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El mito de sisifo albert camus

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Sísifo había sido condenado por losdioses a realizar una actividadabsurda. Albert Camus recrea elviejo mito griego de Sísifoconsiderándolo expresión ometáfora de la existencia humana.La aparición casi simultánea -en1942- de El mito de Sísifo y Elextranjero reveló al público el talentoliterario, la sensibilidad ética y lacapacidad de reflexión teórica deAlbert Camus (1913-1960), paraquien narrativa, teatro, ensayo yperiodismo fueron mediosalternativos para indagar sobre la

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complejidad, la ambigüedad y lariqueza de la condición humana ypara plantear y debatir los grandesproblemas morales de nuestraépoca. La obra se compone decuatro capítulos y un apéndice («Laesperanza y lo absurdo en la obrade Franz Kafka») que estudian,desde enfoques cercanos alexistencialismo, esa «sensibilidadabsurda» que parece dominar granparte del siglo XX.

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Albert Camus

El mito de Sísifo*

ePub r1.0Piolin 23.04.14

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Título original: Le mythe de SisypheAlbert Camus, 1942Traducción: Luis EchávarriRetoque de cubierta: Piolin

Editor digital: PiolinePub base r1.1

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A Pascal Pía

"Oh, alma mía, no aspires a lavida inmortal, pero agota el

campo de lo posible."

Píndaro. III Pítica.

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Ω

Las siguientes páginas tratan de unasensibilidad absurda que puedeencontrarse dispersa en el siglo, y no deuna filosofía absurda que nuestra época,hablando con propiedad, no haconocido. Una honradez elemental exige,por lo tanto, que señalemos, desde elprincipio, lo que estas páginas deben aciertos autores contemporáneos. Tengotan poca intención de ocultarlo que selos verá citados y comentados a lo largode la obra.

Pero es útil advertir, al mismo

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tiempo, que lo absurdo, tomado hastaahora como conclusión, es consideradoen este ensayo como un punto de partida.En tal sentido se puede decir que hayalgo provisional en mi comentario: laposición que toma no se deja prejuzgar.Aquí sólo se encontrará la descripción,en estado puro, de un mal espiritual.Ninguna metafísica, ninguna creenciainterviene en ello por el momento. Talesson los límites y la única postura previade este libro.

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UNRAZONAMIENTO

ABSURDO

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Lo absurdo y el suicidio

No hay más que un problemafilosófico verdaderamente serio: elsuicidio. Juzgar si la vida vale o no valela pena de vivirla es responder a lapregunta fundamental de la filosofía. Lasdemás, si el mundo tiene tresdimensiones, si el espíritu tiene nueve odoce categorías, vienen a continuación.Se trata de juegos; primeramente hay queresponder. Y si es cierto, como pretendeNietzsche, que un filósofo, para serestimable, debe predicar con el ejemplo,se advierte la importancia de esa

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respuesta, puesto que va a preceder algesto definitivo. Se trata de evidenciasperceptibles para el corazón, pero quese debe profundizar a fin de hacerlasclaras para el espíritu.

Si me pregunto en qué puedobasarme para juzgar si tal cuestión esmás apremiante que tal otra, respondoque en los actos a los que obligue.

Nunca vi morir a nadie por elargumento ontológico. Galileo, quedefendía una verdad científicaimportante, abjuró de ella con la mayorfacilidad del mundo, cuando puso suvida en peligro. En cierto sentido, hizobien. Aquella verdad no valía la

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hoguera. Es profundamente indiferentesaber cuál gira alrededor del otro, si latierra o el sol. Para decirlo todo, es unacuestión baladí. En cambio, veo quemuchas personas mueren porque estimanque la vida no vale la pena de vivirla.Veo a otras que, paradójicamente, sehacen matar por las ideas o las ilusionesque les dan una razón para vivir (lo quese llama una razón para vivir es, almismo tiempo, una excelente razón paramorir). Opino, en consecuencia, que elsentido de la vida es la pregunta másapremiante. ¿Cómo contestarla? Conrespecto a todos los problemasesenciales, y considero como tales a los

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que ponen en peligro la vida o los quedecuplican el ansia de vivir, no hayprobablemente sino dos métodos depensamiento: el de Pero Grullo y el deDon Quijote. El equilibrio de evidenciay lirismo es lo único que puedepermitirnos llegar al mismo tiempo a laemoción y a la claridad. Se concibe queen un tema a la vez tan humilde y tancargado de patetismo, la dialéctica sabiay clásica deba ceder el lugar, por lotanto, a una actitud espiritual másmodesta que procede a la vez del buensentido y de la simpatía.

Siempre se ha tratado del suicidiocomo de un fenómeno social. Por el

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contrario, aquí se trata, para comenzar,de la relación entre el pensamientoindividual y el suicidio. Un acto comoéste se prepara en el silencio delcorazón, lo mismo que una gran obra. Elpropio suicida lo ignora. Una nochedispara o se sumerge. De un gerente deinmuebles que se había matado, medijeron un día que había perdido a suhija hacía cinco años y que esadesgracia le había cambiado mucho, lehabía "minado". No se puede desear unapalabra más exacta. Comenzar a pensares comenzar a estar minado. La sociedadno tiene mucho que ver con estoscomienzos. El gusano se halla en el

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corazón del hombre y en él hay quebuscarlo. Este juego mortal, que lleva dela lucidez frente a la existencia a laevasión fuera de la luz, es algo que debeinvestigarse y comprenderse.

Muchas son las causas para unsuicidio, y, de una manera general, lasmas aparentes no han sido las máseficaces. La gente se suicida rara vez(sin embargo, no se excluye la hipótesis)por reflexión. Lo que desencadena lacrisis es casi siempre incontrolable. Losdiarios hablan con frecuencia de "penasíntimas" o de "enfermedad incurable".Son explicaciones válidas. Pero habríaque saber si ese mismo día un amigo del

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desesperado no le habló con un tonoindiferente. Ese sería el culpable, puestal cosa puede bastar para precipitartodos los rencores y todos loscansancios todavía en suspenso[1].

Pero si es difícil fijar el instantepreciso, el paso sutil en que el espírituha apostado a favor de la muerte, es másfácil extraer del acto mismo lasconsecuencias que supone. Matarse, encierto sentido, y como en el melodrama,es confesar. Es confesar que se ha sidosobrepasado por la vida o que no se lacomprende. Sin embargo, no vayamosdemasiado lejos en esas analogías yvolvamos a las palabras corrientes. Es

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solamente confesar que eso "no merecela pena". Vivir, naturalmente, nunca esfácil. Uno sigue haciendo los gestos queordena la existencia, por muchasrazones, la primera de las cuales es lacostumbre. Morir voluntariamentesupone que se ha reconocido, aunque seainstintivamente, el carácter irrisorio deesa costumbre, la ausencia de toda razónprofunda para vivir, el carácterinsensato de esa agitación cotidiana y lainutilidad del sufrimiento.

¿Cuál es, pues, ese sentimientoincalculable que priva al espíritu delsueño necesario a la vida? Un mundoque se puede explicar incluso con malas

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razones es un mundo familiar. Pero, porel contrario, en un universo privadorepentinamente de ilusiones y de luces,el hombre se siente extraño. Es un exiliosin recurso, pues está privado de losrecuerdos de una patria perdida o de laesperanza de una tierra prometida. Taldivorcio entre el nombre y su vida, entreel actor y su decorado, es propiamenteel sentimiento de lo absurdo. Comotodos los hombres sanos han pensado ensu propio suicidio, se podrá reconocer,sin más explicaciones, que hay unvínculo directo entre este sentimiento yla aspiración a la nada.

El tema de este ensayo es,

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precisamente, esa relación entre loabsurdo y el suicidio, la medida exactaen que el suicidio es una solución de loabsurdo. Se puede sentar como principioque para un hombre que no hace trampaslo que cree verdadero debe regir suacción. La creencia en lo absurdo de laexistencia debe gobernar, por lo tanto,su conducta. Es una curiosidad legítimala que lleva a preguntarse, claramente ysin Falso patetismo, si una conclusión deeste orden exige que se abandone lo másrápidamente posible una situaciónincomprensible. Me refiero, porsupuesto, a los hombres dispuestos aponerse de acuerdo consigo mismo.

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Planteado en términos claros, elproblema puede parecer a la vezsencillo e insoluble. Pero se suponeequivocadamente que las preguntassencillas traen consigo respuestas queno lo son menos y que la evidenciaimplica la evidencia. A priori, einvirtiendo los términos del problema,así como uno se mata o no se mata,parece que no hay sino dos solucionesfilosóficas: la del sí y la del no. Esosería demasiado fácil. Pero hay quetener en cuenta a los que interrogansiempre sin llegar a una conclusión. Aese respecto, apenas ironizo: se trata dela mayoría. Veo igualmente que quienes

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responden que no, obran como sipensasen que sí. De hecho, si acepto elcriterio nietzscheano, piensan que sí deuna u otra manera. Por el contrario,quienes se suicidan suelen estar confrecuencia seguros del sentido de lavida. Estas contradicciones sonconstantes. Hasta se puede decir quenunca han sido tan vivas como conrespecto a ese punto en el que la lógica,por el contrario, parece tan deseable. Esun lugar común comparar las teoríasfilosóficas con la conducta de quieneslas profesan. Pero es necesario decirque, salvo Kirilov, que pertenece a laliteratura, Peregrinos, que nace de la

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leyenda[2], y Jules Lequier, que nosremite a la hipótesis, ninguno de lospensadores que negaban un sentido a lavida, se puso de acuerdo con su lógicahasta el punto de rechazar la vida. Secita con frecuencia, para reírse de él, aSchopenhauer, quien elogiaba elsuicidio ante una mesa bien provista. Nohay en ello motivo para burlas. Estamanera de no tomarse en serio lo trágicono es tan grave, pero termina juzgando aquien la adopta.

Ante estas contradicciones y estasoscuridades, ¿hay que creer, por lotanto, que no existe relación alguna entrela opinión que se pueda tener de la vida

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y el acto que se realiza paraabandonarla? No exageremos en estesentido. En el apego de un hombre a suvida hay algo más fuerte que todas lasmiserias del mundo. El juicio del cuerpoequivale al del espíritu y el cuerporetrocede ante el aniquilamiento.Adquirimos la costumbre de vivir antesque la de pensar. En la carrera que nosprecipita cada día un poco más hacia lamuerte, el cuerpo conserva una delanterairreparable. Finalmente, lo esencial deesta contradicción reside en lo que yollamaría la evasión, porque es a la vezmenos y más que la diversión en elsentido pascaliano. El juego constante

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consiste en eludir. La evasión típica, laevasión mortal que constituye el tercertema de este ensayo, es la esperanza:esperanza de otra vida que hay que"merecer", o engaño de quienes viven nopara la vida misma, sino para algunagran idea que la supera, la sublima, leda un sentido y la traiciona.

Todo contribuye así a enredar lascosas. No en vano se ha jugado hastaahora con las palabras y se ha fingidocreer que negar un sentido a la vidalleva forzosamente a declarar que novale la pena de vivirla. En verdad, nohay equivalencia forzosa alguna entreambos juicios. Lo único que hay que

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hacer es no dejarse desviar por lasconfusiones, los divorcios y lasinconsecuencias que venimos señalando.Hay que apartarlo todo e ir directamenteal verdadero problema. El que se mataconsidera que la vida no vale la pena devivirla: he aquí una verdad indudable,pero infecunda, porque es unaperogrullada. ¿Pero es que este insulto ala existencia, este mentís en que se lahunde, procede de que no tiene sentido?¿Es que su absurdidad exige la evasiónmediante la esperanza o el suicidio?Esto es lo que se debe poner en claro,averiguar e ilustrar, dejando de ladotodo lo demás. ¿Lo Absurdo impone la

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muerte? Este es el problema al que hayque dar prioridad sobre los demás, almargen de todos los métodos depensamiento y de los juegos del espíritudesinteresado. Los matices, lascontradicciones, la psicología que unespíritu "objetivo" sabe introducirsiempre en todos los problemas, notienen cabida en el análisis de estapasión. Lo único que hace falta es elpensamiento injusto, es decir lógico.Esto no es fácil. Es fácil siempre serlógico. Pero es casi imposible serlógico hasta el fin. Los hombres que sematan siguen así hasta el final lapendiente de su sentimiento. La reflexión

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sobre el suicidio me proporciona, por lotanto, la ocasión para plantear el únicoproblema que me interesa: ¿hay unalógica hasta la muerte? No puedosaberlo sino siguiendo, sinapasionamiento desordenado, a la solaluz de la evidencia, el razonamientocuyo origen indico. Es lo que llamo unrazonamiento absurdo. Muchos lo hancomenzado, pero no sé todavía si se hanatenido a él.

Cuando Karl Jaspers, revelando laimposibilidad de constituir al mundo enunidad, exclama: "Esta limitación melleva a mí mismo, allá donde ya no meretiro detrás de un punto de vista

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objetivo que no hago sino representar,allá donde ni yo mismo ni la existenciaajena puede ya convertirse en objetopara mí", evoca, después de otrosmuchos, esos lugares desiertos y sinagua en los cuales el pensamiento llegaa sus confines. Después de otrosmuchos, sí, sin duda, ¡pero cuanimpacientes por escapar! A esta últimavuelta en la que el pensamiento vacilahan llegado muchos hombres, y de losmás humildes. Estos renunciabanentonces a lo más querido que poseían yque era su vida. Otros, príncipes delespíritu, han renunciado también, pero alo que llegaron en su rebelión más pura

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fue al suicidio de su pensamiento. Elverdadero esfuerzo consiste, por elcontrario, en atenerse a él tanto comosea posible y en examinar Je cerca lavegetación barroca de esas alejadasregiones. La tenacidad y la clarividenciason espectadores privilegiados de esejuego inhumano en el que lo absurdo, laesperanza y la muerte intercambian susréplicas. El espíritu puede entoncesanalizar las figuras de esta danza, a lavez elemental y sutil, antes de ilustrarlasy revivirlas él mismo.

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Los muros absurdos

Como las grandes obras, lossentimientos profundos declaran siempremás de lo que dicen conscientemente. Laconstancia de un movimiento o de unarepulsión en un alma se vuelve aencontrar en los hábitos de hacer o depensar y tiene consecuencias que el almamisma ignora. Los grandes sentimientospasean consigo su universo, espléndidoo miserable. Iluminan con su pasión unmundo exclusivo en el que vuelven aencontrar su clima. Hay un universo dela envidia, de la ambición, del egoísmo

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o de la generosidad. Un universo, esdecir, una metafísica y una actitudespiritual. Lo que es cierto de lossentimientos ya especializados lo serátodavía más de las emociones tanindeterminadas en su base, a la vez tanconfusas y tan "ciertas", tan lejanas y tan"presentes" como pueden ser las que nosproduce lo bello o suscita lo absurdo.

La sensación de absurdo a la vueltade cualquier esquina puede sentirlacualquier hombre. Como tal, en sudesnudez desoladora, en su luz sinbrillo, es inasible. Pero esta dificultadmerece una reflexión. Es probablementecierto que un hombre nos sea

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desconocido para siempre y que hayasiempre en él algo irreductible que nosescape. Pero prácticamente, conozco alos hombres y los reconozco por suconducta, por el conjunto de sus actos,por las consecuencias que su pasosuscita en la vida. Del mismo modo,puedo definir prácticamente, apreciarprácticamente todos esos sentimientosirracionales que no podría captar elanálisis; puedo reunir la suma de susconsecuencias en el orden de lainteligencia, aprehender y anotar todossus aspectos, recordar su universo. Escierto que en apariencia no conocerémejor a un actor personalmente por

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haberlo visto cien veces. Sin embargo,si sumo los héroes que ha encarnado y sidigo que le conozco un poco más altener en cuenta el centesimo personaje,se tendrá la sensación de que hay en ellouna parte de verdad. Pues esta paradojaaparente es también un apólogo. Tieneuna moraleja. Enseña que un hombre sedefine tanto por sus comedias como porsus impulsos sinceros. Existe en ello untono más bajo de los sentimientos,inaccesibles en el corazón, pero querevelan parcialmente los actos queaniman y las actitudes espirituales quesuponen. Puede advertirse que así definoun método. Pero se advierte también que

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este método es de análisis y no deconocimiento. Pues los métodosimplican metafísicas, revelan sinsaberlo conclusiones que a vecespretenden no conocer todavía. Así, lasúltimas páginas de un libro están ya enlas primeras. Este nudo es inevitable. Elmétodo aquí definido confiesa lasensación de que todo verdaderoconocimiento es imposible. Sólo puedenenumerarse las consecuencias y sólo elclima puede hacerse sentir.

Quizá podamos alcanzar elinaprehensible sentimiento de loabsurdo en los mundos diferentes perofraternos de la inteligencia, del arte de

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vivir o del arte simplemente. El climadel absurdo está al comienzo. El final esel universo absurdo y la actitudespiritual que ilumina al mundo con unaluz que le es propia, con el fin de hacerresplandecer ese rostro privilegiado eimplacable que ella sabe reconocerle.

Todas las grandes acciones y todoslos grandes pensamientos tienen uncomienzo irrisorio. Las grandes obrasnacen con frecuencia a la vuelta de unaesquina o en la puerta giratoria de unrestaurante. Lo mismo sucede con laabsurdidad. El mundo absurdo más quecualquier otro extrae su nobleza de esenacimiento miserable. En ciertas

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situaciones responder "nada" a unapregunta sobre la naturaleza de suspensamientos puede ser una finta en unhombre. Los amantes lo saben muy bien.Pero si esa respuesta es sincera, sitraduce ese singular estado del alma enel cual el vacío se hace elocuente, en elque la cadena de los gestos cotidianosse rompe, en el cual el corazón busca envano el eslabón que la reanuda, entonceses el primer signo de la absurdidad.

Suele suceder que los decorados sederrumben. Levantarse, coger el tranvía,cuatro horas de oficina o de fábrica, lacomida, el tranvía, cuatro horas detrabajo, la cena, el sueño y lunes,

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martes, miércoles, jueves, viernes ysábado con el mismo ritmo es una rutaque se sigue fácilmente durante la mayorparte del tiempo. Pero un día surge el"por qué" y todo comienza con esalasitud teñida de asombro. "Comienza":esto es importante. La lasitud está alfinal de los actos de una vida maquinal,pero inicia al mismo tiempo elmovimiento de la conciencia. Ladespierta y provoca la continuación. Lacontinuación es la vuelta inconsciente ala cadena o el despertar definitivo. Alfinal del despertar viene, con el tiempo,la consecuencia: suicidio orestablecimiento. En sí misma la lasitud

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tiene algo de repugnante. Debo concluirque es buena, pues todo comienza por laconciencia y nada vale sino por ella.Estas observaciones no tienen nada deoriginal. Pero son evidentes, y eso bastapor algún tiempo, al efectuar unreconocimiento somero de los orígenesde lo absurdo. La simple "inquietud"está en el origen de todo.

Asimismo, y durante todos los díasde una vida sin brillo, el tiempo noslleva. Pero siempre llega un momento enque hay que llevarlo. Vivimos delporvenir: "mañana", "más tarde","cuando tengas una posición", "con losaños comprenderás. Estas

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inconsecuencias son admirables, pues,al fin y al cabo, se trata de morir. Llega,no obstante, un día en que el hombrecomprueba o dice que tiene treinta años.Así afirma su juventud. Pero al mismotiempo se sitúa con relación al tiempo.Ocupa en él su lugar. Reconoce que sehalla en cierto momento de una curvaque confiesa tener que recorrer.Pertenece al tiempo, y a través delhorror que se apodera de él reconoce enaquél a su peor enemigo. El mañana,anhelaba el mañana, cuando todo éldebía rechazarlo. Esta rebelión de lacarne es lo absurdo³.

Un peldaño más abajo y nos

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encontramos con lo extraño: advertimosque el mundo es "espeso", entrevemoshasta qué punto una piedra nos esextraña e irreductible, con quéintensidad puede negarnos la naturaleza,un paisaje. En el fondo de toda bellezayace algo inhumano, y esas colinas, ladulzura del cielo, esos dibujos deárboles pierden, al cabo de un minuto, elsentido ilusorio con que los revestíamosy en adelante quedan más lejanos que unparaíso perdido. La hostilidad primitivadel mundo remonta su curso hastanosotros a través de los milenios.Durante un segundo no locomprendemos, porque durante siglos de

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él hemos comprendido las figuras y losdibujos que poníamos previamente,porque en adelante nos faltarán lasfuerzas para emplear ese artificio. Elmundo se nos escapa porque vuelve aser él mismo. Esas aparienciasenmascaradas por la costumbre vuelvena ser lo que son. Se alejan de nosotros.Así como hay días en que bajo su rostrofamiliar se ve como a una extraña a lamujer amada desde hace meses o años,así también quizá lleguemos a desearhasta lo que nos deja de pronto tansolos. Pero todavía no ha llegado esemomento. Una sola cosa: este espesor yesta extrañeza del mundo es lo

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absurdo.[3]

También los hombres segregan loinhumano. En ciertas horas de lucidez, elaspecto mecánico de sus gestos, supantomima carente de sentido vuelvenestúpido cuanto les rodea. Un hombrehabla por teléfono detrás de un tabiquede vidrio; no se le oye, pero se ve sumímica sin sentido: uno se pregunta porqué vive. Este malestar ante lainhumanidad del hombre mismo, estacaída incalculable ante la imagen de loque somos, esta "náusea", como la llamaun autor de nuestros días, es también loabsurdo. El extraño que, en ciertossegundos, viene a nuestro encuentro en

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un espejo; el hermano familiar y, sinembargo, inquietante que volvemos aencontrar en nuestras propiasfotografías, son también lo absurdo.

Llego, por fin, a la muerte y alsentimiento que tenemos de ella. Todoestá dicho sobre este punto y lo decentees no incurrir en lo patético. Sinembargo, nunca se asombrará demasiadoante el hecho de que todo el mundo vivacomo si nadie "lo supiese”. Es que, enrealidad, no hay una experiencia de lamuerte. En el sentido propio, no esexperimentado sino lo que ha sidovivido y hecho consciente. Aquí lo másque puede hacerse es hablar de la

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experiencia de la muerte ajena. Es unsucedáneo, una opinión que nunca nosconvence del todo. Esteconvencionalismo melancólico no puedeser persuasivo. El horror procede enrealidad del lado matemático delacontecimiento. Si el tiempo nos espantaes porque da la demostración; lasolución viene luego. Todos los grandesdiscursos sobre el alma van a recibiraquí, por lo menos durante un tiempo, laprueba del nueve de su contrario. Decuerpo inerte en el que ya no deja huellauna bofetada, ha desaparecido el alma.Ese lado elemental y definitivo de laaventura constituye el contenido de la

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sensación absurda. Bajo la iluminaciónmortal de ese destino aparece lainutilidad. Ninguna moral ni esfuerzoalguno pueden justificarse a priori antelas sangrientas matemáticas que ordenannuestra condición.

Repito que todo esto ha sido dicho yredicho. Me limito aquí a hacer unaclasificación rápida y a indicar estostemas evidentes. Circulan a través detodas las literaturas y todas lasfilosofías. La conversación cotidiana senutre de ellos. No se trata de volver ainventarlos. Pero hay que asegurarse deestas evidencias para poder interrogarseluego sobre la cuestión primordial. Lo

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que me interesa, quiero repetirlo, no sontanto los descubrimientos absurdoscomo sus consecuencias. Si se estáseguro de estos hechos, ¿qué hay quededucir de ellos, hasta dónde hay que irpara no estudiar nada? ¿Habrá que morirvoluntariamente o esperar a pesar detodo? Antes es necesario realizar elmismo recuento rápido en el plano de lainteligencia.

La primera operación de la menteconsiste en distinguir lo que es cierto delo que es falso. Sin embargo, en cuantoel pensamiento reflexiona sobre símismo lo primero que descubre es unacontradicción. A este respecto es inútil

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esforzarse por ser convincente. Desdehace siglos nadie ha dado de este asuntouna demostración más clara y eleganteque Aristóteles: "La consecuencia, confrecuencia ridiculizada, de estasopiniones es que se destruyen a símismas. Pues al afirmar que todo escierto afirmamos la verdad de laafirmación opuesta y, por consiguiente,la falsedad de nuestra propia tesis (puesla afirmación opuesta no admite que ellapueda ser cierta). Y si se dice que todoes falso esta afirmación resulta tambiénfalsa. Si se declara que sólo es falsa laafirmación opuesta a la nuestra, o bienque sólo la nuestra es falsa, se está, no

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obstante, obligado a admitir un númeroinfinito de juicios verdaderos o falsos.Pues quien emite una afirmación ciertadeclara al mismo tiempo que es cierta, yasí sucesivamente hasta el infinito".

Este círculo vicioso no es sino elprimero de una serie en la cual la menteque se inclina sobre sí misma se pierdeen un remolino vertiginoso. Lasimplicidad misma de estas paradojashace que sean irreductibles.Cualesquiera que sean los juegos depalabras y las acrobacias de la lógica,comprender es, ante todo, unificar. Eldeseo profundo del espíritu mismo ensus operaciones más evolucionadas se

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une al sentimiento inconsciente delhombre ante su universo: es exigencia defamiliaridad, apetito de claridad. Paraun hombre, comprender el mundo esreducirlo a lo humano, marcarlo con susello. El universo del gato no es eluniverso del oso hormiguero. Laperogrullada "todo pensamiento esantropomórfico" no tiene otro sentido.Del mismo modo, el espíritu que trata decomprender la realidad no puedeconsiderarse satisfecho salvo si lareduce a términos de pensamiento. Si elhombre reconociese que también eluniverso puede amar y sufrir, sereconciliaría. Si el pensamiento

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descubriese en los espejos cambiantesde los fenómenos relaciones eternas quelos pudiesen resumir a sí mismas en unprincipio único, se podría hablar de unadicha del espíritu de la que el mito delos bienaventurados no sería sino unaimitación ridicula. Esta nostalgia deunidad, este apetito de absoluto ilustrael movimiento esencial del dramahumano. Pero que esta nostalgia sea unhecho no implica que deba ser satisfechainmediatamente. Pues si, salvando elabismo que separa el deseo de laconquista, afirmamos con Parménides larealidad del Uno (cualquiera que sea),caemos en la ridícula contradicción de

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un espíritu que afirma la unidad total yprueba con su afirmación misma supropia diferencia y la diversidad quepretendía resolver. Este otro círculovicioso basta para ahogar nuestrasesperanzas.

Se trata también de evidencias.Vuelvo a repetir que no son interesantesen sí mismas, sino por las consecuenciasque se puede sacar de ellas. Conozcootra evidencia: la que me dice que elhombre es mortal. Pueden contarse, noobstante, las personas que han sacado deellas las conclusiones extremas. En esteensayo hay que considerar como unaperpetua referencia el desnivel constante

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entre lo que nos imaginamos saber y loque sabemos realmente, elconsentimiento práctico y la ignoranciasimulada hace que vivamos con ideasque, si las pusiéramos a pruebaverdaderamente, deberían trastornartoda nuestra vida. Ante estacontradicción inextricable del espíritucaptaremos plenamente el divorcio quenos separa de nuestras propiascreaciones. Mientras el espíritu calla enel mundo inmóvil de sus esperanzas,todo se refleja y se ordena en la unidadde su nostalgia. Pero apenas hace suprimer movimiento, ese mundo seagrieta y se derrumba: una infinidad de

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trozos que lo reflejan se ofrecen alconocimiento. Hay que desesperar deque podamos reconstruir alguna vez lasuperficie familiar y tranquila que nosdaría la paz del corazón. Después detantos siglos de investigaciones y detantas abdicaciones de los pensadores,sabemos que esto es cierto para todonuestro conocimiento. Con excepción delos racionalistas declarados, todosdesesperan actualmente del verdaderoconocimiento. Si hubiera que escribir laúnica historia significativa delpensamiento humano, habría que hacerla de sus arrepentimientos sucesivos y fade sus impotencias. ¿De quién y de qué

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puedo decir, en efecto: "¡Lo conozco!"?Puedo sentir mi corazón y juzgar queexiste. Puedo tocar este mundo y juzgartambién que existe. Ahí termina toda miciencia y lo demás es construcción. Puessi trato de captar ese yo del cual measeguro, si trato de definirlo yresumirlo, ya no es sino agua que correentre mis dedos. Puedo dibujar uno auno todos los rostros que toma, así comotodos los que se le han dado: estaeducación, este origen, este ardor oestos silencios, esta grandeza o estabajeza. Pero no se suman los rostros.Este mismo corazón mío me resultarásiempre indefinible. Entre la

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certidumbre que tengo de mi existencia yel contenido que trato de dar a estaseguridad hay un foso que nunca serácolmado. Seré siempre extraño a mímismo. En psicología, como en lógica,hay verdades, pero no verdad. El"conócete a ti mismo" de Sócrates valetanto como el "sé virtuoso" de nuestrosconfesonarios. Revelan una nostalgia almismo tiempo que una ignorancia. Sonjuegos estériles sobre grandes temas. Noson legítimos sino en la medida exactaen que son aproximativos.

