TEMA: Evolución del dibujo en el niño y su inclusión en la clínica.
Ps. Patricia Gagliardi
Título:
TRAZOS MÁGICOS
El gato blanco y célibe se miraen la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancuray esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?...Beppo de J.L. Borges
Dibujar es realizar un acto gráfico en el que se espacializan
marcas en un soporte. Estas marcas no se inauguran en el papel
sino que tanto en el consultorio como en la vida un niño va
dejando sus huellas. Antes del primer trazado lo hace con roturas,
gritos, saliva, etc., por todos lados. Cuando el niño l lega a hacer
trazos en la hoja es porque todos estos caminos de escritura ya se
han realizado en otra superficie. El niño es un ser marcante, ser de
marca, demarcado por las marcas que es capaz de escribir i .
Cuando el niño llega a consulta lo hace por desencuentro con los
adultos, está inmerso en un vínculo asimétrico niño-adulto. El
discurso paterno/materno que explica esta asimetría está centrado
en el niño pero cargado de subjetividades. En este escenario
intervenimos con el objetivo de integrar y respondernos quién es
ese niño para esa familia, para la escuela o para quien lo solicite.
La tarea con un niño se torna singular en relación a la del adulto.
El discurso del niño se caracterizará por un decir particular que se
i Ricardo Rodulfo
integra tanto con el cuerpo que su gesto puede hasta ser oído, su
cuerpo habla y de ahí nuestra esmerada mirada.
Otro hacer del niño es el lúdico donde su cuerpo se pondrà al
servicio para mostrarnos las propias versiones sobre él y el
entorno.
Por últ imo un hacer que tiene especial dedicación en este trabajo
es el gráfico. Aquí el cuerpo pierde el protagonismo y sirve de
impulso previo, el cuerpo se transfiere al papel y aparece un trazo
buscando la f igura. En el juego no hay código pero en lo gráfico
hay ciertas formas convencionales que ordenan la mirada. Subyace
un deseo de transmitir sus fantasías y para el lo se apropia de las
formas gráficas convencionales culturales. Esta apropiación
presenta ciertos rasgos comunes en todos los niños desde el
garabato hasta la escena con perspectiva y al mismo tiempo es
único.
En un acto gráfico se pretenden plasmar representaciones. Su
comienzo es el garabato y este acto, primero, se inscribe en un
momento especial del psiquismo, momento en el que el niño
explora todo e intenta controlar realidades. Alrededor de los 18
meses es cuando al poder apretar el lápiz disfruta de una actividad
kinestésica que en un accionar sin control marca una superficie
que es un objeto que esta en el afuera, ya sea papel, pared,
pizarra, etc. All í queda una marca, una presencia que le otorga al
acto gráfico una importancia como acto en sí, y la hoja no
diferenciada aún como cuerpo simbólico, se transformará en la
prolongación del propio accionar.
Este primer mamarracho tiene ciertas particularidades que lo
convierten en algo mágico, como dice el título del presente trabajo,
y como seguramente lo habrá considerado el hombre prehistórico
que por primera vez marcaba una superficie. ¿Qué hace el niño
cuando hace este mamarracho? En primer lugar no puede dar
cuenta de lo que hace, hay una compulsión en esta escritura, hay
una continuidad sin forma y si t iene posibi l idades de uti l izar
diferentes colores los uti l iza, y sobre todo es único e irrepetible.
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Cada garabato marcará una diferencia con el anterior y hará
emerger una nueva dimensión. Es la mano la que se hace trazo y
el trazo sale del cuerpo, cuerpo en el que las caricias han trazado
el mismo mamarracho y que luego es traspuesto en el papel.
Garabato de una niña de 21 meses
En este primer tiempo el objetivo es apropiarse del espacio. La
mirada del niño se detiene sobre la huella que su mano ha dejado,
el gesto ha sido capturado por la hoja y se ha hecho visible.
Comienza a repetir y la primera transformación sucede en el
control del movimiento , construye límites, puede interrumpir el
trazo, hacer l íneas y círculos, mezclar formas y repetir las hasta
estabil izarlas.
