Quiero compartir con vosotras la rica y
significativa experiencia vivida en calidad de auditora, en la XIII Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la
«Nueva Evangelización para la transmisión de la
fe cristiana».
Agradezco al Santo Padre su invitación, que
considero una responsabilidad para el
Instituto. Nuestro carisma ha sido dado a la Iglesia por el
Espíritu Santo y nosotras estamos llamadas a
hacer brillar esa perla, anunciando la Buena Noticia a las jóvenes
generaciones de todos los continentes donde estamos presentes.
He vivido junto con el Rector Mayor y con Sor
Enrica Rosanna, invitada como experta, una
experiencia única, portadora de
esperanza y de alegría, en contacto con una Iglesia
viva, renovada por el Concilio Vaticano II, que
continúa caminando con el mundo de hoy.
Os invito, desde ahora, a participar en las
iniciativas de la Iglesia local en la que este tema
se propondrá.
Participar en el Sínodo ha sido un gran don, una
inmersión en la vida de la Iglesia universal a la luz
del Espíritu Santo. La actitud de escucha del Santo Padre ha sido muy
significativa y estimulante.
Muchas veces me decía a mí misma: «Allí estamos nosotras». La implicación
se hacía intensa y me sentía profundamente
interpelada… me animaba el pensar que juntas hayamos podido realizar todo lo que el
Sínodo atribuye a la Vida Consagrada.
El clima, tanto durante las Congregaciones Generales
como en los Círculos Menores, era de
cordialidad, diálogo, libertad de expresión,
serena reflexión, humildad evangélica, ánimo al
reconocerse Iglesia sufriente y vulnerable en
sus miembros pero al mismo tiempo deseosa de
ser evangelizada para poder anunciar el
Evangelio de Jesús a la sociedad de hoy.
He visto una Iglesia apasionada, fuertemente
unida para buscar con humildad caminos de
Nueva Evangelización, mirando
con objetividad los desafíos que el mundo pone al anuncio de la
Buena Noticia del Evangelio.
El Papa nos ha ayudado a reflexionar: «Pero es
precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío,
cuando podemos descubrir la alegría de creer, comprender su
importancia vital para nosotros hombres y
mujeres. En el desierto se redescubre el valor de lo
que es esencial para vivir».
«En el mundo contemporáneo son
innumerables los signos, muchas veces expresados de forma
implícita o negativa, de la sed de Dios, del sentido
último de la vida. Y en el desierto se necesitan sobre
todo personas de fe que, con su misma
vida, señalen el camino hacia la Tierra Prometida y así mantengan despierta la
esperanza»
En los momentos de oración vividos con los Padres Sinodales, he
pensado en la misión que la misma Iglesia nos confía
y en la cual pone gran confianza, ya que la
transmisión de la fe tiene en la educación un camino
privilegiado.
Ante todo reflexionaba lo importante que es no gastar las energías en plantearse qué hacer
para…, sino esencialmente cómo ser FMA, renovadas en la fe, enamoradas de
Jesús, para hacer brotar el agua fresca que Jesús
ofreció a la Samaritana para ofrecerla a las y los
jóvenes
Tengo fe
en en TI
No hay nadie que no se encuentre «junto al pozo con un ánfora vacía, con la esperanza de satisfacer el deseo más profundo del
corazón, el Único que puede dar significado pleno a la existencia.
Podemos hacer nuestra la toma de conciencia de la Iglesia que siente el deber de sentarse como Jesús en
el pozo de Sicar, para hacer presente al Señor de
la vida
Es difícil hacer síntesis de los temas surgidos en el Sínodo, todos actuales y
muy interesantes: el encuentro con Cristo, la
santidad, la conversión, las nuevas oportunidades de Evangelización, la familia, los jóvenes, la educación, la catequesis, el diálogo
interreligioso, el ecumenismo, la relación
con el Islam.
En el aula sinodal se hacía sentir continuamente la
urgencia de dejarse tocar profundamente por el
Evangelio, para poderlo comunicar con la vida. Se trata esencialmente de un camino de conversión que debe involucrar a todo el
Pueblo de Dios.A nosotras esta llamada nos recuerda los caminos
de conversión al Amor que nos propuso el CGXII.
