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Reflexión sobre la destrucción de las ciudades 1

Reflexión sobre la destrucción de las ciudades

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Índice

0. Introducción.................................................................................................................................... 3

1. La ciudad ......................................................................................................................................... 4

2. La destrucción de las ciudades. ....................................................................................................... 11

3. Reflexiones. ...................................................................................................................................... 28

4. Bibliografía ....................................................................................................................................... 30

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0. Introducción

En Reflexión sobre la destrucción de las ciudades se recapacita, mediante el estudio de la

destrucción, sobre la creación más valiosa de la historia de la civilización: la ciudad.

Este trabajo mira a la destrucción de las ciudades desde antes hasta después de que se produzca,

de las causas y condiciones que la provocan hasta las consecuencias originadas.

Para ello, es importante entender el concepto de ciudad, aunque no se pretende dar una definición

exacta de “ciudad” pues es un término complejo que varía dependiendo en que aspectos se piense.

Pero si, es favorable indicar que “la ciudad” es una organización compleja sometida a

transformaciones, en todos los niveles y por tanto al nivel de definición, que forma parte de un

proceso dinámico.

Por tanto, iniciamos la reflexión mostrando diferentes enfoques del término ciudad y desarrollamos

dos aspectos relacionados con ella que son sustanciales en el tema de la destrucción de ciudades: el

símbolo de poder de las ciudades, que las convierte en un objetivo, y la vulnerabilidad de las

mismas, que permite su destrucción.

En cuanto a la destrucción de las estructuras urbanas, es importante aclarar que queremos

reflexionar sobre la destrucción urbana, cuando esta es producida por la civilización, y en especial a

causa de la guerra, es decir, excluimos toda aquella destrucción urbana producida por desastres

naturales que tienen unas connotaciones completamente diferentes.

Analizaremos que supone la destrucción de las ciudades desde una visión urbanística y usaremos

como ejemplo en las diferentes partes del estudio la destrucción de la ciudad de Berlín tras los

bombardeos de la segunda guerra mundial.

Las reflexiones dadas no pretenden dar una solución al desastre, si no indagar en la importancia

que esto ha supuesto en la historia y en la importancia que tiene que pensemos en ello como un

aprendizaje o lección dada.

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1. La ciudad

1.1 El concepto de ciudad.

Según la Real Academia Española, la ciudad es: “conjunto de edificios y calles”, regidos por un

ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica a actividades no agrícolas.

Pero esta definición no recoge muchas anécdotas o coyunturas que atañen al concepto de una

ciudad.

Es más, se pueden encontrar diversas definiciones de ciudad, pues constituye un término complejo

investigado desde diferentes disciplinas, las cuales han desarrollado diferentes definiciones

tomando en consideración alguno de los aspectos que conciernen a la ciudad. Entre otros,

podemos leer las siguientes aportaciones de expertos en diversas materias como la arquitectura, la

sociología o la literatura.

Le Corbusier: La ciudad es el lugar donde uno se reconoce.

Robert E. Park, sociólogo urbano: La ciudad, es algo más que un conjunto de individuos y de

conveniencias sociales, más que una serie de calles, edificios, luces, tranvías teléfonos, etc.; algo

más también que una mera constelación de instituciones y cuerpos administrativos, audiencias,

hospitales, escuelas, policías y funcionarios civiles de toda suerte. Es más bien un estado de ánimo,

un conjunto de costumbres y tradiciones, con los sentimientos y actitudes inherentes a las

costumbres y que se transmiten por esta tradición. La ciudad, en otras palabras, no es un

mecanismo físico ni una construcción artificial solamente. Está contenida en el proceso vital del

pueblo que la compone, es un producto de la naturaleza y particularmente de la naturaleza

humana.

Ortega y Gasset: La ciudad es un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al

cosmos, tomando de él porciones selectas y acotadas.

Con esta definición pretendía diferenciar el concepto de ciudad del concepto de naturaleza.

Walt Whitman, poeta, ensayista, periodista y humanista estadounidense: La ciudad, la más

importante obra del hombre. Lo reúne todo, y nada que se relacione con el hombre le es ajeno o

indiferente.

Lewis Mumford, sociólogo, historiador y urbanista estadounidense con aportaciones como:

“La ciudad favorece el arte, constituye en sí mismo una creación artística.”

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“La ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada.”

El geógrafo M. Derruau: “La ciudad es una aglomeración importante, organizada para la vida

colectiva… y en la que una parte notable de la población vive de actividades no agrícolas”; aspecto

también mencionado en la definición de la RAE.

P. Gould, J.S. Adams y R. Abler: “Una ciudad es una organización espacial de personas y actividades

especializadas, diseñadas para maximizar los intercambios; a nivel local, la ciudad es el mejor medio

de interrelacionar actividades sociales y económicas para máximo beneficio de todas ellas.”

La amplitud del término nos hace ver la influencia del contexto histórico-cultural en su significado,

pues “la ciudad” es un concepto entendido de diversos modos según la época o la situación vivida.

A su vez tiene un carácter evolutivo pues su definición cambia, a la vez que evoluciona su

morfología o su función. Pues las estructuras urbanas tienen caducidad permanente.

Aspectos diversos e importantes a la hora de definir la ciudad son, por supuesto, el aspecto físico, el

aspecto socio-cultural de las ciudades, y los aspectos políticos y económicos.

El aspecto físico es la parte visible de la ciudad y que incumbe a todo objeto material e inmaterial

que se encuentra en ella. Es como la ciudad se configura, su morfología, las zonificaciones

existentes, la distinción entre espacios verdes, residenciales, industriales, el desarrollo de sus

infraestructuras.

