1. CATECISMO ROMANO PROMULGADO POR EL CONCILIO DE TRENTO
Comentado y anotado por el R.P. Alfonso M Gubianas, O.S.B. MANUAL
CLSICO DE FORMACIN RELIGIOSA Necesario al clero y a los fieles, E
indispensable, como catecismo de perseverancia, A las parroquias,
familias cristianas Y colegios EDITORIAL LITRGICA ESPAOLA, S. A.
SUCESORES DE JUAN GILI Cortes, 581. Barcelona. 1926 2
2. Sobre sta edicindigital. En la presente edicinse encuentra
la traduccin hecha y anotada por el R. P. Alfonso Mara Gubianas, O
S B editada originalmente por la Editorial litrgica espa ola en el
a o 1926 Barcelona; con nihil obstat de Agustn Mas Folchi, sensor,
imprimatur del Vicario general Pascual Lpez y por mandato de Su
Sra., Lic. Salvador Carreras, Pbro. Dada la licencia de la Orden
por el Abad D. Romualdus Som (abb. Proc. Et Vicarius Glis.) y el D.
Semilianus de Caurentiis O.S.B., consultor a secretis . A esta
edicin: Hemos dejado las anotaciones del padre Gubianas, las
cuales, aparecen como notas al pi de pgina. Hemos respetado
ntegramente el texto original, inclusive, respetando la traduccin y
los nombres de los captulos. Tambin, hemos agregado a esta edicin
digital, a cada captulo, introducciones a modo de resumen de la
materia a tratar, que puede servir como apuntes para el estudio de
ste catecismo . Los resmenes estn realizados por el R.P. Jos Mara
Mestre Roc, profesor de Sagrada Escritura, Espiritualidad y
Catecismo en el Semianrio Internacional Nuestra Seora Corredentora,
de Buenos Aires, La Reja. Stat Veritas (www.statveritas.com.ar)
3
3. INTRODUCCIN AL CATECISMO ROMANO No siendo posible considerar
las maravillosas excelencias de la obra inmortal de un Dios
misericordioso, cual es la Iglesia catlica, sin que la ms profunda
veneracin hacia la misma se apodere de nuestro nimo, ya se atienda
a los hermosos frutos de santidad que han aparecido desde su
institucin, ya a sus constantes esfuerzos para elevar al hombre, ya
a su prodigiosa influencia en todos los rdenes de la vida, para la
realizacin del reinado de Jesucristo en medio de la sociedad, cmo
no deber aumentar ms y ms esta admiracin si nos fijamos en lo que
ha hecho la Iglesia catlica para propagar las verdades revela-das
por Jesucristo, de las que la hiciera depositaria, tesoreray
maestra infalible? Que la Iglesia haya cumplido el encargo de su
divino Fundador de ensear a los hombres toda la verdad revelada, lo
estn pregonando los mil y mil pueblos que conocen al verdadero
Dios, y le adoran; son de ello monumento perenne todas las
instituciones cristianas encaminadas al auxilio de las necesidades
de los hombres redimidos por Jesucristo. No solamente ha propagado
la Iglesia catlica las verdades que recibi de Jesucristo, sino que,
como la ms amante de las mismas, ha condenado cuantos errores a
ellas se oponan. Cuantas veces se han levantado falsos maestros
para negar las verdades evanglicas, cuantas veces el espritu del
mal ha querido sembrar cizaa en el campo de la Iglesia, cuantas
veces el espritu de las tinieblas ha intentado obscurecer la
antorcha de la fe, ella ha mostrado a sus hijos, al mundo entero,
cul era la verdad, en dnde estaba el error, cul era el camino recto
y cul el que conduca al engao y a la perdicin. Desde las pginas
evanglicas en que el Apstol amado demostr a los adversarios de la
divinidad de Jesucristo su divina generacin, hasta nuestros das, en
que hemos contemplado cmo el sucesor de San Pedro anatematizaba la
moderna hereja, siempre ostenta la Iglesia, en frente del error, en
frente de la hereja, su ms explcita y solemne condenacin. Este
carcter de la Iglesia santa, esta su prerrogativa, esta su nota de
acrrima defensora de la verdad, tal vez no ha brillado jams tan
resplandeciente, quiz no la ha contemplado jams el mundo con tanto
esplendor como en el siglo dcimosexto. Grandes fueron los esfuerzos
de las pasiones para la propagacin del error, para su defensa, para
presentarlo como el nico que deba dirigir la humana conducta, como
el nico salvador y regenerador de la sociedad. No poda permanecer
en silencio la Iglesia de Jesucristo en tales circunstancias, y no
permaneci, segn nos lo demuestran clarsimamente cada una de las
verdades solemnemente proclamadas en el Concilio Tridentino, cada
uno de los anatemas fulminados por aquella santa asamblea contra la
hereja protestante. Congregado aquel Concilio Ecumnico para atender
a las necesidades que experimentaba el pueblo cristiano, no le fu
difcil comprender la importancia y necesidad de la publicacin de un
Catecismo destinado a la explicacin de las verdades dogmticas y
morales de nuestra santa fe, para contrarrestar los perniciossimos
esfuerzos de los novadores al esparcir por todos los modos
posibles, aun entre el pueblo sencillo e incauto, sus perversas y
herticas enseanzas. Tal podramos decir que fu el principal objeto
de la publicacin de este Catecismo. Y con esto queda ya indicado lo
que es el Catecismo Tridentino: una explicacin slida, sencilla y
luminosa de las verdades fundamentales del Cristianismo, de
aquellos dogmas que constituyen las solidsimas y esbeltas columnas
sobre las cuales descansa toda la doctrina catlica. En primer
lugar, lo que distingue a este preciossimo libro, a este monumento
perenne de la solicitudde la Iglesia para la religiosa instruccin
de sus hijos, del pueblo cristiano, es la solidez. Esta se descubre
y manifiesta en los argumentos que emplea para la demostracin de
cada una de las verdades propuestas a la fe de sus hijos. No
pretende ni quiere que creamos ninguno de los artculos de la fe sin
ponernos de manifies to, sin dejar de aducir aquellos testimonios
de la divina Escritura reconocidos como clsicos por to dos los
grandes apologistas cristianos, por los grandes maestros de la
ciencia divina. Este es siempre el primer argumento del Catecismo;
sobre l descansan todos los dems, demostrndonos cmo la enseanza
cristiana, la fe de la Iglesia catlica, est en todo conforme con
las letras sagradas. Este modo de demostrar la verdad catlica,
adems de ensearnos el origen de la misma, era una refutacin de los
falsos asertos de la nueva hereja, pues no reconociendo sta otra
verdad que la de la Escritura, por la misma Escritura, se la
obligaba a confesar por verdadero lo que con tanto aparato quera
demostrar y predicaba como errneo y falso. Es tal el uso que de las
Escrituras se hace para demostrar las verdades del Catecismo, que,
leyndolo atentamente, no podemos dejar de persuadirnos que es ste
el ms sabio, el ms ordenado, el ms completo compendio de la palabra
de Dios. Al testimonio de las Sagradas Escrituras, aade el
Catecismo la autoridad de los Santos Padres. Estos, adems de
mostrarnos el unnime consentimiento de la Iglesia en lo relativo al
dogma y a la moral, adems de 4
4. ser fieles testigos de las divinas tradiciones, esclarecen
con sus discursos las mismas verdades, las confirman con su
autoridad y nos persuaden que asintamos a las mismas, tan conformes
as a la sabidura como a la omnipotencia del Altsimo. Es tan grande
la autoridad atribuida por el Catecismo a los Santos Padres, que,
en relacin con la importancia y sublimidad de los dogmas
propuestos, est el nmero de sus testimonios aducidos. As, para
ensearnos la doctrina de la Iglesia relativa al divino sacramento
de la Eucarista, no se contenta con recordarnos las palabras de los
santos Ambrosio, Crisstomo, Agustn y Cirilo, sino que nos invita a
leer lo enseado por los santos Dionisio, Hilarlo, Jernimo,
Damasceno y otros muchos, en todos los cuales podremos reconocer
una misma fe en la presencia real de Jesucristo enel sacramento del
amor. Por ltimo, quiere el Catecismo que tengamos presente las
definiciones de los Sumos Pontfices y los decretos de los Concilios
Ecumnicos, como inapelables e infalibles, en todas las
controversias religiosas. He ah indicado de algn modo el carcter
que tanto distingue, ennoblece y hace inapreciable al Catecismo. Ms
no se content la Iglesia con dar solidez a su Catecismo, sino que
le dot de otra cualidad que aumenta su mrito y le hace sumamente
apto para la consecucin de su finalidad educadora: es sencillo en
sus raciocinios y ex- plicaciones. Quiso el Santo Concilio que
sirviera para la educacin del pueblo, y para ello ofrece tal
diafanidad en la expresin de las ms elevadas verdades teolgicas,
que aparece todo l, no como si fuera la voz de un orculo que
reviste de enigmas sus palabras, sino como la persuasiva y clara
explicacin de un padre amantsimo, deseoso de comunicar a sus
predilectos y tiernos hijos el conocimiento de lo que ms les
interesa, el conocimiento de Dios, de sus atributos, de las
relaciones que le unen con los hombres y de los deberes de stos
para con su Padre celestial. Si alguna vez se han visto en amable
consorcio lasublimidad de la doctrina con la sencillez embelesadora
de la forma, es, sin duda ninguna, en este nuestro y nunca bastante
elogiado Catecismo. Este carcter, que le hace tan apreciable, nos
recuerda la predicacin evanglica, la ms sublime y popular que jams
escucharon los hombres. Esta sublime sencillez se nos presenta ms
admirable cuando nos propone los ms encumbrados misterios, de tal
modo expuestos, que apenas habr inteligencia que no pueda formarse
de los mismos siquiera alguna idea. Como prueba de esto, vase cmo
explica con una semejanza la generacin eterna del Verbo: Entre
todos los smiles que pueden proponerse dice para dar a entender el
modo de esta generacin eterna, el que ms parece acercarse a la
verdad es el que se toma del modo de pensar de nuestro
entendimiento, por cuyo motivo San Juan llama Verbo al Hijo de
Dios. Porque as como nuestro entendimiento , conocindose de algn
modo a s mismo, forma una imagen suya que los telogos llaman verbo,
as Dios, en cuanto las cosas humanas pueden compararse con las
divinas, entendindose a s mismo, engendra al Eterno Verbo . Otras
muchas explicaciones de las ms elevadas verdades hallamos en este
Catecismo, todas las cuales nos demuestran cunto desea que sean
comprendidas por los fieles y el gran inters que todos debemos
tener para procurar su inteligencia aun por los que menos
ejercitada tienen su mente en el conocimiento de las verdades
religiosas. De la so lidez y sublime sencillez, tan caractersticas
de este Catecismo, nace otra cualidad digna de consideracin, y es
la extraordinaria luz con que ilustra el entendimiento, sin omitir
de un modo muy eficaz la mocin de la voluntad para la prctica de
cuanto se desprende de todas sus enseanzas. Despus de la lectura y
estudio de cualquiera de las partes del Catecismo, parece que la
mente queda ya plenamente satisfecha en sus aspiraciones, y no
necesita de ms explicaciones para comprender, en cuanto es posible,
lo que ensea y exige la fe. Mas no se contenta con la ilustracin
del entendimiento, sino que, segn hemos ya indicado, se dirige
especialmente a que la voluntad se enamore santamente de tan
consoladoras verdades, las aprecie y se esfuerce en demostrar con
sus obras que su fe es viva, prctica, y la ms pode-rosa para la
realizacin de la vida cristiana, aun en las ms difciles
circunstancias. Quines fueron sus autores Varios son los nombres
dados a este Catecismo segn los diferentes respectos conque se le
considere. Es conocido con el nombre de Catecismo Tridentino, por
haberse empezado por disposicin de aquel Concilio Ecumnico;
Catecismo de San Po V, porque fu aprobado y publicado por este
Soberano Pontfice, y tambin Catecismo Romano, por ser el que la
Iglesia Romana propone a quienes tienen el encargo de ensear su
doctrina al pueblo como norma segura, exenta de error y la ms
acomodada a la capacidad de la generalidad de los fieles. Para
demostrar con cunta verdad se le da el nombre de Catecismo
Tridentino, no tenemos ms que recordar lo establecido por aquella
santa Asamblea en su sesin XXIV, cap. 7, por estas palabras: Para
que los fieles se presenten a recibir los sacramentos con mayor
reverencia y devocin, manda el santo Concilio a todos 5
5. los obispos que expliquen, segn la capacidad de los que los
reciben, la eficacia y uso de los mismos Sacramentos, no slo cuando
los hayan de administrar por s mismos al pueblo, sino tambin han de
