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Exégesis de Mateo 6:25-33 En esta sesión vamos a estar analizando el texto de Mateo 6:25- 33. Es un pasaje bien conocido por todos. Por un lado eso nos ayuda, pero por el otro lado, a veces nos cuesta más leer con cuidado los pasajes que ya conocemos. Nos esforzaremos en el estudio hoy, buscando sobre todo entender este pasaje en su contexto. El embudo resulta ser buen símbolo para el proceso del estudio bíblico. Buscaremos ir desde lo más grande a lo más pequeño. Cuando nombramos un pasaje, lo hacemos de esta forma: libro, capítulo, versículo. Mateo seis veinticinco. Eso me ayuda recordar el orden del estudio, desde lo más grande a lo más pequeño. Hoy seguiremos ese orden, viendo primero el libro, luego el capítulo, y por último, los versículos que vamos a estudiar. Algunos de ustedes se están molestando. “Hermano Timothy,” me dicen, “¿cree Ud. que no sabemos las cosas más básicas en cuanto al estudio bíblico?” Pero no digo estas cosas para recordarles a ustedes. Las digo para recordarme a mí. Siempre es una tentación querer tomar atajos en el estudio, querer ir directamente al pasaje principal sin ponerlo bien en su contexto. Me es fácil decir, “He leído esto muchas veces; no me hace falta volver a hacer estos pasos.” Pero lo que yo veo en el estudio bíblico es que cada vez que estudio, descubro algo nuevo. Así me ha ocurrido en este estudio que quiero compartir con ustedes. Entonces, comencemos por ver el libro de Mateo. Podríamos decir muchas cosas en cuanto a Mateo, pero el tiempo no nos permite hacerlo. Voy a tener que conformarme con señalar algo de la estructura de Mateo. Los pilares del libro, por decirlo así, son cinco discursos largos que encontramos en Mateo: 5:1-7:29, 10:11- 42, 13:1-52, 18:1-35, y 23:1-25:46. Es fácil ver donde termina cada discurso, porque Mateo pone alguna frase como “Cuando Jesús terminó de decir estas cosas…” o algo parecido. El siempre señala el final del discurso. Vale la pena señalar que Mateo escribió en el primer siglo y no en el siglo veinte. Escribió en Palestina y no en América. Digo todo esto para decir que Mateo no escribió de la forma que lo hubiéramos hecho nosotros. No se preocupaba tanto

Exégesis de Mateo 6:25-34

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Presentación ofrecida en el Seminario Baxter 2008 en Tegucigalpa, Honduras

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Exégesis de Mateo 6:25-33 En esta sesión vamos a estar analizando el texto de Mateo 6:25-33. Es un pasaje bien conocido por todos. Por un lado eso nos ayuda, pero por el otro lado, a veces nos cuesta más leer con cuidado los pasajes que ya conocemos. Nos esforzaremos en el estudio hoy, buscando sobre todo entender este pasaje en su contexto.

El embudo resulta ser buen símbolo para el proceso del estudio bíblico. Buscaremos ir desde lo más grande a lo más pequeño. Cuando nombramos un pasaje, lo hacemos de esta forma: libro, capítulo, versículo. Mateo seis veinticinco. Eso me ayuda recordar el orden del estudio, desde lo más grande a lo más pequeño. Hoy seguiremos ese orden, viendo primero el libro, luego el capítulo, y por último, los versículos que vamos a estudiar.

Algunos de ustedes se están molestando. “Hermano Timothy,” me dicen, “¿cree Ud. que no sabemos las cosas más básicas en cuanto al estudio bíblico?” Pero no digo estas cosas para recordarles a ustedes. Las digo para recordarme a mí. Siempre es una tentación querer tomar atajos en el estudio, querer ir directamente al pasaje principal sin ponerlo bien en su contexto. Me es fácil decir, “He leído esto muchas veces; no me hace falta volver a hacer estos pasos.” Pero lo que yo veo en el estudio bíblico es que cada vez que estudio, descubro algo nuevo. Así me ha ocurrido en este estudio que quiero compartir con ustedes.

