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Solamente Por Fe
ndice
Prefacio .. 01 Introduccin . 02 I.- La Justificacin por la Fe: Una Doctrina Bblica
1.- El Evangelio en el Antiguo Testamento .. 04 2.- El Evangelio en los Evangelios . 14 3.- El Evangelio Interpretado por Pablo 26 4.- El Evangelio en el Apocalipsis . 5.- Aplicacin Prctica de la Enseanza Bblica . 35 II.- La Justificacin por la Fe Enseada por la Iglesia Antes del Siglo XIX
6.- De Pablo a Juan Wesley: un Resumen ... 36 III.- Interpretacin Adventista de la Doctrina de la Justificacin por la Fe
7.- Las Primeras Cuatro Dcadas .. 44 8.- El Congreso de la Conferencia General de 1888 .. 52 9.- La Agitada Dcada del Noventa ... 60 10.- El Adventismo del Siglo XX y la Justificacin por la Fe 72 IV.- Conclusin
11.- Vislumbre del Futuro . 92
Prefacio
Este libro, Solamente por la Fe, aparece en un momento oportuno. Cuando su autor present una parte
del material que lo constituye, durante una asamblea de obreros de una Unin, hace algunos meses, lo
instaron a prepararlo en forma de libro, al que anticipamos una amplia circulacin, a los ASD de todas
partes, para que lo hagan objeto de su reflexin.
Resulta evidente que el autor ha dedicado mucha investigacin cuidadosa y un intenso estudio al tema
que trata, porque su exposicin es tersa y convincente. Diversas personas, especialmente en los ltimos
meses, han comentado el Congreso de la Conferencia General celebrado en 1888 y el anlisis de la
justificacin por la fe realizado durante sus sesiones. Unas pocas personas han sugerido en forma enteramente equivocada que la IASD ha errado el camino al no conseguir aprehender esta gran enseanza cristiana fundamental. Este libro pone las cosas en su debido lugar.
En los albores de nuestra historia como iglesia, nuestros vigorosos antepasados en la fe crean que
tenan la responsabilidad de hacer resaltar en forma palmaria ciertas doctrinas bblicas peculiares que
ellos consideraban que haban sido descuidadas durante largo tiempo. Estos prohombres de nuestra fe,
llevados por su celo y su fervor, supusieron que comprendan y aceptaban en forma satisfactoria la gran
verdad de la justificacin por la fe. Pusieron de relieve la obediencia a la verdad y a los mandamientos
de Dios, porque, segn su opinin, estimaban que estos ltimos eran considerados demasiado
livianamente y hasta tratados, en general, con ms o menos indiferencia. En su celo por la verdad de
Dios, pasaron por alto el hecho de que la obediencia constituye un fruto espiritual de la conversin y la
salvacin mediante Cristo, y no tanto un requisito previo que conduce a esta experiencia. Hay que
reconocer que la gran doctrina fundamental del Evangelio, la salvacin nicamente por la fe, no
siempre era puesta en el lugar que le corresponda. Como resultado de este descuido, con mucha
frecuencia se exponan doctrinas descarnadas, o, para decirlo con una expresin de Ellen White,
sermones sin Cristo. Esta situacin alcanz un punto culminante en el Congreso de la Conferencia General de 1888, celebrado en Minneapolis; y all mismo fue enfrentada directamente. Resulta
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reconfortante saber que, aunque haba algunos que vacilaban en aceptar este medio de salvacin, haba
muchos en ese tiempo, y ha habido muchos ms en los aos subsiguientes, que se aferraron a esta
grandiosa verdad y participaron de la maravillosa experiencia de la salvacin nicamente por la fe en
Cristo y no por obras de justicia que nosotros hubiramos hecho. En este sentido, el surgimiento y el desarrollo de la IASD ha sido semejante al de muchas otras iglesias.
Segn las palabras del autor: En muchos casos, iglesias que haban comenzado con un profundo nfasis evanglico han perdido algo de su ardor con el transcurso de los aos. El autor seala que la aparicin de nuevas pautas de pensamiento religioso con frecuencia ha extinguido el ardor evanglico.
Los ASD ofrecen una variacin interesante de la tendencia usual que se manifiesta entre los cuerpos religiosos. La historia adventista evidencia un nfasis creciente en las verdades evanglicas, el que puede atribuirse mayormente a la influencia de los escritos de Ellen White. Durante los ltimos 70 aos, las editoriales adventistas han producido una corriente, que cada vez se
torna ms intensa, de libros, revistas y folletos, muchos de ellos procedentes de la pluma de la Sra.
White, que presentan a Cristo e instan a aceptarlo como nuestra esperanza de salvacin. El
conocimiento de que este nfasis ha aumentado constantemente entre nosotros, produce mucha
satisfaccin. Esta posicin adventista subraya la ntida declaracin del apstol Pablo: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que
nadie se glore. Queremos terminar parafraseando las palabras de las ltimas lneas que aparecen en este libro:
Debemos aprender el significado de la gran verdad que ensea que los hombres son salvados nicamente por la fe, y debemos proclamarla fielmente.
Ruben R. Figuhr
12 de Febrero de 1962
Introduccin
Qu es la justificacin por la fe? Es la obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que l no tiene la capacidad de hacer por s mismo. TM:464. Cuando Dios declara que somos justos, quedamos libres de la condenacin y somos restaurados a su favor. Se nos concede una nueva posicin delante de Dios. Somos perdonados. Queda remitida la pena
de muerte que merecamos por la transgresin de la ley. Somos recibidos en el favor de Dios. Ahora su
gracia fluye abundantemente hacia nosotros y nos imparte toda bendicin espiritual. Y la base de todo
esto es Jesucristo y su obra terminada. Carlyle B. Haynes, Justicia en Cristo:15. Podramos decir que la fe es la mano que el pecador extiende para recibir el don gratuito de la misericordia de Dios Dios siempre espera derramar sobre nosotros este don, y est dispuesto a hacerlo, no como una recompensa para algo que nosotros podamos hacer, sino simplemente a causa de
su amor infinito. Ese don es para nosotros, y podemos recibirlo mediante la fe. 6CBA:502. Estas declaraciones procedentes de tres autores adventistas, juntamente con miles de otras aserciones
semejantes, revelan el profundo nfasis evanglico de los ASD. Este discernimiento espiritual comenz
con un nfasis en el deber y en la profeca. No es que no se creyeran las grandes verdades del
Evangelio, sino que stas se dieron por sentadas. Muchos de los primeros creyentes eran conversos de
otras congregaciones y conocan por experiencia personal el significado de la salvacin.
Con el transcurso del tiempo, se descuid el nfasis evanglico debido a la necesidad imperiosa de
defender las doctrinas peculiares, tales como el Sbado, la inmortalidad condicional y la segunda
venida de Cristo. Lleg el momento cuando esforzados dirigentes denominacionales se percataron de
este descuido y entraron en campaa para restaurar ese perdido nfasis en la salvacin nicamente por
la fe. Un congreso notable de la Conferencia General, miles de pginas publicadas y una dcada de
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reavivamiento, juntamente con muchos otros factores, son los que contribuyeron a implantar
profundamente el nfasis evanglico, de modo que su fruto fuera permanente y abundante.
Este libro persigue cuatro fines: primero, revivir algunos aspectos de la doctrina de la justificacin por
la fe tal como se la ensea en la Biblia. La primera parte se dedica a este propsito. Esperamos que esta
seccin ayudar a los lectores a ver la justificacin por la fe como un tema que corre a lo largo de toda
la Sagrada Escritura. Esperamos tambin que se preste atencin especial al captulo titulado El Evangelio en los Evangelios. Con frecuencia se menciona a Pablo como la fuente principal acerca de la justificacin por la fe. Los escritos de Pablo tienen una tremenda importancia, pero los cuatro
Evangelios tambin son vitales en la revelacin de las verdades bsicas sobre las que Pablo y todos los
dems apologistas han edificado.
El segundo propsito consiste en la presentacin de un breve estudio de la historia de la doctrina de la
justificacin por la fe, desde Pablo hasta Wesley. Este estudio es indispensable para la comprensin del
lugar que esta ocupa en la IASD. Toda doctrina tiene sus races en el pasado y puede ser comprendida
plenamente tan slo en el contexto de ese pasado. La segunda parte de esta obra explora los siglos
cristianos para proporcionar este antecedente necesario.
El tercer propsito de este libro es examinar la actitud de la IASD hacia la doctrina de la justificacin
por la fe. Mi inters en este aspecto del tema fue estimulado por primera vez en 1937 cuando, en mis
primeros aos de pastorado, me encontr frente a las pretensiones de una organizacin disidente que
enseaba la teora de que la IASD haba rechazado la doctrina de la justificacin por la fe en 1888.
pocos aos despus tuve el privilegio de investigar en los archivos denominacionales y reconstruir los
acontecimientos ocurridos en torno al bien conocido congreso celebrado en Minneapolis en 1888.
Como se ver, no estoy de acuerdo con los que pretendan que la denominacin haba rechazado
completamente la doctrina en 1888, y tampoco concuerdo con los que sostienen que la doctrina fue
aceptada entusiastamente en aquel tiempo. Creo que el desarrollo de un poderoso nfasis evanglico en
la IASD debe evaluarse sobre la base de las perspectivas histricas que abarcan ms de un siglo. El
congreso de 1888 fue un incidente importante en una larga y complicada secuencia histrica. Me he
esforzado por reconstruir esta secuencia en sus aspectos esenciales.
El cuarto propsito que persigue este libro consiste en ofrecer al lector una muestra de las
publicaciones adventistas acerca de la justificacin por la fe. Pido disculpas por la gran cantidad de
material citado. Por ejemplo, en el captulo 1, El Evangelio en el Antiguo Testamento, aparece una serie de citas tomadas de los dos libros que Ellen White escribi acerca del Antiguo Testamento:
Patriarcas y Profetas y Profetas y Reyes. Este captulo cumple dos finalidades: muestra los
antecedentes que la doctrina de la justificacin por la fe tiene en el Antiguo Testamento y presenta la
interpretacin adventista de ese material tal como se lo encuentra en los escritos de la Sra. White. Las
referencias que presentamos en este libro no se limitan de ninguna manera nicamente a las obras de
Ellen White. El captulo titulado El Adventismo del Siglo XX, abunda en citas pertenecientes a autores adventistas modernos representativos. Esperamos que las numerosas citas que contiene este
libro ayudarn al lector a apreciar la riqueza de las publicaciones adventistas en este aspecto de la
verdad.