cuidar de que todos los prrocos observen lo mismo con devocin y
prudencia, haciendo dicha explicacin aun en lengua vulgar si fuere
menester y cmodamente se pueda, segn la forma que el santo Concilio
ha de prescribir respecto de todos los Sacramentos en su Catecismo,
el cual cuidarn los obispos se traduzca fielmente en lengua vulgar,
y que todos los prrocos lo expliquen al pueblo . No habiendo sido
posible terminar el Catecismo antes de la clausura del Concilio
Tridentino, el Sumo Pontfice Po IV encomend este asunto al cuidado
de algunos obispos y telogos para que preparasen la materia
necesaria a tan til obra. Los principales a quienes eligi para esta
importante empresa fueron Muelo Calina , Leonardo de Marinis ,
Egidio Fuscario y Francisco Foreiro .1 2 3 4 Tambin cooperaron a la
misma el Cardenal Seripando , Miguel Medina , y Pedro Galesino .5 6
7 Reunido todo lo necesario para la composicin de la obra, escogi a
Mucio Calino, Pedro Galesino y Julio Poggiani para que la ordenasen
y compusiesen en estilo elegante y el ms acomodado a la sublimidad
del8 asunto. Constando el Catecismo de cuatro partes, encomend las
dos primeras, esto es, el Smbolo y los Sacramentos, a Mucio Calino;
el Declogo, a Pedro Galesino, y la Oracin Dominical, a Julio
Poggiani. Este emple los ltimos cuatro meses del ao de 1564 en la
redaccin de la ltima parte del Catecismo. Cuando Mucio Calino y
Pedro Galesino hubieron terminado el Smbolo, los Sacramentos y el
Declogo en el ao de 1565, quisieron que Julio Poggiani revisara,
corrigieray enmendase cuanto haban hecho, dando a toda la obra
uniformidad de estilo, como si fuese tan slo uno mismo el autor de
ella. Muerto el Papa Po IV en el ao de 1565, le sucedi Po V, al que
rog en gran manera San Carlos Borromeo la publicacin del Catecismo
Tridentino. De nuevo fu revisado y perfeccionado por el cardenal
Sirleto , Mucio Colino, Leonardo de Marinis, Toms Manrique ,
Eustaquio Locatello y Curcio Franco.9 10 Terminados todos estos
estudios, y perfeccionada la obra por tan eminentes telogos y
literatos, en octubre del ao de 1566 se encomend su impresin a
Paulo Manucio, quien la public en Roma, con privilegio del Santsimo
Papa Po V, en hermosos y ntido s caracteres, excelente papel,
aunque sin las divisiones introducidas posteriormente. Mucio
Calino, natural de Brescia, varn de mucha piedad y adornado de no
vulgar ciencia, primeramente fu obispo de1 Zara, y ltimamente de
Terni. Por mandato de Po IV y Po V, colabor en la redaccin del
Catecismo Tridentino, Indice de libros prohibidos, Breviario y
Misal. Leonardo de Marinis, O. P., fu creado por Julio III obispo
de Laodicea y sufragneo del obispo de Mantua; despus Po2 IV le hizo
arzobispo. Enviado al Concilio Tridentino, se port muy dignamente,
merecien do ser alabado y admirado por aquella santa Asamblea. Los
Sumos Pontfices le enviaron tres veces como Legado Apostlico a
diferentes Prncipes. Finalmente, trasladado al obispado de Alba,
muri en Roma el ao de 157 8. Trabaj en la reforma del Breviario,
Misal Romano en la redaccin del Catecismo del Concilio Tridentino.y
Egidio Fuscario, O. P., fu Maestro del Sacro Palacio en el
Pontificado de Paulo III. El Papa Julio III le cre obispo3
Munitense. Fu en gran manera perseguido y acusado de hereja, pero
calmada esta tempestad, y convencidos todos de la pureza e
integridad de su fe, fu enviado por el Sumo Pontfice Po IVal
Concilio de Trento, en el cual dio ilustres pruebas y el ms
brillante testimonio de catlica fe, eximia doctrina y singular
prudencia. Muri en Roma el ao de 1564. Francisco Foreiro, O. P.,
insigne por sus estudios teolgicos y literarios, fu enviado por el
rey de Portugal como telogo4 al Concilio Tridentino, en el cual
brill en tanto grado por su ingenio, que, disponindose a partir de
Trento, terminado el Concilio, pidi san Carlos Borromeo al rey de
Portugalle dejase ocupar en la composicin delCatecismo. Jernimo
Seripando, natural de Npoles, cardenalde la Santa Iglesia Romana
del ttulo de santa Susana, fu enviado por5 Po IV como Legado
Apostlico al Concilio Tridentino. Miguel Medina, O. M. C. Asisti al
Concilio Tridentino como telogo enviado por Felipe II. Era muy
erudito en las6 lenguas hebrea, griega y latina. Defendi con mucho
valor la Iglesia Catlica, as con escritos como de palabra. Pedro
Galesino, de Miln, fu Protonotario Apostlico. Posea en grado
superior las lenguas hebrea, griega y latina.7 Escribi, adems de
otras varias obras, unas anotaciones alMartirologio. Julio
Poggiani, natural de Suna, naci el da 13 de septiembre de 1522. Se
distingui por su pericia en la lengua del Lacio.8 Fu secretario de
tres cardenales, Dandini, Truxi y Borromeo. Los Papas Po IVy Po V
le confiaron este mismo cargo. Escribi las Actas del primer
Concilio Provincial de Miln. Muri el ao de 1562. Guillermo Sirleto,
no fu noble por su cuna o riquezas, sino por sus virtudes y
doctrinas. Habindose instruido en9 Npoles en las lenguas hebrea,
griega y latina, vino a Roma, en donde fu muy amado de Paulo IV y
del Cardenal Borromeo. Paulo IV le cre obispo y despus cardenalde
la santa Romana Iglesia. El Papa san Po V le nombr revisor del
Catecismo Tridentino. Muri el ao de 1581. Toms Manrique, O. P.
Espaol, descendiente de una noble familia, brill en tanto grado por
su prudencia y erudicin,1 0 que fu Procurador de su Orden, y despus
de pocos aos, elPapa Po IVle nombr Maestro del Sacro Palacio.
Habiendo creado el Papa Po V una Ctedra de Teologa en la Baslica
Vaticana, fu el pri mero que la regent. 6
6. Concilios ySumos Pontfices que lo han recomendado En la
imposibilidad de enumerar los Concilios Provinciales y Snodos
diocesanos que recomendaron este Catecismo como el ms propio para
la educacin religiosa del pueblo cristiano, tan slo apuntaremos los
ms importantes. El primer Concilio Provincial de Miln, celebrado
bajo la presidencia de San Carlos Borromeo, el alo de 1565, aun
antes de la publicacin del Catecismo Tridentino, estableci que los
clrigos, despus de haber entrado en los catorce aos, a fin de poder
meditar de da y de noche la Ley del Seor, en cuya suerte se hallan,
tengan, cuando no abundancia, a lo menos el necesario nmero de
libros sagrados ; pero imprescindiblemente posean el Antiguo
Testamento y el Catecismo que se publicar en Roma, tan pronto salga
a luz . Adems de San Carlos Borromeo, asisti a este Concilio, Hugo
Boncompagnus, miembro que fu tambin del Concilio Tridentino, y
despus Sumo Pontfice con el nombre de Gregorio XIII; Nicols
Sfondrato, obispo de Cremora y despus Sumo Pontfice con el nombre
de Gregorio XIV; el cardenal Guido Fe rreiro, obispo de Vercelli;
el cardenal Federico Cornelio, obispo de Brgamo, y otros muchos,
ilustres por su virtud, piedad y doctrina, todos los cuales
asistieronal Concilio Tridentino. En el Concilio Provincial de
Benevento, celebrado el ao de 1567, siendo arzobispo de aquella
Sede el cardenal Jaime Sabello, se orden a los prrocos y dems que
tenan el cuidado pastoral: Por cuanto su principal cuidado debe
consistir en instruir al pueblo que est a su cargo en los artculos
de la fe que se contienen en el Credo, en los Mandamientos del
Declogo, en los Sacramentos de la Iglesia y en la inteligencia de
la oracin dominical, para desempear esta obligacin tengan
continuamente entre manos el Catecismo que se ha publicado por
disposicin de Po Pontfice, a fin de que as puedan ensear todas
estas cosas segn la sana y eclesistica doctrina . De los diez
prelados que asistieron a este Concilio Provincial, seis haban
concurrido al Concilio Ecumnico de Trento. El Concilio Provincial
de Rvena, celebrado el ao de 1568 y presidido por el cardenal
arzobispo Julio Feltrio, en el cap. IV, tt. de Seminario,
establece: Principalmente tengan los seminaristas de continuo entre
manos el Catecismo que poco ha se public por disposicin de nuestro
Santsimo Padre Po V . Este Concilio, al que asistieronquince
sufragneos, fu aprobado por el Papa San Po V. El segundo Concilio
de Miln, celebrado bajo la presidencia de San Carlos Borromeo el ao
de 1569, y en el que se reunieron 13 obispos, ordena a los prrocos:
Que, reunindose, traten, con frecuencia, alguna leccindel Catecismo
Romano . El Concilio de Salzburgo del 1569, celebrado bajo la
presidencia del arzobispo Juan Santiago, establece en la constituci
n 26 cap III: Cuando los prrocos hubieren de administrar los
Sacramentos, como tambin los obispos cuando hubieren de hacerlo,
deben explicar a los que estuvieren a su cargo, la virtud y uso de
los Sacramentos en nuestra lengua vulgar alemana, acomodndose a la
capacidad de los que los reciben, segn lo que se con-tiene en el
Catecismo Romano, a la verdad utilsimo y en nuestros tiempos muy
necesario, el cual, traducido tambin ahora en lengua alemana, todos
le pueden adquirir por poco precio . Asistieronal mismo Concilio
ocho obispos, siendo confirmado por el Sumo Pontfice Gregorio XIII,
el da 5 de julio de 1574. El tercer Concilio Provincial de Miln,
celebrado en 1573 por San Carlos Borromeo, manda: Que los prrocos
.usen en la administracin de los Sacramentos los lugares y doctrina
del Catecismo Romano Adems del cardenal Paulo Adressio,
concurrierontrece obispos al mismo Concilio. Fu aprobado por
Gregorio XIII. El Concilio Provincial de Gnova, celebrado en el ao
de 1574 bajo la presidencia de Cipriano Palavicini, dispone: Que
los prrocos recitena los nios, palabra por palabra, alguna co sa
del Catecismo Romano Este Concilio fu aprobado por la Congregacin
de los Cardenales, intrpretes del Concilio Tridentino el da 9 de
octubre de 1574. El cuarto Concilio Provincial de Miln, celebrado
por San Carlos Borromeo en 1576, ordena: Que el prroco muestre a la
vista, cuando hiciere la visita, entre otros libros, el Catecismo
Romano . Y en las advertencias a los clrigos: Trabajadores dice con
el mayor cuidado, para tener presentes y bien considerados, segn la
doctrina del Catecismo Romano, mayormente los cuatro lugares que
son los doce artculos de la fe, los siete Sacramentos, los diez
mandamientos y la oracin dominical . Este Concilio fu aprobado por
el Papa Gregorio XIII. El quinto Concilio Provincial de Miln,
celebrado en 1579 por San Carlos Borromeo, establece: Que en la
enseanza de los misterios de la fe se siga principalmente la
doctrina del Catecismo Romano , Tambin fu aprobado por Gregorio
XIII. Adems, manda su lectura en los seminarios y que se pregunte a
los ordenandos si tiene el Catecismo Romano, averiguando si poseen
su doctrina. 7
7. En este mismo ao de 1579, el clero de toda la Galia, en la
asamblea de Melun ordena: Que aquellos .que tienen cura de almas
tuviesen continuamente entre manos el Catecismo del Concilio
Tridentino El Concilio Provincial de Ruan, celebrado en el ao 1581
bajo la presidencia del cardenal Carlos de Borbn, en el tt. De
Curat. Officiis, manda: Para que todo prroco pueda cumplir con su
oficio, tengan todos el Catecismo Romano en latn y francs, y, segn
l prescribe, enseen la doctrina del Credo, de los Sacramentos, del
Declogo y dems cosas necesarias para la salvacin . Fu aprobado por
el Sumo Pontfice Gregorio XIII, el 19 de marzo de 1582. El Concilio
Provincial de Burdeos, celebrado en el ao 1583 por Antonio
Prevoste, en el tt. VIIIDe Sacramentis, ordena: A los prrocos que
traigan continuamente entre manos el Catecismo del Concilio
Tridentino, en donde con toda claridad se explica la virtud y
eficacia de los Sacramentos . En el tit. XVIII de Parochis, dice:
Todos los das de fiesta expliquen los prrocos al pueblo alguna cosa
del Catecismo Tridentino (el cual, publicado ya por nuestra orden
en latn y francs, les encargamos le tengan consigo), en orden a
todo lo que el cristiano ha de saber, a fin de que as entiendan los
fieles qu es lo contenido en los artculos de la fe y qu piden
cuando rezan la oracindominical y cul es el nmero, virtud, eficacia
y efecto de los Sacramentos . Fue aprobado este Concilio por el
Papa Gregorio XIII el da 3 de diciembre de 1583, y por los
cardenales intrpretes del Concilio Tridentino el da 9 del mismo mes
y ao. El Concilio Provincial de Turs, celebrado el ao de 1583 y
presidido por el arzobispo Simn de Maille, en el tt. De proff. fid.
