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Rutas de Nuestra Geografía Sagrada Alexis López Tapia - Director [email protected] http://www.facebook.com/geografiasagrada – (569) 9 596 34 12 Página 1 Informe Estado actual y posibles usos funcionales del Petroglifo del cerro de La Muerte y ruta tentativa del Camino del Inca Chacabuco-Colina Alexis López Tapia Investigador 26 de Agosto de 2013

Informe Petroglifo Cerro La Muerte Chacabuco

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El presente informe da cuenta del estado actual del petroglifo ubicado en el Cerro La Muerte o Las Cabras, en Chacabuco cerca del cerro Tres Orejas, y el conjunto rocoso en que se encuentra, así como dos hipótesis acerca de su posible uso funcional, como posible señal de límite territorial y –particularmente-, como posible observatorio arqueoastronómico de los equinoccios. Finalmente, se propone un trazado tentativo del camino del Inca entre Chacabuco y Colina, y una hipótesis de trabajo sobre las alineaciones astronómicas de los sitios arqueológicos pre hispánicos de la Cuenca de Santiago y Aconcagua.

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Informe

Estado actual y posibles usos funcionales del

Petroglifo del cerro de La Muerte y

ruta tentativa del Camino del Inca Chacabuco-Colina

Alexis López Tapia

Investigador

26 de Agosto de 2013

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INDICE

1.- Antecedentes ................................................................................................. 3

2.- El Petroglifo del cerro de La Muerte el año 2001 ............................................ 4

3.- El Petroglifo del cerro de La Muerte el año 2013 ............................................ 6

4.- Otros registros de interés ............................................................................. 12

5.- Características de la formación rocosa del cerro .......................................... 14

6.- Diseño y posible interpretación del Petroglifo .............................................. 16

7.- Otros Petroglifos y registros arqueológicos en el área y zonas aledañas ....... 20

8.- La importancia del cerro Tres Orejas ............................................................ 27

9.- Análisis Funcional: como posible hito indicador de territorio ....................... 31

10.- Análisis Arqueoastronómico: como posible indicador de los Equinoccios ... 33

11.- Análisis Geográfico: el posible Camino del Inca Chacabuco-Colina ............. 38

12.- Hipótesis de un sistema de alineaciones arqueoastronómicas ................... 40

13.- Conclusiones .............................................................................................. 44

13.- Bibliografía ................................................................................................. 47

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1.- Antecedentes

Durante la realización de un catastro de registros arqueológicos de la Cuenca de Santiago, para el trabajo

de investigación “La sagrada función del cerro Santa Lucía y la Fundación de Santiago”1, tuvimos acceso

en Internet a la publicación “El Misterio del Cerro de la Muerte y su Leyenda”, de Rodrigo Arias2, que

daba cuenta de la existencia de un Petroglifo con una figura aparentemente humanoide, existente en las

cercanías del pueblo de Chacabuco y el cerro Tres Orejas, publicado en internet en enero de 2001.

En el artículo, el autor mencionaba –sin indicar la fuente-, que: “El lugar ha sido estudiado por

arqueólogos de la Universidad de Chile los que no han podido llegar a ninguna conclusión respecto a

cómo fueron realizados ni las figuras ni los cortes en la roca”.

Y afirmaba, sin precisar identidades: “Las figuras no presentan ninguna diferencia de relieve con el resto

de la roca y no están pintadas: sería algún tipo decoloración. Igualmente, los cortes que la hacen parecer

una construcción con bloques de piedra, parecen estar hechos en una sola gran roca sin que haya sido

desarmada, como si se hubiera utilizado un poderoso laser, herramienta que uno de los arqueólogos más

osados cree que fue utilizada para realizar las figuras”.

No obstante lo anterior, lo que a nosotros realmente nos llamó la atención –además de los propios

petroglifos, y en particular la gran figura central-, fue el carácter de “Puerta” o “Portal”, que formaba un

gran bloque lateral, desprendido de la roca madre. En un análisis hipotético preliminar, nos parecía que

precisamente el Petroglifo indicaba la presencia de esta formación, como una especie de llamado a

“mirar” por esa “puerta”.

El pasado día sábado 17 de Agosto, decidimos visitar el pueblo de Chacabuco y dar con la ubicación del

cerro de La Muerte, y el Petroglifo, para analizarlo in situ, lo que logramos realizar con pleno éxito. En la

salida a terreno participaron el autor, su señora, Catherina Pinoleo, y sus hijos, Sophia, Ricardo, Roberto

y Octavio López Pinoleo, que participaron activamente en la investigación. Posteriormente, el día martes

20 volvimos al lugar junto al antropólogo Mauricio Olivares Tobar de la U. de Chile, para realizar nuevas

tomas fotográficas y revisar otros registros. Finalmente, el análisis simbólico del petroglifo se realizó

junto al Dr. Jorge Vargas Díaz.

El presente informe da cuenta del estado actual del petroglifo y el conjunto rocoso en que se

encuentra, así como dos hipótesis acerca de uso funcional, como posible señal de límite territorial y

como posible observatorio arqueoastronómico de los equinoccios. Se analiza su origen, y finalmente,

se propone un trazado tentativo del camino del Inca en este sector y una hipótesis de trabajo sobre las

alineaciones arqueoastronómicas de los sitios sagrados en la zona central.

Alexis López Tapia

1 Presentado por el autor en Conferencia realizada el 18 de Abril de 2013, en la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Disponible en la

Biblioteca de la Sociedad. PPT de la Conferencia disponible en Internet. Video de la Conferencia en Youtube. Entrevista en Bio Bio TV. 2 Disponible en Internet. Última revisión, 20 de Agosto de 2010. http://chicureo.com/Destacados/cerro_muerte.htm

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2.- El Petroglifo del cerro de La Muerte en el año 2001

El artículo que motivó nuestra

investigación, incluía una

fotografía principal, donde su

autor, Rodrigo Arias, posaba junto

al macizo rocoso en que se

encontraba el Petroglifo,

permitiendo apreciar claramente

sus dimensiones, así como el

contexto general del mismo.

Allí, el autor afirmaba:

“La leyenda dice que en el lugar

los Jesuitas habrían efectuado un

entierro de dinero, más o menos

en la época en que se construyó la

Parroquia en Chacabuco, cuyo

campanario se observa en línea

recta con el vértice del corte en la

roca de la fotografía de abajo. El

corte es tan liso y parejo que

resultaría imposible otorgarle un

origen natural”.

Y Concluía su breve artículo

sosteniendo:

“Sin duda se requirió de una

tecnología muy especial para

realizar esta obra aún sin

explicación y sin data”.

Más allá de la validez de estas afirmaciones, fue la propia estructura rocosa en forma de “Portal”

flanqueada por el Petroglifo, que evidenciaba la fotografía, lo que más llamó nuestra atención.

Preliminarmente, nos planteamos la hipótesis de que el dibujo se realizó allí, precisamente para

señalar esa particular formación rocosa.

Adicionalmente, el propio petroglifo principal –una figura aparentemente antropomorfa, con cuernos-,

nos llamó la atención por no ser muy habitual en los petroglifos de Chile, si bien está muy documentada

en petroglifos europeos, donde posiblemente habría sido catalogada como un “Dios Cornudo”.

Figura 1: Fotografía original de Rodrigo Arias, en el sitio Chicureo.com, en que

indica su altura corporal de 1.70 m., como referencia de las dimensiones de la

masa rocosa.

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Las restantes fotografías del artículo de Arias, daban cuenta de algunos detalles de la formación rocosa y

los petroglifos restantes:

Figura 2: a, b, c, d, e: Fotografías originales del artículo de Rodrigo Arias, que presentan el estado del Petroglifo el año 2001.

En esta última fotografía, se podía apreciar claramente que el bloque lateral se había desprendido de la

masa rocosa principal, quedando encajado y detenido a nivel de la base, lo que le permitía sostenerse en

esa inclinada posición sin colapsar. Este era el estado general del petroglifo y la estructura rocosa el año

2001.

A B C D

E

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3.- El Petroglifo del cerro de La Muerte (o Las Cabras) en el año 2013

El llamado cerro de La Muerte –que en realidad se llamaría Las Cabras, según lugareños–, se encuentra

ubicado a 33° 3'32.16"S y 70°40'53.03"O, a unos 1.200 metros al Este de la Autopista Los Libertadores, y

se accede al mismo por el camino de la Virgen, continuando por el camino Los Canelos hacia el sur, que

se encuentra cerrado al paso de vehículos por una reja a unos 100 metros del cerro. Alcanza una altura

aproximada de 70 metros desde el nivel del suelo, y su cumbre se eleva unos 780 m.s.n.m.

Este pequeño cerro se

ubica al norte del Cerro

Tres Orejas, y al sur del

pueblo de Chacabuco, de

acuerdo plano de

localización superior. Al

ingresar al camino Los

Canelos, el cerro se

aprecia al sur como un

promontorio rocoso con

algo de vegetación, que

parece cerrar el paso de la

ruta, precisamente donde

se ubica un tranque.

Figura 3: Vista aérea de la zona del

Petroglifo y el cerro Tres Orejas

Figura 4: Vista del Cerro La Muerte o Las Cabras desde el Camino Los Canelos hacia el Sur.