Debo hacer un comentario concerniente a la terminologa. He utilizado en general, la expresin
teolgica ms familiar justificacin por la fe antes que las expresiones salvacin por la fe o justicia por la fe. En las publicaciones adventistas, con frecuencia se emplean estas expresiones con el mismo valor, aunque algunos autores limitan justificacin por la fe a su significado bsico en relacin con la conversin. Tratar de mantener una cuidadosa distincin entre la gracia de Dios tal
como obra para convertir a un hombre y la gracia de Dios tal como obra para mantener a un hombre en
Cristo, constituye una distincin teolgica que escapa al propsito de este libro.
En la presentacin de los hechos histricos he tratado de ser objetivo, comprendiendo, por cierto, que
una objetividad completa no es posible ni tampoco es siempre deseable. Cada cristiano ferviente est
profundamente comprometido en la gran verdad. Este no puede analizar con desapego la gracia de Dios
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y su propia fe o las experiencias llamadas justificacin y santificacin. Estas verdades lo significan
todo para l. Estn implicados su felicidad presente, el propsito de su vida y su destino eterno. Su
voluntad, sus emociones y su intelecto estn igualmente comprometidos. l ora fervorosamente para
que otros experimenten aquello que l ha experimentado en Cristo.
Confo en que este volumen no slo proporcionar informacin histrica y doctrinal, sino que tambin
servir para glorificar a Dios, por cuya gracia somos salvos.
El Autor
Universidad de Andrews, Berrien Springs, Michigan
Nota especial para la edicin en Espaol.-
Desde la publicacin de la edicin inglesa de este libro, en 1962, se han llevado a cabo dos
investigaciones importantes acerca de la historia de la doctrina de la justificacin por la fe en la IASD:
el resultado de la primera es el libro Desde la Crisis a la Victoria, del pastor A. V. Olson; la otra investigacin se ha concretado en la forma de un manuscrito aun no publicado en el momento de
escribir estas lneas, titulado Eternas Verdades Triunfantes, del Dr. L. E. Froom. Ambos autores han explorado detalladamente ciertas reas presentadas en forma general en este libro. Recomiendo la
lectura de las dos obras citadas.
Norval F. Pease
Universidad de Loma Linda
Primera Parte: La Justificacin por la Fe: Una Doctrina Bblica
Captulo 1: El Evangelio en el Antiguo Testamento
El Siervo Doliente.-
Si alguien me preguntara cul es la parte del Antiguo Testamento en la que el Evangelio de Cristo tiene
su expresin ms acabada, contestara sin vacilacin: Isaas 52:13 a 53:12. Este pasaje constituye un
poema de cinco estrofas, cada una de las cuales describe alguna fase del ministerio de Cristo. Pienso
que estas estrofas magnficas constituyen una introduccin adecuada para este libro. A cada estrofa le
he puesto el ttulo sugerido por el gran erudito escocs del Antiguo Testamento, Jorge Adams Smith:
El Siervo Divino.-
Mi Siervo se portar sabiamente, ser engrandecido, exaltado y muy sublimado. Muchos se asombrarn de l, al ver su semblante desfigurado, hasta perder toda apariencia humana. Pero muchas
naciones quedarn admiradas. Los reyes cerrarn ante l la boca; porque vern lo que nunca les fue
contado, y entendern lo que jams haban odo.
El Doliente Divino.-
Quin ha credo a nuestro anuncio? A quin se ha revelado el brazo del Eterno? Mi Siervo creci como un retoo, como raz en tierra seca. No tena belleza ni majestad para atraernos, nada en su
apariencia para que lo deseramos. Despreciado y desechado entre los hombres, varn de dolores,
experimentado en quebranto. Y como escondimos de l el rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos.
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El Sustituto Divino.-
Sin embargo, l llev nuestras enfermedades, y sufri nuestros dolores. Y nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Pero l fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre l, y por su llaga fuimos curados. Todos nos descarriamos
como ovejas, cada cual se desvi por su camino. Pero el Eterno carg sobre l el pecado de todos
nosotros.
El Sacrificio Divino.-
Angustiado y afligido, no abri su boca. Como cordero fue llevado al matadero. Como oveja ante sus trasquiladores, enmudeci y no abri su boca. Fue arrestado y juzgado injustamente, sin que nadie
pensara en su linaje. Fue cortado de la tierra de los vivientes. Por la rebelin de mi pueblo le dieron
muerte. Se dispuso con los impos su sepultura, pero con los ricos fue en su muerte; porque nunca hizo
maldad, ni hubo engao en su boca.
La satisfaccin Divina.-
Con todo, el Eterno quiso quebrantarlo mediante el sufrimiento. Y como puso su vida en sacrificio por el pecado, ver linaje, prolongar sus das, y la voluntad del Eterno ser prosperada en su mano.
Despus de tanta afliccin ver la luz, y quedar satisfecho. Con su conocimiento mi siervo justo
justificar a muchos, y llevar las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le dar parte con los grandes, y
con los fuertes repartir despojos; por cuanto derram su vida hasta la muerte, y fue contado con los
perversos, cuando en realidad, l llev el pecado de muchos, y or por los transgresores.
Por muy hermoso y completo que sea este poema, no es de ningn modo el nico pasaje que proclama
el Evangelio en el Antiguo Testamento. La misin salvadora de Cristo, como el tema de un sinfona,
emerge en casi cada libro del Volumen Sagrado. Ellen White, en os de sus libros, Patriarcas y Profetas
y Profetas y reyes, menciona con frecuencia tales pasajes. En este captulo presentamos varios de ellos.
De Adn a Jos.-
Los captulos iniciales del Antiguo Testamento proclaman a Dios como el Creador. Este concepto es
fundamental para el cristianismo evanglico. Se espera que un Dios que cre al hombre asuma la
responsabilidad hacia el objeto de su amor creador. El Evangelio: las buenas nuevas de Dios de la
redencin, representa la manifestacin de este amor divino.
La doctrina bblica de la Trinidad revela un ntimo vnculo entre la creacin y la redencin:
El Soberano del universo no estaba solo en su obra benfica. Tuvo un compaero, un colaborador que poda apreciar sus designios, y que poda compartir su regocijo al brindar felicidad a los seres creados.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. (Juan 1:1-2). Cristo, el Verbo, el Unignito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carcter y en propsito; era el nico ser que poda penetrar en todos los designios y
fines de Dios. (PP:11-12). Cuando result evidente que el hombre necesitara redencin, se revel que el amor divino haba concebido un plan mediante el cual el hombre podra ser redimido. (PP:48).
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Dios se iba a manifestar en Cristo, reconciliando el mundo a s (2 Cor. 5:19). El hombre se haba envilecido tanto por el pecado que le era imposible por s mismo ponerse en armona con Aquel cuya
naturaleza es bondad y pureza. Pero despus de haber redimido al mundo de la condenacin de la ley,
Cristo podra impartir poder divino al esfuerzo humano. As, mediante el arrepentimiento ante Dios y la
fe en Cristo, los cados hijos de Adn podran convertirse nuevamente en hijos de Dios (1 Juan 3:2) (PP:49).
Las lneas anteriores condensan la doctrina de la salvacin por la fe. La ley condenaba al hombre, pero
no poda salvarlo. Cristo, en la cruz, redimi al hombre de esta condenacin. Esta redencin fue
definitiva, completa y adecuada. Se pag el precio, de modo que esta experiencia de la redencin
estara al alcance de cada ser humano que la aceptara mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo. Esta redencin no solo pondra al hombre en una relacin satisfactoria con Dios, sino que tambin le asegurara una fuente de poder divino que le permitiera vivir la clase de vida apropiada para
un hijo de Dios. Desde las puertas del Edn en adelante, se ilustr una vez tras otra esta provisin divina de redencin.
En Hebreos 11 leemos: Por la fe Abel ofreci a Dios ms excelente sacrificio que Can. Abel comprenda los grandes principios de la redencin. Vea que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponan entre su alma y la comunin con Dios. Trajo la vctima inmolada, la vida
sacrificada, y as reconoci las demandas de la ley que haba sido quebrantada. En la sangre derramada
contempl el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiacin
que iba a realizar all, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda haba sido aceptada. (PP:59-60).
En contraste, miles de personas en aquellos das de la antigedad siguieron el ejemplo de los
edificadores de la Torre de Babel, cuyo pecado consisti en confiar en s mismos, el mismo que sigui Can al presentar su ofrenda. (PP:115). Para preservar el conocimiento de Dios en el mundo, Dios eligi a hombres como Abraham y los
dems patriarcas. Dios le prometi a Abraham que l sera el padre de una gran nacin. Adems, el heredero de la fe recibi la promesa que para l era la ms preciosa de todas, a saber que de su linaje
descendera el Redentor del mundo: Y sern benditas en ti todas las familias de la tierra. (PP:117-118). Esta promesa le fue repetida a Abraham en diversas ocasiones. Parece como si Dios hubiera
elegido momentos de crisis en la vida de Abraham cuando la repeticin de la promesa le proporcionara
valor y esperanza.
La vida de Jacob fue manchada por una conducta fraudulenta. Este finalmente experiment un
momento de crisis en Jacob, donde luch con el ngel. All fue donde aprendi una leccin con
referencia al significado del mtodo de redencin de Dios: Por la entrega de s mismo y por su confiada fe, Jacob alcanz lo que no haba podido alcanzar por su propia fuerza. As el Seor ense a
su siervo que slo el poder y la gracia de Dios podan darle las bendiciones que anhelaba. As ocurrir
con los que vivan en los ltimos das. Cuando los peligros los rodeen, y la desesperacin se apodere de
su alma, debern depender nicamente de los mritos de la expiacin. Nada podemos hacer por
nosotros mismos. En toda nuestra desamparada indignidad, debemos confiar en los mritos del
Salvador crucificado y resucitado. Nadie perecer jams mientras haga esto. (PP:201). La vida de Jos no estuvo manchada por ninguna de las debilidades que aquejaron a su padre. La
fortaleza y la hermosura de su carcter fueron tan asombrosas, que su vida ha sido presentada como una
ilustracin de la vida de Cristo:
La paciencia y la mansedumbre de Jos bajo la injusticia y la opresin, el perdn que otorg espontneamente y su noble benevolencia para con sus hermanos inhumanos, representan la paciencia
sin quejas del Salvador en medio de la malicia y el abuso de los impos, y su perdn que otorg no slo
a sus asesinos, sino tambin a todos los que se alleguen a l confesando sus pecados y buscando
perdn. (PP:244-245).
