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Wilhelm von Bumboldt ESCRITOS SOBRE EL LENGUAJE

Humboldt, Wilhelm von. Escritos sobre el lenguaje

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Wilhelm von Humboldt. Escritos sobre el lenguaje.

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Wilhelm von BumboldtESCRITOS

SOBREEL

LENGUAJE

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Wilhelm von LHumboldtESCRITOS SOBRE

EL LENGUAJE

Edición y traducciónde Andrés Sánchez Pascual

Prólogo de José María Valverde

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Títulos originales alemanes de los cinco textos seleccionados:Vber das vergleichende Sprachstudium in Beziehung auf die ver·

schiedenen Epochen der SprachentwicklungVber den Einfluss der verschiedenen Charakters der Spradzen auf

Literatur und GeistesbildungVber das Entstehen der grammatischen Formen, und ihren Ein-

fluss auf die 1deenentwicklungVber die Buchstabenschrift und ihren Zusammenhang mit dem

SprachbauVber den DualisLa versión de estos textos ha contado con una «Ayudaa la crea-ción literaria. Modalidad de Traducción» (1990), otorgada por elMinisterio de Cultura.

La capacidad de hablar -resulta perogrullesco decir-10- es lo que nos constituye como seres humanos, másbien que el poder ser definidos como «animal racional»u horno sapiens sapiens. Pero, quizá por ello mismo, lahumanidad ha vivido y hablado durante miles -o millo-nes- de años sin tener más que una conciencia confusa,si es que no nula, de qué sea esa capacidad de palabra,dándola por supuesta casi como algo natural, lo mismoque el respirar, aunque quizá con algún vago residuo decreencia en su poder mágico sobre la realidad. Y ello, casisiempre, sin reconocer que otros tengan otras palabraspara lo mismo: si aparece alguien que haga otros ruidoscon la boca, son meros ruidos, es un bar-bar (bárbaro),un tar-tar (tártaro), un bereber, no un semejante, y se lepuede esclavizar o matar. Admitir que haya otras lenguases un salto adelante en la historia moral, y podría llevara la conciencia de lo que es el lenguaje, pero ésta ha tar-dado mucho.

A partir de un momento dado en la historia, con eldesarrollo del pensamiento abstracto -típicamente, lafilosofía- algunos asumieron una peculiar idea del len-guaje, que implicaba desvalorizar1o y malentenderlo: alsoñar un mundo de conceptos puros, nítidos, en total aromazón lógica, las palabras se reducían a envoltorio s paratransmitir esas referencias de valor unívoco. Ellogos, queen principio era, a la vez y sin necesidad de distinción,«razón» y «palabra», se bifurcó en estos dos sentidos, paramengua del segundo. Como mucho, la tradición escolás-tica se plantearía la cuestión del significado de los sus-tantivos, la suppositio, digamos la relación entre el voca-blo «mesa» y el objeto que suele tener delante el profe-sor, apuntando siempre a los «universales», siquiera fue-ra mediante convención en un flatus vocis verbal.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la a~torización es~rita delos titulares del "Copyright»,bajo las sanCIOnesestablecIdas enlas Leyes, la reproducción total o parcial de esta obra p~r cual-quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografIa y eltratamiento informático y la distribución de ejemplares de ellamediante alquiler o préstamo públicos, así como la exportación eimportación de estos ejemplares para su distribución en ventafuera del ámbito de la Comunidad Económica Europea.

Primera edición: mayo de 1991.© por la traducción: Andrés Sánchez Pascual, 1991.© por el prólogo: José María Valverde, 1991.© de esta edición: Edicions 62 sla., Provenc;a 278,

OSOOS-Barcelona.

Impreso en Limpergraf sla., Calle del Río 17, Nave 3, Ripollet.Depósito legal: B. 15.148-1991.ISBN: 84-297-3244-6.

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La toma de conciencia de lo que de hecho es el lengua-je ha resultado extrañamente reciente, y todavía hoy, aun·que se extiende como un virus, alcanza sólo a una peque-ña parte del mundo cultural. Además, como se puede verestudiando el caso del que mejor cabe considerar comopadre de la teoría lingüística, Wilhelm van Humboldt, sugran arranque tuvo lugar a través de una enredada ambi-valencia: ese que cabría llamar «giro copernicano» lin-güístico, iniciado en él bajo signo romántico, rompía, cier-tamente con el prejuicio clásico de «concepto-a-través-de-término», pero lo hacía cayendo en otros prejuicios deentre los cuales costaría trabajo en nuestro siglo extraerla más escueta y elemental comprensión de lo que es ha-blar.

En efecto, en la coyuntura de finales del siglo XVIII yprincipios del XIX, si por un lado crecía la impacienciaante lo que tiene el lenguaje de material, limitado y vul-gar, por otro lado se sentía la invasión de un impulso uni-versal en que el lenguaje asumía el protagonismo, anima-do por un impulso divino. En el primer sentido: para laorgullosa ambición del intelecto, siempre ha de parecerhumillante que toda la vida mental haya de darse en algotan modesto y aun tan tonto como es el lenguaje, ese ríode palabras y gramática que nos empapa y arrastra. Igualque la famosa paloma de Kant estaba tentada a suponerque volaría mejor en un espacio vacío, sin la resistenciadel aire, así el intelecto tiende a suponer que pensaría contoda plenitud si no fuera por ese límite y ese estorbo queson las palabras. Goethe, más bien desdeñoso del lengua-je, acertó al situar el escalón final en el descenso de Faus-to, dejando entrada libre a Mefistófeles, en el momentoen que, al ir a traducir el comienzo del Cuarto Evangelio,le parece poca cosa escribir: 1m Anfang war das Wort,«en el principio estaba la Palabra»:

1ch kann das Wort so hoch unmoglich schiitzen1ch muss es anders übersetzen

(<<Mees imposible valorar tanto la Palabra. - Tengoque traducido de otro modo.») Y después de probar conder Sinn, «el sentido», y die Kraft, «la fuerza», se satisfa-ce con die Tat, «la Acción». No es extraño que más ade-lante se lea: Gefühl ist alles; Name, Schall und Rauch!,«el sentimiento lo es todo; el nombre, ruido y humo!» Porsu parte, Hegel, en la Estética, dice que en la creación poé-tica, ya fronteriza de la cumbre filosófica, el lenguaje estáreducido a casi puro espíritu, con su materia volatili-zada.

Pero mientras tanto, ya se había producido una inter-pretación a la vez afín y opuesta a ésta, el giro decisivo,aunque provisionalmente descaminador, en cuanto a lacomprensión del lenguaje: como preludio al idealismo fi-losófico, se intuyó una vasta irrupción de lo supremo -loideal, lo divino, o como se quiera-, dando sentido y valora la realidad concreta, y sobre todo a nosotros mismos.Para ese sentir, en nuestro espíritu se manifiesta algotranscendente que le impulsa a ser más y mejor -sin im-portar que los estorbos materiales impidan la realizaciónde ese ideal ascendente. Tal enorme aliento tiene su ma-nifestación en nosotros, antes aún que en la concienciamoral, en la fuerza que nos ha humanizado llevándonos ahablar. Y el hablar, antes y aun aparte de que sea deciralgo concreto, es la forma del efluvio superior y elevadorque nos dignifica, primero como raza humana y luegocomo individuos.

De camino a tal sentir, no intentaremos esbozar unmapa de los tanteos del siglo XVIII hacia la comprensióndel lenguaje -así Locke, Berkeley, Condillac y sobre todoRousseau-: todos ellos, inevitablemente, dados sus su-puestos básicos, tenían que caer en el mismo atolladero-al fin y al cabo, tema de curiosidad inevitable para cual-quiera, incluidos nosotros mismos-: el de preguntarseante todo por el origen del lenguaje, por cómo se empezóa hablar, cuestión intrigante de la que modernamente sue·le prescindir la lingüística (evitando así extravaganciascomo las del libro de Diamond, pero dejándonos profun-damente ins<;üisfe¡;:hos).Cabía, por las buenas, ver ellen-

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guaje como don de Dios, y así lo hace Hamann, «el magodel Norte», el paisano de Kant, enemigo de la «puta Ra-zón» y fanático de la creencia. Sin conocerle, el émigrévizconde de Bonald diría que el lenguaje es el legado dela primitiva revelación divina, no por ningún contenidoconcreto o mensaje, sino por su misma existencia. Peroantes de que éste escribiera, la Academia berlinesa, en1769, abrió un concurso sobre ese tema, que fue ganadopor el todavía joven Herder, con un texto de tono arreba-tado y altamente enfático y de desarrollo tan sugestivocomo vacilante y aun contradictorio. Aunque Herder rehú-ye ver el lenguaje como algo puesto en la misma natura-leza humana, lo hace derivar de una capacidad de refle-xión que sí que sería innata -lo que viene a ser casi lomismo: «El hombre, desde la condición reflexiva que lees propia, ha inventado el lenguaje al poner librementeen práctica por primera vez tal condición.» Esa condiciónreflexiva se lanzaría al lenguaje no por necesidad ni con-veniencia material, sino por un impulso creativo, poético,ante el estímulo de unas «palabras naturales» -así, elbalido de la oveja- que caracterizarían a algunas cosas,dando de ese modo comienzo a un proceso de repetición,mezcla y articulación que llevaría a la maduración dellenguaje. Todo ello implica la hegemonía del sentimientoy del carácter: «El lenguaje natural de todas las criaturaspoetizado por el entendimiento en el sonido, un dicciona-rio de las almas, una constante creación de fábulas, llenade pasión e interés; esto es el lenguaje en su origen, y¿qué otra cosa es la poesía?» Ello no representa un pro-greso, desde un punto de vista natural -«la especie hu-mana no supera al animal en la escala del más y el menos,sino en la cualidad»-; y, además, el lenguaje, una vez in-ventado, puede ser que no haga sino degenerar respectoa su maravillosa condición original: «Es posible que nues-tro lenguaje artificial haya desplazado al naturaL.. Unalengua metafísica y refinada ... poco puede saber de la ni-ñez de su primera madre ... Las lenguas antiguas y primi-tivas ... se aproximan al origen.» Dado su empuje expre-sivo general, no como colección de signos conceptuales,

el lenguaje sería la expresión de lo humano, diversifica-do en las lenguas como expresiones de sus respectivospueblos y razas, cuyos temperamentos quedarían de ma-nifiesto incluso en la gramática y la fonética de su idiomao dialecto. Este punto lo comparte mucha gente inclusohoy; una creencia piadosa que, como tal, es tan indemos-trable como irrefutable; una abundancia de sonidos gutu-rales indicaría un determinado carácter nacional: la gra-mática alemana inclinaría a la metafísica, y la gramáticafrancesa a la clarté.

Pero esas opiniones, tan propias del espíritu románti-co también en cuanto éste implica nacionalismos, pinto-resquismos y folklorismos, tenían de bueno que incitabanal estudio concreto de las lenguas del mundo, saliendo dela tradición clásica, e incluso modificando los supuestosde ésta: el estudio del sánscrito, cultivado por Bopp, aquien W. v. Humboldt haría dar una cátedra, llevaba aun «ente de razón» idiomático como sería el indoeuropeo,lugar geométrico de partida de las lenguas de ese hori-zonte. Mientras tanto, se empezaban a explorar lenguasde los más variados pueblos, con curiosos descubrimien-tos no sólo en el léxico, sino en las formas y relacionesgramaticales. Y aquí es donde importa Wilhelm von Hum-boldt.

Hay que advertir, para el encaje cronológico, que Wil-helm von Humboldt escribió la mayor parte de su obralingüística en su vejez, dejándola casi inédita. Pero el in-terés por las lenguas fue siempre un hobby de curiosidadpara él, llevándole a algún breve texto teórico desde sujuventud (Vber Denken und Sprechen, «Sobre pensar yhablar», es ya de 1795-1796,esto es, de antes de cumplirlos treinta años). Además conviene recordar aquí que, parala conciencia cultural alemana, lo lingüístico queda sólocomo un capítulo en la biografía de ese prócer, más con-memorado como político, como organizador educativo ycomo el tercer «clásico», junto a Goethe y Schiller, en elperíodo así llamado, esto es, hasta la muerte de Schilleren 1805, en 1lll decenio de «diálogo inmortal». (Véase la

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brevedad de ese capítulo en el librito de Peter Berglar, enla serie de biografías ilustradas de Rowohlt.)

Enmarquemos brevemente su figura en su tiempo: na-cido en 1767, en la corte prusiana, se educó con precepto-res privados y estudió derecho y filología clásica; viajó aParís, cuando todavía estaban derribando la Bastilla, co-noció a Schiller, Jacobi y Lavater; entró en un exaltadocírculo prerromántico, la «Liga de la Virtud», donde cor:o-ció a su futura esposa, y, de 1790 a 1791, fue alto funcIO-nario jurídico, dejando luego el servicio para casarse yvivir en el campo. Desde ahí, visitó largamente Jena, elmeollo de la vida intelectual germánica de entonces, y enesa ciudad estrechó su amistad con Schiller, colaborandoen la revista de éste, Die Roren, y se convirtió en uno delos predilectos de Goethe. Los largos períodos en que nose veían estos tres grandes dieron origen a abundantesepistolarios: se ha llamado a Wilhelm van Humboldt «elrey de las cartas», también por las tres mil envi~d~: a sumujer. A él fue dirigida la última carta q~e escnbI~ Goe-the, la víspera de su muerte. En ese penado empIeza apublicar algunos artículos sobre teoría ?~l derecho, desentido liberal, en relación con una ambICIOsa obra quequedaría inédita: Ideas para un ensayo de determinar l~slímites de la efectividad del Estado; y, en la reVIsta DleRoren, un par de ensayos sobre la diferencia sexual. Otrosviajes hizo, uno de ellos por el País Vasco, ocupándose dela lengua eusquera. En 1799 tuvo éxito su primer escritoamplio: Ensayos estéticos, 1: Sobre «Rermann y Doro-tea» de Goethe. De 1802 a 1808 -años napoleónicos- fueenviado prusiano ante la Santa Sede, y tuvo ocasión deconocer, con los jesuitas, la obra lingüística de Hervás yPanduro y los materiales que habían acumulado sobre laslenguas de sus tierras de misión -sobre todo, las de in-dios americanos. De Roma volvió para dirigir la Secciónde Culto y Enseñanza del Ministerio del Interior, esta-bleciendo la gran organización que culminaría en la crea-ción de la Universidad de Berlín y en la institución delGymnasium, bajo un nuevo espíritu humanístico y liberal,con consecuencias para más de un siglo: lo importante

era formar al hombre para la libertad y la verdad, dejan-do en segundo término las especializacione~ profesion~les.A este sentir afluirían ideas de Fichte, glona de la Umver-sidad de Berlín. Pero cuando se funda esa Universidad,en 1810 Wilhelm von Humboldt ya ha dejado su efímerocargo, bajo el barón van Stein, por más que sus directri-ces vayan a quedar en pie: con un honroso ascenso degrado, es enviado de diplomático a ~iena, d~sde ?ondeasistirá a diversos congresos internacIOnales, mclUIdo elpropiamente llamado de Viena, en 1815. Vuelto a Berlínen 1817con otro cargo, choca con el canciller Hardenberg,y pasa a ser embajador en Londres, y a otras funcione.s,hasta que en 1820 se retira definitivamente a su palaCIOcampestre en Tegel; muere en 1835, tras dedicar e.sos quin-ce años sobre todo a la reflexión sobre el lenguaje -tam-bién, durante tres años, tuvo la costumbre de escribir unsoneto diario, no especialmente inspirado. Al final enu-meramos los treinta y ocho textos lingüístico s de Wilhelmvan Humboldt, con las indicaciones pertinentes; ahoratrataremos de resumir su sentido.

Ante todo, para la lectura de los textos aquí reUnidosy de los demás, conviene advertir CI;ueW~l~elm v~n ~um-boldt no escribía de una manera slstematIca y ClentIfica,sino con poderosas intuiciones enlazadas en un medioestilística a veces un tanto difuso. Ya dijo Cassirer: «Hum-boldt es un espíritu por completo sistemático, pero enemi-go de toda técnica exterior de sistematización. Así ocurreque en el esfuerzo de presentamos en cada pU~,to ~isl~~ode su investigación la totalidad de su concepCIOn lmguIs-tica, se opone a la neta y clara diferenciación de esa to-talidad. Sus conceptos no son jamás productos despren-didos y puros del análisis lógico, sino que late en ellos unostensible tono estético, un talante artístico, que vivificala comprensión, pero que oscurece al propio tiempo laarticulación y el análisis del pensamient<?» 1

En efecto, en Humboldt, frases o párrafos bien elegi-

1. Citado en J. M. VALVERDE, Guillermo de Humboldt y la filo-sofía del lenguaje, Madrid, p. 31,

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dos resultan más impresionantes que la totalidad del textoen que figuran; y los textos breves, a su vez, atraen másque los largos. Esto tiene que ver con lo que indicábamosmás arriba: en Wilhelm van Humboldt no hay una solaperspectiva, sino más bien una dualidad de horizontes lin-güísticos, en último término contrapuestos, a partir deuna gran intuición común.

Esa gran intuición básica es que el lenguaje constituyela forma única y necesaria de operar para el pensamien-to: no hay pensar sin lenguaje. «El pensamiento tiene lu-gar mediante el lenguaje; ... el lenguaje debe acompañaral pensamiento»; 2 «el lenguaje es el órgano del ser inte-rior; este mismo ser, en cuanto logra paso a paso reco-nocerse interiormente y exteriorizarse».3 O de otro modo:«El lenguaje es el órgano formador del pensamiento. Laactividad intelectual, por completo espiritual, por com-pleto interior y en cierta medida desapareciendo sin hue-lla, mediante el sonido se hace exterior en el habla y per-ceptible para los sentidos. Aquélla y el lenguaje son, pues,una sola cosa ... Tiene que unirse al sonido lingüístico: sino, el pensar no alcanza claridad, ni la representación sehace concepto. La unión inseparable de pensamiento, ór-gano vocal y audición descansa en el sentido originario dela naturaleza humana» 4 y «el pensamiento sin lenguaje es,sin más, imposible».5 Y el lenguaje no es una iluminacióninstantánea y total, sino un desgranarse sucesivo de unapalabra tras otra, hasta redondear la frase: «La operacióndel lenguaje consiste en obligar al espíritu a desarrollartodo el conjunto del pensamiento en palabras que se su-ceden, en dar cuerpo al pensamiento, en detener su ola[vague, en el original en francés] por la impresión quedejan los sonidos articulados.» 6 Tal es el sentido de lafamosa expresión humboldtiana, de que el lenguaje no es

ergon sino enérgeia, expresión que, por cierto, queda inex-plicada en su contexto, y que seguramente arranca de laterminología aristotélica, en la Etica a Nicomaco: «Ellen-guaje es algo en cada instante permanentemente transito-rio. No es un producto (ergol1) sino una potencia (enér-geia). Su verdadera definición sólo puede ser genética. Esla labor, perennemente renovada, del espíritu, para haceral sonido articulado capaz de la expresión del pensamien-to.» 7 La fluidez del lenguaje, aun atenida a límites -fo-néticos, sintácticos, léxicos- no tiene límites en sus po-sibilidades de uso, en su enérgeia: «El lenguaje no con-siste sólo en sus producciones concretas, sino en la posi-bilidad de obtener otras innumerables.» 8 Y después:«Debe hacer un uso ilimitado de medios limitados, y lologra merced a la identidad de la fuerza que produce elpensamiento y el lenguaje.» 9 El lenguaje, pues, no es unasuma de palabras, ni aun una SlUna de palabras y silen-cios, además de todas las reglas que las estructuran, sinouna movediza y fecunda disponibilidad organizada: «Suorganismo no yace como una masa inerte en lo oscurodel alma, sino que actúa, determinando como ley, las fun-ciones de la mente, y por eso la primera palabra ya pro-clama y anuncia el lenguaje entero.» 10 Sobre la palabraaislada, advierte: «La palabra no constituye el lenguaje,pero es su parte más importante, o sea, lo que en el mun-do viviente es la célula individual.» 11

El lenguaje, así, es tan subjetivo como objetivo -ysería mejor evitar la aplicación de un esquema dialécticoen que se viera como síntesis de una tesis y una antítesis,porque ninguno de aquellos términos tiene en él prioridadlógica o temporal sobre el otro: el lenguaje establece elámbito de comunidad que hace posible la comunicación:«La producción del lenguaje es una necesidad íntima de

2. Edición Flitner-Giel, vol. III, p. 56-57.3. Ibidem, p. 383.4. Ibidem, p. 426.5. Ibidem, p. 429.6. De la Carta a M. Abel-Rémusat ...

7. Ed. Flitner-GieI, p. 418.8. Ibidem, p. 418.9. Ibidem, p. 477.

10. Ibidem, p. 10.11. Citado en VALVERDE, op. cit., p. 37.

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la naturaleza humana, no sólo un comercio social para lacomunicación, sino algo asentado en su misma esencia,imprescindible para el funcionamiento de sus potenciasespirituales.» 12 El lenguaje impone el reconocimiento delos demás espíritus, y así, permite el reconocimiento delpropio, que sólo se ve a sí mismo como si fuera otro: «Elhombre habla, aunque sea en pensamientos, sólo con otro,o consigo mismo como si fuera otro.» 13 Y: «El hombretiende, aun a instancia de su pensamiento aislado, haciaun tú que corresponda al yo; el concepto sólo le pareceque consigue determinación y certeza cuando viene refle-jado desde una mente ajena.» 14 Pero eso da lugar a la pa-radoja de que, al comprendemos unos a otros, y, por tan-to, al comprendernos mejor a nosotros mismos, acaba-mos por sentirnos más distantes de los demás, percibien-do mejor las diferencias: «El lenguaje tiende puentesdesde una individualidad a las demás, y da lugar a la mu-tua comprensión, pero más bien aumenta la diferencia[de concepción personal] al producir más distintamenteen la conciencia un refinamiento y aclaramiento de lasideas, tal como se enraízan en la situación anímica de queproceden.» 15

De todo esto deriva el carácter creativo, de lujo, pla-cer y regalo que es propio del lenguaje -manifiesto ensu «redundancia», de que hablan los lingüistas-, rq.ás alláde la mera comprensión: «La más elemental, pero máslimitada concepción del lenguaje es la de consideradocomo un mero medio de comprensión» 16 y, refiriéndoseal tema del dual cuando escribe esta frase, añade: «Si lospueblos que han formado las lenguas tuvieran meramentecomo objetivo la mutua comprensión, como afortunada-mente no es el caso, entonces sería superfluo un plural dedualidad propio.» 17 Si se privilegia la exactitud en la com-

prensión, apuntando a un ideal de lenguaje científico, semata el espíritu matando el lenguaje: «Con signos lógico-matemáticos sólo se podría agotar una pequeña partede lo pensable, pues estos signos, por su naturaleza, sólose podrían aplicar a conceptos producidos por elabora-ción previa o por convenio. Pero cuando hay que acuñaren conceptos la materia de la experiencia interior y de lasensibilidad, entonces es cuestión de la facultad de re-presentación individual del hombre, de que es inseparable

1 . 18 C .su enguaJe.» on ese empuJe creativo es como el len-guaje forma mundo: «El lenguaje es indispensable paraque la representación se objetive, al regresar al oído lapropia creación verbalizada. El lenguaje no actúa comopartiendo de los objetos ya plenamente percibidos. Puessin lenguaje no habría ante la mente objetos (como tales).Ya en la percepción hay una cierta subjetividad; inclusocabe considerar a cada individuo como un punto de miraen la visión del Universo.» 19 En análogo estilo, con vagosecos kantianos e idealistas, dice Humboldt: «El hombrese rodea de un mundo de sonido para asumir en sí elmundo de los objetos, y manejado. El hombre vive conlos objetos tal como el lenguaje se los trae.» 20 O de' otromodo: «La peculiaridad del lenguaje consiste en que, sir-viendo de mediación, funda entre el nombre y los objetosexteriores un mundo de pensamiento en el sonido.» 21 Y, entono un poco más técnico: «La esencia del lenguaje con-siste en verter la materia del mundo fenoménico en laforma del pensamiento; todo su esfuerzo es formal, ycomo las palabras toman el lugar de los objetos, debetambién oponérseles, en cuanto materia, una forma a laque estén sometidas.» 22 Y aquí puede aplicarse la idea de«símbolo», que luego desarrollaría Cassirer: «Sólo así selogra la transmutación del mundo en lenguaje, y se cum-

12. Ibidem, p. 32.13. Ed. Flitner-Giel, pp. 137-138.14. Ibidem, p. 138-139.15. En VALVERDE, op. cit., p. 34.16. Ed. Flitner-Giel, p. 134.17. Ibidem, p. 134.

18. Ibidem, p. 16.19. En VALVERDE, op. cit., p, 34.20. Ed. Flitner-Giel, p. 434.21. Ibidem, p. 85.22. Ibidem, p. 13.

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pIe la acción simbolizadora de la lengua, incluso mediantesu estructura gramatical.» 23 . .

Hasta aquí, estamos dando el núcleo _sólido de las in-tuiciones humboldtianas,· pero moviéndose desde él, so-brevienen ciertas indecisiones; así, en cuanto al origen yel desarrollo del lenguaje. El punto de partida es impeca-ble: más vale no hablar de cómo empezó el lenguaje, se-gún venían haciéndolo otros en el siglo XVIII: «El lengua-je ... debe considerarse como. puesto originariamente enlos hombres; pues es totalmente inexplicable como pro-ducto de la razón en la claridad de su conciencia... Ellenguaje no se podría inventar si su prototipo no estuvie-ra ya existente en la razón humana.» 24 En algún momen-to lo considera «una emanación involuntaria del espíritu,no una obra de las naciones». Y seguramente con recuer-do de la célebre paradoja establecida por Rousseau, diceen otro lugar: «El hombre es sólo hombre mediante ellenguaje; pero, para inventar el lenguaje, debería ser yahombre previamente.» 25 Además, como ya se mencionóantes, el lenguaje, una vez que empieza a existir, debe exis-tir ya en plenitud; Wilhelm von Humboldt admite, no sinvacilaciones y arrepentimientos parciales, que haya unaevolución en él, una mejora o un empeoramiento en losdiversos caminos de las lenguas. Su criterio valorativo esla mayor o menor riqueza de flexiones y formas gramati-cales, llegando a poner el sánscrito como caso de madu-rez ejemplar, en contraste con el chino, por su yuxtaposi-ción de términos invariables -y, por cierto, monosilábi-cos-: aquél representaría más espíritu; éste, más mate-ria. En su más extensa obra póstuma -la llamada Kawi-werk-, Wilhelm von Humboldt llega a basarse en el chi-no para propugnar la tesis del monosilabismo originariode todas las lenguas. Por cierto que, paradójicamente cie-go ante su propia lengua alemana, en contraste con superspicacia ante otras lenguas exóticas de las que se per-

23. Ibidem, p. 141.24. Ibidem, p. 10.25. Ibidem, p. 11.

mite ejemplificar, no advierte Wilhelm von Humboldt quetambién para el alemán cabría defender tal tesis, ya quesus raíces suelen ser monosilábicas, a pesar de la longitudde sus palabras, que, como dijo alguien, «tienen perspec-tiva». Pero después de escribir a Abel Rémusat sobre sugramática china, al reflexionar más sobre el asunto, modi-fica su idea: habría una curva histórica en la marcha delas lenguas, que, tras alcanzar un máximo de flexión ensus palabras, la irían perdiendo parcialmente; por otraparte, la falta de flexión en el chino podría no entendersecomo pobreza espiritual, sino al contrario, haciendo asíjusticia a la gran cultura china: «En cuanto que requiereal entendimiento un trabajo mucho mayor de lo que exi-ge de él ninguna otra lengua, le sugiere meramente las re-laciones de los conceptos, le priva casi de toda ayuda me·cánica para la comprensión, e incluso funda casi solamen-te la construcción de las palabras en la secuencia de pen-samientos y la mutua determinabilidad de los conceptos,lo despierta y lo mantiene en la actividad espiritual diri-gida al mero pensar, y aleja de todo lo que pertenece sóloa la expresión y al lenguaje.» 26 La posible perfección sealcanzaría en una lengua en que el pensamiento llegara adar forma a todo lo material, sin residuo inerte, hacién-dose él mismo plenamente sensible y estructurando todolo sensible: «Cuanto más individualizado [y ello significa:sensible] está el pensamiento según todas las relaciones,más anima y mueve: y cuanto más colaboran todas laspotencias anímicas en su expresión, más se individua-liza.» 27

La lingüística actual -recordémoslo- no ve sentidoen la idea de mayor o menor perfección de una lengua, nien su evolución cronológica a la deriva, ni en comparacióncon otra. Todo lo que se puede decir en una lengua se pue·de decir en otra, aunque a veces con más palabras y másrodeos: lo que no se puede traducir es el «aura» -o el

26. Citado en M. BOHLER, epílogo a Wilhehn van Humboldt,Schriften zur Sprache, Stuttgart, 1973,pp. 245-246.

27. Ibidem, p. 247.

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«aroma», que decía Nietzsche- de ciertos términos porsu uso dentro de una tradición cultural nacional. Si quie-ro mencionar la ide~ de Weltanschauung, o la dejo en ale-mán o la traduzco entre comillas.

Con esto tocamos algo, en la lingüística humboldtia-na, donde aparece, hasta cierto punto, un elemento «ro-mántico»: el lenguaje como visión del mundo (Weltan-sicht). Esta visión se puede entender, ante todo y partien-do de Kant, como conjunto de las formas o categoríasmentales -el aire de la paloma a que aludíamos-, unsistema formal que por un lado sería común a «todamente posible», pero por otro lado se daría configuradasegún las naciones o idiomas, y aun según los individuos:«El pensar no depende meramente del lenguaje en gene-ral, sino, hasta cierto grado, también de cada lengua de-terminada.» 28 (Se comprende que el neokantiano Cassirerhiciera tanto por difundir la obra humboldtiana, al pro-pugnar, como decíamos, su idea de las «formas simbóli-cas».) Con todo, Wilhelm van Humboldt da más poder ac-tivo al lenguaje que Kant a sus formas y categorías a prio-ri: «Mediante la mutua dependencia del pensamiento y lapalabra se echa de ver claramente que las lenguas no sonpropiamente medios para presentar la verdad ya cono-cida, sino mucho más para descubrir la antes desconoci-da.» 29 De modo un poco confuso pero sugestivo -comode costumbre-, Wilhelm van Humboldt incluye una di-mensión social en esa función de captación de la reali-dad: «El hombre, en su mutable limitación, puede consi-derar la verdad como lo ilimitadamente sólido, que sola·mente existe fuera de él, y todo su esfuerzo espiritual esuna pugna hacia ella, y el medio más poderoso para acer-cársele, para medir su distancia a ella, es la unión social.Así el lenguaje es un requisito necesario para la primeracreación del pensamiento, y para la progresiva forma-ción del espíritu. La comunicación espiritual, pasando del

28. Ed. Flitner-Giel, p. 16.29. Ibidem, p. 19.

uno al otro, presupone en aquél algo común con éste.» 30

Pero lo más «romántico», en el sentido peligroso deltérmino, es que Wilhelm van Humboldt, heredando el sen-tir herderiano, piensa que el lenguaje, al darse de hechoen diversas lenguas e idiomas, aparece dividido en «visio-nes nacionales del mundo»: con ello, cada lengua suponey legitima una nacionalidad -y de sobra es sabido cuán-to hubo de lingüístico en los nacionalismos del siglo XIX,y cuánto sigue habiendo en los de hoy. Cada lengua -yalo decíamos- expresaría una peculiaridad nacional, in-cluso un humor, un modo de ser, una «raza» no en senti-do corporal: «Cada lengua, cualquiera que sea, lleva ensu seno en cada momento de su existencia la expresiónde todos los conceptos que se puedan desarrollar algunavez en la nación. Cada una, incluso, en cada momentode su vida, equivale exactamente al alcance de pensamien-tos de la nación en ese momento. Cada cual, finalmente,en cada una de sus situaciones, forma la totalidad de unavisión del mundo (WeltansichtJ, al contener expresiónpara todas las representaciones que la nación se haga delmundo, y para todos los sentimientos que produzca elmundo en ella.» 31

Esto, aunque en política siga siendo un factor podero-so, no es de recibo en la lingüística. Con tal creencia, sepodía creer, como Goethe, que aprender otra lengua eratomar posesión del espíritu de otra nación, idea fomen-tada hoy día por los departamentos universitarios y lasacademias de lenguas extranjeras, pero irreal: si no seusa la lengua para conocer su cultura, su sociedad y suhistoria, su mero dominio práctico no permitirá poseerotra alma más. Con todo, hay que advertir, Wilhelm vanHumboldt no desarrolla apenas las implicaciones de aque·lla creencia, tan aprovechada por otros incluso hoy día.

Hay también en Wilhelm van Humboldt un concepto,lanzado de pasada, igual que el de ergon-enérgeia, -con-

30. En BOHLER, op. cit., p. 239.31. Ibidem, op. cit., p. 238.

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cretamente un par de veces- 32 y que ha sido muy mano-seado, quizá por lo ambiguo y aun enigmático: el de inne-re Sprachform, que a la hora de traducir a nuestra len-gua se echa de ver que funde dos sentidos bastante diver-sos: «forma interior del lenguaje» -y aun si se quiere, ellenguaje en cuanto forma interior-, y «forma interiorde la lengua» (de cada lengua). En el primer sentido, ven-dría a ser esa formalización -más o menos kantianamen-·te a priori- de que se hablaba antes, si bien, quizá, enun sentido dinámico y orgánico, como forma rectora deldesarrollo del lenguaje humano en sus aspectos y estruc-turas, a través de los tiempos; en el segundo sentido, esaniisma forma rectora, pero en cuanto existiera dentro decada lengua, como si cada idioma estuviera movido yorientado, en su evolución histórica, por una suerte de es-quema genético, de «genoma», que marcara su destino. Se-guramente, en este sentido Wilhelm von Humboldt se ha-ría eco de la célebre idea de Goethe del Ur-phiinomenon,con una base prístina de «protoplanta» y -digámosloasí- de «protoanimal», que se desarrollaría dando lugara cada especie diversa -y, en definitiva, a cada individuoconforme a su especie. Para Goethe, como es sabido, lasespecies de plantas eran variaciones sobre el tema bási-co «hoja»: las especies animales derivarían, en diversoscaminos, desde un núcleo que aproximadamente estaríaen el conjunto básico de cráneo-arranque de vértebras.

Aplicada a las lenguas, esa idea era muy sugestiva, perohoy día no nos sirve de mucho: ahora se piensa que lasmodificaciones y diferenciaciones en las lenguas van a laderiva, sin razón especial, y sin perjuicio ni beneficio. Nose pretende que haya un núcleo o un modelo orientadoren la marcha milenaria de una lengua, que sirva de crite-rioregulador de su unidad: las formas que componen unalengua son heterogéneas y pueden asociarse o estar ausen-tes, o perderse o adquirirse sin perturbar a las de otraíndole. Toda observación es empírica, fáctica: por ejem-plo, en el orden de la fonética, cada lengua tiene, a partir

de un teclado de fonemas, su repertorio de combinacionesposibles, no conectado con el orden de las categorías gra-maticales: por efecto de un capricho que llegara a sermoda, podría modificarse sin afectar a nada sintáctico osemántico. Michael Bohler ha puesto en paralelo esta ex-presión de Goethe: «En la naturaleza viva no ocurre nadaque no esté en un enlace con el todo», y éstas de Wilhelmvon Humboldt: «en el lenguaje todo está determinado porcada cosa y cada cosa por todo», y «cada cosa, en el len-guaje, sólo subsiste por lo otro, y todo sólo por la únicafuerza que penetra la totalidad».33 Como lemas románti-cos, son muy sugestivos, pero hoy sabemos que el lengua-je no es orgánico.

Ahora, sin embargo, después de haber empezado porseñalar la poderosa intuición central que revolucionó lacomprensión del lenguaje -que el pensamiento sólo exis-te en lenguaje- y de haber indicado unos aspectos enque Wilhelm von Humboldt quedó sujeto a los equívocosrománticos que eran posibles desde ese punto de partida,nos queda lo más importante: indicar por qué Wilhelmvan Humboldt, en otra cuestión esencial, va más allá -omás acá, mirando desde nosotros- de esa primera revo-lución. Y es muy sencillo: el lenguaje consiste en estruc-turas -en las cuales es donde las palabras llegan a valercomo tales, pues no viven por sí solas, según se las en-cuentra en el diccionario. Así se echa de ver en el títuloSobre las diversidades de la estructura lingüística huma-na, de un escrito de 1827-29,modificado en el título desu gran obra incompleta, sobre la lengua kawi de Java,que, en su segunda parte, dice Introducción sobre la di-versidad lingüística humana y su influjo en el desarrolloespiritual del género humano. (La cuestión de ese influjoquedaría apenas insinuada.) El designio del trabajo, queresulta sólo esbozado alusivamente como ilustración deunas teorías lingüística s también ilustradas con referen-cias a otras lenguas, era analizar la lengua kawi, una len-gua malaya, para mostrar que, aunque abundaba en pala-

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bras sánscritas, su estructura era totalmente diversa. Tras-ladándonos a un ejemplo más cercano: la lengua vasca,eusquera, está mechada de palabras españolas y latinas,pero su gramática es radicalmente diversa. Wilhelm vonHumboldt, en sus incursiones por variadas lenguas delmundo, no se interesaba tanto por los nombres sustanti-vos cuanto por las formas gramaticales, coleccionandoejemplos sorprendentes, libre ya del inconsciente hábitotradicional de dar por supuestas las formas gramaticaleseuropeas, del griego hasta hoy. Así se permite, por ejem-plo, sin saber japonés, criticar una gramática japonesa decierto jesuita vasco, señalando que era inverosímil que enjaponés hubiera cosa tal como el supino de pasiva. Enefecto, la jungla mundial de las gramáticas es inagotable .en sus categorías, e incluso en comparación entre lenguaspróximas siempre hay matices -así, ciertos «aspectos»del verbo-, que difícilmente llega a dominar quien nosea un hablante nativo. Un ejemplo: ingleses y alemanes,aunque lleguen a hablar con familiaridad el español alcabo de décadas de residir en nuestro país, es probableque se equivoquen ocasionalmente entre el imperfecto yel indefinido de indicativo. Y, por lo que he oído decir,ningún foráneo llega a acertar siempre en el perfectivoruso.

Eso es lo vivo del pensamiento lingüístico de Wil-helm von Humboldt, lo que le hace padre de la concien-cia del lenguaje en este siglo: el vedo como una superpo-sición de redes formales -no conectadas lógicamente en-tre sí-, en las cuales vive el léxico sus significacionessiempre concretadas dentro de lo que Wittgenstein llama-ría un determinado «juego de lenguaje». Pero significati-vamente, en la medida en que asumía ese punto de vista,al trabajar en su exploración de lenguas, reducía su su-gestivo don de comentario intuitivo, que tanto hemos vis-to brillar en su punto central de la consustanciación delenguaje y pensamiento; punto desde el cual dejó tambiénesbozados esos que llamábamos equívocos románticos.Lo esencial es que él abrió la puerta a la perspectiva for-mal en que cabe comprender y analizar la realidad del

lenguaje, guardando un respetuoso silencio sobre la cues-tión de su origen.

