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Can
o El CentroComercial:
“Una burbujade Cristal
diálogosde la comunicación
111
Docente investigadorde la Pontificia Universidad Bolivariana.
Dirección: Apartado aéreo 56006,Medellín, Colombia.
Fax: (57) 94 2502080.
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“La ciudad es un discurso y este
discurso es verdaderamente un
lenguaje: la ciudad habla a sus
habitantes”
Roland Barthes
La ciudad no es sólo un organis-
mo que sobre la práctica demues-
tra su funcionalidad, es además
un texto muy complejo, una
escritura colectiva en la que se
puede leer la cultura de quienes
la habitan, las huellas que han
dejado sus moradores y los dife-
rentes sentidos que va constru-
yendo su dinámica social. Es un
texto histórico construido por
un número indefinido de sujetos
que da cuenta de las interac-
ciones y de las luchas por la
construcción social del sentido.
En ella son significantes tanto
sus espacios, calles, edificaciones
o en general los objetos que forman
el paisaje urbano, como las prác-
ticas que realizan los sujetos que la
habitan, los usos, la circulación, los
itinerarios y el comportamiento de
sus habitantes.
No está sólo hecha para la lectu-
ra del profesional, del antropó-
logo que busca interpretar los
sistemas de significación que no
aparecen en la superficie para
comprender los objetos y los
comportamientos. La ciudad es
inteligible para sus habitantes,
para aquellos que poseen los có-
digos para descifrarla. Sus
habitantes tienen la competen-
cia que les permite leer las
señales que ésta contiene y des-
cifrar el contenido del espacio
urbano en la apropiación que
hacen de la ciudad, y para actuar
con eficacia. Desde su historia
personal, familiar y barrial, y el
sitio que ocupan en la ciudad,
aprenden a interpretar las seña-
les que genera la ciudad para
orientar su conducta. Cada suje-
to que nace en ella, por canales
muy sutiles aprende a leer los
lenguajes y dialectos, los gestos
y signos que construyen la iden-
tidad del habitante de la ciudad
y de los miembros que habitan
los diferentes nichos espaciales
y culturales que forman la ciudad.
En este trabajo vamos a con-
centrar el interés en un fenó-
meno reciente, en un nuevo
espacio social: el centro comer-
cial. Este no es solamente una
nueva modalidad del consumo,
es además el espejo que refleja
las transformaciones actuales en
la disposición de la trama ur-
bana. Con el centro comercial
estamos dando el paso de la
ciudad tradicional, de la ciudad
centralizada a una ciudad
fragmentada y dispersa, y a una
nueva manera del habitante de
las ciudades de relacionarse con
lo público.
No es un fenómeno simple, las
relaciones que se tejen al interior
del centro comercial son muy
complejas y densas. Los usos y
apropiaciones que realizan de él
los habitantes de la ciudad le
confieren sentidos diferentes. El
objetivo de este trabajo es recon-
struir las relaciones sociales que
en él se simbolizan1 y hacer evi-
dentes algunos de los diferentes
sentidos que se le asignan. El
trabajo tiene varias partes. Los
orígenes del centro comercial y
la relación de su aparición con
el proceso de desarrollo de las
ciudades se exponen en la pri-
mera parte. El centro comercial
es expresión de los conflictos de
clase, de los procesos de exclu-
sión urbanos y de la privati-
zación de los espacios públicos,
este es el asunto que explora la
segunda. Los centros comercia-
les son ejemplos de la nueva
monumentalidad urbana y
además son signos de moderni-
zación; en la tercera parte se
analizará estos factores y el
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sentido utópico que encierran, el
ideal de sociedad que le propo-
nen al ciudadano. El centro co-
mercial es una de las formas del
simulacro, en la cuarta parte se
abordará sus códigos estéticos
y las propuestas estéticas de los
almacenes y vitrinas. En la última
parte se desarrollará dos de los
usos que este lugar permite, co-
mo espacio para intercambio,
para la convivencialidad (el con-
sumo como una práctica de inte-
gración) y para la diferenciación
social.
“Prohibido aburrirse... un
lugar perfecto para comprar
y divertirse, que se vuelve
toda una aventura”.
Mensaje publicitario
En la sociedad actual se
presentan dos tendencias
contradictorias en el
mercado: la diseminación
del consumo y la con-
centración. De un lado, la
fragmentación y atomi-
zación del consumo en
canales cada vez más
capilares que alcanzan
segmentos de la pobla-
ción particulares y res-
ponden a las variedades
de consumo más diversas.
De otro, la tendencia a
concentrar en lugares muy am-
plios diversos puntos de oferta2.
El centro comercial pertenece a
la segunda modalidad, el
espectro de productos y ser-
vicios que ofrece es muy amplio.
En su interior se concentra gran
cantidad de bienes de consumo
diferentes (los renglones clási-
cos -productos alimenticios,
prendas de vestir, artículos para
el hogar- y los productos exclu-
sivos) y los servicios más varia-
dos (en ellos hay peluquerías,
cines -salas múltiples- boleras,
discotecas, restaurantes, ban-
cos, cajeros electrónicos -las
veinticuatro horas-, entidades de
crédito, oficinas de seguros,
correos nacionales e internacio-
nales, agencias de viajes y
oficinas de información turística,
lugares para conseguir una
fotografía instantánea, guarde-
rías, parques de diversiones y
juegos mecánicos, salones de
videojuegos, pista de hielo,
viveros, relojerías, floristerías,
etc.). Son lugares que el hombre
urbano frecuenta para ir de
compras y para divertirse, para
buscar los objetos que su ritmo
de vida le demanda o para
satisfacer algunas de sus nece-
sidades. Allí encuentra “lo nue-
vo” (“nuevas técnicas de ven-
tas”, “un nuevo estilo”), “lo últi-
mo” (las propuestas de moda),
“lo moderno”, “lo práctico”, “el
diseño”, “la calidad”, “la garantía
de marca”.
Tradicionalmente el comercio en
las ciudades estaba ligado a la
plaza y la calle. La plaza era el
paradigma del espacio público,
era el núcleo de las actividades
urbanas y configuraba la imagen
del centro de la ciudad. Su marco
era la sede del poder guberna-
mental, religioso y social; en el
plano comercial agrupaba el
mercado ocasional, periódico o
el comercio general estable. Era
un espacio más o menos cerrado
y articulado con el exterior, en
él el habitante de la ciudad par-
ticipaba por una serie de peque-
ños recorridos o simplemente
permaneciendo en él, estando en
él (el ciudadano concurría a la
plaza y permanecía en ella. La
plaza era un espacio conformado
alrededor de un eje imaginario
vertical y central). La calle era
su opuesto, era una propuesta
abierta, era un espacio para
recorrer, para el desplazamiento
(de una dirección a otra), para
la circulación de los ciudadanos
y el encuentro, para caminar sin
límite de tiempo, para pasear3. Si
la plaza aglutinaba el mercado
semanal, las calles en la vida de
la ciudad representaban el
comercio jerarquizado y especia-
lizado. Su importancia dependía
del centro: en ellas el comercio
estaba dispuesto linealmente y
perdía importancia a medida que
se alejaba del centro de la ciudad.
Posteriormente a las ciudades
llega otra propuesta comercial
que se integra en el espacio
urbano sin ningún traumatismo
funcional o sin ningún cambio en
el sentido del espacio público: la
galería o el pasaje comercial
cubierto. Estos estaban situados
en el centro de la ciudad donde
más se sentía la vida de la ciudad
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tal y el flujo de público era mayor
(donde usualmente la gente iba
a encontrarse, de compras, a
caminar y a divertirse). No era
la continuación de las calles
lineales que se alejaban del
centro de la ciudad, los pasajes
comerciales crearon nuevas
calles peatonales cubiertas que
se integraron a la trama de las
ciudades, desviaron el tránsito
de peatones de las calles y en un
área mínima reunían para uso del
público un gran número de
almacenes y de espacios para la
recreación y el descanso (tea-
tros, bares, cafés, restaurantes,
hoteles, clubes, salones de expo-
sición). Eran el sitio de la mer-
cancía de lujo y de la moda; le
permitían al público burgués
admirar, comprar y utilizar los
productos de una industria de
lujo que estaba floreciendo4.
El centro comercial no es una
continuación de las formas tra-
dicionales del comercio, ni del
pasaje comercial. No es un esp-
acio abierto al uso, es un recinto
cerrado, un territorio aislado y
segregado de la estructura par-
ticipativa de la ciudad; es un
espacio encerrado sobre sí mis-
mo que no corresponde a la idea
de la calle urbana, ni a su fluir, ni
a la concentración vital y social
de la plaza por su alejamiento de
la trama y del centro de la
ciudad. Aunque despiertan en el
visitante la nostalgia por la calle
tradicional (la publicidad lo de-
scribe con alusiones metafóricas
que reviven la imagen de una
micro-ciudad tranquila y pací-
fica, armoniosa, pensada sólo
para el peatón y su disfrute. En
su interior el hombre encuentra
la unidad perdida entre él y la
ciudad, entre la ciudad y la na-
turaleza, entre la ciudad y la co-
munidad. Lo ofrecen como un
reducto imaginario donde es po-
sible la convivencia y la vida en
comunidad), sus pasajes interio-
res, sus corredores peatonales
no se pueden pensar como una
copia de las calles de la ciudad,
ni sus sitios de encuentro, con
sus cafés y lugares de descanso,
como un remedo de la plaza. El
centro comercial no reproduce
en pequeña escala los grandes
esquemas participativos urba-
nos, ni la vida en comunidad que
le da sentido a la ciudad.
Los centros comerciales apare-
cen cuando el protagonismo eco-
nómico, político y cultural del
centro de la ciudad desaparece,
pierde importancia el área cen-
tral de la ciudad5, el éxodo de los
habitantes hacia áreas suburba-
nas aumenta, y el morador de las
ciudades pierde el sentimiento
de vida en comunidad. Aparecen
con el proceso de “des-centra-
miento”6 de las ciudades, cuando
la ciudad vivida y gozada por los
ciudadanos se estrecha y pierde
sus usos, el centro de la ciudad
se desvaloriza, deja de ser un
referente simbólico de la ciudad
para sus habitantes, y no los
congrega (no existe un lugar geo-
gráfico preciso, con sus monu-
mentos, calles, avenidas, edifi-
cios, parques, servicios y activi-
dad, que represente la ciudad)7.
De la ciudad convergente y
centralizada, de disposición
espacial ordenada, que desarro-
llaba toda su actividad en su
centro, y de la ciudad funcional
zonificada, que el movimiento
moderno propuso (según las
cuatro funciones: habitar, tra-
bajar, circular y recrearse), se pa-
só a una ciudad dispersa con
centros periféricos, de una gran
extensión, con grandes barrios
apacibles habitados por las clas-
es adineradas, alejados de las zo-
nas industriales contaminadas y
de las avenidas ruidosas y den-
sas, que se pierden en el paisaje
rural (“Lo propio de la ciudad es
su avance voraz, su no recono-
cer fronteras”8: a la ciudad de un
desarrollo arquitectónico organi-
zado, de disposición concén-
trica, le sucede una ciudad que
crece desordenadamente, se
expande sin un proyecto deter-
minado, y se “fragmenta al
infinito”). Los centros comercia-
les aparecen en las afueras de la
ciudad9, en un descampado o en
los nuevos asentamientos (como
un anexo a los conjuntos resi-
denciales de las clases altas y de
la clase media floreciente), al
lado de las grandes vías o en las
cercanías de las autopistas (son
posibles porque en la ciudad
crecen los medios de movilidad,
porque aumenta el número de
vehículos10). Al lado de su estruc-
tura emerge el “auto-parking”.
“Es un edificio en un mar de
carros”11.
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Frente a la ciudad construida en
el tiempo, el centro comercial es
un territorio que se independiza
de las tradiciones urbanas y de
su entorno histórico. No se aco-
moda a la ciudad, ocurre la inver-
sa: la ciudad se acomoda a su
presencia. En los nuevos secto-
res urbanos la ciudad inventa un
“presente ahistórico, acultural y
amnésico”12. La ciudad está
formada por las huellas y señales
que dejaron sus habitantes en su
espacio: las casas y los edificios,
las calles, las plazas, los merca-
dos, los teatros, los monumen-
tos, los parques que sus habitan-
tes construyeron. La vida y la
historia que se desarrolló en
cada uno de estos espacios, los
usos, las funciones y las signifi-
caciones que sus moradores le
asignaron, conforman en la ciu-
dad su identidad cultural. El
patrimonio urbano reune tanto
aquellas señales físicas como la
vida y la historia que en ellas se
desarrolló. El centro comercial
representa las nuevas costum-
bres urbanas, no le rinde culto
al pasado, ni a la memoria de la
ciudad. No busca preservar el
ambiente urbano, ni actualizar
los significados de los lugares
que forman el patrimonio de la
ciudad: en su interior la historia
está ausente y no se vive el
conflicto entre el pasado y el
presente. En los centros
comerciales preservacionistas
que ocupan un espacio marcado
por la historia (construidos en
antiguas construcciones con las
tendencias arquitectónicas más
recientes) que reutilizan o
reciclan un territorio o una
edificación ya existente (un viejo
mercado, una barraca portuaria,
una estación ferroviaria, una
bodega en la zona comercial de
la ciudad, un palacio eclesiás-
tico, una universidad tradicional,
un edificio de gobierno, la
casona de una hacienda en las
afueras de la ciudad) la historia
es utilizada como decoración y
no como arquitectura. Sus
creadores no buscan restaurar el
ambiente urbano: sus referentes
históricos son fórmulas estéti-
cas, formas arquitectónicas ais-
ladas que perdieron sus raíces y
no evocan los usos y las signi-
ficaciones que en su época le
asignaron. En el centro comer-
cial preservacionista “la historia
es usada para roles serviles y se
convierte en una decoración ba-
nal... la historia es tratada como
souvenir y no como soporte mate-
rial de una identidad y
temporalidad que siempre le
plantean al presente su conflicto”13.
El mall no es el nuevo centro de
la ciudad (a la manera de las
ciudades tradicionales) sino uno
de los nuevos centros de la gran
ciudad. En la mayoría de las
nuevas ciudades o barrios el cen-
tro comercial es el punto central
del territorio, el lugar más con-
currido y significativo en el
plano mental que el habitante se
ha hecho de la localidad donde
vive. Es el mercado y el ágora de
las ciudades actuales: es el es-
pacio central de cohesión social.
Son espacios significantes de la
ciudad, en ellos se fusionan el
mercado (es el “templo del con-
sumo” donde se levantan los al-
tares secularizados de la mer-
cancía y del objeto) y las activi-
dades de relación.
“Las sociedades modernas
están marcadas por gran-
des desigualdades en el
control del espacio que dis-
frutan las diferentes clases”
Kevin Lynch
El poder no es sólo un
hecho masivo de domina-
ción, no existe sólo en las
instituciones o entidades
encargadas de la adminis-
tración o en los aparatos
del Estado. No sólo es ex-
clusivo de algunos actores
sociales, atravieza toda la orga-
nización social y determina las
relaciones de fuerza que le son
inmanentes. Es un elemento co-
constitutivo de las interaccio-
nes, de las relaciones intersubje-
tivas que se dan en el espacio ur-
bano14. En sus diferentes formas
influye decididamente en la
disposición y el desarrollo de la
ciudad. En su interior contribuye
a dibujar sus fronteras, a deli-
mitar los territorios y los modos
de interacción. Algunos ámbitos
urbanos específicos son lugares
donde se escenifican los conflic-
tos, donde se reproducen rela-
ciones particulares de domi-
nación15.
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tal La idea generalizada de que la
ciudad es una comunidad que
comparte un territorio común es
una falacia. Las nuevas ciudades
se dividen y polarizan en en-
claves de riqueza y “manchones
urbanos” de pobreza y margi-
nalidad; en ellas las distancias no
son sólo físicas, son expresión
de los conflictos sociales16. La
ciudad es cada vez menos un
bien común, un espacio com-
partido. La interacción, funda-
mento de la acción colectiva y
política, pierde su espacio pú-
blico. En las nuevas ciudades
hay una crisis de los lugares
comunes17 y una resignificación
de los espacios públicos. El
territorio común, los espacios
públicos son lugares en los que
se llevan a cabo procesos de
poder. En estos procesos la
diferencia entre lo público y lo
privado se desdibuja, el espacio
público se parcela, se fragmenta
y luego se privatiza. Los espacios
públicos (las plazas, las calles,
los barrios) se privatizan o se
transforman en espacios semi-
públicos de circulación restrin-
gida, en los que sólo se pueden
mover algunos grupos sociales y
otros están excluidos. En estos
lugares la socialidad está con-
dicionada, no todos son bienve-
nidos, las condiciones de ingreso
y las pautas de comportamiento
seleccionan al público. Son
lugares para pocos, son espacios
abiertamente hostiles para
aquellos que no son considera-
dos legítimos en este entorno. El
centro comercial es un espacio
social privatizado que en su
consolidación como un nuevo
territorio refleja “una crisis del
espacio público donde es difícil
construir sentidos”18.
Este nuevo escenario urbano
nace cuando las ciudades crecen
y albergan en su interior grupos
cada vez más heterogéneos y se
hace necesario diferenciarlos. En
la nueva espacialidad urbana
son espacios restringidos19, en
su interior se operan procesos
sutiles de segregación o de
exclusión. Pero estos procesos
no se originan simplemente en la
capacidad adquisitiva del
comprador, aunque a veces esto
cuenta (no lo frecuentan las per-
sonas que no pueden comprar,
por sus altos costos, los pro-
ductos que allí se venden). “La
ciudad emite señales, los signos
-de bienvenida o de rechazo, de
invitación o de exclusión-
influyen en los itinerarios
urbanos de los distintos sectores
sociales”20. En el centro comer-
cial se instala una nueva socia-
lidad condicionada por los men-
sajes que produce el lugar. Al
establecer condiciones de ingre-
so elige su público: las pautas de
comportamiento y las normas
que este espacio requiere para
los sujetos que lo visitan exclu-
yen a “los otros”. Las personas
que no se ajustan a los modelos
y a los patrones de conducta, a
la gestualidad (a la dramaturgia
que este sitio requiere), que no
comparten el código expresivo
del espacio se ven excluidos. El
shopping center 21 es un índice de
la nueva estratificación, es un
territorio en el que la ciudad ex-
presa las diferencias sociales y
nuevas formas de la distinción:
es un lugar cerrado organizado
bajo los nuevos rituales de la
moda y el consumo.
El centro comercial es un espa-
cio confiable, sus creadores lo
promocionan como un espacio
privado o semipúblico que ofre-
ce, frente a una sociedad “violen-
ta y enferma”, al desorden exte-
rior, seguridad, comodidad y
orden: “Me dan la oportunidad
de ver y hacer muchas cosas en
un medio agradable y tranquilo,
con mucha seguridad”22. Sus
creadores conciben al usuario
habitual como el ciudadano que
ve en la ciudad un medio hostil
e inseguro en el que abundan el
desorden y la amenaza. El visi-
tante le teme a los espacios
públicos, y sólo se mueve en un
sector de la misma que domina
y conoce: la otra parte de la
ciudad está llena de riesgos y no
la frecuenta, la desconoce y la
siente como ajena (es otra ciu-
dad diferente a la que él habita).
El hombre urbano abandona la
calle y los lugares tradicionales
del trato mercantil y se recluye
en un nuevo escenario urbano,
limpio y distante que no evoca
el entrecruzamiento natural de
gentes, ni el escenario público
que corresponde a todos23. En
su interior no se vive la deca-
dencia y el caos exterior, la inse-
guridad y la violencia de las
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grandes ciudades que trae como
consecuencia la desigualdad y la
heterogeneidad; en él se
disuelven los conflictos sociales
y se atenúan las diferencias
económicas y la rudeza del si-
stema productivo. En este micro-
mundo las comunidades de
consumidores de las que el indi-
viduo se siente miembro se
integran y el usuario experimen-
ta con ello la falsa vivencia de
una homogeneidad. En él el
sujeto vive la ilusión de la
expresión de sí mismo sin la
tensión que suponen la pre-
sencia, vigilancia o censura de
otros colectivos ajenos. La dife-
rencia es muy clara: en su inte-
rior encuentra la unidad y el
orden, en el exterior habitan la
diversidad social y el caos.
Como los lugares de trabajo y de
vivienda los centros comerciales
son localidades fortificadas24,
son territorios protegidos del ex-
terior en los que sus formas
arquitectónicas marcan el espa-
cio y establecen en él límites y
distancias, crean controles y
excluyen a algunos grupos del
uso del lugar. Estos no son me-
canismos evidentes o que fun-
cionan explícitamente, los usua-
rios no los perciben directamen-
te; estas formas arquitectónicas
actúan de una manera indirecta
e intensamente (no son sólo
medios físicos, muchas de estas
formas son barreras simbólicas,
muros invisibles que separan los
lugares de privilegio de los de
uso mayoritario en la ciudad).
En los centros comerciales se
encuentran dos modalidades:
algunos tienen una plaza interior
abierta, a la que sólo se puede
acceder por puertas pequeñas
dispuestas en los lados del cua-
drilátero; otros son fortalezas,
ciudadelas rodeadas de mura-
llas25. Los que pertenecen al pri-
mer tipo son espacios abiertos,
pero realmente sus vías no
conducen a ninguna parte y para
las personas que lo visitan sólo
existe una salida. Los “fortifi-
cados” están rodeados de mura-
llas y otras barreras para impe-
dir el acceso y el movimiento. El
tamaño, la monumentalidad, la
elevación y el distanciamiento
son mecanismos de control, le
dan cierto aire de grandeza,
cierta jerarquía al lugar, incluso
el nombre y la ubicación del
edificio confirman su rango, el
aire de esplendor y de
superioridad. Las paredes exte-
riores no tienen vitrinas, ni ven-
tanas (los almacenes trasladan
sus vitrinas hacia el interior del
centro comercial y con ellas la
actividad de los compradores.
En el exterior sólo se ven las
paredes lisas rodeadas de jar-
dines y de fuentes que hacen las
veces de foso como en los cas-
tillos medievales), las pocas
ventanas que miran hacia el ex-
terior están dispuestas como si
fueran las almenas de una
muralla (son castillos con mura-
llas coronadas de almenas pero
sin torres de flanqueo cilíndricas
o poligonales, torretas, atalayas
o fronteras). Poseen varias puer-
tas generales en las cuales los
vigilantes pueden tener el con-
trol de quien ingresa o quien sale
al exterior (de una manera con-
tradictoria con todo lo anterior,
sus puertas no son expresión
suprema de la autoridad, ni mue-
stran de una manera arrogante
los límites del territorio; no son
puertas pesadas, opacas impo-
nentes y abigarradas de cerrojos
y cerraduras como las ciuda-
delas del medioevo europeo; son
como las puertas posmoder-
nas26 transparentes -muchas de
ellas son de cristal, sin cerrojos,
ni grandes mecanismos de con-
trol, que comunican un mensaje
contradictorio: expresan a la vez
proximidad y distancia; de un
lado, una gran accesibilidad
(están hechas para circular), y
de otro, son una barrera no
menos enérgica que la que
manifiesta la primera forma de
puerta). Los parqueadores exte-
riores o subterráneos actúan
simbólicamente como la expla-
nada que rodeaba los castillos:
los exteriores son espacios
vacíos y abiertos visualmente
que sirven para aislarlo (son
islas rodeadas de automóviles),
los subterráneos los elevan del
nivel del piso y simbólicamente
dan una sensación de altura y
distancia frente a lo terreno y lo
mundano. Son una totalidad
cerrada: están construidos en
lugares aislados (en los límites
de la ciudad, en los extramuros
y en los barrios exclusivos
donde no hay pasado urbano) y
no tienen a su alrededor las zo-
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tal nas comerciales tradicionales (le
huyen al tráfico de peatones y a
los núcleos de congestión ur-
bana de las grandes ciudades
donde estaba tradicionalmente
concentrado el comercio y la
actividad administrativa y finan-
ciera). Además la administración
interna también ejerce el control
del tiempo y la permanencia de
los clientes y regula el uso
interno de los espacios: el centro
comercial establece el horario y
determina la hora de inicio de las
labores y de cierre, vigila que se
haga el uso programado por la
administración y trata de evitar
que los usuarios puedan hacer
otro uso de ellos o le cambien su
función.
Los centros comerciales
aparecen en el mapa co-
mo los “pulmones” de la
ciudad: son una maqueta
climatizada de un frag-
mento de ciudad, con ca-
lles, plazas y zonas ver-
des. Son palacios moder-
nos pletóricos de luz y
atmósfera, de intimidad y
naturaleza. Están forma-
dos por un conjunto de
edificios, por bloques de
edificaciones que se eri-
gen orgullosamente en el
paisaje y a lo lejos se ven
como el espejismo de una
iglesia que en lugar de campa-
narios y cúpulas luce sus tubos
de neón (lo que expresaba la
iglesia en las ciudades
tradicionales lo representa el
centro comercial). En la ciudad
actual los shopping center repre-
sentan el nuevo ideal estético, la
nueva concepción de la monu-
mentalidad urbana. Su carac-
terística principal su grandio-
sidad. Están concebidos como
espectáculo: desde fuera por su
forma cerrada y completa (apa-
recen como un edificio o un blo-
que de edificaciones único y
autosuficiente en el paisaje
urbano), desde dentro, por la
serie de elementos decorativos
(están poblados de espejos
coloreados, mármoles y pisos
lustrosos, jardines colgantes,
palmeras, árboles, flores y plan-
tas por doquier, anuncios alum-
brados y multicolores -de neón
como en la gloriosa época de los
cafés parisinos- y de fuentes
luminosas), y los gadgets mecá-
nicos y electrónicos (escaleras
eléctricas, ascensores panorá-
micos, televisores -con cadena
interna de televisión en la que se
promueven las tiendas y artícu-
los que se encuentran en él-,
videocámaras de seguridad, alto-
parlantes y centros de infor-
mación) que subrayan el carác-
ter refinado y moderno de la
edificación. No tienen el estilo
“industrial”, el estilo masculino,
rudo, frío y duro de los edificios
públicos de comienzos de siglo,
dedicados al comercio y a la
producción en serie; no están
construidos como los aburridos
monobloques de la arquitectura
moderna ni son el remedo de las
edificaciones abigarradas del
denso centro de las populosas
ciudades tradicionales. En su in-
terior disponen de grandes espa-
cios y permiten una vivencia del
territorio libre y no restringido.
Su arquitectura es femenina:
predominan sobre el gris y el
blanco “clásico” de las edificac-
iones públicas tradicionales, los
colores y los tonos pastel (el
blanco-rosa, el verde-menta, el
azul pálido, el lila y el salmón,
por ejemplo). Es una arquitec-
tura que anula el sentido del
tiempo y de la historia: no
continúa con una tradición o
plantea una ruptura con el estilo
de la arquitectura urbana ante-
rior , es una arquitectura eclécti-
ca que aglutina sin ninguna
coherencia fragmentos de for-
mas arquitectónicas arcaicas y
vanguardistas, populistas y eli-
tistas de todo país y de todo lu-
gar, sin respetar su contexto y su
sentido.
Están diseñados con pasajes al
aire libre o con senderos cubier-
tos con tejados de vidrio o con
materiales que permiten la entra-
da de luz solar abundante. Están
provistos de luz cenital: en su in-
terior, en sus pasajes y plazas
penetra un sol censurado,
indirecto, que le permite al visi-
tante, de una manera atenuada,
tener la vivencia del paso de las
horas y del ritmo del día. La
naturaleza está domesticada,
está reconstruida en su interior
de acuerdo con las especifi-
caciones del espacio y los prin-
cipios de la más calculada
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disciplina ambiental. En su inte-
rior el verde urbano es pensado
no sólo como un espacio higiéni-
co, es un lugar privilegiado de
socialización, es la expresión cí-
vica de la transparencia y la dis-
ciplina. Están decorados con
fuentes de agua, falsos lagos o
canales, plantas tropicales, jardi-
nes colgantes, motivos orna-
mentales realizados con elemen-
tos vegetales, horizontes de
mármol, enlosados marinos.
No es sólo un signo de moderni-
zación: el shopping en las nuevas
ciudades le permite a su habitan-
te la vivencia de una utopía, es
un recinto aislado donde todo
funciona bien: hay aire clima-
tizado, música funcional, segu-
ridad y control. “El centro co-
mercial se cierra al exterior, es
como una cápsula o container
caído del cielo”27. Es un lugar
aislado que le ofrece a quien lo
visita un universo particular y
concreto al que tiene acceso con
sólo cruzar el umbral que lo se-
para del resto de la ciudad. Es
un objeto-monumento hacia
afuera y una cápsula-confort en
su interior28. Es un territorio que
expresa simbólicamente la dife-
rencia entre el exterior y el inte-
rior, entre lo real y lo ideal, lo
ordinario y el sueño, lo corriente
y la utopía. En el centro comer-
cial “todo está previsto”: reduce
la ciudad a un mundo privado,
suspendido en el tiempo, que
atrae a sus visitantes con sus
promesas de bienestar. Con la
fusión del confort, la belleza y la
eficacia, le ofrece al habitante de
la ciudad la paz y la armonía, las
condiciones materiales de la
felicidad que la ciudad anárquica
le niega. El amparo de sus “cie-
los” ofrecen al consumidor un
espacio protegido contra ruidos
molestos, el aire contaminado de
los automóviles o fábricas, la
inseguridad exterior, y el mal
tiempo: son una “burbuja de
cristal”, un mundo artificial pas-
teurizado de las bacterias “del
realismo ambiental”, un medio
aséptico en el cual puede pasear
e ir de compras.
En el centro comercial los ex-
tremos de lo urbano y los refe-
rentes espaciales del centro de
la ciudad se disuelven. En su in-
terior desaparecen los ruidos
desordenados y estridentes de la
vida agitada de la ciudad, el
claroscuro y el juego de luces y
de sombras de sus calles, el
contraste entre las grandes edi-
ficaciones y las pequeñas, los
monumentos con su belleza y
fealdad, las luces y avisos lumi-
nosos que llenan la parte alta de
las fachadas de las edificaciones,
las señales de tránsito, los textos
escritos y las imágenes que
colman las calles (afiches, vallas,
pancartas). Al paisaje del centro,
confuso y denso, opone un mun-
do embellecido por la estética
del mercado. En su interior desa-
parece totalmente la geografía
urbana, sus muros altos no per-
miten a sus visitantes ver el ex-
terior, las calles, las avenidas
o los barrios que lo rodean. Es
un espacio donde el mundo real
no entra, es un mundo puro: pu-
ro de miserias, de pobreza, del
deterioro de los espacios públi-
cos, de la violencia exterior, de
la decepción y la frustración. Es
un mundo regido por el orden,
la organización, los buenos mo-
dales, la disciplina, la limpieza y
la racionalidad. Nada de lo que
hay en su interior es ruin, feo,
abandonado o sufre el efecto de
la polución. Es un “enclave de
prosperidad”, un universo re-
pleto de signos que sólo tras-
miten positividad, una vida sin
conflictos o un mundo de sueños.
En su interior no existe lugar
para el poder o el culto. No es el
núcleo de la actividad admi-
nistrativa o religiosa: no con-
tiene como el centro de la ciudad
los edificios del gobierno, ni los
lugares del culto. Tampoco es el
sustituto de la plaza pública, no
congrega los grupos políticos,
las masas fervientes y delibe-
rativas. En él el único credo que
se practica es el del consumo. En
esa “burbuja”, en este mundo
amurallado no existe nada que
recuerde la disciplina, el rigor de
la producción, el paso del
tiempo, la miseria de la vida
cotidiana. Frente al mundo
laboral el centro comercial es un
ámbito donde se respira un aire
de vacaciones. Con su hospita-
lidad ofrece a quien lo visita la
posibilidad de vivir por unas
horas en un mundo alejado de la
austeridad y la parquedad que
rodean la vida cotidiana y de los
diálogosde la comunicación
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tal conflictos que atraviesan la
lucha por la supervivencia. En su
interior “se han condensado
todos los elementos benévolos
y ociosos de la gran ciudad. Allí
no hay oficinas, ni hospitales, ni
escuelas ni comisarías. El mundo
de la enfermedad o la represión
ha sido extirpado y sólo queda
el ocio ungido por la facultad de
comprar”29.
El centro comercial es el
resultado de una arquitec-
tura que preconiza más
“el envase que el con-
tenido”, que enfatiza el
valor de la imagen, del
enmascaramiento, del
retocado o del maquillaje.
Es un edificio donde la
ecuación “forma-función-
constructividad” se altera
acentuando la estética, la
decoración. En su interior
“lo monofuncional sigue
imperando pero con un
decorado y un esteticis-
mo no funcionales, con simu-
lacros de fiestas y una simula-
ción de lo lúdico”30. Las condi-
ciones del clima interno son
falsas: “en su interior hay una
decoración de invierno, un
vestuario de invierno, una fiesta
cuando en el exterior nada de
ello está ocurriendo. Puede ser
primavera allí independiente-
mente de la gran nevada calleje-
ra, otoño al margen de una tem-
peratura estival a la intempe-
rie”31. Su esencia no es la
materialidad, su condición es el
simulacro, es “un mundo de apa-
riencias”, “un universo traves-
tido”, atravesado por la ilusión
y el engaño. Es una caja de
maravillas, un remedo del paraí-
so que vuelca su estridencia
hacia el interior. Es un lugar para
comprar confort o gozar de un
espectáculo brillante, confec-
cionado con una deslumbrante
escenografía fabricada con
materiales reales o simulados.
En sus pasillos y corredores,
dedicados exclusivamente a los
peatones (el ruido y el transitar
de los vehículos no incomoda ni
evita el pasear), abren sus
puertas al público tiendas con
vitrinas que exponen los objetos
más exquisitos, lujosos y
extravagantes, creando un mun-
do polícromo de artículos de
consumo de primerísima cate-
goría a disposición del que posea
el dinero necesario para su
adquisición. En el centro comer-
cial las tiendas utilizan nuevas
técnicas de exhibición: presen-
tan los objetos en lugares insóli-
tos, raros e inesperados al inte-
rior de la tienda o los exhiben en
espéndidas y llamativas compo-
siciones dentro de la tienda o los
escaparates interiores. Para
muchos de ellos se fabrica un
contexto lujoso y fácilmente
reconocible, se exhiben sobre un
fondo exótico para crear un
efecto de exclusividad. Algunas
vitrinas copian detalles de pin-
turas en los cuales resalta como
sentido adicional la abundancia
o la exclusividad; otras narran
historias o contienen fragmentos
de escenas a la manera de los
relatos cinematográficos o de los
comerciales de televisión. Algu-
nas acompañan los productos
que exhiben con obras de arte,
con pinturas, esculturas, piezas
de orfebrería y simulan el estu-
dio de un artista, el depósito de
un anticuario o el desván de una
mansión aristocrática; otras imi-
tan el escenario de un teatro o el
interior de una catedral con sus
nichos y sus íconos. Los objetos
que el almacén ofrece forman
parte de un teatro de objetos, de
una especie de teatro de la
mercancía. Las vitrinas y los
exteriores de los almacenes o su
interior están compuestos por
una mezcla de estilos, de dise-
ños, de ambientes que simulan
construcciones de estilos insos-
pechados o lejanos; remedan
desde los lugares idílicos de
nuestra nacionalidad, los este-
reotipos de la arquitectura colo-
nial, hasta los paraísos urbanos
de los países desarrollados, las
formas arquitectónicas de países
lejanos en el espacio o en el
tiempo o los ambientes más
exóticos de sus culturas. No son
réplicas que buscan la fidelidad,
su propósito es reproducir con
sus símbolos cierta imagen de
rusticidad, de antigüedad, de
europeidad, de orientalidad, por
ejemplo, y rodear al producto de
un halo de refinamiento o de
alcurnia. Son como sets de
películas, fragmentos de espa-
cios y culturas de los que se
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encuentran en los afiches de
promoción de las agencias de
turismo (el repertorio es muy
amplio, éste puede ir desde cha-
lets suizos hasta cervecerías
alemanas, tascas españolas, rui-
nas griegas, jardines japoneses,
templos egipcios, paisajes de las
“Mil y una noches”, una calle
parisina, el fragmento de un
bulevar, almacenes de antigüeda-
des de un puerto en el medite-
rráneo, un rincón de los Campos
Elíseos o secciones de Disney-
land, un cementerio precolom-
bino, un ángulo de un callejón en
el centro de New York, una
parada del metro). Son como en
las películas de Hollywood facha-
das con los vientres vacíos, pu-
ras ambientaciones, remedos de
los lugares más arquetípicos y
ficticios. Son fetiches descontex-
tualizados, imágenes sin espe-
sor, que se presentan alejadas de
su contexto y del momento
histórico y cultural en el que
surgieron. Están puestas allí para
crear una nueva naturaleza: una
naturaleza falsa, artificial,
ilusionista. Son espacios que le
permiten al visitante deleitarse
visualmente, remontarse a es-
pacios distantes de su insulso
mundo cotidiano32.
Sus vitrinas son espaciosas. No
están atiborradas de objetos ni
son simplemente exhibidores en
los que el producto se muestra
sin ambages y desnudo de con-
notaciones, como en los alma-
cenes populares (estos expresan
dos ideas básicas para atraer al
público: la cantidad y la diver-
sidad de productos -”aquí hay de
todo, sólo pregunte, y nosotros
se lo conseguimos”-, y el bajo
precio de los objetos). Lo impor-
tante no es el producto o la
mercancía que se ofrece, la
variedad de estilos o tamaños
(por eso no contienen textos
informando de los precios o
nombrando el material que
exhiben). En los centros
comerciales el buen gusto se
expresa a través de la presencia
de pocos objetos en la vitrina
que armonicen entre sí: lo fun-
damental es insinuar un estilo de
vida. El producto está embe-
llecido y rodeado de un entorno
que lo hace más deseable y le
asigna un poder social com-
plementario. El producto y lo
que lo rodea componen una
ficción, una situación imaginaria
(una ilusión, una fantasía) que lo
libera en parte del uso y la
funcionalidad que lo caracteriza
y lo sitúan en un plano poético u
onírico. Los almacenes disponen
de mucho espacio y de un gran
foco de visión; algunos además,
convierten el almacén en varias
vitrinas o exhibidores por las
cuales se pasean los visitantes
como en un museo (no están
saturados, ni tienen toda la
mercancía exhibida. General-
mente disponen de una bodega
a la que va el vendedor cuando
el cliente pide el objeto que
necesita. El consumidor que
deambula y mira las vitrinas en
los centros comerciales no es el
cazador que busca reconocer
entre la multiplicidad de objetos
el que él necesita y le conviene
por su precio. Es el paseante que
dispone de su tiempo libre sin
presiones o sentimientos de cul-
pa, es el soñador, el “esteta” que
al placer que le genera el con-
sumo, al placer lúdico de la com-
pra le une “el del gozar del espec-
táculo, es decir, de la puesta en
escena de las imágenes que
pretenden conquistarlo. Partici-
pando de la nueva cultura visual,
el consumidor saborea más y
más conscientemente que en el
pasado, la representación, el
rito, la pantomima que se inter-
preta con la intención de sedu-
cirlo y de incitarlo a comprar,
soportando de buena gana la
tiranía de su propio deseo”33.
La vitrina es heredera de una de
las convenciones de la pintura y
la tradición renacentista: la
convención del encuadre-marco.
La vitrina no se da en un espacio
abierto, su representación es
externa al espectador. Es un
ámbito espacial con límites reco-
nocibles que lo separan del
espacio circundante. El marco
delimita las imágenes o el espec-
táculo que en ella se realiza;
señala el territorio del espacio
escópico, e indica donde
empieza y acaba la ilusión. Es un
“significante de demarcación”,
establece una frontera entre dos
realidades: el espacio físico que
rodea al espectador, el espacio
circundante no teatral, y el
espacio propio del espectáculo,
donde se lleva a cabo el juego de
diálogosde la comunicación
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tal la representación34. En las vitri-
nas es común encontrar, entre
varias formas, dos tipos de mar-
cos: el formato rectangular pro-
pio de la pintura narrativa occi-
dental y el formato vertical pro-
pio de la pintura de retratos. A
veces la propuesta pretende
romper con esta convención y
proyecta la vitrina hacia el exte-
rior y simula la forma de un
escenario abierto.
La decoración de las vitrinas no
es igual para todos los centros
comerciales, los objetos que
acompañan los productos cam-
bian según los códigos estéticos.
“Cada comunidad fabrica los
contenidos simbólicos de sus
vitrinas”35, cada ciudad crea su
estilística, y más aún, en cada
una de ellas es posible varios
tipos, una diversidad de criterios
estéticos según sus habitantes,
sus condiciones económicas, ét-
nicas y culturales. La vitrina se-
ñala cómo los usuarios conciben
el mundo, sus anhelos, sus inte-
reses, expresa una forma del
conocer y del sentir. Además los
almacenes no emplean la misma
distribución, ni la misma orga-
nización, cada tipo de producto
tiene su propia retórica. Los
almacenes de ropa, de prendas
deportivas, de discos y música,
las reposterías o charcuterías,
por ejemplo, tienen su propia
manera y un lenguaje específico
para promover los objetos que
venden. Pero a pesar de sus
particularidades en los diferen-
tes almacenes se pueden apre-
ciar algunas regularidades. Las
vitrinas están decoradas siguien-
do los ciclos del mercado, el
ritmo de las estaciones (prima-
vera, verano, invierno y otoño)
y el cambio que estas traen para
la moda, la actividad deportiva
y social, y las festividades
propias de cada una de ellas (la
navidad, las vacaciones, el
halloween, el día del padre o de
la madre, por ejemplo).
En algunas vitrinas sobre todo
las de los almacenes exclusivos
y de prendas de marca, es común
encontrar una distribución de
los objetos que es heredera de
las pinturas de bodegones36.
Como en los bodegones, el
diseñador de la vitrina reune
alrededor de las mercancías
objetos de uso común que los
extrae de la vida cotidiana, los
“fija” en la vitrina (les confiere
una dignidad y una presencia
incuestionable), detiene su
transitoriedad y los utiliza como
provocadores de imágenes artís-
ticas o asociaciones estéticas. En
la vitrina los objetos no impor-
tando su tamaño, ni su uso están
reunidos por una razón mera-
mente formal, más que lo que
cada uno pueda expresar en su
contexto propio. De los objetos
lo fundamental es su forma y en
un segundo plano su contenido
simbólico; la primera impresión
que producen en el transeúnte es
de tipo formal (el juego que
producen con las formas y el
aspecto inusual de composi-
ción), en una lectura profunda,
lo fundamental es su contenido
simbólico, además de sus valo-
res plásticos o pictóricos están
allí por las asociaciones y con-
notaciones que pueden desper-
tar. Los objetos que se ofrecen
para la venta en el almacén por
este proceso se mitifican, se
dignifican y se elevan a la cate-
goría de obra de arte. Se rodean
de valores simbólicos, de con-
notaciones existenciales, de sen-
tido estético, y ocultan con ello
su condición de ser productos
fabricados en serie y estanda-
rizados (la generalización for-
mal, la falta de creatividad que
hay en la ropa de marca, por
ejemplo). En su composición se
pueden encontrar dos tenden-
cias: en algunas vitrinas el di-
señador busca expresar cierta
racionalidad, los objetos están
organizados geométricamente
formando figuras y formas fá-
ciles de identificar, en otras, la
constante es la falta de simetría,
los objetos están dispuestos
desordenadamente en diferentes
planos, sin importar su tamaño
ni su afinidad. En el número de
objetos que puede reunir la vit-
rina, como en el bodegón, hay
dos tendencias: las vitrinas que
se caracterizan por su simpli-
cidad y sobria elegancia y reu-
nen un número limitado de obje-
tos y elementos, y las que agru-
pan en un ambiente saturado un
número amplio de objetos lujo-
sos y decorativos para producir
la impresión de un ambiente
suntuoso y opulento.
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A pesar de esta diversidad de
propuestas estéticas, en los
centros comerciales se encuen-
tran algunas constantes. La ten-
dencia más reciente busca fusio-
nar lo antiguo con lo moderno.
La concepción que tienen de lo
antiguo está cargada de nostal-
gia y embellecida; de lo moderno
tienen una visión apocalíptica.
Para expresar estas ideas
construyen bodegones (sintag-
mas) con objetos que agrupan y
acompañan el producto en la vit-
rina del almacén. No son bode-
gones de flores o alimentos -
como era lo usual- utilizan otro
tipo de materiales. Lo antiguo lo
expresan utilizando maderas sin
pulir, objetos hechos con paja,
espigas, flores secas, semillas de
pino, fragmentos de adobe de
demoliciones, murales sobre
paredes desvaídas o rústicas,
fotografías en color sepia, baúles
o maletas de cuero viejas, ruedas
de carretas, sillas y utensilios
para montar a caballo, hierro
forjado o pintado de verde (si-
mulando moho u óxido y con ello
el paso de los años), rejas metá-
licas, figuras de hierro cortadas
con soplete, vitrales, maderas
pirograbadas, cajas de cartón o
de madera vacías, fondos de
colores tierra (ocre o café) o ma-
rinos, algunos de ellos hechos
con guadua, cañabrava,costales
de fique. Para expresar lo moder-
no agrupan materiales de dese-
cho (fragmentos de metales,
cristales, acrílicos, plásticos), de
fondo emplean bloques de
cemento, columnas de alambre,
vigas de hierro, chatarra, recor-
tes de papel, (de periódicos o
revistas), láminas de cartón. La
referencia a lo urbano también
está cargada de nostalgia: en las
vitrinas reconstruyen un paisaje
urbano deteriorado o crean
entornos urbanos en los que
predominan los signos más tra-
dicionales del progreso y la mo-
dernización: surtidores de gaso-
lina, semáforos, buzones, máqui-
nas manuales de juego (como las
que usan en los casinos), par-
químetros, pedazos de grúas o
de maquinaria pesada, señales
urbanas de tránsito, cabinas de
teléfono, luces de neón, anun-
cios publicitarios de productos
tradicionales, etc. Además los
nombres del almacén o de las
marcas son copias de nombres
de productos industriales y es-
tán hechos con letras que no
tienen parentesco con las letras
de molde convencionales.
La gran mayoría de objetos que
aparecen en la vitrina-bodegón
son objetos viejos e inservibles,
materiales de desecho, de des-
carte e incluso basuras. Pero no
son sólo objetos inútiles, cum-
plen otro papel, son parte de la
memoria y al estar allí se pro-
duce su reactivación37. En el uso
de estos materiales hay una pro-
puesta cultural: “una profunda
reconciliación con la historia y
con las experiencias pasadas,
con las fuentes simbólicas de la
existencia social y cultural”38. Es
la necesidad de descubrir, más
allá del presente, las propias
raíces, de reconsiderar el pasado
como un depósito de estímulos
y elementos vitales. Lo nuevo (y
la búsqueda de la novedad)
desaparece como el mito cul-
tural dominante, la fascinación
por el pasado, por las formas de
vida más tradicionales se im-
pone como una nueva forma de
ideal. En su composición la vit-
rina es un viaje al pasado. Los
objetos que forman parte del
bodegón se han revalorizado, de
objetos funcionales cotidianos
pasan a ser referentes poéticos
que expresan simbólicamente
una nueva sensibilidad que
dirige la mirada hacia un tiempo
anterior y revelan la necesidad
de ahondar en el misterio del
origen.
“Para el fetichismo de las marcas
se despliega en el shopping una
escenografía riquísima donde,
por lo menos en teoría, no puede
faltar nada; por el contrario, se
necesita un exceso que sorpren-
da incluso a los entendidos más
eruditos”39. En la puesta en
escena de la vitrina aparece
como un personaje la marca que
el almacén vende en exclusi-
vidad en diversas formas y ta-
maños o el nombre del almacén
cuando éste ocupa el lugar de la
marca. La marca no sólo permite
identificar un tipo de producto,
es un objeto cultural, el símbolo
que resume un estilo de ser o
de sentir, una determinada
filosofía, una postura frente al
mundo40. La representación
icónica de la marca (la marca es
diálogosde la comunicación
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tal un “símbolo tótem” no necesita
ser leída se percibe como
símbolo), acompaña el resto de
objetos que están en la vitrina y
ocupa un lugar visual muy
importante. Es común encon-
trarla en banderolas, estandar-
tes, pendones, escudos, cintas
que atraviesan la vitrina o en las
cajas, empaques, bolsas que
también se exhiben en ella o en
el papel que el almacén utiliza
para empacar sus productos. El
logo, con su tipo de letra, su
estilo y sus caracteres, sus co-
lores corporativos, las formas
geométricas que definen su
figura, el envase o el empaque
con su diseño singular (los dos
elementos forman parte de la
materialidad producto/signo)
sobresalen entre el conjunto de
objetos que forman el sintagma
de la vitrina.
De este teatro también parti-
cipan los maniquíes. El maniquí
no es el muñeco inanimado o el
figurín inactivo del pasado, es el
actor del espectáculo del comer-
cio visual: con su participación
humaniza las vitrinas y las con-
vierte en paisajes. Los modelos
de maniquíes son diversos, se
podrían situar entre dos
extremos: los que imitan el cuer-
po humano y tienen un aspecto
real, y los de estilo abstracto o
vanguardistas que rompen la
forma del cuerpo. En los prime-
ros el diseñador busca el realis-
mo en los cuerpos y le presta
atención al detalle y al acabado.
Las poses que pueden asumir
son diversas, en su construcción
son más fluidas, naturales y
atrevidas. En su gran mayoría re-
presentan la generación joven,
están a la moda y asumen
posiciones relajadas y un
aspecto atractivo (“vigorosos y
jóvenes se tornan similares a las
personas de carne y hueso, se
sientan, cruzan las piernas, se
levantan, se visten y desvisten
apenas con el correr de la
semana cuando no diariamente;
las modas, los vestuarios y es-
tilos ofrecidos corresponden,
por lo general, a modelos extran-
jeros, descubribles fácilmente en
las últimas revistas norteame-
ricanas o europeas”41. La repre-
sentación que llevan a cabo
suele estar relacionada con
actividades del tiempo libre
como pasear, correr, practicar
gimnasia y baile rítmico, pero sin
olvidar los deportes más popu-
lares (juegos de pelota, mon-
tañismo, ciclismo, esquí, depor-
tes acuáticos). Su apariencia es
la de un cuerpo sano, de ex-
tremidades bien cuidadas y
poses en consonancia. Cuando
se prescinde de la forma del
cuerpo, los maniquíes son for-
mas abstractas, son cuerpos sin
rostro o fragmentos solamente
(únicamente piernas, torso, por
ejemplo), siluetas, remedos o paro-
dias (formas humanas llenas de
paja, cartón o papeles de colo-
res), esqueletos metálicos sin
cabeza o cuerpos desnudos de
rasgos prolongados, pintados de
colores, que simulan ser parte de
una escenografía vanguardista.
En las tiendas de los centros
comerciales se reconsideran las
técnicas comerciales, se hace
énfasis en la decoración de los
escaparates, y se mejora y
moderniza el alumbrado. A dife-
rencia de los grandes almacenes
que llenan el escaparate sin
hacer distinción de las mercan-
cías e iluminan los estantes con
lámparas fluorescentes monta-
das sin más en el techo, en las
tiendas de los centros comer-
ciales se mejora el alumbrado
para realzar el carácter de la
arquitectura, dar fluidez y
estimular el interés del com-
prador. En las tiendas se mezcla
la iluminación general y la
iluminación de carácter deco-
rativo. El manejo de las luces
hace que la vitrina se vea más
atractiva y que el almacén sea un
lugar más sugestivo para los
clientes, un lugar visualmente
más provocativo para ir a
comprar. Con la iluminación se
destaca el almacén entre la
multitud de estímulos visuales
existentes, se expresa la per-
sonalidad de la tienda, y se
subraya su carácter individual.
En las vitrinas con la iluminación
se busca dar la máxima expre-
sión a la forma del objeto, a su
estructura, textura y color para
contrastarlo con los objetos que
le rodean. Los objetos aparecen
iluminados por una luz artificial
conscientemente dirigida que
busca crear sutiles efectos esté-
ticos con las diferentes tonali-
dades que producen los chorros
de luz o con el contrapunto en-
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tre trasparencia y opacidad (los
sentidos son variados: con la
creación de penumbras y de
espacios de media luz se puede
evocar una atmósfera lírica o
solemne alrededor de los obje-
tos; con el empleo de una ilumi-
nación directa sobre los objetos
que resalte las partes más
brillantes se puede producir la
impresión de un ambiente sun-
tuoso y vital, por ejemplo). En el
interior de la tienda la ilumina-
ción facilita la orientación y
enfatiza o acentúa en los escapa-
rates especiales los puntos de
interés para atraer los clientes a
algunos sectores del almacén.
Además de la iluminación se
puede hacer un uso simbólico:
con ella se puede crear un es-
pacio, un escenario propio para
cada producto (se puede cons-
truir por ejemplo, un ambiente
cálido, lujoso y amable, una
atmósfera de exclusividad). En
las tiendas se pasa de una
iluminación plana y uniforme a
una iluminación de realces y
contrastes. Acentuando o dismi-
nuyendo la intensidad de la
iluminación se puede crear un
variado patrón de luces y de
sombras, con contrastes que
sugieren dinamismo (cuanto
más duras sean las sombras,
más espectacular y agresivo será
el efecto logrado) y un efecto
dramático y teatral. En este
proceso no sólo se emplean
lámparas de techo, es usual que
se utilicen también elementos
decorativos de iluminación, no
sólo luminarias estables, de
pared o candelabros, sino también
elementos arquitectónicos como
las bovedillas de luz, las cornisas
y los zócalos iluminados.
El centro comercial per-
mite un juego simultáneo
de intercambios y distin-
ciones. De un lado, a su
interior el consumo fun-
ciona como “un sistema
de integración y comuni-
cación” que favorece la
sociabilidad de los in-
tegrantes del grupo, y de
otro, es una forma de
“diferenciación social y
de distinción simbólica
entre grupos”42.
De un lado, en el centro
comercial está “la feria, el
juego, la negociación ri-
tual, la producción de
sentido”43. Aunque el cen-
tro comercial es el “lugar
hiperbólico de la transac-
ción comercial” cumple otra
función: es el espacio donde los
grupos humanos y las personas
reafirman sus prácticas de
grupo, sus símbolos, sus gustos
y lenguaje; donde confirman la
imagen de sí mismos y por
diferencia la imagen de los
demás, y contemplan los otros
grupos o clases en su dinámica
y movilidad. Es un lugar de
integración: en la vida de la
ciudad y en la sociedad de con-
sumo las compras “son
verdaderas actividades eróti-
cas... la estación-tienda tiene
fundamentalmente una signifi-
cación única... esta significación
es erótica: compra y encuen-
tro”44. No son los lugares de la
compra obligatoria. No sólo se
visitan para satisfacer una nece-
sidad, se frecuentan con fines
lúdicos, son también un lugar de
reunión. En el centro comercial
la transacción de venta-compra
es completamente ocultada por
la actividad de “ir de compras”.
En la actualidad el consumo se
cotidianiza, abandona el carác-
ter que tenía en la sociedad tradi-
cional, siempre asociado a los
ciclos del trabajo o los procesos
productivos, a las celebraciones
festivas y rituales. El consumo se
involucra en el tiempo no pro-
ductivo. El negocio que antes era
negación del ocio es en la ac-
tualidad otra manera de poblar
el tiempo libre.
Son lugares de reunión, de
concentración. Estas catedrales
del comercio son lugares de
encuentro que aglutinan ritual-
mente los grupos o los segmen-
tos sociales y le brindan la opor-
tunidad al hombre urbano de
pasar su tiempo libre y llevar a
cabo una vida colectiva. Son
espacios que el hombre urbano
frecuenta en su inactividad, en
su estar a la deriva propio de sus
días libres (muchas veces los
visita en su afán de llenar sus
tiempos vacíos). La costumbre
de ir al parque, al teatro, al cine
o al espectáculo deportivo, o de
reunirse con sus amigos y
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Cris
tal callejear la reemplazan por la
actividad lúdica de “ir de
compras”. Los niños, los adoles-
centes y la familia encuentran en
el centro comercial un ambiente
festivo intenso y el esplendor de
la nueva estética urbana. Son
lugares que generan gran
atracción y congregan a otros
públicos de los que tradicio-
nalmente acudían a los mer-
cados de abastos, a los merca-
dos ambulantes o a las tiendas
monovalentes: en ellos el com-
prar no es una obligación, es una
actividad gratificante vinculada
con el esparcimiento (“es la
opción ideal para aquellos que
quieren alejarse de los trancones
citadinos y disfrutar de los atar-
deceres bogotanos”45). Más aún:
para acudir a ellos no es nece-
sario comprar nada, puede ser
simplemente ir para pasear, para
ver lo que está exhibido (para
“vitrinear”, como se llamaba a
esta actividad hace algunos
años), para comer helados,
encontrarse con amigos, probar-
se algún vestido, ir al cine, escu-
char música, caminar por el cen-
tro comercial en grupos o par-
ticipar de las novedades de la
moda o de las degustaciones que
le son ofrecidas gratuitamente46.
El mall no es otro agregado a los
circuitos de circulación de las
grandes ciudades, a sus auto-
pistas y a sus rutas rápidas47, es
un territorio propicio para las
formas nómadas del transitar. El
centro comercial con sus sen-
deros cubiertos, sus pasajes,
escaleras y plazas es el espacio
ideal para el paseante. Frente a
la ciudad con la monotonía de
sus edificaciones en hilera, sus
ríos de asfalto, el trazado geomé-
trico de sus calles, el ritmo ace-
lerado de su actividad (la ciudad
embotellada por la circulación
apretada de hombres y auto-
móviles que se desplazan), el
centro comercial ofrece, por
contraste, en sus jardines artifi-
ciales, en su naturaleza recons-
truida un territorio abierto para
el pasear, para el deambular sin
rumbo. El mall posee “una
estructura narrativa abierta”,
sus espacios interiores permiten
recorridos “a la carta” o el vaga-
bundear48. El sujeto que los visita
es un nómada49: realiza un
recorrido recreativo, fragmen-
tario, multidireccional o discon-
tinuo. No están pensados para
que el visitante los recorra de
principio a fin como una calle o
una galería, para que el visitante
realice un trayecto unidireccio-
nal o se desplace linealmente.