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Figura 5: Arriba derecha, vista de la cumbre del cerro La Muerte desde el Camino Los Canelos. Al fondo, el cerro Tres Orejas, llamado así por sus

características formaciones rocosas en la cumbre, de unos 950 m.s.n.m.

Al cruzar el portón y continuar avanzando por el Camino Los Canelos, aparece al fondo el imponente

cerro Tres Orejas, con sus tres notorias formaciones rocosas en la cumbre de las que viene su nombre. A

la derecha se aprecia la cumbre del cerro de La Muerte.

Visto lateralmente, de Norte a Sur, el

perfil del cerro aparece como un

plano inclinado de Este a Oeste,

destacándose un gran afloramiento

rocoso que recorre todo su

perímetro norte, característico de

formaciones intrusivas que quedan

expuestas por la erosión, lo que se

puede apreciar en la fotografía

lateral. Precisamente en ese

afloramiento se encuentra el

Petroglifo que motivó nuestra

investigación. Figura 6: Vista del perfil del Cerro La Muerte o Las Cabras desde el Camino Los Canelos

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Figura 7: vista superior del cerro de La Muerte, con la ruta en rojo seguida en la exploración para encontrar el Petroglifo. Los guiones amarillos

indican la dirección general del afloramiento rocoso, que se orienta de Este a Oeste. Figura 8: Abajo: una de las formaciones rocosas del cerro.

Sin embargo al llegar a la cumbre del cerro y recorrer el

afloramiento rocoso, el característico “Portal” en que se

encontraba el petroglifo simplemente no aparecía.

Hay a lo menos cuatro grandes formaciones rocosas

similares a la de la fotografía tomada originalmente por

Rodrigo Arias, como la de la fotografía lateral, pero

ninguna de ellas contenía el petroglifo, y el oblicuo bloque

lateral desprendido no se encontraba en ninguna de ellas.

Como puede apreciarse en la ruta trazada en rojo de

imagen superior, recorrimos prácticamente toda la

cumbre del cerro siguiendo el perfil del afloramiento

rocoso.

En dos de ellas, sin embargo, se apreciaban débiles trazos,

uno de ellos semejante a un pequeño tridente y el

segundo una delgada línea irregular, semejantes en

factura al petroglifo que estábamos buscando. Aparte de

eso, el resto de las rocas no tenía marcas.

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Finalmente el misterio se resolvió al comprobar que el bloque

lateral había colapsado, probablemente a causa del

terremoto de Febrero de 2010.

Figura 9: Arriba, vista del estado actual del Petroglifo – Figura 10: Abajo, vista superior del bloque lateral colapsado.

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Figura 11: Arriba izquierda: El bloque lateral que formaba el “Portal”, colapsó cayendo a un costado. Derecha: la gran cantidad de rocas

recientemente fracturadas a continuación del bloque caído, permiten suponer que el terremoto de 2010 provocó la caída de rocas de la parte

superior de la formación, que impactaron el bloque vertical y provocaron su colapso.

Lamentablemente, la caída del bloque vertical que formaba el “Portal”, impide actualmente verificar con

exactitud tanto la visibilidad del conjunto desde el camino, así como su posible uso arqueoastronómico.

Figura 12: Comparación del estado del Petroglifo el año 2001 y el 2013 - Arriba izquierda: fotografía del aspecto original del conjunto, de

Rodrigo Arias. Derecha: el antropólogo Mauricio Olivares posa junto al petroglifo como se encuentra en la actualidad.

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Figura 13: Estado del Petroglifo en la actualidad.

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4.- Otros registros de interés

Además del Petroglifo principal, existen otros registros en el cerro que deben ser estudiados. Entre ellos

destaca un posible glifo con forma de “S” que se encuentra en el fondo de una pequeña cueva formada

por bloques rocosos:

Figura 14: Arriba izquierda: Mauricio Olivares en La entrada a

la pequeña cueva. Derecha: la cavidad con el glifo en forma de

“S” grabado en el fondo. Figura 15: Abajo: Detalles del Glifo.

Por su oculta ubicación al fondo de la cueva,

este posible glifo podría haber sido grabado

con un objetivo ritual, asociado con la propia

formación rocosa que lo alberga.

No obstante, también existe la posibilidad de

que se trate de un trazado accidental,

producido por el movimiento de las rocas al

acomodarse.

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Una característica singular de la formación rocosa, son numerosos y frecuentes agujeros circulares de

pequeño diámetro, que en algunos casos se presentan en gran cantidad sobre una única roca, y en otros

se encuentran aislados. Algunos alcanzan 2 a 3 cm. de profundidad, pero la gran mayoría son

superficiales. La primera explicación posible, es que se trata de burbujas de aire que estallaron al

momento de solidificarse la roca, generando las horadaciones. Sin embargo esto debería ser estudiado

por un geólogo.

A B

C D

Figura 16: a, b, c, d, registro de algunas de las numerosas horadaciones en las rocas del cerro de La Muerte o Las Cabras

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5.- Características de la formación rocosa del cerro

En un análisis preliminar –sin que hayamos podido contar para este informe con la opinión de un

geólogo–, podemos sostener que la formación rocosa del cerro La Muerte o Las Cabras, se trataría de

una roca ígnea plutónica, que originó un intrusivo expuesto, formada por un granito o granitoide con

presencia de cristales de cuarzo.

La formación se encuentra fuertemente meteorizada y erosionada, presentando capas o cortezas de

exfoliación, que permitieron el grabado del Petroglifo por raspado.

Esta característica es apreciable en toda la formación, y particularmente queda en evidencia en los

grandes trozos que se desprendieron y partieron de bloque lateral original de la zona de petroglifo,

donde es posible visualizar el núcleo de roca original, en comparación con las áreas superficiales que han

estado expuestas a cambios de temperatura, agua, viento y otros agentes erosivos.

De igual modo, la formación completa se encuentra sumamente fracturada en grandes bloques, que

permanecen unidos por gravedad, o que han quedado atrapados por bloques mayores.

En general, se trata de una formación frágil, en la que diferentes bloques continuarán colapsando a

medida que pase el tiempo, y particularmente por la ocurrencia de terremotos, como el de 2010, que a

nuestro juicio provocó la caída del bloque lateral del área del Petroglifo.

Figura 17: Formación rocosa del cerro. Al fondo aparece el antropólogo Mauricio Olivares para dimensionar el tamaño de la estructura.

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Las siguientes macro y microfotografías ilustran la composición del núcleo de la roca, para ser analizada

por especialistas:

Figura 18: Arriba: macrofotografías 2X con lente EF 180mm f/3.5L Macro USM Canon, y Extender EF 2X II, Cámara Canon EOS Rebel XSi, y Flash

Macro Twin Lite MT-24 EX – Tv (velocidad de obturación) 1/125 - Av (valor de abertura): 64 – Exposición manual – Medición puntual – Flash E-

TTL. Imágenes sin pos procesado.

Figura 19: Izquierda: Microfotografía 20X – Derecha: Microfotografía 400X – Microscopio digital manual Celestron modelo 44300 – Imágenes sin

pos procesado.

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6.- Diseño e interpretación del Petroglifo

Si bien el petroglifo principal se encuentra bastante bien conservado, es difícil precisar su diseño original

con total exactitud y detalle.

Aplicando algunas técnicas fotográficas digitales (negativo, curva de tonos, brillo y contraste), es posible

resaltar aspectos del diseño que tanto en visión directa como en el original fotográfico son difíciles de

percibir.

A continuación, se presentan algunas tomas pos procesadas de acuerdo a los parámetros anteriores:

Figura 20: Imágenes del petroglifo con pos procesamiento digital para resaltar las áreas del trazado.

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El resultado de este procedimiento permite seleccionar aquellas áreas de la imagen que constituyen

trazos del petroglifo, eliminando las áreas restantes:

Figura 21: Imagen Original

Figura 22: Imagen Negativo

Figura 23: Recorte de la Imagen

Del procedimiento anterior, se puede sostener que el petroglifo está formado por al menos tres figuras:

la figura central, que está unida a la figura izquierda inferior, y la figura derecha inferior sin relación

directa con las anteriores.

Es posible que otros trazos –como el probable triángulo invertido debajo de la figura central–, puedan

haberse atenuado tanto que ya no sea claro si se trata de un trazado o de desgaste natural de la roca, y

también es posible que la figura central posea un tercer trazo horizontal a nivel medio, que no hemos

señalado por parecernos dudoso.

Sin duda el rasgo mejor conservado

del petroglifo es el “rostro” de la

figura, que se encuentra nítidamente

demarcado y que constituye la

verdadera clave para la

interpretación de este registro.

En efecto, como mencionamos en un

comienzo, aparentemente el grabado

representa una figura antropomorfa

con cuernos, pero esa percepción

cambia al ver sólo el grabado:

Figura 24: Detalle de la Cabeza del Petroglifo

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Figura 25: Selección y recorte de los trazos principales del Petroglifo del Cerro La Muerte o Las Cabras.

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Figura 26: comparación entre el rostro de un Puma a la izquierda, la “cara” de la figura principal del Petroglifo, al centro, y el

rostro de un Jaguar a la derecha. La simplicidad, elegancia y economía gráfica del petroglifo resultan notables.