Aquí no vamos a intentar una historia del impactohumboldtiano en este siglo, sino meramente anotar unpar de detalles: en el siglo XIX, aunque algunos filólogostomaran en cuenta la edición -presuntamente comple-ta- de sus obras en 1841-1852,sus grandes intuiciones nopodían tener eco apropiado. Es de notar que Nietzsche,que era quien podía entender el sentido humboldtianocomo precedente del suyo propio, no se dio cuenta de talcosa, y las dos o tres veces que le nombró fue para ata-carle por su «clasicismo». (Cierto que aquí se planteaotra cuestión que quizás abordemos en otra ocasión: quela conciencia lingüística de Nietzsche no haya sido obser-vada hasta los franceses que cabría etiquetar como «del68»: Foucault, Derrida, Barthes, etc.) Ni siquiera Witt-genstein toma a Wilhelm van Humboldt como base, segúnpodía haber hecho. Para su redescubrimiento -ya lo de-cíamos- fue decisivo que Ernst Cassirer apelara a él ensu Filosofía de las formas simbólicas -que en su formaabreviada norteamericana, An essay on man, se tradujocomo Antropología filosófica. Pero al presentar -segúnindicábamos- el lenguaje como el a priori del pensamien-to, Cassirer no fue del todo consecuente, porque lo viocomo una forma simbólica, junto a otras posibles, como elmito, cuando es obvio que el mito implica ya el lenguaje.Entre los que deben a Cassirer, y su remisión a Wilhelmvon Humboldt, la plena conciencia del lenguaje, estaríanada menos que Heidegger: es curioso que éste no debatal conciencia a Nietzsche, sobre el cual, como es sabido,escribió una gruesa obra, pero de planteamiento temático.

Como episodio largamente arrinconado queda el hechode que, durante la Primera Guerra Mundial, Walter Ben-jamin oyó hablar de Wilhelm von Humboldt, y ello debióinfluir en su escrito: Sobre el lenguaje en general ... , peroBenjamin parece que tomó a Wilhelm van Humboldt sólocomo tránsito, en camino hacia atrás, para acercarse aHerder, a quien sólo alude implícitamente, y, sobre todo,a Hamann, a quien sí nombra.

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Desde ahí -sin olvidar a Sapir, Whorf y otros-, Wil-helm van Humboldt llega a ser una referencia común-como es sabido- en la teoría lingüística, si bien no sue-la advertirse su ambivalencia, sus indecisiones y el carác-ter de esbozos intuitivo s que tienen sus grandes momen-tos. Algo de eso pasa -para aludir a un caso eminente-con Chomsky, acaso menos humboldtiano de 10 que élmismo supone, así, en sus «estructuras profundas» de ca-rácter innato -«gramática en los genes», dijo alguien.Pero quede esto sólo como una insinuación en medio de lajungla de la lingüística de este siglo.

tJber Denken und Sprechen (<<Sobre pensar y hablar») (1795/1796).

tJber die Natur der Sprache im allgemeinen (en «Latium undHellas», 1806) «<Sobre la naturaleza del lenguaje en gene·ral» ).

Einleitung in das gesamte Sprachstudium (<<Introducción alestudio lingüístico en su conjunto») (1810/1811).

Berichtigungen und Zusatze zum 1. Abschnitt des 2. Bandesdes Mithridates über die Cantabrische oder BaskischeSprache «<Rectificaciones y adiciones a la 1.a sección del2.° tomo del Mithridates sobre la lengua cántabra o vasca»)(1811).

tJber Sprachverwandtschaft «<Sqbre el parentesco lingüísti-co») (1812·1814).

Ankündigung einer Schrift über die Vaskische Sprache undNation, nebst Angabe des Gesichtpunktes und Inhalts der-selben «<Anuncio de un escrito sobre la lengua y la naciónvasca, junto con indicación de su punto de vista y conte-nido») (1812).

Essai sur les langues du nouveau Continent (<<Ensayo sobre laslenguas del nuevo continente») (1812).

tJber das vergleichende Sprachstudium in Beziehung auf dieverschiedenen Epochen der Sprachentwicklung (<<Sobre elestudio comparado de las lenguas en relación con las di-versas épocas de su evolución») (1820) (traducido en estaselección).

Prüfung der Untersuchungen über die Urbewohner Hispaniensvermittelst der Vaskischen Sprache «<Examen de las in-vestigaciones sobre los habitantes primitivos de Hispaniamediante la lengua vasca») (1820-1821).

Versuch einer Analyse der Mexikanischen Sprache (<<Ensayode un análisis de la lengua mexicana») (1821).

tJber den Einfluss der verschiedenen Charakters der Spra-c1zen aut Literatur und Geistesbildung (<<Sobre la influen-

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cia del diverso carácter de las lenguas en la literatura yen la formación del espíritu» (1821) (traducido en esta se-lección).

Vber das Entstehen der grammatischen Formen, und ihrenEinfluss auf die 1deenentwicklung (<<Sobre la génesis delas formas gramaticales y su influencia en la evolución delas ideas») (1821) (traducido en esta selección).

Vber die allgemeinsten Grundsiitze der Wortbetonung mit be-sondrer Rücksicht auf die griechische Akzentlehre «<Sobrelos principios más universales de la acentuación de laspalabras con especial referencia a la teoría griega de losacentos») (1821).

Vber die in der Sanskrit-Sprache durch die Suffixa twa und yagebildeten Verbalformen «<Sobre las formas verbales cons-tituidas en la lengua sánscrita mediante los sufijos twa yya») (1822).

Vber den Nationalcharakter der Sprachen (<<Sobre el carácternacional de las lenguas») (1822).

Inwiefern liisst sich der ehemalige Kulturzustand der einge-bornen Volker Amerikas aus dem Vberresten ihrer Spra-chen beurteilen? «<¿En qué medida se puede valorar la an-tigua situación cultural de los pueblos indígenas de Amé-rica por los residuos de sus lenguas?») (1823).

Vber den Zusammenhang der Schrift mit der Sprache (<<So-bre la conexión de la escritura con el lenguaje») (1823-1824).

Vber die Buchstabenschrift und ihren Zusammenhang mitdem Sprachbau (<<Sobre la escritura alfabética y su cone-xión con la estructura de las lenguas») (1824) (traducido enesta selección).

Notice d'une grammaire japonaise imprimée a Mexico «<No-ticia de una gramática japonesa impresa en México»)(1825).

Lettre a Monsieur Abel-Rémusat, sur la nature des formesgrammaticales en général, et sur le génie de la langue chi-noise en particulier (<<Carta al señor Abel-Rémusat sobrela naturaleza de las formas gramaticales en general, y so-bre el genio de la lengua china») (1825-1826).

Vber den grammatischen Bau der Chinesischen Sprache (<<So-bre la estructura gramatical de la lengua china») (1826).

Untersuchungen über die amerikanischen Sprachen (Fragmen-to) (<<Investigaciones sobre las lenguas americanas») (1826).

Grundzüge des allgemeinen Sprachtypus (<<Rasgosbásicos delempleo universal de lenguaje») (1824-1826).

Vber den Dualis (<<Sobre el dual») (1827) (traducido en estaselección).

Memoire sur la séparation des mots dans les textes sanscrits(<<Memoria sobre la separación de las palabras en los textossánscritos») (1827).

Vber die Sprachen der Südseeinseln «<Sobre las lenguas delas islas de los mares del Sur») (1827).

Vber die Verwandtschaft der griechischen Plusquamperfek-tum, der reduplizierenden Aoriste und der attischen Per-fekta mit einer sanskritischen Tempusbildung (<<Sobre elparentesco del pluscuamperfecto, el aoristo reduplicativoen griego, y el perfecto ático, con una forma verbal sanscrí-tica») (1828).

An Essay on the best Means of ascertaining the Affinities ofOriental Languages, contained in a letter adressed to SirAlexander lohnston (<<Unensayo sobre los mejores mediosde determinar las afinidades de las lenguas orientales, con-tenido en una carta dirigida a Sir Alexander J ohnston» )(1828).

Vber die Verschiedenheiten des menschlichen Sprachbaues(<<Sobre las diversidades de la estructura del lenguaje hu-mano») (1827-1829).

Vber die Verwandtschaft der Ortsadverbien mit dem Prono-men in einigen Sprachen (<<Sobre el parentesco de los ad-verbios de lugar con los pronombres en algunas lenguas»)(1829).

Von dem grammatischen Baue der Sprachen (<<Dela estruc-tura gramatical de las lenguas») (1287-1829).

Lettre a Monsieur lacquet sur les alphabets de la Polynésieasiatique «<Carta a Monsieur J acquet sobre los alfabetosde la Polinesia asiática») (1831).

Vber die Kawi-Sprache auf der Insel lava, nebst einer Einlei-tung über die Verschiedenheit des menschlichen Sprach-baues und ihren Einfluss auf die geistige Entwicklung desMenschengeschlechts «<Sobre la lengua kawi de la isla deJava, junto con una Introducción sobre la diversidad dela estructura del lenguaje humano y su influencia en laevolución espiritual del género humano») (vols. 1-3) (1830-1835).

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Las traducciones de los textos aquí incluidos siguen la edi-ción más accesible de obras selectas (tercer volumen de loscinco) Wilhelm von Humboldt Werke in fünf Biinden, al cui·dado de Andreas Flitner y Klaus Giel, Wissenschaftliche Buch-gesellschaft, Darmstadt, 1963 (quinta edición, 1979). Esta edi-ción es fiel reflejo de la edición canónica de las obras comopletas, Gesammelte Schriften, al cuidado de Albert Leitzmann,Bruno Gebhardt y Wilhelm Richter, Koniglich PreussischenAkademie der Wissenschaften, 17 vols., Berlín 1903-1936. Elprologuista, sin embargo, por gratitud personal, quiere hacerconstar que le fue posible hacer su ya remota tesis doctoralsobre Wilhelm von Humboldt (abreviada en el librito incluidoen la bibliografía) porque encontró en la biblioteca del Ate·neo de Madrid la edición decimonónica, presuntamente com-pleta, en siete volúmenes, al cuidado de Carl Brandes (G. Rei-mer, Berlín, 1841-1852). Quede aquí este homenaje a los pró-ceres de nuestra vieja cultura liberal que hicieron posible lapresencia de semejante monumento en el entrañable caserónde la calle del Prado.

BERGLAR,Peter: Wilhelm von Humboldt (obra breve, de ca-rácter general) (Rowohlt) Hamburgo, 1970.

BOHLER,Michael: (epílogo a Wilhelm von Humboldt, Schrif-ten zur Sprache), (Reclam) Stuttgart, 1973.

BORSCHE,Tilman: Sprachansichten. Der Begriff der mensch-lichen Rede in der Sprachphilosophie Wilhelm von Hum-boldts, Stuttgart, 1981.

EVANs,Charlotte, B.: Wilhelm von Humboldt Auffassung vomUrsprung der Sprache (tesis doctoral, ühio State D., 1967).

HEESCHEN,Volker: Die Sprachphilosophie Wilhelm von Hum-boldts (tesis doctoral, Ruhr-DniversWit, Bochum, 1972).

Ross, Roberta Graber: Wilhelm von Humboldt's philosophyof language (tesis doctoral, Stanford Dniv., 1970).

TRABANT,Jürgen: (epílogo a Wilhelm von Humboldt, Vber dieSprache, Ausgewiihlte Schriften (dtv». Munich, 1985.

VALVERDE,José María: Guillermo de Humboldt y la filosofíadel lenguaje (Gredos), Madrid, 1955 (en bibliografías ale-manas. 'Y alguna italiana se atribuye a «José María Ve-larde»).

De los casi cuarenta textos sobre asuntos lingüísticosredactados por Wilhelm van Humboldt a lo largo de suvida (véase la lista complet~ antes, en las pp. 25-28), lainmensa mayoría de ellos fueron escritos en su vejez, en-tre los años 1820 Y 1835, en que falleció. Pocos fueron,sin embargo, los que el propio autor dio en vida a la im-prenta. Entre ellos destacan, por la brillantez de exposi-ción, por la concentración de pensamiento Ypor la varie-dad de intereses, las célebres conferencias que pronuncióen la Academia de las Ciencias de Berlín. Junto a la obradenominada Kawiwerk, que fue publicada póstumamente,es en esas conferencias donde se encuentra lo esencial delpensamiento lingüístico de Wilhelm van Humboldt. Eneste volumen se han recogido cuatro de tales conferen-cias, las más importantes, a las que se ha agregado unbreve pero decisivo texto de 1821.

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Sobre el estudio comparado de las lenguasen relación con las diversas épocas

de su evolución *

1. El estudio comparado de las lenguas no podrá con-ducir a averiguaciones seguras y significativas sobre ellenguaje, la evolución de los pueblos y la formación delos seres humanos hasta tanto no hayamos hecho de él unestudio específico, que tenga en sí mismo su propia utili-dad y su propia finalidad. Es cierto, desde luego, que conello se torna difícil hasta el trabajar una sola lengua. Puessi bien resulta fácil captar la impresión total producidapor cada una, no es menos cierto que, al pretender inves-tigar las causas, nos perdemos en una gran cantidad dedetalles que en apariencia son insignificantes y pronto ve-mos que la acción de las lenguas no depende tanto deciertas peculiaridades grandes y decisivas, sino que estri-ba más bien en la impresión regular, apenas perceptibleen los casos singulares, de la índole de sus elementos. Y esprecisamente aquí donde la universalidad de ese estudio seconvierte en el medio idóneo para colocar nítidamenteante nuestros sentidos ese organismo dotado de un te-jido tan fino que es la lengua, pues la claridad de la for-ma, la cual, aunque adopte figuras múltiples y diferentes,es siempre idéntica en la totalidad, facilita la investi-gación.

2. De igual manera que nuestro globo terráqueo pasópor grandes convulsiones antes de que los mares, las mon-tañas y los ríos adoptasen la configuración que ahora tie-nen, pero a partir de ese instante es poco lo que se hamodificado, así también hay en las lenguas un punto enque su organización se halla acabada y a partir del cualno varía ya su estructura orgánica, su figura fija. Lo queen las lenguas, como productos vivos que son del espíri-

* Texto leído en la Academia de las Ciencias de Berlín el 29 dejunio de 1820.

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tu, sí puede progresar sin fin, dentro de unos límites da-dos es su perfeccionamiento formativo, que les otorgaun; mayor finura. Una vez que una lengua ha adquiridosu figura propia, las formas gramaticales esenciales nocambian. La lengua que no ha distinguido los géneros, loscasos, el tiempo pasivo o el medio, no subsana ya tale~ :a-gunas; tampoco se incrementan ya las grandes famIhasde las palabras, las formas principales de la derivación.Sólo mediante la derivación en las ramificaciones másfinas de los conceptos, sólo mediante la combinación delas palabras, sólo mediante su enlace ingenioso, sólo me-diante el uso imaginativo de sus significados originarios,sólo mediante la separación, sentida correctamente, deciertas formas para ciertos casos, sólo mediante la elimi-nación de lo superfluo, sólo mediante el pulimento de lossonidos ásperos: sólo mediante todas esas cosas van emer-giendo en la lengua, pobre, torpe e inaparente en el ins-tante en que adquirió su figura, yeso si le sonríe el favordel destino, un mundo nuevo de conceptos y un brillo dela elocuencia antes desconocido.

3. Merece atención el fenómeno siguiente: hasta aho-ra no hemos encontrado ninguna lengua allende la líneafronteriza de su configuración gramatical completa, hastaahora no hemos sorprendido a ninguna en el tumultuosodevenir de sus formas. Para examinar aún más, en el as-pecto histórico, la aseveración anterior, es preciso que, alestudiar los dialectos de las naciones salvajes, aspiremosconstantemente de manera principal a determinar el nivelmás bajo de su formación, con el fin de conocer así porexperiencia al menos el tranio inferior de su organización.La experiencia que yo he tenido hasta ahora me ha pro-bado que también los denominados dialectos toscos y bár-baros poseen ya todo aquello que se requiere para su usocompleto y que son formas en cuyo molde podría vertersecon el paso del tiempo, igual que lo han experimentadolos dialectos mejores y más excelentes, la totalidad del áni-mo, para acuñar así en ellas de manera más o menos per-fecta todas las especies de ideas.

4. La lengua tampoco puede surgir de otro modo quede una sola vez, o, para expresarme con mayor exactitud,es preciso que en cada instante de su existencia posea loque hace de ella una totalidad. Emanación inmediata deun ser orgánico en su validez sensible y espiritual, la len-gua participa de la naturaleza de todas las cosas orgánicasen que, en ella, cada uno de los elementos subsiste única-mente por medio de los otros, y todos ellos subsisten úni-camente por medio de la fuerza única que penetra la tota-lidad. La esencia de la lengua se repite también incesan-temente dentro de ella misma, en círculos más reducidoso más amplios; en cuanto estriba en la forma gramatical,tal esencia está ya en unidad completa en la simple frase.y como el enlace de los conceptos más sencillos excita latrama entera de las categorías del pensar, y como lo po-sitivo exige y trae lo negativo, y lo mismo hace la partecon el todo, y la unidad con la pluralidad, y el efecto conla causa, y la realidad con la posibilidad y con la necesi-dad, y lo condicionado con lo incondicionado, y una di-mensión del espacio y del tiempo con la otra, y cada gra-do de sensación con la sensación que lo circunda inme-diatamente, como ocurren todas esas cosas, tenemos queestá presente una totalidad de lengua, también en su ri-queza léxica, desde el momento mismo en que se ha logra-do de manera clara y distinta la expresión del más sencilloenlace de ideas. Todo lo expresado forma lo inexpresadoo lo prepara.

5. En el ser humano se juntan, por tanto, dos áreasque son susceptibles de división hasta un número calcu-lable de elementos fijos y susceptibles de unión hasta elinfinito, y en ellas cada una de las partes manifiesta siem-pre a la vez su naturaleza peculiar como relación con aque-llas partes que pertenecen a ella. El ser humano posee lafuerza de dividir esas dos áreas, de divididas espiritual-mente mediante la reflexión y corporalmente mediante laarticulación, y posee también la fuerza de reunir sus par-tes, de reunidas espiritualmente mediante la síntesis delentendimiento y materialmente mediante el acento; éste

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junta las sílabas en la palabra y junta las palabras en eldiscurso. En consecuencia, tan pronto como la conscien-cia humana ha llegado a ser lo bastante poderosa parahacer que esas dos áreas se interpenetren en ella con lafuerza que efectúa esa misma interpenetración en el oyen-te, también éste se encuentra en posesión de ambas. Lamutua interpenetración de esas dos áreas puede ocurrirúnicamente por medio de una y la misma fuerza y, a suvez, ésta puede brotar sólo del entendimiento. Tampocola articulación de los sonidos, la enorme diferencia quehay entre el mutismo de los animales y el habla de loshombres, cabe explicadas físicamente. Sólo el vigor de laconsciencia de sí impone a la naturaleza corporal esa divi-sión precisa y esa delimitación fija a la que damos el nom-bre de «articulación».

6. Es difícil que el perfeccionamiento formativo, queotorga mayor finura a la lengua, haya ido asociado en se-guida al primer devenir de ésta. Tal perfeccionamientopresupone unas circunstancias que las naciones sólo atra-viesan en una larga serie de años, y lo habitual es que lasacciones de una lengua se entrecrucen con las acciones deotras. Esta confluencia de varios dialectos es uno de losmomentos más principales en la génesis de las lenguas;puede ocurrir que la nueva lengua que está surgiendo re-ciba elementos más o menos significativos de las otraslenguas que con ella se mezclan, y puede ocurrir, que eslo que sucede cuando las lenguas cultas se barbarizan ydegeneran, que los elementos nuevos que se agreguen seanescasos y que sólo quede interrumpida la tranquila mar-cha de la evolución, y que la forma culta sea malentendi-da y desfigurada, remodelada y usada de acuerdo conotras leyes.

7. En general no cabe negar la posibilidad de que ha-yan surgido varios dialectos sin ninguna comunión entreellos. Tampoco hay una razón que obligue a rechazar lahipótesis de una conexión universal de todos ellos. Nin-gún rincón de la Tierra es tan inaccesible que no pueda

haber recibido población y lengua de otro lugar; y ni si-quiera estamos en condiciones de pronunciamos acercade la distribución que los mares y la tierra firme tuvieronen otro tiempo, y que acaso fue muy distinta de la actual.La naturaleza misma del lenguaje y el estado del génerohumano mientras es inculto son circunstancias que abo-nan la mencionada conexión universal. La necesidad deser entendido obliga a buscar cosas ya existentes y com-prensibles, y, antes de que la civilización junte más a lasnaciones, las lenguas permanecen largo tiempo en pose-sión de poblaciones pequeñas; éstas, poco inclinadas amantener duraderamente los sitios donde habitan y pococapaces de defenderlos con éxito, a menudo se expulsanunas a otras, se sojuzgan y entremezclan; yeso, como esnatural, repercute sobre sus lenguas. Aun cuando no seadmita una procedencia común de las lenguas, es fácilque ninguna familia lingüística haya dejado de mezclarseposteriormente con las demás. Por tanto, en la investiga-ción de las lenguas ha de estar vigente la máxima siguien-te: buscar la conexión entre ellas mientras sea reconociblecualquier rastro de tal conexión y examinar con cuidadoa propósito de cada lengua si está formada de maneraindependiente, de una sola pieza, o si en su formación gra-matical o léxica está mezclada con elementos ajenos y dequé manera lo está.

8. Tres son, pues, los momentos que cabe diferenciara fin de examinar y analizar las lenguas:

- La formación primera, pero completa, de su estruc-tura orgánica.

- Las variaciones debidas a añadidos ajenos, hastaque las lenguas vuelven a alcanzar una situación de esta-bilidad.

- Su perfeccionamiento formativo, que les otorga ma-yor finura, una vez que su delimitación (frente a otraslenguas) y su estructura de conjunto están ya fijas y soninalterables.

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Los dos primeros momentos no cabe disociarlos conseguridad. El tercero, en cambio, funda una diferenciaesencial y decisiva. El punto que lo separa de los otrosdos es el punto de la organización acabada; en él la lenguase encuentra ya en posesión y en libre uso de todas susfunciones y después de él no consiente ya más modifica-ciones en su estructura propiamente dicha. En las lenguashijas del latín, así como en el griego moderno y en el in-glés -este último es uno de los fenómenos más instructi-vos en lo referente a la posibilidad de que una lengua secomponga de elementos muy heterogéneo s y uno de losmás agradecidos objetos de la investigación lingüística-cabe incluso efectuar un seguimiento histórico del perío-do de organización y averiguar hasta cierto punto el gradode acabamiento; la lengua griega la encontramos, ya ensu primera aparición, en un grado de acabamiento queno nos es conocido en ninguna otra, y a partir de ese mo-mento recorre, desde Homero hasta los alejandrinos, unasenda de progresivo perfeccionamiento formativo; la len-gua romana la vemos reposar, por así decirlo, durantealgunos siglos, antes de que en ella comience a resultarvisible una cultura más refinada y científica.

9. La disociación aquí ensayada da lugar a dos par-tes distintas en el estudio comparado de las lenguas; y deque ambas sean tratadas por igual depende que ese estu-dio sea completo. La diversidad de las lenguas es el asun-to que aquí vamos a trabajar; debemos hacerla a partirde la experiencia y de la mano de la historia, debemosestudiar esa diversidad en sus causas y en sus efectos, asícomo también en su relación con la naturaleza, destinos yfines de la humanidad. La diversidad de las lenguas sepresenta, empero, en una doble figura: por un lado, comofenómeno de la historia natural, como consecuencia ine-vitable de la diversidad y separación de los pueblos, comoobstáculo a la unión inmediata del género humano; porotro, como fenómeno de la teleología del entendimiento,como medio de formación de las naciones, como instru-mento de una multiplicidad más rica y de una peculiari-

dad más grande de los productos intelectuales, como ar-tífice de una unión de la parte culta del género humano,unión que está basada en el sentimiento recíproco de laindividualidad y que por ello mismo es más íntima. Esteúltimo fenómeno es propio únicamente de la Edad Moder-na; la Antigüedad lo conoció tan sólo en la unión de laliteratura griega y la romana; pero como esas dos litera-tur~jSno floreCieron al mismo tiempo, lo conoció sólo demanera imperfecta.

10. Por mor de la brevedad, y pasando por alto lapequeña inexactitud que resulta del hecho de que el per-feccionamiento formativo de una lengua influye tambiénen su organismo ya consolidado, así como en el hecho deque éste mismo puede haber experimentado los efectos deaquél antes incluso de haber llegado a tal situación, voya designar las dos partes arriba descritas del estudio com-parado de las lenguas del modo siguiente:

- la investigación del organismo de las lenguas, y- la investigación de las lenguas en la situación de su

perfeccionamiento formativo.

El organismo de las lenguas brota de la facultad uni·versal y de la necesidad universal de hablar que el ser hu-mano posee y procede de la totalidad de la nación; lacultura de una nación singular depende, en cambio, dedisposiciones y destinos especiales y en gran parte se basaen individuos que van surgiendo en ella uno tras otro. Elorganismo de las lenguas pertenece a la fisiología del hom-bre intelectual; el perfeccionamiento formativo, por elcOl1trario, a la serie de las evoluciones históricas. El aná-lisis de las diversidades de organismo lleva a medir y exa-minar el área del lenguaje y la capacidad de lenguaje delser humano; la investigación en la situación de la culturasuperior lleva a conocer la consecución de todos los fineshumanos mediante la lengua. Los estudios del organismoexigen una comparación continuada, hasta donde sea po-sible; la indagación de la marcha del perfeccionamiento

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formativo requiere concentrarse en la misma lengua yadentrarse en sus peculiaridades más finas; de ahí que loprimero exija extensión de la investigación, mientras quelo segundo demanda profundidad. En consecuencia, quiende veras desee enlazar estas dos partes de la ciencia dellenguaje, habrá de ocuparse, desde luego, de lenguas muydispares, más aún, si ello fuera posible, habrá de ocupar-se de todas las lenguas, pero tendrá que partir siempredel conocimiento preciso de una sola o de unas pocas. Losfallos en esto último son castigados de manera más sen-sible que las lagunas en la totalidad, nunca alcanzable porentero. Trabajado de ese modo, el estudio empírico com-parado de las lenguas podrá mostrar las diversas mane-ras en que el ser humano ha hecho realidad el lenguaje,la parte del mundo de los pensamientos que ha consegui-do llevar a él, el modo en que la individualidad de las na-ciones actúa sobre la lengua y el modo en que esta últi-ma vuelve a operar sobre aquélla. Pues los cuatro objetosque la investigación comparada de las lenguas ha de con-siderar en su conexión recíproca son los siguientes: lalengua; los fines del ser humano que mediante ella pue-den alcanzarse; el género humano en su evolución pro-gresiva; y, por último, las naciones singulares.

11. Todo lo concerniente al organismo de las lenguasme lo reservo para un trabajo detallado que he empren-dido sobre las lenguas de América. Las lenguas de un grancontinente, de un continente que ha estado habitado y re-corrido por múltiples poblaciones y del cual es dudosoincluso que alguna vez haya estado unido con otros, ofre-ce un objeto muy favorable para esta parte de la lingüís-tica. Aun contando sólo aquéllas de las que poseemos no-ticias bastante detalladas, encontramos allí una treintenade lenguas que todavía son en realidad completamentedesconocidas y a las que podemos considerar como otrastantas nuevas especies naturales; a esas treinta lenguashabrá que añadir un número mucho mayor de otras delas que no tenemos otra cosa que datos incompletos. Deahí que sea importante analizar con detenimiento todas

ellas. Pues lo que sigue faltándole a la lingüística generales esto: una penetración suficiente en el conocimiento delas lenguas singulares. Sin eso será escasa la ayuda quepodrá aportar la comparación de las lenguas, por muygrande que sea el número de las comparadas. Se ha con-siderado suficiente con señalar peculiaridades singularesdivergentes en la gramática y con comparar entre sí lis-tas de palabras más o menos extensas. Pero también eldialecto de la más tosca de las naciones es una obra de-masiado noble de la Naturaleza como para que la rompa-mos en pedazos tan casuales y la presentemos de manerafragmentaria a la consideración. Ese dialecto es un serorgánico y hemos de tratado como tal. De ahí que la pri-mera regla sea estudiar antes que nada cada lengua co-nocida en su conexión interna, perseguir y ordenar siste-máticamente todas las analogías que en ella quepa encon-trar, con el fin de llegar a conocer así, de manera intuiti-va, el enlace gramatical de las ideas que en ella existen,la extensión de los conceptos designados, la naturaleza deesa designación y el impulso espiritual más o menos vivoque la acompaña y que tiende hacia la ampliación y el re-finamiento.

Pero, además de esas monografías de las lenguas en suconjunto, la lingüística comparada demanda otras mono-grafías de partes singulares de la estructura lingüística,del verbo por ejemplo, a través de todas las lenguas. Loque mediante ellas debe buscarse y enlazarse son todoslos hilos de la conexión; algunos de tales hilos se extien-den, por así decido, a lo ancho, a través de las partes ho-mogéneas de todas las lenguas, pero también hay otroshilos que se extienden a lo largo, a través de las distintaspartes de cada lengua. Los primeros reciben su orienta-ción de la identidad en todas las naciones de la necesidadde lenguaje y de la facultad de lenguaje; los segundos,·de la individualidad de cada nación. Esa doble conexiónpermite conocer la extensión de las diversidades con queel género humano forma el lenguaje y la coherencia conque un pueblo singular forma su propia lengua; y ambascosas, el lenguaje y el carácter lingüístico de las naciones,

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se presentan a una luz muy clara cuando hemos visto rea-lizada en formas individuales tan múltiples la Idea dellenguaje y, al mismo tiempo, hemos visto contrapuestoel carácter lingüístico de las naciones a la universalidady a sus géneros próximos. Sólo de ese modo cabrá dar unarespuesta radical a la importante cuestión de si es posi-ble, y cómo lo es, clasificar las lenguas por su estructurainterna, más o menos como las familias de las plantas.

Lo dicho hasta aquí, por muy profundos que sean losatisbas qué en ello se encierren, no es, con todo, más queuna mera conjetura si no es sometido a un examen empí-rico más riguroso. Pues la lingüística de que aquí esta-mos hablando habrá de apoyarse únicamente en hechos,y claro está no en hechos coleccionados de manera unila-t~ral e inco~pleta. También para juzgar si las nacionesproceden unas de otras en lo referente a sus lenguas espreciso encontrar los principios básicos mediante un aná-lisis preciso, que aún nos falta, de las lenguas y dialectoscuyo parentesco esté ya probado históricamente por otrasvías. Hasta que no avancemos, también en este campo, delo conocido a lo desconocido, nos encontraremos en unasenda resbaladiza y peligrosa.

12. Mas, aunque investiguemos de manera muy exac-ta y completa las lenguas en su organismo, es su uso elque decide lo que ellas pueden llegar a ser mediante éste.En efecto, lo que el uso adecuado conquista al área delos conceptos vuelve a operar a su vez sobre éstos, enri-queciéndolos y configurándolos. Son, por tanto, esas in-vestigaciones, que de modo completo sólo cabe efectuaren las lenguas cultas, las que muestran la idoneidad deéstas para alcanzar los fines de la humanidad. La clavede bóveda de la lingüística, su punto de unión con laciencia y el arte, reside, pues, en esto. Mientras no haya-mos llevado la lingüística hasta ese punto, mientras nohayamos considerado la diversidad de organismo con lasmiras puestas en indagar la capacidad de lenguaje en susaplicaciones más excelsas y variadas, el conocimiento deun gran número de lenguas será fecundo a lo sumo para

indagar la estructura del lenguaje en general y para efec-tuar investigaciones históricas singulares, pero no sin ra-zón asustará al espíritu y lo disuadirá de aprender multi-tud de formas y sonidos que a la postre conducen siemprea la misma meta y significan lo mismo, sólo que con tim-bres diferentes. Prescindiendo del uso inmediato para lavida, el único estudio de lenguas que conserva importan-cia és el de aquéllas que poseen una literatura, y tal estu-dio está subordinado a la atención prestada a ésta. Tal esel punto de vista, muy correctamente adoptado, de la fi-lología, en la medida en que cabe contraponerIa al estu-dio general de las lenguas. Este estudio se llama así por-que trata el lenguaje en general, no porque pretenda abar-car todas las lenguas; a esto último es forzado, antes bienúnicamente con vistas a aquel fin. '

13. Pero si ahora somos empujados de ese modo ha-cia las lenguas cultas, lo primero que hay que preguntares lo siguiente: ¿es cada una de las lenguas capaz de idén-tica cultura significativa o es capaz sólo de alguna?, ¿hayformas lingüísticas que hubieron de ser destruidas antesde que las naciones pudieran alcanzar mediante el dis-curso los fines superiores de la humanidad?

Desde luego, yo estoy plenamente convencido de ello,hemos de ver el lenguaje como algo situado inmediata-mente en el ser humano; pues en modo alguno cabe ex-plicarIo como obra producida por su entendimiento a laclaridad de la consciencia.

De nada sirve conceder milenios y más milenios parasu invención. Si su tipo no preexistiese en el entendimien-to humano, no cabría inventar el lenguaje. Para que elhombre comprenda de verdad una sola palabra, para quela comprenda no como un mero estímulo sensible, sinocomo un sonido articulado que designa un concepto, paraes~ es menester que en él preexista el lenguaje en su to-tah~a~ y en su conexión. No hay en el lenguaje nada queeste aIslado, cada Uno de sus elementos se presenta úni-camente como parte de una totalidad. De igual maneraque resulta muy natural la hipótesis de un perfecciona-

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miento formativo de las lenguas, así también la invenciónde éstas no pudo acaecer más que de un solo g?lpe. Sólopor el lenguaje es hombre el hombre, mas para mventarIotenía ya que serio. .

Es cierto que hay quien se figura que esto pudo Ir ocu:rriendo poco a poco, gradualmente, por rondas, por a;)1decirIo; hay quien se figura que gracias a una pa~te masde lengua inventada pudo el hombre llegar a ser mas ho~-bre y que gracias a tal incremento pudo él, a su ve~, 1I~-ventar más lengua; también hay quien desconoce la mdI-sociabilidad de la consciencia humana y la lengua huma-na, así como la naturaleza de la operación intelectual quese requiere para concebir una única palabra.

No por eso es lícito, sin embargo, imaginar la lenguacomo algo dado de manera acabada; si así fuera, tampo-co cabría concebir cómo el ser humano podría compren-der la lengua dada y servirse de ella. La lengua emergenecesariamente del hombre mismo y, además, emerge deél poco a poco, pero lo hace de tal manera. que su o,rga-nismo no yace desde luego como una masa merte alla enla oscuridad del alma, sino que condiciona como ley lasfunciones de la fuerza del pensar; en consecuencia, la pri-mera palabra hace resonar ya, y presupone, la lengua en-tera. De ahí que, si con algo cabe comparar eso que enrealidad no tiene igual en toda el área de 10 pensable, esdel instinto natural de los animales de lo que podemosacordamos, y al lenguaje podemos llamarIo un instintonatural de la razón.

De igual manera que no cabe explicar el instinto delos animales por sus disposiciones espirituales, así tam-poco es posible dar cuenta de la invención de las lenguasrecurriendo a los conceptos y a la facultad de pensar delas naciones toscas y salvajes que fueron sus artífices. Deahí que yo nunca haya podido hacerme a la idea de queuna estructura lingüística que esté dotada de una grancoherencia y que sea muy artificios a en su pluralidaddeba presuponer una gran ejercitación en el pensar y serprueba de una cultura anterior perdida. Del más toscoestado de naturaleza puede surgir una lengua como ésa,

la cual es, sí, producto de la Naturaleza, pero de la natu-raleza de la razón humana. Coherencia, uniformidad, yello incluso en una estructura compleja, son en todos lossitios la impronta que llevan grabada los productos dela Naturaleza, y la dificultad de hacerla s brotar no es laprincipal. La verdadera dificultad de la invención de lalengua no está tanto en la coordinación y subordinaciónde una multitud de circunstancias interrelacionadas cuan-to en la insondable profundidad de la sencilla operacióndel entendimiento que en general se requiere para com-prender y hacer surgir la lengua aun en uno solo de suselementos. Una vez dado eso, todo lo demás se sigue por símismo, y no puede aprenderse, sino que es menester quepreexista originariamente en el ser humano.

Pero el instinto de los hombres se halla menos sujetoque el de los animales y deja espacio a la influencia de laindividualidad. De ahí que la obra producida por el ins-tinto de la razón pueda florecer en una perfección mayoro menor, mientras que el producto del instinto animalconserva una uniformidad más persistente; y no es con-tradictorio con el concepto de lengua el que algunas, en elestado en que se nos aparecen, sean realmente incapacesde un perfeccionamiento formativo acabado. La experien-cia de traducciones de lenguas muy dispares, así como eluso de lenguas muy toscas e incultas para instruir conellas en las doctrinas más misteriosas de una religión re-velada, muestran ciertamente que en cada una de las len-guas cabe expresar toda una serie de ideas, bien que conéxitos muy diversos. Pero esto es mera consecuencia delparentesco universal de las lenguas y de la ductilidad delos conceptos y de sus signos. Lo único que aporta prue-bas en favor de las lenguas mismas y de su influencia so-bre las naciones es lo que surge naturalmente de ellas; noaquello a lo que son forzadas, sino aquello a lo que porsí mismas invitan y animan.

14. Será el examen histórico el que habrá de investi-gar en concreto las razones de la imperfección de algunaslenguas. Pero yo he de abordar aquí una cuestión diferen-

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te, a saber: si hay alguna lengua que esté madura parauna formación acabada antes de haber atravesado ya va·rias situaciones intermedias, precisamente aquellas situa·ciones que de tal modo rompen el modo originario de re-presentar que ya no está del todo claro el significado inicialde los elementos. Ello resulta verosímil tanto por la nota-ble observación de que la coherencia es una propiedadcaracterística de las lenguas toscas, mientras que en lascultas lo es la anomalía en muchas partes de su estructura,cuanto por razones sacadas de la naturaleza misma delasunto.

El principio que domina en la totalidad de la lenguaes la articulación; en cada una de las lenguas, la más im-portante de sus excelencias es una articulación sólida yágil; pero esto tiene como presupuesto unos elementossimples y en sí mismos indivisibles. La esencia de la len-gua consiste en verter la materia del mundo fenoménicoen el molde de la forma de los pensamientos; todas susaspiraciones son formales. Y dado que las palabras estánen lugar de los objetos, es menester también que a laspalabras en cuanto materia se les oponga una forma a lacual estén sujetas. Ahora bien, son precisamente las len-guas primitivas las que acumulan una multitud de deter-minaciones en el mismo grupo silábico y las que son vi-siblemente deficientes en el dominio de la forma. El sen-cillo secreto de tales lenguas, un secreto que indica la víaque siempre será preciso seguir para descifrar su enigma,olvidándonos completamente de nuestra gramática, es elsiguiente: que alinean inmediatamente lo que es signifi-cativo en sí. La forma es añadida mentalmente; o bienviene dada por una palabra que en sí está dotada de sig-nificado y a la que también se toma como tal, por lo que,en consecuencia, la forma viene dada como materia.