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El xodo.-
Moiss realiz una gran decisin cuando ech su suerte con la de la nacin esclava de Israel. Pero el
incidente del asesinato del egipcio expone su ignorancia de los mtodos de Dios. Aun tena que aprender la misma leccin de fe que se les haba enseado a Abraham y a Jacob, es decir, a no
depender, para el cumplimiento de las promesas de Dios, de la fuerza y sabidura humanas, sino del
poder divino. (PP:253). En la noche de la liberacin de los israelitas de su esclavitud en Egipto, se instituy una ceremonia que
contiene un profundo significado evanglico:
La Pascua deba de ser tanto conmemorativa como simblica. No slo recordara la liberacin de Israel, sino que tambin sealara la liberacin ms grande que Cristo habra de realizar para libertar a
su pueblo de la servidumbre del pecado. El cordero del sacrificio representa al Cordero de Dios, en quien reside nuestra nica esperanza de salvacin. Dice el apstol: Nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros (1 Cor. 5:7). No bastaba que el cordero pascual fuese muerto; haba que rociar con su sangre los postes de las puertas, como los mritos de la de Cristo deben aplicarse al alma.
Debemos creer, no solo que l muri por el mundo, sino que muri por cada uno individualmente.
debemos apropiarnos de la virtud del sacrificio expiatorio. (PP:281). Los meses que siguieron a estos acontecimientos estuvieron sealados por la proclamacin de la ley en
el Sina y la promulgacin de regulaciones concernientes a la vida individual y tribal de Israel. Pero el
Sina no era nicamente el monte de la ley:
Mediante este resplandor, Dios trat de hacer comprender a Israel el carcter santo y exaltado de su ley, y la gloria del Evangelio revelado mediante Cristo. Mientras Moiss estaba en el monte, Dios le
dio, no slo las tablas de la ley, sino tambin el plan de la salvacin. Vio que todos los smbolos y tipos
de la poca judaica prefiguraban el sacrificio de Cristo; y era tanto la luz celestial que brota del
Calvario como la gloria de la ley de Dios, lo que haca fulgurar el rostro de Moiss. Aquella divina
iluminacin era un smbolo de la gloria del pacto del cual Moiss era el mediador visible, el
representante del nico Intercesor verdadero. (PP:341). La pertinencia de esta observacin resulta ms evidente cuando consideramos el sistema de culto
establecido en Israel mediante Moiss. En todo el complicado sistema de sacrificios, fiestas y otras
observancias, puede verse la idea bsica de la expiacin. La ley defina el pecado. Los servicios que se
realizaban en el antiguo santuario constituan una leccin objetiva dada a un pueblo primitivo
concerniente a la forma como se resolvera el problema del pecado. En todo el ciclo de ceremonias
diarias y anuales, se le recordaba constantemente a Israel que 1) el pecado es serio; 2) el pecado causa
la muerte; 3) Dios perdona al penitente sincero. Encima de la ley estaba el propiciatorio, donde se revelaba la presencia de Dios y desde el cual, en virtud de la expiacin, se le otorgaba perdn al
pecador arrepentido. (PP:361). As como en ese servicio simblico el sacerdote miraba por medio de la fe el propiciatorio que no poda ver, as ahora el pueblo de Dios ha de dirigir sus oraciones a Cristo, su gran Sumo Sacerdote,
quien invisible para el ojo humano, est intercediendo en su favor en el santuario celestial. (PP:366). Los smbolos del servicio del santuario constituan un recordatorio constante del plan de redencin. Por
ejemplo:
El incienso, que ascenda con las oraciones de Israel, representaba los mritos y la intercesin de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo nico que puede
hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios. Delante del velo del lugar santsimo, haba un
altar de intercesin perpetua; y delante del lugar santo, un altar de expiacin continua. Haba que
acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, pues estas cosas simbolizaban al gran Mediador, por
medio de quien los pecadores pueden acercarse a Jehov, y por cuya intervencin tan slo puede
otorgarse misericordia y salvacin al alma arrepentida y creyente. (PP:366).
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De este modo, en el servicio del tabernculo, y en el del templo que posteriormente ocup su lugar, se enseaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la muerte y al ministerio de Cristo, y
una vez al ao sus pensamientos eran llevados hacia los acontecimientos finales de la gran controversia
entre Cristo y Satans, y hacia la purificacin final del universo, que lo limpiar del pecado y de los
pecadores. (PP:372). La interpretacin adventista del Antiguo Testamento ha colocado a Cristo en un lugar destacado. No
slo lo asocia al Padre en la creacin (Juan 1:3), sino que tambin lo presenta como el dirigente de
Israel en el desierto (1 Cor. 10:4).
En todas estas revelaciones de la presencia divina, la gloria de Dios se manifest por medio de Cristo. No slo cuando vino el Salvador, sino a travs de todos los siglos despus de la cada del hombre y de
la promesa de la redencin, "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a s". (2 Cor. 5:19). (PP:381-382).
Desde que el Salvador derram su sangre para la remisin 384 de los pecados, y ascendi al cielo "para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios" (Heb. 9:24), raudales de luz han brotado
de la cruz del Calvario y de los lugares santos del santuario celestial. Pero porque se nos haya otorgado
una luz ms clara no debiramos menospreciar la que en tiempos anteriores fue recibida mediante
smbolos que revelaban al Salvador futuro. (PP:383-384). El plan de salvacin de Dios est ilustrado en las disposiciones divinas conocidas como los pactos. El antiguo pacto, el convenio de Israel con Dios, estaba basado en el principio de: obedece y vive; desobedece y muere. El nuevo pacto o pacto eterno constitua un convenio de Dios con el hombre. estaba establecido sobre mejores promesas: las promesas de Dios; no las del hombre. Inclua la promesa del perdn de los pecados y de la gracia de Dios para renovar el corazn y ponerlo en armona
con los principios de la ley de Dios En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia aceptamos la justicia de Cristo. Su sangre expa nuestros pecados. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. (PP:389). El nuevo pacto no constituye nada que sea ms o menos que el Evangelio. Es la disposicin
de Dios mediante la cual su gracia y la fe del hombre producen la redencin de este ltimo.
Un incidente en la historia de la peregrinacin de Israel ilustra la dinmica de la redencin. Israel haba
cometido un grave pecado y estaba siendo castigado mediante una plaga de serpientes mortferas. Se
instruy a Moiss para que erigiera una serpiente de bronces en medio del pueblo, para que viviera todo
aquel que mirara la serpiente de bronces.
El alzamiento de la serpiente de bronce tenla por objeto ensear una leccin importante a los israelitas. No podan salvarse del efecto fatal del veneno que haba en sus heridas. Solamente Dios
poda curarlos. Se les peda, sin embargo, que demostraran su fe en lo provisto por Dios. Deban mirar
para vivir. Su fe era lo aceptable para Dios, y la demostraban mirando la serpiente. Saban que no haba
virtud en la serpiente misma, sino que era un smbolo de Cristo; y se les inculcaba as la necesidad de
tener fe en los mritos de l Los israelitas salvaban su vida mirando la serpiente levantada en el desierto. Aquella mirada implicaba fe. Vivan porque crean la palabra de Dios, y confiaban en los
medios provistos para su restablecimiento. As tambin puede el pecador mirar a Cristo, y vivir. Recibe
el perdn por medio de la fe en el sacrificio expiatorio. En contraste con el smbolo inerte e inanimado,
Cristo tiene poder y virtud en s para curar al pecador arrepentido.
Aunque el pecador no puede salvarse a s mismo, tiene sin embargo algo que hacer para conseguir la
salvacin. "Al que a m viene, no le echo fuera". (Juan 6:37). Pero debemos ir a l; y cuando nos
arrepentimos de nuestros pecados, debemos creer que nos acepta y nos perdona. La fe es el don de
Dios, pero el poder para ejercitarla es nuestro. La fe es la mano de la cual se vale el alma para asir los
ofrecimientos divinos de gracia y misericordia.
Nada excepto la justicia de Cristo puede hacernos merecedores de una sola de las bendiciones del pacto
de la gracia. Muchos son los que durante largo plazo han deseado obtener estas bendiciones, pero no
las han recibido, porque han credo que podan hacer algo para hacerse dignos de ellas. No apartaron
las miradas de s mismos ni creyeron que Jess es un Salvador absoluto. No debemos pensar que
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nuestros propios mritos nos han de salvar; Cristo es nuestra nica esperanza de salvacin. "Y en
ningn otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos." (Hechos 4:12). (PP:457-459).
Los profetas.-
Muchos aos despus, cuando los hebreos estaban bien establecidos en su tierra, Samuel instruy un
sistema educacional para los dirigentes religiosos, que lleg a conocerse como la escuela de los
profetas. Concerniente al plan de estudios de estas escuelas, se nos dice:
En los anales de la historia sagrada, se seguan los pasos de Jehov. Se recalcaban las grandes verdades presentadas por los smbolos o figuras y la fe trababa del objeto central de todo aquel sistema:
el Cordero de Dios que haba de quitar el pecado del mundo. (PP:644). Aos despus el profeta Elas experiment una gran crisis en su vida. Despus de una notable victoria
obtenida sobre los profetas de Baal, pas por un periodo de profundo desnimo e incertidumbre. La
Sra. White realiza el siguiente comentario acerca de esta experiencia del profeta:
Hermano cristiano, Satans conoce tu debilidad; por lo tanto afrrate a Jess. Permaneciendo en el amor de Dios, puedes soportar toda prueba. Slo la justicia de Cristo puede darte poder para resistir a la
marea del mal que arrasa al mundo. Introduce fe en tu experiencia. La fe alivia toda carga y todo
cansancio. Si confas de continuo en Dios, podrs comprender las providencias que te resultan ahora
misteriosas. Recorre por la fe la senda que l te traza. Tendrs pruebas; pero sigue avanzando. Esto
fortalecer tu fe, y te preparar para servir. (PR:129-130). Isaas, el profeta evanglico, vio claramente los principios de la gracia divina y procur ensearlos en sus das:
Al contemplar a su Dios, el profeta, como Saulo de Tarso frente a Damasco, recibi no slo una visin de su propia indignidad, sino que penetr en su corazn humillado la seguridad de un perdn completo
y gratuito, y se levant transformado. Haba visto a su Seor. Haba obtenido una vislumbre de la
hermosura del carcter divino. Poda atestiguar la transformacin que se realiz en l por la
contemplacin del amor infinito. Se sinti inspirado desde entonces por el deseo ardiente de ver al
errante Israel libertado de la carga y penalidad del pecado. (PR:233-234). Isaas present claramente la invitacin evanglica:
Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que est cerca. Deje el impo su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vulvase al Seor, quien tendr de l misericordia, y a
nuestro Dios, que es amplio en perdonar. (Isa. 55:6-7). Mediante el profeta Jeremas se dio la promesa del nuevo pacto, el que inclua un perdn completo: Este es el pacto que har con Israel despus de aquellos das, dice el Eterno: Pondr mi Ley en sus mentes, y la escribir en sus corazones. Y ser su Dios, y ellos sern mi pueblo. Y ninguno
ensear ms a su prjimo, ni a su hermano, diciendo: 'Conoce al Seor'. Porque todos me conocern,
desde el menor hasta el mayor dice el Seor y perdonar su maldad, y no me acordar ms de su pecado". (Jer. 31:33-34).
