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Son capaces de hacer con sus dos brazos lo que nosotros solo
concebimos realizar con cuatro extremidades. Encestan canastas
desde 7 metros sin utilizar sus piernas para saltar. Son superhé-
roes, pero no llevan capa. Sin embargo, hay algo que sí forma
parte de su indumentaria y los caracteriza de los demás: una silla
de ruedas.
Con este reportaje fotográfico conoceremos el esfuerzo y sacrifi-
cio que cada día tienen que realizar los jugadores del equipo de
baloncesto en silla de ruedas más conocido de Zaragoza: el CAI
Deporte Adaptado.
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Cada parte de la silla de ruedas, por muy pequeña
que sea, es esencial para que ésta pueda andar. De la
misma manera que cada jugador es indispensable
para que el equipo funcione.
POR ALBA AZNAR RAMOS
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U no de los jugado-
res abandona su
trabajo dos veces
a la semana
(martes y jueves) a eso de las
17:20 h. Necesita salir una hora
antes para poder llegar a su des-
tino con suficiente tiempo. Se
monta en el autobús de la línea
23 en la puerta principal de
Grancasa y espera con paciencia
que éste llegue al Pabellón José
Garcés de Zaragoza. Allí se cita
con otras nueve personas más
para practicar durante tres horas
algo que a todos les hace sentir
un poco más vivos: el balonces-
to.
Sin embargo, él y los demás
practican un deporte un tanto di-
ferente. ¿Se imaginan cómo sería
poder jugar al baloncesto sin po-
der correr ni saltar? De primeras
parece difícil de creer. Ellos lo
hacen posible.
La razón por la cual realizan este deporte sin usar
las piernas es simple: no pueden. Todos sufren al-
guna discapacidad en el tronco inferior de su cuer-
po que les impide jugar al baloncesto de pie. Es
por eso que se sirven de una silla de ruedas para
conseguir todos y cada uno de los éxitos que han
logrado vistiendo la camiseta de su equipo: el CAI
Deporte Adaptado.
El baloncesto en silla de ruedas fue inventado en 1946 en Estados Unidos por ex jugadores con amputaciones y lesiones de guerra.
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Cuando acudo a la cita observo que están los diez jugadores en sus sillas de ruedas esperando para entrenar. Me
saludan, pero no se mueven. Permanecen en grupo y se preguntan unos a otros sobre el día que han tenido, pero no
diviso en la pista ni un solo balón. No logro averiguar por qué hasta que veo aparecer en la pista de baloncesto a
dos personas: una chica bajita y un señor mayor de unos setenta años. La chica empieza a subir las canastas con un
gancho y el señor mayor a sacar del almacén ruedas, pelotas e hinchadores. Pensé que eran personal del pabellón,
pero me equivocaba. Antonio es un anciano que vive cerca del pabellón y que acude a ver a los jugadores todos los
entrenamientos para ayudarles con lo que necesiten. Beatriz Molina, la chica bajita, es la novia de Eric, un jugador
del equipo. “Vengo a acompañarle por-
que acaba de comprarse una nueva silla
para jugar”, me comenta. Y es que las
personas que practican baloncesto en silla
de ruedas deben hacerlo mediante unas
sillas un tanto especiales, bastante dife-
rentes a las que ya conocemos. Estas si-
llas tienen las ruedas grandes ligeramente
inclinadas para evitar las caídas y, ade-
más tienen tres ruedines para conseguir
más estabilidad.
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Una de las cuestiones que distingue el
baloncesto adaptado del de pie es que
los equipos pueden ser mixtos. El único
equipo femenino de nuestro país es la
Selección Nacional.
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Una de las diferencias con el baloncesto convencional es que en el adaptado se permite botar, recoger el balón y volver a botar sin que se sancione con
“dobles”.
