo interno que habían sido producidos en Europa con
recursos extraídos de América Latina. Ahí, menciona Mintz (1985:43), es donde se
! 21
producía la riqueza a través de mercancías que eran exportadas a Europa donde eran
procesadas, y para ello, esclavos fueron llevados de África.
En este sentido, el colonialismo no fue un proceso homogéneo. Mientras al
principio promovió el azúcar como un lujo de las élites, “cuando la producción se volvió
significativa en términos políticos y militares, su consumo en los estratos sociales más
altos declinó y comenzó a ser parte del consumo de las masas” (Mintz 1985:145). Fue
entonces que “el libre comercio se impulsó en la medida en la que se encontraron nuevos
mercados como la clase trabajadora. Este garantizó el abastecimiento de las mercancías y
el capital para procesarlas y re-exportarlas” (Mintz 1985:46).
Las colonias y los países productores de mercancías como el café, han sido
históricamente generadores del capital y crecimiento industrial y económico del primer
mundo. La relación entre los países industrializados y los productores de mercancías se
ha dado en un contexto de poder donde, ante la falta de capital y tecnología en los
segundos, los primeros consideran que deben ocuparse de la producción y procesamiento
(Mintz 1985).
En este sentido, considero necesario analizar la producción de mercancías, la
forma particular en la que el trabajo se inserta en este proceso y cómo contribuye a la
producción de capital. Como propone Marx (1945) al analizar las mercancías, el café
posee un valor de uso, en cuanto satisface una necesidad, y un valor de cambio, en tanto
que es producido para ser consumido por otros. Desde su introducción en América
Latina, forma parte de un proyecto capitalista donde se consolida la separación entre la
utilidad que tiene el café para satisfacer las necesidades directas de quien lo produce y su
! 22
utilidad para ser vendido, entonces “se divorcian sus valores de uso y de cambio” (Marx
1945:51). Scott Cook (2004:211) privilegia el valor de cambio, pero también considera su
uso y dimensiones simbólicas. En términos más concretos, el mismo autor observa en el
valle de Oaxaca que:
“la cultura de las mercancías en localidades indígenas está nutrida por la participación en mercados externos de trabajo, tierra, y productos en formas que son compatibles con las metas tradicionales en Mesoamérica: alta prioridad a la tierra como un recurso de valor, especialmente para la agricultura; participación en fiestas comunales, reuniones civiles y religiosas; generosidad y reciprocidad. Tarde o temprano, estas metas entran o promueven adquisición, acumulación, realización y consumo de mercancías que representan valor como trabajo monetizado abstracto” (Cook 2004:180).
La producción de mercancías no es entonces incompatible con la participación en
el mercado sino pilar fundamental en la generación de capital y tampoco hace
desaparecer formas “no-capitalistas” de producción. Existen ingresos que tienen los
pequeños productores de mercancías además del dinero mediado por el mercado como la
recolección de plantas silvestres y cosechas para el autoconsumo. “El ingreso es
frecuentemente generado a través de la combinación de trabajo pagado y pequeñas
entradas como el comercio de mercancías, sin mencionar algunas actividades ilegales,
respaldadas por pagos transferidos por el gobierno o remesas por miembros de la familia
ausentes” (Cook y Binford 1990:2). Tanto los ingresos del mercado como los que no son
determinados por éste, representan campos económicos de la cultura de mercancías, “la
diferencia es que en un contexto de no mercado, la dimensión del valor de uso es
subjetivamente privilegiada sobre la dimensión de valor de cambio” (Cook 2004:212).
Es necesario pasar en este análisis a la relación de estos valores con el trabajo.
Precisamente lo que caracteriza a la pequeña producción de una empresa capitalista,
! 23
además de la escala de producción es la forma en la que se inserta el trabajo. En la
pequeña escala, “los productores directos son también los propietarios operadores de la
empresa que da empleo no pagado” (Cook y Binford 1990:11) a familiares. A quienes se
les paga es a los cortadores del café cuando la producción es alta y hasta llegan a “faltar
brazos” (Roseberry 1991), sin embargo, el cuidado del cafetal durante el año queda a
manos del productor. El capital es entonces extraído del valor del excedente de ese
trabajo no remunerado, incluyendo el del propietario (Cook y Binford 1990). Además de
que parte del ingreso obtenido de la venta de la mercancía es destinado a la sobrevivencia
de la producción misma.
Como podemos observar, la producción de mercancías se da en “niveles de
integración internacional sin destruir formas no capitalistas de hacer y ganarse la vida”
(Cook 2004:180). Esto sobre todo porque resultan necesarias ante las pérdidas
económicas que genera la dependencia de productos mercantiles. Las pequeñas empresas
familiares generan capital pero también alimentan “expresiones de una cultura
contrahegemónica o, paradójicamente, de una cultura indígena de mercancías” (Cook
2004:181). La agricultura para el autoconsumo es una de varias estrategias defensivas
que son empleadas para enfrentar situacionalmente la economía familiar campesina-
artesanal en periodos de inflación u otras condiciones económicas de origen extra-local
que impacta el proceso de reproducción del poder-trabajo (Cook y Binford 1990).
En el proceso que acabo de describir, y bajo la línea de ver la reproducción del
capitalismo en las localidades campesinas, observamos que “los indígenas pueden tener
éxito en la economía de mercado y reproducir su propia identidad cultural” (Cook 2004).
Gran parte de las cosechas de maíz y otros productos entran en un sistema de
! 24
reciprocidad que mantiene otras relaciones sociales al interior de las comunidades (Cook
2004), la economía capitalista no es entonces un sistema que destruye lo genuino sino un
proceso histórico de producción de mercancías y diferenciación de clase; y las formas de
producción que no pertenecen a un sistema de mercado, más que sobrevivencias, son
parte integral en la reproducción del capitalismo.
Tomando en cuenta la propuesta de Mintz (1985) de analizar cambios en la
producción y el consumo de acuerdo a un proceso capitalista no homogéneo, y
recordando que los valores de las mercancías, trabajo e intercambio se incrustan de
manera dinámica de acuerdo a determinadas espacialidades en contextos de poder, me
propongo ubicar la producción de café en América Latina en relación con su consumo en
Estados Unidos (Jiménez 1995; Roseberry 1996). Estudiar la producción de café es echar
una mirada a la historia del capitalismo donde la economía está altamente espacializada y
es selectiva (Ferguson y Gupta 1992; Trouillot 2001), más allá de borrar fronteras y abrir
un libre mercado. En este contexto, “lejos de moverse a través de mercados abiertos, la
economía mundial ha sido testigo durante los años ochenta y noventa de la emergencia de
mercados privados que dominan los intercambios más importantes” (Trouillot 2001:128).
La propuesta de Jiménez (1995) y Roseberry (1996) de analizar el consumo de
café como la bebida del capitalismo de Estados Unidos me parece relevante en la medida
en la que determina la espacialización también de sus procesos de producción e
intercambio en México. Incluso cuando el café orgánico surge como una alternativa a los
precios bajos generados por la inserción en el libre mercado, su producción no rompe con
las relaciones históricas de extracción de ganancias descritas anteriormente. El consumo
de cafés especializados en Estados Unidos está ligado a la forma de producción y para
! 25
entender estos cambios es necesario analizar el paso de la producción “estandarizada” de
café en masa a un contexto de libre mercado que le apuesta a la diversidad de productos
(Roseberry 1996).
Para empezar, “la historia particular de la estandarización del café para mercados
masivos no está desligada de la historia de la estandarización e industrialización de
comidas en general en los siglos XIX y XX” (Roseberry 1996:764). Este proceso
fordista, anterior a la segunda guerra mundial en el siglo XX estaba sujeto a la regulación
y protección del mercado y productos por parte del estado. Por otro lado, los cafés
especializados rompen con este pasado de producción y consumo en masa para pasar a la
liberación de mercados y terminar con el proteccionismo del estado que se considera
ineficiente. Por lo tanto:
“La expansión de cafés especializados marca una rompimiento con un pasado caracterizado por la producción y consumo en masa. El movimiento a través de estos cafés se inició no por los gigantes que dominan el comercio de café sino por pequeños tostadores regionales que desarrollan nuevos recursos de oferta, nuevos modos y redes de distribución que permiten, entre otras cosas, a los consumidores [retóricamente] comprar directamente a los campesinos” (Roseberry 1996:763).
Una de las expresiones del cambio en estos procesos de estandarización y
posteriormente diversificación del café es el Acuerdo Internacional de Café, firmado en
1963. Se trató de un pacto en el que “los países productores y consumidores establecieron
una serie de cuotas y podían ser ajustadas o suspendidas año con año pero al mismo
tiempo impusieron una serie de rigideces en el comercio internacional” (Roseberry
1996:772). Este tratado que proporcionaba medidas proteccionistas tanto a países como a
productores individuales regulando las cuotas en el mercado y los precios internacionales,
fue eliminado en 1989 favoreciendo una economía neoliberal de mercado abierto.
! 26
En este contexto han crecido los cafés especializados y ha tenido impulso la
producción de café orgánico en México y otros países productores considerados como
periféricos. Mientras, en los países consumidores, el café orgánico, como los cafés
gourmet, está dirigido a clases blancas en un mercado segmentado por clase y por género,
su consumo, lejos de ser de una clase burguesa, es de una cosmopolita y gentil, que
podría entenderse como “políticamente correcta” (Roseberry 1996). En este sentido,
adquieren productos tomando una decisión “responsable” pero de no confrontación
política.
Además de ser un producto especializado, el café orgánico es parte de los
considerados objetos “naturales” y “étnicos”. Según Scott Cook (2004:192), “el siglo XX
tardío es un periodo de mercantilización de la etnicidad y etnificación de la mercancía
donde se producen artesanías para turistas a través también de intermediarios para
mercados en Estados Unidos como una idea de artefactos auténticos”. El café y los
productos orgánicos son parte también de este proceso de etnificación para la
exportación.
Considero pertinente recordar que:
“’la ruralidad’ es una construcción de la modernidad y de la formación de una sociedad ampliamente urbanizada, una construcción en la cual se puede tejer una multiplicidad de mitos históricos, de sociedades agrarias más tranquilas y equitativas, de zonas en donde se puede disfrutar la verdadera “naturaleza” no tocada por la mano del hombre” (Gledhill 2001a:329).
La idea de lo natural que se consume en occidente, se inserta en configuraciones
locales, donde la percepción y relación con los recursos naturales es establecida más bien
desde la necesidad y la práctica.
! 27
Antropología del estado desde lo “no gobernable”
En la tercera parte de este marco teórico, abordaré los conceptos de sociedad civil
(Ferguson 2006; Ferguson y Gupta 2002) y “sociedad política” (Chatterjee 2006) como
una forma de entender al estado y su relación con campesinos y campesinas de
Huehuetla. Estos ayudan a contextualizar la retórica bajo la cual, en un contexto
neoliberal, el café es producido por organizaciones de campesinos que al mismo tiempo
que han sido “abandonados” por el estado, son receptores de políticas globales de
gubernamentalidad para el tercer mundo. Sin embargo, estos dos conceptos, lejos de
encuadrar el caso particular de Huehuetla, son desbordados por la historia agraria y lucha
de los totonacos del municipio. Para finalizar, revisaré la propuesta de Molly Doane
(2010), quien explica que en su apropiación de medios de comercialización globales, los
campesinos organizados bajo el discurso de un comercio directo y amigable con el medio
ambiente, re-fetichizan la producción de mercancías que revisé anteriormente, y los
consumidores mercantilizan decisiones políticas.
Para comenzar a hablar de sociedad civil, tomo la propuesta de Ferguson (2006),
de analizar la forma de estado bajo la cual la sociedad civil se vuelve un discurso
modernizante y supuestamente democrático. La relación estado-sociedad civil se ha
entendido bajo diferentes lógicas. Puede concebirse, por ejemplo, al estado como “arriba”
de la sociedad civil, la comunidad y la familia. Las prácticas del estado se entienden
como políticas “de arriba a abajo”, y “los de abajo” como los más auténticos. Otros,
según Ferguson y Gupta (2002:983) ven a la sociedad civil como mediadora entre un
estado ahí arriba y una comunidad ahí abajo que representa a los grupos que el gobierno
! 28
debe administrar. Estas imágenes no es que sean falsas pero los autores recalcan que son
construidas, su propuesta es “poner atención a los procesos sociales e imaginativos a
través de los cuales la verticalidad del estado está hecha y es efectiva y autoritaria”
(Ferguson y Gupta 2002:983). Esto lo podemos observar en la dinámica diaria de las
dependencias gubernamentales pero también “en sitios menos obvios que aquellos de
políticas institucionales y burocracias establecidas” (Trouillot 2001:133), así las ONGs
son una propuesta para ello (Ferguson y Gupta 2002; Trouillot 2001). “El análisis del
imaginario del Estado debe incluir no sólo las representaciones discursivas, explícitas del
Estado sino también las implícitas, no marcadas y significantes” (Ferguson y Gupta
2002:984). Tomando estas propuestas, pasaré a hacer un análisis de modelos de estado a
nivel global para después retomar la idea de hacer una etnografía del estado dentro de
particularidades locales donde se construyen nuevas relaciones de verticalidad y poder.
Ferguson (2006) propone hacer una topografía del poder entre el estado y la
sociedad civil. Esta topografía es diferente en un modelo económico nacionalista y otro
neoliberal. En la construcción de un estado-nación, el nivel nacional era considerado
altamente moderno, democrático y promotor del desarrollo y crecimiento económico y
progreso. Éste desplazaría viejas estructuras locales. Lo local era un espacio viejo,
tradicional y no democrático que obstaculizaba el crecimiento económico y el progreso.
Para el caso de la producción de café en México, el Instituto Mexicano del Café
(INMECAFE) corresponde a la institución interventora del estado-nación, con la cual se
modernizaría la cafeticultura, rompiendo viejas estructuras caciquiles e incrementando la
producción. Pasando al estado neoliberal, esta topografía del poder ha invertido los
papeles, el estado es un aparato viejo y corrupto que obstaculiza el desarrollo económico
! 29
y el progreso; mientras, la sociedad civil es un nivel moderno, democrático e impulsor del
crecimiento económico y el progreso, es también dinámica y se encuentra incrustada en
lo local. Volviendo a México, este modelo es legible cuando rompe el INMECAFE y la
intervención estatal, para dejar a los productores como responsables de la producción,
lidiando con la libre fluctuación de los precios del aromático. En el capítulo cuarto
profundizo sobre el estado neoliberal y la producción de café orgánico en un contexto de
libre mercado.
Este nuevo modelo de estado democrático desafía en su retórica al anterior y sus
prácticas cotidianas de gobierno clientelares pero reproduce viejas y nuevas relaciones de
poder. Incluso existe una noción de sociedad civil como un nivel local separado del
nacional donde “las políticas son corruptas y la comunidad es pura” (Doane 2001:370).
Se trata de “entidades políticas que tal vez sean mejor conceptualizadas no como ‘abajo
del estado’ pero parte de aparatos internacionales de gubernamentalidad” (Ferguson y
Gupta 2002:994), tangibles sobre todo a partir de las medidas de ajuste estructural y el
uso de fondos provenientes de organizaciones internacionales como el Banco Mundial y
el FMI. La sociedad civil “se vincula a actores políticos locales así como una clase
profesionalizada de trabajadores de ONGs y sueños de una autonomía futura fundada en
modos de organización comunitarios tradicionales no especificados” (Doane 2001:370).
Sigo entonces esta propuesta de contextualizar el discurso de la sociedad civil
como uno que ha cobrado fuerza de acuerdo a un proyecto de estado neoliberal y un
modelo económico global que hace posible el libre mercado. En este sentido, en
Huehuetla las políticas gubernamentales aterrizan a grupos organizados pues representan
la retórica de la sociedad civil. Sin embargo, este término deja fuera la historia agraria
! 30
contada desde la práctica de relaciones de poder y violencia hacia movimientos sociales y
organizaciones religiosas, así como dinámicas partidistas que complejizan la historia de
lucha de estos grupos.
Por lo tanto, me propongo seguir programas gubernamentales que aterrizan en la
llamada sociedad civil expresada a través de Organizaciones No Gubernamentales
(ONGs) para encontrar ahí al estado (Trouillot 2001) vertical y autoritario (Ferguson y
Gupta 2002). Paradójicamente, en el discurso global de la “sociedad civil”, la crisis del
ajuste estructural es también una crisis de gobernanza donde los derechos humanos y la
democracia son nuevos objetivos de un “buen gobierno” (Ferguson 2006). Sin embargo,
esta sociedad civil local, ya sean organizaciones vinculadas a fondos gubernamentales o
bien a proyectos de autonomía indígena, desafía fuertemente ser una vía democrática y
moderna, en tanto los derechos que le corresponden incluso por ley, le son negados. Así
pues, la capacidad y experiencia organizativa propia de las “ONGs” en Huehuetla viene
más de una historia de lucha ante un contexto sumamente violento que de la retórica de la
“democracia”.
Ahora bien, después de haber revisado hasta aquí cómo un modelo de estado
neoliberal otorga un lugar privilegiado a la sociedad civil en su retórica y en sus leyes,
para el contexto particular de Huehuetla considero relevante traer el término de “sociedad
política” que propone Chatterjee (2006). Esto sobre todo porque los productores de café
orgánico no se consideran a sí mismos una ONG, sino que más bien están organizados
para facilitar el acceso a recursos estatales y a comercializar su propio café en un
contexto en el que las instituciones gubernamentales y las vías de comercialización de
café resultan inestables, corruptas y arbitrarias.
! 31
De acuerdo al argumento de Chatterjee (2006:194), la sociedad civil está
relacionada a una clase más burguesa, elitista y es reducida. Por otro lado, la sociedad
política está formada por sujetos que apenas pueden disfrutar de algunos de los beneficios
legales y derechos que le corresponden, por lo que muchas de sus decisiones pueden
incluso “transgredir la legalidad en su lucha por lograr mejores condiciones de vida”
(Chatterjee 2006:197). La sociedad política en la práctica puede llegar a desafiar el
discurso de los derechos humanos y los beneficios establecidos en la ley.
En este sentido, ubico a la sociedad política dentro de la misma comercializadora
de café orgánico pero con una actitud engañosamente pasiva. No se trata entonces de los
líderes de la organización ni de productores de café que defienden un discurso
ambientalista, más bien son personas que se integran para beneficiarse por ejemplo del
subsidio a la construcción de patios para el secado del café, pero deciden finalmente,
vender su café orgánico al coyote porque ofrece un precio más alto y dinero inmediato.
Entonces, los grupos que ubico como parte de esa sociedad política por un lado reciben
beneficios que les son otorgados de parte de los aparatos de gubernamentalidad neoliberal
y por otro hacen alianzas con comerciantes o grupos de poder político. Sin embargo, el
mismo término de sociedad política es también rebasado por los mismos campesinos
cuando recordamos que tienen una historia de lucha en la que han desafiado abiertamente
al estado y sus prácticas de mando vertical locales, que son aterrizadas en Huehuetla por
medio de cacicazgos y carreras políticas.
Los conceptos de sociedad civil y sociedad política contextualizan los términos
bajo los cuáles las organizaciones son un espacio en el que el estado reafirma su carácter
autoritario frente a movimientos considerados radicales incluso para nuevas retóricas
! 32
liberales que promueven la diversidad y democracia. Sin embargo, poco permiten pensar
en la posibilidad, hecha ya realidad en la historia de Huehuetla, de la formación de
sujetos que desafíen abiertamente formas verticales y arbitrarias de mando como las
carreras políticas por medio del caciquismo local.
Así pues, bajo la retórica de la sociedad civil como un espacio nuevo para el
aterrizaje de las políticas de gubernamentalidad neoliberal, en México, “el dinero del
desarrollo ha sido dirigido menos a proyectos de infraestructura de larga escala y más a
través de la fundación de desarrollo “desde abajo”, frecuentemente a través de las ONGs”
(Doane 2001:363). Estas “políticas que de hecho están impulsadas e impuestas por
banqueros internacionales, son completamente no elegidas, y presentadas como
democráticamente escogidas por consenso popular” (Ferguson y Gupta 2002:992-993).
En este contexto, la verticalidad del estado es tangible allá “arriba” pero lo es también
cuando aterriza a niveles locales. Hay que recordar que “estas metáforas de verticalidad
del estado resultan del hecho de que están incrustadas en las prácticas cotidianas de las
instituciones que lo representan y de que la operación rutinaria de las mismas produce
escalas y espacios jerárquicos” (Ferguson y Gupta 2002:984).
El hecho de que el estado se encuentre ligado a aparatos no necesariamente
gubernamentales, es la prueba de que “más que instituciones, su materialidad reside en
rehacer procesos y relaciones de poder como en crear nuevos espacios para la
implementación de poder” (Trouillot 2001:127). Aquí considero que parte crucial de la
historia agraria de Huehuetla está vinculada al pacto clientelar con el Partido
Revolucionario Institucional (PRI), que Recondo (2007) define como uno un trato en el
que “el estado respeta [mas o menos] las costumbres locales y garantiza la integridad
! 33
territorial de las comunidades indígenas y a cambio las comunidades prestan apoyo
masivo e incondicional al partido oficial en las elecciones” (Recondo 2007:29). El
clientelismo y caciquismo en Huehuetla ha sido directamente desafiado por movimientos
sociales locales como el de la OIT y el gobierno indígena que estableció. Sin embargo,
una vez que los grupos de poder locales recuperaron el poder político y gubernamental,
han instaurado nuevas formas de “intermediación con el estado” (Recondo 2007:58),
donde la sociedad civil juega un papel determinante para aterrizar políticas y fondos
públicos. Así pues, las organizaciones son una opción siempre y cuando no sean tan
radicales como los movimientos encabezados en algún momento por los totonacos del
lugar.
Mientras el caciquismo, la violencia y también la lucha caracterizan la vida de los
productores de café, los consumidores de productos orgánicos cosmopolitas son un
segmento que en gran medida busca la reparación pero no confrontación de los intereses
del mercado. Por lo tanto, este análisis de la sociedad civil no puede estar completo sin
abordar su relación con el mercado global. “Así como el lugar de la autoridad del estado
ha cambiado de un sistema burocrático y legislativo a los dominios ejecutivos del
mercado, los movimientos sociales que alguna vez trataron de redireccionar la política
estatal a través de la legislación, ahora se vinculan con un nuevo lugar de la autoridad, el
mercado” (Doane 2010:231).
Considero pertinente, entonces, culminar este marco teórico con un análisis del
mercado de productos orgánicos que promete formas familiares y tradicionales de
producción y un conocimiento del consumidor de lo que adquiere, favoreciendo prácticas
de libre albedrío más que de economía política. Al igual que en el caso del comercio
! 34
justo, “más que exponer las contradicciones del mercado global de mercancías y
demandando, como una extensión lógica, un cambio político y económico radical, parece
servir como una corrección a un sistema” (Doane 2010:240). Los consumidores, al
efectuar una transacción económica y adquirir productos orgánicos, se encuentran en un
proceso de mercantilizar una decisión política.
Molly Doane (2010) arguye que se naturaliza la idea de la existencia de mercados,
más que mostrar que éstos son productos de las relaciones humanas. Los individuos son
vistos como racionales que buscan el mejor precio y no hay otro tipo de decisiones más
que económicas en una transacción (Doane 2010), por lo tanto, consumidores y
productores son entendidos como agentes que efectúan una decisión económica racional.
Lo que venden y compran es “un mensaje sobre el ideal del funcionamiento del
privadamente regulado, rigurosamente auditado sistema transparente del mercado”
(Doane 2010:244). Queda entonces invisible el hecho de que los mercados de productos
orgánicos o comercio justo sean resultado de años de organización y lucha que
cuestionan el sistema económico y político, o que surgen precisamente por la histórica
existencia de sistemas de explotación laboral y ambiental. Aunque el caso de Huehuetla
no está inserto en redes de comercio justo, el café orgánico comparte esta situación en la
cual el mercado, como lo mencioné en el apartado anterior, se apoya sobre “inequidades
históricas entre el centro y la periferia mientras apela a ideales progresistas de libertad y
participación” (Doane 2010:241). En el análisis de Doane, los productores tomaron la
decisión de insertarse en un mercado de comercio justo:
“para crear economías de estructuras a escala y administrativas lo suficientemente largas y eficientes para hacer posible competir en el mercado global y recibir el mejor precio para el producto. Estas estructuras
! 35
no garantizan que la producción de café constituya una buena vida para los productores” (Doane 2010: 252).
Lo mismo ocurre en el caso del mercado orgánico, donde un precio más alto para
vender el café no implica resolver las necesidades básicas de alimentación y salud de los
productores sino que satisface una demanda de consumo en otro espacio.
Finalizo sintetizando que:
“la existencia de los grupos autónomos no representa una amenaza al estado cuando se basa en procesos clientelistas que extrae favores de los partidos políticos en el poder. Por otro lado, la historia y efectos mismos del clientelismo y cooptación ha hecho surgir nuevos movimientos sociales que desconfían del estado y sus partidos políticos, incluyendo a los de izquierda” (Doane 2001:364).
Sobre todo en contextos donde la migración internacional, la presencia de nuevas
corrientes religiosas, partidos políticos y disputas por la tierra tienen cabida, es difícil
encontrar movimientos sociales que propongan un desafío a las políticas neoliberales. Sin
embargo, es también visible el surgimiento de nuevas colectividades que desafían los
regímenes de poder del capitalismo y que si bien no cuestionan abiertamente su
funcionamiento, sí demandan un lugar activo en el mismo, por ejemplo, en la producción
y comercialización de café orgánico. La sociedad civil, y en particular la sociedad
política, en Huehuetla es construida cotidianamente por campesinos y campesinas que
históricamente han estado en relación con el poder político en el estado y en el control de
la comercialización del café; al insertarse en mercados de productos orgánicos, si bien
existe un interés en obtener un ingreso económico más alto, se trata también del
establecimiento de un espacio colectivo para hacer frente a formas violentas de exclusión
y dominación naturalizadas en espacios globales y locales de producción de mercancías y
de vida campesina.
