Contenido
5.- EDITORIAL:
Sembradores de palabras.
6.– ZAGUÁN:
ARENILLA: Chumul de chingones.
9.– PATIO:
Exposición de Vincent Van Gogh, en
Comitán.
17.– DE DIEZ: ESTEFANY.
18.– BALCONES:
Discurso de Mariano N. Ruiz.
Año de 1922.
38.– CORREDORES:
Casa de Citas: ―De monstruos, animales y
policías‖.
Autor: Héctor Cortés Mandujano.
44.– SITIO:
San Caralampio, desde El Chumís.
55.– ACTUALIDADES.
59.– TAPANCO. Fotografía de DIEZ.
60.– MOJOL.
65.– DE DIEZ: ESTEFANY.
DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.
Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.
Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres
Contacto: [email protected]
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Comitán, ciudad que habla de vos
Estefany
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EDITORIAL Sembradores de palabras
Integrantes de la Casa del Arte, de Co-
mitán, participaron en el 5o. Encuentro
Nacional de Literatura ―Al Sur de la
Palabra‖, efectuado en San Cristóbal
de Las Casas, los días 17, 18 y 19 de fe-
brero.
―Al Sur de la Palabra‖ es un acto
literario creado por el escritor Óscar
Palacios, cuyo objetivo principal es la
siembra de la palabra. A diferencia de
Encuentros entre productores, científi-
cos, comerciantes o ambientalistas
donde las ponencias exigen propuestas,
en los encuentros literarios los partici-
pantes llegan con su morral lleno de pa-
labras y éstas las avientan como si sa-
ludaran a las aves en su vuelo o a las
hormigas en su trilla.
La Casa del Arte, de Comitán, tiene
ya varios años de fundada. Sus inte-
grantes se han reunido con el convenci-
miento de que el grupo templa la disci-
plina y ayuda a reflexionar sobre el ob-
jeto de estudio en común. Hoy no cuen-
tan ya con un local que funcione como
sede, como al principio sí lo tuvieron,
pero, como dice uno de sus integrantes,
llevan la casa como si fuesen caracoles.
Su constancia ha rendido frutos y pu-
blican libros y asisten a Encuentros tan
importantes como el de Al Sur de la Pa-
labra.
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ZAGUÁN
ARENILLA
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ARENILLA Chumul de chingones
Marco Antonio Bezares hizo fa-
vor de enviarme dos libros:
―Chumul de cuentos‖, de Enri-
que Orozco; y ―Rial Agenda
2011”, de la Rial Academia de la
Lengua Frailescana.
Como toda historia ésta tam-
bién tiene su cuento. En cuanto
tuve el paquete entre mis manos
puse mi clásica cara de ―what‖.
Nunca antes había escuchado la
palabra ―chumul‖. Mi mamá na-
ció en Huixtla y me dijo que
cuando ella era niña comía tamal
de chumul, de donde deduje que
era algo para comer (¿un pez?
¿un pariente cercano del cuch?);
pero, luego mi mamá abundó y
dijo que con la palabra chumul
se designaba, por ejemplo, a un hato de ropa, entonces pensé que chu-
mul significa montón o chingo. Cuando leí el libro de Enrique miré
que era un montón de anécdotas sabrosas emparentadas con los peces
y con los cuches (no por espinosas o por grasientas sino porque refie-
ren anécdotas de animalitos). El buen Eraclio Zepeda se pone medio
académico cuando, en la presentación que viene en el libro, comenta
que los textos del librincillo ―no logran integrar el cuento escrito, re-
dondo y cerrado‖. Acá, entiendo yo, cuento es sinónimo de anécdota
pueblerina (recuerdo que en mi niñez a los ahora llamados ―cómics‖
les llamábamos cuentos y ninguno de estos era redondo y cerrado,
más bien eran planos y abiertos). De plano que Enrique no ganará el
Nobel de Literatura. Cuando menos con este libro ¡no!, pero lo que sí
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ganó es el duelo que se impuso la Rial,
desde el principio: ―trenzarse a palabra-
zo‖. Estoy seguro que el término no es ca-
sual ni es mero regionalismo; es una pala-
bra compuesta que proviene de palabra y
de abrazo. Los de la Rial no han hecho
otra cosa en sus diecisiete años de vida
―formal‖ (hasta donde el término formal
puede atribuírsele a un grupo de compas
que hasta en el Paraninfo andan como si
estuvieran en la sala de la casa, en la plaza
o en la cantina del pueblo).
Abrí el libro de Orozco con el mismo
ánimo con que asistía al cine, en mis años
niños. En los años sesentas no sabíamos
qué películas exhibirían, comprábamos el
boleto y, una vez adentro de la sala, dis-
frutábamos la lluvia de imágenes que iluminaba nuestro cielo. Los ―cuentos‖ de
Orozco son la sal y la pimienta de los pueblos. Los lectores sabemos que muchas
de esas anécdotas también les pertenecen a otros pueblos (¿quién puede decir con
precisión dónde se originó tal historia?). Orozco las retoma, las adoba y las cuenta
a su modo. Coincido con Laco y con mil compas más que lo han dicho: contar una
historia en el ―presente cara a cara‖ no es lo mismo que contarla en el ―pasado ojo
a hoja‖. Laco es de los pocos que lograron ser excelsos cuenteros y cuentistas. Los
que acostumbran la chorcha de sobremesa saben que pierden la luz cuando la
traspasan al papel. Bueno, esto pasa ahora muy a menudo con aquellos compas
que se conforman con hacer el amor de manera virtual. ¡Pucha, no saben que es
más sabroso hacerlo ―cara a cara‖!