He aquí también unos árboles cuyaaspereza conozco, y un agua quesaboreo. Estos perfumes de hierba y de

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estrellas, la noche, ciertos crepúsculosen que el corazón se dilata: ¿cómonegaría yo este mundo cuya potencia ycuyas fuerzas experimento? Sinembargo, toda la ciencia de esta tierrano me dará nada que pueda asegurarmeque este mundo es mío. Me lo describísy me enseñáis a clasificarlo. Meenumeráis sus leyes y en mi sed de saberconsiento en que sean ciertas.Desmontáis su mecanismo y miesperanza aumenta. En último término,me enseñáis que este universoprestigioso y abigarrado se reduce alátomo y que el átomo mismo se reduceal electrón. Todo esto está bien y espero

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que continuéis. Pero me habláis de uninvisible sistema planetario en el quelos electrones gravitan alrededor de unnúcleo. Me explicáis este mundo conuna imagen. Reconozco entonces quehabéis ido a parar a la poesía: noconoceré nunca. ¿Tengo tiempo paraindignarme por ello? Ya habéiscambiado de teoría. Así, esta cienciaque debía enseñármelo todo termina enla hipótesis, esta lucidez naufraga en lametáfora, esta incertidumbre se resuelveen obra de arte. ¿Qué necesidad tenía yode tantos esfuerzos? Las líneas suavesde esas colinas y la mano del crepúsculosobre este corazón agitado me enseñan

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mucho más. He vuelto a mi comienzo.Comprendo que si bien puedo, pormedio de la ciencia, captar losfenómenos y enumerarlos, no puedoaprehender el mundo. Cuando hayaseguido con el dedo todo su relieve nosabré más que ahora. Y vosotros medais a elegir entre una descripción quees cierta, pero que no me enseña nada, yunas hipótesis que pretenden enseñarme,pero que no son ciertas. Extraño a mímismo y a este mundo, armadoúnicamente con un pensamiento que seniega a sí mismo en cuanto afirma, ¿quécondición es ésta en la que no puedoconseguir la paz sino negándome a saber

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y a vivir, en la que el deseo de conquistachoca con muchos que desafían susasaltos? Querer es suscitar lasparadojas. Todo está ordenado para quenazca esa paz emponzoñada que dan laindiferencia, el sueño del corazón o losrenunciamientos mortales.

También la inteligencia me dice, porlo tanto, a su manera, que este mundo esabsurdo. Es inútil que su contraria, larazón ciega, pretenda que todo estáclaro; yo esperaba pruebas y deseabaque tuviese razón. Mas a pesar de tantossiglos presuntuosos y por encima detantos hombres elocuentes ypersuasivos, sé que eso es falso. En este

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plano, por lo menos, no hay felicidad sino puedo saber. Esta razón universal,práctica o moral, este determinismo,estas categorías que explican todo soncomo para hacer reír al hombre honrado.Nada tienen que ver con el espíritu.Niegan su verdad profunda: que estáencadenado. En este universoindescifrable y limitado adquiere enadelante un sentido el destino delhombre. Una multitud de elementosirracionales se ha alzado y lo rodeahasta su fin último. En su clarividenciarecobrada y ahora concertada se aclaray se precisa el sentimiento de loabsurdo. Yo decía que el mundo es

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absurdo y me adelantaba demasiado.Todo lo que se puede decir es que estemundo, en sí mismo, no es razonable.Pero lo que resulta absurdo es laconfrontación de ese irracional y esedeseo desenfrenado de claridad cuyollamamiento resuena en lo más profundodel hombre. Lo absurdo depende tantodel hombre como del mundo. Es por elmomento su único lazo. Une el uno alotro como sólo el odio puede unir a losseres. Eso es todo lo que puedodiscernir claramente en este universo sinmedida donde tiene lugar mi aventura.Detengámonos aquí. Si tengo por ciertoeste absurdo que rige mis relaciones con

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la vida, si me empapo de estesentimiento que me embarga ante losespectáculos del mundo, de estaclarividencia que me impone labúsqueda de una ciencia, debo sacrificartodo a estas certidumbres y debomirarlas de frente para podermantenerlas. Sobre todo, debo ajustar aellas mi conducta y seguirlas en todassus consecuencias. Hablo aquí dehonradez, pero quiero saber antes si elpensamiento puede vivir en estosdesiertos.

Sé ya que el pensamiento ha entradopor lo menos en esos desiertos. Haencontrado en ellos su pan. Ha

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comprendido en ellos que hasta ahora sealimentaba con fantasmas. Ha dadopretexto a algunos de los temas másapremiantes de la reflexión humana.

Desde el momento en que se lereconoce, el absurdo se convierte en unapasión, en la más desgarradora de todas.Pero toda la cuestión consiste en sabersi uno puede vivir con sus pasiones, ensaber si se puede aceptar su leyprofunda que es la de quemar el corazónque al mismo tiempo exaltan. No es, sinembargo, la cuestión que vamos aplantear ahora. Está en el centro de estaexperiencia y ya tendremos tiempo devolver a ella. Examinemos más bien los

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temas y los impulsos nacidos deldesierto. Bastará con enumerarlos. Aéstos también los conocen todos en laactualidad. Siempre ha habido hombresque han defendido los derechos de loirracional. La tradición de lo que sepuede llamar el pensamiento humilladonunca ha dejado de estar viva. Se hahecho tantas veces la crítica delracionalismo que parece innecesariovolver a hacerla. Sin embargo, nuestraépoca ve el renacimiento de esossistemas paradójicos que se ingenianpara hacer que tropiece la razón como siverdaderamente ésta hubiese andadosiempre con paso seguro. Pero esto no

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es tanto una prueba de la eficacia de larazón como de la vivacidad de susesperanzas. En el plano de la historia,esta constancia de dos actitudes ilustrala pasión esencial del hombre,desgarrado entre su tendencia hacia launidad y la visión clara que puede tenerde los muros que lo encierran.

Pero quizá nunca haya sido más vivoque en nuestro tiempo el ataque contra larazón. Desde el gran grito de Zaratustra:"'Por casualidad, es la nobleza másvieja del mundo. Yo se la he devuelto atodas las cosas cuando he dicho que porencima de ellas ninguna voluntad eternaquería"; desde la enfermedad mortal de

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Kierkegaard, "este mal que conduce a lamuerte sin nada después de ella", se hansucedido los temas significativos ytorturantes del pensamiento absurdo. O,por lo menos, y este matiz es capital, losdel pensamiento irracional y religioso.De Jaspers a Heidegger, de Kierkegaarda Chestov, de los fenomenólogos aScheler, en el plano lógico y en el planomoral, toda una familia de espíritusemparentados por su nostalgia, opuestospor sus métodos o sus fines, se handedicado con afán a cerrar la vía real dela razón y a volver a encontrar los rectoscaminos de la verdad. Doy por supuestoaquí que esos pensamientos son

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conocidos y vividos. Cualesquiera quesean o que hayan sido sus ambiciones,todos han partido de este universoindecible en el que reinan lacontradicción, la antinomia, la angustiao la impotencia. Y justamente los temasque hemos venido indicando es lo quetienen en común. También con respectoa ellos es necesario decir que lo queimporta sobre todo son las conclusionesque hayan podido sacar de esosdescubrimientos. Importa tanto quehabrá que examinarlos por separado.Pero por el momento se trata solamentede sus descubrimientos y susexperiencias iniciales. Se trata

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únicamente de comprobar suconcordancia. Si bien sería presuntuosoquerer tratar de sus filosofías, es posibley suficiente, en todo caso, hacer sentir elclima que les es común.

Heidegger considera fríamente lacondición humana y anuncia que estaexistencia está humillada. La únicarealidad es la "inquietud" en toda laescala de los seres. Para el hombreperdido en el mundo y en susdiversiones, esa inquietud es un temorbreve y fugitivo. Pero si ese temoradquiere conciencia de sí mismo seconvierte en la angustia, clima perpetuodel hombre lúcido "en el que vuelve a

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encontrarse la existencia". Este profesorde filosofía escribe sin temblar y en ellenguaje más abstracto del mundo que"el carácter finito y limitado de laexistencia humana es más primordialque el hombre mismo". Se interesa porKant, pero es para reconocer el carácterlimitado de su "Razón pura". Es parallegar, al término de sus análisis, a laconclusión de que "el mundo no puedeya ofrecer nada al hombre angustiado".La verdad de esta inquietud le parece detal modo más importante que todas lascategorías del razonamiento, que nopiensa más que en ella y no habla sinode ella. Enumera sus rostros: de fastidio

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cuando el hombre trivial trata denivelarla en sí mismo y de aturdiría; deterror cuando el espíritu contempla lamuerte. Tampoco él separa laconciencia de lo absurdo. La concienciade la muerte es el llamamiento de lainquietud y la "existencia se dirigeentonces un llamamiento a sí misma pormedio de la conciencia". Es la vozmisma de la angustia y exhorta a laexistencia a que "se recupere ella mismade su pérdida en el’se' anónimo".También él opina que no hay que dormiry que es necesario velar hasta laconsumación. Se mantiene en este mundoabsurdo y señala su carácter perecedero.

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Busca su camino en medio de estosescombros.

Jaspers desespera de toda ontologíaporque pretende que hemos perdido la"ingenuidad". Sabe que no podemosllegar a nada que trascienda el juegomortal de las apariencias. Sabe que elfinal del espíritu es el fracaso. Sedemora en las aventuras espirituales quenos ofrece la historia y descubreimplacablemente el fallo de cadasistema, la ilusión que lo ha salvadotodo, la predicación que no ha ocultadonada. En este mundo devastado dondeestá demostrada la imposibilidad deconocer, donde la nada parece la única

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realidad y la desesperación sin recursola única actitud, trata de encontrar elhilo de Ariadna que lleva a los secretosdivinos.

Chestov, por su parte, a lo largo deuna, obra de admirable monotonía,orientado, sin cesar hacia las mismasverdades, demuestra sin descanso que elsistema más cerrado, el racionalismomás universal, termina siemprechocando con lo irracional delpensamiento humano. No se le escapaninguna de las evidencias irónicas, delas contradicciones irrisorias quemenosprecian la razón. Una sola cosa leinteresa y es la excepción, bien sea de la

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historia del corazón o del espíritu. Através de las experienciasdostoievskianas del condenado a muerte,de las aventuras exasperadas delespíritu nietzscheano, de lasimprecaciones de Hamlet o de la amargaaristocracia de un Ibsen, descubre,aclara y magnifica la rebelión humanacontra lo irremediable. Niega susrazones a la razón y no comienza adirigir sus pasos con alguna decisiónsino en el centro de ese desierto sincolores en el que todas las certidumbresse han convertido en piedras.

Kierkegaard, quizás el másinteresante de todos, por lo menos a

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causa de una parte de su existencia, hacealgo más que descubrir lo absurdo: lovive. El hombre que escribe: "El másseguro de los mutismos no consiste encallarse, sino en hablar", se asegura,para comenzar, de que ninguna verdades absoluta y no puede hacersatisfactoria una existencia imposible ensí misma. Don Juan del conocimiento,multiplica los seudónimos y lascontradicciones, escribe los Discursosedificantes al mismo tiempo que esemanual del espiritualismo cínico que sellama el Diario del seductor. Rechazalos consuelos, la moral, los principiostranquilizadores. No procura calmar el

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dolor de la espina que siente en elcorazón. Lo excita, por el contrario y,con la alegría desesperada de uncrucificado contento de serlo, construyepieza a pieza, con lucidez, negación ycomedia, una categoría de lo demoníaco.Este rostro a la vez tierno e irónico,estas piruetas seguidas de un grito quesale del fondo del alma son el espírituabsurdo mismo en lucha con unarealidad que lo supera. Y la aventuraespiritual que lleva a Kierkegaard a susqueridos escándalos comienza tambiénen el caos de una experiencia privada desus decorados y vuelta a su incoherenciaprimera.

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En un plano muy distinto, el delmétodo, con sus exageraciones mismas,Husserl y los fenomenólogos restituyenal mundo su diversidad y niegan elpoder trascendente de la razón. Eluniverso espiritual se enriquece conellos de una manera incalculable. Elpétalo de rosa, el mojón kilométrico o lamano humana tienen tanta importanciacomo el amor, el deseo o las leyes de lagravitación. Pensar no es ya unificar,hacer familiar la apariencia bajo elrostro de un gran principio. Pensar esaprender de nuevo a ver, a estar atento;es dirigir la propia conciencia, hacer decada idea y de cada imagen, a la manera

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de Proust, un lugar privilegiado.Paradójicamente todo está privilegiado.Lo que justifica el pensamiento es suextremada conciencia. Aunque sea máspositivo que los de Kierkegaard oChestov, el sistema husserliano, en suorigen, niega, sin embargo, el métodoclásico de la razón, decepciona a laesperanza, abre a la intuición y alcorazón toda una proliferación defenómenos cuya riqueza tiene algo deinhumano. Estos caminos llevan a todaslas ciencias o a ninguna. Es decir, que elmedio tiene aquí más importancia que elfin. Se trata solamente "de una actitudpara conocer" y no de un consuelo. Una

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vez más, por lo menos en el origen.¡Cómo no advertir el parentesco

profundo de esos pensadores! ¿Cómo nover que se reagrupan alrededor de unlugar privilegiado y amargo donde laesperanza ya no tiene cabida? Quieroque me sea explicado todo o nada. Y larazón es impotente ante ese grito delcorazón. El espíritu despertado por estaexigencia busca y no encuentra sinocontradicciones y desatinos. Lo que yono comprendo carece de razón. Elmundo está lleno, de estasirracionalidades. El mundo mismo, cuyasignificación única no comprendo, no essino una inmensa irracionalidad. Si se

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pudiera decir una sola vez: "esto estáclaro", todo se salvaría. Pero estoshombres proclaman a porfía que nadaestá claro, que todo es caos, que elhombre conserva solamente suclarividencia y el conocimiento precisode los muros que lo rodean.

Todas estas experiencias concuerdany se recortan. El espíritu llegado a losconfines debe juzgar y elegir susconclusiones. En ese punto se sitúan elsuicidio y la respuesta. Pero quieroinvertir el orden de la investigación ypartir de la aventura inteligente paravolver a los gestos cotidianos. Lasexperiencias aquí evocadas han nacido

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en el desierto que no hay que abandonar.Por lo menos hay que saber hasta dóndehan llegado. En ese punto de su esfuerzoel hombre se halla ante lo irracional.Siente en sí mismo su deseo de dicha yde razón. Lo absurdo nace de estaconfrontación entre el llamamientohumano y el silencio irrazonable delmundo. Esto es lo que no hay queolvidar. A esto es a lo que hay queaferrarse, puesto que toda laconsecuencia de una vida puede nacerde ello. Lo irracional, la nostalgiahumana y lo absurdo que surge de suenfrentamiento son los tres personajesdel drama que debe terminar

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necesariamente con toda la lógica deque es capaz una existencia.

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El suicidio filosófico

El sentimiento de lo absurdo no es lomismo que la noción de lo absurdo. Lafundamenta y nada más. No se resume enella sino durante el breve instante en quejuzga al universo. Luego tiene que ir máslejos. Está vivo, lo que quiere decir quedebe morir o resonar más adelante. Lomismo sucede con los temas que hemosreunido. Pero lo que me interesa tambiéna este respecto no son las obras o lospensadores, cuya crítica exigiría otraforma y otro lugar, sino eldescubrimiento de lo que hay de común

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en sus conclusiones. Nunca ha habido,quizás, espíritus tan diferentes. Noobstante, reconocemos como idénticoslos paisajes espirituales en los que semueven. Así también, a través deciencias tan diferentes, el grito quetermina su itinerario resuena de lamisma manera. Se advierte que hay unclima común a los pensadores que seacaba de recordar. Decir que ese climaes mortífero es apenas jugar con laspalabras. Vivir bajo este cielo asfixianteexige que se salga de él o que sepermanezca en él. Se trata de sabercómo se sale de él en el primer caso ypor qué se permanece en él, en el

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segundo. Yo defino así el problema delsuicidio y el interés que se puedeconceder a las conclusiones de lafilosofía existencial.

Antes quiero desviarme un instantedel camino recto. Hasta ahora hemospodido circunscribir lo absurdo por laparte exterior. Puede uno preguntarse, noobstante, qué es lo que contiene de claroesta noción y tratar de volver aencontrar, mediante el análisis directo,su significación por una parte, y por laotra las consecuencias que implica.

Si acuso a un inocente de un crimenmonstruoso, si le digo a un hombrevirtuoso que ha codiciado a su propia

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hermana, me responderá que eso esabsurdo. Esta indignación tiene su ladocómico, pero también su razón profunda.El hombre virtuoso ilustra con esaréplica la antinomia definitiva que existeentre el acto que yo le atribuyo y losprincipios de toda su vida. "Es absurdo"quiere decir’es imposible", perotambién "es contradictorio". Si veo a unhombre atacar con arma blanca a ungrupo de ametralladoras, juzgaré que suacto es absurdo. Pero no lo es sino envirtud de la desproporción que existeentre su intención y la realidad que leespera, de la contradicción que puedoadvertir entre sus fuerzas reales y el fin

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que se propone. Del mismo modo,estimaremos que un veredicto esabsurdo oponiéndolo al veredicto que,al parecer, imponían los hechos. Delmismo modo también una demostraciónpor lo absurdo se efectúa comparandolas consecuencias de este razonamientocon la realidad lógica que se quiereinstaurar. En todos estos casos, desde elmás sencillo hasta el más complejo, laabsurdidad será tanto más grande cuantomayor sea la diferencia entre lostérminos de mi comparación. Haycasamiento, desafíos, rencores,silencios, guerras y también pacesabsurdos. En cada uno de estos casos la

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absurdidad nace de una comparación.Por lo tanto, tengo razón al decir que lasensación de la absurdidad no nace delsimple examen de un hecho o de unaimpresión, sino que surge de lacomparación entre un estado de hecho ycierta realidad, entre una acción y elmundo que la supera. Lo absurdo esesencialmente un divorcio. No está ni enuno ni en otro de los elementoscomparados. Nace de su confrontación.

En el plano de la inteligencia puedodecir, por lo tanto, que lo absurdo noestá en el hombre (si semejante metáforapudiera tener un sentido), ni en elmundo, sino en su presencia común. Es

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por el momento el único lazo que losune. Si quiero limitarme a lasevidencias, sé lo que quiere el hombre,sé lo que ofrece el mundo y ahora puedodecir que sé también lo que los une. Nonecesito ahondar más. Una solacertidumbre basta para quien busca. Setrata solamente de sacar de ella todassus consecuencias.

La consecuencia inmediata es, almismo tiempo, una regla de método. Lasingular trinidad que se pone así demanifiesto nada tiene de una Américadescubierta de pronto. Pero tiene encomún con los datos de la experienciaque es a la vez infinitamente sencilla e

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infinitamente complicada. La primera desus características a este respecto es queno puede dividirse. Destruir uno de sustérminos es destruirla por completo. Nopuede haber absurdo fuera de un espírituhumano. Así, lo absurdo termina, comotodas las cosas, con la muerte. Perotampoco puede haber absurdo fuera deeste mundo. Y con este criterioelemental juzgo que la noción de loabsurdo es esencial y puede figurarcomo la primera de mis verdades. Aquíaparece la regla de método evocadaanteriormente. Si juzgo que una cosa escierta debo preservarla. Si me ocupo enhallar la solución de un problema, por lo

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menos no debo escamotear con estasolución misma uno de los términos delproblema. El único dato es para mí loabsurdo. El problema consiste en sabercómo se puede salir de él y si elsuicidio debe deducirse de ese absurdo.La primera y, en el fondo, la únicacondición de mis investigaciones es lade preservar aquello que me abruma, yrespetar, en consecuencia, lo que juzgoesencial en él. Acabo de definirlo comouna confrontación y una lucha sin tregua.

Y llevando hasta su término estalógica absurda, debo reconocer que estalucha supone la ausencia total deesperanza (que nada tiene que ver con la

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desesperación), el rechazo continuo (queno se debe confundir con larenunciación) y la insatisfacciónconsciente (que no se debería confundirtampoco con la inquietud juvenil). Todolo que destruye, escamotea o sutilizaestas exigencias (y en primer lugar elconsentimiento que destruye el divorcio)arruina lo absurdo y desvaloriza laactitud que se puede proponer entonces.Lo absurdo no tiene sentido sino en lamedida en que no se lo consiente.

Existe un hecho evidente que pareceenteramente moral: un hombre essiempre presa de sus verdades. Una vezque las reconoce, no puede apartarse de

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ellas. No hay más remedio que pagarlas.Un hombre que adquiere conciencia delo absurdo queda ligado a ello parasiempre. Un hombre sin esperanza yconsciente de no tenerla no pertenece yaal porvenir. Esto es natural. Pero esnatural también que haga esfuerzos porliberarse del universo que él mismo hacreado. Todo lo que precede no tienesentido, precisamente, sinoconsiderando esta paradoja. Nada puedeser más instructivo a este respecto queexaminar ahora hasta dónde llevaron susconsecuencias los hombres quereconocieron el clima absurdo,partiendo de una crítica del

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racionalismo.Ahora bien, para atenerme a las

filosofías existenciales, veo que todas,sin excepción, me proponen la evasión.Mediante un razonamiento singular,partiendo de lo absurdo sobre losescombros de la razón, en un universocerrado y limitado a lo humano,divinizan lo que los aplasta y encuentranuna razón para esperar en lo que lesdesguarnece. Esta esperanza forzosa es,en todos, de esencia religiosa. Semerece que nos detengamos en ella.

Ahora analizaré únicamente y atítulo de ejemplo, algunos temasparticulares de Chestov y Kierkegaard.

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Pero Jaspers va a proporcionarnos,llevado hasta la caricatura, un ejemplotípico de esta actitud. Lo demás se harámás claro. Lo vemos impotente pararealizar lo trascendente, incapaz desondear la profundidad de laexperiencia y consciente de esteuniverso trastornado por el fracaso. ¿Vaa progresar o, por lo menos, a sacar lasconclusiones de este fracaso? No aportanada nuevo. En la experiencia no haencontrado sino la confesión de suimpotencia y ningún pretexto paradeducir algún principio satisfactorio. Noobstante, sin justificación, como élmismo dice, afirma de una vez lo

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trascendente, la existencia de laexperiencia y el sentido sobrehumano dela vida, al escribir: "El fracaso nodemuestra, más allá de toda aplicación yde toda interpretación posibles, la nada,sino la existencia de la trascendencia".A esta existencia que de pronto, ymediante un acto ciego de la confianzahumana, lo explica todo, la define como"la unidad inconcebible de lo general ylo particular". Así lo absurdo seconvierte en dios (en el sentido másamplio de esta palabra) y la impotenciapara comprender en el ser que loilumina todo. Nada lleva lógicamente aeste razonamiento. Puedo llamarlo un

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salto. Y paradójicamente se comprendela insistencia, la paciencia infinita deJaspers en hacer irrealizable laexperiencia de lo trascendente. Puescuanto más fugaz es esta aproximación,tanto más vana prueba ser estadefinición y tanto más real le es estatrascendencia, pues su apasionamientoal afirmarlo es justamente proporcionala la diferencia que existe entre su poderde explicación y la irracionalidad delmundo y de la experiencia. Parece, porlo tanto, que Jaspers se afana tanto máspor destruir los prejuicios de la razónpor cuanto con ello explicará de modomás radical el mundo. Este apóstol del

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pensamiento humillado va a encontrar enel extremo mismo de la humillación conqué regenerar al ser en toda suprofundidad.

El pensamiento místico nos hafamiliarizado con estos procedimientos.Son tan legítimos como cualquiera otraactitud del espíritu. Pero por el momentoobro como si me tomara en serio ciertoproblema. Sin prejuzgar el valor generalde esta actitud, ni su poder deenseñanza, quiero considerarúnicamente si responde a lascondiciones que me he puesto, si esdigna del conflicto que me interesa.Vuelvo así a Chestov. Un comentarista

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cita una de sus frases que mereceinterés: "La única verdadera salida —dice— está precisamente allí donde nohay salida alguna para el juicio humano.Si no, ¿para qué necesitaríamos a Dios?No se vuelve uno hacia Dios sino paraobtener lo imposible. Para lo posible, sebastan los hombres". Si hay una filosofíachestoviana, puedo decir que esta frasela resume por completo. Pues cuando, altérmino de sus análisis apasionados,Chestov descubre la absurdidadfundamental de toda existencia, no dice.""He aquí lo absurdo", sino: "He aquí aDios; es a él a quien hay que remitirse,aunque no corresponda a ninguna de

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nuestras categorías racionales". Paraque la confusión no sea posible, elfilósofo ruso insinúa inclusive que eseDios puede ser vengativo y odioso,incomprensible y contradictorio, perocuanto más horrible es su rostro tantomás afirma su poder. Su grandeza es suinconsecuencia. Su prueba es suinhumanidad. Hay que saltar a él ylibrarse con este salto de las ilusionesracionales. Por lo tanto, para Chestov laaceptación de lo absurdo escontemporánea de lo absurdo mismo.Comprobarlo es aceptarlo y todo elesfuerzo lógico de su pensamientoconsiste en manifestarlo para hacer

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surgir al mismo tiempo la esperanzainmensa que implica. Una vez más, estaactitud es legítima. Pero yo me empeñoaquí en considerar un solo problema ytodas sus consecuencias. No tengo queexaminar la emoción de un pensamientoo de un acto de fe. Tengo toda mi vidapara hacerlo. Sé que el racionalistaencuentra irritante la actitudchestoviana. Pero siento también queChestov tiene razón contra elracionalista y quiero saber únicamentesi permanece fiel a los mandamientos delo absurdo. Ahora bien, si se admite quelo absurdo es lo contrario de laesperanza, se ve que para Chestov el

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pensamiento existencial presupone loabsurdo, pero no lo demuestra sino paradisiparlo. Esta sutileza de pensamientoes una jugada patética de malabarista.Cuando, por otra parte, Chestov oponesu absurdo a la moral corriente y a larazón, lo llama verdad y redención. Hay,por lo tanto, en la base y en estadefinición de lo absurdo una aprobaciónque Chestov le aporta. Si se reconoceque toda la fuerza de esta noción resideen la manera de chocar con nuestrasesperanzas elementales, si se tiene lasensación de que lo absurdo exige paraseguir existiendo que no se consienta enél, se ve claramente que ha perdido su

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verdadero rostro, su carácter humano yrelativo, para entrar en una eternidad ala vez incomprensible y satisfactoria. Sihay absurdo, lo hay en el universo delhombre. Desde el instante en que sunoción se transforma en trampolín parala eternidad ya no está ligada a lalucidez humana. Lo absurdo no es ya esaevidencia que el hombre comprueba sinconsentir en ella. Se elude la lucha. Elhombre integra lo absurdo y en estacomunión hace desaparecer sucaracterística esencial, que esoposición, desgarramiento y divorcio.Este salto es un escape. Chestov, quiencita tan de buena gana la frase de Hamlet

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"The time is out of joint", la escribe conuna especie de esperanza feroz que se lepuede atribuir muy particularmente.Porque no es así como la pronunciaHamlet o como la escribe Shakespeare.La embriaguez de lo irracional y lavocación del éxtasis desvían de loabsurdo a un espíritu clarividente. ParaChestov la razón es vana, pero hay algomás allá de la razón. Para un espírituabsurdo la razón es vana y no hay nadamás allá de la razón.