! 36
CAPÍTULO 2
FORMACIÓN HISTÓRICA DEL ESTADO Y CAFÉ
El café en la Sierra Norte de Puebla fue introducido paulatinamente a partir de finales del
siglo XIX (Chenaut 1995:50). Desplazó poco a poco a otros productos como la caña y el
maíz y reorganizó la estructura agraria y comercio en toda la región. No existe una
cronología lineal ni un responsable en específico sino una multiplicidad de actores que de
acuerdo a momentos históricos participaron en la modificación de las relaciones sociales
y económicas con el estado y el mercado nacional e internacional. Si bien la región ya
estaba envuelta en procesos mercantiles, seguir esta multiplicidad de actores alrededor
del café permite observar cómo se ha formado regionalmente el estado y aproximarnos
con ello a una etnografía del capitalismo.
Observando la dinámica económica y comercial en la que se insertó el café dentro
de la región, en este capítulo describo por qué el desarrollo de la economía capitalista en
la sierra “no se trata de un crecimiento natural y pacífico de las fuerzas productivas y la
organización social. Por el contrario, esta transformación tuvo que abrirse paso a través
de la intervención estatal, la violencia legal e ilegal y la guerra, en un proceso que hoy
sigue avanzando sobre la entera superficie del planeta” (Gilly 2006:60). Para ello, y
siguiendo la propuesta hecha en el marco teórico de observar el capitalismo en sus
diferentes momentos históricos, espacialidades y estructuras (Roseberry 2002), dividiré el
capítulo en dos partes, cada una correspondiente a las relaciones cambiantes entre
! 37
diferentes formas de estado y la producción de café en la zona. La primera refiere al
periodo del estado posrevolucionario, donde me centro en las relaciones económicas
entre comerciantes, arrieros e intermediarios que establecieron una estructura para la
expansión del capitalismo por medio del café en la región, y la segunda le corresponde a
la intervención de un estado populista expresado principalmente a partir del INMECAFE.
Estas formas de estado no se excluyen entre sí, si bien cada una corresponde a la
vez a estructuras macroeconómicas diferentes, es imposible no observar la continuidad de
un estado centralizado, corporativista e interventor en la expansión del capitalismo
“libre” a través del aparato caciquil.
Paisaje agrario posrevolucionario
En la Sierra Norte de Puebla, “…las condiciones ecológicas e históricas particulares han
llevado a la implantación de una organización económica en torno, principalmente, a la
producción de café dentro del marco de una multitud de unidades pequeñas y medianas
de producción” (Beaucage 1974:114). En América Latina, “la expansión de café
coincidió con la expansión territorial, el movimiento de terratenientes en zonas donde los
bosques fueron destruidos, y “nuevos bosques” y árboles plantados, pueblos concretos,
caminos construidos, identidades regionales forjadas” (Roseberry 1995:3). En la Sierra
Norte de Puebla, los mestizos y productos de mercado como la caña y el café se
establecieron a finales del siglo XIX. Si bien la revolución no modificó en gran medida el
paisaje agrario de la región, partiré del periodo posrevolucionario pues es a partir de ahí
que el café comienza a desplazar a productos como la caña debido entre otras razones al
aumento del consumo masificado del aromático a escala mundial.
! 38
Antes de seguir con la expansión del capitalismo en Huehuetla, retomaré el
trabajo de Michael Jiménez (1995) de analizar el café y el capitalismo en Estados Unidos.
Si bien al principio el café era considerada una bebida exótica y consumida únicamente
por élites, lo que no requería de una gran cantidad de producción, a finales del siglo XIX
pasó a ser una bebida de la masa trabajadora. Jiménez (1995) describe que el crecimiento
de una población cosmopolita en el proceso de industrialización de Estados Unidos, abrió
nuevos nichos de mercado donde el café, como una bebida “estimulante”, pasó a ser
símbolo de una era de máquinas, productividad, y modernidad. De ser una bebida exótica
se convirtió en un producto civilizatorio.
“Los múltiples e insólitos usos de esta bebida indican la profundidad y lo completo de los cambios sociales y culturales que acompañaron la construcción de un nuevo orden basado en innovación tecnológica implacable, alta productividad de trabajo, y una amplia capacidad de consumir bienes y servicios por un segmento sustancial de la población” (Jiménez 1995:56).
Ya fuera consumida en la casa con nuevas cafeteras eléctricas, en oficinas
gubernamentales o en “coffee breaks”, para expandir esta bebida, los precios bajos y la
estandarización del producto eran condiciones necesarias para relacionarse con los países
productores. Paradójicamente, después de 1900, el interés en el café generó un mayor
debate en los Estados Unidos debido a la desconfianza en el establecimiento de precios y
especulaciones (Jiménez 1995:52), sin embargo, a pesar de estos sentimientos que tenían
cargas xenofóbicas y anti internacionalistas, el café se expandió en países productores,
cambiando también radicalmente su espacio y dinámicas sociales internas. México
exporta más de la mitad de su café a Estados Unidos, incluso en la actualidad cuando ha
entrado al mercado europeo con el café orgánico (Echánove y Pérez 2006).
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Así se tratara de fincas, pequeñas propiedades o tierras comunales, la producción
cafetalera en estos países “no podría mantenerse sino gracias a una explotación colonial
de los trabajadores” (Beaucage 1974:115). En el caso de Huehuetla y la Sierra Norte de
Puebla, tal explotación ha sido posible gracias a un sistema caciquil como intermediario
en el proceso de beneficio y comercialización de mercancías como la caña y el café. La
intermediación no consiste en un papel pasivo al interior del proceso de comercialización,
sino como veremos a lo largo del capítulo, se trata de la construcción de poderes políticos
por medio de la usura, el robo, la violencia y las alianzas con el estado.
Actores, cultivos y comercio: la expansión histórica, espacial y estructural del capitalismo
Diferentes cultivos, medios de comercialización y actores tuvieron un papel determinante
en la expansión del capitalismo a través del café en Huehuetla. Considerada como la
bebida del capitalismo (Roseberry 1995), el café implicó el desplazamiento de unos
cultivos y la permanencia de otros, la usura y la participación de autoridades
gubernamentales en la construcción de un sistema caciquil que controlara su
procesamiento y distribución, y la restructuración de canales de comercialización de
actores como los arrieros.
En el contexto posrevolucionario la región contaba ya con una amplia experiencia
en procesos mercantiles nacionales a través de la producción de caña de azúcar para
piloncillo y aguardiente. Las fábricas de aguardiente estaban en lugares de difícil acceso
debido a su carácter ilegal, se encontraban “cerca de la fuente de abastecimiento de
panela y a la vez convenientemente alejadas de las autoridades fiscales de las capitales de
distrito de la tierra fría” (Thomson 1995:32-33). En el siglo XIX “el aguardiente
! 40
representaba la fuente de ingresos más importante y por lo tanto aseguraba a los
fabricantes una predominancia económica y política” (Paré 1975:49). Desde este
momento considero importante hacer énfasis en el carácter ilegal de las organizaciones en
las que se expresó el capitalismo local y en su vínculo con autoridades gubernamentales a
través del tiempo.
Este capitalismo no desplazaba todavía de manera considerable el cultivo de maíz
y la producción para el consumo local en la Sierra Norte de Puebla. “Por lo que respecta
al valor de la producción en pesos, en 1907 el más importante es el maíz, siguiéndole el
aguardiente de caña, el café, el piloncillo, el chile verde y otros cultivos” (Velázquez
1995:57). Poco a poco, la introducción del café desplazó parcialmente el cultivo de
productos de autoconsumo como el maíz, y casi totalmente mercancías como la caña. Al
mismo tiempo, la permanencia de estos dos últimos juega hasta la fecha un papel
determinante en la sobrevivencia y reproducción de los campesinos indígenas al
diversificar sus ingresos económicos.
Emilia Velázquez (1995) observó los intercambios comerciales y la estructura
económica del Totonacapan siguiendo los caminos de arrieros en diferentes regiones del
mismo. De acuerdo a su investigación, en la producción de caña de 1940 a 1970 en la
Sierra Norte de Puebla:
“No hay grandes cambios, pues se sigue sembrando maíz, frijol, chile, legumbres, café y caña de azúcar. Sin embargo, a finales de esta época empieza a decaer. Esto debido a dos causas: la consolidación de un cambio en el patrón de consumo que sustituye en buena medida el piloncillo por el azúcar refinada, lo cual ocurre principalmente en los centros rectores y en las plazas secundarias del sistema de mercadeo de que participan los productores indígenas […] [así como] el cierre de las fábricas clandestinas de aguardiente” (Velázquez 1995:89).
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Al ir perdiendo los caciques el apoyo político del estado, “el cultivo de caña es
sustituido poco a poco por el del café, y si bien la superficie dedicada a este último
aumenta, no por ello deja de ser un cultivo de menor importancia que el maíz en cuanto a
la extensión ocupada” (Velázquez 1995:90). En Huehuetla la caña se continúa
cosechando y se procesa por medio de trapiches para preparar piloncillo. En la localidad
de Chilocoyo del Carmen mencionaron que sólo lo hacen por ser parte de “la cultura
indígena”, y que “podría ser negocio pero es un trabajo pesado”. Por otro lado, algunas
familias la consideran una fuente importante de ingresos, don Mateo Gómez tiene el
trapiche en su casa, lo que le permite hacer panela una vez a la semana o cada quince
días, con jornadas que comienzan a las tres de la madrugada y requieren de mucho
esfuerzo físico. Él comentó que cuando el café bajó su precio en 2003, decidió tumbar el
cafetal y sembró una hectárea de caña, vendiendo a 12 o 13 pesos el kilo de panela. Don
Mateo menciona haber agrandado las tierras que posee actualmente por medio de la
arriería. En Huehuetla, la carretera se terminó de construir hasta principios de la década
de 1990, por lo que varios de los productores de café con quienes conversé, se dedicaron
a comercializar café y otros productos usando sus bestias en épocas recientes.
Los arrieros fueron actores determinantes en la expansión del capitalismo en
épocas previas a la posrevolución, durante ella y en el periodo de intervención estatal en
la producción cafetalera. Velázquez (1995) define que el arriero “es el intermediario que
vincula a los productores con los comerciantes y los acaparadores asentados en los
centros rectores. Los arrieros hacen fluir los productos por los circuitos comerciales que
cruzan el Totonacapan y que relacionan a los centros económicos rectores de una y otra
zona” (Velázquez 1995:60). Así pues, al mismo tiempo que el café y productos para el
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mercado comenzaron a desplazar la economía y la agricultura orientada al consumo local,
los arrieros “se abastecen en los centros comerciales rectores de productos
manufacturados provenientes de la industria nacional, tales como harina, azúcar refinada,
jabón, telas, que introducen a los poblados del interior del Totonacapan” (Velázquez
1995:63). Don Salvador Guzmán, quien se dedicó a la arriería desde niño, mencionó lo
siguiente:
“Llevábamos envases [vacíos] y traíamos refresco. Llevábamos café de diciembre a marzo, de ahí ya llevábamos envase, el envase era seguro” (entrevista con Salvador Guzmán, 19 de mayo de 2011/77).
Paralelamente, “alrededor de la arriería se desarrolla toda una serie de actividades
complementarias: jarcería, curtiduría, mesones, cuadras.” (Velázquez 1995:64). También
los espacios se configuraron de acuerdo a esta actividad, es un decir que las calles
angostas de Huehuetla, fueron hechas para los caballos y no para los autos; se menciona
que no había ni un ruido más que el sonido de los cascos de los caballos por las calles. La
arriería está en la memoria reciente de los productores de café en Huehuetla. Algunos de
ellos mencionaron no haber tenido tierras antes de dedicarse a la arriería y que fue por el
dinero ahorrado ahí que, en sus palabras, ahora son campesinos.
“Me dieron unas mulas y me fui para Coxquihui. El burro me sacó del río, ese sí me sacó de la pobreza. Me compré otros pedazos de terreno. Ya la lucha era a muerte” (entrevista con Felipe, 23 de mayo 2011/123).
Además de la arriería, existían otras fuentes para complementar las pérdidas que
generaba comenzar a depender del café. Luisa Paré describe en 1975 lo siguiente:
“Existe una población campesina fundamentalmente indígena que cultiva café o frutas para el mercado y maíz para su subsistencia, en minifundios menores de 5 hectáreas; un grupo de campesinos sin tierra que venden su fuerza de trabajo en los cafetales de la Sierra o en los grandes ranchos de la costa de Veracruz o también en la construcción de las grandes ciudades, y
! 43
finalmente, una pequeña burguesía rural, fundamentalmente mestiza o indígena en vía de ladinización que domina el sector terciario” (Paré 1975:41).
La producción de café a la que se refiere Luisa Paré en este contexto, carecía de
técnica y era abundante por la fertilidad de las tierras recientemente desmontadas para la
siembra de estas matas. Sin embargo, había menos dependencia del ingreso de este
cultivo, pues se cosechaban otros productos para el autoconsumo. Don Bonifacio Méndez
relata que cuando era niño e iba a cortar café, jugaba con las cerezas y las tiraba, ahora
eso sería inadmisible. Una anécdota parecida a la anterior es la de José Gaona, que
menciona que abundaban cultivos para el consumo familiar:
“Mi papá iba a Hueytlalpan a vender jitomates. Si no se vendía nada lo tiraba en el camino para no venir cargando. Ahorita ya se vende, antes no” (entrevista con José Gaona, 11 de junio 2011/335). Desde ese momento, la comercialización del café ha sido manejada por medio del
coyotaje y caciquismo. En Huehuetla, cuatro familias eran las principales acaparadoras
del grano. Entre ellas se elegía a cada presidente municipal. Por medio de relaciones a
veces “sutiles” como la compra de café o el compadrazgo, y a veces violentas, como la
usura, estas familias mantuvieron el poder político y económico de la región.
El control y violencia eran tangibles desde el momento de pesar el café. Antes del
INMECAFE, la medida utilizada para hacerlo era el cajón, a través de la cual se podía
manipular fácilmente el valor de la mercancía. El cajón de madera era del tamaño de una
caja de cartón de jabón “Roma” y originalmente pesaba 28 kg, pero esta medida fue
creciendo:
“Son coyotes, agrandaron su cajón a 34 kilos. Hasta lo pateaban para que cupiera más, sí son muy tigres” (entrevista con Pedro Gaona, 24 de junio 2011/559).
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Para evitar este coyotaje local, en años en los que la producción era abundante y
valía la pena invertir tiempo y gastos, los productores llevaban en bestias el café a
Zacapoaxtla, Cuetzalan o Zozocolco para encontrar un mejor precio con intermediarios
regionales:
“Antes de INMECAFE se producía poco, se vendía por caja de 28 kilos. Se llevaba a Zacapoaxtla con los Macip o con Luis Fernández. Valía 700 pesos [en pergamino] y un cartón de cerveza 9 pesos. Nos echábamos 3 días en ir y venir caminando. Pero eso no era cada año, había veces que no había café” (entrevista con Gabriel Becerril, 18 de mayo 2011/33).
Considero que esta inversión en tiempo y esfuerzo para evitar el coyotaje local,
constituye una de las formas cotidianas de resistencia de los productores (Scott 1997).
Este traslado de la mercancía sólo era posible en años de alta producción. Desde ese
momento hasta la fecha, existen esta y otras formas de resistencia engañosamente sutiles,
que como menciona Scott (1997, 2000), no constituyen un desafío público y abierto a la
autoridad o al control, sino que es más bien silencioso. Algunas otras prácticas son por
ejemplo, incluir algunos cafés verdes, aún no maduros, en los bultos de café cereza, pero
acomodando los más rojos y grandes en el tope del costal. Así, el bulto pesa un poco más
pero no será rechazado por tener granos verdes.
Así mismo, cuando los productores venden su café seco a un mejor precio, lo cual
ocurre a partir del segundo de tres cortes, muchas veces evaden un paso muy importante
en el procesamiento del café con el objetivo de ahorrar un día de trabajo y vender su café
más rápido. Esto consiste en mezclar con cal el agua con la que se lava el café ya
despulpado, en lugar de dejarlo 24 horas en agua esperando que fermente. Aunque tanto
los técnicos del INMECAFE como los actuales mencionan que la fermentación es un
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paso muy importante para determinar el sabor del aromático, para los productores, un día
ahorrado de trabajo puede representar una forma de reducir las pérdidas que genera la
pésima remuneración por su café. Estas actividades se establecieron desde inicios del
intermediarismo y se practican hasta la actualidad, por lo que los acaparadores las
conocen muy bien.
La venta de la cosecha, en periodos previos al INMECAFE, dependía sobre todo
de situaciones “inesperadas” como la fluctuación de los precios y fenómenos
climatológicos, así como de otros procesos más establecidos y poco cambiantes como la
explotación del trabajo de los productores que tienen que vender “lo que salga” de café al
precio que sea en momentos de poca estabilidad económica, que más que la excepción,
son la regla. El pequeño productor lleva a cabo de manera autónoma la primera fase de
producción que consiste en el cuidado del cafetal, el corte y dependiendo de la urgencia o
no de dinero, y del volumen cosechado, el despulpado, lavado y secado para venderlo en
pergamino y obtener un mejor precio. Sin embargo, esto último ocurre poco, debido a la
necesidad de mano de obra asalariada para el corte de café y a la imposibilidad de
preservar buenas cantidades de café sin despulpadora mecánica. De hecho, para pagar y
asegurar el corte, el productor tiene que “vender parte de su grano en condiciones que no
le son favorables” (Beaucage 1974:125), es decir, en cereza, recién cortado. De ahí que:
“Dada la naturaleza de la producción cafetalera y la enorme cantidad de trabajo humano que requiere, […] se desarrolle por lo general al interior de comunidades indígenas mediante concentraciones de mano de obra barata y altamente rentable para el proceso de acumulación capitalista” (Salazar 1988:217).
Las etapas del proceso productivo que se caracterizan por “el uso de una
tecnología rudimentaria y una inversión cuantiosa en trabajo para suplir las carencias de
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tecnología y capital en el proceso productivo” (Salazar 1988:145-146) son las que
generan plusvalía. “La compra en cerezo y chivola son las que mayores ganancias
reportan a los comerciantes, ya que se realizan hasta en 50% menos de su valor real”
(Salazar 1988:198). Estos intermediarios, “a fin de que su control se mantenga, requieren
invertir una enorme cantidad [en realidad no tan alta] de capital fijo, como maquinaria
para la industrialización del café, y deben disponer de ‘capital-dinero de comercio’ lo que
los liga al capital financiero nacional privado” (Salazar 1988:166). Esto último se da con
el fin de comprar a tiempo la cosecha de café antes de que sea acaparado por otros
caciques.
La red de créditos hasta la fecha va más allá de la región y varía de acuerdo
también a las fluctuaciones en los precios y a factores ambientales que afecten la
producción. Early (1982:102-103) observa lo que pasó con la caída del precio en 1975 en
Zongolica en la que “las líneas de crédito cesaron. Los exportadores trataron de cobrar
los préstamos hechos a los procesadores, quienes a su vez intentaron cobrar el dinero que
habían prestado a los productores” y cuando éstos, que no recibían un buen precio por su
café “no pudieron pagar debido a los altos intereses, los agiotistas se quedaron con sus
tierras”. Early (1982:103) revisó los registros de propiedad de 17 de los más grandes
procesadores de la Sierra, resultando que de 1948 a 1960, siete de los procesadores
incrementaron sus propiedades, mientras que de 1960 a 1972, 12 de los 17 lo lograron.
En este mismo contexto de poder, la usura para asegurar la mano de obra y el robo
en el pesaje o pago, han sido métodos de acumulación de capital en la comercialización
del café:
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“Si algún amigo les pedía dinero prestado, tenían que dejar sus escrituras y te pagaban el café a 5 pesos, te iba[n] descontando” (entrevista con Bonifacio Gaona, 1 de junio de 2011/247).
Es decir, en los meses de escasez de alimentos y productos para el mercado, los
coyotes otorgaban préstamos asegurando comprarles el café en la época de cosecha para
saldar la deuda, aunque esto significaba establecer desde ese momento el precio al que el
café sería comprado, y para que resultara una transacción rentable para los prestadores,
ese precio tenía que ser menor al de la cosecha. O bien, los productores indígenas dejaban
sus escrituras y por medio del cobro de intereses imposibles de pagar, los coyotes se iban
haciendo ricos de tierras. Pedro Juárez, socio de la OIT y uno de los gestores del Juzgado
Indígena, recordó lo siguiente al hablar sobre las épocas previas al surgimiento de la
misma:
“Por no pagar un año le quitaban tierra, por eso hay potreros por acá. […] Un señor vecino, se fue de borracho y cuando llega, machetea a una vaca porque se está comiendo su milpa. Entonces lo multan con 700 pesos. […] [Pero] si a ti te pasa algo, muérete, si algo le pasa a su animal paga multa” (entrevista con Pedro Juárez, 4 de junio de 2011/293).
Carreras políticas y caciquismo
Así pues, la expansión regional del capitalismo a través del cultivo de café se logró a
partir del control de medios de comercialización por medio del ejercicio de poder político
que legitimó la extracción del trabajo indígena. Las familias intermediarias de café o
coyotes, construyeron ese poder por medio del gobierno municipal y relaciones con el
gobierno estatal y federal. “Al controlar los puestos administrativos o políticos resulta
posible evadir impuestos, controlar recursos públicos, impedir o acelerar obras de
infraestructura en una forma favorable para la acumulación individual” (Paré 1975:50).
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Siguiendo la propuesta de Luisa Paré, quien escribió sobre el caciquismo y poder
en la Sierra Norte de Puebla, “definimos al caciquismo […] como un fenómeno de
mediación política caracterizado por el ejercicio informal y personal del poder para
proteger intereses económicos individuales o de una facción” (Paré 1975:36). En
términos de encarnar la manifestación local del poder dominante, representa también la
personalización del estado y al mismo su presencia y complicidad en cuanto a la
impartición de violencia o justicia (Das y Poole 2004).
Los coyotes o caciques son en su mayoría mestizos que llegaron con interés en la
extracción de recursos naturales y explotación de la mano de obra de los indígenas en la
zona. Como ya lo revisamos anteriormente, “si bien hoy en día algunos caciques pueden
ser empresarios agrícolas capitalistas, originalmente la fuente de su acumulación suele
basarse en un comercio y una usura caracterizados por la rapiña y la violencia” (Paré,
1975:37). Desde los que vivían en Zacapoaxtla hasta los instalados en “la selva”, ellos
impidieron y retardaron la construcción de caminos en la Sierra con el objetivo de
mantener aisladas a las comunidades y controlar el comercio de café y otras mercancías
(Paré 1975; Velázquez 1995).
Mientras controlaban los puestos de la presidencia municipal en Huehuetla, la
participación de los indígenas era poca o nula, además de que cuando lo hacían no
gozaban de los beneficios que les correspondían. Así lo relata José Gaona, quien fue
regidor en la época previa al gobierno indígena y también durante el mismo:
“La primera vez que me metí de regidor no me pagaron. Me engañó el presidente, me dijo que él tampoco ganaba, hasta que perdió su hija las elecciones se enojó y me dijo [que sí ganaba]” (entrevista con José Gaona, 11 de junio 2011/343).
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Las elecciones resultaban favorecer al PRI en un 100%. Y eran las mismas
familias quienes tomaban los puestos, decidiendo quién tomaría la presidencia el
siguiente periodo. A nivel nacional esto favoreció la construcción de cacicazgos
regionales y estatales, sin embargo, tampoco se trataba de hegemonías fácilmente
establecidas sino que se construían a partir tanto de resistencias como de alianzas y
negociaciones entre grupos militares, políticos o corporativos (Pansters 1998). En este
sentido, el caciquismo, que controlaba las dinámicas económicas y políticas en la región,
se instauró como la estructura mediadora para la intervención del estado en Huehuetla. La
producción de café no obedeció entonces a un “crecimiento natural de las fuerzas
productivas”. A pesar de que el discurso oficial decía que la institucionalización de esta
mercancía acabaría con el intermediarismo y viejas estructuras de poder que
obstaculizaran la modernidad, como profundizaré a continuación, se trató más bien de
una condición necesaria para la acumulación del capital en sus nuevas modalidades.
La intervención del estado populista: el INMECAFE
En el periodo de 1949-1970, “el Estado desempeñó un activo papel en el desarrollo
económico mediante inversiones directas y la promulgación de una serie de medidas de
apoyo, ambas dirigidas a incrementar la inversión privada y las utilidades de la industria
y la agricultura comercial” (Pansters 1998:156). Esto fue tangible para los pequeños
agricultores sobre todo a través del crédito, pero a partir de la década de los setenta
contaron también con asistencia técnica y subsidios estatales, formándose los cimientos
de un estado interventor y corporativo.
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En 1949 se creó la Comisión Nacional del Café, que se convirtió en 1959 en el
INMECAFE. Sin embargo fue hasta la política económica mexicana de la década de los
setenta, que en 1974, con la nueva política del INMECAFE, tomó un carácter
explícitamente interventor en el fomento y comercialización de la producción de café.