Analizadas las figuras por el Dr. Jorge Vargas Díaz y el autor de este informe, llegamos a la conclusión

de que la imagen principal se trata de la representación de un felino, probablemente de un Puma

(Puma concolor), que ha atrapado una presa que sostiene en una de sus patas, sin que sea posible

precisar que animal representa esa segunda figura.

Sin embargo, también es muy posible que la figura felina represente un Jaguar (Panthera onca), siendo

incásica, lo que se discute más adelante.

La evidencia más importante para afirmar que se trata de un felino, y no de una figura antropomorfa

con cuernos, está dada precisamente por el naturalista diseño de la “cara” –una “cara de gato” –

según Vargas Díaz, que refleja admirablemente la estructura fundamental del rostro de estos

animales.

La tercera figura inferior derecha, podría representar un insecto o un reptil, y de ser este último caso,

probablemente se trate de una iguana chilena (Calopistes palluma), que abunda en el sector.

Ignoramos el motivo de que en este caso aparezcan seis patas (que estrictamente le haría

corresponder a un insecto), no obstante puede ser una figuración del movimiento del reptil.

El conjunto del petroglifo ilustra fauna, y la figura principal –el felino–, podría estar relacionada con el

tótem de la tribu o clan pre incásica que habitó el sector al momento de la elaboración del grabado, o

bien, ser un indicador del dominio incásico en la zona, que habría servido como hito del Camino del Inca.

Finalmente, un análisis estilístico del conjunto revela que se trata de un diseño de suma simplicidad y a la

vez elegancia y economía de recursos gráficos, muy alejado de cualquier posible “recreación” moderna,

lo que además queda en evidencia al analizar la técnica de grabado –por raspaje-, que eliminó la capa

meteorizada y erosionada superficial de la roca para exponer por exfoliación la capa secundaria que

presenta un color más claro. Si el grabado fuese moderno, la segunda capa se presentaría notablemente

más clara, lo que no es el caso, ya que el propio grabado presenta evidencias de una larga exposición a la

intemperie, por lo cual paulatinamente se ha ido oscureciendo.

En conclusión, sostenemos que se trata de un grabado rupestre antiguo –posiblemente pre inca, o

quizá propiamente incásico, según se discutirá–, tanto por el simbolismo, estructura, estilo, técnica

empleada para su ejecución, y evidencias físicas de su data.

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7.- Otros Petroglifos y registros arqueológicos en el área y zonas aledañas

En el área de Chacabuco y Colina existen numerosos registros arqueológicos catastrados y estudiados

por diversos investigadores.

Figura 27: indicación de la localización de algunos registros arqueológicos en la zona de Chacabuco-Colina – Figura 28: Abajo izquierda.

Destaca por su importancia ritual e histórica, la llamada “Iglesia de

Piedra” en la Quebrada de Infiernillo, al inicio de la cuesta Chacabuco,

que fue re sacralizada por los Incas.

“Allí se representó una figura humana esquemática con túnica

ajedrezada y una hilera de rombos en traslación y dos triángulos en

sus extremos. La representación rupestre del patrón en escaques o

casillas de tablero de ajedrez es considerado un diseño emblemático

del arte incaico, vinculado a la túnica que utilizaba el ejército incaico”

(Stehberg & Sotomayor, 2012). Figura 28.

Para nosotros este Petroglifo resulta de suma importancia, y se están haciendo gestiones para poder

acceder al sitio a realizar un informe del estado actual del grabado, así como una exploración general

de la quebrada de Infiernillo, ya que estimamos que allí existen más registros aún no documentados.

Sobre la cuesta de Chacabuco y en el cordón de Infiernillo, se encuentran registradas dos piedras tacitas:

“Casas” (SACC 18 – Borries) y “El Naranjo” (Hermosilla & Saavedra, 1998). También hay otras muy

relevantes en la cuesta, a mitad de altura por Chacabuco, de las que hablaremos más adelante.

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Además de estas, existen numerosos registros de Piedras Tacitas en el área de los tranques de relave

Ovejería y Las Tórtolas: La Nipa, El Cardal, Casa de Piedra, Sin Nombre, Ojo de Agua, Los Carneros,

Huechún, Cantera, El Molino, Los Quillayes y el Cactus (Crocco, 2005).

En el área de Santa Elena, Comuna de Colina, se localizan 5 sitios arqueológicos (Cáceres, 2008), a saber:

1. Sitio Piedra Tacita, Sector Reina Norte: Se trata de un afloramiento rocoso con 8 tacitas y lascas de

basaltos asociadas, posiblemente asociadas al período Agroalfarero Temprano de Chile central. Sus

coordenadas en PSAD 56 son E 338917 – N 6327595

2. Sitio Petroglifo, Sector Cancha de Aterrizaje: Un panel con petroglifos de 2 m de largo por 1 m de alto

sobre un bloque rocoso de ignimbrita. Las figuras corresponden a motivos serpentiformes, círculos,

posibles camélidos y figuras antropomorfas que podrían corresponder culturalmente al período

Agroalfarero Temprano. Sus coordenadas en PSAD 56 son E 338571 – N 6326281

3. Sitio Piedra Tacita, Sector Tierra Linda: Un bloque rocoso son tres tacitas en un área de 3.0 por 4.0 m.

Además se encontró una punta de proyectil triangular. Desde un punto de vista cultural esta ocupación

podría corresponder al Período Agroalfarero temprano o al Período Arcaico. Sus coordenadas en PSAD 56

son E 338039 – N 6323974

4. Sitio Piedra Tacita, Sector Paño 7: En bloque rocoso aislado se registran tres tacitas. Asociada a este

bloque se encontró una mano de moler y un núcleo de andesita. Desde un punto de vista cultural esta

ocupación podría corresponder al Período Agroalfarero temprano o al Período Arcaico. Sus coordenadas

en PSAD 56 son E 338758 – N 6324685

5. Sitio de Petroglifo y Piedra Tacita, Sector Parcelas de Santa Elena: Dos paneles de petroglifos y tres

piedras tacitas en un bloque rocoso. Entre las figuras se identifican líneas y semicírculos, una figura

antropomorfa. Además, en las proximidades se encuentra un mortero. Desde un punto de vista cultural

esta ocupación podría corresponder al Período Alfarero en general. Sus coordenadas en PSAD 56 son E

338466– N 6322840

Un informe de Cade - Idepe para la DIA Valle Santa Elena señala –sin entregar coordenadas UTM

precisas– que a unos 5 Km. de Santa Elena se han identificado dos sitios arqueológicos, a saber:

a) Sitio Colina: Se encuentra en la localidad de Algarrobal del Alto y corresponde al hallazgo de un

esqueleto con tembetá (adorno labial) perteneciente al período agroalfarero temprano de la prehistoria

de Chile Central. Fue intervenido por la arqueóloga Antonia Benavente del Departamento de Antropología

de la Universidad de Chile

b) Sitio Colina Norte: Se emplaza en la ciudad de Colina (Población Municipal de Colina y Población Colina

Norte) y corresponde a un sitio habitacional con 5 enterratorios. Presenta cuatro componentes culturales:

Agroalfarero temprano, Agroalfarero Tardío, Incaico y Contacto español-indígena. El sitio fue excavado por

Rubén Stehberg del Museo Nacional de Historia Natural.

En el cordón de Chacabuco se han detectado algunos pocos sitios con contextos estratigráficos y

ergológicos del período Arcaico (sitios Las Chilcas 1 y 2 y sitio Los Hornos, Hermosilla et al, 1995;

Hermosilla, 2001 y Hermosilla et al, 2001) como asimismo en el sector de Huechún (sitio La Ñipa,

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Stehberg et al., 1997) y Cerros La Leona (sitio El Molino 1: Westfall, 2002a). Asimismo, se ha constatado

la presencia de sitios únicamente con material lítico los que podrían ubicarse indistintamente en ambos

períodos -Arcaico y/o Cerámico- (eg. sitios de cantera y taller lítico de desbaste primario y secundario

localizados en el sector de Polpaico y Rungue (Gallardo y Rees 2009; Westfall, 2000b, ms.; Westfall, 2001

2002, 2010, ms.).

El período Agroalfarero Temprano en sus componentes Bato y Llolleo ha sido documentado en nuestra

área de estudio (Vásquez et al 1999 y 2000). En lo que se refiere al período Bato, en las zonas ecotónicas

o de contactos del cordón de Chacabuco y Colina, se han reconocido restos culturales pertenecientes a

esta tradición en sectores con presencia de morteros colectivos (piedras tacitas), seguramente

vinculados a una intensa práctica de recolección estacional de frutos de algarrobo (Durán y Planella,

1989 : 301; Gallardo y Rees 2009; Westfall 2010). También se han registrado la presencia de aleros

rocosos con material cerámico perteneciente a este período (Pinto y Stehberg, 1979; Stehberg y Pinto,

1980; Stehberg et al, 1997 y Hermosilla y Saavedra, 1997). Cercano a Tiltil se ha estudiado en forma

parcial un sitio de funcionalidad habitacional y funeraria que presenta contextos tanto del período

Alfarero Temprano (Bato) como Tardío (Westfall, 2000a, ms.).

