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18. Jesús carga la cruz (10-11 a.m)

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Me fundo en ti Jesús y en tu Voluntad Ven Jesús: a pensar en mi mente a mirar en mis ojos a respirar en mis respiros a escuchar en mis oídos a hablar en mi boca a circular en mi sangre a moverte en mis movimientos a palpitar en mi corazón a amar y a perdonar en mi a obrar en mis manos y a caminar en mis pies

INVOCACIÓN A LA DIVINA VOLUNTAD

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- Ciño mi cabeza con tus espinas Jesús,

- emperlo mi lengua con tu amargura,

- revisto mi alma con tu sangre,

- me adorno con tus llagas, - traspaso mis manos y mies pies con tus clavos, y como otro Cristo me presento ante

la Divina Majestad.

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

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ORACIÓN DE PREPARACIÓN ANTES DE CADA HORA¡Oh, Señor mío Jesucristo!, postrado ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo Corazón que quiera admitirme a la

dolorosa meditación de las 24 Horas de tu Pasión, en las que por amor nuestro quisiste sufrir tanto en tu cuerpo adorable y en tu

alma santísima, hasta llegar a la muerte de cruz. ¡Ah!, ayúdame, dame tu gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus

padecimientos, mientras medito la hora ____.

Y por aquellas horas que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y es mi intención meditarlas durante

todas aquellas horas en las que estoy obligado a ocuparme de mis deberes o a dormir. Acepta, ¡oh misericordioso Jesús mío, Señor!, mi amorosa intención, y haz que sea de provecho para mí y para

muchos como si efectivamente hiciera santamente todo lo que quisiera practicar.

Te doy gracias, ¡oh Jesús mío!, por haberme llamado a unirme a ti por medio de la oración; y para complacerte todavía más, tomo tus

pensamientos, tu lengua, tu Corazón y con ellos quiero orar, fundiéndome del todo en tu Voluntad y en tu amor; y extendiendo mis brazos para abrazarte, apoyo mi cabeza sobre tu Corazón y

empiezo..

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Destrozado Bien mío, contigo reparo, contigo sufro; mas veo que tus

enemigos te empujan por la escalera; la multitud te espera con ansia y furor; hacen que encuentres ya preparada la cruz que con tantos suspiros buscas, la

miras con amor, y con paso decidido te acercas

a ella para abrazarla.

Jesús carga la Cruz ( 10- 11 a.m.)

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Pero antes la besas y sientes como un escalofrío de alegría por toda tu santísima humanidad, y con un gozo supremo, vuelves a mirarla y mides su longitud y su anchura; en ella

estableces ya una porción para todas las criaturas y les das la dote suficiente para vincularlas a la Divinidad con el vínculo nupcial y para hacerlas herederas del Reino de los Cielos. Y

luego, no pudiendo contener tu amor por las criaturas, vuelves a besar la cruz y le dices:

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« ¡Cruz adorada, finalmente te abrazo! Tú eras el suspiro de mi Corazón, el martirio de mi amor; pero tú, oh cruz, has tardado

tanto, mientras que mis pasos siempre hacia ti se dirigían.

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Cruz santa, tú eras la meta de mis deseos, la

finalidad de mi existencia sobre la tierra. En ti yo

concentro todo mi ser, en ti pongo a todos mis

hijos, tú serás su vida, su luz, su defensa, tú serás quien me los cuide y les

des fuerza, tú los sostendrás en todo y me los conducirás gloriosos

al cielo.

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¡Oh cruz, cátedra de sabiduría, sólo tú enseñarás la verdadera santidad, tú formarás los héroes, los atletas, los mártires, los

santos!

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Cruz hermosa, tú eres mi trono, y teniendo yo que abandonar la tierra, te quedarás tú en mi lugar; a ti te doy

como dote a todas las almas. ¡Cuídamelas, sálvamelas, a ti te las confío! ».

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Y diciendo esto, lleno de ansiedad haces que te la pongan sobre los hombros. ¡Ah, Jesús mío!, la cruz para tu amor es

demasiado ligera, pero al peso de la cruz se une el de nuestras enormes e inmensas culpas que se extienden tanto cuanto el cielo; y tú, triturado Bien mío, sientes que el peso de tantas

culpas te aplasta.

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Tu alma se horroriza ante su vista y sientes la pena propia de cada culpa; tu santidad queda sacudida ante tanta monstruosidad. Por eso,

sosteniendo la cruz sobre tus hombros, vacilas, respiras afanosamente y de tu santísima

humanidad empieza a brotar un sudor mortal.