Esto constituyó una solución a la crisis aguda agraria que comenzó en 1970. A partir del
establecimiento de paraestatales, “la creación de esta infraestructura institucional cumplía
la tarea de suplir la inversión productiva correspondiente a la iniciativa privada, en las
ramas generadoras de bienes de consumo básico” (Salazar 1988:81) orientados a la
exportación. En las políticas agrarias de Luis Echeverría (1970-1976) y de López Portillo
(1976-1977), el Plan de Desarrollo Nacional:
“Se proponía la unión y la organización de las clases sociales a través de los partidos políticos y otras instancias superestructurales, en cooperación con los aparatos corporativos del Estado (por ejemplo Conasupo [Compañía Nacional de Subsistencias Populares] y Banrural [Banco Rural]) para dirigir y coordinar a las unidades de producción no capitalistas, contempladas como “cooperativas” y “asociaciones” bajo los supuestos establecidos en la Alianza para la Producción” (Salazar 1988:85).
Considerando a los campesinos como sujetos de crédito, “algunos de los intentos
que el gobierno ha puesto en marcha incluyen la fusión de capitales públicos y privados
(como en el caso de FIRA [Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura]), o
bien a través de los empréstitos concedidos por el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID)” (Salazar 1988:90). Este carácter crediticio de la producción de café generó
cambios sustanciales en el campo mexicano en su intento por modernizar para la
exportación.
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De acuerdo a la investigación hecha por Emilia Velázquez (1995), la intervención
estatal (1971-1986) genera mayores cambios en la Sierra Norte de Puebla. Se da sobre
todo “el casi total abandono del cultivo de la caña de azúcar iniciado en el periodo
anterior, la disminución de la superficie destinada a la siembra de maíz y el aumento
considerable de la extensión de plantaciones de café” (Velázquez 1995:110). Menciona
también que si bien el café desplaza inicialmente el cultivo de caña, el crédito y la
comercialización segura por medio del estado terminan con esta producción y comienzan
a extenderse plantíos de café en terrenos destinados al maíz (Velázquez 1995:119). Estos
cambios, como lo recuerda José Gaona, ocurrieron en poco tiempo:
“Estaba José López Portillo de gobierno. Vinieron los citatorios para sembrar café porque van a exportar donde no hay café. Por eso nos prestan dinero e hicieron semillero en el Tehuancate. En 3 años ya hay mucho café” (entrevista con José Gaona, 11 de junio de 2011/333).
Mientras encaminó esta política orientada a la exportación, el gobierno evitó la
crisis alimentaria surgida desde la década de los setenta y la nueva dependencia de
productos de exportación, subsidiando a través de créditos y precios de garantía para
alimentos básicos. Es por eso que durante este periodo los productores se organizaron
también para construir las tiendas CONASUPO en sus localidades. Así, por medio de
comités y asociaciones como describiré a continuación, los productores establecieron su
relación con el estado para acceder a créditos y precios de garantía, generando una
relación de dependencia y control entre ellos y el estado. Esto implicó cambios en
términos de producción y comercialización, aunque no alteró sino que se integró a la
dinámica del poder regional caciquil.
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Unidades Económicas de Producción Campesina (UEPC)
El objetivo de modernizar el campo en el país trataba de cambiar las “viejas estructuras
campesinas”. Antes los campesinos no eran candidatos a obtener créditos por su baja
rentabilidad. Sin embargo, con el propósito de encaminar la producción al casi
monocultivo para la exportación:
“Se elaboraron planes y proyectos cuya finalidad era hacer llegar el beneficio económico al productor, aumentando su ingreso mediante la creación de sociedades campesinas llamadas Unidades de Producción y Comercialización (UEPC); la intención era evitar que los productores siguieran siendo víctimas de los intermediarios. Se contempló la dotación de recursos económicos (financiamiento) oportunos y asistencia técnica” (Salazar 1988:102).
Aunque como veremos más adelante, no se rompió en lo más mínimo con el
intermediarismo, “se esperaba que el productor pudiera […] participar en todas las fases
del proceso de comercialización, tanto al interior como al exterior” (Salazar 1988:102).
Sin embargo, en términos reales, los socios recibían el crédito, entregaban el café y el
instituto lo comercializaba.
Mediante los acuerdos internacionales entre los países productores de café, el
estado mexicano se comprometía con determinada cantidad de café para el mercado
mundial, si se excedía lo debía guardar para la siguiente cosecha o lo vendía a un precio
mucho más bajo. Al mismo tiempo que para obtener créditos, “los productores debían
pagar con café, el estado garantizaba el producto que necesitaba para la obtención de
divisas” (Early 1982:112). Mediante esta relación con los productores, el estado crea la
infraestructura social para permitir la acumulación del capital y la seguridad económica
que permita la sobrevivencia de la clase.
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Los productores de café de Huehuetla, recuerdan que la época del INMECAFE
fue de bonanza. Sobre todo porque entonces tenían el derecho de disfrutar de los
complementos de utilidades de su café, conocidas como “alcances”, que variaban de
cuerdo al precio del mercado en el momento de la transacción. Estos eran repartidos en
los meses de mayo en los que el café ya se había acabado e inmediatamente el
INMECAFE podía otorgar créditos o anticipos para comprometer a los productores con
determinada cantidad de café para la siguiente cosecha. Al momento de la compra del
café, se les descontaba una parte por el crédito pero recibían la otra. Aquí comenzó una
dependencia mayor del café y desplazó otras actividades económicas que generaban
dinero. En la localidad de Chilocoyo del Carmen mencionaron que anteriormente el
pueblo producía mucha cal. Algunos incluso comentaron que la llevaban a vender a otros
municipios del estado de Puebla o de Veracruz. Sin embargo la producción de cal
requería de mucha leña, por lo que al explotar y verse reducida la cantidad de madera y
llegar el café, éste último resultó una mejor opción y con un mercado asegurado.
Las UEPCs de Huehuetla, una por localidad, construyeron la bodega donde se
acopiaba y procesaba el grano. Esto se logró por medio de faenas y aportando un 10% de
la venta de su café. Con esto y con la gestión también del Partido Socialista Unificado de
México (PSUM) en la adquisición de una secadora, el beneficio se equipó.
Este beneficio procesaba el café de municipios vecinos como Caxhuacan e
Ixtepec, lo que requería de un gran volumen de organización entre las asociaciones y
productores. Así pues, “el Estado asume la responsabilidad de mantener las condiciones
generales de explotación, la regulación de las cuotas salariales y la eliminación de los
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conflictos de clase” (Salazar 1988:65), además, puede usar también la fuerza política o
militar, como lo hizo en otros contextos más urbanos del país.
La asistencia técnica para “modernizar” al campo y extraer la mayor cantidad de
recursos de las tierras recientemente desmontadas, consistió no únicamente en el
acompañamiento de técnicos capacitados para aplicar los reglamentos del INMECAFE
sino en pagar por el trabajo invertido en ello.
“Tenía precio y daba mucho. Le daba un programa que te pagaba para hacer hoyos, te dan bolsa, te dan pesetillas. Te pagan cuando siembras, te dan anticipo, préstamos para chapeo, poda, para quitar sombra. Te pagan cuando compran y luego el alcance cuando ya lo vendieron. También hay préstamos para comprar tanque y despulpadora” (entrevista con Pedro Rodríguez, 1 de junio de 2011/237).
Esto implicó cambios en los cafetales, que originalmente no requerían tanto
trabajo. Además, se introdujeron nuevas variedades de café, sustituyendo al “criollo”.
“Sembrábamos criollo, arábigo. Aguantaban 25-30 años, una mata producía 30 kilos. Luego entró INMECAFE, pidieron terrazas de 30 X 30, ahí fue cuando conocimos el químico. Y en verdad estuvimos mucho mejor” (entrevista con Gabriel Becerril, 18 de mayo de 2011/32).
Si antes las matas se dejaban crecer después de haber sido plantadas con un palo
introduciendo la semilla en un hoyo pequeño y “las hijitas” de las matas simplemente se
dejaban crecer, ahora el cuidado del cafetal consistió en crear semilleros, trasplantar,
trazar los surcos, hacer terrazas que evitaran que el suelo se lavara, aplicar fertilizantes,
herbicidas, plaguicidas y controlar la sombra. Para ello, había un técnico del municipio de
Huehuetla que se capacitó en Veracruz y que contó lo siguiente respecto a su trabajo:
“Supongamos que un señor tiene nueva planta, otro tiene planta vieja, otro va a empezar. Si yo voy le digo “a ti te falta sombra y abonar”. A otros les toca recepar. Al nuevo hacer hoyos y terrazas. Se les dejaba una hojita, una receta de lo que se tenía que hacer. Regresábamos al mes y repasábamos.
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Unos sí lo habían hecho, otros no, les decíamos que lo hicieran” (entrevista con Efrén Rivera, 30 de junio de 2011/631).
Hasta la fecha la asistencia técnica genera debates en cuanto a lo que se debe y no
se debe hacer, sobre todo con las nuevas tendencias a promover la diversidad de cultivos
frutales y maderables en el cafetal, lo que molesta a los ex técnicos de INMECAFE que
mencionan que eso le quita nutrientes a la planta. Sin embargo, una vez que desaparecen
el instituto y los créditos, estas medidas son aún menos aplicadas por los productores.
Actualmente, en los peores momentos para el precio del aromático, incluso cortarlo
implica invertir trabajo no remunerado, además que las nuevas variedades de plantas de
alto rendimiento requieren de inversión en fertilizantes. Por lo tanto, considero que la no
Figura 1: Despulpadora Bonasa #4. El INMECAFE otorgaba créditos para la adquisición de maquinaria para procesar el café.
Fotografía tomada del video que acompaña esta tesis.
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aplicación de las indicaciones de los técnicos, constituye también una forma cotidiana de
resistencia campesina (Scott 1997), y que más que flojera o desatención, se trata de
racionalidades planeadas para evadir el control y explotación de la fuerza de trabajo de
manera silenciosa.
Otra medida, esa más acatada, promovida por el INMECAFE y que en general
dejó de utilizarse por su costo fue el uso de fertilizantes químicos y herbicidas.
“INMECAFE daba herbicidas. Formol para echar a la tierra antes del café. Antes aplicaba fertilizante cuando estaba INMECAFE, lo comprábamos a cuenta de cosecha, pagábamos con el café después. Cuando ya desapareció INMECAFE ya no” (entrevista con Mateo Bernabe, 17 de junio de 2011/435).
El uso de herbicidas y plaguicidas afectó considerablemente la soberanía
alimentaria, ya que al hacer uso de ellos para sustituir el chapeo, las sustancias químicas
afectaron el crecimiento de plantas comestibles como hongos, jitomates y cilantro. La
economía familiar dependió cada vez más de productos para el mercado, por lo que,
como mencionaré más adelante al describir la relación de los intermediarios locales con
el instituto, los productores vendían su café a ambas partes para completar la inversión
realizada en el cafetal:
“[…] En la Sierra Norte de Puebla un campesino puede vender parte de su producción de café al INMECAFE, con el que se relaciona como miembro de una UEPC y por lo que tiene determinados derechos (reparto de utilidades) y obligaciones (acatar las disposiciones técnicas del Instituto). Además, puede vender otra parte de su producción al acaparador local, con el que se relaciona de manera personal, individual, y bajo otras condiciones de pago [y deuda]. Pero también puede acudir cada semana al tianguis del lugar a vender yuca, cilantro, cebollinas, etcétera, y en donde muchas veces establece relaciones de tipo horizontal con otras unidades de producción campesina” (Velázquez 1995:151).
La relación con el estado fue entonces mutuamente construida, por un lado, los
productores dependían del aparato estatal para su reproducción, por otro, el INMECAFE
! 57
debía asegurar la cantidad de café comprometida por medio de su relación con los
productores.
La inversión del estado en el trabajo y la eliminación de conflictos que pudieran
surgir, no era en balde. Las asociaciones de productores realmente representaban una
amenaza al poder corporativo, pues eran muy críticos de lo que representaba el valor de
su trabajo. Don Salvador Guzmán, quien fue representante de los productores de la
localidad de Putaxcat, menciona que había ocasiones en las que el INMECAFE tardaba
en entregar los alcances a los productores, o bien entregaba sólo un 20% de lo que les
debía por su café. Gabriel Becerril, que también fue representante de los productores de
la localidad de Chilocoyo, menciona que:
“Cuando el Instituto Mexicano no nos daba el finiquito, pues… le metíamos grupos muy fuertes a Zacapoaxtla para pelear que se nos diera el finiquito, el faltante del café” (entrevista para video con Gabriel Becerril, 19 de julio de 2011).
Así, los productores obligaban a que incluso les pagaran el hotel en la ciudad de
Zacapoaxtla cuando hacían un plantón en las instalaciones del INMECAFE. En el
siguiente capítulo, retomaré estas movilizaciones, ya que los productores construyeron
otras alternativas de organización para evadir la corrupción al interior del instituto.
Mientras, considero pertinente profundizar en la relación mutuamente amistosa y llena de
complicidad entre el INMECAFE y las familias acaparadoras de café.
Estado y coyotes en la expansión del capitalismo
A pesar de que la infraestructura de Huehuetla no había cambiado mucho desde años
anteriores al INMECAFE, destacando sobre todo el retraso de la construcción de la
! 58
carretera por parte de las autoridades municipales, se abrieron caminos para “sacar el
café” de ahí. Como mencionaron en Chilocoyo de Guadalupe, no había carreteras a las
comunidades pero sí que bajaban mulas cargando los bultos. Algo similar comentó don
Salvador Guzmán, “hasta en avioneta se iba el café”.
Aunque no existiera infraestructura para “hacer llegar” a los pueblos totonacos
servicios básicos de salud, comunicación o energía eléctrica, el estado sí llegó a extraer el
aromático en poco tiempo. Inmediatamente el INMECAFE comenzó a exportar el café de
sus socios o de otros “no socios” que también vendían ahí su café pero no tenían los
mismos derechos ni obligaciones que los primeros. Hubo tanto café, que el número de
beneficios y máquinas para su procesamiento fue insuficiente y el INMECAFE arrendaba
las secadoras de los acaparadores ya establecidos. Esto ocasionó que, si bien en la
retórica el INMECAFE tenía por objetivo terminar con el coyotaje, al final hubo una
relación a veces oficial y a veces corrupta entre ambos actores.
Aunque algunos mencionaban que los coyotes se enojaron por la llegada del
INMECAFE, lo cierto es que resultaron beneficiándose de su intervención por múltiples
razones. Como mencionó don Efrén Rivera, “por un lado perdían, por otro robaban”. Se
beneficiaron, primero, porque la producción de café aumentó considerablemente y no
toda era captada por el estado; segundo, porque fueron responsables de procesar lo que el
INMECAFE no se daba a basto, ya fuera de manera oficial o por debajo de la mesa;
tercero, porque como mencioné anteriormente, el estado se encargó de reproducir una
infraestructura social y económica al interior de las UEPCs que permitiera la
acumulación del capital; y finalmente, por medio de la regulación de precios.
! 59
Así pues, “ante la imposibilidad del INMECAFE para construir su propia
infraestructura, los acaparadores tienen la oportunidad de entablar una relación ventajosa
con la institución […]” (Velázquez 1995:176). La producción de café se aceleró no sólo
al aumentar el número de productores sino por el uso de fertilizantes químicos que
aumentaron la producción de los cafetos. De esta manera los intermediarios procesaron y
vendieron el café que el estado “mandó a sembrar” y que era demasiado para la
capacidad del instituto o que sobrepasaba la cantidad que se había comprometido a
comprar para completar sus lotes.
Al mismo tiempo, el instituto invirtió poco en infraestructura y no aumentó su
capacidad de beneficiado, prefiriendo arrendar maquinaria y pasar cantidades de café a
maquilar con los coyotes. Algunos productores trabajadores del INMECAFE o técnicos,
mencionaron que había mucha corrupción al interior del funcionamiento del beneficio.
Los compradores en el INMECAFE seguían manipulando el peso del café acaparado para
vender los excedentes clandestinamente a los intermediarios y quedarse con el dinero
obtenido.
Finalmente, “dentro del control institucional encontramos la fijación de precios
así como su control. Los subsidios a la producción agrícola no sólo benefician a los
campesinos sino también [y sobre todo] a los productores capitalistas” (Salazar 1988:54).
En términos estructurales y económicos, el estado se encargó de la reproducción de la
economía campesina y con ello de una larga serie de intermediarios.
! 60
El fin del INMECAFE y el regreso al “libre comercio”
El estado populista y corporativista entró en un momento de crisis que dejó al país
vulnerable ante el gran capital, siendo posible así el establecimiento de políticas
neoliberales a nivel internacional, orientadas a la privatización y liberación económica.
Las organizaciones internacionales y estatales que controlaban la comercialización del
café fueron desmanteladas, marcando más drásticamente el establecimiento del régimen
neoliberal de estado. “En junio de 1989 la Organización Internacional del Café fracasó en
acordar cuotas de producción [debido a que Estados Unidos se negó a mantener el precio
de garantía], lo que redujo el precio mundial del café en un 50%” (Harvey 1998:177). En
Huehuetla y la Sierra Norte de Puebla, ese año fue de casi nula producción, debido a la
nevada que cayó en la sierra el 22 de diciembre de 1989, quemando las plantas de café.
Las reformas neoliberales, que comenzó Miguel de la Madrid, fueron aceleradas
por Salinas, bajo la lógica de que “México necesitaba atraer inversión privada de recursos
internos y externos para volverse internacionalmente competitivo y financieramente
estable” (Harvey 1998:170). La firma del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) y la reforma al artículo 27 constitucional fueron las medidas más
tangibles; el primero implicó la eliminación de cuotas de exportación y aranceles para el
supuesto libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, el segundo, que
significó la anulación de uno de los principales logros de la Revolución, dejó la
oportunidad de privatizar las tierras ejidales y favoreció el uso individual de la tierra,
sobre formas colectivas de organización política y económica.
! 61
Estos cambios son parte de las políticas de ajuste estructural implementadas por el
FMI y por el Banco Mundial, preparando el terreno para la privatización y liberación
económica. Por lo tanto, bajo la retórica de [nuevamente] modernizar al campo y eliminar
formas corporativistas y clientelistas de control campesino, las medidas también
implicaron “el desmantelamiento de agencias gubernamentales, la reducción del crédito,
el removimiento de precios de garantía y la apertura a importaciones más baratas”
(Harvey 1998:170).
Ahora bien, el contexto que llevó a visualizar el clientelismo y corrupción en la
producción de café, que de por sí existían, comienza en la década de los 80s cuando el
INMECAFE entró en una crisis económica, acaparando cada vez menos de la producción
cafetalera. Con una deuda de 90 millones de dólares, “la respuesta del gobierno de
Salinas en 1989 fue comenzar el proceso de privatización” (Harvey 1998:177), aunque
finalmente optó por desmantelar el instituto en 1993.
Al mismo tiempo que el precio del café disminuyó y quedó determinado por
movimientos del mercado, “otra consecuencia de las reformas macroeconómicas de
Salinas que afectaron a los productores de café fue la sobrevaluación del peso. Las
ganancias potenciales de exportación, que quizás hubieran compensado los bajos precios
mundiales, se perdieron como resultado” (Harvey 1998:177). La caída de los precios y
desaparición del INMECAFE causaron “la gradual disminución del ingreso económico
de los indígenas, muchos de los cuales dejaron de producir grandes cantidades de café, o
simplemente dejaron de producirlo, para volver a sembrar en sus terrenos maíz,
leguminosas o alguna otra planta comestible” (Reyes 2005:43). Esta situación,
! 62
empeorada con las consecuencias de la nevada, quebró muchos proyectos familiares y
organizacionales que tenían los productores en Huehuetla:
“Esta casa se hizo en el 87 cuando hubo café. Cuando nevó ya no pude hacer mi colado” (entrevista con Pedro Juárez, 4 de junio de 2011/307).
En la localidad de Leacaman 2, donde la asociación de productores construía su
beneficio para acopio de café, la obra se canceló, quedando únicamente los pilares de la
construcción. Así pues, como menciona el ex técnico de INMECAFE:
“Del 92 al 94 se quedaban tirados los cafetales. Empiezan a sembrar maíz u otra cosa” (entrevista con Efrén Rivera, 30 de junio de 2011/633).
Pierre Beaucage (1994, 2008) observó en el municipio de Cuetzalan las
negociaciones entre el estado y mediadores externos pertenecientes a INMECAFE y a
ONG’s. Sostiene que las reacciones de los productores ante la retirada del estado a partir
de 1989 no fueron homogéneas. En Huehuetla, por medio de los Fondos Regionales, del
entonces Instituto Nacional Indigenista (INI), los productores formaron organizaciones
para acceder a créditos que después tenían que cubrir, aunque los precios y la producción
eran menores. El Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) fue otro que tenía por
objetivo contrarrestar el impacto de las políticas de ajuste estructural por medio de la
constitución de comités de solidaridad para acceder a créditos para proyectos
productivos.
Lo que le siguió fue la llamada “década negra”, un periodo en el que muchos
cafetales quemados por la helada fueron sustituídos por maíz, caña o monte. Se trata de
una nueva forma de producción de café, que depende de la falsa auto-regulación de los
mercados globales donde los precios del aromático suben y bajan. En el caso del café, las
especulaciones e interferencias de las pocas y grandes marcas de grandes capitales que
! 63
controlan su mercado, son prueba de la engañosa era del libre comercio. Para este trabajo,
no profundizaré sobre la producción de café en ese periodo, lo que propongo seguir es el
desafío que los indígenas de Huehuetla implementaron de manera organizada ante las
estructuras locales caciquiles descritas en este capítulo.
Para contextualizar el surgimiento de estos sujetos, considero de suma relevancia
lo que menciona Leticia Reina (2011) respecto diferentes tipos de organización y
movimientos campesinos a nivel nacional. Menciona que los campesinos que pertenecían
a estructuras corporativas del estado en la década de los 70s mantenían nexos directos y
de subordinación a los intereses del PRI y el estado, aunque algunas veces presionaban a
sus dirigentes como en el caso de los plantones en Zacapoaxtla que ya mencioné
anteriormente. Durante décadas, estas fuerzas sociales de base permitieron construir un
estado fuerte y corporativo, mismo que no conoció fronteras entre el gobierno y el partido
que lo sostuvo durante 70 años (Reina 2011:95). Como vimos a lo largo de este capítulo,
el empleo de viejas tácticas violentas, llevaron incluso al cuestionamiento de la
legitimidad del estado (Reina 2011). Las políticas neoliberales que fomentaban más la
participación y “libertad” individual bajo la retórica de terminar con formas de
cooptación y corporativismo, tuvieron éxito en destruir adhesiones de las bases, lo que
trajo una crisis del orden hegemónico establecido por el partido-estado. Éste último
perdió la hegemonía establecida a nivel nacional.
Esta crisis fue muy visible en los municipios, el final del INMECAFE en
Huehuetla ocurrió en el momento en el que la presidencia municipal es ganada por la
alianza de la OIT con el PRD y establece el gobierno indígena, reorientando
drásticamente la política gubernamental hacia las localidades totonacas y retando
! 64
relaciones históricas de poder. La fuerza con la que nació la organización y se mantuvo
en el gobierno municipal durante una década, surgió desde un movimiento colectivo con
un discurso étnico y religioso que luchaba por la autodeterminación política a nivel
municipal. Ligando la experiencia de la OIT a su análisis sobre la autonomía en el
Totonacapan, William Smith (2004) menciona que después del 89 “los campesinos
fueron obligados a reducir su dependencia de una economía cafetalera […]. El cambio a
la diversidad y la restauración de la economía alimentaria local progresó paso a paso con
el resurgimiento étnico promovido por la OIT” (Smith 2004:410).
Observo el nacimiento del gobierno indígena con el objetivo de ver no únicamente
café sino luchas y organizaciones que reorientaron la política gubernamental y los
procesos capitalistas mediados en Huehuetla por el poder local de los caciques y
estrategias como el robo y la violencia. Después de haber revisado aquí la relación del
estado, a través de sus prácticas e instituciones formales de gobierno, con el campo, el
trabajo y las organizaciones, considero relevante seguir el nacimiento de sujetos que
rompieron las estructuras caciquiles de poder. Si bien no evadieron la histórica relación
con el estado, sino que la reconfiguraron, sí establecieron los términos bajo los cuales ya
no serían gobernados, por medio de la violencia. En el próximo capítulo intento no perder
de vista que la construcción del autogobierno indígena, paradójicamente funcionó desde
el estado, a través (aunque no únicamente) de su aparato gubernamental, sistema
partidista y política nacional. Al mismo tiempo busco establecer que ese proyecto de
autonomía que incluso promueve una serie de programas agro-étnicos o de producción
orgánica, no ha logrado hasta la fecha sostener la economía familiar fuera de un sistema
cafetalero o mercantil.
! 65
CAPÍTULO 3
LA ORGANIZACIÓN INDEPENDIENTE TOTONACA Y EL GOBIERNO INDÍGENA (1989-1999)
“La historia no es un relato de desastres,
sino también una fuente de esperanza implantada en este mundo nuestro
y no en algún más allá de la vida.”
Adolfo Gilly (2006:74)
Ante un contexto permeado de racismo y violencia estructural, surgió en 1989 la
Organización Independiente Totonaca. Ésta estableció que los totonacos no serían
sojuzgados y humillados por los caciques locales que controlaban las estructuras
económicas y políticas por medio de la presidencia municipal. La OIT encabezó una
lucha en la que los totonacos construyeron una forma de gobierno que buscó reorientar
las políticas del estado, históricamente utilizadas éstas como una herramienta de control
por las élites locales. Entonces trataré de mostrar cómo la OIT nació de un proceso de
cuestionamiento y crítica de las estructuras locales, se enfrentó a un aparato electoral
sumamente violento y finalmente estableció un gobierno indígena que duró nueve años.
