View
225
Download
1
Category
Preview:
DESCRIPTION
Con ampollas y a lo loco
Citation preview
CON AMPOLLAS Y A LO LOCO (Diario de dos peregrinos a
Santiago)
Por Andrés Sampayo y Ángel Perea
3
4
ÍNDICE
Prólogo (de Ángel Perea)................................................................ Diario del Camino (las etapas)....................................................... Epílogo............................................................................................. Agradecimientos............................................................................. ANEXO Manual del peregrino (consejos prácticos).................................... Los Albergues.................................................................................
Página 5 7
41
42
44
46
5
PRÓLOGO (de Ángel Perea)
He aquí nuestra experiencia en el Camino de Santiago, un camino de
vivencias de todo tipo, descubrimiento interior, experiencias diversas,
algunas divertidas y otras no tanto, pero sobre todo una experiencia
inolvidable, vivida por dos grandes amigos durante 12 días.
Este libro trata de resumir todos los momentos vividos desde nuestra
salida de Madrid el día 7 de Septiembre hasta nuestra vuelta a casa un día
17 de Septiembre, disfrutando de un par de días en la preciosa ciudad de
León, casi dos días en Santiago de Compostela y sobre todo y, para mi lo
más bonito, de todos esos pueblos, villas y aldeas que jalonan las
maravillosas tierras de Castilla-León y Galicia y más que todo eso, sus
gentes.
No pretende ser ni mucho menos el Codex Calixtinus (la que puede
ser llamada la primera guía del peregrino del camino), pero si un ejemplo
de lo que viven todos los peregrinos, con la particularidad de que en este
libro se cuentan las andanzas de dos personajes tan alegres y con tanto
cachondeo que como podréis leer mas adelante, nos pasó de todo.
Este libro esta dedicado a todos los que os interesasteis por nosotros
cuando estábamos en pleno viaje y especialmente a una persona que quizás
si hubiera estado entre nosotros se habría apuntado a vivir esta maravillosa
experiencia, y por la que en parte y para dedicárselo iniciamos esta
aventura, nuestro queridísimo amigo Jose.
6
Así que dentro de estas paginas podréis disfrutar de nuestra
experiencia y ojalá sirva de inspiración y deseo para que vosotros también
podáis vivir el camino como nosotros; al fin y al cabo todos somos
peregrinos en el Camino de la Vida.
Ángel Perea
7
DIARIO DEL CAMINO Día 1: Llegamos a León
Son las 9,35 de la mañana, y tras un corto viaje en tren llegamos a León. La
ciudad nos recibe con frío. Bastante, diríamos con propiedad, y enseguida
dirigimos nuestros pasos hacia el hostal que teníamos reservado, en una zona muy
buena y bastante céntrica. Al llamar a la puerta, el primer contratiempo: nadie
contesta, ¿nos habremos equivocado de sitio? Pensamos, ¿qué hacemos aquí?, ¿fue
antes el huevo o la gallina?... Al fin, una voz de señor (aunque poco después
averiguaríamos que era una señora), nos contesta y dice que nos abre en cuanto
vuelva de comprar el pan, así que teníamos que esperar otro tanto. Después de
instalarnos y demás, la susodicha nos intenta explicar las mil y una variedades y
posibilidades que tiene la ciudad, y a fe que a mí en particular casi me resulta
mortal, porque la mezcla de cerveza y porros que emanaba su aliento junto con un
ambiente ya cargado de por sí me hacía presagiar un triste final a mi existencia,
pero por suerte logré superar tan arduo momento.
El transcurso de este primer día fue bastante agradable. Disfrutamos de la
belleza sin par de la ciudad, preciosa y llena de historia, la catedral y sus
extraordinarias vidrieras en pleno proceso de restauración en la actualidad; la
colegiata de S. Isidoro con su precioso panteón real; las calles empedradas, el
trasiego de gente, todo nos transmitía la misma luminosidad y fuerza de antaño;
sobre todo nos llamó la atención lo cuidada y limpia que se veía a cada paso q
dabas, las avenidas parecían recorrerse por sí solas, daba gusto pasear. Ya entrada
la tarde y después de recorrernos ampliamente el casco histórico, nuestros
estómagos empezaban a pedirnos guerra, así que fuimos dispuestos a degustar
parte de la gastronomía local en la zona del llamado “barrio húmedo”, del que aún
no hemos logrado averiguar su significado, pero que nos agradó sobremanera por
8
la variedad de tapas y especialmente la gente que lo frecuenta, también muy
variopinta. Tomamos un buen aperitivo de cañita y una ración de patatas picantotas
de la región y luego una buena comida en uno de los pequeños pero agradables y
baratos restaurantes. Tras saciarnos, dedicamos la tarde a seguir pateándonos la
ciudad; visitas turísticas de rigor al hermoso Hotel o Parador de S. Marcos, una de
las joyas del renacimiento español y considerado uno de los paradores más caros
de España; el parque bajo el puente del río, del que pasamos un buen rato
haciéndonos fotos absurdas con unos animales de adorno para los niños y ya al
caer la noche nos despedimos con un último paseo por el barrio húmedo y la cena
en uno de sus variados locales, ni que decir que el servicio es bastante lento pero a
la postre resulta eficaz. El regreso al hotel fue dulce, habíamos cumplido el
cometido, y la jornada resultó muy positiva, nuestro primer día en esta aventura
llegaba a su fin. Mañana nos vamos a Astorga, punto inicial del camino, veremos
qué sucede.
Día 2: Desembarco en Astorga
La idea inicial era salir temprano para poder visitar el Museo Arqueológico
(llamado también Museo Municipal), pero esto fue imposible porque nuestros
cansados pies después de la larga jornada anterior, querían despertarse más tarde,
así que el tiempo se limitó a desayunar y despedirnos de la ciudad. Llegamos a la
estación de autobuses rumbo a Astorga, punto inicial del camino, y aunque era
pronto, por ser un domingo tuvimos que esperar unas dos horas al siguiente, desde
luego, no entraba en nuestros planes y nos hacía perder un tiempo que para
nosotros en ese momento resultaba más que valioso (además, por ser domingo no
había nadie en el puesto de información). De todos modos, la espera fue amena, un
rato nos reímos de las múltiples idioteces que pudimos decir y hacer, se nos hizo
desde luego mucho más corto.
9
Por fin, a las 13,30 salimos a nuestro objetivo, con el tiempo justo y ya listos
para la comida. Cuando llegamos, lo cierto es que nos sorprendió una vista
peculiar; las casas se alzaban en lo alto de una imponente cima donde desde abajo,
nos recibía con su imponente presencia el hermoso Palacio Episcopal de Gaudí y la
no menos importante catedral. Pero el problema fue lograr encontrar el albergue
donde teníamos que pernoctar. Nos llevó una larga caminata por las empedradas
calles, eterna diríamos mejor ya que el calor y las deficientes indicaciones que
algunos de sus habitantes nos hicieron, motivo que resultase bastante más pesado
el recorrido. Finalmente, y una vez localizamos la Plaza Mayor, cruzamos una de
las calles emergentes hasta alcanzar el albergue de peregrinos.
El lugar estaba bastante bien en líneas generales, contando con todos los
servicios necesarios. Una vez instalados, duchados y descansados y tras conocer a
los compañeros de litera (dos extranjeras muy secas y poco dadas a la simpatía; y
un matrimonio extremeño muy agradable), fuimos a comer. En la Plaza Mayor,
lugar interesante en cuanto a sus múltiples terrazas, pero quizá menos por su valor
artístico, comimos en un restaurante de buen precio y calidad aceptable. Todo fue
bueno salvo los dos momentos desagradables que sin duda desmerecieron la
jornada: en primer lugar, un niño ávido de engullir la apetitosa comida y sin
control alguno, no pudo por menos que vomitar, dejando el suelo en un claro
mosaico que daba de todo menos alegría. Después, para más inri, un señor bastante
entrado en carnes y superando en avidez al niño anterior, tuvo la osadía por
llamarlo de alguna forma, de ofrecernos su recital de ventosidades, enturbiando el
ambiente y dejándonos a todos con un palmo de narices, en fin… tras los
incidentes, decidimos dar un paseo por la ciudad, que ciertamente, no daba pie a
mucho, sino pocos monumentos y la mayoría cerrados ( se acordará el lector que
dijimos al principio que estábamos a domingo); el Palacio Episcopal, ya
mencionado, la catedral, en proceso de restauración, de la que dimos cuenta con
unas cuantas fotos.
