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El Pescador Solitario John Milton Palma
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Editorial: Libromanta
Colección.UMIÑA.
Titulo Original
EL PESCADOR SOLITARIO.
Su razón de vivir
Genero:
Un relato cortó
Primera Edición
Marzo 2008
Segunda Edicción
Abril 2016
Ejemplares
1000
El pescador solitario
Es la primera novela
Del escritor hecho en 2003.
Derecho de Autor;
I S B N
Autor:
John Milton Palma
Miembro de la Asociación de Escritores de Manta
“ASESMAN”Acuerdo Ministerial N-0314.
Imprenta:
Portada: editorial libromanta
Fotografía: Libromanta
Teléfonos: 099 3732828
Manta – Manabí – Ecuador
El Pescador Solitario John Milton Palma
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EDITORIAL LIBROMANTA
EL PESCADOR SOLITARIO
SU RAZON DE VIVIR
CAPITULO: 1 El Monumento al Pescador
CAPITULO: 2 El Amor del pescador
CAPITULO: 3 El Pescador Solitario y el Pez Gata
El Pescador Solitario John Milton Palma
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DEDICO ESTE LIBRO
A LA MEMORIA
De mí querida madre
Blanca Esperanza Anchundia
Por siempre y hasta siempre
“Los hombres con experiencias tienen lecciones de vidas,
Los hombres sin experiencias a diarios cometen errores” John Milton Palma
El Pescador Solitario John Milton Palma
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PRESENTACIÓN
El soñar, es un preciado “DON” otorgado por Dios a todos los seres
humanos, sin distingo de razas, credos, ni clases sociales, y, es
precisamente en los sueños, donde surgen, donde germinan las ilusiones
que mueven al ser a través de su existencia, el Escritor, Poeta y Pintor.
JOHN MILTON PALMA, en su incesante búsqueda de nuevos horizontes
literarios, entra en el campo de la narrativa y nos presenta una obra en la
cual, los sueños se multiplican y a veces se comparten entre sus personajes
que tienen como denominador común la solidaridad propia de los seres de
noble corazón.
EL PESCADOR SOLITARIO, precisamente es un compendio de sueños
es una obra literaria en la que se entremezclan espontáneamente, las
ilusiones, el miedo a lo desconocido, la esperanza, la frustración, el amor y
la satisfacción de un sueño….. En fin nos lleva a vivir las emociones de un
hombre de pueblo, que sueña como todos los seres pobres con días
distintos para él y para las personas que ama sin importarles las
consecuencias. De este mundo de pobreza, frustraciones y falta de
oportunidades y apoyo, surge JUAN, joven apasionado por el mar que
idealiza un monumento y cual Quijote, sueña con aventuras en el mar para
trascender como un gran pescador, es que el mar es su pasión, se
entusiasma ante él, ante su inmensidad, se emociona con el sonido del
reventar de sus olas que cual gratas notas musicales llega a sus oídos y
quiere sentir suyo ese mar, poseerlo cual hermosa y excitada mujer, y, en
suspiros calma su ansiedad.
Tal es el deseo de conquistar ese mar, que en su momento sin tener
conocimientos sólidos ni la experiencia necesaria en las arduas labores de
pesca, subvalorando el amor de su amada SAMANTHA, llevando en su
mente los sabios consejos del VIEJO FELO, en el bote regalado por este
noble amigo, inicia al aventura de conquistar el mar y demostrarse a él y al
mundo que cuando se quiere, se pueden cristalizar los sueños, que sólo es
poder de decisión y creer en nuestra capacidad.
EL PESCADOR SOLITARIO es una obra escrita para ser leída y
entendida por todos, en ella hay historias, creencias, leyendas, poesías y se
El Pescador Solitario John Milton Palma
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desnudan las amargas experiencias de la vida y los sinsabores de esta con
increíble facilidad en un lenguaje sencillo.
Nadie podrá negar que todos en un determinado momento hemos llegado a
preguntarnos ¿puede la fe mover montañas? JOHN MILTON nos
responde, nos despeja este interrogante o duda en el desenlace de esta
historia.
En sí EL PESCADOR SOLITARIO es una obra que nos lleva a creer en
nuestra capacidad y aceptar nuestras limitaciones como seres humanos y
enseña a aceptar también, que: “LAS FRUSTRACIONES, EL DOLOR,
EL AMOR Y LOS SUEÑOS SON PARTE DE LA EXISTENCIA
MISMA”
DR. MILTHON TOALA CASTRO
Médico – Novelista – Poeta
Miembro de la Asociación de escritores
De Manta. ASESMAN.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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REFLEXIONES
“De que me sirve el amor, si me siento solo
De que me sirve el mar, si sus océanos no son míos
De que me sirve esta vida, si soy un miserable”
Juan, personaje del PESCADOR SOLITARIO.
“Un pescador con suerte, coge muy buena pesca
Un pescador sin suerte, le ponen los cachos
Y hasta el calzoncillo lo tiene salao”
El Viejo Felo, personaje del PESCADOR SOLITARIO
“El mar y la mujer nunca avisan su traición.
Hay que ser buen pescador, y buen amante”
El Viejo Felo, personaje del PESCADOR SOLITARIO
“La perseverancia y la constancia del ser humano
Siempre debe tenerlo presente cada dia para el éxito
De esto depende el triunfo o el fracaso de la persona.
El viejo Felo, personaje del Pescador Solitario
De John Milton Palma
Manta – 2016
El Pescador Solitario John Milton Palma
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HOMENAJE AL PESCADOR
Desde la época de la confederación Manteña el pescador siempre ha sido
un pilar muy importante para el desarrollo del Puerto de Manta.
He querido darle mi homenaje a ese hombre de piel curtida, que día a día
tiene un desafío con el misterioso mar.
Este relato tiene como objetivo principal al hombre, que más que un
pescador es un ser humano que alimenta la economía del puerto, con su
hazaña y desafío en altamar.
Para engrandecer a los pueblos costaneros, mi admiracíón a los
pescadores de mi tierra, especialmente al hombre pescador, que con su
Tenacidad ha convertido a la pesca en un emporio de riqueza natural,
Este es mi homenaje al valiente pescador solitario, pulmón y orgullo de mi
puerto.
El Autor
Manta 22/04/2016
El Pescador Solitario John Milton Palma
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CAPITULO 1
EL MONUMENTO AL PESCADOR
El Pescador Solitario John Milton Palma
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El PESCADOR SOLITARIO
El ardiente sol se apagaba sobre el puerto las olas del mar calmaban su
furia, poco a poco la tranquilidad del horizonte envolvía la ciudad.La playa
era un torbellino que se agitaba al ver a sus pescadores artesanales
comercializar su pesca, eran tiempos de abundancias para dichos hombres
que se enfrentaban cada día con el mar.
Desafiando a la misma naturaleza en pleno altamar.
Un monumento dedicado al pescador, solitario se extasiaba con la magia
de las olas en una playa solitaria. Las gaviotas saltarinas se alborotaban de
felicidad al ver llegar cada día a un muchacho a la playa donde habían
hecho amistad. Él veia impresionado el vaivén de los oleajes que se
generaban en aquella hermosa playa.
Juan, un Joven enamorado del mar. Caminaba todo los días lleno de
entusiasmo por la playa, se regocijaba y tenía como fuente de inspiración
a un monumento al pescador, pues quería ser como él, su obsesión era más
grande que su misma vida.
El Muchacho muy fuerte y de buen físico soñaba con el mar, en su andar
atraía las miradas por sus finos rasgos y por su piel bronceada por el sol.
Su pasión era tan grande que no le importaban ni los amigos, ni la familia,
solo le apasionaba buscar su futuro y su felicidad en el fascinante y
misterioso mar profundo.
Día tras día recorría la playa y se ponía a contemplar el azul del cielo, las
olas y su inmensidad, Juan, ha sido bendecido al nacer en terruño
marinero, bajo las brisas frescas de aquel bello puerto. Su alma estaba
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iluminada con el Dios del mar, por eso era impresionante observarlo
caminar por la playa y no se cansaba de hacerlo.
Miles de ideas pasaban por su mente.
De pronto exclamó en voz alta.
-¿Cómo poder realizar mi sueño?-
-¿Cómo descubrir los enigmas del mar?-
Rematando con una profecía, que de su corazón brotaba nuevamente
exclamó con bravía:
-¡Un día no muy lejano exploraré tus aguas!-
El muchacho en verdad no tenía ningún conocimiento sobre las actividades
en el mar, ni siquiera sabía nadar, pero igual le fascinaba el encuentro con
lo desconocido. En ello quería descubrir su misma identidad que desde el
fondo de su alma brotaba.
Como era su costumbre antes de marcharse de la playa se iba a despedir
del monumento al pescador, el cual era para él algo más que una simple
admiración, para Juan era su idolatría y parte de su vida.
Por que le infundía fuerza y valor cada día, al llegar la noche estando
sumergido en la soledad de su cuarto, las ideas, las preguntas y las
preocupaciones llegaban a su mente.
-¿Qué se sentirá estar en el mar?-
Se preguntó susurrada mente, no hubo respuestas, y se quedó dormido en
su pequeño cuarto.
Al día siguiente como era su rutina se dirigió al monumento del pescador,
a darle los buenos días y absorber de él su energía positiva, luego de
observarlo por largo rato, encaminó sus pasos por la playa de norte a sur.
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Las brisas de esa mañana acarició su rostro, las gaviotas miraron con
ciertas indiferencias su pausado andar, de pronto se dibujó en su cara el
hastío, no era posible ni aceptable, que sólo pudiese mirar las
embarcaciones que llegaban cargadas de pescados sin poder ser partícipe
de esas faenas, de otro lado pese a estar todas las mañanas en la playa, por
su atracción Juan no había podido hacer amistad con los pescadores, y su
accionar se limitaba a contemplar como bajaban los pescados como
dorado, albacora, y picudos de los botes de fibras. El puerto se constituía
en el primer exportador de atún de la zona.Y para el joven esto lo llenaba
de mucha felicidad que no le entraba en él pecho.
Juan tenía una juventud derrochadora, vivía en un sector cerca de la playa,
donde él deambulaba cada día, su familia estaba conformada por su
anciano padre, José, Jubilado y un famélico perro callejero Lorenzo,
Aunque solo tenía instrucción primaria, su mente parecía que estuviese
iluminada por la aventura y los riesgos propios que esta conlleva. Sus
sueños y su pasión definitivamente era el mar.
-¡Dios mío cambia mi vida!-
-¡Permíteme ser un buen marinero!-
-Dame la dicha o la desdicha de cristalizar mi sueño-
Más que una petición lo expresado por Juan, era un ruego y merecía ser
escuchado, por que pese a su corta edad la vida lo había tratado
injustamente.
El puerto, se constituia es una ciudad distinta por su belleza, y su
esplendor, en está playa nació y creció Juan derrochando energía y fuerza
física, él tenía que salir a la vanguardia de sus ideales.
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La odisea empieza para Juan cuando asustado por un terrible sueño, en
donde él se veía luchando con hambrientos tiburones, en zozobra y perdido
en el fondo del mar, latiendo su corazón agitadamente, despertó y meditó
un poco sobre este terrible sueño, y se preguntó:
-¿Acaso me anuncia que tengo que prepararme?-
¡Si es así bienvenido sea!
Al día siguiente corrió rumbo a la playa, lo primero que hizo es visitar el
monumento, no lo saludó como siempre lo hacía, si no que se puso a
observarlo fijamente y notó algo en su mirada, no eran tan brillantes como
solía ser.
Juan meditó en voz baja, se puso a llorar pensando en su sueño.
El muchacho poco a poco se iba alejando de su familia, sólo por la noche
descansaba en su pequeño cuarto adornado con la imagen de un Cristo.
El padre de Juan siempre lo regañaba por su constante salida a la playa
pero él nunca llegó a imaginarse que su hijo tenía alma de marinero y que
soñaba en convertirse en un pescador solitario.
Juan empezaba a sufrir por su familia, porque cada día veía el sufrimiento
y lo amargo que soportaban el padre y el perro.
De a poco su piel iba cambiando de color en un tono gris purpúreo como si
estuviese cocinada, si bien era cierto no le importaba nada que no estuviera
relacionado con el mar.
Al día siguiente el panorama iba a ser diferente para Juan, el ardiente sol
pegaba el frentero de su casa, la mañana se presentaba caliente, los rayos
solares atravesaban las ventanas y caían sobre su cama.
Mirando la pared observó el calendario que marcaba un día lunes, eras las
6:30 de la mañana.
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Desperezado se asoma a la ventana, contempla un panorama bellísimo,
lleno de colorido. Unas gaviotas hermosas lo invitan a confundirse con el
resplandor, que sólo se puede contemplar viviendo a lado del mismísimo
mar.Y contemplando el vaivén de sus olas, y sus frescas brisas azuladas.
Juan suspira y reflexiona, anhelando un bonito día.
Por su parte el padre no sospechaba nada, la pasión que tenía el hijo por el
mar era desconocida para él.
¡Buenos días papá!- dijo Juan-
Es un día bonito para hacer muchas cosas.
-Así es muchacho-, todo parece que vamos a tener un día bien caluroso en
nuestro puerto.
-manifestó el papá-
Si bien este se sintió plenamente identificado con el duro vivir que
soportaba, el sufrimiento había dejado profundas huellas en su rostro.
Juan se fue a la cocina y se preparó su desayuno, un gratificante y
delicioso camotillo frito, muy famoso en el Puerto, por su contenido
afrodisíaco, con una taza de café caliente. Aunque no era un desayuno para
decir ¡que bacán!, lo ayudaba a mantenerse bien en el trajinar de la playa.
Juan vivía con su papá, un maestro jubilado, que lo poco que ganaba
apenas le alcanzaba para mantenerse mal alimentado pero su juventud le
daba fuerza para seguir en su propósito, Juan dejando de ser un niño, se
había convertido en todo un hombre. Desafiando a su propia naturaleza se
sentía capaz de realizar cualquier sueño, sin embargo la idea firme del
muchacho era conquistar al misterioso y fascinante mar.
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Su padre se esforzaba por trabajar, pero debido a su edad los trabajos le
eran negados por ésta sociedad maldita.
En la playa, sus huellas eran cada día más fuertes. Su perro Lorenzo cada
vez se le notaba más lo desnutrido, las costillas las tenía pegada al cuero.
El alimento era muy escaso para la familia del joven.
-Juan pensaba en voz baja-
-y decía- ¡algún día todo tiene que cambiar!-
La mente se le iluminaba y pensaba sobre su posible riesgo enfrentándose
a su sueño.
Ya que no poseía ningún tipo de conocimiento en el arte de la pesca, esto
se traducía en temor y preocupaciones.
Al despertar al día siguiente, Juan recordó que hace una semana había
conocido a un pescador llamado Wacho, en una de esas tantas salidas a la
playa, Juan no soportó más el deseo de compartir la llegada de los
pescadores y se le acercó al pescador Wacho.
Y justamente la embarcación de Wacho, que era el capitán había llegado
con abundantes peces.
Juan se sintió tan emocionado al mirar aquella escena llena de mucho
sentimiento para él.
- Se acercó a saludarlo-
Entusiasmado estaba que sólo atinaba al silencio en pocas palabras, se
alegró de ver a su amigo.