Éste último fue un periodo de trabajo y lucha para la construcción de carreteras y obras
para los totonacos.
Para contextualizar la lucha de la OIT con lo que ocurría en ese momento a nivel
nacional, me parece relevante lo que dice Leticia Reina (2011:142) respecto a que las
! 66
movilizaciones a fin de siglo, como el levantamiento zapatista, apelaron por una
reivindicación indígena cuestionando abierta y directamente la forma estado y el proyecto
de nación. Reina afirma que una novedad que ha tenido “la movilización indígena es la
lucha por la autonomía y la relativa independencia que han logrado en el proceso de
hacerse de bienes y servicios a través de sus autogobiernos” (Reina 2011:142).
Finalmente, menciona que las demandas son variadas y pueden ir incluso en contra de lo
“históricamente esperado” (Reina 2011:136), “rebasando los paradigmas y herramientas
de análisis de las ciencias sociales, por ello han quedado altamente cuestionados” (Reina
2011:144).
En este capítulo me planteo analizar la posición de quienes conformaron la OIT,
en tanto fueron críticos del aparato estatal vertical latente en marcos económicos,
políticos y sociales de sus vidas y construyeron una alternativa de autogobierno aunque
sin romper su relación con instituciones gubernamentales como lo hicieron los zapatistas.
Si bien sigo sus rupturas con la clase política mestiza dominante de Huehuetla, intento no
perder de vista lo paradójico que resulta la construcción de un proyecto autónomo por
medio de la vía electoral-partidista y el uso de recursos y programas públicos. Intento que
esta reflexión dé pie a entender porqué la violencia y verticalidad son nuevamente
prácticas asimiladas por grupos políticos locales y poco cuestionadas por nuevos
discursos que promueven la diversidad cultural pero evitan todo movimiento que pueda
ser considerado radical como el de la OIT.
! 67
Espacios críticos de evasión del mando local
Antes de comenzar directamente con el nacimiento de la OIT, mencionaré la creación de
una sociedad cooperativa de café que en el año de 1986 estuvo públicamente apoyando a
la candidata Estela Martínez en las elecciones internas del PRI. Esto con el fin de ver
sujetos que estaban rompiendo con el aparato gubernamental en el marco de la crisis del
estado populista, expresada en Huehuetla, principalmente, con la eliminación del
INMECAFE. En el capítulo anterior hablé de los plantones que hacían los fuertes grupos
de productores en Zacapoaxtla exigiendo el pago de los alcances. Algunos productores,
optaron por separarse del instituto y formar la Sociedad Cooperativa de Huehuetla para
comercializar por su cuenta el café.
Leticia Reina (2011) menciona que de 1982 a 1994 las luchas rurales estuvieron
encaminadas a la apropiación de procesos productivos ante la sustantiva disminución de
créditos e incremento de intereses, políticas encaminadas ya a un retiro del
proteccionismo del estado. En esta sociedad cooperativa participó una de las familias
históricamente acaparadora de café, aunque no la más fuerte, e impulsó desde ahí a Estela
Martínez, hija del ex presidente y comerciante Juan José Martínez, como precandidata del
PRI en las elecciones municipales de 1986.
Me parece relevante porque la candidatura se caracterizó por contar con un alto
número de regidores totonacos. Así mismo, fue la primera vez que en el municipio hubo
elecciones internas en el PRI y existieron muestras explícitas de violencia que rodearon la
elección y sus resultados. Existió también la intención de organizar por medio del PSUM
una candidatura en el año 1982, sin embargo, al no contar con el número suficiente de
! 68
integrantes, no logró establecerse. Los productores de café organizados dentro de la
cooperativa, encontraron obstáculos al organizarse dentro del mismo partido oficial, pues
no tenían un lugar dentro de los grupos de poder local y las familias más fuertes.
Si bien la cooperativa estuvo a manos de una familia mestiza también dedicada a
la comercialización de café, y la alternativa electoral que buscaron se situó dentro del
partido oficial y clientelista, varios productores que actualmente comercializan café
orgánico y algunos miembros de la OIT mencionaron haber participado activamente en
ella y en las elecciones:
“Éramos de INMECAFE, yo era socio. Eligen a una compañera, la elegimos como candidata del PRI, no conocíamos otro partido. Me dice el padre en la misa que le traduzca un mensaje: Que vaya a votar la gente. Yo era traductor: Vayan a votar, no presten su credencial, salen todos, no sabían cómo votar. Era un mismo pobre totonaco el que me arrestó y el que me traicionó, me fue a acusar. Estela Martínez era la candidata […] Estaba ahí sentada solita, no como los Valeriano. Me dijeron: ¿Por qué se mete la iglesia en la política? […] ¿De qué partido eres? Me preguntaron. Del PRI, pues no hay otro” (entrevista con Pedro Juárez, 4 de junio 2011/303).
El testimonio ilustra cómo comienzan a crearse rupturas con los acaparadores de
café más fuertes, los cuales respondieron violentamente a la fracción surgida dentro de su
partido, en plena época de democracia electoral. Aquí considero que la cooperativa fue de
las organizaciones pioneras de comercialización de café en términos de
gubernamentalidad neoliberal (Ferguson y Gupta 2002), donde el estado se ha retirado y
responsabiliza a los campesinos de la producción e intercambio del aromático. Sin
embargo, aunque al inicio se planteó como un proyecto de comercialización agrícola,
posteriormente se enfrentó al aparato estatal mediado por los caciques locales. Fue
! 69
entonces que los totonacos optaron por buscar otra opción, pues la alianza con los
mestizos locales y medios electorales no habían funcionado.
La sociedad cooperativa representa una paradoja que existe también al interior del
gobierno autónomo de la OIT, pues es a través de la alianza con políticos profesionales
partidistas, que los totonacos desafían el poder político concentrado en la cabecera
mestiza. Al mismo tiempo que con la cooperativa se establecen rupturas con algunos
caciques que controlaron históricamente los puestos en la presidencia municipal, inicia un
periodo de construcción y compromiso al crear la OIT. Con esto quiero decir que los
totonacos demostraron que sus intereses iban más allá de la comercialización del café, ya
que buscarían la forma de romper con estas formas violentas que los gobernaban.
Si bien, la organización nació el 22 de julio de 1989 en una asamblea pública en
el mercado municipal de Huehuetla, el proceso de construcción de las bases comenzó al
menos tres años atrás y fue producto de un diálogo constante entre catequistas totonacos
y adultos que asistían a la escuela abierta en la iglesia de la misma localidad. La acción
pastoral fue promotora de proyectos de educación en este municipio, que resultaron no
solamente en la adquisición de conocimientos sino en una fuerte politización y
construcción de proyectos de autogobierno.
Rosalba Zambrano (2003:66) menciona que “no se permitía al indio, su ingreso a
las escuelas de este lugar”. Una orden de religiosas Carmelitas llegó en 1965 a Huehuetla,
instalando una escuela para adultos, varios de los hombres y mujeres con quienes tuve
alguna relación para la elaboración de este trabajo, incluyendo a quienes no son parte de
la OIT, mencionaron haber asistido:
! 70
“Era en la iglesia, enseñaban las religiosas, se llamaba la escuela Vasco Quiroga. Iban muchos adultos, iban mujeres. No sabíamos escribir” (entrevista con Mateo Bernabé, 17 de junio 2011/429).
Algunos autores mencionan que durante esta época se promueve también desde la
iglesia la construcción de capillas en las localidades (Zambrano 2003) y la elección de
jueces de paz (Reyes 2005). Me parece relevante esta información, ya que por medio de
la participación en comités de capilla, cargos como los jueces de paz y los catequistas,
comienza un proceso de valoración de los servicios comunitarios y formas de
organización que se diferencian hasta la fecha de la estructura política y económica
estatal por tener un carácter más horizontal. Tanto socios como no socios de la OIT,
relatan en la actualidad su participación en varios comités y cargos civiles y religiosos
como un servicio por vivir en su localidad.
Debo mencionar que no es mi intención idealizar estas formas de organización, es
notoria la poca o nula participación de las mujeres en los comités y en cargos religiosos
como por ejemplo semaneros y fiscales, así como en la mesa directiva y en los talleres de
aniversario de la OIT, donde permanecen en la cocina, que ese día alimenta a los
asistentes del evento y cuentan con la ayuda de algunos hombres sólo en actividades
como el acarreo de leña. Sin embargo, es a partir del fortalecimiento del trabajo colectivo
y de la “acumulación de la palabra de todos” que se construyó una fuerte organización y
gobierno autónomo, que como veremos más adelante, tuvieron frutos tangibles en las
vidas tanto de los totonacos como de los mestizos de Huehuetla.
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que comenzaron a formarse en la
Sierra Norte en los años de 1980 (Fontes 2002:149), fueron fuertes espacios de
cuestionamiento y crítica a las prácticas caciquiles y violencia institucional, así como de
! 71
compromiso y construcción de formas de vida y organización que demostraron que sí era
posible romper con esas estructuras locales a través de las cuales eran mediadas las
prácticas estatales. En el taller del vigésimo segundo aniversario de la OIT, el 21 de julio
del 2011, se hizo un esbozo histórico de su trayectoria, donde se reconoció el año de 1986
como el inicio de las CEBs, 3 años antes a la constitución de la organización. Éstas
fueron impulsadas desde la Teología de la Liberación que tomó sus particularidades en
contextos obreros, estudiantiles o indígenas. Los sacerdotes Salvador Sotero, originario
de la localidad de Lipuntahuaca y que fue el primero en dar la misa en totonaco, así como
Salvador Báez, Mario Pérez y las religiosas carmelitas fueron los principales impulsores
de este proyecto de “teología india” en Huehuetla.
Al mismo tiempo, los catequistas participaron activamente en la construcción de
las CEBs. En sus casas, en cada una de las localidades de Huehuetla, formaron dos o tres
grupos, “lo que aguante” cada quien. Ahí se reunían semana a semana para después
concentrarse todos en la cabecera municipal mensualmente. Don Salvador Pérez
recuerda:
“10, 15 hasta 20 personas por grupo. Iban a las reuniones las mujeres, antes no, tenían miedo, vergüenza, después ya. Se defienden hasta ahora. Antes no había justicia. Había muchos que matan a las personas o roban. Aunque fueran a la presidencia no hay justicia” (entrevista con Salvador Pérez, 5 de junio 2011/321).
Dentro de los espacios de discusión que hicieron los catequistas, se cuestionaban
incluso los cargos comunitarios para la construcción de obras, esto lo ilustra el relato de
Benedicto García:
“Si quieren una obra, hagan un comité y pongan un cobrador y topiles. Y te encerraban si no pagabas. Entonces se reunieron. A mí me metieron cuatro
! 72
veces a la cárcel porque no tenía dinero” (entrevista con Benedicto García, 22 de mayo 2011/109).
Las obras públicas eran negadas y controladas por las élites locales para obtener
trabajo y dinero de los totonacos, los totonacos fueron críticos de esas estructuras que los
gobernaron históricamente. De esos espacios de cuestionamiento, después de tres años,
surgen decisiones y proyectos concretos como la creación de una organización que
funcionara fuera de esas estructuras locales y representara a los totonacos en una lucha.
Pedro Rodríguez Vega, catequista y ex presidente del gobierno indígena, relata:
“Como catequistas nos empezó a organizar el padre Salvador Báez y empezó a platicar [sobre] cómo vamos a solucionar este problema, porque es un problema grande, no va a solucionar dos o tres personas, sino que se necesita buscar solución por el pueblo, por la comunidad” (entrevista para video con Pedro Rodríguez, 29 de julio 2011).
Esta evasión del mando vertical del estado, mediado por una estructura caciquil,
se logra paradójicamente a través de un gobierno indígena establecido mediante una
alianza partidista y de la administración de recursos del estado. Sin embargo, es a partir
del cuestionamiento de formas de exclusión oficiales como proyecto de homogeneización
de los pueblos indígenas sustentado en expresiones regionales de caciquismo que nace un
proyecto político autónomo. Las CEBs fueron un espacio de cuestionamiento y crítica al
poder regional, donde se decidió que la opción a seguir era la organización y el uso de las
herramientas “electorales democráticas” y la gestión de proyectos estatales para beneficio
de las localidades totonacas.
En este sentido, sigo la lectura que hace Gómez (2011) particularmente de la obra
de Jame C. Scott (2009), referente a una historia etnográfica de gente sin estado del
sureste asiático, donde hace énfasis en “el carácter subjetivo e históricamente construido
de seres no estatales, cuya resistencia, más que simple oposición, se inscribe en la base
! 73
sólida que proporciona formas de trabajo tradicionales, evasión cotidiana de las
jerarquías, así como en los contenidos morales de profecías y milenarismos de una mejor
vida” (295). Este análisis puede servir de parangón con los zapatistas de Chiapas. Como
indica Gómez (2011), la negación de los zapatistas a ser estandarizados en un
movimiento indígena propio de un mundo multicultural, su tesón por reproducir otra
lógica de gobierno basada en el “mandar obedeciendo”, una ética de gente igualitaria que
comparte la propiedad de la tierra y que ha buscado eludir de sus vidas los principios
jerárquicos, los convierte en sujetos que han roto la pretensión uniformadora de crear
seres ideales de estado dentro de la actual renovada narrativa de progreso, por lo que son
en el mundo contemporáneo una opción y una tentación para creer en un mundo distinto.!
En mi propio entendimiento del surgimiento de sujetos no estatales, miro cómo
ese afán autónomo de los totonacos de Huehuetla se expresó, como veremos más
adelante, en la elección pública y abierta de autoridades municipales, la promoción de
agricultura orgánica para el consumo familiar y no para el mercado, las asambleas y la
oralidad para tomar acuerdos, entre otras dinámicas al interior del gobierno indígena y de
la OIT, que al mismo tiempo, representaron una forma de evadir formas de control
caciquil. Sin embargo, considero que más que resultar en una evasión a formas estatales,
se trató de la apropiación de las mismas para romper, mientras existiera también un
gobierno autónomo, con estructuras locales de violencia y mando. Se trató entonces de la
construcción de una forma de vida común de sujetos que fueron protagonistas de su
propio proyecto de autogobierno, aunque las opciones de romper completamente con la
legibilidad del estado en sus márgenes fueron limitadas y estos límites fueron tangibles
por medio de la violencia.
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Al plantearse la organización su establecimiento a través de la vía electoral y el
uso de recursos públicos, las élites locales respondieron violentamente, asesinando,
amenazando, atacando con armas de fuego y secuestrando a líderes de la organización,
con el objetivo de evitar que salieran de las formas de control ya establecidas.
Para entender estas respuestas de las élites y del estado como la violencia, el
caciquismo y la constante vigilancia a la OIT, considero relevante la propuesta de Das y
Poole (2008) de mirar la presencia del estado en sus “márgenes”. Las autoras proponen
superar la idea el estado como el aparato “racional” y ordenador que no ha llegado hasta
las periferias, sino poner atención en “los diferentes espacios, formas y prácticas a través
de las cuales el estado está constantemente siendo experimentado y deconstruido
mediante la ilegibilidad de sus propias prácticas, documentos y palabras” (Das y Poole
2008:25). La OIT, al salir del orden de control caciquil, experimentó la explícita
presencia del estado a través de actividades arbitrarias como la negación del derecho al
voto o la negación de la inscripción a la escuela a niños que no fueran hijos de priistas.
En este sentido, los canales institucionales formales brindados por el estado como la
“democracia electoral”, fueron bloqueados cuando sujetos como la organización rompen
con las prácticas de control vertical, entonces, ciertamente como indican esas autoras, en
el plano de la vida política cotidiana en Huehuetla, la frontera entre lo legal y lo
extralegal transcurrió en las oficinas y las instituciones que representan al estado (por
ejemplo, la presidencia municipal dominada por la élite local), así que con frecuencia la
política de los totonacos apareció como legal unas veces e ilegal otras (Das y Poole
2008:30).
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Por lo tanto, esta forma de autogobierno se construyó en tanto los totonacos
demostraron que era posible no sólo detener las carreras políticas formadas a través del
cacicazgo para el control de la vida política y económica del municipio muy a pesar de
violencia y estableciendo una forma de mando diferente también a la oficial. Aquí
considero apropiado ligar estas fracturas entre los totonacos y las prácticas estatales de
las élites de poder locales con la idea de hegemonía de Roseberry (1994:360-361). En
este sentido, más que oponerse y luchar contra un marco material y discursivo de
dominación, pero si de resistencia, los totonacos de Huehuetla simplemente lo rompen
porque niega su capacidad de autonomía y construyen una forma de gobierno propia. Las
consecuencias fueron funestas para los totonacos, no obstante, demostraron que, de la
forma que fuese, era posible luchar contra las estructuras de poder locales e incluso
construir un autogobierno encabezado por los históricamente sojuzgados.
Cuando los del centro se escondieron. La creación de la OIT y elecciones municipales
“El 22 de julio de 1989 se reunieron como 5000 en el mercado. Fue cuando se escondieron los del centro. Invitamos a los regidores, Joaquín Sánchez se presentó en medio de la gente. El regidor tiembla, no quería bajar. El padre Mario baja, levanta el acta para que naciera la OIT. Firma y ponen a la primera directiva, fue Manuel Valencia Espinosa, estuvo dos años. Lo iban a encarcelar. Le sacaron un periódico y lo encerraron […] para que firmara la mentira de que está robando. Lo acompañamos muchos cuando lo encarcelaron” (entrevista con Pedro Juárez, 4 de junio de 2011/305).
Al preguntar sobre el porqué de la creación de la OIT, las personas que pertenecen o en
alguna ocasión participaron activamente, mencionaron principalmente dos causas. La
primera fue que la violencia y la impunidad por parte de las autoridades previa a la
formación de la OIT era ya insoportable:
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“Pues siendo ya en la tarde, ya no pasaban la gente, la asaltaban, le quitaban su dinero, pues igual, era gente de aquí de las comunidades […] hasta incluso las violaban a las muchachas. Bueno, muchas cosas lo que les pasaba. Hasta en las parcelas los iban a cortar su mazorca, lo robaban sus pollos, sus guajolotes” (entrevista para video con Francisco Pérez, 6 de agosto de 2011).
Los socios de la OIT recuerdan que la comunidad de Xonalpú era la que
presentaba una situación más grave, mencionan que había bandas de personas que
llegaron de fuera a vivir ahí y que asaltaban, mataban a jóvenes y adultos y violentaban
sexualmente a las mujeres. El que denunciaba pagaba el plato, incluso cuando llegaba la
policía estatal, las autoridades municipales avisaban a los responsables de esos delitos
para que se escondieran, y al no encontrar a nadie, le explicaban a la policía que los
indios no hacen nada, tienen miedo, se esconden, ¿Cómo van a robar? (entrevista
Bonifacio de Gaona 23 de junio de 2011/489).
La otra razón por la que consideraron los integrantes de la OIT dirigir la
presidencia municipal fue la alianza que los presidentes mantenían con los caciques del
centro, relegando a las localidades. “Casi no nos apoyaban en la presidencia, no teníamos
luz aunque la pidiéramos” (Entrevista con Miguel García, 24 de mayo de 2011/167). En
varias ocasiones me contaron que la respuesta de las autoridades municipales ante la
solicitud de luz fue “¿Para qué quieres la luz si en el monte solo hay zorras y tejones?” O
en cuanto a la solicitud de casetas telefónicas en las localidades, la respuesta fue que para
hablar por teléfono hay que saber hablar español, no totonaco.
Las dos situaciones mencionadas, es decir, la exclusión de los totonacos por parte
de las autoridades municipales y la violencia en las localidades, son a las que más se hace
alusión dentro y fuera de la OIT para hablar de las razones de su nacimiento. Sin
embargo, considero relevante traer aquí algunas movilizaciones que ya mencioné
! 77
anteriormente como las exigencias del pago de los alcances de café, el reclamo de algún
fraude electoral o la violencia en contra de la candidatura de Estela Martínez. Así pues, el
orden que se había mantenido hasta el momento, se dio en medio de conflictos y
cuestionamientos abiertos, no ante la aceptación y acatamiento al régimen.
Lo que quiero decir lo ilustra Gilly (2006) en una lectura que hace de Walter
Benjamin (1982), mencionando que el pasado es “no sólo un cúmulo de memorias
amargas sino también una fuente de conocimiento y esperanza” (Gilly 2006:45). Es decir,
la OIT no sólo se enfrentó a los problemas inmediatos, sino a todo un contexto histórico
de dominación y también de resistencia que en 1989 fue desafiado por la gran mayoría de
la población totonaca.
En la asamblea en el mercado municipal se nombró la mesa directiva de la OIT,
quedando Manuel Valencia como presidente. Desde ese momento, los caciques locales
respondieron con suma violencia. Como indiqué anteriormente, él fue arrestado por la
policía municipal por más de 8 horas pero sus compañeros “no lo dejaron sólo”.
Posteriormente, se concretó una alianza con el PRD y se escogió a un candidato en una
votación por medio de urnas dentro de una asamblea pública. El candidato que resultó de
esa elección fue Mateo Sánchez, quien afirma que quien lo hizo ganar fueron las mujeres.
Ellas tomaron un papel determinante en las elecciones internas pero sobre todo en las
municipales, no sólo porque antes no votaban sino por mostrar abiertamente un desafío al
poder local, que como veremos a lo largo del capítulo, las consideró un botín de guerra al
que había que violentar sexualmente para atacar al enemigo.
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La alianza con el PRD implicó la llegada de algunos jóvenes políticos que
acompañaron a la organización. Ese año, 1989, fue en Puebla uno muy fuerte para el
partido, y a nivel nacional, había también despegado con la candidatura del hijo de
Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas. Los socios de la OIT mencionan que los
“licenciados” –militantes del PRD- caminaron con la organización por el centro de
Huehuetla cuando se escondieron los mestizos. Se refirieron a ellos también para hablar
del día de las elecciones, donde levantaron el acta de hechos y representaron a la OIT
ante las autoridades electorales. Durante el trabajo de campo que realicé, así como en el
taller de aniversario, me encontré con varios momentos en los cuales los socios
recalcaban, como intentando justificarse, que la alianza había sido una herramienta para
la construcción del gobierno indígena, pero no la más importante. Prueba de ello fue la
respuesta de la organización ante la desencadenada violencia por parte de los caciques del
centro.
Además del encarcelamiento-secuestro de Manuel Valencia, durante la campaña
electoral hubo también mecanismos para impedir la llegada de la OIT a la presidencia.
Nuevamente, la violencia fue utilizada ante el temor de que así sucediera. Por lo tanto,
circularon panfletos en contra de la organización y de sus miembros, la inscripción en las
primarias fue condicionada recibiendo únicamente a hijos de miembros del PRI, le
cortaron la lengua a un buey que tenía el candidato a la presidencia municipal en su casa,
y finalmente, Mateo Gaona Sotero fue agredido verbalmente y balaceado en su domicilio.
Para ese momento la organización había cobrado ya una fuerza que no permitió
que todo el mecanismo utilizado históricamente por los grupos en el poder, además
agudizado, les impidiera llegar a las elecciones. Sin embargo, la violencia, para la cual
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los totonacos estaban ya preparados, no cesó hasta el momento de las elecciones mismas.
Cuando ese día llegó, según recuerda Pedro Rodríguez:
“Las mujeres vinieron a votar, y los hombres, ¿qué hacían? Vigilaron su voto. Ahí está en la noche, ahí está en el día, hasta amaneció ahí está la gente. No duerme, no siente que tiene sed o tiene hambre, no siente, hasta que ganen. Así fue muy valiente la gente, muy cuidadosa con su voto, vigilaba mucho […]. Están vigilando […] porque [viene] gente con su chamarra, traen papeles que ya está votado por el PRI y lo meten, si apagan la luz lo meten. Pero cuidado, todos tienen su lámpara, todos tienen partido PRD y la OIT y la gente que no deja que se acerquen” (entrevista para video con Pedro Rodríguez, 29 de julio de 2011).
Desde la apertura de las casillas “la participación de las comunidades totonacas
resultó inesperada y abrumadora. Filas y filas de ciudadanos indígenas fueron a votar
pese a las intimidaciones. Inclusive la organización no esperaba semejante reacción”
(Fontes 2002:155). Mientras los totonacos vigilaron cada momento de la elección, los
representantes del PRI y autoridades municipales, algunos armados, al ver las largas filas
de mujeres y hombres votando, suspendieron las elecciones. Después de haberse
reanudado y cerrado nuevamente, el proceso electoral terminó con la firma de un acta por
parte del mismo ayuntamiento donde la OIT relata y denuncia los hechos ocurridos.
El proceso de “vigilancia” que comenzó desde que se abrieron las urnas, no
terminó hasta que el acta, los licenciados del PRD y Mateo Sánchez llegaran a la
carretera para ir a Puebla. Al día siguiente, esta comisión se presentó en Puebla y
obtuvieron el acta de mayoría. Aunque el fallo del Congreso favorece al PRD, como
podemos observar, hombres y mujeres de la organización fueron quienes ganaron las
elecciones “democráticas” en Huehuetla, enfrentándose a todo lo que implicaba participar
en ellas. La presidencia no se ganó solamente haciendo uso del “derecho al voto” sino
enfrentando al poder armado, a las decisiones arbitrarias de las autoridades municipales
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y electorales y aguantando cada golpe que daba el poder caciquil ante el terror que
causaba perder la presidencia. Fue cuando “los del centro se escondieron”, “tuvieron
miedo”.