Cuando Marco Antonio Bezares me invitó a estar con los de La Rial en su
programa de tele, ante su pregunta respondí lo que alaba medio mundo: Este gru-
po de gente talentosa y arrecha ha logrado restablecer un valor que ya no es muy
común en Chiapas: el valor de la unidad. Al menos en Comitán seguimos sin en-
tender el concepto de grupo y por esto nos va ¡como nos va!
Gracias a Marco Antonio por compartir y felicidades al grupo por los éxitos
que siguen cosechando. No es gratuito, ya sembraron durante un buen tiempo un
chumul de acciones (uso el término en su acepción de chingo).
ARENILLA
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PATIO
Exposición de Vincent Van
Gogh, en Comitán
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¡Me lleva el tren, tiene
media hora que pedí un café
y acá sigo esperando!
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Yo soy de la
pata derecha. Y yo soy de la pata
izquierda así que bien
podemos hacer una
alianza tipo PRD-
PAN.
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¡Cómo no contrataron a
Reynoso para los Jaguares!
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¡No, doctor, no me duele
la muela, quiero que me
pegue la oreja que me
corté!
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Después de la de Cleopatra y de las camas de las muchachas de Tía Lola
en Comitán, ésta es la más famosa del mundo.
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¡No, querido lector de la DIEZ, esto no es fruto del peyote, esto es la
luz interna del de Aubers!
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Estefany
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BALCONES
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DISCURSO
Pronunciado por el Sr.
Mariano N. Ruiz, Director
de la escuela
―La Industrial‖,
en el festival de las escuelas
católicas de Comitán
(Chiapas) con motivo de la
distribución de premios, al
finalizar el año escolar de
1922.
Rescatar las piezas para completar el rompecabezas de
nuestra identidad es uno de los propósitos más encarecidos de
DIEZ, tu Revista Digital.
Teté Cancino, hija de Don José Luis Cancino Cancino, nos
facilitó un opúsculo editado en 1922, en la ciudad de San
Cristóbal de Las Casas, cuyo contenido damos a conocer.
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Comitán, ciudad que habla de vos
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Comitán, ciudad que habla de vos
Respetable Presidencia, señoras y seño-
res:
Muy grato me es, Señores, en la presente
ocasión, en que tengo el honor de dirigi-
ros la palabra, hablaros sobre uno de los
temas más importantes, y que reviste en
los tiempos por los que atravesamos, el
carácter de suma actualidad, y es la cul-
tura popular. Hoy que el mundo entero, a
raíz de las pasadas guerras, se ha conmo-
vido a las voces alentadoras de regenera-
ción, reconstrucción y progreso, único
fruto de importancia que nos ha quedado
de ellas, al lado de los lamentos de la de-
solación y miseria, que son consiguientes
a esas oleadas de sangre en que la loca
humanidad se anega de tiempo en tiem-
po, obligada por bastardas pasiones, por
la ruin codicia, o por inevitables errores;
hoy, digo, cuando la voz de progreso, re-
percutiendo por todos los ámbitos del
globo, alienta a las masas a levantarse del
letargo de la ignorancia en que se halla-
ban sumergidas; hoy, que todos los des-
heredados de la fortuna van reconocien-
do el derecho natural que les asiste para
tener asiento en el festín de la civiliza-
ción, y participar de las comodidades de
una vida de orden superior; urge sobre-
manera mostrar a los pueblos el camino
recto que debe llevarles a la prosperidad,
alejándolos de los extravíos por los que
pudieran conducirse, en su afán de llegar
pronto a la deseada meta. Hay que mos-
trar al pueblo que el bienestar y la bo-
nanza permanentes no son resultado de
sacudimientos sociales, que no producen
más que malestar y tristes decepciones;
lo que nos lo hacen patente las pasadas
revueltas políticas, y esa lucha de clases,
en que el obrero y el proletario pretenden
levantarse, no por su relativa superiori-
dad intelectual y productiva, sino por
medios de violencia, de depredación y de
injusticia, que jamás han de producir el
resultado que se tiene en perspectiva. To-
do progreso está sujeto a la ley ineludible
de la evolución, y sólo es resultado de
transformaciones lentas pero continuas y
bien dirigidas teniendo por base la justi-
cia y por fundamento y fin la perfección
personal, sin cuyos requisitos no dejará
de ser efímero y pasajero.
Quiero en esta ocasión, Señores, pro-
poner a vuestra consideración un tema,
que debiera recibir toda la atención que
su importancia reclama; así de parte de
los Gobiernos, encargados de procurar
por el mejoramiento del pueblo, como de
parte de los padres de familia, y de todos
aquéllos que se interesen por el bien de la
sociedad. Ya adivinaréis que he de habla-
ros sobre el magno asunto de la educa-
ción, que hoy se agita, más que nunca, en
el mundo entero; y ciertamente de él os
hablaré, pero no bajo el trillado aspecto
de su necesidad, pues creería hacer una
injuria a vuestra ilustración, al querer
suponer que sea necesario convenceros
de su utilidad e importancia, cuando
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mostráis estar persuadidos de ella, en el
hecho de ensalzar los triunfos de la niñez
en el campo del saber. No es éste el tema
que deseo abordar, pero, sí, está muy co-
nexo con él, por ser una de las fases del
mismo; pues, si todos están convencidos
de la necesidad que hay de dar educación
a la niñez, no todos lo están de la que hay
de darla completa, y en la medida de las
exigencias del niño, de la familia y de la
sociedad. Hay hoy la mayor parte del
pueblo ha creído que basta enseñar al ni-
ño el alfabeto, y darle las nociones cientí-
ficas más rudimentarias, para ponerle en
el camino del progreso, y hacerle capaz
de emprender la carrera de los negocios,
que le han de poner en aptitud de ganar-
se la vida: grande error, cuyas conse-
cuencias las palparemos, si nos fijamos
en el atraso en que se hallan la agricultu-
ra, las artes y oficios, y en general, todos
los medios de producción. La poca afi-
ción a la lectura, la escasez de libros, la
escasísima circulación de periódicos, la
falta de bibliotecas particulares y de cen-
tros de cultura, acusan en los pueblos to-
dos de nuestro Estado un general atraso
intelectual, que nos impide figurar entre
los Estados más cultos de la República.
