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Presentación para clase sobre las Meninas, las imagenes son tomadas de la red, el texto retoma el análisis que sobre el cuadro hace Michelle Foucoault en las palabras y las cosas.
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Basado en el texto de Michelle Foucoault en Las
palabras y las cosas
LAS MENINAS DE VELÁZQUEZ
UN CUADRO PARA PENSAR
De la mano de Michelle
Foucoault
EL ORDEN DE LAS MIRADAS
El pintor está
ligeramente alejado del
cuadro. Lanza una
mirada sobre el
modelo; quizás se trata
de añadir un ultimo
toque, pero tambien
puede que no haya
dado aún la primera
pincelada
El brazo que sostiene el pincel está replegado sobre la izquierda, en dirección de la paleta; está por un momento inmóvil, entre la tela y los colores. Esta mano hábil depende de la vista y la vista a su vez, descansa sobre un gesto suspendido.
Entre la fina punta del
pincel y el acero de la
mirada, el espectaculo
va a desplegar su
volumen
En este instante aparece a los ojos del espectador, surgiendo de esta especie
de enorme caja virtual que proyecta hacia atrás la superficie que está por
pintar. Puede vérsele ahora, en un momento
de detención, en el centro neutro de esta
oscilación
Su talle obscuro,
su rostro claro son
medianeros entre
lo visible y lo
invisible.
Como si el pintor no
pudiera ser visto a la
vez en el cuadro en el
que se le representa y
ver aquel en el que se
encarga de
representar algo.
Estamos ante un
cuadro en el cual, el
pintor fija un punto
invisible este punto
somos nosotros
mismos, así el
espectáculo que el
contempla es dos veces
invisible
Vemos un cuadro desde
el cual a su vez nos
contempla un pintor.
Esta sutil línea de
visibilidad implica a su
vez toda una compleja
red de incertidumbres, de
cambios, de esquivos.
Ninguna mirada es
estable. La gran tela
vuelta de la extrema
izquierda impide que la
relación de las miradas
llegue nunca a
localizarse ni a
establecerse
definitivamente.
¿Vemos o nos
ven? En realidad
el pintor fija un
lugar que no cesa
de cambiar de un
momento a otro.
En el momento en que
colocan al espectador en el
campo de su visión, los ojos
del pintor lo apresan, lo
obligan a entrar en el
cuadro, le asignan un lugar a
la vez privilegiado y
obligatorio, le toman su
especie luminosa y visible y
la proyectan en la superficie
inaccesible de la tela vuelta
En la extrema derecha el
cuadro recibe su luz de
una ventana representada
de acuerdo con una
perspectiva muy corta, no
se ve más que el marco
Esta ventana extrema,
parcial apenas indicada
libera una luz completa que
sirve de lugar común a la
representación. Equilibra al
otro extremo del cuadro la
tela invisible. La ventana
constituye un espacio tan
abierto como el otro es
cerrado.
La luz envuelve a los
personajes y a los
espectadores y los lleva bajo
la mirada del pintor, hacia
ese lugar en el que los va a
representar su pincel. Pero
ese lugar nos es hurtado.
Ese lugar constituye el otro
lado de una psique.
Exactamente enfrente
de los espectadores
sobre el muro que
constituye el fondo de
la pieza, el autor ha
pintado una serie de
cuadros
y he aquí que entre
todas estas telas hay
una que brilla con
resplandor singular
Entre todos estos
elementos, destinados a
ofrecer
representaciones, pero
que las impugnan, las
hurtan, esquivan, solo
este funciona con total
honradez y muestra lo
que debe mostrar.
El espejo ofrece ese
encanto del doble que
rehúsan tanto las
pinturas alejadas
cuanto esa luz del
primer plano con la
tela irónica.
De todas las
representaciones
de la tela es la
única visible pero
nadie la ve
Hay que reconocer que
esta indiferencia
encuentra su igual en la
suya: No refleja nada ,
en efecto de todo lo que
se encuentra en el
mismo espacio que él.