Entonces, comencemos por ver el libro de Mateo. Podríamos decir muchas cosas en cuanto a Mateo, pero el tiempo no nos permite hacerlo. Voy a tener que conformarme con señalar algo de la estructura de Mateo. Los pilares del libro, por decirlo así, son cinco discursos largos que encontramos en Mateo: 5:1-7:29, 10:11-42, 13:1-52, 18:1-35, y 23:1-25:46. Es fácil ver donde termina cada discurso, porque Mateo pone alguna frase como “Cuando Jesús terminó de decir estas cosas…” o algo parecido. El siempre señala el final del discurso. Vale la pena señalar que Mateo escribió en el primer siglo y no en el siglo veinte. Escribió en Palestina y no en América. Digo todo esto para decir que Mateo no escribió de la forma que lo hubiéramos hecho nosotros. No se preocupaba tanto por la cronología sino por la teología. Juntaba los dichos de Jesús por tema, no necesariamente por el momento en que se hablaron. Es por eso que Lucas puede tener los mismos dichos, pero no todos juntos. Las enseñanzas del Sermón del Monte, por ejemplo, se encuentran en varios lugares distintos en el evangelio de Lucas, no todas en el mismo sermón. Mateo quería documentar lo que dijo Jesús, no el texto exacto de un sermón de Jesús. Estos cinco discursos pueden haberse pronunciado en muchos momentos distintos; inclusive, es probable que Jesús repitió estas enseñanzas en muchas ocasiones. Mateo agrupó las enseñanzas por tema. Presenta algunas enseñanzas de Jesús, luego pone una sección de narrativa. Básicamente hay seis secciones de narrativa en el libro y cinco secciones de enseñanza.

Pasemos a ver el capítulo, capítulo 6. Capítulos 5 al 7 forman lo que llamamos el Sermón del Monte, así que este capítulo es la parte central de ese sermón. Los primeros 18 versículos enfocan las prácticas religiosas, específicamente la

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benevolencia, la oración y el ayuno. Vamos a leer estos versículos fijándonos en la idea de recompensa o premio que se presenta:

“No hagan sus buenas obras delante de la gente solo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio. “Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio. “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio. “Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan. Ustedes deben orar así: ‘Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.’ “Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados. “Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre, que está en lo oculto, y tu Padre que ve en lo oculto te dará tu recompensa.” (Mateo 6:1-18)“

¿Ven con que frecuencia Jesús habla aquí de una recompensa o un premio? Eso es importante porque esa es la conexión con los versículos que siguen. Se puede decir mucho más acerca de estos versículos, pero para nuestros propósitos hoy, eso es lo más importante.

En los versículos 19 al 24, Jesús habla del tesoro terrenal y el tesoro celestial. Leamos esos versículos:

“No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón. “Los ojos son la

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lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma! “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:19-24)

En la primera sección de este capítulo, Cristo habló de la diferencia entre recibir una recompensa aquí en la tierra y una recompensa en el cielo. Ahora habla de la diferencia entre juntar tesoro en la tierra y juntar tesoro en el cielo. ¿Ven la conexión entre estas dos secciones? A veces pensamos que en el Sermón del Monte Jesús pasaba de tema en tema sin que hubiera relación entre ellos, pero no es así, especialmente aquí en el capítulo 6. Todo el capítulo habla de buscar cosas de valor en la tierra o en el cielo. Y el versículo 24 es clave: no podemos servir dos amos. No podemos buscar tesoro terrenal y tesoro celestial. No podemos buscar ser recompensado por los hombres y esperar ser recompensado por Dios también. O buscamos lo terrenal o buscamos lo celestial. No podemos hacer las dos cosas.

Habiendo repasado brevemente el contenido de libro del Mateo y del capítulo 6 en específico, estamos listos para analizar el pasaje. Como siempre, lo primero que hacemos es leerlo. Vamos a incluir el versículo 34:

“Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? “¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, busquen primero el reino de Dios y su justicia, y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.” (Mateo 6:25-34)

En la primera parte del capítulo, Jesús habló de la recompensa que uno recibe por sus actos religiosos, diciendo que los hombres que buscan una recompensa aquí en la tierra perderán la recompensa que da Dios. En la segunda sección, Jesús habló de la diferencia entre juntar tesoro aquí en la tierra y juntar tesoro en el cielo. Y dijo: “Nadie

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puede servir a dos amos.” En los versículos que estamos estudiando hoy, Jesús sigue con el mismo pensamiento, la diferencia entre buscar las cosas del mundo y buscar las cosas del reino de Dios.

Veamos lo que dice, versículo por versículo:

Mateo 6:25   “Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?

En este primer versículo, vemos la frase que más se repite en esta sección: “No se preocupen.” Las frases y palabras que se repiten merecen atención. Sobre todo cuando tenemos la misma frase en la primera oración de una sección y en la última oración. Jesús empieza esta parte diciendo “No se preocupen” y la termina diciendo “No se preocupen.” Específicamente habla de preocuparse por la vida y por el cuerpo. En cuanto a la vida, menciona la comida y la bebida, cosas que son esenciales. En cuanto al cuerpo, menciona la ropa, cosa necesaria. Nadie puede escaparse de pensar en estas cosas. Quizás no compremos ni casa ni auto ni nada de lujo, pero todos tenemos que conseguir comida y ropa. Jesús dice que no debemos preocuparnos por esas cosas. Podemos pensar en ellas, ocuparnos de ellas, pero no debemos preocuparnos.