En este sentido, podemos entender la ciudad como un “ente vivo” donde los habitantes forman

parte de él. Esto es tangible en el funcionamiento sincronizado de las ciudades de las que

formamos parte, comparable con un ser vivo que cumple un ciclo vital.

El tema socio-cultural es importante en la ciudad tanto que esta constituye el lugar donde se

producen las relaciones sociales, y por tanto donde se conforman las sociedades. En ella se

celebran acontecimientos relacionados con el habitar.

No podemos olvidar el contexto político ni económico al hablar del concepto de ciudad. Es obvio

decir, que en la ciudad se sitúan las entidades de administración, economía y de gobierno

representativas de una nación o comunidad.

Pero una ciudad, no solo ha de albergar estas instituciones sino que además debe poseer todos los

servicios posibles para conseguir la mejor calidad de vida de sus habitantes.

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Por tanto, vemos como en la ciudad influyen muchas cuestiones pues constituye el lugar donde se

desarrolla la vida urbana. Esta hecha por y para el hombre y todo lo que influye en el desarrollo de

la humanidad constituye un desarrollo paralelo de las ciudades.

La urbanista Elisa Venegas define bajo su punto de vista, y teniendo en cuenta todos los aspectos

mencionados anteriormente, la ciudad como:

“Un ente y una autonomía que contiene los servicios, entidades administrativas, ofrece seguridad,

respaldo y orden a su habitante y que permite el desarrollo de este y de la multiplicidad de actos en

su diario vivir como trabajo, espiritualidad, esparcimiento, entretenimiento y expresión, por

ejemplo artística y cultural.”

Es decir, si vamos a reflexionar sobre la destrucción de las ciudades debemos ser conscientes que

destruir una ciudad supone destruir unos servicios, una “administración”, la pérdida de seguridad y

del respaldo a sus habitantes, imposibilitando el desarrollo de la población y la realización de los

diferentes actos vitales.

Y todo esto, hace referencia a la ciudad como un ente para servir a su población, pero son otra serie

de elementos los que se ven afectados por la destrucción, a mayores de la población que la habita,

como es la propia ciudad.

Por tanto, destruir una ciudad no es solo destruir la calidad de vida de sus ciudadanos, es destruir

una identidad, una morfología y una parte de la historia.

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1.2 La ciudad como símbolo de poder.

Hablando sobre el concepto de ciudad, mencionábamos los aspectos económicos y políticos que

incluye, pero nos quedamos en la mera idea de que la ciudad albergaba ciertas entidades, entre

ellas políticas, al servicio de los habitantes. Aquí, pretendemos ir un poco más allá con el aspecto

político de las ciudades.

Si antes poníamos las entidades políticas al servicio de la ciudad, ahora situamos a la ciudad como

ente al servicio de la política. Y con esto, queremos decir que el poder político, principalmente

(aunque también se pueda tratar del poder eclesiástico, por ejemplo), ha utilizado a las ciudades

como expresión de su poder.

Estamos hablando, por tanto, de la función simbólica de las ciudades, que es ya bien conocida y

estudiada por muchos expertos.

La ciudad, es mucho más que el conjunto de sus arquitecturas pero si es cierto, que la arquitectura

ha sido la mejor herramienta de las ciudades para demostrar el poder, para transmitir una ideología

determinada.

A lo largo de la historia, se ha jugado con la arquitectura como un mensaje. Sus volúmenes y

espacios, sus dimensiones y sus materiales constituyen un código que hacen referencian a unos

ideales. Es un método propagandístico.

Miguel Moliné Escalona dice: “el lenguaje arquitectónico nos comunica determinados mensajes;

estamos frente a la significación de la obra, que podrá referirse a la mera funcionalidad o puede

alcanzar altos niveles de comunicación y de significado al trasmitirnos sutiles mensajes

propagandísticos”.

La función utilitaria de la arquitectura se cumple desde el hecho de cuando un edificio es habitable

o cumple la función para la que ha sido creado. Pero a nivel de los edificios públicos, existe otro

tipo de función igual de importante, la función simbólica.

Cuando la función simbólica prevalece sobre la funcional el edificio se convierte en monumento,

generalmente al servicio del poder político, aunque también pudiese ser eclesiástico o económico.

Es lo que algunos llaman “arquitectura de la autoridad”. Es una arquitectura realizada para

demostrar la autoridad de quienes la ordenan.

Esta función simbólica se ha visto en muchas ciudades y épocas, pero queremos hacer referencia,

ya que estamos entrelazando esta meditación con el ejemplo de la ciudad de Berlín, a un momento

concreto de la historia, exactamente, en la década de los 30, cuando se recurrió en países como

Italia y Alemania, a la monumentalidad no sólo en términos neoclásicos o racionalistas sino como

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declaración deliberada del poder y de la autoridad. De esta época son los vínculos ideológicos más

arraigados entre arquitectura y estado.

Específicamente, en la Alemania de Hitler, Albert Spree se encargó de los diseños grandiosos para

un nuevo Berlín imperial, en los que explotó la escala colosal y los motivos clásicos egipcios y

babilonios a través de un sistema de repetición militarizado.

Construyendo una ciudad al servicio de las ideologías políticas y convirtiendo a la misma en un

símbolo, en una referencia a una determinada política.

Y es aquí donde queríamos llegar con el tema de la función simbólica de las ciudades, para

entender, entre otros muchos aspectos, porque la ciudad se convierte en un objetivo cuando se

quiere destruir una determinada política o ideología.