Este salto puede, por lo menos,aclararnos un poco más la naturalezaverdadera de lo absurdo. Sabemos queno vale sino en un equilibrio, que se

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halla, ante todo, en la comparación y noen los términos de esta comparación.Pero Chestov precisamente, hace recaertodo el peso sobre uno de los términos ydestruye el equilibrio. Nuestro deseo decomprender, nuestra nostalgia deabsoluto no se explican sino en lamedida en que, justamente, podemoscomprender y explicar muchas cosas. Esinútil negar absolutamente la razón.Tiene su orden en el cual es eficaz. Eseorden es, precisamente, el de laexperiencia humana. De ahí quequeramos aclararlo todo. Si no podemoshacerlo, si lo absurdo nace en esaocasión, es justamente, del choque de

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esta razón eficaz pero limitada y de loirracional que renace siempre. Ahorabien, cuando Chestov se irrita contra unaproposición hegeliana como "losmovimientos del sistema solar seefectúan de acuerdo con leyesinmutables y estas leyes son su razón",cuando emplea todo su apasionamientopara dislocar el racionalismo spinozianova a parar justamente a la vanidad detoda razón, y de ahí, mediante un rodeonatural e ilegítimo, a la preeminencia delo irracional[4]. Pero el paso no esevidente, pues pueden intervenir en ellolas nociones de límite y de plan. Lasleyes de la naturaleza pueden ser

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valederas hasta cierto límite, pasado elcual se vuelven contra sí mismas paradar nacimiento a lo absurdo. O tambiénpueden justificarse en el plano de ladescripción sin ser por ello ciertas en elde la explicación. Todo se sacrifica aquía lo irracional y, como la exigencia declaridad es escamoteada, lo absurdodesaparece con uno de los términos desu comparación. El hombre absurdo, porel contrario, no realiza esa nivelación.Reconoce la lucha, no despreciaabsolutamente la razón y admite loirracional. Abarca así con la miradatodos los datos de la experiencia y estápoco dispuesto a saltar antes de saber.

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Sabe solamente que en esta concienciaatenta no hay ya lugar para la esperanza.

Lo que es perceptible en LeónChestov lo será todavía más, quizás, enKierkegaard. Ciertamente, es difícilseparar proposiciones claras en un autortan inasible. Mas a pesar de los escritosaparentemente opuestos, por encima delos seudónimos, de los juegos y de lassonrisas, se siente que a lo largo de estaobra aparece como el presentimiento (almismo tiempo que la aprensión) de unaverdad que termina estallando en lasúltimas obras: también Kierkegaard dael salto. El cristianismo que le asustabatanto en su infancia recobra finalmente

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su rostro más duro. Para él también, laantinomia y la paradoja se convierten encriterios de lo religioso. Así, aquellomismo que hacía desesperar del sentidoy de la profundidad de esta vida le daahora su verdad y su claridad. Elcristianismo es el escándalo y lo queKierkegaard reclama lisa y llanamentees el tercer sacrificio exigido porIgnacio de Loyola, el que más alegra aDios: "El sacrificio del Intelecto"[5].Este efecto del "salto" es extraño, perono debe sorprendernos ya. Hace de loabsurdo el criterio del otro mundo,cuando es únicamente un residuo de laexperiencia de este mundo. "En su

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fracaso —dice Kierkegaard— elcreyente encuentra su triunfo."

No tengo por qué preguntarme conqué predicción conmovedora serelaciona esta actitud. Lo único quetengo que preguntarme es si elespectáculo de lo absurdo y su carácterpropio lo legitiman. A este respecto séque no es así. Si se considera de nuevoel contenido de lo absurdo, secomprende mejor el método que inspiraa Kierkegaard. No mantiene elequilibrio entre lo irracional del mundoy la nostalgia rebelde de lo absurdo. Norespeta la relación que constituye,propiamente hablando, el sentimiento de

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la absurdidad. Seguro de no podereludir lo irracional, quiere, por lomenos, salvarse de esta nostalgiadesesperada que le parece estéril y sinalcance. Pero si bien puede tener razónsobre este punto en su juicio, no puedetenerla igualmente en su negación. Sireemplaza su grito de rebelión por unaadhesión frenética, se ve obligado aignorar lo absurdo que le iluminabahasta entonces y a divinizar la únicacertidumbre que tendrá en adelante: loirracional. Lo importante, decía el abateGaliani a Madame d’Epinay, no escurarse, sino vivir con susenfermedades. Kierkegaard quiere

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curarse. Curarse es su deseo frenético,el que circula por todo su Diario. Todoel esfuerzo de su inteligencia tiene porobjeto eludir la antinomia de lacondición humana. Es un esfuerzo tantomás desesperado cuanto que advierte devez en cuando su inutilidad, porejemplo, cuando habla de él, como si niel temor de Dios ni la piedad fuesencapaces de darle la paz. Así, medianteun subterfugio torturado, da a loirracional el rostro de lo absurdo y a suDios los atributos: injusto,inconsecuente e incomprensible. Sólo lainteligencia trata de ahogar en él lareivindicación profunda del corazón

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humano. Puesto que nada está probado,todo puede ser probado.

Es el propio Kierkegaard quien nosrevela el camino seguido. No quierosugerir nada ahora, ¿pero cómo esposible no leer en sus obras los signosde una mutilación casi voluntaria delalma frente a la mutilación consentidasobre lo absurdo? Es el leit-motiv delDiario. "Lo que me ha faltado es labestia, que también forma parte deldestino humano… Pero dadme uncuerpo." Y más adelante: "¡Oh!, sobretodo en mi primera juventud, qué nohubiese dado por ser hombre, aunquehubiese sido durante seis meses… Lo

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que me falta, en el fondo, es un cuerpo ylas condiciones físicas de la existencia".Sin embargo, el mismo hombre hacesuyo en otra parte el gran grito deesperanza que ha atravesado tantossiglos y animado tantos corazones, salvoel del hombre absurdo. "Pero para elcristiano, la muerte no es en modoalguno el final de todo e implicainfinitamente más esperanza que la vida,aunque sea ésta desbordante de salud yde fuerza". La reconciliación medianteel escándalo es también reconciliación.Permite, quizá, como se ve, extraer laesperanza de su contraria, que es lamuerte. Pero aunque la simpatía haga

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inclinarse hacia esta actitud, hay quedecir, no obstante, que la desmesura nojustifica nada. Sobrepasa, se dice, lamedida humana y, en consecuencia, esnecesario que sea sobrehumana. Peroeste "en consecuencia¹está de más. Nohay en esto certidumbre lógica.Tampoco hay probabilidadexperimental. Todo lo que puedo decires que, en efecto, sobrepasa mi medida.Si no deduzco de ello una negación, porlo menos no quiero fundamentar nada enlo incomprensible. Quiero saber sipuedo vivir con lo que sé y con esosolamente. Me dicen también que lainteligencia debe aquí sacrificar su

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orgullo y la razón debe inclinarse. Perosi reconozco los límites de la razón nola niego por ello, pues reconozco suspoderes relativos. Yo quiero solamentemantenerme en este camino medio, en elque la inteligencia puede seguir siendoclara. Si en esto consiste su orgullo, noveo motivo suficiente para renunciar aél. Nada más profundo, por ejemplo, quela opinión de Kierkegaard de que ladesesperación no es un hecho, sino unestado: el estado mismo del pecado.Pues el pecado es lo que aleja de Dios.Lo absurdo, que es el estado metafísicodel hombre consciente, no lleva aDios[6]. Quizá se aclare esta noción si

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aventuro esta enormidad: lo absurdo esel pecado sin Dios.

Se trata de vivir en ese estado de loabsurdo. Sé sobre qué están fundadoseste espíritu y este mundo apuntalados eluno en el otro sin poder abrazarse. Pidola regla de la vida de ese estado y lo queme proponen no tiene en cuenta elfundamento, niega uno de los términosde la oposición dolorosa, me imponeuna renuncia. Pregunto qué traeaparejada la condición que reconozcocomo mía; sé que ésta implica laoscuridad y la ignorancia, y me aseguranque esta ignorancia lo explica todo y queesta oscuridad es mi luz. Pero no se

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contesta a mi intención y ese lirismoexaltante no puede ocultarme laparadoja. Por lo tanto, hay quedesviarse. Kierkegaard puede gritar yadvertir: "Si el hombre no tuviese unaconciencia eterna; si, en el fondo detodas las cosas, no hubiese sino unpoder salvaje e hirviente que producetodas las cosas, lo grande y lo fútil, enel torbellino de oscuras pasiones; si elvacío sin fondo que nada puede llenar seocultase bajo las cosas, ¿qué sería lavida sino desesperación?" Este grito nopuede detener al hombre absurdo.Buscar lo que es verdadero no es buscarlo que es deseable. Si para escapar a la

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pregunta angustiada: "¿Qué sería lavida?" hay que alimentarse, como elasno, de las rosas de la ilusión, más bienque resignarse a la mentira, el espírituabsurdo prefiere adoptar sin temblar larespuesta de Kierkegaard: "ladesesperación". Considerándolo bientodo, un alma decidida saldrá siempredel paso.

Me tomo la libertad de llamar aquísuicidio filosófico a la actitudexistencial. Pero esto no implica unjuicio. Es una manera cómoda dedesignar el movimiento por el cual unpensamiento se niega a sí mismo ytiende a superarse a sí mismo en lo que

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constituye su negación. La negación es elDios de los existencialistas.Exactamente, ese dios sólo se sostienegracias a la negación de la razónhumana[7]. Pero lo mismo que lossuicidios, los dioses cambian con loshombres. Hay muchas maneras de saltar,pero lo esencial es saltar. Estasnegaciones redentoras, estascontradicciones finales que niegan elobstáculo que no se ha saltado todavía,pueden nacer tanto (tal es la paradoja aque tiende este razonamiento) de ciertainspiración religiosa como del ordenracional. Aspiran siempre a lo eterno, yen eso solamente es en lo que dan el

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salto.Hay que decir también que el

razonamiento que sigue este ensayo dejaenteramente a un lado la actitudespiritual más difundida en nuestro sigloilustrado: la que se apoya en elprincipio de que todo es razón y aspira adar una explicación del mundo. Esnatural que se dé una explicación clarade él cuando se admite que debe serclaro. Esto es hasta legítimo, pero nointeresa al razonamiento que seguimosahora. En efecto, su finalidad es aclararla manera de proceder del espíritucuando, habiendo partido de unafilosofía de la no-significación del

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mundo, termina encontrándole un sentidoy una profundidad. La más patética deesas maneras de proceder es de esenciareligiosa; se ilustra en el tema de loirracional. Pero la más paradójica ysignificativa es, desde luego, la que dasus razones razonadoras a un mundo queimaginaba al comienzo sin principiorector. En todo caso, no se podría llegara las consecuencias que nos interesansin haber dado una idea de esta nuevaadquisición del espíritu de nostalgia.

Examinaré solamente el tema de "laintención", puesto de moda por Husserly los fenomenólogos. Ya se ha aludido aél. Primitivamente, el método

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husserliano niega la manera de procederclásica de la razón. Repitámoslo. Pensarno es unificar, hacer familiar laapariencia bajo el rostro de un granprincipio. Pensar es aprender de nuevo aver, dirigir la propia conciencia, hacerde cada imagen un lugar privilegiado.Dicho de otro modo, la fenomenologíase niega a explicar el mundo, quiere sersolamente una descripción de lo vivido.Coincide con el pensamiento absurdo desu afirmación inicial de que no hayverdad, sino solamente verdades. Desdeel viento de la tarde hasta esta mano quese apoya en mi hombro, cada cosa tienesu verdad. Es la conciencia la que la

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aclara con la atención que le presta. Laconciencia no forma el objeto de suconocimiento; no hace sino fijar, es elacto de atención y, para decirlo con unaimagen bergsoniana, se parece alaparato de proyección que se fija degolpe sobre una imagen. La diferenciaconsiste en que no hay guión, sino unailustración sucesiva e inconsecuente. Enesta linterna mágica todas las imágenesson privilegiadas. La conciencia pone ensuspenso en la apariencia los objetos desu atención. Con su milagro los aisla.Están desde entonces fuera de todos losjuicios. Esta "intención" es la quecaracteriza a la conciencia. Pero la

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palabra no implica idea alguna definalidad: está tomada en su sentido de"dirección", sólo tiene un valortopográfico.

A primera vista parece que nadacontradice al espíritu absurdo. Estaaparente modestia del pensamiento quese limita a describir lo que se niega aexplicar, esta disciplina voluntaria de laque procede paradójicamente elenriquecimiento profundo de laexperiencia y el renacimiento del mundoen su prolijidad, son maneras deproceder absurdas. Por lo menos aprimera vista. Pues los métodos depensamiento, en este caso como en

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otros, revisten siempre dos aspectos,uno psicológico y el otro metafísico[8].Con ellos ocultan dos verdades. Si eltema de la intencionalidad no pretendeilustrar sino una actitud psicológica conla cual lo real sería agotado en vez deser explicado, nada lo separa, en efecto,del espíritu absurdo. Aspira a enumerarlo que no puede trascender. Afirmasolamente que en ausencia de todoprincipio de unidad el pensamientopuede satisfacerse en la descripción ycomprensión de cada rostro de laexperiencia. La verdad de que se trataentonces para cada uno de estos rostroses de orden psicológico. Testimonia

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solamente el "interés" que puedepresentar la realidad. Es una manera dedespertar a un mundo soñoliento y dehacerlo viviente para el espíritu. Pero sise quiere extender y fundamentarracionalmente esta noción de verdad, sise pretende descubrir así la "esencia" decada objeto del conocimiento, serestituye su profundidad a laexperiencia. Para un espíritu absurdoesto es incomprensible. Ahora bien, estafluctuación entre la modestia y laseguridad es lo que se advierte en laactitud intencional, y este reflejo delpensamiento fenomenológico ilustrarámejor que cualquier otra cosa el

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razonamiento absurdo.Pues Husserl habla también de

"esencias extratemporales" que laintención pone así de manifiesto, y secree oír a Platón. No se explican todaslas cosas por una sola, sino por todas.No veo en ello diferencia. Ciertamenteno se quiere que estas ideas o estasesencias que la conciencia "efectúa" altérmino de cada descripción seanmodelos perfectos, pero se afirma queestán directamente presentes en tododato de percepción. No hay ya una solaidea que lo explique todo, sino unainfinidad de esencias que dan un sentidoa una infinidad de objetos. El mundo se

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inmoviliza, pero se aclara.El realismo platónico se hace

intuitivo, pero sigue siendo realismo.Kierkegaard se abismaba en su Dios,Parménides precipitaba al pensamientoen lo Uno, pero aquí el pensamiento searroja a un politeísmo abstracto. Másaún, las alucinaciones y las ficcionesforman parte también de las "esenciasextratemporales". En el nuevo mundo delas ideas, la categoría de centaurocolabora con la más modesta, demetropolitano.

Para el hombre absurdo había unaverdad, al mismo tiempo que unaamargura, en esta opinión puramente

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psicológica de que todos los rostros delmundo son privilegiados. Que todo seaprivilegiado equivale a decir que todoes equivalente. Pero el aspectometafísico de esta verdad lo lleva tanlejos que, en virtud de una reacciónelemental, se siente, quizá, más cerca dePlatón. Se le enseña, en efecto, que todaimagen supone una esencia igualmenteprivilegiada. En este mundo ideal sinjerarquía el ejército formal se componesolamente de generales. Sin duda, habíasido eliminada la trascendencia, pero ungiro brusco del pensamiento vuelve aintroducir en el mundo una especie deinmanencia fragmentaria que restituye su

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profundidad al universo.¿Debo temer que haya llevado

demasiado lejos un tema manejado conmás prudencia por sus creadores? Melimito a leer estas afirmaciones deHusserl, de apariencia paradójica, perocuya lógica rigurosa se advierte si seadmite lo que precede: "Lo que esverdad es verdad absolutamente, en sí;la verdad es una, idéntica a sí misma,cualesquiera que sean los seres que laperciban, hombres, monstruos, ángeles odioses". No puedo negar que la Razóntriunfa y toca el clarín por esta voz.¿Qué puede significar su afirmación enel mundo absurdo? La percepción de un

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ángel o de un dios no tiene sentido paramí. Este lugar geométrico donde la razóndivina ratifica la mía me es parasiempre incomprensible. También enello descubro un salto, y aunque seadado en lo abstracto, no deja designificar para mí el olvido de lo que,precisamente, no quiero olvidar. Cuandomás adelante exclama Husserl: "Si todaslas masas sometidas a la atraccióndesapareciesen, la ley de la atracción nose vería destruida, pero quedaríasimplemente sin aplicación posible’, séque me encuentro ante una metafísica deconsuelo. Y si quiero descubrir elrecodo en que el pensamiento abandona

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el camino de la evidencia, no tengo másque releer el razonamiento paralelo queemplea Husserl a propósito del espíritu:"Si pudiéramos contemplar claramentelas leyes exactas de los procesospsíquicos, se mostrarían igualmenteeternas e invariables, como las leyesfundamentales de las ciencias naturalesteóricas. Por lo tanto, serían válidasaunque no hubiese proceso psíquicoalguno". ¡Aunque no existiese el espírituexistirían sus leyes! Comprendoentonces que de una verdad psicológicaHusserl pretende nacer una reglaracional: después de haber negado elpoder integrante de la razón humana,

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salta mediante ese sesgo a la Razóneterna.

El tema husserliano del "universoconcreto" no puede, por lo tanto,sorprenderme. Decirme, que todas lasesencias no son formales, sino quetambién las hay materiales, que lasprimeras son el objeto de la lógica y lassegundas de las ciencias, no es sino unacuestión de definición. Se me aseguraque lo abstracto no designa sino unaparte no consistente por sí misma de ununiversal concreto. Pero la fluctuaciónya revelada me permite aclarar laconfusión de estos términos. Pues esopuede querer decir que el objeto

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concreto de mi atención, ese cielo, elreflejo de esa agua sobre el faldón deeste abrigo conservan, por sí solos, elprestigio de lo real que mi interés aislaen el mundo. Y no lo negaré. Pero esopuede querer decir también que esemismo abrigo es universal, tiene suesencia particular y suficiente, perteneceal mundo de las formas. Comprendoentonces que sólo se ha cambiado elorden de la procesión. Este mundo no serefleja ya en un universo superior; elcielo de las formas se representa en lamultitud de las imágenes de esta tierra.Esto no cambia nada para mí. Lo queencuentro aquí no es la afición a lo

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concreto, el sentido de la condiciónhumana, sino un intelectualismo lobastante desenfrenado como parageneralizar a lo concreto mismo.

Sería inútil asombrarse de laparadoja aparente que lleva alpensamiento a su propia negación porlos caminos opuestos de la razónhumillada y de la razón triunfante. Deldios abstracto de Husserl al diosfulgurante de Kierkegaard no hay muchadistancia. La razón y lo irracionalllevan, a la misma predicación. Es que,en verdad, el camino importa poco y lavoluntad de llegar basta para todo. Elfilósofo abstracto y el filósofo religioso

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parten del mismo desorden y se apoyanen la misma angustia. Pero lo esencial esexplicar. A este respecto la nostalgia esmás fuerte que la ciencia. Essignificativo que el pensamiento de laépoca sea a la vez uno de los másempapados en una filosofía de la no-significación del mundo y uno de losmás desgarrados en sus conclusiones.No cesa de oscilar entre la extremaracionalización de lo real que lleva afragmentarla en razones-tipos y suextrema irracionalización que lleva adivinizarlo. Pero este divorcio sólo esaparente. Se trata de reconciliarse y, enambos casos, el salto basta para ello. Se

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cree siempre, equivocadamente, que laidea de razón tiene un sentido único. Enrealidad, por riguroso que sea en suambición, este concepto no deja de sertan móvil como otros. La razón tiene unrostro enteramente humano, pero sabetambién volverse hacia lo divino. DesdePlotino, el primero que supo conciliariacon el clima eterno, ha aprendido adesviarse del más caro de susprincipios, que es la contradicción, paraintegrar el más extraño, elcompletamente mágico de laparticipación[9]. Es un instrumento depensamiento y no el pensamiento mismo.El pensamiento de un hombre es, ante

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todo, su nostalgia.Así como la razón supo aplacar la

melancolía plotiniana, así también da ala angustia moderna los medios decalmarse en los decorados familiares delo eterno. El espíritu absurdo tienemenos suerte. Para él el mundo no es tanracional ni tan irracional. Es irrazonabley nada más que eso. En Husserl la razóntermina no teniendo límites. El hombreabsurdo fija, por el contrario, suslímites, puesto que es impotente paracalmar su angustia. Kierkegaard afirma,por otro lado, que un solo límite bastapara negarla. Pero el hombre de loabsurdo no va tan lejos. Para él este

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límite apunta solamente a las ambicionesde la razón. El tema de lo irracional, talcomo lo conciben los existencialistas, esla razón que se embrolla y sedesembrolla negándose. El nombreabsurdo es la razón lúcida quecomprueba sus límites.

El hombre absurdo reconoce susverdaderas razones al término de esecamino difícil. Al comparar su exigenciaprofunda con lo que se le proponeentonces, siente de pronto que se va adesviar. En el universo de Husserl elmundo se aclara y ese deseo defamiliaridad que existe en el corazón delhombre se hace inútil. En el apocalipsis

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de Kierkegaard ese deseo de claridadtiene que negarse si quiere sersatisfecho. El pecado no consiste tantoen saber (a este respecto todo el mundoes inocente) como en desear saber.Justamente, es el único pecado del cualel hombre absurdo puede sentirseculpable e inocente. Se le propone unasolución en la que todas lascontradicciones pasadas no son ya sinojuegos polémicos. Pero no las ha sentidoasí. Hay que conservar su verdad, queconsiste en que no quedan satisfechas.No quiere predicación.

Mi razonamiento quiere ser fiel a laevidencia que lo ha estimulado. Esta

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evidencia es lo absurdo. Es ese divorcioentre el espíritu que desea y el mundoque decepciona, mi nostalgia de unidad,el universo disperso y la contradicciónque los encadena. Kierkegaard suprimemi nostalgia y Husserl reúne esteuniverso. No es eso lo que yo esperaba.Se trataba de vivir y de pensar con esosdesgarramientos, de saber si había queaceptar o rechazar. No puede tratarse dedisfrazar la evidencia, de suprimir loabsurdo negando uno de los términos desu ecuación. Hay que saber si se puedevivir de él o si la lógica ordena que semuera de él. No me interesa el suicidiofilosófico, sino el suicidio a secas.

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Quiero solamente purgarlo de sucontenido de emociones y conocer sulógica y su honestidad. Toda otraposición supone para el espíritu absurdoel escamoteo y el retroceso del espírituante lo que pone de manifiesto elespíritu. Husserl dice que obedece aldeseo de escapar "al hábito inveteradode vivir y de pensar en ciertascondiciones de existencia ya muyconocidas y cómodas", pero el saltofinal nos restituye en él lo eterno y sucomodidad. El salto no implica unpeligro extremo, como querríaKierkegaard. El peligro está, por elcontrario, en el instante sutil que

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precede al salto. La honestidad consisteen saber mantenerse en ese bordevertiginoso, y lo demás es subterfugio.Sé también que nunca la impotencia hainspirado acordes tan conmovedorescomo los de Kierkegaard. Pero si laimpotencia tiene un lugar en los paisajesindiferentes de la historia, no podríaencontrarlo en un razonamiento cuyaexigencia se conoce ahora.

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La libertad absurda

Lo principal está ya hecho. Tengoalgunas evidencias de las que no puedoapartarme. Lo que sé, lo que es seguro,lo que no puedo negar, lo que no puedorechazar, eso es lo que cuenta. Puedonegar todo de esta parte de mí mismoque vive de nostalgias inciertas, salvoese deseo de unidad, esa apetencia desolución, esa exigencia de claridad ycohesión. Puedo refutar todo en estemundo que me rodea, me hiere o metransporta, salvo ese caos, ese azar rey yesa divina equivalencia que nace de la

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anarquía. No sé si este mundo tiene unsentido que lo supera, pero sé que noconozco ese sentido y que por elmomento me es imposible conocerlo.¿Qué significa para mí un significadofuera de mi condición? No puedocomprender sino en términos humanos.Lo que toco, lo que me resiste, eso es loque comprendo. Y sé también que nopuedo conciliar estas dos certidumbres:mi apetencia de absoluto y de unidad yla irreductibilidad de este mundo a unprincipio racional y razonable. ¿Quéotra verdad puedo reconocer sin mentir,sin hacer que intervenga una esperanzaque no tengo y que no significa nada

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dentro de los límites de mi condición?Si yo fuese un árbol entre los

árboles, un gato entre los animales, estavida tendría un sentido o, más bien, esteproblema no lo tendría, pues yo formaríaparte de este mundo. Yo sería estemundo, al que me opongo ahora con todami conciencia y con toda mi exigenciade familiaridad. Esta razón tan irrisoriaes la que me opone a toda la creación.No puedo negarla de un plumazo. Por lotanto, debo mantener lo que creo cierto.Debo sostener lo que me parece tanevidente, inclusive contra mí mismo. ¿Yqué es lo que constituye el fondo de esteconflicto, de esta fractura entre el mundo

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y mi espíritu, sino la conciencia quetengo de él? Por lo tanto, si quieromantenerlo, es mediante una concienciaperpetua, constantemente renovada,constantemente tensa. Esto es lo quedebo retener por el momento. En estemomento lo absurdo, a la vez tanevidente y tan difícil de conquistar, entraen la vida de un hombre y encuentra supatria. También en este momento elespíritu puede abandonar la vía árida yreseca del esfuerzo lúcido. Ahoradesemboca en la vida cotidiana. Vuelvea encontrar el mundo del "se" anónimo,pero el hombre entra en él en adelantecon su rebelión y su clarividencia. Ha

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desaprendido a esperar. Este infiernodel presente es por fin su reino. Todoslos problemas recuperan su filo. Laevidencia abstracta se retira ante ellirismo de las formas y los colores. Losconflictos espirituales se encarnan yvuelven a encontrar el refugio miserabley magnífico del corazón del hombre.Ninguno está resuelto, pero todos se hantransfigurado. ¿Se va a morir, a escaparmediante el salto, a reconstruir una casade ideas y formas a la medida propia?¿Se va, por el contrario, a mantener laapuesta desgarradora y maravillosa delo absurdo? Hagamos a este respecto unúltimo esfuerzo y saquemos todas

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nuestras consecuencias. El cuerpo, laternura, la creación, la acción, lanobleza humana, volverán entonces aocupar su lugar en este mundo insensato.El hombre volverá a encontrar en élfinalmente el vino de lo absurdo y el pande la indiferencia con que se nutre sugrandeza.

Insistimos todavía en el método: setrata de obstinarse. En cierto punto de sucamino, el hombre absurdo essolicitado. La historia no carece dereligiones ni de profetas, inclusive sindioses. Se le pide que salte. Todo lo quepuede responder es que no comprendebien, que eso no es evidente. No quiere

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hacer, precisamente, sino lo quecomprende bien. Le aseguran que eso especado de orgullo, pero no entiende lanoción de pecado; que quizás el infiernoestá al final, pero no tiene bastanteimaginación para representarse eseextraño porvenir; que pierde la vidainmortal, pero eso le parece fútil.Quisieran hacerle reconocer suculpabilidad. El se siente inocente. Paradecir la verdad, sólo siente eso, suinocencia irreparable. Ella es la que lepermite todo. Así, lo que se exige a símismo es vivir solamente con lo quesabe, arreglárselas con lo que es y nohacer que intervenga nada que no sea

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cierto. Le responden que nada lo es.Pero eso, por lo menos, es unacertidumbre. Con ella es con la que tieneque ver: quiere saber si es posible vivirsin apelación.

