View
1.265
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
PENTECOSTÉS
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente.
En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Juan 14,15-16. 23b-26
Hoy celebramos el nacimiento de la Iglesia
Y también celebramos que el Espíritu Santo, el
mismo que recibieron los apóstoles, desciende
entre nosotros.
La Iglesia no se
entendería sin esos
hombres y mujeres que
no solo se abrieron a la
Palabra de Dios, sino a
su Espíritu.
Recibir sus dones
implica una adhesión
más firme y una
segunda vocación.
La primera vocación fue estar con
Jesús, seguirlo, escucharle.
La segunda es una llamada a ser pueblo de
Dios, y está ligada a la misión.
Nuestra segunda misión es transformarnos
en otros cristos en medio del mundo.
No solo estamos llamados a llevar un
mensaje, sino que a convertirnos en aquello que
predicamos.
Recibir al Espíritu Santo nos exige: no basta con cumplir los preceptos y celebrar la eucaristía con fervor.
Sentimos la necesidad de alimentarnos de Cristo, pero esto no es suficiente.
Dentro nos alimentamos, afuera luchamos.
Además de recibir a Cristo, estamos llamados
a dar fruto, a ser enviados, sintiéndonos parte
de una gran familia en misión.
No se entiende el ser cristiano sin la dimensión comunitaria.
La Iglesia es más que la jerarquía y las instituciones:
es el pueblo de Dios, y todo él recibe al Espíritu Santo.
Nos preocupa ver
que cada vez viene
menos gente a misa.
Quizás no hemos
entendido bien que
eucaristía y misión
van de la mano.
Cumplimos el
precepto, pero no
entusiasmamos con
nuestra vida.
Cuanto menos hablamos de lo que somos y
creemos, más se debilita nuestra identidad
cristiana.
El día que respiremos el aliento de Dios y el
Espíritu Santo arda en nosotros nos
convertiremos en llama viva que crece y se
expande. Y su luz atraerá a muchos.
Textos: Joaquín Iglesias Aranda.
Recommended