La ciudad, además de servir a una población, sirve a una ideología. Constituye un símbolo de la

misma. Y es muy susceptible de ser atacada por un “enemigo” ideológico.

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1.3 La vulnerabilidad de las ciudades.

Si hemos entendido el concepto de ciudad, y hemos hecho referencia al sentido simbólico que

poseen y que las convierte en dianas para los disparos de la guerra es importante también, explicar

cuáles son las circunstancias que hacen a la ciudad no solo un objetivo, si no un objeto posible y

factible de destrucción, es decir, es importante hablar del concepto de vulnerabilidad y como este

atañe a las ciudades.

En general, se puede definir vulnerabilidad como la incapacidad de resistencia cuando se presenta

un fenómeno amenazante, o la incapacidad de reponerse después de que ha ocurrido un desastre.

Es por tanto, una característica aplicable a cualquier espacio social, como espacio susceptible de ser

sometido a amenazas y desastres, y que afecta a su resistencia o estabilidad.

El grado de vulnerabilidad depende de los vínculos entre los eventos externos que puedan

producirse y la capacidad de una comunidad para anteponerse a ellos, resistir, responder y

recuperarse de los mismos. Pues ningún daño causa un evento externo en una ciudad si esta no es

vulnerable a los riesgos de dicho evento, es decir, si la ciudad no tiene incapacidad de resistencia a

ciertos fenómenos.

En resumen, el riesgo de que se produzca un desastre o “la destrucción” nace de la combinación

particular y específica de las amenazas y de la vulnerabilidad de la ciudad.

A su vez, el concepto de vulnerabilidad tiene un carácter pluridimensional pues en su percepción

influyen no solo las condiciones físicas de las estructuras urbanas si no también, los órdenes

políticos, económicos e institucionales que pueden incrementar o disminuir el grado de

vulnerabilidad de una ciudad y de los habitantes que la configuran para un momento determinado.

La vulnerabilidad constituye una dimensión externa al espacio social pero que puede incrementar o

predisponer a la ciudad ante un riesgo. Y ya no solo antes de que se produzca dicho riesgo, también

incluye conceptos como la indefensión o la carencia de medios para corregir los daños. Es decir,

influye antes, mediante y después de la consecución de un peligro o desastre.

De cara a una sociedad, la vulnerabilidad es la condición o condiciones de una sociedad que la

hacen propensa a sufrir impactos de eventos externos determinados.

Por tanto, este término es entendido como una condición objetiva de la sociedad que está en

permanente transformación, siendo producto del proceso histórico de cambio en la sociedad.

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Esta condición puede aumentar o disminuir la probabilidad y la gravedad de los daños en una

situación de stress dada. Puede determinar el nivel de la destrucción, del trastorno provocado o de

la interrupción de las funciones de una sociedad, y con ella, las de una ciudad.

Por tanto, creemos que ha sido importante tratar el tema de la vulnerabilidad de la ciudad ante el

tema de la destrucción pues de ella también depende el grado de destrucción producido.

Y se hace visible, como las ciudades eran muy vulnerables a las armas de la guerra y en especial a

los masivos bombardeos aéreos que llevaron a las ciudades a la ruina.

Consecuentemente, la combinación explosiva entre las potentes amenazas destructivas de la

guerra y la no preparación de las ciudades ante este hecho dan como resultado el “desastre total”

de las ciudades o como diría Wikjam y Timberlake a los “problemas no resueltos del desarrollo”,

que es cómo definían a el desastre o al colapso total.

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2. La destrucción de las ciudades.

2.1. El concepto de destrucción.

En general, entendemos por destrucción el daño o la pérdida muy grande de una cosa material o

inmaterial, por lo que tiene connotaciones negativas tales como el fracaso o la derrota.

¿Pero qué significa esto para una ciudad?

Anteriormente, definíamos ciudad como una organización compleja que está sometida

constantemente a alteraciones, pero cuando estos cambios suponen una ruptura brusca, un acto

traumático y violento con las referencias anteriores de dicha ciudad, estamos hablando de

destrucción de la ciudad.

Este es un hecho no programado por la propia ciudad y por ello se producen modificaciones

sustanciales muy diversas en un periodo de tiempo muy corto.

Los agentes de destrucción de ciudades pueden ser diversos. La destrucción urbana puede ser

provocada por riesgos provenientes de hechos naturales o bien provocada por el hombre, dando

lugar o bien a “desastres naturales” o bien a “desastres de civilización”.

Un desastre de la civilización constituye la conjunción de una destrucción física (al igual que en los

desastres naturales) pero conllevan más efectos, como los políticos y los sociales (odio, desórdenes

y pérdidas de confianza) que empeoran la situación.

Las destrucciones naturales, no dejan de ser “naturales”, es decir, que aún ante la gravedad de los

daños que puedan producir o las posibilidades existentes de evitarlos en algunos casos, tienen

matices que no son alcanzables para la mano del hombre, son impredecibles e incluso “inevitables”.

Sin embargo, en nuestra opinión la gravedad de los desastres de la civilización reside en que

constituyen desastres provocados para un fin y sin valorar la gravedad de sus consecuencias. En

este caso “evitables” sin excepciones.

En este estudio queremos reflexionar sobre la destrucción provocado por el hombre y en especial

por la guerra. Pues aunque las consecuencias físicas de la destrucción pueden ser similares bajo

cualquier agente que las produzca, las destrucciones bélicas esconden otros tipos de destrucción,

como la destrucción de la identidad, de la memoria y de la moral. Y estos son argumentos

suficientes como para reflexionar ante los hechos.