Ahora puedo abordar la noción desuicidio. Se ha advertido ya quésolución es posible darle. En este puntose invierte el problema. Anteriormentese trataba de saber si la vida debía tenerun sentido para vivirla. Ahora parece,por el contrario, que se la vivirá tantomejor si no tiene sentido. Vivir unaexperiencia, un destino, es aceptarloplenamente. Ahora bien, no se vivirá esedestino, sabiendo que es absurdo, si no

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se hace todo para mantener ante unomismo ese absurdo puesto de manifiestopor la conciencia. Negar uno de lostérminos de la oposición de que vive eseludirlo. Abolir la rebelión conscientees eludir el problema. El rema de larevolución permanente se ha trasladadoasí a la experiencia individual. Vivir eshacer que viva lo absurdo. Hacerlo vivires, ante todo, contemplarlo. Al contrariode Eurídice, lo absurdo no muere sinocuando se le da la espalda. Una de lasúnicas posiciones filosóficas coherenteses, por lo tanto, la rebelión. Es unaconfrontación perpetua del hombre consu propia oscuridad. Es exigencia de una

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transparencia imposible. Vuelve a poneral mundo en duda en cada uno de sussegundos. Así como el peligroproporciona al hombre la irremplazableocasión de asirlo, también la rebeliónmetafísica extiende la conciencia a lolargo de la experiencia. Es esapresencia constante del hombre ante símismo. No es aspiración, pues carece deesperanza. Esta rebelión es la seguridadde un destino aplastante, menos laresignación que debería acompañarla.

Aquí se ve hasta qué punto laexperiencia absurda se aleja delsuicidio. Se puede creer que el suicidiosigue a la rebelión, pero es un error,

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pues no simboliza su resultado lógico.Es exactamente su contrario, por elconsentimiento que supone. El suicidio,como el salto, es la aceptación en sulímite. Todo está consumado y elhombre vuelve a entrar en su historiaesencial. Discierne su porvenir, su únicoy terrible porvenir, y se precipita en él.A su manera, el suicidio resuelve loabsurdo. Lo arrastra a la misma muerte.Pero yo sé que para mantenerse, loabsurdo no puede resolverse. Escapa alsuicidio en la medida en que es almismo tiempo conciencia y rechazo dela muerte. Es, en la punta extrema delúltimo pensamiento del condenado a

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muerte, ese cordón de zapato que apesar de todo divisa a algunos metros, alborde mismo de su caída vertiginosa. Locontrario del suicida, precisamente, esel condenado a muerte.

Esta rebelión da su precio a la vida.Extendida a lo largo de toda unaexistencia, le restituye su grandeza. Paraun hombre sin anteojeras no hayespectáculo más bello que el de lainteligencia en lucha con una realidadque la supera. El espectáculo del orgullohumano es inigualable. Lasdepreciaciones no servirán de nada.Esta disciplina que el espíritu se dicta así mismo, esta voluntad bien armada,

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este frente a frente tienen algo depoderoso y de singular. Empobrecer estarealidad cuya inhumanidad hace lagrandeza del hombre, suponeempobrecerle a él al mismo tiempo.Comprendo por qué las doctrinas queme explican todo me debilitan al mismotiempo. Me libran del peso de mi propiavida y, sin embargo, es necesario que lolleve yo solo. En esta situación no puedoconcebir que una metafísica escépticapueda aliarse con una moral delrenunciamiento.

Estos rechazos, conciencia yrebelión, son lo contrario delrenunciamiento. Contrariamente a su

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vida, todo lo irreductible y apasionadoque hay en un corazón humano losanima. Se trata de morir irreconciliado yno de buena gana. El suicidio es undesconocimiento. El hombre absurdo nopuede sino agotarlo todo y agotarse. Loabsurdo es su tensión más extrema, laque mantiene constantemente con unesfuerzo solitario, pues sabe que con esaconciencia y esa rebelión al díatestimonia su única verdad, que es eldesafío. Esta es una primeraconsecuencia.

Si me mantengo en esta posiciónconcertada que consiste en sacar todaslas consecuencias (y sólo ellas) que

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contiene una noción descubierta, meencuentro frente a una segunda paradoja.Para permanecer fiel a este método, notengo que entendérmelas con elproblema de la libertad metafísica. Nome interesa saber si el hombre es libre.No puedo experimentar sino mi propialibertad. Sobre ella no puedo tenernociones generales, sino algunasapreciaciones claras. El problema de la"libertad en sí" no tiene sentido, puesestá ligado de una manera muy distintaal de Dios. Saber si él hombre es libreexige que se sepa si puede tener un amo.La absurdidad particular de esteproblema viene del hecho de que la

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noción misma que hace posible elproblema de la libertad le quita almismo tiempo todo su sentido. Pues anteDios, más que el problema de lalibertad, hay el problema del mal. Seconoce la alternativa; o bien no somoslibres y Dios todopoderoso esresponsable del mal, o bien somoslibres y responsables, pero Dios no estodopoderoso. Todas las sutilezas deescuela no han añadido ni quitado nadaa lo decisivo de esta paradoja.

Por eso no puedo perderme en laexaltación o la simple definición de unanoción que me escapa y pierde susentido desde el momento que sobrepasa

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el marco de mi experiencia individual.No puedo comprender lo que sería unalibertad que me fuera dada por un sersuperior. He perdido el sentido de lajerarquía. No puedo tener de la libertadsino el concepto del prisionero o delindividuo moderno en el seno delEstado. La única que conozco es lalibertad de espíritu y de acción. Ahorabien, si lo absurdo aniquila todas misprobabilidades de libertad eterna, medevuelve y exalta, por el contrario, milibertad de acción. Esta privación deesperanza y de porvenir significa unacrecentamiento en la disponibilidad delhombre.

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Antes de encontrar lo absurdo, elhombre cotidiano vive con finalidades,con un afán de porvenir o dejustificación (no importa con respecto aquién o qué). Evalúa susprobabilidades, cuenta con el porvenir,con el retiro o el trabajo de sus hijos.Cree todavía que se puede dirigir algoen su vida. En verdad, obra como sifuese libre, aunque todos los hechos seencarguen de contradecir esa libertad.Pero después de lo absurdo todo sedesquicia. La idea de que "existo", mimanera de obrar como si todo tuviera unsentido (incluso si, llegado el caso,dijese que nada lo tiene), todo esto se

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halla desmentido de una maneravertiginosa por la absurdidad de unamuerte posible. Pensar en el mañana,fijarse una finalidad, tener preferencias,todo ello supone la creencia en lalibertad, aunque a veces se asegure queno se la siente. Pero en ese momento sémuy bien que no existe esa libertadsuperior, esa libertad de ser que es laúnica que puede fundamentar unaverdad. La muerte aparece como laúnica realidad. Después de ella ya nohay nada que hacer. Ya no tengo lalibertad de perpetuarme, sino que soyesclavo, y sobre todo, esclavo sinesperanza de revolución eterna, sin que

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pueda recurrir al desprecio. ¿Y quiénpuede seguir siendo esclavo sinrevolución y sin desprecio? ¿Quélibertad en su pleno sentido puedeexistir sin seguridad de eternidad?

Pero al mismo tiempo el hombreabsurdo comprende que hasta entoncesestaba ligado a ese postulado delibertad, con cuya ilusión vivía. Encierto sentido, eso lo trababa. En lamedida en que imaginaba una finalidaden su vida, se supeditaba a lasexigencias de un propósito que había dealcanzar y se convertía en esclavo de sulibertad. Así, ya no podré obrar sinocomo el padre de familia (o el

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ingeniero, o el conductor de pueblos, oel supernumerario de correos) que medispongo a ser. Creo que puedo elegirser esto en vez de otra cosa. Lo creoinconscientemente, es cierto. Perosostengo, al mismo tiempo que mipostulado, las creencias de quienes merodean, los prejuicios de mi mediohumano (¡los otros están tan seguros deser libresy este buen humor es tancontagioso!). Por muy apartado que unose pueda mantener de todo prejuicio,moral o social, se sufren en parte y hastauno ajusta la vida a los mejores de ellos(pues hay prejuicios buenos y malos).Así el hombre absurdo comprende que

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no era realmente libre. Para hablarclaramente, en la medida en que esperoo me preocupa una verdad que me seapropia, una manera de ser o de crear, enla medida, en fin, en que ordeno mi viday pruebo con ello que admito que tieneun sentido, me creo unas barreras entrelas que encierro mi vida. Hago comotantos funcionarios del espíritu y delcorazón que sólo me inspiran aversión yque no hacen otra cosa, lo veo bienahora, que tomarse en serio la libertaddel hombre.

Lo absurdo me aclara este punto: nohay mañana. Esta es en adelante la razónde mi libertad profunda. Haré a este

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respecto dos comparaciones. Ante todoestán los místicos, quienes encuentranuna libertad que darse. Al abismarse ensu dios, al aceptar sus reglas se hacensecretamente libres a su vez. En laesclavitud espontáneamente consentidavuelven a encontrar una independenciaprofunda. ¿Pero qué significa esalibertad? Puede decirse, sobre todo, quese sienten libres frente a sí mismos ymenos libres que liberados. Del mismomodo, completamente vuelto hacia lamuerte (tomada aquí como la absurdidadmás evidente), el hombre absurdo sesiente desligado de todo lo que no es esaatención apasionada que cristaliza en él.

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Disfruta de una libertad con respecto alas reglas comunes. Se ve en esto quelos temas de partida de la filosofíaexistencialista conservan todo su valor.La vuelta a la conciencia, la evasión delsueño cotidiano son los primeros pasosde la libertad absurda. Pero a lo que setiende es a la predicación existencial ycon ella a ese salto espiritual que en elfondo escapa a la conciencia. De lamisma manera (esta es mi segundacomparación) los esclavos de laantigüedad no se pertenecían. Peroconocían esa libertad que consiste en nosentirse responsable[10]. También lamuerte tiene manos patricias que

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aplastan pero liberan.Abismarse en esta certidumbre sin

fondo, sentirse en adelante lo bastanteextraño a la propia vida para aumentarlay recorrerla sin la miopía del amante esel principio de una liberación. Estaindependencia nueva tiene un plazo,como toda libertad de acción. Noextiende un cheque sobre la eternidad.Pero reemplaza a las ilusiones de lalibertad, todas las cuales terminaban conla muerte. La divina disponibilidad delcondenado a muerte ante el que se abrenlas puertas de la prisión ciertamadrugada, ese increíble desinterés portodo, salvo por la llama pura de la vida,

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ponen de manifiesto que la muerte y loabsurdo son los principios de la únicalibertad razonable: la que un corazónhumano puede sentir y vivir. Esta es unasegunda consecuencia. El hombreabsurdo entrevé así un universo ardientey helado, transparente y limitado en elque nada es posible pero donde todoestá dado, y más allá del cual sólo estánel hundimiento y la nada. Entoncespuede decidirse a aceptar la vida ensemejante universo y sacar de él susfuerzas, su negación a esperar y eltestimonio obstinado de una vida sinconsuelo.

¿Pero qué significa la vida en

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semejante universo? Por el momentonada más que la indiferencia por elporvenir y el ansia de agotar todo lodado. La creencia en el sentido de lavida supone siempre una escala devalores, una elección, nuestraspreferencias. La creencia en lo absurdo,según nuestras definiciones, enseña locontrario. Pero merece la pena que nosdetengamos en esto.

Saber si se puede vivir sin apelaciónes todo lo que me interesa. No quierosalir de este terreno. Se me ha dado esterostro de la vida; ¿puedo acomodarme aél? Ahora bien, frente a estapreocupación particular, la creencia en

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lo absurdo equivale a reemplazar lacalidad de las experiencias por lacantidad. Si me convenzo de que estavida no tiene otra faz que la de loabsurdo, si siento que todo su equilibriose debe a la perpetua oposición entre mirebelión consciente y la oscuridad enque forcejeo, si admito que mi libertadno tiene sentido sino con relación a sudestino limitado, entonces debo decirque lo que cuenta no es vivir lo mejorposible, sino vivir lo más posible. Notengo por qué preguntarme si esto esvulgar o repugnante, elegante olamentable. De una vez por todas, losjuicios de valor quedan descartados

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aquí en beneficio de los juicios dehecho. Sólo tengo que sacar lasconclusiones de lo que puedo ver y noaventurar nada que sea una hipótesis. Sisupusiera que vivir así no sería honesto,la verdadera honestidad me ordenaríaque fuese deshonesto.

Vivir lo más posible, en su sentidoamplio, es una regla de vida que nadasignifica. Hay que precisarla. Parece,ante todo, que no se ha ahondadosuficientemente esta noción de cantidad,pues puede dar cuenta de una gran partede la experiencia humana. La moral deun nombre, su escala de valores notienen sentido sino por la cantidad y

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variedad de experiencias que ha podidoacumular. Ahora bien, las condicionesde la vida moderna imponen a lamayoría de los hombres la mismacantidad de experiencias y, por lo tanto,la misma experiencia profunda.Ciertamente, hay que tener en cuentatambién la aportación espontánea delindividuo, lo que en él está "dado". Perono puedo juzgar esto y una vez más miregla consiste en arreglarme con laevidencia inmediata. Veo entonces quela característica propia de una moralcomún reside menos en la importanciaideal de los principios que la animanque en la norma de una experiencia que

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es posible calibrar. Forzando un pocolas cosas, los griegos tenían la moral desus ocios como nosotros tenemos la denuestras jornadas de ocho horas. Pero yamuchos hombres, y entre ellos los mástrágicos, nos hacen presentir que unaexperiencia más larga cambia estecuadro de valores. Nos hacen imaginar aese aventurero de lo cotidiano quemediante la simple cantidad de lasexperiencias batiese todos los récords(empleo a propósito esta expresióndeportiva) y ganara así su propiamoral[11]. Alejémonos, no obstante, delromanticismo y preguntémonossolamente qué puede significar esta

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actitud para un hombre decidido amantener su apuesta y a observarestrictamente lo que él cree que es laregla del juego.

Batir todos los récords es, ante todoy únicamente, estar frente al mundo conla mayor frecuencia posible. ¿Cómo sepuede hacer esto sin contradicciones ysin juegos de palabras? Pues, por unaparte, lo absurdo enseña que todas lasexperiencias son indiferentes y, por laotra, impulsa a la mayor cantidad deexperiencias. ¿Cómo no hacer entonceslo que han hecho tantos de esos hombresde los que hablaba más arriba: elegir laforma de vida que nos aporte la mayor

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cantidad posible de esa materia humana,introducir con ello una escala de valoresque por otro lado se pretende rechazar?

Pero sigue siendo lo absurdo y suvida contradictoria lo que nos enseña.Pues el error consiste en pensar que estacantidad de experiencias depende de lascircunstancias de nuestra vida, cuandosólo depende de nosotros. A esterespecto hay que ser simplista. A doshombres que viven el mismo número deaños, el mundo les proporciona siemprela misma cantidad de experiencias. Anosotros nos corresponde tenerconciencia de ellas. Sentir la propiavida, su rebelión, su libertad, y lo más

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posible, es vivir lo más posible. Dondereina la lucidez se hace inútil la escalade valores. Seamos todavía mássimplistas. Digamos que el únicoobstáculo, la única pérdida "por falta deganancia" lo constituye la muerteprematura. El universo aquí sugerido novive sino por oposición a esa excepciónconstante que es la muerte. Por esoninguna profundidad, ninguna emoción,ninguna pasión ni ningún sacrificiopodrían hacer iguales a los ojos delnombre absurdo (aunque lo desease) unavida consciente de cuarenta años y unalucidez que abarca sesenta años[12]. Lalocura y la muerte son sus elementos

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irremediables. El hombre no elige. Loabsurdo y el aumento de vida queimplica no dependen, por lo tanto, de lavoluntad del hombre, sino de sucontrario, que es la muerte[13]. Si sepesan bien las palabras, se trataúnicamente de una cuestión de suerte.Hay que saber consentir en ella. Veinteaños de vida y de experiencias no sereemplazarán ya nunca.

Por una extraña inconsecuencia, enuna raza tan avisada, los griegospretendían que los hombres que moríanjóvenes fueran amados por los dioses. Yesto no es cierto, salvo si se quierecreer que entrar en el mundo irrisorio de

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los dioses es perder para siempre el máspuro de los goces, que es el de sentir, ysentir en esta tierra. El presente y lasucesión de los presentes ante un almasin cesar consciente, tal es el ideal delhombre absurdo. Pero aquí la palabraideal tiene un sonido falso. No es nisiquiera su vocación, sino sólo latercera consecuencia de surazonamiento. Habiendo partido de unaconciencia angustiada de lo inhumano, lameditación sobre lo absurdo vuelve alfinal de su itinerario al seno mismo delas llamas apasionadas de la rebeliónhumana[14].

Así saco de lo absurdo tres

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consecuencias, que son mi rebelión, milibertad y mi pasión. Con el solo juegode la conciencia transformo en regla devida lo que era invitación a la muerte, yrechazo el suicidio. Conozco, sin duda,la sorda resonancia que corre a lo largode estas jornadas. Pero sólo tengo quedecir que es necesaria. CuandoNietzsche escribe: "Parece claramenteque lo principal en el cielo y en la tierraes obedecer largo tiempo y en unamisma dirección: a la larga resulta deello algo por lo que vale la pena viviren esta tierra, como por ejemplo lavirtud, el arte, la música, la danza, larazón, el espíritu, algo que transfigura,

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algo refinado, loco o divino", ilustra laregla de una moral de gran porte. Peromuestra también el camino del hombreabsurdo. Obedecer a la llama es a la vezlo más fácil y más difícil. Es bueno, sinembargo, que el hombre, al medirse conla dificultad, se juzgue de vez en cuando.Es el único que puede hacerlo.

"La plegaria —dice Alain— se hacecuando la noche desciende sobre elpensamiento". "Pero es necesario que elespíritu se encuentre con la noche",contestan los místicos y losexistencialistas. Ciertamente, pero noesa noche que nace bajo los ojoscerrados y por la sola voluntad del

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hombre, noche sombría y cerrada que elespíritu suscita para perderse en ella. Sidebe encontrarse con una noche, éstadebe ser más bien la de ladesesperación, que sigue siendo lúcida,noche polar, vigilia del espíritu, de laque surgirá, quizás, esa claridad blancae intacta que dibuja cada objeto en la luzde la inteligencia. A esta altura, laequivalencia coincide con lacomprensión apasionada. Entonces nisiquiera se trata de juzgar el saltoexistencial. Vuelve a ocupar su fila enmedio del fresco secular de las actitudeshumanas. Para el espectador, si esconsciente, ese salto sigue siendo

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absurdo. En la medida en que creeresolver la paradoja, la restituye porcompleto. A este título, es conmovedor.A este título, todo vuelve a ocupar sulugar y el mundo absurdo renace con suesplendor y su diversidad.

Pero es malo detenerse, difícilcontentarse con una sola manera de ver,privarse de la contradicción, la mássutil, quizá, de todas las formasespirituales. Lo que precede definesolamente una manera de pensar. Ahorase trata de vivir.

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EL HOMBREABSURDO

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"Si Stavroguin cree,no cree que crea. Sino cree, no cree que

no crea."

Dostoievski: Losposeídos.

"Mi campo —dice Goethe— es eltiempo." He aquí la palabra absurda.¿Qué es, en efecto, el hombre absurdo?El que, sin negarlo, no hace nada por loeterno. No es que le sea extraña lanostalgia, sino que prefiere a ella suvalor y su razonamiento. El primero leenseña a vivir sin apelación y a

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contentarse con lo que tiene; el segundo,le enseña sus límites. Seguro de sulibertad a plazo, de su rebelión sinporvenir y de su conciencia perecedera,prosigue su aventura en el tiempo de suvida. En él está su campo, en él está suacción, que sustrae a todo juicio exceptoel suyo. Una vida más grande no puedesignificar para él otra vida. Eso seríadeshonesto. Tampoco me refiero aquí aesa eternidad irrisoria que se llamaposteridad. Madame Roland se remitía aella. Esta imprudencia ha recibido sulección. La posteridad cita de buenagana esa frase, pero se olvida dejuzgarla. Madame Roland es indiferente

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para la posteridad.No se puede disertar sobre la moral.

He visto a personas obrar mal conmucha moral y compruebo todos los díasque la honradez no necesita reglas. Elhombre absurdo no puede admitir sinouna moral, la que no se separa de Dios,la que se dicta. Pero vive justamentefuera de ese Dios. En cuanto a las otras(e incluyo también al inmoralismo), elhombre absurdo no ve en ellas sinojustificaciones, y no tiene nada quejustificar. Parto aquí del principio de suinocencia.

Esta inocencia es temible. "Todoestá permitido", exclama Iván

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Karamázov. También esto pareceabsurdo, pero con la condición de noentenderlo en el sentido vulgar. No sé sise ha advertido bien: no se trata de ungrito de liberación y de alegría, sino deuna comprobación amarga. Lacertidumbre de un Dios que diera susentido a la vida supera mucho enatractivo al poder impune de hacer elmal. La elección no sería difícil. Perono hay elección y entonces comienza laamargura. Lo absurdo no libera, ata. Noautoriza todos los actos. Todo estápermitido, no significa que nada estéprohibido. Lo absurdo da solamente suequivalencia a las consecuencias de

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esos actos. No recomienda el crimen,eso sería pueril, pero restituye alremordimiento su inutilidad. Del mismomodo, si todas las experiencias sonindiferentes, la del deber es tan legítimacomo cualquier otra. Se puede servirtuoso por capricho.

Todas las morales se fundan en laidea de que un acto tiene consecuenciasque lo justifican o lo borran. Un espírituempapado de absurdo juzga solamenteque esas consecuencias deben serconsideradas con serenidad. Estádispuesto a pagar. Dicho de otro modo,si bien para él puede haberresponsables, no hay culpables. Todo lo

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más consentirá en utilizar la experienciapasada para fundamentar sus actosfuturos. El tiempo hará vivir al tiempo yla vida servirá a la vida. En este campoa la vez limitado y atestado deposibilidades, todo le pareceimprevisible en sí mismo y fuera de sulucidez. ¿Qué regla podría deducirse,por lo tanto, de este orden irrazonable?La única verdad que puede parecerleinstructiva no es formal: se anima y sedesarrolla en los hombres. No son, porconsiguiente, reglas éticas las que elespíritu absurdo puede buscar al final desu razonamiento, sino ilustraciones y elsoplo de las vidas humanas. Las

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imágenes que damos a continuación sonde esa clase. Siguen el razonamientoabsurdo dándole su actitud y su calor.

¿Necesito desarrollar la idea de queun ejemplo no es forzosamente unejemplo que hay que seguir (menostodavía, si es posible en el mundoabsurdo), y que estas ilustraciones noson, por lo tanto, modelos? Además deque es necesaria la vocación, resultaridículo, salvadas las distancias,deducir de Rousseau que hay quecaminar a cuatro patas y de Nietzscheque conviene maltratar a la propiamadre. "Hay que ser absurdo —escribeun autor moderno—; no hay que ser

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iluso." Las actitudes de que se va atratar no pueden adquirir todo su sentidosi no se tienen en cuenta sus contrarias.Un supernumerario de correos es igual aun conquistador si la conciencia les escomún. Todas las experiencias sonindiferentes a este respecto. Puedenservir o perjudicar al hombre. Le sirvensi es consciente. Si no lo es, ello notiene importancia: las derrotas de unhombre no juzgan a las circunstancias,sino a él mismo.

Elijo únicamente a hombres que sóloaspiran a agotarse, o que tengoconciencia por ellos de que se agotan.La cosa no pasa de ahí. Por el momento

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no quiero hablar sino de un mundo en elque los pensamientos, lo mismo que lasvidas, carecen de porvenir. Todo lo quehace trabajar y agitarse al nombre utilizala esperanza. El único pensamiento queno es mentiroso es, por lo tanto, unpensamiento estéril. En el mundoabsurdo, el valor de una noción o de unavida se mide por su infecundidad.

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El donjuanismo

Si bastase con amar, las cosas seríandemasiado sencillas. Cuanto más se amatanto más se consolida lo absurdo. No espor falta de amor por lo que Don Juanva de mujer en mujer. Es ridículopresentarlo como un iluminado en buscadel amor total. Pero tiene que repetir esedon y ese ahondamiento porque ama atodas con el mismo ardor y cada vez contodo su ser. De ahí que cada una esperedarle lo que nadie le ha dado nunca.Ellas se engañan profundamente cadavez y sólo consiguen hacerle sentir la

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necesidad de esa repetición. 'Por fin —exclama una de ellas— te he dado elamor." ¿Sorprenderá que Don Juan sería de ella? "¿Por fin? —dice—; no,sino una vez más." ¿Por qué habría deser necesario amar raras veces paraamar mucho?

¿Don Juan es triste? No esverosímil. Apenas apelaré a la crónica.Esa risa, la insolencia victoriosa, esossaltos y la afición a lo teatral son clarosy alegres. Todo ser sano tiende amultiplicarse. Así le sucede a Don Juan.Pero, además, los tristes tienen dosmotivos para estarlo: ignoran o esperan.Don Juan sabe y no espera. Hace pensar

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en esos artistas que conocen sus límites,no los pasan nunca, y en ese intervaloprecario en que se instala su espírituposeen la facilidad maravillosa de losmaestros. Eso es, sin duda, el genio: lainteligencia que conoce sus fronteras.Hasta la frontera de la muerte física,Don Juan ignora la tristeza. Desde elmomento que sabe, su risa estalla y haceque se perdone todo. Era triste en laépoca en que esperaba. Ahora vuelve aencontrar en la boca de esa mujer elgusto amargo y reconfortante de laciencia única. ¿Amargo? ¡Es apenas esaimperfección necesaria que hacesensible la dicha!

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Es un gran error tratar de ver en DonJuan a un hombre que se alimenta con elEclesiastés. Pues nada para él esvanidad sino la esperanza en otra vida.Lo prueba, puesto que se la juega contrael cielo mismo. No le pertenece el pesarpor el deseo perdido en el goce, eselugar común de la impotencia. Eso estábien en el Fausto, quien cree en Dios lobastante como para venderse al diablo.Para Don Juan la cosa es más sencilla.El "Burlador" de Tirso de Molinaresponde siempre a las amenazas delinfierno: "¡Tan largo me lo fiáis!" Loque viene después de la muerte es fútil,¡y qué larga serie de días para quien

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sabe estar vivo!Fausto reclamaba los bienes de este

mundo: el desdichado sólo tenía quetender la mano. Ya era vender su almano saber gozar de ella. Por el contrario,Don Juan busca la saciedad. Siabandona a una mujer bella no es, enmodo alguno, porque ya no la desee.Una mujer bella es siempre deseable.Pero es que desea a otra, y eso no es lomismo.

Esta vida le colma y nada es peorque perderla. Este loco es un gran sabio.Pero los hombres que viven de laesperanza se avienen mal a este universoen el que la bondad cede el lugar a la

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generosidad, la ternura al silencio viril,la comunión al valor solitario. Y todosdicen: "Era un débil, un idealista o unsanto". Hay que rebajar la grandeza queofende.