En lo que respecta el denominado Complejo Cultural Aconcagua (900-1470 DC) existen amplias

referencias bibliográficas acerca de la presencia de sitios de este tipo en el área de estudio,

especialmente de los cementerios de túmulos (e.g. Huechún, Stehberg, 1981 y Chicauma, Tiltil y Batuco,

etc. citados en Durán y Planella, 1989:315; sitio El Monumento (Tiltil), Latcham, 1928 y Cáceres, 1984,

ms.; sitios Batuco 1, Laguna Batuco y Estero Chacabuco, Cáceres, 1996, ms. y sitio Sauce Oriente (TilTil),

Westfall, 2000a, ms.).

Respecto de la zona de Aconcagua, existe gran cantidad de registros arqueológicos cuya enumeración

y detalle escapan a los alcances de este informe, aunque para efectos de la hipótesis sobre la ruta del

Camino del Inca entre Chacabuco y Colina resultan relevantes, precisamente porque el camino venía

desde esa zona, y porque aparece evidencia del simbolismo asociado a felinos, en este caso el Jaguar.

En este sentido, Daniel Pavlovic y otros (2012), indican que la ruta del Camino del Inca en el valle de

Aconcagua comenzaba inferidamente al norte en el Pukará “El Tártaro” (Pavlovic et al. 2004, Sánchez

2004), continuaba en ascenso hasta el sitio “El Tigre” (Pavlovic et al, 2012), desde donde bajaba al sitio

“El Tambo”, cruzando el río Aconcagua por el vado allí existente hasta el actual pueblo de Curimón,

continuando hacia el sitio cerro “El Castillo” y desde allí hacia el cordón de Chacabuco, siguiendo una

definida orientación Norte Sur.

Particularmente, las excavaciones realizadas en el sitio “El Tigre” (Acuña 2010; Pavlovic et al. 2011),

“permitieron reconocer un trazado caminero asociable al camino incaico. Este en gran parte de su

extensión es un simple sendero tropero, pero en ciertos tramos, que no superan los 50 m de extensión,

presenta obras tales como despeje, muros de contención, alineamientos de piedras en uno o ambos lados

y un ancho de dos a tres metros, cumpliendo patrones incaicos. Cabe destacar que hasta el día de hoy es

una ruta tropera utilizada por cabreros y arrieros locales como atajo para conectar en pocas horas el

valle de Putaendo y la cuenca de San Felipe-Los Andes”.

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Figura 29: Plano de emplazamiento del sitio “El Tigre” y de otros sitios y localidades de la cuenca superior del río Aconcagua. Se indica el trazado

inferido aproximado del Camino del Inca para este sector. En Pavlovic et al, 2012.

Pavlovic et al (2012), sostienen: “Curimón, por su parte, corresponde al espacio de ocupación hispana

más antiguo en la cuenca superior del río Aconcagua (fines siglo XVI, Keller 1976), aspecto asociado a su

ubicación adyacente al lado sur del mejor vado del río Aconcagua en la zona.

Antecedentes toponímicos que pueden ser asociados a la presencia incaica se encuentran tanto en

Curimón (el “Callejón del Inca”, situado inmediatamente al sur del vado del río) como en el nombre de la

localidad de El Tambo, situada en la margen norte del río, también a escasa distancia del vado y en

donde, además, existen antecedentes de contextos mortuorios con piezas asociables al período Tardío.

Este camino, por tanto, atravesaría zonas poco pobladas, conectando por la ruta más directa diferentes

asentamientos incaicos, con lo que replicaría una estrategia vial recurrente en el Tawantinsuyu (Acuto

1999), que favorecía una rápida comunicación entre sus instalaciones y evitaba trastocar la organización

social local y conflictos con las poblaciones locales.

En este marco, la presencia de obras viales incaicas, el emplazamiento de El Tigre a medio camino entre

la zona de El Tártaro y Curimón-El Tambo y la separación entre estos lugares por la tradicional distancia

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entre los asentamientos incaicos asociados a su sistema vial de 15 a 20 km (Agurto 1987) avalan la

existencia de un tramo vial incaico no contemplado previamente en la zona y permite verificar para El

Tigre su funcionamiento como un asentamiento de apoyo en la red vial, un espacio de aprovisionamiento

para quienes transitaban en este segmento longitudinal del Qhapaq Ñan”.

Resulta de especial interés para este informe, y para la posible interpretación de Petroglifo, consignar

que, en el estudio del sitio “El Tigre”, Pavlovic et al (2012) sostienen:

“Al respecto, el nombre de la principal cumbre de la serranía de la cual es parte El Tigre, Orolonco, ha

sido considerado por Strube (1959) y Sánchez (comunicación personal 2000) como corrupción del

nombre quechua para el jaguar (Panthera onca), Uturunku u Otorongo, una figura de gran

significación en los Andes ligada a los especialistas religiosos y relacionada con la intermediación entre

los humanos y lo sobrenatural, entre el tiempo presente y el pasado, a los conceptos de transición,

frontera y cambio (Perales 2004)1.

La importancia de este antecedente toponímico radica en la ausencia del jaguar en forma natural en

Chile y en la identificación (Pavlovic y Rosende 2010) en la cumbre plana del Orolonco de una pequeña

estructura irregular (3m2) elaborada aprovechando bloques existentes y alineamientos sencillos de

rocas medianas, similar a algunas registradas en otros sitios del período Tardío como el Complejo

Arquitectónico Cerro Mercachas (Troncoso et al. 2009) y Cerro El Castillo (Pavlovic y Rosende 2010), y

de un bloque rocoso con petroglifos correspondientes a más de una decena de grabados rellenos de

forma ovoidal y circular, cuyos atributos se asocian exclusivamente al período Tardío (Troncoso 2004),

y que podría interpretarse metafóricamente como la piel del jaguar o del Uturunku/Otorongo”.

Los autores concluyen: “La planificación, construcción y ocupación del complejo arquitectónico de El

Tigre fue parte de las estrategias utilizadas por el Tawantinsuyu para incorporar y mantener dentro de su

extensa área de influencia el valle de Aconcagua. Su instalación y dinámica respondieron a una

diversidad de factores, entrecruzando tanto una funcionalidad relacionada con aspectos administrativos

(aprovisionamiento dentro de la red vial) como con aspectos rituales (sacralidad espacial asociada al

cerro Orolonco) del Estado cuzqueño en la zona. Ambas dimensiones del sitio han sido correlacionadas

con la práctica incaica de incorporar espacios o lugares, construidos o no, significativos para las

poblaciones locales a sus propias concepciones ideológicas, procediendo a resemantizarlos.

En este caso específico, el macizo del Orolonco, aunque no presenta evidencias de uso previo por las

poblaciones locales, habría correspondido a un espacio liminal, una zona fronteriza entre las áreas

ocupadas por las dos tradiciones culturales que ocuparon la cuenca superior durante los períodos

Intermedio Tardío y Tardío.

La ocupación y sacralización de este espacio con vialidad, arquitectura, arte rupestre y creencias

incaicas relacionadas con una deidad asociada con los conceptos de transición, frontera y mediación

como es el Otorongo/Uturunku habría buscado situar al Tawantinsuyu y sus representantes como

mediadores en el heterogéneo contexto sociocultural local.

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Este rol mediador habría permitido reproducir la estructura profundamente jerárquica y centralizada

de la sociedad incaica, situándose esta, de manera física y simbólica a la vez, por encima de las

poblaciones locales y sus diferencias y particularidades, posiblemente ofreciendo unidad, orden y

armonía en comunidades caracterizadas por la segmentación e igualdad sociocultural y política.

Todo este andamiaje materializaría una compleja planificación logística y política del espacio en la

cuenca de Aconcagua, pues en este espacio se aprovecharía la dinámica espacial de las poblaciones

locales (territorio liminal de dos comunidades), las necesidades funcionales asociadas a la

implementación del camino, las estrategias políticas del Estado y los requerimientos de la ritualidad

incaica, interviniendo todos estos aspectos a partir de la construcción del Complejo Arquitectónico El

Tigre, razón que lleva a definir su funcionalidad más allá de un simple tambo”.

Figura 30: Arriba Izquierda: Fotografía de petroglifo en la cima del cerro Orolonco con motivos grabados circulares y ovoidales rellenos (sitio

Orolonco 1). Derecha: Fotografías de petroglifos en afloramiento rocoso en ruta natural de conexión entre El Tigre y la cumbre del Orolonco

(sitio Orolonco 2). En Pavlovic et al (2012).

Tomando en consideración las conclusiones precedentes, una interpretación totalmente plausible del

Petroglifo es que en realidad represente un Jaguar (Panthera onca), “Uturunku u Otorongo”, que lo

situaría específicamente como un registro de la ocupación incásica en el sector.

Al respecto, resulta relevante que las toponimias asociadas a felinos en mapudungun, Puma: Pangui,

Pangue o Trapial; Cachorro de Puma: Pancul, Panküll o Panqui y Jaguar (frecuentemente mal traducido

por Tigre): Nahuel, no se encuentran presentes en la zona de Chacabuco y alrededores.

