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JUAN PÁEZ ÁVILA DOS GUITARRAS DE CARORA Y DEL MUNDO UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL “LISANDRO ALVARADO” DIRECCIÓN DE CULTURA BARQUISIMETO, VENEZUELA

Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

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Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

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Page 1: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

JUAN PÁEZ ÁVILA

DOS GUITARRAS

DE CARORA

Y DEL MUNDO

UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL

“LISANDRO ALVARADO” DIRECCIÓN DE CULTURA

BARQUISIMETO, VENEZUELA

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DOS GUITARRAS

(De Carora y del Mundo)

Primera Edición:

Fondo Editorial FUNDARTE

Caracas 1988

Segunda Edición:

Publicaciones de la Dirección de Cultura de la

Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado”.

Barquisimeto, Venezuela.

Apartado Postal: 3001

Teléfono y fax: 0251-2591431 y 0251-2591409

Barquisimeto 2001 - 2002

Diseño de la Portada: Dr. Marco Tulio Mendoza

Raquel Méndez

Retratos de la Portada de los Maestros Rodrigo Riera y Alirio Díaz constituyen fragmentos

del Mural de 20 mts2 “Crisol y Fragua de la Cultura Venezolana”, elaborado por el Artista

Plástico Jorge Arteaga, ubicado en la Dirección de Cultura de la U.C.L.A.

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“Sólo hay una cosa más bella

que una guitarra: Dos guitarras”

Federico Chopin

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EL CINE COMO ESCUELA DE MÚSICA

CUANDO RODRIGO –después de limpiarle los zapatos a José Herrera Oropeza, Director del Diario de Carora- se disponía abandonar la Sala de Redacción del periódico, vio una guitarra colgada en la parte alta de la pared, recordó que la noche anterior había

oído tocar en el cine Salamanca, un vals titulado “Bajo los Puentes del Viejo París”, y pensó que podía tocarlo de memoria. Emocionado se dirigió al periodista que siempre le

daba un tratamiento paternalista y amigable:

-Don José. ¿Esa guitarra está afinada?

-No creo. Esa guitarra es de Josefina, mi hija, que decidió hacerse monja e ingresó

al Convento del Santísimo de la Trinidad. Tiene mucho tiempo colgada en esa pared, como un gran recuerdo de la familia. Cuando veo la guitarra, me viene a la mente su imagen,

tratando de alegrar nuestra casa tocando y cantando canciones que aprendía en la Iglesia. La música sacra y la fe en Dios se la llevaron. Nadie ha vuelto a tocar su guitarra.

-Empréstemela, don José.

-¿Y tú sabes tocar guitarra?

-Sí, don José.

Ché Herrera dudó, pero luego pensó que alguien podría por lo menos rasgar sus cuerdas, si no afinarla; la descolgó y la puso en manos de Rodrigo. La duda le había surgido, porque Rodrigo era un niño muy pequeño, que todos los días caminaba con

dificultad desde Barrio Nuevo hasta el centro de la ciudad. Tenía siete años y la punta de los pies metida hacia adentro. Un pie tenía que pasar por el encima del otro. De su mano

derecha colgaba un cajoncito de madera, en cuyo interior llevaba dos cajas de pintura o betún para limpiar zapatos, una negra y una marrón, un viejo cepillo dental y una tira de trapo pintada de negro por un lado y marrón por el otro.

Ese día, cuando llegaba a las primeras casas de la Calle San Juan oyó el ruido de las máquinas que imprimían El Diario de Carora, periódico fundado por José Herrera

Oropeza, periodista y poeta, quien cuando alcanzaba cierta solvencia económica en el comercio, con Cecilio Zubillaga Perera como editorialista, creó una escuela para estimular y orientar a todos aquellos jóvenes que se acercaban a la Sala de Redacción o al “Cuarto-

biblioteca” de don Chío, y revelaban algunos rasgos incipientes de inteligencia, en esa pequeña ciudad. Rodrigo se sacudió las alpargatas y entró a un zaguán con piso de granito,

tocó el anteportón y el propio Ché Herrera lo vio por una ventanilla, le abrió la puerta y lo hizo pasar al interior de su casa, una pequeña habitación donde se redactaba y corregía el periódico. Le colocó la mano derecha en el hombro y le dijo:

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-Esta es tu casa, pero límpiame bien los zapatos, que hoy te voy a pagar 2 bolívares.

Una cantidad de dinero nunca vista por Rodrigo quien cobraba por cada limpiada de zapatos, una locha, equivalente a 12,5 centavos de bolívar. Mientras Rodrigo le pulía

los zapatos, Ché Herrera leía la última página de galera correspondiente a la próxima edición de El Diario.

-Don José, se puede mirar en los zapatos como si fuera en un espejo –le expresó

Rodrigo, plenamente satisfecho al final de su jornada infantil, que lo enaltecía y lo convertía en un productor de dinero para su modesta, pero digna familia.

José Herrera Oropeza sonrió y le extendió los 2 bolívares. Fue en ese preciso momento cuando Rodrigo volteó y vio la guitarra. Hijo del sonido y del amor, hijo de Juancho Querales, Director de la Escuela de Música que existía en Barrio Nuevo, miembro

de la Banda Lara y otras agrupaciones musicales de Carora, nunca recibió clases de su padre, pero educó su oído al ritmo de los sonidos de la naturaleza que lo rodeaba y de las

cuerdas de las guitarras, con los que diferentes músicos populares inundaban la atmósfera y las calles de la barriada. A la Escuela de su padre asistían casi todos los niños de su barrio que tenían alguna inclinación por la música, incluso algunos jóvenes de otros

sectores de la ciudad, excepto el niño Rodrigo quien tenía que recorrer las calles de Carora vendiendo empanadas, limpiando zapatos y pregonando periódicos como el que dirigía

Ché Herrera, para contribuir con el módico presupuesto familiar Su contacto con la cultura musical lo lograba el niño trabajador, cuando podía comprar una entrada al cine Salamanca, donde oía tocar a muchos artistas de reconocida fama internacional. No

conocía la diferencia entre una y otra nota musical, ni el significado de las mismas. No había recibido lección alguna de Teoría y Solfeo, cuando tuvo en sus manos la guitarra de

Josefina Herrera y comenzó a tocar el vals en do mayor titulado “Bajo los Puentes del Viejo París”, un arreglo para orquesta y no para guitarra, que produjo una extraordinaria conmoción espiritual en el poeta José Herrera Oropeza, quien puso de lado las galeras que

corregía e hizo llamar a Cecilio Zubillaga Perera.

-Manuel, dile a Chío que venga inmediatamente para que oiga tocar a un niño

prodigio de Barrio Nuevo –le pidió a su hijo.

Manuel Herrera Oropeza era también un niño, aunque un poco mayor que Rodrigo, aficionado a la guitarra y a la bohemia, en lo cual haría carrera infinita al lado del niño

virtuoso del barrio musical de Carora, se sumó al grupo.

Después de tocar y cantar con Manuel Herrera varias canciones populares y románticas, en

medio de la estupefacción de los presentes, Rodrigo agarró su cajón de betunero y se dispuso a dirigirse hacia Barrio Nuevo. La guitarra de una monja que decidió entregar su vida al servicio de los pobres por mandato divino de su Ser Supremo, sería por mucho

tiempo el único instrumento musical al cual podría abrazarse y rasgar sus cuerdas para alegría de la familia Herrera Oropeza, durante su infancia, y del mundo cultural que

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recorrería a lo largo de su carrera artística. Antes de abandonar la redacción del periódico, Ché Herrera se le acercó y le dijo:

-Estás invitado para el próximo domingo y para todos los domingos, mientras yo

viva, a almorzar y a tocar en esta casa.

Mientras la diminuta figura de Rodrigo se dirigía hacia la quebrada que divide a

Carora de Barrio Nuevo, por una calle de tierra que lo internaba en su mundo sonoro y aleccionador, Chío Zubillaga le comentó a Ché Herrera:

-Afortunadamente han cesado las guerras civiles que no sólo destruyeron nuestra

riqueza material, si no que también frustraron grandes y precoces inteligencias de numerosos hombres y mujeres de Venezuela, incluyendo niños como Rodrigo. Barrio

Nuevo que fue el refugio de los caudillos del Partido Liberal Amarillo, ahora es una barriada musical. Los caudillos liberales lo abandonaron, sus simpatizantes se mantienen fieles a sus ideas y a los pocos principios, que a través del tiempo pregonaron sus más

destacados representantes, pero su acción está quebrantada, al extremo de reducirlo todo a los pasos silenciosos del vecindario, al murmullo protegido por las paredes de barro, por la

prudencia de los gestos, por la combinación artística de los sonidos.

-El recuerdo de otros tiempos –respondió Ché Herrera- cuando los cohetes anunciaban la disposición de los jefes liberales de atravesar la quebrada que los dividía de

la ciudad, si no podemos olvidarlo, debemos rescatarlo como la gran tragedia humana que nos retrasó por más de un siglo de civilización, lo cual nos obliga a educar a nuestros

menores en las artes de la paz y no de la guerra.

Chío Zubillaga y Ché Herrera dialogaban con frecuencia sobre el contexto socio-cultural que les tocó vivir. Encontraron en el periodismo cultural la vía para eludir la

represión de la tiranía del General Juan Vicente Gómez y la forma de expresar su solidaridad con la inteligencia de su pequeña ciudad. La precocidad artística de un niño

como Rodrigo les impresionaba y tratarían por diferentes medios de contribuir a su educación e impulsarlos a salir de una pequeña ciudad cuyos valores culturales estaban cercados por la ignorancia de los jefes civiles de la satrapía.

-Pero es que ni siquiera hay formas de educarse –mi querido Ché. El último mensaje Anual de Presidente, del Malhechor Juan Vicente Gómez, habla de todo menos de

educación y cultura. Ese muchacho –Rodrigo- si quiere ser algo en este mundo tendrá que irse de este pueblo, de este país. Vamos a tratar de estimularlo y ayudarlo a que alcance una mejor formación.

La tertulia política y literaria que Chío Zubillaga y Ché Herrera realizaban casi a diario en la Redacción del periódico o el “Cuarto-biblioteca” del primero, era frecuentada

por un pequeño número de jóvenes con inquietudes intelectuales, que buscaban orientación y apoyo de quienes eran considerados grandes maestros de su tiempo. A esa tertulia

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asistiría el niño Rodrigo, no a participar en el intercambio de ideas, sino a oír, a aprender y

al final de la misma a deleitar con su genio musical a únicos personajes de la ciudad capaces de comprenderlo.

-En ese Mensaje –comentó Ché Herrera- se destaca el reino de la paz interna como consecuencia de la eliminación de los caudillos y la clausura de los partidos políticos, pero no se informa que los principales líderes políticos del país están encarcelados, que se han

instaurado cámaras de tortura y que se ha asesinado a los más intransigentes y heroicos en el enfrentamiento a la dictadura.

-Yo pienso que en un país en el que el 80% de la población es analfabeta –expresó finalmente Chío- un muchacho como Rodrigo está casi condenado a pasar toda su vida tocando en los bailes y francachelas, que ahora montan tanto los godos como los liberales

ricos. Como su padre, Juancho Querales, que vive de lo poco que cobra por los bailes que ameniza su conjunto musical, de las colaboraciones de algunos amigos, a quienes enseña y

acompaña en serenatas y actos festivos de Carora y sus alrededores.

-Sin embargo –interrumpió Ché Herrera- músico por los cuatro costados, conquistó todas las mujeres bellas que se detuvieron a oírlo y admirarlo.

Las privaciones económicas de Juancho Querales sólo eran superadas por una entrega total al arte musical y a la acumulación de una gran riqueza espiritual, extraída de

la conversación periódica con el periodista Cecilio Zubillaga Perera, quien le visitaba todos los días. Lo oía hablar de historia, filosofía, política, literatura y de música, especialmente de Beethoven, a quien el humanista caroreño estudiaba y escuchaba unas

tras otra sus sinfonías, durante horas. Melómano exquisito iba también a oír tocar a Juancho Querales, maestro de la guitarra y cantor popular por excelencia de su barrio, cuya

casa era el centro cultural de la barriada. En la casa No. 14-10 de la calle San Francisco se detuvo durante amaneceres infinitos, a cantarle al pie de la ventana a una muchacha encantadora del barrio, a Paula Riera, quien sería la madre de Rodrigo y de cinco vástagos

más, hijos del amor juvenil y de una excepcional combinación de sonidos de las cuerdas de su guitarra.

Rodrigo no pudo asistir a la escuela de música ni a la escuela primaria. A la primera, porque el peso de una cultura semi-feudal que caracterizaba las relaciones de la familia de la época, no permitió que entre el padre y el hijo se estableciera una diálogo

estimulante y creador que abriera cauce al proceso enseñanza-aprendizaje, y tal vez porque Rodrigo tuvo que trabajar desde muy niño y evadió someterse a una doble autoridad

paterna. Y a la segunda no asistió porque sencillamente no existía en el barrio. Nacido con un defecto físico en los pies, que aparentemente le dificultaba desplazarse con normalidad de un lugar a otro, cuando salió a jugar con compañeros de la barriada y algunos de éstos

trataron de aprovecharse de su supuesta debilidad, fueron rápidamente persuadidos de sus erróneas apreciaciones, por la fuerza muscular de los brazos e incluso de las piernas del

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pequeño guitarrista. Sus primeros juguetes, los trompos, se los hizo él mismo, como lo tenían qué hacer todos los niños pobres de la ciudad. Un día, muy temprano, antes de que

el sol comenzara a sofocar la atmósfera de la mañana caroreña, sus compañeritos se sorprendieron cuando lo vieron clavetear varias tablas para construirse un cajoncito que le

serviría de instrumento de trabajo, para dedicarse a limpiar zapatos.

-Rodrigo, vamos a jugar –lo invitó uno de sus amiguitos.

-No puedo, porque voy a trabajar.

Todos sus compañeritos se rieron al no comprender por qué Rodrigo abandonaba a muy temprana edad los lugares donde todos se divertían con sus juegos infantiles. Lo

saludaban con mucho afecto y hasta respeto, cuando lo veían pasar con el cajoncito en la mano y atravesar la quebrada que lo conducía hacia el centro de la ciudad, a realizar una jornada de trabajo, también prematura para su edad, pero necesaria para contribuir al

sustento de su familia.

Cuando regresaba con 2 bolívares en el bolsillo, que le había pagado Ché Herrera,

pensaba en la fiesta que realizarían en su casa para celebrar el triunfo de su mano de obra infantil, en el lecho de la quebrada se le atravesó el guapo del barrio y lo increpó:

-¿Cuánto ganaste hoy, Rodrigo?

-2 bolívares -le contestó con franqueza y dispuesto a enfrentarlo.

-¡Dámelos o te caigo a coñazos!

Rodrigo largó el cajoncito de limpiabotas, se le fue encima y derribó a golpes a su contrincante. Cuando levantó el brazo derecho para rematarlo en el suelo, se lo agarró Vale Cayayo, un cantor popular que alegraba las noches del barrio con su voz y su cuatro.

-¡Déjalo, Rodrigo, que ya aprenderá a respetarte!

El guapo del barrio se levantó y se retiró cabizbajo. Rodrigo caminó con Vale

Cayayo hacia su casa, donde fueron recibidos con vítores al niño que peleaba como un boxeador y al trasnochador y artífice del cuatro más oído en las noches insomnes de la barriada. Paula, su madre, tocó y cantó. Rubén, su hermano mayor, también tocó y cantó.

Sus hermanas cantaron. Vale Cayayo tocó y cantó hasta emborracharse. Rodrigo lo oía con suma atención. Cuando aquél se retiró, tambaleando por la calle principal, pero aferrado a

su cuatro, del cual extraía melancólicas composiciones populares, Rodrigo lo siguió a prudente distancia, para continuar oyéndole tocar, hasta que llegó al frente de la Escuela de Juancho Querales y se detuvo a oír a los alumnos de su padre. Después de varias horas

siguiendo el ritmo de una música que se perdía en los callejones de la barriada, regresó a su casa donde todos continuaban tocando y cantando, hasta que comenzó a ausentarse la

noche.

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La otra mañana Rodrigo sorprendió nuevamente a sus amigos que jugaban en las

afueras de sus casas, cuando lo descubrieron claveteando otra tabla. Se le acercaron y uno de ellos le preguntó:

-¿Qué haces, Rodrigo?

-Una guitarra –respondió.

Todos volvieron a reír a carcajadas, pero no se retiraron. Rodrigo colocó un clavo

en cada extremo de la tabla y templó una cuerda de alambre muy fino, entre uno y otro clavo. Sus compañeritos lo miraban absortos, pensando en la imposibilidad de que pudiera extraerle algún sonido musical, menos una melodía. Rodrigo comenzó a tocar “Cachito

Cachumba”, con algunas dificultades pero con indiscutible maestría. Sus compañeritos gritaban viva a Rodrigo y éste se retiró satisfecho hacia su casa, para hacer oír entre sus

familiares, los sonidos de su improvisado invento. Cuando su hermano mayor, Rubén, lo oyó, le dijo:

-¡Deja la bulla, Rodrigo! La vibración de esa cuerda es un simple ruido.

-No es un ruido, sino que no se puede afinar. Suena como tu guitarra, que también está desafinada. Pásamela que yo te la afino –le respondió Rodrigo.

En medio de la sorpresa de todos y las dudas de Rubén, que era guitarrista reconocido en el barrio, éste le extendió la guitarra y Rodrigo, después de precisar los ritmos musicales de sus cuerdas, se la devolvió afinada.

-De hoy en adelante serás el afinador oficial de mi guitarra –le expresó Rubén, quien decidió invitarlo a las fiestas y a las serenatas que armonizaba con su guitarra y un

pequeño conjunto musical que constituyó a los pocos meses, para que afinara su lira en el menor tiempo y con la mayor precisión posibles.

En un barrio de músicos, no dejó de llamar la atención que un niño que no había

asistido a la escuela, que no tenía maestro particular, pudiera afinar una guitarra con la rapidez y la exactitud de un verdadero artista. Veían como más natural que un niño

aprendiera a nadar en la zona inundada del barrio y luego atravesara a nado el río Morere, que en época de lluvias rompía el dique de contención, anegaba las casas de Barrio Nuevo y de gran parte de Carora, y formaba grandes lagunas en las que Rodrigo también se

destacaba chapaleando en el agua y ayudando a las familias afectadas a salvar sus utensilios y animales domésticos.

Rodrigo formó parte de un grupo de muchachos que se reunían en la esquina denominada Japón, a tocar improvisadamente algunas composiciones que oían y aprendían de los mayores, que en otra esquina revelaban sus conocimientos adquiridos en la Escuela

de Juancho Querales. Sus compañeros le pedían que les afinara sus guitarras y comenzaron a aprender música internacional que Rodrigo tocaba, después de ir al cine Salamanca a ver

las películas del momento. En una de esas reuniones se le acercó su padre y le dijo:

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-Afíname ese cuatro.

Rodrigo armonizó los sonidos de sus cuerdas e hilvanó algunos acordes musicales y le regresó el cuatro afinado.

-Tienes oído musical –le expresó Juancho Querales y se marchó.

Rodrigo también se marchó. Al otro día fue a El Diario a buscar 100 ejemplares para venderlos. Antes de salir a realizar su nuevo trabajo, José Herrera Oropeza se le

acercó con la guitarra en las manos, rodeado de toda familia y de los trabajadores del periódico. Rodrigo entendió y tocó todas las composiciones populares que había oído la noche anterior en las calle de Barrio Nuevo. Luego salió a recorrer las calles principales

de Carora gritando el titular de primera página:

¡Homenaje al maestro Ramón Pompilio Oropeza!

¡Vendo edición especial de El Diario!

Tocaba las puertas de las viviendas donde siempre le compraban el periódico, cualesquiera de los que generalmente vendía. Cuando entró en el jardín de la casa de doña

Carolina de Herrera y tocó el timbre, por la puerta lateral, reservada para la entrada del servicio doméstico, le salió un inmenso perro “San Bernardo”, cuyos ladridos le hizo soltar

los periódicos y subirse hasta la parte alta de una ventana de hierro. Ante los ladridos del perro guardián, doña Carolina se asomó por la ventana y observó que Rodrigo estaba sobre su cabeza, en la parte superior de la reja que la protegía. Lo miró y le dijo:

-Pero Rodrigo, no te preocupes, que ese perro es capao!

-¡Perdone doña Carolina. Agarre su perro, que yo no le temo a sus cojones .sino a

que me muerda!

Entre risas y gritos al perro para que se retirara al interior de la casa, salió doña Carolina, bajó Rodrigo y entre ambos recogieron los periódicos diseminados por el suelo.

Doña Carolina había leído en una edición anterior de El Diario que su pregonero era un prodigio de la guitarra, le dijo que ella no entendía mucho de música, pero su marido era

un aficionado el violín y que le gustaría que lo oyera. El niño portento de la guitarra entró y fue recibido por don Flavio Herrera en el momento en que ejecutaba un solo de violín de un compositor desconocido. El novel guitarrista lo observó y oyó hasta el final. Don Flavio

le preguntó qué le parecía su ejecución.

-Usted es un gran violinista. Présteme una guitarra y yo le toco lo que acabo de oír.

Don Flavio buscó su guitarra y se le entregó. Rodrigo tocó exactamente lo que improvisaba su nuevo anfitrión y luego ejecutó y cantó nuevas composiciones de su repertorio popular. Felicitado y aplaudido fue invitado a visitarlo cada vez que tuviera

tiempo para cenar juntos y ensayar algunas composiciones para violín y guitarra. Rodrigo le contestó que volvería después de ir al cine y oír nuevas canciones.

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-Toma Rodrigo, el pago de la suscripción del mes. Y deja los periódicos entre los barrotes de la reja, pero no dejes dd venir a tocar con Flavio –le expresó doña Carolina.

Le extendió varias monedas y lo despidió con afecto, que expresaba su sentido maternal. Rodrigo siguió su marcha hasta vender todos los periódicos. Por la tarde salió a

vender empanadas. En la puerta del cine Salamanca se encontró con el dueño del local y le dijo:

-Don Gonzalo, le cambio esta empanada, la última que me queda, por una entrada

al cine.

-Entra a ver la película y cómete tu empanada –le respondió Gonzalo González.

En el Patio del cine se encontró con Manuel Herrera y juntos vieron la película, en la que cantaba y tocaba guitarra Tito Guizar. Lo oyeron en completo silencio. Cuando salieron a la calle le manifestó a Manuel:

-Vamos a tu casa, que quiero tocar en la guitarra de Josefina, lo que estaba tocando Tito Guizar.

Caminaron por la calle Bolívar hasta la Sala de Redacción de El Diario, recorrido que repetirían muchas veces, para hacer del cine una escuela y la Redacción del periódico una sala de ensayo musical. La casa estaba sola, la edición de El Diario había sido

cerrada. Bajo la dirección de Rodrigo, los dos jóvenes tocaron y cantaron “Cielito Lindo”, “Méjico Lindo y Querido” y otras canciones del repertorio mejicano. Al terminar, Manuel

le expresó a Rodrigo:

-Mañana volvemos al cine.

-Mañana no puedo, el dinero que gané hoy y el que me gane mañana se lo daré a mi

mamá – le respondió Rodrigo.

-Yo te invito mañana y tú me enseñas a tocar la guitarra.

Rodrigo aceptó la proposición y se dispuso a retirarse. Manuel le acompañó hasta el portón de salida. En el camino, Rodrigo pensaba lo que tendría qué hacer para ir al cine todos los días, su única y verdadera escuela de música y de lenguaje, a través de grandes

artistas internacionales. Le gustaría ser un hombre como Ché Herrera o Chío Zubillaga. Le gustaría viajar por el mundo que aparece en las películas. Tenía que trabajar y estudiar. Al

llegar a su casa le expresó a su hermana mayor:

-Carmen, quiero estudiar. Mañana vamos a la casa de Vicenta Pérez, para que me inscribas en su escuela. Yo venderé más periódicos, más empanadas y haré cualquier otro

trabajo que buscaré pronto, para pagarle mis estudios.

Vicenta Pérez no era maestra, no tenía ninguna escuela formal. Era una humilde

señora del barrio, preocupada por la religión Católica, Apostólica y Romana y por las

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primeras letras, que enseñaba a leer y escribir a los niños y jóvenes pobres de Barrio Nuevo. En esa escuela fue inscrito Rodrigo. Por la mañana, antes de ir ala escuela, tenía

que buscar ocho latas de agua en una pileta cercana al barrio, para el consumo familiar. El primer día de clase y durante todo el tiempo que estuvo asistiendo a su escuela, la maestra le ordenaba que moliera doce máquinas de maíz, antes de comenzar a enseñarle el

alfabeto. Luego recibiría las primera lecciones en el libro de Alejandro Fuenmayor y después un segundo libro de Historia de Venezuela, hasta que compelido por la urgencia

de realizar un trabajo más productivo, una vez dominadas las bases fundamentales de la lectura y la escritura, decidió hacerse zapatero, un oficio que aprendían los adultos de Carora, pero que él tendría que aprender y aprendió a los quince años.

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EL CANTO DE LOS PÁJAROS AFINAN EL OÍDO

Alirio tenía 12 años cuando comenzó a explorar la vía de escape hacia el más allá y abrirse paso en un complejo mundo de sueños infantiles, frente a una dura realidad que le tocó

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vivir, con una guitarra a cuestas, desde La Candelaria, aldea de La Otra Banda, invadida por el viento que levantaba oleadas de polvo y obligaba a sus moradores a encerrarse en

sus casas o emigrar hacia el Lago de Maracaibo, donde comenzaba la explotación petrolera, con una mejor oferta para el trabajo, para la vida y para la muerte. Otros buscaban conquistar el centro de la política y de la cultura, vía Carora y de allí al universo.

A pie y calzando alpargatas, arreando un burro cargado con pieles de chivo para las curtiembres de Carora, con apenas 12 años de edad, después de atravesar 30 kilómetros

que separan a su aldea nativa de aquella ciudad, bajo un sol estallante que calcina las piedras y los árboles en el semidesierto del Playón de Plumilla, arribó por primera vez al mundo cultural que promovían Cecilio Zubillaga Perera y José Herrera Oropeza.

“Impresionado y azorado -por lo que veía por primera vez- conoció lo que era una ciudad de calles rectas y limpias, un río con su puente y una hermosa plaza urbana”. Se sintió en

otra realidad, en otra dimensión humana, que lo atrapó en el momento, pero que le gustaría enfrentar, no sólo con la audacia de su imaginación, sino también con el coraje de un joven campesino dispuesto a formar parte de lo que aparecía ante sus ojos como el símbolo de

una civilización desconocida, pero cuya imagen se la habían revelado algunos periódicos que esporádicamente llegaban a sus manos.

Después de vender los cueros de chivo, embriagado por la ciudad decidió quedarse en la casa de su hermano Fulvio, donde conoció ese mismo día a Clímaco Chávez, luchador revolucionario, guitarrista y cantante popular, con quien estrecharía nexos de

amistad entrañables y para toda la vida. Esa misma noche se fueron de serenatas, en las que Chávez, por su edad y por el dominio que ejercía sobre su guitarra, llevaba la primera

voz y la primera opción entre las muchachas bellas de las barriadas de Carora. Alirio aprendía y se sentía, cada hora que pasaba, más atraído por la ciudad y sus circunstancias. Clímaco Chávez le habló, además, de la revolución en la Unión Soviética, de Chío

Zubillaga y de su condición de obrero, que lo identificaba con el proletariado internacional. Alirio le manifestó:

-Me gustaría conocer a Chío Zubillaga.

-Quédate un día más, después de mi jornada de trabajo en la Tipografía de El Diario vamos a conocerlo. Es un gran revolucionario y amante de la música. Estoy seguro

que le va gustar oírte, porque eres muy joven para lo bien que tocas –le contestó Chávez, cuando se despedían en la madrugada.

-Sí, me quedaré y esperaré a que salgas de tu trabajo.

Alirio contaba con la solidaridad absoluta de su hermano Fulvio, quien al conocer su decisión de quedarse para conocer a Chío Zubillaga le expresó su respaldo y su

disposición a acompañarlo.

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-Mi vocación periodística y política se la debo a Chío Zubillaga. Soy un gran admirador de su pluma y de su combatividad –le dijo muy entusiasta, Fulvio, quien contribuiría mucho con su apoyo a decidir que Alirio regresara a Carora.

Por la tarde se presentaron al “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga. En principio, éste no se sorprendió, conocía a Clímaco Chávez como un luchador social que difundía

entre trabajadores de la ciudad y del campo su pensamiento revolucionario, que el propio Chío estimulaba entre los más jóvenes y combativos muchachos que le visitaban o leían. La primera impresión de Alirio frente a Chío Zubillaga fue de anonadamiento. Humilde

como todo campesino y deseoso de aprender como toda gran inteligencia humana, fue sorprendido por un hombre corpulento, gesticulando y hablando con una gran precisión

sobre los más diversos temas del momento, hasta descender a una conversación sencilla, para satisfacción y orientación de un joven de La otra Banda, que buscaba y necesitaba precisamente eso: la voz y el pensamiento de un maestro que lo estimulara a ser partícipe

de una sociedad civilizada.

-El ascenso de Adolfo Hitler al poder en Alemania es un gran peligro para la

humanidad. Podemos estar cerca y ser víctimas de una de las más terribles y criminales dictaduras que hayan azotado Europa y amenacen a todo el globo –fue el comentario final que hizo Chío Zubillaga, después de oír una información por radio acerca del triunfo

electoral del jefe del nazismo. Luego se dirigió a Clímaco Chávez y le expresó:

-Tú debes ser familia de José Chávez, herrero y flautista de Barrio Nuevo, de quien

escribí hace algún tiempo una nota que les voy a leer: Como flautista formaba parte de la Banda Filarmónica de Zacarías Gallardo. (En esa época había en Carora si no más afición, mayor interés por la música, capitel celeste de las bellas artes). No estábamos tocados

entonces de excesiva abulia o de superficialidad, hasta el momento en que cayera nuestra música en el caso regresivo, que ha hecho notar nuestro compañero Isaías Ávila en las

columnas de “El Yunque”.

Al terminar la lectura, miró a los asistentes y preguntó:

-¿Quién de ustedes va a tocar?

-¡Alirio! –afirmó con voz ronca y categórica, Clímaco Chávez.

Chío fijó su vista en el muchacho campesino, quien buscaba acomodarse en una

silla de cuero para poder abarcar con sus brazos la guitarra de Clímaco Chávez. Una vez posesionado de su instrumento, tocó “Conticinio”, un vals de Laudelino Mejías y varias composiciones románticas que había aprendido entre sus familiares en La Candelaria. Chío

captó su vena artística e hizo llamar a Ché Herrera para que lo oyera. Alirio volvió a tocar todo lo que constituía su repertorio de música popular, que provocaron el comentario

entusiasta de Chío Zubillaga:

-Ché, este es otro joven que debe salir de Carora.

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-Primero, de La Candelaria, porque Alirio se regresa mañana. Aunque a él lo que más le gusta es escribir –se adelantó Clímaco Chávez.

-Escriba para El Diario -le dijo José Herrera Oropeza.

-Está bien, Ché, pero este muchacho será un gran guitarrista si logramos que salga a estudiar a otra parte, donde haya una buena escuela de música. Tu y yo podemos y

debemos hacer algo por Rodrigo y Alirio.

-De acuerdo contigo, Chío, haremos todo lo que esté a nuestro alcance. Por ahora

Alirio puede enviarte algún artículo, se lo corriges y se lo publicamos en nuestro periódico.

Alirio y su compañero se despidieron y esa misma noche le llevaron una serenata a la novia de Clímaco Chávez. Carora y su entorno ejercían un poder de fascinación en la

mente de Alirio. No quería regresar a La Candelaria, pero el mandato de su padre le resultaba imperioso:

-Regresa pronto, hay que cuidar las huertas y los animales. Tú eres el único que me queda en La Candelaria y quien puede ocuparse de mis negocios, que serán tuyos cuando yo muera o no pueda atenderlos.

Desde muy niño Alirio hacía los mandados de la casa, acompañaba a las niñas y hasta las mujeres a los lugares cercanos, llevaba los burros a los bebederos y trabajaba en

un conuco. Sembraba maíz y pasto, construía y reparaba cercas de alambre y de broza, limpiaba la maleza a punta de machete y peinilla, excavaba estanques con pico y barretones, escardillas y palas. Al terminar estas jornadas cumplía algunas obligaciones

domésticas, que en cierto modo consideraba menos agotadoras, aunque no propias para el descanso: buscaba agua en los estanques, cortaba y cargaba leña para el fogón de la cocina,

jopeaba chivos y limpiaba los corrales, sabaneaba el ganado en lugares lejanos y si tenía tiempo cuidaba la pulpería de su padre.

-Alirio, vamos a jugar –le gritaban varios niños de su edad, cuando lo veían

regresar de la lejanía.

A Alirio le gustaba jugar con los niños de La Candelaria, pero prefería oír música

cuando tenía algún tiempo libre. Había espacio para correr, gritar y saltar, pero le faltaba tiempo par oír música. Los niños no deberían trabajar, pensaba Alirio. Es la única manera de hacerse hombre, pensaba su padre.

-No te vayas, Alirio. Vamos a jugar.

Niños y niñas jugaban Las Flores, Los Mosquitos,, El Ramito, la Tapara, El

Retrato, El Barco, Goyana, El Monigote. Los varones se separaban de las hembras para jugar La Cuadrilla, El Cedazo, El Oso, El Gavilán, La Gallina Clueca, La Cebolla, el Pilón y El Enigma. También se separaban para cazar a los zorros que mataban las gallinas, y

sobre todo para ver cómo hacían el amor los animales.

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Antes de salir del “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga, la mirada de Alirio se extendió por las paredes cubiertas de libros y de letreros con frases de hombres y mujeres

famosos del mundo. Cuando leía una frase de Víctor Hugo, que decía:

“Modelar una estatua y darle vida

es hermoso; modelar una inteligencia

y brindarle la verdad es más hermoso aún”

Chío se le acercó y le preguntó:

-¿Te gustaría leer Los Miserables?

-Sí, don Chío. Muchas gracias.

Salió con un libro en las manos y el pensamiento en las nebulosas, a serenatear con Clímaco Chávez.

Chío Zubillaga y José Herrera Oropeza continuaron dialogando.

-Ese muchacho también se perderá si no lo sacamos de La Candelaria, en ese desierto el sol es tan destructivo como las guerras civiles del siglo XIX, ha calcinado gran

parte de la vida, y aunque el hombre se ha hecho más resistente a la soledad, la naturaleza se ha tornado más triste –expresó Chío Zubillaga en su afán de estimular la conversación con su colega y amigo, de la cual generalmente extraían temas y motivos para sus trabajos

periodísticos.

-No exageres, Chío, en La Candelaria desaparecieron las voces de mando de los

caudillos liberales y conservadores que armaban y levantaban la peonada, saqueaban los pueblos y obligaban a los ricos a entregar contribuciones de guerra o enterrar sus morocotas.

-Nada de exageraciones, mi querido Ché, en esas playas no quedará nadie, excepto los muertos, cada día es mayor la emigración de jóvenes absorbidos por el pulpo petrolero

del Lago de Maracaibo, fascinados por el señuelo del oro negro, del nuevo Dorado; y los pocos que quedan tienen que enfrentar los rigores de un desierto que crece empujado por el verano y el hacha que liquida los árboles y las flores.

Mientras Alirio se detenía a oír el canto de los pájaros y se sentía acompañado, observaba simultáneamente con impotencia y con envidia, la marcha de muchos jóvenes.

Las casas abandonadas eran ocupadas por fantasmas que las sujetaban para evitar su desplome total. La tierra se iba quedando sin los brazos para la siembra y sus óvulos fertilizantes desaparecían. Los chivos se fueron reduciendo a los pocos sobrevivientes de la

pradera circundante, que lentamente se reducía a la presencia vital de cardones y tunas. La trágica erosión de La Otra Banda, que constataba todos los días en su relación directa con

la tierra que estaba obligado a trabajar, se le convertía en una lengua de fuego que lo

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impulsaba a seguir los pasos de los emigrantes, cuando leía los artículos de Chío Zubillaga en el periódico de dirigía José Herrera Oropeza, en los que denunciaba la miseria del campesino y el abandono en que lo mantenían las autoridades obligadas por ley a

protegerlo.

-Los candelareños tendrán que vivir de la mezquindad del desierto, si son capaces

de utilizar los pocos brazos que les quedan para construir lagunas y represar las pocas aguas que caen durante las pocas lluvias que alivian la aridez de la tierra, antes de escurrirse por quebradas tortuosas hacia el río Morere y luego hacia el Mar Caribe.

Chío Zubillaga y Ché Herrera continuaban dialogando por largas horas, hasta que decidían volcar en las páginas de El Diario las conclusiones de sus debates. Desde la Sala

de Redacción del periódico y desde el “Cuarto-biblioteca” del primero establecían hilos comunicantes con los barrios de Carora y con los caseríos circundantes.

-Ya se han adaptado –Chío- a la metamorfosis de la tierra. Mientras el ganado

vacuno se reduce a unos cuantas cabezas, en las pocas huertas de los pequeños propietarios que ven desaparecer sus modestas fortunas emergen rebaños de chivos para alimentar a los

más pobres, que cada día serán más, hasta que todos sucumban ante la adversidad de la naturaleza y la incapacidad de los habitantes para incorporar nuevas técnicas para el cultivo de la tierra, y la incuria de los gobiernos frente a la tragedia humana, que por siglos

los azota.

-Sí, ya lo sé, incluso lo he visto. Sólo una que otra mula, uno que otro burro, una

que otra vaca quedan pastando en los alrededores de La Candelaria como demostración de un pasado, no sólo pleno de prosperidad, sino también saturado de una evidente fuerza impulsora de paz y de guerra, que generaban los hombres y las cabalgaduras que imponían

el orden en una sociedad conmocionada por la violencia de los más intransigentes.

-Todo se ha ido tornando más tranquilo, terriblemente solitario. Pero todos se

salvarán. No te olvides, Chío, que tienen varias vías de escape. Carora que no sólo es el camino hacia la cultura en el centro del país, sino también hacia cualquier otra nación del Caribe y del mundo; la zona petrolera del Lago de Maracaibo que los conducirá a un mejor

nivel de vida; y finalmente, la música los unirá a través de los sonidos, al universo de un lenguaje común.

Cuando Alirio emprendió el regreso, atravesó el puente sobre el río Morere en dirección a La Candelaria, miró hacia atrás y volvió a ver la ciudad por la cual se sintió fuertemente atraído y la que no desaparecerá de su imaginación ni de sus sueños de

emigración. Volveré muy pronto, pensó, y se internó en el mundo del cual todavía se sentía formando parte, el que abandonaría muy pronto, pero del que no se desligaría jamás,

aun cuando volviese a Carora y los sonidos que extraía de su guitarra lo llevasen a recorrer los principales teatros de las grandes ciudades del universo. No olvidaría el canto de los

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pájaros, sus grandes maestros de su oído musical. Así los recordará, cuando varios años después regrese a la aldea que lo vio nacer.

“No hubo amanecer sin que al saludar al alba y a la vida no nos despertase con la

delicia de sus entonaciones de júbilo, de esperanza, de tristeza, con aquella profusión de ritmos, melodías y armonías que jamás orquesta alguna soñó interpretar... los olímpicos

silbidos del turpial, los dejos de la perdiz, siempre triste y perdida como su nombre; y los loritos, siempre alegres; la guacoa con su agorero fa-mi; la presencia melódica de la paraulata, de las palomas burreritas y del san antoñito; la actuación solitaria del cardenal;

la actuación percuciente del carpintero y del chemeque, despertadores matutinos con sus redoblantes sobre troncos de cardón; el tímido canto del juangil para el presagio o súplica

de la lluvia. Y como conclusión triunfal del concierto, teníamos las parrandas de las cotorras, que al igual que los canarios eran los únicos pájaros que solían darse cita colectiva, para romper con sus trinos a los cuatro vientos desde las copas más elevadas de

los árboles”.

A ese ambiente natural se sumaba el familiar y comunitario. Todos los miembros

de su familia tocaban y cantaban para hacer desaparecer por breves momentos la tristeza que traía la proximidad de la noche. Incluso su padre, Pompilio Díaz, un hombre recio, de espíritu feudal con relación al trabajo, era profundamente sensible a la combinación

armónica de los sonidos. Y en la mayoría de las casas de La Candelaria se rendía culto a la lira, al cuatro y al canto popular. La música acompañaba el quehacer diario de hombres y

mujeres que, después de una jornada rutinaria de trabajo decidían alegrar la vida y alejar los espantos.

Alirio se detenía a oír las cantilenas que generalmente las madres campesinas

cantaban para dormir a los niños. Muy cerca de la cocina oía el ritmo perfecto que lograban las piloneras de maíz y el preciso palmoteo de las amasadoras de arepas. En las

fiestas patronales de La Candelaria, mientras la mayoría de los niños se divertía jugando y viendo uno que otro payaso, Alirio –durante los 3 días que duraban dichas fiestas- se extasiaba escuchando la Banda de Música “Lara” interpretar diversas composiciones

musicales, especialmente el valse venezolano “El Ausente”. En la retreta que se presentaba en la plaza del villorrio, en los bailes que se realizaban en diferentes casas de familia y

hasta en la pulpería de su padre, estaba atento al ritmo que tocaba la orquesta popular. Después de oír por largo rato a la Banda “Lara” se dirigió a la habitación de su hermano Atanasio, quien descansaba en un chinchorro, y le expresó:

-¡Préstame tu cuatro, Atanasio!

-Si lo sabes tocar, bájalo.

Tomó el cuatro que colgaba en la pared y tocó el valse “El Ausente”, que había oído tocar a la banda “Lara”. En esos momentos no sabía que el cuatro era un instrumento

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acompañante y no melódico. Tampoco lo sabía su hermano Atanasio, pero éste se levantó y gritó a todo pulmón:

-¡Alirio será el mejor cuatrista de La Candelaria y de La Otra Banda! Pronto nos acompañará a tocar en los bailes y en las fiestas del pueblo.

Todo lo que su hermano Atanasio y Chepel Riera –el Esopo de su infancia- tocaban

en el cuatro, Alirio lo imitaba. Pero lo que más le llamó la atención fue la guitarra de su hermana Ángela. Cuando la oía tocar se concentraba al máximo, tratando de aprenderse de

memoria lo que ella ejecutaba. Cuando consideró que podría hacerlo tal como Ángela lo realizaba, la abordó:

-Ángela, préstame tu guitarra.

-Cuando aprendas a tocar bien el cuatro.

-Yo sé tocar el cuatro y también la guitarra.

-Dale para ver si es verdad –le dijo la hermana y le extendió la guitarra.

Cuando hizo sonar las cuerdas de la guitarra, constató que muchos acordes tenían posiciones idénticas a las del cuatro. Todo el cordaje guitarrístico lo aprendió observando a

sus familiares y amigos, con la excepción del de la dominante de mí, para cuyo aprendizaje solicitó el auxilio técnico de Alba Julia, una de sus primas que tenía un alto dominio de la

guitarra. Después de tocar y cantar varias canciones populares con su hermana y otros familiares aficionados a la música, algunos amigos del vecindario se acercaron para oírlo. Al final, Ángela expresó:

-¡Alirio será el mejor de todos nosotros!

Entusiasmado por el éxito económico y amoroso de los serenateros románticos de

La Candelaria, La Otra Banda y Carora, formó varios duetos y conjuntos musicales con jóvenes de su edad, entre quienes destacaron Braulio Urquiola Mosquera y su hermana Dorotea, Juan Pablo y Ángel Verde, Jesús y Mario Leal.

Su pasión por la guitarra le permitió superar o por lo menos mitigar la dureza de algunos trabajos, especialmente cuando hacía de mandadero para Muñoz, villorrio cercano,

donde además de poder contemplar y cantarle a las mujeres más bellas de La Otra Banda, existía una excelente y reconocida afición por la guitarra. En esos viajes visitaba a las Zambrano, en La Reforma, y tocaba y cantaba con ellas y para ellas. En la casa de don

Isaías Mosquera, en la pulpería de Silvino Mendoza y en la casa de don Antonio Vicente Nieves, en el Rosario, pasaba largos ratos tocando y cantando con sus amigos y amigas

aficionadas a la guitarra en particular y a la música en general.

Impresionado por los avances que experimentaba en el manejo de la guitarra, su padre decidió enviarlo a la escuela primaria que funcionaba precisamente en el caserío

Muñoz, donde fue inscrito para estudiar primer grado. Al ingresar dio rápidas e

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inteligentes demostraciones de fácil aprendizaje. Había aprendido a leer y escribir con su

tío Juan Bautista Verde, quien lo distinguió de manera especial por su afición a la guitarra.

Durante sus estudios en Muñoz, cuando predominaba la violencia contra los niños como método de enseñanza, el maestro le llamó la atención porque estaba entonando una

canción en el aula. Ante su insistencia por el tarareo de algunas canciones, el maestro se encolerizó tanto que decidió castigarlo, propinándole diez palmetazos en las palmas de las

manos.

-¡Ponga las manos con las palmas hacia arriba! –le gritó enfurecido.

Alirio colocó sus manos en la posición indicada. El maestro observó que tenía las

uñas largas y mal limadas.

-¿Por qué tiene las uñas así? –le preguntó, bajando el tono de la voz.

-Para poder tocar guitarra –respondió Alirio, sin salir todavía de la consternación que le producía la violencia verbal del maestro.

Este, que era guitarrista y bohemio empedernido, bajó la palmeta y le expresó:

-Pórtate bien, para que toquemos más tarde.