10
Juntos en Santiago (con Alberto; Salva; Marina y Esther)
León: Colegiata de S. Isidoro (fachada exterior) León: Catedral
11
León: Monumento al peregrino (pidiendo ayuda al cielo) León: Parador de S. Marcos
Astorga: Ayuntamiento Astorga: Palacio Episcopal (Gaudí)
1ª Etapa: El camino
1ª Etapa: Astorga- Rabanal del Camino: El Ganso (uno y otro)
12
En uno de esos ratos, acertamos a ver una “tienda del peregrino” donde
entre numerosos objetos y souvenirs dedicados al mismo (recuerdos, bordones,
conchas, etc.), el amable dependiente que nos atendió nos obsequió con una
pulsera reflectante, según él para que los coches y demás peregrinos puedan vernos
a distancia. Ya bien entrada la tarde, acudimos a misa en la iglesia junto al
albergue y después a cenar algo en una terraza cercana ya que había que estar ya
descansando a las 22. Por eso, la vuelta fue tranquila para descansar bien,
reflexionar y tomar todas las fuerzas necesarias para poder afrontar la primera
etapa. El camino estaba a punto de arrancar. Que Dios nos ampare.
Día 3: 1ª Etapa: Astorga- Rabanal del camino (22.5 Km.)
6:15 de la mañana (o de la noche porque aún la oscuridad era cerrada); los
primeros ecos de la madrugada nos levantan de la cama. El primer día, la aventura
había comenzado. Raudos y adormilados preparamos con esmero la mochila que
por cierto me pesaba un horror, los supuestos menos de diez kilos que debería
llevar creo que los superaba con creces; Ángel, tengo que reconocerlo, fue mas
listo y previsor que yo en ese sentido. Por delante, aguardaban 22 Kilómetros y
pico hasta Rabanal del Camino.
El trazado estuvo definido por tres claros tramos: el primero, en su mayoría
por carretera y saliendo de Astorga servía para ir conociendo el terreno y medir
nuestras fuerzas. Casi llegando al primer pueblo (a unos seis kilómetros), llamado
“Santa Catalina de Somoza”, el camino tendía a dividirse un poco más siendo más
cómodo para andar. El ritmo a decir verdad fue más bien lento en este tramo
inicial, hasta que más adelante impusimos un poco más de velocidad. Al llegar al
siguiente punto, y tras unas dos horas de camino, paramos a desayunar, no sin
antes pasar al lado de un hombre que a la entrada se dedicaba afanosamente en
13
colocar unas piedras encima de otras a modo de escultura. Éste nos recomienda
parar en un bar que había unos metros más adelante propiedad de uno de sus hijos.
Tras habernos saciado, reanudamos la marcha y enseguida comenzaba a
anunciarse lo que sería el segundo tramo: un poco más pesado tanto por la aridez y
monotonía del paisaje como la dificultad de ciertos trozos en los que la senda se
abría y cerraba; se dividía en dos pequeños caminos y provocaba que todo fuese
verdaderamente más aburrido. Sin embargo, parece que a nosotros el desayuno nos
sentó especialmente bien porque íbamos a un buen ritmo ¡parecía que íbamos
sobrados!, ni que decir tiene que los siguientes 5.5 kilómetros hasta el siguiente
pueblo “El Ganso” (curioso y gracioso nombre, en el que hicimos unas fotos
divertidas a su paso), los gastamos en un tiempo récord, unos cuarenta y nueve
minutos. Antes de entrar, un curioso bar llamaba nuestra atención, creo que se
llamaba “Cowboy” o algo así. Estaba repleto de extraños adornos por todas partes,
montones de fotos con personajes famosos y gente extraña, y sobre todo,
peregrinos germanos poniéndose hasta arriba de cerveza, y eso que aún no eran ni
las once de la mañana; aunque claro, por algo son alemanes.
Decidimos sólo por cotillear ya que estábamos, tomarnos un vasito de sidra
muy barato, y a fe que no era de extrañar porque a mí me supo a rayos, pero es
cierto que el camarero nos amenizó con su particular gracia y salero leonés además
de aconsejarnos por dónde debíamos parar o no en la etapa, nos reímos mucho con
sus ocurrencias, y ese pequeño descanso fue muy ameno. Nos despedimos
animosamente de él y una vez atravesada la villa, abordaríamos el último y peor
trazado del día. Nuestras piernas ya empezaban a notar el cansancio y por qué no
decirlo, la excesiva tralla que nos dimos, y el sendero cada vez se volvía más
insoportable; constantes subidas y bajadas “rompe piernas” nos obligaban a
caminar con cautela aparte de seguir cruzando un paraje seco y poco atractivo de la
comarca del Bierzo, justo en su franja más occidental.
14
Los últimos kilómetros hasta Rabanal resultaron mortales y horribles; a lo
lejos se divisaba ya la llegada final, con la iglesia al fondo y parecía que
andábamos cerca, pero nada más lejos de la realidad, el mojón de la carretera
anunciaba 2,2 Kilómetros. Pero pronto descubrimos que de eso nada, eran muchos
más y por si fuera poco, un sendero plagado de repechos continuos y subidas-
bajadas… perdimos la cuenta de la cantidad de tropiezos, pasos en falso,
resbalones, etc... que hicimos por culpa de un pésimo terreno. Al final, logramos
salir del infierno y en unas interminables dos horas llegamos al destino: Rabanal
del Camino. Después de andar un poco buscando el albergue y preguntar a un
simpático pueblerino ya mayor, nos aborda ofreciéndonos unas ricas peras recién
salidas del árbol a cambio de comprarle por el módico precio de 3€ unos garrotes
para apoyarnos. Le explicamos muy amablemente que sólo queríamos un palo
grande y no un garrote, así que no aceptamos la venta pero sí nos llevamos las
peras, que por cierto, ni siquiera llegamos a probar ni una sola. Al fin, encontramos
el albergue denominado “Ntra. Sra. del Pilar”, muy agradable, vistoso y
hospitalario, su dueña Isabel, poco a poco iba convirtiéndose en una más de la
familia, por eso, sin duda recomendamos este lugar. Por cierto, aquí las primeras
ampollas hicieron acto de aparición, sobre todo para el pobre Angelito, a ver cómo
seguimos mañana.
Tiempo total: 5h, 20 min.
4º Día: 2ª Etapa: Rabanal del camino- Molinaseca (24 Km.)
La mañana comenzó con algo más de retraso ya que casi todos los
peregrinos nos levantamos tarde y después, evidentemente tocaba el consabido
desayuno para ponernos las pilas. Nos despedimos de “tía Isabel” como sería
considerada ya por todos y de su acogedor enclave rumbo a la siguiente meta,
Molinaseca, a un paso de la capital más importante del Bierzo, Ponferrada, pero
15
eso, como dijo el gran Michael Ende, es otra historia y merece ser contada en otra
ocasión. Al inicio todo el terreno parecía discurrir sobre una amplia pendiente que
debía desembocar en el primer receso: Foncebadón, una pequeña aldea sin más
atractivo que las casas y el bar de la entrada.
Este trayecto a duras penas pero con mucho aguante por parte de Ángel se
marcaba por una subida elevada que finalizaba en la localidad antes referida, y
cuya cima, unos dos kilómetros más adelante culminaba en la llamada “Cruz de
ferro”, un lugar ciertamente curioso por la cantidad de fotografías y recuerdos que
a lo largo del tiempo fueron dejando los miles de peregrinos que por allí pasaron,
pero que hoy en día se encuentra muy destartalado y feo, reduciéndose a un
montículo de piedras y tierra en las que descansa la cruz en lo alto; eso sí, las vistas
de la montaña son magnificas y aunque sólo sea por eso, merece la pena hacer una
paradita. Esta primera parte se efectuó sin mayores complicaciones, salvo los
comentados de Ángel en lo físico y sus ampollas.
Sin embargo, el destino y la magia del camino nos tenía reservada una
desagradable sorpresa a partir de este momento; unos interminables y agotadores
22 kilómetros que nos hicieron mella. Casi todo el tiempo hubo que deambular por
un camino en ocasiones mal señalizado y en pésimas condiciones; por piedras,
baches y numerosos obstáculos que teníamos que sortear. Entretanto, Ángel seguía
pasando un auténtico calvario por sus dolores y hasta a mí me sorprendía que
lograra continuar la marcha. Yo mientras tanto, iba acelerando el ritmo, que por
otra parte, empecé a mantener e iba comprobando cuando pasaba a los demás,
cómo ciertamente el esfuerzo iba pasando factura. Hasta el siguiente pueblo, “El
Acebo”, recorrimos malamente 18 kilómetros entre sendas enormes que bordeaban
completamente la montaña; zigzag de piedras vadeando la loma y junto a la
carretera y especialmente, un camino cada vez más largo e insufrible. Tras unos 5
kilómetros llegamos exhaustos a “El Acebo”, y nos dimos cuenta cómo a medida
16
que avanzábamos el sendero iba haciéndose más y más largo; era absolutamente
inexplicable, lo único que hacíamos era subir y bajar torpemente la falda del monte
sin tener ni idea de a donde nos dirigíamos, ¿alguien nos estaba jugando una mala
pasada?, ¿era el día de los santos inocentes y nos lo estábamos perdiendo?, pues
estas y otras varias preguntas nos barruntaban entonces.