Tienen algo de tentacular, una
mezcla de orden y anarquía, la
forma de falsos laberintos en los
que se puede perder fácilmente
el sentido de orientación. Son
como una cinta de Mobelius: “se
pasa de una superficie a otra, de
un plano a otro sin darse cuenta
que está atravesando un lími-
te”50. “Lo que se ve desde un pun-
to es tan parecido a lo que se ve
desde su opuesto que sólo los
expertos, muy conocedores de
los pequeños detalles, o quienes
se mueven con un mapa, son
capaces de decir dónde están en
cada momento”51. Por su compe-
jidad requieren de una presencia
de redes de circulación, de seña-
les y mapas para facilitar el des-
plazamiento. El recorrido que
lleva a cabo el visitante es pun-
tual, está hecho de pequeños
recorridos y paradas, de movi-
mientos circulares en los que se
acepta, no del todo, las trampas
del azar. El centro comercial da
la idea de un recorrido libre: son
muy pocos los visitantes que
entran a comprar y salen inme-
diatamente cuando han logrado
su objetivo; la compra muchas
veces es el resultado de un en-
cuentro casual (el comprar es
una aventura: el comprador no
busca la mercancía, se tropieza
maravillosamente con ella, como
si fuera un acto de magia o el
resultado de un sortilegio). Su
territorio actúa imaginariamente
como un tablero de ajedrez en el
cual los avances, los retrocesos
y las repeticiones son posibles y
funcionan como una estrategia
de venta (el pasear es una
actividad lúdica, no simplemente
funcional. El paseante asume la
existencia como un fluir, como
un movimiento perpetuo52). Pero
el visitante habitual no sólo lo
recorre sin descanso, en su cami-
nar se puede detener, repetir
varias veces un mismo itinerario,
dedicarse a leer en uno de los
lugares de espera, a disfrutar de
la soledad, a tomar un café en
compañía de sus amigos en un
punto de venta, a “gastar el tiem-
po”. Esta forma de recorrer el
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126
centro comercial lo facilta su
arquitectura, la distribución
interna de sus almacenes, la
multiplicidad de espacios y de
usos que le ofrece a quien lo
visita. El centro comercial posee
zonas peatonales, lugares de
descanso y de permanencia, zo-
nas de aseo personal y asis-
tenciarias (lugares sanitarios),
sectores de servicio público y
puntos de encuentro (pequeños
parques o plazoletas, cafeterías,
restaurantes, bares), platafor-
mas y pasarelas para desfiles de
moda, lugares abiertos para
exposiciones, para actividades
musicales y espectáculos, y zo-
nas de comida (restaurantes de
atención rápida -”fast food”- y
patio de comidas -”food court”-
donde se ofrecen especialidades
culinarias).
De otro lado, el centro comercial
permite el espectáculo de
diferencias: el consumo es una
forma de resaltar en las socie-
dades democráticas, basadas en
la premisa de la igualdad natu-
ral entre los hombres, las dife-
rencias sociales. La sociedad de
consumo funciona como un pro-
ceso de clasificación y diferen-
ciación: el consumo de los
bienes materiales, por el conte-
nido simbólico que encierran,
contribuye a mantener la
desigualdad entre las clases
sociales, la jerarquía y el domi-
nio. El hombre urbano en el
centro comercial no experi-
menta la sensación de la diver-
sidad de los grandes almacenes,
vive el “brillo” de las prendas
únicas o exclusivas, la cercanía
de las prendas de marca y su
poder simbólico, de la van-
guardia y lo foráneo, de lo extra-
vagante y la anarquía del dise-
ño53. El que lo frecuenta sabe que
su conducta no puede ser igual
a la que emplea en los grandes
almacenes, el almacén del barrio
(en el que se puede fiar y pagar
por contado, “donde lo llaman
por su nombre”, conocen su con-
dición económica, su capacidad
de endeudamiento, sus tallas y
gustos), o en el almacén tradi-
cional en el centro de la ciudad
(que suministra la idea standard
de lo formal y un sentido res-
tringido de la moda). No pide
rebaja ni entra a discutir el pre-
cio, acepta las condiciones de
compra y para acceder al precio
que le ofrecen emplea la tarjeta
de crédito (es la llave plástica
para lograr la materialización de
sus deseos, el “ábrete Sésamo”).
Sabe el poder de las palabras:
comprende que los sentidos son
diferentes al llamar al centro
comercial por el nombre ge-
nérico (“voy para el centro co-
mercial”), llamarlo por el nom-
bre propio (“voy para el San Di-
ego o para Unicentro a encon-
trarme con mis amigos”, por
ejemplo), decir que se va de pa-
seo, de window shopping o ex-
presar ruidosamente que “voy
para el mall”. Cada una de estas
maneras de nombrarlo o de ex-
presar la actividad que se va a
realizar tiene una connotación
diferente, que va desde la viven-
cia de la plenitud democrática
del consumo hasta la sensación
de la exclusividad y la diferencia.
1. “Todos los espacios que
conocemos y habitamos en la
vida cotidiana tienen un vín-
culo fundante en las rela-
ciones sociales: el espacio
físico siempre es generado y
moldeado por el espacio de las rela-
ciones sociales y es efecto de su
compleja trayectoria” (GONZALEZ,
Jorge A. “Coordenadas de lo imagi-
nario: protocolo para el uso de car-
tografías culturales” Estudios de las
culturas contemporáneas, Vol. I, nº 2,
dic. 1995, p. 142). Todas las formas
espaciales y su sentido son generado
por la acción social. La ciudad con
sus equipamientos y sus cambios
sucesivos es el resultado de las lu-
chas entre actores sociales con posi-
ciones, intereses, valores y proyec-
tos de vida antagónicos.
2. PEREZ TORNERO, J.M. y otros. La
seducción de la opulencia. Barce-
lona, Ed. Paidós, 1992, p. 96.
3. PERGOLIS, Juan Carlos. “Diálogos
con Escala”, Escala, nº 125, 1985, p.
2,3. PERGOLIS, Juan Carlos.
“Significación de las plazas urbanas”
Gaceta nº 23, agosto 1994, p. 33.
4. GEIST, Johann Friedrich. “Pasajes
comerciales”, Escala nº 125, 1985, p. 8,9.
5. La ciudad en la llamada sociedad
postindustrial entra en crisis, su
centralidad económica y política se
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tal pierde. La importancia como mer-
cado, como lugar donde se produce
el intercambio regular de bienes y su
liderazgo político desaparecen. En
este proceso de crisis los medios de
masas absorben la función comuni-
cativa del mercado y “los automó-
viles desplazan los centros comer-
ciales a la periferia”. Aunque es aún
el almacén de los grandes símbolos
urbanos (catedrales, bancos, edi-
ficios públicos de gobierno y monu-
mentos del estado), las grandes
decisiones del poder no se toman en
estos lugares, pasan por otros cir-
cuitos. RUPERT DE VENTOS, Xavier.
Ensayos sobre el desorden, Barce-
lona, Ed. Kairos, 1986, p. 81.
6. MARTIN BARBERO, Jesús. “Media-
ciones urbanas y nuevos escenarios de
comunicación” Comunicación y
espacios culturales en América Latina,
Santafé de Bogotá, Pontificia
Universidad Javeriana, 1995, p. 154.
7. SARLO, Beatriz. Escenas de la vida
posmoderna. Buenos Aires, 1994, p. 13.
8. MONSIVAIS, Carlos. “La ciudad de
México y el gozo de las multitudes”
Número nº 8, diciembre 1995/enero-
feb. 1996, p. 61.
9. “A evidente erosao do espaco pub-
lico transferiu as atividades urbanas
para novos ‘territorios’ produzidos
segundo novos valores e utilizando
obligatoriamente novos instrumen-
tos. Os condominios fechados, os
shopping centers, os edificios sao
exemplos emblemáticos da nova
organizaçao física das atividades
urbanas, em que a rua é desinvestida
de suas funcones e papéis”. PROS-
PERI MEYER, Regina Maria. “O papel
da rua na urbanizaçao paulista”.
Cadernos de história de Sao Paulo nº
2, Janeiro-dezembro 1993.
10. Hasta la mitad del siglo XX la
forma de la ciudad en occidente
cambió. La ciudad encentrada desa-
pareció y fue sustituida por un tejido
urbano, o de apariencia urbana que
cubre inmensos espacios contiguos.
Los habitantes más ricos huyeron de
la ciudad aglomerada y densa, a la
que consideraban malsana y
peligrosa, y buscaron en los barrios
periféricos (en los “green suburb”)
un aire más puro y una vecindad más
decente. Esta evolución de la ciudad
“fue precipitada por el automóvil y
la televisión”, además del culto a la
privacidad a lo largo del siglo XIX.
ARIES, Philippe, Ensayos de la me-
moria 1943-1983. Santafé de Bogotá,
Ed. Norma, 1996, p. 321-323.
11. “Es la expresión de los hábitos
de consumo de los propietarios de
carros. Una persona acostumbrada
a circular en automóvil desarrolla
una forma específica de utilizar la
ciudad e inclusive una percepción
peculiar de lo urbano: las distancias
serán menos importantes y se me-
dirán a escala del automóvil... se pri-
vilegiará ciertas vías como ejes orde-
nadores y como puntos de referen-
cia, se evitará sistemáticamente
ciertos recorridos... en suma, confi-
gurará una imagen de la ciudad que
diferirá mucho de la que pueda for-
mar un ciudadano que es habitua-
lmente un peatón y un usuario de
bus”. ARANGO, Silvia. “A propósito
de Unicentro: una perspectiva se-
miológica” Escala, nº 87, p. 11.
12. PERGOLIS, Juan Carlos. “Señales
colectivas de la ciudad”. Magazin
Dominical El Espectador nº 381,
agosto 12, 1990, p. 6.
13. SARLO, Beatriz. Op.cit. p. 19.
14. REGUILLO, Rossana. “La ciudad
es el campo: una contradicción llena
de sentido”. Comunicación y Socie-
dad nº 14-15, enero-agosto 1992, p.
148, 152.
15. MELA, Antonio. “Ciudad,
comunicación, formas de raciona-
lidad”, Dia-logos de la comunicación
nº 23, marzo 1993, p. 15.
16. En las ciudades actuales las
minorías que rechazan la integración
crean microsociedades, cada una de
ellas individualiza un territorio y lo
convierte en su propio centro y al
cerrarse sobre él lo hace inaccesible.
De este proceso no sólo participan
las minorías, cuando las ciudades
por el exceso de población
(mezclado con el exceso de comuni-
caciones y de transporte) y la con-
taminación, se vuelven inhabitables,
las clases acomodadas también
responden a este espíritu de clan,
abandonan los barrios tradicionales
de la ciudad y “siguiendo el mito de
la naturaleza se retiran fuera de la
ciudad, al barrio ajardinado con
supermercados autónomos, con lo
que dan vida a otros tipos de micro-
sociedad”. ECO, Umberto, “La Edad
media ha comenzado ya.” En ECO,
Umberto y otros, La nueva Edad Me-
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dia, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 19.
17. “El Buenos Aires de los noventa
es el resultado de la concentración
económica y de la crisis y la
fragmentación social y espacial:
involución industrial y económica
del país, economía informal, deso-
cupación, crisis de las utopías socia-
les y políticas, acceso diferencial a
bienes materiales y simbólicos,
configuran una nueva ciudad que se
escinde en enclaves de riqueza y
manchones de pobreza y margi-
nalidad”. SCHMUCLER, Héctor y
TERRERO, Patricia “Nuevas tecno-
logías y transformación del espacio
urbano” Telos nº 32, diciembre 1992/
febrero 1993, p. 30.
18. SARLO, Beatriz. Op.cit. p. 23.
19. TORRIJOS, Fernando. “Sobre el
uso estético del espacio”. En
FERNANDEZ ARENAS, José. Arte
efímero y espacio estético, Barce-
lona, Ed. Anthropos, 1988, p. 42.
20. MARGULIS, Mario. “Leer la
ciudad”, Topia nº 15, nov-marzo
1995/1996, p. 32.
21. La expresión shopping pertenece
al “idioma internacional de la mo-
dernización” (del que forman parte
también los parking, weekend, drug-
store, mobile-home, por ejemplo).
No es sólo una palabra tomada del
inglés que se universaliza por el
proceso de trasnacionalización de la
cultura, es una expresión que tra-
duce “las nuevas formas de vida y
movimiento” del mundo moderno.
BERMAN Marshall, Todo lo sólido se
desvanece en el aire, Santafé de
Bogotá, Siglo XXI, 1991, p. 161-162.
22. “Gastar y gozar: la nueva fórmula”
(publirreportaje) Cambio 16 nº 138
febrero 5 de 1996, Colombia, p. 37.
23. “El shopping -símbolo de la
abundancia en medio de la escasez-
convoca a la gente a un lugar ajeno”.
SCHMUCLER, Héctor y TERRERO,
Patricia, op. cit. p. 30.
24. COLOMBO, Furio. “Poder, grupos
y conflicto social” en ECO, Umberto
La nueva Edad Media, Madrid,
Alianza Editorial, 1974, p. 59.
25. “La lógica del diseño de estos
complejos es bastante similar a la de
un castillo fortificado rodeado por
todas partes de aparcamientos”
INGERSOLL, Richard, “Tres tesis
sobre la ciudad”. Revista de occidente
nº 185, octubre 1996, p. 38.
26. ABRIL, Gonzalo. “Puertas”.
Revista de occidente nº 170-171, julio-
agosto de 1995, p. 79.
27. PERGOLIS, Juan Carlos. “Deseo y
estética del fragmento en la ciudad
colombiana” Magazin Dominical El
Espectador nº 636, julio 23/1995, p. 10.
28. Idem.
29. VERDU, Vicente. “El sueño del
centro comercial”. Revista de occi-
dente nº 162, nov/1994, p. 148.
30. LEFEBVRE, Henri. Espacio y
política, Barcelona, Ed. Península,
1976, p. 35.
31. VERDU, Vicente, op.cit., p. 154.
32. MARCONDES, FILHO, Ciro. “Shop-
ping Center o LSD da clase média”
Comunicaçoes e artes año 12 nº 15/1986.
33. MORACE, Francesco. Contraten-
dencias. Una nueva cultura del con-
sumo, Madrid, Celeste Ediciones,
1993, p. 60.
34. SILVA, Armando. Imaginarios
urbanos. Santafé de Bogotá, Tercer
Mundo Editores, 1992, p. 65.
35. “El marco-encuadre constituye el
más eficaz delimitador entre la re-
presentación y el entorno, pues im-
pone una externalidad, una distinción
y una distancia psicológica y estética
entre el observador y lo observado”.
GUBERN, Román, “Las nuevas
fronteras de la imagen” Claves de la
razón práctica nº 58, dic. 1995, p. 42.
36. El bodegón o “la naturaleza muer-
ta” es un tipo especial de pintura que
se consolida como género pictórico
en el Siglo XVII (SCHNEIDER,
Norbert. Naturaleza muerta, Alema-
nia, Taschen, 1992, p. 7). Se caracte-
rizó por ser una pintura que no re-
presentaba escenas bíblicas o mito-
lógicas, actos estatales ejecutados
por príncipes y potentados, retratos,
animales o paisajes que eran los te-
mas en orden de importancia de la
pintura en esta época. Sus temas
eran más triviales: los pintores
reproducían con detalle “cosas en re-
poso”, “objetos inmóviles”. Era una
pintura de objetos inanimados que
se caracterizaba por su marcado
realismo, por su cromatismo y su
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tal carácter decorativo. Era una forma
de pintura en la cual los efectos
ilusionistas se empleaban con la
mayor radicalidad: la pintura
buscaba engañar al espectador por
su enorme parecido con la realidad.
El pintor estudiaba obsesivamente
los objetos y su calidad material para
reproducirlos con excesiva meticulo-
sidad (era notoria en esta forma de
pintura el estudio de la influencia de
la luz sobre el color de las cosas y la
forma como cambiaban según la
hora del día).
En ellos el hombre no era el centro
de la pintura, el objeto era el pro-
tagonista: los bodegones eran amal-
gamas de objetos de procedencias
diferentes. Los más comunes y tradi-
cionales en la pintura occidental son
las representaciones de alimentos
(puesto de mercado, interiores de
cocina, mesas y aparadores sobre
los que se han dispuesto cestas y
bandejas de frutas y verduras, de
pan, carne o pescado, postres y
dulces), de utensilios para el
banquete (cubiertos, platos de
materiales diversos -metal, cristal,
barro o porcelana-, bandejas,
jarrones, copas, etc.), escenas de
caza (de utensilios para la cacería y
trofeos que muchas veces no esta-
ban destinados para el consumo), la
pintura de motivos florales, museos,
gabinetes de curiosidades, estudios
zoológicos y botánicos, escenas de
música (con instrumentos musicales
empleados por la aristocracia: vio-
las, arpas, laúdes, violines, guitarras,
flautas, etc.), fiestas campestres,
armaduras y armas, calaveras y
huesos como símbolos de la vanidad
(en las “vanitas”), herramientas,
objetos domésticos (relojes, tinte-
ros, candelabros, pinceles, peinillas,
anteojos, monedas, alhajas, tijeras),
libros que se abren como abanicos,
documentos, hojas de papel, graba-
dos (revueltos, relegados y tirados
unos sobre otros sin el menor cui-
dado), pequeñas pinturas o ilus-
traciones, fotografías, etc.
Fue un género que “acompañó,
comentándola visualmente, la
transformación de la sociedad y la
cultura al comienzo de la moder-
nidad” (SCHNEIDER, Norbert, op.cit.,
p. 18). No eran pinturas vacías de
contenido, para el historiador son un
material de apoyo, son documentos
que le dan solidez a sus reflexiones:
en el tipo de objetos que representan
dan testimonio de los cambios
sufridos por la conciencia y las men-
talidades, las diferentes manifes-
taciones de la sensualidad, los inte-
reses culturales y económicos, las
escalas de valores y preferencias del
público, la penetración de los nue-
vos conocimientos de las ciencias
naturales en la cultura y la vida
cotidiana y la transformación del
modelo que se tenía de la realidad.
LUNA, Juan J. “Miscelánea sobre
bodegones de Melendez a Goya”
Goya, Revista de arte nº 183, Nov-dic.
1984. SERRANO, Eduardo. El bode-
gón en Colombia, Bogotá, Ed. Alfred
Wild, 1992.
37. En el objeto antiguo lo fundamen-
tal no es la vida práctica contenida
en él ni su funcionalidad ni su
eficacia. El objeto antiguo es un ser
consumado, significa el tiempo, es
“testimonio, recuerdo, nostalgia,
evasión”, “signo de una vida ante-
rior”. Tiene propiedades estéticas
simplemente porque ha sobrevivido
al paso del tiempo: frente al objeto
moderno que es vivido como “frío” el
objeto antiguo es “cálido”. En la vit-
rina los objetos antiguos con su
sentido nobiliario (su nobleza here-
ditaria) compensan la caducidad
precoz de los objetos modernos que
ofrece para la venta el almacén.
BAUDRILLARD, Jean. El sistema de los
objetos, México, Siglo XXI, 1981, p. 94.
38. MORACE, Francesco. Op.cit., p. 133.
39. SARLO, Beatriz. Op.cit., p. 22.
40. La marca es “uno de los escasos
vehículos de adhesión social que se
hallan realmente a disposición de los
individuos en las actuales socie-
dades desideologizadas... Conforme
las viejas entidades trascendentes
(llámese Dios, Patria o ejército) van
perdiendo su función en cuanto vehí-
culos de cohesión social... esta fun-
ción tiende a ser ejercida -aunque
todavía sea una mayoría quienes se
niegan a reconocer esta transforma-
ción- por una confusa y siempre
reemplazable turbamulta de marcas
comerciales”. CARO, Antonio. La
publicidad que vivimos, Madrid, Edi-
torial Eresma, 1994, p. 149.
41. SILVA, Armando. “La ciudad como
vitrina”. Magazin Dominical El
Espectador, nº 58, mayo 6/1984. p. 2.
42. Para ver con más detalle estos
dos sentidos del consumo GARCIA
CANCLINI, Néstor. “Los estudios
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sobre comunicación y consumo: el
trabajo interdisciplinario en tiempos
neoconservadores” (ponencia) Bogotá,
Seminario “Comunicación y ciencias
sociales en América Latina”, 1991.
43. LOZANO, Elizabeth. “Del sujeto
cautivo a los consumidores nóma-
dicos” Dia-logos de la comunicación
nº 30, junio/1991, p. 20.
44. BARTHES, Roland. La aventura
semiológica. Paidós, p. 265.
45. “Prohibido aburrirse” Publirre-
portaje Cambio 16 nº 138, febrero
1996, Colombia, p. 35.
46. “Las nuevas concepciones
comerciales inducen cambios en los
comportamientos usuales de los
sábados y festivos. Se sustituye el
parque, el teatro, el cine o el espec-
táculo deportivo por el centro co-
mercial y la realización lúdica de
compras”. El tiempo dedicado a la
compra deja de ser una actividad
tediosa para transformarse en una
actividad gratificante, vinculada al
esparcimiento y como una forma de
ocupar el tiempo libre. CASARES
RIPOL, Javier, “Influencia de las
marcas y de las formas comerciales
en el consumidor”. Revista de
occidente nº 162, nov. 1994, p. 115,116.
47. Como sí lo es el motel. Este es
inseparable de la red de autopistas
que atraviesan y comunican las
ciudades y de su tráfico incesante:
no es para el viajero el lugar del
descanso, “es más un relevo de
postas o un nudo de comunicaciones
que un lugar de encuentro entre
sujetos culturales coherentes... Los
moteles, a diferencia de los hoteles,
destruyen las formas establecidas de
percibir el lugar, el escenario y la
historia. Son únicamente monumen-
tos al movimiento, a la velocidad y
la circulación perpetua”. CLIFFORD,
James. “Las culturas del viaje”. Revis-
ta de occidente nº 170-171, julio-agos-
to 1995, p. 62.
48. IMBERT, Gerard. “La ciudad como
recorrido. (Aproximación figurativa
a a cotidianidad)” II Simposio Inter-
nacional de Semiótica, Universidad
de Oviedo, 1988, p. 248, 249.
49. El sujeto que lo visita no es el
peatón perdido en la masa o el tran-
seunte apresurado de la ciudad,
absorto en sus preocupaciones, que
no presta atención al espectáculo de
la calle, es como el flaneur, un an-
darín, un desocupado que explora la
vida de la ciudad,vaga sin rumbo fijo
por entre el trajín de la gran ciudad.
“La estación y sobre todo el gran
almacén, nuevo laberinto de mercan-
cía, proporcionarán un último refu-
gio a este personaje”. CORBIN, Alain.
“El secreto del individuo”. En ARIES,
P y G. DUBY, Historia de la vida
privada, Madrid, Ed. Taurus, 1989, p.
475. GAWOLL, Hans Jürgen “El paseo
(Ensayo sobre la anticuada usanza
del andar)”. Revista de occidente nº
160, set. 1994, p. 94, 05.
50. SARLO, Beatriz, op.cit. p. 16.
51. Idem.
52. El pasear es un libre deambular
a placer, es una actividad espontá-
nea y de repente es un movimiento
sustraido a cualquier planificación
intencionada. El paseante no busca
cumplir con una cita y a una hora
fijada de antemano: no se siente
apurado por nada ni por nadie. No
conoce ningún “adonde ir” sino que
elige a discreción un “‘dónde’ no
específico”, pero ya familiar, por el
que de nuevo encaminarse. El
vagabundeo que depende de la
iniciativa del propio paseante puede
describir un recorrido original y
puramente individual (Marc Augé,
Hacia una antropología de los
mundos contemporáneos, Barcelo-
na, Ed. Gidesa, 1995, p. 150). El
paseante lleva a cabo una “subver-
sión ingenua de la economía produc-
tivista de la ciudad y sus tiempos
acelerados” (Alberto Hernando.
“Flujos: vértigo circulatorio versus
deambular nómada”. El viejo topo nº
88, set. 1995, p. 67) de los tiempos
medidos, de la conformidad que lo
funcionaliza. Establece una distancia
entre él y el trabajo, rompe con la
actividad orientada al logro de fines,
que busca el cumplimiento de las
obligaciones (la ciudad del paseante
se opone “a la ciudad funcional, a la
ciudad planificada y rigurosamente
dibujada”. Marc Augé, op.cit. p. 149).
53. En el centro comercial “se afirma
con ostentación el prestigio de bie-
nes de diversos orígenes especial-
mente en el dominio de la comuni-
cación y del audiovisual (aparatos
de radio, televisores, cámaras...)”.
Marc Augé, op.cit., p. 158.
Rafae
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diálogosde la comunicación
83
Losespacios
culturales y su
onomástica
Presidente de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias(AMARC) y profesor en las maestrías en comunicaciones de la
Pontificia Universidad Católica y de la Universidad de Lima.Dirección: Av. Dos de mayo 1609, 3rpiso, B, San Isidro.
Telefax: (511) 4405307 E-mail: [email protected]
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Agradezco de veras esta invita-
ción a charlar con estudiantes y
estudiosos latinoamericanos de
comunicación, acaso los que mejor
están situados para aprehender
y encarar los tiempos presente
y futuro: tiempos, ante todo, de
comunicación y globalización1.
Debo confesar que la invitación
me ha suscitado de inmediato una
infantil inquietud por la nomen-
clatura. Me empiezan a preocu-
par, cada vez más, los nombres
que utilizamos para denominar
las cosas que nos están ocurrien-
do, que se intenta describir en la
primera parte, y que todos conoce-
mos bien, puesto que las vivimos.
Quisiera entonces empezar tra-
tando de cumplir con lo que
concretamente se me ha pedido:
que reflexione sobre los espacios
e industrias culturales emergen-
tes. Dejo para luego, en una se-
gunda parte, mi disperso reco-
rrido por los nombres asignados
a estos cambios, y dentro de tal
recorrido, algunas pinceladas
impresionistas, meras “asocia-
ciones libres” mías, de naturale-
za más o menos controversial. Y
para una tercera parte un esbozo
de conclusiones que hacen a la
agenda próxima.
Tengo una suerte de
(primera) lista de
aquellos cambios que
me parece que afectan
más específicamente a
la configuración de los
espacios e industrias
culturales y, por lo tan-
to, al ejercicio profe-
sional de las comuni-
caciones en un futuro
imperfecto ya inicia-
do. Mi lista es la si-
guiente:
1. Un nuevo sector de
la economía mundial
Lo primero que se
detectó (y constituye
un dato cultural
“duro”), fue el sur-
gimiento y consoli-
dación de un nuevo
sector de la economía,
el sector de la infor-
mación y las comunicaciones,
que fue amputado al sector ser-
vicios y llamado el sector cua-
ternario. Este sector absorbía
algo más del 50% de la PEA de
los Estados Unidos, según los
cálculos de Marc Porat, ya a fines
de 19602. Sus puntales se han
vuelto tres elementos indesli-
gables entre sí: la informática, las
telecomunicaciones y las indus-
trias de la comunicación masiva.
Las características que explican
su importancia cultural son las
siguientes:
a) Sus crecimientos son los más
altos de la economía mundial, en
términos de empleo, producción
y productividad.
b) En términos relativos, los pre-
cios de sus productos finales no
sólo crecen menos que los de to-
do el resto de la economía, sino
que disminuyen. Según la ya clá-
sica ley, formulada hace más de
treinta años por Moore, el fun-
dador de INTEL, el precio del po-
der de cómputo se divide por
dos cada año. Algo parecido vale
para las antenas parabólicas o
los equipos de radiodifusión.
c) Su transparencia tecnológica
crece de manera sostenida, per-
mitiendo a los usuarios finales
prescindir de entrenamientos
previos y asesorías permanen-
tes3. Las empresas y organiza-
ciones siguen gastando más en
aprendizaje y sistemas, pero ello
se debe a la vastedad y com-
plejidad de las tareas encomen-I. N
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dadas a las máquinas, no a que
disminuya su amigabilidad.
d) La miniaturización de los
equipos sólo se ha detenido por
la ergometría humana, y esto
mismo será superado, en el caso
de las computadoras, tan pronto
empiece la producción industrial
de equipos que funcionen plena-
mente con voz, sin teclado.
Equipos baratos, transparentes
y pequeños vuelven al proceso
imparable, a pesar de las bien
fundadas advertencias iniciales,
en los años setentas y ochentas4.
A lo que asistimos hoy es a mo-
dificaciones sustantivas en la
estructura y condiciones del em-
pleo, de un lado, y en los tipos y
niveles de consumo, del otro; es
decir, modificaciones en los
sustentos mismos desde donde
se despliegan los espacios y las
prácticas culturales.
En este contexto de expansión
compulsiva, por un lado, y de
relativa fusión entre comunic-
ación social, informática y
telecomunicaciones por el otro,
la visión tradicional de los
medios como espacios cultura-
les bien diferenciados queda en
cuestión.
2. La aceleración histórica
Lo segundo tiene que ver con las
velocidades de emergencia de
nuevos inventos y de difusión
masiva de los equipos, que se
alimentan recíprocamente, de
manera que los plazos previstos
se acortan cada vez más. Esta
velocidad con que se multiplica
el conocimiento acumulado de la
humanidad es otro dato fuerte.5
No es cosa de los países ricos.
En el año 1999 no quedará ni un
solo estudiante universitario en
la ciudad de Lima que no dis-
ponga de una casilla electrónica
y acceso libre a Internet. En el
año 2000 toda la ciudad (inclui-
das las zonas marginales) estará
cubierta por redes de televisión
por cable, como ya están conec-
tados por una troncal de fibra
óptica los 3000 kilómetros de la
costa peruana desde la frontera
con Ecuador hasta la chilena (y
el Pacífico sur entero, desde el
Estrecho de Magallanes hasta
más allá del continente, en el
Caribe). Y ahora se anuncia el
satélite de los países andinos,
años después a pesar del pasma-
miento inicial que sufrió lo que
fue el proyecto andino del siste-
ma satelital Bolívar6.
Las cabinas públicas y comuni-
tarias de cómputo para la co-
nexión a Internet, que existen en
varios países de la región, se
están multiplicando7 junto con la
expansión de los teléfonos pú-
blicos, desvaneciendo los costos
económicos del factor distancia.
Por cierto, el gran negocio de la
privatización de la telefonía en
estos años ha consistido tam-
bién en entregar a las grandes
corporaciones los teléfonos, jus-
to cuando su rentabilidad se lan-
za a un crecimiento exponencial,
puesto que se trasladan a la
telefonía partes importantes del
tiempo libre y del tráfico comer-
cial: juegos, idas al banco y al
supermercado, envío de cartas,
para poner ejemplos contundentes
en países de fuertes migraciones
internas, como el Perú.
El proceso será mucho más len-
to, sin duda, en el campo. Pero
para el mundo urbano peruano
(70% de la población, en ascen-
so) esto ya es presente o futuro
inminente. Diré más: la tasa de
expansión mundial de Internet es
de 20% mensual, la del Perú 40%.
Y el Perú no es, por cierto, el país
que va más rápido en la región.
En Argentina casi uno de cada
dos hogares con televisión
disponen del servicio de tele-
visión por cable8. En algunos as-
pectos puntuales (al menos en
los más baratos), vamos más rá-
pido que los países desarro-
llados, a causa de cierta recupe-
ración compulsiva, indispens-
able en la globalización y corres-
pondiente a esta suerte de ley de
aceleramiento.
3. La multiplicación de las ofertas
culturales y comunicativas
La aparición de la FM multiplicó
la oferta de radio y debilitó la
barrera de ingreso al mercado
que era el capital inicial. Algo
similar ocurrió en la televisión
con la UHF. De hecho, la cantidad
de transmisiones no es función
directa del nivel de desarrollo
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más
tica económico, como lo demuestra
Bolivia, el país de la región que
tiene más estaciones transmi-
soras de TV (75) por aparatos re-
ceptores (500,000 hogares9). Con
el cable, la transmisión satelital
directa, y sobre todo, con la fibra
óptica y la tecnología de las Re-
des Digitales de Servicios Inte-
grados (RDSI), la oferta podrá pro-
yectarse más allá de todo límite.
Los políticos y las administra-
ciones públicas actuales quedarían
agobiadas de sólo tener que ali-
mentar todas estas fuentes y atender
a todas estas miradas (habrá cámaras
y canales para todo).
Por lo menos para algunos sec-
tores urbanos, el nuevo paisaje co-
municacional terminará en un ca-
ble de fibra óptica, por donde
recibirán la televisión, la música,
las llamadas telefónicas y vide-
otelefónicas y todo tipo de men-
sajes, incluyendo diarios diseña-
dos para cada lector, noticieros de
televisión a la hora en que se de-
see y toda la información inte-
ractiva que se quiera, desde el
estado del tráfico en la carretera
que se va a tomar hasta la con-
firmación de las reservas del tea-
tro o del restaurante. El Minitel
francés, al lado de este servicio per-
sonalizado (“softer software”)
será un burro de carga. No es ca-
sualidad que el Primer Ministro
de Francia, Lionel Jospin, acabe
de anunciar su discontinuidad.
4. El consumo “a domicilio”
García Canclini y Piccini han
hecho la válida distinción entre
“bienes simbólicos situados, que
requieren la asistencia al lugar
(desde las universidades hasta
los cines y salones de baile), y
los medios de comunicación
electrónica que llevan los bienes
simbólicos a domicilio (radio,
televisión, etcétera).”10 La actual
transformación implica un
desplazamiento de los primeros
en beneficio de los segundos y,
por lo tanto, la reducción de los
espacios y mercados físicos de
la cultura. Este proceso se inició
masivamente con la radio, o qui-
zás antes, con la distribución de
periódicos a los domicilios de los
suscriptores, y tiene su última
expresión en las Redes Digitales
de Servicios Integrados.
5. El consumo “a la carta”
A tono con lo anterior, el consu-
mo de bienes simbólicos y espe-
cíficamente de medios masivos,
está pasando, quizá lenta y
parcial pero sostenidamente del
menú fijo o comida corrida al con-
sumo a la carta, dentro de un
proceso de fragmentación de
mercados, que podría llegar cer-
ca a la personalización12. Ello
implica que los periodistas y co-
municadores podrán sostener
relaciones interactivas con sus
audiencias y no sólo unidireccio-
nales como en la actualidad. No
bastará estar en el aire o en el
satélite. Habrá que conquistar al
público cada día de nuevo, den-
tro de una competencia crecien-
temente compulsiva. En conso-
nancia con las políticas neolibe-
rales que imponen su signo a
estos cambios, cada vez habrá
más comunicadores free-lance,
que venden sus productos a des-
tajo y (proporcionalmente) me-
nos asalariados.
6. Disminución de la fricción
La fricción se refiere a la parte
que corresponde a la interme-
diación (editor, distribuidor,
librería, etc.) en el precio final de
los bienes simbólicos (90% en la
industria editorial, 85% en la
discográfica). Este costo de la
fricción podrá disminuir si las
posibilidades técnicas se impo-
nen a los intereses económicos.
Más aún, la producción editorial
(en realidad cada día más multi-
mediática, como lo presagia el li-
bro de Laura Esquivel12 y los WWW
más recientes) podrá adaptarse
exactamente a la demanda. No
habrá tanta necesidad de tomar
riesgos mayores de inversión ni
de almacenar stocks invendibles.
Ello explica que las universi-
dades de los Estados Unidos y de
otras partes estén volviendo a
editar revistas, de producción y
distribución principal -aunque
no exclusivamente- virtuales, y
por lo tanto, exoneradas de los
antiguos costos prohibitivos13.
7. El nuevo mercado de autores
La reducción del costo de la
fricción podría implicar que los
derechos de autor se convir-
tieran en componente principal,
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y no secundario, del precio que
se pague por los bienes sim-
bólicos. Técnicamente hablan-
do, los beneficiarios podrían ser
el autor (mejor remunerado) y el
consumidor (con precios más
bajos). Pero aún es temprano
para predecir cómo funcionarán
comercialmente estos nuevos
mercados.
En todo caso, los derechos de
autor, nacidos con la imprenta,
enfrentan hoy una problemática
jurídica compleja por la amenaza
de disolución del concepto que
los funda: la originalidad. Indi-
vidualizar la creación, en efecto,
se ha vuelto un desafío jurídico
mayor, cuando se puede usar la
paleta de colores y el trazado de
líneas de Van Gogh para producir
(incluso aleatoriamente) una
nueva “obra de arte”. ¿Cuál es la
parte de cada cual? ¿Y cuál -más
complejo aún- en la producción
multimedia?
8. El fin de los mercados cul-
turales definidos por sus
soportes
Hasta ayer las empresas de bie-
nes y servicios culturales funcio-
naron en base a la concesión y/
o administración de uno u otro
tipo de soporte físico. Hoy, sin
emabrgo, estas especificidades
se diluyen. Hay dos ilustraciones
contundentes:
a) Estábamos acostumbrados a
que el vehículo de la televisión
era las ondas herzianas y el de
los teléfonos los cables. Ahora,
cada vez tenemos más televisión
terrestre y más telefonía aérea.
b) Comunicación social y comu-
nicación masiva significaron
siempre lanzamiento de mensa-
jes a un espectro amplio. Por eso
en inglés radiodifusión es broad-
casting. Análogamente, podría
pensarse en la telefonía como
narrowcasting. Pero ahora no
sólo las empresas de una y otra
cosa son, a menudo, las mismas,
sino que los medios llamados
masivos establecen toda suerte
de relaciones personalizadas
con sus receptores. Lo que ayer
fueron las “cartas de los lecto-
res” y las “llamadas de los radio-
escuchas” se transforman ahora,
de mero mecanismo de retroa-
limentación en parte sustantiva
de la operación empresarial.
9. Versatilidad y disolución de
fronteras entre medios
Un factor derivado de todo lo
anterior, que incidirá dramática-
mente en el ejercicio profesional
de los comunicadores (y ojalá en
su formación) es la posible flexi-
bilización de las fronteras entre
medios. Al transmitirse todo en
bits y bytes -técnicamente al
menos- la decisión sobre el
medio podría trasladarse del
punto de producción al de re-
cepción. Uno podrá escoger en-
tre recibir el mensaje como ra-
dio, televisión, diario o la com-
binación que quiera (volveremos
sobre ello)14.
No es que habrá obsolescencia
de medios, lo que la historia de
las comunicaciones no registra,
pues el diario no reemplazó al
libro, ni la fotografía a la pintura
(al contrario, la liberó de la so-
bre-influencia del realismo) ni el
cine al teatro, ni la televisión a
la radio, ni el video a la televisón.
Así, hoy el ciudadano latinoa-
mericano se entera por la radio,
confirma por la televisión y ana-
liza por los medios impresos, sin
tener que elegir entre medios
que se han vuelto, en este sen-
tido, especializados y comple-
mentarios15. De modo que todo
hace pensar que seguirá ha-
biendo libros, diarios, radio, te-
levisión, cine y escuelas, pero
sus dinámicas serán sustan-
tivamente diferentes (más ver-
sátiles) así como el concepto de
“documento” y el acto de leer se
vuelven mucho más variados.
De hecho, todos los principales
medios de la región ya se mue-
ven en una perspectiva de inte-
gración horizontal. Y es de el-
emental lógica comercial pues
no tendría ningún sentido econó-
mico mantener el negocio de la
telefonía, la televisión por cable,
los servicios de valor agregado,
o las comunicaciones vía Inter-
net, por separado. Todos estos
rubros usarán como soporte la
fibra óptica. Sería absurdo ten-
der esta fibra para brindar sólo
uno o algunos de ellos. Por eso
en países como el Perú las
compañías telefónicas y la IBM
emergen ahora al lado de las
diálogosde la comunicación
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más
tica corporaciones de televisión
como nuevos gigantes de la
comunicación masiva.
Un buen ejemplo de esta
convergencia se da en el campo
de la televisión. Toda la discu-
sión entre europeos, de un lado
y norteamericanos y japoneses
del otro, en torno a la norma de
lo que sería la Televisión de Alta
Definición (HDTV) fue despla-
zada por la inminencia de la
televisión digital. La Federal
Communications Comission de
los Estados Unidos acaba de
adoptar para esta última el
patrón propuesto por la “gran
alianza”: Philips, Sony, MIT,
Microsoft, Apple, todos en el
mismo saco.
Su negocio principal, claro está,
no consiste sólo en la comuni-
cación masiva, ni mucho menos
en el acceso a Internet (que es
un rubro francamente menor), la
tajada importante es el conjunto
de servicios de valor agregado.
En tal sentido -conviene insistir
en ello- Internet es apenas la
punta del iceberg.
10. Ahorro de recursos y de
espacio doméstico
Con el tiempo es posible que
biblioteca, videoteca, discoteca,
CD-ROMs incluidos, no tengan
que ocupar tanto espacio domi-
ciliar, pues muchos bienes
culturales que se requieran en
un momento dado estarán
disponibles para usar y desechar
(o guardar) su soporte físico.
Parte de lo que antes deman-
daba transporte físico (de cosas
o personas) se podrá convertir
en comunicación (digital). Dismi-
nuirá todavía más la importancia
del papel en tanto que soporte
único o principal de información
y testimonios16.
Lo anterior implica que el abis-
mo pre-existente entre industria
y artesanía podrá diluirse al
conjuro de una lógica de pro-
ducción que vuelve posible y rent-
able acercar la oferta al volumen
de la demanda en cada momento;
y de un sistema de alma-
cenamiento y distribución que
permite pasar (rápida y econó-
micamente) del soporte virtual y
digital al producto real y físico.
11. Eventual liquidación de la
concepción bancaria de la
educación
En los años sesenta, la crítica
radical a la escuela, “vaca gorda
y sagrada” para Iván Illich, fue
alimentada por la propuesta de
Paulo Freire a favor de una
educación (alfabetización) libe-
radora, y contra la concepción
bancaria consistente en “co-
locar” conocimientos en la men-
te del alumno. De ahí partieron
los intentos de “comunicación
alternativa” o “alterativa”. Final-
mente ahora, aunque aparezca
paradójico para el recuerdo
sesentista, la educación, y en
particular la educación univer-
sitaria, será quizá lo que más
pueda cambiar. Si la voluntad de
los seres humanos, el control de
los intereses económicos y la
flexibilidad de las instituciones
lo permitieran, podría desvane-
cerse el valor instrumental de la
posesión individual de informa-
ción, como consecuencia de su
superabundancia. Si así ocurrie-
ra, ya no interesarían, en absoluto,
los datos que uno pueda me-
morizar, sino la capacidad de pro-
cesar inteligentemente la infor-
mación para fines específicos.
Todo lo anterior no quisiera ser
una dócil apología de la técnica
ni, mucho menos, la proclama de
una panacea para los males
sociales. La tecnología no re-
suelve la pobreza ni la injusticia,
para ser claros en cuanto a lo
más importante. Más aún, a na-
die escapa que el signo coyun-
tural de esta transformación es
un signo ajeno a los mejores
ideales humanistas (y también
liberales, en sentido estricto) y
favorable a la dominación.
Pero sí intentan estas palabras,
remarcar la impostergable ne-
cesidad de pensar el futuro con
realismo y sin nostalgia, sin en-
candilarse ni pasmarse, como
ocurre alternativamente con las
aproximaciones maniqueas (apo-
logéticas o satanizadoras, inte-
gradoras o apocalípticas). Final-
mente, está también en nuestras
propias manos subvertir y do-
mesticar aparatos creados para
la opresión, a fin de convertirlos
en herramientas de liberación.
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89
De chico coleccionaba
estampillas. Luego, cuan-
do empecé a viajar, mo-
nedas. Ahora se me ha
dado por coleccionar
los nombres que se
vuelven monedas co-
rrientes para denomi-
nar a lo que nos pasa a
nosotros y al mundo.
De manera que he tran-
sitado de la filatelia a la
numismática, y de ella
a esta curiosa onomás-
tica de nombres comu-
nes que, por abocarse
a cuestiones a la vez
tan internacionales y
tan corrientes, con-
serva algo de mis anti-
guas aficiones filatélica
y numismática.
Recorrer esta colección es, claro
está, una manera cómoda de asir
algunas de las discusiones prin-
cipales que aparecen como con-
troversias semánticas en la su-
perficie, pero que significan, en
el fondo, relevantes diferencias
analíticas y políticas. Es también
una forma de agregar bemoles y
precisiones, aun a riesgo de re-
dundancias y repeticiones, a mi
escueta lista anterior. Por eso
vale la pena la excursión.
Guardo registro de no menos de
doce denominaciones aplicables
al conjunto de los once cambios
recién anotados. Sin considerar
otras de menor fortuna en el ac-
tual mercado del lenguaje coti-
diano latinoamericano, tales co-
mo “ciberespacio” e “hiperespa-
cio”17. Ni tampoco algunas más
que pueden asimilarse a las ya
listadas (las tres olas de Toffler18,
los siete tsunamis de Tehra-
nian19). Y prescindiendo, en fin,
de varios otros términos20 y teo-
rías21 que resultan colaterales a
este ejercicio, puesto que no se
refieren a la totalidad de los
nuevos espacios económicos,
sociales y culturales.
Todas las palabras de esta colec-
ción se hallan bien fundamen-
tadas (digamos que son mone-
das fuertes, de buena ley y am-
plia circulación). pero no vienen,
claro está provistas de la misma
intención denotativa. Unas apun-
tan sobre todo a la dimensión
cultural, otras a la económica,
algunas más a la técnica, a la
poblacional-ocupacional o a la
espacial22; pero todas resultan
convergentes en la medida en
que pretenden definir la novedad
de este tiempo. Tales denomina-
ciones son, siguiendo su supues-
to, aparente, y harto discutible
orden de edades (o mejor dicho,
orden de acceso a mis oidos y
retinas), las siguientes:
1. Nuevas tecnologías:
Años atrás todos hablábamos
con inicial desconcierto, perple-
jidad y (algún) maniqueismo, de
las nuevas tecnologías. El
sintagma se puede utilizar siem-
pre, pero sus contenidos cam-
bian según los tiempos, los auto-
res y las latitudes. Así, no es de
extrañar que para Cees Hamelink23
la expresión “nuevas tecnolo-
gías” resulte altamente infeliz,
dadas su factura y finalidad e-
minentemente comerciales y pu-
blicitarias. De hecho, lo nuevo
connota lo novedoso, siempre
pasajero y frágil, ambiguo y pre-
cario. Baste con evocar al funcio-
nario de patentes de Estados
Unidos que en 1899 pidió que se
cerrara su oficina porque “todo
lo que se puede inventar se ha
inventado ya”24; o al profesor de
Oxford que rechazó en 1878 la
luz eléctrica, con el argumento
de que era “un mero artilugio”25.
El concepto de lo nuevo, como
es obvio, carece de toda pre-
tensión de exactitud. La tele-
visión por cable, por ejemplo, es
una muy vieja tecnología
utilizada en México desde el
comienzo de la televisión, sólo
que repotenciada gracias, prime-
ro a la combinación del cable
con las transmisiones satelitales,
y luego al creciente reemplazo
del cable coaxial por la fibra óp-
tica. No sorprende, por lo mis-
mo, que para McLuhan, como
para muchos campesinos latino-
americanos, las nuevas tecnolo-
gías arranquen con la electri-
cidad, el cine, la radio y la tele-
visión, mientras que para Gates
incluya Internet pero ya no la
computadora misma26. De modo
que definir un fenómeno por su
reciente y pasajera novedad no
predica nada de él. Es, con las
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más
tica justas, un término exploratorio
y mal descriptivo, que no se
justifica más. No alude, elude.27
Un ejemplo ilustrativo: Al inicio
de mi curso de Economía de las
Comunicaciones en la Univer-
sidad de Lima, este semestre,
pedí a mis alumnos que me
hicieran una lista de las “nuevas
tecnologías”. Las que aparecie-
ron con mayor frecuencia y
pertinencia incluían desde el fax
(que se remonta hasta el siglo
pasado y que la Xerox comer-
cializó en la década de 1960)28,
las micro-ondas y el sonido
estereofónico (ambos de los
años cincuenta) y la televisión
por cable, hasta, por supuesto,
las muy recientes telefonía
celular y TV interactiva. Buena
señal del escaso poder de
precisión de la expresión
“nuevas tecnologías”.
Carlos Eduardo Colina, bien
empeñado en desarrollar una
“sociología de las nuevas tecno-
logías de comunicación” recuer-
da, al admitir que las fronteras
del término son “frágiles y vario-
pintas”, que McLuhan “comienza
a hablar de nuevas tecnologías
a partir de la electricidad”29. El
esfuerzo de Colina es de méritos
y polendas, pues está defen-
diendo la pertinencia de estos
estudios frente a una posición
que pretende que el ININCO
(Instituto de Investigaciones de
la Comunicación de la Univer-
sidad Central de Venezuela) “no
debería estudiar, por ejemplo,
los efectos sociales específicos
de la informática sino la inciden-
cia de las tecnologías digitales en
la radio, cine, TV, prensa y dis-
co.”30 Pero hay que recordar, sim-
plemente, que toda la obra de
McLuhan fue producida antes de
la aparición de la computadora
personal en 1980. Su fascinación
(ejemplo de “integrado” lo con-
sidera Eco, “mitólogo” lo llama
Verón31), proviene de la televi-
sión. Y la televisión es, junto con
la radio, el producto cultural más
importante de una revolución
anterior a la que hoy vivimos, es
decir, la revolución de la electri-
cidad32. ¿Cómo podría McLuhan
haber tenido un concepto de
“nuevas tecnologías” que no re-
sultara caduco a los pocos años?33
Y, por si este nomadismo con-
ceptual no fuera ya motivo
suficiente para tomar distancia
de la expresión, conviene recor-
dar que las nuevas tecnologías
son sólo la base material e in-
strumental de la comunicación.
Y que nuestro interés como
comunicadores está sobre todo
asociado a los mensajes y a las cul-
turas olímpicamente ausentes en
la palabra “tecnología”34. Sin du-
da es la conciencia de todo ello la
que lleva a abandonar crecien-
temente el lenguaje del desconcier-
to inicial (“nuevas tecnologías”),
con sus mezclas de encandila-
mientos, escepticismos y alarmas,
en beneficio de conceptualizacio-
nes más precisas, como es el caso
de la utilizada en el lema de
nuestro encuentro: globalización35.
2. Globalización
En un sentido cultural y religioso
la globalización del mundo se
inicia, como profecía religiosa,
hace 2,000 años, con el cristia-
nismo. Y en un sentido político,
desde antes, con los primeros
imperios, hasta volverse pro-
yecto político y económico de
alcance realmente mundial en el
siglo quince, a caballo y a vela
de los descubrimientos geográ-
ficos y la expansión colonial e
industrial iniciada con la im-
prenta. Pero los imperios, como
lo advirtiera el maestro cana-
diense de McLuhan, Harold Innis
en su libro de 1950, constituyen
razón de ser y causa eficiente de
los transportes y comunicacio-
nes, es decir, de los caminos, vías
férreas y puertos, por un lado, y
de la escritura y sus soportes
(arcilla, pergamino, papiro,
papel o bits)36 por el otro.
La globalización, término prefe-
rido por los economistas de hoy37
se entiende como un proceso ini-
ciado desde los años setentas,
que envuelve a los mercados, la
producción, las finanzas y las
comunicaciones38. Lo que la
globalización actual agrega a la
vieja historia colonial e imperial
es, sobre todo, (a) el soporte
técnico de la informatización de
la sociedad; (b) un proyecto cul-
tural ya no sólo hegemonizador,
sino también homogenizador,
focalizado sobre todo en el con-
sumo39, y cuya existencia como
proyecto no implica que en la
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realidad las culturas resulten
mecánicamente homogeniza-
das40; (c) la dimensión económi-
ca de la transnacionalización
(sobre la cual volveré); y (d) el
momento político de erosión de
los Estados nacionales, que con-
vierte a las relaciones “inter”
(nacionales, civilizatorias o
culturales) en relaciones “intra”,
como afirma Renato Ortiz41 y
más todavía, “trans” (nacionales,
civilizatorias, culturales).
Pero son precisamente estos
rasgos inéditos, en su indivi-
dualidad y como conjunto, los
que vuelven pertinente el senti-
do contemporáneo de la globali-
zación, difícil de asir (y de dife-
renciar del impulso imperial),
desde las ciencias sociales, pues
éstas -como lo recuerda Ortiz42-
están fraguadas en las arenas
nacionales (y nacionalistas) que
les sirvieron de salas de parto a
fines del siglo pasado.
Por último, el adjetivo global
puede asociarse a la apología de
la Global Village que hace
McLuhan43. Una asociación forza-
da, puesto que el marco de refe-
rencia de McLuhan era una ana-
logía (casi una metáfora) cul-
tural, y no una visión integral de
la economía y la sociedad. Pero
también aparece la imagen de
globalidad en el Global Super-
market que subyace y explica la
Global Village en la convicente
presentación de Barnett y
Muller44. Más allá de estos y
otros recorridos, el éxito del
término parece corresponder a
su competencia para denominar
las transformaciones en curso.
3. Internacionalización
He aquí un término que empezó
a popularizarse ya en los años
sesenta para referirse a la mo-
vilidad inaudita del capital finan-
ciero e industrial en este mundo
que, desde entonces pertenece,
sobre todo, a las corporaciones
transnacionales. Pero el adjetivo
“internacional” alude a fenóme-
nos que existen desde siempre,
y connota la imagen de que las
naciones siguen siendo los suje-
tos de las relaciones exteriores.
Tal es la diferencia inequívoca
entre los prefijos “inter” y
“trans”. De ahí que el término
resulte estéril para designar lo
específico de estos tiempos
caracterizados precisamente
por el tránsito de las relaciones
internacionales a las transna-
cionales y globales, en que se
borran fronteras, se diluyen las
funciones tradicionales de los
Estados-nación y emergen los
netizens45 (ciudadanos de la red
y no de Estado particular alguno).
4. Transnacionalización
El concepto de transnacionali-
zación emergió precisamente,
para distinguir la fase actual de
sus seculares antecedentes en
materia de internacionalización
y concentración del capital. Así,
la transnacionalización es enten-
dida, ya en los años setenta,
como una nueva “fase” del capi-
talismo (distinta al imperialis-
mo), con dos características
centrales: (a) que se internacio-
naliza por vez primera, ya no
sólo la extracción de materias
primas, las finanzas, el comercio
o el consumo, sino el mismo pro-
ceso de producción, diluyéndose
la especialización de las na-
ciones dentro de las divisiones
internacionales del trabajo, es
decir, desnacionalizándose la
escala y el marco nacionales de
la actividad industrial; y (b) la
pérdida del poder de los Estados
(tanto de la periferia como del
centro) con relación a las corpo-
raciones, como lo señalan en un
artículo crucial y de síntesis,
Raúl Trajtenberg y Raúl
Vogorito46. “Trans” - “inter” + “in-
tra”, como la varianza total en
estadística, que equivale a la
suma de la varianza inter-grupos
más la varianza intra-grupos.
5. Tercera revolución indus-
trial
Se habla de una tercera revolu-
ción industrial, tomando como
analogía a las anteriores. Pero
ésta, la actual, tiene alcances
muy distintos y mayores que los
de la caldera a vapor o la faja de
transmisión pues esta vez no se
trata sólo de una innovación
puntual y específica en el proce-
so de producción (generación de
energía, transporte de piezas),
sino de una genuina revolución
cultural que abarca la totalidad
de la vida económica y no
diálogosde la comunicación
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más
tica económica, relaciones cotidianas
y uso del tiempo libre incluidos47.
Para ejemplificar que se trata de
una genuina revolución cultural
y no sólo industrial, tomemos el
caso del cine: tenemos crisis en
la industria cinematográfica y
quiebras de las salas (cuando no
sub-divisiones) pero resulta que
hoy se ve más cine que nunca.
Lo que ocurre es que ya no se ve
tanto como antes el cine en los
cines. En general se asiste menos
a los centros culturales, y esto
constituye una transformación
de polendas, pues estamos tran-
sitando velozmente desde el
consumo de bienes simbólicos
en mercados físicos, a los cuales
el consumidor se desplaza, hacia
el reparto de bienes culturales a
domicilio, vía, sobre todo, los
medios electrónicos48. Ello, di-
cho sea de paso, implica también
una profunda transformación en
la cultura y la vida políticas. Las
relaciones políticas cara a cara
(la manifestación en la plaza, el
local partidario, la cédula), que
ayer eran el mercado, la arena y
el escenario de las confronta-
ciones partidarias, ya no funcio-
nan. Lo cual explica mejor las
crisis de los sistemas políticos
que la siempre mentada caduci-
dad de paradigmas ideológicos.
Es toda la cultura, no sólo la
producción ni sólo la economía,
ni mucho menos sólo las ideo-
logías lo que fermenta.
Y sobre todo, la imagen de una
revolución industrial número
tres adolece de una cierta miopía
histórica pues coloca el cambio
actual en el “corto” o “mediano”
periodo (diría Braudel) de los
últimos dos siglos, cuando ya
aparece claro: (a) que esta trans-
formación es de raíces mucho
más robustas y profundas; (b)
que incluso la serie real de revo-
luciones industriales fue ini-
ciada, no con la caldera a vapor
sino ¡con la imprenta!; y (c) last
but not least, que no estamos
frente a una nueva revolución
industrial sino a la revolución de
salida del periodo del indus-
trialismo hacia algo posterior.
6. Sociedad post-industrial
Fue Daniel Bell, a fines de los
años cincuenta, quien empezó a
divulgar este término49, tomado
del escritor inglés Arthur Penty,
quien lo incorporó ya en 191750
y probablemente fue Touraine
quien mejor y más temprano ex-
ploró su sociología51. Pero la ex-
presión goza de todas las caren-
cias de una definición por lo
negativo (“post”). No es de ex-
trañar por ello que Daniel Bell52
lo abandonara en beneficio de la
“información” y el “conocimien-
to”; y que Alain Touraine prefi-
riera la expresión “sociedad pro-
gramada” (por coincidencia, sus-
ceptible de ser utilizada con una
fuerte connotación informática).
En América Latina, que nunca
llegó a ser industrial en sentido
estricto, el hablar de sociedad
post-industrial adquiere por
cierto un dejo irónico, puesto
que realmente transitamos:
a) del pre-industrialismo al post-
industrialismo, sin haber pasado
por el industrialismo53;
b) de la pre-modernidad a la
post-modernidad, sin haber
pasado por la modernidad54;
c) del analfabetismo lingüístico
al alfabetismo tecnológico sin
haber pasado por la alfabeti-
zación masiva y prolongada;
Todos estos tránsitos compul-
sivos, sin mediación, han tenido
que producir especies de “sin-
cretismos” prácticos en los espa-
cios y formas culturales de Amé-
rica Latina.
7. Autopistas de la información
Sin duda, la popularidad del
término information highway
en los Estados Unidos (y quizá
también en América Latina) se
debe al vicepresidente Al Gore,
su principal vocero gubernamen-
tal, cuyo padre había patrocina-
do en 1956 la Federal Aid High-
way Act, base de la parrilla de
autopistas de los Estados Uni-
dos, metafóricamente equipara-
ble a la nueva red de comunica-
ciones y servicios digitales55.