Alirio respiró profundo y se retiró hacia su pequeña silla que le servía de pupitre y

oyó con atención la voz del maestro hasta el final de la clase. Cuando el docente anunció que había finalizado la actividad en el aula, Alirio se dirigió a la Iglesia a oír una misa cantada y el órgano que tocaba Mamerto Mendoza. Al terminar la misa caminó hasta la

casa de don Antonio Vicente Nieves, donde le presentaron al Padre Juan José Bernal.

-Este es Alirio, un niño prodigio de la guitarra –le expresó Nieves al sacerdote.

-Vamos a tocar y cantar, le dijo el cura –y empezó:

-Solamente una vez se ama en la vida.

Alirio lo acompañó con la guitarra. Cantaron también las hermanas Nieves, Silvino

Mendoza y otros trovadores populares de La Otra Banda. Durante su regreso a La Candelaria volvió a oír el canto de los pájaros y pensó que lo estaban despidiendo.

Recordó a Chío Zubillaga y a José Herrera Oropeza, reafirmó su voluntad de abandonar el desierto sobre el cual caminaba y se imaginó que volaba hacia las estrellas. Sin embargo, al tropezar con una tuna espinosa retornó a su realidad de adolescente campesino. Siguió

su marcha y al atardecer arribó a su aldea natal.

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UNA GUITARRA Y UN LIBRO PRESTADOS

RODRIGO pasó frente a El Diario, pero no se detuvo a limpiarle los zapatos a José

Herrera Oropeza ni a tocar guitarra, había decidido realizar otro trabajo y aspiraba llegar rápido a la fábrica de zapatos de Paulino Aldazoro. Eran las 7 y 30 de la mañana cuando llegó a la zapatería. Esperó hasta las 8 a.m. y cuando un empleado abrió la puerta

principal, entró y preguntó:

-¿Don Paulino vendrá pronto?

-Sí. Está en su casa, pero ya viene. ¿En qué podemos servirle? –preguntó a su vez el ayudante de zapatero.

-Necesito me enseñe a fabricar zapatos. Necesito hacerme zapatero y producir algo

más de lo que gano como limpiabotas y vendedor de periódicos y empanadas. Quiero ayudar a mi familia y hacer algunos ahorros para comprar una guitarra.

-Eso es posible, pero la primera lección que usted debe aprender es pasar todos los días por debajo de esa mesa, para luego comenzar como aprendiz de zapatero. Si don Paulino lo contrata, yo le enseñaré cómo se hace un zapato.

-Eso de pasar por debajo de la mesa no puede ser la primera lección para hacerse zapatero. Yo puedo pasar por debajo o por encima la mesa, pero eso no puede ser la

manera de comenzar para aprender zapatería.

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Paulino Aldazoro llegó en ese momento e intervino para rectificar la actitud de su ayudante.

-Pase adelante. Hoy mismo empieza, me gusta el espíritu de trabajo de los jóvenes que necesitan abrirse paso en la vida. Yo lo he visto trabajar a usted limpiando zapatos y vendiendo empanadas y periódicos. Estoy seguro que aprenderá muy pronto.

Rodrigo recibió las primeras instrucciones del dueño de la zapatería y trabajó en su nuevo oficio hasta las 6 de la tarde. Se despidió y corrió hasta el cine Salamanca, llegó

antes de que empezara la película “Pajarillo Manzanero” en la participaban varios artistas mexicanos. Al finalizar la película se dirigió a la Redacción de El Diario y se encontró con su amigo Manuel Herrera Oropeza, quien no había concurrido esa noche al cine, por tener

que ayudar a su padre en la corrección de algunas páginas de galera, para la edición del día siguiente.

-Manuel, préstame la guitarra de Josefina y te enseño por un bolívar, la introducción de “Pajarillo Manzanero”.

-De acuerdo –le respondió Manuel y le entregó la guitarra de su hermana. –Vamos.

¿Cómo empieza?

Rodrigo tocó varias veces la introducción de la canción y luego le pasó la guitarra a

Manuel Herrera. Este también la tocó con toda la precisión del caso. Se sintió satisfecho y ambos se dedicaron a ensayar las canciones que tocarían y cantarían esa madrugada en las ventanas de las casas de varias muchachas de Barrio Nuevo. Antes de separarse, Manuel le

comunicó que le tenía otro trabajo relacionado con la música.

-El Conjunto Pentagrama va a tocar mañana por la noche en el Club Torres y le

falta un músico, porque se enfermó el cuatrista. Vamos a preguntar cuánto te pagan y si te quieren oír tocar el cuatro antes de que te contraten.

Salieron de la Sala de Redacción de El Diario y juntos se dirigieron a la sede del

principal club de la ciudad. Manuel Herrera lo presentó como un fenómeno del cuatro, para que los dejaran entrar. Una vez en el interior de la sala de baile, caminaron hacia

donde estaba el Director del Conjunto, lo abordaron y éste preguntó:

-¿Has ensayado bastante?

-Tenemos varias horas ensayando –contestó Manuel.

Le entregaron un cuatro y sin previo ensayo, Rodrigo se incorporó al Conjunto Pentagrama y tocó hasta altas horas de la noche. Recibió 2 bolívares como pago por su

actuación. Desde esa noche – y después de confesar que no había ensayado- Rodrigo quedó consagrado como el sustituto de todos aquellos músicos que faltaban por una u otra razón a participar en cualquier orquesta de la ciudad. Entre los músicos se le conoció como

el único que no necesitaba ensayar para tocar cualquier composición musical. Sólo

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necesitaba que alguien arrancara o comenzara a tocar, para luego él acoplarse con maestría

al ritmo en ejecución.

Pero el trabajo en una orquesta popular no se realizaba todos los días y Rodrigo se vio obligado a continuar en la zapatería, para ayudar al sustento de la familia, hasta que un

día su hermana mayor le informó que en las cercanías de Barrio Nuevo estaban explotando una cantera de piedra, en la que pagaban más que en la zapatería.

-Lo que ganas, ya no alcanza para todos. Somos muchos, Rodrigo, y tienes que ganar un poquito más.

En las horas libres que le dejaba su oficio de aprendiz de zapatero, iba a la cantera a

picar piedra, para el concreto de algunas de las calles que en ese momento se estaban arreglando en Carora. En esta jornada ganaba más, pero era más dura. Con el primer

salario de este último trabajo compró sus primeros pantalones largos.

Cuando volvió a la zapatería, Paulino Aldazoro le comunicó:

-He decidido instalar la fábrica de zapatos en Barquisimeto, una ciudad más

grande, donde posiblemente aumente las ventas y le pueda aumentar su salario, si decide irse conmigo. Piénselo bien y me avisa.

-Lo pensaré, don Paulino.

Rodrigo pensó que debería consultar con su madre y con sus hermanos mayores, aunque a los 15 años se sentía totalmente independiente. Pero salir de Carora para otra

ciudad era un acontecimiento de cierta trascendencia, por tener que alejarse de una familia a la cual estaba estrechamente unido por tradición y por necesidad. También creyó

conveniente la consulta familiar porque la mayoría de la familia dependía de su trabajo.

Cuando salió de la zapatería y caminaba para su casa, frente a la plaza Bolívar lo abordó Tino Carrasco, famoso músico de la ciudad que dirigía un conjunto musical muy

popular y de mucho prestigio en Carora y sus alrededores.

-Necesito que me acompañes esta noche a tocar en el Centro “Lara” y vamos el

viernes a inaugurar Radio Coro.

Rodrigo se sintió verdaderamente complacido, aunque pensó que quizás no ganaría lo suficiente como poder cambiar de trabajo, pero se podría abrir un porvenir musical y era

lo que ya comenzaba a concebir, no sólo como un medio de subsistencia, sino también -y era lo fundamental- como parte integral de su vida.

-Muy bien, don Tino. Tocaremos esta noche y el viernes viajaremos a Coro. En el libro de Fuenmayor leí que cerca de Coro había unos médanos, grandes cúmulos de arena. ¿Usted los conoce, don Tino?

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Tino Carrasco no conocía a Coro, pero para no quedar mal frente a un muchacho a

quien consideraba su discípulo, sonrió, lo tomó por el brazo y le expresó:

-Te llevaré a conocer todo lo que quieras.

Esa noche Rodrigo tocó la guitarra con el Conjunto Musical de Tino Carrasco, sin

previo ensayo. Cuando llegó a su casa no podía conciliar el sueño pensando cómo sería Coro, cómo sería Barquisimeto. Carrasco lo invitaba a conocer la primera ciudad, y

Aldazoro lo invitaba a conocer la segunda. El día siguiente lo tendría libre en la zapatería porque estaban preparando la mudanza. Lo aprovechó para despedirse de su amigo, guía y protector, José Herrera Oropeza y se dirigió a la casa de El Diario. Esta vez no llevaba el

cajoncito de betunero, ni pediría periódicos para vender. Ya había cambiado de oficio.

Ché Herrera lo recibió con el afecto de siempre. Apenas lo hizo esperar algunos

minutos, mientras corregía una página de la próxima edición de su periódico. Rodrigo lo vio inclinado sobre la mesa de trabajo, lo vio muy gordo y sintió que la respiración se le dificultaba. Pensó que también le gustaría ser periodista y dirigir un periódico. Ver su

nombre estampado en primera página y entregárselo a los muchachos de su barrio para que lo vendieran en las calles de Carora. El Director de El Diario se le acercó sonriente y le

dijo:

-Ya no vendes mi periódico ni las empanadas de tu mamá, no eres limpiabotas, pero lo que haces tampoco es tu verdadera vocación. Tienes que dedicarte a la música y

tratar de estudiar en una escuela calificada.

Bajó la guitarra de su hija y le pidió que como despedida tocara todo lo que había

aprendido en el cine durante las últimas semanas. La Sala de redacción de El diario fue nuevamente inundada por los sonidos y la armonía de la guitarra que esperaba y siempre esperaría por su temperamento musical. Al agotar su repertorio se dirigió a su protector y

amigo.

-Mañana me voy a tocar en la inauguración de Radio Coro. Acompañaré a don

Tino Carrasco. Vine a despedirme de usted y a darle las gracias por lo mucho que me ha enseñado. Esta es mi segunda casa y mi verdadera escuela.

-Te felicito por tu viaje a Coro y por la oportunidad de participar en la inauguración

de la radio de esa ciudad. Ojalá aprendas bastante, pero tienes que buscar la forma de irte a Barquisimeto a trabajar y a estudiar guitarra.

Todavía no había terminado de hablar Ché Herrera, cuando entró a la Sala de Redacción, Chío Zubillaga con el editorial para el siguiente día. Y aunque apenas pudo oír la última frase, expresó con fuerte voz:

-Para Barquisimeto no, de una manera definitiva, sino como paso para Caracas, donde existe una Escuela Superior de Música. A esa escuela tienen que ir tanto Rodrigo

como Alirio.

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Rodrigo oyó por primera vez el nombre de Alirio. Pensó que podría ser un familiar de Chío Zubillaga o de Ché Herrera, pero no hizo comentario alguno. Quería informarles que se iría a Barquisimeto a trabajar como ayudante de zapatería, grado que ya había

alcanzado en su nuevo oficio, pero prefirió callarse y continuar oyendo a los dos principales personajes del periodismo y de la cultura caroreños, frente a quienes se sentía

cohibido, pero seguro de estar ante dos auténticos maestros, que desde un periódico y una biblioteca marcaban el rumbo de la ciudad y de los jóvenes con algunas inquietudes intelectuales.

-Tal como hablamos ayer –expresó Chío- el editorial para mañana es sobre la creación del Salón de Lectura “Riera Aguinagalde”. Con él cumplimos dos objetivos.

Primero, le ofrecemos a Carora y a los caroreños un lugar para el cultivo de la inteligencia, con la lectura de los mejores libros que podamos adquirir. ¡Por fin tenemos un centro para la cultura en una ciudad en la que impera el atraso más espantoso del siglo, con las

excepciones que conocemos! Y segundo, rendimos homenaje a uno de nuestros más importantes intelectuales del siglo XIX. Haremos conocer a Ildefonso Riera Aguinagalde,

por sus ideas liberales, por su dignidad y honestidad personales.

-Jóvenes como Ud., Rodrigo, encontrarán una luz más en el camino hacia la inmortalidad.

-Cuando el hombre adquiere un alto nivel de conocimiento y de conciencia humanística, puede contribuir a la liberación y al progreso de los pueblos –intervino José

Herrera Oropeza.

-Este país sigue atado a las dictaduras, mi querido Ché. Simón Bolívar encontró con quiénes independizarlo, pero no encontró con quiénes construir una república de

ciudadanos.

Chío Zubillaga y Ché Herrera, cuando estaban frente a algún joven preocupado por

la cultura, encendían la tertulia sobre política, historia y periodismo. En algunos casos discutían sobre arte y literatura. Muchos jóvenes acudían a oírlos, extasiados y perplejos frente a dos grandes soñadores de la libertad, la democracia y la cultura como los valores

fundamentales del ser humano. Rodrigo oía en estos momentos sin entender todo lo expresado por ellos, pero interesado es descifrar por lo menos una parte de lo que

discutían. No encontraba la forma de despedirse, aunque tampoco sentía deseos de levantarse y retirarse. Esperó, hasta que el Director de El Diario se levantó y se le acercó.

-Cuando regreses de Coro te esperamos, para que nos cuentes lo que puede ser una

rica experiencia, un gran aprendizaje para un joven como tú. Si quieres te llevas la guitarra de Josefina.

Rodrigo miró a Ché Herrera, miró a Chío Zubillaga y cuando ya no encontraba qué hacer, miró la guitarra. El Director de El Diario tomó la lira de su hija y se la puso en sus

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manos. Entusiasmado dio unos pasos para salir de la Sala de Redacción del periódico, pero

Chío Zubillaga lo detuvo por un instante, sacó del bolsillo de su blusa un pequeño libro y le dijo:

-Si tiene tiempo en el camino o en su casa, lea esta novela de Rómulo Gallegos, en la que revela estados de postergación nacional, que se dibujan como verdaderos problemas por resolver en el campo moral, de lo que hoy o mañana, con las nuevas ideas que bullen

en el universo, se aprestan a crear una nueva vida para Venezuela. Esas ideas dejan traslucir un grito de reivindicaciones, que al capital absorbente le lanzan con amenazadora

vehemencia, las huestes del trabajo.

Rodrigo salió con una guitarra y un libro, Doña Bárbara, prestados. La guitarra debía regresarla, era un recuerdo de la hija de Ché Herrera que únicamente a él se la daban

prestada. El libro también debía regresarlo, era una condición que establecía Chío Zubillaga, excepto que se lo hubiese traspasado a otro lector conocido y amigo,

preocupado por el acontecer socio-cultural del país.

En un camión de estacas, propiedad de un comerciante y violinista de la ciudad, Antonio Crespo Meléndez, viajó a Coro a participar por primera vez en un medio

radioeléctrico que se inauguraba en aquella ciudad. Por una carretera de tierra fueron ascendiendo por la Sierra de Coro, deteniéndose en las principales bodegas y posadas que

encontraban a la orilla de la misma, para vender alpargatas, jabones, velas y otros víveres que no se descomponían con el pasar de los días y las condiciones de la intemperie. Donde los alcanzaba la noche se detenían a pernoctar, tocaban y cantaban para los campesinos de

la montaña coriana. Después de varios días de deambular por valles y serranías, buscando atajos para que el camión pudiera avanzar, y cantándole a mujeres que huían de la noche y

esperaban la madrugada para abrirle los brazos, llegaron a la capital del Estado Falcón.

En la inauguración de Radio Coro estuvieron presentes representantes de la cultura y de la incipiente farándula falconianas. La pequeña ciudad estuvo atenta al primer

espectáculo musical e informativo en general que se transmitía por ondas hertzianas. El conjunto popular de Tino Carrasco tocó en especial música caroreña. “Mirando al Mar”

era una debilidad de Carrasco, tal vez porque lo había conocido cuando ya era adulto y le había producido la impresión de que estaba unido al cielo. Rodrigo participó como acompañante y cantante. Después de la actuación se le acercó un joven de la ciudad y le

expresó:

-Necesito que me acompañe esta noche para llevarle una serenata a mi novia. Le

pagaré con todo lo que pueda, con lo que tenga, porque estoy dispuesto a entregar la vida por esa mujer y yo sé que usted con su guitarra y su voz le penetrará el alma. Pero... no me la vaya a enamorar.

Rodrigo se rió y aceptó entusiasmado, no pensando en cuánto podría ganar ni en conquistarle la novia al joven coriano, sino en la posibilidad de que otra muchacha, entre

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las muy bellas que habían asistido a la inauguración de Radio Coro, pudiese estar presente y oírle en la primera noche de su consagración como guitarrista y cantante popular. Pero sólo una dama se asomó a la ventana y saludó con efusión al novio. Este, muy

emocionado, al final de la serenata se le acercó a Rodrigo y le dijo:

-¡Gracias hermano! Yo no tengo plata, pero le regalo esta caja de balas para

revólver calibre 38.

Rodrigo volvió a reír frente al joven enamorado. Le recibió la caja de balas y en ese momento constató que el joven coriano portaba un revólver en la cintura. Menos mal,

pensó, que no se me ocurrió enamorarle la novia. Regresó cargado de balas y de ilusiones para irse a Barquisimeto. Las balas eran 200 y las vendió a bolívar cada una. Con 200

bolívares en el bolsillo creía que podía enfrentar cualquier dificultad económica en una ciudad más avanzada musicalmente y más cerca de Caracas, donde existía la Escuela Superior de Música, la meta que le señalaban Chío Zubillaga y Ché Herrera. Al llegar a su

casa se enteró de la muerte del Director de El Diario de Carora. Sintió que se le había muerto su padre o un ser tan querido como un progenitor que lo ayudaba con su palabra y

con la guitarra de su hija. De inmediato se dirigió a la casa de José Herrera Oropeza a entregar la guitarra de Josefina y a compartir la pena con su familia. Manuel Herrera le informó que había muerto de un infarto al miocardio. En el abrazo con su amigo se le

presentó la última imagen que se había grabado en la mente de Ché Herrera, muy gordo y jadeante al respirar. Juntos lloraron a un gran maestro. La guitarra quedó en poder de

Manuel. Al despedirse caminó hacia el “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga a entregar el libro.

-Don Chío, muchas gracias, aquí está su libro. He aprendido tanto en su lectura,

como oyéndolo a usted y a don Ché Herrera, a quien lamentablemente no podré oír más. Mañana me voy para Barquisimeto.

-Pásaselo a Tino Carrasco y le dices que después que lo lea me lo devuelva. Te felicito por tu viaje a Barquisimeto, pero te reitero que en Caracas está la mejor escuela de música y por lo tanto tu futuro, como el de Alirio, a quien te tengo que presentar, porque

ustedes dos pueden ser grandes maestros de la guitarra.

Rodrigo salió de la casa de Chío Zubillaga pensando en las últimas palabras que le

había oído a éste. ¿Será Caracas como Ciudad de México o Buenos Aires, las ciudades más grandes que he visto en el cine Salamanca? Trató de devolverse para preguntárselo a su maestro, pero continuó caminando hacia Barrio Nuevo recordando las lecciones que

había recibido de los más grandes pensadores que había conocido y a quienes deseaba parecerse en el futuro. Se le hacían presente las imágenes de la Sala de Redacción de El

Diario, del “Cuarto-Biblioteca” y de la casa de su padre Juancho Querales, en la que Chío Zubillaga aparecía presidiendo una tertulia literaria y política, a la que asistían

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parroquianos liberales, poetas y músicos de la barriada. A cada momento oía su voz: usted tiene que irse a estudiar guitarra a Caracas o donde haya una escuela superior de música.

Los artistas que recordaba tocando guitarra en la pantalla del cine Salamanca, le parecían muy distantes. ¿Cómo harían para aprender tanto? ¿Empezarían como yo,

imitando lo que oigo en el cine?

-Don Chío –recordaba- me invitaron a tocar en el cine Salamanca. Escríbame la presentación.

-Aquí la tienes.

-Muy largo, don Chío. Imposible aprendérmela de memoria.

-Bueno, para que no tengas que usar la memoria, sino la inteligencia, tienes que estudiar y leer mucho. Empieza por el periódico, la introducción a los mejores libros de la tierra. Léelo antes de venderlo. Pregona los titulares y lee el contenido. Y cuando toques

una canción de estilo ajeno, trata de que te conmueva de gozo, el alma popular venezolana.

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SERENATA DE SCHUBERT EN LA CANDELARIA

ALIRIO se encontraba en la pulpería de su padre cuando oyó la corneta de un autobús, que todos los días hacía la ruta Carora-La Candelaria-San Francisco-La Mamita, principales caseríos, para entonces, de La Otra Banda, zona rural semidesértica poblada por unas

pocas familias que resistían con estoicismo los avatares del tiempo, en espera de un cambio para horadar la tierra. Se asomó a la puerta principal en el momento en que el

autobús reducía la velocidad. Desde el interior del viejo bus, Inés Rodríguez, el ayudante del conductor, le gritó:

-¡Ahí están sus gargueros! -y le lanzó a los pies un pequeño rollo de papeles.

Alirio lo recogió, conciente de que se trataba de varios ejemplares de El Diario de Carora. Mientras los arreglaba para leer su contenido, observó que el autobús se detuvo

frente a la casa de su padrino Juan Bautista Verde y bajaban con mucho cuidado una caja de madera. Pensó ir hasta allá, pero prefirió leer el periódico. Se encontró con la infausta noticia de la muerte del Director de El Diario, José Herrera Oropeza. En editorial, escrito

por Chío Zubillaga, leyó:

Page 31: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

“Periodista de nacimiento, a su personalidad concurrieron todas las dotes necesarias para forjar el triunfo que representan 20 años de vida dedicados íntegramente al diario

cultivo de la moral, la cultura, la civilización en una palabra, desde la tribuna noble y amplia de la buena prensa, ensalzando virtudes y condenando vicios. Enérgico aquí y

condescendiente allá: siempre en la lucha valerosa contra la adversidad del ambiente”.

En el mismo ejemplar de El diario leyó que había muerto el General Juan Vicente Gómez, después de 27 años de tiranía. Leyó todo el contenido de las páginas del periódico

y luego caminó hacia la casa de su padrino. Al llegar descubrió que de la caja que había visto bajar del autobús habían extraído una ortofónica y varios discos. Atento a todo

sonido armonioso, se dedicó por varias horas a oír la Serenata de Schubert, tocada por una banda italiana y dos solos de guitarra, interpretada por el artista español Guillermo Gómez. Después de oírla varias veces, se dirigió al exquisito melómano que era Juan Bautista

Verde.

-Padrino, présteme su guitarra.

Tocó por fantasía la Serenata de Schubert que había oído varias veces. En medio del asombro y del aplauso de familiares y amigos parroquianos que lo escuchaban, la tocaba y la volvía a tocar, hasta que Juan Bautista Verde se levantó y lo abrazó:

-Ahijado, usted será el guitarrista más grande de La Candelaria. Venga mañana para que toquemos juntos y para que me enseñe todo lo que ha aprendido de oído.

Alirio se despidió y al llegar a su casa encontró a su madre muy entusiasmada por lo que había oído tocar en la casa de su compadre, le dijo:

-Ven acá –y extrajo de un viejo baúl, un viejo libro. Ve a ver si te sirve de algo,

porque aquí nadie lo ha podido usar.

Alirio leyó:

“Método de Guitarra” de Ferdinando Carrulli, edición 1839.

Le agradeció el gesto amoroso de la madre y se retiró a leerlo. Después de varias lecturas lo guardó, sin poder comprenderlo. Volvió a sus tareas rutinarias del campo y por

la noche regresó a la casa de su padrino. Este lo recibió con gran alborozo.

-Mira, lo que te guardé –le expresó y le extendió un “Método de Violín” de Delfín

Alard.

-Muchas gracias, padrino. Lo leeré esta misma noche, cuando llegue a mi casa. Me gustaría oír algunos discos en su ortofónica.

Después de escuchar casi todas las composiciones que Juan Bautista Verde había traído con su famoso tocadiscos y practicar con la guitarra de su padrino, retornó a su casa

y se dispuso a leer el “Método de Violín”. Después de varias lecturas tampoco lo entendió.

Page 32: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Sabía oír música pero no sabía leerla. Vivía como refugiado en un mundo de sonidos y movimientos rítmicos populares. La Candelaria era una aldea sonora, y para combatir la soledad, la pobreza y la emigración de sus habitantes, se produjo en los pocos que se

arraigaban a la tierra, una reacción espiritual que los vinculaba estrechamente a la música. El cuatro, la guitarra, el bandolín y cualquier otro instrumento musical posible de obtener,

eran acompañantes solitarios que preservaban la alegría en los hogares.

Después de muerto el tirano Juan Vicente Gómez llegó la primera escuela a La Candelaria, frente a la cual nombraron como maestra a una joven del villorrio, Adela

Virginia Riera, quien había estudiado hasta sexto grado en una escuela privada en Carora, y fue la encargada de darle la información al padre de Alirio.

-Don Pompilio, vamos a abrir la primera escuela estadal “Primero de Mayo”. Yo seré la maestra y creo que sería muy conveniente que mande a Alirio para hacerle un examen y determinar en qué grado lo inscribimos.

-Muy bien, mañana mismo te lo mando. Ahora no tendrá que continuar yendo a la escuela de Muñoz.

Alirio aprobó el examen y fue inscrito en tercer grado, para darle continuidad a sus estudios hasta sexto grado. La asistencia a la escuela no eliminó el trabajo que venía realizando desde muy niño, pero lo redujo en el tiempo. Mientras él avanzaba en sus

estudios, para la mayor parte de la población el tiempo transcurría imperceptible. Mientras llegaba una noticia o una carta de los familiares que habían emigrado, los que esperaban,

sobre todo en horas de la noche cuando a la tristeza y la soledad se les sumaba el silencio que traía aparejado el acercamiento de la oscuridad, tocaban y cantaban hasta el amanecer. Las piloneras, las amasadoras de arepas cumplían sus tareas tarareando melodías

populares. Las pocas vacas que quedaban en la pradera semidesértica, eran recogidas y ordeñadas por alguien que también cantaba, en la creencia de que la música las hacía más

dóciles y productivas. El jopeador de chivos hacía resonar el eco de su voz hasta perderse en la infinidad, para atraer a su rebaño.

La escuela despertó en Alirio la inclinación a oírle a Florencia Leal –cual

Zherezada rural de La Candelaria- contar pasajes de “Las Mil y una Noches”, “La Bella y la Fiera”, “Pinocho”, “Blancanieves” y algunos capítulos de la Biblia. Pero lo que más

disfrutaba era la lectura que hacía al lado de Florencia Leal, de los libros como “Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno”, “Aura o las Violetas” de J. M. Vargas Vila, y “Los Amantes de Teruel”.

La lectura se le convirtió en un hábito permanente y hasta en un placer, que lo impulsaba a leer incluso en plena clase.

-¿Qué estás leyendo, Alirio? –le preguntó una mañana su maestra Adela Virginia Riera, en el aula.

Page 33: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

No pudo esconder el libro de Mantilla –único manual escolar de la época, que Alirio leía todos los días.

-Este libro, maestra –lo levantó ante la vista de la docente.

-Muy bueno que lo leas, pero hazlo en tu casa. En la clase presta atención, para que

comprendas mejor el contenido de ese libro.

Alirio guardó el libro. Lo terminaría por la noche, pensó, y luego comenzaría a leer “Ante los Bárbaros”, del mismo autor.

Como todos los niños de La Candelaria, Alirio había aprendido primero a tocar que a leer. En su villorrio pasaba algo similar a lo de Barrio Nuevo en Carora. En cada casa

había un cuatro, una guitarra, un músico, un maestro improvisado, suficientemente estimulante al oído de los menores, quienes los consideraban guías y ejemplos. Salveros, serenateros, bohemios, profesionales de la música popular, verdaderos maestros del buen

vivir, alegraban la vida para ganarle horas al tedio cotidiano y prolongado. Mientras se oía rasgar una guitarra, mientras se oía la voz de un cantor popular, mientras se bailaba en la

noche sabatina, se alejaba el temor a los espantos. Estos aparecían cuando se extinguían los sonidos, por lo que era preferible cantar y tocar todas las horas posibles del día y en especial de la noche. La música era lo único que arraigaba a unos pocos a la tierra, y como

en el Barrio Nuevo de Rodrigo hacía más grata su permanencia en La Candelaria, acercó más los corazones del hombre y la mujer, y la vida se multiplicó y prolongó

indefinidamente.

Alirio continuó sus viajes con más frecuencia a Carora a vender pieles de chivo y a comprar víveres para la pulpería de su padre. En todos los viajes visitaba la casa de Chío

Zubillaga, le oía su prédica permanente en defensa de los campesinos y de las libertades públicas; revisaba la biblioteca particular del humanista caroreño y leí los letreros que éste

escribía o hacía escribir en las paredes, de grandes pensadores universales. Cuando se hacía acompañar por Clímaco Chávez ambos tocaban para deleite de su maestro y luego daban paso a a una breve tertulia sobre temaqs musicales, políticos y culturales en general.

Después de oírlos Chío le informó que habían inaugurado una biblioteca pública en Carora.

-Aproveche sus viajes –le decía –vaya al Salón de Lectura “Riera Aguinagalde” y lea la novela Cantaclaro, de Rómulo Gallegos, en la que usted encontrará retratada el alma y la problemática social venezolana. Dígale al bibliotecario que le dé prestado, bajo mi

responsabilidad, todos los que libros que usted quiera llevarse.

-Muchas gracias, don Chío. Me llevaré, por lo menos uno, hasta que me pueda

venir a estudiar a Carora.

Page 34: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Tiene que venirse lo antes posible. Usted tiene un gran porvenir en la música, pero no tocando bailes y fiestas en La Otra Banda. No sólo tiene que venirse para Carora, sino que de aquí también tiene que irse a estudiar a una verdadera escuela de música.

-Todos los días pienso en venirme para Carora. Tal vez me quede definitivamente en el próximo viaje. Voy al Salón de Lectura a leer Cantaclaro y a ver qué libro importante

me pueden dar prestado.

En la Biblioteca de la ciudad, Alirio se sentía en contacto con un mundo distinto al de su aldea nativa. Lo invadía una ansiedad irrefrenable por la lectura, por adquirir nuevos

conocimientos. Le gustaría quedarse por muchas horas revisando y leyendo libros y periódicos, pero tenía que regresar a La Candelaria. Una vez en su villorrio, leía

alumbrándose con una vela, hasta altas horas de la noche.

-Alirio, ya es muy tarde. Tienes que dormir, ya va a llegar la hora de ordeñar las cabras y comenzar un nuevo día de trabajo –le decía su padre cuando observaba que se

acercaba el alba.

Al día siguiente volvía al duro y rutinario trabajo del campo, pero se las arreglaba

para ganarle tiempo a esa actividad y dedicarse a leer. La colección de almanaques de Ross y de Bristol le permitió informarse de importantes hechos históricos, geográficos, artísticos y culturales en general. En ellos vio por primera vez un mapa de Europa, de cuyas

naciones y ciudades principales se formó una idea muy vaga, muy difusa, pero lo suficientemente excitante para viajar con el pensamiento. Atravesar el puente sobre el río

Morere en dirección a Carora le producía una gran alegría. Hacerlo en dirección contraria y enfrentar la soledad no sólo le generaba una gran tristeza, sino también profundas reflexiones adolescentes. ¿Por qué algunos nacerán en estas playas, en estos caseríos

desolados y otros nacen en grandes ciudades? ¿Cómo irse de aquí sin afectar a la familia? No sé, pero tengo que irme. Regresaré cuando sea un hombre independiente y sobre todo

un músico, a visitar a mi familia y a tocar con todos los músicos de La Candelaria y La Otra Banda. ¿Podrá uno, nacido en estos montes, llegar a ser con don Chío Zubillaga?

Cuando todo parecía indicar que sus reflexiones, a los 14 años de edad, lo llevarían

a tomar la decisión de abandonar su aldea nativa, fue atacado por un fuerte dolor de oído, que lo afectaba tanto material como espiritualmente. El dolor físico y el trauma de no

poder oír música eran inseparables. Su familia acudió a todas las curas caseras: agua tibia, agua bendita o “divina”, manteca de iguana, de gallina y de alcarabán, pero todo resultó inútil, hasta que llegó Modesta Rodríguez, vecina y amiga de los Díaz, que recién había

dado a luz un niño, cuyo llanto adquiría por momentos el sonido de una canción incomprensible.

-Yo tengo la cura. Unas cuantas gotas de leche de uno de mis pechos en el oído de Alirio –expresó.

Page 35: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Alirio fue sujetado como con una camisa de fuerza y colocado en las piernas de

Modesta Rodríguez. Ésta apretó su pezón izquierdo con una gran ternura, cantando “Duérmete mi Niño” y vertió varias gotas de su leche en el oído que lo atormentaba. Cuando sintió que un líquido tibio caía en su oído, gritó con todas sus fuerzas y trató de

escaparse, pero fue controlado por sus padres y hermanos mayores que lo agarraban por los brazos y las piernas. No había transcurrido un minuto cuando dejó de gritar y todos

notaron que su rostro cambiaba notablemente, como quien experimenta un placentero y esperado alivio. Cuando volvió el silencio a todos los rincones de la casa y la alegría a toda la familia, Alirio se sentó en las piernas de Modesta, feliz y contento. Ésta guardó su seno

robusto, todavía cargado de leche y luego comentó:

-Recuerden que mi hermana Alejandrina amamantó a Alirio cuando su madre no

podía hacerlo. Por la leche de las hermanas Rodríguez, Alirio vivirá muchos años y no será raquítico ni sordo.

Todos celebraron la ocurrencia de Modesta Rodríguez. Alirio volvió a tocar la

guitarra, a las labranzas del conuco de su padre y a cuidar los animales domésticos que alimentaban de leche y carne a la familia. También volvieron sus cavilaciones. Si vuelvo a

sufrir de mis oídos a lo mejor no puedo estudiar música. Y si me quedo aquí no podré nunca ser como don Chío Zubillaga. Si todos mis hermanos se han marchado, ¿por qué me voy a quedar yo? Mi padre estimuló a todos mis hermanos para que salieran de La

Candelaria, ¿por qué a mí no me ha dicho nada? Yo tengo que tomar mi propia decisión.

Le comunicó a todos sus compañeros, a sus familiares más cercanos y a su maestra

Adela Virginia Riera, el estado espiritual que confrontaba. Su resolución de abandonar la aldea, la incertidumbre que le creaba la conducta de su padre con relación a sus otros hermanos y su condición de menor de edad.

-Tienes que irte, Alirio, a continuar tus estudios en Carora y abrirte un provenir en tu futuro –le expresó su maestra.

Todos los familiares y amigos a quienes consultó, lo exhortaban para que se fuera para Carora, pero faltaba la opinión de sus padres. Le escribió a su hermano Fulvio, para que éste se lo planteara a su padre.

Fulvio le escribió:

-Estudia la posibilidad de enviar a Alirio a estudiar a Carora, porque en el futuro

puede convertirse en un hombre útil para los suyos, para la Patria y para sí mismo.

El padre de Alirio no le contestó a Fulvio y asumió una actitud indiferente. Los días transcurrían interminables, hasta que comenzó a planear cómo fugarse. Tenía 15 años. Para

no sorprender ni afectar sentimentalmente a su madre, resolvió comunicárselo.

-Mamá, todos mis hermanos mayores están en Carora, yo estoy dispuesto a irme a

estudiar y necesito que me ayudes.

Page 36: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Díselo a Pompilio.

Alirio se creyó perdido en sus planes. Sin embargo, ni su madre ni él le comunicaron la decisión al padre, más por temor que por convicción de que don Pompilio Díaz se opusiera a la independencia del último hijo varón que no había abandonado el

hogar, tal como era la costumbre, porque tarde o temprano ello resultaba inevitable.

Alirio leyó en El Diario de Carora un anuncio oficial en el que se informaba que la

Presidencia del Estado Lara estaba otorgando becas de estudios para niños y jóvenes pobres. En ese anuncio, pensó, estaba la solución de mi problema económico, para proseguir estudios.

En la madrugada salió sigilosamente de su casa, con una caja de cartón en el hombro, en la que llevaba sus pocos útiles personales. Cuando había caminado

aproximadamente un kilómetro lo alcanzó un autobús conducido por Ezequiel Nieves, a quien conocía desde muy pequeño porque hacía la ruta diaria, esta vez a la inversa, La Mamita-San Francisco-La Candelaria- Carora. Nieves lo invitó a subir a su vehículo, lo

llevó hasta Carora y no le cobró. Ese día, pensó, había saltado la talanquera.

Page 37: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

UNA PROMESA NACIONAL E INTERNACIONAL

Antonio Lauro.

Rodrigo fue a despedirse de Manuel Herrera, a quien consideraba su mejor amigo,

compañero de inquietudes musicales y de románticas serenatas en las barriadas caroreñas. Cuando le notificó su decisión de viajar a Barquisimeto, Manuel lo felicitó y le preguntó:

-¿Cuándo te vas?

-Hoy mismo –respondió Rodrigo.

-No te puedes ir hoy, te necesito esta noche. Tienes mucho tiempo para hacerte un

guitarrista famoso y a lo mejor no puedes volver pronto a Carora. Me tienes que acompañar esta noche a llevarle una serenata a una muchacha muy linda, que me tiene

trastornado, como dicen, con la empalizada en el suelo.

Rodrigo pensó en la situación económica que atravesaba y en la urgencia de trabajar para ayudar a su familia. Pero imposible abandonar a su mejor amigo, a quien por

primera vez lo veía locamente enamorado.

-De acuerdo, Manuel. Te acompaño esta noche y con eso aprovecho para

despedirme de una amiga mía, que no es mi novia, pero estoy seguro de que si me quedara, reventaría mis cuerdas vocales y las cuerdas de tu guitarra al pie de su ventana, hasta conquistarla. Me iré mañana muy temprano.

Esa noche cantaron hasta el amanecer. Rodrigo percibió que realmente su amigo estaba atrapado. Para que no me pase lo mismo, mejor me voy para Barquisimeto, pensó.

Además, limpio y desempleado, lo urgente es conseguir trabajo y después buscar la novia.

-Hasta aquí te acompaño, Manuel –le expresó a eso de las 5 de la mañana.

Juntos caminaron a buscar la maleta, un pequeño bolso, con unos pocos útiles

personales, para un viaje sin retorno inmediato. Frente a la casa donde se editaba El Diario, se abrazaron y se despidieron. Rodrigo caminó hacia las afueras de Carora, a esperar un

Page 38: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

autobús que cada 2 ó 3 días venía de Maracaibo, la ciudad más importante del occidente

del país, que se dirigía hacia Caracas, la capital, vía Barquisimeto. Cuando apareció a su vista, Rodrigo le hizo señas para que se detuviera. “Expresos de Occidente”, leyó en la parte alta del autobús. El viaje duró 2 días, el bus se atascaba en pantanos y quebradas que

servían de carretera y los pasajeros tenían que salir a empujarlo y sacarlo del atascadero. La creciente peligrosa de una quebrada obligó al conductor a pernoctar una noche en la

orilla norte, muy cerca de una casona campesina, con su corral de chivos, habitada por una familia amabilísima que les ofrecía café y algunos panes caseros. En el corredor de entrada colgaba una guitarra que apenas se veía iluminada por una pequeña vela. Rodrigo tocó

hasta que amainó la corriente y el conductor gritó:

-Todos al autobús, que ya nos vamos.

En Barquisimeto se encontró con la mala noticia de que Paulino Aldazoro había decidido regresarse a Carora y estaba empacando sus útiles de trabajo; no había encontrado condiciones favorables para su negocio. Cuando Rodrigo lo visitó lo invitó para que se

regresaran.

-Esta ciudad es intolerable. Nada como Carora, Rodrigo. Mejor es que nos

regresemos. Piénsalo bien y mañana mismo nos regresamos.

-Yo no me regreso, don Paulino.

-Está bien. Te deseo suerte. Tú eres un muchacho y a lo mejor encuentras un buen

camino hacia el éxito.

Si don Paulino viene de fracasar en Carora y también naufraga en Barquisimeto,

pensó Rodrigo, cuando regrese a Carora lo más probable es que se arruine. Por eso y porque aquí tengo otras oportunidades, debo quedarme.

Deambuló por varias calles de Barquisimeto trabajando a destajo en varias

zapaterías y conociendo la ciudad. En esas caminatas llegó hasta Radio Barquisimeto y oyó que estaban transmitiendo un programa denominado “La Hora de los Aficionados”.

Entró al estudio y al observar que una guitarra estaba sobre una silla de cuero, le hizo señas al locutor como indicándole que él sabía tocarla. El locutor expresó de inmediato:

-Y ahora una nueva sorpresa. Como todos los días en este programa descubrimos

potenciales artistas. Pase adelante, joven.

Rodrigo tomó la guitarra en sus manos y la afinó en segundos. Caminó hacia donde

estaba el locutor y éste le preguntó:

-¿Cómo se llama usted?

-Rodrigo.

Page 39: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Bienvenido, Rodrigo a éste, el mejor programa que se transmite por la radio en todo el occidente del país. ¿Y sabe tocar?

-Sí, señor.

-Vamos a tener el honor de oír a un nuevo descubrimiento de la música popular. ¿Y usted, señorita, qué va a cantar?

-Yo voy a cantar “Tristezas”

-Muy bien. Pero primero díganos su nombre, señorita.

-María Angelina.

-Muy bien, María Angelina. Vamos a oír la voz de una futura estrella de la radio y de la canción romántica. “Tristezas”, “Tristezas”, un vals del maestro Fortunato

Castellano. Le acompaña, Rodrigo. Esto es música de autores larenses, música de esta tierra. Adelante, estudios. El micrófono es suyo, señorita.

Rodrigo acompañó a María Angelina y al finalizar recibieron grandes y prolongados aplausos. Cuando se retiraban y se acercaban otros aficionados a cantar, el locutor le dijo:

-No se retire, Rodrigo. ¿Usted es capaz de acompañar al próximo aficionado, a esta bella muchacha que nos acerca?

-Sí. A todos los que usted quiera –respondió Rodrigo.

-Magnífico, Rodrigo.

Acompañó a varios aficionados que se presentaron y al final le pagaron 2 bolívares.

El locutor se le volvió a acercar, lo tomó por un brazo y le expresó:

-Quedas contratado para mis próximos programas.

Al salir de los estudios de Radio Barquisimeto, se le presentaron Rubén Riera y Teódulo Alvarado, quienes formaban un dueto denominado “Los Hermanos Riera” e impresionados por la maestría de Rodrigo en el manejo de la guitarra, lo invitaron a que se

incorporara y formaran un trío.

-Desde hoy mismo cuenten conmigo, aunque yo no tengo guitarra –respondió

Rodrigo.

-No importa, te conseguiremos una prestada –le dijo Rubén.

-¿Y cómo lo llamaremos? –preguntó Rodrigo.

-El Trío los Hermanos Riera.

Page 40: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Rodrigo comenzó a tocar con el nuevo Trío en la radio La Voz de Lara, la más importante de la época en la ciudad, sin dejar de asistir a Radio Barquisimeto a acompañar

a algunos aficionados que se presentaban, buscando escalar el estrellato de la canción popular. Se encontró nuevamente con María Angelina y le pidió al director del programa que le diera una nueva oportunidad. La acompañó con la guitarra y cuando volvió a cantar

“Tristezas” le hizo el dúo. A la salida de la radio le expresó:

-Si me das tu dirección te llevo una serenata esta noche.

-Me encantaría recibirte en mi casa, mi familia está de viaje y cantaremos tú y yo, sólo para nosotros, no para el público.

Rodrigo buscó a los a los otros miembros del Trío los Hermanos Riera y los

conminó a que lo acompañaran. “Hoy por mí y mañana por ti” era el lenguaje clave de los serenateros del momento. A las 5 de la mañana el Trío de guitarristas y cantores populares

armonizaban sus voces al pie de la ventana del primer amor juvenil del niño prodigio de Barrio Nuevo que se había propuesto conquistar los más importantes escenarios de la farándula radial. María Angelina oyó con pasión y devoción al acompañante de sus

canciones románticas y luego lo invitó a pasar al interior de su vivienda. Los otros dos integrantes del Trío entendieron que hoy era la noche de Rodrigo, tocaron y cantaron

“Despedida” una canción con letra de uno de ellos y música del otro, con la seguridad de que a Rodrigo le correspondería cantarla y tocarla cuando alguno de ellos tentara el corazón de alguna aficionada.

En Radio Barquisimeto conoció a los hermanos Hermógenes y Rafael Gómez, quienes formaban un dueto famoso de la radio y la canción romántica. Con ellos alternó en

diversas oportunidades, que le permitieron ir conociendo el medio musical barquisimetano. También alternaría con ellos en la vida bohemia de la juventud larense.

Atento a todas las actividades artísticas que se realizaban en Barquisimeto, leyó en

el periódico El Impulso que en el Cine Arenas se realizaría un concurso de tangos en homenaje a Carlos Gardel, al que podían presentarse todos los aficionados que lo

quisieran, frente a un jurado que otorgaría un premio metálico al que mejor interpretase con la guitarra y cantase un tango.

-Rubén, préstame tu guitarra que voy a participar en este concurso –le dijo a su

compañero del Trío los Hermanos Riera, mostrándole el aviso publicado en el periódico.

-Mi guitarra es tuya, Rodrigo, y que tengas suerte.

Rodrigo se dirigió al Cine Arenas y se incorporó a una larga cola de aficionados que esperan su turno. Cuando le tocó a él, quien hacía de animador del concurso, le preguntó:

-¿Qué va a cantar, usted?

Page 41: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-“Golondrina”.

-¿Y quién lo acompañará?

-Yo mismo.