El último tramo hasta el destino fue lo que se dice un INFIERNO (no me he
equivocado lector, un infierno con mayúsculas). Nada más que descenso y
descensos sin ni siquiera vislumbrar un ápice de civilización. Los seis kilómetros
finales que nos parecieron eternos. Yo me iba sintiendo sistemáticamente hundido,
dolorido y agotado, no tanto por la paliza de la etapa en sí sino por el propio
desconsuelo que te creaba tan horrendo camino. Ángel, como buenamente podía,
seguía conmigo el final de la jornada, pero graciosamente, lo último en lo que
pensamos justo ese día era en las ampollas y en cualquier tipo de dolor, sólo cabía
llegar y descansar. Por fin, después de algo más de seis horas llegamos a la meta
más muertos que vivos, pero de nuevo la desgracia se cebaba con nosotros, el
albergue aún distaba otro kilómetro más del pueblo, vamos que era mejor
directamente pegarnos un tiro que por lo menos hubiéramos acabado antes el
sufrimiento.
Acabamos hechos literalmente polvo, sin aire, sin ganas de nada ni nadie,
encima el pobre Ángel termina poniéndose malo, con fiebre y unos temblores que
para qué, por lo que lo primero que hizo fue tomarse un paracetamol y acostarse y
yo al final opté por empezar a curarme en serio los pies doloridos a punto de
estallar. Lo dicho, un día para olvidar. A ver mañana qué sucede y sobre todo, qué
será de nuestro estado.
Tiempo total: 6 h, 12 min.
17
5º Día: 3ª etapa: Molinaseca- Villafranca del Bierzo
Para nosotros, etapa de transición pura y dura. El recorrido iba en sus
primeros 5 kilómetros a Ponferrada por carretera, un trazado sencillo y rápido.
Parada breve en la ciudad para las fotos de rigor (Castillo templario, Iglesia de S.
Andrés) y poco más. Nuestro estado había empeorado así que no tuvimos más
remedio que adelantar camino e ir en bus hasta Villafranca. Por lo demás, un
albergue municipal sito en un hermoso lugar junto a la iglesia de Santiago y con
preciosas vistas del valle del Bierzo. Nada más llegar, directos al Centro de salud
para curarnos las ampollas. Ahí pudimos comprobar el mal servicio que da el
servicio gallego de salud y que luego pudimos volver a experimentar, al recetarle a
Ángel un medicamento para la tendinitis que no existía. Eso sí, la enfermera era
encantadora y bastante guapa, y después a descansar. La tarde la dedicamos
visitando el pueblo y a un familiar. Mañana nos espera un duro ascenso hasta las
proximidades de O Cebreiro.
6º Día: 4ª etapa: Villafranca del Bierzo- La Faba (27,2 Km.)
No sabíamos si los dolores resultarán insoportables, horrendos o estrepitosos
pues cada vez más los pies no alcanzaban a poder caminar en condiciones a pesar
de que las curas efectuadas por la guapa enfermera el día anterior, al menos en mi
caso, nos concedieron un pequeño respiro. Pero como ya no se podía hacer nada
más, lo único que nos quedaba era aguantar lo más posible todo lo que fuera
menester, la ocasión lo merecía sin duda. Salimos temprano una vez más y nos
pusimos en marcha. El trazado por carretera seguía el curso del río Valcarce cuyo
rastro dibujaba la falda del valle y el contorno verdoso del bosque. Al poco de salir
nos encontramos con un vagabundo extranjero que aseguraba haber hecho el
camino mas de 20 veces y que nos pedía dinero para comer, aparte de contarnos
una historia en la que su hijo había sufrido un accidente y no tenía con que ir a
18
verle. Al final le dimos un par de euros y pensamos que a partir de entonces junto
con nuestra buena voluntad, le ayudara Dios... La primera parada a unos 8
kilómetros a un buen tiempo (unas dos horas) fue para desayunar en la localidad de
Trabadelo, donde apenas nos recibieron algunos peregrinos que descansaban en el
albergue-bar.
Tras saciarnos continuamos la marcha por el mismo sendero que separaba
con un muro de hormigón la autovía N-VII y el sendero propiamente dicho. El
paraje mientras tanto iba aportándonos con su singular maestría amplitud y belleza
sin igual; por encima el viaducto o cruce de la autovía y debajo nosotros bajo la
montaña enorme. Todo el recorrido hasta el último pueblo seguía los mismos
derroteros. Al pasar una pequeña aldea, Ruitelán, en la que la escasa población
nos saludaba alegremente, decidimos dar un receso a nuestros machacados pies
remojándolos en el río, el agua estaba helada, congelada ciertamente pero de
verdad fue un gran alivio, especialmente por acusar ya en demasía el dolor en parte
de la pierna. La última parada en Vega de Valcarce en la que amigablemente
departimos un rato con una joven madre (bastante atractiva por cierto) y su familia
daba paso al inicio del ascenso a O Cebreiro. Antes eso sí, pudimos disfrutar de un
paisaje precioso llenos de verdes y extensas praderas; villas a un lado y otro del
valle y una tranquilidad extraordinaria, era un placer caminar por allí y sentir el
silencio y respirar aire puro.
Sin embargo, el infierno estaba reservado para los postreros 8 Kilómetros
una subida a una imponente y elevada pendiente que no nos hacía ni gracia;
habíamos ido a buen ritmo pero esto nos perjudicaba notablemente. Subimos un
importante trecho en asfalto hacia nuestro destino La Faba, mas lo realmente
horroroso fue el camino que después descubrimos se trataba de una antigua calzada
romana, que interminablemente vadeaba la montaña y huía con mayor fuerza.
Todo el tiempo subiendo sin parar, era una agotadora pesadilla, las fuerzas se
19
mermaban y las agujas del reloj iban apenas moviéndose. Al final, unos cuarenta
minutos tremendos y llegamos a la meta o al inicio de la misma pues el albergue
aún quedaba más alejado, justo al alcanzar la cima. Al llegar nos recibieron con
unas personas alemanas (eran los dueños del albergue) y nos ofrecieron totalmente
gratis un zumo de melocotón, el cual agradecimos largamente pues nos dio parte
de la vida que nos habíamos dejado en los últimos kilómetros. En fin, una etapa
normal de no ser por esto último. Mañana vamos a Triacastela, aunque en esta
ocasión parece casi todo en bajada, veremos si llegamos vivos.
Tiempo total: 6 h.
7º Día: 5ª etapa: La Faba- Triacastela
Para este día se nos planteaba una fuerte subida a O Cebreiro de unos 4
Kilómetros, de ahí que quisiéramos salir a primera hora para evitar el calor. Aún
así costó subir el camino lleno de repecho y empedrado, pero que nos ofrecía un
ambiente precioso de toda la comarca (como Hobbitton de El Señor de los
Anillos), las praderas y árboles le daban un colorido especial.
El salir a una hora tan temprana nos ofrecía un cielo magnifico y también
cierta inquietud, ya que nada mas salir todavía era de noche y apenas veíamos
nada, solo alumbrándonos con una pequeña linterna de bolsillo, previamente
adquirida en unos grandes almacenes. Desde luego, el estar prácticamente llegando
a la provincia de Lugo suponía dejar atrás por fin tierras y montañas áridas y
descoloridas, e irnos mostrando su amplia y variada gama de verde oscuros llenos
de vida y luz. Tras subir a Cebreiro, hermosa villa donde nos llamó la atención
sobremanera las célebres “pallozas” o chozas de piedra y paja que daban un claro
aspecto de ser de origen celtíbero aunque nada más lejos de la realidad pues se
20
trata de unas viviendas no tan antiguas si vemos que datan de poco más de sesenta
años, o por lo menos eso nos confirmaron algunos de los lugareños a los que
preguntamos, hicimos acopio de un frugal desayuno para afrontar con garantías el
primer ascenso al pico o puerto de S. Roque de unos 1320 m de altitud.
Lo cierto es que resultó agradable porque casi todo se desarrollaba entre
tupidas arboledas y bosques, mas quizá fue algo pesado puesto que en lugar de
seguir en línea recta que era lo más lógico, fuimos bajando por otra muy distinta
hasta la siguiente localidad, Liñares; y ya desde allí continuar por la vereda. Como
decía, hasta coronar el puerto un paseo cómodo y vistoso del valle y los muchos
árboles que se descubrían a cada paso. En la cima, una interesante parada para
contemplar la montaña y hacernos unas bonitas fotos junto al gran monumento al
peregrino que parece estar él también admirando el paisaje e infundiéndonos
ánimos. Después, el camino volvía a enfilarse hasta llegar al segundo punto de la
jornada, el Alto del Poio de 1740 m, y éste sí que fue complicado, sobre todo por
su dura pendiente de unos 600 m que obligaba a trabajar y mucho las piernas.
