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Nietzsche; la Genealogía de la Moral y los mejoradores de la humanidad. Dr. Adolfo Vasquez Rocca En Cuadernos Transversales y Gabinete de Trabajo

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Nietzsche; la Genealogía de la Moral y los mejoradores de la humanidad. Dr. Adolfo Vasquez Rocca En Cuadernos Transversales y Gabinete de Trabajo.

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NIETZSCHE; LA GENEALOGÍA DE LA MORAL Y LOS MEJORADORES DE LA HUMANIDAD 1

NIETZSCHE; LA GENEALOGÍA DE LA MORAL Y LOS MEJORADORES DE LA HUMANIDAD

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Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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ElEl CrepúsculoCrepúsculo dede loslos ídolosídolos

Nietzsche quería derribar la metafísica tradicional partiendo de una frase

profundamente metafísica, que según la formulación de Schelling dice así: “Querer es

ser original”. Nietzsche no entiende la voluntad como aquella tradición que llega hasta

Schopenhauer. para él la voluntad no es deseo, impulso indistinto, sino un “poder

mandar”, una fuerza para hacer que crezca el ser. “Querer en general es lo mismo

que querer ser más fuerte, querer crecer.” [página 352]

La voluntad es voluntad de crecimiento del poder de la vida. Para Nietzsche la

autoconservación sólo es posible en la lógica del crecimiento La que sólo tiene la

fuerza de la propia conservación, perece. Un ser solamente se conserva cuando

crece, se intensifica, se extiende. Lo vivo no tiene ningún sentido trascendente, pero

tiene un sentido inmanente que le marca la dirección: está orientado hacia un

crecimiento de intensidad y hacia el éxito. Intenta integrar lo extraño en la propia

esfera de poder y en la propia figura. Lo vivo actúa subyugando. Es un proceso

energético y como tal “carece de sentido”, porque no está dirigido a ningún fin

superior. ¿Merece Nietzsche el nombre de nihilista? Presenta su doctrina como una

superación del nihilismo mediante su consumación.

Pág. 78.- Para Nietzsche “la naturaleza” es el hombre que juega el juego del mundo al

estilo de Heráclito. La naturaleza forma figuras y las rompe y las rompe, es un

incesante proceso creador en el que triunfa lo vital lleno de poderío, y no lo adaptado.

Sobrevivir no significa todavía ningún triunfo. La vida triunfa en la profusión, cuando

se derrocha, cuando vive con exultación.

La preocupación de Nietzsche giró, en un principio en torno al nihilismo [decadencia;

disolución de los valores originales] cada vez más avasallador; los hombres llegarían

al pesimismo sobre la vida y, siguiendo a Schopenhauer, renunciarían a ella.

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Hay algo que, según Nietzsche, caracteriza a todos los hombres, y ello es el impulso

a dominar. Toda voluntad voluntad es voluntad de poderío, de apropiación. Este

impulso alrededor del que gira la naturaleza del hombre, es la voluntad de poder. Esa

voluntad de poder es algo más que el deseo de sobrevivir; es un impulso interior que

lleva a la expresión de la afirmación vigorosa de las fuerzas ascendentes del hombre,

el acrecentamiento de su poderío.

EnEn ElEl CrepúsculoCrepúsculo dede loslos ídolosídolos. . NietzscheNietzsche contracontra SchopenhauerSchopenhauer..

Anti-Darwin.- En lo que se refiere a la famosa “ lucha por la vida”, a mí me parece

mucho más aseverada que probada. Se da, pero como excepción; el aspecto de

conjunto de la vida “no” es la situación calamitosa -o preacria- , la situación del

hombre, sino más bien la riqueza, la exuberancia incluso la prodigalidad absurda (el

desborde) -donde se lucha, se lucha por el poder.

Pero suponiendo que esa lucha exista -y de hecho se da-, termina, por desgracia, al

revés de como ‘sería lícito’ desearlo con ella: a saber, en detrimento (en perjuicio) de

los fuertes, de los privilegiados, de las excepciones afortunadas.

Las especies no van creciendo en perfección: los débiles dominan una y otra vez a

los fuertes, -es que ellos son el gran número, es que ellos son también más astutos

(más sagaces); los débiles tienen más sentido de la manipulación. Hay que tener

necesidad de la astucia para llegar a adquirirla –se la pierde cuando ya no se tiene

necesidad de ella.

Quien tiene fortaleza prescinde de la astucia (prescinde de tomar recaudos o

resguardos)

Yo entiendo por astucia, como se ve la previsión, el cálculo, la manipulación, la

simulación (hacérse el herido , el débil, para sacar ventaja); El mimetismo abarca una

gran parte de la llamada virtud.

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Puntualizaciones:

1.- En el capítulo séptimo del Crepúsculo de los ídolos, que Nietzsche titula

Los mejoradores de la humanidad, realiza una distinción fundamental entre cría

y mejora [del "animal" humano]: “En todo tiempo se ha querido “mejorar” a los

hombres: a esto sobre todo es a lo que se ha dado el nombre de moral. Pero

bajo la misma palabra se esconden tendencias diferentes. Tanto la doma de la

bestia hombre como la cría de una determinada especie hombre han sido

llamadas mejoramiento [...] llamar a la doma de un animal su “mejoramiento” es

algo que a nuestros oídos les suena casi a broma.”

