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LA VIDA EN LA CORTE Artículo publicado en el blog http://encinasola-laperla.blogspot.com/ on Juan Gualberto Llegó a Madrid, procedente de Guatemala, donde había ejercido como Oidor de su Audiencia, a finales de 1814. Cuando ocupó este cargo de Oidor de la Audiencia de Guatemala debió de sentir un gran orgullo, una gran satisfacción, pues este había sido un cargo que con anterioridad había ocupado su tío D. Jose Pablo Valiente. Ahora llegaba a la capital del Reino para hacerse cargo de la Fiscalía del Consejo de India. Otra satisfacción a añadir a su carrera, pues su tío también había sido Ministro de este Consejo. Dos vidas que seguían destinos paralelos, aunque el final de la de D. Juan Gualberto superaría a la de su tío, si bien parece que podamos intuir que en los primeros momentos de su carrera no debió de faltarle el apoyo de una persona tan influyente como era D. José Pablo, sobre el que hablaremos más adelante. Por su parte, D. Juan Gualberto no debió de escatimar esfuerzos en servir de apoyo a sus sobrinos. Desconocemos los antecedentes de su sobrino Ambrosio como estudiante, aunque sí podemos afirmar que el contacto con su tío tuvo que ser importante. Así lo justifica el mero hecho de que residiera en Madrid y el que fuera a él a quien encomendó la administración de su legado. En cambio, sí sabemos que Francisco de Paula, el mayor de los siete sobrinos, estudió en Madrid, en la Escuela de la Encarnación, que se encontraba próxima a la residencia de D. Juan Gualberto. Allí, en Madrid, estuvo bajo la atenta mirada de su tío, con el que mantuvo una fluida relación durante toda su vida, pues alguna correspondencia entre ellos ha llegado a nuestro poder, con lo que se confirma esta relación. La casa que ocupaba nuestro personaje era la número 15 de la antigua calle de Jacometrezo. Esta calle existe en la actualidad, pero lo que ahora vemos no es más que una pequeña parte de la misma. En aquellas fechas la calle de Jacometrezo era la actual Gran Vía. Por esto, el número 15 se encontraba en la esquina oeste que forman la ya citada Gran Vía y la calle de la Salud. Cuando se abrió la Gran Vía se llevó a cabo un ensanche de la calle que afectó a parte de esta vivienda, esto hace que ahora esta casa sea algo menor que en las fechas que nos ocupan, pues esta ampliación de la calle se llevó por delante la fachada principal de la casa Entonces, en Madrid existían fuentes públicas a las que se dirigían las mujeres a recoger el agua necesaria para las viviendas. No faltan descripciones de los corrillos que las chicas del servicio formaban alrededor de estas fuentes a las que acudían los jóvenes para poder establecer relaciones amorosas. Las buenas viviendas contaban con fuente en su interior y no dudamos de que la casa de D. Juan Gualberto debía de ser una de ellas, con lo que el servicio se veía liberado de este acarreo de agua, aunque, en contrapartida, tampoco podían participar de aquellos animados corrillos de jóvenes casaderas. D

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LA VIDA EN LA CORTE

Artículo publicado en el blog http://encinasola-laperla.blogspot.com/

on Juan Gualberto Llegó a Madrid, procedente de Guatemala, donde había

ejercido como Oidor de su Audiencia, a finales de 1814. Cuando ocupó este cargo

de Oidor de la Audiencia de Guatemala debió de sentir un gran orgullo, una gran satisfacción,

pues este había sido un cargo que con anterioridad había ocupado su tío D. Jose Pablo

Valiente. Ahora llegaba a la capital del Reino para hacerse cargo de la Fiscalía del Consejo de

India. Otra satisfacción a añadir a su carrera, pues su tío también había sido Ministro de este

Consejo. Dos vidas que seguían destinos paralelos, aunque el final de la de D. Juan Gualberto

superaría a la de su tío, si bien parece que podamos intuir que en los primeros momentos de su

carrera no debió de faltarle el apoyo de una persona tan influyente como era D. José Pablo,

sobre el que hablaremos más adelante.

