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El Hombre Extraterrestre en el Latín Humanístico

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EL HOMBRE EXTRATERRESTREEN EL LATÍN HUMANÍSTICO

Alfonso ALCALDE-DIOSDADO GÓMEZ

Colegio HH. Maristas de JaénIam ipsa terra ita mihi parva visa est, ut me imperii nostri, quo quasipunctum eius attingimus, paeniteret.

Cic. Rep. VI 16

Hemos utilizado la anfibología hombre extraterrestre en nuestro título porque desde el principio

queremos significar la perspectiva cambiante y moderna que tiene nuestro tema. Hoy se denomina, en

general, extraterrestre a alguien que está en otro planeta o viene de él. Y lo vamos a ver en latín. Este

alienígena puede ser igual que el homo sapiens o tener formas más o menos diferentes. Pero el hombre

puede tener una mirada extraterrestre y con ella conocer el universo y volar por él. Y le vamos a

acompañar a través de la literatura latina. La ciencia-ficción y el estudio del Universo son en la actualidad

algunos de los grandes intereses de la humanidad.

Por nuestra investigación doctoral1 y otras posteriores hemos descubierto y analizado siete obras

escritas originalmente en latín que tratan el tema del hombre extraterrestre. La primera se publicó en 1509

y la última en 1714. La mayoría de los autores son bastante conocidos y las obras merecen la pena. Sin

embargo, el estudio comparativo de todo este corpus no se había hecho nunca. Sospechamos que la

fantasía humanística no ha sido todavía suficientemente valorada. Les vamos a ofrecer un resumen de

nuestro estudio.

La inauguración de nuestro tema es bastante curiosa y significativa. Erasmo de Rótterdam escribió en

su Stultitiae laus un pasaje (48 fin) en el que explica una visión desde la Luna. La referencia literaria es

clara. Habla del Menipo que sube a la Luna en la obra del heleno Luciano de Samósata, Icaromenipo. La

Estulticia dice así:

«In summa, si mortalium innumerabiles tumultus, e Luna, quemadmodum Menippus olim, despicias,

putes te muscarum, aut culicum videre turbam inter se rixantium, bellantium, insidiantium,

rapientium, ludentium, lascivientium, nascentium, cadentium, morientium. Neque satis credi potest,

quos motus, quas tragoedias ciat tantulum animalculum, tamque mox periturum.»

Tras una crítica general a los defectos humanos, Erasmo utiliza este argumento tan fuerte y conciso.

Luciano había comparado en el siglo II (d. C.) a las ciudades y los hombres con hormigueros y hormigas.

Es Menipo quien los ve así desde la Luna. El humanista holandés innova con una pareja de insectos:

moscas y mosquitos, que luchan entre sí. La lucha entre animales es un tópico popular cultivado también

en la sátira paródica clásica. Erasmo cita a la propia Batracomiomaquia en la introducción. La abultada

1 Nuestra tesis doctoral se titula El tópico del hombre en la Luna en las literaturas cultas y populares. Defendida enla Universidad de Granada el 28 de junio de 2002. La mayoría de las aclaraciones y referencias de estacomunicación se pueden encontrar en ella.

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enumeración de participios de presente en caso genitivo condensa los errores de la existencia humana.

Una guerra o una peste la aniquilan con facilidad. Ante este pesimismo la reacción lógica es que el

hombre necesita una renovación. A lo largo de la obra se nos desvela que el cambio consiste en la vuelta

de la primitiva ética cristiana. Así pues, la inspiración clásica alumbra el nacimiento de nuestro tópico.

Treinta y dos años después (1541) se publica en Burgos una aventura lunar. La escribe el jesuita Juan

Maldonado, uno de los erasmistas españoles. Se titula Somnium, nombre por el que, como saben, se

conocía a la parte final de la Republica de Cicerón. El Somnium de Maldonado es una obra relativamente

breve. Abarca 54 páginas en la edición princeps que hemos manejado.

La mayor parte del texto es un diálogo inteligente e irónico del autor-protagonista con el alma de

María Rogia, una antigua conocida de la vecindad. El planteamiento autobiográfico es coherente y se

esfuerza por la verosimilitud del viaje extático a la Luna. El marco de la aventura, igual que en Cicerón,

igual que en la Divina Comedia de Dante, es la ensoñación. Pero frente a los textos neoplatónicos citados,

este Sueño jesuita se ciñe a la ortodoxia católica.