Como lo ha sugerido el propio
Bill Gates, el término “informa-
tion highway” resulta también
inadecuado. La metáfora de la
autopista convoca desplaza-
mientos, recorridos y distancias,
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cuando lo más relevante del pro-
ceso en curso será la eliminación
de distancias y tiempos de
comunicación. Vía Internet una
comunicación de aquí a la otra
esquina cuesta el mismo tiempo
y dinero que una comunicación
hecha a Camboya. Así se gene-
raliza la posibilidad de asincro-
nía en los medios masivos
(podré ver el noticiero que quie-
ra, del país que prefiera, a la hora
que me dé la gana). Además, la
imagen de la autopista enfatiza
la infraestructura, cuando el soft-
ware siempre predomina sobre
el hardware, como recordaba
Calvino en su obra póstuma57. Y
por último, más que de autopis-
tas carrozables de lo que se trata
es de un mar navegable en el que
todas las rutas son viables y plau-
sibles. Navegamos, no circula-
mos. La metáfora de la autopista
termina siendo un apretado e
incómodo corsé.
8. Sociedad de la información
En Europa se prefiere, desde mu-
cho antes, el término “sociedad
de la información”, inaugurado
hace dos décadas en el marco de
una real explosión de neolo-
gismos (exigidos por las realida-
des, aunque resistidos por las
academias), tales como informa-
tización de la sociedad y tele-
mática en Francia (donde tuvo
un papel clave y precursor el fa-
moso Informe Nora-Minc58), y
“compunicaciones” en los Esta-
dos Unidos59. En “Sociedad de la
Información” habita, en todo
caso, la idea de que es la socie-
dad misma (y su cultura) la que
vive el proceso, no meramente
las tecnologías ni las vías de
transporte y comunicaciones.
Además, se trata de una expre-
sión que va al corazón mismo de
lo que está pasando: la trans-
formación de un mundo basado
en los átomos (en el que los
bienes culturales son “cosas”
físicas, tangibles), en otro cons-
truido sobre bits y bytes60. Los
sistemas de transmisión e
intercambio de bienes culturales
a través de cosas (libros, cua-
dros, partituras) estaban limita-
dos, como es obvio, por la capa-
cidad de producir y comercia-
lizar significantes analógicos
(tipografías, grados de luz,
escalas musicales, matices de
color, etc.). lo que resulta supe-
rado por los elencos de símbolos
de los sistemas digitales. El he-
cho cultural que “sociedad de la
información” convoca consiste
en que todas las tecas (cajas, en
griego) de la modernidad po-
drían ser reemplazadas por co-
nexiones telemáticas: biblioteca,
pinacoteca, discoteca, videoteca
(y las cajas de fichas, por su-
puesto en primer lugar). Repito:
¿qué necesidad habrá de
(comprar y) guardar todos los li-
bros que hace años a uno no le
interesan, todos los discos que
uno ya no escucha y los videos
de las películas clásicas, si se
puede obtener todo ello, a poco
costo, en el instante mismo en
que se vuelva a requerir?
Lo cierto es que “sociedad de la
información” permite pensar en
una serie de estadios sucesivos,
al gusto de Comte, y de todos los
“historiadores” que tratan de
explicar, privilegiando una y otra
dimensión del fenómeno, cómo
se ha llegado a esta sociedad
(McLuhan, Innis, Bell, Toffler,
Tehranian, Debray, etc., etc.). En
efecto, cada gran estadio de la
humanidad implica (y puede
expresarse en relación con) un
cambio radical en la tecnología
de las comunicaciones: cazado-
res y recolectores = oralidad. Agri-
cultura = escritura. Estadio in-
dustrial = imprenta. Sociedad
de la información = telemática.
No es casual, por eso, que para
comparar las teorías sobre esta
época, el británico Frank Webs-
ter haya titulado su libro “teorías
de la información”61.
9. Mundialización
Renato Ortiz sugiere que el tér-
mino mundialización equivale
para la cultura lo que el término
globalización para la sociedad62.
La verdad, no estoy muy seguro
de que necesitemos dos
sustantivos diferentes si tene-
mos los adjetivos (social y cul-
tural) y, sobre todo, si queremos
destacar la unidad multidimen-
sional del proceso. Sin embargo
“mundo” permite una serie de
imágenes muy ilustrativas del
proceso en marcha, las mismas
que han sido convincentemente
expuestas por Ortiz. Entre ellas
“ciudadanía mundial” (mucho
diálogosde la comunicación
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más
tica más abrazante que la “ciuda-
danía de la red” de los netizens),
“sociedad civil mundial” y
“política interna mundial”.
Además, subraya bien el
fenómeno de “desterritorializa-
ción” de la cultura, tan importan-
te y tan bien analizado entre
nosotros63.
En definitiva, el marco de la
mundialización se presta para
resolver una serie de inútiles
dicotomías que aún subsisten
(nacional versus extranjero,
sobre todo), al sugerir que el
medio milenio de predominio de
los Estados nacionales (y de la
imprenta) se diluye ahora, no en
el regreso mcluhaniano a la
aldea, sino en la constitución,
por vez primera, de un verda-
dero escenario mundial. El “mun-
do” resuena más concreto y fa-
miliar que el “globo”, a pesar de
que se usa poco.
10. Tercera revolución cul-
tural64
Retomando a Daniel Bell (y en un
sentido limitado, a McLuhan), la
historia de la humanidad (como
ya se ha dicho en el acápite II.8)
puede concebirse en relación
con los cambios en las tecnolo-
gías de comunicación65: qui-
nientos milenios de oralidad
(que nace con el hombre mis-
mo), cinco milenios de escritura,
cinco siglos de imprenta y quin-
ce años de comunicación elec-
trónica (desde la primera PC),
todo lo cual puede plantearse en
términos de la “Ley Brunner”
que ha incorporado reciente-
mente entre nosotros Arturo
Salazar Larraín66. Cada una de
estas etapas alteró todo. Tanto,
que al tiempo anterior a la
escritura se lo llama, en la ins-
piración eurocéntrica de nuestra
escuela, pre-historia. Es con la
escritura que aparecen la his-
toria, las literaturas y la acu-
mulación sistemática de cono-
cimientos (filosofía, ciencias
formalizadas). Y con la imprenta
recién puede imaginarse la
alfabetización y educación ma-
sivas (antes no valía la pena leer
y escribir, simplemente no había
qué leer), los viajes masivos, el
libro tal como lo conocemos, los
derechos de autor (que reem-
plazaron a los derechos del te-
nedor, cuyo poder se ilustra tan
bien en “El nombre de la rosa”67)
e incluso la noción actual de los
niños como algo (mucho) más
que adultos pequeños y de la
infancia como etapa decisiva en
la psicología evolutiva. Lo que
hoy vivimos es una verdadera
revolución cultural, sólo compa-
rable a la de la escritura o la de
la imprenta.
Excelente ilustración de lo que
significa la escritura como revo-
lución cultural y no mera tecno-
logía computacional, se registra
en uno de los capítulos finales de
“Los comentarios reales de los
incas”, del Inca Garcilaso de la
Vega. Se trata de una anécdota
que retomó Ricardo Palma en
sus “Tradiciones peruanas” y
más recientemente el psicoana-
lista Max Hernández en su tra-
bajo de psicohistoria. Cuenta
Garcilaso que el primer español
que trajo a Lima melones los
sembró en su chacra, en las afue-
ras de Lima y ordenó al capataz
que le enviara a la ciudad la
primera cosecha. A los pocos
meses el capataz llama a dos
indígenas y les entrega ocho
melones, junto con una carta pa-
ra el Señor. “No se vayan a comer
ninguno” les dice, “porque si lo
hacen, la carta se lo hará saber
al Señor”. En el camino, curiosos,
los indios deciden probar la nue-
va fruta. Se comen primero una,
después otra, con buen sentido
de la justicia distributiva, para
equilibrar el peso correspon-
diente a cada uno. Pero antes
han escondido la carta detrás de
un muro para que no los vea. Lle-
gados a Lima y cumplida la en-
comienda, el Señor abre la carta,
la lee y les increpa: “Sé por la car-
ta que se han comido dos melo-
nes. Son ustedes unos ladrones.
Y termina Garcilaso, los indios
huyeron despavoridos “porque
la escritura no sólo veía, sino que
veía a través de las paredes”68.
Con el mismo propósito ilus-
trativo, cabe recordar las lamen-
taciones de Platón por los servi-
cios que la escritura prestaría a
los perezosos69; o el diálogo en-
tre el sabio Theut y el rey
Thamus, citado por Umberto Eco
en su clásico libro “Apocalíp-
ticos e integrados frente a la
cultura de masas”. El rey egipcio
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se oponía al invento de la escri-
tura, que le traía Theut, conside-
rándola profundamente anti-
educativa. Si la gente podía leer
las cosas -pensaba el rey Thamus-
ya no iban a querer aprenderlas.
Y quizá también el poder y el
prestigio de reyes y sabios podía
verse amenazado por su pérdida
del monopolio del conocimien-
to70. Sinonimia entre aprender y
memorizar que pareciera repro-
ducirse en muchas de las resis-
tencias contemporáneas más
banales frente a la innovación
técnica y su eventual aptitud pa-
ra combatir con eficacia la “con-
cepción bancaria de la educa-
ción” que criticaba Freire y la
ineficacia de un sistema educa-
tivo todavía fuertemente basado
en la memoria, la triquiñuela
(piénsese en los vetustos exá-
menes de ingreso a las univer-
sidades peruanas) y la reducción
del profesor a la categoría de
repetidor.
Las críticas nostálgicas hechas
a la innovación tecnológica re-
ciente, en nombre de ciertas tra-
diciones culturales (el libro em-
pastado y “el ratón de biblio-
teca”, por ejemplo), constituye
una actitud análoga a la crítica a
la imprenta efectuada desde el ti-
po ideal medieval, lo que Eco
también recuerda y cuestiona:
“valorar la función de la impren-
ta condicionándola a las medi-
das de un modelo de hombre
típico de una civilización basada
en la comunicación oral y visual,
es un gesto de miopía histórica
y antropológica que no pocos
han cometido”71.
En cuanto a la imprenta misma,
las cifras son elocuentes: antes
de Gutenberg había en toda
Europa 30,000 libros, en su ma-
yoría Biblias o comentarios bíbli-
cos. Eran esos los libros que co-
piaban los monjes de “El nombre
de la rosa”, verdaderos dueños
del ejemplar físico, de su conte-
nido, y del derecho a difundirlo
o negar su existencia, que es pre-
cisamente el tema de la novela
de Eco. Para el año 1.500 ya ha-
bía más de nueve millones de
libros, sobre los más variados te-
mas y en las más diversas “nue-
vas” lenguas”72. A guisa de com-
paración con lo que ocurre hoy:
en Estados Unidos, uno de los
países más telefonizados del
mundo, para una población de
264 millones de habitantes exis-
ten 126 millones de teléfonos, y
según algunas estimaciones, cer-
ca de 400 millones de computa-
doras, o sea, más de tres com-
putadoras por cada teléfono y
casi dos por cada habitante. En
quince años la industria informá-
tica ha triplicado en computa-
doras lo que el Estado y las em-
presas privadas lograron, en ma-
teria telefónica a lo largo de más
de un siglo. De esos 400 millones
de computadoras, por último, el
10% (¡40 millones!) están
conectadas a Internet. Ya hay
más flujos internacionales de
telecomunicaciones entre compu-
tadoras que entre teléfonos, co-
mo acaba de señalarlo el Direc-
tor General Adjunto de la
UNESCO para las Comunicacio-
nes, la Información y la Informá-
tica, Henrikas Yuskavitsus.
La consideración del término
“revolución cultural” se ha vuel-
to desmedida. Pero me ha pare-
cido necesario hacerlo así para
poder preguntarse con solven-
cia: ¿qué es esto? ¿solamente
tecnologías nuevas? ¿meras
autopistas de la información?
¿una revolución industrial más?
Por favor...73.
11. Videoesfera
En penúltimo lugar, una obra y
una terminología aún poco difun-
didas en América Latina: Regis
Debray, bien conocido entre no-
sotros por otras antiguas razo-
nes y obras militantes, ha inven-
tado entre varios otros, los neo-
logismos “mediología” y “video-
esfera”74. En diálogo con Comte,
Debray establece tres edades
históricas: la logósfera, que co-
rresponde a la edad de la escri-
tura; la grafósfera, edad de la
tipografía, y la videoesfera, edad
del audiovisual. Su perspectiva
es, en lo esencial, coincidente
con lo que se acaba de señalar,
aunque en coherencia con su
razonamiento mediológico su
nomenclatura pone el énfasis en
esta época más en lo audiovisual
que en lo telemático.
Me limito a registrarlo, sin entrar
a la densa y rica discusión que
supone caracterizar a la época
diálogosde la comunicación
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más
tica actual por el audiovisual (como
también quería en un contexto
mucho menos atractivo, McLuhan)
o por lo multimediático (que
implica la multiplicidad y la
transitividad entre todos los
soportes de la mediación). El fu-
turo dirá si al tránsito académico
que se inició hace 25 años (de las
escuelas de periodismo a las fa-
cultades de comunicación) será
sucedido por este otro que iría
de las facultades de comunicación
a las de mediología, como quizás
correspondería a la apasionante
aventura intelectual emprendida
por Debray (enemigo con razón de
la mass-mediología).
12. Gatesismo
Por último, confieso mi deleite al
descubrir este “nuevo neologis-
mo” (valga la redundancia) en el
número 19 de la revista de
comunicaciones de la Universi-
dad Autónoma de Barcelona,
correspondiente a 199675. Más
aún, tratándose del artículo de
un canadiense de Quebec, Gaëtan
Tremblay, publicado en catalán,
clara expresión del vigor de las
culturas y las lenguas no domi-
nantes en este mundo global (al
menos, en la vida académica).
La comparación entre fordismo
y gatesismo que hace Tremblay
es muy atractiva y trae a la me-
moria a autores de la Escuela de
la Regulación antes citados.
Ahora bien, fordismo alude
comúnmente a una forma de
organización de la producción a
partir de la electricidad y la faja
transportadora, que impulsaron
la producción y el consumo ma-
sivos. Tremblay va mucho más
allá de ello, para incursionar en
todos los aspectos de la vida so-
cial. Pero este uso común confiere
a “fordismo” y “gatesismo” una
connotación restrictiva y valen
para este último término las limi-
taciones señaladas a propósito
de “tercera revolución indus-
trial” (en este lenguaje el fordis-
mo equivale a la segunda revo-
lución industrial). En otras pala-
bras, el simbolismo que Tremblay
atribuye a Gates simboliza mu-
cho más que el registrado en la
historia y en la lengua cotidiana,
para Ford. O lo que es lo mismo,
ni el software equivale a la faja
transportadora ni la transfor-
mación de principios de siglo es
equiparable a la actual.
1. Epoca de cambio o
cambio de época cul-
tural
Aunque ya sea un
lugar común, conviene
recordar que estamos
en un cambio de época
y no sólo en una época
de cambios. La prime-
ra parte de este tra-
bajo anuncia que asis-
timos a una genuina
revolución en todos
los dominios de la
cultura (no sólo en la
técnica), incluidos el
uso del tiempo libre, la educa-
ción y (por supuesto) las comu-
nicaciones. Sólo la invención de
la escritura y de la imprenta
constituyeron cambios epocales
equiparables al actual76.
2. La incertidumbre de los
nombres
La exploración onomástica que
hemos iniciado tiene sentido
pues nombrar es siempre una
manera de conocer. Nuestros
iniciales y largos titubeos con los
nombres anuncian la opacidad y
complejidad del objeto a ser
significado. Por eso nuestros
lenguajes, desde el argot de los
académicos hasta el lenguaje
colectivo de la vida cotidiana
han sido asediados por poli-
semias e imprecisiones. Empeza-
mos con nombres útiles pero
vagos, insuficientes o tangencia-
les a la cultura (nuevas tecnolo-
gías, tercera revolución indus-
trial, internacionalización, socie-
dad post-industrial, autopistas
de la información); luego fueron
quedando los que mejor conno-
tan el proceso en curso (globali-
zación, mundialización, revolu-
ción cultural) o su resultado (so-
ciedad de la información, quizás
videoesfera.
Vista la misma lista desde la
perspectiva de la pragmática
(relación del lenguaje con sus
usuarios), la idea de la revo-
lución cultural, la metáfora del
gatesismo, el neologismo de la
videoesfera, y aun la sugerente
III. A
GU
ISA
DE
CO
NC
LUSI
ON
ESPA
RA L
A A
GEN
DA
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ncag
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97
mundialización, no parecen
volverse monedas corrientes (al
menos no hasta ahora). Globa-
lización para el proceso y socie-
dad de la información para el
resultante son una buena pareja.
Por supuesto, no la única ni la
“perfecta” pues globalización
sigue adoleciendo de su
sonoridad más bien económica
y sociedad de la información de
su referente inicialmente téc-
nico. Pero felizmente, palabras
nos sobran. Y el problema no es
de los términos.
3. Los motivos de la expansión
Quizás la conclusión más polé-
mica a la que yo arribo puede
expresarse en los términos más
simples del mundo: los produc-
tos del sector cuaternario se
expanden porque son baratos,
porque con ellos se ahorra. La
globalización corresponde a la
presión compulsiva de corpora-
ciones y países, cierto, pero la
tecnología no se expande en
virtud de la conspiración ( o no
sólo) sino principalmente por-
que produce economías signifi-
cativas para las empresas, las
familias y los individuos. El Perú
es un país de emigrantes y mi-
grantes internos. Tan pronto co-
mo uno descubre que es más ba-
rato comunicarse por vía elec-
trónica prefiere hacerlo así (aun-
que con ello multiplique las ga-
nancias de las compañías telefó-
nicas). Lo que nos ocurre a noso-
tros, universitarios que usamos
el correo electrónico para no
gastar en faxes y llamadas ¿por
qué no le va a ocurrir al conjunto
de la ciudadanía? Para mirar esta
dinámica realidad conviene se-
guir los viejos consejos de Charles
Wright Mills77, zambullirse en la
promesa y realidad donde se
combinan experiencia personal
con cultura, y mirar lo que ya
está ocurriendo, aquí y ahora.
Es obvio, sin embargo, que esta
expansión no carece de graves
paradojas: incorpora trabajado-
res a su sector y genera desem-
pleo en todos los otros; produce
un nuevo tipo de analfabetismo,
el analfabetismo tecnológico,
más discriminatorio que el lite-
rario; introduce, en fin, nuevas
formas de estratificación social.
Todo esto hay que combatirlo,
no cabe duda. Y por eso existe
necesidad de promover concien-
cia, acción y organizaciones en
favor de una incorporación de-
mocrática y selectiva a la globa-
lización y del establecimiento de
políticas de la sociedad en ma-
teria de innovación y usos de la
técnica. He aquí una desafiante
agenda para nosotros mismos
como comunicadores.
4. ¿Dominación o liberación?
Sin duda, fueron poderosos inte-
reses económicos y políticos los
que lanzaron esta ola de inven-
tos y de comercialización de
productos finales nuevos, prác-
ticamente todos (como el saté-
lite, la computadora e Internet)
de origen militar y financiero; y
en América Latina, de temprano
uso policial y represivo. ¿Signi-
fica eso que su expansión se de-
be a la lógica imperial y debe-
mos, consecuentemente, comba-
tirla en todos sus alcances?
Me temo que tal postura puede
implicar tirar al niño con el agua
de la bañera. La historia del
progreso es, a la vez, historia de
la dominación e historia de la
liberación, de la domesticación
y de la subversión. Nuestros
caminos primero y luego nues-
tras vías férreas y teléfonos fue-
ron construidos e instalados pa-
ra asegurar la dominación espa-
ñola, británica o norteamerica-
na. Como advirtió Innis78, impe-
rio significa vías de comunicación
(y por eso era verdad que “todos
los caminos conducen a Roma).
Hubo en la historia movimientos
populares que quisieron destruir
los ferrocarriles (Gran Bretaña)
y otras manifestaciones de la
dominación y del progreso (de
ambos a la vez). Pero también
quienes, tomado al toro por las
astas (y no el rábano por las
hojas) utilizaron esos caminos y
teléfonos y computadoras para
que por ellos transiten trans-
formaciones sociales y movi-
mientos democráticos.
Lo que siento es que una dis-
cusión sobre la globalización
planteada en términos de sus
bondades y maldades, desembo-
ca siempre en los callejones
baladíes del encandilamiento o
la satanización. Lo que creo que
diálogosde la comunicación
Los e
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s y su
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más
tica resulta más pertinente, para
América Latina hoy, es pasar a
pensar los desafíos que ella plan-
tea, los quehaceres que se im-
ponen y las maneras de asumir-
los. Todo lo cual hace a la rela-
ción entre globalización y demo-
cracia.
5. Sociedad de la información
y democracia
En otros lugares79 me ha tocado
desarrollar algunas de las
relaciones, aquí implícitas, entre
estos nuevos espacios culturales
y la democracia. Quisiera recor-
dar, solamente, que la crisis de
representatividad y de los par-
tidos, un tema tan en boga, no
se reduce a las llamadas crisis de
los paradigmas, sino que se en-
marcan en la modificación sus-
tantiva de los espacios cultu-
rales. La política de antes estaba
tejida en mercados físicos de
bienes culturales (local parti-
dario, cédula, plaza pública).
Hoy se ha “mediatizado” y el
ciudadano no necesita trasladar-
se al acto político para semblan-
tear al candidato. Quizás la cri-
sis de la política y de los políti-
cos tenga que ver con sus limita-
ciones para actuar (y pensar) en
estos nuevos escenarios o espa-
cios culturales de la política.
Pesimismo de la realidad y de la
inteligencia; optimismo del ideal
y de la voluntad. Tales eran,
combinadas, las ideas fuerza de
Gramsci en Italia y de Vascon-
celos en México, que tanto y de
tan distintas maneras influyeron
en el pensamiento latinoame-
ricano contemporáneo. Algo de
esa dialéctica anima estas
páginas, encantadas del fracaso
(por ahora), de las profecías
autoritarias de Orwell80, deseo-
sas de que su amenaza sea deste-
rrada para siempre, y deudoras
de la invocación a la cordura de
Aldous Huxley81, para mencionar
a quienes ayer novelaron el pre-
sente con mal presagio.
Habrá que inventar los meca-
nismos para construir más parti-
cipación y más democracia, sub-
vertiendo las limitaciones y a-
provechando los recursos de la glo-
balización y de la sociedad de la
información (tema apasionante
que sobre-excede los ya aquí ex-
cedidos límites de la tolerancia).
1. El presente texto retoma
un conjunto de recientes pre-
sentaciones que le han ser-
vido (sólo) como punto de
partida:
(a) Seminario sobre “El ejercicio
profesional de la comunicación so-
cial y las regulaciones jurídicas”,
organizado por la Facultad de Comu-
nicaciones de la Universidad Central
del Ecuador, el ILDIS y la Friedrich
Ebert Stiftung, en Quito entre el 24 y
el 26 de abril de1996. Esta primera
versión se publicó en Chasqui nº 54,
Ciespal, Quito, junio de 1996, con el
título “El periodista en la quinta
revolución cultural” (ps.4 a 7).
(b) Seminario internacional sobre
“Derecho y políticas de comuni-
cación en tiempos de cambio”, orga-
nizado por la Pontificia Universidad
Javeriana y la Konrad Adenauer
Stiftung en Bogotá, entre el 6 y el 8
de mayo de 1996. Esta segunda
versión titulada “Nuevas tecnolo-
gías, derecho y políticas de comuni-
cación” está publicada en Contra-
texto nº 10, revista de la Facultad de
Ciencias de la Comunicación de la
Universidad de Lima, diciembre de
1996 (ps. 11 a 19).
(c) Reunión Técnica sobre Comuni-
cación e información administrativa
para el ciudadano” organizada por la
Comisión Presidencial para la Re-
forma del Estado (COPRE) de Ven-
ezuela y la UNESCO, en Caracas, el 7
de agosto de 1996. Esta intervención
está próxima a ser publicada bajo el
título “La transparencia democrática
en la sociedad de la información” Y
por último,
(d) III Encuentro Latinoamericano de la
Red de Jóvenes Comunicadores, Lima,
setiembre de 1996, Unión Católica Lati-
noamericana de Prensa (UCLAP).
Intervención publicada en forma de sín-
tesis (de los organizadores) y titulada
“Los grandes desafíos de la globalización
para la comunicación en América Lati-
na” en Solidaridad: un desafío ético en la
cultura de la comunicación, Red de
Jóvenes Comunicadores-Perú, Lima,
1997 (ps. 31 a 36).
Agradezco los valiosos comentarios
de Patricia Arévalo, Santiago
Roncagliolo, Eduardo Villanueva y
Rocío Villanueva.
NO
TAS
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99
2. PORAT, Marc Uri, The Information
Economy: Definition and Measure-
ment, OT Special Publication 77-12,
US Department of Commerce, Office
of Telecommunications, Washington
D.C., May 1997.
3. Así, disminuye la importancia de
ciertas instituciones que al comien-
zo caracterizaron el proceso. Por
ejemplo, los “centros de cómputo”
como espacios físicos y laborales
específicos antes de que las compu-
tadoras entraran a todos los ambien-
tes empresariales y domésticos. Tam-
bién la imagen del Perú, años atrás
expuesta oralmente por Isaías Flit,
como el país de las academias de las
tres “c”: corte, confección y compu-
tación. No es que este aprendizaje y
estas academias desaparezcan, sino
que cada vez más el manejo de
equipos y programas forma parte de
toda enseñanza y de todo nivel edu-
cativo. Lo que era especializado se
vuelve común.
4. Particularmente valioso fue, en
este sentido, el libro de MATTELART,
Armand y SCHMUCLER, Héctor,
América Latina en la encrucijada
telemática, Paidós, Barcelona, 1983.
5. Véase HOWARD, Frederick, Global
Communications & International Re-
lations, Wadswoth, Belmont, Califor-
nia, 1993, 287 pp, p. 9.
6. En 1995 tuve oportunidad de
analizar las innovaciones en materia
de televisión por cable, comunica-
ciones “on line” y fibra óptica en el
Perú, en un estudio no publicado
para el Center for Communications
Programs de la Universidad Johns
Hopkins (“Perú: difusión de mensa-
jes de salud reproductiva a través de
las nuevas tecnologías de comuni-
cación”). Todas las previsiones de
entonces ya están superadas.
7. La Red Científica Peruana (RCP),
con un préstamo del BID, anuncia la
inminente instalación de mil esta-
ciones comunitarias de acceso a
Internet en el Perú.
8. Boletín de Industrias Culturales nº
2, Buenos Aires, setiembre de 1996,
p. 3. Según otras estimaciones, el
porcentaje de hogares argentinos
conectados al cable supera el 60% de
los que tienen televisión.
9. Ibidem.
10. GARCIA CANCLINI, Néstor y
PICCINI, Mabel, “Culturas de la ciu-
dad de México: símbolos colectivos
y uso del espacio urbano”, en
GARCIA CANCLINI, Néstor (coordina-
dor), El consumo cultural en México,
CONACULTA, México D.F., 1993, p. 47.
11. RICHERI, Giuseppe, “Nuevas tecno-
logías e investigación sobre las
comunicaciones de masas” en
MORAGAS, Miquel de, Sociología de la
comunicación de masas, 4 tomos, Gili,
Barcelona, 1985 (tomo IV, ps. 56 a 80),
propone que esta tendencia pasa por
tres fases: la fragmentación del público,
la segmentación y la individualización.
12. ESQUIVEL, Laura, La ley del amor,
Grijalbo, México D.F., 1995.
13. Según la investigación para su
tesis que ha iniciado el alumno de la
maestría en comunicaciones de la
PUC del Perú, Eduardo Villanueva.
14. Se anuncia que la Universidad de
Columbia ha creado ya un post-gra-
do en “journalism on-line”.
15. Véase RONCAGLIOLO, Rafael, El
leguaje de la radio, ponencia en el
Primer Congreso Internacional sobre
las Comunicaciones y la Lengua
Española (Zacatecas, abril de 1997),
próximo a ser publicado por la Aca-
demia Peruana de la Lengua y por
Chasqui (Quito).
16. Según GATES, Camino al futuro,
McGraw Hill, México D.F., 1995, toda
la Biblioteca del Congreso de los
Estados Unidos ya cabe en una me-
moria holográfica del tamaño de un
puño. Sobre la evolución de tirajes
de diarios y consumo de medios en
América Latina y el mundo, véase
RONCAGLIOLO, Rafael “La integra-
ción del audiovisual en América
Latina: Estados, empresas y produc-
tores independientes”, en GARCIA
CANCLINI, Néstor, Culturas en glo-
balización, Nueva Sociedad, Caracas,
1996, 261 ps., ps. 13 a 40.
17. “Ciberespacio” e “hiperespacio”
son los términos utilizados para cla-
sificar a la sociedad presente y futu-
ra, respectivamente, en TEHRANIAN,
Majid y KIA, Katharine, That recur-
rent suspicion: democratization in a
global perspective, texto mimeogra-
fiado de la ponencia presentada al
East West Philosophers Conference
(University of Hawaii, 12 de enero de
1995) y al Seminar on Religion, Val-
diálogosde la comunicación
Los e
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ono
más
tica ues and International Relations
(Harvard University, 11 de abril de
1995); traducido al español y publi-
cado bajo el título de “Democracia y
globalización” en Scientia et Praxis nº
20, Revista de Investigación de la
Universidad de Lima, enero-junio de
1996, ps. 121 a 159. Por “ciberes-
pacio” puede entenderse “el ámbito
donde se realizan las interacciones
propias del uso de Internet. No es
tanto una referencia al espectro
electromagnético o a los cables, sino
más bien a los espacios para la inter-
acción humana creados por Inter-
net” (VILLANUEVA, Eduardo, Inter-
net: Breve guía de navegación en el
ciberespacio, PUC, Lima, 1996, 206
ps., p. 193. El término tiene un origen
literario en la novela de ciencia-
ficción de GIBSON, William,
Neuromancer, Ace, Nueva York, 1984.
“Hiperespacio” puede aludir restric-
tivamente a las conexiones inter-
hiper-textuales.
18. TOFFLER, Alvin, La Tercera ola,
Plaza & Janés, Barcelona, 1989, 494 ps.
19. TEHRANIAN, MAjid, op.cit.
20. “Sociedad virtual” es uno de
ellos, que no alude al conjunto de la
sociedad sino que “está emergiendo
al lado de la sociedad virtual” y que
no podría existir al margen de la
sociedad real, que es su soporte
material” (MANRIQUE, Nelson, La
sociedad virtual y otros ensayos,
PUC, Lima, 1997, 282 ps., p. 233).
21. Como la popularizada filosofía de
FUKUYAMA, Francis, (El fin de la
historia y el último hombre), Planeta,
Buenos Aires, 1994), tan bien desme-
nuzada en ANDERSON, Perry, Los
fines de la historia, Tercer Mundo,
Bogotá, 1995, dentro de una polémi-
ca que, por supuesto, desborda to-
talmente los límites de esta excur-
sión onomástica.
22. Según la clasificación de
WEBSTER, Theories of the Informa-
tion Society, Routledge, Londres,
1995, 257 ps. cap 1.
23. HAMELINK, Cees, “Informatiza-
ción: hacia una cultura binaria”, en
GOMEZ MONTT, Carmen, Nuevas
tecnologías de la comunicación,
México D.F., Trillas, 1991, ps. 18 -19.
24. Citado en GATES, Bill, op.cit., p. xiv.
25. Ibidem.
26. GATES, op. cit.
27. Así, en inglés se ha ido aban-
donando la expresión NICT (New In-
formation Communication Technolo-
gies) en beneficio del escueto ICT.
Véase, por ejemplo, DUTTON, Will-
iam H., Information and Communica-
tion Technologies, Visions and Pre-
dictions, Oxford University Press,
1996, 464 ps., con las últimas contri-
buciones de autores destacados en
este campo, William Melody, Robin
Mansel y Nicholas Garnham.
28. Para ubicar temporalmente las
reales o supuestas novedades tecno-
lógicas es particularmente útil el
libro de LUBAR, Steven, InfoCulture,
The Smithsonian Book of Informa-
tion Age Inventions, Houghton
Mifflin Company, Boston, 1993, 408
ps. Por ejemplo: la primera patente
de fax la registró en Gran Bretaña el
relojero Alexander Bain en 1843 y el
primer sistema comercial de fax se
estableció en Francia en 1865. El
papel carbón recién se inventó en
1855 (p. 150 y ss.).
29. COLINA, Carlos Eduardo, “Socio-
logía de las nuevas tecnologías de la
comunicación, legitimidad de un
campo de estudio”, en Anuario
Ininco, nº 5, Universidad Central de
Venezuela, Caracas, 1993, p. 50.
30. id., p. 49.
31. Véase ECO, Umberto, Apocalíp-
ticos e integrados ante la cultura de
masas, Lumen, Barcelona, 1968:
McLuhan es analizado como proto-
tipo de “integrado” y VERON, Eliseo,
Lenguaje y comunicación social,
Nueva Visión, Buenos Aires, 1971,
282 ps. p. 15: texto fundacional junto
con los (anteriores) de Pasquali y
con los (coetáneos) de Mattelart, de
la investigación latinoamericana en
comunicaciones.
32. Los censos nacionales del Perú
anuncian que del total de aparatos
electro-domésticos disponibles (que
constituyen la principal expresión de
la revolución de la electricidad en
términos de consumo), los más ex-
pandidos son los de comunicacio-
nes: en 1993 teníamos por cada 1,000
habitantes: 154 receptores de radio,
84 de televisión en blanco y negro,
47 de televisión a color, 35 equipos
de sonido y 19 videograbadoras, pe-
ro sólo 17 lavadoras, 58 refrigera-
101
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101
doras (con lo que implican para el
ahorro familiar), 10 aspiradoras, 15
lustradoras y 3 computadoras. Los
teléfonos eran 18, siempre para cada
1,000 habitantes. Fuente: Censos
nacionales 1993, (calculado a partir
de los cuadros 17 y 18). Estos datos
son indicio de que también la elec-
tricidad implicó, de modo abultado,
un efecto comunicacional: nada
menos que el surgimiento de las
industrias culturales contemporá-
neas y de la llamada cultura de ma-
sas, puntos de partida simultáneos
y antagónicos de las reflexiones de
la Escuela Crítica de Frankfurt y de
la tradición angloamericana de la
“Mass Communication Research”.
33. Véase al respecto, el artículo del
mismo Colina, en el mismo número
de la revista, titulado “McLuhan y las
tecnologías de la comunicación” (ps.
173 a 188).
34. La palabra “tecnología”, por cierto,
se remonta a 1777 y se atribuye al
alemán Beckman, según DEBRAY,
Régis, Course de médiologie genéra-
le, Gallimar, Paris, 1991, p. 13.
35. En el nombre de las nuevas tec-
nologías, sin embargo, se han escrito
algunas de las páginas más impor-
tantes para entender la dinámica en
curso. Por ejemplo, PICCINI, Mabel,
“Tiempos modernos: políticas
culturales y nuevas tecnologías” en
La comunicación desde las prácticas
sociales, OROZCO, Guillermo, (coor-
dinador), Cuadernos de Comunica-
ción y Prácticas Sociales nº 1, Univer-
sidad Iberoamericana, México D.F.,
1990, ps. 19 139.
36. INNIS, Harold, Empire and Commu-
nication, Toronto, 1972. Véase también
The bias of communication, University
of Toronto Press, 1955 (con introduc-
ción de Marshall McLuhan); y
MELODY, William, et al, Culture,
communication and dependence.
The tradition of H.A.Innis, Ablex,
New Jersey, 1981. Sobre las contribu-
ciones y relaciones conceptuales
entre Innis y McLuhan véase
PATTERSON, Graeme, History and
Communications, Harold Innis,
Marshall McLuhan, the Interpreta-
tion of History, University of Toronto
Press, Toronto, 1990, 251 ps.
37. Véase por ejemplo, el excelente
último libro de UGARTECHE, Oscar,
El falso dilema, América Latina en la
economía global, FES-Nueva Socie-
dad, Caracas, 1997, 264 ps.
38. Estas son las cuatro dimensiones
de la globalización que registra
WEBSTER, op.cit., ps. 140 y ss. a
propósito del fin del régimen de
acumulación del “fordismo” y en el
marco de su presentación de la
teoría de la Escuela de Regulación
(Anglietta Lipietz).
39. Ya en los años setenta, Madison Av-
enue simbolizaba el propósito y la
práctica de una publicidad idéntica para
todo el mundo, “global village” y “global
supermarket”. Véase RONCAGLIOLO,
Rafael y JANUS, Noreene, “Advertising
and the Democratization of Communica-
tions, en Development Dialogue nº 1981:2,
Uppsala, Suecia, ps. 31 a 40; y de los
mismos autores, Advertising mass me-
dia and dependency, ILET, México D.F.,
DEC/d/41/I, s.f.
40. Al contrario, la globalización
coexiste con la localización y la
dominación con la resistencia, como
lo demuestran la explosión de me-
dios comunitarios locales y de mino-
rías, precisamente en esta época.
Véase RONCAGLIOLO, Rafael “To-
ward the Year 2000: A Latin American
View”, en GERBNER, George, MOWLANA,
Hamid y NORDENSTRENG, Kaarle
(editores), The Global Media Debate:
its rise, fall and renewal, Ablex,
Norwood, New Jersey, 1993, 190 ps.,
ps 167-172; y “Latin America: Com-
munity Broadcasting as Public Broad-
casting”, en Public Broadcasting for
the 21st Century, RABOY, Marc (edi-
tor), University of Luton Press, 1996,
303 ps., ps. 297 a 301.
41. ORTIZ, Renato, Un outro territó-
rio, ensaios sobre a mundializaçao,
Olho d’agua, Sao Paulo, s.f., p. 15.
42. ORTIZ, Renato, op.cit.
43. McLUHAN, Marshall, The
Gutenberg Galaxy: The Making of Ty-
pographical Man, Toronto, 1962.
44. BARNET, Richard y MULLER,
Ronald E., Global Reach, New York,
Simon and Schuster, 1974.
45. MANRIQUE, Nelson, op.cit., p.
235. Véase la ponencia que presenta
a este mismo Encuentro de FELA-
FACS, Eduardo Villanueva: “Desafíos
éticos en el ciberespacio”.
46. TRAJTENBERG, Raúl y
VIGORITO, Raúl, “Economía política
en la fase transnacional”, en
Comercio Exterior, volumen 32 nº 7,
diálogosde la comunicación
Los e
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s y su
ono
más
tica México D.F., Banco Nacional de
Comercio Exterior, julio de 1982, ps.
712 a 734. Este número de la revista
cuyo tema fue “Las transnacionales
en América Latina”, sintetizó los
aportes del Instituto Latinoamerica-
no de Estudios Transnacionales
(ILET), cuyos colaboradores escri-
bieron la totalidad de los artículos.
Ellos fueron, además de Trajtenberg,
(Director de la División de Econo-
mía) y Vigorito (Sub-director),
Gonzalo Varela, Samuel Lichtensztejn,
Jorge Fontanals, Eduardo Basualdo,
Edgardo Lifschitz, Blanca Suarez, y
(de la División de Comunicaciones)
Noreene Janus y Rafael Roncagliolo.
47. Lo cual por supuesto, no implica
que las revoluciones industriales
previas carecieran de sub-productos
culturales. Por ejemplo, el reemplazo
de la navegación a vela por los bar-
cos a vapor, como parte culminante
del traslado de la hegemonía de las
marinas mercantes desde el Medi-
terráneo hacia Gran Bretaña, produ-
jo la primera y temprana emigración
en cadena de marineros de La Liguria
a las costas del Pacífico Sur latino-
americano, lo cual afectó la compo-
sición de las élites dominantes e
implicó aperturas ideológicas, pues
con los italianos del norte vendría,
tiempo después, el primer pensa-
miento anarquista (Bakunin,
Vandervelde, etc.). Véase BONFIGLIO,
Los italianos en la sociedad peruana,
Asociación Italianos del Perú - Unión
Latina, Lima, 1993, 334 ps. También
vale recordar, como otro ejemplo, la
explicación de HOBSBAWN, Erick, en
“Industria e imperio”, acerca del
origen de la tradicional puntualidad
británica: la puntualidad era la única
manera de manejar el denso tráfico
de los numerosos ferrocarriles perte-
necientes a diferentes compañías
privadas.
48. GARCIA CANCLINI, Néstor, y
PICCINI, Mabel, op.cit.
49. WEBSTER, Frank, op.cit., p. 30.
50. Según se registra en TOFFLER,
Alvin, op.cit., p. 433.
51. TOURAINE, Alain, (La sociedad
post-industrial, Ariel, Barcelona,
1969) la considera una manera de
definir a la sociedad por su praxis,
análoga a “sociedad tenocrática” y a
“sociedad programada”. Escribiendo
en 1969, Touraine considera que esta
praxis se da tanto en las sociedades
capitalistas como en las socialistas,
con lo que libera a su significado de
las formas entonces existentes de or-
ganización social.
52. BELL, Daniel, The coming of Post-
Industrial Society: A Venture in So-
cial Forecasting, Hardmonsworth,
Penguin: Peregrin Books, 1976. Un ar-
tículo de síntesis de las posiciones de
Bell (“La telecomunicación y el cam-
bio social” de 1981) está incluido en
la muy útil colección de MORAGAS,
Miquel de, Sociología de la comu-
nicación de masas, cuatro tomos, Gili,
Barcelona, 1985 (tomo IV, ps. 34-55).
53. Según la acertada expresión de
Oscar Ugarteche, en el Octavo Con-
greso Latinoamericano de Estudian-
tes de Comunicación Social (Lima 1
de setiembre de 1997).
54. GARCIA CANCLINI, Néstor, op.cit. Un
ejemplo es el inicio, en setiembre de
1997 de la transmisión de noticias
radiales en quechua hecha por la
agencia PULSAR, de AMARC, a través de
Internet, para Bolivia, Perú y Ecuador.
55. GATES, Bill, op.cit., p. 5.
56. GATES, Bill, op.cit., p. 8
57. CALVINO, Italo, Seis propuestas
para el próximo milenio, Siruela,
Madrid, 1989.
58. NORA, Simon, y MINC, Alain, La
informatización de la sociedad, FCE,
México D.F., 1981, 244 ps.
59. GETTINGER, Anthony, The An-
nual Reports of the Harvard Program
on Information Technology, 1976 y
1977 (citado por BELL en MORAGAS,
op.cit., p. 38); y MACHLUP, Fritz, The
production and distribution of know-
ledge in the United States, Princeton
University Press, 1962; PARKER,
Edwin, “Información es poder. Las
aplicaciones sociales de los sistemas
de computadoras y telecomunica-
ciones” en Cuadernos ININCO, nº 2,
UCV, Caracas, 1997, ps. 10 a 12.
60. NEGROPONTE, Nicholas, Being
Digital, Alfred A. Knopf Inc., Nueva
York, 1995.
61. WEBSTER, Frank, op.cit.
62. ORTIZ, Renato, po.cit. La imagen
es análoga a la de Lyotard, para quien
post-modernidad es a modernidad,
en la cultura, lo que post-indus-
trialismo es a industrialismo, en la
103
R.Ro
ncag
liolo
103
economía. (Lyotard, Jean-Francois, La
condición postmoderna: informe sobre
el saber, Rei, México D.F., 1990, 119 ps.
63. Véase por ejemplo, GARCIA
CANCLINI, Néstor, “Escenas sin terri-
torio, cultura de los migrantes e iden-
tidades en transición”, en OROZCO,
op.cit., ps. 40 a 58.
64. La expresión “tercera revolución
cultural” sin duda evoca la “tercera
ola” de Toffler (op.cit.), pero admi-
tamos que revolución cultural es
bastante más preciso que ola. Ade-
más, permite exonerarse del conjun-
to de elementos que forman parte de
la reflexión de este autor específico,
y que sería impertinente discutir
aquí. Por otro lado, “revolución cul-
tural” también implica un lúdico
ajuste de cuentas, por la vía de la iro-
nía, con el estatuto conceptual otor-
gado a la cultura en la ayer famosa
“revolución cultural” china.
65. Operación que puede practicarse
sin caer en los “comunicacionismos”
que con tanta razón han criticado MAR-
TIN BARBERO, Jesús (por ejemplo en-
tre otros libros y numerosos artículos
en “De los medios a las prácticas”, en
OROZCO, op.cit., ps. 9 a 18).
66. SALAZAR LARRAIN, Arturo,
Nuevos medios, nueva sociedad,
McLuhan, el síndrome “Sussy” y
otros, Universidad San Martín de
Porres, Lima, 1996, 89 ps. La “Ley
Brunner” aplicada a la velocidad de
los cambios se expresa en años de
antigüedad mediante el siguiente
cabalismo de productos de 5 por
potencias de 10:
5 por 100 5: inteligencia artificial
5 por 101 50: Radio / educación de
masas
5 por 102 500: Imprenta
5 por 103 5,000: Historia escrita
5 por 104 50,000: Grandes migracio-
nes glaciales
5 por 105 500,000: Hombre actual
(y sigue jugando para atrás con las
potencias de 10, hasta llegar a 5 por
109 = 5’000,000 de años = nacimiento
de la tierra).
67. ECO, Umberto, El nombre de la
rosa, Lumen, Barcelona, 1980. Muy
interesante -dicho sea de paso- la
incorporación de la informática (y
hasta de algunas líneas de un pro-
grama en BASIC) en la siguiente
novela de Eco (El péndulo de Fou-
cault, Bompiano-Lumen, Bogotá,
1989, ps. 35 y ss).
68. GARCILASO INCA DE LA VEGA,
Comentarios reales de los incas, Lima,
UNMSM, 1959, tomo III, ps. 243 y 244.
69. Citado en Bell, en MORAGAS,
op.cit., p. 36.
70. ECO, Umberto, Apocalípticos e
integrados frente a la cultura de masas,
Lumen, Barcelona, 1973, 403 ps., p. 39.
71. ECO, Umberto, op.cit., ps. 39 y 40.
72. GATES, Bill, op.cit., p. 8.
73, Que lo que realmente está en
juego es la cultura, aparece claro en
el libro de TURKLE, Sherry, The Sec-
ond Self, Computers and the Human
Spirit, Touchstone, New York, 1984.
Ella analiza tempranamente cómo la
relación de los niños con las com-
putadoras cambia sus concepciones
culturales acerca de conceptos bási-
cos como vida, verdad y bondad.
74. DEBRAY, Regis, op.cit., y también
Vie et mort de l’image, Gallimard,
Paris, 1992, 526 ps.
75. TREMBLAY, Gaetän, La societat
de la informació: del fordismo al ga-
tesismo” en Analisi, quaderns de co-
municació i cultura nº 19, Universidad
Autónoma de Barcelona, Bellaterra,
1996.
76. Acabo de recibir el sílabo del
curso que dicta (este mismo se-
mestre) Majid Tehranian en la Uni-
versidad de Hawaii (Manoa), titulado
“comunicación y civilización”. Su
periodización me parece muy intere-
sante y la traigo a colación precisa-
mente porque parece conceder a la
segunda revolución industrial (elec-
trónica, radio y televisión, fordismo)
un estatuto histórica más decisivo
(como pensó McLuhan). El esquema
de Tehranian es el siguiente:
I. Civilizaciones pre-modernas:
a) civilizaciones religiosas
b) imperios agrarios y
c) las rutas de las seda y
las especies.
II. Civilizaciones modernas:
a) la revolución de la imprenta
b) la revolución de la elec-
trónica y
c) la revolución de la com-
putadora
III. Post-modernidad.
77. WRIGHT MILLS, Charles, La
imaginación sociológica, FCE,
diálogosde la comunicación
Los e
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ono
más
tica México D.F., 1961.
78. INNIS, Harold, op.cit.
79. RONCAGLIOLO, Rafael, “Crisis de
participación y sociedad televisada”,
en Cuestiones de Estado nº 4-5, Lima,
setiembre-octubre de 1993, “La
política en la galaxia bit”, idem, nº
10, 1994' “Sociedad civil y radio
ciudadana”, idem, nº 20, abril de
1997; y “De políticas de comunica-
ción a la incomunicación de la
política”, en Nueva Sociedad nº 140,
Caracas, 11-12/1995.
80. Tanto en Animal Farm como en 1984.
81. En el “Prólogo” a Un mundo feliz,
(Plaza & Janés, Barcelona, 1969)
hace Huxley una advertencia que
conviene recordar: “Si ahora tuviera
que volver a escribir este libro,
ofrecería al Salvaje una tercera
alternativa. Entre los cuernos utópi-
co y primitivo de este dilema, yacería
la posibilidad de la cordura...” (p.9).
Dirección: Transversal 1A Nº 69-25, apt. 203,Santafé de Bogotá, Colombia.
Teléfono: (571) 2174987Fax: (571) 2174967
Globalizacióncomunicacional ydescentramiento
cultural
diálogosde la comunicación
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diálogosde la comunicación
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¿Desde dónde pensar la globa-
lización si es el sentido mismo
del lugar el que con ella está
cambiando? ¿Qué saberes movi-
lizar cuando son categorías cen-
trales de las ciencias sociales las
que, según O. Ianni, pierden su
validez al asumir que “el globo
ha dejado de ser una figura astro-
nómica para adquirir plenamen-
te significación histórica”1? A los
desafíos teóricos se entrelazan
los políticos: ¿cómo pensar la en-
vergadura de los cambios que la
globalización produce en nues-
tras sociedades sin quedar atra-
pados en la ideología neoliberal
que orienta y legitima su actual
curso, sin convertirnos en “inte-
lectuales orgánicos de la globa-
lización”? Confundida por mu-
chos con el viejo y persistente
imperialismo, asimilada a la
transnacionalización, o mejor, a
la expansión acelerada de las
lógicas y las empresas transna-
cionales, identificada con la
revolución tecnológica y con el
impulso secreto de la postmo-
dernidad, la globalización diluye
sus contornos hasta hacerse
inasible en medio de una infinita
proliferación de artículos y li-
bros a cual más decepcionantes.
Los imaginarios de la globali-
zación preparan y refuerzan la
globalización de los imaginarios,
ya sean los que alientan su visión
como la última utopía o los que
la identifican con la más terro-
rífica de las pesadillas. Contem-
poráneos de un fin de siglo, y de
milenio, quizá de lo que habla el
vértigo de los discursos sea la
sensación del “fin del mundo” y
del brumoso horizonte de otro
que, por más oscuro y contra-
dictorio que aparezca, estamos
necesitados de pensar. Lo que
intento dibujar en lo que sigue
es otro de mis mapas nocturnos,
un mapa cuyas líneas de fuerza,
y de sentido, remiten al descen-
tramiento de tres órdenes, el de
los saberes, los territorios y los
relatos.
“La ciencia clásica privilegiaba el
orden, la estabilidad, mientras
que en todos los niveles de ob-
servación ahora reconocemos el
papel primordial de las fluctua-
ciones y la inestabilidad. Este
cambio traduce una
tensión profunda al in-
terior de nuestra tradi-
ción, situándonos en el
punto de partida de una
nueva racionalidad que
ya no identifica ciencia
y certeza, probabilidad
e ignorancia”.
Ilya Prigogine
Al desplegar el mapa lo
primero que se atisba
es el contraste entre la
densidad viscosa del
comunicar y la preca-
riedad de los saberes
que lo enuncian, su opacidad
epistemológica, en particular la
de los saberes desde los que
pensamos el mundo, la técnica.
Una primera incitación a pensar
el mundo nos viene de la geo-
grafía, desde la que Milton San-
tos afirma que la ausencia de ca-
tegorías analíticas y de historia
del presente nos mantienen men-
talmente anclados en el tiempo
de las relaciones internacionales
cuando lo que estamos necesi-
tando pensar es el mundo, esto
es, el paso de la internaciona-
lización a la mundialización2.
Proceso en el que las tecnologías
de la información tienen un
papel crucial. Pues a la vez que
intercomunican los lugares,
transforman el sentido del lugar
en el mundo; y al mismo tiempo
que hacen de la cultura el gran
vehículo del mercado transfor-
man al mundo en clave de un
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desafío epistemológico a las
disciplinas sociales, desde la
geografía de la historia y aun la
filosofía. Ya que en últimas de lo
que habla la globalidad del
mundo es de “una nueva manera
de estar en el mundo”3. Y ello
tanto en el sentido que la cate-
goría mundo ha tenido para los
filósofos como para los sociólo-
gos: la nueva significación del
mundo ya no es asimilable “a lo
real”4, ni derivable de la que has-
ta hace poco fue una de las cate-
gorías centrales de las ciencias
sociales, la del Estado-nación. La
globalización no se deja pensar
como mera extensión cuantita-
tiva o cualitativa de la sociedad
nacional5. No porque esa cate-
goría y esa sociedad no sigan
teniendo vigencia -la expansión
y exasperación de los nacionalis-
mos de toda laya así lo atestigua-
sino porque el conocimiento
acumulado sobre lo nacional re-
sponde a un paradigma que no
puede ya “dar cuenta ni histórica
ni teóricamente de toda la
realidad en la que se insertan
hoy individuos y clases, nacio-
nes y nacionalidades, culturas y
civilizaciones”6. Las resistencias
en las ciencias sociales a aceptar
que se trata de un objeto nuevo
son muy fuertes. De ahí la ten-
dencia a subsumir ese objeto en
los paradigmas clásicos del evo-
lucionismo al historicismo, y a
focalizar sólo aspectos parciales -
económicos o ecológicos- que pa-
recerían seguir siendo compren-
sibles desde una continuidad sin
traumas con la idea de lo nacional.
Es esa continuidad de la que se
nutren nociones como imperia-
lismo, dependencia e incluso in-
terdependencia, la que está en-
cubriendo la necesidad de some-
ter esas nociones a una profunda
reformulación a la luz de los
cambios radicales que atravie-
san tanto la idea de soberanía
como de hegemonía. El que hoy
siga habiendo dependencias e
imperialismos no significa que el
escenario no haya cambiado si-
no que los viejos tipos de víncu-
los se hallan subsumidos y atra-
vesados por otros nuevos que no
se dejan pensar desde la trans-
ferencia de categorías como las
de Estado, nación, territorio, re-
gión, etc. Las condiciones de de-
sigualdad entre naciones, regiones
y estados continúan e incluso se
agravan, pero ya no pueden ser
pensadas al margen de la aparición
de redes y alianzas que reorganizan
tanto las estructuras estatales
como los regímenes políticos y los
proyectos nacionales.
Una segunda incitación viene de
la visión de la tierra que nos pro-
curó la cámara de un satélite, esa
primera imagen que tuvimos del
mundo “desde el espacio”: tanto
de aquel por el que se mueven
los satélites y navegan los astro-
nautas como de ese otro que,
comprimido por la aceleración
del tiempo, está transtornando
nuestros modos de percibir y de
sentir. Esa primera imagen
condensó las tensiones e hibri-
daciones que atraviesan y sos-
tienen las relaciones de lo terri-
torial y lo global, del lugar y del
mundo, de la plaza y la televi-
sión. Al mismo tiempo el merca-
do ponía en marcha una globa-
lización del imaginario mediante
la cual, según una investigadora
brasileña, “se exporta territorio
-Amazonía, banano y carnaval-
mientras se importa la escena
global que produce la tecnología
(...) Estrategia que es respon-
sable de la curiosa máscara que
nos permite encontrar en el mun-
do la imagen de todos los terri-
torios7”. Y cuya contraparte es
el crecimiento acelerado del no-
lugar :ese espacio en que los
individuos son descargados del
peso de la identidad interpelante
o interpelada y exigidos única-
mente de interacción con infor-
maciones, textos o imágenes,
que se repiten incesantemente
de una punta a la otra del mundo.
Más lentos sin embargo que la
economía o la tecnología, los
imaginarios colectivos arrastran,
conservan huellas y restos del
lugar que intensifican las con-
tradicciones entre viejos hábitos
y destrezas nuevas, entre ritmos
locales y velocidades globales.
Y una tercera incitación viene de
la filosofía. El mundo, el universo
tecnológico y cultural contempo-
ráneo alumbra un nuevo univer-
sal no centrado, o cuyo centro
está en cualquier lugar: “univer-
so de la Pantopia”9 que, según
Michel Serres, concentra todos
los lugares en uno y cada uno es
replicado en todos los demás. El
viejo Leibniz podría ayudarnos
diálogosde la comunicación
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a pensar las mediaciones que
introduce la simulación: ese jue-
go de ausencias” que aparece
“cuando la ciencia toma el lugar
de la Verdad y se deshace de su
propia ‘naturalidad’ aceptando
plenamente su operación como
potencia de artificio”10, esto es
capaz de inventar un mundo que
en lugar de dejarse representar
se da en la mediación que desde
la técnica lo transforma en vir-
tual. La pregunta de Heidegger
por la técnica como el último ava-
tar de la metafísica resulta hoy
mucho más reveladora que nega-
tiva: es hoy cuando la técnica ha
dejado de ser mero utensilio, y
nos habla de “su esencial rela-
ción con el develar en que se fun-
damenta todo producir”11. Lo
que, traducido por Habermas al
lenguaje sociológico significa
que “si la técnica se convierte en
la forma global de producción,
define entonces a toda una cul-
tura y proyecta una totalidad his-
tórica, un mundo”12.
La pregunta por la técnica se nos
vuelve cada día más crucial en
la medida en que la diversidad
de técnicas, constatada por los
antropólogos es aceleradamente
sustituida por una mundializa-
ción de la tecnología, por su tor-
narse global. Claro que esa acele-
ración actual es engañosa pues
encubre aquel largo proceso que
de la revolución industrial, la de
las máquinas, condujo a la de los
signos, la cibernética, y de ésta
a la informática, a la revolución
electrónica y digital. De todos
modos es la rapidez de su difu-
sión la que nos coloca en una si-
tuación nueva, caracterizada por
dos rasgos: la ausencia de víncu-
los entre tecnología y herencias
culturales, su instalarse no im-
porta en qué región o país como
elemento exógeno a las deman-
das locales, esto es como dispo-
sitivo de producción a escala
planetaria, como conector univer-
sal en lo global; y en segundo
lugar su fuerte incidencia en la
división internacional del tra-
bajo trastornando a la vez las
condiciones de producción y las
relaciones centro/periferia al
efectuar una rearticulación de
las relaciones entre países me-
diante una descentralización que
concentra el poder económico y
una deslocalización que hibrida
las culturas.
Tematizaremos aquí la primera
característica por ser el rasgo
más intrínseco a la nueva técni-
ca, ese mediante el cual la tecno-
logía habla del mundo, de su
transformarse en tecnoesfera: de
la técnica convertida en sistema
que opera a través de las redes
tecnológicas y la virtualidad que
producen.