El gobierno indígena abriendo brechas, trabajo y lucha de los totonacos
La OIT llegó a la presidencia municipal en febrero de 1990 y ahí permaneció durante
nueve años en un periodo que se nombró como el del gobierno indígena, el de los
presidentes totonacos. Durante el taller del vigésimo segundo aniversario de la
organización, leímos en una mesa de trabajo una nota de la periodista Blanche Petrich
(1998) que ilustra el momento en el que Mateo Sánchez y los regidores llegan a la
presidencia: “cuando entraron al palacio municipal, ‘el ayuntamiento saliente había
dejado en las oficinas un billetito de veinte pesos. Y nada más. Ni una silla siquiera’” (La
Jornada (LJ), 18 de agosto de 1998). Pierre Beaucage (comunicación personal 2011)
menciona también, que al visitar la presidencia alrededor de los primeros días de
gobierno, no había lugar dónde sentarse pues las instalaciones habían quedado vacías
cuando los priistas se fueron.
Una vez vacío el espacio de la presidencia, la OIT lo llenó de gente y su dinámica
organizativa continuó fortaleciéndose, ahí se estableció el consejo de ancianos como la
autoridad máxima, se abrieron las reuniones de cabildo, se continuaron reuniones con la
organización y se estableció el Consejo General del Pueblo.
“La organización siempre hacía reuniones […] el ayuntamiento con la directiva de la organización porque la organización [era] quien sostenía […] y así también los policías, no son policías que cargan armas, también pues acudían a las reuniones porque pues no queríamos que pase algo y
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quien va a hacerse cargo pues [es] la organización” (entrevista para video con Mateo Sánchez, 13 de julio de 2011).
Las reuniones de cabildo abierto eran también diferentes a las de municipios
vecinos. Se trataba de sesiones a las que asistían hombres y mujeres de todas las
localidades de Huehuetla. Era también muy cercana la relación del presidente con los
jueces de paz de las localidades, así como la atención diaria a las personas que llegaban a
la presidencia, donde el presidente y los regidores estaban todos sentados en una mesa
grande y larga.
El resultado más tangible de los años de gobierno indígena, logrado a través del
trabajo diario por medio de faenas de la población totonaca y de la gestión de recursos
principalmente del PRONASOL, fueron las grandes obras que se llevaron a cabo durante
ese periodo. Entre ellas, las brechas a todas las localidades de Huehuetla y la instalación
de luz eléctrica en las mismas requirieron de una gran mano de obra; en los primeros
pueblos donde se electrificó sin existir carretera aún, fueron necesarios helicópteros para
trasladar los postes. En la comunidad de Leacaman, el señor Bonifacio Gaona, en una
reunión de productores de café orgánico recuerda:
“Faena hicimos sobre la luz, todo el día durante un año. Cuando se aprobó la luz eléctrica en el año 1994 [...] se hizo faena, no había carretera. Helicóptero bajaba los postes y la gente trasladaba los postes. Después hubo carretera ese mismo año, y clínica […]. Siempre faena. Trabajaron parejo las señoras en traer block de adobe para la clínica, los estudiantes también” (entrevista con Bonifacio de Gaona, 1 de junio de 2011/255). Hay que recordar que el hecho de que para el año de 1989 las localidades no
tuvieran luz eléctrica y se caminaran horas de subida para llegar a ellas, era parte del
objetivo de tener un mayor control del flujo económico y la comercialización de
productos como el café. Es decir, como a continuación dice Pedro Rodríguez Vega, no se
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trababa de un atraso de la llegada de las obras por la distancia, sino de la intención de
concentrar el poder político y económico en el centro del municipio:
“Los ex presidentes decían que no se podía meter la carretera. Nosotros somos de huaraches y calzón, hicimos la carretera y no con nuestras uñas, [sino] con máquinas y dinamita. Había que ir a Puebla a dependencias y a pedir permiso a las personas de que pasara la carretera” (entrevista con Pedro Rodríguez, 1 de junio de 2011/229).
Abrir las brechas para las comunidades implicó el trabajo diario y la estructura
organizativa de las comunidades totonacas. Mateo Sánchez recuerda haber asistido a un
municipio vecino junto con los jueces de paz de las localidades a entregar a Carlos
Salinas de Gortari ‘proyecto por proyecto’, ‘folder por folder’. La organización disolvió
entonces las estructuras locales de poder caciquil para acceder directamente a recursos
estatales, controlados anteriormente para beneficio de unos pocos. Este encuentro y
respuesta personal del presidente de la república a los totonacos, ilustra que la idea de un
gobierno autónomo a principios de la década de los noventa y su alianza con el PRD
representaba un desafío a las autoridades nacionales, quienes atendieron al principio, sin
complicaciones, las demandas de los totonacos.
Después de Mateo Sánchez, el profesor Bonifacio de Gaona García y Pedro
Rodríguez Vega fueron los presidentes municipales. Durante estos tres periodos se
construyeron también escuelas, clínicas de salud, cajas de agua, y se amplió la carretera
de Tuzamapan a Huehuetla. Así mismo, se gestionaron el Hospital Integral y la carretera,
aunque no se aprobaron en este periodo sino hasta que lo solicitaron los siguientes
presidentes priistas. Los conflictos con la cabecera municipal continuaron, debido a lo
que significaba para los mestizos ser gobernados por totonacos. Sí hubo obras en el
centro de Huehuetla, como la ampliación de luz de algunos barrios, aunque las obras
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públicas eran poco solicitadas o incluso rechazadas por los propios mestizos. Esto se
debió a que tenían que trabajar por medio de faenas y no estaban acostumbrados a
hacerlas. Esto daba mayor valor a la organización, cuyos integrantes constantemente se
diferenciaban de los luwanes del centro, que en totonaco quiere decir víbora, un animal
que pica y además se esconde, esconde la cabeza.
“A ver ahí están las obras, ahí está la carretera. ¿Quién dice que no se puede? ¿Los caciques o los totonacos? Pues toda la gente grita que los totonacos dicen que sí se puede, los luwanes dicen que no se puede” (entrevista para video con Pedro Rodríguez, 29 de julio de 2011).
Así pues, con toda esa fuerza, mientras funcionaba el gobierno indígena, la OIT se
dedicó también a otras actividades. Durante el segundo periodo de gobierno totonaco,
1993-1996, se inauguró el Centro de Estudios Superiores Indígenas Kgoyum (CESIK) en
1994. Como mencioné al principio del capítulo y compartiendo la opinión de Zambrano
(2003) y Lechuga (2006), el establecimiento de espacios educativos y en particular de
esta escuela desató conflictos con la población de la cabecera municipal. Previamente a la
inauguración, un grupo de padres de familia de jóvenes de la cabecera y que estudiaban
en el bachillerato, hicieron una huelga para expulsar a la directora del mismo, Maritza
Vázquez. La abogada Griselda Tirado Evangelio, asesora de la OIT, quedó al frente de la
escuela y los conflictos continuaron hasta que fue clausurado, sin embargo, ella y un
grupo de asesores, padres de familia y socios de la organización lucharon porque se
abriera el CESIK, adherido a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP)
hasta lograrlo. Esta experiencia es importante, ya que sirve como antecedente para
posteriormente hablar del asesinato de Griselda y de una división al interior de la
organización.
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Otro proyecto que llevó a cabo la organización durante el gobierno indígena, en el
tercer periodo de gobierno, 1996-1999, fue el acopio de café y pimienta, logrando
exportar un año su café a Europa sin pasar por intermediarios municipales ni regionales.
Es importante mencionar que durante la administración del profesor Bonifacio de Gaona,
el beneficio del INMECAFE, construido por sus socios a través de faenas, pasó a manos
de la organización después de haber sido abandonado algunos años. La OIT lo usó para la
comercialización de café:
“[Es] nuestro dinero, el pueblo compró el beneficio. Eran 5000 socios de la OIT. Ellos compraron terreno, cooperación, faena, cooperaron con arena, grava para el beneficio. Nuestro trabajo ahí está” (entrevista con Pedro Rodríguez, 1 de junio de 2011/231).
Actualmente, después de veinte años, el vendedor del terreno y técnico del
INMECAFE, Efrén Rivera, trata de recuperarlo bajo el argumento de que está
abandonado y hay maquinaria echándose a perder. También menciona haberse aliado con
Víctor Granados, director del Centro Coordinador (CC) del INI cuando la presidencia
municipal le pasó el beneficio a la OIT. Finalmente, don Efrén mencionó lo siguiente,
para responder a la pregunta de si había vendido el terreno o no:
“Sí lo compraron, dieron una parte. Yo se los vendí con el compromiso de que se ocupara. Yo se los di como una donación y no me pagaron lo que me tenían que pagar. Pero como veo que unos cuantos se quieren beneficiar y yo tengo las escrituras” (entrevista con Efrén Rivera, 30 de junio de 2011/643).
El beneficio en la actualidad no se está ocupando y la disputa sigue. Me parece
relevante tenerlo en cuenta porque se trata de un conflicto que caracteriza también la
situación que viven los productores de café orgánico con un nuevo beneficio. La OIT está
buscando volver a comercializar café, aunque debido a trámites burocráticos y a recientes
divisiones que le han restado fuerza, no lo ha logrado.
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Considero relevante recordar que durante esta década, la reciente liberación del
mercado y la helada de 1989, afectaron considerablemente la producción y
comercialización del café. Muchos campesinos estaban volviendo a cultivos como el
maíz o la caña. Después de los años de intervención y alta productividad, esta década se
caracteriza por el abandono del cafetal como una actividad diaria y se buscan otras
alternativas como la migración. Al mismo tiempo, los subsidios y créditos eran menores.
Don Salvador Guzmán menciona que quienes compraron fertilizante a crédito por medio
de los Fondos Regionales del INI, recibieron los bultos que estaban mal pesados, por lo
que los gastos no eran redituables.
Si bien el control de la presidencia municipal durante ese periodo le dio a la
organización cierta estabilidad financiera que le facilitó llevar a cabo la exportación del
café, fue también gracias a la relación con otras organizaciones en el país como la
Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC) y la UCIRI que se
abrieron los canales de comercialización. Así mismo, se encontraron algunos obstáculos,
sobre todo al buscar financiamiento por parte del INI para el acopio del café que
culminaron en la expulsión de Víctor Granada Sánchez del Centro Coordinador de
Huehuetla en 1995, por haber incumplido con recursos para el acopio del mismo y por
eliminar a socios de la OIT de las listas de beneficiarios del programa emergente debido a
los visibles y tangibles vínculos del instituto con las familias de los caciques. Para la
expulsión, se hizo un plantón afuera de las instalaciones del INI por dos días, impidiendo
la salida del funcionario hasta que renunciara.
El hecho de que por un lado la OIT buscara la autogestión y autogobierno, y por
otro, el derecho de los socios a programas emergentes y crediticios, es prueba de que
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“aunque los huehuetecos y otros en la sierra aspiren a incluir el café en el panorama de la
autonomía, el contexto en el que puedan determinar su destino en la economía del café
parece limitado” (Smith 2004:409). De hecho, debido a la caída de los precios del
aromático, no fue conveniente seguir comercializando café, además, la presidencia
comenzó a enfrentar algunos problemas.
Sobre todo durante el último periodo de gobierno indígena, los recursos estatales
y federales comenzaron a detenerse y se les negó a los totonacos. Esta situación fue
diferente cuando entró el PRI nuevamente a la presidencia, pues el gobierno de Manuel
Barlett aprobó inmediatamente la construcción del hospital y se pavimentó la carretera.
Así mismo, la violencia por parte de los caciques del centro no cesó durante estos años.
El profesor Bonifacio recuerda que se tenía la idea de que comenzarían una guerrilla por
su simpatía con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la asistencia de
algunos miembros de la OIT a los Acuerdos de San Andrés en Chiapas:
“La gente del centro redactaba cartas al gobierno. El padre tuvo que contestar acusaciones. Le mandaban cartas al obispo. La gente sacó pancarta cuando vino Piña Olaya de que se violaba la ley por la unión de la iglesia con la política” (entrevista con Bonifacio de Gaona García, 23 de junio del 2011/489).
“Estando yo de presidente nos acusaron de que teníamos armas en el templo y en la presidencia. Vino la policía judicial de Zacatlán, les enseñamos las carabinas de la revolución que había” (entrevista con Bonifacio de Gaona García, 23 de junio del 2011/491).
Durante el periodo de gobierno indígena, se instaló en la cabecera municipal, justo
frente a la Casa Misión, la policía estatal. Así como se ilustra en lo relatado por Bonifacio
de Gaona, Korinta Maldonado y Adriana Terven arguyen que “la llegada de dichos
cuerpos de ‘seguridad’ respondió al desafío que las organizaciones indígenas presentaban
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para el gobierno estatal y las redes de poder local en un contexto de auge nacional de los
movimientos indígenas” (2008:40).
Además de estas formas explícitas de hostigamiento, hubo acciones más sutiles
por parte del gobierno estatal al mando de Manuel Barlett que impactaron la forma de
trabajo de la OIT. “Se echó a andar toda una estrategia que utilizó los programas
gubernamentales como Progresa y Alianza para el Campo, al mismo tiempo de prometer
entrega de materiales como láminas, abonos y otros implementos, menguando el trabajo
de organización al gobierno indígena y a la OIT” (Fontes 2002:157). Ante este contexto y
las propias dinámicas al interior de la organización y del gobierno indígena, las
elecciones de 1999 favorecieron nuevamente al PRI, quedando el profesor Víctor Rojas
Solano, amigo de las familias que controlan el poder político en Huehuetla y quien volvió
a ser presidente en el periodo 2005-2008.
Pérdida de la presidencia municipal, violencia contra integrantes de la organización y conflictos internos
Como mencioné anteriormente, el gobierno estatal también priista, por medio de
programas asistenciales favoreció a candidatos a presidentes municipales de su partido,
sin embargo al interior de la organización se consideran varios factores que la debilitaron
durante los últimos años de gobierno. Sobre todo mencionan que se dejaron de hacer las
reuniones y asambleas públicas y que hubo cierta división con el PRD.
Así como los socios de la OIT reconocen la responsabilidad del presidente
municipal en su trato a la gente, otro factor importante fueron divisiones entre el PRD y
la organización. “Los candidatos para las elecciones de 1998 y 2001, Juan García
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Cipriano y Pedro García Sánchez, respectivamente, no fueron nombrados por una
asamblea general, como los anteriores, sino que fueron producto de un acuerdo entre el
PRD, la Sociedad Cooperativa y la Organización” (Reyes 2005:80).
Los últimos dos periodos electorales la OIT ya no ha buscado un candidato. Los
socios fueron cambiando de partido y en su mayoría simpatizaron nuevamente con el
PRI. El contraste entre el nuevo ayuntamiento municipal y los periodos anteriores tenía
que hacerse explícito para que quedara clara la diferencia. Blanche Petrich menciona que
durante los años de gobierno indígena, en las reuniones de cabildo abierto, “después de
un día intenso de audiencias, el piso quedaba cubierto de escupitajos, de cáscaras de
mangos y plátano pisoteadas” (LJ 10 de mayo 1999). Una vez que llegó Víctor Rojas a la
presidencia, “el edificio está recién pintado, barrido y limpio” (LJ 10 de mayo 1999). La
nota de Blanche Petrich fue leída por los integrantes de una mesa durante el taller de
aniversario de la OIT, y Francisco Pérez, una vez que terminamos la lectura recordó con
ironía que la presidencia estaba muy limpia pero la basura que sacaban era acumulada
junto al bachillerato de la OIT y no la quitaban por más que los profesores insistían, hasta
que recibieron la visita del rector de la BUAP.
Por otro lado, los últimos regidores y presidente de la OIT “entregaron sus varas,
decoradas cada una según el cargo, a los ancianos. Y éstos, a su vez, se las entregaron al
santo patrón del pueblo” (LJ 10 de mayo de 1999), en lugar de entregársela al presidente
entrante como lo habían hecho desde 1990. En la actualidad los bastones de mando están
a cargo de las autoridades del Juzgado Indígena, del que hablaré más adelante.
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Si bien la violencia se instauró como una respuesta al control de espacios de poder
que tuvo la OIT desde su surgimiento y durante los años de gobierno indígena, ésta tomó
una forma particular para evitar que la organización volviera a la presidencia. Un año
después de haber perdido la presidencia, Mateo Sánchez y Edmundo Barrios, profesor del
CESIK y asesor de la OIT, recibieron órdenes de aprehensión. Aunque sólo el segundo
fue detenido e inmediatamente puesto en libertad, tuvieron que ir a Zacatlán a firmar
papeles mes por mes, lo que muestra “la necesidad por parte del estado, de mantener un
fuerte control sobre los principales líderes de la OIT” (Zambrano 2003:147).
La OIT siguió con su proyecto organizativo pero esta vez a nivel regional por
medio de la Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (UNITONA) que nació el 4 de enero del
año 2000. Se trata de la unión de organizaciones de Ahuacatlán, Ixtepec, Hueytlalpan y
Huehuetla que retoman el plan pastoral social con asesoría del padre Mario Pérez. La
UNITONA surge después de las tormentas tropicales de octubre de 1999 con el objetivo
de apoyar a la gente que perdió sus cultivos gestionando proyectos productivos y de
agricultura orgánica.
Paralelamente, la violencia en contra de socios de la organización se agudizó
mediante la circulación de volantes que decían que rodarían cabezas, el asesinato de seis
integrantes de la misma y la violencia sexual ejercida en contra de mujeres socias. Esto
desembocó en el asesinato de la abogada Griselda Tirado Evangelio afuera de su
domicilio el 6 de agosto del 2003. El gobierno del estado mantuvo la hipótesis de un
crimen pasional, como suele ocurrir, para descalificar cualquier responsabilidad de las
autoridades locales priistas, priistas como el gobierno del estado en ese momento. El
sicario responsable del asesinato, quien se entregó seis meses después, Zamudio García
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Reyes “fungió como comandante de la policía municipal de Huehuetla durante la gestión
de Genaro Valeriano” (Lechuga 2006:44) de 1986 a 1989. Byron Lechuga (2006)
documenta en un video y tesis de licenciatura la serie de complicidades entre las
autoridades de salud, judiciales y policiales desde el momento en que Griselda es baleada
y sus familiares solicitan ayuda médica hasta las investigaciones que culminan en
calificar el asesinato como un crimen pasional.
John Gledhill (2001b) escribe un artículo sobre el asesinato de Digna Ochoa, otra
abogada defensora de derechos humanos cuyo caso es determinado como un suicidio y su
trabajo es descalificado arguyendo que ella presentaba “un trastorno esquizofrénico de
personalidad”. En este artículo, explica que las fuerzas políticas “no están dispuestas a
correr el riesgo de desestabilizar un sistema democrático en el que ellos han asegurado
una posición electoral significativa” (Gledhill 2001b:22). Es por ello que crímenes como
el de Griselda y socios de la organización, así como las violaciones sexuales quedan
impunes o calificadas como producto de problemas personales, y, por lo tanto, no
políticos.
A seis meses de que Griselda fuera asesinada y su familia hostigada, se inaugura
el Juzgado Indígena el 6 de febrero de 2004. José Gaona, quien fue mediador del mismo
desde sus inicios hasta junio de 2011 relata que:
“Iniciamos el juzgado indígena porque no hay justicia en el ayuntamiento […] por eso nace el juzgado indígena. Fueron al tribunal para que cambien al juez, a un agente. Le[s] dijeron: ‘déjenlo ahí, ustedes hagan uno como el de Cuetzalan” (entrevista con José Gaona, 11 de junio del 2011/341).
Así pues, en el juzgado se atienden a hombres y mujeres de Huehuetla y
municipios cercanos para tratar conflictos familiares a través del diálogo, tramitar
! 91
solicitudes de propiedad, elaborar actas de compra-venta, testamentos y de deslinde de
terrenos y otorgar permiso para uso de recursos maderables (Maldonado y Terven
2008:55). El juzgado indígena es percibido por los totonacos como un espacio de
impartición de justicia a través del diálogo en lengua totonaca, la conciliación y la
reparación del daño. Al ser atendido por personas que hablan su idioma, enfrentan los
mismos problemas y representan al pueblo y no al poder político como las autoridades
municipales, se evaden expresiones de violencia y autoritarismo institucional que
caracterizan el acceso a la justicia. En el Juzgado Indígena, ninguna de las partes en
conflicto se queda sin hablar y los jueces escuchan y posteriormente también dan su
palabra.
En Puebla existen cinco Juzgados Indígenas de los cuáles los de Cuetzalan y
Huehuetla registran mayor actividad, los otros están cerrados o tienen pocos casos. Estos
son producto de reformas que se aplicaron en el año 2004 “a la Ley Orgánica del Poder
Judicial y al Código de Procedimientos Civiles, en el que se establecieron los medios
alternativos de resolución de conflictos, entre otras adecuaciones” (Maldonado y Terven
2008:20). Al mismo tiempo, las reformas en cada estado son resultado de la reforma al
artículo 2º constitucional avalada por el Congreso de la Unión en el 2001 y que
reconoció, si bien de manera limitada, la composición pluricultural de la nación. Esta
nueva relación del estado con los pueblos indígenas surge por un lado del debate que
cobra relevancia sobre todo a partir del levantamiento zapatista en 1994 pero también del
hecho de que el “reconocimiento de los sistemas normativos cobra mayor interés
internacional […] por el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países
Independientes, que entró en vigor en 1991” (Maldonado y Terven 2008:9).
! 92
En este contexto y con las reformas a nivel nacional y estatal, el reconocimiento
de los sistemas normativos, así como conceptos como autonomía y autodeterminación
quedan ambiguos y fáciles de manipular por el estado, aunque también dejan un margen
de maniobra para las bases desde las que operan. Por ejemplo, en el caso del juzgado
indígena de Huehuetla, está fuera de sus manos frenar la violencia de las autoridades
locales y estatales, o que imparta justicia por los muertos y violaciones sexuales
agudizadas en los años recientes a su establecimiento. En este sentido, por medio de
políticas que promueven la diversidad cultural, se institucionalizan demandas de
movimientos sociales pues dentro del discurso de los derechos humanos y universales de
los ciudadanos, los reclamos colectivos y políticos son considerados divisorios y
radicales, por lo tanto son invisibilizados (Gledhill 2005).
El caso del juzgado indígena ha sido abordado desde el análisis del
multiculturalismo neoliberal que propone Charlie Hale (2004, 2005) y considero que
funciona aquí para fortalecer la idea que he seguido de Gledhill (2005) de las políticas de
diversidad cultural donde no caben cuestionamientos ni reclamos colectivos. En este
sentido, Hale menciona que más que un conflicto entre individualismo y colectividad, se
trata del establecimiento de límites sobre lo que es ser un indio permitido y estos se hacen
tangibles cuando las reformas o leyes aterrizan en contexto particulares. Los límites son
básicamente que se reconocen derechos lingüísticos, culturales y artísticos pero ante los
derechos políticos y económicos se viven situaciones adversas y hasta se complejizan.
El hecho de que el movimiento se haya de alguna manera institucionalizado, no
quiere decir que la OIT y el Juzgado dejen de cuestionar las políticas estatales, mucho
menos que la violencia haya cesado, prueba de ello es la emisión de permisos para uso de
! 93
recursos maderables, función que le correspondía a la policía estatal y que ahora hace el
Juzgado Indígena. Francisco Pérez, comentó en el aniversario de la OIT del 2011, que en
una ocasión su vecino cortó un árbol e inmediatamente llegó la policía estatal a su casa a
cobrarle la multa. Menciona que es muy raro que la policía estatal instalada en Huehuetla
se enterara de que a hora y media, en el monte, habían cortado un árbol, lo que muestra
que alguien les había avisado. Aunque es una labor de la policía estatal la tarea de vigilar
la comercialización de maderas, el juzgado ha “intervenido asesorando y acompañando a
los habitantes que son detenidos” (Maldonado y Terven 2008:110), perseguidos como
criminales por los elementos judiciales, luego de que usan estos recursos para el consumo
familiar. En situaciones como estas, una vez que conoce el caso particular, el Tribunal
Superior de Justicia de Puebla avala la facultad del Juzgado Indígena de otorgar permisos
para el uso de los recursos maderables, por lo que ha desplazado a la policía estatal en su
“tarea”.
Estas otras autoridades perciben que el juzgado indígena “constantemente rebasa
sus facultades” (Maldonado y Terven 2008:108-109). Es relevante aquí nuevamente el
argumento de Das y Poole (2008) de que al ser considerados los sistemas normativos
como parte de sociedades que requieren ser ordenadas, y que pueden en algún momento
rebasar fronteras entre lo legal y lo ilegal impuestas por el estado, están en constante
vigilancia por este último, quien reconsidera y reconstruye sus propias prácticas de
legibilidad y legalidad a través, en este caso, del reconocimiento y funcionamiento de
instituciones de impartición de justicia indígena.
En el aniversario de la OIT, las conclusiones fueron que existe la inquietud de
fortalecer tanto el Juzgado Indígena, así como el proyecto educativo del CESIK, los
! 94
principales espacios en los que la organización vive y se reconfigura constantemente.
Pasaré al análisis de un conflicto relativamente reciente en el CESIK que dividió a la
organización y al proceso de lucha construido durante los últimos veinte años en
Huehuetla. Intento contextualizar este conflicto en una historia reciente que estuvo
caracterizada por una fuerte ola de violencia y recordar que ése fue el mecanismo
utilizado por el gobierno con el objetivo de desactivar un movimiento de sujetos a
quienes parecía imposible gobernar.
A partir del 2006 comenzaron una serie de divisiones al interior del CESIK que
desembocaron en la expulsión del director Edmundo Barrios el 19 de diciembre del 2007
y que según la opinión de una de las religiosas carmelitas, “ha sido el golpe más duro que
ha enfrentado la organización”, incluso más fuerte que haber perdido la presidencia y que
el asesinato de Griselda.