Según algunos, la toponimia Chacabuco provendría del mapudungu Chacay (Discaria trinervis), un

arbusto espinoso frecuente en la zona que incluso tiene toponimias propias, y Bucu, vertiente, de donde

el nombre significaría “Vertiente del Chacay”. Sin embargo, hay otra traducción que resulta mucho más

plausible a en cuanto a la geografía, y es Chabunco, “Confluencia de Agua”, “Unión de Aguas” o “Unión

de Vertientes”, de manera similar al significado de “Chuchunco” (“donde se pierden –o reúnen-, las

aguas”) o “Chacalluta” (Confluencia de barros) “Chada” (Unión de Montañas), precisamente porque en

Chacabuco se unen o reúnen las aguas provenientes de la quebrada Infiernillo, de la Cuesta de

Chacabuco y del estero Paso del Buey o El Toro.

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En este sentido, las Toponimias en mapudungu que han subsistido en la zona están referidas de un modo

u otro a sus características hidrográficas –ya sea Chacabuco “Vertiente del Chacay” o “Confluencia de

Agua” –, y no dice relación con el Puma (Pangui) o el Jaguar (Nahuel).

Ahora bien, si Jahuel (pozas, charcos, pantano) fuese una deformación de Nahuel –que al parecer no lo

es–, se podría pensar en algún tipo de asociación del Petroglifo únicamente con el Puma, eso siempre

que la toponimia estuviese en Chacabuco y no en las “Termas de Jahuel” (pozas, charcos), que se

encuentran en el valle de Aconcagua.

Finalmente, es claro que pese a que en épocas prehispánicas eventualmente un Puma pudiese haber

visitado la zona del Cerro La Muerte –o Las Cabras–, su presencia en ese sector es a lo menos dudosa, ya

que se trata de un sector ecológico dominado por el Bosque Espinoso (Espino, Acacia caven; Algarrobo

Prosopis chilensis), el Matorral esclerófilo (Litre, Lithrea caustica; Quillay, Quillaja saponaria; Huingán,

Schinus polygama y Romerillo; Baccharis linearis), y el Matorral Espinoso (Cactus, Trichocereus

chiloensis; Quisquistos, Neoporteria sp.; Chaguales y Chagualillos, Puya sp. y Colliguay, Colliguaja

odorífera), que no constituyen hábitats usuales para los Pumas en esta zona, ya que viven a mucha

mayor altura al interior de la cordillera de Los Andes y de la Costa.

De allí que si bien indudablemente el Petroglifo simboliza un felino, la posibilidad de que se trate de un

Puma es –a lo menos-, tan factible como que se trate de un Jaguar, aunque en este último caso, como

veremos más adelante, las probabilidades son más altas.

De este modo, la adjudicación del Petroglifo al período de ocupación Inca depende tanto de su

interpretación simbólica, así como particularmente de su funcionalidad, tanto como hito territorial, y

en relación al Camino del Inca en su paso por la zona.

De acuerdo a Rubén Stehberg3, no existe un trazado específicamente definido para el Qhapaq Ñan –el

Camino del Inca-, entre Chacabuco y Colina, contándose únicamente con trazados vagos e imprecisos

sobre los mapas que lo consignan.

A juicio del Dr. Jorge Vargas Díaz, el camino seguía aproximadamente la ruta de la actual autopista Los

Libertadores, pero –como sostendremos más adelante–, ese trazado nos parece cuestionable o al menos

discutible por varios motivos.

De allí que planteemos más adelante que posiblemente el trazado del Camino del Inca pasaba

específicamente por ese lugar.

Finalmente, si se asocia la posible funcionalidad territorial y jerárquica, al potencial uso del sitio como

observatorio arqueoastronómico de los Equinoccios, la posibilidad de que el Petroglifo sea un registro

incásico, asociado tanto al Camino del Inca, se vuelve extremadamente probable.

Sin embargo, antes es necesario analizar el otro cerro relevante de la zona.

3 Comunicación personal. 19 de Agosto 2012.

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8.- La importancia del cerro Tres Orejas

Existen varias razones para suponer que el cerro Tres Orejas tuvo relevancia simbólica y funcional en el

período prehispánico. Obviamente, su característica más relevante son los tres afloramientos rocosos en

su cima, las “tres orejas” que le dan su actual nombre:

Esta peculiaridad, sumada al

hecho de que se encuentra

completamente aislado, lo

hacen muy distinguible a la

distancia, y lo transforman

en un hito visual y geográfico

que no pudo pasar

desapercibido por los

pueblos prehispánicos que

habitaron la zona, y menos

aún por los Incas, que tenían

especial predilección por

determinados tipos de

formación geológica.

Figura 31: Cerro Tres Orejas visto desde el cerro de La Muerte o Las Cabras, vista de Norte a Sur

Figura 32: Detalle de las formaciones rocosas de la cumbre del cerro Tres Orejas.

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Figura 33: Arriba: las “tres orejas” del cerro, son basaltos columnares similares a los que existen en el cerro Santa Lucía, siendo este el segundo

Cerro Isla –o el primero, si se viene desde la cuesta de Chacabuco-, de la Región Metropolitana, que presenta esta característica geológica.

Y es que en efecto, esas formaciones no sólo son especiales por su configuración, sino particularmente

porque están formadas por basaltos columnares volcánicos similares a los que existen en el cerro Santa

Lucía. Es decir, el cerro Tres Orejas, es en realidad el cono de una estructura volcánica extinta.

El basalto es una roca ígnea, de color oscuro, conformada por altos contenidos de hierro y magnesio, y

su estructura columnar se produce por el rápido enfriamiento y cristalización del magma expulsado del

manto. Estos cuerpos de magma solidificado son llamados “Plutones” en geología. En el caso del cerro

Santa Lucía, Se trata de basaltos ferromagnesianos, compuestos de plagioclasa cálcica, es decir, en el

extremo más alcalino –o básico– de la tabla. En el extremo más ácido está la plagioclasa sódica. Y tienen

una edad estimada de 21 millones de años4.

Dada la importancia simbólica y funcional del cerro Santa Lucía para las culturas prehispánicas e incluso

para los conquistadores, justificada entre otras poderosas razones por esa especial formación geológica,

resulta lógico sostener que el cerro Tres Orejas pudo haber tenido un significado simbólico similar.

4 Miguel Zauschkevich Domeyko & Ernesto Egert R., geólogo, comunicación personal.

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Figura 34: Cerro Tres Orejas visto desde la zona de las Piedras Tacitas de Chacabuco, 19 noviembre 2006. Inmediatamente abajo del Tres Orejas

se aprecia el cerro La Muerte, o las Cabras, donde se encuentra en Petroglifo felino. Fotografía de Eduardo Gutiérrez Guerrero.

Lo anterior queda en evidencia al comprobar que desde el sector de las piedras tacitas, en la bajada de la

cuesta de Chacabuco, el cerro es el principal hito que se aprecia mirando hacia el sur, por sobre el Pueblo

de Chacabuco. También se puede apreciar claramente el cerro La Muerte, en la parte inferior.

Figura 35: Arriba: Piedras tacitas de la bajada de la cuesta de Chacabuco. Fotografía: Eduardo Gutiérrez Guerrero.

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Figura 36: Arriba: vista del cerro Tres Orejas

desde la cima de la Cuesta Chacabuco (destacado

digitalmente).

Figura 37: Izquierda: Línea naranja: alineación

visual entre el sitio de las Piedras Tacitas de la

Cuesta de Chacabuco, el cerro La Muerte o Las

Cabras –donde se encuentra el Petroglifo-, y el

cerro Tres Orejas. Líneas rojas: correspondencia

entre la fotografía y la vista superior. Línea

amarilla: proyección del Cardo (Eje Norte-Sur) de

la Plaza de Armas hacia el Norte, manteniendo la

desviación de 6° (±1) que posee el casco histórico

de la ciudad.

De hecho, resulta notable

comprobar la alineación visual

existente entre las piedras tacitas

de la cuesta de Chacabuco, el cerro

La Muerte o Las Cabras y la cumbre

del cerro Tres Orejas: una visual de

10 kilómetros hacia el sureste,

donde el cerro Tres Orejas destaca

nítidamente como punto de

referencia distinguible nítidamente

por sus características formaciones.

Las razones antes expuestas, permiten suponer con fundamentos que el cerro Tres Orejas constituía

un importante referente visual y simbólico en la época prehispánica, completamente distinguible

como hito y punto de referencia al momento de descender desde la Cuesta de Chacabuco y desde el

propio valle.

Próximamente se realizará una salida a terreno al cerro Tres Orejas con equipo de escalada, para

explorar en detalle los basaltos columnares, buscando petroglifos u otros registros arqueológicos no

catastrados.

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9.- Análisis Funcional: el petroglifo como posible hito indicador de territorio

Es posible sostener que la localización del Petroglifo fue seleccionada tomando en cuenta su visibilidad

desde el camino, la que –cuando el bloque lateral aún se encontraba en su posición original, y el

petroglifo había sido recién grabado, contrastando claramente contra el fondo de la roca–, lo hacía

completamente distinguible a una distancia de al menos 100 metros, cuando se avanza por el camino de

norte a sur.

Este emplazamiento deliberado indica que el petroglifo pudo tener un uso funcional como hito territorial

asociado a una posible red vial prehispánica en la zona, ya que este paso es un portezuelo que separa la

explanada donde se asienta Chacabuco, desde donde nace el antiguo camino El Olivar, aún peatonal en

su inicio, de su continuación al sur por el camino Los Canelos, en dirección al cerro Tres Orejas y

Quilapilún Alto.