María Rogia eleva a Maldonado por un amor beatífico y cristiano. Juan quería ayudar a las hijas de su

vecina que estaban a punto de quedarse en la miseria. María quiere ayudar a su extraño vecino

preocupado por unas simples mujeres y enseñarle que en el Cielo las almas no se discriminan y que

existen mundos que viven según el amor cristiano puro.

Durante el vuelo a la Luna, Maldonado se fija en cómo va distanciándose de la Tierra, distinguiendo

los cambios de tamaño y señalando los países europeos. Este detalle temático es genial. Maldonado es el

primero en toda la literatura universal que ofrece esta perspectiva en su vuelo extraterrestre. En esta

mirada original existe un comentario político. El hispano hace una defensa política y religiosa del

emperador Carlos al estilo de la literatura española del momento.

La Luna es un astro parecido a la Tierra en tamaño y superficie. Tiene un gran mar. Llegan a una de

sus orillas que es un lugar paradisíaco. Más adelante encuentran una ciudad maravillosa en la que se

materializa el sueño utópico del autor. Éste emplea algunos elementos simbólicos, como el número siete.

Junto a la plaza principal existe un lago que es símbolo de la pureza y la vida. La ciudad es gobernada por

unos reyes que gobiernan de forma justa y sin soberbia. Los habitantes son todos igual que los seres

humanos, pero mejores en su forma de vida. Varones y mujeres tienen la misma consideración. Estamos

ante la sociedad igualitaria cristiana que preconizaba Erasmo. Maldonado es también el primero que

presenta una sociedad extraterrestre a la vez utópica y humana de cuerpo y alma. Casi todos los seres

extraterrestres habían sido hasta ahora de naturaleza espiritual.

Aunque Maldonado quería seguir su viaje a Mercurio, se conforma con ver los coros celestiales y

desea estar algún día entre ellos. La Luna, pues, ha sido el único destino del viaje. Casi ningún texto

anterior lo había hecho en la literatura culta. Al regresar a la Tierra, nuestro sabio jesuita no vuelve a su

casa, sino a un lugar de América en una comunidad cristiana ideal, que recuerda a la futura Ciudad del

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Sol de Campanella. De ahí vuelve a Burgos para llevarse a las huérfanas con él. Al final, se despierta,

como en el Somnium ciceroniano. La utopía lunar se propone como realidad en la Tierra. El carácter

bipolar de la utopía no es algo nuevo. Pero el hecho de que el tema del hombre en la Luna sea tan

importante en la obra es otra novedad que incorpora nuestro humanista español. En latín lo vamos a

encontrar una vez más y en otras lenguas en muchísimas obras hasta nuestros días. El Somnium, pues, es

una joya casi desconocida que merece la pena conocerse.

Poco después de esta obra católica se publica otra protestante. El autor es Celio Secondo Curione, su

obra es el Pasquillus ecstaticus. El lugar y la fecha parece ser Basilea, 1544, datos que no aparecen en la

portada. Es el único libro que no hemos podido conseguir y nuestros breves comentarios se basan en el

contenido del libro Lucian of Samosata in the two Hesperias de M. O. Zappala, publicado en Potomac,

Scripta Humanistica, 1990, pp. 157-159.

Curione cambia la Luna por un lugar fantástico: el cielo del Papa, donde existe una gran ciudad. Este

cielo es la alternativa al cielo de Cristo. Sin embargo, también aparecen las esferas planetarias del

universo platónico. La controversia del título y el planteamiento espacial marcan claramente la polémica

religiosa. Además, el protagonista es Pasquino, personaje legendario que tiene una estatua famosa en

Roma, donde el pueblo colocaba sus sátiras. En esta obra viaja sólo y cuenta sus aventuras a su amigo

Marforio. Algo parecido hizo el Menipo lucianesco. Curione refiere explícitamente los textos del cínico

siriaco. Pasquino comenta antes de su ascensión más o menos extática esto: “No pude encontrarlo, aunque

había leído muchas cosas sobre Proteo, Ícaro y Menipo quienes, según dicen, subieron allá...” (10). La

sátira lucianesca, por tanto, es la que alimenta la crítica del humanista itálico. Éste desmitifica el

catolicismo y defiende la teología de la Reforma. Pasquino llega a la ciudad papal en lo alto del Cielo,

como Menipo llegó al Olimpo. Aquella se describe como si fuera la Torre de Babel. En ella todo es

contrario y absurdo, algo que habíamos visto en los viajes extraterrestres de Luciano. En la ciudad papal

viven las almas de religiosos cristianos. Sus nombres están deformados: por ejemplo, los mendicantes son

los manducantes.

