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Por: Auribeth RiveraOcasio Joa lysRiveraPadilla Jaem ilyn SotoRodríguez LuisIsrae l Ve lez EduardoCastroPortillo

AnáLisis Del Canto Xxii

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Page 1: AnáLisis Del Canto Xxii

Por:Auribeth Rivera OcasioJoalys Rivera Padilla

Jaemilyn Soto RodríguezLuis Israel Velez

Eduardo Castro Portillo

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En este canto los griegos se estaban acercando al palacio de Príamo, donde estaban resguardados los troyanos. Aquiles, que esta de camino al palacio de Príamo, es cuestionado por el Dios Apolo. Este quiere saber el porqué Aquiles quiere seguir tratando de matar a Apolo, aun sabiendo que este es un dios. Aquiles está molesto con Apolo por engañarlo, ya que él quería seguir matando troyanos y alcanzar la gloria pero el dios Apolo no se lo permitió.

Se explica en estas citas que dicen asi;

Y Febo Apolo dijo al Pelida: ¿Por qué, oh hijo de Peleo, persigues en veloz carrera, siendo tú mortal, a un dios inmortal? Aún no conociste que soy una deidad, y no cesa tu deseo de alcanzarme. Ya no te cuidas de pelear con los teucros, a quienes pusiste en fuga; y éstos han entrado en la población, mientras te extraviabas viniendo aquí. Pero no me matarás, porque el hado no me condenó a morir.

Muy indignado le respondió Aquileo, el de los pies ligeros: ¡Oh Flechador, el más funesto de todos los dioses! Me engañaste, trayéndome acá desde la muralla, cuando todavía hubieran mordido muchos la tierra antes de llegar a Ilión. Me has privado de alcanzar una gloria no pequeña, y has salvado con facilidad a los teucros, porque no temías que luego me vengara. Y ciertamente me vengaría de tí, si mis fuerzas lo permitieran.

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El padre de Héctor ve a lo lejos a Aquiles acercándose a la ciudad, y este le suplica a su hijo que no pelee contra Aquiles para q así no muera. Príamo le suplica con tanta tristeza porqué ya ha perdido varios hijos y no quiere perder a otro. Su madre Hécabe también le suplica a Héctor que no se enfrente a Aquiles, ya que ella y su padre están consientes de que Aquiles es un gran guerrero y puede matar a su hijo. Héctor se encuentra afuera del palacio, escuchando las suplicas de su padre y madre, pero estos no lograron persuadirlo, este sigue en espera de que Aquiles llegue para enfrentarse con él

Se resume en estas citas que dicen así:

El anciano Príamo fue el primero que vio con sus propios ojos le vio venir por la llanura, mientras éste corría. Gimió el viejo, golpeóse la cabeza con las manos levantadas y profirió grandes voces y lamentos dirigiendo súplicas a su hijo. Héctor continuaba inmóvil ante las puertas y sentía vehemente deseo de combatir con Aquileo. Y el anciano, tendiéndole los brazos, le decía en tono lastimero: —¡Héctor, hijo querido! No aguardes, solo y lejos de los amigos, a ese hombre, para que no mueras presto a manos del Pelida, que es mucho más vigoroso. ¡Cruel! Así fuera tan caro a los dioses como a mí: pronto se lo comerían, tendido en el suelo, los perros y los buitres, y mi corazón se libraría del terrible pesar. Me ha privado de muchos y valientes hijos matando a unos y vendiendo a otros en remotas islas. Así se expresó el anciano, y con las manos se arrancaba de la cabeza muchas canas, pero no logró persuadir a Héctor.

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Se explican en estas citas que dicen así:

Tales pensamientos revolvía en su mente, sin moverse de aquel sitio, cuando se le acercó Aquileo, cual si fuese Ares, el impetuoso luchador, con el terrible fresno del Pelión sobre el hombro derecho y el cuerpo protegido por el bronce, que brillaba como el resplandor del encendido fuego o del sol naciente. Héctor, al verle, se echó a temblar y ya no pudo permanecer allí, sino que dejó las puertas y huyó espantado. Y el Pelida, confiando en sus pies ligeros, corrió en seguimiento del mismo. y aquél volaba sin descanso cerca de la ciudad. Como en sueños ni el que persigue puede alcanzar al perseguido, ni éste huir de aquél; de igual manera, ni Aquileo con sus pies podía dar alcance a Héctor, ni Héctor escapar de Aquileo.