“El mundo aparece por primera
vez como totalidad empírica por
intermedio de las redes (...) pues
en el proceso global de produc-
ción la circulación prevalece
sobre la producción propiamen-
te dicha. Incluso el patrón geo-
gráfico es definido por la circula-
ción, ya que ésta es más densa,
más extensa y detenta el coman-
do de los cambios de valor del
espacio”13. Lo que las redes po-
nen entonces en circulación son
a la vez flujos de información y
movimientos de integración a la
globalidad tecnoeconómica, la
producción de un nuevo tipo de
espacio reticulado que debilita
las fronteras de lo nacional y lo
local al mismo tiempo que con-
vierte esos territorios en puntos
de acceso y transmisión, de ac-
tivación y transformación del
sentido del comunicar. No pode-
mos entonces pensar las redes
sin su intrínseca relación con el
poder, tanto con el que según
Foucault se ejerce ya no desde
la verticalidad del trono sino
desde la retícula cotidiana que
ajusta los deseos, las expecta-
tivas y demandas de los ciudada-
nos a los regulados disfrutes del
consumidor, como de aquel otro
que al intensificar la división/es-
pecialización/descentralización
del trabajo intensifica la veloci-
dad de circulación del capital,
tanto del financiero como del
productivo, de las informacio-
nes, de las mercancías y los
valores.
Virtuales de entrada tanto en
cuanto tejido que da forma al
ciberespacio, como en el sentido
ontológico de la potencia14: las
redes se vuelven reales cuando
son activadas, usadas para nego-
ciar o gestionar, para conversar
o navegar. Frente a tanto tratado
sabiondamente cientificista e
irresponsablemente optimista
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sobre las virtudes del espacio
virtual me quedo con el gesto pe-
dagógico de Michel Serres al leer
la Odisea como el primer relato
sobre un navegante virtual que
nos cuenta “el deambular y los
naufragios de un marino osado
y astuto con el que su mujer se
reunía en sueños, día y noche,
tejiendo y destejiendo en su telar
el mapa de los viajes de su mari-
do. ¡El amante y la amante habían
dejado de estar presentes! Mien-
tras el primero navegaba por el
mar real, la segunda soñaba en
el espacio virtual de la red que
iba urdiendo. Penélope urdía en
el telar el atlas que Ulises atra-
vesaba a remo y vela, y que Ho-
mero cantaba con la lira o la cíta-
ra”15. La singularidad del mundo
que habitamos pasa por los
espacios virtuales que en otros
tiempos tejían los sueños y las
representaciones y ahora tejen
también las redes de comunica-
ción. Redes que no son sólo téc-
nicas sino sociales, pues por el
momento Internet sólo concier-
ne a menos de 1% de la pobla-
ción y aunque el crecimiento de
los usuarios en América Latina
es muy rápido, los tipos de usos
diferencian radicalmente el
significado social del estar en-
chufado a la red. Entre el peso
de la información estratégica
para la toma de decisiones finan-
cieras y la levedad del paseante
extasiado ante las vitrinas de los
bulevares virtuales ya hay un
buen trecho. Que se hace mucho
mayor cuando el crecimiento de
la riqueza interior a la red es
conectado con la acelerada pau-
perización social y psíquica que
se vive en su exterior: en el lugar
desde el que la gente se enchufa
a la red. Todo lo cual tiene poco
que ver con las tan repetidas y
gastadas denuncias de la homo-
genización de la vida o la deva-
luación de la lectura de libros.
Pues la virtualidad de las redes
escapa a la razón dualista con la
que estamos habituados a pen-
sar la técnica, haciéndolas a la
vez abiertas y cerradas, integra-
doras y desintegradoras, totali-
zadoras y destotalizantes, nicho
y pliegue en el que conviven y se
mezclan lógicas, velocidades y
temporalidades tan diversas co-
mo las que entrelazan las textu-
ras del relato oral, la intertextua-
lidad de las escrituras y las inter-
medialidades del hipertexto16.
¿Cuáles serían entonces los ele-
mentos a meter en un balance de
la mutación que experimenta-
mos? Una mirada crítica pero
desde dentro nos asegura que el
actual desarrollo tecnológico
está trastornando tanto la ima-
gen mental del mundo que
habitamos como las coordena-
das de la experiencia sensible:
“el espacio que atraviesan nues-
tros itinerarios perceptivos se
halla estratificado según la
velocidad del medio tecnológico
que usamos (...) pero la multipli-
cidad de temporalidades que
vivimos no se hallan reguladas
por la lógica interna del sistema
técnico”17. Ello significa entonces
que nuestra inserción en la
nueva mundanidad tecnológica
no puede ser pensada como un
automatismo de adaptación
socialmente inevitable sino más
bien como un proceso densa-
mente cargado de ambigüeda-
des, de avances y retrocesos. Un
complejo conjunto de filtros y
“membranas ósmóticas” regula
selectivamente la multiplicidad
de interacciones que entrelazan
los flujos entre los viejos y los
nuevos modos de habitar el
mundo.
Encuadrando el balance en el
marco ecológico de lo que él
denomina “el entorno artificial”,
E. Manzini retoma en positivo el
concepto de artefacto (lo hecho
con arte vs lo artificioso o en-
gañoso) para pensar los nuevos
modos en que las técnicas nos
hablan, el progresivo desplaza-
miento de la profundidad de la
materia y de las estructuras -des-
de la que nos interpelaban los
objetos antiguos- hacia la super-
ficie, desde la que nos hablan
hoy los objetos convertidos en
soportes de información. Lo ar-
tificial tiende así a devenir un
continum de superficies cada
vez más densamente interacti-
vas. La conversión de la realidad
en espectáculo arrancaría ahi: no
en el plano de la evasión o la
simulación tramposa sino en el
de una transformación tal de la
imagen de la realidad que hace
ineludible el preguntarnos “si
ella amenaza en profundidad la
existencia humana, hasta qué
punto, o si al contrario,
diálogosde la comunicación
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representa una mutación antro-
pológica de las que han marcado
favorablemente la historia huma-
na”18. La toma de distancia críti-
ca indispensable del vértigo en
que nos sumergen las innova-
ciones tecnológicas empieza por
romper el espejismo producido
por el régimen de inmaterialidad
que rige el mundo de las comu-
nicaciones, de la cultura o del di-
nero, esto es la pérdida de espesor
físico de los objetos haciéndo-
nos olvidar que nuestro mundo
está a punto de naufragar bajo
el peso y el espesor de los dese-
chos acumulados de toda natu-
raleza. Pero al mismo tiempo cual-
quier cambio en esa situación
pasa por asumir la presencia y
la extensión irreversible del
entorno tecnológico que habitamos.
De otra parte, no es cierto que
la penetración y expansión de la
innovación tecnológica en el
entorno cotidiano implique la
sumisión automática a las
exigencias de la racionalidad tec-
nológica, de sus ritmos y sus
lenguajes. De hecho, lo que está
sucediendo es que la propia pre-
sión tecnológica está suscitando
la necesidad de encontrar y
desarrollar otras racionalidades,
otros ritmos de vida y de relacio-
nes tanto con los objetos como
con las personas, en las que la
densidad física y el espesor sen-
sorial son el valor primordial.
¿De qué habla la obsesión por los
deportes y los aeróbicos sino del
esfuerzo por salir del malestar y
reencontrarse con el propio
cuerpo? Y la búsqueda de las
medicinas alternativas o de
“terapias de relaciones”, más allá
de la rentabilidad que el merca-
do está sabiendo sacar de todo
ello, ¿no nos están señalando la
importancia que ha recobrado el
contacto y la inmediatez de la
comunicación?19. Cierto, la
mediación tecnológica se espesa
cada día más trastornando nues-
tra relación con el mundo, deste-
rrando quizá para siempre el
sueño griego de que el hombre
sea “la medida de todas las co-
sas”. Pero ese cambio no tiene su
origen en la técnica, él hace parte
de un proceso mucho más ancho
y largo: el de la secularizadora
racionalización del mundo que,
según Weber, constituye el núcleo
más duro y secreto del movi-
miento de la modernidad, pro-
ceso que tematizaremos después
de examinar las nuevas condicio-
nes del habitat humano que pro-
ducen los cambios en el espacio
y en el tiempo.
“En la disposición del territorio
el tiempo cuenta más que el
espacio, pero ya no se trata del
tiempo local y cronológico, sino
de un tiempo mundial que se
opone tanto al espacio local co-
mo al espacio mundial del pla-
neta. El espacio-mundo’ de la
geopolítica cede progresivamente
su pr ior idad estratégica al
“tiempo-mundo” de una proxi-
midad cronoestretégica sin inter-
valos ni antípodas”.
Paul Virilio
Las relaciones tiem-
po/espacio han ser-
vido de escenario a
una vieja pugna en-
tre las ciencias socia-
les, privilegiadoras
del tiempo -como
ámbito del cambio
social, de la revolu-
ción, de la moderni-
zación- sobre el es-
pacio y la estética,
valoradora de la
espacialidad en to-
das sus formas -es-
crita, plástica, esce-
nográfica- y de una
intemporalidad con
la que el arte ha bus-
cado defenderse del
desgaste y la finitud.
La filosofía por su
parte muestra hasta
nuestros días una permanente
oscilación: frente al Foucault que
mira el espacio como un
multiplicado panóptico, lugar de
la vigilancia, la disciplina y el
castigo, Michel de Certeau intro-
ducirá pioneramente una con-
cepción activa del espacio
inspirada en la distinción
lingüística entre lengua/habla: el
espacio se define por el entre-
cruzamiento de vectores de di-
rección y de velocidad (pre-
sencia del tiempo) y por lo tanto
como algo producido por o-
peraciones y movimientos, como
algo ‘practicado’; lugar en
cambio es el equivalente de la
palabra, ámbito de apropiación,
de prácticas ya sean del habitar
o el transitar20.
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El tiempo aparece en realidad
como elemento determinante de
cambios en el momento en que
la modernidad introduce el
valor-tiempo tanto en la acele-
ración del ritmo de los procesos
económicos, como en el de la
innovación técnica y estética,
poniendo en marcha una con-
tradicción central: la aceleración
de la novedad acelera también la
propia obsolescencia de lo
nuevo. La compresión tiempo-
espacio, que acelera el ritmo de
la vida a la vez que tiende a
borrar linderos y barreras espa-
ciales, está ya presente en la ex-
periencia temprana de la moder-
nidad. Pero un otro elemento
hace parte también de esa ex-
periencia: el impulso raciona-
lizador del espacio urbano tanto
en su expresión pública como en
su apropiación privada, esto es
la producción de espacio (para la
industria, los transportes, las
comunicaciones) como ámbito es-
pecífico de creación de riqueza y
de entrelazamiento entre raciona-
lización e innovación estética, que
es explícitamente el de la arqui-
tectura, ya sea en Le Corbusier o
en la Viena de fin de siglo.
David Harvey21 ha reconstruido
el recorrido que sigue el estre-
chamiento de los lazos entre la
compresión del tiempo/espacio
y las lógicas de desarrollo del
capitalismo. Recorrido del que
hacen parte tanto las grandes
Exposiciones de 1851 en Francia
y de 1893 en Estados Unidos, co-
mo la invención y aplicación de
“la línea de montaje” por Ford,
primera aparición del disposi-
tivo de fragmentación al servicio
de la aprehensión globalizada de
la producción en serie. También
el arte y la literatura que con
Picasso, Braque, Joyce, Proust
incorporarán muy pronto la frag-
mentación del espacio y del rela-
to abandonando tanto el espacio
plano de la pintura como la na-
rración lineal. El resultado de ese
entrelazamiento de lógicas va a
ser un proyecto de espacio nue-
vo, que rompiendo por primera
vez con nacionalismos y localis-
mos proclama al modernismo es-
tético como una dimensión del
internacionalismo revolucionario.
Pero no será hasta comienzos de
los años 70s cuando el sentido
de la espacialidad sufra cambios
de fondo. El ámbito determinan-
te de ese cambio son las nuevas
condiciones del capitalismo: “las
condiciones de una acumulación
flexible” hecha posible por las
nuevas tecnologías productivas
y las nueva formas organizacio-
nales conducentes a una descen-
tralización que es desintegración
vertical de la organización del
trabajo -multiplicación de las
sedes, subcontratación, multipli-
cación de los lugares de ensam-
blaje- y a una creciente centra-
lización financiera. Del otro lado,
aparecen por esos mismos años
los “mercados de masa” introdu-
ciendo nuevos estilos de vida
aparentemente democratiza-
dores pero cuyos productos son
la más clara expresión del pro-
ceso de racionalización del con-
sumo, pues aceleran la obsoles-
cencia no sólo de los productos
sino de los estilos de vida y de
moda, y hasta de las ideas y los
valores. “Lo que preocupa ahora
al capitalismo en forma predo-
minante es la producción de sig-
nos y de imágenes (...) La compe-
tencia en el mercado se centra
en la construcción de imágenes,
aspecto que se vuelve tan crucial
o más que el de la inversión en
nueva maquinaria”22. Las rees-
tructuraciones del espacio no
significarían entonces su deva-
luación frente al tiempo -como
piensa Virilio23- sino un cambio
profundo en su significación so-
cial: “la paradoja de que cuanto
menos decisivas se tornan las
barreras espaciales tanto mayor
es la sensibilidad del capital ha-
cia las diferencias del lugar y tan-
to mayor el incentivo para que
los lugares se esfuercen por dife-
renciarse como forma de atraer
el capital”24. La identidad local es
así conducida a convertirse en
una representación de la diferen-
cia que la haga comercializable,
esto es, sometida al torbellino de
los collages e hibridaciones que
impone el mercado.
Antes de pasar a examinar las
transformaciones concretas de
lo nacional y lo local, creo nece-
saria una reflexión sobre las se-
cretas complicidades entre el
sentido de lo universal que puso
en marcha la ilustración y la
globalización civilizatoria que el
etnocentrismo occidental ha
diálogosde la comunicación
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hecho pasar por universal, esto
es “la idea de una universalidad
que se opone a (niega) toda otra
particularidad que no sea la del
individuo, que pasa entonces a re-
presentar la única forma de parti-
cularidad, haciendo que todas las
otras formas de realidad social
nazcan de la relación entre los
individuos”25. La mejor expresión
de esa complicidad fue la idea de
desarrollo que agenció la propia
ONU desde mediados de los años
cincuenta: dearrollarse para los
países del Tercer Mundo se iden-
tificó con asumir la negación/
superación de todas sus particula-
ridades culturales y civilizatorias.
Mirada desde el hoy la idea de
universalidad que nos legó la
ilustración revela lo que ésta
tenía a la vez de utopía emanci-
patoria y de universalización de
una particularidad: la europea.
Enfrentar el etnocentrismo civi-
lizatorio que propaga la globali-
zación nos exige contraponer a
una “globalización enferma por-
que en lugar de unir lo que busca
es unificar”26 una universalidad
descentrada, capaz de impulsar
el movimiento emancipador sin
imponer como requisito su propia
civilización. Las redes informacio-
nales se configuran así en esce-
nario estratégico de la lucha por
descentrar la mundialización no só-
lo del proceso de centralización
económica sino cultural, esto es
de la particularidad civilizatoria
que hoy orienta la globalización.
Escribe O. Ianni “Caminamos a lo
largo de los siglos, de la antigua
comunión de los lugares con el
Universo a la interdependencia
global de los lugares en el Mun-
do. En ese largo camino el Esta-
do-nación fue un divisor de a-
guas al entronizar la noción jurí-
dico-política de territorio”27.
Pero lo que va a dar sentido de
pertenencia a la colectividad que
habita ese nuevo territorio fue-
ron, según B. Anderson, dos for-
mas de la imaginación que flore-
cen en el siglo XVIII: la novela y
el periódico, ya que fueron ellas
las que “proveyeron los medios
técnicos necesarios para la ‘re-
presentación’ de la clase de
comunidad imaginada que es la
nación”28. Esa representación y
sus medios son hoy completa-
mente incapaces de dar cuenta
del doble des-anclaje que experi-
menta la nación, tanto en su
espacio como en su tiempo. En
una obra capital, que tematiza
dimensiones poco pensadas en
el discurso postmoderno, P.
Nora el sentido de una contradic-
ción crucial en este fin de siglo,
la que desentraña el desvane-
cimiento del sentimiento histó-
rico y el crecimiento de la pasión
por la memoria: “La nación de
Renan ha muerto y no volverá.
No volverá porque el relevo del
mito nacional por la memoria
supone una mutación profunda:
un pasado que ha perdido la co-
herencia organizativa de una
historia se convierte por comple-
to en un espacio patrimonial”29.
Es decir, un espacio más museo-
gráfico que histórico. Y una me-
moria nacional edificada sobre la
reivindicación patrimonial esta-
lla, se divide, se multiplica. Aho-
ra cada región, cada localidad,
cada grupo étnico o racial recla-
ma el derecho a su memoria. Lo
que complementa O. Monguin:
“Poniendo en escena una repre-
sentación fragmentada de la uni-
dad territorial de lo nacional los
lugares de memoria celebran pa-
radójicamente el fin de la novela
nacional”30. El cine, que durante
la primera mitad del siglo XX fue
el heredero de la vocación nacio-
nal de la novela -pues “el público,
como afirma C. Monsiváis, no iba
al cine a soñar sino a aprender,
sobre todo a aprender a ser me-
xicanos31”- lo ven ahora las ma-
yorías en el televisor de su casa.
Al mismo tiempo que la propia
televisión se convierte en un re-
clamo fundamental de las comu-
nidades regionales y locales en
su lucha por el derecho a la
construcción de su propia imagen,
que enlaza así con el derecho a
su memoria, de que habla P. Nora.
La percepción del tiempo de lo
nacional se va a ver aún más
perturbada por las radicales ex-
periencias de fragmentación que
introducen la simultaneidad de
lo actual y la instantánea.
Habitamos una contemporanei-
dad que confunde los tiempos y
los aplasta sobre la simultanei-
dad de lo actual, sobre el “culto
al presente” que alimentan en su
conjunto los medios y en especial
la televisión. Pues una tarea cla-
ve de los medios es fabricar pre-
sente: “un presente concebido
35
J.Mar
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35
bajo la forma de ‘golpes’ sucesi-
vos sin relación histórica entre
ellos. Un presente autista, que
cree poder bastarse a sí mis-
mo”32. La contemporaneidad de
tiempos que producen los me-
dios remite, por un lado, al debili-
tamiento del pasado que entraña
un reencuentro descontextuali-
zado, deshistorizado, reducido a
cita,33 que permite insertar en los
discursos de hoy, arquitectóni-
cos, plásticos o literarios, ele-
mentos y rasgos de estilos y for-
mas del pasado, en un pastiche
que es sólo “imitación de una
mueca, discurso que habla una
lengua muerta (...) la rapiña alea-
toria de todos los estilos del pa-
sado en la progresiva primacia
de lo neo, en la colonización del
presente por las modas de la
nostalgia”34. Y del otro remite a
la ausencia de futuro que, de vuel-
ta de las utopías, nos instala en
un presente continuo, en “una se-
cuencia de acontecimientos que
no alcanza a cristalizar en dura-
ción y sin la cual ninguna expe-
riencia logra crearse, más allá de
la retórica del momento, un hori-
zonte de futuro. Hay proyeccio-
nes pero no proyectos. El futuro
se restringe a un “más allá”: el
mesianismo es la otra cara del
ensimismamiento”.35
Los medios audiovisuales son a
la vez el discurso por antonoma-
sia del bricolage de los tiempos -
ese que, arrancándolo a las com-
plejidades y ambigüedades de su
época, nos familiariza sin esfuer-
zo con cualquier acontecimiento
del pasado- y el discurso que
mejor expresa la compresión del
presente, al transformar el tiem-
po extensivo de la historia en el
intensivo de la instantánea. In-
tensidad de un tiempo que alcan-
za su plenitud en el videoclip
musical o publicitario, cada día
más cercanos, cuya sintaxis es la
de la discontinuidad y cuya
estructura narrativa está tejida
de micro-relatos visualmente
fragmentados al infinito. De una
punta a la otra del espectro tele-
visivo la cultura de la fragmen-
tación36 impone la disolvencia de
los géneros y la exaltación
expresiva de lo efímero.
Mientras la “novela nacional”
muere a golpes del emborrona-
miento de los tiempos y la frag-
mentación de las memorias, hay
algo a lo que el proceso de globa-
lización le ha devuelto paradóji-
camente su valor: el territorio
del lugar. Tanto la última obra de
Milton Santos sobre las trans-
formaciones del espacio, como
las de Paul Virilio sobre los ava-
tares posthistóricos del tiempo,
nos alertan sobre las contradic-
ciones del retorno de y a lo lo-
cal. Para M. Santos se trata de la
imposibilidad de habitar el
mundo, y de insertarnos en lo
global sin ningún tipo de anclaje
en el espacio y en el tiempo37. El
lugar significa nuestro anclaje
primordial: la corporeidad de lo
cotidiano y la materialidad de la
acción, que son la base de la he-
terogeneidad humana y de la
reciprocidad, forma primaria de
la comunicación. Pues aun atra-
vesado por las redes de lo glo-
bal, el lugar sigue hecho del teji-
do y la proxemia de los paren-
tescos y las vecindades. Lo cual
exige poner en claro que el sen-
tido de lo local no es unívoco:
pues uno es el que resulta de la
fragmentación, producida por la
des-localización que impone lo
global y otro bien distinto el que
asume el lugar en los términos
de Michel de Certeau o de Marc
Augé. Que es el lugar que intro-
duce ruido en las redes, distor-
siones en el discurso de lo glo-
bal, a través de las cuales emerge
la palabra de otros, de muchos
otros. Ahí está -por más tópico
que resulte- la palabra del
comandante Marcos introdu-
ciendo (junto con el ruido de fon-
do que pone la sonoridad de la
selva Lacandona) la gravedad de
la utopía en la levedad de tanto
chismorreo como circula por la
Internet. Y los usos que de esa
misma red hacen hoy multitud
de minorías y comunidades mar-
ginadas o grupos anarquistas. Y
sobre todo la vuelta de tuerca
que evidencia en las grandes
ciudades el uso de las redes
electrónicas para construir
grupos que, virtuales en su naci-
miento, acaban territorializándo-
se, pasando de la conexión al
encuentro, y del encuentro a la
acción.
Para Virilio romper toda depen-
dencia local es quedarse sin la
indispensable perspectiva tempo-
ral, y hoy asistimos a la
diálogosde la comunicación
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“aparición de un tiempo mundial
susceptible de eliminar la refe-
rencia concreta del tiempo local
de la geografía que hace la his-
toria”38. Primero fue el tiempo cí-
clico de los orígenes después el
lineal de la historia cronológica,
ahora entramos en un tiempo es-
férico que al desrealizar el espa-
cio liquida la memoria, su carga
histórica y su espesor geológico.
Entre la necesidad del lugar y la
inevitabilidad de lo global, cada
día más millones de hombres
habitamos la glocalidad de la
ciudad: ese espacio comunica-
cional que conecta entre sí sus
diversos territorios y los conecta
con el mundo, en una alianza
entre velocidades informacio-
nales y modalidades del habitar
cuya expresión cotidiana se halla
en “el aire de familia que vincula
la variedad de pantallas que reu-
nen nuestras experiencias labo-
rales, hogareñas y lúdicas”39.
Pero la fuerza de la ciudad vir-
tual reside menos en el poder de
las tecnologías que en su capaci-
dad de acelerar, de amplificar y
profundizar tendencias estructu-
rales de nuestra sociedad. Como
afirma F. Colombo, “hay un evi-
dente desnivel de vitalidad entre
el territorio real y el propuesto
por los massmedia. La posibili-
dad de desequilibrios no derivan
del exceso de vitalidad de los
media, antes bien provienen de
la débil, confusa y estancada
relación entre los ciudadanos del
territorio real”40. Lo que en Co-
lombia se ha visto reforzado en
los últimos años por una espe-
cial complicidad entre medios y
miedos. Tanto el peso social co-
mo la incidencia de la televisión
sobre la vida cotidiana tiene
menos que ver con lo que en ella
pasa que con lo que compele a
las gentes a resguardarse en el
espacio hogareño.” Es de los
miedos que viven los medios”41.
Miedos que provienen secreta-
mente de la pérdida del sentido
de pertenencia en unas ciudades
en las que la racionalidad formal
y comercial ha ido acabando con
el paisaje en que se apoyaba la
memoria colectiva. Y sin refe-
rentes a los que asir su recono-
cimiento los ciudadanos sienten
una inseguridad mucho más
honda que la que viene de la
agresión directa de los delin-
cuentes, una inseguridad que es
angustia cultural y pauperiza-
ción psíquica, la fuente más se-
creta y cierta de la agresividad
de todos.
Esa reconfiguración de la ex-
periencia urbana encuentra su
más decisivo escenario en la for-
mación de un nuevo sensorium:
frente a la dispersión y la imagen
múltiple que, según W. Benjamin,
conectaban las modificaciones
del aparato perceptivo del tran-
seúnte en el tráfico de la gran
urbe”42 con la experiencia del es-
pectador de cine, los dispositi-
vos que ahora conectan la es-
tructura comunicativa de la te-
levisión con las claves que orde-
nan la nueva ciudad son otros:
la fragmentación y el flujo. Pues
mientras el cine catalizaba la
“experiencia de la multitud” -era
en multitud que los ciudadanos
ejercían su derecho a la ciudad-
lo que ahora cataliza la televisión
es por el contrario la “experien-
cia doméstica” y privada de la
casa, que es desde donde cada
día más gente realiza hoy su
inserción en la ciudad.
Hablamos entonces de fragmen-
tación al referirnos no a la forma
del relato televisivo sino a la des-
agregación social, a la atomiza-
ción que la privatización de la
experiencia televisiva consagra.
Constituida en el centro de las
rutinas que ritman lo cotidiano,
en dispositivo de aseguramiento
de la identidad individual y en
terminal del videotexto, la video
compra, el correo electrónico y
la teleconferencia43, la llave
televisión/computador convier-
te el espacio doméstico en el
territorio virtual por excelencia:
aquel en que más hondamente se
reconfiguran las relaciones de lo
privado y lo público, esto es la
superposición entre ambos
espacios y el emborramiento de
sus fronteras. Del pueblo que se
tomaba la calle al público que iba
al teatro o al cine la transición
era transitiva y conservaba el
carácter colectivo de la expe-
riencia. De los públicos del cine
a las audiencias de televisión el
desplazamiento señala una pro-
funda transformación: la plu-
ralidad social sometida a la lógi-
ca de la desagregación hace de
la diferencia una mera estrategia
37
J.Mar
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ro
37
de rating. Y no representada en
la política, la fragmentación de
la ciudadanía es tomada a cargo
por el mercado: ¡es de ese cam-
bio que la televisión es la princi-
pal mediación!
Por flujo televisivo entendemos
el dispositivo complementario
de la fragmentación: no sólo la
discontinuidad espacial de la
escena doméstica sino la pulve-
rización del tiempo que produce
la contracción de lo actual. Y que
afecta tanto al continum del pa-
limpsesto televisivo como a la
forma de la representación : lo
que retiene al telespectador es
más el ininterrumpido flujo de
las imágenes que el contenido de
la programación. Pero la
experiencia de flujo televisivo
estaba incompleta sin el zap-
ping,44 ese control remoto me-
diante el cual cada uno puede
nómadamente armarse su propia
programación con fragmentos o
“restos” de noticieros, telenove-
las, concursos o conciertos. Más
allá de la aparente democratiza-
ción que introduce la tecnología,
la metáfora del zappar ilumina
doblemente la escena social. Es
con pedazos, restos y desechos
de objetos y saberes que buena
parte de la población arma los
cambuches en que habita, teje el
rebusque con que sobrevive y
enfrenta la opacidad de la ciu-
dad. Y hay también una eficaz
travesía que liga los modos de
ver desde los que el televidente
explora y atraviesa el palimp-
sesto de los géneros y los relatos
con los modos nómadas de habi-
tar la ciudad. Tanto los del emi-
grante al que le toca seguir inde-
finidamente emigrando dentro
de la ciudad a medida que se van
urbanizando las invasiones y se
valorizan los terrenos, como los
de la banda juvenil que perió-
dicamente desplaza a lo largo y
lo ancho de la ciudad sus lugares
de encuentro. Adonde en últimas
remite el flujo televisivo es la
forma misma de la vida en la
ciudad, especialmente de los
más jóvenes, y es de ella de don-
de saca su verdadero sentido el
zappar: pues en nuestras barria-
das populares urbanas tenemos
camadas enteras de jóvenes cu-
yas cabezas dan cabida a la ma-
gia y a la hechicería, a las culpas
cristianas y a su intolerancia pia-
dosa, lo mismo que a utópicos
sueños de igualdad y libertad,
así como a sensaciones de vacío,
ausencia de ideologías, fragmen-
tación de la vida y tiranía de la
imagen fugaz y el duro sonido
musical como único lenguaje de
fondo45"
“Intelectual o no, ningún
ser humano viviente en
el Occidente del fin de
siglo XX escapa a la
angustia de la pérdida
de todo sentido, al des-
vanecimiento de la vida
privada, de la capacidad
de ser sujeto, por obra de
las publicidaddes y por
la degradación de la
sociedad en masas. ¿Podemos
vivir sin Dios? (...) El
pensamiento en este fin de siglo
se arranca lenta y difícilmente a
una nostalgia del Ser sostenida
únicamente en el rechazo de un
presente insoportable.”
Alain Touraine
Con la globalización el proceso
de racionalización parece estar
llegando a su límite: después de
la economía, la cultura, la políti-
ca, es el mundo mismo de la vida,
sus coordenadas espacio-tempo-
rales las racionalizadas. Pero así
como la globalización está pro-
duciendo un retorno de y hacia
lo local, la secularización está
despertando viejos demonios de
intolerancia religiosa -con fre-
cuencia asociados a reivindica-
ciones de lo local- a la vez que
asistimos a un poderoso revival
del pensamiento religioso, o
mejor a un inesperado encuentro
del pensamiento con lo religio-
so46. De manera que el vigoroso
movimiento de análisis de las pe-
culiaridades que atraviesa el pro-
ceso secularizador tanto en el
ámbito de lo público como de la
subjetividad, se ve cruzado por
una ancha y densa preocupación
intelectual por la ausencia de
sentido en la política, en la ética
y la cultura.
En su genealogía de las rela-
ciones entre secularización y po-
der47, G. Marramao centra su
reflexión sobre la obra de Weber
en la idea, compartida con F.
3.
LOS
REL
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diálogosde la comunicación
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Tonnies de que la racionali-
zación constitutiva de la moder-
na sociedad significa la ruptura
con cualquier forma orgánico-
comunitaria de lo social y su
reorganización como “mundo
administrado” en el que la polí-
tica no puede comprenderse por
fuera de la burocracia que es el
modo “formalmente más racio-
nal de ejercicio del poder”. Lo
que implicará la pérdida de los
valores tradicionales de respeto
y autoridad, es decir la “ruptura
del monopolio de la interpre-
tación” que venía forjándose
desde la Reforma protestante.
Esa ruptura y pérdida harán
parte del largo proceso de con-
formación de una jurisdicción
secular de la soberanía estatal,
esto es de la constitución del
Estado moderno. Sólo a fines del
siglo XVIII la idea de seculari-
zación se convertirá en la cate-
goría que hace explícita la con-
cepción unitaria del tiempo
histórico”: del tiempo global de
la historia del mundo. Hegel ya
había llamado mundanización al
proceso formativo de la esfera
global mundana que es la que
hoy resulta del cruce del proceso
de secularización con el de
globalización. ¿Será el sistema-
mundo de la globalización el
punto de llegada del desencan-
tamiento del propio mundo de la
mano del desarrollo tecnológico
y de la racionalidad adminis-
trativa? Es lo que ha venido re-
flexionando N. Lechner al anali-
zar el desencanto de las izquier-
das, que se expresa en el
“enfriamiento de la política48”;
surgimiento de una nueva sensi-
bilidad marcada por el abandono
de las totalizaciones ideológicas,
la desacralización de los prin-
cipios políticos y la resignifi-
cación de la utopía en términos
de negociación como forma de
construcción colectiva del or-
den. Lo que implica la predomi-
nancia de la dimensión contrac-
tual y el predominio en la con-
cepción y la acción política mis-
ma, de la racionalidad instru-
mental y su profesionalización.
Es lo que Vazquez Montalbán re-
sume con su acostumbrada iro-
nía afirmando que hoy hacer po-
lítica es elaborar un Presupuesto
general del Estado lo más ajus-
tado posible al interés general.
Para lo cual los saberes que el
político necesita son dos: el jurí-
dico-administrativo y el de
comunicación publicitaria.
Primera paradoja: el
desencantamiento de la política
transforma el espacio público en
espacio publicitario, convirtien-
do al partido en un aparato-
medio especializado de comuni-
cación, y deslegitimando cual-
quier intento de reintroducir la
cuestión de los fines. ¿Para qué
si la “ética del poder” legitima la
doble verdad, la doble conta-
bilidad, la doble moral y el caris-
ma puede ser fabricado por la
ingeniería mediática? Segunda
paradoja: ¿después de la caída
del Muro tiene sentido seguir
hablando de democracia? Es un
agnóstico como Vazquez Montal-
bán quien introduce la cuestión
del sentido en la política: “Nece-
sitamos una idea de finalidad
que se parezca, sin serlo, a una
propuesta trascendente (...Y pa-
ra ello) hay que considerar la sa-
biduría de lo que nos ha dado el
negativo de esas ideas de finali-
dad, bien sea por la via religiosa
o la de las ideologías”.49
Pero la ausencia de sentido en la
política remite más allá de la
corrupción del poder y de la in-
geniería mediática a “la desa-
parición del nexo simbólico ca-
paz de constituir alteridad e
identidad”50. Desaparición que
es constatable en la acentuación
del carácter abstracto y desen-
carnado de la relación social, y
comprobable en la diferencia
entre el militante que se definía
por sus convicciones y esa abs-
tracción -las audiencias- a la que
se dirige el discurso político te-
levisado en su búsqueda no son
adhesiones sino de puntos en la
estadística de los posibles votan-
tes. Diferencia que remite menos
a la acción de la televisión que a
la abstracción de las relaciones
sociales operada por el proceso
de racionalización, que como
previó Weber, ha ido aboliendo
las dimensiones expresivomis-
téricas de la existencia humana
y convirtiendo al mundo todo de
la vida en algo predecible y do-
minable, pero también frío, insig-
nificante, insípido. La atomi-
zación de los públicos de la polí-
tica y su transformación en au-
diencias sondeables es insepara-
ble de la doble crisis que atravie-
39
J.Mar
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39
sa la representación: la que intro-
duce la política neoliberal dete-
riorando los mecanismos bási-
cos de la cohesión socio-política
y la del desgaste de las dimen-
siones simbólicas que la media-
ción tecnológica cataliza pero no
explica, pues remiten al déficit
de sentido que experimenta lo
social.
Ni siquiera el “retorno de la éti-
ca” escapa al desencanto. Para
Lipovetsky ese retorno marca
también el punto de llegada del
largo proceso de secularización,
cuya primera etapa (1700-1950)
emancipó a la ética del espíritu
de la religión pero conservando
“una de sus figuras claves: la
noción de deuda infinita, de
deber absoluto”51. Ahí está el
rigor kantiano y el patriotismo
republicano transfiriendo los
deberes religiosos al terreno pro-
fano de los deberes del hombre
y del ciudadano. Es sólo a partir
de los años cincuenta que una
lógica del proceso de seculariza-
ción conduce a la disolución de
“la forma religiosa del deber”: a
la entrada en la sociedad del
post-deber, que “devalua el ideal
de abnegación, estimulando sis-
temáticamente los deseos inme-
diatos, la pasión del ego, la fe-
licidad intimista y materialista”52.
El bienestar sustituye al deber
ser posibilitando la reconci-
liación de los imperativos del
futuro con la calidad del pre-
sente. Y todo ello a nombre de
la autenticidad que aranca la
máscara de hipocresía que
velaba el rostro de la sociedad
dejando a la vista el carácter
represivo de sus instituciones
fundantes: iglesia, sindicato, fa-
milia, escuela. Pero he aquí que
esa autenticidad tiene un efecto
demoledor sobre la democra-
cia53, a la que fragmenta y
debilita, mientras el individualis-
mo crece en todas las esferas. Y
si en las capas medias y altas el
individualismo se alía con el inte-
grismo consumista, en los secto-
res bajos los ghetos, la droga y
la violencia son su expresión. El
retorno de la ética se desinfla y
transforma en un eticismo que
sería la figura desencantada de
la mala conciencia. Al acabarse
la fase heroica y austera de la so-
ciedad moderna, tan lúcida-
mente analizada por D. Bell54, la
moral se transforma en comu-
nicación empresarial -que com-
bina generosidad y marketing,
ética y seducción- y en humani-
tarismo teledirigido: la teleca-
ridad que hace de los especta-
dores actores fraternales en el
Show del Bien.
El relato más expresivo del de-
sencanto es sin duda el de la ex-
periencia de sinsentido que vive
la conciencia occidental, la recu-
rrencia, en los textos que inten-
tan dar cuenta de la actual crisis
cultural, del tema de la “ausen-
cia” de trascendencia. Analizan-
do el sentimiento actual de de-
sorientación moral, de quiebra
de los valores del arte, de la de-
cadencia de los códigos de socia-
bilidad -y después de desmontar
el mito del siglo XIX como “jardín
imaginario de la cultura liberal”-
George Steiner plantea la nece-
sidad de comprender “la singula-
ridad, la extrañeza asombrosa de
la idea monoteista horadando el
psiquismo humano en sus raíces
más profundas. Y esa herida no
cicatrizó (...) La ruptura abierta
entre existencia secular y
escatológica era inconmensu-
rable. Y se rasgaba en una explo-
sión de la conciencia del in-
dividuo -Pascal, Kierkegaard,
Dostovievsky- y en un profundo
desequilibrio del eje de la cul-
tura occidental, en una acción de
corrosión subliminal”55. La con-
ciencia occidental se ha visto
permanentemente confrontada a
una “ausencia desmedida”, al
“chantaje de la transcendencia”.
Hasta el socialismo marxista se
ha alimentado de la escatología
mesiánica, lo que hizo de los geno-
cidios europeos un intento de
“suicidio de la civilización occi-
dental”. El diagnóstico no puede
ser más desencantado: “el epílo-
go de la creencia, la transforma-
ción de la fe religiosa en conven-
ción hueca resultan un proceso
más peligroso que lo previsto por
los ilustrados. Las formas de de-
gradación son tóxicas”56. Su toxi-
cidad sustenta hoy una utopía
tecnocrática que funciona al mar-
gen de las necesidades y las
posibilidades humanas, resulta-
do del fracaso de la creencia secu-
lar en el progreso moral y políti-
co, esto es en el paso natural del
cultivo de la inteligencia al com-
portamiento social constructivo.
diálogosde la comunicación
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¿A dónde nos llevan los relatos
del desencanto? ¿Puede su lúci-
do pesimisno ayudarnos a afron-
tar las contradicciones que la
globalización envuelve? ¿o sus
argumentos son la legitimación
de los que se arrellanan en la pa-
sividad de un nihilismo escapis-
ta? En sus Notas para la defini-
ción de la cultura (de 1948) T. S.
Eliot concluye diciendo “Ha deja-
do de ser posible hallar consuelo
en el pesimismo profético”. A lo
que respondió G. Steiner en sus
Notas para una redefinición de la
cultura (de 1971) que “Una crítica
pesimista de la cultura es una
tarea positiva.” En América Lati-
na creo que necesitamos de am-
bas posiciones, y de una tercera
esbozada por J.J. Brunner, cuan-
do afirma que “La cuestión esen-
cial sigue siendo cómo explicar
el mundo social en orden a trans-
formarlo, y no cómo sacar prove-
cho de su negación informada”57.
Para los que vivimos el desen-
cantamiento del mundo sin que
ello nos convierta automática-
mente en seres desencantados -
y por lo tanto con derecho al
todo vale- hay una frase de Ben-
jamin que nos sigue desafiando
e iluminando: “Todo documento
de cultura es también un docu-
mento de barbarie”. La traigo a
propósito del dictamen de bar-
barie que Adorno, Steiner y Kun-
dera han proferido sobre el rock.
Para Adorno “alabar el jazz y el
rock and roll, en lugar de Beetho-
ven no sirve para desmontar la
mentira de la cultura sino que da
pretexto a la barbarie y a los
intereses de la industria cultu-
ral”58. Y continua exponiendo
acerca de las supuestas cuali-
dades vitales que esos ritmos
tendrían, para concluir que esas
cualidades están por completo
dañadas. Quien quiera entender
el desprecio que Adorno, el
experto musicólogo, sentía es-
pecialmente por el jazz, debe
leer lo que a ese propósito escri-
bieron Adorno y Horkheimer en
Dialéctica del Iluminismo. Desde
una perspectiva menos tajante
pero no menos radical, G. Steiner
ubica el rock en una nueva esfera
sonora que parece haberse con-
vertido en el esperanto, en la lin-
gua franca, de los más jóvenes, a
los que proporciona códigos de
comportamiento y formas de
solidaridad grupal. Y es en el
contexto de esa esfera sonora que
el rock es juzgado como un marti-
lleo estridente, un estrépito in-
terminable que, con su espacio
envolvente, ataca la vieja auto-
ridad del orden verbal”59; y al fo-
mentar la emoción y el gregaris-
mo socaba el silencioso aisla-
miento que la lectura requiere.
M. Kundera se pregunta si la
coincidencia entre la aparición
del rock y el momento en que el
siglo XX “vomitó su historia” se-
rá fortuita. A lo que responde
afirmando la existencia de un
sentido oculto entre el fin del
siglo y el éxtasis del rock: “En el
aullido extático ¿quiere el siglo
olvidarse de sí mismo? ¿Olvidar
sus utopías sumidas en el hor-
ror?, ¿Olvidar el arte?” (...) La
imagen acústica del éxtasis ha
pasado a ser el decorado cotidia-
no de nuestro hastío. (Y mientras)
se predica la severidad contra los
pecados del pensamiento, se pre-
dica el perdón para los crímenes
cometidos en el éxtasis emotivo”60.
La co-incidencia de esos tres tex-
tos me ha llevado a preguntarme
si la idea de Benjamin no es re-
versible, lo que nos autorizaría
a pensar que en estos oscuros
tiempos hay documentos de bar-
barie que podrían estar siendo
documentos de cultura, esto es
por lo que atraviesan movimien-
tos que minan y subvierten,
desde sus bajos fondos, la cultura
con que nuestras sociedades se
resguardan del sinsentido. Por-
que entonces más que al éxtasis,
el aullido del rock remitiría a la
rabia y la desazón de una juven-
tud que ha encontrado en esa
música el único idioma en el que
expresar su rechazo a una socie-
dad hipócritamente empeñada
en resolver sus miedos y zozo-
bras. Y en la medida en que hace
visible nuestras cohartadas y
nuestros miedos al cambio, el
rock hace cultura, hace parte del
arte que avizora un cambio de
época. Como en la exasperante
ilegibilidad de mucho del graffiti
callejero de los últimos años, en
la estridencia sonora del rock se
hibridan hoy los ruidos de nues-
tras ciudades con las sonori-
dades y los ritmos de las músicas
indígenas y negras, las estéticas
de lo desechable con las frágiles
utopías de la desazón moral, el
41
J.Mar
tín B
arbe
ro
41
vértigo audiovisual y la empatía
con una cultura tecnológica en
cuyos relatos e imágenes, frag-
mentaciones y velocidades, los
jóvenes de todas las clases pare-
cen haber encontrado su ritmo
y su idioma.
1. O. Ianni, Teorías de la glo-
balización, p. 3, Siglo XXI,
México, 1996.
2. M. Santos, “Espaço, mundo
globalizado, post-modernidade”, en
Margen Nº 1, p. 11, Sao Paulo, 1993.
3. R. Ortiz, Mundializaçao e cultura, p.
87 y ss., Brasiliense, Sao Paulo, 1994.
4. G. Vattimo (comp.), La seculari-
zación de la filosofía, Gedisa, Barce-
lona, 1992.
5. O. Ianni, “Naçao e globalizaçao” in
A era do globalismo, Civilizaçao Bra-
sileira, p. 97-125, Rio de Janeiro, 1996.
6. O. Ianni, Teorías de la globaliza-
ción, p. 160.
7. L. D’Alessio, “Do mundo como ima-
gen à imagen do mundo”, in M. San-
tos y otros, Territorio: globalizaçao
e fragmentaçao, p. 48, Hucite, Sao
Paulo, 1996.
8. M. Augé, Los ‘no lugares’. Espacios
de anonimato, ps. 81-119, Gedisa,
Barcelona, 1993.
9. M. Serres, Atlas, p. 122, Cátedra,
Madrid, 1995.
10. M. Tavares d’Amaral, Contempora-
neidade e Novas Tecnologías, p. 22,
UFRG-Sette Letras, Rio de Janeiro, 1996.
11. M. Heidegger, “La pregunta por
la técnica” in Revista Universidad de
Antioquia, Nº 205, ps. 48-67, Medellín,
1986.
12. J. Habermas, Ciencia y técnica como
ideología, p. 65, Tecnos, Madrid, 1986.
13. M. Santos, A naturaleza do espaço,
p. 215, Hucitec, Sao Paulo, 1996.
14. Ph. Quéau, “La potencia de lo vir-
tual” en Lo virtual, p. 51 y ss. Paidos,
Barcelona, 1995.
15. M. Serres, obra citada, p. 14.
16. P. Lévy, Les tecnologies de l’inte-
lligence, La Decouverte, Paris, 1990.
17. E. Manzini, Artefacts. Vers une
nouvelle écologie de l’environnement
artificiel, p. 27 y ss., Centre Pompi-
dou, Paris, 1991.
18. Ibidem, p. 57.
19. X. Rupert de Ventós, De la
modernidad, p. 12 y ss. Península,
Barcelona, 1980.
20. M. de Certeau, L’invention du quo-
tidien, p. 208, U.G.E.-10/18, Paris, 1980.
21. D. Harvey, “The experience of
space and time in The condition of
Postmodernity, ps. 201-327, Basil
Blackwell, Cambridge, 1989.
22. Ibidem, p. 288.
23. P. Virilio, Estética de la desa-
parición, Anagrama, Madrid, 1988.
24. D. Harvey, obra citada, p. 296.
25. Th. dos Santos, “A globalizaçao
reforça as particularidades”, in M.
Santos y otros, Territorio: globaliza-
çao e fragmentaçao, p. 72.
26. M. Santos, “La aceleración con-
temporánea: tiempo, mundo y espa-
cio-mundo. Los espacios de la globa-
lización” in Revista de la Universidad
del Valle Nº 10, ps. 22-42, Cali, 1995.
27. M. Santos, “O retorno do
territorio” en Territorio: globalizaçao
e fragmentaçao, p. 15.
28. B. Anderson, Comunidades
imaginadas, p. 47, F.C.E., México, 1993.
29. P. Nora, Les lieux de memoire, vol.
III, p. 1009, Gallimard, Paris, 1992.
30. O. Monguin, “¿Una memoria sin
historia?”, in Punto de vista, NP 49,
p. 26, Buenos Aires, 1994.
31. C. Monsiváis, “Notas sobre la
cultura mexicana en el siglo XX”, en
Historia general de México, vol. IV,
446, Colegio de México, 1976.
32. O. Monguin, Obra citada, p. 25.
33. U. Eco, “Apostilla a El nombre de
la Rosa”, en Analisi, Nº 9, p. 32, Barce-
lona, 1984.
34. F. Jameson, El postmodernismo o la
lógica cultural del capitalismo avan-
zado, p. 45, Paidos, Barcelona, 1992.
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35. N. Lechner, “La democracia en el
contexto de una cultura postmoderna”
en Cultura política y democratización,
p. 260, Flacso, Buenos Aires, 1987.
36. A ese propósito: V. Sánchez
Biosca, Una cultura de la fragmen-
tación. Pastiche, relato y cuerpo en el
cine y la televisión, Filmoteca de
Valencia, 1995.
37. M. Santos, “A força do lugar”, en
A natureza do espaço, ps. 250-275.
Ver también a ese propósito: M.
Maffesoli, “De la proxemia” en El
tiempo de las tribus, ps. 231-259,
Icaria, Barcelona, 1990; y del mismo
autor: La contemplation du monde,
Grasset, Paris, 1993.
38. P. Virilio, La vitesse de liberation,
p. 150, Galilée, Paris, 1995.
39. C. Ferrer, “Taenia saginata o el
veneno en la red”, en Nueva Sociedad,
Nº 140, p. 155, Caracas, 1995.
40. F. Colombo, Rabia y televisión, p.
47, G. Gili, Barcelona, 1983.
41. J. Martín Barbero, “Comunica-
ción y ciudad: ente medios y
miedos”, en Pre-textos. Conversacio-
nes sobre la comunicación y sus con-
textos, p. 80, Univalle, Cali, 1995.
42. W. Benjamin, Discursos interrum-
pidos, p. 47, Taurus, Madrid, 1982.
43. R. Silverstone, “Donde lo global
se encuentra con lo local: apuntes
desde la sala de estar” en Televisión,
audiencias y estudios culturales, ps.
397-425, Amorrortu, Buenos Aires,
1996; también: D. Mell, La television
de l’intimité, Seuil, Paris, 1996; A.
Machado, Máquina e imaginario, Ed-
Usp, Sao Paulo, 1996.
44. Sobre esa “complementariedad
estructural” del zapping: ver B. Sarlo,
Escenas de la vida postmoderna, ps.
57-73, Ariel Buenos Aires.
45. F. Cruz Kronfly, “El intelectual en
la nueva Babel colombiana” en La
sombrilla planetaria, Planeta, Bogotá,
1994.
46. Una muestra de publicaciones en
los últimos años: J. Derrida, H.G.
Gadamer y otros, La religión, PPC
ed., Madrid, 1996; G. Vattimo, Creer
que se cree, Paidos, Barcelona, 1996;
U. Eco y C.M. Martini En qué creen
los que no creen. Taurus, Madrid,
1997; Luc Ferri, L’homme-Dieu ou le
sens de la vie, Grasset, Paris, 1996.
47. G. Marramao, Potere e
secolarizzazione-Le categorie del
tempo, Editori Reuniti, Milano, 1983;
Cielo e Terra: genealogia della
secolarizzazione, Laterza, Turin, 1994.
48. N. Lechner, Obra citada, p.
254 y ss.
49. M. Vazquez Montalbán, Panfleto
desde el planeta de los simios, p. 55-
92 Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1995.
50. M. Augé, Hacia una antropología
de los mundos contemporáneos, p. 88,
Gedisa, Barcelona, 1995; también a
ese propósito: C. Castoriadis, El
mundo fragmentado, Altamira,
Montevideo, 1993.
51. G. Lipovetsky, Le crépuscule du
devoir, p. 13, Gallimard, Paris, 1992.
52. Ibidem, p. 14.
53. X. Rupert de Ventos, Etica sin
atributos, ps. 179 y ss. Anagrama,
Barcelona, 1996.
54. D. Bell, Las contradicciones cultu-
rales del capitalismo, Alianza,
Madrid, 1970.
55. G. Steiner, No castelo do Barba
Azul. Algumas notas para a rede-
finiçao da cultura, ps. 46-52, Antro-
pos, Lisboa, 1992.
56. Ibidem, p. 63.
57. T.S. Eliot. Notas para la definición
de la cultura, Bruguera, Barcelona,
1984, primera edición en inglés 1984;
J.J. Brunner, “Investigación social y
decisiones políticas” en Sociedad Nº
3, p. 42, Buenos Aires, 1993.
58. Th. Adorno, Teoría estética, p.
414, Taurus, Madrid, 1980.
59. G. Steiner, obra citada, ps. 118 y 121.
60. M. Kundera, Los testamentos
traicionados, ps. 247 y 249, Tusquets,
Barcelona, 1994.
Ana
mar
ía F
adul La
internacio-nalización
de los gruposde medios enel Brasil delos años 90
diálogosde la comunicación
105
Investigadora y docente en la Universidad Metodistade Sao Paulo, Facultad de Comunicación Social
Dirección: Rua do Sacramento, 230 Rudge Ramos.09735-460 Sao Bernardo do Campo, SP, Brasil.
Teléfono: 4573733, Fax: 4553349.
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El principal objetivo del
texto es examinar el
proceso de internaciona-
lización y regionalización
de los principales grupos
de medios en el Brasil en
el periódo de 1990-1997.
Los cambios en la econo-
mía y política brasileñas
en la década del 90 tuvie-
ron profunda influencia
en toda la economía brasileña y
como no podría dejar de ser,
también entre los grupos de me-
dios. Ellos son principalmente el
resultado, de un lado, de la crea-
ción del Mercosur a través del
Tratado de Asunción en 1991, y
de otro lado, la apertura de la e-
conomía brasileña y su inserción
en la economía mundial.
Los grupos de medios en el Bra-
sil tuvieron su mayor desarrollo
con el proceso de modernización
del país, que se inició con la Re-
volución del 30. Hasta ese mo-
mento existían solamente gru-
pos empresariales en el área del
periodismo impreso con expre-
sión en dos principales ciudades
del país, Rio de Janeiro y Sao
Paulo. Los primeros grupos de
medios con expresión verdade-
ramente nacional van a surgir,
por tanto, después de ese acon-
tecimiento político que tuvo
gran influencia en toda la his-
toria del país.
Como no es posible estudiar en
el momento los varios grupos y
empresas de medios escogimos
examinar tres grupos multime-
dias del eje Rio-Sao Paulo y un
grupo de Porto Alegre, debido a
varios factores. Son ellos el Gru-
po de Diarios y Emisoras Asocia-
das, las Organizaciones Roberto
Marinho, el Grupo Abril y la Red
Brasil Sul. Todos ellos tienen
expresión nacional y represen-
taron en el pasado y también en
el presente un importante papel
en la historia de las industrias
brasileñas de medios.
Las estrategias de esos grupos
para enfrentar los dos procesos
antes referidos fueron y aún son
muy diferentes, pues tienen
historias y culturas empresaria-
les muy diferentes entre sí.
Siguiendo las mismas estrategias
de otros grupos mediáticos,
ellos también comenzaron con
un proceso de concentración y
diversificación de sus empresas,
inicialmente constituidas a nivel
local y regional para después
llegar a una dimensión nacional,
regional e internacional, siguien-
do con todo las características
propias de cada grupo.
Otra importante característica
es que son grupos familiares, con
la excepción de los Asociados
que tienen una estructura muy
peculiar, pues su creador decidió
no dejar el grupo como herencia
para su familia, pero sí como un
condominio. Esa es una caracte-
rística de los principales grupos
de medios brasileños, que viene
desde el origen de la prensa en el
siglo XIX, cuando un grupo de
familias dominaba los principales
periódicos del país. Actualmente
se habla de nueve familias que
dominan los medios brasileños.
Juarez Bahia en su historia del
periodismo en Brasil resalta ese
aspecto. El dice: “la mayoría de
los periódicos, revistas, emiso-
ras de radio y de televisión sue-
len ser propiedad de organiza-
ciones que se transmiten here-
ditariamente. Una excepción es el
‘imperio Chateaubriand’ que an-
tes de desaparecer fue legado a
un condominio con participa-
ción y control llamado por el
donador ‘familia asociada’. La
tendencia de estructura familiar
de los medios de comunicación
de Brasil configura una tradición
y se busca a mantener el dominio
accionario al margen de influen-
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cias extrañas al grupo de parien-
tes. Lo que no impide la alocación
de servicios de ejecutivos con
poder de decisión en el directorio
de las empresas” (p. 243).
Tres de esos grupos mul-
timedia surgieron a partir
del medio impreso para
después incorporar emi-
soras de radio y/o la te-
levisión entre sus pro-
piedades. Ese fue el caso
de Diários e Emissoras
Associadas, de las Orga-
nizaçoes Roberto Marinho
y del Grupo Abril. Sola-
mente RBS surgió a partir
de la radio, incorporando
sólo después a las empre-
sas de medios impress y
televisivos.
Históricamente Grupo de los
Diários y Emissoras Associadas
es el primero que se constituyó
con una dimensión nacional y
multimedia. Surgió en 1924 con
la compra del O Jornal, una
empresa de Rio de Janeiro y fue
creado por Assis Cateaubriand.
Fue uno de los primeros grupos
brasileños en optar por la con-
centración de los periódicos en
la década del veinte y por la di-
versificación de sus empresas de
medios en la década del treinta.
Alcanzó su apogeo en las déca-
das del cincuenta y sesenta cuan-
do llegó a ser el más importante
grupo de medios, con una gran
influencia política.
Enfrentó una serie de dificul-
tades después de la muerte de
su propietario en 1968. Perdió
mucho de su prestigio anterior
pero se consolidó económica-
mente en la década del noventa.
No está actualmente entre los
mayores grupos de medios
brasileños, pero continúa tenien-
do una dimensión nacional e
incluye empresas de periódicos,
radio y televisión formando aún
un expresivo grupo multimedia.
El grupo de Roberto Marinho
surgió en 1923 cuando su padre
fundó el diario O Globo. Con la
muerte del padre él asumió el
comando de las empresas obte-
niendo concesiones de radio y
transformando ese grupo en un
importante grupo de medios en
el país. No obstante, va a ser
solamente con la instalación de
una televisora de VHF en 1965 -
aunque él ya poseía una con-
cesión obtenida anteriormente-
que su grupo se va a transformar
en el más importante grupo de
medios en el país en la década
de los setenta.
Su relación con el gobierno militar
le permitió hacer una alianza ope-
racional con el grupo extranjero Time-
Life, en un episodio muy contro-
vertido, pues la Constitución Brasi-
leña no permitía la participación de
grupos extranjeros en los medios del
país. En las décadas de los ochenta y
noventa se va a desarrollar más to-
davía, iniciando un proceso de con-
centración y diversificación cada vez
mayor.
El tercer mayor grupo multime-
dia del país, el Grupo Abril, po-
dría ser considerado un grupo re-
ciente, pues fue creado recién en
1950, con la llegada al país del
ítalo-americano Victor Civita, su
fundador. Comenzó con las revis-
tas infantiles de Disney, hoy e-
dita más de 200 revistas y posee
el mayor parque gráfico de Amé-
rica Latina.
Después de un largo período de
espera consiguió finalmente lle-
gar al medio televisivo. Debido
a su gran poder en el sector de
revistas al mismo tiempo que
editor de la mayor revista de
información y política del país,
Veja, -considerada una de las
cuatro mayores revistas del
mundo- él vio impedida su en-
trada en la televisión abierta por
el gobierno militar. Va a ser sólo
al final de la década de los
ochenta que entra oficialmente
en el medio televisivo, con la
concesión no de un canal abierto
en VHF como había solicitado en
1981, sino con un canal abierto
en UHF y en la década de los no-
venta con canales en MDS, dan-
do inicio así en el país a la tele-
visión por suscripción.
