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Cuando nos detenemos a observar la naturaleza de
una fruta, más allá de su realidad y existencia biológica
y nutritiva, aparece una nueva dimensión de materia
prima y parámetros conceptuales que otorgan una nueva
concepción del acto del comer.
“Dos grandes fuerzas e instintos dominan la vida del
hombre, desde su aparición en la tierra: el hambre
y el amor. Satisfaciendo la primera, se sostiene el
individuo. Satisfaciendo la segunda, se perpetúa la
especie”.
Muñoz, Arias José Emilio. El hombre y sus alimentos: el
esbozo de la alimentación humana. Quito. 1956.
Al decir esto y, considerando el “amor” como el sentido
esencial y poético del ser humano, en la conjunción de
este instinto con el del hambre, aparece la dimensión
conceptual y fundamental del comer. El cuerpo se
resuelve en la experiencia, bajo un valor y connotación
emocional, social y cultural.
¿Es aquí donde aparece “lo apetente” de un bocado?
Cuando, mediante lo sensitivo, leemos y comprendemos
la experiencia que se nos invita.
[01] Dibujos de observación de formalidades de los frutos. Aparece la consistencia, las texturas, brillos, matices de colores, luces y sombras, cortes, nervios, trazos, dibujos. Al observar más de cerca, la dimensión de lo conceptual comienza a tomar presencia y forma ante la lectura del fruto.
Lo conceptual y formal
Dimensión de lo orgánico en la apetencia
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FRUTA
MATERIAL
APETENCIA
EXPERIENCIASorpresaActoComer
Congregación
Placer
Cultura
LO SENSORIAL
Calidad
Frescor
Atractivo
Características formales
Texturas
Color
Geometría
Dimensión
DensidadLuminosidad
SEMIOLOGÍA
¿Qué es la apetencia y cómo aparece en el fundamento del hombre?
La apetencia aparece como una experiencia que dice
del comer. ¿Cómo se produce esta lectura? El alimento
se diseña en base a una semiología que favorece su
atractivo y da cuenta de los elementos sensoriales que
evidencia, por consecuencia, la calidad y frescor de lo que
se consume. Por ejemplo, lo crujiente de una textura, el
aroma de un fruto, o un juego de matices y colores.
El cuerpo se dispone ante la experiencia. Lo apetecible
tiene que ver con un placer y el valor que toma en el acto
del comer, desarrollando el contexto. Es por esto que
es una cualidad que va más allá de un acto instintivo y
biológico ante el hambre y la nutrición.
La apetencia evoca una dimensión cultural, propia del
hombre en relación con el otro, tanto con el comensal
como con quien ofrece la comida.
Los códigos que el alimento adquiere, se traducen
mediante esta lectura de lo apetecible.
[02] Lágrimas semiheladas de naranja con mástic y Sechuan button. Postre de elBulli, 2004. Al observar el bocado, la apetencia se hace presente por la armonización de la textura del hielo y la de las celdillas de naranja, la jugosidad y lo crugiente. Se siente el frescor en la transpa-rencia y las tonalidades anaranjadas. Todo se constituye para que el placer, la experiencia acontesca incluso antes de consumirlo. La lectura es inmediata y clara.
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Lo Formal y Conceptual de la Apetencia
Para la lectura de los códigos de lo apetecible, nos
acotamos a cualidades formales y conceptuales que
comprenden el universo de lo frutoso.
Inmerso en una dimensión de lo natural, lo formal y lo
conceptual se unen en el punto de lo irreductible.
Dimensión Natural
LO IRREDUCTIBLE
LO APETECIBLE
LO FORMAL
Gráfica Color Trazo
Geometría
Luz (Brillo)
Tridimensionalidad Trama
Teselación
Porción
Equilibrio
Simbiosis
Sabores
Texturas
Aromas
Lectura Inmediata
LO CONCEPTUAL
Lo Periférico
Lo Concéntrico
Mat
iz d
e In
tens
idad
Sabor
Trama
Color
Espesor Consistencia
Bocado
Intenso
Tenue
[03] Transparencias de frutos. De izquierda a derecha: Tan-gelo, Frutilla, Uva.
Se observan cualidades geométricas propiamente formales que dicen sobre una dimensión conceptual. En el Tangelo, se observan los nervios que separan las celdillas, unidades discretas que componen un gajo, todas apuntando a un centro. En la frutilla ocurre esta misma direccionalidad de
lo periférico a lo céntrico, pero no a través de su geometría si no del matiz de color que pasa de lo intenso a lo tenue en el centro.La uva evidencia en la transparencia su alto contenido de líquido, cualdidad formal que trae como consecuencia esta luminosidad y matiz de lo periférico y lo central, donde el borde se hace más “central” que el núcleo debido a la sa-turación de color.
Lo Orgánico
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¿Qué cualidades de estos valores hace algo apetente?