En estas “estrofas” del canto XXII se ve un gran efecto en la Ilíada y nos cambias nuestra perspectiva de varias cosas. Podemos ver a Héctor domador de caballos listo para enfrentar a el pelida en combate. Pero rápidamente vemos una parte de Héctor que no se había visto anteriormente, el valiente guerrero empieza a huir y a escaparse del pelida. Hasta ahora en la Ilíada habíamos visto como Héctor no corría del combate aunque su madre le ofrecía vino y su mujer le rogaba que no fuera a pelear. Pero el temor de combatir al Aquileo de los pies ligeros era demasiado grande. Pero también vemos otro dato curioso mientras Héctor el domador de caballos era perseguido por Aquileo el de los pies ligeros podemos ver que ni el cazador puede atrapar a su presa ni su presa escaparse del cazador. Podemos tomar esto como que los guerreros tenían fuerzas similares y ninguno podía sobrepasar al otro.

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¡Oh dioses! Con mis ojos veo a un caro varón perseguido en torno del muro. Mi corazón se compadece de Héctor que tantos muslos de buey ha quemado en mi obsequio en las cumbres del Ida, en valles abundoso, y en la ciudadela de Troya; y ahora el divino Aquileo le persigue con sus ligeros pies en derredor deliberad, oh dioses, y decidid si le salvaremos de la muerte o dejaremos que, a pesar de ser esforzado, sucumba a manos del Pelida Aquileo.

Respondióle Atenea, la diosa de los brillantes ojos:¡Oh padre, que lanzas el ardiente rayo y amontonas las nubes! ¿Qué dijiste? ¿De nuevo quieres librar de la muerte horrísona a ese hombre mortal, a quien tiempo ha que el hado condenó a morir? Hazlo, pero no todos los dioses te lo aprobaremos.

Entonces esta pelea tendría que ser decidida por los dioses que están activamente participando en esta guerra. Y podemos ver como los dioses también escogen su bando en la guerra como Apolo esta ayudando a Héctor dándole fuerzas a sus rodillas y como Atenea la de los ojos brillantes quiere que el pelida gane indicándole a Zeus que no todo los dioses estarán de acuerdo con que le salve la vida a Héctor. Si nos acordamos al principio de este conflicto podemos darnos cuenta que Atenea era una de las diosas que se consideraba la mas bella junto a Afrodita y Hera y deseaba la manzana de la discordia. Y al no ser escogida genero gran odio contra los troyanos. Aquí podemos ver como la decisión de Paris de favorecer a Afrodita no solo afecto a Troya si no a el destino de su hermano. Por tal razón cuando Zeus empieza a pensar quien morirá y quien sobrevivirá Ateneas rápidamente deja saber su opinión al respecto.

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El padre Zeus tomó la balanza de oro, puso en la misma dos suertes la de Aquileo y la de Héctor domador de caballos para saber a quién estaba reservada la dolorosa muerte; cogió por:

El medio la balanza, la desplegó, y tuvo más peso el día fatal de Héctor que descendió hasta el Hades. Al instante Febo Apolo desamparó al troyano. Atenea, la diosa de los brillantes ojos se acercó al Pelida, y le dijo estas aladas palabras:Espero, oh esclarecido Aquileo, caro a Zeus, que nosotros dos proporcionaremos a los aqueos inmensa gloria, pues al volver a las naves habremos muerto a Héctor, aunque sea infatigable en la batalla.

Luego de Zeus poner en una balanza la vida de Héctor el domador de caballos y el Aquileo de los pies ligeros la parte de Héctor descendió hasta el Hades (ósea hacia abajo). Ateneas rápidamente se dirige a donde el pelida y le indica la noticia y se encamina a engañar a Héctor para que empiece el combate.

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¡Mi buen hermano! El padre, la venerable madre y los amigos abrazábanme las rodillas y me suplicaban que me quedara con ellos —¡de tal modo tiemblan todos!— pero mi ánimo se sentía atormentado por grave pesar. Ahora peleemos con brío y sin dar reposo a la pica, para que veamos si Aquileo nos mata y se lleva nuestros sangrientos despojos a las cóncavas naves o sucumbe vencido por tu lanza.

Atenea decide persuadir a Héctor para que luche contra Aquíles de frente a frente. Atenea se transfiguró en Deífobo, hermano de Héctor y le dijo:

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No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme nunca a esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte ora te mate, ora me mates tu. Ea pongamos a los dioses por testigos, que serán los mejores y los que más cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: Yo no te insultaré cruelmente, si Zeus me concede la victoria y logro quitarte la vida; pues tan luego como te haya despojado de las magníficas armas, oh Aquileo, entregaré el cadáver a los aqueos. Obra tú conmigo de la misma manera. 

Héctor va al encuentro con Aquíles. Donde Héctor antes de comenzar la lucha le dice a Aquíles: A lo que Aquíles se niega rotundamente. Aquíles comenzó el duelo, pero falló el tiro. Atenea sin que Héctor se diera cuenta le devolvió la lanza a Aquileo. Le toca el turno a Héctor, pero el gran escudo de Aquíles erro la lanza.