Adicionalmente, existe un canal de regadío que bordea Chacabuco siguiendo la cota de los cerros

aledaños hacia el sur, que precisamente corta la ruta en el sector del Petroglifo, donde se encuentra uno

de los tranques de la zona, y luego se dirige en dirección oeste hacia la autopista los Libertadores,

limitando así el área de regadío propia del pueblo de Chacabuco. El Petroglifo marca esta frontera.

Figura 38: La posición del Petroglifo respecto del camino le hacía visible desde una distancia de al menos 100 metros, como puede apreciarse en

esta secuencia de fotografías donde se indica su ubicación relativa desde la ruta. Cuando el bloque lateral se encontraba erguido, y el petroglifo

recién grabado, el conjunto era fácilmente distinguible al avanzar por el camino de norte a sur.

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Figura 39: Vista aérea del antiguo camino El Olivar, en color rojo, que nace en Chacabuco y se conecta con el camino Los Canelos, pasando por el cerro de La Muerte

o las Cabras, donde se encuentra el Petroglifo, y continuando hacia el sur por la ladera oriente del cerro Tres Orejas, hasta llegar a Quilapilún Alto, cruzando el actual

lecho seco del estero Quilapilún. En color celeste se destaca el canal de regadío que bordea Chacabuco y que marca el límite de regadío de la planicie del pueblo.

Figura 40: Detalle del camino Los Canelos –en color rojo-, al pasar por el costado oriente del cerro de La Muerte o Las Cabras. Resulta evidente que el lugar de

emplazamiento del Petroglifo marca un portezuelo natural entre el Valle de Chacabuco y el área del cerro Tres Orejas. En celeste el canal de regadío existente.

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10.- Análisis Arqueoastronómico: el petroglifo como posible indicador de los

Equinoccios

Como mencionamos en un comienzo, al conocer la

publicación de Arias en Internet sobre el Petroglifo, lo

que más nos llamó la atención fue el “portal” que en

esa época formaba el bloque lateral al grabado

rupestre, que a nuestro juicio había sido emplazado allí,

precisamente para indicar esa peculiar formación.

Considerado de este modo, el Petroglifo podría indicar

un lugar de observación de eventos astronómicos

significativos.

De este modo, sumada a su función como hito

geográfico o marca fronteriza, el petroglifo podría

haber tenido una función arqueoastronómica .

Una vez que logramos encontrar la ubicación del

petroglifo, procedimos a ubicarnos precisamente en el

lugar donde aparece el autor del artículo original,

fotografiando desde allí la vista hacia el poniente.

Hecho esto, simulamos la puesta de sol en los

Equinoccios, 21 de Marzo y 22 de Septiembre (2013),

utilizando tanto el programa Google Earth como The

Photographer’s Ephemeris, creado específicamente para indicar la salida y puesta del Sol y la Luna en

diversas fechas y locaciones. El resultado de este último programa se presenta a continuación:

Figura 42: Vista general a la izquierda, y detalle a la derecha, de la salida y puesta del Sol, en amarillo y naranja, y de la salida y puesta de la

Luna, en celeste y azul, desde la ubicación del Petroglifo del cerro de La Muerte o Las Cabras, utilizando el programa The Photographer’s

Ephemeris.

Figura 41: Rodrigo Arias posa en la formación rocosa

original del Petroglifo el año 2001.

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Figura 43: Arriba: Utilizando Google Earth para realizar la simulación, nos sorprendió comprobar que durante la puesta de Sol de los

Equinoccios, vistas desde la posición del “Portal” del Petroglifo, el sol se oculta en una depresión visual del horizonte de la Cordillera de la Costa.

Abajo: Simulación fotográfica del Equinoccio desde el “Portal”. El sol se pone en la unión entre el cordón de Lo Aguirre y el del Alto del Roble.

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Figura 44: Simulación fotográfica de la puesta de Sol durante los Equinoccios desde el “Portal” del Petroglifo. Es posible que en la época en que

el bloque lateral se encontraba erguido, al pararse precisamente en medio, el ángulo del mismo bloque lateral indicara el punto preciso de la

puesta, que se ubica en la depresión visual de la cordillera de la costa correspondiente al área de la Cuesta La Dormida, en la unión del cordón

de Lo Aguirre con el de el cerro El Roble Alto. El próximo 22 de Septiembre (Equinoccio de Primavera 2013) se realizarán tomas fotográficas in

situ para verificar esta simulación.

Al realizar estas simulaciones, nos sorprendió comprobar que la puesta de Sol durante los Equinoccios,

vistos desde el “Portal” del Petroglifo, se produce en una depresión en el perfil de la Cordillera de la

Costa, que se produce en la unión entre el cordón de Los Aguirre y el del cerro Roble Alto, precisamente

en la zona de la Cuesta La Dormida.

Considerando los antecedentes anteriores sobre la ubicación del Petroglifo, y particularmente la anterior

existencia de esa notable formación rocosa en forma de “Portal”, podemos suponer con fundamentos

que la ubicación del Petroglifo, destacando y señalando esa precisa formación en el cerro La Muerte o

Las Cabras, fue determinada por esta relevante alineación arqueoastronómica.

Si el Petroglifo indicaba geográficamente un límite o frontera entre dos áreas bien definidas, también

marcaba un límite entre dos momentos del curso del sol, precisamente los dos días de año en que el

día y la noche duran lo mismo, y que por ende, marcan tanto el inicio del Otoño como de la Primavera.

Estos hechos contribuyen a sostener que el grabado se pudo haber realizado con más de una función,

considerando significados territoriales, jerárquicos y rituales inscritos en una geografía sagrada y

sacralizada.

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Al conocer este informe en su versión preliminar, el investigador Juan Crocco5 nos aportó dos

interesantes observaciones que deseamos dejar consignada bajo su autoría:

Una alineación arqueoastronómica adicional del “portal” del Petroglifo, se produce en la puesta de Sol

del Solsticio de Invierno.

En esa fecha, observado desde el sitio donde se encontraba el “portal”, es sol se pone tras el cerro

Huechún, que a su juicio, visto a la distancia tiene la silueta de un Puma. Nosotros añadimos que el cerro

también está alineado con la Puesta del Sol del Solsticio de Verano, visto desde el cerro Mercachas.

En dicho cerro, según apunta en 1929 Ricardo Latcham en el artículo “Las piedras tacitas de Chile y la

Argentina”: “A unos cuatro a cinco kilómetros al oriente de Montenegro, se eleva la enorme masa del

Cerro de Huechún, en el fundo de este mismo nombre. En la falda norte del cerro, y a unos 500 metros

verticales sobre el llano, se llega por un áspero sendero sólo traficado por las cabras y los pastores, a una

pequeña meseta o descanso, cuyo respaldo está defendido por farellones verticales que se levantan a

unos 100 metros. En esta meseta hay una gran piedra de unos 3 mts. Por 2,80 mts. En la cual se han

labrado 9 tacitas. Son, en todo sentido parecidas a las de Montenegro, salvo que una de ellas es de

mayores dimensiones, con un diámetro de 28 cm. y una profundidad de 32 cm.

Como la piedra del cerro de Los Higueros, descrita por Cañas Pinochet, esta llama la atención por

situación inaccesible, lejos de toda habitación y de toda agua”.

Resulta muy interesante que la puesta de sol del Solsticio de Invierno, vista desde el “portal” del

Petroglifo, se produce en la “silueta del puma” que forma el cerro Huechún, precisamente donde

Latcham señala que se encontraría la piedra tacita mencionada.

A juicio de Crocco, esto podría indicar que el petroglifo también tenía como función marcar este

alineamiento, y que la figura felina correspondería entonces a un Puma, siendo pre incásica y de muy

antigua data, quizá asociada a un culto arcaico de los cazadores de guanaco a este predador.

En el mismo sentido, el investigador nos señala que la “presa” que sostiene el felino del petroglifo en

su pata, podría ser un “Chulengo”, la cría de un Guanaco, lo que nos parece completamente verosimil.

De este modo, se abre una vez más la interrogante acerca del origen del Petroglifo, ya que como hemos

sostenido antes, la probabilidad de que sea pre incásico es, al menos tan plausible como el que sea

efectivamente inca.

El hecho de que en el cerro Huechún exista la Piedra Tacita mencionada, y que además esté en la línea

de la puesta del Sol durante el Solsticio de Verano visto desde el Petroglifo, son hechos físicos

indiscutibles. Lo que estos hechos pueden o no significar desde una perspectiva analítica, simbólica y

ritual, está sometido a un exámen y discusión abierta a diversas interpretaciones, y cuya resolución

depende de mayor cantidad de información y datos que las que hasta ahora hemos expuesto.

5 Juan Crocco Abalos, comunicación personal. Es Ingeniero Agrónomo e investigador de temáticas arqueológicas y arqueoastronómicas. Posee

un Blog en que da cuenta de sus numerosos trabajos.

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Figura 45: Alineaciones de la Puesta del Sol en el Equinoccio, linea naranja gruesa, y el Solsticio de Invierno, línea amarilla gruesa, desde el

“portal” del Petroglifo del cerro la Muerte. En este último caso, la puesta se produce sobre el cerro Huechún, donde se encuentra la Piedra

Tacita descrita por Latcham en 1929. El cerro también está alineado con la puesta de Sol del Solsticio de Verano vista desde el cerro Mercachas,

línea naranja delgada, que intersecta con la anterior. Se realizará una salida para fijar la posición efectiva de la Piedra Tacita en el cerro.