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Es mi intención solemne ofrecerte

todo mi ser en reparación por

cualquier ofensa que recibas, hacer el acto

opuesto a las ofensas que las

criaturas te hagan y consolarte con mis

besos y mis continuos actos de

amor.

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Pero veo que yo soy demasiado miserable y tengo necesidad de ti para poder darte verdadera reparación;

por eso, me uno a tu santísima humanidad y junto contigo

uno mis pensamientos a los tuyos para reparar los malos pensamientos míos y de todos;

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uno mis ojos a los tuyos para reparar las malas miradas;

uno mi boca a la tuya para reparar por las blasfemias y las malas conversaciones;

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uno mi corazón al tuyo, para reparar las malas inclinaciones, los malos deseos y los malos afectos;

en una palabra, quiero reparar por todo lo que repara tu santísima humanidad, uniéndome a la inmensidad de tu amor por todos y al inmenso bien que les haces a todos. Pero no

me contento todavía; quiero unirme a tu Divinidad, para hacer que mi vida se pierda en ella y así pueda darte todo.

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¡Amable Jesús mío!, tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión para hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte lleno de angustia y de dolor, orando, reparando y sufriendo, y que con tus palabras más

conmovedoras y elocuentes suplicabas por la salvación de todas las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte para cumplir con mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte « gracias » y «

te bendigo ».

¡Sí, oh Jesús!, gracias, te lo repito mil y mil veces, y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos. Gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada pálpito, por

cada paso, palabra, mirada, amarguras y ofensas que has soportado. Por todo, ¡oh Jesús mío!, quiero sellarte con un gracias y te bendigo. ¡Ah, Jesús!, haz que de todo mi ser salga hacia ti una corriente continua de gratitud y de

bendiciones, para atraer sobre mí y sobre todos la fuente de tus bendiciones y de tus gracias.

¡Ah Jesús mío!, estréchame a tu Corazón y con tus santísimas manos sella todas las partículas de mi ser con tu bendición, para que así no pueda salir de mí más que un himno continuo de amor hacia ti.

Por eso me quedo en ti para seguirte en lo que haces, antes bien, obrarás tú mismo en mí. Y yo desde ahora dejo mis pensamientos en ti para defenderte de tus enemigos, el respiro para cortejarte y hacerte compañía, el pálpito

para decirte siempre Te amo y repararte por el amor que no te dan los demás; las gotas de mi sangre para repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas, y dejo mi

ser para hacerte guardia.

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones quiero quedarme en tu Corazón. Tengo miedo de salirme de él, pero tú me tendrás en ti, ¿no es así? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de modo que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión contigo. ¡Ah, te suplico, oh Jesús mío!, si ves que alguna vez estoy por apartarme de ti, que tus latidos se hagan más fuertes en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y me hieran con sus saetas de fuego, para que al sentirte, de inmediato yo me deje atraer

hacia ti y así no se rompa nuestra íntima unión. ¡Oh Jesús mío!, hazme la guardia para que no vaya a hacer alguna de las mías. Bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo todo lo que yo debo hacer.

Acción de Gracias después de cada Hora

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De los Escritos de la S.D. Luisa Piccarreta

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De los Escritos de la S.D. Luisa Piccarreta. Vol 4. Marzo 19, 1901El verdadero modo de sufrir

Esta mañana, encontrándome toda oprimida y sufriente, sobre todo por la privación de mi dulce Jesús, después de mucho esperar, en cuanto lo he visto me ha dicho:

“Hija mía, el verdadero modo de sufrir es no mirar de quién vienen los

sufrimientos, ni qué cosa se sufre, sino al bien que debe venir de los

sufrimientos. Este fue mi modo de sufrir, no miré ni a los verdugos, ni al sufrir, sino al bien que

quería hacer por medio de mi sufrir, aun a aquellos mismos que me

daban el sufrimiento, y mirando el bien que debía producir a los hombres desprecié todo lo demás y con intrepidez seguí el curso de

mi sufrir. Hija mía, este es el modo más fácil y más provechoso para sufrir no sólo con

paciencia, sino con ánimo invicto y animoso.”

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Lo que dicen los Santos sobre la Cruz

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Bibliografía para profundizar

Catecismo de la Iglesia CatólicaN. 595- 623

Escritos de la S. D. Luisa Piccarreta.Vol 1 Septiembre 14, 1899Vol. 2 Mayo 16, 1899Vol. 2. Julio 22, 1899

Sagradas Escrituras

Mt 10, 381 Co 1, 18Mt 16, 24

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Palabras de Nuestra Papa Francisco

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Palabras de Nuestra Papa Emérito Benedicto XVI

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Pidamosle a Nuestra Madre nos ayude a vivir estas verdades