Zacaras, mediante una sorprendente alegora, expuso la idea de la redencin: En una visin, el profeta contempla a "Josu, el gran sacerdote, ... vestido de vestimentas viles" (Zac. 3:1-3), en pie delante del
ngel de Jehov, impetrando la misericordia de Dios en favor de su pueblo afligido. Mientras suplica a
Dios que cumpla sus promesas, Satans se levanta osadamente para resistirle. Seala las transgresiones
de los hijos de Israel como razn por la cual no se les poda devolver el favor de Dios. Los reclama
como su presa y exige que sean entregados en sus manos.
El sumo sacerdote no puede defenderse a s mismo ni a su pueblo de las acusaciones de Satans. No
sostiene que Israel est libre de culpas. En sus andrajos sucios, que simbolizan los pecados del pueblo,
que l lleva como su representante, est delante del ngel, confesando su culpa, aunque sealando su
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arrepentimiento y humillacin y fiando en la misericordia de un Redentor que perdona el pecado. Con
fe se aferra a las promesas de Dios.
Entonces el ngel, que es Cristo mismo, el Salvador de los pecadores, hace callar al acusador de su
pueblo declarando: "Jehov te reprenda, oh Satn; Jehov, que ha escogido a Jerusaln, te reprenda.
No es ste tizn arrebatado del incendio?" (verso 2). Israel haba estado durante largo tiempo en el
horno de la afliccin. A causa de sus pecados, haba sido casi consumido en la llama encendida por
Satans y sus agentes para destruirlo; pero Dios haba intervenido ahora para librarle.
Al ser aceptada la intercesin de Josu, se da la orden: "Quitadle esas vestimentas viles," y a Josu el
ngel declara: "Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala". "Y
pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistironle de ropas". (verso 4-5). Sus propios pecados y
los de su pueblo fueron perdonados. Israel haba de ser revestido con "ropas de gala," la justicia de
Cristo que les era imputada. La mitra puesta sobre la cabeza de Josu era como la que llevaban los
sacerdotes, con la inscripcin: "Santidad a Jehov" (Exo. 28:36), lo cual significaba que a pesar de sus
antiguas transgresiones estaba ahora capacitado para servir delante de Dios en su santuario.
El ngel declar entonces: "As dice Jehov de los ejrcitos: Si anduvieres por mis caminos, y si
guardares mi ordenanza, tambin t gobernars mi casa, tambin t guardars mis atrios, y entre stos
que aqu estn te dar plaza". (Zac. 3:7). Si obedeca, se le honrara como juez o gobernante del templo
y todos sus servicios; andara entre ngeles que le acompaaran aun en esta vida; y al fin se unira a la
muchedumbre glorificada en derredor del trono de Dios.
"Escucha pues ahora, Josu gran sacerdote, t, y tus amigos que se sientan delante de ti; porque son
varones simblicos: He aqu, yo traigo a mi siervo, el Pimpollo". (Verso 8). El Pimpollo ['Vstago,' V.
M., o "Brote", V. Bover - Cantera] era la esperanza de Israel. Era por la fe en el Salvador venidero
cmo Josu y su pueblo reciban perdn. Por la fe en Cristo, les era devuelto el favor de Dios. En virtud
de sus mritos, si andaban en sus caminos y guardaban sus estatutos, seran "varones simblicos,"
honrados como los escogidos del Cielo entre las naciones de la tierra.
As como Satans acusaba a Josu y a su pueblo, en todas las edades ha acusado a los que buscaban la
misericordia y el favor de Dios. Es "el acusador de nuestros hermanos, ... el cual los acusaba delante de
nuestro Dios da y noche." (Apoc. 12:10). La controversia se repite acerca de cada alma rescatada del
poder del mal, y cuyo nombre se registra en el libro de la vida del Cordero. Nunca se recibe a alguno en
la familia de Dios sin que ello excite la resuelta resistencia del enemigo. Pero el que era entonces la
esperanza de Israel, as como su defensa, justificacin y redencin, es hoy tambin la esperanza de la
iglesia.
Las acusaciones de Satans contra aquellos que buscan al Seor no son provocadas por el desagrado
que le causen sus pecados. El carcter deficiente de ellos le causa regocijo porque sabe que slo si
violan la ley de Dios puede l dominarlos. Sus acusaciones provienen nicamente de su enemistad
hacia Cristo. Por el plan de salvacin, Jess est quebrantando el dominio de Satans sobre la familia
humana y rescatando almas de su poder. Todo el odio y la malicia del jefe de los rebeldes se encienden
cuando contempla la evidencia de la supremaca de Cristo, y con poder y astucia infernales obra para
arrebatarle los hijos de los hombres que han aceptado la salvacin. Induce a los hombres al
escepticismo, hacindoles perder la confianza en Dios y separarse de su amor; los tienta a violar su ley,
luego los reclama como cautivos suyos y disputa el derecho de Cristo a quitrselos.
Satans sabe que aquellos que buscan a Dios fervientemente para alcanzar perdn y gracia los
obtendrn; por lo tanto les recuerda sus pecados para desanimarlos. Constantemente busca motivos de
queja contra los que procuran obedecer a Dios. Trata de hacer aparecer como corrompido aun su
servicio mejor y ms aceptable. Mediante estratagemas incontables y de las ms sutiles y crueles,
intenta obtener su condenacin.
El hombre no puede por s mismo hacer frente a estas acusaciones del enemigo. Con sus ropas
manchadas de pecado, confiesa su culpabilidad delante de Dios. Pero Jess, nuestro Abogado, presenta
una splica eficaz en favor de todos los que mediante el arrepentimiento y la fe le han confiado la
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guarda de sus almas. Intercede por su causa y vence a su acusador con los poderosos argumentos del
Calvario. Su perfecta obediencia a la ley de Dios le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, y l
solicita a su Padre misericordia y reconciliacin para el hombre culpable. Al acusador de sus hijos
declara: Jehov 431 te reprenda, oh Satans! Estos son la compra de mi sangre, tizones arrancados del
fuego. Y los que confan en l con fe reciben la consoladora promesa: "Mira que he hecho pasar tu
pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala." (Zac. 3:4).
Todos los que se hayan revestido del manto de la justicia de Cristo subsistirn delante de l como
escogidos fieles y veraces. Satans no puede arrancarlos de la mano de Cristo. Este no dejar que una
sola alma que con arrepentimiento y fe haya pedido su proteccin caiga bajo el poder del enemigo. Su
Palabra declara: "O forzar alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, s, haga paz conmigo." (Isa.
27:5). La promesa hecha a Josu se dirige a todos: "Si guardares mi ordenanza, ... entre stos que aqu
estn te dar plaza." (Zac. 3:7). Los ngeles de Dios irn a cada lado de ellos, aun en este mundo, y
ellos estarn al fin entre los ngeles que rodean el trono de Dios.
La visin de Zacaras con referencia a Josu y el ngel se aplica con fuerza especial a la experiencia
del pueblo de Dios durante las escenas finales del gran da de expiacin. La iglesia remanente ser
puesta entonces en grave prueba y angustia. Los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jess sentirn la ira del dragn y de su hueste. Satans considera a los habitantes del mundo sbditos
suyos; ha obtenido el dominio de muchos cristianos profesos; pero all est ese pequeo grupo que
resiste su supremaca. Si l pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sera completo. As como influy en
las naciones paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitar a las potestades malignas de la tierra
a destruir al pueblo de Dios. Se requerir de los hombres que rindan obediencia a los edictos humanos
en violacin de la ley divina.
Los que sean fieles a Dios y al deber sern amenazados, denunciados y proscritos. Sern traicionados
por "padres, y hermanos, y parientes, y amigos". (Luc. 21:16). Su nica esperanza se cifrar en la
misericordia de Dios; su nica defensa ser la oracin. Como Josu interceda delante del ngel, la
iglesia remanente, con corazn quebrantado y ardorosa fe, suplicar perdn y liberacin por medio de
Jess su Abogado. Sus miembros sern completamente conscientes del carcter pecaminoso de sus
vidas, vern su debilidad e indignidad, y mientras se miren a s mismos, estarn por desesperar.
El tentador estar listo para acusarlos, como estaba listo para resistir a Josu. Sealar sus vestiduras
sucias, su carcter deficiente. Presentar su debilidad e insensatez, su pecado de ingratitud, cun poco
semejantes a Cristo son, lo cual ha deshonrado a su Redentor. Se esforzar por espantar a las almas con
el pensamiento de que su caso es desesperado, de que nunca se podr lavar la mancha de su
contaminacin. Esperar destruir de tal manera su fe que se entreguen a sus tentaciones y se desven de
su fidelidad a Dios.