-¡Hola Wacho!
- ¡se que te fue muy bien en la pesca!
-le dice Juan-
Gracias a Dios cogimos algunos picudos y albacoras.
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- le contestó el pescador Wacho-
Para eso el pescador Wacho, semana anterior había invitado a pasear a
Juan en la fibra, cerca del puerto, y le dio una semana para que se
decidiera.
- ¿En fin te decidiste a pasear en el bote?
- le pregunto Wacho,
- Si; estoy decidido le contesto emocionado Juan
- entonces partiremos mañana
- dijo el Capitán Wacho
Efectivamente amaneció el sábado, siendo las 7 de la mañana, cuando el
alba le sonreía y las gaviotas le daban la bienvenida llegó Juan a la playa.
La recorrió de punta a punta, para luego visitar a su ídolo el monumento al
pescador.
Juan hacía tiempo esperando a su amigo Wacho, cada minuto se
desesperaba, la paciencia se apoderaba de él.
Cerca de las nueve de la mañana, apareció Wacho.
Juan susurró en voz alta – por fin llegaste-
El monumento era testigo de aquel encuentro entre dos amigos, uno
maestro en la pesca, y el otro enamorado del mar.
Caminaron juntos, con la frente en alto mirando el colorido del mar, una
bandada de gaviotas se alegraban por tal acontecimiento cerca del
monumento al pescador, llegaron a la poza, donde Wacho tenía la fibra en
el varadero. En la misma poza que año atrás servía como acontecimiento
de llegada de todos los pescadores.
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Frente a la playa allí mismo en la arena a la orilla del mar, el pescador
Wacho tenía su bote de fibra, que con nostalgia miraba y al mismo tiempo
recordaba.
¿Cuál hermoso eran aquellos tiempos?
Cuándo la playa nos servía de llegada para nosotros los pescadores, que
veíamos en ella un paraíso precioso acompañado con la faz del puerto.
Juan se quedó anonadado.
Al escuchar las palabras del capitán Wacho sobre la playa, al contemplarlo
casi vacía y con aguas sucias.
El panorama era diferente a otros tiempos, apenas se podía mover la fibra
por el abundante sedimento que presentaba el lugar.
El pescador se preguntaba – ¿Quién será el culpable?-
Y en voz baja meditaba.
-¿será el hombre o la naturaleza?-
El pescador Wacho seguía hablando de la playa bonita de aquellos
tiempos, mientras Juan lo escuchaba.
-¿Recuerdo aquellos tiempos, cuando la playa era muy famosa, sus aguas
eran cristalinas que parecían espejo del alma para los tripulantes y los
botes de la pesca?
-Recuerdo de aquellos barquitos que parecían cajitas flotantes, y yo un
joven inquieto queriendo descubrir el mundo del misterioso mar.
El capitán Wacho, recordó aquellos viejos tiempos en la playa, cuando era
el primero en esperar a los botes que llegaban cargado de pesca. Nos
poníamos en fila para embarcarnos en un bote y recoger un gran picudo,
que era como un trofeo para el pescador, en aquella época la playa lucía
fascinante con aguas cristalinas. En dicho lugar nos esperaban las gaviotas
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de la vida armoniosa y alegre, en un pequeño camarote del barco, allí
mismo sobre la somera figura del bote temblábamos de miedo esperando
nuestro turno para marcharnos a la pesca, y en plano altamar saciar
nuestro instinto salvaje con el océano, como también con nuestro mar
abierto y profundo y desconocido para nosotros los pescadores.
¡Si señor¡ aquellos tiempos en los famosos “barquitos” cuando las gaviotas
nos hacían las venias en plana playa sobre las olas del mar azul, alli el
ambiente era maravilloso para los pescadores, el olor fresco de aquellas
brisas nos llenaban el pulmón de vida saluble marinera.
Las puertas de los camarotes se cubrían con un saco viejo y roto, en donde
el compañero pescador preparaba la faena, para la siguiente salida para
altamar. En la memoria del pescador Wacho, tenía muy presente todos
esos recuerdos y solo decía, se vive y se muere con el tiempo.
Y en la frialdad de la noche de aquellos tiempos memorables de mi
juventud de pescador, nunca logré llegar si ningún pescado a tierra,
La razón era porque en altamar yo era un diestro con los anzuelos y la
carnada, sabia todos los trucos que se utiliza en altamar.aquellos tiempos
eran muy buenos que tanto recuerdo, el dinero que se pagaba en aquellas
aventuras marinera era muy poco allá por los años ochenta.
El vaivén de las olas hacía que nuestras ropas cayeran en el agua y muchas
veces regresábamos de altamar a nuestra casa casi desnudo.
Recuerdo que un domingo, en una de esas aventuras en el mar, una
ballena jorobada que ni siquiera le vi el rostro me pasó debajo del bote, yo
un inocente muchacho no sabía que hacer, era imposible hacer algo por
que dicha ballena con un sólo bocado me tragaba,
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Pero un amigo con más edad y experiencia me dió un consejo, que cuando
me encuentre con aquellos animales marino es mejor quedarme frio y no
moverne hasta que se vayan, asi no me pasarà nada. ¡Que tiempos
aquellos¡ cuando nosotros teníamos garantizado nuestra pesca y con poco
dinero solucionábamos nuestros problemas. Igualmente recuerdo que el sol
era nuestro guia en el dia, y por la noche nos guiaba la luna, esos eran
nuestras brújula en altamar,que muchas veces me sacó de apuro cuando
estaba perdido y a la deriva, recuerda con nostalgia el Pescador Wacho al
mirar al centro de la playa, donde hoy está vacía y desolada.
Seguirá saliendo el sol en la ciudad. Seguirán golpeando las olas en la
marisma del puerto. Mirando aquel frívolo lugar junto a Juan, su amigo.
Solo le queda guardar en su sentimiento todos esos bonitos recuerdos que
siempre llevará en su corazón.
-¡si señor¡ Cuántos recuerdos!, nos trasladábamos en pangas, hasta llegar
al centro del mar, haciendo malabares no importaba nada sólo el placer de
de estar con mi amado mar azul y misterioso.
¡Cómo añoro aquellos años de mi juventud en dicha playa, en un tono
melancólico.
-Dijo en voz alta el pescador Wacho-
Juan seguía escuchando a Wacho, sin entender lo que pasaba, debido a su
juventud Juan no conoció la playa, cuándo ésta era un lugar maravilloso
para los pescadores de aquellos tiempos.
Después de meditar el pescador Wacho, prepararon la fibra, marcaron el
tiempo y la dejaron lista, Wacho el más experimentado en ésta área tomó
el mando y dijo:
-¡creo que con un pomo de gasolina tenemos!-
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Partieron cerca de las 10 de la mañana, y mientras se alejaban de la poza,
la ciudad se iba achicando, la sensación era eminente para Juan.
El corazón del joven sentía que se le salía, el mareo se acercaba y no podía
evitarlo.
A pocos metros de la playa, el puerto se veía como una reina maravillosa
para sus habitantes.
Cerca de dos horas duró el paseo, de este a oeste corría la fibra del capitán
Wacho, no se alejaron mucho, y desde la Bahía, se contemplaba un bello
Malecón Escénico que adornaba la ciudad en la playa del Murciélago.
Al llegar a tierra sintió una sensación diferente y con el alma en las manos,
le dio las gracias.
-¡gracias amigo, por tanta felicidad¡-
Juan se quedó parado un rato y luego se sentó en una roca, el mareo era
fuerte y se puso a vomitar a un costado de la playa. Después de pasarlo
muy bien, se fue contento llevando consigo un Pescado Dorado que le
regaló Wacho.
La mañana siguiente, corrió hacia la playa.
Lo primero que hizo fue visitar al monumento, para darle las gracias por
existir en su mundo.
-¡Gracias por darme valor¡-
-le dijo Juan-
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Luego se sentó una hora a su lado contemplando su mirada. El sol brillaba
en su esplendor, las brisas cantarinas que zozobra en la humedad del cálido
aroma marinero, todo era fascinante en aquella mañana.
Las pequeñas embarcaciones que llegaban al puerto, desembarcaban los
peces, la mayoría eran albacora y picudo, y muy poco dorado.
Juan veía cómo aquellos pescadores comercializaban sus productos del
mar, a comerciantes minoristas que llegaban en pequeñas camionetas.
-Juan le pregunta a Wacho-
-¿a dónde llevan esos pescados?-
El pescador le contestó,
-la mayoría los venden a fábrica de procesamientos de atún enlatados para
su exportación.
Juan cada vez que llegaban las embarcaciones observaba el resplandor del
horizonte, y en él veía a las fragatas cómo se alborotaban, al igual que las
gaviotas.
La alegría era sublime para todas las aves Juan ignoraba que estas
anunciaban la llegada de los pescadores al puerto.
Carlos, hermano del capitán Wacho, era quien recibía la pesca y se
encargaba de comercializar el producto.
Carlos era muy conocido en la playa cómo el lobo herido, debido a su
sufrimiento en el amor, y en la vida, él tenía en su manga una carta a parte,
conocía mucho de pesca y de comercio, pero era un salado en el amor.
La noche en el puerto lucía fascinante, con la luna que iluminaba la
marisma, acompañada de un ejército de estrellas. Hasta que llegó el día
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lunes por la mañana, tomó su taza de café y un pedazo de pan, luego se
dirigió a la playa, donde se encontró con el pescador Wacho.
Que estaba en la poza con los demás tripulantes. Juan lo observa desde una
grava sentado e ignorando lo que hacían los pescadores en el varadero.
-Juan pensaba en voz baja-
-¿Qué estarán haciendo?-
-se preguntaba-
La curiosidad del muchacho no se hizo esperar, se acercó a los pescadores
a preguntarles
-¿Qué tal muchacho?
Lo saludó con entusiasmo a los pescadores
-¡Cómo te va Juan!
-¡estamos varando! –le contestaron los pescadores.
Juan no entendía lo que era varando, quizás para los tripulantes del bote
era común, porque entendían lo que hacían.
El capitán Wacho le explicó a su amigo Juan, lo que estaban realizando.
-mira Juan-
Varando significa, cuando se prepara el bote para una nueva faena de
pesca, en el cual consiste lavarlo, pintarlo, revisar el motor, llenar los
pomos de gasolina, en fin dejar preparado la fibra para una nueva faena de
pesca.
Juan, enseguida se regocijó, su alma parecía haber encontrado lo que había
buscado, la felicidad brotó por sus poros, al escuchar las palabras de su
amigo Wacho.
-¿te gustaría ir con nosotros a la pesca?
-le dijo el pescador-
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El muchacho se quedó pensativo y pensó
-¡ésta es mi oportunidad!
- pero el pescador le dijo a Juan-
- siempre y cuando se enferme un tripulante-
- entonces te llevaremos amigo Juan-
Juan se decepcionó entristecido, bajó la cabeza y meditó en silencio.
-¡Otra vez será!-
El muchacho enseguida corrió a visitar al monumento para contarle su
desdicha.
-Le dijo en voz alta-
-¿Cuando llegaré a ser como tú?
- ¡pero no pierdo la esperanza¡ -algún día exploraré el secreto de tu
inmenso mar-.
Después de hablarle, cómo siempre se sentó a su lado por una hora.
La soledad y las gaviotas eran sus compañeras de aquel día inefable, que
soportaba aquel muchacho en la playa.
Por la noche al llegar a casa Juan encuentra a su padre muy enfermo, con
abundante fiebre y muy pálido, sin saber que hacer comienza a ponerle
unos paños con agua fría en la frente, para bajarle la fiebre, tenía una
calentura sumamente peligrosa.
-Oh! Dios que hago?
Juan le suplicaba a una imagen de Cristo que tenía en su pequeño cuarto.
Pero la fiebre no le bajaba, más bien le aumentaba, se quedó a su lado toda
la noche.
Los síntomas que tenía el padre de Juan era fiebre alta, dolor de huesos,
calambre y arrojaba sangre por la boca.
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Juan sin ayuda de nadie y prácticamente sólo se enfrentaba a la realidad de
la vida, la época que vivía era sumamente difícil, las plagas, las
enfermedades, los paros de las instituciones, eran el pan del día en el
puerto.
El agua potable llegaba una sola vez al mes, el puerto se moría de sed y no
había nadie quien lo salvara.
A pesar de la fuerte enfermedad que tenía el padre de Juan participa en un
paro de jubilados, que justamente en esos días se realizaba en todo el país.
Los jubilados reclamaban aumentos de sus sueldos.
Los días pasaban y el gobierno no daba solución al problema social, el
sueldo era demasiado miserable que recibían del estado. Casi un mes y el
padre de Juan seguía reclamando sus derechos como un jubilado de su
patria, los días pasaban y su debilidad era total, su fuerza se le terminaba.
Hasta que los compañeros jubilados para presionar más al gobierno
nacional se someten a una huelga de hambre, es cuando comienza la
fatalidad para José el padre de Juan, debido a la falta de alimento comienza
darle convulsión, los viejitos jubilados estaban desesperados, no sabían
que hacer, por la noche comienza nuevamente la abundante fiebre y dolor
de estómago, la vida se le escapaba de las manos, era su final.
Y al amanecer de un domingo el padre de Juan falleció, dejando más solo
que nunca a su hijo. Cuanto dolor y tristeza se observaba en aquella
escena, quizás lo mató la desnutrición por la huelga de hambre. Los
compañeros jubilados llevan el cadáver a la casa de Juan cerca de la playa,
un mes y una semana duró el sufrimiento de José el padre de Juan, este
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maestro jubilado que pagó con su vida por un mañana mejor para su
gremio.
Los vecinos comentaban.
-¡esto es una tragedia para Juan ¡-
El informe del médico, daba como resultado la causa de la muerte del
padre del muchacho.
¡Lo mató la desnutrición por la huelga de hambre¡.
Los vecinos hicieron una colecta, para enterrarlo en el cementerio local.
El sentimiento de Juan estaba por los suelos, su soledad se aferraba más a
él, su perro Lorenzo era lo único que tenía. El soberbio corazón de Juan se
sentía cómo un badulaque traicionado por la soledad.
Completamente solo se quedó el muchacho, pero en su mente le iluminaba
una estrella, fuerza y mucha fe tenía Juan, no se dejó vencer, sabía que
tenía un amigo incondicional, que era el monumento al pescador.
En la mañana siguiente Juan se dirigió a la playa, sabía que allí encontraría
lo que buscaba, Paz interna para su alma, lo primero que hizo es visitar al
monumento para contarle su tristeza.
-¡he aquí otra vez contigo!-
-le decía Juan al monumento
-¡si tu no existieras en mi vida, quizás ya hubiese muerto!
Cerca de dos horas le habló a su amigo, contándole su tristeza y amargura,
el monumento sólo escuchaba con mucha pena y desolación a su amigo
Juan.
Se tornaba impotente la súplica del muchacho, que tenía que vivir
cargando la cruz del dolor, y su karma que le ha regalado la vida.
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Después de contarle todo, Juan se dirigió a la playa, camino por varias
horas en la arena y siempre con la mirada proyectada al mar.
Para entonces las gaviotas y las fragatas volaban en el cielo, Juan sabía que
era el anuncio de la llegada de los pescadores de sus faenas de altamar.