En el segundo gran nivel del avance, el significado ma-terial cede ante el uso formal y ahí es donde se generanlas palabras dotadas de un significado gramatical y, portanto, formal. Pero la forma es indicada únicamente enaquellos sitios donde viene exigida por una circunstanciainherente al sentido del discurso, es indicada únicamente

en aquel~os sitios donde, por así decido, viene exigida porla materIa, y no en aquéllos donde viene exigida formal-mente por el enlace de las ideas. Sin duda el plural espensado como una multiplicidad, pero el singular no espensado exactamente como una cosa única, sino sólo comoel concepto en general; el verbo y el nombre coinciden ena.quellos casos en que no es precisamente la persona o eltlemp? lo '!ue h~y que expresar; la gramática no ejercet~davIa su ImperIO sobre la lengua, sino que aparece tan010 en el caso de que se tenga necesidad de ella.

Al tercer nivel se ha ascendido tan sólo cuando ningúnelemento es .pensado ya como huérfano de forma y cuan-do la materIa como tal es vencida totalmente en el dis-curso; mas ese nivel, si es entendido como aquél en elcua~ hay en cada uno de sus elementos una indicaciónaudIble de, la forma, es un nivel al que apenas llegan laslenguas ma~ ~~ltas, aun cuando sea él aquello en que sebasa la pOSIbIlIdad de una euritmia arquitectónica en laestructura de los períodos. A mí no me es conocida nin-guna lengua, ni siq~iera en su acabamiento supremo, cu-~as forma.s gramatIcales no sigan llevando en sí rastrosInconfundIbles de la originaria aglutinación silábica.

Así, pues, en tanto la palabra, en el nivel inferior, apa-rezca compuesta con su modificación y no como modifi-cada en su sencillez, faltará la fácil divisibilidad de suse!e~entos y el espíritu será oprimido por la torpeza dels~gmficad~ con que cada partícula básica se presenta, noSIendo estImulado al pensar formal por el sentimiento delo formal. El ser humano, próximo todavía al estado denaturaleza, fácilmente lleva también demasiado lejos unmodo d~ representar, una vez que lo ha adoptado; piensac~da obJeto. y cada operación con todas sus circunstan-CIasconcomItantes, transfiere esas cosas a la lengua y lue-go vuelve a quedar avasallado por ésta, ya que en ella elconcepto viviente queda congelado, reducido a merocuerpo.

Un me~lio su.mamente eficaz de reducir esto a sus ver-~aderas dl~Ile:lS1onesy de disminuir la fuerza de lo quetIene un sIgmficado material es el entrecruzamiento de

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las naciones y de las lenguas. Una maner~ ~ueva de reopresentar se asocia entonces a la que eXlstIa hasta esemomento; las poblaciones que se mezc1an no conocen mu-tuamente la composicion singular de las palabras de susdialectos, sino que las acogen meramente c~mo formulasen conjunto; puesto que resulta posible eleglr, ~os.elemen-tos mas incomodos y torpes ceden ante los mas hgeros yductiles; y como el espiritu y la lengua ~o estan. ya entr~.lazados con tanta unilateralidad, el pnmero eJerce maslibremente su imperio sobre la segunda. Es cierto que elorganismo originario queda perturbado, pero, l~ nuevafuerza que se agrega es tambien una, ~uerza ~~gam<:a,y deeste modo se continua sin interrupclOn el teJldo, solo queahora de acuerdo con un plan dotado de una mayor am·plitud y variedad. Asi, pues, 10 q~e hizo la ama.lgama ap~-rentemente confusa de las poblaclOnes en los tlempos pn-mitivos fue preparar el florecimiento del discurso y delcanto en siglos que llegarian mucho mas tarde.

15. Pero aqui no vamos a fijarnos en esa imperfeccionde algunas lenguas a la que acabamos de referirn~s. E1examen de las lenguas dotadas de identica perfecclon 0

de aquellas cuya diferencia no puede medirse de manerapuramente cuantitativa es 10 unico que permite dar re~-puesta a esta cuestion general: <.como hemos de ver la dl-versidad en cuanto tal de las lenguas en su relacion conla formacion del genero humano?, <.hemos de verla comouna circunstancia fortuita que acompafia la vida de lasnaciones y que puede aprovecharse con hab~lid~d y s~e~·te, 0 hemos de verla como un medio necesano, msustltUl-ble, de trabajar el area de las ideas? Pues to~as las Jen.guas se inc1inan cual radios convergentes hacla esa a~ea,10 cual hace que su relacion con ell~, que ~s s~,con~emdo,constituya el punto final de nuestra mvestlgaCl~m.51 fueraposible independizar de la lengu,a e.se contemdo ~ ha.cerde la expresion lingiiistica algo mdlferer:te para ~l, SI lalengua y su contenido fueran d~ suy<;>mde~endle~tes eindiferentes entonces el perfecclOnamlento formatlvo delas lenguas ~ el estudio de su diversidad tendrian una im-

portancia condicionada y subalterna nada- mas; en el casocontrario, su importancia seria incondicional y. decisiva.

16. El modo mas seguro de dilucidar esta cuestionesta en comparar la palabra simple con el concepto sim-ple. Es cierto que la palabra no constituye la totalidad dela Jengua, pero es su parte mas significativa, aquello queen el mundo de 10 vivo es el individuo. En modo algunoresulta indiferente el que una lengua exprese con una pe-rifrasis aquello que otra expresa con una sola palabra. Noresulta indiferente con respecto alas formas gramaticales,ya que en la perifrasis estas no aparecen como ideas mo·dificadas, por contraste con el concepto de la forma pura,sino que aparecen como ideas que indican la modifica-cion; pero tampoco resulta indiferente con respecto a ladesignacion de los conceptos. La ley de la articulacion su-fre necesariamente quebranto cuando aquello que en elconcepto se presenta como unidad no aparece como uni·dad tambien en la expresion, y un concepto al que Ie faltetal expresion carece de la entera eficacia viva de la pala-bra en cuanto individuo. Al acto del entendimiento quehace brotar la unidad del concepto corresponde como sig-no sensible la unidad de la palabra, y ambas unidades hande ir juntas, y 10 mas cerca posible, en el pensar medianteel discurso. Pues de igual manera que el vigor de la refle-xion hace surgir la separacion y la individuacion de lossonidos mediante la articulacion, asi tambien esta a suvez ha de volver a operar sobre la materia de los pensa-mientos, separando e individualizando, y ha de hacerleposible a esa materia el que, partiendo de 10 no-separadoy aspirando a 10 no-separado, aspirando a la unidad ab·soluta, recorra ese camino a traves de la separacion.

17. Mas el pensar no depende solo del lengl,laje en ge-neral, .sino que hasta cierto punto depende tambien decada lengua determinada y singular. Es cierto que ha ha-bido quien ha querido sustituir las palabras de las diver-sas lenguas por unos signos dotados de validez universal,por unos signos como los que la matematica posee en las

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lineas, los numeros y el algebra. Con e110sno cabe ago-tar, empero, mas que una exigua parte de la mas a de 10pensable, ya que por su propia naturaleza tales signos noconvienen mas que a aque110s conceptos que pueden serel producto de una mera construcci6n mental 0 que sonfomados puramente pOI' el entendimiento. Pero en aque-110ssitios donde ha de ser troquelada en conceptos la ma-teria de la percepci6n interna y de la sensaci6n, 10 queimporta es la facultad individual de representaci6n delser humano, de la cual es indisociable su lengua. Todaslas tentativas de colocar en el centro de las diversas len-guas singulares unos signos universales para los ojos y losoidos son simplemente metodos abreviados de traducci6n,y seria una necia ilusi6n el figurarse que con ellos sali-mos fuera, no digo que de toda lengua, pero ni siquieradel circulo restringido y determinado de la nuestra pro-pia. Cabe desde luego buscar tal pun to central de todaslas lenguas y encontrarlo realmente, y resulta necesariono perderlo de vista tampoco en el estudio comparado delas lenguas, tanto en su parte gramatical cuanto en suparte lexica. Pues en ambas partes hay un buen numerode cosas que pueden ser determinadas enteramente a prio-ri y que pueden ser separadas de todas las condiciones deuna lengua particular. Pero frente a eso hay una cantidadmucho mayor de conceptos y tambien de deta11es grama-ticales que se hallan tan indisolublemente entretejidos conla individualidad de su lengua que no es posible mante-nerlos suspendidos del mere hilo de la percepci6n inter-na, flotando entre todas las lenguas, ni cabe traspasarlossin alteraci6n a una lengua diferente. Una parte muy sig-nificativa del contenido de cada lengua depende de e11atan indudablemente que la expresi6n lingiiistica no puedeya continual' siendo indiferente para el contenido.

18. La palabra, que es la que en realidad hace delconcepto un individuo en el mundo de los pensamientos,Ie agrega muchas cosas suyas significativas; y la idea, alrecibir nitidez de la palabra, queda al mismo tiempo en-cerrada dentro de ciertos limites. El sonido articulado de

la palabra; el parentesco de esta con otras de significadoparecido; el concepto transitorio, casi siempre contenidoen la palabra y que 11evahacia el objeto designado de unmodo nuevo y al cual es ella asimilada; las relaciones con-comitantes de la palabra con la percepci6n 0 la sensaci6n:todas esas cosas hacen que surja una impresi6n determi-nada, y esa impresi6n, al convertirse en habito, aportauna dimensi6n nueva a la individualizaci6n del concepto,el cual es de suyo mas indeterminado, pero tambien maslibre. Pues con cualquier palabra dotada de significadose enlazan las sensaciones que ella misma va estimulandopoco a poco, las intuiciones y nociones surgidas ocasio-nalmente; y palabras distintas, si se ponen juntas, perma-necen identicas a si mismas tambien en las proporcionesgraduales en que actuan. De igual manera que una pala-bra transforma un objeto en una representaci6n, asi tam-bien hace resonar, aunque a menudo de manera imper-ceptible, una sensaci6n que corresponde simultaneamenteala naturaleza de la palabra y ala naturaleza del objeto;y la serie ininterrumpida de los pensamientos en el serhumano va acompafiada asimismo de una secuencia inin-terrumpida de sensaciones. Tal secuencia viene desde lue-go determinada pOl' los conceptos representados, pero esante todo la naturaleza misma de las palabras y de la len-gua 10 que determina su grade y su colorido. EI objeto,cuya aparici6n en el animo va siempre acompafiada deuna impresi6n que es individualizada por la lengua y quese repite siempre de manera regular, es tambien repre-sentado en si de una manera modificada por tal proceso.Esto resulta poco observable en el caso singular, pero elpoder del efecto causado en la totalidad consiste en laregularidad y en la continua reiteraci6n de tal impresi6n.El caracter de la lengua se adhiere a cada impresi6n y acada uni6n de expresiones y, en consecuencia, el acervo delas representaciones adquiere un colorido que procedede aquel caracter.

19. Pero la lengua no es un producto libre del hom-bre singular, sino que pertenece siempre a la totalidad de

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la naClOn; tambien en 6sta las generaciones posterioresreciben la lengua de quienes han vivido antes. El hechode que en la lengua se mezcle, acendre y reconfigure elmodo de representar propio de todas las edades, sexos,estamentos, variedades de canicter y de espiritu de unmismo pueblo, y luego de varias naciones -merced altraspaso de palabras y lenguas-, y a la postre del generohumano entero -al ir aumentando la comunidad de lospueblos-, ese hecho comporta que la lengua sea el granpunta donde se realiza el tnlnsito de la subjetividad a laobjetividad, el tnlnsito de la siempre limitada individuali-dad a la existencia omnicomprensiva.

La invencion de unos signos foneticos nunca antes oi-dos es algo que solo cabe imaginar en el origen de laslenguas, origen que queda allende toda experiencia huma-na. En los sitios donde el ser humano ha recibido portradicion unos sonidos articulados, los cuales esttm de al-guna manera dotados de significado, forma su propia len-gua adhiriendola a tales sonidos y amplia su propio dia-lecto de acuerdo con la analogia proporcionada por ellos.Esto se basa en la necesidad que el hombre siente de ha-cerse comprender, en la conexion universal de todas laspartes y elementos de cada lengua y de todas las lenguasentre si, y en la identidad de la facultad de lenguaje.

Tambien para la aclaracion gramatical de las lenguastiene importancia el no perder de vista que no es facilque las poblaciones que formaron las lenguas llegadashasta nosotros hubieran de inventarlas, sino que, mas bien,en aquellos sitios donde actuaron autonomamente hubie-ron de repartir y aplicar aquello con que se toparon. Soloasi cabe dar cuenta de muchos matices finos de las for-mas gramaticales. Es dificil que para tales matices se in-ventaran designaciones distintas; 10 natural seria, por e1contrario, que no se usasen indiferentemente las distin-tas designaciones que preexistian. Lo que preponderante-mente pasa de una nacion a otra son los elementos capi-tales dellenguaje; es decir, las palabras. Alas formas gra-maticales eso les resulta mucho mas dificil, pues, al teneruna naturaleza intelectual mas fina, mas bien que adhe-

rirse materialmente a los sonidos articulados, aclarando-se de ese modo a si mismas, es en el entendimiento don-de tienen su sede.

Esto comporta que entre las generaciones eternamen-te .cambiantes de los seres humanos y el mundo de los?bJe~os susceptibles de representaci6n haya un numeromfimto de palabras, las cuales, aun cuando originariamen-t~ fueran producidas segun leyes de libertad y en 10 suce-SIVO.fueran empleadas de ese modo, nosotros no podemosver.Igual que vemos a los hombres y los objetos, sino comoentIdades que tienen su sede en si mismas, como entida-des 9-ue solo cabe explicar historicamente, y que han idosurglendo poco a poco merced a la fuerza conjunta de lanat.uraleza, los seres humanos y los acontecimientos. Lasene de las palabras se extiende de tal modo hasta laso~curida?~s .de los primeros tiempos que ya no es posiblefiJar su mlClO; la ramificacion de las palabras abarca la~o.talidad del.~enero h?-mano hasta donde hubo union bajoel, la actuaclOn ultenor y la produccion ulterior de laspalabras podrian encontrar un pun to final unicamente siquedaran extirpadas de golpe todas las generaciones quea~ora viven y si quedasen cortados de repente todos loshI10s de la tradicion.

Dado que las naciones se sirven de los elementos lin-giiisticos preexistentes, y dado que estos mezclan su na-t~raleza co~ ,Ia re~res.entacion de los objetos, ocurre quem la expreSlOn es mdlferente ni el objeto es independien-te de la lengua. Pero el ser humano, que esta condiciona-do por la lengua, a su vez vuelve a operar sobre ella, yesto hace que cada una de las lenguas particulares sea a suvez el resultado de tres acciones distintas y coincidentes,a saber: la naturaleza real de los objetos, pues ella es laque hace que brote la impresion en el animo· la naturale-za subjetiv~ de la nacion; y la naturaleza p~culiar de lalengua, deblda a la materia basica que se Ie mezcla y a lafuerza con que todo 10 que alguna vez ha sido transferidoa ella permite un perfeccionamiento formativo solo den-tro de ciertos Iimites de la analogia, aunque en su origenfuera creado c::ontot;;11libertad.

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20. La dependencia reciproca del pensamiento y .ellenguaje hace claro y evidente que las lenguas son propla-mente un medio no tanto de presentar la verdad ya cono-cida cuanto, mucho mas, de descubrir la verdad antesdesconocida. La diversidad de las lenguas no es una diver-sidad de sonidos y signos, sino una diversidad de vistasdel mundo. La raz6n y la finalidad ultima de toda inves-tigaci6n lingiiistica residen en eso. ,E.l acervo de 10 .co-nocible, que es el campo que el esplntu ha de ~rabaJar,hallase en el centro entre todas las lenguas e mdepen-diente de ellas; a la zona puramente objetiva no puedeacercarse el ser humano sino de acuerdo con su modopropio de conocer y de sentir, es decir, s6l~ ~>uedehacer-10 pOl' una via subjetiva. Cabalmente, los S1tl0Sdonde lainvestigaci6n toca los puntos mas altos y profund~s ~onaquellos donde el uso mecanico y l6gico del en~e~dlmlen-to -el uso mas f,kH de separar de toda pecuhandad es-pecial- se encuentra al final de su operatividad y dondese inicia un metodo de percepci6n y creaci6n internas delcuallo unico que esta claro es que la verdad objetiva bro-ta de la totalidad de la fuerza de la individualidad subje-tiva. Tal cosa es posible linicamente con Y mediantelengua.

Ahora bien, en cuanto obra de la naci6n y del pasado,la lengua es algo que Ie resulta extraiio al ser humano;esto hace que pOl' un lado este que de atado pOl' 10 quetodas las generaciones anteriores han ido depositando enla lengua, pero pOl' otro lado salga enriquecido, reforzadoy estimulado pOl' ello. La lengua, que se contrapone con:oalgo subjetivo a 10 conocible, se enfrenta como algo obJe-tivo al ser humano. Pues cada una de las lenguas es uneco de la naturaleza universal del hombre; y si bien escierto que ni siquiera todas las lenguas juntas puedenlleaar a convertirse nunca en una copia compIeta de la

b •

subjetividad de la humanidad, no es menos Clerto que es-tan aproximandose continuamente a esa meta. Pero a suvez la subjetividad de la humanidad entera va convirtien-dose en si en algo objetivo. La coincidencia originaria en-tre el hombre y el mundo, en la cual se basa la posibili-

dad de todo conocimiento de la verdad, va siendo, portanto, recuperada fragmento a fragmento y de maneraprogresiva por la via de los fen6menos. Pero nunca dejade ser 10 objetivo aquello que hay que conquistar; y sibien el ser humano se acerca a ello poria via subjetivade una lengua particular, su segundo esfuerzo consiste enaislar 10 subjetivo, aunque s6lo sea trocando una subjeti-vidad pOl' otra, y en disociarlo de 10 objetivo con la ma-yor fuerza posible.

21. Si comparamos en varias lenguas las expresionesque se emplean para designar los objetos no-sensibles, en-contraremos que s6lo son sin6nimas aquellas expresionesque, por ser construibles mentalmente de un modo puro,10unico que pueden contener y que contienen es aquelloque se deposita en ellas.

Todas las demas expresiones recortan y seccionan demanera distinta el area que esta en su centro -si es quepodemos denominar as! el objeto designado por ellas-,todas ellas tienen un contenido mayor 0 menor y encie-rran otras muchas determinaciones. Las expresiones em-plead as para designar los objetos sensibles son sin6nimas,desde luego, en la medida en que en todas ellas se piensael mismo objeto; pero su significado diverge en el modode expresar su representaci6n. Pues, mientras permaneceviva, la influencia ejercida por la visi6n individual delobjeto en la formaci6n de la palabra determina tambienla manera como esta reevoca a aquel.

Un gran numero de palabras brota, empero, de la uni6nde expresiones sensibles y expresiones no-sensibles 0 dela elaboraci6n de las primeras por el entendimiento; ellohace que todas las palabras compart an la impronta indi-vidual, que no vuelve a encontrarse tal como era, de lassegundas, mientras que la impronta de las primeras vanecesariamente extinguiendose con el discurrir del tiempo.

Pero dado que la lengua es copia y signa al mismotiempo, y que no es enteramente producto de la improntacausada por los objetos ni es tampoco enteramente pro-ducto del arbitrio de los hablantes, todas las lenguas par-

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ticulares llevan en cada uno de sus elementos rastroS dela primera de esas propiedades; y el que tales ra~tro~ ~eanreconocibles estriba, si dejamos aparte su propm mtldez,en la disposici6n del animo a querer tomar las palabrasmas como copia 0 mas como signo. El animo puede llegara 10 segundo merced a la fuerza de la abstracci6n, per?tambien puede, abriendo todas las puertas de la recep~l-vidad, acoger la entera influencia ejercida por la matenapeculiar de la lengua. Mediant~ el tratamien~o da.~o a esamateria puede el hablante onentarla en dlrecclOn a lacopia o. en direccion al signo, y a menud.o el uso de unaexpresi6n poetica ajena a la prosa no tlene otro efectoque el de disponer el animo a que no contemple comosigno la lengua, sino a que se entregue a ella en su enterapeculiaridad.

Si ese uso doble de la lertgua queremos contraponerloen generos, los cuales establecen ciertamente en el unaseparaci6n mas neta que la que el mismo puede tener enla realidad, entonces podemos llamar a uno de el!os eluso cientifico de la lengua y al otro su uso oratOrIo. Elprimero es al mismo tiempo el uso del comercio; el se-gundo, el de la vida en sus circunstan~ias naturales. Puesel trato libre desata los lazos que pudleran haber encade-nado la subjetividad del animo.

En el sentido en que aqui 10 tomamos, el uso cientifi-co es aplicable tan s610 alas ciencias d~ la pura const~c-cion mental y a ciertas partes y tratamlentos de las CIen-cias de la experiencia; en todo conocimiento que exij.a lasfuerzas indivisas del ser humano aparece, en camblO, eluso oratorio. Y es de esta ultima especie de conocimientode la que fluyen directamente la luz y el calor que se de-rraman sobre todas las demas especies; solo en aquellase basa el avance en la cultura espiritual general, y unanacion que no busque y encuentre el punto central de sucultura en la poesia, la filosofia y la historia -las cualespertenecen a la mencionada especie de conocimiento- esuna nacion que pronto se ve privada de la benefica reper-cusi6n de la lertgua, pues por su propia culpa no alimentaya a esta con la unica materia capaz de conservarle la ju-

ventud y la fuerza, el esplendor y la belleza. En esa zonaes donde esta la autentica sede de la elocuencia, si porelocuencia entendemos, en una acepcion muy amplia yno precisamente usual, el tratamiento de la lengua en lamedida en que esta 0 bien influye esencialmente por simisma en la presentacion de los objetos 0 bien es usadaadrede para tal fin. En este ultimo modo, la elocuenciapuede pasar tambien, con raz6n 0 sin ella, al uso cientifi-co y al comercial.

A su vez, es preciso disociar el uso cientifico de la len-gua de su uso convencional. Ambos pertenecen a una uni-ca clase, en cuanto que, eliminando el peculiar efecto dela lengua como materia aut6noma, quieren verla unica-mente como signo. Pero el uso cientifico hace eso en elcampo donde result a pertinente y 10 lleva a cabo inten-tando apartar de la expresi6n toda subjetividad, 0, masbien, intentando disponer el animo de una manera com-pletamente objetiva; en ello Ie sigue el tranquilo y razo-nable uso comercial. El uso convencional traslada ese tra-tamiento a un campo que necesitaria de la libertad de lareceptividad; es un uso que impone a la expresi6n unasubjetividad determinada en cuanto a su rango y su colo-rido, y que intenta conducir el animo a tal subjetividad.Con ello el uso convencional pas a luego al oratorio, pro-duciendo una elocuencia y una poesia degeneradas. Haynaciones a las que la individualidad de su caracter hacetomar uno u otro de esos caminos errados 0 seguir de ma-nera unilateral el correcto; hay naciones que tratan conmayor 0 peor fortuna su lengua. Pero si el destino quiereque llegue exactamente al punto decisivo de congelaci6ndel organismo de un dialecto un pueblo al que su animo,su oido y su entonaci6n disponen de manera preferentepara el discurso y para el canto, surgen entonces lenguasmagnificas, admiradas en todos los tiempos. El nacimien-to del griego no podemos explicarnoslo sino por uno deesos lances afortunados.

22. A estas ultimas y esencialisimas aplicaciones dela lengua no puede ser ajeno su organismo originario. En

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el reside el primer germen del perfeccionamiento form~-tivo que viene a continuaci6n, y las dos partes del estudlOcomparado de las lenguas, que en 10 anterior estaban se-paradas, encuentran aqui su uni6n. Una exposici6n lumi-nosa y coherente del modo y el grado de la producci6n deideas a que han llegado las lenguas humanas y una expo-sici6n tambien, en la estructura de estas, de la influenciade sus diversas propiedades sobre su culminaci6n ultima,son cosas que s6lo resultan posibles a partir de la inves-tigaci6n de la gramatica y ellexico de todas las lenguas,en la medida en que haya recursos para realizarla, y a par-tir del examen de los monumentos literarios de las na-ciones cultas.

23. El unico prop6sito que yo he tenido aqui ha sido:trazar en su conjunto el perimetro del campo de las in-vestigaciones comparadas de las lenguas, fijar la meta detales investigaciones y mostrar que para llegar a esa metaes menester tomar juntos e1 origen y la culminaci6n delas lenguas. S610 pOl' esa via pueden llevar tales investi-gaciones aver cada vez menos las lenguas como unos sig-nos arbitrarios y a buscar en la peculiaridad de su estruc-tura, penetrando mas hondamente en la vida espiritual,recursos para investigar y conocer la verdad y para for-mar los sentimientos y el caracter. Pues si en las lenguasque han florecido en un perfeccionamiento formativo su-perior hay unas vistas espedficas del mundo, entonces hade existir una relaci6n no s6lo de tales vistas entre s1,sino tambien entre ellas y la totalidad de todas las vistasdel mundo imaginables.

Ocurre con las lenguas, pues, 10 mismo que ocurre cone1 caracter de los seres humanos, 0, para elegir un objetomas sencillo de comparaci6n, 10 mismo que sucede conlos ideales de los dioses de las artes plasticas; en talesideales podemos bus car tambien la totalidad y trazar undrculo cerrado, ya que cada uno expone desde un deter-minado lado el ideal universal, ideal que no es individua-ble como recopilaci6n simultanea de todas las sublimida-des. Es cierto que 110nos esta permitido figurarnos que

ese ideal universal este presente en su pureza en algungenero de excelencias; y si quisieramos exponer hist6ri-camente de ese modo las diversidades del caracter 0 delas lenguas violentariamos la realidad.

Lo unico que hay son las disposiciones, asi como unasdirecciones que no estan recorridas de manera pura. Y nien los seres humanos, ni en las naciones ni en las lenguascabe imaginar una formaci6n del caracter (cosa que, porcierto, no equivale al sometimiento de los fen6menos auna ley, sino que es el acercamiento del ente a un ideal)de otro modo que viendonos a nosotros mismos recorreruna via cuya direcci6n, dada por la noci6n del ideal, pre-supone otras direcciones determinadas, las cuales son lasque agotan todos los lados del ideal.

El estado de las naciones en el cual puede encontraraplicaci6n este ideal en sus lenguas es el estado ultimo ysupremo a que puede conducir la diver sidad de sus po-blaciones; ese estado presupone una mas a humana rela-tivamente grande, ya que las lenguas las exigen para al-zarse hasta su culminaci6n. En la base de ese estado sehalla e1 estado mas bajo de todos, del cual hemos parti-do, el estado que surge del inevitable fraccionamiento yramificaci6n del genero humano y al que deben su origenlas lenguas; ese origen presupone unas masas humanasmultiples y pequefias, porque en ellas resulta mas facillagenesis de las lenguas. Y si han de surgir lenguas ricas yflexibles, es preciso que esas masas confluyan y se mez-den. En ambos estados se da una conjunci6n de 10 mis-mo que hallamos en la economia entera del genero hum a-Iio en esta Tierra, a saber: que e1 origen esta, si, en lanecesidad natural que se siente y tambien en la necesidadfisica, pero, en la evoluci6n progresiva, ambas necesida-des sirven a los mas altos fines espirituales.

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Sobre la influencia del diverse caracterde las lenguas en la Iiteratura

y en la' formacion delespiritu *

En nadie que haya dedicado a1guna reflexi6n, por exi-gua que haya sido, a 1a natura1eza de 1as 1enguas presu-pondremos opiniones como 1as siguientes: que una 1enguaes un mero conjunto de signos conceptua1es arbitrarioso que se han vuelto habituales por azar; que el tinico des-tino y la {mica fuerza que tiene una palabra es la de evo-car un cierto objeto que, 0 bien existe fuera de ella en 1arealidad, 0 bien es pens ado en el espiritu; y que, por tan-to, puede considerarse en cierto modo indiferente emU seala 1engua de que se sirve una naci6n.

Al contrario, podemos dar por general mente aceptado10 siguiente: que las divers as lenguas constituyen los 6r-ganos de 10s modos peculiares de pensar y sentir de 1asnaciones; que son muchisimos los objetos que en realidadson creados por 1as palabras que 10s designan (esto po-demos extenderlo propiamente a todos ellos, si considera-mos e1modo en que son pensados en la palabra y e1modoen que, en el pensar, actuan mediante la 1engua sobre elespiritu); y, finalmente, que 1as partes fundamentales de1as lenguas no han surgido de manera arbitraria y, porasi decirlo, por convenci6n, sino que son sonidos articu-1ados que han brotado de 10 mas intimo de la natura1ezahumana y que se conservan y se reproducen (y podria aiia-dirse: como entidades en cierto modo aut6nomas en unadeterminada persona1idad).

Ahora bien, continua aun abierto e1 campo de 1a inves-tigaci6n acerca de cuestiones como 1as siguientes: 1a na-turaleza de la actuaci6n de 1a 1engua sobre el pensar; 1aindicaci6n de aquellas propiedades de 1a 1engua en que sebasa tal actuaci6n; 1a fijaci6n de los requisitos que deben

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darse en la lengua para que se alcance este 0 aquel gra-do 0 para que se produzca esta 0 aquella precisa diver-sidad del pensar; la dependencia 0 independencia en quese encuentra la nacion con respecto a su lengua; el poderque la nacion puede ejercer sobre la lengua, 0 la coaccionque necesariamente ha de sufrir por part.e de esta. ~l ab.or-dar todas est as cuestiones penetramos sm duda, mas bIenpreocupados, en un territorio que es poco accesible y que

.aun no ha sido recorrido con mucha frecuencia.La finalidad de este trabajo consiste en emprender esa

investigacion y en proseguirla hasta donde parezca nece-sario y posible, y proceder en ello tanto de manera pur~-mente reflexiva, penetrando en la naturaleza del lengua]een general, como de manera historica, examinando laslenguas mas significativas que realmente existen, para lle-gar asi a determinar cual es la influencia que el diversocaracter de las lenguas ejerce sobre la literatura y la for-macion del espiritu (el mero fijar con exactitud esa in-fluencia no es en si una tarea faci!).

De igual modo que la gramatica y la lexicologia pue-den considerarse como el analisis anatomico de las len-guas, asi en esta investigacion somos llevados, por asi de-cirlo, a sus funciones fisiologicas, a conocer el modo enque actuan sus componentes, individualmente 0 en con-junto, y la manera en que a partir de eso y mediante esose configura su vida organica. Esta no puede negarseles,en efecto, alas lenguas.

Las generaciones pasan, pero la lengua permanece;cada una de las generaciones encuentra ya ante si la len-gua y la encuentra como algo que es mas fuerte y podero-sa que ella misma; jamas consigue una generacion llegardel todo al fondo de la lengua y la deja como legado a lageneracion que la sigue; solo mediante la serie entera delas generaciones resulta posible conocer el caracter de lalengua, pero esta establece un vinculo entre todas las ge-neraciones, y todas tienen en ella su representacion; ve-mos 10 que la lengua debe a tiempos singulares, a varonessingulares, pero siempre permanece indeterminable aque-llo de que todos Ie son deudores a ella. En el fondo la

lengua es (~ero no la lengua tal como llega a la posteri-dad e? son~dos,y obras fragmeptarios, sino la lengua ensu eXIsten~la v~va y,agitada, y tampoco la mera lengua~xter~a, smo sImultaneamente la lengua interna, en suIdentIdad con el pensar, el cual es hecho posible unicamen-te ~or ella), en el fondo la lengua es la nacion misma lanaCIon en el autent.ico senti do del termino. cPues que C:tracosa es la lengua smo la flor a la que aspira unitariamen-t~ todo aquello que hay en la naturaleza corporal y espi-ntua~ del ser humano, la flor en la que por vez primeraadqUIeren figura todas las cosas que, de 10 contrario per-man~cen ,indeterminadas y fluctuantes, y que es ma~ finay mas eterea que la accion, la cual va siempre mezcladade u~ ~odo mas profundo con 10 terrenal? Pero la lenguaes aSImIsmo la flor del organismo de la nacion entera. Nopuede,. en ~f~cto, el ser humano ni hacerla surgir por sfsolo m recIbIrla meramente de otros; yel secreto del ori-gen de la lengua esta en el secreto de una individualidadsep?rada y qu~, sin embargo, en un sentido mas elevado,esta a su vez mnegablemente unida.

!al vez p~rezca extrafio que, a proposito de la investi-gacIO~ de la mfluencia de las lenguas sobre las naciones,~encIOnemos la literatura; pues a menu do ocurre quee~ta ~s meramente ~na obra artificiosa y no algo que porSI mI~mo haya surgIdo de la propia lengua y gracias alentu~Ia~m? aportado por ella. Aunque nunca haya llega-do m sI,qUIeraa un inicio de literatura, un pueblo brindaen su vIda d~~estica y publica unos fenomenos muy dig-nos de atencIOn y unas energfas mas grandes, que desdeluego no se hallan menos sujetos a la influencia de la len-gua; y,las m~s de las veces esta no pasa a los escritos ya los hbros s~no empobrecida y debilitada, mientras quesu plena eornente se derrama energica y llena de sentidosobre el habla cotidiano de un pueblo.., La formacion de una literatura se asemeja ala forma-

CIOnde puntos de calcifieacion en la anatomfa de un hom-bre q~e va h~ciendose viejo; y a partir del instante en queel somdo artIculado que resuena libremente en el discur-so y en el canto queda encerrado en la caree1-de la escri-

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tura, la lengua se encamina, por muy rica que sea Y pormuy ampliamente difundicia que este, primero a una pre-sunta depuraci6n, despues a su empobrecimiento y, final-mente, a su muerte. pues la letra vuelve a operar conefectos petrificadores sobre la lengua hablada, que poralgun tiempo continua subsistiendo libre y varia a sUlado; mediante su clara perceptibilidad, la letra rebaja alenguaje popular las explosiones desatadas de la lengua,sus formas multiples, sus modificaciones, las cuales de-signan figurativamente los mas nimios matices, y prontono soporta. en su entomo otra cosa que aquello que Ie essemejante.

Esto es, por otro lado, un mal inevitable, que no pro-viene sino de que la lengua comparte con todas las demascosas terrenales una eXlstencia perecedera. Pues si la es-critura no hja la lengua, si el presente no tiene, para per-cibir los sonidos de 10s tiempos pasados, otra cosa quela tradicion, siempre oscura Ytluctuante, entonces no que-da retenido ningun progreso Ytodas las cosas corren mez-cladas en una marcha circular que se hal1a entregada uni-camente al azar.

Se necesitan, ademas, unas concatenaciones de cir-cunstancias que raras veces retornan en la historia uni-versal, para que no Ie falten pureza, nobleza y dignidada una lengua una vez que, saliendo del habla cotidianadel pueblo, queda recogida en la region mas separada delas ideas.

Sin considerar, pues, ya que ello seria desde luegomuy errado, que la existencia 0 inexistencia de una lite-ratura sea precisamente la caracteristica determinante dela influencia ejercida por las lenguas en la formacion delespiritu, 10 que no podemos pasar por alto en una inves-tigacion como esta son las literaturas de las naciones. Y nosolo eso, sino que en tal investigacion es preciso inclusoempezar dirigiendo la atencion a ellas, pues sonlas unicasque p.roporcionanunas formas estables y seguras en lascuales deja su impronta la influencia de las lenguas y me-diante las cuales es posible aportar pruebas seguras de talinfluencia. De todos modos, al mismo tiempo es preciso

que estemos libres de todo menosprecio -y al investiga-dor de las lenguas es precisamente, al que menos Ie cua-dra eso- por aquellas lenguas que presumiblemente nun-ca poseyeron una literatura ni la poseenin; de ellas pue-de ob.t~nerse ciertamente un provecho grande y poderosotamblen para esta investigacion.

., Un examen imparcial mostrara, en efecto, que tam-bIen las len,guas que en apariencia son pobres y toscasportan en Sl un abundante material para una cultura re-finada y compleja, un material que no deja de causare~ecto en lo~ hablantes por el hecho de que estos no hayansldo perfecclOnados efectivamente mediante escritos. Pues-to que el animo del ser humano es la cuna, la patria y elhogar, de la lengua, todas las propiedades de esta pasana aqu,el.de m~ne:a oculta e inadvertida para el mismo. Enlas pag~nas slg~lentes volveremos de manera especial so-bre la mfluenCl~ aqui ~nsinuada que la escritura ejercesobre la ~engua,mfluencla que, por cierto, ya ha sido apun-t~da vanas veces, especialmente con ocasion de las anota-ClOnespuestas a los cantos homericos. No son pocas laslenguas cuya marcha no puede explicarse sino medianteesa per~grina~ion que las lleva de la lengua vulgar a laleng~a hterana; y comparando a Montaigne con Voltaire,habnamos de pensar que la lengua de una nacion ha pa-sado a ser la lengua de un barrio urbano.1 No deja d,eha.ber personas, y no pocas, que, teniendoa lengua mas bIen por un instrumento que en cierto

mo~? es de suyo indiferente, adjudican al caracter de lanaClOn aquellas cosas que se afirman del caracter de sul~~gua. Para ellas habra siempre, en toda esta investiga-~l~n, al~o torcido, y segun ellas se tratara aqui no de lalr: uenCla de las lenguas, sino de la influencia de las na-ClOnessobre su propia literatura y su propia cultura. Para~efutar esa opini?n podemos llamar la atencion sobre el

echo de que ~s mnegable que ciertas formas lingiiisticaso~organ una. ~lerta direccion al espiritu y Ie imponen unaClerta COaCCl?n,y que para expresar las mismas ideas enuna lengua nca y en una lengua pobre de lexico es preci-

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so cuando menos seguir una marcha distinta y, por t~n-to trocar unas ventajas por otras, 10 cual puede ser 1m·p~sible si no se da ninguna otra influencia. Despues pue-de mostrarse ademas que ...

Sobre la genesis de las formasgramaticalesy su influencia en la evoluci6n de las ideas .••

Al intentar describir el origen de las formas gramati-cales y su influencia en la evoluci6n de las ideas, no es miintenci6n examinar uno por uno los generos de tales for-mas. Al contrario, me limitare unicamente a su conceptoen general, para dar respuesta a esta doble pregunta:

lC6mo se genera en una lengua ese modo de designarlas relaciones gramaticales que merece llevar el nombrede «forma»?, Y lhasta que punto es importante para elpensar Y para la evoluci6n de las ideas el que esas rela-ciones sean designadas mediante formas propiamente di-chas 0 10 sean con unos medios diferentes?

Puesto que aqui se hablara del devenir gradual de lagramatica, las diversidades de las lenguas, contempladasdesde este lade, se ofrecen como los escalones del pro-greso de estas.

S6lo que hemos de guardarnos bien de pretender bos-quejar un tipo universal de conformaci6n gradualmenteprogresiva del lenguaje y de querer juzgar por ese tipotodos los fen6menos singulares. En todas partes la acci6ndel tiempo va emparejada en las lenguas con la acci6n dela peculiaridad nacional, y 10 que es caracteristico de laslenguas de las toscas hordas de America y del norte deAsia no por ello necesita haber pertenecido tambien alas familias originarias de la India y de Grecia. Ni a la len-gua de una naci6n singular ni a aquellas lenguas que hanpasado por varias naciones cabe asignarles un caminoevolutivo completamente regular y prescrito en ciertomodo por la Naturaleza.

Ellenguaje, tomado en su maxima extensi6n, conoce,sin embargo, en el genero humano como tal un punto cen-

* Texto leido en la Academia de las Ciencias de Berlin el 17de enero de 1822.