Uno de los errores más grandes, pero
inevitable; que se está poniendo hoy en
práctica, es creer que la simple desanal-
fabetización del indio y de la clase prole-
taria ha de dar por resultado su civiliza-
ción, atribuyendo al alfabeto la prodigio-
sa virtud de llevar a la inteligencia del
que le posee, los conocimientos que sumi-
nistran los libros. Grande error, digo,
pues todo será de poca utilidad, si a esa
enseñanza no va acompañada una sólida
y variada instrucción. No cabe duda, que
entre poseer el alfabeto y carecer de él,
hay una enorme distancia; pero pensar
que el conocimiento de la lectura y escri-
tura sea suficiente para abrirse paso a la
ilustración, es ciertamente un error. El
conocimiento que se tenga de una pala-
bra hablada en nada se aumenta con sa-
ber leerla, escrita, y aún con saber escri-
birla: y si esto sucede con las palabras
que ya se conocen ¿qué sucederá con
aquéllas que se ignoran del todo? La sim-
ple representación gráfica de la palabra
en el papel no lleva consigo la explicación
de lo que por ella se entiende; y, por lo
mismo, ningún provecho se sacará de la
lectura, a no ser que por una continuada
dedicación a ella se pueda por los antece-
dentes y consecuentes llegar a adivinar la
significación de las palabras desconoci-
das, que es lo que pasa con el lenguaje
hablado. El que lee una frase cualquiera,
si de antemano no conoce la significación
de cada vocablo, está condenado a que-
darse en ayudas (sic) de su sentido; lo
que es muy cierto respecto de los niños, y
en general, respecto de todos los que poco
leen, o tienen poco trato social. En el len-
guaje hablado hay la ventaja de poder
conocer la significación de cada vocablo
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por la aplicación que de él se hace, o por
la explicación que de otro modo se dé
acerca del mismo, siendo éste el modo
con que se aprende a hablar; pero este
recurso no cabe siempre en el lenguaje
escrito, a no ser, como llevo dicho, por
una continua y asidua dedicación a la lec-
tura, privilegio a muy pocos concedido.
Apelo, Señores, en prueba de esto, a
nuestra experiencia personal. ¿No es
cierto que, al tomar un libro en nuestras
manos, no siempre podemos coordinar
los pensamientos del autor, por no cono-
cer la significación de una o más pala-
bras, y que necesitamos muchas veces un
grande esfuerzo de aplicación para conti-
nuar una lectura que sólo a medias
hemos logrado entender? Y, si esto pasa
con los que han logrado adquirir algún
grado de cultura, por medio del trato so-
cial, y con la lectura misma ¿qué suce-
derá a aquéllos que, careciendo de inter-
cambio de ideas con personas ilustradas,
y de una preparación escolar algo aven-
tajada, sólo conocen el lenguaje muy vul-
gar? ¿Qué provecho sacarán de la lectu-
ra, de la que tan sólo entienden las pala-
bras vulgares, quedándoles sin compren-
der otras muchas que completen los pen-
samientos del autor? Esta es, Señores, la
razón en que me fundo para decir que el
puro conocimiento del alfabeto, el saber
leer y escribir, si no va acompañado de
una sólida y variada instrucción, que so-
lamente puede adquirirse en un curso
completo de enseñanza, y en el trato so-
cial, no pone a nadie en la senda del pro-
greso. Si para el analfabeta todo libro es
cerrado, no lo es menos para el que, sa-
biendo leer, no está en aptitud de com-
prender el sentido de lo que lee, por des-
conocer la significación de las palabras.
Esto nos da la clave para explicar la poca
o ninguna afición a la lectura de los que
sólo aprendieron a leer y escribir, o, a lo
más, alcanzaron algunos conocimientos
rudimentarios en la escuela, sin haber
concluido su curso completo de enseñan-
za primaria. Y, siendo así que la mayor
parte del pueblo se halla en estas condi-
ciones, ¿qué posibilidad habrá para le-
vantar el nivel de la cultura entre noso-
tros, subsistiendo la costumbre, o de no
dar escuela a los niños, o de retirarlos de
ella en los primeros años, sin permitirles
llegar a la enseñanza superior? Esta cos-
tumbre que hoy trato de criticar y disua-
dir, es por desgracia generalísima, y no
solamente entre las familias pobres, sino
aun entre las acomodadas, de lo que pue-
do dar el testimonio más autorizado, con-
tando con la experiencia de más de un
cuarto de siglo que llevo de estar en la
ciudad al frente de un establecimiento de
educación. Consultando la estadística de
este plantel, puedo asegurar que de cien
niños que inicien su carrera elemental en
el primer año, apenas la mitad o algo
más concluyen el segundo; la tercera par-
te o menos el tercero; y mucho es que lle-
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llegue a la cuarta parte para el quinto, y
rarísimos los que piden el sexto; a quie-
nes no es dable atender en clase separa-
da, ni darles en la extensión que exige el
programa, por no ser posible pagar un
profesor especial para estos años; lo que
da por resultado que la enseñanza supe-
rior nunca se ha dado en toda su exten-
sión y de la manera debida.
