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La mascota del presidente - Episodio 2

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La mascota del presidente

- Abraham Lincoln, Virginia Zombie.

- Por Rubén Medina. - Episodio °2

¡ABRID PASO AL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, BESTIAS INHUMANAS! – Exclamaba Abraham Lincoln, sosteniendo un hacha en su mano derecha, moviéndola con la agilidad que uno normalmente movería una pluma. Mientras que en la otra sostenía una soga con un nudo de horca estructurado con 2 sogas distintas, para más presión.

A su lado su inseparable compañero Speed, con el sable inglés, justo a la derecha del presidente, cubriendo los ataques.

A su izquierda, el torpe Kyle, aún con una pata de silla que había tomado del comedor cuando toda esta pesadilla invadió la casa blanca. A paso lento, rosaba las paredes con sus hombros.

� No olvides a Kyle Abraham, esta muriendo, será una carga – Aclamó Speed. � Nunca eh dejado a alguien que me ayudase, lejos de la seguridad Speed; él me ayudó mucho, no tanto como

tú, pero cumplió su parte – Aclaró el presidente mientras decapitaba a su paso a los podridos que se arrimaban y se volteaban por los ruidos de pasos. -- ¿En qué te ayudo Abraham? ¿Limpió tu culo presidencial y te acurrucó en tu litera presidencial? No jodas.

Abraham río. – Era una cama de 2 plazas, no una litera – Yo ya crecí Speed, ¿Tu aún duermes con Maguie?

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� ¡Ey! No te burles, mis muñecos me mantienen lejos de mis pesadillas y lo sabes – Speed apresuró su paso y encerró mientras decapitaba a un podrido, justo contra la pared de su lado. Quitándole de un machetazo, el cráneo.

� ¡Basta de hablar – Exclamó Lincoln – Ya casi llegamos al comedor. No nos gustará lo que veremos ahí.

2 habitaciones más, con algunos podridos merodeando; llegando al pasillo principal que estaba sospechosamente vacío. Caminaron lentamente sobre aquel tapete dorado, el cuál hizo sentir extraño a Lincoln – Antes era blanco – Pensaba; pues ya no, ese día, esa matanza había dejado estragos por doquier.

La última muerta a la derecha, allí se encontraba el comedor y el miedo de Speed se acumulaba poco a poco y los nervios no ayudaban en nada. No quería saber con lo que se encontrarían ahí y mucho menos, no quería ver como reaccionaría su amigo al ver a su esposa siendo destrozada por caníbales.

3 golpes tomó poder abrir la atrancada puerta del comedor. Pero…¿Quién la había atrancado?

Lincoln, Speed y el secretario se metieron rápidamente con sus defensas delante de ellos ante cualquier ataque y para su sorpresa absoluta el comedor estaba repleto de muertos…muertos. Alguien había acabado con la pequeña horda que atacó ese comedor ¿Pero quien? ¿Y donde estaba la mujer del presidente?.

� Algo paso aquí – Exclamó Speed pasando el dedo sobre una pequeña mancha de sangre sobre el mantel -- ¿Pero qué?.

A su lado Lincoln daba pasos esquivando los cadáveres re-matados en el suelo, buscando rastros de su esposa. El temor más grande era encontrarla en esa pila, pero un ruido a la izquierda del gran salón comedor, preferente de la cocina, llamó la atención.

� ¿Escuchaste eso? – Hicieron todos una pausa de silencio y alzaron sus armas – Proviene de la cocina, pronunció Abraham. – Vamos.

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A paso muy concreto y lento se dirigieron hacía la puerta de la cocina; el secretario temblaba de miedo y empezaba a sentir un mal estar inmenso en el estómago. Como si alguien lo apuñalara repetidas veces desde adentro y no parara.

<< No haces más que quejarte pequeño Kyle; los niños no deben quejarse tanto. Solo es un resfriado que pescaste en el bosque >> Decía su madre y por alguna razón recordó eso. Pero no sabía si sentir alivio o entender que no había escape del infierno blanco.

� Cre- Cre- Creo que deberíamos ir de aquí señor presidente – Tartamudeo Kyle mientras miraba a sus al rededores con mucho nervios. El tapizado de la pared estaba bañado en un espeso fluido coagulado rojo; de solo pensar que eso era sangre, sus manos temblaban lo suficiente como para alterar el silencio en una iglesia.

� ¡Silencio! – Murmuró Speed acercándose cada vez más a la puerta de la cocina; el ruido volvió a sonar esta vez más fuerte. Como si alguien atrancara aquella puerta esta vez ¿Un podrido? No. Un podrido no podría atrancar una puerta, debe haber alguien ahí, alguien que esté verdaderamente vivo.

El presidente Lincoln se apoyó sobre los portones de la cocina rasgados por marcas de uñas y sangre. Miró a Speed fijamente a los ojos y Speed luego a Kyle; era el plan, iban a entrar ahí.

