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¿Quién lo creerá?

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En portada:

Madre Concepción Acevedo de la Llata, Madre Conchita.

Derechos de autor registrados

2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.

Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

¿Quién lo creerá? Federico Salvador Ramón – Edición actualizada

Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia

Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La

Inmaculada Niña.

http://angarmegia.com - [email protected]

¿Quién lo creerá?

Federico Salvador Ramón

Artículo publicado en la revista mariana Esclava y Reina Agosto de 1928

Guadix – Granada - España

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado

Antonio García Megía

¿Quién lo creerá?

Federico Salvador Ramón.

Revista mariana Esclava y Reina. Agosto, 1928.

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¿Quién lo creerá?

No lo creemos, aunque lo diga el Gobierno y la policía, y los laboristas digan que

ellos no han sido, nosotros no lo creemos.

Y no lo creemos, porque estamos muy acostumbrados a que nos digan lo contrario

de lo que sienten.

Y no lo creemos, porque, si no han matado a Calles en cuatro años, no entendemos

por qué matan a Obregón antes de empezar a mandar1.

Y no lo creemos, porque Obregón no ha reñido en el Parlamento con ningún

católico.

Y no lo creernos porque Obregón y los obregonistas con los que disputaron muy

agriamente fue con los laboristas, con la Crom, con Morones2 a la cabeza, con los altos

1 N.E. Véanse, para entender a qué se refiere el Padre Federico, su artículo titulado Tiranizados, sí. Vencidos

no, incluido en esta misma colección. 2 N.E. Luis Negrette Morones es diputado federal a lo largo de dos legislaturas, fundador del Partido

Laborista Mexicano y secretario de Industria, Comercio y Trabajo en el gobierno de Plutarco Elías Calles.

Declaradamente opuesto a un segundo mandato de Obregón para la presidencia de México, cuando se

produce el asesinato de este, el 17 de julio de 1928, transcurridas dos semanas desde su reelección, las

acusaciones de que se encuentra entre los instigadores de la trama se disparan en un primer momento, a

consecuencia de lo cual renuncia a su cargo como secretario en el gobierno de Calles.

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Revista mariana Esclava y Reina. Agosto, 1928.

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empleados del Gobierno de Calles a los que demostraron evidentemente que eran ladrones

de la hacienda pública.

Y no lo creemos porque los militares que se revolucionaron por la muerte de

Obregón, no lanzan el grito de: ¡Mueran los católicos! Lo que exclaman es: ¡Muera

Calles!

Y no lo creemos porque la prensa mexicana había ya dicho a los católicos que la

cuestión religiosa estaba en vías de arreglo, y lo hemos leído en un artículo del Excélsior

de México, tan sensato que sólo el tono, la forma discreta de escribir, aseguraba que la

afirmación era veracísima.

Y no lo creernos porque para algo había ido el prudentísimo, cuanto esforzado,

arzobispo de Morelia, Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. Leopoldo Ruiz y Flores, a

Roma, comisionado por el Episcopado mexicano, para conferir con Su Santidad las bases

del arreglo en el litigio creado a los católicos mexicanos por los abusos del tirano3.

3 N.E. Posteriormente, en mayo de 1929, el Papa Pío XI le nombra Delegado Apostólico en México. En su

comunicado, la Santa Sede dice textualmente, « […] con especial encargo de unificar el pensamiento y la

acción del episcopado en las presentes circunstancias, y con autorización especial de conferenciar con el

Gobierno de México ad referendum, reservándose el Santo Padre la aprobación definitiva de los acuerdos

a que pueda llegarse […]». (González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo. Tomo I.

Arquidiócesis de Guadalajara, Guadalajara, 2008. Página 618).

Tras las entrevistas de los obispos Leopoldo Ruiz y Pascual Díaz, con el Presidente Portes Gil, el 21de

junio de 1929, la prensa mexicana publica que se ha alcanzado el acuerdo que pone fin al conflicto religioso.