Llegamos exhaustos a la cima y nada más subir, derechos al primer bar que había a
reponer fuerzas. La cervecita que nos tomamos parecía mágica, como si nos lo
hubieran servido directamente de la olla en la que se cayó Obelix al nacer.
Ya hacia Triacastela faltaban 14 kilómetros, de los que la gran mayoría lo
componía el sendero permanentemente señalizado, también alternándolo
inicialmente por la carretera principal y un espacioso camino asfaltado del que me
disgustó su brevedad para enseguida volver a dirigirnos a la senda. Decir que en lo
referente a nosotros y nuestra salud, los pies se zambullían intensamente de dolor y
pesadez y en concreto Ángel sufriendo esta vez por un tremendo dolor de rodillas
que le dificultó la llegada… así pues, descendíamos el resto hasta vislumbrar el
destino por varias aldeas casi inhabitadas y la sensación de soledad total.
21
Rabanal del Camino: Albergue Ntra. Sra. Del Pilar 2ª Etapa: Rabanal- Molinaseca: Hacia todos los lugares
3ª Etapa: Ponferrada: Castillo 3ª Etapa: Villafranca: Monumento al
peregrino y entrada principal
En algún lugar del camino, también se pesca. 4ª Etapa: Villafranca- La Faba: una bella casa de campo
22
Hermosa puesta de sol dándonos la bienvenida
5ª Etapa: La Faba- Triacastela: O´Cebreiro (junto a las pallozas)
5ª Etapa: Alto del Poio: Monumento al peregrino La niebla, ilustre compañera de viaje
Sarria: Albergue privado D. Álvaro Haciendo una paradita con los compañeros sevillanos
23
La última parada en Fuenfría me hizo darme cuenta que a pesar de los pies
y el esfuerzo había que seguir adelante con toda la ilusión, el final quedaba aún
más cerca, por eso decidí tomar la delantera y caminé los últimos 9 kilómetros a un
ritmo bastante rápido, lo cual, viendo el resultado, fue bueno en ese momento para
mis ganas pero malo para mis piernas. Sin embargo, apenas notaba cansancio
físico, por lo que desde luego también facilitaba las cosas.
Llegamos algo tarde al albergue pero contentos al fin y al cabo, uno por
aguantar su rodilla y otro sus pies. Mañana arribaremos a Sarria, una bonita
localidad con mucha tradición, que Dios nos ampare.
Tiempo total: 6 h, 12 min.
8º Día: 6ª etapa: Triacastela- Sarria (23.50 Km.)
Una etapa con dos variantes: una, la más larga de unos 25 kilómetros
pasando por la localidad de Samos y la más corta, de 19, por San Xil. Teníamos
claro que ésta última era la que íbamos a afrontar ya que el cansancio era muy
grande y así descansábamos como era debido. La verdad es que todo el recorrido
fue muy agradable y particularmente el que más me gustó no sólo por ser más
corto sino porque por fin había numerosos tramos abiertos y rectos que
posibilitaban avanzar y recuperar el esfuerzo. Por lo demás, un trazado bien
definido entre la ladera del valle con algunas subidas y bajadas asumibles y sobre
todo un bello espectáculo que nos ofrecía la niebla cuanto más descendíamos, lo
que aprovechamos algunos para admirar la belleza del paisaje y tomar unas
maravillosas instantáneas del lugar. Poco a poco y a medida que avanzábamos iba
encontrándome mejor por lo que aumenté el ritmo hasta alcanzar a algunos
compañeros que iban delante. Ángel estaba algo recuperado de las ampollas mas la
rodilla todavía le daba problemas, por lo que siempre detrás, marchaba a su paso.
24
El único inconveniente de esta primera fase era que tuvimos que esperar
mucho (unos 10 kilómetros) a encontrar un bar en el que reponer fuerzas; no en
vano hicimos esos del tirón y el hambre cada vez era mayor, pero por supuesto, por
suerte ya prácticamente cumplimos media etapa. El tiempo iba a nuestro favor así
que no era plan de ir con prisas y tomárnoslo con calma. Desayunamos
tranquilamente y descansamos.
La segunda parte seguía los mismos derroteros. Camino de tierra y
pavimento con pequeños repechos, todo hacia Sarria. Total, que más temprano de
lo acostumbrado sobre el mediodía llegamos a la meta, contentos de haber
disfrutado de la etapa y la rapidez de la marcha. Nos dirigimos, ya entrados en el
pueblo, hacia el centro y subir una cuesta pronunciada hasta el albergue. Otra
etapa más y una jornada menos para el objetivo.
Tiempo total: 4h, 20 min.
9º Día: 7ª Etapa: Sarria- Portomarín (22 Km.)
Jornada casi de transición, una etapa casi tranquila en su totalidad con un
trazado en su mayor extensión, por tierra. Sólo los repechos iniciales nos hicieron
poner algo más de esfuerzo. Después del almuerzo, de nuevo, el efecto milagroso,
me sentía muy animado y afronté el camino con gran entusiasmo y ánimo, a pesar
de tardar bastante en hallar un pueblo tras andar un buen trecho. Después, pensé
aumentar el ritmo puesto que me hacía frenar en demasía y eso perjudicaba el
estado de mis pies. Ángel se quedó muy atrás, su rodilla empeoraba por momentos
por lo que para él cada paso se convertía en un suplicio; ni se sabe la de veces que
marchando solo a casi una hora de ventaja suyo, me acordaba de lo mal que lo
25
estaba pasando, y a fe que quizá en este instante, frente a estas páginas, lo sepa por
vez primera. Al cerciorarme de cómo iba, ya casi estaba llegando, muy pronto;
quizá bastante, pero la verdad es que físicamente me sentía cómodo y los pies me
respondieron.
Lo mejor sin duda de todo, el final, la llegada o la entrada de Portomarín;
con un largo puente por el que pasaba la carretera hacia A Coruña, nos regaló unas
impresionantes vistas del río Miño y las escaleras de acceso daban una imagen
muy a lo medieval, el símil podía atribuirse a un castillo por el que llegaban los
caballeros o la corte del rey. En fin, como decía, con tanta ventaja por delante tuve
que esperar más de una hora a que Ángel llegara.
Los 3 últimos kilómetros fueron un suplicio especialmente para mi
compañero de fatigas; consistía en una abrupta pendiente hacia abajo muy rocosa y
con mucho desnivel, y con el estado de sus rodillas, lo que peor nos venia era
hacer bajadas, así que a fuerza de apretar los dientes y sufrir lo que no está escrito
llegó más bien muerto que vivo a Portomarin, donde estaba esperándole en la
entrada del pueblo, junto con Esther y Alberto, unos amigos madrileños que
hicimos por el camino. Me dió tiempo a todo menos a aburrirme, eché un ligero
vistazo por los alrededores, saludé a los compañeros que iban llegando, etc. un día
calmado y sencillo. Hasta el día siguiente.
Tiempo total: 4 h, 30 min.
9º Día: 8ª Etapa: Portomarín- Palas de Rei (23,30 Km.)
Prácticamente un calco de la anterior, con la salvedad de tener algo más de
desnivel y senderos boscosos y amplios. Por lo demás, de la etapa poco más que
añadir. Salimos muy tarde porque me tuve que ir solo ya que Ángel estaba
26
lesionado y decidió ir en Taxi hacia Palas y como me quedé a desayunar con los
compañeros, se nos echó la hora encima. El desarrollo muy similar, con un paso en
el inicio lento y pausado para ir dosificando las fuerzas.
Tras las primeras horas una parada gratificante para comer un buen bocata,
después, de nuevo, a darle la directa, por delante, 20 Kilómetros que había que
intentar ir recuperando y bien que fue así; en poco más de cinco horas llegué al
destino donde me esperaba Ángel y donde por los pelos encontré cama en el
albergue público; todo estaba lleno y no había forma de encontrar plaza libre. Eso
sí, el esfuerzo me hizo mella, terminé realmente cansado y con los pies hechos
miga. Creo que la jornada de mañana se trenzará de otra manera y más sabiendo
que con casi toda seguridad ya me quedaré solo ante el peligro ante la baja casi
definitiva de Ángel (primero fue al médico y le han recomendado reposo total).
Dado que por orgullo, esfuerzo y encomiable ánimo no quería abandonar fue a una
fisioterapeuta que casualmente estaba abierta haciendo papeles, pero fue tan
amable que aceptó el hacerle un masaje de recuperación, pero así y todo no fue
suficiente, ya que al día siguiente abandonaría. El camino es así, maravilloso e
impredecible. A descansar bien y a rezar.
Tiempo total: 5 h, 2 min.
10º Día: 9ª Etapa: Palas de Rei- Arzúa (26.40 Km.)