Una vez, más llegaba el capitán Wacho repleto de pescados, en su pequeña
fibra, los compañeros de pesca miraban absortos, no se explicaban el
porqué de la suerte de Wacho en el mar.
La mayoría de los viajes cogía buena pesca.
Cansado de caminar Juan se paró y desde una distancia de la playa,
observa a sus amigos, el desembarque de los peces.
Juan rogaba que se enfermara un tripulante, o que se emborracharan, para
poder ir a la pesca, cómo se lo había prometido el capitán Wacho.
Pasaba el tiempo y esto nunca sucedía, la oportunidad que esperaba no le
llegaba, su paciencia se agotaba.
-¡Estos pescadores tienen buena salud!-
-Decía Juan-
Luego caminó hacia el astillero pateando conchas y caracoles, pero con la
firme decisión de conquistar el misterioso mar abierto y profundo.
Un día más en el trajinar de la playa, se marchó caminando a su pequeña
morada, donde sólo lo esperaba y le daba la bienvenida su perro desnutrido
y muerto de hambre Lorenzo, en la soledad de su cuarto frente al mar.
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CAPÍTULO 2
EL AMOR DEL PESCADOR
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Juan, derrochaba muy buena energía trotando de punta a punta sobre la
arena caliente de la hermosa playa.
Siempre trotaba con la mirada puesta al monumento al pescador, no le
importaba pisar caracoles, ni algas dañadas, para él sólo le importaba los
honores para su amado y querido monumento.
Cierto día trotando de norte a sur divisó a lo lejos una hermosa figura que
salía del mar, cómo si fuese una esbelta sirena, su cuerpo se moldeaba
como tal. Acostada en la arena su silueta era como aquella criatura
primorosa tendida en esa extensa playa que lo hacia mas preciosa.
Juan se impresionó tanto, que por primera vez traicionó sus ideales de
pescador.
-¡Qué hermosa Mujer!-
- Dijo impresionado.
Juan apresuró su marcha y se dirigió a ella, cómo queriendo abrazar su
bello encanto.
Trotó cerca de la mujer, pero ella ni siquiera lo miraba.
Después de llamar su atención sin resultado, optó por dirigirse al
monumento para pedirle ayuda.
-Aquí estoy de nuevo?-
- le dijo el muchacho!
-¿Qué debo hacer para conquistar a esa mujer?-
El rostro del muchacho brilló por un instante como queriendo decir algo,
Juan se sintió emocionado y se le iluminó la mente.
Y dijo:
-¡ya lo tengo!-
Corrió a un pequeño bote, cerca del astillero.
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Donde el pescador Wacho tenía una gaveta llena de carnada de pinchaguas
y pulpos.
Cogió un puñado de carnada, y se dirigió rápidamente a la playa, lo que
Juan quería era impresionar a la chica sea como sea.
Lo primero que pensó fue en sus amigas las gaviotas y se acercó a unos
cinco metros de la hermosa mujer, tanta fue la impresión para Juan, que se
quedó mudo al verla tan dulce y llena de ternura.
- ¡y exclamó en silencio!
-¡Oh Dios!
- ¡Qué cuerpo¡, que cuerpo mi Dios?
- ¡es una sirena varada en esta arena!-
Su cabellera ondulada cómo si fuese un azabache, sus labios carnosos
como invitándome a besar, sus ojos mi Dios dos puñales que clavan mi
corazón. Su cadera se movía al ritmo de las brisas marineras.
Las olas se detuvieron por un instante y las gaviotas se quedaron mudas.
Después de la apasionante sensación que sintió, lo único que deseaba era
llamar su atención,
Sacó un puñado de pinchaguas y extendiendo los brazos abrió sus manos
llamando a las gaviotas a comer.
Una bandada de gaviotas llegaron a Juan, la mujer empezó a mirarlo con
mucha atención lo que hacía.
Juan tenía como objetivo establecer un diálogo con ella.
El muchacho hizo una antesala, girando en su propio eje, y sobre la arena
caliente dejaba sus propias huellas.
Lapso en que la bella mujer se aposentó en la arena.
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La incertidumbre se desarrollaba dentro de Juan, por un infundado temor
para acercársele a la criatura.
Corrió cerca del astillero, por unos quince minutos hasta serenarse del
impacto de su belleza.
Se le encendió el foquito, emocionadamente corrió hacia el monumento,
con el rostro todo rosado, la sangre se le había venido a la cara de
felicidad.
Luego se dirigió a la mujer
Se sentó a su lado, el brillo de su cabellera era como un diamante que
iluminaba cual resplandor y con su voz temblorosa le pregunta.
-¡hola!, cómo te llamas?-
La hermosa mujer lo miró y entre nerviosa le contesta
-¡Me llamo, Samantha!-
El primer paso ya lo había dado emocionado,
Juan seguía dialogando con Samantha.
La mujer en diálogo cortado le pregunta a Juan
-¿te gusta el mar?-
Juan le contesta enseguida
-¡Yo soy hijo del mar!-
-prácticamente he nacido aquí-
Cerca de cuatro horas duró la plática, el amor se había encendido para
ambos, Samantha y Juan se habían impresionado tanto, que la ternura
brotaba en los poros de aquellos cuerpos enamorados.
Samantha le pregunta a Juan en un momento sublime como queriendo
decirle, si estaba feliz por conocerla a ella en una playa olvidada.
-¿Qué piensa de mi Juan?-
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-le dijo Samantha-
Realmente estoy impresionado por tu belleza, has llegado al jardín de mi
vida, como enviada de Dios.
-le contestó Juan a Samantha-
El muchacho le seguía detallando con mucho cariño lo que sentía por la
bella Samantha.
-He vivido sólo tantos años, ya que mi padre murió y sólo las gaviotas y
mi perro Lorenzo son mi única familia.
Samantha lo contempló, y lo miró a los ojos
-y le dijo-
-¡desde ahora yo seré parte de tu familia!-
Juan se emocionó tanto y lo abrazó, del impacto se quedó mudo sin
reaccionar.
Luego corrió a llorar frente al monumento al pescador.
Al día siguiente se encontraron en el mismo lugar a pleno sol de la
mañana, Juan ya calmado y en un tono desafiante al amor, se le declara a
Samantha.
-y le dice-
“Antes de conocerte mi vida era muy desolada y triste, en mi playa sólo
existían las olas del mar y las gaviotas.
Con tu llegada, mi querida Samantha, floreció el amor en mi corazón, haz
despertado en mí esa ternura que parecía morir lentamente.
Y ahora en adelante tu y yo seremos los dueños de esta inmensa felicidad
amor mío”.
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Satisfecho y emocionado ambas parejas se juraron amor eterno, luego se
dirigieron al parque del marisco a celebrar dicho acontecimiento con un
afrodisíaco camotillo frito. Lugar predilecto para saborear una mariscada.
-¡Qué feliz me has hecho!-
-le dijo Juan a Samantha-
En un agradecimiento divino, porque se encontraba solo, testigos eran los
pescadores, las gaviotas, el monumento, y el mismo amor.
Aunque en el pensamiento de Juan seguía latente la conquista de su mar,
su asertivo era cada vez más desafiante por demostrar su orgullo así
mismo.
Samantha se decide vivir junto al hombre que le había declarado su amor.
Juan para su primera noche de luna de miel, invita a Samantha a la playa.
La idea de Juan era hacerle el amor en la arena a media noche y con el
resplandor de la luna, frente al monumento al pescador como padrino de la
boda.
Samantha ignoraba todo lo que Juan estaba haciendo en su primera noche
de luna de miel, y más que todo de llevarla a la playa a media noche.
El hacía esto con su amada Samantha cumpliendo un ritual, que le había
dicho un viejo pescador llamado Felo.
Samantha por su belleza despampanante tenía impresionados a todos los
pescadores amigos de Juan, el muchacho de cariño le decía a Samantha la
tuco un ser que al mirarlo impresiona y causa sensación por su contenido
físico.
-¡Qué tuco de mujer!-
-le dijo en voz alta Juan-
- ella lo cogía como un piropo venido de la voz de Juan
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Por otro lado el muchacho debía cumplir un ritual con su amada Samantha
por pedido del viejo felo
Un jubilado y maestro en el arte de la pesca. Tenía muchas millas
recorridas en el océano.
Canoso pero muy sabio en la faena en alta mar, vivía en Los Esteros y
caminaba todos los días por la playa, en donde conoce a Juan y le enseña
el arte en la pesca.
Cierto día Juan conversó con el viejo Felo, pidiéndole consejo sobre los
trucos del mar.
El viejo sólo le dio un consejo
-y le dijo-
-¡mira muchacho!
“Un pescador con suerte coge muy buena pesca, un pescador sin
suerte, le ponen los cachos, y hasta el calzoncillo lo tiene salao”
Juan, tan enfermizo por el mar cogió de muy buena manera este
pensamiento dicho por el viejo Felo.
Se hicieron muy buenos amigos y caminaban como padre e hijo, los
pescadores lo contemplaban con ternura al verlo pasar por la playa de
Tarqui.
El viejo era muy sabio tenía mucho conocimiento de la vida, sabía algunos
secretos y reflexiones sobre el amor.
Juan no perdía la oportunidad y cada vez que podía le pedía consejo.
Juan le dijo al viejo Felo,
-¡estoy enamorado del mar y de una sirena!-
-el viejo lo mira-
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y le dice en voz alta mientras caminaban desde Los Esteros hasta la playa,
-¡mira Juan, te voy a dar otro consejo!-
-para que lo tengas en tu mente-
“el día que te cases, trae a tu mujer a la playa, que la luna ilumine el mar, y
siendo las 12, o sea la media noche, hazle el amor frente al monumento al
pescador, sobre la arena fresca”
Este secreto te dará la felicidad, y tu mujer dará a luz un precioso niño que
será tu orgullo.
-¡tu hijo será un gran pescador!-
Creencia o no Juan cumplió con ese mandato como se lo había pedido el
viejo pescador.
Siendo la primera experiencia para los dos ambos sentían una sensación
rara, pero maravilloso más que todo para Juan.
Estando en la media noche el reflejo de la luna era eminente, las brisas y
las olas desnudaban sus alegrías de felicidad, el monumento observaba
aquel amor placentero.
Hasta el amanecer duró este idilio, para Juan fue algo maravilloso y eterno,
para Samantha una nueva sensación que le ha dado la vida.
Luego, ellos se marcharon a casa de Juan, y despertaron con la aurora, y
una satisfacción total en el cuerpo y en el alma por tan plácida noche.
Juan muy por la mañana fue a la playa, buscando las huellas que habían
marcado por la noche.
En la plenitud del éxtasis dibujó un corazón en la arena, con él nombre de
su amada Samantha, para que quedasen por siempre unidos, el amor de
Samantha con el amor de Juan bajo las olas del mar.
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Juan se inspiro aquella noche pasional por su amada Samantha y le dedico
un verso:
“Tu nombre lo grabé en la arena en una noche tibia de mi soledad, para
obsesionarme de lo que fuera nuestro esplendor en la frivolidad.
Al día siguiente, busqué tu nombre, pero ya las auroras lo habían borrado y
de pena gritó mi corazón en lúgubre por esas letras que tanto había
amado”.
Caminó por varias horas buscando las huellas y no encontró nada, como si
se lo hubiese llevado el viento. El amor de aquella noche playera.
Después se sentó en una roca, mirando la caída del sol del puerto, las
gaviotas amigas inseparables de Juan volaban a su alrededor.
-¿Cómo están amigas gaviotas?-
-¡No crean que las he olvidado!-
-le grita Juan-
El muchacho se sentía herido, con los sentimientos del mar y su alrededor.
Pensaba que había traicionado a sus ideales de pescador, con el amor de
Samantha.
Sentado cerca de la poza, el crepúsculo iba llegando, ya la playa estaba
desolada, las gaviotas alzaban sus vuelos en el alero buscando sus nidos
para un nuevo amanecer.
Antes que anocheciera Juan se dirige a confesarle su delirio a su amado
monumento, se regocijo de placer y de alegria, y como siempre se puso a
su lado mirándolo de frente.
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El monumento al pescador era testigo y padrino de aquella noche de
pasión entre Samantha y Juan.
Lo miró por varios minutos, para luego confesarle lo de aquella noche bajo
la luna iluminada, reflejaba en verso esta frase para su amor eterno, que
decía.
Quiero en la playa
Compartir con mi amor,
Bajo la luna enamorada
El placer para los dos.
En nuestro bello mundo
El silencio es maravilloso
Sólo las brisas y las gaviotas,
Son testigo de nuestro amor.
Como el cielo deslumbrante
Y sobre la blanca espuma
Cubrir tu cuerpo figurante
Como manto, como nieve,
En esta noche delirante
De nuestra playa de ternura.
Sentir mi alma enamorada
De la vida y del mañana,
Y de compartir en la playa
Las caricias con mi amada.
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Fue una linda noche
Aunque el crepúsculo llegó
En mi quedó su ternura,
De aquella noche de pasión
Que compartí con mi amor
En nuestra playa de locura.
Juan seguía confesándole al monumento, la romántica noche. Él como
siempre atento a su confesión.
¡Y le dijo!-
-¡si supieras amigo mío¡ como recuerdo aquella noche cuando Samantha
me entregaba su amor.
-¡si, señor!-
Aquella noche inolvidable de mi juventud, que siendo casi un hombre,
quise ser un niño, buscando el deseo con lisura para descubrir un mundo
nuevo y en ello matar su inocencia.
- Así sucedió!-
Ella era una chica inocente, en aquella arena de nuestra playa. El amor se
perdía en su mente y en la oscuridad, nunca pensé con mi compañera
establecer una aventura.
Ni descubrir un paraíso que me diera esta dicha mía, Samantha muchachita
tímida que de repente se convertía en algo inolvidable hasta llenarme de
una profunda ternura.
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Sus ojos desprendían fuegos, que me hacían provocar una memorable
sensación, pasaron las horas y Samantha se volvía mujer.
Y en mí despertó ese ego amoroso que me dio una profunda satisfacción,
esa niñez inocente, cuando una y otra vez los deseábamos.
-¡si, señor!-
Qué espléndida mujer, cual perfume de amor, cuando me dio su ternura y
dejó mi alma casi muda.
Recuerdo aquella noche cuando la luna nos daba su resplandor y a plena
luz de la luna nos quemábamos con el ardiente fuego de la pasión.
Nuestra mente candente llena de alegría, disfrutaban cuerpo a cuerpo en
aquellas arenas tibias.
Para quedar oculta su alma enamorada, tan bella y casi temblando de
placer en la arena, la poseí una y otra vez.
Y al vaivén palpitaban sus senos y al ritmo de mi loco ensueño mis ojos se
volvían inquietos al mirar un cuerpo tan hermoso y tan moldeado.
Juan seguía narrándole detalles por detalles a su amigo incondicional la
pasión que disfrutó con su querida Samantha.
¡Si, señor!-
La cubrí con toda mi pasión de norte a sur, su suave piel de armiño
brillaba cual diamante precioso, poco a poco me enloquecía y la empecé a
explorar a besos, sus labios carnudos alimentaban mi sed de amor.
Recorrí una y otra montaña de su espléndida figura, su alma y la mía
suspiraban y se quejaban hasta quedarse dormida. En sus ojos se podía ver
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la satisfacción, su mundo se convertía en laberinto que día después su
sentimiento descubriera.