tuenda, manda : Que todos los admitidos a or confesiones estn
obligados a tener el Catecismo del Concilio Tridentino y a saberlo
de memoria . Fue aprobado por el Sumo Pontfice Gregorio XIII, el da
8 de octubre de 1584. El Concilio de Reims, celebrado en 1583 por
el cardenal arzobispo Ludovico de Guisa, en el ttulo VI, de
Curatis, establece: Que los prrocos no slo vivan santamente, sino
que, adems, tengan siempre en las manos algn libro que trate del
modo de administrar los Sacramentos, o el Catecismo del Concilio
Tridentino, ya en latn o en lengua vulgar, del cual saquen cada
domingo lo que sea conforme al Evangelio y se deba proponer al
pueblo . Fu confirmado por el Papa Gregorio XIII, como puede leerse
en las letras que expidi el da 30 de julio de 1584. El Concilio
Provincial de Aix, celebrado el ao, de 1585 bajo la presidencia del
arzobispo Alejandro Para que cada prroco pueda desempear su cargo,
tenga elCanigiano, determina en el tt. de Parochis: Catecismo
Romano en latn y francs, y ensee la doctrina del Credo, Declogo,
Sacramentos, oracin dominical y dems cosas necesarias para la
salvaci n segn l ense a y prescribe . Y en el ttulo De Seminario:
Este sea el uso perpetuo de todos los Seminarios, que el Catecismo
Romano se lea primero y se explique con la mayor diligencia a los
jvenes y no se deje parte alguna suya, de cuyas doctrinas no queden
aqullos imbuidos con todo el cuidado posible . Fu aprobado este
Concilio por el Sumo Pontfice Sixto V, el da 4 de mayo de 1586, y
por los cardenales intrpretes del Concilio Tridentino el da 5 del
mismo mes y ao, El Concilio Provincial de Gnesma, en Polonia,
celebrado en 1589 bajo la presidencia de Estanis lao Kankouski,
nmero VII estableci : Que todos los das de fiestapropusiesen los
prrocosen el tt. De Parochorum ofjicio, al pueblo alguna cosa del
Catecismo Romano, el cual procuraremos adquiera en breve nuestra
provincia, acerca de lo que todos han de saber para salvarse, para
que as entiendan los fieles qu es lo que comprenden los artculos de
la fe, qu es lo que contiene el Declogo, qu piden al decir la
Oracin Dominical, cul es el nmero de los Sacramentos, su virtud y
eficacia, cul su uso, y cmo deben estar dispuestos los fieles para
recibirlos . Este Concilio fui aprobado por la Congregacin de los
cardenales intrpretes del Concilio Tridentino, el da 6 de marzo de
1590, y por el Papa Sixto V, el da 9 del mismo mes y ao. El
Concilio Provincial de Tolosa, celebrado el ario de 1590, siendo su
presidente el cardenal arzobispo Francisco de Joyosa, en la part.
1, captulo III, De Parochis, nm. II, estableci: Para que ms
fielmente puedan (los prrocos) cumplir con su oficio, tengan
perpetuamente el Catecismo L atino-Francs de la Fe Romana, y
expliquen al pueblo siempre que fuere necesario, las cosas que en l
se contienen acerca del Credo, Declogo, Sacramentos y dems cosas
necesarias para la salvacin . En la part. II, cap. I, nmero I:
Nunca los obispos ni los prrocos pasarn a administrar los
Sacramentos, sin que primero hayan explicado por el Catecismo del
Concilio Tridentino, su provechoso uso y maravillosa virtud a los
que los reciben y a los dems Elque oyen . En la part. III, captulo
V, De Seminariis Clericorum: Catecismo Romano se leer conla mayor
frecuencia a los alumnos de los Seminarios en ciertos y
determinados das . El Concilio Provincial de Tarragona, celebrado
en 1581, siendo su presidente Juan Torres, arzobispo, recomienda
que: Los prrocos lean y enseen con diligencia el Catecismo Romano .
El Concilio Provincial de Avin, celebrado el ao de 1594 por el
cardenal arzobispo Francisco Mara Taurusi, en el tt. De Officio
Parochi, se lee: Tenga continuamente cada prroco entre manos el
Catecismo 8
8. Romano, para que con su auxilio pueda conocer bien el modo
de administrar debidamente los Sacramentos y pueda imbuirse de sana
doctrina para la predicacin al pueblo que est a su cargo . El
Concilio Provincial de Aquileya, celebrado en 1596 por el arzobispo
Francisco Barbaro, se expresa as: Deseamos que el clero de
Eslavonia lea con frecuencia el Catecismo Romano, traducido ya en
lengua eslavona por disposicin de Gregorio XIII, y tengan los
obispos el cuidado de guardar en el archivo arzobispal un ejemplar
muy correcto del mismo Catecismo, para que a su contexto se puedan
en lo sucesivo reconocer y aprobar los dems ejemplares . Tambin fu
aprobado este Concilio por los cardenales intrpretes de Concilio
Tridentino. El Concilio Provincial de Burdeos, celebrado el ao de
1624, siendo presidente el cardenal De Sourdis, en el cap. XII, De
praedicatione Verbi Dei, establece: Los que tienen cura de almas
expliquen a sus parroquianos, desde el plpito, el Catecismo Romano
. ltimamente, el Concilio de Cremona, celebrado en 1603 por Csar
Spaciani, dice: Inspirados por el Espritu Santo aquellos Padres que
presidieron el Concilio Tridentino, mandaron que se compusiese
cuanto antes el Catecismo Romano, para que de l, como de
fecundsimas fuentes de la santa Madre Iglesia, pudiesen todos los
clrigos beber la suavsima leche de la doctrina eclesistica; por
tanto, los clrigos destinados a la enseanza de los jvenes guarden
inviolablemente de aqu en adelante, bajo pena de suspensin, la
costumbre santamente introducida en nuestros Seminarios de explicar
a todos los clrigos el Catecismo Romano, hacindolo cada da o por lo
menos tres veces a la semana . Despus de tan ilustres testimonios,
despus de tantas recomendaciones, despus que con voz unnime es
proclamada la excelencia del Catecismo Tridentino, no creo sea
posible que nadie deje de convencerse del mrito de una obra as
alabada y con tantos encomios enaltecida. Y no solamente los
Concilios reconocierony confesaron sus excelencias, sino que los
mismos Soberanos Pontfices, Maestros infalibles de la Iglesia, son
los primeros en mostrarnos el aprecio con que debe ser tenido;
ellos mismos procuraron su difusin y propaga- cin. El Sumo Pontfice
San Po V, segn puede verse por el siguiente Breve dirigido a
Manucio el da 26 de septiembre de 1566, procur adelantar cuanto le
fu posible su publicacin. Deseando ejecutar, por razn de nuestro
cargo, ayudados por la divina gracia con la mayor diligencia lo que
fu decretado y ordenado por el Concilio Tridentino, hemos procurado
que se compusiera en esta ciudad, por algunos escogidos telogos, el
Catecismo, con el cual los prrocos enseen a los fieles lo que
conviene conozcan, profesen y guarden. El cual libro, habiendo de
ser publicado con toda perfeccin, con la ayuda de Dios hemos dado
providencia a fin de que se imprima con la mayor diligencia posible
.11 En la Bula, de fecha 8 de marzo de 1570, establece que en todos
los Monasterios del Cster se tenga este Catecismo, juntamente con
la Biblia y las obras de San Bernardo. En otra Bula, publicada el
da 30 de junio de 1570, ordena que en todos los Conventos de los
Siervos de Mara se lea este Catecismo todos los das festivos.