A propósito de encarecer a los padres
de familia la necesidad de completar la
enseñanza primaria de sus hijos, hacién-
doles recorrer el curso íntegro de la mis-
ma, para sugerir el medio más eficaz de
conjurar el mal que deploramos, de la
poca cultura que hay en los pueblos, aun
de los que están bien dotados de escuelas,
quiero dar a conocer cuál es el objeto de
la enseñanza superior y complementaria,
haciendo antes una digresión oportuna.
Cualquiera estaría inclinado a decir
que en tiempos pasados, cuando el pro-
grama de la enseñanza estaba reducido a
la simple Lectura, Escritura, Aritmética
y al Catecismo Cristiano; era del todo
imposible sacar de ella ninguna ventaja
para la ilustración popular, si es cierto lo
que llevo dicho; pero, al pensar que tan-
tos hombres cultos, que han figurado y
aun figuran en todos los ramos del saber,
principiaron por esa escuela, creerán tal
vez que eso mismo, y con más seguridad,
podrá obtenerse de la escuela moderna,
que lleva tantas ventajas a la antigua. Pe-
ro a quien tal crea le diremos, apoyados
en la experiencia, que no está en lo cierto,
y le convenceremos de este modo:
No cabe duda que la ignorancia del
pueblo, aun del alfabeta, era mayor de lo
que lo es ahora, lo que confirma mi tesis
de que el puro alfabeto y la instrucción
rudimentaria no elevan la cultura del
que los posee. Pero en aquel tiempo exist-
ía lo que hoy no tenemos ya, y es el estu-
dio árido y penoso de la lengua latina, y
un curso científico que a ella se seguía,
estudios, el primero totalmente abando-
nado, como anticuado e inútil; y los se-
gundos, o no dados, o dados no con la ex-
tensión y profundidad que entonces. Y
¿sabéis lo que eso significa? Pues nada
menos que la ignorancia de la lengua
madre, de donde la nuestra y otras mu-
chas se derivan; y con esa ignorancia, la
dificultad de conocer la significación de
las palabras. Para uno que conozca la
lengua latina, y con ella el origen, la com-
posición y significación de cualquier vo-
cablo, todo libro es un libro abierto, cuya
lectura fácilmente interpreta, sin tener
necesidad de acudir de continuo al dic-
cionario, tarea bastante engorrosa e im-
practicable. Una palabra nueva, o nunca
vista, no es ignorada del todo para el que,
conociendo su derivación latina, halla
con facilidad su significación; y allí tenéis
por qué los hombres verdaderamente sa-
bios sólo se encuentran entre los que es-
tudian el idioma, con razón llamado de
los sabios. A los que tuvieron la fortuna
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de iniciarse en este idioma, se les negó, es
cierto, el cúmulo de conocimientos de que
salen saturados de nuestras escuelas los
niños de hoy: aquellos fueron los hijos
desheredados, a quienes no se dio más
que el pico y la azada, para poder con su
propio esfuerzo, captar en todo terreno
científico y literario; y así lo hicieron,
habiendo legado el fruto de sus trabajos
a la presente generación, a la que hoy se
satura de conocimientos, pero la que no
recibe, como en época pasada, ese gran
recurso de la lengua latina, para buscar-
se por sí mismo en los libros el pan del
saber. Si el antiguo sistema de estudios
era deficiente, por no proporcionar a los
niños más que un insignificante caudal
de conocimientos, era a la postre de me-
jores resultados, porque con el estudio
del latín, se les abría de par en par las
puertas del saber. Al niño de hoy se le sa-
cia de conocimientos, pero no se le deja
preparado parra continuar por sí mismo
su cultura ulterior. En los largos años
que llevo de estar asociado al magisterio,
he venido notando y lamentando un fenó-
meno, cuya explicación no la he podido
encontrar más que en la falta del estudio
de la lengua latina; y es que, mientras de
mi escuela han salido muchos niños y
jóvenes de envidiable instrucción, han si-
do pocos los que he visto sacar alguna
afición a la lectura y al estudio, para con-
tinuar por sí mismos su propia ilustra-
ción. Casi todos, una vez salidos de la Es-
cuela, abandonan los estudios para que-
dar comprendidos entre la masa vulgar
del pueblo. Centenares de niños han pa-
sado por las aulas de mi Establecimiento;
y apenas se contarán por unidades los
que conserven amor al estudio y contin-
úen su propia cultura. Este hecho está
patente por todas partes a vuestra vista;
y si queréis la explicación de él, la tendr-
éis, a mi juicio, en que para ellos todo li-
bro está lleno de enigmas indescifrables,
tantos y tantas palabras tenga, cuyo sig-
nificado ignoren, significado que podrían
conocer fácilmente apelando a su estruc-
tura y origen. ¿Qué interés puede haber
en gastar el tiempo en una lectura que no
se entiende más que a medias? ¿Qué goce
puede hallarse en un libro escrito en un
idioma desconocido, pues tal es el libro
para el que no es capaz de continuar su
lectura, por tropezar a cada paso con pa-
labras ininteligibles? Dese a un niño un
libro de cuentos, escritos en su idioma de
niño, y le veremos interesarse grande-
mente en su lectura; cámbiesele en segui-
da por otro que contenga un lenguaje
menos vulgar y veremos que lo abandona
luego, por no hallar ningún interés en lo
que no entiende. ¿No descubrís, Señores,
en esto la causa de la poca afición a la
lectura que se nota en la generalidad de
nuestro pueblo? ¿Es que la lectura no tie-
ne encantos que la hagan apreciable? ¿Es
que los más carezcan de afición al saber?