26 Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!

Dios sabe proveer. Sabe mejor que nosotros lo que necesitamos. Los animales viven y sobreviven gracias al cuidado de Dios, por lo menos cuando los hombres no intervienen. Dios puso en funcionamiento un sistema, lo que los hombres llaman la naturaleza. Ese sistema provee lo que cada especie necesita para vivir, todo lo necesario. De la misma manera, Dios está dispuesto a proveernos todo lo necesario para nuestras vidas. Quizás no todo lo que quisiéramos tener, pero todo lo necesario.

27 En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?

Otra traducción sería de aumentar su estatura. El término en el griego puede referirse ya sea a la altura o a la duración de la vida. Ambas ideas tienen sentido aquí. En todo caso, Jesús está diciendo que preocuparse no puede cambiar la realidad. No logramos nada con preocuparnos. ¿Ha pensado Ud. alguna vez en cuáles eran las cosas que más le preocupaban hace un año? ¿Hace cinco años? La mayoría de esas cosas, que parecían tan importantes en ese momento, ya no tiene importancia. Y aun las cosas que tienen importancia no son afectadas por la preocupación. Hay una famosa oración que dice:

Señor dame la Serenidad necesaria Para aceptar las cosas que no puedo cambiar, Valor para cambiar las cosas que puedo y Astucia para saber la diferencia entre ellas.

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28   “¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. 29 Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. 30 Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe!

La idea aquí es parecida a lo que dijo Jesús de las aves. Dios sabe proveer. Muchas veces, sabe proveer mejor que nosotros. Si solamente podemos confiar en Dios, El puede darnos lo mejor de lo mejor. Quizás no sea lo que el mundo valoriza, pero será lo que es mejor para nosotros. Solamente tenemos que tener fe.

31 Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ 32 Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan.

Jesús vuelve a decir: “No se preocupen.” Ni por la comida, ni por la bebida, ni por la ropa. Son cosas imprescindibles. No son lujos. Son necesidades. Pero Jesús dice que no debemos pasar nuestro tiempo preocupándonos por ellas.

Y nos recuerda que eso es exactamente lo que hace la gente del mundo, los paganos, los que no creen en Dios. Nosotros hemos sido llamados a ser distintos, a vivir vidas distintas. Somos santos. Somos la sal de la tierra. No podemos imitar a los que nos rodean; tenemos que imitarlo a nuestro Señor Jesucristo. No somos ni hondureños ni guatemaltecos ni estadounidenses ni argentinos. Somos de otro reino. Somos ciudadanos del reino de los cielos.

33 Por lo tanto, busquen primero el reino de Dios y su justicia, y recibirán también todas estas cosas.

Jesús dice que tenemos que poner nuestra atención en nuestro reino, el reino de los cielos. Eso tiene que ser nuestra prioridad, no las cosas de esta vida. Si buscamos las cosas de Dios, El se encargará de darnos lo que necesitamos para nuestras vidas físicas.

34 No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.

Jesús vuelve a decir: “No se preocupen.” Preocuparse no puede cambiar el futuro; nos es suficiente atender las necesidades del día de hoy.

Habiendo visto este pasaje en detalle, volvemos al mensaje principal. No podemos servir a dos amos. No podemos dividir nuestra atención entre dos reinos, el reino de Dios y el reino del mundo. No podemos buscar a Dios de todo corazón si también estamos buscando las riquezas de este mundo. Muchos predicadores hoy en día quieren hablar de la prosperidad, quieren convencernos de que Dios quiere que seamos ricos en lo material, que quiere que seamos millonarios en el nombre de Jesús. Pero lo que la Biblia dice es otra cosa.