Finalmente, lo hizo traducir al italiano, francs, alemn y polaco,
segn asegura Gabutio en la vida de este celossimo y preclaro
Pontfice. Gregorio XIII, en un Breve del ao de 1593, afirma que por
su mandato y con su aprobacin se public de nuevo el Catecismo;
orden que fuese traducido en lengua eslava, y aprob con su
autoridad suprema muchos Concilios Provinciales que recomendaron el
uso del Catecismo Tridentino; todo lo cual claramente nos indica el
aprecio y estima con que miraba el Catecismo Tridentino. La
santidad del Papa Clemente XIII, en sus Letras Apostlicas de 14 de
junio del ao de 1761, entre otras cosas, deca as para recomendar el
Catecismo Tridentino: Este libro, que los Pontfices Romanos
quisieron proponer a los Pastores, como norma de fe catlica y
mximas cristianas, para que tambin en el modo de ensear la doctrina
fuesen todos uniformes, ahora es cuando ms os lo recomendamos,
venerables hermanos, y os exhortamos encarecidamente en el Seor
mandis que todos cuantos ejercen cura de almas usen de l cuando
ensean a los pueblos la verdad catlica, para que as se guarde tanto
la uniformidad de ensear cuanto la caridad y concordia de los nimos
. Para ensearnos el intento de la Iglesia en la publicacin de este
Catecismo, se expresa de este modo: Despus que el Concilio
Tridentino conden las herejas que en aquel tiempo intentaban
ofuscar la luz de la Iglesia, y, como desvaneciendo la niebla de
los errores, expuso con ms clara luz la verdad catlica, viendo los
mismos predecesores nuestros que aquella sagrada asamblea de la
universal Iglesia usaba de tan prudente Pastorali officio cupientes
quam diligentissime divina adiuvante gratia fungi, et ea, quae a
sacro Tridentino Concilio1 1 statuta et decreta fuerunt, exequi,
curavimus, ut a delectis aliquot Theologis in hac alma Urbe
componeretur Catechismus, quo Christi fideles de iis rebus, quas
eos nosse, profiteri et servare oportet, Pare, chorum suorum
diligentia edocerentur. Qui liber cum Deo iuvante perfectus in
lucen edendus sit, providendum duximus ut quam diligentissime
imprimatur 9
9. consejo y de tanta moderacin, que se abstenan de condenar
las opiniones sostenidas por la autoridad de los doctores
escolsticos, quisieron que, segn la mente del mismo Sagrado
Concilio se compusiese una o bra que comprendiese toda la doctrina
de que fuera necesario instruir a los fieles y estuviese muy lejos
de todo error. Este fu el libro que imprimieron y publicaron con el
nombre de Catecismo Romano, mereciendo con esto ser alabados por
dos ttulos, ya porque en l juntaron aquella doctrina que es comn en
la Iglesia y est lejos de todo peligro de error, ya tambin porque,
con clarsimas palabras, propusieron esta misma doctrina para ser
enseada pblicamente al pueblo, obedeciendo con esto al precepto de
Cristo Seor, quien mand a los Apstoles que publicasen delante de
todos lo que l haba dicho en las tinieblas, y que predicasen sobre
los tejados lo que haban aprendido en el secreto del odo . El Sumo
Pontfice Len XIII, en la Carta Encclica al clero de Francia, de 8
de septiembre de 1899, escribe as con relacinal Catecismo
Tridentino: Recomendarnos que todos los seminaristas tengan en sus
manos y relean frecuentemente el libro de oro, conocido con el
nombre de Catecis mo del Santo Concilio de Trento o Catecismo
Romano, dedicado a todos los sacerdotes investidos del cargo
pastoral. Notable por la riqueza y exactitud de la doctrina a la
vez que por la elegancia de su estilo, esteCatecismo es un precioso
resumen de toda la Teologa dogmtica y moral. Quien lo posea a
fondo, tendr siempre a su disposicin los recursos con cuya ayuda
puede un sacerdote predicar con fruto, ejercer dignamente el
importante ministerio de la confesiny de la direccinde las almas y
refutar victoriosamente las objeciones de los incrdulos .12
Finalmente, el Santsimo Papa Po X, en la Encclica Acerbo nimis, de
15 de abril de 1905, ordenaba lo siguiente: Ya que, principalmente
en nuestros aciagos das, la edad viril necesitatanto de instruccin
religiosa como la edad de la niez, todos los prrocos y dems que
tengan cura de almas, fuera de la acostumbrada homila del
Evangelio, que se debe predicar todos los das festivos en la misa
parroquial, expliquen tambin el Catecismo a los fieles, en lenguaje
sencillo y acomodado al auditorio, a la hora que estimenms oportuna
para la concurrencia del pueblo, exceptuando solamente la del
Catecismo de los nios. Por lo cual deben seguir el Catecismo del
Concilio de Trento, procurando al cabo de cuatro o cinco aos
abarcar todo lo referente al smbolo, sacramentos, declogo, oracin y
mandamientos de la Iglesia . 13 Encomios tributados al Catecismo
Romano Si bien con lo apuntado hasta aqu podemos formarnos el
concepto ms elevado sobre la excelenciadel Catecismo del Concilio
de Trento, no queremos perder ocasin tan propicia para dejar
consignados algunos encomios tributados al mismo por hombres
distinguidos, despus de estudiar y admirar los tesoros de sabidura
verdaderamente cristiana que en l estn como depositados para
enriquecer la inteligencia de cuantos en sus hermosas pginas
quisieran estudiar la doctrina de la Iglesia. Si el catolicismo no
pudiera ostentar otros mil ttulos que le hacen acreedor a la
admiracin y al amor de todos los hombres, este solo libro sera
suficiente para colocarlo enel lugar ms eminente y superior al de
todas las comuniones separadas de la Iglesia Romana. Cul de stas
puede ofrecer un compendio tan sabio, tan ordenado y luminoso como
el que nos presenta la Iglesia Catlica en el Catecismo Romano? Slo
l contiene ms verdad y ciencia y ms espritu y uncin celestial y
divina sabidura que los portentosos y abultados volmenes de todos
los modernos reunidos . Jorge Eder. In praefat. ad partitiones
Catechismi, anni 1567. Es como un compendio de todos los Catecismos
catlicos, porque en l se ensea toda la teologa necesaria para la
formacinde los prrocos e instruccinde los pueblos. Sus doctrinas
fueron dictadas por el Santo Concilio Tridentino, inspirado por el
Espritu Santo . Posevino. Bibli., libro VII, captulo XII. Nous
recommandons que tous les Seminaristes aient entre les mains et
relisent souvent le livre d'or, connu sous le nom1 2 de Catechisme
du S. Concile de Trente ou Catechisme Romain dedi a tous les prtres
investis de la charge pastorale (Catechismus ad parochos).
Remarquable la fois par la richesse et l'exactitude de la doctrine
et par l'elegance du style, ce Catechisme est un precieux abrg de
toute la Theologie dogmatique et morale. Qui le possederait fond
aurait toujours sa disposition les ressources L'alde desquelles un
prtre peut prcher avec fruit, s'acquitter dignement de l'important
ministere de la confession et de la direction des ames et tre de
refuter victorieusement les objections des incredules Quoniam vero,
praesertim hac tempestate, grandior aetas non secas ac puerilis
religiosa eget institutione; parochi1 3 universi ceterique animarum
curam gerentes, praeter consuetam homiliam de Evangelio, quae
festis diebus omnibus in parochiali Sacro est habenda, ea hora quam
opportuniorem duxerint ad populi fre quentiam, illa tantum excepta
qua pueri erudiuntur, catechesim ad fideles instituant, facili
quidem sermone et ad captum accommodato. Qua in re Catechismo
Tridentino utentur, eo utique ordine ut quadriennii vel quinquennii
spatio totam materiam pertractent quae de Symbolo est de
Sacramentis de Decalogo de Oratione et de praeceptis Ecclesiae
10
10. Lo que el Santo Concilio de Trento dijo sucintamente sobre
las principales verdades de la religin, eso explica y propone ms
difusa y distintamente el Catecismo Romano segn la mente del mismo
Concilio. Por lo cual, veo que su doctrina es de tanta autoridad,
que el contradecirla es manifiesta temeridad, ya porque la doctrina
de este Catecismo es, en cierta manera, doctrina del Concilio
Tridentino, ya tambin porque este Catecismo fu publicado por dos
autoridades, a saber: la de un Concilio general y la del Sumo
Pontfice, por lo cual, con justa razn, parece se ha de afirmar que
fu compuesto con especial asistencia del Espritu Santo . Juan
Bellarini. In praef. ad lib. De doct. Cathol. Si por gran beneficio
se suele estimar una obra que por dictamen particular de un hombre
se publica para ilustracin de la fe catlica, cunto debemos apreciar
este Catecismo, que, comenzado por dictamen de un Concilio general,
y perfeccionado por los desvelos de los varones ms clebres de toda
la cristiandad, ha sido confirmado por la autoridad de la Silla
Apostlica, y, finalmente, publicado por mandamiento de San Po V,
Pontfice tan prudente como el que ms en el gobierno de la Iglesia,
y tan santo, que apenas le aventaja otro en estos tiempos en
religin? Por ventura, despus de las santas Escrituras, hay otra
obra que deba ocupar las manos de los Pastores con preferencia al
Catecismo Romano ? Andrs Fabricio Leodio. In praef. ad Catechism.
Es tal este libro, que slo l equivale a todos, ya por cuanto
consolida toda la jerarqua antigua de la Iglesia, ya tambin por el
mtodo prontsimo con que ataja y extingue las peregrinas
extravagancias que esparcen los herejes. Cualquiera que se
familiarice con el estudio de este Catecismo, con su frecuente
lectura, oir, no palabras de hombres que se deban examinar a la luz
de la razn, o comparar con otros dictmenes de otros sabios, sino
las mismas lenguas de los apstoles que hablan las grandezas de Dios
. Alberto, duque de Baviera. Este Catecismo es antdoto contra el
veneno de las herejas, piedra de toque e infalible norma a cuyo
contraste se han de examinar todas las doctrinas, teniendo el
primer lugar entre todos los escritos de los Doctores, porque
expresa, no el pensamiento de un hombre particular, sino el juicio
de toda la Iglesia, que es columna y firmamento de la verdad .
Jaime Bayo. El Catecismo Romano es obra tan excelente, que, ya en
lo relativo a la gravedad de las sentencias, ya por la elegancia de
sus palabras, juzgan los hombres doctos que no ha salido otra ms
ilustre desde muchos siglos, porque todas las cosas tocantes a la
instruccin y educacin de las almas, estn explicadas en l con tanto
orden, tal claridad y majestad, que parece no habla hombre alguno,
sino que la santa Madre Iglesia enseada por el Espritu Santo, es la
que instruye a todos . Agustn Valerio, cardenal y obispo de Verona.
Los Pastores y dems encargados de la cura de almas deben traer
entre manos da y noche este Catecismo del Concilio Tridentino, que
goza en la Iglesia Catlica de grandsima autoridad, para que puedan
imbuir de sana doctrina y educar con buenas costumbres el pueblo
que Dios les ha confiado . Ignacio Jacinto Gravesn. Frutos que se
consiguencon el estudio de este Catecismo Si por los frutos se
conoce el rbol, necesaria-mente los que ha de producir este
Catecismo han de ser copiosos y excelentes, ya que l es reconocido
universalmente por su relevante mrito. El primer fruto que ha de
producir su estudio es la renovacin de las ideas y enseanzas
adquiridas en el estudio de la Sagrada Teologa. Por esta razn dijo
el inmortal Len XIII de esteCatecismo que era Un precioso resumen
de toda la Teologa dogmtica y moral. Ahora bien, a quin no puede
ser de sumo provecho despus de haber terminado el estudio de la
cienciasagrada, conservar siempre claro su recuerdo por medio de un
precioso compendio de la misma? Es verdad que a muchos, por razn de
sus ocupaciones, ni tiempo les resta para dedicarse sosegadamente a
tan provechoso estudio; pero quin no podr hallar cada da algunos
momentos para consagrarlos a una ciencia necesaria, y de tan gran
provecho, as para nosotros mismos como para los confiados a nuestro
cuidado? Y si bien existen muchos compendios de Teologa, cul como
este tan sabiamente escrito, tan claro y de tanta autoridad? Adems,
uno de los principales cargos de los que tienen el cuidado de los
fieles es la enseanza ca- tequstica. Esta es una obligacin
ineludible, necesaria y de gran responsabilidad. Su cumplimiento
exige preparacin, exige estudio, exige un conocimiento perfecto de
las verdades cristianas, de las obligaciones propias de cada
estado. No basta un conocimiento general y superficial de los
divinos dogmas, si la enseanza catequstica ha de ser provechosa y
fructfera. La necesidad de esta preparacin nos la recuerda el Papa
Po X en su inmortal Encclica Acerbo nimis, con estas palabras: No
quisiramos que nadie, en razn de esta misma sencillez que conviene
observar, imagine que la enseanza catequstica no requiere trabajo
ni meditacin; por lo contrario, los exige mayores que otra alguna.
Es ms fcil hallar un orador sagrado que hable con 11
11. abundancia y brillantez, que un catequista cuyas
explicaciones merezcan en todo alabanza. De suerte que, por mucha
facilidad de formar conceptos y expresarlos con que le haya dotado
la naturaleza, spase que nadie hablar bien de Doctrina cristiana,
ni alcanzar fruto en el pueblo y en los nios, si antes no se ha
preparado y ensayado con seria meditacin. Se engaan, pues, los que,
fiando en la inexperiencia y torpeza intelectual del pueblo, creen
que pueden proceder negligentemente en esta materia; antes al
contrario, cuanto mayor sea la incultura del auditorio, mayor celo
y cuidado se requiere para acomodar la explicacin de las verdades
religiosas (de suyo tan superiores a un entendimiento vulgar) a la
dbil comprensin de los ignorantes, que no menos que los sabios
necesitan conocerlas para alcanzar la eterna bienaventuranza . 14
Esto supuesto, en dnde hallar un libro ms propio para la instruccin
y formacin de aquellos que han de ensear la Doctrina cristiana al
pueblo como el que ofrece a todos los prroco s la Iglesia en el
Catecismo Tridentino? Este debera ser el libro favorito, el ms
apreciado por los que tienen el deber de ilustrar la mente de los
ignorantes en las verdades religiosas, por los que han de procurar
la verdadera regeneracin de la sociedad cristiana mediante el
conocimiento de las verdades de la fe, nicas que, enseando al
cristiano sus deberes, su dignidad, su fin sobre la tierra, pueden
hacerle felizen este mundo, mostrndole el camino infalible de la
ver- dadera dicha mediante el amor y la obediencia a su Padre
celestial. Este debera ser el consultor y el maestro de aquellos
que, por amor de Dios y del prjimo, se todo fruto sazonado, nada se
halla en el intil, nada superfluo. Es modelo perfectsimo que todos
deberamos imitar en la exposicin de las verdades religiosas.