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Otros aspectos que podemos considerar en relación al concepto de la destrucción es, aunque

parezca contradictorio, el papel creativo de la destrucción.

Con la guerra se intenta destrozar los lugares con mayor valor simbólico de una ciudad e implantar

las ideologías de la parte ganadora. Es decir, se destruye una identidad para dar cabida a otra nueva

que represente a la nueva ideología y borre lo anterior.

El término de la destrucción creativa, como usaría en sus teorías entre otros el sociólogo Zygmunt

Bauman, es un término heredado de otras disciplinas como la economía o la ciencia.

Pero del que podemos recoger cierta ironía en estos de las destrucciones urbanas.

Es más, el término es muy útil si queremos hacer referencia a aquellas destrucciones no provocadas

por la guerra, si no provocadas por el hombre en su intento por reconstruir las ciudades en ruinas.

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2.2. Los desastres de civilización. El ejemplo de la ciudad de Berlín.

Como hemos indicado anteriormente, solo nos queremos centrar en la destrucción causada por el

hombre, y en especial, por la guerra.

Las guerras en el siglo XX evolucionaron de tal forma que la ciudad pasó a un primer plano. La

ciudad, su población y sus estructuras urbanas, se convirtieron en el objetivo del “enemigo” que

desgasto o incluso destruyó las ciudades enemigas, dejándolas para la memoria.

La destrucción de las ciudades es por tanto, parte sustancial de la historia de la humanidad y por

supuesto de la propia ciudad.

Estos síntomas de la ciudad a causa de la evolución de la guerra se deben, por un lado, al avance

destructivo de las armas y por otro lado, al cambio de lugar, pues el campo de batalla pasa a ser la

ciudad.

Antiguamente, el poder de las armas no era tan destructivo, su arma más peligrosa era el fuego,

que destruía las antiguas construcciones de madera.

Pero tras la I guerra mundial se desarrollo la aviación militar y los usos bélicos de la energía nuclear

que sumaban un conjunto de poder destructivo indiscutible.

Es palpable en los diferentes registros de la I y la II guerra mundial, en los que se pasa de una guerra

rural en la que rara vez se ven afectadas las ciudades (aunque si hay algún caso de bombardeo

aéreo en las ciudades) a una II guerra mundial en la que los bombardeos son masivos en grandes

ciudades repletas de su población. Y que, como imagen característica, se muestra las ciudades en

ruinas llenas de llamas y de escombros.

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Arriba, restos de la ciudad alemana de Wesel, 1945. Destrucción de

más del 97% de los edificios. A la derecha, mujer corriendo en Siegburg, 1945.

Otro aspecto palpable en esta evolución, es la incursión de la Revolución industrial en la historia.

Esta produjo la acumulación de capital en forma de edificios, industrias y otras infraestructuras que

se convirtieron en objetivos militares.

En definitiva, este cambio de hacer la guerra durante el siglo XX situó a la ciudad en una posición

peligrosa. Se convirtió en el objetivo, en lo valioso que tenía el enemigo y que a mayores era

posible arrebatárselo.

Dejando para el recuerdo kilómetros de ruinas y símbolos bajo los escombros.

Más tarde, se valoró la fuerza y el riesgo de las nuevas armas nucleares y se retrajeron en el uso de

las ciudades como campo de batalla, pero esto no duro mucho. Las ciudades pasan de nuevo a ser

el objetivo primero en la última década del siglo XX.

Tras este momento surge un término que define estos actos, el Urbanicidio (término aportado por

un alcalde de Belgrado, también existente en Croacia como “memoricidio”). Este alcalde definió

urbanicidio como “la ciudad como blanco deliberado, cuyo ataque busca destruir la seguridad, el

orden público, el civismo y la calidad de vida de los ciudadanos, y dañar o destruir la viabilidad y

posibilidades de subsistencia de la ciudad en sí misma.” Y ha sido publicado por Milan Prodavonic

en un artículo de la revista AAVV, “Out of Ground Zero”, denominado “Urbicide and chances for the

reconstruction of Balkan cities”.

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El Urbanicidio constituye una compleja estrategia militar que ha de contar con buenas

comunicaciones y tecnologías. Y que a su vez esconde una dualidad entre creación y eliminación,

entendida esta como la desaparición del enemigo. Dicho dualidad ha sido expuesta como

destrucción creativa en el apartado de “el concepto de destrucción.”

La destrucción de la ciudad de Berlín.

Las consecuencias de la guerra en la ciudad de Berlín fueron devastadoras.

Mientras en 1939 la población de Berlín sobrepasaba los cuatro millones, en 1945 la cifra había

descendido a dos millones a causa de las evacuaciones y sobre todo de la mortalidad.

En cuanto a los edificios, es representativo que para una superficie de 843km cuadrados se estimó

en un cincuenta por ciento la cifra de viviendas destruidas por la guerra, lo que significa setenta

millones de escombros. Como explican en su libro J. Robichon y J.V. Ziegelmeyer, “el conjunto total

de las ruinas hubiera podido servir para la edificación de un dique de diez metros de alto, treinta de

ancho y ciento cuarenta kilómetros de largo o sea una muralla colosal que hubiera cubierto la

distancia de Berlín a Halle.”

En el libro de ambos, La cuestión de Berlín, 1945-1969 recogen las estadísticas en cuanto a

destrucción de un solo distrito, el de Schöneberg, al sur de la capital; y dichos datos indican que el

45% de las viviendas habían sido destruidas por completo, el 15% resultó con daños muy serios y

solo el 5% permaneció intacto.