No hay tal. Todos naturalmente desean
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saber algo, pero los más no pueden
hallarlo en el libro, por la sencilla razón
de que los más no lo entienden sino a me-
dias; pues, como llevo dicho, basta mu-
chas veces desconocer la significación de
un vocablo, para perder el sentido de una
frase, y hasta la de un párrafo entero.
La vuelta a los estudios clásicos, y al
de las lenguas muertas latín y griego, es
un pensamiento que ha surgido de nuevo
en algunos centros de cultura en Europa;
los que ya han comprendido el error en
que se incurrió al abandonar por anti-
cuados esos estudios que formaron a tan-
tos sabios, cuyos escritos admiramos, y
que como luminares pueblan el vasto fir-
mamento de las ciencias. Pero cierto gus-
to por lo que es moderno, y, hay que de-
cirlo, por más que a muchos pese, cierta
aversión a todo lo que huele a clericalis-
mo, pues el latín es el idioma oficial de la
Iglesia Católica; ésta es, digo, la que ha
hecho que el estudio de esa lengua madre
haya dejado de cultivarse, sin advertir
que su rigurosa secuela había de ser la ig-
norancia, o al menos la frivolidad que
hoy, más que nunca, se nota aun en los
que se hallan consagrados a las ciencias,
a los cuales se les ve dar la preferencia a
estudios fútiles, más bien de adorno, que
a los serios y profundos que forman a los
sabios. Con cuánto acierto la Iglesia
Católica jamás ha permitido que los estu-
dios de los Seminarios dejen de comenzar
por el latín, o ir asociados a él. Es que la
iglesia es una institución de sabios y éstos
no pueden hacerse prescindiendo de la
lengua de los sabios. Gran sentido encie-
rra el adagio castellano: Hombre latino,
hombre ladino; y no puede ser menos, si
tenemos en cuenta la dependencia que
nuestro idioma castellano tiene del latín.
Pero, hecha esta digresión, vengamos
ya a nuestro propósito de encarecer a los
padres de familia la necesidad de dar a
sus hijos la oportunidad de completar su
instrucción primaria, en el quinto y sexto
años de enseñanza superior, teniendo por
insuficiente la del primero al cuarto, en
que el niño apenas adquiere una corta
instrucción, que no le deja capaz de con-
tinuar su propia cultura por medio de la
lectura y del estudio. La ventaja de la en-
señanza superior estriba, no sólo en que
el niño radica mejor sus conocimientos
elementales, y en la mayor amplitud que
a éstos se dan, sino porque en estos años
es cuando, si no es posible dar al mismo
niño un curso de latín y grieto, se le inicia
al menos en el conocimiento de las raíces
de estos idiomas, que vienen a suplir el
estudio de ellos, con lo que se le facilita
en gran manera el conocimiento del cas-
tellano; pues, derivándose éste de aqué-
llos, y siendo un idioma de los que se lla-
man aglutinantes; es decir, que están for-
mados por la agregación de prefijos y su-
fijos a una raíz, basta, hasta cierto punto,
tener conocimiento de éstos, para que,
conocida la raíz y su composición, se adi-
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adivine desde luego el significado de la
palabra. Pondré un ejemplo para mayor
claridad: quien conozca la voz latina ca-
put, que significa cabeza, y los afijos que
a ella pueden agregarse, sabrá la signifi-
cación de innumerables palabras que se
derivan de la raíz cap o cab, entre ellas
las siguientes: capital, capítulo, cabildo,
capitular, capillo, cabezal, cabecera, ca-
bestro, decapitar, in cápite, recapacitar,
capaz, incapaz, cabizbajo, cabecilla, ca-
bello, cabezonada, capelo, caperuza, ca-
pilar, capirote, capitán, capitel, capitolio;
y otras muchas, cuya significación literal
o figurada se adivina desde luego. No son
en tan gran número las raíces más nece-
sarias, que no se puedan aprender con
relativa facilidad: quien las conozca se
hace capaz, no sólo de conocer su propio
idioma, sino también de aprender sin di-
ficultad los idiomas extranjeros que, co-
mo el francés, el inglés, el alemán, el ita-
liano, reconocen el latín como origen en
gran parte de sus voces.
Ahora bien solamente en el quinto y
sexto años de enseñanza primaria es
cuando se pueden estudiar con provecho
la etimología y la estructura de nuestro
idioma, y es entonces cuando el maestro,
si es que conoce el latín, lo que no es ya
común, puede iniciar a sus discípulos en
el conocimiento de la más importante de
las asignaturas, como que es ella la única
que deja capaz al joven de continuar su
propia ilustración, abriéndole paso a las
ciencias, cuyas puertas quedarán cerra-
das o apenas entre abiertas para el que
no llegue a este grado en su instrucción
primaria.
Hasta ahora no me he referido más
que a la lectura, al encontrar las ventajas
del latín; pero, tratándose de la escritura,
puede asegurarse que lo único que per-
mite escribir con buena ortografía, y sin
cometer errores a cada paso, es el conoci-
miento del idioma latino, en el que se en-
cuentra el origen de las palabras, y la
manera de escribirlas, sin tener que acu-
dir de continuo al diccionario. Bastaría
esto sólo para apreciar la necesidad del
estudio del idioma de referencia.
