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Pág. 1 Apocalipsis Capítulo 6 Desatando los Siete Sellos La visión de Juan tocante al desatar del rollo de los siete sellos, es introducida por dos capítulos mostrando algunas de las escenas más llamativas e impresionantes que hayan sido reveladas en cualquier parte de la palabra de Dios. Los mismos portales del cielo son abiertos ante la atónita mirada del profeta y él ve a Dios mismo sentado sobre su eterno trono. Los supremos funcionarios del universo celestial están presentes. También se encuentra Jesús, el Cordero de Dios, como Salvador de los que se arrepienten, y como León de la tribu de Judá para con los impíos que persisten en su rebelión contra Dios. Un rollo sellado con siete sellos está en la mano del Padre. Es un documento de suprema importancia, que trata el destino eterno de los seres terrestres. En todo el universo de Dios, Jesús es él Único digno de desatar los sellos y abrir el libro. Y la razón por la cual es digno es porque él fue quien fue muerto por los pecados del hombre y mediante Su sangre hizo posible la eterna redención por la raza caída. Habiendo tomado el libro, el siguiente panorama es el de la gozosa adoración y alabanza dada a Cristo, durante la ocasión de su coronación, por todos los habitantes de cielo y tierra. ¿En cuál otro lugar de las escenas descritas por los profetas podrá encontrarse algo que se compare con es- to? ¿En qué parte de toda la historia puede encontrarse alguna escena tan gloriosa como esta? Pero todo esto es preliminar a la visión del profeta sobre el rompimiento de los sellos y el sellamiento de los hijos de Dios. Ciertamente en esta postrera visión debe haber algo de suprema importancia que involucra la suma de las más grandes esperanzas del hom- bre, algo destinado a llevar al hombre a la realización de estas esperanzas; o si no, a un entendimiento de la terrible suerte que espera a los condenados. El cuadro ante nosotros es uno de vida o muerte, de gloriosa victoria o ignominiosa derrota, de llamar a las rocas que nos escondan de la ira del Cordero o de goces incontenibles de adoración y alabanza sobre la consumación de nuestras más grandes esperanzas. Edwin Thiele, Outline Stu- dies in Revelation:105-106. 15ML:219. Tu diestra, o Dios, romperá en pedazos a tus enemigos. Apocalipsis 6 y 7 es- tán llenos de significado. Terribles son los juicios de Dios revelados. Los siete ángeles estuvieron delante de Dios para recibir su comisión. A ellos fueron dadas siete trompe- tas. El Señor salía para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad, y la tierra habría de manifestar su sangre y no más encubrir a sus muertos. Dad la descripción en el capítulo 6. Versículo 1. “Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos miré, y oí a uno de

Comentario de EGW - Apocalipsis 6

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Apocalipsis Capítulo 6

Desatando los Siete Sellos

La visión de Juan tocante al desatar del rollo de los siete sellos, es introducida por dos

capítulos mostrando algunas de las escenas más llamativas e impresionantes que hayan

sido reveladas en cualquier parte de la palabra de Dios. Los mismos portales del cielo

son abiertos ante la atónita mirada del profeta y él ve a Dios mismo sentado sobre su

eterno trono. Los supremos funcionarios del universo celestial están presentes. También

se encuentra Jesús, el Cordero de Dios, como Salvador de los que se arrepienten, y como

León de la tribu de Judá para con los impíos que persisten en su rebelión contra Dios.

Un rollo sellado con siete sellos está en la mano del Padre. Es un documento de suprema

importancia, que trata el destino eterno de los seres terrestres. En todo el universo de

Dios, Jesús es él Único digno de desatar los sellos y abrir el libro. Y la razón por la cual

es digno es porque él fue quien fue muerto por los pecados del hombre y mediante Su

sangre hizo posible la eterna redención por la raza caída. Habiendo tomado el libro, el

siguiente panorama es el de la gozosa adoración y alabanza dada a Cristo, durante la

ocasión de su coronación, por todos los habitantes de cielo y tierra. ¿En cuál otro lugar

de las escenas descritas por los profetas podrá encontrarse algo que se compare con es-

to? ¿En qué parte de toda la historia puede encontrarse alguna escena tan gloriosa como

esta?

Pero todo esto es preliminar a la visión del profeta sobre el rompimiento de los sellos y

el sellamiento de los hijos de Dios. Ciertamente en esta postrera visión debe haber algo

de suprema importancia que involucra la suma de las más grandes esperanzas del hom-

bre, algo destinado a llevar al hombre a la realización de estas esperanzas; o si no, a un

entendimiento de la terrible suerte que espera a los condenados. El cuadro ante nosotros

es uno de vida o muerte, de gloriosa victoria o ignominiosa derrota, de llamar a las rocas

que nos escondan de la ira del Cordero o de goces incontenibles de adoración y alabanza

sobre la consumación de nuestras más grandes esperanzas. Edwin Thiele, Outline Stu-

dies in Revelation:105-106.

15ML:219. Tu diestra, o Dios, romperá en pedazos a tus enemigos. Apocalipsis 6 y 7 es-

tán llenos de significado. Terribles son los juicios de Dios revelados. Los siete ángeles

estuvieron delante de Dios para recibir su comisión. A ellos fueron dadas siete trompe-

tas. El Señor salía para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad, y la tierra

habría de manifestar su sangre y no más encubrir a sus muertos. Dad la descripción en el

capítulo 6.

Versículo 1. “Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos miré, y oí a uno de

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los cuatro seres vivientes decir con voz de trueno: "¡Ven!"

DTG:110. Cuando, en ocasión del bautismo de Jesús, Juan le señaló como el Corde-

ro de Dios, una nueva luz resplandeció sobre la obra del Mesías. La mente del pro-

feta fue dirigida a las palabras de Isaías: "Como cordero fue llevado al matadero."

Durante las semanas que siguieron, Juan estudió con nuevo interés las profecías y

la enseñanza de las ceremonias de los sacrificios. No distinguía claramente las dos fa-

ses de la obra de Cristo -como sacrificio doliente y como rey vencedor,- pero veía que su

venida tenía un significado más profundo que el que discernían los sacerdotes y el pue-

blo. Cuando vio a Jesús entre la muchedumbre, al volver él del desierto, esperó confia-

damente que daría al pueblo alguna señal de su verdadero carácter. Casi impacientemen-

te esperaba oír al Salvador declarar su misión; pero Jesús no pronunció una palabra ni

dio señal alguna. No respondió al anuncio que hiciera el Bautista acerca de él, sino que

se mezcló con los discípulos de Juan sin dar evidencia externa de su obra especial, ni

tomar medidas que lo pusiesen en evidencia.

10ML:331. “He allí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Repito las palabras de Juan—“He allí el Cordero de Dios”—para que todos vosotros

contempléis a Jesús. Esto, la cruz del Calvario, es doctrina, es el todopoderoso argumen-

to. Este es nuestro mensaje para los impenitentes, nuestra advertencia para el apóstata---

Contemplad a Jesús.

4RED:118. Fue el propósito de Jesús llamar la atención al sacrificio cumbre que

pondría fin a su misión en un mundo caído. Se estaban reuniendo en Jerusalén pa-

ra celebrar la pascua, mientras que él, el Cordero antitípico, mediante un acto vo-

luntario se auto separó como un sacrificio. Jesús entendía que era necesario que en

todas las edades futuras la iglesia hiciera de su muerte por los pecados del mundo

un tema de profunda meditación y estudio. Todo hecho conectado con eso debería ser

verificado sin lugar a duda. Era necesario, entonces, que la vista de todos fuera dirigida a

él, que las demostraciones que precedieron su gran sacrificio fueran tales como para

llamar la atención de todos al sacrificio mismo. Después de tal exhibición como la que

atendió su entrada a Jerusalén, toda vista seguiría su rápido progreso a su final término.

DTG:113. Felipe llamó a Natanael. Este último había estado entre la muchedumbre

cuando el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Al mirar a Jesús, Natanael

quedó desilusionado. ¿Podía ser el Mesías este hombre que llevaba señales de pobreza y

de trabajo? Sin embargo, Natanael no podía decidirse a rechazar a Jesús, porque el men-

saje de Juan le había convencido en su corazón.

Versículo 2. “Miré, y vi un caballo blanco. Su jinete tenía un arco. Le fue dada una co-

rona, y salió vencedor, para seguir venciendo”.

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HAp:37. Los argumentos de los apóstoles por sí solos, aunque claros y convincentes, no

habrían eliminado el prejuicio que había resistido tanta evidencia. Pero el Espíritu Santo

hizo penetrar los argumentos en los corazones con poder divino. Las palabras de los

apóstoles eran como saetas agudas del Todopoderoso que convencían a los hombres

de su terrible culpa por haber rechazado y crucificado al Señor de gloria.

5T::754. Hermanos, no es tiempo ahora para lamentar y desesperar, para ceder a la duda

y la incredulidad. Cristo no es ahora un Salvador en la nueva tumba de José, cerrada con

una gran roca y sellada con el sello romano; el nuestro es un Salvador resucitado. Él es

el Rey, el Señor de los ejércitos; él se sienta en medio de los querubines; y en medio de

la lucha y tumulto de las naciones guarda a aun a su pueblo. Aquel que reina en los cie-

los es nuestro Salvador. Él mide cada prueba, vela el fuego del horno que debe probar a

cada alma. Cuando las fortalezas reyes sean invadidas, cuando las flechas de la ira

divina atraviesen los corazones de sus enemigos, su pueblo estará seguro en sus

manos.

HAp:251. Pablo presenta el contraste entre la perecedera guirnalda de laurel reci-

bida por el vencedor de las carreras pedestres, y la corona de gloria inmortal que recibirá el que corra triunfalmente la carrera cristiana. "Ellos, a la verdad” declara,

“para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible." Para obtener una re-

compensa perecedera, los corredores griegos no escatimaban esfuerzo ni disciplina. No-

sotros estamos luchando por una recompensa infinitamente más valiosa, la corona de la

vida eterna. ¡Cuánto más cuidadoso debería ser nuestro esfuerzo, cuánto más voluntario

nuestro sacrificio y abnegación!