A pesar de esas dificultades
iniciales el grupo actualmente ya
enfrenta a las Organizaciones
Globo en su propio terreno,
aquel del medio televisivo.
El cuarto grupo escogido fue la
Red Brasil Sul. Su origen es
también reciente, habiendo
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0 surgido en la década del cincuen-
ta con la compra de una emisora
de radio en Porto Alegre, la capi-
tal de Rio Grande do Sul. Pos-
teriormente es anexado al grupo
de periódicos y emisoras de tele-
visión. Hoy es considerado el
mayor grupo multimedia del eje
Rio-Sao Paulo. Tuvo una gran
expansión en la década de los
noventa cuando invirtió fuerte-
mente en el sector de televisión
por suscripción, después de ha-
ber construido una red de tele-
visiones abiertas en los estados
del sur del país.
Además de su carácter
multimedia, lo que tam-
bién distingue a esos
grupos de los otros gru-
pos nacionales, es la ten-
tativa de internacionali-
zación y regionalización
efectuada en diferentes
momentos de sus historias.
El más antiguo de todos,
el grupo creado por Assis
Chateaubriand fue tam-
bién el que más pronto
tuvo experiencia profe-
sional. Después de crear
una revista semanal en el
año 1928, O Cruzeiro, en
la década del treinta fue
lanzada una edición inter-
nacional que duró ocho
años y era distribuida en
varios países de América
Latina. Debido a una serie
de dificultades -y entre las más
serias estaba la cuestión del
transporte- esa tentativa no tuvo
continuidad.
Más tarde, en la década del se-
senta hizo otra tentativa de
internacionalización con la dis-
tribución y venta de telenovelas
en América Latina. Sin embargo
con las dificultades que sobre-
vinieron a la muerte de su fun-
dador, ese grupo abandonó esa
tentativa de internacionaliza-
ción, estando hoy dedicado ex-
clusivamente a su consolidación
económica. Ya está lejos el tiem-
po en que las decisiones eran to-
madas en función de decisiones
políticas, su perfil actual es cada
vez más empresarial.
Va a ser por tanto el grupo de
Roberto Marinho el que actual-
mente tiene la más clara estrate-
gia de internacionalización.
Habiendo comenzado vendiendo
telenovelas en la década de los
setenta para América Latina y
Europa y después para todo el
mundo, con éxito, experimentó
su primer fracaso al iniciar otra
etapa de ese proceso con la com-
pra de un canal de televisión
abierta, la TV Montecarlo, que
emitía para Italia. Los grandes
prejuicios enfrentados desde su
inicio lo llevaron finalmente a la
venta en el inicio de la década
de los noventa.
Basada en esa experiencia, la
más nueva experiencia ahora fue
en Portugal, pero a través de una
asociación con un importante
grupo portugués de medios, de
propiedad del empresario Pinto
Balsemao. Las Organizaciones
Globo poseen solamente el 15%
de participación accionaria. Sin
embargo la gran esperanza de
internacionalización del grupo
no está propiamente en la te-
levisión abierta sino en la televi-
sión por suscripción. Con la
alianza del grupo internacional
News Corporation de R.
Murdoch, fue formada una em-
presa de televisión por sus-
cripción utilizando un satélite de
difusión directa. Existe la deci-
sión de competir en ese segmen-
to no solamente en América
Latina sino también en Europa.
El último grupo estudiado es el
de la familia Sirotsky, la Red de
Brasil Sul, que tiene una historia
muy diferente a la de los otros
grupos de medios, pues surgió
como un grupo con una fuerte
penetración local, después en el
estado y en la región sur del
Brasil. Es el típico caso de un
grupo que trazó una estrategia
de consolidación regional antes
de buscar su inserción nacional,
megaregional e internacional.
Por su localización en el sur del
país y su proximidad al Uruguay
y Argentina es el grupo que más
pronto tuvo conciencia de la
importancia del Mercosur para
la constitución de una integra-
ción regional también en los
medios.
Tiene varias alianzas en el área
de periódicos, radio y de la
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televisión con empresas perio-
dísticas, de radio y de televisión
de Argentina, Uruguay y Chile. La
más reciente es la formación de
una red de radios, la Red Conesul,
formada por Radio Gaúcha (Porto
Alegre), Radio Carvé
(Montevideo), Radio Cooperativa
(Santiago). Su inserción con
grupos europeos y norteameri-
canos se va a dar sin embargo en
el área de las telecomunicaciones.
Como la investigación
está aún desarrollán-
dose sus conclusiones
son provisorias. La pri-
mera está relacionada
principalmente con los
grupos Roberto Marinho,
Roberto Civita y Mauricio
Sirotsky y se refiere a las
asociaciones con otros grupos
de medios tanto internacionales
como megaregionales.
La segunda conclusión ya es
fruto de otro importante fenó-
menos de los medios en los últi-
mos años, la creciente conver-
gencia de los sectores audiovi-
sual (cinema, radio y televisión),
con aquellos de la informática y
telecomunicaciones. La entrada
de esos tres grupos en el sector
de la telefonía celular móvil e/o
fija de informática (equipamien-
to) e informatica y telecomunica-
ciones (servicios) en el área de
los proveedores de Internet, obe-
dece a esa nueva estrategia de
los grupos multimedia de entrar
también en el sector de los ser-
vicios de telecomunicaciones e
informática.
De esa forma, el crecimiento de
los grupos de medios del Brasil
a las mismas estrategias de otros
grupos internacionales de me-
dios, que tratan de crear siner-
gias entre los varios medios y las
varias tecnologías. Fue el proce-
so de internacionalización y
regionalización de la economía bra-
sileña que explica esos cambios
en el panorama de los medios bra-
sileños. Muchos otros desarro-
llos aun son esperados en otros
importantes grupos de medios
en el país, llamando especial
atención las estrategias de otros
grandes grupos del medio im-
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JUVENTUDES PERUANASY DIVERSIDAD CULTURAL
JAVIER PROTZEL
constatar simplemente que dos de cada tres peruanos tiene menos de veinticinco años puede constituir una razón suficiente para afirmar que casicualquier tópico de la realidad peruana -y demográficamente hablando, de la la[¡ noamericanaestá necesariamente atravesado por algunaproblemática de juventudes. Atributo biológico genérico de nuestras poblaciones, en contraste con los abultados segmentos de vejez y edad madurahabitantes en los opulentos países M norte, que lucen tan alejados de nuestra circunstancia. El predominio de la población joven en nuestro medioestablece en cambio términos muy diferentes. Su presencia creciente en escuelas y universidades siempre incapaces de acoger a todos, su inestabley penosa inserción en el mundo M trabajo, sus modos inéditos de acceso al mercado M consumo resignificando el uso de la ciudad, en suma, lasseñas de un ubicuo luchar por la vida, más allá de asoc ¡aria a todas las formas deanomia y violencia que hoy en día abaten al Perú, disponenfácilmente al tratamiento estereotipado de esta categoría social.
El discurso convencional sobre la juventud había de un dios bifronte, bueno y bello, malo y feo al mismo tiempo, cuyo rostro se muestra según losolicite la moda o la necesidad: de protagonistas y destinatarios de paz, justicia y valores nacionales, o de edificantes depositarios M progresotécnico y científico en la retórica M spot televisivo, los jóvenes pasan a un equívoco estatuto entre delincuencia¡ y subversivo al ser representadosen las crónicas rojas: drogadictos, terroristas, vagos, esta vez ya sin la elegante agresividad M look vestimentarioque la publicidad les presta. Ydado
su número, los poderes no hacen a la juventud objeto de políticas parúculares, excepto deciaraúvamente y a su conveniencia, pues casi cualquierpolítica debería incluirla.
Sin menoscabo de la medición demográfica, la juventud no es solamente un dato biológico del desarrollo del ser humano, sino también unconstructor, es decir una serie de cualidades y comportamientos social y culturalmente atribuidos a una categoría de edad -dentro de límites muyvariables- merced a la relación que ésta guarda con otras. Relatividad cuya índole no es material sino sobremanera significante: una clase de edadse autovalora y valora a las otras, se representa a sí misma y representa, de la miona manera en que es valorada y representada. El establecimientode los límites de una clase de edad obedece a la tensión que subyace a la dinámica de la producción social y a un conflicto más o menos larvadopor espacios de poder material y simbólico.i Por ello, resulta evidente que la asignación y ejercicio de roles conferidos a una clase de edad vienen aser una dimensión constitutiva tanto de las culturas de la cotidiancidad como de las de la representación, llámcscies masivas o populares, y a cuyavariabilidad no siempre se es lo suficientemente sensihic. El presente ensayo intenta destacar cómola naturalezade lojuvenil debe ser vista comoformando parte de una historia cultura¡ particular, sin corresponder a los clichés impuestos por las modas y las mass-mediación; al contrario, éstosúltimos son lugares en quese ponen en juego las condiciones de su identificación.
1 - PASADO Y PRESENTE EN ADOLESCENTES, JOVENESY ADULTOS
1 - 1 No es casual que la valoración de lo juvenil alcance su apogeoen los últimos cuarenta años, testigos de espectacularcs aumentos en laesperanza de vida prácticamente en todo el mundo y M crecimiento exponencial de la industria cultural. En los países desarrollados, la
mayor importancia relativa de la vejez y la edad madura han corrido paralelas a la masific`ación de una prolija educación humanísúca yprofesional, antaño reservada a los hijos de las él ites. Ruptura progresiva de compartimientos estancos que no solamente ha garantizado lareproducción de saberes y roles adecuados a la expansión de economías industriales, sino que democratizó estilos de vida sin suprimirdesigualdades. El alza de las expectativas y M consumo han resquebrajado el ethos de disciplina y austeridad que caracterizó al capitalismodecimonónico -particularmente entre las clases subalternas- instaurando las figuras de permisividad, ocio y éxito, características de un largo proce-so de secularización. La intensificación de la cultura de masas ha marcado desde alrededor de la post-guerra un nuevo 11 espíritu de] tiempo",utilizando la expresión de Edgar Morin, que provee el substrato para la aparición de un mundojuvenil con simbólicas y orientaciones propias parala consolidación de diferencias frente al de los adultos, aunque sean recuperables por el mercado.A pesar de que en épocas (y sociedades) cuya esperanza de vida ha sido (o es) substancial mente menor, la oposición entrejóvenes y viejos no hayadejado de existir, el universo cultura¡ ha tendido a ser -por poco diferenciado- genéricamente "adulto", 2 con escaso relieve de las edades de"transición". Por ejemplo, las vanguardias de los movimientos revol uc ionarios -europeos en el siglo XIX eran a menudo conducidas por gentemuy joven (Robespierre era casi un adolescente); la creatividad de los grandes artistas del Romanticismo vio la 1 uz a edad temprana: Chopin yahabía compuesto sus dos conciertos para piano a los diecinueve años. Sin embargo, el ánimo anti-gerontocrático de los movimientos de renovaciónno impedía que sus actores, por pocos años que tuviesen, no dejasen de estar inmersos en una realidad de adultos, aunque esto se limitase en laEuropa del siglo XIX al ámbito de las clases superiores. Las tendencias a la innovación, propias de los periodos de crisis, al conocer de una mayorparticipación juvenil, permiten problemaúzar por primera vez a la ju
ventud, bajo el prisma de la rivalidad entre una generación vieja y una joven. Esta visión, teorizada por Auguste Comte, pone sobre el tapetela antinomia innovación/conscrvadurismo, que no está exenta de hipótesis biologistas, propiasal positivismo de entonces. Pero la acompañansobre todo connotaciones románticas cuyo énfasis está en un "héroejuvenil" colectivo (la generación emergentc) encargado de marcarle susritmos a la historia.3
1.2 Y es que en Occidente esto es materia de una evolución de larga data. Como señala F. Lebrun, "La imagen de la infancia que el final de laEdad Media lega a los siglos siguientes es profundamente pesimista y negativa. El niño, ser humano todavía no desarrollado, provocamalestary desconfianza. Su versatilidad e inconsecuencia causan asombro; en suma, se le reprocha de no comportarse como adulto (.. .).
Una vez franqueado el estadio casi animal de los primeros años, los niños entran prácticamente de lleno al mundo de los adultos con quienescomparten el mismo tipo de vestimenta, hecha a sus medidas, y los alimentos, a base de pesadas sopas de pan o de ma7amoffas espesas".4 Laaparición de¡ modelo de¡ "niño-rey" hacia el siglo XVIII en Francia, en el cual los padres cuidan y engríen a los hijos como a tesoros, segúnafirma Lebrun, apunta a otra visión, más moderna de las categorías de edad. En ese modelo el cuidado del niño responde a la necesidad socialde educarlos, vale decir de hacerlos pasar por proccsos de aprendizaje para una socialización que ya no es mediada sólo por aquello quereproducen los saberes familiares.
Pero ese modelo, que apunta hacia el ascenso social y el progreso, va cobrando vigencia gradualmente de arriba hacia abajo, pues antes toca aricos y a citadinos que a los menesterosos, sobre todo si son del campo. Según Franco Rositi se va estableciendo en realidadun---mitoburgués" que reclama de las nuevas generaciones ser "mcjorcs" moral y cognoscitivamente que la precedente y constituir laesperanza de los
adultos. Son sociedades de fuertes contrastes -que como la francesa, por seguircon un ejemplo bien documentadotienen una esperanza de vidade escasamente unos cuarenta años a mediados del siglo pasado,5 mientras las nuevas clases dominantes y las vanguardias culturales ocupanla escena. Sin duda, élites jóvenes y diferenciadas de las edades maduras, pero que no dejan de actuar como adultos de cuello y corbata, loque demuestran a contrario imágenes de rebeldía como las del dandy y la de Baudelaire.
En general, la figura moderna del joven implica un elemento importante de autonomía frenteal grupo familiar: contiene individualismos ogregarismos cuya legitimaciónes tanto mayorencuantola escolariz,ación y el aprendizaje de oficios dejan de pasar por el hogar o la comunidadtradicional. De esta suerte, la distensión del marco prescriptivo conlleva un proceso mucho más largo y complejo de incorporación al mundode los adultos.
A ese respecto la ubicación de la ad(,I(- ~scencia aporta claridad. Estacategoríadeedades virtualmente inexistente hastaelsiglo XX según Morin, para quien "( ... )La adolescencia en cuanto tal no aparece sino cuando el rito social de la iniciación pierde su virtud operaúva ( ... )".6el abrupto paso de la situación de infante a la de adulto, que requería de un actoque diése sanción social a esta transición, asegurándole en su nuevo estado,ha venido siendo amortiguado en unanueva situación en la que se construyen.edades intermedias, perdiendo necesidad el rite de passage.
1.3 Pero lo interesante es la aparición de un nuevo campo de experiencia desde el cual se proveen espacios propios para valorar a la sociedadadulta: la afirmación de la propia identidad y la integración en la sociedad se vinculan ya no sólo por el derrotero fatal impuesto por losadultos próximos sino por la mediación de las instituciones del espacio público en la modernidad. Esto le da un nuevo cariz existencial a esevínculo, pues el espacio público es percibido a menudo como ajeno, hostil o corrompi-
do, lo que provoca el rechazo a las convenciones e hipocresías del mundo de los adultos o la rebelión contra sus injusticias. Edad en la que seconoce aún mal la distancia entre el deseo y su postergación, pero que también plantea la obligación de luchar y triunfar, dramatizando laoposición entre el yo y el mundo. El mundo-dc-vida del adolescente, es a fortiori candoroso y agresivo, cuando no idealista, atado a deseos ycausas insoslayables. Empero, si no naturalizamos a la condición juvenil, la agregación de esos rasgos y su conversión en un fenómeno socialestán mediadas siempre por los posibles discursos que se elaboran en tomo a la condición juvenil. Estos se gencran como los mitos y deacuerdo a condiciones de producción de las que los jóvenes son parte integrante. Por ende, si el acceso a la modernidad ha hecho alasjuventudes en general proclivcs a asentarse en la expresión simbólica, se puede asociar a los héroes que pueblan los imaginarios de las
culturas de masa y que dinamizan el desarrollo de los medios justamente con la fundación de una mirada propia hacia la realidad en aquellashomadas juveniles o adolescentes que -inicialmente en Occidente- transitaron "enculturadas" de lo popular a lo MaSivo.7 Poblacionesjuveniles, albergadas en cuidades nuevas y de acelerada industrialización que, como en Estados Unidos, están mayoritariamente compuestasde m igrantes que dejaron la tierra de origen en pos del éxito. Condición ideal para que el naciente cine se prodigascen fabricar sueños deriqueza, poderío y pasión, traduciendo las aspiraciones de unos espectadores identificados con las hazañas de divos siempre jóvenes quetriunfan en un mundo de adultos. Es importante aludir al cine americano por su ubicación central en la historia de la industria culturak elestablecimiento de las grandes mitologías de género y del star system corresponden simultáneamente al procesamiento de los acervostradicionales de sus incipientes públicos y a la simbiosis cultural del "melting pot" que en las primeras décadas del siglo generó el estilode vida que integra a esa cultura nacional.8 S in embargo, el desarrollo posterior de esa nueva cultura juvenil a lo largo del New Dealame
ricano la privó de su carga conflictiva inicial, haciéndola generadora de nuevos mitos en cuyo contenido hay una imagen conformista,espontánea y al mismo tiempo competitiva, que resulta atractiva para emulación por las generaciones mayores. Con Rositi podemos afirmarque "( ... ) Este modelo estadounidense es el que conseguirá consolidarse también más o menos lentamente en los países europeos a partir dela segunda guerra mundial ( ... )",9 extendiéndose a América Latina hasta su presente fase transnacional.
La connatural tendencia a la expansión, según muchos, de esa cultura de masas americana no es óbice para constatar que el mantenimiento ydesarrollo de los mitos juveniles y adolescentes es sumamente variable según la estructura social de la que se trate. En nuestros dependientespaíses se configura un panorama muy heterogéneo, a cuyas distintas formas culturales corresponde también una variada gama de condicionesjuveniles. Ello es actualmente consecuencia de lo que García Canclini denomina la "reproducción social desintegrada", en la que se "( ... )Organiza la distribución desigual de los bienes materiales y simbólicos, y al mismo tiempo organiza en los grupos y en los individuos larelación subjetiva con ellos, las aspiraciones, la conciencia de lo que cada uno puede apropiarse"jo que en el Perú se expresa, entre otros te-rrenos, en la singular constructividad histórica de la condición juvenil.
2. AiffECEDENTESNISMItICOS DE LO JUVENIL EN EL PERU
2.1 La herencia colonial ha lastrado las mentalidades hasta muy avanzada la historia de la república, en cierto modo hasta hoy. Elmantenimiento dediferencias profundas entre el campo y la ciudad, así como las desigualdades étnicoculturales y de clase harían de cualquiermapa de culturas juveniles una especie atípica frente a los modelos occidentales. Más allá de los estereotipos no existe verdaderamente unagregado juvenil «nacional", sino una serie de situaciones distintas para la misma categoría de edad, jalonadas cada una por diversas historiasculturales que evolucionan con ritmos propios desde un pasado en el que estaban seguramente mucho más alejadas entre síque en estas tresúltimas décadas de rápido cambio.
Una breve mirada al pasado nos muestra que la importancia numérica de las nuevas hornadas ha sido relativamente menor. Las altas tasas demortalidad infantil equilibraron la presencia de niños y adolescentes con respecto a las categorías mayores, las que a su vez se vieroncomprimidas por esperanzas de vida a menudo pordebajo de los cuarenta aflos: menos niños que sobreviven, adultos cuya edad no es muyprolongada. Recordemos que si la población de¡ Perú deja la relativa estabilidad que había mantenido desde fines de¡ siglo XVI paracomenzar a aumentar significaúvamente desde fines del siglo XIX,11 ello se debe probablemente a mejoras nutricionales y de salubridad encentros poblados, a medida que el lento desarrollo del capitalismo concentra gente en algunas localidades.12
Los desequilibrios entre la ciudad y el campo se manifiestan también en el
estatuto de los niños. Hasta el día de hoy en ciertos sectores del campesinado se di Ferencia entre los hijos "logrados", los que sobreviven a lasenfermedades de los primeros años, y todos aquellos otros q ne sucumbieron poco después de nacer. Los primeros comparten tareas útilesdesde temprano, socializándose en el ámbito comunal o familiar local, que los harán pasar al rol de adultos en un ciclo relativamente corto.Obviamente, dicha situación fué mucho más frecuente en el pasado, alcanzando menos a las élites, y en general a las ciudades.
La escolarización constituye a ese respecto un valioso indicador. En 1876 había más de 90% de analfabetos mayores de 6 años en losdepartamentos más pobres de la sierra, contra 53% en Lima y un promedio nacional de 81%.13 PeSe a cualquier otra idea sobre el gobiernocivilista de Manuel Pardo, se infiere que el acceso a la escuela no era absolutamente restringido en la capital. Un informe de L. F. Cisneroscon fecha de 1876 citado por Basadre,14 cuenta un total de 14,552 alumnos matriculados en 215 escuelas en el departamento de Lima,cuando en la capital vivían 120,994 personas, vale decir menos del 5% de la población nacional de cntonces, de acuerdo con el censo de1876.
Para 1908 la proporción de analfabetos había bajado a menos del 17%, que se reducen a aproximadamente 10% en 1931, mientras lapoblación de la capital había aumentado de 165,000 habitantes a 376,000. Según la historiadora Laura Miller,el70% delapoblación limeñadelas tres primeras décadas del siglo sabía leer y escribir. Esto significaría que
"( ... ) Antes de la gran ola de migración de la Sierra, que solamente comienza a notarse en las últimas décadas del periodo, el sistema educacionalcubría las necesidades básicas de una población relativamente pequeña".i5 Constatamos que siendo la aparición de edades intermedias un rasgoimportante del crecimiento urbano y mercantil durante el periodo de la República Aristocrática, se trata no obstante de un fenómeno heterogéneo. Enél se combinan la franca diferenciación de la Lima criolla frente al campo precapitalista con el mantenimiento en esa misma vida urbana-comparativamente modemizadade una estructura social y mentalidades de corte patrimonialista con resabios estamentales. 16 De esta suertelajuventud no sólo va constituyéndose un atributo de citadinos y no de campesinos, sino de amos y patroncs y no de sirvientes y trahajadores, y encierta med ¡da de hombres y no de mujeres. De ello daba cuenta la duración de la escolarización, limitada para las capas populares a la instrucciónprimaria, por su obligación a incorporarse tempranamente al mundo del trabajo, mientras la secundaria y la universidad quedaban lógicamentereservadas a los hijos de las clases dirigentes.17 La separación de roles según el sexo es muy elocuente: la consagración de virtudes como elpudor, la inocencia y laabnegaciónde las mujercs,al margen de raratar el lado opuesto de un universo machista y represivo, supone un implícitoalejamiento femenino del "mundo", vale decir de cuando menos una parte del usufructo de la vida social. Lo suficiente para que la práctica de esasvirtudes conlleve la exclusión de la experiencia del adulto y del varón, confinando a las mujeres a una especie de perpetuación de la infancia que ga-rantice su "pureza". La condición de la mujer de las capas dominantes era la de "niñas", tal como sus sirvientes las llamaban: con poca instrucción,abocadas a las tareas domésticas de reproducción de la gens, transitaban'rápido, tras un corto periodo mibil, de la infancia a una monótona adultez.No era igual el caso de la mujer de sectores populares, de acuerdo con la investigación de Miller. Aunque compartiese con las hijas de laaristocracia uniones tempranas que de-
legaban esa infantilización de lo femenino (sinnúmero de matrimonios contraídos entre los 12 y los 15 años con hombres diez años mayores o másen el 75% de los casos), la mujer de medios populares vivía aplastada por una incongruencia de roles. Debía soportar simultáneamente la carga dela moral señorial impuesta y su penosa condición de trabajadora explotada, que podían obligarla a declararse viuda ante los registros censales paradisimular su situación de abandono, y resistirjomadas de trabajo de más de 15 horas.18
2.2 La condición juvenil de los varones también estaba estratificada. Recordemos al Niño Goyito de Pardo y Aliaga que sólo merced a su fortunatiene derecho a prolongar su adolescencia. Ese texto preludia satíricamentc con varias décadas de anticipación la formación de un ideal "ariclista" enlas vanguardias políticas e intelectuales peruanas en escena, casi constante desde fines de siglo hasta la generación del Centenario, incluso hasta elaprismo. La asociación de la edad juvenil con la innovación y la fuerza biopsicológica va formando uno de los tácitos sustentos de la reorganizacióndel país bajo una nueva hornada oligárquica tras la debacle moral y militar de la guerra del Pacífico. Con su lema "¡Los viejos a la tumba, los jóvenesa la obra!", Gonzales Prada ha dado implícito crédito en el Perú a los mitos decimonónicos europeos sobre las generaciones emergentes. Mito bur-gués, por cuanto esa esperanza de perfección y transformación ha consistido entonces en un proyecto de clase diri-, gente asumido por jóvenes deélite, aunque asentado -sin que ello sedijeseen un conjunto social en el que muchos coetáneos estaban privados de juventud, habida cuenta de suscondiciones materiales de existencia. Esta ecuación entrejuvcntud e innovación cobra vigor precisamente con el impulso modernizador del desarrollocapitalista de la época,19 pen-nitiendo el entronque con las culturas políticas de los países metropolitanos. Según Rositi sin embargo,laentronización romántica de lojuvenil para entonces ya perdía fuerza en Europa, para hacerse reemplazar ya sea por una primera visión crítica de la"situa-
ción de generación" (como la de Karl Mannheim), ya sea por un vitalismo de tufo autoritario, cuya expresión más acabada está sin duda en laconcepción fascista de la juventud. Esta evolución, se desprende de la capilarización hacia las clases subalternas del estatuto juvenil (es decir,de la formación de "edades intermedias") gracias a la masificación de la educación secundaria. La consecucricia de ello en Europa hasta la se-gundapost-guerrafuéelencuadramien-to político, en el que se asignaba a los jóvenes responqabilidadcs de acuerdo a cómo cada horizontedoctrinario definiese su condición, aunque siempre primando el criterio de la organización vertical, corolario de una ideología disciplinaria deabsorción de la "vitalidad" de la sociedad civil por un Estado "adulto" con un di -,curso severo y pedagógico, cuyas ilu.,,iraciones perversasson el fascismo y el stalinismo.
Semejante situaciónse plantea entonces a medias en América Latina y muy escasamente en el Perú. La generación que abre el movimientoestudiantil en la segunda década del siglo está inocultabiemente teñida de un componente romántico y elitista,2o que si bien se conecta conelementos clasistas tanto en los orígenes del socialismo como del aprismo, trasunta la seguridad de quienes como juventud dorada se sientenclase dirigente en ciernes. De ahí que en el Apra de los "años auroralcs" el carácter policiasista del movimiento recubriese la combinación deun 'Juvcnilismo" aristocrático en muchos de sus jerarcas fundadores -semejante al curopco decimonónico- (en el fondo, el mismo que llcvóaun grupo dccstudiantcs sanmarquinos a consagrar a Leguía "Maestro de la Juventud") y una concepción cncuadradora de las juventudes,acorde con la organización leniniana del partido. Mezcla ciertamente confusa que inevitablemente estratificó a ese partido, contribuyendo aestablecer una cultura política particular, arrastrada a lo largo de décadas y templada en una sofocante clandestinidad. Para muestra elocuente,los rígidos códigos disciplinarios dirigidos a la militancia juvcnil,21 que al asociar la salud física y moral con la buena conducta partida
ria tipificaron una visión represiva del llím petu"juvenil, similaral de lascuropeas citadas más arriba.
2.3 Pero la historia del movimiento aprista es también interesante por la manera en que, viéndola de una generación o periodo a otro, conecta conla emergencia de las culturas de masas. En contraste con otros populismos laúnoamericanos, a través del aprismo en sus tres primeras décadas seexpresa principalmente una fuerza política resistiendo frente al poder establecido o buscando capturarlo. En realidad -quizá por los límites de larepresión o por su arraigo relaúvamente reducido en unasociedad civil entonces menos movilizabic o clientelizable- ese parúdo arrastró sóloLangencialmente una corriente o movimiento cultura¡ de mayor profundidad cuyas manifestaciones se pudiesen haber hecho visibles en simbólicasajenas a lo específicamente político-partidario.22
En tal virtud, la simbólica aprista no fué realmente pública, ni cubrió otros posibles tópicos de constitución del sujeto cultura¡; discurrió en cambiocargada de figuras de sacrificio y heroísmo vinculadas a la lucha política y colindantes con lo religioso, tal como lo ha mostrado Vega Centeno. Enuna sociedad muy segmentada por abismales diferencias, y con un mercado de medios muy reducido hasta entrada la década de los cincuenta,estamos lejos de las señas de identidad de las culturas de masas de Argentina o México de los treinta a los cincuenta, por CjCrnplo.23 En la diver-sidad de géneros que éstas despliegan, del bolero a la radionovela, pasando por el cine melodramático, se expresan la li-
hertad y los sentimientos propios a situaciones de "edades intermedias" a las que antes no había habido lugar. Sin duda se relacionan con procesosde modernización en los que se constituye una condición juvenil urbana muchos de cuyos rasgos difieren sin embargo de aquellos del modelonorteamericano, referido más arriba por F. Rositi. Así, en países como los mencionados, las temáticas de sus culturas de masas representanjuventudes cargadas de motivos nacionales y apegadas a valores familiares y religiosos, enfatizando la simbiosis de innovación y tradición portadapor los movimientos populistas. (Por el contrario, la integración competitiva y el "achievement motive" descritos en la mass-mediación americanaponen en primer plano simbólicas juveniles cuyo referente es una modernidad urbana en que las matrices culturales pre-industriales, en particularlas no anglosajonas, se esfuman u ocupan un lugar subaltemo).
En otros términos, la medida en que el mercado ha penneado lo popular mas¡ficándolo ha sido mayor (y muy anterior) en otros países de AméricaLatina que en el Perú. En este país la difusión de la cultura de masas ha estado disociada del proceso político de los populismos, sujetadirectamente al establecimiento de un mercado estratificado de arriba hacia abajo. Por lo tanto una realidad escindida, en que la industria culturalse despliega originalmente entre las élites pormediode la importación de productos extranjeros, sin asentarse en un movimiento cultural propio niabsorber hasta un momento relativamente tardío los acervos populares locales.
3. CONSMUCCION CONTEMPORANEA DE LAS CULTURAS JUVENILES
3.1 Corolario de lo anteriores laheterogénca representación de lo "juvenil" en el Perú en plena post-guerra, cuando ya los grandes géneros de laindustria cultural exhiben intemacionalmente situaciones y héroes esterotipados. Tomemos al "rocarirolero" limeño de fines de los cincuenta(cuyos atributos se aprecian en algunos relatos de M. Vargas Llosa y A. Bryce). Este personaje va encontrando en el imaginario filmico de JarnesDean o el musical de Elvis Presley sus Figuras arquetípicas, que pasan a ocupar en este tipo de sujeto cultural un lugar dominante frente a las delcriollismo tradicional o las de la mass-mediación latina, circunscrita en aquel momento al consumo musical. Es un joven de sectores medios y altosque no porta huellas de una cultura política populista-aprista (aunque su extracción socioeconómica podría apuntar a que así fuese). Ha heredadoen cambio la disponibilidad para diferir su incorporación al empleograciasa laeducación universitaria, a usar de una ciudad cuya burguesíarediseña y amplía hacia el sur como suburbio norteamericano (mientras los migrantes se asientan en barriadas hacia el norte y el centro), abando-nando la vieja idea del damero español, y acceder a medios masivos. Es un beneficiario del crecimiento económico desigual pero sostenido queexperimenta el Perú entre la década de los cuarenta y la de los sesenta (5% anual entre 195065). Aunque en la incorporación imitativa desimbólicas masivas de este
11 rocanrolero" a fin de cuentas de lujo, se contrapongan el modelo americano de lo juvenil frente al "arielista" -patrimonialista queprobablemente vivieron sus padres, las figuras de modernidad se han construido irónicamente a costa del mantenimiento de un ordentradicionalista reproductor de privilegios pero generador de capacidades de consumo y tiempo libre, muy distinto, casi contrario, al contextode desarticulación social y familiar en el que fermentó la cultura de rebeldía juvenil americana y posteriormente europea.
Por otro lado este fenómeno es muy distinto al de la ampliación de las categorías juveniles populares. Circunscribiéndonos a Lima, debemosrecordar que su población aumenta de 376,000 habitantes en 1931 a más de T200,000 en 1961, con modificaciones substantivas en lapirámide de edades, particularmente el ensanchamiento de las categorías de 0 a 14 años y de 15 a 24.24 Inaemento formidable debidotambién al intenso flujo de migración hacia la capital, que le da su carácter multicultural.25 Es notable cómo a lo largo de cuatro dé~, lastasas deescolaridadjuveniles (15 a 19 años) aumentan constantemente, a pesar del aumento poblacional absoluto y relativo y de suconsiguiente costo: 20 en 1940, 50 en 1961, 61 en 1972 y 68 en 1981 a6 Estas cifras indicarían cómo la ampliación del sistema educativo,más acá de crear expectativas o capacitar para un trabajo, contribuye decisivamente a instaurar una cultura juvenil no elitista, como lo vemosen la evolución de la universitaria. A lo largo del movimiento estudiantú se hace visible la transici6n: del "arielisino" al que aludimos másarriba se pasa a canteras de radicalismojuvenil del cual incluso hasta los años cincuenta sale cierto estilo señorial (y adulto). Para entonces ésese quiebra, redefiniéndose más claramente en términos de clase y de rechazo a los lazos patrimoniales.
El mundo cerrado de los ~tos y de sus sirvientes va cediendo el paso al de los "rocanroleros" y de los estudiantes clasistas, aunque siempre seanecesario subrayar que educación y juventud son
asuntos asociados.
3.2 Constatamos que las categorías juveniles formadas hacia los años cincuenta difieren notablemente entre sí, a pesar del creciente accesopopular a la educación secundaria y superior.27 La ampliación del mercado de los medios masivos no conllevó (tal como se pudiese pensar enuna óptica funcionalista) un proceso de homogencización mecánica de públicos juveniles. El crecimiento de la radio, la prensa y también dela exhibición cinematográfica 28 inauguróporel contrario una diversidad de géneros y modos de uso correspondiente a la pluralidadsociocultural de las audiencias.
Un ejemplo ilustrativo es la recomposición del público cinematográfico, hacia el final de esa década. La marcada segmentación entre laproducción hollywoodense y la mexicana, prevaleciente desde los años cuarenta, se atenuó posteriormente hasta su virtual disolución. Existíaun corte no sólo por géneros, sino por referentes étnico -culturales que alienaban el consumo porclases. La frecuentación de salas por gruposde adolescentes y jóvenes ha sido inicialmente costumbre de sectores mediosaltos y a películas americanas, mientras las mexicanas,calificadas a menudo para mayores, contaban con una mayoría de espectadores populares. Más adelante, las preferencias del público se hanestablecido menos por criterios de referente étnico-cultural dada una supuesta disminución del sentimiento de alteridad cultural respecto aciertas simbólicas de los sectores altos. Con el tiempo -y al margen de los cambios mismos en la producción de los géneros o de ladisminución del público cinernatográfico en esta década- se puede afirmar que en el Perú, tal como en la tendencia universal, la edad mediade los espectadores no llega a los treinta años.3.3 Pero lo expuesto no autoriza a pensar en un universo juvenil unificado. Los indicadores de escolaridad o de urbanización que describen elproceso de secularización en que se accede a la condición juvenil deben ser confrontados al mantenimiento de (o aparición de
nuevas) diferencias en la estructura y organización de la familia y al de los obvios desniveles de ingresos que en cada caso configuranposturas de sujeto juvenil diversas. Aunque la tendencia al predominio de la familia nuclear se haya hecho evidente y el número de hijos queconviven bajo el mismo techo sea casi igual por estratos sociales, existen maúces que es necesario resaltar.Por un lado, en el tejido vecinal de los asentamientos humanos populares formado por migrantes llegados a Lima existen lazos de parentesco(y de cooperación y reciprocidad provenientes de la cultura de origen) entre una vivienda y la contigua, lo que relativiza la noción de familianuclear. Por otro, la edad del hijo mayor (dentro del mismo hogar) es -porcentualmente superior según la ocupación e ingreso del jefe defamilia. C. Amat y León encuentra el triple de hijos de 18 años y más en hogares de estratos altos (de ejecutivos) que en los sectores de menoringreso de Lima.29 Hipotéticamente, la fecha de realización de ese estudio (1982) dejaría pensar que las diferencias deben haber sido aúnmayores en las dos décadas anteriores.El campo de experiencia juvenil popular, desde su época de masificación en Lima -que situamos hacia el fin de la década de los cincuenta-implica una salida comparatívamente temprana del hogar para subsistir bajo penosas condiciones de ingreso, empleo o educación. Estetemprano comenzar a ganarse la vida, aunque similar al de antaño, ocurre en el contexto de una sociedad en plena secularización, con menostutelaje patrimonialista y menor reproducción en los hijos de la ocupación de los padres.
Por ende, la condición juvenil popular se ve enfrentada a una gama más amplia de alternativas que en el pasado. Con todos los matices ocombinaciones que puedan darse entre sus términos, podemos resumir la alternativa así: por una parte, abrirse paso en un universo laboral yurbano ex~ que requería de capacitación adecuada, lo que fue deviniendo en un fenómeno colectivo, o bien, particularmente en el caso de losmigrantes, usar del acervo y recursos organizativos del lugar de origen para
refuncionalizar la cultura moderna de urbe. En ambos casos, desde los año cincuenta hasta los setenta, estamos rA una situación en que lostemas del apris mo en sus primeras décadas han perdido su antigua capacidad de convocatoria el ethos disciplinario de la juventud ymística partidaria del sacrificio no ope ran en una sociedad cuyo marco pres criptivo se relaja y ofrece en vi~ la simbólicas de lasmass-mediación inter nacional. Juventud renuente al tutelaj además porque deja de creer en la promesas revolucionarias apristas, gra cias a lainconsecuencia de sus lídern quepactan conv vencia"conladere cha tradicional en 1956.30 De ahí que partir de los años sesenta haya empezado a converger una nueva cultura políti ca con las otras simbólicas que integra ron a una nueva generación juvenil. L recusación del ordenoligárquico ei cuanto voluntad de cambio políticoeconómico se vinculaba con (aunque n( causaba) la afirmación de un nuevo úIx de sujeto cultural que asumía la moder nidad desde su propiaproblemática.
Este proceso incluía en parte a las clase.~ medias, en rápida expansión e insert& en un mercado de trabajo cuya diversi ficación admitía(como ocurre hasU hoy) una variedad de estrategias dt ubicación social y ocupacional. El ex clusivismo de las clases altas tradicionales fueperdiendo progresivamente si carácter de grupo dereferencia para estos sectores medios, que además ya nc reproducían la posición de lageneración anterior definida por o contra e movimiento aprista. Estas clases medias "modernas" además no formaban un sistema, sino másbien un heterogéneo conjunto con trayectorias de ascenso o declive, capaces de admitir simbólicas de identificación diversas, y en sus gruposde menor ingreso, de atar cabos con las capas populares. Ello es palpable si constatamos cómo este contexto se vigoriza desde 1968 por lasreformas del gobierno militar del General Velasco. Al afectarsit en ese periodo las bases del poder económico de la antigua clase dirigente,las clases medias abandonan su ubicación intersticial y apendiculrespecto a aquélla, precipitándose un descentramiento y una redefinición de
sus referentes simbólicos que mengüan sus posibilidades de distinguirsc de los sectores populares urbanos, mientras en cambio algunos deéstos últimos disfrutan de un notable progreso. Es el caso del empleo industrial y de los salarios reales en la manufactura, que crecen cerca de40% entre 1970 y 1976. 3 1 Lo que antes había sido abismo deviene ahora en medible brecha: entre 1961 y 1981 el número de postulantcs a laUniversidad se multiplica por 18 32 (por 20 en Lima), agregando a una sociedad juvenil de un volumen sin precedente en la cual, no obstante,las diferencias no se amalgaman. Si se añade al alza de la población universitaria el cúmulo de entes de enseñanza técnica y semi-profesionalde ciclo corto fundados en los sesenta, se puede señalar sin riesgo que la educación post-escolar es un hecho generalizado. Ello se vincula conuna tasa de participación de los jóvenes de 15 a 24 años en el empleo, comparativamente baja para América Latina, y cuya exigücdad no sedebe sólo a la mayor proporción de jóvenes subcmpleados respecto al total de la fuerza de trabajo, sino también, como lo hace entender E.Flores Bcnavente, 33 a los frecuentes casos de trabajo y estudios simultáneos. Estudios que "llenan" el tiempo libre del subempleo, o a lainversa, tensa situación de empleo a medias cuya superación se vislumbra merced a un diploma. Es un entrampamiento que hace de las"edades intermedias" no un privilcgio, sino una forzada condición para la construcción de culturas juveniles a lo largo de las dos últimasdécadas.
La evolución del empleo y de la educación aporta elementos para explicar cómo en el clima de radicalismo político que rccoffe ese periodo,los proyectos colectivos de cambio (discursivizados por la clase política en el nacionalismo y el conflicto de clase) están asociados en filigranacon una microsociología del desplazamiento social (y en cierta medida del ascenso) de las nuevas generaciones, que pugnan por acceder,conservar o reapropiarse de aquellos bienes simbólicos capaces de identificarlos o distinguirlos. Fernando Rospigliosi ha detectado cómo acausa de la crisis económica y de la vuelta al régi-
men constitucional "( ... ) La juventud obrera del sector industrial limeño sería menos propensa a incorporarse a los partidos de izquierda quesus antecesores de los años '70", de lo que se ha desprendido"( ... ) La prórroga de la revolución, la corrosión de los mitos revolucionarios, eldecaimiento de la mística, el pluralismo y reconocimiento de los otros, (que) habría influido en la formación de una cultura política másescéptica y pragmática", 34 la cual lleva en la década actual, gracias al descenso del salario real y a la inestabilidad ¡ahora¡ a dejar lacondición obrera, (aunque todavía se vote más bien hacia la izquierda) y emprender estudios técnicos o profesionales, o bien instalar unnegocio informal propio.
4. NUEVOS USOS DE LA GRAN CIUDAD
4.1 Sin duda, el imaginario de una juventud hedónica abocada cufóricamente al éxito individual en un mundo ajeno al conflicto socialofertado por la industria cultura¡ transnacional no se aviene con los rasgos de la atribulada condición juvenil descritos más arriba. Pero crecrque la mass-mediación "aliena" es reducirla a una perspectiva purafnente contenidista. Distingamos entre un plano psicológico individual(que aquí nos interesa menos) y uno socio-cultura]. De un lado, el alto nivel de exposición inmediata de los adolescentes, que según Rositi loshace acceder a los medios en "( ... ) Una estructura de relacioncs menos marcadas por normas y por sanciones cotidianamente experi-mentadas...", 35 puede dejar una fase importante de su socialización desprovista de mediadores pedagógicos propiciando una interpretación"literal" de los textos emitidos. 36 Pero por otro lado, la experiencia juvenil de la industria cultura¡ está lejos de agotarse en los mediosmasivos. La recepción de éstos últimos se prolonga en un entomo social, del cual son parte los marcos prescriptivos emanados del hogar, dela escuela, del consumo, etc., y lo que es aquí pertinente. de la socialidad entre los
jóvenes. En todo caso, en ésta es que se actualizan las referencias simbólicas de los medios. Por ejemplo, subsisten notables diferencias deactitud entre adolescentes según niveles socio-económicos a pesar de que los sectores altos vean televisión sólo unos 45 minutosmásque lossectores bajos. 37 Como abundantemente se ha dicho, queda claro que en lo referente a este segundo plano, no hay un "efecto" imitativo ymecánico de estereotipos propuestos en los medios masivos; en cambio, conviene estudiar cómo estos se incorporan al habitus (en la acepciónde Bourdicu) juvenil, articulándose con sus culturas cotidianas (de la que son parte los dispositivos y bienes de la industria cultural), origi-nando diferentes estrategias de construcción de la identidad, que podrán asignar un rol mayor o menor a los medios. Y es además evidenteque la mass-mediación jamás ha sido capaz de presentar "modelos" genéricos para un público homogéneo. La relación funcional entre elmodelo de -cooperación antagonista" exhibido por la massmediación americana y descrito hace más de veinte años por D. Riesman, 38 yunajuventud individualista, triunfadora y ajena al conflicto histórico, se resquebrajó con la rebeldía de las bandas de adolescentes para estallarluego con Vietnam y la agitación universitaria, dando lugar a un amplio espectro juvenil que va desde lo contracultural hasta elneoconservadurismo, que en esta década reedita esa "cooperación antagonista".
4.2 Tal como en ese caso es imposible disociar las mitologías de lajuventud de sus condiciones sociales de generación y lectura, elconocimiento de lo juvenil en nuestro medio exige aprehenderlas en sus modalidades concretas de existencia material, y en sus consiguientessocialidades. Dentro de esta óptica, poco se ha estudiado la evolución del uso de la ciudad. Las posibilidades de encuentro o dediferenciación, los dispositivos de acceso y enunciación de los bienes culturales, etc. son parte de una historia de la vida urbana aún porhacerse. Ocurren procesos de desagregación y recomposición de los cualcs vale mencionar algunos de sus aspectos, por
ser expresión de una múltiple y conflictiva dinámica cultural: la ubicación espacial de la actividad juvenil, la modificac ión de los roles poredades, cambios y contradicciones en la naturaleza M entretenimiento y del consumo, los reacomodos y oscilaciones del gusto.En primer lugar, la socialidad de grupo en relación al barrio, al centro educativo, etc. y el modo en que ésta se rcapropia y se sirve delrepertorio de la industria cultural se ha transformado. No son iguales los gruposjuveniles de barrio de los cincuenta a los de los ochenta, ni losseparan ahora diferencias semejantes. El significado del localismo barrial ha ido variando en más de una dirección, desde que el uso de zonasmás extensas de la ciudad deja de ser sólo asunto de adultos. Por una parte, ciertos compartimientos estancos se han roto, originando conmayor frecuencia el acceso a puntos distantes de la ciudad tomados como lugar de referencia y encuentro, que van de los espacios ocupadosen una mezcla de ocio y subcmpleo a amalgamas "policlasistas" (pronto abandonadas por los jóvenes ricos que migran a sitios másexclusivos), con mayor libertad de acción. Es el caso del antiguo centro, del Miraflores nocturno, como también el mundo de los centros deeducación superior. Pero por otra parte, en los Pueblosjóvenes se configura otro tipo de vida barrial, cuyo localismo es tributario de laspenosas condiciones de vida, del acervo migrante y de la necesaria organización de base: poblaciones que difícilmente acceden a los camposculturales de "edades intermedias" y que incluso por la temprana incursión al trabajo a veces ticricn sólo una muy corta niñez
En segundo lugar, a esta mayor movilidad física, vinculada con el aumento del número de fuentes de ingreso en una sola familia y ladesintensif icación de su vida interna, corresponden nuevos roles por edad: iniciación sexual más temprana que una generación atrás,decisiones de estudio o de trabajo independientes y ajenas a los derroteros fijados por el marco prescriptivo tradicional, pero siempre conmárgenes de inseguridad laboral o vocacional y de desencanto prematuro.
En tercer lugar, la incorporación también temprana al mercado de consumo activa este mundo urgente de jóvenes y adolescentes concurriendoa materializar sus rituales, en los cuales se manifiesta la ex igencia de elaborar referentes simbólicos para autoafirmarse en un status apenasretóricamente conferido por el sistema institucional. No se trata de "consumismo" per se, sino de la particular dinámica entre forma y funciónsocial, que configura una suerte de universo barroco en el cual la búsqueda de"fÓrmas" para suplir el vacíoque lega un orden adultodeficitario en los jóvenes deja de ser puramente ornamental y pasa a ser consubstancial para que la nueva 'Tunción" juvenil sea identificada.(Ello es muy diferente del fenómeno inverso de la juvenili7ación de la edad adulta, particularmente entre los sectores medios y altos, y del queno nos ocupamos aquí).
Ello conduce a diversas situaciones. De un lado, de repliegue, sumisión o ajuste a un marco tradicional de comportam ¡cntos por edad en elcual virtualmente no hay cultura juvenil, ilustradas en
las estrategias de sobrevivencia de sectores muy pauperizados cuyo acervo de origen se toma en forma de defensa, manteniendo distanciasfrente a un mercado simbólico inaccesible. Pero de otro lado, existen distintos grados de sobrecarga significante, manifiestos no sólo en lomás observable, sino en facetas minúsculas de la cultura cotidiana, que van desde la invención de jergas, pasando por la "negociación" desdela pobreza con la estereotipia presentada en el mercado simbólico de la presentación del sí mismo en la cotidiancidad, hasta la tendencia a lamímesis o incluso a la fuga, como en el caso de los drogadicLos, y finalmente la reproducción hiperreal del orden hegemónico de unageneración atrás por los hijos de la alta burguesía. La expansión de un mercado juvenil en el transcurso de los últimos años no es señal dehomogencización cultural: universo barroco, decíamos, basado en una confusa diferenciación de formas que refleja sin embargo un ordenestratificado. Efecto de ello es la importancia económica adquiridaporel sectorcomercial dedicadoa lajuventud, desarrollado prácticamente encualquier área: restaurantes, salsódromos y cafés, pero también vestimenta, música y todo tipo de espectáculos que le dan definitivamente otrorostro a la ciudad. A sus calles, y dramáticamente. La efervescenciajuvenil es al mismo tiempo un factor de expansión y retracción delespacio público, pues la tendencia a la actividad fuera del hogar contrarresta (y se contradice con) la tendencia de una parte de la población alrepliegue en la esfera privada por afán de seguridad, generada precisamente por temor a una delincuencia que a la sazón es frecuen
temente vista como juvenil.
Con ello, y en Cuarto lugar, ambas tendencias crecen generando un movimiento de ¡da y vuelta entre ellas, una de cuyas ilustraciones puedeser la evolución e hibridación de los gustos musicales cara a las cambiantes orientaciones juveniles. Hay en los géneros musicales unmovimiento inicial de creación y difusión en el escenario vivo de la subcultura juvenil que, tras ser rechazado por los grandes medios eignorado por el gran público, es "recuperado por el sistemW' más adelante. La absorción por esos medios de comunicación los aleja de susorígenes recortándoles señas de identidad y castrándolos de su eventual fuerza subversiva.
Es importante subrayar que desde hace ya más de una década los géneros musicales juveniles dejan de ser imitativos. La adopción crecientede¡ castellano y de temas provenientes en la realidad inmediata -frente al quechua o el inglé&-, así como los préstamos instrumentales,armónicos y rítmicos, indican que una necesidad social de afirmación (y en cierta medida de protesta) encuentra canales de salida que (adiferencia de lo que a menudo se afuTna) no provienen directamente de los medios, sean éstos o no nacionales. Tal es el caso de la cumbiaandina o "chicha- desde hace diez años, y el más reciente de¡ rock, que, ayerjuzgado reaccionario y extranjerizante, expresa hoy también partede la problematizada realidad urbana, aunque sin convertirse, corno lo señaló Casullo para Argentina en "( ... ) Referencia nueva e inédita de¡tiempo polítiCO Y de la etapa de democratización(...)".39En suma, ni el rock, ni la música popular en general, ni cultura de masas alguna llegan a expresar en su globalidad los problemas de lajuventud en el Perú. Escaso o nulo es también el logro de las instituciones educativas, políticas o gubernativas para cuando menos tomarlos asu cargo.
Debe entenderse que, más allá de la violencia terrorista y de la hiperinflación, a través de la insatisfacciónjuvenil se está Procesando unacrisis cultural de
primera magnitud en la cual se traduce de otro modo la crisis de representación que hoy atormenta a la clase política y compromete alconjunto de los peruanos. Muestra de la incapacidad del Estado para recoger y defender las aspiraciones de la sociedad civil es su repliegueante la fuerza y el cinismo de Sendero Luminoso y del narcotráfico que desvertebran al país, haciendo posible entre otras cosas, esa atrozhemorragia social que es la migración masiva de jóvenes desesperanzados, anómicos, hacia los santuarios de la coca y la vesanía política.
Los términos de referencia del análisis social y cultural han variado. Menos obreros y muchos más estudiantes que hace nueve años son hoysigno no sólo de una recesión económica sino de una intensa Producción de nuevos actores sociales carentes de una escena reconocida. Sonprincipal pero no únicamente, portadores de culturas juveniles sobre quienes hay mucho que decir.
Notas.
1 Véase la relativización del concepto de juventud en BOURDIEU, PIERRE. LaJeunesse n'est qu'un moL En Questions de Sociologie. París, Ed. de MinuiL, 1980. p.143.2 MORIN, EDGAR. L'industria culturale. Bologna, Il Mulino, 1963.3 C. ROSITI, F. La Cultura Juvenil. EnHistoria y Crítica de la Cultura de Masas. Barcelona, Gustavo G4 1980. pp. 204-206.4 LEBRUN, FRANCOIS. La place de1'enfant dans la société ftancaise depuis la XVIerne siecle. En Communications, n.44. Paris, Ed. du seuil, 1986. pp. 247.252. 5 LE BRAS, HERVE. Coit interrompu,contrainte morale et héritage préférentiel. En Communicatims, n. 44. Paris, Ed. du Seuil, 1986. p. 63.6 MORIN, E. op. cit., p. 168.7 Cf. MARTIN-BARBERO, JESUS. De los Medios a las Mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México,Gustavo Gil~ 1987. pp. 153-162.8 CE BELI, DANIEL. Modemidad y Sociedad de Masas: Variedad de la Experiencia Cultural. En La Industria de la Cultura. Ma~ Alberto Corazón, ed., 1969.pp.16-19.9 ROSrM FRANCO. op. cit., p. 209.
10 GARCIA CANCLINI, NESTOR. Bases Teórico-Metodológicas para laInvestigación. En GARCIA CANCLMN. y RONCAGLIOLO, R. CulturaTransnacional y Culturas Populares. Lima,IPAL, 1988. p. 66.11 Entre aproximadamente 1600 y 1850 lapoblación del Perú no alcanza los dosmillones y medio, llegando a su mínimo alpromediar 1700. cf. WICHT, JUAN J.
Realidad demográfica y crisis de lasociedad peruana. En GUERRA-G., R.(ed.). Problemas poblacionales peruanos.Lima, AMIDEP, 1986. p. 24.12 La curva de aumento de la población esbrusca a partir del siglo XX, lo que nopuede afirmarse de la de los nacimientos,cuya tasa se incrementa significativamentea lo largo del siglo anterior, lo queevidenciaría una altísima mortalidadinfantil en ese periodo que luego irádisminuyendo. Ibid.13 Cf. FERNANDEZ, HERNAN. A~pwtos Sociales y Económicos de la Educación en el Perú. En GUERRA-G., R. (ed.).Problemas poblacionales peruanos. Lima,AMIDEP, 1986. p. 191.14 BASADRE, JORGE. Historia de laRepública del Perú. Quinta edición, tornoY. Lima Ed. historia, 1961. p. 2079.15 MILLER, LAURA. La Mujer Obreraen Lima. 1900-1930. En STEIN, STEVE.(comp.) Lima Obrera 1900-1930. Tomo Il.Lima, Ed. El Virrey. 1987. p. 19.16 Para STEVE STEIN existe en la dinámica social de la Lima de principios desiglo, incluso hasta el nacimiento delApra, un tinte de dominación/sumisiónseñorial que él denomina patrimonial:"Llamamos relaciones patrimoniales aaquellas caracterizadas por ser jerárquicasy verticales entre los grupos componentesde la sociedad peruana y apoyarse en laaceptación por parte de los sectorespopulares de una posición subordinada enla sociedad y la política". STEIN, STEVEy MONGE, CARLOS La Crisis del estadopatrimonial en el Perú. Lima, IEP,Universidad de Miarni, 1988, p. 13.17 STEIN, STEVE. Lima Obrera: 19001930. Tomo 1. Lima, Ed. El Virrey, 1986.p.16.18 MILLER, LAURA. op. cit., pp. 18-20.19 Nos referimos a las transformacionespolíticas e institucionales --con el cambioconsiguiente en la vida social- queeninarcan los años de crecimiento económico en la Capital al voltear el siglo, talcomo son interpretadas por ERNESTOYEPES en Perú 1820-1920: un siglo dedesarrollo capitalista. Lima, IEP, 1972.20 De 61 no escapa nadie en una sociedad
tan rígidamente estratificada. A eserespecto, todavía está por hacerse unahistoria social y cultura¡ de la vanguardiaen el Perú. Sin duda, un esfuerzo decomprensión deberá incluir un análisisprolijo de su compleja autodefinición, dequé manera su iconoclastia denunciaba«situaciones de generación" o de clase, yqué conflictos se encerraban en suscampos de acción para resolverse de uno uotro modo. Los jóvenes Mariátegui yValdelomar frecuentaban junto con laaristocracia de la época el exclusivo PalaisConcert, pero ello no impidió que añosmás tarde el primero fuese un intelectualrevolucionario. Para percibir el clima de laépoca es interesante leer el primer tomodel Testimonio Personal de L. A. SANCHEZ. Lima, Mosca Azul Editores, 1972,2da. Edición.21 Normas de disciplina estricta que prescribían una conducta total de entrega ylealtad al partido, uniendo los roles de lavida privada con los del militante. Dichadisciplina se ha atemperado con el tiempopero aún existe. cf. PARTIDO APRISTAPERUANO. Código de Acción. Lima,Federación Aprista Juvenil, 1934. Cartillade Organización, Lima, 1957.22 Con ello no se niega el modo en que elaprismo se apoyó, sobre todo en épocas declandestinidad, en la vida cotidiana de susbases. Más aún, constituyó una eficaz redde información, llegando a construirformas propias de socialidad que implicaban al barrio, la familia y al lugar deorigen, en suma, una subcultura. Cabedestacar, incluso una 'visión popular" delheroísmo del partido y sus líderes,mitificándolos en un registro "realmaravilloso". Empero, desprovista demediaciories eficaces esta "cultura popularaprista"no cuajó más allá del ámbito delpartido. Véanse al respecto los interesantestrabajos de 1. VEGA CENTENO, Aprismopopular. Mito, cultura e historia. Lima, Ed.Tarea, 1986.23 Tal como por ejemplo CARLOSMONSIVAIS lo comenta a lo largo de suobra.24 WICHT, J.J. op cit., p. 16.25 "Mientras en 1940 el 28.5% de la población limeña estaba constituido pormigrantes, ya en 1%1 dicha proporciónhabía subido al 46.3%. Este porceritaje semantiene hasta principios de los añosseserita (1972.46.2% y enípieza a decrecer lentarriente a partir de ahí (198 1:42:7%)**. GOLTE, JORGEN y ADAMS,NORMA. Los Caballos de Troya de losInvasores. Lima, Instituto de EstudiosPeruanos, 1986.