“Se quedaron 35 alumnos, se fueron como 60 alumnos. Unos regresaron después, otros ya no” (entrevista con Bonifacio de Gaona García, 23 de junio del 2011/499).
Existen en la sección Cuitlatlán de La Jornada de Oriente, fuertes discusiones
entre Edmundo Barrios (LJ, 18 de junio 2008) y el periodista Fermín Correa (LJ, 27 de
mayo 2008), quien acusa de traidor al primero, lo vincula con Antorcha Campesina y lo
responsabiliza de una larga lista de hechos que se suscitaron alrededor de su expulsión
como falta de claridad en las cuentas y robo de documentos. Edmundo respondió con una
carta al periódico (LJ 18 de junio 2008) donde los desmiente y afirma que es la base de la
organización formada por padres de familia quienes resguardaron y entregaron a la
BUAP documentos del CESIK; afirma haber presentado una denuncia por despojo y
! 95
allanamiento. Los profesores expulsados del CESIK formaron el bachillerato Paulo Freire
y comenzaron a trabajar en instalaciones del Centro Coordinador de la CDI.
Posteriormente rentaron un local al señor Genaro Valeriano y actualmente se encuentran
en una construcción propia ubicada en la entrada del municipio. Los padres de familia del
Bachillerato Paulo Freire con quienes platiqué mencionan que esto se logró con apoyo
financiero de conocidos de Edmundo en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y la BUAP.
Mateo Sánchez, quien también se alejó a partir de ese momento, expresa
preocupación ante el hecho de que una organización que “representa” al pueblo se pelea y
se divide, pues ya no se puede confiar en ella. Durante mi estancia en Huehuetla, mi
vínculo fue con los socios de la OIT, aproximadamente treinta, que continúan
reuniéndose en el curato de la parroquia y tienen bajo su resguardo el Juzgado Indígena y
el CESIK. Al hablar del conflicto, mencionaron que las divisiones al interior del
bachillerato entre profesores, fueron creciendo hasta solicitarle a Edmundo que expulsara
a la profesora Maritza Téllez Soto. Al no hacerlo, fue destituido como director y
finalmente expulsado de la escuela, cerrándole las puertas para impedir su entrada.
En mi opinión, de acuerdo a lo que pude observar, los catequistas y socios de la
organización están muy comprometidos con la misma, con sus reuniones, con cumplir
cargos religiosos y mantener el consejo de ancianos. Sin embargo, existe poco “trabajo de
base” como el que hubo durante los años de formación y de gobierno indígena, por lo que
el hecho de que se hayan ido dos terceras partes de padres, madres de familia y
alumnado, reduce significativamente las opiniones, voces y compromisos que construyen
la OIT.
! 96
La desactivación política de la organización pareciera exitosa como mencioné en
la introducción de este texto al relatar que al enterarme de la ruptura de la misma, pensé
en alianzas partidistas como las causantes de este hecho. Sin embargo, considero que la
ruptura es aún más compleja, y ambas partes han continuado construyendo alternativas
por separado. La OIT es un referente a nivel regional de contestación y desafío a la clase
local dominante y su alianza con el poder político oficial. Es también un ejemplo de
construcción de formas de autogobierno. Se trata de un recuerdo permanente y vivo de
que es posible autogobernarse y romper formas violentas de mando.
Muestra de esta vitalidad, es que se continúan dialogando y cuestionando
relaciones de poder en nuevos contextos. Durante la fiesta de San Salvador del 2011, un
equipo de producción televisiva del canal 22 llegó a Huehuetla a grabar la danza de los
voladores, con el permiso de las autoridades de “turismo y cultura” del ayuntamiento
municipal. Los integrantes de la misma se negaron a ser entrevistados y grabados durante
sus días de servicio y ante la insistencia de la televisora, se desataron una serie de
reuniones en la OIT a las que asistieron más personas que las que lo hacen en las
reuniones ordinarias o de planeación del aniversario. La televisión logró grabar pero sin
interrumpir a los danzantes en los días de fiesta. Lo mismo ocurrió en San Miguel
Tzinacapan, Cuetzalan, durante la fiesta patronal del 2010, donde en menos de seis horas
se organizó una asamblea comunitaria en la iglesia para solicitar a Televisa, que no
grabara la fiesta patronal y desinstalaran el equipo y adornos colocados ese mismo día en
la localidad con la autorización del presidente auxiliar y el alcalde de Cuetzalan. Estos
hechos cuestionan precisamente la construcción de sujetos de control del estado dentro de
! 97
un marco de diversidad cultural que esconde persistente desigualdades económicas y
demandas políticas y sociales.
La construcción de colectividades y autonomías en este periodo de la historia de
Huehuetla, coincide con la racionalidad neoliberal que bajo el discurso de los derechos
humanos y la diversidad cultural, despolitiza los movimientos sociales y esconde las
desigualdades políticas y económicas. Uno de estos grandes y cotidianos encuentros con
estructuras de desigualdad económica y violencia, que incluso organizaciones como la
OIT con un discurso de autosuficiencia alimentaria y vida comunitaria no han evadido, es
la producción y comercio del café.
La década del gobierno indígena fue también la década negra del café. Después
del cierre del INMECAFE y la helada que cayó en la sierra, hubo un alza de precios en
los años de 1996 y 1997, cuando la OIT comercializó café. Sin embargo, fueron también
los que dieron paso a uno de los periodos más difíciles en la historia de quienes dependen
de los precios de aromático. En este contexto, que coincide con el regreso del gobierno
priista, las organizaciones de productores de café juegan un papel determinante en la
reestructuración de las clases y la política. Es en ellas donde la forma de hacer política se
ha reconstruido. Como profundizaré en el siguiente capítulo, el gobierno local ha
mantenido a las organizaciones con un carácter de sociedad civil pero conteniendo la
radicalidad que pudieran desatar como ya lo hicieron.
! 98
CAPÍTULO 4
CON EL CAFÉ HACEN LO QUE QUIEREN: PRODUCCIÓN ORGÁNICA Y LIBRE COMERCIO
Al ser suspendida la intervención del estado por medio de subsidios y protección de
precios, los productores de café han sido aún más vulnerables a fluctuaciones en los
precios internacionales del aromático, por lo que algunos han optado por ocupar sus
terrenos, o parte de ellos, para otros cultivos, o en su mayoría, han abandonado las
actividades en el cafetal. Sin embargo, esto no impidió que quienes continúan sembrando,
siguieran buscando otros subsidios por medio de instituciones gubernamentales y
construyeran alternativas como la producción de café orgánico para mejorar los precios
del aromático.
Prueba de ello es que a nivel nacional, para el año 2003 existieran 338,858
productores contra 282,000 registrados en el último censo del INMECAFE, y
paradójicamente, disminuyera la superficie cultivada en el país unas 200,000 hectáreas en
el mismo periodo (2000Agrorevista 2002). Armando Bartra (2002, 2003) arguye que esto
se debe a que las familias cafetaleras registran a más de un familiar en los censos para
acceder a los programas de apoyo y que es prueba del carácter fuertemente minifundista
de la cafeticultura. En Huehuetla, en el año 2003, estaban empadronados 1,736
productores (Censo Mexicano del Café 2003), y para el 2010, el ayuntamiento municipal
registra 1,593, lo que significa que el número de productores empadronados va
! 99
disminuyendo. Las estadísticas presentan que, en promedio, cada productor tiene 0.9
hectáreas con una producción de 9.5 quintales de producción anual por predio.
Este promedio de producción resulta sumamente engañoso, en la última década
hubo al menos tres años en los que la producción era de dos quintales debido a las
heladas o plagas en las plantas. Hubo también años dentro del promedio y cosechas en las
que incluso el café no se terminó de cortar por la falta de mano de obra para tanta
producción. Esto ilustra la vida de los productores en tiempos neoliberales, afectada
considerablemente por la vulnerabilidad de los precios que ocasiona que el algunos años
el cafetal sea casi completamente abandonado y se contamine de plagas y enfermedades
que afectan la producción y nuevamente el precio.
En este capítulo, partiré de una nueva crisis ocasionada por el descenso de los
precios internacionales del café que abarcó los años 2002 y 2003, durante este periodo
muchos productores optaron por incluso no cortar el café, pues su precio en cereza era
menor a un peso, lo mismo que costaba pagar por el corte. Este abandono facilitó la
propagación de la broca, una plaga particular del café que afectó considerablemente el
peso y la calidad del cultivo. A partir de este momento, el gobierno impulsó medidas de
saneamiento por medio de grupos de cafetaleros en las localidades de Huehuetla, que
posteriormente decidieron reunirse a nivel municipal para formar la comercializadora El
Yalú. Los productores del Yalú han sido certificados con el sello de café orgánico
durante ya cuatro años.
Así pues, la caída de los precios, la propagación de la plaga y las alternativas que
siguieron los productores para recuperarse, será contextualizada dentro de un largo
! 100
proceso de relaciones con instituciones gubernamentales y con certificadoras privadas.
Mi intención aquí es argumentar que en esta dinámica se remarcan constantemente los
límites de lo permitido de manera vertical y arbitraria. Así pues, siguiendo con el objetivo
de hacer una etnografía del capitalismo, observo estas dinámicas donde la verticalidad y
autoritarismo del estado son tangibles en mercados orgánicos y las relaciono con las
alternativas que buscan los productores para enfrentar las desiguales condiciones de
poder que caracterizan el comercio del café.
Como mencioné al final del capitulo anterior, es en las organizaciones donde el
gobierno reafirma formas verticales de mando y de hacer política. Así mismo, pone en
práctica apoyos y programas gubernamentales para contener la radicalidad que pudieran
tener organizaciones con un carácter de autogestión, recordándoles constantemente que
no está permitida la vía que tomó en el pasado reciente la OIT. Por tal razón, es común en
la retórica oficial actual de cómo se debe producir y comercializar café indicar que tal
organización indígena “fracasó” en la producción de esa mercancía.
Construcción y racionalidad del estado neoliberal
James Ferguson (2006), como revisé en el marco teórico, propone una topografía para
encontrar las rupturas y continuidades entre una forma de estado nacionalista y populista
y otra neoliberal. Estas son visibles a través del INMECAFE, representante de la
construcción de un estado-interventor, y la nueva organización de comercialización de
café orgánico en Huehuetla, como una que lleva al terreno políticas neoliberales para el
campo.
! 101
Los organismos de la sociedad civil forman parte primordial de nuevos aparatos
de gubernamentalidad neoliberal (Ferguson 2006; Ferguson y Gupta 2002; Gupta y
Sharma 2006). Esto quiere decir, que podemos “extender la discusión de la
gubernamentalidad a medios de gobierno establecidos a una escala global” (Ferguson y
Gupta 2002:990) vinculados a programas de ajuste estructural, las alianzas
transnacionales y las nuevas estrategias de disciplina y regulación. Éstos han tenido un
impacto directo en la política agraria, que ha sido sustituida por programas con un corte
propio de asistencialismo social. Los términos en que ocurren entonces los efectos que
busca generar el estado, son conseguidos ahora por otras instituciones o actores más allá
del estado-nación, en buena medida ligados a corporaciones como el Banco Mundial y el
FMI que imponen a los gobiernos nacionales políticas de ajuste estructural para facilitar
la liberación económica y la inversión privada.
En suma, la nueva gobernanza le resta soberanía al estado-nación y se la concede
a entidades como el FMI. Sin embargo, como mencionan algunos autores (Ferguson
2006; Ferguson y Gupta 2002), los bancos internacionales que determinan este tipo de
políticas y que son considerados como impulsores de la democracia y la neutralidad, no
son elegidos por consenso popular, son también impuestos por funcionarios que no
representan a la gente ordinaria.
El nuevo orden formal del mundo está caracterizado por “la democratización [o
una idea de ella], favoreciendo la liberación económica e integración económica global”
(Ferguson 2006:133), mientras que los estados en su interior promueven una “nueva
cultura amigable con los negocios, orientada al futuro, joven y tecnocrático” (Ferguson
2006:120). Entonces, “el efecto central de las nuevas formas de gubernamentalidad
! 102
transnacional no es tanto hacer a los estados débiles (o fuertes), como reconfigurar sus
habilidades de espacializar su autoridad y anclar sus reclamos a una generalidad y
universalidad superior” (Ferguson y Gupta 2002:996). Cobran relevancia entonces la
promoción y respeto a los derechos humanos y universales y al “medio ambiente”, pero
se deslegitiman y hasta criminalizan movimientos sociales y luchas basadas en la
comunidad como divisorias y excluyentes.
En la relación del estado con la sociedad civil, a través sobre todo de las ONGs,
“esto indica una nueva modalidad de gobierno que funciona creando resultados a través
de la devolución del riesgo al individuo y la responsabilidad de sujetos empoderados para
disciplinarse a sí mismos” (Ferguson y Gupta 2002:989). En el contexto regional de la
Sierra Norte de Puebla, entonces ya no es el estado el proveedor de bienestar material y
recursos económicos a través de corporaciones u organizaciones como el INMECAFE, se
trata ahora de ONGs y representantes de la sociedad civil que compiten por fondos para
impulsar determinados proyectos desde abajo.
Uno de los objetivos de observar la constitución local de la sociedad civil para
sustituir la intervención estatal, es no perder de vista la política del estado y sostener que
este aparente retiro no implica que sus efectos sean menos tangibles. Por el contrario, se
insertan en las dinámicas sociales y económicas de los productores, en las nuevas
exigencias cotidianas de sus organizaciones y en la relación directa con el cafetal y los
espacios de procesamiento de café. Sin embargo, el margen de maniobra de las
organizaciones es limitado y poco actúan fuera de los limites establecidos por las
instituciones gubernamentales. Más que ONGs, en Huehuetla existen organizaciones que
compiten por fondos y programas que ya no son repartidos a todos los campesinos como
! 103
en el intervencionismo sino que son exclusivos de agentes, como lo indica la racionalidad
neoliberal, “empoderados” y organizados como individuos sin que medien ataduras
estatales.
En su trabajo en la India, Gupta y Sharma (2006) conocen un caso que ilumina
esta situación, observan el cambio de una forma de estado-nación a otra neoliberal en los
programas de bienestar para niños y mujeres. Ahí, encuentran que bajo la retórica del
empoderamiento, los individuos se hacen responsables de cubrir sus propias necesidades,
por lo que generan menos costos al estado, quien a la vez no provee bienes materiales ni
servicios sino que lleva a la población a determinar sus propias necesidades y
satisfacerlas (Gupta y Sharma 2006:284-285), aunque como intento profundizar en este
capítulo, existe un margen de maniobra. El empoderamiento se diferencia así del
asistencialismo, característico de un estado interventor de carácter nacional.
!
Figura 2: Mujeres en la reunión de productores de café orgánico en casa del representante del grupo. Fotografía tomada del video que acompaña esta tesis.
! 104
Para enraizar esta discusión sobre procesos de disciplina y regulación asociados a
la sociedad civil, hablaré de los hombres y mujeres que en Huehuetla han pasado a ser
esa población legible para los términos de la globalización neoliberal, objetivada ahora
por medio de padrones cafetaleros, organizaciones y apoyos gubernamentales una vez
que dejaron de ser socios del INMECAFE. En Huehuetla, los proyectos de fomento a la
producción cafetalera, están asociados a un nuevo tipo de productor, distinto al que
habitualmente se ligaba a los organismos formales del estado desarrollista. Al observar
esta nueva dinámica, mi intención es demostrar cómo estos proyectos responsabilizan a
los cafetaleros de su condición de “subdesarrollados” y pobres, o, en el mejor de los
casos, reconocen problemas estructurales que deben ser resueltos por los productores
mismos y por determinados medios técnicos, generalmente propios de un conocimiento
de expertos. El margen de maniobra es corto para los productores, al mismo tiempo que
se les asigna tomar sus propias decisiones, sus proyectos e iniciativas son también
obstaculizadas utilizando sistemas de presión históricos como el caciquismo, la violencia
y el ejercicio de poder político. Para ilustrar lo anterior, explicaré la dinámica de la
organización de productores de café orgánico El Yalú en cuanto a su relación con
instituciones gubernamentales, fondos y proyectos. Posteriormente revisaré la retórica de
la calidad del café para contextualizar bajo qué lógicas surgen los productos orgánicos
como una alternativa dentro del mercado global.
Organizaciones para la producción de café orgánico
El Yalú es una organización de productores que formó la integradora Kuyumasti. Ésta
última nació en el 2010 y actualmente está a punto de desaparecer como figura jurídica,
! 105
sin embargo, es de suma importancia seguir cómo se articularon ambas organizaciones en
aquel momento. Kuyumasti era el nombre de una integradora que estaba compuesta por
tres diferentes organizaciones articuladas entre sí principalmente para mantener asesoría
técnica en los cafetales, comercializar la cosecha de café y llevar a cabo gestiones con
instituciones gubernamentales y certificadoras de café orgánico. La primera organización
era la Agencia de Desarrollo Integral Stagman-Taselot A.C. (ADIST), la cual comenzó
en 2007 con profesionistas de la región expertos en desarrollo rural o agronomía.
Actualmente quedan activos dos de ellos en El Yalú pero la agencia en sí está por
desaparecer formalmente. La función de los profesionistas es brindar asistencia técnica y
asesoramiento a los productores, así como gestionar recursos de instituciones
gubernamentales que financien su propio trabajo y cubran otros gastos como la
certificación, el crédito para el acopio de café o subsidios a la producción cafetalera.
La segunda organización es la de Productores YALU S. de P. R., que está
conformada por los aproximadamente 125 productores de café orgánico y algunos de café
convencional que no asisten regularmente a las reuniones. Finalmente, la
comercializadora el Tehuancate S.A. de C.V. fue una figura encargada de gestionar los
créditos para el copio y hacerse cargo de la comercialización del café.
Los grupos de café orgánico se integraron cuando el agrónomo Pedro Rodríguez,
originalmente miembro de ADIST y asesor de los grupos, llegó a ser presidente
municipal en el periodo 2008-2011 con el PRI. La descripción en el párrafo anterior
corresponde a la idea original bajo la que se planteó la integradora en el 2010, sin
embargo, no funcionó por mucho tiempo y mencionaré tres realidades al respecto. La
primera es que de once miembros que integraron ADIST, sólo quedan dos de ellos y una
! 106
joven ingeniera agrónoma que se integró posteriormente. Ellos tres, al mismo tiempo,
compiten a nivel estatal y federal por la obtención de recursos para sus proyectos y
salarios. La segunda es que El Yalú estaba planeada como una organización de
productores de café orgánico, sin embargo, el ahora ex-presidente municipal y asesor de
la misma, promovió que se anexaran “los convencionales” para que se beneficiaran todos
de la comercialización. Hasta la fecha, quienes asisten a las asambleas mensuales del
Yalú y gestionan proyectos y el crédito para el acopio, son los grupos de café orgánico.
Finalmente, él mismo insistió en que la comercializadora el Tehuancate fuera encabezada
por personas de la misma presidencia municipal, quienes desde el momento en que se
constituyó, no cumplieron con su labor y por lo tanto, ésta ha sido asumida por los
profesionistas y los productores.
Es importante mencionar que durante su primer año de gobierno, Pedro motivó a
los productores estableciendo el “día del campesino” y organizando concursos a la mejor
milpa, el mejor cafetal y la mejor parcela. En esa misma celebración, donde académicos,
ONGs y agrónomos ofrecieron también conferencias, el gobierno repartió machetes y
toneladas de fertilizante que “enviaba el gobernador Mario Marín a los productores”.
Durante su periodo presidencial, los productores de café orgánico solicitaron un
proyecto para la construcción de un beneficio para el acopio y secado del café a la CDI y
al ayuntamiento municipal, mismo que fue aceptado y ejecutado por ambos organismos
aportando un 50% cada uno del monto total. Sin embargo, cuando Pedro propuso que los
productores de café convencional fueran parte del Yalú, esto implicaba que el beneficio
también sería compartido. Durante el último año, Pedro comprometió el beneficio-bodega
como un centro de acopio también para cítricos y mamey, se estableció ahí la oficina de
! 107
la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y en algún momento, negoció hasta con una
asociación de ganaderos proporcionarles un espacio.
Actualmente ahí se encuentran las oficinas de la Dirección de Desarrollo Rural.
Se guarda maquinaria para café que no se ha utilizado, y que los productores dicen que ya
hasta se oxidó, se almacenan plantas de café, despensas, útiles escolares, despulpadoras,
trampas para broca, fertilizantes químicos y cualquier tipo de apoyo que envía el
gobierno para después distribuirse. Ahí mismo se vende maíz subsidiado y se reparte la
beca del programa del gobierno federal “Oportunidades”. También se llevó a cabo en este
sitio un palenque durante la fiesta patronal, se celebró el día del maestro en el año 2010 y
se graduó la primera generación de estudiantes de Desarrollo Sustentable de la
Universidad Intercultural del Estado de Puebla (UIEP). Durante mi estancia en
Huehuetla, los productores sólo usaban la bodega para sus reuniones mensuales, sin las
condiciones necesarias para efectuarlas como un lugar para sentarse, a veces no había luz
eléctrica. Sin embargo, desde principios del año 2012, los socios no han usado la bodega
ni para sus reuniones ni para acopiar el café cosechado en la temporada.
En fin, las escrituras del beneficio y el terreno jamás pasaron a manos de los
productores, por lo que ha sido el ayuntamiento quien le ha dado uso al inmueble. Como
me explicó Freddy Morales, el director de Desarrollo Rural:
“Esta bodega es gestionada por la dirección, se les pide a los organizados que presten el nombre y ellos piensan en un momento que es de ellos” (entrevista con Freddy Morales, 20 de junio de 2011/469).
También mencionó que de pasar a estar en manos de los productores, la bodega
estaría muerta, pues no tienen el recurso para mantenerla, arguye que es por eso que la
maquinaria está parada, porque no podrían cubrir gastos de gas, luz y mano de obra.
! 108
Comentó igualmente que por eso el ayuntamiento asumió gastos de luz y hace uso de la
misma. La posición de los productores es variada, hubo quienes mencionaron que les
parece bien que se use el espacio para vender maíz, porque eso los beneficia a ellos. Pero
hay otros que están siguiendo el proceso jurídico para aclarar el asunto de la donación, el
cual el presidente Pedro no culminó, y no parece esclarecerse.
!
Figura 3: Fertilizantes químicos almacenados en la bodega de los productores de café orgánico. Fotografía tomada del video que acompaña esta tesis.
Una vez que entra en el 2011 el nuevo ayuntamiento municipal, según Freddy, la
posición del presidente fue proponer a los productores que en lugar de que el inmueble,
que costó una alta inversión, esté arrumbado, hicieran un convenio de colaboración para
ser usado tanto por los cafeticultores como por el ayuntamiento. En una reunión con el
Yalú, el presidente dijo que de ocupar la bodega, fracasarían al igual que la OIT y la
dejarían abandonada como el beneficio que le pertenecía al INMECAFE.
! 109
Como mencioné en el capítulo anterior, la bodega de la OIT, que le pertenecía al
INMECAFE y fue construida por los mismos socios, también está en disputa y el ex
técnico del instituto, Efrén Rivera, quiere recuperar el terreno que vendió hace casi treinta
años, pues argumenta que la OIT no le da uso. Los dos conflictos por las bodegas son
arbitrarios y representan una serie de obstáculos impuestos de manera vertical que evitan
que los productores indígenas controlen sus propios medios de producción y rompan
relaciones con intermediarios e instituciones gubernamentales. Es aquí donde se hacen
tangibles los límites de lo que está permitido hacer con el café, cultivarlo y venderlo
barato. Comercializarlo es una tarea que le pertenece a pocos, en este sentido, las
instituciones gubernamentales son parte fundamental en reafirmar estos límites de manera
ilegal y arbitraria.
Como parte de otro proyecto de la CDI, se construyeron seis bodegas en seis
localidades de Huehuetla con el objetivo de que ahí se acopiara el café para después
llevarlo al beneficio grande, es decir, el proceso de beneficiado lo harían los productores
en sus localidades y lo almacenarían en la bodega del centro. Debido a que aún no están
equipadas, en ellas se hacen las reuniones de los grupos y se ha acopiado ciertamente el
grano en tiempo de cosecha, pero al no reunirse el lote suficiente se ha vendido a
compradores regionales.
Además de la arbitrariedad en la relación con el ayuntamiento, como en el caso de
la bodega, durante mi estancia en Huehuetla, la incertidumbre, tardanza y rechazo
caracterizaron la gestión de proyectos para la asesoría, producción de fertilizante
orgánico y hoyado para sembrar plantas. En adición, los técnicos no tenían asegurado un
sueldo, no había fondos para pagar la certificación, la capacitación y el asesoramiento
! 110
para mantener un proyecto común entre los productores. Quedó también descartado
cualquier tipo de subsidio para la siembra, el único existente es el del chapeo, del cual
hablaré más adelante.
Estas dinámicas son características de la gubernamentalidad neoliberal
mencionada al principio, donde por ejemplo, al igual que en otros países como la India,
los trabajadores no son empleados del gobierno, sino que están contratados por tiempo
limitado y pagados por honorarios (Gupta y Sharma 2006:285). En este caso, los distintos
organismos de productores compiten entre sí para el financiamiento de sus proyectos
participando en convocatorias de instituciones como la Secretaría de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y la Secretaría de
Desarrollo Rural (SDR). Entonces, “el bienestar se alcanza por medio de la competencia,
en lugar de depender del estado” (Gupta y Sharma 2006:285), tal como fue la lógica del
desarrollo promovido por el estado-nación. Para pagar la certificación orgánica, por
ejemplo, la organización compite año con año por que el proyecto sea financiado, lo
mismo ocurre para la capacitación y producción de los abonos orgánicos. Esta
competencia no está para nada fuera de viejas y nuevas relaciones de poder asociadas a
alianzas partidistas.