Causan bastante indignación (o esarisa cómplice que degrada lo queadmira) los discursos de Don Juan y esamisma frase que sirve para todas lasmujeres. Pero para quien busca lacantidad de los goces sólo cuenta laeficacia. ¿Para qué complicar lascontraseñas que han dado ya suspruebas? Nadie, ni la mujer ni elhombre, las escucha, sino más bien lavoz que las pronuncia. Son una regla, la

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convención y la cortesía. Se dicen,después de lo cual queda por hacer lomás importante. Don Juan se prepara yapara ello. ¿Por qué se ha de plantear unproblema de moral? No es como elManara de Milosz, que se condena porel deseo de ser un santo. El infierno espara él algo que se desafía. No tienesino una respuesta para la cólera divina,y es el honor humano: "Tengo honor —dice al Comendador— y cumplo mipromesa porque soy un caballero". Perosería un error igualmente grandeconsiderarlo un inmoralista. Es a eserespecto "como todo el mundo": tiene lamoral de su simpatía o su antipatía. No

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se comprende bien a Don Juan sinorefiriéndose siempre a lo que simbolizavulgarmente: el seductor corriente y elmujeriego. Es un seductor ordinario[15],con la diferencia de que es consciente ypor ello absurdo. Un seductor que sehace lúcido no cambiará por ello.Seducir es su estado. Sólo en lasnovelas se cambia de estado o se vuelveuno mejor. Pero se puede decir que a lavez nada cambia y todo se transforma.Lo que Don Juan pone en práctica es unaética de la cantidad, al contrario delsanto, que tiende a la calidad. No creeren el sentido profundo de las cosas es lopropio del hombre absurdo. Recorre,

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estruja y quema esos rostros ardientes omaravillados. El tiempo marcha con él.El hombre absurdo es el que no sesepara del tiempo. Don Juan no piensaen "coleccionar" mujeres. Agota sunúmero y con ellas sus probabilidadesde vida. Coleccionar es ser capaz devivir del pasado propio. Pero él rechazala añoranza, esa otra forma de laesperanza. No sabe contemplar losretratos.

¿Es, por lo tanto, egoísta? A sumanera, sin duda. Pero también a esterespecto hay que entenderse. Existen losque han nacido para vivir y los que hannacido para amar. Por lo menos, Don

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Juan lo diría de buena gana. Pero podríaelegir mediante una abreviación, pues elamor de que se habla aquí está adornadocon las ilusiones de lo eterno. Todos losespecialistas de la pasión nos lo dicen:no hay amor eterno si no es contrariado.No hay pasión sin lucha. Semejanteamor no termina sino en la últimacontradicción, que es la muerte. Hay queser Werther o nada. Hay también en estomuchas maneras de suicidarse, una delas cuales es el don total y el olvido dela propia persona. Don Juan, tanto comocualquier otro, sabe que eso puede serconmovedor. Pero es uno de los pocosenterados de que lo importante no es

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eso. Sabe también que aquellos aquienes un gran amor aparta de todavida personal se enriquecen, quizá, peroempobrecen seguramente a los elegidospor su amor. Una madre, una mujerapasionada tiene necesariamente elcorazón seco, pues está apartado delmundo. Un solo sentimiento, un solo ser,un solo rostro, pero todo está devorado.Es otro amor el que conmueve a DonJuan, y éste es liberador. Trae consigotodos los rostros del mundo y suestremecimiento se debe a que se sabeperecedero. Don Juan ha elegido no sernada. Para él se trata de ver claro. Nollamamos amor a lo que nos liga a

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ciertos seres sino por referencia a unamanera de ver colectiva y de la que sonresponsables los libros y las leyendas.Pero yo no conozco del amor sino esamezcla de deseo, ternura e inteligenciaque me une a tal ser. Este compuesto noes el mismo para tal otro. No tengoderecho a dar el mismo nombre a todasesas experiencias. Ello dispensa derealizarlas con los mismos gestos. Elhombre absurdo multiplica también aeste respecto lo que no puede unificar.Así descubre una nueva manera de serque le libera por lo menos tanto comolibera a quienes se le acercan. No haymás amor generoso que el que se sabe al

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mismo tiempo pasajero y singular.Todas estas muertes y todos estosrenacimientos constituyen para Don Juanla gavilla de su vida. Es la manera quetiene de dar y de hacer vivir. Dejo quese juzgue si se puede hablar de egoísmo.

Pienso ahora en todos los quequieren absolutamente que Don Juan seacastigado, no sólo en otra vida, sinotambién en ésta. Pienso en todos esoscuentos, esas leyendas y esas risas sobreDon Juan envejecido. Pero Don Juanestá ya preparado para ello. Para unhombre consciente no constituyen unasorpresa la vejez y lo que ella presagia.Precisamente, no es consciente sino en

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la medida en que no se oculta el horror.Había en Atenas un templo consagrado ala vejez. Llevaban a él a los niños. Encuanto a Don Juan, cuanto más se ríe deél tanto más se acusa su figura. Rechazacon ello la que le prestaron losrománticos. Nadie quiere reírse de eseDon Juan torturado y lastimoso. Se lecompadece. ¿Le redimirá el cielo? Perono se trata de eso. En el universo queentrevé Don Juan, está comprendidotambién el ridículo. El consideraríanormal que se le castigase. Es la regladel juego. Y su generosidad consiste,justamente, en que ha aceptado toda laregla del juego. Pero sabe que tiene

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razón y que no puede tratarse de castigo.Un destino no es una sanción.

Ese es su crimen, y se comprendeque los hombres de lo eterno deseen quese le castigue. Ha adquirido una cienciasin ilusiones que niega todo lo que ellosprofesan. Amar y poseer, conquistar yagotar es su manera de conocer. (Tienesentido en esa palabra favorita de laSanta Escritura que llama "conocer" elacto sexual). Es el peor enemigo deellos en la medida en que los ignora. Uncronista informa que el verdadero"Burlador" murió asesinado porfranciscanos que quisieron "poner fin alos excesos y las impiedades de Don

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Juan, a quien su nacimiento aseguraba laimpunidad". Declararon luego que elcielo lo había fulminado. Nadie hademostrado ese extraño fin, ni nadie hademostrado lo contrario. Pero sinpreguntarme si eso es verosímil, puedodecir que es lógico. Sólo quieroreferirme aquí a la palabra "nacimiento"y jugar con las palabras: su vida era laque aseguraba su inocencia, y sólo lamuerte le dio una culpabilidad ahoralegendaria.

¿Qué otra cosa significa eseComendador de piedra, esa fría estatuaque se anima para castigar a la sangre yal coraje que se han atrevido a pensar?

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Todos los poderes de la Razón eterna,del orden, de la moral universal, toda lagrandeza extraña de un Dios accesible ala cólera se resumen en él. Esa piedragigantesca y sin alma simbolizasolamente las potencias que Don Juan hanegado para siempre. Pero en esotermina la misión del Comendador. Elrayo y el trueno pueden volver al cieloficticio del que bajaron. La verdaderatragedia se representa al margen deellos. No, Don Juan no muere bajo unamano de piedra. Creo de buena gana enla bravata legendaria, en esa risainsensata del hombre sano que desafía aun dios que no existe. Pero creo, sobre

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todo, que esa noche en que Don Juanesperaba en casa de Doña Ana no sepresentó el Comendador y el impíodebió sentir, pasada la medianoche, laterrible amargura de quienes han tenidorazón. Acepto más de buena ganatodavía el relato de su vida que, paraterminar, le hace sepultarse en unconvento. No es que el aspectoedificante de la historia pueda serconsiderado verosímil. ¿Qué refugiopodía pedir a Dios? Pero eso simbolizamás bien la terminación lógica de unavida completamente empapada deabsurdo, el feroz desenlace de unaexistencia vuelta hacia goces sin

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mañana. El goce termina aquí enascetismo. Hay que comprender quepueden ser como los dos rostros de unamisma carencia. ¿Qué imagen másespantosa se puede desear que la de unhombre a quien traiciona, su cuerpo yque, por no haber muerto a tiempo,consuma la comedia esperando el fincara a cara con ese dios al que no adora,sirviéndole como ha servido a la vida,arrodillado ante el vacío, con los brazostendidos hacia un cielo sin elocuencia yque, según él sabe, tampoco tieneprofundidad? Veo a Don Juan en unacelda de esos monasterios españolesperdidos en una colina. Y si mira algo,

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no es a los fantasmas de los amoreshuidos, sino, quizá, por una aspilleraardiente, a alguna llanura silenciosa deEspaña, tierra magnífica y sin alma en laque se reconoce. Sí, hay que detenerseen esta imagen melancólica yresplandeciente. El fin último, esperadopero nunca deseado, es despreciable.

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La comedia

"El espectáculo —dice Hamlet— esla trampa donde atraparé la concienciadel rey." Atrapar está bien dicho, puesla conciencia va rápidamente o serepliega. Hay que cazarla al vuelo, enese momento inapreciable en el que echasobre sí misma una mirada fugitiva. Alnombre cotidiano no le gusta detenerseen ella. Todo le apremia, por elcontrario. Pero, al mismo tiempo, nadale interesa más que él mismo, sobre todolo que podría ser. De ahí su afición alteatro, al espectáculo, donde se le

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proponen tantos destinos cuya poesíarecibe sin sufrir su amargura. En eso,por lo menos, se reconoce al hombreinconsciente, que continúaapresurándose hacia no se sabe quéesperanza. El hombre absurdo comienzadonde aquél termina, donde, dejando deadmirar el juego, el espíritu quiereintervenir en él. Penetrar en todas esasvidas, experimentarlas en su diversidades propiamente representarlas. No digoque los actores en general obedezcan aese llamamiento, que sean nombresabsurdos, sino que su destino es undestino absurdo que podría seducir yatraer a un corazón clarividente. Es

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necesario sentar esto para que seentienda sin contrasentido lo que va aseguir.

El actor reina en lo perecedero.Entre todas las glorias, la suya es, comose sabe, la más efímera. Así se dice, porlo menos, en la conversación. Pero todaslas glorias son efímeras. Desde el puntode vista de Sirio, las obras de Goethe sehabrán convertido en polvo y su nombrese habrá olvidado dentro de diez milaños. Algunos arqueólogos buscarán,quizá, testimonios de nuestra época. Estaidea ha sido siempre docente. Bienmeditada, reduce nuestras agitaciones ala nobleza profunda que se encuentra en

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la indiferencia. Sobre todo, dirigenuestras preocupaciones hacia lo másseguro, es decir, hacia lo inmediato. Detodas las glorias, la menos engañosa esla que se vive.

El actor ha elegido, por lo tanto, lagloria innumerable, la que se consagra yse experimenta. El es quien saca lamejor conclusión del hecho de que tododebe morir un día. Un actor triunfa o notriunfa. Un escritor conserva unaesperanza aunque sea desconocido.Supone que sus obras atestiguarán lo quefue. El actor nos dejará todo lo más unafotografía, y nada de lo que era él, susgestos y sus silencios, su corto resuello

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o su respiración amorosa, llegará hastanosotros. Para él no ser conocido es norepresentar, y no representar es morircien veces con todos los seres quehabría animado o resucitado.

¿Puede sorprender encontrar unagloria perecedera edificada sobre lascreaciones más efímeras? El actor tienetres horas para ser Yago o Alcestes,Fedra o Glocester. En ese breve tiempolos hace nacer y morir sobre cincuentametros cuadrados de tablas. Nunca hasido ilustrado lo absurdo tan bien ni tanlargo tiempo. Esas vidas maravillosas,esos destinos únicos y completos que sedesarrollan y terminan entre paredes,

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¿pueden resumirse de una manera másreveladora? Una vez que deja eltablado, Segismundo ya no es nada. Doshoras después se le ve comiendo fuerade casa. Quizá sea entonces cuando lavida es un sueño. Pero después deSegismundo viene otro. El personaje quesufre de incertidumbre reemplaza alhombre que ruge después de vengarse.Recorriendo así los siglos y losespíritus, imitando al nombre tal comopuede ser y tal como es, el actor seasemeja a ese otro personaje absurdoque es el viajero. Como él, agota algo yrecorre sin descanso. Es el viajero deltiempo y, en lo que respecta a los

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mejores, el viajero acosado por lasalmas. Si la moral de la cantidadpudiera encontrar alguna vez unalimento, lo encontraría seguramente enesta escena singular. Es difícil decir enqué medida el actor se beneficia con suspersonajes. Pero lo importante no eseso. Se trata de saber, únicamente, hastaqué punto se identifica con esas vidasirremplazables. Sucede, en efecto, quelas transporta consigo, que desbordanligeramente el tiempo y el espacio enque han nacido. Acompañan al actor, yéste no se separa ya muy fácilmente delo que él ha sido. Sucede que para tomarsu vaso reencuentra el ademán de

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Hamlet al levantar la copa. No, no es tangrande la distancia que le separa de losseres que hace vivir. Ilustra entoncesabundantemente todos los meses o todoslos días esa verdad tan fecunda de queno hay frontera entre lo que un hombrequiere ser y lo que es. Lo que demuestraes hasta qué punto el parecer hace al ser,pues se ocupa constantemente enrepresentar mejor. Pues su arte consisteen fingir absolutamente, en penetrar lomás posible en vidas que no son la suya.Al término de su esfuerzo se aclara suvocación: dedicarse con todo su corazóna no ser nada o a ser muchos. Cuantomás estrecho es el límite que se le da

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para crear su personaje tanto másnecesario es su talento. Va a morirdentro de tres horas con el rostro quetiene hoy. Es necesario que en tres horasexperimente y exprese todo un destinoexcepcional. Eso se llama perderse paravolverse a encontrar. En esas tres horasva hasta el final del camino sin salidaque el hombre de la sala tarda toda suvida en recorrer.

El actor, mimo de lo perecedero, nose ejercita ni se perfecciona sino en laapariencia. Lo convencional del teatroconsiste en que el corazón no se expresani se hace entender sino mediante losgestos y el cuerpo, o mediante la voz,

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que pertenece tanto al alma como alcuerpo. La ley de este arte quiere quetodo tome cuerpo y se traduzca en carne.Si en el escenario hubiera que amarcomo se ama, emplear esa Írremplazablevoz del corazón, mirar como se mira,nuestro lenguaje sería cifrado. En él lossilencios deben hacerse oír. El amoralza el tono y la inmovilidad misma sehace espectacular. El cuerpo es rey. Noes "teatral" el que quiere serlo y estapalabra desacreditada erróneamenteabarca toda una estética y toda unamoral. La mitad de una vida humanatranscurre sobrentendiendo, volviendola cabeza y callándose. El actor es aquí

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el intruso. Levanta el sortilegio de estaalma encadenada y las pasiones seprecipitan finalmente a su escenario.Hablan en todos los gestos, no vivensino dando gritos. Así, el actor componesus personajes para ostentarlos. Losdibuja o los esculpe, se introduce en suforma imaginaria y da a sus fantasmas susangre. No es necesario decir que merefiero al gran teatro, al que da al actorla ocasión de cumplir su destinoenteramente físico. Véase aShakespeare. En este teatro del primermovimiento son los furores del cuerpolos que dirigen la danza. Lo explicantodo. Sin ellos todo se derrumbaría. El

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rey Lear no iría nunca a la cita que le dala locura sin el gesto brutal que destierraa Cordelia y condena a Edgar. Por lotanto, es justo que esta tragedia sedesarrolle bajo el signo de la demencia.Las almas se entregan a los demonios ya su zarabanda. No hay menos de cuatrolocos, uno por oficio, otro por voluntady los dos últimos por tormento: cuatrocuerpos desordenados, cuatro rostrosindecibles de una misma condición.

La escala misma del cuerpo humanoes insuficiente. Con la máscara y loscoturnos, el maquillaje que reduce yacusa el rostro en sus elementosesenciales, el vestido que exagera y

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simplifica, este universo lo sacrificatodo a la apariencia y no está hecho sinopara el ojo. En virtud de un milagroabsurdo, es el cuerpo el que sigueproporcionando el conocimiento. Nuncacomprendería yo bien a Yago si no lorepresentase. Por mucho que le oiga, nolo capto sino en el momento en que loveo. Por consiguiente, el actor tiene lamonotonía, la silueta única,obsesionante, a la vez extraña y familiardel personaje absurdo que pasea através de todos sus protagonistas.También en eso la gran obra teatralsirve a esa unidad de tono[16]. En eso esen lo que el actor se contradice: es él

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mismo y, no obstante, tan diverso, tantasalmas resumidas por un solo cuerpo.Pero es la contradicción absurda mismaeste individuo que quiere alcanzarlotodo y vivirlo todo, esta inútil tentativa,esta obstinación sin alcance. Lo que secontradice siempre se une, no obstante,en él. Se halla en ese lugar en que elcuerpo y el espíritu se unen y seaprietan, en que el segundo, cansado desus fracasos, se vuelve hacia su aliadomás fiel. "Y benditos sean aquellos —dice Hamlet— cuya sangre y cuyo juiciose mezclan tan curiosamente que no sonuna flauta en la que el dedo de la fortunahace sonar el agujero que le place".

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¿Cómo no iba a condenar la Iglesiasemejante ejercicio en el actor?Repudiaba ella en este arte lamultiplicación herética de las almas, laorgía de emociones, la pretensiónescandalosa de un espíritu que se niegaa no vivir más que un destino y seprecipita en todas las intemperancias.Ella proscribía en ellos esa afición alpresente y ese triunfo de Proteo que sonla negación de todo lo que ella enseña.La eternidad no es un juego. Un espíritulo bastante insensato como para preferiruna comedia ya no puede salvarse. Nohay compromiso entre el "en todaspartes" y el "siempre". De ahí que ese

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oficio tan despreciado pueda dar lugar aun conflicto espiritual desmesurado. "Loque importa —dice Nietzsche— no es lavida eterna, sino la eterna vivacidad."Todo el drama está, en efecto, en estaelección.

Adriana Lecouvreur, en su lecho demuerte, quería confesarse y comulgar,pero se negó a renunciar a su profesión.Perdió con ello el beneficio de laconfesión. ¿Qué era eso, en efecto, sinoponerse contra Dios en defensa de supropia pasión profunda? Y esa mujeragonizante, al negarse con lágrimas enlos ojos a renegar del que llamaba suarte, dio pruebas de una grandeza, que

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jamás alcanzó en la escena. Fue su papelmas hermoso y el más difícil derepresentar. Elegir entre el cielo y unafidelidad irrisoria, preferirse a laeternidad o abismarse en Dios es latragedia secular en la que hay que estaren su sitio.

Los comediantes de la época sabíanque estaban excomulgados. Ingresar enla profesión era elegir el Infierno. Y laIglesia los consideraba como sus peoresenemigos. Algunos literatos se indignan:"¡Cómo negar a Moliere los últimossacramentos!" Pero eso era justo y,sobre todo, para él, que murió en escenay termina bajo el disfraz una vida

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enteramente dedicada a la dispersión. Apropósito de él se invoca al genio que loexcusa todo. Pero el genio no excusanada, justamente porque se niega ahacerlo.

El actor sabía, por lo tanto, elcastigo que se le prometía. ¿Pero quésentido podían tener tan vagas amenazasen comparación con el último castigoque le reservaba la vida misma? Eraéste el que sentía de antemano yaceptaba completamente. Para el actor,lo mismo que para el hombre absurdo,una muerte prematura es irreparable.Nada puede compensar la suma de losrostros y los siglos que de no ser por

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ella habría recorrido. Pero, de todosmodos, se trata de morir. Pues el actorestá, sin duda, en todas partes pero eltiempo lo arrastra también y ejerceefecto en él.

Basta un poco de imaginación parasentir lo que significa un destino deactor. Este compone y enumera suspersonajes en el tiempo. Tambiénaprende a dominarlos en el tiempo.Cuantas más vidas diferentes ha vividotanto más se separa de ellas. Llega untiempo en que hay que morir en laescena y en el mundo. Lo que ha vividoestá frente a él. Lo ve claramente. Sientelo que tiene esa aventura de desgarrador

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e irremplazable. Sabe, y ahora puedemorir. Hay asilos para los comediantesviejos.

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La conquista

"No —dice el conquistador—, nocreáis que para amar la acción hayatenido que’desaprender' a pensar. Por elcontrario, puedo definir perfectamentelo que creo, pues lo creo con fuerza y loveo con una visión cierta y clara."Desconfiad de quienes dicen: "Conozcoesto demasiado bien para que puedaexpresarlo." Pues si no pueden esporque no lo saben o porque por perezase han limitado a la corteza.

Yo no tengo muchas opiniones. Alfinal de una vida, el hombre se da cuenta

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de que ha pasado años tratando deconfirmarse una sola verdad. Pero unasola, si es evidente, basta para orientaruna existencia. En lo que a mí respecta,tengo decididamente algo que decirsobre el individuo. Se debe hablar de élcon rudeza y, si es necesario, con eldesprecio conveniente.

Un hombre lo es más por las cosasque calla que por las que dice. Sonmuchas las que yo voy a callar. Perocreo firmemente que todos los que hanjuzgado al individuo lo han hecho conmucha menos experiencia que nosotrospara fundamentar su juicio. Lainteligencia, la conmovedora

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inteligencia ha presentido, quizá, lo quehabía que comprobar. Pero la época, susruinas y su sangre nos llenan deevidencias. A los pueblos antiguos, ytambién a los más recientes hasta nuestraera maquinal, les era posible parangonarlas virtudes de la sociedad y delindividuo, averiguar cuál de ellos debíaservir al otro. Eso era posible, antetodo, en virtud de esa aberración tenazdel corazón del hombre según la cual losseres fueron puestos en el mundo paraservir o para ser servidos. Eso era aúnposible porque ni la sociedad ni elindividuo habían mostrado toda suhabilidad.

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He visto a personas agudasmaravillarse ante las obras de arte delos pintores holandeses nacidos durantelas sangrientas guerras de Flandes,conmoverse ante las oraciones de losmísticos silesianos formados en laguerra espantosa de los Treinta Años.Los valores eternos sobrenadan, ante susojos asombrados, por encima de lostumultos seculares. Pero el tiempo hacorrido desde entonces. Los pintoresactuales carecen de esa serenidad.Aunque en el fondo tengan el corazónque necesita el creador, quiero decir uncorazón seco, no les sirve de nada, puestodo el mundo, y el santo mismo, está

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movilizado. Esto es, quizá, lo que hesentido más profundamente. Con cadaforma abortada en las trincheras, concada rasgo, metáfora o plegariatriturados por la metralla, lo eternopierde una partida. Consciente de que nopuedo separarme de mi época, hedecidido formar cuerpo con ella. Poreso si hago tanto caso del individuo esporque me parece irrisorio y humillado.Porque sé que no hay causas victoriosasme gustan las causas perdidas: éstasexigen un alma entera, igual en suderrota como en sus victorias pasajeras.Para quien se siente solidario con eldestino de este mundo, el choque de las

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civilizaciones tiene algo de angustioso.Yo he hecho mía esa angustia al mismotiempo que he querido jugar en ella mipartida. Entre la historia y lo eterno heelegido la historia, porque me gustan lascertidumbres. De ella por lo menosestoy seguro, ¿y cómo negar esta fuerzaque me aplasta?

Llega siempre un tiempo en que hayque elegir entre la contemplación y laacción. Eso se llama hacerse un hombre.Esos desgarramientos son espantosos,pero para un corazón orgulloso no puedehaber término medio. Existe Dios o eltiempo, esta cruz o esta espada. Estemundo tiene un sentido más alto que

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supera a sus agitaciones o nada es ciertosino esas agitaciones. Hay que vivir conel tiempo y morir con él o sustraerse a élpara una vida más grande. Sé que sepuede transigir y que se puede vivir enel siglo y creer en lo eterno. Eso sellama aceptar. Pero me opongo a estetérmino y quiero todo o nada. Si elijo laacción, no se crea que la contemplaciónes para mí una tierra desconocida. Perono puede dármelo todo y, privado de loeterno, quiero aliarme con el tiempo. Noquiero tener en cuenta la nostalgia ni laamargura y lo único que quiero es vercon claridad. Te lo digo: mañana temovilizarán. Para ti y para mí eso es una

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liberación. El individuo no puede naday, sin embargo, lo puede todo. En estamaravillosa disponibilidad secomprenderá por qué lo ensalzo y loaplasto a la vez. El mundo es quien lotritura y yo soy quien lo libera. Yo leproporciono todos sus derechos.

Los conquistadores saben que laacción es en sí misma inútil. Sólo hayuna acción útil, la que reharía al hombrey a la tierra. Yo no reharé nunca a loshombres. Pero hay que hacer "como si",pues el camino de la lucha me hacevolver a encontrar la carne. Aunquehumillada, la carne es mi únicacertidumbre. Solo puedo vivir de ella.

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La criatura es mi patria. Por eso heelegido este esfuerzo absurdo y sinalcance. Por eso estoy del lado de lalucha. La época se presta para ello,como he dicho. Hasta ahora la grandezade un conquistador era geográfica. Semedía por la extensión de los territoriosvencidos. Por algo ha cambiado desentido la palabra y ya no designa algeneral vencedor. La grandeza hacambiado de campo. Está en la protestay en el sacrificio sin porvenir. Pero noes por complacencia en la derrota. Lavictoria sería deseable. Pero sólo hayuna victoria y es eterna. Es la que noconseguiré nunca. Con eso es con lo que

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tropiezo y me atasco. Una revolución serealiza siempre contra los dioses,comenzando por la de Prometeo, elprimero de los conquistadoresmodernos. Es una reivindicación delhombre contra su destino: lareivindicación del pobre no es sino unpretexto. Pero no puedo captar esteespíritu sino en su acto histórico y ahí esdonde me reúno con él. No se crea, sinembargo, que me complazco en ello:frente a la contradicción esencialdefiendo mi contradicción humana.Instalo mi lucidez en medio de lo que laniega. Exalto al hombre ante lo que loaplasta y mi libertad, mi rebelión y mi

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pasión se unen en esa tensión, esaclarividencia y esa repeticióndesmesurada.

Sí, el hombre es su propio fin. Y essu único fin. Si quiere ser algo, tiene queserlo en esta vida. Ahora lo sé de sobra.Los conquistadores hablan a veces devencer y superar. Pero siempre quierendecir "superarse". Sabéis muy bien loque eso significa. Todo hombre se hasentido igual a un dios en ciertosmomentos. Por lo menos, así se dice.Pero eso se debe a que, en unrelámpago, ha sentido la asombrosagrandeza del espíritu humano. Losconquistadores son solamente aquellos

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hombres que se sienten con fuerzassuficientes como para estar seguros devivir constantemente a esas alturas y conla plena conciencia de esa grandeza. Esuna cuestión de aritmética, de más o demenos. Los conquistadores pueden conlo más, pero no pueden más que elhombre mismo cuando lo quiere. Por esono abandonan nunca el crisol humano yse hunden en lo más ardiente del alma delas revoluciones.

Encuentran allí a la criaturamutilada, pero encuentran también losúnicos valores que aman y admiran: elhombre y su silencio. Esa es a la vez sumiseria y su riqueza. Sólo hay un lujo

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para ellos y es el de las relacioneshumanas. ¿Cómo no se ha decomprender que en este universovulnerable todo lo que es humano y noes más que eso adquiere un sentido másardiente? Los rostros tensos, lafraternidad amenazada, la amistad tanfuerte y tan púdica de los hombres entresí son las verdaderas riquezas, puestoque son perecederas. Entre ellas esdonde el espíritu siente más sus poderesy sus límites. Es decir, su eficacia.Algunos han hablado de genio, pero algenio, lo digo en seguida, prefiero lainteligencia. Se debe decir que éstapuede ser entonces magnífica. Ilumina

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este desierto y lo domina. Conoce susservidumbres y las ilustra. Morirá almismo tiempo que este cuerpo. Pero sulibertad consiste en saberlo.

No lo ignoramos, todas las Iglesiasestán contra nosotros. Un corazón tantenso se sustrae a lo eterno y todas lasIglesias, divinas o políticas, aspiran a loeterno. La felicidad y el valor, el salarioy la justicia son para ellas finessecundarios. Proporcionan una doctrinay hay que consentir en ella. Pero yo nadatengo que ver con las ideas o lo eterno.Puedo tocar con la mano las verdades ami medida. No puedo separarme deellas. Por eso no se puede fundar nada

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sobre mí: nada del conquistadorperdura, ni siquiera sus doctrinas.