26 CE FERNANDEZ, HERNAN. op. cit.,p. 178, cuadro n. 3.27 Si en 1940 el 5.5 de la población perua
na de más de 15 años había pasado por laeducación secundaria o superior, esaproporción es de 13.2% en 1961, aumen
tando a 25.5% en 1972 y a 41.1% en 1981.cE Ibid. Cuadro 7 (sobre la base de losCensos nacionales), p. 182.28 Para el conocimiento de la evoluciónde la producción de los medios masivos esnecesario consultas el libro de JUANGARGUREVICH, la única reseña históri
ca global existente hasta la fecha. Prensa,radio y TV: Historia crítica. Lima, Ed.Horizonte, 1987.29 AMAT Y LEON, CARLOS. Nivelesde vida y grupos sociales en el Perú. Lima,Universidad del Pacífico, 1982. Cuadro13.p.99.30 JULIO COTI-ER señala que Laalianza del Apra con el bloque oligárquicoprovocó el desplazamiento de jóvenesdirigentes e intelecutales del partido haciaposiciones revolucionarias. Sectoresjuveniles de las clases populares y medias,especialmente universitarios y obreros deorigen provinciano desertaron de susafiliaciones La radicalización políticaque animó a esta juventud se caracterizópor el rechazo frontal a las prácticas deacomodo, negociación y elientelismo de lajefatura aprista En los PartidosPolíticos y la Democracia en el Perú.PASARA, L. y PARODI, J. (ed.) Dernocracia, Sociedad y Gobierno en el Peru.Lima, CEDYS, 1988. p. 160.31 Cf. ROSPIGLIOSI, Fernando. Juventud obrera y partidos de izquierda: de ladiciadura a la democracia. Lima, IEP,1988.P.SS.32 FERNANDEZ, HERNAN. op. cit., p.181, cuadro n. 6.33 FLORES BENAVENTE, E. Evolucióny perspectivas del empleo. En GUERRAG., R. op. cit., pp. 254-255.34 ROSPIGLIOSI, FERNANDO. op. cit.,pp. 103-104.35 ROSITI, F. op. cit., p. 21636 El carácter fantasmagórico que estalectura "literal'* reviste en algunos génerosentre niños y adolescentes es criticado poralgunos psicólogos.37 Los adolescentes de clase alta ven televisión 4.38 horas diarias contra 3.6 enpueblos jóvenes (barrios marginales deLima). QUIROZ T. Los medios: ¿Unaescuela paralela? Cuadernos CICOSUL n.1 . Lima, Universidad de Lima, 1984.38 Cf. RIESMAN, DAVID. La Muchedumbre Solitaria. Buenos Aires, Paidós,1968.
39 CASULLO, NICOLAS. Argentina: el rock en la sociedad política. En comunicaci6n y Cultura, n. 12. México, UAM Xochimilco, 1984. p. 42.
Consultor del Instituto Nacional de Educación Tecnológica(INET, Ministerio de Educación), Silicon Graphics, Diario El Clarín,
Profesor Titular de la Carrera de Ciencias de la Comunicación dela Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires
y docente de cursos de post-grado de FLACSO.
Dirección: Coronel Díaz 1432 6º B, 1425 Buenos Aires.Teléfono: (541) 8248122, Fax: (541) 3942376.
E-mail: [email protected]
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la venganza de la televisión
diálogosde la comunicación
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Howard Rheingold, cono-
cido por sus libros que
santificaron las Realida-
des Virtuales y las Comu-
nidades Virtuales es un
excelente escritor y entre
sus antecedentes figura
un notable librito titula-
do precisamente Tienen
una palabra para ello, en
el cual comenta y ejem-
plifica los usos transcul-
turales de términos origi-
nados en más de 20 idio-
mas tales como “brico-
leur”, “epater le bour-
geois”, “Gestalten”, “Post-
lach”, “Tao”, y otro cente-
nar mucho más abstruso
aún, cuya comunalidad les viene
tanto de su intraducibilidad -se
usan en el idioma original en cual-
quier otro que los importe- pero
también de su amplísima y rápi-
da difusión.
Hay dos palabras en nuestro vo-
cabulario que pueden pretender
competir con el inventario de
Rheingold, aun cuando aparen-
temente les falte la dimensión
social y cotidiana que tienen las
que figuran en su catálogo -
todavía. Se trata obviamente de
“Internet”, sustantivo descono-
cido hace tres o cuatro años y
que hoy se menciona más veces
que las bebidas colas más cono-
cidas, y el menos repetido pero
condenado a una difusión no
menos amplia de “Pull” (vs.
Push) como nueva modalidad de
interactuar con la información
en la Red.
Precisamente el pasaje de las
tecnologías de navegación y bús-
queda -el dominante hasta hoy
desde los inicios prácticos de la
Web alrededor de 1993, a las de
recepción e irradiación, o inten-
to de reconvertir a la Web en una
variante de la televisión- se ha con-
vertido en un tema que acapara
la mayoría de las revistas de
divulgación sobre la materia.1
En teoría la tecnología push
ofrece al usuario dos beneficios
evidentes: permite elegir qué ti-
po exacto de información se qui-
ere tener en el escrito-
rio, haciéndola llegar
rápido y eficientemente;
con la mayoría de las
tecnologías push exis-
tentes podríamos estu-
diar en detalle la infor-
mación así obtenida off-
line reduciendo el tiem-
po de conexión directa
a la Web2.
Desde el punto de vista
de los editores la existen-
cia de PointCast, del
Communicator de Nets-
cape y de Active Desktop
garantiza que los pesos
pesados logren “embo-
car” sus contenidos en las canas-
tas de los usuarios.
Por ahora si la Internet en sí no
es un mercado masivo, las tecno-
logías push lo son menos siendo
pocos millones los usuarios del
push.
Que la movida no es sencilla se
aprecia en los problemas que se
plantean en numerosos frentes.
Desde los problemas que plantea-
rá el intento de Microsoft por im-
poner como standard el Channel
Definition Format (CDF)3 hasta la
variedad de alternativas que los dos
browsers dominantes plantean.
El Communicator Netscaper -que
incluye provisión de información
de ABC News y de CNNfn- preten-
de ser nuestra próxima interfaz
en cuanto a información en línea.
Su shell basado en HTML-Java y1. TI
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A.Pi
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65
JavaScript descansa sobre el sis-
tema operativo existente y hace
posible tres niveles de push: e-
mail HTML, sitios en vivo o sitios
empujados y canales basados en
Marimba que permiten empujar
sofisticadas aplicaciones Java.
El Microsoft Explorer 4.0 usa una es-
trategia levemente diferente, y
prontamente se fusionará con el
sistema operativo, aunque provee
la novedad de canales que em-
pujan el contenido de sitios -o
secciones o páginas de los mismos-
preseleccionados al Active Desktop.
Desde el punto de vista del clien-
te la dificultad proviene de las
metodologías excluyentes de los
dos gigantes de los browsers.
Porque si bien el Communicator
es trans-plataforma, está focali-
zado en empresas que tienen co-
nexiones punto a punto perma-
nentes en la red. En cuanto al
Active Desktop está enfocado
originalmente a los usuarios de
Windows95/NT.
Desde el punto de vista de las
empresas que quieren usar estas
tecnologías hay tres nichos dife-
renciados -en función de su ta-
maño, necesidades y requeri-
mientos: a) editores pequeños o
personales; b) editores y mar-
ketineros de mediana envergadu-
ra c) pioneros de alto nivel foca-
lizados en el uso intensivo del push.
Para el caso a) aún hoy la mejor
información que circula en la red
lo hace a través de listas de
suscripción de correo electró-
nico (ejemplos: DaveNet, Seid-
man´s on Line Insider, o las que
usamos nosotros como Extra-Net
o Edupage).
La novedad del push es que en
poco tiempo más estos boletines
podrían venir empaquetados en
lindos envases HTML. Microsoft
permite ya en la ventana del e-
mail (cosa que también sucede
en Eudora) hacer un click sobre
un link y navegar directamente
hasta el sitio en vivo.
Para clientes pequeños el mejor
sistema disponible es el canal
PointCast Connection que, a tra-
vés de un wizard, y en sólo cua-
tro pasos permite que el editor
configure su emisora a medida.
En el mismo rango es posible
utilizar el Communicator de Inter-
mind o el Webcast de Astound.
Para clientes medianos que
necesitan, no solo enviar la infor-
mación, sino también tener un
registro detallado de los intere-
ses de los usuarios y de su demo-
grafía, se abre un panorama muy
amplio de productos y servicios
que podrían cumplimentarlo con
precios más o menos accesibles.
El requerimiento básico es no
tener que redefinir los conteni-
dos para su difusión a través de
los canales. Por ello el uso de
templates aplicables al site es
obligatorio, y en cuanto al re-
gistro de la información por aho-
ra se hace tanto desde el centro
de administración del vendedor
como desde el site web del edi-
tor. Estando en los comienzos de
esta estrategia, hay muchos edi-
tores que trabajan codo a codo
con sus clientes y brindan mu-
cho valor agregado gratis con tal
de conseguirse socios en la ins-
talación de la nueva tecnología.
En cuanto a la mayoría de
quienes están en el segmento
más ambicioso, se trata obvia-
mente de editores de productos
impresos o de TV. Son pesos
pesados como CMP Media Inc,
CNN o The New York Times. Solo
hay dos empresas/productos
que se ocupan por ahora de este
mercado: Marimba y de Back-
Web (ver nota 7).
Mientras nosotros
jugamos con nuestros
browsers, y tanto
Microsoft como Nets-
cape quieren declara-
rse vencedores en
esta guerra, ¿no esta-
rá emergiendo una
nueva tecno-guerrilla
que busca quedarse
con el botín más gran-
de, a saber la recon-
versión televisiva de
la Internet?
El grupo de desarro-
lladores originales de
Java de Sun Microsis-
temas creó su propia
célula y apuesta a esto
3. L
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ónbajo la tutela sonriente, conven-
cida de lograrlo, de Kim Polese.
En vez de meter una PC dentro
de la TV -típico de la estrategia
de la Web/TV- Polese quiere, al
revés, proponer una experiencia
multimediática total (incluyendo
noticias, entretenimiento y publi-
cidad) en nuestras PC. Pero dife-
renciándose en esto de Point-
Cast que nos da información per-
sonalizada pero en un formato
exclusivo y cerrado, Marimba a-
puesta -como lo hiciera Berners-
Lee en su momento con la propia
Web- a una tecnología total-
mente abierta. Y esto nos gusta.
En octubre de 1997 Marimba sa-
cará al mercado Castañuelas, un
programa escrito en Java que, a
diferencia de todos los applets
existentes, no está basado en
HTML. Quienquiera tenga una
conexión a Internet podrá recibir
directamente las aplicaciones de
Castañuela -películas, software,
entornos interactivos. Se dispara
desde un browser como Nets-
cape -con el que vendrá incluido
a la brevedad- pero es indepen-
diente del browser y hasta puede
suceder en el futuro que compita
con ellos.
Los usuarios finales bajarán una
sección de Castañuelas llamada
“sintonizador” parecido a un se-
lector de canales de televisión -
distribuido gratuitamente como
los browsers de hoy.
Del lado del servidor los provee-
dores de contenido comprarán
un “transmisor” para irradiar sus
programas. La programación
que media entre el transmisor y
el receptor es un canal al que los
usuarios finales deberán suscri-
birse -en forma parecida a un
cable pay-per-view pero con “in-
finitas” opciones disponibles.
La principal diferencia con la
televisión actual es que el
contenido “irradiado” no será
sólo entretenimiento o progra-
mas convencionales pertene-
cientes a una parrilla más o me-
nos conocida, sino que será cual-
quier item transmisible (juegos,
catálogos, presentaciones multi-
mediáticas, colas de películas,
libros, diarios interactivos, lo que
se les ocurra y más aún todavía).
Cualquiera de los canales puede
ser bajado al disco duro y actua-
lizado automáticamente por el
transmisor de contenidos. Gran
parte de las aplicaciones resi-
dirán en los discos duros y sólo
usarán la Internet para las actua-
lizaciones y los módulos de pro-
gramas auxiliares.
Al principio la cosa empezará en
pequeño con sólo unos pocos
canales. Marimba ya está traba-
jando con compañías como
Dimensión X para tallar los pro-
gramas que necesitan clientes
corporativos como MCA, Intel y
otros pesos pesados.
Más llamativo aún es el empren-
dimiento que Marimba está desa-
rrollando con el Knowledge Me-
dia Institute un desprendimiento
de la sección virtual de la Open
University inglesa. Colaborati-
vamente buscan construir el Co-
liseo Romano de la Red con
100.000 participantes sintoniza-
dos tanto a conciertos de rock
como a clases universitarias con
video, sonido, animación y con-
versaciones textuales. Como en
el caso anterior y usando Casta-
ñuelas los usuarios bajan el Coli-
seo y los medios de irradiación de
video y sonido, sólo una vez, y
después sólo bajarán el contenido.
Es lindo y promete mucho pero
no garantiza para nada que el
producto tenga el consumo
masivo que estos nichos exigen.
Microsoft y Netscape
endosan abiertamente
la tecnología push y la
incluyen en sus nave-
gadores de cuarta gene-
ración. Las razones por
las cuales necesitaría-
mos pasar del pull al
push son tan evidentes
que casi parece una ex-
hibición de mal gusto de
nuestra parte tratar de
resistirnos. Supuesta-
mente, en un mundo con
un millón de canales (co-
mo es la cantidad de
URL’s que tenemos hoy),
nadie podría encontrar
absolutamente nada.
Lo que es peor, con la tecnología
4. D
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67
A.Pi
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lli
67
actual -y que fuera fundacional
de la Web- no habría manera de
centrarnos en el tipo de infor-
mación que necesitamos, obte-
nerla en el momento en que hace
falta y sobre todo, actualizar y
profundizar lo ya conocido con
lo mucho bueno e inesperado
que seguramente alguien está
cargando en este momento en
Internet. Que por otra parte
resultará obsoleto el día que lo
descubramos, con el agravante
de lo mucho que habremos per-
dido (simbólica, pero sobre todo
económicamente) por no haber
sabido utilizar los nuevos chi-
ches e instrumentos en el mo-
mento justo.
Se nos promete un entorno post-
HTML, en el cual habremos deja-
do atrás hace rato y para bien el
esquema o modelo de las pági-
nas que penetraron en la Web a
través del antecedente del papel,
perdiendo en el interin uno de
los inventos más queridos de
hoy: el video y al audio “strea-
med”. Y no nos olvidemos de las
150 millones de páginas que
inundan a la Web. Porque si ya
es imposible encontrar algo
valioso y útil, ¿qué haremos den-
tro de tres años cuando las pági-
nas sean 1,000 millones y ade-
más tengamos que lidiar con una
cantidad aún mayor de ítems no
paginables de información y en-
tretenimiento?
Claro las innumerables formas
que tendremos en el futuro
cercano de registrar e interac-
turar con el video que tapizará
nuestras pantallas, o cuanto ob-
jeto nos interese en el mejor es-
tilo de Total Recall, justifica todo
intento de “mejorar” la interfaz
actual. Después de todo la casi
Biblioteca del Congreso que
tenemos distribuida en esos 18
millones de hosts (y 1.100.000
sites) así como el browser que
usamos hoy para mirarlas no de-
saparecerán ya que estos últi-
mos en realidad migrarán.
Como en el caso de la interfaz a
secas y de la computadora, sólo
cuando el browser sea invisible
habrá triunfado plenamente. Al
metamorfosearse en otros
programas dejará de interferir
con nuestras conciencias, y se
convertirá en una figura tan
obsoleta como las operadoras
manuales de las centrales tele-
fónicas de antaño.
Las promesas se basan en pre-
tender superar la gran idea que
es la Web, pero que por el propio
peso de su éxito terminaría
siendo un vehículo de desinfor-
mación, llevándola a otros terri-
torios todavía más útiles y fecun-
dos en habilitación del poder de
los usuarios. Pero también impli-
ca reconocer limitaciones inhe-
rentes al paradigma de la Web
que sólo podrían superarse cam-
biando todavía más radicalmen-
te sus usos.
Porque los que recién ingresan
hoy a la Web todavía están es-
peranzados en los frutos de
páginas hipertextuales bidimen-
sionales, a las que se accede me-
diante clicks a ciegas y búsque-
das usando programas. Pero las
páginas, el clickeo y el mono-
polio de las PC parecerían estar
llegando a su fin. ¿En serio?
Contado así parecería que la Web
es lo peor que tenemos, y que lo
que la suplantaría sumaría a
todos los beneficios de los switch-
boards telefónicos, el contenido
personalizado de una televisión
que nunca existió, con el aña-
dido funcional y maravilloso de
que la información que fluiría
omnidireccionalmente podría
ser recuperada por receptores
de todos los tipos -desde el reloj
de Dick Tracy hasta la Reality En-
gine más atractiva que existe.
De acuerdo a estos cronistas
muy intencionados estaría sur-
giendo una post-Web en donde
todo fluiría desde todas partes,
un nuevo medio que no nece-
sitará esperar que nadie haga
clicks, que tampoco requeriría
en última instancia de las com-
putadoras, y que podría prescin-
dir hasta de la metáfora de las
páginas.
Este nuevo medio nos promete
acceso a la información cuando
la necesitemos, en su medida y
armoniosamente, a través de to-
do tipo de chrimbolos filo-infor-
macionales: titulares en pagers,
mapas de tráfico en el cristal de
cuarzo líquido de un teléfono
celular, con el añadido maravi-
diálogosde la comunicación
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ónlloso (¿terrible?) de que la infor-
mación nos seguiría adonde quie-
ra que vayamos, y siempre apa-
recería en la forma en que la espe-
ramos y la necesitamos.4
Se vende como la combinación
ideal de una experiencia integral
(especialmente por la interfaz
háptica de la realidad virtual) de
emisión + reticulación. Su mejor
argumento del nuevo (¿antiquí-
simo?) medio es lo suave que es.
Mientras nosotros vemos la vida
pasar, la información llegaría
para permitírnosla aprovechar
del mejor modo posible5.
No es casual que
Microsoft y Netsca-
pe, David y Goliath
de la Web estén
pensando en liqui-
dar la interfaz, pero
no la del desktop,
sino la del browser y
sustituirla por una
nueva especie de
control remoto en
pantalla. Los nom-
bres de batalla pare-
cen salidos de la gue-
rra naval o espacial:
Constellation para
Netscape, Active Desk-
top para Microsoft.
La idea es tan inge-
niosa como maca-
bra: en vez de eli-
minar el desktop6 por
ser altamente incom-
patible con nuestras
nociones nativo-cerebrales de
cómo operar con la información,
estas innovaciones proponen
convertirlo en una multitud de
canales.
No hay que disparar ningún
programa, el contenido se dispa-
raría a sí mismo desde el nivel
del sistema operativo. Obvia-
mente el pasaje de los conteni-
dos invocados a los evocados es
posible gracias al uso de tec-
nologías orientadas hacia obje-
tos tales como Java, ActiveX y
WebObject cuya principal fun-
ción es homogeneizar y estan-
darizar contenidos y medios de
modo tal que el video pueda fluir
a través del teléfono.
El futuro de corto plazo entonces
nos presenta un escenario en el
cual visitando un sitio en 3D Web
pasaríamos a ver una película de
pantalla completa, o haciendo
cálculos de nuestras previsiones
a futuro en las inversiones, ten-
dríamos tiempo de descontarle
algún accidente que nos es no-
tificado en tiempo real por nues-
tro distribuidor automatizado de
noticias.
Es tan hilarante la forma en que
los fanáticos de la tecnología
pull-push (aunque en realidad es
push a secas y anti-pull) pre-
sentan a su hijo favorito que no
tienen empacho en tejer esce-
narios como el siguiente: esta-
mos en medio de una ciudad des-
conocida -¿por ejemplo Cutral-
Co?- y mientras las primeras
gotas empañan nuestros ante-
ojos en nuestro PDA con el mapa
de la ciudad aparecen lugares
que en dos cuadras a la redonda
venden paraguas. Emotivo ¿no?
Otros ejemplos incluyen alquilar
partes del cerebro para recibir
avisos en forma de rima que en-
tran directamente a la corteza.
El resultado es siempre el mis-
mo: una supuesta combinación
de una oferta inalcanzable por
otros medios, a cambio de l-
evantar los puentes de nuestra
atención, y dejar que quienes
quieran vender lleguen sin pro-
blemas y sin obstáculos a nues-
tros centros decisorios.
No casualmente quienes venden
este neo-narcótico se atajan de
nuestras previsibles críticas y
nos amonestan diciendo que
esto parece la venganza de la
televisión.
El Wall Street Journal fue el
primero en declarar desembo-
zadamente lo que los abogados
del pull/push continúan des-
mintiendo. Fue cuando sostuvo
con un candor a toda prueba que
la Internet era un medio a la bús-
queda de un modelo de negocios
viable y que por fin (con el push)
había encontrado uno: la TV.7
Wired cree que el WSJ está un
poco desorientado. Es cierto -
insisten- todos tenemos algo del
alma televisiva en el fondo -en
5. E
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A.Pi
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69
USA se consumen
seis horas promedio
de televisión- pero el
nuevo medio post-
Web no se parecerá
en nada a la televi-
sión -prometen- y
además, transforma-
rá a la televisión.8
La metáfora que nos
proponen es la del
parque de diversio-
nes, todo “up”, todo
alegría con una con-
dición: que esté siem-
pre prendida, que
siempre nos encuen-
tre dispuestos a reci-
bir lo que nos envían.
Porque sus abogados conside-
ran que el mal que afecta el fin
de siglo (los pocos oasis en don-
de Hollywood aún no logró po-
ner su impronta: el trabajo, la es-
cuela, la iglesia, las caminatas so-
litarias) es que el hombre esté
solo, es decir que no quiera que el
hermano Bill y sus cometas del
info/entretenimiento lo acom-
pañen.
¿Qué mejor que llegar a casa,
dicen los profetas del push y que
un agente inteligente se ocupe de
seleccionar, editar, digerir, sinte-
tizar y ponerle marca a los con-
tenidos que tan mal sabemos
aprovechar usando el zapping
manual? Estos medios híbridos
combinarían el mejor de todos
las mundos posibles: la expe-
riencia “programada” de la
televisión, con dos aspiraciones
que vienen añorándose desde
siempre y que nunca hemos lo-
grado obtener hasta el presente:
la navegación gozosa y fructífera
de la información y la conexión
con otra gente.
A quienes insistimos en que aun
cuando la información pueda
converger sobre el hogar, los
datos volverán a divergir según
el uso: los medios pull a medio
metro de una pantalla, a solas y
pensando; los medios pull a dos
metros de la pantalla junto a
otros y en relax; los gurúes de la
síntesis pull/push nos dicen que
somos unos infantiles porque
siempre estamos oscilando de
un modo al otro (pull/push) -
independientemente del medio
(pull/push) que estemos
utilizando.
Dan como ejemplo una revista o
libro que supuestamente sería la
encarnación del pull. Elegimos
qué leer, decidimos a quién votar
con nuestra compra, optamos
por citar a una idea o favorecer
la multiplicación de ciertos
memes. Pero -insisten los “pushó-
manos”- una vez que empezamos
a leer o nos situamos dentro de
una historia, es el autor o la
revista o el libro quienes mandan
y nosotros seguimos su curso.
Hasta las películas que serían el
paradigma del push, cuando son
reutilizadas por la televisión -
contando nosotros con el con-
trol remoto- se convertirán en
una nueva variante del pull.
Es raro que alguien use la
televisión en el trabajo.
Salvo que se trate de los
no pocos casos -sobre
todo en USA- de IntraTV
Corporativas, o el revés en
la Argentina como cuando
en cada campeonato mun-
dial de fútbol los ofici-
nistas aprovechan para
comprar un televisor que
a veces es sorteado entre
los compañeros o queda
confinado en la oficina del
cadete.
Sin embargo uno de los
grandes atractivos de los
canales de Push, tales los
que prometen PointCast,
Marimba y compañía (in-
cluyendo el japonés The Anata-
gonomy de NEC, literalmen-
te “Como gusteis” (<http://
w w w. J a p a n . B i z Te c h . c o m /
index.html>), es que no tienen
ninguna dificultad en aparecer y
hacerse un nidito acogedor en
todas las computadoras alojadas
en cada oficina.
Los gurúes de Seattle9 nos lo
advierten. Los medios push no
sólo aterrizarán en los desktop
corporativos sino que además
no tendrán empacho en aparecer
en cuanto soporte o receptor se
nos ocurra imaginar: relojes,
papel digital y sobre todo en las
pantallas de las computadoras;
en la tinta digital de las paredes,
en películas y animaciones que
6. LA
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ónguiarán nuestros coches y obvia-
mente en las poderosas y reno-
vadas televisiones de alta defini-
ción del futuro próximo, ahora
que la UIT santificó el formato
único A y B.
Después de muchas idas y vuel-
tas la venganza del push y la ne-
cesaria tregua que el pull debería
pactar con él, no sólo nos bene-
ficiaría a todos porque instalaría
un sueño (¿o la peor de las pesa-
dillas?): irradiación permanente,
omnidireccional, metamediática, la
forma más brutal de conexión
permanente que se pueda imaginar.10
Se vende la idea de que los medios
aborrecen el vacío y de que ocu-
parán -como en la célebre cade-
na 21 de Max Headroom- todos los
canales posibles de comunicación.
Y que una vez colonizado el medio,
después de los boy scouts vienen los
pioneros y con ellos la publicidad.
Con típico sentido de la post-pu-
blicidad11 se invoca a Mao y se sos-
tiene desvergonzadamente que
florecerán mil tipos de medios.
Quienes están detrás de esta
movida sueñan que del mismo
modo que las tecnologías pull de
la Web parasitaron un nicho
abierto por los carriers telefó-
nicos, brindándonos esta genial
innovación, dentro de meses no
más nos encontraremos con la
sorpresa de la sorpresa.
Y así como ya contamos con
redes pull, en instantes no más
veremos emerger las redes push,
sin que nadie pierda con el cam-
bio... siguiendo esa curiosa es-
trategia o consigna repetida tan-
to por Bill Gates como por el mis-
mo Negroponte de que la esca-
sez no cuenta en el mundo de los
bits (olvidando paradojalmente
que este mundo siempre se apo-
ya en el de los átomos donde las
leyes de las escasez cada vez son
más furibundas).
Recapitulemos cuales son las
condiciones de existencia de un
medio push en la Web:
1) presunción de multiplicación
del ancho de banda y de displays
de información multivariados;
2) aprovechamiento por parte de
los vendedores de contenido y
de los publicitarios de esta infra-
estructura;
3) transplante de la estructura
abierta de las redes telefónicas a
la nueva ecología;
4) preferencia del ready-made por
encima del hazlo/sé tú mismo.
Hay algunas pequeñas incerti-
dumbres en el camino, como que
los gobiernos tengan la pésima
idea de regular este nuevo
medio. Pero mucho más deses-
tabilizador es que la conexión a
canales presupone que el servi-
dor sabe quién es uno, puede
llegar a canibalizar el disco duro,
y eventualmente a convertirse
en un nuevo mini-big-brother.
Los vendedores del push dicen
que vivimos en riesgo y en
peligro desde que empezamos a
respirar, y que precisamente lo
fantástico del vivir (sobre todo
mediado tecnológicamente) es
apostar y ganar.
Se apoyan en una constatación
interesante. A saber que cada
nueva tecnología recapitula las
anteriores, y que los verdaderos
beneficios de la última andanada
comunicativa (¿granadas para la
mente?) no se aprecia en sus co-
mienzos sino en sus finales. Y
que si bien los tiempos se ace-
leran incesantemente, estamos
todavía a un año o dos de ver de
qué estamos hablando, y porque
todo lo podemos imaginar se
queda infinitamente corto res-
pecto de lo que sería la verdadera
navegación en un medio híbrido
post-televisión y post-web.
En el futuro inmediato veremos
pasar varios ciclos de extensión
y unificación: extensión de las
capacidades de los viejos me-
dios (PointCast que extendiendo
el pull lo convierte en push) o uni-
ficación como en el caso del chip
Intercast de Intel, que permite fu-
sionar a la Web con la televisión.
Los medios on-line habrían pasa-
do, según los editores de Wired,
de las señales de humo (con el
e-mail) a los libros y revistas (la
propia Web hasta hoy) y ahora
estarían ingresando en la etapa
del devenir televisión (con las
primeras variantes de las tecno-
logías push) pero recién llega-
rían a su climax con la fase de la
71
A.Pi
scite
lli
71
interactividad plena satisfecha por
las tecnologías inmersivas, atrapan-
tes y sobre todo en un estado de in-
terconexión permanente.12
Nos encantan/aburren
esas formas de hablar tan
políticamente correctas
que tienen los vende-
dores cuando confunden
posibilidades con necesi-
dades. Porque se habla de
extensión de la Web (para
pasar del pull al push),
cuando está “involucio-
nando” desde una modali-
dad a otra que negaba en
sus comienzos. Porque se
habla de personalización
y lo que en realidad se
está haciendo es fomen-
tar el spamming. Porque
se habla de interactividad
-pero cuando se implemen-
te el modem cable la rela-
ción entre entrada de la
información por cable y
de salida por teléfono se-
rá de 100 a 1 o de 1000 a.
Con esta invasión de tec-
nologías y propuestas, que
en definitiva buscan en-
carnar en la Web las mismas
prácticas comerciales, de
masificación pero sobre todo de
conversión del medio en un canal
de venta, el privilegio de los ade-
lantados de obtener información
más o menos gratuitamente, y de
experimentar economías del don,
se ve fuertemente amenazado13.
Los promotores de los medios
combinados sostienen que lo que
la gente quiere no es más zapping,
control y manejo, sino nuevas y
variadas formas de zapear. Más
capacidad de interrumpir el flu-
jo, más variantes para combinar
una historia con lo que no es tal,
poder mezclar texto y juegos, y
capacidad de estacionarse en
más estados intermedios entre
manejar y ser manejado. Puede
que tengan razón. Cabe dudar
empero, de que su propuesta
push/pull sea solo eso, y no en
cambio una variante adocenada
y bien caballo de Troya de un
push disfrazado de pull.
Los provocadores/promotores de
lo nuevo dicen que su diagnóstico
no busca inventar(nos) nueva
formas de ganar/gastar plata, sino
que apunta a resolver las in-
consistencias y las debilidades de
la interfaz y las metáforas de
navegación de la información.
Que precisamente el hecho de que
en la sétima encuesta del Georgia
Visualization and Usability Center,
uno de los estudios más detalla-
dos de evolución de la Web <www.cc.
gatech.edu/gvu>, uno de los items
más mencionados haya sido el
extravío del ciberespacio, mos-
traría la necesidad urgente de aban-
donar la estructura/estrategia de
la Web, que combina lo mejor y lo
peor en su propia presencia/dis-
persión física: al ser una telaraña
nos puede llevar a todos lados,
pero también nos puede dejar
atascados en el primer cruce.
Quienes navegan seguido por la
Web o quienes a la inversa nav-
egan lo menos posible, precisa-
mente por esta estructura al
mismo tiempo atractiva por lo
desconocida, pero asfixiante por
lo poco práctica en el momento
de necesitar algo, sabemos de
qué están hablando. Además la
ventaja del push vendría del lado
de la confianza. Cada día abro la
puerta y el diario está ahí,
rituales compartidos que a
muchos nos hacen sentir bien. El
valor del conocimiento compar-
tido y recibido en simultaneidad.
He aquí un motivo más que
fuerte para descontar que la tele-
visión -con Internet o sin ella-
continuará para siempre.
¿Se imaginan una televisión que
tiene como aliada a la Internet,
en vez de encontrar en ésta el
límite que hace tanto tiempo
está necesitando? Es más que
dudoso que la combinación de
Red + televisión servirá para lo
que los abogados del matrimo-
nio sugieren: liberar a la tele-
visión de las miniseries y docu-
mentales y concentrarla en lo que
sabría hacer mejor, a saber depor-
tes y noticias de último momento.
Por último, no podemos dejar de
prestar atención en este baliza-
miento al rol que la publicidad
jugará en la metamorfosis de los
medios, en su integración o de-
finitiva desintegración. A lo me-
jor el uso de mini-comerciales de
30 segundos a medida por las
redes, no es la principal forma en
8. C
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ónque la publicidad se vengue de
nuestros intentos de neutralizarla
con el zapping. Tal vez haga falta
imaginar nuevos modos en que la
publicidad se instalará en el futuro14.
También hay que tomar en
cuenta que lo propio de la tele-
visión no es tanto la intensidad
y el realismo -como a veces exa-
gera Mauro Viale y obtiene cierto
rédito y rating- sino la omni-
presencia y especialmente la
desarticulación total del espacio
narrativo.15 Es un murmullo que
no dice nada pero que está siem-
pre presente. ¿Se imaginan poder
usar la omnipresencia y omni-
potencia de la televisión pero
teniendo como destinatario, no
ya un blanco fijo (el couch po-
tato del otro lado de la pantalla)
sino blancos móviles como las
pantallas ubicuas de Blade Run-
ner o de Total Recall o del Quinto
Elemento?
Por algo la consultora en market-
ing “The Yankee Group” de Bos-
ton predice que de los 19.000
millones de dólares que se gas-
tarán en la Internet en el año 2000
(que incluye publicidad, transac-
ciones y suscripciones), 1/3
provendrá de los medios push.
La pregunta de los exactamente
6.000 millones de dólares es ¿quién
va a controlar este negocio?
Por supuesto los promotores de
los medios híbridos sostienen
que la ubicuidad es más que la
superioridad y que una tecno-
logía que respete los estándares,
aunque sea inferior en calidad y
prestaciones a otras, tiene mu-
chas más chances de ganar que
al contrario. Y que esto que en
principio parecería ser un nuevo
argumento en favor de los gigan-
tes, no lo es porque el mismo ejem-
plo de la Web muestra que un
laboratorio perdido en Suiza, co-
mo el CERN que inventó la Web
puede lograr más que las
megacorporaciones del software.
Nadie debería temer que en el
futuro haya millones de canales
a medida que finalmente termi-
nen convirtiendo a cada recep-
tor en el sueño de todo marke-
tinero directo, y en la pesadilla
de quienes creemos que uno de
los peores narcóticos que fluyen
por el mundo no son solamente
los prohibidos y los penados,
sino sobre todo los estímulos
desesperados por cebar indefi-
nidamente y apocalípticamente
el consumo.
Por eso cuando los abogados del
pull/push toman como paradig-
ma algo inexistente hoy como es
el nichecasting o irradiación de
nichos, muchas de las cosas que
veníamos temiendo desde el
principio se aclaran en su dia-
fanidad y nos dejan ante el borde
del abismo.
Si los medios híbridos confirman
la nueva modalidad de transmi-
sión, a mitad de camino entre la
televisión y las mailing listas per-
sonalizadas, si afloran miles de
estaciones de televisión (¿todas
subsidiarias de MSNTV o de
WWWCNN o de quién?), ¿quié-
nes ganarán con este escenario?
las propuestas de los fanáticos
son realmente o bien ingenuas o
bien de un mal gusto atroz: ima-
gínense -nos dicen- una compa-
ñía que nos mande por correo
electrónico juegos interactivos
multiusuarios.
Para no sonar tan apocalípticos
y tecnofóbicos, estamos total-
mente de acuerdo con la nece-
sidad de dejar evolucionar al me-
dio, de complementar y reme-
diar sus enormes falencias, y de
la inutilidad y falta de perspec-
tiva de una red en la que hay
miles de millones de páginas (y
otros objetos inteligentes ) inacce-
sibles. Tampoco nos preocupa -
al contrario creemos que debe
existir- una Internet netamente
comercial, y que se deben hacer
todos los esfuerzos posibles
para que la Web genere ingresos
a montones16.
Nos disgusta, en cambio no lla-
mar a las cosas por su nombre,
invocar ventajas técnicas cuando
lo único que hay es ventajitas
económicas, y sobre todo aho-
gar la posibilidad de la multi-
expresión efectiva de multitudes
de personas -como sucederá cuan-
do se implemente el IPv6- porque
ya es norma en la historia que
haya no una sino mil tragedias
de los comunes y que una vez
más la mayoría tenga que pagar
el pato para que una minoría se
haga su agosto o su Billgosto.
73
A.Pi
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73
1. Wired en marzo de 1997;
The Red Herring en abril de
1997, Internet World y Net-
Guide de mayo del 97; Byte
e Internet World en caste-
llano de setiembre de 1997, etc.
2. Si esa es la idea por ahora -por un
largo rato aún- el resultado deja
bastante que desear. Porque si lo que
queremos es que la información llegue
instantáneamente a nosotros, en los
casos de dial up (casi el 100% de los
accesos a Internet todavía en la Argen-
tina son de este tipo) ello no es así, ya
que si no discamos la info duerme
eternamente en el servidor -con lo que
se viola la idea básica del push.
3. Aunque los informes más recien-
tes que hablan de un 50% del share
del mercado de browsers por parte
de Microsoft, y una licencia de más
de más de 300.00 canales de push
(pedidos aunque probablemente,
como los dominios reservados, ja-
más se adjudiquen) la sitúan obvia-
mente en una posición privilegiada
para imponer sus estrategias cuasi-
monopólicas.
4. Los avisos promisorios/ominosos
de AT&T “You will” vuelven a resonar
en el casco de la realidad real que
llevamos sobre los hombros desde
que nacimos, obligándonos a hacer-
nos la pregunta trivial: ¿para qué que-
remos estar siempre conectados?
5. Acreditarían lo exitoso de este
modelo las 1.7 millones de copias de
Pointcast que fueron bajadas en
menos de un año de vida del nuevo
canal. Claro, el hecho de que la
información que preseleccionamos -
y para la cual no existe ninguna
tecnología aún lo suficientemente
selectiva como para “empujarla” a
medida, y no en función de los 6 ó
1000, ó 300.000 canales disponibles,
venga cada vez más atada a la
publicidad, a ruido y a parásitos,
sería tan solo el precio que debería-
mos pagar por ser los conejos de
Indias recién llegados a esta nueva
América.
6. Ver las editoriales 761 y 763 “Mac
os interfaz que te quisimos tanto y nos
hiciste tanto mal” (3/3/1997) sobre el
tema en el Interlink Headline News.
También la interesante nota “The
greatest OS that (never) was”, de
G.Moody. Wired, 5.08, setiembre 1997.
7. Para diseños de negocios ver el
excelente libro de Adrian Slywotzky
Value Migration. How to think several
moves ahead of the competition,
recientemente traducido por la edi-
torial Paidós.
8. Entre los culpables que deberían
ir presos estaría el propio HTML.
Una variante del SGML, un lenguaje
de descripción de formatos de textos
usado originalmente por IBM y
posteriormente por todo el mundo
académico y de la imprenta, para
portar formatos idénticos a distintas
máquinas. Lenguaje que sirvió histó-
ricamente para generar el inmenso
archivo (o biblioteca Babel) en el
que se ha convertido la Web y que,
según los apóstatas post-web, la red
de multimedias que se está avizo-
rando en el horizonte (con el DVD,
el video digital, el VRML, el cable mo-
dem como algunos de sus niños mi-
mados), que supuestamente no ven-
drá en formato de archivo sino como
entorno inmersivo, logrará finalmen-
te superar.
9. Acaba de aparecer un Vademecum
que santifica estas promesas What
will be. How the new world informa-
tion will change our lives (Harper
Collins, 1997) de Michel Dertouzos -
que hará las veces de Ser Digital de
1997, y ¡oh casualidad! viene acom-
pañado por un prólogo del propio
hermano Bill.
10. Y todos nosotros nos habremos
convertido en una reencarnación del
malvado héroe de la curiosísima
película La ciudad de los niños perdi-
dos de Jean-Pierre Jeneut y Marc Caro
(directores de Delicatessen) en don-
de Krank el malvado-a-pesar-suyo no
puede dormir nunca y secuestra y mata
a los niños para robarles sus sueños.
11. La misma que llevó a que la
empresa multicolorida Benetton
convidara a Fidel Castro a conver-
tirse en el director de la Fábrica en
Venecia (ver edito 522 “La especia-
lización cerebral y los antídotos con-
tra la publicidad carroña”, 5/7/96,
ILHN) o a imaginar que el subco-
mandante Marcos podría publicitar
su movimiento acudiendo a la misma
firma como anticipó fantásticamente
Edgardo Bermejo Mora Marco´s Fash-
ion, México: Océano, 1996.
12. El inventario de los programas
efectivos está en los sitios de
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Common, LCC; Intermind. Corp; Ma-
rimba Inc; Netdelivery Corp; Point-
Cast Inc y Wayfarer Communications
Inc -todos tienen direcciones www,
la empresa y terminan con .com). No
dejar de estudiar asimismo lo que
está haciendo Philippe Courtot, pre-
sidente y CEO de Verity, que acaba
de comprar Cognisoft, la persona
que más en serio se toma la perso-
nalización del push (Claymon, 1997).
13. Este autor acaba de publicar un
atractivo manifiesto acerca de las
maravillas de la economía del don
como motor de innovación en la red
<Webonomics. Nine essential prin-
ciples for growing your business on the
world wide web>. New York: Broad-
way Books, 1997.
14. Todavía no nació el Web-Toscani
que estamos esperando hace rato.
15. Ver especialmente editos: 871/2
“La TV contrataca un discurso que
no cesa de hablar para no decir
nada” del 18/6/97 en el ILHN.
16. En Net..Gain Expanding markets
through virtual communities. Hagel,
John III & Armstrong, A.G. muestran
como la Web inauguró un Tercer Sec-
tor -nada que ver con las ONGs y
expresiones asociadas- que combina
en forma inédita el mercado y el bien
y el interés públicos. Ello tuvo lugar
gracias a la feliz invención (auto-
organizada) de comunidades virtua-
les monetizadas.
Andrews, W. “Preparados,
listos, push ...”InternetWorld,
Año 2, nº 6. 1997.
Brockman, John. Digerati. En-
counteres with cyberelite. San
Francisco: Hardwired, 1996.
Casetti, F. & Odin, R. “De la
paleo a la neo-televisión. Approche
semio pragmatique”. Communica-
tions nº 51, 1990: 9-26 Televisions/
Mutations.
Claymon, D. “When push comes to
shove”. The Red Herring, nº 41, abril 1997.
Dertouzos, Michel What will be. How
the new world of information will
change our lives. New York: Harper
Collins, 1997.
Dewdnery, A. & Boyd, F. “La televi-
sión, los ordenadores, la tecnología
y la forma cultural”. En M.Lister (ed)
La imagen fotográfica en la cultura
digital. Barcelona, Paidós, 1997.
Freund, J. “Turning in to Marimba”.
Wired 4.11, noviembre 1996.
Hagel, John III & Armstrong, A.G. Net.
Gain Expanding markets through vir-
tual communities. Harvard Business
School Press, 1997.
Hapgood, Fred “The Media lab at 10”.
Wired 3.11, noviembre 1995.
Karpinski, R. & Santalesa, R. “Mak-
ing push work for you”. Netguide,
june 1997.
Kelly, K. & Wolf, G. “Push. Kiss your
browser goodbye: the radical future
of media beyond the Web”. Wired
5.03, marzo 1997.
Kirk, C; Negus, C. & Wiess, A. “La
generación 4.0. Hágalo a su manera”.
Internet World. Año 2 nº 8, 1997.
Meeker, M. y Dupuy, C. The Internet
Report 1996. New York: Harper Busi-
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Moody, G. “The greatest OS that (never)
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Piscitelli, Alejandro. Ciberculturas. En
la era de las máquinas inteligentes.
Buenos Aires: Paidós, 1995.
Piscitelli, Alejandro. Editoriales
electrónicas del Interlink Headline
News. <http://www.webcom.com/
poetas/interlink/ilhn>
Schwartz, Eric I. <Webonomics. Nine
principles for growing your business
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Broadway Books, 1997.
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Stefik, M. Internet Dreams. Arche-
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Stork, David. Hal’s Legacy. 2001 com-
puter as dream and reality. Cam-
bridge: MIT Press, 1997.
REF
EREN
CIA
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Funcionario de CEPAL/ECLAC - United Comission forLatin America and the Caribbean
Dirección: Casilla 179 D-Santiago, Chile.Teléfono: 210-2000. Fax: 562 2081946, 562 2080252.
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Abandonar la certeza de la uni-
dad interna del sujeto no es fácil.
Un raro desasosiego se filtra
cuando tiemblan los funda-
mentos que dan credibilidad a la
imagen de un yo consistente en
sus atributos y convincente en
sus certezas. Pero también nos
asalta la curiosidad por asistir a
esta fiesta orgiástica de la mo-
dernidad en llamas, en la cual la
vida pierde su odiosa gravedad
y todo se mezcla con todo. El
vértigo de la disolución conden-
sa las antípodas: allí se alternan
la angustia de la caida y el placer
de la autoexpansión. La muerte
de ese yo sustancial y continuo
puede ser, a la vez, liberación
respecto de la densidad acumu-
lada en él. En lugar de la unidad
del sujeto, la danza del devenir:
sensación de alta velocidad que
proveen los aires de la moder-
nidad tardía.
Si esta modernidad tiene inscrito
en su certificado de nacimiento
el destino de la aceleración y el
cambio incesantes, el vértigo no
debiera sorprender.2 Si hoy día
esta velocidad aumenta expo-
nencialmente, no es sólo atri-
buible a las innovaciones tecno-
lógicas. Más vertiginosa es la
nueva oleada de cambios cuya
ilustración gráfica es el derrum-
be del muro de Berlín. Allí no
sólo caen los socialismos reales:
toda imagen de totalización so-
cial se revela inoperante. La
muerte de Dios que vaticinó
Nietzsche tiene su aconteci-
miento emblemático un siglo
después, cuando cae todo el or-
den del Este sin que poder al-
guno pueda -o quiera- evitarlo. El
salto al vacío se produce ahora
que los dioses de la política y de
la razón han revelado su vul-
nerabilidad.
Con el muro de Berlín caen tam-
bién los últimos muros que cir-
cundaban la polis, le daban su
forma, su límite y su protección.
Difícil seguir inscribiendo las
pequeñas obras en grandes rela-
tos. La literatura sobre la post-
modernidad y el final de la his-
toria, con todos sus abusos se-
mánticos, abunda en esta disec-
ción de los metarrelatos que
cayeron del otro lado del muro
pero que resonaron también de
este lado, entendiendo muchas
cosas por el metarrelato que se
da por muerto: el socialismo, las
ideologías, el providencialismo o
redentorismo históricos, las epo-
peyas de masas, los teleologis-
mos racionalistas, las utopías
globales, la objetividad científica
y el Estado-nación. Y el derrum-
be de los grandes relatos tam-
bién mina los fundamentos mo-
rales de alcance universal: “Por
primera vez, ésta es una socie-
dad que, lejos de exaltar los ór-
denes superiores, los eufemiza y
los descredibiliza, una sociedad
que desvaloriza el ideal de abne-
gación estimulando sistemáti-
camente los deseos inmediatos,
la pasión del ego, la felicidad inti-
mista y materialista (...) la cul-
tura cotidiana ya no está irrigada
por los imperativos hiperbólicos
del deber sino por el bienestar y
la dinámica de los derechos sub-
jetivos; hemos dejado de reco-
nocer la obligación de unirnos a
algo que no seamos nosotros
mismos.”3
La nueva oleada secularizadora
tiene un efecto disolvente que es
difícil rastrear en sus versiones
precedentes. Entiendo aquí por
secularización la lucha del sujeto
moderno por liberarse de pre-
juicios, mitos y costumbres, y ga-
nar, en esta lucha, la libertad re-
querida para crearse una nueva
imagen de sí mismo. En este
sentido, la nueva oleada secula-
rizadora constituye una radica-
lización de la potencia desmisti-
ficadora de la modernidad. Ya
77
M.H
open
hayn
76
no sólo se impugna, como en el
sentido clásico de la seculariza-
ción, el teocentrismo o el pre-
juicio moral. Ahora queda bajo
la luz de la sospecha todo discur-
so totalizador para aprehender
el mundo, y toda Gran Razón
para arbitrar las reglas del co-
nocimiento y de la acción huma-
nas. La secularización radical
adquiere doble filo: por una par-
te libera al sujeto de todo relato
que obstruya su poder para
redefinirse a discreción y cons-
truir su propia visión del mundo;
pero por otro lado sumerge a ese
mismo sujeto en la orfandad que
dicha libertad supone.
¿No reaparece hoy, debido pre-
cisamente a los riesgos que im-
pone la oleada disolutiva, una
tensión propia de la sensibilidad
moderna? ¿No estamos acaso
tensados entre la extatización
del cambio y la voluntad por
controlar categorialmente nues-
tro entorno, entre el deseo de
sumirnos en la vorágine de la
contingencia y el imperativo de
preservar nuestra memoria? ¿No
nos movemos entre un ideal de
sujeto jugado en los avatares de
su biografía singular? ¿No con-
viven en nuestra sensibilidad
dos mitos contrapuestos de
emancipación, uno adherido al
trascendentalismo meta-histó-
rico (la revolución, el reino de la
libertad a escala planetaria) y el
otro celebrando la intensidad
irreductible del instante? ¿Cómo
conjugar la plasticidad transfigu-
radora con la continuidad
progresiva, la irreductibilidad de
lo singular con la voluntad gene-
ral, la reciprocidad de derechos
con la individuación diferen-
ciante, la racionalización sisté-
mica con la multiplicidad expre-
siva? ¿Y no es esta conjugación, a
la vez irrealizable, parte medular
de la sensibilidad moderna
cuando en ella la secularización
adquiere nuevos ímpetus?
No por nada la tentación
disolutiva y el aire en-
rarecido aparecen como
clima de fondo en el vaivén de la
secularización postmoderna. En
un momento de derrumbe de
certezas y mutación de raciona-
lidades siempre se cuela el
deslumbrante relámpago de la
fisura. Ni el turismo existencial
postmoderno ni la búsqueda de
autorreconocimiento oceánico
son casuales. En este sentido
resulta sintomático un amplio
haz de tendencias que cobran
fuerza en las últimas décadas: la
experimentación con psicotró-
picos en busca de epifanías o de
autodisolución extática; la re-
currencia de rituales de fusión
que se oponen a la mentalidad
racionalista; el coqueteo con el
misticismo a través de los
encuentros Oriente-Occidente;
las tantas búsquedas de las
huellas de la tribu, sea en la selva
amazónica o en las subculturas
urbanas; y los discursos de la
Nueva Era con sus promesas de
liberación a la carta.
Dos pulsiones adquieren parale-
lamente un especial vigor entre
las brasas de la unidad del suje-
to. De una parte, una compulsión
por las formas, vale decir, un es-
teticismo llevado al paroxismo
en la publicidad, el video-juego,
el zapping televisivo, el shopping
y en general en la cultura me-
diática. En el otro extremo, la
recurrencia en la búsqueda de
“experiencias oceánicas” donde
la embriaguez libera de la
pesantez de la individualidad y
dispensa de tener que reinven-
tarse una historia sin metarre-
latos. Como el péndulo nietzsche-
ano entre lo apolíneo y lo dio-
nisíaco, el sujeto de la secula-
rización radical oscila entre esta
fascinación esteticista por las
formas, en un extremo, y la seduc-
ción de la fusión océanica en el
otro extremo.
Cuanto más se fisuran los me-
tarrelatos de la modernidad (y
con ellos todo su sustento moral-
metafísico) más presencia adquie-
ren ambas pulsiones. Los discur-
sos en boga van desde la exal-
tación apolínea de las figura-
ciones efímeras-y-bellas (inclui-
das la moda, la publicidad, el
escaparate) hasta la invocación
disolutiva en los muchos inte-
grismos mesiánicos que reco-
rren el mundo y violentan el plu-
ralismo por todas partes. Pero
en contraste con la matriz Dioni-
sio-Apolo que Nietzsche rescata
del mundo helénico, en la ver-
sión contemporánea la permuta-
bilidad pareciera entrabada.
II
diálogosde la comunicación
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dica
l1Falta todavía una voluntad colec-
tiva en busca de mediaciones
entre el esteticismo liviano y la
viscosidad de la disolución. ¿Có-
mo ir más allá de la banalidad sin
caer en recetas morales o doc-
trinas absolutas?
De una parte, el esteticismo post-
histórico carece de plasticidad
justo cuando más la necesita, a
saber, al momento de transitar
hacia una experiencia más pro-
funda de fusión oceánica. La in-
sensibilidad postmoderna radica
en su renuencia a excavar, su re-
sistencia a sumergirse en expe-
riencias menos individuales como
pueden ser la profundidad del a-
mor o la entrega en la solidari-
dad. Atrapado en una infatigable
secuencia de siluetas, figuracio-
nes y recombinaciones hipercrea-
tivas, el conjunto (y el detalle) van
perdiendo sentido precisamente
porque redundan en una obesi-
dad de sentidos: falta de pausas,
marea que no cede, forma, plas-
ticidad incapaz de valorarse por-
que no se deja contrastar contra
un fondo-sin-forma, ni se atreve
a experimentar el carácter des-
garrador de la pérdida. La postmo-
dernidad parece suave, pero no
descansa. Sus habitantes “esca-
pan de sus propias metamor-
fosis. No están a la espera de e-
llas, las anticipan; prefieren serlo
todo menos lo que podrían ser.
Recorren en automóvil los paisa-
jes de su propia alma, y como
sólo se detienen en los puestos
de gasolina, piensan que están
hechos de gasolina.”4 Se defien-
den de la desidentidad arrancan-
do hacia adelante. No es un juego
de contrastes sino el miedo a en-
frentar la fuerza de los contras-
tes. El bajo perfil de las ideacio-
nes e imágenes nuevas permite
que el “continuum” de indivi-
duaciones no se agote, e impida
entonces la irrupción real de la
fisura, del desfondamiento o de
la plenitud. Todo lo convierte en
combinación ingeniosa. El placer
del espectáculo se impone sobre
la pesantez de la vida cotidiana
pero a la vez se niega a sí mismo
por el constante superávit de
creación, su rutinización que lo
consagra y disminuye a la vez.
Para algunos, sano contingen-
cialismo después de tantas déca-
das de hiper-Logos. Para otros,
banalidad enfermiza que resulta de
la pérdida de valores de referencia.
De otra parte, y en el reverso de
todo esto se perfila una voluntad
de fusión disolutiva en el mis-
ticismo, el fundamentalismo, el
holismo y algunos esoterismos
que tienden a explicarlo todo con
sus propias y excluyentes máqui-
nas de interpretar signos. En con-
traste con la variación ininte-
rrumpida de formas en la sen-
sibilidad postmoderna, la reite-
ración incesante de lo mismo, una
búsqueda de fusión del indi-
viduo en la doctrina a la que le
falta el costado de la singula-
ridad. Discurso fundamentalista
que siempre dice lo mismo y se
aferra a la disolución del devoto
en la masa o en el líder; eso-
terismo autorreferido que de
tanto perseguir el olvido oceá-
nico está siempre aniquilándolo
con la obsesión de conquistarlo;
misticismo que se niega a la riqu-
eza personalizante del lenguaje
y confunde la fusión con el mutis-
mo. La vida sólo se concibe en la
adscripción y en sus reglas. El
éxtasis se rompe por el reverso:
por falta de figuraciones y ausen-
cia de Olimpo. La invocación rei-
terada de lo Uno es tan entrópica
como la plasticidad que no se
permite silencios. Y no es casual
que la voluntad de singulariza-
ción conviva con esta otra volun-
tad moralizante que quiere ani-
quilar toda singularidad.
¿Por qué el desencuentro y la
incapacidad de mediación? ¿Por
qué cuando la secularización po-
dría flexibilizar la sensibilidad
moderna y predisponerla a la per-
mutabilidad entre individuación
y fusión que Nietzsche invoca a
través del perspectivismo, algo
traba esta potencia? ¿Por qué no
se produce ese juego de permu-
taciones que podría positivizar el
debilitamiento de las certezas y en-
riquecer la subjetividad? Tales
preguntas fuerzan a reinterpretar
la secularización a la luz de este
impasse, a saber, como una situa-
ción de fractura de los metarre-
latos (del Logos en la modernidad)
que sacrifica las certezas de la razón
sin por ello predisponer a la permu-
tabilidad en el juego heraclíteo de
individuación y fusión. De un lado
quedan las individuaciones frivo-
lizadas, del otro lado el repliegue en
el dogma o la tribu.
79
M.H
open
hayn
78
Para explicar esta rigidez qui-
siera someter la aparente plasti-
cidad postmoderna a un ojo críti-
co. Bajo la apariencia de flexibi-
lidad rige una imposibilidad de
permutar racionalidad. La ratio
se impone en su versión más in-
strumental y mercantil. Bajo la
invocación esteticista de la
combinación de formas subyace
la voluntad de maximizar rendi-
mientos y conquistar mercados
cautivos. El rigor de la competiti-
vidad explica el hecho de que la
postmodernidad siempre tiende
a una maximización del desplie-
gue de bellas apariencias, a una
hiperproductividad de la forma.
La compulsión productivista no
se compensa sino que se consa-
gra con su embellecimiento. ¿Qué
más hegemonía de la racionali-
dad instrumental que esta hi-
perkinesia configurativa? ¿Y qué
mejor enmascaramiento para di-
cha hegemonía que la estetización-
extatización de los mercados?
La posibilidad de permutar se
inhibe allí donde más brilla la
plasticidad. El esteticismo hiper-
kinético no se transmuta en la
disolución dionisíaca, precisa-
mente porque ese esteticismo
guarda fidelidad a la espiral
progresiva de la racionalidad del
capital. No abandona la ratio y
por ende no penetra en el reino
de Dionisio donde “lo desmesu-
rado se revela como verdad”: el
neoindivualismo es simultánea-
mente hedonista y ordenado,
“enamorado de la autonomía y
poco inclinado a los excesos,
alérgico a las órdenes sublimes
y hostil al caos y a las transgre-
siones libertinas.”5 Acepta la
catástrofe como concepto epis-
temológico o como espectáculo,
pero no como experiencia auto-
disolvente. La relación con el mun-
do, en apariencia reapropiada
por la facultad creativa del suje-
to postmoral, perpetúa un vín-
culo en que ese sujeto yace su-
bordinado a la marcha raciona-
lizada de la productividad. El he-
cho de que la estética de la pro-
ducción se plasme también en
una hiperproducción estetizan-
te no mitiga esta situación sino
más bien la intensifica. Bajo la
mirada crítica, el incremento de
la plasticidad en las biografías de
las personas o en las formas de
expresión sigue regida por la
lógica de maximización en el uso
de los componentes. La estética
de la combinatoria no transita
fácilmente hacia una experiencia
de fusión porque el cálculo
persiste como parte medular de
sus figuraciones cotidianas. El
individualismo posesivo se
exacerba en este culto a la pro-
liferación de formas. Las invoca-
ciones de gasto inútil o gratui-
dad, recurrentes en la retórica
postmoral, distan mucho del
concepto de derroche en
Bataille: no operan como trans-
gresión a la lógica de la acumu-
lación sino que se incorporan a
la circulación mercantil bajo la
forma de contra-mercancía pu-
blicitaria. Un gasto excesivo se
valora al interior de la propia
estética publicitaria, adquiere
mayor peso simbólico y produce
efectos de irradiación que repor-
tan utilidades aún mayores. No
es la apuesta por el desborde si-
no la incorporación de la para-
doja en la lógica económica. Has-
ta con los juegos y los escenarios
se puede hacer teoría econó-
mica, y esto puede servir como
metáfora para comprender en
qué medida lo que se estetiza
sigue perteneciendo al discurso
de la ratio en su forma de
producción de utilidades.