� ¡Apártese Speed! – Lincoln retrocedió 3 pasos y tiró la puerta abajo; al secretario le pareció entonces totalmente inútil caminar con cautela, el ruido lo hacían igual. – En el nombre de Dios ¿Qué ha pasado aquí? – Exclamó con asombro, asco y miedo el Presidente.

� ¡Oh Dios! ¿Qué es ese repugnante olor? Es como….son como…. � ¿Cómo si un condenado hubiera desenterrado todos los cuerpos de un cementerio verdad? – Exclamó una extraño

desde la sombra -- ¿Verdad?

Speed y el presidente se pusieron en guardia al instante; Kyle hizo caer con su reacción una pila de vasijas y el ruido parecía nunca terminar.

� ¿Quién eres tú? – Interrogó al misterioso hombre el Presidente mientras este salía de las sombras -- ¿Edith? ¿Eres tú?. � ¿Es …el cocinero? – Speed.

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� Sí. Te creíamos muerto Edith ¿Qué paso aquí? ¿Haz visto a mi esposa? ¿Qué es toda esta matanza? � Yo los eh asesinado, me siento terrible pero ya no eran ellos. Y no, no eh visto a su esposa señor presidente. � Basta con esa mierda, no importa quienes éramos antes. Tenemos que irnos de este lugar ya. Speed ha ojeado por

la ventana y una horda de estas cosas se aproxima; debemos irnos lo antes posible.

De repente, el mismo ruido volvió a sonar desde la cocina; esta vez con más claridad. Como si alguien estuviera masticando un gran pedazo de carne, de esos que no son fáciles ni de morder. Lincoln hizo señal a Speed para que lo acompañara y con las armas en alto se dirigieron detrás de unos muebles que ocupaban gran espacio en la cocina, alacenas seguro. Detrás de ellos, encontró lo inesperado.

� Ma- Mary Todd ¿Qué te han hecho? – Exclamó a punto de quebrar el presidente, dejo caer su arma y quedo tieso mirándola. Mary Todd estaba alimentándose del cuerpo de uno de los mayordomos; estaba arrancando grandes trozos de carne del pecho del hombro y rasgando los huesos de las costillas con sus filosas uñas que tanto mantenía.

� ¡Es un Podrido! – Exclamó Speed y levantó su Katana y justo a punto de terminar el trabajo interrumpe Lincoln � ¡ALTO!. Es mi esposa, es mi esposa. � No, no es tu esposa Abraham. � ¡SÍ, LO ES! No podemos hacer esto, no podemos, no puedo. � Lo haré por ti… � Esta bi-…- De repente, algo terrorífico interrumpió la conversación. � ¿Vas a asesinarme Abraham? ¿Después de todo lo que hice por ti? Soy tu esposa Abraham. Soy yo; Mary Todd. ¿No

me ves? – De repente Mary Todd lucía hermosa a los ojos de Abraham; algo que él no entendía y le hacía sentir miedo, angustia pero a la vez cosas que él anhelaba – Soy yo Abraham, no querrás sentirte solo después de todo esto ¿Por qué quieres asesinarme? Ya estoy muerta Abraham.

Speed se abalanzó hacía atrás; la situación lo puso totalmente nervioso. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba hablando Mary Todd?

� Ma-Mary Todd ¿Eres…eres tú de verdad? � Si Mi amor. Soy yo ¿Por qué no iba a ser yo?

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� ¡Debemos irnos de aquí; están dentro! – Interrumpió Edith. – Rompieron las puertas traseras del lugar. Se acercan y por lo que oigo son demasiados. ¡Debemos irnos señores!.

� Tiene razón Edith, Abraham. Debemos irnos ya. � ¿Y Mary Todd? – Lincoln mira a Mary y le rosa su mano por las mejillas putrefactas; no podía evitar llorar. Su esposa

estaba muerta, pero viva. � Haz lo que quieras, pero nos tenemos que ir Lincoln. � Ella podría mejorar Speed, ella podría… � ¡ESTÁN ENTRANDO!

Las puertas detrás de ellos cedieron completamente; una aplastante horda de podridos se acerca por donde ellos llegaron. Ahí deberían estar todas las personas que esa noche cenaban en la casa blanca.

Cientos de ellos; nadie podría abatirlos a todos. Perderían y caerían al suelo antes de haber decapitado a 10 de ellos.

Caminaban tan torpemente que volcaron la mesa frente a ellos y manchaban lo que quedaba de blanco en el mantel, con su repugnante sangre.

Se acercaban cada vez más al presidente.

� ¡Debemos irnos ya! – El presidente paro a su esposa o lo que quedaba de ella y arrancó paso hacía la puerta trasera de la cocina. Speed y Edith atrancaban la puerta de la cocina y el secretario estaba tan nervioso que había quebrado en llanto. La puerta no resistió mucho; la tiraron abajo justo después de que ellos huyeran por la trasera; iban a 20 pasos atrás de ellos… Los estaban alcanzando.