Al final de todo eso, a pesar de todo,está la muerte. Lo sabemos, y sabemostambién que lo termina todo. Por eso sonhorribles esos cementerios que cubren aEuropa y que atormentan a algunos denosotros. No se embellece sino lo que seama y la muerte nos repugna y nos cansa.También a ella hay que conquistarla. Elúltimo Carrara, prisionero en la Paduavaciada por la peste y asediada por losvenecianos, recorría gritando las salasde su palacio desierto; llamaba al diabloy le pedía la muerte. Era una manera desuperarla. Y es también una señal de

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valor propia del Occidente haber hechotan espantosos los lugares donde lamuerte se cree honrada. En el universodel rebelde la muerte exalta a lainjusticia. Es el abuso supremo.

Otros, también sin transigir, hanelegido lo eterno y denunciado la ilusiónde este mundo. Sus cementerios sonríenentre una multitud de flores y pájaros.Eso conviene al conquistador y le da laimagen clara de lo que él ha rechazado.Ha elegido, por el contrario, la cerca depalastro o la fosa anónima. Los mejoresentre los hombres de lo eterno se sientena veces presa de un espanto lleno deconsideración y de piedad ante espíritus

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que pueden vivir con semejante imagende su muerte. Sin embargo, esoshombres sacan de ella su fuerza y sujustificación. Nuestro destino está frentea nosotros y lo desafiamos, menos pororgullo que por la conciencia quetenemos de nuestra condiciónintrascendente. También nosotros noscompadecemos a veces de nosotrosmismos. Es la única compasión que nosparece aceptable: un sentimiento quequizá no comprendáis y que os parecepoco viril. Sin embargo, loexperimentan los más audaces de entrenosotros. Pero nosotros llamamosviriles a los lúcidos y no queremos una

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fuerza que se separe de la clarividencia.Diremos una vez más que estas

imágenes no proponen moralejas niimplican juicios: son diseños.Simbolizan únicamente un estilo devida. El amante, el comediante o elaventurero encarnan lo absurdo. Perotambién, si lo quieren, el casto, elfuncionario o el presidente de larepública. Basta con saber y no ocultarnada. En los museos italianos seencuentran a veces pequeñas pantallaspintadas que el sacerdote mantenía antela vista de los condenados paraocultarles el cadalso. El salto en todassus formas, la precipitación a lo divino

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o a lo eterno, el abandono a las ilusionesde lo cotidiano o de la idea son otrastantas pantallas que ocultan lo absurdo.Pero hay funcionarios sin pantalla yquiero hablar de ellos.

He elegido a los más extremados. Enesa situación lo absurdo les da un poderreal. Es cierto que esos príncipes notienen reino, pero tienen sobre los otrosla segura ventaja de saber que todos losreinos son ilusorios. Saben, esoconstituye toda su grandeza, y es inútilque se quiera hablar a su respecto dedesdicha oculta o de las cenizas de ladesilusión. Estar privado de esperanzano es desesperar. Las llamas de la tierra

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valen tanto como los perfumes celestes.Ni yo ni nadie podemos juzgarlos aquí.No tratan de ser mejores, sino de serconsecuentes. Si la palabra sabio seaplica al hombre que vive de lo quetiene, sin especular sobre lo que notiene, esos son hombres sabios. Uno deellos, conquistador, pero del espíritu;Don Juan, pero del conocimiento;comediante, pero de la inteligencia, losabe mejor que nadie: No se merece enmodo alguno un privilegio en la tierra yen el cielo cuando se ha llevado laquerida y pequeña mansedumbre decarnero hasta la perfección: no por ellose deja de seguir siendo, en el mejor

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caso, un querido carnerito ridículo concuernos y nada más, aun admitiendo queno se reviente de vanidad y que no seprovoque el escándalo con sus actitudesde juez".

En todo caso, era necesario restituiral razonamiento absurdo rostros másardientes. La imaginación puedeañadirle otros muchos, fijados en eltiempo y el destierro, que saben tambiénvivir de acuerdo con un universo sinporvenir y sin debilidad. Este mundoabsurdo y sin dios se puebla entoncescon hombres que piensan con claridad yya no esperan. Y todavía no he habladodel más absurdo de los personajes, que

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es el creador.

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LA CREACIÓNABSURDA

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Filosofía y novela

Todas estas vidas mantenidas en elaire avaro de lo absurdo no podríansostenerse sin algún pensamientoprofundo y constante que las anime consu fuerza. También en esto sólo puedetratarse de un singular sentimiento defidelidad. Se ha visto a hombresconscientes cumplir su tarea en mediode las guerras más estúpidas sin creerseen contradicción. Es que se trataba de noeludir nada. Hay una felicidadmetafísica en la defensa de laabsurdidad del mundo. La conquista o el

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juego, el amor innumerable, la rebeliónabsurda son homenajes que el hombretributa a su dignidad en una campaña enla que está vencido de antemano.

Se trata solamente de ser fiel a laregla del combate. Este pensamientopuede bastar para alimentar a unhombre: ha sostenido y sostiene acivilizaciones enteras. No se niega laguerra. Hay que morir o vivir de ella. Lomismo sucede con lo absurdo: se tratade respirar con él, de reconocer suslecciones y de volver a encontrar sucarne. A este respecto, el goce absurdopor excelencia es la creación. "El arte ynada más que el arte —dice Nietzsche

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—. Tenemos el arte para no morir de laverdad."

En la experiencia que trato dedescribir y hacer sentir de muchosmodos surge ciertamente un tormentoallí donde muere otro. La busca puerildel olvido, el llamamiento de lasatisfacción no hallan ahora eco. Pero latensión constante que mantiene elhombre frente al mundo, el delirioordenado que le impulsa a acoger todole dejan otra fiebre. En este universo esla obra la única probabilidad demantener la propia conciencia y de fijaren ella las aventuras. Crear es vivir dosveces. La búsqueda titubeante y ansiosa

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de un Proust, su meticulosa colección deflores, de tapices y de angustias nosignifican otra cosa. Al mismo tiempo,no tiene más alcance que la creacióncontinua e inapreciable a la que seentregan durante todos los días de suvida el comediante, el conquistador ytodos los hombres absurdos. Todostratan de imitar, repetir y recrear supropia realidad. Terminamos siemprepor tener el rostro de nuestras verdades.Para un hombre apartado de lo eterno laexistencia entera no es sino unaimitación desmesurada bajo la máscarade lo absurdo. La creación es la granimitación.

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Estos hombres saben ante todo, yluego todo su esfuerzo consiste enrecorrer, agrandar y enriquecer la islasin porvenir a la que acaban de llegar.Pero es necesario saber, ante todo, puesel descubrimiento absurdo coincide conun tiempo de descanso en el que seelaboran y justifican las pasionesfuturas. Hasta los hombres sin evangeliotienen su Monte de los Olivos. Ytampoco en el suyo hay que dormirse.Para el hombre absurdo no se trata ya deexplicar y de resolver, sino de sentir ydescribir. Todo comienza con laindiferencia clarividente.

Describir, tal es la última ambición

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de un pensamiento absurdo. También laciencia, al llegar al término de susparadojas, deja de proponer y se detienepara contemplar y dibujar el paisajesiempre virgen de los fenómenos. Elcorazón aprende así que esa emociónque nos transporta ante los rostros delmundo no procede de su profundidad,sino de su diversidad. La explicación esinútil, pero la sensación subsiste y conella los llamamientos incesantes de ununiverso inagotable en cantidad. Ahorase comprende el lugar que ocupa la obrade arte.

Señala a la vez la muerte de unaesperanza y su multiplicación. Es como

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una repetición monótona y apasionadade los temas ya orquestados por elmundo: el cuerpo, inagotable imagen enel frontón de los templos; las formas olos colores, el número o la angustia. Porlo tanto, no es indiferente, para terminar,encontrar nuevamente los principalestemas de este ensayo en el universomagnífico y pueril del creador. Sería unerror ver en ello un símbolo y creer quela obra de arte puede ser considerada, alfin y al cabo, como un refugio de loabsurdo. Ella misma es un fenómenoabsurdo y se trata solamente de sudescripción. No ofrece una solución almal del espíritu. Es, por el contrario,

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uno de los signos de ese mal querepercute en todo el pensamiento de unhombre. Pero, por primera vez, hace queel espíritu salga de sí mismo y lo colocafrente a otro, no para que se pierda enél, sino para mostrarle con un dedopreciso el camino sin salida en que sehan metido todos. En el tiempo delrazonamiento absurdo, la creación siguea la indiferencia y al descubrimiento.Señala el punto desde el que se lanzanlas pasiones absurdas y en el que sedetiene el razonamiento. Así se justificasu lugar en este ensayo.

Bastará con poner de manifiestoalgunos temas comunes al creador y al

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pensador para que volvamos a encontraren la obra de arte todas lascontradicciones del pensamiento metidoen lo absurdo. Son menos, en efecto, lasconclusiones idénticas que sacan lasinteligencias semejantes que lascontradicciones que les son comunes. Lomismo puede decirse del pensamiento yla creación. Apenas necesito decir quees un mismo tormento el que lleva alhombre a esas actitudes. En él coincidenal partir. Pero entre todos lospensamientos que parten de lo absurdohe visto que muy pocos se mantenían enél. Y por sus desvíos o sus infidelidadeshe podido medir mejor lo que no

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pertenecía sino a lo absurdo.Paralelamente, debo preguntarme: ¿esposible una obra absurda?

No se insistirá nunca demasiado enlo arbitrario de la antigua oposiciónentre arte y filosofía. Si se la quiereentender en un sentido demasiadopreciso, es seguramente falsa. Si sequiere decir solamente que cada una deesas dos disciplinas tiene su climaparticular, eso es, sin duda, cierto, perovago. La única argumentación aceptableresidía en la contradicción promovidaentre el filósofo encerrado en medio desu sistema y el artista colocado ante suobra. Pero esto valía para cierta forma

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de arte y de filosofía a la que nosotrosconsideramos aquí secundaria. La ideade un arte separado de su creador noestá solamente anticuada, sino quetambién es falsa. Por oposición al artistase señala que ningún filósofo ha creadonunca varios sistemas. Pero esto escierto en la medida misma en que ningúnartista ha expresado nunca más de unasola cosa bajo aspectos diferentes. Laperfección instantánea del arte, lanecesidad de su renovación no sonciertas sino por prejuicio. Pues la obrade arte también es una construcción ytodos saben cuan monótonos pueden serlos grandes creadores. El artista, lo

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mismo que el pensador, se empeña y sehace en su obra. Esta osmosis plantea elmás importante de los problemasestéticos. Además, nada más inútil queestas distinciones según los métodos ylos objetos para quien se convence de launidad de propósito del espíritu. No hayfronteras entre las disciplinas que elhombre se propone para comprender yamar. Se interpenetran y la mismaangustia las confunde.

Es necesario decir esto desde elprincipio. Para que sea posible una obraabsurda es necesario que se mezcle conella el pensamiento bajo su forma máslúcida. Pero es necesario, al mismo

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tiempo, que no aparezca en ella sinocomo la inteligencia que ordena. Estaparadoja se explica con arreglo a loabsurdo. La obra de arte nace delrenunciamiento de la inteligencia arazonar lo concreto. Señala el triunfo delo carnal. Es el pensamiento lúcido elque la provoca, pero en ese acto mismose niega. No cederá a la tentación deagregar a lo descrito un sentido másprofundo que sabe ilegítimo. La obra dearte encarna un drama de la inteligencia,pero no lo demuestra sinoindirectamente. La obra absurda exigeun artista consciente de estos límites yun arte en el que lo concreto sólo se

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describa a sí mismo. No puede ser elfin, el sentido y el consuelo de una vida.Crear o no crear no cambia nada. Elcreador absurdo no se atiene a su obra.Podría renunciar a ella. Renuncia a ellaalgunas veces. Le basta con unaAbisinia[17].

Se puede ver en ello, al mismotiempo, una regla de estética. Laverdadera obra de arte está hechasiempre a la medida del hombre. Esesencialmente la que dice "menos". Haycierta relación entre la experienciaglobal de un artista y la obra que larefleja, entre Wilhelm Meister y lamadurez de Goethe. Esa relación es

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mala cuando la obra pretende dar toda laexperiencia en el papel de encaje de unaliteratura de explicación. Esa relaciónes buena cuando la obra no es sino untrozo tallado en la experiencia, unafaceta del diamante en que el brillointerior se resume sin limitarse. En elprimer caso hay exceso de carga ypretensión a lo eterno. En el segundo,obra fecunda a causa de todo unsupuesto de experiencia cuya riqueza seadivina. Para el artista absurdo elproblema consiste en adquirir esamundología que supera a ladesenvoltura. Y al final el gran artista,bajo este clima, es ante todo un gran

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viviente si se entiende que vivir es tantosentir como reflexionar. La obraencarna, por lo tanto, un dramaintelectual. La obra absurda ilustra larenuncia del pensamiento a susprestigios y su resignación a no ser yamás que la inteligencia que hacefuncionar las apariencias y que cubrecon imágenes lo que no tiene razón. Si elmundo fuese claro no existiría el arte.

No hablo ahora de las artes de laforma o del color, en las que sólo reinala descripción en su espléndidamodestia[18]. La expresión comienzadonde termina el pensamiento. Esosadolescentes de ojos vacíos que pueblan

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los templos y los museos tienen sufilosofía traducida a gestos. A unhombre absurdo le enseña más que todaslas bibliotecas. Bajo otro aspecto,sucede lo mismo con la música. Si hayun arte privado de enseñanza, esprecisamente ése. Está demasiadopróximo a las matemáticas para no habertomado de ellas su carácter gratuito. Esejuego del espíritu consigo mismo segúnleyes convenidas y medidas sedesarrolla en el espacio sonoro que esel nuestro y más allá del cual lasvibraciones vuelven a encontrarse, noobstante, en un universo inhumano. Noexiste sensación más pura. Estos

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ejemplos son demasiado fáciles. Elhombre absurdo reconoce como suyasesas armonías y esas formas.

Pero yo querría hablar aquí de unaobra en la que la tentación de explicarsigue siendo la mayor, en la que lailusión se ofrece por sí misma, en a quela conclusión es casi inevitable. Merefiero a la creación novelesca. Mepreguntaré si lo absurdo puedemantenerse en ella.

Pensar es, ante todo, querer crear unmundo (o limitar el propio, lo queequivale a lo mismo). Es partir deldesacuerdo fundamental que separa alhombre de su experiencia para encontrar

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un terreno de armonía conforme a sunostalgia, un universo encorsetado conrazones o aclarado por analogías quepermitan resolver el divorcioinsoportable. El filósofo, aunque seaKant, es creador. Tiene sus personajes,sus símbolos y su acción secreta. Tienesus desenlaces. A la inversa, lapreeminencia lograda por la novela conrespecto a la poesía y el ensayorepresenta únicamente, y a pesar de lasapariencias, una mayorintelectualización del arte.Entendámonos: se trata sobre todo de lasmás grandes. La fecundidad y lagrandeza de un género se miden con

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frecuencia por sus desperdicios. Elnúmero de malas novelas no debe hacerolvidar la grandeza de las mejores.Estas, justamente, llevan consigo suuniverso. La novela tiene su lógica, susrazonamientos, su intuición y suspostulados. Tiene también susexigencias de claridad[19].

La oposición clásica de que hablabamás arriba se justifica menos todavía eneste caso particular. Valía en la épocaen que era fácil separar a la filosofía desu autor. En la actualidad, cuando elpensamiento no aspira ya a lo universal,cuando su mejor historia sería la de susarrepentimientos, sabemos que el

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sistema, cuando es válido, no se separade su autor. La Ética misma, en uno desus aspectos, no es sino una larga yrigurosa confidencia. El pensamientoabstracto encuentra por fin su apoyocarnal. Y del mismo modo, los juegosnovelescos del cuerpo y de las pasionesse ordenan un poco más con arreglo alas exigencias de una visión del mundo.Ya no se cuentan "historias"; se crea eluniverso propio. Los grandes novelistasson novelistas filósofos, es decir, locontrario de escritores de tesis. Así loson Balzac, Sade, Melville, Stendhal,Dostoievski, Proust, Malraux, Kafka,por no citar más que algunos.

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Pero, justamente, el hecho de quehayan preferido escribir con imágenesmás bien que con razonamientos revelacierta idea, que les es común, de lainutilidad de todo principio deexplicación y convencida del mensajede enseñanza de la apariencia sensible.Consideran que la obra es al mismotiempo un fin y un principio. Es elresultado de una filosofía con frecuenciainexpresada, su ilustración y sucoronamiento. Pero no es completa sinopor los subentendidos de esa filosofía.Justifica, en fin, esta variante de un temaantiguo: que un poco de pensamientoaleja de la vida, pero mucho lleva a

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ella. Como es incapaz de sublimar loreal, el pensamiento se limita a imitarlo.La novela de que tratamos es elinstrumento de este conocimiento a lavez relativo e inagotable, tan parecido aldel amor. La creación novelesca tienedel amor el asombro inicial y la rumiafecunda.

Tales son, por lo menos, losprestigios que le reconozco al comienzo.Pero también se los reconocía a esospríncipes del pensamiento humilladocuyos suicidios pude contemplar luego.Lo que me interesa, justamente, esconocer y describir la fuerza que leshace volver al camino común de la

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ilusión. El mismo método me serviráahora, por lo tanto. Haberlo empleadoya me servirá para abreviar mirazonamiento y resumirlo en seguida conun ejemplo concreto. Quiero saber si,una vez que se acepta vivir sinapelación, se puede consentir también entrabajar y crear sin apelación, y cuál esla ruta que lleva a esas libertades.Quiero librar a mi universo de susfantasmas y poblarlo solamente con lasverdades carnales cuya presencia nopuedo negar. Puedo hacer una obraabsurda, elegir la actitud creadora a otracualquiera. Pero para que una actitudabsurda siga siéndolo debe permanecer

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consciente de su gratuidad. Lo mismosucede con la obra. Si en ella no serespetan los mandamientos de loabsurdo, si no ilustra el divorcio y larebelión, si consagra las ilusiones ysuscita la esperanza, ya no es gratuita.Ya no puedo separarme de ella. Mi vidapuede encontrar en ella un sentido, y esoes irrisorio. No es ya ese ejercicio dedesapego y de pasión que consume elesplendor y la inutilidad de una vida dehombre.

En la creación la tentación deexplicar es más fuerte, ¿se puedesuperar esa tentación? En el mundoficticio, en el que la conciencia del

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mundo real es más fuerte, ¿puedopermanecer fiel a lo absurdo sinconsagrarme al deseo de concluir? Sonotras tantas preguntas que debenencararse en un último esfuerzo. Se hacomprendido ya lo que significaban. Sonlos últimos escrúpulos de unaconciencia que teme abandonar suprimera y difícil enseñanza al precio deuna última ilusión. Lo que vale para lacreación, considerada como una de lasactitudes posibles para el hombreconsciente de lo absurdo, vale paratodos los estilos de vida que se leofrecen. El conquistador o el actor, elcreador o Don Juan pueden olvidar que

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su ejercicio de vivir no se podríarealizar sin la conciencia de su carácterinsensato. Se acostumbra uno muypronto. Se quiere ganar dinero paravivir feliz y todo el esfuerzo y lo mejorde una vida se concentran en ganar esedinero. Se olvida la felicidad; se toma elmedio por el fin. Asimismo, todo elesfuerzo del conquistador deriva haciala ambición que no era sino un caminohacia una vida más grande. Don Juan,por su parte, va a aceptar también sudestino, a satisfacerse con esa existenciacuya grandeza no vale sino por larebelión. Para el uno es la conciencia;para el otro, la rebelión; en ambos casos

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ha desaparecido lo absurdo. Tan tenazes la esperanza en el corazón humano.Los hombres más despojados terminan aveces aceptando la ilusión. Estaaprobación dictada por la necesidad depaz es la hermana interior delconsentimiento existencial. Hay, por lotanto, dioses de luz e ídolos de barro.Pero es el camino medio que lleva a losrostros del hombre lo que se trata deencontrar.

Hasta aquí son los fracasos de laexigencia absurda los que nos haninformado mejor sobre lo que ella es.De la misma manera, nos bastará paraestar prevenidos con advertir que la

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creación novelesca puede ofrecer lamisma ambigüedad que ciertasfilosofías. Por lo tanto, puedo elegircomo ejemplo una obra en la que sereúna todo lo que indica la concienciade lo absurdo, cuyo comienzo sea claroy el clima lúcido. Sus consecuencias nosinstruirán. Si lo absurdo no es respetadoen ella, sabremos a través de qué sesgose ha introducido la ilusión. Un ejemploconcreto, un tema, una fidelidad decreador bastarán entonces. Se trata delmismo análisis que ya ha sido hecho máslargamente.

Examinaré un tema favorito deDostoievski. Hubiera podido estudiar

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igualmente otras obras[20], pero en éstase trata el problema directamente, en elsentido de la grandeza y la emoción,como sucede con los pensamientosexistencialistas de que ya se ha hablado.Este paralelismo sirve para mipropósito.

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Kirilov

Todos los personajes de Dostoievskise interrogan sobre el sentido de la vida.Son modernos en eso: no temen alridículo. Lo que distingue a lasensibilidad moderna de la sensibilidadclásica es que ésta se nutre deproblemas morales y aquélla eproblemas metafísicos. En las novelasde Dostoievski se plantea la cuestióncon tal intensidad que no puede traeraparejadas sino soluciones extremas. Laexistencia es engañosa o es eterna. SiDostoievski se contentase con este

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examen sería filósofo. Pero ilustra lasconsecuencias que pueden tener esosjuegos del espíritu en una vida dehombre, y en eso es artista. Entre esasconsecuencias, la que le interesa es laúltima, a la que en el Diario de unescritor llama él mismo suicidio lógico.En efecto, en las entregas de diciembrede 1876 imagina el razonamiento del"suicida lógico". Convencido de que laexistencia humana es una perfectaabsurdidad para quien no tiene fe en lainmortalidad, el desesperado llega a lassiguientes conclusiones:

"Puesto que a mis preguntas conrespecto a la dicha se me ha respondido,

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por medio de mi conciencia, que nopuedo ser dichoso sino en armonía conel gran todo, que no concibo ni podréconcebir nunca, es evidente…

"… Puesto que, en fin, en este ordende cosas, asumo a la vez el papel deldemandante y del demandado, delacusado y del juez, y puesto queencuentro enteramente estúpida estacomedia por parte de la naturaleza, yhasta considero humillante por mi parteque acepte representarla…

"En mi calidad indiscutible dedemandante y demandado, de juez y deacusado, condeno a esta naturaleza que,con una desenvoltura tan imprudente, me

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ha hecho nacer para sufrir: la condeno aque sea aniquilada conmigo."

Hay todavía un poco de humorismoen esta posición. Este suicida se mataporque se le ha vejado en el planometafísico. En cierto sentido, se venga.Es la manera que tiene de demostrar que"no podrán con él". Se sabe, sinembargo, que el mismo tema se encarna,pero con la amplitud más admirable, enKirilov, personaje de Los poseídospartidario también del suicidio lógico.El ingeniero Kirilov declara en algunaparte que quiere quitarse la vida porqueésa "es su idea" . Se comprende bienque hay que tomar la palabra en su

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sentido propio. El se dispone a morirpor una idea, por un pensamiento. Es elsuicidio superior. Progresivamente, a lolargo de escenas en que la máscara deKirilov se va aclarando poco a poco, senos revela el pensamiento mortal que loanima. En efecto, el ingeniero repite losrazonamientos del Diario. Siente queDios es necesario y tiene que existir,pero sabe que no existe y que no puedeexistir. ¿Cómo no comprendes —exclama— que ésa es una razónsuficiente para matarse?" Esta actitudtrae aparejadas igualmente en él algunasde las consecuencias absurdas. Aceptapor indiferencia que se utilice su

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suicidio en provecho de una causa a laque desprecia. "He decidido esta nocheque eso no me importa." Prepara,finalmente, su gesto con un sentimientoen el que se mezclan la rebelión y lalibertad. "Me mataré para afirmar miinsubordinación, mi nueva y terriblelibertad." No se trata ya de venganza,sino de rebelión. Kirilov es, por lotanto, un personaje absurdo, con estareserva esencial, sin embargo: que semata. Pero él mismo explica esacontradicción, y de tal modo que revelaal mismo tiempo el secreto absurdo entoda su pureza. Agrega, en efecto, a sulógica mortal una ambición

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extraordinaria que da al personaje todasu perspectiva: quiere matarse parahacerse dios.

El razonamiento es de una claridadclásica. Si Dios no existe, Kirilov esdios. Si Dios no existe, Kirilov debematarse. Por lo tanto, Kirilov debematarse para ser dios. Esta lógica esabsurda, pero es lo que debe ser. Sinembargo, lo que interesa es dar unsentido a esta divinidad traída de nuevoa la tierra. Eso equivale a aclarar lapremisa, "Si Dios no existe, yo soydios", que sigue siendo bastante oscura.Es importante hacer notar, ante todo, queel hombre que pregona esta pretensión

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insensata es muy de este mundo. Hacegimnasia todas las mañanas paraconservar la salud. Se conmueve con laalegría de Chatov al volver a encontrara su esposa. En un papel que seencontrará después de su muerte quieredibujar una figura que "les" saque lalengua. Es pueril e iracundo,apasionado, metódico y sensible. Delsuperhombre no tiene sino la lógica y laidea fija, pero en cambio tiene todo elregistro del hombre. Sin embargo, es élquien habla tranquilamente de sudivinidad. No está loco, pues en esecaso lo estaría Dostoievski. Lo que leagita no es una ilusión de megalómano.

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Y esta vez sería ridículo tomar laspalabras en su sentido propio.

Kirilov mismo nos ayuda acomprender mejor. En respuesta a unapregunta de Stavroguin, precisa que nohabla de un dios-hombre. Se podríapensar que es porque cuida dedistinguirse de Cristo, pero se trata, enrealidad, de anexar a éste. En efecto,Kirilov se imagina durante un momentoque Jesús, al morir, no ha vuelto aencontrarse en el Paraíso. Entonces seda cuenta de que su tortura ha sidoinútil. "Las leyes de la naturaleza —diceel ingeniero— han hecho vivir a Cristoen medio de la mentira y morir por una

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mentira". En este sentido solamente,Jesús encarna todo el drama humano. Esel hombre perfecto, pues es quien harealizado la condición más absurda. Noes el Dios-hombre, sino el hombre-dios.Y, como él, cada uno de nosotros puedeser crucificado y, engañado, y lo es encierta medida.

La divinidad de que se trata es, porlo tanto, enteramente terrenal. "Hebuscado durante tres años —diceKirilov— el atributo de mi divinidad ylo he encontrado. El atributo de midivinidad es la independencia". Ahorase advierte el sentido de la premisakiriloviana: "Si Dios no existe, yo soy

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dios". Hacerse dios es solamente serlibre en esta tierra, no servir a un serinmortal. Es, sobre todo, por supuesto,sacar todas las consecuencias de esaindependencia dolorosa. Si Dios existe,todo depende de El y nosotros nadapodemos contra su voluntad. Si noexiste, todo depende de nosotros. ParaKirilov, lo mismo que para Nietzsche,matar a Dios es hacerse dios uno mismo,es realizar en esta tierra la vida eternade que habla el Evangelio[21].

Pero si este crimen metafísico bastapara la realización del hombre, ¿por quéañadirle el suicidio? ¿Por qué matarse,abandonar este mundo después de haber

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conquistado la libertad? Esto escontradictorio. Kirilov lo sabe, y añade:"Si sientes eso, eres un zar, y lejos dematarte, vivirás en el colmo de lagloria”. Pero los hombres no lo saben.No sienten "eso". Como en tiempos dePrometeo, mantienen en ellos mismoslas esperanzas ciegas[22]. Necesitan quese les muestre el camino y no puedenprescindir de la predicación. Por lotanto, Kirilov debe matarse por amor ala humanidad. Debe mostrar a sushermanos una vía real y difícil que seráel primero en recorrer. Es un suicidiopedagógico. Por lo tanto, Kirilov sesacrifica, pero aunque se le crucifica, no

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se le engaña. Sigue siendo hombre-dios,convencido de que la suya es una muertesin porvenir, empapado en la melancolíaevangélica. "Yo soy desdichado —dice— porque me veo obligado a afirmar milibertad." Pero muerto él e ilustrados loshombres, esta tierra se poblará de zaresy se iluminará con la gloria humana. Elpistoletazo de Kirilov será la señal de laúltima revolución. Por lo tanto, no es ladesesperación lo que le impulsa a lamuerte, sino su amor al prójimo. Antesde terminar con sangre una indecibleaventura espiritual, Kirilov pronunciauna frase tan vieja como el sufrimientode los hombres: "Todo está bien".