Ed:179. La corona que se le quitó a Israel pasó sucesivamente a los reinos de Babilonia,

Medo-Persia, Grecia y Roma. Dios dice: "Esto no será más, hasta que venga aquel cuyo

es el derecho, y yo se lo entregaré."

CE:214. Los obreros de Dios deben tener una profunda experiencia. Si se rinden plena-

mente a él, él obrará poderosamente en su favor. Implantarán el estandarte de la verdad

sobre las fortalezas que hasta entonces retenía Satanás, y con clamores de victoria toma-

rán posesión de ella. Ostentan las cicatrices de la batalla, pero reciben el mensaje conso-

lador de que el Señor los guiará en su avance, venciendo y para vencer.

PP:586. Dios había puesto a su pueblo en Canaán como un poderoso valladar para con-

tener la ola de la inmoralidad, a fin de que no inundara al mundo. Si Israel le era fiel,

Dios quería que fuera de conquista en conquista. Entregaría en sus manos naciones

aún más grandes y más poderosas que las de los cananeos. Les prometió: "Porque si

guardarais cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo, . . . Jehová

también echará todas estas gentes de delante de vosotros, y poseeréis gentes grandes y

más fuertes que vosotros. Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie, será vuestro:

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desde el desierto y el Líbano, desde el río, el río Eufrates, hasta la mar postrera será

vuestro término. Nadie se sostendrá delante de vosotros: miedo y temor de vosotros

pondrá Jehová vuestro Dios sobre la haz de toda la tierra que hollareis, como él os ha di-

cho." (Deut. 11:22-25).

RJ:36. En su conversación de despedida con sus discípulos la noche antes de su crucifi-

xión, el Salvador no se refirió a los sufrimientos que había soportado y que debía sopor-

tar todavía. No habló de la humillación que le aguardaba, sino que trató de llamar su

atención a aquello que fortalecería la fe de ellos, induciéndoles a mirar hacia adelante a

los goces que aguardan al vencedor. Se regocijaba en el conocimiento de que podría

hacer más por sus seguidores -y lo haría- de lo que había prometido; que de Él flui-

rían amor y compasión que limpiarían el templo del alma y harían a los hombres

semejantes a Él en carácter; que su verdad, provista del poder del Espíritu, saldría

venciendo y para vencer.

Versículos 3-4. Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que dijo:

"¡Ven!" Entonces salió un caballo rojo brillante. Y a su jinete se le dio el poder de qui-

tar la paz de la tierra, para que se matasen unos a otros. Y se le dio una gran espada.”

4T:120. Este becerro habría de ser rojo, lo cual era simbólico de sangre.

1T:190. Muchos, veía yo, se jactaban que eran buenos cristianos, lo cuales no tienen

un solo rayo de luz de Jesús. Ellos no saben lo que significa ser renovado por la

gracia de Dios. No tienen una experiencia viviente de sí en las cosas de Dios. Y yo vi que el Señor estaba preparando su espada en el cielo para cortar a los tales. ¡O, que

todo creyente tibio pudiera reconocer la límpida obra que está por realizar entre su pro-

feso pueblo!

4T:52-53. La espada de su ira está extendida sobre el pueblo que por su orgullo e

iniquidad ha provocado el disgusto de un Dios justo. Tempestades, terremotos, tormentas, fuego, y la espada desparramarán desolación por doquier, hasta que los

corazones de los hombres les falten por temor y al ver las cosas que vendrán sobre la tie-

rra. Vosotros no sabéis cuán corto espacio existe entre vosotros y la eternidad. No sabéis

cuan pronto vuestro tiempo de gracia terminará.

Versículo 5. “Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que dijo:

"¡Ven!" Miré, y vi un caballo negro. Y su jinete tenía una balanza en su mano.”

RH, 19 de Marzo de 1895. Ahora hay necesidad de ferviente, profundo y sincero esfuer-

zo para redimir el infiel pasado. Tiempo, precioso tiempo, ha sido perdido en vagancias

y apostasías. Cada carácter ha de ser pesado en las balanzas del santuario; si el ca-

rácter moral y el avance espiritual no corresponden a las oportunidades y bendi-

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ciones, “falto” es escrito al lado de ese nombre.

Versículo 6. “Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: "Un

litro de trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario. Pero no dañéis el

vino ni el aceite”.

CS:34-35. Espantosas fueron las calamidades que sufrió Jerusalén cuando el sitio se

reanudó bajo el mando de Tito. La ciudad fue sitiada en el momento de la Pascua, cuan-

do millones de judíos se hallaban reunidos dentro de sus muros. Los depósitos de pro-

visiones que, de haber sido conservados, hubieran podido abastecer a toda la po-

blación por varios años, habían sido destruidos a consecuencia de la rivalidad y de

las represalias de las facciones en lucha, y pronto los vecinos de Jerusalén empeza-

ron a sucumbir a los horrores del hambre. Una medida de trigo se vendía por un

talento. Tan atroz era el hambre, que los hombres roían el cuero de sus cintos, sus san-

dalias y las cubiertas de sus escudos.

Muchos salían durante la noche para recoger las plantas silvestres que crecían fuera de

los muros, a pesar de que muchos de ellos eran aprehendidos y muertos por crueles tor-

turas, y a menudo los que lograban escapar eran despojados de aquello que habían con-

seguido aun con riesgo de la vida. Los que estaban en el poder imponían los castigos

más infamantes para obligar a los necesitados a entregar los últimos restos de provisio-

nes que guardaban escondidos; y tamañas atrocidades eran perpetradas muchas veces

por gente bien alimentada que sólo deseaba almacenar provisiones para más tarde.

5T:614-615. En vista del precio infinito pagado por la redención del hombre, ¿cómo

puede cualquiera que profese el nombre de Cristo atreverse a tratar con indiferencia a

uno de sus pequeñuelos? ¡Cuán cuidadosamente debieran los hermanos y las, her-

manas de la iglesia velar sobre cada palabra y acción para no dañar al aceite y al

vino! ¡Con cuánta paciencia, bondad y afecto debieran tratar lo adquirido por la sangre

de Cristo! ¡Cuán fiel y fervorosamente debieran trabajar para elevar a los abatidos y des-

alentados! ¡Cuán tiernamente debieran tratar a los que procuran obedecer a la verdad y,

no hallando estímulo en casa, han de respirar constantemente una atmósfera de incredu-

lidad y tinieblas!

TM:236. El aceite es la justicia de Cristo. Representa el carácter, y el carácter no es

transferible. Ningún hombre puede obtenerlo por otro. Cada uno debe lograr para sí un

carácter purificado de toda mancha de pecado.

TM:127. El Señor viene, y ahora necesitamos el aceite de la gracia en las vasijas de

nuestras lámparas.

DTG:123. El vino que Jesús proveyó para la fiesta, y que dio a los discípulos como

símbolo de su propia sangre, fue el jugo puro de uva. A esto se refiere el profeta

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Isaías cuando habla del "mosto en un racimo," y dice: "No lo desperdicies, que bendi-

ción hay en él."

TM:188. El aceite áureo representa el Espíritu Santo. Los ministros de Dios han de

estar permanentemente surtidos de este aceite, para que, a su vez, puedan impartirlo a la

iglesia.

TM:344. Si el ministro cristiano recibe el aceite áureo, tiene vida; y donde hay vida,

no hay estancamiento, no hay una experiencia empequeñecida. Hay constante cre-

cimiento hasta la plena estatura de Cristo Jesús. Si tenemos una experiencia profunda y

creciente en las cosas celestiales, andamos con el Señor, como lo hizo Enoc.

TM:520. Por mucho tiempo podemos haber seguido el sendero angosto, pero no es segu-

ro tomar esto como prueba de que continuaremos en él hasta el fin. Si hemos andado

con Dios en compañerismo con el Espíritu Santo, es debido a que lo hemos buscado dia-

riamente por la fe. El aceite áureo que fluye por los tubos de oro nos ha sido comunica-

do de las dos olivas. Pero los que no cultivan el espíritu y el hábito de la oración no

pueden esperar recibir el aceite áureo de la bondad, la paciencia, la longanimidad,

la cortesía y el amor.

Versículos 7-8. “Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser vivien-

te, que dijo: "¡Ven!" Miré, y vi un caballo amarillo. Su jinete se llamaba Muerte, y el

sepulcro lo seguía. Y le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con

espada, hambre, peste y con las bestias de la tierra.”

RH, 11 de Enero de 1887. Juan también fue testigo de las terribles escenas que se lleva-

rán a cabo como señales de la venida de Cristo. Él vio ejércitos reuniéndose para gue-

rrear, y los corazones de los hombres fallándoles por temor. Él vio la tierra movida de su

lugar, las montañas llevadas hasta lo profundo del mar, las olas del mismo rugiendo y

turbadas, y las montañas sacudiéndose con desquiebro. Él vio los vasos de la ira divina

abiertos, y pestilencia, hambre, y muerte viniendo sobre los habitantes de la tierra.

Versículo 9. “Cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que ha-

bían sido muertos por la Palabra de Dios y por el testimonio que habían dado.”

20ML:197. “Y cuando él había abierto el quinto sello, vi debajo del altar las almas de

los que fueron muertos por la palabra de Dios, y por el testimonio que ellos tenían: y

ellos clamaron en voz alta, diciendo: ¿Hasta cuándo, o Señor, Santo y verdadero, no juz-

gas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Y ropas mantos blancos

fueron dados a cada uno de ellos [Ellos fueron pronunciados puros y santos]; y le fue di-

cho que descansaran aun por un poco de tiempo, hasta que sus consiervos también y sus

hermanos, que serían muertos como ellos lo fueron, fuera cumplido” [Revelación 6:9-

11). Aquí se le presentaron escenas a Juan que no serían realizadas sino en un período

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de tiempo en el futuro. [Revelación 8:1-4, citado]

6CBA:1081. Cuando la oposición obstinada a la ley de Dios sea casi universal,

cuando su pueblo sea oprimido con aflicciones por sus prójimos, Dios se interpon-

drá. Entonces se oirá la voz desde las tumbas de los mártires, representados por las

almas que Juan vio muertas por la Palabra de Dios y por el testimonio de Jesucris-

to que sostuvieron; entonces ascenderá la oración de cada verdadero hijo de Dios:

"Tiempo es de actuar, o Jehová, porque han invalidado tu ley".