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tral ultimo; y si partimos de esta pregunta: len que gra-do de acabamiento ha hecho realidad el ser humano ellenguaje?, en seguida hay un punto fijo, de acuerdo conel cual cabe determinar a su vez otros puntos igualmentefijos. De esa manera es posible reconocer una evolucionprogresiva de la facultad de lenguaje y reconocerla porunos signos seguros, y en ese sentido podemos hablar contodo derecho de una diversidad gradual entre las len-guas.

Puesto que aqui vamos a hablar solamente del concep-to de las relaciones gramaticales en general y de su ex-presion en el lenguaje, de 10 unico que habremos de ocu-parnos es de exponer el primer requisito de la evolucionde las ideas y de determinar el nivel mas bajo de la per-feccion lingliistica.

En un primer momento parecera extrafio, sin embar-go, que se suscite siquiera la duda, como si no poseyerantodas las lenguas, tambien las mas imperfectas e incultas,formas gramaticales en el senti do verdadero y propio dela palabra. Las diversidades entre las lenguas, se dira, ha-bra que buscarlas unicamente en la idoneidad, totalidad,claridad y concision de tales formas. Tambien se invoca-ra el hecho de que sean precisamente las lenguas de lossalvajes y, en concreto, las americanas las que exhibanformas particularmente numerosas, producidas de unamanera planificada y artificiosa. Todo eso es perfectameri-te verdadero; la unica cuesti6n es si esas formas han deser consideradas tambien verdaderamente como tales. Deahi que 10importante sea el concepto que vinculemos canla palabra «forma». Para hacer perfectamente claro estoes preciso, antes de nada, eliminar dos malentendidosque aqui pueden surgir con mucha facilidad.

Al hablar de las excelencias y los defectos de una len-gua no deberiamos tamar como criteria 10 que en ellaseria capaz de expresar una mente cualquiera, no forma-da exclusivamente par tal lengua. A pesar de su influen-cia poderosa y viva sabre el espiritu, todas las lenguas sontambien al mismo tiempo un instrumento inerte y pasivoy todas ellas llevan en si una predisposicion no s610 para

el uso correcto, sino tambien para el usa mas cumplido.Y cuando alguien que ha obtenido su formacion en otraslenguas estudia una lengua cualquiera menos perfecta yla domina, ese alguien puede producir mediante ella unefecto que en si y par si a ella Ie resulta ajeno; 10 que conello se hace es traspasar a esa lengua una vista del mun-do que es completamente distinta de la que can· respec-to a ella alberga la naci6n que se hall a unicamente bajosu influencia. Par un lado, Ia lengua es sacada un pocode su circulo; por otro, puesto que to do camp render estacompuesto de alga objetivo yalgo subjetivo, se introducee~ ella a!go diferente; y de ese modo apenas result a po-SIble declr 10 que puede ser producido y 10 que no puedeser producido en ella y mediante ella. .

Si nos fijamos meramente en 10 que cabe expresar enuna lengua, no seria de extrafiar que acabasemos deda-rando que en 10 esencial todas las lenguas son aproxima-damente iguales en excelencias y en defectos. Las relacio-nes gramaticales en particular dependen completamentede la. intenci6n que vinculamos a ellas. Mas que estaradhendas alas palabras, esas relaciones son afiadidasmental mente por el que habla y par el que escucha. Pues-to que ni el hablar ni el comprender son pensables sin ladesignaci6n de las relaciones gramaticales, es precis a quetodas las lenguas, aun las mas toscas, posean ciertos mo-dos de designarIas; y por muy menguados, raros y, sobretodo, materiales que esos modos sean, el entendimientoque ha sido formado por lenguas mas perfectas se serviracon exito de ellos y sabra indicar suficientemente canellos todas las relaciones de las ideas. Resulta muchomas facil introducir mental mente la gramatica en unalengua que i~troducir en ella una gran ampliaci6n y ungr~n refinamiento de los significados de las palabras; yaSI no ha de sorprendernos que en las exposiciones delenguas enteramente toscas e incultas encontremos losnombres de todas las formas de las lenguas sumamentecultas. Estan real mente presentes alIi todas las indicacio-nes de todas las formas, pues el lenguaje habita en el serhumano siempre de manera completa y nunca de manera

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fragmentaria, y es facil pasar por alto la distinc~6n, massutil, de si y hasta que punto esos modos ~e des1gn~r lasrelaciones gramaticales son formas prop1amente d1chasy actuan como tales en la evoluci6n de las ideas de losnativos.

Lo que decide de las excelencias 0 defectos de unalengua no es, pues, aquello que logra expresarse e~ ella,sino aquello para 10 que ella misma infl.am~y entus.lasmacon su fuerza interna y propia. El cnteno para Juzgaruna lengua es la claridad, precisi6n y vivacidad de lasideas que ella despierta en la naci6n a que pertenece, na-ci6n por cuyo espiritu esta formada y en l~ que ella. havuelto a operar a su vez de manera formatlVa. Mas Sl.~edeja de lado esa influencia de la lengua sobre la e~oluclO~de las ideas y sobre la suscitaci6n de las sen.saclOnes, Slse intenta examinar 10 que es capaz de produc1r y aportarella misma en cuanto instrumento en general, entoncesse cae en u~ terreno que ya no es susceptible de ningunadelimitaci6n, dado que falta el concepto precise del espi-ritu que debe servirse de la lengua, y dado que todo 10efectuado por el discurso es siempre un producto com-puesto de espiritu y de leng~a. Cada una de.las lenguasha de ser tomada en el sentldo en que ha sldo formadapor la naci6n y no en un sentido que Ie resulte ajeno.

Aun cuando una lengua no posea formas gramaticalesautenticas, no s6lo puede existir muy bien el discurso,puesto que nunca Ie faltan a aquell~ otros modo~, de de-signar las relaciones gramaticales, smo que tamb1en pu~-den ser traspasados tal vez a una lengua tal todos los. ge-neros del discurso y ser form ados en ella. Ahora bIen,estoultimo es s6lo el fruto de una fuerza ajena, que sesirve de una lengua mas imperfect a en el senti do de unamas perfecta. ..'

No porque quepa indicar con las deslgnaclOnes de caSlcada lengua todas las relaciones gramaticales posee yatambien cada una formas gramaticales, en el sentido enque las conocen las lenguas do:adas de una ~levada for-maci6n. La diferencia, que es Clcrtamente sutll, pero queresulta muy perceptible con el sentimiento, reside en el

producto material y en la acci6n formal. La continuaci6nde esta investigaci6n expondni esto con mayor claridad.Para eliminar el primer malentendido que aqui podia te-merse bastaba en este momenta con separar aquello queuna fuerza cualquiera es capaz de producir con una len-gua de aqueIIo otro que eIIa rnisma esta en condicionesde efectuar mediante la influencia continua y habitual so-bre las ideas y sobre su evoluci6n.

El segundo malentendido se genera en la confusi6nde una forma con otra. Dado, en efecto, que el estudio deuna lengua desconocida se aborda de ordinario desde laperspectiva de una mas conocida, como la lengua mater-na 0 el latin, 10 que se hace es 10 siguiente: indagar elmodo en que las relaciones gramaticales de la lengua masconocida suelen ser designadas en la lengua extrafia y darprecisamente alas flexiones 0 alas ordenaciones de pala-bras usadas en esta para ese fin los nombres de la formagramatical que para eIIo sirve en la lengua conocida, 0

tambien segun leyes lingiiisticas universales. Ahora bien,con mucha frecuencia ocurre que en la lengua extrafiano estan presentes en absoluto esas formas, sino que SOIlsustituidas 0 parafraseadas por otras. De ahi que, paraevitar el citado error, sea menester estudiar cada lenguaen su peculiaridad, de tal manera que por el analisis ri-guroso de sus partes se conozca la forma precisa con lacual eIIa designa, de acuerdo con su estructura, cada unade las relaciones gramaticales.

Las lenguas de America proporcionan frecuentes ejem-plos de tales nociones erradas, y 10 mas importante queha de hacerse en las reelaboraciones de las gramaticasespafiolas y portuguesas es desembarazarse de las torci-das consideraciones de esa indole y fijar los ojos pura-mente en la estructura original de aquellas lenguas.

Vnos cuantos ejemplos ilustraran mejor 10 que deci-mos. En la lengua caribe el vocablo aveiridaco viene in-dicado en las mencionadas gramaticas como la segundapersona del singular del imperfecto de subjuntivo: «fue-ses». Pero si analizamos con mas exactitud esa palabra,veremos que veiri es «ser», a el pronombre de la segunda

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persona del singular, que se une tambien a sustar,ttivos, ydaco una particula que indica el tiempo. ~s poslble .queesa particula signifique una parte determmada de hem-po, aunque yo no la he encontrado citad~ ~e ese modoen los diccionarios. Pues oruacono daco slgmfica «al ter-cer dia». La traduccion literal de aveiridaco es, por tan-to: «.en el dia.de tu ser», Y 10 que con esa perifrasis seexpresa es la suposicion hipoteticaque hay en el subjun-tivo. Lo que aqui se denomina «subjuntivo» es, pues, unsustantivo verbal unido a una preposicion, 0, si se quiereexpresarlo acercandolo a una forma verbal, es un ablativode infinitivo 0 el gerundio latino en do. De esa manera e,scomo se indica el subjuntivo en muchas lenguas de Ame-rica.

En la lengua lule se indica un participio pasiv?: porejemplo, a-Ie-tipan, «hecho de tierra». Pero esta umon desilabas significa literalmente: «tierra de ellos hacen» Cter-cera personal del plural del presente del verbo tic, «yohago»).

Solo por confusion con otras form as se atribuye tam-bien· el concepto de infinitivo, tal como fue conoCldo porlos griegos y los romanos, si no.a la totalidad, si ala ma-yoria de las lenguas de America. El in~nitivo de la .1enguabrasilefia es un sustantivo perfecto: luca es «asesmar» y<,asesinato», caru es «comer» y «comida». «Yo quiero co-mer» se dice 0 bien che caru ai-pota, que significa literal-mente: «mi comer yo quiero», 0 bien ai-caru-pota, con elacusativo incorporado al verbo. Esta construccion U or-denacion de palabras conserva la naturaleza verbal tansolo en el sentido de que rige otros sustantivos en acusa-tivo.

En la lengua mexicana hay esa misma incorporaciondel infinitivo, entendido como acusativo, al verbo que 10rige. Solo que el infinitivo es repres~ntado por la p.ersonadel futuro de la cual se habla, m-tlacotlaz-neqwa, «yoqueria amar» , es, literalmente: «yo, yo ar~are, queri~».Ninequia significa «yoqueria», y en la medlda en que m-corpora a si la primera persona del singular. del futuro,tlacotlaz, «yo aman~», la frase entera se conVlerte en una

sola palabra. Pero ese mismo futuro puede tambien irpospuesto, como una palabra propia, al verbo que rige, yentonces, como ocurre en la lengua mexicana en general,es indicado solamente en el verbo por la intercalacion deun pronombre, c; ni-c-nequia tlacotlaz, «yo 10 queria», esdecir: «yo amare». Esa misma ordenacion doble con res-pecto al verbo es propia -tambien de los sustantivos. Lalengua mexicana reline en el infinitivo, por tanto, el con-cepto de futuro y el concepto de sustantivo, e indica elprimero con la flexion y el segundo con la ordenacion.

En la lengua lule se ponen inmediatamente uno detrasdel otro, meramente como dos verba finita, los dos ver-bos, uno de los cuales rige el infinitivo; caic-tucuec, «yosuelo comer», pero que literalmente dice: «yo como, yosuelo».

Tambien en el antiguo indio, como 10 ha mostrado agu-damente el profesor Bopp, el infinitivo es un sustantivoverbal que esta en acusativo y que en la forma es del todosemejante al supino latino.! De ahi que no pueda usarsecon tanta libertad como el infinitivo griego 0 ellatino, loscuales quedan mas proximos a la naturaleza del verbo.El antiguo indio no tiene tampoco una forma pasiva. Don-de resulta necesaria, la asume en si, en vez del infinitivo,el verbo que 10 rige. En consecuencia se dice «es podidocomer», en vez de «puede ser comido».

De estos ejemplos se sigue que en ninguna de esaslenguas deberia registrarse el infinitivo como una formapropia, sino que deberian exponerse en su propia natura-leza las maneras con que es sustituido y observar cuMesson las condiciones del infinitivo que son cumplidas porcada una de ellas, ya que ninguna las satisface todas.

Si son, pues, frecuentes los casos en que la designa-cion de una relacion gramatical no corresponde exacta-mente al concepto de la verdadera forma gramatical, y sison esos casos los que constituyen la peculiaridad y elcaracter de la lengua, entonces tal lengua, aunque estu-viera en condiciones de expresar en si todas las cosas, se

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encuentra todavia muy lejos de ser id6nea para la evolu-ci6n de las ideas. Pues el punto en que esa evoluci6n co-mienza a lograrse es aquel en el cual al ser humano, f~er~del fin ultimo material del discurso, no Ie resulta ya mdl-ferente su indole formal; y ese punto no es posible alcan-zarlo sin la acci6n de la lengua 0 sin su re-acci6n.

Las palabras y sus relaciones gramaticales son dos co-sas del todo diversas en la representaci6n. Las primerasson los autenticos objetos en la lengua, las segundas sonmeramente los enlaces, pero el discurso es posible s6lomediante la uni6n de las unas con las otras. Las relacio-nes gramaticales pueden afiadirse mentalmente sin queellas mismas tengan en la lengua signos en todas partes,y la estructura de la lengua puede ser tal q,:e, pese a ello,se eviten las imprecisiones y los malentendldos, al menoshast a cierto grado. Pero cuando alas relaciones grama-ticales les es propia una expresi6n determinada, entoncestal lengua posee, para el uso, una gramatica sin formasgramaticales propiamente dichas. Si, por ejemplo, unalengua forma los casos mediante preposiciones adjunta-das a la palabra, la cual permanece siempre inmodificada,entonces 10 que ahi existe no es una forma gramatical,sino s6lo dos palabras cuya relaci6n gramatical es afiadi-da mentalmente; en la lengua mbaya etiboa no significa,tal como se traduce, «por mi», sino «yo por». El enlaceesta s6lo en la mente del hombre que tiene la representa-ci6n, no esta como signo en la lengua. En esa misma len-gua L-emani no es «el desea», sino que es «el» y «d~seo»o «desear», unidos entre si sin nada que Ie sea peculIar alverbo, y se asemeja tanto mas a la expresi6n «su deseo»cuanto que el prefijo I es propiamente un pronombre po-sesivo. Tambien aqui, por tanto, la cualidad verbal es afia-dida mentalmente. Sin embargo, muchas formas expre-san con suficiente comodidad el caso del sustantivo y lapersona del verbo. .

Mas para que la evoluci6n de las ideas se efect{le converdadera precisi6n y a la vez con rapidez y fecundidad,es preciso que el entendimiento quede dispensado de esepuro afiadir el mentalmente la relaci6n gramatical y que

esta sea designada por la lengua del mismo modo que 10son las palabras. Pues todo el afan gramatical de la len-gua consiste en presentar medianteel sonido la acci6n delentendimiento. Los signos gramaticales no pueden ser,empero, palabras que designen tambien cosas; pues en-tonces esas palabras se encuentran otra vez aisladas y pi-den nuevos enlaces.

Si esos dos medios, a saber: la ordenaci6n de las pa-labras, con la relaci6n afiadida mentalmente, por un lado,y la designaci6n de las cosas; por otro, quedan excluidosde la autentica designaci6n de las relaciones gramaticales,entonces 10 unico que Ie queda a esta es la modificaci6nde las palabras que designan cosas, y s6lo este es el ver-dadero concepto de una forma gramatical. Hacia eso selanzan las palabras gramaticales, esto es, aquellas que engeneral no designan en absoluto un objeto, sino meramen-te una relaci6n y, en concreto, una relaci6n gramatical.

La evoluci6n de las ideas puede tomar un impulso pro-pio tan s6lo cuando el espiritu experimenta satisfacci6nen la mera producci6n del pensamiento, y esto es algoque depende siempre del interes por la mera forma deeste. Tal interes no puede despertarlo una lengua que noeste habituada a presentar la forma en cuanto tal, y tam-poco ese interes, al generarse por si mismo, puede encon-trar complacencia en semejante lengua. Ese interes, portanto, alli donde se despierta, remodelara la lengua, y alIidonde la lengua haya acogido en si por otra via tales for-mas, sera impulsado de subito por ella.

En las lenguas que aun no han alcanzado ese nivel noes raro que el pensamiento vacile entre varias formas gra-maticales y se contente con el resultado de hecho. En lalengua brasilefia el vocablo tuba significa tanto, en expre-si6n sustantiva, «su padre», cuanto, en expresi6n verbal,«el tiene un padre»; mas aun, ese vocablo se usa tambienpara decir «padre» en general, pues «padre» es siempre,claro esta, un concepto de relaci6n. De igual manera xe-y-uba es «mi padre» y «yo tengo un padre», y asi en todaslas demas personas. La indecisi6n del concepto gramati-cal en este caso llega todavia mas lejos, y tuba puede sig-

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nificar ta,p:1bien,segun otras analogias presentes en la len-gua, «el es padre», de igual modo, que la pa~abra enter~-mente sem,ejante iaba, form ada solo en el dialecto men-dional de lei lengua, significa «el es hombre». La formagramatical· es meramente la yuxt.ap?sici6n de un pronom-bre y un, sustantivo, y el entendlmlento ha de agregar elenlace qu,ecQrresponde al sentido. .

Es claJ;o que 10 unico que el indigena piensa conJu?-tamente en esa palabra es «e1»y «padre», y que cos.tanano pocas fatigas aclararle la distinci6n de las expreslOnesque nosotros encontramos ahi confundidas la una con laotra. La· naci6n que se sirve de esa lengu~ ~me~e se: enmuchos aspectos una naci6n razonable, habll e mtehgen~te, pero de tal estructura lingiiist~ca no J?ueden brotar muna evoluci6n libre y pura de las Ideas m una complace~-cia en el pensar formal; antes bien, tal estructura expen~mentada forzosamente unas modificaciones violent as SIdesde otros lados se provo case en la naci6n semejantetransformaci6n intelectual.

De ahi q:ue, a prop6sito de las traducciones que de fra-ses de esa naturaleza se hacen de tales lenguas, sea me-nester tem~~bien presente que esas transcripciOries, en l~medida eQ que atafien alas formas gramat!cales, son caSIsiempre fa,lsas y ofrecen una visi6n gramatIcal entera~en-te diferente de la que tenia en ese caso el hab~an~~. 51 sequiere e~itar eso, sera preciso que a la transcnpclO~ se Iede una ~orma gramatical unicamente en. ~a medlda enque esta se halle presente en la lengua ongmal; y se tr?-pieza con casos en los que ha?ria qu; abstenerse 10 masposible de tada forma gramatIcal. ASl, en la lengua hU,as-teca se dice nana tanin-tahjal, «yo soy tratado pOI"el»,pero una traducci6n mas exacta da: «yo, ami, el trata».Aqui, pOl" tanto, una forma verb.al activa va unida alobjeto pasivo entendido como sUJeto. El p~eblo parecehaber teniclo el sentimiento de una forma paSlva, pero ha-bel" sido llevado alas formas activas pOI"la lengu~, queconoce solamente estas. Ahora bien, es precise conslderarque en la lengua huasteca: no hay en absoluto formas decasos. En cqanto pronombre de la primera persona del

singular, nana es tanto «yo» como «mio», «;para ml», «ami», e indica meramente el concepto de «yoidad». En ninyen el prefijo ta 10unico que hay, desde el punto de vistagramatical, es que el pronombre de la primera personadel singular es regido pOI"el verbo? Esto hace vel" conclaridad que no es tanto que el sentir de los indigenascapte aqui la diferencia de la forma activa 0 la forma pa-siva cuanto meramente que el concepto de «yoidad», re-modelado gramaticalmente, es unido a la repn~sentaci6nde la influencia ajena ejercida sobre aquella.

Que abismo tan inmenso hay entre una lengua comoesa y la lengua mas culta que nosotros conocemos, a sa-ber, la lengua griega. En la artistica construcci6n del pe-dodo griego, la ordenaci6n de las formas gramaticalesproduce un todo especifico que refuerza el efecto de lasideas y que suscita en si alegda pOI"su simetda y su eurit-mia. Brota de ahi un encanto propio que acompafia a 10spensamientos y que, pOI"asi decido, flota levemente a sualrededor, mas 0 menos a la manera como, en algunasobras phisticas de la Antigiiedad, ademas de la disposici6nmisma de las figuras, brotan formas muy agradables delos meros contornos de sus grupos. Pero en la lengua estono es meramente una fugaz satisfacci6n de la fantasia. Laagudeza del pensar se acrecienta cuando tambien las for-mas gramaticales corresponden exactamente alas relacio-nes l6gicas, y el espiritu es atraido con fuerza cada vezmayor hacia el pensar formal y, pOI"tanto, hacia el pensarpuro, cuando la lengua 10 habitua a la separaci6n netade las formas gramaticales.

Aun sin tener en cuenta esta enorme diferencia entre

2. Al igual que la mayor parte de las lenguas de America,tambien la lengua huasteca tiene, en efecto, diversas formas pro-nominales,segun que los pronombres sean usados autonomamen-te 0 10 sean como rigiendo el verbo 0 como regidos por el; ninsirve unicamente para el ultimo caso. La silaba ta indica que elobjeto esta expresado en el verbo, pero solo va antepuesta cuandoel objeto esta en la primera persona 0 en la segunda. El modo en·tero de designar el objeto en el verbo es muy notable en la lenguahuasteca.

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dos lenguas situadas· en dos niveles tan diversos del per-fecdonamiento formativo, es predso confesar que tam~bien entre aquellas a las que cabe reprochar gran pobrezade formas hay muchas que, de todos modos, poseen unamuchedumbre de recurs os para expresar una multitud deideas, para designar multiples reladones de las ideas me-diante el enlace artistico y regular de pocos elementos, ypara unir en ello la concision y la fuerza. La diferenciaentre esas lenguas y las lenguas dotadas de una forma-cion mas perfecta no reside en eso; tant? unas co~o otr~salcanzaran, una vez elaboradas con cmdado, caSI el mlS-mo resultado en aquello que se trata de expresar; peroaun cuando posean realmente tantas cosas, 10 que alasprimeras les falta es esto: la expresion deJa forma gra~a-tical en cuanto tal y la importante y benefica repercusionde esta sobre el pensar.

Sin embargo, si nos detenemos un instante en esto yvolvemos la vista de igual manera alas lenguas dotadasde una formacion elevada, puede parecer que tambien enestas acontece algo similar, bien que de un modo algo di-ferente, y que se comete injusticia con aquellas al hacer-les el reproche que les hemos hecho.

Cabe decir ciertamente que toda ordenacion 0 cone-xion de palabras que ha sido dedicada una vez a desig?aruna determinada relacion gramatical puede ser cons lde-rada tambien como una forma gramatical propiamentedicha, y que poco importa que esas designaciones se rea-licen mediante palabras significativas de por si, denota-doras de algo real, y que solo la relacion formal haya deser afiadida mentalmente. Pues, en efecto, apenas puedeestar presente de otra manera tambien la verdadera for-ma gramatical; y aquellas lenguas situadas a mayor altu-ra y dotadas de un organismo mas, artificioso han emp~-zado tambien por una estructura mas tosca y llevan en SI,visibles todavia, las huellas de ella.

Si se quiere que esta investigacion que aqui estamo~realizando descanse en un fundamento seguro, es precI-so dilucidar con todo detalle la citada objecion, que inne-gablemente es muy importante; y para eso 10 primero que

se necesita es reconocer 10 que en ella es indiscutiblemen-te verdadero y, luego, determinar que es 10 que, no obs-tante eso, sigue siendo correcto tam bien en las asevera-ciones atacadas.

Aquello que en una lengua designa caracteristicamente(de tal manera que retorna siempre en el mismo caso)una relacion gramatical, eso es para esa lengua una for-ma gramatical. En la mayoria de las lenguas de formacionmas perfecta cabe reconocer todavia hoy el enlace de ele-mentos que no han sido unidos de manera diferente queen las lenguas mas toscas; y ese modo de generarse tam-bien las formas gramaticales autenticas mediante afijacionde silabas significativas (aglutinacion) hubo de ser casi10 general. Esto es algo que brota claramente de la enu-meracion de los recursos que la lengua posee para desig-nar esas formas. Pues esos recurs os son los siguientes:

- Afijacion 0 intercalacion de silabas significativasque, por 10 .demas, constituyeron en otro tiempo palabrasproplas 0 Siguen constituyendolas.

. - .Afijacion 0 intercalacion de letras 0 silabas no sig-mficatlVas, con la mera finalidad de indicar las relacionesgramaticales.

- Mutacion vocalica mediante el paso de una vocal aotra 0 mediante la modificacion de la cantidad 0 de laacentuacion.

- Modificacion de consonantes en el interior de laspalabras.

- Ordenacion de las palabras independientes las unasde las otras de acuerdo con leyes invariables.

- Repeticion silabica.

. La mera ordenacion proporciona solo pocas modifica-ClOnes,y, si quiere evitarse toda posibilidad de equivoco,puede designar tambien solo pocas relaciones. En la len-g~a mexicana y en algunas otras lenguas de America esclerto que este uso se extiende merced a que el verbo aco-ge en si 0 anexiona a si sustantivos. Pero tambien en ellaslos limites continuan siendo estrechos.

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La afijaci6n 0 la intercalaei6n de elementos de pala-bras no significativas y la modificaei6n de vocales y con-'sonantes sedan el· recurso mas natural e id6neo si unalengua se generase por una autentica convenei6n. La ver-dadera flexi6n contrasta con la afijaei6n, y puede habertanto palabras que correspondan a conceptos de formascuanto palabras que correspondan a conceptos de obje-tos. Antes hemos visto incluso que, en el fondo, estas ulti-mas no son aptas para designar formas, pues tales pala-bras quieren ser enlazadas de nuevo con otras medianteuna forma. Pero resulta difieil pensar que en la genesis deuna lengua haya predominado alguna vez tal modo dedesignaei6n, que presupondria una noei6n y una distin-ei6n claras de las relaciones gramaticales. Si se dice quebien puede haber habido naciones que hayan poseido unsentido lingiiistico claro y penetrante de esa manera, esosignifica cortar el nudo en vez de solucionarlo. Si nos reopresentamos las cosas de manera natural, veremos faeil-mente la dificultad.

En las palabras que designan cosas el concepto se ge·nera por la percepci6n del objeto; el signa, por la analo-gia que con facilidad cabe extraer de el; y la comprensi6n,por la mostraci6n del signo. En la forma gramatical todoesto es distinto. Puede ser reconocida, designada y com·prendida unicamente segun su caracter 16gico 0 segun unoscuro sentimiento que la acompafia. S610 de una lenguaya existente cabe extraer el concepto, y faltan tambienanalogias suficientemente determinadas para designarlo 0para hacer clara la designaci6n. Sin duda pueden habersegenera do en el sentimiento algunos modos de designaei6n,como, por ejemplo, las vocales largas y los diptongos y,con ella, una prolongaei6n de la voz en griego y en alemanpara el subjuntivo y el optativo. Ahora bien, puesto quetambien alas relaeiones gramaticales les consiente su na-turaleza enteramente 16gica muy pocos contactos con laimaginaci6n y el sentimiento, tales casos podran habersido s610 pocos.

Algunos casos notables se encuentran todavia, contodo, en las lenguas de America. En la lengua mexicana

la formaci6n del plural, en las palabras que terminan envocal 0 que rechazan adrede en elplural sus consonantesfinales, consiste en que la vocal final es pronunciada conuna fuerte aspiraei6n, propia de esa lengua, q'ue provocauna pausa en la pronunciaci6n. A ello se agrega tambiena ~eces la reduplicaci6n silabica: ahuati, mujer, teoti,«DlOS»;plural: ahua, teteo. No cabe designar mas grafica-me~t.e mediante el sonido el concepto de pluralidad querepltIendo la primera silaba, quitandole a la ultima silabasu consonante final, que la corta de manera seca y preci-sa, y dando asi a la restante vocal final una acentuaci6ntan prolongada y reforzada que el sonido se pierde en lavastedad del aire, por as! decirlo.. En el dialecto meridional de la lengua guarani el sufi-JO y.ma del ~erfec~o es pronunciado con mayor 0 menorlentltud segun este hablandose de un pas ado remoto 0 deun pasado proximo. Tal modo de designaci6n se sale casidel ambito dellenguaje y confina con el gesto. Tambien laexperiencia habla en contra de la originariedad de la fle-xi6n en las lenguas, si excluimos unos pocos casos seme-jantes a los que acabamos de tocar. Pues tan pront~ comose comienza a analizar una lengua de un modo mas exac-to, muestrase en todos los sitios la afijacion de silabassignificativas; yen los sitios donde no cabe ya demostrar-l~, se la puede deducir por analogia, 0 al menos queda in-clert~ q~~ no h~ya estado presente en otro tiempo. Quela afiJaclOn mamfiesta puede convertirse con mucha faci-Iidad en. una flexion aparente es algo que cabe mostrarcon clandad en algunos casos en las lenguas de America.

E.n la le?gua rr:baya daladi significa «tu arrojaras», ni.labUltet~ «~l ha hI1ado»; las letras iniciales d y n son lascaractenstlcas del futuro y el perfecto. Esta conjugaci6ne~ectuada mediante un unico sonido parece, por tanto, exi-glr que se la ca!ifi9-~e de verdadera flexion. Sin embargo,es una pu:? a~JaclOn. ~ues las caracteristicas completas,que tam bIen slguen usandose realmente con frecuenciade esos dos tempora son quide y quine, pero el qui e;abandonado y el de y el ne pierden su vocal final delantede otras vocales. Quide significa «tardio», «venidero», co-

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quide (co de noco, «dia»), «el atardecer». Quine es unaparticula que significa «y tambien». Es posible que las de-nominadas silabas flexivas de nuestras lenguas deban suorigen a algunas de tales abreviaciones de palabras enotro tiempo significativas, y seria muy incorrecto aseve-rar que es una hip6tesis vacia e ilicita el presuponer laafijaci6n alIi donde ya no cabe demostrarla. En todas laslenguas la flexi6n verdadera y originaria es ciertamenteun fen6meno raro. Eso no obstante, es preciso tratarsiempre con todo cuidado 105 casos dudosos. Pues, por 10dicho mas arriba, a mi me parece cosa decidida que laflexi6n estuvo presente tambien originariamente, y portanto puede estar presente, 10 mismo que la afijaci6n, enrormas en las que ahora no cabe ya discernirla. Mas aun,yo creo que es menester llegar mas lejos, y no deberia 01-vidarse que la individualidad espiritual de un pueblo pue-de ser mas id6nea que otras para la formaci6n de la len-gua y para el pensar formal (y esas dos cosas van insepa-rablemente unidas). Tal pueblo, si, como todos los demas,llega originariamente al mismo tiempo a la flexi6n y a laaglutinaci6n, hara de esta ultima un uso mas frecuente ysutil, transformara mas rapida y establemente la primeraen la segunda y pronto abandonara completamente la viade la primera. En otros casos, circunstancias externas,como los traspasos de una lengua a otra, pueden dar a laformaci6n lingiiistica de la aglutinaci6n un impulso masrapido y elevado, de igual manera que influjos opuestospueden ser culpables de que las lenguas vayan arrastran-dose con una torpe imperfecci6n.

Todas estas son vias naturales, explicables por la esen-cia del hombre y por las vicisitudes de las naciones, y 10unico que, yo pretendo es no compartir la opini6n queatribuye a ciertos pueblos, desde el primer origen, unaformaci6n lingiiistica que progresa meramente por fle-xi6n y por desenvolvimiento interno, y no reconoce a otrospueblos ninguna formaci6n de esa especie. A mi me pa-rece que esa clasificaci6n demasiado sistematica se salede la via natural de la evoluci6n humana; y si puedo con-fiar en las investigaciones que he emprendido, queda refu-

tad a por la propia experiencia cuando se estudian condetenimiento muchas y diversas lenguas. .

A la aglutinaci6n y a la flexi6n se anade todavia untercer modo, muy frecuente, de formaci6n, un modo alque, por ser siempre intencional, es preciso ponerlo en lamisma clase que la flexi6n y que se da en aquellos sitiosdonde el uso marca una forma lexica para que sea exclu-sivamente una forma gramatical determinada, sin quelleve en si, ni mediante afijaci6n ni mediante flexi6n, algocaracteristico precisamente de la forma gramatical.

La repetici6n silabica descansa en un oscuro senti-miento suscitado por ciertas relaciones gramaticales. Allidonde esto comporta repetici6n, reforzamiento, amplia-ci6n del concepto, la repetici6n silabica esta justificada.AlIi donde eso no ocurre, como es el caso con tanta fre-cuencia en algunas lenguas de America y en todos los ver-bos de la tercera conjugaci6n del antiguo indio, la repeti-ci6n silabica se origina en una peculiaridad meramentefonetica.

Eso mismo cabe decir de la mutaci6n vocalica. En nin-guna lengua es esta tan frecuente, importante y regularcomo en el sanscrito. Pero son muy pocos los casos enque 10 caracteristico de las formas gramaticales se bas aen ella. La mutaci6n vocalica va unida s6lo a algunas deesas formas, y luego, en la mayoria de los casos, a variasa la vez, de tal manera que es preciso buscar 10 caracteris-tico de cada una en algo diferente.

La afijaci6n de silabas significativas continua siendo,por tanto, el recurso mas importante y frecuente paraproducir las formas gramaticales. En esto son iguales laslenguas toscas y las cultas; pues se cometeria un granerror si se creyese que tambien en las primeras toda for-ma se fracciona en seguida en elementos reconocibles ensi mas claramente. Tambien en ellas las diferencias deformas se basan en sonidos enteramente singulares, que,sin pensar en la afijaci6n, podrian sin duda tenerse porsonidos flexivos. En la lengua mexicana el futuro es de-signado, segun la diversidad de las radicales, por variasde esas letras singulares, y el imperfecto por un sufijo· ya

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o a 0 es el incremento del preterito, como a en sanscritoy 'E. en griego. En la lengua no hay nada que pueda indi-car que estos sonidos sean residuos de palabras que huboen otro tiempo; y si no quiere hacerse valer cas?s .~e.mejantes en latin y en griego como casos de ~fiJaclOncuyo origen no se conoce ahora, entonces ~s.preciso C?~-ceder la flexi6n, igual que a estas lenguas c1aslcas, tamblena la lengua mexicana. En la lengua tamanaca tareccha(este verbo significa «portar») es un presente, tare~che unpreterito, tarecchi un futuro. Aduzco estos ca~os solo paraprobar que, cuando se penetra con ~a~ cUldad,o e~ !aslenguas singulares y se tiene un conoclI~:l1entoma~ b~,SICOde su estructura la aseveraci6n que aSlgna la afiJaclOn aciertas lenguas ~ la flexi6n a otras no aparece sosteniblepor ninglin lado. .

Si, por tanto, estamos constrefiidos a suponer la a~J,a-ci6n tambien en las lenguas dotadas de una formaclOnelevada, y en varios casos se la reconoce de manera visi-ble, entonces es enteramente correct a la objeci6n de quetambien en ellas es precise afiadir mentalmente la verda-dera relaci6n gramatical. En amavit y en hcoirwa; van jun-tas, y eso sin duda no podria negarse, las designacionesde la raiz, del pronombre y del tiempo; y la verdaderanaturaleza verbal, que esta en la sintesis del sujeto y elpredicado, no tiene ahi una designaci6n particular, sinoque es precise afiadirla mentalmente. Si quisiera decirseque sin pretender decidir precisamente acerca de talesfor~as, a algunas de ellas puede estarles incorporado elverbo auxiliar y que este puede indicar esa sintesis, estono bastaria, sin embargo, ya que tambien es precise ex-plicar el verbo auxiliar, y no puede estar incluido conti-nuamente un verbo auxiliar en otro.

Pero nada de 10 aqui admitido suprime la diferenciaentre las verdaderas formas gramaticales, como amavit,lnoir]O'a;, y esas ordenaciones de palabras y silabas que lamayoria de las lenguas mas toscas necesita para designarlas relaciones gramaticales. La diferencia consiste en queesas expresiones aparecen realmente fundidas en una solaforma. El crecimiento conjunto del todo hace olvidar el

significado de las partes; el enlace fijo de estas bajo unsolo acento modifica a la vez su acentuaci6n separada y,a mertudo, incluso su sonido; y la unidad de la forma en·tera, que con frecuencia el gramatico especulativo es in-capaz ya de analizar, conviertese ahora en la designaci6nde una relaci6n gramatical determinada. Se piensa comouno aquello que nunca se encuentra separado; se cons ide-ra como verdadero cuerpo, una vez firmemente organiza-do, aquello que no puede descomponerse ni trasladarse aotras uniones cualesquiera; no se ve como parte aut6no-ma aquello que no aparece de ordinario de esa forma enla lengua. Para el efecto resulta indiferente c6mo se hagenerado esto. La designaci6n de la relaci6n, por muyaut6noma y significativa que pueda haber sido, se trans-forma ahora, como debe, en la mera modificaci6n que seadhiere al concepto siempre identico. La relaci6n, queprimero tenia que ser afiadida mentalmente a los elemen-tos significativos, esta ahora realmente presente en la len-gua, merced precisamente al crecimiento conjunto de laspartes para formar un todo fijo, y es oida con los oidos yvista con los ojos.

Las lenguas a las que afecta el reproche de que susformas gramaticales no son de naturaleza tan formal ase-mejanse de todos modos tambien en muchas cosas alaslenguas descritas antes.

Los elementos que estan alineados sucesivamente, bienque s6lo de manera laxa, confluyen en la mayoria de loscasos tambien en una unica palabra y se agrupan bajo ununico acento. Mas, por un lado, eso no ocurre siempre, y,por otro, aparecen aqui otras circunstancias accesoriasque perturban mas 0 menos la naturaleza formal. Los ele-mentos de las formas son separables y desplazables; cadauno mantiene su sonido completo, sin abreviaci6n ni mo-dificaci6n; en general esos elementos estan presentes enla lengua de manera aut6noma 0 sirven tambien paraotras uniones gramaticales, asi por ejemplo los afijos pro-nominales como pronombres posesivos en el sustantivo,como personas en el verba; las palabras que aun no seflexionan no llevan ya en si caracteres de diversas partes

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del discurso, como es necesario que ocurra en una lenguaen la que la formacion gramatical haya pene~rado prof~n-damente, sino que son hechas asi solo medIante la afi]a-cion de los elementos gramaticales; la estructura de lalengua entera es tal que la investigacion es conducida enseguida a separar esos elementos, y esa ~epar~,cion se.con-sigue sin grandes fatigas; junto ala desIgnaCI?n medIanteformas 0 mediante enlaces de palabras seme]antes a for-mas, las mismas relaciones gramaticales son indicadastambien mediante la mera yuxtaposicion acompafiada delmanifiesto afiadido mental del enlace.

Cuanto mas confluyen en una lengua las circunstanciasaqui enumeradas, 0 cuanto mas se encuentran solo aisla-damente tanto menos 0 tanto mas promueve esa lenguael pensa~iento formal, y tanto mas 0 tanto menos estaalejado del verdadero concepto de las formas gramatica-les su modo de designar estas. Pues 10 que aqui puede de-cidir no es 10 que aparece aislado y disperso en la lengua,sino aquello que constituye la accion de esta sobre el es-piritu. Esto depende, empero, de la impresion total y delcaracter del todo. Los fenomenos singulares pueden seraducidos unicamente para refutar, como ha ocurrido en10 que antecede, aseveraciones demasiado osadas. Pero nopueden hacer que se desconozca la diversidad de los nive-les en los que se hallan dos lenguas con respecto al todode su estructura.