El diario Universal incluye unas declaraciones del arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores: « […] Me satisface

manifestar que todas las conversaciones se han significado por un espíritu de mutua buena voluntad y

respeto. Como consecuencia de dichas declaraciones hechas por el C. Presidente, el clero mexicano

reanudará los servicios religiosos de acuerdo con las leyes vigentes. Yo abrigo la esperanza que la

reanudación de los servicios religiosos pueda conducir al pueblo mexicano, animado por un espíritu de

buena voluntad, a cooperar en todos los esfuerzos morales que se hagan para beneficio de todos los de la

tierra de nuestros mayores. México, D.F., 21 de junio de 1929».

El gobierno mexicano promete amnistía para los cristeros, la restitución de templos a la Iglesia y la posible

modificación de leyes concretas mediante la pertinente solicitud presentada ante la Cámara de Diputados.

Los obispos se comprometen a reanudar el culto público y solicitar el abandono de las armas. No obstante,

estos términos no llegan a cumplirse estrictamente, produciéndose la expulsión del país de buen número de

personalidades religiosas.

En 1932, las palabras de Su Santidad Pío XI, contenidas en la encíclica Acerba Amini, «violadas

abiertamente las condiciones estipuladas en la conciliación, se levantó una nueva persecución cruel […],

con una descarada violación de las promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido

valientemente la fe de sus mayores, fueron entregados al odio vengativo de sus enemigos», tienen como

consecuencia la expulsión Monseñor Ruiz y Flores a Estados Unidos, con custodia policial, en un vuelo

especial». (Diccionario de la Historia Cultural de la Iglesia en América Latina, accesible desde

http://www.enciclopedicohistcultiglesiaal.org/diccionario/index.php/P%C3%A1gina_Principal)

La enrarecida relación entre la Iglesia y el Estado de México llega hasta el pontificado de Juan Pablo II que

consigue, por vía diplomática, la modificación de los artículos de la Constitución de 1917 que estuvieron

en la base de esta situación de conflicto.

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Y no lo creemos porque es cantar añejo de todos los tiranos de la Iglesia Católica,

atribuir a los cristianos la comisión de los salvajes caprichos que, a tales monstruos, se

les ocurría llevar a cabo. Nerón, por ejemplo, acusó a los cristianos de haber sido los que

incendiaron a Roma y todo hombre medianamente culto sabe la verdad de quién fue autor

de tan bárbaro incendio, y hasta el necio fin que se propuso el déspota Emperador.

Y no lo creemos porque habiendo tantos héroes, despreciadores de su propia vida

cuantos son los mártires mexicanos, cualquiera de éstos pudiera haber dado, antes de

morir, a Calles su pasaporte a la eternidad, y, si no los mismos mártires, los padres, los

hijos, los hermanos de las inocentes víctimas, sacrificadas sin proceso y sin culpa, y, sin

embargo, Calles no fue agredido.

Y no lo creemos porque Obregón era algo de esperanza para los católicos mientras

que Calles fue el tirano, el déspota, el asesino de tantos inocentes que se levantaran contra

él aquí y allá y en todas partes. Y de Calles se decía públicamente que deseaba, así parecía,

ser el primero en usufructuar los seis años de mandato presidencial, y que Obregón no se

avenía a esperar los dos años deseados por Calles.

Y no lo creemos porque lo dice ABC4 y, con él, todos los periódicos liberales de

España a los que públicamente se muestra agradecido el Representante de México en

España.

4 N.E. El padre Federico se refiere, sin duda, al tratamiento dado a la noticia por la prensa no sometida a

censura eclesiástica. Sirva de ejemplo la información aparecida en ABC, página 24, del 24 de agosto de

1928, que se reproduce íntegramente a continuación. «Sensacionales declaraciones del inspector general de

Policía. Méjico 23, 7 tarde. El inspector general de Policía ha manifestado públicamente que las

investigaciones practicadas con motivo del asesinato del general Obregón, confirman las acusaciones de

instigación al crimen formuladas en principio contra los elementos católicos. Meses antes de cometerse el

asesinato, dice textualmente el inspector general de Policía, los conspiradores que lo fraguaban se reunían

en la casa de la Madre Concepción Acevedo de la Llata. El 13 de Abril quedó acordado que cuatro

juramentados, entre los que se encontraban Castro y Manuel Trejo, acompañados de una joven llamada