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En primer lugar, debemos reconocer que la Biblia afirma el valor del trabajo, más que eso, reconoce al trabajo como un deber del hombre. Lo podemos leer en estos pasajes:

“El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que dar a los necesitados.” (Efesios 4:28)

“Procuren vivir tranquilos y ocupados en sus propios asuntos, trabajando con sus manos como les hemos encargado, para que los respeten los de fuera y ustedes no tengan que depender de nadie.” (1 Tesalonicenses 4:11-12)

“Hermanos, les ordenamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de cualquier hermano que lleve una conducta indisciplinada y que no siga las tradiciones que recibieron de nosotros. Pues ustedes saben cómo deben vivir para seguir nuestro ejemplo: nosotros no llevamos entre ustedes una conducta indisciplinada, ni hemos comido el pan de nadie sin pagarlo. Al contrario, trabajamos y luchamos día y noche para no serle una carga a ninguno de ustedes. Y ciertamente teníamos el derecho de pedirles a ustedes que nos ayudaran, pero trabajamos para darles el ejemplo que ustedes deben seguir. Cuando estuvimos con ustedes, les dimos esta regla: El que no quiera trabajar, que tampoco coma. Pero hemos sabido que algunos de ustedes llevan una conducta indisciplinada, muy ocupados en no hacer nada. A tales personas les mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquilamente para ganarse la vida.” (2 Tesalonicenses 3:6-12)

“Pues quien no se preocupa de los suyos, y sobre todo de los de su propia familia, ha negado la fe y es peor que los que no creen.” (1 Timoteo 5:8)

Nosotros tenemos un deber de trabajar. Trabajamos para proveer para nuestras familias. Trabajamos para poder ayudar a otros. Trabajamos para no caer en la vagancia. Pero afirmar que el cristiano debe buscar las riquezas es otra cosa totalmente distinta. Leamos lo que Pablo escribió a Timoteo en 1 Timoteo 6. Después de hablar de las personas que quieren enriquecerse por medio de la religión, dice:

“Y claro está que la piedad es una fuente de gran riqueza, pero solo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos. En cambio, los que quieren hacerse ricos caen en la tentación como en una trampa, y se ven asaltados por muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.” (1 Timoteo 6:6-10)

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¿Con qué podemos darnos por satisfechos? Con comida y ropa, las mismas cosas que menciona Jesús en Mateo 6. Pero ¿qué pasa, según Pablo, si buscamos hacernos ricos? Caemos en una trampa. Una trampa mortal, que mata no al cuerpo sino al alma. Mata a la fe. Causa terribles sufrimientos. Aun sabiendo que es una trampa, pensamos que nosotros podemos escapar, que nosotros podemos robarle el queso a la trampa sin que nos agarre. Pensamos que podemos dedicarnos a la búsqueda del dinero sin que el dinero nos atrape. Y estamos jugando un juego muy, pero muy, peligroso.

El materialismo ataca nuestras iglesias, y hacemos muy poco por combatirlo. Es un enemigo que gana por seducción, que apela a nuestros deseos, que llama a nuestra codicia. Nosotros creemos que estamos avanzando, que estamos mejorando nuestras vidas, pero en verdad, nos estamos haciendo esclavos. Es una esclavitud sutil, que nos roba el tiempo, que nos roba las amistades, que nos roba la familia y, si nos descuidamos, nos roba la fe. Para que no nos demos cuenta, no pide grandes cosas; siempre pide “Un poco más. Un poco más.” Pablo dice que debemos conformarnos con tener comida y tener ropa, pero el materialismo nos dice, “Solamente un poco más.” Un televisor mejor. Unos muebles mejores. Una casa más linda. Un automóvil. Esta máquina y aquella y esta comodidad y esta novedad y esta nueva necesidad que ¡ni existía ayer pero hoy es necesidad! “Solamente un poco más.”

Un joven se acercó a Cristo, preguntando acerca de la vida eterna. Afirmando haber cumplido con los mandamientos, el joven preguntaba qué más le hacía falta. Cristo le miró y le dijo que vendiera sus posesiones y que diera el dinero a los pobres. Y el joven se fue triste, porque no estaba dispuesto a hacerlo. Podemos leer en Mateo 19 lo que Cristo dijo al verlo irse:

“Jesús dijo entonces a sus discípulos: —Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Les repito que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios.” (Mateo 19:23-24)

Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. ¿Lo creemos? ¿Creemos que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino? ¿Lo creemos? Mucha gente no lo cree, a tal punto que se ponen a buscar explicaciones en cuanto a qué puede ser el camello y el ojo de la aguja. Hablan de puertas bajitas, hablan de estrechos de agua, hablan de distintas cosas porque no quieren creen que Jesús haya dicho lo que dijo. Pero más abajo Jesús dice: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.” Está hablando de algo imposible para los hombres, como pasar un camello por el ojo de una aguja. Entonces, si Cristo dijo que es más difícil para los ricos entrar en el reino, ¿hacemos bien en buscar el dinero? ¿Hacemos bien en querer ser ricos? ¿Cuántos de nosotros hemos advertido a nuestros hijos acerca de esta trampa mortal? ¿Cuántos de nosotros tememos caer en esa trampa? Hubo una obra musical llamada “El violinista en el tejado,” acerca de un judío pobre en Rusia. En un momento de la obra, alguien dice a Tevye, el protagonista: “El dinero es la maldición del mundo.” Tevye responde: “Que Dios me aflija con el. Y que nunca me recupere.” Muchas veces me siento así. Si la riqueza es una trampa, a veces tengo ganas de caer en la trampa.