2. -En Más allá del bien y del mal, Nietzsche dice que ha descubierto dos tipos

primarios de moral, “La moral de los jefes y la moral de los esclavos”1 Están

mezcladas en todas las civilizaciones superiores y elementos de ambas pueden

hallarse incluso en el mismo hombre. Pero es importante distinguirlas. En la

moral de los jefes o moral aristocrática “bueno” y “malo” equivalen a “noble” y “

plebeyo”, y los epítetos son aplicados más a los hombres que a las acciones.

En la moral de los esclavos, la norma es lo que es beneficioso para la sociedad

del débil e importante. Cualidades tales como simpatía, bondad y humildad, son

ensalzadas como virtudes, y los individuos fuertes e independientes son

considerados como peligrosos, y por lo tanto como “mal”. La moral de los

esclavos es, pues, una moral gregaria. Sus valoraciones morales son expresión

de las necesidades del rebaño.

Este punto de vista se halla expuesto más sistemáticamente en La genealogía

de la moral, donde Nietzsche utiliza el concepto de resentimiento. Un tipo

superior de hombre crea sus propios valores partiendo e la abundancia de su

vida y energía. El sumiso e impotente, sin embargo, teme al fuerte y poderoso e

intenta contenerlo y dominarlo afirmando como absolutos los valores del

rebaño. “La rebelión de los esclavos en la moral comienza con el resentimiento,

1 NIETZSCHE, F., Más allá del bien y del mal, Alianza Editorial, Madrid, 2000

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pasando a ser creativo y originando el nacimiento de valores.”..Por supuesto

este resentimiento no es abiertamente reconocido por el rebaño y puede actuar

de modos indirectos y desviados. Pero el psicólogo de la vida moral puede

detectar y poner de relieve su presencia y sus complejos modos de acción.

• Por tanto, lo que vemos en la historia de la moral es el conflicto de dos actitudes

morales. Desde el punto de vista del hombre superior, en cierto sentido, puede

la coexistencia de ambas. Esto es, podrían coexistir si el rebaño, incapaz de

cualquier cosa superior, estuviera dispuesto a mantener sus valores por sí

mismo. Pero, por supuesto, no quiere hacerlo. Intenta imponer universalmente

sus valores. Y según Nietzsche, así sucedió, al menos en el occidente, en la

cristiandad. Nietzsche no niega todo valor a la moral cristiana. Admite, por

ejemplo, que ha contribuido al refinamiento del hombre. Pero ve en ella, al

mismo tiempo, una expresión del resentimiento característico del instinto del

rebaño, o moral de los esclavos. Y el mismo resentimiento es atribuido a los

movimientos democráticos y socialistas que Nietzsche interpreta como

consecuencias del cristianismo.

Nietzsche sostiene, por lo tanto, que el concepto de un sistema moral uniforme

universal y absoluto, va a ser rechazado, pues la moral de los esclavos es el

fruto del resentimiento y representa la visa inferior, la vida humillante, la

degradación, así como la moral aristocrática representa el movimiento de la

vida superior. Y en lugar del concepto de un sistema moral universal y absoluto

(o de diferentes clases de valores, si cada clase se considerara abarcando a

todos los miembros de la sociedad) podemos establecer el concepto de una

graduación de rango entre los diferentes tipos de moral. El rebaño tiene a su

disposición su propia clase de valores, ya que no posee la fuerza de imponerlos

al hombre superior artífice, a la vez, de sus propios valores que le capacitarán

para trascender su actual condición.

Por lo tanto, cuando Nietzsche habla de una posición más allá del bien y del

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mal, está pensando en superar la llamada moral del rebaño, que en su opinión

reduce a todos a un nivel vulgar, favorece la mediocridad e impide el desarrollo

de un tipo superior de hombre. No quiere decir que deba abandonar todo

respeto a los valores, ni que toda autolimitación deba ser arrojada por la borda.

El hombre que rechaza la fuerza valiosa de lo que normalmente se llama moral

puede ser tan débil y degenerado que se destruya a sí mismo. Solamente el

tipo superior de hombre puede ir con seguridad más allá del bien y del mal, en

el sentido en que se usan estos términos en la moral del resentimiento. Y lo

hace así para crear valores que serán, a la vez, una expresión de vida superior

y un medio de intentar trascenderse a sí mismo hacia el superhombre, hacia un

nivel superior de existencia humana.