Hago una excitativa a todos los jóve-
nes que se interesen, por mejorar su cul-
tura, a que ensayen el estudio a que me
refiero, asegurándoles que con él darán
un paso gigantesco en el camino del pro-
greso. Me propongo abrir para el año ve-
nidero un curso, si no de latín, como fue-
ra mejor, al menos de raíces latinas y
griegas, para los jóvenes que lo deseen, y
que hayan dejado la escuela primaria sin
haber hecho este importante estudio; ya
que no es posible a todos proseguir su ca-
rrera en una Escuela Preparatoria, en
donde hallen esa asignatura… A los que
emprendan este curso les pronostico el
éxito más lisonjero: sin él quedarán con-
denados a no levantar jamás el nivel de
su cultura intelectual.
A los padres de familia encarezco no
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defraudar a sus hijos el complemento de
su instrucción primaria, perdiéndose los
esfuerzos y sacrificios que hayan tenido
qué hacer para iniciarlos en ella. No cre-
an haberlos puesto en la senda del pro-
greso, con sólo proporcionarles la ense-
ñanza elemental del primero al cuarto
año. Todo quedará olvidado muy pronto,
tan luego como el niño abandone los li-
bros de texto que le sirvieron en la escue-
la, únicos que apenas podrá entender.
Protejan y secunden los mismos padres la
enseñanza superior del quinto y sexto
años en las escuelas, buscando maestros
que conozcan la asignatura a que me re-
fiero; y quede abolida la costumbre de
retirar a los niños de ellas antes de con-
cluir su enseñanza primaria, del primero
al sexto año, para dedicarlos pronto al
aprendizaje de un oficio: costumbre per-
niciosa, que da por resultado el dejarlos
en la ignorancia, e incapaces, no sólo de
aprender con perfección el mismo oficio,
sino, lo que es peor, exponiéndolos en los
talleres a corromper sus costumbres, no
cimentadas todavía, después de cerrarles
el camino para dedicarse a mejores ocu-
paciones que les demanden más conoci-
mientos, y que les produjeran más pin-
gües utilidades. Un corto sacrificio más
que hagan por sus hijos, dará colmo a sus
mejores deseos, y multiplicará sus ganan-
cias para lo futuro, al poder contar con
hombres ilustrados, que les llenarán de
goce en los días tristes de la vejez.
La ilustración de las masas popula-
res es el gran problema de la actualidad;
pero su solución pende de la difusión de
las buenas lecturas, que en todo caso
están vinculadas al conocimiento que se
tenga del idioma; o no se le dará solución
jamás, a pesar de todos los esfuerzos que
se hagan con ese fin. Téngase presente
que lo que ilustra no es el saber leer, sino
entender lo que se lee.
A mis compañeros en la profesión ex-
cito a dar mayor importancia al tema
que he desarrollado, promoviendo en sus
respectivas escuelas el estudio del lengua-
je, no tanto bajo su aspecto gramatical,
que no es de tanta utilidad en los prime-
ros años, según la opinión de grandes
(pedagogos), sino bajo el de la etimología
y composición de las palabras: y no crean
haber hecho gran cosa con enriquecer a
sus discípulos con un inmenso caudal de
conocimientos, que les harán ciertamente
lucirse en los exámenes, sorprendiendo a
sus padres y a los sinodales; pero conoci-
mientos que bien pronto serán olvidados.
Haremos más con prepararlos para con-
tinuar por sí solos su propia cultura con
el estudio, para el cual se les dé la clave
en el conocimiento de las raíces latinas y
griegas, que con almacenarles conoci-
mientos poco prácticos, que no tengan
aplicación tal vez en toda su vida. En-
señémosles a trabajar en el campo del sa-
ber, y, aunque no les demos otro caudal,
habremos hecho más por su bien, y cum-
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pliremos mejor con nuestra humanitaria misión.
Pero creo, Señores, haber ya fatigado vuestra benévola
atención. He juzgado ser para mí un deber, en la ocasión
presente, hablar sobre este tema de tan vital interés para el
porvenir de la familia y de la sociedad. Si he acertado, mis
deseos quedarán colmados; si no os pido el disimulo de mis
errores, en vista de la rectitud de mis intenciones.
Dije.
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CORREDORES
Héctor Cortés Mandujano
De
monst
ruos,
animale
s
y polic
ías
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Hace años, en un encuentro de escritores en Oaxaca, conversé en varios ratos lar-
gos con Leonardo Dajandra, novelista y ensayista chiapaneco-español (nació en
Ixtapangajoya, pero vivió media vida en Europa y en España, de donde era su
papá; sigue hablando como español), inteligente y apasionado de la filosofía, la li-
teratura y la vida.
El hombre tiene una obra respetable, que he leído en casi su totalidad, y es un
erudito en varias materias, un lector sin descanso. Él me recomendó a Cormac
McCarthy, norteamericano, nacido en 1933, que en
aquellos días lo traía deslumbrado. Lo primero
de Cormac que leí fue Hijo de Dios (sobre un
implacable asesino serial, personaje éste que
es muy recurrente en la literatura de
McCarthy) y de allí se han sucedido
frente a mis ojos varias novelas más: El
guardián del vergel (con la que en 1965
saltó a la fama), Meridiano de sangre
(tanta sangre, tantas matanzas hay aquí
que no resulta fácil seguir leyendo), No
es país para viejos, La carretera...
Su primera conversión al cine tuvo
pésimas críticas. Todos los hermosos ca-
ballos (que inicia en novela la trilogía que
complementan En la frontera y Ciudades
de la llanura) fue dirigida por el actor Billy
Bob Thornton, en el 2001, con las actuacio-
nes, entre otras, de Matt Damon y Penélope
Cruz. Se le fueron encima (aburrida fue lo
menos peor que le dijeron; a mí me gustó) y
eso hizo, creo, que Thornton, famoso ex mari-
do de Angelina Jolie, se alejara de esos asuntos.