En el documento “El incendio. Alemania bajo los bombardeos. 1940-1945.” aparecen descripciones

espeluznantes y detalladas de Alemania en época de guerra. Aquí, hemos querido recoger alguno

de sus textos en relación a la ciudad de Berlín.

Haciendo referencia a la población de Berlín tras 5 años de guerra, una población con mal aspecto,

demacrada y desnutrida, relata:

“Por todo lo perdido, desde el techo hasta el puesto de trabajo, pasando por los suministros, cabía

solicitar una reparación ante las autoridades. Había que trasladarse hasta el lugar, hacer la cola,

escuchar y contar, todos tienen su propia historia. Uno exponía que le había estallado la vivienda

por una bomba explosiva, y que todo se había quemado, sin que nada se hubiera salvado, salvo su

propia vida. Otro hablaba de tuberías rotas e inundaciones. Otro de enterramientos y mutilaciones.

Y en todos los informes se hablaba de guerra, muerte y destrucción.”

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Muchas historias diferentes pero pocas esperanzas, la ciudad estaba en ruinas y no había una

solución inmediata para sus habitantes.

Jörg Friedrich describe: la ciudad se desgasta, es necesario conocerla, ya que los carteles con los

nombres de las calles se han caído por el fuego y la onda expansiva; es decir, se había perdido toda

referencia espacial en la ciudad, no se identifican numerosas calles y edificios.

Como cuenta el corresponsal suizo Konrad Warner “las hileras de casas quemadas tenían todas el

mismo aspecto”. Había fachadas con grandes agujeros donde habían caído minas aéreas, y otras

convertidas en un colador por la metralla. “Pasé por calles en las que no se veía rastro de vida en

ninguna de las casas”. Caminando por las calles, uno tragaba gran cantidad de polvo, humo y hollín.

Las suelas de los zapatos, cortadas por millones de pedazos de vidrio, ése era el revestimiento de las

calles.

En relación a las viviendas y a su vulnerabilidad, Jörg Friedrich explica:

Los bloques de viviendas berlineses tienen varias partes: se componen de un edificio frontal, alas

laterales, un edificio transversal, primer patio, segunda patio con ala lateral, cobertizo del jardín,

etc. “Si un impacto acierta sobre uno de estos edificios, uno puede imaginar la montaña de

escombros que produce una vivienda de cinco pisos. Debajo hay gente sepultada, algunos no serán

encontrados nunca. La gente atrapada en los sótanos golpeaba, ninguno podría ser salvado”.

Es decir, los edificios eran dianas muy vulnerables que pasaban a ser escombros en cuestión de

minutos, llevándose por encima a hombres, mujeres y niños, y destruyendo la identidad de la

ciudad de Berlín.

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Otra de las experiencias recogidas en “El incendio” y narradas por Konrad Warner relata que, “en

uno de esos días indescriptibles, los que seguían a una noche tras un ataque, fui por la

Uhlandstrasse. La gente se agachaba entre los muebles y posesiones que había salvado, entre la

nieve y la lluvia. Algunos dormían de pie, apoyados en alguna parte. Estaban entumecidos en un

desconsuelo embotado y miraban pasivamente a los restos de sus casas, de cuyos sótanos salían

llamas”.

Jörg Friedrich continua, se caminaba por Berlín como por el fondo del mar. Por todos los lados había

cadáveres andantes y cuerpos sin vida en movimiento. En la posguerra se acuñó un término para

este tiempo intermedio: “parálisis de emociones”.

El término “parálisis de emociones” nos viene a decir que la ciudad sufre una depresión

generalizada, son tiempos de silencio absoluto, de derrotismo y de desilusión.

Vista aérea de la ciudad de Berlín en 1945.

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Fotografía de la Puerta de Brandenburgo tras la segunda guerra mundial.

Este drama de la ciudad berlinesa ha sido recogido también en el cine. Una descripción muy visual

del Berlín de posguerra aparece en la película “Germania, anno zero” de Alberto Rossellini.

Narra la historia de un niño que vive en Berlín tras la rendición alemana en la Segunda Guerra

Mundial y que ha de ingeniárselas para mantener a toda su familia, entre ellos su padre enfermo,

su hermana acusada de prostitución y su hermano, escondido en la casa por miedo ya que forma

parte de los nazis.

El film retrata la situación muy fielmente a la realidad, podemos considerarlo un documento

histórico en el que se reflejan hechos como la destrucción de las estructuras urbanas, la alta

mortalidad, el mercado negro, la prostitución, etc.

A continuación, mostramos alguna de los paisajes de fondo de la película. Escenas grabadas en las

ruinas de la ciudad, y de ahí el nombre que le han apodado a este tipo de películas de Rossellini,

“películas de los escombros”.

Podemos observar numerosos restos de edificaciones, desde piedras, bloques de hormigón y vigas

que yacen en el suelo de las calles berlinesas.

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Escombros en las calles movidos para permitir el acceso a los pocos edificios que quedaron en pie.

Lo que queda de las paredes de un edificio destruido.

Camino creado entre las ruinas para permitir el tránsito.

Montones de bloques mezclados con vigas son los paisajes urbanos del momento.

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2.3. Las consecuencias de la destrucción.

Con el ejemplo de la ciudad de Berlín, hemos querida acercarnos a la situación de una manera más

palpable y emotiva.

Ahora, queremos analizar las consecuencias que suponen esta destrucción masiva de las ciudades.