En el regreso, donde visitará los Infiernos, pasa por las esferas planetarias. Al pasar por la de

Mercurio, Pasquino encuentra un grupo de almas atormentadas. Entre ellas está, curiosamente, Erasmo,

que sufre por no haber sido resuelto en su reformismo. Curione, pues, ha aprovechado la sátira de

Luciano para una crítica religiosa que salpica al propio iniciador, el humanista holandés.

En 1611 se publica sin nombre de autor ni lugar de publicación la historia fantástica Conclave Ignati2.

Es obra del escritor y clérigo anglicano John Donne, considerado el más importante de los poetas

metafísicos. El texto en prosa latina (aunque muy pronto traducido al inglés) está escrito a imitación del

Dialogi Mortuorum de Luciano de Samósata. Se desarrolla en el Infierno, donde Lucifer interroga y

critica a varios católicos famosos. Allí el demonio tiene como amigo a Ignacio de Loyola, que le ayuda en

2 Hemos seguido la edición bilingüe: J. Donne, Ignatius his Conclave, Oxford, Clarendon Press, 1969.

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los interrogatorios y en las intrigas. En la parte final de la obra Lucifer expone un proyecto ambicioso que

asume Ignacio: fundar una iglesia primero en la Luna y después en otros astros consiguiendo así un

imperio demoniaco. Lucifer dice:

«Illuc [Lunam] Iesuitae omnes (ad illos enim id negotium spectare semper vociferantur)

transfretabunt, Eccelsiamque Lunaticam Romanae conciliabunt. Certe non ibi diu degent Iesuitae,

quin sponte sua nascatur et Infernum. In id tibi erit Imperium; ubi regnum, ibi domicilium statues.»

(p. 80. 15-19)

El Demonio ha comentado antes que la Luna es el lugar ideal para empezar a conquistar los mundos

del cielo gracias a la información que Galileo y su telescopio han dado recientemente sobre nuestro

satélite. Lucifer e Ignacio buscan apoyo en la reina Isabel de Inglaterra, a la que llaman “Reginam

Lunaticam”. Preparan un catecismo para la nueva iglesia, cartas desde la Luna, entre otros detalles. Al

final saben que el papa quiere canonizar a Ignacio. Éste quita entonces al Papa Gregorio de su sede y se

sienta en señal de triunfo.

John Donne aprovecha, como hemos visto la sátira de Luciano y la de Curione. La introducción del

editor confiesa el débito literario del autor. Menciona: per Lucianum Redivivum, Pasquillum (p. 5. 4-5).

La crítica papal y, por tanto, anticatólica se centra por parte del inglés contra el carácter innovador y

antimonárquico de los jesuitas. Los cielos católicos de Curione y de Donne son grotescos. Parece que los

reformistas van ganando la partida en esta lucha literaria en latín.

Poco antes de publicarse Conclave Ignati, en 1608, el famoso astrónomo alemán Johann Kepler

empezó a redactar en la corte católica de Praga otra historia latina sobre vuelos a la Luna. Sin embargo, el

cuento se publicará post mórtem en 1634. El contenido podía ser comprometido. Como la obrita española,

el título es Somnium. Kepler confiesa tres fuentes clásicas: el Somnium Scipionis, las obras satíricas de

Luciano y, como novedad, el De facie lunae de Plutarco. El propio autor tradujo el tratado griego al latín

y esta traducción se suele adjuntar en la edición del Somnium. Pero el humanista alemán no sólo

aprovecha los textos clásicos sino que también aprovecha con maestría la cultura popular. Además,

nuestro investigador añade profusamente elementos científicos. Muestra la Luna de Galileo y la suya, sus

leyes planetarias, un sistema solar copernicano.

Un demonio cuenta en Tule al aventurero Duracoto, narrador autobiográfico, y a su madre bruja cómo

los suyos transportan a seres humanos hasta la Luna. El impulso es propio de la fuerza de la pólvora. El

hombre tiene que tomar una droga para soportar el dolor del viaje. La postura corporal es aerodinámica y

pensada para la protección en el vuelo. El viajero se encuentra con el frío y la rarefacción del aire, la cual

soluciona con la colocación de una esponja húmeda en la nariz. En el cambio de influencia planetaria,

Kepler sugiere la gravedad cero (sin nombrarla así). La gravedad lunar es menor que la terrestre y esto

ayuda al alunizaje. El viajero cambia de postura y consigue un impacto menor que al despegar. Este viaje

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es sorprendentemente moderno y está escrito en latín hace casi cuatro siglos. Hasta Julio Verne ningún

escritor va a aportar tantos datos científicos y tantas propuestas intuitivas. Nos parece impresionante.