Pasaron algunas horas y su timidez se transformaba rápidamente en
alegría, que confundía mi mente por tan perdurable rapidez, su voz
temblorosa y llena de suspiro se perdían en el silencio de la sofocante
noche marinera.
Desde entonces quedó marcado en esta playa, cuando nuestra alma se
unieron cual fruta prohibida se comían en idilio, el mañana no existía, ni el
futuro, sólo una colorida dicha.
-¡si, señor!-
-Qué belleza de criatura!-
Mi calor todo lo entregué cuando me hizo enloquecer, ya que vi que a mi
lado de niña se volvía a mujer, su bello blanco vestido tirado en la arena
testigo mudo y ciego de aquella noche de amor.
Sólo ella transformaba esas ideas en pasión, y dentro de su corazón una
alegría solemne, porque sobre toda las cosas Dios nos envío al paraíso de
amor y en la playa depositar nuestra confianza.
Quizás cuándo lleguen al brillo máximo las estrellas su vida y la mía ya
estarán fundidas en lo sublime del amor, los caracoles y las gaviotas
sentirán celos al mirar tendida en la arena a tan preciosa criatura.
-¡si, señor!-
-así ella lo quiso!-
-y el destino también!-
No importa que nuestro cuerpo ya no sienta ese calor, pero bien quedó
marcada esa sensación precisa.
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La voluntad de los dos era eminente que hasta el universo nos miraba con
ojos de locura, esa experiencia nos dejó listo a los dos, y cuando vengan
nuevas aventuras, la flecha del amor ya estará encendida, la luna
enamorada ya estará preparada, el vaivén de las olas ya estarán calmada, y
el candente sol ya estará apagado.
Juan seguía detallándole paso a paso a su ídolo y el complaciente
escuchaba aquellas confesiones de amor.
Que no era usual en un hombre dedicado a la pesca como era el
monumento al pescador. Cerca de la media noche Juan seguía sentado a su
lado y en voz baja
-le decía!-
-¡si, señor!-
Ahora cada cual por su destino según marque su mandato buscando un
nuevo sentido de aquella sombra que un día nos unió uno al otro como
regalo divino.
Y serán otras iníciales que adornen la frescura de tu fragancia, cuando la
mañana se vista de alba y te despierte la luz del sol, te acordarás de cuanto
nos amamos en nuestra playa de locura, y de aquella libertad bohemia que
juntos disfrutábamos.
Nosotros éramos las mismas personas, con un solo pensamiento, fue un día
divino eso es cierto, pero dentro de esa divinidad estaba mi sentimiento de
hombre enamorado y de un amor verdadero, solo el tiempo y la distancia
lo borrarán algún día.
-¡si señor!-
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Porque así ella lo sentía, porque así yo lo quise.
Ella siempre será mi gloria, pasará el tiempo sin saber que a pasado, pasará
la vida sin saber que he vivido.
Aún después de que yo muera el amor ya estará encendido, y nuestra
historia ya estará escrita.
Se paró ya cansado de dialogar con el monumento, la madrugada estaba
presente, la noche no presentaba luna. Juan quedo exhausto por lo que
había expresado a su amigo.
-¡Gracias mi amigo por escucharme!-
-le dijo Juan-
Luego se marchó a casa pensativo y soñoliento, y mientras caminaba
renegaba su maldita suerte.
-“De qué me sirve el amor, si me siento solo, de qué me sirve el mar, si
sus océanos no son míos, de que me sirve esta vida, si soy un
miserable”.
-Gritaba Juan-
Mientras se dirigía a su casa inconforme de la vida que estaba viviendo. Al
llegar a casa lo primero que hace es patear al perro Lorenzo, el perro era
quien le daba la bienvenida.
Samantha inconforme por el trato de Juan, se iba alejando poco a poco,
desde aquella noche maravillosa que pasaron en la playa, ya no era lo
mismo.
Juan seguía dedicándole todo el tiempo a la playa y a su monumento, la
rutina del muchacho no cambiaba.
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Para eso ya habían pasado algunos meses, Samantha estaba embarazada.
Ella cansada del abandono un día se puso a pensar y decide llamarle la
atención a Juan. Lo esperó en su pequeño cuarto,
-y le dijo-
-¡Juan tenemos que hablar!-
-¡tienes que tomar una decisión!-
Juan con el coraje del fracaso, escuchaba a Samantha.
Él se sentía defraudado de sus amigos pescadores, el tiempo pasaba y no
lo llevaban a la pesca, por eso lo invadía la rabia, su sueño no se le
cumplía.
Samantha le seguía hablando, Juan escuchaba sin decir nada, agachado
sobre la cama establecía el diálogo.
-¡Juan tienes que decidirte!-
-¡tu playa, tu mar, tu monumento!-
-¡O tú hijo, y yo!-
-le dijo Samantha-
El muchacho no le contestó, agachó nuevamente la cabeza y se acostó sin
decirle nada.
Muy de mañanita cuando el alba despertaba la ciudad cerca de las 6 de la
mañana, Juan se dirige nuevamente a la playa. Samantha comprendió la
decisión su silencio le decía todo, se quedó llorando en su cuarto
acompañado del perro Lorenzo.
Juan tenía una difícil decisión, amaba mucho a Samantha pero no podía
vivir sin el mar. Por eso callaba ante una decisión.
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Juan al regresar a su pequeño cuarto, solo encuentra al perro Lorenzo. Su
querida Samantha se había marchado, nuevamente la soledad lo invadía.
Ella se marchó al no tener apoyo de Juan, estaba embarazada de ocho
meses, ella se cansó de tanto olvido, soportaba amargura al saber que su
querido Juan tenía como privilegio el mar y a su monumento.
A un mes de que Samantha le diera el hijo bendecido por el mar, se fue sin
dejar ninguna nota. Sé canso de tanto abandono del joven pescador. El
tenía un sueño de conquistar algún día su amado mar desconocido.
La bella mujer era de una familia muy acomodada, ella dejó toda su
riqueza por el amor de Juan. En vicisitudes de la vida se canso de tanto
llorar. Pero el amor de ella era más fuerte que la misma vida.
Sólo y con su tristeza, Juan se aferra más a sus ideales que es ir de pesca a
su anhelado mar. Si bien era cierto lo que le estaba pasando era su culpa,
por no cuidar a su amada mujer. Pero las leyes del destino eran más fuertes
que su propia voluntad. El solo obedecía los mandatos de su corazón.
Con el abandono de Samantha y la muerte de su padre, Juan se sentía más
solo que nunca, lo único que lo seguía acompañando era su perro Lorenzo
y de ves en cuando los concejos de su amigo el Viejo Felo, ya que el
capitán Wacho a quien lo admiraba como pescador la mayor parte pasaba
en altamar y poco lo veía. Sus ideales seguian latente en el pensamiento de
de aquel muchacho, su sueño más grande para él era conquistar el mar, que
era su propósito anhelado para su vida, y asi tener una paz interna en su
corazón y en su alma.
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CAPITULO # 3
EL PESCADOR SOLITARIO Y EL PEZ GATA
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No pasó mucho tiempo que el muchacho volviera a caminar cerca de la
playa,
Su amigo Wacho el pescador cada ocho días llegaba cargado de pescados.
Eso significaba que había abundancia de peces, y es por eso que las faenas
eran cada día más cortas para los pescadores del perfil costanero.
Pasaba el tiempo y Juan se desesperaba por salir a su primera faena en alta
mar, todas las embarcaciones llegaban repletas de peces, su paciencia se
agotaba al no tener una respuesta positiva de su amigo Wacho.
Los tripulantes eran diestros en su trabajo a pesar que la mayoría estaban
curtidos de alcohol, y casi nunca se enfermaban.
Para Juan era un problema, porque si esto estaba pasando él nunca tendría
la oportunidad de ir a alta mar, y realizar su sueño anhelado.
-¡Hasta cuando esperaré!-
Meditaba cansado una y otra vez, sacando fuerza de valor en una de las
tantas caída de sol, que siempre observaba Juan en el puerto.
Cansado de esperar el muchacho se dirige a la playa en busca del viejo
Felo, a pedirle ayuda y consejo. El viejo pescador vivía en una pequeña
casa sólo, él fue un maestro en la pesca artesanal, casi toda su vida lo
dedicó al mar.
El viejo Felo al ver al joven se sorprendió ya que nunca tenía visita de
nadie, por que ahora la mayor parte de su vida se dedicaba a la vida
bohemia y al trago.
-¡Hola muchacho que haces por aquí!-
-le dijo el viejo Felo-
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-¡he venido a solicitar tu ayuda!-
-¡quiero que me enseñe los secretos de la pesca!-
-le solicitó Juan-
De inmediato se fueron caminando de playa a playa, hasta el astillero, el
viejo le detallaba paso a paso todo lo que él había aprendido durante toda
su vida en altamar.
Luego se dirigieron a conversar frente al monumento al pescador, donde el
muchacho le confesaba al viejo cuanto admiraba a dicho monumento.
Cerca de una hora permanecieron a su lado idolatrándolo, el viejo Felo no
decía nada, solo le hacía compañía a Juan.
Y a pleno sol se dirigieron al centro de la playa, donde el viejo tenía su
guarida, un lugar muy concurrido para los pescadores, el viejo en
compañía de Juan llegaron al mar, donde él era un pescador muy
apreciado y preferido de aquella playa. El mar siempre permanecía lleno
de pescadores listo para una faena.
Y entre olas torbellinas se agitaba sin cesar el ambiente marinero, a lo lejos
se escuchaba el sonido de las gaviotas preferida del viejo Felo, abrazo van
y abrazo vienen, conversaban de sus penas y sus desdichas. Después se
marcharon al frente del monumento al pescador, allí mismo lloraba Juan
por que su sueño todavia no se le hacia realidad, de conquistar su amado
mar. El Viejo Felo le pedia paciencia a su amigo, el siempre lo atendía
cordialmente y de vez en cuando lo aconsejaba.
Luego de pasar esos momentos de recuerdo el viejo Felo le confiesa a
Juan, que el era un zorro en alta mar, y que siempre hacía buena pesca. El
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viejo recordó que en la playa tenía un viejo bote que lo había obtenido
durante su trayectoria en la pesca.
Después de enseñarle algunos trucos en el arte de la pesca a Juan el viejo
decide regalarle su vieja barca, para que el muchacho realice su primer
viaje a alta mar.
-¿Juan te gustaría tener tu propio bote?-
-le dijo el viejo Felo-
El joven se sintió emocionado y le agradeció mucho por tan hermoso
gesto, que como si fuera un sueño se convertía en realidad.
Por su parte Juan ya estaba cansado de tanto esperar a su amigo Wacho, de
que nunca le diera una oportunidad.
Prepara su propia faena en compañía del viejo, las gaviotas cantarina
alegraban sus vuelos, de ver la felicidad de Juan, el bote estaba dañado
tenía huecos por debajo y le faltaban algunas tablas, el mástil estaba
partido.
En una semana arregló el bote dejándolo casi listo a la orilla del mar.
Sólo faltaban algunos detalles casi el ochenta por ciento estaba arreglado.
-¡Ahora que hago!-
-dijo Juan-
Estaba contento pero a la vez triste, contento porque sus sueños se le iban
a hacer realidad.
Y triste por que no tenía el amor de Samantha y el cariño de padre, su poca
experiencia y casi nula en la pesca, se truncaba toda salida para alta mar.
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El viejo Felo lo observaba muy empeñoso y le causaba tristeza al no poder
acompañarlo, y medita en voz baja
-¡Cómo pudiera ser más joven¡-
-¡maldigo ser un viejo inservible!
Para demostrarle a ese muchacho mi destreza en el mar.
El viejo pescador admiraba a Juan por su valentía por enfrentarse solo al
misterioso mar, se acercaba la noche, el viejo y el muchacho se sentaron
en una roca, observando la llegada de los barcos atuneros que entraban al
puerto. El viejo con su botella de caña, que es un licor para hombres rudos
como lo era él, le seguía dando consejo a Juan, mientras admiraban un
paisaje hermoso único en un puerto de aguas profundas.
Juan solo miraba y escuchaba en silencio, las anécdotas de una leyenda
viviente como lo era el viejo Felo, con toda la sabiduría que le inculcó el
pescador, el muchacho se sentía seguro de desafiar al mar.
Ya casi a media noche se marcharon abrazados, no sin antes despedirse de
su ídolo como lo era el monumento al pescador, Juan le dijo al viejo:
-¡Vámonos a descansar!-
-que mañana será un nuevo día!-
-¡y un nuevo desafío para mi vida!-
Casi no durmió toda la noche pensando en el preparativo del viaje, se
acordaba del sueño que tuvo días atrás.
El viejo Felo, era un zorro, se las sabía todas.
Le había dicho una vez, que a una mujer se la debe tener complacida en
todo, si no era cacho seguro.
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48
Y no dudo en darle otro consejo a Juan,
-y le dijo-
-“El mar y la mujer, nunca avisan su traición, hay que ser buen pescador y
buen amante”
Juan escuchaba mientras el viejo alzaba el codo tomando su caña y le
decía en un tono desafiante, por lo duro que lo había tratado la vida.
Al llegar a su cuarto, con su perro Lorenzo, se ponen a observar el
panorama, la luna se apagaba y entre nubes se ocultaba, como presagiando
el sufrimiento que tenía el amante frustrado, sobre la ventana observaba
como en el cielo no brillaban sus estrellas en esa noche.
Acostado sobre la cama y con la mano sobre la cabeza sólo atinaba a decir:
- Qué dura y triste es la vida!
Cuando se tiene el corazón vacío,
El rostro se cubre de melancolía
Día tras día mientras uno viva!-
- Sin amor y sin futuro-
- ¡que será de mi vida¡-
Murmuraba en voz baja, aquella agonía que sentía
Al día siguiente amaneció en la playa limpiando el bote, el viejo Felo llegó
una hora después y le ayudó a preparar la embarcación.
-¿seguro que te vas a la pesca?-
-le dijo el viejo-
-¡ahora estoy más que nunca decidido!-
¡Le contestó en voz alta Juan!-
El viejo Felo más experimentado cogió el mando, la preparación, Juan se
extasiaba del encanto de la playa.
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49
En su rostro no cabía la felicidad.
El bote lo pintó con los colores de la bandera del puerto, celeste y blanco y
en la parte de la proa le puso el nombre de su equipo favorito El Delfín.
Embarcaron 4 pomos llenos de gasolina para el motor, un tacho lleno de
carnada, especialmente pulpos frescos, anzuelos, un par de remos, en el
mástil puso una franela blanca, símbolo de soledad y paz.
Un pequeño radio viejo, y lo más importante para el ilusionado tripulante
solitario los víveres, para una semana, dos pomo de agua para beber y un
pomo de diesel, por si le aparecía algún animal peligroso le derramara
alrededor del bote-
A pleno sol preparaba su viaje, por la noche era la partida como lo hacían
todos los pescadores.
Casi lista la barca, el viejo se lo lleva a Juan a caminar a seguirle dando
más consejo sobre la faena de pesca.
Por la tarde a plena caída de sol en el puerto, y mientras caminaba el viejo
le daba ánimo y lo felicitaba por su decisión de ir a la pesca solo.