Cuando una ciudad sometida a una destrucción se altera de forma dramática, todos los aspectos

positivos de la ciudad pasan a ser aspectos negativos, es decir, lo que antes constituía la riqueza de

una ciudad, ahora son ruinas; la comunicación desaparece y pasa a existir la separación. El

funcionamiento sincronizado y sonoro del día a día de una gran ciudad, se convierte en un silencio

absoluto.

La ciudad en ruinas conlleva una serie de consecuencias a nivel urbanístico:

- La desaparición del tejido urbano.

- La destrucción del paisaje.

- La pérdida del patrimonio cultural.

- La pérdida de las infraestructuras.

- La pérdida de la referencia espacial.

A continuación, queremos tratar más detalladamente cada una de estas pérdidas provocadas por la

guerra.

La desaparición del tejido urbano.

El tejido urbano constituye la relación entre los volúmenes edificados y el espacio urbano, es decir

que, el tejido urbano es la forma peculiar de una ciudad, que resulta de la manera como están

dispuestos entre sí los espacios públicos y las formas construidas.

Está compuesto por “trama” y “textura”.

La trama constituye la base de cualquier sistema urbano y es donde se definen en horizontal los

límites del desarrollo urbano. La textura, es el conjunto de alturas, masas, tamaños y densidad de

las edificaciones.

Con la destrucción tales cualidades urbanas desaparecen. Varían las densidades, las alturas, se

pierden los límites del desarrollo urbano, etc. La “trama” se desfigura y la “textura” se pierde.

Desde otro enfoque, el tejido urbano se compone de una trama viaria, una trama parcelaria y una

trama edificada, con la destrucción de la ciudad se destruyen dichos componentes del tejido

urbano.

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Se rompe con la estructura viaria (características del trazado (geometría), tamaño medio de las

manzanas, ancho de la vía, dotación de servicios, etc.), la estructura parcelaria (la distribución y

superficie de las parcelas, uso del suelo, titularidad de los propietarios, etc.) y la edificación (tipo de

manzana, altura de la edificación, etc.).

La destrucción del paisaje urbano.

En la actualidad, es notoria una evolución clara del conocimiento y reconocimiento del paisaje

urbano de las ciudades, muy alejado de lo que suponemos se entendía en las ciudades de

posguerra.

Pero independientemente de lo que se entendiera por paisaje urbano en tiempos de guerra y

posteriormente, lo que hoy engloba el concepto afecta a la ciudad de ayer y de hoy.

En la convención europea del paisaje del año 2000 fue aprobada la Carta Europea del Paisaje.

Esta carta señala que "el paisaje es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones

en todas partes: en los medios urbanos y rurales, en las zonas degradadas y de gran calidad, en los

espacios de reconocida belleza excepcional y en los más cotidianos".

En esta carta se engloba al “paisaje” como parte del territorio tal y como la perciben los ciudadanos,

cuyo carácter es el resultado de la interacción de factores naturales y/o humanos.

También explica que es necesario “identificar los propios paisajes en el conjunto del territorio;

analizar sus características así como las dinámicas y presiones que los modifican; seguir sus

transformaciones; calificar los paisajes identificados teniendo en cuenta los valores particulares que

les atribuyen los propios agentes y los ciudadanos concernidos.”

Las destrucciones urbanas no constituyen una transformación más en la evolución de un paisaje

urbano, si no que suponen una ruptura brusca con el mismo.

Aunque la situación de la ciudad después de la destrucción tenga una imagen, la de las ruinas y los

escombros, no podemos identificar esto como una transformación del paisaje urbano sino más bien

la destrucción del mismo. Podríamos decir que el paisaje urbano es “borrado” de la ciudad y queda

para el recuerdo como si se tratase de una pintura o una fotografía paisajística.

Con la pérdida del paisaje urbano se pierde todo lo que este conlleva: desde las trazas viarias

existentes hasta el momento de la destrucción; la relación entre la anchura de la calle y la altura de

edificación es decir, la sección construida de las calles; la delimitación de las parcelas que define las

estructuras de propiedad, hasta las tipologías edificatorias preexistentes y las arquitecturas

simbólicas o singulares de la ciudad.

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Reflexión sobre la destrucción de las ciudades

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Todos ellos valores del paisaje y que una vez destruidos, son cuestiones abiertas sobre las que

reflexionar e intervenir.

La pérdida del patrimonio cultural.

Otra grave consecuencia de la destrucción de las ciudades es la pérdida de su patrimonio cultural.

De modo general entendemos por patrimonio cultural el conjunto de bienes de valor material o

tangible y a su vez, simbólico que, de generación en generación, se han ido produciendo y

acumulando y que han llegado a ser parte de las identidades de una ciudad e incluso de una Nación

como conjunto.

Para que a algo se le considere parte del patrimonio cultural debe ser parte de una herencia del

pasado y tener importancia para las generaciones presentes, tanto que se requiera conservarlo

para las generaciones futuras.

En este contexto, se entiende la ciudad como un archivo de memoria y es depositaria de valores a

preservar, a la vez que el patrimonio histórico es entendido como memoria colectiva de los

ciudadanos.

Por tanto, es reconocible que la pérdida de estos bienes empobrece a la ciudad o Nación en

cuestión y privan a las generaciones futuras de obras capaces de enriquecer sus conocimientos y su

sensibilidad.