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Este tema del suicidio enDostoievski es, por lo tanto, un temaabsurdo. Anotemos solamente, antes deseguir adelante, que Kirilov rebota enotros personajes que también planteannuevos temas absurdos. Stavroguin eIván Karamázov ejercitan en la vidapráctica verdades absurdas. A ellos es aquienes libera la muerte de Kirilov.Tratan de ser zares. Stavroguin lleva unavida "irónica", ya se sabe cuál.Despierta el odio a su alrededor. Y, sinembargo, la palabra-clave de estepersonaje se encuentra en su carta dedespedida. "No he podido detestarnada." Es zar en la indiferencia. Iván lo

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es también al negarse a abdicar lospoderes regios del espíritu. A quienes,como su hermano, prueban con su vidaque hay que humillarse para creer,podría responder que la condición esindigna. Su frase-clave es el "todo estápermitido", con el matiz de tristeza queconviene. Claro está que, comoNietzsche, el más célebre de losasesinos de Dios, termina en la locura.Pero es un riesgo que hay que correr yante esos fines trágicos el movimientoesencial del espíritu absurdo consiste enpreguntar: "¿Qué demuestra eso?"

Así las novelas, al igual que elDiario, plantean la cuestión absurda.

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Instauran la lógica hasta la muerte, laexaltación, la libertad "terrible", lagloria de los zares hecha humana, Todoestá bien, todo está permitido y nada esdetestable, son juicios absurdos, ¡Peroqué prodigiosa creación ésta en la quenos parecen tan familiares estos seres defuego y de hielo! El mundo apasionadode la indiferencia que gruñe en sucorazón no nos parece monstruoso.Volvemos a encontrar en él nuestrasangustias cotidianas. Y sin duda, nadiecomo Dostoievski ha sabido dar almundo absurdo prestigios tan próximosy tan torturantes.

Sin embargo, ¿cuál es su conclusión?

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Dos citas mostrarán la inversiónmetafísica completa que lleva al escritora otras revelaciones. Como elrazonamiento del suicida lógico haprovocado algunas protestas de loscríticos, Dostoievski desarrolla suposición en las siguientes entregas delDiario y concluye así: "Si la fe en lainmortalidad le es tan necesaria al serhumano (que sin ella llega a matarse) esporque se trata del estado normal de lahumanidad. Siendo así, la inmortalidaddel alma humana existe sin duda alguna".Por otra parte, en las últimas páginas desu última novela, al término de esegigantesco combate con Dios, unos

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niños preguntan a Aliocha: "Karamázov:¿es cierto lo que dice la religión, quenosotros resucitaremos de entre losmuertos, que volveremos a vernos losunos a los otros?". Y Aliocha responde:"Ciertamente, volveremos a vernos, noscontaremos alegremente todo lo que haocurrido". Así son vencidos Kirilov,Stavroguin e Iván. Los Karamázovresponden a los Poseídos. Y se trataseguramente de una conclusión. El casode Aliocha no es ambiguo como el delpríncipe Muichkin. Este último estáenfermo y vive en un perpetuo presente,matizado con sonrisas e indiferencia, yese estado bienaventurado podría ser la

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vida eterna de que habla el príncipe. Porel contrario, Aliocha le dice:"Volveremos a encontrarnos". Ya no setrata de suicidio y de locura. ¿Para quési se está seguro de la inmortalidad y desus goces? El hombre cambia sudivinidad por la felicidad. "Noscontaremos alegremente todo lo que haocurrido". Así el pistoletazo de Kirilovha resonado en alguna parte de Rusia,pero el mundo ha seguido manteniendosus esperanzas ciegas. Los hombres nohan comprendido "eso".

Quien nos habla no es un novelistaabsurdo, sino un novelista existencial.También en este caso al salto es

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conmovedor, da su grandeza al arte quelo inspira. Es una adhesiónenternecedora llena de dudas, incierta yardiente. Hablando de los Karamázov,Dostoievski dice: "La cuestión principalque se tratará en todas las partes de estelibro es la misma que me ha hecho sufrirconsciente o inconscientemente durantetoda mi vida: la existencia de Dios". Esdifícil creer que una novela hayabastado para transformar en certidumbregozosa el sufrimiento de toda una vida.Un comentarista[23] lo advierte conrazón: Dostoievski va unido a Iván; y loscapítulos afirmativos de los Karamázovle han exigido tres meses de esfuerzos,

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en tanto que lo que él llamaba "lasblasfemias" fueron compuestas en tressemanas de exaltación. No hay un solopersonaje suyo que no lleve esa espinaen la carne, que no le irrite o que nobusque un remedio en la sensación o enla inmoralidad[24]. En todo caso,quedémonos en la duda. He aquí unaobra en la que en un claroscuro másvivo que la luz del día podemosdiscernir la lucha del hombre contra susesperanzas. Al llegar al final, el creadorelige contra sus personajes. Estacontradicción nos permite introducir unmatiz. Aquí no se trata de una obraabsurda, sino de una obra que plantea el

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problema absurdo.La respuesta de Dostoievski es la

humillación; la "vergüenza", segúnStavroguin. Una obra absurda, por elcontrario, no proporciona respuestaalguna, y ésta es la diferencia.Advirtámoslo bien para terminar: lo quecontradice a lo absurdo en esta obra noes su carácter cristiano, sino el anuncioque hace de la vida futura. Se puede sercristiano y absurdo. Hay ejemplos decristianos que no creen en la vida futura.A propósito de la obra de arte seríaposible, por lo tanto, precisar una de lasdirecciones del análisis absurdo que seha podido presentir en las páginas

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precedentes. Lleva a plantear "laabsurdidad del Evangelio". Aclara laidea, fecunda en consecuencias, de quelas convicciones no impiden laincredulidad. Bien se ve, por elcontrario, que el autor de Los poseídos,familiarizado con estos caminos, hatomado al final una vía completamentedistinta. La sorprendente respuesta delcreador a sus personajes, deDostoievski a Kirilov, puede resumirseasí, en efecto: La existencia es engañosay eterna.

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La creación sin mañana

Advierto ahora, por lo tanto, que laesperanza no puede ser eludida parasiempre y que puede asaltar a aquellosmismos que se creían liberados de ella.Por eso me interesan las obras que hemencionado hasta ahora. Yo podría, porlo menos en el orden de la creación,citar algunas obras verdaderamenteabsurdas[25]. Pero todo tiene uncomienzo. El objeto de esta búsqueda esuna cierta fidelidad. Si la Iglesia ha sidotan dura con los herejes es porqueconsideraba que no hay peor enemigo

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que un hijo descarriado. Pero la historiade las audacias gnósticas y lapersistencia de las corrientes maniqueashan contribuido más a la construccióndel dogma ortodoxo que todas lasplegarias. Guardadas todas lasproporciones, lo mismo sucede con loabsurdo. Se reconoce su camino aldescubrir los caminos que se alejan deél. Al término mismo del razonamientoabsurdo, en una de las actitudes dictadaspor su lógica, no es indiferente volver aencontrar a la esperanza introducida denuevo bajo uno de sus aspectos máspatéticos. Esto muestra la dificultad dela ascesis absurda. Esto muestra, sobre

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todo, la necesidad de una concienciamantenida sin cesar, y se incorpora almarco general de este ensayo.

Pero si bien no se trata todavía deenumerar las obras absurdas, por lomenos se pueden sacar conclusionessobre la actitud creadora, una de las quepueden completar la existencia absurda.El arte no puede ser servido por nadatan bien como por un pensamientonegativo. Sus maneras de procederoscuras y humilladas son tan necesariaspara la inteligencia de una gran obracomo lo es el negro para el blanco.Trabajar y crear "para nada", esculpiren la arcilla, saber que la propia

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creación no tiene porvenir, ver la propiaobra destruida en un día teniendoconciencia de que, profundamente, esono tiene más importancia que construirpara los siglos, es la sabiduría difícilque autoriza el pensamiento absurdo.Realizar simultáneamente estas dostareas, negar por un lado y exaltar por elotro, es el camino que se abre al creadorabsurdo. Debe dar al vacío sus colores.

Esto lleva a una concepciónparticular de la obra de arte. Seconsidera con demasiada frecuencia quela obra de un creador es una serie detestimonios aislados. Se confundeentonces al artista con el literato. Un

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pensamiento profundo está en devenircontinuo, abraza la experiencia de unavida y se amolda a ella. Del mismomodo, la creación única de un hombre sefortifica en sus aspectos sucesivos ymúltiples que son las obras. Las unascompletan a las otras, las corrigen o lasrepiten, y también las contradicen. Sihay algo que termine la creación no es elgrito victorioso e ilusorio del artistacegado: "Lo he dicho todo", sino lamuerte del creador, que cierra suexperiencia y el libro de su genio.

Este esfuerzo, esta concienciasobrehumana no son forzosamentevisibles para el lector. No hay misterio

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en la creación humana. La voluntad haceeste milagro. Pero por lo menos, no hayverdadera creación sin secreto. Sinduda, una serie de obras puede no sersino una serie de aproximaciones delmismo pensamiento. Pero se puedeconcebir otra especie de creadores queprocederían por yuxtaposición. Puedeparecer que sus obras no tienen relaciónentre sí. En cierta medida, soncontradictorias. Pero si se las vuelve aponer en su conjunto, recuperan suordenamiento. Por lo tanto, es de lamuerte de quien reciben su sentidodefinitivo. Aceptan lo más claro de suluz de la vida misma de su autor. En este

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momento la serie de sus obras no es sinouna colección de fracasos. Pero si todosesos fracasos conservan la mismaresonancia, el creador ha sabido repetirla imagen de su propia condición, hacerque resuene el secreto estéril quedetenta.

El esfuerzo de dominación es aquíconsiderable. Pero la inteligenciahumana puede bastar para mucho más.Demostrará solamente el aspectovoluntario de la creación. He destacadoen otra parte que la voluntad humana notenía más finalidad que la de mantener laconciencia. Pero eso no se podría hacersin disciplina. La creación es la más

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eficaz de todas las escuelas de lapaciencia y de la lucidez. Es también" éltestimonio trastornador de la únicadignidad del hombre: la rebelión tenazcontra su condición, la perseverancia enun esfuerzo considerado estéril. Exigeun esfuerzo cotidiano, el dominio de símismo, la apreciación exacta de loslímites de lo verdadero, la mesura y lafuerza. Constituye una ascesis. Todo eso"para nada", para repetir y patalear.Pero quizá, la gran obra de arte tienemenos importancia en sí misma que en laprueba que exige a un hombre y laocasión que le proporciona de vencer asus fantasmas y de acercarse un poco

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más a su realidad desnuda.Pero no nos confundamos de

estética. Lo que invoco aquí no es lainformación paciente, la incesante yestéril ilustración de una tesis. Alcontrario, si es que me he explicadoclaramente. La novela de tesis, la obraque prueba, la más odiosa de todas, esla que se inspira con más frecuencia enun pensamiento satisfecho. Se demuestrala verdad que se cree detentar. Pero setrata de ideas que se ponen en marcha ylas ideas son lo contrario delpensamiento. Estos creadores sonfilósofos vergonzantes. Aquellos dequienes hablo o que me imagino son, por

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el contrario, pensadores lucidos. Encierto punto en que el pensamientovuelve sobre sí mismo erigen lasimágenes de sus obras como lossímbolos evidentes de un pensamientolimitado, mortal y rebelde.

Esas obras prueban, quizás, algo,pero más que proporcionarlas losnovelistas se dan esas pruebas. Loesencial es que triunfan en lo concreto yque ésa es su grandeza. Este triunfoenteramente carnal les ha sidopreparado por un pensamiento en el quehan sido humilladas las facultadesabstractas. Cuando lo son del todo, lacarne hace que resplandezca la creación

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con todo su brillo absurdo. Los filósofosirónicos son los que hacen las obrasapasionadas.

Todo pensamiento que renuncia a launidad exalta la diversidad. Y ladiversidad es el lugar del arte. El únicopensamiento que libera al espíritu es elque lo deja solo, seguro de sus límites yde su fin próximo. Ninguna doctrina losolicita. Espera a que maduren la obra yla vida. Separada de él, la primera haráoír una vez más la voz apenasamortiguada de un alma liberada parasiempre de la esperanza. O no hará oírnada si el creador, cansado de su juego,pretende desviarse. Eso es equivalente.

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Por lo tanto, yo exijo a la creaciónabsurda lo que exigía al pensamiento: larebelión, la libertad y la diversidad.Luego manifestará ella su profundainutilidad. En este esfuerzo cotidiano enel que la inteligencia v la pasión semezclan y se transportan, el hombreabsurdo descubre una disciplina queconstituirá lo esencial de sus fuerzas. Laaplicación que se necesita para ello, laobstinación y la clarividencia coincidenasí con la actitud conquistadora. Creares también dar una forma al destinopropio. Su obra define a todos estospersonajes por lo menos tanto como ladefinen ellos. El comediante nos lo ha

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enseñado: no hay frontera entre elparecer y el ser.

Repitámoslo. Nada de todo estotiene sentido real. En el camino de estalibertad hay que hacer todavía unprogreso. El último esfuerzo de estoshombres emparentados, creador oconquistador, consiste en saber liberarsetambién de sus empresas: en llegar aadmitir que la obra misma, bien seaconquista, amor o creación, puede noser; en consumar así la profundainutilidad de toda vida individual. Esomismo les da más facilidad para larealización de esa obra, así como elhecho de que advirtieran lo absurdo de

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la vida les autorizaba a hundirse en ellacon todos los excesos.

Lo que queda es un destino cuyaúnica salida es fatal. Fuera de esa únicafatalidad de la muerte, todo lo demás,goce o dicha, es libertad. Queda unmundo cuyo único amo es el hombre. Loque le ligaba era la ilusión de otromundo. El sino de su pensamiento no esya negarse a sí mismo, sino repercutir enimágenes. Se representa en mitos, sinduda, pero en mitos sin otra profundidadque la del dolor humano e inagotablescomo él. No es la fábula divina quedivierte y ciega, sino el rostro, el gesto yel drama terrestres en los que se

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resumen una difícil sabiduría y unapasión sin mañana.

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EL MITO DESÍSIFO

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Los dioses habían condenado a Sísifoa subir sin cesar una roca hasta la cimade una montaña desde donde la piedravolvía a caer por su propio peso.Habían pensado con algún fundamentoque no hay castigo más terrible que eltrabajo inútil y sin esperanza.

Si se ha de creer a Homero, Sísifoera el más sabio y prudente de losmortales. No obstante, según otratradición, se inclinaba al oficio debandido. No veo en ello contradicción.Difieren las opiniones sobre los motivosque le llevaron a convertirse en eltrabajador inútil de los infiernos. Se le

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reprocha, ante todo, alguna ligereza conlos dioses. Reveló los secretos de éstos.Egina, hija de Asopo, fue raptada porJúpiter. Al padre le asombró esadesaparición y se quejó a Sísifo. Este,que conocía el rapto, se ofreció ainformar sobre él a Asopo con lacondición de que diese agua a laciudadela de Corinto. Prefirió labendición del agua a los rayoscelestiales. Por ello le castigaronenviándole al infierno. Homero noscuenta también que Sísifo habíaencadenado a la Muerte. Plutón no pudosoportar el espectáculo de su imperiodesierto y silencioso. Envió al dios de

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la guerra, quien liberó a la Muerte de lasmanos de su vencedor.

Se dice también que Sísifo, cuandoestaba a punto de morir, quisoimprudentemente poner a prueba el amorde su esposa. Le ordenó que arrojara sucuerpo insepulto en medio de la plazapública. Sísifo se encontró en losinfiernos y allí, irritado por unaobediencia tan contraria al amorhumano, obtuvo de Plutón el permisopara volver a la tierra con objeto decastigar a su esposa. Pero cuando volvióa ver el rostro de este mundo, a gustardel agua y del sol, de las piedras cálidasy del mar, ya no quiso volver a la

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oscuridad infernal. Los llamamientos,las iras y las advertencias no sirvieronde nada. Vivió muchos años más ante lacurva del golfo, la mar brillante y lassonrisas de la tierra. Fue necesario undecreto de los dioses. Mercurio bajó ala tierra a coger al audaz por el cuello,le apartó de sus goces y le llevó por lafuerza a los infiernos, donde estaba yapreparada su roca.

Se ha comprendido ya que Sísifo esel héroe absurdo. Lo es tanto por suspasiones como por su tormento. Sudesprecio de los dioses, su odio a lamuerte y su apasionamiento por la vidale valieron ese suplicio indecible en el

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que todo el ser se dedica a no acabarnada. Es el precio que hay que pagar porlas pasiones de esta tierra. No se nosdice nada sobre Sísifo en los infiernos.Los mitos están hechos para que laimaginación los anime. Con respecto aéste, lo único que se ve es todo elesfuerzo de un cuerpo tenso paralevantar la enorme piedra, hacerla rodary ayudarla a subir una pendiente cienveces recorrida; se ve el rostrocrispado, la mejilla pegada a la piedra,la ayuda de un hombro que recibe lamasa cubierta de arcilla, de un pie quela calza, la tensión de los brazos, laseguridad enteramente humana de dos

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manos llenas de tierra. Al final de eselargo esfuerzo, medido por el espaciosin cielo y el tiempo sin profundidad, sealcanza la meta. Sísifo ve entoncescómo la piedra desciende en algunosinstantes hacia ese mundo inferior desdeel que habrá de volver a subirla hastalas cimas, y baja de nuevo a la llanura.

Sísifo me interesa durante eseregreso, esa pausa. Un rostro que sufretan cerca de las piedras es ya él mismopiedra. Veo a ese hombre volver a bajarcon paso lento pero igual hacia eltormento cuyo fin no conocerá jamás.Esta hora que es como una respiración yque vuelve tan seguramente como su

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desdicha, es la hora de la conciencia. Encada uno de los instantes en queabandona las cimas y se hunde poco apoco en las guaridas de los dioses, essuperior a su destino. Es más fuerte quesu roca.

Si este mito es trágico lo es porquesu protagonista tiene conciencia. ¿Enqué consistiría, en efecto, su castigo si acada paso le sostuviera la esperanza deconseguir su propósito? El obrero actualtrabaja durante todos los días de su vidaen las mismas tareas y ese destino no esmenos absurdo. Pero no es trágico sinoen los raros momentos en que se haceconsciente. Sísifo, proletario de los

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dioses, impotente y rebelde, conoce todala magnitud de su miserable condición:en ella piensa durante su descenso. Laclarividencia que debía constituir sutormento consuma al mismo tiempo suvictoria. No hay destino que no se venzacon el desprecio.

Por lo tanto, si el descenso se hacealgunos días con dolor, puede hacersetambién con alegría. Esta palabra noestá de más. Sigo imaginándome a Sísifovolviendo hacia su roca, y el dolorestaba al comienzo. Cuando lasimágenes de la tierra se aferrandemasiado fuertemente al recuerdo,cuando el llamamiento de la felicidad se

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hace demasiado apremiante, sucede quela tristeza surge en el corazón delhombre: es la victoria de la roca, la rocamisma. La inmensa angustia esdemasiado pesada para podersobrellevarla. Son nuestras noches deGetsemaní. Pero las verdadesaplastantes perecen de ser reconocidas.Así, Edipo obedece primeramente aldestino sin saberlo, pero su tragediacomienza en el momento en que sabe.Pero en el mismo instante, ciego ydesesperado, reconoce que el únicovínculo que le une al mundo es la manofresca de una muchacha. Entoncesresuena una frase desmesurada: "A

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pesar de tantas pruebas, mi avanzadaedad y la grandeza de mi alma me hacenjuzgar que todo está bien". El Edipo deSófocles, como el Kirilov deDostoievski, da así la fórmula de lavictoria absurda. La sabiduría antiguacoincide con el heroísmo moderno.

No se descubre lo absurdo sinsentirse tentado a escribir algún manualde la felicidad. "¡Eh, cómo! ¿Porcaminos tan estrechos…?" Pero no haymás que un mundo. La felicidad y loabsurdo son dos hijos de la mismatierra. Son inseparables. Sería un errordecir que la dicha nace forzosamente deldescubrimiento absurdo. Sucede también

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que la sensación de lo absurdo nace dela dicha. "Juzgo que todo está bien",dice Edipo, y esta palabra es sagrada.Resuena en el universo feroz y limitadodel nombre. Enseña que todo no es ni hasido agotado. Expulsa de este mundo aun dios que había entrado en él con lainsatisfacción y la afición a los doloresinútiles. Hace del destino un asuntohumano, que debe ser arreglado entrelos hombres.

Toda la alegría silenciosa de Sísifoconsiste en eso. Su destino le pertenece.Su roca es su cosa. Del mismo modo, elhombre absurdo, cuando contempla sutormento, hace callar a todos los ídolos.

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En el universo súbitamente devuelto a susilencio se elevan las mil vocecitasmaravilladas de la tierra. Llamamientosinconscientes y secretos, invitaciones detodos los rostros constituyen el reversonecesario y el premio de la victoria. Nohay sol sin sombra y es necesarioconocer la noche. El hombre absurdodice "sí" y su esfuerzo no terminaránunca. Si hay un destino personal, no hayun destino superior, o, por lo menos, nohay más que uno al que juzga fatal ydespreciable. Por lo demás, sabe que esdueño de sus días. En ese instante sutilen que el hombre vuelve sobre su vida,como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese

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ligero giro, contempla esa serie de actosdesvinculados que se convierte en sudestino, creado por él, unido bajo lamirada de su memoria y pronto selladopor su muerte. Así, persuadido delorigen enteramente humano de todo loque es humano, ciego que desea ver yque sabe que la noche no tiene fin, estásiempre en marcha. La roca siguerodando.

Dejo a Sísifo al pie de la montaña.Se vuelve a encontrar siempre su carga.Pero Sísifo enseña la fidelidad superiorque niega a los dioses y levanta lasrocas. El también juzga que todo estábien. Este universo en adelante sin amo

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no le parece estéril ni fútil. Cada uno delos granos de esta piedra, cadafragmento mineral de esta montaña llenade oscuridad, forma por sí solo unmundo. El esfuerzo mismo para llegar alas cimas basta para llenar un corazónde hombre. Hay que imaginarse a Sísifodichoso.

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LA ESPERANZA YLO ABSURDO EN

LA OBRA DEFRANZ KAFKA

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Todo el arte de Kafka consiste enobligar al lector a releer. Susdesenlaces, o la ausencia de desenlaces,sugieren explicaciones, pero que no serevelan claramente y que exigen, paraque parezcan fundadas, una nuevalectura del relato desde otro ángulo. Aveces hay una doble posibilidad deinterpretación, de donde surge lanecesidad de dos lecturas. Eso es lo quebuscaba el autor. Pero sería un errorquerer interpretar todo detalladamenteen Kafka. Un símbolo está siempre en logeneral, y, por precisa que sea sutraducción, un artista no puede restituirle

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sino el movimiento: no hay traducciónliteral. Por lo demás, nada es más difícilde entender que una obra simbólica. Unsímbolo supera siempre a quien loemplea y le hace decir en realidad másde lo que cree expresar. A este respecto,el medio más seguro de captarloconsiste en no provocarlo, en leer laobra con un espíritu no prevenido y enno buscar sus corrientes secretas. Encuanto a Kafka en particular, está bienconsentir en su juego, y acercarse aldrama por la apariencia y a la novelapor la forma.

A primera vista, y para un lectordesapegado, se trata de aventuras

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inquietantes que arrastran a personajestemblorosos y obstinados en lapersecución de problemas que noformulan nunca. En El proceso esacusado José K… Pero no sabe de qué.Quiere, sin duda, defenderse, peroignora por qué. Los abogados encuentrandifícil su causa. Entre tanto, no deja deamar, de alimentarse o de leer su diario.Luego le juzgan, pero la sala del tribunalestá muy oscura y no comprende grancosa. Supone únicamente que locondenan, pero apenas se pregunta aqué. A veces duda de ello y tambiénsigue viviendo. Mucho tiempo después,dos señores bien vestidos y corteses van

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a buscarle y le invitan a que les siga.Con la mayor cortesía le llevan a unarrabal desesperado, le ponen la cabezasobre una piedra y lo degüellan. Antesde morir, el condenado dice solamente:"Como un perro".

Es difícil, como se ve, hablar desímbolo en un relato en el que la calidadmás sensible es, precisamente, lonatural. Pero lo natural es una categoríadifícil de comprender. Hay obras en lascuales el acontecimiento parece naturalal lector. Pero hay otras (más raras, escierto) en las que es el personaje quienencuentra natural lo que le sucede. Envirtud de una paradoja singular pero

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evidente, cuanto más extraordinariassean las aventuras del personaje tantomás sensible se hará la naturalidad delrelato; está en proporción con ladiferencia que se puede sentir entre larareza de una vida de hombre y lasencillez con que ese hombre la acepta.Parece que Kafka tiene esa naturalidad.Y, justamente, se advierte bien lo quequiere decir, El proceso. Se ha habladode una imagen de la condición humana.Sin duda. Pero se trata de algo a la vezmás sencillo y más complicado. Quierodecir que el sentido de la novela es másparticular y más personal de Kafka. Encierta medida, es él quien habla, si bien

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nos confiesa a nosotros. Vive y lecondenan. Se entera de ello en lasprimeras páginas de la novela que élvive en este mundo, y aunque trata deremediarlo, lo hace, no obstante, sinsorpresa. Nunca se asombrará bastantede esa falta de asombro. En estascontradicciones se reconocen losprimeros signos de la obra absurda. Elespíritu proyecta en lo concreto sutragedia espiritual. Y no puede hacerlosino mediante una paradoja perpetua queda a los colores el poder de expresar elvacío y a los gestos cotidianos la fuerzapara traducir las ambiciones eternas.

Del mismo modo, El castillo es,

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quizás, una teología en acción, perotambién y ante todo la aventuraindividual de un alma en busca de sugracia, de un hombre que reclama a losobjetos de este mundo su secreto real y alas mujeres los signos del dios queduerme en ellas. La Metamorfosis, a suvez, simboliza ciertamente la horribleimaginería de una ética de la lucidez.Pero es también el producto de eseincalculable asombro que experimentael hombre al sentir la bestia en la que seconvierte sin esfuerzo. El secreto deKafka reside en esta ambigüedadfundamental. Estas oscilacionesperpetuas entre lo natural y lo

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extraordinario, el individuo y louniversal, lo trágico y lo cotidiano, loabsurdo y lo lógico, vuelven aencontrarse en toda su obra y le dan a suvez su resonancia y su significación.Hay que enumerar estas paradojas yreforzar estas contradicciones paracomprender la obra absurda.

En efecto, un símbolo supone dosplanos, dos mundos de ideas y desensaciones, y un diccionario decorrespondencia entre uno y otro. Eseléxico es el más difícil de establecer.Pero tomar conciencia de los dosmundos puestos en presencia es ponerseen el camino de sus relaciones secretas.

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En Kafka esos dos mundos son el de lavida cotidiana, por una parte, y el de lainquietud sobrenatural, por la otra[26]. Seasiste aquí, al parecer, a unainterminable explotación de la frase deNietzsche: "Los grandes problemasestán en la calle".

Hay en la condición humana, y éstees el lugar común de todas lasliteraturas, una absurdidad fundamentalal mismo tiempo que una grandezaimplacable. Las dos coinciden, como esnatural. Ambas se configuran,repitámoslo, en el divorcio ridículo quesepara a nuestras intemperancias dealma de los goces perecederos del

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cuerpo. Lo absurdo es que sea el almade ese cuerpo quien le sobrepase tandesmesuradamente. Quien quierasimbolizar esa absurdidad tendrá quedarle vida mediante un juego decontrastes paralelos. Por eso Kafkaexpresa la tragedia mediante locotidiano y lo absurdo mediante lológico.