Al finalizar su improvisada interpretación, recibió grandes y prolongados aplausos

que lo emocionaron profundamente. Esperaba el veredicto con un gran interés, sobre todo por el valor económico del premio, por la difícil que era obtener regulares ingresos tocando y cantando en la radio.

Cuando cantó el último de los aficionados, el animador anunció que el jurado se iba a reunir para emitir el veredicto. El silencio se apoderó de la sala del Cine Arenas. A los

pocos minutos apareció el monitor del evento y expresó:

-Señoras y señores, el jurado ha decidido por unanimidad otorgar el primer premio a Rodrigo Riera, quien tocó y cantó el tango “Golondrina”. El premio consiste en 5

bolívares en efectivo y un ticket por un mes para entrada gratis al Cine Arenas.

Rodrigo continuó interviniendo como acompañante de la mayoría de los

aficionados que se presentaban en Radio Barquisimeto, hasta que la directiva de la propia emisora lo contrató como acompañante de todos los profesionales de la canción popular, nacional e internacional, invitados para actuar en programas especiales de dicha radio. En

el tiempo que estuvo contratado como la guitarra oficial de la emisora, acompañó a artistas como Lorenzo Herrera, Tito Guizar, El Charro Gil, Lorenzo Barcelata y Pedro Salas. Entre

los más famosos de América Latina, conoció y acompañó a Libertad Lamarque.

Con la presencia de Rodrigo, el Trío Hermanos Riera adquirió muy rápidamente fama nacional. A los pocos meses de estar actuando en La Voz de Lara, fue invitado para

participar en numerosas radios y teatros improvisados del país. El prestigio alcanzado en poco tiempo los colocó en la cúspide de la farándula radial venezolana. Ángel J. Fuguet,

poeta y músico popular de renombre en ese medio artístico de la nación, después de oírlos actuar, se convirtió en promotor de dicho Trío y los invitó a presentarse en Radio Caracas, la primera y principal de Venezuela.

En Caracas conoció Antonio Lauro, concertista de la guitarra y compositor, profesor de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, quien al oírlo tocar,

consideró que estaba en presencia de un potencial guitarrista clásico, si realizaba estudios especializados.

-Usted debe estudiar en la Escuela Superior de Música. Creo que usted tiene un

oído absoluto, lo cual le garantiza éxito en los estudios de la guitarra clásica –le expresó al terminar un programa de música popular en Radio Caracas, con la participación del Trío

de los Hermanos Riera.

Page 42: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Muchas gracias, maestro, pero tengo un contrato para participar en un programa en Ondas del Lago de Maracaibo y debo viajar muy pronto a esa ciudad.

El Director de la emisora Ondas del Lago había oído tocar al Trío y les hizo una

oferta bastante halagüeña en comparación con lo que ganaban en Caracas. Rodrigo no le informó a Lauro que la verdadera causa para irse para Maracaibo era el apremio

económico que atravesaban todos, porque los éxitos que obtenían en Radio Caracas y en otras emisoras en las que él actuaba como acompañante o como cantante, no se correspondían con sus ingresos.

-De todas maneras, tome esta tarjeta para el Profesor Raúl Borges, quien dicta la cátedra de guitarra. Cuando usted lo decida se la presenta, le aseguro que lo atenderá muy

bien –le expresó Antonio Lauro, antes de despedirse muy bien impresionado por el virtuosismo de Rodrigo en la ejecución de la guitarra.

-De nuevo, maestro, muchas gracias, cuando termine el contrato en Maracaibo me

vendré a estudiar con el Profesor Borges –le contestó Rodrigó y tomó la tarjeta y la guardó en uno de los bolsillos de su paltó.

Deambuló algunos días por las calles de Caracas, conociéndola y tratando de desentrañar las características de la ciudad. No le encontró parecido alguno con Buenos Aires o Ciudad de México, tal como se la había imaginado, cuando estas últimas aparecían

en la pantalla del cine Salamanca en su ciudad natal. Apenas los nuevos edificios de la Urbanización El Silencio le dieron una cercana idea de gran metrópoli. Las calles de

Caracas le parecieron mejor cuidadas que las de Carora, pero no encontró las amplias avenidas que exhibían en el cine las grandes capitales de Argentina y de México. Cuando caminaba por los alrededores de El Silencio, una joven escotada hasta la mitad de los

senos, desde la ventana de una antigua casona le hizo señas para que se detuviera y entrara al prostíbulo. Rodrigo concibió la conducta de una prostituta, y pensó: Tantas muchachas

bellas que van a la radio no pueden ser cambiadas por una prostituta. Y siguió su camino.

Al día siguiente viajó a Maracaibo con sus compañeros del Trío Los Hermanos Riera. En la radio Ondas del Lago tuvieron un éxito total, tocando pasillos larenses y

música venezolana en general. Después de varios meses de actuación, recibiendo todos los aplausos posibles de un público popular delirante, Rodrigo percibió que el repertorio de

canciones populares que ejecutaban, aunque recibían el respaldo del pueblo marabino, se hacía repetitivo y consideraba necesario introducir algunas modificaciones. Invitó a sus compañeros a analizar el momento que atravesaban y les planteó:

-Creo que es necesario ensayar nuevas composiciones, noto que no progresamos, que la calidad artística disminuye y requerimos un mayor nivel de actuación.

-Yo creo que la música que tocamos le gusta a la mayoría que nos escucha –respondió Rubén Riera.

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-Yo pienso igual que Rubén. Si hemos triunfado ¿para qué vamos a cambiar? –expuso Teódulo Alvarado.

No satisfecho con las limitaciones del repertorio y, aunque conciente del éxito

momentáneo y de las posibilidades de continuar ganando lo suficiente para sobrevivir, Rodrigo buscaba otros horizontes y les explicó:

-Respeto la apreciación que ustedes tienen acerca de nuestros triunfos y de nuestro futuro, pero no la comparto. Espero que no se molesten si yo me separo del Trío, porque ustedes como dúo, pueden salir adelante. Yo quiero abrirme paso tal vez en otra dirección.

-No hay problema, somos amigos y paisanos y por separado también podemos triunfar –dijo Rubén.

-Yo, sigo de acuerdo con Rubén. Todos somos ya profesionales de la música popular y podemos seguir actuando. Valoro la presencia de Rodrigo y espero que todos tengamos nuevos éxitos –remató Alvarado.

Rodrigo fue nombrado guitarrista oficial de la radio Ondas del Lago. Tocaba en programas especiales y acompañaba a los artistas invitados por la emisora. Ahora no

cantaba, pero su entrega total a la guitarra y arte musical lo llevó a participar los sábados en los programas para aficionados, acompañando a éstos y en cierto modo ayudándolos con sus orientaciones y consejos. La cacería de nuevos valores del canto entre los jóvenes,

generalmente desempleados, pero con evidentes inclinaciones por la música, le facilitaba Rodrigo por su temprana vocación docente, que lo llevaba a ejercer una función de

maestro prematuro, diciéndole a los aspirantes a futuros cantores populares, cuál era el tono o el ritmo que debían imprimirle a su melodía.

El Charro Gil y sus Caporales, Eva Garza, Carlos Garés, Rafael Deyón, Magdalena

Sánchez y Lorenzo Herrera fueron algunos de los artistas importantes de la época, que en su recorrido por Venezuela y parte de América Latina, se presentaron en Ondas del Lago y

fueron acompañados por Rodrigo como guitarrista. Todos expresaban de alguna manera su sorpresa, porque se presentaban sin haber ensayado sus canciones con el acompañante. Rodrigo no sólo acompañaba con exactitud a los cantantes, sino que a veces se salía del

ritmo que llevaban, hacía maravillas con la guitarra y volvía a acoplarse a la melodía.

Aun sin escuela y sin maestros especializados, comienza a estudiar algunas

lecciones de música, por su propia cuenta. Consulta un manual de guitarra clásica que le regaló Eva Garza, pero no lo entiende. Siente una inmensa necesidad de superar los niveles que ha alcanzado, percibe que no tiene mucho que aprender en el ambiente artístico que le

rodea. Su larga y dura experiencia, aprendiendo y tocando de oído lo mantiene en el mismo horizonte, en la misma línea de flotación. La improvisación seguía siendo su

manifestación excepcional que todos admiraban. Después de oír varias veces una obra de Albeniz, denominada “Sevilla”, de una gran complejidad, llegó a tocarla sin utilizar las

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técnicas requeridas para su comprensión y dominio. Pero no se sentía plenamente satisfecho. Entró en un prolongado período de reflexiones acerca de su futuro. Y aunque confrontaba dudas y a veces miedo para abandonar lo que venía haciendo, pensaba que

tenía que irse para Caracas.

En la misma Radio entró en contacto con otro mundo, muy agitado y a veces

contrapuesto a su vocación artística, muy distante de la música. Al terminar su programa, inmediatamente comenzaba “El Noticiero del Aire”, en el que participaban varios jóvenes políticos, que denunciaban limitaciones a la libertad de expresión del pensamiento y la

persecución de que eran víctimas algunos líderes de la oposición al régimen presidido por el General Eleazar López Contreras. Los promotores del noticiero, que era más un

programa de opinión que de información, Alberto Carnevali, Luis Hurtado Higuera, Felipe Hernández, Luis Vera Gómez y Juan Rincón Barboza se hicieron sus amigos y lo invitaron a que participara en la lucha por un cambio democrático y nacionalista. Rodrigo no

entendía mucho de política, aunque le llamaba la atención la actuación de aquellos jóvenes pidiendo cambios o la transformación de la sociedad que vivían. Recordó a Chío Zubillaga

hablar de música y luego de política. ¿Cuál será la relación –pensó- entre una y otra? ¿Chío Zubillaga y estos jóvenes buscarán lo mismo? En Carora no hay radio, pero el periódico Cantaclaro, que dirigía Isaías Ávila y del que era editorialista don Chío, y que yo

pregonaba por las calles, denunciaba lo mismo que estos jóvenes dicen en su programa radial. ¿Qué estará pasando en Venezuela y en el mundo? ¿En qué podrá ayudar la música

para resolver los problemas que denuncian?. Chío está más viejo, pero piensa igual que Carnevali y sus compañeros. Si los pobres de Carora y de Maracaibo se unieran para luchar por sus derechos constitucionales, se formaría un gran peo político. ¿Qué pasaría

con la música? ¿Se iría a la mierda? No creo.

Rodrigo se incorporó al movimiento político que dirigían los jóvenes de “El

Noticiero del Aire”. Repartía volantes y hojas sueltas impresos en multígrafos. Pero a los pocos días los dirigentes del noticiero desaparecieron, sin decirle nada y todas las preguntas que hizo se las contestaban con evasivas. “El Noticiero del Aire” dejó de oírse y

sus autores pasaron a la actividad política clandestina.

¿Estará Chío Zubillaga en la clandestinidad? Se preguntaba a sí mismo. La cultura

y la lucha política y social son inseparables en la vida de ese gran maestro. La última vez que lo visité me reiteró su permanente planteamiento:

-Aquí estás ahogado. Tienes que irte a estudiar. Aquí no hay ambiente ni

condiciones socio-culturales para la formación que tú necesitas. Tienes que buscarte un maestro, tienes que romper este alambrado.

Cuando le informé que estaba aprendiendo algunos signos musicales, se emocionó y me dijo:

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-Esa es la vía de tu éxito. Pero si te quedas en esta ciudad inhóspita, que podrían

cercarla para encerrar a todos los locos que habitamos en ella, seguirás siendo un bohemio, un simple serenatero.

Rodrigo estaba convencido de que tenía que ingresar a una escuela de música. El

empirismo no le satisfacía. Por lo contrario, le comenzó a producir disgusto, sobre todo cuando le decían que era un gran guitarrista y él intuía que era un gran ignorante. Las

introducciones, las improvisaciones que tocaba, que maravillaban a sus amigos y al público en general, le parecían parte de una rutina que tenía que violentar, para no sentirse atrapado en la pequeñez de una práctica sin teoría. Continúa su proceso de cavilaciones, de

lucha interior contra un personaje que vincula a la farándula, cuya actuación le produce satisfacciones superficiales. Cree que ha pasado ya mucho tiempo entre Carora y

Maracaibo, para continuar sintiendo y viendo pasivamente, que el tedio lo estrangula espiritualmente.

En el trayecto desde la emisora “Ondas del Lago” hasta la pensión donde residía,

en un viejo bus en el que viajaba, sacó del bolsillo de su paltó, una tarjeta bastante deteriorada por el tiempo que tenía guardada, en la que leyó:

Profesor

Raúl Borges

Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”

Caracas.

Distinguido colega y amigo:

Le presento al portador, el joven Rodrigo Riera, guitarrista popular de un oído excepcional, quien desea ingresar a la Escuela Superior de Música a estudiar guitarra. Creo

que este joven merece una atención especial por sus dotes naturales, porque sin conocer el significado de las notas musicales es capaz de improvisar cualquier composición musical,

popular o clásica.

Con la convicción de que estamos frente a una promesa nacional e internacional de la guitarra, le agradezco su gentil atención para su ingreso a nuestra escuela.

Sin otro particular, su amigo

Antonio Lauro.

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De inmediato se dispuso a realizar todos los trámites requeridos para su despedida de la emisora Ondas del Lago y aumentar sus menguados ahorros que le permitieran enfrentar la nueva aventura de su vida, su traslado a Caracas, sin empleo seguro, sin

respaldo económico de alguna institución de la cultura, sólo confiando en su capacidad creadora y en su aguante frente a la penuria humana. Pensaba que podría despedirse de la

ciudad como guitarrista oficial de la radio, porque como guitarrista popular todavía no se podía licenciar y a lo mejor no lo haría nunca. Intuía que la faltaba una jornada dura y difícil, pero estaba dispuesto a afrontarla. La voz de Chío Zubillaga resonaba en sus oídos.

La voluntad de triunfar le daba fuerza a su espíritu. Había conquistado el corazón de la segunda ciudad de Venezuela. Caracas era el siguiente desafío, más tarde tendría que

enfrentar los escollos que le presentaría otra realidad, determinada por su ambición de conquistar el mundo.

Maracaibo quedaría atrás. Como Carora formaría parte de su itinerario futuro,

cuando ya consagrado como concertista y compositor de la guitarra clásica, decidiera recorrer todo el territorio venezolano.

Decidió despedirse de Barrio Nuevo, de Chío Zubillaga y se dirigió a Carora.

Page 47: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

CONTRAPUNTEO EN LA GUITARRA

Alirio llegó a la casa de su hermano Fulvio, quien le prestó toda clase de apoyo y

de estímulo, lo hizo sentirse confiado en el porvenir, sin estar muy seguro hacia dónde dirigirse. Volvió a leer el aviso publicado en El Diario sobre la oferta de becas para

estudiantes sin recursos económicos, por parte del Presidente del Estado Lara. Pero no tenía dinero para viajar a Barquisimeto. Apeló a una estratagema que lo vinculaba con su anterior trabajo. Le escribió una carta en nombre de su padre al comerciante Domingo

Matute, a quien conocía desde hacía varios años, le vendía los cueros de chivo que traía de La Candelaria y le compraba los víveres para la pulpería de su progenitor.

Mi muy apreciado amigo Matute:

Le molesto para agradecerle de entregue a Alirio, mi hijo, la cantidad de 40 bolívares en efectivo, porque debe trasladarse a Barquisimeto a realizar una diligencia en

la Presidencia del Estado, con relación a los estudios que debe continuar en Carora o en aquella ciudad de Barquisimeto.

Espero viajar a Carora a finales del presente mes y le cancelaré todas mis cuentas

pendientes.

Atentamente

Pompilio Díaz.

Page 48: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Con su correspondencia en las manos se dirigió al negocio de Matute y se la

entregó a él directamente. Después de leerla, el cliente y proveedor de su padre le entregó los 40 bolívares y le expresó:

-Te felicito, Alirio, el porvenir de los jóvenes de hoy está en los estudios. Hace

muy bien Pompilio en preocuparse en tu futuro. Aquí estoy a tus órdenes para cualquier otra necesidad que se te presente. No necesitas ninguna carta de Pompilio, te conozco a ti y

a tu papá como gente trabajadora y honrada.

-Muchas gracias, don Domingo. Mi papá le pagará cuando venga a Carora o cuando yo vaya a La Candelaria y le traigo una carga de cueros.

-No te preocupes, muchacho, Pompilio tiene en esta casa todo el crédito que quiera.

Alirio salió disparado a tomar un autobús para Barquisimeto, pasó por la casa de su

hermano y le informó lo que había hecho en nombre de su padre. Fulvio se rió y le dijo:

-Anda rápido para Barquisimeto, no te vaya a dejar el autobús. Si es necesario yo hablo con mi papá.

El conductor del autobús lo dejó frente al Palacio de Gobierno, sede la Presidencia del Estado. Se sacudió un poco el polvo que cubría la camisa y se presentó al policía que

malencarado hacía guardia en la puerta principal.

-Yo vengo de La Candelaria a solicitar una beca para estudiar.

-Aquí no hay becas para nadie –le contestó el guardián del Palacio Presidencial.

-Pero, señor, aquí tengo el aviso que salió en El Diario de Carora, en el que se anuncia que darán becas a estudiantes pobres y dice que hay que presentarse en la

Presidencia del Estado.

-Pase y hable con esa señora que está a la entrada de la puerta de la oficina del Secretario General de Gobierno.

Alirio respiró profundo y pensó que había superado el primer obstáculo y avanzó con cierto aire de satisfacción en el rostro.

-Señora, por favor, yo vengo de La Candelaria a solicitar una beca para continuar mis estudios.

-Ay mijo, llegaste tarde, las becas ya se repartieron.

Miró a su alrededor y observó que varios policías lo miraban a su vez a él, como diciéndole: Usted no tiene ya nada qué hacer aquí. Tuvo tiempo de contemplar el piso de

mármol y los fuertes pilares que sostenían un edificio nunca visto y las escaleras que no pudo subir. Le pareció que el Presidente del Estado debería estar muy lejos, inalcanzable, revisando los papeles que exigían para otorgar las becas. ¿Por qué llegaría tan tarde? Si

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alguien le pudiera avisar al Presidente que él estaba allí, con todos los méritos para recibir

una beca. Sintió la represión policial en la mirada de un gendarme que se le acercaba y decidió caminar hacia donde le dijo el conductor que estaría el autobús, que lo regresaría a

Carora. Dando saltos en el bus, por una carretera de tierra, huecos y curvas peligrosas, se negaba a aceptar la posibilidad de regresar a La Candelaria. Trabajaría y estudiaría en Carora. ¿Qué dirá mi padre cuando se entere que yo falsifiqué su firma para quitarle

prestados 40 bolívares a don Domingo Matute? Yo estaba seguro que conseguiría la beca y así justificaría mi conducta, incluso podría pagarlos con la cantidad que me otorgaran por

la misma beca. Por ahora tendré que trabajar para pagarle a don Domingo.

Con el pelo, las cejas, las pestañas, la cara y casi todo el cuerpo cubierto por el polvo se bajó cerca de la casa de su hermano y le narró lo sucedido.

-No te preocupes –le expresó Fulvio. –Yo seré tu representante y mañana te inscribo en la Escuela Federal “Egidio Montesinos”, que dirige el maestro Ernesto

Salcedo, reconocido como un gran ductor. Además recibirás clases de Olga Oropeza de Gallardo, Juan Bautista (don Tita) Franco y Agustín Ramón Alvarez. Cuando papá se entere que estás estudiando, le pagará con mucho gusto a don Domingo Matute y te

ayudará, hasta que por lo menos apruebes sexto grado.

Su hermano lo introdujo en un círculo de periodistas políticos y de inquietudes

intelectuales en general, estimulados por Chío Zubillaga. En algunas tenidas literarias que se realizaban en la Biblioteca “Riera Aguinagalde”, Zubillaga exaltaba los valores de los mejores artistas nacionales e internacionales. Alirio asistía a todas esas tertulias y allí se

informó de la existencia de un mundo musical más refinado que el de La Candelaria y de un universo de hombres y mujeres que cultivaban las bellas artes. Iba a la escuela y tocaba

entre amigos y amantes de la música romántica y popular. Acompañaba a su paisano y amigo Clímaco Chávez en todas aquellas madrugadas que dedicaban a despertar del sueño crepuscular a las muchachas de las barriadas caroreñas, y a las discusiones políticas en el

“Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga. Todo marchaba al nivel de las aspiraciones juveniles de un guitarrista popular, de un soñador de amaneceres románticos e incluso de

un aprendiz del quehacer político e intelectual, hasta que constató sus apremios económicos, la necesidad de afrontar la vida independiente. Así se lo hizo conocer a su amigo y compañero de farras, Clímaco Chávez:

-Yo me vine de La Candelaria sin el consentimiento de mi padre, dispuesto a estudiar y trabajar. No quiero ser una carga económica para él ni para mi hermano Fulvio,

en cuya casa vivo, como y duermo. Necesito trabajar.

-Yo tengo dos trabajos: Tipógrafo de El Diario y portero del cine Salamanca. Como tú no sabes tipografía, yo renuncio como portero y tú te encargues de ese otro trabajo. Es

muy sencillo y no te quita mucho tiempo para tus estudios. Podemos seguir asistiendo a las reuniones en la biblioteca de don Chío y dando serenatas a las muchachas por las noches.

Page 50: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Alirio consideró que Clímaco Chávez era su nuevo hermano y así lo trataría hasta

que éste, mayor en edad, falleciera muchos años después en Carora. Posesionado de su flamante trabajo de portero, veía gratis las películas, cobraba una pequeña cantidad de dinero y colaboraba con los gastos de la casa de su hermano. Se sentía triunfante en sus

primeros pasos en una ciudad que comenzaba a conocer y que le abriría el camino hacia un futuro desconocido, pero que estaba dispuesto a transitar por encima de cualesquiera

dificultades.

En algunas noches libres se deleitaba oyendo al Trío de los Hermanos Riera, con especial atención a Rodrigo, a quien escuchó por primera vez cuando éste tocaba en Radio

Barquisimeto acompañando a los aficionados que se presentaban a cantar en los concursos de música popular. Impresionado por las armonías, por los adornos musicales que Rodrigo

lograba en la guitarra, por las introducciones de las canciones, de los pasillos y de los boleros que le conmovían su espíritu artístico, se interesó no sólo en oírle sino también en conocerle.

A través de dos amigos comunes, Manuel Herrera Oropeza y Elisio Giménez Sierra, quienes tenían referencias de sus inquietudes por la guitarra, por la música en

general e incluso por la bohemia se estableció el primer contacto entre ambos jóvenes guitarristas. Rodrigo acababa de regresar a Carora proveniente de Maracaibo y de paso para Caracas, Alirio se enteró de su presencia en la ciudad, en la casa de Chío Zubillaga a

través de Manuel Herrera, a quien le pidió que se lo presentara. La cita la acordaron en la casa del guitarrista Pastor Gómez, que vivía en Barrio Nuevo, muy cerca de la casa donde

nació Rodrigo y gozaba del aprecio de todos los músicos, especialmente aficionados a la guitarra. Cuando llegó a la hora de la cita, ya Rodrigo se encontraba en la casa de su amigo Gómez. Estaba con el dorso desnudo, dejando al descubierto una fuerte musculatura, lo

cual le produjo a Alirio la impresión de estar frente a un atleta. Se abrazaron como si fueran grandes amigos y con el correr de los años consolidaron una amistad que duró la

vida de ambos.

-Rodrigo, toca “El Arpa de Oro”, un solo de guitarra que te oí tocar varias veces por Radio Barquisimeto y que siempre me ha causado una gran emoción –le expresó

Alirio.

Éste percibió directamente el talento musical de Rodrigo y la magia de sus manos

frente a las cuerdas de la guitarra.

-¿Y qué vas a tocar tú? Porque es la primera vez que te voy a oír, aunque Manuel siempre me ha hablado de tus virtudes con la guitarra –le planteó Rodrigo al finalizar de

tocar “El Arpa de Oro” y después de recibir el aplauso, la aquiescencia de los presentes.

Tocaré “Una Guajira”, una pieza española de estilo flamenco, que aprendí a tocar

después de oírla varias veces en el ortofónica de mi padrino Juan Bautista Verde, en La Candelaria.

Page 51: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Rodrigo tocó de inmediato “Bajos los Puentes del Viejo París” y Alirio tocó la “Serenata de Schubert”. El contrapunteo en la guitarra los acercó mucho, los hermanó para

siempre. Es posible que en algún momento, en el fuero interno de cada uno, haya aparecido el espíritu de competencia, pero sellado en la vida de ambos, por una admiración y un aprecio mutuos.

Los encuentros en Carora no fueron muchos, ambos tuvieron que salir a estudiar y trabajar a otras ciudades de Venezuela y del mundo, donde se verían con más frecuencia

en las aulas de clase y en los principales teatros de Europa y América. Sin embargo, cuando se encontraban en Carora se reunían entre amigos para tocar e intercambiar experiencias en el estilo y en la técnica de manejar la guitarra.

En el “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga se oyeron las más avanzadas armonías extraídas de las guitarras de ambos. El periodista y luchador social que marcó la historia

política y cultural de Carora durante la primera mitad del siglo XX, era un filarmónico exquisito. El único, tal vez, capaz de comprender el potencial artístico que dos muchachos del pueblo podrían desarrollar hasta una dimensión universal, si encontraban una escuela

que sistematizara el aprendizaje y les permitiera a la vez pensar, reflexionar y crear, con sus propias fuerzas artísticas y vitales. En esa biblioteca encontraron Rodrigo y Alirio el

estímulo y el apoyo espiritual para romper el cascarón, para salir de la tradición romántica de la música y buscar la escuela de la técnica guitarrística.

-Ud. tiene que volverse a ir –le dijo a Rodrigo cuando éste llegó a Carora

procedente de Maracaibo y fue contratado por el dueño del cine Salamanca para acompañar a una cantante famosa en dicho teatro.

-Yo vine a despedirme de mi familia y de usted, don Chío, y me encontré con la presencia de Magdalena Sánchez en Carora y el señor Gonzalo González me contrató. Pero me iré en los próximos días.

-Trate de ingresar a una escuela de música. Usted tiene condiciones para ser un gran artista de la guitarra, reconocido nacionalmente.

-Voy para Caracas y llevo una recomendación del maestro Antonio Lauro, para el Profesor Raúl Borges, de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”.

-Lo felicito. Esa carta de presentación es suficiente para que usted se abra camino

hacia el éxito.

Chío Zubillaga disfrutaba, como muy pocos, oyendo a aquellos dos jóvenes

guitarristas que sobresalían entre muchos de sus compañeros, porque su vocación por la música era total, mientras otros, tan talentosos como ellos, se dejaban arrastrar por la bohemia y la vida rutinaria en la ciudad y sus alrededores. En Barrio Nuevo y en La

Candelaria existía un vivero de muchachos amantes de la música, tocaban y cantaban

Page 52: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

durante horas y noches que los envolvían en románticas pasiones, satisfacían su ego y ganaban a veces pequeñas cantidades de dinero suficientes para continuar hasta el final.

-Y usted, Alirio, olvídese de estudiar bachillerato, lo suyo es la música –le expresó cuando éste le mostró el certificado de sexto grado que acababa de aprobar y le solicitó ayuda para conseguir una beca y continuar estudios en el liceo.

-Muchas gracias, maestro. Volveré para que hablemos acerca de mis estudios de música.

-Venezuela está llena de doctores sin ciencia y sin sabiduría. Usted puede llegar a ser una guitarrista de fama nacional.

Después de un prolongado contrapunteo con sus respectivas guitarras –la que

tocaba Rodrigo era propiedad de una de las hermanas de Chío, aficionada a la música, que disfrutaba también de la presencia de los ya promisores y destacados jóvenes guitarristas-

éstos se retiraron. Rodrigo estaba contratado para tocar en el cine Salamanca, y Alirio cumpliría con su trabajo de portero de dicho teatro. En la plaza Torres, frente a la entrada del cine se encontraron con el padre de Alirio.

-Papá, te presento a Rodrigo, un gran guitarrista, amigo mío que esta noche va a acompañar a Magdalena Sánchez, que dentro de pocos minutos se presentará en el cine.

-Mucho gusto –le expresó Rodrigo a la vez que le extendía la mano.

-Ayús carajo, a éste lo conozco yo mucho. Usted me limpiaba los zapatos en la plaza Bolívar. Lo felicito por sus éxitos. En La Candelaria también lo oímos en radio

Barquisimeto. Yo oía su nombre, pero no sabía que era usted, el mejor limpiabotas que había en Carora hace varios años, cuando usted era un muchachito.

Todos rieron y entraron al cine. Rodrigo a tocar, Alirio a cuidar la puerta y don Pompilio Díaz a ver la actuación de su antiguo limpiabotas. Rodrigo salió primero al escenario y recibió un prolongado aplauso. Entre los que más aplaudían estaba el padre de

Alirio, y éste desde la portería. Magdalena Sánchez fue ovacionada. Rodrigo también fue ovacionado.

Alirio y Rodrigo continuaron viéndose y tocando juntos en Carora, aunque esporádicamente porque ambos saldrían de la ciudad en direcciones distintas: Uno para Trujillo y el otro para Caracas. Pero cuando coincidían en su regreso a Carora, el encuentro

era insoslayable. Sus amigos comunes se encargaban de prepararlo, empezando por el “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga.

La música, la política y la literatura se entrecruzaban en la casa del viejo maestro de juventudes. Alí Lameda, Guillermo Morón, Isaías y Víctor Julio Ávila, Ramón Gudiño y Luis Oropeza Vásquez discutían y escribían artículos sobre diversos temas políticos,

estimulados y corregidos por Chío Zubillaga. Alirio comenzó a participar como articulista.

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También a oír recitales de Alí Lameda, Segundo Ignacio Ramos, Elisio Giménez Sierra, Naty González Sierralta y Domingo Amado Rojas, poetas regionales que se levantaban al lado y bajo la protección intelectual de Zubillaga, algunos de los cuales tendrían destacada

figuración nacional e incluso internacional, como fue el caso de Alí Lameda. Alirio presenciaba el surgimiento de un movimiento cultural y socialista, vinculado a una

habitación y a una biblioteca donde dormía, leía, oía emisoras de radio nacionales e internacionales y escribía para varios periódicos y revistas, un hombre que le seguía el pulso a los acontecimientos del país y del mundo en una época de guerras y convulsiones

políticas. Sobre la guerra civil de España comentaba con entusiasmo y evidente simpatía la resistencia del Ejército Republicano... ¡No pasarán! Escribió en la pared de su habitación.

Cuando se produjo el triunfo de Francisco Franco, escribió debajo de la frase anterior: ¡Cayó la República... Pero volverá!

Entusiasmado, Alirio le entregó a aquél, un artículo sobre la vida y labor de un

maestro caroreño, Salvador Perera Oropeza, cuya conducta ética e intelectual consideró necesario resaltar. Chío lo corrigió y lo envió a El Diario para su publicación, con la

siguiente presentación:

“Siempre ha querido tener El Diario un estímulo para los que entre nosotros se inician en las letras. No andamos, en este caso, detrás de otro interés que no sea el que la

cultura tenga su más holgado ejercicio, en el terreno donde hacen pininos los que posiblemente puedan ser mañana expresiones valederas en la jerarquía del pensamiento. A

veces se ha censurado a El Diario su apadrinamiento de los que empiezan, pero El Diario pasa sin hacerle caso a esas voces. ¡A veces, mezquinas voces! Porque nos resultaría mucho peor el balance, si por darle oído a esa censura del momento, mañana uno de estos

principiantes que pudiésemos desdeñar, nos saliera en la historia, ya en planos superados su entusiasmo de iniciación, enjuiciando nuestra actitud de amortiguadores que le pusimos

trabas en su inicio, al vuelo, algunas veces sorpresivo, de las dos alas del talento”.

Alirio leyó el artículo el otro día por la mañana y fue a agradecérselo.

-Muchas gracias, don Chío.

El viejo Chío, que ya comenzaba a sufrir los embates de sus antiguas dolencias, lo abrazó y le entregó tres cartas, a la vez que le expresó:

-Usted será músico. Váyase a Trujillo, que en esa ciudad debe haber una escuela de música. Yo tengo varios amigos allá. Esta primera carta se la entrega al maestro Laudelino Mejías, Director de la Banda del Estado. Si quiere puede leerla.

-Este muchacho tiene muy clara vocación musical, pero no sabe una letra de música. Como aquí no hay escuela ni quien enseñe el divino arte, sale con el propósito de

aprender. Y yo creo que usted puede enseñarle bastante, en la forma que pueda, y así se lo suplico encarecidamente. Podría también entrar a la Escuela de Música, que supongo allá

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exista. Alirio es muy pobre, pero piensa que tocando y cantando en la Radio, puede ganar

algo para comer. Este muchacho ejecuta muy bien la guitarra. Óigalo, júzguelo y me da su opinión.

Cuando Alirio terminó de leer la carta para Laudelino Mejías, Chío Zubillaga le

extendió otra y le dijo:

-Esta segunda carta es para Luis Beltrán Guerrero, abogado y poeta y sobre todo

amigo mío y asiduo participante en todas las tertulias políticas y literarias que realizamos en esta biblioteca, cuando estudiaba en Carora. Actualmente es Secretario Privado del Presidente del Estado Trujillo. También puede leerla.

Alirio leyó apresuradamente:

-Alirio promete mucho. Aunque no sabe nada de arte técnicamente, ejecuta por

fantasía la guitarra y hace en este instrumento unos solos, que creo se podrían presentar en cualquier concierto. Póngalo a tocar y verá que estoy en lo cierto.

Nunca había oído y menos leído juicios tan elogiosos sobre su capacidad, con la

excepción de lo que expresaban sus familiares en La Candelaria, que él los valoraba como producto de la ingenuidad artística. Lo que acababa de leer escrito por Chío Zubillaga le

parecía, estaba seguro, que era una apreciación, si no técnica, por lo menos producto del pensamiento de un hombre superior, tal como lo valoró siempre, incluso después de consagrado como una de las primeras guitarras de Europa y del Mundo.

La tercera carta iba dirigida a Pedro J. Torres, dueño y Director de la emisora Radio “Trujillo”, y en la misma le solicita un trabajo para Alirio. Y aunque le reitera que el joven

no sabe nada de música desde un punto de vista técnico, le pide que lo oiga para que compruebe su sensibilidad musical y la destreza en el manejo de la guitarra.

Al primero que visitó fue a Luis Beltrán Guerrero, quien lo recibió como a un

paisano y amigo, enviado por su maestro Chío Zubillaga. Inmediatamente pensó en la Imprenta donde se editaba el semanario cultural denominado “Presente”, que él mismo

dirigía. Antes de hablar de trabajo le expresó:

-En mi semanario puedes escribir sobre música o sobre cualquier otro tema de la cultura nacional y local.

Le entregó el último ejemplar del periódico y esperó su respuesta.

-Cuando tenga resuelto mi problema económico y tenga algunas horas libres,

trataré de escribir algo para su periódico. Muchas gracias, Dr Guerrero. A mí me gusta escribir y lo haré cuando pueda.

-Como a usted le gusta estudiar, le voy a hacer una gestión en la Imprenta donde

edito “Presente”, para ver si lo pueden emplear como corrector de pruebas o como tipógrafo.

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Alirio le reiteró las gracias y se despidió. Fue a visitar a Pedro Torres, Director de Radio “Trujillo”. Al entrar al estudio quedó gratamente impresionado. Nunca había estado

en un estudio de radio, pero recordó a Rodrigo cuando lo oía tocar por Radio “Barquisimeto”. Torres leyó la carta de Chío Zubillaga y le dijo:

-Venga mañana a un ensayo. Creo en todo lo que me dice don Chío en su carta y

espero que se quede con nosotros.

Ese mismo día fue a visitar a Laudelino Mejías en la sede de la Banda Musical del

Estado, una vieja casona en la que el maestro trujillano ensayaba con todos los componentes de su orquesta.

-Si Chío lo recomienda, usted tiene el triunfo asegurado: Mañana mismo

comenzamos las primeras clases.

Comenzó con Laudelino Mejías, quien le enseñó los elementos fundamentales de la

música. Con él aprende tocar el saxofón y el clarinete y a los pocos días pasó formar parte de la Banda “Sucre” del Estado Trujillo, como ejecutor del saxofón. Cuando estudió Teoría y Solfeo fue cuando pudo comprender y valorar el Método de Guitarra de Fernando

Carrulli, que una vez su madre lo puso en sus manos, con un inocente gesto de proporcionarle un instrumento y una guía para su formación, cuando comenzaba a tocar en

su aldea natal de La Candelaria.

Después de tocar las retretas en la Plaza Bolívar de Trujillo, decidió reseñarlas y llevárselas a Luis Beltrán Guerrero, para su publicación en el semanario “Presente”.

Guerrero leyó la primera reseña y ordenó su publicación. En ese mismo periódico publicó también varias reseñas que escribió sobre algunos ensayos que realizaba el maestro

Laudelino Mejías sobre algunas composiciones importantes. Sobre una instrumentación que hizo el maestro Mejías y su Banda sobre un fragmento del “Parsifal” de Wagner, escribió un artículo para el semanario “Presente” y le envió copia a Chío Zubillaga.

Después de leerlo, su maestro caroreño le contestó:

-Demuestras tener ya conocimiento profundo y sensación por la gran música. Eso

me entusiasma, pues debes recordar cómo pretendí guiarte por esa senda del arte musical puro y selecto, de la que hay tanta incomprensión en estos medios, no digamos que por sordos, pero sí indiferentes ante lo que yo he considerado capitel incomparable de las

bellas artes.

Cuando Alirio comprendió por primera vez una explicación sobre el sentido de una

nota musical, creyó que estaba entrando en un nuevo mundo sonoro. Pensó que estaba encontrando un camino, tantas veces señalado por Chío Zubillaga, hacia Caracas y hacia la gloria. A los pocos días se sintió que era músico, no un gran músico, pero sí un guitarrista

superior a lo que hasta ese momento había sido. La cátedra impartida por Laudelino Mejías

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lo acercaba a un mundo desconocido, pero ansiado, buscado con una gran pasión, aún sin saber exactamente cómo era.

En principio había sentido miedo por el estudio de la música, porque algunos amigos en Carora le habían dicho que lo que él tocaba en la guitarra, no se podía escribir,

no se podría leer nunca. En cierto modo llegó a sentir alguna aversión por la teoría de la música. Pero en muy poco tiempo comprendió que estaba en el mejor camino de su aprendizaje.

Al poco tiempo de estar bajo la dirección del maestro Laudelino Mejías, de haber agotado el repertorio de Radio “Trujillo”, su espíritu inquieto comenzó a experimentar los

efectos de la estrechez pedagógica y artística de la provincia. Había estudiado teoría y solfeo, pero intuía que le faltaba algo esencial, no sabía si era la armonía, el contrapunto, la fuga o la historia de la música, estética o formas musicales. De todo esto había oído hablar

vagamente, pero no lo podía captar y menos profundizar con precisión artística.

El maestro Mejías lo trataba con especial distinción, por los adelantos alcanzados

por él en poco tiempo. Un día lo llamó para felicitarlo por su progreso en los estudios y le entregó un pergamino en forma de rollo y le expresó:

-Te has graduado de saxofonista. En todo el tiempo que tengo al frente de la

Dirección de la Banda “Sucre” eres el mejor alumno que he tenido.

-Muchas gracias, maestro –le expresó Alirio emocionado y se abrazó a su querido

ductor.

Ese mismo día le escribió a Chío Zubillaga:

-Mi querido maestro.

Hoy recibí de manos del maestro Laudelino Mejías el diploma de saxofonista.

Creo que no le he quedado mal por su recomendación. Trabajo mucho. Siento que he

cumplido una jornada importante, pero sigo pensando en el futuro, en el estudio de la guitarra.

Chío Zubillaga, que le hacía seguimiento oyendo sus actuaciones en Radio

“Trujillo”, le contestó:

-Ahora te toca concretarte, y trata de economizar lo más que puedas para pensar en

el traslado a Caracas, a continuar tu especialidad de guitarrista. Por allí puedes llegar a muy alto; y pienso que no será dudoso que te oiga, como a otro Gómez, ejecutar con su misma o mayor habilidad las cuerdas de tu amado aparato musical, por la famosa cadena

de las Américas.

Alirio continuó moviéndose entre la imprenta, la Radio “Trujillo” y la Banda

“Sucre” del Estado, pero la música lo va absorbiendo totalmente. Si abandona los otros dos

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trabajos podría vivir decentemente en Trujillo, pero cuando piensa en el traslado a Caracas las cuentas no le cuadran. No tiene seguridad de un trabajo o de una beca para ingresar a

estudiar a la Escuela Superior de Música, que dirige para entonces el maestro Vicente Emilio Sojo, y donde dictan cátedra de guitarra, profesores de altísima calificación profesional. Para procurarse un trabajo en Caracas, decidió estudiar Mecanografía e Inglés

en Trujillo. El trabajo y la distribución del tiempo lo agobian. Aumenta el trabajo, el estudio y el ahorro, sigue soñando, no ya como un muchacho campesino abrasado por el

desierto, sino como un músico de una Banda de Estado, que sigue buscando un camino para más allá y continúa enfrentando dificultades para avanzar.

La Escuela de Música del maestro Laudelino Mejías le había proporcionado

extraordinarios conocimientos del manejo técnico del saxofón y del clarinete, pero no así de la guitarra. Con ésta seguía improvisando por las noches en Radio “Trujillo”. Mejías era

un gran maestro, conocía los artificios técnicos de todos los instrumentos musicales, excepto la guitarra. La Banda “Sucre” del Estado Trujillo era considerada una verdadera filarmónica, dirigida por un virtuoso del arte musical, pero Alirio aspiraba estudiar

guitarra. Los avances que había experimentado en la guitarra eran producto de su talento, de su intuición, extraídos del conocimiento que había adquirido en el manejo de otros

instrumentos y de la música en general. Incluso, en su pasantía por Trujillo había aprendido la técnica de la tipografía, pero no de la guitarra. Su primera verdadera profesión, según sus propias palabras, fue la de tipógrafo. Trujillo se le fue reduciendo a

un mundo en el que no cabía su guitarra.

-No se desespere –le dijo Laudelino Mejías, cuando observó que Alirio no se

concentraba como al principio y le había manifestado varias veces su aspiración de irse a Caracas.

Se sentía comprometido con su maestro de música, tanto por el trato como por el

respaldo económico que recibía, pero continuaba planeando su ingreso a una Escuela de Guitarra.

-Comprendo, maestro. Espero que usted también me comprenda a mí.

-Tú tienes un puesto seguro en la Banda del Estado. Deja para más adelante tu viaje a Caracas.

Alirio tenía asegurada su forma de vida. Podía satisfacer todas las necesidades de un miembro de la Banda “Sucre”, pero cada día que pasaba se sentía más impulsado a

buscar otro rumbo. Para salirse de Trujillo decidió ir a Carora y a La Candelaria donde tenía su familia. Un nuevo encuentro con Chío Zubillaga sería definitivo. Así lo intuía y así sería. Cuando le comunicó su decisión al maestro Mejías, que tomaría unas vacaciones

para viajar a Carora, éste le manifestó:

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-Muy bien que vayas a ver a tu familia. Cuando regreses tendrás puesto en la Banda del Estado-

-Maestro, yo pienso definitivamente irme a Caracas, a estudiar guitarra. Estoy altamente agradecido por sus atenciones, por sus enseñanzas, que me han producido una nueva visión de la música y de la vida. No creo que pueda regresar, por ahora.

Convencido Mejías de la firmeza de Alirio para viajar a Caracas, asumió su papel de auténtico maestro y lo tomó por el brazo.

-Espera. Te daré una tarjeta de presentación para el maestro Pedro Elías Gutiérrez, Director de la Banda Musical del Distrito Federal.

Lo condujo a un pequeño escritorio que tenía en la sede de su trabajo, tomó una

pluma de tinta y escribió:

Querido Pedro Elías:

Te presento al portador, Alirio, un joven músico que aprendió en mi escuela a tocar casi todos los instrumentos musicales, menos la guitarra, porque aquí no tenemos profesor

de esa materia.

Prueba sus conocimientos y estoy seguro que lo incorporarás a tu Banda Musical.

En el futuro será un gran maestro.

Te saluda tu amigo de siempre

Laudelino Mejías

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EN LA ESCUELA SUPERIOR DE MÚSICA

Rodrigo y Alirio salieron de Carora, sin ponerse de acuerdo, buscando un camino común, con el mismo objetivo, hacia una misma meta, con los mismos sueños, impulsados por la

palabra terminante de Chío Zubillaga y por sus inmensos deseos juveniles de triunfar.

Rodrigo iría primero a Maracaibo a cobrar parte de sus emolumentos que le

adeudaba la emisora de radio Ondas del Lago. Se encontrarían en Caracas en la antesala de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”.

Alirio se fue directamente a Caracas. Llegó a una pensión de Rosario a

Curamichate, donde se hospedaban varios caroreños, entre quienes estaban los hermanos Ignacio y Napoleón Ramos, hijos del poeta Segundo Ignacio Ramos a quien había oído

hablar de la revolución democrática, y recitar sus poemas en la biblioteca de Chío Zubillaga. Los hermanos Ramos serían sus amigos solidarios y guías en la ciudad capital.

En Carora, Alirio recibió de Chío Zubillaga dos tarjetas de presentación. En una de

ellas afirma:

-Alirio es un joven caroreño de brillante conducta y va a Caracas con el propósito

de ingresar a la Escuela Superior de Música dirigida por el maestro Sojo. Alirio ha trabajado en Trujillo bajo la dirección del maestro Laudelino Mejías, pero desea perfeccionarse en la escuela caraqueña mencionada, en la ejecución del saxofón y la

guitarra... representa una esperanza en el divino arte de la música.