Ya atardeciendo los rayos solares se ocultaban, el rostro del puerto
cambiaba su belleza de alegría a tristeza.
Cerca de las 7 de noche, Juan se dirige al monumento al pescador. A
pedirle el último consejo.
-¡aquí estoy otra vez!-
-le gritó en voz alta-
-¡voy a desafiar al mar!-
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Por mi soledad, por mi padre, por mi amada Samantha y por tu existencia
monumento al pescador.
Porque ya es hora que realice mi sueño y demuestre porqué amo tanto al
océano.
Cerca de las 8 de la noche, el viejo, el único amigo del muchacho, que se
encontraba esa noche, cogió dos troncos redondos, los tiró a la arena y
sobre los troncos puso el bote viejo, lo rodó algunos metros hasta llegar a
la orilla del mar.
Juan también ayudaba a empujar, sin saber que estaba acortando su
destino.
Se abrazaron muy fuerte ambos lloraban con desesperación.
Juan abrazó su tristeza y desolación.
El viejo Felo, es quien sufría más esta partida, sentía que en su vida se
quedaba un vacío.
Hasta que llegó la hora de la verdad siendo las 10 de la noche, partió Juan
hacia altamar.
Solo el viejo Felo lo despidió en su partida como estaba llorando sus ojos
cubrían las lágrimas de dolor y con su mano izquierda alzaba agitando su
despedida y con la otra mano bebía su botella de caña.
En el momento de la partida es la etapa de transición en el cual el coraje se
mezcla con la valentía de Juan. En su mente estaba la incertidumbre del
viaje, pero no le importaba nada solo enfrentarse con los desconocidos
para alimentar su alma marinera.
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Juan se embarcó desafiando al mar, solo en un pequeño bote, aunque
llevaba motor a gasolina, también dos remos por si le fallara el motor.
Mientras se iba alejando del puerto, cerraba los ojos dejándose llevar por
el viento y el destino, las luces se iban apagando, el brillo se iba
marchitando entre el sonido del motor y el vaivén de las olas.
Y en la orilla del mar sobre las rocas perennes el faro lloraba su partida.
Juan seguía corriendo rumbo incierto, iba sentado en la popa del bote
guiando el motor, y mientras se dirigía a toda velocidad, iba guiándose por
la luna que en ese momento era su única compañera.
-¡luna lunita guíame por tu sendero!-
-decía Juan-
Mientras lo observaba en su recorrido en el centro del bote, su
desesperación era constante.
Muy preocupado se pone su sombrero de paja y su chaleco salvavidas, el
viejo Felo, le dijo-
Que por la noche la luna quemaba más, que el sol por el día, por eso Juan
iba preparado para todo desafío.
-¡Quién iba a pensar¡ de aquel muchacho, tan ilusionado por el mar, que de
un momento a otro se encontrara solo en altamar cumpliendo con su
sueño.
Quizás su karma se lo tenía marcado, la naturaleza que se plasmaba era
muy trágica, la fuerza del amor que no se pudo realizar por cuestiones del
destino.
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El hombre está dispuesto a cambiar sicológicamente en el Código de la
vida, Juan expresa su heroísmo en querer ser feliz con el mar, a cuesta de
toda la felicidad del mundo. Hora sobre hora había recorrido, ya la ciudad
ni la sombra se veía, solo la luna y las gaviotas nocturnas eran sus
compañías en aquella noche de soledad.
Y en pleno alto mar apaga el motor, se pone a descansar una hora, siendo
casi de madrugada se sienta en la popa a tomar una taza de café y un
pedazo de pan.
En su nuevo desafío a los desconocidos, la fuerza y el valor era parte de su
defensa.
-¡Dios mío¡
-¡ten piedad de mí?
Murmuraba en silencio mientras temblaba de mucho frío, quizás para Juan
eran una aventura lo que estaba haciendo.
Pero nunca se imaginó la cruel realidad que estaba viviendo, siendo las
siete de la mañana del día siguiente, coge un pedazo de pulpo y lo
engancha en el anzuelo y tiró el sedal alcanzando unos 10 metros de
longitud, amarró el sedal en el mástil y se sentó a esperar.
El sol iluminaba el mar, Juan nunca había contemplado la claridad del
océano, a lo lejos observaba como saltaban los delfines, la naturaleza del
mar presentaba imágenes desoladas, con un mar y cielo solitario, como el
corazón del mismo Juan.
Ya llegando el medio día, prepara su alimento. Para eso tenía encendido el
carbón, y en un sartén se pone a freír una caballita fresca, que Juan mismo
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cogía alrededor del bote, una porción de arroz, con eso aplacaba el hambre
en el silencio y la soledad.
Juan extrañaba a su amigo y maestro, recordaba aquellos consejos que le
dijo en la playa de Tarqui.
-¡Cómo extraño al viejo Felo¡
-decía en voz baja-
Juan al sentirse tan solo en alta mar los recuerdos lo invadía, se acordaba
de su amada Samantha, de su padre, y de su perro Lorenzo que había
quedado abandonado.
En ese día el crepúsculo llegaba y la negra noche se presentaba, Juan se
encontraba cerca de las islas Galápagos, a muchas millas de su puerto.
El anzuelo permanecía amarrado en el mástil del bote ni seña de ningún
pez, desesperado Juan, más bien asustado seguía despierto afrontando
cualquier desafío.
Al otro día la rutina de Juan casi era la misma, usó otra estrategia,
comenzó a recoger el sedal y la carnada, tiró una boya con una bandera
blanca y se alejó a unas cinco brazas, tiró la piola y el espinel lleno de
anzuelos a una profundidad de 16 metros.
Y en cada anzuelo estaba su carnada de pulpo fresco, a su alrededor las
gaviotas blancas se tiraban en clavada por su presa y el pez volador saltaba
alrededor del bote de Juan.
Se sentó nuevamente en la popa a meditar, la calma era total en el océano,
en su inmovilidad todo era indescriptible, la ausencia era total ninguna
señal de vida humana a su alrededor, solo los peces saltarines.
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En la misteriosa sublimidad del silencio, que hasta el cielo y la tierra se
habían quedado mudos, Juan meditaba mientras contemplaba el vaivén de
las olas que balanceaban su pequeño bote.
Por la tarde con la mirada del sol, Juan empieza a recoger el sedal con
mucha fuerza, recogía metro por metro, hasta llegar al tope, Juan sentía
pesado el espinel.
Mientras recogía y miraba las olas, murmuraba por su suerte.
-¡Oh, Dios que será¡
Al sacar el anzuelo Juan ve como saltaba un pez enredado en la trompa del
anzuelo, era un gran picudo.
-¡Un picudo¡
-gritaba emocionado Juan-
Mientras miraba con felicidad la captura del pez, la alegría era eminente en
el rostro del muchacho.
-¡si el viejo Felo estuviera aquí¡
-le agradecería por siempre-
-gritaba Juan-
Al ver como el pez saltaba en el anzuelo, y hacía mover el pequeño bote de
Juan.
A pleno sol Juan se enfrentaba con su sueño hecho realidad, pero tenía un
gran problema.
Un detalle muy importante que se le pasó por alto preguntarle a su
maestro,
-¡como trepar el picudo al bote¡
Juan estaba solo, y no tenía experiencia.
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El pequeño bote de Juan medía cinco metros de largo, y el gran picudo
casi los cuatro metros, se le hacía muy difícil y complicada la situación
para Juan.
El gran picudo, seguía saltando alrededor del bote, entonces se sentó en la
popa y se acordó del viejo Felo, que le había dicho:
-¡que si cogía un pez¡-
-¡lo dejara enredado en el anzuelo hasta que se cansara!-
y después lo acercara al bote, y con el remo le propinara varios golpes en
la cabeza, hasta dejarlo sin reacción.
Se amarró un pañuelo en la mano y agarró un remo, lo acercó a un metro
del bote al picudo.
El espinel lo amarró en el mástil, para que se cansara el pez.
Juan al verlo tan cerca sintió pena y a la vez orgullo por lo que estaba
haciendo.
Después de varias horas, el pez estaba calmado ya se había cansado, Juan
tenía miedo pegarle en la cabeza, pero al mismo tiempo reflexionaba que
era su oportunidad que tanto había esperado en la vida.
Cerca de una hora se puso a darle golpes en la cabeza del pez, finalmente
el picudo estaba dominado.
Debido a los golpes, el pez estaba sangrando demasiado, Juan como no
sabía nadar, se cuidaba mucho de no caer al mar, por eso mientras lo
golpeaba al picudo, se amarró en el mástil con un cabo para su seguridad.
Enseguida cogió un cabo y amarró la aleta trasera del pez, en el palo del
bote y en forma de lazo enganchó otro cabo en la cabeza del pez, y lo
amarró en el mástil.
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El bote se balanceaba a un solo lado, debido al peso del picudo, Juan ya
había amarrado el pez a lado de la borda, su trepada era muy difícil. El
bote estaba casi hundido, el muchacho esperaba una oportunidad para que
las olas y el balance ayuden subir el pez al bote.
En cada ola, Juan iba trepando el pez por la parte de la aleta trasera.
Y en un vaivén fuerte, una ola llegó al tope del bote y la balandra estuvo a
punto de hundirse Juan agarrado del cabo y con la ayuda de la ola, logra
subir parte de la cabeza del gran picudo. El picudo sangraba demasiado y
el bote estaba lleno de sangre.
La fuerza de Juan prevaleció, sus músculos era de hierro, su aspecto
atlético en ese momento le sirvió de mucha ayuda.
Con el bote casi hundido, gracias a la ayuda de las olas y la propia fuerza
de Juan la situación estaba dominada. El gran picudo estaba dentro del
bote, pero antes miró sus manos llenas de sangre, causada por el espinel y
la fuerza que tuvo que desplegar en la faena.
El agotamiento era total cerca de cuatro horas duró Juan tratando de subir
el gran picudo, hasta que lo logró.
El muchacho se sentía orgulloso al mirar ese enorme picudo tendido en el
bote, cual grande fue sorpresa.
-¡Oh, Dios que felicidad¡
-gritó una y otra vez-
Segado por una inmensa alegría que no cabía en su rostro.
El gran picudo dentro del bote, ocupaba casi totalmente la pequeña
embarcación, con su lomo descubierto brillaba en un tono gris. De a poco
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se iba escapando el aliento a Juan, pero asombrado contemplaba al gran
picudo, que pesaba cerca de cinco quintales.
Exhausto por lo sucedido cogió un pomo lleno de agua de mar y comenzó
a bañar al pez que de tantos golpes estaba sangrando.
-¡Discúlpame gran picudo¡
-por hacerte esto, pero necesito demostrar mi pasión por el mar y al viejo
Felo que he aprendido su lección!
-dijo Juan-
Mientras miraba con orgullo su trofeo, sentado en la proa del bote.
Con el motor apagado se recostó a descansar sin quitarle la mirada al gran
pez. El silencio era parte de la tranquilidad de la noche.
Juan se sentía orgulloso por la hazaña que había realizado, hasta pasada la
media noche la tranquilidad era absoluta para Juan.
Con el gran picudo en el bote esperó que amaneciera para partir hacia el
puerto.
Al amanecer Juan prende el motor y empieza su recorrido hacia tierra.
Todo era normal, se divisaba un bonito panorama, el cielo y mar se
confundían, la belleza era sorprendente desde miles de metros de
distancias del puerto.
Una semana había transcurrido desde que salió Juan del Puerto, sus
alimentos se estaban terminando, había llevado para una semana, el día
corrió sin ninguna novedad. La noche se acercaba, el cielo empezaba a
oscurecerse, Juan apagó el motor para disminuir la marcha.
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Ya descansando en la popa y con la mirada hacia arriba observa a la luna
en su esplendor, que iluminaba a su alrededor.
Las gaviotas nocturna rodeaban al bote de Juan, como queriendo avisar
algún peligro.
-¿Qué les pasan amigas gaviotas?
-le gritaba Juan asombrado!
Las gaviotas estaban inquietas, su comportamiento era diferente a otras
noches.
Ni bien cerraba los ojos, cuando un horrendo estruendo hizo sacudir al
pequeño bote.
Juan reacciona asustado y mira una enorme cola que se movía a lado del
bote.
-¡Dios mío ayúdame¡
Suplicaba desesperado al observar un enorme pez, en la oscuridad de la
noche, Juan necesitaba serenidad, se arrodillo a un lado del bote y se puso
a orar una oración que le había enseñado el viejo Felo para su serenidad y
calma.
-“Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar,
Valor para cambiar aquellas que puedo y
Sabiduría para reconocer la diferencia.
Que sea tu voluntad y no la mía”.
Ni bien terminaba la oración cuando nuevamente paso por debajo
arrasándolo con la aleta quebrándole prácticamente todo el motor.
El motor cayó despedazado en el mar, llevándose una parte de la popa del
pequeño bote.
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Mientras se iba alejando el enorme pez, se iba divisando su tamaño.
-¡Es enorme!-
-murmuraba en silencio y asustado!
Juan estaba sorprendido, no sabía que clase de pez era, su tamaño era tres
veces más grande que su bote, su color entre gris oscuro con pintas
blancas, su aleta tenía forma de tiburón, y su cabeza se parecía a una
ballena achatada.
Juan recordó las palabras del viejo Felo, que le había dicho que el mar iba
a darle muchas sorpresas.
Entre ellas la del pez gata.
Es un pez enorme y muy peligroso cuando lo provocan o encuentra sangre
de cualquier animal herido en alta mar.
-¡Es el pez gata!-
-decía tembloroso-
Mientras asustado veía como el salvaje pez se alejaba del bote. Dejando a
la deriva a la pequeña embarcación, y en la oscuridad de la noche solo le
quedaba rezar por su destino que estaba en zozobra en pleno mar.
Juan no sabía el porqué lo había atacado el pez gata, ignoraba todo, pero
la realidad era la sangre que botaba el gran picudo, era lo que hacía
enfurecer a la gata.
Toda la alegría que tenía en el rostro de un momento a otro se le convirtió
en una amarga tristeza, en su mente le pasaban tantas cosas recordaba a
Samantha, al viejo Felo, a su amigo Wacho, a su perro Lorenzo, y más que
todo al monumento al pescador, a quien más le pedía ayuda en ese
momento desesperante.
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-¡Cómo estuvieran a mi lado!-
-decía con lágrimas-
Pero es mi decisión y mi voluntad, meditaba al mismo tiempo sacando
fuerza y coraje.
Juan empezaba a preocuparse, le quedaba muy poco alimento, la poma de
agua ya casi estaba vacía.
Al fondo del bote tenía la pequeña radio que estaba amarrada al mástil, que
de vez en cuando sintonizaba algún partido de fútbol en una Radio del
puerto que era su emisora preferida y favorita de los pescadores, su equipo
predilecto era el Delfin, al igual que todos sus amigos pescadores.
El viejo Felo, le enseñó a querer a este equipo cuando estaban en el puerto.
El viejo lloraba cuando perdía su Delfín, porque era lo único que tenía,
recordaba entre lágrimas el muchacho.
Después de pasar el primer laberinto en altamar, contemplaba con
angustia, como había quedado su pequeño bote.