Serán contestadas las fervientes oraciones de sus hijos, pues a Dios le agrada que los su-

yos lo busquen de todo corazón y dependan de él como su libertador. Será buscado para

que haga estas cosas para los suyos, y él se levantará como su protector y vengador.

"¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?" (RH, 21-12

-1897).

7CBA:979. Cuando fue abierto el quinto sello, Juan el Revelador vio en visión de-

bajo del altar al conjunto de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo. Después de esto vinieron las escenas descritas en

Apocalipsis dieciocho, cuando los que son fieles y leales son llamados a salir de Babilo-

nia [se cita Apoc. 18:1-5] (MS 39, 1906)

Versículo 10. “Y clamaban a gran voz: "¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no

juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?"

5T:451. Por el decreto que imponga la institución del papado en violación a la ley de

Dios, nuestra nación se separará completamente de la justicia. Cuando el protestantismo

extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano, cuando se in-

cline por encima del abismo para darse la mano con el espiritismo, cuando, bajo la in-

fluencia de esta triple unión, nuestro país repudie todo principio de su constitución como

gobierno protestante y republicano, y haga provisión para la propagación de las mentiras

y seducciones papales, entonces sabremos que ha llegado el tiempo en que se verá la

asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca.

Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para los discípulos una señal de la

inminente destrucción de Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una señal de

que se llegó al límite de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación colmó la medida de

su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender el vuelo para nunca

volver. Los hijos de Dios se verán entonces sumidos en aquellas escenas de aflicción y

angustia que los profetas describieron como el tiempo de angustia de Jacob. Ascienden

al cielo los clamores de los fieles y perseguidos. Y como la sangre de Abel clamó

desde el suelo, hay voces que claman a Dios desde la tumba de los mártires, desde

los sepulcros del mar, desde las cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los

conventos: "¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra

sangre de los que moran en la tierra?" (Apoc. 6: 10.)

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Versículo 11. “Entonces le dieron a cada uno un vestido blanco, y se les dijo que des-

cansaran un poco más de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y

sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.”

PVGM:143. De buhardillas, de chozas, de calabozos, de patíbulos, de montañas y de-

siertos, de cuevas de la tierra y cavernas del mar, Cristo reunirá a sus hijos a sí. En la

tierra, han sido destituidos, afligidos y atormentados. Millones han descendido a la

tumba cargados de infamia por haber rehusado rendirse a las engañosas pretensiones de

Satanás. Los hijos de Dios han sido ajusticiados por los tribunales humanos como los

más viles criminales. Pero está cerca el día cuando Dios será "el juez". Entonces las

decisiones de la tierra serán invertidas. "Quitará la afrenta de su pueblo". A cada

hijo de Dios se le darán ropas blancas. "Y llamarles han Pueblo Santo, Redimidos de

Jehová".

Cualesquiera sean las cruces que hayan sido llamados a llevar, cualesquiera las pérdidas

que hayan soportado, cualquiera la persecución que hayan sufrido, aun hasta la pérdida

de su vida temporal, los hijos de Dios serán ampliamente recompensados. "Verán su ca-

ra; y su nombre estará en sus frentes"

Versículo 12. “Miré cuando él abrió el sexto sello. Se produjo un gran terremoto, el sol

se ennegreció como un saco de cilicio, la luna se volvió toda como sangre,”

CS:349-350. El revelador describe así la primera de las señales que iban a preceder el

segundo advenimiento: "Fue hecho un gran terremoto; y el sol se puso negro como un

saco de silicio, y la luna se puso toda como sangre." (Apoc. 6:12).

Estas señales se vieron antes de principios del siglo XIX. En cumplimiento de esta

profecía, en 1755 se sintió el más espantoso terremoto que se haya registrado. Aun-

que generalmente se lo llama el terremoto de Lisboa, se extendió por la mayor par-

te de Europa, África y América. Se sintió en Groenlandia en las Antillas, en la isla de Madera, en Noruega, en Suecia, en Gran Bretaña e Irlanda. Abarcó por lo menos

diez millones de kilómetros cuadrados. La conmoción fue casi tan violenta en África

como en Europa. Gran parte de Argelia fue destruida; y a corta distancia de Marruecos,

un pueblo de ocho a diez mil habitantes desapareció en el abismo. Una ola formidable

barrió las costas de España y África, sumergiendo ciudades y causando inmensa desola-

ción.

Fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su mayor violencia. Se dice

que en Cádiz, la oleada llegó a sesenta pies de altura. Algunas de las montañas "más im-

portantes de Portugal fueron sacudidas hasta sus cimientos y algunas de ellas se abrieron

en sus cumbres, que quedaron partidas de un modo asombroso, en tanto que trozos

enormes se desprendieron sobre los valles adyacentes. Se dice que de esas montañas sa-

lieron llamaradas de fuego". Sir Carlos Lyell, Principles of Geology, pág. 495.

PP:278. De repente una oscuridad se asentó sobre la tierra, tan densa y negra que parecía

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que se podía palpar. No sólo quedó la gente privada de luz, sino que también la atmós-

fera se puso muy pesada, de tal manera que era difícil respirar. "Ninguno vio a su pró-

jimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz

en sus habitaciones." El sol y la luna eran para los egipcios objetos de adoración; en es-

tas tinieblas misteriosas tanto la gente como sus dioses fueron heridos por el poder que

había patrocinado la causa de los siervos. (Véase el Apéndice, nota 5.) Sin embargo, por

espantoso que fuera, este castigo evidenciaba la compasión de Dios y su falta de volun-

tad para destruir. Estaba dando a la gente tiempo para reflexionar y arrepentirse antes de

enviarles la última y más terrible de las plagas.

CS:353. Un testigo ocular de la escena dice: "No pude substraerme, en aquel momento,

a la idea de que si todos los cuerpos luminosos del universo hubiesen quedado envueltos

en impenetrable oscuridad, o hubiesen dejado de existir, las tinieblas no habrían podido

ser más intensas." -Carta del Dr. S. Tenney, de Exeter, N. H., Diciembre de 1785 (Mas-

sachusetts Historical Society Collections, 1792, serie 1, tomo 1, pág. 97). Aunque la lu-

na llegó aquella noche a su plenitud, "no logró en lo más mínimo disipar las som-

bras sepulcrales." Después de media noche desapareció la oscuridad, y cuando la

luna volvió a verse, parecía de sangre.

Versículo 13. “y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera echa sus

higos cuando es sacudida por un fuerte viento.”

CS:380-382. Y Juan, al recibir la visión de las escenas que anunciarían el día de Dios,

declara en el Apocalipsis: "Las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higue-

ra echa sus higos cuando es movida de gran viento." (Apocalipsis 6: 13.) Esta profecía

se cumplió de modo sorprendente y pasmoso con la gran lluvia meteórica del 13 de Noviembre de 1833. Fue éste el más dilatado y admirable espectáculo de estrellas fuga-

ces que se haya registrado, pues "¡sobre todos los Estados Unidos el firmamento entero

estuvo entonces, durante horas seguidas, en conmoción ígnea! No ha ocurrido jamás en

este país, desde el tiempo de los primeros colonos, un fenómeno celestial que despertara

tan grande admiración entre unos, ni tanto terror ni alarma entre otros." "Su sublimidad

y terrible belleza quedan aún grabadas en el recuerdo de muchos.... Jamás cayó lluvia

más tupida que ésa en que cayeron los meteoros hacia la tierra; al este, al oeste, al norte

y al sur era lo mismo. En una palabra, todo el cielo parecía en conmoción. . . . El espec-

táculo, tal como está descrito en el diario del profesor Silliman, fue visto por toda la

América del Norte.... Desde las dos de la madrugada hasta la plena claridad del día, en

un firmamento perfectamente sereno y sin nubes, todo el cielo estuvo constantemente

surcado por una lluvia incesante de cuerpos que brillaban de modo deslumbrador." -R.

M. Devens, American Progress; or, The Great Events of the Greatest Century, cap. 28,

párrs. 1 - 5.

"En verdad, ninguna lengua podría describir el esplendor de tan hermoso espectáculo; ...

nadie que no lo haya presenciado puede formarse exacta idea de su esplendor. Parecía

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que todas las estrellas del cielo se hubiesen reunido en un punto cerca del cenit, y que

fuesen lanzadas de allí, con la velocidad del rayo, en todas las direcciones del horizonte;

y sin embargo no se agotaban: con toda rapidez seguíanse por miles unas tras otras, co-

mo si hubiesen sido creadas para el caso". F. Reed, en el Christian Advocate and Jour-

nal, 13 de Diciembre de 1833. "Es imposible contemplar una imagen más exacta de la

higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida por un gran viento." -"The Old

Countryman," en el Evening Advertiser de Portland, 26 de nov. de 1833.

Muchos de los que presenciaron la caída de las estrellas la consideraron como un

anuncio del juicio venidero -"como un signo precursor espantoso, un presagio mi-

sericordioso, de aquel grande y terrible día."- "The Old Countryman," en el Evening

Advertiser de Portland, 26 de Noviembre de 1833. Así fue dirigida la atención del pue-

blo hacia el cumplimiento de la profecía, y muchos fueron inducidos a hacer caso del

aviso del segundo advenimiento.

Versículo 14. “El cielo se retiró como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda

isla fueron removidos de su lugar.”