La Luna está descrita a partir de la nueva visión telescópica. Ya no es como otra Tierra ni un lugar

exclusivo para los espíritus. Es una Luna con vida, pero distinta y con duras condiciones. Existen

extraterrestres bastante distintos a los humanos. Sólo Luciano había hecho algo parecido catorce siglos

antes. La mayoría son gigantes, viven poco y llevan una vida primitiva comparada con la terrestre.

Existen tres tipos: los patilargos, los alados y los navegantes. Algunos se consumen de día por el exceso

de sol y vuelven a la vida por la noche. Para nosotros son auténticos alienígenas modernos. Y otra

intuición genial es el uso, aunque muy reducido, de un lenguaje extraterrestre. La Luna se llama Levania

(por inspiración judía) y tiene dos hemisferios: Subvolva y Privolva, cuyos habitantes son subvolvanos y

privolvanos. Kepler nos enseña, pues, la cara oculta del satélite.

La luna kepleriana no es utópica, sino astronómica y satírica. Critica el imperialismo, la imposición

religiosa, la utopía política y la religiosa. El humanista alemán defiende su fe en el hombre científico,

capaz de conocer el espacio y de conquistarlo con su sabiduría. Algo parecido es lo que defendió el cínico

Luciano y, también, en lo que cree el hombre postmoderno.

En 1656, en plena era telescópica y en una Europa confrontada por la religión, surge un nuevo texto

latino peculiar que procura dar respuesta a los problemas y conocimientos de la época. Nos referimos al

Iter exstaticum coeleste3 del jesuita alemán Athanasius Kircher. Nos cuenta en forma de diálogo (una vez

más) el viaje de Theodidactus y su guía Cosmiel por el sistema solar. Los protagonistas son nombres

parlantes que, a poco que se investiguen, esconden un contenido hermético y cabalístico, al igual que toda

la extensa obra. Es sabido que el autor fue el principal conocedor y representante del dominio

contrarreformista sobre las ciencias ocultas. Kircher apenas es satírico ni polémico en sus formas, pero su

seguridad y sabiduría son armas contundentes que lo convierten en un adalid del catolicismo. Luciano ya

no le sirve. Lo hacen textos esotéricos y científicos como los de Plutarco, Dante o Kepler. De forma

parecida al templario florentino, los personajes de Kircher superan la Luna. El alemán es el primero que

lo hace explícitamente en latín.

Theodidactus es un iniciado que ha encontrado la gracia de ser ayudado para conocer la verdad y a

Dios. Su guía espiritual es importante: Cosmiel, que nos parece pseudónimo de Uriel, el arcángel

fundador del hermetismo. El mentor lleva a su aprendiz humano por los nueve cielos platónicos: Luna,

Venus, Mercurio, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno, el firmamento y el cielo divino. Como católico, Kircher

defiende el sistema de Tycho Brahe frente al de Copérnico.

Los astros que visita no son lugares para la ficción, sino para la ciencia. Están desiertos. Cosmiel se

entretiene en explicar la ausencia de vida en la Luna y en los demás. No son habitables. Cielo por cielo el

arcángel va desmontando los argumentos sobre el universo clásico y la soteriología planetaria. Los

3 El título de la edición princeps por el que también se conoce la obra es Itinerarium exstaticum.

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razonamientos y las descripciones son técnicos y más extensos que los que dio Kepler para la Luna.

Estamos ante el único texto en latín que nos ofrece la Luna y los planetas desolados y el primero que lo

hace en la literatura universal. Esta novedad, como en el caso de otros textos comentados, tendrá un

notable éxito en la historia de nuestro tópico. No obstante, los astros no están vacíos. Son interesantes.

Así, por ejemplo, la Luna tiene mares y ríos, pero con un agua especial que no puede navegarse. El color

es llamativo, como nos había mostrado Kepler. Como en el Somnium alemán, se ve la cara oculta. Venus

y los demás planetas están formados por los cuatro elementos básicos. Theodidactus se llena de

conocimiento hermético y de amor verdadero a Dios.