Día extraño desde luego; me despierto algo aturdido y dudoso de poder
seguir. Tenía que afrontar los últimos 50 Kilómetros sólo ante el peligro y mientras
tanto, Ángel me esperaría en la meta. No lo tenía demasiado claro, pero había que
hacerlo frente fuese como fuese, ya casi lo habíamos logrado.
27
Así que lo primero que hice fue mentalizarme bien; echaría de menos a mi
compañero, eso seguro, pero también estaba convencido que se sentiría orgulloso
de verme llegar hasta el final, por eso, la decisión era aún más fundamental y
precisa. Ángel sin embargo, se levantó y salió bastante temprano; caminó a buen
ritmo, aunque sufriendo. Pero sigamos; me levanté como de costumbre y recogí
mis enseres para empezar a caminar. La etapa se dividía en diversos trozos de
variada dificultad por lo que la astucia, el aguante físico y el ánimo constituían la
base de la jornada. Al inicio, un tramo tranquilo entre una pedregosa senda
perfilada junto a la carretera principal que iba de Palas a Melide; éste último
primer punto de descanso.
Ya que no existía ningún tipo de complicación, los primeros kilómetros,
fueron rápidos por lo que me permitió llegar a buena hora para desayunar… tras
ello, había que desviarse un tanto a la izquierda abandonando la carretera y seguir
en camino forestal hacia Melide. El perfil cada vez se volvía más duro,
especialmente por los abundantes repechos que te obligaban a trabajar las piernas.
El pueblo más cercano distaba unas dos horas con lo que si mis pies resistían no
supondrían ir muy lento, pero ciertamente costó más de lo esperado a pesar de casi
ya no tener ampollas; sí un dolor agudo quizá pagando todo el esfuerzo de estos
días de Camino.
Los compañeros también notaron este cambio; se podía percibir las
diferencias entre unos grupos y otros, desde luego los más rezagados, todavía
marchaban a mucha distancia. Cosa de prever. Yo tal vez, por estar más en el
medio, tampoco es que fuera sobrado pero no iba demasiado mal en cuanto a
cansancio, porque me iba dosificando más y mejor. Decir que apenas coincidí con
los conocidos, por lo que eso sí, se me hizo bastante aburrido y como nunca está de
más, eché mano de mi teléfono móvil y haciendo de MP3 improvisado me puse un
buen rato de música para amenizar un tanto.
28
Una vez pasadas las dos horas de marcha, me detuve en una pequeña
población cuyo único vestigio además de la excesiva calma que se respiraba, era
una desvencijada máquina de refrescos que para mi desgracia y la de mi sed no
funcionaba… en fin, habría que volver a probar en el siguiente. Por lo demás,
escasas novedades paisajísticas: bosques frondosos, verdes y angostas praderas y
un variopinto núcleo de especies animales y vegetales saludándonos a cada paso.
La llegada a Melide para mi gusto algo extraña y desconcertante; andabas un largo
tiempo por un camino semi- asfaltado a la entrada desde el cual contemplabas a lo
lejos la civilización, pero no sé por qué motivo ni a quien se le ocurrió la idea,
atravesabas un oscuro pasillo de arboledas y unas curiosas placas junto al polígono
industrial que no pintaba ahí nada de nada, en fin, que en resumidas cuentas, la
entrada al pueblo era muy poco atractiva aunque agradable puesto que tuve ocasión
de descansar bien y reponer fuerzas.
Entretanto, en ese intervalo logré contactar con Ángel, que estaba
esperándome en un bar, y de momento, aguantaba que no era moco de pavo,
aunque la solución más factible para él era cogerse el bus a Santiago. Una vez
descansado, y cuando Ángel ya se puso en marcha hacia allí, debía afrontar ese
último día y medio solo, sin su compañía, pero seguro merecía la pena el objetivo.
En Melide fue donde sus maltrechas rodillas dijeron BASTA! Había llegado hasta
allí y había estado buscando como loco en todas las farmacias del pueblo la
medicina que le recetó el medico, pero resultó al final que esa medicina
(corticoides) no existía. Existía una parecida pero en forma de inyección así que
como no tenía otra opción de recuperarse decidió abandonar, sellando antes en un
bar de la localidad para no tener que empezar el camino desde cero la próxima vez
que lo intentase.
La segunda parte hasta la localidad de Arzúa discurría por terreno
prácticamente llano, enfilando la carretera general; como aún era pronto y mi
29
estómago empezaba a pedir alimento, comí en uno de los mejores restaurantes un
suculento pulpo que me supo a gloria. Opté por echarme una pequeña siesta
reparadora y así continuar con el ánimo en alza. Salí no muy tarde porque
quedaban casi 18 kilómetros de los cuales más de la mitad como comprobé
posteriormente, resultaron insufribles cien por cien. La vegetación, la montaña y
los desniveles se abrieron ante la senda empedrada, seca y entrecortada; se hacía
complicado deambular y el tiempo no avanzaba.
El primer alto o parada en la villa de Anxía pasó sin pena ni gloria; de ahí
sin parar hasta el final. Sobre las seis de la tarde, llegué al destino, cansado,
dolorido, harto y triste por no poder contar con mi compañero, más la esperanza e
ilusión de sólo faltar un día tal vez apaciguó mi cierto desánimo. Lo mejor,
reencontrarme con los “amigos” y el disfrutar de una velada apoteósica entre risas
y charlas; desde luego, a todos y cada uno de nosotros nos embargaba la misma
emoción y felicidad. Ya no cabía el sufrimiento, ni el dolor y ni siquiera importaba
los metros que restaban; casi lo habíamos conseguido, era increíble.
Tiempo total: 5h, 12 min.
11ª Día: 10ª etapa: Arzúa- Santiago (18,30 Km.)
Qué decir de esta última etapa; pocas palabras se pueden expresar pero sí
multitud de sensaciones y recuerdos. El sueño acababa de ser cumplido, un deseo
alcanzado. Verdaderamente, la cabeza no abarcaba como para lo que el corazón
llenaba. Después de numerosas vicisitudes, vivencias y aventuras habíamos llegado
al final del camino, a la anhelada meta, culmen de nuestros deseos. Fueron diez
días intensos y cargados de cosas que en un futuro seguro recordaríamos toda la
vida. Pero vayamos al grano; despertamos tarde, cerca de las ocho de la mañana.
Tampoco había gran prisa así que el último día era para disfrutarlo enteramente.
30
Tras el frugal desayuno, nos pusimos en marcha; la primera parte del
recorrido tenía que hacerse por carretera, siguiendo el trazado de la Ruta original
(la Jacobea, se entiende); lo malo era que quizá las condiciones en que me hallaba
no eran las más propicias, no sólo por la mala señalización sino por carecer de
medios adecuados (apenas se facilitaba el tránsito), sino por resultar enteramente
plomiza. Después de unos seis kilómetros un repentino e inoportuno incidente me
hizo detenerme en un espacio poco propicio para ello: saliendo de la carretera y a
punto de ser atropellado por un coche. Noté un tremendo dolor en la rodilla
derecha como si me hubiesen clavado una inmensa y afilada aguja… ¡vaya
contratiempo!; la verdad, no venía a cuento, no estaba cansado y los pies iban
mejor, total, que esto no venía nada bien. Tuve por tanto que sentarme donde
buenamente fui capaz y cogí de mi mochila un linimento que por suerte llevaba
conmigo; me lo unté bien y me coloqué un fuerte vendaje. Apañado quedaba, está
claro, pero si me iba a servir, no lo sabía a ciencia cierta.
Solucionado el asunto, aún distaban 12 kilómetros de los que los últimos 5
hasta llegar a Monte del Gozo me iba a permitir avanzar un poco. El camino
continuaba por similares derroteros; a un lado se apreciaba el bullicio de los
vehículos cruzando a toda velocidad por la autopista de Santiago y al otro, la
soledad con la que iba caminando, sobre un ristre de arboledas y matojos.
Mi intención era descansar en la localidad de Pedrouzo donde según me
contaron eran célebres las “vixeiras” o esculturas de cristal que desde tiempos
ancestrales se viene haciendo desde los talleres artesanos de generación en
generación; puesto que eran interesantes aproveché esa parada para admirarlas y
verdaderamente lo recomiendo no sólo por su originalidad sino por la belleza y
plasticidad de su técnica, quedé altamente impresionado. Arreciado el mediodía y
si mis cálculos no fallaban, estaba a poco más de 2 horas del final por lo que debía
31
apresurarme. Salí del lugar y enseguida comencé el sendero que llevaba a la zona
cercana a Santiago, o Lavacolla (la que divide en dos la ciudad, con el aeropuerto
y el barrio de S. Lázaro), y desde ahí ya se vislumbraba el Monte do Gozo. Una
pendiente pronunciada y bien trazada asomaba su estupendo perfil a lo lejos, por lo
que cualquier fotografía resultaba hermosa de hacer.