PE:34. El firmamento se abría y cerraba en honda conmoción. Las montañas tem-

blaban como cañas agitadas por el viento y lanzaban peñascos en su derredor. El mar

hervía como una olla y despedía piedras sobre la tierra. Y al anunciar Dios el día y la

hora de la venida de Jesús, cuando dio, el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una

frase y se detenía de hablar mientras las palabras de la frase rodaban por toda la tierra.

El Israel de Dios permanecía con los ojos en alto escuchando las palabras según salían

de labios de Jehová y retumbaban por la tierra como fragor del trueno más potente. El

espectáculo era pavorosamente solemne, y a terminar cada frase, los santos exclamaban:

"¡Gloria ¡Aleluya!" Sus rostros estaban iluminados con la gloria de Dios , y resplande-

cían como el de Moisés al bajar del Sinaí. A causa de esta gloria, los impíos no podían

mirarlos.

CS:382. Después de estas señales, Juan vio que el gran acontecimiento que debía seguir

consistía en que el cielo desaparecía como un libro cuando es arrollado, mientras que la

tierra era sacudida, las montañas y las islas eran movidas de sus lugares, y los impíos,

aterrorizados, trataban de esconderse de la presencia del Hijo del hombre.

5CBA:1085. En esta escena de la resurrección del Hijo de Dios se da una imagen vivien-

te de la gloria que será revelada en la resurrección general de los justos, cuando Cristo

aparezca por segunda vez en las nubes del cielo. Entonces los muertos que están en sus

tumbas oirán su voz y saldrán a resurrección de vida; y no sólo la tierra sino los cielos

mismos serán sacudidos. Unas pocas tumbas se abrieron cuando resucitó Cristo, pero en

su segunda venida todos los preciosos muertos, desde el justo Abel hasta el último santo

que muera, serán despertados a la vida gloriosa e inmortal.

Si los soldados que estaban cerca del sepulcro se llenaron de tanto terror ante la apari-

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ción de un ángel revestido de luz y fortaleza celestiales, hasta el punto de que cayeron

como muertos, ¿cómo estarán sus enemigos ante el Hijo de Dios cuando venga con po-

der y gran gloria acompañado por miríadas de miríadas y millares de millares de ángeles

procedentes de las cortes celestiales? Entonces la tierra temblará como un ebrio y

será removida como una choza. Los elementos arderán y los cielos se enrollarán

como un pergamino (ST, 22-04-1913).

7CBA:993. Juan... fue testigo de las terribles escenas que acontecerán como señales de

la venida de Cristo. Vio ejércitos que se reunían para la batalla y el corazón de los hom-

bres desfalleciendo de temor. Vio la tierra sacudida de su lugar, las montañas tras-

ladadas al medio del mar, sus olas rugiendo y agitadas, y las montañas sacudidas

por la turbulencia del mar. Vio cuando se abrían las copas de la ira de Dios, y la pes-

te, el hambre y la muerte que sobrevenían a los habitantes de la tierra (RH, 11-1-1887).

PE:286-287. Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que venía sentado el Hijo del

hombre. Al vislumbrarse a la distancia, parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la

señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra, pudimos contemplar la excelsa

gloria y majestad de Jesús al avanzar como vencedor. Una comitiva de santos ángeles

ceñidos de brillantes coronas le escoltaban en su camino. No hay lengua capaz de des-

cribir la magnificencia esplendorosa del espectáculo. Se iba acercando la viviente nube

de insuperable gloria y majestad, y pudimos contemplar claramente la hermosa persona

de Jesús. No llevaba corona de espinas, sino que ceñía su frente santa una corona de

gloria. Sobre sus vestidos y muslo aparecía escrito el título de Rey de reyes y Señor de

señores. Su aspecto era tan brillante como el sol de mediodía; sus ojos como llama de

fuego; y sus pies parecían de fino bronce. Resonaba su voz como un concierto armónico

de instrumentos músicos. La tierra temblaba delante de él; los cielos se apartaron

como arrollado pergamino, y las montañas e islas se descuajaron de su asiento. "Y

los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo

y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los

montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está

sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y

quién podrá sostenerse en pie?" Los que poco antes hubieran exterminado de la tierra a

los fieles hijos de Dios, presenciaban ahora la gloria de Dios que sobre éstos reposaba.

Y en medio de su terror, los impíos oían las voces de los santos que en gozosas estrofas

decían: "He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará."

La tierra se estremeció violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llamó a los santos que dormían, quienes respondieron a la evocación y resurgieron revestidos de

gloriosa inmortalidad, exclamando: "¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro.

¿Dónde está, o muerte, tu aguijón? ¿dónde o sepulcro, tu victoria?" Entonces los santos

vivientes y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado grito de triunfo. Aque-

llos cuerpos que habían bajado a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la muerte

resucitaron inmortalmente sanos y vigorosos. Los santos vivientes fueron transmutados

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en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y arrebatados con los salidos del sepulcro,

fueron todos juntos a encontrar a su Señor en el aire. ¡O! ¡cuán glorioso encuentro fue

ése! Los amigos separados por la muerte volvieron a unirse para no separarse más.

CS:699, 702. El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El

cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y

todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. "Vendrá nuestro Dios, y no callará:

fuego consumirá delante de el, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a

los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo." (Salmo 50:3-4).

Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada

a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos,

despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!" Por toda la superficie

de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra reper-

cutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas

y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando "¿Dónde

está, o muerte, tu aguijón? ¿dónde, o sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15: 55.) Y los

justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre acla-

mación de victoria.

CS:694. Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, "cual no

fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra". (Verso 18). El firmamento

parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los

montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se

esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar

es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz de demonios en mi-

sión de destrucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su

superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma

por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas. "La grande Babilonia vino en

memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira".

PP:353. Nunca, desde que se creó al hombre, se había presenciado semejante manifesta-

ción del poder divino como cuando se proclamó la ley desde el Sinaí. "La tierra tembló;

también destilaron los cielos a la presencia de Dios: aquel Sinaí tembló delante de Dios,

del Dios de Israel." (Sal. 68: 8.) En medio de las más terríficas convulsiones de la natu-

raleza, la voz de Dios se oyó como una trompeta desde la nube. El monte fue sacudido

desde la base hasta la cima, y las huestes de Israel, demudadas y temblorosas, cayeron

de hinojos.

Aquel, cuya voz hizo entonces temblar la tierra, ha declarado: "Aun una vez, y yo con-

moveré no solamente la tierra, mas aun el cielo." La Escritura dice: "Jehová bramará

desde lo alto, y desde la morada de su santidad dará su voz," "y temblarán los cielos y la

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tierra." En aquel gran día que se acerca, el cielo mismo se apartará "como un libro

que es envuelto." Y todo monte y toda isla se moverán de su sitio. "Temblará la tie-

rra vacilando como un borracho, y será removida como una choza; y agravaráse sobre

ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará."

TM:451. Oímos ahora acerca de terremotos en diversos lugares, incendios, tempestades,

desastres por tierra y mar, pestilencias, hambres. ¿Qué peso tienen estas señales para vo-

sotros? Este es solamente el comienzo de lo que ha de acontecer. La descripción del día

de Dios se nos da por medio de Juan el revelador. El clamor de los millares aterroriza-

dos fue percibido por el oído de Juan. "El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá

estar firme?" El apóstol mismo estaba aterrado y abrumado

PE:41. El 16 de Diciembre de 1848, el Señor me dio una visión de la conmoción de las

potestades del cielo. Vi que cuando el Señor dijo "cielo" al anunciar las señales indica-

das por Mateo, Marcos y Lucas, quería decir el cielo, y cuando dijo "tierra" se refería a

la tierra. Las potestades del cielo son el sol, la luna y las estrellas. Gobiernan en los cie-

los. Las potestades terrenas son las que gobiernan en la tierra. Las potestades del cielo

se conmoverán a la voz de Dios. Entonces el sol, la luna y las estrellas se desquicia-

rán de su asiento. No se aniquilarán, sino que se conmoverán a la voz de Dios.

Sobrevinieron sombrías y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. La atmós-

fera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un espacio

abierto de donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciu-

dad de Dios. Vi que ahora se están conmoviendo las potestades de la tierra, y que los

acontecimientos ocurren en orden. Guerras, rumores de guerra, espada, hambre y

pestilencia conmueven primero las potestades de la tierra, y después la voz de Dios

sacudirá el sol, la luna, las estrellas y también la tierra. Vi que la conmoción de las

potencias europeas no es, como enseñan algunos, la conmoción de las potestades del cie-

lo, sino la de las airadas naciones.

Versículos 15-16. “Entonces los reyes de la tierra, los grandes y los ricos, los capitanes y

los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas

de los montes. Y decían a los montes y a las peñas: "Caed sobre nosotros, y escondednos

de la vista de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.”

6CBA:1069-1070. Entonces los que traspasaron a Cristo recordarán cómo menosprecia-

ron su amor y abusaron de su compasión; cómo prefirieron a Barrabás -ladrón y asesino-

en lugar de él; cómo coronaron con espinas al Salvador e hicieron que fuera azotado y

crucificado; cómo, en la agonía de la muerte en la cruz, se mofaron de él diciendo:

"Descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. . .; a otros salvó, a sí mismo no se puede

salvar". Les parecerá oír de nuevo la voz de súplica de él. Cada expresión de ruego vi-

brará tan claramente en sus oídos como cuando el Salvador les hablaba. Cada acto de in-

sulto y burla dirigido a Cristo será tan fresco en su memoria como cuando sucedían los

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actos satánicos.

Clamarán a las rocas y a las montañas que caigan sobre ellos y los oculte del rostro de Aquel que está sentado en el trono de la ira del Cordero. "La ira del Cordero", de

Aquel que siempre se mostró lleno de ternura, paciencia y magnanimidad, quien, ha-

biéndose entregado como la víctima propiciatoria, fue llevado como oveja al matadero

para salvar a los pecadores de la condenación que ahora cae sobre ellos porque no per-

mitieron que él quitara su culpabilidad (RH, 18-06-1901).