Cuanto mas se aleja una lengua de su origen, tantamas forma adquiere, si permanecen identicas las demascircunstancias. EI mero uso prolong ado fusiona mas fir-memente los elementos de las ordenaciones de palabras,lima sus sonidos singulares y hace irreconocible su ante-rior forma autonoma. Pues yo no puedo alejar de mi elconvencimiento de que todas las lenguas han partido prin-cipalmente de la afijacion.

Mientras se considere que las designaciones de las re-laciones gramaticales consisten en elementos singularesmas 0 menos separables, puede decirse que el hablante,mas que servirse de las formas existentes, 10 que hace esformarlas el mismo en cada momento. De ello suele gene-

rarse una pluralidad mucho mayor de esas formas. Puesel espiritu humano tiende por su mera disposicion natu-ral a 10 completo, y cada relacion, aunque se presentemuy raramente, se convierte en una forma gramatical enel mismo sentido que todas las demas. Alli donde, por elcontrario, se toma la forma en un senti do mas rigurosoyes formada por el uso, pero no por ello el hablar habi-tual se convierte en 10 sucesivo en una nueva actividadformativa, alli hay formas solo para aquello que hay quedesignar con frecuencia y, en cambio, es parafraseado ydesignado con palabras independientes aquello que apa-rece raramente. A este procedimiento se afiaden todaviaestas dos circunstancias: la de que al hombre aun no culti-vado Ie gusta representar cada cosa particular en todassus particularidades, no solo en aquellas que son necesa-rias para el fin pretendido en cada caso; y la de que cier-tas naciones tienen la costumbre de condensar frases en-teras en presuntas formas, y asi, par "ejemplo, acogen enel seno del verbo el objeto regido por el, especialmente sies un pronombre. De ahi se origina que sean precisamen-te las lenguas que estan privadas esencialmente de un ver-dadero concepto de forma las que posean, sin embargo,en estrecha analogia con esto, junto a un numero comple-to, tam bien una admirable multitud de presuntas formasconstitutivas.

Si la excelencia de las lenguas dependiese de la plura-lidad y de la rigurosa regularidad de las formas, de lamultitud de las expresiones para designar diversidadesenteramente particulares (como ocurre en la lengua de losabipones, en la que el pronombre de la tercera persona esdiferente dependiendo de que el ser humano sea pensadocomo presente 0 como ausente, como erguido 0 como sen-tado, como echado 0 como en movimiento), entonces se-ria preciso colocar muchas lenguas de los salvajes por en-cima de las lenguas de los pueblos de alta cultura, y esoes algo que se hace no raramente incluso en nuestros dias.Ahora bien, dado que, como es razonable, la excelenciade unas lenguas sobre otras puede ser buscada unicamen-te en su idoneidad para la evolucionde las ideas, las co-

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sas son exaetamente al reyes. En efeeto, la mencionadaidoneidad es difieultada mas bien por esa pluralidad deformas y eneuentra fastidio en tener que aeoger en tantaspalabras tambien determinaciones aeeesorias, de las eua-les no tiene ninguna neeesidad en eada easo.

Hasta este momenta he venido hablando unicamentede formas gramaticales; ahora bien, hay en cada lenguatambien palabras gramaticales y a ellascabe aplicar asi-mismo la mayor parte de 10 dicho sobre las formas. Esaspalabras gramaticales son preponderantemente las pre-posiciones y las conjunciones. Por ser designaciones derelaciones gramaticales, al origen de esas palabras, enten-didas como verdaderos signos de relacion, se oponen lasmismas dificultades que al origen de las formas. Hayenesto una unica diferencia, y es que no todas ellas puedenser derivadas, como ocurre con las formas puras, de lasmeras ideas, sino que han de recurrir a conceptos de laexperiencia, como el espacio y el tiempo. De ahi que conrazon pueda dudarse, aunque recientemente Lumsden 10haya aseverado con vehemencia en su Gramatica persa,que haya habido originariamente preposiciones y conjun-ciones en el verdadero sentido de la palabra. Segu.n la tea-ria, mas correcta, de Horne Took, todas ellas tienen pre-sumiblemente su origen en palabras propiamente dichas,designadoras de objetos. El efecto formal-gramatical dela lengua se basa tambien, por tanto, en el grade en queesas particulas se encuentren todavia mas cerca 0 mas le-jos de su origen.

Un ejemplo notable de 10 aqui dicho 10 ofrece, mas aca-so que ninguna otra lengua, la lengua mexicana en suspreposiciones. Posee tres especies distintas de ellas: 1.Aquellas en las cuales ya no cabe descubrir en modo al-guno el concepto de un sustantivo, aun cuando ese origensea muy verosimil; por ejemplo, c, «en». 2. Aquellas enlas cuales encontramos una preposicion unida a un ele-mento desconocido. 3. Aquellas que contienen claramenteun sustantivo unido a una preposicion, como, por ejem-plo, la preposicion itic, «en», que propiamente esta com-puesta de ite, «estomago», y c, «en», «en el estomago».

Ilhuicatl itic no significa, pues, tal como se 10 traduce, «enel cielo», sino «en el estomago del cielo», pues «cielo»esta en genitivo. Solamente alas dos ultimas especiescitadas de preposiciones son unidos los pronombres; ydado que luego no son tornados nunca los pronombrespersonales, sino los posesivos, esto indica claramente elsustantivo escondido en la preposicion. Notepotzco se tra-duce, es cierto, por «detras de mb, pero propiamente sig-nifica «detras de mi espalda», de teputz, «1a espalda».Aqui se ve, por tanto, la sucesion gradual en que ha idoperdiendose el significado originario, y se ve al mismotiempo el espiritu de la nacion, artifice de la lengua, espi-ritu que, si un sustantivo, «estomago», «espalda», debiaser usado en el sentido de una preposicion, afiadia a esesustantivo una preposicion ya existente, con el fin de nodejar desunidas gramaticalmente las palabras (al mododellatin ad ins tar 0 del aleman inmitten). La lengua mix-teca, que en este punto tiene una formacion gramatical-mente mas imperfecta, expresa «delante, detras de la casa»precisamente con chisi, sata huabi, «estomago», «espal-da», «casa».

La relacion que aqui se constituye en las lenguas en-tre las flexiones y las palabras gramaticales funda nuevasdiferencias entre ellas. Esto se manifiesta, por ejemplo,en el hecho de que una lengua haee determinaciones enmayor medida a traves de casos y la otra las hace mas me-diante preposiciones; una hace tiempos en mayor medidaa traves de la flexion y la otra los hace mas mediante lacombinacion con verb os auxiliares. Pues estos ultimos,cuando designan meramente relaciones de las partes dela frase, son asimismo solo palabras gramaticales. Delgriego 'rurxavEw no nos es ya conocido un significado ver-daderamente material. De igual modo, pero mucho masraramente, se usa en sanscrito schtha, «estar». Pero eneste punto podemos servirnos de principios generales paraestablecer la norma con que juzgar las excelencias de laslenguas. Alli don de las relaciones que han de ser designa-das resultan meramente de la naturaleza de una relacionsuperior y mas general, sin el afiadido de un concepto par-

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ticular, la designación se realiza mejor mediante la fle-xión; en el caso contrario, mediante palabras gramatica-les. Pues la flexión, que en sí no está dotada en absolutode un significado, no contiene nada más que el puro con-cepto de la relaciÓn. En la palabra gramatical está, ade-más, el concepto accesorio que es referido a la relaciónpara determinarla y que siempre es menester que se aña-da allí donde no basta el puro pensar. De ahí que el casotercero y aún el séptimo de la declinación sánscrita nosean ventajas precisamente envidiables de esa lengua, yaque las relaciones designadas por ellos no están suficien-temente determinadas como para poder prescindir de unadelimitación más precisa mediante una preposición. Untercer nivel, que, sin embargo, excluyen siempre las len-guas que tienen una formación realmente gramatical, seda cuando una palabra es marcada en su entero significa-do material para ser una palabra gramatical, como hemosvisto anteriormente a propósito de las preposiciones.

Tanto si nos fijamos en las flexiones .como si nos fija-mos en las palabras gramaticales, siempre regresamos almismo resultado. Puede ocurrir que las lenguas designende manera suficientemente clara y precisa la mayoría y,acaso, la totalidad de las relaciones gramaticales, másaún, que posean una gran pluralidad de presuntas formas,y que, sin embargo, les falte en conjunto o en lo particu-lar una auténtica formalidad gramatical.

Hasta aquí he pretendido sobre todo establecer unadiferenciación entre los analoga de las formas gramatica-les, con los que las lenguas intentan al principio aproxi-marse a éstas, y las formas mismas. Convencido en estode que nada causa a los estudios lingüísticos un daño tansensible como los razonamientos generales, no fundadosen un conocimiento pertinente, he documentado con ejem-plos cada caso singular, en la medida en que podía hacer-la sin caer en una excesiva prolijidad, aunque siento muybien que el verdadero convencimiento puede brotar úni-camente del estudio completo de al menos una de las len-guas aquí consideradas. Para llegar a un resultado decisi-vo será necesario todavía, sin embargo, resumir en sus

puntos finales la entera cuestión aquí abordada, sin mez-clar ahora en ella nada fáctico.

Aquello a lo que aboca todo en la investigación de lagénesis y la influencia de la formalidad gramatical es la co-rrecta distinción entre la designación de los objetos y ladesignación de las relaciones, entre la designación de lascosas y la designación de las formas.

E! hablar, entendido materialmente y como consecuen-cia de una necesidad realmente sentida, va de manera in-mediata tan sólo a la designación de cosas; el pensar, en-tendido idealmente, va siempre a la forma. De ahí queuna preponderante facultad de pensar otorgue formalidada una lengua, y que una preponderante formalidad en éstaeleve la facultad de pensar.

La lengua designa originariamente objetos y deja alque la comprende la tarea de añadir mentalmente las for-mas que enlazan el discurso.

Pero intenta facilitar esa tarea mediante la ordenaciónde las palabras y mediante palabras que designan objetosy cosas, pero que están orientadas hacia la relación y laforma.

Así es como, en el nivel más bajo, la designación gra-matical se realiza mediante locuciones, frases, enunciados.

Este medio auxiliar es llevado luego a una cierta re-gularidad; la ordenación de las palabras se vuelve estable,las palabras mencionadas van perdiendo poco a poco suuso autónomo, su significado material, su sonido origi-nario.

Así es como, en el segundo nivel, la designación gra-matical se realiza mediante ordenaciones fijas de palabrasy mediante palabras que oscilan entre un significado ma-terial y un significado formal.

Las ordenaciones de palabras adquieren posteriormen-te unidad, a ellas se agregan las palabras de significado

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formal, que se convierten en afijos. Pero la unión no estodavía firme, los puntos de enlace continúan siendo visi-bles, el todo es un agregado, pero no una única cosa.

Así es como, en el tercer nivel, la designación grama-tical se realiza mediante analoga de formas.

Finalmente la formalidad se impone. La palabra esuna unidad, modificada únicamente en sus referenciasgramaticales por sonidos flexivos cambiados; cada pala-bra pertenece a una parte determinada del discurso y po-see individualidad no sólo léxica, sino también gramati-cal; las palabras que designan la forma no tienen ya unsignificado accesorio que las perturbe, sino que son purasexpresiones de relaciones.

Así es como, en el nivel más alto de todos, la designa-ción gramatical se realiza mediante verdaderas formas:la flexión y lás palabras puramente gramaticales.

La esencia de la forma consiste en su unidad y en elpreeminente dominio que sobre los sonidos accesorios aña-didos a ella ejerce la palabra a la que pertenece la forma.Esto es sin duda facilitado por la pérdida de significadode los elementos y por el desgaste de los sonidos en eluso prolongado. Ahora bien, la génesis de la lengua no esnunca explicable del todo por una acción tan mecánicade unas fuertas muertas, y es preciso no olvidar en ningúnmomento la influencia que tienen el vigor y la individua-lidad de la fuerza del pensar.

La unidad de la palabra es formada por el acento. Ensí éste es de naturaleza más espiritual que los propiossonidos acentuados; si se dice del acento que es el almadel discurso, no es meramente porque aquél sea el queintroduce en éste la comprensión propiamente dicha, sinotambién, realmente, porque es aquél el que se convierte,con mayor inmediatez que ninguna otra cosa en la len-gua, en emanación del sentimiento que acompaña al dis-curso. El acento es eso también en los sitios donde, me-diante la unidad, troquela las palabras para hacer de ellasformas gré;lmaticales; y de igual modo que los metales,para fundirse de manera veloz e íntima, necesitan de unallama que arda con rapidez y fuerza, así también la fu-

sión de formas nuevas es algo que no lo consigue sino elacto energético de una fuerza de pensar vigorosa y ten-dente a una delimitación formal. Esa fuerza se revelatambién en las ~emás propiedades de las formas, y es irre-futablemente CIerto que, sean cuales sean las vicisitudespor las que atraviese una lengua, nunca llegará a poseeruna estructura gramatical excelente si no tiene la suertede s.er ha.blada al. menos alguna vez por una nación quesea mgemosa y pIense con profundidad. De lo contrario,nada podrá salvada de la mediocridad de unas formasque están unidas de manera laxa y que en ningún lugarhablan incisivamente a la fuerza del pensar.

2. LA INFLUENCIA DE LAS FORMAS GRAMATICALES

El pensar, que acontece mediante la lengua, está diri-gido o bien hacia fines externos, materiales o bien haciasí mismo y, por tanto, hacia fines espirit~ales. En esadoble dirección necesita .de la claridad y precisión de losconceptos, y en la lengua esa claridad y esa precisión de-penden en gran parte del modo de designar las formasgrama ticales.

Las paráfrasis de éstas mediante frases, ordenaciones,no convertidas todavía en regla segura, de palabras, y aunanaloga de formas, producen no raras veces ambigüe-dades.

Pero si está oculta también la comprensión, y conella el fin externo, entonces ocurre con mucha frecuenciaque ~l .concepto en sí permanece indeterminado y que, enlos SItIOSdonde manifiestamente puede ser tomado, encuanto concepto, de dos maneras diversas permanece in-distinto. '

Si el pensar se vuelve hacia la efectiva consideracióninterior y no meramente hacia la actividad exterior en-tonces también la mera claridad y distinción de los 'con_ceptos produce otras exigencias, que son siempre difícilesde alcanzar por aquella vía.

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Pues todo pensar aspira a la necesidad y a la unidad.La aspiración de conjunto de la humanidad tiene es~ ~is-ma dirección, ya que no pretende como resultado últimootra cosa que encontrar la legalidad mediante la investi-gación o fundada mediante la definición.

Ahora bien si la lengua debe adaptarse al pensar, en-tonces en su ~structura ha de corresponder lo más posi-ble al organismo de aquél. De lo contrario, dado que debeser símbolo en todo, la lengua será precisamente un sím-bolo imperfecto de aquello a lo que está unida del modomás inmediato. Mientras que, por un lado, la masa de suspalabras representa la extensión de su m~~do, por <:trosu estructura gramatical representa la VISIónque tIenedel organismo del pensar.

La lengua debe acompañar al pensamiento. Por tanto,éste ha de poder pasar en la lengua continuamente de unelemento a otro y encontrar también en ella signos paratodo aquello de 10 que necesita para su propia conexión.De lo contrario, allí donde la lengua, en vez de acompañaral pensamiento, lo abandona, se originan lagunas.

Aunque a la postre el espíritu tienda siempre y en to-das partes hacia la unidad y la necesidad, sin embargo nopuede desenvolver ambas, sacándolas de sí, de otra man~-ra que gradualmente y sólo con la ayuda de recursos massensibles. Entre éstos, uno de los que más le ayuda es lalengua, la cual, en razón ya de sus fines muy condiciona-dos y muy bajos, necesita de la regla, de la forma y de lalegalidad. En consecuencia, cuanto más perfecciona~~ e~-cuentre el espíritu en la lengua aquello a que tamblen elaspira para sí mismo, tanto más íntimamente podrá unj-ficarse con ella.

Si ahora consideramos las lenguas en lo que respectaa todas estas exigencias que aquí les hemos hecho, vere·mas que las cumplen bien solamente, o preferentemente,cuando poseen formas auténticamente gramaticales, y nosólo analoga de ellas, y así es como esta diferencia se re-vela en toda su importancia.

Lo primero y más esencial es esto: el espíritu exigede la lengua que separe limpiamente la cosa y la forma,

el objeto y la relación, y que no los mezcle. La lengua pa-raliza y falsifica la entera actividad interior del espíritudesde el momento en que lo habitúa a tal mezcla o le di-ficulta la separación. Pero precisamente esta última esejecutada con limpieza tan sólo en la constitución de laforma auténticamente gramatical mediante la flexión omediante palabras gramaticales, como hemos visto antes,es decir, en la designación gradual de las formas grama-ticales. bn todas las lenguas que conocen úmcamente ana-Zoga de formas subsiste siempre en la designación gra-maücal, que debía ser meramente formal, algo material.

AHídonde no se logra de manera perfecta la fusión dela forma, tal como la hemos descrito más arriba, allí elespírItu sigue creyendo siempre que está viendo separa-dos lOSeH::1ilenWSy al1í no tlene la lengua para él la exi-gida concordancia con las leyes de su propia actividad.

El espíritu tiene el sentimiento de que hay lagunas, seesfuerza por llenarlas, ha de habérselas no con un númeromoderado de magnitudes en sí sólidas, sino con un nú-mero desconcertame <:lemagnitudes unidas a medias, y notrabaja con igual rapidez y destreza, ni con igual compla-cenCIa, en enlazar con tácl1 fortuna, por medio de formaslingülsticas apropiadas y concordantes con sus propiasleyes, conceptos partIculares con otros más generales.

En ello se revela, si planteamos la cuestión con todasu agudeza, que, a hn de cuentas, si bien es cierto que unaforma gramancal no incluye en sí ningún otro elementoque ay'uel que nay tamOlen en sus anawJ5a, lOs cuales nun-ca la reemplazan del todo, sin embargo ya es, en su efec-to soore el eSpIrItu, algo enteramente dlterente; y se re-vela también que esto se basa en su umdad, en la cualella porta en sí el retlejo del poder de la fuerza del pensarpor la que fue creada.

En una lengua que no posea semejante formación gra-matlcal el eSplrItu encuentra acuñado de manera incom-pleta e impertecta el esquema general del enlace del dis-curso, esquema cuya adecuada expresión en la lengua esla condlClOn mdlspensable de todo pensar que haya delograrse con facilIdad. No es necesario que ese esquema

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llegue hasta la consciencia; eso es algo que les falta inclu-so a naciones muy cultas. Dado que el espíritu procedesiempre inconscientemente según ese esquema, basta conque para cada parte singular encuentre una expresión talque le permita volver a aprehender con correcta precisiónotra parte.

Al reobrar la lengua sobre el espíritu, la forma autén-ticamente gramatical suscita la impresión de una forma,aun cuando la atención no esté dirigida expresamente aella, y produce una educación formal. Pues, dado que lalengua contiene con limpieza la expresión de la relacióny no contiene ninguna otra cosa material sobre la cualpudiera divagar el entendimiento, sino que éste ve modi-ficado allí el concepto originario de la palabra, es precisoque el entendimiento aferre la forma misma. En el casode la forma inauténtica no puede hacerlo, pues no ve sufi-cientemente determinado en ella el concepto de relacióny todavía se halla distraído por conceptos accesorios. Enambos casos esto ocurre en el hablar más usual y se ex-tiende a todas las clases de nación; y allí donde la influen-cia de la lengua es favorable, surgen una claridad y pre-cisión generales de los conceptos y una disposición gene-ral a captar con mayor facilidad lo puramente formal.Está también en la naturaleza misma del espíritu el queesa disposición, una vez existente, se perfeccione conti-nuamente; por el contrario, cuando una lengua ofrece demanera impura y defectuosa las formas gramaticales, elsalir de esa ofuscación de la visión puramente formal re-sulta tanto más difícil cuanto más dure esa influencia.

Por tanto, sea lo que sea aquello que pueda decirse dela idoneidad que para la evolución de las ideas tiene unalengua no dotada de semejante formación gramatical,siempre será muy difícil concebir que una nación vaya apoder llegar por sí misma, sobre la base inmodificada detal lengua, a un gran desarrollo científico. Aquí el espírituno recibe de la lengua, ni ésta recibe de él, aquello de loque ambos tienen necesidad, y el fruto de su recíprocainfluencia, para convertirse en beneficioso, tendría que seren primer lugar una modificación de la lengua misma.

De esta manera quedan, pues, fijados, hasta donde talcosa puede ocurrir en objetos de esta naturaleza los cri-o o,terios por los que cabe distinguir de las otras las lenguasque tienen una formación gramatical. Es cierto que acasoninguna pueda ufanarse de una concordancia perfecta conlas leyes lingüísticas generales; es cierto que acaso nin-guna esté conformada completamente en todas sus par-tes; y es cierto que también entre las lenguas del nivelmás bajo existen a su vez muchos grados de aproxima-ción. Sin embargo, aquella diferencia, que separa de ma-nera precisa dos clases de lenguas, no es una diferenciarelativa, consistente meramente en un más o un menossino que es efectivamente una diferencia absoluta, pue~la presencia o la ausencia del dominio de la forma esalgo que se acusa siempre de manera visible.

Es innegable que las lenguas dotadas de una forma-ción gramatical poseen una idoneidad perfecta para laevolución de las ideas. De todas maneras, serán el ensayoo la experiencia los que aportarán pruebas de cuánto po-dría lograrse también con las demás lenguas. Lo que des-de luego es seguro es que éstas nunca estarán en condi-ciones de actuar sobre el espíritu en el mismo grado ydel mismo modo que las otras.

El. ejemplo más notable de una literatura que vieneflorecIendo desde hace milenios en una lengua que estádesprovista casi de toda gramática, entendida esta pala-bra en su sentido usual, nos lo ofrece la lengua china. Essabido que precisamente en el denominado «estilo anti-guo», en el cual fueron redactados los escritos de Confu-cio y de su escuela, y que todavía hoyes el estilo general-mente usado para todas las grandes obras filosóficas ehistóricas, las relaciones gramaticales son designadas úni-ca y exclusivamente por la posición de las palabras o porpalabras separadas, y que con frecuencia se le deja al lec-tor la tarea de adivinar por el contexto si debe tomar unapalabra por un sustantivo, por un adjetivo, por un verboo por una partícula.3 Es cierto que el estilo mandarín y

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el estilo literario se han cuidado de introducir una mayorprecisión gramatical en la lengua, pero tampoco .en ellosposee ésta unas formas verd~deramente, graI?atIcales, yla liter"atura a que antes aludImos, la mas celebre d~ lanación, es completamente independiente de este tratamIen-to moderno de la lengua. .

Si es cierto, como ha tratado de probar agudamenteEtienne Quatremere,4 que la lengua copta fue la lenguade los antiguos egipcios, entonces también entra aquí. t;nconsideración la elevada cultura científica que esa naClOntuvo según se dice. Pues también el sistema gramaticalde l~ lengua copta es, como dice Silvestre de .Sacy,5 unsistema perfectamente sintético, es decir, un sIstema enel cual las designaciones gramaticales están separadamen-te antepuestas o pospuestas a las palabras que significancosas. Silvestre de Sacy lo compara expresamente en estocon el sistema gramatical chino.

Si, por tanto, dos de los pueblos más notables han lo-grado alcanzar el nivel de su cultura intelectual con unaslenguas a las que les faltan del todo o en gran pa~te lasformas gramaticales, de ello pare~~ resultar una. Impor-tante objeción contra la aseveraClOn de la necesIdad detales formas. Sin embargo, de ninguna manera está de-mostrado que la literatura de esos dos pueblos posea pre-cisamente las excelencias en las que influye preferente-mente esa propiedad de la lengua de que aquí estamos ha-blando. Pues es innegable que la rapidez y la agudeza delpensar, favorecidas por una rica ~~tiplici~ad de formasgramaticales plasmadas con preclslOn y hgere~a:, don~emás brillantemente se muestran es en la exposlclOn dIa-léctica y oratoria, y de ahí que sea en la prosa ática don-de se desplieguen con fuerza y finura supremas.

Del estilo antiguo chino admiten, incluso quienes pro-

4. Recherches critiques et historiques sur la langue et la lit-térature de l'Egypte. .

5. En MILLIN, Magasin encyclopédique, t. IV, 1808,p: 225,.don-de al mismo tiempo se exponen ideas muy nuevas e mgemosassobre la influencia de la escritura jeroglífica y alfabética en laformación gramatical de las lenguas.

nuncian un juicio favorable sobre la literatura de ese pue-blo, que es un estilo vago y entrecortado, de tal maneraque el estilo que lo siguió, mejor adaptado a las necesida-des de la vida, hubo de trabajar por darle más claridad,precisión y variedad. Y esto es algo que prueba, por tan-to, lo que nosotros hemos afirmado.

De la literatura egipcia antigua no nos es conocidonada; pero las demás cosas que sabemos de los usos, dela constitución, de los edificios y del arte de esas notablesregiones, hacen pensar en una cultura rigurosamente cien-tífica más bien que en una fácil y libre dedicación del es-píritu a las ideas.

y si estos dos pueblos hubiesen alcanzado precisamen-te las excelencias que con razón hemos de guardarnos deatribuirles, no por ello estaría refutado, sin embargo, loque antes hemos expuesto.

Allí donde el espíritu humano, merced a un concursode circunstancias favorables, empeña sus fuerzas en unalabor afortunada, allí llega a la meta con cada uno de losinstrumentos, aunque sea por una vía más trabajosa ylenta. Ahora bien, no porque él supere la dificultad dejaésta de hallarse presente. Que las lenguas que tienen po-cas o muy imperfectas formas gramaticales son lenguasque, en vez de favorecer la actividad intelectual, causanen ella efectos perturbadores, eso es algo que, como creohaber mostrado, brota de la naturaleza misma del pensary del discurso. Otras fuerzas pueden reducir o suprimiren la realidad tales obstáculos. Sólo que en la considera-ción científica es preciso, para llegar a consecuencias ne-tas, juzgar cada influencia como un momento aislado ytal como si no fuera perturbado por nada ajeno a él;y esto es lo que aquí se ha hecho con las formas grama-ticales.

Para saber hasta qué punto se alcanzó también en laslenguas de América un nivel superior de cultura, no cabepedir consejo a la pura experiencia. Los escritos de indí-genas 6 en la lengua mexicana que nosotros poseemos pro-

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ceden únicamente del tiempo de la Conquista y de ahíque respiren ya una influencia extranjera. Sin emb~rgo,es muy de lamentar que en Europa no se conozca mngu·no. Antes de la Conquista no había en aquella parte delmundo ningún medio de registro escrito. Eso podría ver·se ya como una prueba de que ningún pueblo se alzó allícon ese decidido vigor de la fuerza del pensar que que-branta los obstáculos hasta llegar a la invención del alfa·beto. Sólo que sin duda ese invento ha ocurrido muy ?o·cas veces, ya que la mayoría de los alfabetos han surgIdopor traspaso unos de otros.

De las lenguas que nos son conocidas es la sánscritala más antigua y la primera en poseer una verdader~ es-tructura de formas gramaticales, y ello con un orgamsmotan perfecto y completo que en ese aspecto ha sido pocolo que posteriormente se ha añadido. A su lado se encuen-tran las lenguas semíticas; ahora bien, la culminación su-prema de la estructura la ha alcanzado indiscutiblementela lengua griega. El modo en que esas diversas lenguas serelacionan las unas con las otras, y los nuevos fenómenosque han surgido por el nacimiento de nuestras lenguasmodernas a partir de las clásicas, son asuntos que ofre·cen un abundante material para ulteriores, pero más fi·nas y difíciles, investigaciones.

Sobre la escritura alfabética y su conexióncon la estructura ·de las lenguas *

Siempre he tenido la impresión, al reflexionar sobreel nexo de la escritura alfabética con la lengua, de que la:primera estaba en proporción directa a las excelencias dela segunda y de que la aceptación y la elaboración del al·fabeto, más aún, su contextura, y tal vez su invención,dependieron del grado de perfección de la lengua y, másoriginariamente todavía, de las disposiciones para ella.

Una larga dedicación a las lenguas de América, el es-tudio del antiguo indio y de algunas lenguas emparenta·das con él, y la consideración de la estructura del chino,parecen también confirmarme históricamente esta tesis.Las lenguas de América, con las que ciertamente se co-metería una gran injusticia calificándolas de toscas y sal-vajes, pero a las que su propia estructura las diferenciadecididamente de la perfección de las lenguas cultas, nohan poseído nunca, en 10 que hasta ahora sabemos, unaescritura alfabética. Este género de escritura se halla taníntimamente entrelazado con las lenguas semíticas y lasde la India que no existe ni la menor huella de que éstasse hayan servido nunca de otro género distinto de· escri-tura. Si los chinos rechazan los alfabetos de los europeos,que les son conocidos desde hace mucho tiempo, tal cosano se debe meramente, a mi parecer, a que estén muyapegados a sus tradiciones y a que repudien las cosas ex-tranjeras, sino, mucho más todavía, a que en ellos, dadoel grado de sus disposiciones para el lenguaje y dada laestructura de su lengua, no se ha despertado todavía enabsoluto la necesidad interna de una escritura alfabéticaSi no fuera ése el caso, ya habrían llegado por sí mismos,mediante su propia gran capacidad inventiva, y mediante

velle Espagne, p. 93. Del mismo, Vues des Cordilléres et Monu-ments des peuples de l'Amérique, p. 126.

* Texto leído en la Academia de las Ciencias de Berlin el 20de mayo de 1824.

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los signos de su lengua, a formar un alfabeto propiamentedicho, puro y completo, en vez de liJ1litarse a usar signosfonéticos como una ayuda accesoria, que es lo que hacenahora.

Únicamente a Egipto parece no adaptarse bien estemodo de pensar. Pues la actual lengua copta prueba inne-gablemente que también la lengua egipcia antigua pose-yó una estructura que no testifica grandes disposicionesde la nación para el lenguaje; y, sin embargo, no sóloposeyó Egipto una escritura alfabética, sino que, segúntestimonios que en modo alguno cabe rechazar, fue sucuna. Con todo, aunque una nación fuese la inventora deuna escritura alfabética, queda su modo de tratada, deacuerdo con su disposición, queda su modo de captarel pensamiento y de apresarlo y conformado mediante lalengua; y la verdad de esta aseveración brota con claridadprecisamente del modo tan maravilloso como los egipcioshicieron que se compenetrasen las imágenes y la escritu-ra alfabética.

La escritura alfabética y la disposición para el lengua-je están, pues, estrechísimamente conectadas y se hallanen constante relación la una con la otra. Esto es lo queaquí voy a esforzarme en probar, tanto conceptual comohistóricamente, en la medida en que ello pueda hacersedentro de la brevedad que conviene a estas conferencias.Me ha parecido que la elección de esta materia resultabaadecuada por una doble razón, a saber: porque de hechono es posible entender de manera completa la naturalezadel lenguaje si no se investiga al mismo tiempo su cone-xión con la escritura alfabética; y porque precisamentelas recientes dedicaciones a la lengua egipcia redoblan enel momento presente el interés por las investigaciones so-bre la invención de la escritura y sobre su apropiación.

Aquí no me ocuparé en absoluto de nada de lo concer-niente a las finalidades externas de la escritura, a su utili-dad en el uso para la vida y a la difusión de los conoci-mientos. Es tan evidente la importancia de la escritura,si se la considera desde ese lado, que sin duda serán muypocos los que desconozcan en este aspecto las ventajas

de la escritura alfabética sobre los demás modos de es-cribir. Me limitaré meramente a la influencia de la escri-tura alfabética sobre la lengua y su tratamiento. Si esa in~fluencia es realmente significativa, si la conexión de lalengua con el uso de un alfabeto es íntima y firme, enton-ces no pueden seguir siendo dudosas por más tiempo lascausas de la afanosa apropiación de la escritura alfabéti-ca o de la fría indiferencia frente a ella.

Ahora bien, dado que hasta de las propias lenguas seha aseverado con frecuencia· que su diversidad no es degran importancia, puesto que, suene como suene el soni-do y se enlace como se enlace el discurso, al final lo quesiempre destaca es el pensamiento, sin duda podría en-tonces tenerse por algo mucho más indiferente la índolede los signos de la escritura, con tal de que no comporteincomodidades demasiado grandes o la nación se haya ha-bituado a vencer las que van unidas a ella. Por otro lado,se dice, la parte de cada pueblo que se sirve de la escritu-ra es siempre pequeña y son menos todavía los que sesirven de ella con tino. Por tanto, no sólo cada lengua haexistido largo tiempo sin escritura, sino que, además, engran parte continúa viviendo de ese mismo modo.

Ahora bien, la palabra hablada, la palabra-sonido, espor así decirlo una corporificación del pensamiento, y laescritura, una corporificación del sonido. El más univer-sal de los efectos de la escritura es que liga firmementela lengua y hace así posible una reflexión sobre ésta quees enteramente diferente de la que se da cuando es mera-mente en la memoria donde tiene un .asiento permanentela palabra hablada. Al mismo tiempo, también es inevita-ble que a la influencia de la lengua sobre el espíritu semezcle algún efecto producido por esa designación me-diante escritura y por la índole determinada de esa desig-nación en general. No es, por ello, indiferente cuál sea laíndole del estímulo que la actividad espiritual recibe dela naturaleza especial de la designación escrita. En las le-yes de esa actividad está el considerar lo pensable e in-tuible como signo y designado, el provocados recíproca-mente y el enfrentar lQ uno a lo otro; es propio de esa

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actividad el hacer intervenir, a propósito de una idea ouna intuición, también las ideas o intuiciones emparen-tadas con ellas; y así es como la conversión en· un objetovisual de los pensamientos que están primeramente liga-dos como sonido puede dar orientaciones muy distintasal espíritu, según cuál sea la manera en que se produzcaesa conversión. Pero resulta evidente que, para que elefecto total no quede perturbado, es preciso que esténformados de maneras concordantes, y estén fundidos comoen un único molde, el pensar en lenguaje, el discurso y laescritura.

La influencia ejercida sobre la lengua por la escriturano es menos importante porque esta última sea siemprepropiedad únicamente de una parte pequeña de la nación,ni tampoco porque sin duda haya surgido en todas partestan sólo cuando la estructura ya fija y determinada de lalengua no consentía más modificaciones esenciales. Puesel habla común envuelve a la totalidad del pueblo (aun-que, desde luego, menos en una forma de vida que enotra), y aquello que en los individuos actúa sobre el hablacomún pasa inmediatamente a todos. La elaboración másfina de la lengua, sin embargo, cuyo punto inicial vienedesignado propiamente por el uso de la escritura, es pre-cisamente la más importante de todas las elaboraciones,y en sí misma, y en su acción sobre la cultura de la na-ción, diferencia la peculiaridad de las lenguas mucho másde lo que lo hace la estructura originaria, que es másbasta.

La peculiaridad de la lengua consiste en que, median-do entre el ser humano y los objetos exteriores, liga a so-nidos un mundo de pensamientos. Todas las propiedadesde cada lengua singular podemos referidas, por tanto, alos dos grandes puntos capitales que hay en el lenguajecomo tal, a saber: su idealidad y su sistema fonético. Lasdeficiencias de integridad, claridad, precisión y pureza enla idealidad y las deficiencias de perfección en el sistemafonético son los defectos de la lengua; lo contrario, susexcelencias.

En dos textos ya leídos ante este auditorio he tratado

de exponer y justificar esa visión de las cosas y me he es-forzado en mostrar:

1. Que el sistema léxico de cada lengua, también elno enlazado, forma un mundo de pensamientos que se salecompletamente del área de los signos arbitrarios y poseede suyo esencialidad e independencia.

2. Que esos sistemas léxicos nunca pertenecen única-mente a un pueblo, sino que, por una vía de transmisiónque ni la historia ni la investigación de las lenguas estánen condiciones de seguir del todo, se convierten en laobra de la humanidad entera a lo largo de todos los siglosde su existencia, y que, con ello, cada palabra porta en síun doble elemento formativo: uno fisiológico, que brotade !a naturaleza del espíritu humano, y otro histórico, quereSIde en su modo de generarse. y además:

3. Que el carácter de las lenguas perfectamente forma-das está determinado por el hecho de que la naturaleza desu estructura prueba que lo que al espíritu le importa noes meramente el contenido, sino preferentemente la for-ma del pensamiento.

, C.reo que. también aquí puedo seguir esa vía, y es porSI mIsmo eVIdente que la escritura alfabética favorece demodo negativo la idealidad de la lengua ya por el merohech~ de no estimular el espíritu de ninguna manera quesea dIvergente de la forma de la lengua, y que el sistema~e .los sonidos puede alcanzar firmeza y totalidad mercedU?;ICamentea la escritura alfabética, dado que la designa-ClOnde los sonidos articulados constituye su esencia.

Por sí mismo salta a la vista que toda escritura me-diante imágenes, toda pictografía, necesariamente ha deperturb.ar, en vez de apoyar, la acción de la lengua, dadoque estImula la visión intuitiva del objeto real. La lenguademanda también intuición, pero la liga a la forma léxicaunida mediante el sonido. A ella ha de subordinarse la re-presentación del objeto para pertenecer como eslabón ala cadena infinita a la que tiende por todas las direccionese~pensar m~diante Jengu~. Cuando la imagen se forja me-dIante un SIgno grafico, mvoluntariamente reprime aque-

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110 que la palabra pretende designar. El dominio de lasubjetividad, esencia del lenguaje, queda debilitado; suidealidad sufre a causa del poder real del fenómeno; elobjeto actúa sobre el espíritu con todas sus propiedades,no con aquellas que la palabra, en concord~ncia con ~lespíritu individual de la lengua, elige ~ recopila;.!a eSCrI-tura, que debe ser tan sólo sig~o del sIgn?, convIe:-tese almismo tiempo en signo del objeto, y, al mt.r?dUCIr e~ ,elpensar la manifestación directa de éste, debIlIta la aCClOnque la palabra ejerce precisamente por el hecho de que-rer ser únicamente signo. En vivacidad no puede ganarla lengua merced a la imagen, pues ese género de vivaci-dad no corresponde a su naturaleza, y las dos distintasactividades del alma, que aquí se querría estimul.ar almismo tiempo, no pueden tener como consecuenCIa unreforzamiento de la acción, sino su dispersión.

En cambio, una escritura figurativa que designe con-ceptos parece favorecer muy pro?iament~ la i~ealidad dellenguaje. Pues sus signos, elegIdos arbItranamente, notienen, como tampoco lo tienen los signos d~ las. letras,nada que pueda distraer al espíritu, y la legalIdad mternade su formación reconduce el pensar a sí mismo.