Figura 46: Simulación de la puesta de Sol en el Solsticio de Inverno, vista desde el Petroglifo y fotografía aérea del perfil del cerro Huechún.

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11.- Análisis Geográfico: el posible Camino del Inca Chacabuco-Colina

Como mencionamos anteriormente, no existe plena certeza respecto del trazado del Camino del Inca

entre Chacabuco y Colina.

A juicio del Dr. Jorge Vargas, la ruta seguía aproximadamente el mismo trazado de la actual autopista Los

Libertadores, pero a nuestro juicio, esto es al menos discutible por las siguientes razones:

1) La ruta de la autopista no necesariamente es la más lógica cuando se viaja a pie entre Colina y Chacabuco, ya que se

encuentra en medio de la planicie –la zona de mayor calor para caminar en verano, y potencialmente la más inundable

en invierno-, y no posee hitos visuales significativos con los cuales orientarse, pensando además que en la época

prehispánica pudo haber tenido extensos espinales y algarrobales que dificultaban la visión a nivel del suelo.

2) En la época prehispánica no había canales ni esteros que atravesaran la ruta, aparte del Quilapilún –que en verano

probablemente estaba seco-, por lo cual no había agua disponible para beber en el camino.

3) Su perfil de elevación hace que ya a partir del Camino de la Virgen en dirección a Colina, se vaya ascendiendo los

siguientes 12 kilómetros por un plano inclinado entre los 670 y 780 metros, un desnivel de 100 metros. Este punto es

relevante, ya que las rutas prehispánicas –y en general las vías de caminata-, tienden naturalmente a “mantener la

cota”, es decir, la altura media del desplazamiento, evitando caer en hondonadas o tener que ir en continua subida.

4) La ruta mide aproximadamente 23 kilómetros entre el centro de Colina y el centro de Chacabuco, la misma distancia

que la ruta alternativa que proponemos tentativamente. 23 kilómetros son de 5 a 6 leguas (horas) de caminata como

mínimo, dependiendo de las condiciones del clima y las características físicas de los caminantes. Se requieren al

menos 2 paradas para descansar brevemente en una caminata de esa distancia.

5) No existen paradas intermedias en la ruta que aparezcan como detenciones evidentes para descansar antes de

continuar caminando.

A contrario sensu, la ruta alternativa que proponemos resulta lógica –transitando a pie– por los

siguientes motivos:

1) Evita la planicie seca, bordeando durante la mayor parte del trayecto el pie de monte, por lo cual no pasa por áreas

inundables en invierno, y resulta más fresca para caminar en verano.

2) Posee hitos relevantes en todo el trayecto, que básicamente están determinados de Norte a Sur y de Sur a Norte, por

el cerro Tres Orejas, que en ambos casos se bordea por su cara oriental.

3) Posee 2 o tres puntos de parada naturales: el portezuelo del cerro La Muerte o Las Cabras, donde se encuentra el

Petroglifo, a 3,5 kms. de Chacabuco. El estero Quilapilún y el propio poblado de Quilapilún Alto, a 7,3 kms. de

Chacabuco, y el punto de unión con la autopista Los Libertadores, a 12,3 kms. de Chacabuco.

4) Presenta un desnivel promedio de 90 metros entre los puntos más altos y más bajos del trayecto, antes de bajar a

Colina, y además los puntos más altos son lugares de observación naturales de la planicie y el resto del camino. Desde

el cerro Tres Orejas hasta la actual autopista, el camino es totalmente “de bajada”.

5) Posee al menos dos lugares de aprovisionamiento de agua, precisamente el cerro La Muerte o las Cabras, y el estero

Quilapilun, que debía vadearse en el mismo punto donde el camino lo cruza hasta hoy.

6) Finalmente, si el Petroglifo cumplía funciones como señalética vial, es claro que esta ruta posee registros

arqueológicos que indican su importancia, lo que no sucede con la vía por la actual autopista.

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Figura 47: comparación entre los perfiles de la Autopista Los Libertadores, desde el centro de Colina al centro de Chacabuco, y la ruta alternativa

propuesta, que sigue el camino el Olivar y los Canelos, pasando por el Petroglifo, hasta el Cerro Tres Orejas, Quilapilún alto, y desde allí hasta

unirse con la Autopista. Ambas rutas miden 23 kms. aproximadamente, pero la Autopista discurre por medio de la planicie del valle, y la ruta

alternativa lo hace mayormente por el pie de monte de Chacabuco. Adicionalmente, una diferencia relevante, es que la ruta alternativa ofrece

guías visuales en todo el trayecto –precisamente los cerros que bordean el valle-, lo que no ocurre al viajar a pie por el centro de la planicie.

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12.- Hipótesis de un sistema de alineaciones arqueoastronómicas

Figura 48: Principales alineaciones arqueoastronómicas de diversos sitios arqueológicos prehispánicos, de la cuenca de Santiago y Aconcagua,

en relación a las líneas de salida y puesta del sol durante los Solsticios y los Equinoccios.

Durante la investigación de la posición y alineamiento de la Plaza de Armas de Santiago, “La sagrada

función del cerro Santa Lucía y la Fundación de Santiago”, publicado en abril pasado, así como para el

presente informe, fuimos estableciendo los ángulos de salida y puesta del Sol durante los Solsticios y

Equinoccios para diversos sitios con registros arqueológicos prehispánicos, en la cuenca de Santiago, el

valle de Aconcagua y alrededores.

Tomando en consideración esta evidencia, estamos en condiciones de sostener hipotéticamente, que

las alineaciones que se producen en distintos cerros de la cuenca de Santiago, Aconcagua y

alrededores, con las líneas de salida del sol durante los Solsticios y Equinoccios, fueron factores

determinantes en la elección y sacralización de esos lugares por los Incas, y probablemente también

desde antes de ese período.

Es tanta la correspondencia de estos alineamientos con lugares que poseen registros arqueológicos, que

estimamos que no cabe posibilidad de mera coincidencia.

Considerando lo anterior puede sostenerse entonces que, la mayoría de los lugares sagrados incásicos y

pre incásicos del valle, particularmente ciertas cumbres, están “conectados” por estos alineamientos, y

que fueron seleccionados y determinados precisamente por ello, adicionalmente a otras características

relevantes como su geología, o su importancia como hitos en las rutas de tránsito prehispánicas.

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Por ejemplo, el cerro Mauco de Curacaví, está conectado por la línea se salida del sol el Solsticio de

Invierno con el cerro Tres Orejas en Chacabuco, que a su vez, está conectado por la misma línea con el

Aconcagua. A su vez, el Tres Orejas está alineado con el cerro El Plomo en la salida del sol del Solsticio de

Verano, y con el cerro Pachacamac en La Calera, –lugar donde existió una Huaca incásica- durante la

puesta.

Por su parte, el cerro Tres orejas es el "reflejo" o el "cerro hermano" del Santa Lucía, ya que como hemos

mencionado antes, ambos poseen Basaltos Columnares en sus cumbres (son “volcanes”, los únicos de

toda la cuenca con estas formaciones a la vista), y forman un triángulo equilátero de aproximadamente

40 kilómetros de lado, unido en su vértice oriental por la salida del sol en los solsticios de Invierno y

Verano en el cerro El Plomo. Es decir, el cerro Tres Orejas y el cerro Santa Lucía equidistan

angularmente, en forma equivalente, del lugar de salida del sol durante esos eventos en forma

alternada.

Finalmente, hay un alineamiento de 6° -es decir, la misma desviación de la planta de Santiago-, que

conecta el Portezuelo del camino del Inca en la Cuesta de Chacabuco, con el cerro Tres Orejas, y que se

proyecta hasta el San Cristóbal.

Si bien es cierto que la localización geográfica de estos cerros es un hecho fortuito, la importancia del

Monte Aconcagua y el cerro el Plomo para el incario está fuera de toda duda, y por ende, la búsqueda

activa de lugares significativos para la observación de los Solsticios orientados hacia esos puntos desde

el valle no puede descartarse, y en algunos casos, como el del cerro Mercachas, está ampliamente

documentada (Troncoso, Pavlovic et al, 2012).

Figura 49: Alineaciones arqueoastronómicas del Santa Lucía y el Tres Orejas, en relación a las líneas de salida del sol durante los Solsticios.

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En el mismo sentido, el Pucará del cerro Mauco, en la desembocadura del río Aconcagua, está conectado

por la línea del Equinoccio con la Plaza de Armas de Quillota, y al proyectar esa línea, se conecta con la

Huaca del cerro Mercachas, que a su vez está relacionado con el cerro Juncal (6.110 m.s.n.m.) por la

salida el Solsticio de Verano, y con el Aconcagua en la salida del Solsticio de Invierno.

Figura 50: Detalle y vista general de la alineación del Pucará del Cerro Mauco con la Plaza de Armas de Quillota y el cerro Mercachas.

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Está plenamente documentado que en el

Cuzco existían al menos 42 ceques, o

alineamientos, que conectaban un conjunto de

al menos 328 huacas o adoratorios, con la

capital del Tahuantinsuyo, transformándola de

este modo en un “Centro del Mundo”, en

términos religiosos y políticos.