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La misma niña del garabato anter ior 6 meses después donde se observa
el inicio del control del movimiento.
Este niño ya dispone de un recurso para generar presencia. La
fascinación está en la transformación que se va produciendo por
sus trazos y en la perdurabil idad, queda all í, afuera y todo ocurre
frente a sus ojos. Ha conquistado el espacio y posteriormente la
forma. Su siguiente etapa es la conquista de la significación. Una
vez que puede reproducir el círculo y l íneas en diferentes
posiciones, incluyendo la cruz, comienza a recombinarlas, combina
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círculos con rayas y puntos interiores para representar caras.
Estas formas simples se convierten en significativas en la medida
que les coloca nombres. Comienza a reproducir el clásico
monigote , aunque esta estructura no es única de la f igura humana,
sino que lo aplica al sol, f lores, etc, representando estructura
radiadas y articulando la noción de continente y contenido.
Trozo de un dibujo a los 36 meses donde se observa el t íp ico monigote
La apropiación del espacio le sirve para crear un espejo. En estas
circunstancias es el cuerpo el que crea el espejo y no el espejo el
que crea la imagen. En la medida en que el niño prepara su
espacio gráfico l leva al l í la realización del deseo. El dibujo se
vuelve una escritura en imágenes y compleja. Remite al objeto
exterior, es signo del sujeto y es un objeto en sí mismo.
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Para que un niño pueda hacer un monigote tiene que estar
constituida la Imagen Corporal, esto no significa que sea la
imagen que se dibuja. El esquema corporal es el mismo para la
especie y es de acuerdo a la edad, es decir, es un grupo de
representaciones del cuerpo en el espacio y va a cambiar con la
maduración y el desarrollo de los procesos simbólicos. En cambio
la imagen del cuerpo es propia de cada uno, l igada a su historia,
por ende es inconsciente. Doltó define: “ la imagen del cuerpo es la
síntesis viva de nuestras experiencias emocionales… se la puede
considerar como la encarnación simbólica inconsciente del sujeto
deseante… antes de que pueda decir yo”. Esta imagen corporal
existe desde la concepción y al cruzarse con el esquema corporal
es que puedo comunicarme. El esquema corporal puede ser
independiente del lenguaje y es evolutivo en tiempo y espacio. La
imagen corporal está mediatizada por el lenguaje, se ha fundado
en el lenguaje como una red de seguridad con la madre. En la
medida en que la experiencia del espejo es reconocida como tal y
queda integrada, las representaciones de persona se modifican. Es
la imagen corporal la que crea la imagen del espejo, por ello, esta
imagen escópica cobrará sentido si está con una persona a la que
el niño también pueda reconocer en ese espejo, que pueda ver
como se duplica. Que el niño encuentre un espejo a su paso no
implica que accederá a ver “su” imagen. Si no es habil i tada desde
el lenguaje será simplemente una vivencia visual al modo del gato
de Borges.
Esta experiencia aporta una modificación al dibujo. En el dibujo
aparece el personaje que el niño quiere que el espejo le devuelva y
la imagen del cuerpo es acorde con su narcisismo. Le comienza a
dar a las imágenes atributos masculinos y femeninos si es que está
orgulloso de su sexo y exponiendo así las redes identif icatorias.
Aparecen accesorios y objetos para valorizarlo.
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Paralelamente a este completamiento del cuerpo se va
conformando paulatinamente el reconocimiento de las relaciones
espaciales. En la hoja aparecen figuras diseminadas por todos
lados, hasta que alrededor de los cinco años se al inean sobre una
línea de base y se completa con un cielo.
Hay una primera organización vertical que está relacionada con
nuestra posición corporal y la dirección del crecimiento. Las figuras
logradas se recategorizan de acuerdo a sus características: alto-
bajo, etc. Se destaca la ausencia de temporalidad.