Leída críticamente, la destreza
combinatoria aparece subordi-
nada a una lógica excluyente. Se
impone como efecto cultural de
una mutación en la estructura
productiva y en el intercambio
material. La razón instrumental
ha introducido originalmente en
la esfera de la producción y de
la competitividad económica la
exigencia de recombinar sin ce-
sar. Recrear o morir en la compe-
tencia: nueva máxima del capita-
lismo globalizado que se trans-
mite en imágenes. La lucha por
consumidores a escala planeta-
ria lleva a la diferenciación pro-
gresiva de los productos, y en
aras de ganar esa lucha la ratio
se desplaza hacia la maximiza-
ción de combinaciones y formas.
El ideal productivo, siempre inal-
canzable, es un modelo por cada
cliente. Desde allí se abren ani-
llos que trascienden la esfera del
comercio y generan, casi involun-
tariamente, una nueva forma de
esteticismo cultural por obra de
esta hipóstasis de la combi-
diálogosde la comunicación
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dica
l1natoria. Nada que rompa con la ló-
gica productiva sino al contrario:
metástasis de productivismo en
el orden cultural.
Pero además de su lógica instru-
mental esta combinatoria que opti-
miza el uso de los componentes
alberga residuos de una con-
ciencia moral que huye de la des-
mesura. El rechazo a la fusión
dionisíaca no sólo obedece a una
lógica económica sino también a
una economía de la subjetividad
en que la racionalidad calcula-
dora se confunde con un miedo
atávico al desborde. En su defen-
sa de lo leve, la estética publici-
taria perpetúa bajo una elegante
apariencia el tabú de la desmesu-
ra. El delirio rápidamente se
estetiza para traducirlo al juego
de las formas, o bien se declara
catastrófico. La desmesura no es
un valor positivo dentro de la
nueva sensibilidad plástica salvo
que se incorpore a una lógica
publicitaria en la que encuentra
un lugar justo y acotado. La locu-
ra se celebra como singularidad
estética, pero no bien se la colo-
ca al mismo nivel de validez que
la ratio produce un efecto inquie-
tante del que será preciso salir
con nuevas individuaciones. Lo
innombrable debe traducirse cuan-
to antes en una nueva figura del
relato, conjurarse en el desfile ve-
loz de imágenes que casi nacen
obsolescentes.
En el otro extremo la versión
reactiva se atrinchera en dis-
cursos fundamentalistas, imper-
meable a la marcha de la secula-
rización. En contraste con la pro-
gresión esteticista de la sensibi-
lidad postmoderna, estas formas
cerradas no buscan figuración ni
combinatoria alguna: milenaris-
mo islámico, xenofobias neo-na-
zis o fascistas, o integrismo cató-
lico: no tranzan en sus puntos de
vista ni dialogan en busca de nue-
vas mediaciones. Quieren una
cierta forma de lo sublime y no
de lo bello: la emoción que reba-
sa la forma y trasciende todos
los argumentos; la certeza fusio-
nante que opera como un non plus
ultra de la subjetividad; la co-
nexión sin grandes argumentos
entre el alma y el cielo. Este atrin-
cheramiento disuelve las singu-
laridades en la masa compacta,
sea masa humana y/o doctrina-
ria: pertenencia acrítica a una doc-
trina, adhesión incondicional al
líder que la representa, y renun-
cia a los gustos personales en a-
ras de valores incuestionables.
La permutabilidad queda rotula-
da como pecado: más que impo-
sibilidad lógica, una violación
moral. Tal rigidez revela la vul-
nerabilidad de quien se funde en
su masa de referencia, y para
quien cualquier individuación se
vuelve riesgo de pérdida o even-
tual no-retorno al regazo de la fu-
sión en una fe. Las figuraciones,
como las imágenes en las religio-
nes que las prohiben, amenazan
con poblar este fondo-sin-forma
y desvirtuar su fundamento.
El nihilismo contemporáneo
reune elementos paradójicos en
su marcha secularizadora. De
una parte la racionalización in-
strumental (que disuelve la ra-
zón de fines y la moral sustan-
tiva) y de la otra en su contrario
-el atrincheramiento antisecular
que niega las singularidades-. En
el campo de la propia secula-
rización lo disolutivo se conjura
con la compulsión de figura-
ciones singulares que se suce-
den contra el reloj, mitigando
toda amenaza de disolución,
como si la vecindad de un es-
pacio vacío fuera la señal de una
pérdida irreversible. Puede pen-
sarse, en consecuencia, que el
sujeto expuesto a la seculariza-
ción radical oscila entre dos mie-
dos antitéticos: a la irreducti-
bilidad de lo singular, y a la irre-
versibilidad de la pérdida de lo
singular. Que en el corazón de
Occidente podamos observar
hoy, y casi a primera vista, cómo
se confronta la vida postmoder-
na (figuración sin fondo) con la
proliferación de racismos e inte-
grismos, constituye una señal de
las últimas muertes de Dios. De
una parte la vida pierde sentido
y proyecto, y queda arrojada a
una extroversión dispersa que
huye del vacío precisamente
porque lo lleva en su propia dis-
persión. De otra parte la vida se
relocaliza en la rigidez funda-
mentalista o en la violencia reactiva
de identidades rígidas que rechazan
los nuevos signos individualizantes
de la modernidad.
Pero esto no supone una permu-
tabilidad creativa. En jerga
81
M.H
open
hayn
80
nietzscheana, que la disolución
pase del lado antisecular y el jue-
go de imágenes del lado secular,
no implica una permutación afir-
mativa sino una compulsión
reactiva en ambos extremos. El
pathos elusivo de la plasticidad
moderna revela una voluntad
negativa tal como la definía
Nietzsche en su propia versión fi-
nisecular, y tal como Horkheimer
y Adorno caracterizan la veta
más disolvente del Iluminismo.
La hipersecuencia de formas
delata la imposibilidad de apro-
piarse de una interpretación y
creer en ella. Precisamente esta
imposibilidad de identificarse es
el móvil anímico para no detener
el ritmo de la combinatoria. La
interpretación singular acaba
negándose a sí misma en una
plasticidad que en el fondo la
elude (y que elude el fondo).
Este juicio negativo que la arti-
llería nietzscheana permite for-
mular sobre la plasticidad post-
moderna no viene dado desde
una teoría humanista sino desde
una filosofía del devenir que se
asume como postmoral. Quiere
mostrar que en el escenario ac-
tual de caída de los muros, el
desfondamiento de los grandes
sentidos no logra traducirse en
una convicción en el pensamien-
to del devenir, sino en una huida
respecto de la evidencia desfon-
dada del devenir. No se trata
solamente de que una racionali-
dad administrativa o calculadora
hegemoniza el esteticismo de la
postmodernidad. Además de
ello, la compulsión plástica post-
moderna aparece como síntoma
reactivo. Su creatividad está
subordinada a la necesidad de
eludir toda experiencia profunda
de vaciedad o intimidad. No es
por superficial que se la objeta
desde una filosofía del devenir
(en la que todo es, en último tér-
mino, superficie) sino porque la
hiperproductividad que desplie-
ga también delata el miedo a la
“parte desnuda” del devenir.
¿Una vez más la crítica de la alie-
nación en la vida moderna? Es
posible. Pero ya no interpretada
como abandono de una esencia
genérica del sujeto (interpreta-
ción humanista de la alienación)
sino como huida frente a la
riqueza-sin-fondo de un devenir
que también ofrece la posibi-
lidad del reflujo dionisíaco, co-
mo tendencia elusiva del propio
sujeto secularizado que arranca
despavorido ante la “vivencia de
lo desprovisto”.
Nadie parece querer bajar a
confrontar el fondo-sin-forma.
Pero mientras el espíritu secula-
rizado de la nueva modernidad
se resista a hacer esta explora-
ción, seguirá atado a este sordo,
elegante y disimulado desencan-
to en que nada se permuta de
verdad.
1. Este texto está basado en
diversos pasajes del libro
del mismo autor en proceso
de edición (Martín Hopen-
hayn, Después del nihilismo: de
Nietzsche a Foucault, Barcelona,
Editorial Andres Bello, 1997).
2. Las palabras con que Marshall
Berman introduce su libro sobre la
modernidad ilustran la consonancia
entre esta apertura al vértigo del
devenir y el espíritu de la moder-
nidad: “Existe un modo de experien-
cia vital -experiencia del espacio y
del tiempo, del yo y de los otros, de
las posibilidades y peligros de la
vida- que comparten hoy día hom-
bres y mujeres de todo el mundo. Lla-
mo a este cuerpo experiencial la ‘mo-
dernidad’. Ser modernos es encon-
trarnos en un ambiente que nos
promete aventura, poder, alegría,
crecimiento, transformación de
nosotros y del mundo- y, al mismo
tiempo, amenaza con destruir todo
lo que tenemos, todo lo que cono-
cemos, todo lo que somos.” (Mar-
shall Berman, All that is Solid Melts
into Air: The Experience of Moder-
nity, Nueva York, Penguin Books,
edición de 1988, p. 15).
3. Giles Lipovetsky, El crepúsculo del
deber: la ética indolora de los nuevos
tiempos democráticos, Barcelona,
trad. de Juana Bignozzi, Ed. Ana-
grama, 1994, p. 12.
4. Elías Canetti, La provincia del
hombre (Carnet de notas, 1942-
1972), Madrid, trad. de Eustaquio
Barjau, Taurus, 1982, pp. 19-20.
5. Lipovetsky, op.cit., p. 49.
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digital:Perspectivaspara su
introducciónen América
Latina
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133
Representante de Area para Centroamérica,México, Panamá, Cuba y República Dominicana
en la UIT - Unión Internacional de TelecomunicacionesDirección:Apartado Postal 976, Tegucigalpa, Honduras.
Teléfono: (504) 201074 Fax: (504) 201075E-mail: [email protected]
Internet: bdtfohndGitu.ch
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Hace once años, en el V
Encuentro Latinoame-
ricano de Facultades de
Comunicación Social
organizado por FELA-
FACS, que se realizó en
Bogotá del 6 al 10 de oc-
tubre de 1986, me tocó
tratar el tema de las nue-
vas tecnologías en el cam-
po de los Servicios de
Radiodifusión por Satélite y de
la Televisión de Alta Definición,
así como sobre la conveniencia
de establecer normas jurídicas
internacionales para las transmi-
siones internacionales.
Tres años antes, en 1983, se ha-
bía aprobado la Planificaicón del
Servicio de Radiodifusión por
Satélite, para la Región Améri-
cas, en la Conferencia Adminis-
trativa Regional de Radiocomu-
nicaciones realizada por la Unión
Internacional de Telecomunica-
ciones (UIT). En dicha conferen-
cia se aprobaron posiciones
orbitales geoestacionarias y fre-
cuencias en la banda ku (12-14
Ghz) para todos los países de
nuestro continente. Dicha plani-
ficación se encuentra vigente a
la fecha.
En la década de los 80 Japón,
Estados Unidos y la Unión Euro-
pea desarrollaron Sistemas de
Televisión de Alta Definición
(TVAD) con normas no compati-
bles entre sí, impulsadas princi-
palmente por las industrias elec-
trónicas de dichos países, intere-
sadas en capturar un importante
mercado. Se efectuaron algunas
transmisiones experimentales,
algunas de ellas utilizando saté-
lites de radiodifusión directa,
como el BS-2A del Japón que
inició transmisiones experimen-
tales en 1984.
La UIT realizó varios esfuerzos
para tratar de lograr una norma
de carácter mundial y así fue
como en 1985 el Comité Consul-
tivo Internacional de Radioco-
municaciones de la UIT aprobó
una Propuesta de Recomenda-
ción sobre la norma para el estu-
dio de la televisión de alta defi-
nición (TVDA).
Luego de doce años de estudios
y de conflictos de intereses en-
tre las industria de los países par-
ticipantes se aprobó en abril de
1997 una Norma Mundial para
TVDA.
Al iniciarse dichos estudios los
avances de la tecnología digital
eran aún incipientes. Recorde-
mos que en 1985 se estaban
introduciendo el servicio de
facsímil y las primeras computa-
doras personales. No existían
redes digitales de telecomuni-
caciones y las transmisiones por
satélite eran analógicas. Tampo-
co existían sistemas de transmi-
sión de fibra óptica ni cables
submarinos de fibra.
El concepto de multimedia era dis-
cutivo sólo a nivel académico. Las
redes de Internet utilizaban una
tecnología anticuada y cara y sólo
estaban disponibles en organismos
de gobierno y en algunas univer-
sidades norteamericanas.
En la década del noventa la tec-
nología digital tuvo un explosivo
desarrollo, tanto en los sistemas
de comunicación y transmisión
de telecomunicaciones como en
la informática. El desarrollo de
microprocesadores cada vez de
mayor capacidad y velocidad así
como de costos cada vez meno-
res, produjeron una revolución
que sorprendió a los analistas
más optimistas.
La televisión por cable, basada
principalmente en la transmisión
de señales por satélite, ha tenido
también un crecimiento explosi-
INT
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135
C.R
omer
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njiné
s
135
vo, con el uso de técnicas de com-
presión digital que permiten
acomodar de cuatro a seis cana-
les de TV en la banda de frecuen-
cias donde sólo se puede acomo-
dar un canal de TV analógico. Sin
embargo, la Revolución Digital
está todavía en sus inicios.
En abril de 1997 la Unión
Internacional de Telecomunica-
ciones definió dos normas
cruciales que cambiarán radica-
lmente los servicios de televi-
sión en los próximos años.
Se trata de la adopción de una
nueva Norma Mundial para la Te-
levisión Terrenal Digital (DTTB)
que abrirá las puertas a la tele-
visión digital de extremo a
extremo con calidad de alta de-
finición y que unificará los sis-
temas de radiodifusión de televi-
sión a nivel mundial. En esa
oportunidad también se llegó a
un acuerdo unánime sobre la
convergencia hacia una sola nor-
ma de producción de Televisión
de Alta Definición (TVAD), basa-
da en el formato común de ima-
gen de alta definición (HD-CIF).
2.1 Norma mundial para la
televisión terrenal digital
La norma describe una técnica
revolucionaria que proporcio-
nará una resolución dos veces
superior a la de los sistemas ha-
bituales de televisión a color. A-
demás, un sistema de color to-
talmente nuevo evitará
las “perturbaciones”
(distorsiones del color
y de la imagen) que
surgen algunas veces
con los sistemas analó-
gicos actuales.
La resolución que pro-
porciona el nuevo sis-
tema es igual o mejor
que la de una película
de 35 mm. Además, el
sistema soporta 16 ca-
nales de sonido, del mis-
mo nivel de calidad
que un sistema estereo-
fónico de uso domés-
tico. Además de ofre-
cer mejor calidad de
sonido que la tradi-
cional FM, el número
de canales permite
transmitir un programa
con varias pistas de so-
nido para diferentes
idiomas.
El trabajo sobre un
nuevo sistema de tele-
visión digital fue mo-
tivado por las múlti-
ples solicitudes efectua-
das a la UIT, especial-
mente la de la Unión
Mundial de Radiodifu-
sión, para elaborar una
nueva norma que pudiera utili-
zarse en todo el mundo.
Este paso sin precedentes en el
campo de la televisión da luz
verde a los fabricantes de equipo
para comenzar a ofrecer apara-
tos de televisión en cualquier
parte del mundo, propiciando
economías a escala nunca antes
alcanzadas.
Ninguna otra industria como la
electrónica da tanto valor a la
oferta libre y universal de sus
servicios. Las normas comunes
propician las economías de escala
y, por tanto, reducen al mínimo los
costes teconológicos para el con-
sumidor, que es condición nece-
saria para ofrecer los nuevos ser-
vicios y productos a un mayor
número de consumidores.
En la actualidad existen más de
cuarenta sistemas de televisión
diferentes, entre ellos los famo-
sos sistemas de color PAL,
SECAM y NTSC, con sus innume-
rables variantes monocromáti-
cas. Estos sistemas son incom-
patibles entre sí, lo que significa
que el equipo y las cintas de vi-
deo diseñadas para uno de ellos
no pueden utilizarse en un país
que emplea una norma de trans-
misión diferente. Esta situación
encarece la producción de los
receptores de televisión y de los
equipos periféricos asociados,
como las videograbadoras, y au-
menta el costo del intercambio
de programas para las redes de
televisión.
La nueva Recomendación
“marco” unifica dos normas “con-
currentes”: la ATSC, apoyada por
los Estados Unidos, y la DVB,
elaborada en Europa. En virtud
de la Recomendación, los dos
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a sistemas formarán un sólo sis-
tema compatible que pueda fun-
cionar en todo el mundo dentro
de los límites físicos que permite
el actual entorno de asignación
de canales.
Al elaborar el conjunto de
Recomendaciones la Comisión
de Estudio 11 de la UIT-R se pro-
ponía construir una arquitectura
digital para los servicios de
televisión de alta definición y de
televisión convencional dentro
del entorno de radiodifusión
terrenal, la cual pudiera inter-
funcionar al mismo tiempo con
la distribución por cable, la radio-
difusión por satélite y los medios
de grabación.
Además el nuevo sistema digital
permitirá la transmisión multipro-
gramas por los canales existen-
tes gracias a la tecnología de
compresión de la señal digital. La
compresión aumentará el núme-
ro de canales disponibles, mejo-
rará la calidad, y al mismo tiem-
po, optimizará la utilización del
espectro de radiofrecuencias, un
recurso cada vez más escaso.
Estas señales digitales compri-
midas pueden ir acompañadas
de sonido digital de alta calidad,
información de acceso condi-
cional codificado o canales de
datos auxiliares.
Una importante característica de
la norma es que se ha adoptado
gracias a acuerdos voluntarios
entre todas las partes involu-
cradas: gobiernos, industria
electrónica, empresas de tele-
visión, fabricantes de equipos
informáticos, productoras de
programas y otros, los que han
apostado por la tecnología digi-
tal en el futuro, la cual será cada
vez más importante a medida
que entremos en la era de los
multimedios y de las autopistas
de la información.
2.2 Norma mundial de pro-
ducción de programas de tele-
visión de alta definición (TVAD)
La Comisión de Estudio 11 de la
UIT-R adoptó también una nueva
versión de la Recomendación
sobre Producción de Programas
de Televisión de Alta Definición
(Recomendación 709). Todas las
administraciones y organiza-
ciones presentes en Ginebra en
abril de 1997 para las reuniones
del Grupo de Trabajo 11A y de la
Comisión de Estudio 11 apro-
baron por unanimidad la nueva
versión de esta Recomendación
que representa una nueva etapa
en la unificación mundial de la
televisión de alta definición.
Muchos creen que constituye la
auténtica señal de comienzo de
la era de la televisión de alta
definición, tanto tiempo anun-
ciada y esperada.
La antigua Recomendación
ofrecía dos especificaciones de
igual valor e incluía una nota de
reserva de los Estados Unidos.
La nueva versión contiene un
nuevo formato llamado HD-CIF,
que se indica como el preferido
para los nuevos modelos. Por
otro lado, los Estados Unidos han
retirado su reserva.
Ahora ya está abierto el camino
hacia la utilización en todo el
mundo del mismo tipo de equipo
para la producción de progra-
mas de TVAD.
El formato HD-CIF se caracteriza
por utilizar una sola matriz de
muestra (1080 por 1920) inde-
pendientemente de la frecuencia
de trama y de imagen utilizada.
Así pues, la matriz de 1080 por
1920 será el único formato de
captura de imágenes de alta
definición para cualquier apli-
cación. En el futuro, el Grupo de
Trabajo 11A y la Comisión de
Estudio 11 utilizarán este for-
mato HD-CIF como elemento pa-
ra la construcción de Sistemas de
Televisión de Definición Supere-
levada.
El Profesor Mark Krivocheev,
Presidente de la Comisión de
Estudio 11 señaló que “se trata
de un notable éxito del Grupo de
Trabajo 11A. Representa la cul-
minación de más de quince años
de debates sobre las normas de
producción de televisión de alta
definición. Este acuerdo pone de
manifiesto la eficacia sin igual de
la UIT-R como marco mundial para
las normas de radiodifusión”.
Se puede considerar que la adopción
de esta norma única mundial es un
efecto típico de la globalización de
los mercados y de la economía.
137
C.R
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njiné
s
137
La televisión digital posee
múltiples ventajas, tanto
en lo que se refiere a la
calidad de la imagen y el
sonido, como a sus carac-
terísticas de propagación,
de cobertura y de uso del
espectro radioeléctrico.
3.1 Características de la
imagen y el sonido
•Resolución igual o mejor
que una película de 35
mm. La televisión ana-
lógica convencional tiene
una resolución inferior a
una película de 16 mm.
Esa baja resolución se
puede apreciar en la
televisión analógica con-
vencional cuando se usan pan-
tallas grandes o proyectores de TV.
•Libre de perturbaciones o ecos.
La televisión analógica conven-
cional, cuando se recibe por an-
tena, está sujeta a ecos que se
manifiestan como señales super-
puestas, con variaciones de co-
lor. Estos ecos son debidos a re-
flexiones de propagación de la
señal. Su efecto se agrava en el
sistema NTSC.
Este fenómeno pasa casi inad-
vertido en la televisión por ca-
ble, ya que la señal es guiada por
el mismo y no existen posibili-
dades de reflexión, salvo en el caso
de desadaptación de impedan-
cias entre el cable y el receptor.
• Calidad de sonido digital seme-
jante a los CD’s. La televisión con-
vencional modula el video en am-
plitud y el audio en FM. La diferen-
cia en calidad de sonido en la tele-
visión digital es la misma que la que
existe en una estación de audio en
FM y la que se obtiene en un ampli-
ficador de alta fidelidad con un disco
compacto (CD).
• Soporta hasta 16 canales de au-
dio digitales. Con lo cual pueden
obtenerse efectos semejantes a
los cinematográficos “sensoround”.
Permite también transmitir pro-
gramas en varios idiomas.
3.2. Características de propa-
gación y transmisión
a) De la Televisión Terrenal
Digital
•Presenta mayor inmunidad contra
interferencias y distorsión. Una señal
digital es prácticamente inmune a
las interferencias y no está sujeta
a distorsión.
• Requiere menor potencia de trans-
misión para cubrir una zona de
servicio. La televisión analógica nece-
sita mayor potencia de transmisión
para la misma zona de servicio.
* Posee mayor eficiencia en el uso
del espectro. El espectro radioeléc-
trico es un recurso escaso, la
televisión digital permite la
utilización de redes de frecuencia
única, que en la misma frecuencia
pueden cubrir áreas de servicio
diferentes.
La Televisión Terrena Digital
constituye, pues, un valioso
instrumento para una utilización
más eficaz del espectro, al re-
querir potencias de transmisión
más bajas y utilizar de manera
más eficaz la anchura de banda
del canal disponible en términos
de bits/Hz, con lo cual se puede
dar cabida a más emisiones de
televisión digital en las bandas
que las que permite la televisión
analógica.
b) De la Televisión Digital por
Satélite
• Ideal para el uso de compresión
digital, con lo cual se pueden
acomodar más de cuatro
señales de televisión digital en el
mismo ancho de banda de una
señal analógica.
• Permite emisiones multiprogra-
ma. Utilizando para ello la com-
presión digital.
Las transmisiones de televisión digi-
tal, al igual que las de televisión
analógica convencional, pueden
llegar al receptor por tres medios
diferentes: por transmisores
ubicados en la tierra (televisión
terrenal), por transmisores ubicados
en satélites (televisión directa por
satélite) o por cables físicos que
pueden ser coaxiales o de fibra
óptica (televisión por cable).
4.1. Televisión terrenal digital
(DTTV)
3. VE
NTA
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diálogosde la comunicación
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ción
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atin
a La televisión terrenal
digital (DTTV) se basa
en transmisores ubica-
dos sobre la tierra, (ge-
neralmente en sitios
elevados para poder
cubrir mayor área de
servicio), que transmi-
ten en forma digital la
señal de televisión. El
tipo de transmisión
terrenal es el más
usado en la televisión
analógica, aunque
cada vez es mayor el
número de usuarios
que utiliza el cable y en menor
número las transmisiones
directas de televisión por
satélite, que en su versión de
televisión convencional
(analógica), está en su fase de
introducción comercial en algu-
nos países de América Latina.
4.1.1. Consideraciones con
relación al espectro utilizado
Para la televisión terrenal digital
no se requieren bandas de fre-
cuencias especiales, ya que uti-
liza la parte alta de la banda con-
vencional de televisión en ban-
das decimétricas (UHF), pudien-
do coexistir con los canales analó-
gicos, que generalmente operan en
la parte inferior de dicha banda.
Debido a la estrecha relación en-
tre audiencia, población e
ingresos comerciales, se espera
que la demanda de la televisión
digital estará centrada principal-
mente en las grandes ciudades
con canales de cobertura local,
más que con coberturas regiona-
les. En consecuencia, es de espe-
rar que la demanda para frecuen-
cias adicionales para la televisión
digital se concentre en zonas
densamente pobladas, y esta nue-
va demanda coexistirá con las
estaciones analógicas existentes.
En este contexto, es imperativo
optimizar el uso del espectro de
frecuencias actualmente asignado
o disponible para poder planificar
en forma integrada el servicio de
televisión analógica convencional
y los futuros servicios digitales .
Para ello es conveniente que las
entidades reguladoras de las
telecomunicaciones, encargadas
de la planificación de los
servicios, tomen en cuenta las
siguientes recomendaciones:
• Establecer un Plan Nacional de
Frecuencias para el servicio de Tele-
visión, que considere la televisión
analógica convencional y los fu-
turos servicios digitales.
• Optimizar el uso del espectro
asignado actualmente al servicio
de televisión, antes de conceder
acceso a las partes no utilizadas
del espectro.
• Mantener disponible la parte
superior de la banda de ondas
decimétricas (UHF), para la fu-
tura introducción de la DTTV.
4.1.2. Técnicas de optimización
del uso del espectro
La optimización del uso del
espectro consiste en ubicar el
máximo número de estaciones o
canales en una área geográfica
determinada, sin que causen ni
reciban interferencias.
Las modernas técnicas de
planificación pueden lograr la
optimización global del espectro
para planificar los servicios de
televisión convencional analógi-
ca y los futuros servicios digita-
les. Estas técnicas se basan en:
• La reutilización de las frecuencias
en la mayor medida posible
• El funcionamiento de canales
adyacentes o canales “tabú”.
Las técnicas adecuadas de
reutilización de frecuencias que
han dado resultados eficaces, se
basan en el desglose de la plani-
ficación únicamente en cober-
turas locales (Método Celular).
Este método permite la reuti-
lización más sencilla de frecuen-
cias, basándose en las caracte-
rísticas de apantallamiento del
terreno entre los emplazamien-
tos de los transmisores y en el
uso de antenas directivas que
limitan la radiación en las direc-
ciones no deseadas. En conse-
cuencia aumenta el número de
canales disponibles en una zona
determinada y requiere menores
potencias de transmisión. Sin
embargo presenta también algu-
nos inconvenientes, ya que re-
quiere una planificación más pre-
cisa y coordinada y hace necesa-
4. T
IPO
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C.R
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139
ria una interconexión entre las
distintas estaciones de trans-
misión (células).
Bajo ciertas condiciones, pue-
den utilizarse canales adyacen-
tes. Para ello es necesario:
a) Que el sistema de antena co-
mún se diseñe de tal manera que
los diagramas de radiación ver-
tical y horizontal sean idénticos
en las frecuencias de canal de
funcionamiento.
b) Utilizar filtros de acopla-
miento especiales para funcio-
namiento en canal adyacente;
dichos filtros ya están disponi-
bles en el mercado.
c) Que las potencias de trans-
misión en los canales adyacentes
sean las mismas. La operación
en canal adyacente ha empezado
a utilizarse en ciertas regiones
de Europa en las cuales el espec-
tro está prácticamente agotado,
finalmente,
d) Es necesario también que los
receptores sean de última gene-
ración y posean una alta selec-
tividad.
4.1.3. Consideraciones en
cuanto a características de pro-
pagación
Como señalamos en el punto
3.2.a, una señal de televisión
terrenal digital comparada con
una señal de televisión analógica
convencional, presenta mayor
inmunidad contra interferencias,
requiere menor potencia de trans-
misión para cubrir una deter-
minada área de servicio y per-
mite un uso más eficiente del
espectro radioeléctrico.
4.2. Televisión digital por
satélite
La televisión digital por satélite
está basada en transmisores
ubicados en satélites de órbita
geoestacionaria, que transmiten
televisión con la norma mundial
de televisión digital para la
recepción directa en una
determinada área geográfica por
el público en general, sin la
participación de estaciones
transmisoras de televisión
terrenal.
4.2.1. Consideraciones relativas
al espectro y órbitas satelitales
El Servicio de Televisión por Sa-
télite (analógico o digital) opera
en las bandas y órbitas geoesta-
cionarias aprobadas por la UIT
para cada una de las tres Regio-
nes en que está dividido el mun-
do para fines de la planificación
de las radiocomunicaciones.
La Región Américas es la Región
2 de la UIT para estos propó-
sitos. En 1983 en la Conferencia
Administrativa Regional de
Radiocomunicaciones (CARR-
83) se aprobó el Plan para el
Servicio de Radiodifusión por
Satélite para los países america-
nos. En dicha Conferencia se
aprobaron frecuencias y posi-
ciones orbitales para cada uno
de los países americanos Este
servicio opera en la banda ku
(12- 14 Ghz). La Planificación
aprobada en la CARR-83 se
encuentra vigente y no se prevé
su modificación hasta el inicio
del próximo siglo.
En la CARR-83 se estableció que
los sistemas que se implementen
de acuerdo al Plan serán funda-
mentalmente para cobertura na-
cional.
Durante la planificación del ser-
vicio de radiodifusión por sa-
télite se tomó en cuenta tanto las
características del receptor co-
mo las del satélite. También se
consideró el efecto de atenua-
ción por la lluvia (dicha atenua-
ción es importante en la banda
ku, especialmente en zonas
tropicales donde las lluvias son
copiosas y frecuentes).
Estos satélites de difusión direc-
ta se caracterizan por utilizar
satélites de gran potencia, los
cuales irradian señales que
pueden ser recibidas por ante-
nas de pequeño diámetro (meno-
res de 1 m); estas antenas requie-
ren una interfase, que convierte
la señal del satélite (banda ku 12-
14 Ghz) a las frecuencias conven-
cionales de los receptores de
televisión (VHF-UHF). La gran
potencia de la señal en la tierra
se logra mediante antenas
altamente directivas ubicadas en
el satélite, que producen haces
puntuales, que en muchos casos
diálogosde la comunicación
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ción
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a son capaces de cubrir el territo-
rio de un país. En el caso de
países de amplio territorio, se
recurre al uso de múltiples haces
puntuales en vez de uno de gran
tamaño, a fin de aprovechar la
gran ganancia de antena de los
haces puntuales.
A manera de ilustración, en el
Cuadro Nº.1 se muestran las
características de las frecuen-
cias y órbitas (para televisión
analógica), contenidos en el Plan
aprobado en la CARR-83.
En el caso de la televisión digital
por satélite, el número de cana-
les puede ser multiplicado por
cuatro o seis veces utilizando
técnicas de compresión.
4.2.2. Ventajas de la Televisión
Directa por Satélite
* Cobertura inmediata. La puesta
en operación de un sistema de
difusión directa por satélite
permite la operación del sistema
apenas el satélite entra en
operación, ya que no requiere
infraestructura terrestre.
* Costo menor que la implemen-
tación de una red terrenal de la
misma cobertura. Como hemos
visto, un haz de la antena trans-
misora del satélite puede cubrir
íntegramente un país. Lograr la
misma cobertura con un sistema
terrenal de televisión tiene un
costo mucho mayor.
* Permite la transmisión de Tele-
visión de Alta Definición (TVAD).
En el mismo ancho de banda de
un canal analógico se puede
introducir, con compresión digi-
tal, un canal de TVAD.
* Permite la transmisión de
Televisión Multiprograma de tele-
visión convencional. En el mismo
ancho de banda de un canal ana-
lógico, se puede transmitir de
cuatro a seis canales conven-
cionales. Con ello se puede con-
seguir un número significativo
de coberturas nacionales y des-
cargar las actuales redes de co-
bertura nacional, proporcio-
nando mayor espectro a las
estaciones locales o regionales.
4.3.4. Desventajas de la Difusión
Directa por Satélite
• Costo adicional en los
receptores. Estos requie-
ren de una pequeña
antena parabólica (60 a
80 cm) y un convertidor.
Estos accesorios no son
necesarios para la televi-
sión terrenal.
• Imposibilidad de
coberturas locales o
regionales. Por su propia
característica de radia-
ción, este sistema es
para cobertura nacio-
nal. Para cobertura local
o regional tienen que
usarse sistemas
terrenales.
PAIS POSICIONES ORBITALES Nº TOTALDE CANALES
ARGENTINA 54.8, 5.2, 93.8, 94.2, 88
BOLIVIA 87.2
BRASIL 44.8, 45.2, 63.8, 64.2, 73.8 400
74.2, 80.8, 81.2, 101.8
COLOMBIA 103.3 16
CHILE 106.2, 105.8 64
ECUADOR 94.8 32
MEXICO 69.2, 77.8, 78.2, 126.8, 112
127.2, 135.8, 136.2
PARAGUAY 99.2 16
PERU 85.8 16
URUGUAY 71.7 16
VENEZUELA 103.8 16
Posiciones Orbitales y Número de Canalespara algunos países latinoamericanos(CARR-83)
CUADRO 1
141
C.R
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141
• Carencia de una norma mundial
de decodificadores para la tele-
visión digital multiprograma. Los
sistemas multiprogramas en ac-
tual funcionamiento, operan con
diferentes sistemas de códigos,
por lo cual se necesitan diferen-
tes decodificadores según sea el
sistema utilizado.
La UIT ya ha aprobado reco-
mendaciones para normalizar un
único decodificador a nivel mun-
dial, tal como se ha logrado para
la televisión digital, con lo cual
se conseguiría reducir los costos
del equipo receptor.
4.3. Transmisión por cable
Los programas de televisión pue-
den llegar al receptor del usuario
por tres caminos distintos: median-
te señales emitidas por transmi-
sores ubicados en tierra (televi-
sión terrenal), con transmisiones
directas por satélite y, finalmen-
te, por medio del cable. Estos ti-
pos de transmisión son los mis-
mos, tanto para la televisión analó-
gica convencional como para la
televisión digital.
Para la transmisión por cable se
usan cables coaxiales que permi-
ten la transmisión de grandes an-
chos de banda. También se pueden
usar fibras ópticas, cuyo ancho de
banda es muchísimo mayor y son
ideales para transmitir todo tipo de
señales digitales: datos, audio y
video; es decir, permiten transmi-
siones multimedia que pueden a su
vez ser interactivas.
En la actualidad el cable coaxial
es el más usado en todo el mun-
do. En la última década los ser-
vicios de televisión por cable
han tenido una tasa compuesta
de crecimiento anual del 12%.
4.3.1 Ventajas de la televisión por
cable
La televisión por cable tiene las
siguientes ventajas ventajas
relativas respecto a la televisión
terrenal:
• No está sujeta a interferencias.
Por el hecho de viajar confinada
en un conductor unilineal no es-
tá sujeta a interferencias, ni pre-
senta problemas de doble ima-
gen, lo cual se puede presentar
en la televisión terrenal cuando
la señal no llega directamente de
la antena transmisora a la recep-
tora, sino que llega reflejada por
los obstáculos presentes entre
dichas antenas.
• Capacidad de conducir un alto
número de canales. Otra de sus
ventajas consiste en la capacidad
de poder conducir un número mu-
cho mayor de canales que la tele-
visión terrenal. Su calidad sólo
es superada por la televisión di-
recta por satélite, pues la señal
viaja directamente de la antena
transmisora del satélite a la an-
tena del receptor satelital.
4.3.2. Desventaja de la televisión
por cable
Su principal desventaja consiste
en el hecho de ser un servicio
cerrado, y por lo tanto es nece-
sario estar suscrito y pagar por él.
En la última década los
servicios de teleco-
municaciones han
tenido una impresio-
nante expansión, moti-
vada por factores de
política del sector y por
el explosivo desarrollo
tecnológico.
La política de telecomu-
nicaciones ha cambia-
do radicalmente en to-
do el mundo; por un la-
do los gobiernos están
dando al sector una
alta prioridad, ya que
están conscientes de
que las telecomunica-
ciones y la información
constituyen una de las
más valiosas herramientas para
el desarrollo. Por otro lado, est-
án liberalizando aquellos servi-
cios públicos de telecomunica-
ciones, como el telefónico, que
por décadas fueron conside-
rados monopolios naturales.
Los avances tecnológicos de la
última década han sido impre-
sionantes debido principalmente
a los avances de la microelectró-
nica y a la digitalización, los cual-
es permiten el transporte
conjunto o convergencia de se
jñales de audio, video y datos,
que constituyen la multimedia.
5. P
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atin
a 5.1. Situación de la expansión
mundial de los servicios de te-
lecomunicaciones
A fines de 1994 existían en todo
el mundo 703 millones de acce-
sos telefónicos; de ellos, 648 millo-
nes eran líneas telefónicas alám-
bricas (fijas) y 55 millones acce-
sos inalámbricos de telefonía
celular (móviles). La tasa com-
puesta de crecimiento anual en
la década 1984 -1994 fue para las
líneas fijas de 5.1% y para las
móviles celulares de 68.9%. En
1994 el crecimiento de la tele-
fonía en China fue de 25%, en el
resto del Asia 13%, en Africa
8.4%, en Europa 4.2%, en Améri-
ca Latina 6% y en el Perú el creci-
miento fue de 25%. En los países
desarrollados se concentran el
67.5 % de los teléfonos fijos, así
como el 73% de los teléfonos
celulares.
Con relación a los servicios de
televisión, a fines de 1994 exis-
tían en el mundo 1,161 millones
de receptores de televisión, 174
millones de abonados de tele-
visión por cable, y 38.1 millones
de usuarios del servicio de
televisión directa por satélite.
En una década la tasa compuesta
de crecimiento anual de recep-
tores de televisión fue de 6.1%,
de los abonados de televisión
por cable 11.7 %, y la de los usua-
rios del servicio de televisión
directa por satélite 41.9%.
El servicio que tuvo un creci-
miento explosivo fue el de Inter-
net: en 1984 sólo existían 10,000
usuarios, los cuales pasaron a
ser 26.1 millones en 1994, con
una tasa compuesta de creci-
miento anual del 113.1%.
El Cuadro Nº 2 permite apreciar
mejor las cifras antes citadas.
Nótese que las tasas de creci-
miento de los nuevos servicios:
internet (113.1%), celular
(68.9%), y televisión directa por
satélite (41.9%), son muchísimo
mayores que la de los servicios
tradicionales: telefonía fija (5.1%)
y televisión analógica con-
vencional (6.1%). Se estima que
el número total de receptores en
1996 era de 1,306 millones.
5.2. Penetración del servicio
de televisión en América
Latina
El servicio de televisión en Amé-
rica Latina ha logrado un desa-
rrollo muy importante, tanto
desde el punto de vista de la
cobertura territorial, como por
el significativo parque de recep-
tores existente en cada uno de
los países.
La mayoría de los países,
especialmente los de mayor
extensión geográfica, distribu-
yen sus señales de televisión por
medio de satélites del servicio
fijo (no del servicio de recepción
directa), que transportan la
señal de los centros de pro-
ducción o estaciones madres a
las diferentes estaciones ubica-
das en su territorio. Mediante
este sistema de enlace por
satélite se logra una cobertura
del 100% del territorio nacional
y en muchos casos esa cobertura
SERVICIO Líneas/usuarios Líneas/usuarios TCCA(%)
Telefonía fija 388 645 5.1Telefonía celular 0.3 55 68.9Receptores TV 640 1,161 6.1Abonados en cable 58 174 11.7TV Directa Satélite 1.2 38.1 41.9Internet 0.01 26.1 113.1
CUAD
RO 2
EXPANSION MUNDIAL DE LAS TELECOMUNICACIONESFUENTE: Indicadores mundiales de Telecomunicaciones UIT, 1995 Internet Society, 1995
143
C.R
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143
es de tipo regional. En varios
países existen proyectos en los
cuales conjuntamente con la
instalación de servicios de
telefonía rural o los modernos
centros de teleservicios integra-
dos, se están instalando servi-
cios rurales de radio y televisión,
utilizando los enlaces satelitales
y pequeñas estaciones recep-
toras de satélite (TVRO), conec-
tadas a receptores comunales de
baja potencia.
De los 1,161 millones de recep-
tores de televisión existentes en
1994 en todo el mundo, el 8.6%
se encontraban en América Lati-
na, 17.4 en Norte América, 44%
en el Asia, 26% en Europa 3% en
Africa y el 1% en Oceanía.
Mientras que en América Latina
existían 97 millones de recep-
tores de televisión, el número de
líneas telefónicas apenas llegaba
a los 40 millones (41.2%), esta fi-
gura es común en los países en
desarrollo. En los países desa-
rrollados en cambio esa relación
es del 90%.
Dos de los indicadores más im-
portantes de la penetración del
servicio de televisión es el núme-
ro de televisores por cada 100 ha-
bitantes y el porcentaje de ho-
gares con televisión.
El Cuadro Nº 3 muestra la situa-
ción del parque de receptores de
televisión en América Latina
fines de 1994. En dicho cuadro
podemos apreciar para cada
PAISES RENTA Nº RX’s TV/100 TCCA(1) %hogaresMEDIA ALTA (miles) Habitantes CON TV
Argentina 11’000 32.2 58.8 90.5Brasil 39’000 24.5 6.9 84.2Chile 3’500 24.9 8.8 90.9México 16’500 19 7.9 77.4Puerto Rico 1’107 30.4 3 N/AUruguay 1’620 51.5 11.7 95Venezuela 3’900 18.2 6.1 91.9
PAISES RENTA Nº RX’s TV/100 TCCA(1) %hogaresMEDIA BAJA (miles) Habitantes CON TVBolivia 1’000 14.3 11.9 66.3Colombia 8’000 22.0 11.6 94.9Costa Rica 705 21.6 15.7 65.6Cuba 2’071 18.9 1.1 n/aR.Dominicana 650 6.9 n/a n/aEcuador 1’500 13.4 10 21.8El Salvador 1’271 22.5 14.1 39.4Guatemala 510 5.2 12.4 60Panamá 410 16.6 4.6 n/aParaguay 300 6.5 8.1 n/aPerú 2’150 9.8 8.1 45.1
PAISES RENTA Nº Rx’s TV/100 TCCA %hogaresBAJA (miles) Habitantes CON TV
Haití 31 0.5 6.8 n/aHonduras 435 7.9 6.6 31.1Nicaragua 660 15.4 13.6 16.1
PROMEDIOS Nº RX’s TV/100 TCCA %hogaresANUALES (miles) Habitantes CON TV
PAISES RENTA N/A 24.1 6 82MEDIA ALTAPAISES RENTA N/A 19.8 5.2 73.6MEDIA BAJAPAISES RENTA N/A 11.8 22.4 48.6BAJA
PARQUE DE RECPETORES DE TELEVISION EN AMERICA LATINA
CUAD
RO 3
(1) TCCA: Tasa Compuesta de Crecimiento Anual 1984 -1994(Fuente: UIT, Indicadores de las Telecomunicaciones Mundiales, 1995)
diálogosde la comunicación
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a país, el número de receptores de
TV, la densidad televisiva (re-
ceptores de TV por 100 habitan-
tes) y el porcentaje de hogares
que cuentan con televisión.
Considerando las tasas com-
puestas de crecimiento anual, se
estima en 114 millones el número
de televisores existentes en 1997
en América Latina.
Si consideramos los indicadores
de América Latina y los compara-
mos con los promedios mundia-
les, podemos apreciar que los
países de renta media alta de
América Latina tienen un mayor
porcentaje de hogares con tele-
visor, así como una mayor pene-
tración de este servicio con respec-
to al promedio mundial; en el ca-
so de los países de renta media
baja estos indicadores coinciden
con los promedios mundiales, mien-
tras en el caso de los países de
renta baja, sus indicadores son
inferiores a los del promedio mun-
dial para dicha categoría.
Se estima que el mercado de la
televisión digital representará
centenares de miles de millones
de dólares en los próximos diez
años. Con las oportunidades de
mercado que ofrecerá una
norma única mundial, se espera
que un gran número de o-
peradores de radiodifusión
empiecen a transmitir con el
sistema de video digital en el
próximo año.
Esta importante deci-
sión pone fin a décadas
de fragmentación del
mercado de la televi-
sión, lo que beneficiará
a los consumidores de
todo el mundo.
Las transmisiones ana-
lógicas irán desapare-
ciendo poco a poco. En
los Estados Unidos se
ha propuesto un plazo
de diez años y en
Europa se espera que
esta transición dure un
mayor tiempo. Se ha
previsto que, según
vaya produciéndose el
tránsito de la
transmisión analógica a
digital, los receptores
analógicos se equipen
con dispositivos de
adaptación multimedia
para que puedan deco-
dificar y procesar la
señal digital. Esto prolongará la
vida del aparato y permitirá que
el mercado de equipos madure
antes de imponer a los consu-
midores el cambio.
Los fabricantes de microcir-
cuitos ya han anunciado que es-
tán preparados para comenzar la
producción en masa de los com-
ponentes necesarios para los
decodificadores que se inte-
grarán en los nuevos aparatos de
televisión. En la actualidad hay
en todo el mundo 1 288 millones
de aparatos de televisión que ha-
brá que reemplazar con el tiem-
po, lo que representa un enorme
mercado.
La FCC ha aprobado el inicio de
las transmisiones digitales de
televisión de alta definición en
los Estados Unidos para el año
1998 ; se espera que en un plazo
relativamente corto se deban
cambiar 230 millones de recep-
tores de TV, a un costo estimado
de 150,000 millones de dólares.
Al efectuar este anuncio, el Presi-
dente Clinton estimó que la re-
conversión de la televisión ana-
lógica convencional a la televi-
sión digital de alta definición se
efectuaría en un plazo de 8 a 10
años. En ese plazo los hogares
norteamericanos tendrán que
reemplazar sus receptores analó-
gicos por receptores digitales, a
riesgo de quedarse con la pan-
talla vacía.
En 1992, cuando se presentó el
primer plan tentativo para la
conversión de la televisión al
sistema digital de alta definición,
se previó un período de transi-
ción de 15 años. Durante ese
tiempo, se esperaba que cada
emisora debería operar dos
canales: el actual y uno nuevo
para la televisión digital de alta
definición, al que sólo podrían
acceder aquéllos que se hubie-
ran equipado con los nuevos
receptores. El plan daba por
sentado que en dicho período la
gran mayoría de hogares ya
habría descartado sus recep-
tores analógicos. Estados Unidos
6. E
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congeló dicho plan al aceptar en
la UIT retirar su norma y apoyar
la definición de la norma mundial
aprobada en abril de este año.
Al haberse tomado la decisión de
introducir la televisión de alta
definición con la norma mundial,
se espera que el gobierno nortea-
mericano convoque en breve la
licitación para los nuevos cana-
les. Se estima que el gobierno
podría obtener en dicha licitación
unos 15,000 millones de dólares.
Dos poderosos sectores industri-
ales se disputan el gran mercado
de los receptores digitales para
la televisión de alta definición.
Por un lado están los tradi-
cionales fabricantes transnacio-
nales de equipos electrónicos
domésticos que desean conquis-
tar este importante mercado.
Anuncian el lanzamiento en 1998
de receptores digitales capaces
de recibir la televisión de alta
definición y sonido con calidad
de CD. Se estima que dichos
receptores tendrán un costo
inicial de 2,000 a 3,000 dólares,
dependiendo de que tengan ac-
ceso a los sistemas de recepción
directa por satélite.
El otro sector industrial que ha
anunciado su entrada al merca-
do de los receptores digitales de
televisión de alta definición es la
industria de las computadoras,
que consideran tener ventajas
comparativas en este nuevo
mercado. Se están anunciado las
“PC’s Panorámicas” de gran pan-
talla que ofrecerán las ventajas
de la televisión y de la compu-
tadora en el mismo aparato.
Varios fabricantes norteame-
ricanos de computadoras esti-
man que un alto porcentaje de
los 15 millones de computadoras
que se venden en ese país in-
cluirán un receptor de televisión
digital. Se estima que los precios
de estos equipos serán, al inicio,
ligeramente superiores a los
receptores digitales producidos
por la industria de electrodo-
mésticos.
Ya se han iniciado los primeros
pasos de lo que parece ser una
batalla comercial de grandes
dimensiones. La industria de las
computadoras está interesada
en completar el equipo de
televisión de alta definición, con
posibilidades de poder incursio-
nar en internet y tener acceso a
juegos en línea, correo electró-
nico y otras diversiones inte-
ractivas.
La industria de electrodo-
mésticos confía en su dominio del
mercado y hace notar que el 99
% de los hogares en los Estados
Unidos tiene al menos un televi-
sor, mientras que a 15 años de su
introducción la industria de las
PCs ha logrado una penetración
de sólo el 35% de los hogares.
Los efectos de la globalización
harán que tarde o temprano la
televisión digital se introduzca en
nuestro continente y
probablemente se inicie
en aquellos países de
mayor desarrollo
relativo.
Las grandes ventajas
que tiene la televisión
digital con respecto a la
televisión analógica
hará que con el tiempo
esta última tienda a
desaparecer, como ya
ha sucedido con la te-
levisión en blanco y
negro y las transmi-
siones monofónicas en
FM. Así como en tecno-
logía existen las “tecno-
logías asesinas” que
eliminan aquellas que
ofrecen mejores pres-
taciones a menor pre-
cio, existen también las
“aplicaciones tecno-
lógicas asesinas”, que
van eliminando apli-
caciones, como las an-
tes mencionadas: tele-
visión monocromática
y transmisiones
monofónicas en FM.
Pese a los cambios regulatorios
producidos en los últimos años
en la Región, y a la tendencia de
liberalizar la prestación de los
servicios de telecomunica-
ciones, la introducción de este
servicio en cada uno de los
países requerirá de las autori-
zaciones respectivas, ya que al
hacer uso del espectro, debido
la regulación internacional,
7. A
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a dichas estaciones requieren de
una licencia emitida por el esta-
do donde opera la estación.
Consideramos conveniente que
los centros académicos colabo-
ren con las administraciones de
telecomunicaciones nacionales,
estudiando, entre otros, los
siguientes aspectos que puedan
servir como guía para la intro-
ducción de la televisión en sus
respectivos países, o que en el
ámbito de FELAFACS se realicen
estos estudios a nivel regional o
subregional.
7.1. Aspectos técnicos
Los principales aspectos téc-
nicos a considerase en este estu-
dio figuran en los puntos 4.1.1 y
4.1.2 del presente documento.
Estos aspectos están relaciona-
dos con el establecimiento de un
Plan Nacional de Frecuencias
para el Servicio de Televisión,
que facilite la introducción de la
DTTV, optimizando la utiliza-
ción del espectro mediante
técnicas como las ya señaladas
de reutilización de frecuencias
y, en los casos que sea necesario,
mediante la utilización de cana-
les adyacentes.
Habrá que tener en cuenta que,
a diferencia de los factores que
se consideraron en la década de
los setenta cuando se tuvo que
optar por uno de los sistemas de
televisión a color, en el caso de
la televisión digital los recep-
tores analógicos no son com-
patibles con señales digitales,
como sí lo eran los televisores
monocromáticos con respecto a
las transmisiones a color. Lo que
significa tener que usar en una
fase de transición convertidores
que permitan recibir la señal
digital con un receptor analó-
gico, con lo cual se perderían las
ventajas intrínsecas de la señal
digital o tener que usar recep-
tores digitales, que en su fase de
introducción tendrían precios
elevados.
7.2. Aspectos económicos
Los principales aspectos econó-
micos a considerar serían los
siguientes:
* Costos de renovación del parque
de receptores. Como ya se ha
visto, se estima que en América
Latina existe un parque de
receptores de televisión analó-
gica del orden de los 114 millo-
nes; los porcentajes de hogares
con televisión varían de país en
país, pero en promedio están
encima del 60%. Hemos visto
también que el costo estimado
de cualquiera de los tipos de
receptores digitales, estará enci-
ma de los dos mil dólares. Estos
datos, entre otros, necesitan ser
considerados en un estudio
sobre costos de renovación del
parque de receptores.
• Costos de adecuación de los
transmisores terrenales para
transmisiones digitales. Los
transmisores analógicos requie-
ren de readecuaciones para po-
der operar con técnicas digita-
les. Los sistemas de antenas y
líneas de transmisión, no
requerirán de mayores modifica-
ciones. Este factor es de gran
importancia para los radio-
difusores nacionales, que basan
sus transmisiones en estaciones
terrenales.
• Costos de producción. Los equipos
de producción requieren también
ser renovados por equipos
digitales de alta definición.
7.3 Otros aspectos a considerar
Producción de programas. Otros
aspectos que podrían conside-
rarse en el estudio podrían estar
relacionados con los aspectos de
incremento de la producción
transnacional, ya que será muy
difícil a las productoras latino-
americanas entrar a producir
programas de televisión digital
de alta definición, si no se prevén
plazos razonables para el inicio
de las transmisiones en esta nue-
va tecnología.
Impacto de la televisión directa
por satélite. Algunos países
están condicionando las licen-
cias de operación a este servicio
a que por lo menos uno de los
canales que transmita estos saté-
lites sea un canal nacional; ello
es posible ya que la capacidad
de estos satélites puede llegar a
140 canales.
147
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s
147
EBU,1988. Planning for VHF/
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REF
EREN
CIA
S
AFACOS - Asociación de Facultades Argentinasde Comunicación SocialAna Celina Puebla - PresidentaDepartamento de Ciencias de la ComunicaciónFacultad de Ciencias SocialesUniversidad Nacional de San JuanCereceto y Meglioli,(5400) Rivadavia, San Juan, ArgentinaTelf.: (5464) 231949 Fax: (5464) 235663
ABECOM - Asociación Brasileña de Escuelasde Comunicación SocialTupá Gomes Corréa - PresidenteEscuela de Comunicaciones y ArtesUniversidad de Sao PauloRua Prof. Lúcio Martins Rodrigues, 443Ciudad Universitaria Armando Salles OliveiraCaixa postal 819105508-900 Sao Paulo, SP BrasilTelf.: (5511) 8184477 / 8184478Fax: (5511) 8130596 / 8144764E-mail: [email protected]
AFACOM - Asociación Colombiana de Facultadesde Comunicación SocialAlvaro Rojas - PresidenteDivisión de Comunicación SocialCorporación Universitaria Autónoma de OccidenteCalle 9B Nº 29A-67A.A. 2790 Santiago de Cali, ColombiaTelf.: (572) 5553746 Fax: (572) 5581233
ASOCOM - Asociación Costarricense de Facultades,Escuelas y Carreras de Comunicación Social y PeriodismoEnrique Villalobos - PresidenteEscuela de PeriodismoUniversidad Autónoma de CentroaméricaColegio Studium Generale CostarricenseCalle 22 Av. 11-13 Nº 1133 Barrio MéxicoApartado 7651, 1000 San José, Costa RicaTelf.: (506) 2236766 Fax: (506) 2226528
ASEPECS - Asociación de Escuelas de Periodismo yComunicación Social de ChileJuan Jorge Faundes - PresidenteEscuela de PeriodismoUniversidad de Santiago de ChileAv. Ecuador 3650, Estación Central, Santiago, ChileTelf.: (562) 7794648 Fax: (562) 7791302
ADECOM - Asociación Dominicana de Departamentosy Escuelas de Comunicación SocialOnofre de la Rosa - Presidente
Departamento de Comunicación SocialFacultad de HumanidadesUniversidad Autónoma de Santo DomingoCiudad UniversitariaA.P. 1355 Santo DomingoTelf.: (1809) 5352513 Fax: (1809) 6821754
AFECSE - Asociación de Facultades deComunicación Social del EcuadorMarcelo Pérez Albán - PresidenteEdificio U.N.P. Iñaquito y Unión Nacionalde Periodistas, Quito, EcuadorTelf.: (5932) 461618 Fax: (5932) 244623
CONEICC - Consejo Nacional para la Enseñanza yla Investigación de las Ciencias de la ComunicaciónCecilia Cervantes Barba- PresidentaDepartamento de Estudios de la Comunicación SocialUniversidad de GuadalajaraPaseo Poniente Nº 2093, Jardines del Country A.P. 6-21644210 Guadalajara, Jal. MéxicoTelefax: (523) 8237505 / 8237632
APFACOM - Asociación Peruana de Facultades deComunicación SocialMercedes Apraiz de Barrenechea - PresidentaFacultad de Traducción, Interpretacióny Ciencias de la ComunicaciónUniversidad Femenina del Sagrado CorazónAv. Los Frutales s/n, Urbanización Santa MagdalenaSofía BaratApartado 0005, Lima 12, PerúTelf.: (511) 4364641 Fax: 4363247E-mail: [email protected]
APPACS - Asociación Puertorriqueña de ProgramasAcadémicos de Comunicación SocialMax Dueñas - PresidenteDepartamento de ComunicaciónUniversidad de Puerto RicoColegio Universitario HumacaoA.P. CUH Humacao, Puerto Rico 00792Telf.: (787) 8509334 Fax: (787) 8509466
CONVEICC - Consejo Universitario para la Enseñanza yla Investigación de la Comunicación SocialAdolfo Herrera - PresidenteEscuela de Comunicación SocialFacultad de Humanidades y EducaciónUniversidad Central de VenezuelaCiudad Universitaria, Caracas 1040, VenezuelaTelf.: (582) 6934231 Fax: (582) 6052847A
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Profesor investigador de la Université Paris 8 - FranciaDirección: 7, rue Payenne, 75003 París. Teléfono: (332) 99361021
Fax: (332) 99141588
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diálogosde la comunicación
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Utopía yrealidadesdel vínculo
global.Para unacrítica del
tecnoglobalismo
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“Organizar una entidad que abar-
ca el planeta no es una empresa
baladí (...) Twirl, cuya inteligen-
cia era lúcida, observó que el
Congreso presuponía un proble-
ma de índole filosófica. Planear
una asamblea que representase a
todos los hombres era como fijar
el número exacto de los arque-
tipos platónicos, enigma que ha
atareado durante siglos la per-
plejidad de los pensadores. Sugi-
rió que, sin ir más lejos, don
Alejandro Glencoe podía repre-
sentar a los hacendados, pero
también a los orientales y también
a los grandes precursores y tam-
bién a los hombres de barba roja
y a los que están sentados en un
sillón. Nora Erjford era noruega.