El instante cumbre estaba a punto de arreciar, mi corazón latía a cien por
hora, parecía mentira que justamente ahí fuese posible todo lo que estaba
experimentando. Uno de mis compañeros, que tal vez comprobó mi estado de
ánimo me invitó a acompañarle hasta Monte de Gozo y así departir con alegría
nuestros kilómetros finales, ni que decir que la experiencia entre risas, algún llanto
y más que nunca, emoción, fue fantástica. Al arribar el Monte, tuvimos que
desviarnos hacia la parte más baja de la ladera ya que las obras que se estaban
efectuando en la Ctra. Gral. obligaba por aquello de respetar el medio ambiente y
el contorno natural, a ir por otro lado, que en resumidas cuentas consistía en andar
algunos kilómetros de más, pero bueno, no importaba demasiado y menos ahora.
Lo que no esperaba quizá fue la cantidad de gente, entre peregrino, o “turigrinos”
como también denominábamos a los que practicaban su propio camino aunque de
manera menos “legal” y de los que hacemos una pequeña reseña interesante en un
apartado posterior; todos allí congregados frente al majestuoso e impactante
monumento, y en el albergue que desde luego daba más la impresión de ser un
campo de concentración, por supuesto, con la salvedad requerida.
Muchas personas departían amigablemente sobre la experiencia del camino,
yo también compartí con algunos de ellos mis vivencias, sin olvidarme de Ángel,
al que más que nunca en ese maravilloso enclave, eché de menos, y es por eso por
lo que me sentía con mayor dicha por lo conseguido, el mérito también había sido
suyo, y esto cuando menos era una dedicatoria.
32
Palas de Rei: Los gaiteros en su fiesta grande Palas de Rei: Plaza Mayor
Santiago de Compostela I: Catedral Santiago de Compostela II: Plaza del Obradoiro
Astorga: Albergue Municipal 4ª Etapa: La Cruz de Ferro
33
Dando paso a Galicia, justo donde se dividen las dos provincias O´Cebreiro: Monumento al peregrino
Las señales que nos guiaban durante el camino (Málaga por todas partes..)
Que Campanilla te cuide... Un hada famosa a punto de salvarnos
34
En fin, con todo ello, apenas me dio tiempo a descansar un rato, conversar
con la gente y echarle un último vistazo de despedida a las preciosas vistas de la
ciudad, que a lo lejos se asomaba bajo sus imponentes torres de la catedral. Ni
siquiera eché fotos, entre otras cosas porque la cámara se la había llevado Ángel, y
a mí me interesaba bastante más poder estar presente en aquel lugar, disfrutar de
esos minutos y terminar de una vez por todas el camino, a lo grande, con un par.
Así que enfilé el camino bajando el Monte con la convicción de que todo a partir
de entonces iba a ser mucho mejor, era como una gran sensación de alivio por mi
parte; como si hubiese supuesto la calma más absoluta.
Este tramo final, discurrió por el sendero forestal o lo que quedaba de él
porque como decíamos, las obras mal que bien destrozaron su, en principio,
espectacular imagen, hasta que al cabo de unas dos horas, y casi corriendo, llegué a
la meta: Santiago de Compostela. Lo habíamos logrado, uno de los grandes
sueños de mi vida por fin se había cumplido, aquel 15 de septiembre; para siempre
imborrable y perenne en mi memoria. Decir que como era menester, lo primero
que hice fue llamar a Ángel, que por otra parte, me estaba aguardando con la
misma ilusión y regocijo que si hubiera estado conmigo en esos últimos días, y nos
recibimos con un abrazo que jamás olvidaré. Al pisar el empedrado de la Plaza del
Obradoiro, y por cierto, justo cuando la lluvia hacía acto de presencia por primera
vez en el Camino, mil y unas sensaciones se agolpaban en mi interior, era incapaz
de articular palabra, sólo cabía llorar y curiosamente no lo hice, el cansancio me
hizo mella y como un resorte nada más aterrizar solté bruscamente mi mochila y
sin pensarlo me tiré al suelo, mezcla de cansancio, emoción incontenible, alegría…
No recuerdo siquiera cuanto tiempo estuve allí, tirado en el empedrado de la
plaza, tampoco me preocupaba demasiado, sólo deseaba quedarme y descansar.
Pero también estaba mi compañero y amigo, él más que yo había sufrido los
sinsabores del camino, y casi se lo debía, por aguantar tan estoicamente todo el
35
proceso. Recién recuperado de la emoción, nos dirigimos al hostal que previamente
reservamos, muy cerca del casco histórico, para reposar, ducharnos y tomarnos un
receso. Una vez, instalados y descansados, nuestra primera meta era pedir la
Compostela, que como el lector sabrá, es el título oficial de cualquier peregrino
que haya realizado el Camino, aunque eso sí. Siempre y cuando haya cubierto los
últimos cien kilómetros. Tuvimos que esperar un tanto, la oficina del Peregrino
estaba bastante concurrida de peregrinos que al igual que nosotros, solicitaban el
tan ansiado documento.
Yo no tuve mayor problema en sellar la última casilla y definitiva y recibir la
Compostela, sobra comentar la alegría al recogerlo, pero cierta pena sentí por
Ángel ya que al no poder terminarlo, hubo de conformarse con una firma y una
pequeña señal para que pudiese continuar en otro momento; no era lo mismo pero
al menos queda el consuelo de saber que es posible terminarlo. Tras finalizar,
salimos del lugar y empezamos nuestra ruta por la ciudad; el primer objetivo era el
casco histórico, que estaba muy cercano a la Oficina, se veían imponentes las dos
torres de la catedral al fondo, apenas se dejaba notar el paso, incombustible del
tiempo en ellas, seguían allí, hermosas y altas, mirándonos con su extraordinaria
entereza y color. Pasamos bastante tiempo haciéndonos fotografías a pesar de la
incipiente lluvia que nos recibió desde el inicio, aún así era más que hermoso
disfrutar de la maravilla de la ciudad, con el trasiego de peregrinos que poco a
poco iban llegando de diferentes lugares; nos asombró la cantidad de extranjeros
provenientes de países lejanos como EEUU o Australia, llevando tras de si miles
de kilómetros y mucho tiempo de camino.
Con estas, llego la hora de comer, así que nos dispusimos a ir a un local
cercano o que fuese lo más céntrico posible; no obstante, puesto que era un poco
tarde y la mayoría de la gente ocupaba casi todos los restaurantes y terrazas en lo
que era ya la sobremesa, nos apresuramos en sentarnos en una pequeña taberna-
36
restaurante situada frente a la Universidad. La comida bien es cierto que no resultó
muy copiosa, pero al menos cumplió el propósito. Mi plan posterior era seguir
dando un paseo e ir recorriendo la ciudad, pero dado el cansancio; las horas y sobre
todo, estar con el estómago lleno, tiró bastante por tierra la propuesta por lo que
regresamos al hostal para relajarnos un poco.
Con todo nos levantamos tarde; la siesta se prolongó más de la cuenta y ya
que estaba anocheciendo y no nos quedaba mucho tiempo en el día, decidimos
quedarnos en la habitación cada uno a lo suyo y a esperar la noche; que consistió
finalmente en un pequeño paseo, cena rápida y a dormir.
12º Día: Última jornada en Santiago
Este último día significaría mantener el periplo viajero y turístico. Restaban
algunas cosas interesantes por ver, y a mí me daba la impresión de no haber visto
apenas nada; tal vez pareciera ir todo excesivamente acelerado. Una vez
levantados, duchados y preparados fuimos a desayunar por el barrio más
concurrido en el que por cierto, se situaba nuestro hostal y otra vez más la
decepción hizo acto de presencia. La comida, escasa y poco placentera; el trato por
parte del personal, muy dejadizo, (el carácter gallego, dicen algunos) y una
sensación turbia e insegura. Para colmo de males, desde fechas atrás, Ángel estuvo
buscando sin éxito un supuesto medicamento que le habían recetado para curar o
calmar su terrible tendinitis (recordará el lector que ésta lesión llevaba
arrastrándola desde unas cuantas etapas antes, y fue el motivo de su abandono); en
todas las farmacias en las que preguntó no daban con ella e inclusive le insinuaban
que no existía tal medicación; una situación bastante chistosa y surrealista al
mismo tiempo; en resumen, con semejante despropósito tuvo que conformarse sin
tomarse nada.
37
Ni que decir, el enorme enfado que le entró, cosa lógica. Solventado este
hecho, caminamos hacia la Catedral para, tal y como manda la tradición del
peregrino y del Camino, participar de la misa del peregrino a las 12.
Particularmente, me hacía mucha ilusión, no sólo por lo que confrontaba estar allí
presente sino porque por fin este año conseguí visitar la tumba (supuesta) del
apóstol y besar su imagen en lo alto del altar mayor; la turbación que
inmediatamente, se instaló en mi corazón, sería insuficiente de contar en palabras;
por eso, lo dejo para mi… pero sigamos; en la cola no esperé mucho y a la salida
hicimos acopio de un buen sitio para poder ver en primera fila la celebración.