Cuantas veces lo leo, 'me admiro del modo ingenio-so con que sabe
proponer los misterios de la fe para hacernos comprender la
importancia de los mismos. He aqu, en confirmacin de esto, cmo
empieza a tratar de cada uno de los Sacramentos: Del Sacramento del
Bautismo. El que atentamente leyere al Apstol tendr por cosa
ciertaque el perfecto conocimiento del Bautismo es muy importante a
los fieles, persuadindose de esto por la mucha frecuencia y
gravedad de palabras llenas del Espritu de Dios con que el santo
renueva la memoria de este misterio, recomienda su divina virtud y
nos pone ante los ojos la muerte, sepultura y resurreccin del
Redentor, ya para considerarlas, ya tambin para imitarlas . Del
Sacramento de laConfirmacin. Si algn tiempo requiere en los
Pastores gran cuidado para explicar el Sacramento de la
Confirmacin, ninguno en verdad ms que el presente pide que se
exponga con toda claridad, cuando en la Iglesia de, Dios muchos
abandonan del todo este Sacramento y son poqusimos los que procuran
sacar de l el fruto que deberan de la divina gracia . Del
Sacramento de laEucarista. As como entre todos los sagrados
misterios que como instrumentos ciertsimos de la divina gracias nos
encomend nuestro Salvador y Seor, ninguno hay que pueda compararse
con el Santsimo Sacramento de la Eucarista, as tampoco hay que
temer de Dios castigo ms severo de alguna otra maldad, como de que
no se trate por los fieles santa y religiosamente una cosa llena de
toda santidad, o ms i bien, que contiene al mismo Autor y fuente de
la santidad . Nolumus porro, ne ex eiusmodi simplicitatis studio
persuadeat quis sibi in hoc genere tractando, millo labore1 4
nullaque meditatione opus esse: quin immo maiorem plane, quam
quodvis genus aliad, requirit. Facilius longe est reperire
oratorem, qui copiose dicat ac splen dide, quam catechistam qui
praeceptionem habeat omni ex parte laudabilem. Quacumque igitur
facilitate cogitandi et eloquendi quis a natura sit nactus, hoc
probe teneat, numquam se de christiana doctrina ad pueros vel ad
populum cum animi fructu esse dicturum, nisi multa commentatione
parafum atque expeditum. Falluntur sane qui plebis imperitia ac
tarditate fisi, hac in re negligen tius agere se posse autumant. E
contrario, quo quis ruidores nactus sit auditores, eo maiore studio
ac diligentia utatur oportet, ut sublimissimas veritates, adeo a
vulgari intelligentia remotas, ad obtusiorem imperi torum aciem
accomodent, quibus aeque ac sapientibus, ad aeternam beatitatem
adipiscendam sunt necessarias. 12
12. Del Sacramento ele laPenitencia. As como es a todos
manifiesta la fragilidad y miseria de la naturaleza humana y cada
uno luego la reconoce en s por experiencia propia, as ninguno puede
ignorar lo muy necesario que es el Sacramento de la Penitencia. Y
por esto, si el cuidado que han de poner los prrocos en cada
argumento debe medirse por la gravedad e importancia del asunto que
tratan, necesariamente debemos confesar que, por muy diligentes que
sean en la explicacin de este Sacramento, nunca les ha de parecer
suficiente . Del Sacramento de la, Extremauncin. Dndonos las
Divinas Escrituras, este documento: "En todas tus obras acurdate de
tus postrimeras, y nunca ms pecars , tcitamente amonestan a los
prrocos que en ningn tiempo se ha de dejar de exhortar al" pueblo
fiel a que ande meditando continuamente la muerte. Y como el
Sacramento de la Extremauncin no puede menos de recordar este ltimo
da, es fcil comprender que se debe tratar de l con frecuencia, as
porque conviene en gran manera descubrir y explicar los misterios
de lo conducente a la salvacin, como tambin porque, considerando
los fieles la necesidad de morir en que todos nos vemos, refrenen
sus depravados apetitos . Del Sacramento del Orden. Si se
considerare con cuidado la naturaleza y condicin de los dems
Sacramentos, luego se ver que, en tanto grado dependen todos ellos
del Sacramento del Orden, que, sin l, Apstol que cada uno tiene su
propio don de Dios, uno de una manera y otro de otra , y adems de
esto, estando el Matrimonio dotado de grandes y divinos bienes, de
suerte que se cuenta verdadera y propiamente entre los dems
Sacramentos de la Iglesia Catlica, y habiendo el mismo Seor honrado
con su presencia la celebracin de las bodas, bien podemos
comprender que se ha de explicar esta materia, mayormente si
atendemos a que, as San Pablo como el Prncipe de los Apstoles,
dejaron escrito en muchos lugares lo relativo al Matrimonio, no
solamente en orden a su dignidad, sino tambin a su oficio . No es
verdad que con tan pocas palabras nos ensea la necesidad que hay de
explicar cada uno de los Sacramentos, indicndonos los motivos ms
poderosos y que ms deben movernos a procurar que sea perfecta su
explicacin? Pues bien, como los prrafos transcritos hallar
muchsimos quien se resuelva al estudio de este precioso tesoro,
pues verdadero tesoro es para todo cristiano ilustrado, para todo
celoso catequista, para todo ministro de la divina palabra. Objeto
de la nueva edicin Si son pruebas evidentes de la bondad de un
libro sus repetidas y numerosas ediciones, ciertamente nuestro
libro debe ser de los mejores, pues difcilmente se podrn contar las
veces que ha sido editado, as en lengua latina como en otras
varias. No siendo nuestro nimo estudiar esta interesante y curiosa
cuestin, solamente queremos dejar consignado que la biblioteca de
nuestro Monasterio de Montserrat posee ms de quince diferentes
ediciones. La nueva que ahora nos decidimos a ofrecer al pblico,
tiene por objeto la publicacin de un estudio ms cabal y perfecto
del mismo Catecismo. Cuntos lean este libro, podrn observar cmo
repetidas veces nos advierte e indica la necesidad de consultar los
Santos Padres y Doctores de la Iglesia a fin de adquirir un
conocimiento ms profundo acerca de los misterios propuestos; con
mucha frecuencia aduce, como prueba de sus asertos, diferentes
lugares de las Sagradas Escrituras, indicndonos tan slo que en
varios lugares de la misma los hallaremos confirmados; las mismas
virtudes enseadas por el Catecismo han sido de nuevo proclamadas
por el magisterio de la Iglesia; a satisfacer, pues, los deseos e
indicaciones del Catecismo, es lo nico a que aspira esta edicin. En
ella hallar el lector algunos lugares de los Santos Padres
reconocidos como clsicos para confirmar las principales verdades
del Catecismo; en ella tienen lugar preferente las definiciones de
los Sumos Pontfices y de los Concilios Ecumnicos, como pruebas e
intrpretes infalibles de la divina revelacin; los diversos lugares
de las Sagradas Escrituras, tan slo indicados, se podrn leer
ntegramente. Adems, hemos hecho un estudio comparativo de los
diversos smbolos o profesiones de fe para comprobar, as la
antigedad, como universalidad de nuestras cristianas creencias.
13
13. Finalmente, incluimos en nuestra edicin dos exposiciones
hermossimas, escritas por el ngel de las escuelas, Santo Toms de
Aquino, una del Smbolo, y de la Oracin Dominical la otra, como
pginas bellsimas y luminosas que, sin duda, han de contribuir a la
mayor inteligencia de las dos partes importantsimas de Catecismo:
el Credo y la oracin del Padre nuestro. Quiera Nuestro Divino
Maestro Jess bendecir estas humildes pginas destinadas al
conocimiento y a la prctica de su celestial doctrina, nica que
puede hacer verdaderamente feliz al hombre y a la sociedad. Real
Monasterio de Ntra. Sra. de Montserrat. Festividad de Santa
Gertrudis, O. S. B., del ao de 1924. 14
14. ENCCLICA SOBRE LA ENSEANZA DE LA DOCTRINA CRISTIANA A
nuestros Venerables Hermanos, Patriarcas, Primados, Arzobispos,
Obispos y dems Ordinarios en paz y comunin con la Sede Apostlica.
Po X, Papa Venerables Hermanos Salud y Bendicin Apostlica. Aciagos
sobremanera y difciles son los tiempos en que, por altos juicios de
Dios, fue nuestra flaqueza sublimada al supremo cargo de pastor
universal de la grey de Cristo; porque es tal, en efecto, la
diablica astucia con que el enemigo cerca y acecha al rebao, que no
parece sino que, hoy ms que nunca, tienen acabado cumplimiento
aquellas profticas palabras del Apstol a los ancianos de la Iglesia
de feso: S que Cuntos se sienten an animados porentrarn... lobos
rapaces entre vosotros, que no perdonarn la grey 15 el deseo de la
divina gloria, buscan las causas y razones de esta decadencia
religiosa; y, en consonancia con sus diferentes investigaciones,
eligen los diversos caminos que a cada cual dicta su parecer para
el restablecimiento y conservacin del reino de Dios sobre la
tierra. Nos, Venerables Hermanos, sin desconocer el mayor o menor
Influjo de las dems causas, creemos que estnen la verdad los que
piensan que, tanto la actual indiferencia y embotamiento de los
espritus, como los gravsimos males que de aqu se originan,
reconocen por causa primaria y principal la ignorancia de las cosas
divinas; lo que admirablemente concuerda con lo que el mismo Dios
dijo por el Profeta Oseas: ...Y no hay en la tierra ciencia de
Dios. La maldicin, y a mentira, y el homicidio, y el robo, y el
adulterio, todo lo Inundan, y la sangre sobre la sangre se ha
derramado. Por esto caern el llanto y la miseria sobre la tierra y
todos los que la habitan . Y efectivamente, comunsimos son y,16 por
desgracia, no injustos los clamores que nos advierten que en
nuestra poca hay muchos entre el pueblo cristiano sumidos en la ms
completa ignorancia de las verdades necesarias para la salvacin
eterna. Y al decir pueblo cristiano, no nos referimos slo a la
plebe o a los hombres de humilde condicin, cuya ignorancia hasta
cierto punto es excusable, pues sometidos como estn a la dura ley
de sus seores, apenas les queda tiempo para atender, a s mismos;
sino tambin, y muy principalmente, a aquellos que, no careciendo de
ilustracin y talento, como lo prueba su erudicin en las ciencias
profanas, sin embargo, en materia de religin, viven con lamentable
temeridad y con ciega imprudencia. Es increble la obscuridad que
acerca de esto los envuelve y, lo que es peor, se mantienen en ella
con la ms perfectatranquilidad! Ni un pensamiento acerca de Dios,
supremo Autor y Moderador de todas las cosas, ni una idea sobre la
fe cristiana; nada saben, por tanto, de la Encarnacin del Verbo, ni
de la perfecta restauracin del gnero humano, que fue su
consecuencia ; nada de la gracia, principalsimo auxilio en la
consecucin de los eternos bienes; nada del augusto sacrificio, ni
de los sacramentos, por medio de los cuales recibimos y conservamos
esa misma gracia. Cunta sea la malicia, cunta la fealdad y torpeza
del pecado, jams se tiene presente para nada; de donde resulta el
ningn cuidado por evitarlo o salir de l; y as se llega hasta el
supremo da, y el sacerdote entonces, para no frustrar todo
esperanza de salvacin, tiene que dedicarse a la enseanza sumaria de
la religinlos ltimos momentos de aquella alma, momentos que slo
debiera emplear en excitarla a hacer actos de amor a Dios; y esto
si no es que, como sucede con frecuencia, sea tal la culpable
ignorancia del moribundo, que estime intil la obra del sacerdote y,
sin aplacar en modo alguno a Dios, se atreva a entrar con nimo
sereno por el tremendo camino de la eternidad. Afirmamos que una
gran parte de los que sePor eso dijo con razn nuestro Predecesor
Benedicto XIV: condenan, llegan a esta perpetua desgracia por la
ignorancia de los misterios de la fe que es necesario Siendo esto
as, Venerables Hermanos, qu tiene deconocer y creer para conseguir
la felicidad eterna 17 admirable que no ya entre las naciones
brbaras, sino aun entre las mismas que blasonan de cristianas, sea
tan profunda y tienda cada da a serlo ms la corrupcin de hbitos y
costumbres? Es cierto que el Apstol San Pablo deca a los efesios:
La fornicaci n y toda inmundicia y la avaricia ni de nombre deben
conocerse entre Act., XX, 29.1 5 Os., IV, I, 3.1 6 Instit., XXVI,
18.1 7 15
15. vosotros como cumple a los santos; ni tampoco palabras
torpes ni truhaneras ; pero, como fundamento de18 tanta santidad y
pureza, de ese pudor que sirve de freno a los desordenados
apetitos, puso la ciencia de las cosas divinas: Mirad, hermanos,
con cunta cautela debis andar; no como ignorantes, sino como
sabios... No queris, pues, ser imprudentes, sino sabed primero la
voluntad de Dios .19 Y con mucha razn. Porque la voluntad humana
apenas retiene ya algo de aquel amor innato a lo recto y honesto
con que Dios mismo la haba enriquecido, y mediante el cual se vea
como arrastrada por el verdadero bien. Depravada por la corrupcin
de la primera culpa y casi olvidada de Dios, su Creador, todo su
afn lo ha puesto en correr tras la vanidad y la mentira.