En su clara visibilidad
no se ve lo visible
Su borde superior está
exactamente sobre la
línea que parte en dos
la altura del cuadro,
ocupa sobre el muro
del fondo una posición
media, así pues debería
ser atravesado por las
líneas perspectivas que
cruzan el cuadro
En vez de volverse hacía los objetos visibles, este espejo a traviesa todo el
campo de la representación,
desentendiéndose de lo que ahí pudiera captar y
restituye la visibilidad a lo que permanece más allá
de toda mirada
Al fondo de la habitación ignorado por todos el espejo
inesperado hace resplandecer las figuras que mira el pintor (en su realidad objetiva),
pero también a las que ven al pintor. Estas
figuras son igualmente inaccesibles la una a la
otra
El espejo asegura una
metátesis de la visibilidad
que hiere a la vez el
espacio representado en
el cuadro y su naturaleza
de representación ;
permite ver en el centro
de la tela lo que por el
cuadro es dos veces
invisible.
Velázquez en su estudio,
mientras pinta al rey
Felipe IV y su esposa
Marian, a quienes viene a
ver la infanta Margarita
rodeada por dueñas,
meninas, cortesanos y
enanos.
EL CUADRO EN LO EXPLICITO
QUE SE MUESTRA
Pero la relación del
lenguaje a la pintura es
una relación infinita:
Lenguaje e imagen son
irreductibles una a otra,
por bien que se diga lo
que se ha visto, lo visto
no se reduce jamás en
lo que se dice
Y por bien que se quiera hacer ver por medio de
imágenes, de comparaciones ,de
metáforas lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen
no es el que despliega la vista sino el que definen
las sucesiones de la sintaxis
ahora bien en
medio de este
juego el nombre
propio no es
más que un
artificio, permite
señalar con el
dedo
Pero si se quiere mantener la
relación del lenguaje con la
visión abierta, si se quiere
tratar a su incompatibilidad
como un punto de partida
para el habla y no como un
obstáculo que hay que evitar,
entonces se debe borrar los
nombres propios y preservar
la infinitud de la tarea.
Por tanto, debemos
fingir no saber quién
es el que se refleja en
el fondo de ese espejo,
e interrogar a esa
reflexión, en sus
propios términos.
La tercera función del
espejo es comunicarnos con
una puerta que se encuentra
junto a él. Este umbral
también forma un
rectángulo brillante y bien
definida cuya suave luz no
brilla a través de la
habitación.
Más allá de los pasos, comienza un pasillo, pero en
vez de perderse en la oscuridad, que se disipa en un amarillo deslumbrar donde la
luz, sin llegar, gira alrededor de sí mismo en reposo
dinámico. En este contexto, a la vez cercano y sin límites, un hombre se destaca en silueta
de cuerpo entero
Al igual que el espejo,
sus ojos se dirigen hacia
el otro lado de la escena,
ni a nadie se prestaban
más atención a él que al
espejo. No sabemos de
dónde ha venido
Al igual que las imágenes
percibidas en el espejo, es
posible que él también sea
un emisario de lo que el
espacio evidente aún
oculta. Aun así, hay una
diferencia: él está allí en
carne y hueso, no es un
reflejo probable, sino una
irrupción.
Haciendo visible,
incluso más allá de las
paredes del estudio en
sí, lo que está
sucediendo delante de
la imagen, crea, en su
dimensión sagital, una
oscilación entre el
interior y el exterior.
Pálidas, minúsculas,
las siluetas del espejo
son desafiadas por la
alta y sólida estatura
del hombre que
aparece en la puerta.
Pero tenemos que bajar de nuevo de la parte posterior de la imagen hacia la parte
delantera del escenario, hay que
abandonar esa periferia cuya espiral
hemos estado siguiendo.