No obstante también tal escritura se opone directa-mente a la nat~raleza ideal -es decir, convertidora delmundo externo en ideas- del lenguaje, aun cuando estu-viere articulada en todas sus partes de acuerdo con lamás estricta legalidad. Pues para la ,lengua es ~e nat~ra-leza material no meramente el fenomeno sensIble, smotambién el pensar indeterminado, en tanto en c.uanto noestá unido de un modo firme y puro por el somdo; puestal pensar carece de la forma que le es esencialmente pe-culiar. La individualidad de las palabras, en cada una delas cuales hay siempre algo más que meramente su defi-nición lógica, está ligada al sonido en tanto en. ~uantoéste despierta inmediatamente en el alma la aCClOnqueles es peculiar a las palabras. Un' signo que busque el con-cepto y descuide el sonido puede expresarlas, por tanto,sólo de manera imperfecta. Un sistema de tales signos re-produce únicamente los conceptos abstractos del mundo

externo e interno; pero la lengua debe contener ese mun-do mismo -cierto que convertido en signos de pensa-mientos- en la entera plenitud de su rica, polícroma yviviente multiplicidad.

Tampoco ha habido nunca, sin embargo, una escrituraconceptual, ni puede haber ninguna escritura que estéformada puramente según conceptos y en la que no ha-yan ejercido una importantísima influencia las palabrasde la lengua, recogidas en sonidos determinados, para lascuales fue ésta inventada. Pues dado que la lengua existecon anterioridad a la escritura, busca naturalmente unsigno para cada palabra, y busca esos signos en el sentidoque tienen las palabras subyacentes a los signos, aun cuan-do éstos, por una subordinación sistemática a un siste-ma de conceptos, tuviesen una validez independiente delsonido. Por tanto, toda escritura conceptual es siemprea la vez una escritura fonética; y el que también valga, demanera marginal, como una verdadera escritura concep-tual, y en qué grado lo valga, eso es algo que depende delgrado en que quien la usa conozca y respete la sistemáti-ca subordinación de otros signos, clave lógica de su for-mación. Quien conoce sólo mecánicamente signos corres-pondientes a palabras no posee en la escritura concep-tual otra cosa que una escritura fonética. Cuando seme-jante escritura pasa a una lengua diferente, ocurre lomismo. Pues también en esta otra lengua, si la escrituraha de ser realmente escritura, es preciso que el uso con-signe a cada signo su validez en una sola palabra o envarias palabras determinadas. Los signos escritos son, portanto, sinónimos en las dos lenguas tan sólo en la medidaen que son sinónimas las palabras que subyacen a ellos,y el leer lo escrito en una de las dos lenguas se conviertesiempre, para el que la desconozca, en un acto de traduc-ción en el cual queda abandonada en todos los casos laindividualidad de la lengua original. En el uso de tal es-critura entre naciones distintas lo único que se traspasasiempre es, en lo fundamental, sólo el contenido; la formaes modificada esencialmente; y la innegable ventaja deuna escritura conceptual, el ser comprensible a naciones

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de lenguas distintas, no compensa las desventajas quedesde otros lados comporta.

Como escritura fonética, una escritura conceptual esimperfecta, y lo es porque da los sonidos como palabrasy sustrae así a la lengua toda la ganancia que, como ve-remos, brota de la designación fonética de los elementosde la palabra. Pero tampoco la escritura fonética actúanunca puramente como tal. Dado que, por la validez y laconexión de sus signos, puede perseguir conceptos, dadoque puede formar inmediatamente el pensamiento, pasan-do por encima del sonido, por así decido, ocurre que seconvierte así en una lengua propia y debilita la expresiónnatural, completa y pura de la lengua verdadera y nacio-nal. Por un lado lucha por librarse del lenguaje como talo, al menos, de una determinada lengua, y por otro ladointroduce en la expresión natural de la lengua, en el so-nido, la intuición visual, que es mucho menos adecuada.Actúa, por tanto, directamente en contra del sentido li~-güístico instintivo del ser humano y destruye, cuanto. masse hace valer con éxito, la individualidad de la deSIgna-ción lingüística; ésta, desde luego, no reside meramenteen el sonido de cada una de las designaciones, pero sehalla unida a él en virtud de la impresión que todo enlacedeterminado de sonidos articulados produce innegable-mente de manera específica.

El esfuerzo de una lengua determinada por independi-zarse ha de producir en el espíritu efectos desventajososy devastadores, pues es imposible el pensar sin l~ngua.Una escritura conceptual no produce esas desventajas, enel grado que aquí hemos descrito, sólo si su sistema no esdesarrollado de manera coherente y ella misma, en el uso,es asumida fonéticamente.

La escritura alfabética está libre de esos defectos; esun signo del signo, un signo sencillo, que no distrae conningún concepto concomitante, un signo que acompaña ala lengua en todas partes, sin adelantarse a ella ni despla-zarla, un signo que no evoca otra cosa que el sonido yque, por ello, conserva esa subordinación natural en lacual el pensamiento debe ser estimulado de acuerdo con

la impresión hecha por el sonido, y la escritura no deberetener el pensamiento en sí, sino en esa figura determi-nada.

Mediante esa estrecha adherencia a la naturaleza pe-culiar de la lengua, la escritura alfabética refuerza preci-samente la acción de ésta, al renunciar a las pomposasexcelencias de la imagen y de la expresión de los concep-tos. No perturba la pura naturaleza de pensamiento quees propia de la lengua, sino que más bien la refuerzacon el sobrio uso de rasgos que en sí no tienen significa-do, y depura y eleva su expresión sensible al descomponeren sus partes básicas el sonido unido en el hablar, al ha-cer evidente el nexo de esas partes entre sí y en el enlacecon la palabra, y al volver a operar también sobre el dis-curso audible, fijándolo ante los ojos.

Por ello nosotros debemos atenernos a esa escisión delsonido unido, escisión que es la esencia de la escritura al-fabética, si queremos juzgar la influencia interna que éstaejerce sobre la lengua.

Hasta que agota un pensamiento, el discurso forma enel espíritu del hablante un todo unido en el cual la refle-xión ha de buscar las secciones singulares. Esto es algoque lo experimentamos ante todo al ocuparnos de laslenguas de naciones incultas. Es preciso dividir y dividir,y sospechar siempre que acaso lo que parece simple conti-núa siendo algo compuesto. Desde luego en cierta medidaesto ocurre también con las lenguas muy cultas, sólo queocurre de manera distinta; en éstas ocurre sólo etimológi-camente, con miras a ver la génesis de las palabras; enaquellas ocurre gramatical y sintácticamente, con miras aver el enlace del discurso. El unir lo que hay que separares siempre una propiedad del pensar y el hablar no ejerci-tados: es difícil que del niño y del salvaje recibamos pa-labras, en vez de ellas recibimos frases. Las lenguas quetienen una estructura más imperfecta sobrepasan tambiéncon facilidad la medida de aquello que debe estar unidoen una forma gramatical. La división lógica, que desatael enlace de los pensamientos, llega, empero, únicamentehasta la palabra simple. La escisión de ésta constituye la

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tarea de la escritura alfabética. Una lengua que se sirvade una escritura diferente no culmina, por tanto, la tareadivisora de la lengua, sino que produce una detención allídonde el perfeccionamiento de la lengua manda ir más allá.

Es cierto que también sin el uso de la escritura alfabé-tica cabe imaginar la búsqueda de los elementos fonéticos,y los chinos en concreto poseen un análisis de los sonidosunidos, ya que indican de manera precisa y exacta el nú-mero y la diversidad de sus articulaciones iniciales y fina-les y de las acentuaciones de sus palabras. Mas como nien la lengua usual ni en la escritura (en la medida es queésta es realmente, en efecto, una escritura de signos, dadoque, como es bien sabido, los chinos mezclan en ella tam-bién una designación de los sonidos) hay nada que obliguea ese análisis, ocurre que, por ese motivo, éste tampocopuede ser general. Como, además, el sonido singular (con-sonante o vocal) no es representado aisladamente median-te un signo que sea propio sólo de él, sino que únicamentees escuchado de los comienzos y de las terminaciones delos sonidos unidos, ocurre que esa represención de loselementos del sonido no es nunca tan pura y manifiestacomo lo es mediante la escritura alfabética, y el análisisde los sonidos, aunque en lo que respecta a su integridady exactitud no le faltase nada, no hace sobre el espíritula impresión de una división completamente acabada dela lengua. Pero en la acción interna de las lenguas, únicaque determina las verdaderas excelencias de éstas, lo queimporta es la acción pura y plena de toda impresión, y ladeficiencia más mínima de una de esas dos acciones tiene,aunque ello no se note en el resultado exterior, conse-cuencias enormes. El leer y el escribir alfabéticos, por elcontrario, obligan en cada instante a reconocer los ele·mentas fonéticos que pueden ser sentidos al mismo tiem-po por el oído y por el ojo y habitúa a la separación y a lareunión sencillas de tales elementos; generalizan, por tan-to, una visión acabada y correcta de la divisibilidad de lalengua en sus elementos en el mismo grado en que esoestá difundido en la nación.

Esa visión corregida se exterioriza primero en la pro-

nunciación, que se corrobora y depura mediante el cono-cimiento yla ejercitación de los elementos fonéticos en unafigura separada. Así como está dado un signo para cadasonido, así el oído y los órganos del lenguaje se habitúana exigir y reproducir siempre exactamente de la mismamanera ese sonido; al mismo tiempo, al ser amputado delsonido indeterminado, con el cual un sonido invade a otroen las lenguas incultas, queda delimitado con mayor ri-gor y exactitud. Esta pronunciación más pura, este desa-rrollo más fino del sonido y de los instrumentos del len-guaje, es de la máxima importancia; lo es en sí y lo estambién en su acción sobre la interioridad de la lengua;la separación de los elementos fonéticos ejerce, empero,también una influencia más profunda todavía sobre laesencia de la lengua.

Tal separación muestra, en efecto, ante el alma la ar-ticulación de los sonidos, al individuar y designar los so-nidos articulados. La escritura alfabética hace eso conmayor claridad y de manera más vigorosa que como po-dría ocurrir por cualquier otra vía, y no es exagerado afir-mar que mediante el alfabeto le nace a un pueblo unavisión completamente nueva de la naturaleza del lenguaje.Dado que la articulación constituye la esencia del lengua-je, el cual ni siquiera sería posible sin ella, y dado que elconcepto de la articulación se extiende sobre la totalidaddel área del lenguaje, incluso allí donde no se habla me-ramente de sonidos, por ello la sensibilización y la repre-sentación del sonido articulado han de estar por fuerzaen conexión sobre todo con la exactitud originaria y conla paulatina evolución del sentido lingüístico. Allí dondeese sentido es fuerte y está vivo, allí marchará un pueblopor su propio impulso hacia la invención del alfabeto; yallí donde a una nación le viene del extranjero un alfabe-to, allí éste favorecerá y acelerará en ella el perfecciona-miento formativo de la lengua.

Aunque el sonido articulado es producido de maneracorporal y como por instinto, propiamente su esencia pro-cede, sin embargo, tan sólo de la disposición interna delalma para el lenguaje; los instrumentos lingüísticos po-

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seen meramente la capacidad de configurarse de confor-midad con tal disposición. Me parece imposible, por tan-to una definición del sonido articulado que esté hecham~ramente de acuerdo con su contextura física, sin asu-mir en ella la intención o el res1,Jltadode su producción.El sonido articulado es un sonido que se separa e indivi-dualiza, no un sonido o un ruido unido y mezclado, comolo son la mayor parte de los que expresan sentimientos.Su diferencia característica no consiste, musicalmente ha-blando, en la altura o la gravedad, dado que se puedeentonarlo en la totalidad de la escala. Tampoco consisteen la dilatación o el acortamiento, en la nitidez o la bo-rrosidad, en la dureza o la suavidad, dado que estas di-versidades en parte pueden ser propiedades de todos lossonidos articulados y en parte forman géneros de ellos.

Pero el intento de reducir las diferencias entre la a yla e, la p y la k, etc., a un concepto sensible universal, esalgo en lo que yo he fracasado siempre, al menos hastaahora. No queda otra cosa sino decir que, independiente-mente de aquellas características, esos sonidos son espe-cíficamente distintos y que su diferencia brota de una de-terminada acción conjunta de los órganos; o puede inten-tarse dar otra descripción semejante, pero que nunca pro-porciona una verdadera definición. De manera completay exclusiva se describe la esencia de esos sonidos única-mente cuando se les adscribe la propiedad de producirinmediatamente conceptos con su sonar, por cuanto enparte cada sonido está formado para eso, y en parte laformación del sonido singular hace posible y exige unnúmero, determinable en clases determinables, de sonidoshomogéneos, pero especrncamente distintos, los cuales sonaptos para unirse unos a otros de manera necesaria ode manera arbitraria. Pero con ello lo único que se ha di-cho es que los sonidos articulados son sonidos lingüísti-cos y que los sonidos lingüísticos son sonidos articulados.

Pero es en el alma donde reside la lengua, y ésta puedeser producida aunque a ello se opongan los órganos yaunque falte el sonido externo. Eso lo vemos en la ins-trucción de los sordomudos; tal instrucción resulta posi-

ble únicamente porque sale a su encuentro el impulso in-terno del alma que tiende a vestir de palabras los pensa-mientos y sustituye el defecto y vence los obstáculos pormediación de una instrucción facilitadora. De donde bro-ta el particular sistema fonético de cada lengua es de lacontextura individual de ese impulso que tiende a produ-cir sonidos comprensibles, de la individualidad del senti-miento fonético (en general con respecto al sonido comotal, con respecto a la articulación), y, por fin, de la indi-vidualidad del oído y de los instrumentos lingüísticos; yese sistema fonético se convierte, tanto por su originariahomogeneidad con la entera disposición lingüística delindividuo, cuanto en sus numerosísimas influencias -im-posibles de seguir una a una- sobre todas las partes de laestructura lingüística, en el fundamento de la peculiaridadespecial de la lengua entera. La disposición lingüísticaespecífica que resuena en el alma se refuerza en su pecu-liaridad al percibir a su vez su propio sonar como un so-nar extraño.

Si bien es cierto que toda actividad verdaderamentehumana necesita de la lengua y que ésta constituye inclu-so el fundamento de la totalidad de esas actividades, nolo es menos que una nación puede, sin embargo, entrete-jer su lengua de manera más o menos estrecha con elsistema de sus pensamientos y sus sensaciones. Esto noes tampoco algo que se base meramente, como a vecessuele creerse, en su espiritualidad en general, en su orien-tación mayor o menor hacia lo sensible, en su inclinaciónhacia la ciencia y el arte, y menos todavía se basa en sucultura, palabra ésta, por cierto, que es sumamente equí-voca y que debe usarse con el más exquisito cuidado. Unanación puede destacar en todos esos aspectos y, sin em-bargo, apenas conceder a la lengua los derechos que lecorresponden.

La razón de esto se halla en lo siguiente. Aunque elárea de la ciencia y el arte nos la imaginemos completa-mente separada de todo aquello que se refiere a la orde-nación de la vida física, hay, sin embargo, para el espíritumuchos caminos de llegar hasta allí y no todos ellos re-

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claman la lengua con igual fuerza y viveza. Esos caminospueden determinarse en parte según los objetos del co-nocimiento, y aquí no necesito recordar más que las artesplásticas y la matemática, y pueden determinarse en par-te según la índole del instinto espiritual; éste puede bus-car más la intuición sensible, o puede aficionarse a laseca reflexión, o puede, en fin, tomar una dirección queno necesite de la entera plenitud y finura de la lengua.

También hayal mismo tiempo en la lengua, como yaseñalamos antes, una duplicidad, y en virtud de ella elánimo no es conmovido siempre con la necesaria unifica-ción; la lengua forma conceptos, introduce en la vid~ eldominio del pensamiento, y hace eso mediante el somdo.La estimulación espiritual producida por la lengua puedellevar a que, afectados preferentemente por el pensamien-to intentemos al mismo tiempo aprehenderlo por otraVí~más inmediata, o aprehenderlo de manera más sensi-ble, o más pura, más independiente de un sonido qu: ~pa-rece como fortuito; la palabra es entonces tratada umca-mente como una ayuda accesoria. Pero también puedeocurrir que sea precisamente el pensamiento vestido desonidos el que ejerza la acción principal sobre el ánimo,que sea precisamente el sonido conformado en palabrael que entusiasme; y entonces lo principal es la lengua,y el pensamiento aparece sólo como algo que brota deella y que está entrelazado inseparablemente con ella.

Al comparar, pues, las lenguas con la individualidadde las naciones, lo primero que hay que hacer es, cierta-mente, prestar atención a su orientación general, pero, ensegundo lugar, prestar siempre atención sobre todo a esadiferencia que acabamos de mencionar, a la inclinaciónpor el sonido, al fino sentimiento discemidor de sus infi-nitos ecos del pensamiento, a la leve efervescencia quepermite ser afinados por él y dar al pensamiento mil for-mas a las que nunca podría llegar el espíritu desde arri-ba, mediante una clasificación de los pensamientos, pre-cisamente porque esas formas encuentran su estimulaciónen la plenitud de su materia sensible. Fácil resultaría mos-trar que esa orientación ha de ser, para todas las activi-

dades espirituales, aquella que con más éxito lleve a lameta, pues el ser humano lo es sólo mediante lengua, yla lengua lo es tan sólo porque busca únicamente en lapalabra el eco del pensamiento. Pero ahora nosotros po-demos pasar por alto esto y quedamos tan sólo con que,cuando menos, por ningún camino distinto de ése puedealcanzar la lengua una perfección mayor. Lo que la arti-culación de los sonidos, o, como también podría decirse,lo que su propiedad formadora de pensamientos destacay expone a la luz, será buscado o captado afanosamenteen esa afinación espiritual; y de ese modo la escritura al-fabética, que presenta continuamente al alma la articula-ción de los sonidos, que se la presenta primero al anotar-la, y luego al producir de la manera más íntima los pen-samientos, a medida que va generalizando tal hábito, laescritura alfabética, pues, ha de estar estrechísimamenteconectada con la disposición lingüística individual de cadanación. Sea inventada o sea dada, esa escritura ejercerásu acción plena y peculiar únicamente allí donde hayaido ya precedida de una oscura sensación de su necesidad.

Enlazada inmediatamente de esa manera con la natu-raleza más íntima de la lengua, la escritura alfabéticaejerce necesariamente su influencia sobre todas las par-tes de ella y es exigida desde todos los lados. Pero yosólo quiero recordar dos puntos con los cuales es parti-cularmente evidente su conexión: las excelencias rítmicasde las lenguas y la formación de las formas gramaticales.

Sobre el ritmo apenas es necesario añadir algo en esteaspecto. La producción plena y pura de los sonidos, laseparación de los sonidos singulares, la cuidadosa consi-deración de su diversidad peculiar, son cosas de las queno puede prescindirse allí donde su mutua relación formala regla de su alineación conjunta. Es cierto que en todaslas naciones ha habido poesía rítmica antes de que se usa-se la escritura y también es cierto que en algunas nacio-nes ha habido de manera regular excelencia en la medi-ción de las sílabas, y que en unas pocas, dotadas de unaorganización particularmente feliz, ha habido una elevadaexcelencia en ese tratamiento. Pero es innegable que tal ex-

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celencia ha de salir ganando cuando se agrega el alfabe-to, y antes de esa época ella misma testifica ya un tal senti-miento de la naturaleza de los sonidos singulares de lalengua que propiamente 10 único que falta es el signo deeso, de igual modo que, también en otros empeños, el serhumano ha de aguardar con frecuencia que le llegue de lamano del destino la expresión sensible de aquello que yadesde mucho antes lleva él espiritualmente dentro de sí.Pues lo que principalmente hay que tener en cuenta alapreciar la influencia que sobre el lenguaje ejerce la escri-tura alfabética es que también en ésta hay propiamentedos cosas: la separación de los sonidos articulados y sussignos externos. Ya antes, a propósito del chino, hemosseñalado (y esa observación puede extenderse también, endeterminadas circunstancias, a la escritura verdaderamen-te alfabética) que no todo uso de una designación fonéticaproduce sobre la lengua la influencia decisiva que la es-critura alfabética en su verdadero espíritu asegura en to-dos los casos a la nación y a su lengua. En cambio, allídonde, aun sin la posesión de signos alfabéticos, en virtudde la destacada disposición lingüística de un pueblo, espreparada y generada esa percepción interna del sonidoarticulado (la parte espiritual, por así decido, del alfabe-to), allí el pueblo disfruta ya de una parte de las ventajasde la escritura alfabética incluso antes de que haya sur-gido.

Por ello los metros silábicos que desde la más remotaantigüedad se han conservado y han llegado hasta noso-tros, como el hexámetro y el verso de dieciséis sílabas dela sloca, metros cuya mera cadencia silábica mece toda-vía ahora el oído con una magia inimitable, son tal vezpruebas más fuertes y seguras del profundo y refinadosentido lingüístico de aquellas naciones, que los restosmismos de sus poemas. Pues, por muy estrechamente her-manada que esté la poesía con la lengua, son varias, claroestá, las disposiciones espirituales que actúan conjunta-mente sobre ella; el hallazgo de un entrelazamiento armo-nioso de sílabas cortas y largas da testimonio, empero,del sentimiento lingüístico en su verdadera peculiaridad,

de la excitabilidad del oído y del ánimo, cosa que los haceser. afectados y conmovidos de tal manera por la relaciónde las articulaciones, que en las articulaciones unidas sondistinguidas las articulaciones singulares, y su validez so-nora es conocida de manera precisa y correcta.

Esto, de todos modos, es algo que en parte se debetambién al sentimiento musical, que no pertenece inme-diatamente a la lengua. Pues el sonido posee la afortuna-da peculiaridad de poder tocar por dos vías 10 ideal, a sa-ber, mediante la música y mediante el lenguaje, y de po-der unir una a otra esas dos vías; con ello el canto acom-pañado de palabras produce indiscutiblemente en el áreaentera del arte, al combinarse en él dos de sus formasmás significativas, la sensación más plena y más excelsa.Pero cuanto mayor es la viveza con que aquellos metrossilábicos hablan en favor de la disposición musical desus inventores, tanto más testifican el vigor del sentidolingüístico de éstos, ya que es precisamente en virtud detales metros como se le conservan sus plenos derechos alsonido articulado, es decir, a la lengua, junto a la fuerzaarrebatadora de la música. Pues por lo que más general-mente difieren los antiguos metros silábicos de los moder-nos es precisamente porque aquéllos tratan verdadera-mente el sonido siempre, también en la expresión musi-cal, como sonido lingüístico, porque desdeñan la identi-dad repetida, completa o incompleta, de los sonidos uni-dos (rima y asonancia), los cuales abocan a la mera sono-ridad, porque sólo muy raramente se permiten extendero reducir las sílabas en contra de su naturaleza, obede-ciendo meramente a la fuerza del ritmo, y porque se cui-dan muy precisamente de que suenen claras e inmodifica-das y armoniosas en su validez natural.

La flexión, en la cual se basa la esencia de las formasgramaticales, lleva necesariamente a distinguir y conside-rar las articulaciones singulares. Si una lengua enlaza en-tre sí únicamente sonidos dotados de significación, o, porlo menos, no sabe fundir de manera fija las designacionesgramaticales con las palabras, tal lengua se las ve única-mente con un todo fonético y no es estimulada a distin-

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guir una articulación singular, como sí lo es por la apari-ción de la palabra distinta sólo en sus flexiones. Por tan-to, de igual manera que la finura y la viveza del sentidolingüístico llevan a formas gramaticales fijas, así tambiénéstas propician el reconocimiento del alfabeto en cuantosonido, y de ese reconocimiento se siguen después másfácilmente la invención o el fecundo empleo de los signosvisuales. Pues allí donde a una lengua todavía imperfectagramatical mente se le ofrece un alfabeto, allí la flexiónpuede ser formada mediante la añadidura y la modifica-ción de letras singulares, y la flexión existente puede serconservada con más seguridad, y la que todavía se en-cuentre medio afijada puede ser separada con mayor pu-reza.

Pero mucho más esencialmente todavía actúa la escri-tura alfabética sobre la lengua, aunque ello no sea reco-nocible tan visiblemente en las contexturas singulares, porel hecho de que sólo ella lleva a su culminación la inteli-gencia de la articulación de la lengua y difunde de mane-ra más general su sentimiento. Pues sin la distinción, de-terminación y designación de las articulaciones singularesno son conocidas las partes fundamentales del hablar nies hecho efectivo en la totalidad de la lengua el conceptode articulación. Pero el hacer efectivo en su integridadtodo concepto que esté en un objeto, eso es siempre y entodas partes algo de la máxima importancia, y lo es toda-vía más allí donde el objeto es completamente ideal, comoocurre en el caso de la lengua, y donde, en parte simultá-neamente, en parte sucesivamente, el instinto actúa, elsentimiento vislumbra, el entendimiento entiende, y laintelección del entendimiento vuelve a operar a su vez so-bre el sentimiento, corrigiéndolo, y éste hace lo mismocon el instinto. En el caso de las lenguas que no tienenescritura alfabética y en las que no hay huellas visiblesde que se haya sentido su necesidad, las consecuenciasde la ausencia de eso se extienden mucho más allá de laparte que ha quedado imperfecta, se extienden no mera-mente a la inteligencia correcta y completa de la articu-b.dón de los sonidos, sino también a la entera índole de

su estructura y de su uso. Pero la articulación es preciosamente la esencia de la lengua y no hay en ella nada queno pueda ser parte y todo; el efecto de su tarea constantese basa en la facilidad, exactitud y concordancia de susseparaciones y agrupaciones. El concepto de articulaciónes la consecuencia lógica de la lengua, igual que lo es delpensar mismo. Por tanto, allí donde, en virtud de la agu-deza del sentido lingüístico, la lengua es sentida en unpueblo en su peculiaridad auténtica, espiritual y fonética,allí ese mismo pueblo es estimulado a avanzar hasta loselementos de la lengua, hasta sus sonidos básicos, y a dis-tinguidos y designados, o, para decido con otras pala-bras, es estimulado a inventar la escritura alfabética o atomar afanosamente la que se le ofrece.

Por tanto, la exactitud de la visión intelectual de lalengua, la elaboración de sus sonidos, que testifica vivezay finura, y la escritura alfabética, son cosas que se recla-man y propician mutuamente, y, reunidas, consuman laaprehensión y la formación de la lengua en su auténticapeculiaridad. Todo fallo en uno de esos tres puntos sedeja sentir en la estructura o en el uso de la lengua; y allídonde la actuación natural de las cosas no experimentadesviaciones debidas a circunstancias particulares, allí eslícito abrigar la esperanza de encontrar juntos esos trespuntos y, además, unidos a la fijeza de las formas grama-ticales y al arte del ritmo.

La restricción aquí hecha previene el afán de quererprobar en seguida con la historia de los pueblos (aunquehubiera que imponérsela), o de pretender refutar precipi-tadamente con ella, aquello que resulta de la mera teoría.Mas no por ello debería decirse que es inútil el desarrolloa partir de meros conceptos, a condición de que sea co-rrecto y completo. Antes bien, ese desarrollo ha de acom-pañar, donde proceda, el examen de los hechos y ha deayudarle a determinar los puntos de la investigación. Se-gún lo dicho antes acerca de la conexión de la estructurade las lenguas con la escritura alfabética, las investigacio-nes exhaustivas sobre la difusión de esa escritura no de-berían separarse de la historia misma de las lenguas, y

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lo que habrá que plantearse será siempre esto: si hansido la contextura de la lengua y la disposición lingüísticade la nación, que en ella se expresa, o si han sido otrascircunstancias las que han influido esencialmente en elmodo de inventar y apropiarse un alfabeto, y hasta quépunto esa manera de generarse ha determinado o modi-ficado la contextura de éste, y cuáles son las huellas queeso ha dejado en la lengua, una vez que se generalizósu uso.

Tras el desarrollo hasta ahora intentado, a partir deideas, no puede ser aquí mi propósito el entrar tambiénen una investigación histórica de las lenguas con respectoa los medios de escritura de que se sirven. Únicamentecon el fin de aclarar en el conjunto también con un hechola aseverada conexión entre la escritura alfabética y ellenguaje, permítaseme concluir esta relación con algunasconsideraciones acerca de las lenguas de América, vistasen este aspecto.

Puede darse por hecho que en ninguna parte de Amé-rica ha aparecido el menor rastro de una escritura alfa-bética, aunque a veces se ha aseverado o sospechado. Escierto que entre los jeroglíficos mexicanos se encuentraun género de escritura que en parte es similar a las couaschinas y que aún no ha sido aclarado exactamente; pro-bablemente no permitirá una aclaración, dados los pocosrestos que quedan. Pero si en ese género de escriturahubiese de alguna manera signos fonéticos, las noticiasque poseemos sobre el país y su historia contendrían ras-tros de ello. Podría ciertamente objetarse que tampoco laantigüedad dice nada de que hubiera signos de letras enlos jeroglíficos egipcios. Sólo que aquí el caso es entera-mente diferente. De la posesión por Egipto de una escri-tura alfabética ha empezado a dudarse únicamente en lostiempos más recientes, cuando se declaró que también laescritura demótica eran signos conceptuales; por lo de-más, había una multitud de testimonios que lo pro-baban o que permitían sospechado. El único objeto dediscusión era cuál de entre las especies egipcias de escri-tura había sido la alfabética; o, más bien, se buscaba la

sede de ésta meramente en la antes citada escritura de-mótica.

El hundimiento en América de un estado de culturaanterior, situado allende los más antiguos inicios de lahistoria que a nosotros nos es conocida, está probado poruna serie de monumentos, constituidos en parte por edi-ficios y en parte por la artificios a elaboración del suelo,los cuales se extienden desde los grandes lagos de la zonanorte hasta el extremo más meridional de Perú; de esosmonumentos he compilado yo un catálogo, con una fina-lidad distinta, sacado en parte del viaje de mi hermano,el cual indica exactamente sus fronteras, los centros deesa civilización y la línea que sigue, y que demuestra conmucha fortuna las causas de esta última, y en parte deotras fuentes, principalmente de las obras de los primerosconquistadores.

Por tanto, al investigar las lenguas de América miatención ha estado siempre dirigida al mismo tiempo aaveriguar si su estructura lleva las huellas del uso de al-fabetos perdidos. Pero nunca he encontrado tal cosa; an-tes bien, el organismo de esas lenguas es precisamente detal naturaleza que, partiendo de las anteriores considera-ciones generales sobre la conexión de la lengua con la es-critura alfabética, puede atinadamente concebirse que esaslenguas no llevaron a la invención de un alfabeto y que,si se les hubiera ofrecido uno, lo único que habría ocurri-do hubiera sido una indiferente apropiación de él. Laaceptación de la escritura europea llegada a América noprueba, empero, ciertamente nada en favor de esto. Puesaquellas infortunadas naciones fueron oprimidas en se-guida y sus más nobles etnias fueron exterminadas en sumayor -parte, de tal manera que no cabe pensar en unaactividad nacional libre, al menos en una actividad nacio-nal espiritual. Algunos mexicanos, sin embargo, asimila-ron realmente el nuevo medio de anotación y dejaronobras en la lengua indígena.

Como ha quedado mostrado en lo dicho antes, todaslas ventajas del uso de la escritura alfabética se refierenprincipalmente a la forma de la expresión y, por medio

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de ella, a la evolución de los conceptos y a la ocupacióncon ideas. En eso reside su efecto, de eso brota la necesi-dad que de ella se siente. Mas precisamente la forma delpensamiento no es favorecida de modo preferente, y amenudo es descuidada del todo, por la estructura de laslenguas de América, las cuales, es cierto, tienen una ho-mogeneidad sorprendente, aunque no, desde luego, ni mu-cho menos, la que hasta ahora ha venido diciéndose; ylos pueblqs americanos no se encontraban, tampoco entiempos de la Conquista, ni en sus reinos más florecien-tes, en aquel nivel en el cual brota en el ser humano elpensamiento como algo que ejerce su dominio en todaspartes.

Aquí sólo recordaré de pasada la rareza y, en parte, lacompleta falta de esas designaciones gramaticales a lasque cabría calificar de auténticas formas gramaticales.Pero no creo equivocarme si también cuento en esto laanalogía rigurosa y uniforme de esas lenguas, interrum-pida sólo por desviaciones sumamente infrecuentes, laacumulación de todas las determinaciones accesorias da-das por un concepto también allí donde su mención re-sulta innecesaria, la predominante tendencia a la expre-sión particular en vez de a la más general. No sólo el usoduradero de una escritura alfabética habría modificado ycambiado, a mi parecer, esas cosas, sino que una espiri-tualidad nacional más viva habría sabido desprendersetambién de esas torpes cadenas, habría captado los con-ceptos en su universalidad, habría aplicado de maneramás enérgica y adecuada la articulación que reside en elpensamiento y en la lengua, y habría sentido el impulsoa asegurar mediante signos visuales la timorata conser-vación de la lengua en la memoria, con el fin de que lareflexión pudiera ejercer más sosegadamente su dominiosobre ella y el pensamiento pudiera moverse dentro deformas más fijas, pero más libres y cambiantes. Pues si laescritura alfabética no había hecho compañía a la pobla-ción de América (en la medida, en efecto, en que se acep-ta una del e~tranjero), entonces las naciones americanasestaban sin duda consignadas a inventarIa por sí mismas;

y como esto va unido a enormes dificultades, seguramen-te la prolongada privación de una escritura alfabética in-fluyó de manera no insignificante sobre la estructura desus lenguas. Asimismo, tal influencia pudo ser modificadaespecialmente por el hecho de que tampoco el género deescritura que poseían algunos pueblos americanos fuesede índole tal como para ejercer una influencia significati-va sobre la lengua y el sistema de los pensamientos.

Esto lo toco, sin embargo, sólo de pasada, pues parapoder poner pie realmente en ello sería necesario haceruna comparación de las lenguas de América con las len-guas de los pueblos de otros continentes que tampoco sesirvieron de signos de escritura, y con la lengua china, ala cual le son ajenos cuando menos los signos alfabéticos;pero no es éste el lugar de hacer tal cosa.

En cambio está más próximo a las consideracionesque aquí hay que hacer, y resulta por sí mismo eviden-te, que la prolongada privación de la escritura favorecela uniformidad regular de la estructura lingüística, a lacual se tiene equivocadamente por una excelencia. A la me-moria le resulta más dificultoso retener las desviaciones,especialmente cuando aún no se ha despertado una refle-xión sobre la lengua suficiente para descubrir y apreciarsus razones internas, o no se ha despertado aún espírituinvestigador suficiente para buscar sus razones meramen-te históricas. El predominio de la memoria habitúa tam-bién al alma a producir los pensamientos con la impron-ta más idéntica posible; y finalmente, a la atención diri-gida a la investigación exacta del lenguaje no le son aje-nos los casos en que la escritura misma, la alineación delas letras, produce abreviaciones y modificaciones.

No debería confundirse con esto el hecho de que laescritura da a las formas también más firmeza y, con ello,en otro aspecto, más uniformidad. De ese modo actúa encontra sobre todo de la escisión en dialectos demasiadonumerosos, y es difícil que con un uso duradero de la es-critura se hubieran conservado las diversidades, presen-tes en las más de las lenguas americanas, de expresiones

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propias para varones y para mujeres, para niños y paraadultos, para nobles y para el pueblo llano. Por lo demás,en la misma población y en la misma clase muestran laslenguas americanas una admirable fijación de las mismasformas mediante la mera tradición. Eso hay ocasión deobservado al comparar los escritos de los misioneros, coin-cidentes con los primeros tiempos de los asentamiento seuropeos, con el modo actual de hablar. Esa misma oca-sión se ofrece sobre todo en el caso de las tribus de Nor-teamérica, pues en los Estados Unidos (y, por desgracia,ahora únicamente allí) se preocupan, de una maneramuy digna de aplauso, por la lengua y el destino de losindígenas. Sería, pues, muy deseable que la atención seorientase más precisamente a esa comparación de losmismos dialectos en tiempos distintos. La fijeza produci-da por la escritura es, por tanto, más una universalizaciónde la lengua, que va pasando poco a poco a formar undialecto propio, y es muy distinta de la implantación, aque antes nos referimos, de una única regla en una multi-tud de casos que ciertamente son parecidos, pero que nosiempre son enteramente idénticos, si se consideran conexactitud el concepto y el sonido.

Todo lo aquí dicho puede aplicarse también a la acu-mulación de demasiadas determinaciones en una únicaforma; y al investigar más a fondo las razones se ve quetodos los fenómenos aquí mencionados dependen de laactividad, orientada más o menos enérgica y peculiarmen-te a la lengua, del espíritu, actividad de la cual la escritu-ra es prueba y a la vez causa propiciadora. Allí donde fal-ta esa actividad, su ausencia se muestra en la estructuraimperfecta de la lengua; y allí donde esa actividad ejercesu dominio, esa estructura experimenta una remodelaciónsaludable, o ya desde el inicio no aparece. Pero la escritu-ra, la necesidad que se siente de ella y la indiferencia fren-te a ella, son cosas que están constantemente unidas ala una o la otra de esas situaciones.

Al enumerar las causas de la peculiaridad de las len-guas americanas, no debería olvidarse tampoco su antesmencionada homogeneidad ni tampoco la separación de

América de los demás continentes. Ni siquiera en los si-tios donde estaban muy cerca unas de otras lenguas deci-didamente distintas, como ocurría en la actual Nueva Es-paña, he podido yo notar jamás en su estructura, por nin-guna huella segura, la influencia vivificadora o conforma-dora de las unas sobre las otras. Pero las lenguas gananfuerza, riqueza y configuración sobre todo por el choquede una diversidad grande e incluso constante, ya que poresa vía pasa a ellas un contenido más rico de existenciahumana, conformado ya en lengua. Pues su ganancia reales sólo ésa, la ganancia que en ellas, igual que en la Natu-raleza, se genera de la plenitud de las fuerzas creativas,sin que el entendimiento pueda llegar al fondo del modode ese crear, la ganancia que se genera de la intuición, dela imaginación, del sentimiento. Sólo de ellas ha de aguar-dar la lengua materia y enriquecimiento. Y es más biensequedad y pobreza lo que ha de temer de la elaboraciónpor el entendimiento, cuando esa elaboración va más alláde procurar a la materia su plena validez en el pensarclaro y preciso. La escritura puede ahora difundirse, e in-cluso originarse, con mayor facilidad allí donde una pe-culiaridad se enfrenta vivamente a otra; una vez surgiday desarrollada, la escritura puede, sin embargo, ser des-ventajosa también para la vitalidad de la lengua y parasu influencia sobre el espíritu, lo mismo que la elabora-ción lógica, en cuya proyección es ella la que más pode-rosamente colabora.