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En este dibujo no se observa línea de base. Pertenece a una niña de 40 meses
F igura
humana completa donde se destaca la l ínea de base y la ver t ica l idad. Real izada a
los 5 años
Un niño de siete años ya tiene que haber logrado la l ínea de base
y hasta es común que persista más adelante.
A partir de los ocho años hay un reordenamiento del dibujo en
función del t iempo y del espacio. Aparece la profundidad, los
planos y las distancias. Aquí hay una escena dibujada, una
secuencia, en esta temporalización se muestra el acontecimiento .
Hay un antes y un después y el dibujo se vuelve un RELATO, un
relato gráfico.
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El últ imo tramo se da cuando los objetos se ubican en distintos
planos y aparece la perspectiva, con ella los matices,
los volúmenes y superposición de
figuras. Se dibuja
l
a
escena que es mirada desde un punto de observación.
Lo anteriormente expuesto tiene una linealidad, desde lo evolutivo
en el niño tiene un orden de sucesión, aunque no una edad fi ja.
Según las condiciones de instalación en la hoja que ha tenido el
niño podrá transitar esos distintos momentos, condiciones que
ineludiblemente se reflejarán y harán surgir nuestras preguntas.
El camino a recorrer para que se plasme un dibujo es vasto, se
armó de miradas, palabras, caricias, movimiento, juegos, espejos,
deseos……Si en la clínica nos encontramos con un niño que no
puede dibujar, no porque se niega caprichosamente, sino que hay
una imposibil idad de hacerlo y no dibuja, nos da la certeza de que
hay algo grave, hay al l í una falla de la simbolización, hay algo
ausente en este camino.
Ricardo Rodulfo en su libro “Dibujos fuera del papel” expone el
caso “la niña de la t iza”, así l lamada por él, porque esta niña, en el
consultorio inicia junto a su madre, se aleja de ella, se conduce a
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Se diferencian los planos y hay una escena. Niña 6 años
un espejo, toma una tiza, dibuja sobre el espejo alguno de sus
propios rasgos, va junto a un pizarrón, intenta hacer un trazo, cae
su mano, demuestra angustia y se come la tiza. Luego vuelve al
espejo y reinicia el ciclo aunque no reinicia el camino desde el
cuerpo materno, lo hace desde el espejo, se queda en el espejo,
no puede llevar sus rasgos hasta la pizarra-papel.
Esta niña no puede repetir pasos de escritura que no se hicieron,
caricias que no escribieron, no marcaron, no recorrieron el cuerpo.
Esa caricia no pudo ser garabateada en la hoja.
Si como al modo que el autor lo considera “el mamarracho es como
una tomografía computada que nos informa del estado preciso de
implantación en el cuerpo materno” a los trazos que esta niña hace
en el espejo le falta la consistencia, la fuerza para iniciar el
camino. Comiéndose la t iza intenta, sin éxito, restituir la
experiencia, l lenar el vacío, l lenar la boca, comiendo pedazos del
cuerpo materno.
Nuestro “arte consistirá en detectar cuanto de mamarracho insiste
en cada dibujo” i i otorgándole singularidad y apartándonos de las
significaciones convencionales.
Se desprende que un dibujo por su presencia o por su ausencia,
por sus tachaduras o borrones, por lo omitido o repetido, por lo
enfatizado o ignorado, de cualquier modo, metaforiza el confl icto,
no por la simbología individual de cada elemento sino como
constructo metafórico. Aluden a la visión interna del mundo. Por
el lo no hay una visión única, definida y autorizada para “leer”
“escuchar” “observar” “descifrar” un dibujo.
ii Rodolfo Marisa “El niño del dibujo”
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BIBLIOGRAFÍA
* LIBROS:
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2005
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DIAGNÓSTICO DE LA PERSONALIDAD: desarrollos actuales y
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LUGAR EDITORIAL 2004.
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PSICODIAGNÓSTICO CLÍNICO” NUEVA VISIÓN 2000.
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“LAS TÉCNICAS PROYECTIVAS Y EL PROCESO
PSICODIAGNÓSTICO” EDICIONES NUEVA VISIÓN 1993.
* Filminas del seminario.
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