Satans tiene un conocimiento exacto de los pecados que por sus tentaciones ha hecho cometer a los
hijos de Dios e insiste en sus acusaciones contra ellos; declara que por sus pecados han perdido el
derecho a la proteccin divina y reclama el derecho de destruirlos. Los declara tan merecedores como
l mismo de ser excluidos del favor de Dios. "Son stos -dice- los que han de tomar mi lugar en el
cielo, y el lugar de los ngeles que se unieron a m? Profesan obedecer la ley de Dios, pero han
guardado sus preceptos? No han sido amadores de s mismos ms que de Dios? No han puesto sus
propios intereses antes que su servicio? No han amado las cosas del mundo? Mira los pecados que han
sealado su vida. Contempla su egosmo, su malicia, su odio mutuo. Me desterrar Dios a m y a mis
ngeles de su presencia, y sin embargo recompensar a los que fueron culpables de los mismos
pecados? T no puedes hacer esto con justicia, oh Seor. La justicia exige que se pronuncie sentencia
contra ellos."
Sin embargo, aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han entregado al dominio de los
agentes satnicos. Se han arrepentido de sus pecados, han buscado al Seor con humildad y contricin,
y el Abogado divino intercede en su favor. El que ms fue ultrajado por su ingratitud, el que conoce sus
pecados y tambin su arrepentimiento, declara: "Jehov te reprenda, oh Satn! Yo di mi vida por estas
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almas. Sus nombres estn esculpidos en las palmas de mis manos. Pueden tener imperfecciones de
carcter, pueden haber fracasado en sus esfuerzos; pero se han arrepentido y las he perdonado y
aceptado".
Los asaltos de Satans son vigorosos, sus engaos terribles; pero el ojo del Seor est sobre sus hijos.
La afliccin de stos es grande, las llamas parecen estar a punto de consumirlos; pero Jess los sacar
como oro probado en el fuego. Su ndole terrenal debe ser eliminada, para que la imagen de Cristo
pueda reflejarse perfectamente.
Puede parecer a veces que el Seor olvid los peligros de su iglesia y el dao que le han hecho sus
enemigos. Pero Dios no olvid. Nada hay en este mundo que su corazn aprecie ms que su iglesia. No
quiere que una conducta mundanal de conveniencias corrompa su foja de servicios. No quiere que sus
hijos sean vencidos por las tentaciones de Satans. Castigar a los que le representen mal, pero ser
misericordioso para con todos los que se arrepientan sinceramente. A los que le invocan para obtener
fuerza con que desarrollar un carcter cristiano les dar toda la ayuda que necesiten.
En el tiempo del fin, los hijos de Dios estarn suspirando y clamando por las abominaciones cometidas
en la tierra. Con lgrimas advertirn a los impos el peligro que corren al pisotear la ley divina, y con
tristeza indecible y penitencia se humillarn delante del Seor. Los impos se burlarn de su pesar y
ridiculizarn sus solemnes splicas; pero la angustia y la humillacin de los hijos de Dios dan evidencia
inequvoca de que estn recobrando la fuerza y nobleza de carcter perdidas como consecuencia del
pecado. Porque se estn acercando ms a Cristo y sus ojos estn fijos en su perfecta pureza, disciernen
tan claramente el carcter excesivamente pecaminoso del pecado. La mansedumbre y humildad de
corazn son las condiciones indispensables para obtener fuerza y para alcanzar la victoria Una corona
de gloria aguarda a los que se postran al pie de la cruz.
Los fieles, que se encuentran orando, estn, por as decirlo, encerrados con Dios. Ellos mismos no
saben cun seguramente estn escudados. Incitados por Satans, los gobernantes de este mundo
procuran destruirlos; pero si pudiesen abrrseles los ojos, como se abrieron los del siervo de Eliseo en
Dotn, veran a los ngeles de Dios acampados en derredor de ellos, manteniendo en jaque a la hueste
de las tinieblas.
Mientras el pueblo de Dios aflige su alma delante de l, suplicando pureza de corazn, se da la orden:
"Quitadle esas vestimentas viles," y se pronuncian las alentadoras palabras: "Mira que he hecho pasar
tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala." Se pone sobre los tentados y probados, pero
fieles, hijos de Dios, el manto sin mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda
vestido de gloriosos atavos, que nunca han de ser ya contaminados por las corrupciones del mundo.
Sus nombres permanecen en el libro de la vida del Cordero, registrados entre los de los fieles de todos
los siglos. Han resistido los lazos del engaador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del
dragn. Tienen ahora eterna y segura proteccin contra los designios del tentador. Sus pecados han sido
transferidos al que los instigara. Una "mitra limpia" es puesta sobre su cabeza. (PR:428-434).
Una mirada al futuro.-
Hacia el final de su libro Profetas y Reyes, la Sra. White incluye un captulo titulado La Venida del Libertador. En este captulo la autora resume las alusiones y las profecas del Antiguo Testamento que sealan hacia la venida de Cristo como el Salvador. Unos pocos prrafos extrados de l servirn para
ilustrar la forma como el Evangelio de salvacin es destacado en el Antiguo Testamento:
A travs de los largos siglos de "tribulacin y tinieblas, oscuridad y angustia"(Isa. 8:22) que distinguieron la historia de la humanidad, desde el momento en que nuestros primeros padres perdieron
su hogar ednico hasta el tiempo en que apareci el Hijo de Dios como Salvador de los pecadores, la
esperanza de la raza cada se concentr en la venida de un Libertador para librar a hombres y mujeres
de la servidumbre del pecado y del sepulcro. (PR:502).
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El primer anuncio de la venida del Redentor lo constituye la promesa hecha a Adn y Eva que se
registra en Gn. 3:15. Nuestros primeros padres fueron inducidos a comprender que se les iba a conceder un tiempo de gracia durante el cual, por la fe en el poder que tiene Cristo para salvar, podran
volver a ser hijos de Dios. (PR:503). Esta promesa se convirti en la fuente de la esperanza del hombre a travs de todos los siglos oscuros
que siguieron:
Esta esperanza de redencin por el advenimiento del Hijo de Dios como Salvador y Rey, no se extingui nunca en los corazones de los hombres. Desde el principio hubo algunos cuya fe se extendi
ms all de las sombras del presente hasta las realidades futuras. Mediante Adn, Set, Enoc, Matusaln,
No, Sem, Abrahn, Isaac, Jacob y otros notables, el Seor conserv las preciosas revelaciones de su
voluntad. Y fue as como a los hijos de Israel, al pueblo escogido por medio del cual iba a darse al
mundo el Mesas prometido, Dios hizo conocer los requerimientos de su ley y la salvacin que se
obtendra mediante el sacrificio expiatorio de su amado Hijo. (PR:503). La esperanza del Mesas que vendra se mantuvo viva por medio de Moiss y los profetas. Pasajes
como el de Isaas 53 sealan inequvocamente a Cristo como el Salvador. Entre muchas otras profecas
mesinicas de Isaas se encuentra la prediccin de Isa. 61:1-2, la que Jess emple como el texto de su
primer sermn que ha quedado registrado. Este pasaje describe la misin de Jess como alguien que
lleva buenas nuevas, como uno que venda a los quebrantados de corazn y como uno que da libertad a los cautivos.
En la profeca de Daniel se revela el tiempo cuando vendra el que habra de expiar la iniquidad y traer la justicia perdurable (Dan. 9:24). Esta profeca es algo ms que una leccin de aritmtica. Seala hacia la consumacin del Evangelio: la venida del Salvador. Esto es precisamente lo que da
significacin a la profeca.
Despus de repasar las predicciones del Antiguo Testamento acerca de la venida de Cristo, la Sra.
White concluye su captulo con estas palabras: Nuestro Redentor abri el camino, para que aun el ms pecaminoso, el ms necesitado, el ms oprimido y despreciado, pueda hallar acceso al Padre. (PR:518).
A medida que transcurren los siglos y se aproxim el momento de la venida de Cristo, se produjo el
fenmeno religioso conocido con el nombre de judasmo. Este fue el sistema que Cristo enfrent y el que se opuso durante su ministerio. La Sra. White comenta de esta corriente religiosa de los ltimos
tiempos del Antiguo Testamento:
Al mismo tiempo, por sus pecados los judos se estaban separando ellos mismos de Dios. Eran incapaces de discernir el profundo significado espiritual de su servicio simblico. Dominados por un
sentimiento de justicia propia, confiaban en sus propias obras, en los sacrificios y los ritos mismos, en
vez de los mritos de Aquel a quien sealaban todas esas cosas. De este modo, "ignorando la justicia de
Dios, y procurando establecer la suya propia" (Rom. 10:3), se encerraron en un formalismo egosta.
Careciendo del Espritu y de la gracia de Dios, procuraron suplir esta falta mediante una rigurosa
observancia de las ceremonias y los ritos religiosos. Sin conformarse con los ritos que Dios mismo
haba ordenado, agravaron los mandamientos divinos con innumerables exacciones propias. Cuanto
ms se alejaban de Dios, ms rigurosos se volvan en la observancia de esas formas.
Con todas estas minuciosas y gravosas exacciones, resultaba en la prctica imposible que el pueblo
guardase la ley. Los grandes principios de justicia presentados en el Declogo y las gloriosas verdades
reveladas en el servicio simblico se obscurecan por igual, sepultados bajo una masa de tradiciones y
estatutos humanos. Los que deseaban realmente servir a Dios y procuraban observar toda la ley segn
lo ordenado por los sacerdotes y prncipes, geman bajo una carga pesadsima.
Como nacin, el pueblo de Israel, aunque deseaba el advenimiento del Mesas, estaba tan separado de
Dios en su corazn y en su vida que no poda tener un concepto correcto del carcter ni de la misin del
Redentor prometido. En vez de desear la redencin del pecado, as como la gloria y la paz de la
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santidad, su corazn anhelaba obtener liberacin de sus enemigos nacionales y recobrar el poder
mundanal. (PR:523-524). El libro Profetas y reyes termina con un vislumbre de la victoria final de la iglesia de Dios.
contemplando hacia los das que precederan a la segunda venida de Cristo, la autora dice:
Revestida de la armadura de la justicia de Cristo, la iglesia entrar en su conflicto final. (PR:535). Despus de describir los gozos que se experimentarn en la tierra hecha nueva, la autora exclama:
Compaeros de peregrinacin, estamos todava entre las sombras y la agitacin de las actividades terrenales; pero pronto aparecer nuestro Salvador para traer liberacin y descanso. Contemplemos por
la fe el bienaventurado ms all, tal como lo describi la mano de Dios. El que muri por los pecados
del mundo est abriendo de par en par las puertas del Paraso a todos los que creen en l. (PR:540). Segn lo que hemos visto, la nota tnica de los libros Patriarcas y Profetas y Profetas y Reyes, es la fe
salvadora en Cristo. Este nfasis refleja el tema del Antiguo Testamento. Mediante la revelacin
directa, las profecas, los cantos y las alegoras, Dios procur revelarle a su pueblo de la antigedad la
gran verdad de que la salvacin es de Jehov. La gracia divina estaba manifestada, no tan distintamente como en el Nuevo Testamento, pero con claridad suficiente como para que fuese
comprendida. La fe fue una realidad en el Antiguo Testamento, segn se puede apreciar en el captulo
11 de Hebreos. Los personajes del Antiguo Testamento que recibirn la inmortalidad, sern los
receptores de la misma gracia y los poseedores de la misma fe que sus hermanos del Nuevo
Testamento. Su salvacin fue asegurada anticipadamente por el sacrificio realizado en el Calvario.