En el 2007 los hermanos Coen, Ethan y Joel,
volvieron película su novela No es país para viejos
(en México a la cinta le pusieron No hay lugar para los débiles). Pese a los Oscar
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que ganaron los Coen y Javier Bardem, a mí no
me gustó. El contrapunto que en la novela es
muy bueno entre el viejo sheriff (Tommy
Lee Jones, en la cinta) y el asesino despia-
dado (Bardem, exacto en su representa-
ción), en la película es punto menos
que incomprensible. He leído críti-
cas, de quienes no conocen la nove-
la, en el sentido de que Lee Jones
sobra en el filme. Sí sobra allí, pero
no en el texto del gran McCarthy.
(No se trata aquí de discutir si
una novela es mejor que la película,
discusión que a mí me parece absurda.
Hay que juzgarlas como lo que son: dos hechos artísti-
cos distintos, que ni siquiera a veces deben parecerse,
pues sus lenguajes son distintos. De una buena novela se
puede hacer una mala película y al revés.)
En 2009, de nuevo una historia de Cormac salta a la pantalla.
Le pusieron en español a la novela La carretera y a la peli El
último camino. The Road se llaman ambas en inglés. La dirigió
John Hillcoat y actúan, entre otros, Viggo Mortensen, Charlize
Theron y Robert Duvall. La cinta, me parece, tiene la hondura y la tristeza
tremenda de la novela. En el mundo después del apocalipsis los seres huma-
nos no se dan la mano, sino se comen entre sí. La novela no plantea esperan-
zas; la película, sí.
***
El zoológico de Morelia, Michoacán es, aparte de extenso, poseedor de varios
animales que yo no conocía ni por fotografías. Hay unos extrañísimos, de lu-
gares remotos. Una sorpresa mayúscula tiene el herpetario, por ejemplo: dos
enormísimas anacondas que ni en la peor pesadilla pude haber soñado. No
había imaginado que una serpiente pudiera llegar a esas dimensiones.
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Pero lo que más me sorprendió
fue el acuario. Hay tal cantidad de
preciosidades que uno no puede más
que imaginarse a un gran artista que
con mucha imaginación hizo los dise-
ños y les puso los colores más extrava-
gantes que encontró a la mano. Una
delicia visual.
El acuario de Veracruz, en cambio,
asombra cuando uno lo ve por primera vez por
sus tiburones (son un prodigio de perfección: los to-
nos de la piel, la justeza de sus aletas, su nado elegante;
podría con gusto ser tiburón en mi próxima vida) y criaturas que los
acompañan; sin embargo, en Cancún el acuario propone algo más activo:
uno, meterse a la jaula de cristal de los tiburones para alimentarlos o, co-
mo nos sucedió a nosotros, coincidir con la especialista que te anima a
que, en un estanque de poca altura, les pongas el alimento directamente
en la boca.
—No muerden, no atacan; de hecho, si por una confusión les toman
la mano, al notar que no son alimento la soltarán. ¿Quiere hacerlo, señor?
Muevo negativamente la cabeza, mientras veo a los tiburones (de la
especie, cuyo nombre no recuerdo, que suele dormir sobre los fondos ma-
rinos) que nadan con lentitud hacia la mano de la mujer que sostiene un
pez. Toman la comida y se sumergen. Salen otra vez. No me animo. La
mujer dice, cuando ve que también se aproximan dos grandes tortugas:
—A quien si deben temerles es a las tortugas. Aunque se suele creer
que son dulces y amigables, en realidad son agresivas y tienen tal fuerza
en la mandíbula que de una mordida les pueden arrancar un dedo.
Hace días, en la casa, conté en alguna columna anterior, apareció una tor-
tuga. Se escondió y suponíamos que aparecería dentro de mucho tiempo.
Anoche, cuando llegamos, una de nuestras perras, la Kira, andaba algo
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en el hocico. Pensé que era un hueso o una piedra. Mi mujer, que se acercó a acari-
ciarla, me gritó:
—¡La tortuga!
Le cambió el botín por un puño de alimentos y el quelonio cayó sobre la ban-
queta. Resonó su caparazón. Mi mujer la metió a la casa y la puso en un reci-
piente con agua. Pensamos que quizás estuviera herida o muerta, pero
no. Salió sola del recipiente y la hallamos caminando en busca de un
lugar donde esconderse. Entretuve a las perras, para que la Güe-
ra pudiera llevarla al escondite de donde salió la vez pasada.
Parece que esta tortuguita es poco mordelona.
***
Me contó Nedda G. de Anhalt que en Cuba, cuan-
do ella vivió allá, no sé si lo sigan haciendo, los
policías usaban un distintivo verde en las man-
gas. Llegaban, por supuesto, tarde a los asuntos
que lo requerían (accidentes, robos), de modo
que entre los curiosos infaltables de las des-
gracias humanas se fue popularizando la fra-
se: A buena hora mangas verdes.
Como ocurre con las frases populares,
ésta tuvo una mutación y ahora se dice A bue-
na hora mangos verdes en alusión a aquellas
cosas que se hacen a destiempo. Así tituló su libro
de cuentos Nedda (Ediciones Cocodrilo Verde, 1998), cu-
yo volumen conjuga con gracia hechos biográficos y cuentos
cuyo mayor acento es la simpatía.
En ―Sucedió en La Habana‖, al mencionar a varias personas ligadas a la
música habla de (p. 28) ―Felo Bergaza –este último, antes de trasmutar su genuino
apellido, a Vergara, debido a mojigaterías lingüísticas‖.