Pero en las lenguas americanas aquello que las man-tuvo alejadas de la escritura a1fabética, dado que ni si-quiera les llegó una de fuera, estaba sobre todo, desdeluego, en la ausencia de una cultura espiritual, más aún,en la falta de una general orientación intelectual. De elloofrecen los mexicanos un ejemplo sorprendente. Al igualque los egipcios, los mexicanos poseyeron imágenes y es-critura jeroglíficas, pero nunca dieron los dos pasos im-portantes con los que aquel pueblo de la Antigüedad pro-bó en seguida su profunda espiritualidad: el de separarde la imagen la escritura, y el de tratar la imagen comoun símbolo sensible. Esos pasos, que emergen de la indi-

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vidualidad espiritual del pueblo, dieron su forma durade-dera a la entera escritura egipcia, y a mi parecer no sedeberían considerar como una evolución gradualmenteprogresiva del uso de la escritura por imágenes, de la pic-tografía, sino que se asemejan a chispas espirituales quebrillan en una nación o en un individuo, produciendo re-pentinamente una remodelación. La jeroglífica mexicanatampoco llegó a la forma de arte. Y, sin embargo, entrelas naciones americanas que nos son conocidas, me pare-ce a mí que los mexicanos son los que tienen el carácteryel espíritu más excelentes, así como también creo poderprobar las excelencias de su lengua con respecto a la pe-ruana. La atrocidad de sus sacrificios humanos muestra,de todos modos, a los mexicanos en una figura increíble-mente tosca y horrible. Sólo que no puede decirse que seamenos cruel la fría política con que los peruanos, guián-dose por meras ocurrencias de sus soberanos, y con laapariencia de una sabia tutela, arrancaron a naciones en-teras de los lugares donde residían y emprendieron gue-rras sangrientas con el fin de imprimir en los pueblos,hasta donde pudieron hacerla, la impronta de su unifor-midad monacal. En la historia mexicana hay un movi-miento más vivo y más individual, y ese movimiento sealza, cuando se agrega la cultura, a una espiritualidad su-perior, aunque las pasiones denuncien tosquedad. El ur-banismo de los mexicanos, la serie de sus luchas con susvecinos, la victoriosa ampliación de su imperio, esas co-sas traen al recuerdo la historia romana. No es posiblepronunciar un juicio exacto acerca del uso de su lenguaen la poesía y en la elocuencia, pues es difícil que losdiscursos públicos y familiares que aparecen en los escri-tores estén recogidos con fidelidad suficiente. Sólo quecabe muy bien imaginar que a la expresión no le habránfaltado, sobre todo en los discursos políticos, ni la agu-deza ni el fuego, ni tampoco la arrebatadora fuerza detodos los sentimientos. Pues todas esas cosas se encuen-tran todavía en nuestros días en los discursos de los cabe-cillas de las salvajes hordas de Norteamérica, discursosde cuya autentIcidad no parece que pueda dudarse, y en

los que esas excelencias precisamente no pueden ser de-rivadas del trato con europeos. Puesto que todo lo quemueve a los seres humanos pasa a su lengua, sin dudahabrá que hacer una distinción entre la fortaleza y la pe-culiaridad del modo de sentir y del carácter en la vida engeneral, por un lado, y la orientación intelectual y la in-clinación hacia las ideas, por otro. Ambas cosas vuelvena irradiar en la expresión, pero sin la última no cabe in-fluir poderosa y duraderamente sobre la configuración yla estructura de la lengua.

Es muy probable que, aunque el imperio mexicano 'V

el peruano hubieran continuado existiendo durante siglossin ser conquistados por extranjeros, esas naciones no hu-bieran llegado por sí mismas a la escritura alfabética. Lapictografía y las cuerdas de nudos, poseídas por ambospueblos, pero de las cuales, por causas aún no aclaradasdecididamente, la primera entre los mexicanos y las se-gundas entre los peruanos permanecieron exclusivamenteen el uso estatal y en el uso nacional propiamente dicho,cumplían los fines externos de la anotación de los pensa-mientos, y difícilmente se habría despertado una necesi-dad interna de medios más perfectos.

Sobre las cuerdas de nudos, que también eran usadasen otras zonas de América además de en Perú y en Méxi-co, y que han llevado a sospechar una conexión de la po-blación de América con China, así como los jeroglíficoshan llevado a sospecharla con Egipto, recopilaré en otrolugar las noticias que acerca de ellas se encuentran. Esasnoticias son, desde luego, muy escasas, pero resultan su-ficientes, con todo, para dar de ese género de signos unconcepto más preciso y exacto que el que se obtiene delos relatos de Robertson y de otros escritores modernos.La significación de esas cuerdas residía en el número desus nudos, en la diversidad de sus colores y también, pre-sumiblemente, en el modo de hacer los nudos. Sin dudaesa significación no era la misma en todas partes, sinodistinta según los objetos, y cabe sospechar que, para co-nocerla, era preciso saber de quién procedía la comunica-ción y a qué se refería. Pues de la conservación de esas

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cuerdas estaban encargados, según la diversidad de lasramas de la Administración, funcionarios distintos. Final-mente, su desciframiento era una cosa artificiosa y se re-querían unos intérpretes específicos. Por ello parecen per-tenecer en general a la misma clase que los bastones conmuescas, sólo que esas cuerdas fueron medios artificiales,con un grado de perfeccionamiento muy elevado, prime-ro de la memoria, y luego de la comunicación, cuandoera conocida la clave de la conexión de los signos con lodesignado. Lo único que continúa siendo dudoso es el gra-do en que, de ser convenciones subjetivas para casos de-terminados y exactamente condicionados, pasaron a serverdaderos signos de pensamientos. Es manifiesto que fue-ron ambas cosas a la vez, pues, por ejemplo, en aquellascuerdas con las que los jueces comunicaban la índole y lacantidad de los castigos impuestos, los colores de lascuerdas indicaban los crímenes, y los nudos, los tipos depena. Pero no es claro que en esas cosas fuera posibletambién una expresión más general de los pensamientos;es algo que ha de ponerse muy en duda, pues tampoco elhacer nudos en cuerdas de colores parece proporcionaruna diversidad suficiente de signos.

En cambio sí había tal vez en ese arte de las cuerdasde nudos unos métodos especiales de mnemónica o ayudaa la memoria, que tampoco a la Antigüedad clásica le fue-ron ajenos. Parece que entre los peruanos tuvieron real-mente vigencia tales métodos. Pues se cuenta que los ni-ños, para retener las fórmulas de plegaria que les comu-nicaban los españoles, alineaban piedras de colores, es de-cir, observaban un método similar a las cuerdas de nu-dos, sólo que con objetos diferentes. Si se presupone esto,entonces las cuerdas de nudos fueron, desde luego, escri-tura en el sentido más amplio de la palabra, pero queda-ban muy lejos de ese concepto, pues en la comunicacióna distancia la comprensión se basaba en el conocimientode las circunstancias exteriores; y allí donde servían parala transmisión histórica y estaba reservado a la memoriael trabajo más principal, al cual los signos le servían úni-camente de ayuda, allí tenía que añadirse la propagación

de una explicación oral y los signos no conservaban porsí mismos de manera auténtica y completa el pensamien-to (como sí debe hacer la escritura, a condición de queesté dada la clave de su significado).

Pero sobre esto no cabe pronunciarse con seguridad.y si yo he abordado la contextura presumible de esascuerdas de nudos, de las cuales todavía en el siglo pasadose encontraba una (pero una mexicana) en la ColecciónBoturini, ha sido únicamente para mostrar de qué mane-ra conocían los pueblos de América el doble género designos a que pertenece, sea como fuere, toda escritura: laescritura, comprensible por sí misma, mediante imágenes,y la escritura mediante un enlace, formado arbitrariamen-te para la memoria, de ideas, allí donde el signo recuerdalo designado mediante una tercera cosa (la clave de ladesignación). La distinción de esos dos géneros -que secompenetran allí donde la pictografía alegorizante renun-cia también a su comprensibilidad inmediata, y que, porsu masa, y en el avance de signos aparentemente arbitra-rios, eran en parte originariamente imágenes- es de granimportancia precisamente con vistas a la lengua, comopuede mostrarse en las lenguas mexicana s y peruanas.

Los jeroglíficos mexicanos habían alcanzado un gradono pequeño de perfección; es manifiesto que conservabanel pensamiento por sí mismo, pues todavía hoy resultancomprensibles, y también se diferenciaban a veces clara-mente de las meras imágenes. Pues aunque, por ejemplo,el concepto de conquista es representado en ellos casisiempre por la lucha de dos guerreros, también se encuen-tra al rey sentado con el signo de su nombre, y luego ar-mas figuradas como trofeos, y el símbolo de la ciudadconquistada; todas esas cosas, tomadas juntas, son estanítida frase: el rey conquistó la ciudad, y son una ins-cripción mucho más precisa que la famosa frase saíta,que suele ser citada como la única en la que se han con-servado, en el testimonio de la Antigüedad, el significadoy el signo al mismo tiempo. Por lo que acabamos de decirse ve asimismo que no había falta de medios para escri-bir también nombres y que, por tanto, se estaba en cami-

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no de poseer signos fonéticos a la manera de los chinos.Sin embargo, puede ponerse muy en duda que la jeroglí-fica mexicana llegase a ser alguna vez una verdadera es-critura.

Pues sólo puede calificarse de tal aquella que indicapalabras determinadas en una secuencia determinada, cosaque también sin letras es posible, mediante signos con-ceptuales e incluso mediante imágenes. Si, por el contra-rio se llama escritura, en el sentido más amplio de lapaíabra, a toda comunicación de pensamientos que acon-tezca mediante sonidos, es decir, aquélla en la que el es-cribiente se imagina también palabras y que el lector tra-duce a palabras, bien que no a las mismas (una definiciónsin la cual no habría ninguna frontera entre la imagen yla escritura), entonces hay entre esos dos puntos extremosun vasto espacio para múltiples grados de perfección dela escritura. Tal perfección depende, en efecto, del gradoen que el uso ha unido más o menos la contextura de lossignos a determinadas palabras o aun sólo a pensamien-tos; con ello el desciframiento se acerca más o menos ala verdadera lectura; y en ese espacio también la escritu-ra jeroglífica mexicana parece haberse quedado dete?idaúnicamente en un nivel que ahora ya no cabe determmar,sin alcanzar el concepto de verdadera escritura. La posi-bilidad de conservar jeroglíficamente poemas, de los cua-les había algunos famosos, citados expresamente, es algoque ahora ya no cabe decidir, dado que la poesía va unidairrevocablemente por su forma a palabras determinadas enuna secuencia determinada. Si eso no era posible, enton-ces los peruanos se encontraban al respecto en una situa-ción más ventajosa. Pues una escritura, o un analogonde escritura, que no represente los objetos mismos, sinoque sea más un medio interior de memoria, puede adhe-rirse muy exactamente a la lengua, aun cuando sea menoscapaz de pasar a otro pueblo o a un tiempo lejano. Nodebería olvidarse, con todo, que un pueblo que se sirvede tal escritura en tal sentido, no es que posea realmenteuna escritura, sino que, más bien, lo único que ha hechoha sido perfeccionar en alto grado con medios artificiales

la situación de estar consignado sin escritura a la meramemoria. Pero el punto más importante de distinción enla situación con escritura y en la situación sin escrituraes precisamente éste: que en la primera la memoria nodesempeña ya el papel principal en los empeños espi-rituales.

Sean cuales sean, empero, las ventajas y las desventa-jas de cada uno de esos dos sistemas de escritura, a lasnaciones que se los habían apropiado les resultaban sufi-cientes; se habían habituado a ellos, y cada sistema, y so-bre todo el peruano, estaba incluso entretejido con laconstitución del Estado y con el modo de administrado.Por ello no cabe ver cómo uno de esos pueblos habría lle-gado por sí mismo a la escritura alfabética; no cabe ne-gar, con todo, tal posibilidad. El ejemplo de Egipto mues-tra el cercano parentesco de los jeroglíficos fonéticos ylas letras; de la presentación gráfica de las anudacionesde las cuerdas de nudos pudieron surgir signos que seasemejasen en su figura a los signos chinos. Para ello hu-biera sido precisa, empero, una disposición espiritual se-mejante a la que acusaron ya muy pronto los egipcios yque también la más antigua tradición nos presenta deigual manera; y es en todos los casos un signo desfavora-ble para la evolución futura de una nación el que alcanceya un grado tan significativo de cultura y unas fo~~associales tan múltiples y fijas, como fue el caso en MeXICOy en Perú, sin que salga a luz al mismo tiempo aquelladisposición. Cabe sospechar que en ambos imperi~s hu-biera habido un rechazo, como lo hay hoy en Chma, aaceptar el uso de la escritura alfabética, si ese, uso se ~u-biera ofrecido voluntariamente, y no por la VIa constnc-tiva de la conquista.

De igual manera que, a propósito de las formas grama-ticales, he intentado mostrar que su puesto puede ser ocu-pado vicariamente por meros analoga, así también oc~rreeso con la escritura. Allí donde falta la verdadera escntu-ra, la única acomodada a la lengua, también otras escr~-turas vicarias pueden satisfacer todos los fines y neceSI-dades externos y, hasta cierto grado, también los internos.

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Lo único que nunca y por nada puede reemplazarse es laacción peculiar de aquella verdadera y adecuada escritu-ra, como tampoco la acción peculiar de la auténtica formagramatical; y esa acción consiste en la aprehensión inter-na y en el tratamiento de la lengua, en la configuracióndel pensamiento, en la individualidad de la facultad depensar y sentir.

Sin embargo, allí donde hayan echado raíces unos me-dios vicarios (ahora esta expresión resultará comprensi-ble sin duda), allí donde el sentido, dirigido instintivamen-te en la nación hacia lo mejor, no haya impedido su en-cumbramiento, en esos lugares tales medios embotarántodavía más ese sentido, mantendrán el sistema de la len-gua y del pensamiento en la dirección falsa que con ellosse corresponde, o darán a ese sistema la misma dirección,y ya no será posible expulsados, o su efectiva expulsiónejercerá ahora de una manera mucho más débil y lenta laaguardada acción saludable. Por tanto, allí donde la escri-tura alfabética debe ser tomada y apropiada con alegreardor por un pueblo, allí es preciso que le sea ofrecidatempranamente, en el tiempo de su frescor juvenil, al me-nos en un tiempo en que el pueblo no haya formado ya,por vías artificiosas y fatigosas, un género diferente deescritura y se haya habituado a él. Mucho más, todavía,habrá de ser ése el caso cuando la escritura alfabéticadeba ser inventada por una necesidad interna y, precisa-mente, sin pasar por la mediación de otra diferente. Sieso ha sucedido realmente alguna vez, o si es tan impro-bable que debería ser visto tan sólo como una lejana po-sibilidad, es una cuestión sobre la que me reservo el vol·ver en otra ocasión.

Ex quo intelligimus, quantumdualis numerus, una et simpliceeompage solidatus, ad rerumvaleat perfectionem.

Lactantius de opiticio dei

Entre los múltiples caminos que ha de recorrer el es-tudio comparado de las lenguas para resolver la tarea decómo se manifiesta el lenguaje humano universal en laslenguas particulares de las diversas naciones, uno de losque indiscutiblemente conducen de manera más acertadaa la meta es aquel que consiste en considerar una solaparte del lenguaje, siguiéndola a través de todas las l~n-guas conocidas de la Tierra. Puede hacerse esto o bIencon palabras singulares o clases singulares de palabras,por lo que respecta a la designación de los conceptos, obien con una forma gramatical, por lo que respecta a laconstrucción del discurso. Ambas cosas han sido ya ensa-yadas de varios modos, pero lo único que ha solido hac~r-se ha sido alinear al azar un cierto número de lenguas, smprestar atención a la aspiración, que aquí no es indiferen-te en modo alguno, a la totalidad.

Si se dirige una mirada de conjunto al modo como, enlas diversas lenguas, una forma gramatical -puesto queyo, de conformidad con mi finalidad actual, me limito aéstas- es tratada, destacada o descuidada, modelada demanera peculiar, puesta en conexión con otras, expresadade manera directa o con una perífrasis, tal yuxtaposiciónarroja con mucha frecuencia una luz enteramente nuevasobre la naturaleza de esa forma y, a la vez, sobre la con-textura de las lenguas singulares tomadas en considera-ción. Cabe establecer entonces una comparación entre el

* Texto leído en la Academia de las Ciencias de Berlín el 26 deabril de 1827.

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carácter particular que tal forma asume en las diversaslenguas y aquel carácter que portan en sí las demás for-mas gramaticales de esas mismas lenguas y juzgar de esemodo el entero carácter gramatical de estas últimas, asícomo su coherencia gramatical. Con respecto a la formamisma, sin embargo, el uso q\le realmente se ha hechode ella se contrapone al uso que cabe deducir de su meroconcepto, lo cual nos pone a salvo de la unilateral maníade sistema en que necesariamente se cae cuando se quieredeterminar por meros conceptos las leyes de las lenguasefectivamente existentes. Precisamente, la circunstanciade que el procedimiento aquí recomendado insista en labúsqueda lo más completa posible de los hechos, perohaya necesariamente de unir a ella la derivación a partirde meros conceptos, con el fin de introducir unidad en lamultiplicidad y adquirir el punto de vista correcto parala observación y el juicio de las diversidades singulares,precisamente esa circunstancia, decimos, previene el peli-gro que de lo contrario amenaza, con efectos igualmenteperniciosos, a un estudio comparado de las lenguas queemprenda unilateralmente o la vía histórica o la vía filo-sófica. Nadie que se ocupe de ese estudio y al que su in-clinación y su talento inviten a recorrer preferentementeel uno o el otro de esos dos caminos debería olvidar quela lengua, por proceder de la profundidad del espíritu, delas leyes del pensar, y de la totalidad de la organizaciónhumana, pero hacerse real en una individualidad aislada,y, dividida en fenómenos singulares, volver a operar so-bre ella, es algo que exige la aplicación, dirigida por unametódica correcta, del pensar puro y, a la vez, de la inves-tigación rigurosamente histórica.

Una segunda e importante ventaja de las descripciones,realizadas a través de todas las lenguas, de las formasgramaticales, consiste en la comparación de los diversosmodos en que son tratadas estas últimas con el estado cul-tural e incluso con el estado lingüístico de una nación. Esuna cuestión de la máxima importancia la de si un ciertogrado de perfeccionamiento formativo de una lengua pre-supone o produce un cierto estado de cultura, y también

lo es la de si ciertas peculiaridades de las lenguas africa-nas y americanas proceden únicamente del estado de ca-rencia de civilización que les es común en conjunto a lospueblos que las hablan, o tienen otras causas, que habráque buscar. La respuesta a tales cuestiones conecta el es-tudio comparado de las lenguas con la historia filosóficadel género humano y señala a éste una finalidad superiorque lo transciende. Pues el estudio de las lenguas ha deser elaborado por sí mismo. Mas no por ello porta en símismo su finalidad última, como tampoco la porta nin-guna parte de la investigación científica, sino que estásubordinado, igual que todas las demás, a la finalidad su-prema y universal a la que tiende en su totalidad el espí-ritu humano, la finalidad de que la humanidad se escla-rezca a sí misma y esclarezca su relación con todas lascosas visibles e invisibles que hay alrededor y por encimade ella.

Yo no creo que pueda darse nunca una respuesta com-pleta a las cuestiones mencionadas, aunque se realice unestudio muy completo y muy preciso de las lenguas. Sondemasiadas las cosas concernientes tanto a las lenguascomo a las condiciones de las naciones que el tiempo hasustraído a nuestro conocimiento, y los fragmentos quehan quedado no permiten dar un juicio decisivo. Ahorabien, la experiencia que ya he tenido hasta este momentome ha enseñado de varias maneras que la ininterrumpidaatención dirigida a esas cuestiones proporciona aclaracio-nes singulares muy apreciables y en todo caso previeneerrores y destruye prejuicios.1 A este respecto, sin embar-

1. El señor SCHMITTHEUNER(Ursprachlehre, p. 20) dice: "Sinconsiderar que merezca la pena exponer detalladamente que laslenguas de América y de África han de ser tanto más imperfectasy tanto más divergentes las unas de las otras, cuanto menosse han alzado los pueblos que las hablan desde la obtusidad dela vida en el estado de naturaleza hasta la luz de la razón y desdela dispersión de la tosquedad hasta la unidad de la cultura, vamosa proceder ..., etc.» No sé si serían muchos los que estarían dispues-tos a suscribir una sentencia tan reprobatoria y que de antema-no coarta la investigación. Yo no puedo dejar de tener una opi-nión enteramente opuesta. No voy a invocar aquí la notable es-

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go, hay que dirigir la mirada no meramente al estadofamiliar y social de las naciones, sino principalmente alos destinos que sus lenguas han experimentado, hastadonde quepa sondear1as a partir de su estructura o seanconocidas históricamente. Así, por ejemplo, el perfeccio-namiento formativo gramatical, fino y completo, de laslenguas letonas, que ahora casi se han convertido en me-ros dialectos, no está en absoluto en conexión con el esta-do cultural de los pueblos que las hablan, sino sólo conuria conservación más fiel de los restos de una lengua ori-ginaria y que en otro tiempo tuvo un elevado perfeccio-namiento formativo.

Por fin, seguramente no es fácil que exista un mediomejor que la observación de la misma forma gramaticalen un gran número de lenguas para alcanzar una contes-tación más completa a esta pregunta: ¿cuál es el grado

de semejanza de la estructura gramatical que autoriza ainferir el parentesco de las lenguas? Es un fenómeno es-pecífico el que para ningún otro fin haya sido empleadoel estudio de las lenguas de manera tan varia como paraéste, más aún, el que muchísimos suelan restringir aún hoysu utilidad casi sólo a eso y el que hasta ahora sigan fal-tando del todo unos principios debidamente aseguradosque permitan dar un juicio sobre el parentesco de las len-guas y sobre el grado de ese parentesco. Según mi convic-ción, el método habitualmente seguido hasta ahora es sinduda suficiente para reconocer las lenguas cuya concor-dancia recíproca es muy estrecha, así como para pronun-ciarse sobre la compleja divergencia de otras, si bien estoúltimo exige proceder con una cautela mucho mayor. Sóloque en el medio entre esos dos extremos, es decir, justoallí donde más necesaria sería la solución del problema,los principios me parecen que son todavía tan fluctuan-tes que resulta imposible dedicarse a su aplicación conconfianza. Nada sería tan importante al mismo tiempopara la lingüística y para la historia como la comproba-ción de esos principios. Pero tal comprobación va unidaa grandes dificultades y exige unos trabajos previos envarias direcciones.

En primer lugar habrá que analizar todavía muchasmás lenguas, y algunas habrá que analizar1as con una pre-cisión mayor que la empleada hasta ahora. Para podercomparar con buen éxito, desde un punto de vista grama-

tructura que tienen muchas lenguas africanas y americanas. Sinduda no todos los investigadores de las lenguas sentirán dentrode sí una inclinación a tal estudio, pero todo el que se haya ocu-pado, aunque haya sido sólo superficialmente, en él admit~rá des-de luego que su conocimiento tiene la máxima importanCIa paraél estudio de las lenguas. Sólo que el estado cultural de tales po-blaciones, especialmente de las americanas, no es siempre el quese describe en el pasaje citado, y no lo es precisamente en lo quese refiere a la expresión de los pensamientos. Los relatos sobrelas asambleas populares de las naciones de Norteamérica y losdiscursos que se han difundido de algunos de sus cabecillas danun concepto enteramente diferente de esas naciones. Muchos pa-sajes de tales discursos son de una elocuencia verdaderamenteconmovedora, y si bien es cierto que esas tribus mantienen unestrecho contacto con los habitantes de los Estados Unidos, esimposible no reconocer en sus expresiones la impronta de unapeculiaridad pura y originaria. Esas tribus se oponen, ciertamen-te, a cambiar la libertad de sus bosques y montañas por el traba-jo de la agricultura y por el confinamiento en casas y aldeas,pero en su vida nómada conservan una mentalidad simple, aman-te de la verdad, y en ocasiones grandiosa y noble. Véase, de MOR-SE: Report to the Secretary of war of the United States on IndianAffairs, p. 71, ap. 5, 21, 53, 121,142,153.Las lenguas de los hom-bres que saben dar a su expresión esa claridad, esa fuerza y esaviveza no pueden ser indignas de la atención de los lingüistas.De algunas tribus de Sudamérica nos ofrecen testimonios muchascosas que se encuentran dispersas en el Saggio di storia america-

na, de GILIJ, que trata de sus leyendas y narraciones. Pero aunquetodos los indígenas actuales de América se hubiesen rebajado aun estado de tosquedad asboluta y de obtusa vida de naturaleza,cosa que ciertamente no ocurre, de ninguna manera cabría afir-mar, sin embargo, que las cosas fueran siempre así. Es bien co-nocido el floreciente estado del imperio mexicano y el imperioperuano; y huellas de la antigua cultura de los muiscas y de lospanos, que han sido encontradas por azar, muestran que varioSpueblos de América habían llegado a un alto grado de desarrollo.(A. v. HUMBOLDT, Monuments des peuples de l'Amerique, pp. 20,72-74,128,244,246,248, 265, 297.) ¿No debería considerarse, pues,que vale la pena investigar si las lenguas americanas que actual.mente sori conocidas llevan en sí la impronta de aquella culturao de la presunta tosquedad de hoy?

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tic al, dos palabras tan sólo, únicamente dos, es necesariopreparar antes exactamente para esa comparación a cadauna de las palabras de por sí, en la lengua a que pertenece.Mientras se siga meramente, yeso es lo que ahora se hacecon mucha frecuencia, la semejanza general del sonido,sin buscar las leyes fonéticas de las lenguas mismas y suanalogía, se corre inevitablemente el doble peligro de de·clarar que son idénticas palabras que son distintas y dedeclarar que son distintas palabras que son idénticas, parano mencionar los casos más burdos, pero todavía frecuen-tes, en que las palabras comparadas no son tomadas ensu forma fundamental, y son pasadas por alto las añadi-duras y las flexiones gramaticales que en ellas hay?

A continuación, la investigación habrá de volverse ha·cia las metamorfosis de las lenguas en el curso de los si-glos, para conocer qué peculiaridades encuentran su ex-plicación meramente en tales metamorfosis. Tras la ela-boración de las lenguas singulares, que es la que en pri-mer lugar ofrece un material puro y utilizable, es nece·saria la comparación de aquellas lenguas cuya conexiónesté probada efectivamente con argumentos históricos, sucomparación en su exacto grado de parentesco, para po-der juzgar por estas analogías las analogías que aún sondesconocidas.

Así es como, finalmente, podría ser muy útil el segui-miento aquí intentado de las formas gramaticales singu-lares a través de todas las lenguas conocidas. Pues sólode ese modo cabe examinar cuál es el recíproco compor-tamiento, en otros puntos, de las lenguas que son seme-jantes entre sí en tales puntos singulares y cuál es la pro-fundidad, mayor o menor, con que interviene en el todode la estructura de la lengua la influencia de las formassingulares. Es obvio que además de estos trabajos prepa-ratorios concernientes a las lenguas se requiere también,

sobre todo, un estudio, que debe sacar sus datos de lahistoria, acerca del modo en que se ramifican, mezclan yunen las naciones.3

Sólo uniendo esas múlitples investigaciones será po-sible establecer principios para conocer lo que en las len-guas ha pasado efectivamente de unas a otras en la his-toria. Todo procedimiento que sea menos profundo y cui-dadoso que éste deja siempre subsistente el peligro deconfundir aquello que realmente pertenece al parentes-co con las metamorfosis causadas por el tiempo o demezclado con aquellas cosas que se generan de manerasimilar, con independencia entre sí, meramente por cau-sas similares, en lugares distintos y en tiempos distintos.

De lo que aquí se ha dicho síguese ya por sí mismoque el estudio de la gramática ha de constituir la baseen cada una de tales investigaciones. Ese estudio aportauna utilidad doble: una utilidad mediata, la de prepararlas palabras para la comparación, y una utilidad inmedia-ta, la de examinar la concordancia o diversidad de la es-tructura gramatical. Sólo de este último trabajo resultacon precisión qué es aquello que nunca queda en seguidaaclarado por meras comparaciones de palabras, a saber:la cuestión de si las lenguas comparadas pertenecen efec-tivamente a una única familia o si simplemente han inter-cambiado palabras entre sí. Sólo por esta vía se obtiene,por tanto, un concepto preciso de aquella particular se-paración y unión de los pueblos a la que correspondendeterminados grados de parentesco de los dialectos. Aho-ra bien, en todas estas investigaciones es preciso tomarel concepto de «parentesco» únicamente en el sentido de«conexión histórica», y no dar demasiado peso al sentidoliteral de la palabra. Esto último induce, por motivos queaquí sería muy largo discutir, a varios errores.4

2. En los escritos recientes de Bopp, Grimm y Schlegel se en-cuentra un gran número de comparaciones de palabras, compara-ciones tan merecedoras de imitación como difíciles de evitar, yque están fundadas en un análisis exacto y completo.

3. Los Tableaux historiques de l'Asie, de KLAPROTH, pruebancómo las investigaciones históricas de esta especie pueden ilumi-nar muy excelentemente la lingüística.

4. Sobre este problema ha llamado ya muy justamente la aten-ción KV-PROTH (Asia polyglotta, p. 43).

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En esto, como en tantos otros puntos, me parece, enefecto, que habremos de limitamos por mucho tiempotodavía a investigaciones singulares, antes de que resulteposible establecer afirmaciones generales. Entretanto, des-de luego, ya ahora es necesario algo general, sólo quedentro de límites bien determinados; es necesario algogeneral, en primer lugar, en aquella parte que el estudiode las lenguas posee también ciertamente, la parte quepuede ser sacada únicamente de ideas; y es necesario, ensegundo lugar, porque de vez en cuando se precisa teneruna visión de conjunto de los progresos que se han he-cho, de acuerdo con la situación actual de la investigaciónsingular, en la construcción de la totalidad de la ciencia.Sólo hay dos cosas que nunca ni de ninguna manera de-berían admitirse: el traspaso de la deducción conceptuala un campo que no le pertenezca, y la inferencia de con-clusiones generales a partir de la observación incompleta.

Si la descripción completa de formas gramaticales sin-gulares puede proporcionar las diversas ventajas que aquíse han descrito, de ello se sigue también por sí mismoque es preciso emprender tal descripción de acuerdo, pre-cisamente, con esos distintos puntos de vista. Ya por estarazón he creído que necesitaba permitirme estas observa-ciones introductorias, que, de lo contrario, podrían pare-cer sin duda una divagación que me apartaba de miasunto.

En este ensayo mi elección ha recaída precisamentesobre el dual; y si eso necesitase una justificación, la en-contraría ya en el hecho de que, entre todas las formasgramaticales, es ella la que tal vez más cómodamente pue-de separarse de la restante estructura gramatical, por cuan-to incide en ella de un modo menos profundo. Esto, y elhecho de que el dual no se encuentre en un número dema-siado grande de lenguas, hace más sencillo su tratamien-to, de acuerdo con el método aquí seguido. Pues aunque,según mi convicción, la descripción de formas gramatica-les singulares puede intentarse sin excepción en todas laslenguas, hay algunas formas, como, por ejemplo, el pro-nombre y el verbo (este último, también en su acepción

más universal), que están tan entrelazadas con la totalidadde la estructura gramatical que su descripción es en cier-to modo la descripción de la gramática entera. Con ello,naturalmente, se acrecienta la dificultad.

A elegir el dual invita también, empero, el hecho deque la existencia de esta notable forma lingüística quepaexplicar1a tanto a partir del sentimiento natural del hom-bre inculto cuanto a partir del fino sentido lingüísticodel hombre muy culto. Por un lado, esa forma se encuen-tra en las naciones incultas, como Groenlandia, NuevaZelanda, etc., y, por otro lado, en el griego la ha conser-vado precisamente el dialecto más cuidadosamente elabo-rado, el ático.

Si se comparan varias lenguas con respecto a la mismaforma gramatical, yo creo que es preciso seleccionar paraello las formas que se encuentran en el nivel más bajo dela clasificación gramatical, sin temer, llenos de angustia,que con ello escindamos cosas que están estrechamentehermanadas. De esa manera se abarca una extensión me-nor y se puede entrar mejor en lo que es enteramente sin-gular. Tal es la razón de que yo haya escogido el dual, yno el número en general, aunque necesariamente habréde tener siempre en cuenta al mismo tiempo el plural,que se halla tan estrechamente conectado con el dua!' Sinembargo, el plural exigirá siempre una exposición espe-cífica.

SECCIÓN PRIMERA.DE LA NATURALEZA DEL DUAL EN GENERAL

Considero oportuno indicar ante todo la extensión es-pacial en la que se encuentra el dual en las diversas áreaslingüísticas de la Tierra.5

S. Está en la naturaleza de las cosas el que no pueda ser com-pleta la enumeración aquí intentada de las lenguas que poseenel dual. Con todo, me ha parecido necesario comunicarla aquí,como una enumeración que ha de ser completada por investigacio-nes ulteriores.

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La geografía exige, en la aplicació~ a objet?s .~~st.in.tos, clasihcaciones. dIstintas; en cambIo en la lmgUlstlcano cabe separar convenientemente una de otra ASia, Euro-pa y Africa del Norte.

Si ahora tomamos junta esta parte del viejo mundo,encontramos el dual principalmente en tres puntos, endos de los cuales se ha difundido ampliamente y en diver·sas direcciones:

Europa, por tanto, el dual procede principalmente del an-tiguo indio. .

Es cierto que se habla también de un dual en la, leD:gu~de Gales y de la Baja Bretaña, el así llamado CImnco.Pero consiste únicamente en el hecho de que se anteponeel número dos a las denominaciones de los miembros do-bles, cuyo femenino pierde en el bajo-bretón, en esa unión,su sílaba final. Dado que esto parece suceder de maneraconstante y regular, y la palabra permanece en singular,mientras que el plural reaparece tan pronto aquélla estrasladada a otros conceptos (por ejemplo, la pata de lamesa), aquí hay ciertamente un sentimiento del dual, yese fenómeno merece ser señalado. Mas no por eso cabeincorporar el címrico al número de las lenguas que po-seen realmente el dual. Investigaciones recientes, peroque aún no están acabadas, me hacen suponer que tam-bién esta lengua y la gaélica están relacionadas con elsánscrito en su estructura gramatical.

Con Africa ocurre algo parecido a lo que ocurre conEuropa. Africa conoce el dual únicamente en el árabe. Lalengua capta no lo posee, y tampoco lo encuentro en nin-guna de las otras lenguas africanas, muy numerosas, aun·que algunas, como por ejemplo la lengua bunda, poseenuna gran riqueza de formas gramaticales.

En el viejo mundo es, pues, Asia la auténtica sede deldual.

El dua! no aparece en las lenguas asiáticas que proce-den de la misma familia que el sánscrito. Sólo la lenguamalabar constituye, a lo que parece, una excepción.8 Engeneral resulta notable el fenómeno de que haya trans-mIgrado por entero a Europa la elaborada y acabada es-tructura de la gramática sánscrita, excepto el sánscrito y

- En las sedes originarias de las lenguas semíticas.- En la India.- En la familia lingüística, hasta ahora considerada

idéntica, que se extiende por la península de Malaca, lasislas Fílipmas y las islas de los Mares del Sur.

En las lenguas semíticas el dual domina principalmen-te en el árabe y ha dejado cuando menos huellas de sí enlas lenguas arameas. Con el árabe el dual pasó a Africadel Narre, mientras que en Europa llegó solamente hastaMalta y no ha penetrado en la lengua turca, ni siquieracon las palabras de ésta que fueron tomadas del árabe.6

El sánscrito ha transmitido, pero muy poco, el dual enprimer lugar al pali, y no lo ha transmitido nada al pra-krit' del sánscrito o, más bien, de la misma fuente que lorecibió él, ha recibido Europa el dual en la lengua griega,en las lenguas germánicas y eslavas y en el lituano; entodas ellas su extensión y su conservación han sido dis-tintas, según los dialectos y los tiempos, como precisare-mos a continuación.

Entre las restantes lenguas europeas encuentro el dualúnicamente en el lapón. Es notable, sin embargo, el he-cho de que ni en la lengua finlandesa ni en la lengua esto·niana, que están emparentadas con el lapón, ni tampocoen el húngaro se encuentre ningún rastro del dual. En

7. W. OWEN: Dictionary of the Welsh Language, vol. 1, p. 36.Gram. Celto-Bretonne, de Legonidec, p. 42. Owen menciona úni·camente la circunstancia de que el número dos sea antepuesto,no las otras dos circunstancias, que son las únicas decisivas parala forma dual. Pero sin duda eso habrá que cargarlo a la cuentade su inexactitud, no a la cuenta de la lengua.

8. Mithridates, de ADELUNG, 1, p. 211.

6. S6lo algunas fórmulas tradicionales, como «~as dos ciuda-des antiguas y santas» (Jerusalén y La Meca) constltuy~n una ex-cepción. P. AMÉDÉEJAUBERT,Elements de la grammaLre turke,p. 19, § 46.

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el pali mismos y, en cambio, las restantes lenguas asiáti-cas conectadas con el sánscrito hayan conservado muchomenos esa gramática. Es cierto que esto se explica con lahipótesis,9 tan aguda como exacta, de que las lenguas euro-peas aquí aludIdas son tan originarias como el propiosánscrito y que, por el contrario, aquellas lenguas asiáti-cas tienen su origen en el sánscrito, y en su mayor partemerced a su mezcla con otras lenguas, y que, en conse-cuencia, han compartido el destino de la decadencia delas formas gramaticales, destino que es general en talestraspasos y convulsiones. También en Europa la estructu-ra gramatical más rica se encuentra principalmente sóloen lenguas muertas, y aquellas lenguas asiáticas no pue-den ser comparadas con éstas, sino que han de serlo másbien con nuestras lenguas de hoy. También por esto esevidente la superioridad de las lenguas europeas en la con-servación más fiel del carácter lingüístico originario, y nohay en Asia ningún ejemplo de que se haya conservadouna parte tan grande de la más antigua estructura de lalengua india, y conservado de un modo tan vivo y puro,en boca de todo un tronco étnico, como se conserva enEuropa entre los lituanos y los letones. En cambio resultamuy sorprendente el hecho de que aquella parte de lagramática sánscrita que estamos obligados a calificar demuy artificiosa y difícil, pero muy prescindible para losfines generales de la lengua -es decir, la modificación delas letras, esa sensible susceptibilidad de los sonidos conla cual se modifica casi cada uno de ellos tan pronto comoentra en contacto con otros-, parezca haber dominadosiempre poco en las lenguas sánscrito-europeas, incluidaslas más antiguas, mientras que, en cambio, con respectoa varias de las lenguas sánscrito-asiáticas, no sabe uno sidebe decir que esa parte mencionada de la gramática hapasado a ellas, o si lo que ocurre es que era tan peculiar

del sistema fonético originario de todos esos pueblos quenunca se ha perdido, no obstante todas las convulsioneslingüísticas.

El dual no es ajeno a la lengua zend. Pero comotambién a ella hay que contarla indiscutiblemente entrelas lenguas sánscritas,lO con esto no se produce ningunamodificación en la triple sede, antes mencionada, que eldual tiene en Asia.u

Si ahora nos detenemos aquí un momento todavía, loque vemos es que en Europa, en África y en el continenteasiático, excepto el área lingüística malaya, el dual se en-cuentra principalmente sólo en lenguas muertas, y quesólo continúa vivo:

- En Europa, en el arabemaltés, en ellituano, en ellapón, en algunos dialectos de la población rural de algu-nos distritos del Reino de Polonia,l2 en las islas Feroe, enNoruega, y en algunas regiones de Suecia y de Alemania,aunque aquí el pueblo ya no lo entiende y está en uso úni-camente como pluralY

- En África, en el árabe moderno.- En la parte descrita de Asia, también en el árabe

moderno y en la lengua malabar.

Ahora bien, puesto que sólo las lenguas del viejo mun-do poseen una literatura, puede considerarse que el dualestá muerto para la lengua literaria (a excepción delárabe).

En el este de Asia (tercer punto de su patria) se en-cuentra el dual, aunque ya sólo con huellas muy débiles,

9. Analytical comparison of the Sanscrit ... languages, de Bopp,en los Annals of Oriental literature, p. 1 Yss., Yen la recensión dela gramática de GRIMM en los lahrbücher für wissenschaftlicheKritik, 1827, pp. 251 Y ss.