Ellos vieron solamente mediante figuras y smbolos el plan divino para su salvacin, pero Dios acept
su entrega y honr su confianza.
Vienen das dice el Eterno en que levantar a David un renuevo justo, un Rey que reinar sabiamente, y ejecutar juicio y justicia en la tierra. En sus das ser salvo Jud, e Israel habitar
confiado. Y lo llamarn: EL ETERNO, JUSTICIA NUESTRA. (Jer. 23:5-6). De este modo, la misin de Cristo como Salvador de la humanidad resplandece desde los tiempos ms antiguos.
Captulo 2: El Evangelio de los Evangelios
Todo el Nuevo Testamento, los Evangelios tanto como las epstolas, muestra a Jess de Nazaret como alguien que desde el principio se present a s mismo, y con plena justificacin, como el objeto de fe
para los hombres pecadores. (J. G. Machen, What is Faith?, pgina 99). Con frecuencia se ha supuesto que prcticamente toda la informacin acerca de la salvacin por la fe se
encuentra en las epstolas de Pablo, especialmente en Romanos y Glatas. Sin embargo, hemos visto la
riqueza del Antiguo Testamento en las alusiones que contiene acerca del mtodo de Dios para salvar a
los hombres; y veremos que la fuente ms abundante de todas acerca de la doctrina de la salvacin por
la fe se encuentra en los cuatro Evangelios. Este punto de vista no tiene el propsito de disminuir la
importancia de la contribucin de Pablo. Pablo, en forma notable, interpret el Evangelio cristiano de
acuerdo con las pautas de pensamientos de su poca. Pero el Evangelio que l interpret en forma tan
acertada se encuentra en su plenitud en los Evangelios.
La comprensin de este principio es de valor inapreciable para los que desean presentar con claridad las
verdades de la salvacin. Por ejemplo, la parbola del hijo prdigo puede hablar ms directamente al
corazn del hombre comn que las exposiciones ms brillantes de Pablo acerca de la ley y la gracia.
Los milagros de Jess pueden ensear la fe con ms elocuencia que cualquier tratado abstracto acerca
de la fe y las obras. Y ninguna porcin de la Sagrada Escritura presenta en forma ms completa los
principios de la fe salvadora que el Evangelio de Juan. El autor tiene la conviccin de que los cristianos
comprenderan y apreciaran mucho mejor la salvacin por la fe en Cristo si explotaran los tesoros de
los cuatro Evangelios.
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Los milagros ensean la fe que salva.-
Cierto da cuando Jess, sus discpulos y una muchedumbre integrada por sus seguidores salan de
Jeric, un ciego llamado Bartimeo estaba sentado junto al camino mendigando. Cuando supo que Jess estaba cerca de all, comenz a decirle: Ten misericordia de mi. Jess llam a Bartimeo y le pregunt: Qu quieres que te haga? Bartimeo contest: Maestro, que recobre la vista. Jess replic: Vete, tu fe te ha salvado. Dos factores intervinieron en la restauracin de este hombre: la gracia de Jess y la fe de Bartimeo. Y
as como Bartimeo pudo ver gracias a su fe en Jess, as tambin los que estn enceguecidos
espiritualmente son salvados por la fe en Jess. (Mar. 10:46-52).
Jess y tres de sus discpulos descendan del monte de la transfiguracin. Haba sido una experiencia
maravillosa. Pedro, Santiago y Juan haban obtenido una visin de la gloria del cielo. Pero al
aproximarse a los dems discpulos, tuvieron la desagradable sensacin de que algo andaba mal. Se
haba reunido una multitud entre la que se encontraban los ubicuos escribas y los nueve discpulos. La
atencin de todos se diriga hacia un nio que estaba acostado y aquejado por alguna dificultad. El
padre del muchacho le explic a Jess que su hijo estaba bajo la influencia de un espritu que le haba
provocado mucha angustia. Los discpulos no haban podido prestarle ninguna ayuda.
El muchacho fue llevado donde estaba Jess, y de inmediato se inici un dilogo interesante:
Jess: Cunto tiempo hace que le sucede esto? Padre: Desde nio. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y aydanos. Jess: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Padre: Creo; ayuda mi incredulidad. (Mar. 9:14-29). Despus de la confesin de fe realizada por el padre, Jess le present a su hijo en perfecta sanidad mental y corporal. (DTG:396). En su comentario acerca de este milagro, la Sra. White realiza la siguiente aplicacin a la experiencia
de la salvacin:
"Si puedes algo, aydanos, teniendo misericordia de nosotros." Cuntas almas cargadas por el pecado han repetido esta oracin! Y para todas, la respuesta del Salvador compasivo es: "Si puedes creer, al
que cree todo es posible." Es la fe la que nos une con el Cielo y nos imparte fuerza para luchar con las
potestades de las tinieblas. En Cristo, Dios ha provisto medios para subyugar todo rasgo pecaminoso y
resistir toda tentacin, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por lo tanto
permanecen lejos de Cristo. Confen estas almas desamparadas e indignas en la misericordia de su
Salvador compasivo. No se miren a s mismas, sino a Cristo. El que san al enfermo y ech a los
demonios cuando estaba entre los hombres es hoy el mismo Redentor poderoso. La fe viene por la
palabra de Dios. Entonces aceptemos la promesa: "Al que a m viene, no le echo fuera." Arrojmonos a
sus pies clamando: "Creo, ayuda mi incredulidad." Nunca pereceremos mientras hagamos esto, nunca. (DTG:396).
Durante el ministerio de Jess en Galilea, un centurin romano acudi a l pidiendo ayuda para su
siervo afligido de parlisis. Jess ofreci acudir a su casa y sanar al siervo. El centurin manifest que
no era digno de que Jess posara bajo su techo. Solamente di la palabra y mi criado sanar. Jess se maravill de la fe de este romano. Dijo: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Como resultado de su confianza, Jess le dijo al centurin: Ve, y como creste, te sea hecho. (Mat. 8:5-13). Los ancianos judos que recomendaron el centurin a Cristo haban demostrado cunto distaban de poseer el espritu del Evangelio. No reconocan que nuestra gran necesidad es lo nico que nos da
derecho a la misericordia de Dios. En su propia justicia, alababan al centurin por los favores que haba
manifestado a "nuestra nacin". Pero el centurin dijo de s mismo: "No soy digno". Su corazn haba
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sido conmovido por la gracia de Cristo. Vea su propia indignidad; pero no temi pedir ayuda. No
confiaba en su propia bondad; su argumento era su gran necesidad. Su fe ech mano de Cristo en su
verdadero carcter. No crey en l meramente como en un taumaturgo, sino como en el Amigo y
Salvador de la humanidad.
As es como cada pecador puede venir a Cristo. "No por obras de justicia que nosotros habamos hecho,
mas por su misericordia nos salv". Cuando Satans nos dice que somos pecadores y que no podemos
esperar recibir la bendicin de Dios, digmosle que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores.
No tenemos nada que nos recomiende a Dios; pero la splica que podemos presentar ahora y siempre
es la que se basa en nuestra falta absoluta de fuerza, la cual hace de su poder redentor una necesidad.
Renunciando a toda dependencia de nosotros mismos, podemos mirar la cruz del Calvario y decir:
"Ningn otro asilo hay, indefenso acudo a ti". (DTG:283-284). Toda clase de gente experiment los resultados del ministerio vivificador de Cristo. En cierta ocasin
un dirigente de una sinagoga, llamado Jairo, le rog a Jess que fuera a su casa y sanara a su hijita.
manifest su confianza diciendo a Jess: Ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivir. Mientras se dirigan hacia la casa de Jairo lleg un mensajero con la noticia de que la nia haba
muerto. Pero Jess luego que oy lo que se deca, le dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Esto represent un tremendo desafo para la fe del padre. Cuando llegaron a la casa, Jess llev consigo
a Pedro, Santiago y Juan, y al padre y a la madre; juntos se dirigieron a la cama donde se encontraba la
nia muerta. All se realiz un milagro. (Mar. 5:22-23,35-43). Cree solamente, le haba dicho Jess al padre. Qu recompensa para la fe! Esta misma fe proporcionar vida espiritual a los que estn muertos
en el pecado; y esa misma fe, con el tiempo, resucitar para vida eterna a los que han muerto en la fe.
Nada es imposible para la fe. Hasta la muerte cede ante la creencia en Cristo.
Mientras Jess se diriga hacia la casa de Jairo, una mujer que haba estado afligida durante doce aos
se abri paso entre la multitud y toc el vestido de Jess. Si tocare tan solamente su manto, ser salva. Jess se percat de su toque y reconoci su fe: Hija, tu fe te ha hecho salva, ve en paz, y queda salva de tu azote (Mar. 5:24-34). En aquel toque comenta la Sra. White se concentr la fe de su vida. (DTG:311). Al describir este incidente ocurrido en la vida de Jess, la Sra. White formul una de sus declaraciones
ms profundas concernientes a la fe que salva:
La muchedumbre maravillada que se agolpaba en derredor de Cristo no senta la manifestacin del poder vital. Pero cuando la mujer enferma extendi la mano para tocarle, creyendo que sera sanada,
sinti la virtud sanadora. As es tambin en las cosas espirituales. El hablar de religin de una manera
casual, el orar sin hambre del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta
simplemente como Salvador del mundo, no puede traer sanidad al alma. La fe salvadora no es un mero
asentimiento intelectual a la verdad. El que aguarda hasta tener un conocimiento completo antes de
querer ejercer fe, no puede recibir bendicin de Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo; debemos
creer en l. La nica fe que nos beneficiar es la que le acepta a l como Salvador personal; que nos
pone en posesin de sus mritos. Muchos estiman que la fe es una opinin. La fe salvadora es una
transaccin por la cual los que reciben a Cristo se unen con Dios mediante un pacto. La fe genuina es
vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implcita por la cual el alma llega a ser
una potencia vencedora. (DTG:312-313). Se han escrito miles de pginas acerca de la fe, pero pocas veces el significado de la fe ha sido
presentado en forma tan clara y bella como en esta cita. Un anlisis de la declaracin revela que la fe es
ms que un inters casual en las cosas religiosas, es ms que una oracin formal, es ms que una
creencia nominal en Cristo, es ms que un asentimiento intelectual a la verdad, es ms que un
conocimiento. La fe constituye una relacin personal con Cristo, una transaccin con Dios; la fe es vida. El resultado de la fe es fortaleza, confianza y victoria. Todo esto fue sugerido por el milagro de la
curacin de la mujer que toc el vestido de Jess.