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Me hacen muchas preguntas porque, según
ellos, les “asombra” que alguien se interese
por este deporte y, en concreto, por ellos pa-
ra hacer un reportaje. Me dicen que si juego
a algún deporte y respondo que al mismo que
ellos. “Pero tú con los pies, ¿eh?” me contes-
tan divertidos. Otro de los jugadores del
equipo me cuenta su trayectoria dentro del
CAI Deporte Adaptado. Sin embargo, tras
narrarme lo que disfruta practicando este de-
porte, me mira decaído y me dice: “Hemos
sido un gran equipo, pero el año pasado des-
cendimos de categoría”.
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“Tardo unos 20 mi-
nutos en cambiarme
de mi silla a la regla-
mentaria para jugar.
No siento nada de
cintura para abajo,
por lo que he tenido
que desarrollar mu-
cha fuerza en mis
brazos.”
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El CAI Deporte Adap-
tado toma parte en la
liga desde el año 1982.
En el año 1986 logró el
ascenso a la segunda
categoría nacional y al
año siguiente a la máxi-
ma categoría que, por
aquel entonces, se deno-
minaba 1ª división y
que posteriormente en
1992 pasó a ser Divi-
sión de Honor. Esta es
la categoría de la que
dejaron de formar parte
el año pasado tras 19
temporadas consecuti-
vas en ella. Durante to-
dos esos años en la má-
xima categoría de este
deporte, el equipo con-
siguió los subcampeo-
natos de Europa de los
años 2000 y 2005 y el
5º y 6º lugar en la Copa
de Europa en las edicio-
nes de 1997 y 1998.
Más de 100.000 personas practican baloncesto en silla de ruedas en todo el mundo puesto que es el deporte más elegido por las personas con
discapacidad
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Los jugadores deben atar bien sus piernas a la silla, de manera que no puedan moverlas, para conseguir igualdad entre todos los jugadores.
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Mientras algunos jugadores se mueven por el cam-
po pasándose el balón y lanzando tiros, otros conti-
núan apretándose las correas que sujetan sus piernas
a la silla. Me sorprende que conforme van llegando
todos a la pista, algunos acuden caminando como
pueden y otros aparecen en su silla de ruedas habi-
tual. Esto me hace pensar que puede darse cierta
desigualdad a la hora de jugar un partido de balon-
cesto, puesto que no es lo mismo un jugador que
pueda mover su cadera perfectamente y le sea más
fácil realizar los giros con la silla, que una persona
que no tiene movilidad de cintura para abajo.
Genrri Tejada, segundo entrenador y también juga-
dor de este equipo, me saca de dudas con una expli-
cación que me deja asombrada. El reglamento y las
dimensiones del campo son las mismas que en el
baloncesto de a pie, pero una de las principales dife-
rencias es que cada jugador recibe una puntuación
en función del grado de minusvalía que sufra. Las
puntuaciones oscilan entre
los cero y los cuatro puntos y medio, siendo la pun-
tuación más alta la que reciban aquellos que tengan
más movilidad. Los cinco jugadores que salgan a
pista no pueden sumar más de 14,5 puntos para que
los equipos estén más equilibrados. “No sería justo
que un equipo tuviera más puntuación que otro por-
que supondría tener una mayor ventaja a la hora de
mover la silla y el propio cuerpo del jugador”, ex-
plica Genrri.
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En España no se puede jugar a
este deporte si no tienes una
minusvalía, pero en algunos
países de Europa (Alemania,
Suiza, Inglaterra o Bélgica) sí
está permitido recibiendo una
puntuación de cinco puntos.
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Genrri Tejada acude al Pabellón José Garcés para
comenzar su entrenamiento con los demás compa-
ñeros.
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La preparación antes del entrenamiento y los
partidos es muy importante para él.
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El deporte adaptado para personas con disca-
pacidad hace que se refuerce la personalidad
del individuo a través de la toma de decisiones
<<
Los jugadores de baloncesto en silla de ruedas deben
utilizar una silla especializada para ello. Consta de dos
ruedas grandes inclinadas, y tres ruedines.