Anteriormente expusimos la importancia simbólica de las ciudades, y sus arquitecturas, y

desarrollamos, hablando de destrucción por parte de la civilización, el ejemplo de la destrucción de

Berlín. Si conocemos de la historia de Berlín anterior a la guerra, conocemos de la arquitectura

simbólica de los años 30, y de las numerosas arquitecturas históricas que poseía la gran ciudad de

Berlín.

Aquí, queremos hacer una referencia a alguna de las obras edificatorias del patrimonio histórico

destruido por la guerra en la ciudad de Berlín y brevemente, como fueron tratados estos elementos

patrimoniales a posteriori, pues cada obra sufrió un destino diferente y ejemplifica la diversidad de

decisiones tomadas ante la destrucción del patrimonio en general.

Para ello nos apoyamos en una serie de fotografías que constituyen una mirada aérea de la

devastación de la ciudad desde la puerta de Brandenburgo, al Reichstag (el Parlamento) y la iglesia

en recuerdo al emperador Guillermo, pasando por el terreno desangelado de la Potsdamer Platz

que años antes era el corazón latente de la metrópolis berlinesa.

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- Reichstag, el Parlamento de Berlín.

Construido como resultado de un concurso de arquitectura, diseñado originalmente por Paul

Wallot, es un edificio grandilocuente que sufrió muchas modificaciones durante el proceso de

construcción. En febrero de 1933 fue incendiado por los Nazis, destruyendo el interior y la Sala de

Plenos.

Durante la segunda guerra mundial se tapiaron las ventanas y se convirtió en una auténtica

fortaleza y al final de la misma fue escenario de violentos combates, quedando en ruinas.

En 1954 se demolió su cúpula. Entre 1958 y 1971 se llevaron a cabo sucesivas obras de

reconstrucción.

Con la reunificación de Alemania y con el traslado de la capital a Berlín, se llamó a concurso para su

reconstrucción. El proyecto de Foster en los años 90 apunta a la creación de un espacio singular,

que adquiere dramatismo a través de la cúpula que permite una apertura del espacio central del

Congreso. El edificio incorpora una cuidadosa gestión energética: energía solar, cogeneración, uso

del subsuelo para almacenaje térmico.

Arriba, vista aérea y frontal del Reichstag destrozado por la II guerra mundial. 1945. A la derecha, vista aérea del Parlamento en la actualidad donde se observa la intervención del arquiecto Norman Foster.

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- La puerta de Brandenburgo.

Constituía una antigua puerta de entrada a Berlín y era un auténtico símbolo de la ciudad y de

Alemania.

Con la guerra, la puerta de Brandenburgo sufrió grandes daños pero resistió a su ejecución. No

tuvieron tanta suerte su cuadriga que quedó prácticamente destruida, y las dos casas adyacentes,

las casas Sommer y Liebermann al lado derecho e izquierdo de la puerta.

Diez años después, se acordó reconstruir esta puerta. Para la cuadriga se emplearon los moldes

originales pero no se realizó una reproducción exacta de la misma pues su antigua águila y cruz de

hierro se consideraban signos del militarismo alemán.

Recientemente en 1998, Josef P. Kleihues se hizo cargo de la reconstrucción de las casas según el

modelo original.

Comparando las imágenes, observamos a parte de la reconstrucción realizada en la Puerta de

Brandemburgo como los edificios adyacentes aún no habían sido propuestos en 1975. Sin embargo,

la nueva puerta sí que conmemora a la anterior.

- la Potsdamer Platz.

La Potsdamer Platz era un espacio fundamental en el Berlín de antes de la guerra. A fines del siglo

XIX su estación era la más activa de la ciudad. Hoteles, restaurantes y grandes almacenes, incluida

Puerta de Brandenburgo, tras la II guerra mundial en 1945.

Puerta de Brandenburgo, en 1975.

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la desaparecida Columbushaus de Meldelsohn, la convirtieron en un imán tanto para los berlineses

como visitantes.

Potsdamer Platz, como el resto de la ciudad, se vio sometida al bombardeo aliado durante los

últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, lo que llevó a la casi total destrucción de las

edificaciones del sitio, que junto al levantamiento posterior del Muro, lo convirtió en un solar

abandonado.

Tras la ocupación de la ciudad por parte de los aliados, la Potsdamer Platz quedó en el área donde

se dividían los protectorados soviético y norteamericano. Con la construcción del Muro, que la

cruzaba en su sector oeste, quedó en una tierra de nadie inutilizable y no fue reconstruida, pese a

estar muy próxima a la principal avenida comercial de Berlín Este.

Desde el derribo del Muro, la reconstrucción de la Potsdamer Platz se convirtió en un objetivo

principal, los berlineses se dieron a las tareas de rehabilitación, lo que consiguieron en el transcurso

de menos de una década.

Un concurso dio como resultado el plan urbanístico de Hilmer y Setter, el cual se basaba en la

trama urbana tradicional y la configuración de manzana cerrada típica del Berlín de pre-guerra.

Dicho plan fue lentamente subvertido por las intervenciones surgidas en el contexto de una

economía de mercado en fuerte pugna por el suelo; comenzando por el proyecto para la Daimler

Benz de Renzo Piano del año 1992, seguido más tarde por el edificio de la Sony de Helmut Jahn, la

Marlene Dietrich Platz, el edificio de Rafael Moneo y el de Arata Isozaki para la Berliner Volksbank.

Por tanto, la actual arquitectura del lugar no recuerda en nada la original. La II guerra mundial junto

a la no-reproducción en las intervenciones posteriores destruyeron el pasado de la Potsdamer

Platz.

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La pérdida de la referencia espacial.

Otro hecho consecutivo a la destrucción de la ciudad, es el de la pérdida de la referencia espacial.