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El captulo 9 de Juan relata una historia interesante acerca de un joven ciego de nacimiento, a quien
Jess san. Esa curacin provoc mucha excitacin en la comunidad. Los vecinos estaban ansiosos de saber cmo l haba recibido la vista. Los fariseos estaban indignados debido a que el milagro se
haba realizado en Sbado, e insistieron en que el que haba realizado el milagro no poda ser de Dios
porque haba violado el Sbado. Los padres del joven rehusaron comprometerse por temor a la
excomunin. El joven saba muy poco acerca de la persona que lo haba restaurado, pero tena la
certidumbre de que ahora poda ver. Supuso que su benefactor deba ser de Dios ya que haba realizado
ese milagro. Los fariseos, encolerizados, lo excomunicaron. Luego Jess apareci en la escena. Le
formul al joven esta pregunta escrutadora: Crees t en el Hijo de Dios? El joven contest: Quin es, Seor, para que crea en l? Jess replic: Pues le has visto, y el que habla contigo, l es. El joven exclam: Creo, Seor (Juan 9:35-38). No solamente haba recibido la vista natural, sino que haban sido abiertos los ojos de su entendimiento. Cristo haba sido revelado a su alma, y le recibi como el
Enviado de Dios. (DTG:495). La misma gracia que obr en beneficio de este joven es la gracia mediante la cual los hombres son salvados de las tinieblas espirituales.
Los seis milagros de Jess que hemos analizado constituyen ejemplos que indican en qu forma la
mayor parte de sus milagros son lecciones objetivas de fe. Podemos considerar el primer milagro de
Jess realizado en las bodas de Canan, y vemos cmo inspir fe en l. Podemos referir la curacin del
hijo del oficial del rey llevada a cabo en Canan, cuando el cortesano y toda su casa creyeron en Jess.
podemos recordar ese dramtico da en Capernam, cuando un paraltico fue bajado desde el techo para
que Jess pudiera sanarlo, y cuando Jess san no solamente su cuerpo debilitado, sino tambin su
alma enferma.
Podramos reconstruir la historia de la noche tormentosa pasada en el mar, cuando Jess, antes de
manifestar su poder, le dijo a sus discpulos: Cmo no tenis fe? (Mar. 4:40). La Sra. White hace el siguiente comentario con respecto a este milagro: Cun a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discpulos! Cuando las tempestades de la tentacin nos rodean y fulguran los fieros
rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidndonos de que hay Uno que
puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos
a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jess, y si clamamos a l para que nos salve, no
clamaremos en vano. Aunque l con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca
deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro
corazn, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenar el mar de la vida y de la manera que
l reconoce como la mejor nos librar del peligro. (DTG:303). El milagro ms grande de Jess, la resurreccin de Lzaro, es tambin un ejemplo culminante de la
gracia divina. Notemos la fe vacilante de Marta manifestada en sus palabras: Seor, si hubieras estado aqu mi hermano no habra muerto. Mas tambin se ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dar
Yo se que resucitar en la resurreccin Yo he credo que t eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Tena fe Marta? Si, pero no era una fe perfecta, porque cuando Jess dijo: Quitad la piedra, fue Marta la que se opuso. Entonces Jess replic suavemente: No te he dicho que si crees, vers la gloria de Dios? En este drama, la tensin alcanz el punto culminante cuando Jess se dirigi a su Padre. Pidi que su
oracin fuese oda para que crean que t me has enviado. La oracin fue contestada. Y el que haba muerto sali (Juan 11:1-46). En la experiencia del centurin romano cuyo siervo fue sanado, no exista el antecedente de una fe
notable. Evidentemente Jess trataba de edificar la fe de sus discpulos, de Marta y de Mara. Pero la
gracia divina con frecuencia responde a una fe imperfecta y vacilante. La gracia divina a menudo
produce fe. Mientras en un sentido la operacin de la gracia divina est limitada por la imperfeccin de
la fe del hombre, resulta animador notar que con frecuencia Dios recompensa una fe pequea con una
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abundante manifestacin de su gracia. La sinceridad de la fe parece tener ms importancia que su
cantidad, si es que podemos emplear la expresin cantidad para describir la fe. La resurreccin de Lzaro tena otro propsito. Este gran milagro era la evidencia mxima que ofreca a los hombres en prueba de que haba enviado a su Hijo al mundo para salvarlo. (DTG:495). La gracia de Cristo manifestada en beneficio de Lzaro y de sus hermanas, era una evidencia elocuente del amor
del Salvador por el hombre y de su deseo de que ste tuviera vida eterna mediante l, que haba dicho:
Yo soy la resurreccin y la vida. No es necesario conocer los trminos teolgicos para comprender la justificacin por la fe. Basta con
observar a Jess en su ministerio. Vedlo limpiar a los leprosos, restaurar la vista de los ciegos, dominar
la tormenta y resucitar a los muertos. Despus de presenciar estas manifestaciones de amor y poder
divinos, no resulta difcil creer que hay salvacin para el pecador que se acerca al Salvador con fe
sencilla. La fe no es tan complicada como algunos la hacen parecer. Consiste en la actitud del hombre o
la mujer que estn listos y dispuestos a recibir lo que Cristo les ha ofrecido. Constituye el sometimiento
a la voluntad de Dios y la entrega a Cristo. Consiste en quitar el yo del centro de la vida y en colocar a
Cristo en ella. Ciertamente en el fondo, la fe es en cierto sentido algo muy sencillo; simplemente significa que se abandona el vano esfuerzo por ganar el acceso a la presencia de Dios y se acepta el don
de la salvacin que Cristo ofrece con tanta plenitud y abundancia. (Machen, obra citada, pg. 181). Este principio est muy bien ilustrado en los milagros de nuestro Maestro. Hay tan slo un corto paso
desde la curacin de los leprosos, la restauracin de los ciegos, la curacin de los endemoniados y la
resurreccin de los muertos hasta la salvacin del alma. La gracia de Dios y la fe del hombre se unen
en la realizacin de estas cosas.
Las parbolas ilustran la fe que salva.-
Tres parbolas de Jess servirn para mostrar en qu forma el Maestro, mediante las historias que
refiri, proclam su mtodo de salvacin por la fe. En Luc. 18:9-14 se encuentra una de sus historias
esclarecedoras y llenas de inters humano, la que algunas veces ha sido denominada los dos adoradores. El fariseo en esta parbola constituye un smbolo de la salvacin por las obras: No est buscando la semejanza del carcter divino, un corazn lleno de amor y misericordia. Est satisfecho
con una religin que tiene que ver solamente con la vida externa. Su justicia es la suya propia, el fruto
de sus propias obras, y juzgada por una norma humana.
Cualquiera que confe en que es justo, despreciar a los dems. As como el fariseo se juzga
comparndose con los dems hombres, juzga a otros comparndolos consigo. Su justicia es valorada
por la de ellos, y cuanto peores sean, tanto ms justo aparecer l por contraste. Su justicia propia lo
induce a acusar. Condena a "los otros hombres" como transgresores de la ley de Dios. As est
manifestando el mismo espritu de Satans, el acusador de los hermanos. Con este espritu le es
imposible ponerse en comunin con Dios. Vuelve a su casa desprovisto de la bendicin divina. (PVGM:116-117).
El publicano constituye un smbolo de la salvacin por la fe: El publicano haba ido al templo con otros adoradores, pero pronto se apart de ellos, sintindose indigno de unirse en sus devociones.
Estando en pie lejos, "no quera ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hera su pecho" con amarga
angustia y aborrecimiento propio. Senta que haba obrado contra Dios; que era pecador y sucio. No
poda esperar misericordia, ni aun de los que lo rodeaban, porque lo miraban con desprecio. Saba que
no tena ningn mrito que lo recomendara a Dios, y con una total desesperacin clamaba: "Dios, s
propicio a m pecador". No se comparaba con los otros. Abrumado por un sentimiento de culpa, estaba
como si fuera solo en la presencia de Dios. Su nico deseo era el perdn y la paz, su nico argumento
era la misericordia de Dios. Y fue bendecido. "Os digo -dice Cristo- que ste descendi a su casa
justificado antes que el otro". (PVGM:117).
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La oracin del publicano fue oda porque mostraba una dependencia que se esforzaba por asirse del Omnipotente. El yo no era sino vergenza para el publicano. As tambin debe ser para todos los que
buscan a Dios. Por fe, la fe que renuncia a toda confianza propia, el necesitado suplicante ha de
aferrarse del poder infinito. (PVGM:123). En qu forma ms grfica podran presentarse el camino falso y el camino verdadero hacia la
salvacin? En un lado est el fariseo con su exaltacin propia, su orgullo espiritual, su dependencia de
las obras y sus ceremonias religiosas. En otro lado est el publicano, quien no tiene nada en qu
confiar, a no ser la gracia divina. Y este pecador arrepentido fue justificado antes que el otro santo lleno de confianza en s mismo.
La segunda parbola que tiene una significacin particular en relacin con el tema que nos preocupa, es
la parbola del vestido de bodas referida en Mateo 22.
Un rey realiz una fiesta de bodas para su hijo, e invit a mucha gente. Cuando los invitados no se
presentaron, el rey envi a sus siervos por los caminos, y como resultado, gente de toda condicin social se reuni para la fiesta.
Cuando entr el rey para ver a los convidados, vio a un hombre que no estaba vestido con el traje
provisto para los invitados a la boda. Ese hombre no tena ninguna excusa ni razn para justificar su
falta, de modo que fue expulsado de la fiesta.