Las irregularidades al interior de las instituciones gubernamentales, los pactos
políticos clientelares y partidistas, como podemos observar en el proceso de construcción
del beneficio y la conformación de la integradora, “no son incidentales sino que
descansan en el corazón de las instituciones y la reproducción del estado” (Gupta y
Sharma 2006:291-292).
! 111
Considero relevante continuar con el análisis que hace Ferguson (1994, 2006), en
el que observa que en la nueva ideología del desarrollo, las causas estructurales de la
pobreza son borradas por otras de tipo tecnológico. Menciona que desde instituciones
internacionales como el Banco Mundial, la producción agrícola es un problema que se
puede arreglar con soluciones técnicas, y sobre todo neutrales, escondiendo estructuras de
violencia económica y de poder en el mercado.
Bajo esta lógica, soluciones técnicas y neutrales se le dieron a la plaga de la broca,
que es más un resultado del abandono de actividades cafetaleras en momentos donde el
precio del café no cubre ni el corte del cerezo. La broca llegó a ser un problema
“emergente” entre 2003 y 2004, después de una fuerte caída de precios a partir del 2002
que cubrió los cafetales de la sierra, impactando la calidad, el peso y el precio del grano.
El comportamiento de los precios del quintal de café fue el siguiente: en el ciclo 1996-
1997 se llegó a cotizar hasta arriba de los 250 dólares, mientras que en el ciclo 1997-1998
por debajo de los 130 dólares. En el 2002-2003 el precio llegó a 40 dólares y en el ciclo
2004 tuvo un pequeño despunte de 70 dólares (Rivadeneyra 2005:25). Los malos precios
del café desalientan la renovación y hasta el simple mantenimiento del cultivo, lo que
favorece la presencia de plagas insectiles y enfermedades en las plantas (Ayala et al.
2006; Bartra 2003). Aunque en algunos municipios el impacto es menor debido al clima
y la altura, “el insecto, al barrenar el fruto causa pérdidas considerables pues disminuye el
peso y calidad del grano” (Ayala et al. 2006:50).
Ante la plaga, el gobierno fomentó medidas de regulación obligatorias por medio
de Sanidad Vegetal, para ello se formaron grupos en las localidades de Huehuetla que son
quienes decidieron seguir conformados hasta la fecha e inclinarse a la producción
! 112
orgánica. Ahora bien, estas medidas sanitarias y obligatorias han sido las trampas y el
retiro oportuno de cerezas y para ellos los productores han recibido constantemente
talleres de capacitación sobre su control.
Otras soluciones técnicas aterrizadas por los ayuntamientos y las asociaciones
cafetaleras es la inserción de nuevas variedades modificadas de plantas de café. Éstas son
modificadas para su mayor resistencia, rendimiento y calidad, así como para alterar su
tamaño, como la Costa Rica 95, la cual es de baja estatura y cómoda para el momento del
corte. Estas variedades son promovidas y a veces subsidiadas por los ayuntamientos
municipales y organismos como la Asociación Mexicana del Café (AMECAFE) en la
sierra. Un rasgo común de ellas es que requieren de una mayor inversión en dinero y
tiempo. Don Efrén Rivera, ex-técnico del INMECAFE, mencionó su preocupación por el
hecho de que “si lo productores no tienen ni qué llevarse a la boca, qué le van a dar de
comer a la planta”. A esto me refiero con las soluciones técnicas, bajo esta lógica está
también la retórica que ve en la calidad, una solución para la crisis del café.
Considero que buscar la mejor calidad para lograr un buen precio no es una
solución del todo neutral, sobre todo en tanto deja intactas a una serie de intermediarios,
burócratas de estado y empresarios capitalistas, en su responsabilidad sobre la
vulnerabilidad permanente de los productores. Los técnicos expertos que defienden esta
postura argumentan que “es urgente recuperar el orden en las exportaciones con el
propósito de alcanzar precios justos para los productores y operar programas de largo
plazo que impulsen la oferta de café de alta calidad” (Aragón 2006:13). Es también una
constante escuchar en Huehuetla, de boca tanto de productores como de técnicos, la idea
de que es necesario mejorar la calidad para alcanzar un precio más alto. En gran medida,
! 113
la calidad sí se ha convertido en un requisito y por lo tanto se ha acatado para entrar a
nuevos mercados como el europeo y japonés.
Así pues, una vez concluido el “intervencionismo” para el fomento de la
producción nacional del café, las propuestas y alcances del gobierno neoliberal son
impulsar el consumo y mejorar la calidad del café sin alterar el funcionamiento de los
precios. Así mismo, las políticas de subsidio administran programas de emergencia para
atender las crisis o las plagas, por lo que aproximadamente otorgan un monto de 20
dólares por hectárea a los productores que tienen a lo mucho esa cantidad de tierra
(Rivadeneyra 2005).
Espero que al haber descrito el contexto anterior sobre las políticas neoliberales
alrededor de la producción cafetalera, quede contrarrestada la idea de que “la crisis puede
verse como una transición inconclusa, un traumático cambio de época entre la fase de
mercado intervenido y la de total desregulación” (Bartra 2003:72), o bien un momento
que pasará. Por el contrario, considero que la vulnerabilidad es una condición constante,
no pasajera, que permite el enriquecimiento de comerciantes e intermediarios.
Mercados de especialidades, su consumo y producción
En esta nueva estructuración económica, como hemos visto, “al mismo tiempo que crece
la vulnerabilidad ante el mercado global, un gran número de productores de café han
formado organizaciones con el fin de acceder al lucrativo mercado de café sustentable”
(Lyon 2006:1). La demanda de café orgánico, donde los principales consumidores han
sido los países fríos europeos, Japón y Estados Unidos, es cubierta por las organizaciones
! 114
campesinas, adaptándose a los requerimientos exigidos para la certificación internacional
(Hernández y Poniatowska 2000:20).
De acuerdo a los cambios en las formas de estado descritas, “la atracción que
estos cafés sustentables mantienen para una clase de consumidores, refleja una re-
estructuración post-industrial económica, política y social” (Lyon, 2006:1). Como
observan algunos autores (Lyon 2006; Roseberry 1996), esto implicó una crisis en el
consumo de productos estandarizados y dio paso a los mercados especializados o
segmentados propios del comercio “libre” y privado. Considero relevante analizar el
consumo de productos orgánicos bajo la idea de acercarse al “Otro” (Lyon 2009), como
un medio de acercarse a la naturaleza. Se trata de comprar no sólo sabor y calidad sino
conocimientos y valores, es decir, después de una era de industrialización y producción
en masa, el café orgánico y el comercio justo ofrecen acceder a través de canales
globales, a formas familiares [“naturales”] de producción agrícola (Doane 2010; Lyon
2009). Se busca encontrar entonces respuestas a cuestiones de la funcionalidad del
mercado extractor de recursos naturales y mano de obra, dentro del mercado mismo.
Bajo la lógica de los cafés sustentables, se encuentra el argumento de que los
cafetales bajo sombra que caracterizan la Sierra Norte de Puebla y otras zonas cafetaleras
del país, son ecológicamente ideales por el mantenimiento del suelo y variedad de
especies de aves y plantas. “La realidad es que [desde la época del INMECAFE] redujo la
diversidad boscosa a un solo tipo de especies procesadoras de nitrógeno, el chalahuite.
Las especies tropicales y frutales se redujeron drásticamente para dar paso al café”
(Smith 2004:416). Sin embargo, se han estandarizado ciertas medidas para establecer lo
que se considera “ecológicamente sustentable” y ahí se promueve la diversificación del
! 115
cafetal, de manera que incluya productos para el consumo doméstico y otros para el
mercado como la pimienta.
Entonces, la compra de productos orgánicos se trata de la seguridad de la
adquisición de productos étnica y ambientalmente certificados (Lyon 2006), y para ello
son establecidos los sistemas de certificación. Estos implican un proceso de vigilancia en
los cafetales para garantizarles a los consumidores que su producto sí cumple con ciertos
estándares que comprueban que el café es amigable con la naturaleza. Cabe indicar que
estos estándares son establecidos por las certificadoras mismas para satisfacer la
seguridad de los consumidores, pero no las necesidades de los productores.
Por otro lado, los consumidores están buscando causas activistas de no
confrontación (Lyon 2006:5), es decir, cuestionan lo que consideran algunos errores del
mercado, pero no el mercado en sí. Según Hernández (2000), el mercado es el espacio
donde menos puede existir justicia pues se basa en relaciones de competencia. Sin
embargo, también arguye que, en países desarrollados, los movimientos de “solidaridad
con los pequeños productores de las naciones subdesarrolladas, y el surgimiento de una
creciente conciencia ambiental y de la necesidad de conservar la biodiversidad, han
provocado el surgimiento de nuevos mercados” (Hernández 2000:28).
Estos nuevos mercados han sido rápidamente captados por pocas y exclusivas
empresas trasnacionales. En México por ejemplo, existen sucursales de las cinco
principales compañías extranjeras que controlan el mercado del café, y se encuentran
hasta estos lugares remotos. Los productores de Huehuetla han vendido a una de ellas,
Agroindustrias Unidas de México (AMSA), que tiene un beneficio en Zacapoaxtla
! 116
administrado por una familia que históricamente acaparó el café en la región. De acuerdo
a Echánove y Pérez (2006) estas cinco empresas determinan el precio del aromático,
establecen los castigos y premios al producto por su calidad, llevan a cabo el beneficiado
seco, clasifican el café de acuerdo a su tamaño y calidad para determinar su destino en el
extranjero y utilizan coberturas de mercados futuros para contrarrestar la vulnerabilidad
del precio.
México tiene castigos de hasta 30% por debajo de su valor debido a la calidad, se
trata de plantas viejas, variedades de baja productividad, susceptibles a enfermedades,
productores que no fertilizan, sólo hacen una limpia, y no controlan las plagas (Bartra
2003:69). En Huehuetla, de acuerdo al estudio realizado por Ayala et al. (2006:55), la
edad de las plantas en Chilocoyo del Carmen es de 52.71 años y la de Francisco I.
Madero de 53.9, cuando las nuevas variedades de café tienen una vida productiva de 15
años a lo mucho. A nivel local, los premios y castigos pueden variar, como en el caso de
Huehuetla, que tuvo un premio por su calidad en el proceso de beneficiado en el año
2010.
El café orgánico es un producto que requiere de estándares de calidad que para ser
alcanzados implican contrarrestar esta situación. Algunas de las propuestas de Bartra
(2003) son eliminar cafetales de mala calidad o que no están sembrados a la altura
correcta, crear un fondo internacional mediante impuestos a las transnacionales
torrefactoras y comercializadoras de café para compensar la desigual distribución de los
costos de producción y suspender acciones de organismos nacionales e internacionales
orientadas al fomento en extensión y rendimientos de la cafeticultura. Propone también,
recompensar las tareas ecológicas, sociales y culturales de la cafeticultura sustentable.
! 117
Nuevamente vemos propuestas que caen en soluciones técnicas para contrarrestar
los “bajos rendimientos” y para transformar la cafeticultura a la producción de café
sustentable, es decir, que reúna sellos de orgánico, justo y cultivado bajo sombra (Bartra
2003; Lyon 2009). Bartra propone estas soluciones técnicas, aunque arguye que el
problema es social, por lo tanto, me parece paradójico que considere legítimos los apoyos
gubernamentales por razones justicieras en un contexto de migración acelerada.
La conversión a la agricultura orgánica implica un tiempo de 36 meses donde
debe dejar de aplicarse todo tipo de fertilizante, plaguicida o herbicida químico. A
cambio, se le aplica necesariamente un fertilizante orgánico y se regula la sombra y la
maleza para evitar plagas y enfermedades. Se requiere de la instalación de barreras vivas
que consisten en plantas con pequeños troncos alrededor de la planta de café para, por un
lado, evitar el paso de animales domésticos que dañen la planta, y por otro, conservar en
el suelo de la mata la materia en descomposición que fertilice el suelo y guarde la
integridad orgánica. La construcción de terrazas sirve también para este último fin,
evitando que el suelo se lave con las lluvias que caen sobre los terrenos empinados.
Los productores deben llevar un registro escrito de las actividades realizadas en el
cafetal por medio de bitácoras, esto es requisito de los sistemas de inspección orgánica, el
monitoreo se debe llevar a cabo “por el hecho de que la calidad es determinada por las
acciones de cientos de pequeños productores en sus tierras” (Lyon 2009:230). En
Huehuetla, la mayoría de los productores no saben escribir, lo que implica una mayor
dependencia del trabajo de los técnicos u otros productores que ayuden a llevar el registro
escrito.
! 118
Figura 4: Flote. Selección del café de calidad haciendo flotar los granos vanos o los que contienen broca y que se deben eliminar del café que se venderá para exportación.
Fotografía tomada del video que acompaña esta tesis.
Al igual que en Guatemala, la mayoría de los productores menciona que “no
beben su propio café de calidad de exportación que producen sólo para vender” (Lyon
2009:229). Sobre todo después de la plaga de la broca, el proceso de selección del café es
más riguroso. Esto comienza desde que la cereza está en la planta, pero una vez hecho el
corte, se mete en una bandeja de agua y los granos que flotan y no tienen peso son
apartados porque son vanos o pueden tener broca. De la misma manera que en aquel país,
“unos venden el de mala calidad o lo consumen en la casa” (Lyon 2009:229). Durante mi
estancia en Huehuetla, cuando visitaba al señor Mateo de Luna, me preguntaba que si
quería probar la broca, es decir, tomar café en su casa. Por otro lado, había productores,
sobre todo quienes participaron más activamente en la OIT, que mencionaban que
producían el café orgánico para tener una mejor calidad de vida y consumir buenos
productos en sus casas.
! 119
La producción de café orgánico envuelve entonces una serie de normas rigurosas
que no necesariamente reflejan las necesidades de los cafeticultores, y no hay beneficios
tangibles más allá del precio (Lyon 2009). Al igual que en el caso del consumo, las
medidas técnicas utilizadas en los cafetales para mejorar la calidad del café, no ofrecen
soluciones a problemas estructurales.
Esta nueva relación con el mercado, igualmente ha generado incertidumbre en
cuanto a si se tendrá el crédito para el acopio, si habrá café suficiente y si se logrará
acopiar la cantidad requerida o los productores lo llevarán con el intermediario. Es
necesario completar un lote de 360 quintales para poder vender el café como orgánico y
obtener un precio de 20 dólares arriba del convencional. Además el precio premio no está
bien establecido, mientras las fuentes (Bartra 2003; Lyon 2009) mencionan que es de 20
dólares, en Huehuetla, los técnicos dicen que es de 10. Para mayo del 2011, habían
pasado tres cosechas como orgánicas, en ninguna de ellas el café había sido vendido ni a
10 dólares por arriba del convencional, ni había sido comercializado sin pasar por
intermediarios regionales, aunque hace ya seis años que comenzaron el periodo de
transición a orgánico.
Incluso cuando hay buena producción, la organización debe tener el recurso
suficiente para el acopio, compitiendo con los intermediarios.
“El [problema] principal es la venta, porque por ejemplo, si no se completa un lote se va a pagar barato. Sí […] se completa un lote, sí se junta, pero si no hay dinero lo venden en particular. Necesita dinero para trabajar para que no lo vendan al particular” (entrevista con Bonifacio Gaona, 25 de junio de 2011/601).
! 120
El primer año no se completó el lote, cada grupo lo vendió por su cuenta. El
segundo tampoco se logró, pero la cantidad acopiada fue vendida a otra organización
productora de café orgánico en Zongozotla. El tercero, después de una helada en 2009,
hubo muy poca producción, por lo que lo poco que se reunió fue vendido como café de
calidad en AMSA, en Zacapoaxtla, a ocho dólares por arriba del precio.
Ahora bien, aunque se haya conseguido un precio más alto, las utilidades son
bajísimas por los intereses que hubo que pagar al haber obtenido el crédito para el acopio.
Esto ocasiona que los “alcances”, o reparto de las utilidades, sean muy bajos, como ha
sucedido en las tres ocasiones. Resulta difícil, si el crédito no se obtiene a tiempo,
asegurar que la producción será captada por la organización, pues si el intermediario
ofrece un precio más alto o empieza a acopiar antes, los productores lo llevan con éste al
menos para pagar el corte, o porque consideran que ganarán más ahí. Don Juan Becerril
mencionó que no se trataba de una “falta de conciencia” sino que:
“La gente no tiene dinero ni para el corte, es por necesidad. El café se acapara desde el inicio, y aunque esté barato lo venden a donde les paguen mejor” (entrevista con Juan Becerril, 18 de mayo de 2011/49).
En otras localidades, algunos productores mencionaron que al no tener respuesta
de organizaciones que se habían comprometido a comprarles el café como orgánico,
como en algún momento fue la Cooperativa Tosepan de Cuetzalan, preferían venderlo
con un particular pues no tenían dinero, ni la cooperativa, ni los productores. Así, ya sea
individualmente o como grupo en cada localidad, se toman decisiones pragmáticas de
acuerdo a los beneficios o las necesidades que se puedan tener. La organización
necesitaría competir teniendo el recurso a tiempo y de esta manera asegurar la captación
del producto.
! 121
Aunque no se ha logrado vender como café orgánico, el último año fueron
reconocidos por el buen trabajo de beneficiado y obtuvieron un premio, de ocho dólares,
en el precio. Entonces, “mientras la certificación orgánica no garantiza el acceso al
mercado, los productores ven sus métodos de producción como una contribución a una
calidad más alta de café” (Lyon 2009:230), sobre todo por las medidas impuestas para
asegurar la certificación. Las contradicciones son aún más grandes, cuando incluso
alcanzando los estándares de café orgánico, éste nuevamente se paga por debajo de lo que
vale según las normas del mercado mismo.
Verticalidad, arbitrariedad y autoritarismo
Para concluir con este capítulo, vuelvo a lo que Ferguson y Gupta (2002) identifican
como la verticalidad y los límites del estado en sus formas cotidianas de operar a través
de su burocracia e instituciones, así como su relación con entes no gubernamentales. Esto
lleva a fijarnos en que la operación rutinaria de las instituciones del estado produce
escalas y espacios jerárquicos y reproduce otros ya existentes (Ferguson y Gupta
2002:984).
Una de las dinámicas en las que la verticalidad y límites son tangibles y se hacen
visibles, es por medio del programa de chapeo y la credencialización de los productores
empadronados en AMECAFE, antes Consejo Mexicano del Café A.C., que forma parte
del Sistema Producto Café. El AMECAFE, a diferencia del INMECAFE, es una
Asociación Civil, que a nivel nacional está encargada de hacer llegar el programa de
subsidio al café, conocido como el chapeo. Sus otras actividades principales son la
promoción del consumo y el mejoramiento de la calidad del café en México, así como la
! 122
administración de programas emergentes como el Fondo de Estabilización
Fortalecimiento y Reordenamiento de la Cafeticultura.
También le da seguimiento a la actualización del padrón cafetalero que hizo el
Consejo Mexicano del Café, para lo cual tiene un proceso de credencialización. Al igual
que cuando reciben apoyos de emergencia en tiempos de crisis, “para que los productores
de café puedan ser legibles al programa, se requiere necesariamente el documento
denominado comprobante fiscal, que demuestra haber vendido su café en la cosecha
inmediata anterior” (Rivadeneyra 2005:50). Durante el mes de mayo del 2011, a los
productores del Yalú, AMSA les estaba haciendo llegar sus facturas por el monto de café
que vendieron en marzo de ese mismo año. Quienes vendieron de forma particular no
recibieron factura, por lo que tenían la incertidumbre de que no les aplicaran el apoyo del
chapeo.
Freddy Morales, director de Desarrollo Rural de Huehuetla, comentó que el
chapeo se trata de un apoyo, “dinero federal”, que en algún momento se abrió para todos
los que quisieran. Hay que mencionar que los requisitos eran presentar las escrituras de al
menos un cuarto de hectárea y posteriormente se comenzaron a pedir comprobantes
fiscales. Como dice Freddy, el chapeo es para limpiar el terreno, la maleza, lo que en mi
opinión es resultado de los bajos precios y la violencia estructural. Con este apoyo de
aproximadamente 900 pesos por hectárea, se trata de contrarrestar el total abandono del
cafetal pero no representa una solución al problema económico, se trata de otro paliativo
burocrático. El director de Desarrollo Rural menciona que en la actualidad en apoyo ya
no es para todos, “empiezan con otros filtros, para comprobar que tienen café deben
facturar. Y facturar mínimo dos quintales, equivalente a la producción de un cuarto de
! 123
hectárea, lo mínimo para acceder al programa” (entrevista para video con Freddy
Morales, 22 de julio de 2011).
También comentó inmediatamente que, de aplicarse esta medida anunciada hace
algunos años, aproximadamente más del 50% de los productores quedarían fuera del
programa, pero no ha sido aplicada.
“Yo sé que será un problema social pero bueno, de alguna forma hay que adecuarnos a que se le diga a la gente, pues no hiciste el trabajo, comprueba bien tus documentos, ponlos en regla, hay que darte de alta en el SAT, si quieres seguir recibiendo el apoyo empieza a facturar […]. Hay que meterle capacitación a la gente, pues tiene que hacerlo para seguir recibiendo su apoyo” (entrevista para video con Freddy Morales, 22 de julio de 2011).
Desde el año anterior, el monto correspondiente al programa del chapeo fue de
$900.00 por hectárea, variando dependiendo de si es orgánico, convencional o de otras
categorías. Fue depositado a una cuenta en Banco Azteca a cada productor. Hay que
mencionar que la sucursal más cercana a Huehuetla de dicho banco está en Tlatlauqui, a
cuatro horas y aproximadamente doscientos pesos por el costo del traslado de cada
persona. Para enfrentar esta situación, el ayuntamiento asignó a un regidor como
encargado de llevar el dinero. Lucy, asesora del Yalú, fue también a retirar el dinero de
los productores de la organización a Tlatlauqui.
El proceso de credencialización y luego recredencialización fueron también
inconclusos. Algunos productores, por ejemplo, no estaban enterados de que debían
cambiar sus credenciales que contenían ya el Registro Federal de Contribuyentes (RFC);
otros, en cambio, la habían solicitado ya hasta dos veces, pagando un importe de cuarenta
pesos para el trámite, sin que éste se completara. Además, los productores deben tener ya
! 124
registrada su firma electrónica, otro trámite para el cual se atraviesa por diferentes
estancias gubernamentales y que, se supone, agiliza el flujo de mercancías al extranjero.
Para agilizar el trámite de credenciales, el Yalú se contactó con la oficina de
AMECAFE en Cuetzalan para hacerlo directamente y después de seis meses, las
credenciales llegaron. Las autoridades encargadas de hacerlo, como es la Dirección de
Desarrollo Rural, no habían dado seguimiento a los casos de la mayoría de los
productores que no recibieron las nuevas credenciales. La preocupación por parte de
estos últimos era no recibir el apoyo del chapeo, que además llega meses después de
haberse realizado esta actividad en el cafetal, hasta diciembre de 2011, el monto
correspondiente a ese año no había sido aplicado. Las instituciones gubernamentales y el
AMECAFE se reservan el derecho de no tener una comunicación clara con los
productores que ciertamente viven en localidades alejadas incluso de la cabecera
municipal, pero si es necesario citarlos a reuniones o talleres lo hacen muy ágilmente.
Aquí considero apropiado utilizar el término de sociedad política que propone
Chatterjee (2006) para identificar algunas negociaciones y actividades llevadas a cabo
por productores de café del Yalú. Esta sociedad política está conformada por miembros
de la sociedad que apenas y pueden ser definidos como ciudadanos portadores de
derechos y no son reconocidos como sociedad civil pero sí son supervisados, controlados
y subordinados por las agencias gubernamentales. “Estas actividades conducen a esas
poblaciones hacia cierto vínculo político con el Estado, que no siempre se desarrolla
conforme a lo establecido idealmente por el paradigma de la representación que se afirma
en las leyes” y que corresponden a la denominada sociedad civil (Chatterjee 2006:195).
! 125
Es tangible como “los grupos que actúan en la sociedad política están obligados a
encontrar su camino a través de ese terreno irregular, construyendo redes de conexiones
externas, con otros colectivos en situaciones similares, con grupos más privilegiados e
influyentes, con funcionarios gubernamentales, quizás con partidos o líderes políticos
concretos” (Chatterjee 2006:190). Entonces, en su relación con las asociaciones que
establecen los términos de la legibilidad de los productores, éstos han tenido que buscar
alternativas para agilizar ese mismo proceso de legibilidad. Si bien el proceso de
credencialización es uno que ilustra esto, lo mismo ocurre en el camino andado para
conseguir créditos, gestionar recursos para el mantenimiento de la organización y
comercializar el café, donde los productores abren sus propias sendas ya sea por medio
de alianzas con empresas como AMSA, líderes políticos y organizaciones
gubernamentales.
Son parte de la sociedad política, los miembros del Yalú que no están activos,
como los productores de café convencional inscritos ahí por el ex presidente municipal.
Ellos no tienen interés en las actividades de la organización, pero de vez en cuando
asisten a reuniones si se trata de gestionar maquinaria o agilizar el trámite de las
credenciales. La misma decisión de no vender el café al Yalú si el precio es menor que el
de los acopiadores, por parte de los productores de café orgánico, me parece parte de esta
sociedad política. Esto porque en determinado momento toman el papel de pobres que les
ha asignado el estado, pero salen de esa legibilidad si no les funciona.