Al modificar la geometría de los frutos escogidos a una
forma mayormente sintética, nos damos cuenta que
la apetencia no tiene que ver con la estructuración
simétrica de la formalidad del alimento, si no en cómo
esta modificación del material permite formar una
armonía entre la naturaleza biológica del fruto y el mundo
matricial del hombre.
Por ejemplo, al retirar los bordes de una rodaja de frutilla,
formando un cuadrado, se pierde “lo frutoso” del trozo.
Entonces, el valor de la semilla, la trama punteada, adquiere
una dimensión esencial en el irreductible del bocado. Le da
un orden en cuanto a su forma, y por tanto una apetencia
que radica en esta perifera saturada en color y trama.
Al extender una rodaja de tangelo, se geometriza
naturalmente la fruta. Los triángulos hacen aparecer la
unidad discreta que compone el fruto.
Sin embargo, al partir a la mitad la rodaja de uva, tal
como lo hacemos con el tangelo, esta se sintetiza al
perder la circunferencia. La apetencia de lo frutoso ya no
es la misma al constituir una simetría, por más que se
mantenga lo periférico y lo céntrico.
Por tanto, lo apetente en el fruto se equipara con una
percepción de “lo natural” tanto en la forma como en el
color y la teselación de las unidades. Lo sensorial, de esta
manera, toma la lecutra del comer.
[06] Traslucidez y geometrización de uva morada.
[05] Traslucidez y extensión de tangelo. No hay semillas, pero su geometría mantiene la apetencia.
[04] Traslucidez y despiece de frutilla. Al eliminar las semillas desaparece la apetencia.
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Lo homogéneo y la textura
Al observar los elementos naturales de una frutilla,
evidenciamos el irreductible de lo natural en los frutos.
En este caso, la trma exterior de las semillas dan cuenta
de esta dimensión.
En el primer dibujo [07], al pintar una frutilla sin su textura
porosa exterior, desaparecen los intersticios y se observa
una piel uniforme. El aspecto de “lo frutoso” ya no es el
mismo - sólo se observa un bocado cónico y rojo, sin caer
en la apetencia sensorial que la frutilla trae.
En el tercer dibujo [09], se vincula directamente el exterior
con el interior. La periferia que cubre el fruto se dispone
concéntricamente hacia el interior mediante “nervios”
matizados en su color y sabor, haciendo aparecer un
juego de lo saturado a lo tenue.
[07] Comparación de textura y trama exterior de una frutilla.
[08] Tramado de pepas de la piel de una frutilla. Su uni-dad posee la misma “conocidad” del mismo fruto.
[09] Frutilla abierta donde se observa el vínculo de la tra-ma exterior con una disposición concéntrica en el interior.
Al diseñar un bocado [10], entonces, tomamos esta
dimensión de “lo frutoso” descrita. Trabajando con
maracuyá, tomamos su valor esencial de pepas
comestibles, las cuales aparecen entramadas en la
consistencia de pulpa. Al trabajar con unidades de negro,
se suspende una mora en la parte superior.
En la imagen [11] se utiliza lúcuma reemplazando el
maracuyá. Aparece una consistencia homogénea, y al
suspender un fruto (frambuesa) sobre esta no dice de
la apetencia. ¿Por qué ocurre esto, si el bocado posee
la misma geometría y trazos de color y forma? ¿Es la
presencia de lo homogéneo, lo sintético que no le da
cabida al sentido del fruto?
[10] Bocado diseñado en la verticalidad del comer. La tex-tura que aparece en el maracuyá por lo negro hace que la mora suspendida le de una direccionalidad a la apetencia.
[11] Se reemplaza el maracuyá por lúcuma. Cambia la textura y se vuelve homogénea. ¿Qué ocurre con la ape-tencia?
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La trama y teselación del bocado
Tenemos, entonces, que lo irreductible para la apetencia
de un bocado es su dimensión orgánica, principalmente
al momento de establecer una trama y teselación.
En la imagen [12], vemos cómo el total forma un trazado
simétrico, al estar diseñado de igual forma su unidad
discreta. Aparece en cada unidad una periferia intensa
en sabor y color y un trazado céntrico tenue y luminoso
(transparencia). Esta luminosidad, sin embargo, no
explicita una medida de consistencia o espesor que de
cuenta de un bocado. Observando el sentido de la gráfica
resultante, aparece un juego de colores en matices y
trazados concéntricos sí da un indicio de lo apetecible.
Para una nueva propuesta [14], consideraremos estos
aspectos gráficos de tonalidades de colores (de lo intenso
a lo tenue) y una realidad céntrica y periférica como
irreductible, incluyendo su dimensión volumétrica que
hará aparecer lo apetecible a través de una textura total.
[12] Teselación del bocado como unidad discreta.
[13] Detalle de capas del bocado.
[14] Propuesta de unidad de bocado.
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