El vestido de boda de la parbola representa el carcter puro y sin mancha que poseern los verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia "le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante",
"que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante". El lino fino, dice la Escritura, "son las
justificaciones de los santos". Es la justicia de Cristo, su propio carcter sin mancha, que por la fe se
imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal. (PVGM:252). nicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer ante la presencia de Dios. Cristo colocar este manto, esta ropa de su propia justicia sobre cada alma
arrepentida y creyente. (PVGM:253). Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invencin humana. Cristo, en su humanidad, desarroll un carcter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros este carcter. (PVGM:253).
Cuando nos sometemos a Cristo, el corazn se une con su corazn, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a l; vivimos su vida. Esto
es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia. Entonces, cuando el Seor nos contempla,
l ve no el vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de
justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehov. (PVGM:253-254). El hombre que vino a la fiesta sin vestido de bodas representa la condicin de muchos de los habitantes de nuestro mundo actual. Profesan ser cristianos, y reclaman las bendiciones y privilegios
del Evangelio; no obstante no sienten la necesidad de una transformacin del carcter. Jams han
sentido verdadero arrepentimiento por el pecado. No se dan cuenta de su necesidad de Cristo y de
ejercer fe en l. No han vencido sus tendencias heredadas o sus malos hbitos cultivados. Piensan, sin
embargo, que son bastante buenos por s mismos, y confan en sus propios mritos en lugar de esperar
en Cristo. Habiendo odo la palabra, vinieron al banquete, pero sin haberse puesto el manto de la
justicia de Cristo. (PVGM:256). La interpretacin que la Sra. White hace de esta parbola indica claramente que consideraba el vestido de bodas como un smbolo no slo del perdn y la justificacin, sino tambin de los frutos de la experiencia tal como se manifiesta en la vida cristiana. Cuando un alma recibe a Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo. (PVGM:255). As es como la experiencia del cristiano, desde el principio hasta el fin, es descrita como un don de Dios. Mediante el poder divino, aceptado por fe, el individuo es
redimido y su carcter es transformado.
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El tercer ejemplo de la doctrina de la salvacin por fe en las parbolas de Jess est dado por el
inimitable relato del hijo prdigo. En esta parbola se encuentra cada uno de los factores que
intervienen en la experiencia de la salvacin
En primer lugar, est el hijo descarriado y egosta, y el padre amante, los que representan al hombre y a
Dios. En segundo lugar est el hecho del pecado simbolizado por la ingratitud, el egosmo, la
complacencia y la inmoralidad del hijo perdido. Sus pecados eran los mismos que los de la humanidad.
En tercer lugar, estn los resultados del pecado: hambre, remordimiento, desilusin y desesperacin.
Estas experiencias pintan la vida al natural! En cuarto lugar aparece el despertamiento del hijo
prdigo. Y volviendo en s, reflexion. Comprendi su pecaminosidad y su necesidad, y percibi cul era la solucin correcta de su problema. En quinto lugar, el joven hizo una decisin y obr de
acuerdo con ella. Dijo: Me levantar e ir, y levantndose vino a su padre. Esta decisin y esta accin fueron el modo como l manifest su fe. Se estaba levantando; se estaba colocando en una
posicin donde el padre pudiera ayudarle. Estaba realizando una entrega de s mismo que hara posible
su restauracin.
En sexto lugar, su padre lo vio y corri a encontrarlo. Esto constituye un hermoso smbolo de la gracia
divina: el amor expresado en beneficio de alguien que no lo merece. En sptimo lugar, el hijo prdigo
dijo: He pecado. Aqu tenemos el arrepentimiento que es un paso vital en la redencin. En octavo lugar encontramos que el padre coloc sobre su hijo un vestido para cubrir sus harapos, puso un anillo
en su mano y calzado en sus pies. Con esto se alude a la justificacin. Fue aceptado. Volvi a formar
parte de la familia. Las evidencias de su descarro quedaron cubiertas por el amor. En noveno lugar, el
hermano mayor, haciendo alarde de justicia propia, se quej. Esto constituye una representacin de la
salvacin por las obras. El hermano mayor estaba orgullosos de su fiel servicio y de su rectitud moral,
pero no estaba dispuesto a abrir su corazn a su hermano arrepentido (Luc. 15:11-32).
Falta algo en esta descripcin verbal del proceso de la salvacin? En esta historia sencilla y
reconfortante hay ms slida teologa que en los libros de muchos eruditos. La iglesia armada con esta
sola parbola tomada de la vida humana, puede explicar su Evangelio de la salvacin por la fe en
trminos tales que hasta el ignorante puede comprenderlos y los instruidos pueden apreciar.
La fe en el Evangelio de Juan.-
Uno de los estudios ms fascinantes acerca de la doctrina de la salvacin est representado por el
empleo del verbo griego pisteo (yo creo) y sus derivados en el Evangelio de Juan. Esta palabra, en sus
diversas formas, ocurre 96 veces en el cuarto Evangelio. Conviene recordar que en griego no hay
distincin entre fe y creencia. El trmino pstis significa fe, y el verbo pisteo significa yo creo. Los antecedentes de la fe de Juan en sus aspectos ms profundos, salen a luz en Juan 20. Mara
Magdalena haba visto la tumba vaca y haba llevado las nuevas a Pedro y a Juan. Los doce discpulos
corrieron hacia la tumba, y Juan lleg primero. Juan se agach y mir hacia adentro, pero cuando Pedro
lleg, entr en el sepulcro. Juan le sigui, y los dos hombres se vieron frente a la evidencia de la
resurreccin de su Seor.
En este punto, Juan describe su reaccin por medio de una declaracin significativa: Entonces entr tambin el otro discpulo, que haba venido primero al sepulcro; y vio, y crey (Juan 20:8). Durante todo el ministerio de Jess, Juan haba sido un discpulo fiel, y sin embargo ahora reconoca que Jess
no slo era su Maestro sino tambin su Seor resucitado. La creencia de Juan en ese da memorable,
inici una reaccin en cadena que nunca ha cesado. No transcurri mucho tiempo hasta que Mara
magdalena tambin crey; luego creyeron los discpulos que iban en camino a Emas; a continuacin
lo hizo el grupo que se haba reunido en el aposento alto. Este proceso culmin en la formacin de la
iglesia cristiana.
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Cuando ocurrieron las primeras apariciones del Seor, Toms estaba ausente. Al informrsele que el
Seor haba resucitado, declar: Si no viere en sus manos la seal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creer (Juan 20:25). Una semana despus, Jess volvi a aparecer en medio del grupo, que esta vez inclua a Toms. A este discpulo se le dio
entonces la oportunidad de examinar las evidencias fsicas de la resurreccin tal como l haba pedido;
y Jess lo exhort: No seas incrdulo, sino creyente (Juan 20:27). Este pasaje no se incluye entre los 96 usos de la expresin pisteo (sin fe) y pstos (creyente). Toms, convencido por lo que haba visto,
realiz una confesin de fe ms abarcante aun que la que haban hecho los dems discpulos.
contemplando al Seor resucitado, exclam: Seor mo, y Dios mo! Jess replic: Porque me has visto, Toms, creste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron (Juan 20:28-29). Los ltimos versculos de Juan 20 finalizan su gran tema de la fe: Hizo adems Jess muchas otras seales en presencia de sus discpulos, las cuales no estn escritas en este libro. Pero stas se han
escrito para que creis que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengis vida en su
nombre (Juan 20:30-31). Esta declaracin final, como veremos, contiene el tema del Evangelio de Juan: el creer produce vida. No es ste el Evangelio en su forma ms sencilla? La creencia, o la fe, en Cristo quita del creyente la
sentencia de muerte, abre el camino hacia la vida ms abundante en este mundo, y proporciona la seguridad de la vida en la tierra nueva. Estos beneficios vitalizadotes de la fe son fundamentalmente
beneficiosos de la gracia divina. La fe es tan solo la actitud humana que posibilita la recepcin de la
gracia de Dios.
En el captulo 20 de Juan hemos visto los seis ltimos casos del empleo del verbo creer en este Evangelio. Ahora volveremos al comienzo del libro y examinaremos los dems textos, que son
numerosos, donde tambin se emplea esta palabra.
En el primer captulo del libro se usa tres veces el verbo creer. El versculo 7, refirindose a Juan el Bautista, dice: Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por l. El versculo 12 constituye una revelacin del principio evanglico de la salvacin por la fe: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. La adopcin como miembros de la familia de Dios, lo cual es otra forma de describir la salvacin, se reserva a los que creen. Hacia el final de este captulo se encuentra el incidente del
llamamiento de Natanael. El nuevo discpulo expres su confianza en Jess, la que estaba inspirada por
el conocimiento profundo manifestado por el Maestro, de la vida y la experiencia de Natanael:
Jess respondi: "Crees porque te dije, te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que stas vers!" Y agreg: "Os aseguro: De aqu en adelante veris el cielo abierto, y los ngeles de Dios que suben y
descienden sobre el Hijo del Hombre". (Juan 1:50-51). Pareca que Jess deseaba que sus recin llamados discpulos comprendieran la razn fundamental de su fe en l.
Los tres casos del verbo creer que aparecen en el captulo 2 ocurren en una forma ms o menos incidental en la corriente principal de pensamiento. Despus que Jess realiz su primer milagro, se
dice que sus discpulos creyeron en l (Juan 2:11). La porcin siguiente del captulo describe la purificacin del templo, e incluye esta prediccin de Jess: Destruid este templo, y en tres das lo levantar, y la explicacin de que l hablaba del templo de su cuerpo (Juan 2:19,21). A esta declaracin sigue el siguiente comentario: Por tanto, cuando resucit de entre los muertos, sus discpulos se acordaron que haba dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jess haba
dicho (Juan 2:22). Este pasaje indica la forma como se establece la fe mediante la evidencia de predicciones cumplidas. El versculo 23 del captulo 2 constituye nada ms que una referencia al hecho
de que muchos en Jerusaln, durante la fiesta de la Pascua, creyeron en su nombre, viendo las seales que haca. La New English Bible le da un significado ms profundo a este pasaje en su traduccin: Muchos le obedecieron. La creencia era, entonces, ms que un sentimiento o una identificacin emocional con un nuevo dirigente. La fe era, y continua siendo, obediencia.
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El tercer captulo de Juan repite ocho veces algunas formas del verbo creer. Este verbo aparece siete veces en