En la situación de posguerra se puede ver como la población se mueve en la “nada”, en el

desorden, en la ausencia de referencias.

Uno de los textos que ya hemos leído de Jörg Friedrich, pero que es relativo a este hecho, relata:

“la ciudad se desgasta, es necesario conocerla, ya que los carteles con los nombres de las calles se

han caído por el fuego y la onda expansiva”.

Ya no se identifican muchas de las calles, los escombros se apoderan de toda referencia espacial.

Es tal la destrucción que es difícil reconocer donde te encuentras, tu mundo, tus referencias se han

desvanecido. La población pierde su vivienda, su ciudad, y su orientación.

La pérdida de las infraestructuras.

Vista aérea Potsdamer Platz en 1945. Potsdamer Platz en 1945.

Vista aérea Potsdamer Platz en 2004. Potsdamer Platz en la actualidad.

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Otro hecho que se produce y ligado a los anteriores, es la pérdida de las infraestructuras y los

servicios en su mayor parte.

Los abastecimientos, los desplazamientos, las facilidades, son reducidas e incluso impedidas en

época de postguerra.

Esta falta de infraestructuras, a parte del problema que en sí suponen, incrementa la gravedad de la

situación con hechos como las inundaciones (a causa de la ruptura de tuberías y otros sistemas de

abastecimiento), o el aumento de las enfermedades (a causa de los residuos que se generan).

En definitiva, un conjunto de consecuencias que hacen imposible una recuperación total de la

ciudad. Solo son posibles recuperaciones parciales e intervenciones para construir una nueva y

rápida ciudad.

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3. Reflexiones.

Las consecuencias de la segunda guerra mundial son devastadoras en todos los

ámbitos. Las secuelas más recordadas son por supuesto, los altos niveles de

mortalidad. Por ejemplo, a consecuencia de los bombardeos aéreos murieron

seiscientos mil civiles en Alemania.

Son indudables las connotaciones negativas que estos episodios de la historia han

generado a la humanidad y al territorio, y como han dejado huella en las ciudades

que lo han sufrido, siendo incluso las etapas más importantes de su historia.

Después de lo ocurrido es aconsejable valorar la situación y aprender de los males

pasados, no negar el pasado y no convertir estos hechos en un ominoso silencio.

Es difícil saber a ciencia cierta como hubiera sido el futuro de las ciudades afectadas si

esto no hubiera pasado, quizás el transcurso del tiempo hubiera ido transformando

las urbes de forma paulatina, de un modo “natural”. Sin embargo, los hechos han sido

así y así es como hay que estudiar las ciudades involucradas.

En ocasiones la ciudad anterior es recordada por los vacíos aún existentes en la

ciudad actual, que hacen referencia a lo que existía y ahora ya no está.

La destrucción absoluta de las estructuras urbanas ha dado lugar a infinitas

posibilidades de intervención, se han convertido en laboratorios de arquitectos y

urbanistas y han servido para desarrollar investigaciones sobre diversos temas.

El lado positivo de la destrucción reside en que la ciudad vacía es sinónimo de nuevas

oportunidades para el desarrollo de una ciudad que pretende ser mejor que la ciudad

perdida. Que ha de estudiar la ciudad anterior buscando sus cualidades y defectos

para inventar una versión mejorada y recapacitada.

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En la realidad, tras el desastre se tomaron las reconstrucciones dentro de una

atmósfera optimista y de modernidad quizás no muy meditada, en ocasiones tan

permisiva que se transformó en vernácula. Y que ha dado lugar a muchos aciertos y a

muchos errores.

Muchas veces, la riqueza de estas ciudades reside en la impactante secuencia de las

sucesivas reencarnaciones que hacen a las urbes ricas en historia, en desarrollo y en

innovación.

Por ejemplo, la interesante ciudad de Berlín fue ciudad clásica, metrópolis temprana,

víctima de la guerra, y se reencarnó siendo un laboratorio arquitectónico y

urbanístico.

En definitiva, la destrucción urbana constituye un antes y un después para el área

afectada. Divide la historia de las ciudades en dos partes, como si se trataran de dos

ciudades diferentes, la nueva y la antigua, la una superpuesta sobre lo que queda de

la otra y que nada tienen que ver entre sí. Dando lugar a numerosas dificultades pero

abriendo muchas oportunidades al futuro de las ciudades, de la arquitectura y del

urbanismo.

María Manso Fernández

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Reflexión sobre la destrucción de las ciudades

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4. Bibliografía

Libros:

- Krieger, Peter. “Paisajes urbanos: imagen y memoria”. - Jörg Friedrich.“El incendio. Alemania bajo los bombardeos. 1940-1945.”. 2002. - J. Robichon y J.V. Ziegelmeyer. “La cuestión de Berlín (1945-59): el punto clave odisea de

una gran ciudad”.1960. - Solar, David. “Un mundo en ruinas”. 2007. - Earl F. Ziemke. “La batalla de Berlín: Fin del Tercer Reich”. - W.G.Sebald. “Sobre la historia natural de la destrucción”.

Artículos:

- “La ciudad de los sueños”. Hilario J. Rodríguez. - “Rehacer la textura urbana”. Hans Stimmann.

Ilustraciones:

- Werner Heldt. Catálogo, Berlín, 1968. - www.taringa.net /apuntes y monografías/megaposts _ II guerra mundial completa _ Parte

2.html - Vistas aéreas del fotógrafo alemán Gohry.

Películas:

- “Alemania, año cero”. Roberto Rossellini. 1948.