CC:15-16. El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con

Aquel "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col.

2:3). Mas después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultar-

se de la presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no renovado. No está en

armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con él. El pecador no podría ser fe-

liz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos. Y si se le

pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. El espíritu de amor

puro que reina allí donde responde cada corazón al corazón del Amor Infinito, no haría

vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos, sus intereses, sus móvi-

les, serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota dis-

cordante en la melodía del cielo. El cielo sería para él un lugar de tortura. Ansiaría ocul-

tarse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su gozo. No es un decreto ar-

bitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los malvados: ellos mismos se han

cerrado las puertas por su propia ineptitud para aquella compañía. La gloria de Dios se-

ría para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruidos para esconderse del

rostro de Aquel que murió por salvarlos.

5CBA:1082. ¿En qué lado estamos? El mundo echó fuera a Cristo; los cielos lo recibie-

ron. El hombre, el hombre finito, rechazó al Príncipe de la vida; Dios, nuestro Gober-

nante soberano, lo recibió en los cielos. Dios lo ha ensalzado. El hombre lo coronó con

una corona de espinas; Dios lo ha coronado con una corona de majestad real. Todos de-

bemos pensar sinceramente. ¿Permitiréis que este hombre Cristo Jesús os rija, o preferi-

réis a Barrabás? La muerte de Cristo trae sobre el que rechaza su misericordia la

ira y los juicios de Dios sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero. Pero

la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo reciben y creen en él

(Carta 31, 1898).

DTG:765-766. El amor divino ha sido conmovido hasta sus profundidades insondables

por causa de los hombres, y los ángeles se maravillan al contemplar una gratitud mera-

mente superficial en los que son objeto de un amor tan grande. Los ángeles se maravi-

llan al ver el aprecio superficial que tienen los hombres por el amor de Dios. El cielo se

indigna al ver la negligencia manifestada en cuanto a las almas de los hombres. ¿Que-

remos saber cómo lo considera Cristo? ¿Cuáles serían los sentimientos de un padre y

una madre si supiesen que su hijo, perdido en el frío y la nieve, había sido pasado de la-

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do y que le dejaron perecer aquellos que podrían haberle salvado? ¿No estarían terrible-

mente agraviados, indignadísimos? ¿No denunciarían a aquellos homicidas con una ira

tan ardiente como sus lágrimas, tan intensa como su amor? Los sufrimientos de cada

hombre son los sufrimientos del Hijo de Dios, y los que no extienden una mano au-

xiliadora a sus semejantes que perecen, provocan su justa ira. Esta es la ira del

Cordero. A los que aseveran tener comunión con Cristo y sin embargo han sido indife-

rentes a las necesidades de sus semejantes, les declarará en el gran día del juicio: "No os

conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad".

PE:76. Cuando el Señor comenzó a darme mensajes para que los comunicase a su pue-

blo, me resultaba difícil declararlos, y a menudo los suavizaba tanto como me fuese po-

sible por temor a agraviar a alguno. Fue para mí una gran prueba presentar los mensajes

como el Señor me los daba. No me parecía estar obrando con tanta infidelidad y no vi el

pecado y el peligro que encerraba una conducta tal, hasta que en visión fu llevada a la

presencia de Jesús. Me miró con ceño y desvió su rostro de mí. Es imposible describir

el terror y la agonía que sentí entonces. Caí sobre mi rostro delante de él, pero no tenía

fuerza para pronunciar una palabra. ¡O! ¡cuánto anhelaba verme protegida y ocultada de

ese terrible ceño! Pude entonces comprender, en cierto grado, cuáles serán los sen-

timientos de los perdidos cuando digan "a los montes y a las peñas: Caed sobre no-

sotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira

del Cordero".

CS:457-458. Cuando Jonás proclamó en las calles de Nínive que en el plazo de cuarenta

días la ciudad sería destruida, el Señor aceptó la humillación de los ninivitas y prolongó

su tiempo de gracia; no obstante el mensaje de Jonás fue enviado por Dios, y Nínive fue

probada por la voluntad divina. Las adventistas creyeron que Dios les había inspirado de

igual modo para proclamar el aviso del juicio. "El aviso -decían- probó los corazones de

todos los que lo oyeron, y despertó interés por el advenimiento del Señor, o determinó

un odio a su venida que resultó visible o no, pero que es conocido por Dios. Trazó una

línea divisoria, . . . de suerte que los que quieran examinar sus propios corazones pueden

saber de qué lado de ella se habrían encontrado en caso de haber venido el Señor enton-

ces; si habrían exclamado: '¡He aquí éste es nuestro Dios; le hemos esperado, y él nos

salvará!' o si habrían clamado a los montes y a las peñas para que cayeran sobre

ellos y los escondieran de la presencia del que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero. Creemos que Dios probó así a su pueblo y su fe, y vio si en la hora de

aflicción retrocederían del sitio en que creyera conveniente colocarlos, y si abandonaran

este mundo confiando absolutamente en la Palabra de Dios". The Advent Herald and

Signs of the Times Reporter, tomo 8, No. 14 (13 de Noviembre de 1844).

DTG:688-689. Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: "Su san-

gre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos." Este espantoso clamor ascendió al trono

de Dios. Esa sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa

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oración fue oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua sobre sus

hijos y los hijos sus hijos.

Terriblemente se habrá de cumplir esta oración en el gran día del juicio. Cuando Cristo

vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso rodeado por una turba. Le verán

como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la gloria de su Padre y en la gloria

de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de miles de ángeles, hermosos y

triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y gloria superiores a todo lo que cono-

cemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se sentará sobre el trono de su gloria y de-

lante de él se congregarán todas las naciones. Entonces todo ojo le verá y también los

que le traspasaron. En lugar de una corona de espinas, llevará una corona de gloria, una

corona dentro de otra corona. En lugar de aquel viejo manto de grana, llevará un vestido

del blanco más puro, "tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blan-

cos."* Y en su vestidura y en su muslo estará escrito un nombre: "Rey de reyes y Señor

de señores."* Los que le escarnecieron e hirieron estarán allí. Los sacerdotes y prínci-

pes contemplarán de nuevo la escena del pretorio. Cada circunstancia se les presentará

como escrita en letras de fuego. Entonces los que pidieron: "Su sangre sea sobre noso-

tros, y sobre nuestros hijos," recibirán la respuesta a su oración. Entonces el mundo

entero conocerá y entenderá. Los pobres, débiles y finitos seres humanos com-

prenderán contra quién y contra qué estuvieron guerreando. Con terrible agonía y

horror, clamarán a las montañas y a las rocas: "Caed sobre nosotros, y esconded-nos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero:

porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?"

TM:129. Los que hoy en día desprecian la ley de Jehová, no manifestando ningún respe-

to por sus mandamientos, están tomando partido con el gran apóstata. Proclaman a un

mundo corrompido por el pecado que la ley de Dios es nula y sin valor. Los que decla-

ran esto como verdad engañan a la gente, y virtualmente han clavado la ley de Jehová en

la cruz entre los dos ladrones. ¡Qué pensamiento!

Frente a los mundos no caídos y al universo celestial, el mundo ha de dar cuenta ante el

Juez de toda la tierra, el mismo a quien han condenado y crucificado. ¡Qué día de ajuste

será aquél! Es el gran día de la venganza de Dios. Cristo entonces no estará en el tribu-

nal de Pilato. Pilato y Herodes, y todos los que se burlaron, azotaron, rechazaron y

crucificaron al Señor, comprenderán entonces qué significa sentir la ira del Corde-

ro. Sus hechos aparecerán ante ellos en su verdadero carácter.

Versículo 17. “"Porque ha llegado el gran día de su ira, ¿y quién podrá quedar en pie?"

PE:15-16. Pronto se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, donde había aparecido una

nubecilla negra del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, que era, según todos

comprendían, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio, contemplábamos cómo

iba acercándose la nubecilla, volviéndose cada vez más esplendorosa hasta que se con-

virtió en una gran nube blanca cuya parte inferior parecía fuego. Sobre la nube lucía el

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arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo himno.

En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. Sus cabellos, blancos y rizados, le caían

sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies parecían de fuego;

en la mano derecha tenía una hoz aguda y en la izquierda llevaba una trompeta de plata.

Sus ojos eran como llama de fuego, y escudriñaban de par en par a sus hijos. Pali-

decieron entonces todos los semblantes y se tornaron negros los de aquellos a quie-

nes Dios había rechazado. Todos nosotros exclamamos: "¿Quién podrá permane-

cer? ¿Está mi vestidura sin manchas?" Después cesaron de cantar los ángeles, y por

un rato quedó todo en pavoroso silencio cuando Jesús dijo: "Quienes tengan las manos

limpias y puro el corazón, podrán subsistir. Bastaos mi gracia." Al escuchar estas pala-

bras, se iluminaron nuestros rostros y el gozo llenó todos los corazones. Los ángeles

pulsaron una nota más alta y volvieron a cantar, mientras la nube se acercaba a la tierra.

TM:451. Exhorto a los ministros que han estado manejando la Palabra de Dios: "Sed

limpios, los que lleváis los vasos de Jehová". Pregunto a los que han estado escuchando

las verdades desde el púlpito: ¿Cuáles son vuestros sentimientos al anticipar ese gran

día? Cada uno de vosotros tiene un interés individual, personal, en ese día. Estad segu-

ros de que Dios no será burlado con pretensiones. ¿Os habéis puesto el vestido de bo-

das?

Oímos ahora acerca de terremotos en diversos lugares, incendios, tempestades, desastres

por tierra y mar, pestilencias, hambres. ¿Qué peso tienen estas señales para vosotros?