Al día siguiente de llegar a Caracas fue a visitar al maestro Vicente Emilio Sojo,

Director de la Escuela Superior de Música, a quien encontró a la entrada de la misma, se le presentó y le entregó la tarjeta de Chío Zubillaga. Sin moverse del lugar, Sojo la leyó al terminar le preguntó:

-¿Qué edad tiene usted?

-22 años –contestó Alirio.

Page 60: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

El maestro Sojo lo miró inquisitorialmente, de pies a cabeza, levantó la voz y

expresó:

-Viejo no aprende música –le regresó la tarjeta, le dio la espalda y se dirigió hacia su despacho.

El joven provinciano, que por primera vez visitaba la capital de Venezuela y se dirigía al más alto representativo de la academia de la música venezolana, salió de la

Escuela Superior de Música abatido y pensando qué hacer para no regresar todavía a Carora. En la calle recordó que tenía una carta de Chío Zubillaga para el Dr. Francisco Manuel Mármol, Secretario General de la Gobernación del Distrito Federal y caminó hacia

el viejo edificio de gobierno frente a la plaza Bolívar. Al llegar a la oficina del alto funcionario gubernamental, le entregó la carta al portero y le pidió que le preguntara al Dr.

Mármol si lo podía recibir. El portero ingresó al Despacho, a los pocos minutos regresó y le dijo:

-Se puede sentar que el Dr., dentro de pocos minutos, lo va atender.

Alirio se sentó a esperar con la humildad y paciencia del campesino que ve pasar el tiempo del verano, hasta que Dios quiera. El portero entraba y salía del Despacho oficial.

Varias personas llegaron, entraban y salían conducidos por el portero.

Después de abrirles la puerta a varias personas, que decían que el Dr. Mármol los estaba esperando, el portero se le acercó y le expresó:

-El Dr. salió un momentico, pero ya regresa.

Alirio miró su reloj, adquirido con sus ahorros en una modesta relojería de Trujillo.

A las 12 m. Pensó que el Secretario General de Gobierno habría salido a almorzar, pero él no tenía hambre. Lo que tenía eran deseos de quedarse en Caracas. Le aterraba pensar en el regreso, en la derrota. Las horas pasaban y algunas se hacían interminables. Deben ser muy

importantes –pensaba-las personas que entraban y salían, de la Secretaría de Gobierno, sin hacer antesala.

Respiró con cierto alivio cuando el portero se le acercó y le comunicó:

-Ya el Dr. se va a desocupar.

Miró nuevamente el reloj, pero se prometió no mirarlo más, porque pensó que antes

de la 6 p.m. debería recibirlo el Dr. Mármol. Cuando el reloj de la Catedral sonó seis veces, observó que salían secretarias y otras personas, aparentemente empleados de la

Secretaría de Gobierno. El último en salir fue el portero arreglándose la corbata. Se le acercó y le dijo:

-El Dr. se acaba de ir. Vuelva mañana. Vamos a cerrar.

Page 61: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Salió a la calle cuando ya comenzaba a oscurecer. Trató de atravesar presuroso la Plaza Bolívar, por temor a la noche. Debería llegar temprano a la pensión. Sin embargo, se

detuvo algunos minutos a contemplar la estatua de Simón Bolívar y se acordó de su profesor de Historia de Venezuela, allá en Carora. El hombre más grande del continente y uno de los más preclaros del mundo. Uno de los pocos, si no el único, de los políticos y

guerreros que nació rico y murió pobre, después de liberar y gobernar varios países. Pensó otra vez en el regreso. Para quitarse la idea de la mente, le atribuyó mucha importancia a

las personas que había ido a visitar, tanta que no tenían tiempo para recibir a un joven provinciano que aspiraba ingresar a una Escuela Superior de Música. ¿Les pasaría lo mismo a los generales caroreños Jacinto Lara y Pedro León Torres, cuando se presentaron

decididos a luchar por la independencia? Tal vez no, porque venían armados, traían caballos, mulas y soldados reclutados en sus fincas de La Otra Banda. Seguía caminando

por la misma calle por donde lo había hecho para llegar a la Escuela de Música, pero en dirección contraria. Cuando llegó a la pensión encontró a Ignacio Ramos tocando y cantando “Noches Larenses”. Al lado, una botella de cocuy.

-Alirio, vamos a tocar un rato música de nuestra tierra –expresó.

-Creo que tengo cerca de 20 años tocando y cantando todos los días, pero hoy no

puedo hacer ninguna de las dos cosas.

-¿Por qué, te ocurre algo?

-No me siento bien.

Ignacio Ramos, joven guitarrista, también caroreño, de excepcional talento para la música, insistió:

-Pero, Alirio, tenemos tiempo que no tocamos juntos.

Alirio le explicó lo que le había sucedido en la Escuela Superior de Música y en la Gobernación del Distrito Federal. Ignacio comprendió la situación difícil que estaba

atravesando su amigo y le expresó:

-Tienes razón, tocamos otro día, pero no te preocupes, mañana Rodrigo y yo

tenemos una entrevista con el Profesor Raúl Borges, que es el que da clases de guitarra. Podemos ir juntos.

-Muchas gracias, Mano Pecho. Mañana iremos juntos.

Alirio se sintió parcialmente aliviado. Le volvió el alma al cuerpo. Después de agradecerle la invitación se retiró a su habitación. Durante algunos minutos u horas oyó

tocar a Ignacio Ramos música larense, lo cual lo trasladaba mentalmente a Carora, a La Candelaria, a Muñoz, y /o alejaba del sueño. Cerró los ojos y se sentía tocando y cantando en diferentes ventanas de Carora y La Otra Banda. Pensó que definitivamente había

regresado a su tierra. Pero cuando Ignacio Ramos consumió la botella de cocuy, no oyó

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más la guitarra ni el canto. Daba vueltas en la cama, se arropaba la cara tratando de dormir,

pero la interrogante de qué pasará mañana lo mantenía despierto. Cuando recordó que Ignacio Ramos lo había invitado a ir juntos con Rodrigo a ver al maestro Raúl Borges, se quedó dormido. Muy rápido, muy temprano en la mañana sintió que Ramos se levantó.

Cuando éste entró al baño, él salió de su cama. En pocos minutos los dos estaban vestidos y dispuestos a salir. Después del desayuno se dirigieron a la Escuela Superior de Música,

donde encontraron a Rodrigo.

Rodrigo había llegado a una pensión en la esquina de Puente Restaurador. De allí salió a buscar a su amigo Ovelio Riera, guitarrista, cantante y compositor popular, autor

del valse “No me Olvides”. Ovelio Riera era otro de esos jóvenes talentosos, producto de ese medio musical caroreño que invadía toda la trama espiritual de la sociedad, deambuló

por muchas emisoras de radio, con mucho éxito. Rodrigo lo conocía desde niño. Separados por múltiples razones, especialmente económicas, se volvieron a encontrar en el medio que los dos estaban obligados a frecuentar como forma de vida. Ovelio Riera le presentó a Luis

Raimond, quien tenía un programa musical en Radio “Libertador” e hizo que lo contrataran para tocar con los cantantes oficiales de dicha radio, que requerían

acompañamiento de guitarra.

En Radio “Libertador” conoció a Luis Ortega, con quien formó un dueto de guitarra y comenzaron a trabajar en la Radio la Voz de la Patria. La experiencia adquirida

en Radio Barquisimeto y Ondas del Lago, y su maestría en la improvisación que le permitía acompañar a los más famosos y diversos artistas venezolanos y extranjeros, sin

previo ensayo, lo hizo también famoso en el medio artístico radial de entonces. Cuando algún cantante llegaba a una de las emisoras de radio caraqueñas y no tenía acompañante, inmediatamente llamaban a Rodrigo. En Radiodifusora Venezuela conoció a “Pepe”

Torres, productor de un programa de radio, con quien logró trabajar a destajo y por horas, durante varios meses. Para poder participar en este programa, tenía que dormir en los

locales de la emisora. En esta misma emisora conoció a Ángel Sauce y otros importantes músicos venezolanos con quienes participó en diferentes programas de música popular. Superados todos los escollos que la radio podía presentarle a cualquier guitarrista, no se

sentía totalmente satisfecho, seguía pensando en ingresar a la Escuela Superior de Música. A los pocos meses de estar en Caracas, actuando con el mayor de los éxitos populares a

que pudiera aspirar un joven provinciano, decidió utilizar la tarjeta de presentación que le había dado Antonio Lauro para el Profesor Raúl Borges. Así se lo hizo conocer a Ignacio Ramos, paisano y colega de la guitarra y de muchas farras, a quien invitó para que se

presentara, y quien a su vez se lo comunicó a Alirio.

Tres guitarristas populares, que vienen de Carora, deciden tocar las puertas de la

única escuela de música que comenzaba a darle importancia a los estudios de la guitarra, ante la indiferencia e incluso la resistencia del Ministerio de Educación, cuyos técnicos en la materia consideraban que la guitarra era un instrumento popular, que no podía alcanzar

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los niveles clásicos de la música, como para ser estudiado en una escuela superior. Fue el

maestro Raúl Borges quien logró a través de la cátedra de Arpa, que se estableciera una pequeña asignación de 500 bolívares mensuales, para la enseñanza de la guitarra.

Cuando los maestros Raúl Borges y Antonio Lauro entraron a la Escuela Superior de Música, se encontraron con tres guitarristas populares y dos guitarras, también populares. Rodrigo todavía no tenía guitarra. Lauro, que conocía Rodrigo, le reiteró a

Borges:

-Este es Rodrigo, de quien le he hablado varias veces. Lo he oído en diversas

oportunidades y creo que será un gran guitarrista. Aspira ingresar a esta Escuela a estudiar guitarra.

Rodrigo presentó a Alirio y a Ignacio Ramos.

-Estos son, maestro, dos grandes guitarristas populares que aspiran igualmente ingresar a la Escuela a perfeccionar sus conocimientos, que es también mi aspiración.

Cuando terminaba la presentación, entró Vicente Emilio Sojo, Director de la Escuela, quien saludó secamente a los presentes y dirigiéndose al Profesor Raúl Borges, le dijo:

-Raúl, tómale una lección a este señor, para ver si tiene condiciones para estudiar en la Escuela –señaló a Alirio y continuó hacia su Despacho.

Ignacio Ramos fue también invitado a pasar a la Sala de Ensayos. Mientras caminaban, Raúl Borges le comentó a Rodrigo las dificultades que tienen los músicos en Venezuela para subsistir.

-El arte tiene pocos amigos, como la cultura en general. Muy pocos valoran la música y menos la guitarra.

Rodrigo quedó anonadado, muy confundido. Pensó que la situación que él había vivido como músico popular, podría ser la misma de un guitarrista egresado de la Escuela Superior de Música. Recordó las penurias que había atravesado, los salarios miserables

que había devengado, lo difícil que había sido salir de Carora, la voz tronante de Chío Zubillaga: Se tiene que ir a estudiar a una escuela de música. Unos inmensos deseos de

triunfar lo inducen a mantenerse firme en la idea de continuar sus pasos hacia la Sala de Ensayos.

Se ubicaron en sus respectivas sillas. Borges le preguntó a Alirio:

-¿Qué va a tocar usted?

-La Serenata de Schubert –contestó el joven de La Candelaria.

Page 64: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Déjeme buscarle el pentagrama. Espérese un momento –le expresó el maestro

Borges a la vez que caminaba hacia un viejo archivo colocado sobre un armario de madera. Cuando regresó, le extendió el pentagrama a Alirio.

-Yo no sé leer el pentagrama. Yo toco de oído –le contestó.

Borges se sorprendió, pero trató de actuar con absoluta normalidad.

-Muy bien. Vamos, puede empezar –le dijo, mientras extendía el pentagrama

delante de Antonio Lauro, colocado a la altura de su vista con la finalidad de que ambos pudieran leerlo.

Alirio tocó La Serenata de Schubert, sin equivocación alguna. Al finalizar Borges expresó:

-Lo felicito. Una maravilla. ¿Tú qué opinas Antonio?

-Igual que usted, maestro. Yo no había oído a Alirio, pero sí a Rodrigo, que maneja con mucha maestría la guitarra.

-¿Y tú, Rodrigo, qué vas a tocar?

-El Arpa de Oro.

-¿También sin pentagrama?

-Sí, maestro. Yo tampoco sé leer el pentagrama.

Mientras Raúl Borges y Antonio leían el pentagrama, Rodrigo tocó El Arpa de Oro,

un solo de guitarra.

-Extraordinario, Rodrigo. Eres un virtuoso de la guitarra –exclamó Borges en medio del aplauso de todos.

-¿Y tú, Ramos, que vas a tocar?

-También un solo de guitarra, sin pentagrama.

Al finalizar Ignacio Ramos, también fue felicitado y aplaudido por los maestros y sus compañeros aspirantes a ingresar a la Escuela Superior de Música.

-¡Cómo pueden tocar estos muchachos, composiciones clásicas, no sólo sin

pentagrama sino también con estas chatarras –refiriéndose a las guitarras. ¡Qué talento! ¡Qué temperamento! –comentó Raúl Borges al terminar de oír aquellas guitarras con

cuerdas de alambre, combinar los sonidos en una armonía perfecta, de composiciones muy complejas y difíciles de tocar sin haber realizado estudios académicos sistemáticos.

-Vamos a buscar al Maestro Sojo –le dijo Lauro a Raúl Borges –y salieron juntos

hacia el Despacho del Director– para que oiga las maravillas que nosotros acabamos de escuchar.

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Los jóvenes guitarristas de Carora esperaron en la Sala de Ensayos, henchidos de

orgullo por las palabras que habían oído expresar a sus profesores.

En el Despacho de Vicente Emilio Sojo, el maestro Antonio Lauro expresó:

-Estamos en presencia de unos jóvenes guitarristas que prometen ser unos grandes

concertistas en el futuro muy cercano.

-Estos son unos fenómenos de la guitarra, de la improvisación y lo serán del

concierto. Tiene que oírlos, Director –dijo Raúl Borges.

Los tres profesores se dirigieron a la Sala de Ensayos. Vicente Emilio Sojo tomó en sus manos el pentagrama correspondiente a lo que cada uno de los jóvenes aspirantes a

ingresar a la Escuela Superior de Música, había tocado y volvería a tocar. Después de oírlos, manifestó también su admiración por la intuición y la condición musical innata de

los guitarristas caroreños.

-Habrá que hacer una excepción. A la escuela se ingresa hasta la edad de quince años. A ustedes se les pasó la edad. Inscríbales en el primer año de guitarra –le dijo al

Profesor Raúl Borges.

Los tres caroreños sintieron que habían comenzado a conquistar la capital de la

República y salieron a celebrar su ingreso a la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”. Tocaron, cantaron y bebieron hasta la madrugada. Alirio se retiró a su habitación más temprano, pues había dormido muy poco la noche anterior y era poco afecto a la

bebida. Vueltos a la realidad el otro día, tenían que enfrentar el pago de la pensión: vivienda y comida, y los gastos mínimos de estudiantes de música, que no contaban con

ingresos de ninguna naturaleza.

Alirio fue a visitar al maestro Pedro Elías Gutiérrez, a quien le entregó la carta de Laudelino Mejías y la tarjeta de Chío Zubillaga. Después de leerlas, el maestro Gutiérrez

le expresó:

-¡En hora buena!. Estamos necesitando un clarinetista.

-Maestro, yo domino mejor el saxofón –le contestó Alirio.

-No se preocupe que más adelante tocará el saxofón. Por ahora nosotros lo necesitamos como clarinetista -y le colocó en las manos un viejo clarinete. Usted será

nuestro clarinetista V.

Alirio sintió un gran alivio cuando el maestro Gutiérrez le comunicó que sería

colocado como clarinete V, que tocaba una nota “una vez por cuaresma”. Como el sueldo era muy bajo, le pidió a su paisano caroreño y amigo, Napoleón Ramos, que le ayudara a conseguir un nuevo trabajo, para completar los ingresos necesarios para cubrir sus gastos.

Ramos lo ubicó como cobrador en una empresa de alfarería, en la que él trabajaba como contabilista. Entusiasmado, al otro día le escribió a Chío Zubillaga:

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Querido Maestro:

Para su inmensa satisfacción le comunico que aprobé el examen de ingreso a la Escuela Superior de Música. También lo aprobaron Rodrigo e Ignacio Ramos. Hemos alcanzado un objetivo muy importante, pero tengo que trabajar muy duro. El maestro

Pedro Elías Gutiérrez me colocó como clarinetista V en la Banda Marcial, no obstante que le insistí en que yo manejaba mejor el saxofón. El sueldo es muy bajo, pero nuestro

paisano Napoleón Ramos me consiguió otro trabajo y creo que saldré bien. Espero no defraudarle.

Su amigo

Alirio

Chío Zubillaga le contestó a los pocos días:

Apreciado Alirio:

Por fortuna las noticias que me das son tan buenas, que he anotado tu triunfo como uno de los que gana el propio esfuerzo. Si algo contribuyó mi tarjeta certificando tus virtudes y tus capacidades, dámele un estrecho abrazo al admirado Capitán en Jefe de la

música nacional, don Pedro Elías, por haberla tomado en cuenta. Sé que llegarás a la cumbre, porque conozco tus capacidades técnicas para la guitarra y he medido el gusto

apasionado por ese instrumento. Me reafirmo ahora en mi presunción de oírtelo ejecutando desde la National Broaskasting de New York.

Tu amigo de siempre

Chío

Rodrigo recorrió todas las emisoras de Caracas e incluso participó en la

inauguración de algunas de ellas. Trabajaba a destajo acompañando algunos artistas que sí tenían contrato fijo con las emisoras. Los días transcurrían y la situación personal se le

hacía angustiante, no sólo por las limitaciones económicas, sino también por la inseguridad en el trabajo. Improvisaba la guitarra e improvisaba la vida. Cuando no podía pagar la pensión dormía en el billar del Bar La Crema, gracias a la generosidad de un amigo que le

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permitía pasar la noche sobre la piedra del billar. Otras veces dormía en los bancos del Teatro Nacional, hasta que un día se presentó a solicitarle trabajo fijo a Jesús Sanoja,

Director de la Orquesta que llevaba su nombre: La Orquesta de “Chucho” Sanoja. Cuando le expuso su necesidad y sus deseos de trabajar en su orquesta, Sanoja le dijo:

-Necesito alguien que toque el contrabajo.

-Yo lo toco –le respondió Rodrigo.

Antes de iniciarse como profesional del contrabajo, lo escuchó tocar durante horas

seguidas, hasta que se lo aprendió de oído. Emocionado por sus avances, le escribió a su amigo Manuel Herrera Oropeza:

Querido Hermano:

No te había escrito porque, no obstante haber aprobado sobresaliente el examen

para ingresar a la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, he tenido que trabajar en diversas emisoras de radio, como un negro esclavo. Pero he salido adelante y ya tengo

un trabajo fijo, como contrabajista de la Orquesta de “Chucho Sanoja”. Para aprender a tocar el contrabajo recordé cuando íbamos al cine Salamanca, oíamos a los artistas cinematográficos que tocaban composiciones de guitarra y me las aprendía de oído. He

recordado la guitarra de Josefina, tu hermana, la primera guitarra que toqué cuando era un niño, porque antes de ir al cine, sólo había oído tocar a Valle Cayayo y a algunos

guitarristas populares de Barrio Nuevo.

Si aprendo a tocar bien el contrabajo no regresaré todavía a Carora, porque tendré que cumplir con los contratos de la Orquesta. Pero cuando tenga unos días libres me iré a

acompañarte en las excitantes madrugadas de nuestras serenatas.

Estoy seguro que voy a triunfar en esta ciudad. Hoy mi situación personal se ha

hecho más estable.

Te saluda tu amigo y hermano

Rodrigo

Los estudios de guitarra en la Escuela “José Ángel Lamas” los compartirán hasta el

final de los mismos, con el trabajo en la radio y acompañando orquestas populares como único medio de subsistencia. El maestro Raúl Borges les enseña todo el alfabeto artístico técnico de la guitarra y la expresión musical. Y aunque no había propiamente una

programación sistemática para aprender la guitarra, Rodrigo y Alirio entraron en un escenario sonoro técnico y universal. Al lado de la experimentación que hacía Raúl Borges

para enseñar todo lo que sabía acerca de la guitarra, lo cual a juicio posterior de sus

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discípulos era excepcional, otros profesores como Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Pedro Antonio Ramos, complementaron la formación integral que requería un estudiante de este nivel. En la Escuela recibieron clases de Teoría y Solfeo, Armonía,

Contrapunto, Composición Musical y Estética de la Música.

Alirio se caracterizó desde un principio por la disciplina en la lectura de los ritmos

musicales, por la capacidad de asimilación y el rigor en el estudio y en el trabajo. Igualmente Rodrigo, con la excepción en la lectura de los ritmos musicales, lo cual quedaba ampliamente superado por su capacidad para la improvisación. No leía con

rapidez, pero al escucharlo se aprendía de oído cualquier ritmo musical. Fueron muchos los exámenes, que por tener que atender a su trabajo, Rodrigo los presentó sin haber

estudiado y los aprobó sobresaliente. Antes de entrar a presentar el examen, buscaba la manera de oír la obra respectiva, se la aprendía de oído y se presentaba ante el jurado. Ignacio Ramos fue igualmente un alumno aventajado y pudo haber sido un gran

concertista universal, pero fue lentamente tragado por la bohemia. Se hizo profesor de guitarra e impartió enseñanza en varias escuelas y a numerosos alumnos. Su maestría, su

virtuosismo frente a la guitarra no desaparecieron, pero su camino, su rumbo a la conquista de un escenario mundial, fue obstaculizado por un irrefrenable apego a embriaguez del espíritu. Como a Lorenzo Barquero se lo tragó la llanura, a Ignacio Ramos se lo tragó la

noche.

Al salir de la Escuela Superior de Música se dirigían a sus trabajos, cada uno por su

lado. Las limitaciones por los bajos ingresos fueron comunes a todos, aunque Alirio logró cierta estabilidad en el trabajo. Cuando se cansó de tocar una nota –de vez en cuando- como clarinetista V en la Banda Marcial que dirigía Pedro Elías Gutiérrez, se fue a Radio

Tropical a tocar con la Orquesta de César Viera, con un sueldo apropiado a sus necesidades más elementales y satisfaciendo sus inclinaciones por el saxofón, la guitarra o

el clarinete.

Superadas las penurias económicas, tuvieron que luchar con las limitaciones del tiempo para estudiar. Después de tocar en algunas fiestas, dormían algunas horas y luego

salían para la Escuela Superior de Música. Tocar en bailes, serenatas y en la radio acompañando artistas, les permitió comprender los vínculos, los vasos comunicantes entre

la música popular que ellos dominaban desde niños y la música clásica que estudiaban en la Escuela “José Ángel Lamas”. Mientras más estudiaban música clásica más enriquecían su repertorio popular. Mientras más tocaban música popular, más facilidades tenían para

estudiar música clásica. En un intercambio de opiniones entre Alirio y Rodrigo, caminando por las calles de Caracas, en dirección a la Escuela, éste le expresó:

-La música clásica que no es popular no es clásica; y la música popular que no es folklórica no es popular.

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Alirio pensó que en Carora y en La Candelaria había muchos músicos populares que podrían ser clásicos. Decenas de grandes guitarristas vegetan en La Otra Banda, porque no han podido salir más allá del río Morere, que divide a esa zona rural de la

ciudad de Carora. Si pudiéramos traérnoslos a todos para la Escuela Superior de Música, llenaríamos el mundo con nuestros mejores concertistas y compositores. Pero, imposible,

la mayoría se tiene que quedar porque no encuentra caminos que conduzcan al mundo de la técnica, del estudio organizado. Ni siquiera han podido llegar al “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga, a oír la palabra encendida y ductora de un hombre que combina el mensaje

social, el estímulo a la lucha por el progreso del ser humano, con la reverencia ante los bienes culturales de la humanidad.

-Creo, Rodrigo, que ya hemos alcanzado algunos peldaños que nos permitirán continuar avanzando. A lo mejor no terminamos nunca de estudiar y de aprender –respondió emocionado Alirio, cuando estaban llegando a la Escuela de Música.

Día a día percibían que los estudios les resultaban imprescindibles para internarse en las profundidades y grandeza de la música. La Escuela los puso en contacto con los

grandes guitarristas del mundo. Mientras cursaban estudios superiores tuvieron dos oportunidades para oír al maestro español Andrés Segovia, durante dos visitas que realizara a Caracas.

La primera vez no comprendieron nada de lo que Andrés Segovia tocó, pero quedaron gratamente impresionados por la superioridad, por el virtuosismo con que el

maestro español manejaba la guitarra.

-Yo puedo improvisar algunas de esas composiciones que el maestro Segovia acaba de tocar –le expresó Rodrigo a Alirio. –Pero te juro que no entendí cómo lo hacía el más

grande guitarrista del mundo. ¿Será que improvisa, como me he acostumbrado yo a hacerlo?

-No creo –respondió Alirio. –Debe ser pura técnica. Feliz tú que lo puedes improvisar, yo tendría que ensayar varios días cualquiera de las composiciones que tocó el maestro Segovia, para poder acercarme a su exacta dimensión. Espero que algún día

podamos recibir clases de ese genial guitarrista.

El diálogo entre Rodrigo y Alirio era frecuente acerca del mundo contradictorio

que les tocó vivir juntos desde muy jóvenes. Luchar en un universo de inmensa ignorancia musical, tratando de alcanzar los más altos niveles de la técnica guitarrista, no era sencillo ni fácil de comprender. Para conquistar el mundo de la cultura musical siempre

encontraban obstáculos en el camino, los cuales los obligaba a reflexionar y dialogar sobre el mismo tema, hasta que avanzaron en los estudios superiores y adquirieron una visión

universal de la cultura que había creado el hombre a lo largo de los siglos, con especial referencia a la música.

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La segunda vez que oyeron tocar a Andrés Segovia ya habían penetrado y dominado si no total, por lo menos parcialmente el arte de la guitarra. Pudieron apreciar y

valorar todo lo que el maestro español tocó en el concierto que ofreció a los caraqueños en el Teatro Nacional, y al siguiente día tocaron para que Segovia los oyera y en cierto modo

los calificara. El pintor Pedro Centeno Vallenilla lo invitó a su casa con el especial propósito de agasajarlo y para que oyera a Rodrigo y Alirio. También fueron invitados con la misma finalidad los guitarristas Antonio Lauro y Manuel Enrique Pérez Díaz.

Alirio tocó una obra de Haëndel, para guitarra. Andrés Segovia se levantó y lo felicitó e incluso le hizo una observación de digitación. Luego le preguntó:

-¿De España qué puedes tocar?

-Recuerdos de la Alambra –respondió Alirio, persuadido y seguro de que podría ejecutarla con precisión, pues la había ensayado recientemente, varias veces.

Después de ser aplaudido por el primer guitarrista del mundo y por los asistentes, un público especializado, finalizó su intervención tocando un Preludio de Juan Sebastián

Bach.

Rodrigo observaba la serenidad de Alirio y la técnica guitarrista desplegada por su paisano y amigo. Percibió que sus manos le temblaban un poco, pero se sintió seguro de sí

mismo. Pensó que estaba como un árbol que se le mueven las ramas, pero el tronco se conserva muy firme. Para impactar al maestro Segovia pensó en la fuerza propia. Luchar

con fuerza propia es como se puede hacer algo por el país. Tomó la guitarra y tocó música venezolana, una composición de Eduardo Serrano e improvisó una composición suya. Segovia se levantó y en medio de grandes aplausos lo felicitó.

-Extraordinario. Pocas veces puede oír uno a gente tan joven con tan excelentes cualidades.

-Maestro, nosotros estamos terminando nuestra carrera aquí. Cuando finalice yo lo seguiré aunque sea nadando.

Todos rieron y al final intervino Alirio:

-Nuestra mayor aspiración es llegar a ser sus discípulos. Terminar de perfeccionar nuestros conocimientos bajo su batuta.

-Yo estoy actualmente radicado en Córdoba, Argentina. Ya no doy clases, excepto en cursos superiores, en el postgrado. Allá los espero.

La reunión se hizo más sociable y amigable. Compartían los maestros de la guitarra

clásica con dos jóvenes estudiantes de Carora. Al final, Alirio y Rodrigo regresaron a la pensión familiar donde vivían, de Boyacá a Mariño en el barrio El Conde. En el trayecto

comentaron:

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-Estaremos agradecidos de Pedro Centeno Vallenilla, por toda la vida –afirmó Alirio.

-Si existieran varios anfitriones como Centeno Vallenilla, centenares de músicos

venezolanos tendrían la oportunidad de tocar para los grandes concertistas y compositores del mundo –respondió Rodrigo.

La gentileza de Pedro Centeno Vallenilla y la importancia de la reunión, para quienes el maestro Segovia representaba la cúspide de la guitarra universal, constituía un acontecimiento excepcional. Alirio pensaba en Nardo Espinoza, Campo Elías Pérez y los

Trovadores caroreños, quienes iban con frecuencia a La Candelaria a llevar serenatas a las muchachas de su aldea natal, cuando él era un niño. Y como los veía muy superiores a él,

se los imaginaba en la Escuela Superior de Música. Seguramente tocarían como nosotros, si hubieran recibido lecciones de los profesores Raúl Borges y Antonio Lauro. Rodrigo recordaba la Escuela de Música de su padre Juancho Querales, a la cual él no asistió, pero

desde la ventana oía rasgar las cuerdas de cuatros y guitarras a distinguidos muchachos de Barrio Nuevo. ¿Cuántos guitarristas de mi barrio podrían tocar para Andrés Segovia? Vale

Cayayo, que tocaba cuatro y guitarra, con los cuales encantaba a los niños de la barriada, si no tomara tanto cocuy y se hubiera venido para la Escuela Superior de Música, hubiera conocido al maestro Segovia, y tocado para él en medio de su asombro y admiración, con

la humildad del genio que lo caracteriza.

-Cuando terminemos los estudios en la Escuela Superior de Música deberíamos

irnos a la Argentina. Allá nos ingeniaríamos para asistir a algún curso superior dictado por el maestro Segovia –expresó Alirio.

-Aprovecharíamos para visitar la casa de Carlos Gardel y conocer a fondo las

cualidades de la guitarra argentina –respondió Rodrigo, recordando el concurso en homenaje al gran cantante de tangos argentino, que se había ganado en el cine Arenas de

Barquisimeto. Si Josefina no se hubiera ido al Convento, si no fuera monja, podría estar aquí con nosotros. Hubiera sido la primera mujer venezolana en tocar para el maestro Segovia, y yo hubiera vuelto a tocar con su guitarra.

-También la hubiéramos invitado para Argentina –le dijo Alirio, mientras avanzaban hacia el barrio El Conde.

Como todavía era temprano en la noche, cuando se acercaban a la casa de la pensión, Rodrigo decidió no entrar todavía a la misma, por temor a que el dueño estuviera despierto y lo conminara a pagar varios meses atrasados de su hospedaje. Alirio, un poco

más ordenado, pagaba al día, no fumaba, no bebía y se iba alejando de las serenatas.

-No voy a entrar –le dijo Rodrigo. Voy a caminar por la ciudad, porque me gusta la

noche, me envuelve de tal manera, que siento como si fuera una mujer hermosa, que estimula mis sentidos.

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Alirio ingresó a su habitación y estuvo ensayando durante varias horas hasta que sintió que el dueño cerraba con llave el anteportón, en señal de que ya iría a dormir.

Rodrigo estuvo en el bar El Billar, se tomó unas copas y tocó y cantó para una bella muchacha que frecuentaba la radio y el lugar, con el nombre artístico de “La Chompa de Puerto Rico”, rompiendo la tradición de que sólo los hombres asistían a los billares y a los

botiquines. Cuando decidió regresar a la pensión ya apuntaba la madrugada. Durmió 2 ó 3 horas. Lo despertó Alirio y juntos volvieron a la Escuela de Música. En el trayecto se

encontraron con Clemente Pimentel, hermano del gran humorista venezolano Job Pim, amante de la música y de la bohemia, quien los oía con frecuencia tocar en la radio y esporádicamente en la Escuela “José Ángel Lamas”, a la cual acudía algunas tardes a

disfrutar el torrente de sonidos musicales que circulaban por diversas habitaciones convertidas en aulas.

-Ustedes parecen hermanos, se les ve juntos con mucha frecuencia y tocan muy parecido –les dijo.

-Somos paisanos y amigos. Estamos terminando los estudios en la Escuela Superior

de Música y pensamos crear un dueto, para tocar en Caracas y recorrer las principales ciudades del país –le respondió Rodrigo.

-Aspiramos ganar una cantidad de dinero suficiente para hacer algunos ahorros y poder viajar al exterior a continuar estudios superiores de guitarra –agregó Alirio.

Como Clemente Pimentel quería oírlos por lo menos ensayar todos los días, les

ofreció su casa como pensión.

-He inaugurado una pensión familiar. En mi casa estarán como en la de ustedes y

pagarán cuando puedan –les expresó.

Entusiasmados aceptaron la proposición y se mudaron a la casa de Clemente Pimentel. Durante varios meses, hasta que terminaron los estudios en la Escuela Superior

de Música, vivieron en el hogar de una anfitriona, que resultó ser una exquisita melómana y no una inquilina que perturbara sus sueños de estudiantes de música, los quince y último

de cada mes. Ensayaron varios pasillos, tales como “Paloma del Ensueño” y “Lamparilla”, ante la presencia expectante y evidentemente placentera de su hospitalaria admiradora. Rodrigo era la estrella de la canción. Alirio hacía la segunda voz. Nunca se presentaron en

público, otras circunstancias favorecieron la salida del país. Clemente Pimentel fue la único testigo y por lo tanto el oído privilegiado que pudo captar la armonía que emanaba

de las guitarras y las voces del dueto inédito de Rodrigo y Alirio.

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CONCIERTOS POR TODA VENEZUELA

Rodrigo y Alirio egresaron de la Escuela Superior de Música con las más altas calificaciones otorgadas por esa institución, y comenzaron a batallar como concertistas de

la guitarra clásica en un país en el que no sólo imperaba el gusto y las costumbres por la música popular, sino también en el que apenas un pequeño círculo de aficionados y

estudiosos de la música clásica asistían a los conciertos.

Alirio tocó su primer concierto de guitarra clásica en la Biblioteca Nacional, donde fue largamente ovacionado. Varios críticos de música destacaron las virtudes del novel

concertista caroreño. En un segundo concierto colectivo en el que participaron los mejores estudiantes venezolanos, músicos instrumentistas de la Escuela Superior de Música, Alirio

tocó “La Chacona” de Juan Sebastián Bach. En el mismo concierto participaron Evencio Castellanos, la pianista Isabel Crema y otros estudiantes que finalizaban su carrera con excepcionales perspectivas.

Alirio obtuvo su primer gran triunfo como concertista. El público lo aplaudió hasta el cansancio y la crítica musical le volvió a ser altamente favorable. Eduardo Lira Espejo,

conocido como de los más ilustres críticos musicales del momento, escribió sobre el concierto y la actuación del guitarrista de La Candelaria.

-Estamos en presencia de uno de los grandes concertistas de la guitarra clásica de

Venezuela y del mundo. El dominio de una técnica excepcional, unida a una sensibilidad especial y a un oído absoluto, hacen de Alirio uno de los artistas de mayor relieve musical

de nuestro tiempo. Este joven debe continuar perfeccionando sus conocimientos en España.

Lira Espejo habló con Raúl Borges.

-Maestro, es necesario que promovamos un gran movimiento intelectual en Caracas, para respaldar a Alirio y lograr los medios para que viaje a Europa a perfeccionar

Page 74: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

sus estudios en un conservatorio de larga experiencia y tradición en la enseñanza de la guitarra.

-Si es necesario lo haremos en toda Venezuela y otros países del mundo, amantes de la música y en particular de la guitarra –le respondió Borges–. Vamos a aprovechar que

está en Caracas Regino Sainz de la Maza, un maestro de prestigio internacional, para consultarle y pedirle su opinión. Estoy seguro que todo lo que hagamos para ayudar a que Alirio vaya al exterior, no sólo nos los agradecerá el propio Alirio, sino todo el sector

musical y el país en general.

Ambos fueron a visitar a Sainz de la Maza y le expusieron lo que pensaban acerca

del futuro de Alirio. El maestro español, que había oído tanto a Alirio como a Rodrigo, hizo énfasis en que se fueran a España.

-Conozco muy bien el Real Conservatorio de Madrid y la importancia que le han

dado a la guitarra, como en ninguna otra parte del mundo, por lo menos, que yo tenga conocimiento.

Eduardo Lira Espejo y Raúl Borges redactaron una carta, que fue firmada por artistas, escritores, pintores, poetas, críticos, periodistas y otros intelectuales nacionales y algunos internacionales que se encontraban en Venezuela en ese momento, tales como el

gran director de orquesta Sergio Celebidache y el arpista Nicanor Zabaleta, y se la enviaron al Presidente de la Junta Militar, Teniente Coronel Carlos Delgado Chalbaud, que

gobernaba entonces en Venezuela. Entre otras consideraciones, en la carta afirmaban:

-Venezuela tiene en el joven Alirio una de las promesas de mayor proyección universal de la guitarra. Y como ya terminó sus estudios en el país, quienes suscribimos

solicitamos de Ud. y de la Junta de Gobierno que preside, le sea otorgada una beca para continuar estudios superiores en el exterior.

La respuesta se produjo inmediatamente. El Ministerio de Educación le otorgó una beca de 120 bolívares.

Antes de viajar a España, Alirio decidió realizar una gira artística por las

principales ciudades de Venezuela como concertista de guitarra. Era su segunda gira, el año anterior, 1948, había estado en Carora y tocó en el “Cuarto-biblioteca” de Chío

Zubillaga, pocos meses antes de morir su mentor intelectual. Tocó un “Minueto” de Bethoveen, una “Romanza” de Schubert, algunas composiciones del maestro Antonio Lauro y de algunos compositores españoles, entre ellos a Isaac Albéniz.

Chío Zubillaga le reiteró lo que siempre le había manifestado acerca de sus dotes para la música, que lo llevaría a ser un concertista de guitarra de fama nacional e

internacional.

Page 75: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-Yo espero no morir antes de oírlo tocar por una cadena de radio desde la BBC de Londres, de París o de cualquier capital europea, donde usted debe radicarse por algunos años.

-Hago esfuerzos por irme –aún no le habían otorgado la beca del Ministerio de Educación. -Para eso estoy realizando una gira de conciertos por varias ciudades del país,

con la finalidad de hacer algunos ahorros que me permitan viajar y radicarme en España el tiempo necesario para culminar estudios superiores.

Alirio se despidió con la convicción de que no volvería a ver a su maestro, a su

guía espiritual. Lo observó excesivamente gordo y cansado. Le acababan de realizar una sangría con una lanceta, para bajarle la presión arterial. Lo observó detenidamente. Quería

gravarse su imagen para toda su vida, de aquel hombre extraordinario que había conocido en un cuarto lleno de libros, de letreros en las paredes de los más importantes pensadores de Venezuela y del mundo, sobre un chinchorro de sisal, dictar cartas para sus amigos

luchadores sociales en la zona campesina y artículos para periódicos y revistas de toda la nación.

Aun cuando le vio cerrar los ojos, como buscando el sueño sobre el chinchorro, no encontraba forma alguna de despedida. No debería morirse nunca, pensó Alirio. Por lo menos mientras yo viva no morirá, le dedicaré gran parte de mis éxitos como concertista

de guitarra.

-Vamos, déjalo que duerma –le dijo Clímaco Chávez.

-Sí, vamos a La Candelaria –respondió Alirio.

Caminaron por la calle Bolívar, atravesaron la Plaza Bolívar y llegaron al Puente Bolívar sobre el río Morere. Allí los recogió un amigo que los llevaría a La Candelaria.

Alirio recordó su primer viaje, sus muchos viajes, y sobre todo el último, que lo conduciría al “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga, luego a Trujillo y posteriormente a Caracas.

Pronto sería a Madrid, a Europa en general, al mundo entero. Las playas resecas de La Otra Banda seguían ocupadas por cementerios antiguos, laceradas por zanjones, heridas profundas que parten la sabana, y rebaños de chivos que consumen agua de cardones y

tunas. Cuando observó el humo que salía de algunas de las casas de su aldea nativa, recordó su época dura, de muchas restricciones, que ahora se explicaba, vinculadas a la

Gran Recesión Económica Mundial. Para colaborar con los menguados ingresos de su familia tocaba en bailes y fiestas con un bandolín, cuyo aprendizaje no se podía explicar todavía. Su pasión por la música, pensaba, le venía por los Leal, la rama materna, pero

también se imaginaba a su padre tocando el cuatro, la guitarra y las maracas, e incluso bailando con un extraordinario apego al ritmo musical.

En La Candelaria lo recibieron como a un héroe, familiares y amigos con sus instrumentos musicales afinados y dispuestos a acompañarlo en todo lo que quisiera tocar.

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Atanasio Díaz con su guitarrón, Heriberto con su bombardino y el mozo Díaz afinando sus cuerdas vocales, don Chepel Riera con su cuatro en las manos, su prima Alba Julia con la

guitarra en la cual él había aprendido, guiado por ella, el único acorde, el de la dominante de mí, que se le hizo difícil tocar. Todos los músicos de la aldea dejaban oír el sonido de

sus instrumentos en un intento por afinarlos todos al mismo instante. La Candelaria se convirtió en una sala de ensayos y luego en un gran teatro para el concierto. De todas las casas brotaban sonidos musicales, pero cuando alguien anunció la llegada de Alirio, todos

se callaron. El silencio se apoderó momentáneamente del ambiente aldeano y caluroso. Los pájaros también dejaron de trinar, como esperando que empezara Alirio a combinar

los sonidos que ellos le habían enseñado. Los perros no latieron más, como para no interrumpir la homogeneidad del ritmo que todos querían oír.

-¡Alirio! ¡Alirio! ¡Alirio! –gritó su ex-maestra Adela Virginia Riera.

Todos los candelarenses salieron a la calle a vitorear -¡Alirio! ¡Alirio! Los pájaros fueron los únicos que rompieron la expectación, como para señalarle nuevamente el

camino a Alirio e iniciaron sus cantos del atardecer. La casa donde nació Alirio se llenó de gente, dejando a muchos en la calle y haciendo imposible que pudiera tocar en ella, en su patio, previamente arreglado para recibirlo.

-¡Que toque en la Iglesia! –gritó con su vozarrón Clímaco Chávez.

-¡Ave María Purísima! ¿Eso no será pecado? –expresó la tía mayor de Alirio, que

desde niña cuidaba la Iglesia y rezaba por el pronto retorno de su sobrino.

-¡Vamos a la Iglesia! –ordenó Adela Virginia y dio los primeros pasos en esa dirección. Todos siguieron la voz de la maestra, que era la voz de la sabiduría del pueblo y

plenaron la capilla.

Alirio subió al pequeño altar, adornado con el gusto sencillo del campesino a la

espera del sacerdote, que como el contrabajo que una vez tuvo que tocar Alirio, lo hacía “una vez por cuaresma”. Desde el altar tocó La Serenata de Schubert.

Los aplausos lo trasladaron mentalmente a la Biblioteca Nacional, donde había

tocado su primer concierto y había sido aclamado. De pronto se oyó la voz de un parroquiano:

-¡Que cante! ¡Que cante! –varios parroquianos se sumaron al coro hasta que todos pedían lo mismo.

Alirio llamó a Clímaco Chávez y juntos cantaron el pasillo titulado “Lamparilla”.

Todos los asistentes cantaron a dúo. Al final del concierto se dispersaron a tocar en los bailes y a llevar serenatas. Alirio y Clímaco Chávez fueron llevados por sus paisanos y

amigos a cantar al pie de las ventanas de todas las casas de La Candelaria.

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-Que nadie se quede sin oír a Alirio, el orgullo de La Candelaria, de La Otra Banda, de Carora y de toda Venezuela –expresaba la maestra Adela Virginia, mientras caminaban de una a otra casa.

-¡La Candelaria será conocida en el mundo, por la guitarra de Alirio! –gritaba con fuerza.

-¡La Candelaria, Carora y Venezuela viajarán en las cuerdas de la guitarra de Alirio! –expresó Clímaco Chávez.

-No te olvides, Alirio, de esta tierra desolada, donde quedamos muy pocos de sus

habitantes viendo pasar el tedio hacia el infinito –le dijo su ex-maestra como despedida, cuando al día siguiente tenía que regresar a Carora y de allí partir hacia varias ciudades

importantes del país, en la continuación de su gira de conciertos.

-Cuando tenga tiempo libre, volveré. Me lo he prometido a mí mismo, como parte de una manera de concebir la vida. Algunos de mis familiares también se quedan y otros

estarán en Carora. Yo y mi guitarra recorreremos ese camino, el mismo que yo transité cuando aún era un niño.

Alirio tocó en el Ateneo de Valencia, en el Teatro Juares de Barquisimeto y en el Ateneo de Trujillo, a cuyo concierto asistió su primer maestro de música, Laudelino Mejías, quien al final se le acercó y le dijo:

-Excelente. Me siento representado en usted. Cuando toque en las grandes capitales del mundo, recuerde que aquí en esta pequeña villa lo oye y lo espera Laudelino Mejías.

Al finalizar el concierto lo invitó Mejías a que se hospedara en su casa y le hablara de sus proyectos. Alirio permaneció un día más en Trujillo, recorrió sus empinadas calles, por las cuales transitaba cuando trabajaba en la Banda de Estado como saxofonista, en

Radio Trujillo como acompañante de artistas venezolanos y en la imprenta del semanario Presente como tipógrafo. El frío de la montaña lo transportó a España. Pensó que en

Madrid el frío sería mayor, pero estaba dispuesto a soportarlo, lo enfrentaría con el vigor de su juventud y con la pasión por conquistar los auditorios del viejo continente. Estando en Trujillo, oyó la voz de Raúl Borges, estarás en Europa y en todas sus ciudades tendrás

mayor oportunidad para tus conciertos. Podrás tocar en diferentes y prestigiosos conservatorios, en grandes salas de conciertos, una vez que termines los estudios en

España. Rodrigo también podrá hacerlo.