Extraviada, pues, y obcecada por desenfrenadas concupiscencias, la
voluntad necesita un gua que le muestre el camino y la enderece por
los malamente abandonados senderos de la justicia. Ahora bien, este
gua no est lejos;nos lo ha dado la misma naturaleza y no es otro
que nuestra propia razn; y si ella se ve privada de la verdadera
luz, es decir, del conocimiento de las cosas divinas, ser un ciego
que gua a otro ciego, y, por consiguiente, ambos darn luego en el
abismo. El santo Rey David, alabando a Dios por haber concedido al
Grabada est, Se or, sobre nosotros, la luz de tu rostrohombre la
luz de la verdad, deca: ; y para decirnos2 0 los efectos de este
don, agrega: Has dado la alegra a mi corazn; esto es, aquella
alegra que ensancha nuestro corazn para correr por el camino de los
divinos mandatos. Y que no puede ser de otro modo, lo ver fcilmente
cualquiera que piense en ello, en efecto, la sabidura cristiana nos
da a conocer a Dios y sus infinitas perfecciones, con mucha mayor
amplitud que cunto pidieran hacer las solas fuerzas naturales. De
qu manera? Mandndonos al mismo tiempo que reverenciemos a Dios por
medio de la fe, que pertenece al entendimiento; de la esperanza,
que nace de la voluntad; de la caridad, que arraiga en el corazn; y
as somete todo el hombre a su supremo Autor y Moderador,
igualmente, la doctrina de Jesucristo es la nica que constituye al
hombre en su verdadera y sublime dignidad, hacindole hijo del Padre
celestial que est en los cielos, criado a su semejanza y partcipe
con El de la bienaventuranza eterna. Pero, de esta misma dignidad y
de su conocimiento, deduce Cristo que los hombres deben amarse
entre s como hermanos, vivir en la tierra la vida de los hijos de
la luz, no en medio de la gula y de la ebriedad, no en
concupiscencia y torpeza, no en rivalidades y emulaciones ; nos
manda tambin que pongamos toda nuestra2 1 confianza en Dios, que
cuida de nosotros;nos manda dar a los pobres, hacer a los que nos
odian y anteponer los bienes eternos a los caducos intereses del
tiempo. Y, para no entrar en ms pormenores, no es, acaso, consejo y
precepto de Cristo la humildad, fundamento y origen de la verdadera
gloria? Aquel que... se humillare... ese ser el mayor en el reino
de los cielos. La humildad es la que nos2 2 ensea la prudencia del
espritu para dominar con ella la prudencia de la carne; la
justicia, para dar a cada uno lo que le pertenece; la fortaleza,
para estar dispuesto a arrostrar con nimo sereno todos los
padecimientos por la causa de Dios y por nuestra eterna salvacin;
la templanza, en fin, para que, sin temor a ningn respeto humano,
nos gloriemos en la misma cruz. En resumen, por medio de la
sabidura cristiana, no slo adquirimos para nuestro entendimiento la
luz de la verdad, sino que tambin se mueve y enfervoriza nuestra
voluntad y elevndonos hasta Dios, nos unimos a El por el ejercicio
de la virtud. Muy lejos estamos, pues, por cierto , de asegurar que
la perversidad del alma y la corrupcin de costumbres no puedan ir
unidas con la ciencia religiosa. Ojal no lo probaran cumplidamente
los hechos! Sostenemos, sin embargo, que, con la mente envuelta en
las tinieblas de crasa ignorancia, no pueden ir unidas ni la
voluntad recta, ni las buenas costumbres. Es verdad que el que
camina con los ojos abiertos puede voluntariamente apartarse del
camino recto y seguro; pero al que camina ciego amenaza este
peligro a cada instante. Ms an: la sola corrupcin de costumbres, si
no se ha extinguido ya del todo la luz de la fe, deja al menos la
esperanza de la enmienda; mas, si unir la perversidad de costumbres
y la falta de fe e ignorancia, ya es casi imposible el remedio y
slo queda abierto el camino de la ruina. Si, pues, juntos y tan
graves males se derivan de la ignorancia de la religin; y si, por
otra parte, es tal la utilidad y necesidad de la instruccin
religiosa que en vano pretender cumplir con sus deberes de
cristiano el que de ella carezca; ser ya oportuno averiguar a quin
corresponde en definitiva disipar de las inteligencias esta
perniciossima ignorancia, y, por consiguiente, ilustrarlas con la
necesaria ciencia. Ephes. V, 3, 4.1 8 Ibidem., V, 15, 17.1 9 Ps.,
IV, 7.2 0 Rom., XIII, 13.2 1 Matth., XVIII, 4.2 2 16
16. Plantear esta cuestin es resolverla, Venerables Hermanos:
esta gravsima obligacin incumbe directamente a todos los pastores
de almas. Ellos son los que, segn el precepto de Cristo, deben
conocer y apacentar sus ovejas; ahora bien apacentar es ante todo
ense ar: Os dar dice Dios por el ProfetaJeremas pastores segn mi
coraz n y os apacentarn en la ciencia y la doctrina . Por eso deca
tambin el Apstol San2 3 Pablo: No... me envi Cristo a bautizar,
sino a evangelizar , para dar a entender que la principal
obligacin2 4 de los que de cualquier modo tienen parte en el
gobierno de la Iglesia, consiste en dar a los fieles la instruccin
religiosa. Intil nos parece ponderar las alabanzas de esta
instruccin y cun agradable sea ante los ojos de Dios. La limosna
que damos al pobre para aliviar sus necesidades es ciertamente muy
grata a Dios; pero quin podr negar que han de serle mucho ms gratos
el deseo y el trabajo con que nos consagramos, no ya al alivio de
las miserias transitorias del cuerpo, sino de las eternas
necesidades del alma, por medio de la enseanza y de la exhortacin?
Nada puede haber ms deseable, nada ms agradable para Cristo,
Salvador de las almas, que dijo de S mismo por el Profeta Isaas: A
evangelizar a los pobres me ha enviado . Y aqu es del caso;2 5
Venerables Hermanos, dejar bien en claro que no puede haber para el
sacerdote obligacin ms grave, ni vnculo ms estrecho que ste. Quin
negar que en el sacerdote, a la santidad de la vida, debe: unirse
la ciencia? Los labios... del sacerdote custodiarn la, ciencia . Y
en realidad la Iglesia la exige seversimamente26 en los que han de
ser elevados al sacerdocio. Pero, por qu razn? Porque el pueblo
cristiano espera de ellos el conocimiento de la luz divina, y
porque Dios los destina para propagarla: Y de su boca aprendern la
ley; porque es el ngel del Se or de los ejrcitos . Por eso el
obispo, en la sagrada ordenacin, dirigindose a los2 7 presbteros
ordenados dice: Sea vuestra doctrina medicina espiritual para el
pueblo de Dios; sean pr vidos cooperadores nuestros; que, meditando
da, y noche en su ley, crean lo que leyeren y enseenlo que creyeren
.2 8 Y si no hay sacerdote alguno a quien esto no concierna, qu
diremos de aquellos que, revestidos de la potestad de jefes,
ejercenel cargo de rectores de almas en virtud de su misma dignidad
y, podra decirse, de una especie de solemne pacto? Deben, en cierto
modo, equipararse a aquellos doctores y pastores elegidos por
Cristo para evitar que los fieles, como dbiles nios, sean
arrastrados por los vientos de nuevas doctrinas inventadas por la
maldad de los hombres, y para hacer que, adultos y fuertes en la
verdad y en el amor, permanez can en todo unidos a Cristo que es su
cabeza .2 9 Por esta razn, el Santo Concilio de Trento, al tratar
de los pastores de almas, declara que su principal y ms grave
obligacin es ensear al pueblo cristiano. Por eso les manda que,
prediquen al pueblo en los domingos y fiestas ms solemnes, por lo
menos, y durante el Adviento y la Cuaresma, lo hagan diariamente o,
al menos tres veces por semana. Y, no contento con esto, agrega que
estn obligados tambin los prrocos, por lo menos en esos mismos
domingos y das festivos, a instruir a los nios, por s mismos o por
otros, en las verdades de la fe, y a ensearles la obediencia a Dios
y a sus padres. Y, si se trata de administrar los Sacramentos,
manda que a cuntos los han de recibir se les d a conocer en
lenguaje claro y sencillo su eficacia. Estas prescripciones del
santo Concilio fueron breve y distintamente compendiadas y
definidas en las siguientes palabras de la Constitucin: Etsi minime
, de nuestro Predecesor Benedicto XIV: Dos cargas principalsimas
fueron impuestas por el Concilio de Trento a los que tienen cura de
almas: la primera, que prediquen al pueblo en los das festivos
sobre las cosas divinas; la segunda, que instruyan a los nios y a
todos los ignorantes en los rudimentos de la fe y de la ley de
Dios. E hizo muy bien el sapientsimo Pontfice al deslindar estas
dos obligaciones, es decir, la predicacin, enseanza de la doctrina
cristiana; porque no faltarn tal vez algunos que, llevados por el
afn de disminuir su trabajo, lleguen a persuadirse de que una
homila ser suficiente catequismo. Lo cual es, ciertamente, un error
bien manifiesto; porque la predicacin acerca del Evangelio est
destinada a los que ya tienen suficiente instruccin religiosa; es
como el pan que se distribuye a los adult os; mientras que, por el
contrario, el catequismo viene a ser como aquella leche que, segn
el Apstol San Pedro, deban desear los fieles del modo que la
apetecen los nios en su ms tierna infancia. El oficio del
catequista se reduce a esto: escogida una verdad, de fe o de moral,
explicarla con la mayor claridad y extensin; y, como el fin de la
enseanza es la enmienda de la vida, debe el catequista poner frente
afrente lo que Dios manda hacer y lo que en la prctica hacen los
hombres; en seguida, por medio 1 de oportunos ejemplos, elegidos
con tino en la Sagrada Escritura, en la HistoriaEclesistica o en la
vida de los Jer., III, 15.2 3 Cor., I, 17.24 Luc. IV, 18.2 5
Malach. II, 7.2 6 Ibidem.2 7 Pontif.Rom.2 8 Ephes., IV, 14, 15.2 9
17
17. santos, persuadir a sus oyentes de la necesidad de reformar
sus costumbres, mostrndoles como con la mano el modo de efectuarlo;
concluir, finalmente, con una exhortacin al aborrecimiento y la
fuga del vicio, y al amor y prctica de la virtud. No ignoramos, es
cierto, que este oficio de ensear la doctrina cristiana es por
muchos tenido en menos, como cosa de poca monta y tal vez
inadecuada para captarse el aura popular; pero Nos creemos que slo
pueden pensar as los que ligeramente se dejan llevar por las