Os invito a meditar el Mensaje del Sínodo, a
concretar aquellos aspectos que pueden
marcar nuestro compromiso con la Iglesia
como educadoras y testimonios del Evangelio
con el estilo de la Espiritualidad Salesiana
El éxito del Sínodo no vendrá de iniciativas y
planificaciones sino sobre todo de la coherencia evangélica de nuestros testimonios valientes y
audaces que sienten arder lo que escribe San Pablo:
«Anunciar el Evangelio no es gloria para mí, sino una
necesidad que se me impone. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio»
E
Emprender la aventura de la Nueva
Evangelización requiere un camino de conversión
para un encuentro renovado con Jesús.
«Quien ha recibido la Vida Nueva del encuentro
con Jesús, a su vez, no puede menos de ser
anunciador de verdad y de esperanza para los
demás».
En la intervención que presenté en la Asamblea Sinodal en nombre del
Instituto, puse de relieve que la «Vida Consagrada
femenina evangeliza mediante el testimonio de
vida, que refleja el atractivo de la relación con
Jesús. Conseguimos esta atracción cuando nos
dejamos evangelizar por Dios…»
Ser creíbles, es la condición para poder comunicar de
manera convincente la riqueza del Evangelio que
es siempre anuncio de esperanza, de belleza y de alegría. Tomar conciencia de esta responsabilidad despierta en nosotras la
pasión misionera deD. Bosco y M. Mazzarello
que querían exclusivamente hacer
conocer a Jesús y comunicar la Buena Noticia del
Evangelio a los jóvenes.
Al principio del Sínodo se tendía a subrayar los desafíos negativos, las
problemáticas que hacen difícil el Anuncio. Después se produjo un giro que llevó a los Padres Sinodales a tener una mirada de esperanza
sobre el mundo, invitando a acoger los desafíos actuales
con valor, audacia y realismo, considerándolos
como oportunidades
El Mensaje del Sínodo está entretejido de esperanza que ilumina la lectura del
presente y permite vislumbrar nuevas
perspectivas de Evangelización para el
futuro, con atención particular a la familia y a la educación de las nuevas
generaciones
La esperanza cristiana halla su raíz en Dios. Él no se
cansa de nosotros, cree en la persona, tiene confianza en todos; también en quien ha perdido el camino y lo
está buscando, o bien ya no lo busca porque está
desanimado y desengañado de promesas
ilusorias.
El Señor nunca falta a su Palabra. Este es el fundamento de la
esperanza cristiana. Es la razón para no dejarnos vencer por las corrientes
contrarias y derrotistas que puedan insinuarse en
nuestras realidades, debilitando la fuerza de la esperanza.
La Nueva Evangelización es ante todo obra de
conversión, pide disponerse para este itinerario que el Espíritu Santo indica hoy a
la Iglesia.Dios puede transformar
nuestro corazón de piedra en corazón de carne.
Dios nos salva en Jesús. Por eso es necesario
apasionarnos de nuevo por Él, volver a Él, dejarnos evangelizar el corazón;
encontrarlo en la persona de las Hermanas, de los jóvenes, de la gente,
valorando lo cotidiano que está siempre lleno de su
Presencia.
Solo en Jesús podemos ser personas de esperanza y
dirigirnos al mundo con ojos nuevos. El mundo es el
espacio de su Amor, de su misericordia; el espacio del
encuentro, de nuestra misión entre las jóvenes generaciones, el lugar
donde brilla la belleza de Dios
Como educadoras, como mujeres al servicio de la
esperanza, sabemos referirnos a la belleza de
Dios vivificada por su amor fiel que ilumina
incluso las situaciones más oscuras y dramáticas. Es esta belleza la que da a nuestros ojos la luz para
captar lo que es verdadero, bueno y puro.
Nuestro corazón ¿no tiene acaso la necesidad de
descubrir la belleza de Dios que nos ama, que derrama la salvación sobre cuantos,
piden luz y fuerza para vivir una existencia con sentido y convertirla en
don y servicio a la Verdad?