El último texto latino sobre nuestro tema se escribió hace casi tres siglos. En 1714 el humanista sueco

Emmanuel Swedenborg publicó su extenso Terrae in Universo. A diferencia de la mayoría, se presenta

como un relato en primera persona en el que no hay diálogo explícito, aunque si se muestran

conversaciones indirectas. El narrador y protagonista es el propio autor, como en el Somnium de

Maldonado. No existe la sátira ni la polémica, como en el Itinerarium exstaticum. El texto religioso se

puede enmarcar dentro del cristianismo. Nos cuenta una experiencia mística llamativa que defiende como

verdadera4. Pero defiende ideas parecidas a las de Giordano Bruno en su De l’infinito, universo e mondi.

Así pues, Terrae in Universo es la contrapartida al ocultismo kircheriano. En cierta medida es un texto

hermético, pero defiende la existencia de infinitos planetas habitados por seres humanoides. Esto supone

otra novedad literaria radical dentro de nuestro tópico. Abre el camino para las historias de extraterrestres

dentro y fuera del sistema solar.

Swedenborg conoce el Universo de dos formas. Espíritus de la Luna y de los planetas del Sistema

Solar se ponen en contacto con él y le hablan sobre sus astros, sus habitantes y sus creencias. Fuera de

nuestro sistema planetario viaja allá en forma de espíritu con ayuda de otros y se para en cinco mundos a

cuál más lejano. Las descripciones y los razonamientos no son muy técnicos ni profundos, pero sí propios

de un hombre culto. En todos los astros, menos en la Luna se entretiene lo suficiente como para que nos

hagamos una idea de cómo son y cómo se vive allí. La mayoría de sus habitantes tienen un nivel

espiritual superior al terrestre. Casi todos creen en el Señor y en Dios omnipotente. Constituyen así un

modelo más o menos utópico para la vida espiritual de los terr0ícolas. Y, desde luego, acaban con la idea

geocéntrica católica.

Curiosamente todos los humanos extraterrestres tienen alguna diferencia corporal, de carácter o de

costumbres respecto a nosotros. Así, por ejemplo, los jupiterianos tienen labios prominentes; los

marcianos tienen la mitad inferior de la cara negra y la superior amarillenta; los selenitas atronan y hablan

desde el abdomen. En un planeta exterior los ojos y la nariz son más pequeños. En otro muchos hombres

van desnudos y tienen la piel blanca, albina o negra. Hay para todos los gustos.

4 De hecho, existe actualmente en Estados Unidos la iglesia swedenborgiana.

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Todos nuestros humanistas han partido de la lectura de textos clásicos. El genial Luciano de Samósata

es el vencedor por su imaginación y su sátira. El tratado neoplatónico de Plutarco es tenido en cuenta a

partir de la admiración de Kepler. Los textos herméticos antiguos también entran en relación con algunos

humanistas. Todas las obras humanistas incorporan el tópico del hombre extraterrestre por motivos

religiosos. Todas están influidas por las polémicas cristianas de la época. La defensa de las nuevas

cosmologías afecta desde el siglo XVII a la par que cobra importancia el comentario científico. Una

visión diacrónica nos permite contemplar los sistemas principales hasta casi nuestros días: el ptolemaico,

el platónico, el copernicano, el de Brahe. Y, además hemos visto un lugar fantástico: la ciudad papal. Los

protagonistas pasan por la Luna y la mayoría se queda allí.

Sin contar con la referencia de Erasmo al Icaromenipo, todos los textos latinos nos hablan de vuelos

humanos sobrenaturales realizados sólo por el espíritu o por el cuerpo astral (en los textos con contenido

hermético). Los viajes extraterrestres son iniciáticos y suelen contar con guías espirituales como Maria

Rogia, los demonios o Cosmiel. Menos en el viaje de Kircher, aparecen seres extraterrestres, que son la

mayoría como los hombres, unas veces vivos y otras en espíritu.

Abunda la presentación dialogística al estilo de la filosofía clásica. Predomina la sátira y

planteamientos de utopía o distopía. En la mayoría nuestro tópico es el principal. Siempre se innova y

muchos ofrecen novedades de gran éxito futuro. Concluimos que nuestros textos en lengua latina aportan

algo importante a la historia del tópico y que marcaron su evolución. Julio Verne o H. G. Wells no

hubieran conseguido unas obras geniales y famosas sin conocer a los clásicos y los humanistas. La

imaginativa humanística merece la pena.