¿Representaría a las secretarias,
a las noruegas, o simplemente a
todas las mujeres hermosas?
¿Bastaba un ingeniero para
representar a todos los ingenieros,
incluso los de Nueva Zelanda?”
J.L.Borges, “El Congreso”,
El Libro de Arena.
La interconexión generalizada de
las economías y de las socie-
dades mediante las redes técni-
cas de información y de comu-
nicación señala un salto cualita-
tivo en la trayectoria secular de
la idea “prebabeliana” de “comu-
nidad universal”1. Durante mu-
cho tiempo, el proyecto de espa-
cio jurídico como obra exclusiva
de actores estatales ha esfuma-
do el rol que desempeñaba en la
formación del nexo “internacio-
nal” el proyecto de “taller único”
y de “República mercantil uni-
versal” formulado por Adam
Smith desde 1776. La palabra
“internacional” prestada de la
lengua inglesa, aparece precisa-
mente por la pluma de especia-
listas del derecho de gentes en
vísperas del siglo XIX. El desa-
rrollo del nacionalismo moder-
no, que hace del territorio el fun-
damento de la soberanía y de
una comunidad imaginaria, así
como las formas adoptadas por
la dominación imperial de las
potencias europeas, luego de Es-
tados Unidos, y sobre todo la
Guerra fría, son algunos de los
factores que han privilegiado
una visión geopolítica de la in-
tegración mundial como resulta-
do de una concertación entre
potencias gubernamentales.
Orientándose durante los años
ochenta hacia los fundamentos
institucionales de los Estados-
nación, las lógicas de construc-
ción del macrosistema tecno-
financiero han modificado la
topología de los actores de la
esfera transfronteriza. El fin de
la tensión bipolar ha excitado
este ascenso de las relaciones
mercantiles en la configuración
del espacio-mundo. El empalme
de los Estados-nación con las
normas de las redes planetarias
es el preludio de una mutación
profunda del modelo económico
y social, es decir de las formas
de organización del conjunto de
las relaciones sociales en cada
sociedad. Para el enfoque de ese
nuevo momento de la historia de
la integración mundial ha apa-
recido la noción de globaliza-
ción. Tomada ella misma tam-
bién del idioma inglés, la ambi-
ción de esta palabra es cubrir el
proceso de unificación del cam-
po económico y por extrapola-
ción abusiva, dar cuenta de la
situación general del planeta y
de su porvenir. Ciertamente,
nadie puede negar que el tér-
mino globalización recubre una
serie de realidades nuevas llama-
das a cambiar profundamente
los modos de vida. Pero también
remite a una ideología. Forma
parte de esos términos trampo-
sos que se han naturalizado con
las lógicas mercantiles y que
contribuyen a disimular lo que
se pone en juego en la compleji-
dad de las nuevas formas de
interacción y transacción a nivel
planetario. Retomar la genealo-
gía del término revela ser impor-
tante si se desea que no crezca
la dificultad para distinguir qui-
meras de realidades en un cam-
po de representaciones ya am-
pliamente abierto a la mitología.
11
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10
La tesis de los ocasos
El sintagma “global” de-
buta tímidamente en su
trayectoria civil desde fi-
nes de los años sesenta.
Hasta entonces era el
feudo de los estrategas
militares del Pentágono,
que lo aplicaban a la su-
perpotencia soviética, “el
enemigo global” por exce-
lencia. Los satélites de in-
formación encargados de
supervigilarlo serán bau-
tizados como Global Posi-
tioning System. Con oca-
sión de la guerra de Viet-
nam el mediólogo cana-
diense Marshall McLuhan
lanza la expresión “Aldea
global”. Esta primera gue-
rra televisiva en directo
demuestra, según él, la
potencia de la imagen
electrónica para hacer
historia. Gracias a la capacidad
de convocatoria de la televisión,
un “verdadero comunismo pla-
netario” está instaurándose, mu-
cho más auténtico que aquél rei-
vindicado por los regímenes pre-
tendidamente comunistas.2 De
ahora en adelante el conductor
del reacomodo político del pla-
neta es el imperativo tecnoló-
gico. La complejidad de las
culturas y de las sociedades en
las que los mensajes aterrizan
cargan con el pasivo de esta
tecno-utopía.
Paralelamente la geopolítica em-
prende, con Zbigniew Brzezinski,
futuro consejero del Presidente
Carter para asuntos de segu-
ridad nacional y fundador de la
Comisión Trilateral encargada
de contener la crisis de “gober-
nabilidad de las democracias
occidentales”, la tarea de pensar
la evolución del enfrentamiento
entre bloques bajo el efecto de
la revolución tecnotrónica, fruto
de la convergencia de la com-
putadora, de las telecomuni-
caciones y de la televisión.3 Su
argumento central: la unificación
del mundo se ha acelerado sin-
gularmente bajo el efecto de la
expansión de las redes de infor-
mación y de comunicación; el
dominio de los dispositivos de
información y de cultura tiene el
rol cada vez más estratégico en
la definición de una “potencia
mundial”, puesto que la “diplo-
macia de las redes “está sustitu-
yéndose a la “diplomacia de la
cañonera”, el planeta va a deve-
nir entonces en “sociedad glo-
bal”, pero hasta ahora el único
país que por su poder de irradi-
ación merece el nombre de “so-
ciedad global” es Estados Uni-
dos, puesto que “comunica más
que cualquier otra sociedad”;
por esta madurez la sociedad
americana se ha tornado en el
faro que alumbra el camino de
las otras naciones. En términos
políticos esto quiere decir que
de ahora en adelante ya no se
puede hablar de imperialismo
cultural de Estados Unidos fren-
te al resto del mundo -tema que
sin embargo va a movilizar en los
años setenta numerosas teorías
y movimientos críticos de la he-
gemonía americana- puesto que
sus industrias culturales y sus
modas se han hecho naturalmen-
te universales, y proponen mo-
delos de vida, de comporta-
miento y de organización que
imitar. La “sociedad global” -ex-
presión inaugurada en ese enton-
ces, será la extrapolación del ar-
quetipo nacido y logrado en los
Estados Unidos.
De hecho, Brzezinski capitaliza
las tesis sobre los “ocasos” o “fi-
nes” que desde hace unos diez
años vende la ciencia política
americana -sobre todo en Politi-
cal Man (1959) de Seymour Mar-
tin Lipset y The End of Ideology
(1962): fin de lo político, fin de
la ideología, fin de las clases, fin
de los enfrentamientos.
En el mundo de los negocios el
papa del management ameri-
cano, Peter Drucker, prefería
desde inicios de los setenta a la
nueva era de expansión de las
grandes unidades económicas la
edad del Global Shopping Center,
cuya prefiguración veía en la
redes de producción y de distri-
bución de la empresa IBM.4 A lo
largo de la década los profetas
transnacionales de la globali-
zación empresarial no han deja-
do de señalar al Estado-nación
como el principal, realizando así
una inversión a largo plazo. La
World Business Class o Global
Business Community -pues tal es
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oel nombre que escogerá en los
años noventa para identificarse-
percibirá los dividendos cuando
vengan las desregulaciones -otra
palabra con trampa, puesto que
no se trata más que de un nuevo
modo de regulación en que el
Estado se deshace de algunas de
sus funciones y arregla el marco
del dejar hacer comercial- en
serie de las telecomunicaciones
y de los sistemas audiovisuales.
El Estado-nación es atacado por
dos flancos: cuestionado por ser
demasiado grande para los
pequeños problemas, también se
le critica ser demasiado pequeño
para los grandes problemas.5
Estas sedimentaciones son
esenciales para comprender el
depósito de creencias que sub-
yace a los usos contemporáneos
de la palabra.
La empresa-red: una visión
cibernética del mundo
La entronización de la noción de
globalización no ocurrirá sino en
los años ochenta, bajo los aus-
picios de la geoeconomía, y no
bajo los de la geopolítica, bajo
el timón del pragmatismo del
mercado y no bajo las especu-
laciones de sociólogos o poli-
tólogos. La ocasión se debe a la
vez a una evolución de la gestión
de ciertas empresas trans-
nacionaels y a la globalización de
la esfera financiera, único sector
económico internacional en
haber realizado la interconexión
generalizada de sus actividades
y de sus redes de información y
de comunicación en tiempo real.
Antes de acabar esa década, esta
visión nacida en el corazón del
planeta de la geofinanza habrá
impregnado al conjunto de los
sectores de la geoeconomía y ha-
brá masificado sus audiencias.
Retrospectivamente los teóricos
de la gestión reivindican haber
estado en los orígenes de la idea.
Escuchemos a uno de ellos ex-
presarse en el diario Le Monde
en febrero de 1997 con ocasión
del Foro Económico de Davos
(Suiza) que reune anualmente a
los directivos de las empresas de
las grandes compañías llamadas
globales en torno al destino del
planeta: “desde hace tiempo el
gran proyecto de las empresas
que operan a escala interna-
cional es la mundialización, y
son ellas las que, sobre el te-
rreno, arman el discurso sobre
la globalización (...) Este trabajo
tiene diez años para las grandes
empresas. Para ellas, el término
globalización no es sólo un
concepto intelectual, sino una
realidad cotidiana. Lo que es
nuevo, es que hoy en día son los
políticos y los pensadores quie-
nes toman la posta para con-
ceptualizar ese fenómeno de
mundialización”.
El marco global inspira una
doctrina de la organización de la
empresa en la edad de las redes.
Es esta doctrina corporativa que
es extrapolada como fundamen-
to de la reorganización del plane-
ta, y por consiguiente presenta-
da como conforme al interés de
todos. Y es así que, repetida a lo
largo de una vasta red transn-
acional de enseñanza de ciencias
de la gestión, de best sellers
sobre el reengineering gerencial,
de workshops, de lobbying y de
organizaciones corporativas, la
Global Business Class se cons-
truye como elite mundial y no
deja de naturalizar nociones que
sirven a cualquiera para nom-
brar al mundo. Ironía de la his-
toria: ¡Es uno de los pocos gru-
pos sociales que todavía osa
reivindicar la calidad de “clase”!
La edad de las redes sucede al
modelo jerarquizado del fordis-
mo y sobre la vía a la “empresa-
red”. La firma global y “relacio-
nal” responde a una estructura
orgánica en la que cada parte
supuestamente sirve al todo.
Garante de la fluidez, la comuni-
cación -interna, como hacia el
exterior- debe estar omnipre-
sente. Toda falta de “interopera-
bilidad” entre las partes, toda
ausencia de intercambio de flu-
jos conlleva el riesgo de atascar
al sistema. La comunicación es
ennoblecida al juntarse con las
teorías de la organización. Un
lema rige esta lógica de la
empresa, la “integración”. Tra-
duce la visión cibernética que
tienen del mundo los gerentes.
Integración de escalas geográ-
ficas, pero también de la concep-
ción, de la producción y del
13
A.M
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lart
12
consumo, incluso entre esferas
de actividad separadas. Pensan-
do, por ejemplo, en la búsqueda
desenfrenada de sinergias entre
las industrias del continente y
las del contenido, el hardware y
el software. Lo local, lo nacional,
lo internacional ya no son
niveles compartimentados, sino
interactivos. El consumidor
pierde su carácter de agente
pasivo para ser promovido al
rango de “co-productor” o “pro-
sumidor”, en revelador matrimo-
nio semántico.
El estilo de vida global
Los grandes grupos de comu-
nicación han contribuido am-
pliamente a la construcción del
tecnoglobalismo a lo largo de los
años ochenta, periodo bendito
de florecimiento del mito comu-
nicacional. A través de su visión
experimental de la cultura ha
comenzado a tener sentido un
discurso sobre la convergencia
“cultural” y el fin de la hetero-
geneidad cultural -declive del
discurso de los “fines” (de lo so-
cial, de lo político, de la historia,
de la ideología).
Citemos a modo de ilustración
un extracto de la literatura pro-
mocional de los discursos que
han acompañado a estos grupos
globales en sus sagas de con-
quista (a menudo jalonadas por
fracasos estentóreos cuyo em-
blema es el grupo Maxwell) del
mercado mundial: “Vivimos una
era de comunicaciones globales.
Científicos y tecnólogos han
realizado lo que desde hacía
tiempo los militares y los po-
líticos habían intentado estable-
cer sin lograrlo: el imperio glo-
bal (...) Mercado de capitales,
productos y servicios, gerencia
y técnicas de fabricación se
tornan en globales por natu-
raleza. Resultado, las empresas
ven que deben competir cada
vez más a través del mundo
entero en el global marketplace.
Este nuevo desarrollo emerge en
el mismo momento en que las
tecnologías avanzadas transfor-
man la información y la comu-
nicación”.6 Más allá de la mega-
lomanía de esta afirmación, se
juega la suerte de una batalla por
la interpretación de la historia en
torno a esta noción de “globa-
lización”.
Hechos explícitos por un teórico
del marketing y de la gerencia,
los presupuestos que subyacen
a esta prosa creadora de la ima-
gen del desempeño de una firma
son: “Lejos está el tiempo de las
diferencias regionales o nacio-
nales (...) Las diferencias debi-
das a la cultura, a las normas, a
las estructuras son vestigios del
pasado (...) La convergencia, ten-
dencia de cada cosa a volverse
como las otras, empuja al mer-
cado hacia una comunidad glo-
bal”. O más explícito todavía:
“Cada vez más en todos lados,
los deseos y los comportamien-
tos de los individuos tienden a
evolucionar de la misma manera,
ya se hable de Coca Cola, de mi-
croprocesadores, de jeans, de
películas, de pizzas, de produc-
tos de belleza o de máquinas
fresadoras”.7 Lo que permite el
advenimiento de esta converging
commonality, este espacio de
intercambios comerciales homo-
géneo, es el InfoTech, base de la
“República de la Tecnología”. No
se niega la existencia de mer-
cados segmentados, de merca-
dos compuestos por grupos so-
cial, económica y demográfi-
camente diferentes. Pero se pos-
tula que esos segmentos corres-
ponden más a una lógica global
que a lógicas nacionales. Grupos
de personas similares residentes
en países distintos pueden tener
las mismas necesidades y las
mismas demandas por los mis-
mos productos. Hay más seme-
janzas entre grupos que viven en
ciertos barrios de Milán, París,
Sao Paulo, Nueva York que entre
un habitante de Manhattan y uno
del Bronx. De ahí vino la decisión
de elaborar tipologías trans-
fronterizas de estilos de vida o
de “mentalidades socio-cultu-
rales” que agrupan y clasifican a
los individuos en consumption
communities (comunidades de
consumo) en base a sus con-
diciones de vida, sistemas de
valores, prioridades, gustos y
normas. Segmentación y globa-
lización aparecen por lo tanto
como dos facetas de un mismo
proceso que llevan al mundo
hacia esta commonality de la que
hablábamos más arriba. Nada
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osorprendente en esto, cuando se
sabe que desde sus primeras
aplicaciones bajo el fordismo de
los años veinte, el marketing se
definió como una operación tác-
tica de división y recorte del
mercado y de los blancos por to-
car a fin de alcanzar el objetivo
estratégico de cubrir el íntegro
de un territorio. La segmenta-
ción del campo del consumo -lo
que llamo la taylorización del
consumo- progresa a medida que
se perfeccionan la banca y las
bases de datos informatizadas y
otras técnicas del mapping o
cartografía socio-económico-cul-
tural de los blancos.8
La denominada cultura global
busca “universales”. El discurso
sobre el “mercado único de
imágenes” se apoya en la “capita-
lización de las referencias y de
los símbolos universalmente
reconocidos”. Si hay “conver-
gencia cultural de los consumi-
dores” o confluencia de actitu-
des y comportamientos hacia un
“estilo de vida global” es por que
antes ha habido inversiones en
“educación del consumidor” des-
tiladas a través de los años en la
publicidad, en películas y en pro-
gramas, especialmente los de
Estados Unidos considerados
“soportes naturales de univer-
salidad”.
Esta alfabetización mediática
con un gran denominador plane-
tario ha planteado las premisas
de la “Aldea global”, que se reto-
ma obviamente del profesor de
Toronto. Un fenómeno que viene
a culminar la multiplicación de
flujos alimentados por los viajes
de negocios, el turismo, la coci-
na, la moda o la decoración de
interiores. Pero según los de-
fensores de la idea globalitaria,
“el factor más importante en la
aceleración del desarrollo de un
estilo de vida global único (single
global lifestyle) sigue siendo la
lengua inglesa, agente de homo-
geneización por excelencia, que
es impuesta como lengua univer-
sal”.9 Subrayada por casos que
crean escuela, la epopeya de tal
o cual empresa o marca global -
Coke, Marlboro, Levi-Strauss,
Pepsi, IBM, McDonald’s, Nike -
pero también Adidas o Nestlé-
deviene así en el gran relato de
la ubicuidad de un estilo de vida
cuya globalización es enfatizada
por la expansión vertiginosa de
las redes de información y
comunicación.
Otros teóricos de este campo se
muestran más cautelosos. Pues
la mayoría de los fracasos de las
estrategias globales -anotan és-
tos- vienen precisamente de una
falta de sensibilidad cultural, de
reconocimiento de valores, o de
actitudes que hacen que una es-
trategia exitosa en un país revele
ser nefasta en otro. Así ha nacido
la idea de la necesidad de tomar
en cuenta los diferentes niveles,
local, regional, internacional, y
pensarlos simultáneamente. Es-
te imperativo es designado por
el neologismo glocalización, lan-
zado por los especialistas japo-
neses, fruto de una contracción
entre lo local y lo global. Pero en
esta querella casuística no está
el centro del problema. Después
de todo, lo que separa a unos de
otros no son más que divergen-
cias en cuanto al ritmo de la
construcción de este espacio
global y de las modalidades por
seguir para acceder a él. Con ese
término se está también apos-
tando a que la oscilación entre
lo macro y lo micro, entre la
lógica de los grandes conjuntos
y las lógicas de proximidad
permanecerá todavía mucho
tiempo como un rasgo consti-
tutivo del proceso de construc-
ción del mercado mundial in-
tegrado. La “masificación” alter-
na con “desmasificación”, con la
segunda contribuyendo a hacer
retroceder los límites de la pri-
mera, a vencer las resistencias a
la “estandardización universal”.
Las pan-televisiones tipo CNN se
han dado cuenta rápidamente
“descentralizando” sus emisio-
nes globales. Y no hablemos de
las redes globales de publicidad
que son maestras en combinar lo
macro con lo micro. La aproxima-
ción unificada en el nivel estra-
tégico se conjuga con las modali-
dades tácticas de una autonomía
capaz de enlazar los pliegues y
repliegues de territorios y de
contextos particulares.
La objeción más pertinente al
tecnoglobalismo viene de los
economistas críticos. “La empre-
sa global (y por consiguiente la
economía global que supues-
15
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14
tamente conduce) es un proyec-
to más que una realidad”, nos
dice Robert Boyer, quien preci-
samente titula su artículo “Las
palabras y las realidades” en el
que pasa revista a los señuelos
del pensamiento gerencial afilia-
do a la totalidad mundial.10 Aña-
damos por nuestro lado que por
ser incompleto (y forzosamente
por las incertidumbres que
resultan del futuro del proceso),
el discurso sobre la globaliza-
ción constituye una pieza clave
en el dispositivo de la gestión
simbólica del modelo económico
y social ligado a la nueva fase de
la desterritorialización de los
mercados. Todo ocurre como si
“comunicar” (es ahora una fun-
ción reconocida como “geren-
cial” por la empresa) provocase
el advenimiento de la realidad,
como si el efecto del anuncio
apurase el acontecimiento. El
imaginario gerencial tiene por
función “levantar” el proyecto
dándole a realidades parceladas
la coherencia de un orden
denominado global.
La libertad de expresión
comercial
Lo que confiere a esas visiones
empresariales del futuro del
mundo su importancia estraté-
gica, es el lugar hegemónico que
el actor Empresa ha adquirido en
la vida social. La doctrina ge-
rencial es una maquinaria de
guerra política al servicio de
intereses de la Global Business
Community que entiende reducir
a la “comunidad global” a su ú-
nica definición. La mirada es-
tratégica de los actores globales
del mercado no deja de modifi-
car las reglas de juego en materia
de regulación de las redes de
comunicación. Como prueba, las
tomas de posición y las acciones
de lobbying de sus organizacio-
nes corporativas para orientar
para sí las estrategias de regu-
lación pública de los flujos cul-
turales. El desplazamiento del
debate sobre ese asunto esencial
hacia el GATT (Acuerdo General
sobre Tarifas Aduaneras y Co-
merciales, rebautizado en 1994
OMC u Organización Mundial de
Comercio) como sede institu-
cional de la controversia es re-
velador. El hecho que la cultura
sea considerada en este orga-
nismo técnico de Naciones Uni-
das como un rubro de los flujos
inmateriales e invisibles catalo-
gado “servicios” pone de mani-
fiesto la centralidad adquirida
por la concepción economicista
de los intercambios culturales en
simbiosis con el tecnogloba-
lismo.
Las posiciones que se enfren-
taron en el seno del GATT y en
las discusiones entre la Unión
Europea y los Estados Unidos
desde los años ochenta en torno
a los flujos de información y de
comunicación son una lección
política. No hablo aquí sólo so-
bre los debates de productos au-
diovisuales, sino de los refe-
rentes a la expansión de los espa-
cios publicitarios y la consti-
tucion de bancos de datos sobre
perfiles socio-culturales indivi-
duales, esenciales para el mar-
keting de segmentación de públi-
co-objetivos y cuya expansión
mundial tropieza con el principio
del respeto a los datos perso-
nales. La protección de los datos
personales ha sido en efecto
objeto de una “directiva” de la
Unión Europea que Washington
juzgó ser inadmisible.
Una enseñanza mayor de esas
controversias es la que aporta la
tensión aparecida entre una
concepción de la libertad de
expresión trasladada a “libertad
de expresión comercial”, y la
libertad de expresión definida
por la declaración de los
derechos humanos. De un lado,
el derecho de dejar a la auto-
disciplina y la autoregulación de
los actores la responsabilidad de
determinar los espacios sociales
susceptibles de ser abiertos a la
expansión de la razón publi-
citaria. Del otro, la concepción
de la libertad de expresión como
condición de existencia de una
esfera pública y de instancias de
control democráticas. Es en este
contexto que ha emergido la
noción neopopulista de global
democratic marketplace, pieza
clave de legitimación del libre-
cambismo. Sólo el libre arbitrio
del consumidor en el mercado de
la oferta libre debe regir la circu-
lación de los flujos culturales. En
los debates en el seno del GATT
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oacerca de la necesidad de una
regulación de los flujos de pro-
gramas, este axioma sobre la
“soberanía absoluta del consu-
midor” ha llegado a la boca de
Jack Valenti, presidente de la
MPEEA (Motion Picture Export
Association of America): “Déjen-
los ver lo que quieran. Denles la
libertad de apreciar. Demos
confianza a su buen sentido. La
única sanción aplicada a un pro-
ducto cultural debe ser su fraca-
so o su éxito en el mercado”. O
más aún: “Déjenlos determinar lo
que quieren ver, así como de-
terminan por quien van a vo-
tar”.11 La mímesis de la lengua de
la mercancía en la de la esfera
pública es completa. Las obje-
ciones que se tiene derecho a
hacer a esta concepción mer-
cantil de la libertad son de in-
mediato calificadas por los lob-
bies de tentativas de establecer
la censura.
Semejantes argumentos hacen
caducar los numerosos debates
sobre la necesidad de formular
políticas públicas en este campo
y y dan nueva vida a la vieja
doctrina del free flow of informa-
tion. Es a partir de esos argumen-
tos que los organismos empre-
sariales se han tornado en partí-
cipes esenciales de la prepa-
ración de los expedientes y de la
toma de decisiones en el modelo
de implantación de los macro-
sistemas de información y de
comunicación. La decisión his-
tórica tomada en febrero de 1995
por los países del G7 reunidos en
Bruselas por primera vez en
torno a la cuestión de la “socie-
dad global de la información”, de
remitirse a los actores del mer-
cado para construir esta infraes-
tructura “vial” informatizada es
más que una seria advertencia.12
Tanto más cuando se sabe que
la sociedad civil organizada es a
lo sumo una convidada de pie-
dra en esas reuniones.
La tecnología redentora
A la tecnología se le pide redimir
al mundo. Celebrada en tanto
creadora de una “nueva agora”,
anuncia el fin de los grandes
desequilibrios sociales y eco-
nómicos del planeta. Punto de
convergencia de la geopolítica y
del discurso gerencial de la geo-
economía, esta concepción re-
dentora de las redes impregna el
proyecto de las autopistas de la
información, bautizado por su
conceptor, Albert Gore, vicepre-
sidente de los Estados Unidos,
Global Information Infrastructure
(GII). En su discurso a los delega-
dos de la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (UIT) reu-
nidos en Buenos Aires, dijo en
1994: “La GII va a ofrecer una co-
municación instantánea a la gran
familia humana(...) No será sólo
una metáfora de la democracia
en marcha: en realidad estimu-
lará el funcionamiento de la de-
mocracia aumentando la parti-
cipación de los ciudadanos en la
toma de decisiones. Favorecerá
la capacidad de las naciones
para cooperar entre ellas (...)
Veo una Nueva Edad ateniense
de la democracia que se forjará
a través de los foros que la GII
cree”.13
Esta relación mítica entre la red
y la democracia directa no data
por cierto de hoy. En cada ge-
neración técnica, desde el telé-
grafo óptico y el ferrocarril, esta
creencia de connotación fran-
camente religiosa se ha reci-
clado. La comunicación ha com-
partido siempre con la religión
la misma función de religare,
decían los discípulos de Saint-
Simon en el siglo XIX.14 ¿La
invocación a la “gran familia hu-
mana” no ha dado acaso sus
primeros pasos bajo el signo de
la escatología de la Iglesia de
Roma?
Pero a proximidad del tercer
milenio, estamos lejos del tiem-
po en que la profecía podía aún
aparecer como monopolio de
reformadores o de francotira-
dores. La tecno-utopía se ha con-
vertido en un arma ideológica de
primer orden en los tráficos de
influencia, con miras a natu-
ralizar la visión librecambista del
orden mundial. La elaboración
de escenarios futuristas se ha
tornado en profesión lucrativa.
Como dicen los expertos, hay
que cuidar el “arte de propagan-
dizar (propagandize) el futuro”.
Todos los grandes gurús de la
informática tienen su propio
“think tank” que vende ese tipo
17
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16
de servicios profesionales. Aquél
en el que participa el profesor
del MIT Nicholas Negroponte,
accionista de la revista Wired,
biblia de los conectados, se lla-
ma simplemente Global Business
Network. Pero dura es la caída
del angelismo. El último discurso
de la administración americana
en julio de 1997, ha cambiado la
idea de los El dorados de la
democracia numérica por la del
espacio digitalizado del libre
intercambio de mercancías. El
imaginario del planeta segmen-
tado de las comunidades virtua-
les se junta con el pragmatismo
de las consumption communities
globales, predilectas de los
especialistas del marketing.
Esta naturalización de los
modelos económicos del neo-
liberalismo conlleva forzosa-
mente amnesia. Se omite que los
laboratorios de la economía de
mercado a los que hoy en día ha-
cen referencia los países que
quieren arrimarse al primer mun-
do no eran seguramente mode-
los de democracia, puesto que
eran propulsados por los más
feroces regímenes autoritarios.
Se olvida que, dado su costo so-
cial inconmensurable, el modelo
global de reorganización pone el
precio del refuerzo de la “segu-
ridad” (de clase, a escala nacio-
nal, como internacional) y que la
lógica pesada del ghetto seguri-
tario participa tambén ella en la
creación del uso de las nuevas
tecnologías de la información. A
fuerza de oir decir que el estado
está moribundo, esto se cree y
no se atribuye más importancia
al rol que asume en la reestruc-
turación de las industrias infor-
macionales de la defensa en los
grandes países industriales, co-
mo tampoco en las evoluciones
de la doctrina militar de segu-
ridad nacional en función del
nuevo contexto de la compe-
tencia en el mercado. La regla en
este terreno es la opacidad.
Contra el aburrimiento y la me-
diocridad: ¡Gerentes e Intelec-
tuales, unidos en la misma pelea!
¿Cómo interpretar de otro modo
el alegato vigoroso lanzado en
1993 por Peter Drucker en favor
de una vasta alianza alrededor
de la edificación de la “sociedad
post-capitalista”, o como Bill
Gates de un “capitalismo libera-
do de fricciones”: “Sus puntos de
vista se oponen, pero se oponen
como dos polos indisociables,
no contradictorios, afirma. (...)
Cada uno tiene necesidad del
otro (...) El intelectual, si no es
complementado por el gerente,
crea un mundo en el que cada
uno hace lo que quiere, pero en
el que nadie hace nada. El mundo
del gerente, si no es comple-
mentado por el intelectual se
torna en una burocracia de un
gris embrutecedor en el que
manda el hombre de la orga-
nización. Pero si encuentran su
equilibrio, pueden entonces na-
cer la creatividad y el orden, el
sentido de la misión y del lo-
gro”.15 Instrumental, la noción de
cultura en la era global remite a
una definición igualmente uti-
litarista del intelectual, que de
paso exhibe su connivencia con
la vulgaridad de un anti-intelec-
tualismo característico del popu-
lismo mercantil.
La comunicación-mundo
“La globalización significa
que usted nunca más se
verá obligado a pedir
disculpas”, ha escrito el
escritor y teórico de las
culturas populares mexi-
cano Carlos Monsiváis.
Símbolo del proceso gen-
eral de despersonaliza-
ción y de desnacionali-
zación, el vínculo está va-
ciando al mundo de sus
actores sociales. A fuerza
de pensarse como socie-
dades de responsabilidad
limitada, gestionarias de
la totalidad social, y de preten-
der regularla dándole confianza
a la autodisciplina del mercado,
las grandes unidades de la eco-
nomía mundial se han tornado
en sociedades desresponsabi-
lizadas. Al terminar los años cin-
cuenta, Roland Barthes hablaba
de la burguesía como “sociedad
anónima”.16 Hoy en día es la
World Business Class que convie-
ne aplicar esa patente. El aplo-
mo aparente de su proyecto
prometeico esconde en verdad
una fuga hacia adelante. Para
callar sus propias incertidum-
bres, los ideólogos del globalis-
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omo plantean como verdades
científicas el resultado de un pro-
ceso cuyo futuro dista mucho de
estar inscrito en letras de már-
mol. En nombre del imperativo
categórico geo-tecno-financiero,
las sociedades se ven intimi-
dadas por la orden de aceptar la
desreglamentación del estado de
derecho como inexorable.
A fuerza de martillar que la
interdependencia creciente en-
tre las naciones, la multiplica-
ción de los actores y de las pues-
tas en juego y el así llamado de-
bilitamiento de las jerarquías en
el espacio mundial hace a tal
punto a la noción de poder “com-
pleja, volátil e interactiva”, que
se vuelve inconsistente y se
evade de todo análisis.17 Las res-
ponsabilidades en el sistema glo-
bal se diluyen al punto que ya no
hay medio de identificar a sus
actores, y por lo tanto no es posi-
ble ni necesario contemplar una
respuesta al proyecto globali-
tario. Así se termina de oscure-
cer la puesta en juego del poder
que implica la reorganización del
orden mundial que empezó bajo
el signo de la “Aldea global”,
como manera de negar las
diferenciaciones entre socieda-
des y la perdurabilidad de la
relaciones de fuerza y del interés
colectivo.
De la creencia globalista se
desprende una visión de la así
llamada sociedad de comunica-
ción como sociedad transparen-
te e igualitaria. En realidad, la
técnica y sus redes no han ce-
sado desde el inicio del siglo XIX
de cavar la separación entre el
mundo “desarrollado” y la otra
parte del planeta. Eso es lo que
han demostrado bien Fernand
Braudel y Emmanuel Wallerstein
en sus análisis sobre la forma-
ción de la economía-mundo.18
Esta ley del intercambio desigual
sigue un dato esencial para ana-
lizar las relaciones entre las eco-
nomías, las sociedades, las cul-
turas. Es de esas lógicas de ex-
clusión que trata de dar cuenta
ahora la noción de “comunica-
ción-mundo” una noción que re-
trotrae a la historia a la escena.19
Nuevas formas de competencia
por doquier oponen a los terri-
torios entre sí y generan usos
diferenciados. El proyecto de
globalización es portador de una
geografía social de dos veloci-
dades. “La guerra contra los po-
bres e incluso el genocidio de los
pobres está a la orden del día de
la modernidad”, decía el geopo-
lítico Joxe en un coloquio convo-
cado por el centro de estudios
interdisciplinarios de la UNAM
en enero de 1997.20 El horizonte
considerado insuperable es el
del “tecno-apartheid global” o de
la “economía de archipiélago”
con sus megalópolis de excelen-
cia tecnológica. Es ésta la reali-
dad que pintaba con lucidez el
comandante Marcos en agosto
de1997 al referirse a la guerra
generalizada contra los “deshe-
chables” del planeta neo-liberal
que abría la “cuarta guerra mun-
dial”: “La supresión de las fron-
teras comerciales -escribe- la
explosión de las telecomunica-
ciones, las autopistas de la infor-
mación, el potencial de los
mercados financieros, los acuer-
dos internacionales de libre co-
mercio, todo ello contribuye a
destruir a los estados-nación.
Paradójicamente, la mundia-
lización produce un mundo frag-
mentado, hecho de comparti-
mientos estancos apenas unidos
por puentes económicos. Un
mundo de espejos trizados que
reflejan la inútil unidad mundial
del rompecabezas neo-liberal.” Y
prosigue: “Es una de las para-
dojas de lo que llamo la cuarta
guerra mundial: destinada a
eliminar las fronteras y a unir las
naciones, provoca una multipli-
cación de las fronteras y una
pulverización de las naciones.
Pero el neo-liberalismo no
fragmenta sólo al mundo que
quisiera unificar, produce igual-
mente al centro político-econó-
mico que dirige esta guerra. Urge
hablar de la megapolítica.”21
Es sobre este mapa caótico de
fragmentaciones que se ins-
criben las nuevas modalidades
de oposición a la Realpolitik neo-
liberal. Lo que Marcos llama
“bolsones de resistencia”. Es
igualmente sobre este mapa que
trazan sus líneas lo que he lla-
mado las “redes parasitarias” y
lo que los geopolíticos bautizan
como “nuevos frentes planeta-
rios del desorden”, los “espacios
sombríos”, los “anti-mundos”.
Circuitos de la economía
19
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18
subterránea, redes mafiosas y
tráficos ilícitos (desde las drogas
hasta pedofilia pasando por el
contrabando electrónico), fren-
tes del integrismo, frentes de las
sectas, flujos transnacionales de
diásporas clandestinas.
Un sistema barroco
La representación tecnogloba-
lista es construida sobre una no-
ción de historia que recicla la
vieja ideología del progreso. “El
sentido de la historia está
amenazado a cada paso de des-
viarse y necesita ser incesan-
temente reinterpretado”, escri-
bía en 1955 Merleau-Ponty, refu-
tando el “esquema de la ma-
duración histórica” de la histo-
ria-modernidad-progreso o con-
cepción de la historia “en taja-
da”, como dirá más adelante
Braudel. “La corriente principal
no deja nunca de tener contraco-
rrientes o torbellinos. Ni siquiera
se da como un hecho. Se revela
sólo a través de asimetrías, so-
breviviencias, diversiones, regre-
siones; es comparable al sentido
de las cosas percibidas, a esos
relieves que cobran forma sólo
desde cierto punto de vista y
jamás excluye absolutamente
otros modos de percepción”.22 El
filósofo pionero de la fenomeno-
logía social responde a una vi-
sión compacta y abstracta del
sistema económico con la no-
ción de “sistema barroco”, más
adecuada para rendir cuenta de
la complejidad del sistema
económico concreto.
El globalismo niega esas grietas
de las historias desfasadas. Pe-
ter Drucker escribe: “El hombre
educado de mañana deberá
contar con vivir en un mundo
globalizado, que será un mundo
occidentalizado”.23 Revisadas y
corregidas por el nuevo dar-
winismo neo-liberal, vuelven a
aflorar las viejas doctrinas difu-
sionistas sobre el progreso lineal
formuladas por la etnología clá-
sica del siglo XIX y actualizadas
por las sociologías de la
modernización/westernization al
siglo siguiente en la batalla con-
tra el “subdesarrollo” de los años
sesenta y setenta. Los modelos
culturales de la modernidad sólo
pueden irradiar del centro hacia
la periferia. La modernidad del
primero cumple el rol de anti-
cipación del porvenir de la se-
gunda a condición que ésta siga
fielmente las fases canónicas de
la evolución por las cuales han
pasado las naciones adultas.
Las nuevas modalidades críticas
de aprehender la formación de
la modernidad que han emergido
en los ochenta contrabalancean
precisamente esta teoría de una
cultura de sentido único que le-
gitima la hegemonía ejercida en
la economía global por el “poder
triádico” (América del Norte, U-
nión Europea, Japón), otra ex-
presión de la concepción segre-
gacionista del mundo consagra-
da por el teórico nipón de la ge-
rencia Kenichi Ohmae.24 La idea
de progreso “necesario” definido
exclusivamente a partir de la ex-
periencia euro-americana de la
modernidad ha hecho crisis pre-
cipitando interrogantes acerca
de los procesos de apropiación
por culturas y territorios singula-
res de los flujos globales. Las
nuevas interrogantes en torno a
la alquimia de los cruces entre
lo “moderno” y lo “tradicional”
quiebra esta imagen de un ar-
quetipo de modernidad produc-
to del logocentrismo occiden-
tal.25 De Río a Bombay, de Tokio
a Singapur, de Seul a México, la
antropología cultural descubre
expresiones de modernidades
mestizas que fuerzan los anti-
guos polos de una modernidad
única a lanzar otra mirada sobre
su propia historia. Este cuestio-
namiento de un tipo ideal de mo-
dernidad lleva a ampliar la ob-
servación a un abanico más an-
cho de emisores de flujos globa-
les. No sólamente se toman en
cuenta las redes mediáticas, cre-
adoras de mediascapes, según la
expresión del antropólogo hindú
Arjun Appadurai calcada del
término inglés landscape, o pai-
saje, sino el conjunto de redes
que cortan el globo en ethnos-
capes, technoscapes, finanscapes
e ideoscapes.26 Piénsese por
ejemplo a los flujos y a los inter-
cambios culturales y financieros
desarrollados por las múltiples
diásporas -constantes o esporá-
dicas- legales o ilegales que
modelan los ethnoscapes trans-
fronterizos. El contrapunto de
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olos nuevos paisajes mestizos, pe-
ro ligadas inextricablemente a la
misma reconstrucción de los
procesos identitarios en la edad
de los flujos globales, hay insu-
rrecciones de la singularidad cul-
tural que responden a la amena-
za de homogeneización median-
te la recusación de la alteridad.
Estas vías de reflexión explora-
torias sobre la fragmentación y
la heterogeneidad del planeta in-
dican, si fuese necesario, los
límites del mediocentrismo que
caracteriza la tendencia a redu-
cir la ecuación cultural a un pro-
blema de cultura de masa, y a
inducir, a partir de la pan-difu-
sión de sus productos y de los
global events, la fusión de las
culturas bajo un coeficiente co-
mún de agrupamiento. Nunca se
repetirá lo suficiente: por un
lado, sólo el deseo es universa-
lizable, y no los bienes y los mo-
dos de vida que esas redes de
ubiqüidad comercial reflejan a
diario a través de las vitrinas de
los medios; por otro, es ilusorio
pensar que existe un isomor-
fismo de la emisión y la recep-
ción. El tiempo en que las socio-
logías de la modernización, cal-
cadas sobre la teoría matemática
de la información -formulada por
un ingeniero en telecomunica-
ciones- exaltaban a los medios
como agentes de la “revolución
de las expectativas crecientes”
ya pasó. En el horizonte se per-
fila el espectro de la “revolución
de las frustraciones crecientes”,
producto de la distancia que
separa las promesas de inte-
gración con estilo de vida global
de las situaciones de exclusión
en la vida concreta.
El retorno de las lógicas de
reterritorialización de los flujos
globales es obviamente ambi-
valente. El peligro reside en pre-
conizar a partir de ellas un rela-
tivismo cultural que se aviene
con la argumentación sobre el
libre arbitrio del individuo con-
sumidor. Alérgico a toda idea de
determinación social en nombre
del principio de la autorre-
gulación, el relativismo cultural
mostrado por el nuevo liberalis-
mo niega la necesidad de inter-
vención reguladora de parte de
las autoridades públicas como
de la sociedad civil en los asun-
tos de los actores de la geoeco-
nomía. Ese relativismo ha revela-
do ser paradójicamente un
aliado objetivo de las profesio-
nes de fe que refutan la univer-
salidad de los derechos huma-
nos en nombre de la diferencia
cultural. Así, el discurso del
oportunismo gerencial acerca
del respeto a las idiosincrasias
culturales se ha vuelto el sésamo
para la apertura de los nacio-
nalismos económicos al global
democratic marketplace.
La guerra semiótica
El término globalización sigue
siendo una noción gelatinosa.
Por cierto no rinde honor a la
“imaginación sociológica” que
reclamaba Wright Mills. Si bien
acoge tentativas críticas que lo
trabajan desde dentro y hacen
olvidar las connotaciones de su
origen gerencial, es también la
puerta por la cual ingresan los
discursos marcados por el com-
promiso con las lógicas estruc-
turantes del orden global. Protei-
forme, sirve sin embargo de
panacea. Se le comprende a Alain
Touraine, que en un coloquio
sobre globalización y democra-
cia organizado en Sao Paulo en-
tre las actividades del Congreso
latinoamericano de sociología en
agosto de 1997, decía a manera
de provocación “La gloabliza-
ción es el imperialismo con otro
nombre, purgado de la tensión
ideológica que el concepto
expresaba”.27 Tanto más com-
prensible la irritación del soció-
logo francés cuando desde los
años noventa han proliferado los
ensayos que reiteran como des-
de una antena liberadora: “El
imperialismo ha muerto. ¡Viva la
globalización!”, sobreestimando
el poder de un consumidor sobe-
ranamente libre en sus movi-
mientos y subestimando el peso
de las determinaciones que le
son ajenas en la nueva configura-
ción del planeta.28 En suma,
problematizando el tópico cen-
tral de la reformulación de las
formas de control de los afectos
y los impulsos en las grandes
multitudes que requiere la ex-
pansión del capitalismo mundial
integrado. A modo de respuesta
a esta nueva forma de confor-
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mismo que a menudo toma aires
de “radicalismo elegante”, nada
vale más que la ironía corrosiva
de Carlos Monsiváis citada más
arriba: “La globalización significa
que usted nunca más se verá
obligado a pedir disculpas”.
La confusión nace de la a-topía
social de las palabras que nos
sirven para nombrar al mundo.
El impulso actual de la ingenie-
ría social y cultural, lo que
Lazarsfeld llamaba “investiga-
ción administrativa”, que acerca
a la investigación (y a las teorías)
a la demanda operativa de los
actores económicos y da uso
acrítico a nociones lanzadas des-
de el mercado ahonda más la
ambigüedad. ¿Quién se atrevería
a negar que las lógicas tecni-
cistas y gerenciales sobrecargan
cada vez más nuestro campo de
estudio? ¿Quién puede negar que
el corolario es la disminución de
los espacios desde donde ejercer
la crítica de las instituciones
existentes? Sólo el cinismo o el
refugio en una torre de marfil
académica pueden impedir que
se admita que la market menta-
lity, según el término del histo-
riador Karl Polanyi, se ha vuelto
insidiosa en nuestra interdisci-
plina y que es una de las causas
del retorno de múltiples formas
de emprirismo. A falta de poder
cambiar el mundo, uno se con-
tenta con describirlo. La integra-
ción también está ahí a la orden
del día. El nuevo modelo econó-
mico exige la captación de vi-
veros de materia gris que habían
permanecido al margen de la
valoración capitalista. Es lo que
Antonio Gramsci llamaba el pro-
ceso de formación de intelec-
tuales orgánicos, esa categoría
que parece interesarle tanto a
Peter Drucker.
Será necesario aplicar algún día
las técnicas de la bibliometría
para evaluar los asincronismos
de la penetración de la semán-
tica de lo “global” en las diversas
realidades. Francia es uno de los
pocos países en donde la palabra
no está en olor de santidad. Se
ha optado masivamente por la
palabra “mundialización”. Sin
hacerme militante de esto (por
algo hablo de “comunicación-
mundo”), tendería sin embargo
a encontrarle al término “mun-
dialización” dos cualidades. Por
un lado, a diferencia del vocablo
desencarnado de globalización,
nacido a la sombra de las teorías
de organización de los sistemas,
se refiere explícitamente a la
palabra “mundo”. Esta presencia
es importante, pues nos dice que
en esta nueva fase de la historia
de la “asociación” de las socie-
dades humanas, no hay medio
de pensarse ni de pensar a la
nación sin pensar al mundo. Es
lo que hace decir al antropólogo
Marc Augé: “Todo individuo ha
tomado conciencia de perte-
necer al planeta. Todos son con-
temporáneos, pero en el seno de
una pluralidad. ¿Cómo pensar
juntos esta unidad del planeta y
esta diversidad de mundos que
lo constituye?”29 Por otro lado,
en el término mundialización
pesa sin embargo una memoria
histórica relacionada con la
historia de las redes sociales, in-
cluso si este aspecto es escasa-
mente mencionado en virtud de
que se le ignora. En efecto, la
noción data del comienzo de
este siglo y nació al medio de los
debates en torno a la necesidad
de instaurar una “comunidad de
naciones” que tradujese nuevas
solidaridades entre los pueblos.
Globalización connota unifica-
ción; mundialización reivindi-
caba unión. La diferencia es
grande. En todo caso, algo es
seguro: las grandes huelgas y
manifestaciones masivas france-
sas de fines de 1995 de los dife-
rentes sectores de los servicios
públicos (transportes, telecomu-
nicaciones, educación, hospi-
tales, electricidad), primera
rebelión de un país del G7 con-
tra el globalismo teleguiado por
los mercados financieros, han
hecho más para legitimar la no-
ción de mundialización que to-
dos los tratados académicos.
“Mal nombrar a las cosas es
añadir a la infelicidad del mun-
do”, decía el novelista Albert
Camus. Es muy probable que
estemos condenados por mucho
tiempo a comunicarnos entre
nosotros usando y abusando del
sintagma global. Pero como dice
Marcos, la “cuarta guerra mun-
dial” apenas empieza, y, añade,
esta guerra es también una
“guerra semiótica” contra todas
los discursos estereotipados.
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oEntre los numerosos términos
que, además del de globaliza-
ción, figuran a mi parecer con
rango de blancos en una guerra
declarada para la reconquista
del sentido, habrían tres nocio-
nes que en este último tiempo
han sido manoseadas por los
metadiscursos de la globaliza-
ción: la complejidad, el Todo, la
resistencia. Tres nociones indis-
pensables para volver a comen-
zar a “hablar de megapolítica”.
He aquí algunas notas de trabajo
a este respecto de las cuales he
hecho línea de conducta en mis
propias investigaciones.
• La complejidad. No usarla
como coartada. Hay que darle a
la idea toda su fuerza heurística,
la que permite superar la cau-
salidad unilineal e integrar la flui-
dez y la incertidumbre, sustitu-
yendo al paradigma disyunción/
reducción el paradigma disyun-
ción/conjunción.30 Hacerle la
guerra a los “discursos embudo”
que especulan profusamente
sobre la creciente complejidad
de nuestras sociedades pero en
la práctica alumbran una ecua-
ción de primer grado. La tesis
tecnoglobalista es un ejemplo de
la perversión de la noción. Reite-
rando que “las sociedades huma-
nas son cada vez más comple-
jas”, el discurso de sus opera-
dores permanece clasificador y
unidimensional. “I am optimistic”
clama Nicholas Negroponte,
goloso de complejidad en un
capítulo llamado “la edad del
optimismo” de su Being Digital.31
El positivismo optimista de los
profetas del ciberespacio, que
suponen que toda actitud crítica
sólo puede ser “pesimista” (y
por lo tanto “tecnófoba”), tradu-
ce un pensamiento maniqueo. El
proceso contradictorio de cons-
trucción de los usos sociales de
las tecnologías digitales desa-
parece para dar lugar a un evo-
lucionismo rudimentario.
• El Todo. No dejar la inter-
pretación de la historia del
mundo sólo al marco de la to-
talidad mercantil. Tratar de jun-
tar, de establecer “redes de signi-
ficaciones sociales” (de Cer-
teau). Intentar regresar de lo par-
ticular, de lo local, de lo frag-
mentario al “Todo”. El problema
no es por cierto de retomar los
esquemas de las totalidades abs-
tractas deifinidas por los Macro-
sujetos Poder/ Estado/ Sociedad
que marcaron las explicaciones
englobantes de antes de las rup-
turas con las concepciones mo-
nolíticas del poder que ocurrie-
ron a partir del fin de los setenta.
Ese trabajo es indisociable de un
retorno a la historia de larga du-
ración. Lo que implica tomar dis-
tancia frente a esta carrera por lo
actual en la que se han compro-
metido las ciencias de la infor-
mación y de la comunicación.
* La resistencia. Retirar la
noción de resistencia del univer-
so de la inconsistencia teórica y
del metabolismo neo-darwiniano
de la adaptación necesaria, sig-
nos de capitulación del intelecto,
tal nos parece ser uno de los de-
beres prioritarios del trabajo in-
telectual crítico. Despejar la am-
bigüedad generada por esas
fuertes tendencias que empujan
a muchas investigaciones, a ve-
ces sin saberlo, hacia el rol legi-
timador de un sistema global de
“dominación” (pues hay que de-
jar de ser pusilánime frente a ese
término, como de paso lo era
Michel de Certeau que hablaba
del consumidor como del “domi-
nado”).32 Se necesita cierta va-
lentía para preguntarse acerca
de la tendencia a ubicar exclusi-
vamente la “resistencia” en el
interfaz individuo/programa que
revelan muchos estudios etno-
gráficos sobre audiencias. Si sólo
se puede festejar la importante
ruptura que significó a partir del
final de los setenta el paradigma
de la recepción en relación al
funcionalismo de la recepción
fatal de las relaciones de suje-
ción a un orden social y pro-
ductivo, hay que atreverse tam-
bién a descalificar sus deriva-
ciones hacia el empirismo. Si no,
hay un riesgo de achatamiento
de las problemáticas de la co-
municación. Pioneros del estu-
dio de audiencias, como David
Morley en su último libro, en que
se asocia con un geógrafo, invita
por otro lado a esa reevalua-
ción.33 Resistir es tomar en cuen-
ta el hecho que, a diferencia de
lo que nos quiere hacer admitir
la doctrina del mercado sobre la
libertad del individuo-átomo,
una amplia parte de la interio-
ridad de la persona le es exterior,
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22
empedrada como está de rela-
ciones sociales e históricas.
En 1986, en la obra Penser les
médias, escrita con Michèle
Mattelart y traducida al cas-
tellano al año siguiente,
señalábamos ya las fuentes
posibles de ambivalencia del
nuevo paradigma de la
“postlinealidad” y del retorno al
sujeto ordinario sobre todo a
través de sus usos de los medios:
“Cosas que no se pueden
comprender y vivirse sino a la
luz de la reconciliación entre el
hombre pragmático del que
hablaba Kant, con la felicidad del
hombre concreto, pero también
el inicio de negociaciones
infinitas, es decir sin fin y sin
finalidad, puesto que nacieron
allá en donde acaban las
utopías”.34 Ahora bien, no hay
democracia posible sin
esperanza. La libertad del
consumidor o del usuario no es
una cosa dada, como lo pretende
el naturalismo neo-darwiniano;
ésta se construye. Mejor aún, se
conquista. Es lo que nos
recuerda oportunamente
Philippe Breton al hacer
epistemología: “La construcción
de las normas que garantizarían
la libertad de recepción (de la
comunicación mediatizada)
depende fundamentalmente de
una reflexión viva que sólo tiene
lugar en el seno de la cultura, es
decir de los sistemas de
educación, de enseñanza y de
investigación.”35 Ese es el desafío
que recogen las investigaciones
que comenzaron a replantear
sus interrogaciones acerca de
audiencias y géneros televisivos
en la puesta a punto de
metodologías pedagógicas
activas.36
La palabra Resistir cubre poco si
no se le conjuga con las palabras
Reflexionar y Realizar. Nunca
olvidar la serie de las tres R.
Reflexionar, es tratar de pensar
una “cultura de la responsa-
bilidad”, la única que puede ayu-
dar a repoblar a la sociedad de
sus múltiples actores, en sus
contradicciones. Una cultura
que combine los dos cabos de la
cadena. De una parte, toma de
conciencia de la dimensión mun-
dial de los problemas planteados
por el dispositivo de la comu-
nicación subyacente al proyecto
de un nuevo orden para el pla-
neta. Pensar en términos de re-
des de solidaridad y de asocia-
ción más allá de las fronteras. De
otra parte, seguir anclándose en
un territorio concretamente si-
tuado. Porque, salvo prueba en
contrario, ese territorio perma-
nece como el primer lugar de
ejercicio de la ciudadanía y del
contrato social. No jugar con la
noción de sociedad civil na-
cional o internacional haciendo
de ella el sitio ideal de liberación
de todas las espontaneidades y
de la comunicación perfecta,
contrastada frente al Leviathan
estatal, sino pensarla en su rela-
ción conflictual con el Estado.
Realizar es tratar de llenar el va-
cío que separa a los productores
del saber de los actores del mun-
do social. Al discurso de la expe-
rticia comercial y a los cantos de
sirena de los gurús conviene
oponer un nuevo tipo de de rela-
ción con esos actores. Para resis-
tir, reflexionar y realizar, hay que
aceptar el desafío de la ruptura.
Cómo combatir el empobreci-
miento de las palabras que desig-
nan al mundo es también poner-
se en contra del olvido. Por mi
parte, quisiera exhumar de la lar-
ga historia de las redes sociales
que se opusieron desde inicios
del siglo XIX a los doctrinas in-
dustrialistas y tecnicistas, la ex-
presión “cosmopolitismo demo-
crático”. Apareció en 1842, bajo
la pluma de la pionera del femi-
nismo Flora Tristán, que cinco
años antes del Manifiesto de
Marx y Engels lanzó la idea de la
necesaria internacionalidad de
los oprimidos. Pionera del femi-
nismo en el cruce de dos cultu-
ras, pues era de madre francesa
y padre peruano, vivió hasta el
agotamiento las tensiones de la
solidaridad y de la intercultu-
ralidad. “Cosmopolitismo demo-
crático”, he ahí una idea y un ide-
al por los cuales parece ser toda-
vía posible luchar más de ciento
cincuenta años más tarde.
Traducido del francés
por Javier Protzel.
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o1. Para mayor información
véase A. MATTELART, La
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Press, 1983. Del mismo autor: The
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Business Review, junio 1983.
8. Véase MATTELART, Armand. La
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9. NAISBITT, J. y ABURDENE, P. Mega-
trends 2000. Ten Directions for the 1990’s.
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10. BOYER, Robert. Les mots et les
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Collection “Les Dossiers de l’Etat du
Monde”, 1996.
11. VALENTI, Jack. En Le Monde,
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12. Existen numerosos estudios crí-
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Communications et Stratégies, n. 25,
1997; SCHLESINGER, Ph. La política
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41, 1995; MATTELART, A. y PALMER,
M. Desregulación, regulación y espa-
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13. GORE, A. Discurso editado y di-
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14. DRUCKER, Peter. Post-capitalist
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15. MATTELART, Armand. La inven-
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16. BARTHES, Roland. Mythologies.
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17. Ver como ejemplo NYE Jr., J.S.
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18. BRAUDEL, Fernand. La dyna-
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19. MATTELART, Armand. La Comuni-
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20. JOXE, Alain. La science de la
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tada en el Coloquio organizado por
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plinarios. México, Universidad Na-
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21. SUB-COMANDANTE MARCOS. La
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Paris, agosto de1997.
22. MERLEAU-PONY, Maurice. Les
aventures de la dialectique. Paris,
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23. DRUCKER, Peter. Au-delà du
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24. OHMAE, Kenichi. The Triad Power.
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27. TOURAINE, A. Um diagnóstico do
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28. Dos obras típicas de esta
posición: TOMLINSON, J. Cultural
Imperialism: A Critical Introduction.
London, Pinter, 1991; ROBERTSON,
NO
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R. Globalization: Social Theory and
Global Culture. London, Sage, 1992.
Para una crítica del concepto de glo-
balización en los cultural studies,
véase MATTELART, A. y NEVEU, E.
Estudios culturales: ¿Hacia la domes-
ticación de un pensamiento salvaje?
En Cuadernos de causas y azares,
Buenos Aires, nº 1, 1997.
29. AUGÉ, Marc. Pour una Anthro-
pologie des mondes contemporains.
Paris, Aubier, 1994.
30. MORIN, E. Introduction à la
pensée complexe. Paris, ESF, 1990.
31. NEGROPONTE, N. Being Digital.
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32. CERTEAU, Michel de. Arts de
faire. L’invention du quotidien. Paris,
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33. MORLEY, D. y ROBINS, K. Spaces
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34. MATTELART, Armand y Michèle.
Pensar sobre los medios. Madrid,
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35. BRETON, Ph. La parole mani-
pulée. Paris, La Découverte, 1997.
36. Las múltiples experiencias rea-
lizadas en América Latina son desde
ese punto de vista ricas en enseñan-
zas. Véase sobre todo: CENECA.
Educación para la comunicación.
Manual latinoamericano de educa-
ción para los medios de comuni-
cación. Santiago de Chile, UNESCO/
UNICEF/ CENECA, 1992; OROZCO
GOMEZ, Guillermo. Televisión y
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Madrid-México, Ed. de la Torre/ Uni-
versidad Iberoamericana, 1996;
OROZCO GOMEZ, Guillermo. Mira-
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ricana, 1996.