En ―Un poquito de tu amor‖ hay un aliento poético en la conversación que un
niño tiene con su padre (p. 107). Pregunta el menor:
―—¿Por qué hay insectos verdes?‖
Y el padre responde:
―—Porque están enamorados de las hojas.‖
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A propósito de policías. Neil Gaiman es autor de la novela Coraline (que fue lleva-
da al cine con gran acierto; si no la visto, véala) y de El libro del cementerio (Roca
Editorial, 2009), que ganó la medalla Newbery 2009 a la mejor novela juvenil es-
tadounidense y que se lee con la rapidez de las historias ya un poco preparadas
para su versión cinematográfica.
Nadie Owens, un niño recién nacido, es abandonado en un cementerio y los
muertos deciden cuidar de él. La condición es que no puede salir de allí; si lo
hace, el malo de la historia podría matarlo. Pero a lo que iba. Los policías. Hay
gente que ante cualquier impertinencia de algún empleado público le grita enfáti-
co, como gran contribuyente, yo le pago su salario con mis impuestos.
Gaiman propone una escena sobre ello (p. 56): ―Una de las mujeres policías
se puso a discutir con el padre de Scarlett, que le decía que él pagaba religiosa-
mente sus impuestos y, por lo tanto, pagaba también el sueldo de ella, y ella le
respondía que también pagaba religiosamente sus impuestos, por lo que proba-
blemente asimismo el sueldo de él‖.
***
En su gran poema ―Nocturno de San Ildefonso‖, Octavio Paz (Obra poética 1935
-1988, Seix Barral, 1990:634) escribió algo que nos incluye en todas las culpas, y
lo cito a propósito de las muchas cosas que se hacen en el estado y el país frente a
nuestra mudez:
Enredo circular:
Todos hemos sido
en el Gran Teatro del Inmundo;
jueces, verdugos, víctimas, testigos,
todos
hemos levantado falso testimonio
contra los otros
y contra nosotros mismos.
Y lo más vil: fuimos
el público que aplaude y bosteza en su butaca.
Contactos: [email protected]
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SITIO
ISABEL, Chica Diez 2011
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Desde el chumís
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Como todos los años, el 10 de febrero de 2011, se llevó a cabo la Entrada
de Velas y Flores en honor a San Caralampio, que inicia en el Chumís.
El año pasado, mucha gente se quejó por la falta de respeto que
manifestaron algunos grupos de ―disfrazados‖, al realizar en público
burdas representaciones de actos sexuales.
Este año, el público asistente coincidió en decir que la Entrada de Velas y
Flores fue un acto digno de la religiosidad que hacen patente los grupos
de diversas comunidades indígenas que se reúnen en el mítico árbol.
Esto se debió en mucho a la excitativa que realizó el Consejo Ciudadano
de Cultura al Presidente Municipal.
Las autoridades dialogaron con los integrantes de la Junta de Festejos del
barrio de La Pila y lograron acuerdos que hicieron de esta romería un
acto cultural de gran relevancia. ¡Bien por ellos, bien por todos!
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Fotografías de: Bertha Elena Argüello Ruiz.
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Estamos llenos de cultura.
¿Cuándo venís a
Comitán a
llenarte de luz?
Consejo Ciudadano de Cultura Municipal
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Honorable Ayuntamiento
de Comitán
y
Universidad
Mariano N. Ruiz
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Las Autoridades Municipales, a través de la Dirección de Vialidad,
pintan los espacios reservados para automovilistas discapacitados.
Ahora falta que los demás automovilistas respeten esos espacios
Especiales.
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PROGRAMA RADIOFÓNICO ―CRÓNICAS DE ADOBE‖
www.imer.gob.mx
Los martes, de 3 a 4 de la tarde, hora del centro de México.
En el programa del martes 1 de marzo se trató el tema: ―Anécdota comiteca,
elemento de identidad‖. Enrique Guzmán Monzón se integró como conductor de
―Crónicas de Adobe‖. Participó rosa Hortensia Aguilar Trujillo, actriz, directora
de teatro e integrante del Consejo de la Crónica.
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El Honorable Ayuntamiento de Comitán invitó al Curso
―Guía histórica de la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas‖,
cuyo objetivo es que los participantes tengan un conocimiento amplio
de la historia de nuestra comunidad.
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Integrantes del grupo de teatro: ―El Milagro‖, que presentaron la
obra La lengua de los muertos, en el Teatro de la Ciudad.
Son acompañados por la Directora del Centro Cultural Rosario
Castellanos, el Director de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez
y la Coordinadora del Consejo Ciudadano de Cultura.
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TAPANCO
Fotografía de Ángel Gabriel Penagos Gordillo
Fotografía de DIEZ
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MOJOL
Sí, me ando
haciendo buey
¡y qué!
* Nota: este animalito “participó” en un pesebre que se
instaló en el parque central, en la pasada navidad.
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Sí, nos da pena decir que somos casi casi
¡perfectos!, pero así es.
Tenemos únicamente lectores de DIEZ,
escritores de DIEZ, patrocinadores de DIEZ y
chicas de DIEZ.
ISABEL es la chica DIEZ 2011.
¡Que su luz y mirada de albahaca permanezcan
todo el año en tu corazón!
Recordá siempre que vos, lector,
sos lo más importante de tu
Revista DIEZ.
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Tenemos una
voz
única,
porque
hablamos de
vos
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¡Ya está a la venta!
www.entretejas.com
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De venta en: Librería del Centro Cultural Jaime Sabines,
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
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Estefany
Sí, lo confesamos: nos gusta vernos a nosotros
mismos.
Es que los de DIEZ sólo se sienten bien con sus
pares. ¡Nos vemos en el número 65!
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