Rodrigo seguirá un año más en Venezuela. Las dificultades para viajar al exterior no las había podido superar y recorría todo el país en gira artística. También dio conciertos

en las principales ciudades, pero los ingresos obtenidos eran insuficientes para ahorrar lo necesario para sufragar los gastos de viajes, vivienda, comida y estudios en otro país.

Como concertista de guitarra clásica tuvo una gran receptividad entre los aficionados y conocedores de la música, pero el núcleo era pequeño, lo cual lo obligó a trabajar muy

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duro visitando diversas capitales donde podía encontrar un auditorio apropiado. Viaja a Carora y toca en el “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga ante la admiración de su viejo

ductor y de un grupo de periodistas y escritores de la ciudad, que se reunían con mayor frecuencia en su casa, tratando de estimular la vida que se le agotaba al maestro de la vida intelectual caroreña. Tocó especialmente para Chío Zubillaga, quien al oír su guitarra se

levantó, lo abrazó y le dijo:

-Usted será un caroreño universal, nacido en un barrio musical que lo prohijó para

darnos un representante de la guitarra en el mundo. Vaya a Barrio Nuevo, comparta con su gente sus éxitos de hoy y del futuro. Lléveselo en sus cuerdas y hágalo sonar hasta su muerte.

-Gracias, maestro. Yo llevo a Barrio Nuevo y a Carora en el alma. Quiero que oiga mi última composición, inspirada en ese personaje popular y bohemio que usted y todos

conocimos, llamado Vale Cayayo. La composición la he titulado “Preludio Criollo”.

Al finalizar, Chío Zubillaga lo volvió a felicitar y le reiteró su viejo consejo:

-¡Váyase a España! Siga el camino de Alirio. Usted es tan bueno, que juntos serán

superiores. Lo que queda del siglo XX será marcado, en el mundo de la guitarra, por las melodías extraídas de las cuerdas de las de ustedes.

Manuel Herrera, que acompañaba a Rodrigo, percibió que el viejo Chío hacía grandes esfuerzos para mantenerse despierto y de pie. Se levantó y le dijo:

-Don Chío, volveremos antes de que Rodrigo se vaya a continuar su gira de

conciertos por todo el país. Marchémonos ya, deja que don Chío duerma –le expresó a Rodrigo. –Vamos a una gira por las barriadas de Carora, cambiamos el concierto por la

serenata. Primero iremos a Barrio Nuevo.

Todos notaron que Chío Zubillaga se fatigaba en exceso. Una taquicardia lo acosaba inexorablemente. Marcaba sus últimos días, sus últimas horas.

-Vamos –repitió Manuel Herrera bajando al extremo la voz para no molestarlo.

Caminaron silenciosamente por la calle Bolívar hasta la esquina de la calle San

Juan. Con la intención de romper el silencio, más que para indicar un camino que Rodrigo había transitado por varios años desde niño, Manuel Herrera le dijo:

-Por aquí Rodrigo –y doblaron a la derecha, hacia la quebrada de Carora, vía Barrio

Nuevo.

Rodrigo continuaba en silencio, recordando las veces que había recorrido en

diferentes direcciones la calle que unía a su barrio con la ciudad. Otra vez El Diario, la Sala de Redacción, la guitarra de Josefina. ¿Por qué moriría don Ché Herrera? ¿Por qué morirá don Chío Zubillaga?. Cuando llegaba a la quebrada salió del ensimismamiento. Un

grupo de muchachos, de muchachas, de jóvenes y viejos aparecieron frente a él con

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guitarras, cuatros, maracas, bandolines, tambores y toda clase de instrumentos musicales que existían en Barrio Nuevo. Se integró a la multitud, que lo empujó hasta meterlo en la Iglesia.

-Que toque Rodrigo, primero. Por favor, quiero oír a Rodrigo –se oyó la voz del viejo Juancho Querales, su padre, quien todavía dirigía la Escuela de Música que había

fundado en el barrio, aunque ya asistía poco, por el peso de los años, por los achaques que lo obligaban a permanecer la mayor parte del día, en su casa.

Rodrigo subió al altar de la Iglesia, dispuesto a tocar varias composiciones suyas,

inspiradas en personajes populares del barrio y de Carora.

-El “Preludio Criollo”, en homenaje a un personaje que la mayoría de ustedes

conocieron en Barrio Nuevo, porque recorría las calles cantando y tocando donde alguien se disponía a oírlo. El homenaje es a ustedes y a Vale Cayayo.

Después de tocar varias composiciones suyas y algunas melodías populares que el

público pedía, en medio de fervorosos aplausos, Rodrigo le manifestó a los asistentes que quería recorrer su barriada y visitar algunos familiares y amigos. Todos le acompañaron en

el recorrido.

Juancho Querales era tal vez el más consciente de lo que acababa de oír y del significado del arte que Rodrigo exhibía en el manejo de la guitarra y en la creación de las

composiciones musicales propias, que tocó. Viejo ya agotado por tantos amaneceres, más de pie frente a una ventana, que acostado en un chinchorro, entendió el presente, pero tenía

graves interrogantes para explicarse el pasado de su relación musical con Rodrigo. ¿Por qué no le había dado una clase de guitarra? Sería mi mejor alumno, pero no es así. Dos lágrimas se desprendían por el rostro curtido por los años, del viejo Juancho Querales. No

fue Dios quien me separó de Rodrigo, fue la vida, la noche, el amanecer siempre en un lugar distinto.

Rodrigo se abrazó al viejo Juancho Querales y continuó el recorrido por las calles de Barrio Nuevo hasta llegar a la casa de su madre. Aquí tocaron y cantaron sus hermanos y hermanas e incluso algunos vecinos. Tocaron para él, quien los oyó como siempre,

atento para aprender del pueblo improvisador y creativo. Recostado en un chinchorro pasó revista mental a sus años de infancia en el barrio y en la ciudad. Sus recorridos por la

ribera sur del río Morere. La última inundación de Barrio Nuevo y de Carora por el desbordamiento del río. Las canoas improvisadas para salvar a los niños y los pocos enseres de las familias pobres de la barriada. El canto de los pájaros, sus grandes aliados, a

falta de una escuela de música. Los grupos de parroquianos tocando y cantando en las esquinas de las calles del barrio. Vale Cayayo con su cuatro, sus ritmos musicales

armoniosos y su rostro hinchado por el excesivo consumo de alcohol. Las muchachas de sonrisa ingenua y mirada profunda, le acercaron el sueño.

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Al día siguiente se despidió, tenía que cumplir compromisos en varias ciudades del país y en especial en Caracas, donde además tenía una cita con Mario Aguirre, sastre que confeccionaba trajes a varias personalidades políticas y que se había hecho su amigo

desde que lo oyó tocar en la radio, donde se le presentó y le pidió que lo acompañara a cantar en la casa de una amiga.

-Para que ganes dinero, hagas los ahorros que necesitas para viajar al exterior, te invito a una fiesta en la casa del Gobernador del Distrito Federal, que es amigo mío. Allí vas a conocer algunas personalidades importantes de la política, que son muy ignorantes

en materia de guitarra clásica, pero tocas algunas composiciones populares y estoy seguro que te contratarán y te pagarán muy bien. Además va a asistir la Junta Militar de Gobierno,

a cuyos miembros también les puedes tocar.

-De acuerdo. Avísame la fecha, que yo la reservo para ir a esa fiesta –le expresó Rodrigo, compelido, como estaba, por la falta de dinero y los deseos de viajar a España a

continuar estudios de guitarra, de más alto nivel.

En la casa del Gobernador de Caracas tocó hasta las 5 de la mañana. No le

prestaron mucha atención, excepto el Director de Cultura del Ministerio de Educación que lo había oído antes y entendía un poco de música clásica. Nadie lo invitó a tocar música popular, porque su sastre amigo se dedicó a tomarle las medidas a algunos subalternos, que

querían vestir como los ministros. Y aunque muy pocos lo oyeron, le pagaron muy bien, para sus planes y el Director de Cultura lo contrató para que tocara un concierto en la

Biblioteca Nacional en homenaje al poeta Federico García Lorca, en el que creyó que sería su último concierto en Venezuela, tocó además de algunas composiciones suyas como el “Preludio Criollo”. Los poetas que asistían lo vitorearon cuando tocó “Recuerdos de la

Alhambra” del compositor español Francisco Tárrega.

A la salida de la Biblioteca Nacional lo abordó Enrique Vera Fortique, Director de

la Radio Nacional.

-Excelente, maestro, lo felicito y le ofrezco un contrato, modesto en el pago, pero muy importante para nosotros, para que toque en Radio Nacional. Usted escoge la hora y

los temas musicales.

Agradecido, Rodrigo pensó que podría tener resuelto definitivamente su problema

económico para viajar a España. Estuvo varios meses en Radio Nacional e incluso viajó a algunas ciudades del interior del país a dar lo que consideraba sus últimos conciertos en Venezuela. Cuando sacó cuentas, sus ingresos eran insuficientes hasta para pagar el pasaje

Caracas-Madrid. Al regresar del interior, recibió una carta de Alirio en la que, entre otras cosas importantes, le dice:

-La calidad de los estudios en el Real Conservatorio de Madrid es algo excepcional. Debes venirte. Aquí hay un campo nuevo.

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Rodrigo resolvió visitar al Director de Cultura del Ministerio de Educación, a quien había conocido en la reunión a la que lo invitara su amigo sastre, y quien además lo había

oído en el concierto en la Biblioteca Nacional. Sin pedir audiencia se presentó a la oficina del Director de Cultura, se hizo anunciar y éste lo recibió por unos minutos. Hablaron muy brevemente.

-Excúseme, Director. Le molesto porque quiero seguir estudios en España. He trabajado muy duro, dando conciertos en todas partes, para tratar de hacer algunos ahorros

e irme por mi cuenta y riesgo, pero me resulta imposible cubrir los gastos del pasaje, menos los costos de los estudios y mi manutención en una ciudad desconocida.

-Cuenta con una beca de 100 bolívares mensuales –le respondió el alto funcionario,

se puso de pie y le extendió la mano en demostración de inmediata despedida.

Emocionado, salió del Ministerio de Educación a visitar su maestro Raúl Borges, a

informarle y compartir con él la mejor noticia que había recibido en los últimos meses.

Borges reaccionó también lleno de emoción, se levantó de su escritorio, lo abrazó y le dijo:

-Te felicito. Estoy seguro que triunfarás. Venezuela tendrá dos grandes guitarristas en España, que después de sus éxitos en los estudios y en el trabajo que podrán realizar

como concertistas, tanto en España como en Europa, regresarán a sustituirnos a nosotros, con mayores conocimientos y consagrados por la aceptación de uno de los públicos más cultos del mundo.

-El Ministerio de Educación me acaba de otorgar, por intermedio de la Dirección de Cultura, una beca de 100 bolívares mensuales.

Raúl Borges experimentó otra reacción. Preocupado y alarmado por lo que acababa de oír –le expresó.

-¿Pero muchacho, tú estás loco? Tú no puedes vivir en España con esa pequeña

cantidad de dinero. Pienso que Alirio debe tener muchas limitaciones, aunque a él le otorgaron un poco más, creo que 120 bolívares, que de todas maneras es insuficiente para

estudiar en Madrid.

Esta vez fue Rodrigo quien reaccionó de otra manera, como el hombre que se había forjado desde niño trabajando para abrirse paso en un medio muy atrasado, desde el punto

de vista cultural, y había llegado a aprobar estudios superiores de guitarra, en la primera escuela del país.

-Maestro, yo me voy, porque yo cuento conmigo. ¿A dónde va el buey que no are? Estoy seguro que sobreviviré. Voy a terminar mi última gira por todo el país, para ganarme el pasaje. Ya en Madrid estudiaré y trabajaré. No regresaré derrotado, he aprendido a

vencer obstáculos.

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El maestro Borges comprendió que la decisión de Rodrigo era firme e irreversible, recordó la sorpresa que recibieron todos cuando lo oyeron tocar por primera vez en la Sala

de Ensayos de Escuela de Música “José Ángel Lamas”, junto con Alirio e Ignacio Ramos, y le ofreció respaldo:

-Cuenta con nosotros, con tu Escuela y en particular con lo que yo pueda ayudarte. Sigue adelante.

Rodrigo terminó su gira de conciertos y con la ayuda de algunos amigos,

coordinados por Manuel Herrera Oropeza, compró el pasaje y se dispuso para viajar a Madrid, donde fue recibido por Alirio.

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EN EL REAL CONSERVATORIO DE MADRID

Alirio desembarcó en el Aeropuerto de Barajas, vía Madrid, con una maleta en la que llevaba un abrigo y una bufanda que le habían regalado Raúl Borges y el Dr. Carlos

Gil Yépez, creía que en la capital y en toda España hacía frío sólo de noche. Desde el Aeropuerto hasta el hotel donde se hospedó esa noche, en la Gran Vía, soportó el frío más intenso que recibió en su vida, incluso comparándolo con el que tuvo que enfrentar cuando

visitó el Polo Norte. Al llegar al hotel sintió un gran alivio. Tenía una referencia para el dueño del mismo, quien inmediatamente lo hizo pasar a la habitación, donde durmió

arropado de pies a cabeza, toda la noche. Al levantarse preguntó dónde quedaba el Real Conservatorio de Madrid. Después del desayuno, las indicaciones que recibió lo condujeron a la Plaza de Isabel II, también conocida como Plaza de la Ópera, después de

caminar varias cuadras, una distancia muy corta para la que había transitado desde La Candelaria a Carora e incluso desde su pensión en Caracas hasta la Escuela Superior de

Música, según las comparaciones que hacía su mente y que seguiría haciendo, cuando se encontraba con algo que le recordaba su aldea natal o Carora su ciudad adoptiva. Al lado de la Plaza de la Ópera vio un edificio pequeño, pero imponente por su arquitectura

antigua y sobria. Y aunque no observó letrero alguno que indicara que ese era el Conservatorio de Música, se acercó y preguntó a un señor cargado de años, que estaba

detrás de un mostrador a la entrada:

-¿Es este el Real Conservatorio?

-Sí. ¿Qué desea?

-Yo soy guitarrista, venezolano, acabo de llegar de Caracas y traigo una carta para el Director.

El viejo encorvado y lento, conocedor de las intimidades del Real Conservatorio, lo condujo hasta la Dirección e incluso lo anunció.

-Puede pasar –le expresó.

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Alirio ingresó al Despacho del Director, lo saludó y se identificó.

-Vengo de Caracas con aspiraciones de estudiar en este importante Conservatorio. Traigo esta referencia –le dijo con cierta timidez y de inmediato le extendió la carta que le

había dado en Venezuela el Profesor Regino Sainz de la Maza.

El Director del Conservatorio leyó la carta, cambió el rostro adusto por uno más

amigable y le expresó:

-Si lo envía Regino, bienvenido, pero para ingresar al Conservatorio debe presentar un examen de selección. Las indicaciones se las daremos el próximo lunes. Venga a las 10

de la mañana.

Alirio se despidió altamente satisfecho, seguro de que aprobaría el examen de

selección. Se sentó en un banco de la Plaza de la Reina Isabel II y durante algunos minutos estuvo observando lo que pasaba a su alrededor. Más gente que en la Plaza Bolívar de Carora, pero menos o tanta como la que atravesaba la Plaza Bolívar de Caracas. Los que

transitan por estas calles, pensaba, se parecen mucho a los caraqueños, pero sobre todo a los caroreños blancos y cabezones e incluso a algunos de La Candelaria, como si fuéramos

la misma gente. Don Chío Zubillaga era de origen vasco, por eso es que se parecen tanto. ¿Serán los vascos como don Chío, luchadores sociales e intransigentes con el adversario? Algún día voy a conocer la región vasca. Me gustaría llevarle una boina vasca nueva. La

última que le vi, estaba decolorada. Lamentablemente ya don Chío está bajo tierra, pero sólo su cuerpo físico, porque su imagen, su pensamiento, sus grandes ideales vivirán en la

conciencia de los hombres y mujeres que aman a nuestro país y que luchan por el progreso y bienestar de la humanidad. Alguien tiene que escribir su biografía. Cuántos músicos, cuántos poetas, cuántos científicos, cuántos historiadores, periodistas y luchadores sociales

ayudó a formar don Chío. Los que pudimos salir de Carora regresaremos algún día y le rendiremos un gran homenaje. Y los que no pudieron salir, también. ¿Cuántos guitarristas

irían de España para Carora? ¿Por qué la guitarra es el instrumento musical que más nos gusta a los caroreños? ¿Cuándo vendrá Rodrigo? Recordó que tenía que ensayar para presentar el examen de selección, abandonó la Plaza y se fue a su hotel en la Gran Vía. Se

encerró en su habitación a tocar. Sólo salió a las horas de la comida hasta que llegó el lunes y se dirigió al Real Conservatorio.

A las 10 en punto lo hicieron pasar a la Sala de Exámenes. El jurado lo integraban tres personas, profesores de guitarra a quienes nunca había visto. Todos tenían una partitura en sus manos.

-¿Puede tocar alguna composición de Juan Sebastián Bach? –preguntó uno de los miembros del jurado.

Alirio se acomodó como sobre una silla acondicionada para sentar a los examinandos. Tocó “La Chacona”, sin leer la partitura.

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-¿Puede tocar a Tárrega? –preguntó otro miembro del jurado, en medio del

asombro y entusiasmo de todos.

Alirio, más confiado que frente a la primera prueba, tocó “Recuerdos de la Alhambra”, del compositor y guitarrista español. Luego intervino el tercer jurado y

preguntó:

-¿Conoce alguna composición de Héctor Villalobos y la puede tocar?

Por el rostro de los miembros del jurado, Alirio se sintió absolutamente seguro de que aprobaría el examen. Tocó “La Suite Sugestiva” del compositor brasileño.

El jurado no se retiró a deliberar. En ese mismo instante y lugar tomaron la

decisión y se la comunicaron.

-¡Brillante! Se le otorga el Primer Premio Extraordinario del Real Conservatorio y

mil pesetas en efectivo.

En medio de las felicitaciones Alirio les comunicó a los miembros del jurado, que ese mismo día llegaba Rodrigo, de Caracas, quien se había retrasado por razones ajenas a

su voluntad y aspiraba presentar el examen.

-Dígale que se prepare para tocar la obra del mexicano Luis Ponce, denominada

“Tema Variado y Final”.

Rodrigo llegó también en pleno invierno, pero más protegido no sólo por el abrigo que llevaba puesto, sino también por el recibimiento que le da Alirio en su hotel de la Gran

Vía, a pesar de que a éste no le llegaba la beca desde hacía tres meses. Alirio le informó de los requisitos que tenía que cumplir para poder ingresar al Real Conservatorio de Música

de Madrid. Hablaron de Venezuela y de su gente, en especial de Carora y de los planes de inmediato y del futuro.

-Hice varias giras por el interior del país con el objeto de adelantar el viaje cuanto

antes posible, pero comprobé lo que una vez me dijo el maestro Raúl Borges, que en Venezuela hay muy poca preocupación por la música y menos por la guitarra –le expuso

Rodrigo.

-Todo lo contrario pasa aquí en Madrid. Yo he podido comprobar en apenas un año de residencia, que ésta es una ciudad en la que el interés por la música e incluso por la

guitarra es evidente, notorio. Aunque te parezca exagerado, me recuerda a La Candelaria de mi infancia, donde todo el pequeño mundo que la habitaba, tenía un instrumento

musical en su casa y lo tacaban varias personas de la familia – le respondió Alirio.

-¡Cómo en Barrio Nuevo! donde quien no tocara era visto como un extraño, hijo del algún forastero, traído de otro confín del mundo. Hasta los que no tuvimos profesores

aprendíamos en la calle u oyendo a los mayores improvisar diversas melodías, que ellos a su vez las habían oído y aprendido de sus antepasados –sintetizaba su experiencia Rodrigo.

Page 86: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

-En el Conservatorio te vas a encontrar con excelentes profesores, pero sinceramente, y nadie mejor que tú lo podrás comprobar de entrada, tenemos muy poco

que aprender. El maestro Borges nos enseñó cosas maravillosas. Después de esta experiencia lo valoro mucho más, es un eximio educador y un conocedor a fondo de la

música y en particular de la guitarra. Tú, que no tienes necesidad de ensayar mucho, tendrás éxito de inmediato. Ya lo verás, tienes fijado el examen y deberás tocar el “Tema Variado y Final” de Manuel Ponce.

-Lo conozco bien –afirmó Rodrigo.

La noche transcurría lentamente, segura hacia el final y había que levantarse

temprano para conocer Madrid y parte de su gente. Los temas pendientes eran muchos. Apenas estaban comenzando.

-Ya es tarde, muy tarde, mañana continuaremos –manifestó Alirio y el silencio se

prolongó hasta el amanecer.

En la mañana, después del desayuno, caminaron hacia la Plaza del Sol y luego

bajaron por la Calle Arenales hasta la Plaza Isabel II y entraron al Real Conservatorio. Alirio lo presentó a sus profesores. El recibimiento fue muy receptivo. Rodrigo se sintió profundamente satisfecho. El Director le informó lo que ya sabía.

-Tiene un mes para preparar el “Tema Variado y Final” del mexicano Manuel Ponce.

-Estaré aquí a la hora fijada –respondió entusiasta, le extendió la mano al Director y ambos se despidieron.

Salieron juntos y se sentaron en un banco de la Plaza de la Ópera a continuar la

conversación de la noche anterior y a intercambiar opiniones acerca de lo que acaban de presenciar. Rodrigo estaba absolutamente confiado, había tocado antes, varias veces, el

tema para el examen, e incluso lo podía improvisar.

-Toda esta gente y esta ciudad misma se parecen mucho a nuestra gente y a nuestras ciudades –fue el primer comentario que hizo Rodrigo al observar a los

transeúntes, las casas y los pequeños edificios que lo rodeaba.

-Esa fue la misma impresión que yo tuve al llegar, creo que en este mismo banco,

donde me senté un rato, más que a descansar a contemplar los alrededores del Conservatorio. Todo esto se parece mucho a nosotros. Pero donde vamos a encontrar las mayores similitudes es en la música. Aquí uno comprueba que la música es

verdaderamente universal. Hay una técnica, es cierto, pero también un sentido humano, espiritual, que lo tienen los candelarenses, los caroreños, los venezolanos, los madrileños,

los españoles y todos los seres del mundo.

Page 87: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Rodrigo oía con atención a Alirio, pero continuaba observando el paso de las personas. Trataba de compenetrarse con una y otra realidad, establecer la relación que existía o podía existir entre Madrid y Carora. Al finalizar Alirio, salió de su

ensimismamiento y le expresó:

-Pero además de los profesores que me presentaste, aquí debe haber también

maestros como don Chío Zubillaga y don Ché Herrera.

-Yo no lo he podido constatar, pero estoy seguro que los hay. Creo que tenemos los mismos problemas y la misma cultura. Y no olvides que don Chío Zubillaga es de origen

vasco y don Ché Herrera de origen canario. Españoles por los cuatros costados.

-A ti te debe pasar lo mismo que me está pasando a mí, pensando que si no fuera

por don Chío Zubillaga y don Ché Herrera nosotros no estaríamos aquí.

-Sí, yo pienso como tú. Y aunque no conocí, como lo conociste tú, a don Ché Herrera, le oí hablar a don Chío Zubillaga acerca de sus virtudes intelectuales y sobre todo

de su condición humana. Creo que se complementaban, se identificaban con un ideal de progreso, de lucha por elevar al ser humano a niveles de superación permanente. Comparto

contigo la satisfacción y hasta el privilegio, podríamos decir, de haber conocido a esos dos grandes caroreños y haber recibido de ellos grandes lecciones que nos trajeron hasta este viejo continente, que ya tendremos tiempo de recorrer.

El paso de las horas, la cercanía de la noche los indujo a caminar hacia el hotel y a enfrentar una dura realidad: cómo cancelar el costo del hospedaje. La beca de Alirio no

llegaba y los ahorros de Rodrigo apenas alcanzaban para pagar lo que se debía hasta el momento. No podían esperar que transcurriera otro mes, por la incertidumbre en la llegada de las becas y el no poder cumplir con sus compromisos, algo que para un provinciano

honrado, educado, le apenaba mucho y temían que sus estudios se pudieran ver afectados. Los ahorros de Rodrigo desaparecían rápidamente. Preocupados por la crisis que

atravesaban, en una ciudad en la que conocían a muy pocas personas que pudieran ayudarlos a encontrar un trabajo, decidieron ir a visitar a Guillermo Morón, caroreño, profesor de Historia Universal y escritor, quien acababa de arribar a Madrid a realizar

estudios de postgrado. El encuentro fue excepcionalmente fraterno. Como todos los caroreños que se encuentran fuera de Carora, se puso de manifiesto de inmediato la

solidaridad y la amistad, que luego da lugar a un intercambio de recuerdos familiares, mitos, leyendas, historias, chismes y hasta tragedias humanas que conforman la vida de esa pequeña ciudad. Morón les ofreció respaldo moral y material.

-Esta casa es de ustedes. Si les llega la beca pueden ayudarme a pagar el alquiler. Y si no les llega, pueden seguir viviendo aquí.

Agradecieron la hospitalidad de su paisano y salieron dispuestos a mudarse. Al otro día estaban establecidos en el apartamento de Morón, situado en la calle Antonio Acuña, lo

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cual les alivió la presión económica que se veían obligados a soportar, por lo menos hasta que llegara la beca de alguno de ellos o la contribución que Manuel Herrera buscaba entre

amigos para hacérsela llegar a Rodrigo. Por varias horas cada uno se encerraba en una habitación a ensayar. Morón se encerraba en otra a terminar de escribir una Historia de Venezuela o relatos sobre algunos aspectos de la antigüedad clásica greco-latina.

Pensando en la posibilidad de que no le llegase auxilio económico alguno desde Venezuela, Rodrigo decidió visitar al Cónsul de su país en Madrid, Mario Pérez Arjona,

quien le atendió, para sorpresa suya, con una gran afabilidad. Después que le refirió la situación que atravesaba y le solicitó trabajo en el Consulado, aquél le contestó:

-Aquí no hay trabajo, pero le regalo esta guitarra, con la cual usted lo podrá

encontrar para usted y para ella.

Rodrigo agradeció sinceramente la generosidad del Cónsul y recibió su guitarra

española para concierto. La acarició y la abrazó como a una amante. Llevaba en sus manos 5.000 pesetas, según recordó haber leído el precio en una exhibición de guitarras en un establecimiento comercial donde vendían instrumentos musicales, en la Gran Vía.

-Muchas gracias, Cónsul –repitió varias veces. –No esperaba tanto. Con esta guitarra sobreviviré y cuando usted me necesite, me llama por teléfono y vendré a tocar

para usted y su familia.

Regresó al apartamento de Guillermo Morón, con lo que consideró la primera guitarra de su propiedad, siempre había tocado con guitarra prestada, excepto la última

que utilizó en Venezuela, que Manuel Antonio Pérez Díaz, amigo y concertista, egresado también de la Escuela Superior de Música, le había entregado en condiciones muy

particulares, que le permitían usarla, pagarle cuotas mensuales, de acuerdo con los ingresos que obtuviera. Pero cuando terminó de pagarle lo que podría considerarse el precio real del instrumento, la guitarra ya no servía, estaba totalmente arruinada, ya no poseía

consistencia de una guitarra para conciertos. Por eso nunca se había considerado dueño de una guitarra.

Entusiasmado con su nueva guitarra para conciertos, fue a inscribirse para presentar el examen de admisión. Cuando llegó al Real Conservatorio de Música le informaron que la obra que debería tocar había sido cambiada, por otra del mismo autor Manuel Ponce, la

“Sonata Clásica”. Tenía que aprenderse cuatro movimientos en un mes, para tocarlos en la fecha indicada. Regresó al apartamento y se dedicó a ensayar la nueva composición

musical y al mes volvió a presentar el examen. Al igual que Alirio, tocaba de oído, mientras el jurado leía la partitura. No se equivocó en momento alguno y al finalizar el jurado dictaminó:

-Sobresaliente, Primer Premio y 1.000 pesetas.

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Aprobado el examen se incorporó al primer curso. Como no existía entre Venezuela y España algún acuerdo para equivalencia o reválida de estudios de música,

tuvieron que cursar las mismas materias que habían aprobado en Caracas, lo cual les permitió comparar unos estudios con otros.

-Sin lugar a dudas que Raúl Borges es un maestro de altísima calidad en la enseñanza de la guitarra –le reiteró Alirio en uno de los prolongados diálogos, que al salir del Real Conservatorio de Música, mantenían en el camino hacia el apartamento de

Guillermo Morón.

-Y eso sin ser un virtuoso de la guitarra o un gran guitarrista –le respondió Rodrigo.

-Pero aunque los estudios sean los mismos, aquí en Madrid estableceremos contacto con los grandes maestros españoles, quienes, estoy seguro, nos abrirán el camino hacia los grandes teatros y salas de concierto –expresó Alirio, interesados como estaban y

en cierto modo soñando con comenzar a poner en práctica los conocimientos adquiridos en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, de Caracas.

-En el Real Conservatorio de Música podemos perfeccionar nuestros estudios y robustecer nuestro repertorio –agregó Rodrigo.

En pocos meses realizaron estudios libres y como conocían el contenido de los

programas, ensayaban las materias y presentaban los exámenes, generalmente sin leer la partitura, para asombro de muchos de sus compañeros más jóvenes y algunos muy

brillantes, que habían aprendido a tocar utilizando las técnicas académicas y nunca se les había ocurrido tocar de oído.

En pocos meses también conocieron a los principales críticos de música y los más

importantes músicos de España e incluso directores de orquesta, con quienes actuarían en diferentes oportunidades.

En Madrid la vida musical era algo extraordinario, había adquirido un auge vertiginoso y la ciudad parecía impregnada de un ambiente sonoro, para el momento en que llegan a perfeccionar sus estudios. Era un nuevo mundo artístico, en el que decenas de

orquestas tocaban decenas de conciertos en un fin de semana.

-Esto es Barrio Nuevo convertido en una gran ciudad, con escuelas de música y

salas de concierto por todas partes –comentó Rodrigo, a quien también se le hacía inevitable rememorar su barriada y sus músicos populares.

-La Candelaria multiplicada por cientos de miles de personas, habitada por miles de

guitarras, violines y orquestas de altísima calidad –expresó Alirio, en cuya mente también seguía presente su aldea nativa y la preocupación de su gente por hacer de la música un

componente importante de su forma de vida.

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Impactados por el desarrollo cultural de España, en particular en lo musical, en medio de una gran penuria económica se consideraban como unos de los pocos y grandes privilegiados del mundo.

Aun siendo estudiantes del Real Conservatorio de Música iniciaron su presentación en público en diferentes salas de concierto de Madrid. Empezaron como todos los

aspirantes a conquistar los grandes escenarios culturales del mundo, en pequeños locales, con un público también pequeño, pero no sólo aficionado sino también especializado, cuya reacción ante lo que tocaban les permitía autoevaluarse y prepararse cada día con mayor

conocimiento y dominio del arte guitarrístico.

Alirio dio su primer concierto en el Círculo Cultural Medina, donde se habían

presentado guitarristas como Regino Sainz de la Maza y Narciso Yépez. Pero el más importante de los conciertos que dio ante un público europeo, mayoritariamente español, durante los primeros años de su permanencia en la Península Ibérica, fue en el Teatro

Español, de Madrid, uno de los centros artísticos más calificados de esa ciudad. Ese concierto fue posible gracias a un mecenas español, Pedro Masabeu, quien lo había oído

tocar en el Círculo Cultural Medina, y en la seguridad de que estaba frente a un gran artista de la guitarra, resolvió financiar dicho evento. Lo relevante del primer concierto en el Teatro Español, no fue sólo la asistencia plena de un público europeo culto, sino también

la presencia de la crítica musical. Los críticos españoles destacaron al otro día en los principales periódicos de la capital de España, los valores artísticos de un joven extranjero,

latinoamericano. El diario El País resaltó en una nota:

-Los amantes de la música clásica presenciamos anoche el debut de un joven guitarrista venezolano, que por su maestría no sólo recordamos los grandes momentos de

Andrés Segovia, sino que también nos hizo rememorar la grandeza del legado cultural español allende los mares.

El ABC publicó una reseña cultural en la que destacó:

-España recibe con entusiasmo y con orgullo a un joven guitarrista venezolano, que por el dominio que exhibió del concierto para guitarra clásica, está llamado a relevar a

nuestros más grandes maestros en este difícil arte.

La restitución de la beca de Alirio, por gestiones de Guillermo Morón, normalizó la

vida del primer guitarrista venezolano que se aventura a conquistar el corazón artístico de España, lo cual unido a algunos todavía pequeños ingresos por sus primeros conciertos, le permitieron un nivel de subsistencia más holgado.

Rodrigo entra en un período muy crítico, porque los 100 bolívares de la beca del Ministerio de Educación son insuficientes para sus gastos mínimos, hasta que un mecenas

y amigo entrañable de la serenata caroreña, Manuel Herrera Oropeza, le hace llegar 500 bolívares que había recogido entre amigos y admiradores del arte guitarrístico, de quien

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habían conocido trabajando duro para subsistir y rasgando con impresionante maestría cualquier vieja guitarra que caía en sus manos.

-Para que continúes tus estudios. Aquí nadie cree que tú puedas fracasar. Todos esperamos que regreses convertido en una gloria de la guitarra venezolana y mundial, para conocer tus nuevos adelantos en la música clásica, sin dejar de disfrutar en los amaneceres

de Carora las mejores creaciones de tu genio popular –le dice Manuel Herrera en una breve carta que le adjunta con la remesa de pesetas.

Durante los primeros años de estudios de Rodrigo en el Real Conservatorio de Música, Manuel Herrera le envía entre 400 y 500 bolívares cada dos o tres meses, en demostración no sólo de la amistad que los unía desde muy jóvenes, sino también por la

valoración que éste hacía de su esfuerzo en el estudio y de su capacidad para aprender los más exigentes niveles de la música. Herrera Oropeza era uno de los pocos aficionados a la

guitarra y la canción, que le había oído a Rodrigo, siendo todavía niños, tararear sus propias composiciones, algo que haría posteriormente con dominio de la técnica respectiva, que lo llevaría a formar parte del Repertorio Internacional de la Guitarra

Clásica.

Sin la colaboración de Manuel Herrera, tal vez Rodrigo no hubiera fracasado como

artista de la guitarra, porque estaba dotado intelectualmente para alcanzar los más altos niveles del conocimiento de la ejecución y la composición de música para ese bello instrumento, pero no hubiera podido aprobar en tres años, lo que debía hacer en doce, que

exigía toda la carrera musical, tal como lo logró en el Real Conservatorio de Música de Madrid.

Pero la incertidumbre que le creaba la irregularidad en la llegada de la beca y de la ayuda de Manuel, lo impulsaba a buscar trabajo, incluso pensando en hacerse independiente del Estado venezolano y no molestar a su gran amigo. Informado por la

prensa de la llegada de un nuevo Cónsul de Venezuela en Madrid, resolvió visitarlo. Lo recibió el Dr. Pedro Linárez Pérez, quien después de su planteamiento acerca de la

urgencia de obtener un trabajo, le dijo:

-Yo le voy a dar una trabajito que le permitirá recibir un pequeño sueldo y continuar sus estudios. Véngase todos los días bien temprano para que ordene esta

correspondencia y me la despache para Venezuela. Y de vez en cuando viene por la tarde o por la noche para que echemos una tocaíta y una cantadita.

-Muchas gracias, doctor Linárez. ¿Puedo empezar mañana?

-Sí, mañana mismo.

Rodrigo no preguntó cuánto ganaría al mes, pensó que cualquier cantidad sería

buena para afrontar la difícil situación que atravesaba. Se fue directo al Conservatorio de

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Música, donde encontró a Alirio y le informó de la conversación con el nuevo Cónsul y de la oferta de trabajo.

-Te felicito, el único que puede realizar un trabajo distinto a tocar guitarra eres tú, que no necesitas ensayar mucho.

Terminaron de cumplir con sus obligaciones de estudiantes, rindieron un examen y se retiraron a la nueva vivienda. Al día siguiente se presentó a su trabajo complementario, clasificó la correspondencia que el Cónsul tenía acumulada sobre una larga mesa y la

envió para la Cancillería en Caracas. Cuando se retiraba, el Dr. Linárez lo hizo llamar y una vez en su Despacho le expresó:

-Mañana viernes tenemos una reunión social aquí en el Consulado. Viene mucha gente importante del mundo de los negocios, pero al final nos quedamos un grupito de amigos. Estás invitado y puedes llegar a la hora que quieras, terminaremos la fiesta

tocando y cantando.

Rodrigo asistió a esa y a otras reuniones sociales que finalizaban en una tertulia y

una parranda entre venezolanos y españoles aficionados a la música y a la bohemia. Antes de despedirse, el Cónsul se le acercó y le dijo:

-Para el próximo viernes, tráigase a Alirio, para que echemos una buena tocada y

una buena cantada.

Rodrigo, que sabía que Alirio no bebía alcohol ni era muy afecto a las parrandas,

no le dijo nada, pero lo excusó.

-Alirio tiene contrato para un concierto mañana sábado y tiene que ensayar varias horas. Siempre se la pasa muy ocupado –le comunicó al Dr. Linárez Pérez cuando se

presentó solo al Consulado, muy extrañado porque no vio vehículos afuera ni personas adentro.

-Esta noche vamos a llevarle una serenata a una amiga, a quien le prometí que tú tocarías y cantarías. Pero le puse una condición, que no se vaya a entusiasmar demasiado con tu guitarra ni con tu voz, porque termina en tus brazos. Y tú no me la vayas a estar

atacando. Le dije que tú eres el mejor guitarrista y el mejor cantante de música popular de Venezuela, que si no te vienes para España, estuvieras rico allá en Caracas.

Esa noche el jolgorio se prolongó hasta la madrugada. Rodrigo se quedó dormido hasta las 10 de la mañana. Marchó apresurado hasta el Consulado y entró al Despacho del Cónsul, quien estaba sentado detrás de su escritorio, y como no esperaba encontrarlo le

expresó:

-Creí que usted estaba durmiendo.

-No olvides, Rodrigo, que el Cónsul soy yo.

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Rodrigo realizó su trabajo de rutina y se retiró cuando ya el Cónsul se había ido, más temprano que de costumbre, tal vez porque era sábado. En el trayecto a su

apartamento pensó que no podía continuar en un trabajo distinto al de tocar y tampoco podía seguir en una farra permanente con el Dr. Pérez Linárez y sus amigos, porque le limitaba su proceso de formación como guitarrista de concierto. Se dedicó de lleno a

buscar la oportunidad de dar su primer concierto ante un público de la calificación artística del que asistía a los teatros españoles. Como premisa previa se dedicó a preparar un buen

repertorio, a leer y a estudiar buena música.

Cuando consideró que su programa estaba completo decidió gestionar su presentación en el Teatro de la Comedia, uno de los más importantes para el momento. Se

presentó ante el administrador del Teatro con la finalidad de informarse, cuánto costaba el alquiler.

-10.000 pesetas –le contestó el gerente del mismo. –Debe cancelarlas una semana antes de la presentación, tiempo suficiente para que usted realice la publicidad necesaria y pueda lograr una buena asistencia, aunque aquí tenemos un público cautivo, que sabe que

nosotros sólo presentamos buenos espectáculos artísticos. Pero como usted es nuevo, hay que hacer alguna propaganda.

-Buscaré el dinero y cuando lo tenga regreso y firmamos el contrato, en el que se haga constar que además de pagar con anterioridad, los ingresos por concepto de entradas, me corresponden como auto-patrocinante.

-Vuelva cuando usted quiera. Esas son las condiciones.

Rodrigo fue a visitar al Embajador de Venezuela en España, Dr. Simón Becerra.

Después de la presentación de rigor, tras una larga espera, le expuso:

-Yo he realizado estudios de guitarra en Venezuela en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” y aquí en Madrid en el Real Conservatorio de Música, como

becario del Ministerio de Educación. He preparado un concierto para presentarme en el Teatro de la Comedia y necesito el respaldo de la Embajada para alquilar la Sala de

Conciertos, con la condición de que un representante cultural de la propia Embajada propicie el concierto y una vez cobradas las entradas le regreso el dinero.

-No le pregunto cuánto dinero necesita, porque la Embajada no tiene partida para

esos menesteres –le respondió el Embajador.

-Perdone la molestia, Embajador. Vine porque creí que la Embajada tendría alguna

representación cultural, que podría estar interesada en contribuir a promover un guitarrista venezolano, que ha realizado estudios superiores.

-Creo que van a mandar un Consejero Cultural, pero lo lamento, porque no tenemos

partida para nada de eso.

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Rodrigo pensó que a lo mejor el gobierno venezolano no propiciaba actividades culturales y se retiró. Se dirigió a la casa del abogado español Pedro Calderón de la Barca,

quien lo había oído tocar en el Conservatorio de Música, lo había felicitado varias veces y manifestado su disposición a ayudarlo.

-Considéreme entre sus amigos –le expresaba cada vez que lo veía.

Al llegar a su casa y anunciarse, el propio Dr. Pedro Calderón de la Barca salió a recibirlo.

-Por fin lo veo en mi casa –fue lo primero que le dijo, lo abrazó y lo condujo hasta el interior de su vivienda, una gran sala comedor en la que sobresalía un piano de cola y en

las paredes colgaban varios instrumentos musicales, entre ellos dos guitarras de factura clásica española.

Le informó el proyecto que tenía de presentarse en el Teatro de la Comedia, de la

preparación del concierto y de la frustrada entrevista con el Embajador de Venezuela en España.

-Vengo a molestarlo a usted, necesito un préstamo de 10.000 pesetas para alquilar el Teatro y tocar mi primer concierto importante en Madrid. Al final del concierto se las pagaré.

-No se preocupe, ahora mismo le entrego las 10.000 pesetas, lo acompaño para que el dueño o gerente del Teatro tenga también una fianza moral con mi presencia, somos

amigos desde hace tiempo.

Calderón de la Barca puso en sus manos las 10.000 pesetas y lo acompañó hasta las oficinas del Teatro. Rememorando cuando vendía empanadas frente al cine Salamanca en

Carora, Rodrigo vendió los tickets a la entrada del Teatro hasta una hora antes de comenzar el concierto. El éxito fue total, el público lo aplaudió con insistencia, los

ingresos por venta de entradas le permitió cancelar las 10.000 pesetas, obtener una ganancia de más de 500 y recibir la exaltación de la crítica, al día siguiente, en los principales diarios de Madrid. El diario El País publicó una nota en la que afirmaba:

-Anoche oímos y aplaudimos con gran complacencia a un nuevo guitarrista venezolano que, como Alirio su coterráneo, sigue los pasos de Regino Sainz de la Maza y

de Andrés Segovia.

El diario ABC publicó una reseña en la que describe el ambiente de aceptación en el que se desarrolló el concierto.

-Un público lleno de euforia aplaudió anoche a un gran guitarrista venezolano, quien además de tocar a los grandes compositores de música para guitarra, ejecutó

composiciones suyas, de extraordinario valor artístico.

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Alirio y Rodrigo tocaron en todos los teatros y salas de concierto importantes de

Madrid y de toda España. Tocaron y difundieron entre los españoles y posteriormente entre los europeos en general a los compositores venezolanos Raúl Borges y Antonio

Lauro, sus profesores en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” de Caracas. Sus nombres se hicieron presentes con mucha frecuencia en las páginas de arte de los principales periódicos y revistas de España, reseñados como extraordinarios concertistas

de la guitarra clásica. El Embajador de Venezuela en España, impresionado por la opinión de los críticos de Madrid, los invitó a tocar en la Embajada, con la asistencia no sólo del

personal diplomático venezolano, sino también de gente culta de otras representaciones diplomáticos y del mundo de la cultura española. Por primera vez los dos guitarristas caroreños tocaron juntos. Alirio podía iniciar cualquier composición que había ensayado

durante días y Rodrigo se acoplaba de inmediato al ritmo que tocara.

El Embajador, Simón Becerra, que se había negado a promover a Rodrigo como

guitarrista venezolano, consiguiéndole un préstamo que sería cancelado la misma noche de su presentación en el Teatro de la Comedia, resolvió presentarlos en sede diplomática. Con ciertas dificultades en la voz, expresó:

-Estos venezolanos... que vamos a oír esta noche... gozan de mucho aprecio en Venezuela... como yo sé que ante un auditorio tan selecto como el que ustedes constituyen,

no es necesario mayores explicaciones, vamos a oír música venezolana.

Alirio y Rodrigo tocaron el “Vals Venezolano” del compositor Raúl Borges. Dos composiciones del también venezolano Antonio Lauro y varias de compositores españoles.

Recibieron el reconocimiento de los asistentes y la promesa del Embajador de hacer que la Embajada, a través del Agregado Cultural, contribuiría a promover su presencia en España,

algo que nunca hizo y que por lo demás ya los guitarristas caroreños no lo necesitaban, habían conquistado la aquiescencia del público español amante de la guitarra.

Días después se presentaron también juntos en el Círculo Cultural Medina, con el

objetivo fundamental de hacer conocer la música venezolana. Y de aquí en adelante, comenzaron a transitar un camino de éxitos en varias ciudades europeas y posteriormente

en América, cada uno por su lado y en algunas oportunidades juntos. Pero antes cursarían un postgrado con Andrés Segovia en Siena, Italia. Alirio tenía tres años en Madrid y en ese tiempo terminó la carrera que debería cursar en doce. Igual tiempo empleó Rodrigo, pero

como había llegado un año después, tuvo que permanecer otro año en el Real Conservatorio de Música, después que Alirio salió para Siena.