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Genrri, a diferencia de otros
de los jugadores del equipo,
no siempre ha sido discapaci-
tado. “Mi discapacidad es
adquirida. Tuve un accidente
y perdí la movilidad en las
dos piernas”, explica. Antes
practicaba baloncesto de pie
y natación a un alto nivel
competitivo y, tras este suce-
so, decidió no rendirse y se-
guir adelante con su vida y
con su amor por el deporte.
“Hay personas que creen que
si no puedes mover las pier-
nas eres un inútil. No entien-
den que por perder la movili-
dad en las piernas nadie me
condena a no usar los bra-
zos”.
Entrenan entre gritos y risas.
Veo en sus caras felicidad y
que realmente disfrutan con
lo que hacen. “Desde que practico este deporte, mi
vida ha cambiado”, coinciden varios de ellos. Mu-
chos de los jugadores coinciden en que el balonces-
to les ha permitido sentirse más útiles y conocer a
personas con las que se sienten identificados y a los
que consideran “familia”. “Estamos muy unidos.
Cuando llevamos una semana sin vernos es que al-
go malo sucede”, cuentan entre risas. Sin embargo,
a pesar de ser un deporte de equipo, también los
jugadores practican baloncesto para conseguir éxi-
tos individuales. Muchos de ellos aspiran a formar
parte de la selección nacional absoluta y poder con-
vertirse en uno de los mejores jugadores del país.
“Algún día llegará el momento”, comentan esperan-
zados.
El deporte adaptado ayuda a las personas con discapacidad a mejorar su movilidad y capacidades físicas.
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El baloncesto es el deporte más elegido entre las per-
sonas con discapacidad ya que les permite mejorar
sus capacidades físicas y su movilidad y esto se ve
claramente reflejado en los jugadores del CAI Depor-
te Adaptado. “Tenemos que hacer el doble de esfuer-
zo que el resto. Yo tengo que hacer con mis brazos lo
que tú haces con tus cuatro extremidades”, me cuen-
tan mientras me muestran sus extremidades superio-
res.
Es evidente la increíble musculatura que los jugado-
res poseen en los brazos y en la espalda, puesto que
para jugar al baloncesto deben realizar un enorme
esfuerzo sobre ellos para hacer avanzar la silla, lanzar
a canasta e intentar defender al contrario. Además
hay un extra añadido a estos jugadores, que al ir sen-
tados en la silla, deben impulsar con más fuerza el
balón para pasar por el aro, puesto que la altura de la
canasta es la misma que en el baloncesto de pie.
Parece digno de admirar que personas con proble-
mas físicos practiquen deportes como el balonces-
to. Sin embargo, Muchos de ellos no están de
acuerdo con esto ya que dice que ellos no admiran
a una persona por el hecho de que salga a correr
por el parque. “Si tienes piernas, ¿por qué no vas a
ir a correr? Si sólo con mis brazos puedo jugar al
baloncesto, ¿por qué han de admirarnos?”.
Y es que las personas que poseen alguna discapa-
cidad aprenden a vivir con ella y a desarrollar sus
demás capacidades. El esfuerzo es mayor porque
tienen que realizar las cosas de un modo más com-
plicado pero, al fin y al cabo, logran hacerlas.
Cuando el entrenamiento termina, aquellos que
pueden andar suben las escaleras y algunos de
ellos esperan pacientes al ascensor.
En la puerta se dan la mano y algún que otro abra-
zo, como cuando dos amigos se despiden y no sa-
ben cuándo volverán a encontrarse. Sin embargo, su
siguiente cita no tardará en llegar. Porque dos días
después, ese jugador volverá a salir una hora antes de
su trabajo para coger su autobús en el mismo sitio
como cada martes y jueves, sin importar que llueva,
nieve o haga demasiado calor.
“Tras mi accidente, no me supuso ningún trauma cambiar mis pies por la silla de ruedas.”
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Todos los jugadores coinciden en que el baloncesto les ha ayu-
dado a potenciar su autodisciplina y aprender a trabajar en
equipo, preocupándose por las carencias del compañero.
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