Este es solamente el comienzo de lo que ha de acontecer. La descripción del día de Dios

se nos da por medio de Juan el revelador. El clamor de los millares aterrorizados fue

percibido por el oído de Juan. "El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá es-

tar firme?" El apóstol mismo estaba aterrado y abrumado.

1T:15. Una tarde mi hermano Roberto y yo [Elena White] regresábamos a casa de una

reunión donde habíamos escuchado un muy impresionante discurso sobre la inminente

reinado de Cristo sobre la tierra, seguido por una ferviente y solemne apelación a cris-

tianos y pecadores, urgiéndoles a prepararse para el juicio y la venida del Señor. Mi al-

ma había sido movida por dentro por lo que había escuchado. Y tan profunda fue la con-

vicción en mi corazón, que temí que el Señor no me tendría viva hasta llegar yo a casa.

Estas palabras siguieron sonando en mis oídos: “¡El gran día del Señor está cerca!

¡Quién será capaz de estar en pie cuando él aparezca! El lenguaje de mi corazón fue:

“¡Sálvame, o Señor, por esta noche!” ¡No me dejes morir en mis pecados, ten misericor-

dia de mi, sálvame! Por primera vez traté de explicar mis sentimientos a mi hermano

Roberto, que era dos años mayor que yo; le dije que no me atrevía a descansar o dormir

hasta que supiera que Dios había perdonado mis pecados.

Mi hermano no dio una respuesta inmediata, pero la causa de su silencio pronto me fue

esclarecida; él estaba llorando en simpatía con mi angustia. Esto me animó a confiar aun

más en él, de decirle que había anhelado la muerte en los días cuando la vida me parecía

una carga tan pesada; pero ahora el pensamiento que yo podría morir en mi estado pre-

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sente de pecado y estar eternamente perdida, me llenó de terror. Le pregunté si él pensa-

ba si Dios me guardaría viva por esa noche, si la pasaba agonizando en oración a él. Él

contestó: “Yo pienso que sí lo hará si le pedís con fe, y yo oraré por ti y por mí. Elena,

nunca debemos olvidar las palabras que hemos escuchado esta noche.”

PP:353-354. Cuando Moisés regresó de su encuentro con la divina presencia en el mon-

te, donde había recibido las tablas del testimonio, el culpable Israel no pudo soportar la

luz que glorificaba su semblante. ¡Cuánto menos podrán los transgresores mirar al Hijo

de Dios cuando aparezca en la gloria de su Padre, rodeado de todas las huestes celestia-

les, para ejecutar el juicio sobre los transgresores de su ley y sobre los que rechazan su

sacrificio expiatorio! Los que menospreciaron la ley de Dios y pisotearon bajo sus

pies la sangre de Cristo, "los reyes de la tierra, y los príncipes, y los ricos, y los ca-

pitanes, y los fuertes," se esconderán "en las cuevas y entre las peñas de los mon-

tes," y dirán a los montes y a las rocas: "Caed sobre nosotros, y escondednos de la

cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero porque el

gran día de su ira es venido; y ¿quién podrá estar firme?" En "aquel día arrojará el

hombre, a los topos y murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, . . . y se entra-

rán en las hendiduras de las rocas, y en las cavernas de las peñas, por la presencia formi-

dable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levantaré para herir la tie-

rra".

6T:404-405. Hermanos, vosotros a quienes han sido reveladas las verdades de la Palabra

de Dios, ¿qué papel desempeñaréis en las escenas finales de la historia de este mundo?

¿Comprendéis estas solemnes realidades? ¿Os percatáis de la gran obra de preparación

que se está realizando en el cielo y en la tierra? Presten atención a las cosas que están

escritas en las profecías todos los que han recibido la luz y que han tenido oportunidad

de leerlas y oírlas; "porque el tiempo está cerca." Nadie juegue ahora con el pecado,

fuente de toda desgracia en nuestro mundo. Nadie permanezca ya en letargo y en

el estupor de la indiferencia, ni deje que el destino de su alma dependa de una in-

certidumbre. Aseguraos de que estáis plenamente de parte del Señor. Preguntaos

con corazones sinceros y labios temblorosos: "¿Quién podrá subsistir?" En estas

últimas preciosas horas del tiempo de gracia, ¿habéis estado colocando el mejor

material posible en el edificio de vuestro carácter? ¿Habéis, estado purificando vues-

tras almas de toda mancha? ¿Habéis seguido la luz? ¿Habéis hecho obras correspon-

dientes a vuestra profesión de fe?

RH, 11 de Enero de 1887. Ya los juicios de Dios se ven sobre la tierra, como son vistos

en tormentas, en inundaciones, en tempestades, en terremotos, en peligros por tierra y

mar. El gran Yo Soy está hablando a los que han anulado su ley. ¿Cuando la ira de

Dios sea derramada sobre la tierra, quién podrá estar de pie? Ahora es el tiempo

para que el pueblo de Dios se muestre fiel a los principios. Cuando la religión de Cristo

sea más despreciada, cuando su ley sea más pisoteada, entonces nuestro celo debiera ser

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más caliente y nuestro ánimo lo más firme. Ponerse en defensa de la verdad y la justicia

cuando la mayoría nos abandone, pelear las batallas del Señor cuando los campeones

son pocos,---esta será nuestra prueba. En tal hora debemos recoger calor de la frialdad

de otros, ánimo de su cobardía, y lealtad de su traición. La nación estará del lado del

gran y rebelde dirigente.

Comentario Bíblico Adventista:

1.

Vi.

Ver com. cap. 4:l. La visión continúa en el mismo escenario presentado en los cap. 4 y

5; pero comienza un nuevo aspecto de la acción. Los sellos del libro (cap. 5:1-5) están

por ser abiertos.

El Cordero.

Ver com. cap. 5:6.

Abrió uno de los sellos.

La siguiente declaración proyecta luz sobre el significado de los sellos: "Su [de los diri-

gentes judíos] decisión [de crucificar a Cristo] fue registrada en el libro que Juan vio en

la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre podía abrir. Con

todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que este li-

bro sea abierto por el León de la tribu de Judá" (PVGM:236). Esta declaración muestra

que en el libro se registraron, entre otras cosas, las acciones de los judíos durante el en-

juiciamiento de Cristo, y que en el gran juicio final (ver com. cap. 20:11-15) estos

enemigos suyos tendrán que enfrentar el registro de sus impías acciones. Es razonable

concluir que el libro contiene también un registro de otros acontecimientos significativos

en el gran conflicto de los siglos. Parece que a Juan se le dio una visión anticipada de

algunos de esos acontecimientos. En forma simbólica se presentó delante de él la histo-

ria del gran conflicto hasta llegar a su culminación en la vindicación del carácter de Dios

en el día del juicio final (cap. 20:11- 15; ver com. cap. 5:13). El hecho de que Cristo "ha

vencido para abrir el libro" (cap. 5:5) significa que es el vencedor del conflicto y el Se-

ñor de la historia. Cf. CS:724-730.

Puede considerarse que las escenas reveladas cuando se abren los sellos tienen una apli-

cación específica y además otra general (ver com. cap. 1:11), como sucede con los men-

sajes a las siete iglesias. Las escenas representan específicamente las fases sucesivas de

la historia por las cuales pasaría la iglesia en la tierra.

Seres vivientes.

Ver com. cap. 4:6.

Ven y mira.

La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión de las palabras "y mira". Si se

retienen, la orden se dirige a Juan; en caso contrario, la orden probablemente es para el

caballo y su jinete (verso 2), quienes al ser llamados se presentan en el escenario proféti-

co. Lo mismo puede decirse de esta frase en los versos 3, 5, 7.

Page 20: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 20

2.

Un caballo blanco.

Los cuatro caballos simbólicos de los primeros cuatro sellos (verso 2-8) a menudo se

han comparado con los cuatro caballos de la visión de Zacarías (Zac. 6:2-3). Hay algu-

nas semejanzas en el simbolismo, pero también hay diferencias. El orden en que se men-

cionan los caballos es distinto. En el Apocalipsis los caballos tienen jinetes; en Zacarías

tiran carros. La aplicación de los símbolos es también completamente diferente (ver

com. Zac. 6).

Los comentadores han sostenido dos puntos de vista principales en cuanto a la interpre-

tación del primer caballo y su jinete. Unos entienden que este símbolo representa a la

iglesia de la era apostólica (c. 31-100 d.C.), cuando la pureza de su fe -sugerida por el

color blanco- y su celo llevaron a conquistar los mayores triunfos espirituales de la his-

toria cristiana. Sin duda, ningún siglo desde el primero de la era cristiana ha visto una

expansión tan brillante del reino de Dios. El arco en la mano del jinete simbolizaría con-

quista, y la corona (stefanos; ver com. Apoc. 2:10), victoria. El Evangelio fue predicado

tan rápida y extensamente, que cuando Pablo escribió a los colosenses alrededor del año

62 d.C., declaró que el Evangelio "se predica en toda la creación que está debajo del cie-

lo" (Col. 1:23; cf. HAp:40, 462).

Otro grupo de comentadores cree que los caballos y jinetes no representan a la iglesia

sino a las diversas condiciones adversas bajo las cuales vivía la iglesia, y a las cuales

pudo sobrevivir por la gracia de Dios. En el simbolismo bíblico el caballo se relaciona

con guerra (ver Joel 2:1, 4-5), y el equipo del jinete del caballo blanco indica que es un

guerrero. Puede entenderse que la corona del jinete y la blancura del caballo simbolizan

victoria; por lo tanto, el primer jinete representaría una época en la que el pueblo de

Dios vivía en un mundo que se caracterizaba por la conquista y el dominio militar,

cuando Roma "salió venciendo, y para vencer" y mantuvo un imperio virtualmente uni-

versal.

Los adventistas del séptimo día en general han sostenido que el primer caballo represen-

ta a la iglesia de la era apostólica (31 - 100 d.C.).

Un arco.

Símbolo de batalla.

Corona.

Gr. stéfanos (ver com. cap. 2:10).