Curiosa por cierto y multicultural; el obispo de la ciudad fue el encargado de
oficiarla y nos llamó la atención su peculiar manera de hablar y transmitir a los
cientos de fieles, peregrinos y visitantes que allí nos congregamos.
Fue impartida en varios idiomas, entre ellos, español, inglés, francés e
italiano, y que nos perdone Dios, nos reímos un montón oyéndole al buen hombre
estas lenguas, muy a su estilo y condición; por lo demás, el acto, hermoso y lleno
de recuerdos para todos los peregrinos que habíamos conseguido cumplir el
Camino y con bellas palabras de animo hacia los que no pudieron o están a la
espera de volver a intentarlo. Sin embargo, el verdadero y más espectacular
momento se reservó para el final: sorpresivamente, incluido para mí, se ponía en
marcha el Botafumeiro, lejos de mi pensamiento figuraba que sin ser año santo iba
a funcionar. Había que permanecer en aquel instante para ser capaz de expresar
todo cuanto pudimos llegar a sentir cómo aquel majestuoso y enorme incensario se
balanceaba suave y después ágilmente por encima de nuestras cabezas. Sin duda,
un gran espectáculo. Fuimos todos los allá apostados, incapaces de hablar durante
esos minutos.
Al finalizar, con la emoción aún presente, salimos a la calle y viendo que la
lluvia esta vez, arreciaba con mayor intensidad, quisimos guarecernos bajo la
38
techumbre de la escalinata principal; las vistas, por otra parte tanto de la Plaza
como del entorno eran preciosas y no por menos era la ocasión propicia para una
nueva sesión de fotos. De repente, como si una fuerza me impulsara a mirar de
frente, otra sorpresa agradable al echar la vista; al fondo aparecían dos figuras
andando con paso firme pero algo lento sobre el empedrado de la plaza e iban
cubiertas por sendos chubasqueros y venían justo hacia nuestra posición, al
principio no nos miraban y ni siquiera parecían darse cuenta pero a mí me
resultaban tremendamente familiares y no fue hasta estar bien cerca cuando logré
identificarlos: ¡ eran nuestros amigos madrileños!, justo acababan de llegar al final
del Camino, nos contaron que salieron desde Pedrouzo al igual que yo pero con un
día de retraso por similares circunstancias a las nuestras: las lesiones y el cansancio
acumulado. ¡Qué alegría nos dio el reencuentro!, nos abrazamos llenos de regocijo,
especialmente por ser ellos quienes más tiempo, fatigas y momentos habíamos
compartido. Nos tiramos un buen rato departiendo y charlando de la aventura.
Ángel, entretanto por lo que pude observar, se le veía algo compungido,
quizá se sintiera decepcionado o triste por no haber podido terminar como hubiera
deseado, mas enseguida nos encargamos con nuestro apoyo de infundirle el ánimo
necesario y con este suceso, claro que todo se vio mejor. Nos contaron las
peripecias de la penúltima etapa en Palas de Rei donde les perdimos el rastro hasta
hoy; puesto que no quedaban plazas para ningún albergue o alojamiento, hubieron
de caminar otros tantos kilómetros hasta encontrar un Albergue Privado que al
final salió muy bien de precio y condiciones; de ahí que se retrasaran tanto porque
decidieron esperar a que las cosas mejoraran. Esther, que así se llamaba ella,
arrastraba una importante lesión en la pierna por lo que era necesario reposar y
aguardar a su recuperación. Como ya se encontraba mejor, consiguió finalizar el
camino, y por supuesto, con la misma alegría y emoción, aún más si cabe por el
tremendo esfuerzo.
39
La sensación de alivio dio paso a una inminente quedada, había que celebrar
el éxito de nuestra misión de la mejor manera posible, por lo que pensamos en
comer todos juntos para conmemorar el acontecimiento. Eso era precisamente lo
que se nos escapaba a la razón, algo totalmente inesperado; nos faltaba también
volver a estar como al principio. El segundo grupo de amigos, al que hasta ahora
no he mencionado, no por desinterés sino por la propia estructura del relato,
llegaron casi a la par. El plan consistía en quedar a comer después del pertinente
descanso, especialmente para éstos últimos, en uno de los restaurantes típicos de la
ciudad, con enormes ganas por mi parte de degustar la gastronomía típica (el
pulpo, empanada etc...). Bien es cierto que resultó algo decepcionante, la comida
no estaba muy buena que digamos, la cantidad no demasiado generosa y el trato
del personal, un poco frío y cerrado, mas nada de eso restaba el valor auténtico que
dimos a la reunión.
Entre risas, comentarios y chanzas el tiempo se pasó volando. Llegaba la
hora de nuestra despedida tanto para Ángel como para mí; debíamos coger un
avión de vuelta a Madrid a última hora de la tarde. Al decirnos adiós todos juntos
en la plaza del Obradoiro, inmediatamente una enorme tristeza se apoderó de
nuestros corazones. La aventura llegaba a su fin, el sueño y la ilusión se habían
cumplido pero, ¿ahora qué? ¿Qué nos iba a deparar las cosas una vez estemos en
casa?, estas y otras muchas preguntas barruntaban en mi mente mientras
regresábamos al hostal para recoger las pertenencias. Tomamos el bus hacia el
aeropuerto de Lavacolla, con la firme e intensa creencia de que en algún otro
momento, verano u ocasión regresaríamos, uno, por orgullo propio, no en vano
habría que sacarse una espina clavada, y otro, por albergar preciosos recuerdos y
enormes ilusiones y esperanzas de futuro. Ese mismo que contemplábamos hacía
doce días con fe y ahora en el final, se convertía en alegría, por compartir, vivir y
formar parte de la extraordinaria aventura del Camino de Santiago.
40
Santiago de Compostela III: Fuente del Robledal frente a la Catedral
Santiago de Compostela IV: Catedral I
Santiago de Compostela V: Catedral II
41
A MODO DE EPÍLOGO (La despedida)
… Son las 20:35 de la tarde. En el aeropuerto nos recibe una cálida y tupida
manta de nubes apenas perceptible ya por el ocaso del sol. Dentro, un bullicio de
gente corría, pasaba de un sitio a otro recorriendo con la mirada los amplísimos
pasillos, a veces interminables; cada uno parecía querer buscar un sitio, un nuevo
destino y al igual que nosotros, una vuelta a su añorado hogar.
Subimos al avión no sin antes despedirnos como mandaba la ocasión, pero
con mucha pena y a la vez orgullo de haber podido participar de una hermosa e
inolvidable experiencia. Los últimos instantes antes de despegar fueron de
introspección, de echar la vista atrás a todo lo que pasamos durante esos días. Nos
acordamos de todo (personas y lugares) sabiendo que quizá volveríamos a verlos
en Madrid, donde retomaríamos las charlas y risas viendo que el Camino nos ha
aportado grandes cosas.
Aproximadamente una hora después, de nuevo la rutina; tomamos tierra en
la gran ciudad, con la sensación de haber pasado todo un mundo, mas seguro con
la idea de retornar otro año para sufrir, emocionarnos y espero que no volver a
herirnos. Nos recogieron en la entrada principal y de ahí a nuestra casa a descansar;
mañana sería otro día, yo seguro no podré dormir en toda la noche, pero eso sí,
con una amplísima sonrisa en los labios, me gustaría preguntarle a Ángel si le
sucede lo mismo...
Madrid Invierno 2010
42
AGRADECIMIENTOS
- Este libro no podría haber surgido de no contar con la inestimable y
extraordinaria intervención del que ha sido junto conmigo protagonista del Camino,
Ángel Perea, compañero de fatigas, lesiones, kilómetros, pero sobre todo risas y
buenos momentos. A su lado he disfrutado como nunca de una mágica experiencia
y su compañía en lo bueno y en lo malo y sobre todo por aceptar este viaje, desde
luego nunca imaginé lo que nos depararía.
- A aquellos que nos acompañaron de algún modo en estos 12 días,
conocidos, peregrinos con los que nos encontrábamos o simples anónimos de cada
aldea o calle; con su presencia, cariño y cercanía nos lo han puesto mucho más
fácil.
- A nuestros “amigos del camino”, Esther, Marina, Alberto y Salva; sin
cuya alegría y apoyo en los peores trances no hubiera sido posible. Ojala podamos
vernos pronto en otra aventura.
- A nuestras familias y amigos, siempre presentes en la vida, los motores
de todo cuanto hacemos y vivimos.
- Y sobre todo a cada uno de los lugares donde hemos tenido la fortuna de
pasar, desde Astorga hasta Santiago. Cada uno con su exclusividad, encanto y
personalidad han aportado lo mejor y especialmente el recuerdo más grato y
hermoso.
