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JAMES REDFIELD La Tercera Revelación describe un nuevo concepto del mundo físico. Dice que los seres humanos aprenderán a percibir lo que anteriormente era un tipo de energía invisible. Tras la caída de la concepción medieval del mundo, los occidentales nos dimos cuenta de pronto de que vivíamos en un universo totalmente desconocido. Al TERCERA REVELACIÓN - UNA CUESTIÓN DE ENERGÍA- 1ª parte Intentar comprender la naturaleza de este universo supimos que de un modo u otro, había que separar los hechos de superstición. Los científicos, asumimos una actitud particular conocida como escepticismo científico, que exige el soporte de una evidencia sólida para cada aserto sobre cómo funciona el mundo. Hemos establecido que todo cuánto ocurre en la naturaleza lo hace de acuerdo con alguna ley natural, que cada acontecimiento tiene una causa física directa y comprensible. De esta forma, la ciencia erradicó del mundo todo cuanto era problemático y esotérico. Concluimos, fieles al pensamiento de Isaac Newton, que el universo operaba siempre de una manera predecible, como una enorme máquina. La s cosas que ocurrían simultáneamente a otros acontecimientos, pero que no tenían con estos relación causal, se consideró que eran debidas exclusivamente al azar. Más tarde se produjeron dos investigaciones que

Tercera revelación

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La Tercera Revelación describe un nuevo concepto del mundo físico. Dice que los seres humanos aprenderán a percibir lo que anteriormente era un tipo de energía invisible.

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Page 1: Tercera revelación

JAMES REDFIELD

La Tercera Revelación describe un nuevo concepto del mundo físico. Dice que los seres humanos aprenderán a percibir lo que anteriormente era un tipo de energía invisible. Tras la caída de la concepción medieval del mundo, los occidentales nos dimos cuenta de pronto de que vivíamos en un universo totalmente desconocido. Al

TERCERA REVELACIÓN - UNA CUESTIÓN DE ENERGÍA- 1ª parte

Intentar comprender la naturaleza de este universo supimos que de un modo u otro, había que separar los hechos de superstición. Los científicos, asumimos una actitud particular conocida como escepticismo científico, que exige el soporte de una evidencia sólida para cada aserto sobre cómo funciona el mundo. Hemos establecido que todo cuánto ocurre en la naturaleza lo hace de acuerdo con alguna ley natural, que cada acontecimiento tiene una causa física directa y comprensible. De esta forma, la ciencia erradicó del mundo todo cuanto era problemático y esotérico. Concluimos, fieles al pensamiento de Isaac Newton, que el universo operaba siempre de una manera predecible, como una enorme máquina. La s cosas que ocurrían simultáneamente a otros acontecimientos, pero que no tenían con estos relación causal, se consideró que eran debidas exclusivamente al azar. Más tarde se produjeron dos investigaciones que volvieron a abrir nuestros ojos a los misterios del Universo. Se ha escrito mucho sobre la revolución de las ciencias físicas, pero en realidad los cambios provienen de dos grandes hallazgos, los de la Mecánica Cuántica y los de Albert Einstein. La labor que llenó toda la vida de Einstein fue mostrarnos que lo que percibimos como materia dura es en su mayor

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parte un espacio vacío por cuyo interior circula una forma de energía. Esto nos incluye a nosotros. Y lo que la física cuántica ha venido a demostrar es que cuando miramos esas formas de energía a niveles cada vez más pequeños, vemos resultados asombrosos. Los experimentos han revelado que cuando separas diminutas porciones

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de esta energía , las que llamamos partículas elementales , y tratamos de observar cómo operan, el acto de observación por sí mismo altera los resultados; es como si sobre aquellas partículas elementales influyera lo que espera o piensa el experimentador. Los campos de energía de cada persona, planta e incluso objeto aparentemente inanimado pueden observarse con la vista, solo se necesita adiestrarse en ello. Hemos comprobado que hay dos periodos del día especialmente propicios para ello: la puesta de sol y el amanecer. Además un entorno especialmente energético lo facilita. Se puede comenzar tendiéndonos en el suelo, boca arriba y juntando las puntas de los dedos índice, manteniendo el cielo como fondo , separando las puntas un par de centímetros y mirando directamente en el espacio que hay entre ellas. Las puntas se hacen borrosas y cuando esto ocurre, vemos algo como un “puente” translúcido entre una punta y la otra, movemos una de ellas hacia arriba y vemos como ese “puente” sigue a la punta de arriba, muy curioso!. De esta forma, desenfocando la vista, utilizando la visión periférica y no fijando la vista en ningún punto concreto, podemos ver el campo energético de cualquier persona como una extensión resplandeciente de su silueta, de entre diez a veinte centímetros.