Del motor solo quedaba el recuerdo ya descansaba en el fondo del mar, en
la popa solo quedaba una tabla en donde el agua le entraba al bote.
Desde el accidente Juan permanecía a lado de la popa achicando el agua
mezclada con sangre.
El día se presentaba nublado, ninguna gaviota se veía en el horizonte, hasta
el mismo cielo quería llorar por lo que le estaba pasando a Juan. Alzó la
mirada al cielo en donde divisaba nubes negras.
-¡Parece que va a llover!-
-dijo el muchacho.
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-pero no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.
¡Murmuraba su desgracia!
No pasó una hora y comenzó a llover, el pomo casi vacío de agua, lo
volvió a llenar, cogiendo agua llovida sobre una sábana mojada. Mientras
llovía empapaba la sábana y lo exprimía en un pomo que cortó por mitad.
La lluvia fue un alivio para Juan, la poca estabilidad que tenía el bote no
ayudaba a desenvolverse con habilidad.
El gran picudo seguía desangrando y el agua de la lluvia se mezclaba con
la sangre, en donde Juan seguía achicando y dejando huellas en el mar, que
eran muy peligrosas, porque atraían a los tiburones y a la misma gata.
-¡Estoy solo!-
-¡y con un destino incierto!-
-dijo el joven pescador-
Mientras la pequeña embarcación seguía a la deriva, Juan durante el día no
sentía casi miedo. Mientras su fuerza lo acompañaba, no así por la noche
le entraba una angustia y desesperación.
El brillo de sus ojos lo tenía latente, sus miradas eran penetrantes a sus
distintos horizontes. Aunque en el fondo de a poco perdía la esperanza de
volver al puerto.
Cada día y cada noche, luchaba por un imposible.
El viejo Felo ni siquiera se imaginaba la odisea que estaba pasando el
joven pescador solitario.
-¡Fuerza, Juan fuerza!-
-se decía el mismo-
Cada instante que pasaba en alta mar, aunque su esperanza se disminuía
día a día.
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-¿Creo que voy a morir?-
-murmuraba en su desesperación-
Que era eminentemente peligrosa, las olas en alta mar se tornaban
desafiante ante la bravura del tiempo.
-¡y doblaré este mi dolor!-
-decía en un tono desafiante-
No quiero que esta agua me trague, si he de morir lo haré antes de conocer
mi propia verdad y mi fruto.
Juan tenía otro problema, no conocía nada sobre brújula ni como guiarse
de norte a sur en alta mar. Su pequeño radio era su única guía, el viejo Felo
le enseñó el secreto.
Si la música se escuchaba nítida, es por que la pequeña embarcación iba en
buena dirección al puerto y si no se escuchaba bien es porque iba rumbo
incierto.
Pero la radio de Juan en ese momento solo se escuchaba un silencio
torturador.
Se preparó su comida, ya no le quedaba casi nada, cogió un pedazo del
gran picudo y en la parte del lomo lo partió lo puso a freír, con un pedazo
de pan, se comió el último bocado preparado.
Ya no quedaba nada de alimentos solo el gran picudo y una poma de agua
de lluvia.
Con esa ansiedad se enfrentaba al día siguiente,
-¡pero no me dejaré vencer!-
-lucharé hasta lo último-
-dijo Juan con el poco aliento que tenía-
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El crepúsculo empezaba a llegar, la noche se tornaba desafiante para Juan,
el gran picudo seguía desangrando.
Alrededor del bote se formaba una mancha de sangre que era imposible de
poder controlar para Juan.
La bravura del mar se escuchaba, los delfines saltaban, el pez volador
brincaba y las gaviotas disfrutaban.
Todos eran unas eminencias de felicidad en altamar.
Menos para Juan que se enfrentaba a la misteriosa noche marinera.
Cerca de la media noche después de ver la luna, aquella que guiaba
nuevamente su destino, seguía achicando al bote y dejando más huellas en
el agua.
Se sentó a lado de la proa y con una linterna comenzó a iluminar alrededor
de la borda del bote.
-¡Qué no venga ese enorme animal!-
-decía tembloroso-
Pero la suerte estaba marcada esa noche, a unos 10 metros alcanzó a ver
unas enormes aletas, que en forma de círculo rodeaba al pequeño bote.
-¿Qué hago mi Dios?-
Entre su voz quebrantada murmuraba en silencio.
Tenía dos remos viejos que no usaba por lo difícil y estrecho que era el
pequeño bote, cerca de dos horas y en silencio coge nuevamente la linterna
y observa toda la parte del lomo del pez gata, que se movía lentamente
alrededor del bote. Lo alcanzó a divisar y no comprendía el porque volvía
otra vez a unos cinco metros más cerca del bote, la gata, se acercaba más a
Juan, su piel era gris oscura, con pecas blanca sobre su cabeza, y la parte
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de atrás unas rayas negras cerca de sus aletas, su cabeza tenía forma de
ballena achatada y sus aletas en forma de tiburón.
Juan sabía que se trataba del pez gata, por eso no hacía nada que lo
desafiara o lo provocara.
Recordaba con nostalgia los consejos del viejo Felo sobre este enorme pez,
que no debía provocarlo porque era muy peligroso.
Juan no comprendía por que el salvaje pez lo rodeaba todas las noches, si
el viejo Felo le dijo que si no lo provocaba, no atacaba.
-¡ya lo tengo!
-dijo Juan al iluminársele la mente-
-¡la sangre!
-¡la sangre del picudo!
Es el gran motivo de su visita por las noches, el muchacho ignoraba las
huellas de sangre que iba dejando cuando achicaba el bote.
Juan por su ignorancia no sabía que la sangre atraían a todos los tiburones
hambrientos, como a las ballenas y a todos los animales carroñeros del
mar.
Cerca de dos semanas habían transcurrido, a la deriva el gran picudo se
estaba dañando. Comenzaba a ponerse blando la parte que Juan consumía,
poco a poco se dañaba sin poderlo controlar.
Sin hielo y sin sal, esto tenía que pasar.
-decía Juan preocupado-
El rostro del muchacho tenía las huellas del dolor, su robusto físico se
decaía poco a poco, pero las ganas de sobrevivir nunca las perdía.
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Con la poca fuerza que le quedaba Juan nunca perdía la fe para mantener
un poco fresco al gran picudo, cogía un pomo de agua todos los días y le
tiraba al pescado en el cuero reseco, sobre todo cuando hacía sol.
Al resecar el cuero lijoso del pez, quedaba residuo de sal y lo acumulaba
para poder comer el picudo en pedazo y crudo.
-¡Ten paciencia muchacho!
-se decía Juan-
es la vida que deseaba, es mi sueño, por el mar he dejado todo, este es mi
anhelo.
-Replicó –mientras llegaba una nueva noche desolada.
-No sé, solo un milagro me salvaría!
Con sus ojos lagrimosos y temblando de frío y hambre, ve llegar
nuevamente la negra noche acompañada de su amiga la luna.
El gran picudo sangraba, mientras Juan seguía achicando el pequeño bote,
pero ahora con la diferencia de tener que convivir con el mal olor del pez,
el picudo botaba un olor fétido, que atraía por la noche al pez gata.
-en un mar de angustia estoy viviendo-
-marcado por mí desgracia-
-replicaba a cada instante-
Mientras veía más de cerca al tiburón ballena que lo acechaba rodeándole
el bote.
-no entiendo que es lo que quiere este pez-
-se preguntaba en voz baja-
Mientras lo miraba a unos cuatro metros del bote, sin saber que hacer
sentado en la popa, en eso su mente se le iluminó cual destello fugaz.
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Se paró despacio y cogió un cuchillo y se acercó al gran picudo. Comenzó
a destrozarlo por pedazo, le tiró a unos cinco metros de distancia del bote,
la enorme gata dio un giro raudo y se tragó fugazmente la presa del
picudo.
-¡Ah con que esas tenemos!-
-Exclamó el muchacho!-
y rápidamente comenzó a destrozar la mitad de gran picudo, cada vez le
tiraba más lejos como queriéndolo alejar a la gata.
-¿Porqué no me dijiste que tenías hambre?-
-yo pensaba que me querías comer?
-Replicó enseguida-
El picudo despedazado por la mitad, casi dos quintales y medios, Juan le
había tirado a la gata. En el bote solo quedaba la mitad, parte de la cabeza
del picudo.
En la aleta trasera se veía parte del espinazo.
La gata no aplacaba y seguía rondándole todas las noches,
Quizás por la sangre que botaba el gran picudo.
Mientras Juan estaba durmiendo la gata pasaba por debajo del bote
rascando su enorme lomo manchado.
-¿Qué más quieres pez salvaje?-
-¡ya te di la mitad de mi gran picudo!-
-gritó enfurecido-
Juan no entendía que mientras la sangre del gran picudo cubría el bote, el
pez gata no se iba, más bien lo atraía.
Quizás el muchacho no comprendía, que su trofeo y su orgullo estaban
poniendo en peligro su vida.
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De la gata y de su hambriento apetito por la sangre.
Se sentó cansado en la proa, observando a la desafiante y enorme gata, en
su mente sólo pensaba un imposible con aquel salvaje animal, su cuerpo
seguía debilitándose, su rostro presentaba grietas de sufrimiento.
-¿cómo te necesito viejo Felo?-
-¡pero este es mi sueño!-
-decía y reflexionaba a la vez-
Mientras veía pasar el tiempo, sin saber nada sobre su futuro incierto,
sentado sobre la proa a unos cinco metros veía frente a frente a su
tormento, el pez gata.
Juan se paró cerca del mástil, cogió un cabo y se lo amarró en la cintura y
la otra punta del cabo en el mástil del bote, cerca donde tenía el pequeño
radio.
Se puso de cuclillas a despedazar la otra parte del gran picudo.
Partió un pomo por mitad para llenarlo de presa del picudo para su
alimento.
Ya destrozado todo el gran picudo solo se veía puro huesos, la cabeza y las
aletas eran parte del recuerdo al igual que su largo espinazo tendido en el
pequeño bote del pescador solitario.
Cansado ya de madrugada se quedo dormido, no pasó ni una hora que
sintió un horrendo estremezón por la parte de la popa del bote.
-¿tienes hambre?-
-¡Te voy a dar de comer!-
-salvaje pez gata-
y empezó a tirarle el resto de picudo, ya no quedaba nada del gran pez,
sólo el espinazo que cubría parte del pequeño bote del muchacho.
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68
Juan cansado del trajinar y de un día tan duro en alta mar, después de
saciarlo a la gata, se quedo dormido amarrado de la cintura del mástil.
Cerca de dos horas duró el sueño y despertó nervioso, el bote se
balanceaba rápidamente, el mar estaba furioso, Juan amarrado sobre el
mástil no sabía que hacer.
-¿Qué será?-
-¿por qué el mar está furioso?
-se preguntaba-
Las olas eran desafiantes, median casi cinco metros de altura su bravura
era eminente. Juan asustado se agarró del mástil muy fuerte mientras el
bote se balanceaba rápidamente.
En el cielo las gaviotas hacían un círculo alrededor del bote del pescador
solitario como queriéndoles dar un mensaje a Juan en su vaivén.
La furia del mar, que estaba soportando era precisamente por un encuentro
de la naturaleza marina.
Donde chocaban dos corrientes, la cálida y la fría, provocando inmensas
olas dentro del océano.
Este choque de corrientes el viejo Felo lo llamaba furia de la naturaleza.
Juan en su inocencia se encuentra en medio de estas dos corrientes marinas
sin saber que hacer.
Soportando un desafío a la naturaleza en pleno altamar.
Amaneciendo de esa noche trágica, ya las olas estaban calmadas, ya las
fragatas volaban en armonía.
Todo el entorno parecía tranquilo para el pescador solitario.
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69
En la claridad del agua Juan observaba una inmensa mancha negra debajo
del bote, una mancha movible que giraba de izquierda a derecha y hacia
círculo a lado del bote, Juan miraba la borda y susurraba en silencio su
timidez y su miedo.
La mancha se iba acercando más al bote de Juan y mientras se acercaba se
iba divisando el lomo manchado y una enorme cabeza achatada.
-¡es la gata nuevamente!-
-replicó-
El muchacho ya no tenía nada que tirarle, solo le quedaba un enorme
espinazo del gran picudo.
-¡Qué hago ahora¡-
-se preguntaba-
Mientras asustado y en silencio se arrodillaba en el bote pidiéndole a Dios
ayuda nuevamente.
-“Padre nuestro, que estas en el cielo”
Ni bien terminaba su súplica, cuando la gata rozó por la parte de abajo del
bote, Juan cayó dentro del bote, como estaba amarrado no pudo caer al
mar.
Logró pararse nuevamente, el pez gata giró alrededor del bote. La
embarcación quedó más destruida, pero no se hundió.
Juan sin saber que hacer, coge el espinazo del gran picudo y se lo tira a la
gata, a unos cuatro metros.
La gata con su trompa de dos metros, y su cabeza achatada abrió el hocico
y en un solo bocado se tragó la cabeza del picudo junto al espinazo.
Juan asustado de ver de cerca la dentasa de la gata se quedó pensando y
reflexionando.
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70
- con esas enormes mandíbulas tranquilamente me hubieras tragado.
-a mí y a mi pequeño bote-
-murmuró-
Mientras daba gracias a Dios por encontrarse vivo.
Aunque sin aliento y asustado en medio mar, el caso se tornaba difícil para
Juan.
La gata seguía rodeándole al bote, el temor lo invadía.
Juan recordó los consejos del viejo Felo, mientras miraba con porfía la
terquedad del animal.
Al mirar debajo de la proa del bote, observa un pomo que no había usado y
estaba lleno de diesel.
-¡Ya lo tengo!-
-¡la poma de diesel!-
-dijo en voz alta-
Juan había llevado la poma de diesel por pedido del viejo Felo, este le
dijo-
-Juan no hay mal que por bien no venga-
Cuando te hostigue el pez gata, tira diesel alrededor del bote, este le
provocará envenenamiento y se alejará furioso y te dejará en paz.
-¡Aquí te voy a dar tu vitamina!-
-maldito pez igualado-
Rápidamente Juan cogió el pomo y se puso a derramar el diesel alrededor
del bote sobre el mar, y mientras el diesel se iba expandiendo sobre el
agua, la gata se iba alejando haciendo un siseo y chapaleteando en un
estruendo y furioso se sumergía salpicando sus aletas dorsal hasta perderse
en el fondo del mar.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Al día siguiente el salvaje pez gata no regresó, a pesar de todo la gata era
parte de su soledad, desde que se encontraba en alta mar no tenía ningún
encuentro con nadie salvo con el pez gata.
Juan con la tranquilidad del caso, cogió agua del mar en un pomo, y se
pone a lavar el bote que tenía mancha de sangre del picudo y mal olor.
Quizás el enorme pez gata ya no rodearía su balandra, porque no hay
huellas de sangre en el mar.
Esa gigantesca muralla de 15 metros de largo, y casi 13 toneladas de peso,
es muy familiar entre los pescadores.
Casi siempre se presenta en alta mar, y no era la excepción para la
aventura del pescador solitario.
Cerca de tres semanas después de pasar varios desafíos, y alimentándose
con el picudo tostado por el sol, bebiendo agua llovida. La gaveta estaba
vacía, el pomo estaba vacío, todo lo había consumido, pero no su
esperanza de vivir.