Por su parte, D. Juan Gualberto no debió de escatimar esfuerzos en servir de apoyo a sus

sobrinos. Desconocemos los antecedentes de su sobrino Ambrosio como estudiante, aunque sí

podemos afirmar que el contacto con su tío tuvo que ser importante. Así lo justifica el mero

hecho de que residiera en Madrid y el que fuera a él a quien encomendó la administración de

su legado.

En cambio, sí sabemos que Francisco de Paula, el mayor de los siete sobrinos, estudió

en Madrid, en la Escuela de la Encarnación, que se encontraba próxima a la residencia de D.

Juan Gualberto. Allí, en Madrid, estuvo bajo la atenta mirada de su tío, con el que mantuvo

una fluida relación durante toda su vida, pues alguna correspondencia entre ellos ha llegado a

nuestro poder, con lo que se confirma esta relación.

La casa que ocupaba nuestro personaje era la número 15 de la antigua calle de

Jacometrezo. Esta calle existe en la actualidad, pero lo que ahora vemos no es más que una

pequeña parte de la misma. En aquellas fechas la calle de Jacometrezo era la actual Gran Vía.

Por esto, el número 15 se encontraba en la esquina oeste que forman la ya citada Gran Vía y

la calle de la Salud. Cuando se abrió la Gran Vía se llevó a cabo un ensanche de la calle que

afectó a parte de esta vivienda, esto hace que ahora esta casa sea algo menor que en las fechas

que nos ocupan, pues esta ampliación de la calle se llevó por delante la fachada principal de la

casa

Entonces, en Madrid existían fuentes públicas a las que se dirigían las mujeres a recoger

el agua necesaria para las viviendas. No faltan descripciones de los corrillos que las chicas del

servicio formaban alrededor de estas fuentes a las que acudían los jóvenes para poder

establecer relaciones amorosas. Las buenas viviendas contaban con fuente en su interior y no

dudamos de que la casa de D. Juan Gualberto debía de ser una de ellas, con lo que el servicio

se veía liberado de este acarreo de agua, aunque, en contrapartida, tampoco podían participar

de aquellos animados corrillos de jóvenes casaderas.

D

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Indudablemente, la casa contaría con servidumbre, pero en ella ocupaban un lugar

privilegiado dos personas de total confianza de D. Juan Gualberto. Una de ellas era su ahijada,

Engracia Osorio y Castilla, que vivió junto a Don Juan Gualberto durante toda su vida. La

otra fue doña Severa Ruiz y Vargas. Ambas son mencionadas en su testamento y a las dos

legó importantes bienes.

En algunos textos podemos leer que D. Juan Gualberto tomó juramento a la Reina

Isabel II, así como que fue él quien firmó el Acta correspondiente a esta jura.

La primera afirmación creo que es fruto de una deformación que padecemos como

consecuencia de aquella escena en la que el Cid Campeador, en Santa Gadea, exigió al rey

Alfonso VI que mediante juramento negase su participación en el asesinato de su hermano

Sancho II. Además, en nuestros días, en las monarquías constitucionales, el Rey jura cumplir

y hacer cumplir la Constitución. Estos hechos nos llevan a pensar que D. Juan Gualberto

“tomó juramento a Isabel II”. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que en 1833 España

estaba regida por una monarquía absolutista, razón suficiente para que la Jura de Isabel II no

se atuviera a las reglas descritas.

La Jura tuvo lugar en la iglesia de los Jerónimos, que se encuentra en las inmediaciones

del Museo del Prado, el día 20 de junio de 1833, cuando aún no contaba la Infanta tres años

de edad. El ceremonial consistió en que las fuerzas vivas de España (la nobleza, el alto clero y

los Procuradores en Corte) juraron, reconocieron mediante juramento, a Dª María Isabel Luisa

como princesa heredera de la Corona. No fue ella quien juró, sino que fueron los “otros”

quienes juraron reconocerla como heredera del Trono.

La pequeña heredera se encontraba presente, pero su participación en el acto fue

insustancial. Queda pues aclarado que el marocho no tomó ningún tipo de juramento, es más,

en el ceremonial que sobre el acto de esta Jura recoge la Gaceta de Madrid, del 18 de junio de

1833, no se le menciona para nada, pues la Escritura de juramento fue leída por el Camarista

de Castilla más antiguo.