Venciendo, y para vencer.

Se describe así una victoria continua.

3.

Segundo ser viviente.

Ver com. cap. 4:6. Uno tras otro, cada uno de los seres vivientes anuncia a uno de los

cuatro jinetes.

Ven y mira.

Ver com. verso l.

4.

Page 21: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 21

Bermejo.

El simbolismo del segundo jinete describe muy bien las condiciones bajo las cuales vi-

vió la iglesia desde el año 100 hasta el 313 d. C., poco más o menos (cf. com. cap. 2:10).

Las violentas persecuciones que sufrió a manos de los emperadores romanos están sim-

bolizadas por el jinete que a una "gran espada" y que tiene el poder de "quitar de la tierra

la paz". Si el blanco representa la pureza de la fe (ver com. cap. 6:2), entonces el caballo

rojo puede considerarse como una corrupción de la fe por la introducción de diversas he-

rejías (ver t. IV, p. 861; t. VI, 44-48, 53-59, 65-68.

Según otro punto de vista, el color de este caballo sugiere sangre. El primer jinete se ha

considerado como un símbolo de la gloria de la conquista militar (ver com. verso 2), y

por analogía puede considerarse que el segundo describe otros aspectos de la guerra:

pérdida de la paz y grandes y numerosas matanzas. Este sería el inevitable resultado de

la conquista representada por el primer jinete, si se interpreta que sus conquistas simbo-

lizan el dominio de Roma.

Los adventistas del séptimo día han sostenido en general el primer punto de vista.

Espada.

Gr. májaira, un cuchillo grande o espada corta que se usaba para combatir. Compárese

con el uso de esta palabra en Mat. 10:34; Juan 18:10; etc.

5.

El tercer ser viviente.

Ver com. cap. 4:6; 6:3.

Ven y mira.

Ver com. verso l.

Un caballo negro.

Si el caballo blanco simbolizaba victoria y pureza (ver com. verso 2), puede considerar-

se que el caballo negro indica derrota, o que su color simboliza una mayor corrupción de

la fe.

Una balanza.

Gr. zugós "yugo", por la semejanza con los brazos de una balanza. Puede considerarse

que este símbolo describe la condición espiritual dentro de la iglesia después de la lega-

lización del cristianismo en el siglo IV, cuando se unieron la iglesia y el Estado. Des-

pués de esa unión, la iglesia se preocupó mayormente por los asuntos seculares, y en

muchos casos se produjo una falta de espiritualidad. Hay una descripción de este período

en las PP:20-28.

Esta balanza también puede interpretarse como símbolo de una indebida preocupación

por las cosas materiales. Ya no se trata de una guerra victoriosa, como en el caso del

primer jinete (ver com. verso 2), ni representa un abundante derramamiento de sangre

como en el segundo (ver com. verso 4), sino que su efecto es ahora aún más terrible:

hambre.

6.

Dos libras.

Gr. jóinix, una medida que aproximadamente equivale a un litro (ver t. V, p. 52). Esta

Page 22: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 22

cantidad de grano representaba la ración diaria de alimento para un obrero.

Un denario.

Gr. d'nárion, moneda de plata que pesaba menos de 4 g (ver t. V, p. 51). El "denario"

romano era el salario diario de un obrero común (ver Mat. 20:2). Por lo tanto, esta ra-

ción de trigo para un día por el trabajo de un día representaba apenas el alimento indis-

pensable para un obrero y su familia, si es que no significaba morirse de hambre. Según

los precios de los cereales que da Cicerón (Contra Verres iii. 81) para Sicilia, los que

menciona Juan eran unas 8 ó 16 veces más altos que los precios normales. Pero a pesar

del hambre era posible sobrevivir. Así ha protegido Dios siempre a sus hijos en tiempos

de necesidad.

Cuando este pasaje se aplica al período de la historia cristiana que siguió a la legaliza-

ción del cristianismo, alrededor de 313-538 d.C. (cf. PP:769-770), las palabras del anó-

nimo locutor pueden interpretarse como una indicación de la preocupación general por

las cosas materiales.

Cebada.

Este grano era más barato que el trigo, como lo indican los precios que se dan (ver 2 Re-

yes 7:18). La cebada era un alimento común entre los pobres, y se usaba como forraje

para los animales (ver com. Juan 6:9).

No dañes.

La voz que anuncia el alto costo del trigo y de la cebada, también ordena que no deben

destruirse inútilmente el aceite y el vino.

El aceite ni el vino.

Eran los dos líquidos comunes en la alimentación en el mundo antiguo. Algunos han in-

terpretado que simbolizan la fe y el amor, que debían ser conservados frente al materia-

lismo que dominó a la iglesia después de su legalización por Constantino en el siglo IV.

7.

Cuarto sello.

Cf. com. cap. 5:1; 6:1.

Cuarto ser viviente.

Ver com. cap. 4:6; 6:3.

Ven y mira.

Ver com. verso l.

8.

Amarillo.

Gr. jlorós, "verde claro", "pálido"; el color del temor y de la muerte. Con el caballo pá-

lido los tiempos de la aflicción llegaron a una espantosa culminación (ver com. versos 2,

4-5).

Hades.

Gr. hád's, "la morada de los muertos" (ver com. Mat. 11:23). La muerte y el Hades son

personificados y representados: la una, jineteando el caballo; el otro, siguiéndola.

La cuarta parte de la tierra.

Quizá significa una vasta extensión de la tierra.

Page 23: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 23

Espada.

Gr. romfáia (ver com. cap. l:16). La enumeración, espada, hambre, muerte (o pestilencia,

ver com. "mortandad") y fieras, puede considerarse como una descripción del deterioro

progresivo de la civilización que viene después de la guerra. Los estragos de la espada,

que mata a los hombres y destruye las cosechas, produce el hambre, la que causa el dete-

rioro de la salud y produce pestilencias; y cuando éstas han cobrado su tributo, la socie-

dad queda tan debilitada que no puede protegerse contra los ataques de las fieras.

Cuando el cuarto jinete se aplica a un período particular de la historia cristiana, parece

representar la situación especialmente característica del período que va desde el año 538

al 1517, poco más o menos, o sea el comienzo de la Reforma (cf. p. 770; ver com. cap.

2:18).

Mortandad.

Literalmente "con muerte". "Matar... con mortandad" no es del todo claro. La dificultad

quizá se resuelve mejor cuando se entiende que la palabra que se traduce como "muer-

te", thánatos, significa a veces "peste". La LXX repetidas veces traduce la palabra he-

brea déber, "pestilencia", como thánatos, "muerte" (Lev. 26:25; Jer. 21:6; Eze. 5:12).

Juan, para quien el pensamiento semítico era más natural que el griego, sin duda sigue

aquí el uso de la LXX más bien que una definición estrictamente griega de la palabra.

9.

El altar.

Este altar, presentado en el cuadro profético, quizá hacía recordar el altar de bronce del

santuario hebreo, y puede deducirse que los mártires eran sacrificios presentados delante

de Dios. La sangre de las víctimas o sacrificios era derramada en la base de ese altar

(Lev. 4:7), y "la vida [LXX psuj', 'alma'] de la carne en la sangre está" (cap. 17:11); por

lo tanto, las almas, o los que habían sido muertos como mártires por la fe, pueden consi-

derarse figuradamente que están debajo del altar. La tradición judía posterior expuso la

idea de que los muertos de Israel estaban sepultados, por así decirlo, debajo del altar, y

que los que estaban sepultados debajo del altar eran enterrados, por así decirlo, debajo

del trono de la gloria ver Strack y Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament, t. 3. p.

803).

Algunos sostienen que el altar debe identificarse con el que se menciona en Apoc. 8:3.

Almas.

Gr. psuj'. Ver com. Mat. 10:28. Debe recordarse que Juan contemplaba representaciones

gráficas, y que, por lo tanto, deben tenerse en cuenta las reglas que rigen la interpreta-

ción de tales profecías cuando se intenta comprender el significado de los diversos sím-

bolos (ver com. Eze. 1:10). Juan vio un altar en cuya base estaban las "almas" de los

mártires. Las regias de interpretación no nos obligan a localizar un altar específico en un

lugar determinado y en un momento definido de la historia. Como ocurre con los deta-

lles de una parábola, no todos los elementos de un símbolo profético necesariamente son

de valor para la interpretación. Parece que el simbolismo del quinto sello fue presentado

para animar a los que se enfrentaban al martirio y a la muerte, para darles la seguridad

de que a pesar del triunfo aparente del enemigo, finalmente llegaría su vindicación. Este

Page 24: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 24

incentivo era especialmente animador para los que vivían en los tiempos de las terribles

persecuciones del fin de la Edad Media; pero más aún durante el tiempo de la Reforma y

después (c. 1517-1755; ver PP:. 44-70; com. verso 12). A ellos les habrá parecido que el

largo período de opresión nunca acabaría. El mensaje del quinto sello les confirmó que

la causa de Dios triunfaría finalmente. Los que pasen por el último gran conflicto recibi-

rán el mismo estímulo (ver 2JT 151).

Cualquier intento de interpretar que estas "almas" son los espíritus incorpóreos de márti-

res difuntos, violenta las reglas de interpretación de las profecías simbólicas. A Juan no

se le dio una visión del cielo como en realidad es. Allí no hay caballos blancos, berme-

jos, negros o pálidos, montados por jinetes belicosos. Jesús no está en el cielo en la for-

ma de un cordero con una sangrante herida de cuchillo. Los cuatro seres vivientes no

representan criaturas aladas reales con características de animales (ver t. III, PP:1128-

1129). Tampoco hay allí "almas" que yacen en la base de un altar. Toda la escena fue

una representación gráfica y simbólica que tenía el propósito de enseñar la lección espi-

ritual que ya hemos destacado.

Los que habían sido muertos.

El tema de la revelación ahora cambia de una descripción de escenas prevalecientes de

destrucción y muerte, en las cuales sufre el pueblo de Dios, y se enfoca en la condición

de los santos.