Juan de a poco perdía la batalla frente al mar, ya la enorme gata tenía una
semana que no lo visitaba, los días pasaban y se desesperaba.
Parado a lados del mástil y amarrado veía pasar los días esperando un
milagro.
En una de esas tantas noches de penurias, Juan observa a lo lejos un
destello que se movía lentamente con rumbo incierto, era como una
lumbrera.
-¿Qué serán esas luces?-
-¡Se preguntó!-
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Eran tan inmensas que parecía una galaxia rodante en medio de este
desierto de agua.
Juan se paró en la proa y comenzó a agitar su camisa haciéndole seña al
resplandor.
Pero esto era como una aguja en un desierto de arenas.
Con casi nada de luz que poseía el pequeño bote de Juan era más que
imposible que lo divisaran cualquier embarcación que pasara por su lado.
Se decepcionó y se quedó mirando pasar al resplandor y mientras lo
miraba recordó
-¡Ah! Ya se!-
-¡Es un crucero!-
-¡Quizás lleva muchos turistas?
-Se preguntaba Juan-
El joven pescador, se acordó del viejo Felo que le había contado acerca de
los cruceros que muy a menudo arriban al puerto.
-¡Qué bello sería estar allí!-
-¡Qué va!
-¡yo tengo mi propio crucero¡
-murmuró en un tono irónico-
Sentado en su pequeño bote orgulloso de sentirse un pescador, desafiando
su propio sueño.
Cerca del crucero el resplandor de la nave hacía volar toda clase de peces,
el delfín saltaba lleno de entusiasmo, la lisa voladora se deleitaba con su
salto.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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73
Toda esa maravilla lo contemplaba Juan desde su pequeño bote,
entusiasmado por lo que estaba viviendo.
Juan al ver el crucero se le iluminó la vida y al mismo tiempo se
confundía.
No Sabía si el crucero llegaba, o salía del puerto. El tiempo para Juan era
confuso, sin brújula, sin norte, ni sur fijo, totalmente perdido en el tiempo.
Pero su corazón le decía que estaba cerca de su puerto, aunque en su mente
tenía ese coraje, de no dejarse vencer. Su cuerpo se debilitaba cada día,
con los ojos llenos de brillo y muriéndose de hambre, se acordó de la
imagen de Cristo que tenía en su pequeño cuarto.
De rodillas y mirando al cielo exclamó diciendo
“ven mi Dios a salvar a este pescador solitario, que se apaga en tu mar
Perdido de amor en delirio”.
Su estómago casi lo tenía pegado al cuerpo, su fuerza ya no era la misma,
su aspecto era Lívido al igual que su semblante.
-¡Voy a ser algo por mi vida¡
-¡tengo que sobrevivir¡
-replicó-
Sacando fuerza de valor, mientras su pequeño bote se movía por inercia de
las olas. Cogió un pomo vacío y lo lleno de agua de mar, y con otro pomo
llenaba su orín, y después lo mezclaba el agua salada con el orín.
Dejaba pasar un día y se lo bebía calmando un poco su sed. Con sus labios
secos y una profunda demacración en su rostro. Juan se la ingeniaba para
sobrevivir en su propio mundo, sin alimentos y sin agua la vida era dura
para el pescador solitario.
Es un valiente pescador
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De la piel oscura y gris,
Es un surco quebrantado de luchar y del sufrir
Es el pescador solitario
Que embelesa al océano
Cómo si fuese proletario
De aquel buen hermano,
Se lo ve sobre el mar
Pisando arenas calientes,
Como si fuese un soldado
Luchando cual valiente.
Amigo de la luna y las estrellas
Así es el bohemio pescador que saliendo
A su faena regresa con pescador y amor.
Y en la playa un buen dorado
Marca su triunfo anhelado,
Aunque el sol lo halla quemado
Su cuerpo es pura fibra,
Y de la pesca está enamorado.
Con la poca fuerza que le quedaba, lanzaba su anzuelo para ver si pescaba
algún pez para su alimentación, en vano tiraba el sedal por que ni siquiera
tenía carnada ni pulpo, su desesperación lo invadía en plena alta mar.
De aquel muchacho fuerte y atlético que solía caminar por la playa de
Tarqui, desafiando al mar y a su propio destino, ya no quedaba nada solo
la sombra y el recuerdo y un coraje de sobrevivir desafiando al misterioso
mar, Juan tirado al abandono y con un hilo de vida se sienta en la popa a
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dejar pasar el tiempo, ya su fuerza lo había abandonado, menos su espíritu
y su fe que eran su única armas de aquel desafío en altamar.
De repente alzó la mirada y veía como se acercaba al pequeño bote una
tortuga herida, Juan no perdió tiempo y entró rápidamente en acción,
sacando fuerza de valor cogió un remo y lo acercó al bote a la tortuga y la
subió, y en su cerebro se marcó una imagen indeleble.
-¡Gracias mi Dios¡-
-¡Por darme de comer un día más¡-
-Exclamó tembloroso y débil-
Mientras cogía la tortuga, entre sangrando y con una pata rumiada su
alegría volvió a su rostro por un instante.
-¡Quizás lo atacó un tiburón?
-¡o la misma gata?
-Se preguntaba Juan-
Con la tortuga en el bote, se puso a despedazarla por pedacitos y lo ponía
sobre la proa a disecar.
Con el residuo de la sal que pegaba al bote, Juan lo iba recogiendo y le
tiraba a la presa para que no se dañara.
Ya disecada y con sal Juan se lo comía para aplacar un poco el hambre, ese
alimento crudo le servía para una semana, por otro lado en un pomo
recogió la sangre de la tortuga, se bebió un vaso y recuperó un poco sus
energías.
Se alimentó durante una semana, con pedazos de carne de tortuga, agua de
mar mezclada con su propio orín y sangre de tortuga. Cerca de un mes
había transcurrido desde que salió del Puerto.
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Juan gracias a su astucia seguía burlándose de la muerte, la sabiduría era
parte fundamental de sus sueños, aunque con pocas fuerzas las ganas de
vivir eran inefables.
Su fuerza no era la misma, el bote seguía a la deriva, todo era desolación
para el pescador solitario.
-¡Calma y serenidad Juan!-
-decía el mismo-
Mientras su estómago estaba bien inflamado, por infecciones intestinales,
debido al alimento crudo que estaba comiendo pero le ayudaba a
sobrevivir.
Juan sin su bichero en el bote, solo contemplaba la claridad del mar y
desde que el pez gata lo atacó, los días se le tornaron en angustia.
Mientras pasaba el tiempo Juan iba marcando en la proa con un cuchillo
los días que transcurrían, tenía marcado 28 rayas, esto significaba que
estaba a punto de cumplir un mes a la deriva.
-¡Dios no me abandones ahora¡
-¡soy un hijo predilecto de tu mar-
-Exclamó con el poco aliento de vida que le quedaba-
En su presentimiento Juan no perdía la fe, sabía que no estaba muy lejos
del puerto, al ver el crucero pasar esa noche Juan sabía que estaba cerca de
la ciudad.
La esperanza de llevar algún pez al puerto era imposible sin carnadas y sin
fuerza todo se tornaba en desgracia.
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A muchas millas de la tierra, en el puerto su fervor era cada vez más
elocuentes, la ciudad se vestía de novia esperando a su amado hombre, con
su bravura y su estirpe de buen pescador.
Por su parte el viejo Felo desesperado se embriagaba todos los días
esperando alguna noticia de su alumno querido. El silencio de la capitanía
del puerto era eminente, porque Juan había salido ilegal y sin experiencia
en la rama de la pesca.
Y llegando a un mes, Juan perdió la fuerza sobre la naturaleza, sus ojos se
cerraban de la debilidad.
Se paraba y se sentaba sobre el sedal del bote, se sacó la camisa y lo colgó
en el mástil en forma de bandera como anunciando su agonía.
Pero más bien puso la camisa para que lo divisaran los barcos atuneros que
iban al puerto.
Sin fuerza, sin alimentos y de luchar durante un mes en alta mar la muerte
blanca lo abrazaba,
-¡todo a terminado para mí!-
-¡no tengo fuerza, no tengo aliento!-
-¡Solo me aferro a mi fe y esperanza!-
Juan sabía que tenía una razón para vivir, cumplir con su sueño y llegar
con vida al puerto.
Porque él sabía que si se dejaba vencer por la muerte no tendría sentido
todo un sacrificio en altamar.
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Se recostó en la proa y con el último suspiro puso el brazo derecho en la
borda de la embarcación, clavó la mirada en el agua, hasta quedarse
dormido.
Esa noche parecía que era la última para el pescador solitario, un nuevo
amanecer era incierto, tirado a su propio olvido después de luchar un mes
contra la fuerza de la naturaleza solo le quedaba un milagro de Dios.
En la mañana siguiente cuando en el horizonte brillaba el sol, en su
esplendor, la claridad del agua era fascinante, el bote del pescador se
balanceaba al vaivén de las olas sobre las blancas espumas.
El pescador ya estaba vencido sobre la borda del bote a su lado un
carapacho de tortuga, unos pomos vacíos, un pequeño radio, un espinel
con anzuelos y un sueño hecho realidad que se convirtió en pesadilla para
Juan.
Una bandada de gaviotas rodeaban al pequeño bote, donde descansaba un
hombre con el alma en las manos.
Con un hilo de vida y de esperanza.
Las gaviotas se alborotaban cada vez más, sus inquietas clavadas hacían
presagiar buenos augurios para la embarcación en zozobra y para el mismo
Juan.
El cielo empezó a iluminarse cual alegre mascarada, a lo lejos se divisaba
a un bote de fibra con tres tripulantes. Y a su alrededor las fragatas y las
guaras le hacían compañía a la embarcación.
La fibra tenia rumbo fijo su capitán sabia lo que hacia, el capitán iba al
frente de la fibra cerca de la proa con dirección al pequeño bote de Juan.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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79
Se trataba del capitán Wacho que desde que partió su amigo Juan a la
pesca, no había sabido nada de él.
Para eso el capitán Wacho ya había realizado cuatro viajes con muy buena
pesca.
La fibra cada vez se acercaba más, el capitán Wacho no divisaba bien
quien era el bote en zozobra.
Wacho no se imaginaba que era su gran amigo Juan el que estaba dentro
del bote en deriva.
Y estando a una distancia de diez metros Wacho cogió su mochila y saco
un binocular y alzó su mirada al frente, nervioso miraba sorprendido la
somera figura del bote.
-¡Muchachos!-
-¡es el bote del viejo Felo¡-
-gritó desesperado el capitán-
Mientras se acercaba más rápido al bote en deriva,
-¡Parece que hay un hombre muerto¡-
-gritó el capitán-
Juan estaba con la cabeza clavada, su rostro no se veía, su cuerpo era
irreconocible, pero con un soplo de vida.
-¡es Juan!, es Juan!-
-replicó Wacho-
El panorama se volvía tormentoso por el clima zozobrante que marcaba la
escena trágica de dichos pescadores.
El capitán Wacho se acercó rápidamente al bote y observa una terrorífica
escena en el pequeño bote.
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El cuerpo raquítico de Juan, estaba irreconocible pero con vida, sumergido
en un cuadro de horror.
El capitán coge la mano derecha de Juan y le toma el pulso, y luego pone
el oído al pecho de Juan, que aún latía.
-¡Está vivo!, está vivo!-
-grito desesperado-
Sin perder tiempo amarró un cabo en la popa de la fibra y la otra punta en
la proa, y comenzó a remolcar rumbo al puerto.
Sea como sea el sueño de Juan estaba cumplido, los mandatos de su
sentimiento lo hizo realidad.
Mientras viajaban a una velocidad rauda, el pescador Wacho contempla el
rostro demacrado de Juan y mientras lo miraba tirado en el bote
murmuraba en silencio, la valentía y coraje de aquel muchacho que hizo de
su capricho una gran aventura..
-y decía, el Capitán Wacho-
-“Un verdadero pescador nunca pierde la fe y la esperanza,
Siempre está buscando una nueva oportunidad porque sabe
Que si pierde esa fe, perderá parte de su alma marinera
Juan es un auténtico revolucionario de la esperanza, su afán por saber,
Que esconde el mar, lo hace único,
En su libertad por enfrentar un mañana”.
Amaneciendo de un 4 de noviembre, día ferviente de alegría y de
aniversario de esta caleta de pescadores, teniendo como vista principal el
Titilante puerto, que brillaba esplendoroso por la llegada de las
embarcaciones, a lo lejos se divisaba un enorme crucero anclado en el
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muelle profundo. La ciudad se vestía de fiesta dándoles la bienvenida a los
pescadores y a su hijo perdido.
La fibra del Capitán Wacho seguía remolcando al bote de Juan,
arrastrándolo al borde del muelle.
Nadie esperaba su llegada, solo las gaviotas se alborotaban de felicidad.
Al llegar al muelle el bote es amarrado y dentro de él está un hombre entre
la vida y la muerte que seguía soñando por descubrir su propio mundo.
El capitán Wacho no perdió tiempo y rápidamente sacó al muchacho del
bote y lo pone en cubierta.
-¡Tenemos que llevarlo al hospital!-
-dijo el capitán Wacho-
Los pescadores llevaron a Juan al hospital, en donde se observa un
desolador drama de tristeza.
Juan tirado en una fría loza la escena es terrorífica, ningún familiar veía
por él, solo el viejo Felo, y su perro Lorenzo.
Su estómago se había perdido, su rostro era cadavérico, su aspecto era
desconocido, del Juan que solía caminar por la playa, ni la sombra le
quedaba.
Mientras el muchacho agonizaba, una escena similar se contemplaba en la
otra esquina de la sala de emergencia, una joven mujer entra con fuertes
dolores de parto a punto de parir.
Era su amada Samantha que con nueve meses de embarazo entró con un
desgarrador dolor en su vientre compartiendo dicho sufrimiento que la
vida les daba a los dos, en su encuentro en el hospital.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Juan inconsciente en esa fría loza, era un ermitaño desconocido. Sin
sospechar que aquella mujer de la otra esquina era su querida Samantha,
que estaba apunto de darle un hijo bendecido por el mar.
¡Su hijo sí será un verdadero pescador, quizás tenga el mismo rostro o la
locura de su padre!.
¡Podrá superar el coraje y la fortaleza de Juan!
¿No sé sabe, sólo Dios lo sabrá?
Aunque Juan regresó solo, sin su gran picudo, y casi muerto, sus ideales y
sus sueños ya estaban realizados, en la mañana siguiente el sol brillaba en
un nuevo amanecer, en el puerto las olas saltarinas alborotaban sus furias,
la alegría era exorbitante en la ciudad. Por tener de regreso a su pescador
preferido, y a un hijo predilecto de sus playas.
A pesar de todos sus ideales de Juan estaban realizados, ya en él habia
descubierto el verdadero sufrimiento por el mar y su significado al igual
que su misterio, para él su sueño estaba cumplido. Más cuando el amor
sobresalió ante todos, su temperamento lo llevó a unirse con su amada
Samantha, a cualquier precio y sacrificio, sin pensar que se unirían para la
eternidad.
Porque ellos tejieron sus propios sueños y crearon su propio mundo.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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LOS PERSONAJES
Juan, el pescador solitario.