En cuanto a la segunda afirmación, la de la firma del Acta, no podemos hacer ningún

tipo de comentario, pues si bien no hemos hallado el referido documento, no es improbable

que, como Notario Mayor del Reino, diese fe de las personas que habían jurado su fidelidad a

la Reina. Sin embargo, este documento, el acta, ha sido buscado en varios Archivos, entre

ellos el del Palacio Real, y no ha podido ser localizado.

Es evidente que dos son los acontecimientos que jalonaron el paso de D. Juan Gualberto

por la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia. Uno, la Jura de Isabel II y el

otro, la muerte de Fernando VII. No cabe duda de que debieron de ser muchas las horas que

nuestro biografiado debió de permanecer de pie frente a la mesa en la que Fernando VII se

sentaba a despachar con los Ministros una vez a la semana. Junto a esa mesa había un taburete

en el que el que el Soberano autorizaba a tomar asiento al Ministro en los despachos de larga

duración. Dado que el Rey había determinado que la Reina asistiese a los despachos “para la

más completa instrucción de los negocios”, hemos de suponer que D. Juan Gualberto se

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situaría frente a las dos mesas, una ocupada por Fernando VII y otra por María Cristina.

Cuando en 1834 cayó el Gabinete de Cea Bermúdez, del que Don Juan Gualberto formaba

parte en calidad de Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, fue elegido

Diputado a Cortes por la recién creada provincia de Huelva, y, el 8 de diciembre de 1845,

S.M. la Reina le nombró Senador del Reino, cargo que ocupó con carácter vitalicio.

A través del Diario de Sesiones del Senado podemos seguir la actividad que desarrolló

como senador. Por dicho Diario sabemos que fue miembro de las Comisiones del Código

Penal y del proyecto de ley para conceder una pensión a una viuda cuyo esposo había muerto

de un tiro de cañón del vapor de guerra Vulcano, así como que mantuvo su actividad hasta

fechas muy próximas a su fallecimiento, pues, en julio de 1857, pasó a formar parte de la

Sección 6ª.

Como Senador participaba de los actos que se desarrollaban en Palacio. Así, tenemos

que considerar que tuvo que encontrarse presente en aquellas representaciones de altas

personalidades que con antelación a los partos reales se reunían en Palacio y a las que, en

primicia, se les presentaban los príncipes e infantes sobre una bandeja de plata a los pocos

minutos de su nacimiento. Además, sabemos que Doña Luisa Barutell Jandiola, esposa de su

sobrino-nieto el General de División D. Ramón González Vallarino, fue camarera de Isabel II,

lo que, en cierta medida, también es un importante vínculo entre los González-Bravo y la

Casa Real.

No queremos dejar de tratar un tema que a veces ha surgido en torno a nuestro

personaje. Se trata de quienes atribuyen a D. Juan Gualberto la creación de la Guardia Civil.

Hubo un personaje, nacido en Cádiz y llamado Luís González Bravo, que en diciembre

de 1843 fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros. El 13 de mayo del siguiente año,

bajo la Presidencia de D. Luís González Bravo, se creó la Guardia Civil.

La coincidencia de apellidos entre nuestro biografiado y este político, así como el hecho

de ser coetáneos, han hecho que más de uno haya creído que se trata de la misma persona y,

por este motivo, no han faltado plumas que han atribuido a D. Juan Gualberto la creación de

la Benemérita.

Orgullosa de Don Juan Gualberto debía de sentirse la Universidad de Sevilla,

precisamente en un siglo, el XIX, en el que tantos ilustres personajes salidos de sus aulas

llenaron de gloria los campos de la literatura, la magistratura, el clero y la política. Bástenos

dirigir nuestro recuerdo a personajes tan destacados como Arjona, Lista, Reinoso o Blanco

White.

Decimos que la Universidad de Sevilla debió de sentirse orgullosa de D. Juan Gualberto

toda vez que su retrato se encuentra expuesto entre los de treinta y tres destacados personajes

vinculados, como alumnos o docentes, a la citada Universidad.

Esos retratos forman parte del Patrimonio Artístico de la Universidad y se encuentran

expuestos en el rectorado de la misma. El correspondiente a Don Juan Gualberto es un óleo de

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autor desconocido, de 98 x 74 cm, en que el aparece nuestro personaje vestido según la moda

afrancesada de principios del XIX. El nombre del retratado aparece en latín en el anverso y en

castellano en el reverso.