La palabra de Dios.

Ver com. cap. 1:2, 9.

Testimonio.

Ver com. cap. 1:2, 9.

10.

Clamaban.

Es decir, en la representación gráfica ya explicada (ver com. verso 9). Se oye hablar a

las "almas".

Señor.

Gr. despót's (ver com. Luc. 2:29). Lo opuesto a despót's es dóulos, "esclavo" (cf. 1 Pe-

dro 2:18). Los mártires han demostrado al dar su vida que son verdaderos "siervos de

Dios" (ver Tito l: l; cf. com. Apoc. 6:11), y de esta manera él es su Señor. Aquí proba-

blemente se refiere al Padre.

Santo y verdadero.

Ver com. cap. 3:7, donde se aplican estas palabras a Cristo.

Vengas.

Los mártires no piden vengarse ellos mismos; lo que buscan es la vindicación del nom-

bre de Dios (cf. Rom. 12:19; ver com. Apoc. 5:13).

Los que moran.

Ver com. cap. 3:10.

11.

Vestiduras.

Mejor, "le fue dado a cada uno un vestido blanco". La palabra stol' es diferente de la

Page 25: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 25

que se traduce como "vestiduras" en cap. 3:5, o "ropa" en cap. 4:4. Stol' era un manto

largo que se usaba como señal de distinción (ver com. Mar. 12:38). Juan contempla en

la visión cómo son vestidas las 'almas" con un manto blanco cada una. El símbolo pare-

ce tener el propósito de mostrar que a pesar de sus muertes ignominiosas y de que sus

martirios aún no han sido vengados por Dios, los mártires ya son reconocidos por el Se-

ñor como vencedores.

En los días de Juan esta seguridad era de especial consuelo para los cristianos, que ha-

bían visto cómo sus hermanos creyentes eran aniquilados por la persecución de Nerón

(64 d.C.), y ellos mismos se enfrentaban al martirio con la persecución de Domiciano

(ver t. VI, p. 89). En cada época, a partir de ese tiempo, las promesas de Dios a sus san-

tos mártires han animado a otros que estaban por dar su vida por amor del nombre di-

vino.

Descansasen.

Esta orden se da a los que en la visión profética estaban intranquilos por la larga y apa-

rente demora. En verdad, los mártires han estado descansando desde que depusieron su

vida, y seguirán descansando hasta el día de la resurrección (cf. com. cap. 14:13). Sus

"consiervos" seguirían en la lucha hasta que ellos también fueran victoriosos a pesar del

martirio.

Un poco de tiempo.

El tiempo no se pospondría indefinidamente (ver com. cap. 1: 1; cf. cap.12:12). El gran

conflicto con el mal debe librarse hasta que llegue a un glorioso clímax. Debe permitirse

que el pecado demuestre su carácter deforme tan plenamente, que luego no quede nunca

ninguna duda en cuanto a la rectitud y justicia de Dios (ver com. cap. 5:13).

Se completara.

Esto no significa que la Providencia ha decretado que un número específico debe sufrir

el martirio. Era necesario que transcurriera cierto tiempo para que quedara plenamente

demostrada la verdadera naturaleza del programa de acción de Satanás, y de esa manera

se destacaran la justicia y nobleza de Dios.

Consiervos.

Gr. sundóulos, "coesclavo" (cf. com. verso 10).

12.

Un gran terremoto.

Los acontecimientos del sexto sello revelan la destrucción del mundo físico. El profeta

Joel ya había usado la figura de un terremoto para describir los cataclismos de la natura-

leza en el día del Señor (Joel 2:10; cf. Isa. 13:9-11; Amós 8:9; CS:349-351).

Puesto que el terremoto es seguido por el oscurecimiento del sol, y como este último

acontecimiento puede ser ubicado en 1780 d.C. (cf. com. "el sol se puso negro"), este

terremoto ha sido identificado como el de Lisboa, el 1 de Noviembre de 1755, una de las

sacudidas sísmicas más extensas y severas que jamás se haya registrado. El efecto del te-

rremoto se sintió no sólo en el norte del África, sino que llegó hasta las Antillas. La

identificación del gran terremoto de Lisboa, sugiere que 1755 es una fecha inicial apro-

piada para el sexto sello (cf. p. 770).

Page 26: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 26

El sol se puso negro.

El oscurecimiento del sol se menciona en la profecía del AT en relación con las catástro-

fes que preceden al día del Señor (ver com. Isa. 13: 10). Jesús destacó especialmente es-

te fenómeno en su profecía del fin del mundo, y lo señaló como una de las señales por

las cuales sus seguidores podrían saber que su venida estaba cerca (ver com. Mat. 24:29,

33).

Un cumplimiento espectacular y literal de la escena aquí descrita se vio en la parte

oriental del Estado de Nueva York y en el sur de Nueva Inglaterra, Estados Unidos, el

19 de Mayo de 1780. Un estudio cuidadoso de las crónicas de los diarios de esa época

revela que se produjo una oscuridad inusitada en la parte oriental del Estado de Nueva

York y al suroeste de Nueva Inglaterra alrededor de las diez de esa mañana, y durante el

día se trasladó hacia el este cruzando la parte sur y central de la Nueva Inglaterra, y pe-

netró hasta alguna distancia en el mar. En cada localidad se informó que la oscuridad

duró varias horas. Este fenómeno ocurrió en el tiempo predicho: "en aquellos días, des-

pués de aquella tribulación" (Mar. 13:24; ver com. Mat. 24:29). Fue observado en una

región donde estaba por aparecer un notable reavivamiento del interés en las profecías

de Daniel y Apocalipsis, y fue reconocido por los estudiantes de esas profecías como el

cumplimiento de este pasaje (ver CS:351-354).

La luna se volvió toda como sangre.

Ver com. Mat. 24:29.

Las estrellas del cielo cayeron.

Ver com. Mat. 24:29; cf. Isa. 34:4. Ver CS:381-382.

Higos.

"Higos verdes" (BA). Gr. ólunthos, que significa para algunos higos tempranos que se

caen antes de madurar. Algunas higueras de calidad inferior dejan caer todos o casi to-

dos sus higos cuando han alcanzado el tamaño de una cereza. Otros definen ólunthos

como higos tardíos o de verano. Cf. Isa. 34:4.

14.

Como un pergamino.

Gr. biblíon (ver com. verso 5:1). Esta descripción presenta el cielo enrollándose como

un rollo de pergamino. En la cosmología antigua el cielo se consideraba como una bó-

veda sólida por encima de la tierra. El profeta ve cómo se descorre el cielo para que la

tierra quede sin protección delante de Dios. Isaías (cap. 34:4) presenta el mismo cuadro.

Este acontecimiento es sin duda el mismo que fue descrito por Jesús cuando dijo: "las

potencias de los cielos serán conmovidas" (ver com. Mat. 24:29). Este suceso es aún fu-

turo, pero se relaciona estrechamente con la aparición real del Hijo del hombre en los

cielos.

Todo monte y toda isla.

En el cap. 16:20 estas terribles convulsiones se presentan como sucesos que acontecerán

durante la séptima plaga.

15.

Reyes.

Page 27: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 27

Cf. cap. 16:14; 7:12. La lista que sigue describe toda la gama de la vida social y política

que existía en el mundo de los días de Juan. Aunque la venida misma de Cristo no se

menciona aquí, el contexto expone claramente que está por aparecer.

Los grandes.

Gr. megistán, "persona principal", "noble", " magnate", que corresponde tal vez al latín

magistratus, que designa a un funcionario romano, como Plinio (ver t. VI, PP:62-65, 90).

Este tipo de funcionario a menudo condenó a muerte a los mártires cristianos.

Ricos.

Ver com. Sant. 5:1-6.

Capitanes.

Gr. jilíarjos, 'jefe de mil". En el NT esta palabra se usa para los tribunos militares roma-

nos (Juan 18:12; Hechos 21:31-33), de manera que aquí probablemente representa ofi-

ciales militares de alto rango.

Los poderosos.

Cf. 1 Cor. 1:26.

Siervo.

O "esclavo".

Libre.

Cf. cap. 13:16; 19:18.

16.

Caed sobre nosotros.

Ver Oseas 10:8; Luc. 23:30. Enfrentarse a Dios en ese momento es más espantoso que

hacer frente aun a la muerte.

Ira.

Gr. org' (ver com. Rom. 1:18).

17.

Gran día.

Ver Joel 2:11, 31; com. Isa. 13:6.

¿Quién podrá sostenerse en pie?

Cf. Nah. 1:6; Mal. 3:2; Luc. 21:36. La escena concluye con esta penetrante pregunta.

Cada uno de los seis sellos que se han abierto muestra una fase diferente del gran con-

flicto entre Cristo y Satanás, y cada uno ayuda a demostrar la justicia de Dios ante el

universo que observa (ver com. Apoc. 5:13). Ahora se produce una pausa en la obra de

abrir los sellos, porque antes debe contestarse una pregunta. Hasta ahora en la descrip-

ción de los terribles acontecimientos que preceden al segundo advenimiento, no se ha

dado indicación de que alguno pueda sobrevivir, y por eso se hace la dramática pregun-

ta: "¿Quién podrá sostenerse en pie?" El cap. 7 interrumpe la secuencia de los sellos con

el propósito de dar una respuesta adecuada.

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

2 3JT:224

6 2JT:258

Page 28: Comentario de EGW - Apocalipsis 6

Pág. 28

10 2JT:151

11 PVGM:143

12 CS:349

12-17 CS:382; 3JT:415

13 CS:381

14 PE:41, 290

14-17 PP:353-354

15 PE:292

15-17 CC:16; CS:700; PE:286; 2T:41

16 DMJ:26; 2JT:272; NB:99; PE:76; 1T:74

16-17 DTG:689; 2T:42

17 CS:699-700; 3JT:12; PE:16; 1T:15, 60; TM:444

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