3.- A lo largo de la historia -éste es su motivo dominante-, y particularmente

desde el cristianismo, la mayoría, que naturalmente se compone de los débiles,

los mediocres, los insignificantes, ha alcanzado el dominio externo e interno

sobre la minoría de los fuertes, de los distinguidos, de los originales. En parte

como consecuencia y expresión de eso, en parte como causa de ello, se

desplazaron todos los valores morales originales. Como muestra la historia del

lenguaje, originariamente se tenía por “bueno” el vencer, el dominar, el

desarrollar con éxito sus fuerzas y perfecciones, aunque fuese a costa a costa

de otros; el malo era el vencido, el débil, el vulgar. Estos valores han sido

alterados por las tendencias democrático-altruistas, que donde se expresan con

más claridad en el cristianismo.

Desde entonces el bueno era el no egoísta, el que renunciaba a imponerse, el

que quería vivir para otros, para los débiles, los pobres, los caídos; y éstos, los

que sufren, los que carecen, los que no logran imponerse, eran los “buenos”,

los bienaventurados a quienes quedaba reservado el reino del Señor. La

consecuencia de ello es que hasta los fuertes, los destinados por la naturaleza

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a mandar, los independientes externa e internamente, no osan desarrollar en

forma natural sus cualidades sino sólo con remordimientos de conciencia, de

los que sólo se salvan presentándose como ejecutores de mandatos superiores

de las autoridades, del derecho, de la Constitución o de Dios; así, los que

dominan fingen las virtudes de los que sirven. Este desplazamiento hacia abajo

de los intereses morales, esta transformación de la dignidad moral, según la

cual ya no corresponde ésta a la elevación de la vida, a su plenitud, belleza y

originalidad, sino al renunciamiento en favor de los débiles, a la cesión de los

más altos en favor de los más bajos, tiene que producir sin remedio una

humillación del tipo general humano conduciéndolo a la mediocridad. El animal

de rebaño “hombre” se ha convertido en el vencedor de los más altos

ejemplares, convirtiéndose a sí mismo, es decir, a la mayoría, a los sometidos y

retrasados, en contenido del deber de los mejores. Mientras el sano instinto de

vida busca el crecimiento de las fuerzas y alimenta la voluntad de poder,

mientras la especie sólo puede desarrollarse obedeciendo a estos impulsos, el

desplazamiento hacia abajo ha enervando los instintos y fuerzas que

empujaban hacia arriba a la especie. Los conceptos de valor cristiano

democrático-altruistas quieren hacer del fuerte el servidor del débil, del sano el

servidor del enfermo, poderosos descenderían al nivel de la masa, y toda la

aparente moralidad del bien., de la humillación, de la renuncia, provoca una

decadencia cada vez mayor del tipo humano y de aquellos de sus valores que

lo impulsan hacia arriba.

• Pág 27 [Más allá del bien y del mal] Poco a poco se me ha ido manifestando

qué es lo que ha sido hasta ahora toda gran filosofía, a saber: la autoconfesión

de su autor y una especie de memories [memorias] no queridas y no advertidas;

asimismo, que las intenciones morales (o inmortales) han constituido en toda

filosofía el auténtico germen vital del que ha brotado siempre la planta entera.

De hecho, para aclarar de qué modo han tenido lugar propiamente las

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afirmaciones metafísicas más remotas de un filósofo es bueno (e inteligente)

comenzar siempre preguntándose: ¿a qué moral quiere esto (quiere él -) llegar?

Yo no creo, por lo tanto, que un “instinto de conocimiento” sea el padre de la

filosofía, sino que, aquí como en otras partes, un instinto diferente se ha servido

del conocimiento (¡y del desconocimiento!) nada más que como de un

instrumento. Pero quien examine los instintos fundamentales del hombre con el

propósito de saber hasta que punto precisamente ellos pueden haber actuado

aquí como genios (o demonios o duendes -) inspiradores encontrará que todos

ellos han hecho ya alguna vez filosofía, – y que a cada uno de ellos le gustaría

mucho presentarse justo a sí mismo como finalidad última de la existencia y

como legítimo señor de todos los demás instintos. Pues todo instinto ambiciona

dominar: y en cuanto tal intenta filosofar. – Desde luego: entre los doctos, entre

los hombres auténticamente científicos acaso las cosas ocurran de otro modo –

“mejor”, sise quiere-, acaso haya allí realmente algo así como un instinto

cognoscitivo, un pequeño reloj independiente que, una vez que se le ha dado

bien la cuerda, se pone a trabajar de firme, sin que ninguno de los demás

instintos de hombre docto participe esencialmente en ello. Por esto los

auténticos “intereses” del docto se encuentran de ordinario en otros lugares

completamente distintos, por ejemplo en la familia, o en el salario, o en la

política; y hasta casi resulta indiferente el que su pequeña máquina se aplique a

este o a aquel sector de la ciencia, y que el joven y “esperanzador” trabajador

haga de sí mismo un buen filólogo, o un experto en hongos, o un químico: – lo

que lo caracteriza no es que él llegue a ser esto o aquello. En el filósofo, por el

contrario, nada, absolutamente nada es impersonal; y es especialmente su

moral la que proporciona un decidido y decisivo testimonio de quién es él – es

decir, de en qué orden jerárquico se encuentran recíprocamente situados los

instintos más íntimos de su naturaleza.

• Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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