apariencias ms que por la verdad. No escatimamos, naturalmente,
nuestra aprobacin y alabanza a los oradores sagrados que,
inflamados por el celo de la divina gloria, se consagran a la
defensa de la fe o a la glorificacin de los santos; pero esa obra
exige un trabajo previo, el trabajo de los catequistas: si ste
falta, falta el fundamento y en vano trabajarn los que edifican la
casa. Atildadsimos discursos, aplaudidos como preciossimas joyas
literarias, no logran muchas veces otro fruto que halagar
gratamente los odos, dejando absolutamente fro el corazn. Por el
contrario, la instruccin catequstica, aun la ms humilde y sencilla,
es como aquella palabra de Dios, de la cual dice El mismo por
Isaas: Ah como la lluvia y el roco que descienden del cielo no
toman all, sino que alegran la tierra, la empapan y fecundan, y dan
fruto al que siembra y pan al que come; as tambin ser la palabra
salida de mi boca; no volver vaca, sino que har lo que Yo quiero y
fructificar en la misin que le he confiado (16) . De igual modo
pensamos respecto de los sacerdotes que, para ilustrar las verdades
de3 0 la religin, se dan a escribir gruesos volmenes: nada ms justo
que tributarles por ello el ms cumplido elogio. Pero, cuntos son
los lectores que saquen de tales libros un fruto proporcionado a
las esperanzas y fatigas del autor? En cambio, la enseanza de la
doctrina cristiana, hecha como es debido, nunca deja de producir
utilidad para los oyentes. Porque, a la verdad (y lo repetimos para
inflamar el celo de los ministros del Seor), hay un grandsimo nmero
de cristianos, que va creciendo an de da en da, que o estn en la ms
absoluta ignorancia de la religin, o tienen tales nociones acerca
de Dios y la fe cristiana que, sin embargo de estar rodeados por la
esplendorosa luz de la verdad catlica, viven como si fueran,
idolatras. Cuntos hay, cuntos son los nios, y no slo los nios, sino
tambin los adultos y hasta los ancianos, que ignoran totalmente los
principales misterios Quin es... para creer en lde la fe, y al or
el nombre de Cristo exclaman: . As se explica que no tengan3 1
empacho alguno de vivir criando y fomentando odios, pactar los ms
inicuos compromisos, realizar negocios altamente inmorales,
apoderarse de lo ajeno mediante la usura, y tantas otras maldades
de esta naturaleza. As se explica que, ignorando la ley de Cristo,
que no slo condena las torpezas, sino hasta el deseo o pensamiento
vo luntario de cometerlas, aunque por cualquier causa extraa vivan
alejados de los placeres obscenos, acepten sin reparo tales y
tantos torpsimos pensamientos, que verdaderamente multiplican sus
iniquidades sobre los cabellos de su cabeza. Y esto sucede es
necesario repetirlo no slo en los campos o entre el msero
populacho, sino tambin, y quizs con mayor frecuencia, entre las
clases elevadas, entre aquellos a quienes la ciencia hincha, que,
envanecidos por su falsa sabidura, creen poder rerse de la religiny
blasfeman de todo lo que ignoran .3 2 Ahora bien, si es intil
esperar fruto de una tierra donde nada se ha sembrado, cmo
pretender que se formen generaciones morales, si no han sido
oportunamente Instruidas en la doctrina cristiana? De donde con
razn deducimos que, si tanto languidece hoy la fe, hasta quedar en
muchos casi extinguida, es porque, o se cumple mal con la obligacin
de ensear la religin por medio del catequismo, o totalmente no se
cumple. Sera, en verdad, muy pobre y torpe excusa la del que
alegase que la fe es un don gratuito que a cada uno se nos infunde
en el bautismo; porque, si bien es cierto que todos los bautizados
en Cristo quedamos enriquecidos con el hbito de la fe, ese germen
divinsimo no crece... y forma grandes ramas por s solo y como por
virtud3 3 innata. Tambin el hombre posee desde su nacimiento la
facultad de la razn; pero necesita de la palabra de su madre que la
avive y la excite a obrar. No de otra manera acontece al cristiano,
que, al renacer por el agua y el Espritu Santo, lleva en s
engendrada la fe; pero necesita de las enseanzas de la Iglesia para
alimentarla, robustecerlay hacerla fructfera. Por eso escribael
Apstol: La fe entra por el odo, y al odo llega la palabra de Cristo
C mo... oirn si no se les; y para manifestar la necesidad de la
enseanza religiosa, agrega:3 4 predica? .3 5 Is., LV, 10, 11.3 0
Joan, IX, 36.3 1 Jud., 10.32 Marc, IV, 32.33 Rom., X, 17.34 Ib.,
14.35 18
18. Y, si con lo que hemos dicho queda probada la importancia
de la enseanza religiosa, toca a Nos emplear la ms exquisita
solicitud en que esta obligacin de ensear la doctrina cristiana, la
ms til, como dice nuestro Predecesor Benedicto XIV, para la gloria
de Dios y salvacin de las almas , se mantenga siempre3 6 en todo su
vigor y, si en alguna parte estuviere descuidada, recobre su
antiguo lustre. Deseando, pues, Venerables Hermanos, satisfacer a
este gravsimo deber de nuestro Supremo Apostolado, y uniformar en
todas partes el mtodo en cosa de tanta importancia; en virtud de
nuestra suprema autoridad, establecemos y mandamos seversimamente
que en todas las dicesis se observe y practique lo que sigue: I.
Todos los prrocos y, en general, cuntos tengan cura de almas,
instruirn a los nios y nias, en los domingos y das festivos del ao,
sin exceptuar ninguno, valindose del catecismo elemental, y por
espacio de una hora ntegra, sobre lo que cada uno debe creer y
obrar para conseguir la salvacin. II. Los mismos, en determinados
tiempos del ao, prepararn a los nios y nias para la conveniente
recepcinde los Sacramento s de la Penitencia y Confirmacin, precia
una instruccinde varios das. III. Igualmente, y con especialsimo
cuidado, en todos los das de Cuaresma y, si fuere necesario, en los
das siguientes a la Pascua, instruyan a los jvenes de uno y otro
sexo, por medio de oportunas enseanzas y exhortaciones, de modo que
puedan recibir los santos frutos de la primera Comunin. IV.
Instityase en todas y cada una de las parroquias la asociacin
cannica llamada vulgarmente Congregacin de la doctrina cristiana.
Por medio de ella encontrarn los prrocos, especialmente donde sea
escaso el nmero de sacerdotes, auxiliares laicos para la enseanza
del catequismo, que prestarn este servicio, ya por el celo de la
gloria de Dios, ya tambin para lucrar las numerossimas indulgencias
concedidas por los romanos pontfices a los que se dedican a este
magisterio. V. En las principales ciudades, y especialmente en
aquellas que estndotadas de universidades y liceos, branse cursos
de religin, a fin de que pueda instruirse en las verdades de la fe
y en las prcticas de la vida cristiana, esa juventud que asiste a
los colegios superiores, donde para ; nada se hace mencin de la
enseanza religiosa. VI. y ya que, principalmente en nuestros
aciagos das, la edad viril necesita tanto de instruccin religiosa
como la edad de la niez, todos los prrocos y dems que tengan cura
de almas, fuera de la acostumbrada homila sobre el Evangelio, que
se debe predicar todos los das festivos en la iglesia parroquial,
hagan tambin el catequismo a los fieles, en lenguaje sencillo y
acomodado al auditorio, a la hora que estimen ms oportuna para la
concurrencia del pueblo, exceptuando solamente la hora del
catequismo de los nios. Para lo cual deben seguir el catecismo del
Concilio de Trento, procurando que, al cabo de cuatro o cinco aos,
abarquen todo lo referente al smbolo, sacramentos, declogo, oracin
y mandamientos de la Iglesia. Tal es lo que Nos, Venerables
Hermanos, en virtud de nuestra autoridad apostlica, establecemos y
mandamos: a vosotros toca procurar eficazmente que, en cada una de
vuestras dicesis, se ponga sin demora alguna y totalmente en
prctica; vigilar, adems, y hacer uso de vuestra autoridad, a fin de
que nada de lo que mandamos se eche a olvido, o, lo que sera lo
mismo, se cumpla a medias y con tibieza. Y para que efectivamente
tal cosa no suceda, es indispensable que recomendis a los prrocos,
insistiendo frecuentemente en ello, que nunca hagan su catequismo
sin previa y diligente preparacin; que no usen el lenguaje de la
humana sabidura, sino que, con simplicidad de corazn y con la
sinceridad de Dios , sigan el ejemplo de37 Cristo que, aunque
conocalo ms oculto desde el principio del mundo , sin embargo, todo
lo comunicaba por3 8 medio de parbolas a las turbas, y nunca les
hablaba sin parbolas . Esto mismo sabemos que hicieron los3 9
Apstoles, enseados por el Seor, y de ellos deca Gregorio Magno:
Pusieron especial cuidado en predicar a las gentes rudas, cosas
fciles y sencillas, no materias arduas y elevadas . Y en lo que se
refiere a la religin, la4 0 mayor parte de los hombres debe, en
nuestra calamitosa poca equipararse a la gente ruda. No queremos,
sin embargo, que, engaado por el deseo de esta misma sencillez, se
figure alguno que, en esta materia, no necesita ningn trabajo ni
preparacin; muy al contrario: es este el gnero que con ms Constit.
Etsi minime, 13.36 Cor., I, 123 7 Matth. XIII, 353 8 Matth. XIII,
343 9 Moral. I, XVII, Cap. 264 0 19
19. necesidad lo requiere. Mucho ms fcil es encontrar un orador
grandilocuente y fecundo, que un catequista perfecto. Por muy
admirable que sea pues la facilidad del pensamiento y expresin con
que la naturaleza haya dotado a alguno, tenga siempre por cierto
que, si no se prepara con larga preparacin y cuidado, nunca
reportar frutos espirituales de la enseanza de la doctrina a los
nios o al pueblo. Enganse muy mucho los que, confiados en la
ignorancia y rudeza del pueblo, pretenden que, para instruirle, no
se requiere ninguna diligencia. Al contrario, mientras ms rudo sea
el auditorio, mayor esfuerzo y cuidado es necesario para amoldar a
la capacidad de esas e incultas inteligencias esas sublimsimas
verdades, tan superiores a toda vulgar comprensin, y tan necesarias
a sabios como a ignorantes para conseguir la eterna felicidad.
Sanos ya permitido, Venerables Hermanos, para concluir, dirigirnos
a vosotros con las palabras de El que sea del Se or, sgameMoiss: .