Rodrigo trabajó con más intensidad como concertista e incluso participó como guitarrista en la película “Cuerda de Presos”, con resultados altamente favorables. La improvisación que hacía de la música en su guitarra y ahora el cine lo elevaron a la fama

ante sus pares, pero también lo envolvió la vida bohemia con mayor riesgo para su carrera artística. Soltero y famoso no sólo como concertista de guitarra clásica, sino también de

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música popular y de la canción romántica, se convirtió también en, joven aún, atractivo

para que algunas mujeres amantes de la noche, lo persiguieran y le sustrajeran cierto tiempo importante para su consolidación de concertista y compositor de música para guitarra. Consciente de que tenía que normalizar sus estudios y su trabajo, para una vida

más sosegada y ganada para el arte musical, pensó que debería casarse, pero fuera del medio que frecuentaba. Pasaba más tiempo entre el Conservatorio Musical y su

apartamento, gastando con sentido del ahorro los pocos ingresos que percibía. Una tarde cuando regresaba a su vivienda en la calle Antonio Acuña, a la entrada se encontró con una joven muy elegante y de aspecto sencillo y familiar, que bajaba de visitar a su madre, que

trabajaba en la casa de Morón, donde él todavía estaba residenciado. No la había visto antes e impresionado por su belleza juvenil, se le acercó y le dijo:

-Señorita, me gustaría casarme con usted.

La joven se sorprendió y se quedó como paralizada, ante una proposición inesperada de alguien a quien nunca había visto y de quien sólo sabía que tocaba la

guitarra, porque su madre se lo había comentado, cuando lo oyó tocar encerrado en su habitación. No contestó, pero tampoco protestó. Rodrigo insistió:

-¿Le gusta la música?

-Muchísimo. Varias veces lo he oído a usted tocar la guitarra, cuando he venido a visitar a mi madre. A usted o al señor Alirio, según la opinión de mi madre que dice que

los distingue.

-La última vez debe ser a mí a quien oyó, porque Alirio se fue hace algunos días

para Siena. La invito al teatro Fontalva. Mañana se presenta el maestro Arturo Rubistein.

-De acuerdo. Mi nombre es Julia, mañana nos veremos aquí mismo, tengo que venir a visitar nuevamente a mi madre.

-Magnífico. Mi nombre es Rodrigo.

En el Teatro Fontalva oyeron a Arturo Rubistein interpretar a Federico Chopin y a

Beethoven. Identificados por la afición a la música visitaron varias salas de concierto y estrecharon sus relaciones personales y espirituales. Julia se hizo asidua del teatro y en varias presentaciones de Rodrigo estuvo presente. No habían pasado más de tres de meses

asistiendo a diferentes conciertos e incluso varias películas, cuando Rodrigo le planteó:

-Julia, quiero que nos casemos, quiero enseriarme, he andado muy solo, demasiado

suelto. Desde que te conocí y hemos andado juntos he reducido el tiempo que le dedicaba a la bohemia.

-Yo también quiero que nos casemos.

El matrimonio se realizó en un ambiente de sobriedad, entre la familia de Julia, la de Rodrigo vivía en Carora.

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El matrimonio le proporcionó mayor estabilidad emocional y social, pero aumentaron sus responsabilidades económicas y tuvo que intensificar su trabajo. Aun en

España un concertista de guitarra no podía obtener de su trabajo los ingresos suficientes para alimentar y educar a una familia que se reprodujo de inmediato. Antes del año,

cuando finalizó los estudios en el Real Conservatorio de Música, nació su Josefina, su primera hija e inmediatamente tendría que viajar a Siena a realizar un postgrado que dictaba Andrés Segovia.

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EN LA ACADEMIA MUSICAL CHIGIANA DE SIENA

Atraídos por la significación universal de Andrés Segovia, Alirio fue el primero en arribar

a Siena, cuyo contexto artístico la convertía en una ciudad musical por los cuatro puntos cardinales, le impactó gratamente, casi al paroxismo espiritual. En cada casa veía un busto de un músico famoso, de algún familiar que se destacó en la música, cuya imagen no sólo

no querían que desapareciera de sus mentes, sino que también servía de presentación para el visitante. Las calles de la ciudad y las plazas estaban adornadas con obras de arte. Con la

presencia de Andrés Segovia se convertía en la Meca de estudiantes y profesores de guitarra de toda Europa e incluso de otros continentes. Alirio recordó La Candelaria, Carora, el Barrio Nuevo de Rodrigo, impregnados por todas partes por la música popular.

¿Podrían llegar a ser algo parecido a Siena? Tal vez La Candelaria no, la rodea el desierto, la calcina el sol y la desampara la soledad, que la convierte en un museo de espantos. Pero

Carora sí, incorporando a Barrio Nuevo, una isla de la cultura conectada con Madrid, con París y con el mundo por el pensamiento y la obra de don Chío Zubillaga. Aunque muerto don Chío, alguno de sus discípulos podría promover la construcción de varios teatros, de

una escuela superior de música, varios orfeones, un paseo de sus hijos ilustres, varias catedrales, una nueva ciudad en la que centenares o miles de jóvenes vivan tocando y

cantando.

Deslumbrado por lo que veía caminó lentamente hacia la Academia Musical Chigiana. Al llegar a la entrada de la misma, con su guitarra en la mano, varios estudiantes

y profesores que dialogaban en el portal, le dieron la bienvenida como si lo conocieran y lo integraron al grupo. Cuando preguntó por el maestro Segovia lo condujeron hasta el salón

donde se encontraba. Andrés Segovia reconoció en él a uno de los jóvenes estudiantes de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” de Caracas, que había tocado para él en el estudio de la casa de Pedro Centeno Vallenilla. Se levantó y le dio la bienvenida.

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-Le repito lo que le dije en Caracas. Usted tiene grandes cualidades para el concierto de guitarra. Espero que sea mi sucesor.

Alirio pensó que eso era casi imposible. Segovia gozaba de un prestigio

internacional único, por su genio guitarrístico. -No pudo ocultar la emoción reflejada en su rostro, pero reaccionó con humildad.

-Muchas gracias, maestro. Yo vengo a aprender de usted, quiero ser alumno del más grande guitarrista del mundo.

Andrés Segovia ordenó que lo inscribieran en el curso de verano. Después que lo

volvió a oír tocar, le dispensó una atención especial, primero como su alumno y después como su asistente, para lo cual lo hizo nombrar al finalizar el curso.

Maravillado por lo que estaba aprendiendo y ante la posibilidad de que el maestro Segovia tuviera que regresar a la Argentina y Rodrigo no pudiera tenerlo como profesor, le escribió una carta a este último a Madrid.

-Vente antes de que se vaya el maestro Andrés Segovia. Esto es algo excepcional, nunca visto por nosotros. Recuerda lo extraordinario que nos pareció cuando lo oímos en

Caracas, creo que hoy supera todas las expectativas artísticas. Estamos frente a un verdadero genio de la guitarra.

Rodrigo apresuró su viaje. Antes de llegar a Siena participó en un concurso para

una beca de 1.000 liras diarias, del Conde Chi Ciaricini. La ganó y con ese ingreso pudo quedarse en Italia durante siete años, estudiando y trabajando como concertista para poder

enviarle una pequeña cantidad de dinero a la familia que dejó en Madrid. Siena le produjo la misma impresión que experimentó Alirio. Se consustanció rápidamente con la ciudad y su entorno sonoro y artístico. También evocó su Barrio Nuevo natal, Carora su ciudad, la

de Ché Herrera y Chío Zubillaga.

Andrés Segovia lo recibió con el mismo afecto y distinción que le prodigó a

Alirio. Reconoció al otro estudiante de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” de Caracas, que había participado en el homenaje que le rindieron en la capital de Venezuela.

-Bienvenido a esta nueva escuela y a su curso de postgrado. Ud. tiene un porvenir asegurado con su talento y su guitarra.

Rodrigo decidió conocer más a fondo la pequeña ciudad de Siena, cuyo nombre y resonancia la convertían entre las más prestigiosas de la academia y de cultura musical de Europa. En la Plaza del Campo, donde Dante terminó uno de los últimos capítulos de “La

Divina Comedia”, recibió la sensación de estar en una ciudad ideal, construida para albergar todas las artes y todos los artistas del universo que hasta ese momento él conocía

y se imaginaba que pudiera existir. ¿Cuántos años de historia de la cultura lo rodeaban? ¿Podrían los músicos de Carora vivir algún día, cómo los músicos de Siena? No. Aquí

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debe existir una mano o una conciencia mágica que estimula la vocación y el quehacer artístico, y una protección especial, porque no se ve pobreza ni desesperanza. Todos caminan como si estuvieran seguros de dónde vienen y hacia dónde van. Se mueven como

los músicos de una orquesta, cada quien hace lo que debe hacer. Si en Carora hubiera existido una Escuela Superior de Música, yo no estuviera aquí y posiblemente el maestro

Segovia estaría allá dictando su postgrado. Aunque Carora se parece más a Madrid, tal vez porque los españoles que llegaron con don Juan de Trejo y Juan de Salamanca, eran músicos y combinaron su arte con los ritmos de los indios arawacos, que no eran guerreros

sino hombres de paz, en cuya concordia encontraban el mejor ambiente para la música, excepto que fuera música marcial, para la guerra. Como la que inventaron Bolívar y

Miranda, Boves y Páez, quienes también eran de origen español.

Al día siguiente se incorporó al primer curso y tocó en todos los conciertos que se dieron en el mismo.

La Academia Chigiana de Siena durante el período en que Alirio y Rodrigo cursaban estudios de postgrado de guitarra, Zubín Meta y Daniel Beremboy estudiaban

dirección de orquesta. El venezolano Gonzalo Castellanos había estudiado en esa Academia con el maestro Sergio Celebidache, dirección de orquesta. Entre los estudiantes de violín de esa época, estuvo Acardo, famoso violinista mundial. Entre los guitarristas,

además de Alirio y Rodrigo, estuvieron Jhon Williams, también famoso en el mundo del concierto de la guitarra, y la venezolana Flaminia Montenegro, quien murió muy joven,

antes de llegar a la meta, a la que según sus profesores, debería alcanzar con todo éxito.

Cuando el maestro Andrés Segovia no pudo asistir a uno de sus cursos de verano, llamó a Alirio y le participó que lo nombraba su asistente y le pidió que asumiera la

dirección de dicho curso.

-Tengo la convicción artística y profesional que usted lo hará tan bien o mejor que

yo. Ya mi edad no me permite una movilización con frecuencia a tan larga distancia, sin resentirse. Trataré de venir al próximo curso de verano, pero éste, asúmalo usted, con la absoluta confianza de quien le considera su digno sucesor.

Alirio le contestó:

-Muchas gracias, maestro, por los conceptos emitidos sobre mi persona. Asumiré el

curso con la convicción de que usted es insustituible. Me esmeraré por hacerlo bien. Creo que nunca a la altura de su genio guitarrístico, creador y docente.

Ese verano asumió el curso y tuvo entre sus alumnos a Rodrigo, que tenía algunos

meses de haber ingresado a la Academia y a Jhon Williams, quienes conocían todas las técnicas de la guitarra, por lo cual se eximía de enseñárselas. Les enseñaba nuevos

repertorios que había estudiado con Andrés Segovia, el estilo de las nuevas obras, sus características técnicas y defectos.

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Rodrigo no sólo asistió a los cursos que dictó Segovia y a los que luego le correspondió dictar a Alirio, sino también a todas aquellas clases que daban grandes

maestros de la música. Asistió a las clases de Chelo que en un verano dictó Pablo Casals. Allí conoció al maestro Guido Agosti y asistió a sus clases de piano; a Andrés Navarra, Chelista; a Ricardo Brengola, Director del Quinteto Chigiano y Jefe de la Cátedra de

Música de Cámara y a otros importantes maestros de música, que encontraban en la Academia de Siena el lugar apropiado para la enseñanza y el intercambio de

conocimientos musicales.

Su permanencia en la Academia de Siena fue aprovechada por Rodrigo para estudiar también Música de Cámara, que aunque no estaba vinculada a los estudios de

guitarra, le permitió acumular un bagaje musical y cultural que al final convergerá en una formación intelectual más integral. De los conciertos que oía todas las noches en la

Academia, aprendió que éstos deben tener un carácter pedagógico, una guía, que explique quiénes son los concertistas y qué significado o valor tienen las obras que tocan. Esa experiencia la aplicará más tarde, cuando residenciado en New York, Estados Unidos,

durante 8 años, se dedica a dar clases de guitarra y más tarde, cuando funde una verdadera escuela de guitarra en la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” (UCLA) en

Barquisimeto, a su regreso a Venezuela.

Los estudios de postgrado en la Academia Chigiana de Siena fueron la culminación de una carrera en la que alcanzaron los más altos conocimientos guitarrísticos conocidos

hasta el momento a escala universal. Pero además, fue una experiencia única que les permitió también conocer la grandeza espiritual de una ciudad concebida y desarrollada

para estimular el estudio y la capacidad creadora del ser humano. La Academia Chigiana y la ciudad se integraban en una unidad cultural, en la que dos jóvenes caroreños, nacidos ciertamente en un medio musical en el que predominaba la intuición y el oído,

perfeccionaron en el aula, en la calle y en los principales escenarios para el concierto las técnicas y el repertorio de la guitarra clásica. Los espera transitar un largo camino artístico,

toda una vida en la que no se puede dejar de estudiar y en la que hay que enfrentar un auditorio con distintos niveles, desde el especializado hasta el popular.

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CONCERTISTAS POR EL MUNDO

Al finalizar el curso de verano, Alirio viajó a Roma y se hospedó en un pequeño hotel en el centro de la ciudad, donde creía que estaba mejor ubicado para establecer los contactos

necesarios con los hombres y las instituciones de la cultura, que le ayudarían y permitieran iniciar la conquista del mundo de la guitarra. En la habitación del hotel ensayaba todos los

días, para un concierto que todavía no sabía dónde y cuándo lo daría. Los primeros interesados en oírlo fueron los miembros de una familia que vivía al lado, quienes gustaban de la música y al escuchar a un joven guitarrista tocar durante horas, se

trasladaban todos al hotel. Alirio se esmeraba tanto como si estuviera dando un concierto para un público selecto en un teatro o sala internacional de música. Una bella muchacha,

integrante de la familia, con el encanto de una personalidad altamente sensible a la música, como lo podría comprobar posteriormente, se le acercó y le dijo:

-¿Podría tocar alguna composición suya?

Sorprendido no sólo por el impacto emocional que le produjo la presencia de la joven, sino también el contenido de la pregunta que envolvía una curiosidad artística,

aunque tuviera la intención de provocar cierto acercamiento, Alirio le respondió:

-Muy bien, dedico a usted un arreglo que yo mismo hice de un valse-canción del compositor R. M. López, titulado “Así te Soñé”.

En medio de grandes aplausos y risas Alirio tocó y comenzó la conquista del corazón de Consolina Risi, primera habitante de Roma que expresó con espontaneidad su

admiración por el arte de la guitarra y por el guitarrista. El hotel se convirtió en una sala de conciertos y la familia Risi en el primer auditorio romano, al que Alirio le tocaba con el virtuosismo de un maestro egresado de la Academia Chigiana de Siena, dispuesto a

ganarse el corazón y la conciencia artística de toda Italia y del continente europeo, como primer paso hacia el universo.

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En Roma dio sus primeros conciertos en varios teatros importantes de la ciudad, un

poco distanciado uno del otro. Lo que era continuo, de todos los días, eran sus ensayos y la presencia de Consolina hasta el mutuo enamoramiento. A los pocos meses se casaron y entre un ir y venir a y de las principales salas de concierto de Roma y de los teatros de las

ciudades cercanas, en la capital de Italia nacieron sus cuatro hijos, Senio Alirio, quien también será guitarrista; María Isabel, periodista; Beatrice Tibisay, restauradora de libros

antiguos; y Josefa, Flautista. Entre las artes y el periodismo la familia vivirá insertada en un contenido espiritual creado por una guitarra itinerante. Estando sus hijos muy pequeños, Alirio tuvo que separarse de la familia, para dar conciertos en otras ciudades europeas y

posteriormente en todo el mundo. Consolina admitió la dura y expectante realidad y Alirio alcanzó la estabilidad espiritual requerida, como condición vital para continuar su carrera

hacia la gloria musical.

La guitarra de Rodrigo también llegó a Roma y a otras ciudades italianas. En los días en que Alirio hacía sonar su guitarra en las principales salas de concierto de Roma,

llegó Rodrigo contratado para tocar en Orvieto, en la Radio de Roma y en Florencia.

De Siena Rodrigo viajó varias veces a Madrid a ver y atender a su familia, por

períodos cortos y especialmente en vacaciones. Al terminar los estudios regresó a Madrid y se residenció por varios años en esta ciudad. Viajaba con frecuencia a otros países, disfrutando de un buen transporte, pero con serias dificultades con las autoridades

fronterizas de España, que no lo dejaban entrar como residente español si no cancelaba una cantidad determinada de dinero, que generalmente no tenía. Para sortear este difícil

obstáculo tenía que usar la visa de turista, que también poseía. En Madrid y en las principales ciudades de España dio conciertos y clases de guitarra. Tuvo una acogida excepcional, pero los ingresos por su trabajo artístico y docente seguían siendo

insuficientes para atender los requerimientos de una familia que crecía periódicamente. Madrid fue una ciudad acogedora hasta para sus más profundas reflexiones artísticas y

humanas. Barrio Nuevo, Carora y Caracas pasaban por su mente continuamente. Pensaba que podría regresar a Carora y a su barrio natal. ¿Pero qué hacer en esa pequeña ciudad, en la que para su mayor desesperanza habían muerto Ché Herrera y Chío Zubillaga? Si

decidiera dar un concierto es posible que tuviera un público relativamente numeroso y entusiasta, pero dos conciertos, tres conciertos o más, uno semanal por ejemplo,

posiblemente no tendría oídos, tal vez una mirada condescendiente. Un concierto diario, ni en sueño. Me moriría de hambre, sería peor para mi familia. Si Julia comprendiera, pensaba, porque mis hijos están muy pequeños, me iría a recorrer el mundo, donde una

guitarra valga tanto como un violín, como un piano. Donde por cada nota, por cada sonido, por cada ritmo musical encuentra una compensación la vida de un hijo, de un hogar que se

multiplica. ¿Por qué Andrés Segovia no vive en Madrid? ¿Será por divergencias con el régimen dictatorial de Francisco Franco? ¿Tendré que irme a la Argentina o a los Estados Unidos?

Page 104: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Rodrigo vivió una larga etapa de desasosiego e incertidumbre. Quería a Madrid como a Julia y a sus hijos. No se sentía extranjero, sino como en la Madre Patria. Pero vivir de la guitarra se le hacía tan difícil, que resolvió irse a residenciar en New York e

inició los preparativos que durarían algunos meses, tampoco era sencillo dejar la familia y aventurarse a conquistar el auditorio artístico de esa gran ciudad.

Alirio se radicó en Roma, ciudad que lo acogió entre sus mejores hijos y artistas. Se dedicó a conquistar el corazón, la conciencia artística, primero de los romanos y luego de los italianos en general. De Roma viajó, contratado para dar conciertos, a Nápoles,

Florencia, Milán, Turín. Posteriormente lo hizo a Venecia y a otras ciudades en las que fue aplaudido y reconocido por la crítica musical como la primera guitarra de Italia. Fue

consustanciándose lentamente con el alma italiana, sin desvincularse de Venezuela, Carora y La Candelaria. Recién llegado a Roma conoció el Embajador de Venezuela acreditado en Italia, Alberto Arvelo Torrealba; y al Embajador en la Santa Sede, Juan Vicente Lecuna,

quienes estaban estrechamente vinculados no sólo por ser embajadores del mismo país, sino también por sus inquietudes intelectuales. Juan Vicente Lecuna era un extraordinario

músico, reconocido en los círculos culturales de Venezuela; y Alberto Arvelo Torrealba era poeta y escritor. Con ambos, Alirio pudo establecer una grata y fecunda relación intelectual.

El Embajador Lecuna le informó:

-Mañana llega a Roma Juan Bautista Plaza, músico a quien debes conocer. Si no lo

conoces te invito a que lo recibamos juntos aquí en la Embajada cuando venga a visitarme. Creo que llega por el Puerto de Nápoles.

-Esa es la mejor noticia que usted me puede dar en estos días, Embajador. El Dr.

Juan Bautista Plaza fue mi maestro en la Escuela Superior de Música, en Caracas. Yo mismo lo voy a recibir al Puerto de Nápoles.

El encuentro en Nápoles fue por demás efusivo y lleno de recuerdos del maestro y del alumno que por primera vez se veían, desde que Alirio había abandonado la Escuela de Música y el país.

-Muchas gracias por venir a recibirme. He leído en la prensa venezolana algunas informaciones acerca de tus éxitos en Italia. Borges, Lauro y yo siempre comentábamos

sobre tus inmensas posibilidades de consagrarte como concertista internacional de guitarra.

-En en Real Conservatorio de Madrid y sobre todo en el postgrado dictado por el maestro Andrés Segovia en Siena, aprendí algunas cosas importantes de la técnica

guitarrística y en particular del nuevo repertorio que existe en Europa, pero lo fundamental lo aprendí con ustedes en La Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”.

El Dr. Plaza se sintió realmente halagado, pero respondió con la humildad de su sabiduría.

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-Nosotros hacemos lo que podemos con los pocos recursos que tenemos, en un país en el que como tú sabes no se le presta mayor atención a la cultura y menos a la guitarra.

-Rodrigo y yo siempre comentamos, cada vez que nos encontramos, que ustedes

son unos grandes maestros.

-Muchas gracias, por lo que a mí respecta. Pero creo sinceramente que los mayores

méritos corresponden al maestro Vicente Emilio Sojo, que lleva la máxima responsabilidad en la dirección de la Escuela y al maestro Borges en lo relacionado con la enseñanza de la guitarra.

Maestro y discípulo caminaron juntos hasta la casa del Embajador de Venezuela en la Santa Sede. En el trayecto habló todo el tiempo el Profesor Plaza, quien repitió las

expectativas que había entre los profesores de la Escuela Superior de Música, acerca de sus progresos como concertista de guitarra.

-Todos esperamos tu resonante triunfo en Europa y en el mundo. Ya consagrado

creo que debes regresar a Venezuela, si no a vivir allá, por lo menos a tocar durante algunos meses.

-Ese es uno de mis objetivos en el corto y mediano plazo. Por ahora tengo que cumplir todavía algunos compromisos y estudiar algunas ofertas para tocar en varias ciudades europeas. Antes de cumplir con éstos, será imposible.

-Bien, esperemos, pero me gustaría oírte, si no en una sala de conciertos por lo menos en la casa del Embajador –le expresó finalmente el Dr. Plaza, cuando estaban

arribando a residencia del diplomático.

Alirio tocó para su maestro y los invitados composiciones de músicos venezolanos, latinoamericanos y europeos. Aclamado por la asistencia se convirtió en un asiduo invitado

del Embajador a diversas actividades en la sede diplomática, donde conoció a muchos artistas italianos y europeos, que con alguna frecuencia los invitaba el Embajador.

El primer gran concierto de Alirio fue en el Aula Magna de la Universidad de Roma, plena de estudiantes, profesores y público en general amantes de la música y en especial de la guitarra. Su éxito en Roma y en las principales ciudades italianas repercutió

en toda Europa y particularmente en América. Un grupo de amigos y amantes de la guitarra, de Turín, que valoraron su calidad artística decidieron promover su participación

en otros países e hicieron todas gestiones requeridas para que se presentara en la Sala Gaveau, de París. El éxito fue total pero seguía dependiendo de quienes le conocían. El encumbramiento de un artista, hasta que no adquiere fama universal, pasa por un lento

proceso de consolidación en escenarios de diversos niveles.

De Francia pasó a Alemania donde tuvo cuatro actuaciones importantes en Berlín

Occidental, incluyendo una en la radio. Luego estuvo en Hannover donde dio dos conciertos y recibió el espaldarazo de un público entusiasta y una crítica musical exigente,

Page 106: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

cuya repercusión llegó hasta Estocolmo, Suecia, desde donde fue llamado para que actuara

en el Teatro Real y diera un recital en la radio.

Confiando en su dedicación y virtuosismo, y respaldado por la gestión que el maestro Andrés Segovia realizaba en los Estados Unidos, para que se presentara en los

principales centros culturales de ese país, destacando su labor como su asistente en Siena y luego su sustituto durante 3 años en el postgrado en la Academia Musical Chigiana, Alirio

viajó al país del norte, invitado para dar varios conciertos en diferentes ciudades. Su primer concierto fue en el Tow Hall de New York, donde quedó consagrado como uno de los grandes guitarristas de su tiempo, según la aquiescencia del público y el juicio de la

crítica, aunque todavía seguía dependiendo un poco de la magnificencia de su maestro Andrés Segovia. De New York viajó a Washintong, luego a Filadelfia y a otras ciudades

de tradición musical.

Su actuación en los Estados Unidos tuvo una favorable repercusión tanto en el público que lo oía y aplaudía, la crítica musical que resaltó sus valores artísticos, como los

empresarios de la difusión y el negocio cultural, quiens lo contrataron para actuar en ese país durante cinco años consecutivos. Un contrato de esa dimensión sólo se le ofrecía y se

le otorgaba a un artista universal, excepto que fuera norteamericano de nacimiento y que hubiera alcanzado los más altos niveles de aceptación por parte del público asistente y de la crítica especializada.

Al finalizar su primera actuación en los Estados Unidos, el Consejero Cultural de la Embajada de la Unión Soviética, con sede en Washintong, lo invitó para que diera una

serie de recitales en varias ciudades soviéticas. Antes que Alirio visitara la Unión Soviética, el único gran concertista de guitarra del mundo occidental que había actuado en sus centros culturales, era el español Andrés Segovia. A Alirio lo invitaron a tocar en los

mismos escenarios donde había actuado su maestro. Percibió una gran sensibilidad entre los soviéticos por la guitarra, no obstante que son otros instrumentos los que tienen mayor

tradición en Rusia y en cualquier otro país miembro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Constató un pueblo eminentemente musical y con una gran preocupación por la música latinoamericana. De los programas que Alirio envió con anterioridad a su viaje,

escogieron aquellos en los cuales predominaba la música de América Latina. Dio dos recitales en Moscú en la Sala Tchaikosky, dos en Leningrado, dos en Riga y dos en Talin,

con un lleno total en todos, que le reafirmaron el lenguaje universal de la música. El público le oyó en medio de un gran silencio, para al final levantarse y aplaudirlo estruendosamente. Fue objeto de grandes homenajes, reconocimientos, regalos, que lo

conmovieron espiritualmente, como en ninguna otra parte donde había actuado y recibido la receptividad del público.

Y si como el mundo cultural estuviera tras su pista, en Moscú recibió una invitación para participar en varios recitales en Londres, donde también fue objeto de un recibimiento excepcional. Le pidieron que repitiera varias de las obras de algunos

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compositores latinoamericanos, que había tocado y recibido varias interrupciones por los

aplausos. Cuando terminó el concierto, a altas horas de la noche, muchos asistentes no tuvieron tiempo para tomar el último tren del metro de la ciudad.

De Londres voló a Tokio y a Hon Kong a enfrentar un público asiático que dio

demostraciones de conocer y disfrutar la guitarra. Satisfecho por la reacción del auditorio, después de un periplo que le había permitido girar por las principales ciudades del mundo

y de que había conquistado un escenario para su guitarra, regresó a Roma, donde estuvo unos meses con su familia, para luego viajar a Venezuela. Consagrado como uno de los artistas de la guitarra universal, decidió recorrer el territorio de su país, empezando por La

Candelaria, su aldea natal. Sus paisanos, sus amigos, sus familiares, sus compañeros de juegos infantiles, le oyeron con mística reverencia, luego con emoción desbordante, para

finalmente expresar, en medio de aplausos y congratulaciones, la inmensa satisfacción de tener entre los suyos un genio de la guitarra, un hijo ilustre de La Candelaria. Los viajes a su villorrio natal se convertirán en un ritual de todos los años. Muchas veces llegará de

Roma al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, hará trasbordo a otro avión que lo lleve al Aeropuerto Internacional de Barquisimeto, donde generalmente lo recibe un amigo en un

vehículo particular y lo conduce directamente a La Candelaria, pasando por Carora a saludar por tiempo breve a algún familiar. Cuando contó que había tocado en el Teatro Nacional de Madrid, como en las grandes salas de concierto de las principales metrópolis

del mundo, su maestra de educación primaria, Adela Virginia Riera se le acercó y le dijo al oído:

-Alirio, tienes una guitarra mágica.

Antes de viajar a New York, Rodrigo hizo un recorrido por las más importantes ciudades de España, en un esfuerzo final por hacer de la profesión de guitarrista de

concierto, una actividad productiva, que le permitiera vivir en aquel país al lado de su familia. Además de tocar en Madrid, lo hizo en Valencia. Tocó en el Teatro Maeztu, donde

recibió una de las manifestaciones de apoyo más exitosas de su recién comenzada carrera artística. La crítica musical destacó sus cualidades de concertista de guitarra y le dio tratamiento como a un hijo de España, que se encumbra para gloria de la hispanidad.

Participó en recitales de guitarra en otras ciudades, con igual éxito. Pero para una segunda gira, con la finalidad de hacer permanente su participación en la vida cultural de la

Península, los contratos se fueron distanciando uno del otro, mientras los hijos crecían y creaban nuevas y perentorias necesidades. Su permanencia en Madrid se hizo insostenible y decidió viajar primero a Venezuela, para estudiar la posibilidad de radicarse en su país.

En Caracas la prensa informó que había regresado otro Embajador de la cultura venezolana en el mundo de la música, que prestigiaba al país en todas las naciones donde

se hacía oír su guitarra. Dio varios conciertos en Caracas y en otras ciudades del interior. Estuvo desde luego en Carora. Fue declarado Hijo Ilustre de la ciudad por decisión de la Municipalidad. Tocó en el Teatro Salamanca, donde una vez, siendo un niño no pudo

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entrar para oír al famoso guitarrista Mangoré, no tenía dinero para pagar el valor de la

entrada. El auditorio de su pueblo también lo aplaudió y lo rodeó de afecto y solidaridad humana, que se prolongaría hasta el fin de su vida. Fue a Barrio Nuevo y visitó la casa

donde había nacido y tocó para sus familiares y compañeros de infancia. Un viejo amigo, pasado de tragos, a quien largos años, los mismos que tenía Rodrigo fuera del Barrio, dedicados a la bohemia y alcohol le habían desgarrado la vida interior, se le acercó, cuando

terminaba de tocar una composición para guitarra de Juan Sebastián Bach, y le expresó:

-¡Rodrigo, te echaste a perder! ¡Ahora tocas más maluco! ¡Toca ahora una vainita

buena!

Todos rieron la ocurrencia del viejo cantor de la barriada, convertido ya en una ruina humana. Rodrigo tocó “El Diablo Suelto” y continuó hasta la hora de la serenata.

Antes del amanecer volvió a tocar y cantar en las ventanas de Barrio Nuevo. Al día siguiente viajó hasta Barquisimeto, para tocar en el Teatro Juares. Aquí también recibió el

aplauso del público y la exaltación de la crítica. Al finalizar el concierto fue con sus amigos a tocar al “Farol de los Gauchos”, bar restaurant de comida y cantantes populares. Entre sus amigos estuvo Amorfiel Martínez, rico comerciante de la ciudad y compañero de

farras de su época de estrella popular en la radio barquisimetana. Al despedirse, Martínez le dijo:

-Te visitaré en Madrid, para que continuemos celebrando tu consagración como guitarrista universal y tu indeclinable vocación para hacer amigos y ganarte el afecto de tu pueblo.

Rodrigo viajó a Caracas a realizar todas las gestiones a su alcance para encontrar un trabajo estable, que le permitiera traerse su familia y subsistir mediante el ejercicio de

su profesión de concertista de guitarra, pero todo resultó inútil. Las posibilidades eran mínimas. Las ofertas se reducían a uno que otro concierto, lo cual hacía imposible ejercer en Venezuela.

Sin otra alternativa regresó a Madrid dispuesto a realizar un nuevo intento para permanecer en España, pero sus aspiraciones se estrellaron contra una dura realidad que

tenía que enfrentar como artista. Los posibles ingresos por un determinado número de conciertos que le ofrecían los empresarios de la cultura musical, resultaban insuficientes para estabilizar su vida familiar. Se dedica a dar clases de guitarra, pero los ingresos siguen

siendo deficitarios con relación a las necesidades familiares. La salida se le plantea inminente. Relee una carta que le había enviado Cony Méndez, venezolana residenciada en

New York, amiga que hizo de la promoción cultural la actividad fundamental de su vida. Le había escrito varias cartas para informarle que había conseguido que diera un concierto en el Jackson Hall, una sala pequeña de New York, pero de cierta importancia cultural, lo

cual podría ser el primer paso para conquistar el mundo musical, especialmente guitarrístico, de los Estados Unidos. Y aunque Rodrigo tenía entre sus planes futuros,

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desde la época de estudiante del Real Conservatorio, viajar a Norteamérica, no había podido atender la invitación, no sólo por tener que ocuparse de sus estudios y

compromisos en España, sino también por razones económicas, las cuales hizo conocer a su amiga.

-Estoy tanto o más interesado que tú por viajar a los Estados Unidos. Conozco la importancia que ese país le asigna a las bellas artes y en especial a la música. Estoy convencido de lo que significa la adhesión y el aplauso de un mundo civilizado, Excúsame

que te haya quedado mal por tantos anuncios de viaje frustrados. Pero me iré muy pronto.

Cony Méndez le envió dos veces el valor del pasaje Madrid-New York, pero

apremiado por la crisis económica que generalmente atravesaba, gastó el dinero en algunas urgencias del momento. A ese recurso no podía acudir nuevamente. Sin embargo, Cony Méndez insistió en reiteradas cartas acerca de lo conveniente para su futuro artístico, su

presencia en los Estados Unidos.

Rodrigo vivió momentos muy conflictivos. Cuando tomó la decisión de viajar a los

Estados Unidos no tenía el dinero necesario para comprar el pasaje, hasta que una noche a la salida de una sala de conciertos, se encontró con su amigo venezolano, Amorfiel Martínez, a quien conocía desde su juventud serenatera y bohemia de Barquisimeto. La

presencia de Martínez lo sorprendió, porque no le había anunciado su viaje a Madrid. Guiado por un aviso en la prensa madrileña en el que se anunciaba que Rodrigo daría un

concierto de guitarra en el Teatro Nacional de Madrid, fue a oírlo a y saludarlo.

-¿Recuerdas que yo te dije en Barquisimeto que seguiríamos la parranda en Madrid? –

-Claro que lo recuerdo, pero creí que era parte de tu buen humor.

-Pues, aquí me tienes. Oí todo tu concierto y creo que estás consagrado en España y

en el mundo.

-Me falta tocar en los Estados Unidos y constatar la reacción del público y de la crítica musical de ese país, para concluir que he llegado a la consagración mundial de

concertista de guitarra.

-¿Y cuándo piensas ir a Estados Unidos?.

-He pospuesto el viaje varias veces por razones económicas, no obstante tener invitación para participar en un primer concierto.

Le informó a su amigo Amorfiel Martínez acerca de la existencia de su amiga Cony

Méndez y de las gestiones que hacía para que se presentara en New York, y hasta de su colaboración para que viajara y de cómo había tenido que gastar el dinero que le había

enviado para el pasaje.

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-No te preocupes, que colaboraré con tu viaje a los Estados Unidos. Con eso podré sentirme orgulloso de haber contribuido a tu éxito en el universo.

Esa noche rememoraron sus momentos felices de la época juvenil en Barquisimeto.

Rodrigo le refirió la difícil situación que confrontaba como concertista de guitarra en una ciudad, por demás importante desde el punto de vista cultural, como Madrid.

-Gano más que cuando tocaba en Radio Barquisimeto, pero no lo suficiente para atender con holgura a mi familia. Como decía el maestro Raúl Borges, la música y la cultura en general no tienen el respaldo que reciben otras actividades humanas. A veces

pienso que Andrés Segovia tampoco podría vivir en su patria, dependiendo exclusivamente de su guitarra.

-Aquí tienes el dinero para que viajes a los Estados –le dijo cuando se despedían y le extendió una cantidad superior al valor del pasaje. –Espero que me pagues cuando llegues a la cúspide de la gloria, con una serenata en Barquisimeto. Aunque sea una

irreverencia, me gustan tanto como un concierto.

Rodrigo viajó inmediatamente a New York donde ya tenía lugar y fecha fijados

para tocar su primer concierto. En la búsqueda, no ya de un rumbo definitivo sino de un público masivo capaz de comprender lo que hasta ahora había estado reducido a pequeños grupos afectos a la música y a la cultura. En la calle Malasaña de Madrid quedó toda la

familia esperando el triunfo de Rodrigo en los Estados Unidos y la transferencia de unos cuantos dólares para sobrevivir decentemente hasta que se pudiera trasladar a

Norteamérica.

A New York llegó con 5 dólares, sin saber inglés y con la dirección, anotada en un pequeño papel, del guitarrista mexicano Francisco López quien había estado en la

Academia Chigiana de Siena estudiando un postgrado con el maestro Andrés Segovia, y con quien había establecido excelentes relaciones amistosas y profesionales. Al finalizar

los estudios y días antes de viajar a los Estados Unidos buscó a Rodrigo y le dijo:

-Aquí tienes mi dirección en New York, llega a mi casa cuando decidas ir al país de las grandes oportunidades para todos los profesionales con condiciones para el éxito.

Rodrigo le agradeció el gesto y guardó el papelito con la dirección, tanto o más tiempo que el que tuvo conservando en el bolsillo de su paltó la tarjeta de Antonio Lauro

para el maestro Raúl Borges.

Cuando tomó taxi en el Aeropuerto de New York le entregó el papelito con la dirección al taxista y éste lo condujo hasta el frente al edificio donde vivía su colega y

compadre Gustavo López, quien lo recibió fraternalmente.

-Esta es su casa, compadre. Un tequila no nos cae mal. Además hoy no vamos a

ensayar. Yo no tengo concierto que dar esta semana. Y usted, compadre, lo puede improvisar si se presenta la posibilidad de dar uno en los próximos días. Aquí también es

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difícil empezar, aunque uno haya realizado estudios superiores. Pero quédese tranquilo, New York es una ciudad-nación. Miles hacen o ven deporte, miles oyen música, miles van

al teatro. Aquí hay para todos. Lo que necesitamos es que nos den un escenario para que nos conozcan.

Rodrigo oía con atención y pensaba en Carora donde nadie paga por la música. Los sonidos y los ritmos musicales pertenecen a toda la ciudad. En cada casa hay un instrumento musical y un músico. Hombres, mujeres y niños se oyen entre sí y a sí mismo.

Por lo que dice mi compadre, New York no es así. Menos mal porque de no ser como él afirma, tendría que lanzar la guitarra al aire.

-Compadre, le agradezco su hospitalidad. Pienso como usted, en esta ciudad se puede triunfar y ganar lo suficiente para hacer del guitarrista una verdadera profesión, de una de las bellas artes y de uno de los instrumentos menos conocidos en el mundo, como

apto para el concierto.

-Si usted tiene oportunidad de subir a un escenario, compadre, frente al cual esté un

público calificado y si hay críticos de música, mejor, usted triunfará en esta ciudad y en todas las ciudades importantes de los Estados Unidos.

Estimulado por su compadre y seguro de sí mismo sonrió complacido, agradado

por lo que consideraba un exceso de fraternidad humana.

-Muchas gracias, compadre, por lo que piensa de mí. Vamos a empezar mañana

visitando a Cony Méndez, una amiga venezolana, altruista como usted, que ha gestionado con los administradores del Jackson Hall para que dé allí mi primer concierto.

-Éxito seguro, compadre. Deme la dirección que yo lo acompaño mañana hasta la

casa de esa señora, a quien me gustaría conocer por su afición a la música y por el gesto para con usted.

La conversación fue pasando de un tema a otro por el interés que tenía Rodrigo de conocer la ciudad de New York y las características culturales de su población y de los Estados Unidos en general. La noche también avanzaba. López se levantó de la silla del

comedor y le dijo:

-Compadre, vamos a dormir, descanse un poco –lo condujo a una pequeña

habitación y comenzó a disfrutar de un increíble silencio en la ciudad capital del mundo.

Al día siguiente Gustavo López le mostró una pequeña parte de la ciudad y lo llevó a la casa de Cony Méndez.

-¡Por fin en New York! –le expresó su amiga y se abrazaron fraternalmente.

-Este es mi compadre y amigo, también guitarrista, Gustavo López.

-Mucho gusto. Por favor siéntense.

Page 112: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Recibí tus cartas y tus mensajes, pero se me hacía muy difícil viajar teniendo una ya numerosa familia en España. Nunca olvidaré tu gran generosidad –le expresó Rodrigo altamente agradecido.

-Olvídalo todo. Lo importante es que ya estás en New York y comienzas a dar tus primeros pasos para conquistar el corazón artístico de esta gran ciudad. Espero que le

llegues más al corazón que a la conciencia de su población y de toda la norteamericana. El próximo sábado tocas en el Jackson Hall.

Rodrigo le volvió a dar las gracias y departieron un largo rato en su residencia.

Cony Méndez sirvió café venezolano que le llevaban sus amigos que viajaban con frecuencia a New York. Se despidieron porque López quería mostrarle otra parte de la

ciudad a Rodrigo y con la excusa de que iría a ensayar las composiciones musicales que tocaría en el concierto. Después de un buen recorrido por las principales avenidas, regresaron al apartamento. Ambos ensayaron por varias horas y recordaron su época de la

Academia Chigiana de Siena.

El sábado se presentó Rodrigo en el Jackson Hall. Tocó composiciones de músicos

españoles y latinoamericanos. El éxito fue total. A la salida del concierto se le acercaron varias personas para que les firmara un autógrafo. Al regresar al apartamento, Rodrigo tenía en su poder 150 dólares. Le envió 100 dólares a su familia a Madrid, colaboró con el

mercado de la semana de su compadre y al otro día le planteó:

-Necesito tocar un nuevo concierto, pero como no sé inglés no puedo ir a ninguna

parte a investigar qué posibilidades existen. En una ciudad tan grande como ésta, le agradezco, compadre, me haga alguna gestión.

-Compadre, esto no es fácil en lo inmediato para alguien todavía desconocido. Aquí

hay oportunidad para todo, pero hay que esperar, tener paciencia y ser muy insistente. Yo comprendo su situación familiar y la barrera del idioma. Como su traductor lo voy a

gestionar, por mi experiencia sé que no será posible en pocos días.

Gustavo López estaba dedicado a la docencia y tenía numerosos niños y jóvenes norteamericanos como alumnos, lo cual le permitía subsistir decentemente. Rodrigo no

tenía programado ser profesor de guitarra cuando todavía ni siquiera hablaba inglés. Cony Méndez también se movilizó entre sus amistades para conseguirle otro concierto, pero la

mejor temporada musical estaba pasando. Los días sin producir algunos dólares también pasaban y aumentaba su preocupación por no tener algo sustancial que enviarle a su familia. Entre el apartamento de López y la casa de Cony Méndez transcurrían los días. Al

mes no había más alternativa que dar clases de guitarra a alguno de los numerosos alumnos de su compadre. Se presentó un nuevo aspirante a estudiar guitarra y López se lo asignó,

con la excusa de los muchos alumnos que debía atender y la confianza en la calidad profesional del nuevo docente.

Page 113: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Rodrigo debutó como profesor de guitarra en New York a través del idioma que hablaba su guitarra y cobrando 3 dólares por hora-clase. Descubrió en la práctica que la música es un idioma universal, a través del cual se pueden comunicar los seres humanos de

los más distintos países y de diferentes lenguas. El tocaba una nota musical, un sonido determinado, un ritmo y el alumno debía repetirlo en su guitarra. Cuando el alumno se

equivocaba le quitaba la guitarra, repetía la lección y le regresaba el instrumento. El proceso se repetía hasta que el alumno aprendía a tocar correctamente. Su número de alumnos aumentó muy rápidamente, muchos manifestaban sus deseos de estudiar con el

profesor chueco y “mudo”, porque aprendían en pocas horas. A los 6 meses tenía resuelto el problema económico, suficiente para cubrir sus gastos personales y enviarle una parte de

sus ingresos a su familia, pero insuficientes para trasladar toda su numerosa prole de Madrid a New York. Continuó trabajando para tratar de hacer algunos ahorros y mandar a buscar su familia, pero el presupuesto a la hora de los cálculos, seguía siendo deficitario.

Un buen día tomó la de decisión de mudarse al otro extremo de la ciudad y se lo comunicó a su anfitrión.

-¿Por qué compadre? –le planteó Gustavo López.

-Porque quiero aprender inglés y mientras permanezca en su casa, que es como la mía, colmado de atenciones por ustedes, no lo aprenderé, porque con los alumnos me

comunico a través de los sonidos de la guitarra y con usted y la comadre a través del castellano y del italiano.

Gustavo López comprendió las razones de Rodrigo y le reiteró el respaldo que le venía dando.

-Entiendo, compadre. Espero que continuemos en contacto y vuelva cuando lo

considere conveniente.

Rodrigo se residenció al oeste de la ciudad de New York, en la calle Broodway.