El sistema de ceques dividía al Tawantinsuyo

en los conocidos 4 suyus, y en los 4 caminos

reales. Algunos eran rectos otros zigzagueaban

por el paisaje.

Las líneas ceques también fueron utilizadas

como referencia para delimitar la propiedad de

los ayllus cusqueños, y algunas de las huacas

que conectaban eran a su vez observatorios

astronómicos, orientados en relación a puntos

precisos del horizonte, contra los cuales los Incas registraban los Solsticios, Equinoccios y otros eventos

astronómicos regulares.

Todas estas evidencias apuntan a sostener la hipótesis de que la sacralización de determinados hitos

geográficos en el área de influencia incásica, seguía los mismos patrones establecidos en el Cuzco,

seleccionando y sacralizando aquellos lugares en que alineaciones astronómicas como las anteriormente

indicadas eran relevantes.

Dado que el conocimiento de los eventos astronómicos, y en particular del año solar marcado por los

Solsticios y Equinoccios, no era exclusivo de los Incas, es posible afirmar que en muchos casos, los

lugares sacralizados en la zona central de Chile lo eran desde mucho antes de la llegada de los Incas,

procediendo estos a re-significarlos de acuerdo al culto imperial, integrándolos de este modo al sistema

imperial de ceques.

Si bien aún se requieren mayores antecedentes para verificar las alineaciones antes indicadas, es claro

que –al menos para ser usada como antecedentes para la hipótesis general–, la evidencia presentada es

significativa.

De allí que la alineación de “portal” del Petroglifo del cerro La Muerte o Las Cabras, pueda ser entendida

entonces como un elemento de prueba más para comprender el modo en que los Incas determinaban

aquellos lugares de especial significación ritual, integrándolos a la geografía sagrada del imperio a través

de la ejecución de obras de arte rupestre, que los distinguían y sacralizaban públicamente, sirviendo a la

vez como hitos del dominio o al menos, de la influencia territorial del imperio.

En el futuro, seguiremos trabajando sobre esta hipótesis para verificarla experimentalmente.

Figura 51: Sistema de Ceques del Cuzco,

con la división del imperio en 4 suyus.

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13.- Conclusiones

La existencia de un Petroglifo no catalogado arqueológicamente, hasta ahora, en el área del cerro Tres

Orejas y cercano al pueblo de Chacabuco, en un cerro llamado La Muerte o Las Cabras, ha quedado

comprobada empíricamente.

No obstante, la estructura rocosa en que se encuentra el petroglifo, sufrió alteraciones radicales,

particularmente por la caída de un gran bloque que originalmente formaba una especie de “portal”

adyacente al grabado rupestre, probablemente a causa del terremoto del año 2010.

Considerando la evidencia planteada en este informe, sostenemos que el Petroglifo se trata de un

grabado rupestre antiguo, tanto por el simbolismo, estructura, estilo, técnica empleada para su

ejecución, y por las evidencias físicas de su data.

Tomando en cuenta diversos antecedentes y estudios arqueológicos previos, una interpretación

totalmente plausible del Petroglifo es que representa un Jaguar (Panthera onca), “Uturunku u

Otorongo”, que lo situaría específicamente como un registro de la ocupación incásica en el sector.

Sin embargo, en función de otros análisis, tampoco puede descartarse que la figura represente a un

Puma (Puma concolor), y que la presa que sostiene en la pata sea un “chulengo”, la cría de un guanaco,

que lo situaría como un registro pre incásico, con una data muy anterior, lo que está sujeto a mayores

análisis y datos, discusión que dejamos abierta a los especialistas.

Puede sostenerse que la localización del Petroglifo fue seleccionada tomando en cuenta su visibilidad

desde el camino que pasa al pie del cerro La Muerte o Las Cabras, la que –cuando el bloque lateral aún

se encontraba en su posición original, y el petroglifo había sido recién grabado, contrastando claramente

contra el fondo de la roca–, lo hacía completamente distinguible a una distancia de al menos 100 metros,

cuando se avanza por ese camino de norte a sur.

Este emplazamiento deliberado indica que el petroglifo pudo tener un uso funcional como hito

territorial, asociado a una posible red vial prehispánica en la zona, ya que este paso es un portezuelo que

separa la explanada donde se asienta Chacabuco, desde donde nace el antiguo camino El Olivar, aún

peatonal en su inicio, de su continuación al sur por el camino Los Canelos, en dirección al cerro Tres

Orejas y Quilapilún Alto.

Adicionalmente, dada la estructura original de las rocas que formaban el “portal”, es muy probable que

el petroglifo haya sido emplazado en el lugar en que se encuentra, precisamente para indicar la

importancia de esa estructura, ya que situados en ella, es posible apreciar la puesta del Sol en los

Equinoccios, en una característica depresión que existe en el perfil de la cordillera de la Costa, en el

sector de la Cuesta La Dormida. De este modo, si el Petroglifo indicaba geográficamente un límite o

frontera entre dos áreas bien definidas, también pudo haber servido para determinar un límite entre dos

momentos del curso anual del sol, precisamente los dos días de año en que el día y la noche duran lo

mismo, y que por ende, marcan tanto el inicio del Otoño como de la Primavera.

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También resulta relevante la alineación de la puesta de Sol durante el Solsticio de Invierno vista desde el

Petroglifo, que se produce en el cerro Huechún, el que se asemeja al perfil de un Puma, y donde existe

una piedra tacita en una ubicación no apta para uso funcional, y por ende, posiblemente de uso ritual.

Finalmente, la posición del Petroglifo se encuentra mediada por el relevante hito que constituye el cerro

Tres Orejas, verdadero punto de referencia tanto cuando se baja por la cuesta de Chacabuco, como del

pueblo mismo, y también en sentido contrario cuando se viaja desde Colina hacia el Norte.

Sumado a lo anterior, la característica geológica única del cerro Tres Orejas, que aparte del Santa Lucía

es el único de la cuenca con Basaltos Columnares expuestos, permiten suponer con fundamentos que

constituía un importante referente visual y simbólico en la época prehispánica, completamente

distinguible como hito y punto de referencia.

Las evidencias anteriores, permiten proponer un trazado alternativo a la autopista Los Libertadores,

como potencial ruta del Camino del Inca, considerando tanto la presencia del Petroglifo, como la

importancia simbólica y funcional que pudo tener el cerro Tres Orejas.

Por lo anterior, se propone un trazado que partiendo desde Chacabuco, continúa hacia el sur por el

Camino El Olivar –hasta ahora peatonal en su primer tramo-, continuando por el camino Los Canelos,

pasando por el cerro La Muerte o las Cabras y el Petroglifo rumbo al cerro Tres Orejas, y desde allí a

Quilapilún Alto, hasta unirse con la actual autopista.

Considerando la evidencia presentada, finalmente se propone la hipótesis de que las alineaciones que se

producen en distintos cerros de la cuenca de Santiago, Aconcagua y alrededores, con las líneas de salida

del sol durante los Solsticios y Equinoccios, fueron factores determinantes en la elección y sacralización

de esos lugares por los Incas, y probablemente también desde antes de ese período.

De allí que la alineación de “portal” del Petroglifo del cerro La Muerte o Las Cabras, pueda ser entendida

entonces como un elemento de prueba más, para comprender el modo en que los pueblos prehispánicos

determinaban aquellos lugares de especial significación ritual, y que los Incas integraron a la geografía

sagrada del imperio a través de la ejecución de obras de arte rupestre, que los distinguían y sacralizaban

públicamente, sirviendo a la vez como hitos de su dominio, o al menos, de su influencia territorial.

En conclusión, sostenemos que el Petroglifo del cerro La Muerte o Las Cabras, así como el cerro Tres

Orejas, pudieron ser parte integral del sistema vial y arqueoastronómico que las culturas preincaicas, o

los propios Incas determinaron, significaron y sacralizaron en la Cuenca de Santiago, como parte de las

acciones destinadas a afirmar e informar sobre el dominio e influencia cultural, militar, política y

económica que establecieron en el área durante el período de su permanencia en el territorio.

Finalmente, resulta relevante consignar que el Cerro La Muerte o Las Cabras está siendo utilizado como

cantera, lo que pone en riesgo la preservación del Petroglifo, lo que debería motivar algún tipo de acción

de resguardo por parte de las entidades del Estado encargadas del Patrimonio Cultural.

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Ponemos este informe a disposición de las entidades responsables del Patrimonio Cultural y del público

en general, para su estudio, conocimiento y acciones pertinentes.

Alexis López Tapia Director

Rutas de Nuestra Geografía Sagrada

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Geografía Sagrada presentes en el lugar.

Dirigido y Conducido por el investigador Alexis López Tapia, cuenta con la dirección académica del Dr. Jorge Vargas

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clásico y vihuelista de Concepción, Cristián García Figueroa, cámaras de David Dorado Flores y voz de Jerónimo de

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Participan: el antropólogo Marcos Vargas Opazo: el arqueólogo Nicolás Ruano Suárez; el arqueólogo Roger Boisien;

el historiador Mauricio Olivares Tobar; el licenciado en historia, Daniel Escobar Escobar; el arquitecto Carlos

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Vergara Lira; el andinista y técnico en Turismo, Antonio Jerez Carmona; el geógrafo Paulo Chavarría Sánchez; la

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