Un actor da más fuerza a unpersonaje trágico si se abstiene deexagerarlo. Si es mesurado, el horrorque él cause será desmesurado. Latragedia griega abunda en enseñanzas aeste respecto. En una obra trágica eldestino se hace siempre sentir mejor

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bajo los rostros de la lógica y de lonatural. El destino de Edipo esanunciado de antemano. Se ha decididosobrenaturalmente que cometa elasesinato y el incesto. Todo el esfuerzodel drama consiste en mostrar el sistemalógico que, de deducción en deducción,va a consumar la desgracia delprotagonista. El anuncio de ese destinoinusitado apenas es horrible por sí solo,porque es inverosímil. Pero si se nosdemuestra su necesidad en el marco dela vida cotidiana, la sociedad, el Estado,la emoción familiar, entonces el horrorse consagra. En esta rebelión que sacudeal hombre y le hace decir: "Eso no es

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posible", hay ya la certidumbredesesperada de que "eso" es posible.

Tal es todo el secreto de la tragediagriega o, por lo menos, uno de susaspectos. Pues hay otro que, mediante unmétodo inverso, nos permitiríacomprender mejor a Kafka. El corazónhumano tiene una fastidiosa tendencia allamar destino solamente a lo que loaplasta. Pero también la felicidad, a sumanera, carece de razón, pues esinevitable. Sin embargo, el hombremoderno se atribuye su mérito, cuandono la desconoce. Habría mucho quedecir, por el contrario, sobre losdestinos privilegiados de la tragedia

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griega y los favoritos de la leyenda que,como Ulises, en medio de las peoresaventuras, se encuentran salvados deellos mismos.

Lo que se debe retener, en todo caso,es esta complicidad secreta que a lotrágico une lo lógico y lo cotidiano. Poreso Samsa, el protagonista de Lametamorfosis, es un viajante decomercio. Por eso lo único que lepreocupa en la singular aventura que loconvierte en una araña es que a supatrón le causará descontento suausencia. Le crecen patas y antenas, suespinazo se arquea, su vientre se llenade puntos blancos, y no diré que eso no

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le asombre, pues fallaría el efecto, perosólo le causa un "ligero fastidio". Todoel arte de Kafka está en este matiz. En suobra central, El castillo, son los detallesde la vida cotidiana los que vuelven aganar terreno y, no obstante, en estaextraña novela en la que nada termina ytodo recomienza, se simboliza laaventura esencial de un alma en buscade su gracia. Esta traducción delproblema en el acto, esta coincidenciade lo general y lo particular, semanifiesta también en los pequeñosartificios propios de todo gran creador.En El proceso, el protagonista se habríapodido llamar Schmidt o Franz Kafka.

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Pero se llama José K… No es Kafka yes, no obstante, él. Es un europeo medio.Es como todo el mundo. Pero es tambiénla entidad K. que plantea la x de estaecuación carnal.

Del mismo modo, si Kafka quiereexpresar lo absurdo, se sirve de lacoherencia. Es conocido el chiste delloco que pescaba en una bañera; unmédico que tenía cierta idea de lostratamientos psiquiátricos, le preguntó:"¿Y si mordiesen?…", y el loco lerespondió con rigor: "Pero, imbécil, ¿noves que es una bañera?". Este chiste esdel género barroco. Pero se advierte enél de una manera sensible cuan ligado

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está el efecto absurdo a un exceso delógica. El mundo de Kafka es, enverdad, un universo inefable en el que elhombre se permite el lujo torturante depescar en una bañera sabiendo que nosaldrá nada de ella.

Reconozco, por lo tanto, en esto unaobra absurda en sus principios. Encuanto a El proceso, por ejemplo, puedodecir que el logro es total. La carnetriunfa. Nada falta en él, ni la rebelióninexpresada (precisamente es ella la queescribe), ni la desesperación lúcida ymuda (es ella la que crea), ni esasorprendente libertad de proceder quelos personajes de la novela respiran

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hasta la muerte final.Sin embargo, este mundo no es tan

cerrado como parece. En este universosin progreso va a introducir Kafka laesperanza bajo una forma singular. Aeste respecto, El proceso y El castillono marchan en el mismo sentido. Secompletan. El insensible progreso quese puede advertir del uno al otrosimboliza una conquista desmesurada enel orden de la evasión. El procesoplantea un problema que resuelve Elcastillo en cierta medida. El primerodescribe, de acuerdo con un método casicientífico y sin conclusión. El segundo,en cierta medida, explica. El proceso

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diagnostica y El castillo imagina untratamiento. Pero el remedio que sepropone en él no cura. Lo único quehace es que la enfermedad entre en lavida normal. Ayuda a aceptarla. Encierto sentido (pensemos enKierkegaard) la hace querer. Elagrimensor K… no puede imaginar otrapreocupación que la que lo roe.Aquellos mismos que le rodean seapasionan por ese vacío y ese dolor queno tiene nombre, como si el sufrimientoadquiriese en este caso un rostroprivilegiado. "Cómo te necesito —ledice Frieda a K…—, cuan abandonadame siento, desde que te conozco, cuando

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no estás a mi lado." Este remedio sutilque nos hace amar lo que nos aplasta yque hace que nazca la esperanza en unmundo sin salida, este "salto" bruscomediante el cual todo cambia, es elsecreto de la revolución existencial y deEl castillo mismo.

Pocas obras son más rigurosas en sudesarrollo que El castillo. A K… lenombran agrimensor del castillo y llegaa la aldea. Pero desde la aldea esimposible comunicarse con el castillo.Durante centenares de páginas seobstinará K… en encontrar su camino,hará todas las diligencias posibles,empleará astucias, andará con rodeos,

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no se enfadará nunca y, con una fedesconcertante, se empeñará en ejercerla función que se le ha confiado. Cadacapítulo es un fracaso. Y también unareanudación. No es lógica, sinoperseverancia. La amplitud de estaobstinación constituye lo trágico de laobra. Cuando K… telefonea al castillooye voces confusas y mezcladas, risasvagas, llamamientos lejanos. Eso bastapara alimentar su esperanza, como esossignos que aparecen en los cielos deestío, o esas promesas del anochecerque constituyen nuestra razón de vivir.Aquí se encuentra el secreto de lamelancolía particular de Kafka. Es la

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misma, en verdad, que se respira en laobra de Proust o en el paisajeplotiniano: la nostalgia de los paraísosperdidos. "Me pongo muy triste —diceOlga— cuando Barnabé me dice por lamañana que va al castillo: ese trayectoprobablemente inútil, ese díaprobablemente perdido, esa esperanzaprobablemente vana." Este"probablemente" es el matiz sobre elcual Kafka hace girar toda su obra. Masa pesar de todo, la búsqueda de loeterno es en ella meticulosa. Y esosautómatas inspirados que son lospersonajes de Kafka nos dan la imagende lo que seríamos nosotros privados de

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nuestras diversiones[27] y entregados porcompleto a las humillaciones de lodivino.

E n El castillo se convierte en unaética esta sumisión a lo cotidiano. Lagran esperanza de K… es conseguir queel castillo le adopte. Como no puedeconseguirlo solo, se esfuerza pormerecer esa gracia haciéndose habitantede la aldea y perdiendo esa cualidad deforastero que todos le hacen sentir. Loque quiere es un oficio, un hogar, unavida de hombre normal y sano. Ya nopuede soportar más su locura. Quiereser razonable. Desea librarse de lamaldición particular que le hace extraño

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a la aldea. El episodio de Frieda a esterespecto es significativo. Si esta mujerque ha conocido a uno de losfuncionarios del castillo se hace suquerida es a causa de su pasado. Tomade ella algo que le supera, al mismotiempo que tiene conciencia de lo que lehace para siempre indigna del castillo.Uno recuerda a este respecto el amorsingular de Kierkegaard por ReginaOlsen. En ciertos hombres, el fuego deeternidad que los devora es lo bastantegrande como para que quemen en él elcorazón mismo de quienes los rodean.El funesto error que consiste en dar aDios lo que no es de Dios es también el

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tema de este episodio de El castillo.Pero parecería que para Kafka no fueraun error. Es una doctrina y un "salto".No hay nada que no sea de Dios.

Más significativo aún es el hecho deque el agrimensor se separe de Friedapara acercarse a las hermanas Barnabé.Pues la familia Barnabé es la única de laaldea que está completamenteabandonada por el castillo y por laaldea misma. Amalia, la hermana mayor,ha rechazado las proposicionesvergonzosas de uno de los funcionariosdel castillo. La maldición inmoral queha seguido la ha apartado para siempredel amor de Dios. Ser incapaz de perder

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el honor por Dios es hacerse indigna desu gracia. Se reconoce un tema familiarde la filosofía existencial: la verdadcontraría a la moral. Aquí las cosas vanlejos, pues el camino que recorre elprotagonista de Kafka, el que va deFrieda a las hermanas Barnabé, es elmismo que va del amor confiado a ladeificación de lo absurdo. También enesto el pensamiento de Kafka coincidecon el de Kierkegaard. No essorprendente que "el relato Barnabé" sesitúe al final del libro. La últimatentativa del agrimensor consiste envolver a encontrar a Dios a través de loque lo niega, en reconocerlo, no de

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acuerdo con nuestras categorías debondad y belleza, sino detrás de losrostros vacíos y horribles de suindiferencia, de su injusticia y de suodio. Ese forastero que pide al castilloque le adopte, se encuentra al final de suviaje un poco más desterrado, pues estavez es infiel a sí mismo y abandona lamoral, la lógica y las verdades delespíritu para tratar de entrar, con laúnica riqueza de su esperanza insensata,en el desierto de la gracia divina[28].

La palabra esperanza no es ridiculaen este caso. Por el contrario, cuantomás trágica es la situación de queinforma Kafka tanto más rígida y

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provocativa se hace esa esperanza.Cuanto más verdaderamente absurdo esEl proceso tanto más conmovedor eilegítimo parece el "salto" exaltado deEl castillo. Pero aquí volvemos aencontrar en estado puro la paradoja delpensamiento existencial tal como loexpresa, por ejemplo, Kierkegaard: "Sedebe herir mortalmente a la esperanzaterrestre, pues solamente entonces nossalva la esperanza verdadera"[29] y quese puede traducir así: "Hay que haberescri to El proceso para escribir Elcastillo".

La mayoría de quienes han habladode Kafka han definido, en efecto, su obra

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como un grito desesperanzador en el queno se deja al hombre recurso alguno.Pero esto exige una revisión. Hayesperanzas y esperanzas. La obraoptimista del señor Henri Bordeaux meparece singularmente desalentadora. Esque en ella nada se permite a loscorazones un poco difíciles. Elpensamiento de Malraux, por elcontrario, es siempre tonificador. Peroen ambos casos no se trata de la mismaesperanza ni de la misma desesperación.Veo solamente que la obra absurdamisma puede conducir a la infidelidadque quiero evitar. La obra que no eramás que una repetición sin alcance de

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una condición estéril, una exaltaciónclarividente de lo perecedero, seconvierte aquí en una cuna de ilusiones.Explica y da una forma a la esperanza.El creador ya no puede separarse deella. No es el juego trágico que debíaser. Da un sentido a la vida del autor.

Es singular, en todo caso, que obrasde inspiración próxima como las deKafka, Kierkegaard o Chestov, las de,para decirlo en pocas palabras, losnovelistas y filósofos existenciales,completamente orientados hacia loAbsurdo y sus consecuencias,desemboquen, a fin de cuentas, en eseinmenso grito de esperanza.

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Abrazan al Dios que las devora. Laesperanza se introduce por medio de lahumildad. Pues lo absurdo de estaexistencia les asegura un poco más de larealidad sobrenatural. Si el camino deesta vida va a parar a Dios, hay, pues,una salida. Y la perseverancia, laobstinación con que Kierkegaard,Chestov y los protagonistas de Kafkarepiten sus itinerarios constituyen unagarantía singular del poder exaltante deesta certidumbre[30].

Kafka niega a su dios la grandezamoral, la evidencia, la bondad, lacoherencia, pero es para arrojarse mejora sus brazos. Lo Absurdo es reconocido,

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aceptado, el hombre se resigna a él ydesde ese instante sabemos que no es yalo absurdo. En los límites de lacondición humana, ¿qué mayoresperanza que la que permite escapar aesa condición? Veo una vez más que elpensamiento existencial a este respecto,contra la opinión corriente, está lleno deuna esperanza desmesurada, la mismaque, con el cristianismo primitivo y elanuncio de la buena nueva, sublevó almundo antiguo. Pero en ese salto quecaracteriza a todo el pensamientoexistencial, en esa obstinación, en esaagrimensura de una divinidad sinsuperficie, ¿cómo no ver la señal de una

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lucidez que se niega? Se quieresolamente que se trate de un orgullo queabdica para salvarse. Eserenunciamiento sería fecundo. Pero louno nada tiene que ver con lo otro. Enmi opinión, no se disminuye el valormoral de la lucidez diciendo que esestéril como todo orgullo. Pues tambiénuna verdad, por su definición misma, esestéril. Todas las evidencias lo son. Enun mundo donde todo está dado y nadaes explicado, la fecundidad de un valoro de una metafísica es una nocióncarente de sentido.

En esto se ve, en todo caso, en quétradición de pensamiento se inscribe la

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obra de Kafka. En efecto, no seríainteligente considerar como rigurosa lamanera de proceder que lleva de Elproceso a El castillo. José K… y elagrimensor K…, son solamente los dospolos que atraen a Kafka[31]. Yo hablarécomo él y diré que su obra no esprobablemente absurda. Pero que eso nonos prive de ver su grandeza y suuniversalidad. Estas proceden de que hasabido simbolizar con tanta amplitud elpaso cotidiano de la esperanza a laangustia y de la sensatez desesperada ala obcecación voluntaria. Su obra esuniversal (una obra verdaderamenteabsurda no es universal) en la medida en

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que en ella se simboliza el rostroconmovedor del nombre que huye de lahumanidad, que saca de suscontradicciones razones para creer,razones para esperar en susdesesperaciones fecundas, y que llamavida a su aterrador aprendizaje de lamuerte. Es universal porque tiene unainspiración religiosa. Como en todas lasreligiones, el hombre se libera en elladel peso de su propia vida. Pero si biensé esto, si bien puedo tambiénadmirarla, sé, asimismo, que no busco louniversal, sino lo verdadero. Ambospueden no coincidir.

Se entenderá mejor esta manera de

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ver si digo que el pensamientoverdaderamente desesperante se defineprecisamente por los criterios opuestosy que la obra trágica podría ser la que,una vez desterrada toda esperanzafutura, describiera la vida de un hombredichoso. Cuando más exaltante es lavida, tanto más absurda es la idea deperderla. Este es, quizás, el secreto deesa aridez soberbia que se respira en laobra de Nietzsche. En este orden deideas, Nietzsche parece ser el únicoartista que haya sacado lasconsecuencias extremas de una estéticade lo Absurdo, pues su último mensajereside en una lucidez estéril y

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conquistadora y en una negaciónobstinada de todo consuelo sobrenatural.

Lo que precede habrá bastado, sinembargo, para poner de manifiesto laimportancia capital de la obra de Kafkaen el marco de este ensayo. Ella nostransporta a los confines delpensamiento humano. Si se da a lapalabra su sentido pleno, puede decirseque todo es esencial en esta obra. Entodo caso, plantea enteramente elproblema de lo absurdo. Por lo tanto, sise quiere comparar estas conclusionescon nuestras observaciones iniciales, elfondo con la forma, el sentido secreto deEl castillo con el arte natural por el que

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discurre, la búsqueda apasionada yorgullosa de K… con la aparienciacotidiana por la que camina, secomprenderá lo que puede ser sugrandeza. Pues si la nostalgia es lamarca de lo humano, nadie ha dado,quizá, tanta carne y tanto relieve a esosfantasmas de la añoranza. Pero seadvertirá, al mismo tiempo, cuál es lasingular grandeza que exige la obraabsurda y que ésta no tiene acaso. Si lopropio del arte es ligar lo general con loparticular, la eternidad perecedera deuna gota de agua con los juegos de susluces, es más natural todavía valorar lagrandeza del escritor absurdo por la

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diferencia que sabe introducir entre esosdos mundos. Su secreto consiste ensaber encontrar el punto exacto en quese unen, en su mayor desproporción.

Y para decir verdad, los corazonespuros saben ver en todas partes eselugar geométrico del hombre y de loinhumano. Si Fausto y Don Quijote soncreaciones eminentes del arte, es a causade las grandezas sin medida que nosmuestran con sus manos terrenales. Sinembargo, siempre llega un momento enque el espíritu niega las verdades quepueden tocar sus manos. Llega unmomento en que la creación no estomada ya por lo trágico: sólo es tomada

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en serio. Entonces el nombre sepreocupa por la esperanza. Pero ése noes asunto suyo. Lo que debe hacer esapartarse del subterfugio. Ahora bien, eséste con el que vuelvo a encontrarme altérmino del vehemente proceso al queKafka trata de someter al universoentero. Su veredicto increíble absuelve,al fin, a este mundo horrible ytrastornado en el que hasta los mismostopos se empeñan en esperar[32].

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ALBERT CAMUS (Mondovi, Argelia,1913 - Villeblerin, Francia, 1960).Novelista, dramaturgo y ensayistafrancés. Nacido en el seno de unamodesta familia de emigrantesfranceses, su infancia y gran parte de sujuventud transcurrieron en Argelia.Inteligente y disciplinado, empezó

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estudios de filosofía en la Universidadde Argel, que no pudo concluir debido aque enfermó de tuberculosis.

Formó entonces una compañía de teatrode aficionados que representaba obrasclásicas ante un auditorio integrado portrabajadores. Luego, ejerció comoperiodista durante un corto período detiempo en un diario de la capitalargelina, mientras viajaba intensamentepor Europa. En 1939 publicó Bodas,conjunto de artículos que incluyennumerosas reflexiones inspiradas en suslecturas y viajes. En 1940 marchó aParís, donde pronto encontró trabajocomo redactor en Paris-Soir.

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Empezó a ser conocido en 1942, cuandose publicaron su novela corta Elextranjero, ambientada en Argelia, y elensayo El mito de Sísifo, obras que secomplementan y que reflejan lainfluencia que sobre él tuvo elexistencialismo. Tal influjo sematerializa en una visión del destinohumano como absurdo, y su mejorexponente quizá sea el «extranjero» desu novela, incapaz de participar en laspasiones de los hombres y que viveincluso su propia desgracia desde unaindiferencia absoluta, la misma, segúnCamus, que marca la naturaleza y elmundo.

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Sin embargo, durante la Segunda GuerraMundial se implicó en losacontecimientos del momento: militó enla Resistencia y fue uno de losfundadores del periódico clandestinoCombat, y de 1945 a 1947, su director yeditorialista. Sus primeras obras deteatro, El malentendido y Calígula,prolongan esta línea de pensamiento quetanto debe al existencialismo, mientraslos problemas que había planteado laguerra le inspiraron Cartas a un amigoalemán.

Su novela La peste (1947) supone uncierto cambio en su pensamiento: la ideade la solidaridad y la capacidad de

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resistencia humana frente a la tragediade vivir se impone a la noción delabsurdo. La peste es a la vez una obrarealista y alegórica, una reconstrucciónmítica de los sentimientos del hombreeuropeo de la posguerra, de sus terroresmás agobiantes. El autor precisó sunueva perspectiva en otros escritos,como el ensayo El hombre en rebeldía(1951) y en relatos breves como Lacaída y El exilio y el reino, obras en queorientó su moral de la rebeldía hacia unideal que salvara los más altos valoresmorales y espirituales, cuya necesidadle parece tanto más evidente cuantomayor es su convicción del absurdo del

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mundo.

Si la concepción del mundo loemparenta con el existencialismo deJean-Paul Sartre y su definición delhombre como «pasión inútil», lasrelaciones entre ambos estuvieronmarcadas por una agria polémica.Mientras Sartre lo acusaba deindependencia de criterio, de estirilidady de ineficacia, Camus tachaba deinmoral la vinculación política de aquélcon el comunismo.

De gran interés es también su serie decrónicas periodísticas Actuelles.Tradujo al francés La devoción de la

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cruz, de Calderón, y El caballero deOlmedo, de Lope de Vega. En 1963 sepublicaron, con el título de Cuadernos,sus notas de diario escritas entre 1935 y1942. Galardonado en 1957 con elPremio Nobel de Literatura, falleció enun accidente de automóvil.

Integer eu leo justo.

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Notas

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[1] No desaprovechemos la ocasión paraseñalar el carácter relativo de esteensayo. El suicidio puede, en efecto,relacionarse con consideraciones muchomás respetables. Ejemplo: los suicidiospolíticos, llamados de protesta, en larevolución china. <<

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[2] He oído hablar de un émulo dePeregrinos, escritor de la posguerra,quien después de haber terminado suprimer libro, se suicidó para llamar laatención sobre su obra. Llamó, enefecto, la atención, pero se juzgó malo ellibro. <<

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[3] Pero no en el sentido propio. No setrata de una definición, sino de unaenumeración de los sentimientos quepueden conllevar lo absurdo. Laenumeración completa no agota, sinembargo, lo absurdo. <<

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[4] Especialmente a propósito de lanoción de excepción y contraAristóteles. <<

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[5] Se puede pensar que no tengo encuenta aquí el problema esencial, que esel de la fe. Pero yo no examino lafilosofía de Kierkegaard, o de Chestovo, más lejos, de Husserl (seríannecesarios otro lugar y otra actitudespiritual); les tomo un tema y examinosi sus consecuencias pueden convenir alas reglas ya fijadas. Se trata solamentede obstinación. <<

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[6] No he dicho "excluye a Dios", lo quesería también afirmar. <<

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[7] Precisemos una vez más: de lo que setrata aquí no es de la afirmación deDios, sino de la lógica que conduce aÉl. <<

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[8] Hasta las epistemologías másrigurosas suponen metafísica, hasta elpunto de que la metafísica de una granparte de los pensadores de la épocaconsiste en no tener sino unaepistemología. <<

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[9] A. En esta época era necesario que larazón se adaptase o muriese. Se adapta.Con Plotino se convierte de lógica enestética. La metáfora reemplaza alsilogismo. B. Por otra parte, ésta no esla única contribución de Plotino a lafenomenología. Toda esta actitud está yacontenida en la idea, tan cara alpensador alejandrino, de que no haysolamente una idea del hombre, sinotambién una idea de Sócrates. <<

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[10] Se trata aquí de una comparación dehecho, no de una apología de lahumildad. El hombre absurdo es locontrario del hombre reconciliado. <<

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[11] La cantidad origina a veces lacalidad. Si he de creer las últimaspuntualizaciones de la teoría científica,toda materia está constituida por centrosde energía. Su cantidad más o menosgrande hace más o menos singular suespecifidad. Un millar de millones deiones y un ion difieren no sólo encantidad, sino también en calidad. Esfácil encontrar la analogía en laexperiencia humana. <<

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[12] La misma reflexión se puede hacercon respecto a una noción tan diferentecomo la idea de la nada. Esta no añadeni quita nada a lo real. En la experienciapsicológica de la nada, nuestra propianada adquiere verdaderamente susentido cuando se considera lo quesucederá dentro de dos mil años. En unode sus aspectos, la nada está hechaexactamente con la suma de las vidasfuturas que no serán las nuestras. <<

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[13] La voluntad no es aquí sino elagente: tiende a mantener la conciencia.Proporciona una disciplina de vida,según puede apreciarse. <<

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[14] Lo que importa es la coherencia. Separte aquí de una aprobación del mundo.Pero el pensamiento oriental enseña quepodemos entregarnos al mismo esfuerzode lógica eligiendo contra el mundo. Esoes igualmente legítimo y da a esteensayo su perspectiva y sus límites. Perocuando la negación del mundo se ejercecon el mismo rigor, se llega confrecuencia (en ciertas escuelas vedantas)a resultados semejantes en lo queconcierne, por ejemplo, a la indiferenciade las obras. En un libro de granimportancia, Le Choix, Jean Grenierfundamenta de este modo una verdadera

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"filosofía de la indiferencia". <<

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[15] En el sentido pleno y con susdefectos. Una actitud sana comprendetambién los defectos. <<

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[16] Pienso ahora en Alcestes deMoliere. Todo es tan simple, tanevidente y tan grosero. Alcestes contraFilinto, Celimena contra Elianto, todo eltema con la absurda consecuencia de uncarácter llevado hacia su fin, y el versomismo, el "mal verso", apenasescandido como la monotonía delpersonaje. <<

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[17] Alusión a Rimbaud. (Nota de laedición española.) <<

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[18] Es curioso ver que la pintura másintelectual, la que trata de reducir larealidad a sus elementos esenciales, noes ya en último término sino un goce delos ojos. No ha conservado del mundomás que el color. <<

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[19] Reflexiónese en ello: eso explica laspeores novelas. Casi todo el mundo secree capaz de pensar y, en ciertamedida, bien o mal, piensaefectivamente. Muy pocos, por elcontrario, pueden imaginarse poetas oforjadores de frases. Pero desde elmomento en que el pensamiento haprevalecido sobre el estilo, la multitudha invadido la novela. Esto no es tanmalo como se dice. Los mejores tienenque exigirse más a ellos mismos. Encuanto a los que sucumben no merecíansobrevivir. <<

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[20] La de Malraux, por ejemplo. Perohabría debido abordar al mismo tiempoel problema social al que, en efecto, nopuede evitar el pensamiento absurdo(aunque éste pueda proponerle muchassoluciones y muy diferentes). Sinembargo, hay que limitarse. <<

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[21] "Stavroguin: ¿Cree usted en la vidaeterna en el otro mundo? —Kirilov: No,pero creo en la vida eterna en éste." <<

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[22] "El hombre no ha hecho más queinventar a Dios para no matarse. Así seresume la historia universal hasta estemomento." <<

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[23] Boris de Schloezer. <<

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[24] Observación curiosa y penetrante deGide: casi todos los personajes deDostoievski son polígamos. <<

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[25] Moby Dick de Melville, porejemplo. <<

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[26] Hay que advertir que de una maneraigualmente legítima se puedeninterpretar las obras de Kafka en elsentido de una crítica social (porejemplo, en El proceso). Es probable,además, que no haya que elegir. Las dosinterpretaciones son buenas. En términosabsurdos, como hemos visto, la rebelióncontra los hombres se dirige también aDios. Las grandes revoluciones sonsiempre metafísicas. <<

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[27] En El castillo, según parece, las"diversiones", en el sentido pascaliano,están representadas por los Ayudantes,que "desvían" a K… de supreocupación. Si Frieda termina siendola querida de uno de los ayudantes, esporque prefiere la apariencia a laverdad, la vida de todos los días a laangustia compartida. <<

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[28] Esto no vale, evidentemente, sinopara la versión inconclusa de El castilloque nos ha dejado Kafka. Pero esdudoso que el escritor hubiese roto enlos últimos capítulos la unidad de tonode la novela. <<

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[29] La Pureza del corazón. <<

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[30] El único personaje sin esperanza deEl castillo es Amalia. A ella es a quienel agrimensor se opone con másviolencia. <<

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[31] Sobre los dos aspectos delpensamiento de Kafka compárense. Enel presidio: "La culpabilidad(entiéndese del hombre) nunca esdudosa" y un fragmento de El castillo(relato deMomus): "La culpabilidad delagrimensor K… es difícil de probar".<<

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[32] Lo que acabamos de proponer es,evidentemente, una interpretación de laobra de Kafka. Pero es justo añadir quenada impide que se la considere, almargen de toda interpretación, desde elpunto de vista puramente estético. Porejemplo, B. Groethuysen, en su notableprólogo a El proceso, se limita, con másprudencia que nosotros, a seguir en éllas imaginaciones dolorosas de lo que élllama, de una manera sorprendente, undurmiente despierto. El destino, y quizála grandeza de esta obra, consiste en quelo ofrece todo sin que confirme nada. <<