Ponderad un momento, os lo rogamos y suplicamos, cuntos males4 1
puede acarrear a las almas la ignorancia de una sola de las
verdades divinas. Muchas y muy tiles y muy laudables instituciones
tendris, a no dudarlo, en vuestras dicesis, para bien de vuestra
grey: no dejis, sin embargo, de procurar, ante todas las cosas, con
todo el empeo, con todo el celo, con toda la solicitud de que sois
capaces, que el conocimiento de la doctrina cristiana llegue a
todos los fieles y se inculque profundamente en sus almas. Cada uno
de vosotros -son palabras del Apstol San Pedro-, comunique a los
dems la gracia en la medida que la haya recibido, como buenos
dispensadoresde la multiforme gracia de Dios .4 2 Haga prspera
vuestra diligencia y fecundo vuestro celo, por mediacin de la
Beatsima Virgen Inmaculada, nuestra apostlicabendicin, que, como
testimonio de nuestro amor y como felizaugurio de las gracias
celestiales, a vosotros y al clero y pueblo a cada uno de vosotros
confiado, otorgamos de todo corazn. Dado en Roma, en San Pedro, el
da 15 de abril del ao 1905, segundo de nuestro pontificado. Po X,
Papa. Exod. XXXII, 26.4 1 I Pet., IV, 104 2 20
20. PRIMERA PARTE INTRODUCCIN AL CAPTULO Necesidad de la fe y
de lapredicacinen genera l [1] La inteligencia del hombre, aunque
puede, con mucho trabajo y actividad, conocer la existencia de Dios
y algunas de sus perfecciones a partir de la creacin (Rom.120.), no
puede conocer la mayor parte de aquellas cosas por las que se
consigue la salvacin eterna, a no ser que Dios le revele por la fe
esos misterios. [ 2] Esta fe se recibe por la audicin. Por eso,
Dios no dej nunca de hablar a los hombres por medio de los
profetas, para revelarles, segn la condicin de los tiempos, el
camino recto y seguro que conduce a la eterna felicidad. [ 3] Es
ms, Dios quiso hablarnos por medio de su Hijo, mandando que todos
le escuchasen. Y, despus de habernos enseado la fe, el Hijo
constituy apstoles en su Iglesia para que ellos y sus sucesores
anunciaran la doctrina de vida a todas las gentes. [ 4] Por lo
tanto, los fieles deben recibir la predicacin de sus pastores, no
como una palabra humana, sino como la palabra divina del mismo
Jesucristo (Lc. 10 16.). Necesidad de la predicaciny de este
Catecismo en los tiempos actuales [ 5] Esta predicacin, que nunca
debe omitirse en la Iglesia, es mucho ms necesaria en los tiempos
actuales, a fin de que los fieles sean fortalecidos con doctrina
sana y pura; pues se han presentado en el mundo falsos profetas
(Jer. 23 21.), que pervierten las almas cristianas con doctrinas
falsas y perversas; y habiendo conseguido arrastrar a sus errores
provincias enteras, que antes profesaban la religin verdadera,
tratan de penetrar furtivamente en todos los lugares y regiones. [
6 ] Y sabiendo que no pueden llegar a todos por la palabra, esos
herejes tratan de difundir sus errores por medio de libros que
combaten la fe catlica, y por medio de obritas de apariencia
piadosa, para engaar las almas de los sencillos. [ 7] Por eso, el
Concilio de Trento juzg conveniente, con el fin de remediar tan
gran mal, dar un catecismo para la instruccin del pueblo cristiano;
[ 8 ] catecismo publicado con la autoridad del mismo Concilio, y
que diese a los que han recibido el cargo de ensear, la regla de
exponer la fe y de instruir al pueblo fiel en todos los deberes de
la religin. [ 9] Con esto, el Concilio no se propone explicar
minuciosamente todos los dogmas de la fe cristiana, sino slo
exponer a los prrocos aquellas cosas que pudieran ayudarles en la
enseanza de esta misma fe. Qu deben tener presente los prrocos al
predicar lafe En su predicacin, los prrocos deben: tener en mente
un doble fin: [ 10 ] 1 Ante todo, el primero, dar a conocer al solo
Dios verdadero y a Jesucristo, y ste Crucificado, pues toda la
ciencia del hombre cristiano y toda su felicidad se encierran en
este punto (Jn. 173.); el segundo, exhortar al pueblo fiel a
traducir ese conocimiento en obras por la imitacin de las virtudes
de Cristo, especialmente de la caridad hacia Dios y hacia el
prjimo, pues en la caridad se resumen la Ley y los Profetas (Mt. 9
22.), es el cumplimiento de la Ley (Rom. 138.), el fin de los
Mandamientos (I Tim. 15.) y el camino ms excelente para ir a Dios
(I Cor. 12 31.). [ 11] 2 Acomodarse a sus oyentes, a su edad, a su
capacidad, a sus costumbres y estado, a sus necesidades, a fin de
hacerse todo a todos para ganarlos a todos para Cristo(I Cor.
922.), imitando en eso a nuestro Seor, que siendo la Sabidura del
eterno Padre, no se desde en bajar hasta nosotros y acomodarse a
nuestra capacidad para darnos los preceptos de la vida del Cielo. [
12] 3 Sacar lo que deben predicar de la Escrituray de la Tradicin,
en las cuales se contiene la Revelacin de Dios, ocupndose
continuamente en su estudio y meditacin (I Tim. 4 13.), y
distribuyendo la doctrina como nuestros mayores en cuatro partes:
el Smbolo de los Apstoles, que contiene todas las verdades que se
deben saber; los Sacramentos, que comprenden las cosas que son
signos e instrumentos para recibir la gracia de Dios; el Declogo,
que contiene los mandamientos de Dios; la Oracin Dominical, que
encierra todo lo que los hombres deben desear, esperar y pedir. [
13] 4 Finalmente, adquirir la costumbre de hermanar la
explicacindel Evangelio con la del Catecismo, ya que todo lo que se
ensea en los Evangelios de los domingos cabe en alguna de las
cuatro 21
21. partes en que se divide la doctrina cristiana. De esta
manera, los prrocos ensearn a un mismo tiempo, y con el mismo
trabajo, el Catecismo y el Evangelio. PRELIMINARES DE LA NECESIDAD,
AUTORIDAD Y DEBERES DE LOS PASTORES DE LA IGLESIA, Y DE LAS PARTES
PRINCIPALES DE LA DOCTRINA CRISTIANA I. Necesidad de ladivina
revelacinpara el conocimiento de lamayor parte de las verdades del
orden sobrenatural. 1. Es de tal naturaleza la Inteligencia humana,
que aun habiendo descubierto y conocido por s misma, despus de
haber empleado grande aplicacin y estudio, muchas de las verdades
que pertenecen al conocimiento de las cosas divinas, nunca pudo,
con la sola luz natural, conocer o alcanzar la mayor parte de las
verdades por las cuales se consigue la eterna salvacin, y para cuyo
ltimo fin fue el hombre creado y hecho a imagen y semejanza de Dios
Pues segn ense a el Ap stol las perfecciones invisibles de Dios,
aun su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles despus de
la creacin del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan las
criaturas . Mas aquel misterio escondido desde los siglos y
generaciones, de tal manera4 3 4 4 sobrepuja a la inteligencia
humana, que si no hubiera sido manifestado a los santos, a quienes
Dios quiso hacer notorias por el don de la fe, las riquezas de la
gloria de este gran sacramento en las gentes, que es Cristo, ningn
hombre podra aspirar a tan alta sabidura .4 5 II. Por qu medio se
alcanza, el don maravilloso de la fe. 2. Mas como la fe proviene
del or, es manifiesto cun necesaria ha sido siempre para conseguir
la4 6 eterna salud, la solicitud y ministerio fiel del maestro
legtimo. Porque escrito est: Cmo oirn, si no se les predica? Ni c
mo predicarn, si no son enviados? . Por eso el clementsimo y
benignsimo Dios nunca,4 7 desde el principio del mundo, desampar a
los suyos, antes bien, muchas veces y de varios modos habl a los
Padres por los Profetas , y segn la condicin de los tiempos les
mostr el camino seguro y recto para la eterna4 8 felicidad. III.
Cristo ense lafe, que despus propagaron los Apstoles y sus
sucesores. 3. Pero como tena prometido que haba de enviar al Doctor
de la Justicia para luz de las gentes , y para4 9 que fuese su
salud hasta los fines de la tierra, ltimamente nos habl por medio
de su Hijo , mandando por5 0 vo z venida del cielo desde el trono
de su gloria que todos lo oyesen y obedeciesen a sus mandamientos.
Luego Invisibilia enim ipsius, a creatura mundi, per ea quae facta
sunt, intellecta, conspiciuntur: sempiterna quoque eius4 3 virtus
et divinitas. Rom., I, 20. Mysterium quod absconditum fuit a
saeculis, et generatiombus, nunc autem manifestum est sanctis eius,
quibus4 4 voluit Deus notas facere divitias sacramenti huius in
gentibus, quod est Cristus. Colss., I, 26, 27 . Cuanto nos ensea el
Catecismo en este primer prrafo fu confirmado por elConcilio
Vaticano con estas palabras: La4 5 misma Santa Madre Iglesia tiene
y ensea que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser
ciertamente conocido con la luz natural de la razn humana por las
cosas creadas, pues las cosas de Elin visibles, se ven despus de la
creacin del mundo, considerndolas por las obras creadas, pero esto
no obstante, plugo a su sabidura y bondad revelar al gnero .humano
por otra va, y esa sobrenatural, a s mismo y los decretos eternos
de su voluntad, pues dice el Apstol Habiendo hablado Dios muchas
veces y en muchas maneras a los padres en otro tiempo por los
profetas, ltimamente en estos das nos ha hablado por el Hijo. A
esta divina revelacin se debe ciertamente el que aquellas cosas del
orden divino, no inaccesibles por si a la razn humana, puedan ser
conocidas por todos, aun en el estado actual del gnero humano,
fcilmente, con certeza y sin mezcla de error alguno. Mas no por
esta causa se ha de tener por absolutamente necesaria la revelacin,
sino porque Dios, en su bondad infinita, orden al hombre a un fin
sobrenatural, es decir, a De la Sesi n III, cap. 2. ,
delConcilioparticipar de bienes divinos que exceden a toda
inteligencia de mente humana. Vaticano, celebrada el da 24 de abril
de 1870. Fides ex auditu . Rom., X, 17 .4 6 Quomodo audient sine
praedicante? Quomodo vero praedicabunt nisi mittantur ? Rom., X,
14, 15.4 7 Multifariam, multisque modis olim Deus loquens patribus
in prophetis. Hebr., I, 1.4 8 Ecce dedi te in lucem gentium, ut sis
salus me usque ad extremum terrae. Isai., XLIX, 6.4 9 Accipiens a
Deo Patre honorem et gloriam, voce delapsa ad eum huiuscemodi a
magnifica gloria. Hic est Filius meos50 dilectus, in quo mihi
complacui, ipsum audite . Petr. I, 17 22
22. Jesucristo a unos constituy Apstoles , a otros Profetas, a
otros Pastores y Doctores que anunciasen la5 1 palabra de vida,
para que no seamos como nios vacilantes, ni nos dejemos llevar de
to do viento de doctrina, sino que, apoyados sobre el cimiento
firme de la fe , fusemos juntamente edificados para morada de Dios
en5 2 el Espritu Santo. IV. Cmo deben recibirselas palabras de los
Pastores de laIglesia. 4. Y para que nadie reciba de los ministros
de la Iglesia la palabra revelada por Dios, como si fuese palabra
de hombres, sino como palabra de Cristo, supuesto que lo es en
verdad, estableci nuestro mismo Salvador que se diese tanta
autoridad a su magisterio que dijo: El que os oye me oye y el que
os desprecia me desprecia . Y esto sin duda quiso se entendiese, no
slo de aquellos con quienes hablaba entonces, sino53 tambin de
todos los que despus por sucesinlegtima haban de ejercer el
ministerio de la enseanza, a todos los cuales prometi que estara
siempre con ellos hasta el fin del mundo .5 4 V. Es necesariala
predicacinde lapalabra, divina. 5. Aunque nunca debe dejarse en la
Iglesia la predicacin de la palabra divina, en estos tiempos se
debe ciertamente trabajar con el mayor desvelo y piedad para que
los fieles sean sustentados y fortalecidos conla doctrina sana e
incorrupta como alimento de vida . Pues han aparecido en el mundo
aquellos falsos profetas,5 5 de quienes dijo el Se or: Yo no los
enviaba pero ellos corran No les hablaba mas ellos predicaban ,
para5 6 pervertir los nimos de los cristianos con enseanzas falsas
y peregrinas. Y en esto su malicia auxiliada con todas las artes de
Satans ha hecho tales progresos, que parece no reconoce lmite ni
trmino alguno, de suerte que si no estuviramos asegurados con
aquella promesa del Salvador, qui