Publica un aviso en el New York Time, en el que ofrece sus servicios como profesor de guitarra clásica y establece los contactos requeridos para dar un concierto en el Tow Hall. Inicia los preparativos para conformar un programa de música latinoamericana y europea

para su debut en tan importante sala de conciertos. Toma un curso de inglés por correspondencia, compra un televisor y una radio para ver y oír diversos programas en

inglés. Entre los alumnos que le mandó su compadre Gustavo López y los que atendieron el llamado del aviso en la prensa newyorkina, logró constituir un curso numeroso y estable.

Lo primero que aprendió en el curso de inglés fue la terminología referida a la música y en especial a la guitarra, su más urgente necesidad de comunicación tanto con sus

alumnos como con el ejercicio de su profesión de guitarrista. Para desvincularse por algún tiempo del idioma español clausuró el canal 47 de la TV que transmitía en aquel idioma.

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Paralelo a la docencia realiza una intensa actividad para publicitar su próxima

presentación en New York. En abril de 1968 se convirtió en el segundo venezolano concertista de guitarra que tocaría en el Tow Hall, con el mayor de los éxitos esperados. La crítica especializada destacó sus valores artísticos y desde ese momento se abrieron las

posibilidades de tocar en los más importantes centros culturales de los Estados Unidos.

El “New York Time” reseñó:

“Un extraordinario concertista de la guitarra clásica debutó anoche en el Tow Hall de esta ciudad. El dominio de la técnica de tan difícil instrumento y la originalidad en la creación del artista del venezolano, hicieron que el público lo interrumpiera varias veces

con calurosos aplausos. Por la reacción del público culto de New York que asistió al concierto, podemos decir que estamos frente a un guitarrista capaz de obtener los mayores

triunfos posibles en nuestra ciudad y en nuestro país”.

Rodrigo vivió uno de los mejores momentos de su carrera artística. Se sintió aplaudido y aclamado en la capital del mundo. Justificó la existencia de Chío Zubillaga y

Ché Herrera en su vida. Le hubiera gustado tenerlos al frente y dedicarles el concierto. Los vio muy cerca y conversó con ellos. Don Chío, yo siempre tuve confianza en mí, me

sentía guiado por sus consejos y los de don Ché Herrera, por su fuerza espiritual, por su impulso vital frente a la adversidad. Detrás de Chío Zubillaga vio y leyó un letrero escrito en la pared de su “Cuarto-biblioteca”, que decía:

El hombre superior se desarrolla elevándose,

el hombre inferior se desarrolla hundiéndose.

Confucio

A Ché Herrera lo vio entrar al “Cuarto-biblioteca” de Chío Zubillaga con una

página de El Diario en sus manos, para preguntarle si sería cierto que habían encontrado los restos de Simón Rodríguez, el maestro del Libertador Simón Bolívar.

-No, mí querido poeta. Si fueran los restos de cualquier ignorante y bárbaro,

investido de poder por la violencia, hubieran aparecido. No publique esa noticia, porque es falsa.

Rodrigo vio detrás de Ché Herrera otro letrero escrito en la pared, que decía:

Modelar una estatua y darle vida

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es hermoso, modelar una inteligencia

y brindarle la verdad es más hermoso aún.

Víctor Hugo

La imagen de estos dos hombres interviniendo la rutina social de una pequeña ciudad, con la palabra en un periódico, en una carta, en una pared o vociferada con energía para que el viento no la desvíe de los oídos de la juventud, se hacía presente con alguna

frecuencia en su vida. Los aplausos lo volvían a la realidad circundante.

Rodrigo contrató un mánager que cobraba el 30% de los ingresos de cada recital y

comenzó a recorrer el país. En los primeros meses de su recorrido por las principales de concierto en los Estados Unidos, Carol Warel, bella discípula y amiga suya, le sirvió con tal. Los unía la música, la amistad, el deseo de triunfar y su admiración por el maestro.

Juntos recorrieron gran parte de la geografía norteamericana. Rodrigo perfeccionaba el inglés hablando con Carol de las virtudes espirituales de la música y de otras bellas artes,

que convertían la vida en la tierra muy cerca del paraíso. Carol perfeccionaba sus conocimientos de música oyendo a Rodrigo ensayar y tocar en diferentes salas de concierto de las principales ciudades que visitaban. El arte y una concepción única de la

vida los identificaba y les abría el camino hacia el éxito, pero expresas disposiciones de la Ley del Trabajo, que en ese país se cumple en un altísimo porcentaje, cortó la relación

contractual, aunque permanecería por mucho tiempo la identidad artística y espiritual, y para toda la vida el recuerdo de una amistad imperecedera. Carol era estudiante de música y amiga de Rodrigo, no un mánager calificado, con permiso para realizar ese trabajo

profesional. En cumplimiento de lo dispuesto en la Ley del Trabajo, nombró un mánager, cuando regresó a New York y las autoridades laborales le hicieron la observación. Carol le

había acompañado las dos veces que tocó en el Tow Hall, en el Central Park, donde tocó para el Robert Joffry Ballet y a diferentes colegios de New York. Luego a Washintong donde dio un recital en el Hall de las Américas. El recorrido comprendió posteriormente a

Boston, Chicago, Pensilvania y otras ciudades importantes de los Estados Unidos, con reconocido éxito para Rodrigo como concertista y para Carol como estudiante de guitarra.

Al regresar a New York de su gira triunfante por los Estados Unidos se encontró en esta ciudad con Alirio, quien realizaba uno de sus periódicos viajes como concertista a ese país. Ya habían alcanzado un renombre universal. Triunfar en Europa y en los Estados

Unidos en cierto modo los consagraba entre los primeros concertistas del mundo occidental, y no quedaba duda que eran los más grandes de Venezuela, que recorrían las

principales salas de concierto de las principales ciudades del globo. Las dificultades que posiblemente todo profesional de las bellas artes ha experimentado, las tuvieron al

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comienzo de la carrera, para poder encontrar un contrato que les permitiera subir a un escenario y ser oídos por un público calificado. Juntos visitaron la Sociedad de Guitarra Clásica de New York, donde fueron invitados a tocar juntos. Lo hicieron con el

virtuosismo que ya habían adquirido y fueron objeto de toda clase de homenajes y reconocimientos.

Al día siguiente Rodrigo participó en un espectáculo excepcional de guitarra. La Sociedad de Guitarra Clásica invitó a varios estudiantes y profesionales de la guitarra, para que tocaran lo que estudiaban o sabían y luego lo oyeran a él improvisar todo lo que

habían tocado. Tocaron composiciones de Mozart, Haëndel y Bach.

Rodrigo subió al estrado y sin leer partitura alguna, provocó la conmoción del

público al tocar todo lo que había oído. Para los especialistas, incluso para el propio Alirio que lo estaba escuchando, resultaba insólito que alguien pudiera hacer magia con la guitarra.

-Eres un genio de la guitarra –le expresó Alirio, quien ya había alcanzado la plenitud de su carrera, como gesto y reconocimiento sincero, fraterno para su paisano y

colega profesional.

-Esta “especialidad” la aprendí oyendo música en el cine Salamanca de Carora, cuando todavía vivía don Ché Herrera. Yo salía del cine y me iba a su casa a tocar y

enseñársela a Manuel Herrera, en la guitarra de su hermana Josefina.

Carora, Barrio Nuevo y La Candelaria proyectados por sus hijos más ilustres,

juntos en New York. Chío Zubillaga y Ché Herrera nuevamente presentes en la memoria de dos de sus más grandes discípulos. Cuando Alirio vio y oyó tocar a Rodrigo, improvisando todo lo que habían tocado varios estudiantes y profesores de la guitarra,

sobre composiciones tan complejas, le pareció que acababa de conocerlo, que Rodrigo había nacido y estudiado en New York, que había disfrutado los privilegios del niño genial

descubierto por su maestro en el pre-escolar y que lo habían modelado en las mejores escuelas de música para niños excepcionales.

Los aplausos continuaban y Rodrigo pensó que eran también para Chío Zubillaga y

Ché Herrera. Le hubiera gustado ver al lado de éstos, a Juancho Querales. Pensó que algún día, un empresario caroreño construiría un teatro como el Tow Hall y en él tocaría junto

con Alirio.

La Sociedad de Guitarra Clásica de New York le abrió las puertas a los dos caroreños, pero especialmente a Rodrigo, quien estaba residenciado en esa ciudad. A

través de esta institución sin fines de lucro logró todos los permisos legales para permanecer en los Estados Unidos, hasta que consigue que lo admitan como residente.

Cuando adquiere conciencia que ha alcanzado los más altos niveles de la profesión de guitarrista de concierto, cuando ha incursionado en el campo de la composición para

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guitarra, y ya algunos de sus alumnos comienzan a destacarse como concertistas, empieza a pensar, no en llevarse la familia para New York, sino en regresar y residenciarse con ella

en Venezuela. En New York estrenó el “Preludio Criollo”, una de sus primeras y exitosas composiciones para guitarra, inspirada en Vale Cayayo, el personaje popular de Barrio

Nuevo, cuyo cuatro, tocaba con gran maestría, alegró su infancia, despertó su curiosidad por la música, por los ritmos que salían armoniosamente del pequeño instrumento musical, que acompañó hasta la muerte a tan singular personaje. En New York compuso

“Monotonía” y el Preludio “El Orix”, que formarán parte con centenares de composiciones suyas posteriores, del Repertorio Internacional de la Guitarra Clásica. En esta ciudad

consolida su vocación vital de compositor, intérprete, docente y estudioso de la guitarra. Cuando comienza a producir intelectualmente, cuando percibe que su profesión se proyecta con algún beneficio pedagógico para la sociedad y la cultura del ser humano,

revive en su mente el arraigo a la tierra de su nacimiento, infancia y juventud. Ahora puede regresar no a pedir una beca o una ayuda para continuar sus estudios. Se siente en

capacidad de darle a Venezuela, a los venezolanos con vocación musical, todo un cúmulo de conocimientos adquiridos en las mejores escuelas de música para guitarra en el mundo, enfrentando todas las dificultades que significó imponer en las élites de la cultura

mundial, el valor clásico de ese instrumento. Su vida estaba ligada al triunfo de la guitarra, pero también al alma de su país.

Todo lo que hará desde este momento estará relacionado, condicionado con su regreso a Venezuela, a Carora, a Barrio Nuevo. Soñaba con fundar una cátedra de guitarra e incluso una escuela de música, desde la cual impartir sus conocimientos a todos los

venezolanos que tocaran su puerta, porque había comprobado que todo el que revela interés por la música, puede aprenderla.

En New York, pensaba, he aprendido a convivir con la gente, como en la capital del mundo. Conocí el verdadero hombre americano, distinto al explorador y explotador de los campos petroleros que conocí, cuando era guitarrista oficial de Radio Ondas del Lago y

algunos maracuchos me invitaban a dar serenatas en Cabimas y Lagunilla. Conocí al hombre que hace cola tres meses y hasta duerme en una acera para poder comprar una

entrada para el teatro, donde se escenifica una ópera como “La Bohemia”. Una ciudad llena de museos, librerías y una población de múltiples nacionalidades con las que uno tropieza en las calles. Una ciudad que alberga, por un lado, las más grandes

manifestaciones del humanismo posible, y por otro, una pérdida infinita de afecto. Viví ocho años en un apartamento y el señor que vivía al lado jamás me saludó. Yo tampoco.

Cuando sentí que yo corría el riesgo de deshumanizarme, apresuré el regreso definitivo. “La Vuelta a la Patria”como un llamado a la conciencia y el amor a la tierra que nos vio nacer, después de dejarla por muchos años, tal como lo sintió y escribió Pérez Bonalde,

más la necesidad de encontrarme con mi familia, abandonada en el viejo continente, me intimaron a cumplir con una responsabilidad de compartir definitivamente con Julia y mis

hijos mi vida de artista, marido y padre. También cumplía con mis maestros Chío

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Zubillaga y Ché Herrera tratando de ayudar a centenares de jóvenes, que por falta de una

escuela de música se perdían y aún se pierden en la improvisación y la bohemia. Todo esto junto, mi país, mi familia y la juventud venezolana requerida de un magisterio de la guitarra fueron factores terminantes para mi regreso, cuando muchos años fuera de

nuestras fronteras en una nación altamente desarrollada desde todo punto de vista científico y tecnológico, y en particular guitarrístico te crean un nuevo arraigo humano.

Me despedí de una gran ciudad y de su gente, con la entereza de un venezolano que aprendió a amar a su tierra en el dolor de la infancia, en la aventura de la juventud y en el más alto nivel de su espíritu de superación. Me desprendí de todo sin olvidar su

hospitalidad cultural, sobre todo a Carol Warel y mis alumnos que llenaron de ternura mi esencia de maestro e hicieron posible mis sueños de un romántico caroreño que intentó

conquistar el mundo del arte de la guitarra.

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DIFUSIÓN DE LA MÚSICA VENEZOLANA

Alirio y Rodrigo agregaron al contexto socio cultural en el que vivieron la infancia y la

juventud, la intuición musical, los estudios superiores que realizaron en Venezuela, España e Italia y el contacto con los grandes maestros y artistas del mundo, para comprender el

valor de la música venezolana. Lo que antes estaba sembrado en el corazón de dos niños, de dos jóvenes caroreños, se desarrolló y consolidó en la conciencia de dos grandes guitarristas universales. Lo primero que hicieron fue seleccionar un amplio repertorio para

difundir en diferentes partes del globo, las más importantes melodías compuestas y tocadas por músicos venezolanos.

El diálogo entre ambos se hizo más consistente, para explicarse el mundo que les había tocado vivir.

-El proceso que ambos vivimos o experimentamos para establecer la relación entre

los valores de la música venezolana y lo que estudiamos, fue más o menos rápido, porque al llegar a Europa nos encontramos con un ambiente favorable, para la difusión de la

música latinoamericana –le comentó Alirio en uno de sus encuentros en Carora.

-De acuerdo –respondió Rodrigo. –Después de la Segunda Guerra Mundial, los europeos, tal vez como una manera de repudiar la violencia, abrieron los oídos, el corazón

y la conciencia a las bellas artes. Se restauraron los museos, las iglesias, todos los edificios históricos y artísticos que habían sido destruidos parcial o totalmente por los bombardeos.

Se crearon los ministerios de la cultura y en general se hizo más venerable el pasado espiritual de la humanidad.

-La visita de artistas y conjuntos musicales latinoamericanos, especialmente

folklóricos y populares se hizo frecuente y tuvo una extraordinaria acogida entre un público deseoso de abrazar la belleza –expresó Alirio.

Hacían alusión a un momento inmediatamente anterior a la llegada de ellos a Europa y en algunos casos, a hechos artísticos que ellos pudieron ver y disfrutar en el viejo continente.

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-El Ballet Argentino y el Ballet Mexicano que expresaban en lo esencial los ritmos característicos de la danza fundamental de esos países, crearon en el mundo artístico europeo una gran preocupación por el arte latinoamericano –afirmó Rodrigo, quien había

acompañado con su guitarra al Ballet Argentino. –Y en cuanto a la guitarra, el gran virtuoso Mangoré estuvo de gira durante dos oportunidades por toda Europa, dejando una

excepcional impresión en el público más exigente del momento y en los especialistas de la crítica musical.

El éxito de Alirio y de Rodrigo se debió también a que cuando comenzaron a tocar

música venezolana, técnicamente bien compuesta para guitarra, por lo inesperado para muchos, produjeron un impacto impresionante. La originalidad de la música compuesta

por maestros como Antonio Lauro y Evencio Castellanos conmovió al público europeo. A estos se agregaron las primeras transcripciones, arreglos, que hizo Alirio de la música de Vicente Emilio Sojo.

Otro encuentro y otro diálogo entre Rodrigo y Alirio se produjeron en París, cuando coincidieron en esa ciudad después de una gira por varias capitales europeas,

dando recitales en las principales salas de concierto.

-Tenemos una oferta para grabar un disco de música venezolana –le comunicó Alirio. Hay una empresa francesa interesada en difundir música venezolana.

-Magnífico –le respondió Rodrigo. Vamos a grabar algunas armonizaciones tuyas y algunas composiciones mías.

-Yo tengo preparadas, ensayadas, algunas armonizaciones de compositores venezolanos le informó Alirio.

-Y yo tengo varias composiciones inspiradas en personajes populares caroreños,

algunos de los cuales tú conoces.

Después de grabar arreglos y composiciones de cada uno, ante la sorpresa de

empresarios y especialistas en crítica musical, grabaron también composiciones de los maestros venezolanos Antonio Lauro, Raúl Borges, Evencio Castellanos y Vicente Emilio Sojo.

Rodrigo ya se sentía inclinado por la composición musical para guitarra, si no como su actividad fundamental y la más trascendente en su vida y en la historia de la

música venezolana en su especialidad, sí como uno de sus quehaceres artísticos de mayor proyección universal.

Alirio se dedicará por algún tiempo a la investigación de la música y de algunos

músicos venezolanos. Desde muy joven manifestó sus inclinaciones por la investigación, que comenzó con una crónica acerca del origen, fundación y evolución de su aldea natal,

La Candelaria. Toda esa inquietud había quedado relegada a un segundo lugar, para dedicarse al estudio de la guitarra. Consagrado como guitarrista universal, estimulado por

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el conocimiento y el dominio que había adquirido de arte musical, aprovechando sus

periódicos viajes a Venezuela, se internó en archivos y bibliotecas tras el pasado creador de algunos músicos venezolanos general e injustamente olvidados.

Después de oír y tocar infinidad de veces el vals venezolano titulado “El Diablo Suelto”, hizo un arreglo para guitarra, lo cual le permitió divulgarlo por todo el mundo, con la inmensa satisfacción de percibir la receptividad de críticos y aficionados en todas

las salas de concierto donde lo pudo ejecutar. La autoría de “El Diablo Suelto” se le atribuía a varios músicos venezolanos e incluso se llegó a afirmar que era originario de

Curazao, una isla del Mar Caribe cercana a Venezuela.

-Fue oyendo –expresa Alirio- una grabación de la pieza, interpretada al piano con un arte magistral por Evencio Castellanos, como concebimos la idea y el interés en hacer

una búsqueda histórica en cuanto a su origen, y sobre todo acerca de su verdadero autor y del resto de su obra artística. La investigación fue estimulada al escucharle nuevamente al

Maestro Castellanos otra bella composición del autor zuliano –se refiere a Heraclio Fernández- el valse “Ecos del Corazón”, lo que nos llevó a observar de inmediato no sólo la singular personalidad de un compositor, a quien se le recordaba apenas como un

probable autor del primero de esos valses, sino que nos llamó la atención el marcado contraste que hay entre ellos, tanto por características de expresión, como por una propia

inspiración nacional.

La investigación lo condujo a determinar con absoluta precisión que el autor del Vals es Heraclio Fernández y que fue publicado en un periódico semanario del mismo

nombre: El Diablo Suelto, el 19 de marzo de 1878, un vals para piano, como homenaje a las lectoras y dedicado a los redactores del semanario.

Requerido por Rodrigo, acerca de las características de expresión del mencionado vals, Alirio afirma:

-Aunque no son desdeñables algunos arreglos hechos posteriormente por diversos

conjuntos populares –estudiantinas, bandas militares, orquestas de baile, y añado también mi propio arreglo para guitarra sola- sin embargo, hay algunos detalles en la versión

primitiva de “El Diablo Suelto” que consideramos artísticamente válidos y muy originales. Por ejemplo, mientras en las inscripciones populares las dos primeras partes van precedidas de una anacruza de cinco corcheas, en su versión el autor siempre la omite.

Rodrigo abandona New York, no sin algunas desgarraduras espirituales. Tenía un numeroso grupo de alumnos y ex-alumnos que lo consideraban su gran maestro y lo

trataban con especial deferencia. Y si a eso agregamos el reconocimiento que la élite cultural de la ciudad le dispensaba, la despedida era definitiva porque lo llamaba su conciencia nacional para servir a sus compatriotas, pero no podía ser sencilla e indiferente.

Sus amigos, sus alumnos y ex –alumnos decidieron brindarle un concierto de despedida, para demostrarle lo mucho que habían aprendido de su magisterio y de su ejemplo como

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guitarrista. Todos tocaron lo mejor de lo que habían aprendido en su cátedra de guitarra. Carol tocó “El Preludio Criollo”, que por estar inspirado en un personaje popular de Barrio Nuevo, fue lo que más lo conmovió. La abrazó y se despidió, dispuesto a trasladar su

cátedra a Carora o Barquisimeto. Fue en esta última ciudad donde se residenció y asumió la cátedra de guitarra en la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” (UCLA),

sin contrato previo, con la firme voluntad de triunfar en lo que podría ser su última aventura, después de haber consolidado una altísima jerarquía en el mundo de la guitarra. Tal vez porque nunca se desarraigó de su tierra, de las costumbres, de la forma de vida y

de la relación con su propia gente, Rodrigo relegó a un segundo plano su profesión de concertista universal de la guitarra, para dedicarse a la docencia y a la composición,

profesiones que podía ejercer en una ciudad como Barquisimeto. Para seguir siendo en lo fundamental concertista de guitarra, tendría que seguir viviendo en los Estados Unidos o residenciarse en Europa. Así que el cambio de residencia estuvo condicionado al cambio

de actividad, aunque Rodrigo nunca dejó de ser músico.

Cuando llegó a Caracas visitó la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”,

con la finalidad de saludar a sus antiguos profesores y conocer la situación general en que se encontraba la primera gran escuela que había tenido en su vida. El Director, todavía Vicente Emilio Sojo, lo recibió con especial deferencia y le manifestó:

-Nos gustaría que se incorporara al cuerpo docente de la Escuela, como profesor de guitarra. Ya algunos de nosotros tenemos que ir pensando en el retiro. Usted puede ser uno

de nuestros sucesores-

-Muchas gracias, maestro. A mi regreso de Carora le doy mi respuesta. Voy a visitar a mi familia y quiero descansar algunos días.

Rodrigo no quiso rechazar la oferta, por el aprecio que le tenía al maestro Sojo y por la valoración que hacía de su escuela, pero estaba decidido a explorar la posibilidad de

quedarse en Barquisimeto, descartada Carora, su ciudad natal, por las restricciones musicales existentes para el momento. Al llegar a Barquisimeto estableció contacto con el Profesor Daniel Andueza, Director de Cultura de la Universidad Centrooccidental

“Lisandro Alvarado”, quien al conocer su propósito de residenciarse en Barquisimeto, le manifestó:

-Creo que sería extraordinario para la Universidad y para la ciudad, que ingreses como profesor de la misma. Tendrías que fundar una cátedra de guitarra, que no existe.

-Tengo elaborado un programa completo para fundar una escuela de guitarra,

aunque podemos empezar por una cátedra.

-De acuerdo, Rodrigo, pero antes de plantearle a las autoridades la conveniencia y

la importancia que tiene para la Universidad la creación de una cátedra de guitarra, creo que debes dar un concierto, porque estoy seguro que un hombre culto, como el Rector

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Argimiro Bracamonte percibiría de inmediato la trascendencia cultural que tiene tu proyecto.

El Director de Cultura lo contrató para que diera un concierto en el Auditorio “Ambrosio Oropeza”. Rodrigo tocó el “Preludio Criollo” y otras composiciones suyas y de

otros compositores venezolanos y extranjeros. Al finalizar el público lo aclamó de pie. El Rector Bracamonte también se levantó, lo felicitó y le manifestó que estudiaría la posibilidad de abrir un curso de guitarra, para que lo dictara en la Universidad. Lo citó

para el día siguiente a su Despacho.

Rodrigo llegó a la hora convenida y le presentó un programa más o menos

elemental, pero que comprendía los aspectos básicos de un curso de guitarra, ajustado a las normas técnicas, clásicas.

El Rector Bracamonte lo leyó detenidamente, sabía leer música y comprendía los

valores de un programa.

-Totalmente de acuerdo, maestro. Póngase en contacto con el Director de Cultura,

para que empiece cuanto antes.

Daniel Andueza se encargó de crear todas las condiciones materiales de oficina, aula e inscripciones, las cuales se extendieron hasta músicos informales a quienes Rodrigo

consideraba aptos para un aprendizaje técnico. A estos últimos comenzó por enseñarles a resolver problemas de digitación y a conocer las escalas daltónicas. La mayoría de los

estudiantes fueron bachilleres con conocimiento o manifiesta vocación musical. El primer curso constituyó un éxito total y el Consejo Universitario a proposición del Rector, nombró a Rodrigo docente de la Universidad.

Alirio continuó en la investigación. Trata de indagar acerca de los valores musicales del joropo “Marisela”, del compositor y pianista Sebastián Díaz Peña, del

contexto histórico cultural en el que se crea y se publica, y de la estructura de la obra. Para intercambiar opiniones visita a Rodrigo y le plantea:

-¿Recuerdas que en París elaboramos juntos una transcripción para dos guitarras

del joropo “Marisela” y lo grabamos con otras composiciones de músicos venezolanos?

-Sí, contestó Rodrigo. –Y recuerdo también la emoción expresada por un público

fundamentalmente francés.

-Actualmente yo preparo una versión de “Marisela” para una sola guitarra.

-¿A qué se debe tu interés para preparar una versión de esa naturaleza?

-Pienso que siendo semejantes ciertas sonoridades del arpa y la guitarra, a muchos efectos instrumentales de la obra podríamos sacarle buen partido, dentro de los recursos

guitarrísticos.

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El joropo de Sebastián Díaz Peña era considerado como una obra, producto de lo que podríamos denominar la primera etapa del nacionalismo musical venezolano.

Producida en 1877, su autor se la dedica al Presidente de la República, General Francisco Linárez Alcántara, quien gobernaba en un ambiente de evidente respaldo a la cultura, propiciado por la personalidad de Antonio Guzmán Blanco, quien cuando ejerció la

Primera Magistratura impulsó la educación gratuita y estimuló todo un movimiento cultural. Desde una posición influyente durante varios años, desde 1870 hasta 1890 ejecutó

programas excepcionales, tanto en lo material como en lo espiritual y especialmente cultural.

-Yo he sido nombrado profesor de guitarra de la Universidad Centrooccidental

“Lisandro Alvarado”. Aspiro fundar una escuela de guitarra, para facilitarle a la juventud su acceso a los estudios académicos, algo que nosotros no tuvimos en Barrio Nuevo ni en

La Candelaria.

-Te felicito. Barquisimeto ha sido durante muchos años una ciudad musical, debido a la imaginación y al oído de su gente. Si a toda la espontaneidad que ha existido,

para que muchos jóvenes se empeñen empíricamente en aprender música, lo reforzamos con la técnica y los estudios sistemáticos, tú puedes cumplir en el campo de la guitarra,

una labor al nivel de la Escuela Superior de Música de Caracas, del Real Conservatorio de Madrid e incluso de la Academia Musical Chigiana de Siena.

-Tal vez no tanto, se requiere además de la tradición musical, que la tenemos, un

equipo de profesores calificados que no los tenemos todavía, y una política cultural por parte del Estado, que tampoco la podemos ver por ninguna parte, para alcanzar los niveles

de una escuela superior de música y ni siquiera reducida exclusivamente a la guitarra.

Alirio comprendió las razones que exponía Rodrigo, basado en una experiencia mutua, después de recorrer las principales escuelas de música y en particular de guitarra

del mundo. Recordó la adecuación de los edificios del Real Conservatorio de Madrid y de la Academia Musical Chigiana de Siena, para estudiar música, y se limitó a comentar:

-Pero puedes sentar las bases para el futuro. Todo tiene un comienzo. Recuerda lo que nos contaba el maestro Raúl Borges con relación al poco apoyo que recibía la cultura en general y la guitarra en particular, cuando nosotros ingresamos a la Escuela Superior de

Música.

El diálogo llegaba al final y Rodrigo invitó a Alirio a que participara en una clase

de guitarra cuando regresara de su próximo viaje a Europa.

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EN LA CASA Y MUSEO DE CHÍO ZUBILLAGA

Alirio viajó Europa para cumplir con los contratos que periódicamente firmaba con concertista de guitarra. Vivir como profesional de la guitarra le era y todavía le es

imposible en Venezuela. La investigación que realizaba sobre la historia de la música en su país tenía que ser interrumpida, para ejercer su profesión en las principales ciudades del viejo continente. Cuando el invierno obligaba a cerrar algunas salas de concierto y el frío

se apoderaba de las calles de las ciudades, Alirio viajaba hacia el sur con la mayoría de la población que podía buscar un refugio en las playas del Mediterráneo. Pero continuaba su

descenso hasta Venezuela. De allí que los encuentros con Rodrigo tenían esa frecuencia.

La cátedra de guitarra fundada por Rodrigo en la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” atrajo, desde el primer curso, a decenas de jóvenes que no sólo

buscaban perfeccionar sus conocimientos, sino también seguir el camino de su creador hacia la conquista de un mundo especializado del concierto y hasta de la composición.

Algunos aficionados que se inscribieron en el curso, manifestaron desde un principio que les gustaría ser guitarristas, pero se consideraban absolutamente sordos.

-Eso no es cierto. Cuando usted conozca el lenguaje musical y trabaje con

disciplina y constancia, comprobará que su apreciación es absolutamente falsa –les expresó Rodrigo, dando comienzo a una técnica de la enseñanza basada en el estímulo y la

confianza del alumno, que él mismo había constatado en sus primeros ochos años de docencia en New York.

La mayoría de los inscritos avanzó en sus estudios y llegaron a egresar con notas

sobresalientes y con dominio substancial de la guitarra, preparados para ejercer como verdaderos profesionales del concierto o realizar estudios de postgrados en las mejores

escuelas de música de Venezuela y del mundo. Algunos de ellos se dedicaron a la docencia en liceos y otras instituciones educativas y de la cultura en Barquisimeto, Estado Lara y otras ciudades venezolanas. Los estudios de guitarra se extendieron no sólo por la región

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centrooccidental de Venezuela, sino por todo el país, apuntalados por la cátedra fundada por Rodrigo y por algunas escuelas de música que incorporaron esos estudios.

Después de varios meses en Europa, Alirio regresa a Venezuela. No puede

residenciarse definitivamente en el país, pero pasa cuatro o cinco meses, de cada año, entre los suyos. Siempre tuvo el sueño de quedarse en Venezuela y ejercer su profesión. Lo

animaba el arraigo a la tierra: La infancia y adolescencia en La Candelaria; la juventud en Carora, Trujillo y Caracas; el crepúsculo del atardecer caroreño y las serenatas al amanecer frente una ventana, muy cerca del corazón de las vírgenes de Muñoz, el villorrio de las

muchachas bellas que le recuerdan sus correrías por La Otra Banda, zona rural donde despertó al sonido y al amor, lo tentaron siempre al retorno definitivo. Logró un contrato

con el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), durante el gobierno del Presidente Luis Herrera Campins, para tocar 6 meses todos los años en diferentes ciudades del país, lo cual le permitió actuar los otros 6 meses en Europa. Después del segundo año el contrato no le

fue renovado y tuvo que permanecer más tiempo fuera del país, aunque sin dejar de visitar a Venezuela, sobre todo en época de invierno en el norte.

En uno de los muchos encuentros con Rodrigo, le expone sus inquietudes, sus anhelos y las contradicciones que enfrentar cuando analiza la realidad que le ha tocado vivir.

-Yo desearía radicarme en Venezuela, como tú –le comenta en un viaje que hacen juntos desde Barquisimeto a Carora, después de regresar de Europa. –Pero la tradición

musical de Europa, prolongada por varios siglos, ha creado las condiciones óptimas para un concertista de guitarra. En nuestro país, mi querido Rodrigo, desde la independencia y hasta muy avanzado el siglo XX, cuando muere el dictador Juan Vicente Gómez, la

violencia, las guerras civiles y la ignorancia de la mayoría de los gobernantes, relegó la cultura en general y la música en particular a un plano más que secundario.

-Comparto contigo esa apreciación. Los esfuerzos individuales o de las instituciones privadas que se realizaron en la época que tú señalas, no fueron suficientes como para crear una tradición musical en la sociedad, excepto en algunas élites que desde

la colonia tuvieron acceso a algunas escuelas de música, también privadas y en algunos casos dirigidas por eximios maestros –le respondió Rodrigo.

El diálogo sobre la cultura en Venezuela lo interrumpían, cuando los sorprendía el paisaje y recordaban los primeros viajes que hicieron de Carora a Barquisimeto o a Caracas, por una carretera de tierra, que en algunas partes seguía el curso de una quebrada,

en las que en época de lluvias se atascaban los vehículos. Ahora rodaban por una moderna autopista.

-Pero en algo hemos progresado –expresó Alirio, después de unos minutos de silencio. -Esta supercarretera sólo existe en los países altamente desarrollados, donde

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también se desarrollan las bellas artes. ¿No aprecias un gran desequilibrio entre nuestro progreso material y el espiritual?

-Eso es evidente. Pero tal vez la evolución cultural es más lenta. En Europa data de siglos, no obstante que algunos gobernantes la impulsaron desde el poder y algunos mecenas protegieron a grandes artistas y ambos les crearon condiciones para realizar sus

obras. Nosotros hemos fantaseado mucho, hasta en la música. A mi cátedra se presentó hace poco un músico larense, afirmando que él conocía todas las melodías producidas por

el hombre, pero que le gustaba tocar por oído. Le acercamos una partitura con el nombre de “Alma Llanera” y nos dispusimos a oírlo.

-¿Y cómo lo hizo? –lo interrumpió Alirio.

-Tocó el joropo venezolano de Pedro Elías Gutiérrez y Bolívar Coronado, con mucha elegancia y precisión.

-¿Cómo le parece, maestro? Tal como yo se dije. Yo he tocado varias veces ese joropo.

-El joropo está muy bien, pero si hubiera leído correctamente la partitura, tendría

que haber tocado el “Minueto” de Bethoveen. Deje la autosuficiencia, la música se aprende, le dije con sentido pedagógico.

-Tenemos mucho que aprender de hombres sabios y modestos. En mis investigaciones sobre la música venezolana, me encontré con que el Dr. Adolfo Ernst, naturalista eminente, filósofo y políglota, que prestó grandes servicios a Venezuela en las

ciencias naturales, realizó importantes estudios sobre el folklore en nuestro país y recopiló cantos populares venezolanos y los tradujo al alemán, para revistas especializadas en

Berlín, y fue un hombre profundamente sencillo, sabio y modesto.

-Como fue modesto y sabio don Chío Zubillaga en el área humanística y en la lucha social.

Se estaban acercando a Carora y Alirio le propuso a Rodrigo, visitar el “Cuarto Biblioteca” de Chío Zubillaga, que ahora estaba bajo el cuido de la Universidad

Centrooccidental “Lisandro Alvarado”. La casa en su totalidad había sido restaurada, pero no encontraron la biblioteca, ni el Archivo. Encontraron restaurado parcialmente lo que había sido morada de su maestro, gracias a la labor emprendida por la Profesora Blanca

Andueza de Alvarez para crear un museo y por el poeta Jesús Enrique León Rojas que realiza una excepcional labor cultural a través de los Centros Literarios en la casa del

humanista caroreño. Releyeron los letreros que Chío Zubillaga había escrito en las paredes, para que sus alumnos y amigos conocieran las ideas de los más grandes pensadores de la humanidad. Esos pensamientos los habían leído cuando eran muy jóvenes

y los recordaban cuando en sus viajes por el mundo, la imaginación los retornaba a Carora.

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Recorrieron, en silencio, la casa, en medio de muchas reflexiones e interrogantes, hasta que Alirio recordó:

-La Biblioteca y el “Archivo Zubillaga” lo conserva un sobrino de don Chío,

incluso muchos de sus escritos, en especial un “Itinerario de Política Venezolana”, en el que analiza los grandes acontecimientos que se produjeron en nuestro país y en el mundo

en la década del 40.

-La Academia Nacional de la Historia publicó las obras completas de don Chío Zubillaga, incluyendo la biografía que sobre él escribió Juan Páez Ávila, excepto el

“Itinerario de Política”, al que te refieres. Hay que convencer a Cecilio Zubillaga Herrera, su sobrino, de la conveniencia de su publicación –comentó Rodrigo.

Ambos auscultaron el “Cuarto-biblioteca” donde recibieron las más importantes orientaciones en cuanto al camino a seguir. Un vigilante que los reconoce les acerca dos sillas y allí, donde un hombre luminoso, como Chío Zubillaga, impartió durante cuarenta

años una cátedra de cristiandad, de socialismo, de cultura y de dignidad humana, continuaron su diálogo dos de sus más prestigiosos y eminentes alumnos. Frente a lo que

fue la biblioteca de su maestro, de la cual ambos recibieron prestados varios libros de literatura, Alirio pensó que había encontrado en la narrativa venezolana numerosas referencias de géneros instrumentales, vocales y de danzas, que le revelaban la existencia y

la evolución de un arte musical nacional. Recordó el caso del estudio que había hecho de la novela “Peonía” de Manuel Vicente Romero García y le dijo a Rodrigo:

-Creo que dentro del panorama de la literatura nacional ninguna obra ofrece la mayor cita de instrumentos, cantos, bailes y tradiciones musicales nacionales que la conocida novela de Romero García, “Peonía”, de suyo un vigoroso y realístico lienzo de la

Venezuela de las últimas décadas del siglo XIX.

-Y pensar que durante la primera mitad del siglo XX, desde esta habitación don

Chío Zubillaga trataba de estimular todo un movimiento cultural, sin mayor eco en el país, salvo algunas excepciones –respondió Rodrigo.

-Lo que se ha hecho después de la muerte de don Chío Zubillaga en materia

artística y cultural, se ha concentrado en su mayor parte en la capital de la República y algunas otras pocas ciudades, estimuladas por la creación de alguna universidad. Por eso tú

puedes ejercer la docencia en la UCLA y dedicarte a la composición de música para guitarra, pero todavía no puedes ejercer el concierto como expresión fundamental de tus conocimientos.

Posesionados del espíritu cultural y ético que continuaba prevaleciendo en el “Cuarto-Biblioteca”, convertido en el Museo del Cuarto de Chío Zubillaga observaron el

paso de los estudiantes hacia las aulas que la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” había construido en otros espacios de la vieja casona colonial, quienes los

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miraban con curiosidad, tal vez sin percatarse en toda su dimensión del sentido transcultural que proyecta ese cuarto, esa casa, ese Museo, con la presencia de dos artistas universales, que recibieron sus primeras y decisorias lecciones de la voz y del ejemplo de

un hombre que vivió para servirle a los jóvenes que lo vistaban.

-La preocupación que hemos podido palpar por el desarrollo de un movimiento

cultural del país, se ha expresado en la creación de algunas instituciones públicas y privadas –continuó Alirio en su comentario sobre el desconcierto que le producía el contraste entre lo que habían presenciado en la evolución cultural en el mundo

desarrollado y lo que observaban en Venezuela. –Pero ello es más el esfuerzo de unos cuantos hombres y mujeres del interior de la nación, para no dejarse asfixiar por el

bombardeo permanente de mensajes alienantes y distorsionadores que a escala universal transmiten algunos medios de comunicación, y no el producto de una política cultural del Estado.

-Hay progresos innegables, Alirio, pero desarticulados y desiguales. Un ateneo, una casa de la cultura en el interior del país no puede contratar uno o varios artistas, para que

den varios conciertos al año. La mayoría de las veces estas instituciones no tienen ni para costear el mantenimiento de sus locales, pagar una secretaria, y algo más grave, pagar un profesor.

-Si yo viviera en Venezuela, de acuerdo con la experiencia que hemos tenido y tomando en cuenta la capacidad económica que los entes culturales destinan para la

presentación de artistas, podría dar 8 ó 10 conciertos al año, cantidad que puedo dar en una sola ciudad de Italia.

Desde Roma, ciudad donde Alirio residió durante décadas, podía viajar todos los

días y en pocas horas a decenas de ciudades europeas con gran tradición cultural y desde esas mismas ciudades proyectar sus éxitos de concertista de guitarra a todo el mundo, a

través de una red intercultural, que generalmente se genera entre diversos centros de la cultura, para programar sus actividades e intercambiar aquellos artistas que consideren los más calificados.

En el interior del Museo del Cuarto de Chío Zubillaga rememoraban la imagen y la voz de aquel ilustre caroreño que creía en las virtudes y capacidades de sus discípulos.

Ustedes tienen que contribuir a cambiar este país. Si le dan un vuelco a la cultura lo cambian todo. Usted, Gustavo, no sirve para la política, porque usted es un muchacho muy generoso, que en política es ser muy pendejo, en un país en el que los mediocres y audaces

asaltan el poder y atropellan la inteligencia. Estudie medicina. Gustavo Leal estudió medicina y se destacó por su inteligencia, su vocación científica, generosidad y don de

gente al servicio de sus paisanos y amigos. Usted, Moroncito, estudie historia, porque usted sabe narrar y tiene buena prosa. Guillermo Morón estudió historia y se hizo

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historiador y novelista, famoso por su Historia de Venezuela y sus novelas El Gallo de las Espuelas de Oro y Catálogo de las Mujeres entre otras.

-Yo he preferido la docencia porque aspiro crear una escuela de guitarra y contribuir a forjar una generación de músicos que asuman el magisterio y el ejercicio profesional en el futuro –afirma Rodrigo. –Y para una mejor formación del músico, hemos

planteado que para ingresar a los estudios de guitarra se exija el título de bachiller. E incluso, como consecuencia de una especial valoración de la música, estamos discutiendo

la conveniencia de una asignatura musical obligatoria en todas las carreras que se cursan en la Universidad, tal como se ha establecido en algunos países desarrollados.

-Ese era uno de los planteamientos fundamentales de don Chío Zubillaga, la

formación integral del hombre –le interrumpió Alirio. La educación, la historia, la política, la lucha social, las artes y las ciencias en general identificaban su ideario para sacar el país

de atraso. A lo cual hay que agregarle la investigación social y científica.

El descubrimiento que hizo Alirio de los valores musicales de la novela “Peonía”, agrega un elemento más, estético, a la que algunos críticos venezolanos consideran la

novela del siglo XIX que mayor influencia ejerció en la posterior narrativa de Venezuela.

La música popular venezolana recogida por dos oficiales ingleses en plena guerra

de independencia, entre 1817 y 1822, publicada en Inglaterra en 1831, en uno de los tres volúmenes que editaron sobre la historia y la cultura de Venezuela, indujo a Alirio a investigar el contenido del volumen no traducido al castellano. La obra atribuida al

Coronel William D. Mahoney y al Capitán Richard Longeville Vowell recoge importante información sobre la música tradicional del país, especialmente la vinculada con cantos e

instrumentos que utilizaban los soldados y oficiales para avivar el espíritu nacionalista del venezolano en combate. Cuando se refiere a la guitarra habla de dos variedades: la Vihuela y el Tiple.

-A don Chío Zubillaga le hubiera gustado conocer que estos dos tipos de guitarra, la Vihuela y el Tiple, se encontraban entre los más familiares del llanero, considerados por

el escritor como un tesoro de aquel pueblo –afirma Alirio. –De las alusiones que hace de la Vihuela, la cual tenía poco que ver con el antiguo instrumento español del mismo nombre, señalándola como una especie de guitarra pequeña, podríamos deducir que se trataba del

Cuatro o de alguno de sus antepasados: el Cinco o la Guitarra... instrumentos que acompañaron durante la campaña libertadora los cantos nacionales, las canciones

patrióticas y todo el repertorio del arpista criollo.

Cuando un grupo de estudiantes sale de una de las aulas, uno de ellos se les acerca y les informa que ellos estudian y escriben poesía bajo la dirección de su maestro Jesús

Enrique León, y luego les pregunta si todos ellos también podrían estudiar música.

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-Un estudiante universitario puede tocar un instrumento musical cualquiera,

asistido técnicamente por un profesor de música, y recibir un número de créditos académicos, válidos para el total que requiere para graduarse –le responde Rodrigo.

Los estudiantes se animan y otro pregunta:

-¿Qué sentido tiene el estudio de la música, para un estudiante de Venezuela?.

-El estudio de la música ayuda al desarrollo de la inteligencia, al razonamiento y a

la comprensión de los problemas del ser humano y de la sociedad –contesta nuevamente Rodrigo. –Los japoneses que han alcanzado uno de los desarrollos más importantes de la

segunda mitad del siglo XX, han establecido el estudio obligatorio de la música desde el preescolar.

-Muchas gracias, maestro. Plantearé a mis compañeros que estudiemos la

posibilidad de inscribirnos en su próximo curso –expresó el estudiante que se había mostrado realmente interesado. –Entre nosotros hay algunos que tocan de oído y le cantan

a las muchachas más bonitas.

-Eso mismo hacía Rodrigo cuando tenía la edad de ustedes –expresó Alirio y todos rieron al unísono.

-Hacíamos los dos –respondió Rodrigo, en medio de la risa y celebración juvenil.

La tarde descendía y la ciudad comenzaba a ser envuelta por los crepúsculos que

llaman la atención del visitante. Alirio y Rodrigo salieron del Museo del Cuarto de Chío Zubillaga, al lado de decenas de estudiantes de la Universidad. Mientras estos últimos se dirigían a sus respectivas viviendas, los dos guitarristas, caroreños universales,

identificados con el pensamiento de su maestro, caminaban sobre las huellas que marcaron sus sandalias, durante décadas, desde su antiguo “Cuarto-Biblioteca” hasta la Sala de

Redacción del periódico El Diario.

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EN “EL DIARIO” DE CARORA

En la Sala de Redacción de El Diario tampoco estaba Ché Herrera, pero todo indicaba que el periódico preservaba en lo fundamental el espíritu y la política informativa que le había trazado su fundador, adaptados a una época democrática, de mayor respeto a

la libertad de expresión y a las características de una pequeña empresa familiar. Sus nietos Jesús Antonio y Pedro Claver, egresados de la Escuela de Comunicación Social de la

Universidad Central de Venezuela, habían asumido la dirección del periódico y se empeñaban en transformarlo en un medio de comunicación moderno, propio de los nuevos tiempos. Un sueño abortado por los costos de producción y por la casi inexistente pauta

publicitaria. Rodrigo y Alirio se encontraron en el ambiente fraternal y amistoso, que constataron en su juventud y que prevalecía cuando regresaban consagrados en los

escenarios internacionales de la guitarra clásica.