10. Eso parece ser lo que opina también el señor Bopp, Annals,cit., p. 2.

11. Sobre la vana tentativa de introducir el dual en la lenguaarmenia, véase la Grammaire de la langue Arménienne, de CIR-BIED, p. 37.

12. Según me ha asegurado de palabra el señor profesor Pu-HARSKA, mediante cuya misión científica el gobierno polaco estádando un ejemplo extremadamente raro de un noble celo por lalengua patria y por el estudio de las lenguas en general.

13. GRIMM, Gramm., 1, p. 814, n. 35.

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en el malayo; más desarrollado está en la lengua tagalaasí como en la lengua pampang, estrechamente emparen~tada con la anterior, en las islas Filipinas; y finalmente,en gradaciones que, en lo que yo conozco, no aparecenen ningún otro lugar, se encuentra el dual en Nueva Ze-landa, en las islas de la Sociedad y en las islas de la Amis-tad. Los dialectos de las restantes islas de los Mares delSur, por desgracia, no son todavía conocidos debidamen-te en lo que respecta a su gramática. Pero es muy proba-ble que todos coincidan entre sí, sobre todo en ese punto.La cuestión de si todas esas lenguas, desde la malaya has-ta la tahitiana, están conectadas, y cómo lo están la in-vestigaré detenidamente en otro lugar. Aquí las re~o so-lamente porque su tratamiento del dual es semejante. En-teramente distintas de la familia lingüística malaya pa-recen ser las lenguas de los aborígenes de Nueva Holanday. de Nueva Gales del Sur. Pero la lengua de quienes ha-bItan alrededor del lago Macquarie posee el dual,14y porello es probable que se encuentre también en otros dia-lectos australianos.

En las lenguas de América aparece raramente esta foroma de pluralidad, pero lo hace en diversos puntos, casi atodo lo largo de aquel inmenso continente: en el extremoNorte aparece en la lengua groenlandesa; en forma muyrestringida, en la lengua totonaca, en la parte de NuevaEspaña donde se encuentra Veracruz; además, en la len-gua de los chaymas, que es común a casi todas las tribusde la provincia de Nueva Andalucía; también aparece enla lengua tamanaca, en la orilla derecha del Orinoco als~d~ste de la misión de Encamarada; con huellas ~uydebI1es, en el quechua, que en otro tiempo fue la lenguacomún del imperio peruano; y, por fin, esa forma de plu-ralidad aparece muy desarrollada en la lengua araucana

en Chile. También los cherokees, en el noroeste de Geor-gia y en las regiones limítrofes, poseen, según se dice, undual en su lengua.15

Por esta breve exposición se ve que el número de laslenguas madres que han acogido en sí el dual es muy pe-queño, mientras que, por el contrario, es muy grande elárea en la cual se afirmó, especialmente en los tiemposantiguos, ya que el dual pertenece precisamente a las fa-milias lingüísticas más difundidas: el sánscrito y el semí-tico. Sin embargo, una vez más he de repetir aquí que laenumeración que acabo de hacer no puede pretender sercompleta. Sin hacer mención siquiera de aquello que enel estudio comparado de las lenguas se opone a toda pre-tensión de completitud, a saber: el hecho de que ni conmucho nos son conocidas todas las lenguas de la Tierra,tampoco existen todavía medios auxiliares gramaticalesde muchas lenguas que nos son conocidas en general. Deotras, esos medios no son tan exactos como para que po-damos fiamos de ellos con la seguridad de que no hayapodido pasar desapercibida sobre todo una forma comoel dual, que aparece raras veces. Finalmente, resulta muydifícil, y a menudo presupone un conocimiento muy pro-fundo de una lengua, el descubrir en ella las huellas deformas que ya no se mantienen vivas allí. Trabajos comoéste pueden y deben acrecentarse siempre, por tanto;sólo con el fin de evitar continuas interpolaciones limita-tivas me he expresado en lo anterior con mayor firmezaal hacer aseveraciones negativas. Ya se entiende, por otrolado, que no he omitido ningún esfuerzo para alcanzar almenos aquella completitud y aquella exactitud que sonposibles en las circunstancias dadas, y he tenido la suertede poder aprovechar aquí, también para las lenguas ex-traeuropeas, una significativa multitud de medios auxilia-res. Sólo muy raras veces me he visto obligado a limitar-14. El misionero L. E. THREDKELD ha publicado en Sidney en

~ueva Gales del Sur (sin indicación de año), unos diálogos en' esedJaI~ct?, ord~nados de ~cuerdo con las formas gramaticales, conel sIgUIentetltu!o: Specu?,zens of a dialect of the aborigens of NewS0L!th-Wales bezng the ,fzrst attempt to form their speech into awrztten language, 4. Vease el dual, p. 8.

15. Esto último se basa únicamente en una noticia aislada queel señor Du PONCEAU agrega a la nueva edición de Grammar of theMassachussetts Indian language, p. 20, de EUOT, y en la que élmismo se expresa de modo inseguro.

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me a usar únicamente obras tan generales como el Mi-thridates o el reciente Atlas de Balbi. Toda lingüísticacuidadosa evitará sin duda, al juzgar la estructura gramá-tical de las lenguas singulares, el apoyarse sólo en esasobras, sin remontarse a las fuentes originales, aunque elvalor de tales obras sea innegable en otros aspectos yaunque concretamente el Mithridates resulte indispensa-ble para el estudio comparado de las lenguas.

Si ahora examinamos el distinto modo como las len-guas aquí enumeradas tratan el dual, en conjunto pode-mos subdivididas convenientemente, dejando de lado lasgradaciones singulares, en las tres clases siguientes:

Algunas de estas lenguas toman la idea del dual de lapersona que habla y de la persona a que se habla, del yoy del tú. En ellas el dual está adherido al pronombre ypasa al resto de la lengua sólo hasta donde se extiende lainfluencia del pronombre; más aún, a veces el dual se li-mita únicamente al pronombre de la primera persona delplural, es decir, al concepto nosotros.

Otras lenguas extraen esa fonna lingüística del fenó-meno de los objetos que en la Naturaleza aparecen porparejas, como son los ojos, los oídos, todos los miembrosdobles del cuerpo, los dos grandes astros. En ellas esa for-ma lingüística no va más allá del nombre de tales objetos.

En otras familias, por fin, el dual invade la totalidadde la lengua y aparece en todas las partes del discurso enlas que puede tener vigencia. En ellas, por tanto, no es deun género particular de dualidad de donde procede, sinoque se deriva de su concepto general.

Es obvio que las lenguas pueden llevar en sí tambiénhuellas de más de una de esas maneras de concebir eldual e incluso de todas ellas a la vez. Mayor importanciatiene la observación de que en las tres familias lingüísti-cas pertenecientes originariamente a la tercera clase seencuentra también lo siguiente: bien de manera general,bien con el transcurso del tiempo, lenguas singulares pue-den conservar el dual sólo con la restricción que tiene enlas dos primeras clases. Aun en ese caso son añadidas conjusticia, sin embargo, a la tercera clase, que es lo que yo

haré aquí. Así, en los dialectos alemanes aducidos anteel dual se muestra ya tan sólo en las dos primeras perso-nas del pronombre, y en el siriaco aparece, además d~ enel propio número dos, meramente en el nombre Egrpto,al que la gente se había habituado a pensar, según se vepor esto, como Alto Egipto y Bajo Egipto.16

Las lenguas investigadas por mí se reparten del modosiguiente por las clases que acabamos de enumerar:

1. A la primera clase, en la que el dual tiene su sedeen el pronombre, pertenecen: a) las lenguas antes nom-bradas del Asia oriental, de las Filipinas y de las islas delos Mares del Sur, y b) la lengua chayma y la tamanaca.

2. A la segunda clase, en la que el dual procede delnombre, pertenecen: a) meramente la lengua totonaca, ""tb) la lengua quechua, en la medida en que pueda atn-buírsele un dua!'

3. A la tercera clase, en la que el dual se extiende ala totalidad de la lengua, pertenecen: a) las lenguas sáns-critasp b) las semíticas, e) la groenlandesa, d) la araucana,y e) si bien de manera menos completa, la lapona.

16 VATER Handbuch der Hebraischen ... , gramática, p. 121.También en hebreo el nombre de Egipto, Mizraim (GENESIUS, Wi:ir-terbuch, palabra mazor), es un dua!. Sin embargo, por un instan-te nos sentimos dudosos de interpretar esa palabra como AltoEgipto y Bajo Egipto, ya que el Alto Egipto, es decir el Egiptomeridional, tiene un nombre propio, Patras (GENESIUS, Hauptver-sammlung). También el señor GENESIUS (Lehrgebiiude, p. 539, 2)deriva el dual en Mizraim de la bipartición debida al Nilo, bipar-tición que, sin embargo, no es ciertamente apropiada para eldelta. Sólo que, de acuerdo con comunicaciones posteriores, elseñor GENESIUS se inclina ahora a mi opinión, que dice que ladivisión en Alto Egipto y Bajo Egipto es la razón de la formadel nombre; cuando llegue al dual hebreo explicaré con más de-talle la mucha agudeza con que él, diferenciando el tiempo de suuso, armoniza todas las denominaciones mencionadas más arriba.

17. Debería recomendarse esta expresión para las lenguas eo-nexionadas con el sánscrito, que recientemente han sido llama-das también indogermánicas, y ello no sólo por su brevedad, sinotambién por su adecuación interna, dado que las lenguas sáns-critas son, según el significado de la palabra, lenguas de estruc-tura elaborada y delicada.

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En esta visión de conjunto, en la que adrede he sidomuy conciso, se observa que en la realidad efectiva de laslenguas conocidas el dual se presenta aproximadamentecon la misma diversidad de concepto y de extensión quepodría habérsele asignado en un puro análisis de ideas.y.o he preferido, sin embargo, buscar esas diversas espe-CIes de dual por la vía de la observación, con el fin de es-capar así al peligro de imponer1as a las lenguas partiendode conceptos. Pero ahora será necesario desarrollar tam-bién a partir de ideas generales la naturaleza de esta for-ma lingüística, con independencia del conocimiento de laslenguas reales.

Un punto de vista que tal vez no es todavía completa-n:ente insólito, pero que es del todo errado, es el que con-SIdera .el dual meramente como un plural restringido, in-troducIdo por azar para el número dos; con ello autorizaa preguntarse por qué no posee cualquier otro númerosu propia forma de plural. En el ámbito de las lenguasaparece, de todos modos, semejante plural restringido,que, cuando se refiere a dos objetos, trata la dualidad me-ramente como un número pequeño; sólo que ese pluralno ha de ser confundido en modo alguno, tampoco eneste caso, con el verdadero dual.

En la lengua de los abipones, una tribu del Paraguay,hay un plural doble: un plural restringido, para dos o másobjetos, pero siempre pocos, y un plural amplio, para mu-chos objetos.IB El primero parece corresponder auténtica-mente a lo que nosotros llamamos plural. Su formaciónse realiza mediante sufijos que ocupan el lugar de la desi-n.encia del ~ingular, o bien mediante modificaciones pare-CIdas a flexlOnes de esa desinencia; es muy varia esa for-mación, si bien sólo podemos juzgar1a en una serie de ca-sos que han sido transmitidos. El otro plural, el amplio,conoce meramente la desinencia ripio En ella se encuen-tra el concepto de pluralidad, lo cual se infiere del hechod~ que, tan pronto como ese concepto es designado en eldIscurso con una palabra específica, se deja de lado la

desinencia ripi y se pone el sustantivo en el plural restrin-gido. No encuentro, sin embargo, que ripi sea usado porsí solo, y se ha convertido hasta tal punto en una desinen-cia que no va adherido ni al singular ni al plural restrin-gido, sino que adopta una formación particular medianteuna modificación específica de la desinencia de la palabra.Eso es al menos lo que ocurre en los ejemplos siguientes:

choale, «hombre» choalec ochoaleena,

ahopegak, «caballo» ahopega

La lengua de los mocoví,20en.la provincia del Chaco,emparentada muy estrechamente con la de los abipones,no posee este plural doble, pero forma el plural de todaslas palabras no terminadas en i mediante el añadido de lapalabra ipi, sin que esta última, a lo que parece al menospor los ejemplos, modifique nada en la desinencia del sus-tantivo; choale, «hombre», choaleipi, «hombres». En estalengua ipi es en realidad la palabra «mucho», y lo queresulta incierto es si la r añadida en la lengua abipona esuna letra formativa o si su omisión es una peculiaridaddel dialecto mocoví.

La lengua tahitiana, que no distingue en el sustantivoel dual, conoce también el plural amplio y el plural res-tringido de que antes se ha hablado, pero los indica mera-mente con palabras específicas antepuestas al sustantivo;esas palabras aún no están aclaradas en su significado ori-ginario y sólo impropiamente podrían ser llamadas for-mas gramaticales.21

19. DOBRIZHOFFER escribe joale y ahepegak, pero con la j quie.re expresar el sonido español de la ch alemana, y con la e, la o.

20. Gramática de la lengua mocoví, 3, que me ha sido comuni-cada en manuscrito por el abate Hervás y que está redactada deacuerdo con los papeles del abate don Raimondo de Termaier.

21. A Grammar of the tahitian dialect of Polynesian language,Tahití, 1823,pp. 9·10.

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La lengua árabe es la que posee del modo más deter.minado formas de plural para varios números; posee, enefecto, el dual para dos, el plural restringido para los nú.metros tres a nueve, y el plural de pluralidad o plural deplurales -en el cual a partir del plural de algunas pala-bras se forma, mediante una flexión regular, un pluralnuevo- para el diez y más o para un número indetermi-nado. También para indicar la unidad se sirve el árabe(lo hace en los sustantivos en cuya naturaleza está el re-coger bajo sí una pluralidad, como ocurre con los génerosde los animales y los vegetales) de una característica es-pec~al, desconocida por el singular de otras lenguas, y hacede este un plural.22 Este punto de vista, que considera queel concepto de género se halla en cierto modo fuera de lacategoría de número y que diferencia de él, mediante unaflexión,. el plural y el singular, es innegablemente un pun.to de vIsta muy filosófico y su carencia obliga a otras len-guas a recurrir a otros medios auxiliares. Ahora bien,como estas formas árabes del plural no pueden ser nuncaconfundidas con el dual, cosa que sí ocurre con las formasdel abipón, resulta innecesario tratarlas aquí en detalle.

A esa noción del dual, que acabamos de señalar comoerrada, que se limita al concepto del mero número doscomo uno de los muchos números progresivos en la serienumérica, se opone la noción que se funda en el conceptode dualidad y que asigna el dual, al menos de manera pre-ferente, a aquel género de casos que dan ocasión de llegara ese concepto. Según esta noción el dual es, por así decir-lo, un singular colectivo del número dos, dado que el plu-ral reconduce de nuevo la pluralidad a la unidad sólo oca-sionalmente y no según su concepto originario. Como for-ma de pluralidad y como designación de una totalidadcerrada, el dual comparte, por tanto, al mismo tiempo lanaturaleza del plural y la del singular. El hecho de queempíricamente, en las lenguas reales, se halle más próxi-

mo al plural, prueba que la primera de esas dos relacio-nes interesa más al sentir natural de las naciones; ahorabien, su uso espiritual e ingenioso retendrá siempre lasegunda de ellas, es decir, la del colectivo-singular. Tam-bién en otras lenguas cabe demostrar esa relación comoel fundamento del dual, si bien todas ellas, en el uso su-cesivo, mezclan la noción correcta y la noción errada, queaquí hemos separado, y convierten el dual tanto en expre·sión de dos como en expresión de dualidad.

Toda la diversidad gramatical de las lenguas es, segúnmi opinión, triple, y no se obtiene un concepto completode la estructura de una lengua concreta si no se tomaen consideración según esa triple diversidad. Las lenguasson, en efecto, gramaticalmente distintas:

1. Primero, en la concepción de las formas gramati·cales según su concepto.

2. Después, en la índole de los medios técnicos de sudesignación.

3. Finalmente, en los sonidos reales que sirven paradesignadas. En el momento presente hemos de habérnos-las solamente con el primero de esos tres puntos; los otrosdos pueden ser objeto de reflexión sólo en una considera-ción de las lenguas que tenga como mira el dual.

.22. Silvestre DE SACY, Grammaire arabe, t. l, pp. 72, 74, 710,conqmen merece ser comparado también OBERLEITNER (Fundamentalinguae Arabicae, p. 224).

Mediante el segundo y el tercero de esos puntos, sobretodo mediante el último, alcanza una lengua su individua-lidad gramatical, y la semejanza de varias lenguas en estepunto es la señal más segura de su parentesco. Pero elprimer punto es el que determina su organismo, y es muyimportante, y lo es no sólo porque actúa principalmentesobre el espíritu y el modo de pensar de la nación, sinotambién porque constituye la piedra de toque más segurade que en ella existe aquel sentido lingüístico que ha deser considerado en cada una como el principio auténtica-mente creador y transformador de la lengua.

Si se pensase con cierto acabamiento el estudio comoparado de las lenguas, sería preciso examinar el diversomodo como son asumidas en ellas la gramática y sus for-

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mas (pues esto es lo que yo entiendo por «concepción se-gún el concepto»), examinado primero en las formas gra-maticales singulares, como aquí en el dual, y luego en laslenguas singulares, cada una en su conexión; finalmente,ese doble trabajo habría de utilizarse para trazar un com-pendio del lenguaje humano -pensado como algo uni-versal- en su extensión, en la necesidad de sus leyesy sus hipótesis, y en la posibilidad de la admisión deéstas.

La idea de lenguaje que primero se ofrece, pero quees la más limitada, es la idea que lo considera como unmero medio de entenderse. Tampoco en este aspecto, sinembargo, resulta enteramente superfluo el dual; de hechocontribuye a veces a una comprensión mejor y más pro-funda, como tendremos ocasión de mostrar al estudiarsu uso en la lengua griega. Pero sin duda esos casos apa-recen tan sólo en el ámbito del estilo; y si los pueblos ar-tífices de lenguas tuviesen como finalidad meramente lamutua comprensión, cosa que afortunadamente no es elcaso, entonces un específico plural de dualidad habríasido tenido ciertamente por superfluo. Hay, en efecto,varios pueblos que no aplican las formas de plural efecti-vamente presentes en sus lenguas ni siquiera allí dondela mentada pluralidad brota de otras circunstancias: deun número añadido,23 de un adverbio numeral, del verbo,

cuando la designación de la pluralidad es omitida en elnombre, o del nombre, cuando es omitida en el verbo, etc.

La lengua no es en modo alguno, sin embargo, un meromedio para entenderse, sino que es la impronta del espí-ritu y de la vista del mundo propia de los hablantes; lasocialidad es el medio auxiliar indispensable para su de-senvolvimiento, pero no es ni mucho menos la única fina-lidad para la que ella trabaja; esa finalidad encuentra másbien su punto final en la persona singular, en la medidaen que es posible separar a ésta de la humanidad. Por tan-to, aquello del mundo exterior y de la interioridad del es-píritu que consigue pasar a la estructura gramatical delas lenguas, eso puede ser asumido, aplicado y perfeccio-nado en ellas, y lo es realmente, en la medida de la vita-lidad y pureza del sentido lingüístico y en la medida dela peculiaridad de su vista del mundo.

Mas aquí aparece en seguida una diversidad sorpren-dente. La lengua lleva en sí huellas de que en su forma-ción fue sacada principalmente de la visión sensible delmundo o de la interioridad de los pensamientos, en lacual aquella visión había pasado ya por el trabajo del es-píritu. De ese modo algunas lenguas tienen como pronom-bres de la tercera persona expresiones que designan alindividuo en una posición bien determinada: erguido, ya-cente, sentado, etc. Esas lenguas poseen, por tanto, mu-chos pronombres particulares y carecen de uno general.Hay otras que diversifican la tercera persona según su

23. De ese mismo modo parece tomarIo ADELUNG.(Worterbuch,vocab.lo «Mann»,p. 349,Y en otros lugares), cuando en alemán secombman algunas palabras en singular con números y se dicesechs Loth, zehn Mann, etc. En parte esto es también enteramen-te correcto, algunos de esos modos de hablar son incluso tolera-dos sólo en el ~abla vulg<;tr,p~ro no en la elocución noble, y entodos ellos dom.ma la arbltr<;tnedad fortuita del sentido lingüísti-co, pues, p,-?rejemplo, se dIce zehn Pfund, pero jamás se dicez~hn Elle. SI.n embar~o, precisamente allí donde ese uso lingüísti-tICO,ha ~rralg~do mas, en el caso de Mann, hay en la expresión,seg~ mI. sentIr, una hermosa fineza, no destacada por Adelung.AqUlel smgular pretende señalar que el número indicado es VIstoc.o~o.un t.odo cerr~do; por eso la palabra es arrancada a la mul-tIplICIdadmdetermmada del plural. Esto es visible sobre todo enla locución distributiva: vier Mann hoch, donde cada cuatro hom-bres que están juntos de pie deben valer como una única fila. He

creído que tenía que hacer esta observación porque este singu-lar anómalo es propiamente, lo mismo que el dual, un singularcolectivo, un singular-plural, y estas locuciones proporcionan unaprueba de cómo las lenguas, a falta de formas correctas, aplican,para alcanzar su finalidad, formas incorrectas, pero que son ca-racterísticas en el instante de su uso en cada caso. En la base dela expresión zehn Fuss hay sin duda algo diferente, a saber, ladistinción entre el concepto propio y el concepto figurado, si biena ese propósito se distingue un doble plural, Fusse y Füsse. Unaconfusión semejante del número, que debería ser comparada conestos casos, se encuentra en el hebreo (GENESIUS,Lehrgebiiude,p. 538).Sobre el címrico véase lo dicho antes.

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proximidad o su lejanía con respecto a las personas quehablan. Otras, en fin, conocen al mismo tiempo un él puro-mera antítesis de yo y tú- resumido en una única ca-tegoría. El primero de estos puntos de vista es entera-mente sensible; el segundo se refiere ya a una pura formainmanente de la sensibilidad; el último se basa en la abs-tracción y en la división lógica de los conceptos, aunquecon mucha frecuencia habrá sido seguramente el uso elque haya marcado algo que tal vez tenía un origen com-pletamente distinto. En general, apenas se necesita seña-lar que estos tres puntos de vista diversos no han de serconsiderados como tres niveles que van avanzando en eltiempo. Todos ellos pueden encontrarse juntos, en huellasmás o menos visibles, en una y la misma lengua.24

El concepto de dualidad pertenece al área de lo visibley al área de lo invisible y, mientras se presenta de mane-ra viva y excitante a la intuición sensible y a la observa-ción ext~rna, al mismo tiempo es predominante en lasleyes del pen~ar, en las tendencias de la sensibilidad y enel organismo, imposible de investigar en sus fundamentosmás hondos, del género humano y de la naturaleza.

Para p~rtir aquí de la observación más simple y su-perficial, lo primero que destaca por sí mismo, como algocerrado y abarcable con la mirada, es un grupo de dosobjetos situado entre un objeto singular y un grupo devarios objetos. Luego la percepción y la sensación de ladualidad pasan al hombre en la división de los dos sexosy en todos los conceptos y sentimientos referidos a ellos.Esa división acompaña más tarde al hombre en la configu-

ración de su cuerpo y de los cuerpos de los animal" endos mitades iguales y con miembros e instrumentos . n.•bles que están presentes por parejas. Por fin, precisam 'n·te algunos de los fenómenos más poderosos y grandes qu .hay en la Naturaleza, y que rodean en todo instante tamobién al hombre en estado de naturaleza, se presentan comodualidades o son concebidos como tales: los dos grandesastros que determinan el tiempo, el día y la noche, la tie-rra y el cielo que la cubre como una bóveda, la tierra fir-me y las aguas, etc. Lo que así se muestra presente entodas partes a la intuición, eso el sentido interno lo tras-pasa de modo natural y expresivo a la lengua, medianteuna forma dedicada especialmente a ello.

Pero es en el invisible organismo del espíritu, en lasleyes del pensar, en la clasificación de sus categorías don-de el concepto de dualidad está arraigado de una maneramucho más originaria y profunda todavía: en la tesis y laantítesis, en el poner y el quitar, en el ser y el no-ser, enel yo y el mundo. Aun allí donde los conceptos se dividenen tres o más, el tercer miembro o bien brota de una di-cotomía originaria o bien, sobre su base, es reconducidocon gusto a ella en el pensar.

El origen y el final de todo ser dividido es la unidad.Sin duda a eso se debe el que la división primera y mássencilla, en la cual el todo se separa únicamente parareunirse inmediatamente después en forma articulad a, seala división que predomina en la Naturaleza y sea en elhombre la más luminosa para el pensamiento y la másagradable para la sensación.

Especialmente decisivo para la lengua es el hecho deque la dualidad ocupe en ella un lugar más importanteque en ninguna otra parte. Todo hablar se basa en el diá·lago; en él, también cuando intervienen varios interlocu·tores, el hablante se contrapone siempre como una uni·dad a aquéllos a quienes habla. Incluso mentalmente ha-bla el hombre tan sólo con otro, o habla consigo mismocomo si fuera otro; traza con ello los círculos de su pa-rentela espiritual y establece una separación entre los quehablan como él y los que hablan de manera diferente. Esa

. 24. En la lengua abipónica, por ejemplo, hay seis palabras dis-tmtas, que recorren los dos géneros, el masculino y el femenino,para expresar autónomamente el pronombre de la tercera perso.naoTodas esas palabras terminan con la sílaba ha, pero ésta nun.ca aparece sola y es difícil que designe «él», pues desaparece deltod? cuando con ese s~xtuple pronombre se combina, y ello espOSIble,el concepto «solo». Para el pronombre posesivo, en cam.bio, hay un~ designación simple, que, sin embargo, es omitidac~:mfrecuencIa, de manera que la faIta de la designación de pose.sIón se convierte luego en indicación del posesivo de la tercerapersona. DOBRIZHOFFER, op. cit., t. n, pp. 168-170.

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plasma como objeto. Pero la objetividad aparece de unamanera aún más acabada cuando esa escisión no aconteceúnicamente en el sujeto, sino que aquel que tiene la re-presentación ve realmente fuera de sí el pensamiento, cosaque sólo es posible en otro ser que, como él, tiene repre-sentaciones y piensa. Y el lenguaje es el único mediadorque hay entre dos fuerzas del pensar.

En sí misma la palabra no es un objeto, sino que esmás bien, frente a los objetos, algo subjetivo; sin embar-go, en el espíritu de quien piensa debe convertirse en unobjeto, en un objeto engendrado por él y que reabra so-bre él. Entre la palabra y su objeto queda un abismo muysorprendente; nacida solamente en la persona singular, lapalabra se asemeja mucho a un mero pseudoobjeto; la len-gua no puede ser tampoco hecha real por la persona sin-gular, eso sólo puede ocurrir de manera social, en la me-dida en que a un ensayo osado se le agrega otro nuevo. Lapalabra, por tanto, ha de adquirir esencialidad, y la len-gua ampliación, en alguien que oye y contesta. Este pro-totipo de todas las lenguas lo expresa el pronombre dis-tinguiendo la segunda persona de la tercera. Yo y él sonobjetos realmente distintos y con ellos se agota propia-mente todo, ya que significan, con otras palabras, yo yno-yo. Pero tú no es un él contrapuesto al yo. Mientrasque yo y él se basan en la percepción interna y externa,hay en el tú la espontaneidad de la elección. También eltú es un no-yo, pero no lo es, como el él, en la esfera detodos los seres, sino en una esfera diferente, en la esferadel actuar común mediante la influencia recíproca. En elél mismo hay por ello, además del no-yo, también un no-tú, y el él no está contrapuesto meramente a uno de losdos, sino a los dos. A esto alude también la circunstanciaantes mencionada de que en muchas lenguas el pronom-bre de tercera persona diverge entera y esencialmente, ensu designación y en su formación gramatical, de las dosprimeras personas, y unas veces su concepto no está pre-sente de manera pura, y otras no está presente en todoslos casos de la declinación.

Únicamente con la unión, ejecutada por medio dellen-

separaclOn, que divide al género humano en dos clases,los de la propia tierra y los extranjeros, es el fundamen-to de toda unión social originaria.

Podría haberse hecho ya antes la observación de quela dualidad que se manifiesta exteriormente en la Natura-leza puede ser aprehendida o bien de una manera más su-perficial o bien en una penetración más íntima del pen-samiento y del sentimiento. En este aspecto bastará re-cordar una sola cosa. Recientemente A. W. van Schlegelha mostrado de una manera sorprendentemente acertaday sumamente ingeniosa que la simetría bilateral del cuer-po de los hombres y de los animales penetra muy pro-fundamente en la fantasía y en el entendimiento y se con-vierte en una de las fuentes capitales de la arquitectónicadel arte.25 Tomada en su configuración más general y espi-ritual, la diferencia de sexo hace que la consciencia de unaunilateralidad que sólo puede sanarse mediante el com-plemento recíproco traspase todas las relaciones del pen-sar y del sentir humanos.

Adrede no he mencionado hasta aquí esta doble apre-hensión, una más superficial y otra más profunda, unamás sensible y otra más espiritual, porque aparece sobretodo allí donde la lengua se basa en la dualidad del diálo-go. En lo anterior he señalado tan sólo la manifestaciónenteramente empírica de esto. Pero en la esencia origina-ria del lenguaje hay un dualismo inmodificable, y la pro-pia posibilidad del hablar está condicionada por el dirigirla palabra a alguien y el recibir de él una contestación. Yael pensar va acompañado esencialmente de la inclinacióna la existencia social, y el ser humano, prescindiendo aquíde toda relación corporal y afectiva, anhela, también convistas a su mero pensar, un tú correspondiente al yo, y leparece que el concepto alcanza su precisión y su certezatan sólo cuando una fuerza del pensar ajena le devuelve,reflejándolos, los propios rayos emitidos por él. El con-cepto es engendrado cuando él mismo se arranca de laagitada masa del representar y, de frente al sujeto, se

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guaje, de un otro al yo se generan ahora todos los senti-mientos profundos y nobles que afectan al hombre en suintegridad, sentimientos que en la amistad, en el amor yen toda comunión espiritual, convierten la unión entredos en la más alta e íntima de las uniones.

El que aquello que mueve interna y externamente alser humano pase a la lengua es algo que depende de lavitalidad de su sentido lingüístico, con la cual hace él dela lengua el espejo de su mundo. El grado de profundidadde la concepción en que eso ocurra es algo que depende dela disposición más o menos pura y delicada del espíri-tu y de la imaginación, disposición en la cual el ser hu-mano, antes aún de haber llegado a la clara conscienciade sí mismo, influye involuntariamente sobre su lengua.

El concepto de dualidad, en cuanto concepto de un nú-mero y, por tanto, de una de las intuiciones puras del es-píritu, posee también, sin embargo, esa afortunada homo-geneidad con la lengua que lo hace particularmente aptopara pasar a ella. Pues no todo está capacitado para lo-grar eso, por muy poderosamente que, por otra parte,conmueva al ser humano. Así, no es fácil que haya entrelos seres una diferencia que más salte a la vista que laexistente entre los seres vivos y los carentes de vida. Va-rias lenguas, principalmente americanas, fundan en esadiferencia también diferencias gramaticales y descuidan,en cambio, la diferencia del género. Mas, dado que la meracircunstancia de estar dotado de vida no contiene en sínada que cupiera fundir íntimamente en la forma de lalengua, ocurre que las diferencias gramaticales basadasen aquélla permanecen en la lengua como una materia ex-traña y testifican que el dominio del sentido lingüísticono ha logrado una penetración perfecta. El dual, en cam-bio, no sólo conecta con una forma que le es estrictamen-te necesaria a la lengua, el número, sino que además,como antes se ha mostrado, tiene un puesto fundado yespecífico también en el pronombre. El dual, por tanto,necesita únicamente ser introducido en la lengua parasentirse en ella como en su propio hogar.

Con todo, también en el dual puede haber, y la hay

efectivamente en diversas lenguas, una diferencia qu 10debe descuidarse. En la formación de las lenguas ejersu imperio, en efecto, además del propio sentido lingüí -tico creador, también la imaginación, afanosa en .gener~lde traspasar a la lengua todo aquel~o qtl;e l~ ,e~oclOna ~1-vamente. Aquí no siempre es el sentldo lmgulstlco el ~mn-cipio dominante, aunque debiera serIo, y el ac~bamlentode su estructura prescribe a las lenguas la ley mmutablede que todo aquello que es llevado a ellas abando,ne su for-ma originaria y asuma la forma de la lengua. Solo de esamanera se consigue la metamorfosis del mundo en lenguay sólo así se consuma la actividad simbolizadora d~ lalengua también por medio de su estructura gramatlcal.

El género de las palabras puede servi~nos aq?-í de :jem-plo. A mi parecer, toda lengua que acoJa en Si ~l ?:n~roestá ya un paso más cerca de la pura forma ImgulStlCaque una lengua que se contente con el concepto de lo vivoy lo inerte, aunque es cierto que ese. con~ep.~?~s el fun-damento del género. Sólo que el sentldo lmgmstlco mues-tra su dominio no sólo cuando el género de los seres hasido hecho realmente un género de las palabras, cuandono hay ninguna palabra que no esté asignada a uno delos tres géneros, de acuerdo con los múlt.iples ~unto.s. devista de la fantasía artífice de lengua. Si algmen dijeSeque esto no es filosófico, desconocería el sentido verdade-ramente filosófico de la lengua. Todas las lenguas que de-signan únicamente los géneros naturales y no reconocenun género designado metafóricamente, lo que prueban esque, bien originariamente, o bien en la época en que noprestaron ya atención a esta diferencia de las palabras, obien porque cayeron en confusión acerca de ella, mezcla-ron en el mismo montón el masculino y el neutro, no es-tuvieron penetradas enérgicamente por la forma lingüís-tica pura, no comprendieron la sutil y delicada interpreta-ción que la lengua hace de los objetos de la realidad. .

También en el duallo importante es, en consecuenCia,si ha pasado al sustantivo sólo como percepción empíricade los objetos existentes por parejas en la Naturaleza, oal pronombre -y con él, ocasionalmente al verbo- como

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sentimiento de la apropiación y la repulsión de hombresy tribus, o si, por el contrario, está realmente fundido enla forma universal de la lengua y se ha unificado verdade-ramente con ella. Una de las señas características de queesto ha ocurrido es, desde luego, su asunción general entodas las partes de la lengua; con todo, esta circunstanciano puede ser decisiva por sí sola.

Será difícil que alguien ponga en duda que el dual en-caja bellamente en la construcción del discurso, dado queacrecienta las mutuas relaciones de las palabras entre sí,y también eleva de por sí la impresión viva de la lengua,y en la discusión filosófica viene en ayuda de la nitidez ybrevedad del entenderse. En esto el dual es superior aaquello por lo que toda forma gramatical se diferencia, enagudeza y viveza del efecto, de una perífrasis realizada conpalabras. Basta con comparar los pasajes de los poetasgriegos y.latinos en que se habla de los Tindáridas, quesaltan a la vista también como astros vecinos, o de otrasparejas de hermanos. Las sencillas desinencia s del dualen Hornero:

presentan la naturaleza de los gemelos de un modo mu-cho más vivo y expresivo que la perífrasis de Ovidio:

...at gemini, nondum coelestia sidera, fratres,ambo conspicui, nive candidioribus ambovectabantur equis.

Esta impresión no queda disminuida por el hecho deque en el primero de los dos pasajes homéricos mencio-nados, yen otros semejantes, después del dual venga in-mediatamente el plural. Una vez que la imagen ha sidointroducida con el dua!, tampoco el plural es sentido deuna manera diferente. Es más bien una hermosa libertad

de la lengua griega el que no se deje arrebatar el der ha usar el plural también como forma colectiva de plura.lidad, con tal de que retenga, allí donde el énfasis lo exija,la ventaja de designar de una manera específica la duali·dad. Pero desarrollar esto con más amplitud e investigar-lo, bien que en los mejores escritores griegos domine ge-neralmente una sensibilidad muy sutil y acertada para elplural, es algo que sólo será posible al final de este estudio,cuando se considere especialmente el dual griego.

Después de todo lo que hasta aquí se ha dicho, meparece que no es necesario refutar ya a quienes dicen queel dual es un lujo o una excrecencia de la lengua. La visiónde la lengua que la pone en conexión con el hombre en-tero y pleno y con lo más hondo que hay en él no puedellevar hasta ella, y es con esa visión solamente con la queaquí hemos de habérnoslas. Por ello concluyo aquí la par-te general de estas investigaciones y en las siguientes pa-saré a la consideración de las lenguas singulares de acuer·do con las tres clases de que antes hablamos con vistas atratar el dual.

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Prólogo, de José M. Valverde . 5Bibliografía 25Nota a la edición . 29

Sobre el estudio comparado de las lenguas en relacióncon las diversas épocas de su evolución . 33

Sobre la influencia del diverso carácter de las lenguasen la literatura y en la formación del espíritu. 61

Sobre la génesis de las formas gramaticales y su influen-cia en la evolución de las ideas . 67

Sobre la escritura alfabética y su conexión con la es-tructura de las lenguas 101

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Wilhelm von Humboldt nació en Pots-dam en 1767 y murió en Tegel en 1835.Tuvo estrecha amistad con Schiller yGoethe y estuvo casado con Karoline vonDacheroden. Erudito y estadista eminen-te, fue entre 1809 y 1810 director del Mi-nisterio prusiano de instrucción; en talcondición creó el bachillerato humanís-tico prusiano y fundó la universidad deBerlín. Su liberal política cultural estu-vo impregnada de las ideas del clasicis-mo, que tendía a fundir el espíritu y lapolítica. Tras haber desempeñado diver-sas embajadas (Roma, donde conoció laobra lingüística del jesuita español Her-vás y Panduro, Viena, Londres), en 1820se retiró definitivamente a su propiedadrural de Tegel, en las cercanías de Ber-lín. Allí se dedicó casi exclusivamente, enlos quince años que le quedaban de vida,a estudios Iingüísticos, materia a la quese había sentido atraído ya desde su ju-ventud. Las intuiciones lingüísticas deWilhelm von Humboldt, desatendidasdurante casi un siglo, han vuelto a cobraractualidad en nuestro tiempo y se hallanen la base de algunas de las más signifi-cativas corrientes de la lingüística de hoy.

De los casi cuarenta textos sobre asun-tos lingüístico s redactados por Wilhelmvan Humboldt a lo largo de su vida, lainmensa mayoría de ellos fueron escritosen su vejez, entre los años 1820 y 1835,en que falleció. Pocos fueron, sin embar-go, los que el propio autor dio en vidaa la imprenta. Entre ellos destacan, porla brillantez de exposición, por la concen-tración de pensamiento y por la variedadde intereses, las célebres conferencias quepronunció en la Academia de las Cien-cias de Berlín. Junto a la obra denomi-nada Kawiwerk, que fue publicada pós-tumamente, es en esas conferencias don-de se encuentra lo esencial del pensamien-to lingüístico de Wilhelm van Humboldt.En este volumen se han recogido cuatrode tales conferencias, las más importan-tes, a las que se ha agregado un brevepero decisivo texto de 1821. Los textosde Humboldt van precedidos de un pró-logo de José María Valverde, catedráti-co de Estética de la Universidad de Bar-celona,