María Elena Manzano, marcharan a la ciudad de Celayas, donde el presidente Calles y el general Obregón

asistían a una fiesta. El plan de los conjurados consistía en que María Elena indujese a Calles y Obregón a

bailar con ella, la cual procuraría, durante el baile, hacerles un arañazo con un alfiler envenenado, y, en el

caso de que el procedimiento no diese resultado, los cuatro conjurados asesinarían a tiros de revólver a los

dos generales. No obstante, los comprometidos no tuvieron el suficiente valor para llevar a cabo sus planes

y regresaron a la capital. A la mañana siguiente, el joven ingeniero Eduardo Zoyaza y Maria Elena Manzano

se dedicaron a fabricar unas bombas, con la que pensaban asesinar a los dos citados generales, pero

innumerables dificultades se opusieron a la realización del crimen, y entonces fue cuando indujeron a Toral

a que asesinara a tiros al general Obregón. Añade en sus declaraciones el inspector general de Policía que

los detenidos han confirmado sus sospechas de que la madre Concepción Acevedo fue una de las principales

instigadoras de los conspiradores, y la que facilitó el veneno a María Elena Manzano con el que envenenó

el alfiler para arañar a los generales Calles y Obregón en Celayas, y termina diciendo que lo más probable

es que la referida madre sea condenada a muerte; pero que antes de que se dicte sentencia continuará sus

pesquisas hasta descubrir a los autores morales del crimen».

La madre Concepción Acevedo de la Llata es una religiosa Capuchina Sacramentaria, muy conocida en

Ciudad de México como Madre Conchita. Es acusada, juzgada y condenada como inductora intelectual del

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Y no lo creemos, diremos para concluir, porque El Siglo Futuro no dice que los

católicos son los asesinos de Obregón y, por esto y por todo lo demás que el Representante

de México sabe, a éste es el único periódico que no le agradece nada.

Aunque no tuviera otro honor El Siglo Futuro que esta singularidad, ella sola sería

bastante para colocar a este católico diario sobre todos los periódicos de España a los que

vive agradecido el representante mexicano.

Y conste que decimos que no lo creemos, no porque nos sorprenda que un católico

harto de tantas tiranías deshonrosas para México y para la humanidad, haya resuelto matar

a Obregón, como otro puede resolverse a matar a Calles, es porque nos parece tan fuera

de razón, dadas las razones antes dichas, que tenemos por loco al que, siendo católico,

matara en este momento histórico a Obregón.

¡Dice la historia de los asesinos de presidentes tantas cosas!

¿Quién mató a Canalejas?

¡Ay del que da calor a los áspides!

¡Ay del que niega piltrafas a la fiera que nutrió!

Los católicos no recibieron, ni con mucho, tanto mal de Obregón como recibieron

de Calles. Este es el gran compinche de Morones, caudillo de todo cuanto significa

irreligiosidad e injusticia en México. Obregón públicamente había impugnado a Morones

y éste había lanzado contra aquél terribles amenazas...

Y nosotros, por eso y todo lo dicho, no lo creemos... Y los católicos mataron a

Obregón..., ¿quién lo creerá?

¡Menos noticias tendenciosas y más razones, Sr. Representante!

asesinato del presidente Obregón. Más información sobre ella y el asunto en que se ve envuelta, puede

encontrarse en Ramírez Rancaño, Mario, «La Madre Conchita: ¿autora intelectual del asesinato de Álvaro

Obregón?», Boletín Americanista, Año LXII, 1, nº 64, Barcelona, 2012, páginas 127 a 144; Acevedo y de

la Llata, Concepción, Yo, la madre Conchita, México, D.F., Grijalbo, 1997; Lenero, Vicente, Magnicidio:

el juicio a José de León Toral y a la madre Conchita por el asesinato del presidente Álvaro Obregón,

Guadalajara, Jalisco, México, Editorial Ágata, 1991; o Serrano Illescas, Alfonso, Crimen que cambio el

destino de México: informes inéditos, nunca antes revelados, acerca del asesinato del general Álvaro

Obregón, México, D.F. Editores Asociados Mexicanos, 1982.

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