Y nosotros, de hecho, vemos la luz en la pintura, por lo
visto brotar de la grieta de la trama, y desde allí se mueve
para tocar la frente, los pómulos, los ojos, la mirada
del pintor, que es la celebración una paleta en una mano y en la otra un pincel fino. . . Y así la espiral se
cierra, o más bien, por medio de la luz, se abre.
Esta abertura no es,
como la de la pared del
fondo, hecho, tirando
hacia atrás de una
puerta, es toda la
anchura de la imagen en
sí, y se ve que la pase a
través de ella no son las
de un visitante distante.
El friso que ocupa el
primer plano y el punto
medio de la imagen
representa - si incluimos
el pintor - ocho
caracteres.. El centro del
grupo está ocupado por la
pequeña infanta, con su
vestido rosa y gris
quemado.
Una línea vertical que divide el
lienzo en dos mitades iguales
pasaría entre los ojos de la
niña. Su cara es un tercio de la
altura total de la imagen de
arriba del marco inferior. Así
que aquí, más allá de toda
duda, reside el tema principal
de la composición, lo que es el
objeto mismo de esta pintura.
Como para demostrarlo y
para enfatizar aún más,
Velázquez ha hecho uso
de un dispositivo visual
tradicional: al lado de la
principal figura que ha
puesto uno secundario, de
rodillas y mirando hacia el
central.
Por último, otros dos
grupos compuestos por
dos cifras: cada uno de
estos grupos está más
lejos, y el otro, formado
por los dos enanos, está
justo en el primer
plano.
Este grupo de personajes,
dispuestos de esta manera,
se pueden tomar para
constituir, de acuerdo con
la forma en que se mira la
imagen y el centro de
referencia elegido, dos
figuras diferentes. La
primera sería una gran X
La otra figura sería una vasta curva, sus dos extremos
determinados por el pintor a la izquierda y el cortesano a la derecha - ambos extremos que ocurren en lo alto de la
imagen y apartado de su superficie, el centro de la
curva, mucho más cerca de nosotros, coincidiría con el
rostro de la princesa y el mirar su dama de honor se
dirige hacia ella.
La princesa está de pie en
el centro de una cruz de
San Andrés, que está
girando a su alrededor,
con sus remolinos de
cortesanos, damas de
honor, los animales, y los
tontos. Pero este
movimiento pivotante se
congela.
Es un punto de
incertidumbre porque
no podemos verlo,
pero es un punto
inevitable y
perfectamente
definido también,
Toda la imagen está
mirando hacia fuera
en una escena para la
que él mismo es una
escena. Nuestra
primera mirada a la
pintura nos dijo lo
que «es» que crea este
espectáculo
Los reconocemos, en el otro
extremo de la imagen, en las
dos pequeñas siluetas brillantes
desde el espejo. son el más
pálido, más irreal, la más
comprometida de todas las
imágenes de la pintura: un
movimiento, un poco de luz,
sería suficiente para eclipsarlos
En el ámbito de la
anécdota, este centro es
simbólicamente soberano,
ya que está ocupado por el
rey Felipe IV y su
esposa. Pero es así, sobre
todo, a causa de la triple
función que cumple en
relación con la imagen
Pero ese artificio se
oculta y se indica otra
vacante que es, por el
contrario, inmediata: la
del pintor y el espectador
cuando se está mirando o
se esfuerza en componer
la imagen.
Puede ser que, en este cuadro, como en todas las representaciones de las que es, por decirlo
así, la esencia de manifiesto la profunda invisibilidad de lo que
uno ve es inseparable de la invisibilidad de la
persona que ve
Tal vez existe, en este
cuadro de Velázquez,
la representación por
así decirlo, de la
representación
clásica, y la definición
del espacio que se
abre para nosotros.
Y, de hecho, se compromete
representación para
representar a sí mismo aquí
en todos sus elementos, con
sus imágenes, los ojos a los
que se ofrece, los rostros
que hace visibles, los gestos
que llaman a la existencia.
Y libre al fin de
esta relación que
la encadenaba, la
representación
puede darse como
pura
representación