Jesús Antonio y Pedro Claver tenían la obligación periodística de entrevistarlos, en medio de una gran admiración por aquellos dos hombres de pequeña estatura física y de

una gigantesca estatura intelectual y artística, que seguían representando a La Candelaria a Barrio Nuevo y a Carora; y ahora investidos de una representación universal del arte

guitarrístico. Nacidos en los alrededores de esa imprenta, constituían el orgullo de los caroreños, a quienes había que recibir con especial receptividad y oír con atención y humildad, como testigos de excepción, sus recuerdos y sus reflexiones.

-En esa pared colgaba la primera guitarra que yo toqué -expresó Rodrigo señalando con el dedo índice la parte alta de una de las paredes de la Sala de Redacción del periódico.

-Era la guitarra de mi hermana –dijo Manuel Herrera Oropeza, quien hacía su entrada a la Sala de Redacción y se incorporaba a la reunión. –Josefina no la ha vuelto a tocar, pero la conserva como un recuerdo de su niñez y por haber iniciado Rodrigo en ella

su aprendizaje y posiblemente su carrera artística. Sin esa guitarra, en esta casa no nos hubiésemos enterado que tú sabías tocar desde muy niño. Yo he tratado de convencer a

Josefina de que la ponga nuevamente en tus manos. Pero ella esgrime dos argumentos para

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oponerse: primero, que no es una guitarra de concierto y segundo, que la entregará al Museo de Rodrigo cuando se cree en Carora.

-Hace muchos años, cuando era un niño precisamente, don Ché me la dio prestada

para que tocara en la inauguración de la Radio Coro –intervino nuevamente Rodrigo. Cuando me la entregó, me manifestó que me la podía llevar, e incluso que me podía

quedar con ella, porque en la pared se desafinaría y se deterioraría, y en mis manos estaba garantizada su existencia y su regreso a Josefina. Fue la última vez que lo vi, porque cuando vine a traérsela, acababa de morir y te la entregué a ti, Manuel.

-Sí, lo recuerdo perfectamente. Como también recuerdo todas las veces que tocamos en ella, las canciones que me enseñaste y las serenatas que dimos juntos, a

sabiendas de que la guitarra era de una monja, casi de una santa.

-Me hizo mucha falta, siempre pensé que Josefina la volvería a tocar, pero no que la guardaría como un trofeo. La imagen de esa guitarra, de don Ché y de ti, Manuel, como

el contexto de esta Sala de Redacción y el periódico saliendo de la imprenta, siempre me acompañaron fuera del país. Incluso, cuando presenté mi primer examen en la Escuela

Superior de Música “José Ángel Lamas”, pensé que si hubiera tocado con la guitarra de Josefina –y no con la chatarra con que lo hice- hubiera superado a Alirio.

En medio de la risa de todos, Alirio respondió:

-Tú siempre fuiste sobresaliente. Con cualquier guitarra tu triunfo estaba asegurado. ¿Recuerdas la expresión del maestro Raúl Borges? ¿Cómo pueden tocar estos

muchachos con esas cuerdas de alambre? Son una promesa para el futuro de la guitarra.

Ambos habían triunfado como concertistas, pero Rodrigo se había consolidado como docente en la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado”. Varias

promociones de guitarristas clásicos ya triunfaban en los mejores teatros de Venezuela y algunos hasta en Europa. Entre los concertistas egresados de su cátedra universitaria, se

destacan su hijo Rubén, Valmore Nieves, Roberto González, Oscar Martínez, Raúl Pérez, Guillermo Pérez, quienes le han dado a la guitarra una categoría académica y un alto nivel profesional. César Pacheco, otro que también se ha destacado entre muchos, y Valmore

Nieves también ejercen la docencia.

-Estamos preparando una edición especial de “El Diario” y nos gustaría alguna

información sobre las últimas actividades realizadas por ustedes y algunos aspectos de la larga experiencia como guitarristas.

-Anota ahí para tu edición aniversaria –le expresó Alirio. Al lado de la docencia,

Rodrigo ha sentido la necesidad espiritual e intelectual de cumplir con otras inquietudes, con otros sueños que van conformando el desideratum de su vida, como es la composición

musical. Yo que lo conozco desde que éramos muy jóvenes, sé que su inclinación a la composición musical ha surgido en él con gran espontaneidad. Empezó por improvisar,

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por crear melodías, acordes. A lo largo de los años, siempre vinculado a su pueblo, ha

acumulado un conjunto de vivencias relacionadas con personajes populares, que le han servido de inspiración para sus composiciones. “El Preludio Criollo” está inspirado en Vale Cayayo, personaje popular de Barrio Nuevo, que le conmovió el espíritu de niño, por

la espontaneidad de aquel hombre humilde, casi convertido en un fantasma, para tocar y cantar, como para alegrar su miseria humana.

-Pero la composición la he asumido con los años, tal vez a plena conciencia artística e histórica –le interrumpió Rodrigo. -Me he acostumbrado a escribir todos los días, a cualquier hora y en cualquier parte. Hasta hoy sumo unas 150 composiciones.

Aspiro llegar a unas 200.

-Y en cuanto a la serenata ¿qué han hecho ustedes? –intervino Manuel Herrera,

interesado en conocer el origen de algo que él había tocado toda su vida y que había aprendido acompañando a Rodrigo en su juventud.

-Yo todavía la toco, pero quien la ha estudiado a fondo, con sentido crítico es Alirio

–respondió Rodrigo.

Como un testimonio de lo que fue la Carora romántica (la ciudad que envuelve en

su contexto histórico-cultural su aldea nativa La Candelaria), Alirio hizo una excelente investigación en torno al auge y decadencia de la serenata caroreña.

-El período de vigencia o de vida de la serenata caroreña fue la obra espiritual de

extraordinarios poetas y guitarristas populares, que encontraron en el amor y en la música el binomio romántico, para acercar en la noche el corazón del hombre y la mujer caroreña,

separados durante el día por la resolana y el tedio, que transitan en silencio por nuestras calles y dejan una estela de soledad –respondió Alirio.

-¿Y por qué la presencia de la guitarra y no de otro instrumento? Planteó

nuevamente Manuel Herrera.

-Porque por lo general, en cuanto a la melodía consta de una, dos o tres partes,

dependiendo del desarrollo del poema –respondió Alirio. Cuando la canción es sólo de una, es de admirar la fineza melódica del compositor, al concebir en una miniatura lírica tanto contenido expresivo, como vemos en “Soñando”, letra de Plinio Bracho y música de

Rafael Pérez, ambos caroreños. Para acompañar este tipo de melodía no hay un instrumento más adecuado que la guitarra.

Los hermanos Herrera, Director y Jefe de Redacción de “El Diario”, en medio del disfrute espiritual que les producía la conversación entre músicos y la presencia de dos concertistas caroreños, tal vez más valorados en Europa que en América, trataban de

reportear e interpretar lo que oían, sin desviar el sentido y orientación de la entrevista.

-¿De sus composiciones para guitarra, qué puede agregar, qué destino han tenido? –

preguntó Jesús Antonio a Rodrigo.

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-Varias forman parte del Repertorio Internacional de la Guitarra Clásica. Se han publicado en España, Alemania e Inglaterra. En este último país se publicaron 3

composiciones para guitarra, tituladas “Melancolía”, “Monotonía” y “Nostalgia”. También un vals denominado “A Nando Riera”, en homenaje a un personaje popular de Carora, que

tocaba la guitarra con la mano izquierda, lo cual por la posición del instrumento resulta algo extremadamente complejo y difícil, porque la parte aguda pasa a ser acompañamiento y la parte grave pasa a ser melódico.

-¿Vive Nando Riera? ¿Podríamos entrevistarlo? Preguntó Pedro Claver.

-No. Lamentablemente ya no vive. Hubiera sido digno no sólo de una entrevista

periodística, sino también de un estudio más a fondo desde el punto de vista musical, tal como lo que ha realizado Alirio de algunos músicos caroreños y venezolanos en general –respondió Rodrigo. –Creo que se trataba de un cerebro privilegiado, capaz de extraer de

una guitarra, colocada al revés, las más extraordinarias melodías populares.

-¿Has intentado tocar una guitarra con la mano izquierda? Preguntó Jesús Antonio.

-Sí. Pero me ha resultado imposible extraer una melodía. La guitarra como el violín es un instrumento muy expresivo, a los cuales el ejecutante se siente estrechamente unido. Como en un juego mágico están abrazados. El hombre o la mujer que los toca se siente

muy cerca de ellos.

Pedro Claver se dirigió a Alirio, para conocer los alcances de las investigaciones

que realizaba acerca de la música y los músicos venezolanos.

-¿Qué noticias tiene sobre sus nuevas actividades?

-Acabo de terminar un estudio sobre los maestros Antonio Lauro y Laudelino

Mejías, y sobre el investigador del folklore nacional, Pedro Montesinos, quienes constituyen una extraordinaria expresión de la capacidad creadora de los venezolanos de

distintas épocas y diferentes manifestaciones de la cultura.

-Vamos por parte, maestro, ¿Qué es lo que más se destaca en la vida de Antonio Lauro?

-En una síntesis de la vida de Antonio Lauro se puede decir que se divide en tres etapas muy bien delimitadas. Primera, la de un músico popular que comprende su infancia

y su juventud; como nosotros, se acercó a la guitarra para hacer de ella y de la música la razón de su existencia; y formó parte de conjuntos musicales que tocaron en la radio de entonces, y creo que como Rodrigo, fue un enamorado de la noche y de los amaneceres al

pie de una ventana.

-Y como tú también –lo interrumpió Rodrigo, porque en esa etapa ningún

guitarrista puede evadir la noche y la vida romántica.

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-Es cierto, pero un poco menos que ustedes –respondió Alirio en medio de la risa

de todos.

-Volviendo al maestro Lauro, la segunda etapa es la de su formación académica bajo la dirección del maestro Vicente Emilio Sojo, en la Escuela Superior de Música “José

Ángel Lamas”, donde estudia composición y concibe sus primeros trabajos corales y breves obras instrumentales. Es la fase en la que se dedica a la interpretación de autores

clásicos, como guitarrista. Y tercero, la etapa de la madurez, la del creador musical, con pleno conocimiento del arte, que le permitió dar uno de los más significativos aportes a la música venezolana-.

-¿Y cómo podría resumir la vida y obra de quien fue su primer maestro, no en la guitarra, pero en la música en general?

Alirio había realizado un gran esfuerzo por sintetizar la vida y obra de Antonio Lauro, y cuando le preguntó Jesús Antonio Herrera por Laudelino Mejías, pensó en lo complicado que es reducir a unas cuantas palabras, lo que a él le parecía una verdadera

enciclopedia popular de la música.

-No es fácil resumir la vida y obra de un gran maestro. En la Banda del Estado

Trujillo estudió al vivo armonía, contrapunto, instrumentación y dirección, disciplinas más que suficientes para satisfacer las necesidades espirituales de su tiempo y de su ambiente, pero de las que jamás estuvo contento el maestro, a causa de su formación autodidacta.

-Pero después que usted termina sus estudios superiores de guitarra ¿cómo lo evalúa a él y a su Banda Musical?

-La Banda Sucre que dirigió el maestro Laudelino Mejías alcanzó los niveles de una sinfónica de cualquier país avanzado en materia musical. La calidad técnica e interpretativa de la misma, la ponía de manifiesto cuando tocaba obras de un gran

virtuosismo orquestal, tales como el poema sinfónico “Finlandia” de Sibelius, la suite “Cascanueces” de Tchaikovsky, la “Inconclusa” de Schubert y algunos fragmentos del

“Parsifal” de Wagner.

No cabe duda, pensaba Jesús Antonio, que estos dos caroreños cubren una etapa singular en la vida cultural, especialmente musical y guitarrística, del país. Carora se

transporta en sus guitarras, en el genio que les proporcionó esta naturaleza árida y romántica, descubrió el talento y la vocación de servicio humanístico de Chío Zubillaga y

Ché Herrera y desarrolló la academia superior de música.

Al salir de su impresión desconcertante que le producía la presencia de estos dos representantes de la humildad y de la inteligencia caroreña, preguntó:

-Y en cuanto a la labor y la vida de Pedro Montesinos, que hasta hoy, para los no especialistas resulta un desconocido ¿cuáles son los aspectos más resaltantes que usted

investigó?

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-Pedro Montesinos fue un intelectual larense que dedicó gran parte de su vida a compilar cantos populares, a estudiar la filología nacional y a exaltar los valores de los

corridos tradicionales de origen español. Legó a las generaciones posteriores y a la cultura nacional un significativo patrimonio artístico popular que puede y debe ser estudiado,

analizado con interés nacional.

Ya al final de la entrevista, intervino Rodrigo para proponer la continuación de su gira.

-Vamos a Barrio Nuevo, Alirio. Nos esperan en el Rinconcito Arrabalero, donde están congregados varios personajes populares de la barriada.

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EN BARRIO NUEVO Y LA CANDELARIA

En su barriada donde Rodrigo encontró motivos especiales para sus composiciones para guitarra, se reencontró con algo que consideraba parte importante de su capital humano e intelectual. Para consustanciarse con esos personajes no sólo apeló a sus recuerdos

infantiles y juveniles, sino también a una periódica visita a diferentes lugares con características similares a Barrio Nuevo, de todas las ciudades en las cuales le tocó residir

e incluso pasar una corta temporada como consecuencia de su trabajo como concertista o simple visitante. En Barquisimeto, por ejemplo, fue asiduo contertulio del bar-restaurant “El Farol de los Gauchos”, archivo de una gran sensibilidad popular, donde encontró más

de un motivo para su obra creadora, donde existe una galería de artistas encabezada por el maestro Vicente Emilio Sojo y donde era frecuente encontrar al pintor cinético Jesús Soto

y muchos autores y ejecutantes nacionales e internacionales, que se acercaron y participaron en sus modestos escenarios. En diversas oportunidades tocaron juntos Rodrigo, Alirio y Jesús Soto composiciones populares y especialmente tangos.

-Esta es la ruta de El Diario a Barrio Nuevo que hice cuando niño infinidad de veces –le comenta a Alirio cuando caminaban hacia el Rinconcito Arrabalero. –En esta

quebrada me encontraba casi todos los días con Vale Cayayo y con muchos niños y hombres pobres que mataban el hambre y espantaban la soledad tocando un cuatro o una guitarra. Los que no tenían un instrumento musical silbaban o tocaban guarura, con la

boca, que extraían del fondo del barro después de la crecida de la quebrada o de la inundación de río Morere.

-Cuando vayamos a La Candelaria verás lugares, hombres, mujeres y niños similares a los que estás describiendo –le respondió Alirio. –Sólo hay que pasar hacia la orilla norte del río. La Otra Banda es la continuación, el comienzo o el final de Barrio

Nuevo. Todo depende de hacia dónde te diriges.

-De aquí o de La Otra Banda es la mayoría de los músicos que yo conozco e

incluso, creo que no exagero si te digo que gran parte de los que asisten a mi cátedra de

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guitarra en la Universidad –interrumpió Rodrigo. Valmore Nieves, natural de Muñoz, es un muchacho excepcional frente a la guitarra, ha sido uno de mis mejores alumnos.

Antes de entrar al Rinconcito Arrabalero, Alirio pensó que sería importante que investigadores profesionales se dedicaran a estudiar no sólo las causas que impulsaban a muchos niños y jóvenes caroreños a tocar y cantar, sino también la producción de muchos

directores de bandas musicales, que han podido dejar como legado a la cultura de la región, un repertorio sinfónico de gran valor.

Le quiso hacer el comentario a Rodrigo, pero ya estaban llegando al lugar donde los esperaban. El escenario para tocar lo improvisaban cada vez que invitaban a algún artista. Dos sillas de madera forradas con cuero de chivo se las acercaban y un pequeño

cajón, también de madera, para colocar el pie derecho. La gente se agolpaba y buscaban ubicación lo mejor que podían. Después del saludo de rigor, Gerardo Santeliz, amigo de

ambos, anunció:

-Aquí están nuestros más grandes guitarristas de todos los tiempos. Después de recorrer el mundo con extraordinario éxito, vienen hasta nosotros, los únicos que los

podemos oír gratis. Vamos a oír primero al hijo ilustre de Barrio Nuevo, que ha hecho conocer nuestra barriada, nuestra Carora en los confines del universo. Para completar su

obra artística, nuestro paisano y amigo se ha dedicado a la docencia y a la composición. Vamos a oírlo.

Rodrigo se acomodó lo mejor que pudo y expresó:

-Voy a tocar una composición mía, que acabo de terminar. Todavía no tiene nombre, pero está dedicada a Tomás Camacaro, el dueño de “El Farol de los Gauchos”, un

hombre telúrico, que expresa el sentir y el vivir de su tierra. Al lado de la comida criolla que nos sirve, está una guitarra a la orden del público asistente, de quien quiera tocarla. Camacaro es un artista de la cocina caroreña y un amante de la música romántica, que lo

identifica con este barrio y con su gente.

Los aplausos y vítores se prolongaron por varios minutos. La expresión de los

rostros desbordaba la alegría, la felicidad de un pueblo humilde, sencillo, que ha hecho de la música un componente imprescindible de su forma de vida.

Cuando Gerardo Santeliz observó que querían continuar oyendo a los guitarristas,

por lo que aumentaban en intensidad los aplausos, levantó los brazos y anunció:

-Ahora le toca a Alirio, otro de los grandes valores de la guitarra caroreña, quien

ha hecho del concierto su profesión integral, y hoy, desaparecido del escenario del concierto su maestro Andrés Segovia, es considerado la primera guitarra de Europa. Para nosotros, debe ser la primera guitarra del mundo. Pero no se sorprendan, también es

arreglista. Vamos a oírlo.

Page 140: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Alirio también se acomodó en su silla de cuero y colocó el pie derecho sobre el cajoncito de madera.

-Inspirado en los valores musicales de La Otra Banda, yo he hecho una armonización de un valse venezolano de E. Mosquera Flores, titulado “Recuerdos a Muñoz”.

Los parroquianos, empíricos y expertos de la guitarra, volvieron a aplaudir con el calor y la fogosidad de los amantes de la música. Del público se levantaron varios

guitarristas del barrio y tocaron para su gente, para Alirio y Rodrigo como en un trance de retroalimentación musical.

Al final Rodrigo invitó a Alirio a recorrer el barrio, no sólo para nutrirse

espiritualmente del trabajo de los artistas populares, sino también para observar, como Director de Cultura de la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado”, la vocación

de algunos jóvenes que podrían ser becados para estudiar guitarra en su cátedra de dicha Universidad.

Su vida transcurría en un permanente aprender y enseñar. Está presente en

conferencias, conciertos, museos, teatros de todos los niveles del arte musical, porque todo acto creador del ser humano le estimula la imaginación para la composición para guitarra.

Después del recorrido por Barrio Nuevo, Alirio le expresa:

-Ahora te invito a La Candelaria, donde no hay tanta gente como aquí, pero hay tantos músicos como en Madrid, en términos proporcionales.

-Encantado –respondió Rodrigo. –Me interesa todo contacto con gente aficionada a la música. Antes de enterarme en Europa, de que algunos compositores clásicos se habían

inspirado en aspectos singulares de personajes populares de sus ciudades, desde niño me sentí impresionado por la capacidad creadora de algunos hombres del pueblo, por la forma de vida que llevaban y por los valores espirituales que manejaban, lo cual me inclinó a

escribir sobre ellos. Siempre creí que eran muy importantes, que tenían algunas cualidades especiales, que me producían una gran admiración.

-Te felicito por tus composiciones. En La Candelaria vas a encontrar una gran materia prima para tu capacidad creadora.

Manuel Herrera que los acompañó hasta Barrio Nuevo, les ofreció su vehículo para

viajar hasta La Candelaria. Cuando atravesaron el río Morere a través del Puente Bolívar y comenzaron a penetrar en La Otra Banda, el impacto del semidesierto que siempre había

estado presente en la mente de Alirio, desató su imaginación e inició la conversación.

-Creo que tendré que restringir los viajes a estas tierras y a todo el país, no me ha sido renovado el contrato que tenía con el Consejo Nacional de la Cultura para dar

conciertos durante 6 meses en toda Venezuela. Tendré que volver a residenciarme en Italia

Page 141: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

todo el año, con la excepción de la proximidad de las fiestas patronales de La Candelaria, que afortunadamente coinciden con la época del invierno en Europa.

-Si a las restricciones que ha impuesto el Estado venezolano a las actividades

culturales, le sumamos la crisis económica que atraviesa el país y en general el mundo contemporáneo, es posible que entremos en una etapa de retroceso que nos lleve a

situaciones parecidas a las que conocimos cuando éramos apenas unos niños –comentó Rodrigo.

-Tal vez se pueda evitar echar marcha atrás –intervino Manuel Herrera. La crisis

económica puede ser transitoria y en pocos años podemos recuperar la marcha ascendente del movimiento cultural.

-El pueblo siempre está lleno de grandezas espirituales, a pesar de su miseria económica y social –planteó Rodrigo. Por ejemplo, el cantar es de los pobres. Los ricos no cantan, salvo excepciones. Yo constaté en Europa, durante los años que viví allá, que la

gran música se originó en la clase media, con algunas excepciones en la burguesía culta.

Mientras avanzaban por una carretera de tierra por la cual Alirio había transitado en

su niñez y juventud, el polvo se elevaba detrás del vehículo, las playas mostraban su aridez, los cardones se inclinaban en un desplome lento hacia el suelo y los chivos corrían hacia sus corrales. Todo permanecía igual al paso de los años, incluso cuando oyeron

reventar algunos cohetes para anunciar la llegada de los ilustres visitantes, tal como si fueran a dar comienzo a unas fiestas patronales.

Una decena de casas derruidas y dispersas, construidas como para darle forma de cuadrilátero, para que no se escape el viento, proyectan la imagen que dejan décadas de abandono y la huida de las personas. Sin embargo, de su interior salen decenas de

hombres, mujeres y niños para recibir a su gran guitarrista universal, acompañado de Rodrigo, la otra guitarra del mundo. En la casa de Alirio se improvisa el escenario para oír

al hijo predilecto del villorrio y a Rodrigo, las dos guitarras del universo. Entre saludos y abrazos los candelarenses se apresuran a tomar asiento en la novísima sala de conciertos.

Rodrigo lleva consigo varias hojas de papel de música y busca el tiempo necesario

para la composición, para escribir aunque sea un acorde. Algunas personas lo miran con curiosidad, pensando que estaría leyendo. Preocupado se le acerca a Manuel Herrera y le

comenta:

-Hoy es sábado y yo tengo como norma, como hábito de trabajo, componer música los fines de semana.

El Presidente de la Junta Conmemorativa de las Fiestas Patronales sube al estrado y anuncia.

-Vamos a dar comienzo a este gran acto cultural, como parte de nuestras fiestas cívicas. Hoy va a tocar Alirio acompañado de Rodrigo. Juntos van a tocar “El Diablo

Page 142: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Suelto” un arreglo de Alirio, del vals venezolano de Heraclio Fernández. Luego los oiremos tocar “El preludio Criollo”, obra de Rodrigo inspirada en un personaje popular de Barrio Nuevo. El concierto comprenderá también obras de los compositores Antonio

Lauro, Héctor Villalobos y Albéniz.

El público aplaudió hasta el final, casi ininterrumpidamente, dando demostraciones

de una gran sensibilidad musical y clara comprensión de la calidad del concierto.

Por la noche, en el baile tradicional de las Fiestas Patronales, tocaron los músicos locales, algunos venidos de otros villorrios de La Otra Banda y una orquesta de Carora. Al

observar el ritmo de las parejas, Rodrigo le comentó a Manuel Herrera.

-El movimiento de las personas bailando, especialmente la danza, me ha inspirado

varias composiciones. Acabo de terminar una suite para guitarra, en homenaje a un personaje popular que conocí en un baile, danzando, hace varios años en Maracaibo, llamado Armando Molero.

La noche transcurrió con mayor lentitud, percibida como el reino de los cantores populares, antes de que comenzaran a cantar los pájaros atraídos por los crepúsculos del

amanecer. Por la falta de acústica los sonidos se perdían en el horizonte, y tras ellos los hombres que regresaban a sus trabajos.

En el viaje de retorno a Carora, Rodrigo reveló un viejo anhelo que no había

podido plasmar en una composición musical, pero que forma parte de sus reflexiones y planes futuros.

-Cuando recuerdo a don Chío Zubillaga oyendo a Beethoven en su “Cuarto Biblioteca”, acostado en su hamaca y extasiado con los compases de la V Sinfonía, me embarga la tentación de escribir una obra musical en homenaje a nuestro gran maestro de

las letras, de la vida y del combate social.

-¿Por qué no la has escrito? La tocaríamos juntos en Carora, en toda Venezuela y el

mundo –le expresó Alirio. –Y si tú no vuelves a viajar al exterior, yo la tocaría en todos los teatros o salas de concierto en las que me corresponde actuar. El año pasado toqué en Madrid y en París tu “Preludio Criollo”, una canción también tuya, que es como una poesía

extraordinaria, casi como una serenata al estilo caroreño, llena de originalidad, gracia, virtuosismo musical y caprichos, muy propio de tu estilo.

-No la he escrito, porque hay algo que nunca he podido hacer: planificar mi trabajo musical. Cuando lo he intentado siempre he fracasado, no en el trabajo sino en lo que he programado, porque en vez de componer una determinada melodía, compongo otra.

Cuando dicto clases y por asociación de ideas me imagino parte de alguna obra, previa notificación a mis alumnos, escribo un acorde y luego continúo la clase.

En sus labores cotidianas Rodrigo jugaba con el tiempo y con la imaginación. Detenía el reloj y llevaba al papel la idea que se le presentaba en la mente de una manera

Page 143: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

súbita. Para tocar, para escribir y componer necesitaba vivir. La vida se le repartía en

muchas cosas, incluso en muchas funciones difíciles de resolver y por eso apelaba a la improvisación del arte, algo que muy pocos pueden realizar con maestría y rigor técnico, porque les resulta contradictorio.

La vida de un artista difícilmente puede estar sometida a la lógica de la cotidianidad. La permanencia de Alirio en Europa, por ejemplo, siempre ha sido objeto de

opiniones diversas entre expertos en la materia e incluso entre aficionados y amantes del arte en general y de la música en particular. Algunos consideran importante para Venezuela, tenerlo a él y a otros artistas, más cerca del quehacer cultural nacional, sin que

ello signifique desvincularlo de lo universal. Con todos los progresos que se han alcanzado en el país en las últimas décadas, en estímulo, apoyo directo y desarrollo de un gran

movimiento cultural, hasta ahora todo parece indicar que el ejercicio de la profesión de concertista de guitarra, sólo se puede materializar en un país de larga tradición cultural, especialmente guitarrística.

El diálogo, las reflexiones y la experiencia vital de Alirio y Rodrigo así lo evidencian,

-Tenemos que abrir caminos hacia Carora y hacia todo el país, para complementar el progreso que ya comienza a observarse en las principales ciudades, donde he conocido a jóvenes guitarristas con mucho talento, a muchos grandes maestros de la guitarra y una

plausible proliferación de escuelas de música, aunque todo en un escenario limitado para la actuación de los jóvenes concertistas –expresa Alirio cuando están llegando a Carora.

-Todos esos jóvenes deberían viajar al exterior, a los grandes y famosos conservatorios de música y asistir a cursos de perfeccionamiento, porque hoy existe una mayor competencia mundial no sólo en el campo de la guitarra, sino también en todas las

artes, lo cual les crea mayores dificultades para el éxito no obstante los buenos profesores que hayan podido tener y las mejores condiciones que existen actualmente para estudiar –

concluye Rodrigo.

-El mejor ejemplo lo representan Rubén Riera, Senio Díaz y Luis Zea, quienes después de realizar estudios en el exterior, ya han comenzado a concurrir con su arte, con

su maestría a algunos escenarios internacionales, recibiendo el reconocimiento de un público culto y de una crítica exigente. También en Venezuela han alcanzado

extraordinario éxito –interviene Manuel Herrera, testigo de excepción del largo proceso de formación de Alirio y de Rodrigo y del surgimiento de una nueva generación de guitarristas.

-Estos jóvenes han demostrado un gran carácter para la música y un gran deseo de superación, una aspiración inquebrantable en la búsqueda del éxito, una indeclinable

disciplina en el estudio y el trabajo, una gran humildad frente al saber humano y una incesante e inagotable decisión de seguir aprendiendo –concluyó Alirio.

Page 144: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

EN EL TEATRO “ALIRIO DÍAZ”

Al regresar a Carora participarán en lo que pueden considerarse dos acontecimientos definitivos en sus vidas, que explican y justifican la existencia de una conciencia crítica como la de Chío Zubillaga, quien les señaló el camino para arrancarlos,

sin abandonarla en su esencia espiritual y humana, de una tradición folklórica para insertarlos en el mundo de una polifonía universal y luego regresarlos a establecer los hilos

que unen el testimonio de un pasado creador como impulso natural y la fuerza viviente de un presente generado por la técnica y la planificación armónica de los sonidos.

Tocaron juntos en la Iglesia San Juan, una pequeña catedral de Carora, que resultó

insuficiente para albergar a miles de personas que querían oírlos, después de varias décadas de haberlos visto transitar por las calles de la ciudad, como dos humildes jóvenes

que formaban parte de la vida cotidiana de los caroreños, y ahora regresaban precedidos de un prestigio y un reconocimiento universales, por los altos niveles de conocimientos adquiridos en la academia, en la teoría y en la práctica del manejo de la guitarra.

Cuando llegaron a la puerta principal de la Iglesia tuvieron que abrirse paso entre una multitud que plenaba el recinto hasta el altar de la misma, desde donde le rendirían

homenaje a su maestro Chío Zubillaga, con motivo del primer centenario de su nacimiento.

Primero tocó Rodrigo algunas composiciones suyas e improvisó composiciones de otros artistas universales. El público lo escuchó con el fervor o la devoción de estar en una

misa y finalmente aplaudió con la emoción de haber triunfado en un juego deportivo. Luego tocó Alirio algunas armonizaciones personales y varias obras de compositores

universales, incluyendo a Rodrigo. La perfección de uno de los primeros guitarristas del mundo también hizo maravillar a los asistentes, quienes después de liberar la respiración, estallaron en vítores y aplausos.

Para quienes conocieron a Alirio y a Rodrigo cuando eran muy jóvenes en Carora, les parecía algo milagroso, que aquellos dos muchachos, convertidos hoy en grandes

figuras de la guitarra clásica, pudieran regresar a su ciudad a hacer vibrar con las cuerdas

Page 145: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

de sus guitarras, las naves de la Iglesia San Juan y el corazón y los sentimientos de la muchedumbre.

Para los más jóvenes caroreños comenzaba a ser algo natural, familiar, no sólo oír a

Rodrigo y a Alirio, sino también a los hijos de éstos. Rodrigo logró procrear cuatro hijos músicos: Josefina, cantante y guitarrista; Rubén, guitarrista; Andrés, fagotista; y Juan José,

violinista. Alirio también procreó y formó cuatro hijos músicos: Senio Alirio, guitarrista; Josefa, flautista; Isabel, que estudió piano, pero al final se inclinó por el periodismo; y Tibisay, quien estudió danza y flauta dulce, para dedicarse finalmente a la restauración de

libros.

Todos los hijos de Rodrigo y Alirio se encontraron en Carora y oyeron tocar a sus

padres en el homenaje a Chío Zubillaga, estuvieron presentes e incluso algunos participaron en la inauguración del Teatro de la ciudad, que lleva el nombre de Alirio Díaz, construido como un homenaje a su reconocimiento como la primera guitarra de La

Candelaria, de Carora, de Europa y del mundo, por el también caroreño Domingo Perera Riera, cuando ejerció la Gobernación del Estado Lara.

Después del concierto en la Iglesia San Juan la multitud salió en manifestación hacia el Teatro “Alirio Díaz”, encabezada por Rodrigo, Alirio y sus hijos, el Gobernador Domingo Perera, el Obispo de la ciudad, Monseñor Eduardo Herrera, el Padre Andrés

Sierralta y otras personalidades de la cultura de la ciudad. Al llegar al Teatro fueron recibidos por otra muchedumbre de personas que pugnaba por entrar a dicha Sala de

Concierto. Las 600 entradas habían sido vendidas y por lo tanto todas las butacas estaban ocupadas. La mayor parte de los caroreños que querían oírlos tocar con sus hijos, se tuvo que quedar en las afueras y en las calles laterales.

El Gobernador Perera Riera cortó la cinta simbólica para dar por inaugurado un Teatro moderno, con 600 butacas, aire acondicionado y acústica perfecta. En breves

palabras afirmó:

-Más que como Gobernador, como caroreño y amante de la música me siento profundamente satisfecho de haber construido un Teatro en homenaje a nuestro insigne

concertista Alirio Díaz, inaugurarlo con su presencia, la de Rodrigo, otro de nuestros grandes valores universales de la música y de la guitarra en particular, de sus hijos y de

esta multitud de caroreños que han hecho de la música un complemento de sus vidas. Hago entrega del Teatro “Alirio Díaz” a la ciudad, para que a través de alguna de las instituciones de la cultura lo administre y lo preserve para la presente y las futuras

generaciones.

-Lamento que por razones de presupuesto y porque terminaba mi período

gubernamental, no haber podido construir, atendiendo a un planteamiento público formulado por nuestro amigo Juan Páez Ávila, una Escuela Superior de Música, que

Page 146: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

debería llevar el nombre de Rodrigo Riera. Espero contribuir con otros caroreños para que la construyamos en el futuro.

-Muchas gracias, y dejo en manos de la comunidad esta obra que debe llenar de

orgullo al gentilicio caroreño.

La periodista Isabel Díaz tomó en sus manos el micrófono, para hacer la

presentación de los artistas:

-Bienvenidos a la inauguración de esta excelente sala de conciertos, que para los caroreños y para los hijos de lo caroreños constituye un regalo a la cultura, un signo de los

nuevos tiempos. Como hija de Alirio y como venezolana expreso las gracias al Gobernador Domingo Perera Riera, y transmito al mundo a través de Radio Carora, la

manifestación del orgullo caroreño por esta magna obra cultural. Como ustedes saben, van a tocar Rodrigo y mi padre, y los hijos de ambos que hicieron de la música su profesión, porque mi hermana Tibisay y yo estudiamos música, pero ejercemos otras profesiones.

Voy a empezar por mis hermanos:

-Senio Alirio estudió en el Instituto Benedetto Marchello, de Venecia, Roma,

donde tuvo como profesores a Angello Amatto y Carlo Cavaína. Aquí estudió sus primeros años, aunque su primer profesor fue nuestro padre, Alirio. Luego estudió Armonía, Contrapunto y Formas Musicales en el Conservatorio Santa Cecilia de Roma, donde tuvo

como profesores a Carlo Cammarotta y Armando Relsi. Al culminar sus estudios obtuvo el título de Profesor y se dedicó a la profesión de concertista de guitarra, en cuyo ejercicio ha

podido participar en recitales y conjuntos de cámara en diversos países de Europa, en América Latina y en especial en Venezuela.

-Josefa, mi hermana menor, dedicada también a la música, hace carrera

internacional como flautista. Todos esperamos sus próximos éxitos.

-María Josefina, hija de Rodrigo, estudió 12 años en el Real Conservatorio de

Madrid y luego hizo un curso de guitarra con su padre. Se ha dedicado fundamentalmente al canto y a la guitarra. Forma un dúo con Bartolomé Díaz, quien toca la guitarra mientras ella canta. Como solista toca y canta composiciones para canto y guitarra de Rodrigo,

sobre música popular española y latinoamericana y sobre algunos poemas de Federico García Lorca. Su voz y sus últimos estudios la indujeron a la Opera como su actividad

fundamental.

-Rubén, el guitarrista por excelencia de los hijos de Rodrigo, estudió también en el Real Conservatorio de Música de Madrid, donde terminó un curso de guitarra en 6 años.

Egresó a los 15 años, cuando regresa Rodrigo con su familia a Venezuela.

Perfecciona sus primeros estudios al lado de su padre, hasta que viaja a Londres y

realiza estudios de postgrado de guitarra. Estudia 5 años en el Guidg Hall School of Music, donde tuvo como profesores a John Duarte y a Nigel North. Realiza también

Page 147: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

estudios de música antigua y debuta como concertista en Inglaterra, donde obtiene sus primeros éxitos, antes de radicarse en New York. Ejerce como concertista de guitarra en

las principales ciudades de los Estados Unidos. Es también arreglista y se ha presentado en los principales teatros y salas de concierto en el mundo.

-Andrés, el tercero de los hijos de Rodrigo, estudió Solfeo y Conjunto Coral en Madrid. Al residenciarse su familia en Barquisimeto estudió Ingeniería Electrónica en el Instituto Universitario Politécnico de esa ciudad. Paralelo a los estudios de Ingeniería

Electrónica se inscribió en la Escuela de Música de la ciudad a cursar piano y percusión. Terminó sus estudios de Fagot y ha sido Jefe de Instrumentos de Viento de la Orquesta

Sinfónica Juvenil de Lara.

-Juan José, el hijo menor de Rodrigo, estudió violín y actualmente es violinista de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Lara.

-Como es obvio, Rodrigo no necesita presentación. Aquí está Rodrigo –expresó Isabel.

Antes de intervenir con su guitarra, Rodrigo expresó:

-Ustedes conocen bien al guitarrista. Yo quiero hablarles hoy de mi experiencia y del mundo que he conocido a lo largo de mi carrera artística e incluso de mi vida. Me

siento proyectado en lo artístico y en lo humano en mis hijos y en mi pueblo. Me enorgullece presumir que el ejemplo de mi trabajo, de mis estudios e incluso de mi vida

volcada hacia el quehacer artístico, pueda haber sido percibido por mis hijos como la primera escuela. Hoy, no tengo dudas de que hay una retroalimentación espiritual en una familia de músicos, de estudiantes y trabajadores permanentes por el arte inagotable. Creo

que el sentido de responsabilidad que les he inculcado a mis hijos, forma parte muy importante del contexto socio cultural que requiere el ser humano para tener una guía y

una meta sin torceduras lamentables. Todos son hijos del amor y de la música, pero también del trabajo. En la formación integral de mis hijos también ha jugado un papel importante, mejor dicho imprescindible, mi mujer; Julia, compañera de toda mi vida, quien

después de ver emerger a nuestros hijos hacia el porvenir, estudió bachillerato e ingresó a la Universidad, donde también aprobó estudios superiores. La droga que ha penetrado en

nuestro hogar es la lectura de todos los días. Julia entendió desde el primer momento del matrimonio que la vida de un concertista de guitarra, que tenía que recorrer el mundo, no podía ni debía sujetarla en cuatro paredes.

Comenzaron los aplausos, pero volvió a intervenir Isabel.

-Esperen un momento, por favor. De mi padre, tampoco hablaré. Ustedes lo

conocen tanto como a Rodrigo. Aquí está Alirio.

Page 148: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Antes de intervenir, Alirio también se dirigió brevemente al público para exponerle las ideas que le llegaban a la mente y transmitirle una emoción y una experiencia que marcaban su vida.

-Yo me siento igualmente satisfecho de haber transitado un duro camino, desde La Candelaria, pasando por esta ciudad, a Trujillo, Caracas, Madrid y Siena, venciendo las

dificultades de una época conocida por muchos de ustedes, para realizar el sueño de ser guitarrista y estar aquí con nuestras familias, a recibir más que aplausos, el afecto de un pueblo que ama la música y premia el trabajo. Encontré una compañera que ha sido vital

en mi carrera y en la formación de mis hijos. La música ha sido para nosotros no sólo una profesión, sino algo más que le da sentido a la vida. Me siento feliz de que Senio Alirio

haya nacido con facultades excepcionales para la música, desarrolladas y perfeccionadas hasta el virtuosismo, por su recia voluntad para el estudio y el trabajo. Sin embargo, quiero expresarles que la época actual, en comparación con la que nos tocó vivir a Rodrigo y a

mí, con todas las dificultades que tuvimos que enfrentar, es tanto o más compleja y difícil. No es suficiente tener talento y alcanzar el virtuosismo en el arte musical. La sociedad

contemporánea es más competitiva y presenta obstáculos distintos, pero de una dimensión a veces invencibles. Por eso considero que todos los jóvenes profesionales de la guitarra requieren una naturaleza musical, el instinto musical como facultad esencial, para luego

ser sometidos a la escuela técnica creada por la inteligencia del ser humano. En lo personal, en lo humano, percibo la existencia de mi familia, como un gran éxito en mi

tránsito por la vida.

Volvieron los aplausos antes de comenzar el concierto y luego aparecieron todos en el escenario. Tocaron composiciones para guitarra de Rodrigo y arreglos de Alirio y de

Rubén. El público absorto, dentro y fuera del Teatro, oyó lo que para la mayoría, si no para la totalidad, ya resultaba consustancial con la noche y el amanecer de los caroreños: una

combinación de sonidos, armonizados por una múltiple vocación para la música. Las guitarras de Rodrigo y Alirio, de Senio y Rubén; la voz de Josefina, el fagot, el violín y la flauta de Andrés, Juan José y Josefa inundaron los oídos de los caroreños hasta el éxtasis.

El público exigió la repetición de cada una de las melodías que tocaban, hasta que la noche comenzó a descender y del delirio se pasó al silencio. Isabel llamó la atención

para leer dos telegramas. Uno dirigido a Alirio que decía:

-Le invitamos como Huésped de Honor al Concurso Latinoamericano de Guitarra Alirio Díaz.

Consejo Nacional de la Cultura (CONAC)

El otro telegrama dirigido a Rodrigo, decía:

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Le invitamos a participar como jurado especial en el Festival Latinoamericano de

Composición para Guitarra Rodrigo Riera.

Consejo Nacional de la Cultura (CONAC)

El público volvió aplaudir el concierto y la despedida. El cronista de la ciudad,

José Numa Rojas, propuso colocar a la entrada del Teatro “Alirio Díaz”, la siguiente inscripción:

“Una tradición verdadera no es el testimonio de un pasado transcurrido;

es una fuerza viviente que anima e informa el presente”

Stravinsky

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ÍNDICE Pág.

EL CINE COMO ESCUELA DE MÚSICA 1

EL CANTO DE LOS PÁJAROS AFINAN EL OÍDO 10

UNA GUITARRA Y UN LIBRO PRESTADOS 19

SERENATA DE SCHUBERT EN LA CANDELARIA 27 UNA PROMESA NACIONAL E INTERNACIONAL 34

CONTRAPUNTEO EN LA GUITARRA 43

EN LA ESCUELA SUPERIOR DE MÚSICA 55

CONCIERTOS POR TODA VENEZUELA 70

EN EL REAL CONSERVATORIO DE MADRID 80 EN LA ACADEMIA DE MÚSICA CHIGIANA DE SIENA 95

CONCIERTOS POR EL MUNDO 99

DIFUSIÓN DE LA MÚSICA VENEZOLANA 116

EN LA CASA Y MUSEO DE CHÍO ZUBILLAGA 122

EL “EL DIARIO” DE CARORA 129 EN BARRIO NUEVO Y LA CANDELARIA 135

EN EL TEATRO “ALIRIO DÍAZ” 142

Page 151: Duelo entre "Dos Gigantes" Pablo Ruiz Picasso y Antonio Machado

Juan Páez Ávila, periodista y escritor, ex parlamentario y profesor titular de la

Universidad Central de Venezuela, nació en San Antonio, zona rural del Municipio

Autónomo Torres del Estado Lara.

Ex Director de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, ha sido columnista de los diarios “El Nacional”, “El Universal”, “Ultimas Noticias”, “El Impulso”, “El Diario” de Carora y algunas revistas nacionales y extranjeras. Ha publicado “La Juventud

Censurada”, investigación sobre los problemas de la juventud venezolana, reflejados por la prensa nacional durante el llamado “Mayo Francés” en 1968; “La Otra Banda”, novela; y

“Cecilio Zubillaga Perera”, biografía. En imprenta tiene “Atarigua y otros Relatos”, libro de cuentos.

En 1978 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, Mención Docencia; en 1979 el Premio de Cuentos del diario “El Nacional”, con el cuento Atarigua; en 1980 el Premio de

cuentos de la Dirección de Cultura de la Universidad Santa María, con el cuento “El Balcón de los Álvarez”; y en 1981 el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal con la Biografía de “Cecilio Zubillaga Perera”.

En Julio de 1999 publicó la editorial FUNDARTE la obra “Dos Guitarras”,

ejercicio narrativo sobre la vida de Alirio Díaz y Rodrigo Riera. La Editorial Comala.Com publicó en el 2001 “Pasantía por el Parlamento”, una

selección de sus intervenciones en el Congreso de la República, que constituyen un juicio democrático a la llamada IV República. “Coroneles de Carohana”, su última novela, que

refleja en varios relatos paralelos la proyección del espíritu y la vocación autoritaria y rapaz del conquistador español del siglo XVI, en la mayoría de los políticos venezolanos a lo largo del tiempo, hasta nuestros días, a través de varios personajes civiles y militares,

circulará en los próximos días editada también por Comala.Com.

La Dirección de Cultura de la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” se complace en publicar una segunda edición de “Dos Guitarras de Carora y del Mundo”, ampliada y corregida, en homenaje a dos grandes concertista de la guitarra clásica, Alirio

Díaz y Rodrigo Riera, este último eximio profesor de esta Casa de Estudios.