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¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador; los cuales, benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros.

Al ver esto y que no recibió la ayuda de Deífobo Héctor comprendió lo que los Dioses querían y exclamo:

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İ” Héctor ! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí, porque me hallaba ausente. İ Necio ! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él. en las cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán, y a Patroclo los aqueos le harán honras fúnebres”.

Luego de que Héctor falló su primer intento, se estudian nuevamente. Aquileo analiza cual parte del cuerpo de Héctor resistirá menos. Observando bien, solo tenía descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma. Y es por aquí donde Aquileo le envasó la pica a Héctor. Pero no le corto el garguero con la pisca de fresno, para que pudiera hablar algo y responderle. Entonces Héctor cayó en el polvo y Aquileo se jacta del triunfo y dice:

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“Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdale de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses el día en que Paris y Febo Apolo te darán la muerte, no obstante tu valor, en las puertas Esceas”.

La muerte le cubrió con su mano: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven.

Héctor le suplica, que no eche su cuerpo a los perros, junto a las naves aqueas. Le pide que acepte la recompensa que le dará su familia, para que velen por el todos los troyanos y luego quemarlo. Aquileo le contesta ,que no le supliques. Y le deja claro que aunque le pagen 20 veces el debido rescate el no va dejar de darse el gusto de ver su cuerpo destrozado por los perros.

Héctor moribundo le dice:

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En este acto lo único que busca Aquiles era humillar el nombre de Héctor frente a su pueblo.

Le a horado los tendones detrás de ambos pies, desde el tobillo hasta el talón, introdujo correas de piel de buey y le ató al carro, de modo q la cabeza fuese arrastrando. Hasta llegar a Troya.

Luego de esto Aquileo le quita la armadura y las armas a Héctor. Todos los aqueos observan la figura de Héctor y a ninguno dejó de herirle. Entonces Aquiles le pide a los aqueos que se dirijan a la ciudadela a ver que quieren los troyanos . Ya sabiendo que Héctor no existe. Entonces Aquileo dice: Matamos al divino Héctor a quien dentro de la ciudad los troyanos dirigían votos cual si fuese un dios”.

Aquí observamos la importancia de Héctor para los troyanos.

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Así la cabeza de Héctor se manchaba de polvo. La madre, al verlo, se arrancaba los cabellos; y arrojando de sí el blanco velo, prorrumpió en tristísimos sollozos. El padre suspiraba lastimeramente, y alrededor e él y por la ciudad el pueblo gemía y se lamentaba. No parecía sino que la excelsa Ilión fuese desde su cumbre devorada por el fuego. Los guerreros apenas podían contener al anciano, que, excitado por el pesar, quería salir por las puertas Dardanias, y revolcándose en el lodo, les suplicaba a todos llamándoles por sus respectivos nombres

Ya aquí en esta parte Héctor está muerto y su madre llora al verlo. El padre al verlo también sufre junto al pueblo que lamenta la muerte de su héroe. Los guerreros sostenían al rey de Troya, Priamo padre de Héctor que a pesar de su dolor insistía en salir por las Puertas Dardanias.

Vemos que a pesar del sufrimiento que tiene por la pérdida de su hijo, dice que a perdido a más de un hijo en plena juventud. Pero ninguno le ha afligido tanto como Héctor. El dolor del padre es tanto que dice que como viviría luego de la muerte de su hijo. Héctor era visto como un dios ante los troyanos y troyanas y la pérdida era irreparable. Sin embargo ante la muerte de Héctor su esposa aun no lo sabía. Tenía todo preparado para la llegada de su marido Héctor incluyendo un trípode grande para que Héctor se bañase.

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Así dijo llorando. La esposa de Héctor nada sabía, pues ningún mensajero le llevó la noticia de que su marido se quedara fuera del muro; y en lo más hondo del alto palacio tejía una tela doble y purpúrea, que adornaba con labores de variado color. Había mandado a las esclavas de hermosas trenzas que pusieran al fuego un trípode grande para que Héctor se bañase en agua tibia al volver de la batalla. ¡Insensata! Ignoraba que Atenea, la de brillantes ojos, le había hecho sucumbir lejos del baño a manos de Aquileo. Pero oyó gemidos y lamentaciones que venían de la torre, estremeciéndonse sus miembros, y la lanzadera le cayó al suelo. Y al instante dijo a las esclavas de hermosas trenzas

Aquí ya es evidentemente la noticia ha llegado a la esposa de Héctor. Esta se lamenta sintiendo el dolor de la pérdida de su marido, y pensando en el futuro de su hijo cabizbajo con las mejillas llenas de lágrimas. Esta es una escena de dolor en donde se ve a la familia sufriendo el dolor de la pérdida de Héctor y de un pueblo sumergido en la misma desgracia.

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