La esperanza fundada en Dios es una forma de la
Nueva Evangelización que hoy la Iglesia espera de la
Vida Consagrada una nueva llamada a la que queremos responder con
plena disponibilidad.
El CG XII subrayó que el nuestro es un «tiempo
favorable». O sea tiempo de nuevas oportunidades para una vida santa, para la misión educativa, para las relaciones positivas con
el mundo, con nosotras mismas; usando nuevos
canales de comunicación con el deseo de hacer
brillar la presencia de Jesús en el mundo actual.
M. Mazzarello nos recuerda que «ahora es
precisamente el tiempo de reavivar el fuego» (C,24), el
fuego del Evangelio que queremos anunciar
Como las mujeres en el sepulcro la mañana de Pascua, descubriremos
con gran alegría que las primeras destinatarias dela Evangelización
somos nosotras.
Hablar de alegría en este momento histórico de crisis
-no solo económica, financiera- sino sobre todo
antropológica, puede suscitar en nosotras un
pensamiento de impotencia.
Es frecuente oir hablar de crisis y poco de alegría
cristiana.
Os invito, queridas Hermanas, a descubrir e
irradiar la alegría del Evangelio con audacia y juntas, porque es un don que se nos ha regalado y nos permite actualizar el
carisma de nuestros Fundadores.
La alegría es parte integrante de nuestra espiritualidad, es un aspecto relevante de
nuestra misión orientada a hacer felices a los
jóvenes
El Papa Pablo VI auspiciaba con visión
penetrante de la realidad: «Que el mundo de nuestro tiempo, que busca tanto en
la angustia como en la esperanza, pueda recibir la
Buena Noticia no de evangelizadores tristes y
desanimados, impacientes y ansiosos, sino de ministros del Evangelio, cuya vida
irradia fervor, que aceptan poner en juego su propia
vida para que el Reino sea anunciado en el mundo»
Se ha dicho que «la alegría es el gigantesco secreto del cristiano». Yo añado que es
el secreto de la FMA, llamada por carisma, a
hacer brillar su rostro con una sonrisa que refleja un corazón que cree, espera y
ama.
¿Cómo podemos ayudarnos a vivir el año de la Fe,
haciéndonos misioneras de esperanza y alegría en comunidad y entre las
personas con quienes nos encontramos?
La raíz de la alegría se encuentra en un corazón
habitado por Dios, aferrado a su
Amor, transformado por la carta del Amor que
cada día nos regala en su Palabra y que podemos
saborear en la Eucaristía y en el encuentro con Él.
El Sínodo ha dedicado una especial atención a los
jóvenes «porque ellos, que son parte relevante del
presente de la humanidad y de la Iglesia, son también su
futuro»
El Rector Mayor en su Aguinaldo para el 2013, nos
involucra en este compromiso que se hace
servicio a las nuevas generaciones como Familia
Salesiana: «Alegraos siempre en el Señor, os lo repito,
estad alegres»
D. Bosco escribe: «Solo tengo un deseo, veros felices en el tiempo y en la eternidad» y
la M. Mazzarello: «Estad siempre alegres, amaos
todas en el Señor».Refiriéndose a las jóvenes y a las Postulantes recomienda: «Quiero que sean buenas y
alegres, que salten, que rían, que canten».
Cultivar la esperanza y la alegría como misión nos
permite emprender hoy un renovado camino de
evangelización y, al mismo tiempo, transforma nuestras
Comunidades en lugares vocacionales donde la alegría atrae y suscita
interrogantes vitales en el corazón de los jóvenes.
¡Cuántas de nosotras hemos descubierto el eco de la
llamada de Jesús precisamente en ambientes
donde la alegría no era imagen mediática, sino una realidad que procedía de la
experiencia del Amor del Padre hecho visible en la
comunión entre las Hermanas y las jóvenes!
Deseo que esta sencilla comunicación nos ayude a vivir en plenitud el don de
la Navidad: acontecimiento esencial
para la fe cristiana porque revela un Dios tan
apasionado por la felicidad de la persona humana que envía a la Tierra a su único
Hijo.