43
44
MANUAL DEL PEREGRINO
(consejos prácticos)
Aquí van unos cuantos consejos útiles para todo aquel peregrino que por primera vez
decida adentrarse en esta aventura; son muy sencillos pero no menos importantes, y
desde luego a nosotros nos han servido en este caso, y en un futuro, esperemos que
muy próximo. Que los aprovechen.
1. Saco de dormir pequeño (NUNCA de los grandes, pesan mucho).
2. Calcetines de trekking, sin costuras y transpirables, aunque valgan caros merece la
pena.
3. La ropa puesta y una muda, no más! ( al final te sobran más cosas de lo que crees).
4. No llevar botas de montaña, solo zapatillas pero de montaña, para que transpiren.
5. Cepillo de dientes, pasta y una pastilla de jabón (mejor que los botes de gel o
champú).
6. Toalla (con que lleves una de tocador basta, así pesa menos).
7. Si te salen ampollas, que es lo más probable, compra una jeringuilla y betadine,
sacas lo que haya en la ampolla e inyectas betadine, y nunca la tapes, así dejas que se
sequen al aire.
8. Linternita pequeña (fundamental sobre todo si decides empezar la marcha muy
temprano).
9. Nada de cantimplora, es muy pesada y latosa, mejor un botellín de agua o aquarius
y vas rellenando en cada pueblo, no hay mas de 7 u 8 Kilómetros sin un bar, así que
no tendrás que pasar mucha sed en el camino.
10. Frutos secos o plátanos (es lo que más energía dan y ocupan poco, por lo que
resultan básicos especialmente cuando andamos escasos de fuerza).
11. Gorra o sombrero ancho (imprescindible) y las consiguientes gafas de sol.
45
12. Palos de trekking (después de hacer el camino: IMPRESCINDIBLE, sobre todo
para las bajadas).
13. Cámara de fotos: IMPRESCINDIBLE, hay paisajes increíbles por ahí.
14. Albergues: Públicos (baratos y algunos malos y con chinches) Privados (algo más
caros, aunque nunca más de 10 € y con muchos mejores servicios, entre ellos
lavadora y secadora que sobre todo después de unos días de camino, lo agradecerás)
Destacan el de El Pilar (Rabanal del camino) y Don Álvaro (Sarria), son como
sentirse en casa con tu familia.
15. Atención con los horarios de cierre, en algunos pueblos te cierran las tiendas y te
quedas sin cenar.
16. Y sobre todo, antes de emprender la marcha, PREPÁRATE MUY BIEN tanto
física (es muy aconsejable practicar senderismo durante algunos fines de semana para
ir cogiendo el ritmo), como mentalmente, sé siempre consciente y responsable con lo
que puedes y no puedes hacer, es decir, SÉ CONSECUENTE DE TUS PROPIAS
LIMITACIONES. No se trata de ser unos héroes ni competir para ver cuánto
aguantamos andando, sino lo bonito es disfrutar de la experiencia e ir relajado y
contento, por eso, como último consejo...
17. SONRIE SIEMPRE MIENTRAS VAYAS CAMINANDO. La alegría es una
excelente compañera de viaje.
46
LOS ALBERGUES
Son el elemento quizá por antonomasia del Camino, en cuanto a descanso,
sosiego, sociabilidad y relajación. En ellos, el peregrino no sólo alcanza ese momento
tan necesario y deseado de receso, sino que es también un lugar para poder compartir
tu vivencia con el otro compañero, con el que has ido caminando o simplemente te has
cruzado. Aunque parezca que incluso estando solo no lo notas, la sensación de sentirse
arropado, acompañado por alguien con el que también experimentas el día a día de
larga marcha, permanece siempre en uno. Los que aquí vamos a valorar son
básicamente los que te puedes ir encontrando en el Camino, son públicos y privados, y
por supuesto, unos mejores que otros, pero al fin y al cabo, representan la magia y
originalidad de esta aventura.
Con esto, sin embargo aclaramos que se trata de una visión muy personal y por
tanto subjetiva, esto es, se trata de nuestra particular opinión en cuanto a tratamiento,
servicios, calidad etc., pero ni mucho menos es definitiva porque lo bueno es que cada
uno tenga su propio punto de vista. Bueno, ahí va nuestro análisis de cada uno de ellos:
ASTORGA: Albergue de la Asociación de Amigos
Calidad: Aceptable (5) Habitaciones/ Camas: 25 hab. Con 6 literas cada una, aunque sin demasiado espacio. Duchas/ Baños: 4 separadas con agua caliente Instalaciones y servicios: Lavandería; Secadora Industrial; Cocina sin electrodomésticos; Tendedero; No Internet. Precio: 4€
47
RABANAL DEL CAMINO: Albergue Ntra. Sra. Del Pilar Calidad: Muy buena (8) Habitaciones/ Camas: 50 camas divididas en dos literas Duchas/ Baños: Sólo dos unisex con agua caliente Instalaciones y servicios: No lavadora ni secadora; Tendedero; Bar- restaurante con menús variados y muy buenos, ambiente muy agradable; Internet Precio: 7€ alojamiento más las consumiciones MOLINASECA: Albergue Santa Marina Calidad: Aceptable (6) Habitaciones/ Camas: 2 Habitaciones con 26 camas cada una divididas en dos literas Duchas/ Baños: 4 con agua caliente Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora (muy caro eso sí); Tendedero; Bar- restaurante; Internet. Precio: 6€ VILLAFRANCA DEL BIERZO: Albergue Municipal Calidad: Regular (4) Habitaciones/ Camas: 156 en total (4 habitaciones con seis literas en cada una) Duchas/ Baños: 2 con agua caliente Instalaciones y servicios: No lavadora ni secadora; Tendedero; Cocina sin electrodomésticos; Internet (muy caro) Precio: 4€ LA FABA: Albergue Parroquial de la Fundación Calidad: Aceptable (5) Habitaciones/ Camas: 48 camas en una sola sala con dos literas Duchas/ Baños: Sólo una y un baño, con agua caliente y muy pequeño Instalaciones y servicios: No lavadora ni secadora; Tendedero; Cocina con microondas y utensilios; No Internet. Precio: 5€
48
TRIACASTELA: Albergue Municipal Calidad: Normal (6) Habitaciones/ Camas: 2 pabellones separados (8 hab. con 4 literas cada una) Duchas/ Baños: 2 duchas con agua caliente y dos baños Instalaciones y servicios: No lavadora ni secadora; tendedero; No cocina; No Internet Precio: 3€ SARRIA: Albergue Privado D. Álvaro Calidad: Muy buena (8) Habitaciones/ Camas: 5 habitaciones con 6 literas cada una Duchas/ Baños: 2 duchas (una con bañera) con agua caliente y un baño Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora (3€); Cocina equipada; Salas de descanso y lectura; Chimenea- bar e Internet a buen precio. Precio: 7€ PORTOMARÍN: Albergue Municipal Calidad: Normal (6) Habitaciones/ Camas: 114 camas en total Duchas/ Baños: 2 duchas con agua caliente y dos baños Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora (3€); Cocina sólo amueblada; Bar- terraza; No Internet Precio: 3€ PALAS DE REI: Albergue Privado Calidad: Buena (7) Habitaciones/ Camas: 2 habitaciones con 12 literas cada una Duchas/ Baños: 6 duchas con agua caliente muy pequeñas y dos baños. Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora industrial; Bar en la planta baja con menús variados y a buen precio; Internet barato. Precio: 7€
49
ARZÚA: Albergue de la Xunta de Galicia Calidad: Buena (7) Habitaciones/ Camas: 2 habitaciones con 25 camas cada una Duchas/ Baños: 10 duchas con agua caliente y dos baños. Instalaciones y servicios: No lavadora ni secadora; Cocina y calefacción; Bar- terraza a buen precio; Internet a buen precio. Precio: 4€ PEDROUZO: Albergue de la Xunta de Galicia Calidad: Muy buena (8) Habitaciones/ Camas: 32 camas y 88 literas en total. Duchas/ Baños: 12 con agua caliente y 4 baños. Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora industrial; Cocina equipada; Calefacción; Internet barato. Precio: 4€ ALOJAMIENTOS ALTERNATIVOS LEÓN: Hostal Alameda Calidad: Normal (6) Habitaciones/ Camas: 10 habitaciones; dobles o sencillas Duchas/ Baños: Dentro de la habitación o dos unisex Instalaciones y servicios: Lavadora y secadora industrial; Cocina equipada; Sala de TV e Internet o sala de estar, muy buen diseño. Precio: 35€ hab. doble o 42 con baño incluido SANTIAGO DE COMPOSTELA: Hostal Riomar Calidad: Normal (6) Habitaciones/ Camas: 18 habitaciones dobles, sencillas o camas supletorias. Duchas/ Baños: Dentro de la habitación Instalaciones y servicios: Sala de reuniones; Internet a buen precio
50
51
52
Recommended