Las organizaciones con carácter de sociedad civil en las que aterrizan las políticas
de gubernamentalidad neoliberal, en el contexto local actúan más como esta sociedad
política. Considero que en ellas el gobierno local priista de Huehuetla restaura su forma
! 126
de mando después del periodo de la OIT. En este sentido son frágiles a estructuras
económicas como la del café y por lo tanto no siempre es posible escapar a los sistemas
locales de acaparamiento. Estas mismas organizaciones están formadas por personas que
tienen una historia de lucha que no está reflejada en conceptos como sociedad civil o
sociedad política. Los aparatos de gubernamentalidad neoliberal no muestran la
importancia de estas luchas sino que las silencian en tanto construyen sujetos legibles por
su carácter de pobres y benefactores de las bondades del estado.
Si bien la construcción de la bodega es uno de los ejemplos más claros de esta
verticalidad, otra de las prácticas autoritarias y hasta caprichosas de los programas
institucionales de fomento a la producción de café es el control de la broca. Cuando
estuve en Huehuetla, hubo trampas [botellas de plástico con un plaguicida líquido] que
llegaron “a mitad de precio” pero de 16 que compraron, sólo les dieron ocho. Cuando
algunos productores de café orgánico se negaron a comprarlas, les dijeron que de no
hacerlo, no les darían el chapeo, una amenaza habitual en estos poblados rurales similar a
la de retirar la beca oportunidades, la cual concede el gobierno federal a la población
legible como pobre y vulnerable: mujeres y niños.
La presencia de la broca en los cafetales ha permitido a los supervisores y
autoridades municipales responsabilizar a los productores por la “mala calidad” del café.
Sobre todo arguyendo que se trata de flojera, abandono y falta de cuidado del cafetal lo
que la ocasiona, sin mencionar bajos precios y migración temporal. En una ocasión,
mientras me encontraba grabando en un cafetal para la elaboración del video que
acompaña esta tesis, le pregunté a la dueña del cafetal sobre cómo había enfrentado el
periodo en el que le afectó la plaga de la broca. Ella entendió que le había preguntado si
! 127
su cafetal tenía broca, inmediatamente comenzó a decirme que su café no tenía broca, era
café de calidad y mostraba las plantas cuidadas, sin hierba alrededor. Considero esta
respuesta como una contestación a formas establecidas de supervisión y verticalidad en el
uso de recursos y programas. Al igual que las amenazas de retirar el chapeo por una u
otra razón, esto es posible también gracias a la cotidiana recreación de sistemas
jerarquizados para el control de recursos y formas personales de autoridad.
Me parece relevante seguir las formas verticales y autoritarias del estado por
medio de talleres de diagnóstico que hizo AMECAFE en el mes de junio, ya que esto
abre paso a diálogos y espacios de contestación por parte de los productores. Por medio
de un aviso a los jueces de paz, se citó a quienes habían recibido el apoyo del chapeo el
año anterior y que estaban en una lista del padrón cafetalero a asistir a los mismos.
Aunque el taller estaba planeado para 40 personas, había localidades como Leacaman,
que contaban con más de cien productores empadronados. La asistencia era casi del
100% de productores empadronados, y quienes no iban le pedían a sus esposas o hijas
que lo hicieran y estuvieran pendientes al momento de pasar lista. Esto debido a la
incertidumbre sobre la fecha en la que llegaría el chapeo y a que posiblemente podrían
obtener información de ahí.
En estos talleres era notoria la exigencia de los productores en cuanto a los apoyos
del gobierno. Por ejemplo, al momento de preguntar sobre las expectativas del taller, las
respuestas eran que “no hay apoyo”, “no me tocó planta”, “yo ya hice el chapeo y no ha
llegado el apoyo”. Ante ello, el técnico respondía que él sólo era un trabajador que tenía
que ver con la capacitación pero no le correspondía gestionar el chapeo:
! 128
“Yo no vengo a dar dinero, vengo a saber cuáles son los problemas del café. Venimos a platicar, no se trata de dinero. No piensen en dinero, piensen en los problemas” (palabras del técnico, taller de diagnóstico/24 de junio de 2011).
Así mismo, cuando el técnico pasaba al diagnóstico de los cafetales y visitaba
algunas parcelas, los productores a los que se encontraba en el camino le preguntaban que
si era cierto que por no supervisar sus predios dejarían de recibir el chapeo. Nuevamente
respondía que su trabajo era el asesoramiento técnico y que el chapeo no tenía nada que
ver con el curso.
Durante los talleres, cuando los productores mencionaban que un problema que
tenían los cafetales era la falta de recursos económicos y apoyos gubernamentales, el
técnico mencionaba que para tener acceso a programas de gobierno, había que estar
organizados, pues se pueden incluso mejorar la calidad y los precios. Mientras los
productores decían que uno de los problemas era el chaparral y abandono del cafetal por
falta de apoyo económico, el técnico decía que era por flojera o descuido. También
mencionaba que las ventajas de estar organizados son los programas gubernamentales y
el seguimiento de las facturas para poder recibir el chapeo.
El lento proceso burocrático de hacer legibles a los productores por medio de
trámites ante instituciones fiscales y gubernamentales resulta imposible de ser
completado por quienes tienen la tarea de hacerlo, por lo que los productores y sus
organizaciones han tenido que realizarlo por sus propios medios. Esto se debe sobre todo
a que no existe comunicación hacia arriba en este proceso, a los productores se les avisa
cuándo, con qué documentación presentarse y cuánto dinero pagar para hacer el trámite.
De igual manera funcionan los proyectos por medio de los cuales obtienen equipamiento
! 129
con diferentes instituciones. En la venta de trampas para la broca y en la disputa por la
bodega vemos a un estado aún más caprichoso ejerciendo poder político vertical, a veces
encarnado en algunas figuras. Finalmente, en el diálogo en los talleres es notoria la
tensión entre un técnico, que tampoco es considerado trabajador del gobierno y que
establece los límites de sus funciones y las del mismo estado no intervencionista y los
productores que exigen que informe y cumpla al menos con lo que se compromete el
estado.
En este sentido, me parece relevante relacionar estos diálogos con la observación
de Gupta y Sharma (2006) en la India, donde ante la toma de datos para censos
gubernamentales que reproducen la verticalidad del estado, los beneficiarios de estos
programas de bienestar se niegan a dar información arguyendo que los inspectores sólo
van para cumplir con sus obligaciones, mientras que ellos seguirán viviendo sus vidas sin
que cambie nada. “Al negarse a ser encuestados, quejándose por la falta de desarrollo, y
pidiendo dinero y otros beneficios materiales a cambio de responder preguntas, estos
pobladores contestan a las prácticas y rompen con el orden regulatorio” (Gupta y Sharma
2006:290).
Las situaciones anteriores, así como la disputa por el beneficio de café con las
autoridades municipales, son expresiones de cómo el cultivo de café se ha desarrollado
bajo la institucionalización de sistemas de apropiación de trabajo, bienes y servicios de
una población subordinada donde formas de gobierno arbitrarias y caprichosas de los
superiores tienen cabida en la lógica de la reconfiguración de la gubernamentalidad
neoliberal y en los confines de un mercado transnacional.
! 130
CAPÍTULO 5
REFLEXIONES FINALES, MÁS ALLÁ DEL CAFÉ
Señora:
¿Sabe usted? Algo muy raro ocurre en este país. Cuando usted no da muestras de vida y se encierra en problemas que cree individuales, el Poder sonríe y todo lo deja para
después, pero en el momento en que usted se empeña en hablar y en salir a la calle y en bailar, al supremo gobierno le entran unas ganas urgentes de dialogar y dar muestras de
querer resolver los problemas.
Subcomandante Marcos (2009)
A través de las relaciones sociales que producen el café como una mercancía en
Huehuetla, es posible seguir la historia misma del capitalismo en el campo mexicano. En
los capítulos de este trabajo intenté demostrar que alrededor del café, el capitalismo ha
funcionado no como un modo de producción uniforme sino configurándose de acuerdo a
momentos, espacios y estructuras diferentes (Roseberry 2002). Al igual que al café, pude
observar las formas de estado como un conjunto de relaciones sociales, dentro de las
cuales se articulan luchas de campesinos para lograr mejores sentidos de justicia y
sobrevivir cotidianamente.
Particularmente, en el capítulo dos, sobre formas de estado y café, contextualizo
cómo el sistema económico cafetalero cambia respecto a momentos históricos
particulares, pero se mantiene bajo relaciones de poder en un sistema opresivo de etnia y
clase. Al igual que lo había ya hecho la caña, el café permitió el desarrollo del
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capitalismo en la Sierra Norte de Puebla. El hecho de que el capitalismo penetrara en la
zona, no significó jamás la destrucción de la clase campesina y mucho menos de la
pobreza que la caracteriza. Es más, hasta el momento de crisis del estado populista, ni las
carreteras ni electrificación características de espacios “desarrollados” y “modernos”,
habían llegado a Huehuetla. Esto no se debe a que, por su lejanía, el “desarrollo” no
pudiera llegar hasta allá, sino que resultaba conveniente a comerciantes regionales para
mantener su control político y económico en la región.
Previamente a la intervención estatal en la producción y comercialización del
café, eran los intermediarios locales quienes lo acaparaban para después sacarlo de las
montañas. Siendo las mismas familias acaparadoras quienes controlaban los puestos en la
presidencia municipal, y por lo tanto, haciendo uso del poder formal que les otorgaba el
estado y el personal que ejercían por medio de la usura y violencia, les era posible
controlar no sólo la comercialización sino el precio, las cantidades y las medidas que
usaban al momento de comprar. Es por ello que cuando las condiciones lo permitían, los
productores optaban por llevar el café más lejos a manera de conseguir un mejor precio y
evitar el robo y la usura. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no se lograba, con
recursos propios, trasladar la mercancía a otro sitio para su venta, debido a los bajos
precios o poca productividad del café en algunos años.
El INMECAFE llegó como la institución del estado que acabaría con las
estructuras jerarquizadas de explotación. Por medio de estas políticas de desarrollo, se
intentaba modernizar y acabar con “viejas estructuras y prácticas” como la usura y el uso
de recursos materiales y simbólicos que los grupos de poder detentaron, que al mismo
tiempo habían sido parte fundamental del establecimiento del capitalismo en “los lugares
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más remotos”. Al igual que las fábricas de aguardiente se instalaron en las barrancas
debido a su carácter ilegal, el café también trajo consigo una serie de irregularidades en
su proceso de compra a nivel local. Con esto arguyo que la explotación e ilegalidad no
eran un error a corregir sino una de las condiciones planeadas y necesarias para permitir
la reproducción de una lógica de mercado. El capitalismo, que se había insertado hasta
ese momento de manera violenta, continuó expandiéndose a través de la intervención
estatal.
Mientras el país extraía de sitios como Huehuetla la riqueza que hizo al café uno
de los productos agrícolas de exportación más importantes, la dependencia hacia este
cultivo se hizo latente a nivel local. Los años que ahora se recuerdan como unos de
abundancia y donde la vida no costaba tanto, implicaron la organización de los
productores de café dividiéndose por localidades. Esto les permitió acceder a los
subsidios para la producción cafetalera, asistencia técnica, pagos por adelantado, créditos
y reparto de utilidades del IMECAFE.
Debo mencionar que este control y dependencia, como mencioné con detalle en el
capítulo dos, tampoco fueron del todo homogéneos. Un empleado del INMECAFE
mencionó que, en su mayoría, los productores no aplicaban las medidas indicadas por los
técnicos, lo cual constituía otra expresión de esas formas cotidianas de resistencia, misma
que muchas veces resulta de la necesidad y de la práctica, más que de un proyecto anti-
capitalista o contra-hegemónico.
El INMECAFE y los caciques locales supieron aliarse económica y políticamente,
favoreciendo al partido-estado (PRI) que a nivel nacional utilizó las organizaciones
! 133
corporativas regionales a su favor. Otro de los objetivos de este capítulo fue seguir la
permanencia y continuidad de un sistema de intermediarios de café que se favoreció de la
intervención estatal y que hasta la fecha reúne la mayor cantidad de café del municipio.
Su poder no está formado únicamente por el control del comercio del café, sino de la vida
política y relaciones sociales de subordinación. De la misma manera, la resistencia, ya sea
cotidiana y silenciosa, o de una manera más abierta, ha desafiado no únicamente la
estructura económica sino también formas de organización política, por ejemplo,
mediante la experiencia de gobierno indígena que relaté en el capítulo tres.
Ahí narré el nacimiento y crecimiento de la OIT, una organización que marcó la
ruptura de relaciones sociales que definieron el poder regional como ha sido contado
hasta el momento. Si bien, aparentemente un punto culminante de la historia de la OIT es
el haber ganado y mantenido la presidencia municipal por medio de la alianza con el
PRD y haber canalizado el gasto público hacia las localidades totonacas, mi argumento es
que este proyecto político, surgido desde la necesidad y la práctica, implicó una ruptura
con una forma de gobierno violenta construida desde el poder local. Tan fue así que la
presidencia municipal fue vaciada por el partido saliente cuando el primer presidente
totonaco ocupó el inmueble, y al mismo tiempo, la OIT no hizo entrega de los bastones
de mando que habían caracterizado su gobierno municipal, al priista Víctor Rojas, cuando
su partido recuperó el puesto.
Considero que se trata de una ruptura con las estructuras caciquiles. Es tangible un
carácter de clase en la lucha, una división explícita entre los intereses de los totonacos y
los de los mestizos. Estas diferencias se hacían palpables sobre todo en un contexto
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sumamente violento en el que los totonacos resultaban agredidos, asesinados, humillados
y despojados por el uso vertical del poder político y económico.
La ruptura con esa alianza entre el partido dominante y los ricos locales
vinculados a la comercialización del café, implicó por una década el establecimiento de
un gobierno autónomo en tanto funcionaba por medio de estructuras organizacionales
más horizontales que las anteriores. Si bien este gobierno autónomo usó políticas
públicas como PRONASOL, que provenía de recursos federales para la construcción de
sus obras y proyectos, y una relación cercana con la iglesia, existieron otros conflictos
como la alianza de instituciones como el INI con los caciques locales para retirar apoyos
a socios de la OIT, que nos hablan de los intentos de restaurar el orden estatal.
La pérdida de la presidencia municipal, la violencia que han sufrido los socios de
la organización, como el asesinato de Griselda Tirado Evangelio, y las divisiones que se
han dado al interior de la misma, han resultado en que aparentemente la lucha no sea
posible ya por medio del uso de la estructura formal de gobierno. La OIT continúa latente
por medio de la organización regional UNITONA, a través de la administración del
Juzgado Indígena (quien posee ahora el bastón de mando que alguna vez perteneció a los
tres presidentes totonacos), y por el CESIK, el proyecto educativo para jóvenes de la
organización.
Quise plantear a lo largo del capítulo cómo el discurso de los derechos humanos y
la reivindicación de lo indígena en Huehuetla se obtuvo en un contexto de violencia y
ejercicio de poder; así mismo, las elecciones “democráticas” fueron ganadas por medio
de la vigilancia y hubo que resistir amenazas, agresiones y balas. Si bien mencioné que
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los derechos humanos, la democracia, igualdad y libertad son características de la
intención de nuevamente modernizar y ordenar a la población, en este caso han sido
términos apropiados por la colectividad desde sus necesidades y experiencias propias.
Prueba de la articulación constante con el estado, es que el proyecto de la OIT es
más tangible ahora por la existencia del juzgado indígena, el cual es producto de reformas
constitucionales que reconocen los sistemas normativos indígenas y derechos culturales
de los indígenas. Sin embargo, el acceso a la justicia continúa siendo limitado.
En el capítulo cuarto observé cómo la crisis del estado populista interventor dio
paso a una forma de estado que se legitima y reconfigura como el encargado de ofrecer
bienestar a la población por medio del acompañamiento-empoderamiento de grupos y
asociaciones. Sobre todo después de los años de gobierno indígena, el gobierno priista en
su recuperación del mando ha dejado claro que la violencia y verticalidad son las formas
de control que usa para hacer política pero ha promovido también la proliferación de
organizaciones no gubernamentales como receptoras de políticas para el campo con un
carácter fuertemente asistencialista. Usé los términos sociedad civil y sociedad política
para contextualizar esta situación.
Por un lado, la sociedad civil se ha convertido en un discurso modernizador y
“democrático” del estado neoliberal sobre el que aterrizan políticas de gubernamentalidad
neoliberal trasnacional para “países del tercer mundo”. Por otro, en Huehuetla, las
organizaciones apenas y pueden disfrutar de los beneficios y derechos que la sociedad
civil tiene incluso por ley. Es limitada por ejemplo su participación en la administración
de los recursos económicos de los proyectos a los que acceden y como vimos en el caso
! 136
de la bodega de café, pueden hacer poco o nada por desafiar formas arbitrarias del control
de los recursos del gobierno local. Así pues, la sociedad civil es un concepto que utilicé
para contextualizar las políticas neoliberales y diferenciarlas del estado populista pero no
refleja la complejidad que existe en Huehuetla en las formas de gobernar y hacer política.
Por eso consideré relevante el término de sociedad política (Chaterjee 2006), que se
refiere más a una población categorizada como pobre y adecuada para ser receptora de las
políticas neoliberales. Esta sociedad política actúa de acuerdo a sus diferentes intereses,
como vimos en el caso de Huehuetla, los productores se beneficiaban del subsidio para la
adquisición de maquinaria para grupos de café orgánico pero terminan vendiendo su
producto a los acaparadores, porque les resulta más redituable que con la organización de
productores orgánicos a la que pertenecen. La sociedad política refleja mucho de las
organizaciones actuales en Huehuetla en las que el gobierno hace política. Sin embargo,
lo que puede ser explicado por este concepto es desbordado también porque los
productores de café formaron parte activa en la historia de lucha que tienen “los
totonacos” en el municipio. Durante una década los indígenas no sólo desafiaron
abiertamente al poder regional dominante, sino que construyeron también una forma de
gobierno basada en relaciones tradicionales y prácticas organizativas comunitarias.
Por lo tanto, los términos de sociedad política y sociedad civil, en los que las
organizaciones parecen pasivas a los programas que les otorga el estado, poco funcionan
para explorar la importancia de estas luchas para la historia del municipio. Si bien
ayudaron a contextualizar las prácticas en las que el estado legitima prácticas verticales
de gobernar, quisiera mantenerme distante en cuanto cierran toda posibilidad de que la
verticalidad sea desafiada.
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Ahora bien, los productores de café del Yalú, a diferencia de los catequistas que
conforman activamente la OIT, buscan una inserción relativamente más justa en el
mercado global para la comercialización del café, pero sus medios son muy limitados.
Intento que esta diversidad de experiencias sea prueba de que un proyecto hegemónico de
estado neoliberal no es posible de ser impuesto sino que es frágil y contestado desde lo
local.
La relación con el estado para el fomento a la producción cafetalera en un
contexto neoliberal tiene una racionalidad particular, pero a la vez reproduce estructuras
verticales y autoritarias de poder, globales y locales. Ante la preocupación por estas
estructuras que caracterizan el comercio de mercancías y por el deterioro ambiental
ocasionado por los años del INMECAFE, surge el interés de consumir productos insertos
en redes de comercio justo y certificados como orgánicos y amigables con la naturaleza.
Ante estas nuevas demandas de los consumidores, los productores se organizan para
acceder a los nuevos nichos de mercado.
En este sistema económico neoliberal, por un lado, la intervención del estado es a
través de pequeños subsidios encaminados a evitar el total abandono del cafetal y la
proliferación de plagas. Se trata ahora de asociaciones civiles y ya no de instituciones a
través de las cuales el gobierno busca problemas y soluciones técnicas para atender el
campo. Ejemplo de ello es colocar trampas para la plaga de la broca o subsidiar las
labores de limpieza del cafetal, siempre y cuando se trate de herramientas neutrales y
técnicas. La organización es considerada una vía para los productores porque no hay de
otra para sacar el café, se fomenta la colectividad si ésta tiene por objetivo acceder a
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recursos o programas, pero no para poseer una bodega o construir un proyecto propio de
comercialización.
Mencioné que es a través de elementos de gubernamentalidad transnacional como
Sanidad Vegetal, institución que combate la broca, que se aplican las mismas medidas de
sanidad en diferentes países y pueblos. Prueba de ello es que esta institución realiza sus
trabajos a nivel internacional, en su página web podemos ver que programas en México y
países de Centroamérica como Guatemala y Nicaragua son administrados por una misma
matriz. Las medidas de sanidad son otorgadas de manera obligatoria por el estado como
el único proveedor de bienestar, ya sea por medio de sus instituciones o de la sociedad
civil. Incluso organizaciones como la Tosepan Titataniske, que no recibe estas trampas
por no ser orgánicas, deben obligatoriamente aplicar algún tipo de medida que esté dentro
de lo permitido por las reglas de certificación orgánica para el control de la broca.
Los procesos de certificación orgánica han sido establecidos de acuerdo a
necesidades y gustos de nuevos mercados especializados en países consumidores como
Estados Unidos, Japón y de Europa. Estos nuevos patrones de consumo se diferencian de
los que rigieron a los estados nacionales y buscaban productos estandarizados y
producidos en masa. Con el libre mercado y bajo la retórica de que existen diferentes
intereses y gustos, la calidad y diversidad son nuevas características de lo que el
consumidor busca.
Los productos étnicos y amigables con la naturaleza encuentran nichos
particulares de mercado donde insertarse. Considero que esta idea de una naturaleza que
ha sobrevivido al capitalismo depredador es construida desde los intereses de los
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consumidores de revertir daños causados tanto al entorno ambiental como a las relaciones
sociales de los productores de café; es por ello que existe un proceso para comprobar y
certificar que los productores aplican esas medidas y cae sobre ellos la responsabilidad de
construir productos para el mercado que sí sean amigables con la naturaleza. Sin
embargo, esto no quiere decir que esas medidas en el cafetal reviertan problemas
ambientales a los que se enfrentan los productores como la escases de agua, ni que logren
comercializar por su propia cuenta sin pasar por intermediarios. Es más, en el caso de
Huehuetla, la certificación orgánica no ha garantizado siquiera encontrar un medio de
comercialización para que el café sea pagado al precio de orgánico. Para lograr vender a
un precio de calidad u obtener un premio en la transacción, los productores deben,
primero, asegurarse de que habrá suficiente producción y entrar a una red de créditos y
compradores regionales para vender las primeras cosechas en cereza y “aguantar” a
procesar su café a pergamino para exportarlo directamente, lo cual no ha sido posible en
tres años.
De acuerdo a las experiencias de las organizaciones en Huehuetla, en términos de
mercado, no se han alcanzado alternativas que suplan completamente al café que no sea
la migración. En el caso de la OIT, Smith (2004:420) menciona que movimientos como
éste que “buscan la autonomía, tienen una economía local y étnica relacionada
ampliamente con el mercado global. Al mismo tiempo tienen trayectoria en la defensa de
los derechos indígenas y buscan proyectos de desarrollo sustentable”. Si bien el caso de
los productores del Yalú no expresa un desafío abierto al capitalismo o al mercado como
la OIT, es en acciones cotidianas de necesidad como el abandono del cafetal donde veo
las contestaciones. Considero relevante entonces fijarme “en la cotidianidad como el
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elemento clave no sólo de la construcción del estado, sino también de la parte que lo
resiste” (Coyotécatl 2011:117).
Quisiera mencionar que en esta tesis seguí el curso que ha tomado el café y las
relaciones sociales a su alrededor a través del tiempo, todo a su vez en relación con el
estado y el mercado global. Por eso mi insistencia en entender la naturaleza de esos
encuentros entre los productores indígenas de café de la Sierra Norte de Puebla y el
estado en diferentes etapas históricas; ya sea empíricamente frente a las acciones de
IMECAFE, o frente a esos “aparatos de gubernamentalidad neoliberal transnacionales”
(Ferguson 2006; Ferguson y Gupta 2002), esas “políticas multiculturales neoliberales”
(Hale 2004), o esa “sociedad política (Chatterjee 2006), como de diversas maneras los
etnógrafos del estado en la globalización lo hacen. Ante las experiencias distintas de esos
mismos encuentros, la gente se las arregla para hacer su política mientras lucha
cotidianamente por ganarse la vida con dignidad. Y lo hacen así, mientras unos
administran el Juzgado Indígena o se proponen comercializar café orgánico; otros
encuentran alternativas en el turismo o en las instituciones gubernamentales encargadas
de asuntos indígenas. Por supuesto, el acceso a estas alternativas es siempre dentro de los
límites de la mercantilización de lo étnico o de las políticas multiculturales incluyentes y
no en la satisfacción total de sus necesidades o demandas.
A lo largo de la tesis quise, sobre todo, seguir las luchas y contestaciones a la
gobernanza, ya fuera por medio de la resistencia cotidiana (Scott 1997), de
movilizaciones y construcción de proyectos políticos autónomos o de la exigencia de
precios justos para el café. Espero que haya sido visible que mediante la articulación
hegemónica el estado, por un lado, promueve la diversidad cultural y los derechos
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humanos y universales, y por otro, marginaliza y reprime. En este sentido, reconoce el
derecho de los totonacos a establecer un espacio de impartición de justicia tradicional a
través del diálogo, pero no a hacerle justicia a los muertos ni a que se reconozca la
responsabilidad del poder político en sus asesinatos; se promueve el derecho a hablar su
lengua, pero no a cuestionar; se celebra que tienen derecho a ser campesinos que
siembran maíz y café, aunque no sean ellos quienes fijen los precios; tienen derecho a no
dejar el campo o ir a vivir a la ciudad, pero no a dejar de ser sojuzgados.
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APÉNDICE I
VIDEO DOCUMENTAL: HISTORIAS Y LUCHAS AMARGAS EN HUEHUETLA, PUEBLA