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En Lucas capítulo 16, Cristo contó una parábola acerca de un mayordomo injusto. Después de contar la parábola, enseña algunas lecciones acerca del dinero. Y en el versículo 13, repite las palabras que encontramos en Mateo 6:

““Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.”” (Lucas 16:13)

Pero no todo el mundo estaba de acuerdo. Leemos en el versículo 14:

“Los fariseos, que eran amigos del dinero, oyeron todo esto y se burlaron de Jesús.” (Lucas 16:14)“

“Los fariseos, que eran amigos del dinero…” dice. Amigos del dinero. La palabra en griego es fila¿rguroß (philarguros), que quiere decir “ama plata.” Amigo del dinero es una buena traducción. Confieso que yo a veces soy amigo del dinero. A veces tengo ganas de ser amigo íntimo. Pero Lucas no lo dice para halagarlos. Es una crítica, una condena. Ellos se oponían a Jesús porque eran amigos del dinero. Y se burlaron de él.

Y nosotros, ¿qué hacemos? ¿No nos burlamos un poco.? No se preocupen. Busquen primero el reino y recibirán lo demás. “Ah, sí, claro.” Con comida y ropa podemos darnos por satisfechos. “¡Ja! ¿Satisfechos? Con comida y ropa nada más, soy un pobre. Estas palabras sirven para la iglesia, pero no para el mundo real. ¡Ja!” Aunque me duele confesarlo, yo me burlo un poco. O por lo menos me cuesta creerlo. Y me cuesta más vivirlo.

Sigamos leyendo en Lucas 16:

Jesús les dijo: “Ustedes son los que se hacen pasar por justos delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones; pues lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece.” (Lucas 16:15)

Lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece. Quiere decir que si el mundo lo aprueba, debo mirarlo con cierta desconfianza. Cuando la gente del mundo me dice que debo hacer esto y aquello, que mis hijos necesitan esto y el otro, que este camino es el indicado, debo preguntarme si es tan así o no. Los valores de este mundo no son los valores de Dios.

Había un filósofo europeo llamado Soren Kirkegaard. El dijo una vez que Jesucristo fue como un ladrón que entró en una tienda de noche, pero en vez de robar, solamente se puso a cambiar los precios. Lo que era caro, ya era barato. Lo que era económico ya valía mucho. Televisores por el precio de un caramelo. Lápices que costaban como un horno microonda. Eso es lo que hizo Cristo. Cambió todos los valores del mundo. El líder debe servir. El que quiere la gloria tiene que sufrir. El último será el primero. Jesús vino y nos dijo que todo lo que valoramos es lo que Dios aborrece. Aborrece, dice. Odia. Con fuerza. Rechaza por completo. Y eso incluye las cosas materiales que más deseamos. Las riquezas. Los tesoros amontonados aquí en la tierra.

El apóstol Pablo era un hombre que entendía todo esto. Escribiendo a los filipenses, pudo decirles en el capítulo 4:

“No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más

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grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7)

Podemos apreciar estas palabras un poco más cuando tenemos en cuenta que Pablo estaba en la cárcel cuando escribió estas palabras. Un poco más abajo, agradeció una ofrenda que los filipenses le habían dado y les dijo:

“No lo digo porque yo esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé lo que es vivir en la pobreza, y también lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a hacer frente a cualquier situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener hambre, a tener de sobra que a no tener nada. A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:11-13)

Cuando podemos decir que nos da igual tener escasez que tener abundancia, ahí podemos declararnos libres de la trampa del dinero. ¿Pero como podemos lograr eso? Por lo que dice Pablo aquí. “Todo lo puede en Cristo quien me fortalece.” Esas palabras son citadas fuera de su contexto con mucha frecuencia; dentro del contexto, hablan de contentarnos con lo que tenemos.

Así podemos dejar de preocuparnos. Así podemos poner nuestra atención en el reino, buscando su justicia por encima de todo. Para terminar este estudio, leamos una vez más las palabras de Jesús de Mateo 6:

“Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? “¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, busquen primero el reino de Dios y su justicia, y recibirán también todas estas cosas. No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.” (Mateo 6:25-34)