Ei Viejo Felo,
José, el padre de Juan.
El capitán wacho
Carlos, el lobo herido
Samantha, la tuco
El pez espada, el gran picudo
El perro, Lorenzo
El tiburón ballena, el pez gata
Las Gaviotas,
(Actores personajes) (Que tienen vida)
El monumento al pescador, (Actor Personificado)
La playa, (actor personificado)
Parque el Marisco, (Actor personificado)
(Actores Personificados) (Que no tienen vida)
Los personajes tienen su propia vivencia, donde se personifican según su
propio realismo mágico en el relato.
Lo real se mezcla con la fantasía vivencial de los actores.
Lo primero que hay que tomar en cuenta es la escenografía donde los
personajes toman vida, como la playa, el mar, el monumento al pescador.
Son personificados tomando vitalidad en el contenido del relato. Que no
pasa lo mismo con Juan, (Actor personaje)
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Que tiene su propio mundo, dando un realismo único a una aventura
marinera donde tiene su peculiar penuria.
La historia tiene un tinte platónico, entre la escena verdadera en la playa,
como en altamar.
Naciendo de esa forma el pescador solitario, que teje su propio mundo. Por
querer conocer el misterio del mar.
Creando su dilema en lo real y lo fatal del relato.
EL PESCADOR SOLITARIO
Juan (actor personaje) un joven de aspecto físico atlético, vivía enamorado
del mar. Debido a su inmenso amor por el océano logra realizar el sueño
anhelado.
Aunque logra salir a la pesca, esa aventura se torna en una amarga
realidad.
Idolatraba a un monumento llamado el pescador, que le servía como base
para lograr su objetivo.
En su laberinto logra desafiar muchas adversidades,
Juan es el único personaje que encierra un mundo mágico con los demás
actores.
En su odisea conoce a Wacho, un capitán de una fibra, que le enseña los
primeros pinitos en el arte de la pesca.
Por su inexperiencia tiene la ayuda del Viejo Felo, un anciano jubilado y
muy diestro en el conocimiento de la pesca. Que le regala un bote viejo en
donde logra repararlo y hacerse a la mar pero con la intuición del Viejo
Felo.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Con la pérdida de su padre Juan quedó totalmente solo y desamparado de
la vida, en esos momentos conoce a una hermosa mujer llamada Samantha,
que por su espléndida figura. Juan se enamora de ella y logra formar un
romance en una noche bajo la luna enamorada de la playa de Tarqui.
Cumple un ritual amoroso y en un mundo de desafío termina con un
enfrentamiento con el Picudo, y el Gran Pez Gata.
EL MONUMENTO AL PESCADOR (actor personificado)
Se encuentra en la playa de Tarqui, del puerto de Manta. Era la inspiración
principal de Juan, en este monumento se concentraba todos los días.
Le hablaba, le pedía consejo, era como un Dios para el muchacho. El
Pescador, tenía su contextura fuerte, su mirada regia, y lista para cualquier
desafío en altamar.
En su hombro izquierdo lleva su remo y en el derecho sostiene un pescado
albacora. Como trofeo de su lucha en el mar, el pescador sigue tan
campante con su mirada frente al océano, desafiando la furia de la
naturaleza y esperando la presencia de su amigo Juan.
LA PLAYA DE TARQUI
(Actor personificado)
Es un ensueño en el puerto de Manta extensa y desolada, más que todo
olvidada.
En esta playa Juan comienza a fabricar su sueño de playa a playa y de
punta a punta. Caminaba por el parque del marisco, su alma de hombre
soñador y solitario.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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Al comienzo la playa era su escenario principal, los pescadores
artesanales. Emprendía su faena y era el lugar donde las embarcaciones
hacían sus llegadas de alta mar. Era el punto principal de la pesca, aquí
funciona su principal astillero, el comercio de pescados era eminente en
los pequeños comerciantes, que transportaban en camioneta el producto.
Para el procesamiento de atún enlatado, para el desarrollo del puerto.
Las huellas de su dolor quedan perennes en la arena, su vanguardia sigue
latente en su mente y las gaviotas esperan su regreso de aquel muchacho
enamorado del mar que hizo con las aves un coloquio único como para no
olvidar.
LA POZA
(Actor personificado)
Se encuentra frente a la fábrica de inepaca, lugar donde el pescador Wacho
varaba su bote de fibra, Wacho recordaba con nostalgia aquellos tiempos
memorables, cuando la poza era lugar predilecto para todos los pescadores
del puerto. Sus aguas cristalinas eran espejo que reflejaban sueño y
ternura.
El pescador lleva a Juan a la poza, donde observa un total abandono, aguas
sucias y casi vacía era el panorama del lugar.
Los botes estaban varados, el rostro de Manta llora la pérdida de su hijo
añorado como era la poza.
Solo en la mente del pescador Wacho, queda el recuerdo de aquella
querida poza, cuando era un ensueño hecho para soñar.
Lugar donde pasa la Vía Puerto-aeropuerto en la actualidad.
EL VIEJO FELO
(Actor personaje)
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Un viejo Sabio que vivía en la marisma de los esteros del puerto, personaje
muy importante para la decisión de Juan de realizar el viaje a alta mar. Es
quien le enseña como enfrentar al misterioso océano, le regala un bote
donde realiza su primer y único viaje a alta mar.
El viejo Felo, era un diestro en la faena de la pesca, tenía muchas millas
recorridas en el mar, se dedicaba a la vida bohemia en los salones de la
vida.
Fanático número uno del Delfin s.c equipo de fútbol del puerto. Que
cuando perdía lloraba, ya que era lo único que tenía como consuelo,
caminaba todo los días desde Los Esteros hasta la playa de Tarqui. En
donde un día Bajo un ardiente sol conoce a Juan y comienza una bonita
amistad perdurable.
EL CAPITAN WACHO
(Actor personaje)
Un pescador con mucha suerte, estaba al mando de una pequeña
embarcación de fibra.
Juan lo admiraba mucho por que lo veía llegar lleno de pescados, Wacho,
es el primero que establece una amistad con Juan.
Y es quien lo invita a pasear por la faz del Puerto de Manta. Le prometió
llevarlo a la pesca, pero nunca lo cumplió.
Por que no tenía experiencia y estaban completos los tripulantes.
Era un hombre con mucho éxito en alta mar, nunca regresaba vacío a tierra
y en una de esas tantas faenas logra rescatar a Juan de alta mar, que estaba
a la deriva perdido e inconsciente.
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Lo remolca hasta el puerto, en un hilo de vida lo traslada al hospital. En
donde se encuentra con Samantha que estaba a punto de darle un hijo.
SAMANTHA “LA TUCO”
(Actor personaje)
Hermosa mujer como venida de otro mundo. Por su preciosidad de
encanto, Juan le decía La Tuco. Con su belleza logra impactar el corazón
de el, fue como un regalo enviado de Dios, en esos momentos difíciles de
la vida, que estaba pasando Juan. Al quedarse solo por la muerte de su
padre, la conoce en la playa, en uno de esos días que solía caminar
desesperado.
Empiezan un romance que terminan en un dulce idilio en la playa, la
primera noche de amor Juan lo lleva a la arena, y a media noche bajo la
mirada de la luna le hace el amor, por un mandato del viejo Felo.
Samantha le daría un hijo bendecido por el mar, y sería un buen pescador.
La Bella mujer abandona a Juan, estando embarazada de ocho meses.
Samantha, logra reunirse con Juan en el hospital, en condiciones distintas
y con sueños diferentes para ambos.
EL GRAN PICUDO
El pez espada. (Actor personifica)
Se encuentra en los mares del pacífico, y en los mares de agua cálida.
Es muy apreciado por su carne, es una especie de pez predilecto para la
exportación.
Su cuerpo es de gran tamaño y bastante robusto.
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Su carne es muy rica y comestible, llegan a medir hasta 4 y 5 metros de
largo, llegan a pesar 5 quintales en adelante.
En alta mar, Juan logra pescar a este pez, que si bien es cierto lo había
visto en tierra, cuando Wacho desembarcaba en la playa.
El gran picudo, era un trofeo para Juan y parte de su sueño hecho realidad.
Aunque luchó varias horas para matarlo y luego treparlo al pequeño bote.
Sabía que había cumplido su misión de pescador solitario. El picudo luego
le salvaría la vida a Juan, cuando se encuentra con el gran pez gata.
EL PEZ GATA
El tiburón ballena (actor personificado) se encuentra en todos los mares
del mundo, es un mamífero marino del orden de los cetáceos.
Es conocido así por su físico invariable, con sus aletas de tiburón y su
cuerpo de ballena. Atacan cuando lo provocan o cuando encuentran
sangren en algún pez herido.
Su piel es gris y gruesa, con manchas blancas en el lomo dando un tinte de
variados colores, único en este gran pez.
Solo pueden ser atacados por peces asesinos como la orca, o el tiburón
tigre, verdadero asesino del mar.
Llegan a medir de 10 a 15 metros y a pesar 13 toneladas.
Juan tenía conocimiento de este enorme pez gata, porque el viejo Felo le
había dicho en la playa, el había tenido mucho encuentro con el pez gata
en altamar.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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En un realismo mágico, Juan comparte unos días con este enorme pez. Que
es muy común observarlo en alta mar, en toda faena de pesca que realizan
los pescadores.
En la costa del pacífico ecuatoriano, el pez gata le daña el pequeño bote de
Juan, en donde comienza una aventura, del hombre, el mar y pez.
José, PADRE DE JUAN.
(Actor personaje.)
Era un anciano jubilado en la rama de la docencia, vivía solo con Juan y su
perro Lorenzo, siempre le llamaba la atención a su hijo, por que este solo
vivía en la playa.Devido a su edad estaba desocupado, y se mantenía con
una pensión miserable. Deciden entre todos los jubilados hacer un paro al
gobierno de turno para que le suban el salario, y no le hacen caso, es
cuando presionan los jubilados con una huelga de hambre, para José eso
fue fatal debido a su falta de alimento y cuidado, muere abandonado y en
la miseria y con una terrible desnutrición.
Manta es el Primer Puerto Atunero del Ecuador,
Y Capital Mundial del Atún
El Pescador Solitario John Milton Palma
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91
VOCABULARIO
ENIGMA.- Dicho o cosa que difícilmente puede entenderse o
interpretarse.
HASTÍO.- Repugnancia a la comida, disgusto, tedio.
ODISEA.- Viaje largo en el cual abundan las aventuras.
VANGUARDIA.- Que va delante del cuerpo principal, avanzada de un
grupo o movimiento ideológico.
ACHICAR.- Disminuir el tamaño de alguna cosa, extraer el agua de un
dique, embarcación, etc.
MARISMA.- Terreno bajo que se inunda por las aguas del mar.
ATLÉTICO.- Individuo con gran desarrollo de músculos.
FAENA.- Trabajo corporal, trabajo mental, jornada de un obrero.
FANÁTICO.- Que defiende algo apasionadamente, intolerante.
BANDADA.- Número crecido de aves que vuelan juntas.
IDILIO.- Coloquio amoroso, aventura de amor.
MONUMENTO.- Obra de arquitectura, escultura, o grabado.
BOTE.- Embarcación hecho de fibra, que sirve para la pesca.
VAIVÉN.- Variedad inestable o inconstancia de las cosas.
LUMBRERA.- Cuerpo que despide luz, alumbramiento total.
LA TUCO.- Ser que sorprende por su belleza y su físico.
MÁSTIL.- Palo de una embarcación, que esta en el centro del bote.
SEDAL.- Hilo o cuerda que se ata por un extremo al anzuelo.
SOMERA.- Encima o muy inmediato a la superficie.
LABERINTO.- Lugar que es difícil encontrar la salida.
VARADERO.- Lugar donde varan las embarcaciones a limpiarlas.
CRUCERO.- Viaje de placer por mar, en barco grande.
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92
POPA.- Parte posterior del bote.
PROA.- Parte delantera del bote, en la cual corta el agua.
DEMACRACIÓN.- Pérdida de carne por falta de nutrición.
MASCARADA.- Baile o fiesta de personas enmascaradas.
ESCENA.- Representar una obra, en un lugar o teatro
BOHEMIO.- Persona de costumbres libres en el trago.
ALBACORA.- Pez de carne muy apreciada en todo el mundo.
INEPACA.-Fábrica de procesamiento de atún enlatado.
SUBLIME.- Engrandecer, excelso, eminente.
MEMORABLE.- Recordar una cosa, hacer memoria de ella.
ENSUEÑO.- Ilusión, fantasía, cosa que se sueña.
ATINAR.- Encontrar lo que se busca a tiempo.
RITUAL.- Conjunto de ritos de una religión o de una iglesia.
PREDILECTO.- Cariño con que se distingue a una persona.
PARÁMETRO.- Variable que puede tomar un valor diferente.
CETÁCEO.- Mamífero marino de la vida acuática.
ASERTIVO.- Afirmar, asegurar, aseverar, asertar.
BADULAQUE.- Informal, majadero, tonto de la sociedad.
BACAN.- Termino que se utiliza en el medio popular de la vida cotidiana.
BRAVURA.- Inestabilidad del mar donde sus olas se alteran.
FURIA.- Persona que se irrita fácilmente y entra en cólera.
CAMOTILLO.- Pescado comestible de carne muy sabrosa.
ESPINEL.- Nylon que se utiliza para la captura del pescado.
MARISCADA- Comida constituida principalmente por marisco,
Fresco, abundante, y variado.
El Pescador Solitario John Milton Palma
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TEST PRÁCTICO
1. ¿Cómo se llama el pescador solitario?
2. ¿A quién idolatraba Juan?
3. ¿Quién fue el primer amigo de Juan?
4. ¿Cómo se llama el perro de Juan?
5. ¿De qué murió el padre de Juan?
6. ¿Cómo se llama la novia de Juan?
7. ¿Dónde le hace el amor Juan a su novia?
8. ¿Cuántos meses de embarazo tenía Samantha
cuando dejo a Juan?
9. ¿Dónde vivía el viejo Felo?
10. ¿Quién le enseña a pescar a Juan?
11. ¿Quién le regaló un bote a Juan?
12. ¿De qué color pintó el bote Juan?
13. ¿De qué equipo de fútbol idolatraba el viejo
Felo?
14. ¿En qué playa solía caminar el viejo Felo?
15. ¿Con quién partió a pescar Juan?
16. ¿Qué clase de pescado cogió el pescador?
17. ¿Con que animal se enfrentó Juan en alta
mar?
18. ¿Cuántas semanas estuvo Juan a la deriva?
19. ¿Qué animal le sirvió de alimento a Juan?
20. ¿Qué amigo lo rescató a Juan en la deriva?
21. ¿Quiénes lo reciben a Juan en el muelle?
22. ¿Con quién se encuentra Juan en el hospital?
23. ¿Quiénes los visitan a Juan en el Hospital?
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El Pescador Solitario John Milton Palma
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INDICE
1. Editorial libromanta
2. Presentación
3. A la memorias
4. Reflexiones
5. Homenaje al pescador
6. Capitulo uno
El monumento Al Pescador
7. Capitulo dos
El Amor del pescador
8. Capitulo tres
El pescador solitario y el pez gata
9. Los Personajes
10. Vocabulario
11. Test práctico
12. Índice